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Libro de Rafael Cansinos Asséns sobre Sevilla en la literatura
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7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 7/120
SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
(las
novelas
sevillanas DE
JOSÉ
más)
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 8/120
COLECCIÓN
CRISOL
OBRAS
PUBLICADAS
Sevilla
en
la
literatura.-—
(Las
novelas
sevillanas
de
José
Más), por
R. Cansinos-
Assens.
EN
PRENSA, DEL mismo
autor
El
espíritu
cristiano
en
nuestros
poetas
moder-
nos.—
Rubén
Darío,
A.
Ñervo,
Unamuno.
EN PREPARACIÓN,
del
mismo
autor
Nuestra
bohemia
literaria:
De
Pérez
Escrich
a
Carrére.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 9/120
-Y^,
COLECCIÓN
CRISOL
R
.
CANSINOS-
ASSENS
(De la Real
Academia
Sevillana
de
Buenas
Letras)
SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
(LAS
NOVELAS
SEVILLANAS
DE
JOSÉ
MAS)
MADRID
Librería
y
Editorial
Rivadbnbtra
avenida
conde
dé
pañal
ver
,
8
t
i»
AÑO
1932
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 10/120
ES PROPIEDAD
DEL
AUTOR.
QUEDAN
RESERVADOS
TODOS
LOS
DERECHOS.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 11/120
DEDICATORIA
¡Natali Wrbi
Síceticce
¡Minervce
SKispalensi Consilio
2).
£.
¿Memore
&idelique
Slmore
Gxsul
Slvctor
dicavit
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I
ENSAYO
DE
PSICOLOGIA SEVILLANA
Sevilla,
la ciudad,
con
su
área
física
y
con el
cau-
dal de
tradiciones
y
sentimientos de
que
el
pai-
saje
urbano
es
signo
evocador,
es
algo
tan
complejo
y
sutil, que en vano
querríamos
vincularlo
en
un
nombre
sintético.
Obra de varias
razas
y
civiliza-
ciones, todas
ellas marcáronla
con
sus
esternas
característicos,
contribuyendo
a
formar su paisaje
y
su
psiquis.
Influjos
latinos
y
ascendientes semitas
combínanse
en
el monumento
y
en
el espíritu,
en-
trelazándose
como
los
hilos
de
esa
madeja
que
campea en
su
blasón. Así,
si
de
una
parte
parece
una
ciudad
helénica,
por la
claridad
de
su
luz,
por
cierta
profusión
del
mármol en
su
recinto,
por
cierta
ruina
romana
y
por
las
antorchas
de
saber
helénico
con
que
San
Isidoro
alumbra
su
progenie
clásica;
de
otra
parte, una violencia de sol más
que
occidental,
cierta tendencia
al
arabesco
en todos
sentidos
y
una
exaltación
en
los
sentimientos
de
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10
R.
CANSINOS
ASSENS
sus
habitantes que
recuerda
la medida
absoluta
de
los
desiertos,
sitúala resueltamente
en un
paisaje
asiático.
Pero
dejando
a
los
etnólogos
e
historiado-
res
la tarea de
aquilatar
en
sus
crisoles
la propor-
ción
en
que
esos
elementos
se
combinan
en el
alma
hispalense,
es
un hecho
innegable
que
Oriente
y
Occidente
unen
en esa psiquis
sus
virtudes
en
rela-
ción tan
venturosa, que
dan
por
resultado un
fruto
de
una
delicadeza
y
una sazón únicas.
La
poma
espiritual de
Sevilla
es
algo que sólo
allí
puede co-
secharse,
y
que
trasladada a
otros
climas
ha
de
cau-
sar
por
fuerza maravilla
y
asombro, hasta
el
punto
de
parecer
al
extranjero
—
y
todos
lo
son con
res-
pecto
a
ese
país
afortunado
—
engendro
artificial
y
no
fruto nativo.
Oriente
y
Occidente,
griegos
y
se-
mitas, tomando a esa ciudad
por
palenque
del
fatí-
dico
ajedrez del destino,
adoptándola
como
cuna,
solio
y
sepulcro,
hánla
enriquecido
y
depurado, do-
tándola
del
monumento
y
del
matiz espiritual.
Re-
sulta
de
ahí, en verdad,
una
armonía
antagónica
y
contradictoria,
que
confunde
sus
temas
y
los
com-
bina
por
modo inesperado,
manteniendo
una eter-
na
inestabilidad
del eje
sentimental
y
psiquico
que
crea
una
variedad
asombrosa de
estaciones
espiri-
tuales
y
apasionadas.
De
ahí
la
extraordinaria
ri-
queza
emotiva
del
sevillano,
y
su
correspondiente
volubilidad. Las
orquestaciones
sentimentales son
de
una
complejidad
suma,
porque
los
temas
claros
y
serenos
que el
Occidente inicia, prosigúelos el
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
I
I
Oriente, transportándolos
a
sus
pautas
desmesura-
das,
aprendidas
de
los
desiertos.
De
un
lado,
el afán
de
la
gracia serena,
el
regocijo
en
la
línea
clara
y
rotunda
como
en
Grecia;
de
otro,
el anhelo de
la
grandiosidad
desmedida,
propio de
los
ojos
que
han
explorado
los páramos
y
el
placer
en
las
sinuo-
sidades,
perplejidades
y
audacias del
arabesco.
De
un
lado,
el
culto
al
ídolo,
al
icono, como
en
la anti-
güedad
gentil
y
clásica;
de
otro, una exaltación de
los
sentimientos
que
no
se contenta
con la
forma,
sino
que
aspira,
como
en
el misticismo semita, a la
consunción
de las esencias.
De
un
lado,
en fin,
mucha
alegría
de
luz
en
los semblantes,
que
rever-
beran
como
transfigurados
tabores;
de
otro,
una
melancolía
inexplicable,
vaga
y
fatal,
como
la
nos-
talgia
de
Dios.
Un
Stendhal
aficionado
a
las esta-
dísticas, recogería
allí
las
más
numerosas
de juven-
tudes
malogradas
y
de
virginidades
que
sacrificaron
sus
cabelleras
sobre
los
altares.
En cierto
sentido,
Sevilla
—
lo
mismo
que
todo
el
mediodía
andaluz
—
parece
una
ciudad
de desesperados.
En
ninguna
parte
he
visto
a la juventud
fiar tan
poco
en
sus
tesoros
ni
a la belleza
negarse con
tan
sincero
des-
dén.
Y, sin
embargo,
en
ninguna
otra
parte
es
la
juventud
tan
joven ni la
belleza tan bella.
Es
que
el
ahna
sevillana
es
enormente exigente,
tiene
la
me-
dida
absoluta
del
Asia,
y
no
hay
plenitud
que
la
colme.
De
ahí
el gesto
con
que
en las
mujeres esa
belleza
se
nos
muestra
ansiosa
de
ostentarse,
y
a\
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12
R.
CANSINOS-ASSENS
mismo tiempo,
tímida
y
triste, ávida,
para
estar
más segura,
de trocarse
en dolor.
Y
de
ahí
por
qué
el
alma
sevillana,
naturalmente
efusiva,
se
complace
en
multiplicar
los
vetos
y
las restricciones con
una
prodigalidad
manifiesta en
el número
de
rejas,
celo-
sías
y
velos materiales.
Por
eso,
si una
cierta
seme-
janza
de
clima
y
una
analogía monumental
hácenla
comparable
con
la
Italia galante
y
apasionada
de
Stendhal,
diferénciala
de ella
una
invencible
predi-
lección
al recato.
El
alma
sevillana está
cohibida
en
su
efusión por
sellos
orientales. Los
sentimientos
son
allí
silenciosos, evitan
el
lenguaje
directo
y
gus-
tan
de
expresarse
por parábolas
y
metáforas—
remi-
niscencia
oriental
—
.
Toda
esa
prodigalidad
de
ges-
tos
y
palabras
del
sevillano
es
puramente
artificial,
y
como
esos espejismos
engañosos
con
que
el
de-
sierto disfraza
a
veces su soledad
apasionada.
Los
sentimientos
fundamentales son
silenciosos
en
Sevi-
lla.
Basta
fijarse
en
las
estilizaciones
de
su
arte
para
advertir
al
punto
ese
recato,
expresado
en
mil
reti-
cencias
y
silencios;
la
arquitectura
de
formas
mu-
sulmanas
nos
habla
de
una
vida
reconcentrada
e
íntima:
¡ved si
no
esos patios
profundos
y
esas
rejas
veladas
con
flores
como con
cendales
primitivos
¡Y
en
cuanto
a
la
poesía,
fijad
la
vista
en
las
obras
de
la
escuela
sevillana,
de esa
grave
escuela
que
culti-
vó,
sin
el
nombre,
lo
que
luego
se
llamó
parnasias-
mo
El
sentimiento
sevillano,
en
cuanto
intenta
de-
clararse en
una forma
literaria,
aspira
al
decoro,
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SEVILLA
EN LA LITERATURA
13
como
a su
más
alta
prez.
¡Acaso
teme
a
propia
efu-
sión
y
quiere
defenderse
de
sí
mismo,
cambiando
la
pasión
en
magnificencia
Lo
cierto
es
que
sólo
la
copla,
anónima
y
efímera,
flecha
lanzada
en la
sombra,
tiene
el
valor
de
declarar toda la
pasión de
los
sentimientos.
Pero
ese
madrigal
o
esa
elegía
anónima
es
también una
declaración
indirecta
que
se
ampara en
la
inmunidad
que
confieren
las pe-
numbras
y
los
antifaces
y
de
que
disfrutan
las
cosas
lanzadas
al viento.
¡Así
en las
sombras ciertos
sus-
piros
y
siseos se
vuelven
paradójicamente
audaces
La
característica,
pues,
del
alma
y
del
carácter
sevi-
llano
es
su
romanticismo.
Sevilla
es
un
país
román-
tico,
pero
de
un
romanticismo
que
trae
su
filiación
directa del
Asia,
y
que
de
allí llegó, seguramente,
portado
en
las urnas vivas
de
los pechos
de
sus colo-
nizadores
semitas,
que
vieron
a Dios
en
los
desiertos.
Ese
romanticismo
oriental,
anhelo místico
de
lo
absoluto, que vez a
vez
se exalta
y
desmaya,
a
un
tiempo
incitado
y
defraudado
por
el signo
real,
ese
romanticismo que proclama
con
proporciones
abso-
lutas ciertos
conceptos
y
valores,
como
la amistad
y
el
amor,
es
el romanticismo sevillano.
El
alma
sevillana
busca en
todo
lo
absoluto, lo
extraordina-
rio,
la
gema,
el vellocino,
y
de ahí
su
propensión
a
la elegía
y
al aforismo
ascético. En
este
sentido
el
carácter
de
los
sevillanos
actuales continúa
maravi-
llosamente
el de
los
antepasados islámicos.
Su
más
grande
poeta
musulmán,
el rey
Almotamid,
es
un
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14
R.
CANSINOS-ASSENS
poeta elegiaco.
Otro
poeta
notable de
la
era
islá-
mica,
el
sevillano
Ibn
Sara ¿no
fué quien
dijo
estos
desencantados
y
olímpicos
versos ascéticos?
Por
ignorancia
los
mortales
estiman
a
este
mundo
que
es
digno
de despreció;
riñen
por
él unos
con
otros
riña
de
perros
por
un
hueso.
Esa
fácil
resignación
ante
el
destino,
esa
pro-
pensión
al renunciamiento,
es
una característica
sevillana. El
sevillano
desea con
tal
avidez,
que
está
en
esa
cúspide
de
las
ambiciones en
que
es
bello
y
fácil
perder. Tiene la
resignación
fácil
de los
gran-
des
jugadores.
De
ahí
el
rápido
gesto
con
que
sus
figuras
representativas,
como
don
Miguel de Ma-
ñara, deponen la púrpura
de
los
deseos
y
visten los
sayales
de
la
renunciación.
Aunque también
en
este
gesto
de
desprendimiento
perdura
el
ansia
de
lo
absoluto;
ya que,
en
suma,
cambian
el
mundo por
Dios
y
los
placeres
por
la
santidad.
Pero
este
roman-
ticismo
místico,
esta
poca fe
en
el destino
y
en
los
poderes
de
la
voluntad,
que
no
logran,
es
cierto,
cambiar
las cosas
verdaderamente
fatídicas,
crea en
el
carácter
sevillano un pozo
de
tristeza,
un
sedi-
mento
de
melancolía
tan
sutil
como ese
regosto
que
sólo
conservan
copas privilegiadas
y
que
trasciende
en
toda
la
literatura hispalense. Lá
saeta,
esa
copla
sagrada,
fruto
genuino
del
genio
popular
sevillano,
está
transida
de
esa melancolía
atávica;
y
en
ella
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
podemos
ver
la
aleación que
ese
genio hace
de
sus
sentimientos
con
el
metal divino,
comunicándoles
todas
las
virtudes
de
intensidad
y
grandeza
del arte
religioso.
Pero
ese
exponente divino
encuéntrase
también
en la
copla
popular
y
profana
que exalta
o
lamenta
el
amor
y
celebra
o
plañe
los
goces de
la
vida,
pues
esa
exaltación
y
el ritornelo
de
ciertos
temas
en
esas
coplas,
acusan la
presencia
de
esa
divina
amalgama,
de
igual
modo que
las
leyendas
coránicas
entrelazadas en ciertos
muros
islámicos
con
los
temas
ornamentales. El romanticismo sevi-
llano
alcanza
así
la categoría
religiosa,
se
depura
y
sublima,
tocando
la cima
de la
santidad
después de
haber
apurado
todas
las
rosas
de
los
valles
sensua-
les. Ese
vergel
hispalense
está
lleno
del amor de
Dios, no menos que los
yermos
y
sus
rosas
re-
piten el divino anagrama.
Alcanzan
allí
las
pasiones
tales grados de ardor,
que
justifican
su
nombre
de
pasiones, convirtiéndose
en religiosas.
Pasión, pa-
sión
tremenda,
ojos
en
blanco
y
labios
silenciosos,
es
el estado
habitual
de las
criaturas de
ese
pueblo.
De ahí
que
su
arte
se
exprese en
obras de
una
seve-
ridad
ascética
con Valdés
Leal
v
con
Martínez
Mon-
tañés
y
la
pléyade de escultores
religiosos
y
que
todas
sus
estilizaciones culminen,
asumiendo
un
sentido
colectivo,
en la creación
de
ese espectáculo
único
e
incomparable
de
su
Semana Santa, al que
cooperan
todas
las
bellezas
vivas
y
naturales de
la
ciudad
en
una
ansia
exasperada
y
unánime.
El
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i6
R.
CANSINOS-
A
SSENS
entusiasmo
con
que
Sevilla ha adoptado
el
episo-
dio
de
la
pasión
de
Cristo,
exornándolo
y
realzán-
dolo
hasta
convertirlo en
su
poema,
o
más
bien
en
su
drama,
cual
con
el
mito
de
Prometeo
hicieron
en
otro
tiempo
los
atenienses, nos habla
de
una
innata
vocación
a la
tragedia
en
todos
sus
habitan-
tes,
pues
tal
espectáculo
no
sería
posible, en
tal
magnificencia
y
luctuosa
pompa,
si
el
alma
sevi-
llana
no
viese
en
él la
estilización
suprema
de
sus
sentimientos,
la
obra
de
arte
que
mejor interpreta
sus
anhelos
íntimos
y
su modo
de
contemplar
la
vida
con
ojos
serios
y
profundos.
Toda
su
facultad
de
amar
y
de
sufrir encuentra su
expresión
en
ese
drama
sacro,
donde
Cristo,
el
supremo
amor,
da
una
profundidad
inesperada al
antiguo
mito de
Eros,
ofreciéndose a
la
contemplación,
no
armado
de
flechas
traviesas
y
graciosas,
sino traspasado
él
mismo
por todos
los
dardos de
su
aljaba
terrible.
La
predilección
por el Cristo, la elección
de
la
Cruz
como
el árbol favorito
para
colgar de
él,
con
preterición
del
ciprés
y
la
palma,
las
rosas
de
lu
primavera,
es
el
mejor
testimonio
de
la
profunda
seriedad
del
alma
sevillana,
no
obstante
su
apa-
rente
sonrisa.
En
ese
rito
nos
revela ese
alma
su
parentesco
asiático,
desviándose
de
las
normas
la-
tinas,
ya
que esas
adonías,
consagradas aquí
a
Cristo,
fueron
la
suprema
fiesta
religiosa
de
otros
pueblos
asiáticos
que
adoraban a
un amor
no
me-
nos
grave
y
lacerado
que
el
del hijo
de Miriam. La
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
pasión
del
alma
sevillana,
estilizad?,
en
ese drama
luctuoso
y
magnífico,
es
tan
intensa
que
necesita
luego
el
desahogo
jocundo
de
su
feria
para
no
reba-
sar
la medida
de
lo
mortal.
Su
feria
es el
grito
jubi-
loso
con
que
la parte
profana de ese
alma responde
a
los
aleluyas
de
los
templos
y
festeja el
júbilo
de
su propia resurrección.
El
espectáculo profano
com-
pleta
el
espectáculo
religioso
y
permite a la
ciudad
extenuada
por
las
maceraciones,
gustar como
una
cosa
nueva
la alegría,
que
a
no
ser por
ese
contras-
te,
se
haría
trivial
y
tediosa
en un
paisaje
tan
flo-
rido.
Las
grandes
concentraciones
en
la
pasión
del
alma
sevillana,
requieren esas
efusiones
periódicas
logradas
en
las
orgías,
en
las
juergas,
que
reivindi-
can su
nombre
griego
de orgías,
ya
que
son
como
purificaciones que limpian
las almas con
el
zumo
de
la
vid,
de
sagrado
abolengo,
y
se
realizan
con
arreglo
a una pauta
que
pudiéramos llamar
litúrgi-
ca,
con
el
concurso
de
bayaderas
y
citaristas
y
con
el
ritmo
lento
y
solemne
de
una
ceremonia.
En
la
orgía
descansa
el
alma
sevillana
de su
excesiva
ten-
sión
apasionada,
aunque
sin
salirse
del
todo
de
su
órbita,
pues
no
pie^e
la frecuentación del
ritmo
y
de
la
gracia
y
man^ene
el contacto
con
las grandes
pasiones estilizad
en
la
danza
y
el
canto.
Las
orgías
sevillanas
son
algo
artístico
y
aristo-
crático
que,
si
alguna
violencia
advenediza
puede
desnaturalizar,
muestrásenos
en sus líneas
genera-
les
como
vestigio
de
un sistema
de
costumbres
ad-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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i8
R.
CANSINOS-ASSKNS
mirablemente
elaborado,
lleno de la
suprema
dis-
tinción
de
esas
razas
que sabían
convertir
los
actos
cotidianos
y
periódicos en
solemnes liturgias.
Por
su
recato
y
discreción, las
orgías
sevillanas,
ritos
para
hombres
solos,
fiestas
de
arte
y
gentileza
en
que
resplandecen
la
generosidad
y
el
culto al
amigo
del
carácter
sevillano,
recuerdan
las antiguas fiestas
de
los
árabes
y,
por
mejor
decir,
de
los
místicos
persas
que,
como
Chiraz,
comulgaban con el
alma
del
mundo
al
apurar
la
copa.
Pues
el vino
en esas
recepciones
báquicas
es
tan
sólo
el
pretexto para
la
alegoría,
el
signo
material
necesario,
el medio
para
otras
embriagueces
más espirituales.
Con
razón,
ha
dicho
Antonio
Machado
en
Soleda-
des-.
Yo
escucho
los áureos
consejos
del
vino
que el
vino
es
a
veces
escala
de
ensueños.
¡Inspiradas estrofas
que
parecen
de
un
poeta
de
los
paraísos
pérsicos
Escala
de
ensueño,
eso
es
el
vino
en Sevilla.
¡Véase qué diferencia
entre
esas
embriagueces
místicas
y
las
materiales embriagueces de los
hom-
bres
del Norte
y
aun
de
Levante Y
es
que, siendo
Sevilla
un
país
romántico,
todo
en ella
se
refina
y
aquilata,
y
estiliza,
convirtiéndose
en
algo
tan
deli-
cado
y
sutil
y,
en
último
término,
tan
artístico,
que
causa
asombro
fuera
de
aquel
clima, e incurre
en
la
sospecha
de
inverosímil
para
quien
no
conoce
el
lugar
en
que
tales
frutos se
producen
nativos.
Toda
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
19
la
pasión
de
Sevilla
—
y,
en
general,
del mediodía
andaluz,
de
lo
que
yo
he
llamado
el
Sur,
para dife-
renciarlo
de
esos
mediodías
pro
vénzales
y
levanti-
nos,
tan
teatrales
y
gárrulos
—
,
no
obstante
su
intensidad
desmesurada
y
el
ahinco
con
que pre-
tende
expresarse,
hácese
artística
en
cuanto
lo
in-
tenta.
Explicada
suficientemente
por el
escenario
y
el
paisaje
y
por
los
grados
de
una
temperatura
tro-
pical
en
los
corazones,
resulta
desmentida
en
cuanto
intenta
declararse,
por la
abundancia
natural de
bellezas
lenitivas
y
por
la
misma
belleza
de una elo-
cución,
inclinada
nativamente
al culto
de
la metá-
fora
y
la
hipérbole.
En
cuanto
el
gran amor
o
la
gran
melancolía
del
alma
sevillana
aspira
a
rebasar
los
medios
de
expresión ingenuos
de
la
mirada
o
el
suspiro,
hácese
artística
y
se
contradice,
suscitando
esa
sonrisa
que
se
tributa
a
la
belleza
pura.
Así
como
el ambiente
de
Sevilla,
su
luz física
lo
transfigura
todo,
operando esa
alquimia
prodigiosa,
tanta veces
descrita
por
los
poetas
coloristas,
de
igual
modo
la
luz
espiritual
e
increada
de
una
pa-
labra
naturalmente
bella,
transfigura
y
mitiga
los
sentimientos
más
acerbos, confiriéndoles
los esplen-
dores
de
la
beatitud.
Esa
pasión,
esa
melancolía que
tanto nos conmueven
en
el
silencio
de
ciertos sem-
blantes
y
en la
quietud
de
ciertas
manos, conviér-
tense
en una
cosa artística
y
pierden
todo
su
espan-
to
en
cuanto
aspiran
a
expresarse,
recurriendo
a
comparaciones
suntuosas
que
les
brinda
una
natu-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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20
R.
CANS1N0S-ASSENS
raleza
bella
y
en sí
misma
beatífica.
Las
lágrimas
se
convierten
realmente en
perlas en
los
ojos
de
Se-
villa
y
pierden
su
significado
luctuoso.
La
condi-
ción
venturosa
del
clima
y
del
paisaje
comunícase
a
todo,
lo
embellece
y
lo
aroma,
redimiéndolo
de
acritudes
y
asperezas. La
pasión
que
en
un
país
árido
encuentra para
expresarse
mil
símbolos
ade-
cuados
y
oportunos,
halla
allí
tan
sólo
emblemas
de
una
belleza
festiva,
rosas,
cielos
azules, ríos de
aguas
alegres
y
claras,
cuyo llanto
sólo
puede
ser
jubiloso.
Así
como
toda
pena
arrojada
a
los
astros
se
dora
y
se
salva
en
su luz, de igual
modo
toda
ele-
gía
lanzada
a ese
paisaje
feliz
truécase
en
una
sonrisa.
El
alma
de
Sevilla gira
en
una
órbita
venturosa
y
hasta
su
dolor participa de
esa condición beatífica.
El
Infierno
del
Dante
no hubiera
podido escribirse
en
ese
escenario
de
luz
de
paraíso;
el
mismo
lúgu-
bre
perfil del poeta
se
hubiera
alegrado
en
esa
luz,
rindiendo a
esa
tierra florida
una
sombra más clara.
Esta
maravilla letífica
del
ambiente
explica el
que
los
escritores sevillanos
no
hayan
logrado
nunca
la
tragedia, ni esa nota recia
y
áspera,
poma fácil-
mente
alcanzada
por los
artistas
del
Norte;
explica
también
la
aparente
frialdad
de
la escuela
sevillana
y
la
inviolabilidad
de
que
esa
tierra
de
pasión
ha
gozado frente
a
las
invasiones
del
naturalismo
mo-
derno.
Es
preciso
llegar
hasta
José López
Pinillos, en
nuestros días,
para
encontrar
la
nota
acre
y
dura,
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA EN
LA
LITERATURA 21
que
durante
unos años
ha sido
la
predominante
de
los
escritores
castellanos. La
pasión
innata
de los
escritores sevillanos,
la
verdad
intensa
de
su
vida
y
su
alma
diluyese
como
la amargura de
la
mirra
en
la
fragancia
de
su
arte. Si Gustavo Adolfo Bécquer
cultiva
la
nota elegiaca
con
una
fiel
predilección
en
las
estancias
de
sus rimas,
y
si
en
su
leyenda
«La
venta
de los
gatos»
sintetiza la fatídica
tristeza
del
alma
sevillana,
hay
en
torno a
esos temas
tal
clari-
dad de
ambiente
y
una
presencia
tan
constante
del
paisaje
bello
y
diáfano,
que
la
expresión
de
esas
melancolías
resulta dichosamente
mitigada;
pues
las golondrinas, el cielo
azul
y
la violeta,
signo
sa-
grado
del
clemente
rito
primaveral,
que
en
Heine,
su
hermano
mayor, son sólo reminiscencias
o
es-
peranzas,
son en
el
cantor
sevillano presencia
real
y
consoladora,
y
siempre en
todas sus rimas
hay
como
fondo algo
de esa
maravilla de luz
con
que
en un
madrigal
digno
de
Safo
anuncia
el paso
del
amor.
Pero
esa
luz
maravillosa
que
hace
palpitar
a
los
inflamados
átomos
del
aire,
es
la luz de
Sevilla,
la
luz
de
Murillo,
recogida
y
consagrada
como
en
su viril
adecuado,
en
los
lienzos
de
sus
Inmacula-
das
y
Asunciones.
Y henos aquí
ya en
lo que el crítico americano
Ventura
García
Calderón
ha llamado
en
alguna
parte
muriüismo,
con
cierto tono despectivo,
como
si
descubriese
un
indicio
de
calidad inferior en
el
harte
hispalense.
Apresurémonos a
reivindicar
el
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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22
R.
CANSINOS-ASSENS
vocablo,
como algo
que
denota
una
prez,
al
par
que
una
característica
esencial
de
ese arte, ya que
todo
él,
en
sus
manifestaciones
líricas
o
plásticas
se
baña
en
esa luz
venturosa
que
nimba
los semblan-
tes
de
las
Inmaculadas
y
acredita
su
condición
ce-
lestial.
El
murillismo
es
la
expresión
de
cómo
el
es-
píritu
y
los
sentidos sevillanos
interpretan
y
perci-
ben
la
Naturaleza, transfigurándola
e
imprimién-
dole
el
tono de una serena
y
perdurable
apoteosis.
El
murillismo
es
el indicio
del milagro
por
virtud
del
cual
la
emoción
se
convierte
en
belleza
en
aquel
ambiente
propio de
los
empíreos.
No
es
condición
exclusiva
ni atributo
personal
de
un
pintor,
sino
característica
general
de
una
raza
de
artistas,
ya
que
esa
luz
beatífica
que
transfigura
los
objetos
y
constituye
de
por
sí
un
júbilo al
par
sensual
y
mís-
tico
podemos hallarla también,
como
emanada
de
los
ojos
del
pintor,
donde
perduraba
como
un
re-
cuerdo
vivo,
en
el
severo
cuadro
de
Velázquez
Las
meninas,
en
el
que
constituye
su
mayor
encanto.
El
murillismo es testimonio
de
la
tendencia
inven-
cible
del
alma
sevillana
a convertirlo
todo
en
belle-
za, a
transfigurar
la
realidad,
confiriéndole
virtud
angélica.
Fenómeno admirable,
pues
los
artistas
sevillanos
—
y
de
ello
dan
fe
Murillo,
el
vestido
de
arreboles,
y
Velázquez,
el
enlutado
y
grave
—
aman
la
realidad,
complácense
en
su
contemplación
y
as-
piran a reproducirla
con
fidelidad&bsoluta.
Sólo que
esa
realidad sevillana,
aun
la
más
humilde,
se
les
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
-3
muestra
embellecida
y
transfigurada
por
la misma
magia
de
luz
que
convierte
los cristales
en diaman-
tes
y
la
herrumbre
en
oro
puro
en
el
horno
criso-
peico
del
ambiente.
Murillo
elegía como
modelo
de
sus
Concepciones
a
mocitas
del pueblo
sevilla-
no, de una
gracia
típica
y
frecuente,
y
esas
modes-
tas criaturas
que
podrían
hoy ofreceros a manos
llenas, como
los
lirios
virgilianos,
los
obradores
de
Sevilla,
convertíanse
luego, por el
ensalmo
del
ar-
tista,
hechizado a su
vez por
el
benigno
sortilegio
del
ambiente,
en
divinas
madonas.
Otras
veces,
complúgose Murillo
en
copiar
del
natural
tipos
de
pilluelos
desarrapados,
como los
que en
uno
de
sus
lienzos
menores
mordisquean,
con
todo
el
do-
naire
de
la
gula
pueril, unos
racimos de
uvas
y
una
tajada
de
sandía;
aquellos
picaruelos
son
hijos
de
la
calle;
nos
lo
dicen
sus harapos,
sus
caras
rubias
de intemperie
y
hasta
la
voracidad con
que
feste-
jan
el
hallazgo
de
aquellas
frutales preseas;
mas
la
gracia
con
que
sostienen
esos trofeos
estivos,
la
inocente
alegría
de
sus
caras,
la
dulzura con
que
se
rizan
sus
cabellos
y,
sobre
todo, esa luz de
empíreo
que
brilla
en
sus
pupilas,
dejan
ver en
ellos
resa-
bios
de
la
crinada
hermosura
de
los
niños
dioses,
proclamando
que
son
de la
misma
estirpe
que
los
niños
Jesús
y
los
Bautistas,
que
en otros
lienzos
del
autor
nos
dejan
entrever
deliberadamente
la
belleza
divina.
Análogo
amor
a
la
realidad
y
transfiguración
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2
4
R.
CANSINOS-ASSENS
idéntica nos atestiguan
los demás
lienzos del
artis-
ta,
sobre
todo el que
representa
a la Sagrada
Fami-
lia
en
el
taller
de
carpintero
del
santo
patriarca;
la
escena
no
puede ser más
real ni
más
verídicas
las
figuras:
el suelo
por
el
que
se
arrastra el
niño Je-
sús está sembrado
de
virutas,
y
la
Virgen tiene a
su
lado
el
cesto
de
la labor; un
encanto
humilde
y
fa-
miliar unge
todo
el lienzo,
y,
sin
embargo,
aquella
luz etérea que
procede
del mismo
venero
que
la de
los
sacramentales,
viriles
nos
revela la
condición
divina
de los
personajes.
Murillo
es
el
pintor repre-
sentativo
de
Sevilla; sus
obras
nos
hablan
del
irre-
sistible
impulso con
que
tendía su
alma
hacia
la
luz,
de
ia
atracción invencible
que
ejercían
en
él
los
imanes
de
la belleza.
Jamás
sus
pinceles
con-
descendieron
a
pintar nada horrible,
triste ni
sór-
dido;
sólo la
belleza
tuvo
acceso a los
paraísos
de
sus
cuadros,
y
eso
no
por
soberbia de
artista, que
su alma
y
sus
pinceles
estaban
llenos
de
ternura
y
amor
para
las criaturas
humildes, sino
porque,
en
virtud
de ese
mismo
amor,
todo
cuanto
él
miraba
convertíase
en
belleza.
Lo
feo
y
lo
triste
hállase
ex-
cluido
de
sus cuadros
como
las viejas
lo
están
del
paraíso
de
Mahoma,
según la
benigna
letra
conver-
tida
en
espíritu
de
los
hadits;
porque
en
él
todas
las
mujeres
del Islam renacen
agraciadas
con
la
edad
juvenil.
De igual
modo,
todo
se
torna
bello
y
como
que se
redime
del pecado
original
de
su
feal-
dad
al
recibir la
unción
de
la
bautismal
paleta
del
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
2
5
artista.
En
esta
manera
de concebir
el
arte mués-
trase
Murillo
impregnado del espíritu
idealista
o
platónico,
y
procede
a
la
manera
de
los
genios
anó-
nimos
que
crearon
las
mitologías
y
los grandes ar-
quetipos
plásticos;
es un
griego,
al
par
que
un
her-
mano
de
Rafael
el
divino, Diferéncianse,
no
obs-
tante,
de
este
último por
el
tono
de
intensidad
y
sencillez con
que
nos
hablan
sus pinceles; él
no
pinta
la
Escuela
de
Atenas,
sino
el taller
de
un car-
pintero.
Mas
la
luz con que
transfiguran
sus
lien-
zos
parecen tomarla ambos
de
la misma
fuente,
que
acaso sea
el
sol de
la
divina Eucaristía,
pues
no
se ha
de
olvidar
que en ese
arte
idealmente
festivo
hay
como
un
deslumbramiento
de
los
soles
sacra-
mentales,
que por esa
época
brillan
con
mayor
es-
plendor
que
los soles
visibles.
Sea
de
ello
lo
que
quiera,
Murillo,
mas
humano
que
Rafael,
muéstra-
nos en su
obra la sencillez
maravillosa
con
que
el
espíritu
sevillano
opera
la
transustanciación
de
las
especies,
aboliendo
los
presuntos
abismos
entre
lo
sensible
y
lo
supraterreno
y
confiriendo
la condi-
ción
divina
a
las
criaturas
mortales.
Su
cuadro
de
la
Sagrada
Familia
es
como
la
divinización del ho-
gar
sevillano;
divinización lograda
en
una
tauma-
turgia
sencillísima,
pues aquellas
criaturas,
transfi-
guradas
por
la belleza
propia
y
del
ambiente,
viven
ya
en
el
divino
clima
de
la beatitud.
Y
volvemos
a
encontrar
aquí
la aleación divina,
la
celestial
amalgama
que
antes
encontramos
en
el
fondo
del
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26 H.
CANSINOS-ASSENS
arte
hispalense,
confirmándose
así nuestra
intui-
ción
de
que
el
natural
paradero
del
sentimiento
y
el
pensar sevillanos
es
la
divinidad.
Resulta,
pues,
Murillo el
representante
de
una
irresistible
vocación
a
la
belleza,
que aspira
a
ba-
ñarse
en
esa
luz
divina
como
en
su
ambiente
natu-
ral;
mas no
por
efecto
de una ideología,
sino en
virtud
de
una
tendencia
innata
y
como
de
un
ven-
turoso
fatalismo
del
ambiente. Pues
la misma tau-
maturgia
que
en
él,
observamos
en el otro gran ar-
tista
sevillano, en
el
cortesano
Velázquez.
Lo
mis-
mo
que
en
Murillo, admiramos
en
él la
facultad
mágica,
de
una
magia inmaculada
y
benéfica
de
embellecer
las
cosas,
realzándolas
y
transfigurán-
dolas,
y
el mismo
desvío
hacia
los
espectáculos
no
bellos,
hacia la enfermedad
y
la
senectud.
A
seme-
janza
de Murillo, evita
pintar
escenas
luctuosas,
y
ese
mechón
de
pelo
con
que
vela el
semblante
de
su
único
Cristo tiene
un sentido
paliativo
y
balsá-
mico, es
como
un eufemismo
en
la
dicción
trágica
del
cuadro
y
nos
atestigua
un
deseo
estético
de
en-
cubrir
el
horror.
Su facultad
de
embellecer
las co-
sas
hace
que su
turba
de
bufones,
bobos
y
mendi-
gos
no
nos resulte repulsiva,
y
que
hasta
en
esos
retratos
—
crueles,
al
decir
de
Max
Nordau
—
de
los
personajes
de una corte decadente,
podamos
descu-
brir
indicios
de
elegancia
y
nobleza.
Dice
Nordau
(i)
(i)
Los grandes del
arte
español.
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
2
7
al
hablar
de
esos
retratos, crueles como
caricaturas,
que
parece
inexplicable
cómo no suscitaron
el
eno-
jo
de
los
modelos.
Acaso
se
debiese
a
ese
don
del
pintor
de
embellecer
las
cosas, por
virtud del
cual
esas
presuntas
sátiras
palatinas resultaban
benigna-
mente
paliadas
por
una clemencia natural
de
los
pinceles.
En
cuanto
a la
facultad
de
hermanar lo
humano
con
lo divino,
manifiesta
en
el
cuadro
de
Murillo
La
Sagrada
Familia,
podemos
admirarla
también
en
las
interpretaciones mitológicas que
nos
ofrecen
Los
borrachos
y
La
fragua
de
Vulcano,
don-
de,
sobre todo
en
este
último,
sólo
cierta
joviali-
dad
venturosa
de
las figuras
y
la
beatífica
luz
del
ambiente
nos
hablan
de
una
condición
divina.
Esa
luz
de
empíreo con
que
Murillo
convierte
en cie-
los
sus cuadros, volvemos
a
encontrarla
en
Las
Hi-
landeras.
Y
recientemente,
otro
gran pintor
sevilla-
no,
Bilbao,
vuelve
a
nimbar
con ella
sus
lienzos,
como con
un trofeo
de estirpe.
Pero esa
luz
mágica
y
embellecedora,
transmutada
en
claridad
espiri-
tual,
ya que
al
fin
no
es
sino
trasunto
de
la
luz
in-
creada
y
divina,
resplandece
también
en
la
litera-
tura
sevillana,
comunicando
al
verso
y
a la
prosa
un
especial
fulgor,
que
allí
desdobla sus ondas
en
un
número
más
perceptible,
transformándose tam-
bién
en
música,
en
pulcritud
y
eufonía.
Los
escritores
sevillanos
se
han distinguido siem-
pre
por
la
galanura
del
léxico,
por la
melodía
y
la
gracia,
entendida,
si
queréis,
en
un significado
teo-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 32/120
28
R. CANSÍNOS-ASSENS
logal,
puesto
que al fin
se
cifra en
una
cierta
bea-
titud del
estilo.
Esto
que
decimos de
los
escritores
sevillanos
puede
entenderse,
en
general, de
los
es-
critores
andaluces;
sólo que
en
los
primeros
mani-
fiéstase
con
la virtud
particular de
lo
característico.
Dijérase
que Sevilla
es
el
viril, en
que,
concentra-
da,
se
recoge esa
luz
increada difusa en
toda
An-
dalucía,
hasta
el
punto
de
constituir
una
modali-
dad
especial,
que
permitiría
establecer
categorías
y
clasificaciones.
En general,
conócese al
punto la
obra
de
arte nacida
de
una
inspiración andaluza
y
bajo
los
auspicios
de aquel
cielo beatífico, en
esa
luz
espiritual
de que hemos
hablado, en
una
exal-
tación
que
quiere
contenerse
y
defenderse
con
el
escudo
florido
de
la
gracia
—
si no
fuera
así,
los
sentimientos harto
apasionados
resultarían
propios
del
clima
de
los
yermos
—
,
en la
melodía
espontá-
nea que nos habla
de
un
aire
constantemente
he-
rido por las flechas de las
coplas,
y
en cierta tem-
peratura benigna,
en un como
calor
generoso
que
nos
advierte
de
un
clima
feliz,
resuelto
todo
ello
en
una
ligereza
y
una
elegancia que
sólo
es
compati-
ble
con las
vestiduras
leves
y
las
gasas,
arreos
na-
turales
de
un país
meridional. Pero
esta
elegancia
y
este
garbo
alcanzan
su
mayor
expresión
en
Sevilla,
por
no
sé
qué
depuración
misteriosa
en
sus
espiri-
tuales alquitaras, trasunto
o
viceversa
de
la
que
se
opera
en
sus
crisoles
físicos.
Circunstancias
espe-
ciales
concurren a
producir
ese
exquisito
fruto his-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
2
9
palense.
En primer lugar,
sin
duda,
la
clemencia
del ambiente
y
la
belleza
del
paisaje,
sede, en
otro
tiempo,
de
las
mitológicas Hespérides,
según
con-
firman
todavía
la
multiplicidad
de
la áurea
poma
y
la
profusión
de
la
flor inmaculada
y
nupcial,
y
esa concentración
incomparable
de
la
luz, que ex-
plica
el
culto
profesado siempre en
Sevilla
al Sa-
cramento.
Luego,
la
benignidad
de
su
historia, no
turbada
por
tragedias
verdaderamente
espantables
como
las
que crearon la
dura
alma
florentina,
co-
municándole la
fría
y
tajante
belleza
de sus
meda-
llas,
ni
por
desastres extraordinarios;
por
nada,
en
fin,
tan
luctuoso
y
asolador
que
ni siquiera por
un
instante
la
equiparase
a
un
yermo.
La
efigie
dan-
tesca, según ya
indiqué,
no
podría
encontrarse
en-
tre las muchedumbres
sevillanas.
Corte dos
veces,
islamita
y
cristiana,
es
muchas
veces sede
de
mag-
nificencias
y
esplendores,
de
gentileza
y
arte.
Sus
dinastías
musulmanas se extinguen dulcemente,
sin
las
tragedias
que
salpicaron
de
una
sangre
in-
deleble las losas
de
la
Alhambra
granadina.
Tiene
un
rey
poeta,
Almotamid,
y
un
rey
sabio, don
Al-
fonso,
y
ambos
muestran la
misma
conformidad
generosa al
destino,
el
mismo
entusiasmo
por
la
belleza
y
el
saber;
a ambos
les
ciegan
igualmente
los
astros.
Las
elegías
de
Almotamid
son, como las
Cantigas
del Rey sabio,
el grano
puro
de mirra
de
la
poesía, la ofrenda
inmaculada, la
perla
natural
que
en
vano
se busca en los crisoles. Ambos
son
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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30
R.
CANSINOS-ASSENS
poetas puros,
y
la
facilidad
con
que se
desprenden
de
sus
preseas
reales
atestigua
su
conciencia
de
otras
preseas
más
altas.
La
úniea
página, verdaderamente intensa
de su
historia,
es
la
vida de
Don
Pedro el
Cruel,
el
duro
monarca,
soberbio
y
veleidoso como un
magnífico
señor
florentino
o
un
emir
musulmán,
que
esgri-
me
con
su propia mano la maza
vengadora
y
salpi-
ca
de
una
sangre fraterna
que
hasta hoy
mismo
per-
dura las
losas
del
Alcázar;
pero
el
genio
poético
del
pueblo
sevillano ha
embellecido
en
la
leyenda
los
duros rasgos
de
esta
figura
terrible,
erigiéndola
en
símbolo
de las
altas
justicias
y
prestándole
facciones
del
Hércules
bienhechor
de
los
mitos
helenos.
La
figura
de
Don
Pedro
aparece
en
la
leyenda
popular,
y
en
las
obras
literarias
que
se
inspiran
en
las
su-
gestiones
de
ese ciclo
—como el
Men
Rodríguez
de
Sanabria
de
Fernández
y
González
y
El
zapatero
y
el rey
de
Zorrilla
—vista
por su lado
más
favorable
y
transfigurada
en
los crisoles
de
la
simpatía,
trocada
en
una
lamentable
víctima
del
destino.
El
pueblo
sevillano
olvida
voluntariamente
las
traiciones
con-
yugales
del veleidoso
monarca,
su
crueldad
con
Don
Fadrique,
y
su
avara
e
injusta conducta
con
su
abne-
gado
tesorero
Samuel
Deoy,
para
no
ver
en
él
sino
al apasionado
galán
de
Doña
María
de
Padilla,
al
vengador
de las
clases humildes,
al
rey
justiciero
y
legítimo,
víctima
de
una
conspiración de
bastardos.
El
genio
popular hispalense
dulcifica
la
figura
de
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
3
I
Don Pedro,
conviértela
en
objeto de
un culto
y
en
venero
de
benignas
leyendas. Las
rosas
de
la
fanta-
sía
popular
no
han
faltado
nunca
sobre
la
tumba
del
déspota,
émulas de
aquellas
otras
que
con anó-
nima piedad
cubrían la de
Nerón en Roma. El te-
nebroso
paisaje
de
la historia
hispalense
queda re-
ducido
a un
epitalamio
aromado
de
azahares
en las
orientales
cámaras
del Alcázar
y
a
unos
cuantos
apólogos ejemplares
que
ilustran
el
modo
cómo
ha
de
ejercerse la justicia regia.
Don Pedro el
Cruel
es
el
Justiciero
en
la
tradición
sevillana.
Es de notar
aquí
que, como
la
práctica de
la
jus-
ticia
requiere sabiduría,
la
tradición atribuye
a
Don
Pedro
el
don
sapiente,
equiparándolo
con
Salomón,
en más
de
una
anécdota
de
sabor
oriental. Recuér-
dese solamente
la
de
las
medias toronjas.
No
puede extremar
más su
labor
transfiguradora
la
fantasía
de
un pueblo,
naturalmente
inclinado
a
la
belleza.
Es
después
de todo
muy
natural esa
simpatía
del
pueblo
sevillano
al terrible monarca,
pues
éste,
has-
ta
cierto
punto,
es
una
de sus
figuras
representati-
vas,
no
menos
que
Don Miguel
de
Mañara.
Uno
y
otro
tienen
el
anhelo
de
lo
absoluto
y
la intrepidez
de la
pasión,
el afán
de
apurar las copas
de
la vida,
el
gesto
precoz
y
temerario.
Ambos
van
al
encuen-
tro
de
su
destino
con
juveniles
impaciencias, desde-
ñando
lentitudes
propias
de
otras razas menos
efu-
sivas.
Tienen
el ritmo acelerado
de
los climas en
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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3
2 R.
CANSINOS-ASSENS
que
no cuaja
la nieve.
Don
Pedro
interroga
sin
mie-
do
al
augurio en el filtro
preparado
por
el
nigro-
mante
con
sangre
de
sus
regias
venas
y
contempla
anticipadamente
la
fatídica
escena
de
Montiel.
Don
Miguel
de
Mañara ve pasar
su
propio
entierro.
Asi,
ambos
anticipan
sus postrimerías,
adelantan
el
desenlace
de
su
destino
y
lo
afrontan
con
meridio-
nal
impaciencia.
Más
adelante,
al
estudiar
La
Orgía,
de José
Más,
encontraremos
allí
este
mismo
ritmo
acelerado en
la gallarda
velocidad
con
que
los
personajes van
ha-
cia
el
final
de
su loco
destino.
Don Pedro tiene,
además,
un
rasgo muy
sevilla-
no:
l&
guasa.
¿No
es
él
quien
se
divierte
viendo
cómo
lós
escondidos
surtidores
del
Alcázar chapuzan
con
lluvia
inopinada a sus cortesanos?
Notemos
de paso que esa
guasa
o
flema
sevillana,
como
contraria
al
ritmo
veloz
y
efusivo,
caracterís-
tico de las
almas del Sur, es
el
principal
elemento
de su
literatura cómica. Los
guasones
son
hombres
lentos, morosos,
verdaderos sofistas
del destino,
que
saben disponer
con
toda
calma
sus
paradojas
en
acción
y
aguardar el resultado
de sus
remedos
de
lo
fatídico. Son
los pescadores de
caña
del
inge-
nio,
que
acechan
tranquilamente
la
producción
del
suceso falso
y
contrahecho. Están
llenos
de
argucias
y
manejan
hábilmente la
falacia
de los
espejismos
meridionales.
Son el
elemento
imaginativo
y
cap-
cioso;
juegan a
su sabor con las
vicisitudes
y
su
mi-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA LITERATURA
33
sión
se
cifra
en
contradecir
con
su
morosa lentitud
la
velocidad
ingenua
y
valerosa
con
que el héroe
se
lanza
a
los
fatales
términos.
En
las
manos
de
estos
benévolos
guasones
se
quiebran las lanzas
del
desti-
no,
la
tremenda
pasión
sevillana
ríe en
sus
bocas,
y
ellos
atemperan
con
la
parodia
oportuna
la
acerbi-
dad
de
la
tragedia.
Todo
asi
se
templa
y
depura
en
la
ciudad
privilegiada.
La
historia
de
Sevilla
es
una
escuela
continua
de
refinamientos
y
aristocra-
cias,
euya
ilación no
se
pierde
al pasar
de
unos
a
otros
dominadores,
pues
la
pluma
cristiana
recama
ese
tapiz con
las
mismas
figuras
que el cálamo is-
melita,
que
es,
en
realidad, su
inspirador.
¿Qué im-
porta
esa
otoñal
evaporación
de
los
turbantes?
La
Giralda,
adoptada
como
emblema
por
los conquis-
tadores,
marca
la
alianza
y
la
afinidad
entre
el
an-
tiguo
espíritu
y
el
nuevo,
de
igual
modo
que
ese
libro
antiguo
que
sirve
de
unión
entre
dos
teolo-
gías. El
carácter
de
Sevilla
no
cambia con
el
triun-
fo
de
la
Cruz;
la
antigua
aristocracia espiritual,
lo-
grada
durante los
siglos
de
dominación
de
una
raza
que al
establecerse
allí
había
ya pasado
por
las
es-
cuelas platónicas
y
aristotélicas
y
descubierto
el
mundo
del Renacimiento,
aún
tan
ignorado
como
América para
el occidente,
la
suma
de
espirituali-
dad
y
gentileza
difundida hasta
el
punto
de
ser
pa-
trimonio
de todos,
como
esas
monedas pródiga-
mente
repartidas
por los sultanes
en
sus
fiestas, no
quedaron
perdidos,
sino que
pasaron
íntegros
a
los
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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34
R.
CANSíNOS-ASSENS
nuevos
erarios
espirituales.
El
descubrimiento
de
América,
la
frecuentación de los
áureos
galeotes,
la
afluencia
plutoniana de
los
banqueros
italianos
el
arribo
de
los vistosos cortejos
que
traen
los
fructuosos
y
alados
símbolos
del nuevo
continente,
y
el
culto
al
Sacramento,
en el
que la
España
de
entonces
veía
la exaltación
de
aquel
sol
perenne
que
nunca
se
ponía,
refinan
con
sus
visiones
de
belleza
y
esplendor el
alma
sevillana hasta tal
pun-
to,
que
aurifican
hasta
su
más
vil
escoria. De
ahí
resulta
que
la
nativa vocación
a
la
belleza
se
con-
vierta
en
un arte
espontáneo
y
universo,
y
que el
fruto
de
este
arte sea
tan
exquisito
y
delicado
que
parezca
inverosímil,
fuera
de
sus
vergeles.
Llamad
a esto
murillismo
si
queréis,
en
gracia a
la
virtud
sintética
del
nombre;
mas
no
lo hagáis con la in-
tención
de
motejar
gradaciones
depuradas
de
un
arte, ya de
por
sí
exquisito. Esa cualidad venturo-
sa
del
arte sevillano está
justificada
por
el medio;
es condición
nativa
y
transmisible,
pues
podríamos
señalar su
presencia en
escritores
no sevillanos
que
alguna vez
se
expusieron al
contacto
de
esa
alqui-
mia
del medio. Así, por ejemplo,
el
Rinconete
de
Cervantes
es
una figura que podía estar
pintada
por
Murillo.
Su
manchego
inmortal
siéntese
apa-
sionado
y
romántico
al
acercarse a Andalucía
—
¿no
es en
Sierra
Morena
donde
ayuna
y
se
macera
en
honor a
su
dama?
—
pero su
olímpico
padre refína-
se
también
visiblemente
al ponerse
en
contacto
con
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
35
la
gracia
sevillana.
El
hechizo
sevillano es
tal que
trastorna
y
enajena
a
los
hombres
del
Norte (i).
Sevilla
está
embrujada
—
como
dice
el
personaje
de
la
zarzuela
de
Martínez
Sierra
—
. Sí;
está embru-
jada
de
gracia,
de
un
hechizo
clemente,
por
cuyo
sortilegio
la
pasión
más
violenta
se
mitiga
en amor,
y
la
pena más
amarga,
en melancolía. La
belleza
natural
triunfa
sobre
todo,
y
la
hermosura
de
la
noche
que
don
Juan
elogia
en
el
jardín
funerario
calma
las
pasiones,
haciendo de
cada
hombre
un
poeta. He
ahí el
milagro de Sevilla.
Y
eso
explica
la
suavidad
y
gracia
del
arte
de
esas criaturasa
pa-
sionadas.
Sevilla
es
la
absolución
y
el
perdón
para
todas
las
pasiones
y
la
armonía
para
todas
las
diso-
nancias.
Sentimientos
que
se
exaltarían
en
otros
climas
menos
clementes,
dilúyensé
así
y
se
amorti-
guan,
convirtiendo
su acerbidad
en
fragancia. El
pecado
septentrional
disípase
allí
como
esa
bruma
que
no
puede perdurar
bajo
su sol.
Gestos
irreve-
rentes
o
extemporáneos
en
otros
climas
son
allí
na-
turales e
inocentes.
—
Así,
los
seises
bailan,
a la ma-
nera
de
los arcángeles,
ante
el
Sacramento— . Las
pasiones
que
en
otros
países serían
mortales, por
la
(i)
El hombre del
Norte,
del
Septentrión
europeo
y
de
nuestra
Montaña
es
frecuente
en
la
novela
y
la
co-
media
andaluza,
donde
con
su
asombro
da a entender
la
singularidad
del
espectáculo
que
contempla,
y
es
como
el
termómetro
de
esa
fiebre
amable, para
é
solo
peligrosa.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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36
R.
CANSINOS-ASSENS
consagración
de
las
circunstancias
extraordinarias,
resultan
allí lenificadas
por la
virtud
de
la
frecuen-
cia.
El
sevillano,
como,
en
general,
el
hombre
del
Sur,
está asistido
de la
facultad
mitridática
y
es
in-
mune
a los
venenos que
causan
la
locura
o
la
muer-
te
a
los
advenedizos.
De esta
suerte,
la
acción
miti-
gadora
del medio
desvanece
y
diluye
todo
gesto
violento
en
otra
parte,
así
como
esa
niebla
de
sol
que
suaviza los
contornos
de
los
alcores. La
fe
re-
ligiosa
se
convierte en
superstición
naturalísima-
mente,
conservando el
sortilegio
la forma del
rito.
La
tragedia
no
grita ni
ruge
como
en otros medio-
días,
por
ejemplo,
el italiano.
Sevilla comprende
todo
el
valor
místico
del
silencio,
y
lo
consagra
en
la
forma
de
un
rito
pitagórico.
—
¿No hay
entre
sus
cofradías
de
Semana
Santa una
llamada
del
Silen-
cio,
cuyos
nazarenos
han de
recorrer
en tácito
des-
file el
sacro
itinerario?—
El amor, el odio, los sen-
timientos
fundamentales
se
expresan
allí
con
gestos
mudos,
con
signos apenas
visibles en
esas
criaturas
tan
locuaces
y
vivas para manifestar
emociones su-
perficiales
y
efímeras.
—A
Max
Nordau
le
asombra
el
manoteo
de
los
sevillanos
-
.
Y toda
esa
vida
ar-
diente
y
apasionada,
tan
múltiple
en signos ruido-
sos
y
vehementes,
diluyese
al
fin
ea un
silencio
hermético,
encláustrase
y
sotérrase
como
los
teso-
ros
de
sus
leyendas moriscas,
en
cuanto
un
gran
sentimiento
profundo las
hiere
certero en su
cora-
zón. Así,
el
primer
signo del
amor es
la tristeza,
y
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
37
las
mujeres
olvidadas
se
hacen
invisibles,
como si
buscasen
ese
velo
oriental
en
mal
hora
perdido.
La
tragedia,
el
conflicto
íntimo
y
esencial,
es
en
Sevilla
silencioso,
y
rara
vez
trasciende
al
espec-
táculo.
Una
voluntad
desencantada
o
altiva
desiste
fácilmente de
su empeño,
renunciando
a la
poma
negada.
Los
corazones
heridos
refúgianse
en los
ta-
bernáculos,
donde
asumen
el divino
valor
de
los
la-
cerados
iconos. El
alma
sevillana
ve
en
seguida el
final
de las cosas, la
infinita
vanidad
de
todo,
con
una
intuición
favorecida por
la
voracidad de
un
clima que
agosta
prematuramente
las
primicias,
y
marca
con
arrugas
precoces las
caras juveniles.
La
muerte
asoma
siempre,
como
la
amada
de
la
leyen-
da, bajo el
manto
suntuoso
del
paisaje
sevillano.
Los
corazones
hallan en
seguida
la
pavorosa
equi-
valencia
de
todo,
y
renuncian
a
perseguir
la dicha
esquiva,
prefiriendo
el
tesoro
de
una tristeza
altiva
y
noble.
Así,
pues, no
hay
tragedia
en
el
sentido
heleno
de
la
palabra,
sino
renunciación
y
desdén.
Este
aspecto
del alma
sevillana
es el
que
ilustran
los
cuadros ascéticos
de
Valdés
Leal, con
sus po-
mas
carnales
hirviendo
en
gusanos
y
esos tonos
cárdenos
que
nos
muestran
como
la
mortal
des-
composición
del azul
de
Murillo,
y,
sobre
todo,
con
esas
alegorías
terribles
en
que
balanzas
inmóviles
dan
la
ecuación
perfecta
entre
la
carroña
y
la vida.
Valdés
Leal—
y
por
eso
hemos
dejado
hablar
de
él
para
estas
líneas
postreras
—
refleja
en
sus
lienzos
el
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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38
R. CANSINOS-ASSENS
último
aspecto,
el más extremado,
del alma sevilla-
na,
y
cierra
admirablemente el ciclo
de sus evolu-
ciones. La
pinacoteca
simbólica
creada
por
Murillo
y
Velázquez
estaría incompleta
sin
él,
que
recoge
la
fase
otoñal
del estío sevillano,
y
nos muestra
su
magnífica
podredumbre. Jdi
nos
pinta
la
santidad
caduca del
juvenil
burlador,
complaciéndose
en
re-
mover
las
heces
de
esa
gran
vendimia
para
extraer
de
ellas
el
augurio
postrero
e infalible.
Valdés
Leal,
levanta
con
mano
osada
y
tranquila
el
manto
es-
pléndido
bajo
el cual,
Sevilla, la
novia de
los
poe-
mas
árabes,
reposa comida
de
gusanos. En sus
lien-
zos
religiosos,
poblados
de
figuras desmesuradas
y
vertiginosas,
que
aspiran
a
dar
la
sensación
del
mo-
vimiento,
nos muestra la avidez,
el
ritmo
pavoroso
y
temerario
con
que
el alma
sevillana camina
a
sus
destino,
lo mismo
que
esas
aves que
van
derechas
como
a
herir
con sus largos
picos
los soles
del
ocaso.
Pero en esas alegorías ascéticas
y
desencan-
tadas,
en
que
proclama
la
vana equivalencia
de
todo,
entonando el responso
otoñal a
los
suntuosos
estíos,
expresa
la
última
verdad
del alma
sevillana,
su
soberbia
renunciación,
su
divino
y
sereno
éxta-
sis.
La
orgía sevillana termina
así, como
antes
diji-
mos,
en
un
rito
de
santidad,
y
las
criaturas
logran,
mediante
los
cárdenos
matices
de
la
corrupción,
el
estado
beatífico,
la
canonización venturosa
de
las
azules
glorias
murillescas.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
Muchos escritores
sevillanos
y
de
©tras
latitudes
han intentado dar
expresión
estética
a ese ambien-
te
y
ese
espíritu
tan
singulares
que
hemos
pretendi-
do
esbozar. Una
legión innúmera
de
poetas
—
pre-
sididas
por los ruiseñores de
la
noche
islámica
han
cantado
en
multiplicidad epifánica
las
bellezas
artísticas
y
monumentales
de
Sevilla,
llamándola
unas
veces
por su nombre latino
y
otras
por
su
ad-
vocación
moderna,
según
el venero
erudito
o
po-
pular
de
su inspiración.
¿Será
preciso
recordar
obras
maestras
de
esa
poesía,
como el
soneto
al
Guadalquivir,
de
Arguijo,
y
la
Oda
—más
bien.
Ele-
gía—
a
las
ruinas
de Itálica,
de
Rioja?
Otros
poetas,
en
el
período
romántico—
¿no
fué
el
gran
Hugo
quien
dijo:
«Granada
sería
otra Sevilla
—
si
pudiera
haber
dos
Sevillas?
— ,
recogieron
sus
leyendas,
do-
tándolas
de metro
y
de
atavio
formal—
tal los
Cano
y
Cueto,
Velilla,
Más
y
Prat,
y
Montoto
Rautens-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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4
o
R.
CANS1N0S-ASSENS
trauch
—
,
más
recientemente,
Navarro
Lamarca.
Otros,
como Antonio Machado (padre)
y
Rodrí-
guez
Marín,
recogieron
sus
proverbios
y
cantares
—
en
obras de un
valor folklórico—.
Otros
toda-
vía
escenificaron
sus
leyendas,
prestándoles el
coturno
y
la máscara:
como
Zorrilla
en su
Za-
patero
y
el
Rey
y
El
Tenorio,
el Duque de
Rivas
en
su Don Alvaro
o
la Fuerza del Sino,
en los
tiem-
pos
románticos,
o
los
atributos
menos
solemnes
de
la
comedia
y
el
sainete,
como
Beaumarchais,
cuyo
Barbero
de
Sevilla
es un
arquetipo
prodigioso;
como en
nuestros
días,
los
hermanos
Alvarez
Quin-
tero, cuya
obra
teatral,
tan extensa
cual
esos
grandes
museos
que
sólo
puede
erigir
un
Erario
público,
nos
da idea
de la
inmensa fuerza
creadora
del
espí-
ritu,
y
recoge
en
sus
incontables
estancias
—
como
Goldoni hizo
con la
Venecia
de
su
tiempo
—
aspec-
tos
psiquicos
de
Sevilla,
que
serán
eternos,
y
patro-
nes
de
tipos
populares
y
costumbres,
que
algún
día
sólo
se
podrán
encontrar allí,
en esos
espejos
mági-
cos
creados
por un
sortilegio
genial.
También
en
la
novela
—
entendida
con
latitud
de
concepto
—
han
sido
muchos
los
escritores
que
han
pretendido
aprisionar el
alma
de
Sevilla,
aferrán-
dola
por
el
ala
sutil
de
su
gracia—
confirmación
de
su
condición
de
Psiquis—
o
por
la
sombra
grave
y
trágica
de
su
pasión,
que
nos*la
revela
Sibila.
Así
el
visionario
Fernández
J.González,
con
su
Men
Ro-
dríguez
de
Sanabria;
D.
Benito
Más
y
Prat,
con
su
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
4
1
Tierra
de
Marta
Santísima;
D. Luis
Montoto
y
Rau-
tenstrauch,
en
numerosas
narraciones
breves,
dise-
minadas
en
los
múltiples
tomos
de
una
labor
co-
piosa,
consagrada
enteramente
al
culto de
los
pena-
tes;
Bécquer,
en leyendas
como
la
Venta de
los
Ga-
tos;
Fernán Caballero,
en
muchas
de esas
novelitas
donde,
como
en Simón el
Verde,
recoge el
aspecto
geórgico
y
sencillo, que era una de las facetas
del
espíritu
de
la
Jorge
Sand,
dándonos
una
imagen
abreviada
y
como una
reproducción católica
de
la
osada figura
de
la
escritora
francesa; el P. Coloma,
en
obras
como
Por
un
piojo
y
Pilatillo,
que
mere-
cen
la
jerarquía
mitrada
de
los
dechados
entre
las
novelas
de
su
tiempo;
Palacio
Valdés,
en
La
Her-
mana
San
Sulpicio,
a
la
que
también
debe
otorgarse
solio
excepcional;
Santiago Rusiñol,
en
el
Pati
Blau\
Blasco
Ibáñez,
en
la
abigarrada litografía valenciana
titulada
Sangre
y
Arena
(i),
cartel
anunciador de
festejos
primaverales,
que, por lo
burdo de su
mími-
ca,
ha
podido
pasar
al
cinematógrafo
sin
perde
rnada
de
su
volumen;
y
Merimée, en su novela
Carmen,
citada
así,
postrera
y
excepcionalmente,
en su
con-
dición
de
gema,
lienzo
fino
e
inspirado, cuya
emo-
ción
trágica,
auténtica,
puesto
que
nace
de
la
fata_
(i)
Sangre
y
Arena
(1908)
tiene
una
predecesora ma-
gistral
en la
novela
de ETéctor
Abreu-
El Espada
(1905),
que
es
como la
versión sevillana
y
auténtica
de ese
tex-
to
exótico.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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4
2
R. CANS1N0S-ASSENS
lidad
de
Eros,
ha querido
divulgar
la
mencionada
litografía.
Carmen
y
El
Barbero
de
Sevilla
son,
a
mi
juicio
—
¿me
libraré
de
la
sospecha
de
pasión,
por
lo
exótico, en
que
más
de una
vez
he incurrido
al
buscar fuera
de la patria
física
frutos
de arte
sólo
allí
logrados
nativamente
o
mediante
maravillosos
artificios?
—
,
las dos obras maestras
y
singulares
en
todo ese ciclo literario,
inspirado
por
la
sibila
sevillana,
las
dos
obras
dignas
de
presidir
ese
nu-
meroso cortejo.
Cada
una
de
ellas
consagra,
en
una forma artística
que, por
su
levedad,
desafiará
al
tiempo, uno
de
los
dos
aspectos especiales del
alma de
Sevilla:
la
gracia
y
la
pasión.
Es
admirable
cómo
dos
extranjeros
han
podido
captar
así
en sus prismáticos
la
visión
intensa
de
Sevilla,
penetrando
tan
profundamente
en
su
alma;
es
admirable, si no
es más
bien que para
esa clase
de
visiones
se
necesita algo de
lejanía o
de ceguera,
como
para la visión
admiratoria. Acaso
sea tam-
bién
que
la
gracia
parisiense es,
en
una
latitud
es-
piritual, isotérmica de la
gracia
sevillana,
y
que
ese
arte
francés, tan rico en
matices,
tiene
el
instru-
mento necesario
para interpretar
y
reproducir
to-
dos
los
cielos
y
todos
los
corazones. De
la
fácil
alianza
del
esprit
francés
con
la
gracia
sevillana
nos
atestigua un
poeta
moderno, Manuel
Machado,
que
en
su libro
Sevilla
y
otros
poemas
acierta
a
cantar
temas
sevillanos,
con
una
fina nota
parisiense,
tan
distinta
del
grave
bordoneo de
los
poetas
locales,
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA EN
LA
LITERATURA
43
que
nos hace pensar en
el
milagro
posible de
un
Verlaine nacido, no
entre
los
surtidores
de
Versa-
lles,
sino
entre
los
del
alcázar hispalense.
Pero
sea
lo
que
quiera,
esas
dos obras,
que,
como hijas
del
cruce de
dos
genios,
tienen
el encanto
que
mues-
tran los
vástagos
de
una
eugénica
carnal,
componen
un
díptico
incomparable:
son
dos
obras
y
dos
nor-
mas
que,
más
o
menos directamente,
y
salvo
las
di-
ferencias
formales, han
de
influir siempre
en
toda
literatura dramática
y
novelesca,
inspirada por
el
aspecto
espiritual
y
costumbrista
de
Sevilla.
Los
Quintero serían completos si
en
su
álbum
de
aspectos
sevillanos
tuviesen esa
lámina
fuerte
y
fa-
tídica
de
Carmen,
pues
así
se
librarían
de
un
muri-
ttismo
acaso
demasiado
nimio,
que,
en
ocasiones,
hace pensar
en
la
incapacidad
de
Sevilla para
crear
en
la
vida
o
inspirar
en el
arte
la
obra de
pasión
y
de
gran
estilo.
En
el
caso
de
Murillo,
tal
sospecha
no existe,
pues
él
alcanzó
el
lienzo serio
y
fuerte,
de
magnitud
y
grandeza.
Esa
obra
de
pasión
auspicia-
da
por
el
genio
trágico ha
sido intentada
en
la
esce-
na
por
dos
dramaturgos,
Federico Oliver
y
José
Ló-
pez
Pinillos,
con
laudable
aunque
no
tan
gloriosa
fortuna
que
pudiese emular las
joviales
cimeras
del
saínete
quinteriano.
Las
dos
obras
maestras
que
acabo de
citar
reco-
gen
los
dos aspectos
fundamentales
y
obligados
de
toda
representación
literaria
de
Sevilla,
los dos
mo-
mentos
principales
de
su
caleidoscopio,
la
gracia
de
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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44
R.
CANSÍNOS-ASSENS
los
arreboles
murillescos
y
la
fatídica
gravedad
de
los
tonos
oscuros
de
Velázquez:
ambas,
en
su
as-
censión
al
drama
cantado,
van
acompañadas
dig-
namente
por
las
partituras de
Rossini
y
de
Bizet. Se
comprende
que el
primero de ambos
músicos
aco-
giese con tanto
entusiasmo
el libro
de
Beaumar-
chais,
pues
él era
otro
Murillo
de
la música,
acaso
otro
Rafael,
si
la
pobreza
no
le
hubiese obligado
a
las pautas
menores;
y
además,
el
ambiente de
la
Roma pontifical
capacitábale
singularmente para
interpretar
el
espíritu
de
una
ciudad
muy
semejan-
te
a
ella,
galante
y
religiosa, llena
de
sones
de
laú-
des
amatorios
y
de
pascuales
repiques
de
campanas.
—
La
Chartreuse
de
Parma,
de
Stendhal
evoca
igual-
mente,
por
muchos
conceptos, a
Sevilla,
pues
aque-
llos
singulares
episodios
de
amor
y
devoción
po-
drían
haberse
desarrollado
muy
bien en el
ambien-
te
sevillano
de la
época, penetrado
de
fragancias
de
rosa
y
de
incienso
— .
Rosina
es
la encarnación
de
la
Psiquis
sevillana:
frivola,
al
parecer, por
su
condi-
ción
de
mariposa,
pero
tan
grave,
en
realidad,
como
las
más
voraces
abejas de Eros;
y
en este
último
as-
pecto
se nos
habría
mostrado,
sin
duda, descu-
briéndonos
su aguijón,
de
no
haber logrado
el
in-
genio de
«Fígaro»
burlar
las
intenciones
de
«Don
Bartolo»,
ese
trasunto
de
El
celoso
extremeño cer-
vantino.
De
no haber
malogrado el
astuto
y
alegre
barbero
los
planes
de
casorio
del
grotesco vejete,
Rosina,
casada, a pesar
suyo,
con
su
tutor,
incapaz
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
45
de
olvidar a
«Almaviva»,
habríase
enclaustrado
en
su
casa
voluntariamente,
como tantas
otras
sevilla-
nas
defraudadas
en
su
amor,
y
no
hubiera
vuelto
a
salir de
ella
sino en carroza
de arreos
fúnebres. El
inagotable
ingenio
de «Fígaro» conjura
la
tragedia,
que, a
no
ser por
eso, se
hubiera
producido
en
la
forma tácita
y
discreta, propia de
las
almas
y
los
cli-
mas
muy
apasionados. Carmen,
de
Merimée,
nos
da
la tragedia meridional, aparatosa
y
bravia,
según se
produce
en
las plebes
y
en esas
temperaturas
caldea-
das
por el
amor
físico, completando
con
el agua-
fuerte popular
la
aristocrática
lámina
de
Beaumar-
chais
(i).
Esta
nos
muestra
el
idealismo,
la
pasión
pura
y
platónica,
de
que pueden ser
signo
las
glorias
arre-
boladas
y
místicas
de
los cielos meridionales,
las
al-
mas delicadas
y
selectas
que
pueden corresponder
en
la
escala
espiritual
a esas sedas
y
esos rasos
ce-
lestes; la otra, nos abre
los
abismos
ocultos
y
nos
permite
medir
la
profundidad
trágica
que
puede
al-
canzar
la
pasión
en esos climas engañosos
donde,
por un
refinamiento
de
la Naturaleza,
rosas
tron-
chadas son
el
indicio
de las
tempestades.
Por
su
ca-
(i)
Es
de
notar
sin
embargo
que
quien
en
Carmen
consuma
la
tragedia
es
don
José,
el
hombre
del
Nor/e,
no
inmunizado
contra
los
venenos
meridionales.
En
Anda-
lucía
el
amor
burlado
suele
vengarse quebrando desde-
ñoso
su
gloriosa
saeta.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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4
6 R.
CANSINOS-ASSENS
rácter,
pues,
por
la
época
en que
se
produjeron,
y
por su
condición magistral,
esas
dos
obras,
que han
suministrado
luego ocasión
y
elementos
para el
cro-
mo
falso
y
el paisaje
de
abanico
de
la
españolada
—
género
muy interesante
y
venusto,
apreciado
en
los límites
de
su
relatividad
—
,
son
dos
obras
autén-
ticamente
sevillanas
y
merecedoras
de
lugar excep-
cional
en
el
ciclo
de
la
literatura
directa
o
indirec-
tamente
nacida
de
la
inspiración
hispalense.
Actualmente,
continúa siendo
Sevilla inspirado-
ra
de
poetas
y
dama de sus pensamientos.
En
mi
Nueva
Literatura
(II tomo)
he señalado
los
nom-
bres
juveniles
más interesantes
en esta
pléyade
de
cantores
de
la
ciudad.
Entre
éstos
descuella
más
por
la
sistematización de
sus
temas
sevillanos,
que
por la
buena
fortuna
de
su
estro
Cortines
y
Murube, el
autor
de
El
elogio
de Sevilla.
El tono de
su
voz'
líri-
ca
recuerda
el
de Muñoz
San
Román, autor
de
Tierra
Bendita,
y
como
él dejase
vencer
por la me-
lodía
fácil,
por el
espejismo
falaz
de
un
cielo
dema-
siado
azul
y
el vuelo
frecuente
de
la
golondrina,
sin
acertar
a romper
a
tiempo la
guitarra
para obte-
ner su queja
más
íntima
y
profunda.
En
el
Poema
de los
Toros
logra,
sin
embargo,
Cortines
y
Murube
una
nota
más
original
y
fuerte,
diseñando
perfiles
bravios
y
bellos
de
geórgica.
Otro
poeta
sevillano,
Manuel
Machado, autor
de
Sevilla
y
otros
poemas,
lirifica
también
temas
de la ciudad,
animándolos
con la gracia
de
metros
exóticos
y
con
una inter-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
47
pretación
que
se
aparta
de
los cánones
tradicionales
de
esos
pintores
líricos
del formulismo sevillano,
que
no
hacen
sino
glosar
las
loas
de
los
poetas
ára-
bes.
Manuel
Machado
elude el tono
premeditada-
mente
ditirámbico
de los poetas
municipales
y
as-
pira
a
interpretar
el alma
de
Sevilla,
buscándola en
el
arabesco de
sus gracias ostensibles. En
Cante
Hondo glosa
sutil
y
oportunamente la copla
popu-
lar
y
pulsa
las
cuerdas
todas
de la
guitarra,
extra-
yendo
de
cada una
de
ellas
su
confidencia personal
y
su
relación
con
las
proporciones
universales
—
«La
prima que
canta
y
el bordón que
llora
—
.
Y
el
tiem-
po
callado
se
va hora
tras
hora».
En
ciertas poesías
como
en
su
soneto
La
Sagrada
Familia
acierta a
captar
la auténtica luz
de
Murillo
y
la fórmula de
su
arte,
explicándonos
mediante
una
creación
lírica equivalente
la
venturosa
unión
de
realismo
e
idealismo,
ya
indicada en su
serie
pictórica; la
sagrada
familia
de
Machado
es
simple-
mente una
familia
de carpinteros,
observada
por el
poeta
en
la
Sevilla actual,
como la que
Murillo
tomó sin
duda para
modelo
de
su
célebre
cuadro;
una familia
humilde,
de
la
plebe
sevillana,
vista
en
sus detalles,
pero
en la
que,
por
virtud de
un
refi-
namiento
secular
y
por
el hechizo
de
una luz
trans-
figurados,
aparecen todas
las
figuras
como
exalta-
das
a la
beatitud
de
la
sacra familia divina. Este
soneto
es en
realidad
otro lienzo
de
Murillo, al mis-
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4
8
R.
CANSINOS-ASSENS
mo
tiempo
que como
una clave
actuada
del
cuadro
pictórico.
También Antonio Machado,
el
grave
y
evocador
poeta tiene
acá
y
allá
en
su
obra,
sin
propósito de
sistematización,
alusiones
a la
Sevilla
de
su
infan-
cia, designada
con
rasgos
breves
y
certeros,
que
va-
len por
muchas
de
esas vanas
orquestaciones de
tó-
picos
retóricos
en
que
suelen
ser
pródigos
los
poetas
formales
entre
los
que don Juan
Antonio Cavestany
asume
significación
epónima.
Esos
tópicos
que
sir-
ven
para
pintar fácilmente
el cromo falso, de
ilus-
tración
para guías de turistas,
en
que las
condicio-
nes venturosas del
paisaje
andaluz
aparecen
exage-
radas
—
como
si
ese
azul
no
tuviera
su
vértigo
y
ese
rosa su
fiebre
—
-y
la
guitarra
canta
como
un
ave
doméstica,
no
como
un ruiseñor
bravio
que
a ve-
ces
impone su voluntad a quien
le
interroga, en-
cuéntranse
reunidos
en
marchita
guirnalda
en
un
libro
de
Francisco
Villaespesa Panderetas
sevilla-
nas
—
,
que
justifica
lealmente
su
título.
En nuestros
días,
el
renacimiento
de
la novela
re-
gional,
estimulado
con
los
ejemplos venturosos
y
magistrales
de
Pereda,
la Pardo
Bazán,
Clarín
y
otros
ingenios,
que
tuvieronv irtud prolífica
den-
tro
de
sus
literaturas,
ha
avivado
en
los escrito-
res
sevillanos
el
anhelo filosofal
de
trasmutar
el
alma
hispálica
en
los
capítulos de
un libro o
de
una
serie
de
libros.
Muchos
intentos
defraudados
o
per-
didos
podríamos
señalar
aquí,
citando
títulos
de
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
49
obras
y
nombres
de
autores
que
sólo
servirían para
dotar
de
un
vano
aparato
bibliográfico
a
estas
líneas
epigráficas
(i).
El
único
nombre
que
merece
resaltar con indul-
gencia
plenaria
de
entre esa
comunión
de
los
muer-
tos,
es el
de
Héctor
Abreu
Abrego
—
,
al que puede
considerarse
como
precursor
de
la
verdadera
nove-
la
sevillana.
Espíritu
refinado
y
selecto,
iniciado
en
elegancias
mundanas
y
de
arte,
nómada
de
itinera-
rios
cosmopolitas
y,
aunque
de
americano
abolen-
go,
sevillano en
toda
la
plenitud privilegiada del
epíteto,
gentilicio,
con
raigambre territorial
y
patri-
cia en
aquel
suelo, es
autor
Héctor
Abreu
de dos
novelas,
El
¡Miño
Bonito
y
Él
Espada,
que
por
sus
proporciones
murales,
su
serio
documento
y
su
exacto pantógrafo,
así
como
por la
clara
luz
de su
(i)
Del
olvido
en
que forzosamente han
de quedar
en un ensayo como este los
escritores
sevillanos
que
solo
en
algún
intento
singular
o
fragmentario acometie-
ron
la novela
sevillana,
querríamos
salvar un
nombre:
el del
malogrado
Adolfo
Luna
—malogrado como
el
gran
escultor
Susillo
cuya
obra plástica
por
su delicadeza
de
encaje
o
de
bruma,
era la
ecuación material de su
pro-
sa—autor
no
solo de una
novelita realista, intensa
y
fuerte
El
jefe
de
estación,
sino
también
de
una
serie
de
cuadros
de
costumbre
y
de
paisajes
sevillanos
que se
publicaron
en
el
«Heraldo de Madrid»
y
en
el republi-
cano
«País»
y
no
están
por desgracia
recogidos
en nin-
gún
libro.
4
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5o
R.
CANSINOS-ASSENS
estilo, puede
decirse
que
inauguran
la
moderna se-
rie
novelesca hispalense. El
Niíio
Bonito
describe
la
dorada
corrupción de
la
ciudad,
y
sus personajes
se
mueven
en
un paisaje
de
belleza
y
locura,
semejan-
te
al
que con
más
potencia cromática
y
más
grados
de
fiebre
nos
traza
José
Más
en
La
Orgía.
El
Es-
padá
lleva
el subtítulo
de
Novela
del Toreo,
y
es
un
estudio
admirable
por
el acierto
de
su
técnica
na-
turalista,
de
la
psicología
y
la
vida
del
héroe circen-
se.
El autor, gran
señor urbano
y
rural como
sue-
len
serlo los proceres
andaluces
—a
semejanza
de
los patricios
romanos
de la
época
republicana—,
conocía
a
fondo las
costumbres
de
los
toreros,
sus
psiquis
sencilla
y
apasionada
y
la
nota
seria
y
geór-
gica
que la frecuentación del campo
pone
en
la
vida
y
en
el
alma
de
esos rudos
artistas. Su
prota-
gonista
Carmelo
Reyes
es
un
arquetipo
completo
del
que
por
fuerza
han
de
encontrarse
facciones
en
las
posteriores
novelas
del
toreo,
singularmente
en
Sangre
y
Arena,
de Blasco
Ibáñez,
donde
podrían
señalarse
paralelismos
notables de
figuras
y
escenas.
El
propio
Abreu recogió
estas analogías
en
un fo-
lleto
vindicador
que
con gallardo
ademán
lanzó
a
los
cestos de
la
crítica
periodística.
Con
esas
dos
novelas
adquirió
Abrego
el
derecho
a
presidir
los
modernos
esfuerzos
de
los
noveladores
sevilla-
nos
(i).
(i)
Héctor Abreu,
fallecido
hace
unos
años,
ha deja-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
5*
De
los
demás
nombres
que
aquí
callamos
nin-
guno se
ha
hecho
popular
y
perdurable,
ni
si
quiera
en
el
mundo
reducido
—
y
por
ello
de
co-
municaciones
más
fáciles
—
de
los escritores.
Si
en
el
género
de
ensayos
la
psicología
de Sevilla
apa-
rece
finamente
delineada
en
un libro, acaso dema-
siado
murillista,
por
la
parcialidad
de
su
título,
La
ciudad
de la
gracia,
de
un
joven,
culto
y
sutilísimo
escritor,
José
María
Izquierdo, demasiado prendado
acaso de
las Minervas clásicas—debiera,
sin
embar-
go,
haber
hecho
cuenta
de
que
las
Eumenides son
también las
Erinnias
—
,
y
en
otro
más vario
y
kalei-
doscópico,
aunque menos
profundo La
ciudad
de
Manuel
A.
Chaves
—
ambos
siguen
las
pautas
ideoló-
gicas
y
pintorescas
de
Granada
la
Bella,
de
Ganivet
modelo
de
estos devocionarios urbanos—
no
así
en
la
novela,
donde falta
la obra
genial
y
sintética,
ca-
paz
de
fijar
en la
trama
de un
solo argumento
los
rasgos
fisionómicos,
que tienen
un
valor típico
en
el
semblante
de
una
ciudad
o
una
región.
La
visión de
Sevilla
aparece, incidental
o
frag-
mentaria,
en novelas
que
no acusan propósito
de
sistematización
o
pretenden
vanamente
abarcar en
un
solo
cuadro
el
alma
compleja
de
la ciudad,
n©
do un
hijo,
Héctor A.
Picabía,
poeta
y
prosista, de
ñno
temperamento,
autor
de
varios
libros
Lirismos,
Horas
de lluvia,
etc.
—
,
entre
cuyas páginas hay
más
de un
afortunado
apunte
del paisaje
o
el
alma sevillanos.
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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52
R.
CANSINOS
ASSENS
logrando
sino una
baza
secundaria
en
ese
juego
te-
merario;
así
Pérez
Lugín,
en
su
reciente
novela
Ca-
rrito
de
la
Cruz,
nos
ofrece
un
álbum
de asuntos
taurinos,
como
logrados
por
el
kodak
de
un asiduo
frecuentador
de
los circos
sevillanos.
Currito
de la
Cruz
es
la novela de la
torería,
un
aspecto
sevilla-
no,
ya
reflejado
por
el
referido
Héctor
Abreu en
su
obra
El
Espada
(1905),
primera
novela
grande
y
consciente del
circo,
después
de la
episódica
Cartu-
cherita de A.
Reyes
en
Las
Aguilas
por
J.
López
Pi-
nillos,
que
en
otras
novelas
y
dramas
ha
descrito,
con
trazo
duro
y
recio,
nuevo
en verdad
en la litera-
tura
hispalense,
costumbres
y
modos
pasionales
del
alma
campesina.
Renunciando
al logro
de
la
obra excepcional
y
úni-
ca,
semejante
a
esa
estatua
suprema
en la que
se
ha
fundido
el
bronce
de
otras
muchas
de
prez
secunda-
ria
—
tal la de
Júpiter
por
Fidias,
en
la
que palpitan
las
larvas
de
un politeísmo
menor
—
,
algunos escri-
tores
sevillanos
han
optado por
tentar
el
albur
nu-
meroso
de
la
obra
fragmentaria
y
serial
—
procedi-
miento
de
la
Comedia
humana
—
.
Entre
estos
escri-
tores, sólo
hay uno
que
merezca
fijar
nuestra
aten-
ción, no
sólo
por
sus condiciones
literarias,
de
gran
novelista,
indiscutibles
aun
sin
relación
con
el
ca-
rácter regional
de su
obra, sino
también
porque
es
el único que nos
muestra
poseer
una
visión sin-
tética de
Sevilla
—
no
obstante
el
procedimiento se-
rial
de
su
labor
—
,
y
tiene
así la
brújula
segura
para
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
53
no
extraviarse
en
el laberinto
de
las
representacio-
nes
parciales
—su
obra
completa
está
ya
proyectada
y
anunciada
de
antemano
—
,
hallándose dotado,
ademásj de
un
espíritu
moderno
y
una
técnica
apropiada, arreos
fisicológicos
y
cromáticos,
sen-
sualidad
y
sensibilidad,
para
sorprender
aspectos
nuevos
y
matices
en
el
espíritu,
al
parecer
inmuta-
ble, de una
raza.
Me refiero a José Más,
el
escritor
que con justicia
puede
ser
llamado
hoy el
novelista
sevillano,
con
la prez única
quexonfieren
esas
deno-
minaciones
antonomásicas.
Otro
novelista
sevillano hay que
también
ha
in-
tentado
la
reproducción
serial
de
los
aspectos
his-
palenses:
el
sacerdote
D.
José
Muñoz
Pavón,
autor
de La
MiUona
y
de
otras
obras
muy
elo-
giadas
por
la crítica cincuentona
y
eclesiástica
de
Sevilla—
dos
vejeces
— ,
pero que
no
tienen
verdade-
ro
interés
psicológico
—
ni
prez
estética
— ,
pues
in-
capaz
su
autor
de profundizar
en
el alma
sevillana,
para
descubrir
en
ella aspectos nuevos,
no
obstante
disponer
de un
confesonario
—
imaginaos
a
Stendhal
tomando
notas
en ese
Eldorado de la
anécdota
—
se
refugia
en el
costumbrismo, que
es
lo
más
trans-
parente
y
también
lo más
fugaz,
recogiendo
tan
sólo
los
gestos
más
visibles
y,
por
lo
tanto,
menos
esen-
ciales
de
un
alma
que,
según
hemos
indicado, re-
cata
sus
sentimientos
más profundos
y
expresa,
con
poco
más
que
el
silencio,
sus pasiones
fundamen-
tales.
La
condición
sacerdotal
de
este
autor
védale,
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54
R.
CANSINOS-ASSENS
sin
duda,
acometer
la
pintura
de
ciertos
aspectos
acres
y
violentos
del
alma sevillana
—
como
los que
recoge
José
Más
en
su
novela
La
Orgía
—
,
que
ates-
tiguan
la
supervivencia
de
un
fuerte
fermento
pa-
gano
en
los
fervientes
adoradores
de
las
madonas
y
los
Cristos,
desmintiendo
una
apreciación
demasia-
do
pietista de su
psiquis,
que
pudiera
sugerir
la
con-
templación
de
sus encapuchados
cortejos
y
que pre-
domina en
la
obra del novelista
tonsurado.
En
las
novelas
del Sr.
Muñoz
y
Pavón,
sonríe siempre
Se-
villa
con un
murillismo
exagerado,
no
entonado
jamás
por
un bravo
toque
velazqueño,
lo
que
co-
munica
a ese
clima
ardiente
una
temperatura
sim-
plemente
templada,
propia
de
otras
latitudes;
la
ciudad
no
llega nunca a
descubrirnos
su
alma
ni
a
decir
esa palabra única
y
decisiva
que
pudiera
ser
como
el
alarido
de Carmen.
Escritor
que
aspira
a
la
categoría de
piadoso
y
a ser
leído
por
el
público
que
escucha
sus sermones,
el
Sr.
Muñoz
y
Pavón
limita,
desgraciadamente,
el número
y
el
carácter de sus
representaciones
sevillanas,
limitándose
a la
pintu-
ra
del
costumbrismo,
con
un
derroche
verdadera-
mente
admirable
—
eso,
sí
—
de
facultades
menores.
Pero el
novelista auténtico,
el novelador
mejor
dicho
del
alma
y
el
paisaje
sevillano
es,
como
ya
he-
mos
dicho,
en el
actual
momento,
José
Más.
En
sus
obras aparece
por
primera
vez,
consciente
y
explíci-
to,
el
propósito
de
estilizar
novelescamente
los
as-
pectos de
la
ciudad.
Sevillano
de
nacimiento
y
es-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
55
tirpe,
pues
es
hijo de
un
escritor
hispalense,
ya
mencionado
en el
transcurso
de
este estudio,
don
Benito
Más
y
Prat,
el
autor
de
La
tierra
de
María
Santísima,
poeta
inspiradísimo
y
folklorista
emi-
nente,
cuya
gloria
resultó sensiblemente
cercenada
por
su
voluntaria
reclusión
en
la provincia,
José
Más
es
también
sevillano por
la
vocación.
Bajo
el
cielo
nativo
sintió
las
primeras
inquietudes
litera-
rias
—
en el
hogar del padre,
donde acaso
fué
como
esos
hijos
de pintores
que
juegan
con
los colores
pa-
ternos,
acostumbrándose así
a
domeñar
la
fiera
del
arte,
como Hércules
niño,
cuando
retozaba
con el
león
—
,
y
salvo
en
dos
novelas
breves
Esperanza
y
Sacrificio—
,
y
hasta
ahora,
que
anuncia
una
novela
grande
castellana:
El rastrero
(i), no
pensó
sino
en
plasmar
artísticamente la
belleza
y
la pasión
de su
ciudad, buscando
el
equivalente
humano
a
esas
ro-
sas
y
ese
azul—
no
enteramente
inofensivas,
ya
que
el
perfume
de las
rosas
es letal,
y
ese
azul
demasiado
intenso da
el
vértigo
como
el de
las
montañas.
Literariamente
es
José Más un fruto genuino
de
Sevilla;
los arreboles
y
celajes
del
cielo
nativo
han
(i)
Esperanza,
novela
manchega
y
Sacrificio,
novela
pueblerina
correspondiente
a
la
serie
cié
sus
«novelas
de
ia
mujer».
Ce
mpletan
jos obras de nuestro autor
En
el
país de los bubis
(viaje)
y
Narraciones
misteriosas
(cuen-
tos)
y
en
la serie de
«novelas
alucinantes»
Los
sítenos
de
un
morfinómano
y
El baile
de
los
espectros.
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56
R. CANSINOS-ASSENS
llenado
de
color
su tintero;
la
infancia
vivida
en
una
ciudad
tan
rica
en bellezas
de
naturaleza
y
de
arte,
donde
no
es
posible
dar un
paso sin
encontrar
la
obra
maestra
que, reliquia
antigua
o
moderna
presea,
orna
los estrados
de
las
casas
y
es
adorada
con
honores
divinos en
los templos,
formóle
el na-
ciente
buen
gusto; lecturas
de los últimos
poetas se-
villanos
—
Bécquer,
sobre
todo,
que
sin
duda
ten-
dría un pénate
en
el
hogar
paterno
—
refinaron
su
alma,
iniciándola
en la dulzura de la
queja elegia-
ca;
aquel
sol glorioso, como
el
de
los
tabernáculos,
caldeóle el
corazón,
dándole la
sazón de
la hostia
que
se
requiere
para el arte;
y
en
aquella
tierra pre-
coz,
fué
seguramente
artista
antes
que hombre.
Prematuras desgracias familiares
iniciáronle,
muy
joven
todavía, en
el
dolor,
adelantando
la
hora
de
su
admisión en
los misterios
eleusinos
y
capacitán-
dole
—
felizmente para su
arte, ya
que
todo
se
salva
en
una
categoría
superior,
y
los
diamantes
perdidos
se
recuperan
cada
crepúsculo
en
los
astros
—
para
comprender
el
fondo
trágico
que
encubren
esos
fa-
laces
aspectos venturosos
—
justificación
de
los
cua-
dros de
Valdés Leal—.
De
esa
suerte pudo
penetrar
los
aspectos
todos del
alma
y
de
la
tierra
sevillana,
aceptándola
como
debe
ser,
como
una
tierra
de
do-
lor, en
la que éste
tiene,
sin
embargo,
mayor
núme-
ro
de nepentes
que
en
ninguna
otra.
En toda
la obra de
José
Más
predomina
esta
intuición
fatídica de
la
esencia
del
alma
sevillana;
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
57
intuición
acertadísima,
ya que siendo
este
alma,
por
razón
de
clima
y
de
estirpe,
extraordinaria-
mente
sensible
y
despierta
—
en
Sevilla
los
niños
del
arroyo
juegan
con
las
metáforas
de
los poe-
tas,
como
en
Atenas
jugaban con el
mármol
de
los
escultores
— ,
y
teniendo, en virtud
de
una
natu-
raleza clemente
y
pródiga,
que
se
manifiesta en
do-
nes
de
una benignidad
celestial, la
noción
perfecta
de
la
beatitud
de
los
empíreos, ha
de
ser
más
afec-
tada
por
la
adversidad
de
las vicisitudes,
y
ha
de
ver-
se
mayor
número de
veces
defraudada en sus espe-
ranzas
y
sus
sueños.
Gracias a la
intuición
de
ese
fa-
talismo
sevillano, líbrase
José Más
de ser
engañado
por
los
aspectos
capciosos
de
un
costumbrismo
que
parece
desmentir
esa
intuición
con sus
ritos
jovia-
les
y
floridos,
acertando
a dar
siempre en sus
obras
la
ecuación
final
de
esas
proporciones
provisiona-
les.
José
Más
sabe encontrar
el
alma
sevillana
y
ana-
lizarla
con
psicología
artística
y
con
una
penetra-
ción
superior a
la
de
los
escritores locales,
lo
que
acaso
se
deba también a
que,
como
los
Quintero,
salió
muy
joven
de
la
tierra
natal
y
vino al
palenque
de
Quevedo
y
al teatro
de
Goya,
y
pudo
contrastar
así
su
visión
ante
el
paisaje
y
el
alma
diversos
y
aprender
a
apreciar
lo
singular
y
característico,
per-
diendo
la
fe en ciertos
dogmas
tradicionales.
En es-
tos
países
castellanos,
que no
son
los
únicos que
há
visitado,
pues
José
Más, como
el
Caballero
Encan-
tado,
de
Galdós,
ha
recorrido toda
España
—
apren-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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58
R.
CANSINOS-ASSENS
dió
técnicas
septentrionales
y
normas
más
comple-
jas,
sin
que por
ello
perdiera
las virtudes
nativas
de
pasión
y
de
ardor,
esa
temperatura
meridional
del
trazo
literario
o
pictórico
que
siempre
se
adicio-
na
en
su
estado
de
fusión
que desmiente
toda
cua-
lidad, aunque perfecta,
de escultura
o
de tém-
pano.
Y
esta
depuración
no
ha
sido
obra
en
José
Más
de
influjos
literarios,
pues
ningún
resabio
de
otras
técnicas magistrales
se advierte
en
él,
salvo
las ya
indicadas
de sus
lecturas
juveniles;
y
por
más
que
en
una
de sus
novelas,
Soledad,
haga,
por
boca de
uno
de
los
personajes,
la
loa de Sudermann, nada
hay
en
su
obra
tampoco
que
acuse
un
marcado
as-
cendiente del
novelista
germánico,
ya
que
la
novela
psicológica
no
ha sido
creación
suya. Si algún espí-
tu
magistral ha
influido
en
él con
esencial
eficacia,
ha sido el
de su
padre,
que
recogió
en
su
obra
las
dos
orientaciones principales seguidas luego
por el
hijo;
el
amor a
lo
misterioso, propio de
la
supers-
tición
meridional, amalgamado
con
el
triunfo
de
la
luz
y
el
color
y
produciéndose
así
paradógica-
mente,
en
su
meció,
al
parecer más
hostil.
José
Más
enlaza siempre ambos
elementos
en sus
descripciones,
supliendo
con
el
calofrío
de
la
su-
perstición
ese
frío
real que
desluce
las
bellezas de
otros
climas— ese ábrego,
por ejemplo,
de
las nove-
las
montañesas
de
Concha
Espina
—
,
y
haciendo
intervenir
siempre, en los
momentos más
ilusiona-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA EN
LA
LITERATURA
59
dos
y
en
los
paisajes
más
bellos
—como
la sierpe
que
se
oculta en
los
climas
tropicales,
o
el león que
pudiese
estar
escondido en
esos
edenes
—
,
al
demo-
nio de
los países
cálidos,
la
corazonada, el
presen-
timiento,
la
videncia, explicable
naturalísimamente
allí,
como
si la diafanidad
prodigiosa
de
un
cielo
excesivo confiriese
visión
profética,
o
como si
fuera
obligada
la
desconfianza en
esos paraísos
terrenales
que
no son, sin
embargo,
empíreos.
Esa
sensación
de
misterio
en
medio
de
lo
diáfano, esa
sombra en
la
luz, esa
tiniebla
que
es
de
índole
enteramente
es-
piritual, pues no se manifiesta
en
ningún signo físi-
co
—
por
ejemplo,
en
ese nubarrón que
en
los
cielos
septentrionales
está
siempre
pronto
a
confirmar
el
presentimiento
de
un
alma
temerosa
—
,
como
no
sea
por una
sutilísima
asociación
de
ideas,
que con-
fiere a
meras coincidencias
carácter
augural—con-
firmación
de
una antigua
tradición
sibilina,
propia
de las tierras
en
que
antaño saltaron
los trípodes
—
presta
a
los
cuadros
cromáticos
de
José
Más
un
oportuno
claro
oscuro—muy
sevillano,
pues
es
Ve-
lázquez
con
Murillo
—
y realza el valor de
sus
inter-
pretaciones.
Como
dones
de la
época,
encontrables
en
todo
escritor
de
nuestros
días,
tiene
José
Más el
realismo
de
la
técnica
—
un
realismo
idealista,
muy
distinto,
por
fortuna,
del
de Blasco
Ibáñez—
,
el culto
al
do-
cumento
y
al
pormenor,
que
siempre
resulta con-
trastable
en
su
obra,
y
un loable
afán
por
descubrir
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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6o
R.
CANSINOS-ASSENS
el
dato
inédito;
José Más
pertenece
a
esa
brava
le-
gión de
novelistas
modernos,
capaces
de pasar
toda
una
noehe
al
borde
de
una
ciénaga
por
sorprender
el
vuelo del
detalle.
Menos mal
que,
pintor
de
una
tierra
hermosa, no ha
tenido que
merodear
sino
entre
bellezas. Pero, al lado
de
estas
condiciones,
que
más o
menos
podrían señalarse
en
todos
los
es-
critores
modernos
—
y
que
son,
en
realidad,
una
ampliación
del
periodismo
al libro,
semejante
a
la
lograda
en
una
escala
demagógica de la
prosa
a
la
poesía
—
,
posee
José Más
cualidades
propias
que
le
caracterizan
singularmente entre nosotros,
hacien-
do
que
sólo
podamos encontrarle afines
entre
los
escritores
extranjeros
—
entre
los
italianos
—
;
una
vi-
sión
y
un
ardor meridionales, una
alianza
entera-
mente
natural en
el
espíritu clemente
de
esos
países
entre
el sensualismo
innato
y
el
cristianismo
adqui-
rido
—
el sol
del
paisaje,
aceptado
como
el
sol
del
tabernáculo,
Sol de
Justicia, Cristo Jesús
—
de
igual
modo
que
en
Sicilia cantan
con
clara
ambigüedad
al
cordero
de Pascua
invocándole —
¡Amor
— ,
y
un
ritmo
apasionado
y
activo
que
nos
habla de
la
fácil
velocidad
con
que
bogan
las
naves
en
esas
aguas
ardientes.
—
Este triunfo
de amor
es
muy
natural
en
Sevilla,
pues
la
ciudad
misma
es
cantada
como
una
novia por
los poetas
árabes.
Recuerdénse
las
estro-
fas
de
Ibn
Abbad
y
Abul Hassan
ben
Hizn.
A
la
simple
lectura
de
cualquiera
de
sus obras,
adivínase la
naturaleza
del
autor. Ese
fuego
natural
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
6¡
no
se logra ni
en
las
hogueras
literarias
de
Castilla.
Pero,
entre
tantas
virtudes,
podríamos
señalarle
acaso
un
solo
defecto:
el
de
no
castigar
lo
bastante
un
estilo
que,
por
su
mismo
ímpetu
meridional,
requeriría
mayores
frenos,
mostrándose
excesiva-
mente
hospitalario
con
las
primeras
intenciones
y
las
primeras
apariencias literarias
de
las cosas.
Un
poco
más
de
concentración
beneficiarla
extraordina-
riamente esa obra,
comunicándole las
resonancias
más
profundas
de
la
melodía
difícil.
Sevilla,
y
en
general
Andalucía, han sido
ya
tan
estetizadas,
se-
gún hemos
visto,
que sus
temas
poéticos son,
por
decirlo
así,
patrimonio
público;
cualquiera,
bara-
jando
esos
temas,
ya
elaborados
como
los
palacios
de
los bazares,
podría
construir
un
Mediodía
con-
sabido,
de
una
belleza
tradicional
y
convenida,
que
sería,
sin embargo, todo
lo
contrario
de
la
belleza;
es
menester,
pues,
que
el
artista
original
exagere
aquí
su desvelo
por encontrar
aspectos
nuevos has-
ta
en
ios
pormenores,
rehusando
glosar
las
letanías
antológicas
y
rechazando
preseas
hereditarias.
Los
poetas sevillanos
han
creado
ya,
a lo
largo
de
los
siglos,
un
lenguaje literario semejante al
de
los
poe-
tas árabes, una
tropología convenida
y
peculiar
de
la
que es
preciso
huir
tanto
como
del cromo.
José
Más
no siempre
cuida
de
aplicar
su
troquel
a esas
nobles
y
antiguas
monedas.
Claro
que
este reproche
es
meramente
formal
y
accesorio,
pues
en
las partes esenciales
y
en
el con-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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62
R.
CANSINOS-ASSENS
junto
el torrente
emotivo
borra
y
anega
esos porme-
nores,
relegándolos a
su
verdadera condición
rela-
tiva,
de
igual
modo que
la
expresión
profunda
transfigura
un semblante.
Después
de
todo,
acaso
su
estilo,
más
cuidado, nos trasladaría a los
aticis-
mos
de un
Valera,
tan
impropios como indicio de
un país donde
la
palma
es
más
frecuente
que la es-
tela,
o
a
las
excesivas
dulzuras
de
un
Ricardo
León,
cuya Andalucía
es,
a
veces,
una
Andalucía
domes-
ticada
e
inofensiva,
despojada de
todos
sus
tósi-
gos
meridionales
y
de
todos
sus
musulmanes fa-
talismos:
algo
así
como una
perenne
fiesta del
Corpus.
La
Sevilla
de
José
Más,
acaso
por
esa
misma
inco-
rrección
del
dibujo,
es
una Sevilla
viva
y
moderna,
sin
excesivos
recuerdos
del
pasado,
que
habla el
lenguaje
de
hoy, ama,
trabaja,
se
afana
y
se
renue-
va e inconscientemente
procura
redimirse
de
las
fa-
talidades étnicas
e
históricas,
renunciando
a
su
len-
titud morosa
para adoptar el
Evangelio
de
la Velo-
cidad, que profesan los cristianos de
Norteamérica.
Si
esa
Sevilla
tiene
en su
recinto
y
en
su
alma
luga-
res
antiguos
y
monumentos
que
pudieran
trazar es-
tilos
e
inspirar
normas—así la
Catedral
y
el
Alcá-
zar
—
,
tiene
también
lugares
que,
como
el
Paseo
de
las
Delicias,
sin
carácter
determinado,
muestran
la
absoluta
inocencia
con
que
quieren
mostrarse
al
mundo
los
estilos nuevos.
Pues
ya,
bajo
la
advoca-
ción
de
Ultra,
poetas
juveniles
han
lanzado
en
Se-
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SEVILLA EN
LA
LITERATURA
63
villa
gritos
análogos
a los
exorcismos
futuristas
de
Marinetti
sobre
las
venecianas
lagunas.
Hay
escritores
sevillanos
que
exaltan
sistemática-
mente
ciertos
aspectos
físicos
de
la
ciudad antigua
—
patios,
rejas,
calles tortuosas
—
y
las modalidades
espirituales
a
ellos
correspondientes:
timidez,
reclu-
sión,
melancolía,
perplejidad, vinculando
el
alma
de
la
ciudad en
una
determinada
arquitectura,
he-
lénica o
musulmana. ¡Vano
error
El
alma de
la
ciudad no
se
cifra
en
esos pormenores
físicos:
es
eterna
y
evoluciona constantemente,
procurando,
como
la
de
los
individuos, redimirse
de
los
vesti-
gios
de
su
pasado
y
proclamar
su
nuevo
testamen-
to.
La
Sevilla
que
bulle
activa
junto
al
río,
en
un
panorama
casi americano,
y
colma
de
frutos,
nati-
vos
o
industriales,
las calas
de
los
buques,
o
suelta
sus Paráclitos desde los
aeródromos
de
Tablada,
o
trabaja en la canalización
del
río, tallando nuevas
branquias
en su
costado; la
Sevilla
obrera
y
mer-
cantil,
que hace
de
todo
oficio un
arte
y
del comer-
cio
una
profesión
noble; la Sevilla actual,
que
en
una forma
viva
nos
muestra
los resultados de
esa
ecuación,
cuyos
términos
indagan pacientes
los
eruditos,
no
puede
acomodarse
ya
a
los
recintos
de
las
arquitecturas
antiguas.
Rechaza
toda
clasifi-
cación
exclusiva,
y
se
desborda, hablando
un
len-
guaje
cosmopolita
y
universal:
el lenguaje
de
las
grandes
cosas
nuevas
creadas por el
hombre,
y
que
cantan
su
gloria,
como
los
cielos la de Dios.
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64
R-
CANS1N0S-ASSENS
Cceli
enarrant gloriam
Dei;
machínae enarrant
gloriam.
Hominis.
Así
sentimos pasar
a
Sevilla
por
las
novelas
de
José
Más.
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III
LAS
NOVELAS
SEVILLANAS
DE
JOSÉ
MÁS
Cuatro
novelas
mayores
La Bruja,
La
Orgía,
La
Estrella
ce la
Giralda
y
Por
las
aguas
del
río
—
una
novela
menor
Soledad—,
y
tres
cuentos,
cons-
tituyen
la
obra
puramente
sevillana
de
José
Más.
Cada
una de
estas
novelas sevillanas recoge
un
aspecto del
alma
de
la
ciudad
y
de
su
paisaje físico,
enlazando
a veces a
ambos,
como
ocurre
en
La Es-
trella
de
la
Giralda
y
Por
las
aguas
del
río, donde
el
paisaje
natural
-el río
—
o
artistico
en
su
forma
de
monumento
—
la
Catedral
—
sirve
de
leit
motív
a
la acción,
interpretando
el
alma
de
los
personajes,
que
a
su vez
le interpretan,
procedimiento de abo-
lengo
naturalista
que D'Annunzio
ha exaltado
en
La Nave
y
la
Cittá
morta
hasta
darle
a
ciertos
por-
menores
del
paisaje
el
valor
emblemático
que
tie-
nen
en
monedas
y
medallas;
asi la
palma
y
la
vid
en
los
siclos
judáicos
y
la
espiga
en
las
estateras
he-
lénicas.
A
veces
el
monumento
está
sustituido
por
la
costumbre
o el
rito,
como
en
La
Orgía.
Cada
5
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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66
R. CANSINOS-ASSENS
una
de esas
obras
está
dedicada,
además,
a exaltar
un aspecto característico
de
la ciudad,
una
pasión
o
serie
de
pasiones,
o
a ilustrar
algún
arcano
psico-
lógico.
A
lo
largo de
esa
serie
de novelas
que
empieza
en
Soledad
y
termina
por
ahora
en
Por
las
aguas
del
río,
puede verse cómo ha ido
cuajando
el
propósito
del
autor,
agrandándose
su
visión
artística
y
com-
pletándose
el
cortejo
de
sus
facultades
secundarias.
Soledad es
un
simple
boceto:
La
Bruja
alterna
la
visión
de Sevilla
con
las cosmopolitas
visiones
del
nomadismo
de
la protagonista; La Orgía
desarrolla
su
acción
entera
en
Sevilla,
de
igual
modo
que las
antiguas
fiestas
dionisiacas recorrían
con
sus
corte-
jos
la helénica
polis;
los
personajes
de
La Esírella
de
la
Giralda
no
salen apenas
del
recinto
de
la Ca-
tedral,
cobijando
sus vidas bajo los cálices
de
las
grandes
campanas
como
bajo
las
alas de
antiguos
petasos;
y
los
de
Por
las
aguas
del
río
dejan
fluir
las
ondas
de
su
vida paralelas
con
las
del
paterno
raudal.
Todas
ellas
tienen
algo
de
peculiar, todas
ellas
son
una
epifanía, mas todas
tienen algo
tam-
bién
de
común: la
sensación
de
misterio, de
fatali-
dad,
presentida,
deducida o
acompañada
del
signo
físico,
interpretado
como
augurio.
Este
calofrío
de
misterio
no falta
nunca en
ninguna
obra
de José
Más,
llegando a
constituir su
introducción
tan fre-
cuente una
de
las
modalidades
del
novelista.
¿Por
qué
esa
frecuencia
del
retener
lo
oscuro
en este es-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
67
critor,
que
tiene
páginas
tan
luminosas?
¿Andaría-
mos
muy
desacertados
al
ver en
él la
persistencia
de
visiones
tristes
de
la
infancia?
José
Más,
según nos
cuenta
en
su libro
En
el
país
de
los
bubis,
vió muy
joven
deshecho su
hogar
por
la
muerte
del padre;
antes de
eso,
adolescente
ape-
nas,
tuvo que
abandonar
la ciudad
nativa
aceptando
un
empleo
en
esas
tierras
bárbaras
que
en
su
libro
describe.
Toda nuestra vida
es
infancia,
y
las
reti-
nas
infantiles
son
terriblemente fieles.
En Soledad
ese
acuerdo
entre
el
presentimiento
y
el
signo obsérvase siempre. Reseñemos
el
argumen-
to. Soledad,
la
protagonista
del
libro, está
casada
con
un
hombre
de
mucha
más
edad
que
ella.
Cuando
en
día
de
fiesta
caminaba a su
lado
—
nos
dice
el no-
velista
—
parecía
su
padre.
Antonio,
el
marido de
Soledad,
es
un
pintor
de
celebridad
provinciana
y
tiene
un
discípulo,
Gustavo, joven, guapo,
seduc-
tor,
como
suelen
serlo
todos esos
discípulos
de
ar-
tistas
o escritores
maduros,
en la
novela
y
en
el dra-
ma,
con
esa
gallardía
fatal
de
los
antiguos pajes
y
de
cuanto
es
simplemente
la
vida junto
al poder o
la ciencia.
Soledad
y
Gustavo
se
aman,
y
un
atar-
decer, entre
las
sombras
del crepúsculo,
cambian,
en
el
estudio
del
maestro,
un
beso
espontáneo y
fa-
tídico,
con
el que
se
confiesan
sus
almas.
Aquel
beso
les
llena
de rubor
y
de
pánico,
pues les
re-
vela el
pavoroso
secreto
de
sus
corazones,
anuncián-
doles
el
triste
destino
de
una
pasión
que
sólo
puede
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 72/120
68
R.
CANSINOS-ASSENS
existir
a expensas
del
deshonor
y
la
deslealtad.
Para
conjurar
ese
destino
nefasto,
los
dos
jóvenes
deciden
separarse,
rompiendo
así
el
nudo
del
drama.
Gustavo
se
traslada
a
Roma,
donde
procurará
acallar
la
melodía
de
su
pasión,
sumiéndola
en
la
grande
y
severa
sinfonía
del
arte
magistral.
En
aquel
ambiente
de
solemnidad
y
grandeza,
el
joven
siente
que poco a
poco
su
amor
se
transfigura,
con-
virtiéndose
en un venero
de
inspiración,
como
Bea-
triz
en
el
poema
dantesco.
Ha
emprendido
la
pin-
tura
de
un lienzo
en
el
que la
belleza de
su amada
se
sublimará hasta
convertirse
en
un
símbolo,
en
el
arquetipo
de
la
belleza
sevillana:
de
esa
suerte
depura
el
arte la
pasión
nefasta,
tornándola
ino-
cente
en
la
gracia
indeterminada
y
abstracta
de
la
obra
maestra. El
cuadro
se
titula El alma
de
Sevilla,
representa
el
paso
de una cofradía,
y
lá
figura
«en
que
el
artista
ha puesto toda la caricia
de
su
arte
es
la
de
una
niña
delgada,
descolorida,
de
pómulos
salientes,
donde
el
arte
insuperable
del
pintor
ha-
bía
sabido
encarnar la
terrible
y
cruel tuberculosis».
Notad
de paso
este
trágico
concepto
del
alma
sevi-
llana, que
parece
sugerido por
Valdés Leal
y
que
predomina
en
toda
la
obra
de
nuestro
novelista.
¿Qué es,
en
tanto,
de
Soledad?
Una tarde
lluviosa
y
triste,
en
que
el
pintor, solo en
su
estudio,
con-
templaba
su
obra,
abandonándose
a la
melancolía
de
aquel
poema de su
fracaso
amoroso,
siente que
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 73/120
SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
69
llaman
a
su
puerta.
Era
correo
de
Sevilla.
En
una
carta
participábale
un
amigo
la trágica
muerte
de
Soledad.
Esta
que,
según
los
médicos,
los
mediqui-
tos
¡
que
diría
Juan
Ramón
Jiménez,
padecía hacía
algún
tiempo de
histerismo, habíase
levantado
una
noche
de
la
cama
y
arrojádose por el
balcón, estre-
llándose
contra
las
piedras.
Todos
los conjuros ha-
bían
sido
inútiles;
el
fatalismo
de
aquel
amor
cul-
pable se había cumplido;
y
aquel
beso
único de
los
dos
amantes
en
el
estudio del
maestro
habíales
sido
tan nefasto como
el
que
a
Paolo
y
Francesca
con-
denó a
infierno
perdurable.
Es
de
notar
en
esta
no-
velita
la
insinuación
física
o
espiritual con que
el
autor
introduce
el
augurio,
estableciendo
un
sincro-
nismo entre
él
y
el
suceso, que puede
justificar la
interpretación
causal
de
parte
de una
imaginación
exaltada
y
supersticiosa.
Otras veces,
un tercer per-
sonaje interviene,
declarando
inconscientemente,
pero
de
un
modo
que
parece inspirado,
el
secreto
de
los
personajes.
Soledad
y
Gustavo
van
un
año
a la
feria,
antes
del episodio
del
beso;
y
una
gitana—
la
elección
de
este
tipo
étnico
de abolengo
oracular
no
puede
ser
más
oportuna
—
les
dice creyendo
halagarles:
—
«¡Que
seáis
muy
felices;
y
a
vé
si
el
año que
viene
se
celebra la boa
y
venís a
comé
guñuelos en
mi
puesto »
Y
añade
el
autor:
«De
regreso,
Soledad
y
Gustavo
no
cruzaron
ni
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 74/120
yo
R.
CANSINOS-ASSENS
una
sola palabra,
ni
sus
ojos
se
encontraron
en una
sola
mirada.»
La
tarde
que
Gustavo
recibe
en
Roma
la
noticia
de
la
muerte
de
Soledad
tiene
en esta
forma
el
pre-
sentimiento
de la
fúnebre
nueva:
«Algo
terrible
—dice
el
novelista
—
le oprimía
el
corazón. Las
sombras,
más
densas,
envolvían
el
cuadro.
Todo
desaparecía
lentamente
como
trazado
por
un abismo
tenebroso
y
satánico. Un
último
fulgor triste,
donde
se
condensaban
el
adiós
y
la
profunda
amargura
del
fatal
y
trágico
instante en
que
se
apaga
la vida,
lanzaron
los ojos
negros antes
de
hundirse en el
reino de las
sombras.
¡Gustavo
dió
un
grito
de
alucinado... »
De
esta suerte el autor
logra corroborar la
impre-
sión
de
misterio,
haciéndonos
comprender al
mis-
mo
tiempo
el grado
de
exaltación romántica
en que
viven sus
personajes,
nativamente
predispuestos
por rasgos de
clima
y
de
estirpe,
a
aceptar el
augurio.
Pero
Soledad
no
es
sino el preludio
de
otra
no-
vela de mayores dimensiones
titulada La Bruja,
en
la que
el
autor ha recogido todos
los
temas
sinfóni-
cos
del
misterio
y
el
amor
amore
e
morte
—
Car-
men,
la
protagonista
de
la
obra
La
B?'uja,
es
una
figura
que
responde a esa
superstición
del
mal
de
o]o—
jettatura
que dicen
los italianos
—
,
tan
anti-
gua
y
tan
extendida
entre
los
pueblos
semitas, he-
breos
y
sarracenos, que
probablemente
se
la
comu-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
7
1
nicarían
a
las
razas
mediterráneas
y
contra
cuyo
maleficio
se
alzan
esas
manos rojas,
pintadas
a la
puerta
de
todas
las
casas
habitadas
por
árabes
en
las
ciudades
africanas
—
la
mano
de
Fátima,
la
es-
posa
del
profet^,
emblema
del
pentalto salomónico
que
invertido
defiende
infaliblemente
los
umbrales.
La
creencia
en el
mal
de ojo
es
tan
antigua,
que
Mahoma,
el
inspirado camellero, profesábala
y
en
varios
pasos
del
Korán se
refugia en
la
clemencia
de
su
Dios
contra
la
malignidad
de
los
seres dota-
dos
de
ese
poder
terrible.
Para
precaverse
de
ese
maleficio,
los
árabes
de
hoy acostumbran besarse
los
pulgares de
sus
manos siempre que se encuen-
tran
a
algún
jettatore,
diciendo
esta
fórmula
que,
simbólicamente,
viene a
cegar
o
a destruir
el
ojo
funesto:
«Los
cinco dedos
de
mi
mano
derecha
so-
bre
tu
ojo
izquierdo;
los
cinco
dedos
de
mi
mano
izquierda
sobre
tu
ojo
derecho». Los
hebreos
lla-
man
chehmilade
a
esa facultad siniestra
cuando
se
ejerce
en
contra
del
propio
individuo
maléfico
—
Carmen,
la
protagonista
de la novela
de José
Más
es
un&jettatora.
—
¿Recordáis
la
obra de
Merimée?
—Su
presencia
irradia
el
maleficio.
Todos
cuantos
la
aman
perecen
de
una
manera
trágica
o
repentina
<No
viene a
ser
lo
mismo,
según las
preces
de
la
Igle-
sia: De subitánea
morte,
de
fulmine
libera
nos
Domine?
—Tiene
un
novio,
José
Luis,
y
al
enterarse
su
ma-
dre
de
esos amores,
muere
súbitamente
de
un
ata-
que
al
corazón
interponiendo
el veto
perenne
de
su
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 76/120
7
2
R.
CANSINOS-ASSENS
cadáver
entre
ambos
jóvenes.
Pasado
el tiempo,
Carmen,
que
es
ahora
una
reina
de
los
tabladillos
ínfimos,
donde
triunfa
con
esas
castañuelas
que
Sevilla, ciudad
de
arte,
puede entregar
como un
trofeo a sus
hijas,
se
enamora
después
de
un
torero,
Saltaritos,
el
cual
muere en
la plaza
al
matar un
toro
que, como una
víctima
antigua,
brindara
a
la
maléfica.
Luego una amiga
de ésta, Lola,
compa-
ñera
de arte
que
ha aceptado
con ella
un
contrato
para
París,
empieza
a interesarse
allí
por
un com-
patriota
que luego
resulta
ser
un
anarquista que
arroja
una
bomba
al paso del
rey
de
Urania
—
alu-
sión
a un episodio
de
la vida
del rey
Alfonso
—
Más
tarde,
la
misma
Lola,
perece
en
el
incendio
del
teatro
parisiense,
donde
las
dos
amigas
trabajan
*
Antes,
un inglés,
admirador
de Carmen,
muere
en
un
desafío.
La
sevillana,
asustada de su
sino
fatal,
retírase
entonces,
desalentada, a su
ciudad
nativa.
Allí
vuelve a
encontrarse con
su
antiguo
novio
José
Luis;
revive
el
antiguo
amor
sobre
todas
las
ruinas
del
pasado,
como
Doña
Inés en
el
cementerio
de
Don
Juan.
Y
ambos
jóvenes
úñense
al
fin
en
un des-
posorio que
sus labios,
ávidos
de
exorcisar
al
desti-
no,
proclaman
eterno. Pero la
noche
de
su
primera
nupcia,
José
Luis
muere
inopinadamente
en
brazos
de
su
amada, herido
por
el mismo
morbo
materno
como
por
esa
arma
fatídica
que
en
ciertas
familias
causa la
muerte de los
primogénitos.
Carmen
en-
tonces,
se
encierra en su
casa
de donde
no
vuelve
a
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
73
salir
nunca; pasa
el tiempo
y
el
misterio
de
la casa,
siempre
cerrada
hasta en
esos
días clementes
que
fuerzan todas
las
ventanas
del
Sur,
atrae
la
curiosi-
dad
de
los
niños
que
apedrean
su fachada;
enton-
ces,
un momento, asoma
la
figura
de
una
viejeci-
11a
encorvada
y
con
el
pelo
blanco
y
envuelta
en
un
largo
manto
de
luto;
y
los
chiquillos,
asustados
de
aquella
aparición, huyen gritando: ¡La
bruja
jLa
bruja
Esta
novela,
cuyo
final
—
la
inopinada
muerte de
José Luis
en
el lecho nupcial,
tiene
un raro pare-
cido
con una novelita
contemporánea
de Pedro
de
Répide: La
Negra
—
sería
el
estudio
de un
simple
caso
de
mal
de
ojo,
si
su
autor
no
hubiese
relacio-
nado
esa
facultad fatídica
con
el amor,
dramatizan-
do
de
paso
un
concepto
pesimista
del
dios
pueril,
muy
frecuente
en
las
mujeres
sevillanas,
cuya
vida sen-
timental
desarróllase
entre
hombres
de costumbres
orientales
que profesan
todavía
las
tradiciones
de
los
harenes
o cultivan
el
donjuanismo
—
como
los
personajes
masculinos
de
La
Orgía,
que
más
ade-
lante
estudiaremos.
La
frecueneia
de
las
desdicha-
das
experiencias conyugales,
ha
engendrado en la
mujer
sevillana
ese
concepto
pesimista
del amor
y
del
hombre
que
hace
de
la
poma
de
Eros
un
fruto
maléfico
en aquellos edenes.
La
amiga de Carmen
dice
a
la
bailarina
en un
paso
del
libro:
«Fíjate,
Carmen
mía;
siempre
que
un
hombre
se
ha
atrave-
sado
en
nuestro
camino,
ha
sido
para entristecer
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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74
R.
CANSINOS-ASSENS
nuestra
vida
y
llevarse
nuestras
ilusiones.»
¡Oh,
si-
bila
inspirada
Diversos
augurios
confirman aquí
también
como
en
la
anterior
novela,
el maleficio
del
amor.
Al principio
de
su noviazgo,
José Luis
y
Carmen dan un
paseo
por el
río. Navegando
por
el
luminoso
paisaje
que el
autor
describe
con
un
cro-
matismo
opulento
y
venturoso,
los
dos
jóvenes
unen
instintivamente
sus labios
y
sus
besos.
Uno
de esos besos
meridionales
ardientes,
profundos
en los
que
la
caricia adquiere
toda
su sazón inlo-
grable
en otros climas. De pronto,
absortos
todavía
en
la delicia
del maravilloso
fruto,
Carmen
repara
«en un bulto
que
avanzaba
lentamente
hacia la
barca, flotando,
negruzco,
sobre
las
aguas».
La
jo-
ven
lanza
un
grito de
horror.
Aquel
bulto
era el ca-
dáver
de
un
ahogado.
La
tarde que
Saltaritos
mue-
re en el
circo,
al
lidiar
el
toro
que
le
ha
brindado
a
Carmen,
el
día,
espléndido de
sol hasta allí,
nú-
blase
de
pronto
y
deja
caer
un llanto de
lluvia
se-
ñalando así
un
sincronismo propio
de
la
tragedia
antigua,
con
la
catástrofe..
.
Durante toda
la
obra,
Carmen
lucha
animosa
contra
esos augurios,
manteniendo
un
ingenuo op-
timismo
que es
tan
sólo
el
anhelo
de
dicha
propio
de
un
corazón
juvenil;
pero,
finalmente,
acaba
por
rendirse
a la frecuencia de
esos
signos
y
reconocer
su
fatídica
fuerza. Al
encontrarse
con José
Luis
en
Sevilla,
por
segunda
y
última
vez,
dícele:
«Huye
de
mí;
quizá
puedas encontrar la
felicidad
que yo
en
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
75
vano busco
hace tanto
tiempo.
En
mi
vida hay algo
raro
y
terrible que me
persigue,
que
se goza
en
ha-
cer
el
mal
a
todos
los
que
me
rodean.
Repasa
mi
existencia
y
verás
que
nadie
que
haya
puesto
en
mí
su amistad o
su
cariño,
ha
podido
librarse
del
ma-
leficio.
¡Oh
¡Sería
horrible
que
tú fueras
también
una
de
las
víctimas »
Palabras sibilinas
también,
por
las que
se expre-
sa
la
voz conmovedora de
una
raza antiquísima,
dominada
siempre
por
creencias
fatalistas
—
paganis-
mo,
mosaismo,
culto a los
dioses
fenicios, islam
y
cristianismo
católico;
es
decir, mosaico
—
pagano
criada
en la
fe
a los talismanes
y
amuletos, pre-
dispuesta
a
interpretar
el
augurio
por
su
exaltada
sensibilidad
y
cuyo
fatalismo
innato
ha
venido
a
confirmarlo
aún más
la
convivencia
con
otra
raza
asiática,
fatalista
y
agorera, la raza
gitana,
que aún
mantiene
la
vigencia
de los antiguos Tarots
y
prac-
tica
el
sortilegio
como
un
sacerdocio.
La voz
de
Carmen
expresa
el
horror
de
todos
esos
maleficios,
el horror
de
estar
hechizada
y
cl¿
ma
por
un
exor-
cismo.
José
Luis
le
contenta
muy
oportunamente:
«Tontuela,
si
hubieras
vivido
en
Nueva
York
segura-
mente
que no atenazarían
tu
espíritu
esas supersti-
ciones indignas
de
este
siglo. Allí se educa
la
volun-
tad
y
la
fantasía
se
supedita
a
ella; de otro modo
iríamos
derechos a la
locura
y
a las
más
grotescas
y
absurdas
teorías». El
desenlace
de la
novela
con-
firma
los
pesimismos
de
Carmen;
pero
es
induda-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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7
6
R.
CANSINOS-ASSENS
ble,
que
si
algún
exorcismo puede
curar
esos
sorti-
legios
de las razas demasiado
antiguas,
es
el
exorcis-
mo
norteamericano;
ese
que
por sus mil bocas ori-
ficadas
pronuncian
los rascacielos
en
las
noches
neoyorkinas.
Así cuando menos
se
cambia de
de-
monio,
eligiendo
otro
más
moderno
con
el
cual
no
nos
liguen vínculos
ancestrales.
Fijáos
de
pasada
en
el
origen
de
la
presunta
bru-
jería
de
Carmen;
esa
brujería
no
se
vincula
en
nin-
gún
sortilegio,
sino
que
va
naciendo espontánea
y
gradualmente
de
la frecuentación
del augurio.
Se
relaciona
además
con el amor, como la
de su
ho-
mónima, la
heroína de Merimée,
en
lo
que se
dife-
rencia
del
concepto
de
bruja
en
los
países
septen-
trionales.
La
bruja
gallega,
por ejemplo—
véase
Cuento
del
Lar,
de
Antonio María
Rey
Soto
—
,
res-
ponde
a ese
concepto septentrional;
es
una
vieja
envidiosa
que
goza
destruyendo la
ajena
ventura,
porque
nunca
fué
feliz, siendo
así un
trasunto
de
las
antiguas
Furias.
Carmen tiene
el
don
fatídico
invo-
luntario,
precisamente
por
ser
demasiado
hermosa
y
apasionada.
Luego,
cuando
la
fama la
gradúa de
bruja,
es
simplemente
por su enclaustración
volun-
taria;
aquella
su casa,
cerrada
siempre, parece
una
monstruosidad
en
el
país
de
la
luz
y
el
azul;
y
los
niños que
apedrean
la
puerta
tienen,
si
reparáis
bien,
el
sentido
clemente
e
incitador
de
unas
golon-
drinas de
pico
demasiado
duro.
La
novela
que
sigue
a
La Bruja
es
La
Estrella de
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
77
la
Giralda,
y
desarrolla también
su
acción
en un
medio fatídico. Todos
sus personajes son
más
o
menos
plenamente
víctimas
de
la
fatalidad.
Como
en
las anteriores
novelas, el
autor mantiene aquí
también el
paralelismo
entre
el
paisaje
y
el
ambien-
te,
entre
los
anales
objetivos
y
la
vida de los
perso-
najes. Esa
fatalidad desarróllase
aquí,
en la catedral,
o
más
bien
en la torre
arábigo-cristiana,
la
Giralda.
Y
el
leitmotio
de
los sucesos
novelescos,
lo
son
la
voz
de
las
campanas.
Por su
material
limitación
y
por la
utilización
del
tema musical,
recuerda
esta
no-
vela
otras
análogas
obras
magistrales:
La
voz
de
las
campjnasyde
Dickens;*
A/
campanero,
de
Rodenbach;
En
aquellos
tienií
os,
de
Huysmans
La
Bds,
título
bárbaramente
traducido
Allá,
lejos,
en
la
versión
de
La Novela
Literaria
—
y
algún cuento
d'annunzia-
no, como
el
titulado La
Loba. Entre
nosotros,
y
por
la
misma
época que
la
obra de
Más,
publicóse
otra
novela, de
José
Francés,
titulada
Como
los
pá-
jaros
de
bronce,
donde
también
asumen
las
campa-
nas
valores temáticos
y
expresivos.
Sin
embargo,
la
novela
de
José
Más,
por la
sencillez
de
su
trama
—
condición
rara
en
las
obras
de
un escritor
alta-
mente
imaginativo
—
y
por la
pulcritud
poemática
de
su
estilo, nos
deja
percibir
mejor
el sentido
si-
bilino
de
esas voces
aéreas.
Lo
notable
es
ver
cómo
ambos
concuerdan
con
la
interpretación pesimista
de
esos
cantos
de
aparente
gloria,
coincidiendo,
acaso
por
una
virtud
meridional,
con
D'Annunzio
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http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 82/120
7
8
R.
CANSINOS-ASSENS
y
apartándose
de esas
apoteosis
optimistas
de
Dic-
kens, para
el que
las campanas
religiosas
guardan
siempre el sentido
de
un
evangelio
angélico. Más,
apártase
también
en
esto
de
la pauta
de
Becquer
y
de
los
Quintero,
que
en
El Genio Alegre
ponen
en
labios
de
un
personaje
un
trozo
del
gran
romántico
exaltando
las hosannas
de
esos
clarines
místicos.
Lo
mismo
la
obra
de
Francés,
Como
los
pájaros
de
bronce
(1918),
que
la
novela
de Más,
La
Estrella
de
la
Giralda
(19
18),
son
novelas
de
campanas
que
han buscado su
originalidad
esencial en
la
zona
de
vida acotada por
la
sombra
de
las altas
torres
que
los
cálices
sonoros
sustentan, ciñendo
su
propósito
con
una
limitación
análoga
a
la
que
circunscribe
las
novelas
regionales
o
de
ambiente.
En
ambas
obras,
sobre
todo
en
la
última, hay
la
intención
de
expla-
nar
ampliamente
el
tema
de las
campanas,
y
las
dos
son relatos
trágicos. La semejanza
de
asunto entre
una
y
otra
nos invita
a
detenernos
en
algunos
ras-
gos
comunes. En
la novela
de
Francés, el
tema fun-
damental enunciado en
el
título
se
combina
con
otros,
se desdibuja
y
se torna
secundario.
El
fondo
del
paisaje en
que
se
alza
la torre
con sus
pájaros
de bronce
—
la
torre de la
catedral
de
Urbesacra,
esa
ciudad
tan
conocida
del
Baedeker
literario
—
,
gana
en
importancia
a expensas
del
mundo
minúsculo
que
vive
a
la
sombra
de
las
campanas.
Los
prota-
gonistas
de
la
obra, Julio
Moneada
y
Elisa
Toeger,
establecen
la relación
con el
tema
de
las campanas,
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 83/120
SEVILLA EN
LA
LITERATURA
79
porque
en
la
torre se
desarrollan
sus idilios
amoro-
sos;
pero
como
personajes
de la
vida
provinciana,
tienen su
pleno
desenvolvimiento
en
el
ambiente
de
Urbesacra,
que
el
autor
nos
describe en
cuadros
de
una
técnica
demasiado
fácil
y
sabida. La exalta-
ción
del
tema,
el
canto
a
las campanas,
está enco-
mendado
al
viejo
campanero, que en uno
de
los ca-
pítulos nos
habla del
amor
a
sus
pájaros,
parafra-
seando
acentos
líricos que ya han pasado al acervo
común.
Por lo
demás,
las campanas
de
Urbesacra
sólo
asumen
una
significación
simbólica
en
los
amores
de Julio
Moneada
y
Elisa
Toeger,
y
el des-
arrollo de la
novela
no se deriva fatalmente
de su
hechizo.
El
poema
queda
perdido
y
olvidado
en
el
frondoso
desarrollo de
una
novela
de ambiente
pro-
vinciano.
De
más
absoluta devoción
al
tema
funda-
mental
es
La
Estrella
de la
Giralda.
Aquí la acción
se
desarrolla por
entero
en
la
torre,
a
la
sombra
de
las
campanas,
y
los
personajes,
pertenecientes
casi
todos
ellos
a
la
familia
del
campanero,
están
consa-
grados
al
servicio
de
los altos
cimbalos.
La
intención
de la
novela está tan
recogida
en
el
ámbito
de
la Gi-
ralda,
que apenas
si
el
autor
nos deja
ver
algo
de
la
catedral
y
del paisaje
urbano que al esbelto almi-
nar
circunda. La
acción
novelesca se desarrolla allí,
y
allí
palpita
la vida
de
la narración,
que por esta
limitación
voluntaria
conserva casi siempre un cen-
ceño aire
poemático.
Las
campanas
asumen siem-
pre
el
primer
término;
bajo
el cobijo
de sus
alas
de
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
http://slidepdf.com/reader/full/sevilla-en-la-literatura-cansinos-assens 84/120
8o R.
CANSINOS-ASSENS
bronce
nacen
y
se
malogran
unos
amores
juveniles,
los
de Rocío,
la hija del
campanero,
y
Jacinto,
su
ayudante,
y
se
desarrolla la
historia de
una
familia
cuya existencia
está
ligada a las
campanas,
y
que
en
la
torre vive
como
las
golondrinas
que
en las
altas cornisas cuelgan sus
nidos. La
exaltación
del
tema
fundamental está
lograda
con
palabras
ono-
matopéyicas
muy
justas
en
el
capítulo
en
que
el
autor imita
la
sinfonía
jubilosa
de
las
campanas
que repican
con
alterna
armonía en
la
blanca
ma-
ñana
del Corpus.
El amor profesional
de
los
campaneros
a
los
bronces
musicales,
y
la
fiebre
de
vuelo
y
loca
agili-
dad
que
éstos
les
comunican,
incitándoles
a
gallar-
das
audacias, infundiéndoles
un
trágico anhelo
del
peligro,
están
descritos
en
ese mismo
capítulo,
en
el
que Jacinto
y
su
compañero rivalizan
en
despre-
cio
a
la
muerte,
colgándose
de sus
campanas,
gi-
rando con
ellas,
compartiendo
su ciego
frenesí,
ca-
balgándolas
y
meciéndose
con
ellas,
casi
sin
sostén,
a
una altura
de
noventa
metros, arriesgando su
vida en cada vuelta,
hasta
que
el
campanero
más
viejo llega
a
poner fin
a
aquel
certamen
peligroso
y
bello,
que hace
entrar
el
arte
en
lo
profesional
y
recuerda
las
proezas
entusiastas
de
los
grumetes
jó-
venes
en
torno a
las
proas
de
las
naves.
Como no-
vela
de
campanas,
la
obra
de
Pepe Más
cumple más
devotamente
el
propósito:
se ciñe
más
a
él,
y
sería
un
verdadero
poema
si aún
limitase
más
sus
pro-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
81
porciones
y
aguzase
con
una mayor exaltación
sus
tonos
líricos.
Pero
lo
interesante
es
ver
cómo
uno
y
otro
autor
han
sentido
la
virtud
trágica
que late
en
el
símbolo
de
las
campanas
y
han
procurado
interpretarla
en
el
lenguaje
representativo del arte. Los amores
de
Julio
Moneada
y
Elisa
Toeger, que
celebraron su
libre
sacramento
al
pie
de
las
campanas,
son
tristes
y
efímeros; los
de Rocío
y
Jacinto
los
malogra la
muerte:
ella sucumbe
con el
casto
pecho
lacerado
por
la
enfermedad
romántica, la tisis,
una
enfer-
medad bien
sevillana:
él,
enloquecido por
el
dolor,
de una
locura
que
recuerda la
del
protagonista
de
la
leyenda
becqueriana
Un
rayo
de
lu?ia,
creyendo
ver
a
la
amada muerta transfigurada
en un
lucero
—
la
estrella
de la Giralda
—
,
escala
una
noche,
para
llegar
a
ella,
el más
alto pináculo
de
la
torre
y
cae
de
allí precipitado,
mostrando a
las
gárgolas
góti-
cas la misma
visión terrible
que presenciaron
las
de
Notre
Dame.
El
sentido
trágico
de
las
campanas
está,
además,
marcado
en
una
y
otra novela por
un
haz
de
insinuaciones
secundarias;
en la
de
Francés,
el campanero, todavía joven,
ha
perdido a su mu-
jer
y
a
su
hija,
la joven
Teresa, una
mística,
del li-
naje
de
Ana
la
de
los
Anales
d'annunzianos,
que
tiene
su reproducción
en
la mística Florentina,
de
la
novela
de Más,
y
que
un
día se
arroja
desde la
torre
a
la catedral
por el agujero
de
la
bóveda,
como
seducida
por
el
vértigo
de
la altura,
dejando para
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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82 R.
CANSINOS-ASSENS
siempre
una triste
sordina
en
los
alegres
cantos
de
los
bronces.
En la
novela
de
Más
hay
un
viejo
campanero
ciego,
que
a tientas
hace vibrar
los
aéreos sistros;
un
día
de
fiesta
asistimos
al
suicidio de
un
deses-
perado
que
se
arroja
desde
lo
alto
y
perece
estrella-
do
contra
las losas
del
suelo;
por
último,
la
mística
Florentina,
la
enamorada
de
las
alturas,
profesa
en
un
convento,
abandonando
a los padres,
que
bien
pronto
han
de
quedar
definitivamente
solos.
Todas
estas
insinuaciones
elegiacas
forman
el
necesario
contraste a la
loca
alegría
de
las campanas, exalta-
da
en
otros
instantes,
y
desentrañan
el germen
de
dolor
que
hay
en todo
júbilo
excesivo.
La
mística
Florentina
—
la
figura
mejor delineada
de
la
nove-
la
—
asume
en
su
éxtasis el hechizo
místico
de las
campanas, su
devoción
al sentido
religioso,
su
anhelo
de vuelos
ultraterrestres, mientras
Rocío
y
Jacinto,
en
el dinamismo
de
su
amor,
son
como
dos
campanas
que
de
tanto vibrar se rajaron
y
en-
mudecieron.
Pero
todos
los
personajes
están
conta-
giados del
maleficio de
las campanas, viven
agobia-
dos bajo
la
pesadumbre
del
símbolo,
absorbidos
en
la
angusiia
de aquel
mundo
singular
de
la
torre,
que
les
aisla
de
la
vida
profusa
de
la
ciudad:
y
así
los
padres
de
Rocío
y
el
viejo
campanero
ciego,
aunque
forman
el coro
a
la
tragedia
juvenil, son
ellos
mismos
personajes
trágicos.
Y
como
en la le-
yenda
chinesca
de
la
Gran
Campana
prestan
la dul-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
83
zura
de
sus
sollozos a
la
voz
demasiado estridente
de
los
bronces.
Véase,
pues,
cómo
el
pathos
de
las campanas,
en
la
interpretación
estética,
se
convierte en un
pathos
trágico.
El
personaje
humano devuelve
a la
cam-
pana
la
simpatía
de
que
a ella misma
la supone
animada.
Pero
al hacerse trágico
el
ingrávido
júbi-
lo,
la
cigarra
de
bronce
se
torna
más
bien
apathis,
como
la
cantada por
Anacreonte,
A su
semejanza,
ella,
la
cigarra de bronce,
está
exenta de
aficción;
su
canto
es
siempre
una alegría.
Pero
esa
alegría,
al
agotar
el
ciclo
de
su desarrollo sonoro,
llega
a
to-
car
los
límites del
dolor, se hace
intolerable,
nece-
sita
ser
aliviada
con
un
rocío
de
lágrimas,
humani-
zado
mediante
una
simpatía
triste.
Así
es
como la
cigarra
estival,
llegado
el otoño,
calla
y
muere.
Su
canto,
prolongado
en
un
continuo
júbilo,
sería
ya
insoportable.
Ella
lo sabe,
y
por
eso en
el estío fu-
gaz exalta
sus acentos
hasta
quebrar
el
tono
de su
lira. Pero
el
presentimiento
de
su muerte
cercana
hace triste
su
canto
de alegría,
lo convierte
en
una
especie
de
heroico
reto al destino,
lo
convierte en
un canto
trágico.
Ella
expresa
así
la alegría
loca
de
las cosas
que han
de
durar
tan sólo
una estación,
la
alegría
colmada
y
exasperada
del
verano
mismo,
que
no ha
de
sobrevivirse
y
perfuma con flores
su
hoguera.
Ella
se
convierte
así en
la
voz
más autén-
tica
del
verano,
en
su
suprema
voz lírica,
en
su
lira
misma,
que
ha
de
quebrarse
en
manos del
otoño;
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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8
4
R.
CANSINOS-ASSENS
y
su
canto
de
júbilo
es
como el
adiós
con
que
la
be-
lleza fugitiva del verano
se despide
de
las
criaturas
y
de sí
misma.
La
vejez
no
te
aflige
—
dice Ana-
creonte
dirigiéndose a ella.
Así,
siendo
ella
apática
por
naturaleza, resulta
de
una
simpatía
infinita
en
la
interpretación
y
puede acentuar
en los
idilios
las
patéticas
promesas
de
los
enamorados
que
no
han
de
amarse
siempre;
su
canto,
que
parece
eterno,
dice
—
nunca
más
—
con la misma
firmeza que
el
cuervo
de Edgardo,
y
si
Poe
hubiese sido
un
meri-
dional,
habría podido tomarla
como
un
símbolo
cambiando
la
fría noche por
un
día
de
sol
ardien
te.
De igual
modo
las
cigarras
de
bronce, las
cam-
panas,
al
elevar
la
curva
de
su
canto
a
alturas
que
no
pueden
ser superadas, tocan
en
los
límites
del
dolor
y
sugieren imágenes trágicas
en que
el
dolor
y
el
júbilo
vagan
mezclados
y
fundidos.
Así
en
la
simulación
poética,
la cigarra
ha
sido encarnada
en
las
figuras
del
poeta
pobre
y
triste
y
de
la mujer
loca;
y
la campana
como hemos
visto,
desdobla
sus
sentidos
en
imágenes trágicas.
Pero
el
genio
áti-
co,
¿no
había
consagrado ya la
significación
trágica
de la
cigarra
al adoptarla como
emblema de
su
viva
inquietud
heroica,
de su
retadora
actitud
ante
el
Destino,
de
su
simpática
y
trepidante
apatía?
La
cigarra
viva
y
la de
bronce
establecen,
una comu-
nión
de
signos
y
de espíritu entre
Atenas
y
Sevilla,
a más
de
la mística hoja del olivo.
Sigue
a
La
Estrella
de la
Giralda,
un
libro
que
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
85
nos
recuerda
por su
espíritu
al Tenorio
de Zorrilla
y
por
sus
escenas
al
Satiricón
de
Petronio,
al
par
que Las
m
il
y
una
noches
arábigas.
Me
refiero
a
La
Orgía,
novela
en que el
autor
combina
una vez
más sus
dos
temas
fundamentales
—
amor
y
muer-
te
—
,
alternando
escenas
licenciosas,
aromadas
de
manzanilla
y
de
carnes
de
mujer,
con otras de pa-
vor
y
de
angustia
que
culminan
en
un
final
de
muerte.
Es como
un lienzo
murillesco
terminado
inopinadamente
por
Valdés
Leal,
el
cantor
de
los
gusanos.
O
por
mejor decir,
es un trasunto
del poe-
ma
zorrillesco que
nos
habla
de
la
perpetuidad de
ese
tipo
de gran
amador
en
tierra
sevillana, cual si
en
su
licencioso
desenfreno
palpitase
el
gran
anhe-
lo
de infinito de los
místicos,
tan
natural
en
esos
parajes
donde la
visión
de los
empíreos
es
frecuen-
te
en
el azul
seráfico.
Quizá
por
esto
el
autor
bauti-
zó
al protagonista
con
el
nombre
evocador
de
Jor-
ge
Mañara,
y
le
dió por
compañero
y
rival
de
liber-
tinaje
a Luis
Aguilar,
e
hizo
que
sus
espadas
se
cru-
zasen
en un
desafío. Y
sin
duda también para su-
gerir
la
emoción
trágica
del
camposanto,
ideó ter-
minar
su libro
con
ese
hundimiento del
barco del
placer,
en
que
se
ahoga
la
Sevilla
alegre
y
loca
—
trasunto
de
un
episodio
real
e
histórico
—
.
Esta
novela
continúa la
sinfonía
fatídica
de las
anterio-
res,
mostrándonos hasta
qué
extremos
de
santidad
o
de crimen
puede
llegar la pasión
andaluza, exal-
tada por las
promesas de
felicidad de
aquel
clima
y
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R.
CANS1N0S-ASSENS
aquel paisaje
y
por los
cordiales
hechizos
de ese
vino ardiente
que
tiene la
temperatura
del amor.
Esa
pasión
de
los
donjuanes
y
los
Jorge Mañara
sólo
es
concebible
en
Sevilla
y
efectivamente
sólo
allí
la
ofrece
la
tradición;
porque sólo
allí
tienen
las
al-
mas
esa
facultad
extraordinaria
de sentir
y,
por
lo
tanto,
de
desear
en
proporción
divina.
Esos gran-
des
gozadores
son
en
realidad
grandes
místicos
ávi-
dos
en
el
fondo
de Dios,
pero que
engañados
por la
más
capciosa
de
las
pasiones, el amor
físico—
por
lo
que
tiene
de
ternura
—
buscan
a
Dios
en
las
criatu-
ras
mortales.
Esos hombres
singulares
son
de
origen
asiático
sin
duda, tienen
el
alma
de
los
antiguos
déspotas
y
su
pecado
es
el
de
desear
en
proporción
divina,
equiparándose a
Dios. Ansian
suplantar
a
ese
imán
divino. De
ahí
la
voracidad con
que
aman
y
la
razón
de
que
finalmente
vayan
a
Dios
como
Mañara
el
auténtico
o a
la muerte como
el
novelesco Mañara
de
Más;
porque sólo
Dios
o la
muerte son bastante
grandes
para contenerlos. Ese
tipo de hombre que
aspira a
apurar el fondo
de
las
copas
de la
vida
y
a
lograr
la
condición
infinita
en
todas las cosas
es frecuente
en el Sur;
se
llama He-
liogábalo, Nerón,
Tenorio.
Todos ellos
sentían
realmente
el
ansia
de
la
divinidad
y,
o
asumieron
el
título de divinos,
o
lograron
el
de
santos.
La
infini-
dad
de
sus anhelos
los
hace bellos
y
los
transfigura
como
a
Lucifer.
Jorge
Mañara es
bello
y
joven, con
todos
los
atri-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
«7
butos
de
esas dos
realezas.
Las
mujeres
se le rinden;
tiene
la
belleza
arcangélica
y
fatal.
Es,
además,
des-
mesurado
en
su conducta,
pródigo, temerario;
pero
«¿a
qué
describíroslo
si conocéis
al héroe
de
Zorrilla?
Mejor
será
que os
hable
del
modo
como
Más
ha
sa-
bido
trazar
estos
cuadros de
libertinaje,
dándoles
toda
la
belleza
y
elegancia
con
que
tales
orgías
se
celebran
en
una
tierra
de
gracia
y
fastuosidad
en
que
todo
gesto
se
hace
artístico
y
se
transfigura,
y
os
haga
notar
cómo esos
hombres
veleidosos,
inca-
paces
de
un
solo
amor,
pues el divino nomadismo
de
su
alma los
impulsa
siempre a
nuevas adquisi-
ciones
y
victorias,
justifican el miedo
supersticioso
que
a
esas
mujeres
sevillanas
inspira
el
amor
y
la
frecuencia
de
la
lágrima
en
sus
ojos.
Oh, por
esa perla natural
y
perenne
o
por
su
fres-
cura
milagrosa
conocería
yo
entre
mil
a
la
mujer
andaluza.
Esos
rostros
de
mujer duros
y
felices,
esas
bravas
medallas
femeninas
del
Norte,
no
los
encontraréis en
Andalucía.
Allí
hasta
la
mujer
feliz,
llora
—
así
las
mujeres de
estas
novelas, Soledad,
Carmen, Esperanza
—
por
el
temor
a
que su
dicha
se
malogre
en
un
clima
en
que
todo
se
acaba
tan
pronto,
excepto
la
belleza
de
las cosas
y
la esplen-
didez
agostadora
del
estío.
La
Orgía
sirve
así
de
clave
para
comprender
a
la
mujer
sevillana,
su te-
rrible
pudor
y
su
terrible
miedo
y
amor
al
hombre.
El
mismo
número
de
esas cortesanas
andaluzas
que
ilustran
los
mármoles
de
esos
prostíbulos
de
traza
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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88
R.
CANSINOS-ASSENS
romana
u oriental,
nos
habla
del
desvío del hombre
y
del grado
glorioso
en
que es
amado.
Lo notable
es
que es
la
misma
mujer,
la
que crea esos tipos
don-
juanescos, pues
defraudada
en el
hombre
se
con-
sagra
al
hijo,
acostumbrándolo desde
niño
a la
dominación.
Hagamos notar
de paso
el
predo-
minio
del
concepto
de
amigo,
sobre
el
de
los
valores
eróticos,
que
expresan
esas
costumbres
licenciosas
como un
resabio
oriental,
compro-
bable
en Las
mil
y
una noches.
Luis
Aguilar
lle-
va
una
noche,
en
que ambos
han bebido
demasiado
oro,
a su
amigo
Jorge
Maraña a su
casa
y
le entre-
ga
a
su
esposa,
de la
que
sabe está
prendado, invi-
tándole
a
poseerla.
El
sacrificio
no
se
consuma,
porque
Mañara,
caballeresco,
rehusa
y
abofetea
al
amigo.
Mas
¿no veis
aquí
el
trasunto
de
esos
mag-
nates
orientales
que
en una
noche
de
orgía
entrega-
ban al amigo
su
esclava
favorita,
su
palacio
y
todos
sus tesoros? Este
concepto
propio
de
sociedades
im-
perialistas
no educadas
en
el culto
germánico a
la
mujer,
perdura
aún
en
Sevilla.
Y
otro rasgo
que
nos
traslada
al
mundo
de
la
licencia romana
y
a los
sadismos
neronianos: Luis
Aguilar
una
noche
de
orgía
penetra
disfrazado
de
oso
en
la
alcoba
de
una
cortesana,
fingiendo
querer
devorarla;
la
pecadora,
sorprendida
por la
aparición, no
puede
distinguir
la
superchería
y
muere de
susto.
¿No
era
también
aficionado
a
esas
bromas el
discípulo
de
Séneca?
El
acierto
principal
de José
Más
en
esta
novela
y
su
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
89
aportación
al
mito
del
Tenorio, consiste
en haber
detallado
más
esa
figura
de
Don
Luis,
recalcando
—
al
revés
de
Zorrilla, por cierto—
la
figura
noble
y
simpática
en
su
extravío,
de
Jorge,
con
el
parangón
de
su rival.
Este vincula
en
sí
todo
el
mal
espíritu
de
la orgía,
acaso
en su
despecho de
sentirse
el
se-
gundón
de
la
licencia.
Jorge
conserva
la
belleza ar-
ca
ngélica,
porque
ama
—
su
pecado
es
de
amor
—
sería
digno
de ser
perdonado. Don
Luis
encarna,
además,
el
arquetipo
de
la
«guasa
andaluza», con
todo
lo
que
tiene
de vindicativo
y
sádico,
de
gracia
invertida,
de
blasfemia dicha
por
labios
de
condi-
ción
angélica
capaces
de
entonar el
magníficat.
Pero
lo
más
notable
de
esta
novela
La
Orgia
cí-
frase
en
la
asombrosa
evidencia
con
que
nos
pone
de manifiesto
una
de
las
características
del alma se-
villana,
aludidas
en la
esquematización
abstracta
de
mis
palabras
liminares;
la
impetuosa
tendencia
con
que
ese alma hispalense
lánzase hacia
lo
abso-
luto
y
divino,
y
hacia
el
fondo
definitivo
y
pavoro-
so
de las
cosas; el
heroico anhelo con
que
los
cora-
zones
sevillanos
corren
a
las postrimerías, aceleran-
do los
ritmos
naturales
de
los
hados
y
encarándose
desde
el
primer
momento
con la
muerte.
En verdad
que
esta
velocidad
con
que
las
almas
afrontan
allí
el
término
de
los
destinos es asombrosa,
y
singular
en
las
literaturas
occidentales,
no teniendo su
pa-
rangón
sino
en
los cantos
entonados
por
los poetas
de
los
desiertos
semitas. Maravillosa
es
esa
heroica
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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go
R.
CANSINOS
ASSENS
disipación de los
dones
juveniles,
esa
como
prodi-
galidad
desesperada
y
ese
anhelo
vertiginoso con
que
los ríos
de
la
vida
van
a fundirse
en
el
gran
mar de la
muerte.
En
otros climas
las
edades
del
hombre tienen su duración
marcada
y
la
primavera
juvenil
llega a los seniles
otoños,
pasando
por
las
serenas
y
pingües
madureces. En el
Sur
sevillano
esa
primavera
quiere
alcanzar
desde luego
la
tem-
peratura
apasionada
del estío,
fundirse en
su
flama
y
no
sobrevivir.
Las
primicias
de toda índole
sien-
ten el
ansia
de dejar
de
serlo,
y
no
se
conciben
ve-
tos
bastante
fuertes para
retenerlas en
esa su
condi-
ción
de
ofrenda futura.
Una
exaltación
nativa
ade-
lanta
allí
la
pauta
de
las
estaciones.
Así
como
el
genio hebráico veía en
toda
cosa a
Dios
y
tendía a
él
como
a
su
imán,
el
genio
sevillano ve
constante-
mente, por
entre
las contingencias
de los
hados,
a
la
muerte
—
de
ahí
la frecuencia
de
ese
tema en
las
innumerables estrofas
de
su
antifonario
popular
—
Los
cantos andaluces
aseméjanse a los
poemas
ará-
bigos
de
la
época preislámica
Antología
de
Abu
Temam
—
,
donde
los
bardos
nómadas
invocan el
día
de
la
batalla
y
de
la
muerte con la
misma
ale-
gría que
el día
de los
desposorios. El
genio
sevilla-
no
—
y
en
general
el
genio
andaluz
—
lo
mismo
que
el
semita
—
hebreo
y
árabe
—
tiene
siempre
presente
la
idea
de las
postrimerías
y
los
finales,
y
en
sus
mayorés efusiones
aspira
a adelantar su
adveni-
miento
y
a
darlo
todo
en esa
hora, emulando
la
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
91
suerte de
esa antorcha que
se
consume en
una
sola
noche
nupcial. Las
almas
y
los
cuerpos
en
el Sur
corren
a
su
acabamiento
con
una
velocidad
verti-
ginosa,
aboliendo
las medidas naturales del
tiempo
y
las lentas gradaciones
con que
la
hoja
verde
va
adquiriendo
su oro
en
la otoñal crisopea.
Esto ex-
plica
el
que
la literatura
oriental
parezca
falta
de
imaginación
y
sobresalga en
el apólogo,
la
parábola
y
el
relato
breve,
ignorando
la
novela
complicada
y
el
folleto creado
por
el
lento
espíritu
de
Occidente;
pues la
sagaz mirada
de
esos genios
semitas ve
de-
masiado
pronto
el
final
de
las
cosas,
adivina
desde
el
primer
momento
la última
palabra
del
hado
y
desdeña
o
no
sabe
manejarlos
obstáculos,
actuar
el
juego
de
las
vicisitudes
que
retardan
sin
frustrarlo
un
desenlace
fatídico
y
previsto.
Igual reproche po-
dría
hacérsele también
a
la
literatura andaluza,
en
general,
aunque
en
ella
hayan
florecido
escritores
dotados
del
don
imaginativo
en
el grado
en
que
lo
poseyeron
Manuel
Fernández
y
González
y
el
pro-
pio
padre
del
autor
de
La
Orgía;
pues lo que más
distingue
a la
novela
y
a toda
la
literatura sevillana
es el hálito
lírico,
la
belleza
del
verbo,
la exaltación
y
el
entusiasmo.
—
Predominio
del
patitos
sobre el
etkos,
como
diríamos
en
el lenguaje
de
los estetas
germánicos.
—
M.
Buber
hace
notar
esto mismo
res-
pecto
al
genio
hebreo.
Los escritores
sevillanos
no
sobresalen
por
la
prodigalidad
imaginativa,
sino
por
la
sensibilidad
y
la
profusión
de
bellezas,
hipérboles
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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9
2
R. CANSINOS-
A SSENS
y
metáforas
con que crean
cielos más
magníficos
que
los
naturales.
Lo que
sobresale en Sevilla es
el
poe-
ta;
y
la
voz de
su
numen
es
ese
laúd
de
que
habla-
ba
el
filósofo
hebreo:
-
Si vas a
Sevilla,
merca
un
laúd,
y
si
a Córdo-
ba,
un
libro.
La rareza
de
escritores imaginativos en
Andalucía
explícase suficientemente por
la
pobreza de
vicisitu-
des
de una
vida
hasta
aquí
enclaustrada
en
los
estric-
tos
límites
del severo
tradicionalismo
musulmán,
lle-
no
de
vetos
y
anatemas. Para
detener
el
ímpetu
verti-
ginoso
con
que
almas
y
cuerpos
corren
hacia
las
grandes
verdades
últimas,
en los países
de
dema-
siada
luz,
multiplicaron
los
legisladores
religiosos
vetos
y
restricciones, cubrieron
de
velos a
la
mujer
y
crearon los tules engañosos
de
las
celosías.
Todo
esto
tenía
por
objeto
retardar
el
advenimiento
de
los
momentos fatales.
Al
hacerlo
así,
empobrecie-
ron
la
vida,
en
lo
que
respecta al
episodio,
pero
en-
riqueciéronla
extraordinariamente en cuanto
al
cau-
dal de los
sentimientos, que
se tornaron
más
vehe-
mentes
y
exasperados
ante
el
vano
estorbo
que
pre-
tende
retardar
un destino.
De
esos
claustros
de
pro-
hibiciones
y
de abstinencias
en
que
se
macera
el
decoro
meridional,
salen
criaturas
tan
impetuosas
y
ávidas
de
disipaciones
como
los
dos
personajes
principales
de
La Orgía, criaturas
cuyo
anhelo
único
parece
ser
disipar
en
una
hora
todo
el
tesoro
de
una
juventud
y
anular todos
los
vetos
naturales
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
93
o
artificiosos
que se
oponen al
cumplimiento
de
los
destinos,
acelerando el
ritmo
de
las
edades.
Criaturas
como
éstas
sólo
pueden
encontrarse
en
la
realidad
y
en
la
literatura
andaluza
y
oriental
—
¿re-
cordáis
aquel
personaje
de
Las
mil
y
una noches
que
todas
las
madrugadas
ha
de vaciar su
bolsa
y
acos-
tarse pobre?—,
y
la
gallardía
y
el
denuedo
con
que
van a
anegarse
en
alguno
de los mares
elementa-
les
—
placer,
amor, pasiones
de
toda
índole—,
que
comunican
por
algún lado
por
el
gran
mar
de
la
muerte,
al par que resultan explicados
por
los
ve-
tos
de las
costumbres,
nos explican
también
la
ne-
cesidad de tales vetos
en esos países
meridionales
donde
almas
y
cuerpos
corren
tan
jubilosa
y
loca-
mente
a
su
término,
ávidas
de
fundirse
con alguna
forma
de la divinidad.
La nave que se
hunde
en
las
aguas
del
Guadalquivir
con
sus apasionados
tripu-
lantes,
con
su carga
preciosa
de
juventud
y
de
belle-
za,
tiene
un
valor
alegórico
y
la
velocidad
con
que
marcha
a
la
muerte
es
la
velocidad
pavorosa
y
sa-
grada
con
que
caminan
los
planetas
que
han
ven-
cido el
veto
salvador
de
la
gravitación
universal.
Por
las
aguas
del
río
es la
última novela en
que,
hasta
ahora,
estiliza
José
Más sus
visiones
de
Sevi-
lla.
Es
esta
la
novela
del
río
y
se desarrolla
princi-
palmente
entre
los miembros de
una
familia
de
pescadores
de
San
Juan de
Aznalfarache,
sirvién-
dole
de fondo casi
continuo,
el río, el
padre
Betis,
como cinta
cinematográfica,
que
refleja
sus
gestos
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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94
R.
CANSINOS-ASSENS
principales.
La
acción
se
desarrolla en el
pueblecito
de
Aznalfarache
y
en Triana,
el
claro
barrio
mari-
nero,
siendo
más
bien
el libro, la
novela
de
Triana
que
la de
Sevilla.
Cuando
los
personajes
principa-
les
de
la obra
quieren
celebrar un
día
de
fiesta,
se
van
a Triana,
y
entonces
les
seguimos
por
las calles
de
ese barrio, por
todas cuyas esquinas
se
ve el río,
lo
mismo que
se
ve el
cielo por entre
los
intervalos
de
las
azoteas.
El autor no pierde
nunca
de
vista
tampoco al río,
describiéndonos todos
sus
aspectos
y
matices, de
igual
modo
que
nos
describiría los
encantos
alternados
de las
estaciones
en
un vergel
maravilloso.
Así
nos
lo
muestra
plácido
y
sereno,
justificando
su
epíteto
de
padre
Betis
y
también
en-
crespado
y
violento,
en sus crecidas,
según lo evo-
ca Arguijo en
su famoso soneto.
—
«Claro
Guadal-
quivir,
si impetuoso
—
Con
crespas
ondas
y
mayor
corriente
—
Cubrieres nuestros
campos mal segu-
ros...»
—Sírvele
a este
fin
la
trama novelesca que
se
desarrolla,
según
hemos
dicho,
entre
pescadores.
El
autor
nos
describe
sus costumbres
y
faenas
con
una
-plasticidad
y
exactitud
que
acreditan
así
sus
facultades
evocadoras
como la
escrupulosidad
de
su técnica
realista;
como Blasco
Ibáñez al
escribir
su
Cañas
y
barro,
José
Más
ha
hecho
sin
duda
por
algún
tiempo vida
de pescador
y
ha
tirado
de
la
red,
sacándola henchida
de bellas
y
nuevas
impre-
siones,
de tonos
de
color
y
de
vocablos
sugestivos
y
típicos.
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SEVILLA
EN
LA LITERATURA
95
Todas
las descripciones
del
río
y
de
la
vida
pes-
quera
son
de una
verdad
irreprochable,
que
nos
habla
de
la
técnica
de
esa
fotografía
artística
del
realismo.
Pero
la
trama de
la
obra
ideada
libre-
mente por el
autor con
arreglo
a
sus
ideas
funda-
mentales
de
la
psíquis
sevillana,
continúa
los
dos
acordes
dominantes
de
sus
anteriores
novelas:
amor
y
misterio.
Como
en
todas
esas
novelas, hay
una
fatalidad
que
determina
la
tragedia,
a
despecho
de
la buena voluntad
y
del anhelo
de
dicha
de
los
personajes.
José
Más
nos
presenta ahora
esa
fatali-
dad
representada
por el odio
que
se
tienen
dos
pre-
suntos hermanos,
Rafael
y
Joselillo,
odio
que en
el
primero
no
pasa
de
desamor,
pero
que
en
el
otro
adquiere proporciones cainianas.
En
el
primer
ca-
pítulo
del
libro
nos
hace
asistir
el
autor
a
una
es-
cena
de
discordia entre
ambos hermanos. Rafael
increpa a Joselillo por
su desapego
al
trabajo; Jose-
lillo
le
contesta
con
un
gesto
de rebeldía.
Al
volver
a
casa,
conduélese
Rafael
con
su
hermana
Rosa,
y
entre
ambos
hermanos surgen
recuerdos de
tiem-
pos
pasados
que
han tenido
un
influjo fatídico
en
sus vidas.
Entonces
nos enteramos
de
que
Joselillo
no
es
hermano
de
Rafael, sino
sobrino,
pues
es
hijo
de
Rosa
y
de
un
señorito
sevillano. Fué
diez
años
atrás,
cuando
ellos
vivían en
Triana
y
era Rosa
una
pizpireta
obrerilla
de
la fábrica de
loza
de
la Car-
tuja.
El
señorito,
que pertenecía
a
esa
pléyade
te-
noriesca
que
el autor
nos describe
en La Orgía,
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96
R.
CANSINOS-ASSENS
sedujo
a Rosa
y
después
la
abandonó.
Su hermano
Rafael
fué
a
exigirle
restituyese
la
honra
a la joven,
tan
pronto
convertida
en madre
llena
de
dolor
—
he
ahí
el origen
real
de
tanta
dolorosa
madona
sevilla-
na
y
la explicación
de
que abunden
tanto
esas
evo-
caciones
—
,
contestóle
altanero
el
señorito; riñeron,
y
el
seductor
tuvo la desgracia
de
caer,
recibiendo
contra
el
suelo
un
golpe
mortal. Rafael
fué
detenido
como presunto homicida
y
condenado
por
las
le-
yes
a
veinte años
de
presidio.
Mientras
cumplía
la
condena
nació
Joseliilo. La familia
se
trasladó
a
San
Juan
de
Aznalfarache. De
común
acuerdo,
tu-
vieron
a
Joseliilo, cuando ya fué
mayor,
en
la igno-
rancia
de
todo
lo
ocurrido,
y
al
volver Rafael
de
presidio, acostumbráronlo a considerarle
como a
su
hermano mayor. Pero aquí
interviene
ahora
con
toda
su
fuerza
fatídica la voz de la
sangre.
Joseliilo
siente
desde
niño
un
odio instintivo,
irracional,
que
él
mismo
no
se
explica,
a
su
presunto primo-
génito.
Tienen
distintos gustos
y
distinto
modo
de
pensar. Rafael
tiene todas
las
virtudes plebeyas:
en
Joseliilo
reviven
los
impulsos
paternos;
es
un
seño-
rito de la
estirpe tenoriesca. A
cada instante
está
a
punto
de
sobrevenir
entre
ellos la
catástrofe,
que
reclama
el
karma
fatídico.
En
una
ocasión,
Joseli-
ilo
reprendido
severamente por
Rafael,
le
muerde
en
una
mano
y
paladea
el sabor
acre
de su
sangre.
Rafael,
en
cambio, procura
vencer
aquel
odio
a
fuerza de
bondad, como vence
aquel cielo
privile-
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
97
giado el
encono
del invierno.
Mas,
¡inútil
empeño
Paulatinamente
se van
definiendo
los
destinos.
Jo-
selillo
descubre,
poco
a
poco,
sus
malas
condicio-
nes;
es
perezoso,
sensual, propenso al nomadismo.
Tiene
una
novia
en Triana, otra
Rosa
en
su
juven-
tud,
y
la
abandona
porque
no accede a sus
deseos.
Se
embriaga,
frecuenta el
trato
de las
rameras,
los
mendigos
y
los gitanos.
Empieza
a
faltar
de
casa.
Un
día
se
entera al fin de la verdad
de
su
na-
cimiento
e
increpa a su madre en términos
de
tal
dureza,
que
el
corazón
de
la
pobre
mujer sangra
de
dolor. Desde
aquel día, Joselillo
no
quiere perma-
necer más
en
aquella
casa, donde
vive el asesino
de
su
padre.
Abandónase
a
su
nomadismo
e
incapaz
de
ejercer
una profesión
lícita
conciértase
con
un
gitano
para
practicar
el contrabando.
Rafael
inten-
ta
disuadirlo,
haciendo valer
su autoridad
y
enton-
ces el joven le
grita:
«¡No
te
acerques
¡No
te
acer-
ques
Asesinaste
a
mi
padre
y
ahora
quieres
matar-
me
a
mí;
pero
no
será;
no,
te
lo
juro.
Rafael
cre-
yó
que
la tierra
y
el cielo giraban
en
torno suyo.
Quedó
inmóvil
con
los brazos en
alto
y
las
manos
engarfiadas,
como
si
quisieran clavarse
en la
gar-
ganta
de un
invisible
enemigo.
Su
rostro
se
con-
trajo
por
el
dolor,
por
la ira,
por
la sorpresa. En-
tonces,
el
hijo de
Rosa,
sin
saber
lo
que
hacía, im-
pulsado
por
el terror
y
por
el
odio, enarboló
el remo
y
lo
aplastó
con
ansia homicida
sobre el
cráneo
del
matador
de su
padre. Rafael dió un grito
de
angustia
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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9^
R.
CANSINOS-ASSENS
y
cayó
de
espaldas
fuera
de
la
embarcación,
hun-
diéndose
en
la
noche
negra
y
embrujada.»
«Se
oyó un
silbido.
Y
la
barca,
movida
suavemen-
te
por la
brisa,
siguió
deslizándose
mansa
y
serena
por
las
aguas
del
río...»
Así tributa
José Más
al
antiguo
río,
adorado
en
otro tiempo como Dios, la
víctima
que siempre
re-
claman
esas
fluviales
deidades
y
que
necesitan
para
adquirir algo del
prestigio
del mar.
—
El
padre
Betis
se
magnifica
así, peligroso,
en
su placidez,
cual si
sus
aguas
estuviesen
pobladas
de
esos monstruos
que,
según un poeta árabe, le faltan
para ser otro
Nilo
—
.
La
tragedia
desarróllase
con
arreglo
a
un
horario estricto
y
se
consuma
en
el
instante
verdade-
ramente
fatídico,
cuando
ya
se
han revelado
todos
los
misterios
y
perdido su
fuerza
todas
las
coaccio-
nes. Los
destinos
se
cumplirán
de
ahora en
adelan-
te
libremente. Joselillo se
abandonará
a
un
noma-
dismo
delincuente
que
creerá
justificado,
pues,
en
realidad,
los
que
él siente son
los
impulsos
atávicos
de
una
estirpe
aristocrática, sensual
y
pendenciera,
no
abonados
por
los
privilegios
del oro
ni
el
naci-
miento
y
será
una
figura
ilustre
del
hampa
sevilla-
na;
acaso algún
bandido
o
un
torero de
los
que
in-
mortalizan
los
romances.
Nuestro
novelista
nos
lo
dirá;
pues
en
la
última
página
de
esta
obra,
nos
promete
otra
que será su
continuación
y
que
se
ti-
tulará
Hampa
y
Miseria
De todos
modos,
siempre
conservará
en esa
nueva
vida
la
aureola
de
simpatía
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
99
que,
a
pesar de
todo, ciñe
su
figura;
pues
confése-
moslo:
Joselillo
es
simpático, con
esa
simpatía
de
los
tenorios, los
picaros
sevillanos
a
lo
Rinconete
y
hasta
de
los
bandidos
a lo
José María
—
que Me-
rimée
hizo
'protagonista
de
uno
de
sus cuentos—
que
bastaría
a
explicar
en
lo
físico el
murillismo
de
esa
luz
andaluza,
cuyo
benigno
sortilegio
embellece
figuras
que en
otro clima
más crudo resultarían
repulsivas,
mientras en
lo
espiritual una
secular ini-
ciación
en
la
gracia
nos
daría
la
clave
de
esas
almas
refinadas
hasta en
la
abyección.
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IV
RECAPITULACIÓN
Acabamos de
repasar
la labor
de
novelista
sevi-
llano
de
José Más,
pues los
tres cuentos
que indi-
camos
son
apuntes
o
bocetos
que
caen
dentro
de
las
intenciones
generales
de
su
autor, salvo
única-
mente
Flor
del
Valle,
en
el
cual,
sobre
el
fondo
fa-
tídico
alborea
una
clemencia
que quisiéramos ver
desarrollada más
ampliamente
en
otra obra
de
ma-
yores
dimensiones;
pues
es también
un aspecto
del
alma regional,
la
facilidad para el
perdón, la re-
nuncia
a
proseguir
el
nudo
kármico
que
en
nues-
tras
palabras
liminares señalamos
como
caracterís-
tica
de los grandes
personajes
históricos
sevillanos.
En la
obra
actual
de
nuestro
novelista
predominan
el concepto
trágico
y
la
intuición
de
lo
fatal,
lo que
se
justifica
por
la
extremada
sensibilidad
de
las
criaturas
sevillanas
que
responde en
lo
psíquico
a
la
irritabilidad
de esa
piel
delicada,
acariciada
ha-
bitualmente
por céfiros suaves,
y
en
la
que
la
más
suave
violencia
deja un
verdugón
perdurable;
las
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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102
R.
CANSINOS-ASSENS
criaturas
de
esa
tierra, son criaturas
de
pasiones
como
los griegos
que
proveyeron
de personajes a
la
tragedia antigua;
aman
y
odian
con
más
intensi-
dad
que
las
demás
y
la
menor palabra,
el menor
gesto,
puede
tener en sus almas
repercusiones
fata-
les. Las
más veces
la tragedia queda oculta,
pues
un
pudor
aristocrático
propio
de
esos
espíritus
tan
sagaces,
veda
su
manifestación
y
sólo
se
vuelve
en
daño
de
la
víctima;
así
en
Soledad
y
en
La
Bruja
y
en La
Estrella de
la
Giralda;
otras el poder
de
los
instintos
es
demasiado
fuerte
y
se
manifiesta en
un
gesto
impulsivo como
en
el caso
de
Rafael
y
Jose-
lillo;
mas,
por lo general, según
puede
verse
en
la
obra
misma
de
nuestro
novelista,
su
expresión
es
reticente
y
profunda.
Las
criaturas
luchan
un
momento
con
el
Destino,
ansian
con
desmesurada
vehemencia
una
dicha
y
en
seguida
se rinden,
acatando
el poder
de
la
fata-
lidad
como
si
lo viesen
escrito en un
lábaro.
Influ-
jo
de
una
larga tradición
pesimista
o de
un
clima
demasiado
diáfano,
en
el
que se
ve en
seguida
el
fondo
de
las
cosas
y
de las
almas. En
realidad,
falta
la tragedia
del
esfuerzo,
de la
lucha
prometéica
con-
tra el Destino.
Y, en
este
sentido,
puede
decirse que
falta
en
Sevilla
la
verdadera
tragedia,
la
obra
fuerte
y
recia
al
modo
del
Romancero,
debido al
genio
cas-
tellano.
En
realidad,
el
alma sevillana se nos
mues-
tra
desasosegada,
inquieta, como si aún
no
hubiese
encontrado
su
fórmula
de
vida,
o
ya
la
hubiese
per-
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA IO3
dido,
ávida
de
imposibles
valores
absolutos,
luchan-
do
con
las
fatalidades de
una
larga
historia
y
con
dos
dogmas
contradictorios
—
el
Islam
y
el
Cristia-
nismo
—
,
perpleja
siempre
entre el
canto
de
dolor
y
el
hosanna.
Sevilla
—
y
en general
Andalucía
—
está
como
hechizada por
su
pasado:
cree
en
su
sortile-
gio,
como
la
Carmen
de
La
Bruja,
y
no
se
atreve a
esperar
demasiado.
¿Nb
veis
cómo
las mujeres
de
José
Más
desconfían
de
su
dicha
y
miran
con
asus-
tados
ojos el
amor?
Sí;
en
Sevilla
faltan la fe
y
la
voluntad,
acaso
por
el
excesivo culto
a la
imagen
del
Hombre
crucificado; la
renunciación
es fácil,
y
las bellezas
naturales
de
una
tierra
pródiga consue-
lan
generosamente
a
las
criaturas
del
fracaso
de
sus
ilusiones.
Esto
explica
el
poco
éxito logrado
por
los
regio-
nalistas
sevillanos
que
acaudilla
el
Sr.
Infante.
Y
sin
embargo,
por
eso mismo
existe
allí
la
supersti-
ción
de
la
voluntad,
y
más
de
una
estrella
del
cielo
andaluz
querría
sumarse
a
las
que
constelan
el pa-
bellón
americano.
¿No
hemos
visto
en La
Bruja
cómo
José
Luis
hace a
Carmen
el elogio
del
pueblo
yanki,
de
ese
país
donde
se
cultiva
la
voluntad?
Como
José
Luis
piensan
muchos
sevillanos,
y
prue-
ba
de
que
la
ciudad
piensa
así
es
el
número
de
sus
construcciones
industriales,
que atestiguan
una
fe
creciente
en
la
velocidad
y
el
número.
Ya
he
dicho,
y
lo
repito,
que
sólo
mediante
la
aceptación
plena
y
jubilosa
de
ese
evangelio
de
la
velocidad
podría
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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io4 R.
CANSINOS-ASSENS
vencer Sevilla
al
demonio
de
la
morosidad,
que
es
el
genius loci
de los
países
cálidos:
el
demonio remi-
so
y
caviloso,
sustituyéndolo
siquiera
por
Melmoth
o
Mammón,
demonios
más
activos
y
alegres.
La
aceptación
de
ese
evangelio,
que
ya
se está
operan-
do paulatinamente
en
Sevilla,
y
el triunfo
y
la
ale-
gría
de un tiempo
nuevo, es lo
que José
Más debe-
ría
describirnos
en
una
novela
que
completase
la
serie, dándole
su
orientación
al
porvenir.
Hasta
ahora,
ha descrito
en
su
obra
rasgos
preté-
ritos
—y
perdurables—del
alma
y
de
la vida
sevilla-
na, que confirman
las generalidades de
una psico-
logía
hispalense,
deducida de
las
obras
maestras
de
su
arte
y
explicada
por
el
dolor,
¿No
estaría
bien
ahora
reflejar
el
aspecto nuevo de ese
alma, que
sin
duda
proclaman
sus
incrementos
modernos?
Aun-
que
mucho me
temo que
artísticamente
esté
ya
ex-
presada
el alma
entera
de
Sevilla,
pues
Valdés
Leal
expresa sus fatalidades
y
ascetismos;
Velázquez,
su
silenciosa
gravedad,
y
Murillo,
su
estado
venturoso
y
glorioso. Parecerá
que
abuso
de
los
parangones
pictóricos,
pero
es
que
en
Sevilla,
tierra
de
luz,
son
la luz
y
el color el
lenguaje
más
natural,
y
la
con-
dición
cromática
patrimonio
infalible
de
sus
poe-
tas
y
escritores.
¿Dónde
triunfa
el
color
—
el
co-
lor suave,
graduado,
matizado,
seráfico
y
glorio-
so—si
no
en
Sevilla?
Tiene
fama
Valencia
de
po-
seer
el
tesoro
cromático;
mas
lo
que
posee
es
la
or-
gía
solaz,
el
deslumbramiento
de
las
tierras
berbe-
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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SEVILLA
EN
LA
LITERATURA
riscas,
la
litografía. Pero
el
lienzo fino
y
discreto en
que
la
luz
adquiere
virtudes teologales,
y
el
color
es
una
beatitud, es
patrimonio
de
Sevilla,
de
sus
pin-
tores
y
sus
escritores. Ved,
si
no,
esas auroras
y
esos
crepúsculos que
Más
nos describe
—
La
Estrella de
la
Giralda
y
Por
las
aguas
del
rió—
; ved
esos dos
cuadros
que
del
Guadalquivir
nos pinta en
la
últi-
ma
de
dichas novelas,
con
tan
fina gradación
de
matices,
con
tan
discreta evocación
de
arreboles o
azules
seráficos,
y
comparadlos
con las
caliginosas
descripciones
del autor de
Cañas
y
barro.
José
Más
tiene
todas
las
condiciones características
de los
buenos
escritores sevillanos,
y
pertenece
a
esa
co-
munión
venturosa;
profesa
el
amor
a
lo
bello
y
lo
musical, tiene
el
sentido del color, del gesto plás-
tico, fino
y
airoso,
según puede
verse
en
nuestro
último
escultor Susillo,
la intuición
del
fatalismo
inherente
al alma
de
una raza
apasionada,
y
tam-
bién
de
las bellezas
naturales,
de
los
rimeros
de
ro-
sas,
de
los
panoramas
celestes
que
matizan
allí el
dolor
de
la
Tragedia. Vive
en la
luz
increada
de
Murillo
y
en
la
sonrisa
jubilosa de
sus
Inmaculadas.
Es
hijo
de
su
padre
y
hermano
espiritual de
Bécquer,
Fernán
Caballero,
Castelar,
verbo
de
Andalucía,
Coloma,
los
Quintero,
y,
en
general,
de
cuantos,
sin
ser
de
Sevilla,
viven
—
así
Ricardo León
—
en
la
luz
increada
y
en
el
Sol
de
auto
sacramental, en la
pa-
sión
y
el
decoro de la escuela
sevillana.
Y
tiene,
por último, una riqueza
imaginativa
que
7/21/2019 Sevilla en La Literatura - Cansinos Asséns
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io6
R.
CANSINOS
ASSENS
si
parece
contradecir
alguna
de
nuestras
afirmacio-
nes
generales,
no
hace
en
realidad
sino confirmar-
la,
puesto
que esa
prodigalidad en
el
episodio
que
Más
nos
muestra
está lograda mediante
la
lucha
de
la
voluntad
con
los
vetos
naturales
o
artificiosos,
tan múltiples
en
la
vida
sevillana.
Los
personajes
de sus
novelas
corresponden a un ciclo
de
transi-
ción,
en
que
el
medio
tradicional
se
modifica
y
re-
nueva
y
en
que
la voluntad empieza a
tener
su
culto;
luchan
en
realidad con el
atavismo,
con la
superstición
antigua,
con el
maleficio
del
pasado,
y
aspiran a vencer la
fatalidad
de
estas
normas
preté-
ritas.
De
ahí
un
dinamismo
y
un
florecimiento
del
episodio,
ignorados
de
la
pura
novela
costumbrista.
Esto
puede verse más
claro
en
Por las aguas del río,
donde el
maleficio
fatídico
está
colocado
al comien-
zo del libro
y
donde
asistimos
al nacimiento
de
una
personalidad interesante,
la
de Joselillo,
que
aban-
dona el hogar materno para vivir
su
vida, como los
héroes
ibsenianos.
La
futura existencia
de
Joselillo»
prometida en
Hampa
y
Miseria,
ha
de
ser
segura-
mente
rica en episodios,
de
una riqueza
excepcio-
nal
en la literatura
sevillana,
pues la
velocidad
de
esa
juventud disparada
ha
de
recorrer
itinerarios
muy
diversos
y
azarosos.
José
Más
extrae
el
episo-
dio
de
ese
desplazamiento
que
confiere a
la psiquis
de
sus
personajes
en
lucha
con el
destino.
Acierta
a
manejar
hábilmente
el
juego
de
las
vicisitudes,
evi-
tando
la
prematura
consumación
de
los
destinos,
y
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SEVILLA
EN LA
LITERATURA
IO7
la
brevedad
de la
expresión
poemática.
Con
él
pue-
de
decirse
que
empieza
realmente la
verdadera no-
vela
sevillana,
dotada de
conciencia
regional
y
de
las
proporciones
panorámicas
del
género.
Hasta
aquí
la
novela
de
Sevilla
sólo
existió circunstancial-
mente, intentada
más bien
que
lograda,
en
obras
que no
tenían
el
propósito
de
dramatizar
la
psiquis
y
el
paisaje hispalense,
uniéndolos
mediante
un pa-
ralelismo
de
reacciones recíprocas,
mutuamente de-
finibles
y
explicables.
La
interpretación
artística
de
Sevilla
estaba
expuesta principalmente
en
los
bre-
ves
evangelios
del
cuento
o
del
cuadro
de
costum-
bres.
El
alma
y
el paisaje sevillanos
estaban
disper-
sos
y
separados,
en
obras
fragmentarias,
que
repro-
ducían
aspectos
pretéritos
o
actuales
de
la
ciudad,
o
matices
singulares
de su
compleja
vida—-
el
color,
la gracia,
la
luz,
el
fatalismo,
la
pasión
—
.
Había
también
los libros
de
los
turistas
literarios
Sema-
na Santa
en
Sevilla,
de
Eugenio Noel,
Granada
y
Sevilla,
de
Salvador
Rueda
—
;
pero
faltaba
la
sínte-
sis
de
esa
complejidad sevillana,
lograda
por
el
modo
animado
y
vital de
la novela,
mediante
el
ar-
gumento
profundo
y
el
coro
personal
numeroso,
desenvolviéndose
en
el paisaje actual,
influido
por
todas
las
fuerzas
pretéritas
y
también
por
todas
las
energías futuras, unidas
en
la
obra
artística
como
en
un
prodigioso
punto
de
refracción.
La iniciativa
de
esta
labor
puede reivindicarla
plenamente
para
sí
José
Más, que
ha
acometido
él
solo
en
la
novela la
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io8
R.
CANSINOS-
A
SSENS
grave
gesta
que
los
dióscuros
hispalenses
con
auna-
dos
bríos
han realizado en
el
teatro,
aspirando a
dar
una nota
más
profunda
que
la del romancero
sainetesco de
esos
intérpretes
demasiado asiduos
del
azul amable.
Guiado
por
el amor
y
el
misterio,
tiende José Más invenciblemente a la tragedia, bus-
ca
los
tonos más intensos
y
desesperados
de
ese
azul,
en
el
punto
en
que
se
torna
fatídico
en
los
cielos
andaluces
y
en
cada
una
de sus obras,
la
gui-
tarra
melódica,
algo
garruela a
veces, quiébrase
al
fin
como la urna
del destino,
dejando
oir
el
trino
más
intenso
de su
golondrina.
A.
M.
D.
H. G.
Sobre
el
Viaducto azul
en
las
vísperas
de
una
prima-
vera
que en
el
Sur
existe.
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OBRAS
DE
R.
CANSINOS
-ASSENS
«El
candelabro
de
los
siete
brazos».
—
1914.
—
Renaci-
miento.
«El
pobre
Baby».
—
1915.
«El
manto
de
la Virgen».—
1916.
«La
encantadora».—
191
6.
—
Tres
narraciones
publicadas
en
La
Novela
dé
bolsillo]
la primera
premiada
en el
concurso de
esta
publicación.
«El
sacrificio
del más joven».
—
1916.
La
Novela
para
todos,
«Estética*
y
erotismo
de la pena de
muerte».
—
191
7.
Renacimiento.
«La
venus
canina».
—
1917.—
Los
Contemporáneos.
«La nueva
literatura: Los hermes:
Las
escuelas».
—
19
17
Dos
tomos.
—
Edición
Calleja.
«El secreto
de
la
sabiduría».
—
1918.
(Parábola.)
—
Biblio-
teca
Hispania.
«Las
cuatro gracias».—
1918.
(Narraciones
de
amor.)
Editorial
Mundo
Latino.
«El
divino fracaso».
—
1918.
(Biblioteca
Nueva.)
«La
que
tornó
de
la
muerte.
—
[918.
(Novela.)—
Colec-
ción
Misterio.
«El
eterno
milagro».
—
1
919.
(Novela.)
—
Premiada
en la
Biblioteca
Patria.
«Poetas
y
prosistas
del
novecientos».
—
Estudios críti-
cos.—
19T9.
—
Editorial América.
«El
canto
nupcial
de
los esclavos».
—
Idilio.
—
i9
x
9-
—
Edi-
ción
de
El
Cuento
Nuevo.
«La
Madona
del
Carrosel».
—
1919.
—
Editorial
Mundo
Latino.
«Salomé
en la
literatura».—
Exégesis
y
antalogía.
—
1920.
Editorial
América.
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España
y
los judíos
españoles. El
retorno del
éxodo».
1920.—
Editorial
Monclús.
La
santa
niña
Catalina».
— 1920.
—Poema dramático.
Premio
de
la
Biblioteca
Patria.
En la tierra
florida».
(Novela
andaluza.)
—
1920.
—
Edito-
rial
Mundo Latino.
La
huelga de
los
poetas».
(Novela.)
—
1921.
—Editorial
Mundo
Latino.
Etica
y
estética
de los sexos.
Ensayos
de
simbólica
se-
xual».
—
192
1.
—
Editorial
Mundo
Latino.
La
Dorada».
—
1921.
—
Edición
de
La
Novela
Corta.
Los
sobrinos
del
Diablo».
(Novela.)
— 1921.—
Editorial
Sanz
Calleja.
«Las
pupilas
muertas».
— 1921.—
Edición
de
La
Novela
Corta.
«Cuentos
judíos
contemporáneos».
—Estudio
preliminar
y
antología.
—
1921.
—
Editorial
América.
«El
hermano
Amor».
—
Idilio.
—
Edición
de
Esquemas.
1921.
«La
novia
escamoteada».
—
1922.
—Edición
de
La
Novela
Semanal.
«La
amada fúnebre».
—
1922.
—
Edición
de
La
Novela
Corta.
«El
movimiento
V.
P.»
—
1922.
—Editorial
Mundo
Latino»
«Sevilla en
la
literatura.
Las
novelas
sevillanas
de
José
Más».
—
1922.
—
Biblioteca
Crisol.
«Los
poetas
del
desierto».—
Estudio
y
antología.
—
1922.
Editorial América.
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