Click here to load reader

T. 10. la consolidación de la novela europea y americana

  • Upload
    tom

  • View
    47

  • Download
    1

Embed Size (px)

DESCRIPTION

T. 10. la consolidación de la novela europea y americana. HISTORIA. EN EL MUNDO. Fin de Siglo. 1ª Guerra Mundial. Entreguerras. Consumismo. 2ª Guerra Mundial. Guerra Fría. Era Nuclear. 1898-1914. 1918-1939. 1914-1918. 1939-1945. 1945-1990. EN ESPAÑA. Restauración. Dictadura - PowerPoint PPT Presentation

Citation preview

T. 10. la consolidacin de la novela europea y americana

Dios mo despus de aquel largo beso casi me quedo sin respiracin si dijo que yo era una flor de la montaa s que somos flores todas el cuerpo de mujer s fue la nica verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy si por eso me gustaba por que vi que entenda o senta lo que es una mujer y yo saba que siempre le poda buscar las vueltas y le di todo el placer que pude invitndole hasta que me pidi que dijera s yo no queda contestar al principio slo mir a lo lejos el mar y al cielo pensaba en tantas cosas que l no saba en Mulvey y Mr. Stanhope y en Hester y en padre y en el viejo capitn Groves y en los marineros jugando a antnpirulero y a las prendas y a mear alto como ellos lo llamaban... ()O aquel abismal torrente O y el mar el mar carmes a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda si y todas aquellas callejuelas extraas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niez cuando yo era una Flor de montaa s cuando me pona la rosa en el pelo como hacan las muchachas andaluzas o me pondr una roja s y cmo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da l que otro y entonces le ped con la mirada que me lo pidiera otra vez s y entonces me pregunt s queda s decir s mi flor de la montaa y al principio le estrech entre mis brazos s le apret contra m para que sintiera mis pechos todo perfume s y su corazn pareca desbocado y s dije s quiero S J. Joyce: Ulises. Monlogo de MollyHISTORIAEN EL MUNDOFin de Siglo1898-19141 Guerra Mundial1914-1918Entreguerras1918-19392 Guerra Mundial1939-1945Guerra Fra1945-1990ConsumismoEra NuclearEN ESPAARestauracin1875-1902Dictadura Primo de Rivera1923-19292 Repblica1931-1936Guerra Civil1936-1939Franquismo1939-1975Democracia1975-2008Posguerra europea

ESTTICA DEL SIGLO XXExistencial(1900 y 1940)Angustia del ser humanoDesesperacin ante el dolor y la muerte-Luigi Pirandello-Franz Kafka-Jean Paul Sartre-Albert Camus-Samuel Beckett-Unamuno-Baroja-Dmaso Alonso-CelaExperimental(1920 y 1960)-ruptura con lo anterior-bsqueda de lo original-vanguardias-Apollinaire-Artaud-Joyce-Marinetti-G. Diego-G. TorreSocial (1930 y 1950)-denuncia problemas sociales y polticos-Pablo Neruda-Csar Vallejo-Bertol Bretch-Gen. Perdida americana-R. Alberti-M. HernndezAldecoaAyala1 GUERRA MUNDIAL(1914-1918)

PERODO DE ENTREGUERRAS (1920- 1939)

Novela experimental: rasgos

Novela europea. Tendencias Perodo Tendencias Autores 1 1/3 s. XXSimblicaVanguardistaExistencialExperimental ProustJoyceKafkaFaulkner2 s. XXExistencialismo Absurdo Posmodernistas Sartre y CamusBeckettEco, Grass, CalvinoAos 60Boom literatura hispanoamericanaCortzar, Garca Mrquez, Vargas Llosa, BorgesNovela francesaPerodo Tendencias Autores Obras1 s. XXConservadora Paul BourgetFranois MauriacGeorges BernanosJulien GreenMentirasNido de vborasLa alegraLeviatnProgresista Anatole FranceRomain RollandComprometida Andr MalrauxSimblica Marcel ProustRoger Martin Du GardAntoine de Saint-ExupryEn busca del tiempo perdidoLos ThibaultEl principito2 s. XXExistencialismo Jean-Paul SartreAlbert CamusMarcel Proust(1871-1922)

Pero si un ruido, un olor, ya odo o respirado antes, se oye o se respira de nuevo, a la vez en el presente y en el pasado reales sin ser actuales, ideales sin ser abstractos, en seguida se encuentra liberada la esencia permanente y habitualmente oculta de las cosas, y nuestro verdadero yo, que, a veces desde mucho tiempo atrs, pareca muerto pero no lo estaba del todo, se despierta, se anima al recibir el celestial alimento que le aportan. Un minuto liberado del orden del tiempo ha recreado en nosotros, para sentirlo, al hombre, liberado del orden del tiempo. Y se comprende que este hombre sea confiado en su alegra, aunque el simple sabor de una magdalena no parezca contener lgicamente las razones de esa alegra; se comprende que la palabra muerte no tenga sentido para l; situado fuera del tiempo, qu podra temer del futuro?

Jean-Paul Sartre(1905-1980)

Me levanto sobresaltado; si por lo menos pudiera dejar de pensar, ya sera mejor. Los pensamientos son lo ms insulso que hay. Ms insulso an que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y adems, dentro de los pensamientos estn las palabras, las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupcin: "Tengo que termi...yo ex...Muerto...M. de Roll...ha muerto...No soy...Yo ex..." Sigue, sigue, y no termina nunca. Es peor que lo otro, porque me siento responsable y cmplice. Por ejemplo, yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo. Yo. El cuerpo, una vez que ha empezado, vive solo. Pero soy yo quien contina, quien desenvuelve el pensamiento. Existo. Pienso que existo. Oh, que larga serpentina es esa sensacin de existir! Y la desenvuelvo muy despacito...Si pudiera dejar de pensar! Intento, lo consigo: me parece que la cabeza se me llena de humo...y vuelve a empezar: "Humo...no pensar...no quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento". Entonces no se acabar nunca?Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso...y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento - es atroz - si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vrtigo, los siento nacer detrs de mi cabeza..., si cedo se situarn aqu delante, entre mis ojos, y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia.

Existe un hecho evidente que parece enteramente moral: un hombre es siempre presa de sus verdades. Una vez reconocidas, sera incapaz de desprenderse de ellas. [...] Un hombre que cobra conciencia de lo absurdo queda ligado para siempre a l. Un hombre sin esperanza y consciente de serlo no pertenece ya al porvenir. Eso es natural. Pero tambin lo es que haga esfuerzos por escapar del universo que ha creado. [...] La razn [...] da a la angustia moderna los medios de calmarse en los decorados familiares de lo eterno. El espritu absurdo tiene menos suerte. El mundo no es para l ni tan racional, ni irracional hasta ese punto. Es irrazonable y nada ms que eso. [...] Mi razonamiento quiere ser fiel a la evidencia que lo ha despertado. Esa evidencia es lo absurdo. Es el divorcio entre el espritu que desea y el mundo que decepciona, mi nostalgia de unidad, el universo disperso y la contradiccin que los encadena. [...] No puede tratarse de disfrazar la evidencia, de suprimir lo absurdo negando uno de los trminos de su ecuacin. Es preciso saber si se puede vivir de l o si la lgica ordena que se muera de l. [...] La honradez est en saber mantenerse en esa arista vertiginosa, y lo dems es subterfugio.

Novela en alemnPerodo Autores Obras 1 s. XX(bildungsroman, novela de formacin, )Thomas MannHermann HesseFranz KafkaAlfred DblinArthur SchnitzlerLa montaa mgicaEl lobo esteparioLa metamorfosisBerlin AlexanderplatzEl papagayo verde2 s. XXRobert MusilStefan ZweigHermann BrochJoseph RothEl hombre sin atributosLa verdad sospechosaLos sonmbulosFuga sin fin

Yo no me atar ni al partido de Naphta ni al de Settembrini... Singulares pedagogos con su eterno problema de la presencia! La vida o la muerte, la enfermedad o la salud, el espritu o la naturaleza... Son stas antinomias? Son siquiera problemas? No, no son problemas. La muerte, con todas sus vergenzas, est instalada en el corazn de la vida y no habra vida sin ella, y el lugar del horno Dei est entre ambas, a medio camino de la vergenza y de la razn, lo mismo que el Estado es el trmino medio entre la comunidad mstica y el individualismo acendrado.

Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e inspida soportabilidad de los llamados das buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria, que al adormecido dios de la semisatisfaccin le tirara a la cara satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y ms me gusta sentir dentro de m arder un dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se inflama en mi interior un fiero afn de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frentico de hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a m mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la mascara a un par de dolos generalmente respetados, comprar un boleto al olvido o al no me importa, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios representantes del orden social burgus. Porque esto es lo que yo ms odiaba, detestaba y maldeca principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfaccin, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgus, esta bien alimentada y prspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente.

Automviles salan disparados de calles largas y estrechas al espacio libre de luminosas plazas. Hileras de peatones, surcando zigzagueantes la multitud confusa, formaban esteras movedizas de nubes entretejidas. A veces se separaban algunas hebras, cuando caminantes ms presurosos se abran paso por entre otros a quienes no corra tanta prisa, se alejaban ensanchando curvas y volvan, tras breves serpenteos, a su curso normal. Centenares de sonidos se sucedan uno a otro, confundindose en un profundo ruido metlico del que destacaban diversos sones, unos agudos claros, otros roncos, que discordaban la armona pero que la restablecan al desaparecer. De este ruido hubiera deducido cualquiera, despus de largos aos de ausencia, sin previa descripcin y con los ojos cerrados, que se encontraba en la capital del Imperio, en la ciudad residencial de Viena.

Perodos Novela habla inglesaNombres Aos veinteRealismo decimonnico, introspeccin psicolgica George MeredithHenry JamesEdith WhartonRuyard KuyplingEvasin de la novela ertica LawrenceUtopa HuxleyErtica LawrenceExperimentacin James JoyceVirginia WolfWilliam FaulknerGeneracin perdidaFrancis Scott FitzgeraldErnest HemingwayJohn Dos PassosJohn SteinbeckPosguerra Poltica George OrwellPolicaca Graham GreeneFantstica John Ronald TolkienDe espionaje John le Carr26Edith Wharton(1862-1937)realiza una dura crtica contra la alta sociedad de Nueva York, como enLa edad de la inocencia.

http://youtu.be/llX8PnYpWv8

Te doy la espalda y nervioso muevo los dedos. No, ahora mis manos estn en perfecta inmovilidad. Con exactitud abro un espacio en la librera y en l inserto el Don Juan. Ah. Prefiero ser amado, prefiero ser famoso a seguir el camino de la perfeccin a travs de las arenas. Pero estoy condenado a producir asco? Soy poeta? Tmalo. El deseo que llevo tras los labios, fro como el plomo, pesado como la bala, aquello con lo que apunto a las dependientas de comercio, a las mujeres, a las ficciones y a la vulgaridad de la vida (porque la amo), sale disparado hacia ti, cuando te arrojo tmalo mi poema.

Aldous Huxley(1894-1963)http://youtu.be/4ga1XeJSYD0

Del tiempo nadie se escapa, ni los relojes atmicos, ni la playa infinita del universo que una vez vio el Big Bang, ni siquiera el Big Ben, la Gran campana de Westminster. A todos nos llega la hora, la del deber, la del placer, la del partir. Tan pocas horas y tanto qu hacer con ellas, parece decir aquel que mira las manecillas correr o ese que tanto corre sin siquiera mirar el reloj. Por eso el mayor gesto de rebelda de un ser humano contra la tirana del tiempo es dejarlo olvidado en el muro, en el bolsillo, en la mano, dejarlo correr grano a grano, por breves momentos, en actos que nos devuelvan la humanidad perdida, en actos de carne y hueso que reivindiquen la permanencia del ser ms all de la historia y la memoria. A la sombra del tiempo somos como esa muchedumbre de arena que intenta en vano aferrarse a la orilla del mar, minsculas piedras rodantes que hoy duermen a un lado del reloj y maana despiertan al otro. En definitiva, slo nos queda el aqu y el ahora... y an as, nos impulsa el imparable deseo de hacer que cuente.

Ernest Hemingway(1899-1961)

Estaban tan juntos, que mientras se mova la aguja que marcaba los minutos, aguja que l no vea ya, saban que nada poda pasarle a uno sin que le pasara a otro; que no podra pasarles nada si no eso; que eso era todo y siempre, el pasado, el presente y ese futuro desconocido. Lo que no ibana tener nunca lo tenan. Lo tena ahora y antes y ahora, ahora y ahora. O ahora, ahora, ahora; este ahora nico, este ahora por encima de todo; este ahora como no hubo otro, sino este ahora y ahora es tu profeta. Ahora y por siempre jams. Ven ahora, ahora, porque no hay otro ahora ms que ahora. S, ahora. Ahora por favor, ahora; el nico ahora. Nada ms que ahora. Y donde ests t? Y donde estoy yo? Y donde est el otro? Y ya no hay por qu; ya no habr nunca por qu; slo hay este ahora. Ni habr nunca por qu, slo este presente, y de ahora en adelante slo habr ahora, siempre ahora, desde ahora solo un ahora; desde ahora slo hay uno, no hay otro ms que uno;uno, uno, uno. Todava uno, todava uno, uno que desciende, uno suavemente, uno ansiadamente, uno gentilmente, uno felizmente; uno en la bondad, uno en la ternura, uno sobre la tierra

La primera cosa que oyeron fue el trmulo silbido de un vagoncito que humeaba al borde de la acera, frente a la entrada del ferry. Un chico se apart del grupo de emigrantes que vagaba por el embarcadero y corri el vagoncito. - Es como una mquina de vapor y est llena de tornillos y tuercas -grit al volverse.- Padriac, vuelve aqu.- Y aqu est la estacin del elevado, South Ferry -continu Tim Halloran, que haba venido a buscarles-. All arriba est Battery Park y Bowling Street y Wall Street, el distrito bancario... Vamos, Padraic, el to Timothy te va a llevar en el elevado de la Novena Avenida.Quedaban slo tres personas en el embarcadero, una vieja con un pauelo azul a la cabeza, y una joven con un chal color magenta, en pie las dos, una a cada lado de un gran abl claveteado con tachuelas de latn. Y un viejo con una perilla verdosa y una cara toda rayada y retorcida como la raz de un roble muerto. La vieja gema con lgrimas en los ojos: "Dove andiamo, Madonna ma, Madonna Ma!" La joven desdoblaba una carta y parpadeaba ante la floreada escritura. De repente se acerc al viejo: "Non posso leggere", y le alarg la carta. l se restreg las manos, balance la cabeza y dijo algo que ella no pudo entender. La joven se encogi de hombros, sonri y volvi a su bal. Un siciliano con patillas hablaba con la vieja. Cogi el bal con la cuerda y lo arrastr a un carro con un caballo blanco, que estaba parado en la acera de enfrente. Las dos mujeres siguieron al bal. El siciliano tendi la mano a la joven. La vieja, sin dejar de murmurar y lloriquear, se subi trabajosamente a la trasera. Cuando el siciliano se inclin para leer la carta, roz a la joven con el hombro. Ella se puso tensa. "Awright", dijo. Luego, sacudiendo las riendas sobre la grupa del caballo, se volvi a la vieja y grit: "Cinque le due... Awright.

A grandes zancadas, cojeando un poco a causa de sus pies ampollados, Bud descenda Broadway. Pas por delante de solares vacos donde brillaban latas de conserva entre hierbas y matojos de zumaque y zuzn; pas entre filas de carteleras y anuncios de Bull Durham; pas por delante de chozas y casucas abandonadas, dejando atrs vertederos llenos de escombros y ruedas, donde los volquetes descargaban cenizas y escorias; pas ante moles de roca gris que las perforadoras de vapor taladraban y roan continuamente, ante excavaciones desde las cuales suban trabajosamente a la calle carros cargados de cascote y greda. Hasta que se encontr andando por aceras nuevas, entre filas de casas de ladrillo amarillo. Bud miraba los escaparates de las tiendas de comestibles, de las lavanderas chinas, de los lunch-rooms, de las tiendas de flores, de las verduleras, sastreras y reposteras. Al pasar por debajo del andamiaje de un edificio en construccin, su mirada se cruz con la de un viejo que estaba sentado al borde de la acera, componiendo lmparas de aceite. Bud se par a su lado, se subi los pantalones, carraspe:Oiga, no puede ust decirme de un buen sitio donde me den trabajo?Buenos sitios donde den trabajo no los hay, amigo-Malos, s, de sobra Yo dentro de un mes y cuatro das cumplir los sesenta y cinco, y he trabajado desde que tena cinco aos, creo, y no he encontrado un buen empleo an.Yo con cualquier trabajo me contento.Tiene ust tarjeta de la Unin?No tengo n.Sin tarjeta no le darn trabajo en el gremio de constructores dijo el viejo.Se restreg los pelos grises de su barbilla con el dorso de la mano, y volvi a sus lmparas. Bud se qued mirando la selva de vigas de hierro, blancas de polvo, del nuevo edificio, pero al fijarse en un hombre de sombrero hongo que le miraba por la ventanilla de la caseta del vigilante, ech a andar, molesto, arrastrando penosamente sus pies: Si pudiera meterme en el mismo centroEn la otra esquina se agolpaba la gente alrededor de un automvil blanco, muy alto. Nubes de humo salan de la parte de atrs. Un polica sostena a un chiquillo por los sobacos. Desde el coche un hombre colorado, blancas patillas de morsa, gritaba enfurecido:Le digo a usted, guardia, que tir una piedra Esto tiene que acabar. Un polica ponerse de parte de los pillos y granujasUna mujer con el pelo recogido sobre la coronilla en un moo tieso, vociferaba amenazando con el puo al hombre del auto:Por poco me pilla, guardia, por poco me pilla!Bud se arrim a un joven, con mandil de carnicero, que llevaba una gorra de baseball echada hacia atrs.

John Steinbeck(1902-1968)Premio Nobel en 1962denuncia las injusticia de los humildeslos trabajadores del campo, afectados por la depresin econmicarealidad cotidiana, tipos sencillos e ingenuos en lucha contra el egosmo y la corrupcinDe ratones y hombresyLas uvas de la iraambientacin rural grandes extensiones de cultivo del centro y sur del pasLa perla: sobre un humilde pescadorAl este del edn, drama rural que refleja a travs de dos familias la ideologa y los valores de la sociedad de la pocahttp://manhattantransfer.wordpress.com/

George Orwell(1903-1905)Rebelin en la granjadenuncia el totalitarismo estalinista1984, terrible visin futurista en la que el Estado controla absolutamente al individuo a travs de la tecnologa,

EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decan las grandes letras, mientras los sombros ojos miraban fijamente a los de Winston. En la calle, en lnea vertical con aqul, haba otro cartel roto por un pico, que flameaba espasmdicamente azotado por el viento, descubriendo y cubriendo alternativamente una sola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo. Era de la patrulla de polica encargada de vigilar a la gente a travs de los balcones y ventanas. Sin embargo, las patrullas eran lo de menos. Lo que importaba verdaderamente era la Polica del Pensamiento. A la espalda de Winston, la voz de la telepantalla segua murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal. La telepantalla reciba y transmita simultneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston superior a un susurro, era captado por el aparato. Adems, mientras permaneciera dentro del radio de visin de la placa de metal, poda ser visto a la vez que odo.

Novela italiana: neorrealismo italiano.Perodo Autores Obras Posguerra Primo LeviCesare PaveseAlberto MoraviaItalo CalvinoSi esto es un hombreLos indiferentesaLa vida interiorEl vizconde demediadoltimas tendenciasGiuseppe Tomasi de LampedusaLeonardo SciasciaPier Paolo PasoliniUmberto EcoEl gatopardoEl da de la lechuzaMuchachos de la vidaEl nombre de la rosaAlberto Moravia(1907-1990)visin completa de la sociedad italiana a travs del tiempoLos indiferentes,La vida interior y La romana, una de sus novelas ms conocidas, protagonizada por una prostituta que acepta su destino con resignacin

Italo Calvino(1923-1985)Neorrealista en sus iniciorealismo grotesco: La especulacin inmobiliarianarrativa filosficarecrea un mundo fantstico e imaginativoriqueza del lenguaje, el humor y la ironatrilogaNuestros antepasados, compuesta por las novelasEl vizconde demediadoEl barn rampanteEl caballero inexistente.Sorpresa, argumentos inverosmiles

Lleg el invierno, Csimo se confeccion una casaca de pieles. La cosi l mismo con trozos de pieles de varios animales cazados por l: liebres, zorros, martas y hurones. En la cabeza llevaba todava el gorro de gato salvaje. Se cosi tambin unos calzones de piel de cabra con el fondillo y las rodilleras de cuero. En cuanto a los zapatos, comprendi finalmente que para los rboles lo mejor eran las zapatillas, y se hizo un par con no s qu piel, quiz de tejn.As se defenda del fro. Hay que decir que en esa poca por aqu los inviernos eran benignos, no con ese fro de ahora que, segn dicen, lo ha sacado Napolen de Rusia y lo ha trado detrs suyo. Pero incluso entonces pasar las noches de invierno al raso no era precisamente algo deseable.Para la noche Csimo haba encontrado el sistema de los odres de piel; nada de tiendas o cabaas: un odre con el pelo hacia dentro, colgado de una rama. Se introduca dentro de l, desapareca del todo y se dorma acurrucado como un nio. Si un ruido inslito cruzaba la noche, de la boca del saco sala el gorro de piel, el can del fusil, y luego l con los ojos muy abiertos. (Decan que los ojos se le haban vuelto luminosos en la oscuridad, como los gatos y los bhos: pero yo no lo advert nunca.)

NOVELA HISPANOAMERICANAPrincipios de siglo:Realismo tradicionalMedio siglo:Realismo mgicoNovela experimental1960-80Carlos FuentesJulio CortzarG. Garca MrquezErnesto SbatoMiguel ngelAsturiasAlejo CarpentierJorge LuisBorgesJuan RulfoRealistaIndigienistaM. Vargas LlosaRealismo tradicional:RealistaMundo rural y sus tiposProblemas sociales y humanosNaturaleza salvaje y grandiosaDoa Brbara, Rmulo GallegosIndigienista: explotacin del indio a manos de los blancosRaza de bronce, Alcides ArguedasEl mundo es ancho y ajeno, Ciro Alegra

http://www.youtube.com/watch?v=T1cGoEVDiaU Realismo mgicoRealismo+els fantsticosAmbientes urbanosPreocupaciones existencialesInnovaciones formalesElementos que desafan la lgicaAutores:M.A. Asturias:El Seor PresidenteLenguaje barroco: imgenes y smbolosNovela de dictadorEsttica expresionista

Sin dejar la carga -ms le pesaba el miedo- tir de un pie al supuesto cadver y cul asombro tuvo al encontrarse con un hombre vivo, cuyas palpitaciones formaban grficas de angustia a travs de sus gritos y los ladridos del can, como el viento cuando entretela la lluvia. Los pasos de alguien que andaba por all, en un bosquecito cercano de pinos y guayabos viejos, acabaron de turbar al leador. Si fuera un polica... De veras, pues... Slo eso le faltaba...-Ch-ch! -grit al perro. Y como siguiera ladrando, le larg un puntapi-. Chucho, animal, dej' estar!...Pens huir... Pero huir era hacerse reo de delito... Peor an si era un polica... Y volvindose al herido:-Preste, pues, con eso lo ayudo a pararse!... Ay, Dios, si por poco lo matan!... Preste, no tenga miedo, no grite, que no le estoy haciendo nada malo! Pas por aqu, lo vide botado y...-Vi que lo desenterrabas -rompi a decir una voz a sus espaldas- y regres porque cre que era algn conocido; saqumoslo de aqu...El leador volvi la cabeza para responder y por poco se cae del susto. Se le fue el aliento y no escap por no soltar al herido, que apenas se tena en pie. El que le hablaba era un ngel: tez de dorado mrmol, cabellos rubios, boca pequea y aire de mujer en violento contraste con la negrura de sus ojos varoniles. Vesta de gris. Su traje, a la luz del crepsculo, se vea como una nube. Llevaba en las manos finas una caa de bamb muy delgada y un sombrero limeo que pareca una paloma.Un ngel... -el leador no le desclavaba los ojos-, un ngel -se repeta-, ...un ngel!El Seor PresidenteAutores:Alejo Carpentier:Lenguaje rico y sugerenteCreacin de nuevos mundosPersonajes muy atractivosLos pasos perdidos, civilizacin-barbarie, bsqueda de la propia esencia personalJ. L. Borges:Vrtigo intelectual: recrea universos ficticiosEstilo irnicoTono eruditoDesaparece el tiempo y el individuoTemas: destino personal

En la parte inferior del escaln, hacia la derecha, vi una pequea esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la cre giratoria; luego comprend que ese movimiento era una ilusin producida por los vertiginosos espectculos que encerraba. El dimetro del Aleph sera de dos o tres centmetros, pero el espacio csmico estaba ah, sin disminucin de tamao. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la vea desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de Amrica, vi una plateada telaraa en el centro de una negra pirmide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutndose en m como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflej, (), vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidar, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cncer de pecho, vi un crculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un rbol, vi una quinta de Adrogu, un ejemplar de la primera versin inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada pgina (de chico yo sola maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), ()vi la circulacin de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificacin de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vsceras, vi tu cara, y sent vrtigo y llor, porque mis ojos haban visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningn hombre ha mirado: el inconcebible universo. "

El Aleph, Jorge Luis Borges

Autores:Juan Rulfo:Revolucin mejicanaTs: dolor en la infanciaPedro Pramo (1955):MuerteRuptura de la linealidad temporalDiferentes puntos de vista narrativosMonlogo interior

Oh!, por qu no llor y me anegu entonces en lgrimas para enjuagar mi angustia. Seor, t no existes! Te ped tu proteccin para l. Que me lo cuidaras. Eso te ped. Pero t te ocupas nada ms de las almas. Y lo que yo quiero de l es su cuerpo. Desnudo y caliente de amor; hirviendo de deseos; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. Mi cuerpo transparente suspendido del suyo. Mi cuerpo liviano sostenido y suelto a sus fuerzas. Qu har ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? Qu har de mis adoloridos labios?Novela experimental (1960-80)

Boom de la narrativa hispanoamericanaTcnicas europeas (Joyce, Kafka, Faulkner)Tcnicas nuevas:Tipos de textoParticipacin del lectorLiberacin expresivaLiteratura de la revolucin-revolucin de la literaturaEstilo: neologismos, diversos registros del lenguaje, anacronismos, juegos de palabras y a exuberancia barroca del vocabulario culto y de la sintaxis gongorina

Ernesto Sbato(1911)

Narrativa intelectualizada, cercana al ensayo.Combinacin de autobiografa, ficcin, realidad y sueos, narracin y ensayo.El tnelA veces volva a ser piedra negra y entonces yo no saba qu pasaba del otro lado, qu era de ella en esos intervalos annimos, qu extraos sucesos acontecan; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quiz haba risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridcula invencin o creencia ma y que en todo caso haba un solo tnel, oscuro y solitario: el mo, el tnel en que haba transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo haba visto a esta muchacha y haba credo ingenuamente que vena por otro tnel paralelo al mo, cuando en realidad perteneca al ancho mundo, al mundo sin lmites de los que no viven en tneles; y quiz se haba acercado por curiosidad a una de mis extraas ventanas y haba entrevisto el espectculo de mi insalvable soledad.

Julio Cortzar (1914-84)

Relatos breves, cuentos fantsticos: Las armas secretasNovedades estructurales: RayuelaMe miras, de cerca me miras, cada vez ms de cerca y entonces jugamos al cclope, nos miramos cada vez ms de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre s, se superponen y los cclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordindose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultneo de aliento, esa instantnea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi, como una luna en el agua.Carlos Fuentes(1928)

Actitud crticaRenovacin formalLa muerte de Artemio Cruz

-Depende de cmo lo mires. T nada ms has andado en las batallas; has obedecido rdenes y nunca has dudado de tus jefes.-Seguro. Se trata de ganar la guerra. Qu, t no ests con Obregn y Carranza?-Como podra estar con Zapata o Villa. No creo en ninguno.-Y entonces?-se es el drama. No hay ms que ellos. No s si te acuerdas del principio. Fue hace tan poco, pero parece tan lejano cuando no importaban los jefes. Cuando esto se haca no para elevar a un hombre, sino a todos--Quieres decir que hable mal de la lealtad de nuestros hombres? Si eso es la revolucin, no ms: lealtad a los jefes.Cien aos de soledad

Muchos aos despus, frente al pelotn de fusilamiento, el coronel Aureliano Buenda haba de recordar (). Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caabrava construidas a la orilla de un ro de aguas difanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecan de nombre, y para mencionarlas haba que sealarlas con el dedo. Todos los aos, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imn. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrin, que se present con el nombre de Melquades, hizo una truculenta demostracin pblica de lo que l mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. (), y todo el mundo se espant al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caan de su sitio, y las maderas crujan por la desesperacin de los clavos y tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde haca mucho tiempo aparecan por donde ms se les haba buscado y se arrastraban en desbandada turbulenta detrs de los fierros mgicos de Melquades. Las cosas tienen vida propia -pregonaba el gitano con spero acento-, todo es cuestin de despertarles el nima.G. Garca Mrquez (1928)

Novelas de conquistaRealismo mgicoRiqueza estilsticaEstructuras circularesHumorTragediaCrtica socialCostumbrismo e HCien aos de soledad (1967)Del amor y otros demonioshttp://www.youtube.com/watch?v=ut49aOMAMVo El amor en los tiempos del cleraM. Vargas Llosa (1936)Experimentacin lingstica y estructuralVisin irnica de la vidaParodia de textos legislativos: Pantalen y las visitadorasAutobiografa: La ta Julia y el escribidorCrtica social: La ciudad y los perrosEl misterio de la sierra: Lituma en los Andes

http://www.youtube.com/watch?v=eUbZLU0xCNs Pantalen y las visiadorashttp://www.youtube.com/watch?v=nKtdkXDLJa0 " Haba mucho trfico. El chofer, maniobrando, consigui abrirse paso(). En eso, estall la balacera a sus espaldas. Una gritera ensordecedora se levant alrededor; la gente corra entre los autos, los carros se trepaban a las veredas. Antonio oy voces histricas: Rndanse, carajo!. Estn rodeados, pendejos! Al ver que Juan Toms, exhausto, se paraba, se par tambin a su lado y comenz a disparar. Lo haca a ciegas, porque calis y guardias se escudaban detrs de los Volkswagen, atravesados como parapetos en la pista, interrumpiendo el trfico. Vio caer a Juan Toms de rodillas, y lo vio llevarse la pistola a la boca, pero no alcanz a dispararse porque varios impactos lo tumbaron. A l le haban cado muchas balas ya, pero no estaba muerto. No estoy muerto, coo, no estoy. Haba disparado todos los tiros de su cargador y, en el suelo, trataba de deslizar la mano al bolsillo para tragarse la estricnina. La maldita mano pendeja no le obedeci. No haca falta, Antonio. Vea las estrellas brillantes de la noche que empezaba, vea la risuea cara de Tavito y se senta joven otra vez. "

La fiesta del chivo. http://www.youtube.com/watch?v=yYF_2Icsk2w