TEMA 7 ICONOGRAF+ìA

Tema 7 Mitología e Iconografía. UNED

María Isabel Espiñeira Castelos Página 1

Tema 7. Los nuevos programas

iconográficos después de la paz de la

Iglesia: Antiguo Testamento

1. La Creación del Mundo.

Moisés describe en el Génesis la creación del universo y

el origen del género humano. Dios empleó en ello seis días y al séptimo descansó. Creó

al primer hombre, Adán, que quiere decir hecho de tierra roja y luego le insufló un

alma con su aliento. Le dio una compañera, Eva, que quiere decir madre de todos los

vivientes, durmiendo a Adán y quitándole una costilla para formar a su mujer.

Durante la Edad Media son excepcionales las

representaciones del ciclo completo, salvo algunos mosaicos bizantinos como el de San



Marcos de Venecia o algunos relieves en catedrales góticas. El Tapiz de la Creación de

la catedral de Gerona reproduce la imagen cosmológica del mundo de la Antigua Edad

Media. El Creador preside el ciclo representado como Pantócrator. Pero desde el siglo

XIV Dios adoptará progresivamente el aspecto de un anciano con tiara y los pintores

del Renacimiento como Miguel Ángel le pintan emergiendo del caos o bendiciendo su

obra. En el tapiz de Gerona le rodean símbolos alusivos a la creación y sobre su cabeza

vuela el Espíritu Santo en forma de paloma. A sus pies se plasman escenas del mundo

animal y vegetal, bordeados por Adán y Eva.

2. El Paraíso.

Dios creó un jardín en Edén, al Oriente, con árboles de

los que nacía toda clase de fruta y poblado por todas las especies de animales. Allí

estaba también el Árbol de la Vida, que proporcionaba la inmortalidad, y el Árbol de la

Ciencia del Bien y del Mal. Había cuatro ríos que regaban el jardín: Pisón, Guijón o

Indo, Éufrates y Tigris. Allí se instalaron Adán y Eva para cuidar del Paraíso, y de todos

los frutos se podían alimentar, excepto de aquellos que nacían del árbol de la ciencia

del bien y del mal. Ya en la Edad Media se consideraba a Adán y Eva como

prefiguraciones de Cristo y la Virgen, además de simbolizar el sacramento del

matrimonio, siendo identificado el símbolo con los Desposorios de la Virgen. Para los



artistas del Renacimiento fue una excusa para representar el desnudo humano. No

había un arquetipo, pero la figura de Adán solía parecerse a Orfeo y al Buen Pastor; un

hombre moreno con o sin barba. A Eva se la representaba rubia y de pelo largo. En los

sarcófagos paleocristianos Yahvé colocaba su mano sobre Adán para insuflarle vida y

Eva sale de su costado.

3. La caída y el castigo del hombre.

De todos los animales creados por Dios el más

astuto era la serpiente, y en una ocasión preguntó a Eva por qué les había prohibido

Dios comer los frutos del árbol de la ciencia del Bien y del Mal. Cuando ella le contestó

la serpiente replicó que no había mal alguno en comerlos; que no morirían sino que

por el contrario serían como dioses y lo conocerían todo. Eva probó el fruto e hizo que

Adán también lo probase. Pero tras haberlo hecho se avergonzaron de su desnudez y

se taparon con hojas de higuera, escondiéndose de Dios, quien les castigó a cada uno

de ellos de manera diferente: a Eva con parir a sus hijos con dolor y a estar dominada

por su marido; a Adán a trabajar y ganarse el sustento con el dolor de su frente, y a la

serpiente con ser la más baja de las bestias de la tierra y andar arrastrándose de por

vida. Y acabó expulsándoles del Paraíso.

La caída del hombre en el pecado aparece

representada desde el arte paleocristiano, porque simboliza el pecado mortal redimido

por la piedad de Cristo. A partir del Renacimiento su iconografía se desprenderá poco a

poco de la carga alegórica y se centrará en los aspectos más anecdóticos y humanos.

Uno de los más grandes trabajos en este sentido es el fresco de Miguel Ángel en la

Capilla Sixtina Pecado Original y Expulsión del Paraíso. Adán alarga su mano en la parte



izquierda pretendiendo recoger el fruto, mientras Eva lo recibe de manos de la

serpiente. La posición de los personajes es desacostumbrada, ya que generalmente se

colocaba a los dos personajes en posiciones simétricas al árbol, normalmente un

manzano, un naranjo o una higuera. Miguel Ángel hace compartir a Adán, recibiendo el

fruto, la culpa del pecado con Eva y la serpiente aparece con cuerpo de mujer. Se

muestran en la misma escena la causa y el efecto de la actuación, obviando los

momentos intermedios de la vergüenza y el ocultamiento de su desnudez.

4. Caín y Abel.

Son los dos primeros hijos de Adán y Eva. Caín era agricultor y

Abel apacentaba los rebaños, pero Abel era mejor que Caín y a Dios le placían más sus

ofrendas, con lo cual Caín empezó a odiar y envidiar a su hermano y en un rapto de ira

le mató. Dios le maldijo y erró por

toda la tierra, momento a partir del

cual la violencia se empezó a extender

por toda la Humanidad. Abel es una de

las prefiguraciones de Cristo, y

también se le representa como al

Buen Pastor, llevando un cordero

sobre los hombros. Su ofrenda a Dios

representa la Eucaristía y su muerte es

presagio de la de Cristo en la cruz.

Caín se ha asimilado a Judas y es el

primer asesino de la Historia Sagrada.

El arma homicida se representa de

distintas formas: bastón, piedra,

azada, quijada de asno. Tiziano pinta

unos frescos para los agustinos con

tres asuntos que preconizan el sacrificio de Cristo: el triunfo de David, el sacrificio de

Isaac y la escena de Caín y Abel. Hay en la pintura un escorzo muy marcado en donde

se ve al hermano atacado que cae mientras Caín se prepara para golpearle de nuevo.



5. El Diluvio.

El tercer hijo de Adán fue Set y sus descendientes fueron

llamados hijos de Dios, mientras que los de Caín eran hijos de los hombres, aunque

acabaron ambas ramas por mezclarse y los de Set también se corrompieron. Yahvé

acabó arrepintiéndose de haber creado al hombre y decidió exterminarlo por medio

del diluvio universal. Uno de los descendientes de Set, llamado Noé, era el único

hombre justo y Dios se propuso salvarlo. Le mandó que construyese un arca de tres

plantas para poder alojar a toda su familia y a una pareja de animales de cada especie.

Llovió cuarenta días y cuarenta noches y las aguas lo inundaron todo. Solo el arca de

Noé flotaba. Después de cinco meses las aguas bajaron de nivel y Noé pudo detener el

arca en el monte Ararat, en Armenia. Luego salió del arca con toda la familia y los

animales para que pudiesen multiplicarse y volver a poblar la tierra. En agradecimiento

le hizo a Dios un sacrificio y Él le bendijo y estableció una alianza con Noé y sus hijos

prometiendo que nunca más un diluvio destruiría la tierra. Como señal de la alianza

apareció el arco iris en el cielo. Noé suele representarse como un anciano de barba y el

arca representa la Iglesia que Cristo conducirá. El arte renacentista y el barroco

elegirán para sus representaciones el momento posterior, cuando Noé, que ha

inventado la viticultura, abusa del vino y se emborracha, tal y como se ve en la escena

que pinta Miguel Ángel.



6. La dispersión de los hombres: la Torre de Babel.

Los descendientes de los hijos de Noé; Sem, Cam y

Jafet se fueron extendiendo por los territorios próximos a Armenia. Se establecieron

en la tierra de Senaar y allí construyeron una ciudad y una torre tan alta que llegase a

tocar el cielo. Yahvé comprobó al ver la torre que lo habían hecho solo por soberbia e

hizo que cayesen en una confusión de lenguas,

que se dispersasen en las cuatro direcciones

de la Tierra y que no pudiesen acabar la torre,

a la que se le llamó de Babel o de la confusión.

Los momentos de construcción y destrucción

de la Torre se suelen representar unidos. El

tema aparece en los libros iluminados y es

frecuente en la Edad Media y en los mosaicos

bizantinos, consolidándose en la pintura de los

Países Bajos, aunque irá desapareciendo

progresivamente en el Barroco. Una de las representaciones más famosas es la de

Brueghel, que se inspira en las ruinas del Coliseo y en la Torre de Pisa.

7. Los Patriarcas.

Los hebreos tenían una estructura patriarcal y en los

patriarcas recaía la función de juez y sacerdote. Destacaremos:

� Abraham e Isaac. Abraham fue contemporáneo de Hammurabi y el organizador

del pueblo hebreo, siendo venerado por judíos, cristianos y musulmanes.

Descendiente de Sem, Dios le eligió cabeza del pueblo judío y con el encargo de

preparar la llegada del Mesías. El arte paleocristiano representaba a Abraham

como un anciano de cabellos blancos y los episodios de su vida serán muy

representados. Dios se apareció a Abraham y le ordenó que se dirigiese con su

pueblo a una tierra que él le mostraría, y él se puso en camino con Sara, su

esposa, su sobrino Lot y sus sirvientes, llegando a las tierras de Canaán, que

luego llamaría Palestina o Judea. Luego Abraham y Lot se separaron; el primero

fue a Mambré, al pie de Hebrón, y Lot se dirigió al valle del Jordán para

instalarse en Sodoma, poblada por pecadores. Poco después Sodoma fue

saqueada y todos sus habitantes, Lot incluido, capturados. Abraham libera a su



sobrino, y en compensación el rey de Salem Melquisedec le da su bendición

con pan y vino. En esta escena se quiere ver una prefiguración de la Eucaristía y

algunos teólogos han visto un precedente de la Epifanía, en una similitud con

los regalos de los Reyes

Magos. Rubens muestra el

momento en que el rey de

Salem y sus criados

entregan hogazas de pan y

vasijas de vino a Abraham.

La jerarquía se muestra

presentando a

Melquisedec más elevado,

simbolizando la primacía

de la iglesia sobre los

poderes terrenales. La

iconografía del rey de

Salem se desliga a veces

de la de Abraham y puede

aparecer con vestiduras

sacerdotales presentando al Señor la ofrenda de los panes junto a Abel ante el

altar de la Eucaristía.

� Nacimiento de Ismael e Isaac. Aunque Dios le había prometido a Abraham

multiplicar su descendencia, Sara seguía sin darle hijos y de acuerdo con ella

tomó por mujer a Agar, su esclava egipcia, y con ella tuvo a Ismael. Años más

tarde tres ángeles le anuncian a Sara, ya anciana, que tendrá descendencia, y



nace Isaac, de cuya descendencia nacería el Mesías. El episodio de los tres

ángeles también se llama La hospitalidad de Abraham y ha sido representado

muchas veces. El arte bizantino encontró una alegoría con la Santísima Trinidad

y en la iglesia occidental fue una prefiguración de la Anunciación. En la pintura

del Barroco se ve a los emisarios de Dios llegando hasta Abraham, que lava sus

pies y al ofrecerles comida y pesada cumple con las obras de la Misericordia.

� Destrucción de Sodoma. Dios anuncia la destrucción de la ciudad por el mal

comportamiento de sus habitantes, y solo se salvan Lot y su familia. Cuando

salen de la ciudad la mujer de Lot se volvió parta ver el incendio que la destruía,

a pesar de la prohibición de hacerlo, y quedó convertida en estatua de sal.

También Gomorra y otras ciudades cercanas tuvieron el mismo fin. En el lugar

donde estaban esas ciudades se formó el Mar Muerto. Estos sucesos de la

historia de Lot, tanto la destrucción de la ciudad como su posterior embriaguez

se emparentan con la historia de Noé, porque el incendio y el diluvio son fruto

de la cólera divina y los dos personajes se dejan seducir por el vino. El incendio

de Sodoma no sirve para una creación individual pero si que suele aparecer

como fondo a la huida de Lot, que huye guiado por un ángel con sus dos hijas y

se refugian en una caverna. Las hijas, preocupadas por tener descendencia y

creyendo extinguido el género humano, emborrachan a su padre para que

cometa incesto con ellas y poder perpetuar la raza. En la Edad Media el tema

no se representa explícitamente y a partir del Renacimiento los artistas

incidirán en distinto grado de erotismo en el episodio.

� Agar e Ismael. En una ocasión Sara vio como Ismael trataba mal a Isaac y

mandó a su marido que les expulsara de la casa a él y a su madre Agar, sobre

todo para que la herencia de su hijo no tuviera que ser repartida. Abraham



obedeció y aunque llevaban agua y viandas, se les acabó en su camino por el

desierto y Agar, dejando a su hijo bajo un arbusto, se echó a llorar con

desesperación. Se le apareció un ángel que le ordenó echar a andar con su hijo,

prometiéndole que llegaría a ser él la cabeza de una gran nación. Cuando Sara

volvió en si encontró un pozo y pudieron beber. Ismael vivió en el desierto,

donde se convirtió en un hábil arquero, y en el desierto de Farán su madre le

casó con una mujer egipcia, siendo el progenitor de la raza árabe. La esposa

legítima, Sara, representa al cristianismo o la nueva alianza, frente a la mujer

despechada, Agar, símbolo del judaísmo o antigua ley. Estas escenas fueron

muy representadas por los pintores barrocos.

� Sacrificio de Isaac. Yahvé quiso probar a Abraham y le ordenó que llevase a su

hijo a la montaña y se lo entregase en sacrificio. Abraham cargó la leña sobre

los hombros de su hijo, y éste le preguntaba en donde estaba la victima del

holocausto. En lo alto de la montaña dispuso un altar y colocó atado encima a

su hijo, pero cuando levantó el cuchillo para degollarle, un ángel detuvo su

mano, pues Dios ya le había probado. Abraham sacrificó a un cordero en e

lugar de Isaac. El significado de esta escena trasciende la moral hebrea de

sometimiento del hombre a la voluntad de Dios y tiene múltiples explicaciones:

Isaac va camino de su sacrificio como Cristo del Calvario; el carnero enreda sus

cuernos en una zarza para simbolizar la corona de espinas y será inmolado

como el Salvador. La sumisión de Isaac ante su destino serán cuestionadas por

Caravaggio pues el pintor le plasma como un joven que se rebela y grita

pidiendo ayuda. El rostro del anciano padre deja entrever la duda entre su

amor paternal y la obediencia a Dios.



� Casamiento de Isaac. Abraham manda a su criado Eliezer a Mesopotamia para

que busque esposa a Isaac y de Harán trae a Rebeca, nieta de Nacor, hermano

de Abraham, como esposa. En Canaán contraen matrimonio. El arte cristiano



ha usado la historia de Isaac y su relación con Rebeca en muchas ocasiones; por

ejemplo cuando ella se encuentra con Eliazer en un pozo y le ofrece agua; y

esta escena se quiere ver como una prefiguración de los Desposorios de la

Virgen. En el siglo XVII la Academia de Bellas Artes de Francia debatió si era

adecuado que en la escena apareciesen camellos y el clasicista Poussin los

eliminó de su composición, por considerarlos anecdóticos.

� Jacob. Aunque parecía que Rebeca era estéril al final consiguió dar a luz dos

gemelos, Jacob y Esaú. Esaú

era el mayor y Jacob nació

agarrando el talón de su

hermano. Los dos eran muy

distintos. El mayor era un

excelente cazador y Jacob se

dedicaba al pastoreo. Isaac

prefería a Esaú mientras

Rebeca se inclinaba por el

menor. Un día en que Esaú

vuelve a casa cansado de

cazar ve a Jacob comiendo

un plato de lentejas y le pide que se lo ceda; pero el hermano le pide a cambio

sus derechos de primogénito. Esta escena se relaciona con las tentaciones a

que el diablo somete a Cristo en el desierto y ha sido interpretada por los

pintores en la Edad Moderna como una escena de género ambientada en el

interior. Los personajes se visten como pastores o adoptan la moda del

momento y suelen aparecer junto a la lumbre. Cuando ya Isaac es anciano y

está ciego llama a

Esaú para pedirle

que le de caza a un

animal y lo cocine

para él. Rebeca le

presenta a Jacob, y

como su hermano

es mucho más

peludo que él,

hace que le lleve a

su padre dos

cabritos recién

casados y le colocan encima de los hombros la piel de los cabritos para que

Isaac al tocarle le confunda con el primogénito. El padre cae en la trampa y

cuando Esaú se entera siente un gran disgusto, pero nada puede hacer porque

el padre ya ha dado la bendición a Jacob. Esta escena del engaño es inusual en



la Edad Media y el Renacimiento y se hace más frecuente en el siglo XVII,

especialmente en la escuela española, con Murillo y Ribera, y en la pintura

holandesa. Generalmente Isaac aparece acostado palpando el brazo de Jacob, y

Rebeca se haya presente. Pero Ésau, resentido, amenaza de muerte a su

hermano y éste huye por consejo de su madre. Se marcha a Mesopotamia a

casa de su tío Labán. En un alto del camino se queda dormido sobre una piedra

y ve en sueños una escalera hasta el cielo por la que subían y bajaban los

ángeles, con Dios arriba, que le promete una larga descendencia que será

bendecida por todos los pueblos de la Tierra. Al amanecer recoge la piedra

sobre la que había apoyado la cabeza y derrama óleo encima, llamando a aquel

lugar Betel, que significa Casa de Dios. En Mesopotamia guarda los ganados de

su tío y se casa, sucesivamente, con sus hijas Lía y Raquel. De su descendencia



surgirán las doce tribus de Israel. El sueño de Jacob es una de las escenas de su

vida más interpretadas. Los quince

escalones se ven en ocasiones como

grados de virtud. La evolución de

esta iconografía se refleja en el

creciente número de ángeles y la

mayor importancia que se concede al

paisaje. La tipología de la escalera

también va ganando en

monumentalidad, desde el arte

paleocristiano, pasando por Rafael y llegando a la forma helicoidal del

visionario Blake. El encuentro entre Jacob y su esposa es representado como

una escena bucólica y pastoril. Años más tarde Jacob regresa a Canaán con su

familia y en el viaje se le aparece una noche un hombre que empieza a luchar

con él y le deja cojo al no poder derribarle. Entiende que es un ángel, y le revela

que su nombre ha de dejar de ser Jacob para pasar a ser Israel. Por eso el

pueblo hebreo también se llama israelita. Consigue reconciliarse con su

hermano y sus doce hijos serán los jefes de las doce tribus de Israel: Rubén,

Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. En

algunas representaciones del arte paleocristiano aparece Jacob luchando

contra el ángel.

� José. Es el undécimo hijo de Jacob y el primero que tiene con Raquel. También

es el más querido por

su padre y por tanto

odiado por sus

hermanos. El odio se

incrementa cuando él

les cuenta un sueño

que ha tenido: están

todos los hermanos en

el campo recogiendo

leña y él ve que se

levanta su haz y se

tiene en pie, mientras

los de sus hermanos le

rodean y se inclinan,

como adorándole. Por eso deciden matarle, aunque Rubén dice que es mejor

arrojarle a un pozo del desierto. Pero cuando divisan a una caravana de

mercaderes que va hacia Egipto Judá piensa que es preferible venderle a los

mercaderes como esclavo. Ensucian la túnica de José con sangre de un cabrito y

se la enseñan a Jacob para que le crea muerto. Los artistas muestran más



asiduamente la escena de la túnica y en la Edad Media se asociaba este vestido

manchado de sangre a las heridas de Cristo. El arte del barroco recupera el

episodio pero despojado de su sentido alegórico e insistiendo más en la carga

dramática, como ocurre en el cuadro de Velázquez. Los mercaderes llegan a

Egipto y le venden a Putifar, jefe de la guardia al servicio del faraón. El joven se

convierte en el mayordomo de Putifar, quien deja en sus manos todo su

patrimonio. Pero la mujer de Putifar intenta seducirle y él la rechaza repetidas

veces. Un día ella se queda con su manto y le acusa ante su marido, con esa

prenda como prueba, de que ha intentado seducirle. Putifar le manda

encarcelar. La esclavitud de José es la que se conoce como “la etapa de las

pruebas”. El episodio más representado es La castidad de José. Pero en la

cárcel Dios le sigue protegiendo y se convierte en la persona a cuyo cargo están

los presos. Al poco tiempo encarcelan al copero mayor y al panadero principal

del faraón y son entregados a José. Los dos tienen un sueño y se lo cuentan a

José para que lo interprete. Él le dice al copero que a los tres días recuperará la

libertad y el favor real mientras que el panadero será decapitado. Y las cosas

suceden así. También el faraón tuvo dos sueños que nadie supo explicar, por lo

cual el copero mayor recomendó a José, quien anunció al faraón que Egipto

tendría siete años de abundancia y siete de escasez, por lo cual convendría

hacer acopio de trigo para los malos tiempos. El faraón, como premio, nombró

a José gobernador de Egipto. A los dos funcionarios que coinciden con José en

la cárcel siempre se los ha equiparado al Buen y Mal ladrón que están

flanqueando a Jesús en la cruz, aunque la interpretación de los sueños no será

demasiado representada. El final de la vida de José es ya su triunfo y a partir de



ese momento su iconografía se hace más abundante. Cuando el hambre llegó a

Egipto gracias a la buena administración de José hubo reservas suficientes para

superarla e incluso de vender a los países vecinos. Jacob envió a sus hijos a

Egipto a comprar trigo, excepto Benjamín, que se quedó en casa. No

reconocieron a José, pero él si a ellos, y para probarles les acusó de espías. Sus

hermanos lo negaron y él les dijo que para convencerle volvieran a Canaán y

regresasen con su hermano menor, dejando a Simeón en Egipto como rehén.

Cuando volvieron traían consigo a Benjamín. José les recibió a todos con cariño

y preguntó por su padre. Cuando se marcharon fueron perseguidos y acusados

de robar una copa de plata, y a causa de que encontraron ésta en su poder,

Benjamín fue condenado a quedarse como esclavo. Su hermano Judá se ofreció

a sustituirle, pero entonces José se dio a conocer y les perdonó. Jacob se

trasladó a Egipto y vivió unos años allí con su hijo. La escena más representada

es el encuentro de José y sus hermanos. Se quiere ver en la vida de José una

similitud con la de Cristo, aunque en el caso del primero la historia terminará

bien. Los ciclos más significativos son los que aparecen en los libros iluminados

del Génesis y el Pentateuco, así como en los marfiles bizantinos y en las

vidrieras de muchas catedrales góticas.



8. Historia de Jacob.

Cuando murió José vivía en la tierra de Hus un descendiente de Esaú, Job, que era un

hombre recto y temeroso de Dios. Cuando estaban reunidos todos los ángeles

apareció Satanás y al contar que había

recorrido toda la Tierra, Yahvé le preguntó

por su siervo Job, hablando de sus buenas

cualidades. Pero Satanás le respondió que su

bondad no tenía mérito alguno, pues gozaba

de una buena vida, que habría que probarle

en la desgracia. A partir de entonces le

empezaron a pasar cosas malas a Job: los

sabeos invadieron sus tierras y mataron a sus

siervos, un fuego acabó con sus ganados y

pastores, los caldeos le robaron los camellos,

un viento del desierto destrozó la casa de su

hijo mayor cuando celebraban una fiesta con

sus hermanos y allí murieron todos. Pero Job

solo decía: “ el Señor me lo dio y el Señor me

lo quitó. Bendito sea su Santo Nombre”.

Todavía siguieron los tormentos de Job con una llaga que le cubrió de pies a cabeza, y

la gente que le rehuía, con lo cual se vio obligado a recluirse en un estercolero. Incluso

su mujer le echó en cara que fuese tan paciente. Al final Dios se compadeció de él y le

compensó por su paciencia, recuperó la salud, sus bienes y formó una nueva familia.

Las calamidades de Job encarnan la paciencia y la fe y se anticipan a la Pasión de

Cristo. Su iconografía aparece ya en el arte paleocristiano de Dura Europos y las

catacumbas de Domitila, y continúa en la Edad Media y Renacimiento, sobre todo en

las escenas en donde se le representa cubierto de llagas.

BIBLIOGRAFIA:

• MITOLOGÍA CLÁSICA E ICONOGRAFÍA CRISTIANA (UNED)

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