Upload
pamesl255
View
8
Download
2
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Tenencia de droga
Citation preview
F1
CONTROVERSIA 9
La tenencia de drogapara consumo personal
Fumar hierba te revela tu propio yo a ti mismo.BoE MARLEY
La marihuana causa amnesia... y otras cosas que no recuerdo.WooDv ALcEN
Yo no he tenido problemas con las drogas.He tenido problemas con la policía por causa de las drogas.
KEITo RIcHARDs, GUITARRISTA DE LOS R0LLING ST0NE5
Pensaba, por aquellos años, morir a los veinticinco años.Y las drogas me parecían una excelente forma de aprovechar
el tiempo que me quedaba. Si Baudelaire se drogaba, silo hacian Dalí, Buñuel, Artaud, Poe, &fuxley, ¿por quJ no yo?
MARTiN
Me acuerdo que la primera vez que prob! cocaína salía detrabajar y había cobrado la quincena. Me encontri! con unos
conocidos y me ofrecieron comprar Gaste quince pesosen un papel, lo tomi y ahí empezó la pesadilla.
RAFAEL
Mao:d — La ONU atr;bcye a os famosos a banal :acón del Con
sumo — La nueva generación ce jóvenes no heredó el susto de ‘oestraces de la heroína. — ¿Cuál es a resoonsablidad de los medios?
Voluntariamente o no, los trafcantes de drogas cuentan con publi
cistas de excepción. Las mismas caras que promocionan discos
películas o perfumes son, muchas veces, las encargadas de bana
lizar el consumo de estupefacientes, según señala la Junta lnter.
nacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un grup’
asesor de la ONU.
DISCUSIÓN POR LA DESPENALIZM»I DE LA DROGAcial que avaló
por un fallo judiBuenos Aires — polémica
co de la marihuanael uso terapéUtl
una muler que tenía marihuana es su
La Justicia porteña sobreseyó ao porque era para uso terapéutico. El
casa: consideró que no era del!ntre quienes bregan por su despefla
su uso. La historiafallo logró reavivar la polémicatajafltemente a
que en un departalizacíáfl y los que se oponendesde la calle
vasos de plástico.olicia viocomenzó cuando un
antas de marihuana enabía 90 gramos demento había unas p
Entonces se allanó el departamento dondeh
marihuana. La lueza federal proceSó a esta muler por tenencia simple
de estupefacientes. La muier alegó que sutria dolores crónícos en la
columna, y que no podía tomar calmantes ni analgésicos porque tam
bién sufría problemas gástricos.
HOLANDA PROHÍBE LOS HONGOS ALUCINÓGENOSLa tolerancia termina tras varios incidentes y la muerte de unajoven
LA HAYA— El Gobjemo holandés ha decidido prohibir la venta dehongos alucinógenos después de que varias personas perdieran elcontrol por haberlos ingerido Lina vez recuperadas, no suelenrecordar lo sucedido El incidente mds grave lo protagonizó unaadolescente francesLt de 17 años, que falleció en marzo pasado traslanzarse al vacío desde un puente durante un viaje de estudios aAmsterdam. Los hongos contienen una sustancia química denomi.nada psilocibina, que provoca Visiones... En otra ocasión unturista islandés se rompió las piernas al tirarse por la ventana en
t L\
“Cansado de no saber qué hacer; Jrustrado, con mi familia dividida, me bebo mi primera sidra. Al tiempo preparaba mezclas.Si no me dejaban ir a bailar; me escapaba. Tengo mi. primeranovia con relaciones y me peleo. Ahí empiezo a andar mal. Dejode nadar; que era el deporte que mas me gustaba, empiezo afumar marihuana y bebo cualquier cosa que tenga alcohol.
“Vivía sin problemas, ben. En la droga encontraba el sellode lo original y lo distinto. La tenía clara. Además, no le negabaini manera de ser a nadie porque yo defendía lo que hacía. Salvoen casa, donde una vez me encontraron droga y yo los convencíde que era la última vez.
“Me echan del colegio por bardo. Conozco el ácido y des) pues la cocaína, la cual se me prende rápidamente. La plata
no alcanza, empiezo a robar y ya estoy en cualquiera. Me) daba con cualquier cosa y me empecé a sentir asexuado, algo
muy raro en mi personalidad. En mi casa ni estaba, mi mamáse daba la cabeza contra la pared, se peleaba con mi viejo, yoqué sé... Vivía estafando a todos los que podía, peleándome yescapando de la policía y de mi realidad. No me parabanadie, cada vez que iba detenido, zafaba; pero de a poco fuisufriendo un deterioro. Cuando andaba sin plata, vendía. Pordentro siento miedo, pero no me detiene y me creo indestructible y ganador Repito cuarto año y empiezo a trabajar Dejola merca, pero no la marihuana ni el LSD y menos el alcohol.Pienso en abrirme y hoy me siento seguro e incentivado poruna novia. Con e’la gano confianza. Empiezo a nadar; dejohastael cigarrillo, pero el porro no porque me parecía que erasano. Después de algunas recaídas m doy cuenta de que no
—289—
quiero oios ir )•U. no OLLC7O )bcLr mas. no CjLaL’ro ser mós
rucho. Otra no’O, cLlt) n LLevo. Gcino mús cocuza y ya
ten;o cies trabales. Pero despues se “teno todo abalo. Trabajo, 1
novia, toclú. Mc engancho con la merco y ol alcohol. De esa
epoca recuerdo sólo droga y mds droga y que la cabeza ya nci
razona bien. Siento soledad, angustia, tristeza y siento que n
puedo parar que no sé por qué actúo de esa manera. VueLvo
robar y ya no me tengo fe hasta que busco ayuda y empiezo
salir:”
Eduard
Fundación Manantiales
OTRA HISTORIA
Eran las 9 la de la noche de un caluroso viernes de febrero y
recién empezaba el allanamiento. Virginia estaba por salir coñ
su nena de dos años a comprar la cena, su marido había ido
presupuestar un trabajo mientras los oficiales de la policía’
incautaban las plantas de cannabis sativa.
Virginia llamó a su mamú para que pasara a buscar a lc
nenay procedió a mostrarles las plantas que tenía en la terraza
y algunos cogollos primerizos que puso a secar en el lavadero, a
dos meses de la cosecha. También tenía semillas feminizadas, de
o rigen español.
El allanamiento surgió a partir de una llamada anónima
Cinco horas después, la policía sacó fotos desde la casa de una ‘
vecina. No hubo ningún tipo de inteligencia previa para saber si
ellos cultivaban para vender o sólo para consumir: Los unifor- 1
— 290 —
I madas les dero VLLClta la casa y se llevaron Lodo lo que puclera
servir de pruci)c, luLsLcL Ci XCiLCflU pLLVCL las Iiorni;cLs.
Por la madrugada partieron a la fiscalía de Trenque Lau
quen y a la vuelta, antes de bajar del patrullero, a Virginia y a
su marido Santiago les taparon la cabeza con. camperas. Vir
ginia jura que de reojo vio que un policía le estaba sacando una
foto. Al otro día, esa foto Llustró una nota del diario local titu
) lada: “Desactivan invernáculo destinado a producir marihuana.
Tina pareja detenida”. Afuera todo había cambiado.
Primero desaparecieron los amigos que solían frecuentar la
casa de este joven matrimonio. La familia de Santiago no lo
) podía creer; “Hace siete años que fumo, ¿y te parece que no soy
el mismo? Cuando fumo me agarra sueño y hambre y nada
más”, tuvo que explicarle a su abuela. Después se le cayeron uno
a uno los presupuestos de clientes a los que planeaba colocarles
tabiques, cielos rasos, durlocks. Valeria conservó su puesto
porque trabaja en la empresa de su abuelo, dedicada a la aero
náutica. Ambos coinciden en que lo peor no fue toparse con la
Justicia, sino con la sociedad de Pehuajó, una ciudad de 30 mil
habitantes que ella define “como un pueblo chismoso”. La causa,
que tiene la novedosa carátula de “cultivo para consumo per
sonal”, sigue abierta. (Página/12, 2008)
LOS HECHOS AL DESNUDO
Las drogas son consumidas desde tiempos inmemoriales
O por razones rituales, medicinales, hedonistas. Muchas de
() ellas Hegaron hasta nuestros días, mientras otras, como la
O mandrágora, se han perdido en el transcurso de los tiern
o—291—
pos. Celebradas por artistas y poetas, en el Canto IV de la
Odisea Homero relata que “.. Helena, hija de Zeus... vertió
en el vino que estaban bebiendo un bálsamo (ricphcntcs)
contra el llanto y la cólera que hacía olvidar todos losmales; quien lo tomare.., no logrará que en todo el día lesurja una lágrima en las mejillas aunque con sus propios
ojos vea morir a su padre y a su madre o degollar con el
_______
bronce a su hermano o a su mismo hijo”. Este bálsamo erael opio, droga natural que ha perdurado hasta nuestros
días. En los arrabales, en lunfardo a la cocaína se la llamaba
______
con distintos nombres: “cocó”, “menesunda”. Todavía vi
gente, “merca” era otro de sus apodos, bautizada así porque
el laboratorio Merck elaboraba la mejor cocaína que, porese entonces, era adquirida en las farmacias.
En ese historial, su criminalización es reciente. Durantela década del 60, cuando la adicción a la heroína comenzó acrecer rápidamente en los centros urbanos y recibió el bene
plácito del ensamblaje teórico de pensadores contraculturales, el abuso de drogas se erigió en el centro del discursopúblico. Y era esperable: en festivales multitudinarios de latalla de Woodstock, celebrado en los Estados Unidos en
1969, las drogas —asociadas con una sensibilidad exacerba
damente desarrollada— se consumían amparadas bajo el
romántico lema de “amor y paz”. Parte de esta retórica idealista se perdió en los veinte años siguientes. Hoy las drogas,como los autos, denotan el estatus de su consumidor: la
cocaína es la niña mimada de los académicos y de los hombres de negocios por sus altos efectos estimulantes. Y así
como el costo de la cocaína la condenó a ser una droga deélites, el paco es el sustituto económico de los más pobres.
— 292 -
En terminos globales. ias últ:mas cifras de la Ofic:na de
la ONU ccntra Ls.s Drogas y el Cnmen (ONUDC) indican
que 200 millones de personas usaron algún tipo de droga
ilegal en el último ario, de entre las cuales se calcula que 5
millones compartieron jeringas con el riesgo de transmitirse
el VIH y otras enfermedades infecciosas.
La ONU calculó que el valor del mercado global de
drogas ilícitas asciende al 6 por ciento del comercio global.
Las extraordinarias ganancias aportadas por este negocio
sin fronteras enriquecen a criminales, terroristas, insur
gentes políticos, gobiernos y políticos corruptos. Un es
) tudio reciente concluyó que si se observa por ejemplo, la
“cadena de valor” que involucra la producción, el procesa
miento, el tráfico y el consumo de drogas, el dato confirma) quiénes lucran más y dónde se obtienen las mayores ganan
cias en este productivo negocio. La evolución del precio de
la cocaína resulta por demás elocuente: tomando el valor de
la hoja de coca en el Chapare, una localidad de Bolivia,
pasando por Colombia (para su procesamiento) y México
(para su tráfico), y llegando a Nueva York, para su consumo
como cocaína, la variación del precio es del 1532%.
Los gobiernos declararon una y otra vez la “guerra
o contra las drogas” con resultados inciertos. En una
sesión especial de la Asamblea General de las Naciones
Unidas sobre drogas celebrada en 1998, la ONU se
reunió para evaluar el impacto de las políticas interna
o cionales sobre consumo y narcotráfico. La polémica en
o torno de la doctrina de la “tolerancia cero” entre dos
posictones hasta el momento irreconciliables dividió al
O mundo en dos bloques: el más intransigente, liderado
o—293—
por Estados Unidos, consguiO un apoyo mayortano,
abogando en defensa de la persecución de todos los
niveles de la cadena del trafico y el consumo. El bloque
más conciliatorio, encabezado por Holanda, defendió la
política de no perseguir a los consumidores sino a los
procesadores y traficantes. .3
En ese entonces, ese organismo multinacional se com
prometió “a eliminar o reducir considerablemente el cultiv
ilegal de las plantas de coca, de cannabis y la amapola der
opio para 2008”. Sin embargo, hoy en día la producción >el consumo globales prácticamente son los mismos que una
década atrás. Incluso la cocaína es en el presente más pura
y menos costosa.
La utilización de drogas atraviesa todos los sectores
sociales. Y la Argentina se convirtió en un país no sólo de
consumo, sino en especial de tránsito. Nuestras fronteras
son ampliamente vulnerables al paso de cargamentos de
drogas porque se carece del equipamiento adecuado y del
personal de Gendarmería imprescindible para realizar con-•
troles eficaces: la droga ingresa principalmente por Salta 1
Misiones,Jujuy y Formosa, provincias cercanas o limítrofes
con Paraguay, Brasil y Bolivia. Pero también lo hace por el
norte de Santa Fe en helicópteros y aviones de pequel’1o
porte que aterrizan en pistas clandestinas. Y no es desde
ñable el contrabando hormiga que se hace en los puestos
fronterizos, como por ejemplo en Jujuy, donde es difícil
mente controlable porque es el único sostén económico de
la gente que se dedica a esta actividad.
— 294 —
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
En relación con las drogas, una conducta es considerada
adictiva no sólo cuando se consume una sustancia con
características capaces de generar abuso. Además, como en
toda adicción, una conducta adictiva supone un individuo
con necesidad de un consumo frecuente; la concurrencia de
factores tales como tolerancia, dependencia física y psí
) quica: cierto deterioro del individuo y de sus vínculos con
el medio familiar y social.
Dada esta pluralidad de factores, y ante la urgencia de
) definir qué sustancias se calificarían como ‘drogas ilegales”,
se han ofrecido respuestas variadas. Algunas legislaciones,
como la inglesa, se ajustan a una definición que atiende a la
influencia de las drogas sobre el sistema nervioso central.
Otras lo hacen a partir del concepto de dependencia. Otras
recurren al listado de sustancias aprobadas por algún orga
nismo de control.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó
las drogas que pueden generar dependencia, agrupando las
que tienen efectos análogos e inducen pautas de comporta
miento similares en los usuarios. Siguiendo este criterio, se
propusieron las siguientes categorías: alcohol y barbitú
ricos; anfetaminas; cannabis (marihuana, hachís); cocaína;
)alucinógenos (LSD y similares); opiáceos; disolventes volá
tiles (pegamentos, productos industriales); tabaco.
Basándonos en esta clasificación de la OMS, es posible
reunir tres grandes grupos: estimulantes, depresores y alu
cinóge-nos. Son estimulantes las anfetaminas, la cocaína, el
O éxtasis y las metilxantinas (cafeína, teofilina, rnateína y
o—295—
otros), pues alteran el estado mental y estimulan el cerebro
y ci sistema nervioso central. Su efecto consiste en:
aumertar y acelerar la actividad funcional, y su forma dé
administración es variada: puede ser mediante ingestión,
inyectada por vía intravenosa o aspirada por las mucosa
nasales. Los depresores son los tranquilizantes (benzodiace..,
pinas), los hipnóticos (barbitúricos y alcoholes), los analgé
sicos narcóticos (codeína, morfina, heroína, metadona:
otros), los anestésicos (éter, cloroformo y otros) y los disot
yentes inhalantes (acetona, tolueno y otros). Estas sustan
cias inducen al suefto y relajan el sistema nervioso mientras
deprimen o disminuyen la actividad corporal. La adminis
tración puede realizarse por vía intravenosa, oral o fumán
dolas. Por último, el grupo de los alucinógeios incluye el
LSD (dietilamida del ácido lisérgico), el peyote, la mezca
lina, el PCP y los cannabis: hachís, aceite de hash y mari
huana. Estas drogas provocan en el individuo una aliena
ción pasajera de la actividad psíquica, con distorsiones
perceptuales y desplazamiento de la imaginación. Producen
delirios, alucinaciones y estados de confusión y desperso
nalización.
Según una distinción para muchos controvertida, en
los países que adhieren a políticas prohibicionistas las
sustancias psicoactivas denominadas comúnmente “dro
gas” se diferencian de otras sustancias como el alcohol, el
tabaco o el resto de los psicotrópicos por su carácter ilí
cito. Cuando se examinan la licitud o ilicitud de las drogas
a la luz de las políticas públicas a adoptar, se revelan
bifrontes: por una parte, es fundamental determinar la
relación que el individuo guarda con la sustancia (tse
— 296 —
naliza la tenencia, el consumo, el trádco?) por otra, se
ne en duda el grado de legitimidad LlUd les cabe a los
)nttOlCS públicos cuando se entrometen en una cuestión
índole privada.
La reflexión crítica sobre estas cuestiones condujo a que
propusieran cinco modelos que difieren en el rol asig
do al Estado en la regulación de las drogas: la prohibi
ón, la legalización, la despenalización, la medicalización y
reducción de daños. En este abanico de paradigmas, la
ohibición sostiene que la ley debe incriminar la tenencia,
consumo y el tráfico, y que cualquiera de estas modali
ades constituye un delito penal. La legalización plantea la
%corporación de la totalidad de las sustancias a un marco
gulatorio integral, reglamentando el comercio de sustan
ias y su incorporación a la economía formal. La despenali
ación se dihge a liberar la tenencia de psicotrópicos del
$stema penal, en cuyo marco se deja de tipificar como de
Jto o falta una conducta anteriormente castigada por la
gislación penal. La medicalización hace del adicto un
dnfermo, en el marco del modelo médico hegemónico, en
guyo marco todo desvío de la norma es visto como una
gatología. La reducción de daños es el último de los
Qaodelos, según el cual el problema de las adicciones debe
er tratado como un tema de salud y no de índole criminal,
()orque ninguna recuperación es posible por vía compulsiva
O bajo la intervención de un juez penal.
O Los defensores del último de los abordajes señalan que,
Qn ios años recientes, la salud pública se enfrentó con un
Qiuevo dsa fío: la propagación del VH-l-sida, problema gra
Q’ísimo asociado con el uso de drogas ilegales que condujo
o— _)07 —
a promover un moio cje reducción de daños. Durante la
____
década del 80 los sanitaristas se dieron cuenta de que los
usuanos infectados compartían agujas y de que, con esta -
conducta negligente, propagaban el virus. Tras experi-:‘
mentar una epidemia de hepatitis atribuida a este modo de
transmisión, los holandeses fueron los primeros en advertir
los riesgos de compartir jeringas y pusieron a disposiciórí
de los adictos jeringas estériles, recolectando al mism
tiempo las usadas en farmacias y en diversos programas d:
salud pública. Esta práctica sería adoptada luego por Aus
tralia y por el Reino Unido.Entre los objetivos de esta política de reducción de
daños se apunta a que las agencias sanitarias puedan conec.i
tarse con los usuarios de drogas para hacer tratamientos d
desintoxicación, suministrárselas en algunas ocasiones,
darles agonistas (sucedáneos), brindar información sobre
su uso y consecuencias, y también distribuir jeringas y
materiales desinfectantes. Asimismo, pretenden reducir el
contagio de VIH y el consumo de estas sustancias, solu
cionar la situación familiar y laboral del adicto y disminuir
los riesgos de la marginación.
¿QUDíCELALEY?
Desde los inicios mismos del siglo pasado, nuestra legisla
ción contempló la problemática de la droga: la ley 11.309
de 1924 sancionaba a todo aquel que, autorizado para
comerciarla, vendía, entregaba o sumínistraba alcaloides
(compuestos orgánicos nitrogenados de carácter básico
— 298 —
2
. producidos casi exclusivamente por vegetales, que son las- bases de las drogas) o narcóticos (los que producen sopor,
relajación muscular y embotamiento de la sensibilidad) sinreceta médica y sin ser capaz de justificar su tenencia.
En 1986 la Corte Suprema firmó un fallo clave, conocido como “caso Bazterrica”, cuyos fundamentos jurídicos,centrados en la idea de que consumir drogas es una cuestión privada y ajena a la autoridad judicial, suelen ser retomados cuando se debate la posibilidad de despenalizar la
• tenencia de drogas para el consumo personal. Hasta 1990,‘ los fallos de la Corte respetaron esta postura. En los
noventa se estableció una nueva jurisprudencia y se sancionó la Ley Penal de Estupefacientes (ley 23.737), quevolvió a castigar la tenencia para consumo. Lo que se debedecidir es si se regresa al fallo Bazterrica, donde los magistrados dictaminaron que el consumo personal no es untema de la esfera penal sino sanitaria, o si se continúan loslineamientos del fallo Montalvo, con el que la Corte menemista de los noventa impidió a miles de adictos acceder alsistema de salud, transformando a los consumidores dedrogas en “delincuentes” al considerarlos como “el primereslabón en la cadena del narcotráfico”.
Los defensores de la ley 23.737 alegan que las modifica) ciones no son necesarias, pues la normativa incorporó) métodos novedosos con el fin de que, sin desincriminar la) tenencia de drogas, el Estado no resigne su función primaria) de ayudar al adicto. En el presente, el consumo de drogas
no está prohibido. Eso significa que si una persona ingresa) en ui hospital con un cuadro de sobredosis, el médico no
tiene por qué realizar una denuncia judicial porque con-
sumir no es cieiro Pero s esa misma persona tiene en su
poder drogas, el médico debe ciar aviso a la policía, salvo
que se trate de una escasa cantidad Lidie sugiera inequívoca
mente que la tenencia es para consumo personal”, según
reza la misma Ley Penal de Estupefacientes. Si el imputado
prueba que no es traficante, la legislación ofrece la posbi
lidad de un tratamiento de rehabilitación, en cuyo caso no
va a prisión, siempre y cuando el consumidor se declare
adicto. Por esta vía, en lugar de la pena por tenencia de
drogas para uso personal, la ley brinda una alternativa edu
cativa o curativa, según el caso lo requiera.
Aun cuando la ley penaliza sólo la tenencia de drogas,
se replica que penalizar la tenencia cuando es para consu
mo personal constituye una flagrante violación al principio
de reserva estipulado en el artículo 19 de la Constitución
nacional, según el cual “las acciones privadas de los hom
bres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral
públicas, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas
a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”. Y se
alega que, por añadidura, el régimen actual vulnera el prin
cipio de inocencia, pues invierte la carga de la prueba ya
que es el consumidor quien tiene que probar que no esta
comercializando. En desacuerdo con dichas objeciones,
quienes defienden la ley vigente rebaten que la incrimina
ción de la tenencia de drogas para uso personal no es una
normativa legal que obligue a un tercero a denunciar al
adicto que voluntariamente se presenta solicitando trata
miento u otra ayuda.
Si se vuelve al fallo Bazterrica, el país se posiciona en la
misma línea que Brasil y Uruguay en Latinoamérica, y
— 300 —
Holanda, el Retno Unido, Suiza, España e Italia, en Europa.
Fundandosc en la doctrina según la cual el derecho
humano a la salud prima sobre la doctrina de persecución
penal del adicto, el discurso reciente avanza hacia la despe
nalización de la tenencia de drogas para consumo personal,
que pretende no sancionar penalmente al consumidor sino
‘ privilegiar su ingreso al sistema de salud, y optimizar así la
persecución judicial de los vendedores de estupefacientes.
Como es de esperar, y en vistas a los principios y conse
cuencias en juego, esta posibilidad cuenta con defensores y
detractores, cuyos argumentos giran en torno de la cues
tión: ¿la tenencia de drogas para consumo personal debería
ser despenalizada?
LAS RAZONES
En contra
Es inmoral
La mayoría de las personas considera el problema de las
drogas como un problema moral. Desde este enfoque,
consumir estupefacientes es una conducta violatoria de
normas éticas, por lo que el Estado estaría autorizado a
penalizar dicho proceder. Su expresión más radicalizada
es la defendida por ciertos grupos religiosos, entre otros
los mormones, quienes consideran inmoral la ingesta de
cualquier sustancia que altere el estado de conciencia de
cualquier persona: ellos prohíben no sólo las drogas ile—
—30—
gales, sino tanihiri el alcohol, el tabaco, la cateína y el cho
colate.
En defensa de estos grupos radicalizados, se alega que -
quienes aprueban las sustancias consideradas legales y de
sapruehan al mismo tiempo las ilegales, caen en una suerte
de esquizofrenia o, cuando menos, de pusilanimidad moral
que conduce, condescendientemente, a trazar distinciones
morales entre el consumo de drogas ilegales y el de drogas
legales. El criterio de coherencia moral encontraría irra
cional defender la idea de que no hay nada ilegal en fumar
tabaco y condenar moralmente el consumo de marihuana.
Paternalismo moral
Mientras que muchos creen que la salud de los consumidores
presenta aristas morales que han de ser especialmente con
templadas, otros consideran los daños a los usuarios y a los
no usuarios como moralmente equivalentes. Ambas posturas
suelen asociarse a la premisa de que el Estado debe intervenir
para proteger ese bien jurídico que es la salud individual o
colectiva, pues es un interés de la sociedad impedir la autole
sión. En su versión más extrema, se defiende una forma de
paternalismo moral en cuyo marco los gobiernos deberían
promover el bienestar de sus ciudadanos, pues a ellos les
cabe “la responsabilidad de sancionar y ratificar leyes que
colaboren en la educación de los ciudadanos acerca de lo
correcto y lo incorrecto” (Bennett, 1989: A30).Aunque suele objetarse la intromisión pública en la vida
privada de los ciudadanos, quienes defienden esta función
— 302 —
del Esiado señalan que es falso pensar a la sociedad como
una colección de individuos autónomos. Es cierto que no
podemos obligar a la gente a adoptar determinada concep
CjÓfl de la vida, pero podemos insistir en ciertos criterios
éticos que la sociedad civil debe cumplir para poder sub
sistir. Hasta el momento, endurecer las penas ha permitido
confinar el problema de la droga en un porcentaje relativa
mente ínfimo de la población. La despenalización i.ncre
mentaría el consumo de drogas y los daños esperables a
usuarios y no usuarios (Wilson, 1990).
Daños colatera’es y riesgo social
La droga afecta la salud públic2. y la seguridad social, cuyos
intereses están por encima de los intereses de los particu
lares. Entre los daños colaterales se suelen mencionar el ele
vado costo sanitario que demanda la atención de los adictos
y el gasto social generado por los accidentes, el ausentismo
laboral y la actividad criminal, en cuyo escenario es notoria
la influencia de las drogas prohibidas en los homicidios que
se producen a diario a manera de desenlace de robos a mano
armada. La propuesta de despenalizar la tenencia de drogas
para uso personal no tiene en cuenta que cualquier ingesta
de sustancias prohibidas, aun cuando sea realizada en el
ámbito privado de la intimidad, entraña un riesgo social
enorme, y no sólo potencial. La tenencia rebasa la esfera pri
vada y colisiona con los intereses de terceros: cuestiones
como la indigencia, la violencia doméstica, problemas de
salud, el abandono escolar, son a menudo vinculados con el
Q abuso de drogas que dañan el cuerpo social.
o—303—
Argumento de la pendiente resbaladiza
Se recurre a una cadena de argumentos que conduce, dcsd
un comienzo aparentemente inocuo, a un [mal manifiestaL
mente indeseable. Con el fin de desaconsejar la despenali
zación de la droga, se afirma que desde el punto de vistá
poblacional, una medida de este tenor conducirá al incr
mento del número de consumidores. A su vez, esta FIexibfL,
lización en las leyes podría llevar a una progresiva acepta
ción de estas prácticas, siendo este el primer paso para un.
liberación total del mercado que culminaría con la legaliza
ción de todos los tipos de drogas.
Fracaso en el tratamiento del drogadependiente
La retórica de que se debe suministrar tratamiento a pedido
supone que hay una demanda de tratamiento. Pero, a juicio
de quienes se oponen a la despenalización, no es del todo
así. Aunque hay adictos que buscan tratamiento, personal ycomprometidamente, y lo siguen con un alto grado de adhe
rencia, hay muchos más que buscan ayuda tras una recaída
fuerte, y una vez estabilizados reinciden en el consumo.
Pero dado que los drogadependientes viven a corto
plazo y tienen escasa capacidad para comprometerse en
algo, los mismos adictos que se inscriben en programas de
rehabilitación a menudo los abandonan una vez que descu
bren la dedicación y el tiempo que esos programas
requieren. Estos dos grupos, los que buscan una solución
momentánea y aquellos incapaces de adherencia a un plan
— 304 —
a largo pU:o, no son fáciles de ayudar. Un factor que juega
a favor de u n[erier el sa ftL qtw es la cornprobacóu de que
aquellos que ingresan por orden judicial permanecen en el
programa más tiempo —el que suele ser proporcional a la
probabilidad cte recuperación— (Wilson, 1990: 216).
Eficacia de la Justicia
La receta global de persecución a toda la cadena del tráfico
cte drogas se basa en la convicción de que la persecución
) penal de 1os traficantes “minoristas”, que suelen simular ser
• adictos, es la vía para llegar a los grandes narcotraficantes
que operan a nivel global. Estos esfuerzos, sin embargo,
) deben ir acompañados de un control de la corrupción de
3 los funcionarios públicos responsables de hacer cumplir las
leyes: jueces, policías y políticos, a menudo involucrados
en los grandes negocios del narcotráfico.
Afavor
Libertad de elección
El respeto hacia la autonomía personal es un valor funda
mental, jurídicamente protegido, en relación con el cual los
valores restantes son de índole instrumental. Sentada esta
O premisa, las leyes que sancionan la tenencia de estupefa
cientes para consumo personal son violatorias de nuestra
O Constitución, cuyo texto explicita que las acciones privadas
c— 30D —
de los dombres que no perjudiquen a terceros, y que noafecten el orden ni la moral pública, quedan exentas de laautoridad de los magistrados. En el intento de proteger alos individuos, el Estado interfiere en conductas personales
que pueden ser consideradas por el agente como libre
mente elegida, y que no implican un riesgo de generar per-
juicios relativamente serios a intereses legítimos de terceros.
Adviértase, además, que interferir en la tenencia y el
consumo de las drogas cuestionadas inaugura una falta de
equidad en relación con los consumidores de otras drogas
legales como el tabaco o el alcohol. Se suele pasar por alto
que, desde un punto de vista estrictamente sanitario, las
drogas legales son igual o más dañinas que las ilegales, y la
división entre drogas legales e ilegales no es científica: el
tabaco y el alcohol, al ser más accesibles y al ser social-
mente ceptados, parecen diferentes de las otras drogas..:
pero no lo son, y esta semejanza, se concluye, no es una
cuestión menor.
Reducción de daños
Se considera un daño al detrimento, perjuicio o menoscabo
que una persona sufre a consecuencia de la acción u omi
sión de otra, y que afecta sus bienes, sus derechos o sus
intereses. Segfin este principio enunciado originariamente
por John Stuart Mill, y adoptado por la mayoría de las legis
laciones, el poder por parte del Estado sólo puede ejercerse
contra la voluntad de un indjviduo adilto para evitar un
daño a terceros. Cuando quien ejerce el daño y quien padece
— 306 —
SUS efectos es el mismo individuo que se autolesiona, el
Estado IR) LbC lnicrvLnir. aun cuando, debido al daño cau
sado, terceras personas también sufran, salvo que, exccp
cionairnente, el individuo guarde, respecto de estas terceras
personas, ciertas obligaciones cuyo cumplimiento se haga
imposible por el daño que se inflige.
En concordancia con esta política de reducción de
daños, se observa que si bien las políticas de “tolerancia
cero” disuaden a veces, también incrementan considerable
mente el daño y el costo para aquellos que persisten en el
) abuso. Obedientes a la política prescripta en la ONU en
1998, numerosos países de la Unión Europea y de Latinoa
— mérica, entre otros la Argentina, instauraron una política
pública centrada en el control total del ciclo de la droga.
Los críticos de este eje prograrnático sostienen que con la
) política de “tolerancia cero” se procura buscar en la norma
penal que la ley haga el trabajo que es propio de otros espa
cios, llámense agencias sociales, de salud pública, etc. Para
peor, se alega que la incriminacion del uso de drogas en
varios países del continente obstaculizó las actividades de
asistencia y prevención, sin que se vislumbren por el mo
mento nuevas estrategias alternativas. En consecuencia,
el mejor enfoque no es la reducción de la demanda, sino la
“reducción de daños”. Reducir el consumo de drogas es
bueno, pero no es tan importante como reducir las muertes,
las enfermedades, [os delitos y el sufrimiento asociados
o tanto al uso indebido de las drogas como a las fallidas polí
ticas proteccionistas (Nadelman, 2007: 7 1-72).
cio—
—307—
Ante el fracaso cte [a crirninaL:ación deL consumo cle
drogas asociada a la tolerancia cero”, la propuesta se dirige
a reducir las consecuencias negativas del consumo de estu:
pefacientes. Si bien los que la promueven contemplan la’.
abstinencia como uno de los objetivos de la terapia, reco
nocen que ese objetivo fue desplazado por la preocupación
por preservar la vida misma.o)
Acceso a la atención médica fI
Fi
Toda vez que las instituciones sanitarias u otros organismos
de atención de la salud son asociados por el adicto con lai
policía o con los jueces, la instancia penal condiciona e
contacto del drogadependiente. En especial cuando sé.
incrimina la tenencia de droga para consumo personal, el
adicto confunde ambas esferas públicas, una terapéutica y
la otra no, y se representa imaginariamente el riesgo de ser
detenido e incriminado. Este temor explica que la mayoría
de los usuarios de drogas no se acerque voluntariamente a
los centros de atención, obstaculizando la posibilidad de
recibir ayuda terapéutica y atención médica. De esta situa
ción de hecho se deduce que la norma penal que sanciona
la tenencia o el uso de drogas es irracional, porque además
de ser ineficaz para proteger la salud, contribuye a daiiarla,
al promover la persecución penal de los sujetos destinata
rios de tas actividades de prevención y asistencia.
— 308 —
Salud pública
Las posturas fuertemente abolicionistas sostienen que, si no
hay daios a terceros, no existen fundamentos jurídicos para
discriminar a las personas basándose únicamente en las
sustancias que consumen (Nadelman, 2007: 74-75). De he
cho, los índices de consumo actuales no sólo son una
prueba fehaciente de que las drogas continuarán acompa
ñándonos, sino de lo sumamente complejo que es reducir
el consumo, tanto de sustancias ilegales como legales.
Milton Friedman (1989: A14) sugiere que, en lugar de cas
tigar la tcnencia y/o el consumo, deberíamos considerar las
drogas tal como hoy en día consideramos el alcohol y los
cigarrillos: como sustancias que deberían ser reguladas y
cuyos usuarios deberían ser tratados médicamente, en lugar
de ser encarcelados. Por razones de salud pública, las polí
ticas de control de drogas no deberían ocuparse en perse
guir a los usuarios casuales sino en evitar las enfermedades
y las muertes; en particular, detener el avance del VIH debe
ser una de sus prioridades.
Los adalides de la prohibición del uso de drogas suelen
afirmar que su consumo afecta a terceros provocando, por
ejemplo, accidentes automovilísticos. Aun cuando se con-
ceda la existencia de riesgos asociados a las drogas, y aun
cuando existan buenas razones para incriminar a quienes
conducen bajo sus efectos, admitir ambos hechos no
implica que se deba castigar a los consumidores responsa
bles por aquellos que no.lo son. Al fin y al cabo, no prohi
birúos la venta de alcohol a pesar de que castigamos a quie
nes conducen ebrios. En el marco del cuidado de la salud
.nn —
pública, reducir el daño de las drogas lícitas como elalcohol y el cigarrillo implica fomentar la idea de beber conmodaración y de que quian bebe, no conduce, tal como lohicieron las últimas campañas a favor de la educación vialen el mhito nacional, O alentar a que la gente opte por losparches o los chicles de nicotina para abandonar el cigarrillo. AnJogamente, en las drogas ilícitas supone suministrar jeringas con el fin de reducir la transmisión de enfermedades infecciosas a través de su intercambio.
Eficacia de la Justicia
La Justicia se encuentra colapsada por los expedientesabiertos en causas contra pequeños consumidores. Cadauno de esos procesos penales le cuesta al Estado nacionalcinco mil dólares mensuales, si bien sólo una proporciónmínima de los imputados recibió condena, pues sus procesamientos nunca llegan a término. De continuar con unapolítica para muchos prohibicionista, la Justicia debe destinar recursos para lidiar con el último eslabón de la cadenade la droga, en lo que se gasta una suma significativa de dinero que podría ser destinado a combatir a los grandes carteles del narcotráfico.
—310—
BIBIJOGR\FtA CONSULTADÁ‘1
Libros y otras publicacionLs
Alarcón, Crisiian, “un Kaño. Cambio radical en la política sobre el porro’,Crítica cíe lo Argent:na, 10 de marzo de 2008, Disponible en’ http://criii
cadigital.com/ impresa/index.php?secc=nota&nid=561
Benneti, Williamj .,‘A Response to Milton Fnedman”, The WallStreetjournal,
D 19 de septiembre de 1989, pág. A 30.
Boaz, David, “A Drug Free America — or a Free America?”, en Taking Sides• Clashing Views on Moral ¡ssues, Guilford, McGraw-Hill, 2002.
Boschi, Silvana, “Ya hay mayoría en la Corte para despenalizar la tenencia dedroga”, Clarín, domingo 23 de marzo, 2008.
) Courtwritht, David T.,” Should we Legalize Drugs?”, en Taking Sides ClashirigViews on Moral ¡ssues, Guilford, McGraw-Hill, 2002.
Etola, joseba y Jesús Duva, ‘Todo sobre las drogas”, Madrid, El País, 15 dejulio de 2007.
Friedman, Mikon, “An Open Lett,r to l3ill Bennett”, The Wall Street Journal , 7de septiembre de 1989, pág. A14.
O López Palacios, 1. y E. de Benito, “Alerta: la droga gana ‘glamour”, El País, 6de marzo de 2008.
http ://www. elpais.comlarticulo/sociedad/AlertaJdrogalgana/glamour/elpe
O pusoc/2008o3o6elpepisoc_t/Tes
Nadelmann, Ethan A “Drogas”, edición argentina del Foreign Policy en Archivos del Presente, Año 12, N° 47, 2007, págs. 70-75.
—, “Commonsense Drug Policy”, en Taking Sides Clashing Views on SocialO Jssues, Iowa, McGraw-Hill, 2007.O
—, The Case for Legalization”, en Daniel Bonevac, Today Moral lssttes.ÍD Classíc and Contemporay Perspectives, California, Mayfield Publishing
O Company, 1999. Fuente: Public Interest 92. Verano 1988.
o Ruchansky, Emilio, “Gramos que pesan toneladas”, Sociedad, Pdgina/12, 13
o de abril de 2008.
Voth, Eric A ., “America Longest War”, en Tciking Sides Clashing Views on Social- lssctes, Iowa, Mac Graw-[-Iill, 2007.0 Tokatiian,juan Gabriel, “Quión gana en la guerra contra la droga”, La Nación,0 27 de noviembre de 2007, pág. 17.
o—
Vi:cu: uha ,iart: E., Uso de drogas, lev renal y los derechas iaIiunos, en
www.Lnarda.org.ar/desp_art003.htm
Wilson, James Q “Agamst the lali:ation u Drus’. en Dane[ 3onevac,
Tecla y ‘ 1’leral Issitcs, Classic ancl Coiitcrnperarv Perspectives, California,
Mayficid Publishirig Company, 1 999. Reimpresión de Ctonmoritary,
febrero de 1990.
Páginas Web
Una historia. Eduardo. Extractado del sitio de la Fundación Manantiales.
www.manantiales.org
http:Ilwww. observatorio.gov.ar/estadisticas.html
http://www.sedronar.gov.ar
http://wwwdrugpolicy.org
Para continuar con la lectura
Antonio Escohotado, Historia general de las drogas, Madrid, Espasa-Calpe,
2005.
—312--