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30 REVISTA DE EDUCACIÓN cansancio y de riesgo, como un cilicio real; deporte como gloria de sumisión del cuerpo, primera trans- parencia de un sueño de resurrección de la carne; deporte en comunidad, juego alegre de guerra de vencedor sin daño; deporte sin barbarie, aprendizaje donde se juntan pasión y cortesía; deporte en caridad si vuestro equipo es capaz de tener una mitad de aprendices redimidos ya por la sola compañia; de- porte con el sacrificio de la medida. E inseparable, contra la tentación de la barbarie, la Belleza" (22). (22) F. SOPEA: Mensajes de espiritualidad, II. Preuniver- sitarios, ed. cit. (Madrid, 1955), pág. 27. Sobre Centros privados de segunda ensetianza (*) MANUEL ALONSO GARCIA EVOLUCION Y DESARROLLO LEGALES La ley de Ordenación de la Enseñanza Media, de 26 de febrero de 1953, actualmente en vigor, admite, como es sabido, la clara distinción entre Enseñanza Oficial y Enseñanza no Oficial, diferenciando esta última en Enseñanza de la Iglesia y en Enseñanza Privada. Una tercera categoría es la que el artículo 32 de la mencionada ley consigna al hablar de Cen- tros privados para la enseñanza libre. El problema de la enseñanza media privada juega un papel importantísimo en este grado de la docen- cia no sólo por el ámbito de extensión y aplicación de la misma, sino también por los múltiples intereses de todo tipo que en la realización de sus objetivos se entrecruzan. Dejando aparte la consideración y estu- dio de los principios fundamentales, que, desde el punto de vista del derecho natural y de la consagra- ción positiva, regulan y presiden el desenvolvimiento de este grado de la enseñanza, en el cual deben que- dar a salvo, como en toda docencia, los legítimos derechos de los educandos, de los padres de éstos, de la Iglesia, de la sociedad y del Estado, vamos a pasar revista ahora a la evolución histórica que ha guiado el desarrollo de la enseñanza media privada a lo lar- go del tiempo, concretamente desde la primera mitad del siglo pasado, para tratar de determinar la forma en que se ha ido desarrollando el conjunto de pre- ceptos que reconocen su actuación en materia de en- señanza media privada, dentro de las disposiciones legales vigentes. Por real decreto de 4 de agosto de 1836, del Minis- terio de la Gobernación, se incluye un plan general de Instrucción Pública, en cuyo preámbulo, con cier- ta manifestación retórica, se alude a la necesidad de dar a las enseñanzas actuales la dirección que exigen las luces del siglo y la extensión que los medios per- mitan. (*) Después de escrito este articulo ha aparecido en el Bole- tín Oficial del Estado del 11 de agosto un decreto de 21 de julio "por el que se aprueba el Reglamento de Centros no ofi- ciales de enseñanza". Considérense, pues, algunas de las ideas sostenidas en este articulo en función del nuevo Reglamento. El titulo segundo del mencionado real decreto, re- lativo a la instrucción secundaria, define ésta, con un marcado carácter clasista, como la que "compren- de aquellos estudios a que no alcanza la primaria superior, pero que son necesarios para completar la educación general de las clases acomodadas, y seguir con fruto las facultades mayores y escuelas especiales". Estos establecimientos privados eran únicamente Centros de formación, cuya garantía pretendía ase- gurarse con la posesión de las condiciones a que an- teriormente nos hemos referido. En ellos se recibían las enseñanzas, pero sin rendir pruebas en los mis- mos. Estas habían de verificarse en los Institutos co- rrespondientes a que el Centro privado se encontrase adscrito. Una orientación en cierto modo renovadora impli- ca el real decreto del Ministerio de la Gobernación, de 17 de septiembre de 1845, que aprueba el Plan general de estudios. Obra de don Pedro José Pidal el Preámbulo del mismo, extraordinariamente extenso, verdadera exposición de motivos, alude a los pro- gresos conseguidos en materia de segunda enseñanza por entonces, sin desconocer, por ello, la cortedad de las medidas de aplicación general existentes todavía en materia de educación, intentando, con el referido plan de estudios, el arreglo definitivo de las enseñan- zas secundarias y superior, únicas a las que este real decreto se refiere. Por lo que respecta a la segunda enseñanza, se la estima continuación de la instrucción primaria, divi- diéndola en elemental y de ampliación. Los establecimientos de enseñanza pueden ser pú- blicos o privados. Por lo que a estos últimos se refiere, son considerados como tales aquellos cuya enseñanza se sostiene y dirige por personas particulares con el título de Colegios, Liceos o cualesquiera otros, sin que ninguno de ellos pueda usar el de Instituto. Estos Cen- tros quedan incorporados a un establecimiento pú- blico, y esta incorporación es la que determina que los estudios de segunda enseñanza realizados en aqué- llos tengan plena validez académica. Se determina ya que la enseñanza en establecimiento

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REVISTA DE EDUCACIÓN

cansancio y de riesgo, como un cilicio real; deportecomo gloria de sumisión del cuerpo, primera trans-parencia de un sueño de resurrección de la carne;deporte en comunidad, juego alegre de guerra devencedor sin daño; deporte sin barbarie, aprendizajedonde se juntan pasión y cortesía; deporte en caridadsi vuestro equipo es capaz de tener una mitad de

aprendices redimidos ya por la sola compañia; de-porte con el sacrificio de la medida.

E inseparable, contra la tentación de la barbarie, laBelleza" (22).

(22) F. SOPEA: Mensajes de espiritualidad, II. Preuniver-sitarios, ed. cit. (Madrid, 1955), pág. 27.

Sobre Centros privados de segunda ensetianza (*)

MANUEL ALONSO GARCIA

EVOLUCION Y DESARROLLO LEGALES

La ley de Ordenación de la Enseñanza Media, de26 de febrero de 1953, actualmente en vigor, admite,como es sabido, la clara distinción entre EnseñanzaOficial y Enseñanza no Oficial, diferenciando estaúltima en Enseñanza de la Iglesia y en EnseñanzaPrivada. Una tercera categoría es la que el artículo32 de la mencionada ley consigna al hablar de Cen-tros privados para la enseñanza libre.

El problema de la enseñanza media privada juegaun papel importantísimo en este grado de la docen-cia no sólo por el ámbito de extensión y aplicaciónde la misma, sino también por los múltiples interesesde todo tipo que en la realización de sus objetivos seentrecruzan. Dejando aparte la consideración y estu-dio de los principios fundamentales, que, desde elpunto de vista del derecho natural y de la consagra-ción positiva, regulan y presiden el desenvolvimientode este grado de la enseñanza, en el cual deben que-dar a salvo, como en toda docencia, los legítimosderechos de los educandos, de los padres de éstos, dela Iglesia, de la sociedad y del Estado, vamos a pasarrevista ahora a la evolución histórica que ha guiadoel desarrollo de la enseñanza media privada a lo lar-go del tiempo, concretamente desde la primera mitaddel siglo pasado, para tratar de determinar la formaen que se ha ido desarrollando el conjunto de pre-ceptos que reconocen su actuación en materia de en-señanza media privada, dentro de las disposicioneslegales vigentes.

Por real decreto de 4 de agosto de 1836, del Minis-terio de la Gobernación, se incluye un plan generalde Instrucción Pública, en cuyo preámbulo, con cier-ta manifestación retórica, se alude a la necesidad dedar a las enseñanzas actuales la dirección que exigenlas luces del siglo y la extensión que los medios per-mitan.

(*) Después de escrito este articulo ha aparecido en el Bole-tín Oficial del Estado del 11 de agosto un decreto de 21 dejulio "por el que se aprueba el Reglamento de Centros no ofi-ciales de enseñanza". Considérense, pues, algunas de las ideassostenidas en este articulo en función del nuevo Reglamento.

El titulo segundo del mencionado real decreto, re-lativo a la instrucción secundaria, define ésta, conun marcado carácter clasista, como la que "compren-de aquellos estudios a que no alcanza la primariasuperior, pero que son necesarios para completar laeducación general de las clases acomodadas, y seguircon fruto las facultades mayores y escuelas especiales".

Estos establecimientos privados eran únicamenteCentros de formación, cuya garantía pretendía ase-gurarse con la posesión de las condiciones a que an-teriormente nos hemos referido. En ellos se recibíanlas enseñanzas, pero sin rendir pruebas en los mis-mos. Estas habían de verificarse en los Institutos co-rrespondientes a que el Centro privado se encontraseadscrito.

Una orientación en cierto modo renovadora impli-ca el real decreto del Ministerio de la Gobernación,de 17 de septiembre de 1845, que aprueba el Plangeneral de estudios. Obra de don Pedro José Pidal elPreámbulo del mismo, extraordinariamente extenso,verdadera exposición de motivos, alude a los pro-gresos conseguidos en materia de segunda enseñanzapor entonces, sin desconocer, por ello, la cortedad delas medidas de aplicación general existentes todavíaen materia de educación, intentando, con el referidoplan de estudios, el arreglo definitivo de las enseñan-zas secundarias y superior, únicas a las que este realdecreto se refiere.

Por lo que respecta a la segunda enseñanza, se laestima continuación de la instrucción primaria, divi-diéndola en elemental y de ampliación.

Los establecimientos de enseñanza pueden ser pú-blicos o privados. Por lo que a estos últimos se refiere,son considerados como tales aquellos cuya enseñanzase sostiene y dirige por personas particulares con eltítulo de Colegios, Liceos o cualesquiera otros, sin queninguno de ellos pueda usar el de Instituto. Estos Cen-tros quedan incorporados a un establecimiento pú-blico, y esta incorporación es la que determina quelos estudios de segunda enseñanza realizados en aqué-llos tengan plena validez académica.

Se determina ya que la enseñanza en establecimiento

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SOBRE CENTROS PRIVADOS DE SECUNDA ENSE gANZA

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privado habrá de correr a cargo de Licenciados enLetras o en Ciencias, y se establece una plantilla mí-nima de profesores superior a la que actualmenteestá establecida por la ley de Ordenación de la En-señanza Media. Los estudios cursados en estos esta-blecimientos sólo reúnen efectos académicos despuésde obtenida su aprobación previo examen en el Ins-tituto a que el establecimiento se halle incorporado.La Inspección de estos Centros se atribuye, o al di-rector del Instituto a que se hallen incorporados, o aInspectores nombrados a tal efecto.

Una modalidad interesante, que aparece por vezprimera, es la de reconocer la posibilidad de que nosólo las personas privadas o individuales, sino tam-bién las corporaciones o personas jurídicas, puedenfundar un establecimiento de segunda enseñanza,siempre y cuando obtengan la expresa autorizacióndel Gobierno y reúnan los requisitos necesarios paraello.

Otro real decreto, de 8 de julio de 1847, que firmaNicomedes Pastor Díaz, como ministro de Comercio,Instrucción y Obras Públicas, modifica el plan de es-tudios de 1845, reconociendo el eminente servicio yla profunda renovación operada por dicho plan y tra-tando de eliminar los defectos que la experiencia hu-biera puesto de manifiesto en la aplicación de aquél.

Sus líneas generales en materia de segunda ense-ñanza son las mismas que las establecidas en 1845,con algunas modificaciones de detalle.

En 28 de agosto de 1850, otro real decreto del Mi-nisterio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas,que reforma el plan de estudios, apenas si producemodificación alguna en materia de segunda enseñanzaprivada. Quizá cabe señalar como única novedad (queno deja de ser interesante) la consagración legal de laque a partir de entonces será denominada enseñanzadoméstica, y a tenor de la cual "los dos primeros añosde la segunda enseñanza (de los cinco que la com-ponen) podrán estudiarse en la casa de los padres,tutores o encargados de los niños, bajo determinadascondiciones".

De mayor alcance es la reforma llevada a cabo en10 de septiembre de 1852 por el entonces ministrode Gracia y Justicia, Ventura González Romero. Lasegunda enseñanza pasa de cinco años a seis, divididaen dos períodos—de latinidad y humanidades—, contres años cada uno.

La tramitación para la concesión de apertura deColegios privados es bastante más complicada quecomo se hallaba establecida anteriormente, exigién-dose mayor número de requisitos.

Particularmente interesante es la novedad introdu-cida en el sistema de exámenes de los alumnos decolegios privados, anticipo de la realidad actual. Enefecto, los alumnos de los mismos sufrirán las prue-bas correspondientes o bien en el Instituto a que sehallen incorporados o, en el caso de que el Colegio"se halle a más de cuatro leguas de distancia delInstituto", en el mismo colegio ante catedrático desig-nado en comisión para presidir la realización de losexámenes.

La famosa ley de Instrucción Pública, de 9 de sep-tiembre de 1857—ley Moyano—, primer intento or-gánico serio que regula todos los Grados de la ense-ñanza, no introduce apenas modificación alguna en

las condiciones que se exigían ya anteriormente parala apertura y funcionamiento de los EstablecimientosPrivados de segunda enseñanza. Es de notar, sin em-bargo, que la validez académica de los estudios reali-zados en los Colegios privados está condicionada ala posesión de un conjunto de requisitos.

Tanto los preceptos que la ley Moyano dedica a losEstablecimientos privados de segunda enseñanza (ar-tículos 148 a 155), como los dos (artículos 156 y 157)destinados a regular la enseñanza doméstica, aparecencompletados y desarrollados por el Reglamento de se-gunda enseñanza, de fecha 22 de mayo de 1859.

Las disposiciones contenidas en este Reglamentoy en la ley Moyano vienen a ser casi íntegramente re-producidas, con la salvedad de que no aparece dedi-cado artículo alguno a la enseñanza doméstica, enel nuevo Reglamento del Ministerio de Fomento,aprobado por real decreto de 15 de julio de 1867.

En 3 de junio de 1873 se dicta un decreto "reorga-nizando los estudios de la segunda enseñanza, que sonnecesarios para aspirar al título de Bachiller", decretoen el cual no hay contenido precepto alguno quese refiera a Centros privados. Sí es interesante, encambio, el real decreto de 13 de agosto de 1880, porel cual se dispone la validez académica de los estu-dios libres de todas clases y grados a tenor de lo quehabían señalado los reales decretos de 4 de junio y27 de octubre de 1875.

Por real decreto de 16 de septiembre de 1894, quereorganiza la segunda enseñanza, se determina la sub-sistencia de las enseñanzas oficial, privada y libre, yla supresión de la hasta entonces denominada ense-ñanza doméstica.

Estas mismas disposiciones contiene el real decretodel Ministerio de Instrucción Pública de 20 de juliode 1900, que reforma de nuevo el plan de estudiosde segunda enseñanza.

Un nuevo real decreto, de 12 de abril de 1901, de-termina la forma de celebración de los exámenes deingreso, de asignaturas, de reválida y grados, las ca-lificaciones de estos exámenes y la composición de losTribunales, tanto para los alumnos oficiales como paralos no oficiales.

Así llegamos al real decreto-ley, de 25 de agostode 1926, al decreto de 29 de agosto de 1934, dispo-siciones ambas que establecen nuevos planes de estu-dio y a la ley de Bases de 20 de septiembre de 1938.Como es bien sabido, ésta, en su base XV, estableceel régimen de los Centros privados, determinando,a estos efectos, que toda persona individual o colectivade nacionalidad española puede en España crear Es-tablecimientos privados de segunda enseñanza. Asi-mismo señalaba que, para ser reconocidos como tales,habrán de quedar inscritos en los Rectorados de cadacircunscripción universitaria, en virtud de expedienteque reúna las condiciones indispensables para poderser otorgada la autorización correspondiente, condi-ciones que aparecen resumidas en informe favorablede la Inspección respecto de los extremos considera-dos esenciales y existencia de un Cuadro de profe-sores en que hubiera un titulado al menos para cadauno de los grupos de disciplinas fundamentales. ElMinisterio se reservaba la facultad de suspender ocerrar los Establecimientos de enseñanza privada con

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REVISTA DE EDUCACIÓN

causa justificada o por motivos de interés común opúblico.

Ya nos hemos referido a la regulación que de estosCentros contiene la vigente ley de Ordenación de laEnseñanza Media, de 26 de febrero de 1953, sobrecuya base se hacen las consideraciones que siguen.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LAENSEÑANZA MEDIA NO OFICIAL

La situación actual de los Centros no oficiales deenseñanza media, entre nosotros, evidencia una re-gulación insuficiente. Claro está que habrá de espe-rarse a que sean dictadas las disposiciones reglamenta-rias que desarrollen y complemen lo dispuesto concarácter fundamental y básico por la ley Orgánica.No obstante, y valorando la realidad tal y como éstase nos presenta, es lo cierto que cabe señalar algunascaracterísticas de hecho que influyen de manera con-siderable, por no decir decisiva, en lo que es la ense-ñanza no oficial entre nosotros.

Nadie puede desconocer los servicios que la ense-ñanza media privada ha prestado y continúa pres-tando. La propia insuficiencia de los Centros oficiales,si no mediaran ya cuestiones de principio anteceden-tes, la harían necesaria y justificarían su desenvolvi-miento y el favor prestado a su difusión y progresivaextensión. Pero, justamente por la trascendencia quela educación tiene en este grado, por los interesespuestos en juego, de orden espiritual y educativo, porlos beneficios o perjuicios—según la orientación—quepuede reportar al bien común una enseñanza bieno mal orientada; por todas estas razones, en fin, noes posible poner en duda ni someter a riesgo el ejerci-cio de una función corno la docente, en cuya labory desenvolvimiento anda tan profundamente entra-ñado el futuro de la misma comunidad.

El análisis de la realidad presente nos pone demanifiesto, en primer término, una ausencia de con-trol sobre la enseñanza no oficial, de la cual sólobeneficios para los más irresponsables pueden deri-varse. Al referirnos al control necesario, no quere-mos con ello señalar el requisito de una especie dedogal establecido por el Estado sobre la enseñanzano oficial, con ininterrumpidas inspecciones, constan-tes requisiciones de informe y permanentes molestiasde tipo administrativo, que, en definitiva, no llevaríana otro resultado que a hacer odioso el régimen ensí. Pero de esto a la afirmación de una absoluta liber-tad (que se traduce, no pocas veces, en plena ausen-cia de garantías para los educandos y para las fa-milias de éstos), existe un término medio que con-viene conservar. Y es al Estado al que correspondevelar por que esa garantía mínima sea establecida,precisamente en provecho de quienes toman sobre síla tarea de la educación como algo sagrado y con en-tera responsabilidad frente a cuantos tratan de con-vertir a ésta en simple negocio sin escrúpulos deninguna clase.

La permanencia en una situación provisional, quese ha prolongado demasiado, y la herencia de unaserie de malos hábitos han ido acentuando entre nos-otros la separación entre la enseñanza media oficialy la no oficial, hasta el punto de hacer de ambas

dos compartimientos estancos, sin intercomunicaciónentre ellas y sin que la una se colocase respecto de laotra en la doble tesitura de colaboración y aprendizaje,postura ésta que tantos beneficios hubiera, induda-blemente, reportado a aquélla y a ésta. El principiodel diálogo, de la experiencia similar y conjunta,del trabajo en equipo, tampoco ha florecido entre nos-otros en el campo de la enseñanza. Y se ha creadoasí una esfera de vacío, entre enseñanza oficial y en-señanza no oficial, llena de recelos y más propensaa la vana discusión, cuando no a la declarada hostili-dad, que al mutuo y recíproco entendimiento.

Es lógico pensar que, en el concierto total de in-tereses a que un grado como el de la enseñanza mediase halla sometido, deba existir, no una entidad oentidades con categoría superior, y otra u otras deinferior consideración, sino una relación entre todasellas, tendentes al mismo fin, pero donde sea posibleadvertir en todo momento el establecimiento o la exis-tencia de una serie de medidas de seguridad paraque la enseñanza marche por adecuados cauces. Estasmedidas deben corresponder, en cuanto a su compro-bación y efectividad, a aquella organización jurídicaque tiene como misión procurar el bien común tem-poral de la sociedad. Y no se vea en esto, ni muchomenos, una afirmación de tipo estatista o interven-cionista siquiera; antes bien, la imprescindible exigen-cia de cuidar de que las instituciones creadas para unfin determinado no se desvíen en el cumplimiento delmismo ni desnaturalicen la realización de éste.

Hasta ahora la verdad es que la única demostra-ción de una adecuada fidelidad al objetivo esencialreside, o residía, en la rendición de unas pruebas fina-les por parte del alumno, quizá cuando ya el mal notenía remedio y, por consiguiente, la desmoralizacióndel muchacho no podía ser evitada. La falta de unaactitud de vigilancia no sólo inspectora y fiscalizado-ra, sino positiva y orientadora, desembocaba lógica-mente en dicho final. Había que confiar, por tanto,en la rectitud de intenciones y en la buena voluntadde quienes tenían en sus manos la educación de ungrupo, más o menos numeroso, de alumnos. Peroresulta fácil darse cuenta que tal garantía, desgra-ciadamente, no es bastante. Y que, en consecuencia,no es justo aguardar a que, pasados los años norma-les de Bachiller, el alumno se encuentre de prontofrente a una realidad para la cual no ha sido prepara-do, después de haber perdido un tiempo considerablepor la irresponsabilidad de quienes, contando con undeber fundamental, no supieron responder a la con-fianza que en ellos se depositó.

Queda bien claro, a nuestro juicio, el triple ordende peligros a que una enseñanza media abandonadaa un régimen de práctica autonomía podría conducir.Primero, y fundamental, desnaturalización de los finesesenciales de la educación y, por tanto, deformacióndel alumno en los distintos aspectos que constituyenel caudal de su cultura y la integridad de su ca-rácter—aspectos espiritual, humano, social—. Segundo,perjuicio causado a la familia y abuso de la con-fianza, con el consiguiente engaño, depositada porésta en los educadores. Tercero, fraude a la sociedad,por cuanto los medios proporcionados por ésta parala realización de una tarea que a ella ha de aportarconsiderables beneficios, son utilizados en provecho

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propio y no del interés común que cabe exigir aquien debe perseguir precisamente este objetivo yno el puramente personal.

Sólo por habitual abandono, pereza injustificableo incomprensible respeto a intereses creados, ha po-dido mantenerse una situación que socialmente con-tradecía los principios elementales de una adecuadaobra llamada a llenar altas finalidades y elevados pro-pósitos. La tarea educativa y de formación culturalde las jóvenes promociones cuenta, a no dudarlo, entrelas más decisivas, y de mayor grandeza y responsabi-lidad, de cuantas puedan ser desarrolladas en la vidacomunitaria. De ahí que el control y vigilancia delmodo de llevarse a cabo la función docente en elsector privado sea una exigencia primordial. Insis-timos, no obstante, para evitar confusiones o mal-entendidos, en que el sostenimiento de esta inter-vención no implica, en ningún caso, ni debe inter-pretarse como tal, la afirmación de un inicial esta-tismo. Precisamente, todos cuantos males pueden sur-gir de un erróneo entendimiento en torno a estosproblemas se evitarían fácilmente de haberse llegadoa un régimen de colaboración y mutua comprensiónentre enseñanza oficial y enseñanza no oficial. Hayparcelas de la educación en las cuales el derecho dequien la ejerce resulta inviolable, pero por tener quegarantizar este derecho es por lo que, en otros as-pectos, aquella intervención se hace necesaria. Y ellono puede ir nunca en desdoro de una libertad enmateria educativa, que no hay que considerar nuncacomo posibilidad de hacer lo que a uno le plazca,sino como obligación de someterse a unas condicionesracionales que sean la garantía más firme del servicioa ideales e intereses de categoría superior.

La ley de Ordenación de la Enseñanza Media, de26 de febrero de 1953, ha sentado las primeras basespara la entrada de este problema en vías de resolución.A nadie se oculta, sin embargo, que de la efectividadde las medidas a título general en aquélla consigna-das, depende, en suma, el fin de cuantas anomalíasen este terreno actualmente puedan producirse. Habráde procederse con cierto rigor y, al mismo tiempo,con un margen de flexibilidad que permita, en cual-quier supuesto, salvar las buenas intenciones cuandovan unidas a una mínima realización, ejemplificar loscasos que puedan y deban ser presentados como mo-delo y acabar, definitivamente, con cuantas irregu-laridades, situaciones confusas y planteamientos nomuy claros, existen todavía funcionando con unaautorización concedida al amparo de excepcionalescircunstancias. Un proceso de revisión se impone,pues, en este sentido, máxime teniendo en cuentaque del mismo se derivarán beneficiosas consecuen-cias para quienes cumplen estricta y rigurosamentecon su deber, al no tener que luchar en condicionesde inferioridad y competencia con aquellos otros quede la función docente han hecho un medio de vidaúnicamente y no el objetivo de un ideal que es, pri-mero, esto—ideal—, aunque no tenga por qué dejarde ser—pero sólo en segundo lugar—también un me-dio de existencia.

El punto de partida nos lo da el artículo 33 de lamencionada ley al preceptuar que "no se exigirá, enningún caso, a los Centros no oficiales para su reco-nocimiento requisitos superiores a los que se exijan

a los Centros oficiales del mismo Grado". E inclusonos atrevemos a sostener que este precepto debe serinterpretado con un criterio benévolamente expresi-vo—in dubio, pro centro—, toda vez que debe sertenida en cuenta la diferencia que, en cuanto a pro-tección económica y sostenimiento de unos y de otrosCentros—oficiales y no oficiales—existe. Pero sin quequepa, tampoco, exagerar deliberadamente esta dis-tancia y fundar sobre ella pretendidas libertades oausencias completas de fiscalización.

La observación del proceso de evolución de la en-señanza media privada deja bien patente la desvincu-lación o falta de ligaduras que tradicionalmente seha dado, en nuestra patria, entre ésta y la enseñanzaoficial. Hace ver, asimismo, que los requisitos de es-tablecimiento de Centros se han reducido, general-mente, a una serie de garantías mínimas en cuantoa la persona del propietario y director del Centro,pero sin determinarse corporativa y orgánicamenteel cuadro total de requisitos que cabía imaginar comoexigibles en asunto de tanta importancia. La comple-jidad de los nuevos tiempos, el mayor volumen delos intereses en litigio, los sistemas contemporáneos deorganización de la sociedad y el lugar que la educa-ción y la cultura ocupan en ésta, imponen hoy unmayor número de trabas y, por supuesto, el requeri-miento de una vigilancia mas estrecha respecto delejercicio de la función docente por parte de institu-ciones privadas. Es natural que, si la evolución de lavida social ha conformado la psicología y el desarrollode los pueblos de una manera determinada, haya queatemperarse a lo que esas condiciones sociológicasdemandan en todos los órdenes de la existencia. Ladelimitación de competencias, la atribución de fun-ciones y, sobre todo, el cuidado y salvaguarda de losderechos del educando, imponen, no el sistemáticointervencionismo sin razones de ninguna clase, perosí la obediencia al postulado fundamental que sitúaaquellos derechos de la adolescencia en la primerade las exigencias. Y asegurar esto requiere interven-ción, ejercida en forma inspectora por lo que tocaal desarrollo, y establecida ya antes en un núcleomínimo de condiciones a llenar, por lo que toca alestablecimiento primero.

Hay que reconocer que, en este aspecto, no hemosavanzado mucho. Ello es el motivo de que se pro-duzca determinada clase de situaciones, no muy cla-ras, que repercuten en descrédito de la propia ense-ñanza.

Una regulación conveniente y justa de esta materiadeberá tener en cuenta las realidades actuales, losprincipios que han presidido la reforma de la ense-ñanza media en 1953, tanto los de orden jurídicocomo los de índole pedagógica, para proceder de con-formidad con unos y otros y convertir aquella reali-dad en una situación cuando menos aproximada alideal alcanzable. Ya la ley de Ordenación de la En-señanza Media consigna expresamente en su articu-lado el derecho de los padres "a elegir para sushijos cualquier profesor debidamente titulado o Centrode Enseñanza Media establecido con arreglo a lasleyes"; "reconoce la función social realizada por losCentros de enseñanza no oficial", y otorga un margende extensión a esta enseñanza mucho mayor que elconcedido por la anterior ley de 1938. Por otra parte,

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no puede desconocerse que la declaración contenidaen el artículo 9•0 de la citada ley no tiene realmenteprecedentes de tan clara formulación en nuestros tex-tos legales, al fundamentar las relaciones del Estadocon la enseñanza no oficial en los principios de "rectalibertad de métodos pedagógicos, debida responsabi-lidad técnica de los educadores y máxima cooperacióninstitucional". Sinceramente, pensamos que de laaplicación que de este precepto se haga dependerá, enno pequeña parte, el éxito o fracaso de la enseñanzamedia, ya que en él existe base suficiente para, conun criterio de amplitud y rectas intenciones, desenvol-ver una labor efectiva y segura en pro de la enseñanzamedia. Por parte del Estado, queda consignada laobligación de vigilar en todas las instituciones de en-señanza Media—oficiales y no oficiales—el cumpli-miento de las normas legales y reglamentarias.

Con esta base de iniciación, no resulta difícil cole-gir que un régimen disciplinario, de inspección y es-tímulo, de responsabilidad personal e institucional,de emulación y competencia, de solícita vigilancia ypermanente cuidado, constituirá en todo caso un buensistema que no conduzca a la anulación de los prin-cipios consignados en el título 9.° de la ley, y per-mita, en cambio, el vigoroso desarrollo de los mismosen lógica y estricta dependencia, dentro del cuadrogeneral de las realidades de la enseñanza media.

Una organización inicial debe ser exigida. Orga-nización que abarque distintos aspectos, y, funda-mentalmente, los de tipo pedagógico, técnico y cor-porativo. Dentro de esta trilogía caben, naturalmente,las condiciones higiénicas y sanitarias, las peticionesde material didáctico y de enseñanza, el régimende protección escolar y extensión cultural, que debenigualmente aparecer como requisitos exigibles a cuan-tos quieran tomar sobre sí la responsabilidad deponer en funcionamiento un Centro de enseñanzamedia. El Estado ha de contar con la garantía firmede que ese conjunto de condiciones reglamentaria-mente establecidos es algo más que un buen deseo;y conceder, sólo entonces, el margen de confianza queel ejercicio profesional de la enseñanza con enterajusticia reclama. Pero habida cuenta siempre de quetodo deber se corresponde con un derecho y tododerecho engendra un deber. El intrusismo o la irre-gularidad en materia educativa deben ser a todacosta evitados mediante una profilaxis, más preven-tiva que curativa.

Es justo, por otro lado, que con esta inicial organi-zación no desaparezcan los lazos de unión y, mástodavía, de dependencia de la enseñanza no oficialrespecto del poder público. Dependencia que, sin im-plicar ni la más mínima lesión en los derechos educa-tivos del educando, de la familia o de las institucio-nes educadoras, conserve, con toda seguridad, el gradode relación y de autoridad necesarias para mantener,en cualquier momento, la posibilidad de revisión deuna autorización concedida en vista de la finalidadque se pretende, pero desviada más tarde hacia otroscaminos distintos. Esta dependencia, que habrá deser esencialmente administrativa, debe entenderse conarreglo a un principio de unidad que haga posiblela uniformidad de los estudios y las enseñanzas, lavalidez de éstas y la similitud en el grado de eleva-ción requerido para las mismas, sin disminuir en

nada la recta libertad de métodos pedagógicos decada Centro y la debida responsabilidad técnica delos educadores. Sin embargo, la misión que al Estadocompete le obliga a una actitud de cuidado activo,lejos de toda culpable inhibición tanto como de cual-quier exagerado intervencionismo.

El instrumento que el Estado tiene en sus manosy a su alcance, para cumplir con su deber en estesentido, no puede ser otro que el de una inspecciónrigurosamente seleccionada, consciente de sus deberes,del límite a que debe extenderse el ejercicio de susfunciones y con una clara comprensión, hecha de rec-titud y de abertura, para los problemas de la ense-ñanza no oficial, que son, naturalmente, problemasdel Centro, pero que son, sobre todo, y en primertérmino, problemas de garantía de los derechos deleducando. Este deberá ser su criterio inspirador y elprincipio que habrá de presidir el núcleo fundamentalde sus actuaciones. La imposibilidad en que la Ins-pección del Estado se ha visto hasta el momento pre-sente de ejercer las funciones que como tal le corres-ponden y el hecho de que de la eficacia o ineficaciade la enseñanza dada en muchos Centros haya tenidoque juzgarse por simples expedientes descriptivos, yno a través de comprobaciones directas, explica laexistencia de bastantes irregularidades que están, sinduda, en el ánimo de todos.

Una inspección eficaz es, por consiguiente, un re-quisito básico a la hora de valorar no ya el rendi-miento efectivo de un Centro de enseñanza media, sinotambién de los centros oficiales, independientementede que el carácter de éstos les haga, en la realidad,menos propensos a la caída en los peligros que lainspección ha de evitar. Ahora bien: téngase presenteque una inspección exclusiva y puramente fiscaliza-dora se traducirá, inevitablemente, en un mecanismomás dado a la prevención y el recelo, por parte delos Centros, que a la eliminación de los riesgos queal ejercicio de la enseñanza constantemente ecechan.Un verdadero resultado se asegura cuando, además dela fiscalización, es ofrecida una tarea orientadora, uncamino a seguir o un ejemplo a imitar.

Tanto el establecimiento de un nuevo Centro comosu desarrollo deben estar rodeados de un conjuntode garantías, esencialmente jurídicas, que otorguenla seguridad, por parte del Estado, de no haber sidovulnerado ninguno de los derechos que en el ordende la educación, y en el jurídicoadministrativo enparticular, a los administrados se reconoce, ya seanéstos persona individual o persona jurídica. Por esoes tan importante la tramitación de un expediente,por encima de la cual, y de su simple paso por orga-nismos, está siempre la responsabilidad de un actoque puede dar lugar a consecuencias de largo y pro-fundo alcance. Lo que interesa es no crear interrup-ciones innecesarias o intercalar la obligada intervenciónde órganos que no harán más que entorpecer la mar-cha normal y rápida de algo que, en su más hondocontenido, encierra verdaderos intereses vitales. A estoha de tender el Estado aun en el mínimo de los deta-lles de su regulación para un necesario y justo controlde la educación o, para ser más exactos, de los mediosde educación de sus ciudadanos. Ello no es sino unamanifestación más del principio de libertad de ense-ñanza que nuestra ley fundamental de Ordenación

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SOBRE CENTROS PRIVADOS DE SEGUNDA ENSEÑANZA 35

de la educación de grado medio expresamente con-signa. Conseguir o no conseguir esta conciliación entreprincipio de libertad y necesaria intervención siguesiendo también, en la enseñanza media, un objetivodifícil, pero fundamental, y en cuyo auténtico logrodebe ponerse especial empeño.

La enseñanza media no oficial es un capítulo im-portantísimo de la educación en nuestra Patria. Porsu entidad, por el número de sus alumnos y la can-tidad de Centros que existen, su volumen excede, conmucho, del que corresponde a la oficial. Ello justifica,aparte otras razones, el que no pueda abandonarse,sin más, al más absoluto de los arbitrios.

En consecuencia, esa conciliación a la que acaba-mos de referirnos debe hacerse extensiva a otros mo-mentos y aspectos de la vida del Centro que cons-tituyan una permanente comprobación de hallarse enestado perfecto la educación impartida por cada centroen cuestión.

En este sentido, no basta con la estricta dependen-cia de tipo administrativo, sino que se requiere unagarantía comprensiva también de las pruebas, en lacual quede a salvo, ciertamente, la independencia yel trato de igualdad que debe concederse a ense-ñanza oficial y no oficial. Pero donde la separaciónde las funciones docente y examinadora—principioéste que proclama la ley de Ordenación de la Ense-ñanza Media—sea instrumento fundamental de reali-zación de una política de estricta honradez docente.No hay por qué vivir siempre con la constante amena-za de una medida disciplinaria impuesta sin másrazones que el capricho o el afán de pureza y derigor. Pero sí debe tenerse en cuenta que, en muchoscasos, es precisamente esta realidad la que debe im-ponerse como procedimiento único para cubrir la pri-mera etapa de una labor verdaderamente constructivaen la obra total de realización de una auténtica po-lítica educacional.

Por otra parte, la selección del profesorado de laenseñanza no oficial habrá de estar en todo momentoa cubierto de inspiraciones puramente personales. Laconexión entre salidas profesionales del Licenciado ymedios de acceso a la enseñanza—en el caso particu-lar de las Licenciaturas en Filosofía y Letras y enCiencias, sobre todo—no engendra siempre una exac-ta traducción de necesidades de una y otra índole.Pero debe pensarse que hay que salvar los interesesde los Licenciados, es verdad, sin descuidar, porello, los derechos de los alumnos que van a ser educa-dos. Y esto puede constituir un fallo, y grave, delmétodo de directa designación. Reconocemos, sin em-bargo, que el procedimiento cuenta, en cambio, conotras ventajas. Ahora bien: por encima de la desig-nación y del procedimiento seguido para ella, estála concepción del Centro de acuerdo con un enten-dimiento corporativo de su función y de sus fines,y, en consecuencia, la obligación de orientar las ac-tividades todas de aquél en un sentido único, encuya consecución los profesores todos del mismo sesientan ligados al desempeño y ejercicio de una tareacomún. Naturalmente, todo esto depende del régimenmismo del Centro, y de la consideración de éste nocomo un deber que se impone ocasionalmente, pormotivos de necesidad económica, donde se da unaclase y han terminado las obligaciones. Desgraciada-

mente, la consideración del problema familiar o eco-nómico, que impone necesidades urgentes, a las cualeshay que atender por fuerza; el ritmo de la vida, queimperiosamente espolea y apremia, no dejan lugar,en muchas ocasiones, para la convivencia y el enten-dimiento de las relaciones entre profesor y alumno,como contacto prolongado en la empresa común quela educación debe ser. No obstante, un régimen in-terior del Centro no oficial—y esto valdría tambiénpara los Centros oficiales—debe tener en cuenta siem-pre los inmensos beneficios que pueden derivarsede una estimación corporativa de las tareas educativasy del inmenso perjuicio que puede causar, en cambio,un afán disperso de funciones donde cada miembrotoca su instrumento olvidándose de la existencia delos compañeros.

Todos éstos son aspectos que el Estado debe cuidar,al menos de manera indirecta, arbitrando los me-dios para ofrecer una garantía conveniente a la so-ciedad, respetando, hasta el límite posible, las ma-nifestaciones de una libertad de principios, peroteniendo en cuenta siempre que le toca, como cen-tinela del bien común, impedir el que, al amparode una proclamada libertad, puedan cometerse excesospor parte de los que no entiendan el lenguaje de lamisión y de la moralidad en el ejercicio de la do-cencia. La creación de una serie de lazos que sean,en cada momento, prueba fehaciente del sentido deresponsabilidad permitirá ir concediendo de modopaulatino una abertura cada vez mayor al margende independencia que la enseñanza no oficial recla-ma. Desde su misión no interventora, sino estimulantey orientadora, el Estado ha de ir jalonando las dis-tintas situaciones con un criterio de amplitud, peroal mismo tiempo de rigor, que otorgue aquélla cuan-tos a ella se hagan acreedores e imponga éste, sincontemplaciones, a los que hayan convertido la ense-ñanza en un buen procedimiento para obtener bene-ficios personales sin importarles demasiado la educa-ción de los alumnos confiados a su vigilancia.

Socialmente, hay que tener en cuenta, asimismo,que la enseñanza no oficial se ha convertido, enalgunos casos, en un medio o sistema de clasista di-ferenciación que pugna y está en contradicción conuna acertada concepción de la vida. Resabios todavíaconservadores de una época que va por fortuna fe-neciendo, y que, sin llegar ni a la social igualaciónni al socialismo solapado, debe ser derribada paradar entrada a una realidad en la cual aparezca valo-rada sobre todo la función comunitaria de la educa-ción y el entendimiento de la misma con un criteriode subordinación a principios de justa ordenaciónde la sociedad. Porque lo grave de esa diferniciaciónclasista no es ya el hecho en sí tal y como se produce,sino la mentalidad que crea en los muchachos, men-talidad que más tarde se ve ante el profundo matizde desilusión originado por la flagrante contradic-ción que existe entre la forma como al chico le ense-ñaron a vivir y la realidad de la vida, tal y comoésta aparece en la diaria experiencia.

También el Estado debería intervenir aquí. Y se-ñalar límites a /os dispares criterios que rigen, en elaspecto económico, la vida de cada Centro. Del mismomodo que se establece una tabla de precios mínimosy máximos para los artículos que son de primera

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REVISTA DE EDUCACIÓN

necesidad, y aun para los que no lo son, cabría fijartambién límites, de acuerdo tal vez con la categoríaacadémica y población, para los honorarios a percibirpor los diferentes Centros. Lo que no tiene sentido al-guno, ni puede en estricta justicia mantenerse, esel imperio de la omnímoda libertad en el señala-miento de unas tarifas a percibir en concepto de en-señanza recibida. De acuerdo en que hay unos gastosa que hacer frente y en que el ajuste entre éstos ylos ingresos debe ser criterio predominante. Pero laenseñanza es una función social y no cabe duda que,sin poder llegar entre nosotros al sistema de ense-ñanza media gratuita, sí debe estudiarse la posibilidadde implantar en esta materia un criterio que, siendolo suficientemente flexible y amplio, evite las injus-tificables diferencias existentes entre unos y otrosCentros y la anarquía absoluta con que este problemaaparece resuelto en toda la enseñanza privada. Nose trata, como es fácil deducir, de que si hay alguienque está dispuesto a pagar mucho, mucho le seacobrado, sino de que existiendo quien se halla dis-puesto a realizar un esfuerzo sin poder llegar a esemucho, pueda ver satisfechas sus naturales y lógicasaspiraciones. Un criterio de racionalidad y buen sen-

tido debe imponerse en esta cuestión. Y es el Estadoel que debe tomar la iniciativa si los Centros porsí mismos no se deciden a adoptar un criterio.

La trascendencia social de la enseñanza en su gradomedio aconseja un cuidado, vigilancia y control, porparte del Estado, de aquellos Centros que legalmen-te no caen de manera directa bajo su jurisdicción.La postura de inhibición no parece dé muy buenosresultados entre nosotros, toda vez que, considerándoseprotegidos por tal situación, los más audaces deter-minan consecuencias verdaderamente nefastas. Entreesa actitud inhibicionista y el total monopolio de laenseñanza existe un prudente y justo término medioque, reconociendo el derecho de educar y de crear,por tanto, establecimientos de enseñanza a institucio-nes y particulares, fija al Estado el deber de cuidarel desarrollo de ese sistema mediante un acentuadoo benévolo control, según convenga en cada caso. Hayque salvar siempre lo más importante; es decir, losderechos del niño o, mejor, del adolescente, en laépoca tal vez más crítica y decisiva de su vida, y laorientación de ésta hacia la doble finalidad de perfec-cionamiento individual e inserción, con sentido deresponsabilidad, en las estructuras sociales.

Sistemas eficaces para calificar a alumnos universitariosIGNACIO DE CUADRA ECHAIDE

EL PROBLEMA DE LAS CALIFICACIONES

Una de las funciones fundamentales en el ayudan-te de Clases Prácticas es, sin duda, la de calificarel aprovechamiento de los alumnos matriculados como"asistentes", comprobando su nivel de conocimientode la asignatura en varias ocasiones a lo largo delcurso. Las preguntas se han de hacer de tal maneraque, con el menor esfuerzo posible, llegue a estimar-se de una manera suficientemente aproximada el gra-do de aprovechamiento de cada uno de los some-tidos a prueba. Pero, de hecho, los alumnos son tannumerosos que esta labor suele constituir un verda-dero problema.

Ahora bien: pueden adoptarse muy diversos méto-dos para cumplir esta función, y todos ellos difieren

Don IGNACIO DE CUADRA ECHA1DE, que en el núme-ro 30 de nuestra REVISTA estudiaba los métodos másracionales y efectivos de enseñar la técnica de la Do-cumentación en la Universidad, expone ahora algu-nos procedimientos, relacionados con la OrganizaciónCientífica del Trabajo, que aplicó para simplificar yhacer más exacta la tarea de calificar el aprovecha-miento de los alumnös. Los casos concretos se refierena la asignatura de Política Económica, primer cursoprincipalmente, pero llevan las indicaciones suficientespara que puedan ser utilizados en otras disciplinascientíficas.

en cuanto al tiempo y esfuerzo que exigen, o tambiénen cuanto al grado de seguridad y exactitud que seobtiene en la calificación. Veamos los principales, parapoder seleccionar en cada asignatura los más indi-cados.

CÓMO CALIFICAR EL APROVECHAMIENTO

MEDIANTE PREGUNTAS ORALES

En clases en que no acudan más de veinticincoalumnos, puede preguntarse a cada uno de ellos cadados o tres días, y si no se lleva un orden muy fijo—talque los alumnos lo conozcan de antemano—, la vigi-lancia mediante preguntas orales puede ser útil. Inclu-so bajo determinadas condiciones, puede conseguirseque el mero hecho de asistir a clase implique que elalumno ha estudiado y cree saber la lección, segúnexponemos en otro trabajo.

Uno de los inconvenientes de las preguntas ora-les es que representan un tiempo poco aprovechadoo enteramente perdido para la mayor parte de losalumnos que asisten a la clase, aunque sean muy pro-vechosas para aquel que tiene que contestar. En al-gunos casos esto puede evitarse con el sistema deexigir a todos los asistentes la actitud que suele de-signarse con la expresión, "estar al quite", querien-do significar con esta frase de la fiesta taurina que.en el momento en que pronuncia el ayudante el ape-llido de cualquiera de los asistentes, éste deberá con-