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Por TOlnás SEGOVIA SOBRE UN SUICIDA suelo. Hilos de oro sin fin se entrecruzan entre las poleas luminosas que conmueven la atmósfera, otros más, después de cho- car con las paredes, conducen la chispa brillante a las sombras que en el piso pro- ducen las telas, descubriendo las eléctricas colas de tres gatos que ocultan su felini- dad bajo los pliegues del vestido de su ama. En un diminuto paisaje, erizado de to- rres medievales, destaca la primera por estar iluminada. En el balcón dos persona- jes se dedican a la deliciosa Tarea de arre- batar a la noche las interminables sábanas LETRA Y ESPIRITU L os AÑOS después de la muerte de Ce- sare Pavese, la casa editora Einandi, de la que él había sido durante años colabo¡-ador y animador, publicó su diario: Jl mcstierc vivcrc (El oficio de vivi r). El éxito de este libro fue tanto, que tres años después, en 1955, apareció en la misma casa una segunda edición Es claro que en nuestra época los diarios íntimos, las correspondencias personales, los boce- tos, fotografías y hasta las más inofensi- vas anotaciones prácticas de los hombres notables adquieren una importancia des- medida. Es posible que esta afición nues- tra tienda a llenar el hueco que deja {'l1 nosotros una creciente pereza ante la creación verdadera. Pero aunque a veces esta función sea indudablemente la pri- mOl-dial, y veamos a menudo gente 'que devora biografías de escritores de Jos que nunca ha leído ni leerá una línea. tambi¿n es cierto que nuestro interés en 'las vidas humanas puede tener un aspecto más po- siti,'o, un aspecto que sólo' superficial- mente coincide, por ejemplo, con la ma- nía de leer biografías conocidamente fal- sas de estrellas ele cine. POI-que lo que hoy sentimos está amenazado, desorientado y sin base, no es ésta o la otra actividad hu- mana, sino la vida humana como tal. En épocas cuyos principios eran más sólidos, la obra de arte podía dejamos sin ninguna curiosidad con respecto a su autor como persona, porque ella de por era un en- riquecimiento de nuestra vida y sabíamos en qué sentido ese enriquecimiento o cual- quier otro podía ser incorporado o apro- \"echado. Pero hoy no nos basta saber que nos dan una riqueza; necesitamos que nos digan qué se puede hacer en la vida humana con esa riqueza; necesitamos que nos digan cómo y para qué nos sirve cual- quier riqueza. Lo que hemos perdido es una noción precisa del sentido de la vida; no necesitamos sólo que nos alimenten pa- ra que podamos seguir adelante; necesita- mos también que nos digan para qué nos alimentamos y para vamos adelante. y es lógico que se nos ocu rra preguntar esto precisamente a quienes 110S dan esos alimentos. Los cuales sólo pueden respon- dernos con el ejemplo, pues aquí eviden- temente no se trata de teorías, sino de testimonios: así, por ejemplo, el cristia- nismo no fue un criterio firme de vida 'hasta que no tuvo sus mártires o testi- gos - y sus santos, que en este sentido de la oscuridad para guardarlas en el in- terior de la casa, tras la puerta. Remedios Varo muestra un constante afán de translado en su 'pintura, si no melodías activas o ruedas, son barcos o son carros, impulsados siempre, de una manera lógica, por aspas y poleas. Hay un hechicero loco que conduce en su ca- rro, movido por las aspas, apaleadoras del viento, un montón de recintos sin puer- tas. En el principal un pianista azul de rostro gris, o un pianista gris de traje azul, como se quiera, ataca tranquilamen- ({'asa a la tág. 32) Cesare Pavese etimológico son tan mártires como los otros. Creo, pues, que lo que buscamos en el conocimiento directo y lo más personal posible de los artistas es un testimonio, y que. esta búsqueda es legítima. Porque para nosotros resulta bastante sorpren- dente que una persona encuentre -o eso creemos- la vida 10 suficientemente jus- ti ficada o estable para ponerse en ella a hacer arte. N os parece que un artista debe saber con cierta precisión qué sentido tie- ne la vida. puesto que sabe qué hay que hacer en ella o con ella. Nadie como él nos produce esta sensación de saber qué ha- ch, puesto que todas las demás activida- des, incluso las más voluntariosas o con- gruentes, pueden ser siempre sospechosas de reducirse a una plfra necesidad, a un defenderse de la vida o dejarse arrastrar "or sus encadenamientos. Mientras que el rte, en este sentido práctico, es la úni- a actividad verdaderamente escogida, li- )re incluso del nada tranquilizador lnstiu- to, ya sea de conservación, de poder o de felicidad. Hace ai:os esta necesidad nuestra se mani festó en la boga increíble de las bio- gra fías, y escritores como Stefan Zweig o Maurois debieron su éxito al instinto que les hizo adivinar esa necesidad. Pero las biografias han decaído bastante, tal vez no sólo desplazadas por el pasto cine- matográfico, sino también, en una esfera más alta, porque necesitábamos acercar- nos todavía más; teníamos dudas, y hacía- UNIVERSIDAD DE MEXICO mas bien: en un asunto como éste es casi imperdonable fiarse de intermediarios. El éxito del diario de Pavese es, pues, perfectamente lógico. Tanto más cuanto que se trata de un hombre que dio a la vida tal vez la respuesta más precisa (Jue existe: el suicidio. El testimonio de un suicida es en cierto sentido el más pre- cioso que puede llegar a nuestras manos. Es la única que nos puede llegar, aun- que relativamente, desde la muerte. Si nos convencieran verdaderamente de que esta respuesta es la única posible, sería en el fondo un gran alivio. Sería de ver- dad saber, pues siempre será bastante du- doso, aunque lo diga todo el mundo, que "hay que vivir" ; mientras que el suicida, i qué sensación nos produce de firmeza, de escalofriante seguridad en su convic- ción de que no hay que vivir! Todas nues- tras respuestas son precarias y contingen- tes; el suicidio, en cambio, es definitivo y absoluto. Pero sucede que precisamente por ser absoluto, este acto no puede ser en ninguna medida susceptible de inter- pretación. Por eso no sabremos nunca, ni siquiera leyendo su diario, por qué una persona se suicidó. Y si creemos saberlo nos engañamos, porque es imposible co- nocer la naturaleza de los motivos que determinan un acto, cuando la naturaleza de ese acto mismo nos escapa por com- pleto. Creemos que alguien se suicidó por- que estaba arruinado o era incurable, pero puesto que otros en la misma situación no lo hacen, seguimos sin saber por qué al- guien se suicida porque está arruinado. El suicidio es un acto totalmente inimagi- nable, y por eso un testimonio en favor del suicidio es imposible. No sólo porque para el suicida mismo su acto es inimagi- ble, sino también porque aun suponiendo que en el último instante pudiera comuni- carnos su terrible conocimiento, nosotros seríamos totalmente incapaces de com- prenderlo. Es, pues, una tontería pregun- tar por qué se suicidó una persona. Se suicidó por todo - es decir, por nada. Los motivos concretos que pudiera tener no podrían serlo de un acto absoluto sino encadenándose con todos los motivos po- sibles. Una de las causas de las fascina- ción de este acto es precisamente que es uno de los poquísimos en que interviene absolutamente todo el universo. Ahora bien, creo que en el fondo nadie ignora esto. Y, sin embargo, nos fascina un diario de suicida, aun sabiendo que, una vez más. nos vamos a quedar sin sa- ber cómo es posible suicidarse y qué senti- do tiene. Pe;o es que tal vez no buscamos tanto eso como lo contrario, precisamen- te: es decir, un testimonio a favor de la vida dado por un suicida, dado casi desde la Illuerte. Tal vez lo que queremos saber es cómo se puede vivir incluso siendo sui- cida. El diario de Pavese no podía escapar a todas estas condiciones, y por eso sor- prendería a quien fuera a buscar en él al suicida, porque no encontraría más que al hombre vivo, desesperado tal vez, ten- tado a menudo por el suicidio, pero que ante esa desesperación y esa tentación en- cuentra precisamente las mismas actitu'- des que cualquiera de nosotros - quiero decir los que entre nosotros no somos sui- cidas. Ya-en las primeras páginas habla de esta tentación -como cualquiera de nosotros-, y expone con toda lucidez los argumentos por los que cree que nunca tendrá el valor de ceder a ella - como cualquiera de nosotros. Y lo que encon- tramos es tal vez la historia de un deses-

SOBRE UN SUICIDA · Por densidad, entiendo realismo profun ... nivelación v convencionalismo vigentes. Añadirial11~s: por la renuncia del cine actual a utilizar pl'enamente los

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Page 1: SOBRE UN SUICIDA · Por densidad, entiendo realismo profun ... nivelación v convencionalismo vigentes. Añadirial11~s: por la renuncia del cine actual a utilizar pl'enamente los

Por TOlnás SEGOVIA

SOBRE UN SUICIDA

suelo. Hilos de oro sin fin se entrecruzanentre las poleas luminosas que conmuevenla atmósfera, otros más, después de cho­car con las paredes, conducen la chispabrillante a las sombras que en el piso pro­ducen las telas, descubriendo las eléctricascolas de tres gatos que ocultan su felini­dad bajo los pliegues del vestido de suama.

En un diminuto paisaje, erizado de to­rres medievales, destaca la primera porestar iluminada. En el balcón dos persona­jes se dedican a la deliciosa Tarea de arre­batar a la noche las interminables sábanas

LETRA Y ESPIRITU

L os AÑOS después de la muerte de Ce­sare Pavese, la casa editora Einandi,de la que él había sido durante años

colabo¡-ador y animador, publicó su diario:Jl mcstierc ~i vivcrc (El oficio de vivi r).El éxito de este libro fue tanto, que tresaños después, en 1955, apareció en lamisma casa una segunda edición Es claroque en nuestra época los diarios íntimos,las correspondencias personales, los boce­tos, fotografías y hasta las más inofensi­vas anotaciones prácticas de los hombresnotables adquieren una importancia des­medida. Es posible que esta afición nues­tra tienda a llenar el hueco que deja {'l1

nosotros una creciente pereza ante lacreación verdadera. Pero aunque a vecesesta función sea indudablemente la pri­mOl-dial, y veamos a menudo gente 'quedevora biografías de escritores de Jos quenunca ha leído ni leerá una línea. tambi¿nes cierto que nuestro interés en 'las vidashumanas puede tener un aspecto más po­siti,'o, un aspecto que sólo' superficial­mente coincide, por ejemplo, con la ma­nía de leer biografías conocidamente fal­sas de estrellas ele cine. POI-que lo que hoysentimos está amenazado, desorientado ysin base, no es ésta o la otra actividad hu­mana, sino la vida humana como tal. Enépocas cuyos principios eran más sólidos,la obra de arte podía dejamos sin ningunacuriosidad con respecto a su autor comopersona, porque ella de por sí era un en­riquecimiento de nuestra vida y sabíamosen qué sentido ese enriquecimiento o cual­quier otro podía ser incorporado o apro­\"echado. Pero hoy no nos basta saberque nos dan una riqueza; necesitamos quenos digan qué se puede hacer en la vidahumana con esa riqueza; necesitamos quenos digan cómo y para qué nos sirve cual­quier riqueza. Lo que hemos perdido esuna noción precisa del sentido de la vida;no necesitamos sólo que nos alimenten pa­ra que podamos seguir adelante; necesita­mos también que nos digan para qué nosalimentamos y para qu~ vamos adelante.y es lógico que se nos ocu rra preguntaresto precisamente a quienes 110S dan esosalimentos. Los cuales sólo pueden respon­dernos con el ejemplo, pues aquí eviden­temente no se trata de teorías, sino detestimonios: así, por ejemplo, el cristia­nismo no fue un criterio firme de vida'hasta que no tuvo sus mártires o testi­gos - y sus santos, que en este sentido

de la oscuridad para guardarlas en el in­terior de la casa, tras la puerta.

Remedios Varo muestra un constanteafán de translado en su 'pintura, si nomelodías activas o ruedas, son barcos oson carros, impulsados siempre, de unamanera lógica, por aspas y poleas. Hayun hechicero loco que conduce en su ca­rro, movido por las aspas, apaleadoras delviento, un montón de recintos sin puer­tas. En el principal un pianista azul derostro gris, o un pianista gris de trajeazul, como se quiera, ataca tranquilamen-

({'asa a la tág. 32)

Cesare Pavese

etimológico son tan mártires como losotros.

Creo, pues, que lo que buscamos en elconocimiento directo y lo más personalposible de los artistas es un testimonio, yque. esta búsqueda es legítima. Porquepara nosotros resulta bastante sorpren­dente que una persona encuentre -o esocreemos- la vida 10 suficientemente jus­ti ficada o estable para ponerse en ella ahacer a rte. N os parece que un artista debesaber con cierta precisión qué sentido tie­ne la vida. puesto que sabe qué hay quehacer en ella o con ella. Nadie como él nosproduce esta sensación de saber qué ha­ch, puesto que todas las demás activida­des, incluso las más voluntariosas o con­gruentes, pueden ser siempre sospechosasde reducirse a una plfra necesidad, a undefenderse de la vida o dejarse arrastrar"or sus encadenamientos. Mientras que el

rte, en este sentido práctico, es la úni­a actividad verdaderamente escogida, li­)re incluso del nada tranquilizador lnstiu­to, ya sea de conservación, de poder o defelicidad.

Hace ai:os esta necesidad nuestra semani festó en la boga increíble de las bio­gra fías, y escritores como Stefan Zweigo Maurois debieron su éxito al instintoque les hizo adivinar esa necesidad. Perolas biografias han decaído bastante, talvez no sólo desplazadas por el pasto cine­matográfico, sino también, en una esferamás alta, porque necesitábamos acercar­nos todavía más; teníamos dudas, y hacía-

UNIVERSIDAD DE MEXICO

mas bien: en un asunto como éste es casiimperdonable fiarse de intermediarios.

El éxito del diario de Pavese es, pues,perfectamente lógico. Tanto más cuantoque se trata de un hombre que dio a lavida tal vez la respuesta más precisa (Jueexiste: el suicidio. El testimonio de unsuicida es en cierto sentido el más pre­cioso que puede llegar a nuestras manos.Es la única que nos puede llegar, aun­que relativamente, desde la muerte. Sinos convencieran verdaderamente de queesta respuesta es la única posible, seríaen el fondo un gran alivio. Sería de ver­dad saber, pues siempre será bastante du­doso, aunque lo diga todo el mundo, que"hay que vivir" ; mientras que el suicida,i qué sensación nos produce de firmeza,de escalofriante seguridad en su convic­ción de que no hay que vivir! Todas nues­tras respuestas son precarias y contingen­tes; el suicidio, en cambio, es definitivo yabsoluto. Pero sucede que precisamentepor ser absoluto, este acto no puede seren ninguna medida susceptible de inter­pretación. Por eso no sabremos nunca, nisiquiera leyendo su diario, por qué unapersona se suicidó. Y si creemos saberlonos engañamos, porque es imposible co­nocer la naturaleza de los motivos quedeterminan un acto, cuando la naturalezade ese acto mismo nos escapa por com­pleto. Creemos que alguien se suicidó por­que estaba arruinado o era incurable, peropuesto que otros en la misma situación nolo hacen, seguimos sin saber por qué al­guien se suicida porque está arruinado.El suicidio es un acto totalmente inimagi­nable, y por eso un testimonio en favordel suicidio es imposible. N o sólo porquepara el suicida mismo su acto es inimagi­ble, sino también porque aun suponiendoque en el último instante pudiera comuni­carnos su terrible conocimiento, nosotrosseríamos totalmente incapaces de com­prenderlo. Es, pues, una tontería pregun­tar por qué se suicidó una persona. Sesuicidó por todo - es decir, por nada.Los motivos concretos que pudiera tenerno podrían serlo de un acto absoluto sinoencadenándose con todos los motivos po­sibles. Una de las causas de las fascina­ción de este acto es precisamente que esuno de los poquísimos en que intervieneabsolutamente todo el universo.

Ahora bien, creo que en el fondo nadieignora esto. Y, sin embargo, nos fascinaun diario de suicida, aun sabiendo que,una vez más. nos vamos a quedar sin sa­ber cómo es posible suicidarse y qué senti­do tiene. Pe;o es que tal vez no buscamostanto eso como lo contrario, precisamen­te: es decir, un testimonio a favor de lavida dado por un suicida, dado casi desdela Illuerte. Tal vez lo que queremos saberes cómo se puede vivir incluso siendo sui­cida. El diario de Pavese no podía escapara todas estas condiciones, y por eso sor­prendería a quien fuera a buscar en él alsuicida, porque no encontraría más queal hombre vivo, desesperado tal vez, ten­tado a menudo por el suicidio, pero queante esa desesperación y esa tentación en­cuentra precisamente las mismas actitu'­des que cualquiera de nosotros - quierodecir los que entre nosotros no somos sui­cidas. Ya-en las primeras páginas hablade esta tentación -como cualquiera denosotros-, y expone con toda lucidez losargumentos por los que cree que nuncatendrá el valor de ceder a ella - comocualquiera de nosotros. Y lo que encon­tramos es tal vez la historia de un deses-

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urealis/ll.o de comastros niquela.dos".

e 1 N E

U'/Il.onstruo sag1'ado del cine".

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lettres nouvelles", se refiere al tema des­pués de asistir a una reposición de .G.ro:t~Hotel, la película que en 19~2 dlnglOEdmund Goukiing, con un bnllante re­parto: Greta Garbo, Joan Crawford,Wallace Beery, John y Lionel Barry­more. "Desde su nacimiento -señalaKyrou- el cine ~ue espec.táculo., .Espec­táculo que alcanzo, a parttr dell fmal dela primera guerra, la categoría de espec­tácul'o denso. El apogeo de esta catego.ríase realizó en La edad de oro,. y el cmenorteamericano lo explotó en los co­mienzos ele la cinematografía sonora...Por densidad, entiendo realismo profun­do (juego de actore.s al. cabo ver~ade­ros incluso en las mmuoas: anotacIOnesfútiles y necesaria~. para .eb am?ie.nte,ell tono, la exagera'clOn de los sentttT~len­

tos que así se re,:ela.n en su realtdadsensible, etc.), bulltr mtenso (la sen~a­ción de asistir al nacimiento y a la Vida-a menudo a 'la muerte- de un mun­do), riqueza (negarse a hacer mal usodel cine y el material temático) ..." Es­tas calidades, termina diciendo Kymu,'son perceptibles :en una película que,en su época, no pasó por excelente: hoy,resalltan por comparación con la pobreza,nivelación v convencionalismo vigentes.Añadirial11~s: por la renuncia del cineactual a utilizar pl'enamente los recursos,a realizar plenamente los valores, pro­pios del cine. El único gran cine siemprenos ha parecido el mudo: la intencióntotal de este medio artístico sólo constaen Potemkin, La M adre, La pasión de

Juana de Arco, la obra de Chaplin ...Jamás el cine, con el añadido verbal, harecuperado aquel plano. Pero obligadoa hablar, ¿qué debe decir el cine? Enprimer lugar, lo que dijeron las grandespelículas mudas: he aquí una expresiónde arte original, fundada en la inteli­gencia y emoción de imágenes en movi-

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LA ROSA TATUADA

MUERTE DE UN CICLISTA

COMICOS

FANFAN LA TULIPE

Por fOSfORO 1I

CeATRo PELÍCULAS en blanco y negro,proyectadas en pantalla normal, sinruidos interespaciales e ultraterre­

nos, sin colores turbulentos, ruborosos,monárquicos o apasionados, rescatan unpropósito, una categoría que el cine pare­cía haber perdidQ: los de la densidad. AdaKyrou, en el úl~il110 númer@ de "Les

UNIVERSIDAD DE MEXICO

perado, pero no la de un suicida: un sui­cida no puede tener historia, y no otracosa significa el hecho de que no puedaser interpretado. Si alguna interpretaciónpodemos sacar de este diario, es pues, unainterpretación vital y no en el sentido dela muerte. Por eso, incluso, su evidentenostalgia de la muerte adquiere tambiénun sentido vital, viene a ser una especiede extraña fidelidad. Toda la historia desu vida parece la historia de un tormento­so amor, y este amor es el de la muerte.Pero precisamente un amor tan tormento­so, con tanta historia secreta, tan fiel y,en una palabra, tan vivo, da la trama deuna compacta y positiva existencia. Creoque hay toda una familia dé espíritus que,como 'éste, hacen de su vocación a lamuerte un verdadero medio de amar lavida: para ellos la muerte es como la vidapor debaju, es lo que la vida les prometey depara. y, siendo lo único a lo que valela pena ser fiel, la escogen como centrode su vida, que para ellos no puede sermás que fidelidad. La desesperación dePavese; su trágica soledad; el tono des­garrador con que se habla de tú, comolos grandes, inconsolados solitarios; todoesto no está impregnado, como en otroscasos, de rencor, sino que no es más quefidelidad No le interesa destruir nada nideni¡:;rar d la vida; no desprecia nada nise evade; no necesita consolarse con bri­llantes construcciones ideales gozadas in­comunicablemente. Ni siquiera intentaolvidarse en la exterioridad, en la que,sin embargo, participa activamente. Em­pezado en 1935, eñ el destierro donde elfascismo le había confinado, el diario casino se ocupa más que de asuntos de crea­ción, de disciplina interior y de aclararsu destino. Lúcido y despiadado consigomismo, incluso demasiado como suelenserlo les desesperados y los solitarios, vaconstruyendo su obra con perfecta con­ciencia de su valor, e incluso (de maneranecesariamente inefable) de su sentido.La relativa gloria, cuando llega, le encuen­tia preparado, más fuerte que ella perosin desprecio. Hay en esa época unos añosde plenitud, de paz casi ejemplar, y deuna madura sabiduría que le lleva casi alborde de encontrar un sentido ya invulne­rable a su existencia, a toda existencia. Yluego, bruscamente, en plena madurez, 'enplena fuerza, en plena gloria, su antiguoamor vuelve a llamarle. Es curioso que,al parecer -pues el diario casi no contie­ne datos biográficos- hubo tal vez ·.lI1allamada concreta de un antiguo amor con­creto. Y parece entenderse entre líneasque a él mismo le pareció palmario elparalelo. Entonces ya no hay posibilidadde ser infiel: el amante torturado y difícildeja de luchar y se duerme entre sus bra­zos. Eso era todo, eso lo era todo.

Pero la sensación que nos queda es lade ese calor casi insoportable que tienela carne palpitante; es, como pocas vecesse siente, la sensación de hombre. Y otravez la vida se cierra sobre sí misma, vuel­ve a caer en sí misma, en sus dudas, ensu riesgo, en su hermosura - y en suarte. Nunca sabremos por qué se suicidóPavese. Pero podemos saber -o sentir­por qué vivió. Vivió, por decirlo de al­guna manera, aunque en rigor es imposi­ble, por ese riesgo y por esas dudas, 'poresa hermosura y ese arte. Vivió por lafidelidad, que en su caso se llamaba muer­te. Pero su testimonio no fué en favor dela muerte, sino en favor de la fidelidad.