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Temas en Ciencias Sociales | regrese a la portada vuelva al índice vuelva a l tema anterior pase al próximo tema vea la tabla 1 ¿Por qué los desastres no son “naturales”?: Riesgo, vulnerabilidad y desastres en el contexto puertorriqueño Havidán Rodríguez Introducción A través de los tiempos, la sociedad humana ha sido impactada por fenómenos climatológicos y geológicos que han resultado en una pérdida dramática de vida, destrucción a la propiedad y otros efectos devastadores para algunas sociedades, su economía y ambiente. Los huracanes, erupciones volcánicas, terremotos, ciclones, tsunamis, tornados, aludes, inundaciones, fuegos, deslizamientos de tierra y sequías, entre otros, han acompañado al ser humano desde tiempos pre-históricos. Los efectos de estos eventos climatológicos o geológicos han impactado severamente el crecimiento y el desarrollo de nuestras sociedades a través de la historia. En un momento u otro la mayor parte de los seres vivientes hemos sido afectados por uno de estos eventos físicos en términos demográficos, epidemiológicos, sociales, psicológicos, económicos, políticos y ambientales. Como consecuencia, hemos experimentado la interrupción o desarticulación de procesos sociales; daños o destrucción de la infraestructura básica de la sociedad; pérdidas económicas en diversas áreas, incluyendo el turismo y la agricultura. Las inundaciones, terremotos y huracanes, entre otros, han impactado adversamente la naturaleza; han impactado psicológicamente a las víctimas de estos eventos, y han resultado en epidemias, accidentes y aumentos en mortandad. Lamentablemente, esto ha ocurrido por una falta de preparación adecuada para enfrentar y responder a los riesgos que nos amenazan; situaciones sociales, económicas y físicas que aumentan nuestra vulnerabilidad a tales eventos; e intervención tardía o ineficiente por parte de las agencias, organizaciones o instituciones que tienen como rol primordial preparar a la población para estos eventos. Se estima que en América Latina y el Caribe mueren aproximadamente 6,000 personas cada año y las pérdidas económicas ascienden a $1.5 billones anualmente como consecuencia de fenómenos climatológicos o geológicos. Platt (1999) indica que “los desastres naturales (incluyendo inundaciones, huracanes, erosión en las costas, tornados, fuegos (“wildfires”) y terremotos), en promedio, causan aproximadamente $20 billones anualmente en costos directos

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¿Por qué los desastres

no son “naturales”?:

Riesgo, vulnerabilidad y desastres

en el contexto puertorriqueño

Havidán Rodríguez Introducción A través de los tiempos, la sociedad humana ha sido impactada por fenómenos climatológicos y geológicos que han resultado en una pérdida dramática de vida, destrucción a la propiedad y otros efectos devastadores para algunas sociedades, su economía y ambiente. Los huracanes, erupciones volcánicas, terremotos, ciclones, tsunamis, tornados, aludes, inundaciones, fuegos, deslizamientos de tierra y sequías, entre otros, han acompañado al ser humano desde tiempos pre-históricos. Los efectos de estos eventos climatológicos o geológicos han impactado severamente el crecimiento y el desarrollo de nuestras sociedades a través de la historia. En un momento u otro la mayor parte de los seres vivientes hemos sido afectados por uno de estos eventos físicos en términos demográficos, epidemiológicos, sociales, psicológicos, económicos, políticos y ambientales. Como consecuencia, hemos experimentado la interrupción o desarticulación de procesos sociales; daños o destrucción de la infraestructura básica de la sociedad; pérdidas económicas en diversas áreas, incluyendo el turismo y la agricultura. Las inundaciones, terremotos y huracanes, entre otros, han impactado adversamente la naturaleza; han impactado psicológicamente a las víctimas de estos eventos, y han resultado en epidemias, accidentes y aumentos en mortandad. Lamentablemente, esto ha ocurrido por una falta de preparación adecuada para enfrentar y responder a los riesgos que nos amenazan; situaciones sociales, económicas y físicas que aumentan nuestra vulnerabilidad a tales eventos; e intervención tardía o ineficiente por parte de las agencias, organizaciones o instituciones que tienen como rol primordial preparar a la población para estos eventos. Se estima que en América Latina y el Caribe mueren aproximadamente 6,000 personas cada año y las pérdidas económicas ascienden a $1.5 billones anualmente como consecuencia de fenómenos climatológicos o geológicos. Platt (1999) indica que “los desastres naturales (incluyendo inundaciones, huracanes, erosión en las costas, tornados, fuegos (“wildfires”) y terremotos), en promedio, causan aproximadamente $20 billones anualmente en costos directos

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al gobierno de los Estados Unidos, a la industria de seguros y a las víctimas, y el costo continúa aumentando” (p. xv). A través del tiempo se han generado bastantes discusiones y preguntas con relación a estos eventos naturales. Por ejemplo, ¿es un evento climatológico o geológico un “desastre”?; ¿qué condiciones sociales, económicas y políticas tienen que darse para producir un “desastre”?; ¿son estos llamados “desastres” producto de un ser supremo, de la naturaleza o del ser humano?; ¿qué estrategias tenemos que desarrollar para minimizar la pérdida de vida y los daños económicos ocasionados por estos eventos?; ¿podemos evitar o controlar los “desastres”? A través de este documento trataremos de contestar algunas de estas preguntas. Objetivos Los objetivos de este capítulo son:

Examinar los tipos de fenómenos naturales que han afectado a nuestra sociedad internacional en términos generales y a la sociedad puertorriqueña en específico.

Examinar los aspectos sociales de los desastres: ¿Por qué los desastres no son naturales?

Discutir las diferencias entre riesgo, vulnerabilidad, mitigación y preparación.

Examinar cómo los procesos sociales, económicos y demográficos aumentan nuestra vulnerabilidad hacia los fenómenos naturales: ¿quiénes son los más vulnerables en nuestra sociedad?

¿Qué acciones y estrategias podemos llevar a cabo para reducir nuestra vulnerabilidad hacia los fenómenos naturales? Impacto social y económico de algunos terremotos y huracanes Los datos recopilados con relación a los fenómenos naturales nos demuestran que, entre 1970 y 1985, las pérdidas económicas como resultado de tres tipos de eventos físicos (e.g., vientos huracanados, inundaciones y terremotos) ascendieron, a nivel mundial, a aproximadamente $19 millones al día. Entre 1970 y 1980, cerca de 217 millones de personas en el mundo fueron afectadas por estos fenómenos naturales (Anderson, 1991). Citando resultados de la Cruz Roja Americana, Anderson nos indica que, entre 1900 y 1976, un promedio de 60,000 personas falleció y tres millones sufrieron heridas o quedaron sin hogares, cada año, como consecuencia de fenómenos físicos. Wijkman y Timberlake (1988) señalan que, durante la década de 1970, los desastres de mayor importancia resultaron en sobre 142,000 muertes por año. Ellos indican que durante este periodo de tiempo, las sequías afectaron sobre 24.4 millones de personas y las inundaciones a 15.4 millones, anualmente. Es importante señalar que cuando tomamos en cuenta una serie de eventos climatológicos y geológicos y le añadimos otros eventos tales como epidemias, hambrunas y guerras a nivel mundial, se estima que las inundaciones han sido el evento que más muertes ha causado. Por ejemplo, Curson (1989) nos indica que, del 1947 al 1982, las inundaciones, ciclones o huracanes y los terremotos fueron los eventos más comunes. Estos fenómenos físicos constituyeron el 67% de los “desastres” registrados durante este periodo de tiempo y fueron responsables del 93% de la pérdida de vida humana. Los terremotos

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Los terremotos han impactado significativamente nuestra sociedad a nivel global al traer como resultado una pérdida de vida extraordinaria, billones de dólares en daños y destrucción a la propiedad. Seis ejemplos recientes nos demuestran la magnitud del impacto de estos fenómenos. El terremoto de Loma Prieta, el 17 de octubre de 1989, con una magnitud de 6.9 en la escala Richter, afectó a California desde la costa de Monterrey hasta San Francisco. Este terremoto resultó en 63 muertes y causó entre $6 a $10 billones en perdidas y daño a la propiedad (USGS, Página en el web: http://geopubs. wr. usgs. gov/dds/dds-29/). El 17 de enero del 1994 un terremoto, con una magnitud de 6.9, azotó al área de Northridge, California resultando en 56 muertes y en aproximadamente $15 mil millones en pérdidas. El terremoto en Hyogo-Ken Nanbu en Japón (el 17 de enero del 1995), con una magnitud de 7.2, dejó un saldo 5,090 muertos; 13 personas desaparecidas; y aproximadamente 27,000 heridos en Kobe. El 20% de la población se quedó sin hogar y sobre 100,000 edificios fueron destruidos. Las pérdidas económicas como consecuencia de este terremoto se estiman en $200 mil millones. (University of California-Berkeley, Geophysical Engineering Program, Página en el web: http://ce. berkeley.edu/Programs/Geotech/Kobe/Somerville/qnews. html). El 25 de enero del 1999, la parte occidental de Colombia fue impactada por un terremoto con una magnitud de 6 en la Escala Richter. Los últimos informes reportaron sobre 1,000 muertes y muchos heridos. El 29 de marzo de 1999, a las 12:35 a.m., en el estado de Uttar Pradesh en India, ocurrió un terremoto con una magnitud de 6.8 en la Escala Richter. Sobre 100 personas perecieron, hubo sobre 300 heridos y más de 5,000 hogares fueron destruidos. Varios meses después (17 de agosto), Izmit, Turquía sufrió los efectos devastadores de un terremoto, con una magnitud de 7.4, causando 17,118 muertes y sobre $6 mil millones en pérdidas económicas. Los huracanes Los huracanes también han tenido un impacto devastador en nuestra sociedad internacional. Ejemplos recientes de huracanes de gran intensidad resultaron en un número significativo de muertes, pérdidas económicas de gran magnitud y que esencialmente fueron destructivos, incluyen a Hugo (1989), Andrews (1992), Mitch (1998) y Georges (1998), entre otros. El Huracán Mitch tuvo efectos devastadores en los países de Centroamérica, tales como Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador. Uno de los países más afectado por el Huracán Mitch fue Honduras, con resultados catastróficos para todo el país. El Huracán Mitch impactó a Honduras desde el 27 hasta el 31 de octubre del 1998 causó destrucción masiva al atravesar el país. Para diciembre del 1998, se estimaba que cerca de 6,000 personas habían perecido en Honduras; 8,000 estaban “desaparecidas” (y posiblemente muertas); cerca de 12,700 habían sufrido heridas; 2.1 millones habían sido desalojados; 1.5 millones sufrieron daños a sus hogares; 542,000 estaban viviendo en refugios; y sobre 285,000 quedaron sin hogares (PAHO, 1999; US Embassy in Honduras, 1998). Algunos expertos señalan que el Huracán Mitch fue el fenómeno atmosférico de esta naturaleza que más muertes ha causado en el Occidente en los últimos 200 años. Las muertes en Nicaragua, Guatemala y El Salvador se estimaron en aproximadamente, 2,900, 270 y 240, respectivamente. Además, la Organización Panamericana de Salud (PAHO, por sus siglas en inglés) señaló que el 70% de la infraestructura básica en Honduras fue destruida por Mitch y retrasó el desarrollo económico de este país por 50 años (PAHO, 1999; Chaparro, 1999).

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Puerto Rico y los fenómenos naturales Dadas sus características climatológicas y topográficas, las islas del Caribe son altamente susceptibles a fenómenos naturales (e.g., huracanes, inundaciones, deslizamientos de terreno y terremotos, entre otros). Durante el siglo pasado, estas islas experimentaron una diversidad de catástrofes naturales cuyas consecuencias fueron la pérdida dramática de vida y de propiedad. Las estadísticas nos enseñan que los países en vías de desarrollo han experimentado un aumento en la incidencia de fenómenos naturales. Además, de acuerdo a Rodríguez y Troche (1994), “los efectos de los desastres serán más destructivos que en el pasado. El crecimiento poblacional, la concentración de la población en áreas de alto riesgo (e.g., zonas costaneras, o aledañas a la ribera de los ríos y zonas montañosas empinadas y escarpadas), así como la alta elevación de la infraestructura moderna contribuyen a la alta vulnerabilidad de la población cuando ocurren desastres” (p.25) (también debe referirse a Curson, 1989). La isla de Puerto Rico no ha sido la excepción al impacto de los fenómenos naturales. La localización geográfica de Puerto Rico, su topografía diversa, las condiciones climatológicas y la alta densidad poblacional proveen las condiciones ideales para estudiar los desastres en el contexto caribeño. La mayor parte de la superficie terrestre en Puerto Rico se caracteriza por zonas inundables tanto en la costa como en la ribera de los ríos y por montañas escarpadas. Por consiguiente, no es sorpresa que una proporción significativa de la población resida en áreas que son extremadamente peligrosas debido a la alta probabilidad de inundaciones y deslizamiento de terreno. La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) (1985) estima que el 47% de la población en Puerto Rico vive en áreas de alto riesgo de inundaciones. Esto representa una amenaza de desastres potencialmente catastrófica para la vida y la propiedad. La Tabla 1 contiene una lista de las tormentas tropicales y huracanes en la vecindad de Puerto Rico y las Islas Vírgenes desde el 1515 hasta el 2000. Como podemos observar en esta tabla, los huracanes y las inundaciones han sido muy comunes en Puerto Rico, algunos con efectos muy devastadores. Por ejemplo, el huracán San Ciriaco (8 de agosto de 1899) resultó en una pérdida de vida humana estimada en 3,369 personas; este ha sido el huracán que cobró la mayor cantidad de vidas en Puerto Rico. San Felipe (13 de septiembre de 1928) ha sido catalogado como el huracán más grande, violento y devastador, con vientos estimados en 150 millas por hora, azotó a la isla de Puerto Rico resultando en aproximadamente 300 muertes. El huracán San Ciprián (28 de septiembre de 1932), como consecuencia de inundaciones y otros efectos secundarios, resultó en 257 muertes y 4,820 heridos. El 12 de agosto del 1956 azotó a la isla de Puerto Rico el huracán Santa Clara o Betsy y 16 personas perecieron como consecuencia de este evento atmosférico (“Tormentas y Huracanes que han afectado a Puerto Rico”, página en el web: http://www. tormenta. net/. Huracanes más recientes y de gran impacto en esta isla caribeña incluyen a Hugo (18 de septiembre de 1989), que aunque afectó solamente el noreste de la isla, resultó en pérdidas millonarias para la economía puertorriqueña y en la paralización del área metropolitana de San Juan. Este huracán generó vientos hasta de 120 millas por hora. Los costos económicos asociados a este huracán se estiman en 1 billón de dólares. La Figura 1 nos enseña la trayectoria de algunos sistemas tropicales que pasaron cerca o impactaron directamente a la isla de Puerto Rico durante la década de 1990. El huracán Hortensia, que impactó la isla el 10 de septiembre de 1996, resultó en 18 a 25 pulgadas de lluvia

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en un periodo de 24 horas. Como consecuencia de este evento, se produjeron inundaciones en distintas áreas de Puerto Rico y murieron 18 personas. Se estima el costo del impacto de este huracán sobre la agricultura de Puerto Rico en $128 millones. Figura 1: Sistemas tropicales en la vecindad de Pue rto Rico, 1990-1999

Fecha Vientos Cat. Nombre 7 Oct 1990 40 ts KLAUS 16 Aug 1993 35 ts CINDY 16 Sep 1995 95 h2 MARILYN 9 Jul 1996 80 h1 BERTHA 10 Sep 1996 70 h1 HORTENSE 22 Sep 1998 95 h2 GEORGES 21 Oct 1999 65 h1 JOSE 17 Nov 1999 130 h4 LENNY

Nota: ts = tormenta tropical; h1 = huracán categoría 1. Fuente: http://stormcarib.com/climatology/pr_isl. htm

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Todavía permanecen en los recuerdos de la población puertorriqueña los estragos, pérdidas económicas y los efectos devastadores del huracán Georges (21 de septiembre de 1998. Con vientos máximos estimados entre 110 a 115 millas por hora, este huracán azotó ferozmente a la isla de Puerto Rico, cruzando la isla de este a oeste. Se estima que Georges ha sido el huracán más fuerte que ha afectado a la isla desde el huracán San Felipe, hace 70 años. La precipitación asociada con este huracán resultó en aproximadamente 27 pulgadas de lluvia en algunos municipios. Los 78 municipios en Puerto Rico fueron declarados zona de desastre por el Presidente de los Estados Unidos. Como consecuencia del huracán Georges en Puerto Rico, el 100% de los servicios eléctricos fueron interrumpidos, sobre 900,000 clientes se quedaron sin agua potable y cerca de 259,000 sin servicio telefónico. Se estima que más de 215,000 personas fueron damnificadas de una forma u otra y más de 29,000 se quedaron sin hogar. Los daños a la agricultura puertorriqueña, como consecuencia de Georges, ascienden a $315 millones. Este Huracán destruyó cerca del 95% de las cosechas de plátanos y guineos y el 75% de la siembra de café en Puerto Rico (Guiney, 1999). El sector de negocios e industrias sufrieron daños estimados en $2 billones (FEMA, 1998). El huracán Georges causó sobre 600 muertes en las islas del Caribe, incluyendo a Puerto Rico, Haití, Cuba, la Republica Dominicana, las Islas Vírgenes, Antigua, Barbuda, las Bahamas y St. Kitts, entre otras. Es importante señalar que gran parte de las muertes y de las pérdidas económicas asociadas con estos eventos atmosféricos (e.g., tormentas tropicales y huracanes) son el resultado directo de las inundaciones. Dado que Puerto Rico está situado casi sobre el punto de encuentro de las placas tectónicas del Caribe y Norteamérica, también es altamente susceptible a terremotos. Los sismólogos indican que la isla de Puerto Rico está localizada en una de las zonas de más actividad sísmica a nivel mundial. La Red Sísmica de la Universidad de Puerto Rico, en el Recinto Universitario de Mayagüez, registra de uno a dos movimientos sísmicos en la isla diariamente. El último terremoto de mayor impacto ocurrió en octubre de 1918, afectó la zona costanera al oeste de Puerto Rico. La magnitud del mismo fue de 7.5 en la escala Richter y resultó en aproximadamente 100 muertes. El análisis histórico de los terremotos en Puerto Rico nos revela que en la isla han ocurrido fuertes terremotos a intervalos que fluctúan entre 51 y 117 años. Por lo tanto, los sismólogos estiman que puede ocurrir otro terremoto de gran magnitud en Puerto Rico en cualquier momento. En resumen, las islas del Caribe (incluyendo a Puerto Rico) son susceptibles a una variedad de eventos climatológicos, incluyendo: tormentas tropicales, huracanes, deslizamientos de tierra, inundaciones, tornados, erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis. Como hemos visto, el impacto de estos eventos sobre nuestra sociedad han sido significativos y, en ocasiones, devastadores. Aspectos sociales de los desastres ¿Qué es un desastre? Un desastre se puede definir como “un evento identificable en el tiempo y en el espacio, en el cual una comunidad ve afectado su funcionamiento normal con pérdidas de vidas y daños de magnitud en sus propiedades y servicios, que impiden el cumplimiento de las actividades esenciales y normales de la sociedad” (p. 12) (Wilches-Chaux, 1993. Otras definiciones se basan en la cantidad de pérdidas económicas, el número de muertos y heridos, la falta de preparación del gobierno y la población para confrontar este fenómeno y los traumas sociales, psicológicos o políticos que estos fenómenos físicos pueden ocasionar. Romero y Maskrey (1993) definen un desastre natural como “la correlación entre fenómenos naturales (como un terremoto, un huracán, un maremoto, etc.) y determinadas condiciones

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socioeconómicas y físicas vulnerables (como situación económica, viviendas mal construidas, tipo de suelo inestable, mala ubicación de la vivienda, etc.)” (p.3). Curson (1989) señala que los desastres son el resultado de la interacción entre un evento físico y una población que es vulnerable. Las Naciones Unidas (2001) definen un desastre natural como una “ocurrencia de un fenómeno natural que afecta a un sistema social vulnerable”. Además, añaden que “los fenómenos naturales en sí no provocan necesariamente desastres. Es solo su interacción con la gente y su entorno lo que genera impactos que pueden llegar a tener dimensiones catastróficas, dependiendo de la vulnerabilidad de las poblaciones en la zona”. Lo que debe quedar claro de estas definiciones es que el desastre es un producto del ser humano, generado por el comportamiento y las acciones de éste ante la inminencia de un evento físico. En términos concretos, un desastre es una construcción social; los desastres son el producto de las actividades del ser humano. Además, la vulnerabilidad de la población es un aspecto fundamental que tenemos que evaluar cuando hablamos de los desastres y su impacto social y económico. Un desastre conlleva el rompimiento extenso y casi completo de todos los procesos sociales, de la estructura social (e.g., patrones recurrentes, actividades del diario vivir) y de las interacciones primarias y secundarias. Incluye la destrucción extensa de la infraestructura funcional, tales como: edificios, sistemas de comunicación y los sistemas de apoyo social. El desastre afecta los sistemas de supervivencia biológica, el orden social, la motivación y el manejo de crisis. Un desastre tiene un alto costo en términos sociales, demográficos, económicos y políticos. Nuestra inhabilidad de informar a la población sobre la proximidad y el peligro de un evento natural, la ausencia de un proceso de desalojo o desalojo tardío de personas en riesgo, la falta de equipo, la falta de materiales y del personal adiestrado para proveerle los servicios indispensables a la población ante una situación de crisis, la falta de preparación y la falta de conocimiento o educación entre la población acerca de qué hacer ante un terremoto, huracán, etc. crean la situación propicia para el desarrollo de un desastre. Por lo tanto, un desastre es un fenómeno social. Vulnerabilidad La población es vulnerable a un fenómeno natural cuando es susceptible a sufrir daños y tiene dificultad de recuperarse de éstos. La vulnerabilidad a los desastres depende del tipo de evento (e.g., huracanes, inundaciones repentinas, deslizamiento de terreno, terremotos, etc.), las características físicas del área afectada y las características sociales, culturales, psicológicas, demográficas y económicas de la población (Britton, 1987). Las Naciones Unidas (2001) indican que “la vulnerabilidad a los desastres es una condición producto de las acciones humanas. Indica el grado en que una sociedad está expuesta o protegida del impacto de las amenazas naturales. Esto depende de los asentamientos humanos y su infraestructura, la manera en que la administración pública y las políticas manejan la gestión del riesgo, y el nivel de información y educación de que dispone una sociedad sobre los riesgos existentes y cómo debe enfrentarlos”. Anderson (1991) indica que la pobreza aumenta nuestra vulnerabilidad hacia los fenómenos naturales. Desafortunadamente, los desastres afectan principalmente a los grupos más vulnerables de nuestra sociedad, tales como a los niños, los envejecientes y las personas con limitaciones físicas, entre otros. Por ejemplo, Curson (1989) señala que la población muy joven y la envejeciente tienden a tener las tasas de mortandad más altas durante tiempos de desastres. Todos estos grupos tienden e estar sobre-representados en la población pobre o de bajos recursos de una sociedad. Los desastres ocurren más frecuentemente en países pobres y causan más sufrimiento entre las personas pobres. Curson (1989) nos indica que la población pobre, la que confronta algún tipo de desventaja en la sociedad y la marginada “sufre más, aunque el desastre sea una epidemia,

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hambruna, terremoto, inundaciones o una guerra” (p. 10). Romero y Maskrey (1993) señalan que “las precarias condiciones económicas son por sí mismas también condiciones de vulnerabilidad, ya que la magnitud del daño real es mayor si la población carece de los recursos a partir de los cuales pueda recuperarse (i.e., recursos económicos: ahorros, seguros, propiedad de tierras, etc.; recursos naturales: formación, criterios técnicos, elementos básicos de seguridad, conocimientos sobre las funciones de cada organismo de ayuda, etc.; recursos sociales: organización, experiencia de trabajo conjunto, participación comunal, etc.)” (p.5). Es importante señalar que, de acuerdo a Romero y Maskrey (1993), la vulnerabilidad en nuestra sociedad ocurre cuando:

1. La gente ocupa terrenos que no son aptos para vivir dado el tipo de suelo; por su localización son susceptibles a inundaciones, deslizamientos, etc.

2. Se construyen viviendas o estructuras precarias y no muy bien preparadas para resistir sismos o vientos huracanados o cuyos cimientos o bases no son apropiados, etc. Las condiciones económicas son precarias y como consecuencia, la población confronta graves problemas, tales como desempleo, subempleo, pobreza, analfabetismo, bajos niveles de escolaridad, etc. (p. 4). Según Romero y Maskrey (1993) “las condiciones de vulnerabilidad van gestándose y pueden ir acumulándose progresivamente, configurando una situación de riesgo” (p.5). De acuerdo a Wilches-Chaux (1993), un desastre es una combinación de riesgo y vulnerabilidad. Riesgo se puede definir como “cualquier fenómeno de origen natural o humano que signifique un cambio en el medio ambiente que ocupa una comunidad determinada, que sea vulnerable a ese fenómeno” (p. 17). Es importante señalar que han sido las propias acciones del ser humano las que han contribuido y han creado las situaciones de vulnerabilidad que confrontamos diariamente. Curson (1989) indica que no solamente la pobreza y los recursos económicos de la población están relacionadas a su situación de vulnerabilidad sino que existen otros factores tales como el crecimiento poblacional, el incremento en los asentamientos urbanos y cambios en el comportamiento y las acciones humanas. Wijkman y Timberlake (1988) señalan que la población está cambiando su ambiente y esto las hace más propensa a algunos “desastres”. Algunas comunidades están llevando a cabo comportamientos que contribuyen a hacerlas más vulnerables a esos fenómenos climatológicos. Por ejemplo, estos autores señalan que las continuas prácticas que llevan a la población, particularmente aquella en países primordialmente agrícolas, a sobrecultivar y a deforestar aumentan la vulnerabilidad de los mismos a estos llamados “desastres”. Wijkman y Timberlake (1988) señalan que en los países no industrializados existen tres factores que “dominan los procesos de desastres” (p.27):

La vulnerabilidad de la población como resultado de pobreza y desigualdad.

Degradación ambiental como consecuencia

del mal uso de la tierra.

Rápido crecimiento poblacional, particularmente entre la población pobre.

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No hay duda de que los niveles de pobreza y la desigualdad social y económica, que existen en la mayor parte del mundo, aumentan la vulnerabilidad de la población a los eventos climatológicos y sus consecuencias. Debemos señalar que a medida que un país se va desarrollando social, económica y políticamente su vulnerabilidad hacia estos fenómenos naturales va disminuyendo. Situaciones de vulnerabilidad en Puerto Rico Puerto Rico se caracteriza por varios procesos demográficos, sociales y económicos que han aumentado nuestra vulnerabilidad hacia los fenómenos naturales: 1. La construcción de viviendas y/o edificios en áreas susceptibles a inundaciones o deslizamientos de tierra 2. Un aumento en la construcción de estructuras tales como hoteles y condominios en las zonas costeras de Puerto Rico 3. La reducción o eliminación de barreras (e.g., dunas) que nos protegen en contra de inundaciones a consecuencia de la actividad humana 4. Falta de implantación de códigos de construcción, reglamentos de zonificación y planificación de utilización de tierras 5. Crecimiento poblacional 6. Incremento en la población urbana y en la densidad poblacional 7. Envejecimiento de la población 8. Pobreza Población con necesidades especiales y los desastre s Ante la inminencia de un fenómeno natural, una comunidad, un municipio, varios municipios o la isla completa puede verse afectada por la pérdida de servicios esenciales, tales como la electricidad, agua y teléfono, y por la pérdida de vida y de propiedad. Esto puede crear una situación con serias connotaciones sociales, sicológicas y económicas. Sin embargo, uno de los grupos más vulnerables, más afectados y, aun así, más olvidados en nuestra sociedad, son las personas con necesidades especiales. Pero, ¿quiénes son las personas con necesidades especiales? En nuestra sociedad hay una población significativa, y aumentando, de personas con necesidades especiales (PNE). Las PNE incluyen (FEMA, 1992) : A. Niños / as y jóvenes B. Envejecientes C. Personas con impedimentos físicos: a. Visuales b. Auditivos c. Neurológicos d. Ortopédicos D. Personas con impedimentos mentales

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a. Psicológicos/psiquiatricos E. Personas con enfermedades crónicas a. Cáncer b. SIDA C. Enfermedades cardiovasculares, etc. Las personas con necesidades especiales son un grupo muy vulnerables al impacto y las consecuencias de un fenómeno climatológico o geológico. Los problemas de estas personas se pueden exacerbar durante una situación de crisis o emergencia. Por lo tanto, es importante que las agencias correspondientes lleven a cabo un censo para identificar a las PNE en sus comunidades y los problemas que confrontan. Además, se debe determinar cuáles son las acciones más efectivas y eficientes que se deben tomar para disminuir el impacto de eventos físicos en estas personas y sus comunidades; determinar las formas de movilización y desalojo de estas personas ante la inminencia de un fenómeno natural o cualquier emergencia; y determinar cuáles son los recursos necesarios en los albergues para satisfacer, de una forma adecuada, las necesidades de este segmento tan importante de nuestra población. Cambios demográficos en Puerto Rico Como podemos observar en la Figura 2, la población de Puerto Rico aumentó de 2.3 millones en 1960, a 2.7 en 1970, a 3.2 en 1980, a 3.5 en 1990, hasta llegar a 3.8 millones en el 2000. Aunque el crecimiento poblacional ha disminuido, actualmente tenemos más habitantes que están expuestos a los fenómenos atmosféricos o climatológicos que afectan a nuestra isla y a sus consecuencias sociales y económicas. También debemos señalar que la densidad poblacional de Puerto Rico es de 1,112 personas por milla cuadrada, lo que hace que nuestra isla sea una de las áreas geográficas más densamente pobladas a nivel mundial. La población de Puerto Rico se concentra primordialmente en asentamientos urbanos. Como podemos observar en la Figura 3, el porciento de la población puertorriqueña que reside en áreas urbanas ha aumentado considerablemente, de aproximadamente 42% en el 1960 a 75% en el 2000.

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Fuente: Censo de los Estados Unidos, Datos Censales

para Puerto Rico, 1960-2000

Como consecuencia de estos cambios poblacionales y el desarrollo de la industria de la construcción, el número de viviendas en Puerto Rico aumentó de 484,228 en el 1960, a 638,175 en el 1970, a 867,697 en el 1980, a aproximadamente 1.2 millones en el 1990 y a 1.4 millones en el 2000 (ver la Figura 4). Un porciento significativo de estas viviendas ha sido construidas en áreas inundables, en las zonas costaneras de la isla y en áreas o montañas escarpadas donde el terreno es inestable, aumentando así la vulnerabilidad de la sociedad puertorriqueña ante fenómenos tales como inundaciones, huracanes y terremotos.

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Fuente: Censo de los Estados Unidos, Datos Censales

para Puerto Rico, 1960-2000 La población de Puerto Rico ha estado envejeciendo a través del tiempo dado sus bajas tasas de natalidad y mortandad. Por ejemplo, de acuerdo a los datos censales, la edad promedio de la población en Puerto Rico aumentó de aproximadamente 18 años en el 1960, a 22 en el 1970, a 25 en el 1980, a 28 en el 1990 y a 32 en el 2000 (ver la Figura 5). Además, de acuerdo al Censo del 2000 en Puerto Rico, el 11.2% de la población tiene 65 años o más, lo que demográficamente convierte a nuestra población en una envejeciente. Para el año 2001, se estima que la esperanza de vida al nacer en Puerto Rico es 75 años para la población total, 71 años para hombres y 80 para las mujeres ( Population Reference Bureau, 2001). Como consecuencia de la transición epidemiológica en Puerto Rico y el proceso de envejecimiento de la población, las causas principales de mortandad en la isla son las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, entre otras enfermedades degenerativas.

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Fuente: Censo de los Estados Unidos, Datos Censales

para Puerto Rico, 1960-2000 Como consecuencia de los cambios demográficos ocurridos en Puerto Rico, nuestra población ha aumentado en tamaño, está concentrada en áreas urbanas, tiene una alta esperanza de vida al nacer y es una población envejeciente caracterizada por enfermedades degenerativas. Estos cambios demográficos y la continua construcción de infraestructura moderna y elevada en áreas de alto riesgo han aumentado la vulnerabilidad de la sociedad puertorriqueña ante los eventos climatológicos y geológicos.

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Fuente: Censo de los Estados Unidos, Datos Censales

para Puerto Rico, 1960-2000 Obviamente, entre los integrantes de la sociedad puertorriqueña que son vulnerables a estos eventos físicos, debemos incluir a la población en desventaja social y económica, aquella que vive bajo niveles de pobreza, en residencias precarias y que se caracteriza por su inhabilidad de satisfacer sus necesidades básicas, tales como vivienda, vestimenta y alimentación. Por ejemplo, de acuerdo a los datos del Censo del 2000 en Puerto Rico, sabemos que aproximadamente el 58% de la población vive bajo niveles de pobreza. Nuevamente, la pobreza es una de las condiciones que aumenta nuestra vulnerabilidad ante los fenómenos naturales. Tampoco debemos excluir de esta categoría a las personas que no tienen las destrezas de leer y escribir. Según el Censo del 2000 aproximadamente el 11% de la población de Puerto Rico, de 10 años o más, no saben leer ni escribir. Dado estas limitaciones, estas personas confrontarán serios problemas para ponerse al tanto de las condiciones existentes ante la inminencia de un evento físico como un huracán o terremoto en Puerto Rico. Por lo tanto, la posibilidad de vernos afectados por un fenómeno natural debe ser diseminado por todos los medios de comunicación posible, tales como la prensa escrita, televisión y la radio. Es importante que tomemos en cuenta las necesidades de este grupo y de toda la población antes, durante y después de un evento natural. Impacto psico-social de los desastres Las personas reaccionan de distintas formas ante un evento climatológico o geológico y estas reacciones son afectadas por diversas características a saber: sexo, edad, educación, clase social y experiencia previa con desastres, entre otros factores. Alguna de las reacciones típicas ante una situación de crisis o emergencia incluyen (FEMA, 1992):

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Terror

Miedo

Pánico

Negación o incredulidad

Coraje e irritabilidad

Sentimientos de impotencia o de haber

perdido control de la situación

Reacciones de preservación y

mecanismos de defensa Sentido de responsabilidad

Estas reacciones podrían ser más severas para las personas con necesidades especiales. Es importante señalar que estas reacciones, sentimientos y formas de pensar pueden durar por un periodo extendido de tiempo luego de haber transcurrido el evento físico, especialmente entre niños y adolescentes. Por lo tanto, es sumamente importante que estemos preparados y capacitados para proveer la ayuda y el apoyo que estas personas necesitan. La educación, la preparación y la comunicación antes, durante y después de estos eventos son herramientas muy importantes para prevenir un desastre. ¿Qué es o qué implica preparación? Es importante señalar que la literatura sobre desastres identifica cuatro fases en el manejo de éstos: mitigación, preparación, respuesta y recuperación o reconstrucción. El estado de preparación "denota prontitud o disponibilidad para responder y sugiere acción intencionada y anticipada. Implica el conocimiento del comportamiento apropiado y conlleva la necesidad de entrenamiento y práctica" (Gillipsie, et al.), 1987:157). De acuerdo a Quarantelli (1985), el estado de preparación para desastres envuelve "todas aquellas actividades, prácticas, interacciones, relaciones, etc., sea a corto o largo plazo, dirigidas a mejorar el patrón de respuesta durante el impacto de un desastre" (p. 6). El estado de preparación para desastres requiere comunicación dentro y entre organizaciones. La información disponible debe ser comunicada a la comunidad. Debe haber

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adiestramientos, simulacros, reuniones y actualización regular de información obsoleta (Quarantelli, 1987 y 1985; Britton, 1987; Gillipsie, et al., 1987). En fin, si el estado de preparación va a ser efectivo y eficaz en situaciones de desastres, debe haber coordinación y cooperación. El aspecto más importante en el estado de preparación conlleva educación y entrenamiento de los miembros organizacionales y de la población en general. La planificación para el estado de preparación necesita ajustarse a la conducta de la población en general más que forzar a la población a que se ajuste a los planes de desastre de una organización en particular. Para que la preparación para un desastre sea efectiva tiene que haber: comunicación, cooperación y coordinación. ¿Qué es mitigación? La mitigación consiste de políticas y acciones, que se llevan a cabo antes de un evento, cuyo propósito es minimizar la pérdida o daño cuando ocurra el evento. Conlleva esfuerzos a largo plazo para reducir la vulnerabilidad e intenta disminuir el impacto y severidad del mismo. Los aspectos de mitigación se utilizan para controlar el impacto del evento, prevenir pérdidas o daños o reducirlos a niveles que la sociedad pueda confrontar (Tierney, 1989; Anderson, 1991). Tierney (1989) nos indica que ejemplos de mitigación incluyen: códigos de construcción, permisos de construcción en áreas que no son susceptibles a fenómenos naturales (e.g., inundaciones, deslizamientos, terremotos, entre otros), manejo de tierras, canalización de ríos, represas diseñadas para reducir el impacto; y el diseño y la aplicación de principios desarrollados por ingenieros/as para hacer las nuevas estructuras más resistentes. Estos son esfuerzos a largo plazo para minimizar o reducir el efecto o impacto de un evento físico. De acuerdo a Wilches-Chaux (1993:21) mitigación es “decirle “no” a la vulnerabilidad”. Suele ser difícil promover los programas de mitigación aún cuando se reconoce cuáles son los peligros. La adopción de estas medidas se dificulta cuando los riesgos no son bien comprendidos o cuando los niveles de peligro se perciben como moderados, más que severos (Tierney, 1993). Tierney (1993) indica que "el ambiente sociopolítico no es favorable para la mitigación" y concluye que "una de las razones para que la implantación sea problemática es que los gobiernos nacionales, estatales y locales no tienen la capacidad para instituir y darle seguimiento a las medidas de mitigación necesarias" (p.5). El rol del gobierno ante los desastres La Ley Número 22 del 23 de junio de 1976, tras de "enunciar la política pública del Estado Libre Asociado (ELA) de Puerto Rico en situaciones de emergencia o de desastre que afecten al pueblo puertorriqueño" crea la Agencia Estatal de Defensa Civil de Puerto Rico como la agencia coordinadora en términos de mitigación, preparación, respuesta y reconstrucción en el contexto de desastres. Sin embargo, la Ley Número 211 del ELA del 1999 crea la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (AEMEAD) en Puerto Rico (antes conocida como la Defensa Civil) y establece “la política pública del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en situaciones de emergencia o desastre que afecten a la ciudadanía”. Además, la Orden Ejecutiva de la Gobernadora de Puerto Rico (2001) establece la “coordinación de funciones ejecutivas en manejo de emergencias o desastres”. Dicha Orden designa a la AEMEAD como la agencia “responsable de coordinar las cuatro fases del manejo de emergencias: preparación, respuesta, recuperación y mitigación”. En esta Orden se establece el Comité para el Manejo de Emergencia Estatal y el Comité Interagencial de Mitigación de Riesgos Naturales y Tecnológicos, entre otros. En el último comité participarán 19 agencias u organizaciones con una serie de deberes y responsabilidades para el manejo de emergencias y desastres. Estas agencias tienen funciones primarias y funciones de apoyo relacionadas con situaciones de emergencias y desastres (Ver Estado Libre Asociado de Puerto Rico, 2001).

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La experiencia recientes de organizaciones en áreas afectadas por fenómenos naturales en Puerto Rico, (e.g., las Inundaciones del Día de Reyes, 1992 y los huracanes Hugo,1989 y Georges, 1998) nos demuestra que muchas de las agencias gubernamentales no estaban preparadas para enfrentar estos eventos naturales. En muchas ocasiones, la falta de intervención, intervención tardía o inapropiada de una serie de organizaciones crea el ambiente propicio para la creación y desarrollo de un desastre. Claramente, hay una necesidad de educar a nuestros líderes organizacionales y a la comunidad a la cual sirven estas agencias en los aspectos de preparación y mitigación. El gobierno tiene que tomar un rol activo en la mitigación y preparación para estos fenómenos naturales. El rol de las organizaciones en la mitigación de ev entos climatológicos o físicos Los fenómenos naturales pueden implicar víctimas y la relocalización de las mismas y, por consiguiente, alteran las funciones diarias de una serie de organizaciones (e.g., hospitales, bomberos, policía, educación, servicios sociales, entre otras) que juegan un rol importante en situaciones de emergencias. Por lo tanto, su estado de preparación y capacidad para responder a una situación de crisis debe ser de primordial interés en cualquier estudio sobre estos fenómenos. Gillipsie, et al. (1987) indica que las experiencias previas de organizaciones con fenómenos naturales y las relaciones interorganizacionales están positivamente asociadas con el estado de preparación para éstos. Esta experiencia ayuda a los administradores de las agencias a reconocer que hay una gran necesidad de estar preparados en caso de que el mismo fenómeno se repita. La literatura sobre organizaciones y desastres sugiere que la comunicación interorganizacional y la coordinación en tiempos "normales" es un factor importante para predecir la comunicación exitosa en tiempos de crisis (Aguirre & Bush, 1991; Nigg, 1987). Es decir, si las agencias tienen buena comunicación en sus funciones diarias, probablemente la mantendrán en tiempos de crisis (Nigg, 1987). Problemas que confrontan las organizaciones en el m anejo de emergencias Muchas organizaciones o agencias responsables por el manejo de emergencias en Puerto Rico confrontan una serie de problemas que pueden afectar significati-vamente cómo manejan y responden a estas situaciones. Rodríguez y Troche (1994) señalan que algunos de los problemas más serios que confrontan las agencias gubernamentales en el manejo de emergencias incluyen, entre otros: 1. Falta de recursos humanos y económicos. La falta de equipo de comuni-cación y transportación, falta de refugios preparados y de personal entrenado y capacitado para responder a situaciones de crisis. Por ejemplo, durante el huracán Hugo confrontamos serios problemas con los refugios. La ausencia de facilidades sanitarias, camas, alimentos y agua, resultaron en problemas serios hasta el punto que el mismo Gobernador de Puerto Rico se vio obligado a intervenir en esta situa-ción (Aguirre y Bush, 1992). De acuerdo con Aguirre y Bush (1992) estos proble-mas fueron el resultado de la falta de comunicación y coordinación entre las agencias responsables del funcionamiento de los refugios.

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2. Las posiciones que ocupan las personas encargadas de las organizaciones gubernamentales son posiciones de confianza y cuando hay cambio de gobierno la mayoría de estas personas son reemplazadas por aquellas del partido político en el poder. Esto impide la continuidad y el desarrollo de los planes de preparación a largo plazo. Además, las personas que reemplazan a los desplazados por cambios políticos no son, necesariamente, las más preparadas o interesadas en la mitigación y preparación para situaciones de emergencias. 3. Un punto importante con relación al plan para confrontar situaciones de crisis o emergencias es que en los mismos se detallan funciones específicas que deben llevar a cabo distintas personas que forman parte de la organización. Sin embargo, la evidencia indica que las personas que tienen que llevar a cabo estas tareas durante estos periodos no necesariamente han sido informadas de sus funciones o responsabilidades. 4. Otro problema es que hay una necesidad de concientizar a la población en general acerca de los fenómenos naturales, sus efectos, consecuencias y qué medidas debe tomar la misma para prepararse para tiempos de emergencias. Para mejorar la preparación y las respuestas de la población ante la inminencia de un fenómeno natural, tenemos que establecer programas de comunicación, orientación y divulgación de información. Estos problemas, reportados por Rodríguez y Troche en el 1994, se manifestaron nuevamente en el simulacro general que se llevó a cabo en Puerto Rico el 26 de septiembre de 2001. Como consecuencia de los actos terroristas en contra de los Estados Unidos (11 de septiembre del 2001), que impactaron directamente al estado de Nueva York y a la capital de los EEUU (Washington, DC), la gobernadora de Puerto Rico decidió llevar a cabo un simulacro general en la isla para preparar a la población para situaciones de emergencia. Se establecieron 17 situaciones distintas (e.g., terremotos, huracanes, rescates, aterrizajes de aviones en estado de emergencia, desalojos, etc.) a través de la isla, en que hubo una participación estimada de 1.2 millones de puertorriqueños / as, incluyendo decenas de organizaciones gubernamentales responsables por el manejo de emergencias, las escuelas públicas del país, universidades y otras organizaciones. La Gobernadora de Puerto Rico indicó que en términos generales, la respuesta de las personas, durante este simulacro, fue “adecuada”. Sin embargo, en este simulacro general hubo serios problemas de comunicación interagencial y con la comunidad en general. La falta de equipo o equipo adecuado para responder a muchas emergencias fue otro problema significativo. La falta de seriedad de la población en general y de algunas agencias u organizaciones ante este simulacro también fue señalado como un problema. El flujo de información en algunas áreas o situaciones de emergencia fue lento o inexistente y las respuestas de algunas agencias fue tardía o inexistente A pesar de los problemas mencionados anteriormente, es importante señalar que estos simulacros son sumamente importantes ya que nos ayudan a identificar las áreas de vulnerabilidad de nuestra población, los problemas existentes en nuestras organizaciones, los recursos necesarios para responder de una forma adecuada y nuestra capacidad para responder a situaciones de emergencia. Estos simula-cros son efectivos y nos preparan para responder a situaciones de crisis cuando los mismos son planificados regularmente, se llevan a cabo de una forma siste-mática, son coordinados, existe un proceso de comunicación continuo y se diseñan estrategias de orientación y educación para la población en general y para todos los participantes en tales eventos, particularmente los empleados de las agencias que tienen entre sus funciones principales responder a situaciones de crisis o emergen-cias en Puerto Rico. Estos simulacros y otras iniciativas o estrategias de mitiga-ción y preparación tienen que convertirse en parte de la cultura o forma de vida de una sociedad para que así puedan rendir los

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resultados deseados, particularmente la reducción en el número de muertes, heridos y pérdidas económicas como consecuencia de un fenómeno climatológico o geológico. Conclusiones A través de este capítulo hemos tratado de establecer una diferencia clara entre fenómenos naturales y desastres. Los fenómenos naturales son el resultado de eventos climatológicos o geológicos sobre los cuales el ser humano no tiene control alguno. Los desastres no son “naturales” sino que son el producto de la interacción del ser humano con tales eventos. La situaciones de vulnerabilidad de la población combinados con la falta de preparación de ésta y de las organiza-ciones responsables de responder a situaciones de emergencia, falta de progra-mas de mitigación estructurados que respondan a las necesidades de nuestra sociedad y respuestas tardías o inefectivas ante una situación de emergencia son, entre otros, los factores responsables de generar un desastre en una sociedad en particular. No debe quedar duda de que los desastres son el producto de las acciones y del comportamiento humano. Estas acciones han aumentado nuestra vulnerabilidad ante los eventos naturales y contribuyen a generar “desastres” en nuestra sociedad. Los eventos físicos o naturales tienden a ser selectivos afectando primordialmente a la población más vulnerable de nuestra sociedad tales como a los jóvenes, los envejecientes y los grupos caracterizados por la pobreza. Los cambios demo-gráficos (e.g., crecimiento poblacional y la concentración de la población en áreas urbanas) y la tendencia de la población de vivir en zonas de alto riesgo (e.g., áreas inundables y zonas escarpadas) combinados con la desigualdad social y econó-mica han aumentado nuestra vulnerabilidad hacia estos fenómenos naturales. Debemos señalar que aunque el número de muertes como consecuencia de eventos climatológicos o geológicos ha disminuido a través del tiempo, las pérdidas económicas continúan aumentando dado el desarrollo tecnológico y socioeconó-mico de nuestra sociedad. ¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de los eventos climatológicos y geológicos en nuestra sociedad? Claramente, debemos desarrollar iniciativas y estrategias dirigidas a mitigar los efectos de tales eventos, educación y disemi-nación de información para preparar a la población y acciones concretas para reducir nuestra vulnerabilidad. Como señalamos anteriormente, en nuestra sociedad las causas fundamentales de nuestra vulnerabilidad son la pobreza y la desigualdad social. Por lo tanto, tenemos que desarrollar estrategias gubernamentales o institucionales, estruc-turadas y sistemáticas para reducir la pobreza en nuestras sociedades y proveerle a la población los recursos básicos no solamente para prepararse ante la inminen-cia de un fenómeno natural, sino para poder subsistir, crecer y desarrollarse. Si la pobreza nos hace más vulnerables ante un fenómeno climatológico o geológico, entonces tenemos que atacar este problema primero. Sin embargo, reducir la vulnerabilidad de la población es un proceso largo y complejo que requiere la atención inmediata de los funcionarios gubernamentales. La Campaña Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la reducción de desastres para el 2001 es “Menos vulnerabilidad: Menos desastres”. Según la ONU, para

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reducir nuestra vulnerabilidad tenemos que tomar en cuenta e integrar en nuestros planes tres sectores principales: ciencia y tecnología, el gobierno y las agencias concernientes y la población en general. La combinación e integración de estos tres componentes es muy importante e indispensable para ayudarnos a aliviar o disminuir los factores que contribuyen a aumentar nuestra vulnerabilidad; para entender de una forma clara los procesos científicos relacio-nados con los fenómenos climatológicos y geológicos; para desarrollar estrategias e iniciativas que mitiguen el impacto de tales eventos; y nos preparen ante la inminencia de éstos. Claramente, hay una necesidad de educar a nuestros líderes organizacionales y a la población en general sobre los aspectos de preparación y mitigación. Tenemos que conocer cuáles son las necesidades de nuestra población y cómo responderá ante un evento o fenómeno natural. Tanto el gobierno como nuestra población tienen que tomar un rol activo en la mitigación y preparación para desastres. Los datos y la experiencia previa nos sugieren que los efectos de fenómenos físicos tales como huracanes y terremotos serán más destructivos que en el pasa-do debido a los cambios demográficos, la concentración de la población y la conti-nua construcción de la infraestructura moderna de alta elevación en lugares de alto riesgo y la pobreza y desigualdad inherente en nuestra sociedad. Han sido las acciones del ser humano las que han aumentado nuestra vulnerabilidad hacia estos eventos físicos y las causantes de los llamados “desastres naturales”. Queda entonces de nosotros generar las soluciones a estos problemas, establecer iniciativas concretas dirigidas a reducir los niveles de pobreza en nuestra población y proponer e implantar estrategias para reducir los efectos de estos fenómenos climatológicos o geológicos en toda la población, pero particularmente en los segmentos más vulnerables y los más afectados de nuestra sociedad.

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