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Suspiro de Artemisa

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Revista de poesía

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Detorres Editores

R. Manolete, 5 14520 Fernán Núñez - Córdoba.

www.detorreseditores.es [email protected]

Dirección Calixto Torres

© Autores

Diseño y maquetación Detorres Editores

Colabora

Ayuntamiento de Córdoba Delegación de Cultura

Delegación de Presidencia

ISSN: 2171-4169 Dep. Legal: CO 231-2010

Imprime: Vectorial, S.L.

Impreso en España.

Índice

Respuesta - Jorge de Arco El postre - José Luis Rey A un ave - José de la Torre Estrella Morente, en Aljibe de trillo, 15 - Antonio Enrique Fideicomiso - Manuel Gahete La vida nómada - Eduardo García Raro - José Daniel García Es posible - Pepe González Antes de cumplir los cuarenta y ocho - Catalina Jaén Le he dado un sitio a la tristeza - Ginés Liébana De la ausencia - Carlos Murciano El rayo verde - Carlos Rivera Años prisioneros - Antonio Rodríguez Jiménez A golpe de marea - María Rosal Ausencia de santidad - Pilar Sanabria Evocación del jazmín - Fernando Sánchez Mayo Penélope de mí - Rafaela Sánchez El retorno - Fernando Serrano Mar distante - Antonio Varo Baena A la memoria de… Miguel Hernández

Ilustraciones - Guillermo Puya Zorita

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N.º 0 N.º 0 N.º 0 N.º 0 - Año IAño IAño IAño I Primavera 2010Primavera 2010Primavera 2010Primavera 2010

Las colaboraciones que componen Suspiro de Artemisa

son rigurosamente inéditas.

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Precio: 6 €

Edición NumeradaEdición NumeradaEdición NumeradaEdición Numerada Tirada de 500 ejemplaresTirada de 500 ejemplaresTirada de 500 ejemplaresTirada de 500 ejemplares

N ada que perder...

Todo en esta vida se basa en poco más de un instante.

Así, todo comienza...

Con las alforjas al descubierto y deseosos de colmarlas de

esos poemas que algunos pensamos dan verdadero sentido a la existencia,

hoy nos adentramos en un hermoso sueño de sensaciones compartidas.

Verso a verso, procuraremos ir engarzando los eslabones necesarios para

intentar, sin delimitar fronteras, que la cadena de creadores de la que

dispone nuestra tierra plasmen su sentir en estas páginas.

Nos disponemos a ser el eco de sus voces, cimentando así nuestro paciente

deseo de brindar un punto de referencia a todos aquellos que se acerquen a

la poesía que actualmente se dicta.

No perdamos tiempo...

Como preámbulo, resucitamos el tinte de una reflexión que nos legara

nuestro admirado José Hierro:

La poesía siempre tiene algo de terapia,

de sangrar las heridas para poder curarlas.

¿Por qué llorará el silencio las tardes de los domingos? Tal vez, tendrán la culpa tantos y tantos besos desolados en los viejos andenes del alma, tanto cielo cayéndose en los adentros, tantas espigas hundiéndose en sus tallos. Dicen que bajan las mareas, que el mar devuelve sus anhelos y campanas hasta la orilla, y que también la espuma se enfurece y se desangra y se hace nada. Y por qué no pensar que son las nubes que sueñan sus olvidos, que disuelven su hiel y su nostalgia, las que enlagriman esas horas mientras llueven sus lentos epitafios.

RESPUESTA Con dos versos de Santiago Castelo

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JorgeJorgeJorgeJorge DE ARCODE ARCODE ARCODE ARCO

La gelatina amarilla que lo ha llenado todo, las calles, los tejados, las escuelas, que lo ha cubierto todo con su risa cazada, y en ella está tu nombre, de modo que muchachas y cerezas serán salvadas en el último día, esta gelatina del sol ¿de dónde viene? No de la infancia, porque entonces siempre comíamos descalzos, sin esperar nada más. Tampoco de las islas ni el martín pescador. Y no puede venir de la belleza, que es siempre el primer plato. La gelatina viene del futuro y es cosa digna de reyes verla llover en las playas vacías (aunque quedan tan pocas). Se hacen trajes con ella y almohadas para los niños, si bien su aplicación menos costosa es comerla: así dicen que Pedro entró en el paraíso, llevando un poco de gelatina para Jesús, para compartirla con él y contarle aspectos del viaje.

EL POSTRE

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En Inglaterra la estiman mucho porque es el verano que desciende a la mesa mientras el cielo sigue en sus cosas. Una vez tuve unos zapatos de gelatina y no sé dónde los puse. Pero recuerdo muy bien su sonido al correr: sonido de tambor de soldado con uniforme blanco y mosquete, sonido de mosca golpeando el cristal de la palabra mosca, ruido de la gracia. Y si así son las cosas, quién soy yo para cambiarlas. Aunque vivir es cambiarlo todo. De modo que seguiré comiendo gelatina para tener esperanza, lo mismo que tengo peces en el agua del armario. Pastelería de los ciegos, cuándo tus hijos con las manos y la ropa llenas de harina se dejaron abierto nuestro amanecer. Con qué azúcar hipnótica que en los cuerpos dormía hiciste este regreso. Hundiré mi cuchara en la resurrección. Es fruta la verdad, aunque antes la llamábamos amor, adolescencia, yo qué sé.

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José LuisJosé LuisJosé LuisJosé Luis REYREYREYREY

Te mueves cauta entre el follaje del jardín, buscando mi amorosa mirada furtiva, entre hojas apareces casi cautiva, mirando ansiosa por si estoy cerca de ti. Todo fue porque una vez mis ojos te vieron y bajo tus blancas alas mi amor te llevaste, mis manos, ávidas, hacia ti se extendieron, pero tú con veloz elegancia te escapaste. ¿No ves, ¡oh ave desdichada!, como me dejaste? ¿No ves que mi pesadumbre es muy dolorosa? Yo te deseaba y tú de mí te apartaste, pero te verás, ¡oh pobre ave!, arrepentida, y, aunque seas tan terca como airosa, acabarás viviendo en mi casa y escondida...

A UN AVE

JoséJoséJoséJosé DE LA TORREDE LA TORREDE LA TORREDE LA TORRE

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¿De qué está hecha su voz? Tiene agua, tiene aire su voz. Agua, aire, tierra y sobre todo luz. La luz de aquella Sierra. La tierra de las laderas del Generalife. El agua del río que surca la ciudad que la vio nacer. ¿Estrella o su voz? ¿Estrella su voz? ¿Es una estrella su voz, o qué estoy yo escuchando? ¿De dónde esa voz? ¿De lo más hondo de la Granada herida? ¿La Granada que se encoje antes de recibir el golpe?

ESTRELLA MORENTE, EN ALJIBE DE TRILLO, 15

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Del pasado. Esta voz proviene del Pasado. Miles de palmas ligan su compás a través de los siglos hasta esta voz, voz puesta en cruz, voz que se yergue como el agua del Darro ensamblada de musgo. Como el agua del Darro no por cualquier sitio, sino cuando baja la cabeza y luego achica su rumor, y se descalza, a su paso por Chirimías.

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AntonioAntonioAntonioAntonio ENRIQUEENRIQUEENRIQUEENRIQUE

¡Cómo no amarte! Di. Si clama el viento la frescura de hierba de tus labios en el delta del agua de mi oído. Fiero volcán en encendido vértigo, incapaz de frenar la sangre ardiente por la herida sin límites. ¡Qué más decir! No sé cuando fulgura tu sed en la mirada de los jóvenes y en el río de rosas de los cuerpos que escribieron sus nombres con tu mano. Ellos presagian la crecida sombra en la esfera fugaz de la belleza, sometida a la luz aunque es de noche.

¡Cómo acallar tu amor piedra, palabra, álamo en el encaje del otero, en el ala de cera del ocaso!

Insufrible es sin ti la aciaga vida como la voz astral que no se escucha, como el dolor enclítico del alma, como el incendio seco que no quema.

ManuelManuelManuelManuel GAHETEGAHETEGAHETEGAHETE

FIDEICOMISO

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No perder la inocencia. Recordar tras la niebla del fragor de la mañana. Ahuyentar el carril de la semana, el férreo itinerario. En el azar feliz del oleaje hacia otro mar sin escalas fluir, rumbo a otra cama, acróbata del lino y de la lana sorteando la brújula, el radar, la lengua del que ya abrazó la muerte en su propia mirada de chacal. No hace planes ni cuentas. Probar suerte. Ágil la piel, soñar el pensamiento. E inaugurar un viaje sin final, tejedor de escaleras en el viento.

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Eduardo Eduardo Eduardo Eduardo GARCGARCGARCGARCÍÍÍÍAAAA

LA VIDA NÓMADA

Ella dijo…

–Eras como un suspiro en un cuadro de Munch. La sombra sin alumno del recreo. El chaval de uniforme transparente que se deja el pijama bajo la ropa. –Todos tus compañeros conocían el consejo de Freud, “apalear al loco mientras duerme”; hice lo propio, niño. Era cuestión de supervivencia. –Y aunque ahora te camufles bajo un grueso foulard de fibra óptica, no hay lentes graduadas que corrijan las gotas de marrón melancolía que oscurecen el iris de tus ojos. Ese velo de luz contaminada, ¿desde cuándo gotea?

RARO

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–Me das pena, muchacho. Deberías hacerte una biopsia de glándula pineal. Acabado el café, nos besamos. Corrijo: la besé. Rectifico: intenté darle un beso mientras se limitaba a sonreír formando una frontera con los dientes. Guardé mi lengua y la mastiqué un poco. Cada uno a su casa.

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José DanielJosé DanielJosé DanielJosé Daniel GARCÍAGARCÍAGARCÍAGARCÍA

Es posible que tras un respiro: oxigene. Probable hará el eructo la cocacola. Ardores, producto de desenfreno. Albores, colores, diccionarios y rubores serán haciendas de tu pelo. de tu boca un pétalo y, de tu sueño: un verbo... ¡AH!

PepePepePepePepe GONZÁLEZGONZÁLEZGONZÁLEZGONZÁLEZ

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Antes de cumplir los cuarenta y ocho, ahora que nada me atrapa y todo me atrae, me sorprendo pasando revista. Revista a la legión de hechos, amables fotogramas que disparo en la cámara digital de la memoria: la noche adolescente en París desde la torre Eiffel. La terrible nevada de 2005 en la cálida Alpujarra. La robusta y esperada Bilbao; su museo, que posa en la ría como una mariposa de titanio. La nostálgica Lisboa, en primavera, atlántica, empinada, lánguida. ...Y tú, alejándote a la desesperada. ...Y tú, volviendo con las manos llenas de flores malvas, rojas y algunas amarillas, como un republicano de mi vida.

CatalinaCatalinaCatalinaCatalina JAÉNJAÉNJAÉNJAÉN

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Le he dado un sitio a la tristeza, un mínimo espacio. La nutro malamente, no la aparto de mí para que se acerque cuando guste. Así la retengo porque estaba presente cuando te conocí. No puedo rechazar lo que aparece en la ventura. ¿Cuál de los dos la trajo? He levantado un muro protector para preservarla del olvido. Y cuando te perdí, se vino conmigo por la puerta de don favorable.

GinésGinésGinésGinés LIÉBANALIÉBANALIÉBANALIÉBANA

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Cada vez más lejana. ¿Es irreal la ausencia? Enemigo, ensilencia el reloj su campana. Mañana no es mañana, sino una eternidad. Campo de la verdad, donde el alma perece. En la memoria crece -negra- la soledad.

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CarlosCarlosCarlosCarlos MURCIANOMURCIANOMURCIANOMURCIANO

DE LA AUSENCIA (Impromptu)

Si tocas en el atlas de las nubes una casualidad de coordenadas has llegado a los mares cristalinos de Cozumel, en la Riviera maya, un paisaje lejano de un verde sumarísmo una ola creciente de pleamor ignoto que te ha mojado el ser cuando la abuela Carmen te contaba la fantástica historia del rayo verde aquel efímero destello que iluminó primero tu conciencia de finitud en medio del nublado de una tarde secreta de diciembre.

EL RAYO VERDE

CarlosCarlosCarlosCarlos RIVERARIVERARIVERARIVERA

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Cuando no ocurre nada, es primavera y llueve como si fuera invierno, me quedo quieto mirando el agua en el cristal de la ventana. Recuerdo que África queda lejos y evoco el polvo de las calles y el calor de los cuerpos que caminan en agosto. El sudor me cubre los brazos, las palmas de las manos, la frente, y entonces tu figura morena, pequeña, se mueve entre las transparentes perlas de agua. Pienso que sigues viva y que no ha pasado el tiempo. Caminas por las celdas vacías de mi cerebro. Y no puedo adivinar en qué siglo, en qué año te conocí. Paseábamos de la mano por la arena de un mar solitario y yo era el único turista en aquella cala sin nombre, cerca de Cabo Negro. La memoria es piadosa, por eso me fascina. Calma el dolor, bálsamo divino, mágica crema que se unta en la nostalgia y la cura. Ni siquiera tu nombre dibujo en la playa, sólo me queda tu figura, los contornos desnudos de tu piel, los besos perdidos en una orquídea blanca que aún guardo en un libro de viajes que llevaba ese día en mis manos y que pude rescatar del paso de los años prisioneros.

AÑOS PRISIONEROS

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AntonioAntonioAntonioAntonio RODRÍGUEZ JIMÉNEZRODRÍGUEZ JIMÉNEZRODRÍGUEZ JIMÉNEZRODRÍGUEZ JIMÉNEZ

Nadie nos enseñó el camino, la sed o el escenario. No hubo pozo ni atajo con que cebar la lumbre. Viajábamos de frente, con el sol en los ojos cegándonos el paso, con la luna en los hombros, descompuesta la brújula. Ajenos a la cartografía, a sus mapas de niebla, a sus trampas de invierno. Tan perdidos. Navegamos de noche persiguiendo resplandores de Venus y el aullido de Tánatos. Arte de navegar del que fuimos privados. Nómadas del asfalto, náufragos rescatados por un barco pirata, supimos blasfemar, escupir fuerte. Así es como aprendimos: a golpe de marea, astilladas las uñas, con la soga en el cuello, destrozando las sienes, hiriendo las rodillas, descalabrando el corazón.

A GOLPE DE MAREA

María María María María ROSALROSALROSALROSAL

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Ya sabes que la intendencia nunca fue lo mío. Lo mío ha sido siempre el lugar de los hechos. Seguir al pie de la letra la huella de cada crimen. El suspense que destila la carcoma del amor, el aleteo de esa sed de novela negra que oscila con el ventilador del sexo, la ropa interior desnudada en la conquista, la ropa interior que es un fraude para un cuerpo. Lo mío es el vivo retrato de una acequia corriendo en una boca y la bendición “urbi et orbi” de una mujer; a ser posible con ojos de fruta. Lo mío es el agua no potable desbocándose por la clavícula de un nombre, por la escocedura de unos muslos, desvalijar la zubia cremosa del amor que se derrama desde un espinado clítoris con colores de sábado. Ya se sabe que yo embebo todos los perfumes, que no hago tesis de mis movimientos, que desvalijo el bachillerato de las adolescentes cuando me miran en primavera. Y es que lo mío nunca fue la santidad.

AUSENCIA DE SANTIDAD

PilarPilarPilarPilar SANABRIASANABRIASANABRIASANABRIA

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Podría olvidar la visión de aquel ocaso, perder la memoria de aquellas noches bajo las estrellas, dudar de lo que hice en aquellos jardines del alcázar, no saber quién fui en aquellos días de espléndida juventud. Mas sé que cuando viene a mí el intenso aroma de aquella sencilla, blanca flor, el recuerdo galopa con el viento dejándome en el transido estado de vivir una contemplación infinita.

EVOCACIÓN DEL JAZMÍN

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FernandoFernandoFernandoFernando SÁNCHEZ MAYOSÁNCHEZ MAYOSÁNCHEZ MAYOSÁNCHEZ MAYO

PENÉLOPE DE MÍ

Cuánto tiempo tendré que esperar. ¿Cuánto?, a que aparten de mí ese corsé invisible que comprime mi voz, que me coarta, que corroe mis ansias de ser yo.

Cuánto tiempo he de esperar sufriendo este incoherente destino que no, no me deja explicar que me forjaron, en el principio de los tiempos, para acunar la vida, para vivir en el amor no en la agonía del maltrato, de la opresión.

Cuándo entenderán que llevo dentro la firmeza de la total entrega, la dulzura en mi sentir y la MAGIA de la maternidad.

¿Cuánto habré de esperar, -Penélope de mí- tejiendo, entre la sin razón, los hilos de una culpa inexistente?

¿Cuándo se han de enterar?, los inmisericordes, el por qué, para qué de mi razón de ser.

RafaelaRafaelaRafaelaRafaela SÁNCHEZSÁNCHEZSÁNCHEZSÁNCHEZ

Dedicado a todas las mujeres del mundo y en especial a las víctimas de la violencia de género.

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EL RETORNO

I Creí que lo importante era el ir rodeando mi cuerpo y mi frontera de inútiles cacharros. Hoy comprendo que sólo me basta estar desnudo sobre el trigo y la tierra, caminar bajo el sol buscando un faro o guía que me lleve a la puerta donde acaba lo oscuro. Pero solo, jamás. Quiero apoyar este cansancio o pena en vuestros hombros. Sé que tan sólo el amor me llevará hasta la luz completa.

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II Tengo ante mí la pluma que me guió una tarde, hace ya muchos años, a la orilla del mar. Y este cuaderno, y esas palabras tercas que se niegan a formar ese puente que me lleve hasta ti. Mas hoy he visto el mar, y dos gotas saladas han dejado un borrón o un poema en este cuadernillo tanto tiempo olvidado. Y he comprendido que estas gotas saladas no vinieron del mar, sí de mis ojos. Amar es lo infinito, mucho más que la mar.

FernandoFernandoFernandoFernando SERRANOSERRANOSERRANOSERRANO

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MAR DISTANTE

¿Ves el mar que ahuyenta, la arena esquiva, el poso de los ojos sedientos? No entiendo tu voz ni el rastro hendido entre los pliegues del pecho. Veo el mar, el azul, tu pelo derramado, las esquinas de tu cuerpo que predecían la piel. Pero he dejado de ver las mieles, la espera sin lugar concertado, el tacto inédito que horada el alma. No desisto amarte aunque el mar lo impida y se derrumben todas las paredes o zozobren los barcos encallados. ¿Acaso el ocaso te cernía? Tus ojos, títeres del viento cabalgaban las olas que enrojecían el agua, tu ropa azul o roja, la cadencia de tus pasos, el sabor falso del alcohol.

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AntonioAntonioAntonioAntonio VARO BAENAVARO BAENAVARO BAENAVARO BAENA

Pero nadie conocía tu cara, ni daba norte de ti, ni entendía tus labios. Descubrí las dunas de tu cuerpo las asperezas del barro que sucumbían en la fina arena de la montaña amarilla por la que rodaba el alma, encaramada en los dominios del águila, en los riscos de lo imposible. en aquellas aguas azules, aquellos vientos tórridos aquel conjuro sin labios. En ese mar distante de ojos hirientes de arenas como estacas, en ese viento mar ese dolor.

Fue en Orihuela, un pequeño rinconcito del Levante español, rodeado del manantial ge-neroso de la huerta del Segura donde nació Miguel Hernández el 30 de octubre de 1910. Hijo de un contratante de ganado, sus primeros años estuvo al frente de un pequeño hato de cabras. Sólo experimentó un breve paréntesis para asistir a la Escuela del Ave María. Pero en 1925, a los quince años tuvo que volver a las andadas con sus cabras. A veces, se ponía a escribir versos ante las preciadas sugerencias de su gran amigo Ramón Sijé. Desde 1930 Miguel Hernández comenzó a publicar poemas en el semanario El Pueblo de Orihuela y el diario El Día de Alicante. Tras el fracaso de su primer viaje a Madrid pudo sacar en posit ivo el tomarle el pulso a los gustos literarios de la capital que le sir-ven de inspiración para su libro neogongorino Perito en lunas (1933). Conoce y se enamora de Josefina Manresa. Sus vivencias van hallando formulación líri-

ca en una serie de sonetos que desembocarán en El rayo que no cesa (1936). Las lecturas de Calderón le inspiran su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y Sombra de lo que eras, que, publicado por Cruz y raya, le abrirá las puertas de Madrid a su segunda llegada en la primavera de 1934. Va creándose en la capital su círculo de ami-gos: Altolaguirre, Albert i, Cernuda, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, entre otros. Al irrumpir la Guerra Civil en julio de 1936, Miguel Hernández, sin duda alguna, se inclina sin miramientos por la República. No solamente entre-ga toda su persona, sino que también su creación lírica se trueca en arma de denuncia. Como voluntario se incorpo-ra al 5º Regimiento. En plena guerra logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días t iene que marchar al frente de Jaén. Por prescripción médica y debido a una ane-mia cerebral aguda es retirado a Cox para reponerse. Escribe Teatro en la guerra y dos libros de poemas Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939). En la primavera de 1939, es apresado y tras un largo peregrinaje por las cárceles españolas una "tuberculosis pulmonar aguda" le va consumiendo implacablemente. El 28 de marzo de 1942 encuentra la muerte a los treinta y un años de edad.

MiguelMiguelMiguelMiguel HERNÁNDEZHERNÁNDEZHERNÁNDEZHERNÁNDEZ

A la memoria de… A la memoria de… A la memoria de… A la memoria de…

Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias.

Regresará del llanto adonde fue llevada con su desierta mesa con su ruidosa cama.

Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada.

El odio se amortigua detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

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ÚLTIMA CANCIÓN

Centenario Centenario Centenario Centenario de su nacimientode su nacimientode su nacimientode su nacimiento 30 de octubre 30 de octubre 30 de octubre 30 de octubre

de 1910de 1910de 1910de 1910

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con el

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perteneciente a la publicación n.º 0 de la revista de poesía

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