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DLSTlMO SUMAN A RIO DE V. E. T.
y de las | . O. N. S . editado
por la Delegación Oe Prensa
• Propaganda de la Terri
torial de Cataluña.
Núm. 78 . -15 O s . 27 agosto de 1938.
III Año Triunfal
JUVENTUD D' A '
Del m.iirniftco «Discurso» d<' Ramiro l/edesma, a las juw.-hihides de ¡España queda en pié, cabalmente, 'todo. Y si José Antonio ha lomado la aureola del profeta ausente e iluminado, Ramiro Le-desma adquiere un algo del asceta que vistió tela burda y se roció de cenizas para que todas estas profeefas fueran, a la vez, anatemas. Y aguijonee del ímpetu histórico España, a la vez.
Queda lodo en pié, en esta formidable sucesión do trallazos macizos, donde la tinta hiere; pero, sobre todo, queda en pie la fe insoslayable en estas dos coeas: (España y las juventudes de España.
No es, quizás, hora—ni minuto de detenerse a delerruiiiar en qué punto España está colocada ahora, ni cuales son los balances —más de uno habrá, en coyuntura de liquidación y de inauguración—do la época anterior. Ni es hora, tampoco, de precisar el momento de la crisis del adormilamiento y el de la Revolución Nacional:.. precisamente porque la masa inerte cree que esta crisis ha de ir seguida o precedida de algún fenómeno físico a manera del Dios del Antiguo Testamento, podría suceder que esperáramos en vano al Mesías sencillo de la redención española, mientras éste paseaba a nuestro lado, para crucificarle al fin. No : lo importante es la fe, es;i insoslayable fe en las juventudes que tenía Ramiro Ledesma. Unu actitud española es, sobre todo ahora, una actitud ferviente y ju.-venil, y nada—o poco—más. Actitud ferviente y juvenil quo no sera nunca la de los que, acostumbrados a mirarse a distancia, recelan, borran o corrigen, sino la de los que dan un ancho crédito de vitalidad, de fecundidad, a la sangro que riega y que ablanda; los que saben ahogar toda impaciencia que no sea por obtener definitiva y umversalmente los resultados de la Revolución Nacional y no una Revolución Nacional nominal y cojnfundible siempre—puesto que necesitará demostrarse siempre f ís icamente -con la exteriorización torva y delincuente de las revoluciones frustradas o equivocadas.
*: No sabemos si la fe en las juventudes y de las juventudes de Es -' p a ñ a , será la causa de esta Revolución Española: lo que podemos
decir es que ya la Revolución definitiva empieza en esta fe. Oiu* nuestra Revolución española es, posiblemente, la causa única de ella. 0 sea: que no es Ramiro Ledesma, no somos nosotros ni nuestros padres los que tienen fe yn las juventudes, sino España misma; o sea, la Historia de España, la tradición, el sentido español más lejano y cercano y ortodoxo; lodo este armónico conjumlo de cosas que configuran a España prescindiendo aún de los españoles contemporáneos, entienden, por mandato de Dios, que las juventudes de España han llegado a la culminación que se requería para corregir España hacia su cauce. L a Revolución Nacional os, pues, un hecho profundo, inevitable, que sobreviene fatalmente por mandato providencial, y no por sólo decreto humano o por decisión de unos
cuantos empeñados en olvidar que llegó ya la propia Revolución, sin otro bagaje que su propia inexorabilidad; sin otra exteriorizac ión callejera que el brazo—y el alma—altos de sus juventudes.
Se establecerá el subsi liar
por m nísmos adecuados,
DEL FUERO DEL TRABAJO
•
LUCHAMOS POR UN I D E A L , por K i n .
Autonomías
K L contenariu dé Luis X I V suscita en la prensa, y en las prensas, francesas el tema imperial
de la Unidad, Bajo el reinado de aquel monarca se forma, con segura progres ión, el exágono franco. Alsacia, Flandes, Rosellón, aportan, entre otras comarcas, al reino, elementos étnicos y l ingüíst icos de lo m á s discordante. Luis X I V , mér i to egregio, sabe unificarlos. Francia, o la Unidad.
Por eso resulla tan curioso que se presente Francia como la madrina del llamado pr incipio de las nacionalidades. Ese pr incipio fué el que de to rminó el descuartizamiento de Aus t r i a -Hungr ía , espectacular remate de la guerra. Y el que d ic tó las simpat ías y hasta las ternuras con que eran seguidos, favorecidos e impulsados desde el pa í s veemo los movimientos particularistas españoles . Acti tud interesada a m á s no poder: unidad para casa, d iv i -si . ' i i para los do fuera. Sobre todo si se trata (Aust r i a -Hungr ía , España) de dos grandes reductos de la catolicidad.
Cuando so escriba la historia lamentable do 19:51 se ve rá con q u é saña fué Francisco Maciá en Cat a l u ñ a un agente del extranjero. Las logias y el Ko-mintern, hadas ocultas y poderosas, le prohijar M. Por eso nunca podrá encamar Maciá - n i ningún- , de los catalanistas, bajo aquellos signos movidos el tradicional amor do los catalanos al t e r r u ñ o . Como pre tend ía hacerse creer a los incautos, n i incluso esa enconada rexistencia l ingüíst ica, por desgracia, desde treinta años acá, empleada casi exclusivamente en silenciar o atacar a España , como deploraba José Antón io en uno de sus ar t ícu los a renglón seguido de, «nosotros no nos burlamos de la bella lengua catalana.. "Mistral y los Felibres—constataba la otra semana un gran escritor y polemista que cuenta entre los buenos franceses—crearon en lengua de «oc- obras maestras y despertaron el habla de los trovadores y de los pr ínc ipes campesinos del valle del Ródano. Ningún separatismo se i ' e r i -vó de ello, hasta ta! punto supo la m o n a r q u í a fran
cesa, en el transcurso de los siglos, unificar € l maravilloso exágono^. No, Maciá y los catalanista; están a cien leguas de un Mis t ra l o de un Verdaguer. Maciá es, n i m á s ni menos, la Anarqu ía , la versión separatista de la Anarqu ía . Los murcianos do la Torrasa, que le volaban en bloque, lo sab ían perfectamente.
¿Cómo no ha de darnos risa la cál ida defensa con que el «Fron t Populai re» acoge las lamentaciones de los separatistas? ¿Es que no les dice nada kt sólida adhes ión de vascos y catalanes de Francia a la unidad para ellos forjada por Luis X I V ? Y , sobre todo ¿es que no se dan cuenta de la flagrante contradicción entre su actitud respecto de E s p a ñ a v la que sostienen frente a Checoeslovaquia, por ejemplo? A nosotros iws rese rvar ían , si pudiesen, mi régimen de taifas. En cambio, el conglomerado urdido en derredor de Praga resulta punto monos que intocable. ¿Qué os oso de darles la a u t o n o m í a a los súdeles? Una leve descentral ización administrat iva, y gracias. Porque hay que preservar a toda costa la unidad política del pa ís .
Bs di c i r : si se trata de un gran pueblo catól ico, como hay que hundi r lo o mediatizarlo, so le b r in dan los estupefacientes au tonómicos . A l amigo, al aliado, so le facilita, con la fórmula de la unidad a todo trance, el secreto de la fuerza.
Semejante duplicidad ni nos e x t r a ñ a n i nos escandaliza. Nuestras gentes han abierto ya los ojos, pocos incautos deben de quedar. Y para poner un poco m á s en evidencia el doble juego de las logias masón icas nos vienen ganas de proponer a los ami-IÍOS franceses del gobierno de Praga : vamos a ver, sean ustedes consecuentes ¿ p o r q u é no ruegan a los checos que inspiren sus textos au tonómicos en el Estatuto de Ca ta luña? Seguro que no aceptan. ¡ C u á n cierto es que si los s ú d e l a s obtienen la autonomía no se la debe rán a los intermitentes defensores del principio de las nacionalidades!
O. M. SFXVA
Comeataho
LA SANTA MISA, RADIADA
Cada domingo, antes de que amanezca, la celda de góticas bóvedas donde está instalado el estudio de Riólo Nacional, se transforma en capilla. Surge en el centro de una de las pa redes un altarcito improvisado, como los que sirven para celebrar las misas de campaña. No hay incienso que aromatice el ambiente, ni el aire libre del campo, que es el incienso del sacrificio divino en los frentes. Pero la atmósfera estí impregnada del aroma más intenso y sutil de la emoción. Porque la misa se canta para los fieles que puedan escucharla en la zona roja. Y los cortinajes verdes, cuyos amplios pliegues tapizan las paredes hasta él nivel de arranque de la bóveda, dan la impresión Serena del arbolado, lozano de hojas y de inspiración. Penetra en el espíritu recogido la sensación de lo infinito, como si, influido por las ondas electromagnéticas dé la estación transmisora, pudiera recorrer el espacio a guisa de vibración.
Pocos fieles escuchan aquí esta misa, porque es hora dedicada al sneHo. Hs la hora consagrada a las plegarias por los cartujos. En su aislamiento, armonizan sus rezos con las modulaciones del canto gregoriano, la primera música de carácter universal que supo crear el hombre. Y sus oraciones, que no son patrimonio común de los fieles, sino que permanecen prisione ras de un templo en la tierra, son recogidas por el Señor vírgenes de oídos profanos...
Pocos fieles asisten a esa misa en el estudio de Radio Nacional. Pero muchos la oyen en la zona roja. Para ellos celebra, para que los sonidos que emite su aparato de radio conviertan por unos momentos en templo una pieza del piso en que viven y desde ella, ya que no desde la iglesia profanada, pueda elevarse a Dios la oración dominical. Se repite, sin nece •;idad de buscar el subsuelo, la coyun tura de los cristianos primitivos en Roma, que ocultaban sus ritos en las catacumbas. Un descuido, una nota demasiado sonora, y los esbirros de Moscovia, que acechan, añadirían una presa más a sus listas infamantes.
Pse aparato de radio, por el que continúan difundiéndose las mentiras de la falaz propaganda roja en los am-hientes más reacios a creerlas. Ese aparato que, puesto ahora en la rase mínima de su potencial sonoro, si! ve nuevamente para consuelo de afligidos espíritus, al igual que ocurría cuando recibia las charlas del general Quei po de Mano. Ese aparato que es intermediario insustituible entre ello;, los de la zona cautiva, y nosotros, los l i bertadores.
"Sequentia Sancti ISvangeli secur-dum joannem...* La voz clara, ecu ménica del sacerdote oficiante es re cogida por el micrófono, que parece, junto al altar, como un adorno sagra do más; porque no importa su forma o su significado simbólico, sin.i el fin a que se destina, que basta para olvidar su contextura mecánica. Y -1 otro lado de los frentes ha de sonar esa voz tan clara como aquí, aunque el canto no pase de murmullo.
El armonio, que acompaña Ls v i . ees de los sacerdotes cantores, tiene acordes triunfales. Y suena la Marcha Granadera en la Elevación, provoon-do estremecimientos de emoción. í.n su mnreo, colgado entre los pÜesjues verdes, preside la severidad soniienti-del Caudillo
J. C.
Niños, estatuas y elefantes Es t in lacut-nl.» flilenciuáo «1 de
las -ruedas del landó discurriendo sobre el a^fallu del 'Paseo del Parque. Nunca pareció mejor hallada una rueda de la fortuna que esa que arrastran caballoe *rotadores, en 1918, a la sombra de los anchos t i los por cuyas copas entrelazadas eim rgen bustos ochocentistas. N i ños vestidos a la marinera, abrochado1 herméticamente el pantalón debajo la rodilla, cubiertos hasta el cuello con las pecheras de horizontales rayas azules, oculto el díscolo t u p é por un sombíero
de paja i e un amari l lo tostado por tres veranos, simulan con los aroe competencias desiguales, empujándolos levemente, a l galope, a ambas orillas-del paseo por donde discurre el landó , en el que un chico como ellos, con su marinera, su pechera de rayas horizontales, su sombrero de paja y su tupé, atisba cual fracasará primero.
Triste generación, la de estos muchachos de la marinera: el del landó y los del aro ¿serán ahora comisarios politióos, chóferes de camiones rusos, o cadáveres atados a las ametralladoras francesas? ¿Serán fugitivos por los Pirineos o pilotarán un tanque pastó de la metralla? ¿Alguno de ellos—hotroHas el pensarlo—serfá aquel que aguantaba el p i t i l lo sin temblar ante la momia de la monja?
E n e l centro del paseo una columna y, encima de ella, la sutil damita del miriñaque aguantando con una mano el faldón y con la olra la sombrilla... Rl landó se dispara, ladeándose, y circunda columna y estatua para desandar, camino 'dél af-roz dominguero.
Eso hubiera querido ser, escuetametvle, información. Pero cuán difícil es desentrañar fríamente de los recuerdos unas pasables frases frías. Palpitan los cuerpos, quiéráse o flo; muéveee 2a hojarasca otoflal -tras las bridas del recuerdo; se enciende de t r i nos y de alas esa pajarería enjaulada durante dos áflos y , en l u gar de un cadáver hallamos la eterna alma palmitante, y el perfil que ignoraron, envueltos en humo de fábrica hostil o taberna, los-incendiarios de Santa María del Mar. Perfil éterno de la Barcelona infatigablemente risueña, abierta, disponible siempre. Perfil y alma cuyo rastro seguimos, de Teruel ni mar, para hallarlo a la postre naufragando dolorosamenle entre el humo de fábrica hostil o taberna, cuando el ú l t imo ruso se marché a limpiar con otros mugres su estrella solitaria.
No nos duele—aunque en «1 alma lo sintamos tan dolorosamen
le el asalto con bomlías al cuartel de la F . A. 1^ ni el contraala-. que d t la F. . .A. 1. con tanques; ni siquiera este cúmulo enorme de miserias temporales de la guerra y de la revolución moscovita. Peí o sí este perfil, cuyo rastro no hallamos; la desaparición, a distancia, «te esto que fué y ¡con cuánta elegancial—soporte de la vida de nufestros abuelos, y de los pudres de nuestros abuelos y de los artesanos que, por las calles estrechas de la vieja ciudad, supieron ser modelo de artesanado, pauta de honorabilidad, alta categoría en el buen gusto, y de los cuales, si no el mozalbete del pitillo ante la momia, todos nosotros, en cambio, nacimos.
He aquí, pues, por qué resulta lap. violento salir a informar, a secas, sin contar con nada de lo que piveisaría, de una noticia así. Se intentó hará año y medio algo parecido en estas mismas páginas. No hubo forma de decirlo anónimamente; ya entonces los noticias sobre aquel perfil solicitaban dolorosamenle un nombre • ¡lie las esculpiera, que las rudeara fie una especie de corona usual mortuoria de lazos. Mur ió , aquella vez, con Pauleta Padiies, la alegoría «leí róhocenti&mo barcelonés. Así, a distancia, la not'-cia reclamaba algún motivo ornamental y un piquete de caballeros dé la calle 30 Femando para darle escolla hasta el olvicló. También el lector andó en aquella ocasión perdido demasiados minutos entre los tilos del Parque de la Cindadela, sin saber a donde había de ir a parar, áe cerraron con ella los pesados corti-nages granates del ü r a n Teatro del Liceo, y un tramoyista enfurecido, recién llegado, dio vuelta al interruptor, apagando! las candilejas que iluminaron aquellos siglos barceloneses, pautas de españolismo y cortesía.
Gtíentañ los diarios que se lo han llevado, a rastras, deseuir-l iaádo y gris. Nadie lo ha visto. I-a dama del mirillaqüe, «leca-citada, no más que un miriñaque y Un corpiño sin nadie. L a brisa marinera pule sin rencor el mármdí seceáonado. E l caballo de l'rim ha puesto la cuarta p*ta en el suelo, viejo y sin ansias de encabritarse. Ante este paisage han pasado los Clrtco pedamos, despojo del elefante barcelonés. Hace véinticinco atibé, Muley Haffid, huésped dilecto, había llegado con él á Barcelona, y en la ancha jaula sorbió el elefante las meriendas dfe todos los muchachos barceloneses. Muley Haffid murió, há«* un año, en París, como mueren los que regalatí elefantes: cottíD td' grah Sf ñor. L a dama del miriñaque, sin cabeza y con lá sombrilla abierta, hubiera de buena gana bajado de su pedestál, a pascái1 entre tilos su viejo aire de polca. Ha muerto Julia, el elefante, en un parque donde sólo los niños y las pstatittas supieron aprecláí el pulido marfil de sus colmillos...
GIN
Un anuncio insignificante, perdido en un rincón de "La Vanguardia" nos presenta de nuevo —todos lo sabemos de sobra— una muestra de cómo en la zoiia roja el saqueo ha llegado a obtener legalización oficial y se ha conseguido la complicidad mejor equilibrada.
Veamos el anuncio. No recurre a subterfugios. Entre iniciados es super-fluo. Concreta:
"Compraría vinos y licores todas clases. Casa gran venta. Reserva ab soluta."
Ni más ni menos. Se trata de un señor que vende esos
artículos. Se dispone a comprarlos donde sea, ofreciendo por adelantado la seguridad de su discreción. Eso, na turalmente, tranquiliza a los vendedo res, que desean no ser interrogados. Y ofrece más ventajas todavía. Especifica: Casa gran bfenta. Un estímulo más al prot'eedor. Para que no vacile ante cualquier almacén ni bodega, por repleto que esté. Le allanan el camino. Facilidades y garantía de vender fácilmente todo su poder de saqueo.
El deán de Canterbu' y ha estado en Barcelona. En un momento cualquiera surgieron las manifestaciones, hoy más inevitables que nunca. Son extra ordinariamente cínicas. Constituyen un caso único de inmoralidad. Veamos:
Intencionada propaganda llegó a crear en el extranjero falsas interpretaciones sobre lo que son y lo que representan, dentro del Movimiento general de España, las organizaciones anarquista y confedera!. S a b í a m o s muy bien nosotros que el anarquismo español, en sus considerables expresiones, no es otra cosa que la superación, en el orden teórico y social, del liberalismo inglés, aparte sus características genuinamente españolas."
No es necesario que el buen deán se esfuerce. Valoramos exactamente el significado de esas características.
Parece que Federica Montseny y Diego Abad de Santillán, conocidos militantes anarquistas, le acompañaron para hacerle ver las realizaciones con-federales en distintos puntos de Cata hiña.
A pesar de que, de buena voluntad, nos hemos esforzado en recordar "las realizaciones confederales" de Catalu ña, no lo conseguimos Sólo una, su
E C O S
única gran realización; Cárceles y cementerios clandestinos.
¡Qué difícil va a serle al deán de Canterbury, después de este viaje por Cataluña, establecer comparaciones entre el anarquismo y el liberalismo inglés, por mucho que quiera superarlo!
Radio Asociación de Cataluña anunció en su emisión del día 21 haber se verificado el 'primer servicio postal por submarino entre Cataluña y Valencia. Pomposamente añade: "Es te nuevo servicio es de extraordinario valor, ya que al mismo tiempo que facilita enormemente las comunicaciones postales, señala un medio de gran utilidad y rendimiento, mostrando que la República, en plena ¡•tierra, ha creado y sabe mantener h tarea que corresponde a un país on plena normalidad."
Séanos permitido objetar que este nuevo servicio creado por la República, y del que parece tan orgullosa como si se tratara de una idea propia, fué sucerencia nuestra. Cortan do la República en dos.
Continúa Radio Asociación; "Hay que señalar que es la pri
mera vez que se emplean sellos para correspondencia submarina, lo cual rien un gran valor filatélico, teniendo además presente las circunstancias histéricas en que se ha creado."
Síj realmente se reduce, como todo en lá zona roja, a un valar filaté lico.
Y, además, nos parece muy justa la indicadón oue se hace a los colee rionistas de sellos. No obstante, cree mos más correcto haberles observado la conveniencia de proveerse de un buen lote a la primera oportunidad.
"Viven en Puigcerdá: Fl presidente del Tribunal Supremo de Madrid con jurisdicción sobre todas las Je
rarquías de los Tribunales españoles, -eñor Enjuto.
En Alp: La familia del corocid" socialista, dictador de Asturias, Be larmino Tomás.
En Llivia: Varios familiares de Luis Companys, Angel, cuñado di-Martínez Barrio; Alba y Várela, an tiguo alcalde de Málaga,- familia de Bosch Gimpera, consejero de la O neralidad; Articas Sapigna, diputad ' por Alicante,- Simó y Bofarull. diputa do catalán, ex comisario del Gobierno en Tarragona."
Esta nota,' llegada casualmente a nuestras manos, tiene todo e! aspecto de inofensivos ecos de sociedad l'éro no lo son. Se trata de deserciones.
Cuando todos los días se dictan en Barcelona docenas de penas de muerte por deserción, para quienes sien ten la necesidad irrefrenable de escapar, la estancia de esos señores en los pueblos fronterizos y Llivia, en'jjar-liCplar, enclavado por coiñpletii en tierra francesa, es tolerada y protegi da por el Gobierno de la República.
Y aunque puedan ser calificadas Je "atenuadas", no por eso dejan de ser deserciones.
,Una orden general del 15 Cuerpo de Ejército rojo, recogida por núes-' tros soldados, contiene instrucciones para la vigilancia de nuestra margen •leí Ebro. Dice así:
"Quien intente, por mala fe o por comodidad, no tirar al enemigo para que el enemigo no le tire a él, eír un fascista.
Sea quien sea quien aparezca en la orilla "facciosa" del río, hay que ti rarie, apuntando bien. Muchas veces son mujeres que bajan a coger agua del río. Otras es un campesino que recoge trigo.
T o d o es mentira. Las mujeres son soldados fascistas que, para co-'Xtt a' ua a su comodidad, se visten así. Fí " campesino no " es más qile un
artillero fascista que se vale del diV fraz p a r a observar cómodámente nuestras posiciones.
Quien os diga que no tiréis porque son mujeres, es un provocador que quiere aprovecharse de vuestros buc nos sentimientos."
Nos parecen innecesarios los co mentarios.
El diario francés Le Journal" del día 20 publica un artículo de su corresponsal en Madrid. Escribe que "un tribunal popular de Madrid acaba de imponer una multa de mil pesetas a un traficante que vendió un paquete de cien cigarrillos por 70 pese-las".
Gandestinamente tué c r e a d a la "Bolsa del tabaco", que más tarde rué disueUa. ,
Los vendedores ambulantes procura- • ron fabricar cigarrillos de diversas hierbas, pero sin éxito".
Finalmente resume: "Y el negocios-de recoger colillas, que hubiese sido lu ' crativo, ño existe ya. Nadie tira sus • colillas: las guarda cuidadosamente para fumarlas más tarde."
"La Bolsa del Tabaco". En Madrid, por lo tanto, el tabaco pasa a ser un valor público.
O es que el cronista quiso hacer un juego de palabras. .Que existió allí una bolsa de tabaco.
La presidencia del Consejo de Mi-"" nistros roio ha dictado una orden re-s guiando el tráfico en los casos de ata . " que-aéreo. Puede verse tal disposición en 1? Prensa roja del 30 del pa- | sado.
Es interesante el artículo tercero: "Tanto en caso de alarmas diur- «
ñas como nocturnas, podrán circular, libremente los coches que se citan, Wevaháo para dio uiilorizucipii firM I áa por la autoridad (¡ue se desúpu
a) El Jefe del Estado v su es • colta
De modo que para circular en coche el presidente de la República necesita llevar una autorización firmada Sabíamos que las prerrogativas presidenciales eran teóricas. Sabíamos que e! presidente de la República es incapaz de conseguir un pasaporte. Pero ignorábamos que tuviera que pedir permiso para ctrmlar •
i
Carnet de frente 1:1 silbar de las balas y el es
truendo de los cañonazos, apenas dejan que podamos oír una qué otra frase, que para alentarnos nos di-rije el capitán. De los cien muchachos que vamos a partir a la línea de fuego, la mitad, por jo menos, acabamos de salir del Hospital, pero ahora ya nadie se acuerda de las dolencias pasadas. Un solo pensamiento iTernel! Un solo deseo ¡Combatir! Se sabe por la radio, que España entera confía en nuestro comportamiento, y queremos demostrar que somos dignos de esta confianza.
Uega un enlace de la Comandancia Militar y trae la orden de marchar para la Muela.
Anochece. En fila india y pasando por el borde la carretera, emprendemos el camino. Aquí, un caballo muerto entorpece nuestra marcha. Un camaradn bromea. — i Lo tuvieran en Barteluna para comer!
De repente un fuego de fusilería espesísimo. Instintivamente algunos agachan la cabeza. Hl jefe se ilrí cuenta y exclama: ¡Pero muchachos qué esto no es nada! ¡A Ver el "Cira al Sol"! Cantamos todos. Es el mejor remedio para el mioiio.
En "Casa Jorgito", hay el puesto de mando de aquel sector. Dos com -pañias de Infantería esperan también la orden de marcha. El enemigo está cerca de aquí, por lo que fodas las precauciones son pocas. Se habla -en voz baja. Por el cuello de los helados capotes, surge el humo cual si fueran chimeneas. Hav que evitar el resplandor de los cigarros.
Empieza una larga . subida. Las caídas y resbalones son frecuentes, a causa de la nieve helada. A los
cinco minutos de ascensión, nos sor-' prende un resplandor formidable. B enemigo nos busca enfocándonos un reflector. No le cuesta mucho localizarnos. La nieve es su aliada, ya que recoge con perfección nuestras sombras. Cantan con rabia las ametralladoras, "iCuerpo a tierra!" Por on minuto nuestros cuerpos se confunden con las sombras de las piedras y plantas que nos rodean. Después entre ráfagas de ametralladoras y paqueos, llegamos a un chalet medio destruido por los morterazos. Cien metros más allá, unos cuantos muchachos improvisan unas trincheras. Aprovtchan el desnivel del terreno para ahorrar trabajo. Más allá, ya todo es rojo.
El enemigo puede atacar de un momento a otro, por lo que es preciso fortificar. Todos trabajamos a pico y pala. Por cierto que nos viene bien para entrar en calor, pues el frío es intenso.
Ahora !e da al enemigo para tirar con balas luminosas. Por un momento contemplamos el hermoso espectáculo. Cruzan líneas de luz de todos los colores por encima de nuestras cabezas, perdiéndose lejos, en el mismo Teruel...
De Corbalán llegan rumores de una gran batalla. El ruido incon fundible de las bombas de mano v el roncar de los tanques, n^s hnbla del heroísmo de los que allí se defienden.
Cada minuto aproximadameij'c pasa silbando por pncima miestr''" algún obús que estalla en la caivt'1
Contiimamos trabajando. Cada cnal fortifica convcnrentemente un pedazo de tierra que mañana defenderá con ardor.
P. P.
Deber de solidaridad Un poeta latino
ha dicho que hay lágrimas en las cosas. ¡ Más que lágrimas! H a y iambién una voz, una voz que es una llamada, o mejor dicho, una interpelación. Por eso las Hermani-tas de los Pobres, cuando las provisiones van faltando, colocan a los pies de San José un poco de carbón y un paqiu-ti-ID de fideos.
¿Cuál de noá-otros no ha sen-Jlido esa llamada, esa interpelación al contem p i a r e s a s horribles, e s a s solemnes
imágenes que nos presenta la ESspafta martirizada? Las iglesias quemadas, profanadas, demolidas ; las obras maestras del arle o esas pequeñas estatuas que han servido de consuelo a tanta? almas que sufren y esperan, nos indignan al verlas mutiladas: al Cristo y a la Virgen se les ha cortado la nariz, se Ies han arrancado los ojos y todavía, entre los verdugos, sienten no haber en< contrado más que piedra, madera o tela pintada. Y lo que no han pedido hacer a los dueños lo han héato a los servidores. Y esto, sin hablar de las bibliotecas entrotradas a las llamas y de las obras de misericordia que fuemn saqueadas, ü l anan|uis-mo y la barbarie marxista pasaron por allí con más crueldad que las devaslaciones musulmanas, pues «tsas, oor lo menos, L uían la disculpa de la fe.
L a España civilizada se defendió contra los salvajes. T'oco a poco, como en el tiempo de Pel^yo, de Alfonso VI y de Fernando el Saido, fué ensanchando el t"rritorio sobre el cual se extiende la sombra de la cruz, pero le queda todavía por reconstruir lo que la bestia ha destrozado: lo qu<'
había sido acumulado por siglos de honor y de buen gusto ar t ís t ico.
Y nosotros, franceses, ¿ n o tenemos t a m b i é n una parte en esta resur recc ión? No se trata de chinos, " i de coreanos, para los cuales nuestros n iños sacrificaron durante tanto tiempo las monedas de cobre de sus huchas; se trata de vecinos, de hermanos, que participan de las mismas creencias y de nuestra historia, y que, hablando lenguas de igual origen, tienen el mismo corazón y la misma sangre que nosotros.
Para nosotros no se ventila solamente umi.cuestión de honor cristiano y de afecto fraternal ; se ventila igualmente un deber de interés y de reconocimiento. E l hecho de que so haya creado a nuestras puertas una nueva Rusia bolchevique con toda su ignominia y toda su espantosa ferocidad, se debe exclusivamente a las gentes de Barcelona y Valencia. Esa Rusia no ha podido comprender que hubiera encontrado en las masas m á s ignorantes y más inflamables de nuestra población una complicidad y un terreno de expans ión . Basta recordar ln comuna de Par ís . He aqu í el peligro del cual la cruzada de Franco l ia libertado a Francia y a Europa.
Estos profundos sentimientos de piedad, de amistad y de agradecimiento, que brotan e x p o n t á n e o s de muchas iniciativas, constituye la base de la obra llamada "Solidaridad de Occidente» de la cual quiero hablar hoy a mis lectores, obra a Ta cual dos cardenales franceses concedieron MI patrocinio. Desde hace meses, las carreteras francesas srm recorridas por convoyes «le camiones tfvK llevan a los ¿cMlba-lientes marxistas el socorro de nuestra población obrera de una forma indignamente abusiva. Y nosotros, católicos, nosotros, cristianos, no haremos nada, per nuestra parte, en beneficio de esos hermanos que creen como nosotros en Jesucristo? No ha de haber én la E s p a ñ a re-enerada y floreciente, siquiera una isrlesia, un hdspitál que atest igüe !a comprens ión y solidaridad de los franceses? Oue-daremos al margen de la obra a que ya se dedicaron nuestros correligionarios de Inplatei r , i . de Irlanda y de A m é r i c a ?
La España que sangra, la España victoriosa a la cual nosotros debemos el favor de preservarnos contra los horrores del marxismo, se vuelve hacia ROP-olros, nos mira , y exclama : ; Está bien !
P u ' L ClAUMfi
La guerra victoriosa • •i
C ON los primeros días de agosto, al arrancar el Ejército de Africa camino de Extremadura, empie
za la guerra propiamente dicha. Qae-rra, en general, de movimiento y con resistencia en escasos sectores; con la gloriosa excepción de determinadas localidades en que los sublevados por España mantienen todavía el espíritu del Alzamiento, tratando no sólo de resistir a la avalancha roja, sino de ampliar sus bases de operaciones; así sucede en Córdoba y Granada, en el frente de Aragón, en Oviedo y, especialmente en los aislados reductos del Alcázar toledano y del Santuario de la Virgen de la Cabeza, donde se escribieron gestas sin precedentes en la historia.
Como decimos, las fuerzas de Marruecos, después de haber delimitado el área de la primera expansión nacional en la región andaluza —que comprende, de Este a Oeste, desde Antequera a Ríotinto—, inician la épica marcha que. en tres meses, había de conducir a los soldados de Franco desde Algeciras a las puertas mismas de Madrid, rescatando Extremadura y el valle del Tajo.
Sin más puertos, en la Península, que los de Cádiz, Comña y Vigo. y sin cómodhs salidas por tierra a! ev tranjero, la España Nacional se encontraba en estado de aislamiento casi absoluto. Por eso el primer objetivo de las tropas de Africa, al abandonar Andalucía, fué la conquista de la pinza de Badajoz, principal tránsito hacia Portugal; con ello quedaba a cubierto un flanco de las columnas expedicionarias y se iba organizando el territorio que pronto iba a ser retaguardia. El objetivo final era Madrid, ante el que las columnas procedentes de Valladolid, Burgos y Zaragoza habían establecido una línea de contención por el Norte.
En la consecución de tales objeli-vos, las huestes de Franco avanzaban impetuosamente, ocupando al asalto Badajoz el día 15 de agosto. Y avanzan con tal rapidez, que en un solo día, el 19, conquistan una extensión de 70 kilómetros de profundidad, en dirección a la capital, movimiento que hace presentir la proximidad de un acontecimiento militar: la unión con el Ejército del Norte, creando realmente la zona nacional al darle continuidad física. En efecto, el 3 de sep tiembre se ocupa, tras un arrollador avance por el valle del Tajo, el im portante nudo de Talavera de la Reina; el día ^ las fuerzas de Infantería, procedentes del Sur, enlazan con las de Caballería, pertenecientes al Ejército del Morte, que por la Sierra de Credos habían bajado hacia la cuenca del Tajo; y al otro día, el Genera! Franco, notifica a España y al mundo que en el valle del Tiétar se reúnen las dos corrientes de la España Nacional, después de salvar cenrenarer de kilómetros y tras haber vencido cuantos esfuerzos habían opuesto a su marcha las fuerzas del Madrid rojo.
Paralelamente a este acontecinvev to, sé desarrollaban en todos los frentes otros de no menor importancia, sobresaliendo, entre ellos, la conquista de Irún y San Sebastiá i
Ya el día 25 del mismo mes dei Al zamiento se dominaba la cuenca del Bidasoa, continuando la presión en este sector en dirección a la villa de Tolosa, que cayó el I I de agosto. Al objeto de privar a la zona roja del Norte de España del apoyo vital que recibía por la frontera francesa, se ocuparon el día 15 los fuertes de Er-láiz y Pagogaña y se libró la batalla de Irún, donde se entró el 5 de septiembre.
El empuje nacional prosigue en la reducc'ón del muñón producido en la zona roja al cortarles su comunicación terrestre con el exterior. El día 6 se toma el fuerre de Guadalupe; el 12, Santiagomemli v Santa Bárbara, el 13, el de San Marcos y el puerto de Pasajes, entrando por la larde en San Sebastián. Tras estas operaciones se estabiliza el fri—:e de Guipi'nroa, después de dominar por completo la linea do Deva ocirnando desde esta villa a Zumaya Elf'óibar, Placencia y Oñate.
SOBRE MADRID
La guerra continuaba siendo, fundamentalmente, guerra de movimiento. Gracias a la unión de los Ejércitos del Norte y del Sur, las columnas nacionales parten ya de un frente continuo para su acción, siendo su resultante principal la corriente que de Badajoz y Talavera se dirige al corazón de la zona roja, con una meta: Madrid. Así, caen en días consecutivos Santa Olalla, Maqueda y Torrijos. Por un momento, las fuerzas nacionales se desvían del objetivo que más importaba, cual era la capital de España, para dirigirse a Toledo. Porque las fuerzas nacionales no podían desoír la voz de los esforzados que en el reducto del Alcázar, desgarrado por la metralli y reducido a escombros por las minas, eran la más alta expresión del heroí.,-mo con que se había iniciado el Movimiento, mameniendo, al cabo de sesenta y cinco días y perdidos en la 7ona roja, la voluntad inquebnntable que les llevó el 18 de julio al Glorioso Alzamiento Nacional.
El día 27 de septiembre, los soldados de España, tras una marcha d»-más de 400 kilómetros, liberarou a los gloriosos defensores del Alcázar y
añadieron a la zona nacional la ciudad de Toledo. Con esto, nuestras tropas estaban nuevamente en disposición de marchar sobre Madrid. Desde los puntos que, más tarde, habían de constituir las líneas más estables de Ir guerra, se amenaza la capital
Sigüenza, en la provincia de Gua-daiajara; Navalpcral de Pinares, en la dé Avila,- San Martín de Vaklei^Iesias y Navalcarnero, en la de Madrid; e Illescas, en la de Toledo, van delimi lando el que habrá de ser cerco de Madrid. En rigor, la guerra {k movimiento rápido iba a concluir. El día 6 de noviembre, nuestras tropas ocupan el Cerro de los Angeles, Carabanchel Alto, Villaverde y Retamares; al otro día se llega a los puentes de Segovia y de la Princesa; se ocupa parcialmente la Casa de Campo, y el día 10, atravesando el Manzanares, se penetra en la Ciudad Universitaria de Madrid. El contacto con el casco de la ciudad, juntamente con la aparición en las filas rojas de un nuevo factor bélico, que había de imprimir nuevos nimbos a la lucha, señala el paso de la guerra de movimiento a la de posiciones. Ese factor inédito lo constitu-, yen las Brigadas Internacionales —primera muestra palpable de la ayuda extranjera, rusa primnrdialmente, . que recibe el Gobierno rojo—, que con gran profusión de hombres y material de guerra convierte la capital en una red de trincheras contra la que nuestros soldados no podían emplearse a finido, so pena de destruir totalmente la ciudad. Guerra de posiciones —simbolizada en los parapetos de los barrios de Lisera y del Lucero y, sobre todo, en la Ciudad Universitaria— en la que también iban a cubrirse de gloria nuestros combatientes; pero que nos obligó, para las grandes conquls fas en profundidad, a llevar la victoria
de España por otros campos efe batalla.
Por lo pronto, el impulso de nuestro Ejército se derrama entonces en torno a la capital y para estrechar la bolsa de El Escorial. Asi, durante el mes de diciembre, cae Boadilla del Monte; en enero, en seis días de ofensiva, pasan a nuestro poder Villafran-cn del Castillo, Villanueva del Pardillo, Majadahonda, Las Rozas, Bl Plantío, Pozuelo, Humera, Aravaca, y queda cortada la carretera de La Co-rufta.
La lucha lia cobrado ya fisonomía nueva. Fruto de lá concienzuda organización que nuestro Mando ha realizado, y del espíritu y disciplina que nuestro combatiente ha adquirido en la brega con los refuerzos extranjeros de todas ciaseis que los rojos llevan a la zona de operaciones, los ejércitos nacionales adquieren el máximum de, amplitud y eficacia, logrando empotrarse, en fortisima cuña, en la capital do España. En el mes de febrero, en avance por el sedor sudeste dé la capital, se toma La Marañosa y Ciem-pozuelos; se cruza el larama, cortando la general de Madrid a Valencia, formando con ello otro brazo de la tenaza que envuelva a Madrid y venciendo, hasta el límite máximo, la resistencia que había producido la es-tr.billzadón de los sectores más próximos a la capital.
En marzo se avanza desde otro sector mas distante, con el propósito de acabar de sitiar a Madrid en la base de una gran bolsa. Nos referimos a la ofensiva por el frente de Sigüenza, que dejo en nuestro poder 40 pueblos (ladraquc, Cogolludo, MasCgoso, etcétera), apoyámlonos fuertemente^ sobre el Tajuña y avanzando nuestras líneas en una profundidad.de 25 kilómetros.
Se dibujaba una nueva fase de operaciones
J PHIG Z A W A t ó A
ZcNTF PANORAMA internacional
La Prensa extranjera —y la política toda— han girado esta semana en d;-rredor de la respuesta dada por el Generalísimo sobre la retirada de los voluntarios extranjeros. Todos los pe riódicos han dado al hecho su versión y comentarios particulares; se hace notar, sin embargo, que, por esta vez, la respuesta del General Franco, supe ditando la retirada al rccom•cimienta de la heligerancia. ha hallado, incluso en los países más ligados a la polítici del Gobierno de Barcelona, un mínimo de serenidad, a la que estábamos poco acostumbrados. Se hace notar, en primer lugar, que Francia y la U. R. S. S. no han hablado de una supresión de las gestiones; antes bien adoptan una actitud visiblemente menos violenta que en otras ocasiones. En los círculos francorrusos se subraya que la concesión de los derechos de beligerancia no puede preceder a una retirada substancia de voluntarios; es la tesis que ya conocemos, basada en la peregrina idea de considerar sólo beligerantes a los voluntarios rusos y franceses. Filo, sin embargo, nos llevaría a una, crítica, repetida ya suficientemente, del sistema con que viene actuando la No intervención y a una defensa de nuestro punto de vista. No es éste nuestro objeto en este panorama.
Sea como sea, se hallan de nuevo atascadas las gestiones que M. Cham-berlain —no fallado, sin duda, de buenas intenciones—inició para obtener en España y en Europa una pacificación, harto difícil mientras las premisas de estas gestiones no se planteen de modo distinto. Como resultado de este atascamiento, la Prensa izquierdista francesa ha iniciado otra vez con violencia sus campañas en pro de una apertura descarada de la frontera catalana, campañas que caen poco más o menos en el vacío. Estamos de nuevo, en este aspecto, en una situación repetida en el curso de estos dos años una infinidad de veces. Veremos si Francia resume de nuevo la situación con el envío No intervencionista de unos cuantos trenes de ametralladoras.
Lo que parece evidente que la nota del General Franco ha sido esperada con una efervescencia e impaciencia notables. Nadie duda, pues, de la exis-tenda de una España Nacional con voz propia, sin la cual no es posible desentrañar las razones del deseq-ñÜ-hrio. ¿Cómo puede, pues, esperar Europa a reconocer como beligerante al Gobierno del General Franco hasta
^jue éste logre convencerla, con palabras, de su propio derecho? Por encima de estas palabras, y antes que ellas, están los hechos, que afirman a la España Nacional como a la parte más importante, física y moralmente, de la España en lucha. El hecho de unas constantes consultas, de la impaciencia que se provoca durante el tiempo que dura la evacuación de las mismas, son el mejor, el único reconocimiento de hecho valedero de nuestra beligerancia. La ambigüedad de las clasificaciones oficiales servirá para prolongar, a costa de sangre propia, el desequilibrio, del cual se intenta en Europa sacar partido; pero nunca para disfra
zar la realidad, que confirma a cada momento jjdlpblemente la existencia, la fuerza y el predominio absoluto de la España Nacional.
ILa visita • Comentando el viaje del comandan
te Horthy a Alemania, un periódico de Ginebra se pregunta en grandes t i tulares: "¿Se dejará Hungría atraer a la órbita del Reich?". Pregunta ingenua que nos ha hecho sonreír. Hungría se ha sentido atraída a esa órbita desde el día siguiente de Versalles, y jamás lo ha disimulado.
En uno de los magníficos jardines públicos de Budapest está representado, de una manera perenne, el mapa de Hungría. El mapa abarca todo el territorio que fué húngaro antes de la Gran Guerra, y en distintos colores aparecen las partes que constituyen la nctual Hungría y las que sus vecinas se le han quedado. Pocas veces en la Historia se realizó una desmembración semejante, pues en la amputación perdió Hungría más de la mitad de su territorio.
Que los húngaros aspiren a recobrar el terreno perdido, no es más que lógico y natural. Se puede llegar a re- . nunciar, én bien de la paz, a una pequeña parte de' territorio nacional, v apenas hay nación que no haya sufri
do algún pequeño desgarro,- pero ningún principio podrá invocarse para pedir a Hungria que renuncie para siempre al sesenta por ciento de su propio suelo. El recobrarlo figura en
la saspiraciones de todos los partidos húngaros, sea cual fuere su tendencia. Es natural que la política exterior de Hungría esté informada prindpalmen-usurpadoras, que, además, han forma-te por ese irredentismo, ya que es el primero de los problemas húngaros. Como consecuencia, la amistad de Hungría no será para sus vecinas
do todo ese sistema de alianzas que se llama la Pequeña Entente para conservar lo usurpado. Tampoco será la amistad húngara para las nadones que, como Francia e Inglaterra, perpetraron la ampútación y tienen interés en mantener su obra. Por afinidad de intereses, Hungría tiene que aproximarse fatalmente a Italia y Alemania. No es que sea ésa la política más conveniente, es que es la única que se impone.
Desde luego, nadie ha sonado, ni er. Hungría ni en Alemania, en la anexión de Hungría al Rnch. Hungría tiene su personalidad propia, y no entran en los planes pangermanis-tas su anexión ni su conquista. Razó'i de más para que la amistad húngaro-germana llegue a cimentarse sólidamente.
Como si esas razones políticas fuesen pocas para aproximar a Berlín v Budapest, las r a z o n e s económicas coadyuvan también a ello. Las economías húngara y alemana se complementan. Hungría, país principalmei'ie agrícola y ganadero, encuentra en
Alemania un mercado tan favonnie, que a ella (incluyendo ya, desde luego, al Austria) van dirigidas mocho más de la mitad de las exportaciones húngaras.
En los días en que la cuestión de Checoeslovaquia está sobre el tapete, la amistad húngarogermana y la visita del almirante Horthy a Viena v Berlín tiene una especial significación. Checoeslovaquia, cuya pobladón está constituida en el 22 por dentó de alemanes, cuenta también dentro de sus fronteras 700.000 húngaros auten ticos, más dos millones de eslov?cos que antes pertenecieron a Hungría y que, en su mayor y su mejor parte, cansados de la dominadón checa, volverían gustosos a las antiguas fronteras.
Sea cual fuere la soludón definitiva que el problema checoeslovaco encuentre, tiene particular importancia para Hungría. Si se consigue para los sudetes una autonomía efectiva, los húngaros y eslovacos conseguirán también, en gran parte, la suya. Y si los sudetes llegan a incorporarse a Alemania, ¿podrá impedirse que, por lo menos esos 700.000 auténticos húngaros, con el territorio que ocupan, vuelvan a contar a Budapest por su capital?
Hungria, pasados los primeros años dt- postradón tras la catástrofe de 1918, siente revivir los días heroiqos y la conciencia de sus destinos. Tal vez en ningún otro país las gestas de los soldados de España han hallado un mayor eco. Los nombres de Franco, de Moscardó, del Alcázar, son tan co-noddos como los de sos propios héroes, y en ellos se miran cuantos aspiran a recobrar para Hungria la perdida grandeza.
ORIOL MONTALT
Ginebra.
Ventana al mundo GUERRA Y PAZ
La pmi>; i extranjera ccintinúa con'enLmdn ol contenido df la respuesta d f l General Franco al plan b r i t án ico de retirada de voluntarios.
¡Entra en funciones la comisión br i tánica encargada de informar sobre bombardeos aéreos . Los servicios han sido solicitados, por el Gobierno de Barcelona. Se trata, al parecer, de efectuar unas investigaciones en Alicante y en Blanes. Todo hace suponer que Barcelona, de acuerdo con su pol í t ica ya definida en este aspecto, pro-d i c a r á sus demandas de servicios, para explotar con su propaganda los inevitables desperfectos que nuestros bombardeos repetidos puedan causaren los lugares p r ó x i m o s a los objetivos citados.
De nuevo parece iniciarse una c a m p a ñ a en Francia para decid i r a su Gobierno a establecer relaciones con el General Franco. La C á m a r a de Comercio francesa y los diarios "Le Figaro» y «L 'Epo-que>' coinciden estos ú l t imos d í a s abogado por su reconocimiento. Un articulo de Temps" glosa nuestro comercio, nuestra indust r i a y nuestras transaciones con el exterior. Termina con consideraciones siguientes:
«Esta plétora de capitales y la indus t r ia l izac ión del pa í s podr ían pe rmi t i r a las sociedades extranjeras colaborar con una débi l proporción cor los capitales e spaño le s . Por tanto confiemos en que al t é r m i n o de la guerra nuestra industria y nuestro comercio no estar á n desventajadus por las posiciones que hayan podido merecer otros paises. La baratura de la vida, la admirable confianza en la victoria final, agrega votos para que muy pronto podamos reanudar, con este pueblo admirable las relaciones de amistad y de ligazón que exis t ían en el pasado.»
No ofrece duda el Movimiento que se inicia en Francia en favor de una normal i zac ión de relaciones con la E s p a ñ a Nacional, adivin á n d o l a , por fin, vencedora de esta contienda, normal izac ión de relaciones que les permita situarse y neutralizar la influencia que, al menos comercial mente, ejerzan los países que les precedieron en reconocernos.
U N A R T I C U L O D E L «TIMES» SOBRE ESPAÑA
El «Times» del d í a 16 publica una información titulada «Justicia bajo Franco» , in formación perfectamente objetiva y que, s in duda, h a b r á contr ibuido notablemente a di lucidar entre su extenso núcleo de lectores algo de lo que es realmente la 'España Nacional y 'Je lo que es la E s p a ñ a Roja.
Da cuenta, en primer lugar de la organizac ión de la jus t ' é ia m i l i t a r en la E s p a ñ a Nacional. Menciona las funciones, que cesan al ser asimilados al ter r i tor io a las regiones militares respectivas. A l referirse a la organizac ión Interna de las Audi to r ías de ocupación dice que las fichas se refieren unas a las personas sospechosas ; y otras «indican personas acusadas de haber cometido asesinatos deliberadamente; y su n ú m e r o es a l a r m a n t e » .
Se refiere a la s i tuación en que el Ejérci to nacional encuentra .'as regiones al l iberar las :
«Cada municipalidad—dice—era gobernada por una serie de pe
q u e ñ o s dictadores de los sindicaitos locales anarquistas o sindicalistas.»
«Cuando el Gobierno central remuneró el control, los d a ñ o s habían sido ya causados y resultaba difícil e l iminar las costumbres ant iguas .»
«Los casos de asesinato son numerosos» , dice -refiriéndose a los rojos, etc., etc.
El a r t í cu lo a que nos referimos h a b r á producido evidente i m pres ión . Es uno de los m á s objetivos que sobre nuestra guerra h i aparecido en prensa extranjera.
¿ Q U E ES E L COMUNISMO RUSO?
Años a t r á s Trotski , el famoso jefe de la revolución rusa, fué a Kiev a un acto de propaganda del 'Partido Comunista.
Trotski repitió lo de siempre, que el comunismo había salvado a Rusia, l ibrando de la opresión al obrero y d á n d o l e libertad al trabajador.
Cuando hubo terminado su peroración, r e q u i r i ó a) piiblico para que si hab ía a lgún contradictor, hablara, pues la cultura de los soviets pe rmi t í a exponer el pensamiento contrario.
Eminov, conocido obrero, p id ió la palabra... Llevaba un bastón en la mano. —Que suba a la tr ibuna—dijo Troiski . Eminov sub ió a la tr ibuna. —Camaradas—dijo—fi jáos en este bas tón . El va a contaros l a
historia de la revolución rusa. E l públ ico aguzó el o ído . — ¿ V e i s el p u ñ o del bas tón? - c o n t i n u ó Eminov . Un p u ñ o de
hierro . Antes de la revolución, e l pa í s estaba gobernallo por los ar i s tócra tas , que es tán representados por este p u ñ o .
E l auditorio miraba fijamente el puño , inclusío Tro i sk i , que no p e r d í a silaba.
—Bajo este p u ñ o está la parte media del bastón : la c a ñ a . Esta parte del bastón nos representa a nosotros, los obreros, los que trabajamos. Los a r i s tócra tas nos ten ían bajo este p u ñ o .
Trotski , entusiasmado, inició un aplauso. —Debajo del p u ñ o y de la c a ñ a del bas tón está la contera, que
t a m b i é n es de hierro. E l p u ñ o es t á arriba, la contera son los presidiarios, los forzados, los vividores, la parte media de la caña somos los obreros, los campesinos.
Eminov ca l ló . — M i r a d la revolución—y volvió el bas tón , poniendo el p u ñ o en
el suelo y la contera arriba, en la mano—. Camaradas, la revolución es tá hecha. Los a r i s tócra tas e s t án abajo; los presidiarios, los v i v i dores es lán arr iba. ¿Y vosotros, los obreros, los trabajadores, los campesinos? Vosotros no habé i s cambiado de sitio. Antes os opr i m í a el puño , ahora os oprime la contera...
Trotski r u g i ó como uw t igre y dio un salto de pantera. Eminov, el buerrobrero ruso que hab ló en nombre y con la con
fianza de una l ibertad concedida, fué aquel mismo día pasado por las armas.
Ahora estamos todos en un puesto de combate, en las avanzadas, en el verdadero tiempo heroico del movimiento; en este tiempo que los historiadores cuando triunfemos —y triunfaremos si nos ganamos el triunfo— cantarán y alabarán y nuestros hijos se sentirán orgullosos de esta época. En estos momentos todos tienen que
, estar en la brecha, y, como es natural, el Sindicato también.
Por lo tanto, aparecen aquí las dos directrices que ha de tener el Sindicato:
Una acción profesional y sindical. Una acción política y revoluciona
ria. Y vamos a ver cómo las tiene que
desarrollar. A los seis meses de vida del Movi
miento, el Sindicato ha nacido, se ha organizado y ya hoy cuenta en toda España con más fuerza y más espíritu 1,(16 la Asociación Profesional y Oficial & U. E.).
Es mucho lo conseguido, pues hoy teñónos el instrumento con que traba-iar, luchar y obrar en el próximo curso universitario..
Ahora es necesario darle al Sindicato fondo, o sea, hacer que los estu diantes afiliados se interesen por él, que se acostumbren a verlo como cosa propia y que por medio de él consigan el mayor rendimiento en sus luchas y trabajos.
Y para ello hay que señalarle metas, tareas, o mejor dicho, que et Sindica lo las desenvuelva y las estudie v .luche por su implantación.
Los Sindicatos, lo mismo que las milicias, acostumbran a reunir hombres, a unirlos en empresa comi'm, a pensar en sentido total y no personal, y si el Sindicato, como ocurre con éste, no tiene por fin inmediato un objetivo económico, más aún; y si, además de ello, es político y revolucionario, mucho más. Y tened la sesu-ridad que un estudiante, al calvi de vivir y luchar dos o tres años en él, sale un hombre nuevo, sale con núes tro espíritti — más audaz y más opt mista—, convencido de una verdad y dispuesto a luchar para imponerla. Saldrá convencido de que el bien general del Estado será siempre, a la larga, el bien particular y comprenderá asi todos los problemas. Por esto el Sindicato debe atraer y emplear a todos los afiliados estudiantes, dándole^ misiones y ocupaciones, para que sea de todos, para que todos intervengan \ se interesen por él.
En lo profesional, debe marcar me tas precisas y concretas; yo no he de hablar de las mismas, pero sí os acón sejo que estas metas sean como deben ser siempre todas las nuestras: alta^ y ambiciosas.
Yo muchas veces pienso en los pue blos de España, estos pueblos chatos pegados a la tierra Desde el aire se ve que no tienen más que lo indispen able para la vida; porque no tienen,
o no se ver, esos complementos que la hacen agradable parques, jardines o paseos. Las calles son ictorcidas y estrechas. Si los veis desde abajo, nbwr-varéis que el noventa por ciento de las casas son pohresi feas e insuficientes,- que dentro de ellas no se puede er feliz; que las calles, cuando llueve.
^nioersitarias son barrizales; que los sitios de reunión: casinos, bares, tabernas, cines, etcétera, son sórdidos y meíquinos; en fin, se vislumbra uña labor a realizar grandiosa; pues nosotros tenemos que cambiarlos, salvarlos y rehacerlos.
Nuestros pueblos tienen que conservar, remozadas, las amplias casonas antiguas, las bellas iglesias; pero a su lado tienen que estar unos hogan-s limpios, limpios y alegres. Todos los servicios comunes tienen que tener este mismo sello. May que hacerlos
habitables y confortables, y esto hay que hacerlo de verdad, cueste lo que cueste; pues no puede ser que se diga: España es su campo; lo cual hoy es una burla, pues en ese campo no se puede vivir.
Fijaos bien, arquitectos e ingenie ros, médicos y maestros, en la i tunen sa labor que tenéis por delante: Hacer la nueva España, la España nuestra y \ erdadera,
^De un discurso pronunciado en Madrid por Ridz de Alda.)
Ordenes circulares de la Secretaría General
S O B R E KL USO DEL U N I F O R M E
El uniforme, s ímbolo exlerno de nuestro Movimienb», que impone al afiliado normas de conducta austera y difíci l , debe llevarse con el m á x i m o respeto y ser ostentado solamente en aquellos sitios y ocasiones adecuados u su prestigio.
En consecuencia queda prohibido n lodos los n/iliado.s el mo difirió def uniforme, con las siguientes excepciones:
Primero. Las J e r a r q u í a s del Partido detalladas en la Orden sobre distintivos de Mando (B. M . N ú m . 15, página 180).
Segundo. Los quo se encuentren en actos de Servicio. Tercero. Los que tengan que presentarse a las J é r a r q n í a s
Provinciales y Superiores del Partido. En todos ¡os actos p ú b l i c o s ' d e la Organización y en los días
dv fiestas del Estallo y del Partido, será obligatorio el uso del uniforme a todos los afiliados.
Los Jefes Provinciales ve la rán por el exacbi cumplimiento de tstas disposiciones.
Por Dios, por España y su Revolución Nacionalsindicalista. BorgOB, a 19 de agosto de 1938. f l l Año Tr iun fa l .
El Secretario General R. FERNANDEZ CUESTA
SOBRE LAS MANIFESTACIONES DE MUESTItO ÍOSTILO
El estilo de nuoatro Movimiento exige que se inculquen en todos los afiliados, como exponente do m á x i m a v i r tud , el sen t imiento do la disciplina y el respeto a las J e r a r q u í a s . Su propio prestigio requiere que los afiliados revistan su conducta en la vida de relación de la m á s severa dignidad y corrección. .
Por todo el lo ordeno a los Jefes Provinciales del Movimiento ; Primero. Que pongan especial cuidado on el m á s exacto
mantonimiento de la disciplina, reprimiendo y sancionando enérg icamento cualquier violación de este deber por parlo de los afiliados al Movimiento.
Segundo. Qne exijan a todos los afiliados el cumpl imiento de la obligación de efectuar el saludo Nacional a las J e r a r q u í a s del Movimiento. A este efecto d a r á n a conocer el folleto de dist int ivos de mando en la forma prevenida en la Orden de esta Secretar ía General, puliiicada. en el n ú m . 15 del Bolotin d-d Mn-vi miento.
Tercero. Que lomen las oportunas medidas para lograr quo los afiliados a nuestra Organización, us^n la m á x i m a policía en el vestir las prendas de uniforme y la debida compostura y moderación en todos sus actos, persitruiondo especialmente cuantas actitudes incorrectas vayan en desprestigio de la Organización.
I-os Jefes Provinciales serán dilectamente responsabU-s del i i icumpiimionto do lo establecido en esta Orden.
Por Dios, por España y su Revolución Nacionalsindicalista, Burgos, 17 de agosto de. 1938. H I Año Tr iunfa l ,
Gl Secretario General R. FERNANDEZ CUESTA
Legión Nacional de Flechas 1.- Con la fe en Dios tus
pensamientos serán al
tos.
2" E n tus manos e s tá la
grandeza de España
Ubre.
3. - T u trabajo es el camino
de E s p a ñ a libre.
4. - Prepárate para una ju
ventud noble, fuerte,
digna y disciplinada.
5. '-' Que en tus afanes no ha
ya nunca cobardía ni
malicia.
6. ? E l Flecha no puede ser
nunca cobarde. Con la
camisa azul que t ú vis
tes murieron muchos
de tus mejores cama-
radas.
7. ? Guando estudies y traba
jes piensa que un día
Por el Imperio hacía Dios
E s p a ñ a neces i tará de
tí.
8.? L a vida es milicia. T u
energía , tu trabajo, tu
disciplina, harán una
E s p a ñ a grande y Ubre.
9 ? Ser nacionalsindicalista
significa no tener con
templaciones con privi
legios injustos, odio a
todos -los enemigos de
la libertad de E s p a ñ a ,
soñar con nueva gran
deza para nuestra Pa
tria.
10.? Donde haya otros, el
Flecha ha de esforzar
se por ser el mejor.
11? Sólo debes odiar a los
enemigos de E s p a ñ a .
12.? L a camisa azul impone
deberes.
Portfue E s p a ñ a no
puede ser nunca nada
<fue se oponga al con
junto de sus tierras y a
cada una de sus tierras.
(José Antonio.)
Fin el tfran teatro det mundo se está representando una comedia enorme Es el escenario esta esquina de la tie ira, esta casi isla atada al continente por el nudoso cordón dd Pirineo.
Y en tal escenario, sonoro de mares > de Historia, se habían aposentado como dueños unos hombrecillos por tadores de un ijuignoh cartones y per calina, chillidos mujeriles y bofetadas de payaso, era el espectáculo ofrecido por ellos a la Humanidad.
Sus drrtniiilis person* ya los conocéis: rristobilii v sus adláteres; el toro, y "el que recibe las bofetadas" Este último, encarnado en el doliente pueblo español, caído en las manos de los primeros actores: i Pobre pueblo de nuestra alma! El recibe las bofetadas disfrazado muchas veces de "F. A. I . " , de "U. G. T " : hasta de comunista M-vistió en suprema ignorancia v enga ño Aunque debajo de la burda tela le latía un corazón de buena estirpe es pañola.
La tramoya de tan torpe escena era movida por esos hombres siniestros que viven en las logias —de ridicula v demoniaca escenografía—, y los muñecos, regidos por sus manos, danzaban en una parte de España su danza de traiciones y de crueldad; al son de los triángulos y de los látigos rusos.
Pero en la otra parte del escenario surge nada menos que la figura de Don Qnijote, que de un manotazo sublime da al traste con el fementido retablo de Maese Pedro, Y hecha la limpieza, con la mano dura y seca como un sanniento, se acomoda el ca-
Dettino AWO & aiciraiiuen ( a l Cataluña
ballero, insigne espectador de lo que va a suceder
Y lo que sucede es glorioso: y milagroso. Porque con un ritmo de segura lentitud primero, y de su acelerada apoteosis después, van apareciendo en la escena los radiantes personajes de nuestro Auto Sacramental.
David adolescente y heroico, vencedor de monstruos inhumanos. En su carro de combate va tronchando las bamba linas, que se vienen al suelo estrepitosamente por las veredas triunfales...
Hoy la escena se proyecta en la dul-ce tierra catalana, y al levantarse el telón nuestros ojos se deslumhran con
Para conseguirlo, nuestros soldados ya cortan con sus bayonetas las alambradas rusas. Unas bayonetas temibles y heroicas, que rinden más tarde su santa furia, convirtiéndose, piadosamente, en el cuchillo hogareño que parte el pan de Franco a todos los españoles.
••mtana ugún un
Así, los divinos pies llagados pisan la sombra pestífera del "Gran Arquitecto del Universo". V ante la presen cia inmensa del Príncipe de la Luz, el rey de las tinieblas se hunde deses perado, con rabiosa patada, en el seno de la tierra.
A la tramoya mugrienta sucede una fastuosa arquitectura. Ahora, como en siglos pasados, el teatro es templo Los actores, el Poder, el lintendimien to, la Gracia, el Valor,
Contra un personaje greñudo v feroz, tal que "el Campesino", se alza un alférez bisoño, de tierna sien, un
el brillo del paisaje luminoso,- caminos
tiernos de sol y de laureles, senderos
con perfiles sonoros, como si en ellos
se escondiese el eco de los Conts. de
Ausias March, mudos y en prisiones
inte las notas desentonadas de "La In-
urnacional".
Y nos da en el rostro el poiwnt. el
viento agostador y sofocante, revuelto
en tolvaneras rojas, revolcando en su
vértice el crimen y el horror. Y softa
mos en convertirle pronto en un fresco
mcstrul que limpie las frentes de sudor
v de malos pensamientos.
Así, nuestros muchachos arribarán un día próximo a la ciudad que desde muchos cientos de años fué modelo de elegancia y pulcritud; visitada, como una princesa, por griegos, genoveses y sicilianos, cuna del " gay saber", huerto de la gracia, con un ático encanto que por el mar griego le llegaba hasta posarse a sus pies.
Noble tierra barcelonesa, hoy mancillada por el tropel salvaje de fas hordas, prisionera de los hombres yertos y crueles que buscan en ella, codiciosos, el calor y la luz que no poseen.
Por obra y gracia de Dios volverá
€1 Municipio español
de abolengo histórico, se
revestirá de lodo su vi
gor para el cumplimien
to de su misión celular
como entidad piihlicu.
(Tranco.)
a su serenidad cristiana. El trabajo será de nuevo timbre y blasón en su escu do; el humo de las chimeneas volve rá a tender sobre ella su difumino, como un palio de honradez. Cantarán las máquinas su honesta y fecunda >,mción, tejiendo linos y sedas para toda España, como una rueca gigantesca puesta por el ddo en sus arrogantes manos de donm honrada.
Porque así lo quieren España y Franco.
Ese que presentimos, azul día bar celonés, mientras Tabarin huye con su grotesco disfraz, dejando un rehilo de olor a azufre, bascando como loco un paso en la frontera, veremos surgir de las dos montañas armoniosas que velan la ciudad, a los dos Actores supremos de nuestro Auto Sacramental.
La Madre de la Merced, redentora de cautivos, abriendo las prisiones, al roce de su escapulario blanco, a núes tros hermanos aherrojados en Mont iuidi por el Dragón.
Mientras que en la cumbre del Ti-bidabo la voz de Jesús Nazareno resonará dulcísima y tremenda:
—"iAy de la Tierra y de la Mar!..." —clamará, dirigida a los crí menes infernales. Para volver su tono-en milagroso acento y ordenar a sus amigos:
—"Vestios la armadura de Dios, la loriga de la Justicia. I Calzaos en la preparación del Evangelio de la Paz!"
Y los soldados cristianos, obedientes 3 aquella voz, darán fin a la escena grandiosa clavando para siempre al enemigo con la fuerte lanza de la Fe,
JOSEFINA DE LA MAZA
Una distinción que desaparece Hasta hace algunos años, los paises
del mundo podían dividirse en dos
grandes grupos. A un lado los agrico
las ,al otro los industriales.
Existía entonces la condición obje
ti va precisa para el comercio interna-
donal; es decir, existían productores
\ existían consumidores, cada uno
con su función exactamente delimita
da. En otras palabras: existía, estable
cida espontáneamente, una división
del trabajo
"Los países industriales compraban a
los otros productos alimenticios —tr i
go, maíz, carne, etcétera— y primeras
materias, y les vendían después éstas
transformadas en manufacturas Ingla
térra, Francia, Bélgica, y más tarde
Alemania y Estados Unidos, compra
ban en Australia, en América, en Asia,
b lana, el algodón, la seda, etc, que
necesitaba su industria, y vendían des
pués en el extranjero, y a los países
mismos que les aprovisionaban, los te
¡idos.
En esta división, los países indus
triales salían beneficiados, porque,
como es sabido, la manufactura deia
un margen de utilidad más crecido; la
posibilidad de producción no tiene l i
mitaciones en el espacio,- el desarrollo
industrial, como demuestra Pareto, de
termina la aparición de los llamados
capitanes de industria, a los que se
debe el desarrollo no sólo material del
mundo moderno, etc.
Conocieron entonces esos países un
período de inaudita prosperidad. Es la
época brillante y heroica del capitalis
mo. Pero el industrialismo trajo, junto
con la riqueza y en parte también
como resultado de ella, unas conse
cuencias sociales, políticas, morales;
urbanismo, democracia . socialismo,
nntipatriotismo, etc.
El mal, al principio, era soportable.
La riqueza, de una parte, neutraliza
ba el daño o lo hacía invisible; de
otra, las repercusiones de ese mal, que
nú había invadido sino una parte de
la sociedad, que pesaba aún poco en
la vida política, no eran todavía temi
bles. Semejaban inquietudes pasajeras,
crisis momentáneas de consolidación.
Todos los países intentaron entonces
industrializarse. Aspiraban a alcanzar
el nivel de bienestar, de riqueza, de
poderío de los países industriales. Les
impelía a ello no sólo una ambición
de tipo material, sino también políti
co, porque los paises agrícolas están
••upeditados a los industriales, depen
den políticamente de ellos. Si tenemos
las primeras materias, ¿por qué —se
decían— no hemos de transformarlas
en casa? Era lógico y era fatal que su
cediese. La guerra precipitó y aceleró
el proceso de industrialización. Al ve
nir la paz, los grandes países indns-
triales se hallaron con un hecho nue
vo: que sus clientes habían disminui
do. Y al cabo de algunos años otro
hecho más grave se sumó al anterior:
que alguno de los antiguos clientes no
sólo habían dejado de comprar, sino
que se habían convertido en competi
dores. Así, los Estados Unidos y el
Japón, en primer lugar.
Es decir, que los antiguos compra
dores, los países agrícolas, se habían
vuelto, más o menos completamente,
industriales.
Pero impelidos por las necesidades
de la guerra primero, y por la crisis
después, los países industriales, que en
el período de expansión capitalista ha
bían olvidado y postergado la agricul
tura, se vieron obligados a fomentar
la y a protegerla con un tesón por lo
menos igual al que antes pusieron en
favor de la industria.
Así, casi al mismo tiempo, los paí
ses agrícolas se industrializan y los in
dustriales, si se me permite la expre
sión, se ruralizan. Se rompe el anti
guo equilibrio, las corrientes del co
mercio internacional sufren una pro
funda perturbación.
Pero esto no acaba aquí. La autar
quía, que oculta o abiertamente, cons
ciente o no, todos los países vienen
persiguiendo desde hace años, inicia
—a veces con la producción directa y a
veces mediante la ayuda de la ciencia,
con los sucedáneos, los surrogados,
los productos sintéticos, etcétera—
nuevas producciones agrícolas o in
dustriales, que acaban de alterar y de
modificar las relaciones comerciales
internacionales. El algodón del Sudán
compite con el americano; el nitróge
no sintético elimina los nitratos de
Chile; la lana artificial tiende a sus
tituir a la natural; la gasolina de des
tilación, el alcohol etílico y los otros
carburantes reducen la importaciones
de petróleo,- el caucho químico susri
tuye al caucho natural, etc.
En conclusión, todos los países aca
ban fomentando sus capacidades la
tentes,- primero los agrícolas, que se
lanzan por los caminos del industria
lismo; después los industriales, que
protegen y fomentan a su agricultura
Unos y otros tienden a producirlo
todo; se convierten a la vez en indus
tríales y en agrícolas. Desaparecen los
que compran sólo primeras materias y
productos alimenticios y los que sólo
adquieren manufacturas.
La antigua distinción, entre países
industriales y países agrícolas no tie
ne, pues, razón alguna de ser en estos
momentos. Podrá en este país predo
minar la agricultura y en aquel la in
dustria, pero ambos se encaminan, con
toda la energía y decisión que con
sienten su sistema de gobierno, a una
forma nueva, equilibrada, de econo
mía industrial y agrícola a la vez.
SAMUEL CONGOST