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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓN FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTI Las teorías clásicas de la élite: Gaet Michels, Vilfredo Pareto y Charles W crítica de sus posturas valorativas, te epistemológicas. T E S QUE PARA OBTENER EL LICENCIADO EN SOCI P R E S E N OMAR ERNESTO CANO ASESOR DE TESI Dr. JOSÉ MARÍA CALDERÓN México, D.F., Ciudad Universita NOMA DE MÉXICO ICAS Y SOCIALES tano Mosca, Robert Wright Mills. Revisión eórico-conceptuales y . I S TÍTULO DE: IOLOGÍA N T A : O RAMÍREZ IS: N RODRÍGUEZ aria. Abril, 2013

teorías clásicas élite Gaetano Mosca Robert Michels Vilfredo Pareto132.248.9.195/ptd2013/abril/0692445/0692445.pdf · 2018. 7. 25. · Las teorías clásicas de la élite: Gaetano

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍ TICAS Y SOCIALES

Las teorías clásicas de la élite: Gaetano Mosca, Robert Michels, Vilfredo Pareto y Charles Wright Mills. Revisión crítica de sus posturas valorativas, teórico

epistemológicas.

T E S I S

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE:

LICENCIADO EN SOCIOLOGÍA

P R E S E N T A

OMAR ERNESTO CANO RAMÍREZ

ASESOR DE TESIS:

Dr. JOSÉ MARÍA CALDERÓN RODRÍGUEZ

México, D.F., Ciudad Universitaria. Abril,

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

TICAS Y SOCIALES

Las teorías clásicas de la élite: Gaetano Mosca, Robert Michels, Vilfredo Pareto y Charles Wright Mills. Revisión crítica de sus posturas valorativas, teórico-conceptuales y

.

S I S

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE:

EN SOCIOLOGÍA

P R E S E N T A :

OMAR ERNESTO CANO RAMÍREZ

DE TESIS:

MARÍA CALDERÓN RODRÍGUEZ

, Ciudad Universitaria. Abril, 2013

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UNAM – Dirección General de Bibliotecas

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A la memoria de Eduardo Ruíz Contardo.

Que este trabajo refleje lo mucho que de usted aprendí.

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En el país donde vives, ¿hay cabida para un uso ilimitado de la razón −de la

razón más allá de la mera racionalidad técnica al servicio de la

autoridad−? En el país en el que vivo yo podemos escribir lo que queramos;

nadie nos encierra. Nadie tiene que hacerlo, muchos de nosotros nos

encerramos solos. Muchos intelectuales… están abdicando voluntariamente

de llevar a cabo una protesta y del debate sobre alternativas a las políticas

tontas y la falta de políticas de la élite del poder... Están abdicando del

papel de la razón en los asuntos humanos. Están abdicando de hacer

historia… muchos intelectuales han dejado de emitir juicios, han retirado

sus demandas, se han tragado su soberbia y se han sumido en las rutinas

políticas y morales de sus respectivos medios profesionales y residenciales.

Charles Wright Mills. Carta a Tovarich, otoño de 1959

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Mis agradecimientos y mis reconocimientos*

Las ideas no surgen espontáneamente en nuestras mentes. Nuestras preocupaciones son el

resultado de las influencias, positivas y negativas, que quienes nos rodean tienen sobre

nosotros. Todos ellos merecen un agradecimiento y un reconocimiento más grande del que

se puede expresar en estas líneas, pero espero que la gratitud que les exprese sea muestra

del aprecio, cariño y amor que les tengo. Familia, amigos, compañeros, profesores, colegas,

tutores y autores, tienen sobre nosotros una influencia decisiva. Nosotros que hemos

decidido ejercer un oficio y comprometernos con los valores que conlleva. Nosotros los

intelectuales.

A mi mamá y mi papá: Luisa y Alejandro. Sin cuyos cuidados, regaños, amor, ejemplo y

paciencia no podría haber llegado a esta etapa de mi vida. Espero que en este trabajo se

refleje el fruto de los esfuerzos que realizaron para que nada nos faltara a mí y a mis

hermanos. Les agradezco que estén siempre juntos y a mí lado, que me hayan educado y

criado con sus propias manos, que me hayan transmitido sus valores, inculcándome la

responsabilidad y la disciplina sin las cuáles no podría haber concluido mis estudios, y este

trabajo. A todo lo que han hecho por mí, gracias.

A mis hermanos: Luis e Iván. Deseo que el tiempo que pasamos juntos, los juegos y peleas

que tuvimos de niños, y la familia que compartimos nos mantengan unidos siempre.

Aunque hayamos escogido caminos distintos (ustedes ingenieros y yo sociólogo), nunca

dejamos atrás a la familia, la llevamos a todos los lugares donde vayamos, en nuestras

maneras de ser, de comportarnos y de relacionarnos con los demás.

A mis abuelos: Asunción, Victoria, Roque y Ricardo. Por haberme dado los cuidados y las

atenciones que sólo los abuelos pueden dar.

A mis tíos y primos. En especial a mi tío Ernesto (in memoriam). Quien, sin conocerme,

influyó en mí decisivamente. Mostrándome (a través del recuerdo de mi mamá y mi

abuelita Asunción) los aspectos más nobles de la condición humana, el sacrificio y la lucha;

pero también sufriendo, sin merecerlo, parte de la miseria de este país.

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A mis amigos de la juventud: Raúl y Kathia (Iris). Su amistad me ha servido para recordar

que en este mundo no todo está mal. El tiempo que hemos compartido, riéndonos y

platicando, es invaluable para mí.

A mis amigos y compañeros de carrera y de oficio: Maritza, Víctor, Paulina, Maricela,

Francisco, Susana, César, Pablo y José. Ustedes me ayudaron a sobrellevar las cargas que

nos impone estudiar sociología, esta gran ciencia que hemos adoptado como oficio y que,

sin embargo, desencanta. A ustedes, con quienes he compartido pláticas y preocupaciones,

discusiones y compromisos; con quienes durante estos años formamos una amistad

duradera, basada en nuestras similitudes y diferencias, gracias. A Maritza, especialmente le

hago el reconocimiento de haberme ayudado en la traducción de algunos textos en francés.

A mis profesores de vida, aquellas personas que me dedicaron una pequeña parte de su

tiempo. A mis profesoras de la primaria. A Felipe García, el primer sociólogo que conocí,

cuya clase fue la causante de que eligiera la sociología como carrera de vida. A Iván

Zavala, por ser uno de los mejores profesores con los que conté durante la carrera,

comprometido a la enseñanza y verdadero sociólogo, por todo lo que ha hecho por los

estudiantes de nuestra Universidad y nuestra Facultad; a usted a quien admiro y aprecio.

Muy especialmente a Eduardo Ruíz Contardo (in memoriam), latinoamericanista crítico,

comprometido y coherente, ejemplo de lo mejor que podemos encontrar en la condición

humana; quien fue mi primer tutor en esta investigación y cuyo trabajo inconcluso sobre la

responsabilidad de la élite mexicana en la anomía actual, motivó en gran medida mi tesis.

A todos ustedes, gracias. Sus enseñanzas, como las de todo profesor que ame su oficio, no

se limitan a mis estudios en sociología, lo que de ustedes aprendí me servirá siempre en mi

formación como persona y ser social.

A mi tutor José María Calderón Rodríguez. Quien sin conocer mucho sobre mí, me dio su

apoyo para la elaboración de mi tesis, corrigió mis fallas en la investigación y me guió en la

búsqueda de conocimiento sobre el problema que estudié. Usted me ha brindado la

oportunidad de empezar mi formación como profesor y, aún cuando yo no haya sido su

estudiante, es para mí un profesor muy apreciado. Espero que ahora que conoce más de mí,

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se sienta orgulloso de mi trabajo. El compromiso que tiene con la enseñanza y la formación

de sus estudiantes, su ardua labor en la organización de conferencias, seminarios y eventos

que complementen el conocimiento sobre las problemáticas de Latinoamérica, son para mí

un ejemplo a seguir. Todo lo que usted realiza mantiene vivo el espíritu latinoamericanista

crítico del CELA.

A Pablo González Casanova. Quien me ha permitido participar en su proyecto Conceptos y

Fenómenos Fundamentales de Nuestro Tiempo, donde he conocido de cerca la forma en

que las investigaciones serias se realizan. Quien me ha reforzado la idea de que los

sociólogos deben brindar conocimiento sobre problemas −humanos− urgentes, problemas

que afectan y preocupan a grandes masas sociales.

A Charles Wright Mills. Autor que renovó en mí el oficio de sociólogo, el compromiso

político, y el uso de la razón en beneficio de los “hombres comunes” y la condición

humana, libre y racional. Espero con este trabajo haber logrado, al menos tangencialmente,

una artesanía intelectual.

A mis sinodales: José Luis Orozco, Héctor Zamitiz, Matilde Luna y Alejandra Salas-Porras.

Sus comentarios, correcciones y felicitaciones me permitieron pensar que el tiempo y el

esfuerzo invertidos en este trabajo dieron resultado.

Al pueblo de México cuyo arduo trabajo financió mi estadía universitaria.

A las personas que laboran en la Universidad Nacional Autónoma de México y que tienen

con ella un verdadero compromiso: trabajadores, administrativos y profesores. Quienes con

su trabajo mantienen vivo todo lo bueno de esta Universidad y solventan las numerosas

fallas institucionales.

*Investigación realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, Conceptos y Fenómenos Fundamentales de Nuestro Tiempo, con clave IN301911, coordinado por el Dr. Pablo González Casanova. Agradezco a la DGAPA-UNAM la beca recibida.

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Índice

I. A modo de Introducción ................................................................................................... 1

II. Consideraciones previas. Los elementos de la Ciencia Social y su producción

intelectual ............................................................................................................................ 11

1. La ideología como motivación .................................................................................... 11

2. La ciencia social, una actividad humana. Y la sociología como ciencia difícil ......... 14

3. Distinción entre palabra, categoría y concepto ........................................................... 17

III. Las Teorías de la Élite. Consideraciones .................................................................. 21

1. Las categorías de las Teorías de la Élite ..................................................................... 21

2. La noción científica positivista ................................................................................... 23

3. Sobre sociología política ............................................................................................ 31

IV. Los teóricos elitistas .................................................................................................... 40

1. Gaetano Mosca. Las bases elitistas y anti-democráticas (por anti-popular) ............... 40

2. Robert Michels. La desilusión política y el fatalismo oligárquico ............................ 50

3. Vilfredo Pareto. La fundación elitista residual .......................................................... 62

V. La teoría de la élite del poder, crítica del elitismo ..................................................... 82

1. Charles Wright Mills. “Los poderosos y arrogantes”, y los hombres comunes ........ 83

VI. A modo de Conclusión .............................................................................................. 111

VII. Bibliografía ............................................................................................................... 118

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1

I. A modo de Introducción.

Vivimos en una época estructuralmente problemática. En todos los campos de la vida social

encontramos problemas de gran importancia: delincuencia, desempleo, desintegración

familiar, narcotráfico, crimen organizado, bajos salarios, disminución en el poder

adquisitivo de las familias, inflación desmedida, biopiratería, empresas devastando la

biodiversidad, degradación irreversible de la naturaleza, pobreza y marginación,

comunidades indígenas colonializadas internamente, corrupción en las altas esferas

institucionales, conflictos bélicos, represión a los movimientos sociales, conformismo,

“flexibilización” del trabajo, bajo nivel educativo, fraudes electorales, desapariciones

forzadas de líderes sociales, autoritarismo, militarización, eliminación de las legislaciones

laborales con tono social, despojo de tierras a los campesinos, malos sistemas populares de

salud, dependencia económica nacional, ausencia de una soberanía real, un mercado interno

débilmente desarrollado, presencia de “enclaves” mineros, corporaciones monopólicas,

especulación financiera, acaparamiento y concentración de recursos vitales… Todos estos,

y muchos otros, son problemas actuales que tienen un origen histórico específico, no han

surgido ni de forma espontanea, ni cómo destino divino o natural de la sociedad.

Cuando nos preocupamos por alguno de estos problemas −varios o todos ellos− los

tomamos como objeto de estudio, al profundizar en su origen y desarrollo observamos

cómo es que afectan la vida de diferentes grupos sociales, y pronto percibimos efectos

diferenciados que nos hacen preguntar ¿En realidad todas las personas son afectadas de la

misma forma por las problemáticas actuales? ¿No existen personas a las que no les afectan

los estragos bélicos, las pugnas políticas y las crisis económicas? Si existen, entonces ¿Por

qué pueden mantener una vida fuera de las exigencias del día a día y vivir sin ser afectados

por los problemas actuales? Y ¿por qué otras personas sí son afectadas? ¿Se trata de

diferencias de capacidad individual, en la que cada persona es naturalmente mejor que otra,

o se trata de condicionamientos sociales que permiten a ciertas personas vivir libremente,

mientras que otras ven como sus vidas son limitadas por obstáculos que están fuera de su

control? ¿Acaso la realización de los proyectos de vida de uno y otro tipo de persona

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depende de su capacidad individual para llevarlos a cabo, o están condicionados por la

libertad o por la falta de ella?

Es fácil totalizar estos problemas argumentando que todos por igual los padecemos, y que

es responsabilidad de todos darles solución. De esta postura se desprenden los discursos en

los que se llama a “la sociedad” a resolver una problemática (ecológica, política o social).

Esto suele ser el resultado de trabajos intelectuales o discursos políticos que confunden −o

quieren que se confunda− lo que ven a su alrededor, generalmente en sectores medios, con

la realidad de la sociedad en general. Cuando se totaliza la realidad se eliminan las

especificidades y se encubre el carácter diferenciado de las estructuras sociales. Sea que se

trate de un discurso político o un mal trabajo científico, esta postura “igualitarista” ayuda

poco a resolver la situación, pues no explica correctamente el origen y la dinámica de los

problemas.

Ciertamente no todos padecen de la misma forma las grandes problemáticas sociales. Los

conflictos sociales, las carencias económicas y los cambios de gobierno tienen efectos

distintos en las vidas de las personas, para algunos estos problemas implican sólo sucesos

coyunturales o anecdóticos, pero para otros implican la pérdida de su trabajo, la

imposibilidad de tener una educación universitaria, la desintegración de su familia, e

incluso la pérdida de su propia vida. Ahora bien, si observamos que no todas las personas

son afectados de la misma forma y en la misma magnitud por la situación actual ¿acaso

sucede lo mismo con la capacidad de influir en la producción de los problemas actuales? Si

es así, entonces ¿la responsabilidad que se tiene en la generación de estos problemas

también es diferenciada?

En la conformación de las sociedades modernas podemos ver que la posición social que

uno ocupa le permite influir en mayor o en menor grado en las grandes estructuras

sociales1. La influencia que puede tener un trabajador temporal, sin contrato laboral fijo, sin

seguridad social ni educación universitaria está altamente mediatizada por las instituciones

1

Cuando pensamos en las estructuras sociales, debemos tener siempre presente que se trata de comportamientos y dinámicas sociales continuamente reproducidas y condicionadas, es decir, se trata de regularidades realizadas por ciertos grupos sociales en condiciones específicas (sociales, culturales, económicas, políticas, históricas, etc.).

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formales, al grado que su opinión y sus intereses no son los que llevan a cabo sus

“representantes” en el gobierno; mientras que por otro lado, la influencia de los políticos

que ocupan altas esferas de gobierno, o de los dueños de empresas de nivel nacional, es más

directa y de mayor alcance. Las instituciones sociales, políticas y económicas modernas han

extendido su campo de acción exponencialmente, y al mismo tiempo se ha dado una

concentración en la toma de decisiones, de modo que un reducido número de personas

moldea la vida social unilateralmente2. La influencia que se tiene en la producción de los

problemas es entonces diferenciada, depende de la posición social que se ocupe; y dado que

las posiciones con decisiones estructurales en una sociedad son muy reducidas, son pocas

las personas que realmente pueden influir de manera directa en la producción de una

situación social problemática.

La situación así descrita no es un descubrimiento novedoso, al contrario, las estructuras

sociales propias de nuestras sociedades parten de la desigualdad estructural como su

fundamento, pero también como su mecanismo de equilibrio. El sistema político, la

economía de mercado y la competencia constante entre individuos para ascender en la

jerarquía social, tienen como fundamento el que unos puedan hacer más que otros: no todos

pueden, o quieren, dedicarse a la actividad política, existen entonces profesionales del

poder que “representan” los intereses de sectores sociales y que son elegidos para gobernar;

la actividad económica es realizada por individuos innovadores que satisfacen las

demandas de bienes y servicios de la sociedad, con la cual llegan a un “acuerdo” para la

fijación de precios; el ascenso social depende de la preparación individual de cada uno, un

buen nivel educativo y una buena ética laboral permiten aumentar el ingreso y mejorar la

2 En 2011 se publicó un trabajo en el que se realizó un estudio para comprobar si verdaderamente la economía

mundial está “dominada por un puñado de poderosas corporaciones transnacionales” (TNC, por sus siglas en inglés). El estudio concentra datos de 30 millones de actores económicos (entre inversores, empresas, firmas y otros) y de 43,060 TNC´s, obtenidos de la Orbis2007 database; del análisis de los datos se obtuvo un modelo matemático-gráfico que refleja la Red de Control Global de las Corporaciones, el cual tiene un grupo de 147 TNC´s −principalmente financieras− altamente relacionado por acciones, préstamos, inversiones y participación directiva. Al concentrar poder económico, de decisión y de negocios sobre otras corporaciones, este pequeño grupo se convierte en una “super-entidad” que controla la red mundial de los negocios y, por lo tanto, la economía mundial. Ver Glattfelder, James B.; Stefania Vitali; y Stefano Battiston. “The Network of Global Corporate Control”. En PlosOne, Vol. 6 (octubre, 2011).

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calidad de vida. Sin embargo, existen evidencias de que las dinámicas así pensadas, son

distintas en la realidad.

Los políticos representan muchas cosas, menos los intereses de las masas sociales, el

enriquecimiento personal suele ser el principal fin de la política y no el servicio público; las

empresas deciden la dinámica económica unilateralmente, fijan precios y cantidades de

bienes y servicios en referencia a sus ganancias y no en acuerdo, mucho menos en

beneficio, con la sociedad; la movilidad social es más horizontal que vertical, una buena

educación y una ética laboral constante no propician el mejoramiento de la calidad de vida,

se observa que los modos de vida de las altas posiciones son campos cerrados que exigen

pertenecer, desde el nacimiento, a una clase social específica, ser un cierto “tipo de

persona” y conocer a las personas indicadas.

Al observar diferencias notables entre aquellos que ocupan puestos de alto mando, que

tienen una vida libre de preocupaciones y que no se ven afectados por las problemáticas

actuales, y aquellas personas que no influyen en las estructuras nacionales y cuyas vidas se

ven afectadas y limitadas por los problemas estructurales, me surgió el interés de estudiar

las altas esferas de la sociedad, aquellas que influyen en mayor medida en el

desenvolvimiento de la vida social. Problematizar las altas esferas implica preguntarse

¿Qué diferencia a las personas que deciden y viven sin ser afectadas, y a aquellas que no

influyen pero son afectadas por los problemas actuales? ¿Quiénes son esas personas

privilegiadas? ¿Cómo llegaron a ser ese tipo de persona influyente y libre? ¿A qué se

dedican, cuáles son sus carreras de vida? ¿Qué valores han adquirido, cuáles son sus

intereses y cuáles son los modos en que los realizan? ¿Qué piensan, cómo piensan y cuál es

la calidad de su pensamiento? ¿Por qué ellos y no otras personas de tantas que integran a

una sociedad pueden concentrar poder, decisión y recursos? ¿Son personas aisladas o, al

contrario, conforman grupos unidos y cohesionados?

Mi interés en investigar las altas esferas de la sociedad parte de la hipótesis de que aquellos

grupos sociales que han ocupado esas posiciones son los responsables de la situación

problemática que se vive hoy en día. El estudio de los altos sectores de la sociedad requiere

de un trabajo empírico con el cual poder, primeramente, demostrar la existencia de grupos

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privilegiados e influyentes en la sociedad, para posteriormente indagar en sus orígenes,

modos de vida, normas de elección, formas de reproducción de prácticas y renovación de

sus miembros, la posición estructural que ocupan, el poder y la influencia que concentran, y

el modo y circunstancias en que los ejercen3. Para finalmente, en caso que sea así, poder

demostrar la relación causal que existe entre los grupos privilegiados e influyentes y los

problemas de la época actual.

Una investigación de este tipo requiere de recursos, tiempo y conocimientos amplios. No se

trata de una investigación “de caso”, sino de una investigación de carácter socio-histórico

en la que se conjuga conocimiento sobre las estructuras sociales y la biografía de grupos

específicos; se requiere, entonces, de un conocimiento riguroso de la historia nacional,

regional e internacional, y de un buen manejo de las categorías, los conceptos, los métodos

y las teorías ya desarrollados sobre el problema. Considero que profundizar en este último

punto es necesario, pues de su buena o mala realización depende que la investigación dé

resultados o no.

Para definir a las altas capas sociales se han utilizado diversos conceptos, dependiendo el

interés y el alcance de la investigación. Clase política, empresarios notables, intelectuales

prominentes, alto clero, hombres más ricos, minoría del poder, oligarquía y aristocracia,

son algunos conceptos elaborados para expresar la existencia de grupos con una posición

alta en la sociedad, conceptos que expresan algunos aspectos de esos grupos (como la

actividad política y su enriquecimiento) y su contexto histórico (como la monarquía feudal

y la burguesía capitalista). Todos ellos, y algunos otros, son útiles para el estudio de los

grupos privilegiados e influyentes, sin embargo, se puede notar a profundidad como estos

3 Me parece pertinente aclarar que una investigación de este tipo, y cualquier investigación en general, tiene

de frente el problema de no contar con datos que proporcionen una base empírica para la comprobación de los argumentos y las observaciones. La dificultad de obtener datos y pruebas empíricas es mayor en los campos sociales a los que se tiene poco acceso, en los que comúnmente sólo entran personas que pertenecen a ellos y donde se restringe el acceso a “tipos ajenos de personas”. A pesar de ello, la investigación no debe estar motivada en función de la existencia de datos. La sociología, como cualquier otra ciencia social, debe ser capaz de estudiar cualquier tipo de problema central en la vida social, incluso aquellos “sobre los que aún no existen pruebas, o de los que sólo se posee información provisional”. No quiero decir con esto que los datos y pruebas empíricas no sean necesarias, pues son una parte importante del trabajo científico; lo que quiero decir es que la realización de un trabajo sociológico no debe verse limitada a los problemas de fácil acceso, sobre los que abundan datos, estadísticas, reportes, noticias, etc. Para una ampliación de este problema en las investigaciones sociológicas ver Horowitz, Irving Louis (comp.). La Nueva Sociología I. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1969. En especial su ensayo: “Una Introducción a La nueva sociología”.

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grupos están integrados y unidos por relaciones que no se limitan a ámbitos políticos

formales o negocios privados, se observa que estos grupos tienen más cosas en común que

diferencias, las similitudes entre ellos parecen ser mayores que las diferencias que los

puedan poner en conflicto; para expresar estas relaciones más profundas se requiere un

concepto que refleje la posición social, la carrera de vida, la mentalidad y la manera de

comportarse, las preferencias y valores, la educación y el trabajo. El concepto de élite es de

gran utilidad, pues cubre todos esos aspectos formales e informales, estructurales y

subjetivos, psicológicos y materiales. El concepto de élite implica, además, que la

investigación no se centrará en todos los individuos que se localizan en las altas esferas

sociales, sino que contemplará principalmente a los grupos prominentes, aquellos que

comparten la vida de alta posición social, pero que juegan un papel más influyente en las

estructuras sociales, políticas, económicas y culturales, que aquellos que los rodean. Sin

embargo, no se debe pensar que un estudio correcto debe enfocarse solamente en los grupos

prominentes o enfocarse en todos los miembros de las altas esferas sociales; cuando se

estudia a la élite se comprende que los grupos que la integran no actúan de forma solitaria,

pues se relacionan con una variedad de grupos, algunos que pertenecen a su misma

posición, pero otros que no; el estudio de la élite se realiza, entonces, también en relación a

estos grupos.

El estudio de la élite por sí sólo aporta un conocimiento relevante sobre los grupos

privilegiados, pero aislar a la élite como objeto de estudio limita los alcances del estudio;

para que ese conocimiento pueda ser útil es necesario que se le relacione con el estado

específico de la sociedad en cuestión, es decir, que se encuentre el papel que juega la élite

en una determinada sociedad, y las consecuencias que tiene para todo el conjunto social su

existencia. En la literatura de sociología y de ciencia política el concepto de élite se ha

desarrollado precisamente de esta forma, en corrientes que lo han relacionado con el estado

desigual de la sociedad. Por lo tanto, las teorías de la élite parecen servir como

explicaciones del fenómeno que me interesa, pero antes de utilizarlas es necesario

comprobar su validez científica.

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En cualquier trabajo de investigación es necesario revisar la producción que ya se ha hecho

sobre cierto tema, pero sucede que muchas veces esta revisión se realiza más como un

requisito −incluso podríamos decir que como un mero “trámite”−, que como una parte

fundamental de la investigación. De la buena o mala revisión que se haga dependerá que

nuestra investigación logre resolver las interrogantes planteadas. Una buena revisión

consiste en comprobar en qué medida lo que cierto autor ha afirmado como real y

verdadero tiene un correlato en la realidad que estamos estudiando; ya que puede suceder

que su campo de estudio haya cubierto la primera mitad del siglo XX, que sus afirmaciones

sean correctas en referencia a ese periodo de tiempo y, sin embargo, que el problema que

estudió se haya modificado, por lo tanto, sus afirmaciones ya no pueden aplicarse a la

comprensión del fenómeno actual, a pesar de ello sus afirmaciones no deben ser

desechadas, pueden servirnos como referencias históricas y teóricas. Puede suceder

también, que lo que un autor afirmó en cierto momento sea discutible tanto para su misma

época, como para la época actual; en este caso su obra no puede servirnos como referente

histórico, pero sí como referente teórico, al menos en la medida en que representa un

ejercicio científico. Y un tercer caso es aquel en que lo que un autor escribió sobre algún

hecho, por ejemplo la enajenación, en referencia a su época, sea verdadero tanto para su

tiempo como para la época actual que estudiamos, se trata entonces de una producción

intelectual que ha resistido el paso del tiempo, que se ha construido de tal forma que sus

categorías siguen funcionando como explicaciones de la realidad social, debido a que los

problemas que trató siguen siendo parte de la vida social. Por lo tanto, la revisión de

cualquier cuerpo teórico debe realizarse con la mayor rigurosidad posible, pues de lo

contrario corremos el riesgo de “inventar realidades”:

“El ritmo de la realidad no es el de la construcción conceptual, los conceptos se construyen a un ritmo más lento que los cambios que se dan en la realidad externa del sujeto, por eso constantemente se está generando un desajuste. […] En la medida en que no resolvemos este problema, podemos incurrir en discursos o enunciados, o manejar ideas que, pudiendo tener una significación en términos de la bibliografía o, para decirlo de manera más simple,

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en el marco del conocimiento acumulado, no tengan necesariamente un significado real para el momento en que construimos el conocimiento.” 4

Cuando llevé a cabo la revisión de las obras que tratan sobre el problema de la élite me

encontré con que se suele encasillar bajo el mismo rótulo a distintas posiciones ideológicas,

teóricas y epistemológicas. Al consultar enciclopedias especializadas me topé con el

término “teoría de las élites”, una vez que las revisé me di cuenta que el singular −teoría−

se debe a que se incluye como una misma producción intelectual lo elaborado por Gaetano

Mosca, por Robert Michels, por Vilfredo Pareto y, finalmente, por Charles Wright Mills.

Se les toma como una misma “escuela” porque los cuatro trataron sobre la(s) élite(s), y

aunque se detallan algunas diferencias entre ellos no se deja en claro si sus posturas son

compatibles o contrarias. La revisión que se suele hacer de estos cuatro autores se basa

únicamente en los resultados teóricos que cada uno elaboró, no se toma en cuenta la

ideología que cada autor defendía, el “contorno” epistémico que desarrolló, su visión

científica y su postura sobre el papel del intelectual y del científico social.

Por estas razones decidí que la presente investigación se centrara en un paso fundamental

para el trabajo sociológico planteado en un principio: la revisión científica de los teóricos

de la élite. Para ello he seleccionado a cuatro autores, Gaetano Mosca, Robert Michels,

Vilfredo Pareto y C. Wright Mills por ser considerados los autores “clásicos”, aquellos que

más han estudiado el problema de la (o las) élite(s) con mayor amplitud, planteando

categorías de análisis y conceptos a partir de los cuales otros autores han desarrollado sus

trabajos. Además, la importancia que los cuatro autores tienen en la formación de distintas

tradiciones de pensamiento y corrientes ideológicas y políticas, no puede desestimarse. La

influencia de G. Mosca y de R. Michel en la ciencia política, la de V. Pareto en la economía

y la sociología, y la de C. W. Mills en la sociología crítica clásica, es un aspecto relevante

que tomé en cuenta al momento de seleccionarlos, y que debe tenerse presente a lo largo de

este trabajo5.

4 Zemelman Merino, Hugo. “Pensar teórico y pensar epistémico. Los desafíos de la historicidad en el

conocimiento social”. En América Latina: los desafíos del pensamiento crítico coordinado por Irene Sánchez Ramos y Raquel Sosa Elízaga, 21-33. México: Siglo XXI Editores, 2004. p. 21. 5 Un punto importante a considerar es que de los cuatro autores seleccionados, de ninguno se encuentra su

bibliografía completa traducida al español. Las obras más incompletas son la de Vilfredo Pareto y Gaetano

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La revisión de las teorías de las élites se llevará a cabo en cuatro aspectos: la ideología que

motiva al científico, la visión que se tiene sobre lo que es la ciencia, la postura que se toma

en cuanto al papel, ya sea del intelectual o del científico social −según sea el caso−, y,

finalmente, la producción teórica. El último elemento, la producción teórica, no será

detallado exhaustivamente, pues la intención no es resumir las obras de estos teóricos; lo

que se desea aquí es entender y dar a entender la producción intelectual de los cuatro

autores, no sólo sus resultados teóricos.

Algunas cuestiones que surgen al comenzar la revisión de estos cuatro autores son:

¿Existen diferencias profundas entre los autores, más allá de sus conclusiones teóricas? ¿En

qué radican esas diferencias? ¿Son producto solamente de la diferente labor científica, o

influye también el contexto histórico en que cada autor se desarrolló? ¿Si se trata de

diferencias científicas, cuáles son estas? ¿Si influye el contexto, cómo es que influyó en

cada autor? A partir de si sus diferencias son más profundas o no ¿se pueden “encasillar” a

los cuatro autores bajo el mismo rótulo, o debemos separar por completo a cada uno

respecto de los otro? ¿O quizás existan diferencias entre unos y similitudes entre otros que

nos permitan agruparlos en dos, o quizás en tres escuelas de pensamiento?

Es importante tomar en cuenta que esta investigación no es un simple ejercicio teorético, es

decir, una interpretación y contraposición de autores con el único motivo de que alguno

salga victorioso gracias a su coherencia lógica, de lo que se trata es de distinguir posturas

científicas e intelectuales antagónicas que tienen tras de sí un proyecto de sociedad elitista y

desigual, por un lado, y democrático e igualitario por el otro. Pero, como se verá a lo largo

de la investigación, algunas de estas teorías-proyectos sociales ya se han materializado, en

efecto, desde principios del siglo XX pusieron las bases “científicas” para la estructuración

social de corte neoliberal −mejor dicho, de un liberalismo conservador−, de una sociedad

altamente desigual, donde el autoritarismo no limita el crecimiento económico sino que lo

impulsa, donde la política se ha reducido a administración, donde la democracia es

únicamente la elección de diversos miembros de la “clase política”, donde la “sociedad

Mosca, cuyos escritos permanecen en su mayoría en su idioma original, o publicadas en francés y en inglés; de Robert Michels existe una publicación más completa de sus libros al español, sin embargo existen artículos que se pueden consultar sólo en el idioma original; y de Charles Wright Mills se cuenta con la traducción más completa, quedando sólo algunas de sus obras en su idioma original −el inglés.

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civil” se ha deformado −desde las altas cúpulas− en una “masa” incapaz de tomar

decisiones, donde los principales centros de decisión −gobierno y empresas

(Corporaciones) privadas− no le rinden cuentas a nadie, mientras controlan la vida social de

casi todos. Esta realización de las ideas elitistas demanda la comprensión de sus

fundamentos ideológicos y de su “comprobación científica” −mejor dicho de su

ocultamiento discursivo−; sobre todo implica entender las ideas que han dominado, no

necesariamente en el ámbito científico, sino más bien en el ámbito político y económico,

donde dichas ideas elitistas se han formado conjuntamente con las actitudes que

promueven, moldeando la mentalidad de quienes deciden.

Otro punto a tomar en cuenta en mi trabajo es que el problema de la élite ha sido tratado

con cierta relevancia en las investigaciones realizadas en Licenciatura, Maestría y

Doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; pero por la

importancia que tiene el estudiar a las esferas altas de la sociedad podemos decir que aún

falta profundizar en el tema. Estos trabajos entorno a la élite, o las élites, muestran una

preocupación amplia del problema, pues no se han realizado desde una sola ciencia social,

sino que han sido hechas por comunicólogos, politólogos y sociólogos por igual. La

presente investigación pretende sumar a lo ya realizado y aumentar el conocimiento sobre

el problema de la élite, abordando la parte teórica que ha sido poco tratada en estas

investigaciones −de las tesis realizadas solamente dos tratan sobre teorías de la élite6.

6 Los trabajos a los que me refiero son: Zamitiz Gamboa, Héctor. “El realismo político en el siglo XX: la

doctrina de Vilfredo Pareto”. Tesis de Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales. México: UNAM/Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2007. Y Navarrete Rocha, Marina. “Élites y masas en el pensamiento político de José Ortega y Gasset”. Tesis de Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública. México: UNAM/Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1996. Las demás tesis sobre la élite son estudios de caso, estudios sobre el desarrollo de la élite en periodos largos de tiempo, o estudios sobre comportamientos específicos de élites particulares, como las de algunos sindicatos o las de un Estado de la República Mexicana.

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II. Consideraciones previas. Los elementos de la Ciencia Social y su producción

intelectual.

El trabajo científico no se reduce a la obtención de datos y su estructuración en sistemas

lógicos de conceptos. El trabajo intelectual que se realiza comienza antes de iniciar

propiamente el estudio de un problema o tema. La elección de un problema sobre otros, la

postura que se toma ante el objeto de estudio, la formulación de hipótesis provisionales

obtenidas a partir de la observación “no rigurosa” y de los razonamientos iniciales, son

parte esencial de la labor científica. Considero importante hacer algunas precisiones con

respecto al papel de los valores en la ciencia, lo que constituye la ciencia como una

actividad social de importancia y algunos elementos propios de las investigaciones, antes

de desarrollar el análisis de las teorías de la élite.

II.1. La ideología como motivación.

Para no caer en aceptaciones ciegas o rechazos tajantes sobre una teoría o conjuntos de

teorías que “supuestamente” se integran dentro una misma corriente −es decir, mismas

motivaciones, conceptos, categorías, conclusiones y propuestas− debemos conocer y

entender que la ciencia, si bien es una de las actividades más especializadas de la sociedad,

con mayor rigurosidad y sistematización, es al final de cuentas una acción humana,

realizada por grupos sociales que impregnan la labor científica con sus propias cargas

sociales.

En el desarrollo de la vida cotidiana los grupos sociales tienden a explicar el entorno que

los rodea (físico/natural y social), una característica común a todos los seres humanos por

dos factores: a) por la estructura mental-cerebral que compartimos todos como especie y b)

por el desarrollo social inherente a todos, es decir, todos nos desenvolvemos dentro de

campos y grupos sociales, desde nuestro nacimiento pertenecemos a una familia, a una

clase social, a un estrato económico, a un cierto tipo de sociedad, a un país, compartimos

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una lengua distinta a otros, etc. Esta tendencia a explicar el mundo que nos rodea no es un

razonamiento como tal, es sobre todo un “instinto humano”, una motivación que, entonces

sí, nos lleva a formular razonamientos, interrogantes y explicaciones. Cuando nos

cuestionamos sobre cierto aspecto de la realidad, solemos llevar a cabo un trabajo

imaginativo para el cual no necesitamos datos o pruebas empíricas, con nuestro propio

razonamiento podemos crear las más complejas explicaciones del mundo −piénsese por

ejemplo en los mitos y leyendas de las civilizaciones antiguas, o en las religiones

americanas, asiáticas y europeas7.

El instinto de querer explicar el mundo produce explicaciones de cómo es el mundo,

producto de nuestra continua intergenesis8 social, y de una noción de cómo debería ser el

mundo que nos rodea. Estás dos características −las suposiciones y el “deber ser” − están

presentes también en las personas que llevan a cabo los razonamientos científicos −las

primeras son el equivalente científico de las hipótesis−, aunque muchas veces se quiera

negar la presencia del “deber ser”. Este “deber ser” que se suele negar −o desconocer− es

una idea que consiste en expectativas, en lo posible y lo deseable, en aquello que

consideramos como estado óptimo de las cosas, se trata entonces de postulaciones

ideológicas9. “Postulaciones que no son verdades en sí mismas sino intenciones, búsquedas,

pero que se pueden transformar o pueden dar origen a búsquedas de verdades a través del

conocimiento científico.”10

7 Claude Lévi-Strauss demuestra cómo desde los inicios de las sociedades el ser humano ha tenido el

“instinto”, o mejor dicho, la propensión a explicar su mundo. En un principio lo hizo mediante los mitos, después por medio de las religiones y la filosofía, posteriormente se fueron refinando las explicaciones y fueron perdiendo su carácter divino, para dar paso a las explicaciones científicas; en el fondo los mitos y los discursos políticos no difieren, ambos intentan dar una explicación de una parte de la realidad mientras ocultan o no toman en cuenta otras partes de la misma. Para una explicación sobre este punto y el pensamiento de Lévi-Strauss véase Zavala, Iván. Lévi-Strauss. México: Editorial Edicol, 1977. 8 Intergenesis significa: que los seres humanos se generan mutuamente, recíprocamente e incesantemente.

Para una explicación más amplia véase Bagú, Sergio. Tiempo, realidad social y conocimiento. México: Siglo XXI Editores, 1970. pp. 7-12. 9 Hay que hacer la precisión de que esta ideología no es igual a las ideologías como doctrina política, porque

si bien ambas constituyen visiones de lo deseable en el mundo, también se diferencian en su amplitud, la rigurosidad o falta de ella al ser planteadas y los recursos a su disposición para ser llevadas a cabo. 10

Ruíz Contardo, Eduardo. “La desconocida y manipulada relación entre ciencia social e ideología”. En América Latina: los desafíos del pensamiento crítico. Op. cit., p. 51.

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Es la ideología uno de los aspectos previos a la realización de la actividad científica, ella

nos lleva a estudiar ciertas cosas y otras no, a notar ciertos problemas sociales y otros no;

nuestro cultivo en distintos ámbitos sociales (diferentes y similares con respecto a otras

personas) nos crea propensiones en nuestro modos de actuar, de hablar y de pensar, que

efectuamos en todas nuestras actividades. Aunque existe una fuerte tendencia a ocultar la

presencia de valores y posturas ideológicas, es cierto que la idea de que podemos

transformar la realidad que nos rodea para hacerla compatible con nuestra ideología está

más presente en los científicos sociales que en aquellos que pertenecen a las ciencias

naturales −debido a la propia esencia de la realidad que cada uno estudia−:

“Habría que preguntarse cómo es posible que el científico social, se comporte o pueda comportarse de manera diferente del botánico. El problema es bastante complejo: el criterio con el cual el científico social y el de la naturaleza afrontan el objeto de su investigación está influido por el hecho de que el primero considera que puede intervenir directamente en el cambio de la sociedad, mientras que el segundo no estima poder hacerlo en el cambio de la naturaleza. […] mientras una teoría sobre algún aspecto de la naturaleza es una teoría y basta, alguna que se refiere a cierto aspecto de la realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que debería inducir en quienes la escuchen [o lean] la preferencia de un estado de cosas en lugar de otro.”11

El científico −en este caso el científico social−, con base en su ideología, selecciona ciertas

problemáticas, elige categorías que planteen interrogantes del posible estado de esos

problemas, selecciona y construye conceptos, construye teorías que integren esos conceptos

en un sistema relacional y, finalmente, construye conocimiento sobre la sociedad. Y aunque

este procedimiento parezca sencillo, lineal y progresivo, no lo es. Suele suceder que la

ideología deforme la labor científica, que se oculte información, que no se incluyan

variables, que se haga un estudio sesgado, todo debido a que el supuesto “científico” en

realidad no es tal. Se desvirtúa entonces la actividad científica que estudia los asuntos

humanos. Si bien nuestra noción de cómo debería ser el estado optimo de las cosas es lo

que nos lleva a realizar razonamientos científicos, una vez que se inicia la actividad

11

Bobbio, Norberto. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. México: Fondo de Cultura Económica, 2001. p. 10. Subrayado propio.

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científica, nuestros valores y expectativas no deben interferir en ella. Un análisis bien

realizado de las principales teorías sociológicas demuestra las preocupaciones y

expectativas que motivaron a los teóricos más destacados de la sociología a realizar su obra

intelectual12.

La relación entre ideología y ciencia no es un descubrimiento reciente, ha estado presente

desde el nacimiento de la ciencia social en el siglo XVIII; pero con el paso del tiempo, la

formalización de la actividad intelectual y su consecuente servilismo hacia quienes

dominan el campo económico y el político −y también hacia las autoridades del campo

académico− ha provocado el ocultamiento (y hasta la ignorancia) de dicha relación.

Entonces, si solemos tener una idea errónea de lo que es la ciencia social, necesitamos

preguntarnos ¿qué es la ciencia social?

II.2. La ciencia social, una actividad humana. Y la sociología una ciencia difícil.

La ciencia social se construyó −como modo de explicar el mundo− distinguiéndose de sus

primeros predecesores en las sociedades antiguas (mitos, leyendas) y, sobre todo, de su

predecesor más cercano: la religión cristiana que dominó la Edad Media. Su impulso de

diferenciarse con respecto a la religión medieval en la que las explicaciones eran derivadas

“ciegamente” de la palabra sagrada, llevó a los precursores de la ciencia social a basar sus

explicaciones en demostraciones reales, sin alteraciones de tipo religioso o metafísico. Sin

embargo, dichos precursores conocían bien, quizá mejor que muchos de los “científicos”

actuales, que los seres sociales −incluidos ellos mismos− tienen impulsos distintos a los

racionales, que los motivan y permean toda su vida en comunidad.

Los precursores, modernos, a los que nos referimos son los llamados philosophes, que

impulsaron tanto el surgimiento del nuevo orden político-social (algunos con conocimiento

del entonces potencial peligro que representaba el naciente capitalismo y el Estado

capitalista para la mayoría de la sociedad −y, al mismo tiempo, dejándolo de lado o no

12

Para una ampliación de la relación ideología-ciencia y los casos de M. Weber, E. Durkheim, T. Parsons y K. Marx véase Ruíz Contardo, Eduardo. Op. cit., y Bagú, Sergio. Op. cit.

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atendiéndolo lo suficiente−, otros desconociéndolo, otros previniéndonos sobre él y

atacándolo), como el desarrollo de la ciencia social durante la Ilustración del siglo XVIII;

pero además dieron nacimiento al intelectual como científico comprometido con los

“grandes problemas sociales”. Estos primeros pensadores:

“…A diferencia de sus contemplativos antepasados, comprendieron que la teoría se convierte en factor genuino sólo si empuja a las masas a la acción. […] Los philosophes diferían profundamente, tanto en temperamento, como en metas, de los literatos de la corte, los cortesanos de la tradición gentil. Diferían justa y marcadamente de los pedantes que estaban tan sumidos en el pasado por el propio bien del mismo, que no pudieron entender el presente como tampoco pudieron moldear un futuro brillante. [Los philosophes] tienen que ser distinguidos de los metafísicos de la universidad, de los que ocupaban puestos oficiales por consentir el escolasticismo. Los líderes filosóficos [y políticos] de la Ilustración eran los precursores de los modernos intelectuales revolucionarios. […] Los philosophes enseñaron a la clase media el valor de la ciencia y la virtud de la libertad […] La Ilustración en Francia se convirtió en sí misma en un movimiento entre intelectuales para asegurarse como fuerza política, introduciendo la significación de la ideología como factor decisivo en la evolución humana.”13

La ciencia social nació, entonces, tanto como modo explicativo con bases reales y

materiales del mundo que nos rodea, como recurso para la transformación del mismo;

porque si reducimos la ciencia a un modo de explicación, en lo único en que diferiría con

respecto a las explicaciones religiosas medievales sería en su complejidad −aspecto no

menor, pero tampoco suficiente para distinguirlas. Así las explicaciones religiosas-

medievales −simples y dogmáticas− y las científicas −complejas y seglares− no se

diferenciarían en función de una única relación social: la explicación del mundo. Pero la

ciencia al servir como medio para transformar el mundo se constituye como una nueva

actividad social, cumpliendo con la necesidad de explicar el mundo y sirviendo para

transformarlo. Así, el intelectual −desde su nacimiento− conjugó ambos aspectos: la

observación-teorización y la transformación-acción política.

13

Horowitz, Irving Louis. Fundamentos de sociología política. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. pp. 41, 47 y 51. Subrayado propio.

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La naciente burguesía de entonces entendió bien el papel transformador de la ciencia social

y lo uso exclusivamente para sus fines. Los philosophes estaban divididos en su

pensamiento, no todos planteaban lo mismo, sin embargo se unieron para el derrocamiento

del viejo régimen; a pesar de ello, fueron separados cuando el nuevo orden económico,

social y político se estableció, y utilizó y exaltó más a unos que a otros:

“Las divergencias entre los philosophes constituían uno de los aspectos de la contrastante trama social, que mezclaba el derrocamiento del ancién régime y el establecimiento del capitalismo. Estas clases evidenciaban marcadas diferencias ideológicas como resultado de diferentes grados de madurez social y relaciones con fuerzas productivas existentes. [Esta] contradicción entre los dos sectores básicos de la escuela enciclopédica, hacía patente que los que se dedicaban a la liberación de la humanidad, no obstante que ofrecían una doctrina más democrática y consistente, se hacían la ilusión de que el resultado de sus luchas terminaría de una vez por todas los conflictos entre los hombres. Aquellos que estaban dedicados a la liberación del capital, no obstante que presentaban una perspectiva limitada en sus implicaciones democráticas, no se afectaban por las vanas esperanzas del utopismo.”14

La ciencia social, incluso entre sus fundadores, no surgió como una actividad homogénea,

lineal y pacífica. La ciencia al nacer interrelacionada con el sistema capitalista ha prestado

sus servicios a los fines de los grupos que concentran recursos, decisiones, poder, accesos y

relaciones. Pero también se ha desarrollado como una crítica seria al orden sumamente

desigual. La ciencia social no debe entenderse, pues, como una actividad con vida propia,

como si todo lo que tuviera el rótulo de “científico” tuviera la misma seriedad,

compromisos, impulsos y finalidades. La ciencia social no es monolítica, es diferenciada

dependiendo del grupo social que la desarrolle y los fines para los que se emplee.

No está de más precisar que la Sociología, al ser una ciencia social −con todo el peso que

ello implica− no está exenta de las dificultades propias del quehacer intelectual; más aún, la

sociología implica toda una serie de obstáculos mayores a los de otras ciencias sociales:

“La sociología es en plenitud una ciencia, pero una ciencia difícil. […] Hay para ello una buena razón: produce miedo porque levanta el velo de cosas ocultas, incluso reprimidas. […] Una de las dificultades mayores reside en el hecho de que sus objetos son espacios de

14

Ibid., p. 55. Subrayado propio.

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lucha: cosas que se esconden, que se censuran, por las cuales se está dispuesto a morir. […] La dificultad particular que enfrenta la sociología se debe muy a menudo a que las personas tienen miedo de lo que van a encontrar. La sociología confronta sin cesar a aquel que la practica a realidades rudas; ella desencanta. […] Desde ese punto de vista, ella se sitúa en el polo opuesto de las ciencias llamadas “puras”, que son sin duda por una parte, refugios en los cuales tienden a aislarse para olvidar el mundo, universos depurados de todo lo que causa problema, como la sexualidad y la política. Es el por qué los espíritus formales o formalistas hacen generalmente una sociología lastimosa. […] Es entonces capital que el sociólogo tome conciencia de su propia posición. Las posibilidades de contribuir a producir la verdad, parece depender de dos factores principales: el interés que se tiene en saber la verdad y en hacer saber la verdad (o, inversamente, a esconderla o a escondérsela) y la capacidad que se tiene de producirla. […] Y si la sociología no avanza más rápidamente, como la ciencia en general, es tal vez, en parte, porque esos dos factores tienden a variar en sentido inverso. [La sociología] choca con intereses sociales: los intereses de los dominantes que tienen una opción por el silencio y por el “buen sentido”, los intereses de los portavoces […] que necesitan ideas simples, simplistas.”15

Saber las dificultades que tiene la Sociología para revelar la verdad de la realidad social

(dominación, exclusión, limitación de la vida, violencia, servilismo, fracaso, etc.) y el modo

en que esas dificultades pueden ser superadas o no, deben tenerse presentes en todo

momento al comprobar qué teorías son realmente teorías científicas, es decir, sistemas de

conceptos relacionados entre sí que revelan relaciones sociales reales, y no construcciones

abstractas sin referencia en la realidad, producto, no de un trabajo sistemático-científico,

sino de una labor a-científica, más ideológica −que suele negarse como ideológica y, al

mismo tiempo, estigmatizar a los trabajos científicos de ideológicos.

II.3. Distinción entre palabra, categoría y concepto.

La aclaración de diversos niveles de abstracción y rigurosidad científica en la elaboración

de síntesis de la realidad es necesaria para poder diferenciar un trabajo serio y sistemático,

es decir, científico, de aquellos que son meros reflejos del sentido común en la observación

de algún hecho social en particular. Esta distinción se hace necesaria para poder determinar

15

La Recherche. “La sociología, ¿es una ciencia? Entrevista con Pierre Bourdieu”. En Memoria 158 (abril, 2002): 28-30.

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la cientificidad de un trabajo teórico, la seriedad con que se realiza y además, y lo más

importante, para conocer en qué grado una teoría tiene correspondencia con la realidad

social, a diferencia de aquellos que se realizan sobre hechos sociales, que hablan sobre ellos

y que de ellos sacan conclusiones recurriendo sólo a la validez de su lógica interna y su

correspondencia con la bibliografía empleada. Además de esto, es necesario entender los

diferentes niveles de construcción de conocimiento para localizar los puntos de encuentro o

antagonismo entre diversas producciones intelectuales: no resulta lo mismo que dos

producciones se “crucen” en una misma categoría pero que se contrapongan en su ideología

y los conceptos que elaboran, o que dos producciones se diferencien en los conceptos y

teorías pero que partan de la misma ideología y categorías.

Una palabra no implica una construcción intelectual sistematizada, es simplemente una

representación sonora y gráfica −ya sea que se trate de la acción de hablar o de escribir− de

una idea. En cambio la categoría y el concepto son niveles más rigurosos para expresar no

sólo una idea sino para sintetizar una multiplicidad de relaciones −sociales, en el caso de la

sociología− que se dan en la realidad. Para entender que es una categoría y que es un

concepto debemos conocer en qué nivel de la labor científica se inscriben. Las categorías

son propias del pensamiento epistémico, en tanto que los conceptos lo son del pensamiento

teórico. El pensamiento epistémico consiste en:

“…un pensamiento que no tiene contenido. […] La centralidad del pensamiento epistémico es la pregunta, no es el predicado, no es la atribución de propiedades. Esto, dicho así, aparece como de sentido común, pero el problema está en darle a la pregunta un estatus no simplemente de mera conjetura, más bien, de algo más amplio que eso. […] El pensamiento epistémico es preteórico, funciona sin un corpus teórico y, por lo mismo, sin conceptos con contenidos definidos, con funciones claras de carácter gnoseológico o cognitivo, o para decirlo de otra manera, con funciones de determinación o de explicación. Por el contrario, los instrumentos del pensamiento epistémico, son categorías que me permiten plantear lo que, de manera abstracta, hemos llamado colocarse ante la realidad… [Lo que significa] plantear los problemas susceptibles de teorizarse.”16

16

Zemelman Merino, Hugo. Op. cit., pp. 23 y 26.

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Dentro de esta forma de cuestionar la realidad de manera seria y rigurosa, sin quedarse en

las simples “conjeturas”, las categorías son instrumentos que nos ayudan a articular

problemas sobre la realidad social sin establecer propiedades antes de investigarlas, o a

nombrarlas sin antes saber si son y lo que son. Las categorías “…no tienen un contenido

único sino muchos contenidos. En este sentido, las categorías son posibilidades de

contenido, no contenidos demarcados, identificables con una significación clara, unívoca,

semánticamente hablando.”17

La labor científica empieza pues, planteándose problemas, cuestionamientos sobre la

realidad social que se observa. En este momento de la investigación no se conoce bien lo

que se está por estudiar, no se sabe si la realidad que nos interesa tiene las características (1,

2 y 3), es por eso que las categorías no tienen contenido definido, pero sí tienen

“posibilidades de contenido”, que nos permiten problematizar la realidad asumiendo,

temporalmente, las posibilidades que se pueden presentar una vez realizada la

investigación. Las categorías, entonces, incluyen las posibilidades de que la realidad, que

nos interesa, tenga las características (X1, X2, X3, X4,…Xi).

Ahora bien, la relación que se presenta entre pensamiento epistémico y categorías es la

misma que se da entre pensamiento teórico y conceptos; si los primeros son posibilidades,

los segundos son predicados. El pensamiento teórico es “…siempre un pensamiento que

tiene contenidos, por lo tanto el discurso de ese pensamiento es siempre un discurso

predicativo, vale decir, un discurso atributivo de propiedad, un pensamiento teórico es un

pensamiento que hace afirmaciones sobre la realidad […] y que ya tiene un contenido

organizado.”18

Los instrumentos por los que el pensamiento teórico hace afirmaciones y atribuye

propiedades a la realidad social son los conceptos. Los conceptos son unívocos, tienen un

solo significado, no son vacíos, sino que dicen cosas sobre la realidad, a diferencia de las

categorías que incluyen las diversas posibilidades de ser de la realidad, los conceptos dicen

lo que es.

17

Ibid., p. 25. Subrayado propio. 18

Ibid., p. 23. Subrayado propio.

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20

Hace falta añadir que el uso de ciertas categorías por diversos autores no los lleva

necesariamente a la elaboración de los mismos conceptos, pues la elaboración de teorías,

aún cuando dos autores partan de la misma categoría, está permeada −como ya vimos− por

sus motivaciones ideológicas y valorativas, dando como resultado teorías y conceptos

distintos entre uno y otro. Esta distinción entre palabra, categoría y concepto ayuda a

identificar los problemas que se presentan cuando se hace uso indiscriminado de teorías y

conceptos, sin previamente corroborar su validez, su derivación con respecto de ciertas

categorías o sus motivaciones.

Una vez que se entienden las diferencias arriba desarrolladas, se puede avanzar en lo que

atañe a esta investigación.

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21

III. Las Teorías de la Élite. Consideraciones.

En la bibliografía que se puede encontrar bajo el rótulo Élite, suele considerarse toda

indiscriminadamente como “Teoría de la Élite”. Unas veces se rechaza toda producción

intelectual que contenga la palabra o concepto élite, debido a los autores elitistas que ven

con buenos ojos y como si fuera algo inevitable (natural o divino) la existencia de grupos

que concentran recursos (sociales, materiales, intelectuales) y que “deciden de forma

cerrada”; sin precisar −quizá también sin entender− que existen diferencias en los autores

más destacados que han estudiado la élite, y que tal vez los autores no elitistas y críticos del

elitismo −pero que desarrollan el concepto de élite− se encuentran más cerca de lo que

creen de las posturas de los mismos que los rechazan a raja tabla. Otras veces se acepta

como válida sólo una parte de las teorías de la élite, discriminando a los teóricos de la élite

críticos del elitismo, pues contradicen el darwinismo social que se defiende por los teóricos

elitistas.

Hay que diferenciar, entonces, que no existe la Teoría de la Élite, lo que existen son

diversas teorías, con diferentes enfoques e ideologías; unas que han usado la palabra élite

indistintamente −sin condicionamiento histórico− y otras que han construido un concepto

de élite condicionado histórica y socialmente. Para poder distinguir, clasificar y, sobre todo,

conocer que teoría de la élite ayuda verdaderamente a conocer la estructuración

jerarquizada/desigual de la sociedad actual, hay que analizar los valores de los que parten

las teorías (su ideología), su punto de partida categórico (epistemología), su uso o

construcción conceptual (o falta de él), la teoría en conjunto −como sistema relacional de

conceptos−, y las conclusiones a las que se llegan.

III.1. Las categorías de las Teorías de la Élite.

Cómo ya vimos una misma categoría puede ser desarrollada conceptualmente de diferentes

maneras por varios autores. En el caso de las teorías de la élite sucede precisamente esto,

dando lugar a teorías con direcciones contrarias −desigualdad no deseable, arbitrariamente

construida vs. desigualdad natural, inevitable y óptima, es decir, deseable. Las teorías que

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estamos diferenciando parten de varias categorías sobre la sociedad que cuestionan: ¿Cómo

se organiza la sociedad? ¿Quiénes deciden aquello que tiene que ver con los asuntos de

consecuencias públicas? ¿Cómo se decide? ¿Qué efectos tiene la organización social sobre

las personas, es decir, como es la “cultura humana” en dado tipo de sociedad?

Dichas categorías comienzan con la pregunta ¿cómo se organiza la sociedad?, tomando en

cuenta las posibilidades de una organización igualitaria y horizontal, y una desigual y

vertical −con las gradaciones posibles entre ambos extremos. En la interrogante ¿quién

decide? también se incluyen las dicotomías: gobernantes-gobernados, dominantes-

dominados, explotadores-explotados, representantes-representados, es decir, los que

mandan y los que obedecen (en grados diferentes de proporción); se cuestiona sobre cómo

son, como grupo social, los que mandan, y como son los que obedecen −tanto en cantidad

como en cualidades−, cómo es su “personalidad”, cuál es su condición humana. Dentro de

estas categorías se incluyen además las posibles formas en que se construye, en que se

legitima o no, y la manera en que se reproduce dicha organización: por consenso, por

imposición, por delegación de poder, por representatividad, por compulsión (obligación

estructural), por violencia, por convencimiento, por engaño, por debate público e

informado, o por decisiones unilaterales y centralizadas.

Las categorías que están detrás de la producción sobre la élite no son exclusivas de ella, son

categorías que han motivado estudios de la más variada rigurosidad y los más variados

enfoques y conclusiones a lo largo de la historia en diversas disciplinas del pensamiento y

diferentes ciencias sociales19.

Un punto del que parten las teorías de la élite es la diferenciación que hacen entre clase

dirigente y clase gobernante. La existencia de un aparato formal y legal mediante el cual se

ejecutan decisiones, no implica necesariamente que sea en él donde se tomen dichas

decisiones. Para los teóricos de la élite la actividad política de quienes mandan en la

sociedad no se limita a la esfera formal-jurídica:

19

Para un análisis de las principales corrientes de ciencia política que han desarrollado estas categoría, desde Aristóteles hasta K. Marx, ver Bobbio, Norberto. Op. cit.

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23

“La relación del poder con el gobierno, parte de la escuela franco-italiana de sociología política. La escuela maquiavélica no estaba interesada en quién gobernaba, sino en quién dirigía, de manera que, para ellos, la idea de la clase gobernante no era lo mismo que la noción de clase dirigente. De acuerdo con su teoría, la clase dirigente designa a un grupo [al] que controla, que se encarga del aparato formal jurídico del gobierno, de manera que la cuestión de ¿quién gobierna? ni siquiera llega a coincidir con la cuestión de ¿quién dirige?”.20

En lo que respecta a las teorías de la élite todos han partido de estas mismas categorías,

pero direccionados de diferente forma por su ideología y su postura epistémica han

desarrollado distintos niveles conceptuales sobre la élite y han construido teorías

contrapuestas. Pero al mismo tiempo comparten una premisa: la sociedad está compuesta

de manera desigual, unos tienen más que otros de aquello que se considera valioso (dinero,

posesiones, poder, influencias, conocimiento, información, capital, etc.). Serán sus posturas

las que los lleven a considerar como deseable o como indeseable esta desigualdad. La

correcta o incorrecta aplicación de la ciencia al estado desigual de la sociedad, los llevará a

concebirlo como algo natural −algo “dado”− e inevitable, por un lado, o como una

arbitraria construcción social y, por lo tanto, como algo que puede ser desarticulado.

III.2. La noción científica positivista.

Es necesario hacer algunas aclaraciones con respecto de la “visión científica” de tres

principales autores de la corriente elitista: Gaetano Mosca, Robert Michels y Vilfredo

Pareto; porque sus teorías sobre la élite no se pueden comprender si no conocemos la

noción de ciencia social desde la que parten.

Tanto Pareto y Mosca, y en menor medida Michels, comparten el sentido positivista que

permeaba fuertemente una parte de las nacientes ciencias sociales desde mediados del siglo

XIX, sentido que se difundió con gran auge por la obra de Augusto Comte (1798-1857)

Curso de Filosofía Positiva (que constaba de 6 volúmenes, publicados entre 1830 y 1842).

La corriente positivista en las ciencias sociales fue un intento por dotar a estas de la

20

Horowitz, Irving Louis. Fundamentos… Op. cit., p. 531.

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24

seriedad y exactitud que poseían las ciencias naturales −las llamadas ciencias “puras”−, y

elevar a las primeras al mismo nivel de prestigio y eficacia explicativa que poseían las

segundas. Cuando se hace referencia a la corriente positivista como un “intento” se hace

precisamente porque consistió en los primeros esfuerzos por demostrar que las ciencias que

tratan los fenómenos humanos también pueden dar explicaciones verdaderas que ya no

dependen de las interpretaciones o las intenciones de las personas, sino que estén basadas

en hechos reales, comprobables y comprobados científicamente. Pero aún con estas

intenciones de cientificidad, la corriente positivista tiene ciertas fallas que la llevan a

deformar la labor científica, lo que termina por dar explicaciones de la sociedad como si se

tratara de teologías ateas, es decir, ahora la divinidad es reemplazada por fuerzas

−incontrolables e inevitables− terrenales-humanas, a las que llamarán “leyes sociales”.

Algo muy notorio en esta corriente es que se suele caer en contradicciones de tal magnitud

que toda la construcción teórica-analítica parece desplomarse por su propio peso. Veamos

en que radica esta noción positivista, para entender sus errores y contradicciones, revisando

a dos autores fundadores del positivismo: Augusto Comte y Hebert Spencer (1820-1903).

Uno de los puntos principales del positivismo en las Ciencias sociales es que se desea

aplicar el método científico de las ciencias puras a la investigación de los hechos sociales

−humanos−, método que consiste en:

“…1°, observación propiamente dicha, o sea, examen directo del fenómeno tal como se presenta naturalmente; 2°, experimentación, o sea, contemplación del fenómeno más o menos modificado por circunstancias artificiales que intercalamos expresamente buscando una exploración más perfecta; y 3°, comparación, o sea, la consideración gradual de una serie de casos análogos en que el fenómeno se vaya simplificando cada vez más.”21

La intención de “elaborar la ciencia social a la manera de las ciencias positivas” y aplicar su

método (observación-experimentación-comparación) es un intento de separar a la ciencia

de la metafísica22, de avanzar y dejar atrás a la metafísica como modelo de conocer y

21

Comte, A. “Curso de filosofía positiva”. En Augusto Comte. La filosofía positiva, editado por Francisco Larroyo, 32-74. México: Editorial Porrúa, 2006. p. 47. Subrayado propio. 22

De acuerdo con Comte, la metafísica no tiene otro propósito que servir de transición entre el estado teológico y el estado positivo-científico, según su conocida Ley de los Tres Estados.

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25

explicar la realidad, ahora social. Pero la solución a la falta de cientificidad, aplicar el

método de las ciencias puras, se contrapone con la propia concepción positivista de la

realidad social, a la que considera de forma “contraria” a la natural:

“…la filosofía positiva se halla naturalmente dividida en cinco ciencias fundamentales […] a saber, astronomía, física, química, fisiología y física social. La primera considera los fenómenos más generales, simples, abstractos y alejados de la humanidad; estos influyen sobre todos los demás sin ser influidos por ellos. Los fenómenos considerados por la última [la física social, o sociología] son, al contrario, los más particulares, complicados, concretos y directamente interesantes para el hombre, dependen en más o menos de todos los [fenómenos] precedentes, sin ejercer sobre ellos influencia alguna. Entre estos dos extremos, los grados de especialidad, complicación y personalidad de los fenómenos van en aumento gradual y en dependencia sucesiva.”23

Entonces, uno se pregunta, si los fenómenos sociales, objeto de la física social, tienen una

composición “contraria” a los naturales ¿por qué aplicar el mismo método a cosas de

esencia diferentes? Probablemente la intensión de dar exactitud a las ciencias sociales

−especialmente a la sociología, nombrada inicialmente física social− se sobrepuso y nubló

el propio entendimiento de los fenómenos sociales, de su especificidad y composición,

debido a la formación inicial de Comte en las matemáticas.

Otro de los ejes del pensamiento positivista es la finalidad del trabajo científico. Para

Comte, como para sus seguidores positivistas, si bien los fenómenos sociales son de

composición “contraria” a los naturales, debe tratárselos de la misma manera −con el

mismo método− para descubrir la esencia que ambos comparten: su desenvolvimiento de

acuerdo con leyes. “[La] física social [es] la ciencia que tiene por objeto propio el estudio

de los fenómenos sociales, considerados con el mismo espíritu que los fenómenos

astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos, es decir como sujetos a leyes naturales

invariables, cuyo descubrimiento es el objetivo especial de sus investigaciones.”24

23

Comte, A. Op. cit., p. 51. Subrayado propio. 24

Idem. “Considérations philosophiques sur les sciences et les savants (1825)”. En Auguste Comte (1819-1828). Opuscules de philosophie sociale. Extraits. p. 27. Subrayado y traducción propios.

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26

Para apuntalar esta finalidad científica, Comte resalta que la ciencia no tiene ningún otro

propósito, ni debe tenerlo. “…El carácter fundamental de la filosofía positiva consiste en

captar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo

descubrimiento preciso y reducción al menor número posible son la meta de todos nuestros

esfuerzos, considerando como absolutamente inaccesible para nosotros y vacía de sentido

la búsqueda de lo que llaman causas, sean primeras, sean finales.”25

Un punto que es necesario explicar sobre el positivismo es que los fenómenos sociales se

reducen al pensamiento humano, es decir, la parte abstracta de la realidad social. El primer

caso de esta reducción es la Ley de los Tres Estados de Comte, la cual no trata de la

evolución material de las condiciones sociales, sino de la historia −evolución dice él− del

pensamiento humano. Frases como “la marcha progresiva del espíritu humano” y “cada una

de nuestras concepciones principales, cada rama de nuestros conocimientos, pasa

sucesivamente por tres estados teóricos diversos”, reflejan la reducción de los fenómenos

sociales a su aspecto mental. Pero hay que resaltar que la reducción que hace Comte en su

estudio del espíritu humano se debe a los ideales que lo motivan. Al igual que la mayoría

de los grandes sociólogos Comte desea dar una solución para el estado conflictivo que vive,

en su caso: las consecuencias de la Revolución Francesa, el Imperio de Napoleón

Bonaparte y las guerras entre naciones. Su solución −bastante discutible− será la

asimilación, por parte de la sociedad, de un conjunto de ideas integradas en lo que él llama

la religión positivista-científica:

“La gran crisis política y moral de las sociedades actuales se origina, en último análisis, en la anarquía intelectual. Mientras las inteligencias individuales no reconozcan y acepten mediante un sentimiento unánime, cierto número de ideas generales capaces de construir una doctrina social común, no es posible ignorar que el estado de las naciones continuará siendo, de modo inexorables, esencialmente revolucionario, a pesar de todos los paliativos políticos que podrán adaptarse, y que, de hecho, sólo traerán consigo modificaciones precarias.”26

25 Idem. “Curso de filosofía positiva”. Op. cit., p. 40. Subrayado propio. 26

Ibid., p. 39. Subrayado propio.

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27

La intención de Comte de resolver los conflictos de su época y su consecuente análisis del

pensamiento, es uno de los primeros intentos por aplicar la ciencia social a la solución de

problemas sociales; sin embargo, pueden ser criticados y corregidos, y debieron haber sido

corregidos por aquellos que aplicaron ciegamente los postulados positivistas −entre ellos

Pareto, Mosca y Michels− y que obtuvieron, por lo mismo, resultados todavía más

equivocados de su análisis social. Incluso las posteriores aplicaciones del positivismo deben

ser criticadas más duramente por no haber corregido las primeras carencias, pero, sobre

todo, por dedicarse a exaltar su propia cientificidad cuando en realidad carecían del sentido

científico −como originalmente surgió con las acciones intelectuales y políticas de los

philosophes−, y en lugar de construir ciencia social elaborar doctrinas ideológicas

disfrazadas de trabajo científico.

Un último punto que hay que desarrollar sobre el positivismo comtiano es la utilidad social

de la ciencia. En este caso la postura de Comte se mueve de la neutralidad a una especie de

“previsión contemplativa”. En 1825 escribe que la física social debe realizar su labor

“contemplando siempre los hechos sociales, no como temas de admiración o de crítica,

sino como temas de observación, [...] alejando [...] toda idea absoluta de bien o de mal.”27

Esto en cuanto al proceso de obtención de datos −a los que se les considera como

“materiales indispensables”−, en donde no se deben hacer consideraciones valorativas28.

Pero en el siguiente paso del trabajo científico −siguiendo el pensamiento comtiano−se nos

presenta un problema. Comte afirma dos cosas un tanto opuestas, primero exalta el papel de

la previsión racional como medio de “modificación”:

“… la verdadera ciencia, lejos de estar formada de meras observaciones, [está formada] por aquella previsión racional, que constituye, por todos aspectos, el principal carácter del espíritu positivo. […] Una previsión tal, consecuencia necesaria de las relaciones constantes descubiertas entre los fenómenos, no consentirá jamás confundir la ciencia real con esa vana erudición que acumula hechos inútilmente sin aspirar a inferir unos de otros. Este gran atributo […] es tan significativo para su utilidad efectiva como para su propia dignidad; pues la explotación directa de los fenómenos realizados no podría bastar para

27

Idem. “Considérations philosophiques…”. Op. cit., pp. 27-28. Subrayado y traducción propios. 28

Una conclusión a la que llegará igualmente Max Weber con su neutralidad axiológica.

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28

permitirnos modificar su cumplimiento, si no nos condujera a preverlos convenientemente.”29

Pero exactamente después de esto, lleva la “previsión racional” a una “previsión

contemplativa”, en la que se prevén hechos infiriéndolos de leyes invariables, lo que

significa que si bien la ciencia nos ayuda a prever −como resultado de nuestra “observación

neutra”− futuros sucesos, sólo podemos aspirar a esto y nada más, pues dichos sucesos son

inevitables: “Así, el verdadero espíritu positivo consiste, ante todo en ver para prever, en

estudiar lo que es, a fin de concluir de ello lo que será conforme al dogma general de la

invariabilidad de las leyes naturales.”30

Si en un primer momento afirma que la “previsión racional” es la que nos permite

“modificar el cumplimiento” de los fenómenos, y en la siguiente, que esa previsión no va

más allá puesto que los fenómenos están sujetos a leyes invariables, ello se debe, una vez

más, al peso que tiene en Comte su primera formación en matemáticas. Aún cuando

entiende la utilidad transformadora de la ciencia social, su apego a que la sociedad se rige

por leyes −que deben cumplirse siempre y en todos los casos, o no serían leyes− frena,

como en casos anteriores, la formación de una verdadera ciencia social y la materialización

del papel del intelectual, que ayuda a la transformación de la sociedad.

En lo que respecta a Herbert Spencer debemos resaltar un punto muy importante que ha

influido en corrientes teóricas, posturas ideológicas y políticas dominantes: el darwinismo

social. Al igual que otros positivistas, Spencer tuvo sus primeras formaciones científicas en

el área natural: estudió matemáticas y fue ingeniero, posteriormente estudió biología. De

esta formación Spencer deduce que en la sociedad también existen leyes invariables que

rigen el desenvolvimiento de la vida humana, que la evolución humana es una continuación

de la evolución en general −del universo y de los organismos biológicos. Aplica a la vida

en sociedad leyes fisiológicas tomadas de la biología.

29 Comte, A. “Curso de filosofía positiva”. Op. cit., p. 82. Subrayado propio. 30

Ibid., p. 83. Subrayado propio.

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29

Spencer afirma que la sociedad se rige por las mismas leyes que gobiernan la vida de los

animales en general, toma el concepto de selección natural y lo inserta en sus explicaciones,

para él unos seres humanos también nacen más fuertes que otros; pero esa fuerza, en la

sociedad, va más allá de corpulencia, es decir, de la fuerza física. En la sociedad esa

“fuerza” es riqueza, poder, prestigio, educación, intelecto, dotes artísticas, modales,

ocupación de posiciones sociales privilegiadas; para él las desigualdades sociales son

inherentes a la vida humana: una persona nace para ser mejor, para tener más de lo que se

considera valioso, y otra persona nace sin dones, para carecer de aquello que se valora en la

sociedad. Lo que se da en Spencer es la explicación de la desigualdad social −que alguien

concentre aquello de lo que carecen muchas otras personas− por leyes naturales, por

dinámicas invariables que están en la misma “naturaleza de los seres humanos”; aplica una

ley fisiológica a un hecho de composición diferente, el comportamiento social.

Estas explicaciones se fundamentan en los aportes que realizó Charles Darwin al desarrollo

de la vida de los “otros” seres biológicos, pero Darwin no aplicó su modelo evolutivo al ser

humano, pues este debía considerarse separado de los demás organismos, al menos en las

cuestiones de evolución y selección natural; es Spencer quien aplica el evolucionismo

biológico al desarrollo social. Porque si bien los seres humanos también son animales,

organismos vivientes, también han desarrollado una capacidad que va más allá de los puros

instintos, que los separa tajantemente: la racionalidad, y su utilización para la

transformación de su entorno −primero natural y luego social.

Este modo de proceder de Spencer, en el que concibe a la sociedad como un organismo

físico-fisiológico más, está fundado en su noción de que “la evolución social forma parte de

la evolución en general”. Así como la materia en el universo conformaba una enorme masa

indiferenciada en los inicios del tiempo y una vez que el Big Bang expande la materia y la

energía, empieza un movimiento de dispersión y diferenciación, así también la sociedad

tiene un movimiento de disolución y desintegración propio que la lleva de una

“homogeneidad relativamente indefinida” a una “heterogeneidad relativamente definida y

coherente”. La sociedad altamente evolucionada, dirá Spencer, es aquella en que los

conjuntos estén lo más diferenciados posibles, en que el individuo sea la partícula

constituyente de la vida social.

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30

El darwinismo social que realiza Spencer no se puede considerar un aporte científico, sin

embargo tuvo una gran aceptación y ha servido como fundamento ideológico y político.

Sus explicaciones sobre la “evolución social” se conjugaron bien con el liberalismo

económico de su época, del cual era partidario desde su juventud31. En su libro El individuo

contra el estado (1884) plantea que el Estado tiene prohibido realizar ciertas actividades: la

regulación comercial, las instituciones religiosas estatales, las actividades caritativas, la

educación, la colonización, las medidas sanitarias, la regulación y acuñación de moneda, el

servicio postal, los faros y puertos; exceptuando la primera, las demás actividades se

convirtieron en negocios lucrativos para las empresas y corporaciones privadas. Según

Spencer el Estado solamente debía administrar justicia, mantener la ley de igualdad y de

libertad, y proteger la vida de los ciudadanos y, sobre todo, la propiedad.

Si en Comte observamos los primeros intentos de dar prestigio, utilidad y seriedad a la

sociología, pero con un enfoque sesgado por el apego a las ciencias naturales, su método y

logros; en Spencer vemos la aplicación de explicaciones elaboradas por las ciencias “duras”

a la vida social para justificar un estado social −la desigualdad− consecuencia de la

liberación económica que no promovió la igualdad, sino la concentración exponencial de

recursos, poder, privilegios y facilidades, y que, al mismo tiempo, produjo la exclusión de

la mayoría del goce de esos mismos privilegios. No hay que olvidar que mientras el

positivismo atribuía la desigualdad a leyes naturales invariables −y por lo tanto,

inalterables− de lo que se desprendía un conformismo tajante, se constituía la corriente del

materialismo histórico, el socialismo científico que explicaba el mismo estado social

−económico y político− como una construcción social, como una lucha de clases con una

distribución jerarquizada y desigual de recursos y poder, y se exaltaba y ejecutaba la praxis

colectiva, como acción transformadora del mundo humano, del mundo social (siguiendo la

tradición ilustrada de la razón transformadora).

Así, mientras los primeros positivistas se dedicaron a contraponer sus teorías −y también

sus acciones− al socialismo científico y los movimientos de masas que se gestaban

31

Nacido en 1820 en Derby, Reino Unido, fue educado por su hermano, un pastor anglicano liberal.

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31

conjuntamente, sus posteriores seguidores, entre ellos Mosca, Pareto y Michels, intentarán

frenar el avance popular de sentido socialista de su propia época con nuevos planteamientos

positivistas, complejizándolos más, pero igualmente simplificando la vida social a “leyes

invariables e inalterables”.

III.3. Sobre sociología política.

Se ha analizado la visión positivista de la ciencia social por ser uno de los referentes de los

que parten algunos de los teóricos de la élite. Pero debemos también analizar otra corriente

de pensamiento en la que se inscribe otro teórico de la élite: la sociología política.

La sociología tiene escuelas distintas, la clásica, la estructuralista, la funcionalista, la

marxista, la empirista, por nombrar algunas, cada una de ellas estudia el campo de las

relaciones sociales con diferentes puntos de partida, distintos valores y distintos alcances.

El apego a cierta corriente sociológica implica muchas veces que un mismo problema,

digamos el conflicto social, será estudiado y resuelto de diferente manera por dos escuelas

de la misma ciencia −piénsese, por ejemplo en el tratamiento que hacen Parsons y Marx

con respecto de ese problema−, y que las propuestas no sólo serán distintas, sino que serán

contrarias y antagónicas.

Por política no se ha entendido siempre lo mismo, su contenido ha cambiado conforme han

cambiado las sociedades, las estructuras y las épocas. En la Grecia Antigua la palabra

política se refería a toda actividad que se realizaba dentro de la ciudad, la polis, pero

también se refería al estudio de esa actividad; en la época moderna el término política se

conservó para la actividad referente a la polis (ahora, el estado), mientras que para su

estudio se han desarrollado otros términos, como “doctrina del estado”, “filosofía política”

y “ciencia política”. Pero incluso conservando la palabra política para las actividades

concernientes a los asuntos públicos, el campo de la política se ha ido modificando

(reduciéndose la mayoría de las veces). Mientras que en la época griega la política incluía

todo tipo de actividades realizadas dentro de la ciudad (polis), lo que implicaba que lo

político coincidía con lo social, lo cultural y hasta lo económico, en la modernidad la

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32

política se ha visto reducida por el cristianismo, que le quitó injerencia en lo religioso, y por

la economía burguesa, que la excluyó de las relaciones económicas; así la política se ha

reducido (o intentado reducir) solamente a las actividades referentes al Estado, lo que

implica la división de la sociedad en una esfera política y otra esfera civil −o privada32.

Ahora bien, partiendo de este campo reducido de la política se tienen también distintos

modos de llevarla a cabo. Se han construido diferentes concepciones de lo que implica la

actividad política con respecto a sus: fines, medios, compromisos (o falta de ellos),

responsabilidad (o falta de ella), el tipo de poder que la sustenta, la cantidad y calidad de

los grupos sociales que la realizan, y su importancia (o falta de ella) en la sociedad.

Algunos ven en la política una actividad que tiene como fin la buena convivencia social, el

ordenamiento racional de la sociedad y la felicidad de las personas, otros ven en la política

sólo un poder coercitivo que mantiene “a raya” los conflictos entre enemigos, y otros más

la conciben como una actividad en la que se concilian los distintos intereses de los grupos

sociales, formalizando la negociación al crear sistemas de representación que incluyan a

toda la sociedad.

En cuanto al estudio moderno de la política existen diversas ciencias que tratan sobre esta

esfera social. Una de las principales y más desarrollada ha sido la ciencia política. Sin

embargo la sociología política también constituye una tradición de varios siglos con un

fuerte y profundo estudio de la política.

La sociología política es una parte de la sociología clásica que estudia las relaciones

sociales que se desarrollan en el campo de la actividad política, pero en una profundidad

distinta a la que realiza la ciencia política. Esta ciencia, tradicionalmente reduce su análisis

a las instituciones formales y legales en que se realiza parte de la política −el Estado, el

Gobierno, el Congreso, las elecciones, por mencionar algunas−; ciertamente el estudio de

estas esferas es importante, pero no suficiente para la comprensión y la realización de la

actividad política:

32

Bobbio, Norberto. “Política”. En vol. 2 de Diccionario de política, compilado por Norberto Bobbio, y Nicola Matteucci, 1215-1225. México: Siglo XXI editores, 1981.

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33

“La sociología política surge ante todo como reacción a la carencia del análisis jurídico-formal de las instituciones políticas, bajo el signo de un “realismo desencantado”. Así sucede con el concepto de clase política que, a la teoría de la división de poderes y del poder proveniente “desde abajo” contrapone la realidad de una minoría detentora del poder, organizada, cohesiva y que se perpetúa casi hereditariamente a despecho de las técnicas democráticas de control…”33

Aún cuando diversos cambios históricos y sociales −y hay que decirlo, también proyectos

elitistas que se reservan la política y excluyen de ella a grandes masas− han provocado la

reducción de la actividad política, la sociología política parte de la premisa de que la

política no se limita a la esfera jurídica-formal, a las instituciones legales y los sistemas

representativos, sino que implica campos de la vida social más amplios, de los cuales

algunos coinciden con esferas culturales y económicas34. Sus estudios son de alcance

social, es decir, más allá de las relaciones formales que existan entre diversos grupos en el

gobierno y en la economía, la sociología política profundiza en las relaciones fuera del

ámbito formal, se trata de estudios sobre las relaciones sociales entre grupos −no

individuos− sociales. La importancia de este punto de partida radica en que el

individualismo metodológico no es propio de la sociología política, pues sus estudios sobre

las relaciones se basan en que las personas, en cualquier ámbito de su vida social, política,

económica, religiosa, o alguna otra, forman parte de diversos grupos sociales al mismo

tiempo, la pertenencia a esos diversos grupos es lo que los hace ser lo que son y, además,

los hace tener propensiones que los llevan a actuar de diferente forma en condiciones

específicas. La sociología política también toma en cuenta la posición estructural que esos

grupos sociales ocupan en la jerarquía económica y política, para lograr comprender y

explicar el comportamiento político de la sociedad o algunos de sus grupos35. De esta forma

33

Farneti, Paolo. “Sociología política”. En vol. 2 de Diccionario de política, Op. cit., p. 1531. 34

La sociología política no trata de ser una especialidad que por sí sola agote todo el problema de la política, atribuyéndose la propiedad exclusiva de este tema, por el contrario, la especialización no se realiza en función de una ciencia o un método, sino en función de un problema, en este caso la política. La sociología política requiere de otras ciencias para estudios más completos de la política, por ejemplo de la antropología política, la economía política, la psicología política y la comunicación política. 35

Aún cuando la sociología política debe estudiar, como uno de sus puntos centrales, el comportamiento político de los grupos sociales, se ha dado la deformación de estos estudios al igualar conducta política con conducta electoral. Esto implica que la política se reduce a la esfera formal de los procesos de elección, algo que no es propio de la sociología política. Este fenómeno es parte de la deformación que la sociología en general ha tenido, al convertirse los sociólogos en “consejeros” de los hombres de poder y al depender de los

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34

la sociología política cruza variables sociales (clase, sexo, estrato, cultura, etc.) con

variables políticas (poder, representación, legitimidad, soberanía, autoridad, etc.), variables

económicas y culturales.36

Algunos localizan el inició de la sociología política con la obra de Nicolás Maquiavelo

(1469-1517)37, sin embargo sus actitudes ante el poder lo localizan fuera de la esfera de lo

que constituye un sociólogo al estilo clásico. Se considera entonces que el autor que inicia

los estudios de la sociología política es uno de los philiosophes franceses críticos del poder

y que se diferenciaba de sus predecesores “literatos de la corte, cortesanos de la tradición

gentil”, por el papel político que realizó durante el derrumbe del viejo régimen, pero sobre

todo por las críticas al nuevo régimen burgués: Jean Jacques Rousseau (1712-1778).

Al igual que se analizó en el apartado anterior las propuestas de Augusto Comte en lo

referente al positivismo, en este punto se toma la obra de Rousseau como referente de la

sociología política, pues tanto él como Comte fueron fundadores importantes de sus

respectivas tradiciones intelectuales y científicas. Dichas tradiciones, o escuelas, no se

limitan a estos dos autores, pero el hecho de que hayan planteado desde un inicio los

problemas que el positivismo y la sociología política han tratado, y la forma en que los

abordan, confiere a estos dos pensadores un papel relevante en la historia de las ciencias

sociales.

Rousseau heredó a la sociología política algunos de sus grandes problemas, como la

condición humana, la libertad y la razón, la desigualdad social, la enajenación del hombre y

la forma de profundizar en estos temas. Dos de sus obras se consideran tratados sobre

sociología política: El Contrato Social y el Discurso sobre el origen de la desigualdad

entre los hombres. La importancia de El Contrato radica en la advertencia que hace

recursos y del reconocimiento de las instituciones burocráticas que los controlan. Ver Horowitz, Irving Louis. Fundamentos… Op. cit., capítulo II: Introducción teórica a la sociología política. 36

Ver Ibid., capítulo I: Introducción histórica a la sociología política. 37 Paolo Farneti afirma que la “reflexión sociológica sobre el poder, sobre el estado y sobre la obligación policía” que se dio en autores como Durkheim, Weber y Marx, fue una “secularización del análisis político” cuyos inicios podemos localizar en la obra de Maquiavelo y sus observaciones de la “realidad objetiva”. Ver Farneti, Paolo. “Sociología política”. Op. cit. p. 1531.

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35

respecto del nuevo orden social, del “contrato” que hace la sociedad para crear una

estructura superior a todos para su mutua protección; Rousseau, a diferencia de otros

philosophes, no ve con buenos ojos al naciente Estado, ve en él más una amenaza que una

bondad:

“El Contrato Social irónicamente no constituía un contrato social sino un contrato político, un sólido contrato con el Estado. El título apropiado para el libro habría sido Contrat d´état mejor que Contrat social. […] La noción de Estado y de su concordato con la persona tiene tintes casi fáusticos; es decir, el trato es un trato con el diablo. Es sumamente importante constatar que Rousseau comprendió bien la naturaleza diabólica de la relación entre la persona y el Estado… [El Estado] se convertía en sí mismo en una fuerza impulsora tan irracional que el verdadero desarrollo histórico, la verdadera evolución de la sociedad, el mero intento de resolver determinados problemas, no conducían a la razón, sino más bien a la explotación… Para toda solución de problemas de finanzas o de dinero, la forma en que vivimos exige como precio la entrega de parte de nosotros. El ego mismo es frecuentemente el precio exigido por la solución de estos problemas fundamentales de la civilización”38

La importancia de El Contrato sólo es superada por la importancia que tiene El Discurso

como tratado de la condición humana en la sociedad política y desigualmente organizada.

Rousseau hace uso de un recurso filosófico al crear un referente en el pasado para comparar

a la sociedad de su tiempo y para hacer notar las diferentes posibilidades que se presentan a

la condición humana; “el buen salvaje” del que él habla no es sino un referente abstractos

que utiliza para criticar el pensamiento de otros intelectuales; pero a diferencia de estos,

Rousseau está consciente de ello y hace explícita la inexistencia de su “buen salvaje”,

mientras que otros pensadores −piénsese por ejemplo en Hobbes− verdaderamente creen y

hacen creer que su referente de “hombre primitivo” es un hecho innegable. La idea del

“hombre malo por naturaleza” que tanto defiende Hobbes es para Rousseau no más que una

falacia:

“No concluyamos sobre todo con Hobbes, que dice, que por no tener ninguna idea de la bondad, es el hombre naturalmente malo; que es vicioso porque desconoce la virtud; que rehúsa siempre a sus semejantes los servicios que no se cree en el deber de prestarles, ni

38

Horowitz, Irving Louis. Fundamentos… Op. cit., pp. 26 y 28.

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36

que en virtud del derecho que se atribuye con razón sobre todas las cosas de que tiene necesidad, imaginase locamente ser el único propietario de todo el universo. Hobbes ha visto perfectamente el defecto de todas las definiciones modernas del derecho natural, pero las consecuencias que saca de la suya demuestran que no es ésta menos falsa.”39

Para Rousseau el estado desigual de su sociedad no era algo “natural”, es decir, un estado

dado e invariable desde el inicio de los primeros hombres, para él este estado de opresión es

algo artificial, es decir, algo hecho y construido. Partiendo de su abstracción del “buen

salvaje” que vivía en una sociedad sin los vicios, se pregunta ¿cómo se dio el paso de

aquella sociedad igualitaria, sin propiedad y sin dominación a una sociedad desigual, con

propiedad y dominante? Es decir, si el estado desigual en que viven los hombres no es algo

dado, sino hecho ¿cómo se constituyó dicho estado? El proceso de formación de la

sociedad desigual no fue de la noche a la mañana, fue un proceso paulatino que quizá tuvo

su germen en los primeros deseos egoístas no reprimidos por el grupo:

“El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir: esto me pertenece, y halló gentes bastantes sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Qué de crímenes, de guerras, de asesinatos, de miserias y de horrores no hubiese ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o llenando la zanja, hubiese gritado a sus semejantes: guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos pertenecen a todos y que la tierra no es de nadie! Pero hay grandes motivos para suponer que las cosas habían ya llegado al punto de no poder continuar existiendo como hasta entonces, pues dependiendo la idea de propiedad de muchas otras ideas anteriores que únicamente han podido nacer sucesivamente, no ha podido engendrarse repentinamente en el espíritu humano. Han sido precisos largos procesos, conocer la industria, adquirir conocimientos, transmitirlos y aumentarlos de generación en generación, antes de llegar a este último término del estado natural.”40

La relación que plantea Rousseau es contraria a la que plantean otros pensadores de la

época. Según ellos el Estado surge como forma de garantizar la igualdad, de frenar los

conflictos y de asegurar la existencia plena −libre− de las personas; pero para Rousseau el

Estado no hace sino asegurar y continuar reproduciendo las desigualdades entre las

39

Rousseau, J. J. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. México: Editorial Porrúa, 2006. p. 156. 40

Ibid., p. 164.

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37

personas. El régimen de la ley que se impone como medio para asegurar los derechos

“naturales” del hombre −como la propiedad− es en realidad un régimen de opresión, de

dominación y de desigualdad:

“Si seguimos el progreso de las desigualdades en estas distintas revoluciones, encontraremos que el establecimiento de la ley y del derecho de propiedad fue su primer paso; la institución de la magistratura el segundo, y el tercero y último, el cambio del poder legítimo en poder arbitrario; de suerte que la condición de rico y de pobre fue autorizada por la primera época; la del poderoso y el débil por la segunda, y por la tercera la de amo y esclavo, último grado de la desigualdad y fin hacia el cual tienden todas las demás, hasta que nuevas revoluciones disuelvan de hecho el gobierno o le acerquen a la legítima institución.”41

Rousseau considera que el hombre no tiene una “propensión natural” al mal, pero tampoco

la tiene hacia el bien; su entorno social lo forma en una u otra de esas posibilidades. Sin

embargo la vida en una sociedad desigual ha acostumbrado a los hombres a ciertas

actitudes. En un estado social tan desigual las “buenas” cualidades de las personas tienen

pocas posibilidades para desarrollarse. Para Rousseau la bondad de las personas es una

cualidad que se pierde cuando no se práctica, lo mismo que el aprecio por la libertad y la

razón:

“Los políticos se muestran indulgentes con la misma sofistería sobre el amor a la libertad, como lo hacen los filósofos con el estado natural. Juzgan, por lo que ven, muchas cosas diferentes que no han visto; atribuyen al hombre una natural propensión a la servidumbre, porque en sus observaciones los esclavos parecen llevar su yugo con resignación; dejan de reflexionar que con la libertad pasa lo mismo que con la inocencia y la virtud: el valor es conocido sólo por los que las poseen y el gusto por ellas se pierde cuando se pierden ellas mismas.”42

Uno de los problemas más importantes tratados por Rousseau y que sigue siendo tratado

por la sociología política es el de la enajenación. Diversos pensadores han desarrollado el

41

Ibid., p. 184. 42

Rousseau, J. J. A Discourse on the Origin of Inequiality. Citado en Horowitz, Irving Louis. Fundamentos… Op. cit., p. 71. Se eligió citar aquí la traducción que Horowitz utiliza de la versión en inglés, pues las últimas líneas de la cita difieren en sentido considerable entre esta edición y la traducción al español. Cfr. Rousseau, J. J. Op. cit., pp-178-179.

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38

problema de la enajenación del hombre con respecto de su sociedad, del producto de su

trabajo y de la naturaleza, pero Rousseau trató la enajenación primera, aquella que

desencadenó las sucesivas formas en que el hombre se hace ajeno a su entorno, a su trabajo

y a sus grupos de pertenencia: la separación entre mente y cuerpo:

“Siendo el cuerpo del hombre salvaje, el solo instrumento que conoce, lo emplea en diversos usos, para los cuales por falta de ejercicio, los nuestros son incapaces, pues nuestra industria nos quita la fuerza y la agilidad que la necesidad le obliga a él a adquirir. En efecto, si hubiera tenido un hacha, ¿habría roto con el brazo las gruesas ramas de los árboles? Si hubiera dispuesto de una honda ¿habría lanzado con la mano una piedra con tanta violencia? Si hubiera tenido una escalera ¿habría subido a un árbol con tanta ligereza? Si hubiera poseído un caballo ¿habría sido tan veloz en la carrera? Si dais al hombre civilizado el tiempo de reunir todos estos auxiliares a su alrededor, no puede dudarse que aventajará fácilmente al hombre salvaje; pero si queréis ver un combate más desigual aun, colocadlos a ambos desnudos, el uno frente al otro, y reconoceréis muy pronto la ventaja de tener constantemente todas sus fuerzas a su servicio, de estar siempre dispuesto para cualquier evento, llevando con nosotros todo nuestro ser, como debería ser, siempre completo y entero.”43

Las ideas que desarrolló Rousseau como preocupaciones de lo que implica vivir en una

sociedad jerarquizada, excluyente y desigual para la condición humana, se convertirán en

algunos de los principales problemas que estudiarán quienes realicen sociología política.

Piénsese en Marx, por ejemplo, que si bien nunca se vio a sí mismo como un sociólogo, los

problemas que le inquietaban −la dominación de clase, la alienación y la misma

enajenación− son problemas que lo colocan más cerca de los philosophes ilustrados que de

la mayoría de los pensadores de su época:

“Cada nuevo esfuerzo para explicar científicamente la vida política del hombre, ponía más de manifiesto que primero habría que encontrar ese conjunto de leyes que controlan específicamente el comportamiento humano. Esa fue una tarea que la Ilustración acometió en el siguiente siglo XIX. Hegel trató de resolver la tarea y falló. Marx trató de resolverlo y lo logró ¿Por qué? Porque sólo él empezó con el hombre sensorial, pero con el hombre

43

Rousseau, J. J. Op. cit., p. 142. Esta separación entre el cuerpo y la mente desata una serie de conflictos que van consolidando el estado de desigualdad. Los conflictos (guerras) se dan, en un primer momento, no por los hombres, sino por los recursos y medios, aquellas “fuerzas fuera del hombre, de las que depende para su existencia”.

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39

arraigado en relaciones de las que forma parte, no por voluntad sino por necesidad, no por azar sino orgánicamente. Sólo él fue capaz de enlazar al hombre son su economía, la ciencia con su tecnología, y el materialismo con la metodología.”44

44

Horowitz, Irving Louis. Fundamentos… Op. cit., pp. 67-68.

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40

IV. Los teóricos elitistas.

Tres son los considerados teóricos “clásicos” de la élite: Vilfredo Pareto (1848-1923),

Gaetano Mosca (1858-1941), y Robert Michels (1876-1936). Pero el estatus de “clásicos”

implica que a partir de ellos −y, por lo tanto, siguiendo una línea argumentativa e

ideológica homogénea− diversos autores han elaborado lo que se engloba comúnmente

como la teoría de la élite. Pero como ya mencioné esta corriente no existe, lo que existe

son teorías de la élite, entonces es mejor hablar de tres “precursores”. Algunos autores

parten de las teorías de estos tres autores, siguiendo su línea explicativa y compartiendo su

valorización de la sociedad, en tanto que otros parten de ellos sólo para romper con sus

valorizaciones y para distinguir sus propias construcciones de la mal llamadas “teoría

clásica de la élite”, si bien utilizan algunas aportaciones, conceptos y nociones

desarrolladas por ellos.

IV.1. Gaetano Mosca. Las bases elitistas y anti-democráticas (por anti-popular).

Gaetano Mosca es el primer teórico moderno de la élite45, si bien se refiere a ella en otros

términos −como clase política y minoría organizada−, la “observa” presente en todas las

organizaciones humanas existentes. Haciendo uso del método inductivo positivo y sus

inclinaciones ideológicas −las cuales intentará ocultar bajo un manto de rectitud científica−

resalta el carácter desigual de la sociedad moderna-capitalista y denota su jerarquización

excluyente, y de ello extrae una conclusión irremediable: la desigualdad y la dominación de

una minoría sobre la mayoría está inherentemente inscrita en la “naturaleza” de la sociedad

organizada políticamente, todas las sociedades que preceden son de esta forma, al igual que

lo son las presentes y todas las futuras, porque ello constituye una ley social; toda idea de

que se puede sustituir esta dinámica por otra diferente −democrática−, en que la mayoría

sea la que gobierne o dirija, es un “mito”. A partir de esta idea general Mosca extraerá ideas

elitistas sobre la organización social, exaltará el papel de una minoría en la conservación de

45

En 1884 publicó su obra Sulla teoría dei governi e sul governo parlamentare (studi storici e social), en la que ya plasmaba sus ideas centrales sobre la existencia de una clase minoritaria con gran poder político.

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las libertades modernas −de expresión, de asociación, de pensamiento, etc.− y terminará por

contribuir −quizá inconscientemente− a uno de los regímenes más autoritarios de su época,

el fascismo, que eliminará las libertades por él defendidas −paradójicamente. Comencemos

con la visión científica de Mosca, que como se verá es bastante similar −por decir lo

menos− del positivismo comtiano y spenceriano.

Mosca se apega al pensamiento positivista, que como ya vimos posee errores de método, de

aplicación de método, y de análisis de la realidad social y, por lo mismo, llega a

conclusiones sesgadas y más cercanas a discursos ideológicos fatalistas que a explicaciones

científicas. Para Mosca, cuya intención es dotar de cientificidad a la ciencia política −así

como Comte lo deseaba hacer con respecto a la sociología−, la verdadera ciencia política

debe emular a las ciencias naturales: se debe pasar a las explicaciones de lo que es, la

ciencia no puede decir cuál tipo de organización es más deseable y cuáles son las

indeseables, el trabajo científico se reduce solamente a describir la realidad tal cual es y

basta; dejando atrás los tratados sobre lo que debe ser, la ciencia no debe construir tipos de

sociedades ideales. Pero como veremos es el propio Mosca quien no cumplirá con este

propósito −por de más, alejado del papel social del intelectual científico.

Siguiendo su estilo positivista, afirma que el propósito de la ciencia política es la obtención

de leyes −invariables e inalterables. “Si la ciencia política no ha entrado todavía en el

período verdaderamente científico ello se debe, aparte de otras razones […] a la casi

imposibilidad, hasta hace pocos decenios, de tener un amplio y exacto conocimiento de los

hechos de cuyo estudio pueden obtenerse las leyes que regulan el ordenamiento político de

las sociedades humanas.”46

Este fin requiere de ciertos elementos y condiciones para poder efectuarse. Del mismo

modo que las ciencias duras extraen sus datos de la naturaleza, la ciencia política debe

obtener sus datos de la historia: lo que la naturaleza es para las ciencias puras, la historia lo

46

Mosca, G. Elementi de scienza politica. Citado en De Vega, Pedro. “Gaetano Mosca y el problema de la responsabilidad social del intelectual”. En Boletín Informativo de Ciencia Política No. 7 (agosto, 1971): 63-93. pp. 70-71. Subrayado propio.

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42

es para la ciencia política. Pero este postulado conlleva la noción de que naturaleza e

historia tienen la misma esencia. Los datos que proporciona la naturaleza no cambian − al

menos en un periodo de tiempo de millones de años−, por eso ha sido factible construir

leyes acerca del comportamiento natural; y del mismo modo −siguiendo el pensamiento de

Mosca y los positivistas− los datos que nos suministra la historia no varían, son

permanentes, por lo que podemos elaborar leyes del comportamiento social y político. Se

dice entonces que “lo que sucedió no es sino lo mismo que sucederá”:

“Quien ha viajado mucho llega a la conclusión de que los hombres, bajo aparentes diferencias de hábitos y costumbres, en el fondo, son psicológicamente iguales. De igual modo, quien conoce la historia tiene una convicción análoga por lo que respecta a las distintas épocas de la civilización humana. Ojeando los documentos que nos informan de cómo vivieron, sintieron y pensaron los hombres de otros tiempos, la conclusión a la que se llega es siempre la misma: que eran extraordinariamente parecidos a nosotros.”47

Resalta que la igualdad que se presenta entre las civilizaciones del pasado y las del presente

se manifiesta en que “en el fondo, son psicológicamente iguales”, no en las condiciones de

existencia y desarrollo material, no en las formas de organización más o menos autoritarias,

más o menos igualitarias. El psicologismo al que se reduce los hechos sociales, como

vimos en Comte, deja de lado los demás aspectos que los complementan y que en muchos

casos determinan el pensamiento. De esta forma Mosca extrae sus conclusiones sobre las

organizaciones políticas y la condición social de desigualdad, a partir del componente

psicológico de algunos sectores de la sociedad. De esta forma “los fenómenos sociales se

presentan como el efecto de tendencias psicológicas constantes que determinan la acción

de las masas humanas.”48

Estas “tendencias psicológicas constantes”, como todo hecho social interpretado por el

positivismo, tiene una esencia invariable, en este caso todo ser humano comparte una

naturaleza psicológica egoísta, mentirosa, traicionera, una naturaleza de tipo hobbsiana. La

formación temprana de Mosca y el entorno de su juventud en Sicilia −política y

47

Ibid., p. 72. Subrayado propio. 48

Ibid., p. 72. Subrayado propio.

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socialmente conflictivo− arraigaron en él una visión despreciable y pesimista de la

naturaleza humana49, un factor que compartirá junto con Pareto y Michels.

La comprensión de que existen aspectos egoístas enjuiciables en el comportamiento

humano no es única de Mosca, Pareto y Michels. Lo que los diferencia de otros pensadores

que han notado este hecho, es que para estos tres los aspectos egoístas son naturales en los

seres humanos, están inseparablemente unidos a su existencia, el ser un ser humano es igual

a ser egoísta, actuando con “odios, rencores y pasiones siniestras”. De aquí se desprende la

idea de que si la naturaleza humana es de esa forma y bajo ninguna circunstancia puede ser

diferente, resulta inútil intentar cambiarla e incluso también −posteriormente− carecerá de

sentido criticarla, lo que queda es actuar conforme a esa naturaleza.

La articulación de todas estas nociones −leyes como fin científico, historia invariable,

reducción de la realidad social a su aspecto psicológico y visión pesimista de la

humanidad− se materializan en las bases elitistas que Mosca construye en su teoría de la

clase política, la cual no carece de errores y contradicciones; pareciera que las intenciones

de cientificidad terminan por transformarse en meros discursos ideológicos para atacar a un

enemigo común de su época: los movimientos socialistas populares que pugnaban por

gobiernos democráticos, el cese de la explotación económica y una mejor condición

humana.

En el ámbito intelectual, el adversario teórico −y político− de los elitistas, el marxismo,

explica el mismo estado desigual de la sociedad moderna-capitalista como un producto de

la lucha de clases en la que una clase minoritaria se impone −dominando, engañando,

reprimiendo, cooptando− a una mayoría; se trata de una lucha de fuerzas sociales en la que

la acción o inacción de una u otra clase es el factor determinante. En cambio en la teoría de

Gaetano Mosca −y de todos los teóricos elitistas− el estado desigual de su época, y de todas

las épocas pasadas y futuras, se debe al desenvolvimiento pleno de una ley social, de una

fuerza incontrolable, como si se tratará de un Dios hecho fenómeno natural-social50:

49

Para una breve biografía de Gaetano Mosca véase Delle Piane, M. “Mosca, Gaetano”. En vol. 10 de International Encyclopedia of the Social Science, editado por David L. Sills, 504-507. EUA: Crowell Collier and MacMillan, Inc., 1968. 50

Resalta que quienes construyen estas teorías elitistas no son objeto de las peores exclusiones que produce la sociedad moderna/capitalista, sino que se desenvuelven en entornos medios y altos de la estratificación social.

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44

“Entre las tendencias y los hechos constantes que se encuentran en todos los organismos políticos [nótese la referencia a la biología] existe uno cuya evidencia es notoria: en todas las sociedades, comenzando por las más mediocremente desarrolladas y que han alcanzado apenas los albores de la civilización hasta las más avanzadas y poderosas, existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. La primera, que es siempre la menos numerosa, cumple todas las funciones políticas, monopoliza el poder y goza de las ventajas que al poder van unidas. Por el contrario, la segunda, más numerosa, es dirigida y controlada por la primera de un modo más o menos legal, más o menos arbitrario o violento, siendo, a su vez, la que proporciona a esta última los medios materiales de subsistencia y aquellos otros que son necesarios para la vida del organismo político.”51

Si la ciencia política de Mosca, con su método, observación y su neutralidad, logra

“demostrar” que el estado actual de la sociedad moderna-capitalista no es producto de la

voluntad de unos hombres sobre otros, sino que es el resultado de la ejecución plena de

“leyes constantes”, ello no se debe al perfeccionamiento científico ni al encadenamiento

invariable de la vida social a leyes. Esta ley social que Mosca describe es más la

manifestación de sus propios disgustos ante la vida “democrática” de su época. El contexto

italiano que permanecía antes y durante la década de 1880 influenció en Mosca

decididamente, su pensamiento se volcó a la idea de que la sociedad italiana de su época

era arbitraria, caótica y corrupta como consecuencia de la “apertura popular” en el

parlamento. Un sentido antiparlamentario que tenía tras de sí la noción de que la libertad no

depende de la democracia, al contrario, la democracia constituye un “mito irrealizable” que

debe ser desechado con comprobaciones científicas. Y si en una etapa más madura de su

vida Mosca defenderá el sistema representativo −distinto del parlamentario− se deberá a

que el fascismo, en el que tenía “fe” como medio para detener el avance socialista, se

convirtió en un régimen absolutista y totalitario-corporativista que eliminó las libertades

por él apreciadas.

Mosca constituye una tendencia que se reproducirá con facilidad dentro de los círculos

altos dominantes de la política moderna: el conservadurismo liberal. Esta postura defiende

las libertades que surgieron como producto del derrocamiento del antiguo régimen, aquellas

que permiten al hombre ya no estar atado a viejas instituciones (estamentos, Iglesia,

51

Mosca, G. Elementi de scienza politica. Citado en De Vega, Pedro. Op. cit., p. 75. Subrayado propio.

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Monarquía, feudo), pero no las defiende por igual para toda la sociedad; y sobre todo

defiende una “libertad” que al desplegarse no hace sino generar desigualdad: la propiedad

privada. En el caso de Mosca, él defiende la libertad en general pero al concebir a la

sociedad como regida por una ley invariable de la desigualdad, encadena a ciertos sectores

de la sociedad −los populares− a una vida que limita e imposibilita la materialización y

realización de esa libertad general por carecer de decisión en las estructuras sociales −la

economía empresarial/corporativa privada, el gobierno, la impartición de justicia, las

instituciones de educación− que rigen y determinan gran parte de sus vidas.

Mosca, que pugnaba por la neutralidad del científico que se limita a describir los hechos, no

sólo condena a la masa popular a vivir con el peso de una ley divina ahora hecha ley social,

sino que deja de lado su rectitud científica para atacar al socialismo de su época (y de todas

las épocas):

“Ahora, en el mundo en que vivimos, sólo podrá detenerse el socialismo, si la ciencia política positiva logra destruir los actuales métodos apriorísticos y optimistas de las ciencias sociales, es decir, si el descubrimiento y la demostración de las grandes leyes constantes que se manifiestan en todas las sociedades humanas, pone en evidencia la imposibilidad de actualizar su concepción democrática. Con esta condición, y sólo con ella, los intelectuales se sustraerán a la influencia de la democracia social y constituirán un obstáculo invencible para su triunfo.”52

Si la ciencia política no exalta −porque se debe a la neutralidad− el orden social desigual y

elitista, pues se limita a comprobar su existencia como producto de una ley social, sí exalta

el carácter indeseable del socialismo53. Una postura científica y política que favorecerá el

advenimiento del fascismo en Italia, por apoyarlo políticamente, pero más por atacar la de

por sí débil democracia que existía antes del régimen totalitario-corporativista, por

considerarla un “mito socialista irrealizable”.

52

Ibid., p. 78. Subrayado propio. 53

Como se verá en el análisis de la obra de Michels, a finales del siglo XIX y principios del XX existía un repudio a los movimientos socialistas y populares debido a que en nombre de la democracia y la igualdad tomaban actitudes contra las que decían luchar, como la oligarquización y el ataque a otros grupos sociales (burguesía). Con Michels podemos observar que estos señalamientos son correctos, pero no precisos, pues se enjuiciaba a toda una masa de personas que pugnaban por una sociedad igualitaria y justa, a causa de las actitudes y acciones de la dirigencia “socialista” y la burocracia de partido.

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46

Pero si la democracia (socialista), como orden político extendido socialmente, es

irrealizable −e indeseable− entonces ¿qué forma de organización política es la derivada de

la ley social descubierta y comprobada por la ciencia política de Mosca? La organización

social elitista es su solución, y la democracia elitista le sirve como complemento.

La teoría de la clase política de Mosca también se conoce como teoría de la minoría

organizada. El estado de desigualdad social, en que unos pocos rigen sobre la mayoría, se

caracteriza por el hecho de que el ejercicio del poder no se realiza −como si lo plantea

Pareto− por grupos antagónicos pertenecientes a la minoría gobernante, sino que el poder es

concentrado y desplegado por una clase política, en todo el sentido de estos dos términos.

Cuando Mosca se refiera a esta minoría como clase lo hace precisamente porque todos

aquellos que la componen son “del mismo grado, calidad u oficio”, tienen los mismos, o

cuando menos muy similares orígenes socio-económicos, mentalidad, valores, modos de

vida, educación y todos aquellos “privilegios que al poder van unidos”. Y cuando adjudica

la política a esta clase minoritaria es por el hecho de que ella concentra el poder político, la

capacidad de tomar decisiones que afectan a todo el conjunto social, desde los estratos más

altos hasta los más bajos (sin poder de decisión, claro está). La unidad y organización que

desarrolla la clase política54 le permiten desplegar el poder que concentran y mantener el

gobierno −la dominación, más precisamente− sobre la mayoría desorganizada. La clase

política es una minoría organizada:

“… tanto [por] el conjunto de relaciones de interés que inducen a los miembros de la clase política a unirse entre sí y a constituirse en grupo homogéneo y solidario contra la clase dirigida más numerosa, pero dividida, desarticulada, dispersa, desunida; como [por] el aparato o la máquina estatal de que se sirve la clase política como instrumento para la realización de sus propios fines.”55

54

Existe en este punto una diferencia entre G. Mosca y R. Michels. Pues mientras Mosca concibe que en un primer momento existe la minoría política y posteriormente se da su unidad y organización; para Michels primero existe una cierta organización y después se forma la minoría tomadora de decisiones. 55

Bobbio, Norberto. “Élites, teoría de las.”. En vol. 1 de Diccionario de política, Op. cit., p. 591. Subrayado propio.

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47

Para completar su rompecabezas científico, Mosca concibe dos conceptos que reflejan el

modo y los medios por los que la clase política se impone y, al mismo tiempo,

−contradicción− es regulada por la sociedad en general. El primero de ellos es el de fórmula

política, “base moral y jurídica” que “asegura” el dominio de la minoría organizada. “La

clase política no justifica exclusivamente su poder con una sola posesión de hecho del

mismo, sino que intenta darle una apoyatura moral y jurídica sobre la base de las creencias

generalmente aceptadas en la sociedad donde manda.”56

La ley que divide a la sociedad en gobernantes y gobernados encuentra dificultades para

materializarse en la realidad. Si este orden (bastante) desigual es inalterable y se encuentra

fuera de la voluntad de los hombres, entonces ¿cuál es el motivo de que la clase política

deba justificarse? ¿Acaso la mayoría gobernada está en desacuerdo con ese orden? Y

aunque no lo aceptarán, si todo se rige por leyes invariables no hay manera en que se pueda

alterar dicho estado social. Lo que podemos observar es que Mosca intenta forzar la

aplicación de su ley social al desarrollo antagónico de la sociedad, y más en la sociedad

europea de su tiempo, en la que las luchas populares con posturas socialistas parecían

sobreponerse a los Estados liberales conservadores, a las minorías nacionales. Problema

éste de método y de realización científica, pero también de ideología conservadora

encubierta bajo un manto de rigurosidad científica, que tiene dificultades para derrumbar

−aunque sea sólo teóricamente− el avance popular socialista que tanto aborrece. La

cientificidad de Gaetano Mosca parece cuestionarse continuamente.

Lo que termina por apuntalar las contradicciones y dificultades teóricas de Mosca es su

concepto de defensa jurídica. La idea de una justicia general no la comparte, para Mosca lo

que existe es la justicia relativa:

“En las sociedades bien ordenadas ha existido y existirá siempre [nótese el fatalismo positivista] una justicia relativa, es decir, un conjunto de leyes, de costumbres, de normas impuestas por la opinión pública […] en atención a las cuales se regula lo que hemos denominado lucha por la supremacía. O sea, el esfuerzo que cada individuo hace por mejorar y conservar la propia posición social.”57

56

Mosca, G. Elementi de scienza politica. Citado en De Vega, Pedro. Op. cit., p. 76. Subrayado propio. 57

Ibid., p. 79. Subrayado propio.

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48

Mezcla de apego al positivismo −“ha existido y existirá siempre”− y mentalidad liberal

−“el esfuerzo que hace cada individuo por mejorar la propia posición social”. Conforme a

la concepción de Mosca sobre la naturaleza psicológica humana, los individuos actúan por

sus propios intereses, movidos por “odios, rencores y pasiones siniestras”. Pero su postura

liberal conservadora lo lleva a defender −tomando una postura moral de lo deseable y lo

indeseable− las libertades burguesas; su neutralidad científica se fractura una vez más. Para

resolver el dilema Mosca sentencia que todos, incluyendo los que concentran el poder,

deben someterse por igual ante la Ley y los ordenamientos públicos −costumbres y

normas−, los cuales “controlan y frenan los apetitos, las pasiones y los malos instintos de

los hombres”. Es lo que define como defensa jurídica: “Lo que llamamos defensa jurídica

no es más que el conjunto de mecanismos que regulan la disciplina del sentido moral y a

través de los cuales se logra que la moralidad general controle las manifestaciones de la

inmoralidad individual.”58

Problema mayor el que implica la realización de la defensa jurídica si la sociedad, como

dice Mosca, tiene una naturaleza siniestra que “ha existido y existirá siempre”. Implicación

mayor, pues ¿cómo someter bajo la “moral jurídica general” a la clase política, inmoral por

excelencia y dueña del aparato coercitivo del Estado, el cual utiliza para “la realización de

sus propios fines”? Las construcciones teóricas de Mosca chocan continuamente con la

realidad social.

Para suavizar estas contradicciones la mayoría debe tener cierto poder, ciertos medios y

mecanismos que le permitan acceder a la toma de decisiones, con lo que pueda influir en la

conformación de la moral jurídica general. Cuando Mosca afirma que existe “una justicia

relativa, es decir, un conjunto de leyes, de costumbres, de normas impuestas por la opinión

pública” intenta salvar su concepción desigual invariable de la sociedad, agregándole un

tinte de “representación política”.

58

Ibid., p. 80. Subrayado propio.

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49

La “opinión política” a la que hace referencia no es una injerencia directa de las masas

populares dominadas en la toma de decisiones, de lo que se trata es de una representación

indirecta efectuada, claro está, por la clase política. Sus primeras ideas sobre el

parlamentarismo popular −al que atribuía resultados indeseables en el contexto siciliano de

su época− se siguen manifestando en sus escritos políticos, y también en su actitud política:

en 1908 es electo para la Cámara de Diputados y en 1912 vota en contra de la extensión del

sufragio, del derecho a votar. Así, la propuesta de un parlamento en el que participen

directamente miembros del sector mayoritario gobernado no está contemplada en Mosca, lo

que sí existe es la idea de que la clase política pueda “representar” a ese sector,

dependiendo si ella se constituye una élite cerrada o una abierta, según su formación y

organización.

En cuanto a la formación la clase política puede ser: 1. aristocrática, cuando se reproduce

de manera hereditaria, los nuevos miembros pertenecen a la familia sanguínea o política; y

2. liberal-democrática, cuando los nuevos miembros surgen de las clases inferiores

dominadas. Y en cuanto a la organización existen también dos tipos: a. autoritaria, en ella el

poder es descendente, de la cúpula a la base; y b. liberales, aquí el poder es ascendente, de

la base a la cúpula.

En el modelo 1.a. las decisiones las toma unilateralmente la clase política, no hay ascenso

social y, por lo tanto, tampoco hay posibilidad de una defensa jurídica “impuesta por la

opinión pública”. En el segundo modelo, el 2.b. al existir miembros de las clases inferiores

que ascienden a la clase política ellos −teóricamente− imprimen las demandas e intereses

populares en las decisiones políticas, entonces es posible la defensa jurídica; pero en el

momento en que esos nuevos miembros de las capas bajas ascienden, dejan de ser mayoría

gobernada para convertirse en parte de la clase política, minoría gobernante. Entonces la

toma de decisiones en este modelo no conlleva una participación directa de la masa

dominada, lo que se da es únicamente una “representación”, resultado del ascenso

permitido.

Este segundo modelo es el que posteriormente se depurara y se constituirá como la

democracia elitista, modelo de organización política moderna/capitalista por excelencia. La

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50

diferencia entre regímenes autoritarios/aristocráticos y liberales/democráticos no se da en la

existencia o inexistencia de una élite, sino en que en el primero ésta es “cerrada y

restringida” y en el segundo es “abierta y ampliada”. En la democracia elitista

−antipopular− de lo que se trata es de una élite política abierta que no se impone, sino que

“se propone y convence”, de cuyos miembros −unos ascendidos a la cúpula y otros nacidos

en ella− se tiene que elegir a los “representantes” que gobiernen.

El desprecio de Gaetano Mosca ante el avance popular socialista lo lleva a construir un

modelo elitista en el que la clase política defiende las libertades burguesas puestas en

peligro por el comunismo. Pero −paradójicamente− Mosca no se inmuta ante el ascenso del

régimen totalitario en la Italia de su época, al contrario, lo ve con buenos ojos pues lo

consideraba como un medio (temporal) de frenar y eliminar las aspiraciones socialistas, el

cual, una vez derrotado el adversario, se desarticularía y restablecería las libertades

burguesas. La tan exaltada racionalidad científica del Mosca politólogo no se refleja en el

Mosca político, que parece moverse por ideas tan simples y simplistas como “el enemigo

de mi enemigo es mi amigo”59. Es cierto que una vez instaurado el fascismo y todo su

aparato totalitario-corporativo, Mosca se pronunciaría fuertemente en su contra, pero poco

pueden hacer él y otros intelectuales liberales cuando previamente habían hecho fuertes

críticas a la democracia, abriendo camino al régimen fascista.

IV.2. Robert Michels. La desilusión política y el fatalismo oligárquico.

Robert Michels comparte con sus contemporáneos elitistas dos principios importantes que

debemos considerar: su postura positivista y sus ataques al marxismo y a los movimientos

socialistas de su época. A diferencia de Gaetano Mosca, Robert Michels no se preocupa por

59

La opinión que Gramsci tenía sobre Mosca es bastante ilustrativa: “La llamada clase política de Mosca no es otra cosa que la categoría intelectual del grupo social dominante: el concepto de "clase política" de Mosca es vecino del concepto de élite de Pareto, que representa otra tentativa de interpretar el fenómeno histórico de los intelectuales y su función en la vida estatal y social. El libro de Mosca es una enorme mezcla de carácter sociológico y positivista con el agregado de la influencia tendenciosa de la política inmediata, que lo torna menos indigesto y literariamente más vivaz”. Gramsci. Antonio. Los intelectuales y la organización de la cultura. Buenos Aires: Nueva visión, 1997. p. 10.

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51

desarrollar o depurar una metodología científica que pueda aplicarse al estudio de los

hechos humanos −políticos principalmente. Más bien el análisis de Michels se centra en la

aplicación de la ciencia positivista para el hallazgo de ciertos fenómenos sociales:

“Este estudio no pretende ofrecer un ‘sistema nuevo’. La finalidad principal de la ciencia no es crear un sistema sino, más bien, promover su comprensión. Tampoco el propósito de la ciencia sociológica es descubrir ni redescubrir soluciones, pues no existen soluciones ‘absolutas’ para muchos problemas de la vida de los individuos ni para los de la vida de los grupos sociales, y esas cuestiones deben permanecer ‘abiertas’. El propósito del sociólogo ha de ser, más bien, exponer en forma desapasionada las tendencias y fuerzas antagónicas, las razones y las refutaciones; exponer, en resumidas cuentas, la trama y la urdimbre de la vida social.”60

Además del apego al positivismo, como forma de proceder en el trabajo científico, Michels

comparte con Mosca, Pareto y otros intelectuales conservadores de su tiempo, el desprecio

al marxismo como construcción científica y como postura social-política. Sus ataques se

dirigen principalmente a las acciones partidistas que llevan a cabo los seguidores del

pensamiento de Marx y F. Engels a finales del siglo XIX y principios del XX, pero también

a los primeros marxistas:

“…Todo esto [las acciones de los partidos socialistas] se ha apartado mucho de las ideas de Karl Marx, quien, si viviera todavía, sería el primero en rebelarse contra tal degeneración del marxismo. Sin embargo, es muy probable que tampoco encontrara nada que decir para reprochar tamaña traición a sus propios principios, impresionado ante el espectáculo de un ejército de tres millones de hombres que actúan en su nombre… Durante la vida de Marx hubo incidentes que justifican esta conjetura. Es indudable que sabía cerrar los ojos, al menos en público, ante las graves faltas cometidas por la democracia social alemana en 1876. […] Los defectos del marxismo son evidentes en cuanto entramos al terreno práctico de la administración y la ley pública… Donde quiera que la teoría socialista ha procurado dar garantías a la libertad personal, o se ha extraviado en lo nebuloso del anarquismo individualista, o ha formado propuestas (indudablemente contradictorias con las intenciones excelentes de sus autores) que no podían dejar de esclavizar al individuo a la masa.”61

60

Michels, Robert. Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna I. Buenos Aires: Amorrortu, 2008. p. 10. Subrayado propio. 61

Michels, Robert. Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna II. Buenos Aires: Amorrortu, 2008. pp. 162-163, 175.

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52

Antes de desarrollar los planteamientos de Michels es importante entender que a pesar de

que militó como “socialista” en el Partido Social-Demócrata Alemán −asistió a sus

congresos de 1903, 1904 y 1905− y fue delegado del Partido Socialista Italiano (en 1907),

no era un marxista; era más un miembro activo, que un marxista-socialista puro. En parte

debido a esto, el comportamiento que tomaron los partidos supuestamente revolucionarios

en la década de 1910, principalmente en PSD Alemán62, le provocaron una gran decepción

y desilusión ante todo el movimiento socialista. Los cálculos parlamentarios, los oradores

demagógicos, la falta de acciones energéticas y directas, así como la política tan

“precavida” que llevaban a cabo los supuestos partidos revolucionarios/democráticos

marcaron a Michels (igual que a Mosca) en su producción intelectual y sus acciones

políticas posteriores63. Condenó, a partir del comportamiento de la dirigencia del partido, a

todos los movimientos de masas que tuvieran la bandera del socialismo y la democracia, lo

que lo llevó −junto con sus influencias intelectuales y los círculos académicos y políticos en

que se desenvolvió64− a la formulación de la Ley de Hierro de la Oligarquía, inscrita en

una ley de desigualdad social inalterable:

“…la mayoría de los seres humanos están predestinados, por la trágica necesidad de someterse al dominio de una pequeña minoría, a una condición de tutela permanente, y deben avenirse a construir el pedestal de una oligarquía. […] Reducida a su expresión más concisa, la ley sociológica fundamental de los partidos políticos… puede ser formulada en los términos siguientes: La organización es lo que da origen al dominio de los elegidos

62

El PSD Alemán parecía ser un partido ejemplar para el socialismo internacional, defendía la paz internacional y se oponía a la política del gobierno alemán; amenazó con una huelga general si se desataba la guerra. Pero en 1914 cuando se declara la guerra, el PSD no cumplió su amenaza y apoyó las acciones bélicas. 63

Para una revisión de su biografía véase Linz, Juan J. “Michels, Robert”. En vol. 10 de International Encyplopedia of the Social Sciense, editado por David L. Sills, 265-272. EUA: Crowelland Collier and MacMillan Inc., 1968. 64

Con respecto a la influencia que recibió de sus contemporáneos, el propio Michels da méritos a Mosca y a Pareto, al tiempo que reconoce a los primeros autores que trataron el tema de las élites: “…no es en modo alguno nueva la teoría de que un grupo social directivo sea absolutamente esencial. Gaetano Mosca, el más destacado de los sustentadores actuales de esta concepción sociológica y, con Vilfredo Pareto, su exponente más capaz y más autorizado, mientras disputa la prioridad con Pareto, reconoce como precursores a Hippolyte Taine y Ludwing Gumplowicz. Un hecho menos conocido… es que a los principales progenitores intelectuales de la teoría de Mosca hemos de encontrarlos entre los miembros de la escuela contra la cual estos autores dirigieron muy especialmente sus ataques; es decir, entre los pensadores socialistas, y en particular entre los primeros socialistas franceses.” Michels, Robert. Los partidos politicos…II. Op. cit., p. 168.

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53

sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía.”65

Para Michels la necesidad de organizarse es un requisito para cualquier grupo de personas

que desee cumplir con ciertos objetivos o fines. Sin embargo, esta necesidad se hace

indispensable para aquellos grupos sociales que dependen de su fuerza numérica para lograr

alguna influencia en las estructuras dominantes; la formación de una organización para este

tipo de grupos implica el aglutinamiento de un gran número de individuos y, al mismo

tiempo, la coordinación de sus acciones, lo que posibilita una participación en la lucha

política, que de otra manera no podrían llevar a cabo. Michels considera que “en lo que se

refiere a las condiciones de cultura, económicas, físicas y fisiológicas, el proletariado es el

elemento más débil…”, la formación de una organización −por ejemplo, un partido

socialista− es lo que les permite defenderse y coordinarse ante el poder de la burguesía;

pero la propia organización es también lo que posibilita que “los débiles” sean despojados

de su influencia política.66.

Según Michels toda organización, principalmente las que tienen fines políticos, al

consolidarse internamente terminan por convertirse en una organización dominada por un

grupo oligárquico −líderes, burocracia, profesionales−, que utiliza a la organización para el

cumplimiento de sus propios fines; incluso los partidos democráticos con intenciones de

realizar las demandas populares terminan por corromperse. La oligarquización, como

comportamiento y tendencia política, es inevitable debido a las necesidades de la misma

organización: crecimiento y expansión de la organización, toma de decisiones en el corto

plazo, la necesidad de comunicación entre sus miembros, la complejidad y aumento de las

tareas, la división interna del trabajo, y la necesidad de actividades de tiempo completo.

Los aspectos que se presentan en la tendencia oligárquica son varios, que pueden o no darse

simultáneamente: 1. el surgimiento de líderes; 2. la profesionalización de los líderes y su

establecimiento en la dirigencia; 3. la formación de una burocracia, como personal

especializado, con tareas detalladas y paga regular; 4. la centralización de la autoridad; 5. la

65

Ibid., pp. 179, 191. 66

Michels, Robert. Los partidos politicos…I. Op. cit., pp. 69-70.

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modificación de los fines de la organización, de fines generales (como la superación de la

sociedad capitalista) a fines instrumentales-particulares (sobrevivencia de la misma

organización, o la obtención de votos); 6. surgimiento de una rigidez y un conservadurismo

ideológicos, y de la intolerancia; 7. el predominio de los intereses y puntos de vista de los

líderes sobre los de los demás miembros; 8. la reducción de oportunidades para participar

en la toma de decisiones de parte de los miembros regulares; 9. la cooptación de líderes

opositores; y 10. la tendencia general de los partidos de pasar de la atención de sus

miembros a la atención del electorado, de la atención de un electorado de clase a un

electorado más amplio y disperso67.

Michels afirma que cuando una organización ya se ha formado, sus líderes, su aparato

burocrático y sus profesionales de la política y las negociaciones, aquellos que se hacen

llamar sus “representantes”, se convierten en los dueños de la organización y en los jefes de

las masas. A pesar de que la organización tenga fines democráticos, la masa no puede

eliminar a sus líderes por corruptos o autoritarios, pues depende de ellos para mantener

funcionando la organización en la lucha política y en la defensa de sus derechos. “Las

masas democráticas se ven así obligadas a someterse a una restricción de su propia

voluntad cuando están compelidas a dar a sus líderes una autoridad que es, a la larga,

destructora del principio de la democracia. La principal fuente de poder del líder está en su

indispensabilidad.”68

Los profesionales de la política y las negociaciones, es decir, sus “representantes” en las

instituciones formales −como parlamentos, asambleas, gabinetes de gobierno, etc.−

conocen “los artificios” y “las sutilezas terminológicas” que se dan en esas instituciones,

sus conocimientos sobre el aparato gubernamental son “conocimientos inaccesibles, o casi

inaccesibles para la masa”; el aparato burocrático de la organización se ha especializado en

las tareas administrativas que reúnen y reparten recursos, y que coordinan las acciones

−como la prensa, las manifestaciones y las huelgas−, se han especializado en funciones que

la masa no tiene tiempo ni capacidad de realizar; finalmente, los líderes movilizan a las

67 Linz, Juan J. “Michels, Robert”. Op. cit., pp. 268-269. Traducción propia. 68

Michels, Robert. Los partidos politicos…I. Op. cit., p. 129.

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55

masas, les proveen discursos motivadores y ejemplos de cómo es un hombre de mejor

calidad. “Puesto que la masa es incapaz de velar por sus propios intereses, es necesario que

cuente con expertos que atiendan sus asuntos.”69 Sin todos ellos la organización, de la que

depende la masa, no puede sobrevivir:

“La prueba más notable de la debilidad orgánica de la masa la vemos en la forma en que abandona el campo de batalla, en fuga desordenada, cuando se ve sin líderes en el momento de la acción; parece no tener capacidad alguna de reorganización instintiva, y queda inerme hasta que aparecen nuevos capitanes capaces de reemplazar a los perdidos. El fracaso de innumerables huelgas y agitaciones políticas es fácil de explicar por la acción oportuna de las autoridades, que han encarcelado a los líderes.”70

La Ley de Hierro de Michels se basa en dos tipos de hechos: las predisposiciones

psicológicas y el factor organizacional. Michels divide a la sociedad en dos grupos de

personas: la masa y los líderes; los primeros propician la dominación de los líderes y su

falta de responsabilidad, así como la manipulación y el engaño. El que unos −los líderes−

se impongan sobre la masa se debe a lo psicológico y a lo organizacional.

Por una parte, dice Michels, la masa es “incompetente, apática e ignorante”, incapaz de

gobernarse demanda ser dirigida por personas “superiores” a las cuales reverenciar, la

dominación que recae sobre ella es en parte aceptada y necesitada. El hombre individual

“está abocado por naturaleza a ser guiado”, una vez que encuentra a su líderes les rinde

culto y veneración, así reafirma la dominación de los líderes, los presenta como

indispensables. Cuando la masa se reúne para lograr ciertos fines se jerarquiza, los líderes

son elegidos, y en cuanto esto sucede se detona en ellos la otra naturaleza psicológica: el

ansia de poder y de mando. Los líderes se transforman en una casta cerrada, identifican la

organización y su propiedad con ellos mismos, ellos son la organización; se afianzan en el

poder e imponen sus propios fines. Buscan conservar y ampliar sus privilegios, poder y

riqueza, las tareas más amplias de la organización −cambio de sistema político, por

ejemplo− se diluyen y la masa es desmovilizada, los líderes concentran los medios con que

dispone la organización y los utiliza egoístamente. Las predisposiciones psicológicas

69

Ibid., p. 130. 70

Ibid., p. 103.

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dividen a la sociedad en quienes desean que se les mande, y en quienes desean mandar

−una vez escogidos como líderes−, y son objeto de adoración por parte de la masa dirigida:

“Las masas experimentan una necesidad profunda de prosternarse, no sólo ante grandes ideales, sino también ante individuos que personifican a sus ojos aquellos ideales. Su adoración por estas divinidades temporales es tanto más ciega cuanto más rústica son sus vidas [referencia al proletariado]. Hay una verdad considerable en las palabras paradójicas de Bernard Shaw, quien define a la democracia como una colección de idólatras, para distinguirla de la aristocracia, que es una colección de ídolos.”71

En cuanto al factor organizacional, la separación entre la masa y los dirigentes se debe al

proceso mismo de conformación de la organización y su consecuente funcionamiento. Una

vez que una organización política −que es en la que Michels se enfoca− se forma y

comienza a funcionar, los dirigentes se separan “técnicamente” de los demás miembros

debido a que estos se dedican a actividades y necesidades de la vida diaria (trabajo, familia,

escuela) que les imposibilita la participación directa y permanente en la organización.

“Cuando terminan su jornada de trabajo, los proletarios sólo piensan en descansar y en

meterse a la cama temprano”72. En cambio los dirigentes, que como tales han alcanzado un

nivel más elevado en la estratificación social, invierten más tiempo −sino es que el total de

su tiempo− en las actividades propias de la organización; los dirigentes obtienen

conocimiento de la “maquinaria política” y de los “detalles de la vida pública”, con lo que

aumentan su superioridad ante los miembros regulares de la organización o partido. El

distanciamiento entre los que dirigen y “los que los siguen” se consolida con la formación

del aparato burocrático, el cual concentra conocimientos e información del funcionamiento

de la organización y su interacción con otros grupos y esferas sociales (sistema de

gobierno, sistema de partidos, empresas privadas, etc.); concentra además los recursos y los

medios, y dispone del aparato operacional de la organización (el personal medio y bajo). El

aparato burocrático y los dirigentes son parte de la misma casta cerrada oligárquica, al

constituirse como tales impiden la participación de los otros miembros regulares en la toma

71

Ibid., p. 111. 72

Ibid., p. 100.

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de decisiones; lo que llega a un punto culminante cuando los líderes y dirigentes de partido

piensan −y en ocasiones dicen a los demás− “el partido soy yo”:

“Quizá quepa decir que no hay un solo líder partidario que deje de pensar y de actuar y deje de afirmar −si tiene carácter franco y temperamento vivo−, siguiendo el ejemplo de Le Roi Solei: Le Parti c‘est moir. El burócrata se identifica completamente con la organización, y confunde sus propios intereses con los de ella. Toma toda crítica objetiva al partido como una afrenta personal. Esta es la causa de la incapacidad evidente de todos los líderes partidarios para prestar una atención serena y justa a las críticas hostiles.”73

Las predisposiciones psicológicas de los líderes (el ansia de poder y mando y la satisfacción

de los intereses personales) se materializan porque ellos poseen el aparato operacional, los

recursos y deciden unilateralmente. Para que los dirigentes puedan mantener su posición y

privilegios, pero también para que las masas “débiles” pueden defenderse, es necesario que

la organización se mantenga funcionando con la misma estructura jerarquizada, entonces lo

que inicialmente fue un medio para lograr fines más amplios −el partido socialista que se

forma para el derrumbe del capitalismo− se convierte en un fin que eclipsa los primeros

objetivos; la vida de la organización está antes que el cumplimiento de los ideales, la

sobrevivencia de la oligarquía interna depende de ello:

“[A la organización] se le pone el amor del artista por la obra que ha creado con tanto trabajo, y también el interés personal de miles de trabajadores, cuya vida política está tan íntimamente vinculada a la vida del partido y que tiemblan ante la idea de perder su empleo… Así, en lugar de ser un medio, la organización se ha transformado en un fin. En los últimos tiempos se atribuye más importancia a las instituciones y cualidades establecidas al principio sólo para lograr un buen funcionamiento de la máquina partidaria (la subordinación, la cooperación armónica de los miembros individuales, las relaciones jerárquicas, la discreción, la corrección de conducta), que a la productividad de la máquina. De allí en adelante la única preocupación es evitar todo lo que pueda trabar a la maquinaria.”74

73

Michels, Robert. Los partidos politicos…II. Op. cit., p. 29. Michels hace referencia a Luis XIV, rey de Francia de 1643 a 1715, quien dijo: El Estado soy yo. 74

Ibid., pp. 161-162. Subrayado propio.

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En su análisis de los partidos políticos, resalta que Michels extienda el comportamiento de

dirigentes de partidos que manipulan y utilizan a la organización (recursos y personal) para

la satisfacción de sus propios fines, a toda la sociedad. Michels afirma que si la base de la

sociedad es la organización (de cualquier tipo), y esta es por naturaleza anti-democrática, la

sociedad no puede ser de ninguna manera democrática. Una vez más estamos ante un

fatalismo producto de un trabajo científico sesgado, no tanto porque la tendencia

oligárquica no se presente −principalmente se da en las organizaciones que luchan y

consiguen cierto poder y riqueza− sino porque las conclusiones de Michels se obtienen de

“leyes” y de la naturaleza −psicológica− de los lideres y la masa. Un hecho que describe

acertadamente Michels es la demagogia política que utiliza “al pueblo” como su principio

ético, que afirma en cualquier situación que sus acciones tienen solamente el propósito de

beneficiar a las masas:

“En la violenta lucha entre la nueva clase de los que surgen y el estrato antiguo de quienes experimentan una decadencia… hay consideraciones morales en danza, llevadas y traídas por los diversos partidos antagónicos, que las emplean para disfrazar los verdaderos fines. En una era democrática, lo ético constituye un arma que cualquiera puede emplear… Hoy, todos los factores de la vida pública hablan y luchan en nombre del pueblo, del total de la comunidad. El gobierno y los enemigos del gobierno, los reyes y los líderes partidarios, los tiranos por la gracia de Dios y los usurpadores, los idealistas fanáticos y los egoístas mezquinos y calculadores, todos son ‘el pueblo’, y todos declaran que sus actos procuran la mera satisfacción de la voluntad nacional.”75

Que de actitudes autoritarias y demagógicas de ciertos grupos sociales en determinado

periodo histórico, se obtengan conclusiones totales, leyes que sentencien que la democracia

es imposible de realizar, es lo que constituye el error de Michels. A pesar de que resalta

hechos políticos importantes, la conclusión −resultado de las acciones de la dirigencia del

PSD Alemán− a la que llega Michels elimina toda posibilidad de realización de una

sociedad democrática e igualitaria (socialista). Siendo la oligarquización de las

organizaciones una ley de hierro, la democracia no puede darse dentro de ellas y por

extensión, tampoco en la sociedad, de la que las organizaciones son la base. La democracia

tal y como la demandan las capas populares no puede darse, lo que se presenta entonces es 75

Michels, Robert. Los partidos politicos…I. Op. cit., p. 62.

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una democracia deformada (“realista”), una democracia que solamente es otro tipo de

organización más. Así a lo que se le llama democracia es, en el fatalismo de Michels,

únicamente el proceso por el cual las masas se “están forjando con sus propias manos

nuevos amos”: “…el sistema democrático se reduce, en último análisis, al derecho de las

masas a elegir, con intervalos preestablecidos, amos a quienes en el ínterin deben obedecer

incondicionalmente”76. Michels considera que incluso los movimientos socialistas que

demandan una sociedad democrática, terminan por influir en la imposibilidad de construir

un régimen democrático pleno, las contradicciones que se generan entre la organización

(oligarquía) y la democracia se resuelven eliminando la segunda:

“Es innegable que la tendencia oligárquica y burocrática de la organización partidaria es una necesidad técnica y práctica: producto inevitable del propio principio de organización… el asunto estriba en que la democracia es sólo una forma de organización y en que, cuando deja de ser posible armonizar la democracia y la organización, es preferible

abandonar aquella y no ésta. Cabe considerar a la organización −puesto que es el único

medio de alcanzar los fines del socialismo− como compendio del contenido revolucionario del partido, y este contenido esencial nunca debe ser sacrificado en aras de la forma.”77

Robert Michels extiende su producción teórica a sus posturas y acciones políticas: pasó de

militar en un partido socialista a alistarse en los fascios de Mussolini. En 1928 abandona su

puesto de profesor en la Universidad de Basilea para aceptar el puesto de Rector en la

Universidad de Perugia, ofrecido personalmente por Mussolini78. En ese entonces Michels

ya no conserva esperanzas para la realización de la democracia en la sociedad, pero sí se

cuestiona sobre la forma en que la política puede resolver los problemas sociales, tomando

en cuenta que cualquier organización que llegue al poder será “corrupta y egoísta”; su

76

Michels, Robert. Los partidos politicos…II. Op. cit., p. 25. Aquí cabe señalar un problema frecuente en el análisis de Michels. Por un lado explica, correctamente, cómo lo que comúnmente se solía nombrar como democracia, en realidad no era tal cosa; sin embargo él mismo, a lo largo de su obra, sigue nombrando democracia al tipo de organización que ya ha caracterizado como oligárquica y elitista. Si ya Michels ha demostrado que el término democracia no corresponde con lo que se nombra así, entonces ¿por qué sigue usando erróneamente el concepto democracia? Esto es muestra de las contradicciones y errores científicos que Michels comete a lo largo de su análisis sobre los partidos políticos. Además de nombrar hechos sociales con conceptos que no corresponden a lo señalado, Michels suele ser riguroso y específico en algunas partes de su análisis, pero ambiguo y totalizador en otras; incluso a sabiendas de que en la vida social “actúan procesos demasiado complejos como para resolverlos con fáciles frases hechas.” (en el mismo texto, p. 65). 77

Michels, Robert. Los partidos politicos…I. Op. cit., p. 82. 78

Lipset, Seymour Martin. “Introducción”. p. 38. En Ibid.

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solución la encuentra en los líderes carismáticos, para los que la masa está dispuesta a

sacrificarse voluntariamente, admirándolos y venerándolos. Los líderes carismáticos, al ser

individuos, no acarrean los males de la organización, de la democracia y la burocracia,

pueden, por ello, resolver los conflictos sociales. Ejemplo fiel de este tipo de líder: Benito

Mussolini. La opinión que Michels tiene de los líderes carismáticos, en especial del Duce,

es ilustrativa de la “fe” que tenía en este tipo de personas:

“[Los líderes carismáticos son] personas dotadas de extraordinarias cualidades congénitas, a veces calificados, con justicia, de sobrenaturales y, en todo sentido, siempre muy por encima del nivel general. En virtud de tales cualidades se les considera capaces (y a menudo lo son) de realizar proezas, y aun cosas milagrosas… [Para el Duce] su perfecta fe en sí mismo, base esencial para esta forma de gobierno carismático, proporciona la tendencia dinámica característica. Y esto por dos razones: un pasado de luchas −de luchas

victoriosas− hay en el líder carismático; por esto tiene conciencia de sus aptitudes, que ha demostrado capaces de una aplicación valiosa… Por otra parte, su futuro depende de las pruebas que pueda darnos, de su buena estrella.”79 Alegorías para el Duce del fascismo, pero también fatalismo que condena a la masa a

conformarse con dirigentes de esta calidad, que dependen de “su buena estrella” y de los

que dependen las grandes decisiones sociales. Fatalismo que no sólo se impone de lo alto

de la jerarquía social, sino que, al mismo tiempo, es propiciado por la naturaleza

“decadente” de la masa. La Ley de Hierro de Michels atribuye a la masa trabajadora la

necesidad de ser dominada, así como su papel causal en la tendencia oligárquica, debido a

la predisposición que posee la masa a tener actitudes autoritarias. Estas ideas han tenido la

suficiente influencia en la sociología como para que se afirme que:

“Muchos factores que favorecen la oligarquización parecen ser especialmente característico de las organizaciones obreras. En tales organizaciones es difícil para los líderes regresar al trabajo manual en la fábrica después de asumir el liderazgo que implica una posición de clase media; además, la falta de educación del trabajador, su acceso limitado a la

79

Michels, Robert. First Lectures in Political Sociology. Citado en Lipset, Seymour Martin. “Introducción”. En Ibidem.

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información, su apatía frecuente, así como su predisposición a las actitudes autoritarias, contribuyen al desarrollo de la oligarquía.”80

Si la democracia popular-participativa no puede realizarse en la sociedad es, en gran

medida, debido a la predisposición a las actitudes autoritarias (naturales, no condicionadas

socialmente, según afirma Michels) de la masa trabajadora. No se debe a la existencia de

una élite impuesta y que domina, y que amplía sus valores grupales a valores sociales, por

lo que la democracia no puede desplegarse; al contrario, se debe a que aquellos grandes

sectores sociales oprimidos −mismos que exigen democracia− son, en su naturaleza

psicológica, anti-democráticos, y además, el medio que utilizan −la organización− para

conseguir la democracia, facilita la propia oligarquización de la sociedad. Por estas razones

las masas se ven condenadas a ser conducidas, y forzadas a ser parte de la sucesión de

élites, sin que puedan participar o ejercer alguna influencia:

“Estamos tentados de hablar de este proceso como una tragicomedia donde las masas se conforman con dedicar todas sus energías a lograr un cambio de amos. A los obreros sólo les queda el honor de ‘participar en el reclutamiento del gobierno’. El resultado parece bastante malo, especialmente si tomamos en consideración el hecho psicológico de que aún el más puro de los idealistas que llega al poder por pocos años es incapaz de eludir la corrupción que el ejercicio del poder lleva consigo… La revolución social, como la revolución política, es equivalente a una oposición mediante la cual, como lo expresa el proverbio italiano: Si cambia il maestro di capella, ma la música é sempre quella.”81

Todo el análisis que Michels realiza sobre el comportamiento, la naturaleza psicológica y la

dinámica organizacional de la sociedad, lo llevan a concluir −igual que Mosca y Pareto−

que la historia de la sociedad humana es una historia cíclica. En el desarrollo de la vida

social existen altos y bajos, periodos de luchas y periodos de alianzas, épocas de guerras y

épocas de “supuesta paz”, pero el desenvolvimiento de los hechos siempre reafirma un

mismo estado social: unos mandan y otros obedecen. Ciertamente hay épocas donde se

80

Linz, Juan J. “Michels, Robert”. Op. cit., p. 269. Traducción y subrayado propios. Estas líneas reflejan la tendencia “científica” a señalar la incapacidad propia (natural) de las capas sociales menos favorecidas, que las llevan a ser “autoritarias”, corruptas, y viciosas. Incluso, este mismo autor afirma que la Ley de Hierro formulada por Michels es la única ley social que se ha podido comprobar dentro de las Ciencias Sociales. 81

Michels, Robert. Los partidos políticos… II. Op. cit., p. 181. Subrayado propio, excepto el proverbio italiano, el cual quiere decir: cambia el director, pero la música siempre es la misma.

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puede considerar que existe una democracia −resultado de una lucha política−, donde las

masas participen en las decisiones que rigen sus vidas, pero pronto nos damos cuenta que

esa democracia o no es tal o no perdura mucho tiempo, pues pronto se instaura un gobierno

de pocos a favor de ellos mismos. Justamente, en las últimas líneas de su libro Los partidos

políticos Michels expresan el estado desigual permanente de la sociedad humana:

“Las corrientes democráticas de la historia parecen ondas, que rompen sobre la misma playa y se renuevan constantemente. Este espectáculo reiterado es a un tiempo alentador y depresivo: cuando las democracias han conquistado ciertas etapas de desarrollo experimentan una transformación gradual, adaptándose al espíritu aristocrático, y en muchos casos también a formas aristocráticas contra las cuales lucharon al principio con tanto fervor. Aparecen entonces nuevos acusadores denunciando a los traidores; después de una era de combates gloriosos y de poder sin gloria, terminan por fundirse con la vieja clase dominante, tras lo cual soportan, una vez más, el ataque de nuevos adversarios que apelan al nombre de la democracia. Es probable que este juego cruel continúe indefinidamente.”82

Si acaso un movimiento social de masas logra quitarle el poder a la aristocracia o a una

oligarquía, sólo será para asumir el espíritu elitista de sus viejos enemigos. Aún la

“democracia triunfante” termina por ser una pequeña etapa en el ciclo social de la

desigualdad permanente. De esta manera, los ideales sociales de igualdad y las

construcciones científicas que las rodean son desprestigiados, reveladas las contradicciones

internas de quienes las defienden y su imposibilidad histórica y material, se expone la

inviabilidad de su éxito como proyecto político, económico y cultural. Una tarea que

llegará a un punto mucho más elevado (pragmático y matemático) con Vilfredo Pareto.

IV.3. Vilfredo Pareto. La fundación elitista residual.

El pensamiento desarrollado por Vilfredo Pareto depura el pensamiento elitista: aquellos

planteamientos que “comprobaban científicamente” la desigualdad social son llevados a un

nuevo nivel (matemático), los ataques al marxismo se refinan revelando las contradicciones

“reales” y las “mentiras” del socialismo que ponen de manifiesto que ambos no son sino

82

Ibid., p. 198.

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otro movimiento de élite basado en acciones no-lógicas, las ideas “positivistas metafísicas”

de Comte y Spencer se perfeccionan constituyéndose en un “positivismo lógico-

experimental” (verdaderamente científico), en fin, Pareto re-funda la ciencia económica y

la sociología “poniendo de cabeza a Marx” y dejando atrás el “liberalismo utópico”. Por un

lado, la antítesis socialista clase dominante/clase dominada, donde el primer término es

negativo −la burguesía dueña de la constricción económica− y el término positivo es el

segundo −la masa desposeída (sujeto histórico transformador)−, es invertida a Élite/Masa:

para Pareto −y todos sus discípulos pragmáticos− el primer término es el positivo y el

segundo el negativo. Pero no sólo se trata de un viraje en los signos, en la dicotomía

paretiana la masa no tiene influencia en el devenir histórico, es despojada de su praxis

social, ahora los sujetos de la historia son únicamente las Élites que ascienden y decaen

inevitablemente. Por otro lado, Pareto revela la anarquía que provoca la “religión

humanista” que ha desviado al liberalismo verdadero, que deja avanzar al socialismo y

permite que el Estado (la plutocracia) deforme el equilibro económico y social, y al mismo

tiempo, defiende y renueva un liberalismo conservador, pragmático y calculador. Sus

“logros” científicos a favor de las Élites lo llevan a ser considerado como el “Karl Marx de

la burguesía”83.

El pensamiento de Pareto sigue firmemente una noción científica: el positivismo

matemático. Al igual que otros positivistas, Pareto tuvo su primera formación en las

ciencias naturales: en 1870 obtiene su diplomado de ingeniero en la Escuela Politécnica de

Turín84, profesión que ejercerá por un poco más de 20 años en sociedades ferroviarias y en

empresas mineras. Una cierta actividad política (que lo decepciona) −trabajó como

consejero comunal de San Giovanni Valdarno y fue candidato al parlamento nacional− y su

acercamiento a la ciencia económica lo llevan a encuadrarse en el liberalismo económico

83

Esta atinada descripción, aparece en un obituario dedicado a Pareto en el periódico socialista italiano Avanti. Joseph Shumpeter, seguidor del elitismo paretiano, cuestiona este título al decir que no es correcto relacionar a Pareto con la burguesía, pues él “jamás perdió ninguna oportunidad para verter su desprecio ante la burguesía ignorante y cobarde”, pero acepta dicha analogía, en el sentido que “transmite muy bien la impresión que Pareto había tenido sobre sus compatriotas [italianos]: ellos, de hecho, lo habían elevado a una altura que era única entre los economista y sociólogos de su tiempo”. Ver Shumpeter, Joseph A. “Vilfredo Pareto (1848-1923)”. En The Quarterly Journal of Economics Vol. 63, No. 2 (mayo, 1949): 147-173. p.147. 84

La tesis con la que logró obtener su diploma se tituló Principi fundamentali della teoria dell´elasticitá.

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desarrollado por León Walras, “un equilibrio económico, un mundo limpio y perfecto en su

coherencia lógica.”85

La ciencia de Pareto conjuga las matemáticas aplicadas a la actividad empresarial y las

matemáticas que reducen (simplifican) la vida social; los elementos con los que trabaja y

esquematiza sus fórmulas son los datos históricos uniformes. La visión que esta ciencia

tiene sobre la historia es de una historia cíclica. Según Pareto la historia tiene ciertas

“uniformidades”, y al igual que en las ciencias naturales, en la economía y en la sociología

podemos elaborar leyes, pues “…si no existieran estas uniformidades, tampoco existirían ni

la ciencia social ni la economía política. El mismo estudio de la historia no tendría la más

mínima utilidad.”86

De esta forma la ciencia: “…no ha de proporcionarnos preceptos: estudia ante todo las

propiedades naturales de ciertas cosas y resuelve posteriormente los problemas que

consisten en preguntarse: dadas ciertas premisas ¿cuáles serán las consecuencias?”87

Parecido notable con la ciencia de Comte. “La ciencia no abriga ideas preconcebidas, ni

pasiones; no pertenece a ningún partido sino tiene únicamente la obligación de describir los

hechos, investigar las relaciones que estos tienen entre sí y descubrir la leyes que

constituyen las uniformidades naturales.”88

Impregnado por los ejes positivistas, Pareto desea, sin embargo, dejar atrás los principios

absolutos: “Mientras la metafísica desciende de los principios absolutos a los casos

concretos, la ciencia experimental parte ya no de los principios absolutos, que para ella no

existen, sino solamente de los principios generales, los cuales se hacen luego desprender de

otros más generales, y de allí en adelante indefinidamente.”89

85

Para algunos datos biográficos sobre Pareto, véase: Busino, Giovani.”Vilfredo Pareto a través de su correspondencia”. En Vilfredo Pareto, hoy. Acta Sociológica. Nueva época, No. 44 (mayo-agosto, 2005). México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales/UNAM. pp. 139-182. Y: Borkenau, Franz. Pareto. México: Fondo de Cultura Económica, 1941. Capítulo I. Biografía. 86

Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Orozco, José Luis. Pareto: Una lectura pragmática. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM/Fontamara, 1997. p. 59. Subrayado propio. 87

Ibidem. 88

Pareto, Vilfredo. “Il compito della sociologia fra le scienze sociali”. Citado en Ibid., p. 60. Subrayado propio. 89

Pareto, Vilfredo. Trattato di Sociologia Generale. Citado en Ibid., p. 27. Subrayado propio.

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65

Las leyes para Pareto ya no son tan rígidas como en la ciencia metafísica, las leyes son

ahora sólo un medio de conocimiento: “Las leyes no son necesarias: son hipótesis que

sirven para resumir un número más o menos grande de hechos, y permanecen en tanto no

sean sustituidas por otras mejores.”90 Las hipótesis así planteadas, son leyes hasta no ser

mejoradas, las ciencias sociales proceden entonces por “aproximaciones infinitas” que nos

acercan cada vez más a conocer el “fenómeno real”. De esta forma la simplificación de la

vida social con la que funcionan las teorías lógico-experimentales −como el modelo de

Walras y las fórmulas de ofelimidad de Pareto− no es de ninguna forma anti-científica, todo

lo contrario, nos permite, en un primer momento, obtener un modelo con los elementos

esenciales para, posteriormente, introducir unitariamente “nuevas complicaciones”. Lo que

le permite obviar la complejidad de los hechos sociales para formular esquemas y fórmulas

matemáticas es su ciencia lógico-experimental91; Pareto busca descubrir hechos recurrentes,

pero no se interesa por sus “causas primeras”:

“La ciencia no se ocupa más que de constatar las relaciones entre las cosas y los fenómenos. Es decir, descubrir las uniformidades que presentan estas relaciones con otros, pertenece a la ciencia. Pero lo que se ha denominado las causas primeras, y en general, todas las entidades que sobrepasan los límites de la experiencia, se encuentran por ello fuera del dominio de la ciencia.”92

Las uniformidades que nos permiten elaborar “indefinidamente” nuestras aproximaciones

se presentan en todas las acciones humanas. Ya sea que se ejecuten en los ámbitos más

comunes de la vida social o en las esferas más avanzadas en términos racionales (la ciencia

y las artes dirá Pareto), toda acción tiene tras de sí un componente invariable. Así como

Mosca y Michels exaltaban el aspecto psicológico, de la misma forma Pareto dirá que “la 90

Ibidem. Subrayado propio. 91

El término de ciencia lógico-experimental “significa que están implicados dos elementos esenciales: el razonamiento y la observación de ‘hechos’. El razonamiento lógico es por sí mismo incapaz de obtener resultados necesarios que sean algo más que tautologías, pero a pesar de esto es un elemento esencial. Se concibe, sin embargo, subordinado al otro elemento, el de los hechos experimentales u observados. Debe señalarse que Pareto no intenta en parte alguna… una delimitación específica del campo de los hechos científicos… Su término más usual es experiencia, cuyas connotaciones son: verificabilidad e independencia de los sentimientos subjetivos del observador. Se equipara experiencia a observación. A menudo se hace referencia a ella considerando que capacita a los hombres para ‘juzgar’ entre diferencias de opinión...” Zamitiz Gamboa, Héctor. Vilfredo Pareto: Realismo político y ciencia política. México: UNAM/Ediciones Gernika, 2008. pp. 93-94. 92

Pareto, Vilfredo. Les Systemés Socialistes. Citado en Ibid., p. 252.

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psicología está, evidentemente, en la base de la economía política y, en general, de todas las

ciencias sociales.” Siguiendo el modelo matemático simplificador de Walras, Pareto

esquematiza la acción social y los elementos que la componen en la siguiente fórmula:

“En las teorías [o acciones] concretas que designaremos por (c), además de los datos de hecho, hay dos elementos o partes principales: una parte o elemento fundamental [la uniformidad], que designaremos por (a), y una parte o elemento contingente, generalmente bastante variable que designaremos por (b) […] Llamaremos residuos las cosas (a), derivaciones las cosas (b), derivadas las cosas (c).”93

Este modelo integra las dos partes que componen las acciones de los hombres, además de

demostrar que la economía necesita de la sociología para poder comprender el “fenómeno

real”. Los residuos, elemento constante, hacen referencia a las acciones no-lógicas −lo que

no significa i-lógicas−, son los sentimientos, los gustos, las disposiciones y los intereses, es

decir, “los instintos que dan nacimiento a razonamientos”94. Mientras que las derivaciones,

elemento variable, son las acciones lógicas, “el trabajo realizado por el espíritu para dar

razón del elemento (a)”; las derivaciones son variables porque son el producto de la

“imaginación” con la que “los hombres intentan disimular, cambiar, explicar los caracteres

que tienen realmente algunas de sus maneras de actuar”. A diferencia de los animales, “el

hombre siente la necesidad de razonar, y de cubrir con un velo sus instintos y sus

sentimientos.”95 Si las acciones sociales se detuvieran en la realización de los instintos, la

humanidad no se diferenciaría de los demás animales, pero el trabajo intelectual −las

derivaciones− es lo que nos caracteriza como especie humana.

La economía política, las “operaciones militares, políticas y jurídicas” comprenden las

derivaciones, pero siendo estas el elemento variable, no se logra acercarse al fenómeno real

al detenernos en los estudios de esas disciplinas, sólo con el descubrimiento de los residuos

se logra un modelo, que con las modificaciones sucesivas correspondientes, nos aproxime

(científicamente) a la acción social. Ya que los residuos, verdaderas uniformidades de las

93

Pareto, Vilfredo. Traite de sociologie generale. París: Libraire Payot, 1917. pp. 434,459. Traducción propia. 94

Ibid., p. 452. Traducción propia. 95

Ibid., pp. 452, 785, 788. Traducción propia.

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acciones sociales, nunca se encuentran “visiblemente”, sólo podemos localizarlos por sus

derivaciones, sus justificaciones; quedan sin conocerse aquellos residuos que no son

cubiertos por “el velo del intelecto”. Pareto afirma que la tarea del sociólogo empieza

cuando descubre −abstrayendo las derivaciones− el residuo, o residuos, que motivan a un

individuo, pero su labor no se termina hasta que no encuentra la razón por la que las

derivaciones son aceptadas socialmente. “Cuando el lógico ha descubierto el error de un

razonamiento, cuando ha revelado un sofisma, se acaba su obra. La obra del sociólogo

comienza, al contrario; debe buscar por qué estos sofismas se aceptan, por qué

convencen.”96

El descubrimiento de las uniformidades en la historia (cíclica) lleva a Pareto a intentar re-

fundar la historia. Dejando la vieja noción de que se estudia la historia para entender el

presente y planear el futuro, Pareto actúa inductivamente: va de lo más conocido a lo menos

conocido, es decir, intenta “explicar el pasado por el presente”. Para comprobar que el

estado actual de la sociedad ha sido una constante y que por lo tanto la historia no ha sido

sino cíclica −lo que desmiente el argumento humanista del avance progresivo de la

sociedad− las ciencias sociales deben imitar, una vez más, a las ciencias naturales. “La

geología se ha convertido en ciencia sólo cuando, valiéndose de la observación del

presente, ha sabido explicar los hechos del pasado. Seguir un camino semejante puede

también llevar a la historia a descubrir la verdad.” 97 Lo que permite aplicar el método

“exitoso” de las ciencias naturales a los estudios sobre los hechos humanos, es que tanto los

hechos sociales como los biológicos, químicos y físicos son, al menos para Pareto, iguales:

“…yo sostengo que por los hechos de la actividad del hombre, como por los hechos físicos, nosotros no podemos sino observar la regularidad y deducir de ella dicha regularidad de las consecuencias, sin penetrar jamás en la naturaleza íntima […] Diré… que a la luz de mis pocos conocimientos, no me parece notar diferencia entre la regularidad que presentan los hechos físicos y la que presentan los hechos de la actividad del hombre…”98

96

Ibid., p. 794. Traducción propia. 97

Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 66. Subrayado propio. 98

Pareto, Vilfredo. “Sul fenómeno económico. Lettera a Benedetto Croce”. Citado en Zamitiz Gamboa, Héctor. Op. cit., p. 208.

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La historia así desarrollada revela una verdad: el estado social desigual es inherente a la

sociedad99. Los movimientos históricos no se deben a la lucha entre clases sino a la

competencia entre distintas élites. Para comprobar este hecho histórico Pareto no se limita a

enunciados racionales coherentemente construidos, ahora la desigualdad social

naturalmente inscrita en la sociedad consigue expresiones matemáticas. Dado que el

aspecto económico y el aspecto social están integrados, los modelos construidos para un

área sirven para otra; para la comprobación de la desigualdad social Pareto construye un

esquema centrado en el aspecto económico, que tiene como premisa la existencia del homo

oeconomicus: “el intento de los individuos por satisfacer sus necesidades lo mejor que

puedan, dadas las limitaciones impuestas por la escases de recursos disponibles y las

barreras del conocimiento existente”100. Esta premisa hace necesario distinguir la utilidad

económica de la utilidad social. “La economía política no ve dentro de la utilidad sino una

relación de conveniencia entre una cosa y un hombre. Aunado a la propiedad, que

considera la economía política dentro de una cosa, de satisfacer una necesidad o un deseo

legítimo o no, tiene la propiedad que puede tener algo que sea realmente útil al hombre,

que le sea ventajosa…” 101

A la primera, el aspecto económico, la llama ofelimidad, para la segunda, el aspecto social,

reserva el nombre de utilidad. Siendo la ofelimidad la satisfacción de una necesidad o un

deseo por medio de una cosa, un bien material, ella se puede satisfacer por dos medios:

produciendo o transformando un bien económico, o apropiándose de bienes producidos por

otros. La ofelimidad es entonces algo distributivo, un agregado de satisfactores, en fin, una

suma de cantidades. En una sociedad el “máximo de eficiencia”, es decir, el punto máximo 99

Pareto prefiere hablar de “heterogeneidad social”, en lugar de desigualdad social, para él “… la sociedad humana no es homogénea puesto que se encuentra constituida por elementos que difieren más o menos, no solamente por caracteres evidentes como el sexo, la edad, la fuerza física, la salud, etcétera, sino también por caracteres menos observables, pero igualmente importantes, como las cualidades intelectuales, morales, la actividad, el valor…” la riqueza, el poder, el privilegio, etc. Como se verá más adelante esto se debe a su concepción naturalista de la sociedad, con la cual atribuye caracteres que están socialmente determinados a los individuos, como si estos los poseyeran de forma natural. Ibid., p. 238 100 Allais, Maurice. “Pareto, Vilfredo. I Contributions to Economics”. En vol. 11 de International Encyclopedia of the Social Sciences, editado por David L. Sills, 399-411. EUA: Crowell Collier and MacMillan, Inc., 1968. pp. 400-401. 101

Pareto, Vilfredo. “Prelezione al Corso d´Economia Politica”. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 62. Subrayado propio.

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del homo oeconomicus102, es aquel en que es imposible cualquier incremento en la

ofelimidad de un individuo sin provocar un decremento en la de otro individuo −para que

alguien obtenga más riqueza, alguien más debe perderla. Pero para que este supuesto no se

confunda con las denuncias marxistas, se debe aclarar que las ofelimidades individuales

“son cantidades heterogéneas y una suma de tales cantidades carece de todo sentido, no

existe, no puede ser considerada.”103 El bienestar sólo se puede dar individualmente, jamás

socialmente, pues la ofelimidad individual no puede igualarse a la ofelimidad social. La

expresión matemática de este hecho inalterable se expresa:

W=F (V1, V2, V3,…, Vi,…)

Siendo W la preferencia colectiva y V la preferencia individual, tenemos tantas V como

individuos existan en la sociedad; dado que W está en función de Vi, si se desea aumentar

un bienestar colectivo se tiene primero que generar un bienestar individuo por individuo.

Sin embargo, la búsqueda de riqueza por parte de los individuos está condicionada por

constantes históricas que generan el mismo resultado: una distribución del ingreso desigual,

un grupo reducido concentra la mayor parte de la riqueza, mientras que un grupo más

amplio se distribuye la menor parte de la riqueza104.

Pero la distribución desigual no implica un antagonismo o un conflicto social, por el

contrario “en economía política podemos determinar el equilibrio con la condición de que

cada individuo consiga el máximo de ofelimidad.”105 Ya no se trata de resolver los

102

Este máximo de eficiencia es lo que se conoce como el óptimo de Pareto, “…llamado también eficiencia paretiana, es un concepto utilizado por Vilfredo Pareto y aplicado de forma amplia en teoría de juegos, ingeniería y ciencias sociales. El óptimo se obtiene cuando en economía se realiza una asignación de recursos que tiene la propiedad de que, dados los recursos productivos (recursos naturales, fuerza de trabajo y bienes de capital), la tecnología y las preferencias de los consumidores (representadas por funciones de utilidad ordinales) y dada la distribución de recursos productivos entre los individuos, no existe ninguna otra asignación que permita aumentar la utilidad de un individuo sin disminuir la utilidad de algún otro. En otras palabras, el óptimo de Pareto se realiza cuando la asignación de recursos es tal que no es posible mejorar la condición de un individuo sin empeorar la condición de otro.” Nota elaborada por Calderón Rodríguez, José Ma. En Varios Autores. Vilfredo Pareto, hoy. Acta Sociológica. Nueva época, No. 44 (mayo-agosto, 2005). México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales/UNAM. pp. 6-7. 103

Pareto, Vilfredo. Trattato di Sociologia Generale. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 64. 104

Para un desarrollo más detallado de la ofelimidad, de la ley de la distribución de la riqueza y las fórmulas matemáticas de Pareto véase Allais, Maurice. Op. cit. 105

Pareto, Vilfredo. Tratatto di Sociologia Generale. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 65. Subrayado propio.

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conflictos sociales ni los antagonismos entre clases −los cuales no existen−, ahora la meta

es encontrar el equilibrio económico (y social), que radica en que cada individuo −con

condicionamientos sociales diferenciados− obtenga su máximo de ofelimidad, siempre

distinto del de los demás. Es la dinámica que Pareto denomina competencia económica:

“Hemos visto que, cuando es libre [la competencia económica], produce el máximo de ofelimidad. Cada clase, como cada individuo, al no tener otro objetivo que no sea el de su propia ventaja, llega a ser útil a los demás. Todavía más. Puesto que no destruye sino produce riqueza, esta competencia contribuye indirectamente a elevar el nivel de la ganancia mínima y a disminuir la desigualdad de las ganancias.”106

La desigualdad económica produce riqueza, lo que reduce las brechas entre los altos y bajos

ingresos. Esto por en el aspecto económico. Pero el factor invariable y constante en la vida

social también demuestra que el otro ámbito de la vida social −la política, o mejor dicho el

gobierno y el Estado− en que “luchan” agregados sociales es igualmente desigual, regido

por la dinámica del beneficio personal. La disputa política “…es aquella mediante la cual

cada clase se esfuerza por apoderarse del gobierno para instalar una máquina con la cual

expoliar a los demás”, de lo que se trata es de “apropiarse de la riqueza de los demás.”107

Similitud notable con la concepción de Marx sobre el Estado, al que considera siempre

como una dictadura de una clase sobre el resto de la sociedad, dictadura que asegura la

escasez para la mayor parte de la sociedad no gobernante, y al mismo tiempo, reproduce la

abundancia para la clase dominante. Similitud que se hace notar mejor aún cuando se

observan las definiciones que cada uno da sobre el Estado. En la Ideología Alemana Marx

define al Estado como “el reflejo distorsionado de los que se encuentran en el poder”. Por

su lado, Pareto afirma que “el Estado no es otra cosa que una abstracción, puesto que en la

realidad no existen sino los hombres que gobiernan y los hombres que son gobernados.”108

106

Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Ibid., p. 69. Subrayado propio. De esto se desprende que si se desea mejorar la situación de los grupos de bajos ingresos la única forma para lograrlo es aumentando la eficiencia de los negocios, aumentar el ingreso total, en fin, fomentar y dar rienda suelta a las empresas privadas. Sin embargo, incluso un aumento de la producción total no deja de estar regida por el máximo de eficiencia, es decir, el grado de desigualdad seguirá siendo el mismo sin importar el nivel de ingreso total, véase Allais, Maurice. Op. cit. 107

Pareto, Vilfredo. “Sulla Rappresentanza Proporzionale”. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 69. 108 Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Ibid., p. 77.

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Pareto fragmenta las “luchas de clases” al afirmar que cada quien sólo busca su propio

beneficio. Se demuestra que no existe tal cosa como los intereses sociales, pues “los

conceptos que los diversos individuos tienen acerca de su propio bienestar y el de los

demás son esencialmente heterogéneos, y no hay manera de reducirlos a la unidad.”109 La

realización del beneficio personal, tanto económico como social, no está motivada por la

razón, sino por los residuos, aquellas constantes históricas de la acción social. Pareto ataca

los ejes del humanismo revolucionario y del socialismo argumentando que los grandes

movimientos sociales de los últimos siglos no han sido sino movimientos inspirados en

sentimientos e intereses de grupos, la idea del progreso humano en base a la razón no tiene

existencia real. Del socialismo dirá que “no posee una naturaleza diferente de otras

religiones”, y que “se manifiesta y recluta a sus adherentes en proporción al desarrollo de la

industria”; de la obra de Marx, El Capital, opinará que “posee en un grado sobresaliente los

caracteres que se encuentran en todos los libros santos: la vaguedad y la obscuridad.”110

Para Pareto la Revolución Francesa de 1789 fue “una revolución religiosa, preparada por

las clases altas, cumplida en contra de ellas y que confirió el poder a una nueva clase [élite]

escogida, esto es, a la burguesía”. “La influencia de Voltaire y los enciclopedistas sobre las

clases inferiores fue casi de cero, y la revolución fue principalmente una reacción de los

sentimientos religiosos… de las clases inferiores.”111

Si tanto el marxismo socialista como el liberalismo humanista, herederos de las pugnas

populares, recurren a la razón como uno de sus principales pilares, no hacen otra cosa que

mentir. Pareto argumenta que el pensamiento de los philosophes y el socialismo

constituyen la “santísima religión humanitaria”, de la cual “los intelectuales son sus

sacerdotes”; para esta religión “todo lo bueno procede de la razón y todo lo malo de la

superstición”; se reproduce en ellos la relación bienestar-sabiduría de los antiguos

metafísicos, en la que “era imposible, según ellos, que el sabio fuere malhechor.”112 De esta

forma los socialistas no se diferencian, en el fondo, de las élites a las que atacan:

109

Pareto, Vilfredo. Tratatto di Sociologia Generale. Citado en Ibid., p. 44. Subrayado propio. 110

Pareto, Vilfredo. Les Systémes Socialistes. Citado en Ibid., pp. 28 y 31. 111

Pareto, Vilfredo. “Un´aplplicazione di teorie sociologiche”. Citado en Ibid., p. 33. 112

Pareto, Vilfredo. Les Systémes Socialistes. Citado en Ibid., p. 28.

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“Los revolucionarios prometen cambiar todo, eliminar la miseria, la injusticia, la opresión, el sufrimiento. Su acción puede revelarse como útil, pero nunca estará en concordancia con el resultado al cual se quería llegar. En efecto, en nombre de una sociedad más justa, más igualitaria, arruinan el orden establecido; después, apenas han conquistado el poder, crean una sociedad que no tiene que ver con la prometida antes de la revolución.”113

Los “logros” democráticos del liberalismo humanista siguen la misma dinámica que los

revolucionarios; el gobierno y el parlamento como instituciones que operan en nombre de

los “intereses de todos” no son sino una ilusión:

“…con mucha frecuencia, la clase gobernante elabora leyes o desempeña actos administrativos en su propio favor, en la creencia ingenua y honesta de que gobiernan de manera universal […] Es sabido que los parlamentos son singularmente incapaces de permitir que las leyes complicadas alcancen una aplicación por lo menos discreta. La mayoría de las veces, los hombres de elevado ingenio que ahí se encuentran, para poder obtener la mayoría, están obligados a adoptar un camino intermedio, a enmendar las leyes que proponen de tal modo que los resultados son mezquinísimos, sino es también que consignan justamente lo contrario de lo que se propusieron.”114

Los viejos mitos de la “santísima religión humanista” y los más actuales postulados

(mentiras) socialistas que exaltan la igualdad entre los hombres, los derechos naturales, la

democracia y la construcción de una sociedad libre, justa e igualitaria, son revelados como

lo que son: movimientos de élites motivadas por sus propios residuos, es decir, intereses.

Eliminados los supuestos de que los gobiernos democráticos actúan en favor de los

“intereses de todos” −pues no existe tal cosa como un interés general− y de que los

movimientos populares representan la razón y el progreso lineal −cuando en realidad la

historia es cíclica− Pareto formula su propia Ley, inalterable, comprobada histórica y

científicamente:

“Este nuevo fenómeno de las nuevas élites que, mediante un incesante movimiento de circulación, surgen de los estratos inferiores de la sociedad, ascienden a los estratos 113

Busino, Giovani. Op. cit., p. 160. Pareto dirá que “el socialismo tiende a convertirse siempre en más burgués, más ético, más humanitario. […] Mientras está en la oposición tiene como meta principal socializar los medios de producción, pero mientras más gana en poder, esa meta cambia de principal a secundaria”. 114

Pareto, Vilfredo. “Della lógica delle nuove scuole Economiche”. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 76.

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superiores, se plasman y, después, decaen, son aniquiladas o desaparecen, constituyen uno de los principaux de la historia, y es indispensable que se les tenga en cuenta para comprender los grandes movimientos sociales.”115

Los “sujetos históricos” son las élites, no la masa desposeída, la noción marxista de la lucha

de clases es atacada y reemplazada −eficazmente en la ideología dominante− por la

“competencia entre élites”. Para Pareto los cambios históricos no se deben tanto a

situaciones sociales, económicas o políticas y luchas entre grandes grupos sociales, como a

agregados de individuos, y estos agregados −sujetos− son las élites. No es que las masas

dominadas no actúen, sino que sus acciones no tienen influencia en la historia al nivel que

sí la tienen las élites, además las masas populares son manejadas según los intereses del

grupo dominante, convirtiéndose en meros instrumentos que las élites utilizan para

ascender al poder o permanecer en él.116 “No es sino una ilusión el creer que de frente a la

clase dominante se halle, en la actualidad, el pueblo. Se halla, y eso es cosa bien diversa,

una nueva y futura aristocracia que se apoya en el pueblo, y ya aparecen, al contrario,

algunos leves signos de desigualdad entre aquella nueva aristocracia y el resto del

pueblo.”117

La construcción que Pareto realiza en torno a las élites tiene ciertas carencias sociológicas

(metodológicas y conceptuales118), al igual que una valorización positiva, es decir deseable,

de la existencia de élites en la sociedad. Pareto construye su teoría entorno a la palabra

115

Pareto, Vilfredo. Les Systéms Socialistes. Citado en Ibid., p. 37. 116

Borkenau crítica estas afirmaciones de Pareto, pues considera que los cambios históricos no se deben exclusivamente a que unas élites asciendan y otras se degeneren, sino que una multiplicidad de factores sociales e históricos intervienen en las guerras, las crisis económicas, las independencias de territorios colonizados, el cambio de régimen y las características propias de los gobiernos. Ver su libro Pareto. Op. cit., Capítulo VII. Circulación de Élites, en especial p. 115 y ss. 117

Pareto, Vilfredo. “Un´aplplicazione di teorie sociologiche”. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 39. 118

Si bien la carencia conceptual de Pareto se refleja más directamente en su concepto de élite, su carencia está presente en gran parte de su obra sociológica. “Como sus conceptos son expresiones de pasiones políticas violentas en vez de una investigación imparcial, varían de significado con las simpatías y antipatías que evoca cualquier cambio de tema. A veces ‘élite’ es una ‘aristocracia’, y entonces la teoría de las élites tiende a probar que, inevitablemente, los mejores mandan en cualquier sociedad. En otras, se pasa por alto el argumento de la aristocracia al tener que referirse a formas de gobierno desagradables y, entonces, la élite viene a ser simplemente el grupo que ha logrado mantenerse en el gobierno eficientemente… Desgraciadamente, el lugar de ser claras, las simpatías de Pareto son contradictorias… y lo que en determinado punto es de desearse, en otro resulta ser decadencia.” Borkenau, Franz. Op. cit., pp. 124-125.

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élite119, no al concepto de élite. Define a la élite en términos muy parecidos a como se

entiende comúnmente, es decir: “una minoría selecta; un conjunto de individuos que por

sus cualidades morales e intelectuales, ejercen una función directriz dentro de un ramo de

actividad cualquiera.” Por su lado, la definición que Pareto elabora es la siguiente:

“Supongamos que en cada sector de la actividad humana, cada individuo recibe un número como signo de su capacidad, de modo muy semejante a las notas que se dan en la escuela para las diversas asignaturas. Por ejemplo, al tipo más notable de abogado se le dará el 10.

El hombre que no consigue un cliente tendrá el 1 −reservando el 0 para el completo idiota.

Al hombre que ha hecho millones −honradamente o no− le daremos 10. Al que tiene miles le concederemos 6; a los que sólo consiguen no ir al asilo, 1, reservando el cero para los que entran en él. […] Hagamos, pues, una clase con los que tienen el número más alto en su actividad, y demos a dicha clase el nombre de élite.”120

Con su definición Pareto no construye un concepto científico de élite, con ella sólo hace

operacional la noción común de lo que se entiende por una élite, al asignar valores

numéricos a los distintos niveles de “capacidad” que tiene cada individuo. Su definición

nos lleva, además, a terminar con tantas élites cómo actividades humanas graduemos: élite

política, élite del partido político A, élite del partido político B…; élite económica, élite de

la industria textil, élite de la industria alimenticia, élite de la industria comercial de

granos…; élite religiosa, élite católica, élite protestante, élite anglicana, élite judía, élite

islámica…; élite deportiva…; élite artística…; élite intelectual…; etc.

La carencia de un concepto de élite rigurosamente elaborado se debe tanto a su

individualismo metodológico, como punto de partida, como a su elitismo. Al concebir que

en la sociedad lo que existen son individuos y que las “especies” sociales son “agregados

más o menos similares”, Pareto no toma en cuenta que los caracteres que él gradúa y que

considera propios −mejor dicho naturales− de cada individuo, son en realidad resultantes de 119

El término élite tiene su origen en el idioma francés: es el sustantivo correspondiente al verbo elire (escoger). Tiene sus primeros usos en el siglo XVII, donde “…adquirió sobre todo un sentido comercial, para designar los bienes de calidad especial, y fue en el siglo XVIII cuando se empezó a designar con esta palabra a algunos grupos sociales, sentido con el que pasó al inglés.” Valdivielso del Real, Rocío. “Élites (Teorías de las)”. En vol. 2 de Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. Terminologías Científicas, editado por Román Reyes, 925-929. Madrid: Plaza y Valdés, 2009. p. 925. 120

Pareto, Vilfredo. The Mind and Society. Citado en Mills, C. Wright. La Élite del Poder. México: Fondo de Cultura Económica, 2005. p. 335.

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procesos sociales diferenciados y desiguales entre grupos sociales. Interrogantes tales como

¿por qué los individuos a los que se les asigna 10 llegaron a tener una “capacidad” tan alta?

Y ¿por qué a aquellos que se les asigna 2 o 3 tienen tan poca “capacidad”? ¿Qué

condicionamientos sociales formaron a un individuo tan distinto de otro? no tienen sentido

en los argumentos de Pareto. La naturaleza ha dotado a los individuos con capacidad de 10

con ese nivel desde su nacimiento, y dado que son mejores por naturaleza, deben tener las

posiciones más prominentes en la sociedad. Para Pareto los individuos que componen las

élites tienen cualidades eminentes que les proporcionan poder y prestigio; su noción tiene

un valor cualitativo, pero no cualitativo-socialmente condicionado, sino individual-

naturalmente dado. Define entonces a la élite, o aristocracia −pues utiliza ambos

conceptos−, como las mejores personas que, por serlo, merecen gobernar. “Los pueblos

salvo breves intervalos de tiempo, siempre son gobernados por una aristocracia,

entendiendo este término no en el sentido etimológico y queriendo significar los más

fuertes, enérgicos y capaces, tanto en el bien como en el mal.”121

Conjugando su teoría de los residuos, intereses que dan nacimiento a acciones y

razonamientos, su visión negativa de la sociedad122 y su teoría de la circulación de las

élites, Pareto hace una clasificación de los tipos de élites que actúan en los principales

ámbitos de la sociedad. Primeramente existen dos tipos de élites: la que gobierna y la que

no gobierna −pero desea gobernar−, su ascenso depende de que sepa aprovechar la

decadencia de la élite gobernante. En la política encontramos dos modos principales de

actuar: la astucia y la fuerza, que corresponden a los zorros y a los leones; en la economía

encontramos a los rentistas, individuos siempre cautos ante las innovaciones y cambios

sociales, y a los especuladores, los empresarios por excelencia, habidos de aventura y

novedades; en el ámbito intelectual existen los hombres de fe y los hombres de ciencia,

estos últimos son los verdaderos portadores de la razón lógica-experimental basada en el

método inductivo, matemático y positivo.

121

Pareto, Vilfredo. “Una applicazione di teorie sociologiche”. Citado en Zamitiz Gamboa, Héctor. Op. cit., p. 249. Subrayado propio. 122

Para una ampliación de estos puntos véase Busino, Giovani. Op. cit. y Zamitiz Gamboa, Héctor. Op. cit.

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Esta clasificación de los distintos tipos de élites que se encuentran en la historia, es una

aplicación más del método simplificador. Pero además es un ejercicio que nos refleja como

el mismo Pareto, que se presentaba como una persona sin pasiones, comete los mismos

hechos que él califica como errores, impregnando su trabajo intelectual con sus propios

residuos:

“Estamos frente a uno de los ensayos de Pareto para simplificar artificialmente hechos complejos, con el objeto de dar una sola explicación general de gran alcance, que confirme el dogma que pretende que la vida social no cambia esencialmente. […] Como en muchos otros ejemplos, Pareto ha llamado la atención sobre un fenómeno anteriormente ignorado y luego ha agrandado enormemente su importancia. Sus ataques reiterados sobre la falsa interpretación marxista de algunos socialistas italianos, que dividen todo el cuerpo social en capitalistas y proletarios, y luego explican la historia a través de las edades por la lucha, están enteramente justificados. Sólo que hace exactamente lo mismo al dividir la sociedad en especuladores y ‘rentistas’ y al querer explicarla a través de los tiempos por su lucha.”123

La Ley de las élites que impregna sólo a las élites de una capacidad transformadora −más

no progresiva− de la historia, no es suficientes para despojar a las masas de sus intentos por

influir en la política y la economía, también es necesario revelar su sentido egoísta −y hasta

“envidioso”. Pareto también exalta los efectos negativos que tiene para el “equilibrio

social” la intervención popular en el gobierno, pues deforma y desvía el Estado liberal

conservador:

“La doctrina liberal, mientras se combina con la doctrina de la democracia y del sufragio universal, es en sustancia, una doctrina optimista que supone que el pueblo habiendo obtenido el poder por la extensión del sufragio, no abusará para hacerse de los bienes de los ciudadanos acomodados. […] Es verdad que los liberales preveían, en parte al menos, este resultado, ya que insistían en tener un gobierno neutro que tuviera la menor ingerencia posible en los asuntos de los ciudadanos. Su error fue únicamente no haber comprendido

123

Borkenau, Franz. Op. cit., pp. 111-112. Borkenau nos muestra como los propios odios de Pareto a un cierto grupo dominante son los que determinan su clasificación de las élites, y no los hechos observables. “Como aristócrata, el odio hacia los especuladores era algo natural en él. Posiblemente, en sus violentos ataques en contra de estos y en su apreciación exagerada del problema que crea su existencia, trabajan aún las tradiciones aristocráticas, combinadas con su desprecio por una familia revolucionaria a causa de sus actividades mismas.” (en el mismo texto, p. 112).

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que, en el estado actual de la civilización, era una utopía, y que en ningún caso era razonable esperar que el pueblo quisiera instaurar un gobierno como ese.”124

El pueblo no es el portador de los sentimientos humanistas que le atribuye el marxismo o

las cualidades civiles que promulga el “liberalismo romántico”125. El pueblo se mueve,

como cualquier otro individuo, motivado por la satisfacción de sus propios intereses, por la

realización de su máximo de ofelimidad y la obtención de la utilidad que le otorga ventaja

sobre los demás. “Es natural que las clases que menos tienen deseen apropiarse de los

bienes de las clases que poseen más, ellas [las clases que menos tienen] se han dedicado

siempre a encontrar los razonamientos, buenos o malos, en apariencia por lo menos, que

pudieran justificar su conducta.”126

Cuando el pueblo logra conseguir el poder lo utiliza para apropiarse de la riqueza de los

demás. Actuando en base a sus residuos, elabora derivaciones −socialismo, justicia social,

igualdad, bienestar público− que justifiquen sus actos. Las doctrinas que exaltan la

integridad humanitaria del pueblo terminan siendo, en el análisis de Pareto, simples

ideologías para encubrir hechos reales pero jamás admitidos127.

Ahora se puede observar que a pesar de que el pensamiento sociológico desarrollado por

Pareto no tuvo la difusión y reconocimiento que tuvieron algunos de sus contemporáneos,

por ejemplo E. Durkheim y M. Weber, sí tuvo una fuerte influencia en la ideología

dominante realizada a lo largo del siglo XX, con el pragmatismo estadounidense a la 124

Pareto, Vilfredo. Citado en Busino, Giovanni. Op. cit., p. 178. Pareto hacía mucho hincapié en que el gobierno no interviniera en la vida social, principalmente denunciaba dos acciones de gobierno: el proteccionismo y los impuestos. Su denuncia ante la recaudación se debe, muy probablemente, a su negativa a pagar sus propios impuestos; a pesar de que su salario correspondía a una remuneración por actividades de enseñanza e investigación, Pareto pasó mucho tiempo sin dar clases frecuentemente; incluso se mudó fuera del campus de la Universidad de Lausana donde trabajaba para no pagar un impuesto progresivo. 125

Pareto defendía fuertemente el liberalismo conservador, aquel que contempla como libertades únicamente la propiedad y la libertad, en contraposición con el liberalismo deformado por la intervención del pueblo y por la burguesía débil de carácter, que extendía la libertad individual a la justicia social, al progreso racional y a derechos naturales, inherentes y propios de todos. 126

Pareto, Vilfredo. Les Systémes Socialistes. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 37. Subrayado propio. 127

El desprecio de Pareto por los movimientos sociales y humanistas parece ser el resultado del antagonismo con las ideas de su padre −un mazzinista, defensor de la unidad italiana−, e incluso del odio que tuvo hacia ellas. Pareto “…no sólo se alejó de los ideales de su padre, sino que les tuvo odio hasta el final de su vida. En su obra sobre sociología general… este odio extremado, desprecio y asco por las ideas mazzinistas, se hace sentir en cada página. Ataca al humanismo, al ‘Dios Progreso’ y demás deidades del mazzinismo… sin nombrar jamás a Mazzini personalmente, pero haciendo alusión velada, aunque inequívoca, a sus actitudes características.” Borkenau, Franz. Op. cit. p. 2.

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cabeza. A diferencia de otros sociólogos, Pareto influyó decisivamente en el pensamiento

conservador, pero al mismo tiempo no se le reconocía abiertamente. El régimen fascista tan

combatido por los estadounidenses y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial estigmatizó

a Pareto. Supuestamente el apoyo de Pareto al totalitarismo, como forma de reinstaurar el

orden que la anarquía revolucionaria y socialista había degradado, se debía a los estudios

que realizó sobre la historia de Roma; sus estudios lo llevaron a pensar que así como en la

antigüedad, cuando existía una emergencia social se nombraba a un dictador temporal,

también en su época se necesitaba alguien que reinstaurara el orden.128 Ciertamente el

apoyo que dio Pareto −así como el de Mosca− al régimen fascista se basó mayormente en

los ataques a la democracia popular y los movimientos de masas, así como en la

comprobación científica del estado elitista de la sociedad, que en el apego a la forma de

proceder del totalitarismo italiano de Mussolini −quien por cierto ofreció a Pareto un puesto

en el Senado del Reino de Italia en 1923.129 Sin embargo, a diferencia de Mosca, quien una

vez instaurado el régimen fascista lo criticó, Pareto sólo vivió un año del autoritarismo de

Mussolini −pues murió en 1923−, y en ese tiempo no cambió sus simpatías por los

gobiernos autoritarios y totalitarios que utilizan la fuerza como medio principal de instaurar

el orden. Se considera que los fascistas justificaron sus acciones en los escritos de Pareto,

en aquellos donde ponía la fuerza como el medio más eficaz de dominación: “…se puede

decir que la resistencia de la clase gobernante es eficaz sólo si está dispuesta a llegar al

extremo, sin miramientos; utilizando cuando suceda, la fuerza y las armas; de otro modo,

no sólo es ineficaz, sino puede así tal vez favorecer mucho a los adversarios.”130

En el pensamiento paretiano podemos encontrar las bases científicas, pero sobre todo las

ideológicas de los cambios neoliberal: un orden liberal conservador que elimina los mitos

del liberalismo romántico y destruye −en el discurso y la práctica− las alternativas políticas

(socialistas), defendiendo, según lo amerite la circunstancia, con democracia de élites o con 128

Esta interpretación forma parte de la defensa que realiza Shumpeter a favor de Pareto. Véase Shumpeter, Joseph A. Op. cit. 129

Su nombramiento tuvo fecha el 1 de marzo de 1923, sin embargo Pareto no se “digno a responder dicho honor” y no realizó la documentación necesaria para la verificación de su puesto; meses antes había renunciado a una comisión en la Sociedad de Naciones. En realidad, en ese entonces Pareto se encontraba ya enfermo, por lo que se había dedicado exclusivamente a su trabajo intelectual. Véase Busino, Giovani. Op. cit. 130

Pareto, Vilfredo. Trattato di Sociologia Generale. Citado en Zamitiz Gamboa, Héctor. Op. cit., p. 192.

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totalitarismos, la propiedad y la libertad del sujeto económico-social por excelencia: la

corporación capitalista moderna131. El anti-estatismo de Pareto se conjuga muy bien con las

políticas pragmáticas que no eliminan de tajo las actividades interventoras del estado, sino

que la dosifican según lo amerite la situación. Debe dejarse bien en claro que la

intervención Estatal que denunciaba Pareto −así como sus seguidores “ocultos” − era

realmente la intervención de un gobierno popular “para hacerse de los bienes de los

ciudadanos acomodados”. Pareto “…era ciertamente anti-estatista, pero por razones

políticas más que por razones puramente económicas: a diferencia de los clásicos ingleses,

él no luchó contra la actividad del gobierno per se sino contra los gobiernos parlamentarios

democráticos, la democracia parlamentaria que comandaba la ferviente lealtad de los

clásicos ingleses.”132

Como complemento a los postulados de la libre acción de las empresas y de la no

intervención (popular) del Estado, Pareto heredó al establishment sociológico la noción de

sistema, noción que terminaba completando la dinámica humana por él desarrollada en su

esfera social. Pareto pensaba que el término “individuo” es preciso, pues considera seres

vivos de forma aislada, en tanto que “sociedad” es un término vago que sólo hace

referencia a un “agregado de individuos”. Su intención de refundar la sociología lo llevó a

aplicar un nuevo concepto que reflejará sus observaciones de la sociedad:

“Se debe prestar atención a las moléculas del sistema social, es decir, a los individuos, en los cuales ciertos sentimientos se encuentran manifestados por los residuos. Podremos decir que en los individuos se dan mezclas de grupos de residuos, las cuales son análogas a las mezclas de los compuestos químicos que se encuentran en la naturaleza, mientras que los grupos mismos de residuos son análogos a tales compuestos químicos.”133

El concepto de sistema lo obtuvo de la mecánica analítica y antes de aplicarlo a la

sociología lo uso en la economía. El mismo Talcott Parsons reconoce que la gran

131

A principios del siglo XX Pareto exaltaba “la facilidad con la cual la forma anónima [la corporación] permite reunir grandes capitales…”. Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., p. 71-72. 132

Shumpeter, Joseph A. Op. cit., p. 152. Traducción propia. 133

Pareto, Vilfredo. Tattato di Sociologia Generale. Citado en Zamitiz Gamboa, Héctor. Op. cit., p. 247.

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contribución de Pareto a la sociología fue su concepción de sistema-equilibrio134. Este

concepto indica que los antagonismos, las luchas, los conflictos sociales no implican una

revolución en la sociedad, el sistema termina por auto-resolver cualquier movimiento

social, el conflicto es funcional135 al sistema, no un motor de transformación:

“Cualquier sociedad opone siempre una resistencia sumamente considerable a las fuerzas externas o internas que tienden a modificarla. Los movimientos accidentales que se producen en la sociedad son neutralizados por los movimientos en sentido contrario que ellos provocan y, en definitiva, esos movimientos terminan extinguiéndose y la sociedad vuelve a las condiciones iniciales. Por ello la sociedad puede ser considerada en un estado de equilibrio y de equilibrio estable.”136

La idea de la sociedad como un sistema en equilibrio estable ha tenido una gran influencia

en la sociología y la ciencia política, pero sobre todo en proyectos políticos conservadores y

reaccionarios. Saber si la sociedad es o no es “por naturaleza” un sistema en equilibrio

importa, pero importa más que dichos proyectos políticos (dominantes) se han dedicado a

moldear la vida social para que ésta se comporte como un sistema equilibrado

−argumentando que ese es el estado “natural” o “propio” de la sociedad moderna− donde

los movimientos populares y revolucionarios no tengan posibilidades de éxito, que en caso

de que se den existan los mecanismos necesarios para frenarlos y eliminarlos, pero también

que existan los mecanismos −ideológicos, culturales, políticos, legales, etc.− que eviten la

formación de dichos movimientos. La realización de dichos proyectos se llevó a cabo, al

menos en parte, durante los regímenes totalitarios anteriores a la Segunda Guerra Mundial

−fascismo y nazismo− en los que se conjugaba un totalitarismo político, una centralización

económica y el control vertical de grandes masas populares (lo que se conoce como

134

Ver Parsons, Talcott. “Pareto, Vilfredo. II Contributions to Sociology”. En vol. 11 de International Encyclopedia of the Social Sciences, editado por David L. Sills, 399-411. EUA: Crowell Collier and MacMillan, Inc., 1968. 135

Los postulados funcionalistas asumen que todo lo que existe es necesario, la pobreza, el hambre, la violencia que limita la condición humana de grandes masas desposeídas, los conflictos (desviaciones) son, en fin, necesarios en el sistema social. Además se le asigna a cada factor de la realidad social el mismo valor, la sociedad es entonces un conglomerado de grupos en competencia, de pesos y contrapesos que terminan por equilibrarse automáticamente. Para una explicación de los principales postulados funcionalistas y una crítica a ellos véase Bagú, Sergio. Op. cit., en especial los capítulos III y V. 136

Pareto, Vilfredo. Corso di Economia Politica. Citado en Orozco, José Luis. Op. cit., pp. 67-68. Subrayado propio.

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corporativización). Dichos proyectos se vieron frenados por la ejecución del Estado

Benefactor en gran parte de occidente, pero en realidad nunca dejaron de estar presentes

como fuerzas políticas y económicas poderosas. Lo que conocemos como neoliberalismo

ideológicamente tiene mucho de viejo, pero lo que sí tiene de nuevo es la aplicación más

extensa, rigurosa y tajante de los proyectos liberal-conservadores que se constituyeron a

principios del siglo XX y que fueron adaptándose a los cambios de la vida social para poder

adaptar la vida social a la realización de los intereses de sus principales figuras: la

corporación privada y las cúpulas políticas-económicas −siempre tan entrelazadas.

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V. La teoría de la élite del poder, crítica del elitismo.

Antes de distinguir la producción científica elaborada por C. Wright Mills de aquella que

acabamos de analizar se necesita hacer una aclaración. Las ideas de Mosca, Michels y

Pareto están cargadas de juicios de valor sobre lo que consideran deseable y lo que

consideran indeseable, como toda persona que realiza cierta producción intelectual estos

tres autores defendieron valores por ellos apreciados, al percibir amenazas hacia lo que

ellos consideraban valioso tomaron posturas para preservarlo y, al mismo tiempo, para

atacar aquello que definían como amenaza a sus valores.

No compartir los valores por ellos defendidos −la ofelimidad, el elitismo, el deseo de la

masa por ser dominada y encuadrada, por ejemplo− no requiere un mayor esfuerzo

intelectual, uno comparte o no cierta visión del mundo y una visión de cómo debería ser

−en ocasiones son las mismas, en otras no−; es cuando uno se da cuenta de que no puede

rechazar tajantemente sus elaboraciones intelectuales que las complicaciones surgen. Es

fácil argumentar que por el sentido elitista-conservador propios de Mosca, Michels y Pareto

debemos desechar su labor científica, arrinconarla en los estantes de las bibliotecas y no

leerlas jamás, pero ciertamente no es correcto desde el punto de vista científico; un

tratamiento científico de sus obras requiere conocer los valores que tienen como

motivación, tenerlos presentes en todo momento y no proceder según la frase “los valores

por un lado y los pensamientos por otro”. Antes de rechazar su obra intelectual debemos

conocer en qué medida es cierto lo que escribieron y pensaron, es decir, en qué medida

tiene un correlato en la realidad social aquello que afirmaron como existente. Por ejemplo,

rechazar la tendencia oligárquica de las organizaciones políticas debido al apoyo de

Michels al régimen fascista de Mussolini es un comportamiento no-científico; pero afirmar

que dicha tendencia es propia de la dinámica del libre mercado político en sociedades no

democráticas −que incluso pueden tener un sistema de elección oficial democrático− en la

que la cultura del enriquecimiento personal se da en las esferas políticas con mayor eficacia

−lo que se conoce como patrimonialismo político− y que se rechaza la existencia de una

“Ley de la Oligarquización” como reflejo de la “naturaleza humana”, pues la presencia de

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la oligarquización depende de cierta especificidad histórica y social −lo que requiere de su

estudio y la acción política para su eliminación−, es un correcto comportamiento científico.

Esta forma de proceder debe tenerse en cuenta para comprender la obra de Mills. En sus

obras sobre la organización desigual de la sociedad podemos observar cómo es que utiliza

ideas de Mosca, Michels y Pareto −entre otros autores− para explicar el fenómeno de la

“élite del poder” en la sociedad capitalista moderna (principalmente de Estados Unidos);

pero de ello no se desprende que Mills comparta la valoración conservadora de esos tres

autores. Cuando en realidad Mills hace uso de algunas aportaciones y principios de sus

obras porque explican comportamientos específicos de sociedades específicas, o expresan

ideas que le sirven como referencia para sus estudios e investigaciones.

V.1. Charles Wright Mills. “Los poderosos y arrogantes”137, y los hombres comunes.

La obra de Mills dedicada a la élite es una de las producciones más completas dentro de las

teorías de la élite, a pesar de no ser un empirista ni un positivista su obra contiene más

hechos, datos, estadísticas, entrevistas, análisis históricos, observaciones y biografías de las

que contienen las obras de otros teóricos. Su teoría sobre la élite del poder va acompañada

de una teoría de las clases sociales (estratificación política y económica) y de una teoría de

la socialización diferenciada138; no sólo afirma y comprueba la existencia de una élite

unificada (consciente o estructuralmente) sino que estudia: la forma en que opera, la

socialización privilegiada que la hace ser lo que es, las carreras cerradas que la unifican, los

137

Los poderosos y arrogantes fue el primer título que Mills pensó para su libro sobre la élite del poder; también consideró Los ricos y poderosos, pero lo descartó debido a que “… es necesario que [el título] no lleve a prejuzgar el problema de cuánto poder tienen los ricos y cuánta plata tienen los poderosos.” Mills, C. Wright. Cartas y escritos autobiográficos, Edición a cargo de Kathryn y Pamela Mills. México: Fondo de Cultura Económica, 2004. p. 203 138

Tres son los libros en los que Mills aborda al problema de la organización desigual de la sociedad, dedicando cada uno al estudio del sector bajo, el sector medio y el sector alto de la sociedad: The New Men of Power: America´s Labor Leaders, White-Collar: The American Middle Classes y The Power Élite. Mills no sólo estudió a la élite del poder, antes ya había realizado estudios sobre la composición, el comportamiento y las condiciones propios de los trabajadores y los sindicatos, y de la entonces nueva clase de “cuello blanco”, burócratas públicos y privados (corporativos). Estos estudios le permitieron conocer la forma en que la élite se relaciona con la sociedad, la forma en que obtiene legitimidad y poder, y la manera en que domina.

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valores que interioriza a lo largo de su vida, las relaciones que guarda con otros sectores no

dirigentes, los grupos que la conforman, las diferentes formas de poder que concentra y

despliega, los privilegios que obtiene en base a su posición estratégica y, sobre todo, la

libertad −de decisión, de ejecución, de realización de proyectos de vida, políticos y

económicos, etc.− que monopoliza. La importancia de la obra de Mills es que, al igual que

los tres teóricos elitistas aquí analizados, resaltó el papel dominante de la élite sobre la

masa y la vida social, pero también, y aquí su relevancia, analizó y describió cómo es esa

élite en su desenvolvimiento social: cómo piensa, qué ideas lo guían, cómo viste, cómo

habla, qué lee, dónde vive, cómo vive, dónde se educó, que estudió, la forma en que

aprovecha su tiempo de ocio, el tipo de familia en la que nació, en qué trabaja y cómo lo

hace, sus metas personales y grupales, la manera en que se reproduce, y la forma en

mantiene su dominio en los ámbitos comunes de la vida social. La comprobación que

realiza Mills de la existencia de una élite, va más allá de su fundamentación en base a una

Ley social o a ciertas características “residuales”, Mills revela a la élite (estadounidense,

pero también a la élite moderna capitalista) en su esencia y su forma, en sus condiciones

materiales y sus características psicológicas.

Al igual que los tres teóricos elitistas Mills139 también es parte de una tradición intelectual.

A diferencia del positivismo −tan dominante como escuela de pensamiento− que defendían

aquellos, la tradición en la que se inscribía Mills era en su época una tradición olvidada,

relegada y poco practicada: la tradición de la ciencia social clásica. La institucionalización

de la sociología, su burocratización y uso político conservador dominaban el campo

científico en el que Mills se desenvolvió, el “empirismo abstracto” y la “gran teoría” eran

las tendencias más desarrolladas, las producciones intelectuales de nivel cásico ya no se

producían −ni se deseaba que se produjeran. La producción intelectual de Mills, así como

su posicionamiento político, fueron siempre en la línea de recuperar la promesa −y el

139

Cabe destacar que Mills pudo tomar el mismo camino que otros sociólogos, quienes primero se instruían en las ciencias naturales para luego convertirse en científicos de los hechos sociales. Al terminar sus estudios pre-universitarios Mills ingresó, con intenciones de convertirse en ingeniero, al Texas Agriculture & Mechanical College, una institución educativa con disciplina militar, en la que permaneció sólo un año; al abandonar esta universidad ingresó a la Texas University donde comenzó a estudiar sociología. Ver Mills, C. Wright. Cartas y escritos autobiográficos. Op. cit. En especial la Primera parte. Los años de crecimiento en Texas (1916-1939).

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compromiso− que la Ciencia Social, más precisamente los intelectuales, tiene con la

sociedad:

“La promesa moral e intelectual de las ciencias sociales es que la libertad y la razón seguirán siendo valores estimados, que serán usados seria y consecuentemente e imaginativamente en la formulación de los problemas. [...] Toda re-formulación política contemporánea…debe incluir como fundamental la idea de una sociedad en la que todos los hombres serían hombres de razón independiente y cuyo libre razonar tendría consecuencias estructurales para sus sociedades, su historia y, en consecuencia, para los destinos de sus propias vidas.”140

La promesa y el compromiso de ser un intelectual implican que utilizando lo mejor posible

la posición privilegiada de científico social debemos estudiar los problemas importantes y

urgentes de la sociedad, aquellos que entrelazan las estructuras sociales y encadenan las

vidas de las personas sin libertad −la gran mayoría. Esta actitud la definió Mills como la

imaginación sociológica:

“…la imaginación sociológica no es una mera moda. Es una cualidad mental que parece prometer de la manera más dramática la comprensión de nuestras propias realidades íntimas en relación con las más amplias realidades sociales. No es meramente una cualidad mental más entre el margen contemporáneo de sensibilidades culturales: es la cualidad cuyo uso más amplio y más hábil ofrece la promesa de que todas esas

sensibilidades −y de hecho la razón humana misma− llegarán a representar un papel más importante en los asuntos humanos.”141

El papel que Mills demandaba −y que él mismo llevó a cabo− para la ciencia social, era la

realización plena del potencial transformador de la razón, siguiendo la tradición que la

Ilustración heredó a los intelectuales como personas privilegiadas que pueden desarrollar a

un nivel por encima de la media social sus capacidades mentales, principalmente el

razonamiento. Esta tradición no implica solamente el desarrollo individual de la razón, sino

que exige que esa razón sea aplicada al “bien común”, no al uso personal y egoísta, ni

140

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. México: Fondo de Cultura Económica, 2003. p.186. 141

Ibid., p. 34. Subrayado propio. Mills reconocía como ejecutores de esta cualidad mental a pensadores prominentes cómo Herbert Spencer, Augusto Comte, Émile Durkheim, Karl Mannheim, Karl Marx, Thorstein Veblen, Joseph Shumpeter, Marx Weber, entre otros (en el mismo texto p. 26).

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tampoco que se ponga al servicio de los sectores dominantes142. Si bien Mills resaltaba el

papel central de la razón en los asuntos humanos, no era partidario del “mito de la razón”

según el cual todo lo que sea producto del razonamiento es bueno y todo lo incorrecto

corresponde a la sin-razón, por el contrario; estudió profundamente los condicionamientos e

intereses que se imponen a la actividad intelectual y que limitan fuertemente la realización

de su “promesa”, provocando que la razón puede deformarse −en racionalización técnica−

y ponerse al servicio de los intereses más privados y excluyentes. El papel importante que

Mills asigna a la ciencia social es una tarea condicionada por el contexto social e histórico

de cada sociedad, así como por la moral del intelectual y por los valores que aprecia. Para

realizar el papel de intelectual, en un primer momento el científico social debe aclarar la

situación que se vive en determinada época, disipar los malos entendidos sobre la realidad y

definirla claramente. “La primera tarea política e intelectual −porque aquí coinciden ambas

cosas− del científico social consiste hoy en poner en claro los elementos del malestar y la

indiferencia contemporáneos.”143

Poner en claro el malestar y la indiferencia significa “determinar si existe o no un

conflicto” en que los valores apreciados por uno o varios grupos sociales son amenazados

por otro u otros grupos; significa aclarar para quién es un problema, porque una situación

conflictiva puede ser un problema para ciertos grupos pero para otros no, puede ser en

cambio, una situación óptima y deseable; significa también aclarar los propios valores,

aquello que el intelectual considere valioso (el prestigio burocrático, el dinero, el consumo

suntuoso, el desarrollo de la razón en servicio de los que carecen de libertad, etc.). Para

Mills esta es una de las tareas medulares de la ciencia social.

A diferencia de los teóricos elitistas que pugnaban porque el científico social no realizara

ningún juicio de valor, como si no tuviera aprecio por nada en absoluto, limitando su labor

a la descripción y prohibiendo la prescripción, Mills releva la neutralidad y la objetividad

positivas como lo que son, mitos y falacias; afirmar que no se harán juicios de valor no sólo

142

La tradición intelectual puede consultarse en el apartado II.2. La Ciencia Social, una actividad humana. Y la Sociología como ciencia difícil. 143

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 32. Indiferencia es la situación en la que la gente no siente estimación por ningún valor ni percibe ninguna amenaza; malestar es cuando la gente no siente estimación por ningún valor y, sin embargo, “percibe agudamente una amenaza” (en el mismo texto, p. 30).

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representa una omisión en la responsabilidad científica de hablar con la verdad, también

constituye una carencia de rigurosidad:

“No hay modo de que un investigador social pueda evitar el hacer juicios de valor e implicarlos en el conjunto de su trabajo. Los problemas y las inquietudes se refieren a las amenazas contra los valores estimados, y no pueden ser formulados claramente sin reconocer esos valores. […] El investigador social no se encuentra súbitamente ante la necesidad de elegir valores. Está trabajando ya sobre la base de ciertos valores. […] Todos los investigadores sociales por el hecho de existir, están complicados en la lucha entre ilustración y oscurantismo. En un mundo como el nuestro, practicar la ciencia social es, ante todo, practicar la política de la verdad.”144

La política de la verdad145 es el papel que conlleva la actividad intelectual con compromiso

humano, es “el uso de la investigación para aclarar cuestiones importantes y llevar la

controversia política más cerca de las realidades”146, revelar la demagogia, los dogmas, las

manipulaciones y demás recursos políticos, aclarar los valores y grupos en conflicto para su

correcto tratamiento científico. La política de la verdad implica tres ideales político-

intelectuales: primero, la exactitud de las investigaciones, es decir, la “verdad de los

hallazgos”; segundo, “el papel de la razón”, es decir, la importancia que tienen los

hallazgos científicos en los asuntos humanos; y tercero, el asunto de la “libertad humana”.

El potencial transformador de la razón, si bien es un potencial importante y necesario, se

entrecruza y depende −la mayoría de las veces− para su plena realización de que se le

complemente con otra actividad humana: la política. Mills es consciente que la ciencia, por

más que se lleve a cabo de forma adecuada y comprometida, es una actividad entre otras

dentro de la sociedad y que además es una actividad subordinada por otros campos, como la

política y la economía; no cae en la “fe ciega” que se le tiene a la ciencia como solución

última a los problemas de la humanidad, al contrario, define la plena realización científica,

al tiempo que revela sus límites y complementos:

144 Ibid., pp. 189-190. Subrayado propio. 145

A la política de la verdad se le contrapone lo que Mills denomina “economía de la verdad”, en la cual las investigaciones −empiristas− son limitadas por el acceso a recursos materiales y apoyos institucionales (principalmente monetarios); de esta manera la ciencia sigue el principio económico del “mayor beneficio, al menor costo”. 146

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 82.

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“…cuando hay valores sustentados tan firme y consecuentemente por intereses verdaderamente opuestos, que el conflicto no puede resolverse por el análisis lógico y la investigación de hecho, entonces parece haber llegado a su fin el papel de la razón en aquel asunto humano. Podemos aclarar el sentido y las consecuencias de los valores, podemos hacerlos congruentes entre sí y averiguar a cuál corresponde realmente la prioridad, podemos rodearlos de hechos; pero al fin quizá nos encontremos reducidos a meras afirmaciones y contrafirmaciones, y entonces sólo podemos alegar o persuadir. Y en el fin mismo, si se llega al fin, los problemas morales se convierten en problemas de poder, y en último extremo, la forma definitiva de poder es la coacción.”147

La ciencia social, en la sociedad capitalista moderna, lleva a cabo sólo una parte de la

actividad humana transformadora, aclara la situación conflictiva, define los grupos

antagónicos y los valores que sustentan, estudia la situación e intenta “persuadir” a los

demás; si los científicos tomaran las decisiones estructurales en la sociedad, la aplicación

de las soluciones razonadas dependería sólo de la voluntad del intelectual, pero esto no

sucede así. Las decisiones son tomadas por grupos reducidos −como las cúpulas políticas y

los consejos de accionistas de corporaciones transnacionales y grupos financieros−

motivados por intereses privados y excluyentes, los científicos sociales intentan que sus

soluciones e investigaciones sean tomadas en cuenta, suelen convertirse en consejeros o

forman organizaciones para difundir su opinión −periódicos, revistas, universidades, etc.−,

cuando esas soluciones son tomadas en cuenta por los hombres de poder se debe a que son

soluciones en favor de los negocios, del gobierno, o de la legitimación oficial. Cuando no

se les toma en cuenta, las soluciones son soluciones críticas, que intentan mejorar la

situación de la masa sin libertad, lo que casi siempre conlleva la reducción del poder, de los

negocios, de la concentración de recursos y de la toma de decisiones privadas con

consecuencias sociales. En estos casos, la actividad intelectual se debe conjugar con la

actividad política, los movimientos sociales democráticos y la educación humana.

El tono de la crítica a la ciencia con valores ocultos y serviles ante el poder y el dinero, no

es sólo una forma de transmitir ideas, en Mills la crítica se da en todos los niveles de su

actividad intelectual, y también política. La postura epistemológica y científica de la que

Mills parte lo lleva a cuestionar las bases de las obras de otros autores; conocer la

147 Ibid., p. 94. Subrayado propio.

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profundidad de sus análisis y su falta de rigor se hace necesario cuando se requiere verificar

la veracidad de las teorías elitistas de la élite. Una de las bases más fuertes de esos teóricos

es la correspondiente a la “naturaleza humana”.

Los teóricos elitistas anteriores a Mills compartían la noción de que la humanidad tiene una

esencia vil por naturaleza, suponían que la vida social se basa en “las pasiones e intereses

siniestros” que motivan sus acciones; para Mosca esta naturaleza podía ser controlada, mas

no eliminada, por la ley y la moral impuestas por medios jurídicos, para Michels sólo se

puede observar como esa naturaleza se reproduce inevitablemente, para Pareto la

satisfacción eficaz de los residuos, de esta naturaleza, es lo que separa a las élites

triunfantes de las que decaen y desaparecen −la masa, recordemos, para él no tiene papel en

la historia. Mills no desmiente que haya intereses y pasiones siniestros dentro del

comportamiento de ciertos grupos sociales, ni que estos se reproduzcan más fácilmente en

la dinámica de competencia desigual del capitalismo, lo que Mills no comparte es que

ciertas actitudes e intereses de ciertos grupos, de cierta época y cierta sociedad sean

consagrados en un plano trans-histórico, sentenciando que toda la humanidad, en todos los

tiempos pasados, presentes y futuros, tienen dicha cualidad humana. Recurrir a tales

principios como explicaciones totales de la sociedad es una carencia científica que a priori

define tajantemente −como grabado en roca− lo que debería estar abierto a la investigación;

las investigaciones “científicas” que siguen esta fórmula se realizan entonces bajo

prejuicios morales:

“…rasgos absolutamente íntimos de la vida interior del hombre se formulan mejor como problemas dentro de contextos históricos específicos. […] Los psicólogos, lo mismo que los investigadores sociales, deberían pensar [e investigar] bien lo que es el “hombre” antes de decir nada acerca de él. […] Tratar de explicarlo de acuerdo con una teoría de la “naturaleza fundamental del hombre” es confundir la historia humana misma en una pequeña y árida jaula de conceptos sobre la “naturaleza humana”. […] La idea misma de naturaleza humana es un supuesto de la ciencia social, y decir que forma el asunto de sus informaciones es incurrir en petición del principio fundamental. No puede haber más que cultura humana. La idea de una “naturaleza humana” común al hombre como hombre es una violación de la especificidad social e histórica que exige el cuidadoso trabajo en los

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estudios humanos; por lo menos es una abstracción que los investigadores sociales no tienen derecho a hacer.”148

Si bien la forma de proceder de Mills en su labor científica se apega a la promesa y al

compromiso de la ciencia social en el sentido de la tradición intelectual ilustrada, no por

ello sigue ciegamente los mitos creados alrededor de los avances de la Ilustración. Los

mitos de la razón bondadosa, del progreso ilimitado y de la ciencia como solución perfecta

y última de los problemas de la humanidad, no son propios del pensamiento de Mills. Su

compromiso lo lleva a estudiar los problemas más allá de leyes trans-históricas o de

inquietudes individuales (psicológicas), lo que Mills hace es conjugar los problemas

estructurales con los problemas de la biografía, es decir, se preocupa por la condición

humana, por su estado prospero o decadente, por las fuerzas sociales que la mejoran o la

deterioran y por cómo es que se puede recuperar la promesa ilustrada de un hombre pleno.

Las palabras con las que inicia el primer capítulo de La Élite del Poder recuerdan a lo que

J. J. Rousseau escribió al comienzo de su Contrato Social, pero también se nota una

diferencia en la profundidad del análisis de la condición humana. Rousseau escribió: “El

hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo que se

considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás.”149

Rousseau trataba el problema de la condición humana en una sociedad políticamente

organizada, en donde la formación de un Estado para la organización y el control social

requería que las personas entregaran parte de sí mismos; se pensaba que el Estado

aseguraba la libertad, la propiedad y la individualidad, pero Rousseau advertía que sucedía

todo lo contrario, que la existencia misma de ese poder implicaba el encadenamiento de las

personas150. La similitud con las palabras de Mills está en la preocupación de ambos por

revelar el estado de la condición humana en determinada organización social, conocer y dar

a conocer en qué medida las personas son o no son libres; pero Mills profundiza más al

descubrir que el encadenamiento del que habla Rousseau no es igual para todos y que

incluso hay grupos que no se ven limitados, que por el contrario, encadenan a otros muchos

148 Ibid., pp. 176-177. Subrayado propio. 149

Rousseau, J. J. El Contrato Social. México: Editorial Porrúa, 2006. p. 3. 150

El sentido de los tratados de Rousseau se estudia en el apartado III.3. Sobre Sociología Política.

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grupos sociales. Mills define así dos tipos opuestos de personas −con varios tipos más que

van de uno a otro−, los hombres corrientes y la élite del poder:

“Los poderes de los hombres corrientes estás circunscritos por los mundos cotidianos en que viven, pero aún en esos círculos del trabajo, de la familia y de la vecindad muchas veces parecen arrastrados por fuerzas que no pueden ni comprender ni gobernar. Los grandes cambios caen fuera de su control, pero no por eso [esos cambios] dejan de influir en su conducta y en sus puntos de vista. La estructura misma de la sociedad moderna los limita a proyectos que no son suyos, sino que les son impuestos por todos lados. […] Pero no todos los hombres son corrientes u ordinarios en este sentido. Como los medios de información y poder están centralizados, algunos individuos llegan a ocupar posiciones en la sociedad… desde las cuales pueden mirar por encima del hombro, digámoslo así, a los demás, y con sus decisiones pueden afectar poderosamente los mundos cotidianos de los hombres y mujeres corrientes. [Estos hombres no corrientes] no necesitan meramente satisfacer las exigencias del día y la hora, sino que crean en alguna parte esas exigencias y hacen que los otros las satisfagan.”151

El interés de Mills no sólo es ver en qué medida las personas son libres o no, su

preocupación incluye saber quién sí lo es y quién no. Ello exige aclarar la estructura de la

sociedad, los distintos tipos de biografía que existen −personas exitosas, personas

fracasadas, personas que deciden su carrera de vida, personas que van a la deriva, personas

que deciden la economía nacional desde una oficina en un edificio lujoso, personas que

apenas satisfacen sus necesidades del día a día−, definir los tipos de poderes predominantes

en la sociedad, los valores apreciados por la sociedad en general y por cada grupo en

particular, conocer a cada sector social −alto, medios y bajos−, y la forma en que opera la

estructura jerarquizada altamente desigual.

Sería falso decir que toda la producción de Mills parte de cero y que él encontró la piedra

angular de la sociología política, al contrario, es necesario reconocer que mucha de su

producción tiene tras de sí una buena lectura de otros pensadores, como Weber y Marx,

incluidos algunos de los teóricos elitistas con los que no comparte valores, como Mosca y

151

Mills, C. Wright. La Élite del Poder. Op. cit., p. 11.

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Pareto152; pero como mencionamos anteriormente el uso de las teorías elitistas se debe sólo

a que en ellas se encuentran explicaciones reales de la sociedad capitalista moderna,

además su utilización va acompañada de una crítica en los puntos en que dichos autores

cometieron errores de análisis −por falta de rigurosidad o juicios de valor encubiertos−,

como el sentido de la “naturaleza humana” que ya analizamos. Pero también se debe

reconocer todo lo nuevo y distinto que tiene el estudio de la élite del poder de Mills, desde

sus valores anti-elitistas, democráticos e intelectuales, hasta su profundo trabajo científico.

Una de las primeras advertencias que hace Mills sobre su análisis de la élite del poder es

que −a diferencia de Mosca, Michels y Pareto− no admite que la existencia de la élite sea

una ley social, ni que sea únicamente ella la que de forma al devenir histórico y social:

“No es mi tesis que una minoría creadora, una clase gobernante, una élite omnipotente, dé forma a todos los acontecimientos históricos en todas las épocas de la historia humana y en todas las naciones. Afirmaciones semejantes resultan, por lo común, tras un examen cuidadoso, meras tautologías [aquí hace referencia a G. Mosca], y aun cuando no lo sean, son demasiado generales para que resulten útiles al intento de comprender la historia del presente. La definición mínima de la minoría del poder según la cual forman ésta los individuos que deciden todo lo que es necesario decidir de gran importancia, no implica que los miembros de dicha élite sean siempre y necesariamente los que hacen la historia, y tampoco implica que no lo sean nunca. […] Como quiera que definamos la minoría, la extensión del poder de sus individuos está sujeta a variaciones históricas. Si, de una manera dogmática intentamos incluir esas variaciones en nuestra definición genérica, limitamos neciamente el empleo de un concepto necesario.”153

Críticas directas a Mosca, Michels y Pareto, quienes ampliaban las observaciones de su

época a toda la humanidad y toda la historia. Mills desea realizar un trabajo sobre el papel

que juega la élite en determinada época −la época moderna industrial-financiera− y en

determinada sociedad −la sociedad capitalista sin democracia, sin libertad y sin ejercicio de

la razón−, con determinada economía −una economía centralizada y monopólica, es decir,

corporativa−, y con determinados tipos de hombres. Por estas razones el trabajo de Mills 152

Mills reconoce los autores que tomó en cuenta al realizar su libro de La Élite del Poder: “…en el libro sobre la élite tuve que tomar en cuenta las obras de hombres como Mosca, Schumpeter, Veblen, Marx, Lasswell, Michels, Weber y Pareto.” La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 213. 153

Idem. La Élite del Poder. Op. cit., pp. 26-27.

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sobre la élite del poder tiene como referencia principal la sociedad de los Estados Unidos

de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, en un contexto de expansión

del poder y centralización de las decisiones; a diferencia de los tiempos que vivieron los

tres teóricos elitistas en que los medios de dominación eran fuertes pero no muy

numerosos, en la sociedad de los Estados Unidos los medios para ejercer el poder son

altamente numerosos, de ahí que el análisis de Mills se amplié a otras esferas sociales más

allá de la clase política o la cúpula económica. Ya no es suficiente afirmar la existencia de

una élite, ahora hay que encontrar todos aquellos grupos, medios, instituciones, recursos y

valores que rodean a la élite:

“Los individuos de la minoría poderosa no son gobernantes solitarios. Consejeros y consultores, portavoces y creadores de opinión pública son con frecuencia quienes capitanean sus altas ideas y decisiones. […] Más o menos libres de compromisos como críticos de la moral y técnicos del poder, como portavoces de Dios y creadores de la sensibilidad de las masas, esas celebridades y consultores forman parte del escenario inmediato en que se representa el drama de la minoría.”154

La teoría que Mills construye no es una teoría sobre élites, como sí la construyó Pareto,

para quien las élites eran tan numerosas como las actividades humanas. Mills estudia a la

élite del poder, aquella que concentra el poder de decidir lo importante de los asuntos

sociales y de llevar a cabo esas decisiones en una sociedad; puede haber élites en cada

campo de la vida social −élite artística, élite comercial, élite deportiva, etc.− pero la élite

que decide el desenvolvimiento de la vida social desde posiciones estructurales altas sólo es

una: la élite del poder. Entonces ¿qué es lo que Mills entiende por élite? Y ¿cuáles son las

jerarquías a las que ella tiene acceso y que la hacen controlar la vida cotidiana de los

hombres corrientes?

“Entendemos [dice Mills] por minoría del poder los círculos políticos, económicos y militares que, como un conjunto intrincado de camarillas que se trasladan e imbrican, toman parte en las decisiones que por lo menos tienen consecuencias nacionales. En la

154

Ibid., p. 12.

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medida en que se deciden los acontecimientos nacionales, la élite del poder está constituida por quienes los deciden.”155 Las aportaciones de Mills tienen una importancia primordial en el estudio de la élite, y más

ampliamente en el problema de la estructuración desigual y excluyente de la vida social. Ya

Mosca, Michels y Pareto habían definido a la élite cómo aquella que manda y que dirige la

vida social, describiendo su existencia como una Ley social. El aporte de Mills radica en

estudiar cómo llegan los miembros de la élite a ocupar las posiciones más altas en la

sociedad, por qué son tan diferentes de los hombres corrientes, cómo se forman en hombres

de poder, cuál es su fuente de poder y cómo lo ejercen. Al definir a la élite del poder, Mills

también toma en cuenta la noción común que los hombres corrientes tienen sobre los

individuos “de éxito”. Cuando los hombres corrientes notan diferencias entre ellos y

quienes ocupan puestos de gobierno, entre ellos y los hombres de negocios, y entre ellos y

quienes aparecen en los medios de comunicación de masas −principalmente la televisión−,

notan que esos individuos tienen mucho de lo que ellos desean o necesitan tener, piensan

que ellos “son todo lo que nosotros no somos”; que tienen más, y lo tienen mejor, de

aquello que se valora: dinero, prestigio, fama, educación, éxito, descanso, trabajo, familia,

ocio, etc. Dice Mills que esta impresión no debe despreciarse por tener un nivel primario de

comprensión, sino que debe ser uno de los puntos de partida pues el modo en que se

presentan los miembros de la élite suele decir mucho o poco, según nosotros profundicemos

en ello.

Si la minoría de la que tratamos se distingue de los “hombres corrientes” principalmente

por su alta concentración de poder y decisión, de riqueza y prestigio, debemos preguntarnos

¿de dónde vienen todos estos privilegios? Las explicaciones darwinistas que atribuyen

naturalmente el poder a hombres prominentes no son más que juicios de valor; es por ello

155 Ibid., p. 25. Su definición conjuga la generalidad con la especificidad de su época. Siendo la minoría aquella que toma decisiones con consecuencias de amplitud social, en la época de referencia que estudia Mills, los Estados Unidos de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, los grupos que componen dicha élite son los ricos y directivos corporativos, el directorio político y los señores de la guerra, rodeados de sujetos que intentan ascender y que mientras lo hace, o mientras creen que pueden hacerlo, sirven a los fines de la élite. Hay que tomar en cuenta que de la época analizada por Mills a la época actual se han dado procesos que, en las principales estructuras sociales, han extendido a nivel mundial todavía más el poder de la élite de los Estado Unidos, integrándola, al mismo tiempo, con otras élites nacionales o regionales, lo que ha ampliado las consecuencias que tienen sus decisiones en la sociedad mundial.

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que con Mills la localización del poder tiene correspondencia material −ya no “natural”,

que cómo ya vimos es otra forma de decir divino− en las posiciones estructurales que la

élite monopoliza:

“…la minoría no está formada simplemente por los que tienen el máximo [de aquello que se considera valioso], porque no “tendrían el máximo” si no fuera por sus posiciones en las grandes instituciones. Pues esas instituciones son las bases necesarias del poder, la riqueza y el prestigio, y al mismo tiempo los medios principales de ejercer el poder, de adquirir y conservar riqueza y de sustentar las mayores pretensiones de prestigio. Entendemos por poderosos…los que pueden realizar su voluntad, aunque otros les hagan resistencia. En consecuencia, nadie puede ser verdaderamente poderoso si no tiene acceso al mando de las grandes instituciones, porque sobre esos medios institucionales de poder es como los verdaderamente poderosos son, desde luego, poderosos.”156

Saber el origen del poder de la élite corresponde a conocer el origen de la misma élite,

conforme se estudia la biografía de personalidades prominentes de cierta sociedad uno

puede ir localizando los puntos en que el individuo va teniendo acceso a distintas fuentes de

poder, algunas de ellas son fuentes públicas −como cargos políticos− pero las más

importantes suelen ser contactos privados −familia, amigos, colegas, socios−, que muchas

veces determinan el acceso a fuentes públicas. De ahí que el análisis de Mills contemple

varios niveles de profundidad en el estudio de la élite, unos de los cuales son sus ambientes

privados. “Para comprender la élite como clase social, tenemos que examinar toda una serie

de pequeños ambientes en que las personas se tratan íntima y directamente, el más obvio

de los cuales, históricamente, ha sido la familia de la clase alta, pero los más importantes de

los cuales son actualmente la escuela secundaria y el club.”157

La importancia de estos “pequeños ambientes” es que en ellos los individuos que se

encuentran en la cima de la jerarquía social se han socializado, han hecho suyos y apreciado

los valores de su familia y de su escuela exclusiva158, han conocido a sus amigos y colegas

156

Ibid., p. 17. 157

Ibid., p. 22. 158

De las escuelas privadas con más prestigio de Estados Unidos Mills dirá: “…las escuelas particulares realizan la tarea de seleccionar y preparar a los miembros nuevos del estrato más alto de la nación, y de

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de carrera; es en esos ambientes donde los miembros de la élite se forman como clase

social, adquiriendo un carácter propio, riqueza, prestigio y un modo de vida.

El sentido de pertenencia de la élite a una clase social privilegiada no se debe a que cada

uno de ellos ha nacido con capacidades inherentes excepcionales, su formación como

individuos poderosos se debe a su acceso, desde el nacimiento, a campos sociales altos, a

una familia, a una educación y a una profesión “de élite”. La formación de la élite se da

tanto en los planos más íntimos como en los planos institucionales a los que tiene acceso,

gracias a sus orígenes análogos, los miembros de la élite pueden pasar de una jerarquía a

otra. En este sentido al hablar de la existencia de una élite no debemos pensar como si cada

uno de sus miembros se encontrara súbitamente con los demás una vez instalados en los

puestos más altos de las principales instituciones sociales; los miembros de la élite se

forman como clase social, se conocen y se “conducen del mismo modo” desde mucho

antes:

“La idea de ese estrato dirigente implica que la mayor parte de sus individuos tienen orígenes sociales análogos [familia, educación, profesión, religión, ocio], que a lo largo de sus vidas mantienen entre sí una red de conexiones familiares o amistosas, y que existe, hasta cierto punto, la intercambiabilidad de posiciones entre las jerarquías diversas del dinero, del poder y de la fama. Tenemos que advertir inmediatamente, desde luego, que si existe ese estrato minoritario, su visibilidad social y su forma son, por razones históricas muy fuertes, completamente distintas de las de los parentescos nobles que en otro tiempo gobernaron diferentes naciones europeas.”159

Mills profundiza la idea de G. Mosca sobre una clase política: clase en el sentido de tener

orígenes y carreras de vida comunes, y política en el sentido que maneja la vida organizada

de la sociedad; pero también su idea de una minoría organizada. Pensar en que la élite se

encuentra organizada pero sin afirmar si esa organización se da consciente o

inconscientemente (estructuralmente) no aporta mucho a la comprensión del problema.

Mills encuentra que la unión y organización (coordinación si se quiere) de los miembros de

mantener las normas elevadas entre los hijos de las familias que figuran en la cumbre desde hace ya mucho tiempo.” Ibid., p. 67. 159

Ibid., p. 19.

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la élite −en el gobierno, en los negocios, y en el complejo militar-industrial− se da más que

como un plan o una conspiración, como un resultado de su socialización común y

compartida. Nacer y crecer en el mismo estrato económico alto, ir a las mismas escuelas

(con la misma ideología e instrucción) e interiorizar los mismos valores a lo largo de su

vida, crean en ellos los mismos fines; no necesitan crear un plan que los coordine a todos,

ni requieren reunirse para trazar sus acciones, todos actúan “del mismo modo”, porque

todos piensan “del mismo modo”:

“…la élite se considera a sí misma, y es considerada por los demás, como el círculo íntimo de las “altas clases sociales”. Forman una entidad social y psicológica más o menos compacta, y tienen conciencia de pertenecer a una clase social. [Sus miembros] se conducen entre sí de un modo distinto a como se conducen con individuos de otras clases. Se aceptan unos a otros, se comprenden entre sí, se casan entre sí, y tienden a trabajar y a pensar, si no juntos, por los menos del mismo modo. […] La élite del poder… se basa también en la similitud de los miembros que la integran, en las relaciones oficiales e individuales entre éstos, y en sus afinidades sociales y psicológicas.”160

La “coordinación estructural” de la élite se debe en gran medida a que comparte orígenes

comunes, pero también a que las reglas para el ascenso son cerradas y controladas por ellos

mismos. Suele suceder que en los puntos altos de la jerarquía encontremos individuos que

no comparten orígenes comunes con los demás miembros de la élite, que no sean hijos de

familias ricas, ni que hayan asistido a escuelas prestigiosas; este hecho sólo implica que

debemos tomar otro hecho en cuenta: las reglas de ascenso que se imponen, reglas que

obligan a individuos externos a encuadrarse a los requerimientos −de valores, de intereses,

de modo de pensar y actuar, de forma de vestir y vivir, etc.− demandados por los que ya

están en la cima:

“Aunque su procedencia fuese más heterogénea, estos hombres seguirán presentando un tipo social de bastante homogeneidad. Pues la serie de datos más importante respecto de un círculo de hombres son las normas de admisión, estimación, honor o promoción que prevalecen entre ellos; si éstas son análogas dentro del mismo círculo, sus miembros tendrán, como personas, a parecerse. Los círculos que integran la élite del poder se inclinan a tener en común dichos códigos y dichas normas. La co-optación de los tipos 160 Ibid., pp. 18 y 261. Subrayado propio.

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sociales hacia los cuales conducen estos valores comunes es con frecuencia de mayor importancia que cualquier estadística referente a orígenes y carreras, que podamos utilizar.”161

La teoría de la élite del poder de Mills conlleva también una teorización de la estructura

social, la forma en que se separa o une a los grupos sociales, la forma en que se les

socializa diferenciadamente, y las reglas (regularidades) que propician o impiden la

movilidad social hacia estratos más altos. La estructuración que Mills analiza es una en que

la sociedad se divide en tres sectores principales, cada uno con su propia dinámica y con

una relación con los otros dos sectores. “La cima del sistema de poder… está mucho más

unificada y es mucho más poderosa, el fondo está mucho más fragmentado y en realidad es

mucho más impotente de lo que suelen suponer quienes se dejan confundir por las unidades

intermedias de poder, que no expresan la voluntad existente en el fondo ni determinan las

decisiones de la cima.”162

Ello implica que la cima es unificada y poderosa, que los sectores medios de poder no

expresan la voluntad de la capa inferior ni tampoco influyen en el sector alto, y que el

sector más bajo está fragmentado y es impotente ante los vaivenes de la política, la

economía y la guerra. Que esta estructuración social del poder sea un hecho no implica, en

ningún sentido, que sea una Ley social invariable e inevitable. Este hecho es en realidad

una articulación de diferentes grupos sociales construida históricamente y que presenta

variaciones en cada sociedad de la época moderna; además, al ser el resultado de la

interacción de grupos sociales, esta estructuración puede ser desarticulada.

Dicha estructuración social en base al poder tiene efectos en la biografía de los individuos

de cada sector, produciendo tipos diferentes de hombres con tipos diferentes de

posibilidades de vida, unos cerrados y otros abiertos a la elección, unos libres y otros no:

“La acumulación de ventajas en la cumbre es paralela al círculo vicioso de la pobreza en el fondo. Porque el ciclo de las ventajas incluye la disposición psicológica y las oportunidades objetivas: exactamente como las limitaciones de las clases bajas y su posición social producen una falta de interés y de confianza en sí mismo, así las 161

Ibid., p. 263. Subrayado propio, excepto ‘co-optación’. 162

Ibid., p. 35.

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oportunidades objetivas de clase y posición social [de las clases altas] producen interés por mejorar y confianza en sí mismo. El sentimiento de confianza de que uno puede, desde luego, conseguir lo que desea tiende a nacer de las oportunidades objetivas para hacerlo, y a su vez las alimenta. La aspiración energética vive de una serie de éxitos; y los pequeños pero continuos fracasos destruyen la voluntad de triunfar.”163

No podemos ampliar aquí estas relaciones tan importantes, pero sí podemos decir que las

ideas de Mills nos permiten entender la reproducción de la riqueza y la reproducción de la

pobreza, del éxito y el fracaso en los proyectos de vida de las personas, y el modo en que

estructuras fuertemente sembradas en la sociedad parecen no poder ser modificadas por una

organización democrática e igualitaria. Desde el nacimiento uno se encuentra condicionado

por todos los campos sociales y las posiciones a las que se pertenece, y si estas no son

privilegiadas, entonces se está condicionado, también, por aquellas posiciones a las que no

se pertenece, quedando nuestros proyectos de vida en manos de otras personas.164

Una de las cuestiones que más le interesa a Mills es el problema de la libertad en la

sociedad moderna, saber si la promesa de las revoluciones modernas de generalizar la

libertad y la razón efectivamente se da en sociedades tan desiguales, autoritarias y

centralizadas como las de mediados del siglo XX. Con una estructuración social tan

condicionante y reproductora de las ventajas y los vicios en los mismos sectores, Mills hace

notar que el mito de la razón y la libertad, que el liberalismo y el socialismo heredaron de la

Ilustración, ya ha dejado de ser un hecho, ya ni siquiera es un fin a realizar. Este mito

supone “la creciente racionalidad como la condición primera de una creciente libertad”,

basa la felicidad de los hombres y la sociedad sobre la “fe en la ciencia como un bien

puro”, en el progreso de la razón y en el papel político de la educación popular para una

sociedad democrática165.

163

Ibid., pp. 110-111. Subrayado propio. 164

Pareciera que las ideas de Mills son tan “sombrías” como las de Pareto. Sin embargo, Pareto sentenciaba que la situación por él descrita era invariable, en tanto que Mills demuestra las posibilidades de cambio, afirmando que para modificar una situación no deseable, primero debemos conocer el verdadero estado actual de la sociedad, por más “sombrío” que este sea: “…el mundo que nos esforzamos por conocer no siempre nos hace a todos políticamente esperanzados y moralmente complacidos, lo cual quiere decir que algunas veces los investigadores sociales encuentran difícil hacer el papel del idiota alegre. […] Primero trata uno de verla [la sociedad] correctamente, para enunciarla de manera adecuada: si es sombría, pues qué malo, si infunde esperanza, magnífico.” Idem. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 95. 165

Ibid., p. 179.

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El progreso técnico de la ciencia −principalmente de la ciencia física, la química, la

biología y la medicina− y el ordenamiento de la vida social de forma vertical (en

organizaciones diferenciadas) sin duda son un hecho, pero este progreso no es un progreso

de la razón como esencia social, sino un progreso de la racionalidad como medio de

control. La estructuración creciente de la sociedad en diversas organizaciones burocráticas

(partidos políticos, empresas, universidades, instituciones de gobierno, sindicatos, etc.) ha

provocado la reducción de la libertad −el control de la vida de uno mismo− y de la

capacidad para razonar; atrapados en las exigencias del día a día166 los “hombres comunes”

tienen pocas oportunidades −tiempo y recursos− para desarrollar la razón:

“Aprisionados en los limitados ambientes de sus vidas cotidianas, los hombres corrientes

no pueden con frecuencia razonar sobre las grandes estructuras −racionales e irracionales− de que sus ambientes son partes subordinadas. […] El crecimiento de esas organizaciones [burocráticas y burocratizantes], dentro de una división cada vez más grande del trabajo, afecta a más y más esferas de vida en las que es difícil o imposible razonar.”167

De igual modo, el aumento de la racionalidad científica, es decir, la tecnificación del

control material no implica un aumento de la razón; la difusión en masa de los logros

tecnológicos y el “método científico” no hacen sino restringir la razón, al trivializar la

actividad científica igualándola a artefactos tecnológicos. Mills se pregunta “¿no debemos,

en nuestro tiempo, tener presente la posibilidad de que la mente humana como hecho social

pueda estar en decadencia en cuanto a calidad y nivel cultural, y que haya aún muchos que

no lo adviertan a causa de la abrumadora acumulación de artificios tecnológicos?168”

166

Mills retoma la idea que desarrolló C. Marx sobre la compulsión económica. Si bien es cierto que la propiedad privada es una de las bases del poder económico de la burguesía, el efecto que ese tipo de propiedad tiene sobre la masa desposeída es lo que pone en marcha el capitalismo y lo que asegura su reproducción. La compulsión económica se refiere a la necesidad que tiene la masa desposeída de trabajar para vivir. A diferencia del esclavo, quien es encadenado y forzado a trabajar, el trabajador asalariado se encadena el mismo voluntariamente (mas no libremente); el estado de la sociedad en que vive lo obliga a vender su fuerza de trabajo para comer, esta estructuración desigual le impone dos opciones: o trabaja (en las condiciones que decida el burgués) o muere; se trata de una violencia estructural (una limitación de la vida), más que de una violencia física (como sucede en el caso del esclavo). Para ver la importancia de la compulsión económica ver Bagú, Sergio. Op. cit., capítulo 1. La Realidad Social según la teoría de Occidente. 167

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 181. 168

Ibid., pp. 187-188.

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En parte, esta decadencia se debe a la deformación del papel de la educación y de la

educación misma en la sociedad. En un comienzo la educación popular (de masas) tenía

como propósito la formación de individuos plenos, que por su propia cuenta desarrollaran

su mente, que fueran generosos, que la música, el arte, la literatura y la poesía fueran

propios de él, con lo cual podría participar en las decisiones de su comunidad de manera

responsable y racional. Pero este tipo de educación política, social y humana, fue

transformada en una instrucción para la participación de los individuos en la actividad

económica, para trabajos monótonos, repetitivos y enajenantes, y para ser parte del aparato

mecánico de las burocracias públicas y privadas.

En esta situación, la labor científica no se presta a la solución de problemas sociales sino a

la solución de los problemas de sus clientes y de quienes pagan los salarios de los

científicos169; las organizaciones burocráticas no amplían la libertad social sino que la

reducen al operar de forma oligarquizada170. “Los dispositivos sociales racionalmente

organizados [las burocracias] no son necesariamente medios de aumentar la libertad para el

individuo o para la sociedad. De hecho, muchas veces son medios de tiranía y de

manipulación.”171

El problema de la carencia de libertad y de razón en los “hombres corrientes” se agrava

cuando nos damos cuenta de que, por un lado, se constriñe la vida del individuo a ámbitos

de vida muy cerrados y condicionados, y por otro, se logra que el mismo individuo se

limite y “adapte”. Es el problema que Mills llama del “Robot Alegre”, cuando se logra que

los individuos lleguen a ser felices y a estar conformes con su condición de hombres sin

libertad y sin razón:

169

El modo en que se llevan a cabo las investigaciones en ciencias naturales y en ciencias sociales exige una gran cantidad de dinero, personal, recursos y tiempo, los cuales son ofrecidos por las empresas privadas o instituciones oficiales. Los científicos se ven condicionados, para ejercer su oficio, a atender las exigencias de sus “patrocinadores”. Para una extensión de este problema ver: Mills, C. Wright. La Imaginación sociológica. Op. cit., capítulo: III. Empirismo abstracto, y capítulo: V. El ethos burocrático. 170

En este punto Mills parece retomar la obra de Michels sobre la tendencia a la oligarquización de las organizaciones sociales. 171

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 181.

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“Dados estos efectos de la tendencia ascendente de la racionalización, ‘el individuo hace todo lo que puede’. Engrana sus aspiraciones y su trabajo con la situación en que está, y de la cual no puede salir. A su debido tiempo, no busca salida: se adapta. La parte de su vida que no dedica al trabajo, la emplea en jugar, en consumir, en divertirse. Pero también esta esfera de consumo está siendo racionalizada. Enajenado de la producción, del trabajo, lo es también del consumo, del verdadero descanso. […] Esos hombres adaptados no son necesariamente poco inteligentes, aun después de haber vivido y trabajado y jugado en tales circunstancias durante algún tiempo. Karl Mannheim ha aclarado el punto al hablar de “auto-racionalización”, que se refiere al modo en que un individuo, llega sistemáticamente a regular sus impulsos y sus aspiraciones, su modo de vivir y sus modos de pensar, con estricto apego a las “reglas” y estatus de la organización.”172

Entonces, si lo que se nos hace creer que como libertad y razón, en realidad no lo es,

debemos cuestionar ¿qué son realmente la libertad y la razón? Recordemos cómo Pareto

retomó el sentido conservador de la libertad diferenciándolo de las propuestas “románticas”

que demandaban la extensión de estas dos condiciones humanas a todos los individuos por

igual, poniéndolas como fundamentos para el pleno desarrollo de una sociedad realmente

igualitaria y democrática; es éste último sentido el que recupera Mills. Siguiendo la

tradición clásica de la Ilustración, Mills parece retomar el principio según el cual “La

libertad es ilusoria si no es general”173, ligándola en todo momento al ejercicio de la

capacidad humana de la razón:

“La libertad no es meramente la oportunidad de que uno actúe como le plazca, ni es simplemente la oportunidad de elegir entre alternativas dadas. La libertad es, ante todo, la oportunidad de formular las elecciones posibles, de discutirlas, y después la oportunidad de elegir. Por eso no puede existir libertad sin un amplio papel de la razón humana en los asuntos humanos. Dentro de la biografía de un individuo y dentro de la historia de una sociedad, la tarea social de la razón es formular términos de elección, ampliar el alcance de las decisiones humanas y la realización de la historia. El futuro de los asuntos humanos no es meramente una serie de variables que pueden predecirse. El futuro es lo que se decidirá, dentro de los límites, sin duda alguna, de la posibilidad histórica.”174

172

Ibid., pp. 182-183. Subrayado propio. 173

Este principio fue formulado por Charles Fourier (1772-1837). 174

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 187. Subrayado propio.

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Elegir entre opciones impuestas no puede considerarse libertad, que la élite decida

unilateralmente el rumbo de la vida social tampoco lo es. Sin embargo la libertad es un

ideal altamente explotado, discursos políticos, principios económicos y teorías elitistas

retoman sólo aspectos de la libertad y los aplican selectivamente. Para empezar a resolver

el problema de la libertad se debe “aclarar”, en un principio, en qué consiste la libertad en

una sociedad estratificada tan desigualmente; para, posteriormente, poder desarrollar la

libertad como condición humana ligada la razón. Para Mills ésta “libertad” es exclusiva de

la élite:

“[Los miembros de la élite] poseen mucho más dinero del que pueden gastar personalmente de manera conveniente. Para muchos de ellos los precios de las cosas carecen de importancia, sencillamente. No necesitan nunca mirar la columna de la derecha de un menú, no tienen nunca que recibir órdenes de nadie, nunca tienen que hacer cosas desagradables, excepto cuando se las imponen voluntariamente; nunca tienen que examinar alternativas erizadas por consideraciones de costo. No tienen que hacer nada. Según todas las apariencias, son libres. […] ¿Y qué significa la palabra libertad? Aunque pueda significar otras cosas, la palabra libertad quiere decir que puede hacer usted lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Y en la [sociedad actual] el hacer lo que se quiere, cuando se quiere y como se quiere, exige dinero. El dinero da el poder, y el poder da la libertad.”175

La obra de Mills sobre la élite del poder no es sólo un tratado sobre su existencia, su papel

en la sociedad y las relaciones que tiene con los demás grupos sociales, es además un

“modo” de localizar en una sociedad a aquellos grupos que toman las decisiones que

condicionan la vida de los “hombres corrientes”; no es un método como tal, pues como el

mismo afirmaba, muchas veces el apego a un método condiciona el estudio de los

problemas y limita el alcance de nuestras investigaciones176. Lo que Mills desarrolla es un

modo de pensar, de integrar los datos históricos sobre la política, la economía, y la cultura,

con los datos de las biografía de la élite y de los “hombres corrientes”; estudiar a la élite

sólo en el plano estructural es dejar de lado la forma en que llegaron a dichas posiciones, lo

que implica no conocer las carreras de vidas que los formaron como hombres de poder;

sólo concentrarse en las biografías sin tomar en cuenta las ventajas y posiciones

175

Mills, C. Wright. La Élite del Poder. Op cit., p. 157. 176

Mills llamó a este hecho “inhibición metodológica”. Ver el capítulo III: Empirismo Abstracto, de su Imaginación Sociológica. Op. cit.

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estructurales que diferencian a la élite también limita nuestra comprensión del problema.

Sin embargo, este modo de proceder no es están sencillo como sólo reunir información a

nivel estructural y a nivel de la biografía, incluso Mills tuvo dificultades al momento de su

investigación177, quizá es por ello que las palabras con las que comienza su obra son

palabras de advertencia:

“Ni las capas superiores ni las capas inferiores de la sociedad moderna pertenecen normalmente al mundo de los que leen y escriben libros; estamos más familiarizados con las filas intermedias. Para entender a la clase media nos basta con ver lo que se mueve en torno nuestro, mientras que para comprender la cima o el fondo, debemos primero intentar descubrir y describir. Y esto resulta muy difícil: la cima de la sociedad moderna es, a menudo, inaccesible; y el fondo está con frecuencia oculto. […] Si eligiéramos nuestro campo de estudio de acuerdo con la accesibilidad del material no estudiado, no deberíamos nunca decidirnos por la élite. […] Hay que esperar vacilaciones cuando sin autoridad o ayuda oficial, nos lanzamos a estudiar algo organizado en parte para provocar dudas entre los que querrían entenderlo sencillamente. De todas maneras, afirmando lo que podamos afirmar en estas condiciones, es posible que suscitemos una controversia entre ellos y sus agentes y así, aprendamos algo más.”178

El libro de Mills sobre la élite suscito una serie de críticas y reseñas prejuiciosas y

superficiales −“arbitrarias y necias” según el propio Mills−, por parte de otros autores y

“científicos” de los Estados Unidos. La obra sobre la élite del poder constituye una visión

opuesta a la tendencia en ciencia política del pluralismo político. Mills −al igual que los tres

teóricos elitistas− se interesa por el problema de quién manda en la sociedad, quién o

quiénes dirigen los asuntos de importancia, distinguiéndolos de aquellos que gobiernan; se

trata de una visión monista del poder, en que si bien existe un gobierno formal, los

verdaderos puntos de decisión y mando están fuera de ese campo, donde se concentra el

poder y el mando; así el gobierno y las instituciones formales de “representación” no son

más que medios de legitimación o parafernalias que ocultan los verdaderos “vórtices de

177

Mills comenta las dificultades con las que se encontró cuando deseaba observar directamente a los altos ejecutivos en su trabajo y en sus días de ocio; en un inicio supone tener acceso a esos ambientes: “Para estas dos tareas tengo relaciones bastante buenas y, naturalmente, las buenas relaciones, si se manejan adecuadamente, llevan a otras mejores.” Al finalizar su trabajo, en 1956, se da cuenta de lo contrario y un año después agrega: “esto resultó ser una ilusión.” La Imaginación Sociológica. Op. cit., p. 221. 178

Mills, C. Wright. La Élite del Poder. Op. cit., p. 7.

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poder”179. Las diferencias entre la escuela pluralista y la escuela monista del poder −o

neomaquiavélica− se inscriben dentro de una teoría del poder, donde unos ven

concentración, otros ven diseminación. Un esbozo de estas diferencias es necesario para

entender la postura de Mills con respecto de algunos de sus principales críticos.

La escuela de la concentración del poder se caracteriza por: 1.Quienes ocupan los puestos

de mando en la sociedad “no están sujetos a presiones de los hombres ordinarios”, su

posición los aleja de las actividades comunes de la vida diaria. 2. El poder con el que

cuentan los que mandan es “objetivamente real”, y puede o no ser percibido por ellos de

esta forma; además la defensa de sus intereses los hace “actuar en grupo” 3. Dado que el

poder y su concentración son objetivos, “la cantidad de poder puede ser calibrada de

diferentes maneras”. 4. Los hombres de poder tienen orígenes y desenvolvimientos

comunes en cuanto a su “condición social, ambiente y asistencia a determinadas

instituciones”; su vida común los hace crear “nexos formales e informales” así como

normas que mantienen una selección de alta exigencia. 5. El ingreso a las filas de los

hombres de poder es exclusiva, al ser ellos quienes imponen las normas de la movilidad

política el acceso al poder se hace mediante normas más estrictas que aquellas que

promueven la movilidad social (por ejemplo el acceso a la riqueza). 6. Las decisiones que

toman estos hombres “atañen a toda la población”, sus consecuencias son sociales, no sólo

grupales. 7. Las áreas en que se suele dividir el poder, política, economía, militar, están

altamente entrelazadas por la socialización común de quienes concentran dichos poderes. 8.

Las posiciones de poder son intercambiables, los que mandan pueden pasar del campo

político al militar y del económico al político sin que “nadie pregunte por sus

calificaciones”. 9. La gran distancia entre los poderosos y la masa de hombres corrientes

mantiene “invisible” el ejercicio del poder, esta distancia mantiene el sigilo alrededor de las

actividades de alto mando, no es tanto que se realicen en secreto, sino que nadie ajeno tiene

acceso a los vórtices donde se toman las decisiones de poder. 10. Si bien se afirma la

posibilidad de que existan conspiraciones entre las altas posiciones, ello no implica la

179

El término vórtice de poder se refiere a los centros sociales en donde se toman las decisiones, pueden estar localizados dentro de las instituciones formales o fuera de ella.

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postulación de una teoría de las conspiraciones que explique la historia de las sociedades

modernas desde sus inicios180.

Por su parte los pluralistas se caracterizan por: 1. Quienes llegan a tomar las decisiones lo

hacen de una forma pragmática, por exigencias de los acontecimientos de todos los días, no

por una plena conciencia de su posición estructural e histórica. 2. El egoísmo, los intereses

individuales y las diferencias impiden la unificación de los diferentes grupos de poder, la

situación es “un sistema de control y balance” derivado de la fragmentación del poder en

diferentes grupos, en que cada uno ve por sí mismo. 3. Las relaciones entre los grupos de

poder es una relación de “intercambio en el que se obtiene cierto poder contra la cesión de

cierto poder”, no existe tal cosa como la “victoria completa” pues la negociación implica

ceder para conseguir una parte de lo que se desea. 4. La situación en que se ejercen los

diversos poderes es amorfa, la constante competencia de grupos egoístas impide la

“solidaridad política” entre ellos. 5. La gran cantidad de grupos de poder imposibilita la

existencia de un liderazgo común. 6. La competencia constante entre los grupos provoca

que el poder se disperse entre ellos, la competencia misma imposibilita la concentración del

poder al poner en lucha a “todos contra todos”. 7. La movilidad social es de igual magnitud

que la movilidad política, en una sociedad moderna existe una alta movilidad social, así

como las personas tienen acceso a la riqueza, así también lo tienen al poder. 8. La situación

de competencia es en sí misma un medio regulador, cuya expresión más desarrollada es el

Estado. 9. El Estado como ente regulador lo es por su composición “media”, “toda una capa

social” sirve como mediador entre las clases altas y las clases trabajadores, las clases altas

no son las clases dirigentes, la dirección del Estado regulador está en manos de la clase

media. 10. El poder se determina por la posición que se ocupa dentro de cierto grupo, “lo

que determina el poder son las relaciones horizontales y no las relaciones jerárquicas”.181

La escuela pluralista de los Estados Unidos, criticó fuertemente la obra de Mills, algunos en

sus puntos teóricos, otros en sus bases empíricas. Algunos de los principales críticos de La

Élite del Poder fueron Daniel Bell, Talcott Parsons, Seymour Martin Lipset y Robert Dahl,

todos reconocidos sociólogos en los Estados Unidos.

180

Horowitz, Irving Louis. Op. cit., pp. 533-536. 181

Ibid., pp. 536-538.

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Daniel Bell en su obra Fin de la Ideología (1965), afirma que la obra es más un “esquema

para el análisis del poder” que un análisis del poder en sí, lo que Mills hace es dar una

jerarquía del poder, mas no “la organización del poder en el tiempo”. Para Bell, cuando

Mills resalta la responsabilidad que tienen los líderes que toman las decisiones importantes,

únicamente “transforma lo obvio en un descubrimiento sensacional para que se ajuste a un

resentimiento popular contra el poder”. Critica, además, que Mills no tome en cuenta el

papel de la Suprema Corte de Justicia como contrapeso en el sistema oficial. Bell califica la

obra de Mills como una “polémica” contra el sistema democrático por el cual se toman las

decisiones en los Estados Unidos182.

Por su parte Talcott Parsons reconoce la importancia de la obra de Mills, al ser un “intento

de interpretación más amplio de la sociedad norteamericana en conjunto”; pero critica el

uso de algunos términos como “clase” e “inmoralidad mayor”, y la confusión que genera en

sus clasificaciones de poder, por ejemplo al unir a los “profesionales de alto prestigio” con

los “hombres de poder”, en las clases altas. Parsons ve en Mills un anhelo por el

“jeffersonianismo”, el cual al arraigar a la familia a la localidad y mantener la

descentralización de la economía impide la especialización económica y la

industrialización183.

La obra de Robert Dahl, ¿Quién Gobierna? (1961), es una aplicación del modo de

investigación de Mills con respecto a la élite del poder, en la que acepta las premisas de

Mills en cuanto a distribución del poder y poca participación política del público. Dahl

considera que Mills tiene razón en su modo de proceder y que si tiene razón a un nivel

nacional, es fácil suponer que también la tendrá en un estudio de nivel menor, como una

ciudad pequeña o una comunidad. Dahl aplica su investigación a la ciudad de New Heaven

como ciudad autónoma, no la considera en ninguna parte como punto intermedio entre

Nueva York y Boston; de este estudio obtiene conclusiones opuestas a las de Mills. Según

Dahl, en la ciudad de New Heaven la poca participación en los asuntos políticos de parte de

los ciudadanos se debe a “su propia voluntad y no a una maquinación desde arriba”, si el

182

Ibid., pp. 542-543. 183 Ibid., pp. 544-547.

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público es “ignorante e indiferente” ello se debe a que no aprovechan las oportunidades

abiertas a todo mundo. La concentración de la actividad política en esta ciudad en un

reducido grupo de personas se da porque son ellos los únicos que desean intervenir en el

sistema político, mientras los demás son “desinteresados y poco participativos”. El

resultado de su investigación afirma que el sistema de poder a nivel local es pluralista y no,

como lo definió Mills, una concentración de poder184.

Si bien el estudio de Dahl es una aplicación del modo de proceder de Mills, lo cierto es que

no es una aplicación correcta. Las premisas de Mills no necesitan una comprobación a nivel

local, sino una a nivel nacional. “Para alcanzar el ‘punto nodal’ en que el poder de tomar

decisiones pasa a manos de la élite del poder, la escala deberá ser directamente nacional en

su alcance y en sus ramificaciones. Aislar las partes del sistema mayor, significa

concentrarse en lo que no puede aislarse y no necesariamente en lo que es esencial.”185

Además Mills no desmintió que en los niveles medios del poder −como el Congreso o las

alcaldías− se diera una especie de “pluralismo”, él afirmó que en estos sectores las

discusiones, los pesos y contrapesos son modos de proceder comunes, pero que no es en

esos sectores donde se toman las decisiones de importancia nacional. El sentido de las

críticas que se realizaron a Mills se debe al punto de partida de quienes las realizan: el

pluralismo político centra la mirada en sectores oficiales del gobierno o en el sistema de

partidos (por ejemplo, la competencia electoral), pero que no toman en cuenta los valores e

intereses que tienen las personas que ocupan cargos estratégicos de gobierno. Además, en

la distinción entre ¿quién gobierna y quién dirige? Los pluralistas no hacen ninguna

diferenciación, para ellos gobierno y dirección son lo mismo, siendo el gobierno un sistema

de pesos y contrapesos auto-equilibrado.

Al leer la obra de Mills se pueden reconocer en él algunos aspectos “conservadores”, no en

el aspecto autoritario o de derecha, sino referentes al anhelo por las viejas promesas o

proyectos humanistas inacabados o deformados. Al leer La Élite del Poder, se puede

observar el interés de Mills por la sociedad de los Estados Unidos a finales del siglo XVIII

184

Ibid., pp. 548-550. 185

Ibid., p. 548.

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y principios del siglo XIX, cuando el proyecto liberal, económico y político, estaba en

desarrollo. “Sus rasgos conservadores: su actitud a la antigua, su anhelo por forjar en

Estados Unidos una tierra de promisión, su innegable admiración por la pequeña empresa y

los pequeños propietarios… lo dejaron insatisfecho y lo llevaron a comprometerse con las

nuevas utopías del mundo socialista.”186

Pero su anhelo por esos proyectos y esos periodos históricos servía sólo como referente,

pues no reproducía los discursos oficiales de la política y la propaganda “científica” que

afirmaban que el liberalismo de pequeños propietarios seguía siendo la base socio-

económica de los Estados Unidos. Su actitud política reflejaba muy bien la superación de

sus aspectos conservadores. Mills ponía como referente sus anhelos pero hacía que dejaran

de ser sólo eso para convertirse en realidades −al menos, en realidades personales−,

llevándolos a cabo. “[Si tomamos el papel autónomo del científico social] tratamos de

actuar de un modo democrático en una sociedad que no es completamente democrática.

Pero actuamos como si estuviéramos en una sociedad plenamente democrática, y al hacerlo

así, intentamos suprimir el “como si”. Nos esforzamos por hacer más democrática la

sociedad.”187

Mills proponía y realizaba el papel de un intelectual democrático, no sólo de un intelectual

que anhela la democracia, que escribe sobre ella y la exigiera con pluma en mano, sino que

también actúa democráticamente en todas las esferas de su vida, desde las más públicas

hasta las más privadas. Para él la vida intelectual del científico no podía separarse de todos

los demás aspectos de su vida, al contrario, la actividad intelectual, la elección de valores,

el posicionamiento político −y demás aspectos centrales de la vida de una persona− deben

ser congruentes y coherentes, corresponderse en todo momento:

“…Los pensadores más admirables…no separan su trabajo de sus vidas. Parecen tomar ambas cosas demasiado en serio para permitirse tal disociación y desean emplear cada una de ellas para enriquecer a la otra. Desde luego, esa escisión es la convención que prevalece

186

González Casanova, Pablo. “C. Wright Mills. Una conciencia norteamericana.” En La Nueva Sociología I, Op. cit., p. 89. 187

Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. Op. cit., pp. 200-201.

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entre los hombres en general, y se deriva, supongo yo, del vacío del trabajo que los hombres en general hacen hoy. […] El trabajo intelectual es la elección de un tipo de vida tanto como de una carrera; sépanlo o no, el trabajador intelectual forma su propio yo a medida que trabaja por perfeccionarse en su oficio.”188

188

Ibid., p. 206. Subrayado propio.

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VI. A modo de conclusión.

Las posturas que aquí se han analizado son producciones intelectuales importantes para el

estudio de las élites de la sociedad, la forma en que actualmente está organizada la sociedad

−desigual y jerárquicamente−, y el estado de la condición humana en nuestra época. Es

importante conocer las obras de Gaetano Mosca, de Robert Michels, de Vilfredo Pareto y

de Wright Mills a profundidad, saber leerlas científicamente, lo que significa, antes que

nada, que no serán rechazadas o aceptadas sin un análisis riguroso de su postura ideológica

y epistemológica, de sus construcciones teóricas y conceptuales −y la rigurosidad de los

mismos−, y de sus aciertos o carencias científicas y de método. Es fácil, y cómodo, repetir

lo que los autores ya han dicho en sus obras, haciendo que nuestro trabajo sea sólo un

derivado lógico del pensamiento de otras personas, en ocasiones incluso es la única opción

a la que se orilla a los nuevos sociólogos que han sido mal preparados, cuyos profesores

tampoco tienen una preparación científica y rigurosa. Repetir lo que los cuatro teóricos

elitistas han afirmado, sin revisar si corresponde o no a la realidad concreta que estudiemos,

tiene como resultado la invención de escenarios, y si nuestro propósito es resolver cierto

problema, terminamos estancados, porque no podemos resolver algo que no existe. En

cambio al verificar los puntos que estos autores han afirmado como existente, logramos

obtener guías de comprensión para los problemas actuales; en ciertos casos un autor podrá

tener sólo algunas afirmaciones que ya no tengan validez por el cambio social e histórico

que se ha producido, o por limitaciones en su labor científica, en este caso el autor será una

gran guía para nuestro estudio, en tanto la mayor parte de su obra mantenga aún su validez.

En otras ocasiones la obra de un autor puede tener pocas afirmaciones que correspondan a

la realidad, siendo la mayoría de su producción un juicio de valor o un ejercicio científico

realizado incorrectamente, aún es estos casos esas pocas afirmaciones correctas nos son de

utilidad.

La ciencia no comienza de cero con cada nueva investigación, pero tampoco se desarrolla

en base a afirmaciones equivocadas o caducas; la responsabilidad de verificar las obras de

autores anteriores es del investigador que las utiliza. Como científicos sociales la labor

intelectual se centra en la producción de conocimiento nuevo, de “aquello que no se

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conoce”. Ya sea que se trate de un problema nuevo, o de la profundización de uno ya

tratado pero no suficientemente estudiado, las investigaciones deben brindar nuevo

conocimiento.

La intención de esta investigación era conocer a profundidad lo que se nombra de manera

errónea como “teoría de la élite”, ampliar y profundizar una parte de la investigación que se

suele hacer como un “tramite”: la revisión teórica. Pero no una revisión solamente

bibliográfica en la que se concentren las obras que ya han tratado sobre el tema, más bien

un análisis crítico que revisara los aspectos centrales de esas obras para, en el momento de

contrastarla con la realidad actual, poder conocer qué de ellas sigue teniendo vigencia como

afirmaciones científicas del problema del estado desigual de la sociedad.

Ahora que se ha concluido esta parte de la investigación principal, podemos afirmar que las

obras de Vilfredo Pareto y C. Wright Mills son las más completas con respecto al problema

de la élite, ambos desarrollaron este problema en aspectos centrales, como la política y la

economía, pero también en lo cultural y psicológico. Estos dos autores realizaron una

exposición más detallada del problema, sin embargo debemos reconocer que la obra de

Mills, al ser una investigación histórica y socialmente localizada, es más profunda y más

rica, en términos científicos, que la elaborada por Pareto, quién en su intención de sustentar

sus valores elitistas confiere una existencia natural al fenómeno de la desigualdad en la

sociedad. Por su parte, la obra de Mosca representa uno de los primeros trabajos modernos

sobre la élite −o como él la define, clase política−, que si bien tiene limitaciones por su

punto de partida −el positivismo− y el uso de juicios de valor como si fueran razonamientos

científicos, es cierto que su obra es importante porque plantea algunas de las categorías que

rodean el problema de la élite. En cuanto a Michels, su obra está más enfocada a una parte

del problema, las organizaciones políticas en una sociedad capitalista moderna; sus

propuestas sobre la oligarquización resultan útiles sólo si se les despoja de su sentido

universal y total, es decir, si las tomamos como lo que son, hechos condicionados pero

propios de un orden social determinado, y no leyes sociales invariables.

A lo largo de la exposición se procuró hacer explícitos los puntos de crítica con los autores.

El sentido positivista está claramente criticado, al igual que el sentido antipopular y la

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noción de la “naturaleza vil” de la humanidad, de los tres teóricos elitistas. Estos tres

teóricos han heredado afirmaciones verdaderas sobre el problema de la élite, pero si se les

trata superficialmente sin conocer los valores por ellos apreciados, podemos exaltar

proyectos ideológicos sobre una sociedad desigual −ahora, cada vez más desigual−, aún

cuando no compartamos su visión de cómo debería ser el mundo.

También las afinidades son expuestas a lo largo del trabajo. Los apartados II.1. y II. 2., en

los que se trata sobre los valores que rodean cualquier producción científica, y los

intelectuales ilustrados y su papel político, fueron escritos antes de que se conociera la

postura de Mills respecto del papel del intelectual, pero como se puede ver en el apartado

V.1. los dos primeros apartados coinciden mucho con el análisis de La Imaginación

sociológica. La obra de Mills no sólo representa un tratamiento más profundo de la élite,

también es el ejercicio del papel del intelectual en la sociedad; el propio Mills expone sus

intenciones de llevar a cabo, nuevamente, la labor del intelectual comprometido que se dio

en la Ilustración y que poco a poco se ha ido perdiendo con la burocratización y dominio de

la ciencia por parte de las estructuras y los hombres del dinero y del poder.

Ciertamente el trabajo aquí realizado necesita ser ampliado con revisiones de las posturas y

propuestas de antiguos escritores, al igual que con recientes trabajos de investigación. Es

cierto que se atribuye a Mosca ser el primer teórico moderno de la élite, pero en la

antigüedad ya Aristóteles fundamentaba filosóficamente el estado desigual de la sociedad

−unos pueblos han nacido amos, otros han nacido para ser esclavos. Igualmente, Mosca,

Michels, Pareto y Mills tomaron como referencias autores anteriores a ellos, también estos

autores deben ser revisados y analizados. Con respecto a las investigaciones modernas, hay

una fuerte tendencia a la recopilación de información a nivel de la biografía para entrelazar

posiciones estructurales de alto mando entre diferentes campos, por ejemplo los gabinetes

de gobierno y los consejos directivos de grandes corporaciones, lo que se conoce como

“formación de redes”. Esta tendencia sigue en cierta medida el modo de investigación

trazado por Mills −casi todos los trabajos que siguen esta línea son realizados en los

Estados Unidos o por investigadores de ese país−, pues estudia la socialización de los

miembros de la élite, sus relaciones formales e informales, las normas de selección de sus

miembros, su “perfil” psicológico, junto con las posiciones estructurales que ocupan y el

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alcance que estas les dan189. Si bien estas investigaciones brindan información valiosa para

el problema de las élites en la sociedad actual, carecen del sentido crítico presente en la

obra de Mills; pues a pesar de que describen exhaustivamente la formación de la élite en

campos privilegiados y excluyentes, no entrelazan las altas posiciones que ocupan en las

estructuras sociales con los principales problemas de nuestra época.

Al comienzo del apartado III. se hizo la precisión de que no existe una sola escuela de

pensamiento que podamos denominar como Teoría de la Élite, pues es impreciso y se

confunden posturas valorativas y científicas antagónicas. Sin embargo, como se puede

notar en el título de este trabajo, se ha decidido nombrar la producción intelectual de

Gaetano Mosca, de Robert Michels, de Vilfredo Pareto y de Charles Wright Mills como

Teorías Clásicas de la Élite, pues después de haber concluido la revisión crítica de sus

obras considero que los cuatro autores dedicaron sus escritos al estudio de aquel grupo

dominante, privilegiado e influyente que puede encontrarse en las sociedades política y

desigualmente organizadas. Suele considerarse como “clásicos” sólo a los primeros tres,

pero pienso que Mills construyó una teoría igualmente novedosa e importante para la

comprensión no sólo de la élite, sino también del estado desigual de la sociedad y los

distintos tipos de condición humana que estos dos hechos provocan.

El status de clásicos que se les da a los cuatro autores implica, además, que a partir de sus

construcciones científicas y sus valoraciones de lo deseable y lo indeseable, se han

construido diversas teorías y proyectos políticos e ideológicos. Mosca, Michels y Pareto

proveen las justificaciones de proyectos conservadores de diferente índole. Tanto en

política como en economía, podemos encontrar discursos y propuestas “científicas” que

utilizan su sentido elitista o su sentimiento anti-popular. Las democracias tuteladas como

medios de elegir entre la “clase política” a los gobernantes, el despliegue de la corporación

transnacional en todos los ámbitos de la vida social, la partidocracia como enriquecimiento

privado, el desaliento a la participación política calificándola de “corruptora”, son algunos

de los aspectos sociales actuales que muestran influencia de sus ideas. Por otro lado, la

189

Para ver una recopilación de esta bibliografía se puede consultar Ai Camp, Roderic. Las Élites del Poder en México. México: Siglo XXI Editores, 2006. En especial su capítulo “Ensayo Bibliográfico”.

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influencia de Mills no ha tenido tanto impacto en la política, quizá únicamente provocando

políticas que limitan la investigación sobre esferas altas de la sociedad o sobre temas

“incómodos”, aun así su influencia en la sociología crítica es fuerte.

Un resultado importante a destacar de esta investigación, es el hecho de reconocer la

importancia que tienen estos cuatro autores en la sociología. Al consultar y revisar las obras

de Gaetano Mosca, Robert Michels, Vilfredo Pareto y Charles Wright Mills pude

percatarme de la poca atención que se le ponen a estos autores en la licenciatura de

sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; si bien a Gaetano

Mosca lo podemos localizar más precisamente en la ciencia política, con respecto a los

otros tres autores existe poco conocimiento de su obra, en la bibliografía consultada durante

la carrera no aparecen o si lo hacen, no con la importancia que deberían −con base en su

producción científica y la atención que en otros países sí se les presta.190 Quizá el que la

obra de Michels y Pareto no se encuentre del todo publicada al español puede ser causa de

esta desatención, pero no justifica que, por ejemplo, en las materias de Teoría Sociológica

Clásica no se estudien los escritos de Pareto, siendo uno de los pensadores clásicos más

destacados y estudiados en Estados Unidos, Francia e Italia, por nombrar algunos casos; o

que en la asignatura de Sociología Política Michels pase desapercibido. Con respecto a

Mills, dado que casi todos sus escritos se han traducido al español su obra se consulta con

mayor frecuencia, sin embargo hay que precisar que muchas veces no se le estudia con la

profundidad necesaria: se desconoce el sentido que Mills le dio a sus libros y la intención

con la que los realizó, incluso se llega a separar al Mills sociólogo del Mills político

−quizás porque es común que las personas dedicadas a la actividad intelectual separen ellos

mismos estas dos áreas de su vida.

Ciertamente los escritos de estos cuatro autores son importantes, deberían de figurar en la

bibliografía principal de la carrera de Sociología. Muchas de sus ideas constituyen aportes

que nos ayudan a comprender y explicar problemas actuales centrales. La obra de Michels

190

No quiero decir que el hecho de que un autor sea estudiado en otro país con un desarrollo más pleno de la sociología sea causa correcta para hacerlo aquí. Lo que quiero decir es que la importancia de Michels, Pareto y Mills es intrínseca a su obra, y esa es causa suficiente para estudiarlos; pero el hecho de que sí se les estudie en otros países puede ser causa de que esos países tengan un mayor desarrollo sociológico.

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116

sobre los partidos políticos, aún con las críticas que aquí se le realizaron, contiene claves

importantes para entender el comportamiento de aquellos grupos que escalan en la jerarquía

de las organizaciones políticas y que mientras lo hacen se apoderan de recursos, prestigio,

poder, influencia y legitimidad, además de la forma en que se hace creer a los “hombres

corrientes” que ellos controlan a sus “representantes” y a su gobierno, y que estos velan por

sus intereses y bienestar. La obra de Pareto contiene ideas que complementan muchas tesis

actuales; por ejemplo, su desarrollo sobre las derivaciones y los residuos explica muy bien

la forma en que las personas proceden en su vida diaria, porque si bien poseemos la

capacidad de razonamiento, también somos “animales sociales” y como tales actuamos

motivados por sentimientos y gustos, placeres y desprecios, los cuales muchas veces se

ocultan bajo la fachada racional de la especia humana. Su concepto de ofelimidad explica

correctamente los gustos que las personas tienen con respecto a su consumo, el cual no

siempre está en función de la utilidad, sino que intervienen en la elección de bienes y

servicios los sentimientos y gustos. Finalmente, las aportaciones de Mills van más allá de

conclusiones teóricas o analíticas sobre el problema de la élite. Su interés y preocupación

por la condición humana en una época dominada por la racionalización técnica, las

corporaciones y la política elitista, su interés en la cultura de masas impuesta desde las altas

posiciones estructurales, su preocupación por la amenaza constante de la guerra, la

realización plena y correcta de la ciencia social, y el papel que juegan −o dejan de jugar−

los intelectuales en esta época de “Robots Alegres”, dieron como resultado “modos de

pensar” los problemas, formas de comprometerse y aprovechar la razón humana.

Si bien podemos no estar de acuerdo con el posicionamiento valorativo de los cuatro

autores aquí revisados, debemos reconocerlos como grandes pensadores del siglo XX.

Como se mencionó al comienzo, el interés que motivó esta tesis es el estudio de la élite

como grupo privilegiado e influyente, una vez concluido este trabajo puedo decir que todo

lo detallado en la presente tesis resulta importante para ese proyecto de investigación que se

desea llevar a cabo en un futuro. Mi propósito consistiría ahora en estudiar a la élite

mexicana como causante de la actual situación problemática en que vive la mayor parte de

la población en el país; desde los problemas ecológicos, el despojo de tierras a

comunidades rurales e indígenas, la mala calidad en los servicios públicos, la

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“flexibilización del trabajo”, hasta la represión a movimientos y manifestaciones sociales,

la neo-oligarquización del poder, la “alternancia” de los partidos políticos, y la miseria en

que viven millones de personas en el país. Centrando la investigación en la élite del poder

de México, pretendo resolver una serie de interrogantes que ayuden a definir claramente las

problemáticas actuales, localizando sus orígenes, causas y dinámicas de reproducción. Es

necesario precisar que de los problemas que motivan la investigación, si bien pueden tener

un origen histórico más lejano, muchos son propios de los cambios neoliberales realizados

a partir de la década de 1970 −o al menos estos cambios los han recrudecido. Además, es

importante entender que los proyectos que los contemplaban como estado óptimo de la

sociedad moderna tienen al menos un siglo de antigüedad y su origen se localiza, no en

nuestro país, sino más precisamente en países centrales, desarrollados.

Dado que los cambios de corte neoliberal de los que hablamos, no se han dado

exclusivamente en la sociedad mexicana, deseo ampliar la investigación a casos

paradigmáticos de América Latina que muestren similitudes respecto de México, pero

también a otros casos que reflejen diferencias −por ejemplo, Chile, Uruguay, Brasil y Costa

Rica−; países que por su pasado histórico común y sus diferentes modos de desarrollar la

vida nacional, cuentan con una identidad propia regional, es decir, una diversidad social,

política y económica que, sin embargo, presenta similitudes en los aspectos centrales de sus

sociedades, lo que nos permite hablar de Latinoamérica como una totalidad común.

De esta forma, la investigación se desea enfocar, en un primer momento, en la élite

mexicana, para, posteriormente, ampliar el estudio a las élites de algunos países de América

Latina que muestren diferentes modos de desarrollo de los grupos privilegiados y

dominantes en una región que actualmente padece los mismos problemas estructurales:

desde la degradación de la naturaleza hasta la perdida soberanía, desde la dependencia

económica hasta la exclusión de grandes capas sociales de la toma de decisiones, desde la

instrucción de individuos en tareas monótonas hasta la pérdida de una condición humana

digna y plena.

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118

VII. Bibliografía.

LIBROS:

1. Ai Camp, Roderic. Las Élites del Poder en México. México: Siglo XXI Editores, 2006.

2. Bagú, Sergio. Tiempo, realidad social y conocimiento. México: Siglo XXI Editores,

1970.

3. Bobbio, Norberto. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento

político. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.

4. Borkenau, Franz. Pareto. México: Fondo de Cultura Económica, 1941.

5. Larroyo, Francisco (editor). Augusto Comte. La filosofía positiva. México: Editorial

Porrúa, 2006.

6. Gramsci. A. Los intelectuales y la organización de la cultura. Buenos Aires: Nueva

visión, 1997.

7. Horowitz, Irving Louis. Fundamentos de sociología política. México: Fondo de

Cultura Económica, 1986.

8. Horowitz, Irving Louis (comp.). La Nueva Sociología I. Buenos Aires: Amorrortu

editores, 1969.

9. Michels, Robert. Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias

oligárquicas de la democracia moderna I. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

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119

10. Michels, Robert. Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias

oligárquicas de la democracia moderna II. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

11. Mills, C. Wright. Cartas y escritos autobiográficos, Edición a cargo de Kathryn y

Pamela Mills. México: Fondo de Cultura Económica, 2004.

12. Mills, C. Wright. La Élite del Poder. México: Fondo de Cultura Económica, 2005.

13. Mills, C. Wright. La Imaginación Sociológica. México: Fondo de Cultura Económica,

2003.

14. Orozco, José Luis. Pareto: Una lectura pragmática. México: Facultad de Ciencias

Políticas y Sociales UNAM/Fontamara, 1997.

15. Pareto, Vilfredo. Traite de sociologie générale. París: Libraire Payot, 1917.

16. Rousseau, J. J. El Contrato Social. México: Editorial Porrúa, 2006.

17. Rousseau, J. J. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. México:

Editorial Porrúa, 2006.

18. Sánchez Ramos, Irene y Raquel Sosa Elízaga (coords.) América Latina: los desafíos

del pensamiento crítico. México: Siglo XXI Editores, 2004.

19. Zamitiz Gamboa, Héctor. Vilfredo Pareto. Realismo político y ciencia política.

México: UNAM/Ediciones Gernika, 2008.

20. Zavala, Iván. Lévi-Strauss. México: Editorial Edicol, 1977.

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120

REVISTAS:

1. Varios autores. Vilfredo Pareto, hoy. Acta Sociológica, nueva época, No. 44 (mayo-

agosto, 2005). México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales/UNAM. 196 pp.

2. La Recherche. “La sociología, ¿es una ciencia? Entrevista con Pierre Bourdieu”. En

Memoria No. 158, (abril, 2002): 28-30.

DICCIONARIOS y ENCICLOPEDIAS:

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International Encyclopedia of the Social Sciences, editado por David L. Sills, 399-411.

EUA: Crowell Collier and MacMillan, Inc., 1968.

2. Bobbio, Norberto. “Élites, teoría de las”. En vol. 1 de Diccionario de política,

compilado por Norberto Bobbio, y Nicola Matteucci, 590-600. México: Siglo XXI

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3. Bobbio, Norberto. “Política”. En vol. 2 de Diccionario de política, compilado por

Norberto Bobbio, y Nicola Matteucci, 1215-1225. México: Siglo XXI editores, 1981.

4. Borja, Rodrigo. “Élite”. En Enciclopedia de la Política, compilado por Rodrigo Borja,

357-359. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.

5. Bonini, Roberto. “Polis”. En vol. 2 de Diccionario de política, compilado por Norberto

Bobbio, y Nicola Matteucci, 1209-1215. México: Siglo XXI editores, 1981.

6. Cuevas Lanchares, Juan Carlos. “Élites”. En vol. 2 de Diccionario Crítico de Ciencias

Sociales. Terminologías Científicas, editado por Román Reyes, 922-925. Madrid:

Plaza y Valdés, 2009.

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7. Delle Piane, M. “Mosca, Gaetano”. En vol. 10 de International Encyclopedia of the

Social Science, editado por David L. Sills, 504-507. EUA: Crowell Collier and

MacMillan, Inc., 1968.

8. Farneti, Paolo. “Sociología política”. En vol. 2 de Diccionario de política, compilado

por Norberto Bobbio, y Nicola Matteucci, 1531-1536. México: Siglo XXI editores,

1981.

9. Hernández Sánchez, Alfredo. “Élite”. En Diccionario de Sociología, editado por

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10. Keller, Suzanne. “Élites”. En vol. 5 de International Encyclopedia of the Social

Science, editado por David L. Sills, 26-29. EUA: Crowell Collier and MacMillan Inc.,

1968.

11. Linz, Juan J. “Michels, Robert”. En vol. 10 de International Encyclopedia of the Social

Science, editado por David L. Sills, 265-272. EUA: Crowell and Collier and

MacMillan Inc., 1968.

12. Parsons, Talcott. “Pareto, Vilfredo. II Contributions to Sociology”. En vol. 11 de

International Encyclopedia of the Social Sciences, editado por David L. Sills, 399-411.

EUA: Crowell Collier and MacMillan Inc., 1968.

13. Sánchez Muñoz, Oscar. “Élites Políticas”. En Diccionario de Sociología, editado por

Octavio Uña Juárez, 438-440. España: Esic, 2004.

14. Valdivielso del Real, Rocío. “Élites (Teorías de las)”. En vol. 2 de Diccionario Crítico

de Ciencias Sociales. Terminologías Científicas, editado por Román Reyes, 925-929.

Madrid: Plaza y Valdés, 2009.

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RECURSOS EN LÍNEA:

1. Caparrós Valderrama, Rafael. “Robert Michels y las teorías elitistas-competitivas de la

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noviembre, 2012]

2. Comte. A. “Considérations philosophiques sur les sciences et les savants (1825)” [en

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sitio electrónico de la Biblioteca Paul-Émile-Boulet, de la Universidad de Quebec en

Chicoutimi (18 de febrero, 2002).

http://classiques.uqac.ca/classiques/Comte_auguste/la_science_sociale_extraits/1_opus

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3. De Vega, Pedro. “Gaetano Mosca y el problema de la responsabilidad social del

intelectual”. En Boletín Informativo de Ciencia Política No. 7 (agosto, 1971): 63-93.

Tomado del sitio electrónico de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de

Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/3/1323/5.pdf [Consulta: 10 de noviembre, 2012]

4. Glattfelder, James B.; Stefania Vitali; y Stefano Battiston. “The Network of Global

Corporate Control” [en línea]. En PlosOne, Vol. 6 (octubre, 2011).Tomado del sitio

electrónico de PlosOne, Instituto ETH Zurich; Zurich Suiza

http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0025995

5. Shumpeter, Joseph A. “Vilfredo Pareto (1848-1923)”. En The Quarterly Journal of

Economics Vol. 63, No. 2 (mayo, 1949): 147-173. Tomado del sitio electrónico de

Jstor. http://www.jstor.org/stable/pdfplus/1883096.pdf?acceptTC=true [Consulta: 18

de noviembre, 2013]