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Soledades, Galerías y Otros Poemas

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Soledades

(1899-1903)

Libro descargado en www.elejandria.com, tu sitio web de obras dedominio público

¡Esperamos que lo disfrutéis!

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I. El viajero

Está en la sala familiar, sombría,y entre nosotros, el querido hermanoque en el sueño infantil de un claro díavimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,un gris mechón sobre la angosta frente;y la fría inquietud de sus miradasrevela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñalesdel parque mustio y viejo.La tarde, tras los húmedos cristales,se pinta, y en el fondo del espejo.

El rostro del hermano se iluminasuavemente. ¿Floridos desengañosdorados por la tarde que declina?¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?Lejos quedó —la pobre loba— muerta.¿La blanca juventud nunca vividateme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro,de la tierra de un sueño no encontrada;y ve su nave hender el mar sonoro,de viento y luz la blanca vela henchida?

Él ha visto las hojas otoñales,amarillas, rodar, las olorosasramas del eucalipto, los rosalesque enseñan otra vez sus blancas rosas…

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Y este dolor que añora o desconfíael temblor de una lágrima reprime,y un resto de viril hipocresíaen el semblante pálido se imprime.Serio retrato en la pared clareatodavía. Nosotros divagamos.En la tristeza del hogar golpeael tic-tac del reloj. Todos callamos.

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II. He andado muchos caminos

He andado muchos caminos,he abierto muchas veredas;he navegado en cien mares,y atracado en cien riberas.

En todas partes he vistocaravanas de tristeza,soberbios y melancólicosborrachos de sombra negra,

y pedantones al pañoque miran, callan, y piensanque saben, porque no bebenel vino de las tabernas.

Mala gente que caminay va apestando la tierra…

Y en todas partes he vistogentes que danzan o juegan,cuando pueden, y laboransus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,preguntan adónde llegan.Cuando caminan, cabalgana lomos de mula vieja,

y no conocen la prisani aun en los días de fiesta.Donde hay vino, beben vino;donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,

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laboran, pasan y sueñan,y en un día como tantos,descansan bajo la tierra.

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III. La plaza y los naranjos encendidos

La plaza y los naranjos encendidoscon sus frutas redondas y risueñas.

Tumulto de pequeños colegialesque, al salir en desorden de la escuela,llenan el aire de la plaza en sombracon la algazara de sus voces nuevas.

¡Alegría infantil en los rinconesde las ciudades muertas!…¡Y algo nuestro de ayer, que todavíavemos vagar por estas calles viejas!

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IV. En el entierro de un amigo

Tierra le dieron una tarde horribledel mes de julio, bajo el sol de fuego.

A un paso de la abierta sepultura,había rosas de podridos pétalos,entre geranios de áspera fraganciay roja flor. El cielopuro y azul. Corríaun aire fuerte y seco.

De los gruesos cordeles suspendido,pesadamente, descender hicieronel ataúd al fondo de la fosalos dos sepultureros…

Y al resonar sonó con recio golpe,solemne, en el silencio.

Un golpe de ataúd en tierra es algoperfectamente serio.

Sobre la negra caja se rompíanlos pesados terrones polvorientos…

El aire se llevabade la honda fosa el blanquecino aliento.

—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,larga paz a tus huesos…

Definitivamente,duerme un sueño tranquilo y verdadero.

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V. Recuerdo infantil

Una tarde parda y fríade invierno. Los colegialesestudian. Monotoníade lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartelse representa a Caínfugitivo, y muerto Abel,junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y huecotruena el maestro, un ancianomal vestido, enjuto y seco,que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantilva cantando la lección;mil veces ciento, cien mil,mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fríade invierno. Los colegialesestudian. Monotoníade la lluvia en los cristales.

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VI. Fue una clara tarde, triste y soñolienta…

Fue una clara tarde, triste y soñolienta…tarde de verano. La hiedra asomabaal muro del parque, negra y polvorienta…

La fuente sonaba.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;con agrio ruido abrióse la puerta

de hierro mohoso y, al cerrarse, gravegolpeó el silencio de la tarde muerta.

En el solitario parque, la sonoracopla borbollante del agua cantorame guía a la fuente. La fuente vertíasobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,un sueño lejano mi canto presente?Fue una tarde lenta del lento verano.

Respondí a la fuente:No recuerdo, hermana,mas sé que tu copla presente es lejana.

Fue esta misma tarde: mi cristal vertíacomo hoy sobre el mármol su monotonía.¿Recuerdas, hermano?… Los mirtos talares,que ves, sombreaban los claros cantaresque escuchas. Del rubio color de la llama,el fruto maduro pendía en la rama,lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?…Fue esta misma lenta tarde de verano.

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—No sé qué me dice tu copla rientede ensueños lejanos, hermana la fuente.

Yo sé que tu claro cristal de alegríaya supo del árbol la fruta bermeja;yo sé que es lejana la amargura míaque sueña en la tarde de verano vieja.

Yo sé que tus bellos espejos cantorescopiaron antiguos delirios de amores:mas cuéntame, fuente de lengua encantada,cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

—Yo no sé leyendas de antigua alegría,sino historias viejas de melancolía.

Fue una clara tarde del lento verano…Tú venías solo con tu pena, hermano;tus labios besaron mi linfa serena,y en la clara tarde, dijeron tu pena.

Dijeron tu pena tus labios que ardían;la sed que ahora tienen, entonces tenían.

—Adiós para siempre la fuente sonora,del parque dormido eterna cantora.Adiós para siempre; tu monotonía,fuente, es más amarga que la pena mía.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;con agrio ruido abrióse la puertade hierro mohoso y, al cerrarse, gravesonó en el silencio de la tarde muerta.

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VII. El limonero lánguido suspende

El limonero lánguido suspendeuna pálida rama polvorienta,sobre el encanto de la fuente limpia,y allá en el fondo sueñanlos frutos de oro…

Es una tarde clara,casi de primavera,tibia tarde de marzoque el hálito de abril cercano lleva;y estoy solo, en el patio silencioso,buscando una ilusión cándida y vieja:alguna sombra sobre el blanco muro,algún recuerdo, en el pretil de piedrade la fuente, dormido, o, en el aire,algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flotaese aroma de ausencia.que dice al alma luminosa: nunca,y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmasde las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,casi de primavera,tarde sin flores, cuando me traíasel buen perfume de la hierbabuena,y de la buena albahaca,que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras

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en el agua serena,para alcanzar los frutos encantadosque hoy en el fondo de la fuente sueñan…

Sí, te conozco, tarde alegre y clara,casi de primavera.

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VIII. Yo escucho los cantos

Yo escucho los cantosde viejas cadencias,que los niños cantancuando en coro juegan,y vierten en corosus almas que sueñan,cual vierten sus aguaslas fuentes de piedra:con monotoníasde risas eternas,que no son alegres,con lágrimas viejas,que no son amargasy dicen tristezas,tristezas de amoresde antiguas leyendas.

En los labios niños,las canciones llevanconfusa la historiay clara la pena;como clara el agualleva su consejade viejos amores,que nunca se cuentan.

Jugando a la sombrade una plaza vieja,los niños cantaban…

La fuente de piedravertía su eternocristal de leyenda.

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Cantaban los niñoscanciones ingenuas,de un algo que pasay que nunca llega:la historia confusay clara la pena.

Seguía su cuentola fuente serena;borrada la historia,contaba la pena.

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IX. Orillas del Duero

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.Girando en torno a la torre y al caserón solitario,y las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

Es una tibia mañana.El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,casi azules, primaverase ve brotar en los finoschopos de la carreteray del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,espuma de la montañaante la azul lejaníasol del día, claro día!¡Hermosa tierra de España!

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X. A la desierta plaza

A la desierta plazaconduce un laberinto de callejas.A un lado, el viejo paredón sombríode una ruinosa iglesia;a otro lado, la tapia blanquecinade un huerto de cipreses y palmeras,y, frente a mí, la casa,y en la casa la rejaante el cristal que levemente empañasu figurilla plácida y risueña.Me apartaré. No quierollamar a tu ventana… Primaveraviene —su veste blancaflota en el aire de la plaza muerta—;viene a encender las rosasrojas de tus rosales… Quiero verla…

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XI. Yo voy soñando caminos

Yo voy soñando caminosde la tarde. ¡Las colinasdoradas, los verdes pinos,las polvorientas encinas!…¿Adónde el camino irá?Yo voy cantando, viajeroa lo largo del sendero…—La tarde cayendo está—,«En el corazón teníala espina de una pasión;logré arrancármela un día:ya no siento el corazón».

Y todo el campo un momentose queda, mudo y sombrío,meditando. Suena el vientoen los álamos del río.

La tarde más se oscurece;y el camino que serpeay débilmente blanquea,se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:«Aguda espina dorada,quién te pudiera sentiren el corazón clavada».

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XII. Amada, el aura dice

Amada, el aura dicetu pura veste blanca…No te verán mis ojos¡mi corazón te aguarda!

El viento me ha traídotu nombre en la mañana;el eco de tus pasosrepite la montaña…No te verán, mis ojos;¡mi corazón te aguarda!

En las sombrías torresrepican las campanas…No te verán mis ojos;¡mi corazón te aguarda!

Los golpes del martillodicen la negra caja;y el sitio de la fosa,los golpes de la azada…No te verán mis ojos;¡mi corazón te aguarda!

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XIII. Hacia un ocaso radiante

Hacia un ocaso radiantecaminaba el sol de estío,y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,tras de los álamos verdes de las márgenes del río.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijerade la cigarra cantora, el monorritmo jovial,entre metal y madera,que es la canción estival.

En una huerta sombríagiraban los cangilones de la noria soñolienta.Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía.Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.

Yo iba haciendo mi camino,absorto en el solitario crepúsculo campesino.

Y pensaba: «¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensatoda desdén y armonía;hermosa tarde, tú curas la pobre melancolíade este rincón vanidoso, oscuro rincón que piensa!»

Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.Lejos la ciudad dormía,como cubierta de un mago fanal de oro transparente.Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.

Los últimos arreboles coronaban las colinasmanchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.Yo caminaba cansado,sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,

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bajo los arcos del puente,como si al pasar dijera:

«Apenas desamarradala pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,se canta: no somos nada.Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera».

Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.(Yo pensaba: ¡el alma mía!)

Y me detuve un momento,en la tarde, a meditar…¿Qué es esta gota en el vientoque grita al mar: soy el mar?

Vibraba el aire asordadopor los élitros cantores que hacen el campo sonoro,cual si estuviera sembradode campanitas de oro.

En el azul fulgurabaun lucero diamantino.Cálido viento soplaba,alborotando el camino.

Yo, en la tarde polvorienta,hacia la ciudad volvía.Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.Bajo las ramas oscuras caer el agua se oía.

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XIV. Cante hondo

Yo meditaba absorto, devanandolos hilos del hastío y la tristeza,cuando llegó a mi oído,por la ventana de mi estancia, abierta

a una caliente noche de verano,el plañir de una copla soñolienta,quebrada por los trémolos sombríosde las músicas magas de mi tierra.

…Y era el Amor, como una roja llama.—Nerviosa mano en la vibrante cuerdaponía un largo suspirar de oro,que se trocaba en surtidor de estrellas—.

…Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,el paso largo, torva y esquelética,—tal cuando yo era niño la soñaba—.

Y en la guitarra, resonante y trémula,la brusca mano, al golpear, fingíael reposar de un ataúd en tierra.

Y era un plañido solitario el soploque el polvo barre y la ceniza avienta.

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XV. La calle en sombra. Ocultan los altos caserones

La calle en sombra. Ocultan los altos caseronesel sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.

¿No ves, en el encanto del mirador florido,óvalo rosado de un rostro conocido?

La imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,surge o se apaga como daguerrotipo viejo.

Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;se extinguen lentamente los ecos del ocaso.

¡Oh, angustia! Pesa y duele el corazón… ¿Es ella?No puede ser… Camina… En el azul, la estrella.

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XVI. Siempre fugitiva y siempre

Siempre fugitiva y siemprecerca de mí, en negro mantomal cubierto el desdeñosogesto de tu rostro pálido.No sé adónde vas, ni dóndetu virgen belleza tálamobusca en la noche. No séqué sueños cierran tus párpados,ni de quién haya entreabiertotu lecho inhospitalario.

* * *

Detén el paso, bellezaesquiva, detén el paso.

Besar quisiera la amarga,amarga flor de tus labios.

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XVII. Horizonte

En una tarde clara y amplia como el hastío,cuando su lanza blande el tórrido verano,copiaban el fantasma de un grave sueño míomil sombras en teoría, enhiestas, sobre el llano.

La gloria del ocaso era un purpúreo espejo,era un cristal de llamas, que al infinito viejoiba, arrojando el grave soñar en la llanura…Y yo sentí la espuela sonora de mi pasorepercutir lejana en el sangriento ocaso,y más allá, la alegre canción de un alba pura.

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XVIII. El poeta

Para el libro La casa de la primaverade Gregorio Martínez Sierra

Maldiciendo su destinocomo Glauco, el dios marino,mira, turbia la pupilade llanto, el mar, que le debe su blanca virgen Scyla.

El sabe que un Dios más fuertecon la sustancia inmortal está jugando a la muerta,cual niño bárbaro. Él piensaque ha de caer como rama que sobre las aguas flota,antes de perderse, gotade mar en la mar inmensa.

En sueños oyó el acento de una palabra divina;en sueños se le ha mostrado la cruda ley diamantina,sin odio ni amor, y el fríosoplo del olvido sabe, sobre un arenal de hastío.

Bajo las palmeras del oasis el agua buenamiró brotar de la arena;y se abrevó entre las dulces gacelas, y entre los fierosanimales carniceros…

Y supo cuánto es la vida hecha de sed y de dolor.Y fue compasivo para el ciervo y el cazador,para el ladrón y el robado,para el pájaro azorado,para el sanguinario azor.

Con el sabio amargo dijo: Vanidad de vanidades,todo es negra vanidad;

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y oyó otra voz que clamaba, alma de sus soledades:sólo eres tú, luz que fulges en el corazón, verdad.

Y viendo cómo lucíanmiles de blancas estrellas,pensaba que todas ellasen su corazón ardían.¡Noche de amor!

Y otra nochesintió la mala tristezaque enturbia la pura llama,y el corazón que bosteza,y el histrión que declama.

Y dijo: Las galeríasdel alma que espera estándesiertas, mudas, vacías:las blancas sombras se van.

Y el demonio de los sueños abrió el jardín encantadodel ayer. ¡Cuán bello era!¡Qué hermosamente el pasadofingía la primavera,cuando del árbol de otoño estaba el fruto colgado,mísero fruto podrido,que en el hueco acibaradoguarda el gusano escondido!

¡Alma, que en vano quisiste ser más joven cada día,arranca tu flor, la humilde flor de la melancolía!

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XIX. ¡Verdes jardinillos!

¡Verdes jardinillos,claras plazoletas,fuente verdinosadonde el agua sueña,donde el agua mudaresbala en la piedra!…

Las hojas de un verdemustio, casi negrasde la acacia, el vientode septiembre besa,y se lleva algunasamarillas, secas,jugando, entre el polvoblanco de la tierra.

Linda doncellita,que el cántaro llenasde agua transparente,tú, al verme, no llevasa los negros buclesde tu cabellera,distraídamente,la mano morena,ni, luego, en el limpiocristal te contemplas…

Tú miras al airede la tarde bella,mientras de agua clarael cántaro llenas.

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Del camino

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XX. Preludio

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quieroponer un dulce salmo sobre mi viejo atril.Acordaré las notas del órgano severoal suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales,la mirra y el incienso salmodiarán su olor;exhalarán su fresco perfume los rosales,bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,la sola y vieja y noble razón de mi rezarlevantará su vuelo suave de paloma,y la palabra blanca se elevará al altar.

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XXI. Daba el reloj las doce… y eran doce

Daba el reloj las doce… y eran docegolpes de azada en tierra……¡Mi hora! —grité—… El silenciome respondió: —No temas;tú no verás caer la última gotaque en la clepsidra tiembla.

Dormirás muchas horas todavíasobre la orilla vieja,y encontrarás una mañana puraamarrada tu barca a otra ribera.

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XXII. Sobre la tierra amarga

Sobre la tierra amarga,caminos tiene el sueñolaberínticos, sendas tortuosas,parques en flor y en sombra y en silencio

criptas hondas, escalas sobre estrellas;retablos de esperanzas y recuerdos.Figurillas que pasan y sonríen—juguetes melancólicos de viejo—;

imágenes amigas,a la vuelta florida del sendero,y quimeras rosadasque hacen camino… lejos…

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XXIII. En la desnuda tierra del camino

En la desnuda tierra del caminola hora florida brota,espino solitario,del valle humilde en la revuelta umbrosa.

El salmo verdaderode tenue voz hoy tornaal corazón, y al labio,la palabra quebrada y temblorosa.

Mis viejos mares duermen; se apagaronsus espumas sonorassobre la playa estéril. La tormentacamina lejos en la nube torva.

Vuelve la paz al cielo;la brisa tutelar esparce aromasotra vez sobre el campo, y aparece,en la bendita soledad, tu sombra.

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XXIV. El sol es un globo de fuego

El sol es un globo de fuego,la luna es un disco morado.

Una blanca paloma se posaen el alto ciprés centenario.

Los cuadros de mirtos parecende marchito velludo empolvado.

¡El jardín y la tarde tranquila!…Suena el agua en la fuente de mármol.

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XXV. ¡Tenue rumor de túnicas que pasan

¡Tenue rumor de túnicas que pasansobre la infértil tierra!…¡Y lágrimas sonorasde las campanas viejas!

Las ascuas mortecinasdel horizonte humean…Blancos fantasmas laresvan encendiendo estrellas.

—Abre el balcón. La horade una ilusión se acerca…La tarde se ha dormido,y las campanas sueñan.

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XXVI. ¡Oh, figuras del atrio, más humildes

¡Oh, figuras del atrio, más humildescada día y lejanas:mendigos harapientossobre marmóreas gradas;

miserables ungidosde eternidades santas,manos que surgen de los mantos viejosy de las rotas capas!

¿Pasó por vuestro ladouna ilusión velada,de la mañana luminosa y fríaen las horas más plácidas?…

Sobre la negra túnica, su manoera una rosa blanca…

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XXVII. La tarde todavía

La tarde todavíadará incienso de oro a tu plegaria,y quizás el cenit de un nuevo díaamenguará tu sombra solitaria.

Mas no es tu fiesta el ultramar lejano,sino la ermita junto al manso río;no tu sandalia el soñoliento llanopisará, ni la arena del hastío.

Muy cerca está, romero,la tierra verde y santa y florecidade tus sueños; muy cerca, peregrinoque desdeñas la sombra del senderoy el agua del mesón en tu camino.

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XXVIII. Crear fiestas de amores

Crear fiestas de amoresen nuestro amor pensamos,quemar nuevos aromasen montes no pisados,

y guardar el secretode nuestros rostros pálidos,porque en las bacanales de la vidavacías nuestras copas conservamos,

mientras con eco de cristal y espumaríen los zumos de la vid dorados.

* * *

Un pájaro escondido entre las ramasdel parque solitario,silba burlón…

Nosotros exprimimosla penumbra de un sueño en nuestro vaso…Y algo, que es tierra en nuestra carne, sientela humedad del jardín como un halago.

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XXIX. Arde en tus ojos un misterio, virgen

Arde en tus ojos un misterio, virgenesquiva y compañera.

No sé si es odio o es amor la lumbreinagotable de tu aljaba negra.

Conmigo irás mientras proyecte sombrami cuerpo y quede a mi sandalia arena.

—¿Eres la sed o el agua en mi camino?Dime, virgen esquiva y compañera.

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XXX. Algunos lienzos del recuerdo tienen

Algunos lienzos del recuerdo tienenluz de jardín y soledad de campola placidez del sueñoen el paisaje familiar soñado.

Otros guardan las fiestasde días aun lejanos;figurillas sutilesque pone un titerero en su retablo…

* * *

Ante el balcón florido,está la cita de un amor amargo.

Brilla la tarde en el resol bermejo…La hiedra efunde de los muros blancos…

A la revuelta de una calle en sombra,un fantasma irrisorio besa un nardo.

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XXXI. Crece en la plaza en sombra

Crece en la plaza en sombrael musgo, y en la piedra vieja y santade la iglesia. En el atrio hay un mendigo…Más vieja que la iglesia tiene el alma.

Sube muy lento, en las mañanas frías,por la marmórea grada,hasta un rincón de piedra… Allí aparecesu mano seca entre la rota capa.

Con las órbitas huecas de sus ojosha visto cómo pasanlas blancas sombras, en los claros días,las blancas sombras de las horas santas.

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XXXII. Las ascuas de un crepúsculo morado

Las ascuas de un crepúsculo moradodetrás del negro cipresal humean…En la glorieta en sombra está la fuentecon su alado y desnudo Amor de piedra,que sueña mudo. En la marmórea tazareposa el agua muerta.

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XXXIII. ¿Mi amor?… ¿Recuerdas, dime

¿Mi amor?… ¿Recuerdas, dime,aquellos juncos tiernos,lánguidos y amarillosque hay en el cauce seco?…

¿Recuerdas la amapolaque calcinó el verano,la amapola marchita,negro crespón del campo?…

¿Te acuerdas del sol yertoy humilde, en la mañana,que brilla y tiembla rotosobre una fuente helada?…

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XXXIV. Me dijo un alba de la primavera:

Me dijo un alba de la primavera:Yo florecí en tu corazón sombríoha muchos años, caminante viejoque no cortas las flores del camino.

Tu corazón de sombra, ¿acaso guardael viejo aroma de mis viejos lirios?¿Perfuman aún mis rosas la alba frentedel hada de tu sueño adamantino?

Respondí a la mañana:Sólo tienen cristal los sueños míos.Yo no conozco el hada de mis sueños;ni sé si está mi corazón florido.

—Pero si aguardas la mañana puraque ha de romper el vaso cristalino,quizás el hada te dará tus rosas,mi corazón tus lirios.

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XXXV. Al borde del sendero un día nos sentamos.

Al borde del sendero un día nos sentamos.Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuitason las desesperantes posturas que tomamospara aguardar… Mas Ella no faltará a la cita.

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XXXVI. Es una forma juvenil que un día

Es una forma juvenil que un díaa nuestra casa llega.Nosotros le decimos: ¿por qué tornasa la morada vieja?Ella abre la ventana, y todo el campoen luz y aroma entra.En el blanco sendero,los troncos de los árboles negrean;las hojas de sus copasson humo verde que a lo lejos sueña.Parece una lagunael ancho río entre la blanca nieblade la mañana. Por los montes cárdenoscamina otra quimera.

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XXXVII. ¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja

¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,que me traes el retablo de mis sueñossiempre desierto y desolado, y sólocon mi fantasma dentro,mi pobre sombra tristesobre la estepa y bajo el sol de fuego,o soñando amargurasen las voces de todos los misterios,dime, si sabes, vieja amada, dimesi son mías las lágrimas que vierto!Me respondió la noche:Jamás me revelaste tu secreto.Yo nunca supe, amado,si eras tú ese fantasma de tu sueño,ni averigüé si era su voz la tuya,o era la voz de un histrión grotesco.

Dije a la noche: Amada mentirosa,tú sabes mi secreto;tú has visto la honda grutadonde fabrica su cristal mi sueño,y sabes que mis lágrimas son mías.y sabes mi dolor, mi dolor viejo.

¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,yo no sé tu secreto,aunque he visto vagar ese que dicesdesolado fantasma, por tu sueño.Yo me asomo a las almas cuando llorany escucho su hondo rezo,humilde y solitario,ese que llamas salmo verdadero;pero en las hondas bóvedas del alma

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no sé si el llanto es una voz o un eco.

Para escuchar tu queja de tus labiosyo te busqué en tu sueño,y allí te vi vagando en un borrosolaberinto de espejos.

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Canciones

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XXXVIII. Abril florecía

Abril florecíafrente a mi ventana.Entre los jazminesy las rosas blancasde un balcón florido,vi las dos hermanas.La menor cosía,la mayor hilaba…Entre los jazminesy las rosas blancas,la más pequeñita,risueña y rosada—su aguja en el aire—,miró a mi ventana.

La mayor seguía,silenciosa y pálida,el huso en su ruecaque el lino enroscaba.Abril florecíafrente a mi ventana.

Una clara tardela mayor lloraba,entre los jazminesy las rosas blancas,y ante el blanco linoque en su rueca hilaba.—¿Qué tienes? —le dije—,silenciosa y pálida,señaló el vestidoque empezó la hermana.En la negra túnica

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la aguja brillaba;sobre el blanco velo,el dedal de plata.Señaló a la tardede abril que soñaba,mientras que se oíatañer de campanas.Y en la clara tardeme enseñó sus lágrimas…Abril florecíafrente a mi ventana.

Fue otro abril alegrey otra tarde plácida.El balcón floridosolitario estaba…Ni la pequeñitarisueña y rosada,ni la hermana triste,silenciosa y pálida,ni la negra túnica,ni la toca blanca…Tan sólo en el husoel lino girabapor mano invisible,y en la oscura salala luna del limpioespejo brillaba…Entre los jazminesy las rosas blancasdel balcón florido,me miré en la claraluna del espejoque lejos soñaba…Abril florecíafrente a mi ventana.

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XXXIX. Coplas elegíacas

¡Ay del que llega sedientoa ver el agua correr,y dice: la sed que sientono me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciadala sed, desprecia la vida:moneda al tahúr prestada,que sea al azar rendida!

Del iluso que suspirabajo el orden soberano,y del que sueña la lirapitagórica en su mano.

¡Ay del noble peregrinoque se para a meditar,después de largo caminoen el horror de llegar!

¡Ay de la melancolíaque llorando se consuela,y de la melomaníade un corazón de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor,si en una noche serenase cura del mal de amorque llora y canta sin pena!

¡De los jardines secretos,de los pensiles soñados,y de los sueños pobladosde propósitos discretos!

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¡Ay del galán sin fortunaque ronda a la luna bella;de cuantos caen de la luna,de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendidoen la rama no alcanzó,de quien el fruto ha mordidoy el gusto amargo probó!

¡Y de nuestro amor primeroy de su fe mal pagada,y, también, del verdaderoamante de nuestra amada!

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XL. Inventario galante

Tus ojos me recuerdanlas noches de verano,negras noches sin luna,orilla al mar salado,y el chispear de estrellasdel cielo negro y bajo.Tus ojos me recuerdan.las noches de verano.Y tu morena carne,los trigos requemados,y el suspirar de fuegode los maduros campos.

Tu hermana es clara y débilcomo los juncos lánguidos,como los sauces tristes,como los linos glaucos.Tu hermana es un luceroen el azul lejano…Y es alba y aura fríasobre los pobres álamosque en las orillas tiemblandel río humilde y manso.Tu hermana es un luceroen el azul lejano.

De tu morena gracia,de tu soñar gitano,de tu mirar de sombraquiero llenar mi vaso.Me embriagaré una nochede cielo negro y bajo,para cantar contigo,

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orilla al mar salado,una canción que dejecenizas en los labios…De tu mirar de sombraquiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermanaarrancaré los ramosde florecillas nuevasa los almendros blancos,en un tranquilo y tristealborear de marzo.Los regaré con aguade los arroyos claros,los ataré con verdesjunquillos del remanso…Para tu linda hermanayo haré un ramito blanco.

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XLI. Me dijo una tarde

Me dijo una tardede la primavera:Si buscas caminosen flor en la tierra,mata tus palabrasy oye tu alma vieja.Que el mismo albo linoque te vista, seatu traje de duelo,tu traje de fiesta.Ama tu alegríay ama tu tristeza,si buscas caminosen flor en la tierra.Respondí a la tardede la primavera:Tú has dicho el secretoque en mi alma reza:Yo odio la alegríapor odio a la pena.Mas antes que pisetu florida senda,quisiera traertemuerta mi alma vieja.

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XLII. La vida hoy tiene ritmo

La vida hoy tiene ritmode ondas que pasan,de olitas temblorosasque fluyen y se alcanzan.

La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,la risa de las aguasque entre los verdes junquerales corren,y entre las verdes cañas.

Sueño florido lleva el manso viento;bulle la savia joven en las nuevas ramas;tiemblan alas y frondas,y la mirada sagital del águilano encuentra presa… treme el campo en sueños,vibra el sol como un arpa.

¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros,que por las selvas pasasa la hora del cenit: tiemble en mi pechoel oro de tu aljaba!

En tus labios florece la alegríade los campos en flor; tu veste aladaaroman las primeras velloritas,las violetas perfuman tus sandalias.

Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,arrebatados tras la corza rápida,y los ágiles músculos rosadosde tus piernas silvestres entre verdes ramas.

¡Pasajera ilusión de ojos guerreros,que por las selvas pasas

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cuando la tierra reverdece y ríenlos ríos en las cañas!¡Tiemble en mi pecho el oroque llevas en tu aljaba!

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XLIII. Era una mañana y abril sonreía.

Era una mañana y abril sonreía.Frente al horizonte dorado moríala luna, muy blanca y opaca; tras ella,cual tenue ligera quimera, corríala nube que apenas enturbia una estrella.

* * *

Como sonreía la rosa mañanaal sol del Oriente abrí mi ventana;y en mi triste alcoba penetró el Orienteen canto de alondras, en risa de fuentey en suave perfume de flora temprana.

Fue una clara tarde de melancolía.Abril sonreía. Yo abrí las ventanasde mi casa al viento… El viento traíaperfume de rosas, dolor de campanas…

Doblar de campanas lejanas, llorosas,suave de rosas aromado aliento……¿Dónde están los huertos floridos de rosas?¿Qué dicen las dulces campanas al viento?

Pregunté a la tarde de abril que moría:¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?La tarde de abril sonrió: La alegríapasó por tu puerta —y luego, sombría:Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.

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XLIV. El casco roído y verdoso

El casco roído y verdosodel viejo faluchoreposa en la arena…La vela tronchada pareceque aun sueña en el sol y en el mar.

El mar hierve y canta…El mar es un sueño sonorobajo el sol de abril.El mar hierve y ríecon olas azules y espumas de leche y de plata,el mar hierve y ríebajo el cielo azul.El mar lactescente,el mar rutilante,que ríe en sus liras de plata sus risas azules…¡Hierve y ríe el mar!…

El aire parece que duerme encantadoen la fúlgida niebla de sol blanquecino.La gaviota palpita en el aire dormido, y al lentovolar soñoliento, se aleja y se pierde en la bruma del sol.

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XLV. El sueño bajo el sol que aturde y ciega

El sueño bajo el sol que aturde y ciega,tórrido sueño en la hora de arrebol;el río luminoso el aire surca;esplende la montaña;la tarde es polvo y sol.

El sibilante caracol del vientoronco dormita en el remoto alcor;emerge el sueño ingrave en la palmera,luego se enciende en el naranjo en flor.

La estúpida cigüeñasu garabato escribe en el sopordel molino parado; el toro abatesobre la hierba la testuz feroz.

La verde, quieta espuma del ramajeefunde sobre el blanco paredón,lejano, inerte, del jardín sombrío,dormido bajo el cielo fanfarrón.

* * *

Lejos, enfrente de la tarde roja,refulge el ventanal del torreón.

* * *

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Humorismos, fantasías, apuntes

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XLVI. La noria

La tarde caíatriste y polvorienta.

El agua cantabasu copla plebeyaen los cangilonesde la noria lenta.

Soñaba la mula,¡pobre mula vieja!,al compás de sombraque en el agua suena.

La tarde caíatriste y polvorienta.

Yo no sé qué noble,divino poeta,unió a la amargurade la eterna rueda

la dulce armoníadel agua que sueña,y vendó tus ojos¡pobre mula vieja!…

Mas sé que fue un noble,divino poeta,corazón madurode sombra y de ciencia.

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XLVII. El cadalso

La aurora asomabalejana y siniestra.

El lienzo de Orientesangraba tragedias,pintarrajeadascon nubes grotescas.

* * *

En la vieja plazade una vieja aldea,erguía su horriblepavura esqueléticael tosco patíbulode fresca madera…

La aurora asomabalejana y siniestra.

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XLVIII. Las moscas

Vosotras, las familiares,inevitables golosas,vosotras, moscas vulgares,me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voracescomo abejas en abril,viejas moscas pertinacessobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastíoen el salón familiar,las claras tardes de estíoen que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,raudas moscas divertidas,perseguidaspor amor de lo que vuela,

—que todo es volar— sonorasrebotando en los cristalesen los días otoñales…Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,de mi juventud dorada;de esta segunda inocencia,que da en no creer en nada,

de siempre… Moscas vulgares,que de puro familiaresno tendréis digno cantor:yo sé que os habéis posado

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sobre el juguete encantado,sobre el librote cerrado,sobre la carta de amor,sobre los párpados yertosde los muertos.

Inevitables golosas,que ni labráis como abejasni brilláis cual mariposas;pequeñitas, revoltosas;vosotras, amigas viejas,me evocáis todas las cosas.

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XLIX. Elegía de un madrigal

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío¡oh tarde como tantas!, el alma mía era,bajo el azul monótono, un ancho y terso ríoque ni tenía un pobre juncal en su ribera.

¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopiaque borra el misterioso azogue del cristal!¡Oh el alma sin amores que el Universo copiacon un irremediable bostezo universal!

* * *

Quiso el poeta recordar a solas;las ondas bien amadas, la luz de los cabellosque él llamaba en sus rimas rubias olas.Leyó… La letra mata: no se acordaba de ellos…

Y un día —como tantos— al aspirar un díaaromas de una rosa que en el rosal se abría,brotó como una llama la luz de los cabellosque él en sus madrigales llamaba rubias olas,brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos…Y se alejó en silencio para llorar a solas.

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L. Acaso…

Como atento no más a mi quimerano reparaba en torno mío, un díame sorprendió la fértil primaveraque en todo el ancho campo sonreía.

Brotaban verdes hojas,de las hinchadas yemas del ramaje,y flores amarillas, blancas, rojas,alegraban la mancha del paisaje.

Y era una lluvia de saetas de oro,el sol sobre las frondas juveniles;del amplio río en el caudal sonorose miraban los álamos gentiles.

Tras de tanto camino es la primeravez que miro brotar la primavera,dije, y después, declamatoriamente:

—¡Cuán tarde ya para la dicha mía!Y luego, al caminar, como quien sientealas de otra ilusión: —Y todavía¡yo alcanzaré mi juventud un día!

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LI. Jardín

Lejos de tu jardín quema la tardeinciensos de oro en purpurinas llamas,tras el bosque de cobre y de ceniza.En tu jardín hay dalias.¡Malhaya tu jardín!… Hoy me parecela obra de un peluquero,con esa pobre palmerilla enana,y ese cuadro de mirtos recortados…y el naranjito en su tonel… El aguade la fuente de piedrano cesa de reír sobre la concha blanca.

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LII. Fantasía de una noche de abril

¿Sevilla?… ¿Granada?… La noche de luna,blancas paredes y oscuras ventanas.Cerrados postigos, corridas persianas…El cielo vestía su gasa de abril.

Un vino risueño me dijo el camino.Yo escucho los áureos consejos del vino,el vino es a veces escala de ensueño.Abril y la noche y el vino risueñoataron en coro su salmo de amor.

La calle copiaba, con sombra en el muro,el paso fantasma y el sueño madurode apuesto embozado, galán caballero:espada tendida, calado sombrero…La luna vertía su blanco soñar.

Como un laberinto mi sueño torcíade calle en calleja. Mi sombra seguíade aquel laberinto la sierpe encantada,en pos de una oculta plazuela cerrada.La luna lloraba su dulce blancor.

La casa y la clara ventana florida,de blancos jazmines y nardos prendida,más blancos que el blanco soñar de la luna…—Señora, la hora, tal vez importuna…¿Que espere? (La dueña se lleva el candil.)

Ya sé que sería quimera, señora,mi sombra galante buscando a la auroraen noches de estrellas y luna, si fueramentira la blanca nocturna quimera

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que usurpa a la luna su trono de luz.

¡Oh dulce señora, más cándida y bellaque la solitaria matutina estrellatan clara en el cielo! ¿Por qué silenciosaoís mi nocturna querella amorosa?¿Quién hizo, señora, cristal vuestra voz?…

La blanca quimera parece que sueña.Acecha en la oscura estancia la dueña.—Señora, si acaso otra sombra emboscadateméis, en la sombra, fiad en mi espada…Mi espada se ha visto a la luna brillar.

¿Acaso os parece mi gesto anacrónico?El vuestro es, señora, sobrado lacónico.¿Acaso os asombra mi sombra embozada,de espada tendida y toca plumada?…¿Seréis la cautiva del moro Gazul?

Dijéraislo, y pronto mi amor os diríael son de mi guzla y la algarabíamás dulce que oyera ventana morunaMi guzla os dijera la noche de luna,la noche de cándida luna de abril.

Dijera la clara cantiga de platadel patio moruno, y la serenataque lleva el aroma de floridas precesa los miradores y a los ajimeces,los salmos de un blanco fantasma lunar.

Dijera las danzas de trenzas lascivas,las muelles cadencias de ensueños, las vivascentellas de lánguidos rostros velados,los tibios perfumes, los huertos cerrados;dijera el aroma letal del harén.

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Yo guardo, señora, en viejo salteriotambién una copla de blanco misterio,la copla más suave, más dulce y más sabiaque evoca las claras estrellas de Arabiay aromas de un moro jardín andaluz.

Silencio… En la noche la paz de la lunaalumbra la blanca ventana moruna.Silencio… Es el musgo que brota, y la hiedraque lenta desgarra la tapia de piedra…El llanto que vierte la luna de abril.

—Si sois una sombra de la primaverablanca entre jazmines, o antigua quimerasoñada en las trovas de dulces cantores,yo soy una sombra de viejos cantares,y el signo de un álgebra vieja de amores.

Los gayos, lascivos decires mejores,los árabes albos nocturnos soñares,las coplas mundanas, los salmos talares,poned en mis labios;yo soy una sombra también del amor.

Ya muerta la luna, mi sueño volvíapor la retorcida, moruna calleja.El sol en Oriente reíasu risa más vieja.

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LIII. A un naranjo y un limonero…

VISTOS EN UNA TIENDA DE PLANTAS Y FLORES

Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte!Medrosas tiritan tus hojas menguadas.Naranjo en la corte, ¡qué pena de vertecon tus naranjitas secas y arrugadas!

Pobre limonero de fruto amarillocual pomo pulido de pálida cera,¡qué pena mirarte, mísero arbolitocriado en mezquino tonel de madera!

De los claros bosques de la Andalucía,¿quién os trajo a esta castellana tierraque barren los vientos de la adusta sierra,hijos de los campos de la tierra mía?

¡Gloria de los huertos, árbol limonero,que enciendes los frutos de pálido oro,y alumbras del negro cipresal austerolas quietas plegarias erguidas en coro;

y fresco naranjo del patio querido,del campo risueño y el huerto soñado,siempre en mi recuerdo maduro o floridode frondas y aromas y frutos cargado!

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LIV. Los sueños malos

Está la plaza sombría;muere el día.Suenan lejos las campanas.

De balcones y ventanasse iluminan las vidrieras,con reflejos mortecinos,como huesos blanquecinosy borrosas calaveras.

En toda la tarde brillauna luz de pesadilla.Está el sol en el ocaso.Suena el eco de mi paso.

—¿Eres tú? Ya te esperaba…—No eras tú a quien yo buscaba.

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LV. Hastío

Pasan las horas de hastíopor la estancia familiar,el amplio cuarto sombríodonde yo empecé a soñar.

Del reloj arrinconado,que en la penumbra clarea,el tic-tac acompasadoodiosamente golpea.

Dice la monotoníadel agua clara al caer:un día es como otro día;hoy es lo mismo que ayer.

Cae la tarde. El viento agitael parque mustio y dorado…¡Qué largamente ha lloradotoda la fronda marchita!

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LVI. Sonaba el reloj la una

Sonaba el reloj la una,dentro de mi cuarto. Eratriste la noche. La luna,reluciente calavera,

ya del cenit declinado,iba del ciprés del huertofríamente iluminadoel alto ramaje yerto.

Por la entreabierta ventanallegaban a mis oídosmetálicos alaridosde una música lejana.

Una música tristona,una mazurca olvidada,entre inocente y burlona,mal tañida y mal soplada.

Y yo sentí el estupordel alma cuando bostezael corazón, la cabeza,y… morirse es lo mejor.

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LVII. Consejos

I

Este amor que quiere seracaso pronto será;pero ¿cuándo ha de volverlo que acaba de pasar?

Hoy dista mucho de ayer.¡Ayer es Nunca jamás!

II

Moneda que está en la manoquizá se deba guardar;la monedita del almase pierde si no se da.

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LVIII. Glosa

Nuestros vidas son los ríos,que van a dar a la mar,que es el morir. ¡Gran cantar!

Entre los poetas míostiene Manrique un altar.

Dulce goce de vivir:mala ciencia del pasar,ciego huir a la mar.

Tras el pavor del morirestá el placer de llegar.

¡Gran placer!Mas ¿y el horror de volver?¡Gran pesar!

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LIX. Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormíasoñé, ¡bendita ilusión!que una fontana fluíadentro de mi corazón.Di, ¿por qué acequia escondida,agua, vienes hasta mí,manantial de nueva vidade donde nunca bebí?

Anoche cuando dormíasoñé, ¡bendita ilusión!que una colmena teníadentro de mi corazón;y las doradas abejasiban fabricando en él,con las amarguras viejas,blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormíasoñé, ¡bendita ilusión!que un ardiente sol lucíadentro de mi corazón.Era ardiente porque dabacalores de rojo hogar,y era sol porque alumbrabay porque hacía llorar.

Anoche cuando dormíasoñé, ¡bendita ilusión!que era Dios lo que teníadentro de mi corazón.

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LX. ¿Mi corazón se ha dormido?

¿Mi corazón se ha dormido?Colmenares de mis sueños¿ya no labráis? ¿Está secala noria del pensamiento,los cangilones vacíos,girando, de sombra llenos?

No, mi corazón no duerme.Está despierto, despierto.Ni duerme ni sueña, mira,los claros ojos abiertos,señas lejanas y escuchaa orillas del gran silencio.

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Galerías

(1899-1907)

Edición de Soledades ampliada con nuevos poemas, 1907.

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LXI. Introducción

Leyendo un claro díamis bien amados versos,he visto en el profundoespejo de mis sueños

que una verdad divinatemblando está de miedo,y es una flor que quiereechar su aroma al viento.

El alma del poetase orienta hacia el misterio.Sólo el poeta puedemirar lo que está lejosdentro del alma, en turbioy mago sol envuelto.

En esas galerías,sin fondo, del recuerdo,donde las pobres gentescolgaron cual trofeo

el traje de una fiestaapolillado y viejo,allí el poeta sabeel laborar eternomirar de las doradasabejas de los sueños.

Poetas, con el almaatenta al hondo cielo,en la cruel batallao en el tranquilo huerto,

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la nueva miel labramoscon los dolores viejos,la veste blanca y purapacientemente hacemos,y bajo el sol bruñimosel fuerte arnés de hierro.

El alma que no sueña,el enemigo espejo,proyecta nuestra imagencon un perfil grotesco.

Sentimos una olade sangre, en nuestro pecho,que pasa… y sonreímos,y a laborar volvemos.

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LXII. Desgarrada la nube; el arco iris

Desgarrada la nube; el arco irisbrillando ya en el cielo,y en un fanal de lluviay sol en el campo envuelto.

Desperté. ¿Quién enturbialos mágicos cristales de mi sueño?Mi corazón latíaatónito y disperso.

…¡El limonar florido,el cipresal del huerto,el prado verde, el sol, el agua, el iris…,el agua en tus cabellos!…

Y todo en la memoria se perdíacomo una pompa de jabón al viento.

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LXIII. Y era el demonio de mi sueño, el ángel

Y era el demonio de mi sueño, el ángelmás hermoso. Brillabancomo aceros los ojos victoriosos,y las sangrientas llamasde su antorcha alumbraronla honda cripta del alma.

—¿Vendrás conmigo? —No, jamás; las tumbasy los muertos me espantan.Pero la férrea manomi diestra atenazaba.

—Vendrás conmigo… Y avancé en mi sueñocegado por la roja luminaria.Y en la cripta sentí sonar cadenas,y rebullir de fieras enjauladas.

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LXIV. Desde el umbral de un sueño me llamaron…

Desde el umbral de un sueño me llamaron…Era la buena voz, la voz querida.

—Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?…Llegó a mi corazón una caricia.

—Contigo siempre… Y avancé en mi sueñopor una larga, escueta galería,sintiendo el roce de la veste puray el palpitar suave de la mano amiga.

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LXV. Sueño infantil

Una clara nochede fiesta y de luna,noche de mis sueños,noche de alegría

—era luz de mi alma,que hoy es bruma toda,no eran mis cabellosnegros todavía—,

el hada más jovenme llevó en sus brazosa la alegre fiestaque en la plaza ardía.

So el chisporroteode las luminarias,amor sus madejasde danzas tejía.

Y en aquella nochede fiesta y de luna,noche de mis sueños,noche de alegría,

el hada más jovenbesaba mi frente…,con su linda manosu adiós me decía…

Todos los rosalesdaban sus aromas,todos los amoresamor entreabría.

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LXVI. ¡Y esos niños en hilera

¡Y esos niños en hilera,llevando el sol de la tardeen sus velitas de cera!…

* * *

¡De amarilla calabaza,en el azul, cómo subela luna, sobre la plaza!

* * *

Duro ceño.Pirata, rubio africano,barbitaheño.

* * *

Lleva un alfanje en la mano.Estas figuras del sueño…

* * *

Donde las niñas cantan en corro,en los jardines del limonar,sobre la fuente, negro abejorro

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pasa volando, zumba al volar.

* * *

Se oyó un bronco gruñir de abueloentre las claras voces sonar,superflua nota de violonceloen los jardines del limonar.

* * *

Entre las cuatro blancas paredes,cuando una mano cerró el balcón,por los salones de sal-si-puedessuena el rebato de su bordón.

* * *

Muda en el techo, quieta, ¿dormida?la negra nota de angustia está,y en la pradera verdifloridade un sueño niño volando va…

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LXVII. Si yo fuera un poeta

Si yo fuera un poetagalante cantaríaa vuestros ojos un cantar tan purocomo en el mármol blanco el agua limpia.

Y en una estrofa de aguatodo el cantar sería:

«Ya sé que no responden a mis ojos,que ven y no preguntan cuando miran,los vuestros claros, vuestros ojos tienenla buena luz tranquila,la buena luz del mundo en flor, que he vistodesde los brazos de mi madre un día».

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LXVIII. Llamó a mi corazón, un claro día

Llamó a mi corazón, un claro día,con un perfume de jazmín, el viento

—A cambio de este aroma,todo el aroma de tus rosas quiero.

—No tengo rosas; floresen mi jardín no hay ya; todas han muerto.

Me llevaré los llantos de las fuentes,las hojas amarillas y los mustios pétalos.Y el viento huyó… Mi corazón sangrabaAlma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?

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LXIX. Hoy buscarás en vano

Hoy buscarás en vanoa tu dolor consuelo.

Lleváronse tus hadasel lino de tus sueños.Está la fuente muda,y está marchito el huerto.Hoy sólo quedan lágrimaspara llorar. No hay que llorar, ¡silencio!

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LXX. Y nada importa ya que el vino de oro

Y nada importa ya que el vino de ororebose de tu copa cristalina,o el agrio zumo enturbie el puro vaso…

Tú sabes, las secretas galeríasdel alma, los caminos de los sueños,y la tarde tranquiladonde van a morir… Allí te aguardan

las hadas silenciosas de la vida,y hacia un jardín de eterna primaverate llevarán un día.

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LXXI. Tocados de otros días

¡Tocados de otros días,mustios encajes y marchitas sedas;salterios arrumbados,rincones de las salas polvorientas;

daguerrotipos turbios,cartas que amarillean;libracos no leídosque guardan grises florecitas secas;

romanticismos muertos,cursilerías viejas,cosas de ayer que sois el alma, y cantosy cuentos de la abuela!…

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LXXII. La casa tan querida

La casa tan queridadonde habitaba ella,sobre un montón de escombros arruinadao derruida, enseñael negro y carcomidomal trabado esqueleto de madera.

La luna está vertiendosu clara luz en sueños que plateaen las ventanas. Mal vestido y triste,voy caminando por la calle vieja.

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LXXIII. Ante el pálido lienzo de la tarde

Ante el pálido lienzo de la tarde,la iglesia, con sus torres afiladasy el ancho campanario, en cuyos huecosvoltean suavemente las campanas,alta y sombría, surge.

La estrella es una lágrimaen el azul celeste.Bajo la estrella clara,flota, vellón disperso,una nube quimérica de plata.

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LXXIV. Tarde tranquila, casi

Tarde tranquila, casicon placidez de alma,para ser joven, para haberlo sidocuando Dios quiso, paratener algunas alegrías… lejos,y poder dulcemente recordarlas.

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LXXV. Yo, como Anacreonte

Yo, como Anacreonte,quiero cantar, reír y echar al vientolas sabias amargurasy los graves consejos.

Y quiero, sobre todo, emborracharme,ya lo sabéis… ¡Grotesco!Pura fe en el morir, pobre alegríay macabro danzar antes de tiempo.

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LXXVI. ¡Oh tarde luminosa!

¡Oh tarde luminosa!El aire está encantado.La blanca cigüeñadormita volando,y las golondrinas se cruzan, tendidaslas alas agudas al viento dorado,y en la tarde risueña se alejanvolando, soñando…

Y hay una que torna como la saeta,las alas agudas tendidas al aire sombrío,buscando su negro rincón del tejado.

La blanca cigüeña,como un garabato,tranquila y disforme, ¡tan disparatada!sobre el campanario.

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LXXVII. Es una tarde cenicienta y mustia

Es una tarde cenicienta y mustia,destartalada, como el alma mía;y es esta vieja angustiaque habita mi usual hipocondría.

La causa de esta angustia no consigoni vagamente comprender siquiera;pero recuerdo y, recordando, digo:—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

* * *

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,tú eres nostalgia de la vida buenay soledad de corazón sombrío,de barco sin naufragio y sin estrella.

Como perro olvidado que no tienehuella ni olfato y yerrapor los caminos, sin camino, comoel niño que en la noche de una fiesta

se pierde entre el gentíoy el aire polvoriento y las candelaschispeantes, atónito, y asombrasu corazón de música y de pena,

así voy yo, borracho melancólico,guitarrista lunático, poeta,y pobre hombre en sueños,siempre buscando a Dios entre la niebla.

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LXXVIII. ¿Y ha de morir contigo el mundo mago

¿Y ha de morir contigo el mundo magodonde guarda el recuerdolos hálitos más puros de la vida,la blanca sombra del amor primero,

la voz que fue a tu corazón, la manoque tú querías retener en sueños,y todos los amoresque llegaron al alma, al hondo cielo?

¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,la vieja vida en orden tuyo y nuevo?¿Los yunques y crisoles de tu almatrabajan para el polvo y para el viento?

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LXXIX. Desnuda está la tierra

Desnuda está la tierra,y el alma aúlla al horizonte pálidocomo loba famélica. ¿Qué buscas,poeta, en el ocaso?

Amargo caminar, porque el caminopesa en el corazón. ¡El viento helado,y la noche que llega, y la amargurade la distancia!… En el camino blanco

algunos yertos árboles negrean;en los montes lejanoshay oro y sangre… El sol murió… ¿Qué buscaspoeta, en el ocaso?

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LXXX. Campo

La tarde está muriendocomo un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,quedan algunas brasas.

Y ese árbol roto en el camino blancohace llorar de lástima.

¡Dos ramas en el tronco herido, y unahoja marchita y negra en cada rama!

¿Lloras?… Entre los álamos de oro,lejos, la sombra del amor te aguarda.

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LXXXI. A un viejo y distinguido señor

Te he visto, por el parque cenicientoque los poetas amanpara llorar, cómo una noble sombravagar, envuelto en tu levita larga.

El talante cortés, ha tantos añoscompuesto de una fiesta en la antesala,¡qué bien tus pobres huesosceremoniosos guardan!

Yo te he visto, aspirando distraído,con el aliento que la tierra exhala—hoy tibia tarde en que las mustias hojashúmedo viento arranca—,del eucalipto verde

el frescor de las hojas perfumadas.Y te he visto llevar la seca manoa la perla que brilla en tu corbata.

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LXXXII. Los sueños

El hada más hermosa ha sonreídoal ver la lumbre de una estrella pálida,que en hilo suave, blanco y silenciosose enrosca al huso de su rubia hermana.

Y vuelve a sonreír, porque en su ruecael hilo de los campos se enmaraña.Tras la tenue cortina de la alcobaestá el jardín envuelto en luz dorada.

La cuna, casi en sombra. El niño duerme.Dos hadas laboriosas lo acompañan,hilando de los sueños los sutilescopos en ruecas de marfil y plata.

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LXXXIII. Guitarra del mesón que hoy suenas jota

Guitarra del mesón que hoy suenas jota,mañana petenera,según quien llega y tañelas empolvadas cuerdas,

guitarra del mesón de los caminos,no fuiste nunca, ni serás, poeta.

Tú eres alma que dice su armoníasolitaria a las almas pasajeras…

Y siempre que te escucha el caminantesueña escuchar un aire de su tierra.

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LXXXIV. El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?Pasado el llano verde, en la florida loma,acaso está el cercano final de tu camino.

Tú no verás del trigo la espiga sazonaday de macizas pomas cargado el manzanar,ni de la vid rugosa la uva aurirrosadaha de exprimir su alegre licor en tu lagar.

Cuando el primer aroma exhalen los jazminesy cuando más palpiten las rosas del amor,una mañana de oro que alumbre los jardines,¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?

Campo recién florido y verde, ¡quién pudierasoñar aún largo tiempo en estas pequeñitascorolas azuladas que manchan la pradera,y en esas diminutas primeras margaritas!

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LXXXV. La primavera besaba

La primavera besabasuavemente la arboleda,y el verde nuevo brotabacomo una verde humareda.

Las nubes iban pasandosobre el campo juvenil…Yo vi en las hojas temblandolas frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,todo cargado de flor—recordé—, yo he maldecidomi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida,me he parado a meditar…¡Juventud nunca vividaquién te volviera a soñar!

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LXXXVI. Eran ayer mis dolores

Eran ayer mis dolorescomo gusanos de sedaque iban labrando capullos;hoy son mariposas negras.

¡De cuántas flores amargasha sacado blanca cera!¡Oh tiempo en que mis pesarestrabajaban como abejas!

Hoy son como avenas locas,o cizaña en sementera,como tizón en espiga,como carcoma en madera.

¡Oh tiempo en que mis dolorestenían lágrimas buenas,y eran como agua de noriaque va regando una huerta!Hoy son agua de torrenteque arranca el limo a la tierra.

Dolores que ayer hicieronde mi corazón colmena,hoy tratan mi corazóncomo a una muralla vieja:quieren derribarlo, y pronto,al golpe de la piqueta.

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LXXXVII. Renacimiento

Galería del alma… ¡El alma niña!Su clara luz risueña;y la pequeña historia,y la alegría de la vida nueva…

¡Ah, volver a nacer, y andar camino,ya recobrada la perdida senda!

Y volver a sentir en nuestra manoaquel latido de la mano buenade nuestra madre… Y caminar en sueñospor amor de la mano que nos lleva.

* * *

En nuestras almas todopor misteriosa mano se gobierna.Incomprensibles, mudas,nada sabemos de las almas nuestras.

Las más hondas palabrasdel sabio nos enseñan,lo que el silbar del viento cuando sopla,o el sonar de las aguas cuando ruedan.

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LXXXVIII. Tal vez la mano, en sueños

Tal vez la mano, en sueños,del sembrador de estrellas,hizo sonar la música olvidada

como una nota de la lira inmensa,y la ola humilde a nuestros labios vinode unas pocas palabras verdaderas.

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LXXXIX. Y podrás conocerte, recordando

Y podrás conocerte, recordandodel pasado soñar los turbios lienzos,en este día triste en que caminascon los ojos abiertos.

De toda la memoria, sólo valeel don preclaro de evocar los sueños.

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XC. Los árboles conservan

Los árboles conservanverdes aun las copas,pero del verde mustiode las marchitas frondas.

El agua de la fuente,sobre la piedra toscay de verdín cubierta,resbala silenciosa.

Arrastra el viento algunasamarillentas hojas.¡El viento de la tardesobre la tierra en sombra!

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XCI. Húmedo está, bajo el laurel, el banco

Húmedo está, bajo el laurel, el bancode verdinosa piedra;lavó la lluvia, sobre el muro blanco,las empolvadas hojas de la hiedra.

Del viento del otoño el tibio alientolos céspedes undula, y la alamedaconversa con el viento…¡el viento de la tarde en la arboleda!

Mientras el sol en el ocaso esplendeque los racimos de la vid orea,y el buen burgués, en su balcón, enciendela estoica pipa en que el tabaco humea,

voy recordando versos juveniles…¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,huyendo entre los árboles de oro?

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Varia

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XCII. Pegasos, lindos pegasos

«Tournez, tournez, chevaux de bois».VERLAINE.

Pegasos, lindos pegasos,caballitos de madera.

* * *

Yo conocí, siendo niño,la alegría de dar vueltassobre un corcel colorado,en una noche de fiesta.

En el aire polvorientochispeaban las candelas,y la noche azul ardíatoda sembrada de estrellas.

¡Alegrías infantilesque cuestan una monedade cobre, lindos pegasos,caballitos de madera!

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XCIII. Deletreos de armonía

Deletreos de armoníaque ensaya inexperta mano.

Hastío. Cacofoníadel sempiterno pianoque yo de niño escuchabasoñando… no sé con qué.

Con algo que no llegaba,todo lo que ya se fue.

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XCIV. En medio de la plaza y sobre tosca piedra

En medio de la plaza y sobre tosca piedra,el agua brota y brota. En el cercano huertoeleva, tras el muro ceñido por la hiedra,alto ciprés la mancha de su ramaje yerto.

La tarde está cayendo frente a los caseronesde la ancha plaza, en sueños. Relucen las vidrierascon ecos mortecinos de sol. En los balconeshay formas que parecen confusas calaveras.

La calma es infinita en la desierta plaza,donde pasea el alma su traza de alma en pena.El agua brota y brota en la marmórea taza.En todo el aire en sombra no más que el agua suena.

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XCV. Coplas mundanas

Poeta ayer, hoy triste y pobrefilósofo trasnochado,tengo en monedas de cobreel oro de ayer cambiada.

Sin placer y sin fortuna,pasó como una quimerami juventud, la primera…la sola, no hay más que una:la de dentro es la de fuera.

Pasó como un torbellino,bohemia y aborrascada,harta de coplas y vino,mi juventud bien amada.

Y hoy miro a las galeríasdel recuerdo, para haceraleluyas de elegíasdesconsoladas de ayer.

¡Adiós, lágrimas cantoras,lágrimas que alegrementebrotabais, como en la fuentelas limpias aguas sonoras!

¡Buenas lágrimas vertidaspor un amor juvenil,cual frescas lluvias caídassobre los campos de abril!

No canta ya el ruiseñorde cierta noche serena;sanamos del mal de amor

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que sabe llorar sin pena.

Poeta ayer, hoy triste y pobrefilósofo trasnochado,tengo en monedas de cobreel oro de ayer cambiado.

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XCVI. Sol de invierno

Es mediodía. Un parque.Invierno. Blancas sendas;simétricos montículosy ramas esqueléticas.

Bajo el invernadero,naranjos en maceta,y en su tonel, pintadode verde, la palmera.

Un viejecillo dice,para su capa vieja:«¡El sol, esta hermosuradel sol!…» Los niños juegan.

El agua de la fuenteresbala, corre y sueñalamiendo, casi muda,la verdinosa piedra.

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