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Antropología, desarrollo y poblaciones indígenas. Una perspectiva cr itica Ana María Spadafora[1] En: http://www.indigenas.bioetica .org/not/nota2.htm Acceso 26/1/212  !" #$%&'ES$ (E A%)'$*$+$&!A (E +A ,AAEE -arceona 0 a de septiembre de 22 &) 0 +a acti3idad profesiona de os antrop4og os en as $%&s para e desarroo . Antropoogía de (esarroo: e origen de e5í3oco Antropoogía para e desarroo ante a emergencia de a etnicidad (esarroo sstentabe: na 7tercera 3ía8 9 'E,+E"!$%ES ,!%A+ES -!-+!$&'A,A Antropología del Desarrollo: el origen del equívoco En e campo de a antropoogía os estdios de desarroo han estado 3incados a o 5e e5í3ocamente se dio en amar 7antropoogía apicada8. Este terreno ha estado atra3esado por e estigma de na discipina c;a compicidad con a cooni<aci4n de Asia ; Africa contin=a toda3ía ho; difictando os intercambios entre antropoogía ; desarroo. (ifictad 5e procede de aimentar na dicotomi<aci4n mani5ea entre in3estigaci4n b>sica ; a picada entre 7teoría8 ; 7pr>ctica8. Ae?andro !sa @22 seBaa 5e e difíci matrimonio entre antropoogía ; desarroo prodcto de conteCto de srgimiento de a antropoogía forma parte tanto de a tradici4n ingesa como de a norteamericana donde a reaci4n de a discipina con e cooniaismo es ampiamente dennciada. Esta sitaci4n pede constatarse en a recrrente tendencia a hacer de e ncentro con e $tro ; a perspecti3a de historias particares de cooni<aci4n e?es centraes de a refeCi4n de a prodcci4n antropo4gica. )a Dnfasis tem>tico promo3i4 e repanteo de ciertos pntos de partida epistemo4gicos capitaes en a  prodcci4n de conocimiento antropo4gic o. *articarmente os 5e hacen a as re aciones entre e s?eto ; e ob?eto en a concepci4n de conocimiento entendido no tanto como e prodcto de ree3amiento de datos ob?eti3os por parte de n s?eto asDptico sino como e restado de na coprodcci4n entre in3estigador e informante. Adem>s de ser e prodcto de cestionamiento a as reaciones cooniaes 5e marcan e srgimiento de a antropoogía estos cambios constit;en e prodcto de na sitaci4n acta compe?a cifrada en e hecho de 5e as 3oces nati3as cada 3e< menos necesitan de ss tradicionaes intDrpretes @sean estos misioneros antrop4ogos o acti3istas para hacerse oír. Esta sitaci4n es cada 3e< mas ree3ante no soo en os países 7centraes8 donde os derechos indígenas son en bena medida respetadosF tambiDn en  países 7perifDricos como -ras i donde as posibiidades de 7e ntrar a campo8 se compican conforme a a  poiti<aci4n de a casa indíge na. #omo coroario a hist4rica contraposici4n entre antropoogía ; desarroo 5e bien podría temati<arse como antropoog ía aca dDmica ; antropoogía apicada entre a cademia ; ge sti4n entre in3estigaci4n  b>sica e in3estigaci4n apic adaF ha deri3ado en a consoidaci4n de do s campos. *aa #omegna @22 sostiene 5e ambos espacios 5e fncionan de na manera mas o menos at4nomaF son reconocidos por os atores de desarroo como antropoogía para e desarroo ; antropoogía de desarroo. +a antropoogía para e desarroo est> foca i<ada en e compromiso acti3o con as inst itciones 5e fomentan e desarroo en 7comnidades ocaes/3nerabes tradicionaes8 no mostrando preocpaci4n  por e repanteo crítico acerca de as noc iones ; conceptos in3ocrados e n os pro;ectos de desarroo. +a antropoogía para e desarroo en cambio se centra en e an>isis crítico de os conceptos ; pr>cticas discrsi3as 5e sir3en de sostDn a as poíticas de desarroo. Si en e Sigo "!" es a casa coonia a 5e da fndamento a nacimiento ; desarroo de a antropoogíaG en e Sigo "" feron os errores de a antropoogía para e desarroo condensada en na serie de panes ; poíticas impementadas pora e 7tercer mndo8F os 5e dieron sstancia a a antropoogía de desarroo. En efecto a antropoogía de desarroo srge como na crítica radica a concepto de desarroo entendiendo 5e este no es m>s 5e n concentrado de ideoogía intrínsecamente erocDntrico ; economicista c;o compromiso con a teoría econ4mica neoc>sica identifica e desarroo con e crecimiento econ4mico tomando como par>metro a sociedad eropea occidenta. Ago así como na rein3enci4n de a idea de progreso indefinido hacia a ra<4n en e conteCto de sigo "" 5e concibe na ínea de desarroo com=n para toda a hmanidad. En a dDcada de os H cando e fracaso de as poíticas de desarroo iniciado en os era ;a n hecho indisctibeF atores como Artro Escobar en s =cida tesis 5e e3a e sgesti3o títo de 7+a !n3enci4n de )ercer Mndo. #onstrcci4n ; deconstrcci4n de (esarroo8 reparan en os aspectos econ4micos ; poíticos a os 5e se encentran igadas a teoría ; acci4n de desarroo. S an>isis se

Spadafora, Ana María 2002 Antropología Del Desarrollo

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Antropologa, desarrollo y poblaciones indgenas.Una perspectiva critica

Ana Mara Spadafora[1]En: http://www.indigenas.bioetica.org/not/nota2.htmAcceso 26/10/2012IX CONGRESO DE ANTROPOLOGIA DE LA FAAEE

Barcelona, 4 al 7 de septiembre del 2002

GT 4"La actividad profesional de los antroplogos en las ONGs para el desarrollo".Antropologa del Desarrollo: el origen del equvoco

Antropologa para el desarrollo ante la emergencia de la etnicidad

Desarrollo sustentable: una tercera va ?

REFLEXIONES FINALES

BIBLIOGRAFA

Antropologa del Desarrollo: el origen del equvoco

En el campo de la antropologa, los estudios del desarrollo han estado vinculados a lo que equvocamente se dio en llamar antropologa aplicada. Este terreno ha estado atravesado por el estigma de una disciplina cuya complicidad con la colonizacin de Asia y Africa, contina todava hoy dificultando los intercambios entre antropologa y desarrollo. Dificultad que procede de alimentar una dicotomizacin maniquea entre"investigacin bsica" y "aplicada", entre teora y prctica.

Alejandro Isla (2002) seala que el difcil matrimonio entre antropologa y desarrollo producto del contexto de surgimiento de la antropologa, forma parte tanto de la tradicin inglesa como de la norteamericana, donde la relacin de la disciplina con el colonialismo es ampliamente denunciada. Esta situacin puede constatarse en la recurrente tendencia a hacer del encuentro con el Otroy la perspectiva de historias particulares de colonizacin, ejes centrales de la reflexin de la produccin antropolgica.

Tal nfasis temtico promovi el replanteo de ciertos puntos de partida epistemolgicos capitales en la produccin del conocimiento antropolgico. Particularmente, los que hacen a las relaciones entre el sujeto y el objeto en la concepcin del conocimiento, entendido no tanto como el producto del relevamiento de datos objetivos por parte de un sujeto asptico, sino como el resultado de una coproduccin entre investigador e informante.

Adems de ser el producto del cuestionamiento a las relaciones coloniales que marcan el surgimiento de la antropologa, estos cambios constituyen el producto de una situacin actual compleja cifrada en el hecho de que las "voces nativas" cada vez menos necesitan de sus tradicionales intrpretes (sean estos misioneros, antroplogos o activistas) para hacerse or. Esta situacin es cada vez mas relevante no solo en los pases centrales donde los derechos indgenas son en buena medida respetados-, tambin en pases perifricos como Brasil donde las posibilidades de entrar al campo se complican conforme a la politizacin de la causa indgena.

Como corolario, la histrica contraposicin entre antropologa y desarrollo que bien podra tematizarse como antropologa acadmica y antropologa aplicada,entre academiay gestin, entre investigacin bsica e investigacin aplicada-, ha derivado en la consolidacin de dos campos. Paula Colmegna (2002) sostiene que ambos espacios que funcionan de una manera mas o menos autnoma- son reconocidos por los autores del desarrollo como antropologa para el desarrollo y antropologa del desarrollo. La antropologa para el desarrollo est focalizada enel compromiso activo con las instituciones que fomentan el desarrollo en comunidades locales/vulnerables tradicionales, no mostrando preocupacin por el replanteo crtico acerca de las nociones y conceptos involucrados en los proyectos de desarrollo. La antropologa para el desarrollo, en cambio, se centra en el anlisis crtico de los conceptos y prcticas discursivas que sirven de sostn a las polticas de desarrollo.

Si en el Siglo XIX es la causa colonial la que da fundamento al nacimiento y desarrollo de la antropologa; en el Siglo XX fueron los errores de la antropologa para el desarrollo condensada en una serie de planes y polticas implementadas pora el tercer mundo- los que dieron sustancia a la antropologa del desarrollo. En efecto, la antropologa del desarrollo surge como una crtica radical al concepto de desarrollo, entendiendo que este no es ms que un concentrado de ideologa, intrnsecamente eurocntrico y economicista cuyo compromiso con la teora econmica neoclsica identifica el desarrollo con el crecimiento econmico tomando como parmetro la sociedad europea occidental. Algo as como una reinvencin de la idea de progreso indefinido hacia la razn en el contexto del siglo XX que concibe una lnea de desarrollo comn para toda la humanidad.

En la dcada de los 90 cuando el fracaso de las polticas del desarrollo iniciado en los 70 era ya un hecho indiscutible- autores como Arturo Escobar, en su lcida tesis que lleva el sugestivo ttulo de La Invencin del Tercer Mundo. Construccin y deconstruccin del Desarrollo, reparan en los aspectos econmicos y polticos a los que se encuentran ligadas la teora y accin del desarrollo. Su anlisis se centra en develar la gnesis histrica del concepto y su significado desde el punto de vista social, econmico y poltico.Para Escobar trminos como tercer mundo o subdesarrollo son el resultado de polticas internacionales vinculadas a la posguerra. Sostiene que luego de la finalizacin de la Segunda Guerra Mundial, la emergencia de actores internacionales como el Banco Mundial definieron como pobres a los pases cuyo ingreso per cpita fuese menor a los $100. Dicha poltica promovi la consolidacin del concepto de pobreza como un trmino organizador de la realidad y por lo tanto, objeto obligado de problematizacin para la ciencia social (Escobar, 1996; Bayardo y Spadafora, 2001; Colmegna, 2002).

En efecto, David Shelton (2002) sostiene que el discurso del desarrollo se convirti en poltica pblica de los EEUU despus de la proclamacin del nuevo programa del Presidente Henry Truman, en 1949, constatando "...Una mayor produccin es la clave para la prosperidad y la paz. Y la clave para una mayor produccin es una aplicacin ms extensa y ms vigorosa del conocimiento tcnico y de la ciencia moderna" (Shelton,2002: 2).

En Amrica Latina la aplicacin de tales premisas consisti primero en lo que se llam el desarrollismo integracionista de la dcada de los 50 y, en la dcada de los 70, la extensin de las ideas de la izquierda latinoamericana que, en lo que respecta a las poblaciones indgenas cuestionaba el modelo de Estado Nacin (principal etnocida en la perspectiva de las poblaciones indgenas) y entenda la condicin indgena como un estado transitorio en el camino ineluctable de la proletarizacin.

Los rotundos fracasos de las polticas del desarrollo de los 50y los errores cometidos por la izquierda integracionista de los 70, socavaron la confianza en el concepto de desarrollo. Poco a poco ste comenz a volverse insostenible generando una oleada de crticas a las polticas y planes implementados que venan acumulndose conforme a las experiencias de la regin. Enefecto, es a partir de la dcada de los 70 cuando la crisis del discurso del desarrollo comienza a sentirse con vigor. La exposicin de los resultados de los informes del Club de Roma en 1972 sobre los lmites del crecimiento, el surgimiento del movimiento ambiental que tuvo como referente la Conferencia de Estocolmo de 1972, antecedente de la ECO 92 realizada en Ro de Janeiro-, la creciente articulacin de los movimientos indgenas y campesinos en Amrica Latina, empezaban a socavar los planes y prcticas del desarrollo. Cuestionaban el hincapi que stos hacan en las deficiencias de los pobres y de los indios por sobre las desigualdades, la injusticia social y el racismo.

Entre los 80 y los 90 la emergencia de nuevos actores junto con la cada vez mayor visibilidad poltica de los pueblos indgenas en el mbito internacional, promovan un replanteo profundo del significado de la etnicidad, la identidad tnica y, por lo tanto, de la idea de una lnea nica de desarrollo para toda la humanidad.La oportuna crtica tena base real: los indios no solo no haban desaparecido fundindose en las camadas de proletarios vidos de establecer lazos en trminos de la lucha de clases y bajo la bandera del estado nacional, sino que reaparecan en la escena poltica con unafuerza inusitada exigiendo el reconocimiento de derechos especiales de ciudadanay denunciando el carcter genocida de los estados nacin encapsulantes.

Efectivamente, si es en la dcada de los 80 -mediante un cambio radical de los Estados en sus polticas paternalistas respecto a los indgenas- el momento en el cual comienza a darse una mayor participacin de los pueblos indgenas y sus lderes[2], es en los 90 cuando estas polticas comienzan a reformularse de acuerdo a un nuevo escenario donde se destaca el papel de los organismos internacionales y el tercer sector, ambos alineados en la defensa de los derechos indgenas.En pases como Argentina, Brasil y Paraguay, esos nuevos actores que son los organismos no gubernamentales conocidos como ONGs comienzan a tener mayor peso poltico en el terreno de las demandas indgenas acompaando las demandas nativas de una manera significativa.En el plano de los organismos internacionales, instituciones que desde sus inicios haban estado vinculadas a las finanzas, tambin muestran un cambio significativo en sus objetivos. Entidades como por ejemplo, el Banco Mundial, comienzan a formular polticas especiales para las minoras y poblaciones indgenas (Spadafora, 2000; 2001; 2002a).

El nuevo rol poltico que -merced a las luchas de los pueblos indgenas y a la alianza con otros sectores y actores sociales- es poco a poco asignado a los indgenas en las polticas internacionales y nacionales y en la sociedad civil, no es ajeno a la labor participativa de muchos antroplogos que desde la dcada de los 70 venan promoviendo la importanciay especificidad de la causa indgena.Segn Alejandro Isla (2002) ya en los 70, coincidiendo con la emergencia de los Organismos No Gubernamentales, pueden verse antroplogos empleados como planificadores de acciones sobre minoras o grupos con perfiles tnicos especficos. Es tambin en ese momento en el cual comienzan a incluirse como parte de la jerga de los proyectos trminos como venta o gestin de proyectos realizados a la medida de las necesidades de los organismos de financiacin. Esta situacin, no solo incentiva la promocin de proyectos sujetos a las modas de los organismos internacionales financiadores de proyectos, tambin presupone la recreacin de esas polticas por parte de las camadas profesionales en la medida que stas se ven compelidas a actuar dentro de los lmites de las directivas planteadas por las instituciones donantes (Spadafora, 2000; Isla, 2002).

A pesar de los limitantes institucionales que desde un inicio marcan la prctica profesional de los antroplogos del desarrollo, su colaboracin en los planes y polticas para el desarrollo a lo largo de las ltimas tres dcadas, ha sido sin duda positiva en la medida que su rol central ha girado en torno a la insistencia de ajustar los planes y requerimientos del desarrollo a la perspectiva de las poblaciones destinatarias, algo que constituye el metier de nuestra labor profesional y que puede sintetizarse en la tarea de recuperar elpunto de vista del nativo.

Antropologa para el desarrollo ante la emergencia de la etnicidad

En coincidencia con los cambios que llevaron al reconocimiento de las poblaciones indgenas tanto a nivel internacional como a nivel de los estados nacin a lo largo de los 80 y mas especficamente en la dcada de los 90, la antropologa comienza a tomar un fuerte giro en lo que refiere a su papel en el accionar sobre las poblaciones nativas.

Asentndose en una valoracin de la identidad tnica y la cultura, bien distintaa las definiciones primordialistas que caracterizaron a la antropologa pre barthiana (Barth, 1968), y entendiendo la identidadno ya como un inventario de rasgos que se perpetan en el tiempo y en el espacio, sino como una construccin especular de lmites dinmicos,el nuevo escenario se muestra favorable a una consideracin de los pueblos indgenas en tanto sujetos polticos concientes y por lo tanto agentes y no meros receptores de un destino que les es impuesto, un nuevo rol en el que los antroplogos ven tambin replanteada su propia labor.Sin ahondar en ello, baste mencionar los brillantes trabajos de Terence Turner (por ejemplo, 1991), un buen ejemplo de esos cambios y de cmo la colaboracin activa entre indgenas y antroplogos puede converger en elfortalecimiento y reconocimiento de la etnicidad.Este nuevo movimiento social que se dio en llamar "emergencia de la etnicidad" corroboraba el carcter dinmico de toda identidad al tiempo que contradeca las visiones apocalpticas de la antropologa para el desarrollo que,entre la dcada de los 50 y los 70 haba proclamado la desaparicin de las sociedades indgenas.

Ese supuesto destino ineluctable, no solo no se concretara, ms bien se incentivara denotando la presencia cada vez ms importante de los pueblos indgenas comoactores polticos en los foros internacionales y en el plano de los estados nacin. Este movimiento -que en antropologa ha sido denominado como proceso de etnognesis-intentaba dar cuenta de la singularidad de las nuevas condiciones polticas sobre finales del siglo XX con la crisis del modelo decimonnico de estado nacin y el surgimiento de nuevas formas de ciudadana transnacional. En el plano regional, este proceso adquiri sustancialidad a partir de las reformas constitucionales que tuvieron lugar en Amrica Latina entre la dcada de los 80 y los 90 en la que el inicio de los perodos democrticos colaboraron en el reconocimiento a nivel constitucional de las poblaciones indgenas en trminos de sujetos de derecho.

Brasil, por ejemplo, es un buen testigo de esos cambios dado que luego de la reforma constitucional que terminara con la poltica paternalista centrada enequiparar la condicin indgena a la minora de edad, datos tomados del ltimo censo nacional realizado en el ao 2000 sealan un 100% de aumento en la poblacin indgena en apenas los ltimos 10 aos. Diagnsticos menos entusiastas, sin embargo, sealan que las cifras registradas por el censo del 2000 en torno a la explosin en el nmero de indios no responde tanto a un aumento objetivo de la cantidad de indgenas como al creciente orgullo que Brasil tiene de su herencia tnica (Azevedo, M & Ricardo, F, 2002).Ms all de las disquisiciones en torno a las cifras numricas de la poblacin indgena, estas discusiones sealan la contundente tendencia afirmativa en torno a la presencia y valoracin positiva de la poblacin indgena.

Pases como Paraguayy Argentina --con menor diversidad cultural que el Brasil pero con mayor cantidad de poblacin indgenaregistran movimientos similares.En el caso de Argentina, segn estimaciones aproximativas de ENDEPA, -la pastoral aborigen de Argentina- y el Instituto Nacional de Asuntos Indgenas sobre un total de 17 etniasambas instituciones registran un total de 400.00 y 1.000.000 respectivamente,cifra que segn los mismos datos oficiales no debera considerarse absoluta dada la tendencia de aumento que viene observndose a lo largo de los ltimos aos.En el caso de Paraguay, el censo indgena realizado en el ao 1983 mostraba una importante presencia nativa en relacin con la poblacin total del pas (Spadafora, 2002c). Segn estimaciones recientes de la Fundacin para el Desarrollo Sustentable del Gran Chaco Americano, los indgenas del Chaco Paraguayo forman el 40 % de la poblacin nativa total. Muestran un crecimiento mas rpido que otros grupos y actualmente hay aproximadamente 40 mil pobladores indgenas que pertenecen a 13 parcialidades o grupos tnicos diferentes.

Sin embargo, tanto en Argentina como en Paraguay la creciente tendencia al incremento de la poblacin nativa registrada por los censos nacionales, no se corresponde con una valoracin real de la vida y la poblacin nativa dado que el orgullo hacia el aborigen pasa mas por una reivindicacin del indio histrico que del indio real, situacin que en los hechos constituye una negacin real del indio y un desprecio por su modo de vida actual. Por ejemplo, en Argentina puede palparse una mayor sensibilidad social hacia las poblaciones indgenas, constatable en la tendencia a reconocer socialmentela contribucin de las poblaciones autctonas a la cultura nacional, en la valoracin de sus costumbres por parte de la sociedad y en la solidaridad de diversos sectores sociales con la causa indgena. Sin embargo,la realizacin del Censo Nacional de Poblacin, Hogares y Vivienda en el ao 2001 que incluypor primera vez[3]la problemtica mediante la incorporacin de una pregunta destinada a dar cuenta de la cantidad de poblacin indgena por etnia en los trminos de una consulta preliminar pero cuyos datos an no fueron procesados, estuvo teida de apreciaciones equvocas por parte de los censistas. Muchos de ellos, maestros de escuela, bajo la fuerte conviccin de que no hay indgenas en el pas resolvieron ignorar la nica pregunta destinada a rastrear la pertenencia indgena (Falaschi, 2001). Estehecho -que motiv una oleada de protestas por parte de las organizaciones indgenas[4]-constituye un ejemplo aleccionador a mi juicio, no solo de lo que ocurre con los pueblos indgenas en Argentina, tambin nos permite plantear al menos seis cuestiones bsicas en torno a la emergencia tnica en el mbito regional.

En primer lugar, la profunda distancia que existe entre el discurso y la realidad, distancia que al menos debera motivar un llamado de atencin respecto a discursos en demasa entusiastas acerca de entender el reflujo de la etnicidad y el reconocimiento de las poblaciones indgenas como cambios contundentes en la vida real de las poblaciones nativas.Estos discursos, sin embargo, no son objeto de atencin por parte de buena parte de los sectores comprometidos ciegamente con la causa indgena, dado que en virtud de los avances logrados en el campo de los reconocimientos legales de los pueblos indgenas, tienden a confundir el deseo con la realidad, como si no hubiera sobradas pruebas de que todo lo reconocido como derecho no necesariamente significa su efectivizacin como tal.Me refiero a que si bien la emergencia de la etnicidad y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indgenas, constituyen hitos ms que relevantes en el protagonismo de las poblaciones nativas, ello no debera oscurecer la situacin real en la que se encuentran las poblaciones indgenas, permitiendo elaborar un diagnstico mas certero de su situacin actual y sobre todo, de sus perspectivas futuras.En el plano de la antropologa para el desarrollo, una actitud algo inocente parece gobernar el anlisis de la emergencia de la etnicidad en los pases latinoamericanos, tendenciasostenida sobre la base de una justa simpata hacia las legtimasreivindicaciones tnicas pero que tiende a diluir la necesaria actitud crtica que, como antroplogos, deberamos tener respecto a los procesos polticos actuales y sus posibilidades de proyeccin futura.

En segundo lugar, reconocer que no se trata de negar que no existen casos en los que la participacin profesional haya motivado una reflexin crtica y mucho menos ejemplos prometedores de personas sinceramente comprometidas con su labor en el marco de serias ONGs. Se trata de llamar la atencin sobre la ausencia de argumentos dispuestos a dar cuenta de los limitantes econmicos y polticos que interceptan la emergencia de la etnicidad y la produccin del conocimiento cientfico. Soslayar estos condicionamientos, no solo niega todo lo que estos espacios puedan tener de cooptacin poltica, tambin impide realizar un diagnstico certero de su potencialidad real. Problema particularmente importante si se tiene en cuenta que los organismos de crdito son a estas alturas casi los nicos que destinan sumas importantes para la labor acadmica y el beneficio de la causa indgena en el tercer mundo, pero cuyo dudoso compromiso altruista es de pblico conocimiento. Para el caso, vale recordar las palabras de Sonia Alvarez (1998) respecto al hecho de que las nuevas polticas sociales de la dcada de los 90 en Amrica Latina, tienden a actualizan y reforzar prcticas de beneficencia religiosa y la filantropa asistencial predominantes en las etapas previas al Estado benefactor hoy desmembrado, pero centradas en una perspectiva de metamorfosis de lo social con el tercer sector como actor protagnico.

En esta direccin, la tercera cuestin a subrayar consiste en reparar en el hecho de que, a diferencia de las prcticas del desarrollo iniciadas en la dcada de los 50, las nuevas polticas del desarrollo ya no necesitan negar los lazos sociales o la pertenencia comunitaria entendidos como lmites para superar el "subdesarrollo" y lograr el acceso a la modernidad; por el contrario, tienden a revalorizarlas. Y es justamente a partir de esa puesta en valor de la cultura y la etnicidad el punto desde donde pueden operar nuevas taxonomas de lo social que invocan las diferencias culturales al costo de sumergir la desigualdades, como si unas y otras no se interceptaran en la vida real.

En cuarto lugar, esta ausencia de criticismo que impera en la antropologa para el desarrollo deviene, entre otra de sus causas, de la tendencia a equipararlos procesos de reconocimiento tnico de los pases latinoamericanos a los procesos de emergencia de la etnicidad en pases desarrollados. Tal es el caso de asimilar la aboriginalidad en el contexto australiano o las luchas y reconocimientos de los pueblos nativos delCanad a los movimientos en torno al reconocimiento de los derechos tnicos en los pases latinoamericanos, como si unos y otros fueran procesos equiparables.

En quinto lugar, considero que la participacin activa (y positiva) de los antroplogos en el campo de las polticas pblicas, los organismos internacionales y las ONG, desafortunadamente no parece haber ido acompaada de una reflexin en paralelo destinada a reparar en los dilemas ticos vitales de su propia actuacin profesional. Soslayamiento grave si consideramos que la revalorizacin de la etnicidad, el sistemtico hincapi en la diversidad cultural se dan en un contexto donde el protagonismo indgena va de la mano de prcticas que llevan a su mayor marginacin, la profundizacin y gnesis de faccionalismos al interior de las comunidades y la toma arbitraria de decisiones que los afectan sin la debida consulta informada previa.

En sexto y ltimo lugar, este escenario obliga entonces a tomar con reparo posturas inocentes que tienden a exotizary deificar las prcticas nativas como prcticas esencialmente homogneas, distintas y hasta opuesta a las de los blancos, como si el hecho de ser indgena promoviera un comportamiento intrnsecamente bueno anclado en una slida estructura comunitaria ausente de conflicto y del pecado occidental.Conjusteza Paula Colmegna (2002) seala que muchos antroplogos se encuentran falsamente entrampados por las supuestasimplicancias ticas de su intervencin en el campo, preocupaciones que se resumen en las preguntas sobre el derecho del antroplogo a intervenir en el campo generando cambios (Carrasco, 1998) y que parten de la suposicin de entender eldesarrollo como una accin dirigista y de la comunidad como un grupo ahistrico, sin conocimiento de si mismo y de sus propias necesidades.

As,adems de volver sobre el pecado original de la emergencia colonial de la disciplina -cuyo espritu ronda en la necesidad de expiacin de una culpa que, a estas alturas resulta no solo estril sino tambin ajena - esta manera de encarar la labor de accin se encuentra animada por un sentimiento compartido por no pocos antroplogos que, por una atendible urgencia de colaboraren pro de la justa y postergada causa indgena, no han prestado la suficiente atencin a la compleja trama de relaciones que envuelven a indgenas, profesionales e instituciones.

Desarrollo sustentable: una tercera va[5]?

La crisis del concepto de desarrollo iniciada en los 70 lleg a su fin en los 90,momento en el cual, la creciente insatisfaccin con el trmino deriv en su cuestionamiento radical. La suerte que corri el concepto de desarrollo tuvo como disparador el informe de la Comisin Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, Nuestro Futuro Comn denominado Brundtland Reportdel ao 1987 -no casualmente elaborado un ao despus de la explosin nuclear de Chernobyl. Este documento dio origen a una nueva variante del concepto de desarrollo conocida como desarrollo sustentable o etnodesarrollo, varianteque pretenda resumir la relacin de inequidad entre el despilfarro del Norte y la miseria del Sur (Shelton, 2002) pero que fundamentalmente apuntaba a confrontar la idea de progreso lineal implcita en la vieja nocin de desarrollo apostando a un desarrollo en mltiples direcciones segn necesidades socialmente establecidas.

Este documento que sin duda, promova cambios contundentes respecto a la vieja concepcin de desarrollo, fue reivindicado como antecedente en la ECO 92 para la elaboracin de sus dos documentos claves: el Convenio de Diversidad Biolgica y la Agenda 21. La importancia de tal evento y de la firma de ambos documentos, consista en que por primera vez en la historia,se aluda a la relacin mutua entre biodiversidad y diversidad cultural, considerando que es precisamente la diversidad cultural la que ha permitido al ser humano poblar el planeta y hacer un uso intensivo y sustentable de los recursos naturales correspondientes a la biodiversidad.

Si, como ya sealamos, la emergencia de esta nueva posicin no era ajena a la crisis en torno al concepto y las polticas del desarrollo generada desde la dcada de los 70, tampoco lo era al devenir de los derechos intelectuales referidos a la biodiversidad, un problema que adquira resonancia conforme a las gananciaseconmicas que prometa el avance de las nuevas tecnologas, especialmente en el mbito de los desarrollos biotecnolgicos.

De hecho, el debate poltico en torno a los derechos intelectuales de las poblaciones nativas referidos a la biodiversidad se iniciaba con las disposiciones de la FAO referidas a los derechos de los productores de semillas que ya en la dcada de los 70, sentenciaba el carcter pblicoy colectivo de la produccin agrcola.

Los hitos posteriores consistieron en la promulgacin del artculo 8 inc. J del Convenio de Diversidad Biolgica en el marco de la ECO 92 que dispuso la posicin culturalmente privilegiada de las poblaciones indgenas en lo que refiere al uso y manejo de la biodiversidad e inst al reparto equitativo de los beneficios surgidos de su comercializacin. La V Reunin de las Partes realizada en Nairobi en el ao 2000 que establece por primera vez un grupo permanente de trabajo sobre Traditional Knowledge (TK).

Si bien el nacimiento de la defensa de los derechos de propiedad intelectual a nivel internacional se remonta a 1883, la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual como organismo especializado de Naciones Unidas surge recin en 1994y es en el ao 1996 cuando ampla sus funciones a partir de la firma de un convenio de cooperacin con la Organizacin Mundial del Comercio (OMC)[6]. A pesar de este acuerdo, el poder de la OMC esteriliza las disposiciones de la OMPI, dado que la OMC es la entidad que regula en forma coercitiva el comercio entre los pases signatarios[7].

Dentro de este marco que rige la normativa de los derechos intelectuales a nivel internacional, la punta de lanza de las luchas indgenas para la recuperacin del territorio y el manejo de los recursos naturales se centra en dos premisas claves: por un lado, la constatacinde base etnogrfica (Feit, 1994; Spadafora, 2002a y 2002b, por ejemplo) de que ciertos modos de vida indgena promueven formas de explotacin de los recursos naturales que tienden a conservar cuando no a aumentar la biodiversidad (Instituto Socioambiental, 2001) y, por otro lado, la idea de que las formas comunitarias de vida indgena presuponen una circulacin libre del conocimiento en estas sociedades, afirmacin que aunque no es fiel a la realidad etnogrfica, sirve a la manera en que los pueblos indgenas intentan defender su especificidad cultural y sus derechos intelectuales sobre el conocimiento de la biodiversidad.

Ambas premisas, sin embargo, no parecen formar parte de los planes de las polticas internacionales centradas fundamentalmente en reconocer los derechos intelectuales de las poblaciones nativas sobre el conocimiento siempre y cuando estos sean entendidos en los trminos establecidos por el Convenio de Diversidad Biolgica, esto es, el reparto equitativo de beneficios lo que significa reconocerles sus derechos al precios de otorgarles un valor en trminos de capital.

Este reconocimiento, lejos de representar un escollo para las polticas internacionales,puede llegar a constituirse en un negocio redondo para laindustria biotecnolgica modernay las multinacionales farmacuticas[8]. Despus de todo, el patentamiento del conocimiento tradicional al que dara lugar el reparto equitativo de beneficios, no sera significativo comparado con las millonarias ganancias que podran desprenderse del comercio de los componentes activos.

Refirindose a la Amazonia brasilea Alcida Ramos (1998) seala que no casualmente los derechos intelectuales de las poblaciones indgenas son cuestiones que estn virtualmente ausentes en los esquemas y las polticas de desarrollo. Retomando a Santilli (1996: 19) sostiene que si se considera que hay un 74% de correlacin positiva entre el uso teraputico moderno de 120 componentes extrados de plantas y su uso tradicional por gente nativa, el empleo del conocimiento tradicional de poblaciones nativas y mestizas incrementa la eficacia en el proceso de seleccin de plantas por sus propiedades medicinales en mas del cuatrocientos por ciento, lo que permite concluir que Amazonia y sus seres vivos, incluyendo los indios, se han vuelto un refugio para la industria farmacutica dependiente de la biodiversidad (Ramos, 1998: 22).

Pero ello no es solamente aplicable a regiones de selva hmeda como es el caso de Amazonia. En primer lugar porque aquello que conocemos como biodiversidad comprende no solo lo registrado hasta el momento, dado que se presume que la biodiversidad no domesticada es mucho mayor que la domesticada por lo que lo actualmente registrado es solo una parte de las potencialidades ambientales de un determinado medio. En segundo lugar, porque zonas que desde el sentido comn aparecen como carentes de recursos pueden ser ricas en variedades de flora y fauna an no explotada y tiles para la industria biotecnolgica moderna.

Tal cuadro de situacin se completa con la meditica popularizacin de la problemtica ecolgica que revaloriza y se apropia de elementos de la "cultura indgena" en trminos conservacionistas natos, situacin que constrie a los grupos indgenas a exhibir determinadas marcas de indianidad para poseer un valor de cambio que les permita obtener los fondos tan preciados de los organismos financiadores. Esta situacin es tan vlida para pases como Paraguay -donde la tendencia a otorgar fondos a los pueblos indgenas en desmedro de sus vecinos mestizos o campesinos quienes por no exhibir el plus simblico requerido que cotiza en el valuado mercado del exotismo, son sistemticamente excluidos de sus planes, es significativa- como Brasil donde como bien sintetiza DominiqueGallois(2000)siantes eran salvajes a civilizar, hoy deben ocultar sus marcas de civilizacinpara recibir apoyo en cuanto indios.

Es por eso que an cuando es innegable que el desarrollismo ha tenido fuertes cambios a lo largo de las tres ltimas dcadas incorporando paulatinamente formas

mas dialgicas de promover los cambios, tomando en cuenta las expectativas de las poblaciones destinatarios y prestando atencin a las necesidades locales, la hegemona discursiva que viene logrando el concepto de "desarrollo sustentable" al que irnicamente me refer como unaespecie de tercera va para el desarrolloque pretende subsanar los errores de las prcticas polticas antecesoras, parecen apuntar a convertirse en una variante aggiornada del desarrollismo de los 50 (Lins Ribeiro, 1992) mas que en la alternativa que sus emisarios pretenden defender (Shelton, 2002).

En tal sentido, vale recordar las palabras de Edgardo Cordeu (1989) quien a propsito de la situacin de desestructuracin tnica que viven los chamacoco o ishir del Chaco Boreal paraguayo sealaba con justezaque an cuando existan tendencias revivalistas entre los jvenes, el hecho de que sus valores y aspiraciones tengan como referente los smbolos de los Blancos, debera llamarnos la atencin sobre esa ilusin indigenista a ultranza que supone que las fuerzas de la etnicidad operan en todo tiempo y lugar y, lo que es peor, que son las nicas dignas de tenerse en cuenta pues no menos peligrosa que la ilusin desarrollista --que valoraba ciertas creencias y prcticas nativas como sntomas de una "resistencia al cambio"-- es esa otra ilusin que pretende erigir al marginal de la especie en un nuevo partero de la Historia (Cordeu, 1989: 123).

La verdad es que mirado en perspectiva crtica, laspresiones son muchas y aunque heterogneas resultan excesivas. A luz de los hechos --el aumento de la desigualdad, la concentracin de la riqueza, las diferencias entre los Estados, la etnitizacin de la mano de obra y las migraciones forzadas de contingentes enteros de poblaciones, por mencionar algunos de los tantos problemas que nos aquejan--ya no es novedad que estas polticas, casi siempre amparadas en el Bien de la Humanidad, terminan por perpetuar intereses y principios propios que estn muy lejos de las expectativas de las personas a quienes se las destina.

El escenario econmico y poltico sobre el que se despliega la antropologa, el desarrollo y la situacin actual de las poblaciones indgenas, merece entonces desplazarse de la mirada cortoplacista de la nueva versin ecologista de la antropologa para el desarrollo centrada en los lineamientos del Art. 8 inc j del Convenio de Diversidad Biolgica que estipula el reconocimiento equitativo de los beneficios y por tanto legitima el patentamiento de los conocimientos- hacia una antropologa del desarrollo dispuesta a preguntarse, como lo hace Escobar (1996) sobre cules seran las consecuencias econmicas, polticas y culturales de tales acciones para el futuro de las poblaciones nativas.

REFLEXIONES FINALES

Si bien no cabe duda que el anlisis crtico de la gnesis y significacin del concepto de desarrollo tiene el mrito de apuntar directamente a las relaciones de poder que intervienen en las prcticas del desarrollo, adolece de un criticismo radical poco edificante en su tendencia a rechazar dichas prcticas sin reparar en dos cuestiones claves sealadas oportunamente por Paula Colmegna (2002). La primera es el hecho de que la intervencin en proyectos de desarrollo, merced a sus propios fracasos, ha ido cambiando en los ltimos 30 aos remplazando el modelo verticalista, tecnocrtico y economicista en pos de modelos ms participativos de gestin. Un cambio que en nuestra opinin ha tenido comocorolario la gnesis de una nueva versin con todos sus defectos y virtudes- del desarrollo, conocida como etnodesarrollo o desarrollo sustentable.

La segunda es que la antropologa para el desarrollono constituye un bloque monolticodonde trminos como desarrollo o subdesarrollo indican posiciones de las naciones en una grilla objetiva definida por indicadores econmicos; se trata ms bien de un conjunto de prcticas heterogneas producto de proyectos puntuales que promueven formas de identidad por ejemplo, desarrollado vs subdesarrollado- en un mundo poscolonial.

Desde esta consideracin que, en todo caso, hoy es la imperante incluso en el mbito de organismos como el Banco Mundial-primero en promover una poltica dirigida especficamente hacia las poblaciones indgenas-, una antropologa mas predispuesta a intervenir en lo social se preocupa tanto de monitorear los conceptos que justifican las prcticas del desarrollo como promover la intervencin activa en el campo.Mirada en perspectiva, la labor de la antropologa en el terreno de las polticas del desarrollo ha impactado positivamente al insistir en la importancia de reparar en el punto de vista del nativo, un clich que se ajusta adecuadamente a nuestra especificidad profesional.

Sin embargo, buena parte de los objetivos de los proyectos de la antropologa para el desarrollo destinados a poblaciones indgenas en la regin todava hoy, adolecendel grave error de no reparar en las necesidades y expectativas de las poblaciones destinatarias, error que puede constatarse, entre otras de sus debilidades, en la tendencia a confundir las prcticas sustentables de las formas de explotacin del medio ambiente por parte de las poblaciones tradicionales con un supuesto espritu conservacionista que define su ser social en trminos de conservacionistas ambientales. La realidad es que los indios no son ni conservacionistas ingenuos ni depredadores intencionados y que sus formas de relacin con el medio ambiente no deberan hacerse extensivas a la totalidad de las poblaciones nativas ni generalizar ligeramente acerca de sus expectativas.

A pesar de ello, es este espritu alejado de la realidad nativa el que parece dominar en buena parte de las ONGs indigenistas y ambientalistas, tanto en el mbito amaznico como en el chaqueocomprometidas en lo que Alcida Ramos (1998) sintetiz lcidamente como la construccin arbitraria de un indio hiperreal, un modelo que parece ajustarse mas a los hologramas ticos de los organismos financiadores de crditos y de las ONGs que a la rica realidad sociocultural de las poblaciones nativas americanas. En el caso de Brasil, en la ltima dcada el modelo empresarial aplicado por las ONGs que promociona la individualidad y autonoma en culturas donde todava hoy los valores sociales estn focalizados en la colectividad- llev al rotundo fracaso de los planes desarrollados desatando la consecuenteautocrtica.

En la regin del chaco argentino que comprende a las provincias delChaco, Formosa, norte de Santa Fe y oeste de Salta- las ONGs indigenistas para la dcada de los 90 sumaban unas diez instituciones que trabajaban con grupos de las etnas mataco, toba, pilag y mocov, antiguos pueblos cazadores recolectores que actualmente utilizan las actividades tradicionales como segunda fuente de subsistencia. Marcela Mendoza (1994) distingue tres perodos en su accionar caracterizados por el desarrollismo, la evaluacin crtica y unlento reajuste a la visin indgena sealando que, los dos ltimos constituyen el resultado del replanteo de la poltica desarrollista que entenda la integracin al modelo nacional como inevitable y no consideraba posible la autodeterminacin y autogestin indgena. A pesar de tales replanteos, el origen de las instituciones que dan nacimiento a las ONGs contribuye a formalizar representaciones de los activistas hacia los indgenas y de los indgenas hacia los activistas dificultando el desarrollo de la comunicacin y convergencia de ideas entre ambos. El hecho de que por lo menos tres de las diez ONGs que actan entre los grupos nativos, estninspirados en el cristianismo[9]revela una lnea de continuidad histrica en las relaciones entre blancos e indios en el chaco paraguayo. Continuidad sostenida sobre la base de un campo de negociacin minado de malentendidos estratgicos destinados a perpetuar intereses propios a partir del silenciamiento del discurso del Otro (Conklin y Graham, 1995; Spadafora, 1998).En los otros dos pases los problemas de comunicacin no son muy distintos. Haciendo gala a la popular frase Dios atiende en Buenos Aires en Argentina, como en Brasil (Ramos, 1998) las necesidades de financiamiento del exterior obligan a los promotores a tener la oficina de contactos en Buenos Aires condicionando la relacin con las comunidades e invitando a construir un modelo de indgena bastante alejado de la realidad.

La compleja situacin producto de las condiciones polticas que llevaron al retiro del papel del estado y el fortalecimiento de las ONGs aunada a la marginalidad y pobreza extrema en que viven las sociedades indgenas de pases como Argentina, Brasil y Paraguay muestra que, an cuando algunos pueblos indgenas hayan logrado un posicionamiento estratgico en el nuevo mapa poltico global en las ltimas dcadas, no todos, por ms plsticos que sean, estn en condiciones de negociar lo que quisieran, de qu manera y cuando.Las limitaciones de una antropologa del desarrollo centrada en la crtica de la accin pero desentendida del compromiso de actuar en consecuencia, junto con la equivocada idea de que la accin no requiere de la reflexin promovida por una antropologa para el desarrollo centrada en la mera accin, contribuyen al quiebre entre campos falsamente dicotmicos y estandarizados esterilizando los vnculos entre todo lo que la teora tiene de accin y todo lo que la accin tiene de teora. En todo caso, conviene situar que todo depende de que consideremos como investigacin, accin, teora y prctica trminos que, detrs de su aparente oposicin conviven en la prctica diaria. En esta lnea Alejandro Isla (2002a) seala que autores como Ortner, Bourdieu,Giddensy De Certeau (citados en Isla, 2002a) invitan a revalorizar la prctica entendiendo que sta hace alusin tanto a lasubjetividad de los actores como a su posicin en la estructura social, consideracin que permite colocarse fuera del terreno de la subdisciplina antropologa aplicada para redefinir el rol del antroplogo de la accin como un antroplogo poltico. Esta aproximacin no solo permite otorgar un nuevo sentido a la antropologa de accin-que entendida como antropologa poltica permite unificar la tica a la accininvolucrando al autor como sujeto de accin y de estudio-, tambin presupone que los destinatarios de los cambios son tanto agentes como actores en la medida que estn mas o menos condicionados por suposicin en la estructura social o su subjetividad (Isla, 2002b: 16).

En mi perspectiva la fecundidad de este tipo de aproximacin reside en la capacidad de considerar a antroplogo ynativocomo actores y actuados obligndonos a una mirada de doble recorrido entre la teora y la accin, mas que a su encapsulamiento en uno u otro mbito. En este sentido, preguntas como para quin y desde donde producimos conocimiento resultan vitales en el intento de entender tanto las potencialidades como los lmites de nuestra actuacin profesional y por tanto, los desafos ticos que sta presupone para nosotros y para con nuestros interlocutores, sean o no indgenas.

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NOTAS:

[1]Investigadora del Consejo Nacional de Investigacin Cientfica y Tcnica y Docente de la Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[2]Como de hecho lo demuestran la ratificacin del Convenio sobre Poblaciones Indgenas y Tribales de la OIT (N. 169 de 1989), la creacin en 1992 del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indgenas de Amrica Latina y el Caribe, la proclamacin de 1993 como Ao Internacional de los Pueblos Indgenas del Mundo y del perodo 1994-2003 como Decenio Internacional de las Poblaciones Indgenas del Mundo por parte de las Naciones Unidas.

[3]Conforme a la poltica desarrollista de la dcada de los 60 en Argentina, el decreto 3.998 de 1965 dispuso la realizacin de un censo indgena nacional destinado ala ejecucin de una poltica indigenista conherente y continua(con el objetivo de)inducir cualquier proceso de aculturacin tendiente a producir mejoras en el desarrollo econmico, en las condiciones de sanidad, educacin, trabajo(DIP, 1991: 159 en Carrasco y Briones, 1996) Sus datos, sin embargo,nunca fueron procesados.

[4]La pregunta del Censo Nacional de Poblacin, Hogares y Vivienda del 2001 en su pregunta 2 rezaba "Existe en su hogar alguna persona que se reconozca descendiente o perteneciente a un pueblo indgena ?; A qu pueblo ? distinguiendo un total de 17 pueblos (chan, chorote, chulup, diaguita calchaqu, huarpe, mbay, mocov, ona, pilag, rankulche, tapiete, tehuelche, toba, tup guaran, wich) y una categora denominada "otro pueblo indgena ignorado".

[5]Utilizo deliberadamente como metfora del desarrollo sustentable o etnodesarrollo el concepto de tercera va desarrollado por Anthony Giddens dado que este pretenda asumirse como una tercera posicin que criticaba tanto los excesos del neoliberalismo como las limitaciones del modelo socialista, plantendose como unatercera posicin. Los referentes polticos de esta posicin poltica tales como Tony Blair en Inglaterra o Bill Clinton en Estados Unidos- han demostrado la esterilidad de las pretensiones de tal trmino en su intento de perfilarse como una especie de social democraciaaggiornada.

[6]1883 es el ao en que se adopt elConvenio de Pars para la proteccin de la Propiedad Industrial, primer tratado internacional destinado a que los pases obtengan proteccin en otros pases para sus creaciones intelectuales mediante derechos de propiedad intelectual, a saber:las patentes (invenciones); las marcas; los dibujos y modelos industriales.El Convenio de Pars entr en vigor en 1884 en 14 Estados. En1886 elConvenio de Berna para la Proteccin de las Obras Literarias o Artsticasestablece la defensa de los derechos de autor. Destinado a que las obrascontratantes obtuvieran proteccin internacional para su derecho a controlar el uso de sus obras creativas y a recibir un pago por ese uso, los derechos de autor se aplicaran anovelas, cuentos, poemas obras de teatro; canciones, peras, revistas musicales, sonatas y dibujos, pinturas, esculturas, obras arquitectnicas.Como en el caso del Convenio de Pars, para el Convenio de Berna se cre una Oficina Internacional encargada de llevar a cabo tareas administrativas. En 1893, esas dos pequeas oficinas se unieron para formar lo que se denominaran Oficinas Internacionales Reunidas para la Proteccin de la Propiedad Intelectual (Organizacin ms conocida por su sigla francesa BIRPI) precursorade la actual Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual. En1974, la OMPI pas a ser un organismo especializado del sistema de organizaciones de las Naciones Unidas y en 1978, la Secretara de la OMPI se traslad a su actual sede en Ginebra.

[7]La OMC se rige por una serie de "Acuerdos" entre los pases signatarios que establecen normas jurdicas internacionales en el terreno del comercio supervisando las polticas comerciales nacionales y brindando asistencia tcnica a los pases en desarrollo. Su creacin se debe a las negociaciones entre 1986 y 1994 de la Ronda Uruguay del GATT (sigla en ingls del Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio), la que integr por primera vez los derechos de propiedad intelectual.La importancia decisiva de la OMC con respecto a la bien intencionada pero limitada OMPI, reside en el hecho de que sus disposiciones tienen carcter de obligatoriedad para los Estados miembro, quienes a cambio de la pertenencia institucional que les otorga "beneficios de rebaja arancelaria"se ven obligados a seguir su paquete de normas regulatorias.La capacidad de coercin de laOMC puede constatarse tomando en cuenta los "Acuerdos / TRIPS" ("Trade Related Intellectual Property Rights o "Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio", ADPIC) cuyo funcionamiento y aplicacin por parte de los estados es supervisado por un Consejo regido por una normativa que permite a la OMC tener una impronta decisiva paradefinircuales"intercambios" o "transacciones" gozaran de la proteccin del rgimen de propiedad intelectual. Este poder para disponer lo que merecer o no proteccin, restringe las "disposiciones" de la OMPI, limitada a recomendar a los estados sobre polticas adecuadas en materia de propiedad intelectual.

[8]No es un dato menor el hecho de que las instituciones y empresas de los pases desarrollados tengan una prioridad significativa en la cobertura de las patentes. Entre 1990 y 1995 de las 25.000 patentes registradas vinculadas a la biotecnologa moderna, alrededor del 30% se originaron en EE.UU. y el otro 30% en Japn siendo que algunos de los productos patentados fueron desarrollados por habitantes de la selva tropical. Esta situacin se vuelve pattica si consideramos que el 90% de la tan aclamada diversidad cultural est compuesta por poblaciones nativas que viven en condiciones de extrema pobreza cuya cuarta parte habita Amrica Latina, muchas de las cuales en zonas estratgicas desde el punto de vista de la biodiversidad.

[9]Nos referimos a la South American Missionary Society, ENDEPA (Equipo Nacional de la Pastoral Aborigen) y la JUM (Junta Unida de Misiones que nuclea a varias iglesias). Instituciones como INDES (Instituto para el Desarrollo Econmico y Social), INCUPO (Instituto de Cultura Popular) y FUNDAPAZ (Fundacin para el Desarrollo en Justicia y Paz, estn inspiradas en iniciativa de individuos y grupos con formacin tcnica profesional o vocacin de servicio.