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Hemos recogido ya la ropa verde y blanca de nuestras fiestas patronales, han callado las charangas. Huesca se queda mustia como la albahaca de la parrilla en la fachada de la Iglesia de San Lorenzo. Nos queda la llama del folclore, que la mantenemos viva para animar las fiestas que van surgiendo durante todo el año. La música es el alma de nuestro folclore. ¿Qué sería una fiesta sin música? Del tronco de la música nace una rama que se lla- ma música folclórica. El baturro que llevamos dentro de nuestra piel se ha parado para ver cómo las brigadas municipales recogen escenarios y chiringuitos, se ha levantado el cachirulo para rascarse la cabeza mientras se cuestiona qué es eso de la música, el folclore y la música folclórica. Pinceladas ha preguntado a los entendidos en estas cuestiones y las respuestas, maduras y sabrosas, como frutos escondidos en- tre las hojas del árbol, están escondidas en estas hojas de papel, maduras y sabrosas, que le ofrecemos, amigo lector, en este ces- to que hemos preparado para Vd. como último número de la cabalgata de nuestras fiestas patronales. SUMARIO_46 Editorial Folclore La técnica del canto ¿Por qué triunfan los libros de música? Orquestas de pulso y púa La indumentaria en Aragón Energía. Eficiencia y eficacia El espíritu deportivo La casa del Sauras Talleres de Finanzas Básicas Todo es beneficioso Ramón Solinís Cabarga La jota bailada en Aragón De ermita a ermita Donde acaba lo que nunca ter- mina Magia, superstición y religiosi- dad popular en el Alto Aragón 1 Diseño : José Trigo

SUMARIO 46 - obrasocial.ibercaja.es · Espacio IberCaja “ Castillo Montearagón “ │ Tercer Cuatrimestre 2015 Nº 46 3 El arte de cantar es maravilloso, y parte de su genialidad

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Hemos recogido ya la ropa verde y blanca de nuestras fiestas

patronales, han callado las charangas. Huesca se queda mustia

como la albahaca de la parrilla en la fachada de la Iglesia de San

Lorenzo.

Nos queda la llama del folclore, que la mantenemos viva para

animar las fiestas que van surgiendo durante todo el año.

La música es el alma de nuestro folclore. ¿Qué sería una fiesta

sin música? Del tronco de la música nace una rama que se lla-

ma música folclórica.

El baturro que llevamos dentro de nuestra piel se ha parado

para ver cómo las brigadas municipales recogen escenarios y

chiringuitos, se ha levantado el cachirulo para rascarse la cabeza

mientras se cuestiona qué es eso de la música, el folclore y la

música folclórica.

Pinceladas ha preguntado a los entendidos en estas cuestiones y

las respuestas, maduras y sabrosas, como frutos escondidos en-

tre las hojas del árbol, están escondidas en estas hojas de papel,

maduras y sabrosas, que le ofrecemos, amigo lector, en este ces-

to que hemos preparado para Vd. como último número de la

cabalgata de nuestras fiestas patronales.

SUMARIO_46

Editorial

Folclore

La técnica del canto

¿Por qué triunfan los libros

de música?

Orquestas de pulso y púa

La indumentaria en Aragón

Energía. Eficiencia y eficacia

El espíritu deportivo

La casa del Sauras

Talleres de Finanzas Básicas

Todo es beneficioso

Ramón Solinís Cabarga

La jota bailada en Aragón

De ermita a ermita

Donde acaba lo que nunca ter-

mina

Magia, superstición y religiosi-

dad popular en el Alto Aragón

1 Diseño : José Trigo

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Agosto y septiembre son meses que invitan al ocio en la cultura agrícola, después de recoger la co-

secha y antes de iniciar el nuevo ciclo de la siembra. Para distraer el ocio nos ocupamos de nues-

tras fiestas patronales en las que se fusiona lo religioso y lo popular. Así ha sido “siempre” y tiene

futuro porque la fiesta patronal tiene un duende protagonista capaz para imponerse a cualquier

otra fiesta. La palabra fiesta ha evolucionado más en sentido cultural que filológico.

Cuando decimos estamos en fiestas, queremos decir que todos nos sentimos actores, que somos

nosotros quienes hacemos la fiesta. La ciudad entera se convierte en un escenario sin patio de bu-

tacas. Esta actividad es una fuente importante para conocer la idiosincrasia de cómo somos cuan-

do nos desmelenamos. La fiesta es esencialmente un exceso, la rotura de los lazos convencionales

con los que nos sujeta la rutina convencional del cada día. En Huesca, desconozco qué sucede más

allá de nuestros límites. La palabra festejar ha perdido el sentido que le dábamos hace 40 ó 50

años. Hoy se refiere al sentido peñista de cantar y bailar durante 24 horas al día. Tanta fuerza tiene

la palabra folclore: comer, cantar, bailar, beber, vestir de blanco y verde, el ramo de albahaca, ruido

y humo de cohetes y, sobre todo esto, el regreso de la familia que la emigración expulsó. Se trata

de transformar la ciudad transformándonos nosotros por unos días. Una tierra frugal, por pobreza,

como la nuestra, en la que nos consolamos con “la del pobre, antes reventar qu’n sobre” o “a lo

que cuesta dinero se le pasa el dedo”, esta fiesta nuestra justifica el límite del exceso. Esta transfor-

mación tiene un significado profundo que trataremos de explicar. Nuestras madres se afanan por

guisar el pollo a lo chilindrón, preparar el melocotón con vino y las meriendas taurinas no para

saciar el apetito sino para homenajear al forastero, siguiendo la tradición bíblica. Una generosidad

que permitía a la viuda respigar para que pudiera prepararse su panecillo huérfano de contenido

pero no por un sentimiento cristiano sino en función de un rito social. Esto es válido desde la Ley

de Moisés hasta nuestros días. Cuando no hay rebelión, es mejor conciliar los conflictos que exis-

ten en la sociedad en forma de leyes sociales. Es más útil permitir respigar que invadir propiedades

ajenas.

Nuestros familiares ausentes no vienen por lo atractivos del programa de fiestas sino para reanu-

darse más sólidamente con las raíces que la emigración se empeña en romper, porque siguen sien-

do familia, no injertos extraños. Acaso quien no pise la iglesia si no es por entierro o bodas, se

sienta inclinado a escuchar la misa con sermón o, por lo menos, participar en la cabalgata con una

cesta de melocotones para San Lorenzo. Vestirse de, es decir, transformarse en, para transformar

la ciudad. ¿O viceversa? Muchos de los viejos elementos de la fiesta han fosilizado y han adquirido

rango de símbolos. La presión de la moda encerró en el arcón de la abuela el traje popular que vis-

tieron nuestros abuelos para la faena de cada día o el especial para determinados acontecimientos

familiares. Hoy el folclore los ha recuperado y los vestimos para festejar la fiesta aunque sea fuera

de contexto. Lo mismo sucede con el canto y el baile. Es frecuente ver hoy jóvenes encasquetados

en unos auriculares escuchando la última novedad musical, ajenos a la calle, para, llegando la fiesta

patronal, reincorporarse a la charanga y volver a cantar y bailar los cantos rituales de todos los

años, sintiéndonos todos miembros de la misma tribu.

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El arte de cantar es maravilloso, y parte de su genialidad radica en que llevamos al instru-

mento en nuestro cuerpo, así que el resultado obtenido por cada cantante es único, peculiar

e inigualable. El fin último reside en producir arte; el artista supera la técnica y no se concen-

tra en aspectos fisiológicos, sino en transmitir lo que siente con un estilo adecuado y en una

búsqueda continua de la belleza.

Pero seamos conscientes o no de ello, hayamos aprendido a cantar analizando los movimien-

tos de nuestro cuerpo o bien por imitación de grandes cantantes, usaremos una técnica vocal

que, si resulta adecuada, nos permitirá cantar sin hacernos daño en la garganta, sin fatigar-

nos, durante muchos años.

En primer lugar el canto es

un trabajo atlético.

Es muy necesaria una

adecuada forma física y el

desarrollo de un buen con-

trol respiratorio.

Entrenamientos como el

pilates nos ayudarán a te-

ner una adecuada postura.

Los hombros están relajados, hacia atrás y no deben subirse; el abdomen está liso, tonifica-

do, pero sin exceso de presión, como si fuéramos a lanzarnos a un piscina. A su vez, al can-

tar, abrimos la zona intercostal, el diafragma se amplía.

La jota, tanto su danza, como la jota cantada, ha sido muy utilizada y valorada dentro de la

música culta, y de forma particular en el género de la zarzuela, como vehículo perfecto de los

sentimientos de sus personajes, en títulos como “El trust de lo tenorios”, “La reja de la Dolo-

res”, “El dúo de la Africana”, “Gigantes y cabezudos”, “El ama”, “La Dolores”, “La Rosa del

Azafrán”, “El canastillo de fresas”, “Cádiz” o “La linda tapada”.

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En cualquier caso, si los cantadores de jota desean enfrentarse a romanzas de zarzuela, deberán

indagar en el uso de los resonadores superiores y del cuerpo para poder abordar con garantías los

amplios registros que nos encontramos en este tipo de partituras, siempre dentro del estilo perse-

guido.

Por otra parte, al cantar hacemos uso

de nuestros resonadores. Éstos nos

permiten amplificar el sonido y darle

diferentes cualidades sin fatigarnos.

La proyección en el resonador de más-

cara, alrededor de los ojos, y cuyo em-

pleo dominan los actores de teatro,

será imprescindible.

Además, el tratar de lanzar la voz a la

parte de la frente y de los ojos, nos

ayudará a concentrar nuestro pensa-

miento en transmitir y dar intención al

texto que estamos cantando.

En el canto lírico se hace también uso del resonador superior, que distingue a este tipo de canto

dando una cualidad a la voz diferente, denominada “voz cubierta”, que permite ampliar enorme-

mente el registro hacia los agudos sin perder la homogeneidad del sonido.

En el canto de la jota, se prefiere la emisión trabajada desde la máscara, más brillante, más metáli-

ca, y se utiliza el cuerpo para darle mayor cuerpo a la voz prescindiendo de los resonadores supe-

riores. La garganta no deberá sufrir tensiones en ningún caso.

Os animo a cantar, pues como dice el refrán “el que canta su mal espanta”, pero que vuestra pre-

tensión no sea la de cantar muy fuerte o muy agudo, sino siempre con el afán de querer transmitir

algo.

Así me contó que se lo aconsejaba la gran Camila Gracia, una talentosa alumna suya, y así nos ani-

maba la mezzosoprano Teresa Berganza en sus masterclases, “debéis ser primero artistas, antes que

cantantes”.

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LA MÚSICA NOS SALVA / Xavier Guell.

Xavier Güell es director de orquesta, productor

musical y autor de la música de la memoria.

El ruido, la furia de un mundo destemplado, egoís-

ta, no nos permite oír nuestra propia armonía inte-

rior.

Una armonía que está conectada con esa vibración de las esferas de la que hablaba Pitágoras, y que

emite un canto sereno, cálido, que proclama la reconciliación entre el pulso trágico que late inevita-

ble en todo ser humano y las fuerzas ocultas de la naturaleza.

Percibir esa música nos salva, nos proporciona el placer inmenso de sentirnos parte de algo mucho

más grande que nosotros mismos, en donde todo está concordado por una cadencia general.

Sólo un mundo más solidario, más consciente de la necesidad de buscar al otro, puede hacernos salir

de la crisis global en la que nos encontramos. Tenemos que saber que la historia se repite una y otra

vez con insistencia. Tenemos que ser conscientes de que siempre hemos superado dificultades pro-

fundas, con imaginación, con coraje. No podemos olvidar que el ser humano ha sido siempre valien-

te cuando las condiciones le sitúan en una encrucijada límite en donde no tiene más remedio que

decidir. Es entonces cuando, con un instinto infalible, es capaz de jugársela y tomar decisiones acer-

tadas. Percibirla nos permite formar parte de algo muy superior a nosotros mismos.

No estamos solos. Desde la unión encontraremos respuestas. Desde la defensa apasionada de la cul-

tura, la cultura como medio de fomentar la creatividad individual y colectiva, superaremos la actual

situación de estancamiento. La cultura es imprescindible en momentos difíciles y nunca como ahora

es más necesaria la unión del arte, la ciencia y el pensamiento. Pero debemos dejarnos inundar por la

música. La música es la palabra revelada, dirigida directamente al corazón de los seres humanos. Sa-

ber interpretarla es el gran reto que tenemos por delante. Si lo conseguimos, intuiremos de dónde

venimos y, lo que es más importante, hacia dónde vamos. La música, como bien sabía Schopen-

hauer, es lo único —junto con la comprensión global de la naturaleza, el arte y la religión— que pue-

de aplacar ese sufrimiento desesperado por no conocer el sentido de nuestra vida.

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Por primera vez, a los 58 años, he sentido la necesidad de escribir un libro. Un libro que enseña a

escuchar nuestro propio sonido interior a través de Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt,

Wagner y Mahler. Sus testimonios, susurrados en primera persona al oído de los lectores, van desgra-

nando el dolor de sus vidas, el gozo de sus sueños, la miseria de sus miedos, la insobornable lucha

por crear una obra inmortal.

Como músico necesito sentir el pálpito del ritmo. También en la literatura. Cada vez que concluía un

capítulo lo leía una y otra vez en voz alta, corrigiéndolo hasta conseguir que las palabras se acercaran

a la música.

Ese ha sido mi principal objetivo. Y nada me haría más feliz que este libro mostrase que la vibración

del mundo es el pálpito de la música y que podemos recorrer nuestras vidas abrazados como herma-

nos llevando su mensaje de amor y entrega a los demás.

Xavier Güell es director de orquesta, productor musical y autor de La música de la memoria.

MUCHO MAS ALLÁ /

Angeles Caso

Ángeles Caso es escritora e his-

toriadora del arte.

Mucho antes de hablar, los seres

humanos se pusieron a cantar.

Siempre he estado convencida

de que ésa fue nuestra evolución

lógica: primero, antes de nada,

cantar, hacer música, y sólo más

tarde, comunicarnos a través de

la palabra.

Parece que los estudios paleoantropológicos confirman esa creencia mía, y que la estructura ósea de

la garganta de nuestros antepasados más remotos fue en efecto más apta para lanzar notas al aire

que para emitir sonidos articulados en un tono monocorde.

Al fin y al cabo, la música está presente en la naturaleza desde el origen mismo del mundo. Melodía

y ritmo. Aparece en el canto de los pájaros, por supuesto, pero también en el murmullo del agua

sobre las piedras, en las gotas de lluvia cayendo sobre la tierra, en las hojas de los árboles movidas

por la brisa o el viento fuerte penetrando en una oquedad.

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Y luego está lo nuestro, lo propiamente humano, nuestra necesidad —visceral, creo— de expresar

las emociones más poderosas mediante esos sonidos misteriosos que nos salen de las tripas y que,

sin duda, se embellecieron gracias a la imitación de los sonidos del entorno. ¿No es normal —

hermosamente normal— ponerse a cantar o a generar toda clase de ritmos con las manos cuando la

caza ha sido buena, el aguacero benigno, el parto tranquilo? ¿No resulta imaginable que el descubri-

miento de la pérdida, el dolor ante la muerte de algún miembro del grupo, por ejemplo, hiciese que

a nuestros ancestros les naciera de dentro un canto fúnebre, una larga hilazón de sones quejumbro-

sos?. Toda cultura se acompaña de música. Nuestro raciocinio nos pide además intelectualizarla.

No existe, que yo sepa, ni una sola cultura que no acompañe sus grandes acontecimientos con ex-

presiones musicales. Ni un único ser humano que no guarde en su memoria una canción. Y no hay

ninguna música, ni siquiera la nacida en el lugar más remoto del mundo, que no pueda ser comparti-

da por el resto de la humanidad (a condición, claro está, de escucharla sin prejuicios).

Ese extraordinario regalo de los dioses es,

como dijo el romántico alemán E. T. A.

Hoffmann, “el más universal de los lengua-

jes”. Desde el ritmo desenfrenado de unos

percusionistas “salvajes” hasta la composi-

ción más compleja, dotada de una férrea

estructura matemática, la música nos sacude,

despierta nuestras sensaciones, provoca in-

cluso nuestros sentimientos más profundos.

Quizá debería bastarnos en sí misma, con su pureza y su radicalidad y su asombroso poder senso-

rial. Podríamos considerarla una manifestación indescriptible del espíritu, dejar la búsqueda de la

perfecta belleza abstracta a los compositores y los grandes intérpretes, y limitarnos los demás a dis-

frutarla, a acudir a ella para celebrar un amor o conjurar la soledad. Pero nuestras mentes racionales

y analíticas nos empujan siempre más allá: no nos parece suficiente gozarla, llorar o danzar con ella.

Necesitamos también comprenderla, desmenuzarla, intelectualizarla, traspasando la frontera mágica

e incomprensible de las sensaciones atávicas. Como siempre, qué curioso, sentimiento y razón indi-

solublemente unidos. El largo, largo y azaroso camino de la humanidad.

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Posiblemente la primera noticia que se tiene de una rondalla oscense aparezca en el año 1868. Se titulaba Banda de Música de la Casa de Misericordia. La dirigía Mariano Coronas, bisabuelo del últi-mo director de la banda de la Residencia Provincial de Niños, también Mariano Coronas. Este últi-mo Mariano recogió la batuta de manos de su padre, Mariano Coronas, en el año 1929, y la dirigió durante cuarenta y un años. La Banda de Música desapareció con la nueva orientación social de trasladar a los internos a pisos tutelados a comienzos del año 1985. El uniforme se componía de pantalón color crema y chaqueta azul con botones blancos. (Nueva España. 25 Marzo de 1950.)

Otra rondalla de pulso y púa se remonta a los últi-mos años del s XIX: Orquesta Rondalla Sertoria-na. Su director fue Florencio Pareja. De esta for-mación no se tiene más noticias. Según notas de Enrique Capella Sanagustín, hubo una rondalla a comienzo del s. XX que se llamaba La Montañesa sobre la que el periódico de Madrid, El Imparcial, en fecha imprecisa del año 1900, decía: Ente los conjuntos instrumentistas que durante este Carna-val tendrá ocasión de oír el público madrileño, estamos seguros de que llamará extremadamente la atención y obtendrá calurosos aplausos… la dirige José Bitrián y es su cantador Teodoro Sana-gustín (a) El Chino “ etc.

Otro diario madrileño, La Correspondencia, en el mismo año 1900, escribía esta crónica: “La Ron-dalla de Huesca llegó ayer luciendo el típico traje de su país, recorrió las calles… en su música vi-brante y sentida en sus cantos populares inimitables.. la dirige José Bitrián y la forman Pedro Bes-cós, Enrique Capella, Mariano Martínez, Manuel Grasa, Amado López, Ramón Vivas, Emilio La-farga, Pedro Montorio, Agustín Anro y Joaquín Andrés. El cantador se llama Teodoro Sanagustín (a) El Chino y es uno de los buenos cantadores que se han oído en Madrid”. Cuando empezaba la ronda, el Chino se excusaba: -. Paice que tengo un piazo de arpillera en la nuez. - ¿Quiés un goter d’agua de San Jilián p’a quitate as telarainas d’a gargamela? Era proverbial la aversión del Chino al agua. Y respondía cantando: Al agua la llaman epis/ y al vino, gusarapis./ En mi cuerpo no entra epis/ porque cría gusarapis.

Compañero de rondas del Chino fue Gabriel Oliván, padre del “Piojo”. Conjuntaban un dúo inse-parable. No hubo pareja que les pudiera mojar la oreja ni de lejos. Un ex soldado de la guerra car-lista, “Lereta”, jotero anterior en el tiempo al dúo anterior. Trabajaba de sol a sol p’a poder esgalli-nar a su numerosa prole. En las postrimerías del año 1903, andaba Lereta una miajeta esturdido porque uno de sus hijos, en reyerta dominguera, por motivos que no vienen al cuento, dejó fuera de combate a un amigo atizándole dos punchazos en la meliquera con una navaja comprada en La Miraveta. El juez lo mandó a la grillera con el consiguiente esperjuicio pues restaba ingresos a la mesa numerosa a la hora de comer. El 7 de septiembre del año 1903, S. M. el Rey Alfonso XIII visitaba Huesca. Se le ofreció una cena de gala. Lereta suplantó al cantador previamente asignado e improvisó esta jota: Un hijo tengo en la cárcel/ al otro me llevan soldad. / Cinco me quedan en casa/ así que estoy bien apañado.

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El Rey indagó el problema y pudo amnistiar al hijo del buen Lereta.

A comienzo del año 1903 Nicolás (a) el Fardero, y Narciso Arilla, formaban otro dúo imprescindible en la ronda de cual-quier fiesta de pueblo. Eran hijos del mo-mento histórico por lo que el problema de la pérdida de Cuba lo sentían así: ¡Qué las-tima de bandera/ con tan bonitos colores/ que se la lleven los yanquis/ siendo de los españoles.

Avanzamos hasta el año 1905. Enrique Capella Abadías, padre del famoso Enrique Capella Sanagustín, con baturro tesón, lo-graba conjuntar a un grupo de músicos de pulso y púa al que llamó “La Rondalla Os-cense”.

Huesca era una ciudad provinciana de 12.000 habitantes. El escenario del Gran Café de la Unión fue el trampolín que catapultó a la fama a este novel conjunto. Este establecimiento estaba regenta-do por los hermanos Chavala, en el lugar que luego ocupó el Restaurante Sauras.

Aquella pequeña aristocracia oscense se deleitaba con la música de moda: Fragmentos de El Conde de Luxemburgo; La Viuda Alegre; Campanones; El Anillo de Hierro; Caballería Rusticana… con partituras adaptadas a instrumentos de pulso y púa.

Hay que situarse mentalmente en estos años en los que no se habían inventado las fotocopiadoras. El tiempo empleado para trascribir cada partitura para cada uno de los componentes de la rondalla tenía que restar muchísimas horas a la familia y al trabajo para sacar adelante y con dignidad cada actuación… hasta el año 1910, cuando su director, Enrique Capella Abadías, dio una nueva orienta-ción a aquella Rondalla Oscense y fundó la “Rondalla Sertoriana”.

Fue una escuela a la que se apuntaron los mejores músicos de la ciudad de forma que en las fiestas del Pilar del año 1910, el industrial chocolatero, Joaquín Orús, de Huesca, subvencionó en el teatro Pignatelli, de Zaragoza, un Gran Concurso de Bandas y Rondallas.

El jurado estaba presidido por el Ilmo. Sr. Alcalde de Zaragoza y don Tomás Bretón, autor de La Verbena de la Paloma. La Rondalla Sertoriana tuvo que competir en campo ajeno con la acreditada Banda de Calavia, de Zaragoza. La Rondalla Sertoriana logró la Medalla de Oro y un diploma fir-mado por los componentes del jurado.

En el año 1916, presidía el Centro Aragonés en Barcelona don Pascual Sayos Cantín. En septiem-bre se inauguró la Casa de Aragón. Acudieron a la invitación las rondallas Pignatelli, Zamacois y Ca-lavia, desde Zaragoza. Y la Orquesta Sertoriana con sus cantantes “El Chino” y ”El Piojo”, desde Huesca.

Acudió la prensa de Barcelona para informar del acto. Del periódico EL Porvenir resumo la crónica de la efeméride: …si en lo oficial Huesca no pudo obtener el triunfo de una intervención oficial lo logró con creces alcanzando laureles que puede merecidamente apuntarse la Rondalla Sertoriana y nuestro convecino “El Chino”… haciendo repetir la fantasía de Gigantes y Cabezudos, admirable-mente interpretada por la rondalla del amigo Capella, coreada por la multitud con aplausos que no cesaron hasta que hicieron el bis los joteros El Chino y El Piojo.

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Durante las fiestas de Villanueva de Gállego, en septiembre del año 1917, se presentaba al concurso de jota el gran jotero Miguel Asso. Miguel Fleta, todavía curioso por la música, conocía la calidad artística de este jotero por lo que le visitó para reci-bir sus consejos. Quería participar en el concurso de jotas durante las Fiestas del Pilar de ese año en Zaragoza, en el Teatro Principal. Fleta fue supera-do por los joteros Domingo Martínez, de Épila y Romualdo Arana (a) el Sansón de Zuera. Fleta, es-poleado por el fracaso, se marchó a Barcelona.

En el Liceo le probaron la voz y supo sacar rédito a costa de un fracaso. (Heraldo de Aragón. 30 noviembre de 1997).

En el año 1924, el jotero de Almudévar, Navarro, divulgó esta jota que se hizo muy popular en la calle: Carcelero, si me muero, / no se lo digas a nadie/ que estoy cumpliendo condena/ por maltra-tar a mi madre.

Una “aficionada”, de momento, que entonaba aquella copla, era una moza, según Capella, con los ojos más negros que el buco de Claraco, una miajeta arguellada, la hija del siño León Gracia, mayo-ral de los danzantes y se llamaba Camila.

Camila Gracia, como la uña con la carne, con Gregoria Ciprés, elevaron el canto de la jota a la cate-goría de clásico. Impusieron un carácter más elegante, menos chillón, cuyas letras supieron transmi-tir con delicadeza femenina al auditorio. Contemporánea de ellas fue la jotera Dolores Izárbez. Otro día hablaremos sobre Camila Gracia. Hoy nos referimos a las bandas. En septiembre de 1928, don Jesús Asún consiguió agrupar una rondalla que representó a Huesca con motivo del homenaje que España dedicó al Presidente del Directorio Militar, Primo de Rivera. Los cantadores fueron Anto-nio Peris (a) Santalecina y el zaragozano José Oto. Este era mirado de reojo en Huesca porque to-das las letras de las coplas aludían al Ebro y al Pilar. - Sí, canta muy bien, pero… Los adoradores del terruño, que gustaban del humor somarda, le dedicaron a Oto esta copla: El Ebro crecido es sucio/ y la Isuela poco y claro./ Más vale poquico y güeno,/ morena, que mucho y malo.

Esta Rondalla Sertoriana perduró hasta el año 1929. Una de sus últimas actuaciones fue con motivo de la inauguración de la actual plaza de toros.

Otro jotero inolvidable fue Justo Oliván, hijo del siño Grabiel, antes mencionado. Justo tuvo una voz privilegiada. Si hubiera accedido a proposiciones de mayores vuelos, hubiera sobresalido en la escena española. En la primavera del año 1970 surge la Nueva Sertoriana, organizada por Jesús Montull y sus amigos Miguel Ballabriga, Agustín Auserón, Enrique Capella y Agustín Cuello. Su intención era resucitar aquella Rondalla Sertoriana fundada en el año 1910.

Entre los directores que la han dirigido hay que mencionar a Jesús Saiz; Santos Pueyo que la dirigió durante más de treinta años, hasta su fallecimiento; Félix Orduna, José Mª Clavería hasta llegar a su actual director, Mariano Mairal. (Diario del Alto Aragón. 30 mayo 2010). En 1985 se constituyó co-mo asociación. En sus vitrinas luce, entre otros reconocimientos, el primer premio de rondallas de pulso y púa, del año 1978, en un concurso organizado en Zaragoza.

BIBLIOGRAFÍA. Capella Sanagustín, Enrique. Notas mecanografiadas y cedidas generosamente por su hijo, Luis Adolfo Capella Rapún para la revista Pinceladas.

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AGRUPACIÓN MUSICAL IBERCAJA CASTILLO DE MONTEARAGÓN

Se inició en el año 2000 responsabilizándose de la batuta la experta mano de don Mariano Mairal.

Su objetivo principal consiste en solemnizar los actos que nuestro Espacio Ibercaja Castillo Monteara-gón celebra a lo largo del curso. Lo componen tres mandurrias, dos laúdes, cuatro guitarras, un acor-deón y un percusionista, además de un coro de voces graves.

El director propone las obras a interpretar más las aportadas por los miembros de la agrupación, en cuyo caso, el Sr. Mairal tiene que “arreglárselas” para re-componer una armonía que se adapte a estos instrumentos.

Los conciertos se preparan con esmero porque la competencia y el ideal de perfección estimulan el punto de honor de sus componentes y las pretensiones de su director.

El repertorio abarca toda clase de música popular: pasodobles, tangos, boleros…

En su historial figuran conciertos en Huesca capital y provincia, y en Zaragoza, actuaciones en fiestas de barrio…

Dos anécdotas de las muchas que les han ocurrido: - En un pueblo, de cuyo nombre no quiero acordarme, nos propusieron como jurado para decidir el ganador en un concurso de tortillas.

Pusimos equis en todas las casillas por-que todas estaban de chuparse los de-dos.

En el local social de otro pueblo, can-taba el coro y al fondo, separados por una cortina, cuatro fieles devotos de la baraja nos hacían la competencia can-tando las cuarenta en bastos, los arras-tres y las diez últimas.

De los conciertos con más repercusión cabe destacar el ejecutado el 15 de mayo de 2008, en el Patio de la Infanta, en Zaragoza, con motivo de la entrega de premios en el XIº Concurso Nacional de Rela-tos y Poesía para personas mayores.

La agrupación se mueve por la ilusión de sabernos útiles para alegrar al auditorio y satisfacción perso-nal de sabernos intérpretes para transmitir al auditorio lo que los autores quisieron decirnos en sus obras.

En este año celebramos el 15 aniversario de la fundación de la Agrupación. Satisfacción por el deber bien cumplido y un recuerdo emocionado para cuantos, por diferentes motivos, nos han dejado.

Lo nuestro es seguir mientras el cuerpo aguante.

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La indumentaria o vestimenta, es por definición la ropa que usamos en el día a día. En Aragón como en otras regiones de España, y por datos de que se dispone, esta vestimenta ha ido evolucionando.

A partir de los años 40 del siglo XX, y a medida que la renta disponible iba creciendo, las formas de vestir en la mayoría de nuestros pueblos fue cambiando de una manera radical y se fueron abandonando las ropas tradicionales.

No obstante, desde finales del siglo XIX, las generaciones más jóvenes ya incorporaban a su vestuario las nuevas modas de pantalones largos, gorras y boinas para los hombres, y después vestidos para las mujeres, de forma que se fueron dejando de lado las tradicionales sayas, que aun siguieron llevando durante algún tiempo la gente de más edad.

En la incorporación de las nuevas modas, y en lo que a Aragón se refiere, tuvo mucho que ver la proximidad a los grandes núcleos urbanos de Zaragoza, Huesca y Teruel., que fueron incorporando nuevos productos de la industria textil y que por algún tiempo acompañaron a los más rústicos tejidos artesana-les de lana y lino del medio rural.

De esa sociedad rural y tradicional del siglo XIX, se ha ido recogiendo información sobre las modas y costumbres, y sabemos de la estructura básica en los trajes y las prendas que los componían.

Estas estructuras en el vestido respondían a una serie de prendas y formas que seguían prácticamen-te la totalidad de la población, difiriendo muy poco de unas áreas a otras en el territorio aragonés.

Las mujeres vestían dos piezas separadas: las sayas y los cuer-pos. Cubrían las piernas con diversas faldas superpuestas que engrosaban las caderas realzando la forma esbelta del talle.

Como única prenda interior se usaba una larga camisa blanca de lienzo o algodón. Sobre ella varias enaguas de tela blanca. Y para abrigarse se colocaba encima el refajo, que solía estar adornado en el bajo con trencillas, apliques de fieltro o borda-dos. Solían ser de lana, pero también se confeccionaban en algodón, estameña, piqué, etc.

Las medias, normalmente eran de algodón o de lana, de color blanco, azul, negro o a rayas y llegaban hasta debajo de la rodi-lla, sujetándose con atapiernas, camaligas, que eran cordones o trenzaderas más o menos elaboradas que se confeccionaban ellas mismas.

Las sayas, eran de percal, lana, algodón , seda, ... dependiendo de la situación económica, época del año o faena que desempeñase la mujer que las llevara.

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La chambra, gabán, jubón y blusa se colocaban sobre la camisa, empleando telas de distintas calidades, en función del uso. Sobre estas se colocaba el mantón, mantoncillo, pañuelo, bobiné, toquilla o manto. Todas ellas servían de ornamen-to, pero también de abrigo. El peinado más común era el peinado hacia atrás y recogido en la nuca en forma de moño. Podía ser de rosca, picapor-te, trenzado, de rodete, etc. Por su parte, los hombres calzaban alpargatas de suela de esparto o abarcas. Como ropa interior usaban calcillas con peales, y además se colocaban las marinetas o zaragüelles de tela de algodón o hilo, con una camisa por encima de los mismos tejidos. En el traje de diario las calcillas eran de lana de colores variados, los peales, negros y las marinetas de algodón rayado, al igual que la camisa. El calzón, cerrado o abierto, se ajustaba más o menos a la pierna, según los lugares. Podía ser de paño, terciopelo, pana o raso. Llegaba hasta la rodilla y en ocasiones, debajo de ella. La chaqueta solía ser del mismo tejido que el calzón. En el caso del chaleco podía ser de los mis-mos tejidos que el calzón o la chaqueta, y también de brocado de seda o algodón. La blusa sustituía a la chaqueta durante el verano, en según que fiestas y en determinadas zonas de Aragón, era de algodón oscuro con estampaciones, a rayas, cuadros u otros. La faja era de lana, estambre o seda, según la faena, acontecimiento o época del año. Siempre por encima del chaleco. El pañuelo a la cabeza, era de merino, algodón, seda, con flores, rayas, cache-mir, etc. En los trajes de fiesta y de diario, las prendas se parecían, pero en las fiestas los materiales eran más ricos y se escogían las que estaban en mejores condiciones. Para completar el atuendo se podía utilizar una manta para cu-brirse, y en ceremonias u ocasiones especiales, se lucía como prenda de respeto el sombrero de ala ancha o el de Sástago, con ala corta, también llamado de medio queso. La capa aragonesa, que es más larga que la española, tendrá esclavina o no, depen-diendo de los recursos económicos del usuario. Éste artículo pretende dar unas pinceladas generales acerca del modo de vestir de nuestros antepasados, aunque siempre hay que tener en cuenta que la riqueza de nuestra indumentaria tra-dicional es inmensa, y que sus variantes van asociadas al clima, la situación geográfica, las influencias exteriores, la clase social, la edad y un sinfín de factores que hacen de estas prendas un legado de valor incalculable y una herencia que hemos de man-tener, cuidar y difundir.

Se suele confundir eficiencia con eficacia, dándoles el mismo sentido, pero la realidad es que existe una gran diferencia entre ser eficiente y ser eficaz.

La eficacia está asociada a conseguir a toda costa los objetivos en un proyecto. La eficiencia, a conseguirlos con el mayor ahorro de recursos posible, o bien a lograr mas objetivos con los mismos recursos.

Entre eficacia y eficiencia existe también una correspondencia unívoca. Mientras una persona efi-ciente se corresponde con una persona eficaz, la relación contraria no se da. Es decir el trabajador eficaz, no siempre es eficiente.

En física e ingeniería, es muy importante la eficiencia de un proceso, y esa eficiencia se conoce co-mo rendimiento. Es decir, la relación entre la energía útil y la energía invertida.

Si analizamos la eficiencia desde el punto de vista energético, observamos que en nuestra sociedad actual, el nivel de vida y el bienestar se consiguen con el consumo de grandes cantidades de energía . Hasta el punto de que se mide el grado de desarrollo de un país, midiendo los datos de consumo energético. A mayor grado de desarrollo, mayor consumo de energía.

La eficiencia energética en el siglo XXI, es uno de los grandes instrumentos que existen para cumplir con el reto de la sostenibilidad energética y la conservación del medio ambiente. No debemos perder de vista que los combustibles tradicionales como carbón, petróleo y gas se están extinguiendo y tie-nen fecha de caducidad.

El uso racional de la energía constituye una de las partes más importantes de las políticas socio-económicas de los países desarrollados y también de aquellos en vías de desarrollo, y que sufren la explotación de los primeros.

Se puede definir la eficiencia energética como aquellos usos de la energía, en la que se consiguen nuestros objetivos de con-fort y productividad con la menor cantidad posible de la mis-ma.

Este ahorro produce:

Beneficios ambientales. Por el menor impacto en el medio ambiente.

Beneficios económicos. Por el ahorro en las facturas energéticas.

Beneficios técnicos. Porque los procesos se hacen mas competitivos.

Resulta muy ilustrativo el dicho popular de matar moscas a cañonazos.

Puede ser muy eficaz, pero muy poco eficiente.

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En mis manos tengo, recordando tiempos pasados - en el desa-

rrollo de mi labor docente-, una enciclopedia “Álvarez”, segun-

do grado, de los años 60 del siglo pasado y, en su apartado

“Formación familiar y social”, leo, reflexiono y contrasto sobre

el título arriba indicado.

“Toda persona que trabaja tiene derecho al descanso, y los niños no hemos de ser una excepción;

después de cumplir nuestros deberes caseros y escolares, tenemos perfecto derecho a descansar.

Ahora bien, nosotros solemos descansar jugando, y el juego, aunque no lo parezca, es también

una fuente de provechosas enseñanzas. Por algo se ha dicho: “En la mesa y en el juego se conoce

al caballero”.

Todos nuestros juegos han de estar presididos por el mejor espíritu deportivo, queriendo esto

decir que hemos de practicarlos con honradez y sin violencias: nada de envidias, de afán de so-

bresalir o de ser los mandones, y nada tampoco de mostrar preferencias por unos u otros niños:

todos iguales.

Cuando nos toque ganar, debemos aceptar la victoria con alegría comedida y tener una palabra

cariñosa para los vencidos.

Cuando nos toque perder, aceptaremos la derrota con nobleza, no exteriorizaremos nuestro mal

humor, ni trataremos de buscar excusas para la misma.

El saber perder y el renunciar deportivamente a nuestros caprichos en los juegos, es un magnífico

medio para educar nuestra voluntad”.

Padres, por asociación de ideas y aprovechando alguna lección ocasional - entresacada de la vida

real-, les invito a que inviertan tiempo en la instrucción y educación de sus hijos.

En esta ocasión y tratando de corregir, comentando comportamientos, situaciones poco deporti-

vas, argumentos no faltarán, tanto por parte de los que forman parte del juego como de los es-

pectadores (…)

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Dándonos unos paseos por nuestra querida ciudad, vamos viendo los cambios y modificaciones que se han hecho, en calles, plazas, edificios ... todos, con unas mejoras ostensibles, pero a pesar de ello, los que tene-mos canas, se nos va la memoria hacia lo antiguo, por haberlo vivido de cerca y conservando recuerdos muy agradables de ayer.

Por eso, me ha llamado la atención, haciendo la comparación, el edificio de la Plaza de Zaragoza cu-yos bajos están ocupados por la GRANJA ANITA y que durante los años 1960-1990, tantos recuer-dos nos trae a todos los oscenses. En las fotografías podemos comparar las mejoras y bellezas del edificio de hoy al de ayer. Hagamos un poco de historia.

Como referencia mas antigua estuvo ubicado el Hotel de “La Unión” con esos miradores tan bonitos que como se aprecia en la siguiente fotografía, ya han desaparecido. Sobre los años1950 hubo un cambio total de acupación en el Edificio. En los bajos, estaba instalado el RESTAURANTE BAR “SAURAS”, que además de comidas, banquetes ,bodas etc., en las fechas más señaladas organizaba bailes sobre todo para Noche Vieja. Recuerdo que algunos años eran exclusivos para el Baloncesto UNION DEPORTIVA HUESCA, con entradas, naturalmente con invitación, y que intentábamos entrar, despistando al portero de turno.

En ese mismo BAR SAURAS, y durante todos los días del año, mejor dicho, noches, se organizaban partidas de barajas hasta muy altas horas de la madrugada. En la esquina estaba la Confitería “CIMARI”, muy visitada por la chavalería de la época. Volviendo la esquina estuvo durante bastan-tes años un bar que pertenecía al AERO-CLUB instalado en el primer piso. A continuación la FE-RRETERÍA LABAD cofundador con MUR de la Fábrica “LAMUSA” muchos años fue la empresa que más trabajadores tenía de Huesca. De esta fábrica hace años desaparecida, hoy en sus destartala-das y ruinosas instalaciones queda un foco de vida con la “Peña los Casaus” que han sabido dar ale-gría a un sector de edad mediana-alta, que de otra forma no hubieran tenido cabida en otras forma-ciones para las fiestas de San Lorenzo y otros muchos eventos que organizan.

Seguidamente estaba instalada la primera GRANJA ANITA, que por su originalidad y novedad en el tipo de servicio, de heladería y repostería que tanto éxito tuvo. Años más tarde sus dueños pasarían a ser propietarios de todo el edificio. Junto a este establecimiento, estaba el “pasadizo” del Fielato, donde se comprobaban los pesos de las mercan-cías que llevaban los vehículos y que era solicitado por Ley, y que hoy está situado el edificio de Telefónica.

En la primera planta, como hemos dicho anteriormente, estaba el AERO-CLUB, en aquellas fechas la entrada en dicho Club, era muy selectiva porque oficialmente se debía de tener una relación muy directa con el Campo de Aviación de Monflorite que por entonces tenía mucha vida por ser Escuela de Vuelos sin Motor motivo por el que tenían garantizado el número de asistentes con derecho a en-trar- Era club de tertulias, juego y lo que socialmente más llamaba la atención, bailes de “puesta de largo” de las Srtas de familias con arraigo en ese club.

En la segunda y tercer planta estuvo la PENSIÓN CHAURE, refugio de viajantes y turistas de la época.

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¿Sabría decirme cuántos fueron sus gastos el último més? ¿y en qué se lo gastó? ¿a pensado en hacer una “radiografía” de su “salud” económica? ¿y la de su patrimonio? Su comunidad de propietarios hace un presupuesto anual, ¿y usted, lo elabo-ra de su economía familiar? ¿Usted es de los que creen que la macroeconomía no afecta a su microeconomía?

¿Qué conoce de los tributos e impuestos? ¿Conoce las características de los productos en los cua-les tiene invertido sus ahorros? ¿Qué conoce sobre los seguros? ¿Su hipoteca tiene secretos para usted? ¿Conoce sus derechos como consumidor financiero?

Dar respuesta a éstas y otras preguntas, ¡y a más cuestiones! es el objetivo de estos talleres, que con un lenguaje sencillo y accesible se pretende explicar nociones básicas para manejar las finanzas domésticas, analizar la situación familiar, planificar nuestros ingresos y gastos, lo que debemos sa-ber para invirtir nuestro dinero, cómo ahorrar para la jubilación, pedir un préstamo, utilizar la ban-ca online…

La Obra Social de Ibercaja, dentro de las actividades previstas, y más concretamente en su Progra-ma de Finanzas Básicas, ha considerado conveniente ofrecer éstos talleres , cuyo objetivo es expo-ner las bases de una educación financiera clave para lograr la estabilidad económica familiar, fo-mentar el consumo responsable, la mejora del ahorro e inversión segura y favorecer el conocimien-to de las prácticas bancarias, así como las consecuencias derivadas de la contratación de los pro-ductos y servicios.

Los organizadores entienden que, para moverse con confianza y seguridad en un mercado cada día más complejo, es necesaria la información, formación y cultura financiera. Habiendo quedado muy satisfechos del resultado de esta iniciativa pionera en el campo de la educación financiera, a tenor del número de asistentes a los primeros talleres, y de lo manifestado por los mismos en las encues-tas realizadas al final de cada sesión formativa.

Considero, que existiendo talleres, charlas, cursos…para todo tipo de disciplinas y materias, ¿por qué no hacer unos talleres con píldoras formativas sobre este tema tan importante y fundamental, como es el control de nuestra economía? ¿Es exagerado decir que la crisis hubiera sido menos cri-sis, con una mayor educación financiera de la cuidadanía en general?

Van dirigidos a todas aquellas personas interesadas en gestionar su economía familiar, interesadas en controlar sus gastos, en definitiva que quieran aprender a autogestionarse financieramente, fa-miliarizarse con el lenguaje bancario y mejorar su cultura financiera.

En mi opinión “llevar el control de nuestro dinero, es el primer paso para organizar nues-tra vida”, muy conveniente nos conciencemos que es “importante aprender a construir nues-tra seguridad económica y financiera” y que es necesario enseñar el “valor del dinero a los niños” ¡y a los mayores! Y no olviden, que… ¡el dinero, ni se crea ni se destruye, solo cam-bia de manos! Administremos con responsabi-lidad el que llega a las nuestras.

TALLERES DE FINANZAS BÁSICAS

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Todo en esta vida es beneficioso. Hasta lo que al principio nos parece un engorro, una molestia, un

desatino. Y ahora, acudimos a la manoseada frase, que en muchas ocasiones es definitoria: “depende

del color del cristal con que se mira”. Esta viene a deshacer el supuesto entuerto de quien se siente

señalado con el dedo, sin darse cuenta, el que señala con el dedo índice, que al hacerlo, tiene tres de-

dos de su mano señalándole a él mismo, que podría traducirse como que existen tres motivos en el

señalador, que darían lugar a sus tres cosas que ocultar, advirtiéndole que mejor hubiera sido tener la

boca cerrada. Tal vez por aquello de “y aquel que esté libre de cosa mala, que tire la primera piedra” .

Viene todo esto al caso por un comentario que hacía un transeúnte a su paso por los remozados Co-

so y Porches de Galicia (antes de Vega y Armijo) al contemplar, probablemente con estupor, las

obras que se llevan a cabo en ambos Cosos, que son aquello de la modernidad, que también por la

necesidad, de sustituir las canalizaciones subterráneas existentes de antaño. Falta hacía, es evidente.

Todo es beneficioso, sobretodo cuando la obra supone, como decimos, una mejora. Pero aquel tran-

seúnte hacía muecas de disconformidad de la obra, o por quien había dispuesto, legalmente, a que se

llevara a cabo la misma. Y es que siempre hay quien está dispuesto a seguir como siempre, no dando

paso a la necesidad sugerida por el paso del tiempo.

De no ser así, aun veríamos pasar carros y carretas por dichas vías, y a aquel señor que iba con una

cuba tirada por una burreta, rociando de agua de pozo las calles de esta Osca romana de antaño, hoy

Huesca con todas sus letras y sus actuales gentes, o el circular del “Trun-trun”( coche mortuorio de

los pobres). Vehículos que también eran beneficiosos. ¡Qué remedio¡ Aún recuerdo aquellos Cosos,

con aquel adoquinado reluciente, y que en tiempos de los pasos de Semana Santa, y en especial de la

acción de los romanos con sus lanzas con terminaciones de hierro, que para mostrarnos su poderío,

su empaque, fuerza, y vistosidad, atizaban con furia visigoda contra el pacífico adoquinado, que

mostrando su queja soltaban unas chispas que hacían las delicias, primero de los pequeños, y des-

pués de los mayores. Todo era beneficioso, pues servía, de distracción a la chiquillería, absorta de

aquellos “garrampazos”, y recuerdos hoy, para sus acompañantes, que rememoraban esa misma es-

cena. Aun hoy día, aunque encima del asfalto, se recuerda aquella chispeante escena de los romanos,

comentando a sus descendientes tan atractiva circunstancia vivida cuando ellos aún todavía no pei-

naban canas.

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DA

ND

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-“¡Ha venido un profesor de gimnasia Italiano!”. Fue la comidilla de muchos días en los ambientes juveniles. Luego resultó que era Santanderino. Apareció en 1942 y Huesca fue para siempre su casa-

¿Para qué descubrirlo?. Todo el mundo se acuerda de él, pequeño de estatura, pero de complexión artética, su musculatura restaba poderosa debajo de la camisa. Impecable en su modo de vestir, garboso y airoso al caminar como si siempre estuviera desfilando.

Había sido pugilista, no sé si peso pluma ó mosca. Nos maravillaba cómo saltaba a la comba, capaz de montar un número de circo.

Yo creo, que toda la juventud deportista de muchos años, chicos como chicas, recibieron sus consejos, sus enseñanzas y su amistad. Personalmente recuerdo cuando entrenaba el “cross” y “medio fondo” con él. Éramos tres en la pista y a mi me estimulaba:

-¡Hala Andolz que tienes seguro el tercer puesto!

-Tuve la suerte de llegar el primero. Claro, que no participaba Antonio Turmo.

No se perdía ningún campamento. Preparaba, además, las que entonces se llamaban “Demostraciones” en el Frente de Juventudes, que eran exhibiciones de chicos y chicas, con ejercicios y evoluciones que resultaban espectáculos preciosos.

Solinís, ponía toda el alma en la organización, entrenamiento y puesta a punto, siempre le salían per-fectos. Por cierto que el día de la Demostración Oficial, al concluir con la ovación final de los especta-dores que rubricaba su éxito, se emocionaba de tal manera que se desmayaba y había que atenderlo.

-Ramón, ¿para qué son esos proyectos?

-Para la “cosa” de la banda.

Todas las consonantes salían fuertes de sus labios. Nos resultaban especialmente gráficos los diminu-tivos montañeses que nunca abandonó: una “toalluca”, un “trapuco” …

Ramonín era un sentimental. Se enternecía por todo. Agradecía cualquier muestra de cariño, cualquier “ratuco” de compañía.

En su vejez, desaparecía esporádicamente de nuestro paisaje: pasaba largas temporadas en el Monaste-rio de la Oliva en donde hacía vida de fraile y ayudaba a la Comunidad que le quería de veras. Le en-cantaba el canto gregoriano, la liturgia, la vida contemplativa.

Y sus recuerdos. En casa guardaba trofeos, copas, medallas, fotografías de su vida deportiva.

¡Y lo hueco que se sentía, dentro de su profunda humildad, cuando lo seleccionaban para ser portador en los relevos de la Antorcha Olímpica de Méjico y en las de Barcelona.

Sus amigos –infinitos- lo recordamos como un alma infantil. Huesca lo tiene como primero en el mundo del deporte.

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RA

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RAMÓN SOLINÍS CABARGA I Recordanzas de D. Rafael Andolz

* Recopilado y cedido por J.A. Villuendas

* Retranscrito por J. A. Villuendas

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Resulta muy complejo hablar del origen del baile de la jota. Para empezar porque muchos de los antropólogos,

etnógrafos, folkloristas reconocidos… no se ponen de acuerdo en precisar este asunto. No es fácil.

Por lo tanto me gustaría dejar constancia de algunas

consideraciones que sirvan de marco general para

después entender la evolución de nuestra jota baila-

da en la Comunidad Aragonesa. Se habla de oríge-

nes celtíberos, en unas danzas de carácter festivo,

las novenas, que tenían carácter de suplicas a los

dioses y de oración para los difuntos. Se habla de

etimologías latinas, griegas e incluso fenicias.

Se habla de una leyenda, la del Rey Muley Tarik del Reino de Valencia, llevado por su fanatismo religioso que se

enteró de que un Árabe de nombre Aben-Jot enardecía al pueblo con un canto y un baile que él había inventa-

do y de carácter esencialmente profano. Decretó contra él la expulsión del Reino de Valencia. Este árabe se re-

fugió en Calatayud, fue allí donde popularizó este estilo de canción y de baile. Los habitantes de Calatayud en

forma de homenaje de su creador el -árabe Aben-Jot, tomaron el nombre de Jota.

Y lo cierto es que la jota es un baile extendido por toda nuestra península, y también por las Islas. Que existen

variantes, características concretas dependiendo de la geografía, de la evolución particular… Pero estas jotas,

todas de ritmo ternario, con coplas cantadas, acompañadas de instrumentos de cuerda, incluso de viento (gaita,

dulzaina…) podemos encontrarlas en todo el panorama folklórico español. También es cierto que, tal como

entendemos ahora la jota bailada, vendría aproximadamente del s. XVIII, teniendo luego un auge en el XIX, y

pasando después por otras etapas diferenciadas en el s.XX.

Centrados en Aragón, podríamos hablar de la existencia de una jota más popular, que sería una variante del vals,

que seguro era un baile que formaba parte de fiestas y reuniones; que no tendría reglas estrictas como la jota

que ahora vemos en los escenarios. Al igual que en casi todas las poblaciones contaban con algún mozo que era

más avispado para rondar, y que otros eran más duchos con la música, seguro había alguna pareja que sabía

bailar jota. Y que muchos baile populares acababan con una jota, que más de uno se atrevía a bailar, con pasos

más o menos definidos y repetitivos. Pero la jota con nombre propio, con sucesión de pasos más ordenados y

concretos, con posiciones fijadas… podemos decir que es una variante más localizada. Las más conocidas son

las que provienen de la provincia de Teruel. Jotas de Calanda, de Albalate, de Alcañiz (las tres más importantes

y reconocidas como originales y antiguas). Estas jotas tienen detrás nombres concretos, como el de Teresa Sal-

vo, gran bailadora de Alcañiz; Zapater, bailador de Albalate; Gazulla, bailador de Calanda. Este último, que bor-

daba la jota de su pueblo, y que fue capaz de ganar el Certamen Oficial de Zaragoza, fue incapaz de aprender la

jota de Zaragoza para poder presentarse al premio extraordinario, porque él sólo bailaba bien la jota de su pue-

blo. En Zaragoza, se considera que existía su jota, más rápida, más bravía que la turolense. Y en Huesca, pode-

mos hablar de las jotas que se bailaban en muchos pueblos del Pirineo, al igual que se bailaban polcas, valses…

Jotas reposadas, sin estridencias, sobrias como su paisaje, bellas como su indumentaria. Ansó, Hecho, Aso de

Sobremonte… Pero en la zona llana de nuestra provincia no se conocía la jota tal como se conocía en Teruel o

en Zaragoza. Sin embrago podemos hablar de buenos y grandes rondadores, de dances y danzantes inmejora-

bles, de grandes músicos y de instrumentos tan esenciales como la gaita de boto. Pero de jotas bailadas, no se

conoce una trayectoria como las mencionadas anteriormente.

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¿Cómo llegamos en Huesca a la situación actual en referencia a la jota bailada? Una vez terminada la guerra civil, Zaragoza inicia la Escuela Municipal de Jota. Y muy pronto, algunas personas interesadas en Huesca, de-mandan formación a Zaragoza. Desde allí vienen a Huesca Mariano Cebollero y Teresa Esteban, que son los que imparten las primeras clases a los que después serían los nombres propios de nuestra jota bailada en Hues-ca: Ángeles Montori, los hermanos Carlos y Domingo Vidal, Pablo Luis Maza… entre otros.

Con esas lecciones y con mucho entusiasmo surgieron las jotas bailadas que ahora se consideran como tradi-cionales, pero que provienen de los primeros años de la década de los 50. Surgieron los grupos folklóricos, alampado de figuras ilustres de canto, como los Seral, Camila Gracia, Gregoria Ciprés y otras muchas. Coros y danzas de Educación y descanso, Grupo San Lorenzo, Agrupación folklórica Santa Cecilia… Y las jotas baila-das: la de Antillón, la de Montearagón… Más tarde, al calor del despertar autonómico, y a la multiplicación de escuelas de jota y grupos por toda la provincia, nacerían jotas como la de Huesca o la de Tardienta. Y de aque-llos primeros maestros, irían surgiendo muchos otros, los que serían piezas esenciales del engranaje que ahora disfrutamos y conocemos. Nombres como Vicente Galino, Julio Claver, Toño Cabestre, entre otros.

Esa falta de tradición en la jota bailada también ha hecho que durante muchas décadas no existieran parejas reconocidas como ganadores de concursos. La mecánica del baile en Huesca iba por otros derroteros. Pero sí que hay que reconocer que surgieron algunas de gran categoría, como la formada por Carlos Vidal y Ana Isabel Gómez, o los hermanos Navaridas. Ellos iniciaron un camino hacia los concursos que luego han continuado otras parejas, y otros nombres propios.

También cabe comentar que de aquellos primeros bailadores, fueron surgiendo escuelas y grupos que han dado como resultado un abanico extenso y prolífero en coreografías, creaciones y también estilos que identifican a esas escuelas y grupos. Algunos más arraigados a conservar los bailes tradicionales, a defenderlos y a preservar su pureza. Son el caso del grupo Santiago de Sabiñánigo, el grupo Altoaragón de Jaca, el corro de bailes de San Juan de Plan…

Otros grupos más centrados en ofrecer espectáculos con un amplio abanico de jotas de toda nuestra región, acompañadas de indumentaria apropiada y con un trabajo en música y canto muy preciso y meticuloso. Santa Cecilia, Estirpe de Aragonia, Roldán del altoargón, San Lorenzo, Elenco Aragonés…

No podemos olvidar a nuestra provincia. Trabajo extraordinario el de Alma Literana de Tamarite, que sigue guardando la esencia de la jota de la Escuela Municipal de Zaragoza, de las grandes bailadoras que fueron las hermanas Zapata, a través de Teresa Benabides.

El grupo La alegría de Monzón, con una historia dilatada de defensa de nuestra jota desde comienzo de los 50. Aires Monegrinos de Sariñena con más de 35 años de éxitos y trabajo que compagina tradición y espectáculo. La Peña Fragatina con el empeño de defender la jota en la zona más oriental de la provincia, poniendo énfasis en su indumentaria inigualable. Almudévar, grupo Uruel, Binéfar, Barbastro, Hecho, Albelda… entre otros grupos y escuelas que siguen enseñando a bailar la jota; que siguen defendiendo nuestras tradiciones.

Conclusión: En pocos años hemos asistido a un avance generalizado en todos los ámbitos. Y nuestra jota no se queda fuera de esta evolución. Unos se quedarán con la añoranza de los años pasados, intentando guardar nuestras identidades intactas al paso del tiempo.

Otros apuestan por la evolución, por la búsqueda de nuevos vértices que compongan el poliedro complejo de nuestro baile. El futuro nos desvelará en qué acaba todo esto.

Mi personal reflexión va relacionada con la pérdida inevitable pero dolorosa de esa jota popular bailada sin demasiadas re-glas ni encorsetamientos, sustituida por jotas de escenario y de exhibición, que aunque nos siguen identificando y nos conectan con nuestra pertenencia a una región y a un pueblo, no son accesibles y requieren preparación, condiciones y mo-tivación.

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Las aguas del río Gállego se deslizan suavemente desde las impo-nentes crestas calizas de Peña Foratata, en la cabecera del valle de Tena, para regar el frondoso y variado arbolado de las tierras del Reino de los Mallos hasta la presencia de los mallos de Agüero que, desde su posición vigilante, son testigos del abrazo en que se funden las aguas con el pueblo de Santa Eulalia de Gállego.

Una de las tres poblaciones, con Santa Eulalia de la Peña, y Santa Eulalia la Mayor, que tiene el privilegio de ostentar el nombre de la joven mártir de Mérida, una de las vírgenes más queridas y ve-neradas del santoral cristiano.

Santa Eulalia de Gállego, situada junto a la ribera del río, posee unas calles en cuestas desde las que se aprecia bellas e impresionantes vistas del río y todo su entorno, dominado por la amplia gama de tonalidades verdosas que dota a este espacio de un encanto especial.

El origen de este pueblo se remonta a la Edad Media, cuando aparecen documentados los prime-ros asentamientos de unos monjes procedentes de las Cinco Villas. Hay vestigios de algún asenta-miento anterior en la llamada Coroneta de Buenaluque con restos de construcción que se utiliza-ban para la vigilancia y defensa de la zona.

Como núcleo habitado, se documenta su pertenencia a la villa de Murillo de Gállego hasta su se-gregación que se produce en el s XIX. La separación y nueva andadura ilusiona a la población que sueña con mejorar el pueblo en todos los aspectos. Restauraron fachadas, prepararon zonas ajardi-nadas, espacios verdes, se anima a familiares y amigos para trasladarse a Santa Eulalia y visitar el pueblo. El progreso es notable llegando a alcanzar un aumento considerable de población. Los primeros años del siglo XIX es el período más floreciente. Sus escuelas albergaron cursos de 8 niños y de 82 niñas. Se edificaron algunas casas, la convivencia fue pacífica hasta 1912, cuando llegan noticias de Europa no muy halagüeñas.

Por Santa Eulalia corren rumores de un conflicto bélico, el ambiente se enrarece porque en el año 1914 se declara la Primera Guerra Mundial. La situación se vivía en la lejanía pero la tensión, in-certidumbre y temor pervivieron hasta el año 1918 con el final del conflicto. Se generó un respiro hondo en la vida de los pueblos. Había que continuar con la labor emprendida para el progreso del pueblo y así hasta la llegada de los años treinta. Ahora la inestabilidad se respira en España. Los desacuerdos entre partidos, gobernantes y ejército nos condujeron a la guerra civil de 1936-39 que dejo a España sumida en la más triste pobreza de la que había que escapar como fuera.

La reacción consistió en una emigración del campo hacia las grandes ciudades. Los pueblos se fue-ron vaciando, cantidad de ilusiones se rompieron, los proyectos se quedaron en proyectos huecos. Empezó un tímido retorno del personal ya jubilado al viejo pueblo con una cohorte de jóvenes bien preparados intelectualmente, con ideas y nuevos proyectos para desarrollarlos en la construc-ción de hoteles, casas, deportes de aventura acuática…

DE ERMITA A ERMITA

Santa Eulalia de Gállego │ CARMARU

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Visitar la ermita de Santa Eulalia, dis-tante unos cuatro kilómetros del pue-blo es un paseo agradable al cruzar el río por un puente de hierro. Ante no-sotros se extiende una postal de árboles desde las primeras curvas. Observamos unos viñedos bien cuidados, extensas zonas de olivos y almendros. Nos aco-gemos a la sombra de frondosos enci-nares y pinares.

Corona el monte una plaza amplia en la que destaca la ermita de Santa Quiteria, mártir milagrosa, abogada de la enfer-medad de la rabia.

La ermita presenta una planta rectangular de unos ocho metros de largo por unos cinco de ancho. Una edificación bien estructurada de piedra y arcos de medio punto. Las puertas, aleros y cantes de madera.

En el interior las paredes y arcos están cortados con piedra bien trabajada. Las vigas del techo son de madera oscura. El altar mayor está presidido por la imagen de la mártir Santa Quiteria.

Santa Quiteria es abogada contra la enfermedad de la rabia para las personas y animales, víctimas de esta patología. Se cuentan muchas curaciones milagrosas que aumentaron la devoción a la santa. De entre todos, destaca por su popularidad, según la tradición, el milagro de Samper de Calanda.

Dice así: Un pastorcillo de la villa de Samper padecía el mal venenoso de la rabia. Dominado por su desesperación por no poder convivir con sus vecinos de la villa, se retiró a un monte distante unas cuatro leguas de Samper. Allí, en la soledad, invocó con devoción y gran fe a la santa mártir Quiteria para quedar libre de la enfermedad de la rabia.

Se dignó la insigne virgen favorecer con tanta liberalidad que se le apareció sobre unas rocas que ha-bía en el montecillo, curándole del venenoso mal. El pastorcillo, al verse libre del agresivo mal, lloró de tanta alegría.

La noticia de la aparición de la virgen y la curación del pastorcillo se conoció inmediatamente en Samper. Los vecinos se desplazaron para comprobar las piedras donde se había posado la virgen. Observaron un manantial de agua que brotaba de entre las piedras.

Ante todos estos sucesos, la población tomó la decisión de levantar una ermita en este lugar. Se edi-ficó esta ermita. En la inauguración se congregó toda la villa al que se sumaron los pueblos vecinos.

La admiración y veneración de los casos hechos milagrosos había traspasado fronteras, llegando al corazón de los reinos de Aragón, Castilla, Navarra, Valencia y al condado de Cataluña.

Unos brotes de posible indicio de epidemia alertó a varios pueblos y desde todos los puntos de la

geografía se organizaron peregrinaciones para visitar a la virgen que a todos atendía y sanaba. Au-

mentó la fe y la devoción por tantas curaciones milagrosas.

BIBLIOGRAFÍA. Archivo Histórico Diocesano

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La ciencia, a pesar de sus progresos increíbles, no puede ni podrá nun-ca explicarlo todo... Las rayas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre un infinito mundo de misterio. Gregorio Marañón y Posadillo 1887/1960. Médico, humanista e historiador español.

También podríamos decir: ¿Dónde termina lo que nunca acaba?

Ya de niños aprendimos en la escuela: La línea recta está formada por una sucesión de puntos en una misma dirección, en sus dos sentidos. Viene del infinito y va al infinito.

Si desde pequeños empezásemos a contar 1, 2, 3, 4 etc., sin parar, aunque muriésemos de cien años, estaríamos del último número tan lejos como antes de haber empezado. ¿Por qué? Porque no hay fin.

Decía Blaise Pascal: “El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende”. No comprendemos pero - muchas personas -, albergamos la esperanza de un Ser superior, creador, omnisciente y omnipotente que es Dios. Todo lo crea, sacándolo de la nada. Él nos desvelará el misterio de nuestra existencia. Los creyentes confiamos y esperamos todo cuanto la Iglesia, maestra, nos dice y enseña. Rezando el Credo vayamos meditando, amando, confian-do y esperando con alegría.

Cantando la misa dominical en la parroquia de San Lorenzo, Huesca, y de esto hace más de cuarenta años, el pequeño coro que formábamos - una mujer y tres hombres, incluido el organista, - un motete apuntaba: “Una Voz me llama más allá, más allá, mucho más allá. ¿Más allá de la vida y la muerte? ¡Mucho más allá!

Sabemos que la Tierra tarda 24 horas para completar una vuelta en su movimiento diario de rotación, girando sobre un eje imaginario e inclinado 23º 5´. “Montados en un punto del ecuador”, recorremos 40.192 kilómetros en 24 horas, girando a 1.674, 66 km/h. Se lo comento, de niño, al Sr. Miguel, vecino de Seira , lo que el maestro don Nicolás nos ha enseñado (año 1949) y me dice: “Eso no es cierto, porque la puerta por donde has entrado no se ha movido y está en el mismo lado”. Sr. Miguel, le contesté: “Se mueve todo a la vez y por eso no nos damos cuenta”… Muchas perso-nas se cierran, dicen que no… y se acabó.

“Montados sobre un rayo de luz”, día y noche, a 300.000 kilómetros por segundo, daríamos, aproximadamente, ocho vueltas a la Tierra en un segundo. A esa velocidad - con un frenazo brusco de nuestro planeta -, saldríamos despedidos por la tangente y nos haríamos papilla. El hombre nunca alcanzará superar la velocidad de la luz. Si esto fuera posible, ganaríamos tiempo al tiempo, y podríamos retroceder y ver, por ejemplo, cómo estábamos paseando ayer.

Añadimos: Con el movimiento de traslación, alrededor del Sol. ¿Qué pasa?

Giro en torno del Sol, 365, 26 días. Viajamos a 107.000 km /h. ¡Eso no es nada comparado con la rotación galáctica, girando en una inmensidad de sistemas estelares… a 810.000 km/h!

Pienso: ¡Qué grandiosidad! Salvo error u omisión sigo apuntando datos. En el movimiento de traslación, la órbita tiene un perímetro de 930 millones de km con una distancia promedia al Sol de 150.000.000 km que se conoce como unidad astronómica. De esto se deduce que la Tierra se desplaza en el espacio exterior a una velocidad de 108.000 km/h o a 30 km/segundo en el plano de la eclíptica. El sol está a 27.000 años luz del centro de la galaxia, y tarda 200 millones de años en esa traslación.

Y la Vía Láctea está suelta en el espacio de expansión del Universo en rumbo de colisión con Andrómeda, a una veloci-dad de 230.000 km/h (actualmente 2,2 millones de años-luz de distancia). ¿Cómo?

Cifras, datos que aceptamos, pero que a una mayoría se nos escapan, nos desbordan y profundizando y profundizando el cerebro me marca descanso y así lo hago. Ya en tiempos una persona me dijo: “¡Como para acabar loco!”. Somos parte de un Universo, en evolución, de cambios constantes y nuestra existencia es una aventura.

Un puntito, nuestro planeta. En ese puntito estamos todos. Todas nuestras guerras, nuestros problemas, nuestra gran-deza, nuestra miseria, nuestra tecnología, nuestro arte, nuestros logros… Todas las civilizaciones, toda la fauna y la flora… Todas las razas… Todas las religiones… Todos los gobiernos, países y estados… Todo nuestro amor y nuestro odio… San Francisco de Asís dijo: “Todo parte de Dios y nada tiene sentido ni explicación sin Él”. ¡Dios mío, qué grande eres! ¡Señor, en Vos confío!

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El paso del tiempo fue perfeccionando el cuidado de

los animales, observándoles y, por analogía con los

humanos, se comenzaron a determinar las causas de

algunas enfermedades, las consecuencias de las mis-

mas, y los conocimientos obtenidos servían para in-

crementar el acervo cultural de la población.

Los animales, guiados por su instinto, consumían en ocasiones determinados tipos de hierbas que

les facilitaban la digestión, sin embargo evitaban otras que podrían resultarles tóxicas.

Horas de paciente observación condujeron a los pastores a adquirir unos conocimientos sobre

vegetales, uso del barro en la curación de heridas o úlceras en la piel, hasta que los brujos se die-

ron cuenta y reclamaron ese tipo de saber.

Llega un momento en que la figura del brujo aparece asociada a la de un animal que le sirve de

compañía y que éste relaciona con los ancestros de la tribu, de hecho es la representación de uno

de ellos que viene a darle consejo y a través del animal, es capaz de comunicarse con los espíritus.

El brujo se adorna con los atributos más destacados de los diferentes animales, mediante los cuales

dice que recibe las cualidades que representan. Así las plumas del águila le hacen volar muy alto y

gracias a la agudísima visión del ave, es capaz de observar lo oculto; las del búho le permiten ver en

la oscuridad; las garras de los felinos le proporcionan la fuerza y la agilidad.

Los colores con los que pinta su cuerpo y su rostro también poseen un profundo simbolismo: el

rojo, color de la sangre, le proporciona larga vida; el negro, que recuerda la noche, la oscuridad,

pero también todo lo malo que ésta esconde, le permite causar daño a sus enemigos, frecuente-

mente sin ser visto por confundirse con la negrura, también aprovechar esa invisibilidad para colar-

se en las chozas de sus vecinos y observar sus comportamientos, mientras que el blanco, que se

identifica con el día, con la luz del sol, le purifica y le hace digno de dirigirse a los dioses.

Conjunto de objetos utilizados por un brujo datoga en la realización de conjuros, entre ellos encontra-

mos raíces, piedras, huesos e incluso utensilios de hierro oxidado recogidos en plena naturaleza (restos

de antiguas expediciones). A estos objetos se les atribuye un poder que podrían perder si los toca otra

persona que no sea el propio brujo (foto del autor).

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Se inicia pues una etapa cargada de profunda simbología. Nada ocurre porque sí. La intervención del

brujo habría de propiciar una buena caza, una vida prolongada al jefe, fertilidad a los animales, pero

se va haciendo imprescindible su presencia y va aumentando su prestigio dentro de la tribu.

No obstante, también se constituye en un arma de dos filos. Si el brujo no es capaz de evitar las des-

gracias que se ciernen sobre la población, si no es capaz de evitar la muerte prematura de los anima-

les o de las personas, el pueblo interpreta que ha perdido el favor de los dioses y por tanto, le sacrifi-

ca a fin de calmarlos.

El nombramiento de un nuevo brujo, que puede proceder de la propia población o de otro lugar,

abre una nueva época, el animal tótem pasa a ser otro diferente por el que el nuevo brujo sienta una

determinada afinidad.

Algunas de las ceremonias cambian su estructura y en ocasiones toda la normativa del grupo ha de ser

revisada; se inicia una fase de renacimiento del pueblo y se trata de olvidar con la mayor rapidez todo

lo acontecido con anterioridad.

He comentado en el párrafo anterior la posibilidad de que el brujo pudiese llegar de un lugar lejano,

no era lo más frecuente, puesto que el papel del brujo solía ser hereditario, el primogénito del brujo

era preparado por su padre para ejercer la brujería y aprendía todo lo que éste fuese capaz de enseñar-

le, pero este proceso hereditario se producía cuando el traspaso de poderes era normal, es decir, cuan-

do se producía el fallecimiento de forma natural.

Cuando la causa de la muerte era la condena del pueblo y el correspondiente sacrificio, se solía que-

mar también a su hijo para que no llegase a desarrollar nunca la magia que su padre le enseñó y que

no obtuvo ningún resultado positivo.

El convencimiento de que la magia del padre no era agradable a los dioses, les impulsaba a no dejar

ningún recuerdo de esas intervenciones, y aunque ahora pueda parecernos una medida desproporcio-

nada, hay que tratar de introducirse en el pensamiento primitivo de estos individuos que atribuían to-

do lo que pasaba a fuerzas sobrenaturales, que en ningún momento podían estar en conflicto con

ellos, con su forma de vivir y con su forma de actuar.