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San Juan Bautista

San Juan Bautista - Vacar para con-siderar · de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante

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San Juan Bautista

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CONTENIDOS

Introducción

Concepción, Nacimiento e Infancia.

Vida Pública, Predicación y Bautizo en el Jordán.

Prisión y Muerte.

Comentario de la obra: Bautismo de Cristo. Juan de Flandes.

Bibliografía

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INTRODUCCIÓN

La representación de san Juan Bautista, en la historia del arte, no ha sufrido cambios muy

drásticos o significativos. Podemos observar como la sagrada escritura, la fuente más fiable que

tenemos para abordar la figura del bautista, ha sido instrumento de inspiración a lo largo de los

siglos para innumerables artistas que han dado forma a un sin fin de composiciones creativas,

pinturas o esculturas, donde los detalles sobre san Juan que allí se describen permanecen casi

inalterables y atraviesan linealmente los distintos movimientos artísticos que se han sucedido a lo

largo de los siglos. De este modo, se ha contribuido a plasmar, en los anales de la iconografía

religiosa, la talla del hombre que sirvió de cerrojo para el Antiguo Testamento y pórtico del

Nuevo. Juan Bautista, precursor de Jesús y considerado por los de su tiempo el mesías esperado,

fue el último de los profetas, que vio con sus ojos y señaló con su mano al verdadero Mesías

Redentor.

En este pequeño monográfico se pretende hacer una aproximación, a groso modo o en líneas

generales, de las distintas etapas, momentos o acontecimientos relevantes de la vida de san Juan

Bautista que han sido llevados al arte, siguiendo los datos que se tiene de él en los textos bíblico.

Pila Bautismal. Catedral de Ávila.

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CONCEPCIÓN, NACIMIENTO E INFANCIA,

Hijo de Zacarías, sacerdote del grupo de Abías, e Isabel, ambos mayores y ella estéril, es

concebido por mediación divina, tras el anuncio que el ángel Gabriel hace a su padre en un

momento del servicio litúrgico cuando entró en el Santuario a quemar el incienso. Zacarías,

sorprendido por el anuncio, duda de su veracidad y por ello quedará mudo hasta que se cumpla lo

prometido. El ángel del Señor le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel,

tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan” (Lc 1,13). Que significa: Yahvé es

favorable. Tal y cómo vemos en el primer capítulo del relato lucano, la Virgen María, después

de la anunciación y encarnación del Verbo en su seno, va a visitar a Isabel, la cual “en cuanto oyó

Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a

gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la

madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.

¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»” (Lc 1,41-45).

“Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre,

tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie de tu parentela que tenga

ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y

escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y

hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se

comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciéndose: «Pues ¿qué será

este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él” (Lc 1,59-66).

“El niño crecía y su espíritu se fortalecía y vivió en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”

(Lc 1,80).

Seguidamente se presenta algunos ejemplos iconográficos inspirados en estos pasajes.

Relieve del trascoro de la catedral de Ávila. La Visitación

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Rogier Van der Weyden. La Visitación

El saludo de María e Isabel, que con gesto de cariñosa acogida, se acarician el vientre la una a la

otra, da lugar a un curioso juego de manos entrelazadas que claramente describen un ocho

acostado, símbolo del infinito, evocación de aquél que está detrás de ambas maternidades. El

infinito figurativo sobre el infinito encarnado. Las vidas de ambas criaturas, ya desde el seno

materno, quedan entrelazadas por la presencia del Espíritu Santo, que igualmente en la figura de

las manos recuerdan las alas de una paloma, que más tarde también se hará presente en el Jordán,

en medio de los dos.

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Juan de Flandes. Nacimiento e imposición del nombre de Juan.

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Luini Bernardino. La Sagrada Familia y san Juan Bautista.

Encontramos también diversas imágenes que representan a san Juan y Jesús de niños, desnudos,

prueba de que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, bien jugando o incluso cómo en este

cuadro de Bernardino, plácidamente sentados. Aquí los labios se acercan con la intención, más allá

de besarse, de significar un gesto de comunicación de su aliento, su Espíritu, el Logos, la Palabra

que sale de la boca. Otra pintura de las mismas características es la de Massys, donde se pueden

ver en un primer plano a los dos niños solos, en una posición casi idéntica a ésta, y al fondo en un

segundo plano una mujer mayor que con gesto alegre contempla la escena.

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VIDA PÚBLICA, PREDICACIÓN Y BAUTIZO EN EL JORDÁN.

“Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a su cintura, y su comida

eran langostas y miel silvestre. Acudían a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, eran

bautizados por él en el rio Jordán, confesando sus pecados” (Mt 3,4-6).

“Entonces se presenta Jesús que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan

trataba de impedírselo diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Jesús le

respondió: “Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. Entonces le dejó. Una vez bautizado

Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una

paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: “Este es mi hijo amado, en quien me

complazco” (Mt 3,13-17).

«Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados.

Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén y eran bautizados por él en el río Jordán,

confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel

silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle,

inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu

Santo”. Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el

Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba

a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tu eres mi hijo amado, en el ti me complazco”» (Mc 1, 4-11).

Pietro Perugino. El Bautizo de Cristo

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El Bosco. San Juan Bautista en el Desierto

El Greco. San Juan Bautista

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Joaquín Patinir. Bautismo de Cristo

El Giotto. El Bautismo

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Fra Angelico. Bautismo de Cristo

Piero de la Francesca. Bautismo de Cristo

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Rogier Van der Weyden. Bautismo de Cristo

Conviene destacar un detalle que se ve repetido en los distintos autores presentados; la

delicadeza con que, la ropa de Cristo, es sostenida por uno o dos ángeles. Sin

embargo, Patinir, cómo hemos visto, la deposita en el suelo. En cualquier caso, vemos

también cómo la mayoría opta por representar la ropa de Jesús de color azul, símbolo

de la humanidad, que en este momento experimenta la kénosis, la desnudez de sí

mismo, puesto en la fila de los pecadores, el único que era Justo, bajando a las

profundidades del Jordán.

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“Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:

«¿Quién eres tú?» El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué pues? ¿Eres

tú Elías?» Él dijo: «No lo soy. ¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres,

pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Dijo él: «Yo soy la voz

del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Habían sido

enviados por los fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú e Cristo ni Elías ni el

profeta?» Juan les respondió:« Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis

que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en

Bethabara, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y

dice: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dijo: Detrás

de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo»” (Jn 1,19-30).

A. A. Ivanov. La aparición de Cristo a la gente

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Juan de Flandes. Ecce Agnus Dei

Philippe de Champaigne. San Juan Bautista

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Rogier Van der Weyden. Medici Madonna

Rogier Van der Weyden. San Juan Bautista

Resulta interesante

observar como Van der

Weyden, en estas

ocasiones, representa a San

Juan Bautista con un libro

en la mano izquierda, en

representación de la

Sagrada Escritura, es decir,

el Verbo hecho palabra

humana. Y con la mano

izquierda indica al Cordero

de Dios, del cual los

Evangelios que está

agarrando, dan testimonio.

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PRISIÓN Y MUERTE.

“Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por

causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a

Herodes: No te está permitido tener la mujer de tu hermano. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no

podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba

muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un

banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías,

danzó y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que

quieras y te lo daré. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y

preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto

apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza

de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los

comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le

decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a

su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura” (Mc 6,17-29).

Benozzo Gozzoli. Danza de Salomé

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Rogier Van der Weyden. Martirio de san Juan

Gustave Moreau. La Aparición

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Juan de Flandes. El verdugo presentando la cabeza del Bautista a Salomé

Juan de Flandes. El festín de Herodes

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COMENTARIO DE LA OBRA: BAUTISMO DE CRISTO. JUAN DE FLANDES.

Se trata de la pintura central de un políptico realizado por Juan de Flandes para la Cartuja

de Miraflores -Burgos- entre 1496 y 1499. Es una de las primeras obras que se conservan del

autor en su estancia en Castilla, donde estuvo al servicio de la reina Isabel la católica. En principio

la obra completa eran cinco tablas. El Bautismo de Cristo al centro, y luego otras cuatro, dos por

cada lado, en las que se representaban distintos momentos de la vida del bautista. Estas pinturas

laterales fueron separadas del central en algún momento desconocido.

En 1986, se llevaron a cabo trabajos de restauración en los que se levantaron los repintes que se la

habían hecho en el siglo XIX y se conocieron algunas sorpresas. Antes de la restauración, la figura

de Cristo estaba con las dos manos unidas ante el pecho y cubierto con un amplio paño en torno a

la cintura. Después se descubrió que Juan de Flandes había pintado a Jesús con una sola mano

levantada, la derecha, a la altura del pecho con actitud de bendecir y la izquierda, tapando sus

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genitales, sin ningún paño en torno. Éste habría sido añadido posteriormente por encargo de la

reina Isabel, que corría con los gastos de la obra, dado el lugar importante de la iglesia que

emplazaría dicho políptico.

Hay que notar las enormes similitudes que este obra tiene con el bautismo de Van der Weyden

(incluido anteriormente), parte central de un tríptico que procede también de la Cartuja de

Miraflores y hoy es propiedad de la Germäldegalerie de Berlín.

Siguiendo la obra de Van der Weyden, Juan de Flandes combina en su obra el antiguo rito de

inmersión, Cristo aparece metido en el río, y el de aspersión, al mismo tiempo San Juan echa agua

con su mano por la cabeza sin utilizar ningún jarrón o cuenco como solían hacer los autores

castellanos del momento. Otro aspecto que caracteriza las dos obras es la perfecta separación que

se da entre la persona de Cristo y la representación de la teofanía, donde en ningún momento se

aprecia que, una de la dos, tome mayor preponderancia sobre la otra. Sino que permanecen

separadas, cada una en su ámbito y con su espacio, manteniendo un perfecto equilibrio dentro de

la escena general. Sin embargo, en otras obras del bautismo de Cristo de Juan de Flandes la

teofanía adquiere mayor protagonismo.

A pesar de las evidentes similitudes entre las dos obras, cabe destacar algunas diferencias entre la

representación de Dios Padre. En la tabla de Berlín aparece solo, rodeado por unas nubes en tonos

rojos, con tiara papal, mano derecha levantada, bendiciendo, y una vara en la izquierda. Sus

palabras descienden a modo de filacteria semicircular en torno a la paloma. En nuestra obra, en

cambio, el Padre aparece rodeado de un coro de ángeles, vestidura roja, símbolo de la divinidad,

corona imperial al estilo de la de Maximiliano, bola del mundo sujetada en su mano izquierda, y la

derecha, extendida hacia abajo trazando un eje central que señala el camino seguido por la paloma.

De igual modo, en las dos obras tenemos un primer plano dominado por tres figuras: Jesucristo,

san Juan Bautista y un ángel. En ambas composiciones se nota una clara línea descendente de

derecha a izquierda descrita por las cabezas de las mismas. En el bautismo de Miraflores, Flandes

ha cambiado la posición de los personajes. El ángel está colocado a la derecha de Jesús, de pié, con

las alas estiradas, con gesto ausente, manos extendidas sosteniendo el ropaje de color azul oscuro.

Lleva vestimenta litúrgica clerical, con capa pluvial verde. En la di Van der Weyden, por el

contrario, el ángel se sitúa a la izquierda del bautizado, de rodillas, también sosteniendo la ropa de

Cristo, llevando la estola cruzada, identificativo del hábito diaconal, y mirando con suma atención

la acción que se está desenvolviendo, lo que lleva a un pequeño gesto de correspondencia del

Señor que le mira con un ligero movimiento de cabeza. En ambas pinturas, Jesús tiene la misma

posición, metido en el río, hasta por debajo de las rodillas, mano derecha bendiciendo y la

izquierda sobre el blanco lienzo que cubre su sexo. San Juan, en el otro lado, con pelo corto y

barba, traje marrón, que recuerda la piel de camello, y manto rojo, de perfil, con una rodilla en

tierra, por tanto, a un nivel inferior del ángel, frente a lo que vemos en la obra de Weyden. En los

dos casos con la mano derecha extendida sobre la cabeza del Redentor, pero aquí con la palma

vuelta hacia el espectador.

En cuanto al paisaje de fondo, también encontramos bastante semejanza. En ambos vemos un

plácido discurrir del Jordán en torno a la parte central que da a los márgenes del río un toque

distinto en cada caso. Un toque flamenco el de Van der Weyden y un aspecto más castellano el de

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Juan de Flandes. Les une el escenario de naturaleza con óptima perspectiva y gran profundidad

que en nuestra obra se crea por la gama cromática que azulea la lejanía. Distintos animales y

también algunas personas, aportan un toque de gran realismo y vivacidad al conjunto pictórico. A

ello contribuye, además, las construcciones, casas o fortalezas que nos indican la presencia

humana. Como puede observase, en este caso, de Flandes es más generoso y profuso en esos

detalles. Lo vemos en algo que, por otra parte va a ser habitual en el pintor flamenco, cuando

pinta los árboles repartidos en distintos ámbitos y escalas, de tronco fino y esbeltos que

distribuidos en línea ascendente de izquierda a derecha y del fondo hacia delante ayudan a dar

altura y profundidad a la vez que prolongan los personajes del primer plano haciendo más real la

integración al medio.

Además nuestro autor pone en primer plano, junto a los pies de san Juan, piedras preciosas, con

alusión al paraíso, o incluso un trozo de coral rojo que evoca la muerte de Cristo y su misión

redentora. Puede observarse otros detalles interesantes respecto a los árboles que flanquean al

bautista, en un segundo plano. Uno queda a su espalda, con forraje verde, vigoroso y ramas que

crecen hacia arriba y del que al final, curiosamente, sale una rama seca sobre la que se apoya un

halcón. Se trata de una clara simbología con la que el pintor quiere mostrar que, en el mundo que

está a espaldas o al margen del Salvador, el final de la vida es la muerte, una rama seca sobre la que

se apoya la mala conciencia del pecador, alegoría que se tiene del halcón en la edad media o del

alma en el antiguo Egipto. Al lado de éste, otro árbol, ubicado entre la figura de san Juan y Jesús,

pero con aspecto distinto. Aquí las ramas están amarillentas, decaídas y el tronco blanquecino

perdiendo la piel, con los que Juan de Flandes, confrontando los dos árboles, quiere hacer una

comparación entre muerte y vida, que en sí mismo está presente en el sentido teológico del

sacramento del bautismo que aquí se representa.

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BIBLIOGRAFÍA

- Nueva Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée De Brouwer, S.A. 1999.

- Friedländer, Max. Early Netherlandish Painting. Belgium and Netherlands:

Bosch and Geertgen. Tomo V. 1969.

Jon Gossaert and Bernart Van oreley. Tomo VIII. 1972.

Massys. Tomo VII. 1967.

Patenier, Van Cleve and Jon Provost. Tomo X B. 1973.

Van der Weyden and Flemalle. Tomo II. 1967.

- Gibson, Michael. El simbolismo. Taschen. Köln 2006.

- Silva Maroto, Pilar. Juan de Flandes. Caja Duero. Salamanca 2006.

- Verdon, Timothy. La Bellezza nella parola. Anno A. San Paolo. Milano 2007.

- Internet: Recopilación de imágenes.