10
Tecnologhs de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia1 En este capítulo esbozaremos la estructura de un modelo pensado pa- ra comprender la naturaleza de la relación existente entre familias pri- vadas y ámbitos públicos, y el papel de las tecnologías de la comunica- ción y la información en esta relación.' En un documento reciente (1990, 3), James Carrier sugiere que «nin- gún modelo general sobre la forma en que la gente utiliza los objetos puede ignorar las prácticas y relaciones que se producen dentro del hogar». Y lo contrario también es cierto. Ningún modelo de prácticas y relaciones familiares puede ignorar el modo en que los individuos hacen uso de los objetos. Pero cuando estos objetos son tecnologías de la in- formación y la comunicación -televisores, teléfonos, vídeos y ordenado- res- los problemas de creación de un modelo se vuelven extremadamen- te complejos. ¿Por qué? ¿Por qué las tecnologías de la información y la comuni- 1 "--.--..-- .... ".+-..--- .... -a-- . .--. cación plantean problemas especiales? Por supuesto, una_$esp.uesta __ -__" ... ...._.l . . . .. ., ..,.,...-... simp7e-esTa que dice qu~.,esfas.~etecnologia~-n,~son~simplemente..obje- __ _ ._. . . . tos: son medios. Y es este status de medios lo que las distingue de .-~-.,-",- modo relativo -si no, absoluto- de otros objetos, tales como plantas o cuadros, y de otras tecnologías, tales como frigoríficos, secadores para el pelo o martillos. La diferencia es relativa y no absoluta porqueLas tecnologías de la información y la comunicación son también objetos -,-~,--4------~-~,~-~,-,-,,,,<,~-..-.,,.,,,.,,,, . " <,... r l . .C."..-. ".S. :'~:""""~-i~--- . .. I..i.i.;ri-.

Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

Tecnologhs de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia1

En este capítulo esbozaremos la estructura de un modelo pensado pa- ra comprender la naturaleza de la relación existente entre familias pri- vadas y ámbitos públicos, y el papel de las tecnologías de la comunica- ción y la información en esta relación.'

En un documento reciente (1990, 3), James Carrier sugiere que «nin- gún modelo general sobre la forma en que la gente utiliza los objetos puede ignorar las prácticas y relaciones que se producen dentro del hogar». Y lo contrario también es cierto. Ningún modelo de prácticas y relaciones familiares puede ignorar el modo en que los individuos hacen uso de los objetos. Pero cuando estos objetos son tecnologías de la in- formación y la comunicación -televisores, teléfonos, vídeos y ordenado- res- los problemas de creación de un modelo se vuelven extremadamen- te complejos.

¿Por qué? ¿Por qué las tecnologías de la información y la comuni-

1 "--.--..--....".+-..--- .... -a-- .... .--.

cación plantean problemas especiales? Por supuesto, una_$esp.uesta __ -__" ... ...._.l . . . .. ., ..,.,...-... simp7e-esTa que dice qu~.,esfas.~etecnologia~-n,~son~simplemente..obje- _ _ _ ._ . . . . tos: son medios. Y es este status de medios lo que las distingue de .-~-.,-",-

modo relativo -si no, absoluto- de otros objetos, tales como plantas o cuadros, y de otras tecnologías, tales como frigoríficos, secadores para el pelo o martillos. La diferencia es relativa y no absoluta porqueLas tecnologías de la información y la comunicación son también objetos

-,-~,--4------~-~,~-~,-,-,,,,<,~-..-.,,.,,,.,,,, ..... " <,... rl . .C."..-. " . S . :'~:""""~-i~---~... . .. I..i.i.;ri-.

Page 2: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

40 Roger Silverstone / Eric Hirsch

(Csikszentmihalyi y Rochberg-Halton, 1981), comprados por motivos estéticos además de funcionales, y valorados (o no) de la misma forma que lo son otras posesiones. Son también tecnologías y, al igual que éstas, han tenido y seguirán teniendo impacto en el orden económico y social de la casa (Cowan, 1989). Pero las tecnologías de la informa- ción y la comunicación tienen una significación funcional, como me- dios, ya que proporcionan -activa, interactiva o pasivamente- lazos entre familias y miembros individuales de las mismas, con el mundo que hay más allá de la puerta de la casa, mediante formas complejas (caso de lograrlo) y con frecuencia contradictorias. Tal como hemos sostenido en artículos anteriores, las tecnologías de la información y la comunicación están doblemente articuladas en culturas privadas y culturas públicas.

En otros documentos (sobre todo, Silverstone et al., 1989; Silverstone, 1990b) hemos analizado la trascendencia de las tecnologías de la informa- ción y la comunicación en el hogar a partir de un cierto número de distintas perspectivas, incluyendo las siguientes: la significación del sistema y la estructura familiares y la cultura concreta y los modelos de conducta que se dan en la familialhogar como base para comprender la apropiación de tec- nologías dentro de la esfera doméstica; el problema de la «incrustación» de la familialhogar en el entorno más amplio del trabajo y el ocio; la relación entre lo público y lo privado y el papel de los usos y tecnologías de la in- formación y la comunicación en la creación de una base para la constmc- ción de una identidad nacional y personal; la implicación de los medios en la construcción de tiempo y espacio domésticos; las formas de acercamiento a la tecnología como cultura de tal forma que abran su significado y sus usos a la constnicción y a la negociación dentro de la familia; la cuestión de la adquisición de género por parte de las tecnologías, no como algo intrínse- co a éstas, sino como un aspecto de su construcción a través de las relacie nes de género que hay en las familias y su marketing; y, por último, el pro- blema del consumo como forma de identificar los mecanismos llevados al límite, a través de los cuales los individuos y las familias se apropian tanto de objetos como de significados, tecnologías y textos, y en los que esta apropiación define una posición (o una serie de posiciones) para ellos, tanto en la esfera pública como en la privada.

Lo que todavía no hemos hecho es brindar un marco integrador para la consideración de prácticas y relaciones familiares, y para el uso y el consumo de tecnologías de la información y la comunicación, como objetos y como medios. Esta es la tarea del presente capítulo.

Los efectos de la nueva comunicación 4 1

La economía moral de la casa familiar

En busca de esta noción de la familia como una economía moral, re- currimos a una cierta literatura, sobre todo en antropología (Appadurai, 1986; Cheal, 1988; Parry y Bloch, 1989) y, aunque en un sentido más amplio, en la investigación histórica (Thompson, 1971), en la cual los hogares se conciben como parte de un sistema de relaciones s o c i a l e r -- ---<p, ,..-- -, A--".-- h .- -- --..,."---v. pomicas e n i m a e l a - .,. - economa y ra-sociedal forma& o-mas objeG ~ ~ T e l ~ E i f ~ i - ~ Ú b l ~ ~ a . _._ i-.I - -- En este marco, se considera que las familias e i t h activamente acopladas con los productos y significados de esta economía formal, basada en las mercancías y los individuos. Este com- promiso implica la asignación de estas mercancías a la economía do- méstica -son domesticadas- de tal modo que a través de esta apropia- ción se incorporan y redefinen en diferentes términos, de acuerdo con los propios valores e intereses de la familia.

Jonathan Parry y Maurice Bloch (1989) se ocupan, en sus análisis, de los significados del dinero, a los cuales -según sostienen- se somete a transformación cuando cruzan los límites existentes entre la esfera pública de las transacciones basadas en los individuos y las mercancías y la esfera privada de la reproducción doméstica, en la cual lo que es dominante es un conjunto diferente de valores asociado con los intereses a largo plazo del orden cósmico o social. Los significados del dinero 1

son negociables de la misma forma en que otros sostienen que también lo son los significados de los medios y la información: vulnerables al trabajo activo o reactivo de individuos y familias cuando transforman y traducen las ofertas públicas y alienantes de la economía formal en términos aceptables y accesibles.

Efectivamente, podemos ver estos procesos en funcionamiento tanto en el nivel macrosocial como en el microsocial. Culturas globales (si es que se puede hablar de cosas así) enfrentadas a una economía monetaria (Parry y Bloch, 1989), un conjunto impuesto de creencias religiosas (Bastide, 1978) o nuevos medios (Ferguson, 1990), negocian con los significados de las nuevas imposiciones, y con grados variables de éxito forjan una realidad simbólica específica que permanece detrás de la econom'a de las transacciones visibles, sea en el intercambio de mer- cancías, en la conversión religiosa o en la «globalización» del nuevo orden informativo mundial. Del mismo modo, estos procesos tienen lugar en las prácticas de la vida cotidiana (de Certeau, 1984): y de ma- nera decisiva en la esfera doméstica, donde los significados públicos

Page 3: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

42 Roger Silverstone / Eric Hirsch

inscritos por y a través de mercancías, creencias y consumo de medios e información, están abiertos a la negociación de una manera similar, la cual está definida por -y articulada a través de- lo que en este capítulo queremos denominar la «economía moral del hogar».3

----.-,-___- - Un modo tanto de explorar como de poner de manifiesto la particular

calidad de esta economía moral es a través de lo que Igor kopytoff (1986) llama la biografía de la cosa (u objeto). Las cosas tienen bio~ra- - . --,,-%,-c-.-.. e-...-> 0- -~ 1 fías igual que --y las - tienen - .. - . . , , , -- los . individuos y las vidas de aquéllas no son ---- --,! simplemente materia de cambio y transformación, sino aue a través de

- -

j estos cambios y transformaciones revelan las cualidades cambiantes de I los entornos moldeadores por los que pasan:

La biografía de un coche en África pondría de relieve una gran ri- queza de datos culturales: la forma en que fue adquirido, cómo se reunió y de dónde salió el dinero para pagarlo, la relación entre el comprador y el vendedor, los usos a los que se destina normalmente, la identidad de sus pasajeros más frecuentes y de aquellos que lo toman prestado, la fre- cuencia con la que se presta, los talleres de reparación a los que nor- malmente hay que llevarlo y la relación entre el propietario y los mecá- nicos, el paso del coche de mano en mano a lo largo de los años, y, por último, cuando ya está para el desguace, el destino final de sus restos. Todos estos detalles revelarían una biografía completamente diferente de la del coche de un campesino americano, navajo o francés de clase me- dia.

(Kopytoff, 1986: 67)

En el contexto de la sociedad contemporánea, y en el marco definido por nuestro presente estudio tanto sobre la vida doméstica como sobre el lugar que ocupan en ella las tecnologías de la información y la comuni- cación, esta idea es digna de ser mencionada, ya que las citadas tecno- logías definen las principales vías a lo largo de las cuales se construyen las biografías de ideas y significados, información y diversiones, pero también, como objetos y como cosas, tienen sus propias biografías en la medida en que acaban domesticadas en las distintas culturas de familias y hogares.

En efecto, aunque no es posible desarrollar esto aquí, hay que decir que los objetos en general, y las tecnologías de la información y la co- municación en particular, no tienen una sola biografía sino muchas, que se solapan e interconectan: las del objeto individual (mi ordenador), el

Los efeclos de la nueva comunicación 43

producto (el Olivetti M24), la tecnología genérica (ordenadores). A través de estas diferentes líneas biográficas, se puede localizar la vida de un objeto en toda su magnífica certidumbre e incertidumbre, empezando por la invención y pasando por la producción, el marketing, el uso y el desuso, de modo que el carácter único de esta vida puede utilizarse como un indicador de los contextos culturales y sociales de su creación y recreación continuas. Asimismo, desde el punto de vista de su status como medios (y, por tanto, su doble articulación), el software informáti- co, los programas de televisión y las conversaciones telefónicas tienen también biografías en la medida en que también pasan por una sucesión de fases y estadios en sus ciclos vitales y en que revelan, en este tránsi- to, las culturas y entornos que los contienen, los cuales ayudan a definir sus significados particulares.4

Por tanto, la economía moral de la familia es a la vez una economía __ILI_ ---.T.-----..--- -..-*

de Significados y una economía significativa, y en ambas dimensiones __ d.-..-.,.̂ .--_ ,.,. < -.... ..+-- _.,

inantiene ~ con el,gúbli~~~una,~relac~~,pat,encia~,~,~e,al~ent.e,~ransforma- - .. , dora, es e-. decir, ..,.,,, una .. . .... economía _ ..,.. .*, , ..,. ,..., objetiva : ,. .. .:. del ...: .. . ., in te~ ,ambiGe . . bienes y signi- /-.-.-- -,-_.,I. ., Ea=. La familia constituye una economía moral es tanto una - .

unidad económica implicada en la economía pública a través de las 12. actividades de consumo y productivas de sus miembros, como una uni- 1 dad económica compleja en sus propios términos (Pahl, 1990). Asimis- mo, es una economía moral debido a que las actividades económicas de sus miembros, dentro de la casa así como en el mundo del trabajo, del ocio y de las compras en su sentido más amplio, están definidas e in-

I formadas por un conjunto de cogniciones, evaluaciones y estéticas, definidas e informadas ellas mismas por las historias, las biografías y las políticas de la familia y de sus miembros. Éstas están expresadas en las diversas y específicas cosmologías y rituales que definen -o no consi- guen definir- la integridad del hogar como unidad cultural y social. En el seno de la economía moral de la familia, los principios de valoriza- ción personal y las bases de intercambio y reciprocidad serán, con gra- dos variables de intensidad, diferenciadas y diferenciables de aquellas que operen en el mercado y en la esfera pública. Por supuesto, en la sociedad contemporánea hogares distintos compartirán elementos de sus economías morales de acuerdo con sus posiciones en la estructura so- cial, pero del mismo modo cada familia pondrá de manifiesto una cultu- ra particular y única que proporcione las bases para la seguridad y la identidad de la misma en su conjunto, así como las de sus miembros individuales (véase capítulo 13).~

Page 4: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

44 Roger Silverstone / Eric Hirsch

Objetos y significados, tecnologías y medios, que cruzan el difuso y cambiante límite entre la esfera pública, en la que se producen y distri- buyen, y la esfera privada, donde se les destina a una economía personal de significado (Miller, 1987), señalan el emplazamiento del trabajo decisivo de reproducción social que tiene lugar en la economía moral del hogar. Es evidente que las tecnologías de la información y la comu- nicación están implicadas de manera crítica en este trabajo de repro- ducción social, no simplemente como mercancías y objetos apropiados, sino también como mediadoras de los conocimientos sociales y los placeres culturales que facilitan las actividades de consumo, siendo al mismo tiempo -por derecho propio- susceptibles de ser consumidas.

Así pues, entender que la familia constituye una economía moral es entenderla como parte de un sistema transaccional, implicado dinámi- camente en el ámbito público de la producción e intercambio de mer- cancías y significados. Pero esta implicación no es simplemente de carácter pasivo. Lo que está en juego es la capacidad del hogar o la familia para crear y sostener su autonomía e identidad -lo mismo que ocurre con sus miembros individuales- como una unidad cultural, social y económica. En el continuo trabajo de reproducción -y por vía del engranaje de la posición de clase, la etnicidad, la geografía, etcétera-, la familia toma parte en un proceso de creación de valor en sus diversas prácticas cotidianas, las cuales estan firmemente basadas en su posición en el espacio y el tiempo -aunque también son partes constitutivas de / éstos- y brindan las bases para alcanzar lo que Anthony Giddens define como «seguridad ontológica», lo que parece ser un sentido de fe o con- fianza en el mundo (Giddens, 1989: 278).%no de los puntos de interés es también -y éste es especialmente cierto en una sociedad capitalista avanzada- la capacidad de la familiafhogar para mostrar, tanto a sí misma como a los demás, a través de la objetización de estas prácticas, su competencia y su status como participante en una economía pública compleja (Douglas y Ishenvood, 1980; Bourdieu, 1984; Miller, 1987). Diferentes familias harán uso de distintos recursos culturales, basándose en creencias religiosas, biografías personales, o bien en la cultura o en una red familiar o de amigos, y como resultado de ello construirán un entorno (más o menos permeable, más o menos protegido) limitado: el hogar. Por supuesto, su éxito o su fracaso pertenece al ámbito de los recursos económicos y políticos.

Por tanto, &c9n~r$anoralde ___ la familia --. está basadaen - la-creación del hogar,7 que podrá ser o n i familiar pero que ciertamente estará mar- ----- =--,

Los efectos de la nueva comunicacibn 45

cado por el género, a la vez que estructurado de forma múltiple, tanto espacial como temporalmente (Giddens, 1984: 119). Y mientras que se forman y transforman significados mediados y no mediados, mercancías y objetos, en la medida que éstos atraviesan la frontera que separa las esferas públicas de las privadas, es la calidad del logro de la ahogan- dad» -la que transforma el espacio en lugar, la que respalda las rutinas temporales de la vida cotidiana- la que expresa el proyecto que Giddens considera como particular, y particularmente problemático, en la socie- dad moderna (véase Giddens, 1984: 119; 1990). Objetos y significados, en su objetización e incorporación a los espacios y prácticas de la vida doméstica, definen para la familia un universo semántica especial res- pecto al ofrecido en el mundo público de mercancías y relaciones efíme- rnr P i n ~ t n ~ r n e n t ~ l e s Pero hacen esto a través de un provecto evaluador

.-i-i-_-l--...r,-" '. . . . - . .

-moral- que, a su vez, da lugar a la creación de un sentido limitado_~s- -- __,_<___"_._C_.. . e; S ._." - ,.. >. -.-. .,? .. , - , /,,. ..- .. .', . . - . . .

~acrarYtem~oralmente-~~~-~e.guridad~~_c~?fia~~~~~~~~~~~ido..si~.~1, cual+ l T V i Z S l ~ " c á 7 E ñ ~ ~ l i d a d , ningún tipqde-vida) se. volvería imposi- ble. -:.S

Las tecnologías de la información y la comunicación elaboran el proyecto de crear seguridad ontológica especialmente problemática, ya que los medios desenganchan de la experiencia la localización de la acción y del significado, y al mismo tiempo (y a través de los mismos espacios desplazados) reivindican la acción y el significado para el sistema de relaciones sociales y económicas (y morales) capitalistas del mundo moderno.' En efecto, los medios plantean en el hogar un conjun- to completo de problemas de control, de regulación y de mantenimiento de los límites, problemas que se expresan generalmente en el ciclo regu- lar de pánicos morales que rodean a los nuevos medios, o a su conteni- do, pero que en el nivel cotidiano, en los hogares donde habitan los individuos, se ponen de relieve mediante decisiones que incluyen y excluyen contenidos de esos mismos medios, y regulan en su seno lo que se escucha y a quién se escucha, con qué se juega, qué se utiliza, etc. De modo similar, y en relación con otros medios distintos de la televisión o del vídeo -por ejemplo, el teléfono-, el acceso a hacer y a recibir llamadas es constitutivo de identidad individual (el adolescente construye su identidad y su red social por medio del mismo; la madre de familia asume la responsabilidad de mantener la relación conyugal y familiar o la red de amigos también mediante su uso) a la vez que es objeto de regulación (los costes de las llamadas, pero también las ansie- dades ante llamadas inoportunas).

Page 5: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

46 Roger Silverstoae / Eric Hirsch

Asimismo, el ordenador, en el status problemático que tiene como máquina de juegos, como educador, o como facilitador de trabajo, po- tencial y realmente se extiende y transforma los límites del hogar fami- liar (tanto en lo referente a los deberes escolares como a la cultura de intercambio de juegos, así como respecto a posibles lazos con la escuela real y al potencial mágico adscrito, en la fantasía propia, a la tecnología) y puede amenazar con cambiar o socavar lo que se da por sentado en las rutinas de la vida doméstica. De hecho, es evidente que la incorporación de la tecnología a la economía moral de la familia se enfrenta a menudo a este desafío: es el ordenador el que, las más de las veces, resulta trans- formado por esta incorporación, mucho más que las rutinas de la vida en el hogar. Pero merece la pena señalar que es al tener que afrontar y manejar estos diversos desafíos instigados por los medios (y otros) cómo la economía moral de la familia destaca sobre el fondo y se hace visible para sus miembros, así como para aquellos -como nosotros- que observamos e interpretamos.

Elementos del sistema transaccional en el que se expresa la economía moral de la familia

~uerríamos distinguir cuatro elementos no discretos, o fases, en la dinámica de la economía moral de la familia desde el momento en que está integrada en el sistema transaccional de relaciones mediáticas y mercantiles:

- apropiación - objetización - incorporación - conversión Tal como ya hemos sugerido, las tecnologías de la comunicación y

la información están involucradas en todos los aspectos de estos proce- sos, pero de una forma especialmente profunda y convincente. Ello ocurre en virtud de su «doble articula~ión»~ en la economía y la cultu- ra, y debido al status que tienen como objetos y como medios. Tanto la televisión como los programas que en ella aparecen son objetos para ski consumcTOi',-~p-af$ Ero'en-fomasque dépe.ndeii"dCGis culturas pa;i;cüiares ' @&.se-..d aK -.-fim;l'ia' . 990) .. .S;<- erñ'li--g la

.

doble-articulaclon-.'de ¡a-televisión en la cultura doméstica se extiende más allá de su mero status como objeto y como medio, ya que en este

Los efectos de la nueva comunicacibn 47

último caso y mediante la provisión de servicios, información y entre- tenimiento (siendo cada uno de éstos una mercancía) la televisión proporciona las bases para una «educación», una competencia, en todos los aspectos de la cultura contemporánea (Haralovich, 1988). Es evidente que la televisión es normalmente, en esta doble articulación, el «objeto destacado* (Lefebvre, 1971), aunque en un menor grado -si bien todavía importante- este argumento vale para todas las tecnolo- gías de la comunicación y la información. El vídeo, el ordenador o el teléfono, cada uno por diversas vías, brindan (o fracasan en el intento) un camino para el consumo y la articulación de mensajes e intercam- bios -generados públicamente- que se facilitan dentro de la casa, y, por supuesto, para que los mensajes e intercambios generados priva- damente circulen por el camino de vuelta.

Vamos a esbozar brevemente lo que damos a entender con cada uno de estos cuatro elementos del sistema transaccional.

Apropiación

Se produce la apropiación de un objeto -de una tecnología, de un mensaje- en el momento en que es vendido, en el momento en que abandona el mundo de las mercancías y el sistema generalizado de equivalencia e intercambio y un individuo o una familia toma posesión del mismo y se convierte en su dueño. ~ e d i a n t e la apropiación por parte de otros, los artilugios se vuelven auténticos (las mercancías se convierten en objetos) y alcanzan significación. Tal como sugiere Da- niel Miller:

La autenticidad de los artefactos, entendidos éstos como cultura, de- riva no de su relación con algún estilo histbrico del proceso de manufa- tura ... sino más bien de su participación activa en un proceso de auto- creación social en el que aquéllos constituyen directamente el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Los cn- terios clave para juzgar la utilidad de los utensilios contemporáneos son el grado en el que éstos pueden ser o no objeto de apropiación por parte de las fuerzas que los crearon, las cuales son ante todo, forzosamente, alienantes.

(Miller, 1987: 215)

Page 6: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

48 Roger Silverstone / Eric Hirsch

Partiendo de esta perspectiva, la apropiación representa el proceso global de consumo así como el momento en el que un objeto traspasa el umbral existente entre las economías formales y las mora~es. '~

Aunque Miller se concentra aquí en la significación de la apropia- ción para el status de los objetos-mercancía, debería decirse también que los actos de apropiación -las transacciones implicadas en el paso de los artefactos de la condición de mercancías a la de objetos- son, o pueden ser, centrales para los esfuerzos que un individuo o una familia hacen en el proceso de autocreación: aquellos que llevan a la definición y la diferenciación de unos y otros, así como a la alianza entre unos y otros.

Hay que señalar dos cuestiones. La primera es que este trabajo de apropiación no está tan sólo confinado a objetos materiales, sino que, de forma decisiva, se aplica también a la apropiación del contenido de los medios, a la selección de programas que se quieren ver, al software informático que se quiere comprar o a los servicios de telecomunicacio- nes a los que uno se quiere suscribir, si bien la «propiedad» sobre estas cosas es de un orden distinto del de la propiedad sobre los objetos. Sin embargo, los significados atribuidos tanto a objetos como a textos y servicios mediados en el hogar familiar no son necesariamente imputa- dos a ellos en la esfera pública." Su entrada en la economía moral de la familia a través de su apropiación proporciona una base para la com- prensión de esta economía y la dinámica de su particularidad.

Y ello conduce a un segundo punto. Como el propio Miller (1988) sostiene -en un estudio sobre las cocinas de una serie de inquilinos de viviendas protegidas-, en una casa hay diferentes estrategias disponi- bles en su apropiación de la mercancía alienada (en este caso, la enaje- nación del arriendo de viviendas protegidas). Una es pasiva: la aliena- ción se interioriza y no se hace ningún esfuerzo para alterar la decoración de la cocina. La segunda constituye un intento de «utilizar la construcción estética para imponer una fachada que, en la medida de lo posible, distraerá la atención de las instalaciones fijas y la centrará en artículos escogidos directamente por los inquilinos, o asociados con ellos». Y la tercera es aquella en la que «se eliminan o transforman completamente las formas ajenas» mediante un esfuerzo concertado de remodelaje. l2

Los efectos de la nueva comunicncidn 49

Objetización

Si la apropiación se revela a sí misma en la posesión y la propiedad, la objetización se exterioriza a sí misma por medio de su exposición, y a su vez revela los principios clasificatorios que informan un sentido de la familia acerca de su seZf y del lugar que ocupa en el mundo (véase Csi- kszentmihalyi y Rochberg-Halton, 1981). Estos principios se inspirarán en percepciones de status -y en reivindicaciones del mismo-, y expresa- rán, y sucesivamente definirán, diferencias de género y edad en la me- dida en que estas categorías se construyen en el seno de la cultura de cada hogar.

La objetización se expresa en el uso (véase más adelante) pero tam- bién en la forma en que los objetos están dispuestos en el entorno espa- cial de la casa (o en prolongaciones de ésta),l3 manifestándose también en la construcción de este entorno como tal. No hay duda de que es posible ver cómo los artefactos físicos, en su organización y exposición, así como en su construcción y en la creación del entorno para dicha exposición, proporcionan una objetización de los valores, los universos estético y cognitivo, de aquellos que se sienten cómodos o se identifican con ellos. Una comprensión de la dinámica de la objetización en el hogar también hará que se muestre nítidamente el modelo de diferen- ciación espacial (privado, compartido; atacado, defendido; adulto, niño; hombre, mujer; etc.) que proporciona las bases para la geografía de la casa. Una vez más, las tecnologías de la información y la comunicación son una parte de este proceso de objetización en el mismo grado que también lo son otros objetos.

Tal como sugiere Ondina Fachel en su estudio sobre la televisión en los hogares brasileños:

La rosa de plástico en el vaso «dorado», las fotografías, la imagen religiosa, el frasco de medicinas, y la mayor parte del aparato de televi- sión y los espacios que todo ello ocupa en el orden doméstico son signi- ficados que comprenden una base lógica cultural, es decir, un sistema simbólico que es en sí mismo parte de un universo simbólico mayor que tiene como significación principal la ciudad y la industria.

(1990,25)

De nuevo, hemos de puntualizar algunas cosas. La primera es que la televisión no tiene por qué ser la única tecnología que reciba este tipo de

Page 7: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

50 Roger Silverstone / Eric Hirsch

tratamiento. Todas las tecnologías tienen el potencial de ser objeto de apropiación en un entorno estético (y todos los entornos tienen, en un sentido u otro, una estética). Y muchas son adquiridas tanto por su as- pecto y su compatibilidad con la racionalidad estética dominante en la casa como por su significación funcional.

La segunda es que la apropiación y la exposición de artefactos indi- viduales, incluidas las tecnologías, ni se pueden entender ni tienen lugar de manera aislada. En el ejemplo anterior, la televisión, el vaso, las fotos, la rosa de plástico, todo significa algo, pero es un significado conjunto, como expresión de la calidad sistemática de una estética do- méstica que a su vez revela, con distintos grados de coherencia (y con- tradicción), el universo cognitivo y evaluativo del hogar.

En tercer lugar, hay que decir que los objetos aparecen y se muestran en un entorno espacial significativo ya construido (y siempre recons- tmible). En el estudio de Leal, una disposición de una habitación impli- caba trasladar la televisión a algún lugar donde se pudiera ver desde fuera. La organización y la decoración de las habitaciones, desde las cocinas (Miller, 1988) hasta los lavabos (Bernstein, 1971: 184) y las salas de estar (Putnam y Newton, 1990), constituyen un componente central del proceso de objetización, el cual, limitado por las circunstan- cias materiales tanto como por las preferencias y los intereses, ofrece una base para abordar las formas en las que la disposición física y la estructura del hogar definen y contienen el funcionamiento interno de la economía moral.

Pero, ¿qué hay acerca del objeto no material? ¿En qué sentido po- demos enfocar la cuestión de los artefactos no materiales o semimateria- les (los programas de televisión, el software informático, los vídeos o los chismes de las conversaciones telefónicas) en tanto que son objeti- zados en igual o similar forma que los artilugios materiales? Hay varias maneras de hacer esto. La primera es considerándolos como mercancías para el consumo del mismo modo que los artefactos materiales. La segunda es admitir, como ya hemos hecho, que están sometidos a for- mas de apropiación semejantes a las de los objetos materiales, que su significado no queda fijado en la producción. La tercera consiste en observar que pueden articularse en la economía moral de la familia, no tanto a través de su exposición física (aunque las fotografías de las es- trellas de los culebrones o de la música rock, por ejemplo, brindan un mecanismo para su objetización material) como por su incorporación a la estructura temporal o tejido del hogar familiar. La última es admitir

Los efectos de la nueva comunicacidn 5 1

que el contenido de los medios se objetiza en la conversación en la familia, por ejemplo, en los modos en que las descripciones de los pro- gramas de televisión, de los personajes de los culebrones, o de los suce- sos de los informativos, proporcionan una base para la identificación y la autorrepresentación (véase Hobson, 1982; Radway, 1984; Ang, 1985).

Incorporación

A través de la idea de incorporación quiero centrar la atención en las formas en las que se utilizan los objetos, en especial las tecno~o~ías. '~ Éstas son funcionales. Pueden ser adquiridas teniendo en nuestra mente ciertos rasgos distintivos de las mismas, y puede que después, efectiva- mente, sirvan a otros propósitos culturales cuando se produzca la apro- piación. Es posible que se conviertan en funcionales siguiendo métodos que no estaban recogidos en las intenciones de diseñadores y agentes del mercado. Acaso tengan muchas funciones, las cuales pueden cambiar o desaparecer del todo (muchos ordenadores caseros que se han comprado con objetivos educacionales se han convertido en máquinas de juegos o han sido relegados a los altillos o al fondo de los armarios). Pera gue una- tecnología se vuelva funcional ha de encontrar su sitio en la economía

-----.--..,--"-"-.- .,..*.- ..-,.. ,.,..l-,....,.-.. ,',-.. moral de la casa familiar, especi'ficamente en Io que se refiére a su incór-

. -.._ _,,____C poración a las m'fiIaS'"a~-l-~--vVid5~c~~TdPma~~E'st"af~co~6i-aae16'nnnp~~de llc -I,.II" I....I-" ."'hm"'il-"- "..".-.i~? ,..., =: .-,

ar'tiempo para flacer otras cosas Gershuny, 1982); puede facilitar el «control» del tiempo, por ejemplo, en las capacidades de cambio de tiem- po del vídeo o del microondas; o quizá permita que algunos momentos estén «mejor aprovechados», por ejemplo, el uso de la radio como com- pañero en los ratos de descanso para tomar un café, o como parte de la rutina de la acción de levantarse por la mañana.

Mientras que ocuparse de la objetización identifica principalmente los aspectos espaciales de la economía moral, la incorporación se centra en las temporalidades. Una vez más, donde esto se muestra de modo más manifiesto es en la investigación sobre la televisión, ya que hay un cierto número de formas en las que las emisiones televisivas proporcio- nan un marco tanto para la implicación del hogar en la secuenciación de tiempo público (por ejemplo, la televisación de rituales nacionales: Chaney, 1986; Scanell, 1988) como para el sostenimiento de las rutinas domésticas a través de los horarios de emisión (Paterson, 1980; Mo- dleski, 1984).15

Page 8: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

52 Roger Silverstone / Eric Hirsch

Por supuesto, la incorporación a la economía moral de la familia trae otra vez a colación las cuestiones anteriores relativas al género y la edad, así como los temas de la visibilidad o invisibilidad de las tecno- logías en el seno de la economía moral. Éstas se incorporan al hogar familiar como articulaciones de las diferenciaciones de género (Gray, 1987) y edad, y también como reforzamientos o afirmaciones de status. Dónde está localizada una tecnología y cuándo y cómo se utiliza (y, desde luego, quién) se convierten en elementos clave en la economía moral de la familia en su conjunto: con sus equipos de música, los ado- lescentes levantarán <<una pared de sonido» en sus habitaciones; se libra- rán grandes batallas por el control del mando a distancia de la televisión (Morley, 1986); a todo lo cual seguirá la propiedad y el uso del ordena- dor, reforzando todo ello dentro de la familia una cultura -marcada por el género- de la tecnología.

Por tanto, la incorporación de artefactos, tecnologías y textos en la economía moral de la familia, junto a su objetización, brinda una base para el constante trabajo de diferenciación e identificación dentro de las familias y entre ellas. Este trabajo, también de construcción y afirma- ción de la identidad, se sustenta, a su vez, en la exposición y el uso. Los límites espaciales y temporales se crean y defienden dentro y alrededor del hogar. La política de la familia y del barrio, los conflictos relativos a la propiedad y el control de (inter alia) las tecnologías de la información y la comunicación, y el status de la familia o de sus miembros, son expresiones todas ellas -al tiempo que elementos internos- del trabajo continuo de reproducción social que proporciona los cimientos para la coherencia de la economía moral del hogar familiar.

Conversión

Mientras que la objetización y la incorporación son principalmente aspectos de la estructura interna de la familia, la conversión -al igual que la apropiación- define la relación entre dicha familia y el mundo exterior, para lo cual artefactos y significados, textos y tecnologías, cruzan una frontera en tanto el hogar familiar define y reivindica para sí mismo y sus miembros un status en el entorno del barrio, en el mundo del trabajo y en los grupos de iguales presentes en la «sociedad en su sentido más amplio».

La metáfora es de tipo monetario. Los significados son como las unidades de moneda. Algunas son convertibles, mientras que otras -por

Los efectos de la nueva comunicación 53

ejemplo, significados personales, privados- no lo son. La economía moral de una familia supone la base para la negociación y la transfor- mación del significado de mercancías potencialmente alienantes, pero sin la exposición y sin la aceptación de estos significados fuera del hogar este trabajo de mediación permanece en su condición de privado: inaccesible e irrelevante para el dominio público. El trabajo de apropia- ción debe ser igualado por este primer trabajo de conversión si el prime- ro ha de tener alguna significación fuera de la casa (véase Douglas e Isherwood, 1980; Bourdieu, 1984).

Una vez más, dirigimos nuestra atención a la televisión para ilustrar lo que queremos decir. La televisión es la fuente de buena parte de las conversaciones y los chismes de la vida cotidiana (Hobson, 1982). El contenido de sus programas, los giros de la narrativa, la moralidad de sus personajes, las ansiedades que rodean a las noticias, etcétera, pro- porcionan en muchos lugares y a la mayoría de nosotros, con mayor o menor grado de intensidad, buena parte de la moneda corriente del dis- curso cotidiano. Para ciertos grupos, el software informática tiene el mismo status. Como medio de transmisión, las conversaciones telefóni- cas son tan importantes como la comunicación cara a cara. Las discu- siones sobre una compra reciente o futura, sugerida quizá por la publici- dad televisiva o por la cultura particular del barrio o de la clase social, se dan en todas partes de manera similar. Así que, una vez más, pode- mos señalar las formas en las cuales las tecnologías de la información y la comunicación están doblemente articuladas: facilitando la conversión (y la conversación) y siendo objetos de conversión (y de conversación).

Sin embargo, la apropiación de un objeto no tiene consecuencias públicas a menos que éste se manifieste tanto material como simbólica- mente, ya que a través de esta exposición se afirmarán y confirmarán (Veblen, 1925) los criterios de juicio y preferencia de una familia (o de un miembro de la misma). Desde luego, algunas familias se opondrán (o no admitirán) a este aspecto del sistema transaccional, y a veces, como en el caso de la antena para recepciones vía satélite, puede resultar que la exposición impuesta tenga sus pros y sus contras (Brunsdon, 1991). Pero del mismo modo, la conversión de la experiencia de la apropiación de significados derivados de la televisión, por ejemplo, es una indica- ción de condición de miembro y de competencia en una cultura pública, a cuya construcción contribuye de manera activa.

Este aspecto de la expresión de la economía moral de la familia es especialmente importante en los adolescentes, quienes utilizarán su

Page 9: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

54 Roger Silverstone / Eric Hirsch

consumo de música grabada, o su colección de juegos de ordenador, literalmente como un billete de entrada a la cultura de los grupos de iguales, de colegas. El intercambio de discos y juegos, y las conversa- ciones sobre los mismos, le proporcionan al individuo un mecanismo para convertirse en miembro de una cultura de un grupo de iguales, aunque, por supuesto, también constituyen elementos esenciales de esta cultura en modos fundamentales. Por medio de estos intercambios, el límite de la economía moral del hogar se extiende y se transforma poco a poco en la economía pública, si bien en el seno de la familia las habi- taciones privadas de los adolescentes tanto masculinos como femeninos suponen igualmente el lugar idóneo para las actividades de conversión, ya que amigos con intereses semejantes se sienten arrastrados hacia la «casa de la moneda» ciiltural.

Conclusiones y consecuencias

No es difícil sugerir la intención que se esconde detrás de este enfo- que de la dinámica del consumo tecnológicamente mediado (y del con- sumo de tecnología): consiste en proporcionar un marco para una com- prensión de las complejas interrelaciones de culturas y tecnologías a medida que éstas surgen en las prácticas de las instituciones y los indi- viduos, y a través de las desiguales, pero nunca totalmente determinan- tes o determinadas, relaciones entre las esferas pública y privada. Den- tro de este modelo, las tecnologías son al mismo tiempo modeladoras y modeladas, siendo el equilibrio entre ambas condiciones un asunto que requiere una mayor investigación teórica a la vez que, por supuesto, empírica.

Debe quedar claro que las biografías doblemente articuladas de las tecnologías de la información y la comunicación no se agotan en el mo- mento en que los objetos o significados cruzan los distintos umbrales materiales y simbólicos de la esfera doméstica. El seguimiento de estas biografías también proporciona, en otro registro, las bases de una des- cripción histórica y antropológica del cambio tecnológico y social, por un lado, y de las variaciones culturales a gran y a pequeña escala, por el otro.

Desde el punto de vista de los productores, los reguladores, los anunciantes y los consumidores de estas tecnologías complejas y de estos procesos tecnológicos, se puede sugerir que un modelo como éste (junto con los datos empíricos que surgen para respaldarlo) abre la po-

Los efectos de la nueva comunicacibn 55

sibilidad de asistir a algunas de las realidades de la significación que las tecnologías de la información y la comunicación tienen en la vida coti- diana y para la misma, así como a las realidades relativas a cómo estas tecnologías se transforman, o en muchos casos se rechazan, en el mo- mento del consumo y -con el mismo grado de importancia- después del mismo.

Y para todos aquellos que están preocupados por la familia y su futu- ro en un mundo tecnológicamente mediado, quizá podemos decir que aquí es también esencial una comprensión del proceso, la variación y el límite. Las familias y los hogares manejan estas tecnologías igual que otros aspectos de sus vidas cotidianas, con un grado mayor o menor de éxito, control, competencia y serenidad, dependiendo de los recursos de que disponen para sostener su propia economía moral.

Referencias

Ang, Ien (1985) Dallas: Soap Opera and the Melodramatic Imagination, Lon- dres, Methuen.

Appadurai, Arjun (ed.) (1986) The Social Li$e of Things: Comnodities in Cultu- ral Perspective, Carnbridge, Cambridge University Press.

Bastide, Roger (1978) The African Religions of Brazil: Towards a Sociology of the Interpretation of Civilisations, Baltimore, Johns Hopkins University Press.

Bernstein, Basil(1971) Class, Codes and Control, vol. 1, Londres, Routledge & Kegan Paul.

Bourdieu, Pierre (1984) Distinction: A Social Critique of the Judgement of Tuste, Londres, Routledge & Kegan Paul.

Brunsdon, Charlotte (1991) ~~Satellite dishes and the landscapes of taste», New Fonnations, 15,23-42.

Carrier, James (1990) «Reconciling cornmodities and personal relations in industrial society», Theory and Society, 19, 1-16.

Certeau, Michel de (1984) The practice of Everyday Life, traducido por Steven Randall, Berkeley, University of Califomia Press.

Chaney, David (1986) «A symbolic rnirror of ourselves: civic ritual in mass society», Media, Culture and Society, 5(2), 119-36.

Cheal, David (1988) Z'he Gift Economy, Londres y Nueva York, Routledge. Cowan, Ruth Schwartz (1989) More Work for Mother: The Ironies of Hou-

sehold Technology from the Open Hearth to the Microwave, Londres, Free Association Books.

Page 10: Silverstone y otros - Tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

56 Roger Silverstone / Eric Hirsch

Csikszentmihalyi, Mihaly y Rochberg-Halton, Eugene (1981) The Meaning of Things: Domestic Symbols and the Self, Cambridge, Cambridge University Press.

Douglas, Mary (1976) Natural Symbols, Harmondsworth, Penguin. Douglas, Mary e Isherwood, Baron (1980) The World of Goods: Towards an

Anthropology of Consumption, Harmondsworth, Penguin. Ferguson, Marjorie (1990) ~Electronic media and the redefining of time and

space», en Marjorie Ferguson (ed.) Public Communication: The New Impe- ratives: Future Directions for Research, Londres, Sage, 152-72.

Gershuny, Jonathan (1982) ~Household tasks and the use of time», en S. Wallman et al. Living in South Lorzdon, Aldershot, Gower, 149-8 1.

Giddens, Anthony (1984) The Constitution of Society, Cambridge, Polity Press. (1989) «A reply to my critics», en David Held y John B. Thompson (eds.) Social Theory of Modern Societies: Anthony Giddens and his Critics, Cam- bridge, Cambridge University Press, 249-301. (1990) The Consequences of Modernity, Cambridge, Polity Press.

Gray, A. (1987) «Behind closed doors: women and Video», en H. Baer y G . Dyer (eds.) Boxed-in: Women un and in TV, Londres, Routledge, 38-54.

Gregory, Derek (1989) «Presentes and absences: time-space relations and stnicturation theoryn, en David Held y John B. Thompson (eds.) Social Theory of Modern Societies: Anthony Giddens and his Critics, Cambridge, Cambridge University Press, 185-214.

Haralovich, Mary Beth (1988) «Suburban family sitcoms and consumer product design», en Philip Drummond y Richard Paterson (eds.) Television and its Audience, Londres, British Film Institute, 38-60.

Hobson, Dorothy (1982) Crossroads: The Drama of a Soap Opera, Londres, Methuen.

Kopytoff, Igor (1986) «The cultural biography of things: commoditization as a process», en Arjun Appadurai (ed.) The Social Life of Things: Commodities in a Cultural Perspective, Cambridge, Cambridge University Press, 64-91.

Leal, Ondina Fachel (1990) «Popular taste and erudite repertoire: the place and space of television in Brazil», Cultural Studies, 4(1), 19-29.

Lefebvre, Henri (1971) Everyday Life in the Modern World, Londres, Allen Lane.

MiUer, Daniel (1987) Material Culture and Mass Consumption, Oxford, Blackwell. (1988) «Appropiating the state on the council estate», Man, 23, 353-72.

Modleski, Tania (1984) Loving with a Vengeance: Mass Produced Fantasies for Women, Londres, Methuen.

Morley, David (1980) The «Nationwide Audience*, Londres, British Film Insti- tute. (1986) Family Television: Cultural Power and Domestic Leisure, Londres, Methuen.

Los efectos de la nueva comunicacibn 57

Pahl, Jan (1990) «Household spending: personal spending and the control of money in marriage», Sociology, 24(1), 119-38.

Parkin, Frank (1973) Class Inequality and the Political Order, Londres, Pala- din.

Parry, J. y Bloch, M. (eds.) (1989) Money and the Morality of Exchange, Cam- bridge, Cambridge University Press.

Paterson, Richard (1980) ~Planning the family: the art of the schedule», Screen Education, 35,79-85.

Putnam, Tim y Newton, Charles (eds.) (1990) Household Choices, Londres, Futures.

Radway, Janice (1984) Reading the Romance: Feminism and the Representa- tion of Women in Popular Culture, Chape1 Hill, University of Northern Ca- rolina Press.

Sahlins, Marshall (1976) Culture and Practica1 Reason, Chicago, University of Chicago Press.

Scannell, Paddy (1988) «Radio Times: the temporal arrangements of broadcas- ting in the modern world», en Philip Drummond y Richard Paterson (eds.) Television and its Audience, Londres, British Film Institute, 15-3 1.

Silverstone, Roger (1990a) «De la sociología de la televisión a la sociología de la pantalla: bases para una reflexión global», Telos: Cuadernos de Comuni- cacidn, Technologia y Sociedad, 22, 82-7. (1990b) ~Television and everyday life: towards an anthropology of the te- levision audience», en Marjorie Ferguson (ed.) Public Communication: The New Imperatives, Londres, Sage, 173-89. (1991) «From audiences to consumers: the household and the consumption of information and communication technologies~, European Joumal of Communication, 6 , 135-54.

Silverstone, Roger; Morley, David; Dahlberg, Andrea; y Livingstone, Sonia (1989) «Families, technologies and consumption: the household and infor- mation and communication technologies*, documento de discusión CRICT, Brunel University.

Thompson, E. P. (1971) «The moral economy of the English crowd in the eighteenth centuryn, Past and Present, 50,76-136.

Veblen, Thorstein (1925) The Theory of the Leisure Class: An Economic Study of Institutions, Londres, George Allen & Unwin.