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Sin que sea necesario partir de una por- menorizada revisión historiográfica, no parece que haya excesivos problemas en admitir que la organización de la sociedad islámica asenta- da en la tierras de la Marca Superior es segu- ramente uno de los temas menos abordados de la ya de por sí poco frecuentada historia de al-Andalus en el valle del Ebro. Una mínima prospección bibliográfica puede poner este hecho de manifiesto (p.e. VIGUERA, 1988: pp. 249- 286). Frente a tal posición, las notas que siguen a continuación parten del convencimiento de que la cuestión de la desaparición de los esta- dos islámicos en el valle del Ebro ha de enfo- carse desde el estudio de la dinámica de desin- tegración de la sociedad andalusí, por lo tanto no sólo como un proceso favorecido por el desarrollo expansivo de la formación social que acabó por sustituirla, la aragonesa, sino sobre todo como consecuencia de un bloqueo inter- no que impidió el desarrollo de fórmulas efec- tivas de resistencia ante la imparable potencia militar de los cristianos. Esta postura no sólo se hace en el sentido de restituir a la sociedad andalusí su plena legitimidad como sujeto his- tórico, sino, a la vez, en el de resituar concep- tualmente el proceso de sustitución de forma- ciones sociales sobre un mismo espacio que la historiografía tradicional denominó “reconquista y repoblación”. Un feliz ejemplo de la pertinencia de tal perspectiva lo ofrece el trabajo de C. Laliena y Ph. Sénac (1991) sobre los orígenes de la expansión aragonesa sobre al-Andalus, donde el estudio del avance cristiano corre paralelo al de la estructura social y política de las zonas más septentrionales de la Marca Supe- rior. Desde este punto de vista, el estudio de las estructuras socio-políticas que caracterizan la última fase andalusí en el valle del Ebro cons- tituyen una necesidad ineludible para entender y explicar el proceso de sustitución y desinte- gración de tales estructuras. Muestra de las posibilidades de esta línea de trabajo son los abundantes y ya clásicos trabajos de los inves- tigadores de la Casa de Velázquez, especial- mente los referentes a la organización del te- rritorio, sin duda uno de los enfoques más provechosos de la reciente investigación sobre al-Andalus. No será distinto el enfoque en esta ocasión. El fuerte carácter regional de esta pers- pectiva de análisis ha desembocado a la larga en un evidente desequilibrio en nuestro cono- cimiento general sobre la cuestión. Así, mien- tras en algunas zonas el nivel resulta más que aceptable, como ocurre con el entorno de Huesca, donde los estudios de Ph. Sénac y C. Escó han constituido una de las bases funda- mentales para nuestro conocimiento de la socie- dad andalusí en la Marca Superior (SÉNAC y ESCÓ, 1991; SÉNAC, 1991, etc.), otras, como el propio valle del Ebro, permanecen todavía con grandes lagunas, a excepción quizás de la zona de Lérida (GIRALT, 1991; ERITJA, 1994; BOLÒS, 1993), situación que se agrava en los márgenes meri- dionales de la antigua Marca Superior, donde el panorama nos es casi completamente des- Sociedad y administración del territorio en el t agr al-‘alà: El ejemplo del iqli - m de Qutanda Julián M. Ortega Ortega* Para Antonio y Clemente, sin duda * Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel

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Sin que sea necesario partir de una por-menorizada revisión historiográfica, no pareceque haya excesivos problemas en admitir quela organización de la sociedad islámica asenta-da en la tierras de la Marca Superior es segu-ramente uno de los temas menos abordadosde la ya de por sí poco frecuentada historia deal-Andalus en el valle del Ebro. Una mínimaprospección bibliográfica puede poner estehecho de manifiesto (p.e. VIGUERA, 1988: pp. 249-

286). Frente a tal posición, las notas que siguena continuación parten del convencimiento deque la cuestión de la desaparición de los esta-dos islámicos en el valle del Ebro ha de enfo-carse desde el estudio de la dinámica de desin-tegración de la sociedad andalusí, por lo tantono sólo como un proceso favorecido por eldesarrollo expansivo de la formación social queacabó por sustituirla, la aragonesa, sino sobretodo como consecuencia de un bloqueo inter-no que impidió el desarrollo de fórmulas efec-tivas de resistencia ante la imparable potenciamilitar de los cristianos. Esta postura no sólose hace en el sentido de restituir a la sociedadandalusí su plena legitimidad como sujeto his-tórico, sino, a la vez, en el de resituar concep-tualmente el proceso de sustitución de forma-ciones sociales sobre un mismo espacio que lahistoriografía tradicional denominó “reconquistay repoblación”. Un feliz ejemplo de la pertinenciade tal perspectiva lo ofrece el trabajo de C.Laliena y Ph. Sénac (1991) sobre los orígenesde la expansión aragonesa sobre al-Andalus,

donde el estudio del avance cristiano correparalelo al de la estructura social y política delas zonas más septentrionales de la Marca Supe-rior. Desde este punto de vista, el estudio delas estructuras socio-políticas que caracterizanla última fase andalusí en el valle del Ebro cons-tituyen una necesidad ineludible para entendery explicar el proceso de sustitución y desinte-gración de tales estructuras. Muestra de lasposibilidades de esta línea de trabajo son losabundantes y ya clásicos trabajos de los inves-tigadores de la Casa de Velázquez, especial-mente los referentes a la organización del te-rritorio, sin duda uno de los enfoques másprovechosos de la reciente investigación sobreal-Andalus. No será distinto el enfoque en estaocasión. El fuerte carácter regional de esta pers-pectiva de análisis ha desembocado a la largaen un evidente desequilibrio en nuestro cono-cimiento general sobre la cuestión. Así, mien-tras en algunas zonas el nivel resulta más queaceptable, como ocurre con el entorno deHuesca, donde los estudios de Ph. Sénac y C.Escó han constituido una de las bases funda-mentales para nuestro conocimiento de la socie-dad andalusí en la Marca Superior (SÉNAC y

ESCÓ, 1991; SÉNAC, 1991, etc.), otras, como elpropio valle del Ebro, permanecen todavía congrandes lagunas, a excepción quizás de la zonade Lérida (GIRALT, 1991; ERITJA, 1994; BOLÒS, 1993),situación que se agrava en los márgenes meri-dionales de la antigua Marca Superior, dondeel panorama nos es casi completamente des-

Sociedad y administración del territorio en eltagr al-‘alà: El ejemplo del iqli-m de QutandaJulián M. Ortega Ortega*

Para Antonio y Clemente, sin duda

* Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel

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conocido. Sólo de forma muy reciente se haemprendido la tarea de solventar estos pro-blemas. Los recientes estudios sobre la red deregadíos implantada desde época andalusí enla zona de Almonacid de la Cuba (Zaragoza),llevados a cabo por varios miembros del Depar-tamento de Hª. Medieval de la Universidad deZaragoza, son un buen ejemplo de ello (ARE-

NILLAS et alii, 1996; UTRILLA, 1996; SESMA et alii, 1996).La necesidad de continuar ampliando las áreasde estudio y reduciendo la escala de los análi-sis parece, pues, clara.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DE UN TERRITO-RIO: EL IQLI

-M DE QUTANDA

Qutanda, un hiSn?

Las informaciones escritas más antiguas queposeemos sobre Qutanda se remontan al sigloV/XI. Es al-‘U∂ri (m. 478/1086) el primer autorque nos aporta alguna noticia sobre la cues-tión (ver apéndice I-1). De forma sucinta, elautor almeriense dice que Qutanda era uno delos aqalim (sing. iqlim) dependientes de Zara-goza, sin especificar nada acerca de qué tipode asentamiento era el propio enclave de Cutan-da (GRANJA, F. de la, 1967: p. 459, nº 8; SOUTO, 1992:

pp. 128-9). Tampoco las referencias, más tardí-as, de al-Idrisi (m. 560/1165) permiten extraerconclusión alguna sobre este punto, ya que sólonos habla de este lugar como una etapa delcamino de Zaragoza a Valencia sin precisar más(ver apéndice I-2). Deberemos esperar al sigloVII/XIII para que Yaqut (m. 626/1228-9), elúnico autor que se define en este punto, hagareferencia a Cutanda empleando la palabrabalda (ver apéndice I-3). Desgraciadamente,este término no aporta excesiva claridad, ya queparece tener un carácter bastante genérico(SOUTO, 1992: p. 119). El mismo Yaqut por ejem-plo alude a la propia capital de la Marca Supe-rior, Zaragoza, como balda (ABD AL-KARIM, 1974:

p. 181), término que igualmente utiliza para refe-rirse a Tarragona (ABD AL-KARIM, 1974: p. 221) oa Daroca, a la que también llama medina eincluso alquería en otros pasajes de su Mu’yamal-buldan (ABD AL-KARIM, 1974: p. 161; SOUTO,

1991: p. 125). Aunque generalmente Yaqut utili-

za la palabra balda para referirse a asentamien-tos de cierta consideración (no aparecería ensu obra si fuera de otra manera), lo confuso desu empleo no permite ninguna conclusión segu-ra al respecto. En todo caso, el hecho queQutanda aparezca en al-‘U∂ri como centro deun iqlim permite pensar que este enclave tuvie-ra un papel significativo en la red de pobla-miento de la zona, al menos desde mitad delsiglo V/XI y posiblemente desde bastante antes,papel que perfectamente pudo desempeñarmediante la presencia de un qa'id al frente deun hiSn. Sabemos que algunos otros centros rec-tores de aqalim de la jurisdicción de Zarago-za controlaban a su vez a otros huSun. Es elcaso del cercano hiSn al-Munastir, es decir Almo-nacid de la Cuba, que dependía a su vez deBilsid, seguramente Belchite, centro de uno deestos aqalim, vecino del de Cutanda (GRANJA,

F. de la, 1967: p. 14; ABD AL-KARIM, 1974: p. 124;

SOUTO, 1992: pp. 123-5). Se puede pensar por lotanto que también el iqlim que administraba lastierras del entorno del Pancrudo estuviera orga-nizado de forma similar, con un hiSn central enla misma Cutanda y quizás algún(os) otro(s)secundario(s).

El iqlim de Qutanda: algunas consideracionessobre sus límites

La otra información que nos ofrece al-‘U∂rien su breve alusión a Qutanda es que el nahrBaltas, que en otra parte de su obra identifi-ca con el Huerva (Warba), tenía su nacimien-to en el territorio del iqlim de Cutanda, con-cretamente en un lugar llamado fayy Ba∂ra(GRANJA, F. de la, 1967: p. 11, n. 4; SOUTO, 1992: pp.

133-4). Tenemos así un primer dato para inten-tar delimitar geográficamente el espacio en elque se emplazaba este distrito (Fig. 1). Recien-temente, J. A. Souto (1992: pp. 124-5) ha pro-puesto identificar el castillo de Pedro, aludido poral-Razi, con el hiSn Baytara, mencionado porYaqut y, siguiendo a al-Ahwani, con el citadofayy Ba∂ra. Basan ambos autores esta afirma-ción en la referencia que el cronista cordobéshace de los desfiladeros que se localizaban enlas cercanías de este castillo y que deben corres-ponder a los localizados en el río Piedra, adya-centes al famoso monasterio del mismo nom-bre. A pesar de que la hipótesis de J. A. Souto

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es interesante, no hay razón para no seguir fiel-mente la referencia de al-‘U∂ri, sobre todo si,como veremos, ésta revela una gran coheren-cia. Un simple vistazo a la geografía de la zonadonde el Huerva tiene su nacimiento nos harácomprobar la exactitud de la descripción de al-‘U∂ri. Efectivamente, el nacimiento del Huervase sitúa a menos de diez kms. de Cutanda enlínea recta, concretamente en el actual Puertode Fonfría, a 1.247 mts. de altura, entre la zonadel Retuerta al S. (1.492 mts.) y la impresio-nante alineación constituida por la Muela de Ana-dón las sierras de Oriche y de Cucalón, al N.,donde se alcanzan los 1.478 mts. de altura. Laorientación NW-SE. a lo largo de más de 15kms. hace perfectamente aceptable que al-‘U∂ridenominara a esta zona fayy, “desfiladero”.Hay que tener en cuenta además que la pri-mera mención que poseemos de las sierras deOriche, en la carta de poblamiento de Mon-forte de Moyuela de 1157, aparecen referidascomo lapidem fixum que vocatur Petra-fixa (LEDES-

MA, 1991: p. 105, nº 82), dando así nombre a laactual localidad de Piedrahita. Recogiendo losmismos argumentos filológicos que expone J.A. Souto para localizar Ba∂ra en el río Piedra,es posible pensar que el fayy Ba∂ra de al-‘U∂rino sea otra cosa que el citado Petra-fixa de 1157.Por lo tanto, parece bastante probable que lasinformaciones de al-‘U∂ri fueran correctas, espe-cialmente si tenemos en cuenta que todo apun-ta a que este autor pasó por las cercanías deesta zona de camino a Zaragoza (GRANJA, F. de

la, 1967: pp. 450, nº 2, y 455-6).

Tenemos por lo tanto bien enmarcado loque constituía el núcleo del iqlim de Cutanda:el nacimiento del Huerva y la propia poblaciónde Cutanda. Ahora intentaremos aproximarnosa cuáles eran los límites del distrito. Los sec-tores donde éstos aparecen de forma más níti-da son los situados al norte y occidente. Paradelimitar el iqlim por el W. no contamos conninguna información contemporánea a al-‘U∂ri.Sí se puede traer a colación, en cambio, unaconocida noticia del Muqtavis V de Ibn Hayyan,tomada a su vez de al-Razi, en la que descri-be la ruta seguida por el califa an-NaSir en sucampaña del 322/937 contra Zaragoza (ZANÓN,

1986). El ejercito encabezado por ‘Abd al-Rah-man an-NaSir siguió el eje del Jiloca de S. a N.

por mahallat L.nqa, que debe ser identificadasin grandes dudas con el Poyo del Cid, la anti-gua Leonica (GÓMEZ-PANTOJA, 1989-90), siguien-do después por Calamocha (hiSn Qalamusa),por hiSn ar-Rayahin del distrito (‘amal) de losBanu Razin, por mary Taw.b.r, una de las alqueríassituadas sobre el río (al-wadi), cerca de Daro-ca (Daruqa), hasta alcanzar mahallat aS-ßafSaf,perteneciente ya al distrito (‘amal) de Zaragozahasta alcanzar Muel (mahallat Mulah), sobre elrío Huerva (nahr Baltas). J. Zanón (1986: pp. 47-

9), en su estudio de este trayecto no consigueidentificar los tres últimos topónimos citados des-pués de Calamocha, el hiSn ar-Rayahin, el lugarde mary Taw.b.r. y la acampada de aS-ßafSaf.Además propone seguir este trayecto por lamisma ruta que describe al-‘U∂ri, es decir, porCalamocha, Daroca, Alfamén y Zaragoza (GRAN-

JA, F. de la, 1967: pp. 455-6, nº 2). No obstante,puede plantearse otra interpretación si tene-mos en cuenta que en la Edad Media y ÉpocaModerna el camino habitual desde Valencia aZaragoza no pasaba por Daroca, sino que sedirigía precisamente desde Calamocha hasta elHuerva, siguiendo luego el cauce del río hastaMuel y Zaragoza (GARGALLO y SÁNCHEZ, 1984).Según esta hipótesis, se pueden hacer algunassugerencias sobre los límites occidentales deliqlim de Cutanda.

En primer lugar, dentro de la ruta propuesta,los tres misteriosos topónimos deben ser loca-lizados al N. de Calamocha y al S. de Muel, esdecir, entre el Barranco de Cuencabuena, queune con el curso alto del Huerva y el cursomedio de este mismo río. Suponiendo que cadauno de estos hitos del camino se separara delos restantes por un trecho relativamente homo-géneo y equidistante es posible pensar que, deN. a S., mahallat aS-ßafSaf se situara hacia Cari-ñena, dentro del ‘amal de Zaragoza y posible-mente dentro del iqlim de Baltas, emplazado,según al-‘U∂ri y al-Himyari, sobre el curso delHuerva, alrededor de Muel (Muwala) (GRAN-

JA, F. de la, 1967: pp. 459, nº 8; SOUTO, 1991, 122;

SOUTO, 1992: pp. 138-9). Por su parte, la alque-ría de Taw.b.r podría localizarse hacia Villadoz-Badules, a unos diez kms. de Daroca, sobre elpropio río Huerva, no sobre el Jiloca, como pare-ce sugerir J. Zanón (1986, 48; SOUTO, 1992: pp.

143, n. 284). F. J. García Marco (1993, 38-9, n. 36)

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por su parte opina que debe situarse en Torreso Valtorres. Entre ambos asentamientos habríaque localizar el límite entre los distritos califa-les de Calatayud-Daroca y de Zaragoza. Por últi-mo, el hiSn ar-Rayahin se situaría posiblemen-te al final del Barranco de Cuencabuena oBarranco Hondo, en torno a la misma pobla-ción de Cuencabuena o hasta Lagueruela, conla que el límite NE del ‘amal califal de los BanuRazin y seguramente de la posterior taifa defiantamariyya, se localizaría en torno a esta zona.Si esta deducción es correcta, podría identifi-carse el hiSn ar-Rayahin con El Castillejo (Lecha-go), localizado en el Barranco del Regajo, a unkm. del Barranco de Cuencabuena, aprove-chando un importante cerro testigo (BURILLO

MOZOTA, 1979; BURILLO JIMÉNEZ, 1991b). Con-serva restos de un torreón de planta cuadra-da, de 5’5 mts. en el extremo E. pero los res-tos de un impor tante recinto amuralladobordean todo el cerro (Lám. 1 y 2). El pobla-do se localizaba en la base, aprovechando unapequeña vaguada. La existencia de la fortifica-ción durante la segunda mitad del siglo V/XI yprincipios del siglo VI/XII está fuera de toda duda.Los materiales aparecidos lo confirman. El tipode ollas habituales en la zona, frecuentementecubiertas al interior por una fina capa de vidria-do y decoradas al exterior con goterones demanganeso combinados con incisiones a peineformando bandas horizontales pertenecen aeste momento. Lo mismo puede decirse de latambién frecuente aparición de restos de gran-des vasijas de almacenamiento con el carácte-rístico borde en perfil de “palo de golf ” y deco-radas con motivos plásticos, bandas unguladashorizontales sobre todo, que se combinan conlineas incisas a peine onduliformes y horizon-tales de aspecto poco cuidado. Este tipo de gran-des contenedores de almacenamiento es habi-tual también en la comarca de Cuencas Mineras,aunque la extensión de este tipo es muchomás amplia, abarcando prácticamente todo elvalle medio del Ebro, como parecen indicar suaparición en las comarcas de Calatayud, enDaroca, por ejemplo en Cerro Almada (Villa-real de Huerva) (C.A.A. 89-90, 1993a) o en ElCastillejo (Mainar) (C.A.A. 89-90, 1993c), e inclu-so en la zona de Las Bardenas Reales, en Nava-rra (SESMA Y GARCÍA, 1994: pp. 204, f. 25).

El iqlim de Cutanda, por lo tanto, limitaríacon los Banu Razin en la propia depresión delJiloca a occidente y el citado Barranco de Cuen-cabuena, por el sector NW. Esta suposiciónestá avalada además por una referencia de laHistoria Roderici en la que queda claro que loslímites septentrionales de la taifa de los BanuRazin en tiempos de Hussam al-Dawla per-manecían invariados desde el califato, es decir,entre Calamocha y Daroca (MENÉNDEZ PELA-

YO, 1943, I: pp. 357-9, y II: p. 934; BOSCH VILÀ, 1959:

p. 60; ALMAGRO BASCH, 1956). Al N. el iqlim deCutanda limitaría con el distrito de Calata-yud/Daroca, que cortaría por el mismo caucedel Huerva. Por lo que respecta a la zona NE.,ya hemos visto que el nacimiento del Huervase incluía en el distrito de Cutanda, aunque noes posible precisar más. Por coherencia geo-gráfica puede pensarse que el límite con el veci-no iqlim de Bilsid se establecía por la mismasierra de Oriche, de este modo el distrito deBelchite-Almonacid de la Cuba ocuparía todala cuenca hidrográfica del Aguasvivas (SOUTO,

1992: pp. 123-4; UTRILLA, 1996; ARENILLAS et alii, 1996;

SESMA et alii, 1996), aunque no puede descar-tarse que, al menos las estribaciones septen-trionales de la Sierra de Oriche fueran con-troladas por Cutanda. Tampoco podemosprecisar gran cosa acerca de los límites medi-rionales y orientales. Puede suponerse, por losmismos argumentos de coherencia geográfica,que todo el valle del Pancrudo constituía el ejedel iqlim, quedando separado de todo el impor-tante valle del Martín, a oriente, y del valleAlfambra, al SE., del que sabemos por Yaqutque formaba una nahiya con identidad propiadependiente de Zaragoza (ABD AL-KARIM, 1974:

pp. 62-3; SOUTO, 1992: pp. 122-3).

Cutanda, Daroca, Zaragoza

No parece que haya demasiadas dudas enla dependecia directa de Cutanda respecto deZaragoza en todo momento (sobre el ‘amal deZaragoza ver SOUTO, 1991). A pesar de la extra-ñeza de E. Manzano sobre el hecho de que al-‘U∂ri atribuya el iqlim de Cutanda directamen-te a Zaragoza en lugar de integrarlo en eldistrito, más próximo, de Calatayud y Daroca,según el esquema de administración del terri-torio califal descrito por al-Razi (MANZANO,

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1991: pp. 126-7), lo cierto es que el único argu-mento que permite pensar en esta depende-cia parte de una noticia de al-Maqqari, quien,a pesar de que su texto no es esencialmentegeográfico, nos transmite un interesante datoal describir la batalla de 1120 (ver apéndice I-4). Según este autor, Cutanda se localizaba “...en la zona de Daroca, distrito de Zaragoza, enla Frontera Superior” (GAYANGOS, 1843, II: p. 304;

UBIETO, 1981: p. 176). Ciertamente, lo lacónicode la referencia no permite extraer, de nuevo,conclusiones demasiado seguras. Al-Maqqari-parece utilizar a Daroca más bien como sim-ple punto de referencia geográfica. En todocaso, lo primero que hay que advertir, y enesto radica quizás su interés, es que la noticiano sugiere ningún tipo de dependencia deCutanda respecto de Calatayud, sino, en todocaso, de Daroca. Al-Maqqari no alude pues ala organización del territorio descrita por al-Razi,sino a la del final de las taifas. Lo mismo ocu-rre con la comentada noticia de al-‘U∂ri, refe-rida quizás a la organización administrativa exis-tente tras la reunificación de la taifa llevada acabo por al-Muqtadir, después de que, a lamuerte de Sulayman b. Hud, ésta se dividieraentre sus hijos, pasando Daroca a formar parteuna de estas dependencias, la de Calatayud, enmanos de Muhammad b. Sulayman b. Hud‘Adad al-Dawla (TURK, 1978: pp. 69ss.). De todasformas, no sería extraño que, como ocurrirácon otras ciudades a finales del siglo V/XI, Moli-na o Medinaceli por ejemplo, Daroca hubierasido capaz de desarrollar una cierta autonomía,al abrigo del desarrollo urbano que parececaracterizarle durante la segunda mitad del sigloV/XI (ORTEGA, 1996). En este contexto es posi-ble que Cutanda pudiera haber estado en laórbita de Daroca. De todas formas, lo sucintode la noticia no permite ir más allá. Hay querecordar, por otra parte, que todavía a media-dos del siglo V/XI Ibn Hazm integra a Qurba-la (Corbalán, Teruel) en las dependencias deZaragoza (MANZANO, 1991: pp. 149-150 y 212-3)y Yaqut, dos siglos después, hace lo mismo conel Alfambra (ABD AL-KARIM, 1974: pp. 62-3; SOUTO,

1992: pp. 122-3), lo que indica claramente queestos territorios, mucho más meridionales quela propia Cutanda, también dependieron enalgún momento directamente de Zaragoza.

El iqli-m de Qutanda y la administración delterritorio en época de taifas

No cabe duda que el iqlim, como unidadde administración territorial, tuvo una impor-tancia central durante las taifas. Las propiasreferencias de al-‘U∂ri son buena prueba de ello,pero no la única. A finales del periodo taifa, laadministración judicial de Córdoba seguía em-pleando el iqlim y la jurisdicción de la ciudadcomo fórmula para la localización cualquierpoblación o alquería. Así por ejemplo un vere-dicto (fatwà) recogido en los Nawazil de Ibnal-Hayy, fechado en 475/1085-6, localizaba aMunt Inyana en el iqlim de Rub' Ash-Sha'ra', del‘amal (jurisdicción) de la ciudad de az-Zahra',o a Uktabat al-Maqafi, del iqlim de Al-Muban-sitar, del ‘amal de Córdoba (BENABOUD y BENS-

BAA, 1993: p. 261).

A pesar de todo, desconocemos en granmedida cuál es la naturaleza de la unidad deadministración del territorio que las fuentesárabes denominan iqlim. Varias son las opinio-nes que se han vertido al respecto. Algunosautores ven en el término una simple referen-cia geográfica. J. Vallvé (1986: p. 236) por ejem-plo le da el sentido de “comarca natural”. Noobstante la mayoría de las hipótesis parecen estarde acuerdo en el carácter claramente admi-nistrativo del término, siguiendo a H. Monés(1956) que interpretó en su dia el iqlim comouna fórmula administrativa dirigida a ordenarespacios de economía basicamente agrícola,frente al yuz‘ fundamentalmente ganadero ycaracterizado también por un régimen fiscalpeculiar. Parecido sentido, “división agrícola debase financiera”, es el que da G. Abd al-Karim(1972: p. 28), quien, a partir de las informacio-nes proporcionadas por Yaqut, identifica iqlimcon rustaq y nahiya. Por su parte, L. Cara y J.Mª. Rodríguez (1992: p. 72, n. 42) han vuelto ainsistir en el carácter eminentemente fiscal delos aqalim siguiendo el testimonio tardío deIbn Sa‘id, cuando alude a ellos en alguna oca-sión como ‘amal. M. Barceló (1984: pp. 91-2), apartir de las datos ofrecidos por al-‘U∂ri yYaqut, opina que, en el caso mallorquín, losaqalim debieron ser unidades administrativasreducidas, pero densamente pobladas, segura-mente equivalentes al rustaq oriental y de emi-

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nente carácter fiscal. A partir de las noticias deal-‘U∂ri sobre los aqalim dependientes de Zara-goza, J. A. Souto (1992: p. 115) concreta algomás esta opinión y piensa que el término iqlimdebe ser interpretado como un distrito agrí-cola especializado en una economía de rega-dío, ya que la mayoría de los aqalim citados porel autor almeriense en el valle del Ebro giranen torno a importantes arterias fluviales.

Efectivamente, tres parecen ser los ele-mentos fundamentales que definen al iqlim: sunaturaleza administrativa, su carácter fiscal y sucoherencia geográfica en torno a ejes fluviales.Quizás el primer punto sea el más claro. Nohay duda de que los aqalim eran las unidadesde administración territorial en las que queda-ba dividida la kura califal o el ‘amal de épocataifal en las tierras que quedaban fuera del hawzal-madina. Algunas de estas coras y amales seorganizaban sólo mediante aqalim como ocu-rre en Córdoba, dividida en 15 aqalim. Lomismo ocurría en las coras de Tudmir, Sidonia,Niebla, Zaragoza, Sevilla (VALLAVÉ, 1986: p. 235;

SOUTO, 1992: p. 117; ROLDÁN, 1993: pp. 110-125) oHuesca, según información del Dikr bilad al-Andalus (SOUTO, 1992: p. 117). Otras coras seorganizan a través de la combinación de aqa-

lim y ayza‘ (sing. yuz‘). Así ocurre con Algeci-ras, en Ilbira, donde al-‘U∂ri menciona 25 aqa-

lim y 26 ayza‘ (SÁNCHEZ MARTÍNEZ, 1975-76), oen Valencia, donde el mismo autor alude a 14ayza‘, generalmente al sur del Palancia, y 10 aqa-

lim, al norte (VALLVÉ, 1986: p. 293). Otras corasúnicamente presentan ayza‘, como parece ocu-rrir en Mallorca a partir de los datos al-‘U∂ri,Yaqut y del Repartiment (BARCELÓ, 1984).

Respecto al segundo punto, la naturalezafiscal del iqlim tampoco resulta excesivamenteproblemática, ya hemos visto varias opinionesal respecto. Las informaciones transmitidas poral-‘U∂ri y el Dikr bilad al-Andalus a propósitode la recaudación fiscal de las coras de Ilbira yCórdoba, donde el iqlim aparece claramentecomo una unidad básica de organización de lafiscalidad rural, son testimonio suficiente (VALLVÉ,

1986: pp. 254-6 y 271-3).

Por último, tampoco parece haber duda deque el iqlim se carácteriza por su coherencia

geográfica. Seguramente de ello derivan las rela-ciones entre el iqlim y la nahiya. Las referen-cias a nawahi (sing. nahiya) en al-Andalus sonen general tardías, principalmente de Yaqut,aunque anteriormente ya Ibn al-Faradi (m.403/1013) o al-‘U∂ri emplean la expresión(VALLVÉ, 1986: p. 233), al igual que Ibn Galib (sigloVI/XII), posteriormente recogido por el propioYaqut, cuando alude por ejemplo a la nahiyade Zanata, dependiente de Zaragoza (ABD AL-

KARIM, 1974: p. 173). En principio, su significadoparece hacer referencia a toda zona geográfi-ca que comprenda un número de ciudades yalquerías, aunque Yaqut informa de forma expre-sa que en algunos contextos, como ocurrecuando habla de Ulya, uno de los aqalim de lacora de Sevilla, “La palabra iqlim correspondeaquí a una alquería grande en su conjunto”(ANAD Al-KARIM, 1974: p. 89; ABD AL-KARIM, 1972).Quizás por ello Leví-Provençal (1957: p. 26) seinclinaba a pensar que la nahiya no había teni-do nunca un valor oficial en al-Andalus, opinióncompartida por J. A. Souto (1991: p. 122; SOUTO,

1992: p. 115). Además, no cabe duda que debióexistir algún tipo relación entre la nahiya y eliqlim. Así, Yaqut, al describir la cora de Rayya,comenta que los magrebíes utilizaban el terminonahiya con valor análogo al de iqlim (ABD AL-

KARIM, 1974: p. 171) y el mismo autor, al hablarde Calatrava, dice “Comprende cierto núme-ro de alquerías y de nawahi, a los que se lesllama también ayza’, término que aplican conel mismo valor que iqlim...” (ABD AL-KARIM, 1974:

p. 165). Esto es coherente con la referencia queal-‘U∂ri hace a la nahiya de Balad Nuwabo, quesitúa en el iqlim Funtus, de la jurisdicción de Zara-goza (GRANJA, F. de la, 1967: p. 459), donde quedaclaro que la nahiya es un sector del iqlim. Res-pecto al carácter “fluvial” del iqlim, del queposiblemente derive su identificación con lanahiya, resulta especialmente patente en el pro-pio ‘amal de Zaragoza, donde todos los aqa-

lim se localizan sobre importantes arterias flu-viales, al igual que ocurre en Huesca, donde elDikr bilad al-Andalus también menciona la exis-tencia de cinco aqalim en torno a cuencas flu-viales (SOUTO, 1991: p. 122; SOUTO, 1992: p. 117).Lo mismo puede decirse en lo referente a laeconomía de regadío que parece caracterizaral iqlim. El reciente estudio de Arenillas y otros(1996; SESMA, et alii, 1996; UTRILLA, 1996) sobre la

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infraestructura hidráulica en la cuenca del Aguas-vivas demuestra fehacientemente la importan-cia de la agricultura intensiva de regadío en eliqlim de Belchite y Almonacid, vecino, como yahemos dicho, del de Qutanda.

Resumiendo todas estas interpretaciones,puede pensarse que el iqlim era una unidad deadministración territorial, de carácter eminen-temente fiscal, formada por el conjunto dealquerías que tributan a una medina o a unhiSn, que se establecía sobre los límites de unespacio geográficamente coherente, a menudouna cuenca fluvial, lo que determinaba su voca-ción económica hacia una agricultura intensivade regadío.

EL IQLI-M Y LA ESTRUCTURA DEL

POBLAMIENTO

HiSn-Qarya-Bury: la estructura básica del pobla-miento del iqlim en las fuentes escritas

No parece haber demasiadas dudas de quela estructura básica del poblamiento en al-Anda-lus se organizó desde época omeya mediantela articulación de tres tipos de centro de pobla-miento: castillos o huSun (sing. hiSn), alqueríaso qura (sing. qarya) y torres o buruy (sing. bury).Así parece sugerirlo el Dikr bilad al-Andalus,cuyas fuentes parecen proceder directamentede los registros fiscales califales. Al hablar de lacora de Cabra por ejemplo menciona la exis-tencia en ella de 630 alquerías, 300 torres y 70castillos (MOLINA, 1983, I: p. 25 y II: p. 51). Pareci-da estructura de poblamiento es aludida porla misma fuente al describir el trecho que sepa-ra Sevilla de Niebla (ROLDÁN, 1993: pp. 105 y

331). Varios de sus pasajes dejan claro ademásque esta es la estructura del poblamiento pro-pia del iqlim (VALLVÉ, 1986: p. 236), por ejemplocuando describe la cora Córdoba, donde tam-bién al-‘U∂ri alude a la misma organización bási-ca del territorio, como también ocurre en lasreferencias a Huesca o Zaragoza. De hecho, elDikr bilad al-Andalus es claro al señalar quetodos los aqalim de Zaragoza contaban conburuy en número incontable (fi kull iqlim min-ha; SOUTO, 1992: p. 117; VALLVÉ, 1986: p. 236).

El registro arqueológico de un iqlim

No es cuestión de entrar aquí en los pro-blemas, especialmente presentes para los inves-tigadores del mundo medieval, de las relacio-nes entre la información escrita y el registroarqueológico (p.e. BARCELÓ et alii, 1988: 21-52; MAL-

PICA, 1996). En cualquier caso, no puede obviar-se un hecho que seguramente constituye laprimera y mayor dificultad para el acercamientoy la comprensión de la organización del pobla-miento en el iqlim de Cutanda: frente al esque-ma hiSn-qarya-bury de los registros fiscales yadministrativos del estado califal y taifa que aca-bamos de comentar, la documentación arque-ológica revela generalmente una variedad mor-fológica de asentamientos que supera conmucho el esquematismo de la información escri-ta. Bien ejemplificada en las tipologías de asen-tamientos ya establecidas para algunas zonascomo la levantina (BAZZANA, 1982) o la anda-luza (CRESSIER, 1991: p. 406), parecida variabilidadencontramos en el espacio rural del iqlim deQutanda (Fig. 2).

En primer lugar, encontramos los huSun. Nocontamos con ninguna referencia escrita direc-ta a la existencia de huSun en el iqlim de Qutan-da. Hemos visto, sin embargo, que todo pare-ce indicar la presencia de uno de estos hiSn enla propia Cutanda en tanto que centro rectordel distrito fiscal. Poco es, desde luego, lo quequeda de su fortificación andalusí. La propiabatalla de 1120 dejó con toda seguridad sudestructiva huella sobre esta fase de la fortifi-cación, al igual que las obras de rehabilitaciónque debieron emprenderse inmediatamentedespués, durante la tenencias de Ato Orella en1128, Eneco Fortunio en 1135, Cajal en 1138y más tarde con Lope Sanz, señor de Belchi-te, hasta que, antes de 1158, pasara a manosde el obispo de Zaragoza. De hecho, obras enel castillo se documentan en 1243, 1500 y 1554.De todas formas, la ruina total le llegó con lademolición que la fortaleza sufrió al final de laúltima guerra carlista, definitiva para el proce-so de desfiguración de la primitiva fábrica musul-mana (ANDRÉS, 1960; GUITART, 1987: pp. 47-8; GUI-

TART, 1988: 78-9). Ningún otro dato permite porel momento identificar otros huSun en este

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iqlim. A pesar de todo, no sería de extrañar suexistencia. Las referencias del Dikr bilad al-Anda-lus a los aqalim de Córdoba por ejemplo seña-lan un mínimo de tres huSun por iqlim, aunqueestos podían sobrepasar la veintena en los dis-tritos de mayor extensión (VALLVÉ, 1986: pp. 254-

6).

De especial interés resulta lo referente alos materiales arqueológicos aparecidos. Lasprospecciones realizadas por la Carta Arque-ológica de Aragón y las posteriores revisionesque precedieron a este trabajo han permitidolocalizar en el mismo castillo de Cutanda un nivelde destrucción que no puede ser relacionadomás que con el suceso del 17 de junio de 1120.Efectivamente, en la ladera NW. del cerro, justoen la base de los escasos restos conservadosde la obra gótica y renacentista del castillo, sub-siste todavía un corte de más de un metro ymedio de altura en el que se acumulan grancantidad de carbones, tejas, cenizas, vigas car-bonizadas y restos derruidos de algún muro,que deben ser relacionados con este momen-to (Lám. 3 y 4). El hecho de que el lienzo desillería gótica que forraba este corte sirviera decantera y fuera desmontado en los años cin-cuenta para la construcción de una fuente pró-xima al pueblo ha permitido sacar a la luz estecorte y el nivel de destrucción que contiene.La mayor parte del lote de materiales locali-zado procede precisamente de este punto, loque permite fechar con bastante seguridad losmateriales allí recuperados. Por otra parte,todos los tipos cerámicos de este lote soncoherentes con las dataciones relativas quehasta el momento se han venido dando paraeste tipo de materiales, lo cual reafirma la vin-culación de este potente nivel de destruccióncon la batalla de Cutanda. Desde este puntode vista, la importancia de contar con una fechaabsoluta para datar el registro cerámico loca-lizado en Cutanda afecta de manera muy espe-cial a la posibilidad de precisar a su vez la cro-nología de materiales similares hallados en elresto de asentamientos andalusíes de la zona,aun dentro del contexto de las cronologíasrelativas. De este modo se asegura el proba-ble carácter contemporáneo de todos los asen-tamientos que posean registros arqueológicoscon paralelos en Cutanda y que, por ello, debe-

rán ser atribuidos con bastante seguridad a lasprimeras décadas del siglo VI/XII.

Estos materiales son variados. La cerámicacomún de cocina, como suele ocurrir, se carac-teriza por la aparición masiva de ollas y ollitas,por lo general de base ligeramente convexa ycuerpo globular, con pastas de color ocre ytacto cremoso, bien decantadas y con desgra-santes muy finos. Las paredes son también finas,con acanaladuras bien marcadas en el exteriorde la panza. A este grupo se unen las ollas decuello poco desarrollado que revelan unas carac-terísticas técnicas algo distintas. La coloración desus pastas suele ser más clara, dentro de los ocrespálidos y amarillentos. El desgrasante es másabundante, casi siempre cuarcítico y sus pare-des aparecen ocasionalmente raspadas para eli-minar el exceso de pasta, especialmente en labase de las piezas. El desarrollo del cuello deestas piezas responde a dos tipos. Pueden apa-recer, en primer lugar, ollas sin cuello marcado,uniéndose directamente el cuerpo y el bordecomo en las ollas tardorromanas. Un grupocarácterístico dentro de este tipo es la olla decuello acampanado. La decoración puede estarrealizada con pintura, en forma de goteronesde manganeso, todo ello muy en consonanciacon lo que conocemos, por una lado toda lacerámica andalusí del norte de la provincia deTeruel, especialmente con la de la comarca deCuencas Mineras, el Bajo Aragón, la zona deDaroca y Calatayud. También es frecuente enla decoración de las ollas el uso de líneas hori-zontales en manganeso que enmarcan otralínea serpenteante, formando un motivo tam-bién muy abundante en las producciones comu-nes de toda la Marca Superior.

Otro tipo de producción muy característi-co es la cerámica con engobe rojo, de la quehan sido detectados dos fragmentos semejan-tes a las sigillatas romanas, bordes concreta-mente. Corresponden a piezas de pequeñotamaño de paredes muy finas que deben serpuestas en relación con algunos ejemplares deorcitas localizados en el subsuelo de Zarago-za, procedentes probablemente de los alfaresde San Pablo, activos todavía a principios delsiglo VI/XII. Aparecieron también varios frag-mentos de formas abiertas cubiertas con vidria-dos monócromos de distintos tonos, de los

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que destacan los verdes. También son abun-dantes los monócromos melados, de los quecontamos con varios fragmentos informes y unfondo de ataifor. Esta producción en concretoes altamente característica de los valles del Jilo-ca y del Jalón. Su pasta rosada y el tono uni-forme de su melado, generalmente claro, lahace perfectamente distinguible. Este tipo deformas son abundantes en todo el valle delEbro y sus afluentes, especialmente el Jalón yel Jiloca, llegando hasta la Marca Media, en lazona de las parameras de Molina, e inclusohasta el sector de Toledo-Madrid.

Como no podía ser de otro modo en mate-riales que no proceden de una excavación, laaparición de cerámicas vidriadas “finas”, comola cuerda seca por ejemplo, es completamen-te excepcional. En el Castillo de Cutanda serecuperó el único resto de cuerda seca total,el único que ha sido posible localizar en nues-tro área de estudio. Se trata de un pequeñofragmento perteneciente a una forma abiertacubierto al exterior con vidriado melado ama-rillento y al interior con cuerda seca total quecombina el verde, el blanco y el melado conel negro de la línea en manganeso.

Otro grupo de asentamientos, mejor repre-sentado, son los de vocación claramente agrí-cola. Asentamientos en llano junto a la vega delPancrudo, que no hay problemas en identificarcomo poblados campesinos, alquerías, encon-tramos por ejemplo en Los Villares (Cutanda).Su carácter agrícola es claro. Prueba de ello es,además de la ausencia de todo tipo de estruc-turas defensivas, su ubicación en llano junto alcurso del río, aprovechando las posibilidades delcultivo irrigado (BURILLO JIMÉNEZ, 1991a). Esteasentamiento está asociado a una atalaya topo-gráficamente bien diferenciada, el Castillico Cer-vera (Cutanda), un torreón de sillarejo y mam-postería de yeso y cantos (BURILLO y ZAPATER,

1991: p. 243) (Lám. 5).

No obstante, la mayoría de los estableci-mientos con vocación claramente agrícolacorresponde a pequeños asentamientos denueva planta situados en topografías destaca-das, que pueden recordar a la de los castrosprotohistóricos, pero aquí la asociación con las

defensas, fortificaciones y torres es directa; éstasse emplazan yuxtapuestas, contiguas, a las zonasde residencia. Buenos ejemplos los tenemosen el Cerro de la Cesta/Cabecico Redondo(Torre los Negros), un asentamiento situado enla confluencia entre el río Cosa y el Pancrudo,que ocupa un cerro aislado, rodeado por losrestos de una muralla, excepto en el sectorNW., donde es sustituida por el escarpe natu-ral (Lám. 6). Dicha muralla, de un grosor mediode 1’30 mts., utiliza un aparejo bastante irre-gular que combina el sillarejo de piedra calizacon algunos bloques de mayor tamaño mejorescuadrados, trabado todo con argamasa de caly cantos (RAMÓN, 1991). Aunque las estructu-ras del poblado aparecen muy arrasadas, loque dificulta bastante su identificación, no cabeduda sobre la presencia de una comunidadcampesina asociada a esta fortificación, comopone de manifiesto al presencia de algunos silosencontrados en su entorno más inmediato. Porlo que respecta a los materiales, destaca la apa-rición de un pequeño fragmento de posiblefalsa cuerda seca, con una mancha de vidriadomelado sobre fondo blanco sin restos de lalínea de enmarque en manganeso. De todosmodos, el reducido tamaño de esta pieza nopermite conclusiones demasiado precisas. Tam-bién son frecuentes las ollas con decoración delíneas horizontales en manganeso que enmar-can otra línea serpenteante. Los paralelos sonabundantes en la Marca Superior, especialmenteen su sector oriental y siempre con una cro-nología que varía entre la segunda mitad delXI y la primera del XII. Baste citar, por ejem-plo, su aparición en la Plaza de l’Olivera (Tor-tosa) (CURTO et alii, 1985: p. 108), en la iglesia deSant Martí (Lérida) (GALLART et alii, 1985, 330, lm.

5.25), en la Plaza de Sant Joan (Lérida), sobrecántaros, en Plà de Almatá (Balaguer, Lérida),sobre fuentes, en el Tossal de Solibernat (Torresdel Segre, Lérida), sobre cántaros y tinajas(ESCÓ, 1988: pp. 74, 75, 83, 84, 103 y 130 respectiva-

mente). También en la zona de Huesca pode-mos observar motivos similares, caso de Bolea(Huesca) (ESCÓ y SÉNAC, 1988: p. 16 y fs. 5.d y 5.e).

Otro posible torreón se localizaría en elasentamiento de El Alto de la Torre la Quin(Bañón), sobre un cerro testigo de las estriba-ciones de Sierra Palomera, posiblemente en el

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sector fronterizo entre el iqlim de Cutanda yel ‘amal de los Banu Razin (Lám. 7 y 8). Esteyacimiento conserva restos bastante erosiona-dos de un conjunto defensivo formado por doslíneas de murallas que bordean sendos aflo-ramientos escalonados de la cantera y un po-sible torreón muy arrasado en la cima (HI-

DALGO, 1991b). Entre los materiales máscaracterísticos destacan ollas de cuello rectocon acabados habituales en esta zona y deco-radas con goterones de manganeso que for-man tanto en bandas horizontales continuascomo con pequeñas marcas alternantes.

Junto a la misma Rambla del Pinar, tributa-ria del Pancrudo, se encuentra, aguas arriba, otroasentamiento fortificado: Arrieros (Torrecilladel Rebollar) (Lám. 9). Aunque las labores agrí-colas han desmantelado en gran parte el yaci-miento y no se conservan prácticamente res-tos constructivos, la presencia de un importantefoso de hasta 4 mts. de altura, excavado en elsector SE. del yacimiento, indica claramente elcarácter estratégico de este emplazamiento(HIDALGO, 1991a). Los materiales más frecuen-tes son las ollas características de la zona, yadescritas, sobre todo las ollas de cuello acam-panado, aunque también aparecen ollas de cue-llo recto. Es reseñable igualmente la apariciónde algún fragmento de olla con carena marca-da en el hombro, del tipo toledano, pero condecoraciones en manganeso típicas de las MarcaSuperior. También encontramos un lote decerámica vidriada que, aunque reducido, resul-ta bastante interesante. Destaca un ataifor concubierta monócroma de tonos verdes claros yun fondo de redoma de pasta gris achocolata-da se cubre con vidriado verde monócromode tonalidades intensas, similares a las del frag-mento de ataifor estampillado que igualmentefue localizado en este yacimiento. Este ataifordebe ser relacionado con los ataifores estam-pillados del tipo aparecido en el alfar de la C/Teulada de Denia (GISBERT, 1985: p. 174 y lm. VII),en los testares toledanos (AGUADO, 1983, lm. X)o en varios yacimientos urbanos de Zaragoza(VILADÉS, 1987: p. 224 y lm. I), siempre en contextosde finales del siglo V/XI y principios de la siguien-te centuria. En la provincia de Teruel han sidolocalizados algunos fragmentos más en el áreadel Bajo Aragón, en Alcañiz el Viejo (Alcañiz)

(BENAVENTE y LASA, 1995: p. 243 y fg. 8.3). Su cro-nología varía entre la segunda mitad del V/XIy todo el siglo VI/XII.

Algunas de estas pequeñas fortificacionesse encontraban en el mismo valle del Pancru-do, formando parte del complejo defensivo dela misma Cutanda. La Pedrera (Barrachina) esun buen ejemplo (Lám. 10). Localizado sobreun relieve destacado próximo al Pancrudo, elestado de deterioro que presentan los restosde estructuras constructivas emplazadas en esteasentamiento no permite su correcta interpre-tación, pero todo parece indicar que el amon-tonamiento de piedras que corona el cerrocorresponde efectivamente a un torreón (SOPE-

NA, 1991). La presencia de cerámica de cocinay ollas decoradas con líneas horizontales enmanganeso que enmarcan otra línea serpente-ante es habitual como en el resto de asenta-mientos comentados.

Es bastante posible que debamos identificara estos pequeños asentamientos campesinosasociados a una torre con los buruy de las fuen-tes escritas. En primer lugar, no hay duda queestos buruy eran unidades de tributación fiscal,es decir unidades de producción campesinas, aligual que las propias alquerías. Tampoco pare-ce haber duda de que su nota distintiva era lapresencia de algún tipo de fortificación menorde tipo torre. Ambas condiciones se cumplenen los asentamientos descritos.

Un hecho a destacar está referido a la estruc-tura de la defensa campesina en esta zona.Como acabamos de ver, ésta se realiza nomediante albacares o recintos colectivos detipo levantino, sino mediante torres indepen-dientes emplazadas en los propios asenta-mientos. De ellas contamos incluso con algu-na noticia en las fuentes literarias, no por lacónicamenos interesante. Efectivamente, al aludir a lafamosa batalla de 1120, la Crónica de Saint Mai-xent comenta que los ejercitos cristianos, ade-más de derrotar a los almorávides, también “...plurima alia subiugaverunt castella...” (cit. UBIETO,

1981: p. 161, n. 54). Este hecho permitiría a losaragoneses el control casi inmediato del altoJiloca y posiblemente de todo el Huerva. Así,en 1124, por ejemplo, vemos a Alfonso I hacien-

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do importantes y estratégicas donaciones enestos ejes fluviales, por ejemplo la donación alos hermanos Fruela y Pelayo de “... in illo rigode illa Orba uno castello cui dicitur Luco et Kacimet Iorba, ut sint vobis ad vestras propias heredi-tates, et insuper dono vobis altero castello quemdicitur Alkanic, quod habeatis de illum illas duaspartes per vestra hereditate et illa tercia partequod teneatis illam per honorem pro me...” (UBIE-

TO, 1953: p. 75, doc. 1). El castillo de Alkanic, cita-do incluso en el verso 936 del Poema de MioCid, debe ser identificado con el despoblado deAlcañicejo, en la Ermita de San Bartolomé(Tosos, Zaragoza) (CORRAL y MARTÍNEZ, 1987: p.

45; CORRAL, 1991: pp. 38-9). El carácter cierta-mente menor de estas fortificaciones quedatambién claro en otros casos. Tres años des-pués, en 1127, se designa a Quadrat comotenente de Maria, la actual población de Maríade Huerva, y Almohada, ahora conocido comoCerro Almada (Villareal de Huerva, Zaragoza),un pequeño castro celtibérico amurallado, reo-cupado en época andalusí (UBIETO, 1973: p. 267;

BURILLO MOZOTA, 1980: pp. 85-7; C.A.A. 89-90, 1993a:

pp. 301-2). Parece, por tanto, claro que, granparte de estos castella a los que alude la Cró-nica de Saint Maixent no eran sino los buruy

de los que hemos hecho mención, torres ydefensas menores yuxtapuestas de forma máso menos cercana a los poblados, como ocu-rre también en Datos (Badules, Zaragoza) o enEl Castillejo (Mainar, Zaragoza), otros dos peque-ños asentamientos de época ibérica tambiénreocupados posteriormente por poblados anda-lusíes (BURILLO MOZOTA, 1980: pp. 87-9 y 95-8;

C.A.A. 89-90, 1993b: pp. 121-2; C.A.A. 89-90, 1993c: pp.

21-6). La aparición de estas pequeñas fortifica-ciones secundarias en la documentación cris-tiana es desde luego excepcional. Un buenejemplo puede encontrarse sin embargo en elconvenio que en 1180 tuvo lugar entre Alfon-so II y Español de Castellote sobre el propiocastillo de Castellote, por el cual el monarcadonaba, entre otros derechos, ”... omnes furti-tudines que sunt uel erunt in omnibus terminis dicticastri de Casteloth...” (GAZULLA, 1928: pp. 372, doc.

III). El hecho de que estas torres aparezcanmencionadas en la documentación como cas-tella no debe llamar a engaño; es su entrega atenentes lo que justifica tal nomenclatura, dela misma forma que es su integración en el

dominio territorial de otro castellum lo que jus-tifica su mención como furtitudines. Nada hacepensar pues que tales castella pudieran ser con-siderados verdaderos huSun en época andalu-sí, como parece ocurrir a partir del siglo VII/XIIIen Levante (BAZZANA et alii, 1988: p. 293) o enAndalucía (QUESADA, 1995: p. 12). No existe puestraducción directa. La desarticulación de laestructura territorial andalusí se expresa asímediante una radical rearticulación terminoló-gica en las fuentes escritas de los vencedores.

Toponimia

De otros asentamientos nuestros datos sonúnicamente toponímicos, como ocurre en loscasos de Torrecilla del Rebollar (Lám. 11) oTorre los Negros por ejemplo (sobre el tema,

UBIETO, 1987). En ninguno de estos dos puntosha sido posible constatar un registro arqueo-lógico que remita a la etapa andalusí. No obs-tante, las obras de fortificación en estos luga-res conser vadas actualmente deben serseguramente tardías (GUITART, 1987; GUITART,

1988) y, desde luego, resulta difícil caracterizar-las como simples torres o torrecillas. La apari-ción de estos topónimos en la documentaciónhacia muy principios del siglo XIII, aunque sólotiene valor indicativo, permite sin embargo loca-lizar su implantación y, por tanto, la existenciade las estructuras defensivas a que aluden, entre1142, cuando los aragoneses ocupan definiti-vamente Daroca, por entonces todavía in extre-mo sarracenorum, como recoje su segundofuero (ESTEBAN, 1959: p. 362, doc. 8), y 1205, cuan-do aparecen documentados por vez primeraen la zona un buen número de topónimos for-mados a partir de “Torre-” o “Tor-” (ESTEBAN,

1959: p. 376, doc. 11). Aunque no es imposible pen-sar que las torres de Torrecilla del Rebollar yde Torre los Negros fueran creaciones ex novo,producto de la colonización cristiana de lasegunda mitad del XII (GARGALLO, 1996, I: p. 273,

n. 252), la importancia económica y estratégicade los puntos en que se asientan, hace pensarmás bien en topónimos creados en referenciaa fortificaciones heredadas de época andalusí.Algo similar debió ocurrir en el mismo valle delJiloca con pequeñas aldeas como turrem deCarcere, Torrelacárcel, donada por Alfonso I almonasterio de Montearagón junto a Singra en

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1128 (LEDESMA, 1991: p. 71, doc. 47), es decirantes de que la colonización de la zona se hagaefectiva con la puebla definitiva de Daroca.Posiblemente el caso sea similar al de Torre Invi-dia, que aparece citada en 1182 (DURÁN, 1987;

ESTEBAN, 1959: p. 128), localizable seguramenteen el yacimiento del Cerro del Cortijo/Cerrode la Lomilla (Villafranca del Campo) (SIMÓN

et alii, 1991: p. 434). Las características formalesde estas torres nos son desconocidas, aunquees posible que algunas de ellas siguieran elmodelo del torreón todavía conservado enVillacadima (Monreal del Campo, Teruel), esdecir, de planta cuadrada y construidas en tapial(SIMÓN, 1991).

No es sin embargo improbable que algunosde estos topónimos procedieran incluso deépoca andalusí. Hay que tener en cuenta queni la propia Qutanda, ni la mayoría de tóponi-mos cercanos que aparecen citados en las fuen-tes escritas, como Ba∂ra, Qalamusa o L.nqa,son de origen árabe. El mismo topónimo “Alpe-ñés”, un probable primitivo romance “Alpen-yoso”, si no es un aporte traído por colonosprocedentes del Bajo Gállego, es claramenteromance, apareciendo constatado en los docu-mentos mozárabes de Toledo en el siglo XII conla forma penyosa (GALMÉS DE FUENTES, 1983: pp.

53 y 66). Lo mismo puede decirse de otros topó-nimos que parecen perdurar desde la Anti-güedad Tardía, caso de Pancrudo, Lechago,Lechón, Anadón, Corbatón, Lidón, Retascón,Cucalón, Bañón u Otón, microtopónimo deLoscos, y otros más complicados como Olalla,un probable hagiotopónimo preárabe “[Santa]Eulalia”, arabizado en Ulaliya, frente a Santa Eula-lia, topónimo de colonización en el valle delJiloca. Sólo hiSn ar-Rayahin, el “castillo de los Arra-yanes”, es topónimo árabe de forma segura ytambién probablemente Allueva (GIMÉNEZ, 1991).Nada hace pensar por lo tanto en la instalaciónde importantes grupos tribales bereberes comolos que J. A. Sesma y otros (1996, 75) han detec-tado en el vecino iqlim de Belchite y Almona-cid, donde, por otra parte, la lista de topóni-mos árabes es bastante más amplia (SESMA, 1996:

pp. 75 y 81). En este sentido, es suficientementeconocida la referencia del Fath al-Andalus (sigloVII/XIII), que, al aludir a la revuelta bereber del741, dice: “Todos los árabes de los extremos

septentrionales de la Península fueron repelidoshacia el Centro, excepto los que habitaban enZaragoza y en su región, porque eran allí másnumerosos que los bereberes los cuales nopodían atacarlos” (cit. FIERRO, 1987: p. 19).

CONCLUSIONES

Es evidente que la escasa extensión terri-torial y cronológica analizada, el que va desdeel final del siglo V/XI hasta la huida masiva delas comunidades campesinas andalusíes del Jilo-ca y del alto Huerva en el primer cuarto della siguiente centuria, no permite extraer con-clusiones de valor general sobre la organizacióndel poblamiento de los aqalim de la MarcaSuperior. Ciertamente el caso de Qutanda y suiqlim no tiene porqué ser paradigmático. Entodo caso, merece la pena destacar una par deaspectos de interés. En primer lugar, la ausen-cia de cualquier indicio de la existencia de “cas-tillos campesinos”, según el modelo propues-to por los investigadores de la Casa de Velázquez(BAZZANA et alii, 1988) y sugerido por J. A. Sesmay otros (1996, 79) para el iqlim de Belchite. Nilos huSun conocidos permiten sospechar la pre-sencia en ellos de albacares destinados a ladefensa colectiva y autónoma de los campesi-nos, ni las menciones en la documentación ara-gonesa a castella permiten entrever la existen-cia de dichos “castillos campesinos”. Por elcontrario, la organización del espacio campe-sino controlado por el iqlim de Cutanda pare-ce mucho más cercana al modelo de la MarcaMedia, carácterizado por la presencia de torre-ones que coronan o se yuxtaponen a lasalquerías, como ocurre en la zona de Madrid(CABALLERO y MATEO, 1990), Soria (CANALLERO

y MATEO, 1988; GAYA, 1932; GAYA, 1944; MARTÍNEZ,

1979; DOMÍNGUEZ, 1984-5), Guadalajara (ALMA-

GRO GORBEA, 1976) o Albarracín (ALMAGRO

BASCH, 1977). La Marca Superior, al menos ensu sector medirional, parece seguir tambiéneste modelo de defensa rural, con alquerías yburuy dotadas de defensas autónomas en formade torreones, asentamientos dependientes dehuSun de carácter plenamente estatal, que actú-an como receptores intermediarios de losimpuestos generados por aquellas en su trán-sito hacia las ciudades de carácter secundario,

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en este caso seguramente Daroca, y de aquíhasta llegar a la metrópoli (umm) zaragozana.

Este modelo no presenta alteraciones sig-nificativas desde su creación en torno a media-dos del siglo V/XI, cuando aparece ya perfec-tamente configurado, como pone de manifiestoel grueso de los materiales, especialmente cerá-micos, encontrados en las prospecciones, hastasu desaparición en el primer cuarto del sigloVI/XII, cuando la imparable marcha hacia el surde los aragoneses provoque la huida en masade las poblaciones campesinas de todo el sec-tor del Jiloca. Ello lleva a sopechar que, en últi-ma instancia, la sociedad que desmontaron losaragoneses durante ese primer tercio del sigloVI/XII fue la misma que carácterizará a las tai-fas y cuya expresión territorial ha sido analiza-da con anterioridad. La escasa incidencia delpoder almorávide primero y mardanisí despuésen la Marca Superior fue clara.

APÉNDICE I. Principales fuentes escri-tas musulmanas de carácter geográficosobre Cutanda

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Distrito (iqlim) de Cutanda (Qutanda), a sesenta millasde Zaragoza; en este distrito nace el río Baltas (nahrBaltas), de un desfiladero que se llama fayy Ba∂ra.

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taq fi-jtiraq al-afaq:

De Valencia a Zaragoza, pasando por Cutanda, nuevejornadasDe Valencia a Cutanda, tres jornadasDe Cutanda a hiSn ar-Rayahin, castillo fuerte, bienpoblado, dos jornadas

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Qutanda:

Es el nombre de un pueblo (balda) en al-Andalus, enla marca (al-†agr) de Zaragoza. En ella tuvo lugar unabatalla entre musulmanes y cristianos (ifrany) en laque murió como mártir el iman de los tradicionistasde al-Andalus, el cadí Abu ‘Ali al-Husayn b. Muham-mad b. Firruh b. Hayawa b. Sukkara al-ßadafi al-ßara-qusti en el mes de rabi‘ I del año 514/mayo del 1121,a los sesenta años de edad

Kutanda:

Es el nombre de un pueblo (balda) en al-Andalus,donde tuvo lugar una conocida batalla entre musul-manes y cristianos (ifrany) en el año 514/1121 y enla cual murió mártir Abu l-Hasan b. Firuh al-ßadafi,conocido por Ibn Sukkarra al-Andalusi. El nombre defiruh o firruh es el nombre del hierro en las lenguasbárbaras (barbariya). Había nacido pasado el año450/1058

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4) AL-MAQQARI: Abu l-‘Abbas Ahmad b. Muhammadal-Maqqari (ca. 1590-1631), Nafh al-tib min gusn al-Anda-lus al-ratib wa-∂irk waziriha Lisan ad-Din Ibn al-Jatib :

[Cutanda]... es de la zona de Daroca, distrito de Zara-goza, en la frontera superior. Fueron derrotados losmusulmanes y fueron muertos cerca de veinte mil delos voluntarios, y no fue muerto nadie del ejercito...

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POST SCRIPTUM

Ya concluido este trabajo ha visto la luz uninteresante artículo de A. Martín Costea (1997):“Sobre el iqlim musulmán de Cotenda y otrostextos medievales”, Mas de las Matas, 16, pp.125-156, donde se defiende la localización deldistrito de Cutanda en la cuenca del Guadalo-pe (Teruel). Desgraciadamente, no es posibleestar de acuerdo en esta ocasión con las hipó-tesis del autor. El iqlim de “Cotenda” jamásexistió y desde luego el de Qutanda no es posi-ble localizarlo bajo ninguna circunstancia entorno al Guadalope. El error proviene segura-mente de la traducción del 5º clima del Kitabnuzhat al-mustaq fi-jtiraq al-afaq de al-Idrisi hechapor Saavedra en 1901 y reimpresa en versiónfacsimil por A. Ubieto (1974, 40). Efectivamen-te, Saavedra transcribe “Cotenda”, pero comoJ. A. Souto (1992, 128) deja claro, aunque enYaqut aparece la forma K.t.nda sin vocalizar, lautilizada por al-‘U∂ri, que es quien hace refe-rencia explicita al iqlim, es precisamente Qutan-da, perfectamente vocalizada, como tambiénocurre en otro pasaje de Yaqut. Ello no obstapara que sea razonable pensar en la existenciade un iqlim, en torno al Guadalope, pero, entodo caso, resulta imposible identificarlo con elde Cutanda, y mucho menos con el inexisten-te iqlim de “Cotenda”. Dozy no estaba equi-vocado.

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RESUMEN

Cutanda, escenario de la conocida batalla que en elverano de 514/1120 enfrentó a las tropas aragone-sas con las almorávides, fue también centro de unode los distritos administrativos en que se dividía la juris-dicción de Zaragoza en época andalusí. Se ensaya eneste trabajo un acercamiento a la naturaleza de la divi-sión administrativa que las fuentes escritas árabesdesignan con el término de iqlim a través de la orga-nización del poblamiento de la cuenca del Pancrudoen los últimos momentos de presencia andalusí, aprincipios del siglo XII (VI de la Hégira).

PALABRAS CLAVE: Marca Superior, Cutanda,iqlim, sociedad, territorio, administración, poblamien-to, hiSn.

RESUMÉ

Cutanda, scenaire à l’été de 514/1120 de la victoiredes troupes aragonaises d’Alphonse le Batailleur etdu désastre almoravide, il a eté aussi centre d’un dis-trict administratif appartenant a Saragosse à l’époquede taifas. On essaye dans ce travail une aproximationa la nature de la division administrative que les sour-ces écrites arabes désignent iqlim en étudiant l’orga-nization du peuplement de la riviére du Pancrudodans les derniers moments de l’ocupation andalouse,au debut du XIIe siècle (VI de l’Hègira).

PAROLES CLÉES: Marche Superieure, Cutanda,iqlim, societé, territoire, administration, peuplement,hiSn.

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N

20 Km.0 10

fiantamariyya'amal de los Banu Razin

mahallat L.nqa

balda Qutandahisn Qalamusa

nahiya al-Hamr

iqlim al-Munastir

Daruqaiqlim Baltas

nahr fialuqa

fayy BadrahiSn ar-Rayahin

nahr Baltas-W

arba

J. Ortega S.A.E.T Cartografía 1997

Figura 1. El entorno del iqlimde Cutanda, según las fuentesescritas.

Figura 2. La organizacióndel poblamiento en el iqlimde Cutanda. Testimoniosarqueológicos.

?

0 5 km.1 2 3 4

N

9001.0001.1001.2001.3001.4001.500

AlqueríaTorreón aisladoAlquería con torreónLímite seguroLímite probableLímite supuesto

Río Pancrudo

Río Aguasvivas

IQLI-M DE QUTANDA

hiSn

El Castillejo, Rubielos de la C.

Villa verde, Torrijo del C

Torre la Quin, Bañón

Torre los Negros

Torrecilla del R La Pedrera,Barrachina

Cerro la Cesta, Torre los N.

Los Villares, Navarrete

Cabecico Cervera, Navarrete

EL Castillejo, Lechago

EL Castillo, Cutanda

Calamocha

Los Villares, Piedrahita

Arrieros, Torrecilla del R.

Río Huerva

Sierra de

Oriche

J. Ortega S.A.E.T Cartografía 1997

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Lám. 1. El Castillejo (Lechago, Teruel). Panorámica.

Lám. 2. El Castillejo (Lechago, Teruel). Detalle del torreón.

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Lám. 3. El Castillo (Cutanda, Teruel). Panorámica.

Lám. 4. El Castillo (Cutanda, Teruel). Detalle del nivel de destrucción.

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Lám. 5. El Castillico de Cervera (Cutanda, Teruel). Torreón.

Lám. 6. Cerro de la Cesta /Cabecico Redondo (Torre los Negros, Teruel). Panorámica.

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Lám. 7. Alto de la Torre la Quin (Bañón, Teruel). Panorámica.

Lám. 8. Alto de la Torre la Quin (Bañón, Teruel). Detalle del torreón.

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Lám. 9. Arrieros (Torrecilla del Rebollar, Teruel). Panorámica.

Lám. 10. La Pedrera (Barrachina, Teruel). Panorámica.

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Lám. 11. El Castillo (Torrecilla del Rebollar, Teruel). Panorámica.