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Maracay, Sábado 2 de abril de 2011 Crónicas del Olvido Extranjero -ALBERTO HERNÁNDEZ- El recuerdo de mi padre es el de un enfermo que padecía de una herida / de Amfortas, un ´rey pescador´ cuya herida no quería curarse -el sufrir cristiano / para el que los alquimistas buscaban la panacea, el remedio. Y yo, como un Perceval / tonto, fui testigo en mi juventud de esta enfermedad y, como a Perceval, el habla me falló. (KARL JUNG, CITADO POR FRANCISCO RIVERA) 1.- No era yo de esta tierra, así regresa a las hojas de un libro, a su segundo libro, el poeta caraqueño Adalber Salas Her- nández. Y digo libro para de- cir también tierra de naci- miento o del morir, toda vez que se trata de una aventura en la que se juntan cuerpo y alma para expresar una patria que existe porque duele, una intemperie donde de madru- gada en madrugada/ voy arrastrando tu cadáver, // tu grito sedimentado, / tu hora imposible en todos los relo- jes…, al decir del padre, cons- tante que alberga esta confe- sión: yo llegué aquí/ el día que empecé a pronunciar mi cuerpo. Imagen en la que "él", quien escribe o quien desde "él" se expresa, ambula por estas páginas. Huérfano, nom- brado en su carne, esta voz ti- tula Extranjero (bid & co. editor, Caracas septiembre 2010), tomo en el que Salas Hernández -una vez más- asombra con su densa y sóli- da poesía. La perfecta plenitud, desta- cada por Francisco Rivera, en Entre el silencio y la pala- bra, habita en este trabajo de Adalber Salas. Es una lucha de contrarios: "el desesperante diálogo entre el silencio y la palabra…" He aquí que el poe- ta se somete a decir del padre pero también a borrarlo, ha- blar del signo hostil que me dejaste/ y que ahora reclama ser devuelto a la ceniza. Un poco antes, en su primer aje- treo poético, La arena, el vi- drio: Ascenso en tres mo- vimientos , nuestro autor escribió: Sólo al morir seré respuesta, y por esa vía, sin aspavientos, entra en la incer- tidumbre, en la patria y el pa- dre, o en la patria con el pa- dre, en una peregrinación ha- cia el vacío: referente simbólico, que nos enrostra lo que vemos, lo que sentimos: un mapa desleído, rayado, mutilado, multigrafia- do, en ruinas, un país, un tro- zo de espíritu, una psiquis aturdida. Estos "padres" po- drían negarse en tanto en cuanto la metáfora de ambos no se complemente. Es decir, podría especular que una es justificación para la existen- cia de la otra, pero que ade- más se contraponen hasta jun- tarse: leo/ buscando entre las líneas/ una luz/ que borre mis ojos. Y seguidamente: Padre, / arden todavía las piedras de tu nombre, // aquí, / sobre mis párpados cerrados . Los poemas, mellizos, se hacen uno desde la distancia que los separa. Pero sí, vuelvo a espe- cular, se analizan desde la ce- guera, desde la sombra del destierro. 2.- Una patria chica es revisi- tada por el autor. La voz en- claustrada en la casa, ¿una casa?: Camino de un cuarto a otro …Una casa en la que el personaje se permite ser casi nada, sujeto de castigo o in- tento de alejarse del dolor. Redención, sí, como destaca Rojas Guardia. La muerte, sibilina, anda en la boca de quien escribe. De quien calca bajo los pies el nombre del desterrado, el que llega o se va, el que se recono- ce en tierra ajena, en padre cuya carne también se reco- noce "en el envés del poema". En el texto, en el poema, está la patria fundada. Estas instancias, el padre, el tiempo abierto a temperatu- ras interiores, la muerte, el vacío, juegan el terco ajedrez de las palabras, en una suerte de reconocimiento, también despedida, ojos finales, patria y padre, borrosos. 3.- Todo ser humano, más si es poeta, ha sido extranjero en el paisaje. En un paisaje don- de el mismo sujeto es paisaje. En este caso, ausente. Por esa razón, Salas Hernández abor- da el poema desde una pérdi- da. Es decir, desde su propia presencia/ ausencia física y espiritual: no busco la reden- ción de mi cuerpo/ busco que mi cuerpo me redima. El cuerpo pasa a otro cuerpo en el espíritu. Transfigurado, es el padre y también su silencio, su sombra. La patria solar, la de la casa, se advierte en la voz despojada, revelada en todas las páginas de este poemario. Una lectura de símbolos, per- meable a la sinuosidad pese a su exactitud idiomática. (Este lector, impresionista y hasta suicida, alcanza a ver a un sujeto que se deshace de muchas palabras para alcan- zar un lugar impreciso. ¿Qué patria no está al borde del abismo? ¿Qué padre no se de- rrama con el hijo o se extra- vía sin éste en la tumba/ don- de desemboca tu sangre ex- hausta?) Que la noche de Gerbasi sir- va para esta lectura: Padre, hay un poema que pone fin a la noche, una insólita geometría verbal que recita nuestra sangre sin decirnos. Buscaré esos vocablos: sé que con ellos sembraste la tristeza fugitiva de mis pasos y diste forma a los pájaros que encienden sus ojos bajo mi lengua. Termina este viaje con un temblor. A la intemperie, el poeta que es Adalber Salas Hernández cierra este instan- te con éxito. Se trata de un li- bro que nos hace huérfanos, extranjeros, limitados en nuestras divagaciones y muertes. afuera en la calle sólo un árbol sostiene la noche… Entonces, quebrantado por esta afirmación, el poeta crea la constante de un clima en el que la figura del expatriado vive a la intemperie, esta oquedad fósil que podría ser la orfandad, que, como afirma Armando Rojas Guardia, es "Vivir desterrado de la propia patria psíquica y espiritual", lo que "constituye una conse- cuencia de la relación conflic- tiva con la figura paterna". Pero, ¿se trata de eso o de una figuración? El mismo Ro- jas Guardia aclara que "patria" significa "tierra del padre", lo que hace más conflictivo el poema. Así, Salas desata esta imagen: Padre, / no sé qué es esto/ que sorprende en mis manos/ las ruinas impares de tu sombra. El recado está bien dicho: hay dos muestras para diagnosticar la razón del tex- to. Un referente "real", inme- diato asociado con el padre biológico y, por extensión, un

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Edición del sábado 2 de Marzo del 2011

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Maracay, Sábado 2de abril de 2011

Crónicas del Olvido

Extranjero-ALBERTO HERNÁNDEZ-

El recuerdo de mi padre es el de un enfermo que padecía de unaherida / de Amfortas, un ́ rey pescador´ cuya herida no queríacurarse -el sufrir cristiano / para el que los alquimistas buscaban lapanacea, el remedio. Y yo, como un Perceval / tonto, fui testigo en mijuventud de esta enfermedad y, como a Perceval, el habla me falló.

(KARL JUNG, CITADO POR FRANCISCO RIVERA)

1.-No era yo de esta tierra, así

regresa a las hojas de un libro,a su segundo libro, el poetacaraqueño Adalber Salas Her-nández. Y digo libro para de-cir también tierra de naci-miento o del morir, toda vezque se trata de una aventuraen la que se juntan cuerpo yalma para expresar una patriaque existe porque duele, unaintemperie donde de madru-gada en madrugada/ voyarrastrando tu cadáver, // tugrito sedimentado, / tu horaimposible en todos los relo-jes…, al decir del padre, cons-tante que alberga esta confe-sión: yo llegué aquí/ el díaque empecé a pronunciar micuerpo. Imagen en la que "él",quien escribe o quien desde"él" se expresa, ambula porestas páginas. Huérfano, nom-brado en su carne, esta voz ti-tula Extranjero (bid & co.editor, Caracas septiembre2010), tomo en el que SalasHernández -una vez más-asombra con su densa y sóli-da poesía.

La perfecta plenitud, desta-cada por Francisco Rivera, enEntre el silencio y la pala-bra, habita en este trabajo deAdalber Salas. Es una lucha decontrarios: "el desesperantediálogo entre el silencio y lapalabra…" He aquí que el poe-ta se somete a decir del padrepero también a borrarlo, ha-blar del signo hostil que medejaste/ y que ahora reclamaser devuelto a la ceniza. Unpoco antes, en su primer aje-treo poético, La arena, el vi-drio: Ascenso en tres mo-vimientos, nuestro autorescribió: Sólo al morir serérespuesta, y por esa vía, sinaspavientos, entra en la incer-tidumbre, en la patria y el pa-dre, o en la patria con el pa-dre, en una peregrinación ha-cia el vacío:

referente simbólico, que nosenrostra lo que vemos, lo quesentimos: un mapa desleído,rayado, mutilado, multigrafia-do, en ruinas, un país, un tro-zo de espíritu, una psiquisaturdida. Estos "padres" po-drían negarse en tanto encuanto la metáfora de ambosno se complemente. Es decir,podría especular que una esjustificación para la existen-cia de la otra, pero que ade-más se contraponen hasta jun-tarse: leo/ buscando entre laslíneas/ una luz/ que borre misojos. Y seguidamente: Padre,/ arden todavía las piedras detu nombre, // aquí, / sobremis párpados cerrados. Lospoemas, mellizos, se hacenuno desde la distancia que lossepara. Pero sí, vuelvo a espe-cular, se analizan desde la ce-guera, desde la sombra deldestierro.

2.-Una patria chica es revisi-

tada por el autor. La voz en-claustrada en la casa, ¿unacasa?: Camino de un cuarto aotro…Una casa en la que elpersonaje se permite ser casinada, sujeto de castigo o in-tento de alejarse del dolor.Redención, sí, como destacaRojas Guardia.

La muerte, sibilina, anda enla boca de quien escribe. Dequien calca bajo los pies elnombre del desterrado, el quellega o se va, el que se recono-ce en tierra ajena, en padrecuya carne también se reco-noce "en el envés del poema".En el texto, en el poema, estála patria fundada.

Estas instancias, el padre, eltiempo abierto a temperatu-ras interiores, la muerte, elvacío, juegan el terco ajedrezde las palabras, en una suertede reconocimiento, tambiéndespedida, ojos finales, patriay padre, borrosos.

3.-Todo ser humano, más si es

poeta, ha sido extranjero en

el paisaje. En un paisaje don-de el mismo sujeto es paisaje.En este caso, ausente. Por esarazón, Salas Hernández abor-da el poema desde una pérdi-da. Es decir, desde su propiapresencia/ ausencia física yespiritual: no busco la reden-ción de mi cuerpo/ busco quemi cuerpo me redima.

El cuerpo pasa a otro cuerpoen el espíritu. Transfigurado, esel padre y también su silencio,su sombra. La patria solar, lade la casa, se advierte en la vozdespojada, revelada en todaslas páginas de este poemario.Una lectura de símbolos, per-meable a la sinuosidad pese asu exactitud idiomática.

(Este lector, impresionistay hasta suicida, alcanza a vera un sujeto que se deshace demuchas palabras para alcan-zar un lugar impreciso. ¿Quépatria no está al borde delabismo? ¿Qué padre no se de-rrama con el hijo o se extra-vía sin éste en la tumba/ don-de desemboca tu sangre ex-hausta?)

Que la noche de Gerbasi sir-va para esta lectura:

Padre,hay un poema que pone fina la noche,

una insólita geometría verbalque recita nuestra sangresin decirnos.

Buscaré esos vocablos:

sé que con ellos sembrastela tristeza fugitiva de mis pasos

y diste forma a los pájarosque encienden sus ojos bajomi lengua.

Termina este viaje con untemblor. A la intemperie, elpoeta que es Adalber SalasHernández cierra este instan-te con éxito. Se trata de un li-bro que nos hace huérfanos,extranjeros, limitados ennuestras divagaciones ymuertes.

afuera en la callesólo un árbol sostiene la noche…

Entonces, quebrantado poresta afirmación, el poeta creala constante de un clima en elque la figura del expatriadovive a la intemperie, estaoquedad fósil que podría serla orfandad, que, como afirmaArmando Rojas Guardia, es"Vivir desterrado de la propiapatria psíquica y espiritual", loque "constituye una conse-cuencia de la relación conflic-

tiva con la figura paterna".Pero, ¿se trata de eso o de

una figuración? El mismo Ro-jas Guardia aclara que "patria"significa "tierra del padre", loque hace más conflictivo elpoema. Así, Salas desata estaimagen: Padre, / no sé qué esesto/ que sorprende en mismanos/ las ruinas impares detu sombra. El recado está biendicho: hay dos muestras paradiagnosticar la razón del tex-to. Un referente "real", inme-diato asociado con el padrebiológico y, por extensión, un

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Contenido Maracay, Sábado 2 de abril de 201110

héroe póstumoGuillermo Meneses

-EDUARDO CASANOVA-

Hoy en día nadie duda deque Guillermo Mene-ses, Amitesarove, cara-

queño y relacionado familiar-mente con los parientes cer-canos de Simón Bolívar, fue ungran narrador, uno de los me-jores cultores del cuento enVenezuela y también un grannovelista. Pero en las décadasde 1960 y 1970, quizá pormezquindad, oí a más de unescritor importante calificar-lo como novelista de segunda,aun reconociéndole su condi-ción de muy buen cuentista.También fue autor teatral yensayista. Él mismo se quejóen una conversación, frente ala entrada de la TipografíaVargas, en donde hacían surevista CAL, de la falta de re-conocimiento de Venezuelahacia sus escritores, en com-paración con lo que ocurría enEuropa, o en Argentina o enMéxico o en Colombia o enPerú. Después de muerto sí seconvirtió en una referenciaimportantísima, en un nom-bre fundamental de la nove-lística y la cuentística venezo-lanas. Fue un fenómeno pare-cido al de José Antonio RamosSucre, que en vida era consi-derado un simple profesor deinglés que se decía poeta perono lo era, y después de muer-to se convirtió en uno de losdos o tres poetas más grandesde nuestro país. Y en amboscasos, en la revaloración deambos, tuvo mucho que verla Escuela de Letras de la Uni-versidad Central de Venezue-la, así como las otras escuelasde letras de las otras universi-dades, en donde se refugió laCrítica literaria después deque, a partir del final de la dé-cada de 1930, fue víctima dela corrupción petrolera. Lacrítica académica, valiente-mente enclaustrada en las ca-sas de estudios, se encargó dedar a ambos el reconocimien-to que merecían. Lamentable-mente ellos no pudieron en-terarse a tiempo. Sobre Gui-llermo Meneses, Domingo Mi-liani escribiría: Guillermo Me-neses (1911) estaba destinado,con el tiempo, a ser el más

contemporáneo e influyentenarrador del 28. Influyentesobre las promociones másactuales, etc. Esa opinión fuepremonitoria y se produjopoco antes de la muerte deMeneses, que fue varios añosdespués de que un accidentecerebrovascular lo apartaradel mundo activo. Había naci-do en Caracas el 15 de diciem-bre de 1911, y en 1928, a raízde los sucesos protagonizadospor los estudiantes en contrade la dictadura de Juan Vicen-te Gómez, se convirtió en elmás joven de todos los inte-grantes de la Generación del28, pues fue hecho preso cuan-do apenas tenía dieciséis años.A diferencia de los más desta-cados integrantes de la Gene-ración, no fue alumno de Ró-mulo Gallegos ni estudió en elLiceo Caracas. La primaria yel bachillerato los hizo en elColegio Chávez, el InstitutoSan Pablo y el Colegio San Ig-nacio. Luego de perder dosaños por estar preso, se gra-duó de abogado y Doctor enCiencias Políticas en 1936. En1930, cuando apneas habíarecuperado la libertad, empe-zó a escribir en la revista Éli-te, de la que llegó a ser jefe deredacción. Fue también jefe deredacción de la revista Sába-do, de Bogotá y redactor deldiario Ahora, de Caracas. Enla década de 1970 dirigió la re-vista CAL (Cine, Arte y Lite-ratura), en Caracas. Fue asiduocolaborador de varias publi-caciones, como el Papel Lite-rario de El Nacional y la Re-vista Nacional de Cultura.Literariamente se le conside-ra integrante de la Generaciónde Élite, la revista que dirigióCarlos Eduardo Frías. En 1938,con Campeones, recibió elPremio de Novela Élite, y en1943 su pieza teatral El mari-do de Nieves Mármol recibióel Premio Teatral de Caracas,en tanto que en 1953 obtuvo,con El falso cuaderno de Nar-ciso Espejo el Premio Arísti-des Rojas. También recibió elPremio Municipal de Literatu-ra, así como el Premio Nacio-nal de Literatura en 1967. Enpolítica fue más bien de dere-chas, recién graduado (1936-1937) fue Procurador Generaldel Estado Miranda, Juez de

Primera Instancia en lo Penalen Barcelona, Estado Anzoá-tegui entre 1937 y 1938 y Re-lator de la Corte Suprema delEstado Guárico de 1938 a1941. En 1948, luego del gol-pe militar que tumbó a Rómu-lo Gallegos y ya durante la dic-tadura militar cuyo hombrefuerte fue Marcos Pérez Jimé-nez, fue Primer Secretario dela Embajada de Venezuela enParís hasta 1953, cuando fuetrasladado con el mismo car-go a la Embajada de Venezue-la en Bruselas. En 1958, luegode la caída de Pérez Jiménez,regresó a Caracas. Su situa-ción en ese momento la des-cribió con maestría en el rela-to Cable cifrado, publicadopor la Asociación de Escrito-res de Venezuela en 1961. Araíz de la enfermedad y muer-te de Enrique Bernardo Núñezfue designado inicialmente Di-rector de la Crónica de Ca-racas y posteriormente Cro-nista de Caracas en propie-dad, cuando el Concejo Muni-cipal del Distrito Federal es-taba en manos de los uslaris-tas, que habían formado elFrente Nacional democrático,en el que Meneses participó.Se había casado con Sofía Im-ber, hija de emigrados rusos yhermana menor de Lya Imberde Coronil, la primera mujeren graduarse de médico enVenezuela y una de las per-sonalidades más nobles delpaís. Su divorcio, cuando So-fía, destacada periodista yactivista cultural, decidió se-pararse de él, le resultó trau-mático, y no mucho tiempodespués sufrió un serio ACV(Accidente Cerebro Vascu-lar) que le paralizó mediocuerpo y que el 29 de diciem-bre de 1978, poco después deque cumpliera sesenta y sie-te años, le causó la muerte enla isla de Margarita, a dondese había mudado. Uno de suscuentos más conocidos, Labalandra Isabel llegó esta tar-de fue llevado al cine en 1950,dirigida por el director argen-tino Carlos Hugo Christensen(1914-1999). En 1934 publi-có su primera novela, Can-ción de negros (La Nación,Caracas), que no se diferencia-ba mucho de lo que entoncesse estaba haciendo en Vene-

zuela. Su cuento, La balandraIsabel llegó esta tarde (Élite,Caracas, 1934), sí lo distinguióentre los cuentistas de su mo-mento. Luego apareció la no-vela Campeones (Élite, Cara-cas, 1934), que tampoco eraalgo muy diferente a lo que seproducía en el país, tal comoEl mestizo José Vargas (Nove-la), editada por Élite, en Cara-cas, en 1942. Un par de añosdespués se publicó como librosu obra teatral El marido deNieves Mármol (Élite, Caracas,1944). Y en 1952 sí dio un sal-to cualitativo importante conEl falso cuaderno de NarcisoEspejo (novela), publicada porNueva Cádiz, Caracas-Barcelo-na (España), una obra de sin-gular importancia que se ins-cribe en la literatura fantásticay refleja por primera vez lapresencia de importantes ymuy positivas influencias de laliteratura universal, especial-mente la europea, en Venezue-la. Ese mismo año. Fequet etBardier, en París, edita su ex-celente cuento La mano juntoal muro. Tres años después, sepublica su Antología del Cuen-to Venezolano (Ministerio deEducación, Caracas, 1955) yseis años más tarde da a cono-cer en Caracas Cable cifrado,que prefiere clasificar comoejercicio narrativo y es edita-do por la Asociación de Escri-tores de Venezuela. Un añomás tarde da a conocer otrade sus obras de alto vuelo, Lamisa de Arlequín (Novela),que sale con el sello del Ate-neo de Caracas (1962). Como

ensayista, en 1966 publicaCaracas en la novela venezo-lana (Fundación EugenioMendoza, Caracas. 1966). Apartir de entonces se reeditanvarias de sus obras y parecehaberse alejado del mundo dela creación. Su tragedia per-sonal había invadido del todosu vida, hasta que llegó a sufin. Y pronto empezó a versesu valoración, o, si se quiere,su revaloración, especialmen-te entre los jóvenes y los estu-diosos de la literatura, comoMiguel Gomes, que publicó losiguiente: "TRES 0 CUATROgrandes nombres ha produci-do la prosa de ficción en Ve-nezuela durante el siglo XX. Deellos quizá sólo dos han podidoejercer una influencia conside-rable en el cuento y la novelaque se desarrollan a partir delos años sesenta en el país. Merefiero, por supuesto, a JulioGarmendia y a Guillermo Me-neses. Podría afirmar sin temora exagerar que para los escri-tores jóvenes constituye casiun deber religioso y una obliga-ción moral familiarizarse con lasobras de ambos, como si de ellodependiese su filiación a unaverdadera narrativa nacionalo al menos a lo más represen-tativo y valioso que ésta haproducido en los últimos tiem-pos." Es una opinión muy va-liosa y decidora, aunque unpoco exagerada (al limitar atres o cuatro los modelos). Yno sé si su autor se dio cuentade que los dos que mencionafueron, ambos, cultores de laliteratura fantástica.

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Maracay, Sábado 2 de abril de 2011 Contenido 31

Armando Rojas GuardiaEl traspatio de

-LUIS MORENOVILLAMEDIANA-

Apelar a la inversión sintáctica puede favorecer la recepción del libro

más reciente de Armando Ro-jas Guardia. Así, lo que ahoraleemos en la portada, Patria yotros poemas (Caracas: Equi-noccio/Universidad SimónBolívar, 2008), aparecería deun modo distinto: Otros poe-mas y Patria. El cambio de én-fasis vendría a iluminar unapráctica poética cuya mayorvirtud está más bien en lamuestra del arrière-pays, deltraspatio-menos colectivo ohistórico-de la sensualidad, lalocura o la mística. La mismadistribución de los textos enel libro apoyan la proposición:"Patria" es justamente la facha-da, con su representación deun sentido nacional más emo-cionado e insondable, es ver-dad, pero no libre del todo deuna débil urgencia; desde esepunto seguimos hasta termi-nar en la terrible, enternece-dora, necesaria, osada, míti-ca defensa del proscrito quecierra el poemario, con "Ladesnudez del loco". Variar esadirección de lectura implicatransgredir la tácita acepta-ción de un país con menos per-plejidades que la provinciaopaca de los desterrados. Elmovimiento, en fin, sería sen-timental, simbólico, preciso:instalaría a Rojas Guardia enla tradición ascética de lostontos sagrados (??? ????????????, dia Kristón salós), no lade los sediciosos que airean sutedio en la corte (de MarcusValerius Martialis o ErnestoCardenal le falta a Rojas Guar-dia la profusión irónica).

Ese poema inicial marcauna distancia con las glosasheroicas del siglo diecinuevey el veintiuno; la diferenciapromueve la idea de una na-ción quebrada por ilusas po-tencias redentoras, que inva-riablemente concluyen en unaapócrifa grandeza: "esos sue-ños opulentos de la historia/que son más bien su horror,su pesadilla" (p. 14). En otros

tiempos, la patria era la ilusiónde otras generaciones, contoda la pureza de lo que per-manece latente o postergado:

Alguna vez amamos, o dijimos amar,la terquedad sombría de tu fuerza.La voz del padre enronquecíaal evocar calabozos, muchedumbres,hombres desnudos vadeando el pantano,llanto de mujer, un hijoy más arriba (¿dónde arriba?)el trapo contumaz de una bandera(p. 13)

A su manera, esas imágenesretienen el altruismo de unalucha política que se conside-raba legítima, en procura deuna liberación sin dividendos.La sugerencia de tal despren-dimiento, la conciencia de esecompromiso, guarda algo dela obra primera de AntonioArráiz; aun el ritmo de los ver-sos y el vocabulario tienenmás en común con Áspero(1924), digamos, que con losotros libros de Armando Ro-jas Guardia. Esa comparaciónno busca ni difamarlo ni em-pequeñecerlo; sólo señalo untema y unos gestos verbalesque parecen impuestos por elcálculo y la preocupación.Probablemente a ellos se debacierto descoyuntamiento deltexto, que se debate entre lamemoria, la descripción de unorden pervertido, la repri-menda y la posible esperanza,sin reunirlas en un acto ver-bal de conmoción. Unas cuan-

tas expresiones sobrevivende un estupor antiguo, comoel de Arráiz, justamente:

Ahora que te conoces vil,prostibularia,porque tanta voluntad ecuestrese apeó bajo el sol a regateary el héroe mercadeó con su broncey el oro solemne del sarcófagoadornó dentaduras, fijó réditos,y no hay toga ni charretera ni sotanaque te oculten cuadrúpeda, obsequiosapor treinta monedas ancestrales,yo me atrevo a cubrir tu desnudez(p. 14).

La alusión evangélica deesas líneas, y alguna posterior,no consigue cambiar la admo-nición en apólogo; es, máspropiamente, un sintagma en-cerrado en el aturdimiento deuna realidad deshecha, sinmayores misterios; es, en de-finitiva, parte del inventariode una interpretación más li-teral que anagógica, y por esomás cerca del lado documen-tal de Yo que supe de la viejaherida (1985) que de la pro-fundidad anímica de Poemasde Quebrada de la Virgen(1985) o Hacia la noche viva(1988).

Las feísimas ilustracionesde ese poema y de todo el libroredundantemente buscan re-sarcir la literalidad, y con ellorecargan los impulsos más rea-listas de "Patria". De hecho, elapego a la fuente bibliográficaresulta exasperante: a la men-

ción de unos pies se le adjuntael dibujo de unos pies; un cala-bozo tiene como apostilla uncalabozo; a la cercanía de unosversos: "Nazco a la fe cadahora" y "allí empiezo a ser la feperseverante/que sabe a panelemental", Karina Wesolows-ki responde con el dibujo deuna monja que sostiene unosrelojes y unos panes. La fatali-dad gráfica es decididamentedecimonónica, y está ademástraspasada por los trazos en-tre apurados y patéticos de unamancheta periodística.

A Rojas Guardia le convie-ne y le interesa más la infrac-ción. A partir del tercer texto,"La pasión de la luz", Patria yotros poemas adquiere la fir-meza que asociamos con elnombre del autor. Eso signifi-ca que dejamos a un lado "Re-tén policial", igualmente cir-cunstancial e intranquilo, apesar del sustrato bíblico,también. En él, como en "Pa-tria", hay un adelanto de la fi-gura del relegado, pero habráque esperar hasta despuéspara ver cómo la poética deArmando Rojas Guardia avan-za sobre los fundamentos delsacro desvarío, como se ve en"La desnudez del loco". La en-fermedad es la que lleva a"trastocar los hábitos", de allíque entre aquellos poemas deconciencia colectiva y las cua-tro secciones del escrito finalmedien diversas revelaciones:la aproximación a lo real en"Hoy", "Las cosas" y "La visión",por ejemplo, tiene mucho delsacudimiento del Rilke deNeue Gedichte (Nuevos poe-mas, 1907-1908):

Se acercan por mis ojos a sentirtelos objetos, Señor, que no se han idocuando parece duro conseguirte.

El mundo te saluda bienvenidopues ataja tu voz al despedirtepara oírla en mi cuerpo agradecido("Hoy", p. 24).

La relación con lo divinoque ahí se trasluce está ancla-da en la materialidad del mun-do, pero de allí se eleva al cie-lo sin olvidarse de ese fondea-dero inaugural: vincula, con-templativamente, la letra y el

espíritu, en abierto conflictocon la escisión paulina. Es par-te de la heterodoxia que lue-go Rojas Guardia desarrolla, apartir de la imagen de los en-fermos obligados en el sana-torio a bañarse juntos, conagua fría, en un horario fijo:

Nosotros, desnudos, en el baño-el baño era el resumen convergentede toda nuestra vida en esa casa-y el muchacho desnudo en su prisiónéramos y aún somos aquel hombreque Marcos infiltra, subrepticio,en el Getsemaní de entonces y deahora (p. 59).

La desnudez, heredada deun loco iluminado por la fe enJesucristo, tiene en este mo-mento la carga mítica que enotro lugar del libro no pudocondensarse. Tiene, asimismo,el valor de un símbolo poéti-co: esa privación se asocia conla sabiduría relegada, confun-dida con el delirio patológico,institucional. Es, indudable-mente, un "ardor mental" conatributos metafísicos,

(…) que lo llevabaa exponerse al peligro, a trastocarlos hábitos-incluso el de vestirsecomo todos-,a autoexiliarse del lugar comúndel que la razón colectiva sealimentapara entregarse-únicamente con susábana-al subterráneo, rebelde axioma delProscrito,a la réproba lógica del envés, lacara ocultade lo real visto y vivido a la inversa,a contrapelo (p. 60).

La enumeración deja ver undetallado diseño del oficio li-terario de Armando RojasGuardia, centrado en la con-travención del artificio verbal,la denuncia política, la razóndel correlato objetivo. Alre-dedor de la locura se reúnenlas imágenes más imperiosasy más conmovedoras, queapoyan la teoría de una desa-zón privilegiada. La locura sealza como el emblema de la fe,la creación, la expatriación,de todo lo que se agita detrásde la fachada: la patria verda-dera, por el margen.

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Contenido Maracay, Sábado 2 de abril de 201132

Tres relatos deJosé Antonio (Nono) Sucre

-ILUSTRACIÓN: JOSÉ SUCRE-

UN GARDELIANODE BIGOTES RUBIOSSu quehacer nocturno era cantar tangos y milongas enandanzas diarias por calles y avenidas de Porlamar y en lazona guaiquerí de El Poblado y La Cruz Grande en la Isla deMargarita. Nunca atisbé a verlo sobrio. Era un contumazparrandero sin tregua.Se alegraba cuando a altas horas de la noche alguna jovense asomaba a la ventana de su casa y le prodigaba piropos,aplaudiéndole a rabiar.Ese gesto casi lo hacía levitar. Se henchía de felicidad. Suvida parecía tomar otros derroteros.Nunca asumió un trabajo remunerado.En una tertulia en la Plaza Bolívar decía que era descendien-te de argentinos que emigraron a Venezuela desde hacíamuchos años, aunque los parroquianos lo asumían como"ñero", colmándole de elogios porque en medio de ladesolación que hacía estragos en la Perla del Caribe, era elúnico que les alegraba el espíritu; un bálsamo parainsuflarse ánimos, en medio de tanta estrechez económica.Al cabo de muchos años de juergas y de ufanarse de ser elgardeliano mayor de la comarca, desapareció sin dejaralguna pista.Ante este acontecimiento insólito, los hijos de la mar eranpresa de una depresión por ignorar su paradero, hasta que unbaquiano encontró -por azar- su osamenta y su bandoneón enla espesura de la serranía de El Valle del Espíritu Santo.

EL BARCOMiraban profundamente en todas las direcciones. El marallí, enhiesto, sin darles alguna señal del buque salvador,que había levado anclas en Grecia.Eran seis amigos adolescentes en búsqueda de aventuras.En el muelle N°4, donde el sol no daba tregua, aquellosrayos verticales los achicharraban sin piedad.Juancho, sin embargo, insuflaba ánimos. Decía, sinrodeos: Tanto soñar en trasladarnos a Grecia y ahora quese presenta la única oportunidad de embarcarnos comopolizontes nos falta guáramo. Echémosle bolas. No hayotra opción.Al atardecer retumbó una sirena y un descomunal barcode carga hacía su entrada en la rada. Preguntaron, casisin aliento, si era uno de la flota de Aristóteles Onassis.La breve respuesta negativa hizo cundir el desaliento.-¿Cuánto tiempo más debemos esperar? -, dijo Gómez.-No jodas -, replicó Juancho. Al primero que atraque loabordaremos. El que se arriesga el aturdimiento loaplasta en torbellino.Todos cumplieron esa orden terminante.Hasta el sol de hoy nadie sabe de sus paraderos.

EL CONSTRUCTOR DE ATAÚDESBajo de la montaña montado en un caballo de crines bermejas.Era un hombre de fuerte contextura, blanco lechoso.A paso lento se dirigía hacia la playa resguardada por un antiguomalecón.Comentó un parroquiano que él era el mayor de una numerosafamilia a la que le atendía en todas sus necesidades de vida y demuerte.Un oyente de ese comentario no lograba entender cómo esepatriarca ermitaño, que descendía una vez al año de su refugioen la espesura del bosque, pudiese proteger a su prole yhermanos.Otro de los contertulios expresó una versión que dejó aún másconfundidos a los que conformaban el corro.Dese robusto señor se han tejido a lo largo de los años muchasanécdotas. La más aproximada a la verdad es que él es expertoen construir ataúdes que va acumulando para cuando fallezca unfamiliar darle sepultura en lo más alto de la montaña, logrando através del tiempo cumplir con su misión en la vida: despedirlos atodos de este mundo. Logré verlo casi moribundo.Sólo y conturbado, sin ataúd donde dormir el sueño eterno, cavóuna fosa profunda en las orillas de un riachuelo y se despidió delentorno vegetal que fue siempre lo sustancial de su existencia.