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P. NGEL PEA O.A.R.
SANTA MARGARITA MARA DE ALACOQUE
Y EL CORAZN DE JESS
LIMA PER
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SANTA MARGARITA MARA DE ALACOQUE
Y EL CORAZN DE JESS
Nihil Obstat
P. Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Per
Agustino Recoleto
Imprimatur
Mons. Jos Carmelo Martnez
Obispo de Cajamarca (Per)
NGEL PEA O.A.R.
LIMA PER
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NDICE GENERAL
INTRODUCCIN
1.- Infancia y juventud.
2.- Entrada en el convento y profesin.
3.- Vida religiosa.
4.- Maestra de pensionistas.
5.- Maestra de novicias.
6.- El demonio. 7.- La obediencia.
8.- Jess Eucarista.
9.- Amor a Mara.
10.- Los ngeles.
11.- Las almas del purgatorio.
12.- Conocimiento sobrenatural.
13.- Don de curar.
14.- El padre Claudio de La Colombire.
15.- La Revelaciones.
16.- Promesas del Corazn de Jess.
17.- Heredera del Corazn de Jess.
18.- Promesas a los reyes de la tierra.
19.- Predileccin a salesas y jesuitas.
20.- Su muerte y milagros. 21.- Proceso de beatificacin y canonizacin.
22- Devocin al Corazn de Jess.
23.- Consagracin al Corazn de Jess.
ORACIONES
REFLEXIONES
CONCLUSIN
BIBLIOGRAFA
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INTRODUCCIN
Santa Margarita Mara de Alacoque es la santa por excelencia de la
devocin al Corazn de Jess. En repetidas ocasiones se le apareci Jess con su
Corazn ardiendo en llamas de amor, y descubrindole este divino Corazn, que
tanto ha amado a los hombres, y que nos espera en la Eucarista. Le fue haciendo
revelaciones extraordinarias y promesas con el fin de que podamos asegurar
nuestra salvacin y santificarnos con los tesoros de su amor.
La promesa ms importante es la de los nueve primeros viernes de mes,
pero tambin es importante la que habla de que dar paz a las familias y
bendecir los lugares donde sea expuesta y honrada la imagen de su Corazn.
Veremos los principales apstoles de esta devocin a travs de los ltimos
siglos. Y as podremos comprender la importancia de consagrar a Jess nuestra
vida y nuestra familia, ya que l ha prometido que no perecer ninguno que se le
consagre. Que su Corazn divino nos llene de su amor y nos haga caminar a
grandes pasos por el camino de la santidad, pues no hay mejor medio de
santificacin que estar dentro de este divino Corazn, consagrados a l y
dedicados a hacerlo amar en el mundo entero.
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1. INFANCIA Y JUVENTUD
Sus padres fueron Claudio Alacoque, juez y notario regio, y Filiberta
Lamyn. Tuvieron siete hijos, cuatro hombres y tres mujeres. Slo tres de ellos
aparecen en la vida de Margarita, pues los otros murieron nios o jvenes. Los
dos hermanos sobrevivientes fueron Crisstomo y Santiago. Crisstomo era dos
aos mayor que ella y era abogado. Fue alcalde perpetuo del pueblo de Bois-
Sainte-Marie. Se cas con Anglica Aumonier y tuvo once hijos. Al morir su
esposa, se cas en segundas nupcias con Estefana Mayuzer con la que tambin
tuvo once hijos.
Su otro hermano, Santiago, fue prroco del mismo pueblo de Bois-Sainte-
Marie. Era doctor en derecho civil, en derecho cannico y en teologa. Muri en
1712 y fue enterrado como su hermano Crisstomo en la iglesia del pueblo, en la
capilla del Sagrado Corazn que Crisstomo haba construido en vida de su
hermana Margarita Mara.
En las Letras Decretales emitidas por el Papa Benedicto XV para su
canonizacin se dice entre otras cosas: Naci Margarita Mara el 22 de julio de
1647, en Lhautecour, dicesis de Autun. Fue madrina de bautismo Margarita de
Saint-Amour; la cual, al llegar su ahijada a los cuatro aos, quiso tenerla
consigo en el castillo llamado Corcheval. Encarg el cuidado y vigilancia de la
nia a dos criadas de la casa. Una de ellas era amable y muy solcita, pero de
sta se apartaba Margarita; la otra era ms severa, pero la niita se serva de ella de buen grado: lo cual haca por haberle revelado el Seor que la una
estaba en su divina gracia y la otra careca de ella. As pues, amaestrada por
Dios, pudo librarse de los lazos que la mala armaba a su inocencia. Porque era
muy grande su amor a la pureza que ya entonces infunda a Dios en el corazn
de esta inocente doncellita y, sin saber lo que deca, repeta muchas veces:
Seor mo, yo te consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad.
Pronto comenzaron a llover sobre ella las desgracias; porque, cuando
apenas contaba con ocho aos de edad, muri su padre y su madre, que tena
que mirar por cinco hijos, llev a Margarita a las religiosas de santa Clara del
pueblo de Charolles, en donde hizo su primera comunin a los nueve aos.
Deseaba ardientemente quedarse para siempre entre las religiosas para llegar a
la santidad que ellas tenan, pero se vio atacada al poco tiempo de tan pertinaz
molestia que no tuvo ms remedio su buena madre que llevarse a casa a esta su
hijita, y la nia pas cuatro aos sin poder dar un paso1.
1 Decretales, Gauthey, Vida y obra de santa Margarita Mara , en tres tomos, Ed. Catlica, Madrid, 1921,
vol 3, pp. 660-661.
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En su vida escrita por sus contemporneas2 se dice: Siendo nia de cuatro
a ocho aos, su mayor deseo era pasar das enteros delante del Santsimo
Sacramento. Cuando no la encontraban en casa, saban que con ir a la iglesia
estaban seguros de encontrarla all. Desde esa poca perdi el gusto por las
oraciones vocales, que no poda rezar delante del Santsimo Sacramento, donde
se senta tan absorta que se hubiera quedado sin comer ni beber. No se daba
cuenta de lo que haca, pero experimentaba ardientes deseos de consumirse en la
presencia del Seor como un cirio ardiente, pagndole amor por amor3.
No poda quedarse a la entrada de la iglesia por mucha confusin que
sintiese. Se acercaba cuanto poda al altar. Juzgaba felices y tena santa envidia
de quienes comulgaban con frecuencia.
Pero veamos los que nos dice ella misma en su Autobiografa: Tan pronto
como tuve conciencia de m misma, Seor, me hiciste ver la fealdad del pecado y
se imprimi tanto horror de l en mi corazn que la ms leve mancha me era un
tormento insoportable. Bastaba decirme que tal cosa era ofensa a Dios y eso me
retena y me apartaba de lo que deseaba hacer.
Sin saber lo que significaban, me senta continuamente impulsada a decir:
Dios mo, te consagro mi pureza y te hago voto de perpetua castidad.
La Santsima Virgen ha tenido siempre un cuidado muy grande de m, a ella recurra yo en todas mis necesidades y ella me ha librado de grandsimos
peligros. No me atreva de ningn modo a dirigirme a su divino Hijo, sino que
acuda siempre a ella y le ofreca la corona del rosario con las rodillas desnudas
sobre la tierra.
Perd a mi padre siendo muy nia y, como era la nica hija, hasta la
edad de ocho aos y medio me criaron sin ms educacin que la de los criados y
campesinos. Me llevaron a una casa religiosa donde me hicieron comulgar,
cuando tena nueve aos. Esta comunin derram tanta amargura en todos los
placeres y diversiones que ya no poda encontrar gusto en ninguno. Cuando
quera tomar algn recreo con mis compaeros, senta siempre no s qu cosa
que me apartaba de ellas y me arrastraba a algn rinconcito y no me dejaba
reposar hasta que segua ese impulso, que me obligaba a ponerme en oracin ,
casi siempre postrada o con las rodillas desnudas o haciendo genuflexiones, si
2 La escrib ieron las hermanas Francisca Rosala Verchre y Petra Rosala de Farges, quienes tal como les
haba profetizado la sostuvieron en sus brazos al morir. 3 Vida escrita por sus contemporneas, Gauthey, vol 1, p. 56.
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no me vea nadie, pues no haba mayor tormento para m que el que alguien me
encontrase de ese modo.
Pero ca en un estado de enfermedad tan deplorable que estuve casi
cuatro aos sin poder andar. Los huesos me rasgaban la piel por todas partes, lo
que fue causa de que no me dejasen ms que dos aos en este convento. Nunca
se pudo hallar ningn remedio a mis males hasta que me consagr a la
Santsima Virgen, prometindole que, si me curaba, sera con el tiempo hija
suya. No bien hice este voto, cuando recib la salud con una nueva proteccin de
la Santsima Virgen, la cual se hizo de tal modo duea de mi corazn que me consideraba y me guiaba como a cosa suya, reprendiendo mis faltas y
ensendome a hacer la voluntad de Dios4.
Tan pronto como comenc a respirar el aire de la salud, me inclin a la
vanidad y al afecto de las criaturas, presumiendo que el tierno amor que me
profesaban mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para entregarme a
algunas ligeras diversiones, dndome para ellas todo el tiempo que desease
En casa no tenamos autoridad alguna ni nos atrevamos a hacer nada sin
permiso. Era una guerra continua. Todo lo cerraban con llave de tal suerte que
con frecuencia ni an hallaba con qu vestirme para ir a misa, teniendo que
pedir prestados cofia y vestido. Comenc entonces a sentir mi cautiverio que
lleg a tal punto que no poda hacer nada ni an salir de casa sin el
consentimiento de tres personas5.
Desde ese tiempo dirig todos mis afectos a buscar mi gozo y mi consuelo
en el Sa