6
DLSTlMO SUMAN A RIO DE V. E. T. y de las |. O. N. S . editado por la Delegación Oe Prensa Propaganda de la Terri- torial de Cataluña. Núm. 78.-15 Os. 27 agosto de 1938. III Año Triunfal JUVENTUD D' A ^ ' Del m.iirniftco «Discurso» d<' Ramiro l/edesma, a las juw.-hihides de ¡España queda en pié, cabal- mente, 'todo. Y si José Antonio ha lomado la au- reola del profeta ausente e iluminado, Ramiro Le- desma adquiere un algo del asceta que vistió tela burda y se roció de cenizas para que todas estas profeefas fueran, a la vez, anatemas. Y aguijonee del ímpetu histórico España, a la vez. Queda lodo en pié, en esta formidable suce- sión do trallazos macizos, donde la tinta hiere; pero, sobre todo, queda en pie la fe insoslayable en estas dos coeas: (España y las juventudes de España. No es, quizás, hora—ni minuto de detenerse a delerruiiiar en qué punto España está colocada ahora, ni cuales son los balances —más de uno habrá, en coyuntura de liquidación y de inaugura- ción—do la época anterior. Ni es hora, tampoco, de precisar el mo- mento de la crisis del adormilamiento y el de la Revolución Nacio- nal:.. precisamente porque la masa inerte cree que esta crisis ha de ir seguida o precedida de algún fenómeno físico a manera del Dios del Antiguo Testamento, podría suceder que esperáramos en vano al Mesías sencillo de la redención española, mientras éste paseaba a nuestro lado, para crucificarle al fin. No : lo importante es la fe, es;i insoslayable fe en las juventudes que tenía Ramiro Ledesma. Unu actitud española es, sobre todo ahora, una actitud ferviente y ju.- venil, y nada—o poco—más. Actitud ferviente y juvenil quo no sera nunca la de los que, acostumbrados a mirarse a distancia, recelan, borran o corrigen, sino la de los que dan un ancho crédito de vitali- dad, de fecundidad, a la sangro que riega y que ablanda; los que saben ahogar toda impaciencia que no sea por obtener definitiva y umversalmente los resultados de la Revolución Nacional y no una Revolución Nacional nominal y cojnfundible siempre—puesto que necesitará demostrarse siempre físicamente -con la exteriorización torva y delincuente de las revoluciones frustradas o equivocadas. *: No sabemos si la fe en las juventudes y de las juventudes de Es- 'paña, será la causa de esta Revolución Española: lo que podemos decir es que ya la Revolución definitiva empieza en esta fe. Oiu* nuestra Revolución española es, posiblemente, la causa única de ella. 0 sea: que no es Ramiro Ledesma, no somos nosotros ni nues- tros padres los que tienen fe yn las juventudes, sino España mis- ma; o sea, la Historia de España, la tradición, el sentido español más lejano y cercano y ortodoxo; lodo este armónico conjumlo de cosas que configuran a España prescindiendo aún de los españoles contemporáneos, entienden, por mandato de Dios, que las juventu- des de España han llegado a la culminación que se requería para corregir España hacia su cauce. La Revolución Nacional os, pues, un hecho profundo, inevitable, que sobreviene fatalmente por mandato providencial, y no por sólo decreto humano o por decisión de unos cuantos empeñados en olvidar que llegó ya la propia Revolución, sin otro bagaje que su propia inexorabilidad; sin otra exterioriza- ción callejera que el brazo—y el alma—altos de sus juventudes. Se establecerá el subsi liar por m nísmos adecuados, DEL FUERO DEL TRABAJO LUCHAMOS POR UN IDEAL, por Kin. Autonomías K L contenariu dé Luis XIV suscita en la prensa, y en las prensas, francesas el tema imperial de la Unidad, Bajo el reinado de aquel monarca se forma, con segura progresión, el exágono franco. Alsacia, Flandes, Rosellón, aportan, entre otras co- marcas, al reino, elementos étnicos y lingüísticos de lo más discordante. Luis XIV, mérito egregio, sabe unificarlos. Francia, o la Unidad. Por eso resulla tan curioso que se presente Fran- cia como la madrina del llamado principio de las nacionalidades. Ese principio fué el que detorminó el descuartizamiento de Austria-Hungría, especta- cular remate de la guerra. Y el que dictó las sim- patías y hasta las ternuras con que eran seguidos, favorecidos e impulsados desde el país veemo los movimientos particularistas españoles. Actitud in- teresada a más no poder: unidad para casa, divi- si.'ii para los do fuera. Sobre todo si se trata (Aus- tria-Hungría, España) de dos grandes reductos de la catolicidad. Cuando so escriba la historia lamentable do 19:51 se verá con qué saña fué Francisco Maciá en Ca- taluña un agente del extranjero. Las logias y el Ko- mintern, hadas ocultas y poderosas, le prohijar M. Por eso nunca podrá encamar Maciá -ni ningún-, de los catalanistas, bajo aquellos signos movidos el tradicional amor do los catalanos al terruño. Co- mo pretendía hacerse creer a los incautos, ni inclu- so esa enconada rexistencia lingüística, por desgra- cia, desde treinta años acá, empleada casi exclusi- vamente en silenciar o atacar a España, como de- ploraba José Antón io en uno de sus artículos a ren- glón seguido de, «nosotros no nos burlamos de la be- lla lengua catalana.. "Mistral y los Felibres—consta- taba la otra semana un gran escritor y polemista que cuenta entre los buenos franceses—crearon en lengua de «oc- obras maestras y despertaron el ha- bla de los trovadores y de los príncipes campesinos del valle del Ródano. Ningún separatismo se i 'eri- de ello, hasta ta! punto supo la monarquía fran- cesa, en el transcurso de los siglos, unificar €l ma- ravilloso exágono^. No, Maciá y los catalanista; es- tán a cien leguas de un Mistral o de un Verdaguer. Maciá es, ni más ni menos, la Anarquía, la versión separatista de la Anarquía. Los murcianos do la Torrasa, que le volaban en bloque, lo sabían per- fectamente. ¿Cómo no ha de darnos risa la cálida defensa con que el «Front Populaire» acoge las lamentaciones de los separatistas? ¿Es que no les dice nada kt só- lida adhesión de vascos y catalanes de Francia a la unidad para ellos forjada por Luis XIV? Y, sobre todo ¿es que no se dan cuenta de la flagrante con- tradicción entre su actitud respecto de España v la que sostienen frente a Checoeslovaquia, por ejem- plo? A nosotros iws reservarían, si pudiesen, mi régimen de taifas. En cambio, el conglomerado ur- dido en derredor de Praga resulta punto monos que intocable. ¿Qué os oso de darles la autonomía a los súdeles? Una leve descentralización administrati- va, y gracias. Porque hay que preservar a toda cos- ta la unidad política del país. Bs di cir: si se trata de un gran pueblo católico, como hay que hundirlo o mediatizarlo, so le brin- dan los estupefacientes autonómicos. Al amigo, al aliado, so le facilita, con la fórmula de la unidad a todo trance, el secreto de la fuerza. Semejante duplicidad ni nos extraña ni nos es- candaliza. Nuestras gentes han abierto ya los ojos, pocos incautos deben de quedar. Y para poner un poco más en evidencia el doble juego de las logias masónicas nos vienen ganas de proponer a los ami- IÍOS franceses del gobierno de Praga : vamos a ver, sean ustedes consecuentes ¿por qué no ruegan a los checos que inspiren sus textos autonómicos en el Estatuto de Cataluña? Seguro que no aceptan. ¡Cuán cierto es que si los súdelas obtienen la au- tonomía no se la deberán a los intermitentes de- fensores del principio de las nacionalidades! O. M. SFXVA

SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

  • Upload
    others

  • View
    0

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

DLSTlMO SUMAN A RIO DE V. E. T.

y de las | . O. N. S . editado

por la Delegación Oe Prensa

• Propaganda de la Terri­

torial de Cataluña.

Núm. 78 . -15 O s . 27 agosto de 1938.

III Año Triunfal

JUVENTUD D' A '

Del m.iirniftco «Discurso» d<' Ramiro l/edesma, a las juw.-hihides de ¡España queda en pié, cabal­mente, 'todo. Y si José Antonio ha lomado la au­reola del profeta ausente e iluminado, Ramiro Le-desma adquiere un algo del asceta que vistió tela burda y se roció de cenizas para que todas estas profeefas fueran, a la vez, anatemas. Y aguijonee del ímpetu histórico España, a la vez.

Queda lodo en pié, en esta formidable suce­sión do trallazos macizos, donde la tinta hiere; pero, sobre todo, queda en pie la fe insoslayable en estas dos coeas: (España y las juventudes de España.

No es, quizás, hora—ni minuto de detenerse a delerruiiiar en qué punto España está colocada ahora, ni cuales son los balances —más de uno habrá, en coyuntura de liquidación y de inaugura­ción—do la época anterior. Ni es hora, tampoco, de precisar el mo­mento de la crisis del adormilamiento y el de la Revolución Nacio­nal:.. precisamente porque la masa inerte cree que esta crisis ha de ir seguida o precedida de algún fenómeno físico a manera del Dios del Antiguo Testamento, podría suceder que esperáramos en vano al Mesías sencillo de la redención española, mientras éste paseaba a nuestro lado, para crucificarle al fin. No : lo importante es la fe, es;i insoslayable fe en las juventudes que tenía Ramiro Ledesma. Unu actitud española es, sobre todo ahora, una actitud ferviente y ju.-venil, y nada—o poco—más. Actitud ferviente y juvenil quo no sera nunca la de los que, acostumbrados a mirarse a distancia, recelan, borran o corrigen, sino la de los que dan un ancho crédito de vitali­dad, de fecundidad, a la sangro que riega y que ablanda; los que saben ahogar toda impaciencia que no sea por obtener definitiva y umversalmente los resultados de la Revolución Nacional y no una Revolución Nacional nominal y cojnfundible siempre—puesto que necesitará demostrarse siempre f ís icamente -con la exteriorización torva y delincuente de las revoluciones frustradas o equivocadas.

*: No sabemos si la fe en las juventudes y de las juventudes de Es -' p a ñ a , será la causa de esta Revolución Española: lo que podemos

decir es que ya la Revolución definitiva empieza en esta fe. Oiu* nuestra Revolución española es, posiblemente, la causa única de ella. 0 sea: que no es Ramiro Ledesma, no somos nosotros ni nues­tros padres los que tienen fe yn las juventudes, sino España mis­ma; o sea, la Historia de España, la tradición, el sentido español más lejano y cercano y ortodoxo; lodo este armónico conjumlo de cosas que configuran a España prescindiendo aún de los españoles contemporáneos, entienden, por mandato de Dios, que las juventu­des de España han llegado a la culminación que se requería para corregir España hacia su cauce. L a Revolución Nacional os, pues, un hecho profundo, inevitable, que sobreviene fatalmente por mandato providencial, y no por sólo decreto humano o por decisión de unos

cuantos empeñados en olvidar que llegó ya la propia Revolución, sin otro bagaje que su propia inexorabilidad; sin otra exterioriza­c ión callejera que el brazo—y el alma—altos de sus juventudes.

Se establecerá el subsi liar

por m nísmos adecuados,

DEL FUERO DEL TRABAJO

LUCHAMOS POR UN I D E A L , por K i n .

Autonomías

K L contenariu dé Luis X I V suscita en la prensa, y en las prensas, francesas el tema imperial

de la Unidad, Bajo el reinado de aquel monarca se forma, con segura progres ión, el exágono franco. Alsacia, Flandes, Rosellón, aportan, entre otras co­marcas, al reino, elementos étnicos y l ingüíst icos de lo m á s discordante. Luis X I V , mér i to egregio, sabe unificarlos. Francia, o la Unidad.

Por eso resulla tan curioso que se presente Fran­cia como la madrina del llamado pr incipio de las nacionalidades. Ese pr incipio fué el que de to rminó el descuartizamiento de Aus t r i a -Hungr ía , especta­cular remate de la guerra. Y el que d ic tó las sim­pat ías y hasta las ternuras con que eran seguidos, favorecidos e impulsados desde el pa í s veemo los movimientos particularistas españoles . Acti tud in­teresada a m á s no poder: unidad para casa, d iv i -si . ' i i para los do fuera. Sobre todo si se trata (Aus­t r i a -Hungr ía , España) de dos grandes reductos de la catolicidad.

Cuando so escriba la historia lamentable do 19:51 se ve rá con q u é saña fué Francisco Maciá en Ca­t a l u ñ a un agente del extranjero. Las logias y el Ko-mintern, hadas ocultas y poderosas, le prohijar M. Por eso nunca podrá encamar Maciá - n i ningún- , de los catalanistas, bajo aquellos signos movidos el tradicional amor do los catalanos al t e r r u ñ o . Co­mo pre tend ía hacerse creer a los incautos, n i inclu­so esa enconada rexistencia l ingüíst ica, por desgra­cia, desde treinta años acá, empleada casi exclusi­vamente en silenciar o atacar a España , como de­ploraba José Antón io en uno de sus ar t ícu los a ren­glón seguido de, «nosotros no nos burlamos de la be­lla lengua catalana.. "Mistral y los Felibres—consta­taba la otra semana un gran escritor y polemista que cuenta entre los buenos franceses—crearon en lengua de «oc- obras maestras y despertaron el ha­bla de los trovadores y de los pr ínc ipes campesinos del valle del Ródano. Ningún separatismo se i ' e r i -vó de ello, hasta ta! punto supo la m o n a r q u í a fran­

cesa, en el transcurso de los siglos, unificar € l ma­ravilloso exágono^. No, Maciá y los catalanista; es­tán a cien leguas de un Mis t ra l o de un Verdaguer. Maciá es, n i m á s ni menos, la Anarqu ía , la versión separatista de la Anarqu ía . Los murcianos do la Torrasa, que le volaban en bloque, lo sab ían per­fectamente.

¿Cómo no ha de darnos risa la cál ida defensa con que el «Fron t Populai re» acoge las lamentaciones de los separatistas? ¿Es que no les dice nada kt só­lida adhes ión de vascos y catalanes de Francia a la unidad para ellos forjada por Luis X I V ? Y , sobre todo ¿es que no se dan cuenta de la flagrante con­tradicción entre su actitud respecto de E s p a ñ a v la que sostienen frente a Checoeslovaquia, por ejem­plo? A nosotros iws rese rvar ían , si pudiesen, mi régimen de taifas. En cambio, el conglomerado ur­dido en derredor de Praga resulta punto monos que intocable. ¿Qué os oso de darles la a u t o n o m í a a los súdeles? Una leve descentral ización administrat i­va, y gracias. Porque hay que preservar a toda cos­ta la unidad política del pa ís .

Bs di c i r : si se trata de un gran pueblo catól ico, como hay que hundi r lo o mediatizarlo, so le b r in ­dan los estupefacientes au tonómicos . A l amigo, al aliado, so le facilita, con la fórmula de la unidad a todo trance, el secreto de la fuerza.

Semejante duplicidad ni nos e x t r a ñ a n i nos es­candaliza. Nuestras gentes han abierto ya los ojos, pocos incautos deben de quedar. Y para poner un poco m á s en evidencia el doble juego de las logias masón icas nos vienen ganas de proponer a los ami-IÍOS franceses del gobierno de Praga : vamos a ver, sean ustedes consecuentes ¿ p o r q u é no ruegan a los checos que inspiren sus textos au tonómicos en el Estatuto de Ca ta luña? Seguro que no aceptan. ¡ C u á n cierto es que si los s ú d e l a s obtienen la au­tonomía no se la debe rán a los intermitentes de­fensores del principio de las nacionalidades!

O. M. SFXVA

Page 2: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

Comeataho

LA SANTA MISA, RADIADA

Cada domingo, antes de que ama­nezca, la celda de góticas bóvedas donde está instalado el estudio de Ri­ólo Nacional, se transforma en capilla. Surge en el centro de una de las pa redes un altarcito improvisado, como los que sirven para celebrar las misas de campaña. No hay incienso que aro­matice el ambiente, ni el aire libre del campo, que es el incienso del sacrifi­cio divino en los frentes. Pero la at­mósfera estí impregnada del aroma más intenso y sutil de la emoción. Porque la misa se canta para los fieles que puedan escucharla en la zona roja. Y los cortinajes verdes, cuyos amplios pliegues tapizan las paredes hasta él nivel de arranque de la bóveda, dan la impresión Serena del arbolado, lo­zano de hojas y de inspiración. Pene­tra en el espíritu recogido la sensación de lo infinito, como si, influido por las ondas electromagnéticas dé la estación transmisora, pudiera recorrer el espa­cio a guisa de vibración.

Pocos fieles escuchan aquí esta mi­sa, porque es hora dedicada al sneHo. Hs la hora consagrada a las plegarias por los cartujos. En su aislamiento, armonizan sus rezos con las modula­ciones del canto gregoriano, la prime­ra música de carácter universal que supo crear el hombre. Y sus oraciones, que no son patrimonio común de los fieles, sino que permanecen prisione ras de un templo en la tierra, son re­cogidas por el Señor vírgenes de oídos profanos...

Pocos fieles asisten a esa misa en el estudio de Radio Nacional. Pero mu­chos la oyen en la zona roja. Para ellos celebra, para que los sonidos que emite su aparato de radio con­viertan por unos momentos en templo una pieza del piso en que viven y des­de ella, ya que no desde la iglesia profanada, pueda elevarse a Dios la oración dominical. Se repite, sin nece •;idad de buscar el subsuelo, la coyun tura de los cristianos primitivos en Roma, que ocultaban sus ritos en las catacumbas. Un descuido, una nota demasiado sonora, y los esbirros de Moscovia, que acechan, añadirían una presa más a sus listas infamantes.

Pse aparato de radio, por el que continúan difundiéndose las mentiras de la falaz propaganda roja en los am-hientes más reacios a creerlas. Ese aparato que, puesto ahora en la rase mínima de su potencial sonoro, si! ve nuevamente para consuelo de afligidos espíritus, al igual que ocurría cuando recibia las charlas del general Quei po de Mano. Ese aparato que es inter­mediario insustituible entre ello;, los de la zona cautiva, y nosotros, los l i ­bertadores.

"Sequentia Sancti ISvangeli secur-dum joannem...* La voz clara, ecu ménica del sacerdote oficiante es re cogida por el micrófono, que parece, junto al altar, como un adorno sagra do más; porque no importa su forma o su significado simbólico, sin.i el fin a que se destina, que basta para olvi­dar su contextura mecánica. Y -1 otro lado de los frentes ha de sonar esa voz tan clara como aquí, aunque el canto no pase de murmullo.

El armonio, que acompaña Ls v i . ees de los sacerdotes cantores, tiene acordes triunfales. Y suena la Marcha Granadera en la Elevación, provoon-do estremecimientos de emoción. í.n su mnreo, colgado entre los pÜesjues verdes, preside la severidad soniienti-del Caudillo

J. C.

Niños, estatuas y elefantes Es t in lacut-nl.» flilenciuáo «1 de

las -ruedas del landó discurriendo sobre el a^fallu del 'Paseo del Par­que. Nunca pareció mejor hallada una rueda de la fortuna que esa que arrastran caballoe *rotadores, en 1918, a la sombra de los anchos t i ­los por cuyas copas entrelazadas eim rgen bustos ochocentistas. N i ­ños vestidos a la marinera, abro­chado1 herméticamente el pantalón debajo la rodilla, cubiertos hasta el cuello con las pecheras de ho­rizontales rayas azules, oculto el díscolo t u p é por un sombíero

de paja i e un amari l lo tostado por tres veranos, simulan con los aroe competencias desiguales, empujándolos levemen­te, a l galope, a ambas orillas-del paseo por donde discurre el lan­dó , en el que un chico como ellos, con su marinera, su pechera de rayas horizontales, su sombrero de paja y su tupé, atisba cual fra­casará primero.

Triste generación, la de estos muchachos de la marinera: el del landó y los del aro ¿serán ahora comisarios politióos, chófe­res de camiones rusos, o cadáveres atados a las ametralladoras francesas? ¿Serán fugitivos por los Pirineos o pilotarán un tan­que pastó de la metralla? ¿Alguno de ellos—hotroHas el pensar­lo—serfá aquel que aguantaba el p i t i l lo sin temblar ante la mo­mia de la monja?

E n e l centro del paseo una columna y, encima de ella, la sutil damita del miriñaque aguantando con una mano el faldón y con la olra la sombrilla... Rl landó se dispara, ladeándose, y circunda columna y estatua para desandar, camino 'dél af-roz dominguero.

Eso hubiera querido ser, escuetametvle, información. Pero cuán difícil es desentrañar fríamente de los recuerdos unas pasa­bles frases frías. Palpitan los cuerpos, quiéráse o flo; muéveee 2a hojarasca otoflal -tras las bridas del recuerdo; se enciende de t r i ­nos y de alas esa pajarería enjaulada durante dos áflos y , en l u ­gar de un cadáver hallamos la eterna alma palmitante, y el perfil que ignoraron, envueltos en humo de fábrica hostil o taberna, los-incendiarios de Santa María del Mar. Perfil éterno de la Barce­lona infatigablemente risueña, abierta, disponible siempre. Per­fil y alma cuyo rastro seguimos, de Teruel ni mar, para hallarlo a la postre naufragando dolorosamenle entre el humo de fábrica hostil o taberna, cuando el ú l t imo ruso se marché a limpiar con otros mugres su estrella solitaria.

No nos duele—aunque en «1 alma lo sintamos tan dolorosamen­

le el asalto con bomlías al cuartel de la F . A. 1^ ni el contraala-. que d t la F. . .A. 1. con tanques; ni siquiera este cúmulo enorme de miserias temporales de la guerra y de la revolución moscovita. Peí o sí este perfil, cuyo rastro no hallamos; la desaparición, a distancia, «te esto que fué y ¡con cuánta elegancial—soporte de la vida de nufestros abuelos, y de los pudres de nuestros abuelos y de los artesanos que, por las calles estrechas de la vieja ciudad, supieron ser modelo de artesanado, pauta de honorabilidad, alta categoría en el buen gusto, y de los cuales, si no el mozalbete del pitillo ante la momia, todos nosotros, en cambio, nacimos.

He aquí, pues, por qué resulta lap. violento salir a informar, a secas, sin contar con nada de lo que piveisaría, de una noticia así. Se intentó hará año y medio algo parecido en estas mismas pági­nas. No hubo forma de decirlo anónimamente; ya entonces los noticias sobre aquel perfil solicitaban dolorosamenle un nombre • ¡lie las esculpiera, que las rudeara fie una especie de corona usual mortuoria de lazos. Mur ió , aquella vez, con Pauleta Padiies, la alegoría «leí róhocenti&mo barcelonés. Así, a distancia, la not'-cia reclamaba algún motivo ornamental y un piquete de caballe­ros dé la calle 30 Femando para darle escolla hasta el olvicló. También el lector andó en aquella ocasión perdido demasiados minutos entre los tilos del Parque de la Cindadela, sin saber a donde había de ir a parar, áe cerraron con ella los pesados corti-nages granates del ü r a n Teatro del Liceo, y un tramoyista enfu­recido, recién llegado, dio vuelta al interruptor, apagando! las can­dilejas que iluminaron aquellos siglos barceloneses, pautas de es­pañolismo y cortesía.

Gtíentañ los diarios que se lo han llevado, a rastras, deseuir-l iaádo y gris. Nadie lo ha visto. I-a dama del mirillaqüe, «leca-citada, no más que un miriñaque y Un corpiño sin nadie. L a brisa marinera pule sin rencor el mármdí seceáonado. E l ca­ballo de l'rim ha puesto la cuarta p*ta en el suelo, viejo y sin ansias de encabritarse. Ante este paisage han pasado los Clrtco pedamos, despojo del elefante barcelonés. Hace véinticinco atibé, Muley Haffid, huésped dilecto, había llegado con él á Barce­lona, y en la ancha jaula sorbió el elefante las meriendas dfe todos los muchachos barceloneses. Muley Haffid murió, há«* un año, en París, como mueren los que regalatí elefantes: cottíD td' grah Sf ñor. L a dama del miriñaque, sin cabeza y con lá sombrilla abierta, hubiera de buena gana bajado de su pedestál, a pascái1 entre tilos su viejo aire de polca. Ha muerto Julia, el elefante, en un parque donde sólo los niños y las pstatittas supieron aprecláí el pulido marfil de sus colmillos...

GIN

Un anuncio insignificante, perdido en un rincón de "La Vanguardia" nos presenta de nuevo —todos lo sabemos de sobra— una muestra de cómo en la zoiia roja el saqueo ha llegado a ob­tener legalización oficial y se ha con­seguido la complicidad mejor equili­brada.

Veamos el anuncio. No recurre a subterfugios. Entre iniciados es super-fluo. Concreta:

"Compraría vinos y licores todas clases. Casa gran venta. Reserva ab soluta."

Ni más ni menos. Se trata de un señor que vende esos

artículos. Se dispone a comprarlos donde sea, ofreciendo por adelantado la seguridad de su discreción. Eso, na turalmente, tranquiliza a los vendedo res, que desean no ser interrogados. Y ofrece más ventajas todavía. Especifi­ca: Casa gran bfenta. Un estímulo más al prot'eedor. Para que no vacile ante cualquier almacén ni bodega, por re­pleto que esté. Le allanan el camino. Facilidades y garantía de vender fácil­mente todo su poder de saqueo.

El deán de Canterbu' y ha estado en Barcelona. En un momento cualquie­ra surgieron las manifestaciones, hoy más inevitables que nunca. Son extra ordinariamente cínicas. Constituyen un caso único de inmoralidad. Veamos:

Intencionada propaganda llegó a crear en el extranjero falsas interpretacio­nes sobre lo que son y lo que repre­sentan, dentro del Movimiento gene­ral de España, las organizaciones anarquista y confedera!. S a b í a m o s muy bien nosotros que el anarquismo español, en sus considerables expre­siones, no es otra cosa que la supera­ción, en el orden teórico y social, del liberalismo inglés, aparte sus caracte­rísticas genuinamente españolas."

No es necesario que el buen deán se esfuerce. Valoramos exactamente el significado de esas características.

Parece que Federica Montseny y Diego Abad de Santillán, conocidos militantes anarquistas, le acompañaron para hacerle ver las realizaciones con-federales en distintos puntos de Cata hiña.

A pesar de que, de buena voluntad, nos hemos esforzado en recordar "las realizaciones confederales" de Catalu ña, no lo conseguimos Sólo una, su

E C O S

única gran realización; Cárceles y ce­menterios clandestinos.

¡Qué difícil va a serle al deán de Canterbury, después de este viaje por Cataluña, establecer comparaciones entre el anarquismo y el liberalismo inglés, por mucho que quiera supe­rarlo!

Radio Asociación de Cataluña anun­ció en su emisión del día 21 haber se verificado el 'primer servicio pos­tal por submarino entre Cataluña y Valencia. Pomposamente añade: "Es te nuevo servicio es de extraordina­rio valor, ya que al mismo tiempo que facilita enormemente las comu­nicaciones postales, señala un medio de gran utilidad y rendimiento, mos­trando que la República, en plena ¡•tierra, ha creado y sabe mantener h tarea que corresponde a un país on plena normalidad."

Séanos permitido objetar que este nuevo servicio creado por la Repú­blica, y del que parece tan orgullosa como si se tratara de una idea pro­pia, fué sucerencia nuestra. Cortan do la República en dos.

Continúa Radio Asociación; "Hay que señalar que es la pri­

mera vez que se emplean sellos para correspondencia submarina, lo cual rien un gran valor filatélico, teniendo además presente las circunstancias histéricas en que se ha creado."

Síj realmente se reduce, como todo en lá zona roja, a un valar filaté lico.

Y, además, nos parece muy justa la indicadón oue se hace a los colee rionistas de sellos. No obstante, cree mos más correcto haberles observado la conveniencia de proveerse de un buen lote a la primera oportunidad.

"Viven en Puigcerdá: Fl presidente del Tribunal Supremo de Madrid con jurisdicción sobre todas las Je­

rarquías de los Tribunales españoles, -eñor Enjuto.

En Alp: La familia del corocid" socialista, dictador de Asturias, Be larmino Tomás.

En Llivia: Varios familiares de Luis Companys, Angel, cuñado di-Martínez Barrio; Alba y Várela, an tiguo alcalde de Málaga,- familia de Bosch Gimpera, consejero de la O neralidad; Articas Sapigna, diputad ' por Alicante,- Simó y Bofarull. diputa do catalán, ex comisario del Gobierno en Tarragona."

Esta nota,' llegada casualmente a nuestras manos, tiene todo e! aspec­to de inofensivos ecos de sociedad l'éro no lo son. Se trata de desercio­nes.

Cuando todos los días se dictan en Barcelona docenas de penas de muer­te por deserción, para quienes sien ten la necesidad irrefrenable de esca­par, la estancia de esos señores en los pueblos fronterizos y Llivia, en'jjar-liCplar, enclavado por coiñpletii en tierra francesa, es tolerada y protegi da por el Gobierno de la República.

Y aunque puedan ser calificadas Je "atenuadas", no por eso dejan de ser deserciones.

,Una orden general del 15 Cuerpo de Ejército rojo, recogida por núes-' tros soldados, contiene instrucciones para la vigilancia de nuestra margen •leí Ebro. Dice así:

"Quien intente, por mala fe o por comodidad, no tirar al enemigo para que el enemigo no le tire a él, eír un fascista.

Sea quien sea quien aparezca en la orilla "facciosa" del río, hay que ti rarie, apuntando bien. Muchas veces son mujeres que bajan a coger agua del río. Otras es un campesino que re­coge trigo.

T o d o es mentira. Las mujeres son soldados fascistas que, para co-'Xtt a' ua a su comodidad, se visten así. Fí " campesino no " es más qile un

artillero fascista que se vale del diV fraz p a r a observar cómodámente nuestras posiciones.

Quien os diga que no tiréis porque son mujeres, es un provocador que quiere aprovecharse de vuestros buc nos sentimientos."

Nos parecen innecesarios los co mentarios.

El diario francés Le Journal" del día 20 publica un artículo de su co­rresponsal en Madrid. Escribe que "un tribunal popular de Madrid aca­ba de imponer una multa de mil pese­tas a un traficante que vendió un pa­quete de cien cigarrillos por 70 pese-las".

Gandestinamente tué c r e a d a la "Bolsa del tabaco", que más tarde rué disueUa. ,

Los vendedores ambulantes procura- • ron fabricar cigarrillos de diversas hierbas, pero sin éxito".

Finalmente resume: "Y el negocios-de recoger colillas, que hubiese sido lu ' crativo, ño existe ya. Nadie tira sus • colillas: las guarda cuidadosamente pa­ra fumarlas más tarde."

"La Bolsa del Tabaco". En Madrid, por lo tanto, el tabaco pasa a ser un valor público.

O es que el cronista quiso hacer un juego de palabras. .Que existió allí una bolsa de tabaco.

La presidencia del Consejo de Mi-"" nistros roio ha dictado una orden re-s guiando el tráfico en los casos de ata . " que-aéreo. Puede verse tal disposi­ción en 1? Prensa roja del 30 del pa- | sado.

Es interesante el artículo tercero: "Tanto en caso de alarmas diur- «

ñas como nocturnas, podrán circular, libremente los coches que se citan, Wevaháo para dio uiilorizucipii firM I áa por la autoridad (¡ue se desúpu

a) El Jefe del Estado v su es • colta

De modo que para circular en co­che el presidente de la República ne­cesita llevar una autorización firmada Sabíamos que las prerrogativas presi­denciales eran teóricas. Sabíamos que e! presidente de la República es inca­paz de conseguir un pasaporte. Pero ignorábamos que tuviera que pedir permiso para ctrmlar •

Page 3: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

i

Carnet de frente 1:1 silbar de las balas y el es­

truendo de los cañonazos, apenas dejan que podamos oír una qué otra frase, que para alentarnos nos di-rije el capitán. De los cien mucha­chos que vamos a partir a la línea de fuego, la mitad, por jo menos, acabamos de salir del Hospital, pero ahora ya nadie se acuerda de las dolencias pasadas. Un solo pensa­miento iTernel! Un solo deseo ¡Combatir! Se sabe por la radio, que España entera confía en nuestro comportamiento, y queremos de­mostrar que somos dignos de esta confianza.

Uega un enlace de la Comandan­cia Militar y trae la orden de mar­char para la Muela.

Anochece. En fila india y pasan­do por el borde la carretera, em­prendemos el camino. Aquí, un ca­ballo muerto entorpece nuestra mar­cha. Un camaradn bromea. — i Lo tuvieran en Barteluna para comer!

De repente un fuego de fusilería espesísimo. Instintivamente algunos agachan la cabeza. Hl jefe se ilrí cuenta y exclama: ¡Pero muchachos qué esto no es nada! ¡A Ver el "Ci­ra al Sol"! Cantamos todos. Es el mejor remedio para el mioiio.

En "Casa Jorgito", hay el puesto de mando de aquel sector. Dos com -pañias de Infantería esperan tam­bién la orden de marcha. El enemi­go está cerca de aquí, por lo que fodas las precauciones son pocas. Se habla -en voz baja. Por el cuello de los helados capotes, surge el hu­mo cual si fueran chimeneas. Hav que evitar el resplandor de los ci­garros.

Empieza una larga . subida. Las caídas y resbalones son frecuentes, a causa de la nieve helada. A los

cinco minutos de ascensión, nos sor-' prende un resplandor formidable. B enemigo nos busca enfocándonos un reflector. No le cuesta mucho loca­lizarnos. La nieve es su aliada, ya que recoge con perfección nuestras sombras. Cantan con rabia las ame­tralladoras, "iCuerpo a tierra!" Por on minuto nuestros cuerpos se con­funden con las sombras de las pie­dras y plantas que nos rodean. Des­pués entre ráfagas de ametrallado­ras y paqueos, llegamos a un chalet medio destruido por los morterazos. Cien metros más allá, unos cuantos muchachos improvisan unas trinche­ras. Aprovtchan el desnivel del terre­no para ahorrar trabajo. Más allá, ya todo es rojo.

El enemigo puede atacar de un momento a otro, por lo que es pre­ciso fortificar. Todos trabajamos a pico y pala. Por cierto que nos vie­ne bien para entrar en calor, pues el frío es intenso.

Ahora !e da al enemigo para tirar con balas luminosas. Por un mo­mento contemplamos el hermoso es­pectáculo. Cruzan líneas de luz de todos los colores por encima de nuestras cabezas, perdiéndose lejos, en el mismo Teruel...

De Corbalán llegan rumores de una gran batalla. El ruido incon fundible de las bombas de mano v el roncar de los tanques, n^s hnbla del heroísmo de los que allí se de­fienden.

Cada minuto aproximadameij'c pasa silbando por pncima miestr''" algún obús que estalla en la caivt'1

Contiimamos trabajando. Cada cnal fortifica convcnrentemente un pedazo de tierra que mañana defen­derá con ardor.

P. P.

Deber de solidaridad Un poeta latino

ha dicho que hay lágrimas en las cosas. ¡ Más que lágrimas! H a y iambién una voz, una voz que es una llamada, o mejor dicho, una interpelación. Por eso las Hermani-tas de los Pobres, cuando las provi­siones van faltan­do, colocan a los pies de San José un poco de car­bón y un paqiu-ti-ID de fideos.

¿Cuál de noá-otros no ha sen-Jlido esa llamada, esa interpelación al contem p i a r e s a s horribles, e s a s solemnes

imágenes que nos presenta la ESspafta marti­rizada? Las iglesias quemadas, profanadas, de­molidas ; las obras maestras del arle o esas peque­ñas estatuas que han servido de consuelo a tanta? almas que sufren y esperan, nos indignan al ver­las mutiladas: al Cristo y a la Virgen se les ha cortado la nariz, se Ies han arrancado los ojos y todavía, entre los verdugos, sienten no haber en< contrado más que piedra, madera o tela pintada. Y lo que no han pedido hacer a los dueños lo han héato a los servidores. Y esto, sin hablar de las bi­bliotecas entrotradas a las llamas y de las obras de misericordia que fuemn saqueadas, ü l anan|uis-mo y la barbarie marxista pasaron por allí con más crueldad que las devaslaciones musulmanas, pues «tsas, oor lo menos, L uían la disculpa de la fe.

L a España civilizada se defendió contra los sal­vajes. T'oco a poco, como en el tiempo de Pel^yo, de Alfonso VI y de Fernando el Saido, fué ensan­chando el t"rritorio sobre el cual se extiende la sombra de la cruz, pero le queda todavía por re­construir lo que la bestia ha destrozado: lo qu<'

había sido acumulado por siglos de honor y de buen gusto ar t ís t ico.

Y nosotros, franceses, ¿ n o tenemos t a m b i é n una parte en esta resur recc ión? No se trata de chinos, " i de coreanos, para los cuales nuestros n iños sa­crificaron durante tanto tiempo las monedas de co­bre de sus huchas; se trata de vecinos, de herma­nos, que participan de las mismas creencias y de nuestra historia, y que, hablando lenguas de igual origen, tienen el mismo corazón y la misma san­gre que nosotros.

Para nosotros no se ventila solamente umi.cues­tión de honor cristiano y de afecto fraternal ; se ventila igualmente un deber de interés y de reco­nocimiento. E l hecho de que so haya creado a nuestras puertas una nueva Rusia bolchevique con toda su ignominia y toda su espantosa ferocidad, se debe exclusivamente a las gentes de Barcelona y Valencia. Esa Rusia no ha podido comprender que hubiera encontrado en las masas m á s ignorantes y más inflamables de nuestra población una com­plicidad y un terreno de expans ión . Basta recor­dar ln comuna de Par ís . He aqu í el peligro del cual la cruzada de Franco l ia libertado a Francia y a Europa.

Estos profundos sentimientos de piedad, de amis­tad y de agradecimiento, que brotan e x p o n t á n e o s de muchas iniciativas, constituye la base de la obra llamada "Solidaridad de Occidente» de la cual quie­ro hablar hoy a mis lectores, obra a Ta cual dos car­denales franceses concedieron MI patrocinio. Desde hace meses, las carreteras francesas srm recorridas por convoyes «le camiones tfvK llevan a los ¿cMlba-lientes marxistas el socorro de nuestra población obrera de una forma indignamente abusiva. Y nos­otros, católicos, nosotros, cristianos, no haremos na­da, per nuestra parte, en beneficio de esos herma­nos que creen como nosotros en Jesucristo? No ha de haber én la E s p a ñ a re-enerada y floreciente, si­quiera una isrlesia, un hdspitál que atest igüe !a comprens ión y solidaridad de los franceses? Oue-daremos al margen de la obra a que ya se dedi­caron nuestros correligionarios de Inplatei r , i . de Ir­landa y de A m é r i c a ?

La España que sangra, la España victoriosa a la cual nosotros debemos el favor de preservarnos con­tra los horrores del marxismo, se vuelve hacia ROP-olros, nos mira , y exclama : ; Está bien !

P u ' L ClAUMfi

La guerra victoriosa • •i

C ON los primeros días de agosto, al arrancar el Ejército de Africa camino de Extremadura, empie­

za la guerra propiamente dicha. Qae-rra, en general, de movimiento y con resistencia en escasos sectores; con la gloriosa excepción de determinadas lo­calidades en que los sublevados por Es­paña mantienen todavía el espíritu del Alzamiento, tratando no sólo de re­sistir a la avalancha roja, sino de am­pliar sus bases de operaciones; así su­cede en Córdoba y Granada, en el fren­te de Aragón, en Oviedo y, especial­mente en los aislados reductos del Al­cázar toledano y del Santuario de la Virgen de la Cabeza, donde se escri­bieron gestas sin precedentes en la his­toria.

Como decimos, las fuerzas de Ma­rruecos, después de haber delimitado el área de la primera expansión na­cional en la región andaluza —que comprende, de Este a Oeste, desde Antequera a Ríotinto—, inician la épica marcha que. en tres meses, ha­bía de conducir a los soldados de Franco desde Algeciras a las puertas mismas de Madrid, rescatando Extre­madura y el valle del Tajo.

Sin más puertos, en la Península, que los de Cádiz, Comña y Vigo. y sin cómodhs salidas por tierra a! ev tranjero, la España Nacional se encon­traba en estado de aislamiento casi absoluto. Por eso el primer objetivo de las tropas de Africa, al abandonar Andalucía, fué la conquista de la pin­za de Badajoz, principal tránsito ha­cia Portugal; con ello quedaba a cu­bierto un flanco de las columnas ex­pedicionarias y se iba organizando el territorio que pronto iba a ser reta­guardia. El objetivo final era Madrid, ante el que las columnas procedentes de Valladolid, Burgos y Zaragoza ha­bían establecido una línea de conten­ción por el Norte.

En la consecución de tales objeli-vos, las huestes de Franco avanzaban impetuosamente, ocupando al asalto Badajoz el día 15 de agosto. Y avan­zan con tal rapidez, que en un solo día, el 19, conquistan una extensión de 70 kilómetros de profundidad, en dirección a la capital, movimiento que hace presentir la proximidad de un acontecimiento militar: la unión con el Ejército del Norte, creando real­mente la zona nacional al darle conti­nuidad física. En efecto, el 3 de sep tiembre se ocupa, tras un arrollador avance por el valle del Tajo, el im portante nudo de Talavera de la Rei­na; el día ^ las fuerzas de Infantería, procedentes del Sur, enlazan con las de Caballería, pertenecientes al Ejérci­to del Morte, que por la Sierra de Credos habían bajado hacia la cuenca del Tajo; y al otro día, el Genera! Franco, notifica a España y al mundo que en el valle del Tiétar se reúnen las dos corrientes de la España Na­cional, después de salvar cenrenarer de kilómetros y tras haber vencido cuantos esfuerzos habían opuesto a su marcha las fuerzas del Madrid rojo.

Paralelamente a este acontecinvev to, sé desarrollaban en todos los fren­tes otros de no menor importancia, so­bresaliendo, entre ellos, la conquista de Irún y San Sebastiá i

Ya el día 25 del mismo mes dei Al ­zamiento se dominaba la cuenca del Bidasoa, continuando la presión en este sector en dirección a la villa de Tolosa, que cayó el I I de agosto. Al objeto de privar a la zona roja del Norte de España del apoyo vital que recibía por la frontera francesa, se ocuparon el día 15 los fuertes de Er-láiz y Pagogaña y se libró la batalla de Irún, donde se entró el 5 de sep­tiembre.

El empuje nacional prosigue en la reducc'ón del muñón producido en la zona roja al cortarles su comunica­ción terrestre con el exterior. El día 6 se toma el fuerre de Guadalupe; el 12, Santiagomemli v Santa Bárbara, el 13, el de San Marcos y el puerto de Pa­sajes, entrando por la larde en San Sebastián. Tras estas operaciones se estabiliza el fri—:e de Guipi'nroa, des­pués de dominar por completo la linea do Deva ocirnando desde esta villa a Zumaya Elf'óibar, Placencia y Oñate.

SOBRE MADRID

La guerra continuaba siendo, fun­damentalmente, guerra de movimiento. Gracias a la unión de los Ejércitos del Norte y del Sur, las columnas nacio­nales parten ya de un frente continuo para su acción, siendo su resultante principal la corriente que de Badajoz y Talavera se dirige al corazón de la zona roja, con una meta: Madrid. Así, caen en días consecutivos Santa Ola­lla, Maqueda y Torrijos. Por un mo­mento, las fuerzas nacionales se des­vían del objetivo que más importaba, cual era la capital de España, para dirigirse a Toledo. Porque las fuerzas nacionales no podían desoír la voz de los esforzados que en el reducto del Alcázar, desgarrado por la metralli y reducido a escombros por las minas, eran la más alta expresión del heroí.,-mo con que se había iniciado el Mo­vimiento, mameniendo, al cabo de se­senta y cinco días y perdidos en la 7ona roja, la voluntad inquebnntable que les llevó el 18 de julio al Glorio­so Alzamiento Nacional.

El día 27 de septiembre, los solda­dos de España, tras una marcha d»-más de 400 kilómetros, liberarou a los gloriosos defensores del Alcázar y

añadieron a la zona nacional la ciu­dad de Toledo. Con esto, nuestras tro­pas estaban nuevamente en disposi­ción de marchar sobre Madrid. Desde los puntos que, más tarde, habían de constituir las líneas más estables de Ir guerra, se amenaza la capital

Sigüenza, en la provincia de Gua-daiajara; Navalpcral de Pinares, en la dé Avila,- San Martín de Vaklei^Iesias y Navalcarnero, en la de Madrid; e Illescas, en la de Toledo, van delimi lando el que habrá de ser cerco de Madrid. En rigor, la guerra {k movi­miento rápido iba a concluir. El día 6 de noviembre, nuestras tropas ocupan el Cerro de los Angeles, Carabanchel Alto, Villaverde y Retamares; al otro día se llega a los puentes de Segovia y de la Princesa; se ocupa parcialmen­te la Casa de Campo, y el día 10, atravesando el Manzanares, se pene­tra en la Ciudad Universitaria de Ma­drid. El contacto con el casco de la ciudad, juntamente con la aparición en las filas rojas de un nuevo factor bélico, que había de imprimir nuevos nimbos a la lucha, señala el paso de la guerra de movimiento a la de posi­ciones. Ese factor inédito lo constitu-, yen las Brigadas Internacionales —pri­mera muestra palpable de la ayuda ex­tranjera, rusa primnrdialmente, . que recibe el Gobierno rojo—, que con gran profusión de hombres y material de guerra convierte la capital en una red de trincheras contra la que nues­tros soldados no podían emplearse a finido, so pena de destruir totalmente la ciudad. Guerra de posiciones —sim­bolizada en los parapetos de los ba­rrios de Lisera y del Lucero y, sobre todo, en la Ciudad Universitaria— en la que también iban a cubrirse de glo­ria nuestros combatientes; pero que nos obligó, para las grandes conquls fas en profundidad, a llevar la victoria

de España por otros campos efe ba­talla.

Por lo pronto, el impulso de nues­tro Ejército se derrama entonces en torno a la capital y para estrechar la bolsa de El Escorial. Asi, durante el mes de diciembre, cae Boadilla del Monte; en enero, en seis días de ofen­siva, pasan a nuestro poder Villafran-cn del Castillo, Villanueva del Pardi­llo, Majadahonda, Las Rozas, Bl Plan­tío, Pozuelo, Humera, Aravaca, y queda cortada la carretera de La Co-rufta.

La lucha lia cobrado ya fisonomía nueva. Fruto de lá concienzuda organi­zación que nuestro Mando ha realiza­do, y del espíritu y disciplina que nuestro combatiente ha adquirido en la brega con los refuerzos extranjeros de todas ciaseis que los rojos llevan a la zona de operaciones, los ejércitos na­cionales adquieren el máximum de, am­plitud y eficacia, logrando empotrarse, en fortisima cuña, en la capital do España. En el mes de febrero, en avance por el sedor sudeste dé la ca­pital, se toma La Marañosa y Ciem-pozuelos; se cruza el larama, cortan­do la general de Madrid a Valencia, formando con ello otro brazo de la tenaza que envuelva a Madrid y ven­ciendo, hasta el límite máximo, la re­sistencia que había producido la es-tr.billzadón de los sectores más pró­ximos a la capital.

En marzo se avanza desde otro sec­tor mas distante, con el propósito de acabar de sitiar a Madrid en la base de una gran bolsa. Nos referimos a la ofensiva por el frente de Sigüenza, que dejo en nuestro poder 40 pueblos (ladraquc, Cogolludo, MasCgoso, et­cétera), apoyámlonos fuertemente^ so­bre el Tajuña y avanzando nuestras líneas en una profundidad.de 25 kiló­metros.

Se dibujaba una nueva fase de ope­raciones

J PHIG Z A W A t ó A

Page 4: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

ZcNTF PANORAMA internacional

La Prensa extranjera —y la política toda— han girado esta semana en d;-rredor de la respuesta dada por el Ge­neralísimo sobre la retirada de los voluntarios extranjeros. Todos los pe riódicos han dado al hecho su versión y comentarios particulares; se hace notar, sin embargo, que, por esta vez, la respuesta del General Franco, supe ditando la retirada al rccom•cimienta de la heligerancia. ha hallado, incluso en los países más ligados a la polítici del Gobierno de Barcelona, un mínimo de serenidad, a la que estábamos poco acostumbrados. Se hace notar, en pri­mer lugar, que Francia y la U. R. S. S. no han hablado de una supresión de las gestiones; antes bien adoptan una actitud visiblemente menos violenta que en otras ocasiones. En los círculos francorrusos se subraya que la conce­sión de los derechos de beligerancia no puede preceder a una retirada subs­tancia de voluntarios; es la tesis que ya conocemos, basada en la peregrina idea de considerar sólo beligerantes a los voluntarios rusos y franceses. Filo, sin embargo, nos llevaría a una, crítica, repetida ya suficientemente, del siste­ma con que viene actuando la No in­tervención y a una defensa de nuestro punto de vista. No es éste nuestro ob­jeto en este panorama.

Sea como sea, se hallan de nuevo atascadas las gestiones que M. Cham-berlain —no fallado, sin duda, de bue­nas intenciones—inició para obtener en España y en Europa una pacificación, harto difícil mientras las premisas de estas gestiones no se planteen de modo distinto. Como resultado de este atas­camiento, la Prensa izquierdista fran­cesa ha iniciado otra vez con violencia sus campañas en pro de una apertura descarada de la frontera catalana, campañas que caen poco más o menos en el vacío. Estamos de nuevo, en este aspecto, en una situación repetida en el curso de estos dos años una infini­dad de veces. Veremos si Francia resu­me de nuevo la situación con el envío No intervencionista de unos cuantos trenes de ametralladoras.

Lo que parece evidente que la nota del General Franco ha sido esperada con una efervescencia e impaciencia notables. Nadie duda, pues, de la exis-tenda de una España Nacional con voz propia, sin la cual no es posible desentrañar las razones del deseq-ñÜ-hrio. ¿Cómo puede, pues, esperar Eu­ropa a reconocer como beligerante al Gobierno del General Franco hasta

^jue éste logre convencerla, con pala­bras, de su propio derecho? Por enci­ma de estas palabras, y antes que ellas, están los hechos, que afirman a la Es­paña Nacional como a la parte más importante, física y moralmente, de la España en lucha. El hecho de unas constantes consultas, de la impaciencia que se provoca durante el tiempo que dura la evacuación de las mismas, son el mejor, el único reconocimiento de hecho valedero de nuestra beligeran­cia. La ambigüedad de las clasificacio­nes oficiales servirá para prolongar, a costa de sangre propia, el desequili­brio, del cual se intenta en Europa sa­car partido; pero nunca para disfra­

zar la realidad, que confirma a cada momento jjdlpblemente la existencia, la fuerza y el predominio absoluto de la España Nacional.

ILa visita • Comentando el viaje del comandan­

te Horthy a Alemania, un periódico de Ginebra se pregunta en grandes t i ­tulares: "¿Se dejará Hungría atraer a la órbita del Reich?". Pregunta inge­nua que nos ha hecho sonreír. Hun­gría se ha sentido atraída a esa órbita desde el día siguiente de Versalles, y jamás lo ha disimulado.

En uno de los magníficos jardines públicos de Budapest está representa­do, de una manera perenne, el mapa de Hungría. El mapa abarca todo el territorio que fué húngaro antes de la Gran Guerra, y en distintos colores aparecen las partes que constituyen la nctual Hungría y las que sus vecinas se le han quedado. Pocas veces en la Historia se realizó una desmembra­ción semejante, pues en la amputa­ción perdió Hungría más de la mitad de su territorio.

Que los húngaros aspiren a reco­brar el terreno perdido, no es más que lógico y natural. Se puede llegar a re- . nunciar, én bien de la paz, a una pe­queña parte de' territorio nacional, v apenas hay nación que no haya sufri­

do algún pequeño desgarro,- pero nin­gún principio podrá invocarse para pedir a Hungria que renuncie para siempre al sesenta por ciento de su propio suelo. El recobrarlo figura en

la saspiraciones de todos los partidos húngaros, sea cual fuere su tendencia. Es natural que la política exterior de Hungría esté informada prindpalmen-usurpadoras, que, además, han forma-te por ese irredentismo, ya que es el primero de los problemas húngaros. Como consecuencia, la amistad de Hungría no será para sus vecinas

do todo ese sistema de alianzas que se llama la Pequeña Entente para con­servar lo usurpado. Tampoco será la amistad húngara para las nadones que, como Francia e Inglaterra, per­petraron la ampútación y tienen inte­rés en mantener su obra. Por afinidad de intereses, Hungría tiene que apro­ximarse fatalmente a Italia y Alema­nia. No es que sea ésa la política más conveniente, es que es la única que se impone.

Desde luego, nadie ha sonado, ni er. Hungría ni en Alemania, en la anexión de Hungría al Rnch. Hun­gría tiene su personalidad propia, y no entran en los planes pangermanis-tas su anexión ni su conquista. Razó'i de más para que la amistad húngaro-germana llegue a cimentarse sólida­mente.

Como si esas razones políticas fue­sen pocas para aproximar a Berlín v Budapest, las r a z o n e s económicas coadyuvan también a ello. Las eco­nomías húngara y alemana se comple­mentan. Hungría, país principalmei'ie agrícola y ganadero, encuentra en

Alemania un mercado tan favonnie, que a ella (incluyendo ya, desde lue­go, al Austria) van dirigidas mocho más de la mitad de las exportaciones húngaras.

En los días en que la cuestión de Checoeslovaquia está sobre el tapete, la amistad húngarogermana y la visi­ta del almirante Horthy a Viena v Berlín tiene una especial significación. Checoeslovaquia, cuya pobladón está constituida en el 22 por dentó de alemanes, cuenta también dentro de sus fronteras 700.000 húngaros auten ticos, más dos millones de eslov?cos que antes pertenecieron a Hungría y que, en su mayor y su mejor parte, cansados de la dominadón checa, vol­verían gustosos a las antiguas fronte­ras.

Sea cual fuere la soludón definiti­va que el problema checoeslovaco en­cuentre, tiene particular importancia para Hungría. Si se consigue para los sudetes una autonomía efectiva, los húngaros y eslovacos conseguirán también, en gran parte, la suya. Y si los sudetes llegan a incorporarse a Alemania, ¿podrá impedirse que, por lo menos esos 700.000 auténticos hún­garos, con el territorio que ocupan, vuelvan a contar a Budapest por su capital?

Hungria, pasados los primeros años dt- postradón tras la catástrofe de 1918, siente revivir los días heroiqos y la conciencia de sus destinos. Tal vez en ningún otro país las gestas de los soldados de España han hallado un mayor eco. Los nombres de Franco, de Moscardó, del Alcázar, son tan co-noddos como los de sos propios hé­roes, y en ellos se miran cuantos as­piran a recobrar para Hungria la per­dida grandeza.

ORIOL MONTALT

Ginebra.

Ventana al mundo GUERRA Y PAZ

La pmi>; i extranjera ccintinúa con'enLmdn ol contenido df la respuesta d f l General Franco al plan b r i t án ico de retirada de volun­tarios.

¡Entra en funciones la comisión br i tánica encargada de informar sobre bombardeos aéreos . Los servicios han sido solicitados, por el Gobierno de Barcelona. Se trata, al parecer, de efectuar unas inves­tigaciones en Alicante y en Blanes. Todo hace suponer que Barce­lona, de acuerdo con su pol í t ica ya definida en este aspecto, pro-d i c a r á sus demandas de servicios, para explotar con su propaganda los inevitables desperfectos que nuestros bombardeos repetidos pue­dan causaren los lugares p r ó x i m o s a los objetivos citados.

De nuevo parece iniciarse una c a m p a ñ a en Francia para deci­d i r a su Gobierno a establecer relaciones con el General Franco. La C á m a r a de Comercio francesa y los diarios "Le Figaro» y «L 'Epo-que>' coinciden estos ú l t imos d í a s abogado por su reconocimiento. Un articulo de Temps" glosa nuestro comercio, nuestra indus­t r i a y nuestras transaciones con el exterior. Termina con conside­raciones siguientes:

«Esta plétora de capitales y la indus t r ia l izac ión del pa í s podr ían pe rmi t i r a las sociedades extranjeras colaborar con una débi l pro­porción cor los capitales e spaño le s . Por tanto confiemos en que al t é r m i n o de la guerra nuestra industria y nuestro comercio no esta­r á n desventajadus por las posiciones que hayan podido merecer otros paises. La baratura de la vida, la admirable confianza en la victoria final, agrega votos para que muy pronto podamos reanudar, con este pueblo admirable las relaciones de amistad y de ligazón que exis t ían en el pasado.»

No ofrece duda el Movimiento que se inicia en Francia en favor de una normal i zac ión de relaciones con la E s p a ñ a Nacional, adivi­n á n d o l a , por fin, vencedora de esta contienda, normal izac ión de re­laciones que les permita situarse y neutralizar la influencia que, al menos comercial mente, ejerzan los países que les precedieron en reconocernos.

U N A R T I C U L O D E L «TIMES» SOBRE ESPAÑA

El «Times» del d í a 16 publica una información titulada «Justicia bajo Franco» , in formación perfectamente objetiva y que, s in duda, h a b r á contr ibuido notablemente a di lucidar entre su extenso núcleo de lectores algo de lo que es realmente la 'España Nacional y 'Je lo que es la E s p a ñ a Roja.

Da cuenta, en primer lugar de la organizac ión de la jus t ' é ia m i l i t a r en la E s p a ñ a Nacional. Menciona las funciones, que cesan al ser asimilados al ter r i tor io a las regiones militares respectivas. A l referirse a la organizac ión Interna de las Audi to r ías de ocupación dice que las fichas se refieren unas a las personas sospechosas ; y otras «indican personas acusadas de haber cometido asesinatos de­liberadamente; y su n ú m e r o es a l a r m a n t e » .

Se refiere a la s i tuación en que el Ejérci to nacional encuentra .'as regiones al l iberar las :

«Cada municipalidad—dice—era gobernada por una serie de pe­

q u e ñ o s dictadores de los sindicaitos locales anarquistas o sindica­listas.»

«Cuando el Gobierno central remuneró el control, los d a ñ o s ha­bían sido ya causados y resultaba difícil e l iminar las costumbres ant iguas .»

«Los casos de asesinato son numerosos» , dice -refiriéndose a los rojos, etc., etc.

El a r t í cu lo a que nos referimos h a b r á producido evidente i m ­pres ión . Es uno de los m á s objetivos que sobre nuestra guerra h i aparecido en prensa extranjera.

¿ Q U E ES E L COMUNISMO RUSO?

Años a t r á s Trotski , el famoso jefe de la revolución rusa, fué a Kiev a un acto de propaganda del 'Partido Comunista.

Trotski repitió lo de siempre, que el comunismo había salvado a Rusia, l ibrando de la opresión al obrero y d á n d o l e libertad al traba­jador.

Cuando hubo terminado su peroración, r e q u i r i ó a) piiblico para que si hab ía a lgún contradictor, hablara, pues la cultura de los so­viets pe rmi t í a exponer el pensamiento contrario.

Eminov, conocido obrero, p id ió la palabra... Llevaba un bastón en la mano. —Que suba a la tr ibuna—dijo Troiski . Eminov sub ió a la tr ibuna. —Camaradas—dijo—fi jáos en este bas tón . El va a contaros l a

historia de la revolución rusa. E l públ ico aguzó el o ído . — ¿ V e i s el p u ñ o del bas tón? - c o n t i n u ó Eminov . Un p u ñ o de

hierro . Antes de la revolución, e l pa í s estaba gobernallo por los ar i s tócra tas , que es tán representados por este p u ñ o .

E l auditorio miraba fijamente el puño , inclusío Tro i sk i , que no p e r d í a silaba.

—Bajo este p u ñ o está la parte media del bastón : la c a ñ a . Esta parte del bastón nos representa a nosotros, los obreros, los que tra­bajamos. Los a r i s tócra tas nos ten ían bajo este p u ñ o .

Trotski , entusiasmado, inició un aplauso. —Debajo del p u ñ o y de la c a ñ a del bas tón está la contera, que

t a m b i é n es de hierro. E l p u ñ o es t á arriba, la contera son los presi­diarios, los forzados, los vividores, la parte media de la caña somos los obreros, los campesinos.

Eminov ca l ló . — M i r a d la revolución—y volvió el bas tón , poniendo el p u ñ o en

el suelo y la contera arriba, en la mano—. Camaradas, la revolución es tá hecha. Los a r i s tócra tas e s t án abajo; los presidiarios, los v i v i ­dores es lán arr iba. ¿Y vosotros, los obreros, los trabajadores, los campesinos? Vosotros no habé i s cambiado de sitio. Antes os opr i ­m í a el puño , ahora os oprime la contera...

Trotski r u g i ó como uw t igre y dio un salto de pantera. Eminov, el buerrobrero ruso que hab ló en nombre y con la con­

fianza de una l ibertad concedida, fué aquel mismo día pasado por las armas.

Page 5: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

Ahora estamos todos en un puesto de combate, en las avanzadas, en el verdadero tiempo heroico del movi­miento; en este tiempo que los histo­riadores cuando triunfemos —y triun­faremos si nos ganamos el triunfo— cantarán y alabarán y nuestros hijos se sentirán orgullosos de esta época. En estos momentos todos tienen que

, estar en la brecha, y, como es natural, el Sindicato también.

Por lo tanto, aparecen aquí las dos directrices que ha de tener el Sindi­cato:

Una acción profesional y sindical. Una acción política y revoluciona­

ria. Y vamos a ver cómo las tiene que

desarrollar. A los seis meses de vida del Movi­

miento, el Sindicato ha nacido, se ha organizado y ya hoy cuenta en toda España con más fuerza y más espíritu 1,(16 la Asociación Profesional y Ofi­cial & U. E.).

Es mucho lo conseguido, pues hoy teñónos el instrumento con que traba-iar, luchar y obrar en el próximo cur­so universitario..

Ahora es necesario darle al Sindi­cato fondo, o sea, hacer que los estu diantes afiliados se interesen por él, que se acostumbren a verlo como cosa propia y que por medio de él consi­gan el mayor rendimiento en sus lu­chas y trabajos.

Y para ello hay que señalarle metas, tareas, o mejor dicho, que et Sindica lo las desenvuelva y las estudie v .lu­che por su implantación.

Los Sindicatos, lo mismo que las milicias, acostumbran a reunir hom­bres, a unirlos en empresa comi'm, a pensar en sentido total y no personal, y si el Sindicato, como ocurre con éste, no tiene por fin inmediato un objetivo económico, más aún; y si, además de ello, es político y revolu­cionario, mucho más. Y tened la sesu-ridad que un estudiante, al calvi de vivir y luchar dos o tres años en él, sale un hombre nuevo, sale con núes tro espíritti — más audaz y más opt mista—, convencido de una verdad y dispuesto a luchar para imponerla. Saldrá convencido de que el bien ge­neral del Estado será siempre, a la larga, el bien particular y comprende­rá asi todos los problemas. Por esto el Sindicato debe atraer y emplear a to­dos los afiliados estudiantes, dándole^ misiones y ocupaciones, para que sea de todos, para que todos intervengan \ se interesen por él.

En lo profesional, debe marcar me tas precisas y concretas; yo no he de hablar de las mismas, pero sí os acón sejo que estas metas sean como deben ser siempre todas las nuestras: alta^ y ambiciosas.

Yo muchas veces pienso en los pue blos de España, estos pueblos chatos pegados a la tierra Desde el aire se ve que no tienen más que lo indispen able para la vida; porque no tienen,

o no se ver, esos complementos que la hacen agradable parques, jardines o paseos. Las calles son ictorcidas y es­trechas. Si los veis desde abajo, nbwr-varéis que el noventa por ciento de las casas son pohresi feas e insuficien­tes,- que dentro de ellas no se puede er feliz; que las calles, cuando llueve.

^nioersitarias son barrizales; que los sitios de re­unión: casinos, bares, tabernas, cines, etcétera, son sórdidos y meíquinos; en fin, se vislumbra uña labor a realizar grandiosa; pues nosotros tenemos que cambiarlos, salvarlos y rehacerlos.

Nuestros pueblos tienen que conser­var, remozadas, las amplias casonas antiguas, las bellas iglesias; pero a su lado tienen que estar unos hogan-s limpios, limpios y alegres. Todos los servicios comunes tienen que tener este mismo sello. May que hacerlos

habitables y confortables, y esto hay que hacerlo de verdad, cueste lo que cueste; pues no puede ser que se diga: España es su campo; lo cual hoy es una burla, pues en ese campo no se puede vivir.

Fijaos bien, arquitectos e ingenie ros, médicos y maestros, en la i tunen sa labor que tenéis por delante: Hacer la nueva España, la España nuestra y \ erdadera,

^De un discurso pronunciado en Madrid por Ridz de Alda.)

Ordenes circulares de la Secretaría General

S O B R E KL USO DEL U N I F O R M E

El uniforme, s ímbolo exlerno de nuestro Movimienb», que impone al afiliado normas de conducta austera y difíci l , debe llevarse con el m á x i m o respeto y ser ostentado solamente en aquellos sitios y ocasiones adecuados u su prestigio.

En consecuencia queda prohibido n lodos los n/iliado.s el mo difirió def uniforme, con las siguientes excepciones:

Primero. Las J e r a r q u í a s del Partido detalladas en la Orden sobre distintivos de Mando (B. M . N ú m . 15, página 180).

Segundo. Los quo se encuentren en actos de Servicio. Tercero. Los que tengan que presentarse a las J é r a r q n í a s

Provinciales y Superiores del Partido. En todos ¡os actos p ú b l i c o s ' d e la Organización y en los días

dv fiestas del Estallo y del Partido, será obligatorio el uso del uniforme a todos los afiliados.

Los Jefes Provinciales ve la rán por el exacbi cumplimiento de tstas disposiciones.

Por Dios, por España y su Revolución Nacionalsindicalista. BorgOB, a 19 de agosto de 1938. f l l Año Tr iun fa l .

El Secretario General R. FERNANDEZ CUESTA

SOBRE LAS MANIFESTACIONES DE MUESTItO ÍOSTILO

El estilo de nuoatro Movimiento exige que se inculquen en todos los afiliados, como exponente do m á x i m a v i r tud , el sen t imiento do la disciplina y el respeto a las J e r a r q u í a s . Su pro­pio prestigio requiere que los afiliados revistan su conducta en la vida de relación de la m á s severa dignidad y corrección. .

Por todo el lo ordeno a los Jefes Provinciales del Movimiento ; Primero. Que pongan especial cuidado on el m á s exacto

mantonimiento de la disciplina, reprimiendo y sancionando enérg icamento cualquier violación de este deber por parlo de los afiliados al Movimiento.

Segundo. Qne exijan a todos los afiliados el cumpl imiento de la obligación de efectuar el saludo Nacional a las J e r a r q u í a s del Movimiento. A este efecto d a r á n a conocer el folleto de dis­t int ivos de mando en la forma prevenida en la Orden de esta Secretar ía General, puliiicada. en el n ú m . 15 del Bolotin d-d Mn-vi miento.

Tercero. Que lomen las oportunas medidas para lograr quo los afiliados a nuestra Organización, us^n la m á x i m a policía en el vestir las prendas de uniforme y la debida compostura y mo­deración en todos sus actos, persitruiondo especialmente cuan­tas actitudes incorrectas vayan en desprestigio de la Organi­zación.

I-os Jefes Provinciales serán dilectamente responsabU-s del i i icumpiimionto do lo establecido en esta Orden.

Por Dios, por España y su Revolución Nacionalsindicalista, Burgos, 17 de agosto de. 1938. H I Año Tr iunfa l ,

Gl Secretario General R. FERNANDEZ CUESTA

Legión Nacional de Flechas 1.- Con la fe en Dios tus

pensamientos serán al­

tos.

2" E n tus manos e s tá la

grandeza de España

Ubre.

3. - T u trabajo es el camino

de E s p a ñ a libre.

4. - Prepárate para una ju ­

ventud noble, fuerte,

digna y disciplinada.

5. '-' Que en tus afanes no ha­

ya nunca cobardía ni

malicia.

6. ? E l Flecha no puede ser

nunca cobarde. Con la

camisa azul que t ú vis­

tes murieron muchos

de tus mejores cama-

radas.

7. ? Guando estudies y traba­

jes piensa que un día

Por el Imperio hacía Dios

E s p a ñ a neces i tará de

tí.

8.? L a vida es milicia. T u

energía , tu trabajo, tu

disciplina, harán una

E s p a ñ a grande y Ubre.

9 ? Ser nacionalsindicalista

significa no tener con­

templaciones con privi­

legios injustos, odio a

todos -los enemigos de

la libertad de E s p a ñ a ,

soñar con nueva gran­

deza para nuestra Pa­

tria.

10.? Donde haya otros, el

Flecha ha de esforzar­

se por ser el mejor.

11? Sólo debes odiar a los

enemigos de E s p a ñ a .

12.? L a camisa azul impone

deberes.

Page 6: SUMAN A RIO DE DLSTlMO - arca.bnc.cat

Portfue E s p a ñ a no

puede ser nunca nada

<fue se oponga al con­

junto de sus tierras y a

cada una de sus tierras.

(José Antonio.)

Fin el tfran teatro det mundo se está representando una comedia enorme Es el escenario esta esquina de la tie ira, esta casi isla atada al continente por el nudoso cordón dd Pirineo.

Y en tal escenario, sonoro de mares > de Historia, se habían aposentado como dueños unos hombrecillos por tadores de un ijuignoh cartones y per calina, chillidos mujeriles y bofetadas de payaso, era el espectáculo ofrecido por ellos a la Humanidad.

Sus drrtniiilis person* ya los cono­céis: rristobilii v sus adláteres; el toro, y "el que recibe las bofetadas" Este último, encarnado en el doliente pueblo español, caído en las manos de los primeros actores: i Pobre pueblo de nuestra alma! El recibe las bofetadas disfrazado muchas veces de "F. A. I . " , de "U. G. T " : hasta de comunista M-vistió en suprema ignorancia v enga ño Aunque debajo de la burda tela le latía un corazón de buena estirpe es pañola.

La tramoya de tan torpe escena era movida por esos hombres siniestros que viven en las logias —de ridicula v demoniaca escenografía—, y los muñecos, regidos por sus manos, dan­zaban en una parte de España su danza de traiciones y de crueldad; al son de los triángulos y de los látigos rusos.

Pero en la otra parte del escenario surge nada menos que la figura de Don Qnijote, que de un manotazo su­blime da al traste con el fementido re­tablo de Maese Pedro, Y hecha la limpieza, con la mano dura y seca como un sanniento, se acomoda el ca-

Dettino AWO & aiciraiiuen ( a l Cataluña

ballero, insigne espectador de lo que va a suceder

Y lo que sucede es glorioso: y mila­groso. Porque con un ritmo de segura lentitud primero, y de su acelerada apoteosis después, van apareciendo en la escena los radiantes personajes de nuestro Auto Sacramental.

David adolescente y heroico, vencedor de monstruos inhumanos. En su carro de combate va tronchando las bamba linas, que se vienen al suelo estrepito­samente por las veredas triunfales...

Hoy la escena se proyecta en la dul-ce tierra catalana, y al levantarse el telón nuestros ojos se deslumhran con

Para conseguirlo, nuestros soldados ya cortan con sus bayonetas las alam­bradas rusas. Unas bayonetas temibles y heroicas, que rinden más tarde su santa furia, convirtiéndose, piadosa­mente, en el cuchillo hogareño que parte el pan de Franco a todos los es­pañoles.

••mtana ugún un

Así, los divinos pies llagados pisan la sombra pestífera del "Gran Arqui­tecto del Universo". V ante la presen cia inmensa del Príncipe de la Luz, el rey de las tinieblas se hunde deses perado, con rabiosa patada, en el seno de la tierra.

A la tramoya mugrienta sucede una fastuosa arquitectura. Ahora, como en siglos pasados, el teatro es templo Los actores, el Poder, el lintendimien to, la Gracia, el Valor,

Contra un personaje greñudo v fe­roz, tal que "el Campesino", se alza un alférez bisoño, de tierna sien, un

el brillo del paisaje luminoso,- caminos

tiernos de sol y de laureles, senderos

con perfiles sonoros, como si en ellos

se escondiese el eco de los Conts. de

Ausias March, mudos y en prisiones

inte las notas desentonadas de "La In-

urnacional".

Y nos da en el rostro el poiwnt. el

viento agostador y sofocante, revuelto

en tolvaneras rojas, revolcando en su

vértice el crimen y el horror. Y softa

mos en convertirle pronto en un fresco

mcstrul que limpie las frentes de sudor

v de malos pensamientos.

Así, nuestros muchachos arribarán un día próximo a la ciudad que desde muchos cientos de años fué modelo de elegancia y pulcritud; visitada, como una princesa, por griegos, genoveses y sicilianos, cuna del " gay saber", huerto de la gracia, con un ático en­canto que por el mar griego le llegaba hasta posarse a sus pies.

Noble tierra barcelonesa, hoy man­cillada por el tropel salvaje de fas hor­das, prisionera de los hombres yertos y crueles que buscan en ella, codicio­sos, el calor y la luz que no poseen.

Por obra y gracia de Dios volverá

€1 Municipio español

de abolengo histórico, se

revestirá de lodo su vi­

gor para el cumplimien­

to de su misión celular

como entidad piihlicu.

(Tranco.)

a su serenidad cristiana. El trabajo será de nuevo timbre y blasón en su escu do; el humo de las chimeneas volve rá a tender sobre ella su difumino, como un palio de honradez. Cantarán las máquinas su honesta y fecunda >,mción, tejiendo linos y sedas para toda España, como una rueca gigan­tesca puesta por el ddo en sus arro­gantes manos de donm honrada.

Porque así lo quieren España y Franco.

Ese que presentimos, azul día bar celonés, mientras Tabarin huye con su grotesco disfraz, dejando un rehilo de olor a azufre, bascando como loco un paso en la frontera, veremos surgir de las dos montañas armoniosas que velan la ciudad, a los dos Actores su­premos de nuestro Auto Sacramental.

La Madre de la Merced, redentora de cautivos, abriendo las prisiones, al roce de su escapulario blanco, a núes tros hermanos aherrojados en Mont iuidi por el Dragón.

Mientras que en la cumbre del Ti-bidabo la voz de Jesús Nazareno re­sonará dulcísima y tremenda:

—"iAy de la Tierra y de la Mar!..." —clamará, dirigida a los crí menes infernales. Para volver su tono-en milagroso acento y ordenar a sus amigos:

—"Vestios la armadura de Dios, la loriga de la Justicia. I Calzaos en la preparación del Evangelio de la Paz!"

Y los soldados cristianos, obedientes 3 aquella voz, darán fin a la escena grandiosa clavando para siempre al enemigo con la fuerte lanza de la Fe,

JOSEFINA DE LA MAZA

Una distinción que desaparece Hasta hace algunos años, los paises

del mundo podían dividirse en dos

grandes grupos. A un lado los agrico

las ,al otro los industriales.

Existía entonces la condición obje

ti va precisa para el comercio interna-

donal; es decir, existían productores

\ existían consumidores, cada uno

con su función exactamente delimita­

da. En otras palabras: existía, estable

cida espontáneamente, una división

del trabajo

"Los países industriales compraban a

los otros productos alimenticios —tr i

go, maíz, carne, etcétera— y primeras

materias, y les vendían después éstas

transformadas en manufacturas Ingla

térra, Francia, Bélgica, y más tarde

Alemania y Estados Unidos, compra

ban en Australia, en América, en Asia,

b lana, el algodón, la seda, etc, que

necesitaba su industria, y vendían des

pués en el extranjero, y a los países

mismos que les aprovisionaban, los te

¡idos.

En esta división, los países indus­

triales salían beneficiados, porque,

como es sabido, la manufactura deia

un margen de utilidad más crecido; la

posibilidad de producción no tiene l i ­

mitaciones en el espacio,- el desarrollo

industrial, como demuestra Pareto, de­

termina la aparición de los llamados

capitanes de industria, a los que se

debe el desarrollo no sólo material del

mundo moderno, etc.

Conocieron entonces esos países un

período de inaudita prosperidad. Es la

época brillante y heroica del capitalis

mo. Pero el industrialismo trajo, junto

con la riqueza y en parte también

como resultado de ella, unas conse

cuencias sociales, políticas, morales;

urbanismo, democracia . socialismo,

nntipatriotismo, etc.

El mal, al principio, era soportable.

La riqueza, de una parte, neutraliza­

ba el daño o lo hacía invisible; de

otra, las repercusiones de ese mal, que

nú había invadido sino una parte de

la sociedad, que pesaba aún poco en

la vida política, no eran todavía temi­

bles. Semejaban inquietudes pasajeras,

crisis momentáneas de consolidación.

Todos los países intentaron entonces

industrializarse. Aspiraban a alcanzar

el nivel de bienestar, de riqueza, de

poderío de los países industriales. Les

impelía a ello no sólo una ambición

de tipo material, sino también políti­

co, porque los paises agrícolas están

••upeditados a los industriales, depen­

den políticamente de ellos. Si tenemos

las primeras materias, ¿por qué —se

decían— no hemos de transformarlas

en casa? Era lógico y era fatal que su­

cediese. La guerra precipitó y aceleró

el proceso de industrialización. Al ve­

nir la paz, los grandes países indns-

triales se hallaron con un hecho nue

vo: que sus clientes habían disminui­

do. Y al cabo de algunos años otro

hecho más grave se sumó al anterior:

que alguno de los antiguos clientes no

sólo habían dejado de comprar, sino

que se habían convertido en competi­

dores. Así, los Estados Unidos y el

Japón, en primer lugar.

Es decir, que los antiguos compra

dores, los países agrícolas, se habían

vuelto, más o menos completamente,

industriales.

Pero impelidos por las necesidades

de la guerra primero, y por la crisis

después, los países industriales, que en

el período de expansión capitalista ha

bían olvidado y postergado la agricul­

tura, se vieron obligados a fomentar­

la y a protegerla con un tesón por lo

menos igual al que antes pusieron en

favor de la industria.

Así, casi al mismo tiempo, los paí

ses agrícolas se industrializan y los in­

dustriales, si se me permite la expre

sión, se ruralizan. Se rompe el anti­

guo equilibrio, las corrientes del co­

mercio internacional sufren una pro­

funda perturbación.

Pero esto no acaba aquí. La autar­

quía, que oculta o abiertamente, cons­

ciente o no, todos los países vienen

persiguiendo desde hace años, inicia

—a veces con la producción directa y a

veces mediante la ayuda de la ciencia,

con los sucedáneos, los surrogados,

los productos sintéticos, etcétera—

nuevas producciones agrícolas o in­

dustriales, que acaban de alterar y de

modificar las relaciones comerciales

internacionales. El algodón del Sudán

compite con el americano; el nitróge­

no sintético elimina los nitratos de

Chile; la lana artificial tiende a sus­

tituir a la natural; la gasolina de des­

tilación, el alcohol etílico y los otros

carburantes reducen la importaciones

de petróleo,- el caucho químico susri

tuye al caucho natural, etc.

En conclusión, todos los países aca­

ban fomentando sus capacidades la­

tentes,- primero los agrícolas, que se

lanzan por los caminos del industria­

lismo; después los industriales, que

protegen y fomentan a su agricultura

Unos y otros tienden a producirlo

todo; se convierten a la vez en indus

tríales y en agrícolas. Desaparecen los

que compran sólo primeras materias y

productos alimenticios y los que sólo

adquieren manufacturas.

La antigua distinción, entre países

industriales y países agrícolas no tie

ne, pues, razón alguna de ser en estos

momentos. Podrá en este país predo­

minar la agricultura y en aquel la in­

dustria, pero ambos se encaminan, con

toda la energía y decisión que con

sienten su sistema de gobierno, a una

forma nueva, equilibrada, de econo­

mía industrial y agrícola a la vez.

SAMUEL CONGOST