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“HOMBRE NEGRO”: SERGÉI ESENIN Robinson Quintero Ossa Jorge Bustamante García Estas páginas contienen los mensajes electrónicos que intercambié, durante los primeros meses de 2007, con el escritor y traductor colombiano Jorge Bustamante García, sobre el caso Sergéi Esenin. Por aquellos días, leía el número 33 de la revista Alforja y noté que un poema del poeta ruso, “Hombre negro”, traducido por Carlos Maciel, se atribuía —erróneamente y tal vez a causa de una involuntaria imprecisión, me dije— al también escritor ruso, Anri Volojonsky. Mi desconcierto me animó a contactar a Bustamante García, gran lector y admirador de la poesía rusa, traductor de Poemas de Anna Ajmátova, Cinco poetas rusos y El instante maravilloso: poesía rusa del siglo XX, quien, además, residió durante ocho años en Rusia, país al que regresa con frecuencia desde México, donde reside. Nadie mejor que Bustamante García podía dar peritaje sobre la autoría del poema, bello y trágico, uno de los más perturbadores de la obra de Esenin, que demuestra las consecuencias del difícil conflicto espiritual y moral que castigó al poeta en los últimos años de su breve vida. Felizmente, ese contacto dio asiento para dialogar con más detenimiento sobre la vida y obra del pelirrubio poeta campesino —hooligan de la poesía—, sobre los traductores de sus versos y el urgente momento histórico que lo rodeó, sobre los entusiastas y detractores de su poesía y, por último, sobre su “Hasta luego querida, hasta luego”, texto que, según una leyenda, escribió Esenin —el amante de la bailarina Isadora Duncán, el esposo de una de las

Sergéi Esenin

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Robinson Quintero y Jorge Bustamante

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Page 1: Sergéi Esenin

“HOMBRE NEGRO”: SERGÉI ESENIN

Robinson Quintero Ossa

Jorge Bustamante García

Estas páginas contienen los mensajes electrónicos que intercambié, durante los primeros

meses de 2007, con el escritor y traductor colombiano Jorge Bustamante García, sobre

el caso Sergéi Esenin. Por aquellos días, leía el número 33 de la revista Alforja y noté

que un poema del poeta ruso, “Hombre negro”, traducido por Carlos Maciel, se atribuía

—erróneamente y tal vez a causa de una involuntaria imprecisión, me dije— al también

escritor ruso, Anri Volojonsky. Mi desconcierto me animó a contactar a Bustamante

García, gran lector y admirador de la poesía rusa, traductor de Poemas de Anna

Ajmátova, Cinco poetas rusos y El instante maravilloso: poesía rusa del siglo XX,

quien, además, residió durante ocho años en Rusia, país al que regresa con frecuencia

desde México, donde reside. Nadie mejor que Bustamante García podía dar peritaje

sobre la autoría del poema, bello y trágico, uno de los más perturbadores de la obra de

Esenin, que demuestra las consecuencias del difícil conflicto espiritual y moral que

castigó al poeta en los últimos años de su breve vida. Felizmente, ese contacto dio

asiento para dialogar con más detenimiento sobre la vida y obra del pelirrubio poeta

campesino —hooligan de la poesía—, sobre los traductores de sus versos y el urgente

momento histórico que lo rodeó, sobre los entusiastas y detractores de su poesía y, por

último, sobre su “Hasta luego querida, hasta luego”, texto que, según una leyenda,

escribió Esenin —el amante de la bailarina Isadora Duncán, el esposo de una de las

Page 2: Sergéi Esenin

nietas de Tolstoi, el último poeta del campo, el golfo terrible de la lírica rusa— con su

propia sangre, antes de suicidarse el 28 de diciembre de 1925, a la edad de treinta años,

en una habitación del Hotel Angleterre de Leningrado, hoy San Petersburgo.

Robinson Quintero Ossa

HOMBRE NEGRO

Amigo, amigo mío,

estoy muy enfermo.

No sé de dónde me viene el dolor.

O es el viento que silba

sobre el campo desierto y sin nadie

o como al bosque en septiembre

inunda los sesos el alcohol.

Mi cabeza agita las orejas,

como el pájaro sus alas.

La cabeza ya no puede

cimbrearse en el cuello del pie.

Un hombre negro,

negro, negro,

un hombre negro

se sienta en mi cama;

un hombre negro

no me deja dormir.

El hombre negro

pasa el dedo por un libro horrible,

Page 3: Sergéi Esenin

ganguea sobre mí

como sobre el muerto un monje:

me lee la vida

de un bribón y un perdido

y me llena el alma de angustia y pavor.

El hombre negro,

negro, negro.

«Escucha, escucha

—me susurra—,

el libro trata de asombrosas

ideas y planes.

Ese hombre

vivía en el país

de los más asquerosos

matones y charlatanes.

En diciembre allí

la nieve es blanca a más no poder

y las ventiscas mueven

alegres ruecas.

Aquel hombre era un aventurero,

pero, eso sí,

de la mejor marca.

Era elegante,

poeta además,

con poquitas fuerzas,

pero tesonero,

y a una mujer

de cuarenta y pico

la llamaba canalla

Page 4: Sergéi Esenin

y niña querida».

«La dicha —decía—

es juego de ingenio y de manos.

Los espíritus lerdos

siempre son infelices.

¡Qué más da

que tantos dolores

nos causen los gestos

quebrados y falsos!

En épocas de tormenta

y en el frío de la vida,

cuando pierdes a alguien

y cuando sientes pena,

aparentar alegría y calma

es la mayor de las artes».

«Hombre negro:

¡No tienes derecho!

No es tu quehacer

el bucear.

¡Qué me importa la vida

de un poeta camorrista!

Anda, vete a otros

a leerlo y contarlo».

El hombre negro

me mira muy fijo

y sus ojos se empañan

de una vomitona azul.

Parece decirme

Page 5: Sergéi Esenin

que soy un bandido y un ladrón

que descaradamente

despojé a no sé quién.

…………………………………………

Amigo mío, amigo mío,

estoy muy enfermo.

No sé de dónde me viene el dolor.

O es el viento que silba

sobre el campo desierto y sin nadie

o como el bosque en septiembre

inunda los sesos el alcohol.

Noche helada.

Hay silencio en la calle.

Solo a la ventana,

no espero a invitados ni amigos.

La llanura está cubierta

de cal movediza y blanda,

y los árboles, como jinetes,

se han citado en nuestro jardín.

Llora lejos

un siniestro pajarraco nocturno.

Los jinetes de madera

siembran un repique de cascos.

Otra vez ese negro

Se sienta en mi silla,

levanta el cilindro

y recoge con desenfado el faldón.

Page 6: Sergéi Esenin

«Escucha, escucha

—me chilla a la cara,

y se inclina

más y más sobre mí—:

nunca he visto

a un canalla

que de forma tan tonta

padeciera insomnio.

Acaso me equivoque:

hoy es noche de luna.

¿Qué más puede desear

este mundo cargado de sueño?

Si se presenta “ella”

con sus muslos gordos

eres capaz de recitarle

tu lírica canija y cursi.

Me encantan los poetas:

es gente entretenida.

Siempre se les ocurre

una historia de sobra sabida:

igual que un espantajo melenudo,

a una escolar granujienta,

hablan del universo

rebosando gana carnal.

No sé, no recuerdo,

en un pueblo,

tal vez de Kaluga

o tal vez de Riazán,

en una familia campesina

Page 7: Sergéi Esenin

vivía un niño

de pelo rubio y ojos azules…

Y se hizo mayor,

y, además, poeta,

con poquitas fuerzas,

pero tesonero,

y a una mujer

de cuarenta y pico

la llamaba canalla

y niña querida».

«Hombre negro:

eres un mal huésped.

Hace tiempo que vas

Arrastrando esa fama».

Airado, furioso

le tiro el bastón

a la jeta,

apuntando a la sien…

……………………………………

… La luna murió,

en la ventana azulea el alba.

¡Ay, qué noche!

¿Qué has hecho, noche?

Llevo puesto el cilindro.

Conmigo no hay nadie.

Estoy solo…

Y el espejo roto…

Page 8: Sergéi Esenin

(Traducción de José Fernández Sánchez)

Febrero 7 de 2007

Jorge, leyendo la revista Alforja, No. 33, encontré un poema titulado "Hombre

negro", traducido por Carlos Maciel y atribuido al poeta Anri Volojonsky. Me sorprendí

mucho cuando leí esto porque entendía que su autor era Sergéi Esenin, o al menos así

aparece en El último poeta del campo, publicado en 1974 por Visor, con traducción

directa del ruso de José Fernández Sánchez. Usted, sé, conoce bastante de poesía rusa y

ha traducido a Esenin, poeta por cuya vida y obra siento apasionada admiración desde

muchacho. Le ruego, por favor, me de una pista para aclarar este caso de autor en

entredicho, la cual agradecería sumamente. ¿Dónde está la explicación al asunto? Le

envío, mientras tanto, desde Medellín, un saludo cordial.

Robinson

Febrero 8 de 2007

Hola, Robinson: en el número 30 de la revista Alforja, dedicado a la literatura

rusa, aparecen efectivamente dos poemas de Anri Volojonsky en las páginas 68 y 69,

traducidos por Carlos Maciel, pero en ningún momento se trata de "Hombre negro", el

poema que como bien dices es de Sergéi Esenin. Sin embargo, mencionas que viste ese

poema en Alforja 33. Desafortunadamente no tengo ese número y no pude verificarlo.

Esenin fue un poeta fascinante, en sus cortos treinta años vivió muchas vidas y dejó una

obra perdurable. En Rusia es uno de los poetas más queridos, la gente común y corriente

realmente lo conoce y en las calles se puede escuchar a los borrachos cantar romances

con sus versos. Los poetas intelectuales no lo valoraron mucho, ni Osip Mandelstam ni

Joseph Brodski, y Vladimir Maiakovski siempre se peleaba con él; pero todos lo

admiraron y quisieron en secreto: fue un poeta que ardió a la intemperie y dejó la vida

en ello. Esenin fue un entusiasta natural de la palabra que, cuando le pidieron una

biografía, sólo atinó a escribir tres o cuatro líneas y en la última expresó sin tapujos

"Eso es todo, lo demás está en mis versos". Bueno, Robinson, me alegra que haya

Page 9: Sergéi Esenin

escrito, y qué mejor motivo que un poema de Esenin. Para mí la poesía rusa siempre es

una fiesta, un territorio donde he podido depositar mis sueños para que no se mueran de

frío. Un abrazo desde estas tierras mexicanas.

Jorge

Febrero 8 de 2007

Jorge, como lo sospechaba, hubo un involuntario descuido que adjudicó el

poema “Hombre negro”, de Esenin, a Anry Volojonsky. El amor, hondo, que siento por

la poesía del alborotado pelirrubio ruso, me hizo temer, en un momento dado, que le

dedicara más afecto del que merecía. Pero no; era imposible. No pude haber dudado de

Esenin. “Hombre negro”, y varios de sus poemas, me los repito de memoria en voz baja,

de pronto, sin que me lo proponga, en cualquier lugar, haciendo cualquier cosa:

No todos saben cantar,

no todos logran ser manzano

que cae a los pies ajenos.

He aquí la más sublime confesión

con que se confiesa un golfo.

Ando despeinado adrede,

la cabeza como un candil de petróleo.

Me gusta alumbrar en las tinieblas

el otoño desnudo de vuestras almas

(...)

Me gusta mucho recordar

el estanque cegado y el chirriar ronco del aliso

y que en algún sitio viven mis padres,

a quienes tienen sin cuidado mis versos,

me quieren como al campo y a la carne,

como a la lluvia que esponja los sembrados.

Por cada grito que me arrojáis

Page 10: Sergéi Esenin

serían capaces de clavaros un rastrillo.

¿No es maravilloso? Hay poetas que se leen, pero pocos se hacen prójimos

cercanos. Con Esenin me pasa esto, siempre. "Hombre negro" es de sus poemas más

oscuros y delirantes. Me encantó desde la primera lectura por el desenvolvimiento de su

trama y, claro está, me conmovió también por su dolorosa confesión. Va, Jorge, un

abrazo grande.

Robinson

Febrero 10 de 2007

Robinson: no sabe cuánto me alegra que le guste tanto la poesía de Esenin. Me

sorprende gratamente que el último poeta del campo, el amante de Isadora Duncan, el

divino granuja que cautivaba (cautivó a Gorki, a Ivan Bunin, a Maiakovski, a Anatoly

Lunacharsky, al mismo León Trotski) cuando decía sus poemas en público, esté de

pronto con algunos de sus versos haciendo combustión en el imaginario de un poeta en

Colombia. En realidad, lo sabemos, los caminos de la poesía son misteriosos. A mi me

pasa lo mismo que a usted: desde muy joven, desde que viví en Moscú, los versos de

Esenin me rondan y algunos los sé de memoria desde entonces en su propia lengua, tal

vez por que me suenan mejor, como una especie de música exacta y transparente. En

Moscú tenía un amigo caleño que siempre que sufría una desilusión o un engaño por

parte de alguna muchacha rusa (asunto que le sucedía con frecuencia), siempre me

buscaba para que leyéramos juntos los poemas de Esenin. Creo que eso le ayudaba, se

tranquilizaba, como que creía entender que el poeta no se hacía ilusiones en las

cuestiones del amor, y su palabra siempre era certera y descarnada. Como que le

despabilaba el pensamiento, lo liberaba de las ambigüedades de la relación amorosa. Y

tenía otro amigo ruso, rubio como el mismo Esenin, y golfo como él, que después de

liarse a puños con alguien, tomaba la guitarra y se ponía a cantar romances con letras de

Esenin. Esas imágenes de mis amigos han quedado nítidas para siempre en mi memoria.

Sabe, Robinson, siempre me pareció que la poesía de Esenin es como una llama que

arde solitaria en plena estepa, a la intemperie. Su oficio es arder. Por eso murió joven.

Page 11: Sergéi Esenin

Recuerdo muchísimas historias relacionadas de alguna forma con la figura de Esenin y

su poesía, pero no quiero abusar de su generosidad al escucharme. Espero que todo esté

bien por Colombia. Van mis mejores deseos, y un abrazo.

Jorge

Febrero 20 de 2007

Jorge, me gustaría que me precisara historias que se narran sobre la vida de

Esenin. Tengo inquietudes sobre el poeta desde que conocí su poesía y leí sobre varios

escandalosos episodios de su travesía. No he tenido la oportunidad de viajar a Rusia, de

contemplar sus estepas, sus lagos y abedules, de meditar su luz y tiniebla, de conocer su

gente. El rubio color del cabello de sus mujeres, y sus ojos casi siempre verdes, me

atraen mucho, por ejemplo. Quiero la poesía de Pushkin, de Blok, de Pasternak, de

Maiakovski, de Anna Ajmátova, la del “Réquiem” inmortal; de Brodsky, en fin, tanto

como me cautivaron y conmovieron, de muchacho, las lecturas de Dostoievsky, Tolstoi

y Chejov. Me hubiera gustado mucho ver con mis propios ojos el paisaje que cantó

Esenin, las estampas de las mujeres que lo apasionaron, las tabernas de Moscú, la nieve

en el encendimiento del vodka, los animales que tanto recordó en sus versos: “¿Y tú,

querido,/ fiel perro pinto?/ De viejo te has vuelto chillón y cegato./ Deambulas por el

patio arrastrando el rabo caído,/ y tu olfato no distingue la calle de la cuadra./ ¡Cómo

añoro nuestras barrabasadas,/ cuando robábamos a mi madre un mendrugo/ y lo

comíamos turnando los bocados/ sin sentir asco el uno del otro./ Yo soy el mismo/ mi

corazón es el mismo./ Como acianos en el centeno, florecen los ojos en la cara./

Tendiendo las esteras doradas de mis versos/ me dan ganas de deciros frases tiernas”.

Pocas veces, lo que uno lee en los libros, se relee en la realidad. En el caso de la obra de

Esenin, usted ha tenido esa fortuna. Le pregunto: ¿qué sabe, por ejemplo, de "La

canción de la perra"? Conocí que, en la Segunda Guerra Mundial, los soldados rusos

recitaban el poema mientras bebían alrededor de una fogata, en una pausa de la batalla.

De "Carta a mi madre", ese poema estremecedor que queda en la entraña del lector

desde su primera lectura, ¿qué conoce? Los poetas objetivistas de la actualidad lo

desdeñarían por su tono confesional, desgarrador. Jorge, ¿qué sabe de "Al perro de

Page 12: Sergéi Esenin

Kashalov"? Es tierna y dolorosa la conversación que establecen, en el poema, el poeta y

el perro, en las afueras de esa fiesta donde, se supone, está la amada del poeta:

Dame tu pata, Jim, tráeme buena suerte,

no vi una pata así en toda mi vida.

Ladremos juntos bajo la luna

en este día tranquilo y silencioso.

Dame tu pata, Jim, tráeme suerte.

Por favor, querido, no te lamas.

Entendamos juntos una cosa.

Tú no sabes lo que es la vida,

y que vivirla vale la pena.

Tu dueño es célebre y amable,

muchas personas en su casa lo visitan,

y todos, sonriendo, intentan

manosear tu piel de terciopelo.

Eres de una belleza perruna:

confiable, amable y amistoso.

Y sin hacer preguntas a nadie

besas como un borracho amigo a todos.

Querido Jim, entre esas visitas

hubo muchos así, y de otras maneras.

¿Pero aquélla, la más triste y callada,

acaso no ha venido a visitarte?

Ella vendrá, te prometo que vendrá.

Si no estuviese yo cuando la veas,

lámele por mí su mano tierna

Page 13: Sergéi Esenin

por todo lo que fui y no culpable.

(Traducción de Jorge Bustamante García)

¿Y qué sabe de:

Shagané, dulce Shagané:

quizá por que soy del norte

quiero hablarte del campo,

del centeno ondulado a la luna.

Shagané, dulce Shagané.

Quizá porque soy del norte,

donde la luna es cien veces más grande,

aunque bello es el Shiraz,

es mejor la campiña de Riazán.

Quizá porque soy del norte.

Quiero hablarte del campo,

estos cabellos los tomé del centeno,

si quieres enrédalos al dedo,

no siento dolor ninguno.

Quiero hablarte del campo.

El centeno ondulado a la luna

imagínatelo por mis rizos.

Bromea, querida, sonríe,

pero no despiertes el recuerdo

del centeno ondulado a la luna.

Shagané, dulce Shagané:

Page 14: Sergéi Esenin

en el norte una muchacha

se parece muchísimo a ti,

tal vez me esté recordando…

Shagané, dulce Shagané.

(Traducción de José Fernández Sánchez)

Quedo a la espera de sus señales sobre estos poemas, querido Jorge. Mientras

tanto, va un estrecho abrazo.

Robinson

Marzo 1 de 2007

Hola, Robin, su mensaje tan lleno de pasión y expectativa por Rusia, por sus

paisajes, sus mujeres, su "luz y tiniebla", me conmueve y me emociona. Yo

viví allí 8 largos años y luego he regresado numerosas veces, y ahora estoy

seguro, a estas alturas del partido para mí, que allí dejé parte de mi alma,

o más bien que el alma de Rusia y de sus gentes, me ha acompañado por el

resto de mi vida. No es un fenómeno que me pase sólo a mí: conozco a muchas

personas latinas que estudiaron allá y que, de alguna manera, les pasa lo

mismo. Todo lo de Rusia está presente en mí, como todo lo que viví en

Colombia en mis primeros 20 años viaja conmigo a todas partes.... Pero hablemos otra

vez de Esenin, amigo Robin. De los poemas que menciona, me gustan sobre todo

"Carta a mi madre" (recuerdo todavía la ocasión en que visité la tumba del

poeta en el cementerio de Vagankovski de Moscú en octubre de 1975, con

motivo de los 80 años de su nacimiento. Mucha gente llegaba al lugar con

flores y muchos decían los poemas de Esenin frente a su tumba. De pronto una

mujer se acercó a la lápida y recitó “Carta a mi madre”, que es de 1924, y todo quedó en

silencio, sólo su voz se escuchaba entre las ramas y las hojas de los

abedules:

Page 15: Sergéi Esenin

¿Vives aún, viejecita mía?

Yo también. Salud tengas, salud.

Derrámese sobre tu casucha

esa luz indecible crepuscular.

Me escriben que tú, alarmada,

pasas mucha pena por mí,

que sales tantas veces al camino

con tu viejo y desusado chaquetón.

En la oscuridad azul crepuscular

se te antoja la misma visión:

que en una gresca tabernaria

me clavaron una navaja en el corazón.

No te preocupes, querida.

Es sólo una penosa pesadilla.

No soy un borracho tan perdido

que vaya a morir sin verte.

Soy tan cariñoso como siempre

y sólo sueño en el día

que, curado de las angustia rebelde,

regrese a nuestra casa bajita.

Volveré cuando en la primavera

esparza las ramas nuestro jardín blanco.

Pero entonces en la madrugada

no me despiertes como hace ocho años.

No despiertes las ilusiones perdidas,

no remuevas lo que no se cumplió.

Page 16: Sergéi Esenin

En la vida conocí demasiado temprano

las pérdidas y la fatiga.

Y no me enseñes a rezar, ¿para qué?

Lo viejo no volverá más.

Mi única ayuda y consuelo,

mi única luz indecible.

Olvida, pues, tu zozobra,

no pases pena por mí.

Y no salgas tanto al camino

con tu viejo y desusado chaquetón

(Traducción de José Fernández Sánchez)

Pero hay otro poema, también a la madre, de 1925, que trae versos como estos:

"No dejes nunca a tus ojos/ mirar con tristes miradas"; ¿lo conoce?

“El perro de Kashalov” también me gusta y comparto su opinión de que

se trata de algo a la vez tierno y doloroso y los versos que cita de

“Shagané” son muy musicales en ruso, los escuché muchas veces en distintas

circunstancias y siempre me parecieron encantadores por su sonido.

Cuántas cosas se pueden decir de Esenin, cuántos de sus poemas se pueden

traer a cuento, sus difíciles y ambivalentes relaciones con otros poetas

como Maiakovski, las opiniones poco complacientes de grandes poetas como

Mandelstam y Brodski sobre su poesía, en fin, una multitud de aristas que

podremos ir desentrañando si usted quiere en próximas comunicaciones. Un

abrazo y mis mejores saludos.

Jorge

Marzo 1 de 2007

Page 17: Sergéi Esenin

Jorge, siempre pienso en Rusia, por su inconmensurable territorio de estepas,

como un país sin fronteras, como un reino cuyos lindes nunca se divisan, "una comarca

del Asia", como la sentía Esenin, en la que sus litorales son la lejanía. Lo que cuenta en

su correo sobre la mujer rusa que, apenas recitó "Carta a mi madre", hizo el silencio, es

conmovedor. "Carta a mi madre" lo leo en las sesiones de mis talleres literarios; el

poema toca de una vez. Es asombrosa la solidaridad que se despierta por el poeta, no

tanto por la madre, en el lector. Lo que conmueve es la historia del hijo que no fue

pródigo, del hijo mal alado y sin consuelo. Y "Shagané, dulce Shagané", como dice

usted, es arrebatador por su música. Esenin era un músico del lenguaje, preferido de

Orfeo, hermano melódico de Aurelio Arturo y José Asunción Silva; la mayoría de sus

poemas los escucho como canciones, hermosas canciones que canta un muchacho

errante, jovial y triste a la vez, un Rimbaud fugado de casa que necesita memorar el

paraíso de su niñez para no derruirse en el camino. Pero me intriga, Jorge, lo que me

comenta sobre los contradictores de la poesía de Esenin: Mandelstam, Brodsky,

Maiakovski… ¿Cuál es el argumento que presenta cada uno para desdecir de sus

poemas? Conozco la semblanza que de Esenin dejó escrita Máximo Gorki, retratándolo

como un borracho patético, enajenado, y un amante baboso de la Duncan. ¿Qué me

puede comentar sobre esas cosas? Le deseo lo mejor.

Robinson

Marzo 18 de 2007

Querido amigo Robin: además del texto de Gorki sobre Esenin, existen también

las aproximaciones afortunadas que realizaron Trotski y Anatoli Lunacharski (no se si

las habrá leído, pues existen en castellano). Pero además hay un mar de recuerdos

escritos sobre el poeta, por parte de muchos de sus contemporáneos (poetas y no), entre

ellos Maiakovski, quien tras la muerte de Esenin le escribió un poema carta en la que

reprochaba su suicidio y, sobre todo, el sentido de los dos últimos versos de su poema

de despedida: "En esta vida morir no es nuevo/ y vivir tampoco nuevo es" ("V étoi

zhísni umirát ni nóva/ a i zhit konéshno ni noviéi"). Maikovoski, con chispa genial,

termina su poema-carta con dos versos igual de fuertes, pero que se contraponen en

Page 18: Sergéi Esenin

sentido a los de Esenin: “En esta vida, morir es cosa fácil./ Hacer vida,/ es mucho más

difícil”. Puedes comparar la gran musicalidad y rima y la gran calidad de factura de los

dos versos de los dos poetas.

Maiakovski con motivo de su poema-carta escribió después un texto con

ambiciones didácticas y explicativas de cómo y por qué lo había escrito y lo tituló

"¿Cómo se hacen los versos?, sobre Sergéi Esenin", en donde rememora el día que se

conocieron y, después, sus múltiples encuentros. La relación entre estos dos poetas

siempre fue ambivalente y difícil, fluctuando siempre entre la admiración mutua y un

cierto desdén. En realidad siento que eran muy diferentes en todo: en carácter, en

personalidad, en sensibilidad, en lecturas, en la visión del mundo y en su personalísima

percepción de la poesía. Y los dos lograron a través de su obra y su poética ensanchar el

mundo. Ambos son estimados y queridos por sus numerosos lectores, que en ocasiones

son los mismos. Muchas veces hasta se injuriaban: "Aprendiz juerguista y sonoro" dijo

de Esenin una vez Maiakovski. En otra ocasión, Esenin citando los versos de

propaganda de Maiakovski en los que figuran los campesinos Tit y Vlas, le comentó al

escritor Ilia Ehrenburg: "Tit y Vlas... ¿Qué entiende él de esto? Y aunque comprendiera

¿hay poesía en ello?... Maiakovski es poeta para algo, mientras yo soy poeta por algo".

A esas mutuas apreciaciones llegaban sus escaramuzas. Pero, en general, la crónica de

los poetas rusos de las tres primeras décadas del siglo pasado está llena de historias

parecidas. Le transcribo unos apartes del texto de Maiakovski sobre Esenin:

A Esenin lo conocía hacía mucho, tal vez diez, doce años. La primera vez

que lo vi vestía alpargatas y una camisa con ciertos bordados de cruces.

Esto ocurrió en uno de los nuevos apartamentos de Leningrado. Al saber

con qué gusto el mújik verdadero, y no el decorativo, cambiaba su

vestimenta por botas y chamarra, yo a Esenin no le creí. Me pareció

postizo, de opereta. Tanto más porque ya por entonces escribía versos

que gustaban y, evidentemente, le alcanzaba el dinero para las botas...

Después Esenin se fue a América y a algún otro lugar y regresó con una

pasión clara hacia lo nuevo. Por desgracia, en ese periodo uno solía

encontrarlo más en las crónicas policíacas, que en la poesía…

Page 19: Sergéi Esenin

Nuestro último encuentro me produjo una difícil y gran impresión. Me

encontré en la caja del Gosizdat a una persona que se arrojó sobre mí con

su cara hinchada, la corbata deshecha, un gorro que apenas se sostenía,

asido a un mechón castaño claro. De él y de sus dos oscuros (al menos

para mí) acompañantes se desprendía un aliento alcohólico. Con trabajo,

literalmente, reconocí a Esenin…

Jorge

Marzo 16 de 2007

Querido Jorge, quiero, para dar término a este inesperado y propicio diálogo en

torno a Esenin, que me de claridades sobre su último poema:

Hasta luego querida, hasta luego.

Dulce mía, te llevo en el pecho.

Esta despedida inaplazable

nos promete un encuentro en el futuro.

Hasta luego, querida, sin manos, sin palabras,

no te aflijas, no entristezcas las cejas.

En esta vida no es nuevo morir

pero vivir tampoco es más nuevo.

(Traducción de José Fernández Sánchez)

Dos cosas me inquietan. Le comento la primera: los primeros versos de la

traducción de José Fernández Sánchez rezan: "hasta luego querida, hasta luego...". Su

traducción, en cambio, dice así:

Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto.

Page 20: Sergéi Esenin

Querido, te llevo en mi pecho.

Este predestinado abandono

promete después un nuevo encuentro.

Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras;

valiente, no entristezcas.

En esta vida morir no es nuevo

y vivir tampoco nuevo es.

(Traducción de Jorge Bustamante García)

¿Qué me puede aclarar al respecto? ¿Qué debe entender un lector que por

primera vez se asoma a ambas versiones?

Robin

Mayo 2 de 2007

Caro amigo Robin: voy ahora a sus preguntas sobre el último poema de Esenin.

Creo que fue el primer poema que traduje de él al inicio de los ochenta. Era un texto que

me seducía desde mis años de estudiante en Moscú y que leíamos en tertulias con

amigos: nos inquietaba e impactaba la leyenda de su escritura momentos antes de que el

poeta se colgara en el sótano de un hotelito de Leningrado y de tanto repetirlo nos lo

aprendimos de memoria. Esa despedida, aunque triste, suena en ruso magistralmente

musical. Cuando traduje el poema, en alguna noche extraviada de San José de Costa

Rica, no conocía la traducción que menciona de José Fernández Sánchez y debo

confesarle, sin asomo de pedantería, que apenas la conozco. No dudo que sea de gran

calidad, pues ha logrado captar su emoción y su atención de poeta y eso es más que una

garantía para que una traducción funcione.

Sin embargo, el primer verso del poema se refiere literalmente a un amigo:

"Dosvidania, drug mói, dosvidania..." "Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto". En ruso

la palabra "drug" significa literalmente "amigo". El femenino "amiga" es "padrúga".

Aunque podría caber cierta ambigüedad en la palabra aquí utilizada por el poeta, que

Page 21: Sergéi Esenin

significa en realidad amigo y amiga; él se despedía del ser humano en general, no de

alguien en particular, de todos aquellos (mujeres y hombres) que habían sido sus

compañeros en el viaje de la vida, que habían padecido y gozado como él, con los ojos

abiertos. Los dos versos finales, creo que se acercan mucho en las dos traducciones. No

puedo afirmar que mi versión revele mayor fidelidad a lo que el poeta quiso expresar.

Sólo puedo decir que ese poema rondó en mi cabeza durante años antes de que me

decidiera aproximarlo al español.

Un abrazo fuerte desde Morelia.

Jorge

Mayo 10 de 2007

Querido Jorge, tal vez todo poema que se escribe es un signo de adiós. Quien lo

compone se despide siempre de algo; del asunto que lo tramó, por ejemplo, y del poema

mismo. Pero tal vez sea verdad también que todo poema que se escribe es un signo de

reencuentro; con el poema que lo forjó y, de hecho, con el propio texto. El poema es el

lugar del adiós, pero asimismo el del reencuentro. Lo mismo vale para el lector. Falta

que, después de este cruce de correos, nos veamos personalmente, alrededor de un

vodka y los versos de Esenin. Gracias por la conversación. Y no olvide que cuando se

desean “gracias”, se desean dones divinos, festividades.

Robin

Para Rubén Darío Flórez y Fernando Herrera