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Boletín Boletín de la S E A OCIEDAD NTOMOLOGICA RGENTINA SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA Bol. de la Soc. Entomol. Argent. 19(1-2), 2003

SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA · entomología forense” podrá obtenerse información básica de la disciplina, tales como definición, breve historial, observaciones sobre las

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OCIEDADNTOMOLOGICA

RGENTINA

SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA

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Nuevamente con ustedes!!

Agradecemos a todos los que, con su

participación y compromiso, hicieron

posible este nuevo número.

En esta ocasión recomendamos la Sección

Entrevista donde gracias a María Marta

Cigliano entrevistamos al Profesor

Carbonell y como siempre nos enorgullece

este tipo de artículos.

En boletines anteriores hicimos referencia

a la legislación de nuestro país sobre

colectas y traslados de fauna.

Consideramos que es muy importante

concientizarnos para que estas leyes sean

cumplidas, es por eso que hacemos

hincapié en este tema y ahora contamos

con un artículo sobre la legislación vigente

en Colombia para la comercialización y

control de fauna silvestre.

Estos artículos merecen su reflexión y

poder actuar en conjunto, en caso de ser

necesario, en pro de la fauna

sudamericana.

Hasta pronto, la editora.

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MARCELO A. MALDONADO

Centro de Estudios e Investigaciones

Universidad Nacional de Quilmes

e-mail: [email protected]

La entomología forense como disciplina se desarrolló a partir

de la segunda mitad del siglo XIX, casi enteramente por

autores europeos (Megnin 1887, 1894; Leclercq 1978). Su

fundamento es el estudio de los insectos aplicado a cualquier

procedimiento legal, en particular asociado con la

investigación de casos criminales y muerte dudosa. En

Argentina, hasta la última década del siglo XX nadie había

estudiado metódicamente los insectos de interés forense

(Oliva 2002). Desde entonces, unos pocos equipos de

investigación se han dedicado a este grupo de artrópodos,

entre ellos el Laboratorio de Entomología Forense del Museo

Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires a cargo de la

Dra. Adriana Oliva, el Programa de Investigación de

Interacciones Biológicas (PIIB) de la Universidad Nacional de

Quilmes, con un proyecto de investigación de entomología

forense a cargo del Dr. Néstor Centeno, y la Cátedra de

Entomología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y

Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba con la Lic.

Moira Battán.

Para fomentar la difusión de esta disciplina en Argentina y

Sudamérica, a mediados de 2000 surge la idea de crear una

página web. Casi un año más tarde se incluye en internet la

primera versión, muy básica en principio, que contaba los

objetivos del proyecto desarrollado en el PIIB. El formato y la

organización actual del sitio aparece recién el 12 de marzo de

2002, poco antes de realizarse el V Congreso Argentino de

Entomología. Hoy, un año después de estar permanentemente

en línea, el número de visitantes supera los 900, registrándose

consultas semanales de distintos lugares de Argentina, Brasil,

Chile, Colombia, España, Italia, México, Perú, Portugal y

Uruguay. El sitio posee un interés adicional al ser presentado

en español, ya que son muy escasas las páginas relacionadas a

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la entomología forense en este idioma. Aun así, se detectaron

ingresos desde diversos servidores de USA y la utilización de

traductores en línea, evidenciando el interés del contenido

también para los especialistas no hispanohablantes, a pesar

de la amplia oferta de sitios en inglés.

A través del portal, cuyo URL es

http://entomologiaforense.8m.com/, el visitante no sólo

puede tener una idea del trabajo de investigación que se está

desarrollando en la Universidad de Quilmes, sino también se

ofrecen los resúmenes de las presentaciones a congresos,

publicaciones (abstract y/o full text) y una serie de datos

organizados según distintas temáticas.

Desde el menú, ingresando a la sección titulada “qué es la

entomología forense” podrá obtenerse información básica de

la disciplina, tales como definición, breve historial,

observaciones sobre las variables que afectan la estimación

del intervalo post-mortem, estrategias experimentales, etc. El

texto constituye una versión abreviada de una monografía

(Maldonado 1996) que también puede consultarse en línea en

http://entomologiaforense.8m.com/mono96_mm.html o

solicitarse una versión en formato PDF por correo electrónico.

Bajo la opción “artrópodos de importancia forense en

Argentina” se pueden encontrar fotografías, descripciones y

datos bionómicos de los insectos más importantes de interés

forense, incluyendo especies de las familias Calliphoridae,

Sarcophagidae, Muscidae, Fannidae, Stratiomyidae,

Piophilidae, Phoridae (Diptera), Dermestidae, Silphidae,

Cleridae, Carabidae (Scampini et al 2002), Histeridae,

Staphilinidae (Coleoptera), Tineidae, Pyralidae (Lepidoptera),

Formicidae y Vespidae (Hymenoptera) entre otras. También se

citan algunas especies de ácaros Macrochelidae, Parasitidae y

Anoetidae (Centeno & Perotti 1999).

La sección “herramientas de entomología forense” es una de

las más visitadas y en ella se puede encontrar protocolos de

muestreo, una lista del equipo apropiado para colectar y

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conservar la evidencia entomológica, y una planilla de cálculo

con funciones para la estimación de intervalo postmortem.

Los tesistas, doctorandos e investigadores encontrarán de

interés las secciones con enlaces a fundaciones e instituciones

que ofrecen becas, subsidios y pasantías; en tanto que los

especialistas encontrarán útiles las secciones que informan

sobre próximas reuniones y congresos (de entomología y

ecología en general), cursos y seminarios de ciencias forenses

y una lista internacional de entomólogos forenses con sus

direcciones, correo electrónico y reseña de sus actividades.

En “otros sitios de entomología forense” se provee enlaces a

más de 20 sitios relacionados con la disciplina; y en

“publicaciones y bases de datos” se puede consultar una lista

con los portales de las revistas más adecuadas para la

búsqueda de artículos de entomología forense, médica y

afines, así como accesos a distintas bases de datos (PubMed,

GenBank, ISI y otras).

Para el futuro se espera brindar más datos útiles e inéditos

sobre la comunidad sarcosaprófaga de interés medico-legal y

versiones en inglés y portugués de la información presente. Al

lector interesado sólo me resta invitarlo a visitar el sitio y

agradecerle sus comentarios y sugerencias, vía e-mail o

firmando el libro de visitas, para seguir mejorando el servicio.

Bibliografía

Centeno, N. & A. Perotti. 1999. Acaros vinculados a procesos de descomposición de

cadáveres y sus posibles asociaciones foréticas. En: Resúmenes de la XIX Reunión

Argentina de Ecología, Tucumán, p. 94.

Leclerq, M. 1978. Entomologie et Médicine Légale. Datation de la mort. Colletion de

Médicine Légale et de Toxicologie Medicale. 108: 1-100.

Maldonado, M. A. Inéd. Breve revisión de los métodos de investigación en entomología

forense. Monografía, Fac. Cs. Exac. y Nat. (UBA), 1996, 12 pp.

Mégnin, J. P. 1887. La faune des tombeaux. C.R. Acad Sci Paris 105: 947-951.

Mégnin, J. P. 1894. La faune des cadavres: application de l'entomologie a la medicine

legale. Encyclopedie Scientifique des Aides-Memorie: 1.

Oliva, A. 2002. Entomología forense en la Argentina. En: Salomón, O. D. (comp.).

Actualizaciones en artropodología sanitaria argentina, Serie: Enfermedades

Transmisibles, Public. Monográf. 2, 302 pp.

Scampini, E., A. Cichino & N. Centeno. 2002. Especies de Carabidae asociadas a cadáveres

de cerdo (Sus scrofa) en Santa Catalina (Buenos Aires, Argentina). Rev. Soc.

Entomol. Argent. 61(3-4): 85-88.

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Fauna flebotomínica en la provincia de Tucumán:

aspectos ecológicos y asociación con leishmaniasis

ELIZABETH CÓ RDOBA LANÚ S

CONICET-INSUE

Fac. Cs. Nat. e IML-UNT

e-mail:

La leishmaniasis es una zoonosis re-emergente de alto

impacto en salud pública, es endémica de zonas rurales y

periurbanas de 88 países de áreas tropicales y subtropicales

(excepto Australia). Se estima que alrededor de 368 millones

de personas están en riesgo de contraer la enfermedad, con 2

millones de casos nuevos por año. Sin embargo tan sólo

600.000 son reportados oficialmente. (WHO, 1993; Desjeux,

1999).

Su transmisión está fuertemente condicionada por la

densidad y distribución temporal de sus vectores, así como

por factores climáticos y antropológicos. La enfermedad se

puede presentar en tres formas clínicas: leishmaniasis cutánea

(LC), mucocutánea (LMC) y visceral (LV), pudiendo evolucionar

a diferentes estados clínicos dependiendo principalmente de

la virulencia de la especie y de la inmunología del paciente. El

agente causal de la leishmaniasis humana es un protozoo

parásito del hombre y otros mamíferos, perteneciente a la

familia Tripanosomatidae. Este, es transmitido por la picadura

de un díptero perteneciente a la famila Psychodidae,

subfamila Phlebotominae. Solo dos géneros contienen

especies antropofílicas: Phlebotomus en Europa, Asia y Africa,

y Lutzomyia en América. Raramente algunas especies del

género Sergentomyia, las que se alimentan principalmente de

reptiles, pueden hacerlo del hombre pero no hay evidencia de

que sean transmisores de enfermedades al mismo.

En la Argentina se registra la enfermedad desde 1916, en las

provincias del centro-norte desde Corrientes-Santiago del

Estero, donde se han identificado brotes epidémicos en

1985/87 y 1997/98, con focos menores que comprometieron

[email protected]

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a la provincia de Tucumán. La enfermedad fue usualmente

diagnosticada en casos aislados, en su mayoría de sexo

masculino, y la transmisión estuvo tradicionalmente

relacionada con las actividades como deforestaciones para

agricultura, construcción de carreteras y tendido eléctrico, ya

que estas ocupaciones en la selva posibilitaron los contactos

hombre-vector (Mazza, 1926; Bejarano, 1959; Dedet, 1990).

Sin embargo, recientemente también se ha demostrado la

existencia de una transmisión periurbana. En las últimas

décadas se han reportado brotes epidémicos de leishmaniasis

en zonas sin algún registro anterior de casos o con niveles

bajos de transmisión endémica. (Olivera Neto et al, 1988;

Walsh et al, 1993; WHO, 1990).

Esta enfermedad puede generar incapacidad laboral

dependiendo de la localización y multiplicidad de las lesiones,

sumada al tiempo de duración del tratamiento y los efectos

de la droga terapéutica utilizada. Así también la leishmaniasis

puede contribuir a incrementar la mortalidad por otros

procesos infecciosos a los que se asocia o facilita.

La leishmaniasis tegumentaria, con sus formas clínicas

cutánea y mucocutánea, está presente en nuestro país

(Bernasconi, 1930). Hasta el momento la identificación de

parásitos aislados de pacientes de Argentina, indica que éstos

pertenecen al complejo braziliensis (Campanini et al, 1993;

Sosa Estani et al, 1998). Así también, en el chaco salteño se

determinó la presencia de Leishmania (Leishmania)

amazonensis por análisis isoenzimático (Frank et al, 2000).

Actualmente están citadas 17 especies de Lutzomyia

distribuidas en 11 provincias argentinas (Castro, 1959;

Salomón, 1998, 2001).

En territorio nacional hasta la década del 80 se registraban

unos 40 a 90 casos anuales (Bernasconi, 1930; Cedillos y

Watson, 1988). Entre 1954 y 2000 se notificaron 6828 casos

de leishmaniasis en el país, correspondiendo el 74% a la

última década (Salomón, 2002). Solo en la provincia de

Tucumán entre 1991 y 1996 se notificaron 232 casos de

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leishmaniasis, donde el conocimiento sobre sus vectores era

virtualmente nulo.

Los objetivos planteados en este trabajo fueron determinar la

diversidad de la fauna flebotomínica de Tucumán así como su

distribución y abundancia analizando las condiciones

climáticas y fitogeográficas de la zona de estudio. Estos

estudios contribuirían a diseñar medidas efectivas de control

del vector. También se propuso estudiar y analizar la

distribución de flebótomos asociados a casos de transmisión

humana de leishmaniasis, realizando búsqueda de infección

en los posibles vectores.

Se realizaron colectas estacionales de Phlebotominae en cinco

localidades de la provincia y colectas periódicas cada 10-15

días en una de ellas para obtener un perfil anual de

abundancia. Estas consistieron de muestreos con mini

trampas de luz tipo CDC y trampa Shannon modificada con

cebo humano protegido, durante tres horas desde la caída del

sol, dos noches consecutivas.

El material colectado correspondió a tres especies: Lu. neivai

(complejo Lu. intermedia), Lu. migonei y Lu. shannoni, esta

última citada por primera vez para la provincia de Tucumán.

Lutzomyia neivai fue la especie más frecuente (96.5%).

La abundancia de Lu. neivai en trampas CDC y Shannon, en

bosque secundario y ambientes modificados, y su prevalencia

en ambientes peridomésticos relacionados a casos humanos,

como su hábito antropofílico (captura de hembras mediante

trampa Shannon con cebo humano) soportan la hipótesis de

su incriminación como vector de leishmaniasis en el área de

estudio.

Actualmente se está trabajando en la detección de infección

por medio de técnicas diagnósticas moleculares en muestras

de Phlebotominae (Lu. neivai) colectados durante el presente

estudio y de pacientes con diagnóstico de leishmaniasis de la

provincia de Tucumán.

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Esta tesis se desarrolla desde el año 1999 bajo la dirección de

los Dres. Mercedes Lizarralde de Grosso y Oscar Daniel

Salomón.

Bejarano, J. F. 1959. Complejo patógeno de la leishmaniasis en la República

Argentina. En: Resúmenes 1ras. Jornadas de Entomoepidemiología

Argentinas, Buenos Aires, 2, pp. 805-832.

Bernasconi, V. E. 1930. Consideraciones sobre el censo de leishmaniasis. Rev. Soc.

Patol. Reg. Norte 5: 590-602.

Campanini, A. R., A. Cíngara & N. Saravia. 1993. Caracterización in vitro de aislados

de leishmania de pacientes de Salta. Medicina 53(1): 81.

Castro, M. 1959. Diptera: Psychodidae-Phlebotominae. En: Resúmenes 1ras.

Jornadas de Entomoepidemiología Argentinas, Buenos Aires, pp. 545-546.

Cedillos, R. A & B. C. Walton. 1988. Leishmaniosis: Special situations in other areas

of the Americas. En: Research on Control Strategies for the Leishmaniosis.

IDRC CRDI CIID Manuscript Report 184e. Ottawa: IRDC, pp. 156-161.

Dedet, J. P. 1999. Epidémiologie del leishmanioses du nouveau monde. En: Dedet,

J. P. (ed.), Les Leishmanioses, Ellipses Aupelf/Uref, París, pp. 147-160.

Desjeux, P. 1999. Aspects de santé publique et lutte. En: Dedet, J. P. (ed.), Les

Leishmanioses, Ellipses Aupelf/Uref, París, pp. 227-236.

Frank, F. M., M. M. Fernandez, C. E. Caffaro, P. Cajal, V. Soccol, N. Taranto & E. L.

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chaco salteño: respuesta humoral, infección doble con T. Cruzi y especies de

Leishmania involucradas. Medicina III: 86-87.

Marcondes, C. B. 1996. A redescription of Lutzomyia (Nyssomyia) intermedia (Lutz

& Neiva, 1912), and resurrection of L. Neivai (Pinto, 1926) (Diptera,

Psychodidae, Phlebotominae). Mem. Inst. Oswaldo Cruz 91: 457-462.

Marcondes, C. B., A. L. Lozovei & J. H. Vilela. 1998. Distribução geográfica de

flebotomíneos do complexo Lutzomyia intermedia (Lutz & Neiva, 1912)

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Bibliografía

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Salomón, O. D., S. Sosa Estani, S. Monzani & C. Studer. 2001. Brote epidémico de

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Invitado:

Entrevistador:

Ficha Técnica

Cargos desempeñados

Antecedentes científicos

Profesor Carlos S. Carbonell

María Marta Cigliano

Carlos S. Carbonell nació el 22 de Diciembre de 1917, en Montevideo, Uruguay.

Títulos obtenidos

-Ingeniero Agrónomo. Facultad de Agronomía, Universidad de la República, 1945.

-Master of Science (Major in Entomology), University of Maryland, College Park,

Maryland, EEUU, 1947.

Distinciones honoríficas más destacadas

1978 Diploma de Honor al Mérito por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de

La Plata.

1979 Honorary Member de la Orthopterists' Society, EEUU.

1993 Socio Honorario de la Sociedad Entomológica Argentina.

1993 Profesor Emérito de la Facultad de Agronomía, Universidad de la República,

Montevideo.

1996 Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República,

Montevideo.

-1987-actual. Investigador (Grado 5) del Programa de Desarrollo de las Ciencias

Básicas (PEDECIBA), Montevideo.

-1985-1990. Profesor de Entomología y Director del Departamento de Entomología

en la Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo.

-1980-1990. Dictado de clases de postgrado para la maestría en Zoología en la

“Universidade Federal do Rio de Janeiro”, Anatomía y Morfología de insectos y

Orthoptera.

-1981-1986. Investigador del “Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientifico e

Tecnológico (CNPq)” de Brasil en el “Museu Nacional da Universidade Federal do Rio

de Janeiro”.

-1958-1975. Director del Departamento de Entomología, Facultad de Humanidades

y Ciencias. Uruguay.

-1947-1975. Profesor de Entomología, Facultad de Humanidades y Ciencias.

-1951-1974. Jefe del Laboratorio de Biología de Insectos, Facultad de Agronomía.

-1942-1958. Entomólogo, División de Sanidad Vegetal, Ministerio de Ganadería y

Agricultura. Uruguay.

Es autor de más de 70 trabajos científicos. Ha recibido subsidios de la “Rockefeller

Foundation”y del “U. S. Department of Agriculture”. Fue becario del “Institute of

International Education” realizando estudios de postgrado en la “University of

Maryland”, EEUU y de la “John Simon Guggenheim Memorial Foundation”

realizando investigaciones sobre la taxonomía de acridoideos de la región

Neotropical. Durante el período 1964-1970 llevó a cabo diversas pasantías en

museos de EEUU (U. S. National Museum, Academy of Natural Sciences of

Philadelphia, Museum of Zoology of the University of Michigan) y de Europa

(Museum National d'Histoire Naturelle, British Museum) con los correspondientes

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especialistas (A. Gurney, J.A.G. Rehn, H. Grant, T.H. Hubbell, I. Cantrall en EEUU; L.

Chopard, M. Descamps, B.P. Uvarov, V.M. Dirsh en Europa). Llevó a cabo estudios

sobre las especies de Orthoptera: Acridoidea neotropicales en todas las colecciones

de América del Sur, EEUU y Europa que albergan los materiales tipo de las mismas.

Colabora con dos de las más grandes colecciones de Acridoidea neotropicales del

mundo, la “Academy of Natural Sciences of Philadelphia” desde 1966 y con el

“Museu Nacional, Universidad Federal do Rio de Janeiro” desde 1980, en la

identificación y ordenamiento del material. Desde 1932 ha realizado, en forma

ininterrumpida hasta el presente trabajos de campo en Uruguay, Brasil, Argentina,

Bolivia, Chile, Paraguay y Perú.

Actividades docentes

Ha dictado numerosos cursos de grado y postgrado sobre Entomología, Morfología

y Anatomía de Insectos y Biogeografía en Uruguay y Brasil y ha sido la persona

responsable de iniciar la docencia en Entomología Básica en el Uruguay. Ha

dirigido numerosos trabajos de tesis de maestría y doctorado.

El profesor Carbonell es un destacadísimo especialista en Orthoptera

neotropicales, de reconocimiento y prestigio internacionales por la excepcional

calidad y utilidad de sus contribuciones científicas. Ha llevado a cabo revisiones de

géneros y tribus de casi todas las subfamilias de Acridoidea neotropicales. La

precisión y la exactitud de la información brindada caracterizan sus trabajos,

reforzados por datos provenientes de su vasta experiencia de campo e

ilustraciones propias de exquisita calidad, y nutridos de hipótesis biogeográficas y

evolutivas de los taxa estudiados. Como ejemplo, basta con mencionar su más

reciente contribución (2002) editada por la Orthopterists Society sobre la revisión

de la tribu Phaeopariini (Acridoidea: Romaleidae). Se trata de una persona

sumamente accesible y abierta, que brinda sus conocimientos desinteresadamente.

Su entrega al estudio de la Entomología contagia entusiasmo y pasión para quien

tiene la suerte de interactuar con él.

A continuación se brinda la entrevista que mantuve con él:

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¿Nos puede contar cómo fueron sus comienzos en el área

de la entomología y la acridiología, y por qué eligió a las

tucuras?

Creo que mi interés por los insectos nació muy

tempranamente, o es quizá congénito. Uno de mis primeros

recuerdos -yo debía tener entre 4 y 5 años a juzgar por la

casa en donde vivíamos- es que criaba insectos en viejas cajas

de cartón, alimentándolos de lo que yo suponía que comían.

Recuerdo como uno de los inolvidables, una gran tucura

cuyas alas eran rojas, seguramente Xyleus discoideus a la luz

de mis conocimientos posteriores. Esa especie aún sobrevive

en parques y jardines de la ciudad. Pero mi relación con las

tucuras se interrumpió a partir de ahí, y sólo se renovó

muchos años después. Se interrumpió mi relación con las

tucuras, no con los insectos en general que continuó sin

pausas hasta ahora. Desde la infancia, mi interés permanente

era ir al campo. No solamente por los insectos, me fascinaba

la naturaleza en general, y eso sigue ocurriendo ahora. Quería

ir al campo, no importaba dónde, pero al campo. Y allí recogía

insectos y hacía una colección. Naturalmente que no sabía

cómo prepararlos ni cómo conservarlos, y esa colección se

perdía posteriormente, en general devorada por derméstidos.

Pero lo importante era hacerla. También en el Montevideo de

entonces era posible colectar insectos. Desde mis ocho años,

mi familia vivió en una zona costera de la ciudad, ahora una

de las más densamente pobladas, pero entonces con grandes

extensiones de terrenos baldíos. En ellos podía siempre

colectar insectos, y muchos acudían por las noches a las luces

de las calles.

En el desarrollo de mi vocación me ayudó mucho mi padre. Él

no era naturalista, pero era un gran educador, y fomentó en

cada uno de sus hijos los intereses que vio aparecer

espontáneamente en ellos. A mí me compraba libros de

divulgación sobre insectos. En general un poco frustrantes,

pues eran de origen europeo, y yo no podía reconocer en ellos

ninguna de las especies que en mi país encontraba, excepto

algunas domésticas cosmopolitas, que eran las que menos me

interesaban. Creo que de esa frustración nacieron mis

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Page 14: SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA · entomología forense” podrá obtenerse información básica de la disciplina, tales como definición, breve historial, observaciones sobre las

primeras nociones sobre biogeografía. Descubrí entonces que

los insectos no eran los mismos en todo el mundo, como al

principio me había imaginado.

¿Por qué elegí las tucuras? Como muchos entomólogos, mi

primer amor fueron los coleópteros. Tan hermosos, tan

abundantes, tan fáciles de conservar. Creo que yo nunca elegí

las tucuras; mas bien ellas me eligieron a mí. En mis primeros

años de trabajo en el Ministerio de Agricultura, ocurrieron

períodos de sequía, y paralelamente, explosiones

poblacionales de tucuras en Uruguay. De manera que mis

obligaciones de trabajo me llevaron obligatoriamente a

trabajar con tucuras. De acuerdo al Ministerio, principalmente

en su control. Uruguay es un país ganadero, y las tucuras

competían con el ganado de manera ruinosa para los

estancieros. De manera que era necesario dedicarse a las

tucuras. Pero mi vocación de naturalista me hacía preferir su

identificación a su control, y al principio me desesperaba no

saber ni siquiera el nombre de muchas de sus especies.

Liebermann fue mi gran ayuda en aquellos tiempos. Y a

fuerza de trabajar con ellas, terminaron interesándome más

que la mayoría de los otros insectos, sobre todo desde el

punto de vista de su taxonomía.

Cuando a los 12 años entré en la enseñanza secundaria,

encontré que uno de mis compañeros de clase en el Liceo

tenía idéntico interés por los insectos. Pero él había llegado

un paso más adelante, y se había relacionado con quien yo

creo era el único entomólogo -en el verdadero sentido de la

palabra- que entonces existía en Uruguay. Se llamaba Juan

Tremoleras. De una familia que había sido rica, había recibido

una excelente educación, y sabía a la perfección latín,

francés, inglés y alemán. Interesado también desde su

infancia en ciencias naturales y particularmente en

entomología, no sólo las había estudiado a fondo, sino que se

había relacionado ampliamente con entomólogos de todo el

mundo, particularmente de Alemania, Francia, Inglaterra,

¿Quién (o quiénes) fue el profesor o entomólogo que mayor

influencia tuvo en su formación?

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EEUU y desde luego la Argentina, donde su gran amigo era

Eduardo L. Holmberg. Cuando yo lo conocí él tenía 60 años, y

era un hombre prematuramente envejecido, quizá por las

muchas dificultades que había encontrado en su vida. En los

tiempos que le había tocado vivir, era difícil ganarse la vida

como naturalista. Nunca se había interesado en los negocios

de su familia, y como consecuencia, éstos habían

desaparecido y él era un hombre relativamente pobre, que

vivía modestamente en un suburbio alejado de Montevideo.

Su casa quedaba, con relación a la mía en el otro extremo de

la ciudad. Pero allí llegaba prácticamente todos los domingos,

por medio de varios medios de transporte público abordados

sucesivamente. Allí también llegaban Eduardo F. Acosta y

Lara, el condiscípulo liceal que me había llevado a él, y varios

otros interesados en las ciencias naturales. Las reuniones en lo

de Tremoleras eran para mí, fascinantes. Era un excelente

especialista en coleópteros, particularmente Carabidae y

Cicindelidae. Pero tenía un conocimiento general de la

entomología y de la fauna del Uruguay, incluyendo sus

vertebrados, que a mí me deslumbraba. De Tremoleras

aprendí todo lo básico en entomología, y principalmente las

técnicas de recolección y conservación de insectos, la

importancia de las colecciones entomológicas, el registro de

las localidades de colecta, datos ecológicos, etc. Me enseñó

incluso a hacer cajas para colección del tipo Deyrolle, con

fondos blandos de médula de las inflorescencias del Agave. En

aquellos años no existían aún las substancias plásticas que

ahora se usan para ese fin. Había que emplear corcho, que era

en general muy duro, o unas planchas de turba importadas de

Europa, muy caras y difíciles de obtener. Lo más accesible

entonces para mí era la médula de Agave, secada y cortada en

planchas, muy superior al corcho que era entonces el otro

material accesible. Aún conservo como recuerdo, un recibo de

la casa Albert Winkler de Viena, fechado en 1932, por la

compra que hice por correo de mil alfileres entomológicos

inoxidables Krupp, de acuerdo a sus consejos e instrucciones.

Las conversaciones de Tremoleras, no sólo con nosotros sino

con otros naturalistas que frecuentaban sus reuniones

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dominicales, fueron mi primera escuela de ciencias naturales.

Indudablemente, de él aprendí bastante más que

entomología, porque era un hombre de gran inteligencia y

muy variados intereses. Infortunadamente mi relación con él

no duró mucho. A principios de 1934, para mi gran pena y

consternación, Tremoleras falleció luego de una brevísima

enfermedad.

En relación también con esta época de mi vida, recuerdo a mi

padrino, que era agrónomo y se dedicaba a su profesión,

principalmente arrendando campos y trayendo de Brasil

ganado para engordar. Donde él estuviera en ese momento,

yo pasaba mis vacaciones, recorriendo campo y colectando

insectos, sobre todo coleópteros en esa época, seguramente

por influencia de Tremoleras. Conocí entonces varias partes

muy interesantes de mi país particularmente en el norte y en

el litoral del Río Uruguay.

Pero en mi formación como entomólogo, aunque de

Tremoleras vino la muy importante y sólida iniciación, debo

recordar a otro profesor decisivo. En 1945, obtenido ya mi

título universitario, busqué la manera de hacer estudios de

posgrado en entomología. Estaba en esa época en

Montevideo, un entomólogo estadounidense llamado Harry L.

Parker. Había estado a cargo en Francia de un laboratorio del

U. S. Dept. Of Agriculture que buscaba en Europa enemigos

naturales de los insectos-plaga de origen europeo

establecidos en los EEUU. Desplazado de Francia por la

guerra, este laboratorio estaba entonces provisionalmente en

Montevideo. El Dr. Parker conocía la enseñanza de

entomología en los EEUU. Al saber que mis intereses eran

sobre entomología básica, principalmente morfología y

taxonomía, me aconsejó la Universidad de Maryland. Allí

enseñaba morfología nada menos que R. E. Snodgrass, y había

también un notable profesor de taxonomía cuyo nombre no

recuerdo, ya que nunca lo llegué a conocer. En aquellos años

era relativamente fácil obtener una beca para estudiar en

EEUU, de manera que pude viajar a Maryland a fines de 1945.

Allí me esperaban dificultades. El curso de taxonomía no se

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dictaría ese año. Y para el de morfología, yo era el único

aspirante. De manera que R. E. Snodgrass, que tenía su

laboratorio en Washington, a muchos kilómetros de distancia,

no vendría a la universidad una vez por semana por un solo

estudiante. Ante mi evidente decepción, mi “advisor” de

estudios consiguió reunir los restantes cursos a seguir en

cuatro días de la semana, reservando uno para que yo viajara

a Washington a pasar un día entero en el laboratorio de

Snodgrass. Aunque tuve allí otros buenos profesores como E.

N. Cory en Entomología Agrícola, desde luego que Snodgrass

fue mi gran profesor. Nunca me dio una clase formal. Me

daba trabajos para leer, y después conversaba conmigo acerca

de ellos y aclaraba mis dudas. También me enseñó a disecar, y

sobre todo a ver, que tratándose de morfología de insectos no

es tan fácil como parece. Recuerdo la primera vez que traté

de disecar los músculos de una cucaracha. Al abrir el

tegumento apareció una masa de tejido muscular, en la cual

yo no era capaz de distinguir nada. Snodgrass se asomó al

microscopio y en un instante hizo un muy simple esquema de

lo que estaba allí, con la ayuda del cual yo pude verlo sin

ulteriores dificultades. Recuerdo que una vez le pregunté qué

quería decir una parte de un trabajo que había leído y que no

conseguía entender. Snodgrass lo leyó y sonrió: -esto no es

comprensible- me dijo -porque el autor no sabe exactamente

lo que ha querido decir. Para escribir con claridad es

indispensable saber muy bien qué es lo que se quiere

expresar-. Cuando, terminado el primer semestre, Snodgrass

me sugirió que hiciera mi tesis con él, me pareció maravilloso.

Snodgrass era un hombre simple y amable en su trato, y yo

me sentí siempre muy a gusto con él. Hablando de su famoso

texto de “Insect Morphology” me decía (en 1946!) que ya

estaba anticuado y que había muchas cosas en él para

modificar, pero que la editorial se negaba a hacer una nueva

edición de un texto tan caro. Tremoleras primero y luego

Snodgrass, en circunstancias y niveles muy diferentes, fueron

mis grandes profesores.

En lo que se refiere a la taxonomía, sobre la cual nunca asistí

a un curso, tuve que aprenderla por mi cuenta. Pero mi

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contacto personal, primero con Tremoleras que era

primordialmente un taxónomo, y luego con muchos grandes

especialistas en esa disciplina durante mis actividades

profesionales, y la lectura de sus trabajos, fue desde luego

mejor que todos los cursos imaginables.

En lo que a mis estudios formales en Uruguay se refiere, esto

no tiene mucho que ver con mis estudios de entomología. Por

Tremoleras me había enterado de que el lugar indicado en la

región para hacer una carrera en Ciencias Naturales era desde

luego la Universidad de La Plata. Pero trasladarme a La Plata

para estudiar estaba entonces fuera de mis posibilidades.

Buscando los estudios universitarios que en mayor grado me

permitieran relacionarme con la naturaleza, elegí finalmente

la Facultad de Agronomía. Allí sólo se enseñaba, quizá como

una materia secundaria, Entomología Agrícola, que ofrecía

para mí un interés muy relativo. En aquella época esa

facultad tenía muy pocos estudiantes. En mi grupo éramos

solamente 14, y por lo tanto, nuestra relación con los

profesores era muy cercana y personal. Uno podía quedarse

después de la clase y preguntar al profesor acerca de sus

dudas. De mi profesor de Entomología en la facultad, creo

que aprendí muy poco, fuera del uso de algunos insecticidas

que ahora ya no existen. En cambio tuve una excelente

relación con mi profesor de Botánica, el Ing. Agr. Arturo

Montoro Guarch, a quien ya conocía de las reuniones en casa

de Tremoleras, y que era un naturalista por vocación.

Recuerdo que Montoro llevaba durante los fines de semana,

uno de los microscopios binoculares estereoscópicos de la

Facultad a la casa de Tremoleras para que éste pudiera usarlo

en sus estudios.

Eso no existía entonces en la Facultad de Agronomía de una

manera formal. Lo más parecido a ello era lo que he

mencionado, quedarse después de clase para hacer preguntas

al profesor. Cada uno lo hacía para las materias que le

¿Cómo era la relación entre profesores y alumnos?

¿Se realizaban reuniones de discusión?

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interesaban, y su resultado dependía en mucho de la

personalidad de cada profesor. En mi caso, me quedaba con

frecuencia en Botánica. A veces también en Geología, que

dictaba Karl Walther, un notable geólogo alemán que inició

los estudios de esa ciencia en Uruguay. Pero en relación a mi

educación, formal e informal, queda aún mucho por decir, y

esta pregunta está relacionada con ello.

Siendo aún estudiante de agronomía, comencé a trabajar en

el Laboratorio de Entomología Agrícola del Ministerio de

Ganadería y Agricultura, como se llamaba entonces. Allí me

tocó en suerte tener como jefe al Ing. Agr. Francisco Mesa

Carrión, el padre del Dr. Alejo Mesa, actualmente uno de los

mejores especialistas en citogenética y citotaxonomía de

ortópteros. Don Francisco era un hombre excelente y sabía de

Entomología Agrícola mucho más de lo que yo había

estudiado en la facultad. Aprendí mucho de él sobre la

materia, y aprendí también cómo relacionarme con la gente

de campo, para lo cual él tenía conocimientos de psicología,

en parte intuitivos y en parte adquiridos por su larga

experiencia, que resultaban muy eficaces y que eran

fundamentales en su trabajo de extensión y divulgación. Con

Don Francisco yo salí por varios años a recorrer

establecimientos agrícolas de los alrededores de Montevideo,

lo que me permitía en cierto modo colectar algunos insectos

que me interesaban. Más adelante, y ya con más experiencia,

desde mi modestísimo cargo en el laboratorio nombrado,

aprovechaba todas las oportunidades posibles para viajar al

interior del país, que no eran pocas. Me di cuenta entonces

que a mis colegas agrónomos radicados en Montevideo, no

les gustaba en general el campo, y preferían los trabajos de

oficina y laboratorio. De manera que cuando aparecía un

problema entomológico en cualquier parte del país, cuanto

más lejos mejor, yo me ofrecía para ir a estudiarlo, y obtenía

ese viaje sin dificultad. No me importaban los largos trayectos

en ferrocarril (a veces nocturnos e invernales) única manera

entonces de llegar a ciertos lugares alejados. En esos viajes,

después de haberme ocupado del problema en cuestión,

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aprovechaba para quedarme un tiempo más y salir a colectar

en el campo.

En la época de mi formación como entomólogo,

prácticamente inexistentes en relación con la universidad. Los

que ya he mencionado como actividades privadas o en

relación con mi trabajo son los únicos que en esa época llevé

a cabo. Los viajes de colecta que realmente fueron

organizados para dicho propósito en nuestra universidad,

comenzamos a realizarlos por 1951 el Prof. Raúl Vaz-Ferreira

para vertebrados, y yo para Entomología. En 1950 había

logrado reunir suficiente dinero como para comprarme una

camioneta Ford son, de la época, el vehículo más barato y

también uno de los más lentos e incómodos que se hayan

fabricado. Pero en el contexto de mi vida, el más maravilloso

que haya tenido. Con esa camioneta, comencé a recorrer

sistemáticamente el Uruguay y acampar en los lugares menos

frecuentados, para realizar trabajos de campo y colectar

insectos. Al principio solo, más tarde, con mis hijos pequeños,

y finalmente con algún estudiante.

Durante mis primeros años como investigador, no tuve

soporte de ninguna institución para mi trabajo. Excepto, por

supuesto, los escasos recursos de aquellas donde trabajaba. En

1947, al regresar de los EEUU con mi título de posgrado (M.

Sc.) fui contratado para dar un cursillo de Entomología de

tres meses en la recién creada Facultad de Humanidades y

Ciencias. Ese trabajo se transformó a los pocos años en un

cargo permanente que obtuve por concurso. En 1951 gané,

por concurso, un cargo docente en la Facultad de Agronomía,

para el estudio de Biología de Insectos que me permitió dejar

el Ministerio y dedicarme a los dos cargos en la universidad.

Durante mi trabajo en este último, obtuve recursos de la

Rockefeller Foundation para la construcción de un insectario,

para la adquisición de un vehículo con tracción en las cuatro

ruedas, y para adquirir un importante núcleo de literatura

¿Cómo eran los viajes de colecta?

¿Qué instituciones subvencionaban sus investigaciones?

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entomológica para la biblioteca de dicha facultad. Esa fue la

primera subvención importante para mi trabajo de

investigación.

La segunda provino, en 1961, de la llamada “Ley de

Excedentes Agrícolas” del Departamento de Agricultura de los

EEUU, que financió por cinco años mi trabajo de

investigación, incluyendo un viaje a los EEUU (Philadelphia,

Washington, Boston) para estudiar por primera vez los tipos

depositados en diversos museos. Esta subvención me permitió

además contratar personal y realizar extensos viajes de

colecta, principalmente en Brasil, Paraguay y partes de

Argentina.

En 1969, la obtención de una beca de la Guggenheim

Foundation, me permitió pasar casi un año fuera del país,

estudiando en los museos de EEUU y Europa, los tipos de los

acridoideos neotropicales guardados en sus colecciones.

Posteriormente he recibido muchos aportes menores para mis

permanencias en diversos museos del extranjero, casi siempre

provenientes de los mismos museos, a veces de instituciones

de fomento cultural.

Asimismo es necesario mencionar en este rubro, una

“subvención” de la que generalmente poco se habla. Es la que

proporciona la propia familia en amor, ayuda y comprensión.

Mirando hacia atrás a veces me sorprende por ejemplo ver

cómo mi esposa ha soportado mi continua, a veces fanática

dedicación a la entomología, mis innumerables cajas llenas de

bichos, mis prolongadas ausencias por viajes de estudio y de

campo, y a veces las arañas peludas o las víboras que traje del

campo para colegas y amigos zoólogos y que ocasionalmente

se escaparon en casa la noche de mi regreso. A pesar de su

nombre femenino, la entomología nunca despertó celos en mi

casa.

Al referirme a los apoyos recibidos para mis investigaciones,

quizá corresponda nombrar también algunos obstáculos para

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ellas. En 1974 se instaló en Uruguay la funesta dictadura

militar que tanto daño hizo a mi país. La universidad fue

intervenida, las condiciones de trabajo en ella se deterioraron

y el apoyo a la investigación pura prácticamente desapareció.

Debí renunciar entonces a mi cargo en la Facultad de

Agronomía, que ya dejaba de tener sentido (poco tiempo

después el insectario con todo su equipo fue destruido por un

incendio, y el Land Rover donado por la Fundación

Rockefeller dedicado a tareas administrativas). Me refugié

entonces exclusivamente en la Facultad de Humanidades y

Ciencias, de donde la dictadura me expulsó en 1976. Yo

estaba entonces en el Río Madre de Dios en la Amazona

Peruana, donde pasé entonces tres meses en compañía de

Marius Descamps. Me enteré del hecho por una carta al

volver a Lima, y recuerdo que me sentí feliz de haber dejado

de pertenecer a aquella universidad intervenida. Mis amigos

entomólogos en Brasil, entre ellos Alejo Mesa en Sao Paulo y

Miguel A. Monné en Río de Janeiro, se desvivieron para

encontrarme trabajo allí, y fue Monné quien primero

consiguió que el “Conselho Nacional de Pesquisas” de Brasil

me contratara para la Universidad Nacional de Río de Janeiro,

con mi sede de trabajo en el “Museu Nacional”. Allí en Río de

Janeiro, donde trabajé casi por diez años, mi principal ayuda

para la investigación provino de fuente privada. El Dr. Carlos

Alberto Campos Seabra, investigador independiente en

Cerambycidae, que mantenía colectores en todo Brasil, les dio

orden (a instancias de Monné) de colectar también

Acridoidea, para lo cual les hizo aprender las técnicas de

colección y preparación adecuadas para este grupo (éstas

últimas inventadas por J. A. Rosas-Costa en Argentina). En

pocos años, la colección de acridoideos del Museo de Río se

transformó en una de las mayores, posiblemente la mayor, en

América Latina. Esta colección constituye hasta ahora uno de

los soportes más importantes para mi trabajo de

investigación. También lo fue en su momento para Marius

Descamps en el Museo de París.

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¿Qué colecciones revisó, y de cuál tiene los mejores

recuerdos?

Creo haber revisado todas las colecciones existentes que

guardan tipos de acridoideos sudamericanos. En Brasil,

además de la mencionada de Río de Janeiro, la del Instituto

Oswaldo Cruz y la del Museo de Sao Paulo. En Argentina las

del Museo de La Plata, Museo de Buenos Aires, del Instituto

Lillo. En EEUU las de Philadelphia (Academy of Natural

Sciences), Washington (U. S. National Museum), Ann Arbor (U.

of Michigan), Cambridge, cerca de Boston (Harvard

University), Lincoln (University of Nebraska). En Europa, las de

los museos de Paris, Madrid, Londres, Estocolmo, Uppsala,

Berlín, Halle, Viena, Torino, Ginebra, Leiden, Bruselas. Me es

difícil decir de cuál tengo los mejores recuerdos. Philadelphia

es desde luego mi segundo lugar de trabajo, y he vuelto allí

muchas veces. Su recuerdo está ligado a J. A. G. Rehn, Harold

Grant y H. R. Roberts con quienes trabajé tantos años en

excelente colaboración, y a muchos otros amigos que tuve y

tengo allí, actualmente Dan Otte. Ann Arbor siempre fue para

mi un lugar muy agradable, en otra época con T. H. Hubbell e

Irving Cantrall, ahora con Ted Cohn. Washington, con mi

inolvidable amigo Ashley Gurney. Londres, donde conocí y

traté bastante a B. P. Uvarov e hice amistad con V. M. Dirsh.

Dirsh era un hombre con fama de difícil y antipático y

ciertamente podía ser así cuando quería. Conmigo sin

embargo simpatizó desde el primer encuentro en 1961. Al

salir del Museo me invitaba a veces a un viejo bodegón

londinense cuyas paredes estaban ocultas por pilas de

toneles de roble conteniendo los mejores vinos de Madeira,

Oporto y Jerez. Otras veces me llevaba a cenar a un lujoso

restorán de Chelsea cuyos precios eran inaccesibles para mí.

Un lugar privilegiado en mi recuerdo es París, en cuyo Museo

traté primeramente al gran Lucien Chopard, más tarde a

Marius Descamps a quien me unió una gran amistad, y

actualmente a Christiane Amedegnato que es también una

dilecta amiga. En el Museo de Berlín trabajé con Kurt K.

Günther, quien más tarde visitó el Uruguay con una beca de

nuestra universidad. En Viena con Max Beier. Y no quiero

olvidar a Madrid, donde mi muy querido amigo Eugenio

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Morales-Agacino, recientemente fallecido, hizo siempre mis

estadías tan agradables. Estocolmo ha sido asimismo uno de

mis lugares predilectos, con las famosas colecciones de Stal,

De Geer, y Thunberg. En una reunión internacional en Londres

en 1970, el entomólogo ruso Bei-Bienko llevó, a mi pedido y

para mi estudio, unos pocos tipos de L. Bruner, que por haber

sido colectados en Perú por un ingeniero ruso de ferrocarriles,

estaban en la Universidad Lomonosov en Moscú. El pensar en

todos estos entomólogos, casi todos ellos ahora

desaparecidos, me hace sentir casi como el último

sobreviviente de una época ya pasada. Posiblemente eso es lo

que soy.

Cuando yo comencé a trabajar en entomología en Uruguay,

esta ciencia estaba aquí en sus comienzos. Actividades como

las de Carlos Berg (que estuvo en nuestro Museo de Historia

Natural antes que en Argentina) y mucho más tarde las de

Tremoleras, no habían hecho más que iniciarlas. Yo entré

como entomólogo de nuestro Ministerio de Agricultura, en

1941, y más tarde (1947) fui el primer docente de

Entomología no Aplicada en la Universidad. Cuando yo me

inicié, tanto Argentina como Brasil tenían, como era de

esperar, una pléyade de importantes entomólogos. Recuerdo

que, principalmente por mis actividades de Entomología

Aplicada en el Ministerio, me era necesario consultar

continuamente a los entomólogos argentinos. Por orden

alfabético aunque no en aquel tiempo de importancia para

nosotros, mencionaré a A. O. Bachmann, E. E. Blanchard, J. M.

Bosq, F. Bourquin, A. Breyer, J. A. De Carlo, L. De Santis, K. J.

Hayward, A. Ibarra-Grasso N. Kormilev, N. Kusnezov, A.

Ogloblin, R. N. Orfila, J. A. Pastrana, A. A. Pirán, R. A.

Ringuelet, J. A. Rosas-Costa, M. J. Viana y G. Williner, entre

otros. Siempre me sentiré en deuda con ellos, por su

constante y desinteresada ayuda. Más adelante, cuando

comencé a trabajar en Acridoidea, todas las identificaciones

Cuéntenos un poco acerca de su relación con los

entomólogos/acridiólogos argentinos: José Liebermann y

Ricardo A. Ronderos.

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nos las hacía José Liebermann, hasta que mis propios estudios

y trabajos me permitieron independizarme en este terreno. Mi

amistad con Ricardo Ronderos es posterior. Nuestra

comunidad de interés por los acridoideos hizo que, creo que

por 1958 ó 1959, nos pusiéramos en contacto, iniciando una

amistad y colaboración continua hasta su lamentada muerte.

Con Ronderos hicimos muchos viajes de colecta en Argentina,

uno de ellos también con Marius Descamps, excelente amigo

de ambos. Publicamos muchos trabajos juntos, y nuestra

amistad y colaboración fueron para mí, y seguramente

también para él, una de las buenas cosas de nuestra vida

profesional.

Seguramente no soy yo la persona más indicada para

responder esta pregunta. Ya al final de mi carrera, conozco

poco a los jóvenes entomólogos argentinos. Mis relaciones

profesionales son principalmente con el Museo de La Plata en

primer lugar, (Ringuelet y Ronderos primero, y ahora M. M.

Cigliano) y en parte también con el de Buenos Aires y el

Instituto Lillo de Tucumán. Mi impresión general es que la

entomología en Argentina sigue y seguirá estando como la de

Brasil, entre las primeras de América del Sur. Apoyada en una

sólida y brillante tradición y en una cantidad de instituciones

donde se desarrollan sus distintos aspectos, creo que seguirá a

través de períodos buenos como algunos del pasado y malos

como en general el presente, desarrollándose y creciendo

como lo ha hecho hasta ahora, si es posible en mayor y mejor

forma. Argentina es un gran país, y su ciencia siempre ha

tenido importantes figuras y una sólida producción. Desde la

perspectiva de mis largos años de trabajo, veo a la

entomología argentina como una máquina que no va a

detenerse en el futuro, sino que va a adquirir nuevos rumbos

y posibilidades.

¿Cómo ve la entomología argentina en la actualidad?

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¿Qué cosas considera Ud. que mejoraron en la entomología

con el tiempo, y qué cosas buenas considera que se

perdieron con él?

Esta es una pregunta que daría para escribir un libro, para

alguien más sapiente que yo, porque yo seguramente no sería

capaz de escribirlo. De todas maneras, creo que puedo dar

una respuesta, aunque muy parcial y limitada por mi propia

visión y actividades.

En primer lugar me parece que entre las mejoras que pueden

citarse para la entomología (y para la biología en general)

están las nuevas técnicas y sistemas de trabajo. La cladística,

que no existía en mis tiempos de formación, los estudios de

DNA y otros muy actuales, no podrán sino mejorar nuestro

conocimiento, muy inadecuado en ciertos aspectos, de la

naturaleza. Conceptos como el de deriva continental por

ejemplo, ya no tan moderno, han clarificado en mucho la

biogeografía. También actualmente ciertos temas de los que

antes no se hablaba específicamente, como conservación y

biodiversidad, y que ahora se han tornado más evidentes, no

dejan de ser en cierta manera beneficiosos también para la

entomología. Aunque espíritus limitados puedan considerar a

la taxonomía como una especie de filatelia complicada, lo

cierto es que ella proporciona una cantidad de elementos

para comprender los mecanismos de la evolución, la

biogeografía, y otros. Todo lo que contribuya al avance de la

taxonomía, como lo arriba citado, será un elemento muy

positivo para la biología evolutiva. Las nuevas técnicas como

las que he nombrado, siguen siempre un proceso similar.

Despiertan al principio un gran entusiasmo, y algunos

científicos creen que con ellas se va a resolver todo. Luego,

más lentamente, adquieren su verdadero e indudable valor

como nuevas herramientas de uso permanente y fecundo.

¿Qué cosas buenas se perdieron con el tiempo? Como viejo

que soy, creo que algunas. Los tiempos modernos no son

ciertamente de calma. Todo acontece y pasa cada vez más

rápidamente, y eso hace perder algo muy importante para el

estudio de la entomología (y de muchas otras cosas): la

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tranquilidad. Creo que ahora más que nunca el utilitarismo es

dominante. Quien investiga en algo de evidente utilidad

práctica es quien consigue más recursos. Fue afortunado que

Darwin, como “gentleman of leisure” que era, sin necesidad

de mantenerse por su trabajo, pudiera en calma y olvidándose

del mundo, desarrollar su Teoría de la Evolución. Pero no

todos tienen las posibilidades económicas de Darwin

(tampoco su cerebro desde luego). No es necesario sin

embargo pensar en las actividades de científicos de la altura

de Darwin. Al leer sus obras nos asombra la enorme cantidad

de información que recogió de científicos muy menores. Esos

trabajos aparentemente de poca importancia fueron los

ladrillos con los que construyó un gran edificio. También esos

científicos menores necesitaron de tranquilidad para producir

esos trabajos, muchos de ellos en su principio, aparentemente

inútiles. Cuando Faraday comenzó a investigar sobre aquel

fenómeno, casi desconocido en sus tiempos, la electricidad,

alguien le preguntó, quizás con ironía, para qué podría servir

eso. La tradición dice que Faraday le respondió: ¿para qué

sirve un recién nacido?. Él comenzaba a estudiar algo que

aparentemente no servía para nada, pero encontró, además

de su intuición, la calma y la tranquilidad de espíritu para

seguir estudiándolo.

Otra cosa muy importante se está perdiendo aceleradamente,

y es la naturaleza misma. La fauna de insectos de América

Central y Meridional es seguramente la menos conocida del

mundo y una de las más ricas e interesantes. Eso que se ha

dado en llamar “desarrollo” y que no sabemos exactamente

qué comprende, pero que encierra una gran dosis de deseos

de poder y avidez de riqueza por las personas que en parte

contribuyen a él, está terminando con la naturaleza en

muchas partes de América. De enormes y riquísimas

formaciones botánicas como la “Mata Atlántica” de Brasil,

quedan sólo fragmentos, y grandes porciones de su fauna y su

flora han desaparecido para siempre. Amazona también está

amenazada. Y no dudo que partes de Argentina, y de mi país

puedan correr la misma suerte. De manera que ésta es una de

las cosas buenas que se han perdido, que se están perdiendo

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con el tiempo. Esperemos, aunque ciertamente sin mucha

esperanza por el momento, que esta funesta tendencia se

corrija. Un poco menos de “desarrollo” y también menos

odios, intolerancias, fanatismos y guerras, sería muy bueno

para la humanidad y, por consiguiente, también para nuestra

querida entomología.

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Cochinillas Diaspididae (Hemiptera:

Coccoidea) frecuentes en plantas de

importancia económica de la Argentina

y Brasil

Lucía E. CLAPS y Vera Regina dos Santos WOLF

2003. ISSN 1666-4523

Publicación Especial de la Sociedad Entomológica Argentina. 3.

58pp., 63 figuras y 3 láminas color.

Essa publicação especial da Sociedade Entomológica

Argentina é mais uma importante obra de extrema

importância que vem preencher uma lacuna no

conhecimento das cochonilhas com escudo (Diaspididae). O

assunto se destina para aqueles profissionais que atuam em

taxonomia, manejo integrado de pragas, defesa fitossanitária,

extensionistas, entre outros. Basicamente, esta publicação

apresenta fotos coloridas de algumas das principais espécies

de cochonilhas em suas plantas hospedeiras; contém uma

chave para identificação dos gêneros que englobam as

espécies de importância econômica; apresenta para cada

espécie uma caracterização taxonômica acompanhada de

pranchas ilustrativas e no final uma relação das plantas

hospedeiras com as respectivas espécies de cochonilhas

associadas. Pela importância que essas cochonilhas

apresentam no contexto fitossanitário, os autores,

especialistas nesse grupo de insetos, estão de parabéns pela

iniciativa, cuidados na elaboração e pelo momento oportuno

da divulgação dessa obra.

por Miguel Francisco de Souza Filho

e-mail:

Los interesados en adquirir esta publicación contactarse con las autoras: Lucia

Claps ([email protected]), Vera Wolff ( ) o con la

SEA ([email protected])

[email protected]

[email protected]

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XI International Congress of Acarology

Del 8 al 13 de setiembre del año 2002 se realizó en la ciudad de

Mérida, capital del estado de Yucatán, México, el “XI

International Congress of Acarology” (XI ICA) organizado por la

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto

de Biología de la UNAM, la Facultad de Ciencias UNAM y la

Sociedad Latinoamericana de Acarología (SLA). También se contó

con el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal

Académico (DGAPA) de la UNAM, el Consejo Nacional de

Ciencia y Tecnología (CONACyT), la Universidad Autónoma de

Yucatán, el Gobierno del Estado de Yucatán, el Ayuntamiento de

Mérida, la Sociedad Mexicana de Entomología y el Colegio de

Posgraduados. Esta fue la primera vez que un Congreso

Internacional de Acarología se realiza en un país

latinoamericano, en años anteriores las sedes fueron países de

Norte América, Europa, Asia y Australia.

En esta ocasión, como ocurre desde el año 1974 y cada 4 años,

acarólogos de diferentes países de todo el mundo se reunieron e

intercambiaron ideas y experiencias sobre diferentes aspectos de

estos artrópodos. El congreso se realizó en su totalidad en el

Hotel Fiesta Americana, con actividades simultáneas en sus

múltiples salas. Esto permitió no sólo la concurrencia a diversas

actividades separadas por un breve lapso de tiempo, sino

también el encuentro fluído entre acarólogos de distintos países.

Además, debo destacar la actitud de la comisión organizadora

que facilitó los medios de transporte necesarios para trasladarse

desde la zona de la ciudad donde nos alojábamos gran parte de

los concurrentes hasta el mencionado hotel.

Concurrieron 245 participantes de 37 países. De Latinoamérica

hubo representantes de Brasil, Costa Rica, Cuba, Chile, México y

Venezuela, y solamente yo de la Argentina. Se presentaron 286

contribuciones, incluyendo 79 simposios, 124 pósteres y 83

presentaciones orales. La gran diversidad que presentan los Acari

en su biología, se vio reflejada en los temas de los simposios, que

se refirieron a los ácaros fitófagos, parásitos, asociados a

productos almacenados, garrapatas, ácaros de aves, genética y

biología molecular, biología poblacional de las arañuelas y sus

enemigos, bioecología, diversidad y filogenia de los ácaros en

ambientes tropicales naturales, ácaros relacionados con la

agricultura, hormonas y feromonas de las garrapatas y la

potencialidad de las mismas para su control, evolución, biología

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Page 31: SOCIEDAD ENTOMOLOGICA ARGENTINA · entomología forense” podrá obtenerse información básica de la disciplina, tales como definición, breve historial, observaciones sobre las

y etología de los Acari, ácaros importantes en cultivos tropicales,

ecología, morfología y comportamiento de los ácaros acuáticos,

patrones, procesos y relaciones de los ácaros del suelo. Las

presentaciones en pósteres (entre ellos el mío) y orales se

refirieron a diversos temas relacionados con la biodiversidad,

biología y ecología de los Acari. Además de la publicación de los

resúmenes de todas las contribuciones en un libro, los trabajos

completos actualmente se encuentran en etapa de arbitraje para

su posterior publicación en los Proceedings del XI ICA.

Simultáneamente al congreso se realizaron reuniones de la

Sociedad Latinoamericana de Acarología y del International

Journal of Acarology Board. Se comenzó a discutir sobre posibles

fechas y sedes del Primer Congreso Latinoamericano de

Acarología y sobre la sede del XII International Congress of

Acarology, que será en el año 2006 posiblemente en Sudáfrica u

Holanda.

El ICA también contó con actividades sociales, tales como una

recepción de bienvenida y una espectacular cena el día jueves en

el salón principal del hotel, donde se saborearon deliciosas

comidas típicas y se disfrutó del espectáculo brindado por el

Ballet de Yucatán, para luego continuar con el baile. También

destacados participantes fueron homenajeados en virtud de sus

relevantes contribuciones a la acarología. El día miércoles se

realizó una excursión opcional a las ruinas Mayas para conocer

el sitio arqueológico de Dzibilchaltun, Uxmal y la Hacienda Ochil

or Poxila, a la cual concurrimos la mayoría de los participantes.

Además, se ofrecieron diferentes tours por la ciudad y sus

alrededores para los acompañantes de los concurrentes al

congreso.

Esta fue mi primera participación en un congreso internacional

de acarología y quiero agradecerle a la comisión organizadora

por las facilidades económicas que me otorgaron y que

permitieron mi concurrencia. Por último quiero destacar la

cordialidad, dedicación y esfuerzo de los integrantes de la

comision organizadora, especialmente de su secretario, el Dr.

Juan B. Morales-Malacara, quien como dijo una colega “será

recordado en el futuro como el hombre que hizo que el XI ICA

fuera posible”. Esto sumado al clima amistoso que surgió entre

los participantes, a la excelencia del lugar físico, de su

equipamiento y de los trabajos científicos presentados, hicieron

que el XI ICA fuera un éxito.

por Marcela Lareschi

e-mail: [email protected]

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Marco legal para la comercialización y

control de fauna silvestre en Colombia

La ley nº 611 de 2000 dicta las normas para el manejo

sostenido de fauna silvestre, creando un nuevo marco jurídico

para regular el uso sostenible de la fauna silvestre de nuestro

país. En los Art. 9 y 12 se establece que es posible adelantar

trabajos de aprovechamiento de cualquier especie de fauna

silvestre a través de la zoocría, estableciendo la viabilidad y

las condiciones mínimas de carácter científico, técnico y

biológico tanto para desarrollar las actividades de caza con

fines de fomento como para el establecimiento de

zoocriaderos. La resolución nº 1317 de 2000 establece unos

criterios adicionales a las directrices de la enunciada ley, para

efectos de que las Corporaciones Autónomas Regionales

determinen la viabilidad de otorgar una licencia ambiental

que involucra las actividades de caza de fomento con fines de

zoocría, instalación y construcción del zoocriadero, fase

experimental y fase comercial.

En la resolución nº 1367 de 2000 se establece el

procedimiento para las autorizaciones de importación y

exportación de especimenes de la diversidad biológica que no

se encuentran listadas en los apéndices de la Convención

CITES. Esta se tramita ante el Ministerio del Medio Ambiente,

y el control y seguimiento se efectúa por medio de las

Corporaciones Autónomas Regionales.

En la actualidad no existen estudios detallados sobre aspectos

biológicos y el estado de amenaza para la totalidad de las

especies de mariposas y de escarabajos en Colombia. Es por

esta razón que ninguna de las especies de Colombia está

incluida en la lista de especies amenazadas de CITES. Sin

embargo, se señala un listado de especies amenazadas, cuyos

trabajos serían únicamente orientados hacia su conservación.

Existen referencias sobre las 14 familias de mariposas, y

también sobre escarabajos presentes en Colombia y su

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distribución dentro del territorio nacional, lo que hace viable

el planteamiento de programas de zoocría.

Existe una empresa en Colombia que está exportando

mariposas legalmente, quienes vienen trabajando hace varios

años en este proceso. Hay otros proyectos en camino que

están cumpliendo su fase experimental.

Pienso que hacia el futuro se deberá estandarizar el trasporte

de insectos para exportar, aunque creo que actualmente se

realiza con las condiciones técnicas para transporte de

insectos consignada en el manual de CITES u otras referencias

técnicas.

En Bogotá D.C. se encuentra el DAMA (Departamento

Administrativo del Medio Ambiente) quien efectúa las labores

de control de tráfico de especies y realiza los decomisos de

animales, los cuales son llevados a un centro de recepción de

fauna. Esta entidad cumple con las labores de la corporación

autónoma a nivel urbano.

Existen varios problemas en Colombia con respecto al tráfico

de especies, principalmente por la falta de infraestructura

operativa eficiente y además no hay sanciones drásticas al

respecto. La fauna decomisada es otro problema por el hecho

de mantenerla viva en estos centros, quienes reciben mucha

cantidad y variedad de especies, y es costoso su

mantenimiento, con el agravante de no saber su sitio de

origen para reintroducción y no contar con métodos claros

para realizar esta labor.

Algunos datos sobre decomisos de insectos en Bogotá (en

unidades):

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1998 1999 2000 Escarabajos 49 35 1 Mariposas 382 8 --- Tarÿántulas 39 39 ---

En Colombia existe el tráfico ilegal de insectos y nosotros

pretendemos colaborar para disminuir este problema. Una

manera efectiva es no comprar insectos que no tengan

licencia para comercializar (actualmente en Colombia sólo

una empresa tiene licencia para la comercialización de

mariposas).

También debemos crear conciencia en nuestro país, de que es

posible criar y comercializar insectos de manera legal,

mediante la reproducción de especies en cautiverio,

generando y promoviendo proyectos de conservación de

especies que son sometidas a tráfico y proporcionando

información y apoyo a las entidades de control para educar,

controlar y disminuir este grave problema. Todo es posible

mientras se contribuya al conocimiento y al bienestar del

hombre y su medio ambiente.

Nuestra empresa se encuentra realizando los trámites para

llevar a cabo un proyecto de uso sostenido de insectos para

conservación, investigación y comercialización de insectos

(mariposas y escarabajos). Para nosotros es importante que le

demos a los insectos el valor que se merecen y no permitir la

tenencia ni el comercio de ellos sin fines específicos.

por Camilo E. Barrios

Dir. Dpto. Técnico Industrias Bacom Ltda.

TANAMA insect farm-Bogotá-Colombia

e-mail: [email protected]

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Sinceras felicitaciones para la por haber

sido galardonada con el Premio Hermann Burmeister 2002

(mención Zoología), otorgado anualmente por la Academia

Nacional de Ciencias.

Dra. Adrina Marvaldi

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CURIOSIDADES…

Todo este misterio comenzó cuando realizábamos trabajos de

campo en la selva marginal de Punta Lara (Partido de Ensenada,

Prov. de Buenos Aires), durante 1989. Cada quince días,

rigurosamente, visitábamos un pequeño “pantano” cubierto de

pleuston y, pacientemente, revolvíamos durante horas las

plantas acuáticas en busca de heterópteros y coleópteros

acuáticos y semiacuáticos.

Al poco tiempo de iniciar los trabajos observamos que, tanto en

las redes como en los embudos de Berlese-Tullgren, aparecían

unos objetos pequeños cilíndricos o discoidales, color pardo o

blanquecino y translúcidos.

Ante la intermitencia de la arcana aparición, comenzamos a

observarlos con más detenimiento. Eran muy livianos (flotaban

en el agua) y fáciles de rayar con la punta aguda de una pinza o

alfiler. La única cosa segura era que ¡vivos no estaban! A pesar de

todo, consultamos con la mayoría de los colegas a mano:

zoólogos, botánicos, paleontólogos y geólogos. Nadie reconoció

nada atinente a su especialidad.

Frustradas, abandonamos por un tiempo la búsqueda de

información.

Años después, ya más desganadamente, consultamos al Dr.

Bachmann que, como siempre, observó los misteriosos objetos y

dijo alegremente: es polietileno en bruto (comercialmente se

llaman grumos de polietileno), se utiliza como materia prima

para el film de polietileno y suele derramarse en los

desembarcos de bolsas en el puerto.

Así entendimos por que los encontramos flotando entre las

plantas del “pantano”; este tiene conexión con el Río de La Plata

por medio del canal que va desde la localidad de Villa Elisa hasta

Punta Lara.

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Recordando la sucesión de hechos con una sonrisa, resolvimos

compartir esto para que algún colega no sea sorprendido en su

buena fe, mientras trabaja en el campo, por estos pequeños y

malignos objetos no identificados.

por Mónica López Ruf

y Liliana A. Fernández

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