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1 ¿TEORÍA DE VANGUARDIA? Segundos comentarios a ¿CUÁL SOCIALISMO? (I) DE ALÍ ANZOLA E. JAVIER BIARDEAU R. “La propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible” Edward Bernays Quisimos comenzar este segundo texto que comenta las reflexiones de Alí Anzola E. i , con dos referencias de Engels y Mariátegui (https://www.aporrea.org/ideologia/a252647.html). La primera, la cita de Engels como prefacio a la guerra campesina en Alemania (Prefacio a: Der deutsche Bauernkrieg ii ) “Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de los sindicatos. Aunque los votos reunidos en enero por los socialistas representen ya un ejército bastante considerable, aún se hallan lejos de constituir la mayoría de la clase obrera alemana; y por muy alentadores que sean los éxitos logrados por la propaganda entre la población rural, aquí precisamente es donde aún queda infinitamente mucho por hacer. No hay, pues, que cejar en la lucha; es preciso ir arrebatando al enemigo ciudad tras ciudad y distrito electoral tras distrito electoral. Pero, es preciso ante todo mantener el verdadero espíritu internacional, que no admite ningún chovinismo patriótico y que acoge con alegría todo progreso del movimiento proletario, cualquiera que sea la nación donde se produzca. Si los obreros alemanes siguen avanzando de este modo, no es que marcharán al frente del movimiento --y no le conviene al movimiento que los obreros de una nación cualquiera marchen al frente del mismo--, sino que ocuparán un puesto de honor en la línea de combate; y estarán bien pertrechados para ello sí, de pronto, duras pruebas o grandes acontecimientos reclaman de ellos mayor valor, mayor decisión y energía.”

¿TEORÍA DE VANGUARDIA? Segundos comentarios a ¿CUÁL ... · Quisimos comenzar este segundo texto que comenta ... formación de la conciencia socialista como ciencia ... que inmovilizará

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¿TEORÍA DE VANGUARDIA? Segundos comentarios a ¿CUÁL

SOCIALISMO? (I) DE ALÍ ANZOLA E.

JAVIER BIARDEAU R.

“La propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible”

Edward Bernays

Quisimos comenzar este segundo texto que comenta las reflexiones de

Alí Anzola E.i, con dos referencias de Engels y Mariátegui

(https://www.aporrea.org/ideologia/a252647.html).

La primera, la cita de Engels como prefacio a la guerra campesina en

Alemania (Prefacio a: Der deutsche Bauernkriegii)

“Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas,

desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja

concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho

ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y

cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y

se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de los

sindicatos. Aunque los votos reunidos en enero por los socialistas representen ya un ejército

bastante considerable, aún se hallan lejos de constituir la mayoría de la clase obrera

alemana; y por muy alentadores que sean los éxitos logrados por la propaganda entre la

población rural, aquí precisamente es donde aún queda infinitamente mucho por hacer. No

hay, pues, que cejar en la lucha; es preciso ir arrebatando al enemigo ciudad tras ciudad y

distrito electoral tras distrito electoral. Pero, es preciso ante todo mantener el verdadero

espíritu internacional, que no admite ningún chovinismo patriótico y que acoge con alegría

todo progreso del movimiento proletario, cualquiera que sea la nación donde se produzca. Si

los obreros alemanes siguen avanzando de este modo, no es que marcharán al frente del

movimiento --y no le conviene al movimiento que los obreros de una nación cualquiera

marchen al frente del mismo--, sino que ocuparán un puesto de honor en la línea de

combate; y estarán bien pertrechados para ello sí, de pronto, duras pruebas o grandes

acontecimientos reclaman de ellos mayor valor, mayor decisión y energía.”

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Llama la atención de esta referencia, la importancia que le atribuye

Engels al estudio del socialismo y su difusión en la población trabajadora de la

ciudad y del campo, su importancia para la organización política y para

las organizaciones en las cuales se desarrolla la lucha económica-práctica,

la lucha política, así como la lucha teórica.

Engels planteaba que la lucha de un movimiento socialista se

desarrolla en forma metódica, no improvisada y sin capacidades teóricas, en

tres direcciones concertadas y relacionadas entre sí: lucha teórica, lucha

política y lucha económico-práctica. También decía que se trataba de un

ataque concéntrico, para darle fuerza y la invencibilidad al movimiento

socialista.

Es decir que la lucha en las prácticas, espacios y aparatos tanto

económicos, políticos y teóricos, sintetizan una visión de totalidad

histórica articulada a diferentes ámbitos sociales.

Un interesante debate teórico con consecuencias políticas ha sido el de

si la “conciencia socialista” es expresión y desarrollo de la experiencia

de la lucha de clases, sectores y grupos, o si es inyectada desde afuera

por los intelectuales burgueses.

Cuando Alí Anzola se refiere a una “crisis de pensamiento” en las

izquierdas uno puede remitir tal crisis a una “crisis de la conciencia y

la teoría socialista”.

Decía Lenin en el ¿Qué hacer?iii, citando lo que denomina “palabras

justas e importantes” de Kaustky:

“La conciencia socialista moderna sólo puede surgir de profundos conocimientos científicos.

En efecto, la ciencia económica contemporánea es premisa de la producción socialista en el

mismo grado que, pongamos por caso, la técnica moderna; y el proletariado, por mucho que

lo desee, no puede crear ni la una ni la otra; de la ciencia no es el proletariado, sino la

intelectualidad burguesa (subrayado por CK): es del cerebro de algunos miembros de este

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sector de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han

transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo

introducen luego en la lucha de clase del proletariado, allí donde las condiciones lo

permiten. De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera (von auβen

Hineingetragenes) en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido

espontáneamente (urwüchsig) dentro de ella. De acuerdo con esto, ya el viejo programa de

Heinfeld decía, con toda razón, que es tarea de la socialdemocracia introducir en el

proletariado la conciencia (literalmente: llenar al proletariado de ella) de su situación y de

su misión.”

En este texto, Kaustky paso a sustentar la tesis de que entre el mundo

de vida de la lucha de clases inmediata de los trabajadores y de los

sectores populares (lucha económico-práctica según Engels) y la

formación de la conciencia socialista como ciencia (lucha teórica según

Engels), existe un hiato que solo puede ser llenado desde afuera por

sectores de la intelectualidad burguesa.

Caricaturizando, se trataría de algo así como que el alumno proletario

sólo puede ser educado por el maestro burgués para que el primero

alcance la “conciencia y la ciencia socialista”.

De tal suplantación se fertilizó la tesis del “sustitucionismo político”,

con devastadoras consecuencias posteriores. La previsión de las

mismas había sido alertada por el joven Trotsky, quién sufrió una

suerte de periplo trágico entre sus intuiciones iniciales y su

constatación final de lo que sería una revolución traicionada.

En “Nuestras Tareas Políticas” (1904) Trotski escribe la célebre frase

‘profética’ sobre el “sustitucionismo”:

“En la política interna del partido, estos métodos llevan, como lo veremos más adelante, a la

organización del partido a “substituir” al partido, al comité central a substituir a la

organización del partido y, finalmente, al dictador a substituir al comité central; por otra

parte, ello lleva a los comités a suministrar la “orientación” (y a cambiarla mientras que “el

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pueblo se mantiene en silencio”); en política “exterior” estos métodos se manifiestan en las

tentativas para hacer presión sobre las otras organizaciones sociales utilizando la fuerza

abstracta de los intereses de clase del proletariado y no la fuerza real del proletariado

consciente de sus intereses de clase. Estos “métodos”, como lo hemos visto, presuponen la

identidad a priori del programa adoptado por nosotros y del contenido de nuestro trabajo de

partido. Resumiendo: estos “métodos” llevan a la desaparición completa de las cuestiones de

táctica política en la socialdemocracia.”.

Según uno de los biógrafos de Trotsky, Isaac Deutscher en su libro “El

profeta armado”, Trotski parece intuir la futura degeneración del

partido bolchevique.

Trotski muestra también esa percepción cuando subraya el peligro del

sustitucionismo respecto al conjunto de la clase obrera en la futura

revolución (peligro al que él también sucumbió, e incluso mucho más

que Lenin en ciertos momentos):

“Las tareas del nuevo régimen serán tan sumamente complejas que no podrán ser resueltas

más que por una confrontación entre diferentes modelos de construcción económica y

política, a través de largas ‘disputas’, mediante una lucha sistemática no sólo entre

diferentes corrientes en el seno del socialismo, corrientes éstas que emergerán

inevitablemente cuando la dictadura del proletariado planteará decenas de nuevos

problemas. Ninguna organización ‘dominante’ fuerte será capaz de suprimir tales

corrientes y tales controversias (...). Un proletariado capaz de ejercer su dictadura sobre la

sociedad no tolerará ninguna dictadura sobre sí mismo”.

También Trotsky había cuestionado a Lenin la “idea absurda” de

Kautsky de que la conciencia socialista tendría su origen en la

intelectualidad burguesa.

Los riesgos del “sustitucionismo” corresponden precisamente a que en

el afán de controlar la centralización del mando y la decisión (el “afán

de poder” maquiavélico) se pueda conducir directamente a la

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dictadura de una “camarilla” o un “jefe único” sobre el partido y,

quizás, sobre el conjunto de la clase.

En el fondo de esta polémica está el problema del poder tanto en una

política de signo elitista como en una política democrática-radical.

Para el elitismo el “sustitucionismo” es algo necesario e inevitable,

incluso bajo la aparentemente inocua teoría de la representación

democrática. Mientras, para una política democrático-radical, acusada

por los elitistas de “anarquista, ultra-democrática o autonomista”, el

problema del poder reside en hasta qué punto es posible desplazar el

eje del mandato desde arriba, o de la representación política hacia la

participación y el protagonismo directo de nuevos sujetos-actores de la

política.

¿Cuál socialismo? El socialismo desde arriba, desde la tesis del “ordeno

y mando”, el de “forzar e imponer”; o el socialismo “desde abajo”

desde el reconocimiento de corrientes y tendencias, de movimientos y

organizaciones de base, que reclaman participación y protagonismo en

el proceso de toma de decisiones de la política.

Decía Lenin, siguiendo a Kaustsky:

“Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía

ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en

condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia

tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar

contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias

para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas,

históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases

poseedoras. Por su posición social, los propios fundadores del socialismo científico moderno,

Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa.”

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A estas alturas de los debates en el campo socialista, uno ya no puede

leer el ¿Qué hacer? sin leer simultáneamente en contrapunto el texto de

Rosa Luxemburgoiv: “Problemas organizativos de la socialdemocracia”

cuando señaló:

“Si aceptamos el punto de vista que Lenin considera propio y tememos la influencia de los

intelectuales en el movimiento, no podemos concebir mayor peligro para el partido ruso que

el plan organizativo de Lenin. Nada contribuirá tanto al sometimiento de un joven

movimiento obrero a una élite intelectual ávida de poder que este chaleco de fuerza

burocrático, que inmovilizará al partido y lo convertirá en un autómata manipulado por un

Comité Central. En cambio, no puede haber garantía más efectiva contra la intriga

oportunista y la ambición personal que la acción revolucionaria independiente del

proletariado, cuyo resultado es que los obreros adquieren el sentido de la responsabilidad

política y la confianza en sí mismos.

Lo que hoy es un fantasma que ronda la imaginación de Lenin puede convertirse en realidad

mañana.”

De modo que el “sustitucionismo” del movimiento por los

intelectuales provenientes de los círculos de la burguesía puede

producir otro fenómeno: El control político del movimiento del pueblo

trabajador por una dirección burguesa disfrazada del jacobinismo del Comité

Central:

“Hablemos claramente. Históricamente, los errores cometidos por un movimiento

verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos que la infalibilidad del

Comité Central más astuto.”

Lenin bebió mucho más de las fuentes del imaginario jacobino-

blanquista, que de la auto-valorización del movimiento proletario como un

movimiento con protagonismo de masas. Fue esto último lo que advirtió

Rosa Luxemburgo:

“En la movilización revolucionaria de masas, la lucha política y la económica se

funden en una, y la frontera artificial entre sindicalismo y socialdemocracia como dos

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formas de organización del movimiento obrero totalmente independientes entre sí es barrida

por la marea. Pero lo que encuentra su expresión concreta en la época de las

movilizaciones revolucionarias de masas es también una realidad en la etapa

parlamentaria. No existen dos luchas distintas de la clase obrera, económica una y política

la otra, sino una única lucha de clases, que apunta a la vez a la disminución de la

explotación capitalista dentro de la sociedad burguesa y a la abolición de la explotación

junto con la sociedad burguesa.

Cuando estos dos aspectos de la lucha de clases se separan por razones técnicas en

la etapa parlamentaria, no forman dos acciones que transcurren paralelas, sino

simplemente dos fases, dos estadios de la lucha por la emancipación de la clase

obrera. La lucha sindical abarca los intereses inmediatos, la lucha socialdemócrata los

intereses futuros del movimiento obrero. Los comunistas, dice el Manifiesto Comunista,

representan, contra los distintos intereses sectoriales, nacionales o locales del proletariado,

el interés común del proletariado en su conjunto. En las distintas etapas de la lucha de

clases representan los intereses de conjunto del movimiento, es decir, el objetivo

final: la liberación del proletariado.”v

En realidad el debate no fue sólo entre Rosa Luxemburgo y Lenin, sino

entre Rosa Luxemburgo y Kaustky. Los problemas sobre la conciencia

socialista, la organización y la táctica política provenían de los debates

en el seno de la propia socialdemocracia alemana. Y además provenían

de las propias discusiones de Marx y Engels frente al blanquismo:

“La socialdemocracia es el primer movimiento en la historia de las sociedades de clase que se

apoya, en todo momento y para toda su actividad, en la organización y movilización,

directas e independientes de las masas.

En virtud de ello la socialdemocracia crea un tipo de organización completamente distinta

de las que eran comunes a los movimientos revolucionarios anteriores, tales como la de los

jacobinos o los partidarios de Blanqui.

Lenin parece menospreciar este hecho cuando afirma en su libro (p. 140) que el

socialdemócrata revolucionario no es sino “un jacobino indisolublemente ligado a la

organización del proletariado, que ha adquirido conciencia de sus intereses de clase”.

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Continúa Rosa Luxemburgo:

“Para Lenin, la diferencia entre la socialdemocracia y el blanquismo se reduce al

comentario de que en lugar de un puñado de conspiradores tenemos un

proletariado con conciencia de clase. Olvida que esa concepción entraña una revisión

total de nuestras ideas sobre organización y, por tanto, una concepción completamente

distinta del centralismo y de las relaciones que imperan entre el partido y la lucha misma.

El blanquismo no contaba con la acción directa de la clase obrera. Por lo tanto, no

necesitaba organizar al pueblo para la revolución. Se esperaba que el pueblo cumpliera

su papel únicamente en el momento mismo de la revolución. La preparación de la

revolución concernía únicamente al grupito de revolucionarios que se armaban para dar el

golpe. Más aun, para garantizar el éxito de la conspiración revolucionaria se

consideraba que lo más inteligente era mantener a la masa un tanto apartada de los

conspiradores.

Los blanquistas podían tener esa concepción porque no había contacto estrecho entre la

actividad conspirativa de su organización y las luchas cotidianas de las masas populares.

Las tácticas y las tareas concretas de los blanquistas tenían poco que ver con la

lucha de clases más elemental. Las improvisaban libremente. Por eso las resolvían a

priori y les daban la forma de un plan ya elaborado. La consecuencia fue que los

militantes de la organización se convertían en simples brazos ejecutores, que cumplían las

órdenes previamente fijadas fuera del ámbito de su actividad. Se convertían en

instrumentos del Comité Central. He aquí la segunda particularidad del centralismo

conspirativo: el sometimiento ciego y absoluto de la base del partido a la voluntad del

centro, y la extensión de dicha autoridad a todos los sectores de la organización.

Pero la actividad socialdemócrata se realiza en condiciones totalmente distintas.

Surge históricamente de la lucha de clases elemental. Se difunde y desarrolla bajo la

siguiente contradicción dialéctica: el ejército proletario es reclutado y adquiere

conciencia de sus objetivos en el curso de la lucha. La actividad de la organización

partidaria y la conciencia creciente de los obreros sobre los objetivos de la lucha y sobre la

lucha misma no son elementos diferentes, separados mecánica y cronológicamente. Son

distintos aspectos del mismo proceso. Salvo los principios generales de la lucha, para la

socialdemocracia no existe un conjunto detallado de tácticas que un Comité Central

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enseña al partido de la misma manera que las tropas reciben su instrucción en el campo de

entrenamiento.

Además, la influencia de la socialdemocracia fluctúa constantemente con los flujos y

reflujos de la lucha en cuyo transcurso se crea y desarrolla el partido.

Por ello el centralismo socialdemócrata no puede basarse en la subordinación mecánica y la

obediencia ciega de los militantes a la dirección. Por ello el movimiento socialdemócrata

no puede permitir que se levante un muro hermético entre el núcleo consciente del

proletariado que ya está en el partido y su entorno popular, los sectores sin partido del

proletariado. Ahora bien, el centralismo de Lenin descansa precisamente en estos

dos principios:

1) Subordinación ciega, hasta el último detalle, de todas las organizaciones al

centro, que es el único que decide, piensa y guía. 2) Rigurosa separación del núcleo de

revolucionarios organizados de su entorno social revolucionario. Semejante centralismo

es una trasposición mecánica de los principios organizativos del blanquismo al

movimiento de masas de la clase obrera socialista.

Es desde este punto de vista que Lenin define al “socialdemócrata revolucionario”

como “un jacobino unido a la organización del proletariado que ha adquirido

conciencia de sus intereses de clase”.

Pero es un hecho que la socialdemocracia no está unida al proletariado. Es el proletariado. Y

por ello el centralismo socialdemócrata es distinto del centralismo blanquista.

Puede ser sólo la voluntad concentrada de los individuos y grupos representantes de los

sectores más conscientes, activos y avanzados de la clase obrera. Es, por así decirlo, el

“auto-centralismo” de los sectores más avanzados del proletariado. Es el predominio de la

mayoría dentro de su propio partido.”vi

¿Cuál socialismo? ¿El del pueblo trabajador, los sectores populares, los

pueblos indígenas? ¿O el de una dirección pequeño burguesa, con

intereses favorables al capital y aspiraciones correspondientes a las

personificaciones políticas e ideológicas de fracciones del bloque social

dominante?

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También tomamos como segunda referencia a Mariátegui cuando

señaló:

“A Norteamérica capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente

una América latina o íbera, socialista. La época de la libre concurrencia en la economía

capitalista ha terminado en todos los campos y todos los aspectos. Estamos en la época de los

monopolios, vale decir de los imperios. Los países latinoamericanos llegan con retardo a la

competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El

destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias. La oposición de

idiomas, de razas (¿Dijo usted supremacía blanca? N. A.vii), de espíritus no tiene ningún

sentido decisivo. Es ridículo hablar todavía del contraste entre una América sajona

materialista y una América latina idealista, entre una Roma Rubia y una Grecia pálida.

Todos estos son tópicos irremisiblemente desacreditados. El mito de Rodó no obra ya -no ha

obrado nunca- útil y fecundamente sobre las almas. Descartemos, inexorablemente, todas

estas caricaturas y simulacros de ideologías y hagamos las cuentas, seria y francamente, con

la realidad.

El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indoamericana. Pero ninguna doctrina,

ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en

Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico ni particularmente europeo. Es un

movimiento mundial, al cual no sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la

órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios

de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indo-américa en este orden

mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino

particulares. Hace cien, años debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la

historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso ineluctablemente su compás.

Libertad, Democracia, Parlamento, Soberanía del Pueblo, todas las grandes palabras que

pronunciaron nuestros hombres de entonces procedían del repertorio europeo. La historia,

sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino

por la eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que más adelante marchan en el

continente son aquellos donde arraigaron mejor y más pronto. La interdependencia, la

solidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin embargo, en aquel tiempo, mucho

menores que en éste. El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada

organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la incaica.

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No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación

heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al

socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva.” (José

Carlos Mariáteguiviii. Aniversario y Balance: en Ideología y Política)

Cuando señalamos que debía releerse y estudiarse el viejo Programa

de Erfurtix de la socialdemocracia alemana de 1891, lo hicimos

señalando que muchos “revolucionarios” en Venezuela están a la

derecha de tal Programa. Veamos por qué.

En 1890 había renunciado Bismarck y había expirado la Ley Anti-

Socialista, poniendo fin a una política de persecución sancionada por el

Estado contra el partido socialdemócrata. De modo que aparecía en

primera escena la recuperación de la táctica de la “lucha electoral de

masas”.

Se vivían tiempos de concentración y centralización del capital en los

primeros monopolios: los medios de producción se convertían en el

monopolio de un número relativamente pequeño de capitalistas y

grandes terratenientes.

Monopolios y oligopolios económicos, tienen su correlato en la política

elitista de masasx: ¿Cómo controlar y conducir políticamente a las

masas desde pequeños centros de dirección y decisión? Leamos a

Edward Bernaysxi:

“La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las

masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este

mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero

poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes,

definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las

que nunca hemos oído hablar Ello es el resultado lógico de cómo se organiza nuestra

sociedad democrática.

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Grandes cantidades de seres humanos deben cooperar de esta suerte si es que quieren

convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos. A menudo, nuestros gobernantes

invisibles no conocen la identidad de sus iguales en este gabinete en la sombra. Nos

gobiernan merced a sus cualidades innatas para el liderazgo, su capacidad de suministrar

las ideas precisas y su posición de privilegio en la estructura social. Poco importa qué

opinión nos merezca este estado de cosas, constituye un hecho indiscutible que casi todos los

actos de nuestras vidas cotidianas, ya sea en la esfera de la política o los negocios, en

nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, se ven dominados por un número

relativamente exiguo de personas –una fracción insignificante de nuestros ciento veinte

millones de conciudadanos— que comprende los procesos mentales y los patrones sociales

de las masas. Son ellos quienes mueven los hilos que controlan el pensamiento público,

domeñan las viejas fuerzas sociales y descubren nuevas maneras de embridar y guiar el

mundo.

No solemos ser conscientes de lo necesarios que son estos gobernantes invisibles para el

buen funcionamiento de nuestra vida en grupo. En teoría, cada ciudadano puede dar su

voto a quien se le antoje. Nuestra Constitución no contempla a los partidos políticos como

parte del mecanismo de gobierno y se diría que sus creadores no se imaginaron la existencia

en nuestra política nacional de nada que se pareciera a la moderna maquinaria de los

partidos. Pero los votantes estadounidenses no tardaron en descubrir que, sin que se les

organizara o dirigiera, sus votos particulares, repartidos, quizá, entre decenas o centenares

de candidatos, no resultarían más que en una gran confusión. El gobierno invisible, bajo la

égida de unos partidos políticos rudimentarios, surgió casi de la noche a la mañana. En lo

sucesivo, los estadounidenses aceptamos que, en aras de la simplicidad y el sentido práctico

de las cosas, las maquinarias partidistas deberían reducir las posibilidades de elección a dos

candidatos, tres o cuatro a lo sumo.”

Y con radical crudeza Edward Bernays nos enseña cómo se gobierna

desde la elite a las masas: “La propaganda es el brazo ejecutor del

gobierno invisible”:

“A medida que la civilización ganaba en complejidad y que la necesidad de un gobierno

invisible era cada vez más patente, se inventaron y desarrollaron los medios técnicos

indispensables para poder disciplinar a la opinión pública.”

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Toda política elitista se basa en la idea del gobierno de minorías, así sea

bajo una democracia de partidos y de audiencias, que en realidad está

gobernada por un gabinete de sombra, por pequeños “grupos de

decisión” con un inmenso poder de movilizar recursos de poder para

alcanzar sus objetivos.

Las primeras décadas del siglo XX fueron precisamente el campo de

experimentación de la política de masas. Primero, a través de rígidos

controles de la educación pública, y luego a través de cada vez más

sofisticados medios de organización y centralización de la dirección de

las conductas: el control y disciplina de la opinión pública.

De esta tendencia no escapó la construcción del socialismo post-

leninista en la URSS. También allí, la máquina de educación

centralizada y de propaganda de masas cumplió su papel de

estabilizar un registro oficial de imaginarios y una cultura

hegemónica.

A finales del siglo XIX, Engels y la socialdemocracia tenían la

expectativa de que la sociedad moderna se dividía en dos campos

hostiles y que esto rasgo constituía la característica común de todos los

países industrializados de la época.

Se suponía además la productividad había crecido más allá del control

de la sociedad, que la propiedad privada de los medios de producción

había llegado a ser incompatible con su aplicación apropiada y su

pleno desarrollo. Se trataba de la reiterada contradicción entre el

carácter crecientemente social del proceso de producción y el carácter

privado del proceso de apropiación. Suponía la socialdemocracia

alemana de la época que:

“Sólo la transformación de la propiedad privada capitalista de los medios de producción -

tierra y suelo, pozos y minas, materias primas, herramientas, máquinas, medios de

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transporte - en la propiedad social y la transformación de la producción de bienes en

producción socialista llevada a cabo por y para la sociedad puede hacer que la gran empresa

y la creciente productividad del trabajo social cambien para las clases hasta ahora

explotadas de una fuente de miseria y opresión en una fuente del mayor bienestar y

universal”.

El universo de referencia socialista llamó a este proceso “socialización

de los medios de producción”. Algo distinto de un proceso de

nacionalización en manos de administradores y gestores públicos de

los intereses de reproducción de la acumulación de capital; es decir, de

las “nacionalizaciones capitalistas”.

Para Engels y la socialdemocracia en el siglo XIX todas las demás

clases a excepción de la clase trabajadora se apoyaban en la “propiedad

privada de los medios de producción” y tenían como objetivo común

la preservación de los cimientos de sociedad contemporánea.

De modo que un programa de transición requería de la conformación

de un área cada vez más extensa y además eficiente de propiedad a

social, en la cual el interés material y la conciencia revolucionaria se

disputaran la posibilidad misma de la lucha en contra de la

enajenación social. Se trataba de una política de mayorías en interés de

las mayorías.

Sin embargo, estimular el interés material individual sobre la

conciencia del ser social; es decir, estimular el egoísmo posesivo,

adquisitivo y consumista por sobre el bien común, fue desde entonces

una de las luchas psicológicas y culturales claves para inhibir y

neutralizar una nueva conciencia socialista. Paradójicamente, la

política de masas requería suplantar la conciencia del ser social por

una “muchedumbre desarticulada y solitaria”

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Sin la palanca de la socialización y de la lucha contra la enajenación en

las prácticas económico-practicas, políticas y teóricas, se reforzaban

precisamente la división jerárquica del trabajo económico, político y

teórico sobre las masas. En el campo económico, Fayol, Taylor y luego

Ford cumplieron sus tareas para reforzar el viejo despotismo de

fábrica. En el campo político, los partidos de masas modernos

encuadraron a las clases peligrosas en programas políticos y tácticas

electorales en los cuales, la participación se redujo al gatopardo y

suponer que “votar era decidir”. En el campo de conocimiento, las

ciencias, las humanidades y las técnicas, se reforzó la tesis de un

sistema de formación para configurar elites culturales y científicas.

Por un lado, se establecieron por arriba los decisores, los propietarios y

gerentes, los gobernantes y sus grupos auxiliares de burócratas y de

tecnócratas, y por abajo los ejecutantes, los ciudadanos siervos y los

descalificados para decidir algo en cuestiones de conocimiento, saberes

e información.

No existía desde entonces auto-valorización de los trabajadores y

trabajadoras, ni participación, ni control, ni decisiones ni protagonismo

en el campo económico, político y teórico. Su papel se reducía a

ejecutar mandos y ordenes, y el despotismo social se disfrazaba de

“contratos libres”.

De allí que para la socialdemocracia a finales del siglo XIX la lucha por

conquistar derechos: el “derecho a tener derechos”, fue parte de una

agenda electoral en el terreno de las prácticas políticas de mayorías.

Sin derechos políticos, la clase trabajadora y los sectores populares no

podía continuar sus luchas económicas y desarrollar su organización

económica-practica, ni sindicatos, ni lo que a la postre fueron las

primeras formas de control y gestión del proceso de trabajo, tanto bajo

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los primeros esbozos de la cogestión, luego el control obrero, la

autogestión y los consejos de trabajadores.

En el terreno económico, las empresas y unidades económicas se

organizaban no bajo criterios de democracia económica, sino bajo

criterios de “despotismo de fábrica”. Y se despotismo fue naturalizado

y adornado por diferentes teorías de la organización de la

“administración socio-técnica de las empresas” pasando incluso por la

escuela de las “relaciones humanas” hasta los actuales “círculos de

calidad”. Desde entonces se entronizó el pensamiento corporativo en

las unidades de producción y de trabajo. Al final, no hay nada más

natural que la patronal como un verdadero “padre de familia”.

Lenin supuso que la disciplina de fábrica y de cuartel eran los

ejemplares para construir el socialismo. Los estuches organizativos de

la modernidad, la famosa burocracia weberiana hizo gala de sugerir

que el curso del cálculo, el control, la racionalización y la optimización

requerían inevitablemente del “cuadro administrativo”.

La burocracia como actor entró en escena desdoblándose luego en la

burocracia ejecutante y controladora, y la tecnocracia diseñadora y

decisora. Hasta Lenin vivió la cruda tragedia de decidir qué hacer con

los “especialistas burgueses”.

La apología del desarrollo de las fuerzas productivas requería de todos

estos elementos como premisas del desarrollo. Del socialismo como

lucha contra la alienación y la explotación, se pasó al socialismo como

lucha para ganarle al capitalismo en indicadores métricos de

volúmenes de producción, metas de producción, y a la postre, otra

modalidad de desarrollismo.

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¿Cuál socialismo? ¿Sin cambio civilizatorio del patrón productivista y

consumista?

¿Cuál socialismo si no se asume con rigor este debate sobre las

organizaciones de producción, distribución y consumo en un esquema

de socialización del poder económico y sus modelos de desarrollo-

consumo?

La socialdemocracia alemana del siglo XIX partía de la premisa: “No

puede llevar la transferencia de los medios de producción a la posesión

de la comunidad sin haber obtenido primero el poder político”.

¿Ha escuchado usted a algún miembro relevante de la jefatura del

PSUV enarbolando la necesidad de construir un área significativa de la

economía nacional bajo un esquema de propiedad social bajo control

directo de los trabajadores y de la comunidad, modificando

radicalmente el modelo consumista competitivo de civilización

capitalista?

¿Me puede nombrar alguno que de verdad encarne tal programa de

batalla político-cultural?

Quizás en algunos resquicios del sistema de economía comunal, pero:

¿Puede compararse este proceso con el alcance que tuvo, por ejemplo,

en el Chile de Allende el proceso de construcción de un área de

propiedad social y estatal, o la experiencia de los cordones industriales

o de las juntas de abastecimiento (JAP)?

Decimos que aquí se está en pañales y a la derecha del programa

socialdemócrata de Erfurt de 1891, porque no hay coraje político

algunos para asumir una agenda de transición al socialismo que pase

por el cuestionamiento de fondo de un modelo civilizatorio, así como

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por la socialización y creación de un área de propiedad social, o el

control popular de la distribución de bienes y servicios esenciales para

satisfacer las necesidades colectivas del pueblo trabajador.

No existe una prioridad de la perspectiva del sujeto del trabajo y del

vivir bien sobre la perspectiva del sujeto del Capital y del

desarrollismo consumista. En realidad, la mala noticia es que por

revolución lo que muchos entienden es que puedan “tener más”, tanto

como sus jefes, rodeados de banquetes, camionetas y escoltas; en fin, el

buen vivir es la vida de privilegios.

¿Cuál socialismo? Estimado amigo, su pregunta puede llegar a ser un

gran disfraz, pues lo que habita en las mentalidades dominantes es:

¿Cómo disfrazamos este capitalismo realmente existente en fraseología

socialista?

Claro que existen figuras de redistribución (hasta se habla sin la

vergüenza de “Estado de bienestar” en la ANC: ¿Y qué paso con el

debate del buen vivir?) mientras exista renta petrolera y política fiscal,

pero no modificación sustantiva de las relaciones humanas en los

procesos de trabajo; es decir, transformación en el modo de

apropiación y en las relaciones sociales de producción, distribución y

consumo. Como se le decía a los niños de antaño: ¡Eso es caca, o te va a

salir el coco!

En cambio, en la Alemania de 1891, la socialdemocracia se plateaba

como tarea del Partido dar forma a la lucha de la clase obrera en una

unidad consciente y unificada y señalar la necesidad inherente de sus

objetivos:

“Por lo tanto, el Partido Socialdemócrata alemán no lucha por nuevos privilegios de clase y

derechos de clase, sino por la abolición del régimen de clase y de las propias clases, por

iguales derechos e iguales obligaciones para todos, sin distinción de sexo o nacimiento.

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Partiendo de estos puntos de vista, lucha no sólo contra la explotación y la opresión de los

asalariados en la sociedad de hoy, sino contra todas las formas de explotación y opresión, ya

sea dirigida contra una clase, partido, sexo o raza.”

Usted revise los programas vigentes en las prácticas efectivas de los

partidos políticos en Venezuela y no encontrará alguno que llegue a

proponer algo semejante. Todos, sin excepción, están a la derecha de la

socialdemocracia alemana en 1891.

Y lo peor, la agenda de la socialdemocracia alemana por la

profundización de la democracia política, es hoy elemento retórico esencial

de los partidos de oposición reformistas de centro-izquierda y liberal-

democráticos de derecha en el país. Es decir, la presunta “izquierda”

en el gobierno reniega de ir a fondo en una agenda como la siguiente:

“1. El sufragio universal, igualitario y directo con votación secreta en todas las elecciones,

para todos los ciudadanos sin distinción de sexo. Representación proporcional y, hasta que

se introduzca, redistribución legal de los distritos electorales después de cada censo.

Períodos legislativos de dos años. Celebración de elecciones en una fiesta legal.

Compensación por los representantes electos. Suspensión de toda restricción de los derechos

políticos, salvo en caso de incapacidad legal.”

“2. Legislación directa del pueblo a través de los derechos de propuesta y rechazo.

Autodeterminación y autogobierno de la población de Reich, estado, provincia y municipio.

Elección por el pueblo de magistrados, que son responsables y responsables ante ellos. Voto

anual de impuestos.”

Fíjese que más allá del contexto nacional específico y sus referentes

directos, el punto 2 toca ya en 1891 el tema de los referendos (derechos

de propuesta y rechazo), habla de una real distribución el poder hacia

abajo (autogobierno y autodeterminación de la población). Habla de

elección de los magistrados por el pueblo. Voto de impuestos.

Eso se parece más a la Comuna que a un régimen parlamentario

tradicional, y el punto 1 supone una profundización democrática del

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régimen parlamentario existente, con elecciones universales, secretas,

directas e igualitarias, con representación proporcional. Se trata de la

agenda de una nueva democracia política planteada, escúchese bien,

en 1891, cuando en Venezuela presidía Andueza Palacios antes que le

diera el golpe Joaquín Crespo.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Educación de todos

para portar armas. Milicia en el lugar del ejército permanente.

Determinación por la asamblea popular sobre cuestiones de guerra y

paz. Solución de todas las controversias internacionales por arbitraje.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Abolición de todas las

leyes que ponen a las mujeres en desventaja en comparación con los

hombres en cuestiones de derecho público o privado.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Abolición de todas las

leyes que limitan o suprimen la libre expresión de opinión y restringen o

suprimen el derecho de asociación y reunión. Declaración de que la religión

es un asunto privado. Abolición de todos los gastos de fondos públicos

con fines eclesiásticos y religiosos. Las comunidades eclesiásticas y

religiosas deben ser consideradas como asociaciones privadas que

regulan sus asuntos de manera totalmente autónoma.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Secularización de las

escuelas. Asistencia obligatoria a la Volksschule pública. La educación

gratuita, los materiales educativos gratuitos y las comidas gratuitas en

la Volksschulen pública, así como en las instituciones de enseñanza

superior para los niños y niñas considerados calificados para la

educación en virtud de sus capacidades.

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¡Fíjese que interesante! En pleno 2017, se está contemplando la medida

que en las escuelas públicas funcionen de verdad comedores y se

garantice el derecho a la alimentación.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Libre administración

de justicia y asistencia jurídica gratuita. Administración de la ley por

jueces elegidos por el pueblo. Llamamiento en casos penales.

Compensación por personas injustamente acusadas, encarceladas o

sentenciadas. Abolición de la pena de muerte.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Cuidado médico

gratuito, incluyendo partería y medicamentos. Enterramiento gratuito.

Planteaba la socialdemocracia alemana en 1891: Impuestos sobre la

renta y el patrimonio devengados para sufragar todos los gastos

públicos, en la medida en que se paguen mediante impuestos.

Impuestos de herencia, graduados según el tamaño de la herencia y el

grado de parentesco. Abolición de todos los impuestos indirectos,

costumbres y otras medidas económicas que sacrifican los intereses de

la comunidad a los de unos pocos privilegiados.

Fíjese que en materia tributaria, Venezuela en 2017 no ha logrado

abolir los impuestos indirectos, como el IVA, ni construir un sistema

tributario ni siquiera socialdemócrata a lo planteado en Alemania en

1891.

Y si faltara poco, leamos las medidas de protección al trabajo en 1891:

a) La fijación de un día normal de trabajo que no exceda de ocho horas.

b) Prohibición de empleos remunerados para menores de catorce años.

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c) Prohibición del trabajo nocturno, excepto en aquellas industrias que

requieran trabajo nocturno por razones técnicas inherentes o por

razones de bienestar público.

d) Un descanso ininterrumpido de al menos treinta y seis horas

semanales por cada trabajador.

e) Prohibición del sistema de camiones.

2. Supervisión de todos los establecimientos industriales, investigación

y regulación de las condiciones de trabajo en las ciudades y el campo

por un departamento de trabajo del Reich, oficinas de trabajo del

distrito y cámaras de trabajo. Higiene industrial rigurosa.

3. La igualdad jurídica de los trabajadores agrícolas y de los

trabajadores domésticos con los trabajadores industriales; abolición de

las leyes que rigen a los domésticos.

4. Salvaguardar la libertad de asociación.

5. Adquisición por el gobierno del Reich de todo el sistema de seguro

de los trabajadores, con participación decisiva de los trabajadores en su

administración.

¿Cuál Socialismo? ¿Cuáles son las alternativas históricas: las

posibilidades y viabilidades de las utopías transformadoras?

Estoy de acuerdo con usted en que:

“Por eso propongo que a partir de los supuestos promulgados por la revolución Bolivariana,

desde los años en que el comandante Chávez crea el "MBR200" hasta el presente

comencemos a valorar la evolución y cambios del pensamiento revolucionario desde la

perspectiva ideológica.”

Pero hagamos el esfuerzo de analizar estos cambios a partir de la

realidad histórica venezolana, continental y mundial.

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¿Cuál socialismo? Pues no el que signifique un retroceso histórico a

fechas anteriores a 1891 al menos.

Creo que nadie desea volver a los tiempos de Joaquín Crespo.

NOTAS:

i https://www.aporrea.org/ideologia/a252402.html

ii https://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe2/mrxoe213.htm

iii https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf iv

https://www.marxists.org/espanol/luxem/04Problemasorganizativosdelasocialdemocracia

_0.pdf

v https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf vi

https://www.marxists.org/espanol/luxem/04Problemasorganizativosdelasocialdemocracia

_0.pdf

vii Nota de Javier Biardeau.

viii https://www.marxists.org/espanol/mariateg/1928/sep/aniv.htm

ix https://www.marxists.org/history/international/social-democracy/1891/erfurt-

program.htm; http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos/8_erfurt.pdf;

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1890s/1891criti.htm

x Este fue el tema por excelencia de la política norteamericana de control masas en la época

de los oligopolios y monopolios. Léase: Edward Bernays: Propaganda. xi https://focalizalaatencion.files.wordpress.com/2011/09/propaganda-por-edward-bernays_es.pdf