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Stonehenge - Fernand Niel

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  • Fernand Niel ^ ^ STONEHENGE t ELTEMPLO MISTERIOSO H i

    DE LA PREHISTORIA ^ H

    .

    I

    PLAZA Se JANES, Editores

  • Ttulo original:

    STONEHENGE

    Traduccin de

    JOS M. MARTNEZ MONASTERIO

    Primera edicin: Febrero, 1976

    Editions Robert Laffont, S. A., 1974 1976, PLAZA & JANES, S. A., Editores

    Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugas de Llobregat (Barcelona) Este libro se ha publicado originalmente en francs con el titulo de

    STONEHENGE

    Printed in Spain Impreso en Espaa ISBN: 84-01-31086-5 Depsito Legal: B. 8.442-1976

    ND ICE

  • PRIMERA PARTE

    STONEHENGE Y SUS ALREDEDORES

    La llanura de Salisbury 21 Primer contacto 25 Visin de conjunto 31 El crculo de sarsen 38 El crculo de las piedras azules 48 Los trilitos de sarsen 55 La herradura de las piedras azules 61 La piedra del altar 63 Los agujeros Y y Z 65 Las cuatro estaciones 67 El desmonte circular y los agujeros de Aubrey 70 La Slaughter stone 73 La Heel stone 75 La avenida 81 El eje 85 El horizonte de Stonehenge 88

    SEGUNDA PARTE

    LA HISTORIA DE STONEHENGE

    Los constructores de Stonehenge El texto de Diodoro de Sicilia ...

    97 109

    ^

  • i m H H i " H M M W M W I l w ' ^ * ' r o '

    La destruccin de Stonehenge 112 El baile de los gigantes 118 Stonehenge y el diablo 123 Curiosidad real 129 William Stukeley 137 Choir Gaur 142 Sir Richard Colt Hoare 147 William Matthew Flinders Ptrie 152 Los trabajos de Sir Norman Lockyer 156 Las excavaciones del coronel Hawley 162 R. J. C. Atkinson 171

    PRLOGO

    TERCERA PARTE

    LA CONSTRUCCIN DE STONEHENGE

    El monumento Henge 181 La Heel stone y la avenida 186 El transporte de las piedras azules 188 El transporte de las piedras de sarsen 194 El trabajo de las piedras de sarsen 198 Los dobles crculos de las piedras azules 201 El gran Stonehenge 204 Las observaciones solares 221 CONCLUSIN 235

    APNDICES

    SOBRE LA DIVISIN DEL CRCULO DE SARSEN EN TREINTA PAR-TES IGUALES 245

    SOBRE EL RECTNGULO DE LAS CUATRO ESTACIONES 246 STONEHENGE DESCIFRADO 249

  • I

    El presente libro tiene como objeto dar a conocer al pbli-co uno de los monumentos ms misteriosos del mundo. Se trata del conjunto megaltico de Stonehenge, situado en el Sur de Inglaterra, a 125 km al sudoeste de Londres y a unos 20 km al Norte de Salisbury.

    Desde luego, el pblico culto no ignora la existencia de este conjunto. Stonehenge es citado frecuentemente en obras dedicadas a temas prehistricos. Por su parte, en las revistas han aparecido numerosos artculos, profusamente ilustrados, dedicados al monumento que nos ocupa. Si bien resultara exagerado afirmar que es popular la silueta de sus gigantescos trilitos, s puede afirmarse que muchas personas seran capa-ces de reconocerlo sin muchas vacilaciones.

    Quizs el hecho de que Stonehenge se halle situado en In-glaterra pueda inspirar cierta indiferencia hacia este monu-mento. Sin embargo, la mano de obra necesaria para su cons-truccin fue, a lo mejor, proporcionada por remotos habitantes

  • 14 FERNAND NIEL

    de Francia, probablemente tribus de Bretaa. As, pues, no se trata slo de un monumento britnico, sino de un monumento de la Europa occidental.

    Existe un importante aspecto de Stonehenge sobre el que quisiramos llamar la atencin del lector: no es un conjunto megaltico ms o menos asimilable a los dlmenes y a los menhires. No est compuesto de piedras sin pulir: los monoli-tos que lo forman fueron trabajados, a veces, con una gran habilidad. Adems, se pueden apreciar tales refinamientos ar-quitectnicos y una exactitud tal en su plano, la obra revela tal tcnica y tal ciencia, que uno se siente obligado a separarlo de los monumentos megalticos, sean cuales sean el acabado y la precisin de algunos de entre ellos, por ejemplo, el dolmen de Antequera en Andaluca, la avenida cubierta de Bagneux-Saumur, en Maine y Loira, el cromlech rectangular de Crucuno en Morbihan, o el Anillo de Brodgar en las Oreadas. Estos monumentos, escogidos entre muchos otros, demuestran una tcnica muy segura en el trazado del plano, en la propia cons-truccin o en la orientacin. Sin embargo, no se les puede com-parar con Stonehenge, aunque sean de la misma poca (con dos o tres siglos de diferencia).

    Situado en Carnac o en Locmariaquer, Stonehenge se vera tan fuera de lugar como en Luxor o en Atenas, si no ms. Cons-tituye un conjunto indudablemente excepcional. El prodigioso inters que ha suscitado y suscita an en Gran Bretaa, es una de las pruebas de lo antedicho. Pero es conocido en el mundo entero y tan gran celebridad sera inexplicable si fuera un con-junto megaltico como otros que existen en la Europa occiden-tal. Son necesarias las cifras? En 1900, una bibliografa de las obras o artculos aparecidos sobre Stonehenge presentaba ms de 600 ttulos. En nuestros das, este nmero se habr doblado probablemente. En el curso de un ao, el nmero de visitantes que pagan sus seis peniques para entrar en el recinto y ver el monumento ms de cerca, debe de aproximarse a los 200.000. En un solo da, hemos visto llegar ms de mil personas, entre las cuales reconocimos a canadienses, alemanes, holandeses,

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    un japons y numerosos franceses. Todos los aos, en la ma-ana del 21 de junio, al salir el sol, la multitud es tan grande que se necesita un importante servicio de orden. Lo notable es que esto sucede sin que se haya hecho publicidad alguna. En ninguna parte hay grandes letreros, sino simples indicaciones topogrficas anlogas a todas las dems, e incluso desde las aglomeraciones ms cercanas, no existe ningn medio de trans-porte regular para llegar a Stonehenge.

    Adems de los arquelogos, se han apasionado por Stone-henge pintores, poetas, filsofos, historiadores, gelogos, as-trnomos, ingenieros y arquitectos. Este monumento ejerce una especie de fascinacin a la que tampoco nosotros nos hemos podido sustraer. No nos referimos slo a los tesofos, antrop-sofos, radiestesistas, espiritistas, o adeptos a sectas religiosas. Hablamos de la masa de simples aficionados, surgidos de todos los medios sociales: magistratura, medicina, iglesia, ensean-za, ejrcito, administracin pblica, etc. Est justificado este intenso movimiento suscitado por el inters y la curiosidad? El lector, al final de este libro, juzgar a su conveniencia, pero nosotros consideramos que est ah como ciertos vestigios anti-guos: las alineaciones de Carnac, la Gran Pirmide, las ruinas de Zimbabwe en Rodesia, Tiahuanaco en los Andes, las estatuas de la isla de Pascua y otros ms. Es decir, Stonehenge figura entre estos vestigios, que plantean problemas no resueltos hasta ahora y que parecen suponer un desafo a la sagacidad del eru-dito moderno.

    Desde el da en que el arquitecto de Jacobo I, el clebre Iigo Jones, fue subyugado por Stonehenge y escribi, en 1650, el primer estudio de conjunto conocido, ilustrado con admirables dibujos y un ensayo de reconstitucin, se ha llevado a cabo un inmenso trabajo. Muchas preguntas han tenido respuestas satisfactorias, se han levantado planos de una extrema preci-sin, se han efectuado excavaciones inteligentes y metdicas y, por fortuna, se han hecho descubrimientos a veces sensacio-nales. Adems, Stonehenge est hoy bien libre de todas las fal-sas hiptesis, sensatas o no, as como de las elucubraciones na-

  • 16 FERNAND NIEL S T O N E H E N G E 17

    cidas en cerebros brumosos o demasiado imaginativos. Sin embargo, quedan muchas interrogantes. Uno de los

    rasgos ms desconcertantes de esta enigmtica construccin es su carcter nico. En el mundo no se encuentra nada que se le pueda comparar. Con toda probabilidad, Stonehenge era un templo solar, una especie de santuario, en el que dominan dos figuras principales: en plano, la forma circular; en elevacin, el tipo trilito, es decir, dos piedras levantadas en sentido verti-cal y, sobre ellas, la tercera formando como un dintel. El mo-numento presenta cierta complejidad que explica, en parte, la amplitud de las obras generales que le han sido dedicadas, comprendida la presente, as como el nmero de artculos apa-recidos, reservados a estudiar detalles particulares.

    Hemos tenido la oportunidad de estudiar Stonehenge lar-gamente, in situ, durante treinta das completos. En especial hemos verificado medidas y alineaciones. Adems, han facilita-do mucho nuestra tarea un plano del conjunto del lugar, a una escala de 1 cm por metro, y una maqueta de 2 cm por metro. Pero si bien estos trabajos personales han sido una de las razones que nos han decidido a escribir este libro, nuestro es-tudio se apoya, en buena parte, en las grandes obras de los eruditos britnicos. Por supuesto, no hemos ledo totalmente los libros y artculos que componen la inverosmil bibliografa de Stonehenge. Sin embargo, hemos conseguido comprar en las libreras los principales, o consultarlos en bibliotecas.

    Aparte algunos folletos de divulgacin, todas estas obras abordan aspectos tcnicos, contribuyendo a dar a ciertos pasa-jes un carcter cientfico. Tambin en este caso desearamos llamar la atencin del lector sobre dos puntos importantes: por una parte, la Arqueologa pura sigue siendo impotente para explicar por completo Stonehenge. Si bien ella ha podido dar numerosas respuestas incontrovertibles, lo cierto es que no ha podido resolver todos los problemas. Por esta razn se ha re-currido a otras disciplinas: la Geologa, la Astronoma o las Matemticas. Por otra parte, no se puede hablar de este mo-numento sin referirse a las cifras y a las tcnicas utilizadas,

    segn toda evidencia, por los constructores. Nuestro estudio no evitar esta obligacin. La mayor parte de las grandes obras sobre Stonehenge contienen numerosos planos, esquemas, mapas y croquis, a los que se remite con frecuencia en el texto. El presente libro sigue la misma pauta. Estas figuras son abso-lutamente necesarias, si se desea poseer una idea concreta del monumento. Adems, cuando se visitan estos lugares, se deben consultar a cada instante las guas o los planos, a fin de iden-tificar las diferentes figuras de la construccin. Al estar Stone-henge parcialmente arruinado (ms de la mitad de las piedras que lo componan han desaparecido), es difcil si no imposible, reconstituirlo. Puede decirse que se obtiene mejor visin sobre el papel que en el mismo lugar.

    El monumento que se ve actualmente fue construido sobre santuarios anteriores, y todo cuanto queda de stos se halla enterrado. Los restos han sido cuidadosamente extrados por los arquelogos, pero aparte los perodos de bsquedas y de trabajo, estn cubiertos de hierba. Los millares de visitantes que no son informados, no sospechan su existencia. Una parte importante de los vestigios del pasado de Stonehenge sera desconocida si no fuera por libros ilustrados con dibujos apro-piados. Adems, sin esos mltiples croquis, detalles sumamen-te reveladores correran el riesgo de pasar inadvertidos o de no ser comprendidos. Por tal razn los hemos incluido tan abun-dantemente en nuestro texto. Esperamos que las fotografas ayudarn a conocer mejor este prestigioso monumento, y a introducir al lector en su especial ambiente.

    Existe un punto sobre el que desearamos atraer la refle-xin del lector: en todo esto que se va a leer debe siempre te-nerse en cuenta el emplazamiento y la fecha de Stonehenge, es decir, la parte extrema de la Europa occidental y los si-glos xiv o xv antes de nuestra Era.

    En esta poca y en estos lugares no se conoce ninguna na-cin, ninguna ciudad, ningn vestigio de cultura cientfica, ningn indicio de civilizacin comparables a las de la cuenca oriental del Mediterrneo, para hablar slo de las ms cerca-2 3363

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    as. Sabemos tan poco de los hombres que habitaban entonces en el pas de Stonehenge que los designamos por el utensilio que utilizaban para beber, o por un trmino bastante vago, la Wessex culture, concebida a causa de los objetos hallados en las tumbas de esta regin. En resumen, sabemos slo que vi-van agrupados en tribus, que practicaban la agricultura y la ganadera y que conocan el bronce, pero que an utilizaban un utillaje ltico y que enterraban a sus muertos en tumbas de forma circular. Tambin poseemos algunos datos sobre sus armas, sus utensilios o sus objetos de adorno. Eso es todo, ms o menos. En definitiva, nada que los diferencie mucho de los otros pueblos de la misma poca y que vivieron en el con-tinente.

    Stonehenge se encuentra en este contexto, no hay que ol-vidarlo.

    PRIMERA PARTE

    STONEHENGE Y SUS ALREDEDORES

  • LA LLANURA DE SALISBURY

    Para la mayora de los ingleses, el nombre de la pequea ciudad de Salisbury debe de evocar una de las ms bellas cate-drales gticas de Gran Bretaa y el conjunto megaltico de Stonehenge. Ambos constituyen dos magnficos testimonios del espritu religioso de hombres separados por tres mil aos. Esto basta simplemente para asegurar la celebridad de esta simptica ciudad, atravesada por diversos cursos de agua, sumamente animada y en cuyas cercanas no hay an ninguna industria perturbadora. Salisbury es capital del condado de Wilts o Wiltshire, el cual, junto con el Hamp, Dorset y Berks constitua el antiguo reino de Wessex. De ah, despus de haber admirado detenidamente la catedral y su aguja, de 120 m de altura, se parte para ir a visitar Stonehenge.

    Se deja tras s la ciudad y se toma, directamente hacia el Norte, la direccin de Marlborough. La carretera pasa al pie de la antigua fortaleza de Od Sarum, la antigua Sorbiodunum de los celtas, hacia la que convergan cuatro calzadas romanas. Este lugar es el origen de la moderna Salisbury, llamada tam-bin New Sarum. Profundos fosos y restos de viejos muros grises, desaparecen en parte ocultos por un verde csped y se ve, sobre todo, emergiendo sobre los pastos, una fortaleza verde, completamente cubierta por esa hierba tan apreciada

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    por los ingleses, que hemos dejado al pie de la catedral de Salisbury y que volveremos a hallar alrededor de los gigantes-cos monolitos de Stonehenge. Las verdeantes murallas, a las que se adhieren las hojarascas sombras, casi negras, de al-gunos rboles parecidos a bolas, se escalonan en varios recin-tos concntricos y el conjunto adopta la forma de un crculo bastante regular. Desde la parte ms elevada se disfruta de una amplia perspectiva de los alrededores. Despus de Od Sarum empieza lo que se llama, no sin humor, quiz, la llanura de Salisbury.

    La llanura de Salisbury es, ciertamente, la ms ondulada de todas las llanuras. En 1654, John Evelyn hablaba de su unifor-midad y, doce aos ms tarde, Samuel Pepys vea alturas capaces de asustarlo. Por desgracia, son raros los que saben embellecer tanto las cosas, en un sentido u otro. Para la ma-yora de las personas, la verdad se sita entre la uniformidad de Evelyn y las alturas de Samuel Pepys. La llanura de Salis-bury es una sucesin de depresiones y de amplias mesetas. Su altitud media es de unos 140 m y su punto culminante debe de ser el Beacon Hill, a 204 m, situado a unos 20 km de Sa-lisbury. Las carreteras que atraviesan esta curiosa llanura ra-ras veces son rectas. Forman una serie casi ininterrumpida de subidas y bajadas. Lo que hace concebir la ilusin de que es una regin llana y explica, quizs, el apelativo de llanuras es el hecho siguiente: en lo alto de estas cimas redondeadas, el horizonte, dirija uno la vista a donde la dirija, parece estar al mismo nivel. Las depresiones y los valles desaparecen y da la impresin de encontrarse en medio de una vasta llanura, o sobre una inmensa altiplanicie de horizonte llano y uniforme.

    Todo el pas est bien cultivado, a pesar de un escaso es-pesor de la tierra vegetal que recubre una subcapa de creta dura. sta aparece al menor corte efectuado en el suelo, as como en agujeros, desmontes o zanjas. En ciertos lugares, en los que los trabajos recientes la han hecho salir a la luz, pre-senta un hermoso tono blanco. Fragmentos de esta creta siem-bran los campos de cereales y les dan, en invierno y un poco Fig. 2.Stonehenge y sus alrededores.

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    de lejos, un color grisceo. Alternando con esos campos, se ex-tienden hasta perderse de vista pastizales en los que se dis-persan rebaos de vacas blanquinegras, o carneros de hocico negro. Si no fuera por los hangares de los campos de aviacin o las filas de barracones de los campamentos militares, se po-dra imaginar el horizonte de la llanura de Salisbury tal como fue, quizs, en las pocas de Od Sarum e incluso de Stone-henge. La nica diferencia la constitua, sin duda, los bosque-cilios de follaje verde oscuro, que seran ms extensos y ms numerosos.

    Todas las aglomeraciones se hallan en las orillas de los cursos de agua, es decir, en el fondo de los valles. No se les distingue desde las partes elevadas de la llanura de Salisbury y se tendra fcilmente la impresin de atravesar un pas des-habitado si no hubiera cultivos y pastos. Las granjas se hallan muy alejadas entre s y, muy a menudo, disimuladas en medio de los bosquecillos. Slo los grandes campamentos militares de Tildworth, de Bulford, de Larkhill o de Tilshead rompen la uniformidad de este montono paisaje.

    Esta llanura tiene la forma de un tringulo invertido, cuyo vrtice, orientado al Sur, toca Salisbury y la base; al Norte se apoya en la orilla derecha del valle de Pewsey. Ambos lados estn perfilados, al Oeste por el curso sinuoso del Naddern y, al Este, por el del Bourne. El tringulo est divido en dos partes sensiblemente iguales, por el Avon de Hampshire o de Salisbury, que no se debe confundir con el afluente del Se-vern, pasando por Stradford upon Avon, confluyen en Sa-lisbury.

    En fin, la llanura de Salisbury ofrece una nueva particu-laridad muy notable. Es el lugar donde convergen los Downs, colinas cretceas que jalonan desde el Este al Oeste, todo el sur de Inglaterra. Al Norte estn los Berkshire Downs, al Este los North y los South Downs, al Oeste los Mendips y los Dorset Downs. Es interesante considerar esta importante particulari-dad, pues si la llanura de Salisbury es el punto de unin de los Downs, Stonehenge est en el centro de esta llanura.

    La primera aglomeracin, al norte de Salisbury, es Ames-bury, a 13 km de la carretera de Marlborough. Nos hallamos en el centro del condado de Wilts. Amesbury es una pequea poblacin, ms bien una aldea, construida en un meandro del Avon. Los jardines y los parques han hecho su reaparicin. Cottages de paredes blancas y enmaderamientos pintados de negro o colores vivos, sobre todo rojo y azul claro, aportan algo de alegra en medio de la monotona de las alturas de la llanura. Aqu, en la santa casa de Amesbury, la reina Gine-bra, esposa del rey Arturo, se retir despus de haber aban-donado la Corte de su marido. ste, al volver a reunirse con ella, se despidi en vsperas de su ltima batalla contra los sajones. Aorada y honrada por todos, Ginebra muri proba-blemente en la abada de Amesbury. Pero, si este pueblo es clebre por su antiguo convento, vinculado a las leyendas del rey Arturo, tambin lo es por la proximidad de Stonehenge, situado a unos 4 km de distancia.

    En Amesbury, la carretera Salisbury-Marlborough cruza otra, muy importante, procedente de Londres y de Andover. sta atraviesa la poblacin, despus, a poco ms de 3 km al Oeste, se bifurca en dos direcciones; a la izquierda, la de Exeter y Plymouth, y, a la derecha, la Warminster, Bath y Bris-tol. La bifurcacin se halla en una de esas dos depresiones inesperadas, tan numerosas en la llanura de Salisbury. Stone-henge est a varios centenares de metros ms lejos, justo al lado de la carretera de Bristol.

    PRIMER CONTACTO

    Segn numerosos autores britnicos, la primera impresin que causa ver Stonehenge es, quiz, la decepcin. Esto es un poco cierto. Cuando, procedentes de Amesbury, se ha reba-sado una granja y un recinto cercado, se distinguen de impro-viso las clebres piedras, desde una distancia que se aproxi-

  • 26 EERNAND NEEIJ STONEHENGE 27

    ma a un kilmetro, no se aprecian bien sus reales dimensio-nes, sobre todo teniendo en cuenta que no estn muy separa-das entre s. Parecen aglomeradas en un espacio reducido y eso les da el aspecto de un montn de rocas naturales. Tambin parece que se las divisa claramente y que se est a su nivel. En definitiva, se las ve desde demasiado lejos. Sin duda, esta impresin queda muy disminuida cuando uno se acerca a ellas de forma ms rpida, en coche, por ejemplo.

    Adems, Stonehenge no est solitario, alzndose sobre la lla-nura de Salisbury. Las carreteras que conducen al lugar se ven recorridas por una intensa circulacin, la cual, algunos das de fin de semana, se vuelve infernal. Los vehculos van muy pegados y, con frecuencia, se hallan interminables convoyes militares, compuestos de pesados camiones, cuyo ruido no ahoga el de los aviones supersnicos. Esto constituye asimis-mo una causa de decepcin, pues resulta imposible evitar la carretera. Los campos al borde de sta estn casi todos cer-cados y las frecuentes lluvias los transforman en autnticos lodazales. La mejor forma de apreciar Stonehenge en toda su pureza es, quizs, inclinarse sobre las acuarelas o cuadros del lugar, pintados hace medio siglo o ms. Entonces se ve de la forma ideal: bajo un cielo plomizo y en un terreno desierto, donde un pastor y su rebao acentan ms la soledad que rodea este monumento.

    La carretera desciende bruscamente y Stonehenge desapa-rece (1). Cuando reaparece despus de una breve ascensin, ya slo se halla a unos 200 m. Se pasa entonces muy cerca de una gran piedra puntiaguda. Si uno no est prevenido, no presta atencin a esa piedra. A su lado, en un antiguo y pequeo mo-jn pone: LXXX miles from London. Uno compra su entra-da y se apresura a franquear el portillo abierto en el cercado que cierra este monumento. Se avanza sobre una hermosa al-fombra de csped. Al pasar apenas se advierte un foso poco profundo, tambin cubierto de csped. Suele tenerse gran im-paciencia en descubrir qu hay detrs de un peristilo, corn-

    il) Despus de haber sido escritas estas lneas, unos trabajos de excavacin han hecho desaparecer esta profunda depresin.

    Fiq 3 Plano de las ruinas de Stonehenge, tal como se ofrecan a la vista de los visitantes antes de los trabajos de restauracin. (En negro, piedras de pie. En punteado, piedras cadas)

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    puesto de piedras enormes, pero de formas bastante regula-res, unidas en parejas y coronadas por dinteles.

    Lo que ms impresiona al llegar a Stonehenge es esta co-lumnata de plano circular. Si bien se aprecia en seguida que est incompleta, pues le falta una gran parte de la circunfe-rencia, ello no obsta para atraer la atencin. Esta importante parte del monumento provoca siempre la admiracin. Desde luego, el visitante puede fijarse en otras piedras, ms altas an, que se yerguen detrs de esta columnata, pero estos blo-ques siguen siendo ms o menos visibles. La primera impre-sin que causa es la de ser un monumento bastante bien con-servado. Sin embargo, esta impresin es falsa.

    Tan pronto se est en el interior, tras haber franqueado una de las puertas constituidas por dos columnas y su din-tel, uno se halla en el centro de un conjunto de una extrema complicacin. Algunas piedras erguidas, no muy altas, o gru-pos gigantescos, compuesto cada uno de dos jambas, reunidas ellas tambin, en su parte superior, por un dintel, dan la im-presin de cierto orden, pero todo el resto constituye el ms hermoso caos que imaginarse pueda, sobre todo en la parte opuesta a la entrada del monumento. Por doquier se ven blo-ques inclinados o cados, a veces unos sobre otros, semiente-rrados, enteros o rotos en dos o tres trozos. Todo esto hace pensar que Stonehenge ha sufrido los efectos de un sesmo y no de una destruccin provocada por el hombre. No se aba-tira sobre el templo la clera de los dioses en forma de un temblor de tierra? Sera plausible, y este espectculo provo-ca en parte, segn nosotros, la decepcin de que hablan los autores britnicos. Se aborda el monumento por su lado me-jor conservado, pero tras una fachada engaadora, se ocultan la ruina y el desorden (1).

    No faltan aqu los inconvenientes particulares de todos los lugares clebres. El parking suele ser incapaz de dar cabida a vehculos de todas clases, que son trados por ininterrumpi-

    (1) Los trabajos de restauracin de 1958, al levantar algunos mon-tantes, han reducido un poco este aspecto catico.

    S T O N E H E N G E 29

    das oleadas sucesivas de visitantes. A veces uno cree asistir al desfile de toda la poblacin de un condado: parejas jvenes o viejas, recin casados cogidos de la mano, artistas barbudos, grupos de amigos, pastores o sacerdotes, chicas jvenes a la moda (blusa azul cielo y pantaln naranja), alumnos de un co-legio, con uniforme y gorros verdes, enamorados indiferentes a los monolitos gigantescos, viejas damas con sombreros rosa o lila, chicas de pensionado con canotier y cinta roja, militares agrupados por armas (artilleros, de Infantera o aviadores), turistas en excursin organizada, apiados en torno a un gua, pero, sobre todo, familias completas, incluidos abuelos y nios de todas las edades... Y el primer contacto se suele producir en medio de una autntica multitud. No hay oportunidad de asombrarse. La gente deambula, discute, compara los lugares con los grabados de su plano y saca fotografas. Los nios sal-tan sobre las piedras cadas, juegan al escondite entre las jam-bas y resulta difcil dar algunos pasos sin encontrarse ante una cmara fotogrfica que enfoca a una o varias personas que apoyan un pie en una piedra.

    Por fortuna, el cielo ayuda a veces a los aficionados de las cosas del pasado. En efecto, en la llanura de Salisbury, el tiem-po da muestras de una notable inconstancia y no resulta raro que, en la misma jornada, se produzcan tres o cuatro perodos de lluvia alternando con el sol. As, pues, con las primeras go-tas, la multitud se desvanece con la misma rapidez con que haba aparecido, quedndose slo algunos heroicos visitantes, acurrucados detrs de las jambas, pero casi invisibles. Bajo la lluvia y sin el gento, Stonehenge cobra un aspecto casi tr-gico, el que nos hace retroceder unos treinta siglos.

    Entonces, tras haber gustado la melancola de este singu-lar monumento, el espritu puede plantearse las primeras pre-guntas.

    La sensacin dominante, experimentada no slo en el curso de una simple visita, sino tambin en la medida en que se ha profundizado en su estudio, es, segn nuestra opinin, la de encontrarse ante unos vestigios de estilo, de poca y de civi-

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    lizacin desconocidos. No se acierta a dar un nombre a los constructores de este conjunto. Incluso se escucharan con in-dulgencia hiptesis tales como que Stonehenge se cre por obra de la accin giratoria de las aguas durante los perodos glaciares, por elefantes notablemente inteligentes o por los in-dios apalaches...

    Desde luego, se piensa inmediatamente en las poblaciones que erigieron los dlmenes y los menhires, pero, a pesar de algunas piedras anlogas a estas ltimas, incluidas en el mo-numento, la comparacin debe ser desechada rpidamente. Di-ramos ms: establecer un paralelismo entre Stonehenge y el cromlech gigante de Avebury, separados apenas por 30 km y compuesto de piedras del mismo origen, acenta su contraste en lugar de disminuirlo. Si se admitiese que uno deriva del otro, sera intil buscar, formas intermedias. El nico punto en comn sera la forma circular, si bien el trazado de las cir-cunferencias es perfecto en un caso y muy irregular en otro. Cuando se mira ms all del monumento, hacia ese amplio horizonte despojado por la mente de todas las huellas de la civilizacin contempornea, se advierte cuan extrao resulta Stonehenge al paisaje que lo rodea: falta el centelleo de la mar divina.

    No, desde luego, Stonehenge est solo, desesperadamente solo, sin ascendencia ni descendencia. Como deca el novelista Henry James: Se yergue tan solitario en la Historia como so-bre la gran llanura. Se ha tratado de comparar los trilitos con ciertos conjuntos del mismo gnero que habran existido en Tripolitania o en Arabia, pero basta con observar los di-bujos o las fotografas de estos ltimos para darse cuenta de cuan forzada resulta la comparacin, j Sera lo mismo que compararlos con los trilitos de las islas Tonga! Por otra parte, en ningn sitio se ha encontrado un peristilo comparable al de Stonehenge. El conjunto trilitos-peristilo refuerzan la sen-sacin de hallarse ante uno de los mayores puntos de interro-gacin heredados del pasado lejano. En fin, el estado de des-truccin del monumento da a entender en seguida que la es-

    STONEHENGE 31

    peranza de hallar un da la clave del enigma debe ser, sin duda abandonada.

    Sin embargo, tratemos de poner orden en el caos ofrecido a primera vista por esta extraa construccin.

    VISIN DE CONIUNTO A fin de efectuar la descripcin con mayor comodidad, di-

    vidiremos el conjunto formado por Stonehenge en tres partes:' el monumento propiamente dicho, las inmediaciones y los alrededores.

    El monumento en s estaba, en principio, compuesto por dos crculos concntricos de piedras levantadas: un crculo exterior llamado de sarsen y un crculo interior de piedras azules. Despus daremos una explicacin de esas expresio-nes. El crculo de sarsen, llamado frecuentemente crculo ex-terior, estaba formado por treinta jambas separadas, de sec-cin rectangular, reunidas de dos en dos, en su parte supe-rior, por dinteles. El dimetro calculado sobre una circunfe-rencia tangente a la cara interior de estas jambas, mide alre-dor de 30 m. El crculo de las piedras azules, o crculo inte-rior, mide algo ms de 23 m de dimetro. Compuesto por pie-dras ms pequeas y por formas ms irregulares, desde luego sin pulir, esta circunferencia exterior rodeaba dos nuevas fi-guras concntricas: 5 gigantescos trilitos de sarsen, dispues-tos en herradura, as como cierto nmero de piedras azules dibujando una figura idntica. En fin, en el centro de esta ltima haba una larga piedra plana, puesta a nivel del suelo, o escasamente enterrada, y llamada la piedra del Altar.

    En trminos generales, el monumento propiamente dicho, con excepcin de una sola, se compona de piedras erigidas que dibujaban dos tipos de figuras: el crculo y la herradura.

    circulo y una herradura de sarsen, repetidos interiormente por figuras parecidas de piedras azules. En elevacin, las jam-

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    bas de sarsen estaban reunidas en su parte superior por din-teles, trilitos aislados por la herradura, peristilo continuo para el crculo. Una impresin de armona y de proporciones jus-tas es lo que se obtiene de este conjunto, a pesar de su dete-rioro. El monumento parece perfectamente adaptado a la me-dida del hombre, suficiente para darle una idea de grandeza, pero sin exageracin. Veremos hasta qu punto los construc-tores buscaron todo esto.

    Pero ahora salgamos del crculo mgico. Uno de los pri-

    Fg. 4. Plano de conjunto.

    meros detalles que llaman nuestra atencin es esa gran pie-dra junto a la carretera, en la que tan poco suele repararse al llegar a Stonehenge. No obstante, merece cierta atencin, pues es, quiz, la piedra ms clebre del monumento. Se trata de la famosa HEEL STONE, la piedra del taln, que ha provo-cado discusiones apasionadas, an no zanjadas. Su altura so-bre el suelo llega casi a los 5 m y se inclina en direccin al templo. Entre este bloque y el crculo de sarsen yace otra piedra, la SLAUGHTER STONE, lo cual podramos traducir como piedra de los sacrificios. Probablemente, en otros tiem-pos, estara en pie.

    Hay otro detalle poco advertido despus de cruzar el por-tillo: un foso circular, que, en su interior, tiene un talud emergente del suelo y circunda el templo en una distancia aproximada de 30 m. Este foso est interrumpido en diversos puntos, pero la principal de las interrupciones, la que, sin duda, sealaba la entrada en el recinto, est cerca de la Slaugh-ter stone. Para comprobar todos estos detalles, podr exami-narse el plano de conjunto (fig. 4). Nosotros llamaremos foso y talud al desmonte circular. En la parte interior del talud, unos pequeos discos blancos indican el emplazamiento de agujeros, los agujeros de Aubrey, los cuales, en nmero de cincuenta y seis, describan una circunferencia completa. Los que han sido excavados estn sealados por un disco de cal.

    Cerca de la circunferencia dibujada por estos agujeros, apa-recen dos piedras de no gran altura, situadas en las extremi-dades de un dimetro que pasa por el centro del monumento propiamente dicho. No muy lejos de cada una de esas piedras, y sobre la misma circunferencia, se adivinan dos montculos apenas visibles, sobre todo el del Norte. De planos circulares y simtricos ellos tambin, con relacin al centro, constitu-yen, con las dos piedras, lo que se denomina las cuatro esta-ciones.

    Disimulados bajo el csped y, por consiguiente, totalmente invisibles, hay dos series de agujeros dispuestos en crculo. Uno de ellos, el de los agujeros Y y Z, est en la parte exterior 3 3363

  • 34 FERNAND NIEL S T O N E H E N G E 35

    .Rollestone * ." o Durrington Downs

    DURRINGTON /* o' .... WALLS i

    o Fargo Plantation,

    o

    EL CURSUS ...WOODHENGE l l l,i,|iti> t i.i imiii.,iii i.MiitiiimiHiitnii.i.mii.i..,,^ o

    ic\:-AMonumento Henge imimuu.i."'"*1",,

    o. u n a comarca muy poblada, sin duda mucho ms que en la actualidad.

  • 36 FERNAND NIEL S T O N E H E N G E 37

    Tal es, en resumen, el conjunto de Stonehenge. Parece re-lativamente simple, pero advertiremos cierta complicacin a medida que prosigamos nuestro estudio, y el examen ms pro-tundo de estas diferentes partes nos revelar detalles sorpren-dentes. En primer lugar digamos que, desde mediados del si-glo pasado, se adquiri la costumbre de designar por un n-mero todas las piedras del monumento. Este procedimiento muy prctico, evita fastidiosas repeticiones y uno se habita"

    Oeste "de S^^P^S

    ^TCT& F.M.

    Fig. 6. Plano de referencia. (En negro, piedras en su lugar. En blanco, piedras fallantes o caldas)

    a l en seguida. Por otra parte, es utilizado por todos los auto-res britnicos.

    Tal como se puede ver en el plano de referencia (fig. 6), las series de nmeros empiezan inmediatamente a la derecha (1) del eje simtrico del monumento. Este eje ser definido ms adelante.

    Crculo de sarsen, 1 a 30; las piedras que faltan tambin tienen su nmero.

    Crculo de las piedras azules, 31 a 49; las piedras desapa-recidas no han sido numeradas en este caso.

    Cinco trilitos de sarsen, 51-52, 53-54, 55-56, 57-58 y 59-60. Herradura de las piedras azules, 61 a 72. A ejemplo de

    las del crculo, las piedras que faltan no llevan nmero. Cuatro estaciones, 91 a 94. En cuanto a las dems piedras, aunque tengan su nmero,

    la piedra del Altar (80), la Slaughter stone (95) y la Heel sto-ne (96), suelen ser ms mencionadas por su propio nombre. Nosotros haremos igual.

    Los dinteles ostentan el nmero de una de las dos piedras sobre los que reposan, o reposaban, aadindoles un 100. Por ejemplo, el dintel del trilito 59-60 es el 160. Esta numeracin es poco utilizada, igual que las siguientes. Solamente nos he-mos referido a este aspecto a ttulo indicativo.

    En el curso de los diversos trabajos de excavacin reali-zados en Stonehenge, se han descubierto trozos de piedras azu-les, o agujeros que sirvieron para levantar algunas de estas piedras, sobre el trazado del crculo o de la herradura. Estos vestigios son designados por el nmero de la piedra prece-dente que existe an sobre el nivel del terreno, seguido por una letra del alfabeto. De este modo, los agujeros o trozos descubiertos en el crculo, a continuacin de la piedra 32 son indicados como 32 a, 32 b, 32 c, etc.

    1. Frecuentemente utilizaremos las expresiones a la derecha o a la izquierda de tal piedra o del eje de la construccin. Siempre debe suponerse que se est sobre ese eje y que se mira hacia el nordeste, es decir, hacia l a Heel stone.

  • 38 FERNAND NIEL S T O N E H E N G E 39

    Asimismo las series de agujeros estn numerados de for-ma idntica, de 1 a 56 en el caso de los agujeros de Aubrey, 1 a 30 en el caso de los agujeros Y y Z.

    EL CIRCULO DE SARSEN

    Han sido emitidas diversas hiptesis para explicar este nombre de sarsen.

    Se le ha hecho derivar de la palabra sajona ses, sesen, que significa piedra, o de la palabra latina saxum: pea. De este modo, se ha credo que la pronunciacin local convirti sasen en sarsen, pero da la impresin de que el origen ms plausible sea sarracen: sarraceno, empleado en otros tiempos en el sur de Inglaterra con el sentido un poco vago de extranjero. En Cornualles y en Devonshire se llama restos de judos o res-tos de sarsens, a los montones de residuos procedentes de las antiguas minas de estao. Con el nombre de Saracem o Sa-resyn se designaba a los paganos en general, y como los prin-cipales ejemplares de los bloques de sarsens estaban reunidos en construcciones atribuidas popularmente a los paganos, ta-les como Stonehenge o Avebury, se denomin a toda la for-macin geolgica piedras de Saresyn, o piedras paganas.

    De cualquier modo, la palabra sirve para calificar una for-macin perteneciente al terciario eoceno, bloques de gres de tono grisceo, desparramados por la superficie, principal-mente al norte de Wiltshire, en los Marlborough Downs. Estos bloques son tambin conocidos con el nombre de greywethers, o carneros grises. Son tan numerosos en ciertos lugares, que se pueden recorrer largas distancias saltando de uno a otro, sin posar el pie sobre el csped.

    El crculo de sarsen, o crculo exterior, estaba formado por treinta piedras alzadas, de una altura media actual de 4,11 m bajo el dintel. En 1877, Flinders Ptrie midi exacta-mente la altura de las jambas an en su posicin original y el

    examen de sus mediciones resulta muy interesante. Se ve, es-pecialmente, que esta altura podra variar de 3,86 m en el caso de la jamba nmero 21, a 4,42 m en el caso de la jamba n-mero 5; o sea, una diferencia de 56 cm. Al estar al mismo nivel la parte superior de los pilares, esta diferencia era causada por un desnivel del terreno, la cual, por supuesto, ya no existe hoy. Ahora bien, si se consultan los planos, se ver que las piedras 5 y 21 estn casi diametralmente opuestas. Al estar la 21 sobre el lado del monumento expuesto a los vientos reinan-tes sobre la llanura de Salisbury, se puede llegar a la conclu-sin de que stos eran capaces de provocar la aportacin de importantes cantidades de tierra al pie de las jambas. Las di-mensiones proporcionadas por Flinders Ptrie demostraban bien, por otra parte, que las piedras cercanas a la 5 posean una altura superior a la media, mientras que suceda lo con-trario en el caso de las prximas a la 21. La altura de 4,11 m indicada antes corresponde a la media de las alturas medidas por Ptrie. Un solo montante, el nmero 7, alcanzaba exacta-mente esta altura.

    La cara interior de las piedras, la ms unida por lo ge-neral, es tangente a un crculo de 29,56 m de dimetro. Estas treinta piedras estn exactamente colocadas^ sobre este crculo terico, no superando el error los 8 o los 10 cm. En el plano, cada uno traza un rectngulo de 1,14 m de anchura sobre 2,13 m de longitud. Dejan entre s un espacio medio de 1,067 metros, correspondiente a la mitad de su longitud.

    Las jambas del crculo de sarsen estn unidas, como he-mos dicho, por un dintel sobre su parte superior. stos miden alrededor de 3,20 m, es decir, la longitud de una jamba, aumen-tado por el espacio. La anchura de estos dinteles es de 1,07 m y su altura o grosor de 0,81 m. Su cara superior es, pues, de 4,92 m como promedio sobre el terreno.

    Antes de seguir, debemos sealar aqu, una vez por todas, que las dimensiones dadas anteriormente son aproximativas y pueden variar, segn los casos, de diez a quince centmetros, mas o menos. Las aristas de los monolitos no son suficiente-

  • 40 FERNAND NIEL

    mente vivas ni regulares para permitir ms precisin. Ade-ms, su seccin es variable, al no ser la misma al nivel del suelo que a un metro o dos por encima de ste. Adems, cuan-do los autores britnicos dan dimensiones, por ejemplo 7 pies x 3 pies 9 pulgadas para el rectngulo formado por el plano de

    Rg. 7.Plano del estado actual de las ruinas.

    STONEHENGE 41

    las jambas, tales medidas son igualmente de tipo medio. Estas observaciones se aplican a los nmeros que sern dados a con-tinuacin.

    Sobre las 30 piedras que componen el crculo en origen, 16 estn an en su lugar: los nmeros 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 10, 11, 16, 21, 23, 27, 28, 29 y 30 (vase el plano de referencia, fig. 6). Otra, la 22, ha sido vuelta a levantar en el curso de los trabajos efectuados en 1958. Los cuatro monolitos numerados de 27 a 30, a los que siguen los de 1 a 7, forman una serie ininterrum-pida de once jambas. Es esta parte del monumento la que se ve en primer lugar al llegar y la que da la ilusin de una cons-truccin bastante bien conservada. Cinco dinteles, de los cua-les tres sucesivos, estn todava en su sitio. El sexto, el 122, que une las jambas 21 y 22, fue emplazado en 1958. Los pi-lares 12, 14 y 25 estn tendidos en el suelo y los 8, 9, 19 y 26 estn representados por fragmentos. En fin, faltan el 13, 17, 18, 20 y 24.

    Advirtamos tambin el gran nmero de dinteles que han desaparecido. El crculo encerraba ms de 30, de los cuales seis se mantienen en su sitio, segn decamos, y dos sobre el suelo. As pues, vemos que faltan unos 20 y, por tal razn, se ha sugerido que el crculo de los dinteles nunca estuvo completo, al ser colocados estos bloques los ltimos. Pero esto no es ms que una suposicin. Los dinteles del crculo de sarsen eran, entre las piedras del monumento, los que posean las formas ms regulares y, por consiguiente, las ms adecuadas para tentar a los que han considerado a Stonehenge como una can-tera gratuita.

    Las jambas de sarsen fueron algo trabajadas y, por lo ge-neral, son de dimensiones menores en la parte superior que en la base, con una inclinacin que va de los 6 a los 8 cm sobre la altura total. Por ejemplo, una piedra que mide 2,15 mx 1,15 metros en la base, tendr 2,00x1,00 m en la parte superior. A veces, tambin, se han perfilado sus lados, de forma para darles un ntasis, un abultamiento. Las jambas 10 y 16 cons-tituyen los mejores ejemplos de este refinamiento. La inten-

  • 42 EERNAND NIEL STONEHENGE 43

    .11 \4 ... j j j , f i T f

    \

    Fg. 8.Dispositivo de ensambladura de los dinteles del crculo de sarsen.

    cin de obtener cierto efecto artstico es ya manifiesta y resul-ta curioso reconocer, en Stonehenge, uno de los prototipos de la columna griega de los perodos clsicos.

    Estos monolitos estaban hundidos, por trmino medio, de 1,40 m a 1,80 m en el suelo. Esto elevaba su altura total a 5,50 m y su peso a unas treinta toneladas. Semejante hundi-miento les aseguraba unos cimientos normales, si bien parece que algunas piedras, de menores dimensiones, penetraron me-nos profundamente en la tierra. Su estabilidad estaba entonces asegurada, en parte, por la unin con sus vecinas por medio de dinteles. Sin duda, esto no fue suficiente para mantenerlas erguidas durante numerosos siglos.

    En la parte superior, cada una de las jambas tena dos pro-tuberancias, talladas en la masa y espaciadas 1,067 m, longitud correspondiente al intervalo entre los pilares. Estas espigas se introducan en las muescas existentes en la cara inferior de los dinteles. Impedan cualquier desplazamiento lateral de estos ltimos, pues los sujetaban, una vez por todas, sobre las piedras erguidas. Adems, cada dintel estaba unido a su vecino mediante un dispositivo muy notable: una ensambla-dura de doble muesca y de seccin triangular, segn se indica en la figura 8. Tambin puede denominarse este sistema jun-tura en V y los ingleses lo llaman toggle joint. Segn se ha hecho notar, esto recuerda el trabajo de carpintera y no el de la piedra, sobre todo con bloques de estas dimensiones.

    Se ha pensado que debi de existir, en el mismo empla-zamiento o en otra parte, un prototipo de madera. Hasta hoy no se ha encontrado ninguna huella de semejante modelo, en Europa occidental, con excepcin de lo que parece cierta en-sambladura, descubierta en Arminghall, cerca de Norfolk, en Essex. Por tal razn, se ha supuesto que 4 agujeros para pos-tes, excavados en lnea recta y localizados cerca de la Heel stone (en A del plano de conjunto, figura 4) sobre la avenida, pudieron servir para levantar las jambas de una triple puer-ta, rematada por dinteles de madera. De este modo se tendra el prototipo buscado, pero todo esto no son ms que conje-

  • 44 FERNAND NIEI

    turas. Sin embargo, aunque se encontrara este modelo, nada cambiara este hecho en el que hemos de estar de acuerdo: el dispositivo de ensamblaje de los dinteles del crculo de sar-sen es nico y muy particular de Stonehenge.

    En el plano, los dinteles estaban tallados en curva, de for-ma para dibujar, una vez unidos, una circunferencia perfec-ta. La horizontalidad del plano, pasando por la cara superior de las jambas, es asimismo notable. La diferencia mxima de altura de los diversos pilares es de alrededor de 10 cm, pero se estima que pudo ser compensada por un mayor o menor grosor de los dinteles. El plano de cara superior de estos l-timos deba, pues, de aproximarse a la horizontalidad perfecta y trazar una corona muy regular. Se puede decir que el crcu-lo de los dinteles era la figura de Stonehenge que tenda ms a la perfeccin, y la columnata de las jambas era ms irregu-lar, al menos en lo que concierne al trabajo de la piedra. Esta perfeccin no era muy fcil apreciarla desde el suelo, pero era necesario, quiz, que el dios Sol pudiera contemplar, des-de lo alto, un dibujo sin defectos del crculo que lo repre-sentaba.

    Sealemos asimismo la exactitud de la divisin de la cir-cunferencia en 30 partes iguales. Partamos del medio del in-tervalo que separa las jambas 1 y 30 y tracemos, sobre el crcu-lo, divisiones iguales a doce grados. Cada una de las jambas, aumentada por el espacio que la separa de su vecina, se ins-cribe exactamente en una de estas divisiones. Refirindose a Wiltshire, hacia el 1300 1400 antes de nuestra Era, el crcu-lo de sarsen y su corona de dinteles bastaran para causar la ilusin de que Stonehenge fue obra de algn mago. Cun-tos campesinos, en nuestros das, en la llanura de Salisbury, o en cualquier otro lugar, sabran dividir una circunferencia en 30 partes iguales? Con mayor razn, resulta imposible ima-ginar que unas tribus agrcolas y pastoriles, hace ms de 3.000 aos, tuvieran tales nociones.

    Mencionemos, en el presente, ciertas anomalas. Se advier-te, por ejemplo, que hay tres agujeros de muesca en uno de los

    STONEHENGE 45

    dinteles, o bien, en otro, una espiga en forma de V en cada uno de sus extremos, en lugar de una sola espiga y una mues-ca. Pero esto no tiene demasiada importancia y, adems, posee una fcil explicacin. No sucede igual con otras irregulari-dades.

    La primera es la separacin entre los montantes 1 y 30, igual a 1,22 m, as, pues, superior en 15 cm a la media. Segn el criterio, casi unnime, de los autores britnicos, este inter-valo sealaba la entrada del monumento. En efecto, corres-ponde a la direccin de la Avenida y al centro de la abertura de la herradura. Adems, desde el centro de la construccin, la Heel stone se encuadra muy bien entre los dos montantes. Sin embargo, se advertir que si se hubiera deseado sealar la entrada de un monumento tan importante, se hubiera po-dido hacer de una forma ms visible. Quince centmetros no constituyen una diferencia suficiente, como para que se re-pare en ella rpidamente, sobre todo teniendo en cuenta la curvatura del conjunto de la columnata. Sin duda, tendremos ocasin de volver a tratar de este intervalo anormal.

    Otro detalle, muy curioso, retendr por ms tiempo nues-tra atencin. Se trata de la jamba nmero 11. Este monolito no mide ms que 2,44 m sobre el nivel del suelo, o sea, aproxi-madamente, la mitad de los otros montantes ms el grosor de los dinteles. Sus dimensiones en el plano son de alrededor de 1,22 mx0,66 m y no distan mucho de valer igualmente la mi-tad de las de los pilares normales. As pues, la piedra nme-ro 11 presenta un carcter inslito. En un conjunto tan per-fecto como el crculo de sarsen, en el que no se retrocedi ante dificultades de ninguna clase, el hecho resulta extrao y, na-turalmente, se han dado numerosas explicaciones.

    Entre otras, se ha dicho que esta piedra fue formada por rocas diferentes, una dura y la otra ms blanda. Por la ac-cin de los elementos, la parte dura resisti y la otra se des-compuso. Dejaremos a la Geologa el cuidado de confirmar o desechar esta atrevida hiptesis. Tambin se supuso que el crculo haba terminado en el punto del pilar nmero 11.

  • 46 EERNAND NIEL

    Entonces habran sido cometidos ligeros errores en el clculo de los arcos de crculo asignados a cada jamba. Finalmente, se habran encontrado ante un ltimo hueco, insuficiente para levantar una piedra de dimensiones convenientes. Esto podra ser considerado con rigor, si se dieran los errores cometidos en el clculo de los arcos de crculo. No hay nada de eso, y ello sigue siendo una afirmacin gratuita. Adems, la estima del espacio que separa las jambas 10 y 12, encuadrando la 11 teniendo en cuenta que la 12 yace sobre el suelo, demues-tra que se hubiera podido poner, en este espacio, una piedra de dimensiones normales.

    Tambin se ha dicho que esta jamba, por una razn o por otra, fue reducida en su altura, sin duda rota por el rayo o por gentes deseosas de obtener piedras para construir. Pero, asimismo, habra de considerarse una reduccin en plano, cosa aparentemente inconcebible. La jamba nmero 11 no ofrece ninguna particularidad, aparte sus reducidas dimensio-nes. Rene a todos los dems pilares. Se limita a ser ms pe-quea; eso es todo.

    En fin, desde Flinders Ptrie, la explicacin dada con ma-yor frecuencia es la siguiente: los constructores debieron de afrontar una escasez de material. Dicho de otro modo, si en este lugar no pusieron una piedra semejante a las otras es porque no encontraron una lo suficientemente alta. Nosotros siempre nos hemos mostrado escpticos frente a este argu-mento, si bien tiene la ventaja de suprimir la dificultad de una forma muy elegante. En efecto, si sta fuera la nica ra-zn, no se hubiera aproximado lo ms posible a las jambas normales y existen, en Marlborough Downs, bloques de dimen-siones superiores a las del pilar nmero 11. E incluso si los constructores hubieran deseado erigir all una jamba como las otras, la habran ido a buscar a cualquier lugar. Ms ade-lante veremos que la distancia de los lugares de origen de los materiales no contaba mucho para ellos. En rigor, los habran cogido de una naturaleza geolgica diferente.

    Un hecho se impone: a causa de su altura, la piedra 11 mar-

    S T O N E H E N G E 47

    caba, sin duda, una interrupcin en el crculo de los dinteles. O entonces debemos imaginar, pasando por encima del espa-cio de este pilar, un dintel doble de los otros, es decir, de una longitud de 6,40 m y de un peso de 13 a 14 toneladas. Esto no sera imposible, ya que las partes superiores de las jambas vecinas 10 y 12, tienen cada una dos espigas. A menos que, en principio, se hubiera previsto colocar un pilar normal que fue remplazado, a causa de razones desconocidas, por la pie-dra actual. Unas excavaciones a su alrededor podran quiz resolver el problema.

    No haremos mencin a otras singularidades presentadas por la piedra nmero 11. Las causas de estas anomalas es-capan a nuestra comprensin, pero existieron, sin duda, se-rias razones para obrar as. Marcara esta piedra la entrada del templo, tal como lo sugera, hacia finales del siglo pasado, un autor britnico, Edgar Barklay, uno de los pocos que tu-vieron en cuenta este hecho? Es posible, tanto ms cuanto que, segn veremos ms adelante, existe, en el mismo radio que esta piedra, una interrupcin en el desmonte circular. Indiquemos slo un detalle, quizs en relacin con las peque-as dimensiones de esta jamba: el meridiano del centro del monumento pasa muy cerca de su borde oeste, a unos 50 cm aproximadamente.

    Pero lo ms asombroso de esta cuestin es la obstinacin que han demostrado la mayora de los investigadores ingle-ses en ignorar las consecuencias de las escasas dimensiones de la piedra nmero 11. En efecto, con excepcin especial-mente de Edgar Barklay, casi todos, en su reconstitucin del monumento, hacen exactamente como si esta jamba no se di-ferenciara en nada de sus vecinas. El crculo de los dinteles es continuo y el pilar nmero 11 es como todos los dems. *>e podra creer, realmente, que se empean en ignorar un

    cho, e* cual, sin embargo, salta a la vista de cualquiera. "ara terminar con el crculo de sarsen, sealaremos otra

    particularidad, que pudo formar parte de los secretos del ago. La altura de las jambas, aumentada por la de los din-

  • 48 FERNAND NIEL S T O N E H E N G E 49

    teles, o sea, 4,925, es exactamente igual al sexto del dimetro del crculo o al tercio del radio. Y si, ahora, dividimos esta dimensin, 4,925, por la trigsima parte del radio de la cir-cunferencia, es decir, la longitud de una jamba ms el inter-valo, o sea, 3,096, se obtiene un resultado muy prximo a 1,6. Este resultado podra explicar la impresin de armona y de proporciones justas experimentada ante esta parte de Stone-henge.

    EL CIRCULO DE LAS PIEDRAS AZULES

    Con el crculo de las piedras azules abordamos el aspecto, a la vez, ms simple y ms complicado del monumento. El ms simple porque se trata, probablemente, de los restos de un crculo de piedras sin pulir, cuya descripcin podra hacerse en algunas lneas y el ms complicado porque esta figura pa-rece ser la ltima en fecha de varios crculos diferentes, o de ensayos de construccin de crculos, que se escalonan en el tiempo. Para empezar, por qu este nombre de piedras azules?

    Estos monolitos pertenecen a una formacin geolgica muy diferente a la de los sarsens. Son rocas eruptivas, parecidas al basalto o de la misma composicin que el granito, conoci-das en Geologa con el nombre de dolerita y de riolita. Al parecer, poseen reflejos azulados, sobre todo cuando han sido lavadas por la lluvia. De las veinte piedras restantes del crculo, diecisis son de dolerita y cuatro de riolita.

    El crculo de las piedras azules es la nica parte de Stone-henge que recuerda los monumentos megalticos del tipo cromlech circular. Como stos, parece que se compuso de monolitos sin pulir, en forma natural de columna o de lajas, de alturas diferentes y situadas sobre una circunferencia traza-da a poco ms de 3 m en el interior de la de los sarsens. Estas piedras fueron incluidas, sin duda, en el monumento defi-nitivo a causa de alguna lejana tradicin. Adems, conforme

    veremos a continuacin, debieron de poseer una virtud par-ticular a los ojos de los constructores. De todos modos, si se hubiera querido incorporar a Stonehenge un crculo de piedras sin pulir, se habra tratado de un cromlech muy sin-gular.

    Los autores ingleses distan mucho en ponerse de acuerdo acerca del nmero de piedras azules del crculo original. Las cifras siguientes, entre otras, son las que se han brindado: 30 (nmero correspondiente al de los sarsens del crculo ex-terior), 36, 39, 40... Esta ltima cifra, propuesta por vez pri-mera por Stukeley en 1723, fue casi unnimemente aceptada hasta los trabajos efectuados, hacia 1956, por los arquelogos Pigott y Atkinson. En el curso de estos trabajos, se descu-brieron trozos de piedras azules, o agujeros que haban con-tenido una piedra. De modo que, en el presente, se debera considerar el nmero de 60. Otros eruditos, como Flinders Ptrie, pensaron que el crculo de piedras azules jams fue concluido. Pero veamos qu resta de esta parte del monu-mento.

    Si se examina el plano (fig. 7), se advertir que slo per-manecen an de pie seis piedras: las 31, 33, 34, 46, 47 y 49; cinco estn inclinadas: las 32, 37, 38, 39 y 48, y siete yacen sobre el suelo: las 36, 40, 41, 42, 43, 44 y 45. Faltaran cua-renta si se aceptase la cifra de Pigott y Atkinson. Su altura, bastante variable, va de 0,70 a 2 m y su cara interior es tan-gencial a un crculo de 23,30 m aproximadamente. Slo las piedras 49 y 31, a uno y otro lado del eje, tienen su cara exte-rior tangente a este crculo y, segn el ejemplo de los montan-tes 1 y 30 del crculo de sarsen, que le dan frente, su sepa-

    racin, igual a 1,53 m en la base, es diferente de los dems intervalos, pero esta vez, inferior a la media si el nmero de las piedras fuera cuarenta. En el caso en que este nmero hubiera sido de sesenta aproximadamente, sera superior.

    Detalle curioso: las superficies tericas de los crculos de sarsens y de piedras azules, son entre ellas como 1,6 y 1. Dicho de otro modo, la relacin de los cuadrados de los radios es 4 3363

    1 1 1 ! '

  • 50 FERNAND NIEL

    igual a 1,6. Aunque esta misma relacin se halle en la cons-truccin, en este caso podra tratarse de una simple coinci-dencia. Bastante explicable en elevacin, una aplicacin en plano lo es mucho menos. Pero puede esperarse cualquier cosa en Stonehenge si la obra hubiese sido hecha para ser vista desde arriba. A pesar de todo, el hecho sigue siendo muy im-portante: si esta relacin hubiera sido buscada y deseada por

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  • 52 EERNAND NIEL

    teles de sarsen, de ah su nmero de dintel. Mide 2,40 m de longitud y se curva ligeramente. As, pues, existe una slida base para creer que, en otros tiempos, existi un trilito de piedras azules. De todos modos, este trilito ha suscitado vi-vas polmicas. Unos lo han aceptado, otros lo han rechazado. Para estos ltimos, un trilito de piedras azules habra sido un objeto incongruente, que habra destruido la bella sime-tra de Stonehenge. La piedra 150, se ha aadido, se levantaba antes como una jamba, y sus agujeros sirvieron para depositar ofrendas. Y si bien muchos han considerado la posible exis-tencia de un segundo trilito de piedras azules, en pro de la simetra, la opinin general tendi a negar cualquier dispo-sicin de este tipo en el sistema de las piedras azules. Pero, quin puede jactarse de ser capaz de decir la ltima palabra en arqueologa?

    En 1929 se entretuvieron en levantar la piedra azul 36 y se vio que sta tambin tena agujeros de muesca en la cara que haba estado en contacto con el suelo. En esta ocasin, la cosa result seria y cuando, en la parte superior de las piedras 67 y 70 de la herradura, se reconocieron restos de antiguas espi-gas, hubo que rendirse a la evidencia. En cierta poca existie-ron trilitos de piedras azules. Despus fueron desmontados para colocar los dinteles como las dems jambas: con la cara de los agujeros vuelta hacia el exterior. Jams se llegarn, quizs, a conocer las razones para esto, pero, desde ahora, un hecho parece probable: los constructores que erigieron la grandiosa estructura de sarsen parece que se vieron muy em-barazados con sus piedras azules. Se tiene la clara impresin de que no saban qu hacer con ellas. En efecto, antes de ha-ber colocado estas piedras tal como se hallan actualmente, veamos qu realizaron o trataron de realizar.

    Sobre el trazado aproximativo del crculo actual se co-menz quiz la construccin de un cromlech, formado por dos crculos concntricos, con las piedras dispuestas en parejas, en los extremos de un mismo radio (fig. 10). Detalle interesan-te: los pares radiales, a derecha y a izquierda del eje, fueron

    S T O N E H E N G E 53

    N A

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    m F.N.

    Fig. 10. El doble crculo Incompleto do 'as piedras azules, o Stonehenge II. (Las piedras sealan igualmente el emplazamiento oe ios ageros Q y R)

    aumentados con dos o tres piedras suplementarias, como para marcar bien la direccin y la posicin de este eje. Pero, des-pus de haber hecho los. agujeros en este doble cromlech, so-

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    bre, aproximadamente, la mitad de la circunferencia y colo-cado piedras en algunos de entre ellos, el proyecto fue quizs abandonado. Se desconocen las razones, pero es posible que el abandono de este proyecto fuera debido a la ereccin de la estructura de sarsen. Los agujeros de estas dos figuras con-cntricas han sido denominados agujeros Q y R y consti-tuyeron una fase en la construccin de Stonehenge, conocida con el nombre de Stonehenge II.

    A continuacin se debi de hacer un nuevo ensayo de cons-truccin de otro cromlech doble, pero esta vez en el exterior del crculo de sarsen. Las piedras azules debieron ser coloca-das en dos series concntricas de agujeros, los agujeros Y y Z (vase plano de conjunto, fig. 4). Este nuevo proyecto fue abandonado no se sabe por qu razones y los construc-tores, desesperando indudablemente de conseguir un doble cromlech, se contentaron con levantar la figura que conocemos en la actualidad.

    Las excavaciones efectuadas sobre el trazado actual de las piedras azules, han dado curiosos resultados. Ya, en 1883, Wil-liam Cunnington aseguraba haber encontrado el trozo de una piedra faltante entre la 32 y la 33. Pero, ms tarde, los traba-jos de Hawley primero y despus de Pigott demostraron que, con probabilidad, existieron: seis piedras azules entre la 33 y la 34, ocho entre la 40 y la 41 y cinco entre la 32 y la 33. Estos resultados impulsaron a los eruditos britnicos a es-timar que fueron unas sesenta las piedras azules del crculo.

    Sin embargo, subsisten numerosos problemas por resol-ver. Quedan enterrados trozos de piedras azules. Por qu fue-ron seccionados as estos monolitos? Tanto la dolerita como la riolita son unas rocas muy duras. Ms adelante se ver que estos bloques sufrieron un transporte y un trato que pusieron a prueba su dureza. Si se quiere destruir o desplazar estas piedras, sera ms fcil socavarlas, para hacerlas caer, que seccionarlas. Atribuir estas roturas a la torpeza de los trans-portadores no constituye una respuesta satisfactoria tratn-dose de semejante roca. Qu decir de los innumerables frag-

    mentos de piedras azules dispersados alrededor de Stonehen-ge, hasta en los largos barrows de la poca neoltica?

    Tal dispersin permitira creer que, durante cierto pero-do, se hizo como en el siglo pasado, cuando los hosteleros de los alrededores prestaban a sus clientes un martillo para que se llevaran un fragmento dz piedra de Stonehenge como re-cuerdo. Debemos aclarar que no se trat de una crisis de lo-cura destructiva, ya que se encuentran fragmentos en los bar-rows, lugares particularmente respetados durante la Prehis-toria. Un bloque de piedra azul, que pesa una tonelada, fue descubierto en un barrow largo, el Bowls Barrow, a 22 km de Stonehenge...

    Pero hay otras muchas preguntas para las que no se halla respuesta: existieron realmente trilitos de piedras azules y, en caso afirmativo, dnde estaban situados? Por qu no quedan hoy ms que parejas formadas por monolitos opues-tos en el crculo? Por qu las piedras 39 y 41, al revs que las otras, tienen su cara exterior tangente a la circunferencia? Y si entrramos ms en detalles, hallaramos an ms proble-mas. El misterio de las piedras azules de Stonehenge sigue completamente sin desvelar.

    LOS TRILITOS DE SARSEN

    En el interior del crculo de las piedras azules se alzaban cinco gigantescos trilitos de sarsen, dispuestos en herradura. La expresin trilito fue empleada la primera vez por Stu-keley, quien escribi: Estos elementos estn constituidos por cierta reunin de piedras, a las que llamara "trilito", porque cada uno de ellos est formado por dos piedras levantadas, con una imposta en la parte superior.

    e ~

    s c inco trilitos que componan originariamente la fi-gura, slo quedan dos intactos: los 51-52 y 53-54. El tercero, el 57-58, fue colocado de nuevo en su lugar durante los traba-

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    jos de restauracin de 1957-1958. Los otros dos, es decir, los 55-56 y 59-60, no tienen cada uno ms que una jamba en pie: los 56 y 60. La jamba 56, perteneciente al trilito central, al que los ms antiguos dibujos representaban fuertemente incli-nado hacia el interior del monumento, fue vuelta a poner de-recha en 1901, bajo la direccin del profesor Gowland. La jam-ba 55 yace a su lado, partida en dos. El dintel que las reuna permanece intacto y an se le puede ver, tendido sobre la pie-dra del altar, con sus enormes agujeros de muesca.

    A ttulo de curiosidad, indiquemos que este dintel presenta dos depresiones, sobre la cara superior, correspondientes a las muescas de la cara inferior. Se trata, sin duda, de unos agu-jeros no terminados, abandonados por los constructores de-bido a una causa desconocida; stos prefirieron hacerlos en la otra cara. Con respecto a estos agujeros apenas hechos, al-gunos han credo que, en otro tiempo, sirvieron para sopor-tar las jambas de un pequeo trilito, una especie de rplica del grande, sobre el que estuvo colocado. Esto demuestra has-ta qu punto se han emitido hiptesis atrevidas con respecto a Stonehenge.

    En cuanto a la jamba 60, del ltimo trilito, llevaba, en la base de su cara exterior, un profundo hueco natural, en el cual caba perfectamente una persona encogida. Esta excavacin fue rellenada con hormign. El efecto es bastante malo, pero la operacin era necesaria, pues la jamba amenazaba con res-quebrajarse completamente y desintegrarse. Su vecino, el 59, est tendido igualmente en el suelo, a su lado, roto en tres pedazos. Sucede igual con el dintel, cuyo tercer fragmento fue proyectado a ms de 8 m del pie del trilito.

    Si bien los cinco trilitos tenan la misma longitud, igual a la de los dinteles que los remataban, o sea, alrededor de 4,70 m, por el contrario, su altura era diferente. El trilito central, el ms elevado, meda 7,77 m, comprendido su dintel, sus dos vecinos 6,47 m y los de los dos extremos de la herra-dura 6,10 m.

    Las jambas eran gemelas, dejando entre s una estrecha

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    hendidura, suficiente para permitir a un hombre pasar por ella de lado. Esta hendidura, estrecha hasta media altura, se haca ms amplia conforme ascenda hacia los dinteles, for-mando una abertura regular. Se podra creer que los lados interiores de las jambas fueron planeados as para evitar que stas, vistas desde abajo, dieran la impresin de unirse bajo los dinteles. nicamente las jambas del gran trilito central habran tenido un espaciamiento ms uniforme, si se juzga por el perfil del 56, superior, segn ciertos autores ingleses, al de los otros trilitos, evaluado entre 30 y 40 cm en la base. Estara comprendido entre 0,762 y 1,067 m, siendo el inter-valo ms probable el medio, o sea, 0,915 m. Veremos hasta qu punto es discutible esta dimensin. En fin, segn hemos dado a entender, los dinteles estaban fijados, a ejemplo de los del crculo de sarsen, en la parte superior de las jambas, por es-pigas que se encajaban en las muescas (1).

    Los trilitos de sarsen constituyen la parte ms impresio-nante de Stonehenge. Es muy raro que uno de estos conjun-tos no est reproducido en la portada de los libros escritos acerca del monumento. Esta silueta nica se reconoce en se-guida. No se la encuentra ms que en este rincn de Wiltshire y se advierte la marca original de la gran obra maestra que presidi la ereccin del santuario.

    En este caso, el brujo demostr su talento de ilusionista, pues cada elemento da la impresin de ser ms alto de lo que lo es en realidad. Cmo se pudo lograr este efecto? Desde luego, se trata de una cuestin de proporciones. Si se divide la altura del trilito central por su longitud, es decir, 7,77 por 4,66, se obtiene 1,66 1,2/3. Al repetir la misma operacin

    (1) Este sistema de fijacin de una piedra encima de otra, con es-piga y muesca, no es particular de Stonehenge. Hemos advertido, en Delfos, la existencia de bloques que ostentan en su parte superior unas espigas muy parecidas. ste es tambin el sistema utilizado en Me-norca para los bilitos llamados taulas que permiten fijar la laja sobre su montante. Asimismo, ste es el sistema empleado en la isla de Pas-cua, para impedir la cada del cilindro de piedra que sirve de som-brero a algunas de estas famosas estatuas.

    para los otros trilitos, se obtendra 1,33 y 1,4. Esto parece que fue calculado de antemano, ya que los elementos posean la misma longitud. Y, para obtener este efecto, los constructo-res no dudaron en sacrificar la estabilidad. De este modo, la jamba 56 del gran trilito se hunde en el suelo 2,36 m, mien-tras que su compaero, el 55, apenas estaba enterrado 92 cm. Este desequilibrio quiz fue la causa de la cada de este mag-nfico conjunto. En cuanto al trilito 57-58, hoy ya restaurado, sus montantes estaban tan poco hundidos en el suelo que se plantea la pregunta de cmo pudo permanecer en pie hasta 1797, fecha de su cada.

    Sobre este ^particular, advirtamos un hecho destacable: el arquitecto haba sin duda previsto el desequilibrio provocado por la diferencia de hundimiento de los dos montantes del tri-lito central. En efecto, en la base del 55, el que yace sobre el suelo, una gruesa protuberancia, reservada en la masa, da a la parte enterrada dimensiones superiores a las de la elevacin. De este modo existen unos cimientos mayores, una especie de suela que compensa, en parte, el defecto de profundidad. Esta precaucin no ha sido suficiente, pero el caso s fue estu-diado.

    Para volver al tema de las proporciones en elevacin, exis-te un elemento que, evidentemente, se debe tener en cuenta: las variaciones del nivel del terreno. Tomemos el ejemplo del trilito 53-54. Hacia 1810, Colt Hoare le dio una altura de 6,30 m. En 1880, con las medidas precisas de Flinders Ptrie, tenemos una altura de 6,45 m y, actualmente, sta es aproximadamente la misma, o sea, 6,45 m. El nivel del terreno, al pie de este conjunto, ha descendido de 15 a 20 cm, pues no existe ninguna razn para dudar de la exactitud de las medidas dadas por Colt Hoare. La misma observacin se aplica a los otros tri-litos y

    a las jambas del crculo de sarsen. Hemos tenido oca-sin de decirlo con respecto a estos ltimos, la exposicin a los vientos dominantes es, sin duda, la causa de esta variacin. As, pues, no se podra obtener una exactitud rigurosa en las relaciones en elevacin que hemos indicado, pero la aproxima-

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    cin es tal que permite creer en una bsqueda de estas rela-ciones.

    Hay que tener en cuenta, asimismo, el hecho siguiente: la distancia limitada en la que poda verse un trilito en su con-junto. Por ejemplo, el trilito central no poda verse por com-pleto ms all de 22 m. Adems, las diversas partes del mo-numento lo ocultaban en su totalidad o en parte. Sucede igual con los dems trilitos. Todas las dimensiones y las proporcio-nes de estos conjuntos habran debido de estar en funcin de la distancia mxima de visibilidad total. Si consideramos el gran trilito, la distancia que lo separa del centro del monu-mento era exactamente igual a su altura y esta ltima vala, ms o menos, el tercio de la distancia mxima a la cual se le vea por completo. La misma observacin poda aplicarse a los otros trilitos. Por supuesto, se ignora si el arquitecto busc un efecto en este sentido, pero, si es as, el resultado es real-mente admirable.

    Por otra parte, ste no es el nico refinamiento de orden arquitectnico o esttico buscado en los trilitos. A ejemplo de los montantes del crculo de sarsen, se perfilaron los lados, de modo para darles una ntasis. El ms bello ejemplar nos lo ofrece la jamba 56 del trilito central. Delante de este mo-nolito, uno de los ms impresionantes y elegantes que cono-cemos, se lamenta ms la cada de su compaero y del dintel que los reuna. El trilito completo deba de constituir un con-junto admirable e impresionante. Sealemos que, con sus 6,70 metros de altura sobre el suelo y sus 9 m de altura total, la piedra 56 es, actualmente, el segundo monolito de Gran Bre-taa, pues el ms alto es la Rudstone, en Rudstone on the Wolds, en Yorkshire.

    En Francia, los menhires de mayor altura son muy nume-rosos. Adems del gran menhir de Locmariaquer, en Morbihan, que meda 23,50 m, pesaba 300 t y yace, actualmente, descom-puesto en cuatro trozos, se cuentan unas veinte piedras eleva-das cuya altura, sobre el suelo, sobrepasa a la jamba 56 de Stonehenge. Pero las condiciones en las cuales fue levantado

    STONEHENGE 61

    este soberbio monolito harn aumentar ms nuestro asombro y nuestra admiracin.

    Otro ejemplo de la pericia del arquitecto de Stonehenge nos lo dio el dintel del trilito 53-54. Este bloque est tallado en tronco piramidal invertido, a fin de atenuar los efectos de la perspectiva. Las dimensiones de la cara superior son mayores que las de la cara inferior. Los dinteles de los dems trilitos estaban mucho menos trabajados, incluso el del tri-lito central. El dintel del 51-52 est completamente estriado y lleno de agujeros, en los cuales anidan las aves. Poda verse un nido de estorninos entre una espiga y su muesca.

    Los monolitos que componen los dinteles de los trilitos pesaban entre 10 y 12 toneladas. Segn nuestros informes, cons-tituye, entre las piedras aisladas, la que posee mayor peso, colocadas a tal altura. En efecto, ningn dolmen tiene su laja elevada a ms de 4 m del suelo. Sin embargo, en Micenas, un poco antes de la construccin de Stonehenge, se haba colo-cado un bloque de un centenar de toneladas a 6 o a 7 m de al-tura: el dintel de la puerta de la tumba de Agamenn.

    LA HERRADURA DE LAS PIEDRAS AZULES

    A ejemplo de las piedras que componan el crculo, los au-tores ingleses nunca se han puesto del todo de acuerdo en lo tocante al nmero de las piedras azules de la herradura, si-tuada en el interior del sistema de los grandes trilitos. Unos han admitido el nmero de doce; otros, quince, dispuestos simtricamente en grupos de tres delante de cada trilito. Al-gunos han aventurado la cifra de diecisiete, pero el nmero aceptado definitivamente es el de diecinueve, propuesto ya por Stukeley. En cada brazo de la herradura, ciertas piedras co-rresponden a los espacios vacos de enfrente y viceversa. En-tonces resulta muy fcil contar diecinueve piedras o empla-zamientos de piedras.

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    Son de dolerita y, por consiguiente, de naturaleza geolgi-ca idntica a las del crculo. Pero difieren de stas en un punto importante: han sido trabajadas de manera para darles una forma cnica, como ciertos tipos de obeliscos. En algunos ca-sos, su parte superior est enrasada horizontalmente y, tal como hemos dicho, las piedras 67 y 70 presentan huellas de antiguas espigas. Su peso medio debe ser de 3,5 t. La 67 y 68 pesan un poco ms de 4 t.

    La parte circular de la herradura tiene un dimetro aproxi-mado de 11,9 m y comprenda once piedras, cada uno de los brazos tena 4. Los extremos de estos brazos coinciden, ms o menos, con los de los trilitos 51-52 y 59-60. Las piedras estn espaciadas entre s alrededor de 2 m. Su altura sobre el suelo vara de 1,83 m en el caso de la 61, a 2,83 m en el de la 67. Esta ltima, que ocupaba la parte superior de la figura, en la actualidad est cada. Su cada fue sin duda provocada por la de la jamba 55 y del dintel del trilito central.

    El dimetro medio de estos monolitos era de 0,61 m. A ejem-plo de los trilitos de sarsen, su altura decreca a partir del eje. De las diecinueve piedras originales, quedan doce, de las cuales seis se hallan intactas en su sitio: la 61, 62, 63, 68, 69 y 70. Dos trozos, el 64 y 65, apenas emergen del suelo. La 66 est bajo los fragmentos de la jamba 55 del trilito central y la 67, 71 y 72 yacen tendidas sobre el suelo. Faltan siete mo-nolitos. El que lleva el nmero 67 era, aparentemente, el ms alto del conjunto, estaba en el centro, segn hemos dicho, y era la nica piedra, junto con la del altar, que se encontraba sobre el eje del monumento.

    En suma, habra poco que decir sobre la herradura de las piedras azules si dos de ellas no ofrecieran una particularidad bastante desconcertante. Se trata de la 68 y de su simtrica con respecto al eje: la 66. De esta ltima slo queda un frag-mento, pero an se puede advertir que tena un saliente lon-gitudinal que corresponda, en dimensiones, a una ranura que se extenda por toda la longitud de la piedra 68. Este disposi-tivo podra denominarse de ranura y lengeta.

    STONEHENGB 63

    Estaban unidas estas dos piedras en su origen? Numero-sos autores britnicos lo suponen as y, en realidad, existen grandes posibilidades para que fuera de este modo. Pero se creera que se han complacido en multiplicar las dificultades, pues se trata, una vez ms, de un trabajo ms adecuado a la madera que a la piedra. En rigor, se comprende que el dispo-sitivo de ensamblaje de los dinteles del crculo de sarsen sea la copia de un sistema idntico, empleado en la construccin de madera, pero el ensamblaje de las piedras azules 66 y 68 sigue siendo inexplicable. Por qu lo utilizaran en el trabajo en madera? Dos postes reunidos de esta manera no parecen tener ningn fin prctico. As, pues, no resulta fcil imaginarse un prototipo de madera, al menos delante de estas dos piedras. Tena su ensambladura un sentido simblico? Es probable, pero cul? Sera interesante buscar analogas, aunque fuera lejos de la llanura de Salisbury.

    LA PIEDRA DEL ALTAR

    La piedra del Altar, Altar stone en ingls, es un bloque que yace sobre el suelo, o escasamente enterrado, de 4,80 m de longitud por 1 m de anchura. Actualmente est roto en dos pe-dazos. Su longitud, evaluada en 16 pies por los autores ingle-ses, o sea, 4,87 m, se acerca mucho a la altura del crculo de sarsen, as como a la sexta parte del dimetro de este crculo. Se han hecho muchas excavaciones debajo de ella para buscar tesoros, pero Stukeley lo hizo con un objetivo ms cientfico y le dio un grosor de 0,54 m.

    Algunos autores han sugerido que, en otros tiempos, se elevaba como una jamba. Atkinson demostr que uno de sus extremos estaba cortado en bisel y este corte pudo facilitar el ajuste de la piedra en un agujero. Advirtamos, de paso, que sta no es la mejor forma de asegurar la estabilidad de una piedra levantada. La piedra del Altar estuvo quiz situada en

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    la lnea axial del monumento. En nuestra opinin, esta cues-tin sigue an en suspenso. En el estado actual de los lugares, nada permite suponer que este monolito fuera puesto en la ver-tical. El problema ser quiz resuelto si un da se decide restaurar el trilito central. La piedra del Altar tiene, sobre todo, el defecto de poseer un nombre que tiene la virtud de irritar a los arquelogos. Esto no vale realmente la pena.

    Sus dimensiones, su forma y, especialmente, su escaso gro-sor no permiten que se la compare a la estructura de sarsen ni a la de las piedras azules. Est formada de una especie de gres micceo, del cual no se encuentra ningn otro ejemplo en Stonehenge. Su posicin actual, con respecto al eje del mo-numento, es ligeramente oblicua, es decir, que sus largos lados forman, con la perpendicular de este eje, un ngulo de alre-dedor 6 o 30'. Su centro no est exactamente sobre el eje de la construccin, sino desplazado de 30 a 40 cm hacia el Norte. Como un fragmento de la jamba 55 del trilito central est echa-da sobre ella, la cada de este bloque es, sin duda, la causa de su rotura y de su desplazamiento.

    Sin embargo, deseosos de asegurarnos de una forma ms precisa, hemos reproducido, con ayuda de una maqueta a es-cala, la cada del gran trilito. El modelo que reproduce la pie-dra del Altar ha sufrido el ligero desplazamiento indicado an-tes. As, pues, existen grandes posibilidades de que esta piedra ocupara una posicin simtrica con respecto al eje. Lo contra-rio sera muy sorprendente.

    Al parecer, el apelativo es debido a Iigo Jones. Por su-puesto, se ha repetido que nada lo justificaba. Esto es exacto en parte, pero no constituye una razn para menospreciarlo, llegando hasta a ignorar que est rota en dos o para repre-sentar, en ciertos planos, su oblicuidad y sentido inverso de lo que es en realidad. En nuestra opinin, el nombre est bien logrado. Por su emplazamiento, su naturaleza y sus dimen-siones, la piedra del Altar es nica en el interior de Stone-henge. Debe admitirse, pues, que tena una aplicacin espe-cial y, puestos a elegir una hiptesis, preferiramos la que con-

    STONEHENGE 65

    firma su nombre. Segn la opinin casi unnime, Stonehenge era un templo, no lo olvidemos.

    LOS AGUJEROS Y Y Z

    Cuando se estudian los grandes trabajos realizados en Sto-nehenge por los eruditos britnicos, se queda uno sorprendi-do por la gran cantidad de agujeros y de hoyos descubiertos por las excavaciones. Estas cavidades son, generalmente, de pequeas dimensiones y han sido hechas en la creta subya-cente. Despus fueron recubiertas por la tierra y la hierba, de modo que permanecen invisibles. Su nmero da la impre-sin de que el terreno, en el interior y en el exterior del monu-mento, estaba completamente lleno de esos agujeros ms o menos profundos. La mayor parte han sido hallados median-te sondeos, utilizando una hoja de metal que se hunda fcil-mente u ofreca cierta resistencia, dependiendo de que la creta hubiera sido agujereada o no. Se han identificado los aguje-ros que sirvieron para plantar simples postes de madera, otros para levantar piedras y muchos sin objetivo claramente defi-nido. Incluso se han hallado fosas llenas de huesos humanos. Entre estas cavidades, las mejor caracterizadas, por su n-mero y la figura circular que trazan sobre el terreno, son los agujeros Q y R, de los que hemos hablado, los designados por las letras Y y Z y los agujeros de Aubrey.

    Estos ltimos los describimos en el captulo dedicado al desmonte circular. De momento, diremos que tienen cierta relacin con el apelativo de los agujeros Y y Z. Veamos cmo: cuando fueron descubiertos, se les denomin agujeros X, por ser entonces desconocido su nombre. Despus se les llam agujeros de Aubrey, a causa del nombre del anticuario que los haba sealado por vez primera, pero, como, poco despus, fueron descubiertas otras dos series de agujeros, se continu utilizando para stas la primera denominacin: se tomaron S 3363

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    las letras que se utilizan para las otras incgnitas de una ecua-cin.

    Los agujeros Y y Z deban recibir las tres cuartas partes del conjunto de las piedras azules, despus de la ereccin de la estructura de sarsen. Haban sido previstos dos crculos que tuvieran, como radio, 18,44 m para los agujeros Z y 27,55 m para los agujeros Y. Estas dimensiones, tomadas desde el cen-tro del monumento, son bastante irregulares, ya que las varia-ciones de la longitud de estos radios van de 1,22 a + 2,44 m.

    En cada anillo, el nmero de agujeros es de 30, correspon-dientes al nmero de las jambas del crculo de sarsen, y se les ha numerado del mismo modo. El agujero Z 7 se encuentra en la rampa que ha servido para levantar la sarsen corres-pondiente nmero 7. El agujero Z 8 no fue excavado y, hecho extrao, la posicin que deba ocupar coincide, ms o menos, con los fragmentos de tierra de la jamba nmero 8 del crculo de sarsen. Por esta razn se ha preguntado si estos agujeros no fueron excavados cuando ya haba empezado la destruccin del monumento. Sus dimensiones al nivel del terreno son de 1,83 x 1,22 m. En cuanto a su profundidad, variaba de 0,90 m para los agujeros Y a 1,05 para los agujeros Z. Ignoramos si las 59 cavidades pudieron ser exactamente descubiertas.

    Hasta hoy han sido excavados dieciocho agujeros de cada anillo. Estas excavaciones han dado pocos resultados: algu-nos fragmentos de sarsen y, habitualmente, un solo fragmento de piedra azul en cada agujero, fragmentos de alfarera roma-nobritnica, todo mezclado con trozos de creta o de tierra procedente de la excavacin. Uno de ellos contena 5 corna-mentas de ciervo, cuidadosamente colocadas en el fondo. Es-tos descubrimientos hicieron creer que los agujeros Y y Z eran de fecha relativamente reciente. En realidad seran ms o me-nos contemporneos de la estructura de sarsen. Se cree que jams recibieron las piedras azules para las que fueron exca-vados.

    Unas palabras sobre las tumbas de inhumacin. Una de ellas fue descubierta cerca del agujero Y 9, la otra en el inte-

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    rior del monumento, entre las piedras azules 49 y 31. La pri-mera, de la poca romanobritnica, contena un esqueleto cuyos huesos haban sido rotos para que cupiesen en una fosa demasiado pequea. En la segunda se encontraban restos re-vueltos por las excavaciones precedentes. Se supone que son de fecha bastante antigua. Otros cadveres fueron inhumados en torno a Stonehenge, a juzgar por ciertos dibujos realizados en el siglo xvm, de los que hablaremos en la segunda parte de esta obra.

    En cuanto a los agujeros Q y R, ya nos hemos referido a ellos. Nos limitaremos a decir que el crculo incompleto de estos agujeros iba, aproximadamente, del nmero 28 a la jam-ba nmero 16.

    LAS CUATRO ESTACIONES

    Se ha visto que estaban formadas por dos piedras y dos montculos. Cada uno est situado en los extremos de dos rectas de igual longitud, que se cortan en el centro del mo-numento, formando entre ellas un ngulo de 45. La exacti-tud era demasiado grande y ya se ha sealado que esto no era fortuito. A primera vista, parece que las cuatro estaciones estn colocadas en un crculo, cuyo centro coincidira muy exactamente con el del monumento. Los constructores debie-ron de saber, pues, inscribir un polgono regular de 8 lados en una circunferencia. Pero tambin es posible que se deseara marcar los vrtices de un rectngulo, cuyas diagonales se cor-tan en el centro de la construccin.

    Las cuatro estaciones poseen las caractersticas siguientes: Las cuatro estn colocadas en un crculo de 43,28 m de

    radio. Las lneas que unen las estaciones adyacentes, es decir,

    el montculo 91 y la piedra 91 por una parte, la piedra 93 y el montculo 94 por la otra, son paralelas al eje del monumento.

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    Desde el centro de la construccin no se vea ninguna de las cuatro estaciones. Desde cada una de ellas no se poda ver la opuesta, pues las piedras del monumento privaban de toda visibilidad.

    Ocupan posiciones simtricas con relacin a la Heel stone.

    En fin, estn en los ngulos de un gran rectngulo que mide 79,94x33,12 m. Los lados largos de este rectngulo pa-san muy cerca del borde exterior del crculo de sarsen. Inclu-so puede uno preguntarse por qu no son tangentes a este crculo. Si las diagonales fueron disminuidas de 1 m a 1,50 m, la condicin habra sido cumplida.

    Es casi seguro que los emplazamientos tericos de las cua-tro estaciones desempearon un gran papel en el estableci-miento del plano de Stonehenge. El crculo sobre el que estn situados, o el rectngulo que trazan, data de antes de la cons-truccin del monumento propiamente dicho. Sin duda no se trata de un accesorio ornamental o nicamente simblico. La precisin de las figuras que forman sugiere la idea que cons-tituyeron, ms bien, seales de tipo geogrfico o topogrfico.

    Los dos montculos son frecuentemente llamados barrows, es decir, tmulos. En realidad, no es correcto ni este trmino ni el de montculo. Han sido reconocidos como emplazamien-tos de piedras hoy en da desaparecidas. Antes del siglo xix siempre son indicados como agujeros, cavidades o depresio-nes. Su apariencia de barrows podra ser el resultado de mo-vimientos de tierra ocasionados por las excavaciones, en es-pecial por las de Colt Hoare, hacia 1810. Por lo dems, este anticuario haba descubierto trazas de incineracin en el 94. En lo que concierne al montculo 92, Hawley encontr no slo un agujero de 1,20 m de profundidad, sino tambin el plano inclinado hacia el fondo de este agujero que haba servido para levantar la piedra. Parece que, al principio, las estacio-nes 92 y 94 haban sido simples monolitos levantados, rodea-dos a cierta distancia por un pequeo desmonte circular, com-puesto de un talud y de un foso poco profundo.

    STONEHENGE 69

    Si se distingue muy bien este foso alrededor de la esta-cin 92, por el contrario, el de la 94 apenas se adivina. Al visitante le costar mucho reconocerlo si un plano no se lo indica. El pequeo desmonte de la 92 no es exactamente circu-lar, sino que se achata en contacto con el gran talud. En efecto, el trazado de un crculo habra obligado a descender al foso.

    Las dos piedras restantes son de alturas desiguales. La 91 mide 2,74 m y yace echada sobre el terreno. En el siglo xvn estaba slo inclinada en direccin al foso. En 1740, Stukeley escriba: Las dos piedras, en el interior del vllum, son muy pequeas y siempre fue as. Una est en pie, la otra un poco inclinada