Seoane - Ofensiva Extractivista

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    Theomai26segundo semestre de 2012

    Trazos de sangre y fuego: continuidad de la acumulacin originaria en nuestra poca?

    Neoliberalismo y ofensiva extractivistaActualidad de la acumulacin por despojo,

    desafos de Nuestra AmricaJos Seoane1

    Resumen

    Retomando el concepto de acumulacin por desposesin, el presente artculo analiza lasmltiples dimensiones (econmica, social, ambiental y poltica) del proceso que denominacomo ofensiva extractivista en Amrica Latina, definido como un renovado ciclo deprofundo y acelerado avance de la expropiacin, mercantilizacin y depredacin de losbienes comunes naturales de la regin, en tanto estrategia del capital frente a la crisis global

    de acumulacin que signa actualmente al sistema. El agronegocio, la minera a gran escala,la explotacin de hidrocarburos no convencionales, la industria forestal-pastera y laconstruccin de megaproyectos de infraestructura (carreteras, gasoductos, termoelctricas,represas, etc.) son actividades paradigmticas de esta nueva ola de saqueo, dependencia yrecolonizacin caracterstica de las ltimas dcadas. Si la valorizacin de las riquezasnaturales como commodities en los mercados financieros del mundo, constituye uno de losprincipales mecanismos de la recomposicin neoliberal; las luchas socioambientales queemergen y se multiplican en territorio latinoamericano expresan algunas de las potenciasemancipatorias ms promisorias del continente. La descripcin exhaustiva y lainterpretacin crtica de estos procesos complejos, multiformes y multiescalares, es elobjetivo central del trabajo.

    Palabras clave Amrica Latina Ofensiva extractivista Luchas socioambientales

    1 Universidad de Buenos Aires Grupo de Estudios Sobre Amrica Latina y el Caribe (GEAL)

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    Neoliberalismo y ofensiva extractivistaActualidad de la acumulacin por despojo, desafos de Nuestra Amrica

    Jos SeoaneInterrogantes latinoamericanos

    La geografa poltica latinoamericana aparece signada en los ltimos aos por unsinnmero de disputas sociopolticas vinculadas a diferentes bienes de la naturaleza.Conflictos, movimientos y redes nacidas contra la expansin megaminera, del agronegocio ylas fumigaciones txicas, o de la explotacin petrolera y gasfera; contra el despojo ydesplazamiento de tierras y territorios o la construccin de carreteras y obras deinfraestructura; se entrecruzan con aquellas surgidas frente a la privatizacin, desregulaciny mercantilizacin de actividades vinculadas a la gestin de los bienes naturales -desde los

    servicios de agua y electricidad hasta los hidrocarburos.Creciente en nmero y significacin, esta conflictividad configura hoy una lnea de

    resistencia que recorre toda la regin latinoamericana enfrentando un nuevo ciclo deprofundizacin del modelo extractivo exportador forjado en las dcadas pasadas. Por sumagnitud y por las fuerzas que lo animan, este proceso asume la forma de una verdaderaofensiva extractivista que tiene mltiples expresiones en los terrenos de las polticas pblicas,las iniciativas corporativas, los proyectos regionales y globales y las estrategias degobernabilidad social. En sus dimensiones econmicas, sociales, ambientales y polticasinterroga sobre los nuevos rumbos y desafos que afrontan los procesos de cambio abiertos anivel regional en los ltimos aos as como sobre los intentos de restauracin oprofundizacin neoliberal que tratan de imponerse o progresar en muchos de nuestrospases. Por otra parte, ms all de su diversidad y diferencias, de sus especificidades yparticularismos, de las distintas estrategias que convocan y de las dificultades de articulacinpoltica a nivel nacional o regional que enfrentan, esta lnea de resistencias socialescontinentales plantea un reto de particular significacin al pensamiento crtico, las fuerzaspopulares y los proyectos emancipatorios de Nuestra Amrica. A estos interrogantes ydebates se propone aportar el presente artculo a partir de la exposicin de algunoselementos para la reflexin.

    En relacin a ello, la segunda parte del texto est dedicada a analizar con el detalleque permite el espacio disponible las caractersticas, fuerzas y lgicas socioeconmicas deeste proceso que denominamos ofensiva extractivista. En este conjunto, se postula yfundamenta la afirmacin de que dicha ofensiva constituye una particular expresin regionaly en general en el Sur de mundo- de la crisis global que signa hoy al capitalismo neoliberal.

    Este contexto de crisis civilizatoria global con su dimensin econmica -relevante aunque nonica-, y los contornos amenazantes de las propuestas que el capital postula y promuevecomo presunta resolucin a su particular comprensin de la crisis otorga una especialurgencia al debate sobre las dinmicas sociopolticas de los sectores subalternos y lasalternativas populares de cambio social. Finalmente, sobre ello tambin se presentan unaserie de ejemplos y hechos que pueden abarcarse en el marco de esta ofensiva, con el objetivoprincipal de fundamentar esta caracterizacin, a nuestro entender importante, paracomprender la especificidad y carcter de los procesos que afrontamos hoy en nuestrospases.

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    Ello no implica desconocer la historia ms larga de constitucin del modelo extractivoexportador en Amrica Latina y el Caribe. Por el contrario, la comprensin de la actualidadreposa en la delimitacin de las novedades pero tambin de las continuidades que puedenestablecerse con el periodo de constitucin y consolidacin del extractivismo como parte

    clave de las transformaciones neoliberales forjadas en las ltimas dcadas. A elucidar estacuestin se dedica la primer parte de este artculo que busca aportar a su vez una serie dereflexiones crticas sobre el propio concepto de extractivismo, su novedad sociohistrica y surelacin con una memoria larga latinoamericana que se remonta al siglo XV.

    Esta delimitacin del pasado y del presente del modelo extractivo exportador no esun ejercicio ocioso de vocacin histrica sino que persigue proponer sealamientos quecontribuyan efectivamente a la comprensin poltica de los desafos que plantea el escenariolatinoamericano actual a partir del entendimiento de sus rupturas y sus continuidades y encontraposicin con aquellas miradas que enfatizan tanto la pura novedad inescrutable de lasmodas mercantiles, o que reducen el presente a mera repeticin, o que se arropan de lainvocacin de espectros del pasado, sea convocando al fantasma del desarrollo o al de lamodernizacin. Comencemos entonces por precisar la inscripcin histrica del extractivismolatinoamericano y su especificidad contempornea.

    Viejos y nuevos despojos, memorias del extractivismo latinoamericanoPara nuestros pueblos y territorios existe una memoria larga del extractivismo (Prada,

    2003) que se remonta a la conquista y colonizacin ibrica de las tierras que reclamamos hoycomo Nuestra Amrica. Aquel forjado entre los siglos XV y XVIII fue un extractivismominero, de la plata y el oro, extendido desde el cerro del Potos en el Alto Per a lasmexicanas Zacatecas y Nueva Granada. Miles y miles de kilos de minerales colmaroncarabelas y navos rumbo a la vieja Europa para alimentar el ciclo mercantilista de latransicin y constitucin del capitalismo. As, el ego cogito de la modernidad capitalistanaciente se sustent en la materialidad colonial del ego conquiro, particularmente ejercido

    sobre los pueblos del Abya Yala (Dussel, 2000). La magnitud del saqueo y de la destruccinde la sociedad y economas previas a la conquista que este proceso supuso empalidecen antela significacin del genocidio de los pueblos originarios masacrados por decenas de millones;ms por las condiciones del trabajo en la explotacin minera bajo las trgicas institucionescoloniales de la mita, la encomienda y el yanaconazgo, que por los efectos de la conquistamilitar y las pestes (Quijano, 2000).

    Pero existe otra memoria del extractivismo latinoamericano ms reciente, la de aquelque se constituye durante el siglo XIX y se prolonga en la primera mitad del XX bajo lasrepblicas oligrquicas. En este sentido, el fin de la dominacin colonial -del control poltico-militar detentado por las clases dominantes de las metrpolis-, como se sabe, estuvo lejos desuponer la ruptura de la integracin subordinada al mercado mundial capitalista y sus

    centros de acumulacin. Por el contrario, la historia econmica, social y polticalatinoamericana de esas dcadas est signada por los nombres de los bienes naturales quenuestros pases aportaban al consumo y la produccin de los centros capitalistas. Delgranero del mundo rioplatense a las rutas del guano y del salitre peruano, del caf y elcaucho brasileo, de la plata y el cobre mexicano, del cobre y los nitratos chilenos, hasta lasllamadas repblicas bananeras que, bajo el control de las trasnacionales estadounidenses,asolaron la regin centroamericana y caribea con el objeto de asegurar cantidad, buenprecio e ingentes ganancias del consumo de pltanos y otras frutas y alimentos- en elmercado de los EE.UU. De esta manera, la constitucin regional de este modelo primario

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    exportador bajo las nuevas condiciones del mercado mundial capitalista supuso lacontinuidad del patrn colonial del poder constituido en la primera conquista, ahora bajo lasnuevas formas del imperialismo y la dominacin oligrquica.

    El actual modelo extractivo exportador latinoamericano no deja de invocar estasmemorias y, especialmente, la similitud dolorosa y opresiva de parecidos despojos,depredaciones, colonialismos, dominaciones y violencias. Pero estas memorias hablantambin de la novedad, en un doble sentido. Por una parte, la crisis econmica internacionalabierta a fines de 1929 y su prolongacin en la Segunda Guerra Mundial supuso unaalteracin ms o menos profunda segn los pases- de la matriz primario exportadora de laseconomas latinoamericanas y la aparicin de los proyectos de industrializacin en la regin.En ese perodo, el objetivo aparentemente homogneo de la industrializacin se inscribi, enrealidad, en diferentes experiencias y proyectos societales. Sea en el marco de las iniciativasde fracciones de la propia oligarqua, o bajo los regmenes nacional-populares, o con eldesarrollismo realmente existente de los aos 60 y la industrializacin bajo controltrasnacional o de la mano de los proyectos de transformacin social postcapitalistas, losparecidos tcnico-productivos no pueden ocultar las profundas diferencias entre estosproyectos. Por otra parte, la transformacin neoliberal a partir de los aos 70 puso fin a esafase del capitalismo y del sistema mundo de posguerra y, en su particulares consecuencias ennuestra regin, supuso un proceso de desindustrilizacin relativa, reprimarizacineconmica y recolonizacin que sent las bases del actual modelo extractivo exportador.

    Las formas del despojo, del saqueo y la dominacin caractersticos de estos tresperodos capitalistas signados en Nuestra Amrica por la primaca de la explotacin de losbienes naturales implicaron diferentes conceptualizaciones y debates al interior delpensamiento crtico, an de aquel ms influenciado por miradas eurocntricas. As, laconquista y colonizacin espaola-portuguesa ser referida por Marx en su estudio sobre lascondiciones de emergencia de la sociedad capitalista bajo la consideracin de laacumulacin originaria tratada en el conocido captulo XXIV de El Capital2.

    Posteriormente, en el anlisis del capitalismo que emerge tras la crisis de fines del siglo XIXse distinguen los aportes de Rosa Luxemburgo y de Lenin, entre otros, que reflexionan sobrela especificidad del imperialismo y el papel de las lgicas de acumulacin originaria en laperiferia, sobre las fronteras del capitalismo en expansin. Por otra parte, en el terreno de lasluchas del Sur y en el marco de los anlisis formulados por las teoras del desarrollo y ladependencia surgidas en Amrica Latina, el economista egipcio Samir Amin sealar aosdespus justamente que son estas formas renovadas pero persistentes de la acumulacinprimitiva en beneficio del centro, las que constituyen el objeto de la teora de la acumulacinen escala mundial (Amin, 1975: 15). Por ltimo, ya en la actualidad, las particularidades dela fase neoliberal capitalista abrieron un riqusimo debate al interior del pensamiento crticosobre la vigencia de las formas actuales de la acumulacin originaria, y su relacin conaquellas consideradas propias del capitalismo maduro, basadas en la produccin y

    2 En esta perspectiva, el descubrimiento de las comarcas aurferas y argentferas en Amrica; el exterminio,esclavizacin, soterramiento en las minas de la poblacin aborigen; la conquista y saqueo de las Indias Orientales,la transformacin de frica en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras [] [y] la guerracomercial [] con la redondez de la tierra como escenario [] [prolongada] en las guerras del opio contra Chinase articulan con aquellos que tienen lugar propiamente en Europa bajo el cercamiento, despojo y apropiacinprivada de las tierras campesinas, comunales, fiscales y eclesisticas; el desplazamiento de la poblacin rural; lasancin y aplicacin de una legislacin sanguinaria contra los vagabundos y la regulacin de una jornada detrabajo y salario mnimo; y asegurando por la fuerza la conversin de la propiedad raqutica de muchos enpropiedad masiva de unos pocos con la liquidacin de la industria domstico-rural y la pequea industriaurbana, la creacin del mercado interno unificado y la promocin del gran capital industrial (Marx, 2004: 952).

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    apropiacin de plusvala. En este terreno, la elaboracin de los conceptos de acumulacinpor desposesin (Harvey, 2004) o por despojo (Roux, 2008; Gilly y Roux, 2009)constituyen uno de los aportes tericos recientes ms significativos en la comprensin de lacoetaneidad, contemporaneidad y complementariedad de ambas formas de acumulacin. No

    nos detendremos en este caso en toda la espesura terica de estos debates y conceptos. Nosinteresa resaltar s dos cuestiones en relacin con el aporte que resulta del uso de estosconceptos de acumulacin por desposesin o por despojo para la comprensin de las fuerzasy desafos que plantea el actual extractivismo. La primera remite a cuanto estas nocionespermiten cuestionar la peregrina idea de que la violencia que acompaa a esta forma deacumulacin es irracional o se explica por la psicopatologa de sus protagonistas, la moral delas elites polticas de su tiempo, los excesos de ciertos individuos o grupos, o la sobrevivenciade formas de dominacin del pasado o arcaicas. Por el contrario, como seala Marx laviolencia se constituye ella misma en una potencia econmica de esta modernizacin, enuna necesidad propia del proceso de acumulacin capitalista en curso. En este sentido,puede fundamentarse la vinculacin estructural entre extractivismo y violencia3; que seexpresa y se extiende al sistemtico uso de la coaccin para garantizar el ejercicio del

    despojo, a las formas autoritarias que asume el control de la autoridad poltica y alincremento de las formas de violencia y sometimiento de ciertos grupos sociales,particularmente de las mujeres bajo un reforzamiento del patriarcalismo social4.

    Por otra parte, el concepto de acumulacin por desposesin facilita una comprensindel largo ciclo de resistencias y construccin de alternativas al neoliberalismo en la regin alreferir a los procesos de mercantilizacin y privatizacin tanto de los bienes naturales comode los bienes comunes sociales como por ejemplo la provisin pblica de ciertos servicioscomo la electricidad, el agua o la telefona-; de bienes tangibles sean minerales o empresaspblicas- e intangibles como la cultura o la subjetividad-; e incluso remitir a la destruccinde formas de propiedad comunal, pblica, estatal, como de cierta propiedad privada(individual, pequea o mediana) a favor de la gran propiedad capitalista5 -sea trasnacional o

    local- asociada al circuito de valorizacin global. De esta manera, el extractivismo implic lacreciente integracin subordinada de las economas de la periferia al circuito de la granproduccin capitalista global expresado en el nuevo carcter de la dependencia y losprocesos de recolonizacin caractersticos de las ltimas dcadas. Ciertamente, queda por

    3 En este sentido, el significado de extraer no refiere slo al proceso tcnico de obtener un componente de uncuerpo mayor por algn medio sino tambin remite al proceso social de apropiacin privada por parte degrandes corporaciones empresarias de bienes naturales que eran de propiedad comn, privada individual opequea, servan a la reproduccin social de la vida local o constituan parte del hbitat territorial. El carctersocial de esta extraccin requiere as niveles crecientes de violencia.4 Se trata de una forma de la violencia y la explotacin tantas veces invisibilizada o reducida a una cuestin demotivacin sexual. Como seala Rita Segado en referencia a los feminicidios de Ciudad Jurez, no se trata decrmenes comunes de gnero, sino de crmenes corporativos de ese segundo estado que somete, tortura,prostituye, mata al cuerpo femenino en el ejercicio y afirmacin de la fratra mafiosa. Una causalidad que une laexpansin de la prostitucin y la trata con el extractivismo y los procesos simultneos de concentracin delingreso, la riqueza y la autoridad poltica que caracterizan a la fase neoliberal actual. Sobre ello Segato remarcacuanto la depredacin y la rapia del ambiente y de la mano de obra se dan la mano con la violacin sistemticay corporativa y recuerda que rapia, en espaol, comparte su raz con rape, violacin en ingls (Segato, 2004)5 Tal como refera Marx en relacin con la acumulacin originaria, la desposesin no opera slo destruyendo lasformas de propiedad comunal o pblico-estatal existentes, sino tambin sobre otras formas de propiedad privadaanteriores a la moderna gran propiedad capitalista. Ello est lejos de invalidar la consideracin de bienescomunes naturales que el pensamiento crtico y los movimientos sociales han postulado para referirse a lo que laeconoma sistmica llama habitualmente recursos naturales. Se trata, en todo caso, de una referencia no a loexistente sino al carcter emancipatorio de los cambios planteados.

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    delimitar an las novedades o rupturas que caracterizan la acumulacin por desposesinactual, veamos.

    Nuevo extractivismo y fase neoliberal: delimitando tericamente la novedadLa importancia ganada por los procesos de mercantilizacin y explotacin de losbienes comunes naturales en Amrica Latina en las ltimas dcadas redund en el crecienteuso de los trminos extractivismo, actividades econmicas extractivas, industriasextractivas6 o modelo extractivo exportador. Expresin utilizada tradicionalmente en elcampo de la geologa, as como tambin de vieja historia pero peso reciente en el lenguajeeconmico, la utilizacin corriente de la referencia al extractivismo en el pensamiento socialy el debate poltico regional es relativamente nueva aunque, como ya mencionamos, lasactividades econmicas y modelos societales a los que refiere registran una larga historia ennuestro continente que merecieron otros nombres en el pasado.

    Examinemos por un momento algunos de los usos recientes en los que se inscribe lapropia nocin de extractivismo. Habitualmente se refiere bajo esa nominacin a aquel

    modelo productivo socioeconmico que se basa en la explotacin de bienes comunesnaturales que, sin ningn procesamiento o con alguno poco significativo, son apropiadosprivadamente y vendidos en el mercado mundial. Por otra parte, se considera aplicable aaquellos bienes naturales que son considerados no renovables; y, en ese sentido,tradicionalmente se ha utilizado para referirse a la explotacin hidrocarburfera y minera. Sinembargo, la fase neoliberal y las transformaciones econmicas y sociales que supusoimplicaron una modificacin de la relacin entre la tasa de explotacin y la tasa derenovacin de los bienes en cuestin en muchas actividades econmicas haciendo entoncesque las mismas -por ejemplo, el agronegocio e incluso el turismo de lujo internacional- debanser hoy consideradas tambin bajo el mismo rtulo del modelo extractivo exportador(Acosta, 2011; Gudynas, 2011). En este sentido, este nuevo extractivismo contemporneo seencuentra en ntima relacin con la fase neoliberal capitalista actual, y sus caractersticas y

    consecuencias sobre el Tercer Mundo7.En este sentido, si bien los efectos de la generalizacin del uso del trmino

    extractivismo significaron un paso importante -tanto para la prctica de los movimientossociales como en el campo de la reflexin social-, en el sentido de facilitar la identificacin dela unidad social de un modelo econmico que abarca un conjunto diverso de actividades desde la soja transgnica a la minera a cielo abierto, desde los enclaves tursticos de lujo a laspasteras y las plantaciones industriales de rboles-; el carcter descriptivo de la nominacinpuede tambin oscurecer la comprensin de las relaciones que dicho modelo guarda con latotalidad social, su papel en la configuracin de los bloques y relaciones de clase, as como elcarcter capitalista de la formacin social y los desafos de la transformacin que plantea. Yes ante estos riesgos y efectos posibles del uso de esta nocin, que cobra una nueva

    significacin el concepto de acumulacin por desposesin o despojo que mencionamos ya enel apartado anterior.

    6 Este ha sido un trmino promovido especialmente por el Banco Mundial, en una perspectiva nada ingenua quetiende a disolver las diferencias entre la industria y las actividades primarias.7 Debemos tener presente que esta novedad estructural del extractivismo contemporneo se diferencia delllamado neoextractivismo sudamericano, trmino acuado entre otros por Eduardo Gudynas (2011) parasealar las particularidades del modelo extractivo exportador que se desenvuelve bajo los llamados gobiernosprogresistas en Amrica latina.

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    Pero el papel actual que le cabe a esta forma de acumulacin no puede explicarse ensola referencia a la larga memoria del extractivismo latinoamericano que referimosanteriormente. El proceso contemporneo no se trata simplemente de un ciclo derestauracin, de que el ideario neoliberal est desbloqueando as el ciclo interrumpido de la

    expansin planetaria iniciado en el ltimo cuarto del siglo XIX, la belle poque del capital(Roux, 2008: s/n). Entre otras razones porque se apoya en el desarrollo de la llamada tercerarevolucin cientfico tecnolgica y las posibilidades que sta plantea -particularmente bajo labiogentica y sus biotecnologas- para el despliegue de un extenso y profundo proceso demercantilizacin (de control y explotacin capitalista) de la naturaleza y la vida a una escalaglobal antes inimaginable. Y tambin porque el capitalismo neoliberal est llevando lacontaminacin del ambiente a un punto que no slo exaspera su carcter devastador sobrenumerosas poblaciones y territorios a lo largo y ancho del globo, sino que tambin amenazala continuidad de la vida misma en todas sus formas sobre la tierra bajo la crisis climtica encurso y sus secuelas de elevacin de la temperatura y tropicalizacin del clima, grandesheladas y lluvias, inundaciones, huracanes, sequas, desertificacin, deshielos y elevacindel nivel de mares y ocanos. Si la dimensin del saqueo, la dependencia y la dominacin

    colonial emparentan el momento actual con el pasado latinoamericano; el aspecto de ladevastacin de la naturaleza y la vida otorgan una centralidad nueva a la cuestin ambientalde manera creciente ya desde los aos 60- que ha suscitado en el pensamiento crtico y laprctica emancipatoria una reelaboracin de la cosmovisin sobre la relacin sociedad-naturaleza, crtica de la escisin y la oposicin forjada por la modernidad/colonialidad. Esteaspecto climtico-ambiental de la crisis multidimensional que signa la expansin delcapitalismo neoliberal es uno de los sustentos ms slidos de la caracterizacin de esta crisisglobal como civilizatoria o de la civilizacin dominante (entre otros, Lander, 2010; VegaCantor, 2009; Houtart, 2011).

    Por otra parte, la multidimensionalidad de esta crisis, que incluye obviamente sucaptulo econmico-social, explica a su vez la relevancia poltica que adopta la disputa por

    los bienes de la naturaleza en el capitalismo contemporneo. En esta direccin apunta sudimensin energtica expresin del agotamiento de la matriz energtica del siglo XX y susefectos sobre el crecimiento del precio de los hidrocarburos y la intensificacin de lasdisputas por el control de las reservas conocidas y potenciales, as como por las posiblesnuevas matrices energticas- o su dimensin alimentaria resultado, entre otros, de laexpansin del agronegocio y la financiarizacin del comercio mundial de alimentos con susconsecuencias de precios crecientes y hambrunas reiteradas y masivas.

    El crecimiento y la significacin de estos conflictos por los bienes naturales enAmrica Latina supuso tambin, en el terreno del pensamiento social y el debate poltico, lageneralizacin del uso de los trminos conflicto socioambiental y movimientos socioambientales.Las perspectivas sistmicas prefieren concentrar su mirada sobre los primeros, en relacin alos cuales despliegan un nutrido y variado conjunto de dispositivos tericos de anlisis,

    evaluacin, seguimiento e informacin as como de tcnicas y estructuras de formacin(publicaciones, maestras, cursos, etc.) y difusin (talleres comunitarios, cartillas, etc.)orientadas a la gestin participativa, mediacin, resolucin y/o transformacin institucionalde estos conflictos8. Por contrapartida, el pensamiento crtico ha utilizado mayoritariamente

    8 En esta perspectiva, los conflictos socioambientales son considerados procesos interactivos entre actoressociales movilizados por el inters compartido en torno a los recursos naturales [que] como tales: sonconstrucciones sociales, creaciones culturales, que pueden modificarse segn se los aborde y se los conduzca,segn como sean transformados y segn como involucren las actitudes e intereses de las partes en disputa; paraconcluir que frente a estos movimientos ciudadanos cada vez ms sensibilizados [] que se alzan en defensa de

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    el concepto de movimientos socioambientales. Expresin del reconocimiento de laimportancia de estas luchas y conflictividad; sin embargo la delimitacin bajo el acpite desocioambiental puede implicar una operacin de restriccin temporal9 y sectorial-corporativo de la accin y programtica de estos movimientos, sirviendo a diluir su

    significacin poltica. Por el contrario, estas prcticas de los sectores subalternos ponen derelieve la centralidad adquirida por el llamado modelo extractivo exportador en lasdinmicas de valorizacin y acumulacin capitalista a nivel regional en el contexto de laimplementacin de las transformaciones neoliberales de las dcadas recientes. Y,consecuentemente, sealan la centralidad que le cabe a esta cuestin en el proyectoemancipatorio. En estos mltiples sentidos, como hemos intentado fundamentar, la cuestinambiental y el destino de los bienes naturales no resultan problemticas marginales sinocentrales de la razn poltica emancipatoria.

    De las bases a la consolidacin del modelo extractivo exportador en NuestraAmrica

    Como ya sealamos, las bases del actual modelo extractivo exportador se asientan enlas transformaciones iniciadas con la implementacin de las contrarreformas neoliberales enel continente. Habitualmente la fase capitalista neoliberal y su impacto en Amrica Latina hasido conceptualizada en referencia a los procesos de financiarizacin, que no se restringen -como a veces se ha querido hacer notar- simplemente al crecimiento y peso del sectorfinanciero, sino que apuntan a la implantacin global de la valorizacin financiera. Sinembargo, miradas desde el presente, las dcadas de implementacin del neoliberalismo en laregin deben ser ledas tambin en clave de la constitucin del modelo extractivo exportadore, incluso, del rol que cumpli la valorizacin financiera en la forja de ese modelo.

    As, con las polticas de liberalizacin econmica aplicadas por las dictadurascontrainsurgentes del Cono Sur desde la dcada de los 70 en adelante, se impuso ennuestros pases un sostenido proceso de desindustrializacin relativa y reprimarizacin de la

    estructura socioeconmica. Tngase en cuenta, por ejemplo, que entre 1975 y 2000 laparticipacin de la industria en el PBI regional descendi ms de un 30%; as como se elevel peso de las exportaciones latinoamericanas respecto del PBI (del 11,6% en 1975 al 23,7% en2003) asentadas fundamentalmente en el crecimiento de los llamados commodities (Arceo,2006). Y ser durante ese perodo que tomarn fuerza en el agro latinoamericano lospreceptos de la llamada revolucin verde con sus consecuencias de modernizacincapitalista, nuevo latifundio y expulsin de mano de obra y poblacin rural. En este proceso,los aos 90 y la agenda del Consenso de Washington sumarn un nuevo paso necesario para

    los recursos naturales [] [y] presentan un escenario de turbulencia y cambio social [] los latinoamericanostenemos que estar preparados para encauzar la energa del cambio hacia la generacin de instituciones slidas ydemocrticas que puedan ser catalizadoras de esfuerzos conjuntos para trabajar las causas estructurales quesubyacen la conflictividad (Spadoni, 2012: s/n). No se trata as meramente de una reflexin anatematizadora, ode una respuesta coercitiva o represiva, sino de iniciativas mucho ms complejas, basadas incluso en lainterpelacin de la participacin de la sociedad civil bajo la rendicin de cuentas y la transparencia (Murillo, 2008)y de renovados esquemas de responsabilidad social empresarial y gobernanza (Svampa, 2008).9 Por el contrario, desmintiendo su pretendida novedad, las luchas por los bienes naturales tienen ya un lugarimportante en el ciclo de resistencias al rgimen neoliberal iniciado all por mediados de los aos 90. Laemergencia de los nuevos movimientos campesinos sin tierra frente a la expansin del latifundio del agronegocio,y de los movimientos territoriales en general ante las diversas lgicas de desposesin territorial; las guerras delagua y del gas que marcaron el proceso en el caso de Bolivia; las confrontaciones alrededor de la poltica petroleraen la experiencia venezolana; son slo algunos ejemplos de la proyeccin y relevancia histrica de estaconflictividad.

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    asegurar la expansin de la mercantilizacin y explotacin trasnacional de los bienescomunes de la naturaleza. Un conjunto de reformas legales e institucionales, junto a una seriede polticas pblicas orientadas a imponer una regulacin pro-mercado, y la privatizacin deempresas y bienes pblicos signarn ahora las bases del extractivismo exportador.

    Recurdese que es la dcada, por ejemplo, de las reformas de las legislaciones mineras ehidrocarburferas en toda la regin, as como de la privatizacin o reformulacin de lagestin de las empresas petroleras y mineras estatales que haban sido constituidas en la fasecapitalista anterior (Campodnico, 2004; Seoane, 2012). As, tambin, ser recin en lasegunda mitad de los aos 90 cuando se introduzcan los cultivos transgnicos en el ConoSur, particularmente en Argentina y Brasil de la mano principalmente de la soja, que habrnde experimentar un crecimiento exponencial a partir de ese momento.

    Si la crisis econmica regional entre 1998 y 2002, sumada al ciclo de resistenciassociales crecientes, hubo de abrir sobre el comienzo del nuevo siglo un profundocuestionamiento y deslegitimacin del modelo neoliberal marcando el fin de su hegemonaabsoluta durante los 90; el nuevo perodo de crecimiento econmico regional iniciado apartir de 2003 sirvi para consolidar la geografa de los cambios y las continuidades respectodel modelo vigente en la dcada anterior en un contexto de relativa cristalizacininstitucional y estabilizacin de las relaciones de fuerza (Seoane, Taddei y Algranati, 2010:s/n). Esta nueva fase de crecimiento econmico regional puede ser considerada, pordiferentes razones, como excepcional. Por una parte, porque se prolong por seis aosconsecutivos (2003-2008) y supuso un aumento del PBI por habitante mayor al 3% (2004-2008), que por su magnitud y continuidad se asemeja al experimentado 40 aos atrs,cuando a fines de los aos sesenta la regin inici una expansin continuada a tasas similaresa las actuales que dur siete aos (CEPAL, 2008). Por otro lado, porque este ciclo vinculadoal proceso de expansin experimentado por la economa mundial en esos aos, tambinestuvo estrechamente asociado a un cambio significativo en la estructura de la demandamundial, donde gan creciente peso el comercio hacia las economas de China e India. Y,

    finalmente, porque el crecimiento de las economas latinoamericanas estuvo estrechamenterelacionado con el de las exportaciones de commodities, que se expres tanto en el incrementode los volmenes exportados como en el de sus precios, lo que contribuy a asegurar, entreotras cuestiones, importantes saldos favorables en la balanza comercial y las cuentaspblicas.

    Puede presuponerse el impacto morigerador de las tensiones sociales que esteproceso tuvo tras los aos de inestabilidad y recesin que signaron el perodo lgido demovilizacin popular y crisis de legitimidad del neoliberalismo. Sobre ello se suele sealar,por ejemplo, la disminucin de la desocupacin estimada para el ao 2008 en un 7,5%, esdecir, ms de tres puntos por debajo de la tasa observada a comienzos de esta dcada(CEPAL, 2008), as como el aumento de los ingresos no salariales (particularmente por elincremento de las remesas de los migrantes y -donde hubo- de las polticas sociales);

    procesos que implicaron una disminucin de ms de nueve puntos porcentuales delporcentaje de la poblacin debajo de la lnea de la pobreza entre 2002 y 2007, aunque todavasta representaba al fin de ese ciclo ms del 35% y abarcaba a 190 millones de personas,cifra mayor a la registrada a comienzos de los aos ochenta (CEPAL, 2008). Pero queremos,en este caso, remarcar otro aspecto: el papel que este perodo excepcional de crecimientoeconmico cumpli en la consolidacin del modelo extractivo exportador en nuestros pases.Consideremos simplemente, por ejemplo, que la adjudicacin de derechos mineros en elPer creci un 85% entre 2003 y 2008 (Trujillo, 2011); la inversin extranjera en los sectoresextractivos particularmente la minera- en Colombia aument casi un 500% entre 2002 y

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    2009 (Valencia, 2011) y la exploracin minera en Argentina pas con escasa tradicin en esaactividad- se increment casi un 300% entre 2003 y 2008 (Secretara de Minera, 2009). En elmismo sentido, las exportaciones provenientes de mineras y canteras de los pases delMERCOSUR ampliado (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) pasaron del

    orden de los 20.000 millones de dlares en 2004, a un pico de ms de 58.000 millones en2008 (Gudynas, 2011)

    Pero, ciertamente, no se trata slo de la expansin de la explotacin minera. Laexpansin del agronegocio y la soja transgnica en Amrica del Sur, durante la ltimadcada y media, dio vida a lo que la literatura corporativa y sus divulgadores han llamado larepblica de la soja, donde la produccin de cinco pases (Argentina, Paraguay, Brasil,Bolivia y Uruguay) concentra casi el 68% de las exportaciones mundiales, contndose entreellos algunos de los primeros cinco exportadores mundiales (Lpez, 2008; Stanley, 2010). Unarealidad consolidada e intensificada entre 2003 y 2008 cuando, por ejemplo, la exportacinbrasilea de porotos de soja creci en volumen- casi un 29%, y la de torta de soja enArgentina un 45% (Stanley, 2010). Un cambio que considerado en trminos monetariosresulta an ms significativo siendo, por ejemplo, que las exportaciones totales vinculadas alcomplejo agroexportador (soja, maz, trigo y girasol) en Argentina -medidas en dlares-crecieron casi un 140% en el mismo perodo (Teubal y Palmisano, 2010).

    De esta manera, este signo extractivo de la recuperacin econmica se combin anivel regional con el proceso de constitucin sociopoltica de las diferentes salidas a la crisisde legitimidad del neoliberalismo y los cuestionamientos que lo acosaron durante la segundamitad de los noventa y la primera de los 2000. Esta paradjica combinacin sirvi a reforzarlas visiones que, desde diferentes perspectivas, refieren a la posesin de estos bienescomunes naturales como una verdadera maldicin de la abundancia, incluso bajo lanominacin econmica de la llamada enfermedad holandesa (Acosta, 2010).Particularmente trgico result esta expansin y consolidacin del modelo extractivoexportador en aquellos pases donde las luchas populares no haban conseguido doblegar la

    dominacin neoliberal. Su continuidad bajo el llamado neoliberalismo de guerra10

    supuso,por ejemplo en el Per la construccin de un rgimen crecientemente autoritario bajo elgobierno de Alan Garca que oper polticamente desde un permanente estado deexcepcin (Garca, 2011) a travs de decretazos y hechos de fuerza y que, utilizando demanera habitual la accin represiva, sum ms de 150 muertes bajo represin a lo largo delos seis aos de mandato con la masacre de Bagua (2009) como su patrn ms infausto11.Pero los procesos de consolidacin del extractivismo tambin tuvieron lugar en aquellospases donde se abrieron procesos de transformacin social o cambio poltico poniendolmites estructurales a los mismos o marcando contrapesos que se hicieron sentir con voz

    10 Este proyecto supuso la profundizacin de la matriz extractiva exportadora bajo control trasnacional y de losprocesos de recolonizacin poltico-econmicos as como busc en la recreacin del estado de naturalezahobbesiano nuevas legitimidades para promover un proceso de militarizacin de las relaciones sociales orientadoa criminalizar y gobernar las conductas y los procesos vitales de las clases y los sectores subalternos, en particularde aquellos ms castigados por la intensificacin del patrn de acumulacin en curso.11 En el caso, por ejemplo, del gobierno de lvaro Uribe en Colombia, la superficie de hectreas con ttulo mineropas de 1,13 millones a 8,53 millones y las hectreas tituladas en los pramos se duplicaron a pesar de estarlegalmente vedadas, siendo que adems se otorgaron generosas exenciones tributarias a las multinacionales paraque explotaran estos recursos (Osorio Avendao, 2010). La apropiacin del territorio por las grandes empresasmineras sigui la lgica del paramilitarismo, la represin a las comunidades y los desplazamientos forzados,siendo uno de los casos ms conocidos el de la instalacin de la corporacin Aglogold Ashanti en La Colosa,Tolima acusada de organizar y financiar bandas armadas y grupos para militares (Taddei, Seoane y Algranati,2011)

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    propia en el perodo siguiente bajo la ofensiva extractivista, tal como vamos a analizar acontinuacin.

    La ofensiva extractivista: crisis global y nuevo ciclo de acumulacin pordesposesinDesde principios de 2008 comenz a desplegarse en los viejos centros del capitalismo

    desarrollado un nuevo episodio del captulo econmico de una crisis ms amplia que vienedesenvolvindose, con idas y vueltas, desde hace largos aos y que expresa una serie decontradicciones estructurales propias de la fase capitalista actual (entre otros Katz, 2010;Arceo, 2011; Chesnais, 2012). Sin embargo, en el marco de su desarrollo, Amrica Latinapareci poder quedar fuera de sus peores consecuencias econmicas. As, aunque a tasas msbajas, el crecimiento econmico regional se mantuvo entre 2008 y 2011, con excepcin de lacada del PBI en 2009. Pero esta mirada ingenua -o interesadamente optimista- no puedeocultar que, en el mismo perodo de crisis global, las actividades extractivas exportadorascaractersticas de la regin (minera, hidrocarburfera, agrcola transgnica, forestal-pastera,

    entre otras) se expandieron con una intensidad mayor que en el pasado, signadas porsucesivos y reiterados anuncios de nuevos emprendimientos, iniciativas corporativas,renovados acuerdos, marcos regulatorios y polticas pblicas. De esta manera, dichaaceleracin y profundizacin del modelo extractivista puede ser fcilmente verificablesiguiendo la evolucin de la inversin privada en estas reas econmicas. Veamos algunosde los datos que permiten fundamentar y mensurar el proceso que estamos describiendo.

    Consideremos, por ejemplo, la marcha de la inversin extranjera directa (IED) enAmrica Latina y el Caribe entre 2008 y 2011. La primera novedad que encontramos es que -con excepcin del ao 2009- este perodo presenta volmenes rcord de IED que representan,segn los aos, entre un 70 y un 130% ms que el promedio ingresado entre 2000 y 2005(CEPAL, 2012). As, por ejemplo en 2011, la IED fue un 31% ms que el 2010 aumentando laparticipacin regional sobre el total mundial hasta alcanzar el 10%, una marca histrica queconvierte a Amrica Latina y el Caribe en la regin donde ms crecieron estos flujos (CEPAL,2012) Particularmente orientada a Amrica del Sur (que absorbi en 2008 un 68% y en 2010un 76% del total regional), la misma se dirigi especialmente a las actividades vinculadas conla explotacin de los bienes comunes de la naturaleza (CEPAL, 2012).

    Analicemos entonces, ms de cerca, las diez principales operaciones de inversinextranjera en compra de empresas realizadas durante 2011. Verificamos que sietecorrespondieron a los sectores del petrleo, gas y minera; tres de las cuales resultan deadquisiciones de empresas chinas12 aun si los EE.UU. siguen detentando el primer lugarcomo inversor regional13 (CEPAL, 2012).

    Veamos especficamente el sector de la megaminera, que tiene una significacinparticular en este perodo que estamos analizando, por razones que luego desarrollaremos.

    Segn datos disponibles de las consultoras privadas que auscultan la evolucin del sector, la

    12 Un resultado similar arroja la revisin de los datos de 2010, ya que entre las cinco principales operaciones deinversin extranjera en compra de empresas realizadas en dicho ao, tres correspondieron al sector de petrleo ygas con capitales de origen chino e indio. Nos referimos a la compra de Repsol YPF Brasil SA por Sinopec Groupde China, por un valor de 7 111 millones de u$s; del Campo petrolero Carabobo en Venezuela, por una asociacinen la que participa la Oil India (4.848 mill. U$s); y de la Bridas Corp de Argentina por la empresa CNOOC Ltd deChina (3.100 mill. U$s) (CEPAL, 2011)13 Por ejemplo, en trminos del origen de la IED en 2010 los Estados Unidos continan siendo el principalinversionista con un 17 %, seguido por los Pases Bajos (13%), China (9%) y el Canad, Espaa y el Reino Unido(4% cada uno) (CEPAL, 2011).

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    inversin privada en 2011 se elev a un monto record de 140 mil millones de dlares, un 40%ms que en 2010, y un 250% superior a la registrada en 2003 (Infobae, 2011).

    Examinemos, ahora, los datos disponibles en relacin con la extensin de la fronteraagrcola y la expansin del agronegocio. Segn informes del Banco Mundial -uno de lospromotores de este proceso global de mercantilizacin de la tierra-, entre 2008 y 2009, 56millones de hectreas fueron arrendadas o vendidas en los pases del Sur los nmeros sonmayores si consideramos otras fuentes privadas-, especialmente en frica y Amrica Latina,resultado de inversiones proveniente en gran parte de los fondos de inversintrasnacionales14 (GRAIN, 2012; Texeira y Rodrigues, 2011) Fue tal la significacin queadquirieron estos procesos de compra masiva de tierras por parte del capital transnacionalen los ltimos aos particularmente en frica-, que motivaron el lanzamiento de unacampaa internacional contra el acaparamiento de tierras impulsada por la Va Campesina.sta inici con el Llamamiento de Dakar, proclamado en esa ciudad africana en el marcodel Foro Social Mundial a inicios de 2011-, y continu en la Conferencia InternacionalCampesina realizada en Mali a fines del mismo ao, donde se postul la construccin de unaalianza global contra el acaparamiento de tierras (Nylni, 2012). En lo que respecta enparticular al agronegocio transgnico, ya hemos sealado el lugar particular que le cabe aAmrica del Sur en su expansin global; valga considerar que, para 2009, un tercio de lasuperficie sembrada con organismos genticamente modificados en todo el planeta seubicada en esta regin, siendo Brasil y Argentina sus principales productores y ostentando elprimero el triste privilegio de ser el mayor consumidor de agrotxicos en el mundo (Puertas,2012). Este proceso se ha intensificado en los ltimos aos, mediante una veloz expansin delos cultivos transgnicos para 2011 la superficie global alcanz 160 millones de hectreascon un crecimiento significativo del 8% respecto de 2010- que marca una tasa de adopcinsin precedentes (James, 2011), sobre la base de nuevas semillas, variedades, territorios ypases entre los ms recientes, la aprobacin de semillas transgnicas de algodn y maz trasel golpe de estado en Paraguay, y las intenciones manifestadas por el gobierno ecuatoriano

    de permitir la introduccin de esos cultivos-, proceso que se expresa tambin en elcrecimiento de la presencia de Monsanto en la regin (Borras, Franco, Kay y Spoor; 2011;Stanley, 2010; Larsen, 2012).

    Podramos seguir presentando datos que apoyan en el mismo sentido la magnitud dela profundizacin del modelo extractivo exportador durante los aos de crisis global (2008-2011), pero entendemos que los hasta aqu presentados son suficientes para fundamentaresta afirmacin y ofrecer una idea de su amplitud y densidad. Podemos concluir entonces, demanera provisoria, que nos enfrentamos a un nuevo ciclo de mercantilizacin y apropiacintransnacional de los bienes comunes naturales que se despliega sobre el sur del mundo, esdecir, de un nuevo perodo de expansin de la acumulacin por desposesin. Dicho proceso,de ser consistente, no slo debe expresarse en el terreno de los flujos econmicos y deinversin, sino tambin -y con similar entidad- debe aparecer en el plano de los proyectos e

    iniciativas de carcter regional y global. Veamos.

    14 Y particularmente de los fondos de pensin que, se calcula, han invertido en los ltimos aos entre 15 y 20 milmillones de USD en la adquisicin de tierras, desde Brasil al frica occidental, y controlan un capital tres vecesmayor al reunido por los fondos de soberana financiera, los grupos de capital de inversin y los fondos de altoriesgo del mundo juntos (GRAIN, 2012; Boletn Nyeleni, 2012)

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    La ofensiva extractivista en el plano regional y globalComo anticipbamos, esta ofensiva tiene tambin su captulo en el plano regional y

    global; en particular, con relacin a las medidas que se han venido impulsando en losltimos aos frente a la crisis climtica. Tras la iniciativa estadounidense de redefinir elllamado Protocolo de Kyoto hacia compromisos voluntarios y flexibles en las ltimasconferencias mundiales sobre cambio climtico15, esta cuestin tiene hoy una nuevaactualidad, ante las propuestas de economa verde proclamadas por los organismosinternacionales y las fracciones empresariales vinculadas a las biotecnologas y sus lgicasproductivas como solucin frente al cambio climtico y que animaron buena parte de lasiniciativas en la pasada Conferencia Internacional sobre Desarrollo Sustentable msconocida como Ro+20. Ciertamente, la idea de la economa verde abarca los yapromovidos mecanismos de mercado ambiental as como el uso de los agrocombustibles,pero no se reduce a ello. Como lo sealan diferentes estudios, esta propuesta consiste ensustituir la extraccin de petrleo con la explotacin de la biomasa (cultivos alimentarios ytextiles, pastos, residuos forestales, aceites vegetales, algas, etc.) como nueva materia primaque, en base a los recientes desarrollos de la biotecnologa y la bioingeniera, permitiraproducir de forma natural plsticos, sustancias qumicas, combustibles, frmacos, energa,etc. (Grupo ETC, 2012). Recordemos que, en este mismo sentido, argumentabarecientemente el propio Gustavo Grobocopatel socio principal del importanteconglomerado Los Grobo, especializado en agronegocio en el Cono Sur- cuando afirmabaque la alternativa a la industrializacin contaminante ncleo de los modelos de desarrolloclsicos- y su modelo de consumo depredador lo constituyen justamente los agronegociosque [] cada vez ms [] producen alimentos [y] variadas formas de energa, enzimasindustriales, plsticos o medicinas y que son verdaderas plantas industriales que utilizanenergas limpias y renovables y que en lugar de tener chimeneas y emitir gases, consumenel dixido de carbono de la atmsfera (Grobocopatel, 2012). No se trata entonces de volververde la economa sino, por el contrario, de volver cuestin econmica lo verde; es decir, de

    tratarlo o someterlo a la lgica del mercado, de mercantilizar la naturaleza. Como fuerareferido por los documentos corporativos, el impulso de la economa verde resultaasimismo una tentativa de relanzar el crecimiento econmico y contribuir particularmente asuperar la recesin europea actual- a partir de este nuevo ciclo de mercantilizacin de la viday la naturaleza, as como de la promocin de actividades ambientales, tales como las energasrenovables o la instalacin de servicios ecolgicos que se podran comprar o vender en elmercado (Gudynas, 2012). Una operacin que se despliega otorgndole una nuevacentralidad a la delimitacin y control de la llamada biomasa16, y que no se agota en lapromocin de polticas pblicas y compromisos internacionales orientados a permitir yfavorecer su mercantilizacin, sino que supone adems, como se menciona en los propiosdocumentos oficiales preparatorios de la Cumbre, la construccin y fortalecimiento de unagobernanza ambiental global encarnada en las nuevas prerrogativas y atribuciones

    adjudicadas a las instituciones del poder mundial, en este caso, las Naciones Unidas. Y sibien la propuesta de la economa verde y de esta gobernanza no obtuvieron el respaldoque esperaban en Ro ms 20, la instalacin de la cuestin y los compromisos asumidos en

    15 Nos referimos a la XV en Copenhague en 2009; la XVI en Cancn en 2010; y la XVII en Durban en 2011.16 El concepto de biomasa se utiliza actualmente para referir al material biolgico no fosilizado que puede servircomo materia prima para la manufactura de productos de base biolgica (ETC, 2012). As las antiguasclasificaciones de los seres vivientes en trminos de especies y reinos pierden importancia en esta perspectiva queenfatiza y valoriza todo organismo vivo a partir de las caractersticas que posee su masa biolgica paraconvertirse, mediante la transformacin gentica, en base para la produccin de ciertos bienes o mercancas.

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    torno de una modificacin de las estadsticas y las contabilidades nacionales orientada avalorizar contablemente los bienes naturales disponibles en cada pas, constituyen ya unpaso peligroso en esa direccin.

    Por otra parte, en el terreno continental debe considerarse que, con claridad desde2009, afrontamos una renovada iniciativa del poder estadounidense articulado con lasfracciones ms conservadoras de los bloques dominantes nacionales- que tiene su dimensinms conocida en el aceleramiento y expansin del despliegue de sus fuerzas militares en laregin. As, en estos ltimos aos, se dispuso de nuevas bases y destacamentos militares por ejemplo en Per, Colombia, Hait (aprovechando la catstrofe social provocada por elterremoto del 2010 y la reactivacin de la IV Flota que haba sido desactivada en 1950),Panam, Costa Rica y Centroamrica en general-, as como de la profusin de ejerciciosmilitares y acuerdos en seguridad (por ejemplo, la llamada Iniciativa Mrida, puesta enmarcha en 2008, para Mxico y Centroamrica). Pero esta acometida estadounidense no seredujo al aspecto militar, tambin se expres en una sucesin de procesos dedesestabilizacin de gobiernos en conjuncin con las clases dominantes locales, querevistieron la forma del golpes de estados tradicionales -como en el caso de Honduras- obuscaron recubrirse de cierta legitimidad social e institucional -como en los intentos fallidosde Bolivia (2008), Guatemala (2009), Paraguay (2009, 2010), y Ecuador (2010); o en el exitosocaso de Paraguay (2012)-. Estos procesos no se inscriben solamente en la tentativaconservadora de reestablecer la hegemona estadounidense sobre un territorio consideradopor sus lites en trminos geopolticos como su patio trasero, sino que tiene tambin unindubitable sustento en la disputa global por la apropiacin de los bienes naturales de laregin latinoamericana en el contexto de la ofensiva extractivista. Valga recordar que nuestraAmrica Latina y Caribea comprende un territorio en el que crecen el 25% de los bosques yel 40% de la biodiversidad del globo; casi un tercio de las reservas mundiales de cobre,bauxita y plata conocidas son parte de sus riquezas, a lo que se suma ms del 85% de las delitio; guarda en sus entraas el 27% del carbn, el 25% del petrleo, el 8% del gas y el 5% del

    uranio descubiertos y en explotacin; su plataforma martima anuncia nuevos yacimientos ysus cuencas acuferas contienen el 35% de la potencia hidroenergtica mundial, mientras unade las principales reservas de agua dulce se esconde bajo su suelo (Seoane, 2005). Y,complementariamente, nuestra regin ya resulta una reserva estratgica central para laeconoma estadounidense; consideremos que 7 de los 21 minerales considerados por elgobierno de Washington de total vulnerabilidad son importados principalmente de Brasily Mxico; 8 de los 17 de alta vulnerabilidad se obtienen en gran medida de Mxico, Per,Bolivia, Brasil y Chile; y 11 de los 25 de mediana vulnerabilidad de Venezuela, Chile,Mxico, Per, Brasil y Trinidad y Tobago17 (Brukman, 2010)18. Por otra parte, a similarconclusin puede arribarse desde un anlisis de los propios procesos acontecidos a nivelnacional. Tal vez el retrato ms transparente de la profunda articulacin entre los interesesimperiales, los bloques dominantes locales y la profundizacin del extractivismo en la regin

    puede apreciarse alrededor del golpe de estado parlamentario que tuvo lugar en Paraguay

    17 Tambin, segn Bruckmann, la economa estadounidense depende de las exportaciones minerales de AmricaLatina en un 93% en el caso del estroncio; un 66% del litio; un 61% de la fluorita; un 59% de la plata; un 56% delrenio; un 54% del estao y un 44% de la platina (Bruckmann, 2011).18 En similar sentido, las crecientes necesidades en el abastecimiento de energa elctrica estadounidenseimpulsaron los esfuerzos de la construccin del sistema elctrico integrado de Centroamrica y Mxico, as comode represas y otras infraestructuras en dicha rea. O, para citar otro ejemplo, la disputa por la biodiversidad de laregin base de la industria gentica y de los desarrollos farmacuticos contemporneos- supuso el impulsoestadounidense de proyectos de prospeccin, preservacin y control de las reservas biticas del continente(Cecea, Aguilar y Motto, 2007)

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    en junio de 2012. All, como ha sido demostrado por las medidas gubernamentales quesiguieron inmediatamente al golpe, la destitucin parlamentaria de Lugo expresaba laconjuncin de una serie de intereses de los propietarios rurales, el agronegocio sojero y lamegaminera, inocultables en la consecuente persecucin del movimiento de los carperos, la

    autorizacin de semillas de algodn y maz transgnico -cuya validacin haba sidobloqueada hasta ahora por la presin de los movimientos campesinos-, y el apoyo brindado alos millonarios subsidios y obras requeridos por la corporacin canadiense Rio Tinto Alcnpara la instalacin de una productora de aluminio.

    Finalmente, el proyecto de intensificacin del modelo extractivo exportador tambinatraviesa a otros acuerdos regionales, por ejemplo, al interior de la propia UNASUR. Se hasealado en mltiples ocasiones el papel jugado por la Iniciativa para la Integracin de laInfraestructura Regional Suramericana (IIRSA), en el desarrollo de las obras de interconexinnecesarias para asegurar el traslado de las mercancas especialmente de los bienes comunesde la naturaleza- al mercado mundial (mediante rutas, ferrovas, hidrovas, aeropuertos,puertos). Efectivamente, se trata de las vas del saqueo, tal como han sido llamadas porvarios autores (entre otros, Cecea, 2009; Quintela, 2003; Camacho y Molina, 2005; RodrguezPardo, 2011) Menos conocida es, tal vez, la continuidad de la IIRSA incorporada en 2009como foro tcnico asesor al Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento(COSIPLAN) creado por la UNASUR. As, en el contexto de la crisis global, a lo largo del2011, el COSIPLAN defini una Agenda de Proyectos Prioritarios de Integracin (API),compuesta por 31 proyectos que tienen un valor estimado de u$s 13.652 millones(IIRSA/COSIPLAN, 2011). Dicha agenda fue presentada como una de las respuestasadoptadas por la UNASUR para responder al impacto de la crisis global en el marco de lasreuniones realizadas durante 2011, que conducirn a la creacin del Consejo de Economa yFinanzas de la Unin. Esta prioridad otorgada a las obras de infraestructura para facilitar elcomercio exterior de commodities resulta otra expresin ms, en el plano de la integracinregional, de la hegemona ganada por el modelo extractivo exportador y de su

    profundizacin en el contexto de la crisis; aunque ahora ello sea promovido especialmentepor el proyecto neodesarrollista y el creciente comercio hacia China19 y el Asia Pacfico,cambio que no altera en absoluto las lgicas de despojo, deterioro ambiental y dependenciaque estas polticas acarrean.

    La ofensiva extractivista: lgica econmica de la intensificacin de la desposesinante la crisis

    Hemos reseado hasta aqu las mltiples expresiones y magnitudes que asume laprofundizacin del modelo extractivo exportador en Nuestra Amrica de la mano de lo quehemos llamado ofensiva extractivista; proceso que, a su vez, tiene lugar en el contexto deldesarrollo de la dimensin econmica de una crisis de proyeccin global. Sin embargo, msall de su contemporaneidad, resta establecer una relacin fundada entre ambos hechos.Permtasenos sobre ello aportar una serie de sealamientos sociohistricos y tericos, en laperspectiva de dar cuenta tambin de las lgicas estructurales que hacen posible estaarticulacin y cuya identificacin es importante para cualquier programtica emancipatoria.

    Comencemos analizando las razones que impulsan la referida acentuacin del extractivismoa nivel regional y global. El primer motor de dicho proceso resulta, ciertamente, del

    19 Hemos hecho ya diferentes sealamientos sobre el papel de China en Amrica Latina tanto en el ciclo decrecimiento econmico regional y global 2003-2007 y particularmente en el sostenimiento de la actividadeconmica a posteriori.

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    incremento sostenido de los precios que experimentan en los ltimos aos de crisis global(2008-2011) un conjunto significativo de bienes naturales. As, los precios internacionales delos cereales registran dos picos record de crecimiento, uno entre junio de 2007 y 2008 y otroentre 2010 y 2011. Particularmente significativo es el primero de ellos, ya que marca el inicio

    de un perodo donde los precios de los alimentos bsicos en los mercados internacionalesalcanzan sus niveles ms altos de los ltimos 30 aos provocando, segn los datos de laFAO, que otros 115 millones de personas fueran empujadas al hambre crnica (FAO, 2009)y dando origen a una serie de revueltas del hambre que cruzaron la geografa del planeta20.Para ambos perodos (2007/2008; 2010/2011) se registraron tambin incrementos sustantivosde los precios de la energa. Y, por otra parte, similar evolucin presentaron los precios delos minerales; por ejemplo, entre 2007 y 2011, el precio del oro se increment casi un 100 %, yel de la plata casi un 132 %21.

    El impacto de este alza record de los precios de los commodities plantea un debatesobre sus motivos. Por una parte, se suele sealar que este proceso es el resultado de lasostenida expansin de la demanda asitica y particularmente de China, siendo asjustificado como una respuesta racional de agentes econmicos en el mercado, ante bienes deprecios crecientes (Banco Mundial, 2011; CEPAL, 2009). Sin embargo, la referencia a lademanda oriental en un contexto de crisis, recesin y cada del consumo en los centrosantiguos del capitalismo desarrollado, ciertamente, no permite explicar la evolucinsignificativa de los valores de los commodities en este perodo. Por el contrario, desde elpensamiento crtico y la reflexin de los movimientos sociales se ha insistido desde hace aosen que dicho proceso resulta del desplazamiento de la especulacin financiera, tras eldesplome de la burbuja financiera sobre los activos inmobiliarios en EE.UU., a los bienescomunes de la naturaleza (Bruneto y Stdile, 2011; Bruckman, 2011). Ello ha sido inclusoadmitido recientemente por la Agencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo(UNCTAD) que, en su informe del 2012, reconoce que el volumen del comercio decommodities en los mercados financieros de derivados es, actualmente, de 20 a 30 veces mayor

    que el que se aplica al comercio de la produccin fsica. Asimismo, responsabiliza de laescalada de precios al flujo del capital financiero y, consecuentemente, a la financiarizacinde los mercados de bienes naturales (UNCTAD, 2012). De modo que, este nuevo ciclo demercantilizacin y apropiacin trasnacional de los bienes naturales de la periferia, constituyeuna expresin particular del impacto que ha tenido la crisis global en los centros capitalistas,y de la creciente aplicacin del capital a la periferia a partir de la valorizacin financiera delos commodities. Las consecuencias que este proceso supone, abarcan la dramticaintensificacin de las lgicas de saqueo y devastacin ambiental que el modelo extractivoexportador acarrea. Pero tambin implica, sumado al abaratamiento de las manufacturas y ala acentuacin de la disputa trasnacional por los mercados de los llamados pasesemergentes, la reaparicin de un proceso de reprimarizacin de la estructura econmica enAmrica Latina, que ha sido incluso sealado por la CEPAL en los ltimos aos (Brcena,

    2010; Herreros y Durn Lima, 2012)Estos sealamientos son relevantes para comprender las lgicas socioeconmicasimperantes en el alza de los precios mundiales de los bienes naturales y cuestionar -terica ypolticamente- aquellas explicaciones sistmicas que la refieren como resultado inevitable dela creciente demanda -o escasez- de los bienes en cuestin, en tanto propiedades naturalesdel funcionamiento del libre mercado. Pero, tambin, para fundamentar una crtica a las

    20 Aunque en el caso de ciertos alimentos (por ejemplo, el caf, la azcar, etc.) el precio rcord se alcanza entre2010 y 2011.21 Datos del Banco Mundial, 2012. Vase: http://datos.bancomundial.org/indicador

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    perspectivas que en el reconocimiento del impacto problemtico de este proceso, loatribuyen a una todava insuficiente modernizacin o liberalizacin econmica, proponiendomarcar la agenda de los cambios por venir. En este sentido, es necesario reafirmar que losprocesos descriptos son justamente el resultado global de las transformaciones neoliberales

    capitalistas a nivel mundial, las cuales supusieron un creciente control oligoplico de losmercados de bienes naturales y su financiarizacin22.

    Ahora bien, por otro lado, la relacin entre la crisis econmica y la ofensivaextractivista del capital sobre el sur del mundo puede tambin fundamentarse desde unaperspectiva terica. Consideremos brevemente sobre ello que, el propio Harvey (2004), acuael trmino de acumulacin por desposesin ante la reactualizacin de las guerras deinvasin colonial presentes en la intervencin militar anglo-estadounidense en Irak de iniciosde 2003. Y que, por su parte, aunque de distintas formas, tambin en la reflexin de Lenin yRosa Luxemburgo aparece reseada una vinculacin entre imperialismo y crisis capitalista.Incluso, podemos bucear en el propio Marx para afirmar que en la tradicin del pensamientocrtico no es una novedad terica la idea de que la gestin de las contradicciones en lasmltiples dimensiones que adopta la contradiccin ampliada capital-trabajo- en el ncleo delcapitalismo desarrollado se realiza, entre otras formas, bajo la promocin de ofensivasimperialistas o de ofensivas del capital en un sentido ms amplio. A similares conclusionesarribamos, por contrapartida, a partir del anlisis de la experiencia histrica deimplementacin y construccin hegemnica del neoliberalismo en Amrica Latina, en eseperodo comprendido entre las dictaduras contrainsurgentes del Cono Sur de los 70 y laexpansin y profundizacin continental de los gobiernos neoliberales en los 90. Andispersa en el estudio de los casos nacionales, una creciente bibliografa reconoce hoy elpapel singularmente importante que cumplieron, en la construccin de las relaciones defuerza requeridas para la implementacin del paquete neoliberal, las llamadas crisis de ladeuda de los aos 80, las crisis hiperinflacionarias entre la segunda mitad de los 80 yprincipios de los 90 y, tambin, la crisis del Tequila de mediados de los 9023. Incluso, la

    particular relacin entre neoliberalismo y crisis capitalista suscit diferentes y sugerentesconceptualizaciones; desde el sealamiento del particular papel que le cabe a lafinanciarizacin y la mundializacin neoliberal como modo de gestin de la crisis (Amin,2001); el rol que stas jugaron en el patrn de reproduccin del neoliberalismo (Petras yMorley, 2000); la caracterizacin de esta etapa como capitalismo del desastre, identificadopor su uso sistemtico de la doctrina del shock (Klein, 2007); o el sealamiento de lasparticularidades del arte de gobierno neoliberal en el terreno de la gestin productiva delas crisis, donde las inseguridades e incertidumbres, el desamparo y dolor, operan en elncleo de la planificacin estratgica del gobierno global [y lejos] de ser un obstculo a lagobernabilidad [se convierte] en un elemento central del gobierno a distancia de sujetosindividuales y colectivos (Murillo y Algranati, 2012: 32).

    22 El mismo se expresa tanto en el hecho de que el precio de los commodities se define en realidad en las bolsas devalores de los pases centrales cuanto con la presencia significativa de los fondos de inversin en estasactividades.23 Por el contrario, el impacto regional de la llamada crisis del sudeste asitico de 1997 combinada con uncreciente descontento social con los resultados de las reformas neoliberales y con el desarrollo de un ciclo deluchas y constitucin de movimientos sociales iniciado desde mediados de los 90 darn por resultado un agudoperiodo de cuestionamientos y prdida de hegemona del neoliberalismo que abrir importantes cambiossociopolticos en muchos de los pases de Amrica Latina y el Caribe.

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    La ofensiva extractivista: sujetos del poder y de la resistenciaUna de las fuerzas sociales que motoriza esta profundizacin del modelo extractivo

    exportador y que hemos denominado como ofensiva extractivista- es el capitaltrasnacional, representado por unas pocas decenas de megacorporaciones que promueveneste nuevo ciclo de mercantilizacin, privatizacin y control de los bienes comunes de lanaturaleza y de los territorios donde se asientan, a escala mundial. En este sentido, el procesode fusiones y asociaciones empresarias que caracteriz la dcada de los 90, de la mano de laglobalizacin neoliberal, tuvo tambin su expresin en el terreno de la explotacin de losbienes naturales. Un puado de megaempresas mineras, petroleras, gasferas, de agua, delagronegocio y de la biotecnologa y biogentica, emergieron triunfadoras de un proceso decentralizacin y concentracin del capital que est lejos de haber concluido, y que pareceorientarse hoy sobre los nuevos mbitos de la biomasa y la bioenerga (Grupo ETC, 2012).

    Por otra parte, junto a este capital trasnacional, tambin operan en el contextoregional, ya sea de manera asociada o competitiva con aquel, una serie de grandes gruposeconmicos de base nacional que tienen una proyeccin regional e internacional. Nos

    estamos refiriendo a aquellas empresas que han sido bautizadas en las ltimas dcadas comotranslatinas o multilatinas. Entre stas se cuentan, por ejemplo, la VALE o CompanhiaVale do Rio Doce, originalmente brasilea y actualmente uno de los gigantes globales de lamegaminera con una extendida presencia regional; o la Petrobrs, compaa semipblicacon mayora estatal que figura en la lista de las ms importantes petroleras a nivel mundial,con importantes inversiones en Bolivia, Per y Ecuador y presencia en toda la regin; o lasconstructoras, tambin de capital brasileo, OAS Ltda., Camargo Camargo Corra, AndradeGutierrez y Odebrecht, que en la ltima dcada vieron crecer sus inversiones en ms de 500% en Amrica Latina y frica con apoyo financiero del Banco Nacional de DesarrolloEconmico y Social (BNDES). Ejemplos de los que no puede faltar el Grupo Los Grobo deorigen argentino, principal productor de trigo y soja- con su extendida presencia en Uruguayy Paraguay, particularmente.

    En tercer lugar, la potencia del extractivismo se asienta tambin en la iniciativa deempresarios menores, las ms de las veces encargados de la realizacin de las formas msviolentas e ilegales de esta acumulacin basada en el despojo de los pueblos, e inscriptos enuna trama social donde se asocian el poder poltico e institucional local-regional. Laexperiencia argentina es, en este sentido, bien indicativa. Recordemos, por ejemplo, que elhostigamiento reiterado a las comunidades campesinas en Santiago del Estero que culmincon el asesinato del militante campesino Cristian Ferreyra a fines de 2011, fue promovido porempresarios locales en asociacin con las mafias policiales y polticas de la provincia. En elmismo sentido, las regiones de expansin de la frontera agrcola bajo el agronegocio y la sojatransgnica han visto crecer rpidas fortunas de empresarios agrcolas connacionales al calorde estos procesos de despojo y apropiacin ilegal de tierras comunitarias y pblico-estatales.

    Esta profundizacin del modelo extractivista se ha instalado tambin, y de maneraacelerada, en la agenda de los gobiernos de la regin que, incluso ms all de sus diferenciaspoltico-ideolgicas, parecen converger e inclinarse crecientemente a justificarlo como unarespuesta lgica ante la incertidumbre econmica global, la desaceleracin del crecimiento ysu impacto en las cuentas pblicas y la balanza comercial, pilares del ciclo econmicoanterior. Entre los hechos recientes que pueden incluirse en este terreno, deben contabilizarselos acuerdos de instalacin de las primeras megamineras a cielo abierto en Ecuador yUruguay; en el primer caso para la extraccin de cobre concesionado a dos grandescompaas chinas y, en el segundo, de hierro bajo el control de la trasnacional ZaminFerrous.

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    Por otra parte, tambin deben considerarse los procesos de contrarreforma agraria yexpansin de las actividades extractivas, promovidos sobre el Amazonas en este periodo(2008-2011), y que han acelerado los procesos de saqueo y devastacin de esta porcin delterritorio latinoamericano que atraviesa 8 pases de la regin. En este sentido, en 2008, el

    gobierno de Alan Garca en el Per, avanz con la sancin de una numerosa serie de decretoslegislativos facultad delegada al presidente en funcin de las exigencias de reformaslegislativas que impuso el TLC firmado con los EE.UU.- que, adems de profundizar laexplotacin minera de la sierra, habilit la explotacin privada de la amazona peruana,restringiendo incluso los ya escasos derechos de las comunidades a decidir sobre suterritorio. Esta ofensiva despert un sinnmero de resistencias y luchas que tuvieron sucaptulo ms significativo en los paros amaznicos (marzo y agosto), y el paro andino-amaznico de abril de 2009 que fue duramente reprimido con la masacre de Bagua y lapersecucin policial y legal a los dirigentes y la organizacin del movimiento 24 (CAOI, 2009).Casi simultneamente, en la segunda mitad del 2008, el gobierno de Lula da Silva en Brasil,promulg la ley N 11763 que habilita la regularizacin de la apropiacin privada ilegal de laAmazonia y prev la concesin de 13 millones de hectreas de bosques amaznicos a lo largo

    de los prximos diez aos. Defendida oficialmente por la intencin de ordenar el proceso deapropiacin privada de la llamada Amazonia legal y por asegurar nuevos ingresos fiscales,esta ley ha sido calificada como una privatizacin de hecho que, por la magnitud de lariqueza comprendida, resulta la ms importante a nivel regional y que significa unaverdadera contra reforma agraria que legitima la apropiacin del patrimonio pblico por elagrobandidismo (Umbelino de Oliveira, 2009).

    Asimismo, durante este perodo, en algunos pases tomaron nuevo vuelo losproyectos privatizadores de empresas pblicas de hidrocarburos y energa. Por ejemplo, enMxico, tambin en 2008, el gobierno de Felipe Caldern promovi la iniciativa legislativa dereforma energtica que consagraba la privatizacin de la petrolera estatal PEMEX. Esteproyecto despert tamao ciclo de protestas incluida una consulta popular de proyeccin

    nacional, la cual expres una oposicin mayoritaria hacia el proyecto oficial-, que oblig auna negociacin donde se limitaron las aristas ms cuestionadas de la propuesta finalmenteaprobada a fines de 2008. Casi un ao despus, el gobierno de Caldern retom su ofensivasobre la reforma energtica, asegurndose esta vez de que el golpe quedara fuera de laconsideracin legislativa y social; decidiendo, entre las sombras de un fin de domingo deprincipios de octubre de 2009, disolver por decreto la empresa elctrica Luz y Fuerza delCentro una de los dos elctricas estatales ms importantes del pas, y la que provee de eseservicio a la ciudad de Mxico DF. La asuncin reciente del nuevo presidente Pea Nieto eneste caso del PRI, y cuya eleccin estuvo teida tambin por fundadas acusaciones de fraude-apareci ya signada por la promocin de una nueva propuesta oficial tendiente a ladesregulacin y privatizacin de PEMEX25.

    Por otra parte, tambin se extendieron por el continente la promocin y habilitacin

    de nuevos grandes proyectos mineros que tomaron vida an bajo gobiernos electos con undiscurso de regulacin de la megaminera, como es el caso de Ollanta Humala en Per. As, a

    24 Los paros y levantamientos de las comunidades indgenas de la amazona peruana fueron promovidosprincipalmente por la Asociacin Intertnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP); esta organizacin ysus dirigentes en particular Alfredo Pizango- fueron sometidos a un extendido proceso de intimidacin,persecucin y procesos legales.25 Junto a esta propuesta el gobierno de Pea Nieto impulsa una reforma laboral que cercena derechos largamenteconsagrados y que ejemplifica la convergencia y complementariedad de las lgicas de acumulacin ampliada ypor desposesin en el neoliberalismo capitalista.

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    casi un ao del inicio de su mandato, el nuevo gobierno cuenta trgicamente en su haber concasi 20 muertos en el marco de acciones represivas a protestas, particularmente antimineras,que se expresaron bajo el levantamiento de pueblos y regiones enteras -como en el caso de ElEspinar en el Cusco, en el sur; y del proyecto Conga en Cajamarca, en el norte-. Y tampoco

    Colombia, bajo el segundo gobierno de lvaro Uribe (2006-2010) y el actual de Juan ManuelSantos (2010-2014), estuvo ajena a esta ofensiva extractivista que signific bajo este ltimo lapromocin de una serie de reformas a las leyes de regalas y estabilidad fiscal, entre otras,orientadas a facilitar y asegurar mejores condiciones para la explotacin megamineratransnacional, considerada una de las locomotoras de la economa del pas (Valencia, 2010).

    Pero, incluso, aquellos pases donde los cuestionamientos al neoliberalismo abrieronprocesos de cambio radicales, no resultaron ajenos a la influencia de la profundizacin delmodelo extractivista, tan marcada a partir de 2008. El proceso ms claro es el de Ecuador,desde la aprobacin de la nueva legislacin sobre minera aprobada en 2009 que junto conla ley de aguas precipit la ruptura poltica entre el gobierno y la Confederacin deNacionalidades Indgenas del Ecuador (CONAIE)- hasta el acuerdo para la instalacin de laprimera megaminera a cielo abierto en el pas; y desde la intensificacin y expansin de laexplotacin hidrocarburfera hasta los anuncios recientes de la buena predisposicin oficialpara la habilitacin de los cultivos transgnicos de los que Ecuador todava est exento. Perotambin en el caso boliviano podemos apreciar los contornos de esta ofensiva extractivista ysu impacto en el terreno de las polticas pblicas, en un proceso que va desde la decisingubernamental a fines de 2009 de aumentar bajo la presin de las trasnacionales petroleras-el precio interno de los combustibles, que promovi el llamado gasolinazo y el retiro de lainiciativa oficial; hasta el prolongado conflicto alrededor de la construccin de la carreteraque pretende atravesar la reserva y parque nacional del TIPNIS.

    En este somero recorrido vale detenerse tambin en la experiencia vivida en laArgentina, entre las iniciativas de incremento del control y apropiacin estatal de parte de larenta generada por estas actividades (con la promocin de la resolucin N125 en 2008, o con

    la estatizacin de YPF en 2012) y la profundizacin del modelo extractivo exportadorexpresado tanto en el mbito nacional como provincial (en las polticas pblicas perotambin en las iniciativas corporativas). Examinemos brevemente lo acontecido en el ltimoao en relacin a diferentes bienes comunes de la naturaleza. Por ejemplo, en 2011, enrelacin con las actividades agrcolas, el gobierno anunci un Plan Agroalimentario Nacionalque prev aumentar la produccin del sector en un 60 % en los prximos diez aos;expansin slo garantizable bajo la intensificacin del agronegocio, como lo muestra la seriede autorizaciones federales a nuevas semillas transgnicas, el anuncio de la instalacin deuna nueva planta de Monsanto en Crdoba para la produccin y comercializacin de trigotransgnico, y el anuncio de la voluntad oficial de sancionar una nueva ley de semillasacorde con las exigencias de esta compaa trasnacional. Pero no se trata slo de anuncios onuevas regulaciones, la contraparte necesaria de estas medidas resulta en la intensificacin

    de la expansin de la frontera transgnica, cuyos contornos rojos se ven en el norte argentino,trgicamente signado por los asesinatos, represiones y desplazamientos compulsivos decomunidades indgenas y sectores campesinos. Los recientes crmenes de militantescampesinos del MOCASE-VC, Christian Ferreyra y Miguel Galvn en Santiago del Estero; ascomo los hostigamientos y represiones a la comunidad Qm de Formosa y la Toba deTucumn y Salta, dan cuenta de ello.

    Por otra parte, en el terreno de la megaminera, a la continuidad y expansin de losproyectos ya en marcha se suma la reciente reactivacin de otros que haban sido demoradoso congelados como, por ejemplo, el de Osisko en Famatina, o el de Potasio Ro Colorado en

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    Mendoza. Simultneamente, se promociona desde las elites polticas de diferentes provinciasla derogacin de las leyes provinciales vigentes que restringen o limitan la mineracontaminante. Una legislacin de este tipo fue derogada en Ro Negro a fines de 2011, einiciativas similares se impulsan o anuncian en Chubut y Mendoza. Mientras tanto avanzan

    y se promocionan los grandes proyectos mineros binacionales en la Cordillera de los Andes,ms all de los lmites impuestos por la ya aprobada Ley de Proteccin de Glaciares yAmbiente Periglaciar en 2010. Finalmente, en el terreno de los hidrocarburos, la estatizacinde YPF se inscribe en un poltica oficial de incrementar la produccin local de combustible,que pretende avanzar con la explotacin de las reservas de gas y petrleo no convencional(llamados tambin de esquito o shale), proyecto para el cual se promueve la asociacincon petroleras extranjeras -particularmente estadounidenses- a sabiendas de que el impactosobre el territorio, el ambiente y la vida local es de similar o mayor magnitud que el de lamegaminera.

    Estos breves ejemplos dan cuenta del compromiso creciente de las polticas pblicascon la ofensiva extractivista y de la amplitud que sta asume a nivel latinoamericano bajo elmotor sordo e implacable del afn de lucro, la ganancia capitalista y la mercantilizacin. Esjustamente frente a esta ofensiva multidimensional y multiforme, que toma cuerpo tanto enlo macro como en lo microsocial, que se levantan e intensifican en Nuestra Amrica una olade resistencias y conflictividad social. All se cuentan un sinnmero de las principales luchasy movilizaciones acontecidas en los ltimos aos que ponen en cuestionamiento al modeloextractivo exportador y su cuota de violencia, saqueo, devastacin ambiental y dependencia-recolonizacin. A pesar de la fragmentacin y aislamiento local-sectorial al que quierecondenrselas, estas experiencias han logrado, en mltiples casos, detener losemprendimientos extractivistas o morigerar los efectos ms regresivos de las polticaspblicas adoptadas.

    Crisis y extractivismo, presente y futuro

    Luego de seis aos de significativo crecimiento econmico (2003-2008), y dosrecientes a un menor ritmo (2010-2011), el 2012 aparece marcado por un quiebre de esatendencia tras la desaceleracin econmica a nivel regional, y las posibilidades de que seprolongue o acente la cada de producirse un nuevo sacudn o ampliacin de la crisisglobal, todava limitada en sus aspectos ms recesivos al viejo centro del capitalismodesarrollado. Este escenario ya supuso la apertura de un proceso de tensiones entre elitesdominantes, gobiernos y sectores subalternos. Ciertamente, dicha situacin puede seresgrimida, como hasta ahora, como una nueva justificacin para la profundizacin delmodelo extractivo exportador. En ese sentido, hemos reseado ya en estas pginas algunasde las explicaciones y conceptualizaciones elaboradas por el pensamiento crtico, que refierena esta particular relacin entre crisis y ofensiva del capital; o, para decirlo en otro sentido,entre crisis y neoliberalizacin capitalista. La experiencia europea actual y los ajustessalvajes, las privatizaciones y la recolonizacin de su periferia son un ejemplo ms de ello.

    Pero, tambin es cierto que el impacto social de la crisis puede poner en entredichouno de los componentes clave de la estrategia de gobernabilidad social desplegada por elmodelo extractivo exportador. Aquel basado en la reproduccin simblica y social de laescisin y oposicin entre la cuestin social y la cuestin ambiental; aquel que diversifica ymultiplica la idea de que las condiciones de vida de los sectores subalternos urbanosdependen de la prolongacin del ciclo extractivista; aquel que busca blindar ideolgicamentelos grandes centros urbanos de las luchas intensas que acontecen en los territorios donde

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    tiene lugar el ejercicio ms feroz de la acumulacin por desposesin. Y la extensin ycombinacin de esta ltima con la acumulacin ampliada puede abrir nuevos escenarios enel terreno del debate del pensamiento crtico y la accin de los movimientos sociales. Unescenario donde el desafo de la construccin de alternativas populares efectivas frente a la

    crisis plantee el cuestionamiento necesario a las propias bases neoliberales del modeloextractivista.

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