Tales Cuentos

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Produccin Honorable Ayuntamiento de Culiacn Primera edicin, noviembre de 2005 D.R. Honorable Ayuntamiento de Culiacn D.R. Glafira Rocha Maritza Lpez, editora Coleccin Palabras del Humaya Diseo El Alquimista Fotografa de portada: Lrida Mojica-Rodrguez ISBN: 968 5442-44-4 Editado y hecho en Mxico Prohibida la reproduccin total o parcial de la presente publicacin, por cualquier medio, sin previa autorizacin de los propietarios del derecho reservado.

HONORABLE AYUNTAMIENTO DE CULIACN DIRECCIN DE CULTURA

Para mi mam, la Miny, siempre lista

Palabras previas(que no pretenden ser prlogo)

En este tipo de textos es menester, casi siempre, utilizar de entrada los juicios u opinin de alguna autoridad en la materia, pues de esa manera se insina conocimiento, erudicin y tal vez hasta estudios de doctorado en el extranjero y algo de inteligencia y metodologa. Las cosas se complican cuando los textos fueron escritos por una mujer, pues de inmediato asoman las cuestiones de gnero, y soslayar tal perspectiva puede ser, en estos tiempos, un pecado capital. Como no le temo al qudirn, dejar a un lado tales cuestiones y simplemente hablar de los cuentos de Glafira que tienes en las manos. En aras de la verdad y la ortodoxia debo rectificar la lnea anterior: ...hablar de los textos de Glafira que tienes en las manos. Porque en las pginas de este libro no encontrars solamente cuentos, sino tambin relatos, narraciones sutilezas semnticas e inevitables resquemores acadmicos y qu s yo cuntas cosas ms, pues la primera virtud que debo apuntar de esta autora es que busca la eficacia de sus textos ms que el apego al dogma impuesto por los gneros o por una preceptiva caduca. Sin embargo, todas las historias que ella nos cuenta responden, con creces, a las recomendaciones o caractersticas del cuento que manejan cuentistas por antonomasia como Hemingway, Cortzar, Piglia, etctera; o a los parmetros fijados por algunos de los nuevos tericos del gnero. Los textos9

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de Glafira sugieren ms que dicen; siguen el principio del tmpano de hielo (slo se ve una octava parte de su masa), tienen otra historia (ms importante) atrs de la que se est contando y queda en primer plano, cuentan con intensidad y su desarrollo es vertical... en fin, son cuentos actuales no slo por los temas sino tambin por su tratamiento. Y ste es otro punto que me interesa sealar: la preocupacin formal y la voluntad de estilo. Ciertos paladines de la teora del cuento le niegan a este gnero las posibilidades formales de bsqueda o experimentacin. Y lo hacen a pesar de que la rebelda a tales cnones es uno de los rasgos ms interesantes del cuento latinoamericano de nuestros das, pues se ha lanzado a buscar y, en muchas ocasiones, no se ha quedado en eso, es decir, ha encontrado. En otras palabras, no busca por buscar sino para encontrar, aunque esto haya significado ir contra la corriente trazada por academias y editores. En esa lnea se encuentran los textos de Glafira Rocha. Siempre est preocupada no slo por contar sino por hacerlo de la mejor manera, echando mano de las tcnicas y recursos narrativos ms adecuados para el asunto que va a relatarnos. De ah que alcance la eficacia sin grandes problemas, aunque esto represente sacrificar, en ocasiones, elementos que se consideran indispensables en cualquier relato; me refiero a la ubicacin espacial, las delimitaciones temporales o el perfilado de personajes. Estas irreverencias le permiten entregarnos, paradjicamente, voces desnudas, historias despojadas de adornos o ropas intiles, lo cual reclama, por otra parte, la colaboracin del lector. Sin embargo, sus cuentos no son laberintos a descifrar, ni hay un minotauro al final; son senderos a recorrer con el odo, invitaciones a dejarse llevar por los sentidos y las tramas, por voces, sentimientos, pasiones y fantasas de todo tipo.

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Porque si bien la realidad concreta de nuestro pas late en algunos de los textos, en otros palpita la imaginacin y algo cruelmente ldico. Pero, tal como deca al principio, estas lneas no aspiran a prologar el manojo de historias que integran Tales Cuentos; mi intencin era y es mucho ms humilde: slo quiero invitarlos a franquear la entrada despojndose de prejuicios y desplegando sus sentidos, pues slo de esa manera es posible disfrutar de este libro que espero y deseo slo sea un preludio a otros que confirmen el talento de Glafira.Orlando Ortiz

Cuentos

Llaves

Tom aire, no pudo salir, doble llave dnde las haba dejado? regresar al cuarto, ver a la esposa sobre la cama, arrugar la carta y tirarla al piso y las llaves? lugares comunes, manojo de llaves, llavero torre eiffel, encima de la mesita, sobre la televisin, tal vez dentro del clset, probablemente en el librero, cerca de la lmpara, detrs del silln, encima de la taza del bao, en la regadera, seguramente en el cajn donde estn los calcetines, un momento de reflexin, tres pasos a la inversa, dos a la derecha, no, debajo de la cama, quizs en la cocina, sobre la estufa, dentro del refrigerador, entre las sillas, el microondas, en el horno, detrs de los cuadros, en la gaveta de los platos, en los vasos de cristal cortado, dentro del bal de la sala, sillones, cojines espaoles, detrs de la plantita, en alguno de los libros, el quijote, niebla, biologa de las pasiones, ltimo round, larousse, maya, dilogos, de fusilamientos, seccin amarilla, records guinness, el cuarto de lavado, la secadora, un bote de shampoo para ropa, nada, el espejo, la medicina, el perfume, el anillo que ella perdi, el jabn, la pasta de dientes, un cepillo con barnie, los patitos en la tina, el cuarto de los nios, los dibujos, un zapato, los cuadernos, las tablas de multiplicar, el baco, el pizarrn, las tacitas de t, el cajn de los paales, el cajn de los calzones, el cajn de los juguetes, la mueca fea, barbie malib, ken divorciado, barbie embarazada, un nio de15

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diez aos en el piso, hot wheels en su pequea mano, un pequeo pie amoratado, un pequeo dedo, una pequea pierna, un pequeo brazo, una pequea cabeza, un charquito de sangre, el timbre, ding dong, el orificio, nadie, no hay tiempo, las llaves, la recmara, la cajonera de la esposa, ropa interior, el brasier, las medias, las tangas, la pijama, las blusas, un suter, recoger la carta y releerla, esa letra extraa, tres aos, un te amo, un estpido, una esposa muerta en la cama, su brazo, cabeza, cabello teido, pestaas rizadas, los labios pintados, ojos que ya no ven, de nuevo el timbre, la puerta, el ojo, el dueo de la carta, las llaves, el bao, la regadera, la tina, los patitos con sangre de la nia, la nia en la tina, el bracito torcido, los ojitos cerrados, el cuellito roto, el timbre, el timbre, el ojo en la puerta, el extrao de la carta, el extrao trae las llaves torre eiffel, un golpe, tres aos, la cabeza contra la pared, nunca darse cuenta, lquido viscoso dentro de los ojos, la ceguera, una patada, costillas fracturadas, una silla estrellada en el crneo, un marido muerto, un extrao que cierra con doble llave antes de salir.

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Nunca sers nadaVentanas de mi cuarto de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe cul es y si supiera cul es, qu sabran?lvaro de Campos, Tabaquera

Te asomas a la ventana, el da no cambi para ti, por fin el almanaque termin de contar el tiempo y t observas que las nubes no te dejan enfrentarte al sol. Recuerdas tu ignominia y lentamente como el tigre buscas a tu presa, no ves a nadie, slo a ti mismo, tendrs que caer en tus propias garras. Caminas de un lado a otro, no sabes lo que quieres. Como siempre, te refugias en los libros, tratas de encontrar la respuesta, pero ahora ellos no te dicen nada. Arrojas uno y te das cuenta de que has roto un jarrn, el nico objeto que te leg tu madre. Preocupado tratas de reconstruirlo, pero los pedazos son demasiado diminutos para el pegamento. Observas el techo por un rato, miras de nuevo por la ventana, te abstraes en pensamientos irracionales. Ves una presa, s, la hija de la vecina ha salido a la escuela, su mochila es tan grande que la protege por completo, ella se va y t piensas cuando tu padre te llevaba de la mano a la escuela, rpidamente borras ese recuerdo, nunca debi salir y menos en este momento. Estoy en la ventana, el cielo tiene un color extrao, nunca deb romper el jarrn de mam, nunca deb creer que fue un17

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regalo. Me he levantado tan temprano, he visto las nubes, pero jams el sol. Imagin que por primera vez estaba ah para m, para vernos frente a frente, para que me encegueciera y lograra cerrarme los ojos. No quiero ver, no puedo ver todos los das lo mismo, los nios caminando rumbo a clases, baados, perfumados, con esa sonrisa permanente que se les ir borrando sin que ellos se den cuenta, como me ocurri a m, como le ha ocurrido a todos. Escucho el ruido tan cerca que zumba sin cesar, es un bip imparable, clavado da y noche, para recordarme que debo hacerlo, que ya no puedo esperar ni un da ms. Siempre que despierto, verifico que todo est preparado y en orden, pero al asomarme por la ventana y ver que la hija de la vecina camina atada a su mochila, me llega a la memoria como un imposible de olvidar, el da en que mi padre me tom de la mano, me llev frente a mi maestra, entonces mi sonrisa estaba grabada, me dio un beso y qued slo en el recuerdo. No puedo olvidar su sonrisa, no quiero olvidar ese ltimo beso. Sientes miedo, toda tu vida ha transcurrido alrededor de ese sentimiento tan conocido. Te retiras de la ventana, observas el objeto que te sacar del anonimato, te das la vuelta para no verlo. Buscas entre los discos tu preferido, lo escuchas. Por primera vez bailas, bailas sin parar, das vueltas y empiezas a ver cmo todas las cosas danzan contigo, cmo el zumbido de los odos se apaga, te sientes mareado, por poco llega el vmito pero lo reprimes para no ensuciar la habitacin. De nuevo te colocas en la ventana, no pasa nadie, parece que ese da no han querido salir, todos se han refugiado en sus casas para rerse de ti a escondidas. Estn cavilando tu muerte. Se han reunido en la casa de la vecina y ser la hija de ella quien vendr a asesinarte. Quiero bailar de nuevo; mi madre me ense que al bailar el alma se libera, todos creen que es con la risa, pero no, la risa es la burla, es el ridculo, es el llanto, es el nervio, pero

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nunca la alegra. Todos nos remos para mofarnos del otro, para sealarle sus errores, sus fealdades, pero jams para asegurarle que somos felices a su lado. Con el baile navegamos en otro mundo, olvidamos el fracaso y nos creemos los mejores. Quiero bailar, pero nunca he sido un buen bailarn. Eso dijo mam. Prefiero ver de nuevo por la ventana. Ah va, es Mara, lleva ese vestido azul con el que ensea las nalgas, le encanta que todos la miren y yo no puedo dejar de hacerlo. Algunas veces creo que ella tambin me ve, entonces me refugio en la cortina, ella sonre y se va meneando su trasero. Por qu no tengo el valor de hacerlo? Ya no lo pienses ms, ha llegado el momento, ah vienen todos, justo lo que esperabas, hazlo, ellos creen que es el da ms feliz de su vida, obsrvalos, todos ren, esos pequeos recin baados y peinados se ren, creen que son felices porque van al museo, los llevan a conocer la obra de arte de un desconocido, pero ellos ren. Ve como algunos se toman de la mano y se dicen que sern los grandes amigos para siempre. Mira, hoy es tu da de suerte, tambin viene Mara, el vestido azul no deja nada a la imaginacin, crees que sonre contigo cuando en realidad se est burlando de ti. Es el momento, faltan pocos pasos para que ellos estn debajo y los pisotees, vamos, ve por tu salvacin. Fueron los hombres quienes la crearon para que la usaras, son ellos mismos quienes desean que termines con su existencia. No tengas miedo, slo unos cuantos pasos y el mundo se rendir ante ti. Estoy transpirando, el sudor ha entrado en mis ojos, no me deja ver, mis manos no responden, tengo que hacerlo, no puedo quedarme otro da ms observando desde esta ventana. No la encuentro, no puedo sujetarla. Agrrala, ah est, a un lado de la ventana, la colocaste ah desde que te levantaste, dormiste con ella, vamos, toma el arma,

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elegiste la mejor, la de mirilla, para alcanzar a ver sus rostros mientras caen, para verlos cuando te supliquen que no lo hagas, para observar que corren como hormigas y se esconden en su hormiguero. Estn caminando muy rpido, no puedo verlos, me he quedado ciego, veo la mancha azul y su contoneo, nuevamente el zumbido. No quiero hacerlo! Tienes qu hacerlo! No puedo. Ests preparado para esto. No debo. El deber no importa. Ya se van. Todava es tiempo. No quiero. Agarra el arma, apunta, ah est la hija de la vecina, a ella primero. Tengo miedo. Ahora no puedes acobardarte, hazlo, se estn yendo. Ya se fueron... S, se han ido. Qu hacemos? Esperar, esperar, duerme, duerme, mi nio, duerme.

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Signos entreverados

Vi la cara de todos. Llegu tarde porque no poda tomar un taxi, podra decirles, s que seguramente alguien reclamar mi impuntualidad, pero al subir las escaleras y no escuchar algn ruido, me dio mala espina. Ellos no saben por las que yo he pasado, no se puede caminar dos calles y regresar porque se te olvid la botella de vino que prometiste; ir por ella, dar un paso en falso y romperla. Ellos no se dan cuenta que para comprar la botella tuve que pedir prestado a un amigo de la oficina, eso nunca lo sabrn, pero reclaman si no llego temprano. Tendr que decir que el cajero automtico no funcionaba, pero eso dije la semana pasada en el cumpleaos de Jos. Slo voy para verlo a l, s que en estos momentos me necesita, ahora s podr decirle todo. Las escaleras estaban en silencio, cre que seguramente lean el orculo como acostumbramos, pero un grito me hizo detenerme un rato, no poda llegar todava sin tener la mentira perfecta para que ellos no pensaran que soy un tonto por romper la botella. Nuevamente otro grito. Toqu a la puerta, supe lo que iba a decir: llegu tarde porque fui a cinco vinateras y no encontr un Sangre de toro, el mejor vino tinto, el que slo puedes beber en ocasiones especiales. Nadie abre, toco de nuevo, por fin el rostro plido de Imelda.21

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Imelda. Fui al bao porque ya me haba tomado demasiados diurticos, caf con ron para ser precisa. El retrete empez a moverse, al parecer alguien tena urgencia de que se desocupara el bao, pero no poda abrirle, tena que subirme los calzones y para colmo not que ya haba en ellos unas gotas de sangre. Como pude, me puse papel, me levant, lav mi cara y abr, era Samuel, quiso besarme, pero yo no mantuve el equilibrio y un hueco de tiempo se registr en mi memoria, despus, me fui a buscar algo de comida. En realidad quera que se me bajara el estado etlico. Empezaba a comer una rebanada de betabel cuando escuch el dictamen, lo inevitable, nuestro clsico momento del I Ching. Me dio mucha flojera que en plena reunin se pusieran a leerlo, pero me acerqu a Mariana y le susurr al odo tienes una toalla sanitaria? Ella me vio y yo vi los ojos de Jos. Jos. Desde que me despert tuve un presentimiento, ella me dejara. Estuve sentado muchas horas, no s cuantas, en la banca del parque frente a su casa. Record que ese da tocaba reunin semanal. Al entrar y verla, me di cuenta de que todo haba terminado. Samuel intentaba besarla, pero ella entre la borrachera lo rechazaba, sin embargo, al verme lo abraz. Quise irme, arrojarme a un auto, tirarme de un puente, pero no, era mejor esperar a Roberto. l era quien me tranquilizaba, quien siempre le daba un orden a mi cabeza revuelta, s, esperar a Roberto y decirle lo que esta perra me estaba haciendo, esperar a Roberto y tomarnos juntos el Sangre de toro, esperar a Roberto, esperar a Roberto. Pero no te quedes parado, pasa, pasa, me dijo Mariana. Mariana. Les ped que fueran puntuales porque siempre llegan dos horas retrasados. No puede ser que si son tus amigos te tengan esperando. Desde las ocho de la maana empec a cocinar los bocadillos, tena que sorprenderlos, nadie puede

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decir que en mis fiestas no se les alimenta bien, as que coc el betabel, lo rellen de queso y el jugo rojo lo dej para acompaarlo con el centeno. Fui por el libro y me sent en la sala observando el reloj. Imelda fue la primera en llegar, traa el rostro desencajado, le prepar un caf y le puse un poco de ron para que se relajara, sobre todo porque saba que se enojara conmigo al saber que invit a Samuel sin preguntarle, pero simplemente dio un gran sorbo al caf y como para s misma mencion que era el da definitivo, ni modo, estaba enamorada de Samuel. Samuel. Todo estaba escrito, ella era la iluminada, as que la llam, le escrib, le le. Ella pareca perdida y la encontr. Nadie te invit, grit como desesperada, pero Mariana sali en mi defensa. Entonces Imelda llor, un largo silencio y lleg la frase No te preocupes, al final, me quedar contigo fue lo ltimo que le escuch decir. Un momento, la lectura y Jos tir las monedas, arriba Li, Lo Adherente, la llama, abajo Kan, Lo abismal, el agua. El signo Wei Chi. Antes de la Consumacin. El fuego est por encima del agua. Ella se ve feliz, sus ojos no se pueden despegar de Samuel. Por qu no llega Roberto? No me toques Mariana, no me beses, ella ni siquiera se da cuenta. Come algo, bebe algo, no los veas, no existen, sabes? siempre te he querido por qu ella y no yo? ya no la veas, deca Mariana, pero entonces not que yo me rehusaba a escuchar sus frases estpidas, se resign y dijo, es momento de leer el orculo, as que tom las monedas y las tir. Sent que mis piernas empezaron a mojarse con la sangre, pero no me import. Despus, los ojos de Jos, Antes de la Consumacin. De nuevo los ojos de Jos, todo da vueltas, el color rojo, pens que sera mi sangre, era tan abundante que chapote en ella. Luego supe que no era ma.

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El rostro de Irene no era lo importante, sino verla baada en sangre, me qued mudo, porque aunque ellos piensen que hablo mucho, algunas veces puedo callar. Cerr la puerta, Mariana coma, Jos sostena la costossima navaja que le regal en su cumpleaos, la imagen de la botella de Sangre de toro se vino a mi mente. Jos nunca sabr que lo amo. No vi a Jos, nadie pudo verlo, nadie sabe por qu lo hizo. Imelda me susurr algo en el odo, volte a verla y despus... pens que era el jugo de los betabeles... creo que no deb invitar a Samuel. Samuel. Todo estaba escrito. El porvenir es tan irrevocable como el rgido ayer, le un poco antes en las primeras pginas del libro.

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Hoja en blanco

Empezaron su camino al mismo tiempo: una mova la hoja de papel y se echaba aire; en la otra el cabello se sacuda, los mechones lacios le picaban los ojos, eso no le gustaba, le deca a mam, ella le cortaba el fleco, pero de nuevo los cabellos revoloteaban, se metan aguzadamente en el lagrimal. Por das anidaban ah, hasta que era necesario llevarla al doctor para que introdujera las pinzas. La nia entonces descansaba, despus se tapaba el rostro con la cobija, pero la otra, la mujer, segua echndose aire en la cara. Luego la nia tena que destaparse. Suceda de manera recurrente, la mujer sufra, se revolcaba en la cama, se levantaba en plena madrugada y ambas lloraban a la luz del espejo. La nia jugaba, las lgrimas corran sin razn alguna, hacan pequeos arroyuelos en las mejillas, bajaban directo a la boca, la lengua se converta en sal. La mujer segua vindose al espejo, los das eran sus noches. Deambulaba por la mansin solitaria, bajaba al jardn y reconoca que en algn tiempo le gustaron las flores, vea el amarillo de los girasoles, llegaba la nusea, el abandono y el color, ese color de ojos que nunca volvi a ver. Regresaba a la habitacin y tomaba la hoja, intentaba escribir algo, pero mejor se echaba aire, ese aire que viajaba a travs del tiempo jugando con el cabello de la nia sola.25

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Cuando la nia fue a la escuela, todos se burlaron al ver su cabello despeinado, los ojos enrojecidos, ella respir hondo, se sent en la ltima butaca, nunca se levant hasta que finaliz la primaria. Haba dejado de ser una nia, se vio al espejo, sinti ese aire que le revolva el cabello, tom unas tijeras, acab con la melena, se convirti en la joven. La mujer, se transform en la anciana que vea al pasado, recordaba entonces a esa nia tonta que permita que todos se mofaran de ella y nunca haca nada, ni hablar siquiera, slo bajar la cabeza. Nia tonta, nia tonta. Ahora eran cuatro las mujeres que divagaban en el tiempo: La nia, la joven, la mujer y la anciana. La joven de cabello corto lloraba sin parar, senta el coraje de la mujer en la que se convertira posteriormente, entonces bajaba el rostro, no poda enfrentarse ni a ella misma. La mujer haba regresado al jardn para ver de nuevo los girasoles, quiso decirle algo a la nia, pero no pudo, sin embargo fue la pequea quien habl con ella sin darse cuenta. La nia tom la hoja, se ech aire por un momento y empez a escribir, era una carta para su madre, preguntaba por qu nunca poda sentarse en las butacas de enfrente. Las faltas de ortografa se nublaban ante esos ojos con llanto. La joven tom tambin una hoja, no pudo escribir nada, slo empez a brincar en el colchn con los deseos de estrellar su cabeza contra el techo, pero una reflexin de la anciana hizo que parara y mejor saliera a tomar el aire, ese aire que golpeaba en las pestaas, resecando la retina, opacando la mirada, distorsionando la imagen del espejo. La mujer se levant, una necesidad inmensa de escribir la invadi, quera sentirse como cuando joven, cuando una vez que se cort el cabello, salt en la cama, sali a la calle, regres y empez a redactar ese diario que todos confundieron con novela. La mujer tom la hoja, la vio, entr

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el calor de siempre, la ansiedad por decir algo que no poda, decidi echarse aire. El cabello de la nia se sacuda en pleno examen de espaol, las respuestas volaron, fueron a dar a los pies de la maestra, reprobada, se escuch. La anciana calent agua, an no sabe si es para prepararse un caf o la vaciar en su cuerpo para sentir un poco de calor, ese calor que perdi cuando an ola girasoles, cmo lo extraa. En el momento en que haba que tomar decisiones para cambiar la fortuna de la vida, todas ellas simplemente cerraban los ojos, se cubran el rostro, pero jams mencionaban palabra alguna, todo se sacuda alrededor de ellas, al parecer nunca haban movido un solo dedo para decir s o no. Algunas veces la muerte les guiaba el ojo, les quitaba a los seres queridos. La nia se qued paralizada al enterarse de que jams volvera a ver a su madre, un espasmo la dej impvida, enmudeci por un tiempo. La joven pens que dejando de comer podra alcanzar a la amiga que s pudo perecer. La mujer se encerr en una jaula al ver que su pequeo dej de respirar. La anciana ya no senta. El nico momento en que todas profesaban que por algo tenan un sitio en el espacio, era cuando se topaban con la hoja en blanco, ellas eran las nicas que podan llenar ese pedazo de materia con palabras, experimentaban un sentimiento de superioridad nico, podan ser el Dios creador de un mundo lleno de personajes y objetos que se borraran cuando la fuerza de su mano arrugara el papel. Entonces las palabras languidecan, temblaban ante el poder de esa mujer, de ese Dios superior, perfecto, de ese ser que todo lo saba y todo lo poda, pero las letras no se daban cuenta de que Dios tambin puede ser dbil.

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Las cuatro mujeres se comunicaban sin darse cuenta, cada movimiento, cada paso modificaba a la otra, el aire las envolva sin jams juntarlas, sin embargo lleg el da en que ocurri, todas, sin pensarlo, en el mismo instante en que observaban aletargadamente la hoja en blanco, la tomaron y se echaron aire. se era el reflejo para invocar a las palabras. Las cuatro hojas, que eran una sola, se movieron, un gran baile sincronizado se form, todas pudieron ver por tan slo unos instantes el rostro de las otras tres, slo en el tiempo que puede durar la ondulacin de una pgina. La nia quiso correr pero no pudo, la mujer fue invadida por el calor, la joven cerr los ojos, la anciana sinti la muerte y todo se acab cuando otra mano, una superior a la de ellas, arrug la hoja y la tir al piso.

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ltimo parpadeo

Cierro los ojos para sentir que no todo se ha perdido, es entonces cuando empiezo a desarrollar un mundo imaginario donde lo imposible es posible, donde puedo caminar libremente, donde encuentro un lugar para sentirme confortable y desplazarme sin necesidad de que alguien pida que me quite porque ese sitio era suyo. Ese espacio que antes slo exista dentro de m misma, hoy se acerca a m, esa fantasa por fin se ha transformado en verdadera. Abro los ojos, todos estn a mi alrededor y no puedo elucidar ninguna palabra. La visin se ha cerrado y por medio de un pequeo orificio puedo ver los rostros de algunos de mis familiares. Ahora se esfuman y aparece slo la imagen de mi esposo, deseo que se quede permanentemente congelada como si fuera una fotografa, se ha ido, otra vez me deja sola. Cuando lo conoc se me qued grabado ese lunar rojizo que tiene cerca del ojo, es tan grande que pens que alguien lo haba golpeado, sin embargo, parece que su seguridad se conserva por esa mancha roja que lo seala como algo monstruoso, no obstante llegu a pensar que ese rasgo distintivo era lo que lo haca tan encantador para todas. Su rostro se borr hace mucho tiempo, ahora slo recuerdo el lunar. Cierro lo ojos para entrar a mi lugar idlico, no hay nadie, recorro las paredes de la habitacin y por fin me han dejado,29

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camino entre la noche y puedo descubrir que a mi lado est la nia imaginaria con la que jugu hasta los quince aos; me toma de la mano y me lleva a su enorme casa de muecas. Me adentro en ese palacio que siempre so y veo los cuadros que pendan en el stano donde me refugiaba. La nia me pide que duerma por un rato, el camino ser largo y tengo que descansar. Yo no quiero reposar ya lo he hecho por mucho tiempo, cuando esperaba a que todo llegara por arte de magia, creyendo que predicciones y pitonisas advertiran mi camino, me alejaran del dao y me acercaran la fortuna. A pesar de que he descansado durante tanto tiempo, creo que otro poco ms no me hara dao. Ahora tengo que dormir para ver claramente lo bello que me espera, eso por lo que estoy dispuesta a renunciar a todo. Abro los ojos, no ha pasado mucho tiempo de verlos a todos deambular de un lado a otro, estn esperando que llegue el momento, temen decrmelo. Yo lo s desde hace mucho tiempo, logr mitigar el dolor o acostumbrarme a l, pues resultaba ms favorable. Mis hijos no han venido hoy a verme, piensan que les durar eternamente, les he pedido tantas veces que caminen sin que yo los siga, han entendido todo lo contrario, andan entre vidas que no les corresponden y buscan salidas alternas. No se alejen hijos que no podr llevrmelos conmigo. Tampoco teman por m, lo s desde hace mucho tiempo, antes de que ustedes lo percibieran. Este padecimiento me ha corrodo primero las piernas hasta acabar con ellas, cre que eso era todo, caminar siempre con ayuda y volar cuando yo lo decidiera. Cierro los ojos, estoy volando, puedo verlos a todos desde lo alto, estn jugando a que ya me fui, no saben que ahora es cuando estoy ms presente. Mi nieto camina, quiere tomar la mano de sta su abuela, no entiende que ella ya no puede ni

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siquiera mover los dedos, qu importa, si es ahora cuando realmente comprendo que las piernas no sirven de nada. Pretend caminar cuando poda, slo me qued aletargada en los pensamientos absurdos de la vida. Ahora en este espacio donde lo posible es imposible, no existen los muros ni los laberintos que muchas veces me plantee para no salir nunca de ellos. Qu lugar tan maravilloso, lo verde es rojo y lo negro es blanco, no deseo acabar con esto, quiero quedarme en este lugar por siempre. Ya no quiero abrir los ojos, djenme aqu. Abro los ojos, tu cara es muy bonita an hija, no se te nota la edad, tus ojos son como los de tu padre, lstima que no has heredado esa mancha roja, tal vez te dara personalidad y podras haber encontrado un hombre que te cuidara ahora que yo ya no voy a estar a tu lado. Te dejo libre hija para que por fin puedas ver con tus propios ojos. Es momento de que entiendas que tu madre se ha acabado. Ahora besa a tu hermano para que perdone todos los vituperios que sembraste en su esposa. Tendrs que verle la cara a esa mujer que ya te odia slo por ser la hermana, nunca quisiste que ella te aceptara, ste es tu momento hija, de lo contrario jams podrs ver. Cierro los ojos, he dejado de volar, el viento es fro y no s de dnde viene esta corriente de aire que juega con mis uas y las llena de tierra. Me sostengo de una especie de roca, no puedo ver ya nada, todo est oscuro, busco por un momento a esa nia mi compaera, no est, no hay nadie. Alguien se acerca, podra ser algn otro gua que me llevar a mi verdadero sitio, todava no puedo reconocerlo, le digo que ya estoy preparada, lista para dejar ese mundo de ignominia. Aqu por fin descansar, eso es lo que me han prometido a m y a todos, por eso reclamo lo que me pertenece, quiero llegar a la cima ms alta para que mi ser repose en otra existencia mejor de la que he vivido hasta ahora. Es un hombre el que se acerca,

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me pide que tome su mano, siento un escalofro tan slo al rozar su piel. l aprieta mis dedos, tanto, que siento un dolor de corazn dormido; intento jalar mi mano, l no la quiere soltar, me lleva casi a rastras y yo no puedo gritar, han tapado mi boca, alguien ha silenciado mi grito, mis ojos se han salido de sus rbitas, necesito respirar, quiero respirar, ese hombre no me suelta, djame, yo cre que esto sera diferente, me han prometido las nubes y slo recibo la tierra. El hombre me dice que ah me quedar, sin embargo un gran pjaro me toma entre sus garras, creo que me he salvado, no es cierto, sus pezuas se entierran en mi vientre. Me haces dao, no me escucha, slo canta y me arroja al vaco. He cado como una semilla y he entrado en la tierra, empiezo a florecer rpidamente, ahora soy un gran rbol frondoso. Dos extraos se acercan a m, uno de ellos corta una de mis ramas y yo grito, mi tronco empieza a sangrar, el extrao se asusta y me pregunta qu puede hacer por m para resarcir el dao que me ha hecho. Abro los ojos, otra vez todos a mi alrededor, hay una mujer en la esquina de la cama que no alcanzo a reconocer, no la conozco, es una desconocida, trae un gran cirio en la mano derecha y con la otra sostiene un rosario que hbilmente maneja, creo que todos rezan, piden por mi alma y por mi salvacin, mi hijo me da un beso en la frente, siento un vaco. Ah est l, el hombre que antes me apretaba la mano qu hace aqu? Yo no lo he llamado, ste no es su lugar, extiende su mano y me indica que me vaya con l, no quiero irme, me da miedo, rodea mi cama, se mete en medio de todos, ellos no lo ven, por fin llega muy cerca de m. Pese a todo, he decidido mantenerme con los ojos abiertos, no quiero cerrarlos, nunca me ir con l, no podra permanecer en ese lugar tan sombro, no puedo ser un rbol de las lamentaciones. Prometo que todo ser diferente, dejar de crear otro sitio paralelo al mo, desde

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hoy realizar esos sueos que antes me promet hacer, ahora ya no podra quedarme sentada dejando que pase el tiempo y que todo se convierta en nada a mi alrededor, slo quiero una oportunidad, una ms para poder cambiar todo lo que antes no hice. El hombre me ha tomado de la mano, le pido a todos que me ayuden, parece que nadie me escucha, mi nieto es el nico que llora, creo que es porque tiene hambre. Todos me observan sin siquiera parpadear, nadie cierra los ojos, nadie derrama una lgrima, son rboles que me golpean con sus ramas, ahora soy yo la que me aferro a ellos. Aunque el hombre grita que me vaya, no lo har, esta vez no cerrar los ojos, los mantendr abiertos para estar alerta a todo qu pasa? Es mi hija quien se acerca a m qu hace? Qu quiere hacer? No, no, hija por favor, no quiero, no lo hagas, no cierres mis ojos, todo ser diferente, dame una oportunidad, no me cierres los ojos, ahora quiero abrirlos.

Aliteracin

Mnica espera, se sienta, tiembla de slo pensar en que es la primera vez que aprieta el gatillo para ver cmo cae el cuerpo inerte de alguien, est decidida, no soporta ni un da ms, escucha el sonido del retrete. Adriana abre la puerta y el proyectil entra en ella en tan slo unos instantes, la cabeza de Mnica empieza a dar vueltas. Cmo es que est matando a alguien? Vale la pena? Sola se responde que s, porque el descanso entra en su cuerpo, despus guarda la pistola silenciosa y se dirige a prepararse un caf, lo degusta tan lentamente que incluso los cardos incrustados en las ventanas le parecen orqudeas. No se escucha nada, ni siquiera el rumor de las empleadas que salen conmocionadas del bao de mujeres. Nunca saba por qu pero Adriana comentaba a sus amigas que desde que vea llegar a Mnica le daba mala espina. Cuando se observaban a los ojos todo se oscureca en la oficina, los rayos caan en ambas y desde entonces jams se saludaban. Una comentaba la incompetencia de la otra, sin embargo saban que las dos eran las mejores en su oficio. Se arrepintieron cuando conversaban por primera vez. Fue en la posada de diciembre, las dos bebieron hasta que mitigaban sus rencores, hablaban de lo mal que se caan. A la maana siguiente, cuando estaban dormidas en la misma cama, se horrorizaron y le echaron la culpa a la embriaguez. Todo continuaba igual. En la35

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oficina ya haba partidos, los que le iban a Mnica y quienes estaban de parte de Adriana. Las de Mnica comentaban que el odio se generaba por envidia, mientras que las de Adriana decan que ella era ms inteligente. Mnica escuchaba los comentarios y slo se responda pobre andrgina. Todo pas por un descuido o por una estupidez, pero el da en que compitieron para un mejor puesto las dos fueron vestidas de la misma forma, azul con rojo. Fue como si un espejo hubiera estado enfrente de la otra, una sonrisa oculta les gan, poco a poco Adriana esboz una risa ms fuerte, a Mnica le dio un ataque de nervios, se tomaron el vientre y fue as como no arrojaron las tripas. Despus les llam el director, entr slo una. La primera que lo hizo sostuvo una entrevista de alrededor de dos horas, mientras la otra se comi las uas y se maquill la nariz. La que estuvo dentro, tartamude un rato pero nunca entendi por qu ella no fue la elegida, contuvo el llanto, apret las mandbulas, suspir y dio las gracias, cuando sali ni siquiera vio a su contrincante. La otra de inmediato adivin que el puesto era suyo. Desde ese momento el odio se acrecent ms, la ganadora vea a la perdedora como slo ellas pudieron entender. A las siguientes fiestas slo se present una, era inevitable, ya no pudieron estar juntas. Los pasillos fueron eternos cuando ellas caminaron por ellos sin dirigirse la mirada. Nunca ms pudieron verse a los ojos. Sin embargo, lo execrable lleg despus, el novio de una de ellas empez a cortejar a la otra, eso fue lo ltimo que se supo, compartieron incluso hasta el mismo hombre. Despus, desaparecieron. Ambas empezarn de nuevo, desde el principio, se conocern en la oficina y como una rfaga de humo se entrevern en la penumbra y adivinarn que se odiarn desde ese momento en adelante. Un STOP. Alguien dijo que el tiempo futuro no importa, sino el presente, otros comentarn que es mejor el

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pasado. Ellas pensarn simultneamente en esa reflexin, sabrn que aun entre las maraas de la envidia son exactamente iguales, por eso Mnica desear ser aquella mujer a la que detesta sin motivo; la perseguir, observar, la imitar, al poco tiempo, ya no se sabr quin es quin. Ahora la nueva Adriana ir al bao donde se encontrar con Mnica, no sabr por qu pero desear verla. La mirar sentada en las sillas de descanso, no se escuchar ninguna palabra. Adriana entrar al retrete, se acomodar las medias, har que pase el tiempo, despus bajar la palanca y se escuchar el sonido del agua limpia que bajar por la tubera. Mnica desear tener una pistola, la pistola aparecer en ese momento a su lado, la tomar, esperar a que Adriana salga, intentar dispararle pero no podr, su mueca temblar, la pistola se caer de sus manos y la levantar Adriana, quien le apuntar y la acribillar con una sola bala en medio de los ojos. Despus Adriana saldr, se preparar un caf y lentamente ver cmo las orqudeas que penden del balcn se transformarn en cardos. Un silencio, mucho silencio, el ruido se escuchar slo cuando ella sea la vctima. Entenderan mucho despus, que si seran tan parecidas habran sido amigas en algn momento, una a la otra se platicaran lo que sentiran cuando se miraran frente a frente. Adriana cavilara por un momento mientras se polveara la nariz y dira que pese a todo siempre reconocera que Mnica era una mujer inteligente. Mnica mientras tanto se observara en el espejo y sentira el polvo en la nariz, pensara que Adriana sera un bonito nombre con el que empezara una nueva vida. Adriana se sonreira y le dira a Mnica que su nombre es muy bello, de nia ella tal vez se llamara igual, entonces los nombres se volveran uno, Mnicadriana o Adrianamnica, ambas tomaran el arma y se dispararan la una a la otra, moriran y se incorporaran. En ese bao de mujeres el tiempo no importara,

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porque la metamorfosis se lograra. Ahora slo saldra una sola mujer que se preparara un caf mientras observara la transformacin de las plantas que es la suya propia, nadie lo sabra, slo ella, la mujer que sera una nia, la mujer con uno de sus quinientos rostros, ella, la nica que puede asesinarse a s misma, porque ahora sera otra, sa que empieza, empezaba, empez, empezar, empezara, siempre, desde el principio.

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Lnea sobre lnea

No posterguemos ms el momento, es necesario que por fin estemos juntos, dnde ests cuando no te veo? Amalia El trabajo me est matando, tener que ver a gente desconocida para ofrecerles un producto desconocido que ellos vendern al mercado de lo desconocido. Carlos (Y pensar que tal vez nunca leers esta nota.) So contigo, yo traa puesto el vestido negro, cre que ya habas llegado y mientras te serva el t t me abrazabas por la espalda. Ya no soporto ni un da ms. Ayer fui a la plazuela de este pueblo, tiene una gran fuente en forma de caracol, te vi bandote, yo te echaba agua y t jugabas conmigo, sal del sueo cuando un perro me mordi la pierna. Carlitos va muy bien en el knder, me pregunt si tena pap, lo abrac y sent que eran tus brazos, lo bes y me puse a llorar. (Ya me cans de este juego.) No me puedo dormir, este hotel est lleno de pulgas y me pican por todo el cuerpo, espero que te rasques cuando a m me da comezn, as sentir que ests conmigo. No desesperes, hasta aqu puedo sentir que ya me extraas. (Me duele la pierna, tendr que ir a ver al mdico, no me gusta cmo se ve la mordida.)

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Me he visto en el espejo, no soy la misma de antes, estoy ms gorda, la culpa fue de Carlitos. Cmo nos pudo suceder? me gustara que lo conocieras, pero te siento ms lejos. Estoy cansado de esto, pensar que yo te lo propuse. Pasaramos a la historia como la pareja que derrot al tiempo y al espacio. Sin importar la distancia, nosotros seguiramos fusionados por el pensamiento, por las palabras. Somos tan diferentes a todos que podemos demostrarles que seguiremos siendo uno... Estoy enfermo, dice el doctor que tendr que cuidarme bien de la mordedura. (Tal vez estoy diciendo cursileras, la calentura me hace desvariar.) Me dejaste sola. Carlitos lleg a mi recmara, dijo que tena sueo, despus se acurruc a mi lado, yo le bes la cara, despus el cuerpecito, lo lam encendida por todos lados como una gata a su cachorro, pens que eras t, son idnticos. Despus l ya no me quiso dar un beso de buenas noches. Por qu me dejaste sola? Dime que todava piensas en m, dime que nada ha cambiado, s que ests con otro hombre, lo s, lo siento, pero quin soy para reclamarte, seis aos sin verte, sin saber de ti, estoy seguro que da tras da habremos coincidido en los mismos pensamientos, ests aqu? Ven, acrcate. (Ya quiero leer tus notas y compararlas con las mas.) Le he pedido a Carlitos que duerma conmigo, no quiere, le he dicho que me tiene que cuidar, l es lo nico que me queda de ti, a veces pienso que jams volver a verte. T y Carlitos se parecen tanto. Ya todo termin, la calentura est baja. No tengo dinero y me han escrito del trabajo que mi plaza se ha cerrado. No importa, buscar otra cosa en cuanto pueda caminar. Extrao tus piernas.

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No me ha llegado el dinero, eso era lo nico que me haca saber que todava existes, te ha pasado algo? Carlitos ya no quiere ir al knder. (Estoy cansndome, creo que ya no me interesa continuar con este tormento que nos impusimos.) Ha venido el doctor, me tiene que amputar la pierna, le he dicho que no, dice que es necesario. Estoy a punto de llamarte y romper con esta tonta promesa, pero ya slo faltan tres aos para verte. Hoy no tengo ganas de escribirte, sabes que slo vivimos del dinero que nos mandas, pero parece que te has olvidado de nosotros, bueno, de m. Han venido a llevarse la televisin. La fiebre ha vuelto, pero no dejar que me corten la pierna, no ser un invlido. Pensar que estaremos juntos es lo nico que me hace aliviar el dolor. Carlitos no quiere comer y en las noches ya no duerme, parece que me tiene miedo, no entiende que yo lo amo, l es lo nico que me mantiene viva. (Por qu no das ninguna seal?) Ya no puedo escribir, me falta fuerza, me da miedo morir en este hotelucho de pueblo. Carlos (Quin vendr por mi cuerpo?) Estoy muy preocupada, creo que te ha pasado algo, no es slo por el dinero, pues ya me resign a buscar trabajo, aunque todava no me han hablado de ningn lado. (Valdr la pena todo esto?) Qu pasa? Dnde ests cuando no te veo? Carlitos se esconde, ya no quiere que lo vea desnudo. Carlos, siento que ya no eres parte de este mundo. (Dejar de redactar estas notas.) Hoy fue el da, nuestro da, cre que entraras por la puerta, pero nada. (Ya no escribir ms.) Hace aos promet no escribir ms, pero me siento ms sola que nunca. Carlitos se ha ido de la casa, dice que me denunciar y que pasar el resto de mi vida en prisin.

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Tengo miedo, ellos dicen que es mejor que me entregue, no lo soporto ms, yo no hice nada malo, lo quise tanto como a ti. (Qu hago Carlos?) Morir? Me hubiera gustado comparar tus notas con las mas para saber si en todas apareca yo. Amalia

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Puntos cardinales

EstePensaron que la brjula se haba descompuesto. Despus de cerca de tres horas de observar el desierto, pudieron darse cuenta de que estaban perdidos. Era la primera vez que viajaban a ese lugar. Agua haba suficiente, pero les asustaba que llegara la noche, sobre todo a Karen, quien siempre dorma con algn foco prendido. Paco deba darle nimos, pero l tambin tena miedo, slo abrazaba la mochila como si fuera el objeto que los salvara. Continuaron caminando, despus se vieron a los ojos y ambos cayeron rendidos en la arena, observaron una pequea avioneta que llevaba poca altura. Karen se levant, grit, realiz una danza rabe, que haba aprendido una semana antes, pero la avioneta continu con su camino. Paco le jal la pierna y ella se coloc en su pecho. Una tormenta de arena llen de polvo los anteojos de Karen, intent limpiarlos con la blusa que le haban regalado en su cumpleaos pero ray la mica y su visin qued borrosa. Ambos estaban empanizados por el polvo, eran estatuas. El ruido de una probable serpiente espant a Paco, pero haba escuchado que se debe permanecer inmvil ante una situacin similar, slo apret la mochila y cerr los ojos. El aleteo de algn ave fue percibido por Karen, asi muy fuerte su mano a la de su hermano mayor, l no sinti43

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los dedos, no sinti las piernas, tampoco el rostro. La tormenta dej dos montculos en ese desierto solitario.

OestePatricio tena que pagar la apuesta, tirarse en un paracadas y demostrar con eso que era un hombre de palabra, as le haba enseado su padre desde pequeo y no poda darle la espalda a tradiciones familiares. Jorge se empe en que l lo llevara a una supuesta escuela de aviacin de un amigo suyo. El corazn de Patricio llevaba un ritmo in crescendo cada que se acercaba ms al lugar. Jorge se emocionaba porque por primera vez ganaba una apuesta, desde nio haba perdido incluso en las canicas y sta era una ocasin especial, no slo observara desde la tierra cmo se salan los ojos de su amigo por el susto, sino que adems disfrutara de una botella de vino. Patricio se coloc el equipo necesario para emprender el vuelo, subi tambaleante al avin y sigui todas las indicaciones que sealaba el instructor, haba que seguir todas las reglas comentaba su madre en la infancia. Tomar el vuelo fue complicado, el pequeo avioncito se jaloneaba y las hlices parecan no funcionar. Patricio se persign y clav su mirada en la ventanilla, pudo observar algunos pjaros que volaban en forma de V y a lo lejos le llam la atencin un vendedor de hot dogs que sufra por una ponchadura, slo l alcanzaba a ver esos detalles que pasaran inadvertidos para cualquiera, pero la deformacin en la retina potenciaba su visin. El avin tambale por un momento, se prevea un aterrizaje forzoso, pero el instructor dijo que no haba problema, eran los vientos del norte que queran jugar alguna broma. El avin se estabiliz y tom altura de nuevo, slo levant un torbellino de arena, que despus se transformara en una tormenta. El momento del

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descenso estaba prximo, Patricio se acerc a la puerta como le fue indicado y Jorge desde la plataforma se fum un cigarro cuando ya no pudo ver a su amigo. Slo haba que contar hasta tres, arrojarse, tirar de la cuerda y disfrutar de la cada, no debes cerrar los ojos, se es el pacto. Patricio abri los ojos, el aire provocaba que derramara lgrimas, record que haba olvidado los lentes protectores en el avin. Despus jal del cordn. Cay en dos montculos, sus pies se deslizaron y rod hasta quedar inconsciente.

NorteEsa llanta ya le haba dado problemas, la esposa le coment que la arreglara antes de salir a trabajar, pero se le haca tarde, podan quitarle su lugar, una esquina donde no pasa ni un alma. Nadie comprara un hot dog en el desierto, pero l insista en pararse todos los das en el mismo sitio, saba que tal vez llegara alguien a robar ese espacio en el que haba permanecido por tantos aos sin vender nada. El carrito tropez con la orilla de la banqueta que haban construido despus del plantn que hicieron los colonos que vivan en el Arenero, las autoridades hicieron la acera de tan mala gana que dejaron una punta en forma de flecha que perfor la llanta del carrito de hot dogs de los aos sesenta. Jaime se inclin cuando vio que la llanta estaba perforada y el carrito se haba ido hacia un lado, quiso quitarla y poner la de repuesto que traa desde haca diez aos, por si algn da ocurra un imprevisto de ese tipo, pens que llegara alguien y robara su esquina, pero se tranquiliz cuando vio una parvada que indicaba que probablemente llegara un mal tiempo. Un remolino de polvo se volc sobre Jaime y le hizo tragar arena hasta que se form una bola que le obstruy la trquea, bloqueando la respiracin. Jaime hubiera

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querido vender un hot dog algn da, pero su cabeza se incrust en la punta en forma de flecha que tena esa banqueta mal terminada.

SurCamila estaba tomando caf con dos de sus mejores amigas, tena que decirles que haba decidido salir de ese pueblo. Las amigas murmuraron que era imposible, nadie haba cruzado la frontera cubierta de soldados, cualquier intento de huir sera sancionado por el regente del lugar, quien tena el privilegio de quitarles la virginidad a todas las mujeres. Camila ya llevaba su maleta, no haba alcanzado a echar muchas cosas, tampoco era que tena tantas, slo recordaba un par de zapatos y dos pantalones de mezclilla que ya estaban rotos de las rodillas. Lo nico que la detena eran su padre y su madre, saba que ellos la necesitaban, una hija nica no puede dejar la casa as como as, slo por seguir una aventura, pero estaba harta de picar el tomate y la cebolla y poner al vapor esas salchichas que su padre nunca venda. Las amigas recordaron que deban decirle a Camila que estaban enamoradas la una de la otra, al fin que ya se iba, as que al mismo tiempo declararon que haca tres aos eran amantes. Camila estaba incrdula, se levant de la silla y decidi buscar a su padre para decirle que esa noche saltara el muro. Las amigas esperaban una respuesta, no la hubo. Camila camin dos calles, sin embargo no vio el carrito de hot dogs, crey que su vista ya estaba fallando, camin otro poco y a lo lejos pudo observar un carrito ladeado, cerca de l estaba un hombre fumando.

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NoroesteJorge esper por cerca de una hora para que encontraran a Patricio, record que todo aquello haba sido una broma, slo para burlarse de su amigo, pero haba dejado de serlo cuando lleg el instructor a decirle que Patricio decidi arrojarse solo, despus de la tormenta de arena no haban logrado encontrarlo. Jorge se fum un cigarrillo, camin sin rumbo fijo, ya le haban dicho que no se metiera a ese pueblo de rebeldes, pero era ms inquietante para todos transgredir lo prohibido, adems el capitn del rea era su amigo. Sin embargo, ya no era emocionante, Patricio no apareca y l se estaba muriendo de hambre. Un soldado le indic que en la prxima esquina haba un carrito de hot dogs, Jorge pensaba en la salchicha grasienta llena de mostaza y de catsup. Antes de llegar a la esquina vio el carrito ladeado y cerca de l a Jaime muerto, prendi un cigarrillo.

NorestePatricio pis los dos montculos, apachurr los lentes de Karen y sta grit. Paco pudo hacer muchas cosas para ahuyentar al desconocido, sin embargo slo le import respirar, inspir, se abraz de la mochila, que cada vez se le haca ms pesada. Las estatuas de arena se sacudieron, Patricio se acerc a ellos. Los hermanos escondieron la mochila, agarraron la brjula que ya tena rumbo y caminaron. Patricio limpi los anteojos de Karen, pero de nada sirvi. Sin embargo slo faltaba un kilmetro para que llegaran con las balas que necesitaban aquellos rebeldes de la ciudad en el desierto. Tres puntos en medio del desierto se vean en algn radar.

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SuroesteCamila vio a Jorge y le pidi un cigarrillo, no poda creer que ese hombre con la cabeza agujerada era aquel padre que le contaba que detrs de las murallas haba una gran ciudad, le narraba cuentos sobre lugares desconocidos, acerca de personas con diferente ideologa. Arroj la maleta, en ella slo haba unos binoculares. Jorge encendi el cigarrillo de Camila, tom un pan que todava humeaba por el vapor, coloc una salchicha, la ba en mostaza y catsup. Camila le indic donde estaban el tomate y la cebolla, pero en los recipientes no haba nada. Jorge dej unas monedas en la mano de Jaime en seal de pago.

SuresteHaba una luz, aparentaba que slo faltaban unos metros para llegar al lugar que se les haba indicado, pero descubrieron que era un pequeo faro de sos que slo se llevan en los carritos de hot dogs. Patricio lo alcanz a ver gracias a su mirada prodigiosa, ahora senta que aquella causa era suya, al intentar tomar un poco de agua vio la artillera y supo que los hermanos no iban de excursin. Se pregunt por qu viviendo tan cerca de ese lugar nunca se haba cuestionado quines habitaban en ese desierto y por qu, l slo se limitaba a seguir las reglas, no pasar a cien metros de ese lugar. Karen y Paco estaban temerosos, Patricio haba descubierto que eran contrabandistas. Caminaban con pasos largos porque debido a su confusin con el camino seguramente el contacto ya no seguira esperndolos en la misma esquina de siempre. Por fin llegaron al faro, ah estaba Jorge comiendo y Camila observando el fondo del recipiente vaco dnde estaban ese tomate y esa cebolla que ella

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picaba? Camila dej su mochila, Paco no crey lo que vea, Jaime muerto. El corazn de Patricio palpitaba de nuevo in crescendo por la emocin, por primera vez haba algo real en su vida, rescat a esos traficantes para llevarlos a su destino, hacia ese contacto que ya no exista. Karen y Paco hablaron un momento con Camila, ella slo pensaba en ese charco de sangre, en el infortunio llevado por esa banqueta mal construida. Decidi levantar el carrito, colocar las balas en los recipientes del tomate y la cebolla. Patricio rpidamente puso la llanta de repuesto. Jorge decidi olvidar y jams infringi la barrera de soldados. En el cielo se ven aves viajando en forma de V. Slo quedan puntos cardinales en medio de la nada.

Tales

Doa MonchiBoceto a lpiz

Anillo en cada dedo, smbolo del nacimiento de un hijo, falta uno, el que ha enterrado recientemente. Por las tardes la poltrona y a leer la Biblia, lmpara es a mis pies tu palabra y lumbrera en mi camino. Los nietos corren por su espalda, mueven la silla. Entre maldiciones y dichos habla del Lencho, ese viento que aparece cuando se le llama a gritos. Miles de gritos, apareca, nios, hay que correr. Despus, slo quedaba adentrarse en ese pasillo lleno de fotos. Sus cantos a las hojas y a los pericos resuenan en el odo, aunque en esta vida no tenga riquezas, s que all en el cielo tengo una mansin. Nadie podr reclamarle la muerte de la micifusa, ni la del pinto, cayeron agradecidos a sus pies, ella les rezaba en el lecho. Por qu enterrar a una gata abuelita? Por qu rezarle al perro? Intermediaria del ms all, fortaleciendo a los del ms ac, susurraba al odo profecas inconclusas. Los domingos a misa sin falta deca a los sirvientes, los sentaba a la mesa junto a ella para contarles sus penas y conocer las de ellos. Las criadas lloraban al dejar a la Monchi, el matrimonio las llamaba. Madrina de todos los hijos y maestra de catecismo del que se dejaba.

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La Monchi nunca grita, sabe decir la palabra ms hiriente, corta cabezas que ruedan para suplicarle el perdn. De nuevo sacar la poltrona al zagun, recibir el saludo de los vecinos, para posteriormente esperar la llegada de algn mendigo e invitarlo a la mesa. La Lola se llamaba aquella indigente que no dej dormir por dos noches. Hubo que acostumbrarse a los vagabundos que se convertan en tos. No hay miedo para la Monchi, ella se despierta en la madrugada, ve en la penumbra, cabecea a la hora del almuerzo y de la cena. Dicen que nunca supo cocinar, pero cmo se extraan aquellos huevos revueltos con las charlas y las historias de la nana y del tata que nadaban en el ro Tamazula. Pasaba horas pintando ngeles, retratando con leo el rostro de sus diez hijos, ojo grande, ojo pequeo, pero ella decidi pintar a los sesenta aos y cantar hasta su muerte. Ms all del sol, ms all del sol, yo tengo un hogar, hogar, bello hogar. El canto ces al enterrar al hijo. La Monchi ya no puede la poltrona, necesita ayuda, mira el atardecer, sudor que cae a sus ojos y los enchila para dejarla ciega por esos segundos que la llevan a los trece aos: el rapto, el hombre treinta aos mayor, nueve hijos, viuda a los treinta, vestida de novia a los treinta y dos con el amor de su vida, una sola hija ms. Diez hijos que la rodean, simulan que la escuchan, pero ella habla de Dios durante horas, qu aburrido, la comida se enfra, ellos mueren de hambre, no saben qu les dice. Hasta mucho despus esas palabras podrn hacer eco. En la cabecera de la mesa parte el pastel, ellos quieren su rebanada. Ahora slo quedan nueve. Deseamos que la Monchi hable El Seor es mi pastor nada me falta, pero ha decidido callar, slo se asoma por la ventana, observa la poltrona, no piensa. Se est secando como la

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micifusa. No hay dolor ms grande que el de una madre que pierde un hijo, escucha decir a los vecinos. Quiere olvidarse de s misma, nadie se ha dado cuenta. La sacan en la poltrona, la dejan para que hable, ella ya no quiere platicar, no tiene qu contar, las historias se han diluido, queda la espera, la llegada de ese momento definitivo. La Monchi ya no quiere baarse, no puede levantarse de la cama, la tele es un zumbido. Visitas que hacen fila para saber, ella no recuerda, invierte rostros para darles otro nombre. Ha decidido terminar con todo, no puede cometer injusticia contra s misma porque es pecado, esa maldita huesuda que no quiere llegar. Se quita los anillos, hunde la cara en lavamanos rebosante de agua, la respiracin no llega correctamente al cerebro, desiste, todava no es tiempo. La Biblia no se ha despegado de la cama de qu sirve? ha decidido reunirse con el hijo. El espejo es buen camino para estrellar la cabeza, para pedir viejo reflejo desaparece, tampoco es lo indicado. Coloca los nueve anillos. La Monchi pide luz, quiero darte las gracias mi Seor por el don que me das cada maana. La poltrona de nuevo sale al portal, se mece lentamente, por los rboles, los pjaros y el sol, por la lluvia que azota en mi ventana. Los anillos han cado en el ltimo balance, la poltrona se ha quedado sola. Retrato inconcluso que pende de una pared sin fotos.

Pre- posicinDesde mi poeta Tras mis nalgas andas siempre, lo he pensando mucho, me incomoda, aunque sentirte sobre m y escuchar tu respiracin provoca que me sumerja inconscientemente donde an no hay un espacio definido. Ahora, la vitrina, el caf matutino y ms all observo las palabras que me dices sin sentido. Fumo y ya no estoy acostumbrada. Veo tus ojos tan negros que se acercan, me tocas ligeramente la nuca, acurrucas tu lengua, mi cuello, mi hombro y el pezn que divaga dentro, diminuta masa. Los latidos se aceleran y mi vientre ya est sudando, sabe cul es tu camino, la flor ya se est abriendo. Segn t no me entrego totalmente, as lo crea, pero he encontrado el resquicio, lo imposible; slo por tus rizos que me pican los ojos. Te tengo encima, no, mejor yo arriba, me gusta ms, creo que as se puede llegar directo como lanza, me convierto danzarina para ver que tus labios se aprietan y tus manos me traspasan. Ahora decides que es mejor otra posicin, siento dolor, nunca ms, digo, mi cabeza da vueltas, me concentro, entra y sale, entra y sale, entra y sale, y ya no deseo que salga nunca, hasta aqu, grito, y nuevamente empiezas. Hacia dnde vamos, me pregunto, y sigues, y sigues, es momento, llega el muro ltex. Descanso un poco, respiro.57

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Entre la gente que hace deporte en el parque y la gordita que pregunta, dnde est mi perro, estamos nosotros, yo desde mi poeta y t dentro de m. Contra lo establecido, el ritual contina con algunas frases cortadas, despacio, despacio. Me gusta que tu espalda crezca porque me siento pequea, s, as, pequea, bajo el manto donde slo brilla tu lunar izquierdo. Uf! Me estoy cansando, mejor sigue t, s, chupa mis pulgares, abre tu boca, ah podrs observar mejor cmo entras y sales, entras y sales, entras y sales. Eso te gusta, lo s, te veo, y ante m el reflejo; esa imagen que se queda grabada como la precursora... Espera, escucho algo. Es un ruido, por fin llegas, tus llaves entran y salen, no encuentras la correcta, finalmente una introduce sus dientes lentamente, ya siento tus pasos cada vez ms cercanos. Ahora s, ya estoy preparada, no necesitamos ms prembulo, una vuelta ms a la llave y estars dentro ah!

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Caminante

Los bostonianos pasan invariablemente a la misma hora, con una calma poco usual para esta ciudad con prisa, siempre bien boleados. La suela parece que se les acaba, pero es repuesta por una nueva, entonces, emprenden el camino otra vez desde el principio. Las zapatillas de charol brillan desde lo lejos, los pasos son pequeos pero acelerados; algunas veces, se ve que estn cansadas, pero saben disimular muy bien dejando su resplandor a cada paso. Soy diminuto, mis dedos se han achatado y las uas largas estn llenas de hongos y de mugre. Colgu mis tenis en el alambre ms alto hace mucho tiempo. Constantemente me interrumpen unas botas de gamuza que juegan a que son sensuales, las he visto acompaadas de unas botas vaqueras, de unos mocasines, de unos botines y hasta de unos huaraches, pero despus pasan solas y se alejan hasta perder la exquisitez del paso. Los converse son cmodos, duran aos y nunca se lavan, son los nicos tenis que se han convertido en clsicos. Y aunque existen muchos colores, yo siempre prefer los negros. Qu extrao, los bostonianos van acompaados de las botas de gamuza, ellas con su paso elegante y ellos demostrando que todava pueden caminar por mucho tiempo.59

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Cuando me top con unos converse rojos, me enamor de ellos a primera vista, despus de un tiempo no los volv a ver. Algo les ha pasado a las zapatillas de charol, tienen das que no las veo, claro, han sido cambiadas por unas zapatillas de piel de cabra. Es fcil distinguir la piel de cabra, es mucho ms rstica que la de vaca y los dedos se marcan en los bordes. El paso ahora es lento y forzado, pero se ven orgullosas al cruzar la calle. Creen que pueden engaar a cualquiera, sin embargo, para m, seguirn siendo las mismas. Cuando llega el carnaval, resulta impresionante, todos los modelos, todas las clases, todos los tipos, todos los colores. Siempre termino destrozado por los pisotones, pero alcanzo a ver el desfile por el hueco de las piernas. En una ocasin pude observar, despus del paso de una turba de vans con patineta, a los converse rojos, pero cuando pasaron a mi lado, no me reconocieron. Fue mucho antes cuando los converse rojos se alejaron de m, dijeron que si ya no poda caminar, ya no serva. Eso sucedi, me qued anclado, muerto, sin movimiento, entonces prefer colgar mis converse negros en el alambre ms alto, total, ya no los necesito. A diario aparecen estilos nuevos, unos que son de astronauta, otros que son sintticos, algunos indescriptibles. Yo prefiero lo clsico, los bostonianos, las zapatillas que ahora son de piel de cabra y las botas de gamuza. Me arrastro entre ese mundo de zapatos, camino con las manos, estoy inerte y slo me queda observar desde la acera.

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En lenguasPorque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie (que hable en lenguas) entiende, aunque por el espritu habla misterios.Corintios 14:2

Nadie entenda lo que Rogelio hablaba, sus palabras se escuchaban como un extrao lenguaje. La torre de Babel se desplom y no hubo quien se acercara para ver si haba algn sobreviviente. Su mensaje cifrado deca: Despus de esto mir, y he aqu una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que o, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube ac y yo te mostrar las cosas que sucedern despus de stas. Y al instante yo estaba en el Espritu; y he aqu, un trono establecido en el cielo y en el trono, uno sentado. Eso gritaba, pero los odos tambin se pueden cerrar como los ojos para apartar lo que no deseamos que entren en ellos. En su casa, otro hombre, Gabino, intentaba apaciguar su alma, llevaba noches enteras sintiendo el pum, pum, pum, puuum, pummm, de su corazn, haba en l un acorde que no se corresponda, un sonido extrao hasta para s mismo. Las horas transcurran, llegaba la noche, puuum, pummm se escuchaba de nuevo. Gabino siempre contaba los pasos que lo llevaban a su oficina, trescientos cuarenta y cinco; desde la puerta verde de su casa, hasta la azul del lugar de trabajo. Iba en el nmero doscientos cuarenta y tres, cuando se top con Rogelio,61

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quien lo mir a los ojos, le deca cosas incomprensibles en un idioma extrao que tal vez no era un idioma. Es mucho el tiempo que he esperado para estar frente a ti padre mo y ahora que me siento derrotado, me dices que ha llegado el momento. Ahora Rogelio estaba frente a Gabino, el palpitar de sus corazones llevaba diferente ritmo. Rogelio crea que dialogaba con alguien, hablaba para s y senta que era escuchado. Me encontr con un pasillo largo, miles de puertas, abr la correcta, no poda creerlo, l estaba frente a m y me tocaba, yo tocado por la mano de Dios!, entonces me dijo: Ve y hblales de nuevo, no ceses, tienen que entender. Rogelio arrojaba su discurso, pero a los odos de Gabino slo entraban sonidos que ms tarde entendera. Cmo puedo demostrar eso a mis hermanos? Quin me va a entender? guame. Y mientras Rogelio crea que deca todo demasiado claro, de su boca slo salan smbolos, nunca palabras. Bendito el Dios y Padre nuestro Seor Jesucristo, que segn su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurreccin de Jesucristo de entre todos los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros. Gabino se qued pasmado. Algunos curiosos rodeaban a Rogelio, ese hombre poseso, que tiraba espuma. En algn momento, una palabra en latn o en italiano. Pero cmo poda saber idiomas ese pobre miserable? El corazn de Gabino de nuevo empez con esos sonidos discordantes, pero poco a poco se iba formando una meloda, una lgica entre aquella imagen distorsionada. Rogelio continu hablndose a s mismo: me rindo, ni mi cuerpo, ni mi alma pueden con la carga que me has dejado, no soy el indicado para efectuar tu labor. Me he cansado de repetirles que yo soy el camino, que puedo llevarlos hacia ti, pero

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me tildan de loco y me lastiman con su mirada. Llvame contigo y perdname, porque no pude seguir tus mandatos. Gabino pens que ese tipo era una patraa, intent irse, pero Rogelio lo vio fijamente y vocifer algunas cosas. Entonces los pies de Gabino no pudieron desprenderse de la tierra, su corazn decidi tomar las riendas, pas de la distole a la sstole, el ventrculo se llen, impuls la sangre a la arteria, la sangre quiso salirse del ventrculo, pero las vlvulas sigmoideas lo impidieron. Todo inici de nuevo. Pummm, puuum, pum, pum, pum, pum, pum. Continu de una forma acelerada. Las palabras de Rogelio eran ms tenues. Soy tuyo, desde ahora te dejo mi legado, sin embargo estar a tu lado, porque s que tu reino no tendr fin. Y al repetirse eso, habl en algn lenguaje evidente para los cielos, pero abstruso para quienes lo rodeaban. Lo que era desde el principio, lo que hemos odo, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos en relacin al Verbo de vida. Porque la vida fue manifestada y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifest. Gabino observ los ltimos vocablos de aquel hombre, notas musicales se tejan en sus labios. Escuch la armona, el ritmo, todo se transformaba en una gran sinfona que simulaba ser una marcha fnebre. He aqu, vengo pronto! Bien aventurado el que guarda las palabras de la profeca. He aqu, yo vengo pronto y mi galardn conmigo, para recompensar a cada uno segn sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el ltimo.

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Yo Jess he enviado a mi ngel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la maana. Ciertamente llegar en breve. Dicho eso, Rogelio se derrumb a los pies de Gabino y stos empezaron a desprenderse de la tierra, intentaban huir, pero algo los detuvo, otra vez el corazn, quien supo que ese mensaje iba directo para l, cada palabra entraba cual letrilla que se une a la meloda que ya haban conformado sus latidos. El corazn tom su nuevo ritmo, se que le mostraba que su camino sera otro de ahora en adelante, se para el cual se vena preparando, ese palpitar que le enseara al mundo entero cul era la verdad. Despus una luz, ruido, un pasillo largo con miles de puertas. Cul ser la correcta? Se pregunt Gabino.

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Crnica desde la soledad

Da vueltas como loca en su cama, va de un extremo a otro, sus ojos estn cerrados, pero s que no est dormida. Entro en el registro de su pensamiento y de nuevo intuyo que teme abrir los ojos para no ver que todo est desierto. Despus de tres horas de navegar por el colchn, decide bajar el pie derecho al piso, sabe que le esperara un da psimo si bajara el izquierdo, as que toca tierra para sentirse segura. Antes de ir al bao y prepararse un caf, tendr que verse un momento en el espejo, sabr que ya son muchas las noches que no duerme, lo nota no slo en las marcas del desvelo, lo ve dentro de sus ojos. Dentro de ellos estn los recuerdos y una vida de nia que le encantara vivir de nuevo. El momento del caf es todo un ritual. Abrir la cafetera, poner el grano molido que le compr al rabe de la esquina y esperar para ver cmo poco a poco la cafetera se va llenando. En algn momento se puso a pensar por largas horas cmo suba el caf, despus de mucho rato, apreci que era el vapor quien se impulsaba para posteriormente pasar por el recipiente del caf y llegar a la parte alta de la cafetera italiana que le regalaron en uno de sus cumpleaos. En la mesilla redonda, ella tomar un libro que nunca va a terminar o que tal vez ya termin y no lo recuerda, leer una lnea pero sabr que lo que importa es a dnde la lleva esa65

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frase. Tal vez a su tierra, tal vez a una Europa que an no conoce, pero que ahora s, conocer, o tal vez esas palabras la llevarn a su colchn que le pide que duerma de nuevo. Ella se resiste y prefiere ver la televisin por un rato, cambia de canal sin detenerse en ninguno, lo importante es escuchar algo de ruido, saber que hay personas afuera que dialogan de alguna forma. Apaga la tele despus de sentir que sus ojos se estn cerrando de nuevo, se espabila un poco y decide tomar un bao. El agua me lleva al ro de mis recuerdos, pensar ella en un momento, y una vez regulada la llave y dejado que el agua hierva para cocinar su cuerpo, entrar a esa dimensin, en la dimensin de las gotas que se confundirn con su llanto. Ahora se mide ropa, la veo desde lo lejos y observo que es hermosa aunque ella no lo crea, todo lo que se ponga le dibujar su silueta an perfecta para sus cuarenta y cinco aos, pero la distorsin del espejo nunca la dejar contenta. Un sonido estruendoso dentro del hipogastrio le indica que el sabor del aire no es suficiente, ella ir a la cocina y descubrir el vaco. Pronto notar que una lata de algo an est llena, comer ese algo y mientras lo hace, tomar de nuevo el libro y releer las lneas que se sabe de memoria. La luz ya no entra al departamento, ella da un suspiro de alivio porque sabe que el tiempo empezar de nuevo maana. Doy vueltas como loca de un extremo a otro de la cama, no quiero abrir los ojos porque s que me encontrar con el desierto de mi vida. La soledad me observa como una intrusa, cree que no me doy cuenta, juego a que hablo a travs de ella, me veo a lo lejos, noto que no estoy sola. Ahora s, es el momento, abro mis ojos y bajo mi pie derecho para tocar la tierra.

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El ritualPara las Hernndez

Las extraar. Las reuniones se llevaban a cabo por lo menos cada quince das, algunos integrantes en el festejo iban variando pero ellas eran las mismas. El rito empezaba con el descubrimiento de los vveres y despus con las mismas charlas de poltica, de literatura, para terminar con las existenciales. A veces yo me aburra, otras dialogaba o terminaba dormida en el silln del jaguar. Por qu hasta ahorita? Toa no respondi, se dirigi al bao, verifiqu si haban trado suficiente cerveza para la noche, pero la mam Yenta slo llen la cuarta parte del refrigerador, pens que tal vez no quisieron gastar o definitivamente no tenan ganas de beber. Por el telfono. No se les olvide traer cerveza, quiero agarrar valor para contarles. Llevaremos lo de siempre, deca la mam Yenta. Toa sali del bao y se sent a mi lado; est bonita la casa, por lo menos tiene dos baos, siempre son necesarios. El edificio est muy feo Alberto, adems la colonia parece peligrosa; no va a pasar nada, es el ms econmico que hemos encontrado, adems no tenemos alternativa; tiene alfombra y no me gusta; se la quitamos; pero habr que pulir los pisos y yo no tengo dinero; yo lo pago; est bien slo me convenc porque tiene dos baos. Ya bamos en la cuarta vez de Tombstone blues, lo soport porque saba que Toa traa algo; cada da sale con ms pendejadas; de qu hablas Yenta; el presidente, primero con lo de los negros,67

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despus con las muertas de Jurez y ahora con las faldas de la primera dama; todo tiene que ver con los estpidos que le escriben el discurso; el problema es que improvisa; risas de mi parte. En la marcha. Se supone que es del silencio no puedes estar hablando; tengo ganas de gritar, de decir consignas, con el silencio no se va a lograr nada; de eso se trata, de ser pacficos; de qu nos servira destrozar el centro histrico o agarrarnos a trancazos; por lo menos me desahogara; de qu Toa; de todo; qu es todo; nada, no es nada. Esperamos durante una hora a Dina, ya no haba cerveza y era demasiado tarde para ir por ms; te dije que no vendra; seguramente llamar; va a decir que se le olvid; todo se le olvida. Dina, te dije que vendra porque me he sentido mal, necesito hablar contigo; lo siento amiga pero vendr Antonio por m, ya qued con l; est bien, pero cuando necesites algo por favor no me llames; te prometo que despus ir a tu casa; no te creo; qu me queras decir?; nada; dime; no es importante; por favor, faltan cinco minutos para que llegue Antonio, tenemos tiempo; slo te quera pedir asilo por unos das, Alberto saldr y no quiero estar sola; es que Antonio se va a quedar a dormir; est bien Dina ya ser despus, tengo miedo pero qu importa. Toa segua callada, Yenta empez a bailar con su sombra, tena que reflejarse y ver el movimiento de sus caderas para poder sentir que estaba bailando. Qu les parece el antro?; no me gusta la msica; ver si pueden poner salsa; Toa ya lig; ya me di cuenta, eso no es raro; quieren bailar?; no gracias; venimos acompaadas; de quin; de nosotras; son lesbianas; idiota; por fin salsa; bailas?; no gracias, prefiero bailar con mi sombra. Ya me dio hambre; quieres que cocine algo?; no te molestes, yo lo hago; ustedes son mis invitadas; cualquier cosa, atn; siempre comemos atn; les har unas quesadillas; te parece Toa? est bien; ya no hay cerveza; tengo un whisky. Y de nuevo se

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escuch Tombstone blues. Despus la mam Yenta empez a dar consejos como siempre. No me regaes Yenta; uno no puede andar buscando slo las cosquillas en el estmago, eso se va; pero mientras dura se disfruta; y de qu te sirve; t lo dices porque llevas aos con Lauro, eso aburre; se disfruta ms porque conoces a la persona; no escuchar, adems ya llegaron por m; no vas a salir; Yenta, slo eres mi amiga; me importa si te pasa algo; no me va a pasar nada; apenas lo conociste ayer; se ve un buen tipo; no vas a salir; qutate. Son el telfono, era Dina; no puedo ir porque tengo que entregar un trabajo para la maestra, adems vendr Antonio y ya haba quedado de cenar con l; no te preocupes, ya te conocemos, adis. Yenta dej de bailar; me voy a ir; a dnde; a Italia, me ofrecieron una beca; te felicito; Toa suspir y por fin abri la boca; por qu yo no?; t qu; yo tambin tengo derecho de recibir una beca; creo que ya ests un poco ebria; no lo estoy; ella sabe de qu hablo; no lo s; siempre has sido la primera en todo, yo quera una beca; por favor contrlense quieren una quesadilla, otro whisky?; eres la que se va a Italia, la que termin su doctorado por qu yo no?; porque no quieres; slo eres un ao mayor que yo; y eso qu tiene que ver; que yo deb ser la primera, me veo ms grande que t y he tratado de empezar las cosas antes que t; nunca las terminas, pero a qu viene esto?; mejor se calman, no las invit para que sacaran todos los traumas de su infancia, ni si quiera cuando vivamos juntas las vi as. Qu hora es Toa?; no s; ya lleg la mam Yenta?; se qued en casa de Lauro; a quin le toca limpiar?; A ti; creo que a ti; yo limpi la semana pasada; entonces a Yenta; s creo que a ella; tienes hambre?; S pero no me quiero mover; compramos algo; qu?; no s, lo que quieras; no se me ocurre nada; son el timbre?; creo que s; abre; abre t; quin?; yo; quin yo?; yo, breme; t traes llaves; se me olvidaron; pens que te quedaras

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con Lauro; me vine porque me toca limpiar; entonces psale; tenemos hambre; qu quieren que les cocine?. Alto a la discusin, las cit por algo y mejor les digo; qu?; s qu?; me voy a casar; t?. Te volvi a hablar; quin?; Alberto; dile que tengo novio; ya le dije; siempre dile que no estoy; eso le digo pero insiste; no quiero verlo; no me interesa. Alberto, estoy por Cumbres y Jacobo Dalevuelta, alguien me sigue, creo que es Fernando, mi novio, no encuentro el nmero catorce; es una casa azul, a un lado hay un parque; creo que la estoy viendo, voy para all; por fin ests aqu; bonita casa; Dnde est Fernando?; creo que afuera. Yo fui la que le dije a Alberto que nos casramos; te felicito; yo tambin; y ustedes cundo?; cuando Lauro me lo pida; a m no me hagas esa pregunta; qu tienes Toa? ests muy agresiva; tengo cncer, eso tengo. Mucho gusto, soy Gloria; yo Toa, ella es Yenta; ste es el cuarto que rento; est chico; no vamos a caber; lo quieren para las dos?; s, somos hermanas; no se puede meter ningn hombre; est bien. Quieren otro whisky?, nos acabamos la botella, ellas no durmieron, yo me qued recostada en el silln del jaguar.

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El octavo da

Desde un punto en el universo se ve a la tierra, un simple globo azul, un planeta que mide 12,756 kilmetros de dimetro, el setenta por ciento cubierto por agua. Los hombres nunca han sabido por qu la tierra se eligi para albergar a los seres humanos, no conocen a dnde se va despus de la muerte y han intentado esbozar el porqu de la vida. Algunos se han quebrado la cabeza por entenderse a s mismos y a sus semejantes, por entrar acuciosamente en el cerebro, comprender el porqu de los sentimientos y de las reacciones intempestivas que despiertan en l su instinto animal. Una nube se construy en el universo, busc un refugio para descargar su lluvia cida sobre los cuerpos. Esa masa visible no se form por cristales de nieve o gotas de agua suspendidas en la atmsfera, sin embargo, identificaba zonas y planeaba en qu lugar caera; encontr uno, un punto de la tierra. El lugar estaba perfecto, tranquilo, un permetro no muy extenso y unos habitantes aletargados en sus recuerdos. La nube espesa sobrevol por unos momentos. Algunos habitantes salieron de sus casas para observar ese evento que los dej impvidos. El cielo se haba teido de un color verdoso con matices amarillos. Levantaron el rostro al mismo tiempo y sintieron una brisa que empez a ennegrecer sus sentimientos; los posey uno a uno, transform sus rostros. Intentaron71

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huir, sin embargo la nube entr por el resquicio de la puerta que intent cerrar una mujer. La mujer se observaba en el espejo, vea su hermosa figura, se quit la blusa, toc sus pechos, pretendi palpar ms all, pero se inhibi, volte para todos lados, se coloc de nuevo la blusa. Avergonzada descubri que estaba sola, como siempre. Encendi el televisor, busc algn canal que hablara sobre el tiempo. Al parecer algo haba ocurrido con la seal, porque slo se vean pequeos puntos plateados que no sealaban nada. La mujer observ detenidamente, empez a buscar figuras, vea un barco y una tortuga, pero la misma nieve de la pantalla cambiaba de posicin. La nube lentamente entr en el cuerpo de la mujer, ella cerr los ojos, se dirigi al espejo, empez a desvestirse, pens que llevaba aos en los que no se vea desnuda, se quit la blusa, despus la falda, vio su gordura, su piel flcida, sus piernas chuecas y su pelvis an virgen. La mano de la mujer se apoder de su cuerpo. Sus dedos eran falos embravecidos que deseaban ensamblarse, directamente entraron casi juntos, no caban pero qu importaba, haba que romper todo aquello que obstruyera su paso. La sangre empez a fluir, moj la mano, piernas, pies, dedos y uas enterradas en el piso. La mujer no se inmut, haba sentido cierto placer an en su autoviolacin, sin embargo no se atrevi a voltear al espejo. La nube abandon el cuerpo y entr por una ventana abierta donde se vea comer a toda una familia. El padre en la cabecera masticaba lentamente, vea a la madre que estaba a un lado y le sonrea. La hija menor observaba fijamente el plato con ravioles y coma unas migas de pan que estaban en el mantel. El hijo mayor desde la cabecera opuesta al padre, tena el plato limpio, ni siquiera se haba servido, minutos antes haba mencionado que no tena hambre. La nube domin a cada uno de ellos, el primero en sentirla fue el padre.

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Nunca me han gustado los ravioles, odio los ravioles crees que porque fuiste a Italia en tu niez puedes ufanarte de que sabes hacer ravioles? Los he vomitado, las caeras estn podridas por mis cidos estomacales. No soporto el vino tinto, ni los manteles blancos. La madre reaccion. No me gusta preparar ravioles, nunca me ha gustado, pero es el nico alimento que masticas correctamente, ahora lo s, no te gusta, por eso tus mordidas eran pequeas y discretas. Mientras que con cualquier otro platillo deglutes como cerdo, comes con el deseo de que nunca se termine la comida. Tu saliva ha entrado hasta en mis ojos y tu aliento lo respiro a cada momento. Pretendes besarme para recordarme lo que acabas de engullir. No quiero tus besos. Los hijos salieron de su letargo. Interrumpi la hija. Esta casa es demasiado pequea, necesito una recmara para m sola. Donde pueda caminar desnuda, pensar, llorar cuando recuerdo las manos de mi hermano. No lo quiero cerca de m. El hijo se qued mudo, paralizado, no saba si abofetear a la hermana o decirle que est enamorado de ella, eso no est mal, sus padres siempre le han dicho que el amor es bello, as que no se avergenza de lo que experimenta. Se hinca y besa los pies de la hermana. Los padres no se inmutan de la escena, porque an estn enfrascados en los ravioles. La hija toma el cuchillo con el que minutos antes parti el pan, titubea un poco, pero al recordar la noche anterior, lo clava en el cuello de su hermano, como si fuera una asesina experta. La sangre cae en la copa de vino tinto. Por fin dejar de dormir junto al

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hermano. La nube abandona los cuerpos. Los padres discuten sobre la comida italiana, mientras la hija limpia la mesa. Unos nios que jugaban en un patio trasero, sintieron la espesura de la nube. Se pelearon como se pelean los nios, discutieron por un juguete que los dos queran. Se prometieron que se delataran mutuamente con sus madres. Uno de ellos resbal y su rostro fue a dar al piso, la frente se inflam y le qued un cuerno digno de un unicornio. El otro nio se angusti al ver llorar a su compaerito, le obsequi su juguete y siguieron divirtindose. La nube sobrevol algunas calles, deseaba encontrarse una presa ms fcil y ah estaba, regando el jardn. La viuda mojaba las plantas y podaba las flores. El material verdoso le entr por los ojos, pero ella segua regando. Despus tom las tijeras y cort cada una de las flores del jardn, se tumb sobre ellas, perciba los olores mezclados, se regocijaba en sus recuerdos. El marido muerto un ao antes, el hijo asesinado unos meses antes, el perro dej de ladrar das antes y ella dej de vivir unas horas antes. La viuda se incorpor, agradeci a esa nube por darle fuerza necesaria. Entr a la sala, vio el enorme crucifijo que siempre haba sido el protector, lo tom, lo estrell contra el suelo, despus lo escupi y lo pisote. Una ola de tranquilidad inund el cuerpo de la viuda. La nube persigui a un hombre que caminaba solitario por una de las avenidas principales, sus pasos eran apresurados, pareca que alguien lo iba persiguiendo. En realidad era l quien hostigaba a una adolescente que dio vuelta en una esquina. La adolescente asustada se refugi en una callejuela sin salida, le gritaba a ese hombre, su maestro, que no le hiciera dao de nuevo. Esta vez la nube no quiso penetrar en el individuo, slo asechaba. El hombre jadeaba, pareca un toro en brama. Se deca a s mismo: Antes te gust, queras sacar provecho de

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m, no te har dao, slo quiero volver a olerte, djame tocarte, lo har lentamente, est vez ser con ms delicadeza. La adolescente se acomodaba la falda a cuadros, vea los ojos del hombre y agachaba la mirada, no poda soportar esos ojos que la desnudaban. Ella discurra: Me van a matar, me dirn que los he defraudado, promet que este semestre no pasara de nuevo. Por favor maestro no me vea, no quiero que me vuelva a tocar. Mam no me dejar salir por dos semanas, pap no me dar dinero si vuelvo a reprobar la misma materia. Sus ojos no me gustan, pero La adolescente sale de su escondite, se acerca al hombre, lo toma de la mano, se pierden en una nueva callejuela. Aquella nube continu recorriendo la pequea ciudad, encontr varias presas, todas muy fciles y accesibles. Cada alma tomada aumentaba su tamao, se apoder del pueblo, de la ciudad, del pas y de casi la tierra entera. Existen algunos lugares que an no visita, sin embargo cuando una persona que ha sido tocada por ella, emigra, se lleva consigo esa esencia y empieza a sembrarla en el corazn de quien lo permite. An no se ha encontrado una vacuna para ser inmunes, ni siquiera un campo protector que ahuyente a esa bruma. Desde cualquier punto se puede observar a la tierra cubierta por una capa verdosa, sin embargo se hayan algunos huecos an vrgenes, una vez cubiertos, el planeta dejar de existir. Slo entonces empezar el octavo da e iniciar la reconstruccin.

La ciudad de los muertosPara Julio Csar Monrrez, mi to

1. INT. LNEAS TELEFNICAS. DA Observamos cmo, desde el interior de la tierra, diversos cables telefnicos, al parecer, se dirigen a varios puntos, seguimos su trayectoria. VOZ FEMENINA 1 (OFF) Lo mataron? VOZ MASCULINA (OFF) Ests seguro que a Julio? Es una broma verdad? VOZ FEMENINA 2 (OFF) Ests hablando de mi hermano? VOZ FEMENINA 3 (OFF) Noooooooooo

La ciudadMe invitaron a visitar a un muerto, no me pude rehusar, la invitacin lleg por una llamada telefnica, tom la va ms rpida.77

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Desde el cielo se poda ver que la ciudad estaba protegida por el caparazn de una tortuga, en realidad no s si era una proteccin o simplemente una armadura para no llegar tan fcilmente al centro de las cosas. Pis la tierra y entend que ya todo haba cambiado. El aire caliente que entra y se aloja en el nervio ptico fue mi primer anfitrin. Mis pasos eran pausados, todo estaba en otra frecuencia, una ms lenta y aletargada, despus, al recoger mi maleta, pude observar que a lo lejos estaba un letrero. BIENVENIDOS A LA CIUDAD DE LOS MUERTOS. Esper un rato, en aquel desierto slo estaban ellos, los cadveres, se desplazaban fcilmente de un lugar a otro, mientras que yo no poda mover un solo dedo. Alguien lleg por m, sent su mano fra y su mirada caliente, camin a su lado y me sub al coche. Los rboles, aunque verdes, tampoco tenan vida. Los miles de difuntos rean, y cada carcajada suya era un bramido para mis odos. Quise correr, regresar a otra ciudad de muertos ms vivos, pero no poda perder esa invitacin, as que permanec inmvil; no deseaba olvidar ningn detalle de ese mundo desconocido. A lo lejos alcanc a observar a un vivo, me di cuenta de que lo era por el brillo en su mirada, por ms lejano que estuviera se vea una luz, pero una jaura de difuntos lo encrucij y lo hizo pertenecer a su clan. En el camino observ otro par de vivos, se escondan y me vean como si yo fuera su cmplice, alguno se acerc a la ventanilla del auto y me grit que an haba tiempo de huir, pero permanec indemne. Le dije a mi acompaante que prosiguiera el camino. Por fin llegu al lugar de concentracin de los extintos, pareca que festejaban al nuevo miembro, todos me vean, me abrazaban con su fro cuerpo, otros me jalaban, nadie en ese lugar tena la mirada de un vivo.

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Me dirig al lecho, slo pude dar un paso, el rostro de la madre no me permiti caminar ms. Me detuve, ella frente a m. Para la Madre yo slo era una mancha ms en medio de aquellas que le susurraban, le pregunt lo que pasaba, estaba muda, le rogu que me lo dijera, por fin, despus de tomar aire abri la boca.2. INT. COCINA. DA JULIO (48) termina de desayunar. MUJER (33) lava los platos con agua caliente, el vapor sube hasta su rostro, vemos que JULIO le est dando un beso en la mejilla. JULIO se da la media vuelta. MUJER Julio. JULIO voltea. JULIO Qu? MUJER Que Dios te bendiga.

La MadreEstrell los huevos en el sartn, calent las tortillas, son el telfono, no quise contestar porque se me haca tarde. Fue mi viejo el que levant la bocina, yo slo escuch lo que no era posible. Intent encender el auto pero no pude, entonces mi viejo quiso manejar, yo slo levant la cara al cielo y ped fuerzas. Nunca vi a un muerto. Estamos acostumbrados a que les ocurra

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a otras personas, a sos que se ganan que los maten. Nosotros nunca nos metemos con ellos, para qu, pero estn por todos lados, te piden que pertenezcas a su mundo, y si los rechazas te matan y si los aceptas te matan. Yo crea que la gente inventaba, que los cadveres que aparecan diariamente en las esquinas eran simplemente para presionar a la autoridad. Yo nunca he visto a un muerto, eso crea, pero ahora s que he caminado al lado de ellos