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Sonrisete: un pececito que dejó la mar
por Miguel Ángel Izquierdo SánchezIlustrado por Mariana Silva Izquierdo
¡ILUMÍNAME!
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– ¿Qué haces en la playa?, preguntó un pececillo a una niña que jugaba en la playa de Punta Mita, mientras su abuelito pescaba a la orilla del mar.
– Estamos pescando peces, pececito, contestó ella.
– Pues pésquenme a mí y les acompa-ño. Nadie me quiere en el mar, dicen que soy muy feo. ¡Llévenme con uste-des a la tierra! –pidió el pececillo, que vagaba solitario por las olas.
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– Pero eres tan pequeño que ni si-quiera puedes morder el anzuelo de mi abuelito, por eso no te podemos pescar ¿Cómo te llamas?
– Ahorita te digo– comentó él apura-do, pues la ola en que venía casi ha-bía desaparecido y podría enterrarse. Unos segundos después, volvió con la ola siguiente y contestó:
– Me llaman Ojón-Copete-Barriguete.
La niña, dio por reír al escuchar el nombre del pececito. Él le reclamó:– Ya ves, soy tan feo que hasta tú te ríes de mí. ¿Y tú cómo te llamas?
– Me llamo Inés, pero no me río de ti, sino por tus apodos largos y graciosos.¿Por qué te llaman así?
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– Me llamo Barrilete, pero me apo-dan así porque sólo tengo un ojo, muy grande, un copete en lugar de aleta en la espalda, y una barriguita muy grande para un pececillo de mi tama-ño. Nadie me quiere en el mar. Espé-rame, ahorita vengo y seguimos pla-ticando – y otra vez se fue con la ola para no quedar atrapado en la arena. Pronto regresó con la siguiente ola, e Inés siguió preguntando. – ¿Y por qué no te pusieron por nom-
bre Sonrisete? Tienes una bella son-risa, pececito Ojo-Copete-Sonrisete.
– ¿De verdad la tengo? – dudó Sonri-sete.
– ¿Acaso no te has visto en un espejo? ¡Claro que sí!
– ¿Qué es un espejo?
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– Mmm…pues es algo con lo que pue-des saber cómo te ven los otros peces. Con un espejo podrías darte cuenta de que eres muy simpático,Ojo-Cope-te-Barrilete y Sonrisete.
– Adoro que me llames así, espera, ahora regreso…
Apenas volvió, preguntó a Inés:– ¿Traes un espejo?
– No, pero te puedo llevar a mi casa, ahí tenemos uno y comprobarás que tu sonrisa alegra a los que te acompa-ñan. A mí me alegras.
– Nadie me acompaña. ¡Llévenme con ustedes!
– Si te vas con nosotros no podrás re-gresar al mar hasta dentro de un año que volvamos de vacaciones, Sonrise-te. ¿Estás dispuesto a irte con noso-tros y a ser mi hermanito?
– Espera, ahora regreso. Siento que es mi última buceada entre las olas del mar.
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Cuando regresó, le pidió a Inés:– Llena de agua de mar tu cubeta y en ella llévame nadando a tu casa. Pon tus manos para que me suba en ellas y de ahí me pasas a la cubeta, cuida no lastimarme. Inés lo levantó con mucha delicadeza y entonces Sonrisete muy serio le pi-dió:
– Antes de que me lleves a tu tierra, como ya he perdido a todos mis ami-gos y hermanos en el mar y me dole-ría mucho perderte a ti, pues eres mi única hermanita en la tierra, quiero que juremos cumplir unas reglas en-tre nosotros. ¿Te parece?
– Estas son las tres reglas que va-mos a jurar cumplir para ser buenos hermanos. Regla número uno: no me llamarás nunca más por mis apodos: Ojo-Copete-Barriguete, sino por el dulce nombre Sonrisete que tú me has dado.
Inés contenta lo complementó:– Regla número uno corregida y au-mentada: te llamaré por tu nombre y por nuestros apellidos, Sonrisete Ale-gría Contagiosa. ¿Estás de acuerdo?
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– ¡Sí Inés! Y ahora va la regla nú-mero dos: me adoptarás en tu fami-lia, viviré en las profundidades de tu casa y me prestarás tu espejo.
– Va la regla número dos corregida y aumentada, Sonrisete: eres ya de mi familia y vivirás y te alimentarás junto con todos nosotros en una pe-cera con tu propio espejo, que estará entre la sala y el comedor, y en vaca-ciones pasearás con todos nosotros. ¿De acuerdo?
– ¡Sí Inés! ¡Muy de acuerdo! Y ahora la regla más difícil de cumplir, la nú-mero tres: cuando te enojes conmigo o yo contigo, no dejaremos de hablar-nos. Platicaremos calmadamente so-bre lo que nos lastima con la suavidad de tu piel, y volveremos otra vez a ser buenos hermanos.
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– Mmm…ésa sí que es difícil, pero hay que cumplirla. Aquí va la regla número tres corregida y aumentada, Sonrisete: cuando nos enojemos, no dejaremos de hablarnos. Platicare-mos calmada y suavemente sobre lo que nos lastima y ¡volveremos otra vez a ser todavía más y más queridos hermanos! ¿De acuerdo hermanito Sonrisete Alegría Contagiosa?
– ¡Muy de acuerdo, hermanita Inés Alegría Contagiosa! FIN
Y de verdad toda la vida fueron muy buenos hermanitos.
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Agradezco a escritoras y escritores de cuentos infantiles, como a sus editoriales e impresores, su bella,
creativa y necesaria labor.