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Taller creación literaria 2

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Hombres, historias y sueños de mi pueblo

Talleres xammarinos de creación literaria

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Hombres, historias y sueños de mi pueblo

Dedicatoria Presentación Índice

Parte I Cuentos y otras narraciones en voces juveniles

• De cómo las higueras dieron oro • La promoción terremoto • Una lección inolvidable • Cuando el río enseña • Historia de un pollito • Un quijote para los sin tierra • Una mujer infatigable • El ángel de los necesitados

Parte II

Creando poesía a partir de vivencias comunales • Droga, te desprecio • Basta • Solidaridad

Parte III

Abordando nuestra realidad a través del ensayo y otros • Carta para quien la quiera leer • La esperanza será la espada que rompa nuestras cadenas • Mi verdadera Patria

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De cómo las higueras dieron oro…

uacho es una de las ciudades más importantes de la costa norte del Perú. Es una ciudad grande, llena de viviendas y edificios que semeja un inmenso vergel, por lo verde de su exuberante campiña, llena de

árboles, frutos y flores. Se ubica a las orillas del mar y posee también un hermoso puerto donde, a diario, esforzados pescadores viven una eterna lucha contra el mar, afanándose por arrancarle una inmensa variedad de peces, los que van a parar, convertidos en sabroso potaje, a la mesa de los huachanos.

Huacho es, además, una tierra famosa por sus "brujos" o "maestros curanderos". Pero, no hay nada comparable al asunto de las higueras. Sí, de las higueras a la orilla del gran cequión que cruzaba Huacho... ¿Nunca oyó hablar del misterio de las higueras en Huacho?... ¡Eso es imperdonable...! Si acaso Ud. no lo sabe, Huacho es la tierra de la salchicha, de la ubérrima campiña, del hermoso puerto, de los brujos... ¡Huacho es también la tierra de las higueras que dieron oro... ! ¿ Insiste Ud. en que no conoce la historia?... ¡Pues, yo se la voy a contar...!

Allá por el año de los que no me acuerdo, los pobladores del antiguo Huacho que vivían cerca al puerto estaban aterrados. Ninguno de ellos se atrevía a cruzar la gran acequia para ir al centro de Huacho más allá de las 10 de la noche. Apenas oscurecía los asustados pobladores se refugiaban en sus casas y aseguraban sus puertas y ventanas. Tampoco los que vivían en el centro de Huacho se atrevían acercarse a la gran acequia que cruzaba todo Huacho, desde la zona de Puquio Cano hasta el frente de lo que hoy es la Ciudad Universitaria en la zona sur de Huacho. La acequia en mención, era la depositaria de varios canales de regadío menores que utilizaban los campesinos huachanos, y, casi siempre, presentaba un crecido caudal de agua. ¿Y qué era lo que infundía tanto temor a los apacibles moradores de esa zona?, ¡Pues eran las higueras! Sí, las higueras que, en número de cuatro, se ubicaban a lo largo de la orilla izquierda de la gran acequia. Pero el temor no

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era por todas las higueras. Era, especialmente, por una, por la que se encontraba cerca el puente que servía para cruzar la acequia y por donde pasaban los pobladores para salvar el obstáculo. Y es que eran muchos los que afirmaban haber visto un brillo diabólico junto a la higuera. Otros afirmaban que, apenas sonaban las doce de la noche, unas sombras blancas rodeaban a la higuera y que entonaban extraños himnos o cánticos, que seguro adoraban al diablo. No faltaba quien solicitaba que deberían unirse todos para prender fuego a la referida higuera, pero era tanto el temor que ninguno se atrevía a realizarlo por temor a la venganza del diablo, decían. Al poco tiempo el rumor se expandió y eran muchos los que afirmaban haber visto lo mismo en las demás plantas de higo que adornaban la orilla de la gran acequia.

Hay que resaltar el misterio que rodea a la higuera en casi todos los pueblos de la costa peruana, especialmente en la zona de las quebradas y campiñas. ¡Quién no ha saboreado los exquisitos higos tanto de color blanco como los de color negro...!, pero nadie puede afirmar que haya visto la floración de una planta de higos, así como la ley natural hace florecer a cualquier árbol como antesala de que de allí saldrá el fruto.

Y sobre la flor del higo se han tejido una serie de comentarios y rumores. Que florece un día predestinado por el tío y que esa floración ocurre a las doce de la noche en punto, que su flor es de color blanquísimo y que brindará beneplácito y riqueza a la persona que lo vea florear. Se dice que esta planta en su floración está vinculada con el demonio y que éste, al pedirle, te concede todos los deseos que tengas. Inclusive, personas interesadas han pasado noches enteras esperando ver cómo florece la higuera, pero nunca jamás saben explicar cómo esta planta, al otro día, aparece con sus frutitos en cantidad. Si Ud. observa con detenimiento, no encontrará vestigio alguno de que esta planta alguna vez floreció, ni siquiera verá caída alguna flor que no cuajó y que sirva como prueba para decir, quizás, de qué color es o qué forma tiene... Algunos señalan que el higo fue la primera planta cultivada por el hombre en casi todo el mundo. Otros dicen que es originaria de Asia menor. Muchos coinciden en que cuando los españoles llegaron a América ya se sembraba en estas tierras el higo, sobre todo en el Perú que es uno de los principales productores a nivel mundial.

Pues bien, dejemos las historias ajenas con respecto a la higuera y volvamos a la nuestra. Decíamos que los pobladores ya no vivían tranquilos por todas las historias de terror que se contaban con respecto a la higuera de la gran acequia. Hasta se contaba el caso de un joven que se atrevió a cruzar el

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lugar al filo de la medianoche y que vio, alrededor de la higuera, a varios fantasmas vestidos de blanco y de amarillo, con aspecto diabólico, que bailaban en torno a la higuera y entonaban cánticos que ponían los pelos de punta. Dicen que el joven sufrió un terrible ataque y que había llegado a su casa arrojando espuma por la boca y pronunciando palabras incoherentes y que, hasta la fecha, permanecía mudo y como ensimismado en otro mundo. Desde ese acontecimiento, nadie más se atrevió a cruzar de noche aquel lugar, y todos extremaron sus precauciones e hicieron más grandes sus temores. Llegó por aquellos días a ese lugar un pariente de los Toledo, la familia que vivía en el extremo sur del puerto de Huacho. Familia dedicada a la pesca y que también vivía con el temor provocado por las apariciones. Este pariente, un joven de 25 años, era oriundo de Piura y también se dedicaba a la pesca pero venía en camino hacia Lima, pues su meta era labrarse un futuro en la capital y, si era posible, estudiar en San Marcos alguna profesión liberal. - ¡Yo no creo en esos cuentos...!, dijo cuando se enteró de lo que atemorizaba a los pobladores huachanos. -¡Pero es verdad ...! muchos lo han visto, y no sólo eso sino que desde aquí, a la medianoche se puede observar un extraño resplandor junto a la higuera...! le respondió su tío, don Timoteo Toledo, hombre de 48 años de edad y considerado como uno de los mejores pescadores de la zona. - Pues, yo te aseguro tío que esos fantasmas y diablos no existen, que de seguro alguien les está jugando una broma macabra a todos ustedes... Y para demostrártelo yo voy a ir a ver lo que realmente ocurre...! - ¡Espera...! Cuando llegue la noche verás desde el techo de la casa el brillo diabólico del que te hablamos...! ¡No te arriesgues tontamente...!

Y efectivamente, aquella noche se subieron los dos al techo de la casa y pudieron observar, con la luz de la brillante luna, un extraño resplandor que salía cerca al lugar donde se ubicaba la higuera de los murmullos y apariciones.

Julián, que así se llamaba el joven piurano, al observar con

detenimiento, recordó que alguna vez escuchó, allá en su Piura natal, cómo su abuelo Nastacio contaba la historia de tesoros escondidos que brillaban en las noches y de cómo algunos se hicieron millonarios con tales descubrimientos. Se lo comentó a su tío Timoteo, asegurándole que nada perdían con ir a ver, aunque sea desde lejos, que nada les iba a suceder... . Logró convencerlo y ambos se acercaron al lugar y observaron, desde lejos, que efectivamente había un resplandor extraño junto a la higuera, y que este resplandor, de color blanquecino y brillante, parecía salir de la tierra, casi justo de las raíces del árbol, y que las hojas y ramas de la planta, al moverse con el viento que soplaba, daban la Impresión de extrañas figuras que se movían alrededor.

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Regresaron a la casa, donde sus familiares los esperaban con el corazón a punto de estallar por la angustia y el miedo. Se reunieron todos en la sala y allí, Timoteo les contó lo que hablan visto y también les dijo las sospechas de su joven sobrino: -¡Puede haber allí un tesoro escondido...! exclamó emocionado, observando la cara de expectación que ponían sus oyentes...! ¡Y nosotros podemos encontrarlo!. - Preparemos todo lo necesario durante el día, y mañana en la noche iremos a ese lugar para salir de dudas - dijo Julián - ¡y ni una sola palabra a nadie de todo esto...! ¡Puede ser nuestra gran oportunidad!.

Y pasaron la mayor parte del día siguiente alistando varias palas, picos y barretas. Julián, mientras tanto, se daba una vuelta por el lugar, reconociéndolo y preparándose para la visita nocturna. Se dio cuenta que en total habían cuatro higueras a orillas de la gran acequia. Decidió que según como les fuera con la primera de ellas, la que estaba junto al puente, podrían probar con las otras. A las 10:45 de la noche, cinco varones, integrantes todos de la familia Toledo, equipados con las herramientas necesarias, y después de haberse encomendado a todos los santos y con un enorme crucifico, cada uno, colgado del pecho, se encaminaron hacia el lugar. Observaron que todas las casas de los vecinos estaban en silencio y que de ellas no salía la menor luz. Estaban todos encerrados, durmiendo, atemorizados ante el menor ruido. Julián dio las indicaciones necesarias y ordenó que todos se pusieran un pañuelo mojado junto a la boca y la nariz, a modo de antifaz bucal. - ¡Eso es para protegerse de la tierra y del antimonio - les dijo - y cuando yo lo indique deberán alejarse rápidamente...!

Llegaron junto a la planta y empezaron a cavar, mientras uno de ellos

se ponía a cuidar por si alguien se acercaba, lo que era casi improbable. Después de casi 25 minutos de excavar, una de las barretas pareció chocar con un bulto y se oyó un claro sonido metálico. Todos, expectantes, reanudaron con mayor entusiasmo la tarea, y cuando Julián ordenó que se apartaran todos lo hicieron rápidamente. Cogiendo un cubo lleno de agua, Julián lo echó encima de| montículo aún cubierto de tierra que se observaba y con una barreta larga, cubriéndose el rostro con el pañuelo mojado, escarbó en la tierra hasta casi medio desenterrar el bulto que se observaba. Ordenó luego que todos esperasen un rato antes de acercarse de nuevo al hoyo que habían descubierto.

Cuando, por fin , pudieron acercarse terminaron de excavar alrededor del bulto y con un pequeño candil preparado a base de grasa de pescado,

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iluminaron el hoyo y vieron que el bulto era formado por un envoltorio de telas o tejidos adornado con figuras geométricas y líneas verticales y horizontales. Julián sin ningún temor ya, cogió el bulto y las tetas se desintegraron al contacto. Entusiasmados, todos observaron que había más telas cubriendo algo metálico. Siguieron desenvolviendo y, aunque algunos fragmentos de telas se desintegraban, otros estaban todavía en buenas condiciones. - ¡Parecen telas incaicas...! dijo don Timoteo que estaba emocionadísimo. De pronto, todos observaron que en el interior había unas hermosas joyas que aunque un poco cubiertas de negro podían reconocerse como de oro y también había varias de plata. La emoción no les cabía en el pecho a ninguno de los presentes... - ¡Es oro puro...! ¡Y qué hermosas joyas tienen como adornos...! - ¡Esto debe valer una fortuna! ¡Es una máscara de pura plata...! - ¡Vamos a cavar en las otras plantas de higo - dijo Julián - allí también deben haber bultos como éste...!

Y emocionados hasta el extremo por el hallazgo de metales preciosos, se trasladaron hasta las demás plantas y realizaron la misma tarea que en la primera. Y, efectivamente, en cada una de las tres restantes, encontraron bultos iguales que guardaban en su interior hermosas joyas o pequeños bloques de oro y plata, un poco cubiertos de óxido pero perfectamente identificables y de gran valor. Eran ya cerca de las tres de la madrugada cuando llegaron a la casa de los Toledo, llevando su preciosa carga. Ninguno podía ocultar su enorme alegría. Se habían cuidado, eso sí, de tapar nuevamente los restos de las telas y llevándose sólo las preciosas joyas y los metales valiosos. Ninguno pudo dormir ya, y al otro día iniciaron los preparativos para viajar toda la familia a Piura. Julián manifestó conocer varias personas que comprarían el metal y pagarían muy buenos precios y que vivían en Trujillo.

Al poco tiempo la familia Toledo en pleno, aduciendo marcharse a Lima, realizó un viaje. Y nunca más volvieron al pequeño puerto de Huacho. Y tampoco volvieron a observarse los extraños resplandores ni alguna persona observó figuras fantasmales alrededor de las higueras. Y hasta las higueras repentinamente se empezaron a secar y en unas pocas semanas quedaron totalmente secas. Los pobladores lo atribuyeron a la cercanía de la festividad de San Pedro, patrón de los pescadores, y que éste había obrado el milagro y vencido al demonio que se había atrevido a atemorizar al pueblo del cual era Santo Patrono.

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Y Ud. amigo lector, tan curioso como yo, se estará preguntando: ¿Y de dónde salieron esas joyas y bloques de oro y plata que estaban enterrados junto a las higueras supuestamente endemoniadas...?.

Y para no dejarlo con tal interrogante, y aunque la respuesta a ello es harina de otro costal, he aquí la respuesta a tanta curiosidad:

Antes Huacho no era tan grande. La ciudad más importante de esta

parte del Norte Chico era el pueblo de Huaura, la del histórico balcón, donde San Martín proclamó por primera vez la libertad en tierras peruanas. Los primeros pobladores huachanos fueron asentándose a orillas del mar, viviendo de la pesca y los que estaban cerca al río Huaura empezaron a cultivar algunas tierras. Por aquellos días llegaron los españoles a estas tierras de América, masacraron a miles y capturaron al inca Atahualpa en Cajamarca. Este, creyéndose un hábil negociador, ofreció a sus raptores llenarles varios cuartos con oro y plata, y, como los ambiciosos españoles aceptaron de inmediato la oferta, el Inca envió a sus emisarios para que recolectasen en todo el territorio inca, el oro y la plata necesarios para cumplir con su ofrecimiento y así recobrar su libertad. De inmediato, de todas partes de su Imperio, empezaron a llegar cargamentos de los preciosos metales.

Una de esas delegaciones, provenientes del Cusco, y que transportaban un considerable cargamento de oro y plata, llegó a estas tierras bañadas por el rio Huaura, y descansando aquí en Huacho, se enteraron que los barbudos conquistadores habían asesinado al soberano Inca. Tomaron entonces la decisión de integrarse a las fuerzas incaicas que hacían frente a los invasores asesinos. El jefe de la comitiva tomó una decisión con respecto al cargamento que traían y que, dados los últimos acontecimientos, ya no serviría para liberar al Inca. Además a ellos no les interesaba como metal precioso ni para afanes de riqueza.

Sáyac, que así se llamaba el jefe inca, decidió que el cargamento de oro y plata fuese enterrado a orillas de una gran acequia de regadío que ya existía en aquel entonces. Fueron muy pocos los enterados del lugar exacto donde se produjo el entierro. Sáyac ordenó que el cargamento fuera repartido en doce partes y que sus hombres hicieran doce grandes hoyos a orillas del canal. Luego envolviendo las joyas en telas sepultó cada una de las partes. Fueron doce los entierros que contenían el oro y la plata que inútilmente había sido destinado para rescatar a su Inca. Y para recordar el lugar exacto donde había sido enterrado cada bulto, hizo que en cada hoyo se sembrase una planta de higuera. Para tal efecto se trajo de la campiña cercana varias ramas de esta planta que al poco tiempo empezaron a rebrotar. Así, bajo las raíces de cada una de las doce, higueras que se formaron a lo largo del canal de regadío

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quedó sepultado el oro y la plata de origen inca. Después, integrados a la resistencia contra el invasor y en las cruentas luchas morirán todos los integrantes de la comitiva y, hasta el final, el valeroso Sáyac mantuvo el secreto del tesoro enterrado en tierras huachanas. Nunca nadie pudo conocer de la verdadera ubicación del tesoro y ni siquiera se enteraron de que existía un tesoro.

Y allí siguió hasta que ocurrió el suceso de Julián Toledo que acabó con el descubrimiento del tesoro que guardaban las raíces de las cuatro higueras.

Sí, leyó bien amigo, cuatro ... CUATRO... c-u-a-t-r-o... higueras. ¿Pero no fueron doce las higueras que guardaban el tesoro? Pues sí, eran doce. Pero al cabo de los años transcurridos, ocho de ellas se secaron o acabaron cortadas por los campesinos y sólo sobrevivieron los retoños de cuatro. Y que como los Toledo les excavaron las raíces también terminaron por secarse y no quedó el menor testimonio de ellas.

Pero no hay secreto que algún día no se conozca y esta historia llegó a oídos de alguien que se encargó de divulgarla. Hay quien asegura que fue el mismo Julián Toledo él que contó la historia cuando, convertido en todo un potentado pasó un día por Huacho rumbo a la capital donde tenía que tratar algunos negocios de bienes raíces. Y hasta se asegura que buscó las restantes higueras pero que ya el progreso había borrado la gran acequia del mapa huachano y que en su lugar sólo había casas y calles empedradas. Nunca pudo hallar las restantes ocho higueras, dicen hasta hoy los rumores.

Pero, eso si me consta, que cada vez que alguna vieja casa se derrumba para construir un moderno edificio o casa nueva, la gente llega a hurtadillas para observar si, por alguna casualidad, se descubre algún bulto que guarde alguna parte del tesoro que escondían las higueras. Y hasta hay alguien que afirma que hubo otros que lograron encontrar la riqueza pero que, para no compartirla con nadie, nunca lo hicieron público.

Esta es, pues mi gran amigo, la famosa historia de las higueras que dieron oro y plata en esta noble ciudad de Huacho, Capital de la Hospitalidad y Puerta Norte de Lima ¿Conforme? Muchas Gracias.

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LA

PROMOCIÓN

“TERREMOTO” ientras caminaba presuroso hacia su casita que se ubicaba a orillas de la Carretera Panamericana, en el asentamiento humano

“Los Pinos”, a la entrada de Huacho, en la mente de Pedrito aún resonaban las palabras burlonas de su amigo Coco: - A ver, Pedrito, tú que dices saberlo todo, a ver, dime ¿qué sabes de la famosa Promoción Terremoto?

Y Pedrito, que muchas veces se había ufanado de conocer casi todo respecto a la historia de Huacho y de la provincia entera, no pudo encontrar en su memoria algún dato respecto a…¿cómo había dicho el pesado de Coco? ¡ah, sí!... ¡La promoción terremoto! -Ya ves cómo no sabes todo. ¡Te agarré, Jorgito!

Y la risa socarrona de Coco se extendió por casi todo el patio. Y muchos fueron los que sonrieron burlones al enterarse que, por fin, alguien había logrado encontrar el Talón de Aquiles del sabiondo Pedrito. Al mismísimo Pedro Morales Tapia, al primer alumno de su aula.

Apenas sonó el timbre del recreo, Pedrito se encaminó al aula de innovaciones. Felizmente encontró una computadora desocupada. Abrió el explorador y digitó: “Promoción Terremoto”..Esperó…esperó…se abrieron algunos archivos, los leyó ávidamente…pero nada, ¡nada! ¡En internet no había nada acerca de la tan mentada “Promoción Terremoto”!. La angustia casi se apoderaba de Pedrito …y ahora ¿Quién podría ayudarlo? ..¡No…no! ¡Nada de Chapulín Colorado! ¡Esta vez la cosa era seria, su reputación estaba en juego! -¿Quién me puede ayudar?...¿Dónde encuentro información sobre la Promoción terremoto?...¡Ah, ya sé! ¡Mi abuelito! Él debe saber algo.. ¡Sí, sí..seguro que él debía saber algo!

Por ello, apenas llegó a su humilde casita, casi a las faldas del cerro Centinela, en el asentamiento humano “Los Pinos”, dejando su mochila sobre

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la mesa, llamó a gritos a la única persona que podía sacarlo de su “terrible” ignorancia: su abuelo. -¡Abuelito..abuelito! ¿Dónde estás? -¿Que pasa Pedrito? –se escuchó la voz del abuelo mientras su figura se recortaba sobre la puerta que daba al patio. -¡Abuelito,necesito tu ayuda! -¿Ayuda?, a ver, dime, ¿En qué puedo ayudarte? -Abuelito, ¡cuéntame sobre la Promoción Terremoto! -¿Promoción Terremoto? –el abuelo miró a Pedrito extrañado y preguntó al casi angustiado nieto- ¿Y para qué quieres saber de la promoción Terremoto? -Abuelito, dime por favor, ¿Conoces algo de la Promoción Terremoto?

El abuelo dio media vuelta, cogió un vaso y lo llenó con agua hervida fría que reposaba en una jarra de vidrio. Lo llevó a sus labios y sorbió un largo trago. Se acercó luego al nieto y cogiéndole la cabeza con infinita ternura, respondió: -¿Qué si la conozco? ¡Claro que sí! El rostro de Pedrito no pudo reflejar mayor emoción. Casi al borde de las lágrimas pidió al abuelo: - ¡Cuéntame sobre ella abuelito! ¡Por favor!

Y el abuelito, acomodándose en el desgastado sofá de madera, cerrando los ojos, como si iniciase un fantástico viaje al pasado inició su increíble relato:

“Fue un día como otro cualquiera… Era la clase de Comunicación…estábamos en tercer año de secundaria. De pronto, mi voz se escuchó en toda el aula: -Profe.. ¡Cuéntenos sobre la promoción terremoto!

En un instante todo se convirtió en un silencio general. Nuestro profesor dejó de hablar. Me miró con cierta sorpresa en su mirada. “Zapatón” Ortiz, el más fastidioso del salón, me reprendió con cierta burla en sus palabras: -¡Promoción terremoto! Ja,ja,ja…Profe, Gavino se ha vuelto loco…¡Le ha dado epilepsia a su cerebro!

Una risotada casi general se escuchó en el aula. Nuestro profesor levantó una mano y todos se callaron. Con la mirada fija en mí, me preguntó: -¿Dónde escuchaste lo de promoción terremoto? -Lo leí en una revista antigua del cole, profe. En la biblioteca…¡Ahí hablaban de ella!

Nuestro profesor de Comunicación dio unos cuantos pasos por el frente del aula, se paró casi al centro, quedando a su espalda la usadísima y ya

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no tan verde pizarra de cemento, llena de ejercicios para reconocer sustantivos y adjetivos, los mismos que había interrumpido para hablarnos del tema del trabajo de redacción que íbamos a desarrollar en la próxima clase. Por eso, cuando habló de sismos y de cómo la escuela debería organizarse para actuar, por ejemplo, ante un terremoto, se me vino la pregunta a la cabeza. -Buenos alumnos. Presten mucha atención. Voy a contarles un suceso que ocurrió hace muchos años, cuando nuestro colegio recién estaba construido en este lugar.

“Cerebro” Vega, el que siempre se sentaba al final de la primera fila y compañero infaltable de las bromas en el aula, se puso serio y preguntó: -¿Es verdad eso de la promoción terremoto profesor? -Sí muchachos – el profe hizo una pausa y luego, levantando el tono de voz, inició la narración de una historia que todavía recuerdo como si hubiese sido hace un instante. “Allá por el año de 1966, había una rivalidad extrema entre el único colegio público de secundaria de Huacho, el Luis Fabio Xammar, y un colegio religioso, Nuestra Señora de la Merced. Ambos colegios habían disputado la final de fútbol escolar y los xammarinos habían ganado a los mercedarios. Ello ocasionó toda una fiesta entre los alumnos xammarinos la misma que se prolongó hasta el colegio. Allí, formados en el patio, los futbolistas xammarinos fueron homenajeados. El Director había viajado a Lima y estaba a cargo el subdirector del colegio. Cuando los alumnos, en medio de la emoción por el campeonato logrado, pidieron el clásico “asueto” como premio al triunfo, el subdirector asumió la responsabilidad y declaró día libre para todos. Total, ese día no hubo clases ni nadie trabajó. Todos se retiraron a sus casas. Hay que recordar que antes se estudiaba hasta los días sábados y las clases eran todo el día, mañana y tarde. El colegio quedó vacío.

A eso de las 4 de la tarde ocurrió un fuerte sismo en toda la zona. La iglesia catedral de Huacho se derrumbó casi totalmente, así como muchos otros edificios de la ciudad. Los tres pabellones del colegio Xammar se derrumbaron totalmente. Las paredes de adobe y los techos se vinieron abajo. Las aulas quedaron irreconocibles. Los carpetones de madera fueron destrozados por el peso de las paredes. ¡Si las clases hubiesen sido normales cientos de alumnos xammarinos hubiesen muerto aquella trágica tarde!. Gracias a Dios el bendito “asueto” evitó la tragedia. Cuando los alumnos vieron cómo había quedado su colegio lloraban de emoción y daban gracias al subdirector y a sus compañeros de la selección de fútbol, ya que gracias a ellos

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no habían tenido clases. Ello motivó que el colegio fuese reconstruido en su totalidad ya con pabellones de material noble, los mismos que se mantienen hasta la actualidad. Fue por ello que los alumnos del quinto año de secundaria, que egresaron ese año de 1966, fueron bautizados como “Promoción Terremoto”. Y si alguien duda de ello, les comento que actualmente hay cuatro integrantes de esa promoción que trabajan como profesores en nuestro colegio. Esa es la historia de la famosa promoción terremoto, estimados alumnos”

El final de la historia, contada por el profesor, fue acompañado por otro silencio. El mismo que fue interrumpido por la voz de “Pollito” Isminio que dijo: -Ya ve, profe, lo bueno que son los “asuetos”

Nuevamente se generó un bullicio en el aula. El profe miró su clásico reloj negro, se acercó a la vieja mesa que servía como escritorio para todos nuestros profes. Acomodó sus papeles en el maletín tipo ejecutivo que cargaba todos los días en el colegio, y se dirigió a la puerta del aula que siempre permanecía abierta, y se despidió diciéndonos: -No olviden que la próxima clase deben traer cuatro o cinco hojas de papel bond A4 para el taller de redacción. Así terminó esa clase que a todos nos dejó con una fuerte impresión. Mi amigo “Internet” Alberto me dijo: - Gavino, al recreo vamos a la biblioteca. Hace un tiempo yo vi un álbum de fotos antiguas. Creo que allí había fotos de nuestro antiguo colegio.

Acepté. Pronto llegó el profe de matemática y todos nos pusimos atentos ya que había examen y para los números no éramos nada buenos. Además “Problemático” Dante, como llamábamos a nuestro profe de Matemática, ya que era puro problemas, no tardó mucho en entregarnos la fotocopia del examen y así pasaron las dos horas de clases muy pronto. Cuando el profe nos dijo que ya podíamos salir al recreo fui con “Adonis” Solís, “Pollito” Isminio y “Señora” Hilario a la biblioteca. Nuestra biblioteca es muy grande. Tiene miles de libros y otros materiales. Hay como treinta mesas largas y allí había pocos alumnos. Es que casi todos prefieren buscar información en internet y se van corriendo al aula de cómputo. De paso se juegan un rakion o un Gunbau. En la biblioteca estaba el profe Lucho quien al vernos llegar nos atendió pronto. -¡Qué milagro por acá muchachos! A ver, en qué los puedo atender. -Profe Lucho – habló “Pollito” – queremos que nos preste ese álbum de fotos antiguas del cole.

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-¿Fotos antiguas? , casi se sorprendió el profe Lucho ante nuestra petición. Sin embargo, poniéndose un dedo en los labios y barriendo con la mirada dos de los estantes que estaban casi al final del pasillo nos dijo - ¡ah, ya sé a qué se refieren!

Seguidamente se encaminó a uno de los estantes más lejanos del ambiente, cogió una caja de cartón forrada totalmente de azul y plástico transparente, la abrió y sacó un álbum de fotos que se notaba muy viejo. Lo limpió con una franela roja, la abrió un momento y llegó hasta nosotros. -Aquí está. Por favor trátenlo con mucho cuidado. Aquí está historia del colegio cuando recién se construyó en esta zona.

Nosotros, dándole las gracias, nos fuimos hasta una de las mesas, nos acomodamos y abriendo las páginas de aquel álbum nos sumergimos en una historia gráfica que nos emocionaba. Allí, en viejas fotos en blanco y negro estaban los antiguos alumnos xammarinos con su uniforme de comando, color caqui. Todos tenían corbata, cristina y galones. Y allí estaba también el cole como había sido antes. Había también fotos del colegio destruido. En verdad que fue emocionante para todos. Devolvimos el álbum y después contamos a muchos compañeros lo que habíamos visto. Casi todos dijeron que irían a verlo apenas tuvieran oportunidad.

Yo y mis amigos casi nunca tomamos en serio los simulacros de evacuación que se hacían en el cole. Los tomábamos a broma. Salíamos del salón fastidiando a los otros y cuando bajábamos las escaleras jalábamos el cabello a los que iban adelante. Nos demorábamos un montón de tiempo en llegar hasta el sitio señalado en el patio a dónde íbamos a quedarnos. Y ello a pesar de todo lo que decían nuestros profesores sobre la importancia de los simulacros. Sin embargo, hoy, después de haber reflexionado sobre lo que ocurrió y sobre lo que pudo ocurrir a nuestros compañeros del pasado creo que hay que tomar muy en serio la prevención. Nuestras aulas son de hace 44 años atrás y su estado no es muy bueno que digamos. Las carpetas son grandes y, muchas veces el camino a la puerta no está libre. Y eso debería preocuparnos.

Al otro día, leímos en el pizarrón del cole que se iba a realizar un simulacro de sismo. Todos en nuestra aula tomamos muy en serio la situación.

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Con nuestro profe tutor compramos un botiquín pequeño. Entre todos trajimos algunos materiales para primeros auxilios: alcohol, algodón, gasa, vendas, etc. Confeccionamos nuestros propios carteles de “Zona segura”, los pegamos donde correspondía, dejamos libre la zona de la puerta, cubrimos con cinta de embalaje los vidrios de las ventanas y los brigadistas de defensa civil del aula se pusieron las pilas. Confeccionamos letras en papel lustre y colocamos una gran frase encima de la pizarra: “Más vale prevenir que tener que lamentar”. “Zambito” Agüero es el encargado de vigilar que la puerta nunca esté cerrada del todo y conoce la ruta de evacuación y el lugar donde nos toca protegernos. ”Mundo” Nicho es el encargado de la señalización y protección. “Cumplido” Martel es el responsable del botiquín. Creo que, de alguna manera, estamos preparados ante cualquier eventualidad.

Mi amigo “Pollito” me comentó que en su casa, cuando él habló de lo que habíamos hecho en el aula sus padres se interesaron y decidieron también tomar medidas de prevención. Identificaron las zonas seguras en la casa, colocaron los letreros y, sobre todo, se preocuparon de despejar las salidas moviendo mesas y muebles que pudieran obstruir el paso. Ante eso yo también conversé con mis padres y, a pesar de cierta indiferencia en ellos, logramos señalizar los lugares seguros y también identificar los lugares peligrosos ante un sismo.

Esto lo comentamos con nuestro profe tutor y él ya está hablando con todos para que hagan lo mismo en su hogar. “La vida es lo más valioso que tenemos, muchachos, y hay que cuidarla como el mejor tesoro” ,nos repite nuestro profe tutor. Yo creo que no hay nada peor que la indiferencia ante un problema. Hoy la palabra “Prevención” ha pasado a ser una de las más usadas en nuestros quehaceres. También la usamos cuando vamos al laboratorio o cuando vamos a cruzar la panamericana norte por los continuos accidentes de tránsito que hay.

Y todo gracias a la famosa promoción terremoto. A la enseñanza que nos dejó lo que pasaron. Pero, sobre todo, a la necesidad de comprender que estamos expuestos a desastres naturales imprevistos y debemos estar preparados. Ojalá que tú, amigo lector, también asumas la valiosa cultura de la prevención.

Jonh Gavino Sánchez

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UNA

LECCIÓN INOLVIDABLE

-¡Profesor, hay simulacro! -¡Continúen escribiendo que estamos atrasados y tenemos que terminar con el tema! -Pero, profesor, el auxiliar dijo que teníamos que bajar cuando sonara la sirena… -¿Y desde cuándo manda el auxiliar en mi clase? -Profe, es que después nos llaman la atención cuando no bajamos… -Además nos hemos preparado para el simulacro…¡hasta una camilla nos hemos conseguido! -Miren alumnos, yo no sé para qué tanto simulacro y simulacro…¡Qué ganas de perder el tiempo! ¡Cuando la desgracia nos llega nos llega, y nadie nos va a salvar!

Los alumnos dejaron de protestar. Veían, a través de los vidrios polarizados que el Director había mandado colocar en las ventanas de su aula, cómo sus compañeros de los otros pabellones evacuaban con rapidez sus aulas. La sirena seguía sonando. Era la alarma acordada para dar inicio a uno de los muchos simulacros de evacuación en casos de sismos que se realizaba en su colegio. Pronto el patio se llenó de alumnos formados en círculos que se abrazaban mientras los brigadistas circulaban por el patio pidiendo serenidad y calma a todos. Los demás profesores, en su mayoría, también estaban junto a sus alumnos, apoyándolos. Otros profesores subían a algunos pabellones y luego bajaban en brazos o en camillas a algunos “heridos”. Otros profesores, ayudados por trabajadores administrativos corrían hacia los

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pabellones con extintores y botiquines en una supuesta ayuda a personas heridas por el sismo. Hasta los que trabajaban en las fotocopiadoras y en los kioscos del colegio habían salido a los patios.

Algunos alumnos se miraron extrañados. ¡Es que se habían preparado con bastante entusiasmo para participar en el simulacro! Otros profesores los habían incentivado a hacerlo hablándoles de lo importante que era prevenir, lo importante que era una institución organizada y preparada para que las consecuencias de un movimiento sísmico futuro. ¡Pero el profesor mandaba en su clase y no había nada que hacer!. Los brigadistas del aula habían hecho un buen trabajo durante toda la semana pero todo había sido en vano.

Por los parlantes del patio, el coordinador de TOE y los profesores responsables del simulacro continuaban incentivando a los alumnos a mantener la calma y pronto los últimos que evacuaban sus aulas llegaron hasta la ubicación señalada de antemano. Se pidió silencio. El profesor Roberto, parado en el estrado principal desde estaban monitoreando todo el simulacro, inició un discurso que fue interrumpido cuando desde el segundo piso de uno de los batallones del frente una brigada de profesores bajaba en una camilla a un “herido” . Era un alumno que tenía unos amplios vendajes en su cabeza y en una de sus piernas. Lo trajeron hasta el medio del patio y allí, los brigadistas de primeros auxilios acudieron en su apoyo.

Los alumnos del aula que aún permanecían dentro por orden del profesor, llevados por la curiosidad se pusieron de pie para mirar lo que ocurría en el patio. El alumno había sido pintado con aseptil rojo y desde lejos parecía un verdadero herido. Los alumnos de la fila que estaba junto a la ventana se pusieron de pie y empezaron a mirar por la ventana. El profesor, enojado, levantó la voz y les exigió sentarse. En el patio, el profesor Roberto, reanudó su discurso: -Quiero felicitarlos alumnos, por su decidida participación…. De pronto se calló. En realidad había un nuevo silencio en todo el patio. Y no sólo eso, sino que todos empezaron a mirar hacia lo alto del pabellón del tercer año. Algunos de los alumnos señalaban con sus

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manos. Algunos de los profesores hicieron señas a los que se encontraban en el estrado, a los responsables del simulacro. De pronto, todos ya miraban hacia arriba. Pepe Santos, uno de los alumnos que se había puesto de pie mirando hacia el patio exclamó: - ¡Profe, están mirando hacia acá! -¡Oye, te dije que te sientes! -¡Ahora nos van a llamar la atención! El profesor borró una parte de lo que había estado escrito en la pizarra. Cogió una tiza roja del escritorio y puso un nuevo título. -¡Copien rápido!

Algunos de los alumnos empezaron a protestar ya que no habían terminado de copiar lo anteriormente escrito. El profesor no hizo caso de las protestas y pidió que se apuraran a copiar el resto porque lo iba a borrar también. Por los parlantes del patio nuevamente se empezó a escuchar las voces de los que monitoreaban el simulacro. Pedían a los alumnos que bajaran todos al patio. En unos minutos se escucharon unos toquidos en la puerta que hasta ese momento había permanecido cerrada. Nadie respondió y los alumnos miraban al profesor que muy enojado murmuraba palabras que casi no se entendían.

Como los golpes en la puerta se repitieron, el profesor mandó al alumno que se encontraba más cerca de la puerta a que la abriera. Al hacerlo, todos vieron al auxiliar, acompañado de un profesor quienes de inmediato empezaron a preguntar, muy enojados: -¿Por qué no han bajado? ¿Acaso no se les dijo que tenían que participar en el simulacro? El alumno volteó a mirar al profesor. Éste, como si escuchase la noticia por primera vez dijo: -¿Qué, había simulacro? ¡Yo no sabía nada! Los alumnos iniciaron una protesta, la misma que fue interrumpida por el auxiliar, quien con voz firme dijo: -¡Bajen todos al patio y ubíquense donde les corresponde! Como ya lo habían ensayado muchas veces, de inmediato los alumnos se organizaron y empezaron la evacuación. Los brigadistas dieron

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rápidamente las indicaciones respectivas y todos los alumnos bajaron al patio. Una silbatina fuerte se escuchó apenas aparecieron los alumnos en la boca de la escalera, en la antesala del patio. Sin embargo, cuando aparecieron los alumnos con la camilla y con un compañero supuestamente “herido” todos aplaudieron. El profesor Roberto siguió hablando por el micrófono. Explicó que se había hecho la evacuación en menos de dos minutos y que eso era meritorio, teniendo en cuenta que el colegio contaba con una población de casi dos mil alumnos y 40 profesores. Luego de ello habló el Coordinador de TOE y felicitó a todos pero les pidió no bajar la guardia y estar siempre alertas. Que en otro momento se iban a realizar nuevos simulacros de evacuación en casos de sismos. Todos aplaudieron y, en orden, iniciaron el retorno a sus aulas, flanqueados por sus profesores. El profesor Roberto pidió a los alumnos del aula que había bajado en último lugar que se quedara formada en su ubicación.

Desde donde estaban todos vieron cómo el profesor que les impidió bajar en un primer momento, se acercaba a ellos. Cuando estuvo cerca y antes que el profesor Roberto y el Coordinador de TOE se acercaran, les dijo: -¿Por qué no me dijeron que era un simulacro de todo el colegio? -Pero profesor, si nosotros se lo dijimos. -¡Nadie me dijo nada! - Profesor, sí se lo dijimos.. -¡Cállate! ¿o acaso quieres que te jale? Los alumnos se callaron. El profesor Roberto se acercó y empezó a hablarles. Les habló de la responsabilidad que tenían todos en participar en las actividades de prevención en caso de sismo. Les pidió mayor seriedad y responsabilidad para el futuro. El coordinador de TOE los culpó de obstaculizar las acciones de prevención y que eso le dolía mucho porque en realidad estaban atentando contra su propia seguridad, contra su propia vida. -Estoy muy sorprendido por el comportamiento de ustedes. Había creído que era un aula con mayor responsabilidad. ¿Qué pasó muchachos? ¡Que no se vuelva a repetir!

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Seguidamente, se les ordenó el reingreso al aula. Cuando llegaron todavía tuvieron que soportar otra llamada de atención del auxiliar . Él les pidió explicaciones. Pero nadie habló. Todos se miraban pero nadie echó culpas a nadie. Algunos alumnos se comían su rabia y su cólera pero se mordieron la lengua para permanecer callados. Al fin se retiró el auxiliar y el profesor dijo. -Bueno, ya perdimos un tiempo valioso, vamos a continuar con la clase.. En ese momento se puso de pie Yances, uno de los alumnos más rebeldes del aula. -Permiso para hablar profesor. -¿Qué quiere Yances? -Profesor, por culpa de Ud. nos han llamado la atención a todos… -¿Por mi culpa? - ¡Sí profesor, por su culpa! Usted no nos dejó salir y participar del simulacro.. -¡Ya cállese! ¡Ya les dije que eso es una pérdida de tiempo! -¡No profesor, yo no me voy a callar! -¡Cuidado que le pongo un rojo por faltarme el respeto! Al oír las palabras amenazantes del profesor, varios alumnos se pusieron de pie y empezaron a hablar todos al mismo tiempo. El profesor intentó acallarlos pero no lo consiguió. Entonces Carlos Barreto, uno de los policías ecológicos del aula, pidió silencio a sus compañeros. Cuando lo hubo logrado, se dirigió al profesor y le preguntó: -Profesor…¿por qué dice Ud. que un simulacro es una pérdida de tiempo? -Porque para mí es eso, una pérdida de tiempo -Pues para nosotros no lo es profesor. Por eso es que nos preparamos para este simulacro. -¡Eso es cierto profesor! -dijo Yarlequé- Todos nos habíamos preparado porque valoramos nuestra vida. Porque valoramos la prevención. Hay que estar preparados para un sismo. -Bueno allá ustedes… pero en mi clase lo más importante es que aprendan. -¡Lo más importante es nuestra vida profesor!

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-¡Ya, ya! ¿Por qué reclaman tanto? Si tanto quieren participar en un simulacro que es una pérdida de tiempo ¿Por qué no salieron entonces a pesar de lo que yo diga? -¡Eso haremos la próxima vez! –fue la vibrante respuesta de Yances- Aunque Ud. no lo quiera nosotros saldremos del aula y participaremos en el simulacro. -¡Si lo hacen me los jalo por faltarme el respeto! -¡Pues hágalo si quiere! -¡Nos quejaremos con nuestros padres! -¡No entraremos a ninguna de sus clases y haremos un plantón en el patio! Alzando la voz, Santos Flores dijo: -Compañeros …¡Simulacrooo! Entonces, todos los alumnos, en perfecto orden, muy organizados, enrumbaron hacia la puerta del aula y se desplazaron por las escaleras hacia el patio donde no había nadie. Llegaron hasta su ubicación y allí, en perfecto orden, empezaron a corear una canción de moda. Por las ventanas, los alumnos de otras aulas empezaron a mirarlos sorprendidos. Pronto llegó hasta el grupo el supuesto herido transportado en una camilla artesanal. Cerca de la puerta del aula, el auxiliar, que en todo momento había estado escuchando lo que sucedía dentro del aula, no podía disimular una amplia sonrisa. Lo que sospechaba se había convertido ya en una certeza: el profesor era el culpable. Mientras tanto, dentro del aula, el profesor miraba a los alumnos en el patio. Su gesto era de incredulidad casi completa. -¡Los voy a jalar! ¡Los jalaré a todos! Mientras, en el patio, se escuchaba más fuerte el cántico de los alumnos.