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Tapa El Popular

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ENTREVISTA. El empresario se publicita permanentemente con vistas a una difusa candidaturaDiego Ibáñez Padilla, un personaje del que se habla mucho y se sabe muy poco

Desde hace meses es una referencia casi ineludible en el ambiente de la noche más que en el de la política. Pero está decidido a ser intendente y cuenta las fichas de su partido por miles a nivel local. Sus ideas políticas son simples, emparentadas a veces con la lógica popular y otras con la derecha cerril.

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Daniel Puertas

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Asegura que ya afilió a su partido a once mil olavarrienses, lo cual vendría a ser un récord para la política lugareña, y que lo hizo pagándole solamente dos pesos por ficha a cada uno de sus noventa punteros, cuenta haber diseñado un esbozo de plan de gobierno nacional deportando a los inmigrantes ilegales, dice que dos de los grandes negocios de su vida, de esos que involucran millones de dólares, los hizo sin poner un peso y cuenta cómo. Es Diego Ibáñez Padilla, un hombre del que se habla mucho desde hace algún tiempo, algo para el cual contribuye permanentemente con publicidades pagas, miembro de una familia de la módica aristocracia nacional que se casó

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dos veces con mujeres del mismo ambiente, tiene fama de hombre de la noche y es protagonista de algunas anécdotas creíbles y otras improbables.

Este hombre que organiza fiestas juveniles a las que van sus punteros ficha en mano, hubiera sido un candidato especial para épocas de antipolítica. Actualmente es una figura que despierta más curiosidad que adhesiones, aunque él sostiene exactamente lo contrario.

Llegó a EL POPULAR después de probar en el Autódromo el auto con el que pensaba participar en el Turismo Sport del Sudeste -algo que está en duda porque ayer rompió una biela-, contó muchas historias de negocios y menos de política, aseguró haberse enamorado para siempre de Olavarría y se fue pronunciando bendiciones.

-¿Cómo llegó a Olavarría?

-A Olavarría vengo desde que tenía tres años, acompañando a Adolfina Boubée, que estaba casada con Enrique Pasman. Después trabajé en la estancia La Leontina, y con la ganancia de la estiba de bolsas me iba a bailar a "Rodríguez" (un mítico boliche que funcionó desde fines de los 60 hasta fines de los 80). Cuando pasaba por la tranquera del campo Las Dos Hermanas, de Guazzone Di Passalaqua, siempre pensaba "a este campo me lo voy a comprar"...

-¿Cómo es su historia como empresario?

-Yo le compré a mi familia la empresa Polledo Sociedad Anónima con un fideicomiso hecho en Miami. Mi familia tenía miedo de lo que podía pasar con la salida de (el ex presidente Raúl) Alfonsín, con el cinco mil por ciento de inflación y ola llegada de un hombre del Norte, con grandes patillas, que era Carlos Menem y puso en venta Polledo. Pedí que me otorgaran la primera oportunidad de compra. Tenía que igualar la oferta que recibieran. Un banquero americano amigo me hizo el fideicomiso y de esa manera me quedé con el 99 por ciento de la empresa. Pero no tenía dinero para pagarle a los 1.500 empleados.

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Sólo tenía dos pagarés por un millón de dólares cada uno de la Municipalidad de Buenos Aires. Y el día en que compré la empresa me robaron todo, agujerearon las cajas fuertes que tenían puertas de un grosor enorme con unas limas especiales, con un sistema de enfriamiento. Me robaron hasta los pagarés. Salí a la calle preguntándome qué podía hacer. Y encontré los dos pagarés, en el asfalto, todos arrugados. Con los pagarés en mi poder llamé a la Municipalidad, vencían al día siguiente. Y un funcionario me dijo que para poder cobrarlos iba a tener que pagar mucho dinero. Yo no tenía un peso. Llamé a un banquero, el presidente del Banco de La Rioja, y tuve que decirle una mentira, que necesitaba la plata ese día porque si no podía entrar en convocatoria de acreedores. Entonces me dieron toda la plata a cambio de una comisión mínima. Ellos cobraron al otro día esos pagarés, sin ninguna pérdida. A ellos no les pidieron nada.

-¿Qué lo llevó a la política?

-Le pregunté a mi papá una vez: "Papá, ¿qué hiciste por mi país". Mi papá me contestó: "Fui presidente de dos empresas, fui abogado, viví 45 años con tu mamá, tuve hijos y pagué impuestos". Le volví a preguntar: "Papá, ¿qué hiciste por mi país?". Y me repitió lo mismo, y le volví a preguntar y me repitió lo mismo. Entonces me di cuenta de que si no entrábamos en el poder político, el país no iba a cambiar nunca.

-¿Si no entrábamos quiénes?

-Todos los civiles, si no entramos todos los civiles en la política esto no va a cambiar nunca. Este gran país que es el nuestro no va a cambiar nunca. Pero déjeme terminar de contar lo de Polledo. En el caso de Polledo, pude vender, después de hacer negocios importantísimos para la empresa, como la compra de la Central Dock Sud, tercer central termoeléctrica del país, con dos líneas de alta tensión. con peaje. Con infinidad de obras ganadas, todas sin apoyo del Gobierno, nunca acepté ningún arreglo me parece que le hacíamos un muy grande mal a nuestro país

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cuando no hacemos las cosas como corresponde. Hice empresas en Bolivia, en Asunción del Paraguay. En mi empresa hice un aumento del capital y la compró otra empresa, la que pasó a ser mayoritaria y yo quedé como minoritario, en el año 2000.

-Volvamos a la política...

-El doctor Menem conoció como había trabajado yo personalmente en la Séptima región (N. de R.: recurrentemente habló de región" en lugar de sección electoral), donde, la verdad, hicimos un trabajo espectacular para tan poco tiempo. El doctor Menem me pidió un trabajo: que podíamos hacer con los impuestos en mi país, donde las cosas que se han hecho han sido incoherentes, de lo más absurdas que tenemos, lo digo por el impuesto al cheque, Ingresos Brutos. En todo lo que podemos perjudicar a alguien que quiere llevar una economía blanca, lo perjudicamos.

Entonces yo contraté a un especialista, un señor que sabía de impuestos como no sabe nadie y pude hacer un trabajo interesantísimo en impuestos, en disminución de subsidios, y en devolución de las retenciones. Todo era para hacer muy despacio, pero funcionaba Y funcionaba para quedar cero en subvenciones y cero en retenciones. Claro que yo pensaba en la deportación.

-¡¿En qué?!

-En la deportación. Todo extranjero que no tuviera la documentación, contrato de trabajo y presentación en la DGI no iba a quedar en la Argentina. Se le pedía documento y no lo tenía, se lo deportaba, se le pedía contrato y no tenía, se lo deportaba. La parte más importante del Presupuesto era para deportación.

-¿Cuánta gente pensaban deportar?

-Toda la que fuera necesaria. Cómo nos hacen a nosotros cuando vamos a otro país. De esa manera iba a tener posibilidades de darles trabajo a los argentinos

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pagándoles el doble por hora. Había formas de llevarlo adelante, una cosa es venir a pasear y otra es instalarse para tener casa sin pagarla, para a tener gratis la luz...

-¿Pero cuánta era la gente que habían calculado deportar?

-No me acuerdo exactamente, pero era una barbaridad. ¿Usted sabe la cantidad de gente que está en los hospitales sin documentos, la cantidad que estudia en las universidades sin ser argentinos, sin pagar un peso?

-No sé. ¿Cuántos son?

-Más del 30 por ciento de los estudiantes. Terminan los estudios y se van a su país sin haber pagado un peso. Yo pensaba exigirles que pagaran. Como te hacen en cualquier país del mundo...

-¿Las deportaciones eran la pieza maestra de su plan de gobierno?

-No. Había varias piezas maestras. Una era bajar el Impuesto a las Ganancias a toda empresa que cotice en Bolsa, yo fui presidente de varias empresas que cotizaban en Bolsa y siempre tuve mucho éxito. Con el 6 por ciento pagué el 100 por ciento de Polledo. No vendía ninguna opción hasta poner en funcionamiento a la empresa y la acción pasó de 0,50 a valer 15 pesos. Entonces la empresa pasó a valer 160 millones de dólares y habíamos pagado 10 millones. Fui al fideicomiso y le pagué al banquero americano, mi amigo, y con el 6 por ciento le pagué el 100.

Lo mismo pasó con los ingleses, con el caso de Dock Sud. La compré sin plata. La central costó 25 millones de dólares y me la dieron toda rota, a tranquera cerrada. Me prestó la plata un banquero argentino, me dio un cheque en blanco. Se lo pedí diciéndole "no te puedo contar qué precio voy a llevar, si me tenés confianza dame un cheque en blanco, firmado por vos que vamos a ganar la licitación". La gané por 60.000 dólares de diferencia. Me dieron la usina a tranquera cerrada, me rompieron las

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ocho turbinas. Siete ya no funcionaban y me rompieron la única que quedaba. Me robaron todos los motores chicos. Llamé a los presidentes de las empresas termoeléctricas y les pedí que no los compraran y los tuvieron que vender por monedas en Uruguay. Me robaron hasta los 10.000 pesos de la caja. Me robaron un camión de Bomberos.

Pero en tres meses, con el ingeniero Badaraco, que era el gerente, y yo el presidente, pusimos en funcionamiento las ocho turbinas. Esa noche, cuando se prendieron las turbinas, yo estaba solo ahí, con una botella de champagne y sin ningún protector en los oídos, sabiendo que el ruido me podía lastimar. Me tomé el champagne oyéndolas...

Ese mes facturé 8 millones de dólares, fue para mí una tan gran satisfacción que no me la puedo olvidar.

Y con el señor (Oscar) Montero, de Coopelectric hicimos el primer contrato que se presentó de venta de energía entre privados, entre el proveedor y una ciudad, que después fue mía, a mitad de precio del que tenía Olavarría entonces...

-¿Y va a ser candidato a intendente?

-Sí. Y voy a ganar. Ya tengo más de 11.000 afiliados, que se consiguieron gratis. Tengo 90 punteros trabajando en la calle, gastando una suma muy modesta. No se le paga a nadie por afiliarse, sólo les pago dos pesos por afiliación a cada puntero. Calculo que vamos a tener 20.000 afiliados para fines de abril, algo que nunca tuvo nadie en la historia de Olavarría. Estamos con una organización excelente, se revisa de una ficha de cada tres, son verificadas una por una y con el padrón general. Hemos encontrado nada más que dos con un problema...

-Usted tiene forjada una imagen como personaje de la noche, ¿es real?

-Yo no soy ningún personaje de la noche. Soy un hombre que le gusta dar la cara donde vivo y no tengo ningún

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inconveniente en que me vean los jóvenes. Nunca he tomado como para que alguien me pueda señalar. Casi el 90 por ciento de los jóvenes dice que votan por su Diego Ibáñez Padilla. Cuando tengo trabajo, no salgo. Y he trabajado muchas veces, he tenido 4.000 empleados. Me gusta divertirme y participar con mi gente. Y nunca compro nada que no sea en mi ciudad, aunque tenga pueda comprar en Buenos Aires más barato. El final de todos mis libros es "Te quiero, Olavarría".