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SEMBLANZA DEL ESCRITOR ALBERTO JIMÉNEZ URE «[…] Alberto constituía una especie de «gran oráculo» cuya oficina no daba abasto para albergar al sinnúmero de poetas, narradores y ensayistas en ciernes que veíamos en él un ejemplo a seguir en el espinoso camino de las letras […]» Por Ricardo GIL OTAIZA

Semblanza Del Escritor Alberto Jiménez Ure (Por Ricardo Gil Otaiza)

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«A cualquiera –con la trayectoria de Alberto- se le «habrían subido los humos» a la cabeza. Ya para aquél entonces (comienzos de los 90) contaba con una vasta obra en diversos géneros: narrativa (cuento y novela), poesía, ensayo y crítica literaria. Era articulista consentido de los diarios regionales (de Mérida y Lara) y de los más importantes rotativos del país (El Nacional, El Universal, El Globo y Diario de Caracas)» (Ricardo GIL OTAIZA)

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SEMBLANZA DEL ESCRITOR ALBERTO JIMÉNEZ URE

«[…] Alberto constituía una especie de «gran oráculo» cuya oficina no

daba abasto para albergar al sinnúmero de poetas, narradores y ensayistas en ciernes que veíamos en él un ejemplo a seguir en el

espinoso camino de las letras […]»

Por Ricardo GIL OTAIZA

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Conozco a Jiménez Ure desde hace casi veinte años, cuando aún era miembro activo de la Oficina de Prensa de la Universidad de Los Andes. Me acerqué a él como tantos otros jóvenes escritores que buscábamos, en su poderosa figura literaria, abrigo para nuestros propios sueños. Alberto (como lo llamaré en lo sucesivo) constituía una especie de «gran oráculo» cuya oficina no daba abasto para albergar al sinnúmero de poetas, narradores y ensayistas en ciernes que veíamos en él un ejemplo a seguir en el espinoso camino de las letras. Contrario a lo que suele suceder con aquellos personajes que se han ganado un importante espacio en cualquier actividad humana, que se erigen en «seres inalcanzables», «acartonados» y «exquisitos», en él hallábamos a un literato de trato diáfano y cortés que no cejaba en ofrecernos posibilidades reales para que alcanzáramos nuestras metas. Lejano a cualquier tipo de vanidad o soberbia que nos hiciera sentir como seres inferiores frente a su indiscutible consagración, en este escritor encontramos a un «igual»: a un intelectual ganado a una apertura inaudita y escasa (escasísima, diría) en nuestro mezquino medio académico y cultural. A cualquiera –con la trayectoria de Alberto- se le «habrían subido los humos» a la cabeza. Ya para aquél entonces (comienzos de los 90) contaba con una vasta obra en diversos géneros: narrativa (cuento y novela), poesía, ensayo y crítica literaria. Era articulista consentido de los diarios regionales (de Mérida y Lara) y de los más importantes rotativos del país (El Nacional, El Universal, El Globo y Diario de Caracas) Mantenía amistad y comunicación epistolar con relevantes intelectuales de Venezuela y del exterior. Su incisivo parecer sobre disímiles aspectos (culturales, políticos, académicos, entre otros) era altamente cotizado (y buscado) por

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los medios de comunicación de acá y de más allá. Era invitado permanente en los postgrados de literatura para que disertara sobre su obra, era jurado de concursos literarios y había recibido suficientes reconocimientos como para sentirse satisfecho con tan portentoso recorrido. Ese que acabo de describir era el perfil humano y autoral de Alberto para entonces. Como se supondrá, quedé enganchado y, a partir de esos días, mantenemos amistad: compartimos honores en jornadas literarias, bienales, programas de televisión; preparamos ediciones de libros, y hasta viajamos juntos durante varios años para asistir a sla Feria Internacional del Libro de Caracas (en sus mejores tiempos), en la que con frecuencia se presentaban nuestras obras. Gracias a él conocí a importantes figuras literarias: Mempo Giardinelli (quien ganara el Premio Internacional de Novela «Rómulo Gallegos» con su libro Santo Oficio de la Memoria), Oswaldo Trejo, José Ramón Medina, Teódulo López Meléndez, Eva Feld, Marisol Marrero, Eleazar Ontiveros Paolini, Juan Liscano, Denzil Romero, Salvador Garmendia, Anabelle Aguilar Breally, Héctor López, Enrique Plata Ramírez, Fernando Báez, José Antonio Yépes Azparren, María Luisa Lázzaro, Wilfredo Machado, Eduardo Liendo, Edilio Peña, Gabriel Jiménez Emán y una larga lista. Hoy, el nombre de Alberto Jiménez Ure se ha consolidado en el ámbito nacional e internacional. Su obra está rondando los cincuenta títulos, varios de los cuales han sido editados por universidades e instituciones extranjeras. Diversos autores nacionales y de afuera le han dedicado cientos de páginas, así como tesis de pregrado, maestría y doctorado a su portentosa obra, que no es fácil (dicho sea de paso) ya que bordea los peligrosos senderos de lo pérfido que anida en el alma humana: de ahí la reticencia de algunos para acercarse a ellas.

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Alberto hace literatura en torno a esa otra cara de la moneda, a ese lado oscuro y siniestro que todos llevamos dentro. Sus personajes son complejos y se mueven en un «claroscuro» que muchas veces logra perturbarnos, en un afán ontológico de comprensión de su propuesta. En lo particular, puedo expresar (con orgullo) que el Año 2010 el «Vicerrectorado Administrativo» de la Universidad de Los Andes me editó el libro Jiménez Ure ante la crítica Gilotaiziana: en el cual discurro por el análisis crítico de su obra publicada a lo largo de las dos últimas décadas. Creo (toco madera) que este libro abre trochas, caminos y senderos en un intento «académico» por dar al conjunto de su propuesta estética una «visión totalizadora»: ajena a distorsiones y tergiversaciones de parte de posturas pacatas que buscan con afán su descrédito por la vía del «latiguillo moral». Nos queda mucho por esperar todavía de la pluma de este gran literato venezolano, quien con dedicación y disciplina «monástica» (aunque no tenga nada de asceta) ha logrado posicionar su pluma en espacios connaturales y diversos dejando sentado su talento, su agudo verbo, su cultura universal y, sobre todo, su pasión literaria a toda prueba, la cual no ha dado descanso en las últimas décadas hasta llegar a construir una obra gigantesca que seguro no caerá en el olvido (En Lector de Libros, pp 25-27/Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 2014)