4
9 SÁBADO 8 DE NOVIEMBRE DE 2014 CONTENIDO Crónicas del Olvido LOS ESCAFANDRISTAS ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- B ajo el mar, en el fondo del abismo, entre corales, me sorprende una escafandra. La que le faltaba a los buscado- res de perlas de Cubagua, vista y escrita por Enrique Bernardo Núñez. Esta vez los aventureros de las profundidades usan unas herramientas de las que carecían los indígenas que desde su po- dredumbre corporal observaba Pedro Cálice. Fedosy Santaella escuchó en Margarita, en el museo marino de la isla, la historia de unos buzos -siete en total, número cabalísti- co para una aventura en la que la Biblia tiene asomo- que se arries- garon a buscar madreperlas en el Mar Rojo, pero todo fue un enga- ño porque quien pagaba y finan- ciaba el negocio, un árabe de los tantos que pululan en la realidad y en la imaginación, quería en- contrar otra cosa. De esa historia nació Los escafandristas (bid & co. editor, Caracas 2014), una no- vela corta que cuenta la historia y deja correr la fantasía hasta límites donde lo surreal se confunde con una realidad en la que aparecen unos sujetos sacados de un relato escuchado en un espacio donde todo es posible y convertidos en referencias que hacen de esta obra de Santaella un mundo de ensueño, como afirma Carlos Sandoval. 2.- Marcelino Alfonzo es el jefe del grupo. Un tipo cerrado, en extre- mo celoso de su intimidad, quien tiene la facultad de ser rodeado por tiburones sin que éstos lo ataquen. Se trata de un sujeto al- rededor del cual se tejen muchas historias y leyendas propias de quienes han sido siempre fabula- dores, los margariteños. Salim Abouhamad es el perso- naje que arrastró a los siete buzos hasta aquel mar desconocido, muy lejos del acento dichara- chero de la Isla venezolana. Esta novela de Santaella entraña una historia donde la fantasía se en- reda con la realidad del lector y le produce desconcierto. Es una novela para fantasear desde una ficción/realidad que ha prepara- do el novelista que, como todo contador de historias ha trans- formado en metaficción. Es decir, Santaella nos ha preparado una emboscada como la que el árabe le preparó a los buzos, quienes creyeron que regresarían ricos a su isla caribeña. Como lectores terminamos creyendo que somos esos buzos en la medida en que sentimos el ahogo de la desesperanza, pero eso ocurre más adelante, en pleno Egipto, en Arabia Saudí, en el mar Rojo, en las intenciones perversas de quien se llevó a unos campesi- nos del mar y los hizo sumergirse en unas aguas extrañas donde no había perlas. En medio de tanta incerti- dumbre aparece un personaje, Alessandro Balsami, suerte de alter ego del narrador, aunque al- gunos sesgos pretendan hacerlo parecer al árabe. Siento que Bal- sami es un viajero del tiempo que trata de advertir a Alfonzo de las locuras sobrenaturales del árabe. O forma parte de la misma ambi- ción. En tal sentido, dejaría de ser cómplice del autor y se incorpora- ría a las peripecias de una ficción que nos arrastró hasta el desierto misterioso del fondo del mar. Los llamados hermanos de abismo de Marcelino comienzan a conspirar contra éste porque los ha hecho sumergirse varias veces y no han conseguido nada. Los buzos dudan de Marcelino: hasta los tiburones lo han abandonado. Mal signo para una leyenda. Claro, lo que buscan es un tesoro que va más allá de lo cercano a nuestra cotidianidad: el Arca de la Alian- za, el baúl bíblico, la llamada casa de la inmortalidad. Finalmente, todo termina en un fiasco. Pero eso no lo sabían sus compañeros: la traición asomó la cara. Los buzos se pelean con Mar- celino, aunque al final lo recono- cen inocente, porque también fue engañado por el árabe. Se quedan varados en un país lejano y allí trabajan de caleteros hasta que un día regresan a su tierra gracias ciertos esfuerzos diplo- máticos ejercidos por el italiano. 3.- ¿Qué es esta novela? ¿Un relato histórico, una fantasía, un diverti- mento? Sea lo que sea, se trata de una gran estafa, como debe ser. Y digo gran estafa en tanto que la literatura nos sumerge en las profundidades de eventos que re- sultan fallidos, porque la tragedia es eso, una gran estafa que nos somete, nos ata a nuestras creen- cias. Es una aventura en la que los personajes, engañados por la ambición o fanatismo de un suje- to, son sometidos a las más duras pruebas, a un engaño. El Arca de la Alianza, Adán y Eva, el errante Cagliostro, el Pres- te Juan, Lilith, esa especie de pri- mera mujer originaria, gran vien- tre de la humanidad. Todos esos sujetos referenciales conforman una febricitante revelación del autor: Fedosy Santaella nos pre- paró para entrar en una pesadilla de la cual hemos salido con mu- chas preguntas que, imaginamos, alguien nos responderá en algún lugar donde nos tropecemos con el árabe perdido o con la sombra de Balsami. Seguramente San- taella sonreirá al vernos, al sentir que su novela ha sido leída, ha sido deglutida, ha sido entendi- da como eso, como la novela que convierte al lector en un estafado, en un ilusionado, en un buscador de tesoros perdidos o producto de la imaginación de alguien que se mueve como pez en el agua o en las creencias que suelen ha- cernos más humanos. De manera que hemos sido unos lectores metidos en un traje de buzo ro- deados de tiburones. En todo caso, ha quedado en el fondo del mar el sudor de los buzos y hasta la impresión de al- guien que en un momento dado nos dará una sorpresa en cual- quier recodo marino. Bajo el mar los peces, los co- rales, los tiburones y los tesoros inencontrados seguirán siendo una atracción para el ser humano, para alguien sueña. Allá abajo, otro alguien está a la espera de que el misterio será develado. Indiana Jones podría ser la cara morena de Marcelino Alfon- zo ataviado con una escafandra, asistido por el viejo leproso Pedro Cálice. ¿Por qué no?

Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

Citation preview

Page 1: Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

9sábado 8 de noviembre de 2014 CONTENIDO

Crónicas del OlvidoLOS ESCAFANDRISTAS

ALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

B ajo el mar, en el fondo del abismo, entre corales, me sorprende una escafandra.

La que le faltaba a los buscado-res de perlas de Cubagua, vista y escrita por Enrique Bernardo Núñez. Esta vez los aventureros de las profundidades usan unas herramientas de las que carecían los indígenas que desde su po-dredumbre corporal observaba Pedro Cálice.

Fedosy Santaella escuchó en Margarita, en el museo marino de la isla, la historia de unos buzos -siete en total, número cabalísti-co para una aventura en la que la Biblia tiene asomo- que se arries-garon a buscar madreperlas en el Mar Rojo, pero todo fue un enga-ño porque quien pagaba y � nan-ciaba el negocio, un árabe de los tantos que pululan en la realidad y en la imaginación, quería en-contrar otra cosa. De esa historia nació Los escafandristas (bid & co. editor, Caracas 2014), una no-vela corta que cuenta la historia y deja correr la fantasía hasta límites donde lo surreal se confunde con una realidad en la que aparecen unos sujetos sacados de un relato escuchado en un espacio donde todo es posible y convertidos en referencias que hacen de esta obra de Santaella un mundo de ensueño, como a� rma Carlos Sandoval.

2.-Marcelino Alfonzo es el jefe del

grupo. Un tipo cerrado, en extre-mo celoso de su intimidad, quien tiene la facultad de ser rodeado por tiburones sin que éstos lo ataquen. Se trata de un sujeto al-rededor del cual se tejen muchas historias y leyendas propias de quienes han sido siempre fabula-dores, los margariteños.

Salim Abouhamad es el perso-naje que arrastró a los siete buzos hasta aquel mar desconocido,

muy lejos del acento dichara-chero de la Isla venezolana. Esta novela de Santaella entraña una historia donde la fantasía se en-reda con la realidad del lector y le produce desconcierto. Es una novela para fantasear desde una � cción/realidad que ha prepara-do el novelista que, como todo contador de historias ha trans-formado en meta� cción. Es decir, Santaella nos ha preparado una emboscada como la que el árabe le preparó a los buzos, quienes creyeron que regresarían ricos a su isla caribeña.

Como lectores terminamos creyendo que somos esos buzos en la medida en que sentimos el ahogo de la desesperanza, pero eso ocurre más adelante, en pleno Egipto, en Arabia Saudí, en el mar Rojo, en las intenciones perversas de quien se llevó a unos campesi-nos del mar y los hizo sumergirse

en unas aguas extrañas donde no había perlas.

En medio de tanta incerti-dumbre aparece un personaje, Alessandro Balsami, suerte de alter ego del narrador, aunque al-gunos sesgos pretendan hacerlo parecer al árabe. Siento que Bal-sami es un viajero del tiempo que trata de advertir a Alfonzo de las locuras sobrenaturales del árabe. O forma parte de la misma ambi-ción. En tal sentido, dejaría de ser cómplice del autor y se incorpora-ría a las peripecias de una � cción que nos arrastró hasta el desierto misterioso del fondo del mar.

Los llamados hermanos de abismo de Marcelino comienzan a conspirar contra éste porque los ha hecho sumergirse varias veces y no han conseguido nada. Los buzos dudan de Marcelino: hasta los tiburones lo han abandonado. Mal signo para una leyenda. Claro,

lo que buscan es un tesoro que va más allá de lo cercano a nuestra cotidianidad: el Arca de la Alian-za, el baúl bíblico, la llamada casa de la inmortalidad. Finalmente, todo termina en un � asco. Pero eso no lo sabían sus compañeros: la traición asomó la cara.

Los buzos se pelean con Mar-celino, aunque al � nal lo recono-cen inocente, porque también fue engañado por el árabe. Se quedan varados en un país lejano y allí trabajan de caleteros hasta que un día regresan a su tierra gracias ciertos esfuerzos diplo-máticos ejercidos por el italiano.

3.-¿Qué es esta novela? ¿Un relato

histórico, una fantasía, un diverti-mento? Sea lo que sea, se trata de una gran estafa, como debe ser. Y digo gran estafa en tanto que la literatura nos sumerge en las

profundidades de eventos que re-sultan fallidos, porque la tragedia es eso, una gran estafa que nos somete, nos ata a nuestras creen-cias. Es una aventura en la que los personajes, engañados por la ambición o fanatismo de un suje-to, son sometidos a las más duras pruebas, a un engaño.

El Arca de la Alianza, Adán y Eva, el errante Cagliostro, el Pres-te Juan, Lilith, esa especie de pri-mera mujer originaria, gran vien-tre de la humanidad. Todos esos sujetos referenciales conforman una febricitante revelación del autor: Fedosy Santaella nos pre-paró para entrar en una pesadilla de la cual hemos salido con mu-chas preguntas que, imaginamos, alguien nos responderá en algún lugar donde nos tropecemos con el árabe perdido o con la sombra de Balsami. Seguramente San-taella sonreirá al vernos, al sentir que su novela ha sido leída, ha sido deglutida, ha sido entendi-da como eso, como la novela que convierte al lector en un estafado, en un ilusionado, en un buscador de tesoros perdidos o producto de la imaginación de alguien que se mueve como pez en el agua o en las creencias que suelen ha-cernos más humanos. De manera que hemos sido unos lectores metidos en un traje de buzo ro-deados de tiburones.

En todo caso, ha quedado en el fondo del mar el sudor de los buzos y hasta la impresión de al-guien que en un momento dado nos dará una sorpresa en cual-quier recodo marino.

Bajo el mar los peces, los co-rales, los tiburones y los tesoros inencontrados seguirán siendo una atracción para el ser humano, para alguien sueña. Allá abajo, otro alguien está a la espera de que el misterio será develado.

Indiana Jones podría ser la cara morena de Marcelino Alfon-zo ataviado con una escafandra, asistido por el viejo leproso Pedro Cálice. ¿Por qué no?

Page 2: Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

10 sábado 8 de noviembre de 2014CONTENIDO

En Escritor en guerra, la com-pilación de sus cartas (1937-1943) y diarios (1940- 1942)

que publica ahora Debate, el autor de Rebelión en la granja usa cada línea para dialogar con el lector. George Orwell nunca escribe solo para sí mismo, jamás piensa que esté ejecutando un acto íntimo sin trascendencia pública. Al contrario, el autor empuña la pluma como si fuera una metralleta con la que de-fenderse frente a la posteridad, el juez implacable que vendrá a cali� -car su actitud frente al horror de los totalitarismos, la tragedia de la gue-rra y las mentiras de la propaganda. El resultado es un retrato de otro tiempo, vivido con pasión a través de los ideales, descrito con la pau-sa de las cartas (a veces aburridas, a veces deliciosas), y consumido sin comodidades: ni agua caliente, ni luz eléctrica, ni dinero, ni comi-da. Así malvivió este “izquierdista disidente” que línea a línea baila

agarrado a los fantasmas de sus contradicciones y mete al lector en un torbellino lleno de altibajos,

con momentos apasionantes e ins-tantes para la siesta. Lo normal en una personalidad poliédrica como la de Orwell, un tipo siempre al bor-de de la pobreza, experto en la cría de gallinas y la agricultura de sub-sistencia. Un idealista al que la vida coloca entre la espada y la pared con una enfermedad crónica que le impide disparar un solo tiro en la Segunda Gran Guerra: “Hay que morir luchando y tener la satisfac-ción de matar antes a alguien”, es-cribe decepcionado.

No es este un relato de los ho-rrores de la Segunda Guerra Mun-dial al estilo periodístico de la obra homónima de Vasili Grossman, ni una colección de fotos � jas con las que retratar la guerra civil española como el A sangre y fuego de Manuel Chaves Nogales. Irregular y a veces tedioso, sobre todo cuando descri-be la estancia terapéutica del autor en Marruecos, Escritor en guerra mezcla el agudo análisis de la alta política de la época, las penalidades de un escritor que junta letras con el único objetivo de alimentarse

y la escalofriante cotidianidad de la guerra, cuando las alarmas anti-aéreas acaban convirtiéndose en compañeras de sueños. Ahí, en el relato de sus vivencias en la Barce-lona de la Guerra Civil o en el Lon-dres asediado por los aviones nazis, se despliega el Orwell más incisivo, el Orwell más brillante, el Orwell que se paladea y disfruta. Uno que planea cómo contener una inva-sión alemana de Reino Unido. Uno que sale a todo correr de su casa, víctima de un incendio, y se sor-prende consigo mismo por acarrear las armas y no la máquina de escri-bir. Uno que observa cómo se racio-na la cerveza, que en los mercados hay tanta escasez como para que se vendan pescados de agua dulce o que las tiendas italianas de Londres cambian de nombre para no pagar las consecuencias de la guerra. En resumen, a Orwell el mundo le llega a provocar asco porque siente que está hecho por políticos de todo o nada y una mayoría de ciudada-nos de blanco o negro sin término medio. “Dentro de un año”, escribe

sobre la falta de opiniones críticas en los diarios, “veremos titulares así: ‘Bombardeado con éxito un or-fanato en Berlín. Niños abrasados’. No hemos llegado a tanto, todavía, pero vamos por buen camino”.

Cuanto mayores son las penu-rias, más a� lada es la mirada de ese hombre complejo que es Orwell, el policía imperialista de India, el gue-rrillero herido en la Guerra Civil, el propagandista de la BBC y el autor capaz de acudir al juicio de la pos-teridad denunciando lo que Nikita Kruschev no haría público hasta 15 años más tarde: “No se me ocurre un ejemplo mejor de la super� -cialidad moral y emotiva de nues-tro tiempo que el hecho de que ahora todos seamos más o menos pro-Stalin. El asesino repugnante está de momento de nuestro lado, de manera que las purgas, etcétera, se olvidan de repente”.

Con sus diarios, al revés que con sus cartas o las de su mujer, ocurre lo contrario. Permanecen en la me-moria como disparos de denuncia hechos con tinta y letras.

Orwell disparando con letras

Cortázar forastero

JUAN JOSÉ MATEO

ANDRÉS NEUMAN

Desconocido íntimoPor su impacto iniciático, suele

repetirse que Cortázar es un des-cubrimiento de adolescencia. Esta a� rmación, que contiene su dosis de injusticia, omite cuando menos otra realidad: hay sobre todo una manera adolescente de leer y recor-dar a Cortázar. Lo cual, de� nitiva-mente, no es culpa suya.

Su aproximación al vínculo en-tre escritura y vida, heredada del romanticismo pero también de las vanguardias, lo convierte en la cla-se de autor que genera una imagi-naria relación personal con sus lec-tores. Para bien y para mal, Cortázar es contagioso. Por eso quienes � n-gen desdeñarlo en realidad se es-tán defendiendo de él.

Dos fuerzas complementarias lo mantienen en un raro equilibrio emocional. Una fuerza centrífuga, el humor, que le permite distanciar-se de sí mismo; y otra centrípeta, la ternura, que provoca adhesión ínti-ma. Resultaría esnob subestimarlas.

Otras mecánicasLos cuentos fantásticos de Cor-

tázar han sido aislados en un canon restrictivo que tiende a traicionar la genuina variedad de su poética. Las piezas perfectas (uno de los epíte-tos más recurrentes en su prosa) al estilo de Continuidad de los parques, escritas durante los años cincuenta y sesenta, han eclipsado una ex-traordinaria periferia que, contradi-ciendo la opinión o� cial, incluye su

obra tardía. Pese a los sobreexplo-tados artefactos de inversión como Axolotl, muchos de sus cuentos memorables (La autopista del sur, Casa tomada) no condescienden al malabarismo estructural, ni con-cluyen en sorpresa. En otras pala-bras, la mayoría de los cuentos de Cortázar operan al margen de la simpli� cadora ecuación con que suele identi� carse su narrativa bre-ve, persiguiendo más bien lo que él alguna vez denominó “mecánicas no investigables”.

Un ejemplo de esas afueras es Queremos tanto a Glenda, del libro homónimo, legible como parábola de la reescritura, pero también de la censura autoritaria; se trata de un excelente cuento político, des-cargado de lastres pan� etarios. Y sobre todo Diario para un cuento, del postrero Deshoras. En este tex-to � nal y sin embargo fundacional, Cortázar declara su intención de es-cribir “todo lo que no es de veras el cuento”, los alrededores de lo narra-ble: el contorno de un género. Qui-zá por eso repita la frase “no tiene

nada que ver”, a modo de mantra digresivo. Para éxtasis del herme-neuta universitario, en este cuento se cita y traduce, acaso por primera vez en una obra de � cción latinoa-mericana, un fragmento de Derrida.

Experimento auto� ccional que se anticipa a actitudes literarias hoy percibidas como poscortazarianas, Diario para un cuento despliega una magistral re� exión sobre la histo-ria del estilo, sobre cómo afecta el tiempo a las maneras de contar. El narrador nombra varias veces a Bioy (cuyo centenario, aunque casi nadie parezca haberlo advertido, también se celebra este año) como alguien capaz de describir al per-sonaje “como yo sería incapaz de hacerlo”. Además de un homenaje, se trata del establecimiento de una frontera: el territorio en que se está aventurando Cortázar transgrede muchos códigos generacionales y estéticos. Esta última gran pieza, cuento y anticuento, decreta la se-nectud de una tradición que él mis-mo había encumbrado.

Amores dualesQuiroga tanteó una división de

su propia narrativa en cuentos de efecto y cuentos a puño limpio. Por anacrónicamente viril que hoy suene esta nomenclatura (casi tan-to como la lamentable distinción en Rayuela entre lectores macho y hembra), el matiz era pertinen-te: los textos de estructura clásica frente a los que salen sin brújula en busca de un impacto visceral. De manera análoga, resultaría factible agrupar los cuentos de Cortázar en función de dos conceptos mencio-

nados por el autor: aquellos con la milimétrica vocación de converger en un golpe � nal, en un knock-out; y aquellos otros con preferencia por la improvisación, a partir de un tema dado, es decir, por el take. En-tre estos últimos podrían incluirse epítomes como Carta a una seño-rita en París, El perseguidor, Historia de cronopios y famas, y títulos mu-cho menos transitados como Un tal Lucas.

Tampoco los personajes feme-ninos de Cortázar escapan a esta suerte de amor dual. A un lado pu-lulan diversas magas y � guras más o menos contagiadas por la nou-velle vague. Pienso en la Alana de Orientación de los gatos, atrozmen-te alabada como “una maravillosa estatua mutilada”, y cuyos encan-tos parecieran transcurrir “sin ella saberlo”, gracias a su becqueriano exégeta. Al otro lado sobresalen, por su capacidad de contradicción, retratos más complejos de perso-najes femeninos tradicionales. Así sucede con la madre de La salud de los enfermos o la prostituta de Dia-rio para un cuento, cuya foto apare-ce como inquietante (¿y acaso iró-nico?) marcapáginas de una novela de Onetti.

El tono y el túnelSiempre me ha intrigado el con-

� icto entre las imágenes populares de Cortázar y Borges y sus respecti-vos tonos como ensayistas. Borges suele ser considerado (sobre todo por quienes no lo han leído) un clási-co de sesuda seriedad. Pero su escri-tura, en particular la ensayística, está plagada de provocaciones, ironías

risueñas y bromas hilarantes. Cortá-zar es tenido por un autor lúdico, de esencial amenidad. Sus ensayos, sin embargo, mantienen una sorpren-dente corrección profesoral.

Tal es el caso de Teoría del túnel, cuyo arduo empeño en trascender la razón positivista y pensar históri-camente el surrealismo resulta cu-rioso, si consideramos que dichos objetivos son gozosamente alcan-zados en los relatos de Bestiario, escritos al mismo tiempo. Cuando Cortázar a� rma que la narrativa de ideas no existe, ya que “las ideas son elementos cientí� cos que se incor-poran a una narración cuyo motor es siempre de orden sentimental”, y que es preciso “hacer el lenguaje para cada situación”, uno no pue-de evitar pensar que a menudo sus cuentos con� rman lo que sus ensa-yos desdicen.

Algo parecido podría observarse sobre Imagen de John Keats, minu-ciosa indagación en el más grande poeta romántico en lengua inglesa, que habría dejado al angló� lo Bor-ges con ganas de diversión. Si bien en ese ensayo hay momentos aforís-ticos capaces de sintetizar al mismí-simo Funes: “Toda hoja es una lenta y minuciosa creación del árbol”. De mayor vivacidad, quizá por la urgen-cia de su pulso periodístico, resultan los textos recopilados en el volumen Argentina: años de alambradas cultu-rales, libro en el que Cortázar trabajó justo antes de morir y de fundamen-tal revisita para aquellos lectores in-teresados en sus ideas políticas, más matizadas y dialécticas de lo que a veces se ha querido difundir...

George Orwell visto por Sciammarella

Page 3: Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

23CONTENIDO

Víctor Bravo, el otro el mismo

JOSÉ NAPOLEÓN OROPEZA

Por la generosidad del Comité Organizador de la Feria Inter-nacional del Libro de la Uni-

versidad de Carabobo (FILIC), co-rrespondiente a su edición del año 20014, he sido invitado a pronun-ciar, unas breves palabras, en torno al ensayista y profesor universitario Víctor Bravo, nacido, él también, en-tre palabras, imágenes e hileras de libros, un 27 de septiembre de 1949 en Santa Bárbara, Estado Zulia, día e instante inmemorable y momento en que Apolo sobre hileras y nubes de libros, sonreía complacido aquel nacimiento, algunas de las páginas memorables, eternas, que escribiría, desde muy niño a quienes sus pa-dres, intuitivos, felices con el nombre escogido para el recién nacido reco-gían, las páginas y libros caídos entre las nubes: Magias y maravillas en el continente literario (1988); El secreto en geranio convertido (1988); Terro-res de un � n de milenio; El señor de los tristes y otros ensayos (2007) El Nacimiento del Lector (2008); libros de poemas y Leer el Mundo (Escri-tura, Lectura Y Experiencia Estética” (2009), texto que junto a Los Pode-res de la Ficción (1987, reeditado, luego, en 1993), resume y condensa toda la estética de vida que anima-ría el trabajo de poeta, docente, in-vestigador y animador cultural que desarrollaría nuestro homenajeado , fundamentalmente desde los espa-cios de la Universidad de los Andes, Mérida, desde los Núcleos de Valera y Trujillo y en la propia ciudad de Mé-rida desde la cual ha proyectado una inconmensurable labor de investi-gador de la literatura y de docente realmente brillante: en este momen-to, no hallo otra palabra para cali� car su gesta en ese sentido.

Conjuntamente con los también ilustres profesores de la Universi-dad de los Andes, el prominente poeta José Barroeta y los destaca-dos profesores Gregory Zambrano y Diómedes Cordero, ideó y orga-nizó, siempre trabajando en equipo, la histórica Bienal “Mariano Picón Salas”, capítulo excepcional en la celebración de simposios literarios que convertía a Mérida en el sitio donde nacía la poesía, la profunda discusión de memorables ponen-cias con invitados nacionales e in-ternacionales.

Víctor Bravo, Doctor en Letras Hispánicas, graduado en la Universi-dad Nacional Autónoma de México, desde sus días de estudiante, se con-virtió en el promotor de la investiga-ción literaria, de los encuentros y de los eventos donde se discutía, a alto nivel, las propuestas y hallazgos for-males de nuestros creadores. Siendo él mismo un creador prolí� co, un

investigador dedicado de corazón a compartir sus hallazgos e ideas; dueño además de una facilidad de comunicar sus profundos conoci-mientos sobre la poesía y la narrati-va se ha convertido en un invitado permanente a dictar cátedras sobre poetas españoles y sudamericanos y sobre la � losofía de los Movimientos Literarios, en las ciudades de Bue-nos Aires, México, Madrid, Paris, Se-villa y Salamanca.

Víctor Bravo, sin duda alguna una de las voces mayores del en-sayo escrito en nuestra Lengua, exhibe entre todos sus ensayos, un libro de hermoso y ambicioso títu-lo: Leer el Mundo, Escritura, Lectura y Experiencia Estética, que no sólo se constituye en toda su pericicia y sabiduría sobre el género, sino en un compendio sobre la escritura, la lectura como oralidad e imagen del mundo: el génesis de la forma-ción de ambas actividades a partir de la reinvención de cosa, de la ex-periencia de los hechos, pasando por el proceso del dibujo (o repre-sentación) de la cosa, los objetos, los hechos, hasta la constitución del alfabeto como armazón que, de una cultura a la otra, deviene en el escu-do común, en el arma compartida para de� nir y, al mismo tiempo, para rede� nir o reinterpretar el universo.

La tecnología de la lectura, su poder, va generando, paso a paso, en la capacidad del hombre para re-presentar, primeramente, su ámbito interior. Luego, la transformación maravillosa de lo divino en humano. Y de allí a la lectura del cuerpo, de la ciudad, de la región en la cual nos desenvolvemos y soñamos, hasta el logro de la magia que supone la escritura “propia”, la asumida como original, como reinvención del mun-do; punto de vista original sobre en un hecho, en un suceso, una inven-ción, como la que siempre supone el

dibujo o pintura de un niño quien, sin conocer de técnicas pictóricas o de punto de tensiones, los crea o los disuelve en una mancha.

De todos los ensayos escritos por Víctor Bravo, éste quizá, echa las ba-ses para todas sus propuestas, resu-midas en una docena de volúmenes de ensayos, en una novela que bajo el título de Dos vidas-Rafael Rangel y José Gregorio Hernández, editada en el año 2013 por Ediciones Sellos del Fuego, a la cual nos referiremos seguramente, en algún momento, cuando terminemos de escribir, al � -nal de estas páginas, porque, recién, la acabamos de recibir.

Quizá, (y en esto creemos no equivocarnos,) el gran proyecto de vida de este gran pensador del arte de la literatura, según se desprende de la lectura de sus obras, tanto para Víctor Bravo como para la intelec-tualidad del país y de América, ha signi� cado la aparición de la edito-rial El Otro el mismo, que, tomando como título el gran faro luminoso del gran escritor Jorge Luis Borges, se ha convertido en un gran sello editorial, conocido y estudiado fuera del país, por la selección acuciosa de sus títulos. Este sello editorial se que ha convertido y proyectado como un río en el cual se hayan represen-tadas las voces de gran raigambre en la literatura que se proyectan, desde nuestro continente, en la literatura de la contemporaneidad.

El otro el mismo: una fortaleza literaria

Quizá por ser un hombre forma-do académicamente en una Univer-sidad de gran raigambre, prestigio y, sobretodo, por una acrisolada fuen-te de diversas mentalidades que, históricamente, han convergido allí y por ser Víctor Bravo uno de los más grandes motores con los cuales ha

contado la Universidad de los An-des, para proyectarse, desde Mérida hasta todo el país y el continente. Pero, sobre todo, por ser un hombre dedicado exclusivamente a la inves-tigación y a la docencia universitaria, haya logrado Bravo fundar, animar y sostener una Editorial de la calidad que ostenta El otro el mismo y la ha mantenido durante décadas, como una institución, cuyo fondo editorial, nos habla, por sí sólo de su impor-tancia y trascendencia y, sobre todo, de la labor de un escritor que, ade-más de docente brillante, ha sabido acumular, durante años, una labor tanto para El otro el mismo como para la institución académica desde la cual nació y se proyecta: la Univer-sidad de los Andes.

Desde su creación, a � nales de la década de los años noventa, bajo la animación de las autoridades univer-sitarias de la Universidad de los An-des, de un grupo de destacados inte-lectuales entre los que se destacaba el Doctor Simón Alberto Consalvi, los profesores Gregory Zambrano, el profesor Diómedes Cordero, y los grandes poetas Ramón Palomares y José Barroeta, el novelista Salvador Garmendia entre otros, Víctor Bra-vo concentró todos sus esfuerzos creadores en lograr la creación que sirviera de apoyo a la docencia uni-versitaria y, sobre todo, también de estímulo al trabajo de los creadores venezolanos y del continente.

El otro el mismo nació y se man-tiene bajo la agrupación de las obras en tres géneros: Ensayo, Poesía y Narrativa, orientando las publica-ciones, fundamentalmente, en an-tologías de los escritores y en obras individuales que destacasen por su acabado formal. A continuación pre-sentamos, como un testimonio de la calidad y de la permanencia de las obras publicadas bajo el acierto de la escogencia, los nombres incluidos en ese prestigioso río. La perma-nencia de las obras y de los autores incluidos en el registro de El otro el mismo, constituye y lo testimonia para orgullo de la historia de nues-tra literatura y reconocimiento a Víctor Bravo, gestor de la empresa, lo valioso de su idea y, sobre todo, el esfuerzo para mantener la obra una vez iniciada.

Fundado el 15 de diciembre del año 2000, en medio de jornadas li-terarias que darían, posteriormente, inicio a los célebres Encuentros de Poetas y Escritores que reunía en la ciudad a los más célebres poetas, narradores e investigadores de la li-teratura nacional y latinoamericana, bajo la iniciativa de un equipo que lideraba el narrador Ednodio Quin-

tero, con el apoyo, entre otros pro-fesores de la ULA, del propio Víctor Bravo, de Gregory Zambrano y del Poeta José Barroeta, además de es-critores esparcidos por todo el con-tinente, y convertía a Mérida, en es-pecial a la Universidad de los Andes, en un vivo escenario de las letras y de las obras producidas en nuestros países.

Como señalábamos anteriormen-te, Víctor Bravo creó para El otro el mismo tres secciones que agruparían los géneros publicados por la Edi-torial. El primer libro publicado fue Libro de Navidad, publicación a la cual seguiría la novela Solitaria Soli-daria, de la escritora Laura Antillano, segundo libro del género narrativo y el ensayo La Patria y el Parricidio, del escritor Carlos Pacheco Rivas.

A continuación, presentamos a ustedes, el resultado de esta glorio-sa gesta de Víctor Bravo, desde la Universidad de los Andes, quien sin descuidar su propio trabajo crea-dor que incluye la crítica literaria, la poesía y quien, recientemente, nos ha sorprendido con la publicación de la novela Dos Vidas/Rafael Ran-gel Y José Gregorio Hernández, a la cual nos referiremos brevemente, más adelante, cuando abordamos su lectura al terminar de escribir estas páginas que asumo como un home-naje a este gran escritor, pensador del mundo de la � cción, gerente de eventos que supongan el encuen-tros de manos amigas y de menta-lidades consagradas a la labor del profesor universitario.

Si existe una lista en Venezuela de profesores, de hacedores univer-sitarios preocupados más que en la proyección de su obra en solitario, y no en el crecimiento de la institu-ción universitaria, sin duda alguna, ese profesor ya tiene nombre como cabeza de esa posible lista: se llama Víctor Bravo. El hombre que ha jun-tado voluntades desde Mérida y ha convertido a la Universidad de los Andes en una verdadera fortaleza de voluntades en torno a la institución. Y estamos seguros de que todos los autores incluidos en El otro el mis-mo quizá añadirían otros comenta-rios sobre su gestión. Pero, siempre, siempre, aplaudirían el momento en que, para toda la eternidad, el nombre de Víctor Bravo, será el de un gran escritor, de un profundo co-nocedor de los arti� cios del lenguaje literario. Pero, igualmente, así como lo pensó el gran Jorge Luis Borges El otro el mismo, todas las aguas de un río serán siempre las de ese río que sube y nos alcanza(…)

Las Eluvias III, amanece del día lunes 13 de octubre de 2014

Page 4: Suplemento Cultural Contenido 08-11-14

24 sábado 8 de noviembre de 2014CONTENIDO

Cien años del milagro Dylan Thomas

WINSTON MANRIQUE SABOGAL

Un escritor de poemas y cuentos. Un escritor de cuentos y poemas. De ver-

sos que parecen invocar la prosa, de prosa esparcida de versos. De una voz interior que busca ser oída para descubrir la música de las pa-labras. Ese era Dylan Thomas (Ga-les, 27 de octubre de 1914-Nueva York, 6 de noviembre de 1953). Donde nació y donde murió es el arco perfecto que traza la vida de lo que fue la trayectoria de un au-tor de provincia que se convirtió en estrella. Swansea... Swansea es el lugar donde nació y el mundo del que en realidad nunca salió. Y donde conmemoran su cente-nario con lecturas, exposiciones y nuevas ediciones de libros.

Si bien sus primeras narracio-nes pueden ser vistas como re-cargadas o barrocas y crípticas, las segundas son, en apariencia, más transparentes y directas. Pero todas proceden de un mun-do interior, a veces inquietante, a veces simbolista, a veces turbio, a veces obsceno, a veces diver-tido, a veces surrealista, a veces romántico, a veces distraído, a veces apesadumbrado, a veces seductor, a veces contemplativo, a veces inquieto y dudoso, muy dudoso, a veces infantil, a veces amante de la naturaleza, a veces creyente, a veces tierno y sexual, a veces rebelde, a veces acurrucado en la orfandad, a veces alegre, o todo a la vez. Y todo renovación. Dylan Thomas se asomaba a su mundo interior como en un pozo que sus ojos hacían cristalino con las palabras donde los lectores no solo ven ese mundo ajeno sino también el propio. El temblor del agua que los re� eja. ¿Metafísico, � losó� co, existencialista Thomas? La belleza y el hipnotismo del temblor del agua.

Como cualquier verso de Y la muerte no tendrá dominio, No en-tres dócilmente en la noche callada o este de La fuerza que por el verde tallo mueve a la � or:

“Los labios del tiempo sorben del manantial que nace.

El amor gotea y se reúne, pero la sangre caída

El poeta y narrador Dylan Thomas, durante una de sus grabaciones de radio para la BBC, durante los años de la posguerra.

calmará su dolor.Y estoy mudo para decir al

vientocómo el tiempo ha marcado un

cielo alrededor de las estrellas”.Septiembre de 1936 es una fe-

cha clave en su vida. Dos años an-tes se ha ido de su casa de Swan-sea, en Gales. Londres es ahora su hogar, allí vive con un amigo de su pueblo. Con 20 años (1934), se busca la vida como periodista freelance y poco tiempo después entra en el mundo de la literatura con la publicación de Dieciocho poemas. Su nombre empieza a sonar y sus versos a ir de boca en boca. Es con la publicación de Veinticinco poemas, en 1936, cuando la reputación y la fama le abren sus puertas.

¿Y los cuentos? Nadie los que-ría publicar. Pero él sabía que era cuentista. Que era un contador

nato de historias. Su voz que busca ser oída, escuchada, compartida. Sabía que era un narrador de epi-sodios breves convertidos en uni-versos autónomos con el don aña-dido de abrir la imaginación y la re� exión del lector. Debió recurrir a su ya joven nombre de gran poeta para que en su siguiente poema-rio, Verso y prosa, se incluyeran los seis relatos de El mapa del amor:

“—Aquí viven –dijo Sam Rib- las bestias de dos espaldas. —Se-ñaló su mapa del Amor, cuadrá-tula de mares, islas y continentes extraños con una selva oscura en cada extremo…”.

…Y la historia continúa. La gente los lee. Completa su felici-dad. Poeta Dylan, cuentista Tho-mas. A la par. Dos aproximaciones a su mundo que se complemen-tan, necesitan, como esa bestia de dos espaldas de la que habla

en El mapa del amor.Versos y prosas que piden ser

leídos en voz alta, que prome-ten que al hacerlo así ese mundo poético o narrado enriquecerá. Palabra, ritmo, candencia, música de palabras.

Evocar no es desandar. Recor-dar es caminar. De ese peregri-naje está hecha la literatura del autor que � rmó ese libro famoso titulado Retrato del artista cacho-rro, la pieza que faltaba a su ser personal y literario, al mostrar su lado más ¿divertido y cómico?

En 1952 escribe una nota para un volumen de sus poemas com-pletos que resulta clari� cadora: “Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por qué cumplía ciertos ritos, en un cír-culo de hongos, relacionados con la luna, para proteger sus rebaños, él contestó: ‘Sería un condenado

tonto si no lo hiciera’. Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones, están escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado ton-to si ello no fuera así”.

Muere con 39 años congregan-do ante sí lo popular y lo elitista. Guiones de radio y televisión, unos 450 poemas y una veintena de cuentos. Prosa y lírica. A cada paso caos, bohemia, borracheras, disgustos, apuros, amores, alu-cinaciones, lecturas, escándalos. Eso y más rodearon la vida de Dylan Thomas que ha inspirado a creadores de todas las artes. Ver-dad o mentira, todo es leyenda, y en su estela una de sus tantas frases, esta vez de un cuento, en la que está él y todos: “El hombre se enamoró del milagro, pero no pudo retenerlo a su lado y el mila-gro se fue de él”.