Tegueste en Tiempos de Guanches. La dimensión territorial de sus prácticas sociales

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    FRANCISCO PREZ CAAMAO

    JAVIER SOLER SEGURA

    CARLOS J. PERDOMO PREZ

    TOMS RODRGUEZ RODRGUEZ

    Teguesteen t i empos de guanches

    La dimensin territor ial de sus prcticas sociales

    Ilustre Ayuntamientode la Villa de Tegueste

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    FOTOGRAFA DE LA PORTADA

    Imagen desde el interior de Cuevas de la Mesa Tejina 43(TG-25)

    Guillermo Pozuelo Gil

    Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste.

    EDITA

    Gobierno de Canarias

    Cabildo de Tenerife

    Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste

    DISEO Y MAQUETACIN

    Jos M. Padrino Barrera

    FOTOMECNICA E IMPRESIN

    Litografa Trujillo, S. L.

    DEL TEXTO

    Los Autores

    DE LAS FOTOGRAFAS

    Los Autores

    ISBN 978-84-938791-7-4

    DEPSITO LEGAL N TF 259-2014

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    NDICE

    Presentacin

    Introduccin

    I. Territorio y Arqueologa en Tegueste

    1. Modelos interpretativos, prospecciones y excavaciones

    1.1.Las prospecciones arqueolgicas del municipio.

    Anlisis y ordenacin de resultados

    1.2. Excavaciones arqueolgicas en Tegueste.

    Datos y secuencias estratigrficas

    2. Condiciones tericas y metodolgicas del anlisis. La prospeccin

    arqueolgica superficial como mtodo de investigacin

    2.1. El registro material de superficie

    2.2. Prospeccin superficial y cronologa

    3. La prospeccin arqueolgica superficial de 2011.

    Descripcin y ordenacin de resultados

    3.1. Barranco de Agua de Dios

    3.2. Barranco de La Goleta Mesa de Vargas

    3.3. Mesa de Tejina La Orilla

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    3.4. Llanos de Tegueste Los Lzaros

    3.5. Las Canteras Mesa Mota Montaa El Espaol

    III. La dimensin territorialguancheen Tegueste

    1. Categoras de anlisis: Unidades Domsticas,

    Grupos Locales y Entidad Tribal

    2. La ocupacin del territorio

    2.1. Las unidades domsticas bsicas: cuevas de habitacin, asentamientos

    al aire libre y lugares de frecuentacin espordica

    2.2. Cuevas sepulcrales y ritual funerario

    2.3. Las manifestaciones rupestres y la apropiacin ritual del territorio

    III. Conclusiones

    IV. Bibliografa

    Anexo

    Ilustraciones

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    99

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    108

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    PRESENTACIN

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    Con la publicacin de la presente monografa se culmina la terce-

    ra fase del proyecto Revalorizacin Patrimonial del Municipio de

    Tegueste. Investigacin arqueolgica del Barranco del Agua de Dios

    y su Comarca, que el Ayuntamiento de la Villa viene ejecutando

    desde hace ms de cinco aos. Junto al anterior libro, Excavaciones en

    la memoria, contamos ahora no solo con una recopilacin exhaustiva

    de la informacin arqueolgica que se ha generando en los ltimos

    siglos, sino que, por primera vez, tenemos una explicacin histrica

    de la manera en que los guanchesocuparon las distintas zonas del

    actual municipio de Tegueste. De esta forma se alcanza uno de los

    objetivos que habamos considerado como fundamentales cuando

    nos embarcamos en este proyecto patrimonial: ofrecer a quienes se

    acercaran al Barranco del Agua de Dios una informacin veraz, ri-

    gurosa y documentada sobre el pasado aborigen de la zona. As, y

    de la misma manera que se ejemplifica con la portada de este libro,

    los estudios que se han desarrollado en los ltimos aos permitenarrojar luz sobre ese desconocimiento del patrimonio arqueolgi-

    co en el que esta Villa haba estado inmersa.

    Ahora, lo que queda por emprender es igual de apasionante.

    Aunque con anterioridad se invirtieron algunas partidas econmi-

    cas en su reforma, iniciamos una nueva etapa en la puesta en mar-

    cha del futuro Centro de Interpretacin sobre el pasadoguanchede

    Tegueste, con la realizacin de las correspondientes obras.

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    Paralelamente, estamos poniendo las bases del futuro Parque Ar-

    queolgico del Barranco del Agua de Dios. A pesar de que los pasos

    necesarios para su creacin desbordan las capacidades municipales,

    pues sus competencias directas estn en manos del Cabildo de Tene-

    rife y el Gobierno de Canarias, existen argumentos suficientes para

    establecer en Tegueste el primer parque arqueolgico de nuestra

    isla. Las facilidades de acceso, su pertenencia al rea metropolita-

    na, la belleza natural de la zona, la existencia de infraestructuras de

    ocio necesarias para sostener a un gran nmero de turistas locales y

    forneos y el contenido cientfico que aporta este Proyecto patrimo-

    nial permiten contemplar con optimismo este nuevo objetivo. No es

    necesario sealar la importancia que tendr la colaboracin de las

    mencionadas administraciones como parte fundamental para lograr

    que este proyecto sea pronto una realidad.

    Jos Manuel Molina Hernndez

    Alcalde de la Villa de Tegueste

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    LA ARQUEOLOGA DE TEGUESTE

    Desde que el mundo es mundo y desde los ms remotos confines

    de la existencia el ser humano siempre se ha interesado por conocer

    los origenes y circunstancias de su presencia sobre la Tierra. Su ob-

    sesin no slo ha sido de naturaleza religiosa y filosfica en torno a

    la pregunta de qu somos, de dnde veninos y hacia dnde vamos.

    Tambin se ha interesado por estudiar y conocer los vestigios de los

    modos de vida de sus antepasados ms remotos.

    Casi podramos atrevernos a decir que el inters de los humanos

    por conocer las huellas de su vida prehistrica se remonta a los mis-

    mos orgenes de su existencia. Si la Arqueologa es la ciencia que se

    ocupa de estudiar lo que se refiere a las artes, a los monumentos y

    a los objetos de la antigedad, especialmente a travs de sus restos,

    entonces el hombre es, por su propia naturaleza y condicin racio-

    nal, un ser ntimamente vinculado a esta disciplina cientfica.

    El presente volumen, que con el texto hoy contribuimos a pre-

    sentar o prologar, es un riguroso y respetable ejemplo de esta voca-

    cin arqueolgica del ser humano. Saber de nuestra forma de vida

    en el pasado ms lejano, conocer dnde y cmo vivieron nuestros

    antepasados, en este caso los guanches de la comarca de Tegueste,

    es una manera noble y loable de alimentar la conciencia y el orgullo

    de ser como somos para afrontar con conviccin, gallarda y xito el

    futuro que nos espera.

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    Ese y no otro es el firme e irrenunciable propsito de estos traba-

    jos de investigacin y recopilacin arqueolgica que, con el ttulo de

    Tegueste en tiempos deguanches, son fruto del trabajo apasionado

    de sus cuatro autores y de la iniciativa y coordinacin del Ayunta-

    miento de Tegueste con la colaboracin de diversas instituciones p-

    blicas, entre ellas el Gobierno de Canarias a quien en este momento

    me honro en representar.

    Aurelio Gonzlez Gonzlez

    Director General de Coordinacin y Patrimonio Cultural

    Gobierno de Canarias

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    La identidad de un pueblo, independientemente de su dimen-

    sin, toma como base no slo su propio acontecer histrico, sino

    sobre todo su cultura, esto es, los valores que determinan su proce-

    der y que conforman su personalidad. Un patrimonio que debemos

    reconocer y que nos permite mirar al futuro desde la firmeza que

    otorga el conocimiento de nuestras races.

    Tegueste en tiempos deguanches. La dimensin territorial de susprcticas sociales constituye una valiosa aportacin a esa misin

    pues ahonda en el conocimiento de la poblacin aborigen de Teneri-

    fe por la interpretacin que ofrece sobre el uso y ocupacin del terri-

    torio por parte de nuestros antepasados, en este caso circunscrita a

    los actuales lmites municipales de esta localidad del nordeste.

    No cabe duda de que el estudio del patrimonio arqueolgico,

    fuente de investigacin de esta publicacin, constituye para los his-toriadores un libro abierto para descubrir el comportamiento de

    la sociedad guanche y, tras su conocimiento, comprender nuestra

    identidad, los lazos comunes de esta tierra, su historia y su cultura,

    a fin de dirigir los pasos a un devenir que revalorice an ms nues-

    tro pasado.

    Con este objetivo, como consejero de Cultura y Patrimonio His-

    trico del Cabildo de Tenerife no slo apoyo sino que felicito la apa-

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    ricin de este tipo de publicaciones que contribuyen a la divulgacin

    y difusin del conocimiento de nuestra historia, cuya proteccin nos

    incumbe a todos.

    Esta monografa, basada en el conocimiento e investigacin del

    patrimonio arqueolgico local, supone adems una muestra de la

    continua evolucin en el anlisis de la historia de la Isla por parte

    nuestros investigadores. Una contribucin valiosa, pero sabiamente

    humilde al reconocer la riqueza de otras posturas y metodologas

    que tambin buscan profundizar en nuestro pasado aborigen.

    Es justo reconocer y agradecer el esfuerzo y la seriedad demos-

    trada por los cuatro investigadores autores de esta nueva aportacin

    a la historia insular. La misma conforma un eslabn que nos une an

    ms con nuestros antepasados guanches construyendo una cadena

    invisible, la de la cultura, que avanza hacia las futuras generaciones

    de tinerfeos, de canarios, que se sienten orgullosos de su historia.

    Cristbal de la RosaConsejero de Cultura y Patrimonio Histrico

    Cabildo de Tenerife

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    INTRODUCCIN

    Los yacimientos arqueolgicos del municipio, especialmente

    los ubicados en el interior del Barranco de Agua de Dios, han sido

    conocidos, visitados y expoliados durante los ltimos siglos por

    intelectuales, eruditos y curiosos del pasado aborigen de las Islas.

    Como consecuencia de las diferentes maneras de entender y valo-

    rar el patrimonio arqueolgico presentes a lo largo de ese dilatado

    periodo de tiempo, la alteracin de las cuevas y la sustraccin de

    objetos y restos humanos ha sido una constante. En la actualidad,

    resulta sumamente complicado extraer informacin histrica de la

    mayora de enclaves de la zona, lo que repercute en el grado de co-

    nocimiento que se posee sobre los guanchesen esta parte de la Isla.

    Sin embargo, pese al expolio sistemtico sufrido durante dcadas, a

    los descontrolados procesos de urbanizacin de la segunda mitad

    del siglo pasado y a las constantes (aunque lgicas) reutilizaciones

    de enclaves por los vecinos, el Barranco contina albergando gran

    cantidad de datos histricos que, en la mayora de ocasiones, siguen

    sin ser comprendidos o explicados.Cierto que la entidad y, sobre todo, la cantidad de restos materia-

    les ocultos en sus cuevas han despertado el inters de los arquelo-

    gos canarios desde el inicio de la disciplina en las Islas, en la dcada

    de los aos 40 del siglo XX. Su atencin por el tema ha llevado a la

    realizacin de intervenciones arqueolgicas por un numeroso gru-

    po de investigadores que han ido aportando datos empricos cada

    vez ms significativos. Pero frente a esta acumulacin de evidencias

    arqueolgicas, la manera en que se ha explicado el uso y ocupa-

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    cin de la Comarca por los guanchesno ha variado excesivamente

    desde mediados del siglo pasado. As, la visin que se posee sobre

    la distribucin de los yacimientos dentro del territorio municipal

    sigue anclada en modelos tericos sustentados en principios ecol-

    gicos y economicistas que reducen la complejidad humana a meras

    respuestas e impulsos adaptativos. Desde finales del siglo XX, sin

    embargo, esta visin general ha empezado a ser reformulada por

    algunos investigadores que, desde posturas tericas dispares y me-

    todologas de trabajo diferentes, buscan trascender los tradicionales

    marcos explicativos del pasado aborigen de las Islas.

    Este cambio de perspectiva ha sido espoleado en las ltimas d-

    cadas por la aparicin de nuevas evidencias empricas que han aca-

    bado refutando la vieja tesis que atribuan a la presencia de pastos,

    recursos hdricos, cuevas naturales, etc., los motivos por los que,

    en el pasado, los aborgenes habitaron determinadas zonas de la

    Isla, o concentraron en un enclave especfico un nmero elevado de

    yacimientos arqueolgicos como, por ejemplo, las manifestaciones

    rupestres.

    Este libro intenta aproximarse a la manera en que losguanches

    ocuparon, organizaron, explotaron y concibieron el territorio que

    comprende el actual municipio de Tegueste. Formula una interpre-

    tacin sobre los mecanismos empleados por dicho grupo social en

    su estrategia por apropiarse social, econmica y simblicamente del

    espacio circundante. Para ello propone, a partir de las evidencias

    materiales que ofrece el registro arqueolgico de la zona, un mo-

    delo de distribucin poblacional a travs de todos los yacimientos

    arqueolgicos inventariados. El objetivo es conocer la lgica internaque articula los distintos enclaves que organizan el territorio distin-

    guiendo entre cuevas de habitacin, abrigos, cavidades sepulcrales,

    manifestaciones rupestres, asentamientos en superficie o pequeas

    concentraciones de material al aire libre.

    En este sentido, este libro no es un estudio sobre el Menceyato

    de Tegueste. Aunque es cierto que se abordan las zonas centrales

    de dicha organizacin poltica, al menos las conocidas durante la

    ltima etapa aborigen de la Isla, sus lmites desbordaron el actual

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    Tegueste. La prospeccin arqueolgica realizada entre los meses de

    julio y septiembre de 2011 se centr, exclusivamente, en la bsqueda

    y localizacin de enclaves dentro del municipio, por lo que no se

    recopil la informacin necesaria para afrontar el anlisis de lugares

    como Tejina, Valle de Guerra, Bajamar, Anaga o los distintos valles

    del interior de La Laguna. Pese a este marco espacial, el estudio de

    los resultados obtenidos durante el trabajo de campo permite plan-

    tear una primera aproximacin al fenmeno histrico de ocupacin

    del actual territorio teguestero por parte de los aborgenes.

    Tegueste en tiempos deguanchessintetiza una propuesta terri-

    torial alternativa que pretende explicar de forma diferente la mane-

    ra en que fue ocupado el territorio por los aborgenes de Tenerife.

    Fruto del intenso trabajo de campo llevado a cabo, se presenta una

    serie de nuevos yacimientos que contribuyen a organizar y enten-

    der el hbitat de los guanchesen los lmites del actual municipio de

    Tegueste.

    Estructurado a partir de dos grandes captulos, en el primero se

    ofrece un recorrido por el conjunto de evidencias materiales y yaci-

    mientos arqueolgicos que se han ido recopilando desde mediados

    del siglo pasado hasta la prospeccin de 2011. Se sintetiza y analiza

    el tipo de conocimiento histrico que se desprende de dicha infor-

    macin que, en lneas generales, es desigual y muy fragmentada. A

    continuacin se reflexiona crticamente sobre la prospeccin como

    modelo metodolgico idneo que permite afrontar el estudio de

    grandes extensiones de terreno. Finalmente, se presenta una sntesis

    de los resultados obtenidos en el trabajo de campo a partir de su dis-

    tribucin en cinco grandes espacios geogrficos (Barranco de Aguade Dios; Barranco de La GoletaMesa de Vargas; Mesa de TejinaLa

    Orilla; Llanos de TeguesteLos Lzaros; y Las CanterasMesa Mo-

    taMontaa El Espaol).

    El segundo captulo da sentido a esa distribucin de enclaves

    planteando un marco general de relaciones sociales en el que se in-

    sertan los yacimientos arqueolgicos de Tegueste. Para ello se sinteti-

    zan, en primer lugar, las categoras de anlisis empleadas (Unidades

    Domsticas, Grupos Locales y Entidad Tribal) para despus abordar,

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    de forma singularizada, la manera en que se distribuyen en el terri-

    torio cada una de las tipologas arqueolgicas constatadas. As, cue-

    vas de habitacin, abrigos, asentamientos al aire libre y lugares de

    frecuentacin espordica (LFE) plasman el mbito domstico de las

    distintas unidades en el espacio. Junto a ellas, las cuevas sepulcrales

    y las manifestaciones rupestres contribuyen a garantizar la cohesin

    social de la comunidad y a articular los mecanismos de apropiacin

    simblica que dan sentido a todo el territorio analizado.

    El objetivo fundamental de esta monografa es contribuir al

    conocimiento y difusin de la riqueza patrimonial de la Comarca

    ofreciendo una propuesta, sustentada arqueolgicamente, sobre la

    lgica interna del poblamiento aborigen del actual municipio de Te-

    gueste.

    * * *

    Un estudio de estas caractersticas, que implica el reconocimien-

    to de todo el territorio municipal durante varios meses, exige una

    financiacin, un equipamiento y un apoyo institucional difcil de

    obtener en estos momentos de crisis. La apuesta decidida del Ilus-

    tre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste por ampliar y profundi-

    zar en el conocimiento histrico del municipio resulta excepcional.

    Ms an cuando este trabajo es uno ms del conjunto de iniciativas

    que viene desarrollando en los ltimos aos. Tanto la prospeccin

    que da sentido a esta monografa, como el resto de publicaciones y

    actividades arqueolgicas que se realizan desde 2010, se enmarcan

    dentro del Proyecto de Revalorizacin Patrimonial del Barranco de Aguade Dios y su Comarca, que financia ntegramente la Corporacin Mu-

    nicipal. En este sentido, sin el respaldo y soporte constante del Ilus-

    tre Ayuntamiento, especialmente de su Alcalde, Jos Manuel Molina

    Hernndez, la Concejala de Bienestar Social, M de los Remedios de

    Len Santana, la Concejala de Desarrollo Local Marcela del Castillo

    Fernndez, la archivera municipal M Jess Luis Yanes y el tcnico

    Juan Elesm de Len Santana, no habra sido posible alcanzar los

    objetivos del proyecto.

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    Indudablemente, quienes de forma ms directa han contribuido

    con su esfuerzo en el xito de este trabajo son quienes integraron

    el equipo humano que particip en las labores de campo. Alexis

    Clemente Navarro, Blanca Divassn Mendvil, Zebenzu Lpez

    Trujillo, Agnes Louart, Sergio Pou Hernndez y Josu Ramos Mar-

    tn recorrieron, junto a los firmantes de esta monografa, todos los

    rincones del territorio municipal soportando uno de los veranos

    ms lluviosos y hmedos que se recuerdan. Sin ellos, no habra sido

    posible incrementar en ms del doble el nmero de yacimientos

    arqueolgicos conocidos en Tegueste. Por ello, y por su constante

    apoyo, nuestro ms sincero reconocimiento.

    Igualmente debemos agradecer la ayuda desinteresada de los

    bomberos que colaboraron en la prospeccin aportando su tiempo,

    su propio equipo de escalada y su amplia experiencia: Joaqun Es-

    catllar Fernndez de Misa, Andrs Alejandro Lpez Martin y David

    Ponte-Lira Pestana. Asimismo, es necesario reconocer la predispo-

    sicin y apoyo que mostraron numerosas personas durante el tra-

    bajo de campo y, tambin, a lo largo de las labores de redaccin de

    esta monografa. Finalmente, los autores deseamos agradecer espe-

    cialmente a Blanca Divassn Mendvil la inestimable ayuda que ha

    prestado durante las agotadoras sesiones de revisin y correccin

    de los textos. Gracias a todos.

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    I

    TERRITORIO Y ARQUEOLOGA EN TEGUESTE

    1. MODELOS INTERPRETATIVOS, PROSPECCIONES Y EXCAVACIONES

    Transcurridos casi cincuenta aos desde que Luis Diego Cus-coy publicase por primera vez Los Guanches, seguimos sin contar

    con una alternativa interpretativa de carcter global que aborde lamanera en que los aborgenes ocuparon, organizaron, explotaron yconcibieron el conjunto de la Isla. Pese a los avances de la disciplinay la elaboracin de modelos parciales por parte de algunos inves-tigadores1, la obra de Diego Cuscoy sigue siendo, a da de hoy, elreferente de partida de la mayora de estudios arqueolgicos que serealizan en Tenerife. Aunque es cierto que el volumen de informa-cin arqueolgica del que se dispone en la actualidad dificulta una

    posible propuesta global como la ofrecida en su momento enLos

    Guanches, el verdadero motivo de que no se haya superado esta pri-mera aproximacin general al periodo aborigen no depende tantode la documentacin manejada (que en algunos aspectos ha queda-do superada), como de la aparente coherencia general de su modelo

    1. Por ejemplo Gonzlez Antn et al., 1995; Hernndez Marrero y Navarro Mede-ros, 1998; Galvn Santos et al., 1999; Navarro Mederos et al., 2002; Prez Caamaoet al.

    , 2005; Chvez lvarezet al.

    , 2007.

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    explicativo cuyo xito ha sido tan rotundo que ya forma parte delsentido comn.

    Como se ha afirmado con anterioridad (Chvez lvarez et al.,2007: 19-22; Soler Segura et al., 2011: 77-82), el modelo de distribu-cin del hbitat aborigen propuesto por Luis Diego Cuscoy basculentre el determinismo econmico y la ecologa cultural. Por un lado,la distribucin de asentamientos aborgenes evidenciaba una res-puesta adaptativa a las limitaciones impuestas por el medio natural.Por otro, el autor conceba que la presencia o ausencia de ciertosrecursos naturales, de elementos fsicos como la cubierta vegetal,la distribucin de las aguas y la naturaleza del suelo eran factoresque explicaban la presencia de poblacin aborigen en uno u otrolugar de la Isla. La distribucin de estas variables, o elementos defijacin, establecera una correspondencia lgica entre comarcasnaturales y menceyatos aborgenes: solo aquellas zonas capacesde concentrar todos los elementos necesarios para la vida humana(agua, tierras frtiles, clima favorable, pastos, cuevas de habitacin),podan ser las utilizadas por losguanchespara su establecimiento deforma permanente. Por ello, el poblamiento sedentario de la Isla secircunscribira casi exclusivamente a la zona norte y noreste de Te-nerife, quedando el sur y oeste de la Isla como zonas de ocupacinen rgimen de trashumancia casi permanente (Diego Cuscoy, 1968:126).

    Como resultado, en Los Guanches, el autor dividi la Isla por zo-nas de poblamiento partiendo de la suposicin de la clase de usoque los aborgenes haran de su hbitat, teniendo en cuenta estos

    dos aspectos: los recursos naturales y las supuestas posibilidadeseconmicas que ofreca el mismo. Siguiendo este esquema de an-lisis, por ejemplo, concibi Anaga y Teno-Daute como zonas de ais-lamiento, Tegueste y Tacoronte como lugares de sedentarismo tem-poral con trashumancia estacional, Gmar, Abona y Adeje comoreas de trashumancia permanente y la Alta Montaa (Las Caadas)como lugar de ocupacin comunal.

    En este marco explicativo, la Comarca de Tegueste qued defi-

    nida a travs de sus caractersticas y peculiaridades naturales como

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    un hbitat estacional. Diego Cuscoy fij los lmites del menceyatoapartir de los diferentes accidentes geogrficos que rodeaban la zona.De los ricos recursos de que dispona la Comarca: fundamentalmen-te pastos, nacientes, fuentes y cuevas naturales, el autor infiri elaglutinamiento poblacional del entorno del Barranco de Agua deDios2. Es por ello que Diego Cuscoy consideraba el Barranco no so-lamente como articulador del hbitat aborigen sino, tambin, comoconfigurador de posteriores pueblos y caseros asentados en la zona,como Tejina o Tegueste. As, la suavidad geolgica del entorno, mar-cada por escarpes poco pronunciados y suaves planicies, facilitara asus habitantes, dentro de este esquema de organizacin del territo-rio, una mayor movilidad. La Comarca sera finalmente designadacomo zona de aislamiento atenuado (Diego Cuscoy, 1968: 136),en la medida en que la facilidad de acceso a los pastos de la vegade La Laguna y de parte de la planicie de Los Rodeos (definidosambos como zonas de reserva), permitira la prctica del pasto-reo durante la primavera y gran parte del verano, complementandodichas actividades con la explotacin invernal de la costa del Vallede Guerra.

    Este esquema general de ocupacin se concreta en el entornodel Barranco de Agua de Dios, donde la existencia de cavidades adistintos niveles agrupara al conjunto de la poblacin: el pobladoaparece denso y variado; es decir, [las cuevas] son numerosas y sealinean en toda la longitud de los andenes, que a su vez ocupan ni-veles distintos: paralelos al borde alto y cerca de l, en lugares inter-medios y en las proximidades del lecho [] El poblado, pues, estaba

    constituido por todo el sistema de cavernas existentes en la margen(lvarez Delgado y Diego Cuscoy, 1947: 144). Las cuevas de habita-

    2. Los elementos constitutivos de la agrupacin aborigen estn perfectamenteclaros. Zona frtil, rica en pastos, abundante en agua. Barranco fcilmente acce-sible por diversos puntos; cuevas numerosas, amplias, bien protegidas, y francoslos pasos para llegar a ellas: proximidad al mar, que tan importante papel juegaen la alimentacin del guanche. Finalmente la utilizacin de las cuevas ms ale-jadas del ncleo del poblado como necrpolis colectivas (lvarez Delgado y

    Diego Cuscoy, 1947: 144-145).

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    cin seleccionadas por los aborgenes seran amplias y fciles de

    alcanzar. Muchas de ellas, protegidas por un pronunciado saliente

    del risco superior, permitan la vida a plena luz, a que tan aficiona-

    dos eran los aborgenes. [El interior] amplio, con resaltes baslticos

    a modo de poyetes o cornisas, elementos complementarios para la

    ms cmoda habitabilidad de la cueva (ibdem, pp.: 145 y 146). Las

    cavidades sepulcrales se relacionaran estrechamente con aquellas,

    ubicndose si se trata de un poblado de acantilado, bien en la parte

    ms alta o en la ms baja del mismo, pero siempre emplazadas en

    lugar lo suficientemente alejado del ncleo de cuevas para que las

    prcticas sepulcrales pudieran llevarse a efecto sin alejarse demasia-

    do de los lmites del poblado, pero nunca dentro de l. Tratndose

    de poblados de barranco, las cuevas sepulcrales se encuentran, ya

    en el principio del grupo de cuevas de habitacin, es decir, en la

    zona ms alta del curso del barranco o en la desembocadura del

    mismo. En ambos casos, alejados dichos yacimientos sepulcrales de

    las cuevas habitadas, nunca entre ellas (Diego Cuscoy, 2011a: 204)3.

    Este modelo de distribucin del hbitat se complementaba con la

    presencia de diversas cavidades, ubicadas en distintos puntos del

    municipio y en parajes relativamente aislados, que sin relacin apa-

    rente con otras cuevas se vinculaban a la prctica del pastoreo y a las

    vas de comunicacin estacional4.

    Las conclusiones alcanzadas por Diego Cuscoy, planteadas hace

    ms de cuarenta aos, deben ser hoy matizadas, o al menos rede-

    finidas a la luz de las nuevas evidencias empricas descubiertas y

    3. Pautas de distribucin que, en la prctica, no reproducan realmente la locali-zacin de las cuevas funerarias ya que dependa de la microtopografa del sectordel Barranco analizado.

    4. Referencia recurrente que utilizar en aquellas ocasiones en las que no se loca-licen en las inmediaciones otros enclaves trogloditas. Ser el caso, por ejemplo,de La Enladrillada, que pese a la cercana evidente no parece haber sido utili-zada por los habitantes de las cuevas del Barranco del Agua de Dios, sino porgrupos estacionados en la parte alta del valle durante la poca estival, ya quedesde la Mesa de Tejina a El Caidero hay numerosas cuevas que sirvieron de

    habitacin (Diego Cuscoy, 1972: 278).

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    de los avances tericos y metodolgicos de las ltimas dcadas. La

    razn para ello es que existe una clara inconsistencia entre el registro

    arqueolgico manejado por Diego Cuscoy y el que actualmente se

    posee, evidente en aspectos como, por ejemplo, la presencia de esta-

    ciones de manifestaciones rupestres o de asentamientos en superficie

    distribuidos por toda la Isla. Adems, en el estado actual de la dis-

    ciplina, las razones por las que losguanchesocuparon determinadas

    zonas de la Isla, los motivos que eligieron para asentarse en uno u

    otro lugar, o el sentido otorgado a espacios en el que concentraron

    un tipo de evidencias muy especficas, no pueden ser explicadas ex-

    clusivamente a partir de criterios que tienen que ver con la presencia

    de pastos, recursos hdricos, cuevas naturales, etc. Es la insercin de

    esos yacimientos en un esquema territorial, articulado a travs de

    mecanismos de interaccin y apropiacin social, lo que permite en-

    tender la manera en que los aborgenes ocuparon, organizaron, ex-

    plotaron y simbolizaron el espacio insular.

    Pese a los aos transcurridos desde los trabajos de Diego Cus-

    coy, han sido muy escasas las propuestas que han intentado apor-

    tar explicaciones alternativas a la adaptacin ecolgica en Tegues-

    te. Los numerosos arquelogos y equipos de investigacin que han

    trabajado en el municipio, o en sus inmediaciones, se han movido

    siempre en similares marcos tericos. En las pocas ocasiones que

    han intentado superar la mera enumeracin y descripcin de yaci-

    mientos arqueolgicos, la mayora de estos trabajos se han limitado

    a enfatizar la asociacin entre cuevas naturales y Barranco de Agua

    de Dios que ya constatara el autor5. Aunque alguno de estos nue-

    5. Con la ocupacin del territorio hay un proceso simultneo de seleccin de losemplazamientos que mejores condiciones naturales ofrecen para el desarrollosocial y de reproduccin del grupo [] El hbitat prehispnico ms estable fueel enclavado en el Barranco del Agua de Dios. Las caractersticas medioambien-tales de este espacio natural eran las ptimas para el desarrollo econmico ysocial de la comunidad aborigen. La cercana al mar, los arroyosy afluentesquehay en su entorno, las formaciones de cuevas naturales con buenas condicionespara la habitabilidad y para las prcticas funerarias, las zonas de pastos en suscercanas, las tierras aptas para el cultivo, etc., propiciaron el desarrollo social,

    econmico y religioso del grupo (Rosario Adrin et al., 2010: 125 y 126).

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    vos estudios llev aparejada la elaboracin de trabajos de campo

    sistemtico, con la consiguiente identificaron de nuevas eviden-

    cias, como cuevas de habitacin, cuevas sepulcrales, talleres lticos,

    restos de cabaas o estaciones de cazoletas y canales (evidencias

    significativamente diferentes a las constatadas por Diego Cuscoy),

    ninguna de estas investigaciones lleg a abordar la tarea de rein-

    terpretar la vida aborigen en la comarca a partir de estos nuevos

    datos. Los esfuerzos de los arquelogos se centraron en establecer

    la ubicacin de forma precisa de los enclaves y en detallar los agen-

    tes antrpicos y naturales que afectaban a la conservacin de los

    yacimientos. Esta estrategia investigativa fue en gran parte debida

    a necesidades patrimoniales de urgencia, pero a la larga supuso un

    abandono de las labores de interpretacin y explicacin de los res-

    tos sistematizados.

    As, las publicaciones derivadas de dichos trabajos de campo se

    han centrado en la exposicin de los resultados de las prospecciones

    que, en muchas ocasiones, se presentaban con gran aporte estadsti-

    co. En dichas obras se atiende, por ejemplo, a la diversidad de tipos

    de yacimientos inventariados, a su localizacin en funcin de uni-

    dades geolgicas (ladera de barranco, acantilado, cauce, etc.), a las

    afecciones y factores que los amenazan o a su tratamiento porcen-

    tual en funcin de sus variables patrimoniales (monumentalidad,

    singularidad, complejidad, etc.). Es decir, la mayora de las conclu-

    siones de estos trabajos se limitan a atestiguar dnde se concentra

    la mayor cantidad de enclaves arqueolgicos, el porcentaje existente

    para cada una de las tipologas identificadas o la situacin patri-

    monial que muestran, sin aportar mucho ms que descripciones deyacimientos que reiteran dichas conclusiones. Son, por tanto, muy

    limitadas o nulas las propuestas explicativas ofrecidas sobre la ar-

    ticulacin o funcionamiento de la dinmica territorial de las zonas

    prospectadas6. Esta tendencia, que no solo afecta a la isla de Tenerife,

    6. Ejemplos recientes en Tenerife de este tipo de grandes proyectos de prospec-cin en los que no se llega a ofrecer ninguna interpretacin de los datos recopila-dos seran: Escribano Cobo et al., 2009; Valencia Afonso, 2010; Bernger Mateos etal.

    , 2011; Valencia Afonsoet al.

    , 2011.

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    25

    se ha ido generalizando en las ltimas dcadas como consecuenciade la progresiva asimilacin de la disciplina con la gestin del patri-monio y la consideracin de los historiadores como meros tcnicosque elaboran inventarios patrimoniales. Se confunde, de esta ma-nera, la imprescindible labor tcnica de localizacin e identificacinde los yacimientos que todo trabajo de prospeccin implica con elincremento del conocimiento histrico de una zona.

    Un ejemplo que sintetiza esta forma de abordar la arqueologade Tenerife en las ltimas dcadas y que resulta pertinente por loscorrelatos que presenta con Tegueste, es el estudio realizado para laComarca de Acentejo (municipios de Tacoronte, El Sauzal, La Ma-tanza, La Victoria y Santa rsula) que, entre 2002 y 2003, fue reali-zado por el Centro Internacional para la Conservacin del Patrimo-nio (CICOP). Las conclusiones de dicho estudio (Mederos Martn yEscribano Cobo, 2007), que por su cercana geogrfica al municipiode Tegueste tendran que ofrecer datos comparativos, resultan esca-samente esclarecedoras. Ms all de incrementar el nmero de yaci-mientos y de reafirmar el modelo de hbitat troglodita planteado porDiego Cuscoy como nica forma de ocupacin de la zona, poco mspuede inferirse de los resultados publicados. Incluso el breve cap-tulo dedicado al Hbitat, donde se esperara un anlisis generalde cmo, dnde y porqu se ubican los enclaves aborgenes en esaszonas, se limita a presentar citas textuales de fuentes etnohistricasy a centrarse en discutir la viabilidad del poblamiento en superficiepara el sur de la Isla (ibdem, pp.: 151-161). La insercin de diversosmapas de distribucin de yacimientos de la Comarca de Acentejo,

    fruto del intenso trabajo de prospeccin que implic el proyecto, seofrece como mero complemento ilustrativo (al mismo nivel que laimagen de una cabaa del municipio sureo de Arona), sin ser ci-tados o explicados en ningn pasaje de la monografa. Es slo en elapartado de conclusiones donde puede encontrarse alguna referen-cia a la distribucin de yacimientos en el territorio. Por desgracia,ese texto, que ya haba sido publicado varios aos antes como unavaloracin patrimonial de la Comarca (Valencia Afonso et al., 2004),

    se limita a citar los enclaves de mayor concentracin de yacimien-

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    tos y a ofrecer variables estadsticas relacionadas con su tipologa y

    estado de conservacin. No se ofrece, por tanto, ninguna propuesta

    o hiptesis interpretativa sobre las razones de esa importante dis-

    tribucin arqueolgica atestiguada en los trabajos de campo. Ms

    an, llega a afirmarse la inutilidad de la prospeccin como mtodo

    de anlisis histrico capaz de ofrecer explicaciones del pasado sin

    un referente diacrnico7. Esta afirmacin, que tiene ms que ver con

    la concepcin particular de la disciplina de esos autores que con las

    limitaciones y potencialidades que posee la prospeccin como meto-

    dologa de trabajo, reduce la labor realizada a un mero instrumento

    de la gestin patrimonial8. La aportacin ms relevante de esta pros-

    peccin la ofrecen varios integrantes del equipo de campo cuando

    presentan algunas de las caractersticas generales de los grabados

    rupestres de la Comarca (Chinea Daz et al., 2005; Acosta Navarro,

    2005). Como se detallar ms adelante, dichos autores llegan a esta-

    blecer, a partir del anlisis de los resultados de la prospeccin, una

    diferencia interna dentro de las manifestaciones rupestres segn su

    ubicacin, motivos representados y relaciones visuales.

    Valorados globalmente, los trabajos patrimoniales realizados en

    el municipio de Tegueste y sus alrededores, pese a no apuntar si-

    quiera una propuesta interpretativa que explique las causas de esa

    dispersin de yacimientos por el territorio, son enormemente va-

    liosos para avanzar en el conocimiento del pasado aborigen de las

    zonas estudiadas (ver Tabla 1). Sin la identificacin y descripcin

    7. Una vez conseguido este inventario completo de yacimientos en la Comarcade Acentejo, se aprecian an mejor las limitaciones que supone una prospeccin,

    porque no es posible ofrecer lecturas diacrnicas o cronolgicas de la ocupacinaborigen de la comarca, para valorar si esta ocupacin general fue permanente, sipresent oscilaciones, si fue resultado de una demografa creciente, etc. (Valen-cia Afonso et al., 2004: 239; Mederos Martn y Escribano Cobo, 2007: 284).

    8. Algo que, por otra parte, permite entender el objetivo de los grandes proyectosde prospeccin en los que han colaborado los autores, ya que se limitan a publi-car meros datos estadsticos de carcter patrimonial. La ausencia generalizadade representaciones cartogrficas en dichos estudios evidencia su escaso interspor conocer la articulacin territorial de los enclaves, la cual queda reducida a ladescripcin de la unidad geolgica de acogida y a la presentacin de sus coor-

    denadas UTM.

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    de los enclaves a travs del trabajo de campo resultara imposible

    aproximarse a la manera en que losguanchesorganizaron y estruc-

    turaron su territorio. Otra cosa muy diferente es que esta forma de

    aproximarse al registro material, ampliamente extendida entre los

    actuales arquelogos canarios, pueda ofrecer informacin suficiente

    para trascender la mera recopilacin de enclaves patrimoniales y

    contribuir al incremento del conocimiento histrico de las Islas. Un

    conocimiento, recordemos, que poco tiene que ver con la identifica-

    cin de un mayor nmero de puntos en un mapa. La localizacin de

    yacimientos arqueolgicos en un determinado territorio no implica

    automticamente un aumento del conocimiento de esa zona, sino

    una ampliacin de registros que, sin su insercin dentro en un es-

    quema explicativo general, poco aportan a nuestra comprensin del

    pasado aborigen del Archipilago.

    1.1. Las prospecciones arqueolgicas del municipio.

    Anlisis y ordenacin de resultados

    La dinmica analizada anteriormente puede constatarse en el

    propio proceso de localizacin de yacimientos arqueolgicos que ha

    afectado al municipio de Tegueste. Pese a carecer de marcos expli-

    cativos, en los ltimos cuarenta aos se ha asistido a un incremento

    relevante en el nmero de enclaves conocidos. Gracias al trabajo de

    numerosos investigadores, ha sido posible ampliar la docena de ya-

    cimientos conocidos a mediados del siglo pasado a casi el centenar

    que, segn la ltima prospeccin de 2011, se tienen inventariados.

    Igualmente, la diversidad tipolgica ha aumentado, pues a las cue-vas sepulcrales y de hbitat ya atestiguadas con anterioridad se les

    han aadido dispersiones de material y asentamientos en superficie,

    fondos de cabaa y manifestaciones rupestres, tanto grabados como

    estaciones de cazoletas y canales. Este incremento de evidencias

    tambin se ha visto reflejado en la proliferacin de nuevos lugares

    de ubicacin de esos yacimientos, pues de circunscribirse exclusiva-

    mente al Barranco de Agua de Dios, ahora es posible localizarlos a lo

    largo de todo el trmino municipal.

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    Tras las investigaciones realizadas en Tegueste por Diego Cus-

    coy, que supuso la localizacin de enclaves como la Cueva Sepulcral

    n 4, La Enladrillada, Los Cabezazos, Cueva del Guanchey otras cavida-

    des repartidas por el Barranco de Agua de Dios (por ejemplo Cueva

    Caday Cueva del Cuchillo), en la dcada de los aos 70 del siglo XX

    miembros de la Universidad de La Laguna emprendieron diversas

    prospecciones en la Comarca. Sin embargo, ninguna de ellas fue sis-

    temtica ni sus resultados fueron recogidos siguiendo criterio nor-

    mativo alguno, por cuanto la metodologa de campo, que comenza-

    ba a formularse por esos aos en Espaa, careca an de la necesaria

    sistematizacin.

    El primer trabajo de prospeccin relativamente intensivo que

    afect al territorio teguestero se enmarc en la realizacin de la Carta

    Arqueolgica de Tenerife(Jimnez Gmez et al., 1980). Para la Comar-

    ca se mencionaron diversos yacimientos, algunos de los cuales ya

    haban sido recogidos en sistematizaciones previas (Arco Aguilar,

    1976): Cueva de la Gotera, de carcter sepulcral y ubicada entre Baja-

    mary La Caleta de Miln; cuevas sepulcrales de ubicacin imprecisa;

    Cueva Sepulcral n 4, excavada por Diego Cuscoy en el Barranco de

    Agua de Diosy formando conjunto con otras dos cuevas ms; y un

    yacimiento sin descripcin, tambin de ubicacin imprecisa y consti-

    tuido por poblados y cuevas de habitacin con necrpolis (Jimnez

    Gmez et al., 1980: 40-41). Las limitaciones tcnicas de la poca im-

    pidieron que dicha informacin resultara til para posteriores tra-

    bajos, ya que los datos de localizacin fueron, en muchas ocasiones,

    demasiado imprecisos al no traducir sus ubicaciones a coordenadas

    geogrficas.La siguiente prospeccin que atendi a todo el mbito territo-

    rial del municipio fue llevada a cabo en el marco del Inventario del

    Patrimonio Arqueolgico de las Canarias Occidentales (IPACO). El

    proyecto estuvo dirigido por Juan Francisco Navarro Mederos y

    coordinado por Vicente Valencia Afonso para el sector de Tegues-

    te (Navarro Mederos et al., 1989-1990). Fue sin duda la prospeccin

    de mayor envergadura realizada hasta la intervencin de 2011. Si

    bien su cobertura afect a todo el trmino municipal, el grueso de

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    ACTUACINARQUEOLG

    ICA

    Pob

    lado

    del

    Barranco

    Miln

    Cuevasepulcralde

    La

    Palm

    ita

    Cuevasepu

    lcra

    ln

    4

    Necrpolisde

    La

    En

    ladri

    llada

    Cuevade

    Los

    Cabezazos

    Cuevasepulcralde

    ElGuanche

    REALIZACIN

    1943

    1958

    1970

    1975

    1989-90

    1994

    PUBLICACIN

    1947

    1964

    1975

    1980

    1992

    Indito

    TIPOLOGA

    Excavacin

    Excavacin

    Excavacin

    Prospeccin

    Prospeccin

    Excavacin

    CA

    RACTERSTICAS

    mbitosepulcral

    mbitosepulcral

    mbito

    habitacional

    7yacimientos

    51yacimientos

    mbito

    habitacional

    M

    BITO

    Tejina

    Bco.

    deAguadeDios

    Bco.

    deAguadeDios

    Comarca

    Bco.

    deAguadeDios

    CartaArqueolgicadeTenerife

    InventariodelPatrimonioArqueolgico

    delasCanariasOccidentales(IPACO)

    Excavacinarqueolgicadeur

    gencia

    enlaCuevade

    Los

    Cabezazos

    Excavacinarqueolgicadeur

    gencia

    enlaCuevade

    La

    Higuera

    Cota

    ProyectodePropuestadepuestaen

    valordelBarrancodeAguade

    Dios

    InformeNuevacarretera-

    VariantedeTejina-TF.

    121

    Inventarioarqueolgicodelamargen

    izquierdadelBarrancodelAguadeDios

    Diagnosisdelpatrimonioarqu

    eolgico

    yetnogrficodelPlanEspecial

    BarrancodelAguadeDios

    ProyectoDiagnsticoyLimpie

    zadel

    PatrimonioCulturaldelaIsladeTenerife

    Prospeccinarqueolgicadel

    municipiodeTegueste

    Tabla1.

    Relacindeintervencionesarqueolgicasrealizadasenelmunic

    ipiodeTegueste

    1997

    1998

    2000

    2003

    2004

    2008

    Indito

    Indito

    Indito

    Indito

    2011

    2013

    Excavacin

    Prospeccin

    Prospeccin

    Prospeccin

    Prospeccin

    Prospeccin

    mbito

    habitacional

    21yacimientos

    2yacimientos

    4yacimientos

    39yacimientos

    Bco.

    deAguadeDios

    Bco.

    deAguadeDios

    Bco.

    deAguadeDios

    Bco.

    deAguadeDios

    1952

    2011

    Excavacin

    mbitosepulcral

    Tejina

    1969

    1972

    Excavacin

    mbitosepulcral

    Tegueste

    1972

    2011

    mbitosepulcral

    Bco.

    deAguadeDios

    Excavacin

    41yacimientos

    Bco.

    deAguadeDios

    2011

    Indito

    Prospeccin

    96yacimientos

    Comarca

    Comarca

    Bco.

    deAguadeDios

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    sus identificaciones se centr en el Barranco de Agua de Dios. Del

    total de cuarenta y ocho yacimientos registrados, treinta y nueve se

    enclavaban en dicha zona. Este conjunto puede subdividirse en 36

    yacimientos definidos como cueva de habitacin (33 en el barranco,

    uno compuesto por dos cuevas, otro de tres y un enclave integrado

    por varias cavidades de las que no se precisa el nmero) y tres cue-

    vas sepulcrales. Como resultado de estas labores de prospeccin en

    el Barranco, se identificaron, por primera vez, los yacimientos que

    deban ser incluidos en la propuesta como BIC del Conjunto Arqueo-

    lgico de Los Cabezazos, comprendidos entre las Cueva n 11(43011) y

    n 29(43029)9, ambas inclusive. El resto de yacimientos localizados

    en el Municipio se encontraban distribuidos en tres zonas distintas.

    La primera contena tres enclaves situados en La Orilla-El Caidero:

    una cueva sepulcral (La Enladrillada, ya excavada por Diego Cus-

    coy), un yacimiento de superficie y una estacin de grabados con ca-

    zoletas y canales. La segunda zona, en La Mesa de Tejina, tena cuatro

    yacimientos: dos fueron definidos como cueva de habitacin (uno

    con dos y el otro con una cavidad) y los otros dos yacimientos eran

    9. Aparentemente son 19 yacimientos, pero en realidad son ms entidades. Losprospectores del IPACO definieron tres yacimientos diferentes con una denomi-nacin similar: Cueva n 17A (Conjunto Arqueolgico de los Cabezazos), Cueva n 17B(Conjunto Arqueolgico de los Cabezazos)y Cueva n 17C (Conjunto Arqueolgico delos Cabezazos), adjudicndoseles un cdigo diferente (43017A, 43017B y 43017Crespectivamente). Podra sobreentenderse que se trata de un nico yacimientosubdividido en tres, pero de la lectura de las fichas de campo se desprende quehace referencia a yacimientos distintos, con coordenadas diferentes aunque conlocalizaciones prximas, por lo que se individualizaron en fichas diferenciadas.

    De igual forma ocurre con la Cueva n 19A (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos)y Cueva n 19B (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos). Deducimos esto porqueen otras ocasiones los prospectores precisaron de forma clara en la ficha de cam-po cundo un yacimiento estaba compuesto por dos o ms cuevas, por lo que enlos casos mencionados hay que considerar que se trata de cinco yacimientos y node dos formados por subconjuntos. Por otra parte, la Cueva n 23 del Barranco deAgua de Diosno fue adjudicada al Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos,pues apesar de encontrarse prxima a otras cuevas del Conjunto, la imposibilidad deacceder y valorarla convenientemente hizo que (deducimos) no se incluyera enla relacin. As, el nmero de yacimientos seleccionados para formar parte delConjunto Arqueolgico de Los Cabezazosascendera a 21: 18 cuevas de habitacin y

    3 cuevas sepulcrales.

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    de superficie (uno un taller ltico y el otro cabaas). Finalmente, la

    tercera zona, situada en el Barranco de la Goleta, contaba con dos ya-

    cimientos: una cueva sepulcral y un conjunto de cinco cuevas de ha-

    bitacin. Lamentablemente, los resultados que se dieron a conocer

    con posterioridad (Valencia Afonso, 1992) presentaban tan solo una

    parte de las conclusiones alcanzadas en el trabajo de prospeccin.

    En suma, la publicacin reorganizaba los yacimientos, sin excesivo

    detalle, en cinco grandes conjuntos arqueolgicos: zona del casco

    histrico, zona de Los Cabezazos, Mesa Tejina, Barranco de La Go-

    leta y Llano de Las Cruces-Nieto-La Enladrillada.

    Tras el trabajo del IPACO, la mayora de intervenciones realiza-

    das en Tegueste se han centrado exclusivamente en el Barranco de

    Agua de Dios, analizando esta zona de forma sectorial: ya sea en

    amplias secciones o por tramos muy concretos. Estos estudios com-

    prenden naturalezas y objetivos diferentes y no todos supusieron la

    localizacin de nuevas entidades arqueolgicas. As, por ejemplo,

    en 1998, un estudio dirigido por Dimas Martn Socas en el marco

    del Plan de Desarrollo de la Comarca Metropolitana, tuvo como finali-

    dad argumentar la creacin de un Parque Arqueolgico en el tramo

    del Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos, que por aquel entonces

    estaba an incondose (Lugo Rodrguez y Gonzlez Prez, 1998). El

    estudio se bas en los yacimientos recogidos en la Carta Arqueolgica

    de Tegueste, la cual inclua bsicamente el inventario realizado por el

    IPACO en 1989. Hubo aqu una lectura errnea del nmero de yaci-

    mientos seleccionados para formar parte del Conjunto Arqueolgico

    de Los Cabezazos, pues como se indic anteriormente, el IPACO haba

    localizado 21 y no 26 como se ha referido (ibdem, p.: 28). En cual-quier caso, en este estudio se seleccionaron y valoraron once cuevas

    de habitacin como las mejores exponentes para ser incluidas en un

    hipottico proyecto de Parque Arqueolgico.

    Algunos aos despus, con ocasin de la construccin del via-

    ducto de la variante a Tejina, se realiz un estudio arqueolgico de

    un tramo muy especfico del barranco afectado por las obras, que

    no supuso la localizacin de nuevos yacimientos arqueolgicos (Ba-

    rroso Cruz y Marrero Quevedo, 2000). En 2003 se llev a cabo unIn-

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    ventario arqueolgico de la margen izquierda del Barranco de Agua de Dios(Chvez lvarez et al., 2003), centrado principalmente en el tramo del

    barranco correspondiente al Trmino Municipal de San Cristbal deLa Laguna. De los nueve yacimientos localizados en la prospeccincuatro correspondieron a Tegueste, siendo todos ellos inditos (Ba-rranco del Aguas de Dios Tejina n 5, 7, 8y 9): tres se definieron cuevas dehabitaciny el n 8 como material en superficie.

    La prospeccin parcial ms importante se desarroll en 2007 y afec-t a todo el tramo teguestero del Barranco de Agua de Dios. El estudio,encargado por la empresa pblica Gesplan, fue dirigido por Candela-ria Rosario Adrin y Vicente Valencia Afonso. El trabajo, publicado re-cientemente (Rosario Adrin et al., 2010), se elabor con la intencin dedesarrollar el Plan Especial de Proteccinpara el Bien de Inters Culturalde la Zona Arqueolgica de Los Cabezazos10, que an segua incondoseen esos momentos. A pesar de que, en principio, el sector que debaprospectarse deba limitarse a la zona del futuro BIC, el estudio con-templ todo el tramo situado entre la zona de La Araita (en el entornodel casco antiguo de Tegueste) y el lmite municipal con La Laguna.Ampliada el rea de accin, la prospeccin constat 39 yacimientosarqueolgicos, de los cuales 32 correspondan a cuevas de habitaciny 7 a sepulcrales, contabilizndose 12 yacimientos como inditos (ib-dem, pp.: 152-153)11. Los autores diferenciaron dos zonas dentro de suPlan Especial: el lmite del BIC, con 27 yacimientos inventariados, yel tramo superior del barranco, donde se ubican 12 enclaves. En lapublicacin no se especifica cules de esos yacimientos son inditos(slo en algunos casos concretos se menciona si eran conocidos con

    10. La denominacin oficial del BIC, segn el Decreto 166/2006, de 14 de noviem-bre y publicado en el BOC n 228, de fecha 23 de noviembre de 2006, es Barrancode Agua de Dios.

    11. En cuanto a la zona estrictamente considerada como BIC, puede deducirseque los autores consideraron que los yacimientos definidos por el IPACO comoCueva n 17 A, B y C (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos)43017A, B yC respectivamente, deban entenderse como una nica entidad arqueolgica.De igual forma ocurre con la Cueva n 19 A y B (Conjunto Arqueolgico de LosCabezazos)43019A y B, por lo que el cmputo global sera, efectivamente,

    de 27 yacimientos.

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    anterioridad), por lo que, para averiguarlo, es necesario acudir a la

    memoria tcnica de prospeccin (Rosario Adrin y Valencia Afonso,

    2007). En ella aparecen once yacimientos con la casilla de descubri-

    mientoen blanco (y no doce, lo cual sea probablemente una errata).

    De dichos enclaves, diez pueden considerarse, efectivamente, indi-

    tos12, pero uno de ellos no: Barranco de Agua de Dios XXXVIII (n 38),

    tambin conocido como La Higuera Cota, pues corresponde a un ya-

    cimiento excavado por el Museo Arqueolgico de Tenerife en 1997.

    Del conjunto de yacimientos inditos, la mitad se encuentra dentro

    del BIC, quedando el resto distribuido en el tramo que discurre en-

    tre El Murgao y el Casco Histrico de Tegueste.

    Pocos aos despus se realiz otro trabajo de prospeccin que

    tericamente afect a todo el trmino municipal. Desarrollado a lo

    largo de 2008, form parte de un proyecto ms amplio, coordina-

    do por la Unidad de Patrimonio Histrico del Cabildo de Tenerife,

    denominado Diagnstico y Limpieza del Patrimonio Cultural de la Isla

    Tenerife (Cabrera Prez, 2008). El trabajo de prospeccin, que atenda

    tanto a conjuntos arqueolgicos como etnogrficos, registr 41 yaci-

    mientos, de los que solo dos eran inditos: la estacin de cazoletas

    y canales de Los Lzarosy la de Lomo de los Rivero13. El resto corres-

    ponda al inventario realizado el ao anterior para el Plan Especial de

    Proteccin del Barranco de Agua de Dios.

    Los resultados obtenidos a lo largo de las dcadas en las distintas

    prospecciones realizadas en Tegueste evidencian la dificultad que

    presenta el Barranco para localizar con precisin los yacimientos

    que contiene. No tanto por ser un espacio excesivamente abrupto,

    12. Seran los siguientes: Barranco de Agua de Dios VI, VII, IX, XI, XXI, XXIV, XXX,XXXI, XXXIIIy XXXIV.Los cuatro primeros y el n XXIVse encuentran fueradel lmite del BIC.

    13. En la prospeccin de 2011 no se inventari Lomo de Los Rivero. Se trata de unaestacin compuesta por una nica cazoleta de morfologa rectangular con unasdimensiones de 28x26 cm y 18 de profundidad que ofrece importantes dudasde adscripcin. Este enclave se valor con cautela a partir de sus caractersticas:tipo de ejecucin, posicin a ras de suelo, ausencia de otras cazoletas o canalesas como inexistencia de material arqueolgico en sus inmediaciones. El entor-

    no, con un denso manto de vegetacin, cuenta con otros elementos etnogrficos

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    sino por la vegetacin tan densa que presenta, que suele ocultar cue-

    vas con contenido arqueolgico. Esto ha hecho que todos los equi-

    pos de prospeccin que han trabajado en la zona (incluidos nosotros

    mismos) hayan tenido problemas para registrar correctamente los

    yacimientos, bien porque las coordenadas UTM no siempre son pre-

    cisas en un espacio tan encajonado, o bien por el propio ocultamien-

    to referido. En cualquier caso resulta fundamental, a la hora de abor-

    dar una prospeccin del barranco, conocer con precisin los trabajos

    previos, la cantidad de yacimientos inventariados o sus denomina-

    ciones, con el fin de controlar adecuadamente las correspondencias,

    especialmente cuando a un mismo yacimiento se le han otorgado

    denominaciones distintas en cada inventario. Aunque parezca ba-

    lad, la asignacin correcta del topnimo a los yacimientos en los

    inventarios resulta esencial para una correcta evaluacin patrimo-

    nial. Debido a que las afecciones naturales y antrpicas actan de

    forma diferente en cada enclave arqueolgico, una valoracin ade-

    cuada debe registrar siempre los cambios acontecidos a lo largo de

    un perodo de tiempo prolongado. Gracias a la relevancia histrica

    del Barranco de Agua de Dios se cuenta con numerosos inventarios

    que evalan dicha situacin patrimonial. Sin embargo, la utilizacin

    de topnimos diferentes en cada trabajo ha generado una importan-

    te confusin, amplificada por las dificultades de geolocalizacin y

    densa vegetacin que impone el encajonamiento del barranco. De

    tal manera es as que, incluso, algunos de los investigadores que

    participaron en diferentes inventarios asignaron denominaciones

    distintas a un mismo yacimiento. Para evitar futuras confusiones,

    en la prospeccin de 2011 se han empleado siempre las primeras de-nominaciones que fueron otorgadas (normalmente las del IPACO),

    pero dejando constancia de los cambios posteriores.

    La informacin histrica que se desprende del conjunto de tra-

    bajos realizados es por desgracia, escasa. Debido a que la mayora

    labrados en la tosca, y se han extrado bloques del mismo material en las inme-diaciones. Aunque como se ver ms adelante, la estacin podra encajar en elanlisis que se propone en esta obra, una necesaria prudencia obliga a dejar en

    suspenso su identificacin como elemento arqueolgico.

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    de ellos tienen un origen patrimonial, se ha enfatizado la localiza-

    cin, descripcin y conservacin de los yacimientos dejando para

    un estudio posterior que nunca se aborda la comprensin histri-

    ca de esa distribucin espacial. Pese a la intensidad del trabajo de

    campo acometido en el municipio de Tegueste, que ha permitido

    un conocimiento ms preciso y ampliado de la zona, la produccin

    cientfica en los ltimos treinta aos sobre el pasado aborigen puede

    equiparse al que Diego Cuscoy reuni en la dcada de los aos 70

    del siglo pasado. Ms an, los diversos inventarios realizados en

    la zona y los incontables expedientes administrativos abiertos, que

    pretendan impedir o limitar la destruccin del patrimonio arqueo-

    lgico del Barranco, tampoco han tenido mucho xito. El expolio y

    la degradacin de las cuevas han continuado hasta la actualidad,

    solo limitados por la densa y tupida vegetacin que, en ocasiones,

    ha impedido durante mucho tiempo el acceso a partes importantes

    del Barranco. En esencia, estos trabajos de campo han atestiguado la

    estrecha relacin espacial que existe entre cuevas de hbitat y cue-

    vas sepulcrales, permitiendo constatar la intensa reutilizacin que,

    incluso en poca aborigen, sufri el Barranco de Agua de Dios. Se

    han destacado las excelentes condiciones de habitabilidad de las ca-

    vidades de la zona, las peculiares caractersticas fsicas de aquellas

    destinadas a contener restos humanos y la intensidad y densidad del

    material arqueolgico que aparece por todo el Barranco. Pero poco

    ms se ha avanzado en la comprensin de ese espacio para quienes

    ocuparon durante ms de veinte siglos el territorio teguestero.

    1.2. Excavaciones arqueolgicas en Tegueste.Datos y secuencias estratigrficas

    Aunque el nmero de excavaciones arqueolgicas realizadas

    en Tegueste y sus inmediaciones pueda considerarse elevado si se

    compara con otros enclaves de la Isla, lo cierto es que la informa-

    cin histrica que se desprende de ellas, tal y como ocurre con las

    prospecciones, es relativamente escasa. En primer lugar, porque la

    mayora de las excavaciones fueron realizadas bajo criterios analti-

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    cos y metodologas de campo marcadamente arqueogrficos, donde

    lo esencial era la recogida del mayor nmero de objetos y huesos

    posible. Durante las primeras dcadas de estudio, donde la azada

    (manejada con energa por algn campesino local) era el instrumen-

    to ms comn, los datos obtenidos se caracterizaron por su pobreza

    y escasa fiabilidad (Navarro Mederos y Clavijo Redondo, 2006: 188).

    Cierto que a lo largo del tiempo se fue atendiendo a aspectos cada

    vez ms contextuales, como el espesor de los paquetes estratigrfi-

    cos, la composicin de los sedimentos, su coloracin, textura, etc.,

    ampliando considerablemente la informacin que se infera de cada

    yacimiento, pero la mayora de esas excavaciones se limitaron a reti-

    rar, con ms o menos orden, los restos que se encontraban dispues-

    tos en superficie. De ah que gran parte de la informacin recopilada

    hasta las ltimas dcadas del siglo XXse orientara a registrar, en la

    mayora de ocasiones, comportamientos sepulcrales ya constados

    con anterioridad.

    En segundo lugar, porque muchas de las intervenciones ms re-

    cientes no han llegado a ser publicadas y siguen siendo meros in-

    formes tcnicos que detallan el procedimiento empleado sin infe-

    rir conclusiones explicativas de los resultados obtenidos. En cierto

    modo, puede decirse que el problema est en que, atenindonos a lo

    estrictamente publicado, se ha pasado de una arqueologa tradicio-

    nal enfocada en el objeto a una arqueologa de gestin preocupada

    fundamentalmente en proteger el patrimonio arqueolgico. Por una

    u otra razn el Barranco y la comarca continan sin estudiarse.

    Obviamente, la metodologa empleada en las campaas arqueo-

    lgicas de las ltimas dcadas del sigloXX

    y principios del sigloXXI

    presenta una elevada sofisticacin que poco tiene que ver con las

    primeras excavaciones. Pero la ausencia de una difusin adecuada

    merma considerablemente su relevancia y, por tanto, dificulta la po-

    sibilidad de avanzar en el conocimiento de la zona. Entre las razo-

    nes que explican la deficiente divulgacin de los resultados es nece-

    sario resaltar, como se ha indicado en otro lugar (Soler Segura et al.,

    2011: 127-129), el cambio de perspectiva que se ha ido produciendo

    en la disciplina arqueolgica en las ltimas dcadas: la progresi-

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    va traslacin de actuaciones encaminadas a generar conocimiento

    histrico hacia proyectos e iniciativas interesadas por inventariar

    y gestionar el patrimonio arqueolgico. En este sentido, debe re-

    cordarse que, desde hace ya ms de una dcada, no se emprende

    ninguna excavacin arqueolgica en Tenerife bajo el marco de un

    proyecto de investigacin. Salvo casos excepcionales vinculados a

    iniciativas con trayectorias muy dilatadas14, actualmente los encla-

    ves arqueolgicos excavados en la Isla se asocian exclusivamente a

    la gestin patrimonial. Ya sea como consecuencia de hallazgos for-

    tuitos o derivado del acondiciona-miento previo de futuras cons-

    trucciones o infraestructuras, estas intervenciones tienen por objeto

    documentar los enclaves con el fin de cumplimentar las exigencias

    legales impuestas por las administraciones con competencias en

    el Patrimonio Cultural. La supresin de anteriores programas de

    financiacin ha lastrado la dinmica que, durante las ltimas dca-

    das del siglo pasado, haba permitido incrementar el conocimiento

    de muchos aspectos de la sociedad aborigen. El papel cada vez ms

    restringido de la investigacin dentro de la arqueologa de Tenerife

    y la prdida, por tanto, de apoyo institucional de esos proyectos

    ha motivado el estancamiento de prometedoras perspectivas de

    trabajo que se han relegado a iniciativas personales por parte de

    doctorandos. As, y como consecuencia de la conversin de la disci-

    plina cada vez ms en mera registradorade enclaves patrimoniales,

    muchas de las intervenciones de las ltimas dcadas en Tenerife

    no han sido publicadas, pasando los resultados obtenidos prctica-

    mente desapercibidos para el resto de investigadores.

    Aun as, y pese a las deficiencias y limitaciones indicadas, lasexcavaciones realizadas en Tegueste y sus inmediaciones acumulan

    nuevos datos que, de forma directa o indirecta, han aumentado el co-

    14. Como por ejemplo los trabajos de prospeccin y excavacin que viene rea-lizando el equipo dirigido por Matilde Arnay de la Rosa, en los lmites del Par-que Nacional del Teide, desde principios de los aos 80 del siglo pasado, y quese encauzan bajo una dinmica temporal muy especfica vinculada a los PlanesRectores de Uso y Gestin del Parque (Arnay de la Rosa y Gonzlez Reimers,

    2007-2008).

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    nocimiento material y emprico de mbitos concretos de la sociedad

    guanche, como son: las caractersticas de los entornos domsticos, la

    organizacin interna de los contextos sepulcrales, los distintos as-

    pectos del ritual funerario, las enfermedades y hbitos alimenticios

    o el avance en la reconstruccin del paleoambiente de la zona.

    La informacin que sobre los entornos domsticos se ha recopila-

    do en el Municipio procede de las excavaciones de las cuevas de Los

    Cabezazos (TG-47) y La Higuera Cota (TG-75). Sin embargo, como se

    indica ms adelante, las circunstancias en las que han estado inmer-

    sos dichos trabajos han condicionado la relevancia de sus resultados

    para el conocimiento histrico de la zona, al carecerse de una lectura

    arqueolgica que relacione dicha informacin con el resto de aspec-

    tos de la sociedadguanche.

    Los Cabezazos es un enclave emblemtico de la arqueologa de

    Tenerife. Constituye, junto a la Cueva de la Arenade Barranco Hondo,

    la primera excavacin de un mbito domstico de la Isla abordada

    bajo criterios estratigrficos. Adems, como consecuencia del mo-

    mento sociopoltico en que fue dada a conocer, su topnimo ocupa

    un lugar muy destacado en la memoria colectiva de investigadores

    y aficionados a la arqueologa canaria. Fue excavada por primera

    vez por Diego Cuscoy a principios de la dcada de los 70 del siglo

    pasado, quien planific sus dos campaas aplicando una metodo-

    loga que pretenda definir la diacrona del yacimiento (Diego Cus-

    coy, 1975). Se identific la presencia de dos hogares, un pozo central

    colmatado de sedimentos y dos niveles de tierra y cenizas que, al

    revestir completamente el suelo, buscaba la impermeabilidad de

    la superficie. La excavacin aport un alto nmero de fragmentoscermicos (cerca de 7.000 entre lisos, decorados, bordes, mangos y

    amorfos), as como una importante presencia de la industria ltica

    (con esferoides, machacadores, fragmentos de molino, alisadores y

    lascas de basalto y obsidiana), industria sea (10 punzones), cuen-

    tas de adorno, material malacolgico e ictiolgico y, finalmente, la

    localizacin de restos de perro, cerdo y cabra. Sin embargo, como ya

    analizamos en otro lugar (Soler Segura et al., 2011: 106-113), la escasa

    experiencia en la aplicacin de esta metodologa limit considera-

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    blemente los resultados, en la medida en que Diego Cuscoy no fue

    capaz de elaborar una explicacin de las conexiones que se estable-

    can entre los distintos paquetes estratigrficos identificados.

    En 1994, el equipo dirigido por Rafael Gonzlez Antn, por en-

    tonces director del Museo Arqueolgico de Tenerife, emprendi

    una nueva excavacin de Los Cabezazoscon la intencin de revisar

    la secuencia planteada por Diego Cuscoy, obtener nuevas muestras

    datables y confirmar los resultados de algunos estudios bioantro-

    polgicos sobre poblacin aborigen de la Comarca que indicaban

    un aporte fundamental de alimentos vegetales en la dieta (Gonz-

    lez Antn et al., 2002a). Sin embargo, transcurridos 20 aos desde

    aquella excavacin, la memoria de esta intervencin sigue siendo

    indita, habindose publicado tan solo algunos datos aislados o una

    escueta descripcin de la cueva en la Gran Enciclopedia Canaria(Ro-

    sario Adrin et al., 1995). Pese a la escasa informacin aportada en

    la memoria, es posible mencionar la identificacin de nuevas estruc-

    turas de combustin con importantes paquetes de ceniza en los que

    aparecieron punzones, fragmentos cermicos, cuentas de adorno,

    detritus alimenticios y gran cantidad de restos de industria ltica

    en basalto con seales de uso. Adems, la presencia de carbones de

    helechos en dichas cenizas ha sido interpretada como evidencia del

    acondicionamiento de la cueva que, al mezclarse con otras cenizas

    vegetales, tierra o estircol de ganado, crearan un pavimento que

    nivelara el interior (Arco Aguilar et al., 2001: 173).

    Similares problemas presenta la excavacin de La Higuera Cota

    realizada pocos aos despus por el mismo equipo (Gonzlez Antn

    et al., 2002b). Ms all de la memoria que describe el proceso tcnicode retirada de sedimentos a partir de niveles artificiales y cuadrcu-

    las de un metro, se carece de una mnima interpretacin que aporte

    significacin a las distintas estructuras de combustin identificadas,

    a las relaciones estratigrficas que se establecen en el interior de la

    cueva o a la posible correspondencia, si la hubiera, con la secuencia

    de Los Cabezazos. Simplemente se constata la presencia de cermica

    a mano y a torno, de adornos, industria ltica y sea, fauna terrestre

    y marina (malacofauna e ictiofauna), telas, piezas metlicas, cenizas

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    y restos vegetales (antracolgicos y carpolgicos). Esta excavacin,

    de la que ni siquiera se conocen los resultados de las dataciones

    realizadas, qued aparentemente inconclusa, en la medida en que

    durante la campaa no lleg a excavarse en su totalidad todas las

    cuadrculas planificadas.

    Con respecto a la organizacin interna del espacio sepulcral de

    las cavidades de Tegueste, los datos aportados por las distintas ex-

    cavaciones tienden a confirmar las regularidades atestiguadas en

    otros enclaves de la Isla. As, se evidencia el mal estado de conser-

    vacin de los restos humanos debido al expolio y a las alteraciones

    naturales, que provocaron la prdida o deterioro de gran parte del

    ajuar y registro seo all conservado. Igualmente, se constata un rei-

    terado uso de las cavidades mediante la incorporacin de nuevas

    inhumaciones a lo largo del tiempo, lo que supondra la necesaria

    recolocacin de los restos anteriores. Este hecho explicara, tal y

    como apuntara ya Diego Cuscoy en los aos 40 del siglo pasado, el

    aparente desorden interno de la mayora de las cavidades sepulcra-

    les, en la medida en que los osarios tendran un carcter intencional

    (Diego Cuscoy, 1972: 278). Dicha distribucin respondera, por tan-

    to, a una clara organizacin del espacio funerario por parte de los

    aborgenes que implicara otras labores de acondicionamiento como

    la regularizacin del suelo (Diego Cuscoy, 1964: 8), la colocacin de

    lajas a manera de cabezales (Diego Cuscoy, 2011a: 210), o la utiliza-

    cin de repisas naturales.

    En cuanto al anlisis de los restos seos procedente de estas ex-

    cavaciones, han sido varios los investigadores que han utilizado

    muestras del Barranco de Agua de Dios, aunque en lneas generalessu procedencia y estado de conservacin han limitado la informa-

    cin inferida de ellos. El saqueo indiscriminado y sistemtico del

    patrimonio arqueolgico de la Comarca condiciona irremediable-

    mente el tipo de analticas que pueden aplicarse sobre estos restos,

    en la medida en que la ausencia de datos fiables de localizacin

    discrimina su empleo en procedimientos que, como los genticos,

    requieren de un tratamiento especial. Solo en aquellos casos en los

    que existen referencias directas, el estudio de los restos ha permiti-

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    do aportar datos relevantes que informan sobre las enfermedades,la dieta alimenticia o la esperanza de vida de quienes ocuparon Te-gueste en el pasado. Adems, a esta ausencia de contexto arqueo-lgico de la mayora de las piezas bioantropolgicas se aade lacircunstancia de estar mejor representadas determinadas partes dela anatoma humana (normalmente crneos, mandbulas o huesosgrandes y largos de adultos), en comparacin con los huesos mspequeos del cuerpo (como manos y pies) y restos de esqueletofrgiles por su menor grosor cortical (infantes o ancianos); ya quedebido a su poca densidad sea y/o a su reducido tamao se des-componen ms rpidamente15. Esta diferencia en el muestreo con-diciona el alcance de los resultados obtenidos, pues al tratarse dedatos fragmentarios e incompletos no pueden ser generalizados alconjunto de la poblacin.

    Tras el cambio de orientacin experimentado a partir de los aos90 del siglo XX, que motiv un distanciamiento del nfasis raciolgi-co y descriptivo que haba dominado la disciplina, el enfoque actualaplicado a los estudios bioantropolgicos permite ofrecer, como seindic anteriormente, informacin suficiente como para comenzar aproducir explicaciones ms generales que aborden el estudio de lasociedad aborigen. Los datos obtenidos evidencian una poblacincon marcadas patologas relacionadas con esfuerzos fsicos de ca-rcter cotidiano. A los primeros casos de dolencia reumtica atesti-guados en Barranco Miln(lvarez Delgado y Diego Cuscoy, 1947:156), se suman algunos ejemplos de traumatismos en el hueso sacroy fracturas en vrtebras torcicas de la muestra de Cueva del Guanche

    (Estvez Gonzlez, 2002: 260-261), o dolencias producidas por trans-portar peso, como la alteracin patolgica de uno de los esqueletosadultos de Barranco del Agua de Dios IX (TG-84). La causa de esta l-tima lesin es una compresin intensa y repetida en la columna, en

    15. Adems de pasar desapercibidos para la mayora de expoliadores, quieneshistricamente se han centrado en los crneos o en piezas seas ms volumino-sas. Los depsitos del Museo Arqueolgico de Tenerife, como tambin los de ElMuseo Canario, se encuentran repletos de donaciones descontextualizadas de

    estas tipologas esquelticas.

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    este caso a nivel lumbar, producida por lo general por cargar peso,

    cuya consecuencia es la herniacin del disco intervertebral hacia el

    interior del cuerpo vertebral adyacente (Rosario Adrin et al., 2007:

    102).

    A travs de la identificacin de marcadores dentales como las

    caries, el sarro u otras alteraciones y desgaste en dientes proceden-

    tes del municipio, se ha destacado una elevada frecuencia de caries

    por pieza dental, un nivel alto en el desgaste, un menor grado de

    sarro y un porcentaje mayor de prdidas y abscesos dentales que

    otras poblaciones histrica de similares caractersticas, lo que esta-

    ra indicando un modelo alimenticio basado, fundamentalmente, en

    productos de texturas blandas, es decir, un mayor componente ve-

    getal en la dieta (Chinea Daz et al.,1998: 357). El anlisis de micro-

    fsiles vegetales (partculas microscpicas procedentes de antiguos

    organismos vivos) indica el consumo de cereales del grupo Triticeae,

    al que perteneceran, entre otros, el trigo y la cebada, as como la

    presencia de otras especies vegetales como leguminosas o helechos

    (Arnay de la Rosa et al., 2011: 189). Estas conclusiones sobre la dieta

    la confirman, adems, la presencia de elevados niveles de bario y

    estroncio en los huesos analizados, que se relacionan con una ali-

    mentacin rica en elementos vegetales (ibdem, p.: 180). La relevan-

    cia de estos estudios permite matizar, incluso, aspectos relacionados

    directamente con los patrones alimenticios entre hombres y muje-

    res, por cuanto se constata entre la poblacin femenina de Tenerife

    un mayor aporte de productos vegetales (ibdem, pp.: 181-182). Estas

    diferencias tan significativas entre sexos se correlacionan tambin

    con los resultados obtenidos en el anlisis de losmarcadores nutricio-

    nales, seales seas consecuencia de episodios en los que se detiene

    el crecimiento del hueso por malnutricin. Tanto en hombres como

    en mujeres se observa un patrn que acusa un pico hacia el primer

    ao de vida y otro en la adolescencia o pre-adolescencia. Si bien en

    el varn, hacia los 3-4 aos de vida, se observa un descenso de la

    frecuencia, no ocurre lo mismo en la mujer, lo que puede indicar que

    los nios pudieron recibir ms atencin que las nias en esa etapa

    de su vida (ibdem

    , p.: 191). Sin embargo, los datos relacionados con

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    la esperanza de vida de la poblacin aborigen de Tegueste constatan

    la media ms alta de la Isla, 3503 aos, cuya distribucin sexual es

    de 3467 para los hombres y 3532 para mujeres (Rodrguez Martn y

    Martn Oval, 2009: 112).

    Finalmente, otro aspecto documentado por la excavacin arqueo-

    lgica es el conocimiento sobre el paleoambiente presente en poca

    aborigen. Aunque la atencin a este tipo de registro es relativamen-

    te reciente en la arqueologa canaria, independientemente de que

    Diego Cuscoy ya avanzara algunos datos sobre especies vegetales

    en sus intervenciones16, el empleo del utillaje microscpico se rela-

    ciona con la renovacin disciplinar de los aos 90 del siglo XX. Los

    resultados obtenidos en el estudio antracolgico de Los Cabezazos

    (TG-47) y La Higuera Cota (TG-75) han permitido concretar algunas

    de las caractersticas de la vegetacin existente en Tegueste entre los

    siglo IXy XVI. Aunque en la memoria tcnica de 2002 se mencionen

    409 fragmentos de carbn, el cmputo total de restos analizados fue

    de 6.025, en su mayora pertenecientes a especies vegetales propias

    del bosque termfilo o el lmite inferior del espacio ocupado por la

    Laurisilva, aunque tambin procedentes de otras especies introduci-

    das17. A la espera de su publicacin por parte de sus investigadores,

    es necesario destacar, desde el punto de vista cuantitativo, la presen-

    cia del brezo, y desde el punto de vista cualitativo, la constatacin

    de la palmera. En cuanto a la abundante presencia del primero (68%

    en Los Cabezazosy 56% en La Higuera Cota), la autora expuso la posi-

    bilidad de deberse a dos factores: a la gran cantidad de brezo en el

    entorno de los yacimientos y a que esta planta leosa debi supo-

    ner una importante fuente calorfica para la combustin (MachadoYanes, 2002: 4). De la presencia de palmera, identificada a partir de

    un nico fragmento de dtil de palmera canaria (Phoenix canariensis)

    16. Por ejemplo los ocho hachones de tea pertenecientes a Pinus canariensis de LaPalmita (Diego Cuscoy, 2011a: 212), o las maderas (indeterminadas) de La Enladri-llada(Diego Cuscoy, 1972: 289).

    17. Desde aqu agradecemos las puntualizaciones que la Dra. Carmen Machadonos ofreci tan amablemente con respecto a la informacin que publicamos de su

    informe antracolgico en Soler Segura et al., 2011: 143-144.

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    procedente de La Higuera Cota (Rodrguez Martn y Martn Oval,

    2009: 168), se dedujo el uso alimenticio de dicho fruto, infirindose

    de l una serie de usos a partir de materias primas obtenidas de su

    hoja (cestos, esteras, etc.). En cuanto a la identificacin de helechos,

    cuyos carbones aparecieron formando parte de las cenizas de las

    estructuras de combustin de Los Cabezazos, se interpret su uso con

    el objeto de confeccionar camas vegetales, pavimentos o techumbres

    destinados fundamentalmente a espacios domsticos y cuyo proce-

    so de elaboracin debi realizarse en el interior de la cueva. No se

    tratara, pues, de rizomas de helechos para elaborar algn tipo de

    alimento, sino de hojas de helecho que fueron quemadas verdes.

    Posiblemente, al mezclarlas con otra serie de cenizas vegetales, tie-

    rra o estircol de ganado, fueron utilizados para crear el pavimento

    de las cuevas o para calafatear rendijas de paredes (Arco Aguilar et

    al., 2001: 173). En relacin a la recoleccin de maderas destinadas a

    la combustin, especialmente brezo, la abundancia en la zona y la

    proximidad del Monteverde, hacan de esa actividad algo frecuente

    para los habitantes de estos dos asentamientos, especialmente en la

    cueva de La Higuera Cota. Aunque sin datos suficientes que apunten

    a un uso aborigen o posterior, se ha indicado tambin la presencia

    de una muestra de carbn de higuera (Ficus carica) en Los Cabezazos

    (Rodrguez Martn y Martn Oval, 2009: 167).

    Similares conclusiones se alcanzaron en el estudio microscpico

    realizado a un fragmento de molino circular hallado, en 1988, en el

    exterior de Los Cabezazos(TG-47). Pudieron identificarse algunos ti-

    pos de fitolitos y otros microfsiles vegetales, como abundantes mi-

    crofragmentos de carbn, que podran estar relacionados con prc-ticas de molturacin de granos tostadoso, tambin, con el hecho de

    que la pieza hubiera sido contaminada por partculas provenientes

    de una estructura de combustin existente en la citada cueva. Se

    identificaron fitolitos de palmeras, de varias partes de gramneas,

    tanto de la epidermis de hojas y tallos como de las inflorescencias,

    y de otras plantas con mayor dificultad para su identificacin, pero

    que posiblemente pertenecieran al grupo de las compuestas (Aste-

    raceae), al que corresponden plantas como las cerrajas o cerrajones

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    (Sonchussp.), o incluso de helechos como la helechera o helecho co-

    mn (Pteridium aquilinum) (Arnay de la Rosa et al., 2011: 190).

    Las dataciones obtenidas en distintos enclaves de la zona ofre-

    cen fechas relativamente homogneas que oscilan entre los siglos

    VIIy XIIIdespus de la Era (Arco Aguilar et al., 1997: 73-74). Sin em-

    bargo, hemos procedido a la calibracin de las fechas disponibles18

    (ver Tabla 2). El hecho de calibrar fechas radiocarbnicas responde

    a la necesidad de que la ciencia ha observado que la concentracin

    del istopo de Carbono en la atmsfera no es constante como en un

    principio se haba considerado. Esta concentracin vara en funcin

    de los cambios producidos en la intensidad de la radiacin csmica

    y se ve afectada por variaciones en el magnetismo de la Tierra y en

    la actividad solar. Los cambios en el clima terrestre afectan a los flu-

    jos de carbono entre reservas de C14 de los ocanos y la atmsfera,

    alterando su concentracin. Adems de estos procesos naturales, la

    actividad humana tambin es responsable de parte de estos cam-

    bios. Entre el siglo XVIII y los aos 50 del siglo XX, la concentracin

    de C14 disminuy por la mayor emisin de CO2; entre los aos 50

    y 60 la concentracin de C14 se duplic, y en los aos 90 ya era

    un 20%