Sobre La Cohesion Del Demos Posnacional

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  • SOBRE LA COHESIN DEL DEMOS POSNACIONAL

    EL PROYECTO COSMOPOLITA DE JRGEN HABERMAS Y ALGUNAS PRECISIONES DE CHANTAL MOUFFE

    Marcos Engelken-JorgeUPV/EHU

    ([email protected])

    Comunicacin para las I Jornadas de Anlisis Poltico Crtico(Bilbao, 14-15 de noviembre de 2008)

    rea Temtica: Democracia, Poder y Estado

    (El autor agradece cualquier comentario, crtica o sugerencia para ulteriores lecturas.)

    RESUMEN:

    Nos aproximamos, en esta comunicacin, al problema de la reorganizacin posnacional de la vida poltica, y ms concretamente a la cuestin de si tal reorganizacin resulta posible, dada la debilidad de los vnculos de solidaridad ciudadana ms all de los Estados nacionales. Trataremos de responder a este interrogante mediante una lectura de la obra de Jrgen Habermas. Nuestra tesis de partida sostiene que, al pensar la posibilidad de un demos posnacional, el filsofo alemn combina exigencias de diversos tipos, reflejando, de este modo, una concepcin multifactica de la ciudadana, as como un cierto realismo que se deriva del reconocimiento de los actores colectivos como condicionantes del proceso poltico y de la constitucin del demos. En la segunda parte de la comunicacin, defenderemos que la obra de Chantal Mouffe supone un buen resorte desde el que cuestionar, desarrollar y comprender el pensamiento habermasiano. Tocaremos tres asuntos: (i) la insistencia de Mouffe sobre el momento de la decisin en poltica; (ii) su concepcin relacional de las identidades colectivas; (iii) y su diferenciacin entre el pluralismo liberal y el de la esfera internacional, aspecto que entronca claramente con su concepto de lo poltico. Esto nos ayudar a precisar algunos aspectos del pensamiento habermasiano y a proponer dos lneas de investigacin, necesarias, creemos, para el desarrollo del proyecto cosmopolita del alemn.

  • Estado postsoberano (F. Vallespn), Estado red (M. Castells), Estado transnacional

    (U. Beck), cosmopolitics (E. Balibar) o constelacin posnacional (J. Habermas) son

    algunas de las expresiones que, aparecidas en los ltimos aos, pretenden nombrar una

    nueva configuracin del poder poltico. Pese a los diferentes significados que puedan

    portar, pese a sus divergencias en el diagnstico de la situacin y en el esbozo del

    panorama emergente, existe consenso, no obstante, en torno a un fenmeno de base: a

    saber, la erosin de la soberana estatal. En este sentido, se ha aludido1 a la merma

    padecida por los Estados nacionales en su capacidad de accin (individual) frente a unos

    mercados financieros liberalizados; a la socavacin de la integracin social alcanzable a

    travs de narrativas nacionales, dado un proceso de mestizaje sociocultural, cuya

    principal manifestacin la constituiran los flujos migratorios internacionales, y dado un

    individualismo que desatiende valores patriticos2; y al peligro de un dficit de

    legitimidad del Estado social, causado por una desregulacin econmica que sustrae

    recursos para el cumplimiento de las exigencias que aqul se haba impuesto. Es en este

    contexto en el que se ha hablado de posdemocracia3, es decir, de la imposibilidad, por

    parte de las instituciones democrticas liberales, de satisfacer las exigencias normativas

    autoimpuestas, esto es, derivadas del concepto mismo de democracia. Ante tal desafo (y

    ya antes), se han dejado escuchar voces solicitando una rearticulacin posnacional de la

    vida poltica; y esto en un doble sentido: (i) en el referido a una rearticulacin de la vida

    pblica en torno a formas de solidaridad que no fuesen las derivadas de una comunidad

    nacional concebida en trminos esencialistas; y (ii) en el alusivo a una rearticulacin de

    las instituciones encargadas de actualizar el idea abstracto de democracia, de manera

    que la escala del autogobierno colectivo coincida, de facto, con la magnitud de los

    desafos a encarar. En este trabajo nos ocuparemos de aquella primera acepcin.

    Al emplear el trmino posnacional, nuestro inters no ser, entonces, discutir el

    reforzamiento competencial de las instituciones supranacionales e internacionales

    actualmente existentes; ni la eventual creacin de nuevas instituciones supranacionales;

    ni la profundizacin democrtica de las mismas. Ms bien y esto en modo alguno

    pretende minusvalorar la importancia de las cuestiones precitadas lo que pretendemos

    es aproximarnos al vnculo simblico-afectivo que los/as ciudadanos/as mantienen con la

    unidad poltica. Anteponemos este problema a los restantes, no por su mayor relevancia,

    sino por ser lgicamente anterior a los dems. Es decir, admitimos como axioma que las

    instituciones democrticas, tengan la forma que tengan, sean nacionales, supra- o

    posnacionales, requieren de una mnima cohesin social, de un cierto sentimiento de

    1 Cf. Jrgen Habermas, La constelacin posnacional. Ensayos polticos (Barcelona: Paids, 2000 [Orig. 1998]), pp. 92 107; David Held, Democracia y el nuevo orden internacional, en Rafael del guila, Fernando Vallespn, Jos Antonio de Gabriel, Elena Garca Guitin y ngel Rivero (eds.), La democracia en sus textos (Madrid: Alianza, 1998 [Orig. del texto de D. Held: 1995]); David Strecker und Gary S. Schaal, Die politische Theorie der Deliberation: Jrgen Habermas, in Andr Brodocz und Gary S. Schaal (eds.), Politische Theorien der Gegenwart I (Opladen & Farmington Hills: Verlag Barbara Budrich, 2006), pp. 114 119.2 Gilles Lipovetsky, El crepsculo de deber. La tica indolora de los nuevos tiempos democrticos (Barcelona: Anagrama, 2005 [Orig. 1992]), pp. 194 ss.3 Cf. Gary Schaal, Zwischenbetrachtung: Entwicklungspfade der Politischen Theorie nach 1945, in David Strecker und Gary S. Schaal, op. cit., Ref. 1, p. 526.

  • pertenencia por parte de los ciudadanos4. En este sentido, antes de discutir cualquier

    aspecto de ingeniera institucional, conviene reflexionar acerca de las condiciones de

    posibilidad de las instituciones democrticas, esto es, debatir si sera posible

    reconstruirlas a una nueva escala.

    Dadas las limitaciones de espacio de la presente comunicacin, se ha optado por

    centrar el tema en dos de las respuestas ms potentes que nos ofrece la actual Teora

    Poltica. Sern, no obstante, ledas asimtricamente. Por la fuerza y sistematicidad de

    sus argumentos (pese a muchos/as), hemos decidido conceder mayor espacio al enfoque

    habermasiano, que nos servir de gua a lo largo de todo el texto. Como contrapunto,

    hemos seleccionado la obra de Chantal Mouffe, quien nos permitir poner en claro

    determinados aspectos del pensamiento habermasiano, adquirir nociones ciertas de la

    problemtica que enfrentamos y detectar futuras lneas de investigacin.

    Por qu abordar este tema desde la Teora Poltica? Fundamentalmente, porque

    sta nos permite adentrarnos en espacios de reflexin a los que no llega ningn estudio

    emprico.

    I.

    Nuestra tesis de partida sostiene que, al pensar la posibilidad de un demos posnacional,

    el filsofo alemn combina exigencias de diversos tipos. Tales exigencias, de acuerdo a

    nuestra lectura, reflejan una concepcin multifactica de la ciudadana, as como un

    cierto realismo que se deriva del reconocimiento de los actores colectivos como

    condicionantes del proceso poltico y de la constitucin del demos. Veamos, a

    continuacin, las exigencias afectivas, utilitaristas y morales que Habermas trae a

    colacin para definir el contexto de posibilidad de un demos posnacional (desde la

    perspectiva del ciudadano individual), y el factor realista que introduce en su reflexin

    (al atender a la dinmica propia de los actores colectivos).

    Podemos reconstruir la argumentacin de Habermas partiendo de su tesis de que

    la democracia no es la realizacin de alguna particularidad nacional5, sino que, por el

    4 Este tema se discute extensamente en Pedro Ibarra, Nacionalismo. Razn y pasin (Barcelona: Ariel, 2005). Puede consultarse, adems, Charles Taylor, Democratic exclusion (and its remedies?), in Alan C. Cairns, John C. Courtney, Peter MacKinnon, Hans J. Michelmann, David E. Smith (eds.), Citizenship, Diversity and pluralism (Londres: McGill Queens University Press, 1999). Otras dos destacables aproximaciones a este tema, centradas en el proceso de integracin europea, son: Jrgen Habermas, Es necesaria la formacin de una identidad europea? Y es posible?, en Jrgen Habermas, El Occidente escindido (Madrid: Trotta, 2006 [Orig. 2004]); Klaus Eder, Europes Borders. The narrative construction of the boundaries of Europe, in European Journal of Social Theory, 9(2), pp. 255-71. 5 Jrgen Habermas, op. cit., Ref. 1, p. 99. La concepcin de la democracia como realizacin de una particularidad nacional se situara prxima a, si no completamente dentro de, la nocin republicana de democracia, que Habermas se cuida de distinguir de su modelo deliberativo. Cf. Jrgen Habermas, La Inclusin del Otro. Estudios de Teora Poltica (Barcelona: Paids, 1999 [Orig. 1996]), pp. 231-46. Jrgen Habermas, Faktizitt und Geltung. Beitrge zur Diskurstheorie des Rechts und des demokratischen Rechtsstaats (Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1994 [Orig. 1992]), p. 359.

  • contrario, posee el sentido inclusivo de una praxis autolegislativa que incluye a todos los

    ciudadanos por igual. Supone, en este punto, que la formacin de una opinin pblica,

    idealmente en ausencia de exclusiones y de asimetras ( discursivamente

    estructurada6), permite el entendimiento entre extraos, es decir, entre personas de

    procedencias culturales diversas7. Lo cual es posible, gracias a que las argumentaciones

    apuntan per se ms all de todas las formas de vida particulares8, lo que constituye el

    fundamento para sostener que el proceso democrtico es capaz de suplir las carencias

    de la integracin social [que debe actuar como prerrequisito del proceso democrtico] y

    () articular una comn cultura poltica9.

    Son varias las ideas a destacar en este punto: (i) el cemento del demos

    posnacional es (parcialmente) un asunto de identificaciones por parte de los ciudadanos

    con una cultura e instituciones polticas comunes a todos los miembros de una unidad

    poltica; es decir, de identificaciones con una cultura e instituciones polticas construidas

    entre todos. (ii) Se requiere, por tanto, de la participacin poltica y, en consecuencia, de

    una ciudadana medianamente activa, para cubrir los huecos dejados por la integracin

    social. Segn Habermas, slo una cultura poltica construida activamente entre todos es

    capaz de generar lazos de lealtad a unas instituciones comunes. (iii) En tanto estamos

    hablando de actos de identificacin, es decir, de la realizacin de inversiones emocionales

    en ciertos objetos, la cultura e instituciones polticas con las que se identifiquen los

    ciudadanos no podrn consistir en meros ideales abstractos10, sino que deben quedar

    enraizadas en una historia y unas instituciones particulares. El mismo contenido

    universalista habr de ser en cada caso asumido desde el propio contexto histrico y

    quedar anclado en las propias formas culturales de vida11. Se trata ste de un matiz

    importante, pues Habermas considera que el peligro, en este contexto, no radica tanto

    en que las nuevas formas de identidad que aspiran a ser posconvencionales o

    posnacionales (por ejemplo la europea) sean interpretadas de forma sustancialista,

    sino ms bien en que les falte, precisamente, sustancia12. (iv) Si bien la identificacin

    con una cultura poltica comn puede sustituir paulatinamente a una integracin social

    dada actualmente en la forma de comunidades nacionales, un mnimo de cohesin social

    constituye, a su vez, un prerrequisito de la praxis democrtica. Significa esto, en suma,

    6 Ibid.7 En una entrevista, Habermas preguntaba a este respecto: por qu el modelo de la comprensin hermenutica extrado de las conversaciones cotidianas, que desde Humboldt se ha desarrollado metodolgicamente a partir de la praxis de la interpretacin de textos, debera fracasar de repente al extenderla ms all de los lmites de la propia cultura, de la propia tradicin y forma de vida? Una interpretacin debe en todo caso salvar la distancia entre la precomprensin hermenutica de una y otra parte, ya sean mayores o menores las distancias culturales y espacio-temporales y las diferencias semnticas. Todas las interpretaciones son traducciones in nuce. Jrgen Habermas, El Occidente escindido (Madrid: Trotta, 2006 [Orig. 2004]), pp. 25-6. 8 Jrgen Habermas, op. cit., Ref. 5, p. 72. Vase, adems, Jrgen Habermas, Teora de la accin comunicativa, I. Racionalidad de la accin y racionalizacin social (Madrid: Taurus, 2003 [Orig. 1981]), pp. 43-69.9 Habermas, op. cit., Ref. 1, p. 100.10 Una identidad, personal o colectiva, nunca puede consistir slo en orientaciones y caractersticas universales, morales por as decirlo, compartidas por todos. Jrgen Habermas, Identidades nacionales y postnacionales (Madrid, Tecnos, 2007 [Orig. 1987]), p. 115.11 Ibid., p. 118.12 Habermas, op. cit., Ref. 7, p. 59.

  • que deben existir unas condiciones de posibilidad muy precisas para la construccin de

    un demos posnacional o posconvencional. Es decir, no se puede partir del ms absoluto

    vaco, sino de los sentimientos de copertenencia ya existentes13, para dejar que la praxis

    democrtica y la formacin de una opinin colectiva discursivamente estructurada

    descentren paulatinamente las perspectivas de los participantes hasta alcanzar,

    progresivamente, una cultura poltica comn en la que todos puedan reconocerse. Se

    observa, en consecuencia, que Habermas concibe la construccin de un demos

    posnacional como resultado de un proceso de aprendizaje colectivo, que, desde su punto

    de vista, (v) debe ser concebido como un logro, de manera que esa cultura poltica e

    instituciones comunes que la materialicen sean capaces de despertar el sentimiento de

    orgullo que requieren los actos de identificacin que sustentan al Patriotismo de la

    Constitucin. Es, sobre todo, un pasado traumtico lo que debe crear las bases de las

    nuevas identidades posnacionales. Un pasado que obligue a aprender de l y a superarlo

    en un sentido ms universalista y tolerante. Lo cierto es que se aprende casi siempre de

    las experiencias negativas14. Parece evidente, a este respecto, la influencia que ha

    ejercido sobre Habermas la comprensin que los alemanes tienen de su propia historia15.

    El pensamiento habermasiano da cuenta, de este modo, de la importancia que

    afectos y emociones tienen en la estructura motivacional de los ciudadanos. Los actos de

    identificacin con una cultura e instituciones polticas comunes pretenden garantizar la

    solidaridad mnima requerida, para la aceptacin, por parte de los ciudadanos, de

    decisiones colectivas que sean juzgadas por aqullos como gravosas. En todo caso, una

    lectura ms clarificadora de la importancia de estos actos de identificacin ser alcanzada

    en la segunda parte de esta ponencia con ayuda de Chantal Mouffe.

    El problema de la obligacin poltica, implcitamente inserto en las anteriores

    reflexiones acerca del patriotismo constitucional, no es abordado por Habermas

    exclusivamente desde el ngulo de las emociones, sino que el autor apela, tambin, a

    consideraciones utilitaristas. Desde la perspectiva de los participantes, el estatuto de

    ciudadano, para permanecer como una fuente de solidaridad social, debe conservar un

    valor de uso16. Y esto en un doble sentido: deben darse las condiciones necesarias para

    que el poder como mecanismo regulador de decisiones colectivas vinculantes17 recupere

    el espacio perdido ante el dinero, tambin entendido como medio de control o de

    intercambio18, pues slo el poder es susceptible de ser democratizado, no el dinero19. En

    un segundo sentido, el valor de uso del estatuto de ciudadano se traduce en el acceso,

    13 Habermas, op. cit., Ref. 1, pp. 99-100. 14 Habermas, op. cit., Ref. 7, p. 59.15 Para nosotros, ciudadanos de la Repblica Federal, el patriotismo de la Constitucin significa, entre otras cosas, el orgullo de haber logrado superar duraderamente el fascismo, establecer un Estado de Derecho y anclar ste en una cultura poltica que, pese a todo, es ms o menos liberal. Habermas, op. cit., Ref. 10, pp. 115-6. 16 Habermas, op. cit., Ref. 1, p. 103.17 Ibid., p. 105.18 Al respecto vase Jrgen Habermas, Teora de la accin comunicativa, II. Crtica de la razn funcionalista (Madrid: Taurus, 2003 [Orig. 1981]), pp. 366 ss.19 Habermas, op. cit., Ref. 1, p. 105.

  • con l, a un cierto bienestar econmico20, pues, para Habermas, la poltica social del

    Estado ha asumido una importante funcin legitimadora21. Por tanto, el estatuto de

    ciudadano debe, para operar como fuente de solidaridad, ser til tanto en la dimensin

    input como output del proceso poltico.

    En el pensamiento habermasiano, ambas dimensiones aparecen, no obstante,

    ntimamente ligadas, en tanto son concebidas como actualmente enfrentadas a un mismo

    fenmeno, el de la globalizacin capitalista. sta, que Habermas vincula a la subsiguiente

    expansin del medio dinero como mecanismo de coordinacin de las acciones, socava las

    posibilidades reales de una autodeterminacin colectiva mediante instituciones

    democrticas. En especial, se dificulta o se vuelve imposible la implementacin de una

    poltica econmica keynesiana, lo que, a su vez, mina la capacidad del Estado para

    intervenir sobre el ciclo econmico y sobre el mercado de trabajo. Por otro lado, el

    filsofo alemn apunta que esta misma globalizacin capitalista reduce los ingresos

    fiscales del Estado, empujado, de este modo, a un desmontaje o a un deterioro del

    Estado social. Se dan las bases, entonces, para un crculo infernal. Dada la incapacidad

    de los Estados-nacin para hacer frente, aisladamente, al capital internacional y dada su

    incapacidad o falta de voluntad para coordinar polticas comunes en los terrenos fiscal,

    social y econmico, los gobiernos nacionales se ven cada vez ms implicados en una

    carrera de desregulaciones con el fin de rebajar costes; carrera que conduce a obscenas

    ganancias y drsticas diferencias de ingresos, a un aumento del paro y a la marginacin

    social de una poblacin pobre cada vez ms amplia22. ste es, en suma, el panorama

    que Habermas tiene en mente cuando aborda el tema de la utilidad del estatuto de

    ciudadano o, al menos, sta ha sido una de las lneas de argumentacin que ha

    empleado para aproximarse a l.

    A su juicio, entonces, la solidaridad del demos requiere (i) que la praxis

    autolegislativa sea real, y no aparezca constreida por imperativos sistmicos como los

    actuales, es decir, que el medio poder recupere el terreno (o parte de l) perdido ante el

    medio dinero; y (ii) que se conserve un (considerado como) justo reparto de derechos y

    de posibilidades reales para su ejercicio, esto es, que se mantengan las polticas sociales,

    al menos aqullas que garanticen una justa distribucin de derechos y posibilidades.

    Apata y protesta son a juicio de Habermas las consecuencias por antonomasia

    derivadas de la erosin de estos dos imperativos. En un escenario tal, marcado por una

    profunda renuncia a conformar las relaciones sociales de acuerdo con criterios polticos23,

    la praxis democrtica no encontrara las condiciones de posibilidad para la conformacin

    de una cultura y unas instituciones polticas comunes capaces de forjar la cohesin social

    que, hasta ahora, ha venido garantizada por narrativas nacionalistas compartidas. La

    lealtad a una comunidad poltica posnacional precisara, en consecuencia, que el estatuto

    20 Ibid., p. 107.21 Ibid., p. 10422 Ibid., p. 106.23 Ibd., p. 107.

  • de ciudadano conservase su utilidad; insistamos: tanto en la dimensin input, como

    output.

    Cabe hacer una ltima consideracin acerca de este punto. Hasta ahora, nos

    hemos aproximado a la doble utilidad (input y output) del estatuto de ciudadano con un

    enfoque, digamos, histrico o coyuntural. A saber, hemos reconstruido la visin

    desarrollada por Habermas acerca de las amenazas que la globalizacin capitalista trae

    consigo y que, por socavar la capacidad de accin poltica y los resultados de la praxis

    democrtica, es decir, por extender la apata y el descontento, terminan por minar las

    posibilidades de constitucin de una cultura poltica comn en la que todos los

    ciudadanos puedan reconocerse. Pero el filsofo alemn va ms all de esta

    consideracin, llammosla, coyuntural y establece una conexin conceptual entre las

    utilidades input y output del estatuto de ciudadano. El proceso democrtico debe de

    acuerdo a Habermas garantizar un cierto bienestar y una cierta seguridad existencial (=

    utilidad output del estatuto de ciudadano), pues de este modo crea las condiciones

    sociales mnimas para un ejercicio real de los derechos polticos24. Y la praxis efectiva de

    una autolegislacin colectiva (= utilidad input del estatuto de ciudadano), ganada gracias

    al empleo del medio poder como instrumento de coordinacin de las acciones, permite

    que autores y destinatarios del derecho coincidan entre s, lo que permite conservar la

    autonoma de los ciudadanos frente a los efectos no previstos de un paternalismo del

    Estado social25.

    Consideremos, a continuacin, una tercera exigencia que segn Habermas

    debera cumplir un demos posnacional. Se trata, en este caso, de una exigencia de tipo

    normativo. Si bien el filsofo alemn considera dbil la fuerza motivacional de la moral

    (que requiere, por tanto, de la sancin del derecho coercitivo y positivo)26, ve en ella un

    factor de legitimidad insustituible, al menos en el largo plazo. Desde la perspectiva de los

    participantes, las reglas del juego democrtico no se aceptaran sin razones que adujesen

    la legitimidad de las mismas, lo que equivale a decir, su correccin normativa27. Con esta

    tercera exigencia llegamos al punto, quizs, ms conocido de la teora habermasiana: su

    concepcin deliberativa de la democracia, que se desprende, a su vez, del famoso

    concepto de accin comunicativa.

    Para adquirir plena legitimidad, el proceso democrtico debe de acuerdo a

    Habermas crear las condiciones para un espacio de discusin abierto, libre, simtrico e

    inclusivo, al que debe ser sensible el sistema poltico. Precisamente en la

    intersubjetividad del espacio pblico, institucionalizado segn los principios citados de

    libertad, inclusividad y simetra, y conectado a las decisiones del sistema poltico, puede

    el proceso democrtico presuponer la racionalidad de sus acuerdos y garantizar que

    24 Habermas, Faktizitt und Geltung, Ref. 5, pp. 156-7; Strecker und Schaal, op. cit., Ref. 1, pp. 109 ss.25 Habermas, La inclusin del otro, Ref. 5, p. 256. Vase, adems, Habermas, op. cit., Ref. 8, pp. 485 ss.; Strecker und Schaal, op. cit., Ref. 1, pp. 109 ss.; Habermas, Faktizitt und Geltung, Ref. 5, pp. 468 ss.26 Habermas, La inclusin del otro, Ref. 5, p. 66.27 Habermas, Faktizitt und Geltung, Ref. 5, pp. 351 ss.

  • stos sean aceptables para todos, incluso para ciudadanos de procedencias culturales

    diversas. Este argumento se apoya, evidentemente, sobre el concepto de accin

    comunicativa del filsofo alemn, que, a su vez, descansa sobre reflexiones acerca de la

    pragmtica formal28. La tesis de Habermas es, a este respecto, que la vida comunicativa

    lingsticamente estructurada encierra un contenido normativo, que se manifiesta en las

    presuposiciones que, aun de modo contrafctico, deben asumir los participantes en la

    interaccin comunicativa29. Como resume Klaus Eder: The decisive idea has been that

    the pragmatic use of language is regulated by rules implicit in language, and these rules

    are different from the syntactic and semantic rules identified in linguistic research. Such

    pragmatic rules refer to the performative aspect of a speech act, i.e. to the fact that a

    communicative utterance involves the generation of a relationship to some other to

    whom this utterance is implicitly or explicitly addressed.30 En la comunicacin humana,

    el empleo del lenguaje orientado al entendimiento es el modo original de uso del

    lenguaje, frente al cual su empleo estratgico o perlocucionario sera parasitario31. En

    este modo original se dan relaciones de reconocimiento recproco32 entre los

    participantes, que se comprometen a defender con razones los contenidos de sus

    enunciados.

    Ser a partir del modo original de la comunicacin humana que el filsofo alemn

    deduzca y estilice las condiciones que debe cumplir la deliberacin pblica y, por ende, la

    praxis democrtica, para ser considerada legtima. Slo bajo estas condiciones, las de

    una formacin discursiva de la opinin pblica, podr el proceso democrtico

    estabilizarse a partir de sus propios resultados y asegurar la solidaridad de los

    ciudadanos ms all de las tensiones desintegradoras33.

    En Habermas encontramos, por tanto, un pensamiento ciertamente favorable a la

    rearticulacin posnacional del demos, es decir, a su rearticulacin ms all de los

    actuales Estados-nacin y ms all de las actuales narrativas nacionalistas. Sin embargo,

    su reflexin aparece bien ponderada. La reconfiguracin posnacional del demos, segn el

    filsofo alemn, slo puede derivar de un proceso de aprendizaje colectivo que requiere,

    por su parte, ciertas condiciones de posibilidad, entretejidas entre s y que aqu hemos

    clasificado en tres tipos de exigencias: afectivas, utilitaristas y morales. El actual estado

    de cosas, en tanto no satisface plenamente tales exigencias, pone lmites a las

    posibilidades presentes de una rearticulacin posnacional del demos; lmites que han sido

    recientemente discutidos por Habermas34.

    28 Cf. Habermas, op. cit., Ref. 8, pp. 367 ss.29 Cf. Jrgen Habermas, Una consideracin genealgica acerca del contenido cognitivo de la moral, en Jrgen Habermas, La inclusin del otro, Ref. 5, pp. 29-78.30 Klaus Eder, Cognitive Sociology and the Theory of Communicative Action. The Role of Communication and Language in the Making of the Social Bond, in European Journal of Social Theory, 10(3), 2007, p. 398. 31 Habermas, op. cit., Ref. 8, p. 370.32 Habermas, op. cit., Ref. 29, p. 71.33 Habermas, op. cit., Ref. 1, p. 103.34 Cf. Jrgen Habermas, Tiene todava alguna posibilidad la constitucionalizacin del derecho internacional?, en Jrgen Habermas, op. cit., Ref. 7, pp. 113-87.

  • De acuerdo a este autor, lo que requiere el mundo no es una repblica federal

    mundial, que estara constituida de forma enteramente individualista, sino una

    sociedad mundial polticamente constituida, cuyos actores de referencia seran no slo

    los individuos, sino tambin los actores colectivos35. Lo que Habermas dibuja es una

    escenario de geometra variable, en el que coexistiran Estados-nacin, regmenes

    continentales o global players, tipo la Unin Europea (= nivel transnacional), y una

    organizacin mundial convenientemente reformada36 (= nivel supranacional). Trata, con

    esta estructura, de alcanzar un compromiso entre la escala de los actuales problemas

    mundiales y, en consecuencia, de las soluciones a implementar, por un lado, y la

    capacidad de carga de las formas existentes de solidaridad37, del otro. Al nivel

    supranacional le correspondera el aseguramiento de la paz y de la poltica de derechos

    humanos38, para lo que bastara una forma laxa de solidaridad entre ciudadanos

    cosmopolitas, que el filsofo alemn cree encontrar en la indignacin moral unnime

    ante los incumplimientos evidentes de la prohibicin del uso de la fuerza y ante las

    masivas violaciones de los derechos humanos39, y que se manifiesta ocasionalmente en

    la emergencia de una esfera pblica mundial. Cita, para ilustrar esto, las movilizaciones

    en todo el mundo en contra de la invasin estadounidense de Irak. El nivel transnacional,

    en cambio, se ocupara de coordinar y configurar polticas de economa mundial y

    ecolgicas, tarea para la cual s precisara de lazos de solidaridad interciudadanos ms

    robustos40. No obstante, si bien [l]a estructura de la solidaridad ciudadana no presenta

    ningn obstculo para su posible ampliacin ms all de las fronteras nacionales41, su

    extensin tampoco est asegurada. Es por ello que Habermas considera fundamental el

    xito del experimento europeo, que deber servir de modelo para otros procesos de

    integracin continentales.

    En todo caso, ntese que el propio filsofo alemn concibe este modelo como

    mera ilustracin de una alternativa conceptual a la repblica mundial42. Por ello no

    entraremos, en esta comunicacin, en todos los detalles de la propuesta habermasiana,

    pero s aadiremos las siguientes dos consideraciones: (i) para Habermas, en el nivel

    transnacional subsistiran las relaciones internacionales43, pero privndolas del recurso a

    la guerra. Es decir, en este nivel intermedio los regmenes continentales concertaran la

    poltica interior mundial44 mediante compromisos y juegos de poder e influencia

    presumiblemente, no por deseo de Habermas, sino como concesin realista, dado el

    actual estado de cosas. Lo que se persigue en este nivel es ms un equilibrio de poder,

    35 Ibd., p. 132.36 Ibd., p. 133.37 Ibd., p. 172.38 Ibd., p. 133.39 Habermas, op. cit., Ref. 4, p. 82.40 Ibd., p. 83.41 Ibd., p. 83.42 Habermas, op. cit., Ref. 34, p. 133.43 Ibd.44 Ibd.

  • en sentido clsico, y un control recproco entre actores continentales, que la constitucin

    poltica de la sociedad mundial de acuerdo a los principios de la democracia deliberativa;

    (ii) segn el filsofo alemn, en la base de todo este curso se encuentra (o se debera

    encontrar) un proceso de aprendizaje colectivo protagonizado tanto por los ciudadanos

    individuales, como por los actuales Estados.

    La experiencia cotidiana de las crecientes interdependencias en una sociedad mundial que se hace cada vez ms compleja modifica inadvertidamente la percepcin que los estados nacionales y sus ciudadanos tienen de s mismos. Estos actores, que en otro tiempo decidan independientemente, aprenden nuevos papeles: como participantes en las redes transnacionales se someten a las constricciones tcnicas de la cooperacin, y como miembros de las organizaciones internacionales asumen obligaciones mediante expectativas normativas y compromisos forzosos. Tampoco debemos subestimar la influencia, capaz de transformar las consciencias, de los debates internacionales que suscita la construccin de nuevas relaciones jurdicas. Mediante la participacin en las disputas acerca de la aplicacin del nuevo derecho () tambin los Estados nacionales aprenden a comprenderse a s mismos al mismo tiempo como miembros de comunidades polticas ms amplias45.

    II.

    La obra de Chantal Mouffe se ha construido, en gran medida, en contra de la de

    Habermas, ya fuese en dilogo directo con el pensamiento del filsofo alemn o

    indirectamente, incluyendo la reflexin habermasiana en una suerte de corriente terica

    pospoltica, en la que Mouffe tambin introduca engendros como la Tercera Va46.

    Debemos admitir, no obstante, que en realidad ambos autores no se encuentran tan

    distanciados como pudiera parecer; al menos, como dara la impresin, si atendisemos

    exclusivamente a la autocomprensin de la teora de Mouffe. Su obra, y esta es la lectura

    que me gustara proponer de ella en esta segunda parte de la comunicacin, constituye

    un buen resorte desde el que cuestionar, desarrollar y comprender el pensamiento

    habermasiano, sin salir para ello de un marco terico comprometido con la defensa y el

    fomento de la democracia liberal y, sobre todo, de sus valores (abstractos). En lo que

    sigue, tocaremos tres asuntos: (i) la insistencia de Chantal Mouffe sobre el momento de

    la decisin en poltica; (ii) su concepcin relacional de las identidades colectivas; (iii) y su

    diferenciacin entre el pluralismo liberal y el de la esfera internacional, aspecto que

    entronca claramente con su concepto de lo poltico. Esto nos ayudar a precisar cul es

    el papel de las identidades colectivas en el proceso democrtico (ad i); a determinar dos

    futuras lneas de investigacin, relativas a dos asuntos no concluyentes en la obra de

    Habermas (ad ii y ad iii); a saber, la creencia de Habermas de que es posible construir

    identidades colectivas posconvencionales a partir de un pasado traumtico, y su

    confianza en que la comn exposicin a problemas globales y la ya en marcha

    cooperacin internacional en instituciones inter- y transnacionales vayan a promover un

    45 Ibd., pp. 171-2.46 Cf. Chantal Mouffe, La paradoja democrtica (Barcelona: Gedisa, 2003 [orig. 2000]); Chantal Mouffe, En torno a lo poltico (Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2007 [orig. 2005]); Chantal Mouffe, Politics and Passions. The stakes of democracy (London: Centre for the Study of Democracy, 2002); Chantal Mouffe, Deliberative Democracy or Agonistic Pluralism, Reihe Politikwissenschaft/ Political Science Series, 72, 2000.

  • proceso continuado de aprendizaje colectivo; y a comprender qu es lo que encierra la

    vida poltica, difcilmente teorizable, que obliga a Habermas a recurrir a categoras

    clsicas del pensamiento poltico y extraas a la concepcin deliberativa de la

    democracia (ad iii) y que aparecieron al abordar el tipo de relacin (inter-nacional) que

    estableceran los actores continentales entre s47.

    Si bien Habermas concibe el sistema poltico como una entidad distinta de la

    esfera pblica48, es indiscutible que el acento lo sita en las vas mediante las cuales

    asegurar un acoplamiento de la decisin (del sistema poltico), por un lado, y de la

    deliberacin (en la esfera pblica), del otro. En Mouffe, en cambio, el nfasis se sita en

    otro lugar: precisamente, en la diferenciacin radical, en tanto que conceptual, entre la

    mera deliberacin y el momento de la decisin49. Entender sta ltima, la decisin, in

    the strong sense of having to make a decision on an undecidable terrain50. Podemos

    ignorar, en esta comunicacin al menos, el problema de si, por va de la deliberacin, se

    podra llegar, tericamente, a acuerdos que volviesen improductivas las consecuencias de

    tomar una decisin en un contexto de indecidibilidad. En la vida poltica cotidiana, tales

    acuerdos no se alcanzan, por lo que, a efectos prcticos, podemos tomar por buena la

    consecuencia que Mouffe deduce de su nfasis en la decisin como un momento de

    determinacin que no se sigue completamente de una deliberacin previa. Tal

    consecuencia es, precisamente, la posibilidad siempre presente del antagonismo. O

    expresado de otro modo, el momento de la decisin lo que revela es, para la politloga

    belga, que la poltica, incluida la democrtica, consiste en la imposicin temporal de un

    proyecto hegemnico frente a otros, de la defensa de unos intereses y valores frente a

    otros. La poltica es, en suma, la organizacin de lo social de acuerdo a determinados

    criterios y no a otros, que favorecen a unas personas y perjudican a otras51. Por tanto, la

    cuestin central para el funcionamiento cotidiano del sistema poltico es, precisamente,

    que los perdedores o perjudicados reconozcan la legitimidad de la decisin tomada, lo

    que implica reconocer la legitimidad de los que participaron en ella, es decir, en la

    configuracin de dicha decisin. Y esto introduce un matiz muy importante. El

    requerimiento de una identidad colectiva, de un Nosotros que funde una cierta

    solidaridad interciudadana, se trata de una exigencia orientada, ante todo, a garantizar

    47 Sobre otros aspectos en los que la concepcin agonstica y deliberativa de la democracia se encuentran en discordia, cf. John Brady, No contest? Assessing the agonistic critiques of Jrgen Habermass theory of the public sphere, in Philosophy & Social Criticism, 30(3), 2004, pp. 331-54; Marcos Engelken-Jorge, Democracia posnacional, dos debates tericos: Habermas, Mouffe y el nacionalismo funcional, en Nmadas. Revista Crtica de Ciencias Sociales y Jurdicas, 19, 2008, pp. 225-43.48 Habermas, Faktizitt und Geltung, Ref. 5, p. 364: Es [= das politische System] ist ein auf kollektiv bindende Entscheidungen spezialisiertes Teilsystem, whrend die Kommunikationsstrukturen der ffentlichkeit ein weitgespanntes Netz von Sensoren bildet, die auf den Druck gesamtgesellschaftlicher Problemlagen reagieren und einflureiche Meinungen stimulieren. 49 Mouffe, En torno a lo poltico, Ref. 46, p. 113.50 Mouffe, Politics and Passions, Ref. 46, p. 5; la cursiva es ma.51 [S]ocial objectivity is constituted through acts of power. This implies that any social objectivity is ultimately political and that it has to show the traces of exclusion, which governs its constitution. Mouffe, Deliberative democracy or agonistic pluralism, Ref. 46, pp. 13-4. Junto a las referencias bibliogrficas ofrecidas en Ref. 46, puede consultarse, adems, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemona y estrategia socialista. Hacia una radicalizacin de la democracia (Madrid: Siglo XXI, 1987 [orig. 1985]); Urs Stheli, Die politische Theorie der Hegemonie: Ernesto Laclau und Chantal Mouffe, in Brodocz und Schaal, op. cit., Ref. 1, pp. 253-84.

  • que los otros miembros del demos, es decir, los otros miembros del Nosotros, sean

    reconocidos como legtimos co-participantes en la toma de decisiones52. Con ayuda de

    Mouffe, por tanto, podemos precisar nuestra lectura de Habermas: las identidades

    colectivas, nacionales o posnacionales, son un requerimiento indispensable de cualquier

    demos, para que todos sus miembros sean reconocidos como legtimos participantes en

    las decisiones democrticamente tomadas. El reverso de esta cuestin sera que una

    identidad colectiva que se solape con el demos es necesaria, para que las decisiones de

    este ltimo sean aceptadas como legtimas y se puedan evitar las conocidas situaciones

    en las que se aduce la ilegitimidad de una decisin, dado que Ellos han intervenido en

    ella, percibindose, de esta manera, que Ellos se han entrometido en nuestros asuntos.

    Esta precisin que hacemos con ayuda de Mouffe es relevante: significa que la

    identidad colectiva, nacional o posnacional, que sostenga al demos debe promover el

    reconocimiento de los conciudadanos como legtimos co-decisores; las prcticas

    deliberativas coadyuvan a formar esta identidad colectiva, hasta cierto punto la requieren

    como condicin de posibilidad y puede que tambin la reflejen, pero no son su indicador

    por excelencia ni su fin ltimo. Creo que el no considerar esta conclusin es la razn no

    siempre declarada (o una de ellas) por la cual se ha tendido, en el estudio de la esfera

    pblica europea, a proyectar sobre ella (sobre la esfera pblica europea) exigencias cuyo

    cumplimiento sera dudoso incluso a escala nacional. Es decir, se ha exigido, para

    determinar si existe o no una tal esfera pblica europea, que los argumentos aducidos

    por los ciudadanos europeos mostrasen algo as como un sentimiento de pertenencia

    comn (Gemeinsinn); cuando, con ayuda de Mouffe, podemos determinar que el

    prerrequisito de una identidad colectiva que sostenga al demos se refiere, ante todo, a la

    aceptacin de los conciudadanos como legtimos co-decisores. Adems, una proyeccin

    como la precitada, que podra parecer normativamente deseable (si bien personalmente

    no estoy seguro de ello), exigira un concepto de comunicacin distinto del que ha

    elaborado la teora deliberativa53.

    Conviene prestar atencin a otro aspecto del pensamiento de Mouffe; a saber, la

    conocida insistencia de la politloga belga en el carcter relacional de toda identidad

    colectiva. De acuerdo a la autora, toda identidad requiere un exterior constitutivo; un

    52 sta es, por cierto, una tesis muy diferente de la defendida por Pedro Ibarra en Ibarra, op. cit., Ref. 1, pp. 39-92. Para este autor, las identidades colectivas son fuente de solidaridad que motivan a participar polticamente. La tesis que se est defendiendo en esta comunicacin es, en cambio, ms limitada: un Nosotros que se solape con el demos no es necesario como factor motivacional para la participacin poltica, sino que se requiere, para aceptar las decisiones tomadas por el demos como legtimas. O expresado de modo negativo: es necesario, para que ningn grupo, miembro del demos, sea rechazado por considerarse que no es un legtimo participante (por no ser uno de nosotros) en nuestras decisiones, en nuestros asuntos; o para que ninguna decisin sea rechazada, porque Ellos intervinieron en ella. 53 Ntese que, en Habermas, el carcter inclusivo de la esfera pblica debe reflejarse, principalmente, en una institucionalizacin tal, que permita a todos los interesados participar, si lo desean, en el debate pblico. Pero nada dice el filsofo alemn acerca del contenido de los argumentos a emplear (a diferencia de, por ejemplo, los rawlsianos); ni puede decirlo, pues una deliberacin regida por el principio del mejor argumento y desarrollada por los participantes en una actitud orientada al entendimiento no exige que todos los argumentos sean aceptados ni considerados oportunos, pues ante toda comunicacin cabe posicionarse con un s o un no. Una interesante discusin al respecto puede consultarse en la revista Berliner Debate INITIAL, 13(5/6), 2002. Mencin especial merece el artculo de Klaus Eder und Cathleen Kantner, Interdiskursivitt in der europischen ffentlichkeit, in Ibd., pp. 79-88.

  • aspecto que, si bien no formulado en estos trminos, s aparece en Habermas. Para l,

    las identidades posconvencionales se construiran a partir de la reelaboracin de un

    pasado traumtico, actuando, entonces, tal pasado como exterior constitutivo. La comn

    solidaridad de los ciudadanos cosmopolitas surgira, de acuerdo al filsofo alemn, de la

    indignacin ante ciertas agresiones blicas y/o violaciones de derechos humanos; ambos

    aspectos, agresiones blicas y violaciones de derechos humanos, actuaran, en

    consecuencia, como el exterior constitutivo del Nosotros cosmopolita.

    Hasta fecha relativamente reciente, el argumento de Mouffe haba sido poco

    consistente: del axioma lgico de que toda identidad requiere un exterior constitutivo,

    deduca que tal exterior deba ser otra identidad colectiva, otro grupo humano, sin

    percatarse de otras posibilidades explotadas por Habermas (por ejemplo, el recurso al

    propio pasado como exterior constitutivo de la identidad presente). En En torno a lo

    poltico54, la estrategia argumentativa de Mouffe cambia. Ya no (o no slo) plantear

    como una exigencia lgica que el exterior constitutivo de una identidad colectiva sea otro

    grupo humano, sino que aducir, recurriendo a Freud, argumentos de naturaleza

    antropolgica: todo grupo necesita a otro (o a otros individuos) a los que manifestar su

    agresividad55. Por tanto, ya no podemos defender a Habermas de la crtica de Mouffe

    arguyendo la inconsistencia lgica del (primer) argumento de la autora belga, sino que el

    pensamiento de sta nos plantea un reto de mayor calado. Este nuevo argumento de

    Mouffe, en caso de ser cierto, no afectara sustancialmente a la actual propuesta

    habermasiana de una sociedad mundial polticamente constituida (que, por cierto, no

    dista tanto la propuesta de Mouffe de un orden multipolar56). Pero s supondra la fijacin

    de unos lmites al proyecto cosmopolita, en especial a la posibilidad de una mayor

    integracin supranacional y a la esperanza de que se entablen, a la larga, relaciones

    inter-sujetos-continentales cooperativas. Pues para Mouffe, el orden poltico, en este

    caso el internacional, debe permitir que el conflicto y la agresividad inherente al ser

    humano se manifiesten: el conflicto y no la cooperacin debera ser la regla entre las

    potencias continentales. A su juicio, Habermas peca de iluso con su idealismo.

    Este nuevo argumento de Mouffe, ledo en el marco de la propuesta

    habermasiana, sugiere que el proyecto cosmopolita de Habermas precisa actualmente de

    una nueva lnea de investigacin, si quiere resultar convincente. Precisamente, una que

    determine si, como sostiene el filsofo alemn, una identidad colectiva puede ser fruto de

    la reelaboracin de un pasado traumtico y si dicha identidad puede sostenerse tomando

    su propio pasado como exterior constitutivo; o si, como defiende la politloga belga, todo

    Nosotros requiere forzosamente de un Ellos, de otro grupo humano, cuya exclusin

    54 Op. cit., Ref. 46, pp. 32-6.55 Ya antes, en La paradoja democrtica (op. cit., Ref. 46, pp. 51 ss.) por ejemplo, Mouffe haba dado muestras de aproximarse, con ayuda de Carl Schmitt, a argumentos acerca de la naturaleza del ser humano. Sin embargo, este salto desde una argumentacin estrictamente lgica, que extrapolaba consideraciones de la filosofa del lenguaje a la reflexin acerca de las identidades colectivas, a otra antropolgica no se ha mostrado claramente hasta la publicacin de En torno a lo poltico (op. cit., Ref. 46).56 Mouffe, En torno a lo poltico, Ref. 46, pp. 97 ss.

  • representara justamente la condicin de posibilidad del Nosotros, y al que

    necesitaramos como objeto de nuestra hostilidad y agresividad. Slo una respuesta a

    este interrogante, que vendr dada por la investigacin emprica, podr ayudarnos a

    definir lo que podemos exigirle, cabalmente, al proyecto cosmopolita.

    Esto nos conduce, finalmente, a un tercer aspecto del pensamiento de Chantal

    Mouffe, que nos ayudar a comprender por qu Habermas se ve forzado, en un gesto

    realista, a introducir categoras conceptuales clsicas y ciertamente extraas al marco

    deliberativo en su propuesta cosmopolita; precisamente estas categoras realistas

    apuntan a un fenmeno, el de la irracional autoafirmacin colectiva, que despierta dudas

    sobre la plausibilidad del proyecto habermasiano y obliga, en consecuencia, a abrir una

    segunda lnea de investigacin.

    El filsofo alemn cree encontrar en ciertos procesos de cambio social una

    confirmacin de que algo as como un patriotismo constitucional es posible e, incluso, de

    que ste ya es parcialmente una realidad. Seala, bsicamente, dos fenmenos: (i)

    actualmente, los conflictos de intereses tienden a ser tratados a la luz de principios de

    justicia, en lugar de apelar al destino de la nacin57; y (ii) sostiene que ya no ocupa el

    primer plano la autoafirmacin del colectivo hacia el exterior, sino la preservacin de un

    orden liberal en el interior, esto es, ya no prima la conciencia nacional, que cristaliza

    en torno a un Estado, en cuya configuracin el pueblo mismo puede verse reflejado como

    un agente con capacidad de accin colectiva58. Para Habermas, la orientacin por la

    Constitucin est sustituyendo paulatinamente a la identificacin con el Estado59 y, en

    suma, a la identificacin nacional.

    Chantal Mouffe, quien no entra expresamente a discutir estas tendencias, se

    contenta con remarcar que an persisten formas convencionales de identidad colectiva.

    Para ella, el pluralismo de la esfera internacional es radicalmente distinto del pluralismo

    liberal60, precisamente porque en la esfera internacional perviven formas de identificacin

    convencionales, es decir, identidades nacionales en las que s ocupa el primer plano la

    autoafirmacin del colectivo hacia el exterior. Para comprender la diferencia entre el

    pluralismo de la esfera internacional y el pluralismo liberal, debemos atender, en lo que

    sigue, a la concepcin ontolgica de lo poltico que evoca Mouffe61. Dicho concepto, el

    de lo poltico, que la politloga belga desarrolla a partir de la obra de Carl Schmitt, trata

    de aprehender un aspecto que, por su carcter irracional o existencialista62, se nos

    aparece como una veleidad, como un fenmeno antojadizo63. Nos referimos a los actos

    de nuda autoafirmacin64 que una identidad colectiva protagoniza frente a otros grupos,

    57 Habermas, op. cit., Ref. 7, p. 80.58 Ibd., p. 81.59 Ibd.60 Mouffe, En torno a lo poltico, Ref. 46, pp. 131-2.61 Ibd., p. 16.62 Habermas, op. cit., Ref. 7, p. 184.63 El cuento Gemeinschaft de Franz Kafka refleja perfectamente este punto. 64 Habermas, op. cit., Ref. 7, p. 185. Pese a que no simpatice precisamente con Schmitt y a que, en comparacin con Mouffe, apenas le dedique espacio a la obra de este jurista, los trminos con los que

  • un acto de impenetrable irracionalidad. Por tanto, si el pluralismo liberal ya aparece

    domesticado por encontrarse dentro de ciertos valores (liberales) comunes y, en

    consecuencia, por poseer un marco comn (liberal) al que apelar a la hora de dirimir sus

    diferencias, la esfera internacional, por carecer de dicho marco, muestra en toda su

    brutalidad lo poltico, la realidad de la nuda autoafirmacin colectiva. El reconocimiento

    de este momento de impenetrable e irracional autoafirmacin colectiva es lo que lleva a

    Mouffe a postular que la poltica es, ante todo, disputa65, voluntad de poder, guerra

    entre las partes66.

    Volviendo entonces a Habermas, la lectura que propone esta comunicacin es, en

    consecuencia, que la reintroduccin de categoras conceptuales clsicas y extraas al

    modelo deliberativo responde al reconocimiento, por parte del filsofo alemn, del

    fenmeno de la nuda autoafirmacin colectiva. Su asercin de que en el mbito

    transnacional de su proyecto cosmopolita persistiran relaciones inter-nacionales, regidas

    por juegos de poder e influencia, constituye la admisin de que en este mbito cada uno

    sera juez de s mismo y, por tanto, que lo que primara en l sera la autoafirmacin, la

    disputa aunque, supuestamente, contenida dentro de unos lmites. Esto, ciertamente,

    no tiene por qu invalidar el proyecto cosmopolita habermasiano puede, sin forzar

    mucho las cosas, ser ledo como un enriquecimiento del mismo pero s que cuestiona un

    aspecto esencial de este proyecto o, al menos, le obliga a aportar pruebas adicionales si

    quiere resultar plausible. A la luz de esta irracional autoafirmacin por parte de

    identidades colectivas convencionales, la idea de un proceso de aprendizaje

    protagonizado por ciudadanos individuales y por Estados, orientado hacia una mayor

    cooperacin, y animado por la experiencia cotidiana de crecientes interdependencias, no

    resulta admisible sin mayor precisin y evidencia emprica. sta sera, por tanto, la

    segunda lnea de investigacin que la lectura de Mouffe impulsara a abrir, para

    desarrollar el proyecto cosmopolita habermasiano. Es decir, si leemos que la

    imposibilidad que observa Habermas actualmente de eliminar todo espacio a los juegos

    de poder e influencia constituye un reconocimiento implcito de esa dimensin de la

    convivencia humana que Mouffe se empea en subrayar, a saber, la dimensin de la

    nuda autoafirmacin colectiva, entonces el proyecto cosmopolita habermasiano est en la

    obligacin de precisar, si quiere resultar plausible, por qu la experiencia cotidiana de

    crecientes interdependencias iniciar, a costa de la dimensin conflictiva de la

    coexistencia de actores colectivos, un proceso de aprendizaje encaminado a la

    cooperacin; y por qu dichos actores colectivos renunciarn al recurso de la guerra

    como mecanismo de poder.

    Habermas describe el pensamiento del precitado filonazi son excepcionalmente certeros. 65 Mouffe, En torno a lo poltico, Ref. 46, p. 57. El trmino proviene de una cita de Perry Anderson.66 Es evidente que es la imagen de la guerra, de la lucha descarnada, la que inspira la interpretacin que Mouffe propone, basndose en Elias Canetti, del papel de las elecciones en democracia. Cf. Ibd., pp. 28-30.