Sri Aurobindo o La Aventura de La Con Ciencia

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    Satprem

    SRI AUROBINDOOLA AVENTURA

    DE LACONCIENCIA

    Traduccin de Ricardo Barrios

    1 edicin: marzo de 19842 edicin: abril de 1989

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    PREFACIO A LA SEGUNDA EDICION FRANCESA

    El reino de la aventura ha terminado. Aunque vayamos hasta la sptima galaxia, provistos de cascos

    y mecanizados, volveremos a encontrarnos con lo que somos en realidad: unos nios ante la muerte,

    unos seres vivos que no saben muy bien cmo ni por qu viven ni adnde van. Y bien sabemos que sobre

    la tierra el tiempo de los Corts y de los Pizarro ha llegado a su fin: la Mecnica misma nos aprisiona,

    la ratonera se cierra de nuevo. Pero, como siempre, descubrimos que nuestras ms sombrasadversidades son nuestras mejores ocasiones, y que el paso tenebroso es slo un paso conducente a una

    mayor luz. Nos encontramos, pues, acorralados ante el ltimo terreno que nos quedaba por explorar, la

    ltima aventura: nosotros mismos.

    Los signos abundan, son sencillos y evidentes. El fenmeno ms importante de esta dcada no es el

    viaje a la luna, sino los "viajes" de las drogas y la gran trashumancia de los hippies y la efervescencia

    estudiantil por todo el mundo. Y adnde iran? Ya no queda espacio en el hervidero de las playas, ni

    en las carreteras congestionadas, ni en la creciente termitera de nuestras ciudades. Hay que dirigirse a

    otra parte.

    Pero hay todo tipo de "otras partes". Las de las drogas son inciertas y estn llenas de peligros, y,

    sobre todo, dependen de un medio exterior-una experiencia debe poder obtenerse a voluntad y no

    importa dnde, en medio del mercado o en la soledad de nuestra estancia; de lo contrario no es unaexperiencia, sino una anomala o una esclavitud. Las del psicoanlisis se limitan de momento a algunos

    stanos mal iluminados y, sobre todo, carecen de la palanca de consciencia que permite ir adnde uno

    quiere como dueo y seor, y no como testigo impotente o como vctima enfermiza. Las de la religin son

    ms luminosas, pero dependen igualmente de un dios o de un dogma, y, sobre todo, nos encierran en un tipo

    de experiencia; porque se puede tambin, y an ms, ser prisionero de otros mundos lo mismo que de ste. Y

    finalmente, el valor de una experiencia se mide por su poder de transformacin de la vida, de lo contrario

    nos hallamos ante un sueo o una alucinacin.

    Ahora bien, Sri Aurobindo nos lleva a efectuar un doble descubrimiento del que tenemos urgente

    necesidad si queremos no slo dar una salida a nuestro sofocante caos, sino tambin transformar

    nuestro mundo. Porque siguiendo paso a paso con l su prodigiosa exploracin -su tcnica de los

    espacios interiores, diramos- se nos conduce al mayor descubrimiento de todos los tiempos, al umbral

    del Gran Secreto que debe cambiar la faz del mundo, a saber que la consciencia es un poder.

    Obnubilados como estamos por la "inevitable" condicin cientfica en que hemos nacido, parece como

    si el hombre no tuviera otra esperanza que la de la proliferacin cada vez ms enorme de sus mquinas

    que vern mejor que l, oirn mejor que l, calcularn mejor que l. Se trata de saber que podemos ms

    que nuestras mquinas, y que esta enorme Mecnica que nos ahoga puede derrumbarse con la misma

    rapidez con que ha nacido, slo con que queramos tomar la palanca del verdadero poder y descender a

    nuestro propio corazn como exploradores metdicos, rigurosos y lcidos.

    Tal vez entonces descubramos que nuestro esplndido siglo XX se hallaba an en la edad de piedra

    de la psicologa, y que con toda nuestra ciencia no habamos alcanzado todava la verdadera ciencia de

    vivir, ni el dominio del mundo ni el de nosotros mismos; y que ante nosotros se abren horizontes de

    perfeccin, de armona y de belleza, frente a los cuales nuestros soberbios descubrimientos son como

    torpes tentativas de aprendiz.

    SATPREMPondichry, 27 de enero de 1970

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    sistema filosfico armonioso, y para otros ser una pgina de msica, un ro, un amanecer en el mar, ytodas son formas de respirar en el infinito. Pero stos son breves instantes y nosotros querramos algopermanente. Son minutos sujetos a no pocas condiciones inapresables, y nosotros querramos algoinalienable, que no dependiese de condiciones ni de circunstancias, una ventana, en suma, en nosotros,que no volviera a cerrarse nunca.

    Y como esas condiciones se consiguen difcilmente en la tierra, decimos "Dios", "espiritualidad","Cristo y "Buda" y todo el linaje de los fundadores de las grandes religiones, y todas son formas dealcanzarlo permanente. Mas puede ser que nosotros no seamos hombres religiosos ni espiritualistas, sinohombres simplemente, que creemos en la tierra; hombres que desconfiamos de las grandes palabras, quenos hallamos cansados de los dogmas y que acaso estemos tambin fatigados de pensar demasiado bien;hombres, en fin, que slo queremos nuestro pequeo ro que corre por el Infinito. Haba en la India unsanto insigne que durante muchos aos, antes de haber alcanzado la paz, haca a cuantos le salan al pasoesta pregunta: "Has visto a Dios?... Has visto a Dios?" y se alejaba malcontento porque siempre lerespondan con meras historias. El quera ver. Y no careca de razn, si se toma en cuenta toda lamentira que los hombres cubren con la palabra Dios, como lo hacen tambin con tantas otras palabras.Cuando nosotros hayamos visto, entonces hablaremos de ello, o tal vez entonces guardaremos silencio.

    No, nosotros no queremos darnos por satisfechos con meras palabras; nosotros queremos emprender elviaje con todo lo que tenemos desde el punto donde nos encontramos, con nuestros zuecos y el barro quea ellos se adhiere, y tambin con nuestro rayito de sol en el zurrn de nuestros das buenos, porque esaes, simplemente, nuestra fe. Y luego, bien sabemos que tal como es la tierra no es nada bueno yquisiramos que cambiara; mas hemos llegado ya a perder la confianza en las panaceas universales, enlos movimientos, en los partidos, en las teoras. Emprendemos la marcha en el kilmetro cero, es decir,en nosotros mismos, lo que, ciertamente, no es gran cosa, pero es todo cuanto tenemos, y este trozo demundo es el que trataremos de cambiar antes de salvar al resto. Pero tal vez no seamos tan inocentes,pues quin sabe si cambiar el uno no sea el medio ms eficaz de cambiar el otro?

    Qu puede hacer Sri Aurobindo por nosotros en este bajo nivel?Hay un Sri Aurobindo filsofo, un Sri Aurobindo poeta -poeta fue l esencialmente-, un visionario de

    la evolucin, mas no todo el mundo es filsofo, ni poeta, ni, menos an, vidente. Y si l nos deparase unmedio de creer en nuestras posibilidades -no humanas solamente, sino sobrehumanas y divinas-, unmedio no slo de creer en ellas, sino de descubrirlas nosotros mismos, paso a paso, un medio de ver y dellegar a ser amplios, amplios como la tierra que amamos, y todas las tierras y todos los mares quellevamos dentro, estaramos acaso satisfechos? Porque tambin hay un Sri Aurobindo explorador -queera yogui-; mas no dijo l mismo, por ventura, que "el yoga es el arte del descubrimiento consciente deuno mismo"? 3

    Esta exploracin de la consciencia es la que nosotros quisiramos emprender con l, y si procedemoscon calma, con paciencia, con sinceridad, afrontando valerosamente las dificultades del camino -y biensabe Dios si es escabroso el camino-, no hay razn alguna para que la ventana que nos llenar de solpara siempre no se abra un da. A decir verdad, no es una sola, sino numerosas las ventanas que una trasotra se abren, sobre un espacio ms vasto cada vez, sobre una nueva dimensin de nuestro reino, y cadavez se produce un cambio de consciencia tan radical como puede serlo, por ejemplo, el paso del sueo ala vigilia. Nos proponemos reconstruir aqu las principales etapas de esos cambios de consciencia, talcomo Sri Aurobindo tuvo experiencia de ellos y como los describi a sus discpulos en su yoga integral,hasta el momento en que ellas nos conduzcan al umbral de una nueva experiencia, desconocida an yque acaso tenga el poder de cambiar la vida.

    Porque Sri Aurobindo no es solamente el explorador de la consciencia, sino a la vez el arquitecto deun mundo nuevo. A qu cambiar de consciencia si el mundo circundante sigue siendo lo mismo que es

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    ahora? Corremos el riesgo de ser como aquel rey de Andersen que iba desnudo por las calles de sucapital. As, tras haber recorrido la ltima frontera de mundos no desconocidos a la antigua sabidura, SriAurobindo descubri otro mundo que no figuraba en ningn mapa, y le dio el nombre de Supramental;ese mundo es el que ha querido hacer bajar a la tierra. Y nos invita a colaborar con l en la empresa y aparticipar de una bella historia, si es que las historias nos gustan. Porque el Supramental, dice Sri

    Aurobindo, apareja un cambio decisivo en la evolucin de la consciencia terrestre -de hecho, es justamente el cambio de consciencia el que dispondr de poder para transformar nuestro mundomaterial- y para transformarlo de modo tan profundo y duradero -esperamos que para bien- como no loha hecho la Mente desde que por primera vez se manifest en la Materia-. Entonces veremos cmo elyoga integral desemboca en un yoga supramental o yoga de transformacin terrestre, que nosotrostrataremos de esbozar aqu, solamente de esbozar, porque la historia se halla ahora en trance derealizacin, es nueva de todo punto y difcil, y no sabemos muy bien todava a dnde nos conducir nisabemos siquiera si alcanzar lo que se propone.

    En el fondo, ello depende en parte de todos nosotros.

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    I

    UN OCCIDENTAL CONSUMADO

    Como hombre, Sri Aurobindo se halla cerca de nosotros, porque, despus de todo, cuando hayamossaludado respetuosamente a la "sabidura de Asia" y a los raros ascetas que parecen mofarse de nuestrasleyes, podremos advertir que nuestra curiosidad ha sido conmovida, mas no as nuestra vida, y que annos har falta una verdad de orden prctico capaz de sobreponerse a nuestros inviernos agotadores. SriAurobindo ha conocido muy bien nuestros inviernos:, ms an, en ellos ha pasado los aos de suformacin, de los siete a los veinte de su edad. Vivi de una buhardilla a otra, a merced de hospederosms o menos benvolos, contentndose con una comida por da y careciendo de abrigo que echarsesobre los hombros, pero cargado siempre de libros: los simbolistas franceses, Mallarm, Rimbaud, aquienes lea en su lengua original antes an de haber ledo traduccin alguna de la Bhagavat Gita. SriAurobindo es para nosotros el sujeto de una sntesis nica.

    Naci en Calcuta el 15 de agosto de 1872, el ao de las Iluminaciones de Rimbaud; ya entonces lafsica moderna haba nacido con Max Planck; Einstein es pocos aos menor que l y Julio Verne sondeapor entonces el futuro. Sin embargo, la reina Victoria se prepara a coronarse emperatriz de la India, y nose ha dado cima siquiera a la conquista del frica; nos encontramos en la conjuncin de dos mundos. Lahistoria nos da a veces la impresin de que los perodos de prueba y de destruccin preceden aladvenimiento de un mundo nuevo, pero acaso ello sea un error y que ms bien porque el nuevo germenha nacido ya es por lo que las fuerzas de la subversin (o de descombro) se exacerban. Como quiera quesea, Europa se encuentra en la cima de su gloria; la partida parece jugarse en el Oeste. Esto lo habacomprendido as el doctor Krishnadhan Ghose, padre de Sri Aurobindo, quien, por haber estudiadomedicina en Inglaterra, se haba convertido de todo punto a la cultura inglesa. En modo alguno queraque sus hijos -tena tres, de los cuales Sri Aurobindo era el menor- se contaminasen del misticismo"retrgrado y embriagador" en que su pas pareca hundirse. No quera siquiera que sus hijos conociesenninguna de las tradiciones ni de las lenguas de la India. Sri Aurobindo fue, pues, dotado no slo de unnombre ingls -Akroyd-, sino de una institutriz inglesa -Miss Pagett-, y luego, desde la edad de cincoaos, enviado a Darjieling, a una escuela de monjas irlandesas, con los hijos de los administradoresbritnicos. Dos aos ms tarde los tres hijos del doctor Ghose partan para Inglaterra. Sri Aurobindotena siete aos. Y hasta los veinte no aprender el bengal, su lengua materna, ni volver a ver a supadre, muerto poco antes de su regreso a la India; a su madre s, aunque enferma, quien apenas loreconocer al verlo. Nos hallamos, pues, en presencia de un nio que ha crecido fuera de toda influenciafamiliar, nacional o tradicional, en presencia, en suma, de un genio libre. Acaso la primera leccin quenos da Sri Aurobindo sea justamente una leccin de libertad.

    Sri Aurobindo y sus dos hermanos fueron confiados a un pastor anglicano de Manchester, "coninstrucciones estrictas de que no conociesen a ningn hind ni se expusiesen a ninguna influencia india";decididamente, este doctor Ghose era hombre singular. Orden asimismo al pastor Drewett que no dieseninguna instruccin religiosa a sus hijos, a fin de que ellos mismos pudiesen escoger, si queran, supropia religin cuando tuviesen edad para ello. Luego, durante trece aos, los abandon a su suerte. Bienpodra creerse que el doctor Ghose fuese un hombre sin corazn, mas no era as; no slo prodigaba suscuidados, sino su dinero a. los pobres de las aldeas bengales, en tanto que sus hijos carecan en Londresde lo necesario aun para comer y para vestirse, y muri de pesar cuando se enter, por error, de que suhijo predilecto, Aurobindo, haba naufragado. Pero quera que sus hijos fuesen hombres de carcter.

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    Los primeros aos en Manchester fueron de alguna importancia para Sri Aurobindo, porque aprendiel francs -el ingls ser naturalmente su lengua "materna"- y descubri entonces en s mismo unainclinacin espontnea hacia nuestro pas; no dir acaso, al trmino de sus largos aos de Inglaterra?:"Yo estaba apegado al pensamiento y a la literatura ingleses y europeos, pero no a Inglaterra como pas;yo no tena vnculos all... Si hay una tierra en Europa a la que yo estuviera unido como a una segunda

    patria, intelectualmente tanto como por el corazn, sa era una tierra que yo no haba visto, donde nohaba vivido, al menos en esta vida, y esa tierra no era Inglaterra, sino Francia". 2 Luego el poeta ya sehaba despertado en l; ya escuchaba "el murmullo de las cosas invisibles" de que habla uno de sus msantiguos poemas, ya la ventana interior se haba abierto, aunque la religin lo hubiese tocado muysuperficialmente a juzgar por el relato de su conversin; en efecto, la madre del pastor Drewett se habapropuesto salvar el alma de los tres pequeos herejes, en todo caso la del menor de ellos, a quien llevun da consigo a una reunin de pastores "no conformistas". "Una vez hechas las plegarias -cuenta SriAurobindo-, toda la gente se dispers, a excepcin de los devotos; era la hora de las conversiones. Yome aburra en extremo. Despus, un pastor se aproxim a m y me hizo algunas preguntas [SriAurobindo deba tener entonces diez aos]. No responda nada. Entonces todos exclamaron: Estsalvado! Est salvado! y se pusieron a orar por m y a dar gracias a Dios". Sri Aurobindo, el vidente,

    no haba de ser nunca un hombre religioso ni en la India ni en Occidente; muy a menudo procur ponerhincapi en que la religin y la espiritualidad no son necesariamente sinnimas. "La verdadera teocracia-escribir ms tarde- es el reino de Dios en el hombre, no el reino de un papa, de una Iglesia o de unacasta sacerdotal".

    Tiene doce aos cuando da comienzo la etapa londinense de su vida; ya conoce a fondo el latn y lalengua francesa. El director del St. Pauls School, a donde Sri Aurobindo ingresa, se muestra tansorprendido del talento de su alumno, que decide darle l mismo lecciones de griego. Al cabo de tresaos, Sri Aurobindo poda tomarse la libertad de saltar la mitad de sus cursos y de entregarse casi porentero a la lectura, que es su ocupacin favorita. Nosotros ignoramos lo que escap a este adolescentevoraz -aparte del cricket, que en verdad no le apasionaba ya ms que los Sunday-school-; pero Shelley yel Prometeo libertado, los poetas franceses, Homero, Aristfanes y muy pronto todo el pensamientoeuropeo -porque tempranamente supo lo suficiente de alemn y de italiano para leer a Dante y a Goetheen su lengua original- pueblan la soledad de la que nada nos dice l mismo. Tampoco trataba de crearserelaciones, en tanto que Mono Mohan, el segundo de sus hermanos, corra por Londres en unin de suamigo Oscar Wilde y haba de distinguirse en la poesa inglesa. A la verdad, cada uno de los treshermanos viva su propia vida. Sri Aurobindo, sin embargo, no era un joven severo y menos an unpuritano (los pruritanos, deca); simplemente, l se hallaba "en otra parte" y su mundo estaba lleno. Aunen sus chanzas mostraba cierta gravedad que no le abandon nunca. "El sentido del humor? Es la sal dela existencia. Sin l, hace mucho tiempo que el mundo estara completamente desequilibrado -ya lo estno poco- y perdido". Porque hay un Sri Aurobindo humorista, y acaso sea este Sri Aurobindo msimportante que el filsofo de quien hablan con gravedad las universidades de Occidente; la filosofa noera para Sri Aurobindo sino el medio de hacerse comprender de cierta categora de gente que nadaentiende sin explicaciones; la filosofa era para l un medio de expresin, como lo era tambin la poesa,aunque, esta ltima, un medio ms claro y verdadero; mas el humorismo era parte esencial de su ser; nose trata, por cierto, del humorismo zumbn del hombre ingenioso, sino de una manera de gozo que nopuede dejar de manifestarse por- dondequiera que pasa. A veces, igual que un relmpago que nos deja untanto deslumbrados, adivinase tras las circunstancias humanas irs trgicas y lastimeras una risa casiburlona, como la (le un nio que juega al drama y de pronto hace una mueca, porque su naturaleza loinclina a la risa, y porque, en el fondo, nada ni nadie en el mundo puede tocar ese interno reducto en quecada uno de nosotros reina siempre. Acaso sea ste, en verdad, el sentido del humorismo aurobindiano,

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    un rechazo del drama; ms an, el sentimiento de una realeza inalienable.Ignoramos si en este St. Pauls School se apreciaba su humorismo, pero s, seguramente su asombrosa

    cultura; una beca que le haba sido otorgada iba a permitirle ingresar a Cambridge -y ya era tiempo,porque los subsidios de su familia haban desaparecido casi de todo punto-, pero era poco an para ponerremedio al fro y al hambre, tanto ms cuanto que los hermanos mayores participaban tambin, en grado

    no pequeo, de aquella ayuda. Qu iba a hacer Sri Aurobindo en este semillero de gentlemen? Tenaentonces dieciocho aos y, sin duda, obedeca los deseos de su padre. Pero no por mucho tiempo. Desdesu primer ao en el Kings College acumula todos los premios de poesa griega y latina, mas su coraznno se halla all. Juana de Arco, Mazzini, la revolucin americana lo persiguen: en suma, la liberacin desu pas, la independencia de la India, de la cual ser uno de los primeros artesanos. Esta imprevistavocacin poltica haba de ocuparlo por cerca de veinte aos, a l que no saba bien lo que era un Indio ymenos an un Hind. Pero muy pronto colmar ese vaco; tanto en lo que atae al hinduismo como encuanto concierne al occidentalismo, si ello se puede decir as, l sabr tomar doble bocado y hacer ladigestin; por lo dems no ser verdaderamente Sri Aurobindo sino cuando se haya asimilado lo uno ylo otro y descubierto el punto en que ambos mundos se encuentran en algo que no es ni el uno ni el otro,ni siquiera una sntesis, sino ms bien, como dice la Madre -continuadora de la obra de Sri Aurobindo-

    una tercera posicin, "otra cosa", de la que tenemos viva necesidad, nosotros que no somos nimaterialistas limitados ni espiritualistas exclusivos.Se hizo entonces secretario de la Indian Majlis, asociacin de estudiantes indios de Cambridge;

    pronuncia discursos revolucionarios, echa por la borda su nombre britnico, se afilia a una sociedadsecreta: "Loto y Pual", nada menos! (mas el romanticismo poda conducir tambin a la horca). Ensuma, se hace sospechoso y pronto figura en la lista negra de Whitehall. Esto no le impide obtener unalicenciatura de Letras clsicas; luego, una vez pasado el examen, renuncia al grado, como si aquellofuese ya insuficiente. Se presenta tambin al clebre concurso del Indian Civil Service, llamado a abrirlelas puertas del gobierno de la India al lado de los administradores britnicos, obtiene brillantesresultados, pero no se cuida de someterse a la prueba de equitacin -se va de paseo ese da en vez decabalgar en Woolwich- y queda descalificado. En esta ocasin el decano de Cambridge se exaspera yescribe: "Que se pierda para el gobierno de la India un hombre de tales calidades simplemente porque nomont un caballo o porque no acudi a la cita, me parece -lo confieso- un monumento de miopa oficialque sera difcil de superar. Durante los dos ltimos aos su vida ha sido muy difcil y atribulada. Lasremesas de fondos de su pas han cesado casi por entero y l ha tenido no slo que proveer a sus propiasnecesidades, sino mantener a sus hermanos tambin... En muchas ocasiones he escrito a su padre ennombre suyo, pero sin mucho xito. Slo hace poco tiempo consegu de l algn dinero para pagar a loscomerciantes, que de lo contrario, hubieran mandado a su hijo a la crcel... "7 La defensa del decano nodio ningn fruto. La Colonial Office haba tomado la decisin: Sri Aurobindo era sujeto de cuidado. Yno estaban, por cierto, equivocados.

    Tiene veinte aos cuando se embarca con rumbo a la India. Su padre acaba de morir. Sri Aurobindocarece de fortuna y de ttulos. Qu le queda de sus trece aos en Occidente? Nos sentimos tentados ahacer nuestra la justa definicin de Edouard Herriot, porque si bien es verdad que la cultura es todocuanto queda cuando todo se ha olvidado, cierto es tambin que lo que nos queda de Occidente, cuandolo dejamos, no son ni sus libros ni sus museos ni sus espectculos, sino una necesidad de convertir enhechos vivos todo lo que hemos soado. Esta es, sin duda, nuestra virtud occidental. Infortunadamenteposeemos demasiada inteligencia para tener algo en verdad clarividente que realizar afuera de nosotrosmismos, en tanto que la India, pletrica por dentro, no es lo bastante exigente para igualar lo que ve conlo que vive. Esta leccin no haba de ser intil.

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    LA LEY ETERNA

    "Nuestro proletariado se halla hundido en la ignorancia y anonadado en la indigencia!" 1 exclama SriAurobindo en cuanto desembarca en la India. No son problemas metafsicos los que le salen al paso,sino un problema de accin. Actuar, en el mundo estamos para actuar; falta saber qu accin emprendery, sobre todo, cul es el mtodo adecuado a la accin ms eficaz. Esta actitud prctica ser propia de SriAurobindo desde sus primeros pasos en la India hasta sus ms altas realizaciones yguicas. Recordamosun viaje al Himalaya (perdn por la digresin) y haber pasado all das de privilegio en compaa de unsabio, entre los pinos y las adelfas, ante un horizonte de hielos resplandecientes, entre el cielo y el valle.Todo esto est muy bien y nosotros nos decamos que era fcil tener pensamientos divinos, acaso

    visiones tambin, a esa altura del mundo; pero y abajo? No estbamos equivocados del todo, aunque -como lo hemos aprendido ms tarde-, bien se puede hacer, y hacer mucho por el mundo, en el silencio yla inmovilidad del cuerpo -una ilusin tenaz nos hace confundir la agitacin con la accin-; sin embargo,qu quedara de nuestros minutos divinos una vez substrados a nuestra soledad y arrojados a lallanura? Hay en ello un espejismo que los hinduizantes haran bien en estudiar, porque, despus de todo,si es la evasin del mundo lo que nos tienta, un rincn de los Alpes o de La Camargue seran suficientes,incluso una celda de muros encalados; bien se mofa de los Ganges o de los Brahmaputras la"peregrinacin a las fuentes". Qu iba a dar la India a Sri Aurobindo? Es ella por ventura duea dealgn secreto que valga para la accin en la vida?

    Si damos crdito a los libros que hablan de hinduismo, se tratara de una especie de paleontologaespiritual entrecortada de polislabos snscritos, como si el hind fuese un filsofo enigmtico a la vezque un idlatra impenitente. Mas, si sencillamente contemplamos a la India por dentro, sin la pretensinde entrecortar en ella prrafos de hinduismo (siempre falsos, porque corremos el riesgo de ser como elviajero que, habiendo recorrido Delhi en mayo, encontr que la India era trrida, y si hubiera ido al estey al sur, en noviembre, en marzo y en todas direcciones, se habra percatado de que la India es fra yardiente, hmeda, desrtica, mediterrnea y dulce; que es un mundo tan indefinible como su"hinduismo", que no existe, porque el hinduismo no es una creencia ni una longitud espiritual, que no sele estudia ni se le conoce a fondo; todo en ella es posible), si la contemplamos por dentro, digo,descubriremos que la India es el pas de una inmensa libertad espiritual. El sedicente "hinduismo" es unainvencin occidental; el hind dice solamente "la ley eterna", sanatana dharma, que l sabe muy bienque no es una exclusividad india, sino musulmana tambin, negra, cristiana y aun anabaptista. Lo que aloccidental le parece la parte ms importante de una religin, es decir, la estructura que la distingue de lasdems religiones y que hace que uno sea catlico o protestante, y que piense como este o como aquel oque se incline por este o aquel artculo de fe, esa es la parte menos importante para el hind, queinstintivamente trata de borrar las distinciones exteriores a efecto de encontrar a todos los dems en elpunto central en que todo se comunica.

    Esta amplitud es cosa muy distinta de la "tolerancia", que slo es el anverso negativo de laintolerancia; es la comprensin positiva de que cada hombre tiene una necesidad interior, que suelellamarse Dios o de muchas otras maneras, y de que cada hombre tiene necesidad de amar lo quecomprende de Dios, a su propio nivel y en el grado particular de su desarrollo interior, y que la manera

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    de Pablo no es la de Juan. Que todo el mundo pueda amar a un dios crucificado, por ejemplo, le pareceantinatural al hind medio, que se inclinar respetuosamente ante el Cristo (con tan espontneo respetocomo ante su propia imagen de Dios), pero que considera que la faz de Dios se halla tambin en la risade Krishna, en el terror de Kali, en la dulzura de Saraswati y en mil ms que danzan, policromas ybigotudas, y alegres, y temerosas, iluminadas, compasivas -"un dios que no supiese rer no habra podido

    crear este universo humorstico", deca Sri Aurobindo

    2

    -,

    y que todo es Su faz, todo es Su juego, terribley bello, barroco como nuestro mundo. Porque ese pas -la India-, tan atiborrado de dioses, es al mismotiempo tambin el pas de una fe monoltica en la Unidad: "nico, El preside todos los nacimientos ytodas las naturalezas; El mismo es la matriz de todo" (Shwetashwatara Upanishad V. 5). Mas no todo elmundo puede saltar de primera intencin al Absoluto, hay muchos grados er. la Ascensin, y aquel quese halla preparado para comprender una pequea Lalita de rostro infantil y para ofrendarle su incienso ysus flores, no sabra dirigirse a la Madre eterna en el silencio de su corazn, y otro rechazar todas lasformas para abismarse en la contemplacin de Aquello que no tiene nombre. "Tal como los hombresvienen a M, yo los acepto. Es mi camino el que los hombres siguen por doquiera", dice la Gita (IV.11). Ya se ve, hay tantas maneras de comprender a Dios, en tres o en millones de personas, que ms valeno dogmatizar ni dejar finalmente un Dios cartesiano, nico y universal a fuerza de estrechez. Acaso

    confundamos nosotros todava unidad y uniformidad. Dentro del espritu de esta tradicin dir SriAurobindo: "La perfeccin del yoga integral llegar cuando cada hombre sea capaz de seguir su propiocamino de yoga y de trabajar por el desarrollo de su propia naturaleza en su marcha hacia lo quetrasciende toda naturaleza. Porque la libertad es la ley final y la ltima realizacin".3

    El hind tampoco dice nunca: "Cree usted en Dios?", porque la pregunta le parece tan infantil comodecir "Cree usted en CO2?"; el hind dice simplemente: "Haga usted mismo la prueba; si hace esto,llegar a aquello, y si hace tal cosa, usted alcanzar tal resultado". Todo el ingenio, todo el esmero ytoda la precisin que en Occidente hemos desplegado hace cien o doscientos aos en el estudio de losfenmenos fsicos, la India los ha puesto con igual rigor, desde hace cuatro o cinco mil aos, en el

    examen de los fenmenos interiores; para ser un pueblo "soador", nos reserva, a la verdad, no pocassorpresas. Y si somos honestos, pronto veremos que nuestros estudios "interiores", es decir, nuestrapsicologa, nuestro psicoanlisis, nuestro conocimiento del hombre se hallan todava en paales, por lasencilla razn de que el conocimiento de s es una ascesis tan metdica, tan paciente y a veces tanfastidiosa como los largos aos de introduccin a- la fsica nuclear; y si uno quiere progresar en eseorden de cosas, no basta la lectura de libros ni el coleccionar fichas clnicas y todas las neurosis de unsiglo descentrado: es preciso pagarlo con la propia persona. A decir verdad, si pusiramos en lainvestigacin de nuestro interior tanta sinceridad, tanta exactitud y tanta perseverancia como ponemos ennuestros libros, pronto iramos muy lejos: el Occidente nos reserva tambin no pocas sorpresas. Mas seramenester deshacerse de ciertas ideas preconcebidas: Coln no trazaba el mapa del Atlntico antes dehaber zarpado del Puerto de Palos! Acaso convenga repetir estas infantiles verdades, porque parece queestuviramos atrapados entre dos falsedades: la falsedad harto seria de los espiritualistas, que hanresuelto el caso de Dios en unos cuantos prrafos infalibles, y la falsedad no lo bastante seria de losocultistas y videntes elementales que han reducido lo invisible a una especie de desvergenzaimaginativa. La India nos remite sabiamente a la experiencia directa y a los mtodos experimentales.Pronto haba Sri Aurobindo de aplicar esta esencial leccin de espiritualidad experimental. Mas qu

    Todos los textos sagrados que citaremos en este ensayo: Upanishads, Vedas, Gita, etc., se deben a traduccin de SriAurobindo

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    hombres, qu material humano iba l a encontrar en esta India que no conoca? Cuando hayamos hechode lado el abigarramiento extico y las costumbres tan raras para nosotros, que divierten y desconciertanal turista, algo de extrao quedar, por lo menos, y si decimos que es un pueblo gentil, soador, fatalista,desapegado del mundo, habremos tocado el efecto, no la causa. Extraa es la palabra, porqueespontneamente, en su substancia fsica misma, sin que en ello se mezcle ni una sola "idea" ni "fe"

    ninguna, el hind sumerge sus races en otros mundos; l no es de todo punto de aqu. Y esos otrosmundos afloran de continuo en l -"al menor toque el velo se rasga", observaba Sri Aurobindo-, de talsuerte que este mundo fsico, para nosotros tan absoluto, tan real, tan nico, para l no parece sino unamanera de vivir entre muchas otras, una modalidad, entre muchas otras, de la existencia total; en suma,una pequea frontera catica, agitada, harto penosa, al margen de "inmensos continentes por detrs"."Esta diferencia substancial entre el hind y los dems pueblos en nada se manifiesta mejor que en suarte, como se manifiesta igualmente en el arte egipcio (y lo suponemos tambin, sin conocerlo, en el artede la Amrica Central), porque si se dejan nuestras catedrales ligeras, abiertas, esbeltas como un triunfodel pensamiento divino de los hombres, y de sbito nos hallamos en el silencio de la Abydos del Nilo enpresencia de Sekmeth, o bien, tras el peristilo de Dakshineshwar, frente a frente de Kali, algo sentimos,quedamos repentinamente atnitos ante una dimensin desconocida, una "cierta cosa" que nos deja un

    tanto estupefactos y que en modo alguno se encuentra en todo nuestro arte occidental. En nuestrascatedrales no hay secretos. Todo est all, claro y muy limpio, abierto a los cuatro vientos para quientiene ojos exteriores... y, sin embargo, cuntos secretos... No se trata aqu de comparar mritos -seratan absurdo!-, sino de decir sencillamente que algo hemos olvidado. Cmo no nos ha sorprendido, apesar de todo, que si tantas civilizaciones, que fueron gloriosas y refinadas antes de la nuestra -tengamosla modestia de admitirlo-, y cuyas minoras selectas no eran menos "inteligentes" que las de nuestrasSorbonas, tuvieron la visin y la experiencia de jerarquas para nosotros invisibles y de grandes ritmospsquicos que excedan la breve pulsacin de una vida humana nica, todo ello no era acasoprobablemente una aberracin mental -extraa aberracin que aparece a millares de leguas encivilizaciones ajenas una a la otra- ni una supersticin de viejas damas imaginativas. Hemos arrasado laedad de los Misterios y todo es admirablemente cartesiano, pero algo falta. El primer signo del hombrenuevo acaso sea el hecho de que se despierta ante la terrible falta de alguna cosa, que no le dan ni suciencia, ni sus Iglesias, ni sus ruidosos placeres. No se amputa impunemente al hombre de sus secretos.Este era un testimonio vivo que la India deparaba a Sri Aurobindo, a menos que l no lo conociese ya ensu propia substancia.

    Sin embargo, si se supone que la India en que sobreviven antiguos Misterios nos dar la solucinprctica que buscamos, corremos el riesgo de vernos defraudados. Sri Aurobindo, que supo muy prontoapreciar la libertad, la amplitud espiritual y el inmenso esfuerzo experimental que la India revela alaspirante, no se dejar ganar en todo ni mucho menos; no porque haya nada que rechazar; nada hay querechazar en ninguna parte, ni en el sedicente hinduismo ni en el cristianismo ni en ninguna otraaspiracin del hombre: antes bien, hay que ampliarlo todo, ampliarlo sin lmite alguno. Lo que solemostomar por una verdad ltima no es, a menudo, sino una experiencia incompleta de la Verdad, y, sin duda,lo totalidad de la Experiencia no existe, en el tiempo y el espacio, en ninguna parte, en ningn ser, porluminoso que sea, porque la Verdad es infinita y va siempre adelante. "Pero siempre se echa uno sobrelos hombros un fardo interminable", deca un da la Madre en una conversacin sobre el budismo. "Nose quiere dejar nada del pasado y cada vez agobia ms el peso de una acumulacin intil. Tenis un guaen una parte del camino, pero cuando hayis pasado esa parte, dejad el camino y al gua, e id ms lejos.Es una cosa que los hombres hacen con dificultad; cuando se apoderan de algo que los ayuda, se aferrany luego no quieren ya moverse. Los que han hecho algn progreso por medio del cristianismo no quierendejarlo y lo llevan sobre los hombros; los que algo han progresado con el budismo no quieren dejarlo y

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    lo llevan sobre los hombros, esto entorpece la marcha y os retarda indefinidamente. Una vez que hayispasado la etapa, dejadla, que se vaya! Id ms lejos!" La ley eterna, s, pero eternamente joven yeternamente progresiva. Mas la India, que supo asimismo comprender al eterno Iconoclasta que es Diosen su marcha csmica, no siempre tuvo la fuerza de soportar su propia sabidura; lo inmenso invisibleque impregna a ese pas haba de hacerse pagar un doble rescate, humano y espiritual a la vez. Humano,

    porque esos hombres saturados de ms-all, conscientes del gran Juego csmico y de las dimensionesinteriores en que nuestra pequea vida de superficie se reduce a un punto, peridicamente florecida paradesaparecer en seguida, acabaron por descuidar el mundo; la inercia, la indiferencia al progreso, laresignacin se pusieron muy a menudo la mscara de la sabidura. Luego, espiritual (mucho ms graveste), porque en esa inmensidad demasiado grande para nuestra pequea conciencia actual, el destino dela tierra, nuestra tierra, acababa por perderse en los confines de las nebulosas, o en ninguna parte,reabsorbido en Brahmn, de donde, despus de todo, no haba salido nunca, a no ser en nuestros sueos;el ilusionismo, los trances, los ojos cerrados del yogui, tomaron tambin muy a menudo la mscara deDios. Convendra, pues, definir con alguna claridad la finalidad general que la India religiosa sepropone, y entonces podremos ver mejor lo que puede o lo que no puede por nosotros, que buscamos laverdad integral.

    Debemos reconocer que nos hallamos ante una contradiccin sorprendente. He aqu un pas que aportabauna gran revelacin. "Todo es Brahmn", deca, todo es el Espritu, esta tierra, esta vida, estos hombres;nada se halla fuera de El. "Todo esto es Brahmn inmortal y nada ms; Brahmn est delante denosotros, Brahmn est detrs de nosotros, y en el norte y en el sur, y abajo y arriba de nosotros. El seextiende por doquiera. Todo esto es Brahmn solo, todo este magnfico universo" (Mundaka UpanishadII. 12). Estaba, pues, curada por fin la dicotoma que hace de este pobre mundo una disputa entre Dios yel Diablo como si fuese preciso siempre escoger entre el cielo y la tierra, y no ser salvados nunca sinomutilados. Y, sin embargo, prcticamente, desde hace tres mil aos, toda la historia religiosa de la Indiase ha comportado como si hubiese un verdadero Brahmn, trascendente, inmvil, para siempre fuera deesta olla de grillos, y un falso Brahmn, o al menos (y en este punto se dividen las escuelas) un Brahmnmenor, de una realidad intermedia ms o menos discutible; es decir, la vida, la tierra, nuestra pobretierra: "Abandona este mundo de ilusin", escribir el gran Shankara1. "Brahmn es verdadero, elmundo una mentira", dice el Niralamba Upanishad: Brahma satyam jaganmithya. Pese a nuestra mejorvoluntad, hemos de confesar que no comprendemos por qu deformacin o por cul olvido del "todo esBrahmn" ha venido a ser "todo, menos el mundo, es Brahmn".

    Si dejamos a un lado las Escrituras, porque la mente humana es tan sagaz que fcilmente puede verovejas paciendo en el Obelisco, y si examinamos las disciplinas prcticas de la India, la contradiccinviene a ser ms flagrante an. La psicologa hind se funda, en efecto, en una observacin muy juiciosa,a saber: todo en el universo, desde el mineral hasta el hombre, se halla constituido por tres elementos ocualidades (gunas) que se encuentran por dondequiera, aun cuando se les puede llamar de un modo algodiferente segn el orden de realidad a que uno se incline: tamas, inercia, oscuridad, inconsciencia; rajas,movimiento, lucha, esfuerzo, pasin, accin; sattva, luz, armona, alegra. En ninguna parte existeninguno de estos elementos en estado puro; nosotros nos hallamos siempre entre la inercia, la pasin y laluz; somos a veces sttvico-tamsicos -buenos, pero un tanto pesados; concienzudos, peroaceptablemente inconscientes-; otras veces somos sttvico-rajsicos -apasionados por la elevacin-, otamsico-rajsicos -apasionados por lo de abajo-; y, lo ms a menudo, una buena mezcla de los tres. Laluz brilla tambin en el ms negro tamas, mas lo inverso es, infortunadamente, verdadero tambin. Ensuma, nos hallamos siempre en equilibrio inestable; el guerrero, el asceta y el animal se dividenagradablemente, en proporciones variables, nuestra morada. Las diversas disciplinas hindes se

    1 Shankara (788 - 820), mstico y poeta, terico del Mayavada o doctrina del ilusionismo que suplant al budismo en la India.

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    proponen restablecer el equilibrio: substraerse al juego de los tres gunas, que nos lanzan incesantementede la luz a la oscuridad, del entusiasmo al agotamiento, de a monotona a nuestras alegras fugaces y anuestros sufrimientos reiterados; se proponen, decimos, situarse por encima de todo eso; es decir,recobrar la conciencia divina (yoga), que es el lugar del perfecto equilibrio. A este fin procuran todasellas substraernos al estado de dispersin y de despilfarro en que vivimos y crear en nosotros una

    concentracin lo bastante poderosa para romper los lmites ordinarios y, en el momento justo, oscilar enotro estado. Este trabajo de concentracin puede efectuarse en cualquier nivel de nuestro ser, vital, fsicoo mental. Podemos practicar, segn el nivel escogido, este o aquel yoga: hatha-yoga, raja-yoga, mantra-yoga y muchos otros, muchsimos otros que sealan la historia de nuestro esfuerzo. No vamos a discutiraqu la excelencia de estos mtodos ni los resultados, sobremanera interesantes, a que pueden conducir;nos preocupan nicamente su finalidad y su destino ltimo. Ahora bien, este "situarse por encima"parece no tener ninguna relacin con la vida, ante todo porque tales disciplinas, en extremo absorbentes,exigen muchas horas de trabajo diario, o una absoluta soledad, y luego porque el criterio del xito es unestado de trance o de xtasis yguico, samadhi, equilibrio perfecto, beatitud inefable, en que laconciencia se ve arrasada, absorbida. Brahmn, el Espritu, no tiene, decididamente, contacto connuestra ordinaria conciencia de vigilia; se halla fuera de todo lo que conocemos. No es de este mundo.

    Otros, que no eran hindes, lo han dicho.En realidad, lo han dicho todas las religiones del mundo. Y que aqu se hable de salvacin y all deliberacin, mukti, o se hable de paraso o de cesacin de la rueda de reencarnaciones, es algo que carecede importancia, porque de lo que se trata, finalmente, es de salir de ella. Sin embargo, no siempre fueas. Entre el final de la era de los Misterios, aqu y all, y la aparicin de las grandes religiones, se haabierto un abismo, y se ha cubierto de velos un Conocimiento que no haca esa tremenda distincin entreDios y el mundo, como dan de ello testimonio todas las leyendas y todas las tradiciones. El conflictoentre la Materia y el Espritu es de creacin moderna; los sedicentes materialistas no son otra cosa sinohijos, bastardos o legtimos, de los espiritualistas, como los hijos manirrotos son creacin de los padresavaros. Entre los primeros Upanishads de unos tres o cuatro mil aos ha -herederos de los Vedas, que eneste "maravilloso universo" vean a Dios por doquiera- y los ltimos Upanishads, un Secreto se haperdido, y se ha perdido no solamente en la India, sino tambin en Mesopotamia, en Egipto, en Grecia,en la Amrica Central. Ese es el Secreto que iba Sri Aurobindo a redescubrir, acaso precisamente porqueen su ser se hallaban juntos lo ms puro de la tradicin occidental y la profunda exigencia espiritual delAsia. "El Oriente y el Occidente -deca- tienen dos maneras de ver la vida, que son los dos ladosopuestos de una misma y sola realidad. Entre la verdad pragmtica que el pensamiento vital de la Europamoderna -apasionada del vigor de la vida y de la danza de Dios en la Naturaleza afirma con tantavehemencia y exclusivismo, y la Verdad inmutable y eterna que el pensamiento de la India -apasionadode calma y de equilibrio- ama y anhela con igual ahnco en su bsqueda exclusiva, no existe ese divorcioni esa querella que pretenden el pensamiento partidario, la razn disolvente, la absorbente pasin de unavoluntad de realizacin exclusiva. La verdad una, eterna e inmutable, es el Espritu, y sin el Espritu laverdad pragmtica del universo carecera de origen y de fundamento; el mundo estara desprovisto desentido, vaco de direccin interior, sin destino, un fuego de artificio que gira en el vaco paradesvanecerse en ninguna parte. Pero tampoco la verdad pragmtica es un sueo de lo no-existente, ni esuna ilusin ni una prolongada cada en un delirio ftil de la imaginacin creadora; sera como decir queel Espritu eterno es un ebrio o un soador, o el demente de su propia alucinacin gigantesca. Lasverdades de la existencia universal son de dos gneros: eternas, inmutables, las verdades del Espritu -mas ellas son las que se arrojan al Devenir, ellas las que, aqu abajo, realizan constantemente suspoderes y sus signos- y la conciencia que juega con ellas: disonancias, variaciones, exploracin de losposibles, reversiones, perversiones y conversiones ascendentes en un motivo armnico cada vez ms

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    alto; y de todo eso el Espritu ha hecho y hace siempre su universo. Mas es El mismo el que obra en s;El mismo, el creador y la energa creadora, la causa y el mtodo y el resultado de las operaciones, elmecnico y la mquina, la msica y el msico, el poeta y el poema, El mismo, el supramental, la mente,la vida y la materia, el alma y la naturaleza".5

    Mas a Sri Aurobindo no le basta con reconciliar en el papel al Espritu y la Materia. Que el Espritu

    sea o no sea de este mundo, importa poco si el conocimiento del Espritu en la vida no se veacompaado de un poder sobre la vida: "La verdad y el conocimiento son un rayo intil, si elConocimiento no apareja el poder de cambiar el mundo". El secreto perdido no era una verdad terica,sino un poder real del Espritu sobre la Materia. Este Secreto pragmtico es el que Sri Aurobindo ibapoco a poco a redescubrir experimentalmente, al mismo tiempo que saltaba valerosamente sobre lacultura occidental y por cima de la tradicin religiosa hind; muy cierto es que lo esencial emergecuando se ha olvidado todo.

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    IIIOCASO DEL INTELECTO

    Trece aos haba necesitado Sri Aurobindo para recorrer los caminos de Occidente; de un trminocasi igual habr menester para recorrer los de la India y para llegar a la "cima" de la realizacin de losyogas tradicionales; es decir, al comienzo de su propio trabajo. Mas lo interesante para nosotros es queaun esos caminos tradicionales, que nosotros consideramos como una preparacin, Sri Aurobindo losrecorri libre de todas las reglas habituales, como francotirador podra decirse o, ms bien, comoexplorador que se cuida poco de las precauciones y de los mapas, y que por ello mismo evita muchos

    rodeos innecesarios, simplemente porque tiene el valor de hacer, decididamente su camino. SriAurobindo no busc la soledad, ni se sent con las piernas cruzadas para entregarse a su aventuraespiritual, ni lo hizo bajo la direccin de un maestro calificado, sino como podramos hacerlo nosotrosmismos, solos, sin saber nada de ello, en medio de las solicitaciones corrientes de la vida -una vida tanturbulenta y agitada como la nuestra puede serlo-. Sin duda alguna, el primer secreto de Sri Aurobindoes el haber rehusado siempre partir la vida en dos: accin, meditacin; interior, exterior, y toda la gamade nuestras falsas divisiones; desde el da que pens en el yoga, lo puso todo en l: lo alto y lo bajo, lode adentro y lo de afuera, todo le pareca bien, y emprendi el camino sin volver atrs los ojos. SriAurobindo no ha venido a darnos testimonio de cualidades excepcionales en un medio tambinexcepcional, sino a demostrarnos lo que es posible al hombre, que lo excepcional es solamente unanormalidad no conquistada todava, as como lo sobrenatural -deca- es un natural que no hemosalcanzado an o que todava no conocemos, o del cual no tenemos an la llave". En el fondo, todo eneste mundo es asunto de adecuada concentracin; nada hay que no acabe por ceder a una concentracinbien dirigida.

    Cuando desembarca del Apollo Bunder en Bombay, le sobrecoge una experiencia espiritualespontnea, una calma inmensa se apodera de l; pero l tiene ante s otros problemas: comer, vivir.Frisa entonces en los veinte aos. El Maharaj de Baroda le confiere el puesto de profesor de francs,luego el de lengua inglesa en el College del Estado, del que muy pronto llega a ser director adjunto. Almismo tiempo desempea las funciones de secretario particular del Prncipe. La corte y la enseanzaabsorben su tiempo, pero a l le preocupa la suerte de la India. Hace numerosos viajes a Calcuta, seentera de la situacin poltica, escribe artculos que suscitan escndalo, porque no se da por satisfechocon decir que la reina-emperatriz de la India es una "vieja dama as llamada por cortesa",2 sino queinvita a sus compatriotas a sacudir el yugo y critica vivamente la "poltica pordiosera" del Congresoindio: "nada de reformas, nada de colaboracin". Su propsito es organizar todas las energas de lanacin con miras a una accin revolucionaria. No poco valor era menester para ello, si se considera queen 1892 la hegemona britnica se extenda sobre tres cuartas partes del mundo. Mas Sri Aurobindoposee una manera particular de afrontar el problema; no la toma contra los ingleses, sino contra lospropios indios: "Nuestro verdadero enemigo no se halla en una fuerza ajena a nosotros mismos, sino ennuestras estridentes debilidades, en nuestra cobarda, en nuestro miope sentimentalismo". Ya aqu nosencontramos con una nota dominante del carcter de Sri Aurobindo, quien, as en la lucha poltica y en

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    la batalla espiritual como en todas las circunstancias, nos invita a buscar en nosotros mismos, no fuera nien ningn otro sitio, las causas de nuestro infortunio y de los males del mundo: "Las circunstanciasexternas son justamente el fruto de lo que nosotros somos", dir ms tarde a la que haba de compartir suobra. Pronto hubo de reconocer Sri Aurobindo que los artculos de peridico no bastaban para despertara su pas; se entrega entonces a la accin secreta, que le llevar hasta los umbrales de la horca. Durante

    trece aos, juega Sri Aurobindo con fuego.Sin embargo, no era un hombre inquieto y exaltado: "Su risa era simple como la de un nio, lmpida ydulce", escriba su profesor de bengal, quien vivi dos aos en su compaa (Sri Aurobindo se habadedicado, como era natural, al estudio de su lengua materna), y con ingenuidad conmovedora, suprofesor agrega: "Antes de conocer a Aurobindo yo me imaginaba una silueta vigorosa, de pies a cabeza,un acento espantoso (de Cambridge, evidentemente) y un carcter difcil en extremo... Quin hubieradicho que aquel mozo de tez bronceada, de ojos dulces y soadores, de largos y dciles cabellos partidosen dos que caan sobre la nuca, vestido de un ordinario dhoti de Ahmendabad, de tela gruesa, y unachaqueta india ajustada, calzado con babuchas a la antigua usanza con las puntas respingadas, y el rostroligeramente sealado por las huellas de la viruela, no fuese otro sino Monsieur Aurobindo Ghose, unvivo pozo de francs y de latn y griego?".

    Por lo dems, Sri Aurobindo no ha dejado an la compaa de los libros, todava se halla dentro de lacorriente occidental; devora por cajas los libros pedidos a Bombay y a Calcuta. "Aurobindo sentbase asu mesa de trabajo -agrega su profesor bengal- y lea, a la luz de una lmpara de aceite, hasta la una dela maana, sin cuidarse de la picadura intolerable de los mosquitos. Yo lo vea permanecer sentado sinmudar de postura, con los ojos fijos sobre su libro durante largas horas, como un yogui sumido en lacontemplacin divina, ajeno a todo cuanto ocurra en torno suyo. Ni el incendio de la casa hubierapodido interrumpir, su concentracin". Las novelas inglesas, rusas, alemanas y francesas pasaban asbajo su mirada, mas tambin los textos sagrados de la India, los Upanishads, la Gita, el Ramayana, sinque l pusiera nunca los pies en un templo, a no ser por mera curiosidad. "Un da -cuenta uno de suscompaeros- a su retorno del Colegio, Sri Aurobindo se sent y, tomando al azar un libro, se dedic a lalectura en tanto que Z... y algunos amigos suyos se entregaban a una bulliciosa partida de ajedrez. Alcabo de media hora dej el libro y bebi una taza de t. Muchas veces lo habamos visto hacer lo mismoy aguardbamos con impaciencia la ocasin de comprobar si en verdad lea sus libros de un cabo al otroo si solamente recorra, aqu y all, algunas pginas. La prueba comenz en seguida. Z... abri el libro alacaso, ley en voz alta un rengln y pidi a Sri Aurobindo que recitase lo que segua. Sri Aurobindo seconcentr un momento y repiti toda la pgina sin la menor equivocacin. Si era capaz de leer uncentenar de pginas en media hora, cmo asombrarse de que leyese una caja de libros en un tiempoincreblemente corto!". Mas Sri Aurobindo no se atena a la traduccin de los textos sagrados; se dio alestudio del snscrito, que aprendi sin ayuda de nadie; hecho muy caracterstico, porque basta que algose repute difcil o imposible, para que l no permita que nadie -gramtico, pandit o clrigo- le engae, ypara que quiera hacer l mismo la experiencia. Es preciso creer que el mtodo resultaba eficaz porque noslo aprendi el snscrito, sino que descubri, algunos aos despus, el sentido ya olvidado de losVedas.

    Un da lleg, empero, en que Sri Aurobindo sinti el hasto de esta gimnasia intelectual.

    Sin duda se haba percatado de que el hombre puede continuar indefinidamente amasandoconocimientos, leyendo sin cesar y aprendiendo idiomas, y aun leer todos los libros y aprender todas laslenguas del mundo sin conseguir con ello avanzar siquiera una pulgada. Porque la mente no trata de

    La poca de los Vedas, anterior a la de los Upanishads y sta, por lo tanto, heredera de aqulla, se sita ms all del cuarto milenio antesde Cristo.

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    conocer de verdad, aunque en apariencia lo haga; trata ms bien de moler. Su necesidad de conocimientoes, ante todo, una necesidad de tener algo que moler. Y si por ventura la mquina se para porque se haencontrado el conocimiento, la mente se rebelar sin dilacin y hallar alguna nueva molienda paradarse el gusto de continuar moliendo siempre. Tal es su funcin. Y no es por cierto la mente la que ennosotros trata de conocer y de progresar, sino algo que se halla detrs y que se sirve de ella. "El perodo

    decisivo de mi desarrollo intelectual -dir Sri Aurobindo a un discpulo suyo- se produjo cuando pudever claramente que cuanto deca el intelecto poda ser a la vez exacto e inexacto, que cuanto el intelectojustificaba era verdadero y que lo contrario tambin lo era. Yo no admita nunca una verdad en mi mentesin admitir al propio tiempo su contrario... Resultado: la magia del intelecto se haba esfumado".4

    Sri Aurobindo ha llegado a una encrucijada; los templos no le interesan, y los libros carecen decontenido. Un amigo le aconsej el yoga. Sri Aurobindo rechaza el consejo: "Un yoga que exige que yoabandone el mundo, no est hecho para m y an agrega: "el bien solitario que deja al mundo entregadoa su suerte, es una cosa casi repugnante".6 Un da tiene lugar en presencia de Sri Aurobindo una escenacuriosa, aunque trivial en la India; mas la trivialidad es a menudo el medio ms eficaz de producir eldesencadenamiento de fenmenos internos; hallndose su hermano Barin enfermo de una fiebre maligna

    (Barin, nacido despus del arribo de Sri Aurobindo a Inglaterra, le serva de emisario secreto para laorganizacin de la resistencia india en Bengala), acert a pasar uno de esos monjes errantes,semidesnudos y con el cuerpo cubierto de cenizas, a quienes se da el nombre de nagasannyasin. Sin dudamendigaba el monje de puerta en puerta, como de costumbre, sus alimentos, cuando vio a Barintemblando de fiebre.

    Sin decir una sola palabra, pidi un vaso de agua, traz sobre l un signo y, salmodiando un mantra,dio a beber el vaso de agua al enfermo. Cinco minutos despus Barin estaba curado y el monje habadesaparecido. Sri Aurobindo ya haba odo hablar de los extraos poderes de tales ascetas, mas esta vezpudo verlos con sus propios ojos. Se percata entonces de que el yoga puede servir para algo ms quecomo una simple evasin del mundo.

    Ahora bien, Aurobindo necesita de poder para liberar a la India. "Haba en m un agnstico, haba unateo, un escptico; yo no estaba siquiera de todo punto seguro de que un Dios existiese... Slo senta quealguna poderosa verdad deba existir alguna parte de ese yoga. Me entregu, pues, al yoga y decidpracticarlo a fin de comprobar si mi idea poda justificarse; con esa intencin lo hice, dirigindole estaplegaria: Si T existes, T conoces mi corazn... Bien sabes que no pido la liberacin -mukti-; nadapido de lo que reclaman los dems. Slo quiero la fuerza necesaria para sublevar a esta nacin, no pidosino poder vivir y trabajar por este pueblo que amo".7

    De este modo emprendi Sri Aurobindo la marcha.

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    EL SILENCIO MENTAL

    Las construcciones mentalesEl silencio mental es la primera etapa del yoga de Sri Aurobindo; es, asimismo, la tarea fundamental

    que da la clave de no pocas realizaciones: Por qu el silencio mental? Es evidente que si queremosdescubrir en nosotros mismos un mundo nuevo, debemos ante todo abandonar el viejo, y todo dependede la determinacin con que crucemos el umbral. Algunas veces, con una chispa es suficiente; algo ennosotros exclama: "Basta de majaderas!" y nos decidimos de una vez y avanzamos sin volver los ojosatrs. Otros dicen a veces s, otros dicen no y oscilan indefinidamente entre ambos mundos. Digmoslocon toda claridad: no se trata de amputarnos, en nombre de no se sabe cul Sabidura-Paz-Serenidad (eneste orden de cosas tampoco haremos alarde de grandes palabras), de un bien penosamente adquirido,pues no nos interesa la santidad, sino la juventud -la juventud eterna de un ser que crece-, ni tratamos de

    ser menos, sino de ser mejores y, sobre todo, de ser ms grandes. "Y no se os ha ocurrido pensar que sibuscasen algo fro, oscuro y triste los sabios no seran sabios, sino asnos!", exclamaba con humorismoSri Aurobindo.

    No pocos descubrimientos se hacen cuando lo mecnico deja de funcionar, y el primero de ellos esque si el poder de pensar es un don maravilloso, mucho mayor lo es el poder de no pensar; 2 que trate elaspirante de conseguirlo durante cinco minutos solamente y ver lo que le ocurre. Advertir que vivedentro de un estrpito solapado, dentro de un torbellino agotador, pero no agotado nunca, en el que nohay lugar sino para sus pensamientos, para sus impulsos, para sus sentimientos y sus reacciones; l,siempre l, enorme, gnomo que todo lo encubre, que no se oye ni se ve sino a s mismo, ni conoce msque a s propio, cuyos temas perpetuos, ms o menos alternos, pueden crear la ilusin de la novedad. "Encierto sentido no somos otra cosa sino una compleja masa de hbitos mentales, fsicos y nerviosos,unidos todos por algunas ideas directoras, por deseos y asociaciones; no somos sino la amalgama deinnumerables y minsculas fuerzas que se repiten, con algunas vibraciones mayores".3 Puede decirseque a los dieciocho aos estamos ya definidos, que se han fijado ya nuestras vibraciones mayores y queen torno a ellas vendrn a agregarse de manera ilimitada, en capas cada vez ms densas, pulidas yrefinadas, los sedimentos de una misma y sempiterna cosa de mil facetas, que nosotros llamamos culturao "nosotros mismos"; en una palabra, nos hallamos encerrados en una construccin que puede ser deplomo y sin un solo tragaluz, o esbelta como un minarete, pero encerrados siempre, rumorosos,reiterativos, hombres en una piel de granito o en una estatua de vidrio. El primer trabajo del yoga es elde respirar con libertad, y, naturalmente, el de hacer pedazos esa pantalla mental que no deja pasar sinouna sola clase de vibracin, destrozarla para conocer la infinidad multicolor de las vibraciones; es decir,el mundo y los seres tal como son, y otro "nosotros mismos" que vale ms de lo que ordinariamente secree.

    Meditacin activa

    Cuando uno se sienta con los ojos cerrados para procurarse el silencio mental, se ve en seguidaanegado por un torrente de pensamientos que surgen de todos lados como ratas enloquecidas, y aunagresivas. No existen muchos mtodos para superar ese tumulto, sino solamente el de ensayar y ensayarde continuo, con paciencia y obstinacin. Y sobre todo no cometer el error de luchar mentalmente contra

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    la mente; es preciso desplazar el centro. Cada uno de nosotros tiene, por encima de la mente, o en unsitio ms profundo, una aspiracin, la misma que nos ha movido a poner los pies en el sendero, unanecesidad de nuestro ser, como un santo y sea valedero slo para nosotros; si uno se aferra a ello, msfcil se hace el trabajo, porque de una actitud negativa- pasamos a una actitud positiva, y mientras msrepitamos nuestro santo y sea mayor poder adquirir ste. Puede uno tambin servirse de una imagen,

    como la de un mar inmenso, sin una sola ondulacin, en el que uno se deja flotar, se tiende boca arribaen el agua y se identifica con esa tranquila inmensidad; al mismo tiempo aprendemos no slo el silencio,sino que conseguimos el ensanchamiento de la consciencia. En realidad, cada cual debe encontrar supropio mtodo, y mientras menor sea la tensin que en ello ponga, ms rpidamente conseguir supropsito: "Se puede comenzar por un procedimiento cualquiera, que de ordinario requerir una largalabor, y ser sobrecogido desde el principio por una rpida intervencin o una manifestacin del Silencio,con efectos en absoluto desproporcionados a los medios de que se ha echado mano en un comienzo. Seempieza por un mtodo, pero el trabajo se ve continuado por una Gracia de lo alto, de Eso mismo a quese aspira, o por una irrupcin de las infinitudes del Espritu. De este modo hall yo mismo el silencioabsoluto de la mente, inimaginable para mi antes de haber tenido la experiencia concreta".4 Tocamosaqu un punto muy importante, porque nos sentimos tentados a pensar que estas experiencias yguicas

    son muy hermosas e interesantes, pero que, despus de todo, se hallan lejos de nuestra humanidadordinaria; cmo podramos nosotros, tal como somos, llegar alguna vez a ellas? El error est en juzgarcon nuestro yo actual las posibilidades que pertenecen a otro yo. Mas, de modo automtico, el yogadespierta, precisamente con slo poner nuestros pies en su camino, toda una gama de facultades latentesy de fuerzas invisibles que superan considerablemente las posibilidades de nuestro ser externo y puedenhacer por nosotros lo que nosotros somos normalmente incapaces de hacer: "Lo que se necesita esaclarar el paso entre la mente externa y el ser interior ... porque la consciencia yguica y sus poderes yase hallan en vosotros",5 y la mejor manera de "aclarar" es hacer el silencio. No sabemos qu somos, ymenos an sabemos de qu somos y de qu no somos capaces.

    Pero los ejercicios de meditacin no dan la verdadera solucin del problema (si bien es verdad que alprincipio son muy necesarios para dar el impulso inicial), porque alcanzaremos tal vez un silenciorelativo, mas en cuanto pongamos los pies fuera de nuestra cmara o de nuestro retiro, volveremos a caeren el tumulto habitual y se repetir la eterna separacin de lo de adentro y lo de afuera, de la vidainterior y de la vida del mundo. Pero nosotros necesitamos una vida completa, necesitamos vivir laverdad de nuestro ser, todos los das, en todo momento, no solamente los das de asueto o en la soledad,y ninguna solucin se encuentra para ello en las meditaciones beatas y practicadas en el aislamiento:"Corremos el riesgo de encastillarnos en nuestra reclusin espiritual y despus nos ser difcilproyectarnos victoriosamente hacia afuera, para aplicar a la vida lo que hayamos ganado en laNaturaleza superior. Y cuando queramos agregar tambin este reino exterior a nuestras conquistasinteriores, nos encontraremos en extremo acostumbrados a una actividad puramente subjetiva y notendremos ningn poder en el orden material. Tropezaremos con una inmensa dificultad paratransformar la vida exterior y el cuerpo. Y aun nos daremos cuenta de que nuestra accin no correspondea la luz interior, que contina por los viejos caminos habituales y llenos de errores, y que todavaobedece a las viejas influencias imperfectas; un abismo doloroso se interpondr entre la Verdad que sehalla en nosotros y el oscuro mecanismo de nuestra naturaleza externa... Es como si se viviese en otromundo, ms vasto y sutil, pero sin influencia de ningn gnero sobre la vida material y terrestre".6 Lanica solucin consiste en practicar el silencio mental all donde parece ms difcil, en la calle, en eltranva, en el trabajo, por dondequiera. En vez de recorrer cuatro veces por da el bulevar Saint Michelcomo un hombre extenuado que va de prisa, se puede hacer conscientemente el recorrido cuatro veces,como un hombre que busca la verdad. En vez de vivir a tontas y a locas, disperso en una multitud de

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    Descenso de la Fuerza

    Y paulatinamente se va llenando el vaco. Uno hace entonces una serie de observaciones y pasa por

    experiencias de importancia considerable, que sera impropio presentar como una secuencia lgica,porque desde el momento en que se deja el viejo mundo, uno se da cuenta de que todo es posible,principalmente que no hay dos casos semejantes; de ah el error de todos los dogmatismos de ordenespiritual. Nosotros slo podemos trazar algunas lneas generales de la experiencia.

    Ante todo, cuando la paz mental, a falta de silencio absoluto, se halla relativamente establecida ynuestra aspiracin o nuestra necesidad han crecido, son ya permanentes, punzantes, como un vaco quellevamos con nosotros, se observa un primer fenmeno que tendr }calculables consecuencias sobretodo el resto de nuestro yoga. Se siente en torno de la cabeza y de modo especial en la nuca, una comopresin inusitada, que puede parecer un falso dolor de cabeza. Al principio no se le puede soportarmucho tiempo, y uno se sacude, pierde la concentracin, "piensa en otra cosa". Poco a poco esta presintoma una forma ms distinta y se siente una verdadera corriente que desciende, una corriente de fuerza

    que no es semejante a una corriente elctrica desagradable, sino ms bien a una masa fluida. Se da unocuenta entonces de que la "presin" -o falso dolor de cabeza- del principio era causada simplemente pornuestra resistencia al descenso de esa Fuerza y que lo nico que debe hacerse es no obstruir el paso, esdecir, no bloquear la corriente en la cabeza, sino dejarla descender a todas las zonas de nuestro ser, dearriba abajo. En un principio esa corriente es muy espordica, irregular, y es preciso un pequeoesfuerzo consciente para recobrarla cuando se ha desvanecido; despus se vuelve continua, natural,automtica, y da la impresin, muy agradable por cierto, de una energa fresca, como otra respiracin,ms vasta que la de los pulmones, que nos envuelve, nos baa, nos aligera y, al mismo tiempo, nos llenade solidez. El efecto fsico es exactamente igual al que se siente cuando se camina de cara al viento. Enrealidad no nos percatamos de su efecto (porque ste se produce gradualmente, por menudas dosis) sinocuando, por una o por otra razn -distraccin, yerro, exceso-, perdemos el contacto de la corriente;entonces nos encontramos de pronto vacos, como si repentinamente nos faltase el oxgeno, con lasensacin muy desagradable de un endurecimiento fsico; somos entonces como una vieja manzana queha perdido su jugo y su sol. Y nos preguntamos cmo habamos podido antes vivir sin ello. Esto es yauna primera transmutacin de nuestras energas. En vez de recurrir a la fuente comn, a la vidauniversal, acudimos a lo alto. Y esta es una energa mucho ms clara y sostenida, sin lagunas y, sobretodo, mucho ms viva. En la vida cotidiana, en medio de nuestro trabajo y de nuestras mltiplesocupaciones, la corriente de esa fuerza se halla al principio muy diluida, pero tan pronto como nosdetenemos un momento y nos concentramos, se produce el flujo masivo. Todo se inmoviliza. Uno escomo un cntaro lleno; aun la sensacin de "corriente" desaparece como si, de la cabeza a los pies,estuviese el cuerpo cargado de una masa de energa compacta y cristalina a la vez ("un bloque de pazslida y fresca", dice Sri Aurobindo)9, y si nuestra visin interna ha comenzado ya a abrirse, advertimosque todo tiene un matiz azul; somos como una aguamarina, y vastos, vastos. Tranquilos, sin una solaonda. Y esta frescura inefable. En verdad, nos hallamos sumergidos, en la Fuente. Porque esta "fuerzadescendente" es la Fuerza misma del Espritu -Shakti-. La fuerza espiritual no es una palabra.Finalmente, ya no ser necesario cerrar los ojos y retirarse de la superficie para sentirla; en todomomento estar presente, sin que tenga ninguna importancia lo que uno haga. lo que uno coma o lo quelea o hable, y se ver que cobra mayor intensidad a medida que el organismo se habita; en realidad, esuna masa de energa formidable limitada slo por la estrechez de nuestra receptividad o de nuestracapacidad.

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    Cuando hablan de su experiencia respecto de esta fuerza descendente, los discpulos de Pondicherydicen: "La fuerza de Sri Aurobindo y de la Madre"; con ello no quieren decir que esta Shakti seapropiedad personal de Sri Aurobindo o de la Madre; sin quererlo, dan as expresin al hecho de que esafuerza no tiene equivalente en ningn yoga conocido. Aqu palpamos experimentalmente la diferenciafundamental que existe entre el Yoga integral de Sri Aurobindo (purna yoga) y los dems yogas. Si se

    ejercitan otros mtodos de yoga antes que el de Sri Aurobindo, puede uno percatarse, en efecto, de unadiferencia prctica esencial: al cabo de algn tiempo se tiene la experiencia de una Fuerza ascendente(llamada kundalini en la India), que se despierta muy bruscamente en nuestro ser, en la base de Idcolumna vertebral, y se eleva de nivel en nivel, hasta que alcanza el pice del crneo, donde pareceabrirse en una especie de pulsacin luminosa, radiante, acompaada de una sensacin de inmensidad (y,a menudo, de una prdida de consciencia, llamada xtasis) como si re desembocase eternamente en otraParte. Todos los procedimientos yguicos, que podramos llamar termogeneradores (asana del HathaYoga, concentraciones del Raya-Yoga, ejercicios respiratorios o pranayama, etc.) tratan de despertar esaFuerza ascendente; tales procedimientos no carecen de peligros y pueden aparejar hondasperturbaciones, por lo cual son indispensables la presencia y la proteccin de un Maestro experimentado.Ms adelante nos referimos a este punto. Semejante diferencia de sentido de la corriente -ascendente o

    descendente- obedece a una diferencia de orientacin que no sabramos subrayar bastante.Los diversos yogas tradicionales, y -as lo suponemos- tambin las disciplinas religiosas deOccidente, buscan esencialmente la liberacin de la consciencia: todo el ser se halla tenso hacia lo altoen una aspiracin ascendente; trata de romper las apariencias y de emerger all arriba, en la Paz o elxtasis. De ah el despertar de esa Fuerza ascendente. Pero, ya se ha visto, la meta de Sri Aurobindo noes slo subir, sino descender, no slo alcanzar la Paz eterna, sino transformar la Vida y la Materia, y, enprimer lugar, esta pequea vida y este trocito de materia que somos nosotros. De ah el despertar o, msbien, la respuesta de esta Fuerza descendente. Nuestra experiencia de la corriente descendente es laexperiencia de la Fuerza transformadora. Ella es la que har el yoga por nosotros, automticamente (contal que la dejemos actuar); ella es la que reemplazar nuestras energas muy pronto agotadas, y nuestrosatolondrados esfuerzos; ella la que empezar por donde concluyen los dems yogas, iluminando primeroel pice de nuestro ser, descendiendo luego, de nivel en nivel, suavemente, apaciblemente, de manerairresistible (debamos observar que nunca es violenta, que su podero se halla extraamente dosificado,como si Ella fuese guiada de modo directo por la Sabidura del Espritu) y Ella la que universalizartodo nuestro ser, hasta abajo. Esta es la experiencia bsica del yoga integral. "Cuando la Paz se haestablecido, la Fuerza superior o divina, de lo alto, puede descender y trabajar en nosotros. Por locomn, desciende primero a la cabeza y libera los centros mentales, luego al centro del corazn...despus a la regin del ombligo y de los centros vitales... en seguida a la regin del sacro y ms abajo...Trabaja a un tiempo mismo en el perfeccionamiento y en la liberacin de nuestro ser; se aduea denuestra naturaleza entera, parte por parte, desechando lo que debe desecharse, sublimando cuanto debeser sublimado, creando lo que debe crearse. Ella, integra, armoniza, establece un ritmo nuevo en nuestranaturaleza".10

    Nacimiento de un nuevo modo de conocimiento

    Con el silencio mental se produce otro fenmeno, muy importante, pero ms difcil de desentraar,porque a veces se extiende a lo largo de muchos aos y al principio son imperceptibles los signos que lorevelan; es lo que podramos llamar nacimiento de un nuevo modo de conocimiento y, por lo tanto, deun nuevo modo de accin. Se puede comprender que sea posible alcanzar el silencio mental cuando secamina entre la muchedumbre, cuando se come, cuando se hace el aseo personal o cuando se descansa,

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    no es necesario combinar su accin, pues un secreto resorte la pone en movimiento sin que nosotros loqueramos o sin que pensemos en ello, y nos mueve a hacer exactamente lo que debemos hacer, con unasabidura y una previsin que nuestra mente, siempre miope, es incapaz de alcanzar. Y veremos quecuanto mayor obediencia prestemos a esas inesperadas intimaciones, a esas sugestiones-relmpago,mayor tendencia tendrn stas a ser cada vez ms frecuentes, ms claras, ms imperiosas, ms

    habituales, un poco semejantes a lo que sera un funcionamiento intuitivo, con la diferencia capital deque nuestras intuiciones son casi siempre confundidas, deformadas por la mente, la cual, por otra parte,es muy experta para imitarlas y para hacernos tomar nuestros caprichos por verdaderas revelaciones, entanto que en el otro caso se tratar de una transmisin clara, silenciosa, correcta, por la sencilla razn deque la mente estar muda. Todos hemos pasado por la experiencia de esos problemas "misteriosamente"resueltos en el sueo, es decir, precisamente cuando la mquina de pensar se encuentra callada. Sin dudaalguna se incurrir en no pocos errores y en numerosos pasos falsos antes de que el nuevofuncionamiento se establezca con alguna seguridad, pero el aspirante debe estar dispuesto a equivocarsemuy a menudo; se dar cuenta, en realidad, de que el error procede siempre de una intrusin de la mente;cada vez que sta interviene, lo confunde todo, lo fracciona todo, lo retarda todo. Luego, un da, a fuerzade errores y de reiteradas experiencias, habremos comprendido para siempre y visto con nuestros

    propios ojos que "la mente no es un instrumento de conocimiento, sino solamente un organizador delconocimiento", como la Madre lo ha comprobado, y que el conocimiento procede de otra parte.* En elsilencio mental vienen las palabras, vienen los actos, todo viene, automticamente, con una exactitud yuna rapidez sorprendentes. Es, en realidad, otra manera de vivir, muy desahogada. Porque, a la verdad,"nada hay de cuanto hace la mente que no se pueda hacer, y hacerse mejor, en la inmovilidad mental yen una tranquilidad sin pensamiento".11

    La Mente Universal

    Hasta ahora hemos analizado los progresos del aspirante en el desarrollo de su vida interior, perotales progresos se traducen igualmente en el orden externo, y, por otra parte, el tabique que separa lointerno de lo externo es cada vez ms delgado, y cada vez nos parece ms de una convencin artificialestablecida por la mente no madura todava, encerrada en s, que no se ve sino a s misma. El aspirantesentir que este tabique pierde lentamente su dureza, y experimentar una manera de mudanza en lasubstancia de su ser, como si se volviese ms liviano, ms transparente, ms poroso me atrevera a decir.Esta diferencia substancial se revelar en un principio por sntomas desagradables, porque el hombrecomn se halla generalmente protegido por una fuerte coraza, en tanto que el aspirante carecer desemejante proteccin: recibir los pensamientos de la gente, los deseos de la gente en su verdaderoaspecto y en su total desnudez, como lo que son en realidad: verdaderos atentados. Y notemos que los"malos pensamientos", o las "malas voluntades" no son los nicos que comparten esta virulencia; nadahay ms agresivo que las buenas voluntades, los buenos sentimientos, los altruismos; de una parte o dela otra, es el ego el que se nutre, por la dulzura o por la fuerza. No somos civilizados sino en lasuperficie; por debajo subsiste en nosotros el canbal. Ser, pues, menester que el aspirante se halle enposesin de esta Fuerza de que hemos hablado -con Ella podr pasar por dondequiera-, y por otra parte,gracias a la sabidura csmica, la transparencia no vendr si no la acompaa la. proteccincorrespondiente. Armado de "su" Fuerza y del silencio mental, el aspirante ver gradualmente que porfuera es permeable, que recibe -que recibe de todas partes-, que las distancias son barreras irreales -nadieest lejos, nadie se ha ido, todo est junto y todo es al mismo tiempo- y que a diez mil kilmetros puedepercibir claramente las preocupaciones de un amigo, la clera de una persona, el sufrimiento de unhermano. Bastar, en el silencio, con que el aspirante se incline hacia un lugar o hacia una persona, para

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    que tenga una percepcin ms o menos exacta de la situacin, ms o menos exacta de acuerdo con sucapacidad de silencio, porque aqu tambin la mente lo embrolla todo, porque la mente tiene deseos,porque abriga temores, porque quiere y nada le llega que no sea falseado en seguida por ese deseo, porese temor, esa voluntad (existen otros elementos de confusin, de los cuales trataremos ms adelante).Parece, pues, que con el silencio mental se hubiera producido un ensanchamiento de la consciencia y

    que sta puede dirigirse a voluntad hacia cualquier punto de la realidad universal a fin de conocer all loque ella necesita conocer.

    Mas en esta transparencia silenciosa haremos otro descubrimiento, capital por todo cuanto implica. Noslo advertiremos que los pensamientos de la gente nos llegan del exterior, sino tambin que nuestrospropios pensamientos tambin llegan a nosotros de afuera. Cuando seamos lo bastante transparentespodremos sentir, en el silencio inmvil de la mente, unos comopequeos remolinos que vienen a golpear nuestra atmsfera, o unas como leves vibraciones que llamannuestra atencin, y. si nos inclinamos un poco para "ver de qu se trata", es decir, si aceptamos que unode esos remolinos entre en nosotros, nos encontraremos repentinamente pensando en algo: lo que hemostomado en la periferia de nuestro ser es un pensamiento en estado puro, o ms bien una vibracin

    mental, antes de que, sin percatarnos de ello, haya tenido tiempo de penetrar en nosotros y de volver asalir a nuestra superficie, revestida de una forma personal que nos har exclamar triunfalmente: "Es mipensamiento". Un buen lector del pensamiento puede leer as lo que pasa en una persona de quien noconozca siquiera el idioma, porque no son "pensamientos" los que capta, sino vibraciones a las que da enl la forma mental correspondiente. Pero lo contrario s sera lo sorprendente, porque si fusemoscapaces de crear nosotros solos alguna cosa, aun cuando no fuese sino un pequeo pensamiento,seramos los creadores del mundo. "Dnde est en vosotros el yo que pueda fabricar todo eso?",preguntaba la Madre. Lo que ocurre es que el mecanismo es imperceptible para el hombre comn,primero porque el hombre comn vive en medio de un bullicio constante, y luego porque el mecanismode apropiacin de las vibraciones es casi instantneo, automtico; por su educacin y por su ambiente, elhombre se halla habituado a seleccionar en la Mente universal cierto tipo, muy reducido, de vibraciones,con el cual tiene afinidad, y hasta el fin de su vida captar la misma longitud de onda y producir elmismo modo vibratorio, con palabras ms o menos sonoras o giros ms o menos nuevos, volvindose yrevolvindose en la jaula; solamente la extensin ms o menos variable de nuestro vocabulario puededarnos la ilusin de que progresamos. Ciertamente, cambiamos de ideas, pero cambiar de ideas no esprogresar, no es elevarse a un modo vibratorio ms alto o ms rpido, sino ms bien otra pirueta en elseno del mismo medio. Por eso hablaba Sri Aurobindo de cambio de consciencia.

    Una vez que haya visto que sus pensamientos le llegan de fuera y que haya repetido la experienciacentenares de veces, el aspirante poseer la clave del verdadero dominio mental, porque si bien es cosadifcil desprenderse de un pensamiento que creemos nuestro, cuando ya se halla bien instalado dentro denosotros, fcil es rechazar los mismos pensamientos cuando los vemos llegar de afuera. Y una vez quenos hayamos adueado del silencio, seremos indefectiblemente dueos tambin del mundo mental, puesen lugar de hallarnos de modo sempiterno sujetos a la misma longitud de onda, podemos recorrer toda lagama de las ondas y escoger o desechar lo que nos plazca. Mas dejemos que Sri Aurobindo nos describala experiencia tal como l mismo la tuvo por primera vez con otro yogui llamado Bhaskar Lel, quienpas tres das en su compaa: "Todos los seres mentales desarrollados, al menos los que sobrepasan eltrmino medio, deben, en ciertos momentos de su existencia, de una manera o de otra, y con ciertasfinalidades, separar las dos partes de su mente: la parte activa, que es una fbrica de pensamientos, y laparte reservada, maestra, Testigo y Voluntad a la vez, que observa, juzga, desecha, elimina o acepta los

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    pensamientos, ordenando las correcciones y los cambios necesarios; esta parte es el Amo verdadero dela casa mental y realmente capaz de independencia. Pero el yogui va ms lejos an; no slo es dueo dela mente, sino que aun hallndose en ella, de ella sale, por decirlo as, y se mantiene por encima oenteramente atrs, libre. Para l ya no es vlida la imagen de la fbrica de pensamientos, porque ve questos proceden del exterior, de la Mente universal, formados y distintos algunas veces, otras veces sin

    forma alguna, pues esta forma la toman en algn lugar de nosotros mismos. La labor principal de nuestramente consiste en responder y aceptar o rechazar esas ondas de pensamiento (de igual manera que lasondas vitales y las ondas de energa fsica sutil) y en dar una forma mental personal a esa substanciamental (o a los movimientos vitales) procedentes de la Naturaleza-Fuerza circundante. Mucho debo yo aLel por haberme mostrado eje mecanismo: Sintese usted en meditacin -me dijo-, pero no piense,mire slo su mente; usted ver los pensamientos meterse dentro. Rechcelos antes de que consiganentrar, y contine hasta que su mente sea capaz de completo silencio. Antes de entonces nunca haba yoodo decir que los pensamientos pudiesen llegar visiblemente de afuera de la mente, mas no puse enduda esta verdad o esta posibilidad; simplemente me sent e hice lo que Lel me deca. En un instante sehizo silenciosa mi mente, como el aire sin movimiento en la cima de una alta montaa; luego vi venir defuera, de modo enteramente concreto, uno, dos pensamientos. Los rechac antes de que pudiesen entrar e

    imponerse a mi cerebro. En tres das qued libre. A partir de ese momento, el ser mental en m seconvirti en una Inteligencia libre, una Mente universal. Ya no era un ser limitado al crculo estrecho delos pensamientos personales, como un obrero en una fbrica de pensamientos, sino un receptor deconocimiento que reciba centenares de reinos del ser, libre de elegir lo que quisiese en ese vastoimperio de visin, en ese vasto imperio de pensamiento" .12

    Procedente de una pequea construccin mental en la que se crea cmodo y muy iluminado, elaspirante mira tras s y se pregunta cmo ha podido vivir en semejante prisin. Se siente sorprendidosobre todo de ver que por innumerables aos ha vivido rodeado de imposibilidades y que los hombresviven circundados de barreras: "No se puede hacer esto, no se puede hacer aquello, es contrario a esta oaquella ley... es ilgico... eso no es natural... eso es imposible..." Y descubre que todo es posible y que laverdadera dificultad consiste en creer que es difcil. Tras haber vivido veinte, treinta aos en su conchamental, como una especie de molusco pensante, comienza a respirar con plenitud.

    Y se percata de que la eterna antinomia interior-exterior est resuelta, que ella tambin formaba partede nuestras calcificaciones mentales. En realidad, el "afuera" se halla por doquiera, adentro. Estamos entodas partes! El error consiste en creer que si pudisemos reunir admirables condiciones de paz, debelleza, de campestre soledad, ello sera mucho ms fcil; la verdad es que en todas partes habr siemprealgo para perturbarnos, y ms vale decidirnos a romper nuestras construcciones y abrazar todo ese"afuera"; entonces, dondequiera que nos hallemos, estaremos en nuestra propia casa. Lo mismo ocurrecon la antinomia accin-meditacin; el aspirante ha hecho en s mismo el silencio y su accin es unameditacin (y aun advertir que la meditacin puede ser una accin); ora se encuentre haciendo su aseopersonal, ora entregado a sus negocios, la Fuerza pasar, pasar en l, ya l estar para siempreestablecido en otra parte. Y ver, por ltimo, que su accin se hace ms clarividente, ms eficaz, mspoderosa, sin perturbar por ello la paz: "La substancia mental est tranquila, tan tranquila que nadapuede conturbarla. Si los pensamientos o las actividades llegan... pasan por la mente como una bandadade pjaros que cruzan el cielo en el aire inmvil. Los pensamientos y las actividades pasan, nada alteran,ninguna huella dejan. Aun si un millar de imgenes o de los ms violentos sucesos nos atraviesan, lainmovilidad tranquila permanecer, como si la contextura misma de la mente estuviese hecha de unasubstancia de paz, eterna e indestructible. La mente que ha alcanzado esa calma puede comenzar a actuar,

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    puede an actuar intensa y poderosamente, mas siempre conservar esa inmovilidad fundamental, noponiendo nada en movimiento por iniciativa propia, recibiendo de lo Alto y dando a cuanto recibe unaforma mental, sin agregar nada de su propia cosecha, tranquila, imparcialmente, pero con la alegra de laVerdad y el poder, la luz de su paso.13

    Ser acaso necesario recordar que Sri Aurobindo diriga en ese entonces un movimiento

    revolucionario y preparaba la guerra de guerrillas en la India?

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    V

    LA CONCIENCIA

    Un discpulo de Sri Aurobindo que deba tomar una grave decisin, escribi un da pidiendo consejo;cul no sera su asombro cuando se le respondi dicindole que tomase su determinacin "en la cima desu consciencia". Se trataba de un discpulo occidental que no saba a ciencia cierta lo que aquellarespuesta poda significar: si esa "cima de la consciencia" era una manera de pensar muy intensamente ouna especie de entusiasmo cuando el cerebro se halla bien caliente. Porque esa es la nica forma deconsciencia que conocemos en Occidente. Es decir, que para nosotros los occidentales, la consciencia essiempre un fenmeno mental: pienso, luego existo. El nuestro es un mero punto de vista; nos colocamosen el centro del mundo y otorgamos el beneficio de la consciencia a quien comparte con nosotrosnuestro modo de ser y de sentir. No hace todava mucho tiempo nos asombrbamos de que alguienpudiese ser persa. No obstante, si queremos comprender y descubrir lo que es la consciencia, y siqueremos gobernarla, es preciso superar ese estrecho punto de vista. Desde que lleg a cierto grado de

    silencio mental, Sri Aurobindo pudo hacer las observaciones siguientes: "La consciencia mental no essino una gama humana y no agota todas las gamas de posibles consciencias, as como la vista humana noagota todas las gradaciones del color ni el odo todas las gradaciones del sonido, porque existe, arribatanto como abajo, el gran nmero de cosas que el hombre no puede ver ni or. De igual manera existengamas de consciencia que se hallan por encima y por debajo de la gama humana, con las que el serhumano normal no est en contacto y que, por eso mismo, le parecen inconscientes gamassupramentales y gamas submentales... En realidad, eso que llamamos inconsciencia es, simplemente,otra consciencia. No somos ms inconscientes cuando estamos dormidos o sin sentido, cuando noshallamos bajo el efecto de las drogas o estamos muertos o en cualquier otro estado, que cuando nosencontramos sumergidos en un pensamie