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Franz Schubert: Winterreise Carlos Gimeno Estellés A mí estos Lieder me gustan más que todos los otros y también llegarán a gustaros a vosotros Franz Peter Schubert -¿Qué amas tú, extraordinario extranjero? -Amo las nubes... las nubes que pasan... allá... ¡las maravillosas nubes! Charles Baudelaire Introducción Winterreise (Viaje de invierno) es un ciclo de Lieder cuya música fue compuesta por Franz Peter Schubert (1797-1828) en el año 1827 para el cual utilizó poemas de Wilhelm Müller, poeta alemán que vivió entre 1794 y 1827. Ambos, compositor y poeta, a pesar de la llamativa coincidencia cronológica de sus cortas vidas, nunca llegaron a conocerse personalmente. ¿Qué sabemos hoy en día de este poeta?: Si nuestros abuelos no hubiesen tenido que memorizar en el colegio “La fundición de campanas en Breslau”, (…) sin la aportación de Schubert, el nombre de este poeta se habría olvidado hace mucho. 1 En efecto, Müller, al ser coetáneo de figuras tan importantes en el ámbito de la poesía alemana como Schlegel, Heine, Hölderlin, Mörike, por no citar al gran poeta universal Johann Wolfgang von Goethe, palidece hasta casi desaparecer, tanto es así que, en el 1 FISCHER-DIESKAU, Dietrich, Los lieder de Schubert (A. Hochleiter de Vigil. Trans.), Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 169.

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Franz Schubert: Winterreise

Carlos Gimeno Estellés

A mí estos Lieder me gustan más que todos

los otros y también llegarán a gustaros a vosotros

Franz Peter Schubert

-¿Qué amas tú, extraordinario extranjero? -Amo las nubes... las nubes que pasan...

allá... ¡las maravillosas nubes! Charles Baudelaire

Introducción

Winterreise (Viaje de invierno) es un ciclo de Lieder cuya música fue compuesta por

Franz Peter Schubert (1797-1828) en el año 1827 para el cual utilizó poemas de

Wilhelm Müller, poeta alemán que vivió entre 1794 y 1827. Ambos, compositor y

poeta, a pesar de la llamativa coincidencia cronológica de sus cortas vidas, nunca

llegaron a conocerse personalmente. ¿Qué sabemos hoy en día de este poeta?:

Si nuestros abuelos no hubiesen tenido que memorizar en el colegio “La fundición de

campanas en Breslau”, (…) sin la aportación de Schubert, el nombre de este poeta se habría

olvidado hace mucho.1

En efecto, Müller, al ser coetáneo de figuras tan importantes en el ámbito de la poesía

alemana como Schlegel, Heine, Hölderlin, Mörike, por no citar al gran poeta universal

Johann Wolfgang von Goethe, palidece hasta casi desaparecer, tanto es así que, en el

1 FISCHER-DIESKAU, Dietrich, Los lieder de Schubert (A. Hochleiter de Vigil. Trans.), Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 169.

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voluminoso libro de referencia en nuestro idioma «La literatura alemana a través de sus

textos» publicado por Cátedra en 1997 ni tan siquiera aparece; en «Historia de la

literatura alemana», también publicado por Cátedra en 1989, sólo, en un escueto párrafo

titulado «El concepto Biedermeier» se nombra de pasada a Müller, y su nombre de pila

queda reducido a una simple «W.».

Como es obvio no ocurre nada remotamente parecido con Schubert, uno de los

más grandes compositores de la historia de la música, sobre quien se han escrito

innumerables biografías, estudios, ensayos y artículos de todo tipo:

La literatura schubertiana, que hoy en día incluye más de 4.000 títulos, sólo se puede basar en

un número limitado de documentos, cuyo descubrimiento hay que agradecer

fundamentalmente al austriaco Otto Erich Deutsch.2

Si tenemos en cuenta que el libro de Fischer-Dieskau del que hemos extraído esta cita

fue publicado en 1977 podemos imaginar que esa cifra puede haberse duplicado, incluso

triplicado desde ese momento, circunstancia que impone que no nos explayemos en la

narración de su vida, además de no ser el propósito del presente trabajo de

investigación.

Sí que se hace indispensable, sin embargo, que nos traslademos a la época en la

que fue escrito el ciclo que nos ocupa, los últimos meses de su humilde y gloriosa vida,

que acompañemos al músico en las difíciles horas que le tocó vivir mientras se dedicaba

a su composición, incluso que indaguemos un poco más atrás, todo con la finalidad de

comprender un poco mejor, si cabe, esa obra maestra que es el Winterreise. En la

primera mitad del año 1827 compuso los catorce primeros Lieder del ciclo, y no sería

hasta octubre del mismo año que no lo concluiría. En esa época Schubert era, a sus

escasos 30 años, un hombre envejecido prematuramente, que vivía muy precariamente,

prácticamente en la pobreza, consumiéndose a ojos vista por la fase terminal de la

enfermedad que acabaría con su vida:

En enero de 1823 comenzó un año especialmente duro para Schubert. Los dos primeros

biógrafos de Schubert, Kreissle y Reissmann, sin embargo, suponen la aparición de una

2 Ibíd., p. 15.

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enfermedad sólo a partir de 1824. Pero en realidad Franz había contraído ya a finales de 1822

una grave enfermedad venérea, que ahora brotaba con toda intensidad.3

Esa enfermedad, tan común entre tantos artistas de la época, evolucionaría

inexorablemente, mermando la salud tanto física como psicológica de Schubert hasta

convertirlo, en su último año de vida, en una persona débil, deprimida y atrapada por

constantes y muy penosas crisis. La pobreza que sufría queda manifiesta por el encargo

febril que hace a su amigo Lachner, a quien encargó llevar al editor Haslinger los

primeros Lieder del ciclo…

(…) con el ruego urgente de obtener de ellos algo de dinero en efectivo y traerlo a casa para

poder pagar medicinas y sopas. Lachner cuenta: “El editor se dio cuenta de la situación y pagó

–un florín por Lied”.4

El 26 de marzo de 1827 se produce un estremecedor episodio que podría considerarse

como el inicio del definitivo declive de Schubert, ese triste día en el que moría el

compositor romántico alemán por excelencia, Ludwig van Beethoven:

Es posible que Schubert estuviera junto a su lecho de muerte. Vestido de negro, con una antorcha

funeraria, uno más en la gran multitud de artistas vieneses, marchó junto con Bauernfeld al lado

del féretro.5

Tras las exequias del genio de Bonn, Schubert y un puñado de amigos se reunieron en la

hospedería Zur Mehlgrube. Tomaron vino y en un momento dado Schubert alzo su copa

y dijo emocionado:

“A la memoria de nuestro inmortal Beethoven”. Cuando bebió le embargó un aprensivo

sentimiento que le hizo volver a llenar los vasos y exclamar: “Bien, y ésta por aquél de

nosotros que sea el primero en seguir a nuestro Beethoven”.6

3 Ibíd., p. 161. 4 Ibíd., p. 242. 5 PAUMGARTNER, Bernhardt, Franz Schubert (Belén Bas Álvarez. Trans.), Madrid, Alianza Editorial, 1992, p. 143. 6 Ídem.

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Aunque no existe ninguna prueba histórica de este relato muy bien podría hacer

acontecido de ese modo. Por estas fechas ya debía de tener Schubert escritos los

primeros doce Lieder del Winterreise, y también en esa época dejó de asistir a las

famosas schubertíadas (o schubertiadas). Joseph Spaun narra del siguiente modo la

presentación del nuevo ciclo a su círculo de amigos:

Durante algún tiempo Schubert estuvo sombrío y parecía afectado. A mi pregunta de qué le

pasaba dijo sólo: “Bueno, pronto lo escucharéis y comprenderéis”. Cierto día me dijo: “Ven

hoy a casa de Schober. Os voy a cantar un ciclo de Lieder tenebroso. Estoy deseoso por saber

lo que opináis vosotros al respecto. Me ha afectado más de lo que ningún Lied lo había hecho

nunca”. Así nos cantó con voz emocionada todo el Viaje de invierno. Nosotros estábamos

totalmente perplejos ante la lúgubre atmósfera de los Lieder y Schober dijo que únicamente le

había gustado un Lied, Der Lindenbaum (El tilo). A esto Schubert sólo dijo: “A mí estos

Lieder me gustan más que todos los otros y también llegarán a gustaros a vosotros.” Y tenía

razón, pronto nos sentimos entusiasmados por el efecto de estos melancólicos Lieder, que Vogl

interpretaba magistralmente.7

De este modo tan íntimo y emotivo quedaba presentado en sociedad el ciclo de Lieder

Winterreise, quizá el más trascendental, bello y profundo de todos cuantos se haya

escrito. El ciclo consta de veinticuatro canciones. Los poemas para los doce primeros

Lieder los tomó Schubert de un almanaque que…

(…) se denominaba “Urania” y había sido publicado en Leipzig en 1823. Por el entusiasmo

con el que el compositor se pone a trabajar, se desprende con cuánta exactitud los poemas

llegan a su necesidad creativa momentánea. A finales de 1827, es decir, al terminar las doce

primeras canciones, encontró Schubert la versión completa del ciclo de Müller en los “Poemas

de los papeles legados por un corneta del bosque errante”, como segunda parte de la colección

de poemas. Sin embargo, los doce Lieder que faltaban no estaban colocados como

continuación, sino que aparecían en diferentes lugares, habían sido reorganizados.8

La historia narrada en este ciclo, su trama argumental, tiene un personaje principal, de

quien en ningún momento sabremos su nombre, que es rechazado por la mujer a quien

ama. Comienza con el Lied titulado Gute Nacht, un monólogo, como lo serán todos los

7 FISCHER-DIESKAU, Dietrich, op. cit., p. 241. 8 Ibíd., p. 244.

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Lieder, en el que se despide simbólicamente de su amada, deseándole buenas noches

junto a la puerta de su casa, sin que ella, que lo ha rechazado, se perciba de ello. A partir

de ese momento comienza un trayecto de duración y longitud indeterminada en el que el

caminante seguirá reflexionando, hablando consigo mismo, sin que en ningún momento

hable con ninguna persona, salvo en el último poema, en el que se dirige a un

organillero. Están presentes a lo largo de todos los Lieder dos constantes en la obra y la

vida de Schubert: la soledad y la figura del caminante. Para Schubert la vida es un

camino solitario, en ocasiones gozoso, pero más a menudo triste, melancólico y este

ciclo es la más clara muestra de ello; un ejemplo de esta tristeza de la que hablo es que,

de los veinticuatro Lieder, diecinueve están en tonalidades menores. El invierno, con

sus fríos y solitarios, crudos paisajes, será el escenario de esta triste historia. El viaje

físico del protagonista es el modo de representar simbólicamente un viaje interior,

espiritual y filosófico en busca de algo que dé sentido a su vida, sentido que no será

alcanzado sino más bien todo lo contrario: al final del trayecto se encuentra con un

personaje, el organillero, que quizá represente la muerte y a quien decide unirse. Es un

viaje nihilista, que recorre un trayecto abandonado de la mano de Dios, repleto de

paisajes e imágenes espectrales, en el que quizá podamos reconocer el reflejo de la

propia vida de Schubert, y al mismo tiempo, su visión de la condición humana. En

palabras de Alan P. Cottrell:

… el fuerte deseo de muerte se ve incumplido y el vagabundo está condenado a continuar una

existencia que ha perdido su sentido, y que debe continuar hasta que le lleve, en última

instancia, hasta la tumba.9

Sería un error interpretar el Winterreise como una especie de testamento por parte

Schubert, una despedida amarga del mundo de los vivos, ni tan siquiera es la última de

sus composiciones.

Pero sí podemos considerar la increíblemente melancólica intensidad de la serie de Lieder

como la consecuencia de una actividad creadora llevada a una sensibilidad suma debido a las

depresiones corporales y anímicas [de Schubert].10

9 COTTRELL, Alan P., Wilhelm Müller’s lyrical song-cycles: interpretations ans texts, Chapell Hill, University of North Carolina Press, 1970, p. 144. 10 PAUMGARTNER, Bernhardt, op. cit., p. 144.

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En lo que los especialistas en la obra de Schubert se muestran unánimemente de

acuerdo es en que con esta obra el compositor alcanza un logro todavía mayor de los

que había demostrado hasta ese momento.

El viaje de invierno representa todas las obras del último año, en lo que se refiere a elevación,

intuición y ampliación de la técnica de composición. Lo que ya antes había surgido claramente

en una iniciación, se revela ahora en una dominante participación del intelecto en el progreso

de la composición, especialmente en los tramos de composición integral.11

Con esta obra, Schubert demuestra que hasta sus últimos días su arte va en constante

desarrollo, evolucionando hacia unas cotas de perfección insólitas, que hasta a él mismo

sorprende, como demuestra la manera con la que describe el Winterreise a su círculo de

amigos:

Pero la música del Winterreise, una vez hecha, reveló al compositor nuevas potencialidades de

su genio. Por vez primera hallamos en su música un espíritu trágico; no la meditativa o

exuberante tristeza de su producción anterior, sino la tiniebla de la emoción genuina; emoción

que encontramos, aterida, en Gute Nacht y Der Wegweiser, cuyas progresiones trenódicas se

hallan vinculadas con los movimientos lentos de la sinfonía “Grande” en do mayor y con el trío

en mi bemol (D. 929), y repleta de desesperación y apasionamiento en Erstarrung y Der

stürmische Morgen, cuya angustia encontramos de nuevo en el movimiento lento del cuarteto

de cuerda (D. 956).12

11 FISCHER-DIESKAU, Dietrich, op. cit., p. 245. 12 BROWN, M. J. E., Schubert, colección «New Grove» (P. Sorozabal Serrano. Trans.) Barcelona, Muchnik Editores, 1986, p. 100.