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Publicado en Revista Debate, 6/6/03 Sobre herederos y herencias: ¿cuáles setentas? Claudia Hilb Como tantos conciudadanos, he asistido en los últimos días con expectativa a la llegada de Néstor Kirchner a la Presidencia. Como tantos, percibo con esperanza y alivio la posibilidad de que haya llegado a su fin una etapa signada por la expulsión de los sectores más pobres de los contornos de la ciudadanía social, por la naturalización creciente de la corrupción de los comportamientos públicos y privados, por la disociación entre vocación política e interés común, y de que se inicie una era en que la acción política vuelva a conjugarse en los términos del bien público, de la voluntad de transformación y del coraje cívico. En el entusiasmo circundante percibo, empero, un componente que me provoca un malestar persistente: se trata de la referencia repetida a la realización, tan demorada, de los ideales de una generación, la generación de los ’70 –una generación de la que formo parte. Este malestar puede enunciarse de la siguiente manera: hacer del gobierno de Kirchner el triunfo de la generación de los ’70 es ahorrarse la tarea de asumir la responsabilidad –la nuestra- por aquello que vino después. Siempre he creido que una de las tareas ineludibles de nuestra generación es la de lograr dar cuenta de su propia responsabilidad en el advenimiento del horror de la dictadura militar en 1976. Y no querría que la expectativa actual –que comparto- fuera la ocasión de escapar a una revisión sin concesiones del propio pasado, o de olvidar las reflexiones a las que la necesidad de comprender su crisis fue llevando a muchos hombres y mujeres que participaron de aquella “primavera” de los ’70.

Sobre Herederos y Herencias

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Sobre herederos y herencias (Claudia Hilb). Nota aparecida en Revista Debate el 6-6-2003.

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Sobre herederos y herencias: cules setentas

Publicado en Revista Debate, 6/6/03

Sobre herederos y herencias: cules setentas?

Claudia HilbComo tantos conciudadanos, he asistido en los ltimos das con expectativa a la llegada de Nstor Kirchner a la Presidencia. Como tantos, percibo con esperanza y alivio la posibilidad de que haya llegado a su fin una etapa signada por la expulsin de los sectores ms pobres de los contornos de la ciudadana social, por la naturalizacin creciente de la corrupcin de los comportamientos pblicos y privados, por la disociacin entre vocacin poltica e inters comn, y de que se inicie una era en que la accin poltica vuelva a conjugarse en los trminos del bien pblico, de la voluntad de transformacin y del coraje cvico.

En el entusiasmo circundante percibo, empero, un componente que me provoca un malestar persistente: se trata de la referencia repetida a la realizacin, tan demorada, de los ideales de una generacin, la generacin de los 70 una generacin de la que formo parte. Este malestar puede enunciarse de la siguiente manera: hacer del gobierno de Kirchner el triunfo de la generacin de los 70 es ahorrarse la tarea de asumir la responsabilidad la nuestra- por aquello que vino despus. Siempre he creido que una de las tareas ineludibles de nuestra generacin es la de lograr dar cuenta de su propia responsabilidad en el advenimiento del horror de la dictadura militar en 1976. Y no querra que la expectativa actual que comparto- fuera la ocasin de escapar a una revisin sin concesiones del propio pasado, o de olvidar las reflexiones a las que la necesidad de comprender su crisis fue llevando a muchos hombres y mujeres que participaron de aquella primavera de los 70.

El sorprendente entusiasmo provocado por la presencia de Fidel Castro es en este sentido revelador. Castro pareci ser, nuevamente y de golpe, aquel que haba sido para el pensamiento progresista en los aos 70, antes de que la crisis del marxismo y la revelacin progresiva de la naturaleza del rgimen sovitico condujera a gran parte de la izquierda a una revisin profunda de sus convicciones y su tradicin. De un da para el otro parecieron olvidados el Gulag, la invasin a Hungra y Checoslovaquia, los nombres de Andre Sakharov o Robert Hahnemann, de Rudolf Bahro o Heber Padilla; olvidados tambin la prohibicin de todo pensamiento independiente, los recientes fusilamientos sumarios y el encarcelamiento masivo de disidentes en Cuba.

A la luz de esta inslita fidelmana, la reivindicacin setentista me hace temer nuevos olvidos. El olvido de que la generacin de los 70 se alz en armas no slo contra una dictadura, sino tambin contra un gobierno elegido democrticamente con ms del 60% de los votos. El olvido de que la generacin de los 70 crea firmemente en que el poder era un objeto que se atrapaba, y que la va armada era el camino ms corto para obtenerlo. El olvido de que la generacin de los 70 crea haber descifrado, de una vez y por todas, la verdad de los intereses populares y se consideraba con derecho a encarnar su realizacin. El olvido, por fin, de que la generacin de los 70 crea estar en posesin de los fines autnticos e incontrovertidos, y consideraba que ello la habilitaba a emplear cualquier tipo de medios.

En otro lugar he intentado reflexionar ms largamente acerca de la responsabilidad de la izquierda setentista en particular, de sus expresiones armadas- en la depreciacin de la poltica, depreciacin que contribuy al advenimiento de la dictadura militar en 1976. No es ste el lugar para rehacer el recorrido de dicho texto. Querra insistir solamente en que creo necesario interrogar sin concesiones nuestra responsabilidad, sin regodearnos en la buena conciencia de quines habran querido el bien equivocando tan solo el camino: porque una vez que reconocemos la existencia de la poltica, es decir del carcter controvertido de los fines, la cuestin de los medios adquiere una relevancia indita. Entonces, reflexionando ya no sobre su justificacin en tanto medio sino sobre la naturaleza misma de la violencia, debemos interrogarnos sobre el impacto que el ejercicio de la violencia poltica en sus diferentes manifestaciones tuvo sobre la posibilidad misma de la existencia de la poltica. Rememorando la experiencia de plenitud del compromiso y la pertenencia, debemos rehusar el recuerdo estetizado de nuestro entusiasmo e interrogarnos sobre los mecanismos que hicieron tan tentadora la fusin en el grupo y que tornaron tan difcil el juicio individual. Recordando la deriva creciente de aquellas organizaciones polticas armadas hacia la accin terrorista, debemos preguntarnos cmo se produjo en nosotros el trnsito de la exaltacin de valores originariamente de cuo humanista libertad, igualdad, justicia- hacia la sumisin a valores ligados a las virtudes militares coraje, disciplina, orden.

Parece bastante seguro que hace treinta aos aquellos jvenes de la generacin del 70 habramos mirado un gobierno como el del Presidente Kirchner con mucho escepticismo. Es probable, incluso, que habramos considerado oportuno presionarlo de mltiples maneras, incluso de maneras ilegales y violentas, a fin de contribuir a su radicalizacin. Observando la expectativa de muchos de nosotros frente a las perspectivas que esperamos- puedan abrirse con el gobierno actual quiero creer que no son los tiempos los que han cambiado, sino que somos nosotros los que lo hemos hecho. Que no son los mismos conceptos de los 70 que se han adaptado a las nuevas condiciones sino que somo nosotros quines hemos revisado sin piedad nuestras propias concepciones. Que en la poltica del actual gobierno anhelamos encontrar no la continuidad con nuestro pasado, sino la expresin de nuestro presente: del presente de quines, de entre aquellos jvenes de los 70, nos reconocemos colectivamente en los valores de justicia, igualdad y libertad porque estuvimos dispuestos a reconocer cundo y cmo habamos contribuido a su destruccin.

Claudia Hilb, La Responsabilidad como Legado, en Csar Tcach (comp.), La poltica en consignas. Memoria de los setenta, Rosario, Homo Sapiens, 2003.