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1. El cuaderno del Principito

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Muchas personas se han preguntado qué fue del Principito después de salir de la Tierra y pasar aquellos <lias con el aviador. Nadie Io sabe exactamente. Probablemente es innumerable el ntimero de sitios por los que pas6.

Pero si es cierta una cosa. Uno de aquellos viajes posteriores fue a Satumo. El Principito estaba entusiasmado con la idea de conocer toda clase de personas extra:fias del universo. Tenia la capacidad de viajar, siempre con su bufanda roja alrededor del cuello.

En cierta ocasi6n, cuando volvia a su asteroide para descansar un poco después de muchas aventuras y ocuparse también de su rosa, vioque por el espacio, no muy lejos del cintur6n de asteroides, una nave terrestre iba camino de algtin sitio alejado al otro la do del asteroide.

El Principito pens6 que acaso la nave volveria a la Tierra, de manera que podia dejar en ella un cuademo donde narraba algunas de sus aventuras posteriores. Calcul6 el tiempo que tardaria la nave en llegar, no mucho, y durante veinte <lias escribi6 y escribi6 algunas de sus aventuras.

Después se acerc6 hasta la nave y dej6 el cuademo en uno de los paneles solares. Estaba seguro de que alguien en la Tierra veria aquel cuademo.

Y asi fue.

La nave retom6 al cabo de unos meses. Un general con cara de perro fue el primero que vio aquel cuademo escrito

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con letra de nifio y pens6 que era una broma. Lo cogi6 y Io tir6 a la basura.

Pero por suerte, también Io vi yo, que por entonces trabajaba de piloto en la base militar. Yo si habia leido el Principito, de manera que cuando tuve aquel cuademo en las manos supe enseguida de quién era y por qué habia sido escrito.

No Io dudé un minuto. Comencé a leerlo y vivi las nuevas aventuras del Principito durante su visitas posteriores. Pero si vosotros no leisteis el primero libro, debéis hacerlo. Asi entenderéis por qué los elefantes parecen sombreros, por qué las personas mayores no entienden casi nada y por qué se puede viajar por el universo sin una nave espacial.

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2. El asteroide de la secretaria que respondia siempre al teléfono

Luego el Principito lleg6 al Asteroide Covix B-9. Alli habitaba una muchacha que atendia el teléfono todo el tiempo sin parar. Estaba sentada en una mesa muy grande, toda llena de teléfonos. Casino acababa de responder a una Hamada cuando ya habia tres timbres sonando, y ella parecia que tenia ocho manos y ocho orejas y ocho bocas para responder a todas las Hamadas.

El Principito se qued6 mirando a la muchacha con los ojos como platos, porque nunca habia visto a alguien responder de aqueHa manera al teléfono.

- Hola, LC6mo te Hamas? -le pregunt6 él.

- Si quieres hablar conmigo -dijo ella-, llamame por teléfono.

- Y o no tengo teléfono -dijo él encogiéndose de hombres.

- Pues entonces espera que acabe la jornada !aboral.

Y mientras, la muchacha decia: "Enseguida le paso", "Espere un momento", "Torno nota de su solicitud", "Se equivoc6 el numero", "Repita la Hamada", y muchas otras cosas.

El Principito mir6 a aqueHa muchacha con curiosidad. Esper6 a que el sol se pusiera y los teléfonos pararan. Entonces el Principito volvi6 a hablar con la muchacha:

- LPor qué haces todo eso?

- Porque es mi trabajo. Cuando es de dia, llaman.

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- Y denoche?

- LDe noche? Pues espero que sea de dia.

Corno en el Asteroide Covix B-9 el dia y la noche duraban diez minutos, enseguida fue de dia otra vez e inmediatamente los teléfonos empezaron a sonar. La muchacha volvi6 a responder como antes. El Principito se qued6 con ganas de preguntarle otra vez c6mo se llamaba, pero tendria que esperar hasta ser de noche de nuevo.

Cuando volvi6 la noche le pregunt6:

- l Y c6mo te Hamas?

Ella le contest6:

- No sé, soy secretaria, no tengo tiempo de pensar en mi nombre.

- Pero tendras alguno, lno?

-Tendré, tendré, pero ya me debo preparar porque esta a punto de amanecer y tengo que trabajar.

Y râpidamente, al tercero dia, es decir, quince minutos después de su llegada, la secretaria respondia a los teléfonos a toda la velocidad. El Principito empez6 a odiar aquello. Ya iba a irse, cuando la secretaria le dijo:

- ii Espera! !

Los teléfonos sonaban todos a la vez, con bastante mala educaci6n. El Principito se gir6 y se le qued6 mirando.

- No te vayas -le dijo ella-. Eres la primera visita que tengo en muchos siglos. S6lo hace trescientos cincuenta y nueve afios paso por aqui un vendedor de polvo de estrellas, pero como no tenia teléfono no pude hablar con él.

- Pues yo tampoco tengo teléfono.

Los teléfonos seguian sonando.

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- Queria hablar contigo un ratito -afiadi6 ella, pero no tengo tiempo.

Entonces el Principito se sac6 de la mochila cuatro ruedas minusculas y una vela de barco con un mastil. Sin decir nada, puso las ruedas en las patas de la mesa y el mastil en el centro, que empez6 a moverse hacia el este,

' , siguiendo la direcci6n de la sombra, porque los vientos del asteroide eran muy fuertes, y siempre en la misma direcci6n.

- Asi, la mesa se mueve todo el tiempo hacia la noche y podras descansar todo Io que quieras. Si deseas que la noche te dure doce horas, deja puesta la vela, cuando quieras que pare, ciérrala. Y no tendras que empujarla.

- Nunca habia pensado en eso. Gracias.

La secretaria sonri6, aunque casi ni se acordaba de c6mo se hacia. De esa manera podria descansar todo el tiempo que quisiera. Podria hacer que el dia le d urara cinco horas y la noche diecinueve.

- LQuieres quedarte conmigo un rato? -volvi6 a preguntar la secretaria.

- Hoy no puedo -respondi6 él-. Pero volveré uno ~e estos dias. Pero, Lpuedo pedirte una cosa?

-LQué? lUna agenda de teléfonos, una cita con un ministro, un marcador de tres colores?

- No, que recuerdes tu nombre. Y cuando Io recuerdes, volveré.

Y el Principito se march6, no sin antes dejar una bufanda roja a la secretaria para protegerse del frio de las largas noches de reposo que ahora la esperaban.

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3. El asteroide de los dos hormigueros

Después de aquella visita, el Principito siguiô recorriendo los asteroides que habia cerca. En los mâs cercanos no habia nada interesante.

El Principito aprov~hô una râfaga de viento côsmico para acercarse a otra zona de asteroides mucho mâs lejos. Su bufanda -esta era azul, porque la roja se la habia regalado a la secretaria- se hinchaba a causa de aquella brisa côsmica y el polvo del espacio hacia brillar su ropa.

Aterriz6 en un asteroide todo habitado por hormigas. Pero no vivian en armonia, sino que la mitad del asteroide estaba gobemada por una reina y la otra por un rey, de manera que ambos hormigueros estaban en guerra desde hacia afios.

Cuando aterrizô, unas hormigas del tamafio de un pufio le preguntaron:

- lTu eres amigo del rey Fao de la reina Fu?

Tenian un aire amenazante con las antenas apuntando hacia él.

El Principito, en vez de responder a las preguntas, contemplé una barrera de espinos que rodeaba el asteroide como un anillo. Por eso preguntô:

- lPor qué habéis puesto una barrera de espinos alrededor del asteroide?

- Es una frontera.

- l Y para qué sirve una frontera?

- Para que las personas, o los animales, no pasen de un pais a otro.

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- l Y por que no iban a pasar? lAcaso estân enfermas y van a contagiar algo?

- No, es que los subditos de la reina Fa no pueden juntarse con los subditos del rey Fu

- Ah-exclamé el Principito-, leso es porque las hormigas de un lado y del otro son distintas?

- No, son iguales -explicô una de las hormigas.

- Pues no Io entiendo. l Y por qué las hormigas de una parte no pueden pasar para a la otra si son iguales?

- Pues porque son subditas de reyes distintos.

- lY yo?

- Tu tendras que decidir de quién eres subdito. Si eres subdito del rey Fu, puedes quedarte aqu:L Si eres subdito de la reina Fa, tendras que pasar al otro lado.

Al Principito le pareciô todo demasiado confuso.

- Y si una rosa creciera en medio de la barrera de espino, lde quién seria .subdita?

La hormiga se rascô la cabeza. Después de pensar un rato en eso, dijo:

- Pues tendria que moverse para un lado o para el otro.

- Pero las rosas no tienen pies, no se pueden mover.

La hormiga volvi6 a rascarse la cabeza.

El Principito dijo:

- Tal vez necesitéis plantar rosas a lo largo de la barrera de espinos y dejar que ellas crezcan donde quieran.

Las hormigas lo miraban boquiabiertas sin entender.

Pero el Principito aprovech6 una nueva rafaga de viento côsmico para seguir su viaje estelar.

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4. El enigma del asteroide sin principio ni fin

El Principito continuo su viaje por los asteroides. 1Habia tantos! Luego lleg6 a uno que era completamente redondo. Eso a los cientificos les habria maravillado, porque ellos buscan cosas extraordinarias por fuera, sin atender a Io de dentro. Era un asteroide pequefio que casi siempre iba detras de otros asteroides, para que los grandes telescopios de la Tierra no Io localizasen.

Pero al Principito eso le daba igual. Él queria saber cual era el secreto grande o pequefio que escondia aquel asteroide. Por eso, aterriz6 sobre él. Y enseguida encontr6 a su Unico habitante. Era un hombre que iba con una lupa mirando al suelo, examinando pulgada a pulgada el terreno.

El Principito, como siempre, sinti6 curiosidad. Aquel hombre era muy viejo, con una barba larga que le llegaba mas alla de los pies, pero como no le debia dar tiempo de cortarsela, la llevaba enrollada al cuello y asi le servia de bufanda, aunque seguramente le picaba mucho.

- Ho la -dijo timidamente el Principito.

El hombre dio un saltito. No se esperaba visitas a aquellas horas. Claro, no esperaba visitas nunca.

- ;_Y ru quién eres?-pregunt6 el anciano bruscamente.

- l Qué haces? -pregunt6 el Principito.

- Busco.

- ;_El qué?

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- El principio de este asteroide.

- ;.,Y para qué? ,..' ~

- Porque todo tiene un principio y un fin. Y yo tengo que encontrar el principio de este asteroide para después encontrar su fin.

El Principito no pudo evitar reirse. Aquel hombre resultaba muy gracioso alli agachado con la lupa en la mano. lncl,uso le entraron ganas de montârsele a CGlballito y jugar con él a los vaqueros, pero probablemente al sefior no le haria ninguna gracia. ,

El anciano sinti6 necesidad de explicar aquella tarea tan importante.

- Hay que encontrar el principio de todo, ;.,no Io sabias?

- l Corno su barba?

- Exacto. Mi barba tiene un principio y un fin-y empezô a desenrollarse la barba pero no pudo porque la tenia toda liada-. Seguro que tiene un final, aunque yo no se Io encuentre. El dia tiene un principio y un fin, las piedras tienen un principio y un fin, todo, todo tiene, pero yo no se Io encuentro a este asteroide.

El Principito pens6 que aquel hombre estaba loco. Inocentemente le pregunt6:

- Y su soledad, ;._tiene principio y fin?

El anciano se levantô de repente.

- ;.,Qué dices? Tu eres un nifio y no entiendes nada.

- Y el carifio, ;._tiene también principio y fin? ;._Cuâl es el . principio y el fin de nosotros mismos?

- Qué sabras m -replic6 el hombre-. Anda, nifio, vete por ahi y déjame buscar el principio de este asteroide.

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Y volvi6 a su tarea. Entonces el Principito dibuj6 un circulo en el suelo con el dedo. Luego pregunt6 al hombre:

- lSabe d6nde comienza este circulo?

El hombre se ·gir6 y miro al circulo, primero a simple vista y luego con la lupa.

- Me haces trampa. Novi d6nde empezaste y resulta que la linea sobre el polvo es toda igual. No vale. -

El Principito pens6 que ya habia visto todo Io que tenia . que ver. Miéntras ascendia para salir del planeta, vîo c6mo el anciano se dedicaba a hacer circulos en la tierra, y antes de perderlo de vista, aun Io sinti6 chillar:

- 1Eureka!

Poco después, el Principito se dirigi6 hacia los anillos de Saturno, adonde hacia mucho tiempo que queria viajar.

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5. Llegada a los anillos de Saturno

El Principito se acerc6 cauteloso a los anillos. Eran inmensos. Desde habia siglos, tenia voluntad de conocerlos, mas por causa de otros viajes, del cuidado del baobab, de su rosa -iera tan mimosa y tan posesiva!-, no habia tenido tiempo. Pero por fin, en aquella ocasi6n, se habia animado a llegar hasta alli. Hacia alli mas frio del que en los asteroides, pero por suerte tenia una buena colecci6n de bufandas. Luego se puso una amarilla. Los anillos de Saturno son también como asteroides, aunque algo distintos de los que hay mas alla de Marte. Los cientificos de la Terra tardaron mucho tiempo en descubrir aquello, pero ahora ya Io saben. Hasta habian mandado naves no tripuladas hasta alli, que, como siempre, habian pasado de largo sin saber Io que habia en su interior. Al Principito daba igual que la composici6n de aquellas rocas fuera esta o la otra, eso era Io de menos. Él sentia curiosidad de saber quién vivia en aquella parte remota del sistema solar, porque seguro que encontraria algo o alguien.

Y tuvo suerte. Una gran roca, enorme, aunque podria parecer un planeta minusculo, pas6 por delante de él. Era un almacén, un inmenso almacén lleno de todas las cosas que uno se pueda imaginar. Asi, a primera vista, el Principito vio un pararrayos de bolsillo, una pipa de tres bocas, una cuna para perros, una tetera gigante, una camilla para pulpos, una maquina de poner adoquines en las calles a pedales, un gram6fono que ponia las canciones del revés y un mont6n de cosas que ni sa bia para Io cual servian. Pero, como siempre, el Principito quiso saber quién vivia alli.

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No vio a nadie. De hecho empez6 a remover entre los objetos mas curiosos que habia delante de sus ojos, hasta que, al cabo de mucho tiempo, aunque no tanto como para haber dado una vuelta a Saturno, que eso tarda afios, se encontr6 a una muchacha. Tenia la cara llenas de pecas.

- Hola-saludô el Principito notando que el coraz6n le batia con fuerza.

- Hola-respondi6 ella al sa~udo con una sonrisa inmen~-. l,Til has llegado del espacio?

- Pues si.

-Qué envidia me das. A mi me gustaria poder volar como ru, poder salir al espacio como ru sales.

El Principito se encogi6 de hombros.

-Todo mi suefio es poder viajar por el espacio. Para eso busc6 y busc6 entre todas estas cosas algo que me permita poder viajar.

El Principito encontr6 al tuntUn un diccionario de veinte lenguas que hablaba. Era divertidisimo.

- l Y para qué quieres viajar? l,Es que no tienes cosas de masaca?

La muchacha agach6 la cabeza. 'Luego dijo:

- Llevo cinco afios buscando algo que me permita salir de esta roca. Y mi hermana también.

- l,Tu hermana? l,Esta ella aqui?

- Si, pero hace ya mucho tiempo que no la veo. Ella también esta buscando algo por ahi. De vez en cuando oigo ruidos y pienso que es ella, pero luego resulta que son los ratones, que estân corriendo por entre los cachivaches.

- Pues yo creo que esta roca esta muy bien. Das muchas vueltas a Satumo y tienes aqui unmont6n de cosas para no odiar. l,Es que nunca juegas connada?

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La muchacha Io miro sorprendida.

- iJugar? Pues no. Nunca se me ha ocurrido.

El Principito agarr6 unas tablas y unos plasticos que tenia a mano y enseguida construy6 un invernadero. Luego dijo:

- Voy a llevar esto conmigo si no te importa. Mi rosa estara encantada de que le regale este invemadero. Asi no se cogera todas los catarros que se suele coger. - lTienes una rosa?

- Si.

- Aqui también hay rosas, para alla, pero yo no les hago . mucho caso.

- Pues no sabes Io que te pierdes -sentenci6 el Principito-.Son un poco caprichosas, pero hacen asi para que te fijes en ellas.

El Principito sigui6 rebuscando, hasta que encontrô una imprenta.

- lQué piensas hacer con eso? -preguntô ella.

- Quizas, algUn dia, me pondré a escribir libros. Con esto puedo hacer muchos. lNo te gusta leer?

- Claro que me gusta, pero no tengo tiempo. Aqui hay montones de libros, pero nunca he abierto ni uno.

- Pues aqui tienes un tesoro, cientos de tesoros. lNo los ves?

Ella frunciô el cejo.

- Vaya, el atardecer -anunci6 el Principito cuando se enterô de que el sol iba a caer-. Nunca habia visto las puestas de sol desde aqui. Son mas bonitas que desde mi asteroide. Aqui el sol es mas pequefio y se puede mirar bien. l Tu nunca te sientas a ver los atardeceres?

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planeta era tan grande, su gravedad era enorme. El Principito, que en la Terra pesaba treinta kilos, en Saturno pesaba seiscientos. Era un horror.

Aprovech6 una tormenta de arena y polvo que hubo en el planeta que Io llev6 hasta un enorme volcan. Esper6 en la boca del volcan y esper6 que este tuviese una erupci6n para salir disparado a la atm6sfera y desde allf hasta el espacio. Se sinti6 c6mo una bala, pero era emocionante.

Y luego lleg6 a su asteroide. Nadie sabe c6mo, porque nadie no sabe c6mo hace el Principito para viajar. Es mejor asf, porque algunas personas mayores ganarfan mucho dinero si supieran los sistemas que tiene el Principito de viajar por el cosmos. Es mejor que siga siendo un secreto.

Pero no penséis que este es el ultimo viaje del Principito. Hay otros y habra mas, pero todo dependera de que él quiera contarlos. Por ahora, si Io buscais con un telescopio, podréis descubrir el asteroide del Principito con anillo. No hay mas que ese.

Mientras tanto, mirad para las estrellas de noche, porque él andara por ahf.

Acaso os esté guifiando un ojo.

Acaso os esté, sin saberlo, hablando de amistad.