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Soneto I. Matilde, nombre de planta o piedra o vino Matilde, nombre de planta o piedra o vino, De lo que nace de la tierra y dura, Palabra en cuyo crecimiento amanece, En cuyo estío estalla la luz de los limones. En ese nombre corren navíos de madera Rodeados por enjambres de fuego azul marino, Y esas letras son el agua de un río Que desemboca en mi corazón calcinado. Oh nombre descubierto bajo una enredadera Como la puerta de un túnel desconocido Que comunica con la fragancia del mundo! Oh invádeme con tu boca abrasadora, Indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos, Pero en tu nombre déjame navegar y dormir. Arriba Soneto II. Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso

Soneto I Pablo Neruda

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poesia de Pablo Neruda

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Soneto I. Matilde, nombre de planta o piedra o vino

Matilde, nombre de planta o piedra o vino,De lo que nace de la tierra y dura,Palabra en cuyo crecimiento amanece,En cuyo esto estalla la luz de los limones.

En ese nombre corren navos de maderaRodeados por enjambres de fuego azul marino,Y esas letras son el agua de un roQue desemboca en mi corazn calcinado.

Oh nombre descubierto bajo una enredaderaComo la puerta de un tnel desconocidoQue comunica con la fragancia del mundo!

Oh invdeme con tu boca abrasadora,Indgame, si quieres, con tus ojos nocturnos,Pero en tu nombre djame navegar y dormir.

Arriba

Soneto II. Amor, cuntos caminos hasta llegar a un beso

Amor, cuntos caminos hasta llegar a un beso,Qu soledad errante hasta tu compaa!Siguen los trenes solos rodando con la lluvia.En Taltal no amanece an la primavera.

Pero t y yo, amor mo, estamos juntos,Juntos desde la ropa a las races,Juntos de otoo, de agua, de caderas,Hasta ser slo t, slo yo juntos.

Pensar que cost tantas piedras que lleva el ro,La desembocadura del agua de Boroa,Pensar que separados por trenes y naciones

T y yo tenamos que simplemente amarnos,Con todos confundidos, con hombres y mujeres,Con la tierra que implanta y educa los claveles.

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Soneto III. spero amor, violeta coronada de espinas

spero amor, violeta coronada de espinas,Matorral entre tantas pasiones erizado,Lanza de los dolores, corola de la clera,Por qu caminos y cmo te dirigiste a mi alma?

Por qu precipitaste tu fuego doloroso,De pronto, entre las hojas fras de mi camino?Quin te ense los pasos que hasta m te llevaron?Qu flor, qu piedra, qu humo mostraron mi morada?

Lo cierto es que tembl la noche pavorosa,El alba llen todas las copas con su vinoY el sol estableci su presencia celeste,

Mientras que el cruel amor me cercaba sin treguaHasta que lacerndome con espadas y espinasAbri en mi corazn un camino quemante.

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Soneto IV. Recordars aquella quebrada caprichosa

Recordars aquella quebrada caprichosaA donde los aromas palpitantes treparon,De cuando en cuando un pjaro vestidoCon agua y lentitud: traje de invierno.

Recordars los dones de la tierra:Irascible fragancia, barro de oro,Hierbas del matorral, locas races,Sortlegas espinas como espadas.

Recordars el ramo que trajiste,Ramo de sombra y agua con silencio,Ramo como una piedra con espuma.

Y aquella vez fue como nunca y siempre:Vamos all donde no espera nadaY hallamos todo lo que est esperando.

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Soneto V. No te toque la noche ni el aire ni la aurora

No te toque la noche ni el aire ni la aurora,Slo la tierra, la virtud de los racimos,Las manzanas que crecen oyendo el agua pura,El barro y las resinas de tu pas fragante.

Desde Quinchamal donde hicieron tus ojosHasta tus pies creados para m en la FronteraEres la greda oscura que conozco:En tus caderas toco de nuevo todo el trigo.

Tal vez t no sabas, araucana,Que cuando antes de amarte me olvid de tus besosMi corazn qued recordando tu boca,

Y fui como un herido por las callesHasta que comprend que haba encontrado,Amor, mi territorio de besos y volcanes.

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Soneto VI. En los bosques, perdido, cort una rama oscura

En los bosques, perdido, cort una rama oscuraY a los labios, sediento, levant su susurro:Era tal vez la voz de la lluvia llorando,Una campana rota o un corazn cortado.

Algo que desde tan lejos me parecaOculto gravemente, cubierto por la tierra,Un grito ensordecido por inmensos otoos,Por la entreabierta y hmeda tiniebla de las hojas.

Pero all, despertando de los sueos del bosque,La rama de avellano cant bajo mi bocaY su errabundo olor trep por mi criterio

Como si me buscaran de pronto las racesQue abandon, la tierra perdida con mi infancia,Y me detuve herido por el aroma errante.

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Soneto VII. "Vendrs conmigo" dije sin que nadie supiera

"Vendrs conmigo" dije sin que nadie supieraDnde y cmo lata mi estado doloroso,Y para m no haba clavel ni barcarola,Nada sino una herida por el amor abierta.

Repet: ven conmigo, como si me muriera,Y nadie vio en mi boca la luna que sangraba,Nadie vio aquella sangre que suba al silencio.Oh amor ahora olvidemos la estrella con espinas!

Por eso cuando o que tu voz repeta"Vendrs conmigo" fue como si desatarasDolor, amor, la furia del vino encarcelado

Que desde su bodega sumergida subieraY otra vez en mi boca sent un sabor de llama,De sangre y de claveles, de piedra y quemadura.

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Soneto VIII. Si no fuera porque tus ojos tienen color de luna

Si no fuera porque tus ojos tienen color de luna,De da con arcilla, con trabajo, con fuego,Y aprisionada tienes la agilidad del aire,Si no fuera porque eres una semana de mbar,

Si no fuera porque eres el momento amarilloEn que el otoo sube por las enredaderasY eres an el pan que la luna fraganteElabora paseando su harina por el cielo,

Oh, bienamada, yo no te amara!En tu abrazo yo abrazo lo que existe,La arena, el tiempo, el rbol de la lluvia,

Y todo vive para que yo viva:Sin ir tan lejos puedo verlo todo:Veo en tu vida todo lo viviente.

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Soneto IX. Al golpe de la ola contra la piedra indcil

Al golpe de la ola contra la piedra indcilLa claridad estalla y establece su rosaY el crculo del mar se reduce a un racimo,A una sola gota de sal azul que cae.

Oh radiante magnolia desatada en la espuma,Magntica viajera cuya muerte floreceY eternamente vuelve a ser y a no ser nada:Sal rota, deslumbrante movimiento marino.

Juntos t y yo, amor mo, sellamos el silencio,Mientras destruye el mar sus constantes estatuasY derrumba sus torres de arrebato y blancura,

Porque en la trama de estos tejidos invisiblesDel agua desbocada, de la incesante arena,Sostenemos la nica y acosada ternura.

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Soneto X. Suave es la bella

Suave es la bella como si msica y madera,gata, telas, trigo, duraznos transparentes,Hubieran erigido la fugitiva estatua.Hacia la ola dirige su contraria frescura.

El mar moja bruidos pies copiadosA la forma recin trabajada en la arenaY es ahora su fuego femenino de rosaUna sola burbuja que el sol y el mar combaten.

Ay, que nada te toque sino la sal del fro!Que ni el amor destruya la primavera intacta.Hermosa, reverbero de la indeleble espuma,

Deja que tus caderas impongan en el aguaUna medida nueva de cisne o de nenfarY navegue tu estatua por el cristal eterno.

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Soneto XI. Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu peloY por las calles voy sin nutrirme, callado,No me sostiene el pan, el alba me desquicia,Busco el sonido lquido de tus pies en el da.

Estoy hambriento de tu risa resbalada,De tus manos color de furioso granero,Tengo hambre de la plida piedra de tus uas,Quiero comer tu piel como una intacta almendra.

Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,La nariz soberana del arrogante rostro,Quiero comer la sombra fugaz de tus pestaas

Y hambriento vengo y voy olfateando el crepsculoBuscndote, buscando tu corazn calienteComo un puma en la soledad de Quitrate.

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Soneto XII. Plena mujer, manzana carnal, luna caliente

Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,Espeso aroma de algas, lodo y luz machacados,Qu oscura claridad se abre entre tus columnas?Qu antigua noche el hombre toca con sus sentidos?

Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,Con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:Amar es un combate de relmpagosY dos cuerpos por una sola miel derrotados.

Beso a beso recorro tu pequeo infinito,Tus mrgenes, tus ros, tus pueblos diminutos,Y el fuego genital transformado en delicia

Corre por los delgados caminos de la sangreHasta precipitarse como un clavel nocturno,Hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.

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Soneto XIII. La luz que de tus pies sube a tu cabellera

La luz que de tus pies sube a tu cabellera,La turgencia que envuelve tu forma delicada,No es de ncar marino, nunca de plata fra:Eres de pan, de pan amado por el fuego.

La harina levant su granero contigoY creci incrementada por la edad venturosa,Cuando los cereales duplicaron tu pechoMi amor era el carbn trabajando en la tierra.

Oh, pan tu frente, pan tus piernas, pan tu boca,Pan que devoro y nace con luz cada maana,Bienamada, bandera de las panaderas,

Una leccin de sangre te dio el fuego,De la harina aprendiste a ser sagrada,Y del pan el idioma y el aroma.

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Soneto XIV. Me falta tiempo para celebrar tus cabellos

Me falta tiempo para celebrar tus cabellos.Uno por uno debo contarlos y alabarlos:Otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,Yo slo quiero ser tu peluquero.

En Italia te bautizaron MedusaPor la encrespada y alta luz de tu cabellera.Yo te llamo chascona ma y enmaraada:Mi corazn conoce las puertas de tu pelo.

Cuando t te extraves en tus propios cabellos,No me olvides, acurdate que te amo,No me dejes perdido ir sin tu cabellera

Por el mundo sombro de todos los caminosQue slo tiene sombra, transitorios dolores,Hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.

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Soneto XV. Desde hace mucho tiempo la tierra te conoce

Desde hace mucho tiempo la tierra te conoce:Eres compacta como el pan o la madera,Eres cuerpo, racimo de segura sustancia,Tienes peso de acacia, de legumbre dorada.

S que existes no slo porque tus ojos vuelanY dan luz a las cosas como ventana abierta,Sino porque de barro te hicieron y cocieronEn Chilln, en un horno de adobe estupefacto.

Los seres se derraman como aire o agua o froY vagos son, se borran al contacto del tiempo,Como si antes de muertos fueran desmenuzados.

T caers conmigo como piedra en la tumbaY as por nuestro amor que no fue consumidoContinuar viviendo con nosotros la tierra.

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Soneto XVI. Amo el trozo de tierra que t eres

Amo el trozo de tierra que t eres,Porque de las praderas planetariasOtra estrella no tengo. T repitesLa multiplicacin del universo.

Tus anchos ojos son la luz que tengoDe las constelaciones derrotadas,Tu piel palpita como los caminosQue recorre en la lluvia el meteoro.

De tanta luna fueron para m tus caderas,De todo el sol tu boca profunda y su delicia,De tanta luz ardiente como miel en la sombra

Tu corazn quemado por largos rayos rojos,Y as recorro el fuego de tu forma besndote,Pequea y planetaria, paloma y geografa.

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Soneto XVII. No te amo como si fueras rosa de sal

No te amo como si fueras rosa de sal, topacioO flecha de claveles que propagan el fuego:Te amo como se aman ciertas cosas oscuras,Secretamente, entre la sombra y el alma.

Te amo como la planta que no florece y llevaDentro de s, escondida, la luz de aquellas flores,Y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpoEl apretado aroma que ascendi de la tierra.

Te amo sin saber cmo, ni cundo, ni de dnde,Te amo directamente sin problemas ni orgullo:As te amo porque no s amar de otra manera,

Sino as de este modo en que no soy ni eres,Tan cerca que tu mano sobre mi pecho es ma,Tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueo.

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Soneto XVIII. Por las montaas vas como viene la brisa

Por las montaas vas como viene la brisaO la corriente brusca que baja de la nieveO bien tu cabellera palpitante confirmaLos altos ornamentos del sol en la espesura.

Toda la luz del Cucaso cae sobre tu cuerpoComo en una pequea vasija interminableEn que el agua se cambia de vestido y de cantoA cada movimiento transparente del ro.

Por los montes el viejo camino de guerrerosY abajo enfurecida brilla como una espadaEl agua entre murallas de manos minerales,

Hasta que t recibes de los bosques de prontoEl ramo o el relmpago de unas flores azulesY la inslita flecha de un aroma salvaje.

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Soneto XIX. Mientras la magna espuma de Isla Negra

Mientras la magna espuma de Isla Negra,La sal azul, el sol en las olas te mojan,Yo miro los trabajos de la avispa,Empeada en la miel de su universo.

Va y viene equilibrando su recto y rubio vueloComo si deslizara de un alambre invisibleLa elegancia del baile, la sed de su cintura,Y los asesinatos del aguijn maligno.

De petrleo y naranja es su arco iris,Busca como un avin entre la hierba,Con un rumor de espiga vuela, desaparece,

Mientras que t sales del mar, desnuda,Y regresas al mundo llena de sal y sol,Reverberante estatua y espada de la arena.

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Soneto XX. Mi fea, eres una castaa despeinada

Mi fea, eres una castaa despeinada,Mi bella, eres hermosa como el viento,Mi fea, de tu boca se pueden hacer dos,Mi bella, son tus besos frescos como sandas.

Mi fea, dnde estn escondidos tus senos?Son mnimos como dos copas de trigo.Me gustara verte dos lunas en el pecho:Las gigantescas torres de tu soberana.

Mi fea, el mar no tiene tus uas en su tienda,Mi bella, flor a flor, estrella por estrella,Ola por ola, amor, he contado tu cuerpo:

Mi fea, te amo por tu cintura de oro,Mi bella, te amo por una arruga en tu frente,Amor, te amo por clara y por oscura.

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Soneto XXI. Oh que todo el amor propague en m su boca

Oh que todo el amor propague en m su boca,Que no sufra un momento ms sin primavera,Yo no vend sino mis manos al dolor,Ahora, bienamada, djame con tus besos.

Cubre la luz del mes abierto con tu aroma,Cierra las puertas con tu cabellera,Y en cuanto a m no olvides que si despierto y lloroEs porque en sueos slo soy un nio perdido

Que busca entre las hojas de la noche tus manos,El contacto del trigo que t me comunicas,Un rapto centelleante de sombra y energa.

Oh, bienamada, y nada ms que sombraPor donde me acompaes en tus sueosY me digas la hora de la luz.

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Soneto XXII. Cuntas veces, amor, te am sin verte

Cuntas veces, amor, te am sin verte y tal vez sin recuerdo,Sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,En regiones contrarias, en un medioda quemante:Eras slo el aroma de los cereales que amo.

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copaEn Angol, a la luz de la luna de junio,O eras t la cintura de aquella guitarraQue toqu en las tinieblas y son como el mar desmedido.

Te am sin que yo lo supiera, y busqu tu memoria.En las casas vacas entr con linterna a robar tu retrato.Pero yo ya saba cmo era. De pronto

Mientras ibas conmigo te toqu y se detuvo mi vida:Frente a mis ojos estabas, reinndome, y reinas.Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.

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Soneto XXIII. Fue luz el fuego y pan la luna rencorosa

Fue luz el fuego y pan la luna rencorosa,El jazmn duplic su estrellado secreto,Y del terrible amor las suaves manos purasDieron paz a mis ojos y sol a mis sentidos.

Oh amor, cmo de pronto, de las desgarradurasHiciste el edificio de la dulce firmeza,Derrotaste las uas malignas y celosasY hoy frente al mundo somos como una sola vida.

As fue, as es y as ser hasta cuando,Salvaje y dulce amor, bienamada Matilde,El tiempo nos seale la flor final del da.

Sin ti, sin m, sin luz ya no seremos:Entonces ms all del la tierra y la sombraEl resplandor de nuestro amor seguir vivo.

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Soneto XXIV. Amor, amor, las nubes a la torre del cielo

Amor, amor, las nubes a la torre del cieloSubieron como triunfantes lavanderas,Y todo ardi en azul, todo fue estrella:El mar, la nave, el da se desterraron juntos.

Ven a ver los cerezos del agua consteladaY la clave redonda del rpido universo,Ven a tocar el fuego del azul instantneo,Ven antes de que sus ptalos se consuman.

No hay aqu sino luz, cantidades, racimos,Espacio abierto por las virtudes del vientoHasta entregar los ltimos secretos de la espuma.

Y entre tantos azules celestes, sumergidos,Se pierden nuestros ojos adivinando apenasLos poderes del aire, las llaves submarinas.

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Soneto XXV. Antes de amarte, amor, nada era mo

Antes de amarte, amor, nada era mo:Vacil por las calles y las cosas:Nada contaba ni tena nombre:El mundo era del aire que esperaba.

Yo conoc salones cenicientos,Tneles habitados por la luna,Hangares crueles que se despedan,Preguntas que insistan en la arena.

Todo estaba vaco, muerto y mudo,Cado, abandonado y decado,Todo era inalienablemente ajeno,

Todo era de los otros y de nadie,Hasta que tu belleza y tu pobrezaLlenaron el otoo de regalos.

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Soneto XXVI. Ni el color de las dunas terribles en Iquique

Ni el color de las dunas terribles en Iquique,Ni el estuario del Ro Dulce de Guatemala,Cambiaron tu perfil conquistado en el trigo,Tu estilo de uva grande, tu boca de guitarra.

Oh corazn, oh ma desde todo el silencio,Desde las cumbres donde rein la enredaderaHasta las desoladas planicies del platino,En toda patria pura te repiti la tierra.

Pero ni huraa mano de montes minerales,Ni nieve tibetana, ni piedra de Polonia,Nada alter tu forma de cereal viajero,

Como si greda o trigo, guitarras o racimosDe Chilln defendieran en ti su territorioImponiendo el mandato de la luna silvestre.

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Soneto XXVII. Desnuda eres tan simple como una de tus manos

Desnuda eres tan simple como una de tus manos,Lisa, terrestre, mnima, redonda, transparente,Tienes lneas de luna, caminos de manzana,Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.

Desnuda eres azul como la noche en Cuba,Tienes enredaderas y estrellas en el pelo,Desnuda eres enorme y amarillaComo el verano en una iglesia de oro.

Desnuda eres pequea como una de tus uas,Curva, sutil, rosada hasta que nace el daY te metes en el subterrneo del mundo

Como en un largo tnel de trajes y trabajos:Tu claridad se apaga, se viste, se deshojaY otra vez vuelve a ser una mano desnuda.

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Soneto XXVIII. Amor, de grano a grano, de planeta a planeta

Amor, de grano a grano, de planeta a planeta,La red del viento con sus pases sombros,La guerra con sus zapatos de sangre,O bien el da y la noche de la espiga.

Por donde fuimos, islas o puentes o banderas,Violines del fugaz otoo acribillado,Repiti la alegra los labios de la copa,El dolor nos detuvo con su leccin de llanto.

En todas las repblicas desarrollaba el vientoSu pabelln impune, su glacial cabelleraY luego regresaba la flor a sus trabajos.

Pero en nosotros nunca se calcin el otoo.Y en nuestra patria inmvil germinaba y crecaEl amor con los derechos del roco.

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Soneto XXIX. Vienes de la pobreza de las casas del sur

Vienes de la pobreza de las casas del sur,De las regiones duras con fro y terremotoQue cuando hasta sus dioses rodaron a la muerteNos dieron la leccin de la vida en la greda.

Eres un caballito de greda negra, un besoDe barro oscuro, amor, amapola de greda,Paloma del crepsculo que vol en los caminos,Alcanca con lgrimas de nuestra pobre infancia.

Muchacha, has conservado tu corazn de pobre,Tus pies de pobre acostumbrados a las piedras,Tu boca que no siempre tuvo pan o delicia.

Eres del pobre sur, de donde viene mi alma:En su cielo tu madre sigue lavando ropaCon mi madre. Por eso te escog, compaera.

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Soneto XXX. Tienes del archipilago las hebras del alerce

Tienes del archipilago las hebras del alerce,La carne trabajada por los siglos del tiempo,Venas que conocieron el mar de las maderas,Sangre verde cada de cielo a la memoria.

Nadie recoger mi corazn perdidoEntre tantas races, en la amarga frescuraDel sol multiplicado por la furia del agua,All vive la sombra que no viaja conmigo.

Por eso t saliste del sur como una islaPoblada y coronada por plumas y maderasY yo sent el aroma de los bosques errantes,

Hall la miel oscura que conoc en la selva,Y toqu en tus caderas los ptalos sombrosQue nacieron conmigo y construyeron mi alma.

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Soneto XXXI. Con laureles del sur y organo de Lota

Con laureles del sur y organo de LotaTe corono, pequea monarca de mis huesos,Y no puede faltarte esa coronaQue elabora la tierra con blsamo y follaje.

Eres, como el que te ama, de las provincias verdes:De all trajimos barro que nos corre en la sangre,En la ciudad andamos, como tantos, perdidos,Temerosos de que cierren el mercado.

Bienamada, tu sombra tiene olor a ciruela,Tus ojos escondieron en el sur sus races,Tu corazn es una paloma de alcanca,

Tu cuerpo es liso como las piedras en el agua,Tus besos son racimos con roco,Y yo a tu lado vivo con la tierra.

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Soneto XXXII. La casa en la maana con la verdad revuelta

La casa en la maana con la verdad revueltaDe sbanas y plumas, el origen del daSin direccin, errante como una pobre barca,Entre los horizontes del orden y del sueo.

Las cosas quieren arrastrar vestigios,Adherencias sin rumbo, herencias fras,Los papeles esconden vocales arrugadasY en la botella el vino quiere seguir su ayer.

Ordenadora, pasas vibrando como abejaTocando las regiones perdidas por la sombraConquistando la luz con tu blanca energa.

Y se construye entonces la claridad de nuevo:Obedecen las cosas al viento de la vidaY el orden establece su pan y su paloma.

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Soneto XXXIII. Amor, ahora nos vamos a la casa

Amor, ahora nos vamos a la casaDonde la enredadera sube por las escalas:Antes que llegues t lleg a tu dormitorioEl verano desnudo con pies de madreselva.

Nuestros besos errantes recorrieron el mundo:Armenia, espesa gota de miel desenterrada,Ceyln, paloma verde, y el Yang Ts separandoCon antigua paciencia los das de las noches.

Y ahora, bienamada, por el mar crepitanteVolvemos como dos aves ciegas al muro,Al nido de la lejana primavera,

Porque el amor no puede volar sin detenerse:Al muro o a las piedras del mar van nuestras vidas,A nuestro territorio regresaron los besos.

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Soneto XXXIV. Eres hija del mar y prima del organo

Eres hija del mar y prima del organo,Nadadora, tu cuerpo es de agua pura,Cocinera, tu sangre es tierra vivaY tus costumbres son floridas y terrestres.

Al agua van tus ojos y levantan las olas,A la tierra tus manos y saltan las semillas,En agua y tierra tienes propiedades profundasQue en ti se juntan como las leyes de la greda.

Nyade, corta tu cuerpo la turquesaY luego resurrecto florece en la cocinaDe tal modo que asumes cuanto existe

Y al fin duermes rodeada por mis brazos que apartanDe la sombra sombra, para que t descanses,Legumbres, algas, hierbas: la espuma de tus sueos.

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Soneto XXXV. Tu mano fue volando de mis ojos al da

Tu mano fue volando de mis ojos al da.Entr la luz como un rosal abierto.Arena y cielo palpitaban como unaCulminante colmena cortada en las turquesas.

Tu mano toc slabas que tintineaban, copas,Alcuzas con aceites amarillos,Corolas, manantiales y, sobre todo, amor,Amor: tu mano pura preserv las cucharas.

La tarde fue. La noche desliz sigilosaSobre el sueo del hombre su cpsula celeste.Un triste olor salvaje solt la madreselva.

Y tu mano volvi de su vuelo volandoA cerrar su plumaje que yo cre perdidoSobre mis ojos devorados por la sombra.

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Soneto XXXVI. Corazn mo, reina del apio y de la artesa

Corazn mo, reina del apio y de la artesa:Pequea leoparda del hilo y la cebolla:Me gusta ver brillar tu imperio diminuto,Las armas de la cera, del vino, del aceite,

Del ajo, de la tierra por tus manos abiertaDe la sustancia azul encendida en tus manos,De la transmigracin del sueo a la ensalada,Del reptil enrollado en la manguera.

T con tu podadora levantando el perfume,T, con la direccin del jabn en la espuma,T, subiendo mis locas escalas y escaleras,

T, manejando el sntoma de mi caligrafaY encontrando en la arena del cuadernoLas letras extraviadas que buscaban tu boca.

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Soneto XXXVII. Oh amor, oh rayo loco y amenaza purprea

Oh amor, oh rayo loco y amenaza purprea,Me visitas y subes por tu fresca escaleraEl castillo que el tiempo coron de neblinas,Las plidas paredes del corazn cerrado.

Nadie sabr que slo fue la delicadezaConstruyendo cristales duros como ciudadesY que la sangre abra tneles desdichadosSin que su monarqua derribara el invierno.

Por eso, amor, tu boca, tu piel, tu luz, tus penas,Fueron el patrimonio de la vida, los donesSagrados de la lluvia, de la naturaleza

Que recibe y levanta la gravidez del grano,La tempestad secreta del vino en las bodegas,La llamarada del cereal en el suelo.

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Soneto XXXVIII. Tu casa suena como un tren a medioda

Tu casa suena como un tren a medioda,Zumban las avispas, cantan las cacerolas,La cascada enumera los hechos del roco,Tu risa desarrolla su trino de palmera.

La luz azul del muro conversa con la piedra,Llega como un pastor silbando un telegramaY entre las dos higueras de voz verdeHomero sube con zapatos sigilosos.

Slo aqu la ciudad no tiene voz ni llanto,Ni sin fin, ni sonatas, ni labios, ni bocinaSino un discurso de cascada y de leones,

Y t que subes, cantas, corres, caminas, bajas,Plantas, coses, cocinas, clavas, escribes, vuelves,O te has ido y se sabe que comenz el invierno.

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Soneto XXXIX. Pero olvid que tus manos satisfacan

Pero olvid que tus manos satisfacanLas races, regando rosas enmaraadas,Hasta que florecieron tus huellas digitalesEn la plenaria paz de la naturaleza.

El azadn y el agua como animales tuyosTe acompaan, mordiendo y lamiendo la tierra,Y es as cmo, trabajando, desprendesFecundidad, fogosa frescura de claveles.

Amor y honor de abejas pido para tus manosQue en la tierra confunden su estirpe transparente,Y hasta en mi corazn abren su agricultura,

De tal modo que soy como piedra quemadaQue de pronto, contigo, canta, porque recibeEl agua de los bosques por tu voz conducida.

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Soneto XL. Era verde el silencio, mojada era la luz

Era verde el silencio, mojada era la luz,Temblaba el mes de junio como una mariposaY en el austral dominio, desde el mar y las piedras,Matilde, atravesaste el medioda.

Ibas cargada de flores ferruginosas,Algas que el viento sur atormenta y olvida,An blancas, agrietadas por la sal devorante,Tus manos levantaban las espigas de arena.

Amo tus dones puros, tu piel de piedra intacta,Tus uas ofrecidas en el sol de tus dedos,Tu boca derramada por toda la alegra,

Pero, para mi casa vecina del abismo,Dame el atormentado sistema del silencio,El pabelln del mar olvidado en la arena.

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Soneto XLI. Desdichas del mes de enero

Desdichas del mes de enero cuando el indiferenteMedioda establece su ecuacin en el cielo,Un oro duro como el vino de una copa colmadaLlena la tierra hasta sus lmites azules.

Desdichas de este tiempo parecidas a uvasPequeas que agruparon verde amargo,Confusas, escondidas lgrimas de los dasHasta que la intemperie public sus racimos.

S, grmenes, dolores, todo lo que palpitaAterrado, a la luz crepitante de enero,Madurar, arder como ardieron los frutos.

Divididos sern los pesares: el almaDar un golpe de viento, y la moradaQuedar limpia con el pan fresco en la mesa.

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Soneto XLII. Radiantes das balanceados por el agua marina

Radiantes das balanceados por el agua marina,Concentrados como el interior de una piedra amarillaCuyo esplendor de miel no derrib el desorden:Preserv su pureza de rectngulo.

Crepita, s, la hora como fuego o abejasY es verde la tarea de sumergirse en hojas,Hasta que hacia la altura es el follajeUn mundo centelleante que se apaga y susurra.

Sed del fuego, abrasadora multitud del estoQue construye un Edn con unas cuantas hojas,Porque la tierra de rostro oscuro no quiere sufrimientos

Sino frescura o fuego, agua o pan para todos,Y nada debera dividir a los hombresSino el sol o la noche, la luna o las espigas.

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Soneto XLIII. Un signo tuyo busco en todas las otras

Un signo tuyo busco en todas las otras,En el brusco, ondulante ro de las mujeres,Trenzas, ojos apenas sumergidos,Pies claros que resbalan navegando en la espuma.

De pronto me parece que diviso tus uasOblongas, fugitivas, sobrinas de un cerezo,Y otra vez es tu pelo que pasa y me pareceVer arder en el agua tu retrato de hoguera.

Mir, pero ninguna llevaba tu latido,Tu luz, la greda oscura que trajiste del bosque,Ninguna tuvo tus diminutas orejas.

T eres total y breve, de todas eres una,Y as contigo voy recorriendo y amandoUn ancho Mississippi de estuario femenino.

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Soneto XLIV. Sabrs que no te amo y que te amo

Sabrs que no te amo y que te amoPuesto que de dos modos es la vida,La palabra es un ala del silencio,El fuego tiene una mitad de fro.

Yo te amo para comenzar a amarte,Para recomenzar el infinitoY para no dejar de amarte nunca:Por eso no te amo todava.

Te amo y no te amo como si tuvieraEn mis manos las llaves de la dichaY un incierto destino desdichado.

Mi amor tiene dos vidas para armarte.Por eso te amo cuando no te amoY por eso te amo cuando te amo.

Arriba

Soneto XLV. No ests lejos de m un solo da

No ests lejos de m un solo da, porque cmo,Porque, no s decirlo, es largo el da,Y te estar esperando como en las estacionesCuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora porque entoncesEn esa hora se juntan las gotas del desveloY tal vez todo el humo que anda buscando casaVenga a matar an mi corazn perdido.

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,Ay que no vuelen tus prpados en la ausencia:No te vayas por un minuto, bienamada,

Porque en ese minuto te habrs ido tan lejosQue yo cruzar toda la tierra preguntandoSi volvers o si me dejars muriendo.

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Soneto XLVI. De las estrellas que admir

De las estrellas que admir, mojadasPor ros y rocos diferentes,Yo no escog sino la que yo amabaY desde entonces duermo con la noche.

De la ola, una ola y otra ola,Verde mar, verde fro, rama verde,Yo no escog sino una sola ola:La ola indivisible de tu cuerpo.

Todas las gotas, todas las races,Todos los hilos de la luz vinieron,Me vinieron a ver tarde o temprano.

Yo quise para m tu cabellera.Y de todos los dones de mi patriaSlo escog tu corazn salvaje.

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Soneto XLVII. Detrs de m en la rama quiero verte

Detrs de m en la rama quiero verte.Poco a poco te convertiste en fruto.No te cost subir de las racesCantando con tu slaba de savia.

Y aqu estars primero en flor fragante,En la estatua de un beso convertida,Hasta que sol y tierra, sangre y cielo,Te otorguen la delicia y la dulzura.

En la rama ver tu cabellera,Tu signo madurando en el follaje,Acercando las hojas a mi sed,

Y llenar mi boca tu sustancia,El beso que subi desde la tierraCon tu sangre de fruta enamorada.

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Soneto XLVIII. Dos amantes dichosos hacen un solo pan

Dos amantes dichosos hacen un solo pan,Una sola gota de luna en la hierba,Dejan andando dos sombras que se renen,Dejan un solo sol vaco en una cama.

De todas las verdades escogieron el da:No se ataron con hilos sino con un aroma,Y no despedazaron la paz ni las palabras.La dicha es una torre transparente.

El aire, el vino van con los dos amantes,La noche les regala sus ptalos dichosos,Tienen derecho a todos los claveles.

Dos amantes dichosos no tienen fin ni muerte,Nacen y mueren muchas veces mientras viven,Tienen la eternidad de la naturaleza.

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Soneto XLIX. Es hoy: todo el ayer se fue cayendo

Es hoy: todo el ayer se fue cayendoEntre dedos de luz y ojos de sueo,Maana llegar con pasos verdes:Nadie detiene el ro de la aurora.

Nadie detiene el ro de tus manos,Los ojos de tu sueo, bienamada,Eres temblor del tiempo que transcurreEntre luz vertical y sol sombro,

Y el cielo cierra sobre ti sus alasLlevndote y trayndote a mis brazosCon puntual, misteriosa cortesa:

Por eso canto al da y a la luna,Al mar, al tiempo, a todos los planetas,A tu voz diurna y a tu piel nocturna.

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Soneto L. Cotapos dice que tu risa cae

Cotapos dice que tu risa caeComo un halcn desde una brusca torreY, es verdad, atraviesas el follaje del mundoCon un solo relmpago de tu estirpe celeste

Que cae, y corta, y saltan las lenguas del roco,Las aguas del diamante, la luz con sus abejasY all donde viva con su barba el silencioEstallan las granadas del sol y las estrellas,

Se viene abajo el cielo con la noche sombra,Arden a plena luna campanas y claveles,Y corren los caballos de los talabarteros:

Porque t siendo tan pequeita como eresDejas caer la risa desde tu meteoroElectrizando el nombre de la naturaleza.

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Soneto LI. Tu risa pertenece a un rbol entreabierto

Tu risa pertenece a un rbol entreabiertoPor un rayo, por un relmpago plateadoQue desde el cielo cae quebrndose en la copa,Partiendo en dos el rbol con una sola espada.

Slo en las tierras altas del follaje con nieveNace una risa como la tuya, bienamante,Es la risa del aire desatado en la altura,Costumbres de araucaria, bienamada.

Cordillerana ma, chillaneja evidente,Corta con los cuchillos de tu risa la sombra,La noche, la maana, la miel del medioda,

Y que salten al cielo las aves del follajeCuando como una luz derrochadoraRompe tu risa el rbol de la vida.

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Soneto LII. Cantas y a sol y a cielo con tu canto

Cantas y a sol y a cielo con tu cantoTu voz desgrana el cereal del da,Hablan los pinos con su lengua verde:Trinan todas las aves del invierno.

El mar llena sus stanos de pasos,De campanas, cadenas y gemidos,Tintinean metales y utensilios,Suenan las ruedas de la caravana.

Pero slo tu voz escucho y subeTu voz con vuelo y precisin de flecha,Baja tu voz con gravedad de lluvia,

Tu voz esparce altsimas espadas,Vuelve tu voz cargada de violetasY luego me acompaa por el cielo.

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Soneto LIII.Aqu est el pan, el vino, la mesa, la morada

Aqu est el pan, el vino, la mesa, la morada:El menester del hombre, la mujer y la vida:A este sitio corra la paz vertiginosa,Por esta luz ardi la comn quemadura.

Honor a tus dos manos que vuelan preparandoLos blancos resultados del canto y la cocina,Salve La integridad de tus pies corredores!,Viva la bailarina que baila con la escoba!

Aquellos bruscos ros con aguas y amenazas,Aquel atormentado pabelln de la espuma,Aquellos incendiaron panales y arrecifes

Son hoy este reposo de tu sangre en la ma,Este cauce estrellado y azul como la noche,Esta simplicidad sin fin de la ternura.

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Soneto LIV. Esplndida razn, demonio claro

Esplndida razn, demonio claroDel racimo absoluto, del recto medioda,Aqu estamos al fin, sin soledad y solos,Lejos del desvaro de la ciudad salvaje.

Cuando la lnea pura rodea su palomaY el fuego condecora la paz con su alimentoT y yo erigimos este celeste resultado!Razn y amor desnudos viven en esta casa.

Sueos furiosos, ros de amarga certidumbreDecisiones ms duras que el sueo de un martilloCayeron en la doble copa de los amantes.

Hasta que en la balanza se elevaron, gemelos,La razn y el amor como dos alas.As se construy la transparencia.

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Soneto LV. Espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto

Espinas, vidrios rotos, enfermedades, llantoAsedian da y noche la miel de los felicesY no sirve la torre, ni el viaje, ni los muros:La desdicha atraviesa la paz de los dormidos,

El dolor sube y baja y acerca sus cucharasY no hay hombre sin este movimiento,No hay natalicio, no hay techo ni cercado:Hay que tomar en cuenta este atributo.

Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados,Profundos lechos lejos del pestilente herido,O del que paso a paso conquista su bandera.

Porque la vida pega como clera o roY abre un tnel sangriento por donde nos vigilanLos ojos de una inmensa familia de dolores.

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Soneto LVI. Acostmbrate a ver detrs de m la sombra

Acostmbrate a ver detrs de m la sombraY que tus manos salgan del rencor, transparentes,Como si en la maana del mar fueran creadas:La sal te dio, amor mo, proporcin cristalina.

La envidia sufre, muere, se agota con mi canto.Uno a uno agonizan sus tristes capitanes.Yo digo amor, y el mundo se puebla de palomas.Cada slaba ma trae la primavera.

Entonces t, florida, corazn, bienamada,Sobre mis ojos como los follajes del cieloEres, y yo te miro recostada en la tierra.

Veo el sol trasmigrar racimos a tu rostro,Mirando hacia la altura reconozco tus pasos.Matilde, bienamada, diadema, bienvenida!

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Soneto LVII. Mienten los que dijeron que yo perd la luna

Mienten los que dijeron que yo perd la luna,Los que profetizaron mi porvenir de arena,Aseveraron tantas cosas con lenguas fras:Quisieron prohibir la flor del universo.

"Ya no cantar ms el mbar insurgenteDe la sirena, no tiene sino pueblo".Y masticaban sus incesantes papelesPatrocinando para mi guitarra el olvido.

Yo les lanc a los ojos las lanzas deslumbrantesDe nuestro amor clavando tu corazn y el mo,Yo reclam el jazmn que dejaban tus huellas,

Yo me perd de noche sin luz bajo tus prpadosY cuando me envolvi la claridadNac de nuevo, dueo de mi propia tiniebla.

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Soneto LVIII. Entre los espadones de fierro literario

Entre los espadones de fierro literarioPaso yo como un marinero remotoQue no conoce las esquinas y que cantaPorque s, porque cmo si no fuera por eso.

De los atormentados archipilagos trajeMi acorden con borrascas, rachas de lluvia loca,Y una costumbre lenta de cosas naturales:Ellas determinaron mi corazn silvestre.

As cuando los dientes de la literaturaTrataron de morder mis honrados talones,Yo pas, sin saber, cantando con el viento

Hacia los almacenes lluviosos de mi infancia,Hacia los bosques fros del Sur indefinible,Hacia donde mi vida se llen con tu aroma.

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Soneto LIX. Pobres poetas a quienes la vida y la muerte

Pobres poetas a quienes la vida y la muertePersiguieron con la misma tenacidad sombraY luego son cubiertos por impasible pompaEntregados al rito y al diente funerario.

Ellos oscuros como piedrecitas ahoraDetrs de los caballos arrogantes, tendidosVan, gobernados al fin por los intrusos,Entre los edecanes, a dormir sin silencio.

Antes y ya seguros de que est muerto el muertoHacen de las exequias un festn miserableCon pavos, puercos y otros oradores.

Acecharon su muerte y entonces la ofendieron:Slo porque su boca est cerradaY ya no puede contestar su canto.

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Soneto LX. A ti te hiere aquel que quiso hacerme dao

A ti te hiere aquel que quiso hacerme dao,Y el golpe del veneno contra m dirigidoComo por una red pasa entre mis trabajosY en ti deja una mancha de xido y desvelo.

No quiero ver, amor, en la luna floridaDe tu frente cruzar el odio que me acecha.No quiero que en tu sueo deje el rencor ajenoOlvidada su intil corona de cuchillos.

Donde voy van detrs de m pasos amargos,Donde ro una mueca de horror copia mi cara,Donde canto la envidia maldice, re y roe.

Y es sa, amor, la sombra que la vida me ha dado:Es un traje vaco que me sigue cojeandoComo un espantapjaros de sonrisa sangrienta.

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Soneto LXI. Trajo el amor su cola de dolores

Trajo el amor su cola de dolores,Su largo rayo esttico de espinasY cerramos los ojos porque nada,Porque ninguna herida nos separe.

No es culpa de tus ojos este llanto:Tus manos no clavaron esta espada:No buscaron tus pies este camino:Lleg a tu corazn la miel sombra.

Cuando el amor como una inmensa olaNos estrell contra la piedra dura,Nos amas con una sola harina,

Cay el dolor sobre otro dulce rostroY as en la luz de la estacin abiertaSe consagr la primavera herida.

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Soneto LXII. Ay de m, ay de nosotros, bienamada

Ay de m, ay de nosotros, bienamada,Slo quisimos slo amor, amarnos,Y entre tantos dolores se dispusoSlo nosotros dos ser malheridos.

Quisimos el t y yo para nosotros,El t del beso, el yo del pan secreto,Y as era todo, eternamente simple,Hasta que el odio entr por la ventana.

Odian los que no amaron nuestro amor,Ni ningn otro amor, desventuradosComo las sillas de un saln perdido,

Hasta que se enredaron en cenizaY el rostro amenazante que tuvieronSe apag en el crepsculo apagado.

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Soneto LXIII. No slo por las tierras desiertas...

No slo por las tierras desiertas donde la piedra salinaEs como la nica rosa, la flor por el mar enterrada,Anduve, sino por la orilla de ros que cortan la nieve.Las amargas alturas de las cordilleras conocen mis pasos.

Enmaraada, silbante regin de mi patria salvaje,Lianas cuyo beso mortal se encadena en la selva,Lamento mojado del ave que surge lanzando sus escalofros,Oh regin de perdidos dolores y llanto inclemente!

No slo son mos la piel venenosa del cobreO el salitre extendido como estatua yacente y nevada,Sino la via, el cerezo premiado por la primavera,

Son mos, y yo pertenezco como tomo negroA las ridas tierras y a la luz del otoo en las uvas,A esta patria metlica elevada por torres de nieve.

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Soneto LXIV. De tanto amor mi vida se ti de violeta

De tanto amor mi vida se ti de violetaY fui de rumbo en rumbo como las aves ciegasHasta llegar a tu ventana, amiga ma:T sentiste un rumor de corazn quebrado

Y all de las tinieblas me levant a tu pecho,Sin ser y sin saber fui a la torre del trigo,Surg para vivir entre tus manos,Me levant del mar a tu alegra.

Nadie puede contar lo que te debo, es lcidoLo que te debo, amor, y es como una razNatal de Araucana, lo que te debo, amada.

Es sin duda estrellado todo lo que te debo,Lo que te debo es como el pozo de una zona silvestreEn donde guard el tiempo relmpagos errantes.

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Soneto LXV. Matilde, dnde ests? Not, hacia abajo

Matilde, dnde ests? Not, hacia abajo,Entre corbata y corazn, arriba,Cierta melancola intercostal:Era que t de pronto eras ausente.

Me hizo falta la luz de tu energaY mir devorando la esperanza,Mir el vaco que es sin ti una casa,No quedan sino trgicas ventanas.

De puro taciturno el techo escuchaCaer antiguas lluvias deshojadas,Plumas, lo que la noche aprision:

Y as te espero como casa solaY volvers a verme y habitarme.De otro modo me duelen las ventanas.

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Soneto LXVI. No te quiero sino porque te quiero

No te quiero sino porque te quieroY de quererte a no quererte llegoY de esperarte cuando no te esperoPasa mi corazn del fro al fuego.

Te quiero slo porque a ti te quiero,Te odio sin fin, y odindote te ruego,Y la medida de mi amor viajeroEs no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumir la luz de enero,Su rayo cruel, mi corazn entero,Robndome la llave del sosiego.

En esta historia slo yo me mueroY morir de amor porque te quiero,Porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

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Soneto LXVII. La gran lluvia del sur cae sobre Isla Negra

La gran lluvia del sur cae sobre Isla NegraComo una sola gota transparente y pesada,El mar abre sus hojas fras y la recibe,La tierra aprende el hmedo destino de una copa.

Alma ma, dame en tus besos el aguaSalobre de estos mares, la miel del territorio,La fragancia mojada por mil labios del cielo,La paciencia sagrada del mar en el invierno!

Algo nos llama, todas las puertas se abren solas!,Relata el agua un largo rumor a las ventanas,Crece el cielo hacia abajo tocando las races,

Y as teje y desteje su red celeste el daCon tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,Una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.

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Soneto LXVIII. La nia de madera no lleg caminando

La nia de madera no lleg caminando:All de pronto estuvo sentada en los ladrillos,Viejas flores del mar cubran su cabeza,Su mirada tena tristeza de races.

All qued mirando nuestras vidas abiertas,El ir y ser y andar y volver por la tierra,El da destiendo sus ptalos graduales.Vigilaba sin vernos la nia de madera.

La nia coronada por las antiguas olas,All miraba con sus ojos derrotados:Saba que vivimos en una red remota

De tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia,Sin saber si existimos o si somos su sueo.sta es la historia de la muchacha de madera.

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Soneto LXIX. Tal vez no ser es ser sin que t seas

Tal vez no ser es ser sin que t seas,Sin que vayas cortando el mediodaComo una flor azul, sin que caminesMs tarde por la niebla y los ladrillos,

Sin esa luz que llevas en la manoQue tal vez otros no vern dorada,Que tal vez nadie supo que crecaComo el origen rojo de la rosa,

Sin que seas, en fin, sin que vinierasBrusca, incitante, a conocer mi vida,Rfaga de rosal, trigo del viento,

Y desde entonces soy porque t eres,Y desde entonces eres, soy y somos,Y por amor ser, sers, seremos.

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Soneto LXX. Tal vez herido voy sin ir sangriento

Tal vez herido voy sin ir sangrientoPor uno de los rayos de tu vidaY a media selva me detiene el agua:La lluvia que se cae con su cielo.

Entonces toco el corazn llovido:All s que tus ojos penetraronPor la regin extensa de mi dueloY un susurro de sombra surge solo:

Quin es? Quin es? Pero no tuvo nombreLa hoja o el agua oscura que palpitaA media selva, sorda, en el camino,

Y as, amor mo, supe que fui heridoY nadie hablaba all sino la sombra,La noche errante, el beso de la lluvia.

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Soneto LXXI. De pena en pena cruza sus islas el amor

De pena en pena cruza sus islas el amorY establece races que luego riega el llanto,Y nadie puede, nadie puede evadir los pasosDel corazn que corre callado y carnicero.

As t y yo buscamos un hueco, otro planetaEn donde no tocara la sal tu cabellera,En donde no crecieran dolores por mi culpa,En donde viva el pan sin agona.

Un planeta enredado por distancia y follajes,Un pramo, una piedra cruel y deshabitada,Con nuestras propias manos hacer un nido duro,

Queramos, sin dao ni herida ni palabra,Y no fue as el amor, sino una ciudad locaDonde la gente palidece en los balcones.

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Soneto LXXII. Amor mo, el invierno regresa a sus cuarteles

Amor mo, el invierno regresa a sus cuarteles,Establece la tierra sus dones amarillosY pasamos la mano sobre un pas remoto,Sobre la cabellera de la geografa.

Irnos! Hoy! Adelante, ruedas, naves, campanas,Aviones acerados por el diurno infinitoHacia el olor nupcial del archipilago,Por longitudinales harinas de usufructo!

Vamos, levntate, y endiadmate y subeY baja y corre y trina con el aire y conmigoVmonos a los trenes de Arabia o Tocopilla,

Sin ms que trasmigrar hacia el polen lejano,A pueblos lancinantes de harapos y gardeniasGobernados por pobres monarcas sin zapatos.

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Soneto LXXIII. Recordars tal vez aquel hombre afilado

Recordars tal vez aquel hombre afiladoQue de la oscuridad sali como un cuchilloY antes de que supiramos, saba:Vio el humo y decidi que vena del fuego.

La plida mujer de cabellera negraSurgi como un pescado del abismoY entre los dos alzaron en contra del amorUna mquina armada de dientes numerosos.

Hombre y mujer talaron montaas y jardines,Bajaron a los ros, treparon por los muros,Subieron por los montes su atroz artillera.

El amor supo entonces que se llamaba amor.Y cuando levant mis ojos a tu nombreTu corazn de pronto dispuso mi camino.

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Soneto LXXIV. El camino mojado por el agua de agosto

El camino mojado por el agua de agostoBrilla como si fuera cortado en plena luna,En plena claridad de la manzana,En mitad de la fruta del otoo.

Neblina, espacio o cielo, la vaga red del daCrece con fros sueos, sonidos y pescados,El vapor de las islas combate la comarca,Palpita el mar sobre la luz de Chile.

Todo se reconcentra como el metal, se escondenLas hojas, el invierno enmascara su estirpeY slo ciegos somos, sin cesar, solamente.

Solamente sujetos al cauce sigilosoDel movimiento, adis, del viaje, del camino:Adis, caen las lgrimas de la naturaleza.

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Soneto LXXV. sta es la casa, el mar y la bandera

sta es la casa, el mar y la bandera.Errbamos por otros largos muros.No hallbamos la puerta ni el sonidoDesde la ausencia, como desde muertos.

Y al fin la casa abre su silencio,Entramos a pisar el abandono,Las ratas muertas, el adis vaco,El agua que llor en las caeras.

Llor, llor la casa noche y da,Gimi con las araas, entreabierta,Se desgran desde sus ojos negros,

Y ahora de pronto la volvemos viva,La poblamos y no nos reconoce:Tiene que florecer, y no se acuerda.

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Soneto LXXVI. Diego Rivera con la paciencia del oso

Diego Rivera con la paciencia del osoBuscaba la esmeralda del bosque en la pinturaO el bermelln, la flor sbita de la sangreRecoga la luz del mundo en tu retrato.

Pintaba el imperioso traje de tu nariz,La centella de tus pupilas desbocadas,Tus uas que alimentan la envidia de la luna,Y en tu piel estival, tu boca de sanda.

Te puso dos cabezas de volcn encendidasPor fuego, por amor, por estirpe araucana,Y sobre los dos rostros dorados de la greda

Te cubri con el casco de un incendio bravoY all secretamente quedaron enredadosMis ojos en su torre total: tu cabellera.

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Soneto LXXVII. Hoy es hoy con el peso de todo el tiempo ido

Hoy es hoy con el peso de todo el tiempo ido,Con las alas de todo lo que ser maana,Hoy es el sur del mar, la vieja edad del aguaY la composicin de un nuevo da.

A tu boca elevada a la luz o a la lunaSe agregaron los ptalos de un da consumido,Y ayer viene trotando por su calle sombraPara que recordemos su rostro que se ha muerto.

Hoy, ayer y maana se comen caminando,Consumimos un da como una vaca ardiente,Nuestro ganado espera con sus das contados,

Pero en tu corazn el tiempo ech su harina,Mi amor construy un horno con barro de Temuco:T eres el pan de cada da para mi alma.

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Soneto LXXVIII. No tengo nunca ms, no tengo siempre

No tengo nunca ms, no tengo siempre. En la arenaLa victoria dej sus pies perdidos.Soy un pobre hombre dispuesto a amar a sus semejantes.No s quin eres. Te amo. No doy, no vendo espinas.

Alguien sabr tal vez que no tej coronasSangrientas, que combat la burla,Y que en verdad llen la pleamar de mi alma.Yo pagu la vileza con palomas.

Yo no tengo jams porque distintoFui, soy, ser. Y en nombreDe mi cambiante amor proclamo la pureza.

La muerte es slo piedra del olvido.Te amo, beso en tu boca la alegra.Traigamos lea. Haremos fuego en la montaa.

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Soneto LXXIX. De noche, amada, amarra tu corazn al mo

De noche, amada, amarra tu corazn al moY que ellos en el sueo derroten las tinieblasComo un doble tambor combatiendo en el bosqueContra el espeso muro de las hojas mojadas.

Nocturna travesa, brasa negra del sueoInterceptando el hilo de las uvas terrestresCon la puntualidad de un tren descabelladoQue sombra y piedras fras sin cesar arrastrara.

Por eso, amor, amrrame el movimiento puro,A la tenacidad que en tu pecho golpeaCon las alas de un cisne sumergido,

Para que a las preguntas estrelladas del cieloResponda nuestro sueo con una sola llave,Con una sola puerta cerrada por la sombra.

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Soneto LXXX. De viajes y dolores yo regres, amor mo

De viajes y dolores yo regres, amor mo,A tu voz, a tu mano volando en la guitarra,Al fuego que interrumpe con besos el otoo,A la circulacin de la noche en el cielo.

Para todos los hombres pido pan y reinado,Pido tierra para el labrador sin ventura,Que nadie espere tregua de mi sangre o mi canto.Pero a tu amor no puedo renunciar sin morirme.

Por eso toca el vals de la serena luna,La barcarola en el agua de la guitarraHasta que se doblegue mi cabeza soando:

Que todos los desvelos de mi vida tejieronEsta enramada en donde tu mano vive y vuelaCustodiando la noche del viajero dormido.

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Soneto LXXXI. Ya eres ma. Reposa con tu sueo en mi sueo

Ya eres ma. Reposa con tu sueo en mi sueo.Amor, dolor, trabajos, deben dormir ahora.Gira la noche sobre sus invisibles ruedasY junto a m eres pura como el mbar dormido.

Ninguna ms, amor, dormir con mis sueos.Irs, iremos juntos por las aguas del tiempo.Ninguna viajar por la sombra conmigo,Slo t, siempreviva, siempre sol, siempre luna.

Ya tus manos abrieron los puos delicadosY dejaron caer suaves signos sin rumbo,Tus ojos se cerraron como dos alas grises,

Mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva:La noche, el mundo, el viento devanan su destino,Y ya no soy sin ti sino slo tu sueo.

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Soneto LXXXII. Amor mo, al cerrar esta puerta nocturna

Amor mo, al cerrar esta puerta nocturnaTe pido, amor, un viaje por oscuro recinto:Cierra tus sueos, entra con tu cielo en mis ojos,Extindete en mi sangre como en un ancho ro.

Adis, adis, cruel claridad que fue cayendoEn el saco de cada da del pasado,Adis a cada rayo de reloj o naranja,Salud oh sombra, intermitente compaera!

En esta nave o agua o muerte o nueva vida,Una vez ms unidos, dormidos, resurrectos,Somos el matrimonio de la noche en la sangre.

No s quin vive o muere, quin reposa o despierta,Pero es tu corazn el que reparteEn mi pecho los dones de la aurora.

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Soneto LXXXIII. Es bueno, amor, sentirte cerca de m en la noche

Es bueno, amor, sentirte cerca de m en la noche,Invisible en tu sueo, seriamente nocturna,Mientras yo desenredo mis preocupacionesComo si fueran redes confundidas.

Ausente, por los sueos tu corazn navega,Pero tu cuerpo as abandonado respiraBuscndome sin verme, completando mi sueoComo una planta que se duplica en la sombra.

Erguida, sers otra que vivir maana,Pero de las fronteras perdidas en la noche,De este ser y no ser en que nos encontramos

Algo queda acercndonos en la luz de la vidaComo si el sello de la sombra sealaraCon fuego sus secretas criaturas.

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Soneto LXXXIV. Una vez ms, amor, la red del da extingue

Una vez ms, amor, la red del da extingueTrabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses,Y a la noche entregamos el trigo vacilanteQue el medioda obtuvo de la luz y la tierra.

Slo la luna en medio de su pgina puraSostiene las columnas del estuario del cielo,La habitacin adopta la lentitud del oroY van y van tus manos preparando la noche.

Oh amor, oh noche, oh cpula cerrada por un roDe impenetrables aguas en la sombra del cieloQue destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,

Hasta que slo somos un solo espacio oscuro,Una copa en que cae la ceniza celeste,Una gota en el pulso de un lento y largo ro.

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Soneto LXXXV. Del mar hacia las calles corre la vaga niebla

Del mar hacia las calles corre la vaga nieblaComo el vapor de un buey enterrado en el fro,Y largas lenguas de agua se acumulan cubriendoEl mes que a nuestras vidas prometi ser celeste.

Adelantado otoo, panal silbante de hojas,Cuando sobre los pueblos palpita tu estandarteCantan mujeres locas despidiendo a los ros,Los caballos relinchan hacia la Patagonia.

Hay una enredadera vespertina en tu rostroQue crece silenciosa por el amor llevadaHasta las herraduras crepitantes del cielo.

Me inclino sobre el fuego de tu cuerpo nocturnoY no slo tus senos amo sino el otooQue esparce por la niebla su sangre ultramarina.

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Soneto LXXXVI. Oh cruz del sur, oh trbol de fsforo fragante

Oh cruz del sur, oh trbol de fsforo fragante,Con cuatro besos hoy penetr tu hermosuraY atraves la sombra y mi sombrero:La luna iba redonda por el fro.

Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantesDe escarcha azul, serenidad del cielo,Espejo, apareciste y se llen la nocheCon tus cuatro bodegas temblorosas de vino.

Oh palpitante plata de pez pulido y puro,Cruz verde, perejil de la sombra radiante,Lucirnaga a la unidad del cielo condenada,

Descansa en m, cerremos tus ojos y los mos.Por un minuto duerme con la noche del hombre.Enciende en m tus cuatro nmeros constelados.

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Soneto LXXXVII. Las tres aves del mar, tres rayos, tres tijeras

Las tres aves del mar, tres rayos, tres tijerasCruzaron por el cielo fro hacia Antofagasta,Por eso qued el aire tembloroso,Todo tembl como bandera herida.

Soledad, dame el signo de tu incesante origen,El apenas camino de los pjaros crueles,Y la palpitacin que sin duda precedeA la miel, a la msica, al mar, al nacimiento.

(Soledad sostenida por un constante rostroComo una grave flor sin cesar extendidaHasta abarcar la pura muchedumbre del cielo).

Volaban alas fras del mar, del Archipilago,Hacia la arena del Noroeste de Chile.Y la noche cerr su celeste cerrojo.

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Soneto LXXXVIII. El mes de marzo vuelve con su luz escondida

El mes de marzo vuelve con su luz escondidaY se deslizan peces inmensos por el cielo,Vago vapor terrestre progresa sigiloso,Una por una caen al silencio las cosas.

Por suerte en esta crisis de atmsfera errabundaReuniste las vidas del mar con las del fuego,El movimiento gris de la nave de invierno,La forma que el amor imprimi a la guitarra.

Oh amor, rosa mojada por sirenas y espumas,Fuego que baila y sube la invisible escaleraY despierta en el tnel del insomnio a la sangre

Para que se consuman las olas en el cielo,Olvide el mar sus bienes y leonesY caiga el mundo adentro de las redes oscuras.

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Soneto LXXXIX. Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos

Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:Quiero la luz y el trigo de tus manos amadasPasar una vez ms sobre m su frescura:Sentir la suavidad que cambi mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,Quiero que tus odos sigan oyendo el viento,Que huelas el aroma del mar que amamos juntosY que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivoY a ti te am y cant sobre todas las cosas,Por eso sigue t floreciendo, florida,

Para que alcances todo lo que mi amor te ordena,Para que se pasee mi sombra por tu pelo,Para que as conozcan la razn de mi canto.

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Soneto XC. Pens morir, sent de cerca el fro

Pens morir, sent de cerca el fro,Y de cuanto viv slo a ti te dejaba:Tu boca eran mi da y mi noche terrestresY tu piel la repblica fundada por mis besos.

En ese instante se terminaron los libros,La amistad, los tesoros sin tregua acumulados,La casa transparente que t y yo construimos:Todo dej de ser, menos tus ojos.

Porque el amor, mientras la vida nos acosa,Es simplemente una ola alta sobre las olas,Pero ay cuando la muerte viene a tocar a la puerta

Hay slo tu mirada para tanto vaco,Slo tu claridad para no seguir siendo,Slo tu amor para cerrar la sombra.

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Soneto XCI. La edad nos cubre como la llovizna

La edad nos cubre como la llovizna,Interminable y rido es el tiempo,Una pluma de sal toca tu rostro,Una gotera carcomi mi traje:

El tiempo no distingue entre mis manosO un vuelo de naranjas en las tuyas:Pica con nieve y azadn la vida:La vida tuya que es la vida ma.

La vida ma que te di se llenaDe aos, como el volumen de un racimo.Regresarn las uvas a la tierra.

Y an all abajo el tiempo sigue siendo,Esperando, lloviendo sobre el polvo,vido de borrar hasta la ausencia.

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Soneto XCII. Amor mo, si muero y t no mueres

Amor mo, si muero y t no mueres,No demos al dolor ms territorio:Amor mo, si mueres y no muero,No hay extensin como la que vivimos.

Polvo en el trigo, arena en las arenasEl tiempo, el agua errante, el viento vagoNos llev como grano navegante.Pudimos no encontrarnos en el tiempo.

Esta pradera en que nos encontramos,Oh pequeo infinito devolvemos!Pero este amor, amor, no ha terminado,

Y as como no tuvo nacimientoNo tiene muerte, es como un largo ro,Slo cambia de tierras y de labios.

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Soneto XCIII. Si alguna vez tu pecho se detiene

Si alguna vez tu pecho se detiene,Si algo deja de andar ardiendo por tus venas,Si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,Si tus manos se olvidan de volar y se duermen,

Matilde, amor, deja tus labios entreabiertosPorque ese ltimo beso debe durar conmigo,Debe quedar inmvil para siempre en tu bocaPara que as tambin me acompae en mi muerte.

Me morir besando tu loca boca fra,Abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,Y buscando la luz de tus ojos cerrados.

Y as cuando la tierra reciba nuestro abrazoIremos confundidos en una sola muerteA vivir para siempre la eternidad de un beso.

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Soneto XCIV. Si muero sobrevveme con tanta fuerza pura

Si muero sobrevveme con tanta fuerza puraQue despiertes la furia del plido y del fro,De sur a sur levanta tus ojos indelebles,De sol a sol que suene tu boca de guitarra.

No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos,No quiero que se muera mi herencia de alegra,No llames a mi pecho, estoy ausente.Vive en mi ausencia como en una casa.

Es una casa tan grande la ausenciaQue pasars en ella a travs de los murosY colgars los cuadros en el aire.

Es una casa tan transparente la ausenciaQue yo sin vida te ver vivirY si sufres, mi amor, me morir otra vez.

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Soneto XCV. Quines se amaron como nosotros?

Quines se amaron como nosotros? BusquemosLas antiguas cenizas del corazn quemadoY all que caigan uno por uno nuestros besosHasta que resucite la flor deshabitada.

Amemos el amor que consumi su frutoY descendi a la tierra con rostro y podero:T y yo somos la luz que contina,Su inquebrantable espiga delicada.

Al amor sepultado por tanto tiempo fro,Por nieve y primavera, por olvido y otoo,Acerquemos la luz de una nueva manzana,

De la frescura abierta por una nueva herida,Como el amor antiguo que camina en silencioPor una eternidad de bocas enterradas.

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Soneto XCVI. Pienso, esta poca en que t me amaste

Pienso, esta poca en que t me amasteSe ir por otra azul sustituida,Ser otra piel sobre los mismos huesos,Otros ojos vern la primavera.

Nadie de los que ataron esta hora,De los que conversaron con el humo,Gobiernos, traficantes, transentes,Continuarn movindose en sus hilos.

Se irn los crueles dioses con anteojos,Los peludos carnvoros con libro,Los pulgones y los pipipasseyros.

Y cuando est recin lavado el mundoNacern otros ojos en el aguaY crecer sin lgrimas el trigo.

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Soneto XCVII. Hay que volar en este tiempo

Hay que volar en este tiempo, a dnde?Sin alas, sin avin, volar sin duda:Ya los pasos pasaron sin remedio,No elevaron los pies del pasajero.

Hay que volar a cada instante comoLas guilas, las moscas y los das,Hay que vencer los ojos de SaturnoY establecer all nuevas campanas.

Ya no bastan zapatos ni caminos,Ya no sirve la tierra a los errantes,Ya cruzaron la noche las races,

Y t aparecers en otra estrellaDeterminadamente transitoriaConvertida por fin en amapola.

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Soneto XCVIII. Y esta palabra, este papel escrito

Y esta palabra, este papel escritoPor las mil manos de una sola mano,No queda en ti, no sirve para sueos,Cae a la tierra: all se contina.

No importa que la luz o la alabanzaSe derramen y salgan de la copaSi fueron un tenaz temblor del vino,Si se ti tu boca de amaranto.

No quiere ms la slaba tarda,Lo que trae y retrae el arrecifeDe mis recuerdos, la irritada espuma,

No quiere ms sino escribir tu nombre.Y aunque lo calle mi sombro amorMs tarde lo dir la primavera.

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Soneto XCIX. Otros das vendrn

Otros das vendrn, ser entendidoEl silencio de plantas y planetasY cuntas cosas puras pasarn!Tendrn olor a luna los violines!

El pan ser tal vez como t eres:Tendr tu voz, tu condicin de trigo,Y hablarn otras cosas con tu voz:Los caballos perdidos del otoo.

Aunque no sea como est dispuestoEl amor llenar grandes barricasComo la antigua miel de los pastores,

Y t en el polvo de mi corazn(En donde habr inmensos almacenes)Irs y volvers entre sandas.

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Soneto C. En medio de la tierra apartar

En medio de la tierra apartarLas esmeraldas para divisarteY t estars copiando las espigasCon una pluma de agua mensajera.

Qu mundo! Qu profundo perejil!Qu nave navegando en la dulzura!Y t tal vez y yo tal vez topacio!Ya no habr divisin en las campanas.

Ya no habr sino todo el aire libre,Las manzanas llevadas por el viento,El suculento libro en la enramada,

Y all donde respiran los clavelesFundaremos un traje que resistaLa eternidad de un beso victorioso.

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Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,Te pareces al mundo en tu actitud de entrega.Mi cuerpo de labriego salvaje te socavaY hace saltar al hijo del fondo de la tierra.

Fui slo como un tnel. De m huan los pjaros,Y en m la noche entraba en su invasin poderosa.Para sobrevivirme te forj como un arma,Como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.Cuerpo de piel, de musgo, de leche vida y firme.Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer ma, persistir en tu gracia.Mi sed, mi ansia sin lmite, mi camino indecisoOscuros cauces donde la sed eterna sigue,Y la fatiga sigue y el dolor infinito.

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Poema II: En su llama mortal la luz te envuelve

En su llama mortal la luz te envuelve.Absorta, plida, doliente, as situadaContra las viejas hlices del crepsculoQue en torno a ti da vueltas.

Muda, mi amiga,Sola en lo solitario de esta hora de muertesY llena de las vidas del fuego,Pura heredera del da destruido.

Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.De la noche las grandes racesCrecen de sbito desde tu alma,Y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,De modo que un pueblo plido y azulDe ti recin nacido se alimenta.

Oh grandiosa y fecunda y magntica esclavaDel crculo que en negro y dorado sucede,Erguida, trata y logra una creacin tan vivaQue sucumben sus flores, y llena es de tristeza.

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Poema III: Ah, vastedad de pinos

Ah, vastedad de pinos, rumor de olas quebrndose,Lento juego de luces, campana solitaria,Crepsculo cayendo en tus ojos, mueca,Caracola terrestre, en ti la tierra canta.

En ti los ros cantan y mi alma en ellos huyeComo t lo desees y hacia donde t quieras.Mrcame mi camino en tu arco de esperanzaY soltar en delirio mi bandada de flechas.

En torno a m estoy viendo tu cintura de nieblaY tu silencio acosa mis horas perseguidas,Y eres t con tus brazos de piedra transparenteDonde mis besos anclan y mi hmeda ansia anida.

Ah tu voz misteriosa que el amor tie y doblaEn el atardecer resonante y muriendoAs en horas profundas sobre los camposHe visto doblarse las espigas en la boca del viento.

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Poema IV: Es la maana llena de tempestad

Es la maana llena de tempestadEn el corazn del verano.

Como pauelos blancos de adis viajan las nubes,El viento las sacude con sus viajeras manos.

Innumerable corazn del vientoLatiendo sobre nuestro silencio enamorado.

Zumbando entre los rboles, orquestal y divino,Como una lengua llena de guerras y de cantos.

Viento que lleva en rpido robo la hojarascaY desva las flechas latientes de los pjaros.

Viento que la derriba en ola sin espumaY sustancia sin peso, y fuegos inclinado.

Se rompe y se sumerge su volumen de besosCombatido en la puerta del viento del verano.

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Poema V: Para que t me oigas

Para que t me oigasMis palabrasSe adelgazan a vecesComo las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrioPara tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.Ms que mas son tuyas.Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan as por las paredes hmedas.Eres t la culpable de este juego sangriento.

Ellas estn huyendo de mi guarida oscura.Todo lo llenas t, todo lo llenas.

Antes que t poblaron la soledad que ocupas,Y estn acostumbradas ms que t a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirtePara que t las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia an las suele arrastrar.Huracanes de sueos an a veces las tumban.

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.Llanto de viejas bocas, sangre de viejas splicas.mame, compaera. No me abandones. Sgueme.Sgueme, compaera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiendo con tu amor mis palabras.Todo lo ocupas t, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinitoPara tus blancas manos, suaves como las uvas.

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Poema VI: Te recuerdo como eras en el ltimo otoo

Te recuerdo como eras en el ltimo otoo.Eras la boina gris y el corazn en calma.En tus ojos peleaban las llamas del crepsculo.Y las hojas caan en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,Las hojas recogan tu voz lenta y en calma.Hoguera de estupor en que mi sed arda.Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoo:Boina gris, voz de pjaro y corazn de casaHacia donde emigraban mis profundos anhelosY caan mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navo. Campo desde los cerros.Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma,Ms all de tus ojos ardan los crepsculos.Hojas secas de otoo giraban en tu alma.

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Poema VII: Inclinado en las tardes

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redesA tus ojos ocenicos.

All se estira y arde en la ms alta hogueraMi soledad, que da vueltas los brazos como unNufrago.

Hago rojas seales sobre tus ojos ausentesQue olean como el mar a la orilla de un faro.

Slo guardas tinieblas, hembra distante y ma,De tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redesA ese mar que sacude tus ojos ocenicos.

Los pjaros nocturnos picotean las primeras estrellasQue centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombraDesparramando espigas azules sobre el campo.

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Poema VIII: Abeja blanca zumbas

Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi almaY te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,El que lo perdi todo, y el que todo lo tuvo.

Ultima amarra, cruje en ti mi ansiedad ltima.En mi tierra desierta eres la ltima rosa.

Ah silenciosa!

Cierra tus ojos profundos. All aletea la noche.Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancos.Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.

Ah silenciosa!

He aqu la soledad de donde ests ausente.Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.De aquel rbol se quejan, como enfermos, las hojas.

Abeja blanca, ausente, an zumbas en mi alma.Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.

Ah silenciosa!

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Poema IX: Ebrio de trementina

Ebrio de trementina y largos besos,Estival, el velero de las rosas dirijo,Torcido hacia la muerte del delgado da,Cimentado en el slido frenes marino.

Plido y amarrado a mi agua devoranteCruzo en el agrio olor del clima descubierto,An vestido de gris y sonidos amargos,Y una cimera triste de abandonada espuma.

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola nica,Lunar, solar, ardiente y fro, repentino,Dormido en la garganta de las afortunadasIslas blancas y dulces como caderas frescas.

Tiembla en la noche hmeda mi vestido de besosLocamente cargado de elctricas gestiones,De modo heroico dividido en sueosY embriagadoras rosas practicndose en m.

Aguas arriba, en medio de las olas externas,Tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazosComo un pez infinitamente pegado a mi almaRpido y lento en la energa subceleste.

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Poema X: Hemos perdido an este crepsculo

Hemos perdido an este crepsculo.Nadie nos vio esta tarde con las manos unidasMientras la noche azul caa sobre el mundo.

He visto desde mi ventanaLa fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una monedaSe encenda un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretadaDe esa tristeza que t me conoces.

Entonces, dnde estabas?Entre qu gentes?Diciendo qu palabras?Por qu se me vendr todo el amor de golpeCuando me siento triste, y te siento lejana?

Cay el libro que siempre se toma en el crepsculo,Y como un perro herido rod a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardesHacia donde el crepsculo corre borrando estatuas.

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Poema XI: Casi fuera del cielo

Casi fuera del cielo ancla entre dos montaasLa mitad de la luna.Girante, errante noche, la cavadora de ojos.A ver cuntas estrellas trizadas en la charca.

Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,Mi corazn da vueltas como un volante loco.Nia venida de tan lejos, trada de tan lejos,A veces fulgurece su mirada debajo del cielo.Quejumbre, tempestad, remolino de furia,Cruza encima de mi corazn, sin detenerte.Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raz soolienta.

Desarraiga los grandes rboles al otro lado de ella.Pero t, clara nia, pregunta de humo, espiga.Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.Detrs de las montaas nocturnas, blanco lirio de incendio,Ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,Es hora de seguir otro camino, donde ella no sonra.Tempestad que enterr las campanas, turbio revuelo de tormentasPara qu tocarla ahora, para qu entristecerla.

Ay, seguir el camino que se aleja de todo,Donde no est atajando la angustia, la muerte, el invierno,Con sus ojos abiertos entre el roco.

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Poema XII: Para mi corazn basta tu pecho

Para mi corazn basta tu pecho,Para tu libertad bastan mis alas.Desde mi boca llegar hasta el cieloLo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusin de cada da.Llegas como el roco a las corolas.Socavas el horizonte con tu ausencia,Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el vientoComo los pinos y como los mstiles.Como ellos eres alta y taciturna.Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.Te pueblan ecos y voces nostlgicas.Yo despert y a veces emigran y huyenPjaros que dorman en tu alma.

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Poema XIII: He ido marcando con cruces de fuego

He ido marcando con cruces de fuegoEl atlas blanco de tu cuerpo.Mi boca era una araa que cruzaba escondindose.En ti, detrs de ti, temerosa, sedienta.

Historias que contarte a la orilla del crepsculo,Mueca triste y dulce, para que no estuvieras triste.Un cisne, un rbol, algo lejano y alegre.El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.

Yo que viv en un puerto desde donde te amaba.La soledad cruzada de sueo y de silencio.Acorralado entre el mar y la tristeza.Callado, delirante, entre dos gondoleros inmviles.

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.Algo con alas de pjaro, algo de angustia y de olvido.As como las redes no retienen el agua.Mueca ma, apenas quedan gotas temblando.

Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.Algo canta, algo sube hasta mi vida boca.Oh, poder celebrarte con todas las palabras de alegra.Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un Loco.

Triste ternura ma, qu te haces de repente?Cuando he llegado al vrtice ms atrevido y froMi corazn se cierra como una flor nocturna.

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Poema XIV: Juegas todos los das

Juegas todos los das con la luz del universo.Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.Eres ms que esta blanca cabecita que aprietoComo un racimo entre mis manos cada da.

A nadie te pareces desde que yo te amo.Djame tenderte entre guirnaldas amarillas.Quin escribe tu nombre con letras de humoEntre las estrellas del sur?Ah djame recordarte cmo eras entonces,Cuando an no existas.

De pronto el viento alla y golpea mi ventana cerrada.El cielo es una red cuajada de peces sombros.Aqu vienen a dar todos los vientos, todos.Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pjaros.El viento. El viento.Yo slo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.El temporal arremolina hojas oscurasY suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

T ests aqu. Ah t no huyes.T me responders hasta el ltimo grito.Ovllate a mi lado como si tuvieras miedo.Sin embargo alguna vez corri una sombra extraa por tus ojos.

Ahora, ahora tambin, pequea, me traes madreselvas,Y tienes hasta los senos perfumados.Mientras el viento triste galopa matando mariposasYo te amo, y mi alegra muerde tu boca de ciruela.

Cunto te habr dolido acostumbrarte a m,A mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.Hemos visto arder tantas veces el lucero besndonos los ojosY sobre nuestras cabezas destorcerse los crepsculos en abanicos girantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acaricindote.Am desde hace tiempo tu cuerpo de ncar soleado.Hasta te creo duea del universo.Te traer de las montaas flores alegres, copihues,Avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigoLo que la primavera hace con los cerezos.

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Poema XV: Me gusta cuando callas

Me gusta cuando callas porque ests como ausente,Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.Parece que los ojos se te hubieran voladoY parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas estn llenas de mi almaEmerges de las cosas, llena del alma ma.Mariposa de sueo, te pareces a mi alma,Y te pareces a la palabra melancola.

Me gusta cuando callas y ests como distante.Y ests como quejndote, mariposa de arrullo.Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza,Djame que me calle con el silencio tuyo.

Djame que te hable tambin con tu silencioClaro como una lmpara, simple como un anillo.Eres como la noche, callada y constelada.Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gusta cuando callas porque ests como ausente.Distante y dolorosa como si hubieras muerto.Una palabra entonces, una sonrisa bastan.Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

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Poema XVI: En mi cielo al crepsculo

En mi cielo al crepsculo eres como una nubeY tu color y forma son como yo los quiero.Eres ma, eres ma, mujer de labios dulces,Y viven en tu vida mis infinitos sueos.

La lmpara de mi alma te sonrosa los pies,El agrio vino mo es ms dulce en tus labios:Oh, segadora de mi cancin de atardecer,Cmo te sienten ma mis sueos solitarios.

Eres ma, eres ma, voy gritando en la brisaDe la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.Cazadora del fondo de mis ojos, tu roboEstanca como el agua tu mirada nocturna.

En la red de mi msica ests presa, amor mo,Y mis redes de msica son anchas como el cielo.Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.En tus ojos de luto comienza el pas del sueo.

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Poema XVII: Pensando, enredando sombras

Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.T tambin ests lejos, ah, ms lejos que nadie.Pensando, soltando pjaros, desvaneciendo imgenes,Enterrando lmparas.Campanario de brumas, qu lejos, all arriba!Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombras,Molinero taciturno,Se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.

Tu presencia es ajena, extraa a m como una cosa.Pienso, camino largamente mi vida antes de ti.Mi vida antes de nadie, mi spera vida.El grito frente al mar, entre las piedras,Corriendo libre, loco, en el vaho del mar.La furia triste, el grito, la soledad del mar.Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.

T, mujer, qu eras all, qu raya, qu varillaDe ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.Incendio en el bosque, arde en cruces azules.Arde, arde, llamea, chispea en rboles de luz.Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.

Y mi alma baila herida de virutas de fuego.Quin llama? Qu silencio poblado de ecos?Hora de la nostalgia, hora de la alegra, hora de la soledad,Hora ma entre todas!Bocina en que el viento pasa cantando.Tanta pasin de llanto anudada a mi cuerpo.

Sacudida de todas las races,Asalto de todas las olas!Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma.

Pensando, enterrando lmparas en la profunda soledad.Quin eres t, quin eres?

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Poema XVIII: Aqu te amo

Aqu te amo.En los oscuros pinos se desenreda el viento.Fosforece la luna sobre las aguas errantes.Andan das iguales persiguindose.

Se descie la niebla en danzantes figuras.Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco. Solo.A veces amanezco, y hasta mi alma est hmeda.Suena, resuena el mar lejano.Este es un puerto.Aqu te amo.

Aqu te amo y en vano te oculta el horizonte.Te estoy amando an entre estas fras cosas.A veces van mis besos en esos barcos graves,Que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.Son ms tristes los muelles cuando atraca la tarde.Se fatiga mi vida intilmente hambrienta.Amo lo que no tengo. Ests t tan distante.

Mi hasto forcejea con los lentos crepsculos.Pero la noche llega y comienza a cantarme.La luna hace girar su rodaje de sueo.

Me miran con tus ojos las estrellas ms grandes.Y, como yo te amo, los pinos en el vientoQuieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

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Poema XIX: Nia morena y gil

Nia morena y gil, el sol que hace las frutas,El que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,Hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojosY tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebrasDe la negra melena, cuando estiras los brazos.T juegas con el sol como con un esteroY l te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Nia morena y gil, nada hacia ti me acerca.Todo de ti me aleja, como del medioda.Eres la delirante juventud de la abeja,La embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazn sombro te busca, sin embargo,Y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.Mariposa morena dulce y definitivaComo el trigal y el sol, la amapola y el agua.

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Poema XX: Puedo escribir los versos ms tristes

Puedo escribir los versos ms tristes esta noche.Escribir, por ejemplo "La noche est estrellada,Y titilan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.Puedo escribir los versos ms tristes esta noche.Yo la quise, y a veces ella tambin me quiso.

En noches como sta la tuve entre mis brazos.La bes tantas veces bajo el cielo infinito.Ella me quiso, a veces yo tambin la quera.Cmo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos ms tristes esta noche.Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.Or la noche inmensa, ms inmensa sin ella.Y el verso cae al alma como al pasto el roco.

Qu importa que mi amor no pudiera guardarla.La noche est estrellada y ella no est conmigo.Eso no es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.Mi corazn la busca, y ella no est conmigo.La misma noche que hace blanquear los mismos rboles.Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cunto la quise.Mi voz buscaba el viento para tocar su odo.De otro. Ser de otro. Como antes de mis besos.Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.Es tan corto el amor y es tan largo el olvido.Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el ltimo dolor que ella me causa,Y estos sean los ltimos versos que yo le escribo.

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Una cancin desesperada

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.El ro anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazn llueven fras corolas.Oh, sentina de escombros, feroz cueva de nufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.De ti alzaron las alas los pjaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejana.Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.La hora del estupor que arda como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,Turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceiste al dolor, te agarraste al deseo.Te tumb la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,Anduve ms all del deseo y del acto.

Oh, carne, carne ma, mujer que am y perd,A ti en esta hora hmeda evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,Y el infinito olvido te triz como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,Y all, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y t fuiste la fruta.Era el duelo y las ruinas, y t fuiste el milagro.

Ah mujer, no s cmo pudiste contenermeEn la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el ms terrible y corto,El ms revuelto y ebrio, el ms tirante y vido.

Cementerio de besos, an hay fuego en tus tumbas,An los racimos arden picoteados de pjaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,Oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cpula loca de esperanza y esfuerzoEn que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en l viaj mi anhelo,Y en l cay mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh sentina de escombros, en ti todo caa,Qu dolor no exprimiste, qu olas no te ahogaron.

De tumbo en tumbo an llameaste y cantasteDe pie como un marino en la proa de un barco.

An floreciste en cantos, an rompiste en corrientes.Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Plido buzo ciego, desventurado hondero,Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fra horaQue la noche sujeta a todo horario.

El cinturn ruidoso del mar cie la costa.Surgen fras estrellas, emigran negros pjaros.

Abandonado como los muelles en el alba.Slo la sombra trmula se retuerce en mis manos.

Ah ms all de todo. Ah ms all de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado!

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A callarse

Ahora contaremos doceY nos quedamos todos quietos.

Por una vez sobre la tie