Sociología Sentipensante

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Antología de Orlando Fals Borga

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  • Sociologa y

    poltica obreras y populares en Bolivia

  • Antologas del Pensamiento Social Latinoamericano y Caribeo

    Director de la coleccinPablo Gentili

    Coordinadora acadmicaFernanda Saforcada

    Coordinador editorialLucas Sablich

    Diseo de la coleccinMarcelo Giardino

  • La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Primera edicin, 2015 Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Orlando Fals Bordaisbn 978-607-03-0679-2

    en coedicin con CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales- Conselho Latino-Americano de Cincias SociaisAv. Callao 875, piso 5 C1023AAB Ciudad de Buenos Aires-ArgentinaTel.: (54-11) 4811-6588 Fax: (54-11) 4812-8459www.clacso.org; [email protected]

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    grupo editorialsiglo veintiuno

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    JA76F372015 Fals Borda, Orlando

    Una sociologa sentipensante para Amrica Latina / Orlando Fals Borda ; antologa y presentacin, Vctor Manuel Moncayo. Mxico, D. F. : Siglo XXI Editores ; Buenos Aires : CLACSO, 2015. 492 p. (Sociologa y poltica)

    ISBN-13: 978-607-03-0679-2

    1. Sociologa poltica. 2. Amrica Latina Condiciones sociales Siglo XX. 3. Amrica Latina Poltica y gobierno Siglo XX.I. Moncayo, Vctor Manuel, prologuista. II. t. III. Ser

  • nDiCe

    Presentacin. Fals Borda: hombre hicotea y sentipensante .......... 9 Vctor Manuel Moncayo

    AntoLogA De orLAnDo FALS BorDA

    i. Algunos recuerdos de mis primeros Aos

    Mis primeros aos .......................................................................... 25

    ii. lA cuestin AgrAriA, cAnterA de investigAcin

    Conducta poltica como reflejo de lo agrario (1957)..................... 35La descomposicin del campesinado (1975) ................................ 57Los embrujos del Sin/riqueza agrcola y explotacin humana (1986) .................................................... 81

    iii. lA violenciA en colombiA

    el conflicto, la violencia y la estructura social colombiana (1962) 137introduccin a La violencia en Colombia, tomo ii (1963) ........... 165

  • iV. cienciA y prAxis

    La crisis, el compromiso y la ciencia (1970) .................................. 219Cmo investigar la realidad para transformarla (1979) ................ 253experiencias terico-prcticas (1998) ........................................... 303el tercer Mundo y la reorientacin de las ciencias contemporneas (1990) .................................................................. 367

    V. lA subversin

    La subversin justificada y su importancia histrica (1968) ......... 385Las revoluciones inconclusas en Amrica Latina (1968) .............. 395elementos ideolgicos en el Frente Unido de Camilo torres, ayer y hoy (2006) ..................................................................... 419Prlogo a La subversin en Colombia (1967) ................................ 431Lo que va de ayer a hoy y el ritmo social de la historia (2008) ...... 439eplogo a La subversin en Colombia (2008)................................. 461

    Bibliografa bsica de orlando Fals Borda ................................... 489

  • 9PreSentACinFALS BorDA: HoMBre HiCoteA Y

    SentiPenSAnte

    Vctor Manuel Moncayo1

    en conversacin sostenida 10 meses antes de su fallecimiento,2 el maestro orlando Fals Borda hizo de nuevo alusin, con muchos detalles anecdticos, al vocablo sentipensante, con el cual hemos querido calificarlo para arropar los textos que se renen en este libro, que representa el homenaje que clAcso no pudo rendirle en vida, como era su propsito.

    en la cultura del Caribe colombiano, y ms especficamente de la cultura riberea del ro grande de La Magdalena que rinde

    1 Profesor e investigador en teora poltica y del derecho. Fue rector de la Univer-sidad nacional de Colombia, de la cual es profesor emrito. es autor de nume-rosos libros y artculos, entre los cuales se destaca su ms reciente obra, titulada El Leviatn derrotado.

    2 orlando Fals Borda falleci en Bogot D.C. el 12 de agosto de 2008. el viernes 19 de octubre de 2007, en conversacin con rafael Bassi, a propsito del com-positor Jos Benito Barros, se extendi en referencias a la cultura popular del Caribe colombiano y, en particular, al hombre-hicotea y al concepto de senti-pensante. Vase diario El Heraldo, Barranquilla, 8 de diciembre de 2008.

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    sus aguas al mar Atlntico, el hombre-hicotea3 que sabe ser aguan-tador para enfrentar los reveses de la vida y poder superarlos, que en la adversidad se encierra para volver luego a la existencia con la misma energa de antes, es tambin el hombre sentipensante que combina la razn y el amor, el cuerpo y el corazn, para deshacer-se de todas las (mal) formaciones que descuartizan esa armona y poder decir la verdad, tal y como lo recoge eduardo galeano en el Libro de los abrazos, rindiendo homenaje a los pescadores de la costa colombiana.

    Fals Borda, en el fandango o rueda de cumbin de su vida para rememorar igualmente el sentido colectivo de la msica y de los bailes que son expresin de las combinaciones tnicas presentes en las tierras de Loba y del San Jorge, de la Mojana y la Depresin Momposina, que siempre admir y ponder por su riqueza autctona, en muchas ocasiones como la hicotea hubo de internarse en la reflexin para renacer y reaparecer sentipen-sante en la accin decidida y enrgica.

    As entendemos sus aos iniciales de formacin acadmica y de investigacin emprica, que lo llevaron luego a abrazar ro-mnticamente la posibilidad de una transformacin de la estruc-tura agraria4 y a contribuir de manera esencial a ese verdadero hito del anlisis social e histrico que constituye La violencia en Colombia,5 por cuyo contenido fue satanizado por las clases y sectores dominantes.

    el mismo signo tiene el momento en que se vio forzado a se-pararse de la primera escuela de sociologa en Latinoamrica, que haba fundado y organizado en la Universidad nacional de Colombia, en compaa de su entraable amigo, el inolvidable cura Camilo torres, de la cual emerge con fuerza en mltiples

    3 nocin explicada por el propio Fals Borda en la conversacin citada.4 nos referimos, entre otros textos, a la obra El hombre y la tierra en Boyac:

    bases sociolgicas e histricas para una reforma agraria (Bogot, Antares-edi-ciones Documentos Colombianos, 1957), de la cual incluimos en este libro el captulo Xi.

    5 La violencia en Colombia: estudio de un proceso social, t. i, Bogot, tercer Mun-do, 1962.

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    empresas de investigacin, accin y participacin6 con las co-munidades indgenas, campesinas y, en general, populares, y con grupos de pensamiento articulados alrededor de La rosca de in-vestigacin y Accin Social, la revista Alternativa, la Fundacin para el Anlisis de la realidad Colombiana (Fundarco) o la edi-torial Punta de Lanza.

    idntico carcter lo encontramos en la circunstancia represiva de esa otra seguridad, llamada entonces nacional, de finales de los aos setenta y comienzos de los ochenta, que los llev a prisin a l y a su compaera Mara Cristina Salazar, de la cual tambin sali fortalecido para unirse a los grupos y movimientos que luchaban por la liberacin de los presos polticos, contra el estado de sitio y el estatuto de Seguridad, hasta llegar a la Consti-tuyente de 1991, que escuch su voz en favor de las heterogneas comunidades que la categora nacional del capitalismo ahoga y somete, como lo evidencia su preocupacin permanente por la redefinicin del ordenamiento territorial que, a pesar de estar consagrado normativamente, an no ha podido tener siquiera un mnimo desarrollo, y para asumir posteriormente el compromiso con un nuevo proyecto de izquierda democrtica,7 al cual sirvi hasta el momento de su muerte.

    Y el mismo rasgo lo observamos en aquella ltima emergen-cia hospitalaria que por horas lo alej de la vida, de la cual, como l mismo lo dijera, los mdicos me resucitaron [] para poder actualizar mi libro La subversin en Colombia, actualizacin que constituye uno de sus ltimos escritos.8

    6 Como es sabido, Fals Borda construy una tendencia metodolgica en ciencias sociales, conocida como investigacin-accin-participacin (iAp).

    7 Se trata del Partido Polo Democrtico Alternativo (pdA), del cual fue presidente honorario hasta su muerte.

    8 Vase la misma conversacin mencionada en la nota 1. el maestro Fals Borda, tras participar en una manifestacin poltica, se vio afectado por la lluvia que le caus una neumona. Fue llevado a un hospital, donde lo declararon muerto y en tal condicin lo trasladaron a la morgue. Por fortuna su sobrina mdica ob-serv que an tena signos vitales y luego de un tratamiento de choque volvi a la vida. el texto de esa actualizacin del libro La subversin en Colombia se incluye en el presente libro.

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    Por esas razones, entre muchas otras, Fals Borda adelant tanto una obra terica como una accin poltica, que se extiende y cubre de manera cualificada buena parte de la historia nacional colombiana, como lo es la segunda mitad del siglo XX y los inicios angustiosos de este siglo XXi que hemos empezado a trasegar, que desarroll hasta los ltimos momentos de su existencia, pues, como buen costeo sentipensante, por encima de sus desfalleci-mientos fsicos siempre se impona su vitalidad revolucionaria y su compromiso social.

    es as como, siendo su obra tan vasta, amplia y multiforme, entendimos que desbordaba las posibilidades mismas de la re-duccin antolgica, y que lo importante no era pretender reunir los que considerramos como principales escritos, sino ms bien mostrar a los lectores los elementos centrales de su trayectoria vital, como la mejor invitacin a estudiarlo. Por ello, lo que se en-cuentra reunido en este libro es una simple coleccin de textos que muestran, de alguna manera, su itinerario terico-poltico, con las obvias limitaciones, dificultades y deficiencias de toda seleccin. no es, por lo tanto, ni siquiera un esbozo de su bio-grafa intelectual, que otros con rigor, conocimiento y suficiencia vienen adelantando.9

    en lo puramente biogrfico, optamos por incluir unas notas inacabadas del propio maestro,10 que slo nos llevan hasta el umbral del comienzo de sus estudios universitarios en los esta-dos Unidos de Amrica, adelantados gracias a una beca que lo-gr conseguir su madre, y en el transcurso de los cuales estudi tambin msica, piano y canto, y hasta lleg a integrar el grupo de tenores de la Universidad, de manera tal que, segn su propia expresin, lo sociolgico fue unindose al arte.

    Para dar cuenta de su etapa inmediatamente posterior, nada mejor que uno de sus textos en que se muestra convertido en ver-

    9 nos referimos, por ejemplo, a los trabajos que en este sentido realiza el investi-gador colombiano Alexander Pereira Fernndez, de quien se pblico el artculo orlando Fals Borda: la travesa romntica de la sociologa en Colombia, en la revista Crtica y Emancipacin, n 3, Buenos Aires, clAcso, 2009.

    10 Pginas que gentilmente nos ha suministrado Alexander Pereira Fernndez.

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    dadero campesino de los Andes,11 como es el ttulo de la que es considerada como primera obra de la sociologa colombiana, fruto de su investigacin emprica y participativa en la poblacin de Sauco. Se trata del captulo del libro El hombre y la tierra en Boyac, escrito luego de aquella investigacin pionera, que contie-ne el esquema de sus ideas para una reforma agraria, con la cual se comprometi, en la creencia, luego rectificada, de que era posible una transformacin desde arriba, gracias a una accin ilustrada que moviera a algunas elites hacia la modernizacin.

    Sin duda ese fue el primer enfrentamiento con la realidad, fue la cantera inicial de sus investigaciones y de sus posiciones terico-polticas. Como muchos lo han advertido, encontramos en ese momento a un Fals Borda que ha abrevado en la escuela estructural-funcionalista y que, sindole fiel, empieza por el es-tudio de caso, pero que se sita a mitad de camino entre la teora y el empirismo propiamente dicho, para unirse a la tendencia de muchos otros socilogos latinoamericanos de corte demoliberal y evolucionista, del indispensable trnsito de lo tradicional a lo moderno.

    A partir de lo que representaron esos primeros pasos, Fals Borda completa su panorama del problema nacional agrario, contribuyendo a su historia,12 incluso planteando el anlisis en trminos de modos de produccin, as no pueda afirmarse que se haya aproximado en ese momento a la obra de Marx. Se trata de una construccin muy propia, cuya apoteosis se encuentra en La historia doble de la costa, de la cual incluimos apenas una peque-a muestra, sobre todo para subrayar la metodologa del doble canal que, en trminos de la musicalidad que afloraba siempre en sus escritos, le otorgaba al anlisis un carcter estereofnico.13

    11 en la misma conversacin mencionada en la nota 2, Fals Borda deca que en esos aos fue tanta la compenetracin con los habitantes de los altiplanos cun-diboyacense y nariense, que cuando abandon la zona de Sauco se encontr vistiendo la tpica ruana paramuna, hablando con el acento rstico de los cam-pesinos, segando trigo, extrayendo papas de la tierra y jugando turmequ.

    12 Historia de la cuestin agraria en Colombia, Bogot, Punta de Lanza, 1975.13 Historia doble de la costa, Bogot, Carlos Valencia, 1986, de la cual hemos in-

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    en efecto, como bien lo explica uno de sus bigrafos, la Historia doble es una verdadera obra de sociologa histrica escrita des-de el punto de vista de los vencidos, en la cual de una manera polifnica [] se intercalan las voces del autor con las de los su-jetos investigados, al modo de un canto coral, msica en la que Fals Borda era experto.14

    Cuestin muy distinta es la que tiene que abordar Fals Borda en el conjunto de anlisis y estudios sobre la violencia liberal-conservadora,15 aunque tiene una necesaria conexin lgica con sus preocupaciones agraristas iniciales. Podra decirse que en ese momento encuentra los lmites del mtodo estructural-funcional, pues aunque lo utiliza como ejercicio terico-conceptual, reco-noce la necesidad de coordinar esa orientacin con las teoras del conflicto y de los valores sociales, lo que lo lleva a apreciar, por ejemplo, cmo la violencia dej su antifaz poltico y tom un cariz eminentemente econmico, e incluso a vislumbrar, de manera premonitoria, que esa violencia estudiada encerraba las bases del nuevo conflicto que en sus cauces cismogenticos nor-males ya se est gestando y que en el fondo se trataba de los mismos temas de antes de la violencia pero en otro contexto.16

    esa premonicin la confirma al analizar el impacto causado por el primer volumen de La violencia en Colombia: en muchas regiones donde parece muerta, la violencia sigue viva en forma latente, lista a expresarse por cualquier motivo, como las brasas que al revolverse vuelven a encenderse.17 Fals Borda disecciona todas las opiniones negativas y positivas sobre el primer volumen

    cluido en esta antologa el captulo 5, titulado Los embrujos del Sin. riqueza agrcola y explotacin humana.

    14 Alexander Pereira Fernndez, orlando Fals Borda: la travesa romntica de la sociologa en Colombia, op. cit.

    15 La violencia en Colombia: estudio de un proceso social, t. i, op. cit.16 Vase el captulo Xiii de La violencia en Colombia: estudio de un proceso social,

    t. i, op. cit., incluido en este libro.17 Vase introduccin a La violencia en Colombia: estudio de un proceso social,

    t. ii, Bogot, tercer Mundo, 1964. este segundo tomo ha sido reeditado por taurus (Bogot, 2005).

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    de la obra, para concluir, siguiendo a Lerner, que la publicacin haba sido trascendente por muchas razones, pero en especial porque desnud cmo la violencia entraba en una peligrosa etapa latente que contena la semilla de futuros problemas sociales: no se reconoca, sino que se negaba, y por esa va se racionalizaba la inercia culpable de no poder actuar eficazmente en la solucin de los problemas bsicos de estructura que estn en la raz del fen-meno. Pues mientras no se resuelvan tales problemas, seguir la violencia en sus mltiples formas.18

    esta posicin poltica no slo la asumi en ese escrito, sino, en forma simultnea, en unin con otros intelectuales que por la poca conformaron una Comisin de Paz independiente, al reaccionar a la negativa gubernamental que les neg el permiso para entrevistarse con los campesinos insurgentes de Marqueta-lia, en unos trminos que bien podran repetirse hoy frente a la realidad del conflicto no resuelto en que est sumida la sociedad colombiana:

    Puede ser que no se reanude el holocausto de vidas y bienes que acompaa a la violencia. Violencia cuyas causas no residen funda-mentalmente en factores como la propaganda de ideologa alguna, sino en la miseria y el desamparo en que se ha mantenido a gran parte de la poblacin colombiana. Cualquier tipo de accin que se proponga para la reincorporacin de estas reas a la vida normal del pas, lejos de ser represivas, deben partir de la elemental defen-sa de los derechos humanos, dando prelacin al plan que vaya a la raz econmica y social del fenmeno.19

    Sin ser lineales ni mucho menos deterministas, el efecto de sus intervenciones investigativas, en especial aquella sobre la violencia en Colombia, aguza en Fals Borda su urgencia por ra-cionalizar el papel que como intelectual deba desplegar frente al orden social vigente. Asume, en consecuencia, una revisin ri-

    18 Ibid.19 Diario El Espectador, Bogot, 3 de mayo de 1964.

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    gurosa de las tendencias de la sociologa comprometida, de la mano de los protagonistas de la poca en el campo de las ciencias sociales20 y de instituciones pioneras en ese campo, como los es-pacios acadmicos organizados en las universidades de Argenti-na y Venezuela, similares al que haba contribuido a formar en la Universidad nacional de Colombia, o en centros especializados como flAcso en Santiago de Chile, clAcso en Buenos Aires o el Centro Latinoamericano de Pesquisas em Cincias Sociais de rio de Janeiro. repasa las tendencias metodolgicas de observacin-participacin, de observacin-intervencin y de observacin-insercin; se acerca a las tendencias del compromiso, en di-logo con las obras de Sartre, Marcuse y gorz. en fin, apunta a la construccin de su mtodo investigacin-accin-participacin, que luego elabora, insinundose ya en su obra una mayor aproxi-macin a la de Marx, pues al fin y al cabo encuentra en las Tesis sobre Feuerbach la primera articulacin formal del paradigma de la ciencia social crtica. Si pudiera hablarse de ruptura, es en ese tiempo cuando se produce, para luego dar los frutos que se recogen en el Simposio Mundial de Cartagena, Crtica y Poltica en Ciencias Sociales, celebrado en 1977, y que se presentan igual-mente en otros textos incluidos en esta obra.21

    Paralelamente, Fals Borda entiende la importancia de mirar el conjunto de la problemtica latinoamericana en trminos de sus procesos revolucionarios inconclusos, lo que le permite encarar, en toda su crudeza, el valor altruista de la subversin. Hay en es-ta nueva perspectiva una gran distancia frente al evolucionismo

    20 en el captulo 4, La crisis, el compromiso y la ciencia, de la obra Ciencia pro-pia y colonialismo intelectual, Mxico, nuestro tiempo, 1970, incluido en este libro, Fals Borda menciona su acercamiento a los trabajos de Luiz A. Costa Pinto, Jorge graciarena, torcuato S. di tella, rodolfo Stavenhagen, Pablo gonzlez Casanova, eliseo Vern, theotonio dos Santos y Aldo Solari, entre otros.

    21 nos referimos a: a) Cmo investigar la realidad para transformarla (introduc-cin al libro El problema de cmo investigar la realidad para transformarla, Bogot, tercer Mundo, 1979). b) experiencias terico-prcticas (parte iii del libro Participacin popular: retos del futuro, Bogot, icfes-iepri-Colciencias, 1998) y c) el tercer Mundo y la reorientacin de las ciencias contemporneas (en revista Nueva Sociedad, n 107, mayo-junio de 1990).

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    demoliberal de los aos cincuenta, que tiene ahora como teln de fondo la preocupacin por la causas estructurales del conflicto que le revelaron los estudios sobre la violencia en Colombia, para aseverar que muchos subversores no pretenden destruir la so-ciedad porque s, como un acto ciego y soberbio, sino ms bien reconstruirla, segn novedosas ideas y siguiendo determinados ideales o utopas, que no acoge la tradicin.22 Hay, por lo tanto, espacio para su propuesta de socialismo raizal, y para ambicio-nar un quinto orden que nos libere de la boa constrictor de la guerra y que detenga la espiral de nuestra violencia ancestral.

    Fals Borda era ante todo optimista, y en este estado emocional vivi hasta el fin de sus das, pues entenda que

    A diferencia de aquellas viejas generaciones centristas acomoda-das, la generacin activa y sentipensante actual ha logrado acumular prcticas y conocimientos superiores sobre la realidad nacional y puede actuar mejor en consecuencia. no ha temido salir al terreno a pesar de los peligros e incomprensiones, y volver a aprender con gusto y nimo sobre nuestro especial entorno tropical, combatiendo el tradicional colonialismo intelectual y poltico ante los norteos, y redescubriendo las culturas y tradiciones regionales y provinciales de nuestros pueblos de origen: los aborgenes, los afrocolombia-nos, los campesinos antiseoriales provenientes de espaa, y los colonos internos. Y son respetuosos de los valores fundamentales de stos, que debemos remozar y proyectar hacia el presente y el futuro, como pegante ideolgico del socialismo raizal o Kaziyadu que adviene sin tregua.23

    22 Vase La subversin justificada y su importancia histrica (captulo 1 del libro Las revoluciones inconclusas en Amrica Latina: 1809-1968, Mxico, Siglo XXi, 1968), Las revoluciones inconclusas en Amrica Latina (captulo 5 del libro homnimo), y elementos ideolgicos en el Frente Unido de Camilo torres, ayer y hoy (en Camilo, 40 Aniversario, Bogot, 2006. Consulta electrnica: Camilo torres, 40 aniversario. Un vino por Camilo, en http://www.internacionalistas.net/camilo/index.html).

    23 Lo que va de ayer a hoy y el ritmo social de la historia (prlogos de 1967 y 2008 y eplogo de 2008 al libro La subversin en Colombia: el cambio social en la historia, Bogot, ficA/cepA, 2008, texto incluido en este libro.

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    se es, a grandes rasgos, el maestro Fals Borda que conoci-mos solamente de nombre cuando ingresamos a la Universidad nacional, en aquel momento en que construa la primera escuela de sociologa de Colombia y Latinoamrica, a comienzos de los aos sesenta; que lemos despus cuando volvi a encenderse el conflicto colombiano a partir de las brasas no extinguidas de la primera violencia, como profticamente lo advirti desde 1964, y a quien, ya en los ltimos aos, acompaamos en sus tareas sin tregua de su incancelable compromiso poltico con la transfor-macin necesaria de la sociedad colombiana.

    se es el hombre hicotea y sentipensante a quien tuve el orgu-llo de dirigirme en la siempre recordada noche del 22 de septiem-bre de 2002, en la conmemoracin de un aniversario ms de nues-tra Alma Mter, con estas palabras que quiero repetir a manera de colofn de esta sencilla presentacin de algunos de sus textos:

    Maestro: usted ha vivido en esta universidad hace ms de 40 aos y la ha hecho vivir con su prctica siempre comprometida. Quie-nes lo conocimos all, al frente de la otrora Cafetera Central, en la naciente Facultad de Sociologa, al lado de Camilo, Umaa, Pears y otros ms, oamos las dudas que siempre existen para los desinformados o maledicientes, que se apoyaban en su formacin en universidades estadounidenses o en sus convicciones religiosas para, de manera irresponsable, vincularlo a agencias extranjeras. Qu gran ments supo darles a esas absurdas conjeturas. Supo quin fue Camilo, a quien recordamos ahora en este ltimo ejemplar de la serie de historia de la Universidad, y frente a su opcin respe-t su conviccin, pues conoca su fe altruista en la bondad final e intrnseca del cumplimiento de su deber como sacerdote y como colombiano en la lucha por la justicia social, como nos lo record hace unos aos. Ha sido muchas veces punta de lanza, claro est no violenta, de muchas acciones y organizaciones sociales y pol-ticas, siempre asociadas a la investigacin social que, como ahora, cuentan con su compromiso insospechable, como nos lo recorda-ban algunos acadmicos hace unas semanas, cuantas alternativas ha promovido y cuantas ms esperan contar con su experiencia y

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    su sapiencia. en estos momentos de confusin, su voz y su accin siguen siendo definitivas. La Universidad se enorgullece de tenerlo entre los suyos y por eso lo enaltece una vez ms.24

    24 Aparte de la intervencin del autor de esta presentacin, en su condicin de rec-tor de la Universidad nacional de Colombia, en la fecha indicada, con ocasin del ingreso del maestro Fals Borda a la orden del rector Magnfico gerardo Molina. Vase Vctor Manuel Moncayo, Universidad Nacional: espacio crtico. Reflexiones acerca de una gestin rectoral, Bogot, Aurora, 2005, p. 79.

  • AntoLogA De orLAnDo FALS BorDA

  • i. Algunos recuerdos de mis primeros Aos1

    1 notas autobiogrficas inacabadas, suministradas por el investigador Alexander Pereira.

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    MiS PriMeroS AoS

    Mis ms tempranos recuerdos se sitan en el gran edificio blan-co de dos pisos, con bello jardn y amplio patio sombreado de cauchos y almendros, del internado para estudiantes del Colegio Americano, del que mis padres eran administradores. el interna-do estaba donde hoy se encuentra el teatro Coln, en la esquina del callejn del Lbano y la calle del Sello, diagonal a la tienda el Pacfico de Cndida lvarez, mi abuela paterna de origen momposino, que la atenda personalmente.

    Son mis dos abuelas, Cndida (Chacha) y Anita (Micha) las que sobresalen para m en esa primera poca, ms que mi madre, Mara Borda, a quien debo no obstante las posteriores influen-cias formativas de mi juventud. Debajo de las faldas de las dos abuelas recib amante proteccin de la penca de mi duro padre enrique Fals. ste compensaba misericordioso las limpias con fabulosos libros de cuentos y biografas de hroes que publicaba la editorial Sopena, como las de Viriato y los de la cada de nu-mancia, que todava me impresionan.

    La Chacha me embelesaba con los dulces de la tienda, en especial con las bolitas de tamarindo, y yo le retribua ayudn-dole a repartir y empacar al detal los granos, las panelas y los quesos. La Micha, de la distinguida familia Angulo de Calamar, me ense el primer cntico, las lneas iniciales del pasodoble espaol Valencia, tierra hermosa, que yo tarareaba en pblico,

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    inexplicablemente segn ella, en las ocasiones ms inesperadas. A la Chacha tambin le debo conocer y manejar el autopiano y mi primera excursin en coche. ste era un convertible Fiat lar-gusimo que ella le haba comprado a su yerno italiano Vicente Carleo para que lo empleara en el transporte desde su finca le-chera de Santo toms a Barranquilla por el polvoriento camino de Soledad a Palmar de Varela.

    no llegu a conocer a mi abuelo paterno, Alfredo Fals y Co-rona, comerciante de origen cataln que haba emigrado a Ba-rranquilla, pasando por Cuba, a principios del siglo, junto con su hermano enrique, un empresario de toros y casinos, porque haba muerto poco despus de casarse con Chacha en Magangu. Al abuelo materno, el ingeniero bogotano Carlos Borda Monroy, por sus perennes viajes de prospeccin de petrleo en la costa, no llegu a conocerlo sino en Barranquilla, poco antes de morir, cuando vivi con nosotros y con sus hijos naturales, mis tos rita y too, durante los ltimos meses de su existencia. Lo re-cuerdo como un patriarca alto y serio que me peda le llevara los peridicos todos los das. en cambio, sigue viva conmigo la ima-gen de mi bisabuela Cristina Machado, madre de la Chacha, na-cida en Pijio, cerca de Mompox, una anciana de origen chimila vestida de largo faldn de cumbia, que amasaba y costaba sobre bindes los mejores casabes de yuca del barrio.

    Ms que los alumnos internos del colegio, mis compaeros de juego eran los hijos de la cocinera negra principal, estbana, con quienes me las pasaba jugando al trompo, bolitas, carreras y al burro, como cualquier otro nio costeo. no recuerdo de peleas. Aparte de mis cinco hermanos menores, otro grupo in-fantil lo constitua con mis primos Anaya Angulo, hijos de la ta toa, hermana de la Micha, y de su esposo el seor ramoncito, a quien llegu a admirar por su serenidad que, curiosamente, se reflejaba para m en sus lentes de aro. Ms tarde, de uno de los Anaya, Benjamn (Mincho), recib la revelacin de la msica mo-derna que tanto me ha atrado desde entonces, con unos discos viejos de Wagner y de la sinfona de Frank que escuchbamos en su victrola.

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    Pero el clmax de la emocin vena con las temporadas que pasbamos en la casa del colegio, a la orilla del mar y al borde de las carrileras del tren, en Salgar, a pocos kilmetros de Puerto Colombia. All aprend a nadar y a no tenerles miedo al agua y al sol, a aguantar el jejn de las tardes y la picazn del aguamala. recuerdo en especial a un nio pescador mayor que yo, con quien me la pasaba jugando en el mar y haciendo excursiones al cerca-no castillo (las ruinas del edificio de la aduana) por un empinado camino lleno de pringamozas. l fue una de las primeras perso-nas distintas de mi familia a quien llegu a querer. Quizs premo-nitorio de las relaciones con gente humilde de mi tierra y de los Andes que fui desarrollando a lo largo de mi carrera profesional.

    De pautas represivas de conducta, aparte del fuete de mi padre, recuerdo los cuentos de las abuelas sobre aparatos noc-turnos, como el jinete sin cabeza que nos obligaba a acostarnos temprano, como ocurri cuando viajamos con toda la familia en vacaciones a riofro, al pie de la Sierra nevada de Santa Marta. De resto, mi to Carlos Borda Angulo, a quien quise mucho, me llevaba al cine al teatro rex, donde vimos juntos al furibundo King Kong; e iba con los alumnos internos todos los domingos a la escuela Dominical de la iglesia presbiteriana de la calle Sello. All aprend a cantar con los himnos congregacionales, algunos de buena inspiracin musical por haber sido compuestos por genios como Haydn. Ms tarde, ya adolescente, llegara a ser superin-tendente de dicha escuela y a intentar all algunas innovaciones organizativas, como competencia entre grupos de fieles, que no fueron del total agrado del pastor, don Manuel escorcia.

    no obstante, del reverendo escorcia recuerdo su hospitalidad por el uso de la mesa de ping-pong y por la victrola, con la que me extasiaba oyendo el Miserere de El Trovador de Verdi. Des-pus me ali con el joven violinista Luis Biava, a quien admiraba mucho (y despus ms como director de la orquesta Sinfnica nacional), para que animara los cultos.

    Me hice amigo del joven misionero Darrell Parker, poseedor de una bella voz de tenor y director del coro, al que ingres con gusto. All interpretbamos piezas corales excelentes, como las de

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    Victoria y Palestrina, que no se estudiaban ni en el conservatorio. Cuando regres de estados Unidos, yo mismo dirig el coro de esta iglesia y despus de Bogot, cuando me atrev a interpretar, por primera vez en Colombia, una cantata de Bach: el Oratorio de Navidad; se hizo con xito gracias al apoyo del genial organis-ta Alvin Schutmaat (la viuda de Alvin, Paulina, fund hace poco la orquesta Filarmnica de Barranquilla, y me hizo el honor de interpretar una composicin ma para violn, parte de un oratorio que compuse no s cmo, en una de aquellas ocasiones sagradas).

    es mucho, pues, lo que mi musicalidad debe a la iglesia, en lo que puede ser una segunda dimensin de mi persona, tanto o ms satisfactoria que la cientfica; en realidad pienso que la una me ha ayudado con la otra, si analizamos las estructuras multivo-cales de algunas de mis obras, que algunos crticos han llamado estereofnicas.

    en general, guardo de mis primeros aos una sensacin de alegre fluidez y amplios horizontes con mucha tolerancia. A ello tambin contribuyeron las actividades de mis padres: enrique, dedicado a la enseanza y al periodismo, en lo que hizo una ca-rrera extraordinaria (aspir una vez a secretario de educacin del departamento del Atlntico); y Mara, quien fue fundadora de la Campaa nacional contra el Cncer y pionera de programas de radio en Barranquilla sobre cuestiones sociales y culturales, ade-ms de escritora de obras teatrales. recuerdo una que escribi con el ttulo de Naamn el sirio, basada en una historia bblica, que se represent en el comedor del internado con alumnos y alumnas del Colegio Americano, todos ataviados de manera espeluznante, a la manera oriental. Crec, pues, entre libros y cuadernos, dis-cos, dramas y conciertos, lo cual no deja de explicar mi posterior inclinacin intelectual.

    Sent que pasaba de la niez a la adolescencia cuando mi pap dej de darme libros de cuentos para pasar a tratados como Los Vedas y Las cantigas de Alfonso el Sabio. Me resultaron fascinantes porque abrieron el comps de mi visin del mundo. De la misma manera guardo agradecida memoria de mi paso por el Colegio Americano para Varones de Barranquilla, por los profesores y

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    alumnos que me ensearon a entender la vida y sus realidades. en especial, el profesor Humberto ortega, de historia y litera-tura, para quien preparaba primorosas notas de clase ilustradas con mis propios dibujos; el Mono Heberto Martnez y el profesor Patricio orjuela, prefectos de disciplina, por quienes senta un gran respeto; el maestro Pedro Biava, padre de Luis, quien me dio las primeras explicaciones directas sobre notacin musical, ya que por fin haba decidido aprender msica solo, leyendo las entradas tericas de la enciclopedia espasa; y el pastor Juan Ca-margo, organizador de excursiones, quien me abri los ojos a las realidades geogrficas y las riquezas propias de la regin caribe.

    Al pastor Libreros debo mi primer viaje por el cao del Clarn y salida por mar hasta Santa Marta en una de las lanchas del puer-to fluvial (de all el horrible mareo que todos los excursionistas tuvimos), cuando fuimos hasta Minca para subir a pie hasta Cerro Quemado, en la Sierra nevada. Fui el nico que llev un diario de campo, donde cada noche fui anotando lo que observaba y datos varios de poblacin y altura sobre el nivel del mar. no recuerdo de dnde me sali la idea, pero fui escrupuloso. Lo cierto es que all brot mi primer trabajo etnogrfico. result tan presentable, que mi pap lo llev al diario La Prensa para publicarlo, lo cual se hizo. tal fue mi primera salida como autor.

    Siguiendo el buen ejemplo de los trabajos de alcance social de mi mam, quien lleg a ser todo un personaje nacional e in-ternacional (represent a la mujer colombiana en Chile y otros pases), llegu a presidir la Sociedad de Jvenes Presbiterianos. organic una campaa cultural para pagar el viaje de uno de los compaeros, Hctor Valencia, a un congreso nacional. tanto de Hctor como de otros amigos, como eugenio illidge, asimil tcnicas de direccin colectiva: por ejemplo, de ellos aprend a hablar en pblico, lo que antes haca mal y atropelladamente, en la jerga costea.

    este contacto con el grupo juvenil me ayud a desarrollar tambin algunas capacidades ejecutivas. trabajaba con pocos elementos, de modo que haba que improvisar y crear. As, en algunas fiestas se ofreca chicha de mamn, aprovechando el fru-

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    to del rbol que creca en el patio de la casa. nos expresbamos tambin segn el talento de cada cual, con recitaciones, cantos, dibujos. Ms tarde, cuando me reincorpor al grupo, al regresar de los estados Unidos, como directivo aad deportes, dramas (representamos El avaro de Molire) y pintura con el maestro Alejandro obregn, quien entonces comenzaba su espectacular carrera. tambin colabor mi compaero de aulas, el futuro no-velista lvaro Cepeda Samudio.

    esta tendencia juvenil a la creatividad y a la informalidad, que sent apoyada por el tolerante y festivo ambiente barranqui-llero de la poca, me llev a escribir mi primera y nica novela: El hijo de Bolvar. en ello volvi a jugar el amor por las abuelas. Micha haba quedado ciega por cataratas, y Chacha, en una cl-sica mecedora, le lea casi todos los das un captulo seriado de una novela romntica publicada en Madrid. Decid contribuir-les con mi propia produccin, lo que las llen de alegra aunque comprensiblemente no de mucho inters por el tema de ficcin histrica que haba escogido. no pas del tercer captulo. Pero ahora se me hace curioso que ese matrimonio entre imaginacin y documentacin hubiese aflorado en m al escribir medio siglo despus La historia doble de la costa.

    otro personaje influyente en mi vida juvenil de esos aos for-mativos fue don rafael Borelly, un anciano gobernante de la iglesia de la calle del Sello que no slo prosper como honrado comerciante, sino tambin como poltico, llegando a ser alcalde de Barranquilla a pesar de ser evanglico, algo muy raro en Co-lombia. Me dio ejemplo de eficacia ejecutiva, desprendimiento econmico y amor, no slo por sus diezmos que constituan la mitad de las entradas de la iglesia, sino porque, cuando mis pa-dres no pudieron sostener por un tiempo a la familia, don rafa y su esposa Atala me adoptaron como hijo, as que dorma y co-ma en su casa a la par con los 12 hijos que tenan. Ms adelante, la vida y la evolucin del pas, que tolerara el avance de los no catlicos, me daran aquellas mismas oportunidades en la gran poltica que tuvo don rafa, a quien record por ello en diferen-tes oportunidades.

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    Lleg el momento crucial de separarnos de la costa para ir a Bogot, cuando realic el primero de muchos viajes por el ro Magdalena, esta vez con el resto de la familia, ya que mi padre iba a adelantar estudios en la Universidad Javeriana de Bogot. De aquel viaje atesoro la alegra de la banda de msicos en el bar-co, los bailes a bordo encabezados por el capitn ernesto Mac Causland, la dormida en catres y hamacas al aire libre, la increble maestra de los prcticos en maniobrar el barco por las noches. nunca nos varamos.

    Una vez en Puerto Salgar, viajamos en tren hasta Villeta, don-de pap dispuso pernoctar para aliviar la subida a la sabana y el golpe de fro. Ms que el fro, lo que ms nos impresion fue el peso de las cobijas al dormir, y tambin las pulgas y el puadito de arroz en las comidas. Pero al llegar a Bogot obtuve una vi-sin ms completa del pas y de mi propia familia, al incorporar la parte cachaca representada por los Bordas, quienes nos dieron clida acogida.

    Del Colegio Americano de Bogot recuerdo una interesante experiencia en autogobierno tolerada por la direccin. elegimos presidente del cuerpo estudiantil a un futuro dirigente evang-lico, Julio Quiroga. Vesta de bombachos mientras que yo toda-va iba de pantalones cortos. Conformamos as un senado con representantes de cursos. Admir a aquellos dirigentes sin saber cmo involucrarme en sus campaas. Mucho despus se me da-ran oportunidades similares en la vida real.

    Al pasar el tiempo y el fragoso perodo de la adolescencia, me sent todava como un nio, demasiado amarrado a la casa. De la proteccin de mis padres, cuyas obligaciones crecan, de-ba dar el salto a la libertad. ello se me ocurri alcanzable slo siguiendo la carrera militar, que era lo diametralmente opuesto a lo que haba venido haciendo. Me propuse hacerme hombre como oficial del ejrcito.

    Con la generosa comprensin de mis padres, quienes vendie-ron una pequea casa que tenan en Las Delicias para ayudarme con los gastos, part de nuevo hacia Bogot, esta vez en avin, para presentarme a las pruebas de admisin de la escuela Militar de

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    Cadetes. result una aventura muy arriesgada que no med con cuidado. Slo gracias a la intervencin de mi admirado primo, el escritor Jorge Zalamea Borda, entonces secretario privado del Presidente Lpez Pumarejo, pude entrar a la escuela. Fue duro para m, especialmente por el aislamiento que slo mis primas Bordas aliviaban con sus visitas semanales y los milhojas del Pa-lace. Pero nunca me arrepent de haber ingresado, porque fue all donde conoc la gran importancia del orden y el ntimo sentido del compaerismo, aparte de que aprend a convivir con compa-triotas de todas partes. Desde entonces no olvid a mis socios de banca, algunos de los cuales llegaron a generales de la repbli-ca: Puyana, Matamoros, Matallana, Martin, Valencia tovar. Fue otra experiencia que enriqueci mi vida, aunque no la llegara a recomendar a otros.

    La salida de la escuela Militar al siguiente ao fue una historia compleja, en la que mi madre tuvo papel definitivo. ocurri en-tonces otra reorientacin crucial, pero ya estaba bastante maduro como para adoptarla por m mismo: en efecto, haba dejado atrs no slo la adolescencia, sino tambin la provincia.

  • ii. lA cuestin AgrAriA, cAnterA de investigAcin

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    ConDUCtA PoLtiCA CoMo reFLeJo De Lo AgrArio1

    el cuadro que de Boyac se ha presentado en las pginas prece-dentes una pintura del presente con su perspectiva histrica permite observar a una tpica sociedad agraria en un momento crucial: aquel cuando empieza a avanzar de un estado casi esta-cionario para dar los primeros pasos hacia el progreso moderno y apresurado, hacia el mundo tecnolgico. Ahora, al borde de una revolucin industrial, Boyac est experimentando mutaciones en la base social, quizs por primera vez durante los ltimos 400 aos. Su tradicin agraria y conservadora, su pauta de relaciones personales y directas, su familismo y otras formas de conducta, estn sufriendo un serio quebranto a medida que el Wesenwille o voluntad natural del grupo, lentamente deja lugar al Krwille o voluntad racional, y al paso que los modernos sistemas de co-municaciones y transportes, rompiendo el aislamiento fsico y cultural, revitalizan completamente el proceso del cambio social.2

    1 texto extrado de El hombre y la tierra en Boyac: bases sociolgicas e histricas para una reforma agraria, Bogot, Antares-ediciones Documentos Colombianos, 1957, pp. 217-235.

    2 Las nuevas esperanzas de progreso levantadas especialmente por el proyecto de la Siderrgica de Paz de ro se reflejan en artculos como el de oliverio Perry, Hacia un plan integral de la economa boyacense, en Economa Colombiana, ao iV, n 10, febrero de 1955, pp. 35-38.

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    no significa esto descontar la fuerza de las tradiciones que aferran al boyacense a su pasado; ellas continan en dramtica competencia con las nuevas formas, aunque parece que en esta avalancha llevan todas las de perder. Precisamente, ya que el cam-bio es inevitable, habra que estudiar las formas de canalizarlo por vas constructivas, salvando en lo posible aquellas cualidades que adornan a la sociedad campesina: el sentimiento de hospitalidad y simpata, la constancia y la valenta en el esfuerzo, la objetividad en los aspectos prcticos de la vida, el sentido de la seguridad y del honor que se encuentran en las comunidades rurales, la soli-daridad familiar, la honestidad, la fe en el todopoderoso. tratar de detener este proceso de cambio, sea por la violencia, por la accin poltica o por otros medios, sera no slo contraproducen-te, sino causa de traumas colectivos, de resistencia y de tensiones insoportables.

    el captulo anterior, acerca de la estructura del grupo ecol-gico, describe contracciones y expansiones de comunidades que bien recuerdan a la amiba, en la lucha por formar nuevas y ms extensas reas de interaccin. Si las fuerzas racionalistas, en el sentido weberiano, ya desatadas continan trabajando con igual o mayor intensidad que hasta el presente, el resultado final podra preverse como una sociedad coherente y heterognea. Llevar un registro de estos cambios a medida que vayan ocurriendo, ob-servar el efecto que diferentes factores puedan tener en el retardo o en la aceleracin de los procesos, son tareas del mayor inters desde muchos puntos de vista.

    Sin embargo, el presente estudio debe terminar en este punto, donde se precisan anlisis ms detallados de los procesos sociales. es sta una tarea para el futuro. Por el momento cumpliramos con nuestro propsito si los socilogos cientficos y los planifica-dores llegaran a tener un cuadro objetivo de las cosas locales. As, en este estudio se han considerado las caractersticas ecolgico-humanas de Boyac como muy significativas y dignas de examen, y como indicadoras de la realidad del pas y de una gran parte de Latinoamrica. Las relaciones entre el hombre y la tierra en este departamento, como en muchos otros, dan pauta al ethos que per-

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    mea a todo el grupo: se encuentran ellas en el corazn mismo de la existencia diaria, dan significado a hechos del pasado y ofrecen una base para el maana. es aqu donde radica la importancia del examen de estas relaciones: como se expresa en la introduccin, su estudio casi llega a constituirse en el ms adecuado anlisis de las propias bases sobre las cuales se funda no slo la sociedad boyacense, sino la colombiana y la latinoamericana.

    Ciertos factores y caractersticas merecen ser relievados so-meramente, por la forma como se reflejan en la conducta de los individuos y, en consecuencia, por la manera como sealan una poltica estatal y privada definida, para promover el desarrollo del departamento. Con base en este anlisis, se podra entonces entrar a discutir una verdadera reforma agraria para Boyac y el pas, reforma que, como queda dicho, urge por su significacin poltica, econmica y social.

    el primer factor es la tremenda variacin topogrfica de Boya-c, desde las selvas tropicales del valle del Magdalena a las mon-taas nevadas de gicn. esto ha sido en s mismo un obstculo para el progreso material. Sin embargo, el territorio boyacense al mismo tiempo ofrece grandes posibilidades en riquezas minera-les, en el aprovechamiento de la fuerza hidroelctrica que tanto se necesita para vivienda e industria, y en el cultivo de los ms diversos productos.

    esta heterogeneidad en la economa rural es deseable. Sin em-bargo, una mayor atencin por parte de ministerios y servicios de extensin al problema de la erosin en las vertientes cultiva-bles y un mayor esfuerzo para transferir la agricultura intensiva de las laderas a los valles y planicies, detendran el despilfarro de los recursos naturales y humanos y aumentaran considerable-mente la riqueza del departamento. Por ejemplo, la cordillera ofrece grandes posibilidades para el levante de ganado lechero en forma que causara la envidia de otras naciones; el programa de mejoramiento de pastos del Ministerio de Agricultura hara de las vertientes lugares ms favorables para el ganado.

    es ste un problema del cual se ha escrito tanto durante los ltimos aos que a fuerza de repeticin puede estar perdiendo

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    inters. Lo han sealado agrnomos y socilogos, tcnicos extran-jeros y turistas. Parece que hay opinin unnime en el sentido de que la situacin debe cambiar; pero muy pocos planes positivos se han presentado al respecto. entre stos vale considerar el de la Misin Currie, de 1950, que advocaba el impuesto progresivo sobre la tierra deficientemente explotada,3 plan que produjo una reaccin entre airada y temerosa en algunos rganos de prensa y en sociedades gremiales.

    Al cabo de estos aos de recapacitacin serena, debe admitir-se que la reaccin se fundaba en una lectura parcial del Informe Currie y que a fin de cuentas la base funcional de la propuesta es aceptable: crear un cataltico para que la tierra no se desperdi-cie. Sistemas parecidos tienen vigor en todos los pases ms de-sarrollados. Para poder implementar esta reforma en Colombia se necesitara en primer lugar de un completo estudio catastral que fijara los precios reales de la tierra, siguiendo en vigor el im-puesto bsico estipulado por el Decreto 2.473 de 1948 (cuatro pesos por cada mil).

    esta rata bsica se aumentara segn la ganancia neta de la tierra comparada con el porcentaje determinado por el instituto geogrfico, y se exceptuaran tierras reforestadas o sembradas de ciertos cultivos como el cacao. Con el producido de estos im-puestos se podran financiar los servicios pblicos municipales, tan descuidados por tradicin, as como la construccin de ca-rreteras y caminos vecinales. Por supuesto, existen alternativas de este plan que podran considerarse.

    en segundo lugar, la desigual distribucin de la poblacin de Boyac indica que existe una desadaptacin en la explotacin de los recursos; cunta, no es posible por el momento medirla, a menos que se utilicen ndices refinados como el de ganancia mxima per cpita. La superpoblacin de las mesetas y valles andinos, que llega a una densidad demogrfica de 256 en una

    3 The Basis of a Development Program for Colombia, informe de la misin dirigida por Lauchlin Currie, Washington, international Bank for reconstruction and Development, 1950, pp. 384-386.

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    seccin y a ms de 100 en 14 municipios, es fuente de pobreza y de conflicto debido a su desequilibrio con la produccin local, mientras que en regiones aledaas los recursos son inexplotados. Ya que la emigracin se est efectuando de forma autogenera-da, y aun a departamentos densamente poblados, como lo son Cundinamarca, Caldas y tolima, valdra la pena considerar un proyecto de colonizacin dirigido hacia regiones tales como la vertiente oriental de los Andes, destinado a aliviar la presin de-mogrfica del centro del departamento y a moldear y facilitar el intenso movimiento colonizador que ya existe en esa regin. Un primer paso sera la construccin de varias vas de penetracin hacia las vertientes. La alternativa radicara en el fomento de in-dustrias y de ocupaciones urbanas como adelante se menciona, aunque ms se ganara si se pudieran combinar ambos aspectos, el de la emigracin y el de una continuada industrializacin local.

    esta propuesta se hace an ms urgente a medida que, debido a progresos mdicos e higinicos, bajen los coeficientes de mor-talidad, especialmente el infantil, sin que disminuya el ndice de fertilidad. Adems, no es justo que la mujer boyacense tenga que seguir haciendo las faenas agrcolas que tocaran a los emigrados y al mismo tiempo cumplir con los deberes domsticos.

    el gran dominio de la granja aislada como tipo de pobla-miento en este departamento, el ms rural de Colombia (90%), es razn para meditar sobre sus efectos en la manera de facilitar los servicios pblicos, tales como agua y luz, a los agricultores. es cierto que aqu las fincas son pequeas y que por lo mismo las casas estn ms juntas; pero brindar servicios a estos campesinos aislados todava resulta costoso y difcil. Se ha observado que construir nuevas carreteras y caminos provoca en los agricultores la modificacin de los lmites de las propiedades y el cambio de sitio de las viviendas. Quizs este proceso se verifique en Boyac a medida que se abran nuevas vas por los empinados riscos; pero desgraciadamente sta es una solucin demasiado lenta. Mientras tanto, ser necesario que los empleados de extensin agrcola, los que organicen campaas educativas y los que trabajen en asuntos como el desarrollo econmico, hagan planes prcticos teniendo

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    en cuenta la realidad actual y promoviendo experimentos con barrenas manuales, molinos pequeos y con plantas que sirvan a un buen nmero de vecinos. Por supuesto, el estado puede y debe contribuir con la construccin de hidroelctricas.

    Para muchos observadores, este patrn de asentamiento en granjas dispersas es una de las causas del notable individualismo del campesino boyacense. Quiz lo opuesto sea tambin cierto, es decir, que el individualismo del campesino se exprese en gran-jas aisladas, pues en este caso la causa y el efecto se compaginan como en un crculo. Lo curioso del caso es que los indios chib-chas, que aparentemente tenan un espritu comunal en muchos aspectos, tambin vivan segn esta forma de poblamiento. Ac-tualmente, desde el punto de vista histrico, podra decirse que el tipo de granjas dispersas, heredado de los mayores y confirma-do en aos de lucha contra la forma de colonizacin del blanco europeo, es una expresin del individualismo de los habitantes. el sistema de tenencia de la tierra, el tamao de la propiedad, la fragmentacin de la misma y el sistema agrcola han coadyuvado a que se dispersen.

    Pero si se observa luego el funcionamiento de este tipo de poblamiento, habra que admitirse que promueve la falta de so-ciabilidad, el retraimiento, la reserva y la timidez. es una de las causas de que el campesino piense ms en s mismo que en la comunidad, es decir, lo torna en un egocntrico, lo confirma en su individualismo bsico. Sin embargo, no es sta razn para pensar que el campesino boyacense no pueda participar en actos comunales. Ya se explic que existen costumbres tales como el convite, que dicen de una tendencia a la cooperacin. el sentido cooperativo apenas est atrofiado; siendo resultado de un pro-ceso educativo, puede perfectamente fortalecerse por medio de campaas y lderes hbiles. en este sentido es mejor ir despacio y organizar compaas de dos personas o cooperativas de tres o cuatro, como se hace en Alemania para la compra de maquinaria por pequeos agricultores.4

    4 informacin interesante en este sentido, as como en otros que tienen que ver

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    en forma similar, la estructura socioecolgica actual conduce a una insularidad en la cual las relaciones primarias, cara a cara y frecuentes, son de capital importancia. Debido a la intensidad de la mezcla racial y al predominio del mestizaje, no existen subgru-pos ni divisiones encontradas que ofusquen las pautas comunales, como sucede en otros pases. ni se encuentran extranjeros, que slo ascendan a 336 en 1951, y slo muy pocos evanglicos o pro-testantes que desvirten la homogeneidad religiosa. el mundo en esta situacin es lo que se ve y lo que se tiene a la mano, y hay que desconfiar de lo que sea distinto de este mundo local conocido, as como de lo que llega a l.

    es ste un hecho que no necesita ser recordado a los investi-gadores de las cosas del campo, a los empadronadores, los mi-sioneros y aun a los comerciantes y los profesionales que prestan sus servicios a la poblacin rural. el hombre del campo se redu-ce mentalmente a lo inmediato, desconfiando de lo extico en actitudes que son difciles de explicar, excepto como resultado de un acondicionamiento histrico-cultural. Las explicaciones atvicas, aquellas que hacen referencia a la herencia de la san-gre y del paisaje, a la melancola indgena, al ancestro indio, son callejones que desde hace ms de 40 aos han demostrado no tener salida ni ningn mrito, excepto el literario. Por ejemplo, no hay prueba de que los chibchas fueran ablicos y tristes en el momento de la Conquista, y que hayan transmitido esta abulia a sus descendientes; por el contrario, si se leen las crnicas sin prejuicio, hay razn para pensar lo contrario. Lamentablemente todava en Colombia se da crdito a estas teoras insulsas y has-ta se ha propendido por traer al pas inmigrantes slo para que mejoren la raza o la hagan ms bella.

    en cambio, pinsese en el acondicionamiento cultural hist-rico algo que el hombre s puede controlar que le ha tocado

    con el manejo de fincas pequeas, se encuentra en organisation for european economic Cooperation, The Mechanization of Small Farms, Philadelphia, Com-mission on intergovernmental relations, United nations. fAo/ece Agriculture Division, 1955; vase Margaret Digby y r. H. gretton, Cooperative Marketing for Agricultural Producers, roma, fAo Development Paper, n 53, 1955.

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    vivir al campesino, incluyendo el trauma del contacto inicial in-dio con la cultura occidental representada en los rudos conquis-tadores, el de las revueltas abortivas iniciales contra los espao-les, el del tratamiento opresivo y rutinario en mitas, conciertos y reducciones misionales, el del movimiento nativista de Pisco, el de la guerra de la independencia, el del cambio de tenencia al terminar los resguardos, y el del caos econmico y social de las guerras civiles, aparte de las pequeas pero grandes luchas dia-rias del indio y del campesino contra la penuria y la explotacin. Muchos desengaos, la pobreza y la sublimacin religiosa del sufrimiento fueron el resultado de estas gestas.

    As, las relaciones del campesino con patrones, caudillos y ga-monales, con individuos educados o de alguna categora, no han sido del todo constructivas o benficas para el primero, aunque s mucho para los segundos. Desde el encomendero piadoso pero egosta, hasta el moderno intermediario metalizado y fro, los que han pertenecido a algn estrato social superior al del campesino se han sucedido para explotarlo. Aunque con honrosas excepcio-nes, esta historia lleva ya 400 aos. en este perodo aquella actitud de reserva hacia extraos y superiores no ha podido menos que cristalizarse; en tal sentimiento de desconfianza los campesinos adultos instruyen a sus hijos. Y tienen toda la razn al perpetuar tanto aquella actitud de reserva como esta desconfianza.

    no quiere decir esto, sin embargo, que los boyacenses no tengan capacidades para cambiar su situacin, como se ha pre-tendido lamentablemente en ciertos crculos intelectuales que preferiran inyectar nueva sangre a los miembros del departa-mento o mantener el statu quo. Precisamente, los boyacenses han demostrado muchas veces que tienen las capacidades necesarias y sta es la gran esperanza, en especial cuando han emigra-do hacia otros ambientes, como el Quindo y el tolima, y se han convertido en ejemplos de empresarios agrcolas. Los talentos estn all, escondidos y enmohecidos, pero listos a resplandecer cuando la cultura brinda la oportunidad.5

    5 este optimismo, en contraste con algunas actitudes tradicionales en el pas, tiene

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    De todas maneras, el hecho de que Boyac se encuentre an en esta etapa provinciana e intolerante del vecindario, desde el punto de vista de la organizacin social, seala la posibilidad de utilizar este grupo ecolgico como base para planes de desarrollo; stos habra que concebirlos en forma sencilla e integral, adap-tada al microcosmos que afectaran, pero con vista a los efectos fuera de l. Las veredas pueden ser identificadas y actualmente tienen ms vitalidad que las comunidades que forman. el reco-nocimiento de la vereda como una asociacin ntima de familias rurales, no slo en el terreno sino en las mesas de planificacin y en los presupuestos municipales y departamentales, es de la ms bsica importancia para llevar a cabo con xito el cambio cultural dirigido que necesita Boyac. en particular es necesario que la organizacin poltica y gubernamental de los municipios se extienda en forma ms efectiva y autnoma hacia las veredas, con el fin de auspiciar el progreso de stas y dar mayor vigor al proceso democrtico.

    esta omnipresente insularidad tiene una peculiar expresin en el sistema de divisin de la tierra. el sentido de la confianza y del honor internos y el conocimiento personal entre los miem-bros de la comunidad hacen posible que funcione el mtodo de delimitar las propiedades por medio de mojones y linderos. La tradicin vela por los lmites y el vecindario implementa un sis-tema formal de controles para evitar el caos en el usufructo de la propiedad. Son graves delitos cambiar linderos o rodar cercas, pero el hecho de que pueden cometerse, existe. testigos de al-guna edad se renen para restaurar el equilibrio por medio de declaraciones juramentadas en referencia a vecinos y lindes; pe-ro conflictos y tensiones interpersonales surgen de esta manera

    base en las investigaciones de campo del autor y en su ntimo contacto con los mismos campesinos, y ha sido expresado in extenso en su libro Peasant Society in the Colombian Andes: A Sociological Study of Sauco, gainesville, Universi-ty of Florida Press, 1955, pp. 195-246, as como en el artculo el campesino cundiboyacense: conceptos sobre su pasividad, en Revista de Psicologa, ao i, n 1, 1956, pp. 74-83.

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    emprica de fijar la propiedad, y la situacin del propietario a fin de cuentas se torna precaria.

    Al resquebrajarse la estructura ecolgica y perderse su insu-laridad (sta es la tendencia del momento), el presente sistema catastral habr de resultar an ms deficiente. La movilidad ho-rizontal y la emigracin haran perder fuerza a los testigos sobre quienes descansa en gran parte el funcionamiento de los linderos; cambios frecuentes de dueos o dueos pasajeros complicaran el problema. Adems, muchas tierras nuevas no se han explota-do por falta de seguridad en los ttulos, por ser vivero de futu-ros conflictos. Por esto deben verificarse sin prdida de tiempo reconocimientos exactos de todas las tierras baldas en Boyac, para evitar que el sistema de linderos y descripciones verbales, implantado por los Carolingios en la Marca Hispnica hace ms de mil aos, se extienda a los nuevos dominios que se incorpo-ran en el siglo XX. es urgente adoptar el mtodo astronmico de determinaciones catastrales y su derivado de registros notariales. Poco es lo que se puede hacer en las reas ya ocupadas, excepto quizs proceder a levantar mapas exactos (stos pueden servir en caso de disputas) y construir linderos que sean ms firmes y duraderos y que tengan tambin referencias astronmicas. Si no se dan estos pasos, el fomento agrcola y el crdito territorial se obstacularizaran, ya que no habra ttulos claros sobre los cuales basar las garantas.

    Siguiendo adelante con el anlisis, el tamao de la propiedad es una causa de la concepcin limitada del mundo que tienen los campesinos boyacenses, puesto que, siendo el minifundio una forma predominante, y ocurriendo en condiciones agrcolas, to-pogrficas y edafolgicas adversas, ha contribuido al desarrollo de la pobreza. esta pobreza tiene consecuencias en la conducta: se refleja en la falta de educacin, en elementos recreativos ru-tinarios, en deficiente alimentacin, en descuido personal y de vestuario, en un bajo nivel de vivienda y en degradacin moral y poltica.

    Aunque en Boyac haya mayora de propietarios, gran n-mero de stos no ocupan sino la base de la pirmide social, pues

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    alcanzan a practicar slo una agricultura de subsistencia que les impide escalar niveles superiores que no los deja liberarse por medio de las mquinas y que no les permite desarrollar su poder adquisitivo como consumidores. Durante los ltimos 200 aos, especialmente, la tendencia predominante ha sido la atomizacin de la propiedad por la parcelacin de los antiguos resguardos de indgenas y haciendas, por la ley de herencia y por la economa del centavo, todo lo cual significa que las fincas se han ido divi-diendo y subdividiendo continuamente, aumentando as el n-mero de las que se encuentran a tan bajo nivel de productividad.

    Pocas tendencias son tan peligrosas y perjudiciales. Debe ha-cerse todo el esfuerzo posible para que los habitantes caigan en cuenta de esta clase de erosin social interna y propendan por libertarse de permanecer para siempre en esta situacin submar-ginal. el estado debe estudiar las posibilidades de aumentar el tamao de las propiedades para convertirlas en explotaciones unifamiliares de mayor categora o conservarlas como tales, en las que los dueos puedan ejercer con mayor dignidad y prove-cho la triple funcin de capitalista, empresario y obrero. Podra llegarse a esta meta por medio de arreglos colectivos con los propietarios que conduzcan a una redistribucin, facilitando el crdito, propiciando la emigracin de familias hacia zonas me-nos congestionadas y fomentando una naciente tendencia a con-servar heredades consolidadas en forma de sociedades o como propiedades in diviso.

    el Weltanschauung reducido que proviene del minifundio tie-ne otra expresin definida en una actitud que puede identificarse como agrocentrismo. Casi todo en el campo se revuelve alrededor de la tierra, de la agricultura, del tiempo y de las plagas. es seal de distincin que un campesino pueda hablar sobre temas que no sean agrcolas. As se reconoce en esta canta o copla recogida en el valle de tenza:

    El probe no sabe hablar;que calle y cierre la boca.Si el probe estrena un sombrero,

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    cualquiera le hace la choca; cuando el hambre lo atropella, comer arepa le toca.

    Lo primero que hace el agricultor al despertarse con el canto de los copetones, es fijarse si ha llovido, si ha nevado o si hace sol. Piensa en las aspersiones que debe hacer a la papa, en el n-mero de botellas de leche que le ha de dar la vaca, en los abonos que habr de comprar para el ao. en contraste con otras ocupa-ciones, la agricultura ejerce un hipnotismo sobre el campesino por medio de la rutina en el cuidado, sus limitadas posibilidades de mejoramiento en las tradicionales circunstancias, su dependencia del ciclo vital y del tiempo y lo oneroso de las tareas. Hipnotis-mo que maniata y embrutece cuando el campesino no es capaz de liberarse por medio de la tecnologa y se convierte en aquel hombre del azadn que pintara Millet para vergenza de la humanidad. An as, encuentra salida en expresiones artsticas, particularmente en las cantas, la msica y el baile, que quedan saturados del olor del campo:

    El amor y la naranjase parecen infinito:que, por ms dulces que sean, de agrio tienen su poquito.

    Tengo de comprar mi ruana masque me cueste una res: teniendo mi ruana grande me pueden nombrar de juez.

    Cristaliza este agrocentrismo en el conservatismo de las gen-tes, en su tendencia a guardar por muchos aos elementos cultu-rales casi sin alterarlos. La rutina agrcola promueve una rigidez en todas las otras fases de la sociedad rural, como si al hacer de engranaje central, girando lentamente, no dejara, por sus dientes, que las otras ruedas de la cultura a ella ensambladas corriesen a

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    su arbitrio. La msica, por ejemplo, parece ser una versin local de la espaola del siglo XVi que trajeran los colonos peninsula-res, guardada casi sin sufrir cambios.6 el vestido femenino parece provenir del siglo XViii; el masculino, de la poca de los arrieros.7 el lenguaje campesino es una versin casi fiel del espaol del siglo XVi, el de la edad de oro.8 La arquitectura se ha detenido en el siglo XVii con los consiguientes problemas de adaptacin de servicios pblicos e inventos modernos. Muchas veces la religin coopera en la formacin de este conservatismo y se convierte en servidora de la filosofa agrocntrica, al facilitar con ceremonias preestablecidas y repetidas las frmulas que habrn de auspiciar el xito de las faenas cotidianas. en esta forma la rutina religiosa corona y complementa la rutina agrcola.9

    este agrocentrismo conservador, esta dependencia de la tie-rra con exclusin del mundo externo del conocimiento general, de las ciencias y de las artes universales, hace que los recursos disponibles se dirijan naturalmente hacia lo inmediato, hacia lo conocido y rutinario: hacia el usufructo de la tierra, y que sta se convierta en un asilo econmico y laboral donde haya una acumulacin mecnica de valorizacin. Uno de los resultados principales de esta actitud y de este limitado Weltanschauung es la fragmentacin de la explotacin.

    Como queda descrito, el problema socioeconmico de Bo-yac se complica por la alta incidencia de esta fragmentacin, lo

    6 o. Fals-Borda, Peasant Society in the Colombian Andes, op. cit., pp. 179-182.7 o. Fals-Borda, notas sobre la evolucin del vestido campesino en la Colombia

    central, en Revista Colombiana de Folklore, segunda poca, n 2, junio de 1953, pp. 139-147.

    8 o. Fals-Borda, Peasant Society in the Colombian Andes, op. cit., pp. 175-179. Vase rufino Jos Cuervo, Apuntaciones crticas sobre el lenguaje bogotano, Pa-rs, r. roger y F. Chernoviz, 1914, p. XXiV.

    9 o. Fals-Borda, Peasant Society in the Colombian Andes, op. cit., pp. 223-230. Sin embargo, ha habido algunas actitudes positivas de la iglesia que indican una saludable reaccin en este sentido. Sobresale, entre todas, la iniciativa de educar por medio de la radio, a cargo de Accin Cultural Popular (radio Sutatenza), con sus actividades adicionales, mejoramiento del hogar, deportes, artes manuales, etc.

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    cual indica a su vez el grado de agrocentrismo que han alcanzado los campesinos locales. Cmo puede mejorarse esta situacin, requiere cuidadoso anlisis. en primer lugar, al expandirse el comps mental de los agricultores, al enriquecerse su concepcin del mundo por medio de la educacin y de los contactos con ex-traos, habra alivio, puesto que los recursos podran entonces dirigirse a avenidas ya conocidas pero distintas de las de comprar tierra como mera especulacin o como seguro de vida. Una solu-cin parcial sera establecer una legislacin que regule la forma de transmitir las propiedades a los hijos; y podran estudiarse las leyes de concentracin parcelaria y su aplicacin en espaa, Suiza o Alemania, con miras a su adaptacin en nuestro medio. Sin embargo, como medida de transicin podran conservarse ciertas caractersticas favorables de la fragmentacin, como por ejemplo la de facilitar al agricultor una fuente constante de en-tradas econmicas y alimentos por el cultivo de lotes a diversas alturas y en pocas distintas. Desgraciadamente el nivel de vida no podr subir mientras no mejoren los sistemas de produccin agropecuaria, lo cual es difcil de conquistar en propiedades pe-queas y fragmentadas.

    estos antiguos mtodos de produccin o sistemas agrcolas conservados desde la era neoltica, tambin deben ser causa de preocupacin para los cientficos sociales y los planificadores. La inversin en el uso de la tierra con predominio del minifundio, el alto costo y rentabilidad de ella, la ignorancia en el uso de abonos, la falta de herramientas ms eficientes, de semillas mejoradas y precoces, de conocimientos racionales de prcticas agrcolas, de medios fciles de transporte, de depsitos y canales de distribu-cin de productos y de una poltica firme de precios mnimos, han sido causas de que haya un bajo rendimiento por trabajador y por unidad de tierra y una impresionante pobreza.

    el boyacense no selecciona ni desinfecta la semilla; no con-serva los suelos, excepto al cultivar la papa conforme a la manera indgena; no mejora sus pastos ni poda sus rboles frutales; poco abona; no conoce la guadaa de cuna ni el arado de vertedera. todo esto implica una ingente tarea para el estado: implica inves-

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    tigacin, experimentacin y extensin agrcolas, as como crdito agrcola, todo en escala extraordinaria.10

    Considerando que Boyac ha estado dando emigrantes que se desplazan a largas distancias (en su mayora hombres), la ca-resta de mano de obra se ha tornado aguda y esta situacin est forzando poco a poco al uso de maquinaria. Un alivio del pro-blema se obtendra con la introduccin de la agricultura tcnica y con la adopcin de herramientas y equipos mejorados, como queda dicho, los cuales al conseguir un mayor rendimiento de la tierra, del capital y del trabajo sin inversiones prohibitivas, haran avanzar a la sociedad ms all de su presente etapa del complejo del azadn y del arado rudimentario. esta evolucin a su turno podr ser un vivero de nuevos y quizs ms complicados proble-mas; pero de todos modos, al poner a prueba la ingeniosidad de los afectados, podra contribuir a su edificacin.

    La introduccin de maquinaria y de utensilios ms eficientes requiere campesinos que estn mejor educados y entrenados. es evidente que el sistema de valores agrarios vigente hasta hoy est sufriendo el impacto de la economa comercial, a medida que la sociedad local se integra, con nuevo espritu, a la vida total del pas. Los boyacenses tendrn que convertirse en verdaderos em-presarios capaces de utilizar inteligentemente el tiempo, el capital y los otros recursos disponibles en la empresa y fuera de ella, como en elementos de prestigio distintos de los de la tierra, dejando de ser meros sirvientes del suelo, es decir, superando la

    10 Parece increble, pero slo en diciembre de 1956 se organiz por primera vez en Boyac una Secretara Departamental de Agricultura. Sus trabajos sern muy tiles. en este sentido es justo relievar la labor que desde enero de 1954 est llevando a cabo en Boyac el Servicio tcnico Agrcola Colombiano America-no (stAcA), entidad del Ministerio de Agricultura de Colombia y punto iV de los estados Unidos. Doce agrnomos trabajan en sendos sectores de extensin agrcola, asesorados por asistentes de campo y mejoradoras del hogar. nuevas tcnicas y enseanzas han sido introducidas, as como semillas mejoradas e im-plementos ms eficientes. Su trabajo ha sido coordinado con las granjas depar-tamentales de nuevo Coln, Paipa, Duitama, toca, Leiva, guateque y garagoa. Vase o. Fals Borda, La extensin agrcola en Boyac: descripcin y evaluacin, Bogot, stAcA, septiembre de 1956; tambin est disponible el texto en ingls del mismo estudio.

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    etapa precapitalista y agrocntrica en que se encuentran. Adems, muchos de ellos deberan aprovechar el fomento de las industrias locales o de fuera de Boyac, as como de las obras pblicas, para cambiar de profesin y encontrar alternativas satisfactorias de las cuales obtener un ingreso adecuado.

    esta ltima tendencia a abandonar la agricultura causa real y actual de la emigracin rural no debe ser mirada con malos ojos por los planificadores. en realidad representa una de las sa-lidas naturales de la encrucijada en que se encuentran muchas gentes del departamento. Porque no es posible que se pretenda mantener en sus parcelas y viviendas en desempleo disfraza-do a elementos jvenes y progresistas que si se dedicasen a la agricultura, no haran sino perpetuar la miseria colectiva, al con-tinuar practicando la tradicional profesin con prdidas o con muy pocas ganancias.11 no puede esperarse que la misma finca que apenas permiti vegetar al padre y a su familia vaya a sostener a todos los hijos con sus respectivas familias. Algunos de stos tienen que emigrar o cambiar de profesin.

    Para efectuar esta transicin, Boyac tendra que hacer un esfuerzo para dejar su poco envidiable posicin como el departa-mento ms analfabeta de Colombia y el ms atrasado en asuntos de vivienda y servicios pblicos.

    Si su conservatismo (en el sentido sociolgico, no en el polti-co) tiene sus races en el presente sistema agrario, como se ha ex-

    11 A pesar de los avisos que algunos ministerios han publicado en revistas mos-trando ganancias en la agricultura (Cultivar enriquece! Desprenda este cua-dro y consltelo diariamente), otros estudios de seriedad demuestran que la profesin agrcola no mecanizada (que incluye la inmensa mayora de los cam-pesinos) apenas da lo suficiente para subsistir y an prdidas considerables. no en otra forma se explica la protuberante realidad de la indigencia de nuestras gentes rurales. Uno de esos estudios demostr que el valor del jornal trabajado era inferior al jornal promedio en la respectiva regin. en otras palabras, ms valdra a muchos campesinos jornalear para otros que ponerse a cultivar por su cuenta y correr los riesgos respectivos. Vase Anbal torres, Costos de produccin agrcola en Boyac, Bogot, stAcA, 1955; o. Fals Borda Costos de produccin agrcola en un minifundio: el trigo, en Agricultura tropical, Bogot, septiembre de 1956, pp. 603-608; roberto Pineda giraldo, estudio de la zona tabacalera santandereana, Bogot, s.e., 1952, pp. 43-57.

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    plicado, entonces debera dejar de ser conservador. La tradicional pasividad y el agrocentrismo que se transmiten como herencia cultural deberan dar paso a una actividad constructiva y a una produccin racionalizada. es necesario que varen ciertas actitu-des pasivas que tienen como base el tipo antiguo de agricultura que ahora se practica: el conceder un simple significado religioso a esta actividad, el depender de supersticiones, creencias y age-ros, el de aceptar impasibles las adversidades meteorolgicas y etiolgicas. Pues actualmente los agricultores no pueden matar gusanos aplastndolos y hasta hace poco ni aun con insecticidas, por miedo a cometer un pecado; no deben dejar de cosechar, aunque se pierda dinero en la recoleccin por lo pobre del ren-dimiento; no deben alimentar a los animales en la forma como se alimenta el cristiano; no deben quemar semilla aunque est ata-cada de hongos, pues es un acto pecaminoso; hay que sembrar segn la posicin de la luna; hay que observar el camino de hie-lo, el canto de las mirlas, la posicin de las hojas, la formacin de las nubes y la intensidad y color de la luz solar, para saber si va a llover o si va a helar; no hay que vacunar si de todos modos Dios quiere que haya epidemias; hay que castrar animales segn los signos del zodaco y defender las heridas de los rayos de la luna. Y as muchos otros aspectos.

    Finalmente, cabe recordar que el sistema de tenencia de la tierra dio origen a un sistema poltico basado en el gamonalismo (en la escala local) y en el caudillismo (en la escala nacional), as como a innumerables abusos en los contratos, especialmente los de arrendatarios, vivientes, agregados y concertados, y que mu-chas de estas situaciones provienen de los ajustes territoriales de los visitadores durante la poca colonial.

    es cierto que debido a la subdivisin de resguardos indgenas en los siglos XViii y XiX predominan en Boyac los propietarios absolutos y que muchos de stos se caracterizan por su autorres-ponsabilidad y por su amor a la libertad. Precisamente, la revo-lucin tenencial promovida por los reyes de espaa en apuros financieros e implementada por Berdugo y Campuzano abon el terreno para la guerra de la independencia, al provocar des-

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    contentos, movimientos nativistas como el de Pisco y la cada del prestigio real. Sin embargo, por su situacin inferior en la pir-mide social, por el minifundio, estos propietarios no han podido llegar a ser sino subordinados en los asuntos pblicos, peones pasivos en el gran juego de ajedrez del poder que han ejercido las elites y grupos de terratenientes. Aquella pasividad que hubieron de cultivar los antepasados de los campesinos durante la poca colonial se manifiesta hoy en la docilidad poltica, especialmen-te en los arrendatarios, que componen una tercera parte de los agricultores boyacenses.

    Pero ya se ha observado que una revolucin se ha puesto en marcha al caer estos arrendatarios (y aun los minifundistas) en cuenta de su inferior condicin y de la inequidad con que han sido tratados. Los amitos han tenido que ir desapareciendo y cierta actitud de rebelda ha aflorado en campos antes conside-rados como parasos ecolgicos. Ya hay ansias de cambio, a me-dida que la poblacin aspira ms y ms a la emancipacin, a la superacin de condiciones econmicas, polticas y religiosas que a sus propios ojos han demostrado estar fallando o ser realmente las cadenas que impiden avanzar hacia un futuro mejor. La in-vestigacin seala como reas en transicin las marginales a los Andes. Pero en casi todas partes se siente el resquemor social.12 Desafortunadamente este resquemor ha sido pie para innume-rables abusos, como el desplazamiento y asesinato de finqueros y la extorsin de cosechas a mano armada por elementos que se han aprovechado de la situacin poltica y de la falta de justicia, para enriquecerse con el trabajo de otros.

    Lo que luego podra suceder no es de difcil prediccin, pues ya ha tenido evidente desarrollo en otras partes. Slo queda es-perar que los colombianos, as como los nacionales de otros pa-ses en situacin similar, al estudiar este problema humano la enfermedad social del siglo en forma serena y objetiva, logren

    12 Vase eduardo Franco isaza, Las guerrillas del llano, Caracas, Universo C.A., 1955, pp. 183, 193, 244, 261-262. el problema de la tierra fue una de las condi-ciones principales de lucha entre los llaneros y el gobierno.

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    encauzar las soluciones por canales amplios y justos. el problema que se plantea es simplemente el de acelerar el ritmo de cambio positivo (los ltimos estudios antropolgicos tienden a mostrar que el cambio cultural rpido y total es mejor y menos traumtico que el que toma mucho tiempo y es parcial), y como se expresa al comienzo del captulo, darle a este cambio una orientacin constructiva.

    Qu hay que cambiar? Las diversas secciones de esta obra y la presente conclusin sealan aspectos especficos que, si se estudiara el pas, se veran duplicados en muchas otras regiones. Debe subrayarse la opinin de que una verdadera reforma agraria no se reduce al problema de la tenencia o al uso econmico de la tierra, como ha habido la tendencia a considerar en Colombia y en otros pases latinoamericanos. Hay que ir ms all de la Ley 200 de 1936 pues no se necesita de una sola ley sino de varias para incluir el aspecto global segn se presenta en estas pginas:

    Serviciospblicosycomodidadescomoagua,luzycarrete-ras (especialmente las veredales y las de penetracin a fincas) con base en la forma dispersa de poblamiento, pero con actividades culturales que desarrollen el espritu de cooperacin y disminu-yan el agrocentrismo.

    Adopcindelsistemaastronmicoparadeterminarpro-piedades y fijar ttulos legales, incluyendo el uso del agua y entra-das.

    Facilitacindelprocesolegaldelaherenciaymodificacinacorde del rgimen de sucesiones.

    Regulacindelatransmisindelapropiedadparaevitarla fragmentacin y el minifundio.

    Consolidacindefincaspequeasparaformarexplotacio-nes familiares que aseguren mayores entradas y menores costos de produccin; y establecimiento de un mnimo de 50 hectreas para adjudicaciones en reas de nueva colonizacin.

    Reduccindelatifundiospormediodecompulsionestalescomo impuestos progresivos sobre la tierra inexplotada.

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    Reglamentacindecontratosdeaparcerayarrendamientopara hacerlos ms justos y menos precarios para los trabajadores.

    Tecnificacinyracionalizacindelaagriculturaylagana-dera por medio de programas de extensin, y prestando atencin preferente al combate de enfermedades y plagas.

    Mejoramientodeutensiliosyherramientasparaaumentarla eficiencia en las tareas agrcolas, especialmente en las fincas pe-queas y explotaciones de vertiente, e introduccin de equipos de traccin animal y de maquinaria, con sus servicios de repuestos, donde sea posible.

    Introduccindesemillasprecoces,resistentesydealtorendimiento vegetativo y econmico.

    Diversificacineintensificacindelaproduccinagrcolay animal en minifundios que no puedan consolidarse, con cmo-do suministro de agua, para asegurarles un mayor ingreso.

    Fomentodeunusomseconmicodelatierra(espe-cialmente de las vertientes) que proscriba el despilfarro de los recursos naturales y el desequilibrio en la subsistencia de los agricultores residentes, y de pastoreo, la irrigacin, el drenaje y la forestacin donde sea ms conveniente.

    Regulacindemercadosyelmercadeo,coninformacinsobre precios para que las ganancias lleguen ms al productor que a intermediarios, con facilidades de transporte para disminuir el localismo, con depsitos particulares o colectivos y con requisitos definidos para calidades y empaques.

    Facilitacindelcrditoparaelpequeoagricultor,quitn-dole el aspecto framente bancario.

    Aperturadenuevasregionesycanalizacindecorrientesmigratorias colonizadoras.

    Refuerzodelasveredasymunicipiosdndolesmsauto-noma y recursos fiscales para gobernarse a s mismos y resolver sus propios problemas, especialmente el educativo y vocacional, el de la justicia y seguridad rural y el de los servicios pblicos. Los impuestos sobre la tierra podran dedicarse a estas activi-dades.

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    Se dir que ya hay entidades gubernamentales y privadas tra-bajando en muchos de los aspectos mencionados. Magnfico. en este sentido puede sostenerse que el pas ha estado avanzando hacia la reforma agraria, y que le falta nicamente encarar ciertos problemas. no obstante, si se desea seguir de forma ms efectiva y rpida y que produzca los menores traumas posibles adems de hacerles frente a aquellos problemas hasta hoy ignorados o tan graves que se posterga su solucin es necesario coordinar o planificar lo que se pueda hacer en los diversos frentes. es-fuerzos espordicos y parciales no llegan a afectar el complejo todo y antes producen desequilibrio en el desarrollo econmico. tambin es cierto que existen organizaciones de planeamiento; pero, con todo respeto, sus planes hasta ahora han carecido por lo general de fundamento en la realidad. no se podra planificar con un reajuste efectivo del presupuesto nacional la ejecucin cuidadosa y coordinada de trabajos tan claramente determinados como en la relacin anterior?

    La meta principal de la reforma agraria debe ser el bienestar socioeconmico que viene con el aumento parsimonioso de la produccin, y la superacin fsica y cultural del hombre del cam-po como elemento indispensable para la prosperidad nacional. indispensable, porque como es un hecho de antiguo conocido, el pas no podr avanzar al paso que debiera si las masas campesinas mayoritarias no obtienen ms poder adquisitivo y se tornan en consumidoras a la vez que productoras; la industrializacin del pas debe ir acompaada del fomento agrcola, si se quiere que la primera est bien cimentada.

    De igual forma, leyes o disposiciones que sobrepongan in-tereses de grupo sobre los intereses de toda la sociedad, deben descartarse. en pocas cosas se necesita de ms ecuanimidad e in-dependencia ideolgica que en el planteamiento y en la solucin del problema de la tierra en su doble arista tcnica y humana. La cuestin es nacional, y por lo mismo compete al estado dirigir la transformacin, pues ella permea todas las capas sociales, a la vez que cubre actividades de diversa ndole.

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    Por lo mismo, se necesita una solucin eclctica, de altura y de visin, que asegure a los interesados un futuro mejor. en este aspecto no debera haber vencedores ni vencidos, sino un ajuste de intereses y situaciones con miras a la bienandanza del conjunto social.

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    LA DeSCoMPoSiCin DeL CAMPeSinADo1

    Si el impacto de la tecnologa, como hemos visto, ha sido elemento importante para producir cambios en la estructura agraria, de-be necesariamente afectar la fuerza de trabajo representada en el campesinado. Lo contrario tambin es cierto: la racionalidad capitalista, al golpear formas antiguas de organizacin del traba-jo, puede abrir las compuertas a la tcnica moderna y propiciar la invasin de sta como elemento de refuerzo del capitalismo.

    en ambos casos el campesinado sufre transformaciones fun-damentales que se renen bajo el concepto de descomposicin. Descomponer, bsicamente, significa desbaratar y desordenar. Cuando el campesinado se descompone, quiere uno decir que se desbarata como clase para pasar a ser otra, desordenndose los estamentos que antes la conformaban.

    evolucin de lA fuerzA de trAbAjo

    Hemos visto que el campesinado ha sido siempre la clase social por regla general explotada y dominada por otras, que hace pro-ducir la tierra directamente. Para ello, ha trabajado con relaciones de produccin que han variado segn la regin y la poca. en

    1 texto extrado de Historia de la cuestin agraria en Colombia, Bogot, Punta de Lanza, 1975, pp. 111-135.

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    trminos generales puede decirse tambin que el campesinado ha ido variando de formas precapitalistas en que se enfatizaba la satisfaccin bsica de necesidades, sea en tierra ajena o propia, a formas libres de trabajo o como pequeo productor, en que el campesinado queda sujeto a las leyes capitalistas de precios y mercados, competencia, maximizacin de ganancias, concen-tracin de la propiedad y monopolio de recursos. esto lleva a la proletarizacin rural.

    estrAtegiAs y mecAnismos

    esta tendencia a la proletarizacin, que ha venido en ascenso en nuestro pas desde el siglo XiX, recibe atencin especial y algo detallada en este captulo, por tener claras implicaciones polticas. La estudiaremos primero a travs de las dos estrategias princi-pales que adoptaron las clases explotadoras con el estado de esa poca: el fin de los resguardos y el fin de la esclavitud. Queran promover las nuevas relaciones de produccin que los tiempos exigan para acomodarse al capitalismo industrial naciente y al imp