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SAN CIPRIANO DE CARTAGO OBRAS COMPLETAS I Testimonios a Quirino - A Donato - La unidad de la Iglesia católica - La oración dominical - La condición mortal del hombre - A Demetriano - Sobre los bienes de la paciencia - Cartas EDICIÓN BILINGÜE EDICIÓN PREPARADA POR JUAN ANTONIO GIL-TAMAYO BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID • MMXIII

San Cipriano de Cartago Obras Completas i Bac 2013

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Page 1: San Cipriano de Cartago Obras Completas i Bac 2013

SAN CIPRIANO DE CARTAGO

OBRASCOMPLETAS

I

Testimonios a Quirino - A Donato -La unidad de la Iglesia católica -

La oración dominical - La condición mortaldel hombre - A Demetriano - Sobre los

bienes de la paciencia - Cartas

EDICIÓN BILINGÜE

EDICIÓN PREPARADA POR

JUAN ANTONIO GIL-TAMAYO

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSMADRID • MMXIII

Page 2: San Cipriano de Cartago Obras Completas i Bac 2013

Í N D I C E G E N E R A L

Págs.

INTRODUCCIÓN GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

1. El África cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

a) África romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

b) Los orígenes de la Iglesia africana . . . . . . . . . . . . . . . . XII

c) Rasgos distintivos de la comunidad africana . . . . . . . . XV

2. San Cipriano de Cartago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXI

a) Biografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXI

b) Obras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XLI

c) Estilo literario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XLVI

d) Cronología de sus obras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . L

e) Obras publicadas en este volumen. . . . . . . . . . . . . . . . LIII

— Testimonia ad Quirinum (Testimoniorum libri III) . . LIII

— Ad Donatum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LVI

— De catholicae ecclesiae unitate . . . . . . . . . . . . . . . . . LX

— De dominica oratione . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LXV

— De mortalitate . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LXIX

— Ad Demetrianum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LXXII

— De bono patientiae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LXXV

— El corpus epistolar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LXXVIII

f) Doctrina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XCVII

— Eclesiología: La unidad trinitaria como fundamentode la unidad eclesial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XCIX

— Bautismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXX

— Eucaristía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VXXIV

— El proceso penitencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXXX

g) Pervivencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXXXIV

— Veneración y culto al mártir . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXXXIV

— Su influencia en el tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXXXVII

NUESTRA EDICIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CLXVII

AUDIENCIA GENERAL DE BENEDICTO XVI DEDICADA A SAN

CIPRIANO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CXLIX

OBRAS

1. Testimonios a Quirino. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3Libro Primero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

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Obras completas de san Cipriano IVIII

Libro Segundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31Libro Tercero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

2. A Donato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

3. La unidad de la Iglesia católica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

4. La oración dominical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

5. La condición mortal del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287

6. A Demetriano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313

7. Sobre los bienes de la paciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343

8. Cartas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371

ÍNDICE BÍBLICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 961

ÍNDICE ONOMÁSTICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 975

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N U E S T R A E D I C I Ó N

En el año 1964 la BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS publicóla edición bilingüe de las obras de san Cipriano de Cartago(Tratados y Cartas), que corrió a cargo de D. Julio Campos,Sch. P., Catedrático de Filología Clásica en la UniversidadPontificia de Salamanca. Sin duda, esta edición ha tenido unanotable influencia y pervivencia en el ámbito de los estudiospatrísticos en lengua castellana (era la primera que ofrecía eltexto latino de la mejor edición crítica por entonces, junto conla traducción castellana), además de favorecer la difusión delpensamiento y vida de este Padre de la Iglesia, cuya importan-cia bien se puede considerar central en la eclesiología del Vati-cano II.

A partir de la clausura del Concilio han sido muchos lostrabajos de investigación que se han centrado en el estudio deeste autor de la antigüedad cristiana, considerado por algunosestudiosos como el mayor teólogo de la «Iglesia» antes delsiglo IV, y que representa uno de los testimonios más claros eimportantes de la doctrina sobre la communio eclesial y susimplicaciones. A pesar de las limitaciones temáticas de la teo-logía de Cipriano, casi siempre con connotaciones eclesiológi-cas, es innegable su influjo e importancia en la historia delpensamiento cristiano, hasta constituir un punto de referenciaobligado cuando se trata de determinar el alcance de la tradi-ción en temas tan fundamentales como el de la Iglesia. De ahísu viva actualidad y el interés cada vez mayor que está susci-tando en los últimos años. Prueba de ello es la abundantebibliografía que está generando su estudio. Por todo ello, nospareció de gran interés una nueva edición de las obras deCipriano de Cartago, proyecto que aunase el rigor científico(aportando una edición crítica latina más actual y completa; unelenco actualizado de la abundante bibliografía; una introduc-ción que abordase también la trascendencia y actualidad deCipriano tras el Vaticano II, etc.) y el carácter divulgativo deuna traducción castellana más fluida y actual.

Hoy en día existe una edición crítica más depurada comoes la del Corpus Christianorum. Series latina (CCL), que es laque empleamos en esta edición. Sin embargo, para el tratado

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De habitu virginum usamos la edición de Hartel (CSEL) al nohaber sido todavía elaborada una edición crítica por CCL.Además, en su edición J. Campos presentaba el tratado AdQuirinum (colección de textos bíblicos ordenados en treslibros) dando solo las citaciones bíblicas sin el texto desarro-llado. Nuestra edición incluye el texto completo de este tra-tado, ya que su texto latino ha tenido una gran importanciapara la fijación de las diversas versiones bíblicas en la antigüe-dad, en especial para la Vetus Latina.

Nuestro trabajo sobre san Cipriano pretende ser, por tanto,una actualización y complemento a la espléndida edición rea-lizada en su momento por J. Campos, tratando de aportar lasnovedades en los estudios sobre el Obispo de Cartago que hanido surgiendo en estos últimos cuarenta años. La edición de J.Campos nos ha servido de base tanto en la elaboración de laintroducción general como en la traducción; de igual formanos hemos servido del completo trabajo introductorio de M.Veronese, Introduzione a Cipriano (Letteratura cristiana antica19; Brescia 2009). Para el estudio de las cartas nos han sido degran utilidad las ricas introducciones y notas de la edición deL. Bayard (Correspondance, L. Bayard [ed.], 2 vols., [Collec-tion des Universités de France publiée sous le patronage de l’Association Guillaume Budè; París ?1962]), y la de G. W.Clarke (The letters of St. Cyprian of Carthage. Intr., trad. ynotas de G. W. Clarke, 4 vols. [«Ancient Christian Writers»,Newman Press, 43-46; Nueva York 1984]), así como el magní-fico trabajo de investigación de R. Salcedo, El «Corpus» epis-tolar de Cipriano de Cartago (249-258): estructura, composicióny cronología, Diss. (Universitat de Barcelona; Barcelona 2007).

En nuestra edición se incluyen además las siguientes obrasdel Pseudocipriano: De montibus Sina et Sion tractatus; Derebaptismate; Liber de aleatoribus; Sermo de centesima, sexage-sima, tricesima; Epistula ad Turasium y la Epistula ad Silvanum.Así como la Vita Cypriani del diácono Poncio y las Actas pro-consularia Cypriani.

Agradecemos, finalmente, de manera especial la encomia-ble colaboración en el trabajo de traducción del Prof. ClaudioBasevi, experto paulino y maestro apasionado de las lenguasclásicas.

Pamplona, 16 de septiembre de 2013Fiesta de la memoria de San Cipriano

Obras completas de san Cipriano ICXLVIII

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AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA BENEDICTO XVIDEDICADA A SAN CIPRIANO DE CARTAGO

(6 de junio de 2007)

Queridos hermanos y hermanas:En la serie de nuestras catequesis sobre grandes personali-

dades de la Iglesia antigua llegamos hoy a un excelente obispoafricano del siglo III, san Cipriano, «el primer obispo que con-siguió en África la corona del martirio». Como atestigua el diá-cono Poncio, su primer biógrafo, su fama está vinculada tantoa la producción literaria como a la actividad pastoral de lostrece años que transcurren entre su conversión y su martirio(cf. Vita Cypriani, 19, 1; 1, 1).

Nacido en Cartago en el seno de una rica familia pagana,después de una juventud disipada, Cipriano se convierte alcristianismo a la edad de 35 años. Él mismo narra su itinerarioespiritual: «Cuando me encontraba aún en una noche oscura—escribe algunos meses después de su bautismo—, me pare-cía sumamente difícil y arduo realizar lo que la misericordia deDios me proponía [...] Estaban tan arraigados en mí losmuchos errores de mi vida pasada, que no creía que podíaliberarme de ellos; me arrastraban los vicios, tenía malosdeseos […] Pero luego, con la ayuda del agua regeneradora,quedó lavada la miseria de mi vida anterior; una luz de lo altose difundió en mi corazón; un segundo nacimiento me res-tauró en un ser totalmente nuevo. De un modo maravillosocomenzó entonces a disiparse toda duda [...] Comprendí cla-ramente que era terreno lo que antes vivía en mí, en la esclavi-tud de los vicios de la carne, y que, en cambio, era divino ycelestial lo que el Espíritu Santo ya había generado en mí» (AdDonatum, 3-4).

Inmediatamente después de la conversión, Cipriano —nosin envidias y resistencias— fue elegido para el oficio sacerdo-tal y para la dignidad episcopal. En el breve período de suepiscopado afrontó las dos primeras persecuciones decretadaspor un edicto imperial, la de Decio (año 250) y la de Valeriano(años 257-258).

Después de la persecución especialmente cruel de Decio,san Cipriano tuvo que esforzarse denodadamente por restable-

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cer la disciplina en la comunidad cristiana, pues muchos fieleshabían renegado, o por lo menos no habían mantenido unaconducta correcta ante la prueba. Eran los así llamados lapsi,es decir, los caídos, que deseaban ardientemente volver a for-mar parte de la comunidad. El debate sobre su readmisiónllegó a dividir a los cristianos de Cartago en laxos y rigoristas.

A estas dificultades es preciso añadir una grave peste queasoló África y planteó interrogantes teológicos angustiosostanto en el seno de la comunidad como frente a los paganos.Por último, conviene recordar la controversia entre sanCipriano y el obispo de Roma, Esteban, sobre la validez delbautismo administrado a los paganos por cristianos herejes.

En estas circunstancias realmente difíciles, san Ciprianomostró notables dotes de gobierno: fue severo, pero no infle-xible con los lapsi, concediéndoles la posibilidad del perdóndespués de una penitencia ejemplar. Ante Roma fue firmedefensor de las sanas tradiciones de la Iglesia africana. Fuemuy bondadoso; estaba animado por el más auténtico espírituevangélico, que lo impulsaba a exhortar a los cristianos a ayu-dar fraternalmente a los paganos durante la peste.

Supo practicar la justa medida al recordar a los fieles —dema-siado temerosos de perder la vida y los bienes terrenos— quepara ellos la verdadera vida y los verdaderos bienes no son losde este mundo.

Combatió con decisión las costumbres corrompidas y lospecados que devastaban la vida moral, sobre todo la avaricia.«Así pasaba sus jornadas —narra en este punto el diáconoPoncio—, cuando he aquí que, por orden del procónsul, llegórepentinamente a su casa el jefe de la policía» (Vita Cypriani,15, 1). Ese día el santo obispo fue arrestado y, tras un breveinterrogatorio, afrontó con valentía el martirio en medio de supueblo.

San Cipriano compuso numerosos tratados y cartas, siem-pre relacionados con su ministerio pastoral. Poco inclinado ala especulación teológica, escribía sobre todo para la edifica-ción de la comunidad y para el buen comportamiento de losfieles. De hecho, la Iglesia es —con mucho— el tema que mástrató. Distingue entre Iglesia visible, jerárquica, e Iglesia invisi-ble, mística, pero afirma con fuerza que la Iglesia es una sola,fundada sobre Pedro. No se cansa de repetir que «quien aban-dona la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada la Iglesia,se engaña si cree que se mantiene en la Iglesia» (De catholicae

Obras completas de san Cipriano ICL

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ecclesiae unitate, 4). San Cipriano sabe bien, y lo formuló conpalabras fuertes, que «fuera de la Iglesia no hay salvación»(Ep., 4, 4 y 73, 21) y que «no puede tener a Dios como padrequien no tiene a la Iglesia como madre» (De catholicae ecclesiaeunitate, 4).

Una característica esencial de la Iglesia es la unidad, simbo-lizada por la túnica de Cristo sin costuras (cf. ibíd., 7): unidadde la que dice que tiene su fundamento en Pedro (cf. ibíd., 4)y su perfecta realización en la Eucaristía (cf. Ep., 63, 13). «Hayun solo Dios y un solo Cristo —afirma san Cipriano—; unasola es su Iglesia, una sola fe, un solo pueblo cristiano, que semantiene fuertemente unido con el cemento de la concordia; yno se puede separar lo que es uno por naturaleza» (De catho-licae ecclesiae unitate, 23).

Hemos hablado de su pensamiento sobre la Iglesia, pero nopodemos dejar de referirnos a la enseñanza de san Ciprianosobre la oración. A mí me gusta especialmente su libro sobreel Padre nuestro, que me ha ayudado mucho a comprendermejor y a rezar mejor la «oración del Señor». San Ciprianoenseña que en el Padre nuestro se da al cristiano precisamenteel modo correcto de orar, y subraya que esa oración está enplural, «para que quien reza no ore únicamente por sí mismo.Nuestra oración —escribe— es pública y comunitaria; y,cuando rezamos, no oramos por uno solo, sino por todo elpueblo, porque junto con todo el pueblo somos uno» (Dedominica oratione, 8).

De esta forma, oración personal y litúrgica se presentanestrechamente unidas entre sí. Su unidad proviene del hechode que responden a la misma palabra de Dios. El cristiano nodice «Padre mío», sino «Padre nuestro», incluso en lo mássecreto de su recámara cerrada, porque sabe que en todolugar, en toda circunstancia, es miembro de un mismo cuerpo.

«Oremos, pues, hermanos amadísimos —escribe el Obispode Cartago—, como Dios, el Maestro, nos ha enseñado. Esoración confidencial e íntima orar a Dios con lo que es suyo,elevar hasta sus oídos la oración de Cristo. Que el Padre reco-nozca las palabras de su Hijo, cuando rezamos una oración: elque habita en lo más íntimo del alma debe estar presente tam-bién en la voz [...] Además, cuando se reza, hay que tener unmodo de hablar y orar que, con disciplina, mantenga la calmay la reserva. Pensemos que estamos en la presencia de Dios.Debemos ser gratos a los ojos divinos tanto con la postura del

Audiencia general del papa Benedicto XVI CLI

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cuerpo como con el tono de la voz [...] Y cuando nos reuni-mos con los hermanos y celebramos los sacrificios divinos conel sacerdote de Dios, debemos recordar el temor reverencial yla disciplina, sin lanzar al viento nuestras oraciones con vozdescompuesta, ni hacer con mucha palabrería una peticiónque más bien debemos elevar a Dios con moderación, porqueDios no escucha la voz sino el corazón (non vocis sed cordisauditor est)» (ibíd., 3-4). Se trata de palabras que siguen siendoválidas hoy y nos ayudan a celebrar bien la sagrada liturgia.

En definitiva, san Cipriano se sitúa en los orígenes de lafecunda tradición teológico-espiritual que ve en el corazón ellugar privilegiado de la oración. Según la Biblia y los santosPadres, el corazón es lo más íntimo del hombre, el lugar dondehabita Dios. En él se realiza el encuentro en el que Dios hablaal hombre y el hombre escucha a Dios; el hombre habla a Diosy Dios escucha al hombre. Todo ello a través de la única Pala-bra divina. Precisamente en este sentido, remitiéndose a sanCipriano, Esmaragdo, abad de San Miguel en el Mosa en losprimeros años del siglo IX, atestigua que la oración «es obra delcorazón, no de los labios, porque Dios no mira las palabrassino el corazón del que ora» (La diadema de los monjes, 1).

Queridos hermanos, hagamos nuestro este «corazón queescucha» del que hablan la Biblia (cf. 1 Re 3,9) y los santosPadres; lo necesitamos mucho. Solo así podremos experimen-tar con plenitud que Dios es nuestro Padre, y que la Iglesia, lasanta Esposa de Cristo, es verdaderamente nuestra Madre.

Obras completas de san Cipriano ICLII