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Loterstein 0 SINTAXIS URBANA CINCO PIEZAS PARA SEXTETO DE JAZZ ABEL NICOLÁS LOTERSTEIN BOTERO Trabajo presentado como requisito para optar al título de Magíster en Música. DIRECTOR JUAN ANTONIO CUÉLLAR SÁENZ PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE ARTES MAESTRÍA EN MÚSICA. AGOSTO 2017

SINTAXIS URBANA CINCO PIEZAS PARA SEXTETO DE JAZZ ABEL

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SINTAXIS URBANA

CINCO PIEZAS PARA SEXTETO DE JAZZ

ABEL NICOLÁS LOTERSTEIN BOTERO

Trabajo presentado como requisito para optar al título de Magíster en Música.

DIRECTOR

JUAN ANTONIO CUÉLLAR SÁENZ

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE ARTES

MAESTRÍA EN MÚSICA.

AGOSTO 2017

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TABLA DE CONTENIDOS:

INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 2

MARCO TEÓRICO ................................................................................................. 6

I. REFLEXIONES SOBRE LA CIUDAD ............................................................... 7 A. Patchwork: Superposición, yuxtaposición y multiplicación de. texturas

1. Lo liso y lo estriado. Implicaciones en la morfología de la ciudad

2. El tiempo liso y el tiempo estriado B. Rastros: La memoria y el olvido. Huellas de ciudades pretéritas

1. La erosión del recuerdo. 2. Repetición, variación y diferencia.

C. Progreso y retroceso: En búsqueda del progreso perdido. 1. Nisbet y crisis de la idea de progreso. 2. Subdesarrollo, globalización y diversidad. “Modernidades

alternativas”. 3. Las fuerzas de equilibrio de la cultura (Braxton)

D. El paisaje sonoro urbano. Los sonidos de la ciudad 1. El paisaje sonoro moderno: fuente de materiales para la nueva

música 2. Caracterización del paisaje sonoro urbano. La ecología del

sonido 3. La indeterminación y el azar: la condición fundamental del

paisaje sonoro urbano

II. IMPROVISACIÓN Y CIUDADANÍA ................................................................ 36 A. El músico es la música B. La importancia del contexto C. Los valores de la improvisación.

PROCESO CREATIVO ........................................................................................ 41

I. PATCHWORK ........................................................................................... 42 II. RASTROS ................................................................................................. 48 III. PROGRESO Y RETROCESO ................................................................. 52 IV. ALIENTO-ASFIXIA .................................................................................... 56 V. CHAPI-CHAPI ........................................................................................... 58

CONCLUSIONES ................................................................................................. 62

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................... 66

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Abel Loterstein

Profesor Juan Antonio Cuéllar

Proyecto de Grado II

30 de Mayo de 2017

Sintaxis Urbana - Cinco piezas para Sexteto de Jazz

INTRODUCCIÓN

Sintaxis Urbana es un conjunto de cinco piezas para un grupo de seis

músicos (un baterista, un contrabajista, un guitarrista y dos saxofonistas) cuya

construcción se basa en analogías establecidas a partir de la abstracción de

elementos encontrados en la observación del paisaje urbano de Bogotá. Los

fenómenos observados se enmarcan en diferentes categorías poéticas tales como

la memoria, el movimiento, los contrastes, lo visible versus lo oculto, la relación

entre centralidad y periferia, etc. Estas categorías dan lugar a conceptos como

yuxtaposición, superposición…

Los objetivos generales del proyecto son, por un lado, la exploración de

posibles metodologías para crear música a partir de estímulos poéticos no

musicales en contextos jazzísticos y de música improvisada. Por otro lado,

Sintaxis Urbana busca ser un aporte en la búsqueda de nuevas miradas que nos

permitan resignificar el paisaje urbano con el fin de renovar nuestra manera de

relacionarnos con el espacio que habitamos y así facilitar la resolución de

conflictos.

En efecto, Bogotá está inmersa en una crisis de convivencia muy profunda

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caracterizada por la falta de una consciencia del otro y por la apatía hacia lo

colectivo. Esto es acentuado por las problemáticas típicas de una urbe

latinoamericana: movilidad, seguridad, orden, limpieza, etc., así como por sus

desafíos particulares y las dificultades en la búsqueda de soluciones.

Por otro lado, en Bogotá parece haber un divorcio entre la ley, la moral y la

cultura. Los comportamientos cívicos de las personas suelen estar condicionados

por la comprensión y posterior aceptación o rechazo de la norma, mas no por un

dictado de la consciencia o de las costumbres (Mockus 2005). En tal contexto, las

buenas prácticas ciudadanas parecen depender más del miedo a la sanción o la

necesidad de un premio por parte del Estado que de un enfoque basado en la

autorregulación. Para el exalcalde Antanas Mockus, es necesaria una armonía

entre estos tres elementos para lograr una sociedad capaz de resolver sus

conflictos sin violencia. Superar esta situación implica la generación de unos

insumos simbólicos que permitan construir nuevos significados del espacio que

habitamos y así encontrar valores que propicien prácticas ciudadanas sanas.

De alguna manera, dichos valores están relacionados con el sentido de

pertenencia, con la identificación que puede sentir un individuo con respecto al

espacio que habita. Esta situación plantea unos desafíos para Bogotá que, al ser

el centro económico, administrativo y político en un país tan diverso como

Colombia, experimenta dificultades en encontrar perspectivas propias sobre su

identidad cultural. El reto en Bogotá es el de aprehender esa diversidad

concentrada. Esto se ve acentuado por un flujo migratorio incontrolable,

ocasionado, entre otras cosas, por la violencia, la falta de oportunidades en las

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regiones y los cambios en la economía que han forzado el movimiento de

población, particularmente, el éxodo rural (DANE 4: 2003).

Semejante escenario hace del espacio bogotano un sistema complejo

caracterizado en parte por la noción de desarraigo. Esto es quizás una de las

razones de la falta de identificación con la ciudad. Aparece entonces la necesidad

de encontrar nuevas perspectivas que permitan encontrar belleza en donde

aparentemente no la hay; herramientas que nos permitan redescubrir esa nueva

ciudad para así ejercer una apropiación más emocional y personal del espacio.

En este contexto, este proyecto se hace preguntas sobre la práctica misma

de la música, relacionada con un entorno específico, siempre desde el punto de

vista del artista. ¿Cómo dialoga su ejercicio con el mundo que lo rodea? ¿Cómo

articular la reflexión y la observación del contexto con el oficio musical para hacer

productos artísticos con impacto en el oyente? De cara a las perspectivas

musicales de este trabajo, este tipo de preguntas orientan una búsqueda artística

que va más allá de encontrar soluciones a problemas vinculados a asuntos

técnicos en el ámbito de la composición, la improvisación o la interpretación.

Con el desarrollo y ejecución de las tareas de investigación, composición,

montaje, grabación, presentación en público y distribución, se intenta dar cuenta

del diálogo del pensamiento creativo de una práctica musical como la composición

cuya abstracción temporal permite interpelar asuntos extramusicales, con las

preocupaciones del músico de jazz cuyo accionar está relacionado con unos

rituales específicos y con la identidad sonora de cada artista.

En efecto, la fuerza expresiva del jazz, por el papel esencial que esta

música otorga a la improvisación, proviene de unas fuentes especiales que

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construyen una poética particular. Por una parte, la importancia dada a la

interacción en tiempo real entre los músicos establece una relación fundamental

entre el fenómeno acústico y la práctica social de hacer música de manera

colectiva. En otras palabras, los criterios estéticos para valorar el jazz se

entrecruzan con un desarrollo de valores que guían el comportamiento del que

improvisa y del que acompaña. Las distintas sinergias entre intérpretes durante

una sesión son fundamentales para disfrutar del jazz. No en vano, el compositor

británico Cornelius Cardew habla de una “Ética de la Improvisación” (Cardew:

1971). Por otro lado, el swing feel, la articulación con la que cada músico toca sus

frases, su sonido y sus ideas constituyen otro eje fundamental. Hay “Blancas de

Lester Young”, “Sonido Coltrane”, “Comping tipo Monk”, “Líneas de Scott L’afaro”,

etc. De alguna manera, el recorrido de un músico de jazz es la construcción de su

propia “voz” como improvisador y acompañante.

En suma, este proyecto busca ser un aporte en la construcción de nuevos

vínculos con el espacio que habitamos, descubriendo los valores estéticos de las

cosas observadas. La indagación sobre la poética de Bogotá y la construcción de

lo que podría ser una “sintaxis urbana” traducida al lenguaje musical puede llegar

a ser una herramienta muy efectiva para crear nuevos imaginarios de nuestra

ciudad. La música, al ser un lenguaje no figurativo, habla directamente a la

emoción sin pasar por el filtro del significado. Esto la hace un arma muy poderosa

y efectiva que podría ayudar en la búsqueda de los cambios que se necesitan.

Por otro lado, estas piezas, escritas para un formato tradicional de jazz,

cuya búsqueda conceptual excede lo estrictamente musical, obliga a la reflexión

sobre metodologías nuevas en la generación de repertorio jazzístico. ¿Cómo

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traducir elementos provenientes de la observación del entorno en una situación

creativa que un músico, cuyo entrenamiento, intereses y experiencia están

vinculados a los códigos expresivos del jazz? En este contexto, ¿cuál es el papel

de la improvisación? ¿De la escritura? Estas preguntas permiten esbozar el mapa

de una metodología del trabajo creativo en relación con la experiencia de tocar en

grupo y centrar la reflexión en la práctica musical en sí misma y su rol como

agente facilitador de transformaciones sociales.

La creación de Sintaxis Urbana tiene como resultado la presentación de una

edición profesional del score de la obra, el registro fonográfico en un disco, un

escrito académico que dé cuenta del proceso creativo y las reflexiones que guían

la confección de las piezas y la realización de un concierto/instalación que incluya

imágenes, animaciones y otros elementos que interpelen los asuntos tratados por

cada pieza.

MARCO TEÓRICO

Las ideas fundamentales que soportan el trabajo creativo de este proyecto

pueden ser organizadas en dos ejes principales. El primero de ellos comprende

reflexiones sobre cuatro aspectos relativos a la ciudad: su morfología, las huellas

del paso del tiempo, el paisaje urbano y la idea de progreso. Estas reflexiones

pretenden ayudar a comprender mejor la relación entre las ideas filosóficas que

las sustentan, las problemáticas de la ciudad que señalan y la manera como estos

aspectos pueden ser explorados en la práctica creativa de la música.

Con base en la premisa de que prácticas musicales como el jazz exigen,

por parte del artista, una serie de competencias vinculadas a conductas sociales

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en donde el respeto por el otro, el trabajo en equipo y la solidaridad son

fundamentales, el segundo eje conceptual de este proyecto pretende hacer una

reflexión sobre el jazz y la improvisación vinculada a la construcción de valores

ciudadanos .

I. Reflexiones sobre la ciudad

Las siguientes reflexiones pretender dar cuenta de las ideas referentes a los

asuntos abordados por Sintaxis Urbana. Lejos de pretender abarcar todos los

aspectos relacionados a los conceptos citados, lo que se busca aquí es presentar

de manera clara algunos pensamientos que permiten encauzar el trabajo creativo.

A. Patchwork: Superposición, yuxtaposición y multiplicación de texturas

1. Lo liso y lo estriado. Implicaciones en la morfología de la

ciudad

La preocupación de Gilles Deleuze sobre las oposiciones entre los espacios

“liso y estriado” constituye un eje fundamental en la concepción de la primera de

las piezas que componen Sintaxis Urbana: Patchwork. El espacio estriado se

distingue por estar delimitado; por el entrecruzamiento de dos elementos; por la

existencia de un derecho y de un revés, y por la diferencia de las funciones de los

objetos entrecruzados (algo fijo y algo móvil). Por su parte, el espacio liso es

infinito. Contiene una variación contínua cuyos elementos no son discriminables.

Para entender bien de qué se trata, el filósofo francés recurre a ejemplos

tomados del mundo de los textiles. De esta manera, encontramos que los tejidos,

con sus entrecruzamientos, con las diferencias de funciones entre los dos hilos

(uno móvil y uno fijo) y con la necesidad de ida y vuelta que delimita el espacio

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son radicalmente diferentes al fieltro, que se obtiene por presión de las fibras o al

patchwork que consiste en juntar retazos de tela uno al lado de otro. Estas dos

técnicas pueden tener diseños muy complejos. Se pueden distinguir patrones,

entrecruzamientos, texturas densas, etc. que harían pensar que tanto el fieltro

como el patchwork pertenecen a un espacio estriado. Sin embargo, su concepción

técnica los regresa al universo liso ya que no ofrece un límite. En efecto, en estos

dos tipos de textiles, no es posible encontrar el lugar en donde empieza o termina

la textura. En el caso del patchwork, cada retazo de tela se suma a un espacio

infinito. Es aquí en donde se puede rastrear lo que Deleuze distingue como una

“oposición por combinación” en donde “el espacio liso no cesa de ser traducido

[…] a un espacio estriado; y el espacio estriado es constantemente restituido […] a

un espacio liso” (Deleuze 484).

La ciudad es un esfuerzo del ser humano por dominar, delimitar,

transformar y fragmentar el entorno que habita. El entramado de las calles, la

organización en cuadras, la señalización, etc., ofrecen una evidencia de una

intervención arbitraria que impone nuevos órdenes. A primera vista, la ciudad es

un espacio estriado. Se construyen elementos físicos o simbólicos que constituyen

verdaderas fronteras que fragmentan el espacio. Desde los años cincuenta,

Bogotá ha crecido de manera exponencial y ha ocupado de manera parasitaria la

zona de la Sabana. En ese transcurso de tiempo, la actual morfología de la ciudad

parece haber sido el resultado de varios procesos particulares y no de un plan

estructurado. En su actual fisonomía, la ciudad yuxtapone patrones más o menos

reconocibles con una organización del espacio anárquica en donde no parece

haber una uniformidad ni una planeación que dé orden a lo que se construye.

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Prueba de ello es el crecimiento y el desarrollo urbanístico de la ciudad en las

últimas dos décadas del siglo XX que han estado vinculados al surgimiento de los

conjuntos cerrados y de los centros comerciales con fronteras muy claras entre “el

adentro” y “el afuera” (Gómez 102). El resultado es un entramado cada vez más

complejo y denso que, como en el caso del patchwork, se restablece al universo

liso por la superposición y yuxtaposición. Es como si la multiplicación de umbrales

y fragmentaciones hiciese que estos fueran la nueva regla de un nuevo paisaje

infinito.

2. El tiempo liso y el tiempo estriado

En febrero de 1978, el Institut de Recherche et Coordination

Acoustique/Musique (IRCAM) de París organizó un foro de discusión sobre “el

tiempo musical” en el que participaron compositores y filósofos. Entre los ponentes

estaban Gilles Deleuze y Pierre Boulez. Este último presentó un ciclo de cinco

obras de distintos compositores que desató las reflexiones del pensador francés a

propósito del tema.

En términos generales, Deleuze subraya el matiz existente entre lo que él

llama el “tiempo pulsado” y “tiempo no pulsado”. La primera de estas categorías se

distingue por la existencia de una referencia unificadora que de alguna manera

homogeneiza el paisaje: una suerte de construcción artificial que consiste en

fragmentar y estandarizar distintas duraciones.

Por su parte, el tiempo no pulsado no se define por la presencia de

patrones comunes o sucesiones de eventos. En este caso, los rasgos

característicos de esta temporalidad es el diálogo y la coexistencia de diferentes

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duraciones heterogéneas. Estas duraciones están contenidas de manera

simultánea en el tiempo no pulsado.

“En pocas palabras, un tiempo no pulsado es un tiempo hecho de

duraciones heterogéneas, cuyas relaciones descansan sobre una población

molecular y no sobre una forma métrica unificante” (Deleuze: 1978).

El pensamiento de Deleuze con respecto al tiempo liso (o no pulsado) (mil

mesetas), está relacionado con la existencia de “moléculas sonoras”. Este

concepto, obtenido por analogía al trabajo del biólogo, es el elemento fundamental

del tiempo cuya concepción se aleja de una simple sucesión de eventos y se

vincula con una idea de duración que contiene a su vez otras duraciones y

posibles fragmentaciones. La problemática será entonces la de cómo articular

estos elementos sin la existencia de un patrón común unificador de referencia.

Para esto, el autor evoca el concepto de individuación que consiste en darle

forma a un sujeto desprovisto de ella. Deleuze encuentra un matiz más profundo al

referenciar procesos especiales de individuación como los de un paisaje, un

momento del día o un evento. Dichos procesos suelen hacerse al asociar sujetos y

formas pertenecientes a categorías distintas. Para ilustrar esto, el texto hace

referencia a la intervención de “fenómenos de sinestesia” y de asociaciones de un

motivo musical con un determinado personaje o paisaje. Esto permite de alguna

manera obtener los diferentes ítems constitutivos del tiempo liso. Sin embargo,

según Deleuze, existe otro nivel de individuación que aparece a partir de las

dificultades que podrían plantear las relaciones anteriormente expuestas. Ya no se

trataría de una simple asociación de un sujeto con una forma sino de una forma

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contenida en el sujeto. Es como si el proceso consistiera en traer esta forma a la

superficie.

Pero en un nivel de mayor tensión, ya no es que el sonido remita a

un paisaje, sino que la música despliegue un paisaje sonoro que le es

interior (Deleuze: 1978).

De esta manera, Deleuze extrae una posible conclusión: decir que el papel

de la música es volver audibles las fuerzas sonoras inaudibles. Entre estas fuerzas

sonoras se podrían incluir los diferentes tiempos contenidos en las duraciones no

pulsadas.

No hay ruptura sino agitación, cuando al final del siglo XIX se

hicieron tentativas de cromatismo generalizado, de cromatismo liberado del

temperamento. La música ha vuelto más audible lo que la ha trabajado

desde siempre, las fuerzas no sonoras como el tiempo, la organización del

tiempo, las intensidades silenciosas, los ritmos de toda naturaleza. […] [La

música] vuelve sonoras fuerzas que no lo son y que pueden ser más o

menos revolucionarias, más o menos conformistas, como por ejemplo la

organización del tiempo (Deleuze: 1978).

El tiempo no pulsado constituye entonces un espacio liso cuyos elementos

constitutivos no pueden organizarse con base en un patrón unificador. Las

características de dicho espacio suelen ser fuerzas independientes similares al

comportamiento molecular contenidas en el tiempo que son develadas en la

música.

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“Es posible que los ritmos y las duraciones vitales no estén

organizados ni medidos por una forma mental, sino que se articulen desde

adentro, desde procesos moleculares que los atraviesan.” (Deleuze: 1978)

B. Rastros: La memoria y el olvido. Huellas de ciudades pretéritas

1. La erosión del recuerdo

En su libro, Les formes de l’oubli, Marc Augé hace referencia a la

concepción del tiempo según las culturas. Destaca las cosmovisiones animistas en

donde el pasado parece habitar el presente a través del concepto de

reencarnación y de la importancia de la figura de los ancestros que, en algunos

casos, es elevada a un estatus divino. Aquí, el pasado parece estar contenido en

la cotidianidad (Augé 10).

Otro elemento importante es la complementariedad entre memoria y olvido.

Augé emplea la metáfora de las semillas que se transforman en flores y

posteriormente en frutos para explicar esto. La flor debe ser olvidada para que

aparezca una nueva versión de ella misma.

Los recuerdos son como la plantas: hay algunos que deben

eliminarse rápidamente para ayudar al resto a desarrollarse, a

transformarse, a florecer. Estas plantas que realizan su destino, estas

plantas desarrolladas se han olvidado en cierto modo de sí mismas para

transformarse: entre las semillas o los brotes que les dieron vida y lo que

son actualmente no existe ya un vínculo aparente; la flor, en este sentido,

es el olvido de la semilla (recordemos el verso de Malherbe que continúa

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esta historia: “Y los frutos han dejado atrás la promesa de las flores”) (Augé

11).

En la ciudad, el pasado parece estar contenido en el presente. El espacio

urbano está lleno de huellas de situaciones pretéritas. Sin embargo, estos rastros

parecen erosionarse por los cambios en el uso del suelo, en las remodelaciones, y

demás “agentes” que ocasionan este proceso. La historia de Bogotá en el siglo XX

da cuenta de un crecimiento acelerado, de procesos interrumpidos, de

superposiciones de objetos que ocultan otros. La búsqueda desesperada del

“progreso” y las contingencias ha tenido efectos determinantes sobre el espacio

físico y el espacio simbólico de la ciudad (Pardo Sánchez 24). El resultado es una

urbe habitada por los rastros aún frescos de lugares cuyos significados y valores

simbólicos han cambiado. Así, el barrio de Chapinero dejó de ser ese lugar de

encuentro y recreación de las clases altas bogotanas para convertirse en un punto

de encuentro fundamental de toda la diversidad cultural de la ciudad. Otro ejemplo

de esto,es el sector de Las Nieves, en el centro. Antiguamente, este era una

suerte de Broadway en donde había grandes salas de cine y teatros. Hoy en día

Las Nieves conserva las estructuras de estos lugares, sin embargo, la manera de

habitarlos cambió radicalmente. Así, en los lugares donde se estrenaron grandes

películas, funcionan ahora almacenes de artículos para oficina, restaurantes, etc.

La historia del Parque Centenario, ubicado en el sector de San Diego (Calle 25

con carrera 12), es quizás una de las muestras más evidentes de la erosión del

recuerdo en Bogotá. Alrededor de la iglesia de San Diego se había construido un

parque con alamedas, fuentes, zonas verdes, etc. Era la continuación hacia el

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occidente del hoy Parque de la Independencia, que conecta el barrio La Macarena

con el Centro Internacional. A este lugar se le conocía con el nombre de Parque

Centenario. Los acontecimientos de abril de 1948 obligaron a un replanteamiento

de la ciudad en la década siguiente. Con la visita del arquitecto suizo Le Corbusier

se construyó la actual calle 26, que atravesó el parque, prácticamente borrándolo.

Hoy en día, lo único que queda de este espacio es la plaza del monumento de La

Rebeca y una placa conmemorativa (Pardo Sánchez 24)

2. Repetición, variación y diferencia

La repetición en la música juega un papel fundamental. En efecto, este

elemento fija en la memoria las diferentes células que componen el discurso

musical, haciéndolas reconocibles cada vez que aparecen en una determinada

pieza.

En 1950, Arnold Schoenberg publica un compendio de escritos bajo el

nombre de El estilo y la idea. En esta colección de quince ensayos el autor aborda

distintos aspectos de su actividad compositiva, entre ellos la repetición y su papel

en la música.

En términos generales, la relación del oyente con un material sonoro

determinado está atravesada por la comprensibilidad de dicho material ante la

percepción. Los motivos musicales que se manifiestan sólo serán “apropiables”

por parte del oyente en el momento en que sus elementos constitutivos y sus

lógicas intrínsecas sean percibidos y comprendidos en su totalidad.

En este sentido, el recuerdo juega un papel fundamental. Para Schoenberg

la memoria constituye un requisito para entender las ideas musicales. El

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reconocimiento de objetos sonoros se da por intermedio del recuerdo. De alguna

manera, este permite su fijación en nuestra memoria. Como si fuese la huella de

algo que estuvo y que ya no está. La discriminación de los elementos constitutivos

de una determinada pieza le permitirá al oyente establecer los niveles de

desarrollos posteriores de los materiales en una obra cuando estos aparezcan.

Según el compositor vienés, un motivo musical manifiesta su presencia a

través de la repetición. Esta permite fijar las características de una determinada

frase en la percepción profunda del oyente (Schoenberg: 1950). De esta manera,

aparece una relación estrecha entre la comprensibilidad de la música y la

repetición. Así, una pieza será más fácil de entender si sus células constitutivas

aparecen con más frecuencia. La repetición sería entonces un nivel básico de un

material y sus variaciones estados evolucionados.

Sin embargo, si bien la reminiscencia de objetos sonoros que permite la

comprensión del discurso musical se obtiene a través de la reiteración frecuente

de dichos objetos, estas repeticiones pueden operar como agentes que disuelven

aquello que recordamos. De alguna manera, las características opuestas del

recuerdo y del olvido encuentran puntos comunes que definen la naturaleza de

sus diferencias fundamentales.

En efecto, la manera cómo escuchamos es dinámica. No percibimos las

cosas de igual manera en cada uno de los momentos en que nos son

presentadas. Estos cambios en el modo en el que percibimos inciden directamente

en la manera en que se fijan los materiales en nuestra memoria. La “historiografía”

de un evento sonoro cambia según las circunstancias (acústicas, emocionales,

etc.) en el que este sea percibido.

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En un ensayo que acompaña su obra Formas de recuerdo sin territorio, la

compositora colombiana Carolina Noguera aborda la problemática de la memoria

desde la individualidad al reconocer que los recuerdos aparecen “alterados y

distorsionados no sólo por el paso del tiempo, sino por la inmadurez conceptual

con la que [los eventos sonoros] se vivieron” (Noguera: 2017).

La comprensión del discurso musical no depende únicamente de la

frecuencia con la que son presentados los diferentes objetos sonoros. Cada

repetición pertenece a un momento específico en el que la percepción del oyente

presenta características determinadas.

Por otro lado, la repetición podría ejercer una fuerza que tiende a borrar los

elementos constitutivos de un determinado material. En efecto, la reiteración de

dicho material forma una suerte de recorrido hacia el olvido. En su texto Diferencia

y repetición en el acto de crear, Consuelo Pabón hace referencia al “Círculo de

Dionisios”, conformado por patrones de figuras en espiral que generan una suerte

de movimiento hacia el centro del círculo en donde se encuentra la figura del dios

griego. La filósofa recurre al simbolismo de la presencia de Dionisios como centro

de la imágen. Las figuras se repiten y se dirigen hacia un estado de disolución de

la naturaleza de un objeto. Es como si tal movimiento tuviese como resultado el

abandono del yo; la pérdida de características constitutivas.

“El círculo […] es visualizado en el mosaico como partículas que

giran estableciendo una relación intensiva con respecto al centro ocupado

por la figura de Dionisios, dios del no-ser, dios del devenir, de las múltiples

transmutaciones. […] vive múltiples intensidades afectivas y perceptivas

que precipitan un abandono del yo, la muerte del individuo…” (Pabón 77).

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En este sentido, el efecto hipnotizador de la repetición deja ver una suerte

de trivialización de un material determinado haciendo que este se transforme en

un escenario de fondo cuyas características, por su omnipresencia, no se

alcanzan a discriminar. El efecto alcanzado en este caso por la repetición sería el

de la disolución, erosión, fragmentación, alteración, etc. de las células que

componen la música.

C. Progreso y retroceso: En búsqueda del progreso perdido

1. Nisbet y crisis de la idea de progreso

En su ensayo La historia de la idea de progreso Robert Nisbet hace una

descripción del recorrido de este concepto en la historia del mundo occidental. En

términos generales, la definición de esta idea está atravesada por la promesa de

un futuro de perfección y la necesidad de un recorrido escalonado en etapas por el

cual la humanidad debe transitar.

Fundamentando sus argumentos con referencias a los autores más

representativos de distintas eras del pensamiento, Nisbet esboza de manera clara

una cartografía de los múltiples postulados, matices, aproximaciones e

interpretaciones que se han establecido a lo largo de la historia sobre la idea de

progreso en Occidente. A grandes rasgos, se podrían rastrear, en el texto de

Nisbet, dos etapas grandes en la evolución del pensamiento sobre esta noción.

Por un lado, una era de formación y crecimiento en la valoración positiva de la

idea del progreso y por otro el descubrimiento de los límites y posterior crisis de

dicho concepto.

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Con el surgimiento de la burguesía como la nueva clase dominante tras los

múltiples conflictos del siglo anterior y la aparición de una revolución sin

precedentes en cuanto a los avances tecnológicos, particularmente en el mundo

anglosajón, el siglo XIX representa el apogeo de la idea de progreso. En efecto,

todos los postulados deterministas anteriores cobraron una fuerza y un sentido

fundamental que hicieron del siglo XIX una época en donde el hombre se

deslumbra ante su capacidad creativa. Para Nisbet, incluso filósofos que

sospechaban de la superación de la desigualdad y la injusticia, como Marx,

entraron en esa lógica progresista. En efecto, Marx incluye un determinismo en su

caracterización del progreso, en donde los eventos se inscriben en unas lógicas

que permiten ir de una etapa a otra. Así, para Marx, el capitalismo es una etapa

previa al comunismo que debería llegar a través de una revolución capaz de

instaurar la “igualdad entre los hombres”. Con este sistema, Marx termina

justificando el colonialismo inglés en la India al decir que la presencia británica en

el subcontinente desencadenó una “revolución fundamental en Asia” operando

como una “herramienta inconsciente de la historia”. Son pocos aquellos autores de

la época los que no se inscribieron en esa corriente de pensamiento. Habría que

esperar a los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX para que sus ideas

cobraran valor.

Por contraste con el siglo XIX, en donde la idea de progreso es un ideal de

culto, el siglo XX, con sus dos guerras mundiales, con el miedo atómico, con la

Gran Depresión, con los totalitarismos de todos los colores políticos, con la

consciencia en los límites de los recursos naturales, etc., ha obligado a un

replanteamiento de la idea del progreso y de sus virtudes, cuya característica

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principal es un cierto escepticismo con respecto a la confianza en el futuro. Las

llamadas vanguardias artísticas se caracterizaron durante el siglo XX por mostrar

un mundo cuyos valores están en crisis. Basta con revisar autores como Ionesco.

Las conversaciones carentes de sentido de los personajes que habitan su obra

son una muestra del espíritu escéptico de la época.

Finalmente, los diferentes sucesos históricos del siglo XX no sólo operan

como causales de la crisis de la confianza en el progreso. Si se asume que estos

eventos son también síntomas de dicha crisis, aparecen las razones profundas

que permitirían explicar tal escepticismo en la confianza en el futuro. La

interpretación de Nisbet se basa por un lado, en que los eventos históricos han

obligado al pensamiento contemporáneo a replantear la idea de que los avances

científicos son indiscutiblemente favorables a la especie humana. Si bien dichos

avances han permitido resolver problemas que optimizan la productividad y la

calidad de vida, el hombre ha llegado a un punto en el que es capaz de

autodestruirse. Quizás el ejemplo más paradigmático de esto es la energía nuclear

capaz de generar electricidad limpia pero con potencialidades devastadoras como

se demostró en los hechos de Hiroshima y Nagasaki en 1945, Chernóbil en 1986 o

Fukushima en 2011.

Por otro lado, de manera muy contundente, Nisbet asocia la crisis de la idea

de progreso a la pérdida de los valores sustanciales del capitalismo. Según el

autor, tales ideales ligados a la libertad y a la idea del logro de prosperidad

económica, que de alguna manera dan sustento conceptual al sistema capitalista

en Occidente, se han ido perdiendo y han ido dejando únicamente aquello que

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Loterstein 20

está relacionado con el progreso industrial entendido como el de la optimización

de los medios de producción y la mejora de la productividad.

Max Weber, al final de su famosa obra La ética protestante y el

espíritu del capitalismo, predijo que la misma ética que había alimentado el

ascenso histórico del capitalismo declinaría con el tiempo e incluso moriría,

y que el capitalismo llegaría a ser sólo una superestructura carente de una

base psicológica vital que le sirviera de sostén por largo tiempo (Nisbet:

1981).

Para terminar, Nisbet señala la aparición de un discurso vinculado a la

conservación de los recursos naturales, proveniente de la toma de conciencia

sobre sus límites. En efecto, el hombre está cada vez más atento al hecho de que

los recursos del planeta se pueden agotar. Esto constituye una diferencia

fundamental con el pensamiento vigente hasta mediados del siglo XX, en el que

la falta de conocimientos y las lógicas coloniales harían pensar que la tierra ofrece

recursos ilimitados. De alguna manera, a la luz de esta nueva realidad, se

cuestiona la idea de progreso basada en el desarrollo y dominio del hombre sobre

su entorno a través de su ingenio y creatividad. Aparece un cierto relativismo en

cuanto a lo que entendemos como progreso.

Este relativismo, es todavía más evidente cuando se reflexiona sobre

Latinoamérica. En efecto, el surgimiento de la noción de subdesarrollo con la que

se ha asociado a esta región, parece estar en contravía de la tendencia

conceptual contemporánea sobre la idea de progreso. En palabras de Eduardo

Galeano “El subdesarrollo es la promesa falsa de un futuro mejor”. La noción de

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Loterstein 21

subdesarrollo aplicada al llamado Tercer Mundo obliga a estas sociedades a

entrar en la lógica de una idea de progreso en crisis. Para Galeano, el diagnóstico

de subdesarrollo es una sentencia que condena a los países del “Sur” del mundo a

la miseria, al endeudamiento y a la violencia. Bajo este contexto, conviene

preguntarse sobre la posibilidad de construir una idea de progreso idiosincrática,

local, proveniente de epistemologías distintas.

2. Subdesarrollo, globalización y diversidad. “Modernidades

alternativas”

En el prefacio de su libro Más allá del tercer mundo, Arturo Escobar observa

la manera cómo se ha construido un imaginario en el que las nociones de

globalización y de modernidad se entrelazan hasta el punto de entender que “la

globalización supone la universalización de la modernidad de corte

euroamericano”. De esta manera, bien sea por la presencia o carencia de ellas,

las características del mundo moderno se han convertido en la nueva regla que

rige los comportamientos sociales de las diferentes naciones. Escobar recuerda a

diferentes pensadores como Habermas, Castells, Touraine y Beck entre otros para

reforzar la idea de que ya no existe tal cosa como un “afuera de la modernidad”.

Así, la idea de progreso y modernidad y los posteriores éxitos o fracasos que

decantan de las aventuras de los Estados, se han aplicado en todo el mundo con

algunas pequeñas variaciones locales.

De esta manera, la noción de desarrollo vinculada al recorrido de una

sociedad hacia un estado de crecimiento económico, de bienestar de las

personas, o de igualdad en la repartición de la riqueza, es vista a través de la lente

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Loterstein 22

de lo que la modernidad global entiende como progreso. En esas condiciones,

aparece el diagnóstico de la existencia de sociedades más “ desarrolladas”, más

“avanzadas” que otras, así como la noción de subdesarrollo. Tal sentencia impone

una carrera entre los países por lograr esos avances que harían progresar a una

sociedad.

Esta noción de subdesarrollo ha sido criticada por distintos autores

Latinoamericanos. Tal es el caso del uruguayo Eduardo Galeano cuyo discurso,

más allá de subrayar las diferencias en cuanto a riqueza y bienestar entre los

países del norte y los países del sur, sospecha de manera vehemente de la

promesa de un futuro próspero tras la etapa actual de los países del llamado

Tercer Mundo. “El subdesarrollo no es una etapa en el camino del desarrollo.

Noestamos viviendo la infancia del desarrollo. El subdesarrollo es el resultado

histórico del desarrollo ajeno”.

El diagnóstico del subdesarrollo implica, en el caso de los países de

América Latina y particularmente en el caso de Colombia, un obstáculo muy

profundo en la construcción de una sociedad capaz de entenderse a sí misma y de

avanzar en la resolución de conflictos; en efecto, la globalización entendida como

una etapa nueva del progreso en donde la conexión con el mundo exterior y fusión

con sus características impone una homogeneización cultural que borra parcial o

totalmente la diversidad inherente a los territorios de esta parte del mundo.

La globalización hace más compleja la situación ya que aparece un matiz

en las causas de la desaparición de aquello que es diferente. Para explicar esto,

Escobar se refiere al concepto de “regímenes de representación” acuñado por la

politóloga Cristina Rojas, que se caracteriza por suprimir “la voz de los negros, los

Page 24: SINTAXIS URBANA CINCO PIEZAS PARA SEXTETO DE JAZZ ABEL

Loterstein 23

indígenas, mujeres, etc.” Dichos regímenes, cuando pasan por el filtro de la

modernidad, impulsado por las ideas del siglo XVIII, se inscriben en la búsqueda

de ideales de libertad e igualdad. Estos valores que impone la modernidad global

tienden a eclipsar las diferencias fundamentales entre culturas. Aquello que

distingue a un pueblo de otro. En otras palabras, a la opresión, la discriminación y

la exclusión generada por la negación del otro se suma la homogeneización que

suscita la búsqueda obstinada e irreflexiva de la igualdad. Aparece entonces la

necesidad de un nuevo tipo de modernidad que tenga en cuenta estos asuntos y

que establezca de manera clara nuevas categorías y matices en la definición de

diferencia e igualdad. Así, queda en evidencia lo que para el antropólogo es

urgente en Colombia: la búsqueda de la “otredad interna”. “¿Cómo podemos

relacionarnos con el otro que es distinto como diferente y como igual? ¿Cómo

podemos aceptar la igualdad en la diferencia y la diferencia en la igualdad?”

Todo esto supone la necesidad de un marco para pensar la globalización

sin caer en una idea “desarrollista y modernizante”. Esto da pie para una

modernidad alternativa. En el caso de Bogotá, habría que preguntarse sobre

cuáles son las características de tal modernidad teniendo en cuenta que la ciudad

es la capital de un país que alberga un sinnúmero de naciones nativas milenarias

y al mismo tiempo, en palabras de William Ospina, no sería posible sin el concurso

de la influencia europea.

Colombia es una nación meztiza inconcebible también sin la cultura

de la Grecia Clásica, sin el Imperio Romano, sin la Edad Media latina, sin

los Emiratos Árabes de Córdoba, sin el Imperio Español, sin el Vaticano, sin

el Renacimiento europeo, sin el Siglo de Oro español; sin las aventuras de

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Loterstein 24

los holandeses, los ingleses y los españoles en las costas de África; sin los

hijos de Guinea, de Mali, de Angola y de Costa de Marfil; sin los piratas

británicos, sin la Ilustración, sin la Revolución Francesa, sin el racionalismo

alemán, sin las guerras napoleónicas, sin el liberalismo inglés, sin las

fábricas de automóviles de los Estados Unidos, sin el simbolismo de los

poetas franceses, sin los imperativos del confort que hoy rigen y también

amenazan a la contemporánea sociedad de consumo (Ospina 85).

En suma, la problemática de aprehender la diversidad implica, de alguna

manera, entender que la ciudad de Bogotá está atravesada, efectivamente, por los

dramas del mundo moderno sin renunciar de ninguna manera a los matices

inherentes a su condición. La búsqueda del progreso y del desarrollo no debería

afectar la interculturalidad. Quizá debería hablarse de una multiplicidad de

desarrollos cuyas características e intereses, a veces en conflicto, son

análogamente diversos.

3. El concepto de idea musical y su desarrollo

Muchos de los escritos de Arnold Schoenberg sobre composición han

ayudado a definir de una manera más amplia el concepto de “idea musical”. En su

libro Constructive Dissonance. Arnold Schoenberg and the Transformations of

Twentieth Century Culture, Juliane Brand y Christopher Hailey recolectan y

organizan gran parte del pensamiento del compositor alemán en cuanto a la

noción de Gedanke.

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Loterstein 25

Lo primero que conviene subrayar es la superación de algunos límites en

cuanto a la definición del concepto de idea. En este sentido, Schoenberg

establece un marco más amplio al considerar que una idea musical es mucho más

que un material temático. La Gedanke es una suerte de objeto básico que

contiene latentes todas las características, las relaciones y demás elementos

susceptibles de ser desarrollados. Así, para el compositor, su oficio consiste en

encontrar las tensiones y desbalances latentes en una idea para restablecer el

equilibrio a través de una determinada obra.

Ultimately the characteristics of a motive —what he [Schoenberg] called its

“features”, its intervals and rhythms— could themselves be treated as

motives. By reducing the theme to the smallest components, Schoenberg

destroyed its role as musical idea and transformed the material, freeing

intervals and rhythm to be used for their own sake (Brand y Hailey 150).

Esta concepción de idea musical que replantea de manera radical la

actividad creativa permite rastrear un discurso sobre la noción de desarrollo y de

progreso. En efecto para Schoenberg las líneas evolutivas de una determinada

obra están contenidas en un objeto primigenio que presenta todos sus rasgos

característicos y que harán que su manera de progresar sea idiosincrática. Es

como si una obra artística fuese una suerte de organismo vivo con dinámicas

propias y cuyos cambios son únicos e intransferibles.

Page 27: SINTAXIS URBANA CINCO PIEZAS PARA SEXTETO DE JAZZ ABEL

Loterstein 26

4. Las fuerzas de equilibrio de la cultura (Braxton)

El periodista británico Graham Lock acompañó al compositor e improvisador

Anthony Braxton durante una gira por el Reino Unido en 1985. Tres años después

publicaría un libro en donde aparecen todas las entrevistas y notas de aquel

encuentro. Esas charlas permiten rastrear una filosofía de la música, la creatividad

y la cultura que interpela ideas muy profundas sobre el concepto de evolución. En

efecto, Braxton establece la existencia de tres tendencias interdependientes que

moldean las situaciones y los ciclos: reestructuralismo, estilismo y tradicionalismo.

Por un lado, el reestructuralismo constituye el proceso mediante el cual las

propiedades de una situación dada cambian activando fuerzas en donde se

establecen nuevos estados de las cosas (Braxton 162). Aquí es fundamental

entender la distinción hecha por Braxton entre la información de un determinado

ciclo, el cambio de propiedades y la manera cómo son usadas las nuevas

características. Para ilustrar esto, el compositor norteamericano hace referencia a

lo que él llama el post bebop Continuum. Para Braxton, Charlie Parker desató una

fuerza que estableció una nueva situación moldeada por aquello que los músicos

posteriores hicieron con las soluciones encontradas por Parker (Braxton 162).

Por otro lado, el estilismo se define, según Braxton, como la fuerza que

permite instalar un nuevo orden de las cosas gracias al movimiento generado por

el reestructuralismo. Según el músico, la etapa estilista, además de sedimentar las

nuevas características de las cosas, permite la llegada de estas propiedades al

público. De hecho, los músicos impulsados por esta fuerza parecen tener más

éxito que los reestructuralistas ya que su trabajo no transgrede ningún orden

cultural.

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Loterstein 27

Well, once something is set in motion by the restructuralists, people

usually take that information and use it for whatever. Those are the stylists.

[…] the master stylist are the ones who did not simply take without giving,

who didn’t just play Charlie Parker’s language and do nothing to it.

It’s in the stylistic juncture where the given initiation usually gets to

the public. […] Stylists are usually able to become more successful than

restructuralists because their music is not perceived as threatening the

cultural order (Braxton 163).

Es interesante la manera en la que Braxton expande el concepto de

estilismo a otro tipo de ideas vinculadas a otros universos distintos al del arte y la

música. En efecto el compositor asocia el estilismo con los tecnócratas que utilizan

avances científicos y tecnológicos. Subraya que en este caso el problema es no

tener en cuenta las implicaciones que constituyen una determinada “línea de

información” cuando se utilizan los avances científicos. Acto seguido, menciona

las problemáticas ambientales que se han desatado a raíz de estos asuntos.

Finalmente, el tradicionalismo constituye una fuerza importante que realiza

una lectura del pasado fundamental en el movimiento de la cultura. Conviene

resaltar el valor otorgado al tradicionalismo en un contexto de “movimiento hacia

adelante”. En otras palabras no habría evolución sin una comprensión del pasado

profunda.

The traditionalist vibration dynamic involves forward motion with

respect to having better understanding of the fundamentals and of the route

a given lineage has travelled. Evolution in this context would mean a better

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Loterstein 28

understanding of what has gone before […]. Without an awareness of the

past, you can’t avoid the mistakes that previous cycles made (Braxton 164).

Esta última idea, permite pensar en la necesidad de un equilibrio entre las

tres fuerzas. No habría reestructuralismo en sí mismo sin la existencia de estados

previos de las cosas. La naturaleza de esta fuerza, según Braxton, es el cambio

de propiedades de los objetos. En este sentido, se hace necesario un contexto de

dónde partir. Dicho contexto es proporcionado por el estudio juicioso de la

tradición. Por su lado, el estilismo sin las otras dos fuerzas no sería sino una

situación en donde se producen únicamente variaciones sobre lo mismo que ya ha

sido creado. Esto evitaría el movimiento hacia adelante. Finalmente un énfasis

exagerado en el tradicionalismo podría, como lo intuye Lock en su pregunta,

plantear “soluciones viejas para problemas nuevos”.

Por otro lado, la obra de Braxton constituye la construcción juiciosa de un

lenguaje idiosincrático con sus propias “líneas de evolución”. En la entrevista con

Lock, el compositor hace referencia a su conceptual grafting. Se trata de

representaciones gráficas de conceptos obtenidos a partir de una audición

detallada y “disección” de elementos encontrados en las grabaciones de las

sesiones (Braxton 167). De alguna manera, las grafías conceptuales permiten

volver tangible cada uno de los fundamentos de un vocabulario propio y dinámico,

con sus propias fuerzas de progreso, que aparecerán a lo largo de su obra.

I began to understand that my value system involved establishing

some kind of criteria where I could measure my development and some kind

of criteria where I could postulate different strategies and paths of evolution

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Loterstein 29

[…] I began to separate sound elements so that I could find my own

vocabulary (Braxton 167).

D. El paisaje sonoro urbano. Los sonidos de la ciudad

1. El paisaje sonoro moderno: fuente de materiales para la nueva

música

El desarrollo industrial en Europa en el siglo XIX trajo consigo una

multiplicación de los sonidos conocidos por el hombre. Las señales sonoras

provenientes de las máquinas cuyo funcionamiento y construcción son más

sofisticados se sumaron a los ruidos más discretos de artefactos anteriores. En

este sentido, encontramos un aumento en la diversidad del paisaje sonoro que se

ve reforzado por el crecimiento de los centros urbanos. El resultado de este

proceso es la coyuntura histórica en la que surgió el futurismo italiano,

caracterizada por el culto al desarrollo industrial, la idealización de la guerra, etc.

En 1913, Luigi Russolo publica su Manifiesto futurista en donde plantea las

bases de lo que debería ser, desde ese momento y desde su perspectiva, el arte

musical. De alguna manera el contexto histórico de los años que precedieron a la

Primera Guerra Mundial despertó en el pensamiento del artista italiano una

sensibilidad hacia los nuevos sonidos presentes en este paisaje sonoro renovado.

Estos sonidos adquirieron en el discurso de Russolo un valor artístico

fundamental. Para el autor, los ruidos de las máquinas, de los motores e incluso

de las armas constituyen lo que podrían ser los nuevos instrumentos musicales

ante un agotamiento de los instrumentos tradicionales como fuentes sonoras

legítimas en el oficio de la composición.

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Loterstein 30

No podemos contemplar el enorme aparato de fuerzas que

representa una orquesta moderna sin sentir la más profunda desilusión ante

sus mezquinos resultados acústicos. ¿Conocéis acaso un espectáculo más

ridículo que el de veinte hombres obstinados en redoblar el maullido de un

violín? Naturalmente todo esto haría chillar a los melómanos y tal vez

avivará la atmósfera adormecida de las salas de conciertos. Entremos

juntos, como futuristas, en uno de estos hospitales de sonidos anémicos. El

primer compás transmite enseguida a vuestro oído el tedio de lo ya

escuchado y os hace paladear de antemano el tedio del siguiente compás

(Russolo 10).

Para Russolo, la música parece haber hecho un recorrido cuyo siguiente

paso inevitablemente sería el de la inclusión de los ruidos presentes en el

Soundscape moderno. Según el autor, las composiciones han transitado un

camino que incluye la búsqueda de la consonancia, de la armonía y

posteriormente de la disonancia. La conquista del ruido pareciera ser el siguiente

objetivo en este destino manifiesto de la música. Este proceso teleológico que

señala el autor es análogo e interdependiente con la modernización y el progreso

de las máquinas. En efecto, la diversificación de ruidos está directamente

relacionada con la creación de nuevos artefactos. El resultado de esta ecuación es

el planteamiento de nuevos problemas creativos en la práctica musical.

En esta escasez de ruidos, los primeros sonidos que el hombre pudo

extraer de una caña perforada o de una cuerda tensa, asombraron como

cosas nuevas y admirables. […] Los mismos griegos, con su teoría musical

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Loterstein 31

[…] en la cual sólo se admitía el uso de pocos intervalos consonantes,

limitaron el campo de la música, haciendo casi imposible la armonía que

ignoraban.

La Edad Media con las evoluciones y modificaciones del sistema

griego de tetracordo, con el canto gregoriano y con los cantos populares,

enriqueció el arte musical, pero siguió considerando el arte musical en su

transcurso temporal. […] No existía el acorde. […] El deseo, la búsqueda y

el gusto por la unión simultánea de diferentes sonidos, o sea, por el acorde

(sonido complejo) se manifiestan gradualmente, pasando del acorde

asonante y con pocas disonancias a las complicadas y persistentes

disonancias que caracterizan la música contemporánea.

[…] Hoy el arte musical complicándose paulatinamente persigue

amalgamar los sonidos más disonantes, más extraños y más ásperos para

el oído. Nos acercamos así cada vez más al sonido-ruido (Russolo 8-9).

Finalmente, dentro de su discurso, Russolo no solo reconoce la expansión

del paisaje sonoro como fuente inagotable de nuevos materiales musicales para el

oficio compositivo. El artista Italiano destaca también el potencial expresivo de

esto nuevos sonidos.

Por un lado, el autor subraya el poder evocativo del ruido. En efecto, a

diferencia de los sonidos del sistema temperado, el oyente puede asociar

directamente un sonido a una fuente perteneciente a un contexto extramusical

determinado. Este potencial semiótico no sólo parece estar vinculado con la

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Loterstein 32

remisión directa a aspectos concretos de la vida. La manera cómo se presenta el

ruido ante la percepción es análoga a la forma en que nos llegan las emociones.

Todas las manifestaciones de nuestra vida van acompañadas por el

ruido. El ruido es por tanto familiar a nuestro oído, y tiene el poder de

remitirnos inmediatamente a la vida misma. Mientras el sonido, ajeno a la

vida, siempre musical, cosa en sí, elemento ocasional no necesario, se ha

transformado ya para nuestro oído en lo que representa para el ojo un

rostro demasiado conocido, el ruido en cambio, al llegarnos confuso e

irregular de la confusión irregular de la vida, se nos revela enteramente y

nos reserva innumerables sorpresas (Russolo 12).

Por otro lado, existe una profundidad del ruido. Una complejidad que

contiene latentes muchas opciones de desarrollos creativos. En el texto, Russolo

intenta sustentar esto de varias maneras. Primero elabora una categorización de

los diferentes tipos de sonidos (estruendos, silbidos, susurros, sonidos percutidos,

sonidos vocales) y señala el carácter infinito de sus “movimientos rítmicos”. Por

otro lado, reconoce la existencia de aquello que se puede percibir en los ruidos

como “ritmos secundarios”. Es decir que dentro de un sonido determinado, existen

otros que están subordinados a él. Finalmente, señala que las “vibraciones

irregulares” de cada ruido generan una “variedad suficientemente extensa de de

tonos, semitonos y cuartos de tono” que terminan por “ampliar su textura y su

extensión” (Russolo 13).

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Loterstein 33

2. Caracterización del paisaje sonoro urbano. La ecología del

sonido

En su ensayo Paisaje sonoro en la ciudad de Bogotá: una aproximación a

las características de frecuencia e intensidad del sonido en el espacio urbano, la

ecóloga Andrea Bustos señala los elementos fundamentales de la caracterización

del paisaje sonoro urbano desde un punto de vista científico. Para entender esto

es importante fijar matices fundamentales entre sonidos provenientes de fuentes

biológicas (organismos vivos), fuentes antrópicas (máquinas, aparatos, etc.) y

fuentes geofísicas (fenómenos naturales). La interacción entre dichas fuentes, sus

procesos, sus transformaciones, su presencia o ausencia, etc. moldean los rasgos

de un determinado paisaje.

La ciudad, al ser un espacio artificial, epicentro de las actividades humanas,

presenta una saturación de señales sonoras antrópicas. Estos sonidos tienen una

incidencia muy fuerte en el soundscape urbano que termina por modificar sus

rasgos.

Por un lado, estas alteraciones del paisaje sonoro urbano obligan a los

organismos vivos a alterar las características de los sonidos que emiten. El

ejemplo más paradigmático citado por Bustos es el de las aves que al encontrar su

voz eclipsada por los sonidos de los motores a combustión han tenido que

modificar su canto para poder comunicarse.

En un estudio realizado por Slabbekoorn y Peet en el 2003, se

comprobó que algunas aves dentro de las ciudades con niveles altos de

ruido deben modificar la frecuencia de sus cantos para poderse comunicar,

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Loterstein 34

debido al obstáculo que representa el ruido de sus características de

frecuencia e instensidad (Bustos 3).

Por otro lado, según la autora, esta saturación de frecuencias provenientes

de fuentes antrópicas propicia una homogeneización del paisaje sonoro. Para

entender este proceso desde la perspectiva de la ecología conviene primero

definir el concepto de diversidad. Este está determinado por la cantidad de

frecuencias distintas presentes en un espacio específico. Así, cuando se habla de

“un paisaje sonoro diverso, se hace referencia al número de frecuencias que se

pueda encontrar” (Bustos 15). Dicho esto, el soundscape urbano, gobernado por

sonidos antrópicos cuya intensidad supera a la de otras fuentes sonoras

eclipsándolas, es homogéneo con un predominio de las frecuencias graves.

Otro elemento importante en la caracterización del paisaje sonoro urbano

es la saturación de sonidos no intencionales. Los ruidos que predominan en el

soundscape de la ciudad provienen de fuentes inanimadas sin voluntad. Esto hace

que de alguna manera el paisaje sonoro esté gobernado por el azar y la

indeterminación. Las decisiones urbanísticas desatan fuerzas que configuran el

paisaje. Sin embargo el resultado es imprevisible.

3. La indeterminación y el azar: la condición fundamental del

paisaje sonoro urbano

En 1957, durante una convención de profesores de música en Chicago,

John Cage pronuncia un discurso en donde se pueden rastrear algunos de sus

postulados fundamentales sobre el sonido y la actividad musical. Las palabras del

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Loterstein 35

compositor estadounidense replantean la manera como se percibe el mundo

auditivamente.

En efecto, después de una experiencia en la Universidad de Harvard en

una cámara anecoica en donde teóricamente se puede experimentar el silencio

absoluto, Cage llega a la conclusión de que tal sensación no existe ya que,

inevitablemente, a pesar del aislamiento acústico, los sonidos de su sangre

circulando y el de su sistema nervioso siempre estuvieron presentes. Ante esta

nueva evidencia, se plantea la perspectiva de un mundo acústico constantemente

activo que no distingue matices entre las dimensiones de espacio y tiempo. Para

Cage, “siempre hay algo que ver, algo que oír”, y este dinamismo es determinante

en la concepción del paisaje sonoro.

Por otro lado, el compositor supera la discusión de la diversidad en un

determinado soundscape para concentrarse en su actividad. En efecto, si el

sonido es omnipresente en un determinado espacio, de alguna manera sus límites

temporales son reemplazados por su comportamiento. Para Cage, la actividad del

sonido es imprevisible, indeterminada y desprovista de discurso. A diferencia de

una concepción tradicional de la música que apela a la emoción, a la memoria, al

raciocinio, etc., aquí aparece una idea de música ligada a las fuerzas de la

naturaleza cuyo discurso es irrastreable por su inexistencia. La función del hombre

con respecto al sonido es entonces de orden contemplativo.

Nueva música: nueva actitud al escuchar. No un intento de

comprender algo que se dice, pues si algo se dijera, se daría a los sonidos

forma de palabras. Simplemente prestar atención a la actividad de los

sonidos (Cage 7).

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Loterstein 36

II. Improvisación y ciudadanía

Uno de los temas principales que ocupa el pensamiento del compositor

británico Cornelius Cardew es el de las implicaciones del comportamiento ético del

músico improvisador en su ejercicio creativo.

A. El músico es la música

En primer lugar, el autor discute un proceso en el que se anula la dualidad

entre el fenómeno acústico de la música y el improvisador. En efecto, en esta

práctica, intérprete y sonido se confunden formando un solo objeto. El músico es

la música. En una ciudad, las personas asumen rutinas, transitan recorridos de un

lugar a otro, establecen relaciones, etc. Todo esto desencadena un proceso de

mimetización con el espacio que habitan. Es como si las personas hicieran parte

del paisaje urbano. La improvisación colectiva requiere de establecer relaciones,

tomar decisiones, crear patrones, negociar el poder, etc. Esto hace que el proceso

de los intérpretes sea análogo al de los ciudadanos. La idea de una suerte de

desdoblamiento del intérprete plantea nuevos paradigmas en la práctica musical

en cuanto a la manera en que los músicos se comportan. En efecto, el

improvisador abandona toda connotación en donde su persona, su individualidad,

etc. están implicadas y se transforman en un vehículo del sonido.

Paradójicamente, la experiencia del Treatise, una obra hecha de 193

páginas de partituras gráficas sin ninguna explicación sistemática para su

interpretación (la única pauta por parte del compositor es un pentagrama vacío en

la parte inferior de cada hoja para indicar que se trata de una obra musical), ha

planteado conclusiones diferentes. En efecto, en la ejecución de la pieza, el

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Loterstein 37

intérprete debe decidir a priori o sobre la marcha los significados de los objetos

que aparecen en la partitura. Según Cardew, más allá del problema semiótico que

plantea esta notación “muda”, la obra establece un desafío fundamental para el

músico improvisador: la memoria. La percepción del compositor es que los

músicos entrenados recurren a cosas que ya han escuchado antes para

improvisar. El resultado, según Cardew, es una mezcla de los distintos

backgrounds musicales construidos por cada uno de los intérpretes. Aparece aquí

el concepto de diversidad, de diferencia, en donde el diálogo (en un sentido ámplio

de la palabra) de dichas individualidades debería tener como resultado una

determinada música.

Por otro lado, el compositor establece una situación ideal para la

interpretación del Treatise. Una suerte de estado “primigenio” en donde las

decisiones no tienen ningún sesgo ni de la memoria ni de la cultura. Para Cardew,

la experiencia más enriquecedora en la ejecución de esta obra se produce al

superar cualquier predisposición. De esta manera el músico entraría en una

búsqueda de autoconocimiento. Aquí aparecen elementos fundamentales que

vinculan la práctica de la improvisación con la vida misma. Se interpelan el

conocimiento, el crecimiento personal, la identidad y la autenticidad. De igual

manera, la obra exige la toma de decisiones musicales para su desarrollo por

parte de los intérpretes. Dichas decisiones permiten rastrear una intensión, unos

valores, una forma de ser y de actuar en libertad.

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Loterstein 38

B. La importancia del contexto

En otro orden de cosas, Cardew interpela el problema del tiempo en la

improvisación. El compositor británico resalta la conexión fundamental entre la

música improvisada y el momento presente. Esta temporalidad contiene una

especificidad propia. Se trata del presente absoluto, del gerundio en gramática. El

concepto de improvisación de Cardew, desligado de restricciones idiomáticas,

ancla la música en un contexto determinado. Todo lo que sucede en ese

momento, de alguna manera, hace parte de la música. Aparece un vínculo

inquebrantable entre música y contexto. La manera cómo el intérprete se relacione

con tal contexto y con todo aquello que contiene (las relaciones con los demás, las

reacciones propias, la claridad en el discurso, etc.) es un asunto fundamental.

Bajo esta perspectiva, el acto mismo de grabar una sesión de improvisación

resultaría absurdo según Cardew. En efecto un transductor que convierte el sonido

en impulsos eléctricos es una suerte de filtro que no deja pasar la esencia de esta

música vinculada a la contingencia, a las decisiones que se toman en ese

momento específico.

Simply that very often the strongest things are not commercially

viable on the domestic market. Pure alcohol is too strong for most people’s

palates. Atomic energy is acceptable in peacetime for supplying the

electricity grid, but housewives would rebel against the idea of atomic

converters into their own kitchens. Similarly, this music is not ideal for home

listening. It is not a suitable background for social intercourse. Besides, this

music does not occur in a home environment, it occurs in a public

environment, and its force depends to some extents on public response. For

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Loterstein 39

this reason too it cannot happen fully in the recording studio; if there is hope

for a recording it must be a recording of a public performance. […]

Improvisation is a language spontaneously developed amongst the players

and between players and listeners. Who can say in what consist the mode

of operation of this language? Is it likely that it is reducible to electrical

impulses in tape and the oscillation of a loudspeaker membrane? (Cardew

11).

Esta vinculación de la música con el contexto en el que sucede plantea,

según Cardew, la necesidad de aprender a relacionarse con la naturaleza; utilizar

los elementos proporcionados por el “ecosistema” para tomar decisiones. Si el

intérprete se sabe parte de un todo, sus decisiones deberían estar en armonía con

el entorno:

“The best is to lead your life, and the same applies in improvising: like

a yachtsman to utilise the interplay of natural forces and currents to steer a

course” (Cardew 14).

Estos elementos permitirían esbozar una filosofía de la ética de la

improvisación. Cardew construye un pensamiento musical que no está centrado

sobre el fenómeno sonoro sino en la práctica misma de la música. Es una

investigación vinculada al comportamiento de los músicos en su reacción al

sonido, a las decisiones que toman, ubicando la música en un contexto específico.

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Loterstein 40

C. Los valores de la improvisación.

En su ensayo “Towards the Ethics of Improvisation”, publicado en un

compendio de escritos titulado Treatise Handbook que acompaña a su obra

indeterminada Treatise, el compositor británico interpela la esfera de la ética al

establecer valores morales fundamentales en la práctica de la improvisación. La

presencia o ausencia de dichos valores tendrá efecto directo sobre la música.

La improvisación, por estar vinculada al momento presente, replantea el

acto de ensayar. Cardew asocia la actividad de estos músicos a la conducta del

deportista que entrena. A diferencia del intérprete de música escrita, en esta

práctica, los músicos no practican para reproducir de la más manera más fiel y

expresiva posible aquello que está escrito en la partitura. Para él la actividad de la

improvisación exige otro tipo de competencias que buscan desarrollar criterios y

buen juicio para la toma de decisiones en el momento de la sesión.

Entre los valores morales relacionados con la práctica improvisatoria se

distinguen algunos que están vinculados a la vida en sociedad y que son

fundamentales en la cultura ciudadana democrática.

En primer lugar, Cardew define la simplicidad como el producto de un

trabajo complejo. Para el autor, “el mejor lugar es en donde todo parece más

simple”. Sin embargo, tal simplicidad es el resultado de un recorrido lleno de

dificultades. En este sentido, el valor de la simplicidad cobra profundidad y permite

aclarar el discurso. “The simplicity must contain the memory of how hard was to

achieve” (Cardew 12).

Por otro lado, la integridad es la virtud en donde las acciones confirman el

discurso. Esto, según Cardew, es muy importante en la práctica improvisatoria ya

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Loterstein 41

que el intérprete, a través de sus decisiones, construye la música. El improvisador

es la música.

What we do in the actual event is important —not only what we have

in mind. Often what we do is what tells us what we have in mind. The

difference between making the sound and being the sound (Cardew 13).

La práctica de la improvisación exige un grado de humildad y desapego.

Superar el interés personal y asumirse como parte de algo más grande permite

entrar en un estado constructivo muy conveniente para la música. “To do

something constructive you have to look beyond yourself” (Cardew 13).

Finalmente, la tolerancia permite entender que la práctica de la

improvisación es antes que nada una práctica social en donde se dan relaciones

entre seres humanos. Esto implica entender que el otro tiene límites al igual que

uno mismo. Empatizar con esto establece condiciones adecuadas para la

creatividad. “Overcoming your instinctual revulsion against whatever is out of tune

In the broadest sense” (Cardew 13).

PROCESO CREATIVO

Constituida por cinco piezas que abordan de maneras muy distintas

algunos aspectos de la ciudad de Bogotá, esta obra busca esbozar, en un

lenguaje musical, lo que podría ser una suerte de sintaxis urbana. Sin pretender

ser exhaustiva, intenta rastrear elementos físicos y simbólicos que podrían

constituir rasgos característicos de una ciudad cuya identidad parece estar oculta.

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Loterstein 42

Sintaxis Urbana constituye un intento de resignificar el espacio que

habitamos a través de una música construida desde planteamientos filosóficos

sólidos provenientes de diferentes líneas de pensamiento.

Cada pieza aborda un problema distinto y explora desde su concepción,

sus desarrollos y sus soluciones técnicas, la manera de resolver poéticamente

dichas problemáticas. De manera general, la dificultad del trabajo ha consistido en

encontrar la traducción de los conceptos, los discursos y las ideas en problemas

creativos musicales.

VI. Patchwork

La pieza que abre Sintaxis Urbana y cuyo nombre (Patchwork) hace

referencia a los conceptos explicados por Gilles Deleuze en su artículo “Lo liso y lo

estriado” que aparece en el libro Mil mesetas busca recrear musicalmente la

irregularidad generada a partir de la fragmentación del espacio bogotano, así

como su reincorporación al universo liso a través de la multiplicación de texturas

que, al acumularse, ocupan el espacio borrando los límites del universo urbano.

Esta pieza interpela el problema de la morfología de la ciudad vista en su conjunto

como un objeto lleno de texturas cuyos patrones se yuxtaponen, se interrumpen y

se sobreponen los unos a los otros generando un sistema complejo y a su vez

infinito.

Los procedimientos compositivos propuestos buscan generar una música

que establece las diferencias entre los espacios liso y estriado así como la manera

en que esta oposición se da por combinación de sus características. ¿Cómo se

restituye un universo en el otro?

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Loterstein 43

La ciudad es un espacio con texturas yuxtapuestas que generan un

entramado complejo lleno de fronteras e interrupciones que se multiplican hasta el

infinito. Se podría decir que estas intermitencias constituyen una de las normas

que rigen la formación de la morfología de la ciudad. Proponer una solución

creativa que permita explorar musicalmente estas características implicó

reflexionar sobre el concepto de irregularidad. ¿Cómo aparece esta idea en la

música? ¿Qué líneas de evolución podrían resultar? ¿Qué parámetro musical

permite evidenciar de manera más contundente la irregularidad?

Teniendo en cuenta lo anterior, se elaboró una melodía que opera como

una suerte de “idea básica” cuyo rasgo principal es la irregularidad. Se trata de un

tema “responsorial”. La primera parte (cc1-2) es contestada por su retrógrado

rítmico en la segunda parte (cc. 3-4), como lo muestra la figura 1. Esto significa

que el contorno melódico no cambia en el final de la frase. Lo único que cambia es

el ritmo generando el efecto de irregularidad. Este efecto constituye la

característica principal de esta melodía que contiene latentes los desarrollos

posteriores.

Fig. 1. Melodía de Patchwork

Con base en esta premisa, se plantearon dos líneas evolutivas que

permitieron explorar musicalmente el concepto de irregularidad en la pieza.

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Loterstein 44

Por un lado, el uso de “filtros” y de valores agregados1 o sustraídos genera

un efecto de inestabilidad rítmica. La sensación de tiempo parece acelerarse

inesperadamente cuando una frase “atraviesa” un compás cuya métrica sustrae un

cuarto del valor de cada pulso. En el ejemplo siguiente, los distintos materiales se

repiten y en el momento en que inicia el compás de 12/16, se acomodan los

valores rítmicos para dar una ilusión de aceleración de la sensación de pulso.

Fig. 2. “Filtros”

En otros pasajes, el tiempo parece desplazarse ya que se agrega o se

sustrae un valor de uno de los pulsos en un determinado compás. En la figura 3 se

puede ver cómo el patrón de la batería se desplaza por la sustracción de una

semicorchea en el tiempo 3.

1 El concepto de “filtros” utilizado por Guillermo Klein en su disco Filtros, consiste en restar o sumar

un valor a la subdivisión básica del pulso. De esta manera se genera un efecto de aceleración o desaceleración del tempo. Esta idea es tomada del concepto de valor agregado de Olivier Messiaen explicado en su Técnica de mi lenguaje musical cuya ilustración más evidente aparece en el sexto movimiento del Cuarteto para el fin de los tiempos: Danse de la fureur pour les sept trompettes.

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Loterstein 45

Fig. 3 Valores agregados

De alguna manera, estos desfases y estas aceleraciones recrean unos

umbrales con realidades temporales diferentes de un lado y de otro. Parecería que

la música forma un conjunto de retazos yuxtapuestos con temporalidades propias

en cada uno de ellos.

Por otro lado, el entramado de calles, visto desde arriba, conforma una

textura intrincada cuyos patrones no sólo se interrumpen sino que se sobreponen

los unos a los otros. Para lograr este efecto de manera auditiva, se recurrió a un

procedimiento textural que consiste en presentar y repetir de manera simultánea

materiales que comparten contorno melódico y registro y cuyo ritmo aparece

diferente en cada uno de los instrumentos.

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Loterstein 46

Fig. 4 “Textura”

La superposición de los materiales con procedimientos semejantes genera

una textura intrincada en donde no se reconoce de manera clara ningún tema.

Además, el efecto hipnótico de la repetición de estos gestos superpuestos no

permite percibir de manera clara el material temático. Es como un plano visto en

picada en donde lo único que se distingue es la superposición de patrones de

formas contenidos en un sistema más grande.

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Loterstein 47

Fig. 5 Ortofoto (Imagen en picada)

Otro aspecto que aborda Patchwork es el de la oposición evidente entre los

espacios liso y estriado que se sustenta de manera más profunda en la

combinación de sus rasgos antagónicos. La técnica textil de juntar retazos vuelve

infinita la tela sin importar qué tan complejos sean los diseños y las texturas. Esto,

de alguna manera, elimina los límites que estrían el espacio restituyéndolo así al

universo liso (Deleuze 484).

En la sección B de la pieza, el diseño de la textura haría pensar en un

espacio estriado. Sin embargo, esta sección plantea una aproximación desde la

improvisación. Los intérpretes deciden la duración y el número de repeticiones de

cada gesto. De alguna manera, el espacio estriado es “restituido” al universo liso

ya que el compositor elimina deliberadamente el límite temporal de la pieza

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Loterstein 48

dejando esto a discreción de quien toca. En una primera instancia, el intérprete

“cuenta para ocupar [el tiempo]”. Desde el momento en que aparece la

improvisación los músicos “ocupan [el tiempo] sin contar”. Esto obedece a las

definiciones de Pierre Boulez del espacio estriado y liso respectivamente (cita

modelo musical) (Deleuze 486).

VII. Rastros

Rastros es una pieza que aborda el problema de la memoria en la ciudad.

¿Cómo siguen estando las cosas a través de su huella? ¿Qué tipo de proceso

opera sobre los objetos para que aparezcan sus “nuevas versiones”? ¿Hasta qué

punto los objetos pueden “aguantar” la erosión del paso del tiempo sin perder sus

propiedades fundamentales?

Para ejecutar esta idea, se acudió a los recursos provenientes de la música

de Steve Reich tratando de mantener algunos matices fundamentales con

respecto a sus planteamientos estéticos. Efectivamente, la pieza describe una

serie de procesos que conducen a los materiales de un punto A a un punto B. Sin

embargo, si bien el compositor estadounidense plantea la idea de una música

impersonal, gobernada por leyes de fenómenos naturales y libre de decisiones

compositivas (Epstein 494), Rastros intenta conservar una dimensión subjetiva

respecto al recuerdo. La melodía “canta” y tiene un rasgo idiomático fuerte de una

música vinculada a la nostalgia y a la esperanza como lo es el blues.

La reflexión sobre la memoria y su relación con el concepto de repetición en

la música ha sido fundamental en la creación de esta pieza. En efecto, la

reiteración de materiales constituye fuente de recuerdo y olvido a la vez. La

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Loterstein 49

repetición permite fijar ideas musicales en la memoria pero su poder hipnótico

puede contribuir a borrarlas.

Teniendo en cuenta esto, Rastros presenta una melodía con un “color”

blues que recuerda en algunos pasajes el tema Lonely Woman de Ornette

Coleman; y una línea de bajo que sugiere una progresión armónica tonal en do

menor. El ritmo de estos dos elementos será utilizado como isorritmias de 41 y de

37 sonidos respectivamente. Esta talea se repite seis veces. En cada repetición se

sustraen alturas del material inicial de manera que se alcance el número primo

inmediatamente anterior hasta llegar a un “color” de dos sonidos.

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Loterstein 50

Fig 6. Talea y “color”

El desfase entre talea y “color”, y la contracción que resulta de la

sustracción de sonidos generan un efecto de erosión de los materiales cuya

percepción y discriminación se va haciendo cada vez más difícil para el oyente.

Este fenómeno es análogo a lo que sucede en la ciudad. El paso del tiempo que

engloba los procesos de cambios sociales, de transformaciones en la planeación

urbana, en las variaciones en el uso del suelo, los crecimientos demográficos etc.

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Loterstein 51

crean un efecto de erosión del recuerdo visible en el aspecto físico de los lugares

y en los significados simbólicos que le damos al espacio que habitamos.

Por otro lado, la pieza intenta recrear el momento en el que el olvido

necesariamente termina por vencer al recuerdo. Se trata de ese momento

inevitable que señala Marc Augé en Las formas del olvido en el que la memoria

sencillamente se disuelve para dar paso a la construcción de nuevos recuerdos.

Para esto, una vez agotado el “color”, tanto de la melodía como de la línea de

bajo, se inicia un proceso muy corto en donde a cada figura rítmica se le suma la

mitad de su valor después de un número determinado de repeticiones hasta

terminar convertido en un sonido completamente aislado en el silencio. En este

momento el oyente ya no recuerda lo que alguna vez fue la melodía de Rastros.

Fig. 7 proceso de disolución

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Loterstein 52

VIII. Progreso y Retroceso

“Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía, empujaba un poco con la

cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.

Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa

a causa de no se sabe qué macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy

fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas

morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor

suerte”.

—Julio Cortázar

Historias de cronopios y de famas

A diferencia de las demás piezas que de alguna manera intentan traer al

mundo de lo musical algún concepto de la ciudad que aparece ante la percepción

(la morfología de la ciudad, el recuerdo, el paisaje sonoro), Progreso y Retroceso

interpela asuntos abstractos vinculados con la filosofía del progreso, aplicados a la

realidad bogotana. Entendiendo que en estas cuestiones existen diferentes puntos

de vista, la pieza, desde su concepción y sus soluciones técnicas y musicales

intenta establecer un discurso propio, una suerte de opinión sobre la concepción

de progreso en la ciudad de Bogotá.

En la historia reciente de la ciudad los discursos de líderes políticos

plantean objetivos que decantan de unas ideas sobre el progreso que parecen no

ajustarse a la realidad de Bogotá. Estos planteamientos desembocan en políticas

públicas que, en algunos casos, buscan ideales urbanos provenientes de ciudades

con características poblacionales, morfológicas, ambientales, etc. muy diferentes a

las propias; o políticas públicas cuya concepción de bienestar no tiene en cuenta

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Loterstein 53

las necesidades específicas de la ciudad. Eso ocasiona el planteamiento de

soluciones parciales no sostenibles en el tiempo y el descubrimiento de nuevos

problemas antes ocultos.

Por otro lado, los procesos se han ido interrumpiendo los unos a los otros

por diferencias en los discursos de los líderes políticos que intentan imponer sus

propias concepciones de lo que debería ser la ciudad, cancelando así cualquier

posibilidad de continuidad. La melodía principal de Progreso y Retroceso, que

opera como una especie de idea básica que contiene todos los desarrollos de la

pieza, describe un movimiento ascendente que se desploma y que precipita un

descenso al final de la frase. Esto, a través de un enfoque hermenéutico, podría

interpretarse como el fracaso de una idea, de una acción o de un proceso.

Fig. 8 Melodía de Proceso y Retroceso

De alguna manera Bogotá, a nivel gerencial, parece perseguir ideales del

progreso agotados sin preocuparse por desarrollar una modernidad respetuosa de

su propia idiosincrasia. El resultado es una suerte de remedo grotesco de las

llamadas sociedades “desarrolladas”.

Para abordar estas ideas musicalmente se hizo necesaria una reflexión

sobre aquello que caracteriza la crisis del progreso entendido en un sentido amplio

como el avance hacia un mejor estado de las cosas. Una de los elementos que

caracterizan dicha crisis es la carencia de contenidos en los discursos. Robert

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Loterstein 54

Nisbet señala en su texto La historia de la idea de progreso que los grandes

discursos que construyeron el pensamiento del mundo contemporáneo

abandonaron su esencia y se quedaron únicamente con sus características

superficiales. Así, los ideales de la democracia, por ejemplo, se han perdido

dejando como residuo la formalidad institucional. Esta carencia de sustancia de los

discursos traduce una imposibilidad del lenguaje para decir cosas.

Tal fragmentación se traduce musicalmente en la pieza en las

yuxtaposiciones de los distintos materiales; en las repeticiones imperfectas que,

lejos de parecer una variación, dan la sensación de ser una imitación mal hecha;

en las frases armonizadas en clusters que parecen un unísono mal tocado; y en el

carácter humorístico que recuerda por momentos la atmósfera del Pierrot Lunaire

de Schoenberg.

Otro elemento fundamental en la reflexión sobre el progreso en Bogotá ha

sido el de la necesidad de encontrar una modernidad idiosincrática que tenga en

cuenta la especificidad cultural, ambiental, económica y social de la ciudad. Esto

es necesario para superar el paradigma del subdesarrollo que condena a las

sociedades latinoamericanas a una carrera injusta e innecesaria por ideales

agotados.

En Progreso y Retroceso los materiales de la melodía principal tienen

latentes sus propias líneas evolutivas. Los rasgos de esta Gedanke serán

explorados de diferentes maneras en cada sección de la pieza. Así, por ejemplo,

el descenso melódico que precede el salto amplio y que constituye una

característica principal del tema aparece con nuevas posibilidades de

orquestación, cumpliendo funciones específicas en nuevas texturas, con

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Loterstein 55

variaciones rítmicas, con presencia en diferentes zonas del registro, etc. En las

figuras 9 y 10 se pueden comparar dos usos diferentes de este gesto melódico. En

el primer caso, aparece en un riff de acompañamiento en la guitarra y el saxo

tenor mientras que en el segundo caso el gesto está orquestado en una textura de

coral con un ritmo expandido.

Fig.9. Reordenamiento de material principal 1

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Loterstein 56

Fig. 10 Reordenamiento de material principal 2

IX. Aliento-Asfixia

Esta pieza intenta imitar aquello que se percibe acústicamente de la ciudad

de Bogotá desde el cerro de la vía a La Calera en horas de la mañana. En la

experiencia mencionada, lo que se pudo escuchar es una suerte de susurro

homogéneo compuesto por el sonido del viento y el conjunto de sonidos de la

ciudad. Sobre esta masa se pueden discriminar algunos sonidos como la

aceleración de un automóvil, un pito de carro, una alarma etc. Otra cosa que llama

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Loterstein 57

la atención es que, de manera muy sutil y casi imperceptible, se puede escuchar

un movimiento “en ola”2 de la masa sonora.

Tal movimiento del paisaje sonoro urbano, homogéneo e indeterminado,

recuerda al acto de la respiración. De alguna manera, la ciudad podría ser

asimilada a una suerte de organismo vivo cuyo funcionamiento, enfermedades y

evolución están gobernados por dinámicas que le son propias. En este caso,

dichas dinámicas podrían ser los patrones sociales; las decisiones de planeación

urbana y sus implementaciones; el crecimiento demográfico; las diferencias en los

usos del suelo y la expansión territorial entre otros. Estos elementos influyen en el

soundscape de la ciudad representado aquí en el acto de respirar.

Aliento-Asfixia es una pieza que explora el modo en que se pueden dar la

respiración y sus diferentes connotaciones. Para ello, es importante tener en

cuenta la distancia necesaria para imaginar el sonido de la ciudad en su conjunto,

en donde se hace difícil discriminar un sonido de otro. Así, haciendo un ejercicio

de abstracción, se podría escuchar por momentos una ciudad tísica cuya

respiración se dificulta, o una ciudad fatigada con la frecuencia respiratoria

acelerada.

Aliento-Asfixia imita las dos fases (inhalación, exhalación) de la respiración

y explora los procesos que puede atravesar el gesto de respirar en cada una de

2 Este término se refiere a lo que el Laboratorio de Música e Informática de Marsella llama, en su sitio en

internet, Unidades Semiótico-Temporales (UST). Se trata de unas figuras sonoras caracterizadas por parámetros provenientes de la práctica electroacústica. Exceden descripciones vinculadas a la organización de los sonidos en alturas y duraciones y responden más a descripciones evocativas de la sensación que se presenta a la percepción. El caso de la UST “en olas” se refiere a la repetición de un motivo sonoro con un perfil que crece y otro que decrece. La repetición no trae información nueva sobre el gesto sonoro.

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Loterstein 58

sus etapas. La velocidad, la presión, la calidad del aire, etc. constituyen las ideas

principales sobre las cuales reposa la construcción de la pieza.

Recrear el proceso respiratorio de manera sonora implicó hacer un ejercicio

de abstracción en donde se asocian las fases de inhalación y exhalación de aire a

las nociones generales de crecimiento o decrecimiento en la música. Estos

principios se representan en la música a través del aumento o disminución en la

dinámica, los ascensos y descensos en el registro, los cambios tímbricos de ida y

vuelta, la acumulación y sustracción de material y la aceleración y desaceleración.

Así Aliento-Asfixia está construida a partir de un proceso de acumulación de

gestos que exploran de distintas formas los dos perfiles de la respiración. La

entrada de cada sonido hace progresar la pieza cambiando sus características

tímbricas. El oyente va percibiendo nuevos estados de las cosas una vez el

conjunto de todos los instrumentos haya cambiado de un gesto a otro.

X. Chapi-Chapi

La localidad de Chapinero se caracteriza por una marcada diversidad

reflejada en la vecindad de barrios habitados por personas de todos los estratos

socioculturales, zonas comerciales en deterioro, zonas de prostitución, corredores

de actividades artísticas (salas de teatros, bares con música en vivo, venta de

serenatas con mariachis, tríos de boleros, etc.), establecimientos nocturnos,

asentamientos de la comunidad LGBTI y “ollas” de expendio de drogas. Tal

condición ocasiona una saturación del espacio que necesariamente termina

alterando el paisaje sonoro y visual de la ciudad. A esto se suma el flujo migratorio

generado por los trayectos diarios de las personas que deben atravesar la

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Loterstein 59

localidad para desplazarse de un sitio a otro. Esto hace de Chapinero un lugar de

tránsito cuyo soundscape varía según la hora del día.

La pieza que cierra Sintaxis Urbana y cuyo nombre hace alusión a este

sector de Bogotá aborda el problema de la saturación del espacio urbano. Esta

está vinculada al fenómeno de centralidad de la ciudad y particularmente al de la

localidad de Chapinero que, por su dinamismo, ejerce una fuerza de atracción

generando así niveles altos de densidad poblacional, coexistencia de grupos

humanos dispares, utilizaciones del suelo para actividades variadas, etc.

Chapi-Chapi constituye un esfuerzo por recrear un paisaje sonoro complejo

caracterizado por la diversidad, la saturación y el dinamismo. De alguna manera,

la pieza intenta interpelar creativa, auditiva y poéticamente los rasgos

fundamentales y el comportamiento acústico de un espacio cuya condición está

dada por un sincretismo concentrado en unas cuantas cuadras.

Tal sincretismo del espacio en Chapinero tiene como consecuencia la

acumulación de sonidos provenientes de diferentes fuentes antrópicas que de

alguna manera enriquecen el paisaje sonoro de la ciudad. Paradójicamente, si

bien estamos ante un soundscape diverso, lleno de timbres cuyas características

son dispares, la saturación de este tipo de sonidos genera una homogeneización

en cuanto a las frecuencias presentes en el espacio. Según la ecóloga Andrea

Bustos, en la medida en que aumentan las actividades humanas en un espacio

determinado, la saturación de sonidos graves eclipsa frecuencias más altas

unificando el paisaje sonoro en el sector inferior del espectro.

Resolver esto a nivel creativo implicó determinar los elementos que

caracterizan la congestión auditiva para posteriormente buscar soluciones desde

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Loterstein 60

la manipulación de parámetros musicales. El primero de los elementos que

denotan la saturación sonora es el concepto de superposición cuya exploración se

hizo a diferentes niveles.

Por un lado, el tema está construido con base en un patrón rítmico que

opera a manera de clave evocando un aire de plena puertorriqueña. En la primera

sección de la pieza cada instrumento ataca en momentos diferentes los distintos

golpes de la clave. Estos se quedan sonando hasta el siguiente ataque. De alguna

manera, al aparecer mientras suena el eco de ataques anteriores, los sonidos se

acumulan generando una textura en masa en donde se hace muy difícil la

discriminación de los diferentes materiales.

Fig. 11 Material oculto en la textura de masa

Por otro lado, en la primera sección de la pieza, la mayoría de materiales

comparten los parámetros del registro y la dinámica. Esto complica su percepción

y entendimiento reforzando la idea de superposición. En efecto, unificar las

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Loterstein 61

condiciones de altura y de volumen de dos objetos que suenan simultáneamente

equivale a ocultar propiedades que los distinguen el uno del otro.

Otro recurso que contribuye a recrear la homogeneización del paisaje

sonoro urbano es la distorsión de los diferentes líneas melódicas que aparecen.

Este efecto resuena con la idea de Andrea Bustos en la que en un soundscape

saturado y homogéneo, fuentes sonoras no antrópicas se alteran para adaptarse a

las nuevas condiciones acústicas. La pieza pide a los intérpretes maneras no

convencionales de sonar como los growl de la tuba, los overpressure en el

contrabajo, los clusters en el piano, el over drive en la guitarra eléctrica y los

multifónicos en los saxos entre otros. De alguna manera, los timbres de los

instrumentos se alteran para conseguir una discriminación de cada sonido en un

ambiente acústico homogéneo.

Este último recurso juega un doble papel ya que además de interpelar el

problema de la alteración de las fuentes sonoras, permite explorar la idea de

limpieza. Un espacio saturado en donde los objetos se superponen los unos a los

otros es, necesariamente, un espacio “sucio” en donde cada objeto deja un

residuo. La contaminación visual de Chapinero es producto de la confluencia, el

tránsito y del dinamismo. Los sonidos alterados en sus rasgos tímbricos

superpuestos aumentan de alguna manera el “peso” de cada material musical

presentado ya que este cargará no solo con sus características iniciales de

frecuencia, dinámica, duración y timbre sino con sus nuevos rasgos que ensucian

el sonido puro.

Por otro lado, el paisaje sonoro chapineruno no sólo es complejo por la

contradictoria relación entre la diversidad tímbrica y la homogeneidad del espectro.

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Loterstein 62

El comportamiento del sonido constituye un eje fundamental para entender la

cuestión.

Más allá de determinar las condiciones de vida en un espacio específico,

las decisiones urbanísticas sobre el uso del suelo, las políticas públicas sobre el

tránsito, las medidas sobre la seguridad, medioambiente, etc. establecen un marco

en donde los ciudadanos actúan. El conjunto de las acciones de cada individuo es

lo que, en últimas, determina las condiciones en las que se da la vida en la ciudad

así como los rasgos característicos del paisaje sonoro. Esto hace que el

comportamiento del sonido sea, parafraseando a John Cage, impredecible,

indeterminado y desprovisto de discurso.

Resolver esto de manera creativa implicó buscar la intervención activa de

los intérpretes en la última parte de la pieza. En efecto esta sección está

constituida por una melodía tocada por todos los miembros del grupo al unísono.

Este material se toca en loop. En cada repetición los intérpretes pueden cambiar

alturas, duraciones, tipos de ataque y dinámicas a discreción. Pueden decidir dejar

de tocar siempre y cuando se escuche de manera clara el contorno rítmico original

en algún otro instrumento. De alguna manera, la pieza invita a tomar decisiones a

partir de un material inicial siempre teniendo en cuenta lo que “pide la música” en

el momento específico de la ejecución. En este caso, lo escrito opera como un

espacio en donde se debe decidir. El resultado sonoro es completamente

impredecible e indeterminado.

CONCLUSIONES

La concepción, creación, diseño, montaje y ejecución de Sintaxis Urbana ha

planteado, desde el punto de vista compositivo, varios desafíos que permitirían

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Loterstein 63

esbozar una cartografía del tipo de trabajo creativo que se abordó. Entendiendo

que la música constituye no solamente la manifestación acústica de aquello que el

compositor imaginó, sino que también es un momento delimitado por el tiempo en

el que la obra es ejecutada o reproducida en el que el oyente es parte

fundamental, este trabajo creativo estuvo determinado por la necesidad de buscar

referentes extramusicales para elaborar una obra cuyo propósito sea un diálogo

con el mundo y sus problemáticas, superando así la limitante de la simple

resolución de problemas técnicos en el ámbito de la composición.

En este contexto, el desafío principal es buscar la manera de plantear

problemas musicales a partir de la observación y reflexión sobre el espacio

urbano. Esto ha implicado establecer algunas premisas metodológicas que exigen

un interés por entender discursos provenientes de otras disciplinas (en este caso

en específico, la arquitectura, el urbanismo, la ecología, la antropología y la

filosofía); buscar qué parámetros musicales interpelan de manera más directa las

ideas; y hacer el ejercicio semiótico de sustentar las decisiones compositivas

entendiendo que estas son el resultado de la reflexión. Todo esto ha sido objeto

de un trabajo riguroso de organización de la información en unos “ejes poéticos”

que sirvieron de puerto para la exploración creativa.

Por otro lado, la concepción de Sintaxis Urbana como una pieza escrita

para músicos improvisadores implicó entender que su fuerza expresiva no

proviene únicamente de su manifestación acústica sino de las condiciones en las

que sucede la música y de la experiencia vivida en el momento de su ejecución.

Escribir esta obra supuso no solamente imaginar las manifestaciones musicales

de la morfología de la ciudad, de la memoria y del olvido, de la idea de progreso,

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Loterstein 64

de la saturación del paisaje sonoro, etc. sino una codificación adecuada de

situaciones en las que el ritual de hacer música colectivamente determinado por la

interacción entre los músicos improvisadores dé cuenta de todo lo abordado por la

obra.

El trabajo de escritura dio como resultado unas piezas exigentes en su

ejecución. Un ejemplo de esta dificultad son los cambios de compás que propone

la partitura para generar los efectos de aceleración o desfases en el beat en

Patchwork. Estos cambios métricos implican sentir el pulso diferente. Sin

embargo, durante los ensayos, se hizo evidente que para poder ensamblar la

pieza de manera más efectiva era necesario seguir sintiendo el mismo pulso todo

el tiempo. Esto implicó reescribir los ritmos sin cambiar la métrica. De alguna

manera aparece un desfase entre la idea original, la forma en que esta se resuelve

en términos compositivos y la búsqueda de una notación efectiva que facilite su

ejecución. Este desfase plantea el desafío de encontrar la manera de simplificar la

notación de ideas complejas.

Por otro lado, durante las sesiones con el ensamble, uno de los retos

principales fue el de la apropiación, por parte de los intérpretes, de los materiales

propuestos por las piezas. Dicha apropiación se hace a un nivel en el que los

músicos deben transitar entre lo escrito y lo improvisado de manera orgánica. Esto

significa que aquello que aparece en la partitura permea en el discurso de quien

toca. Para lograr esto fue importante escoger músicos cuyo entrenamiento está

vinculado a la práctica de la improvisación. Efectivamente, tal entrenamiento

implica aprender a relacionarse con un material dado a través de las decisiones

improvisatorias y de la interacción con los demás. Es importante entender

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Loterstein 65

entonces que esta música exige un compromiso particular por parte del intérprete.

Este no solamente ejecuta una voz dentro del entramado instrumental, sino que

participa activamente en la construcción del discurso y dialoga con aquello que

está fijo en la partitura. El oyente no escucha únicamente el instrumento, sino al

instrumentista.

Finalmente, este comportamiento por parte de los músicos se induce a

través un planteamiento integral de la obra que tenga en cuenta la experiencia de

tocarla y no solamente aquello que suena. Las piezas no sólo son exigentes desde

el punto de vista técnico; su ejecución obliga a una comprensión profunda de la

intención del compositor a través del dominio e incorporación de los materiales en

el discurso improvisatorio. El trabajo no se limita al simple montaje. El éxito de

esto pasa por el compartir tiempo con los demás músicos del ensamble, discutir

sobre los problemas técnicos, descubrir las soluciones colectivamente, compartir

el conocimiento que genera la experiencia y saberse parte fundamental de la

música.

El trabajo creativo de la música no es una actividad exclusiva del

compositor en solitario. Este está atravesado por las circunstancias sociales de su

ejecución. Es decir que, más allá de interpelar asuntos vinculados a su propio

universo, la música constituye un fenómeno que aparece en un contexto

determinado. Se da en unas condiciones específicas y su fuerza expresiva

proviene de dichas condiciones. El proceso del montaje de Sintaxis Urbana

constituye una oportunidad para indagar sobre cuáles son las circunstancias

sociales esenciales que permiten dar vida a esta música. En efecto, desde el

planteamiento mismo del proyecto ya era evidente que, más importante que la

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Loterstein 66

línea instrumental de la partitura, es el instrumentista, sus intereses y sus

inclinaciones estéticas.

Esta pregunta sobre el contexto, sobre el ritual de hacer música

colectivamente permite poner en evidencia el propósito profundo de la obra:

contribuir a la construcción de ciudadanía e identidad en la ciudad de Bogotá. Vivir

una experiencia en donde los músicos celebran la música de manera honesta, sin

imposturas, sin caer en la caricatura de recrear contextos diferentes al propio, es

resignificar la identidad desde la práctica misma.

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