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TERENCIO: LA ANDRIA (LA MUJER DE ANDROS) Introducción, versión y notas de José Juan Del Col

Terencio Andria, Los Hermanos, La Suegra

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(( LL AA MM UU JJ EE RR DD EE AA NN DD RR OO SS ))

Introducción, versión y notasde José Juan Del Col

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NOTA BENEEn atención a los lectores que ignoren el latín, traducimos la palabras o frases de ese idioma que seciten en el presente trabajo. Por el mismo motivo, en relación con la ortografía española, atildamos laspalabras latinas esdrújulas, pero no las graves o llanas terminadas en consonante, advirtiendo que enestas el acento prosódico cae en la penúltima sílaba; advertimos además que no hay palabras latinasagudas.

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INTRODUCCIÓN

Ambientación cronológica de La andria

Tradicionalmente, La andria ha sido considerada la primera de las seis comedias de Terencio.Como año de su primera representación, se indica el l66 a. de J. C. o el 588 de Roma. El estreno ha-bría ocurrido el 4 ó 5 de abril, durante los Juegos Megalesios. Esto se desprende de la Didascalia, con-feccionada sobre la base de un prólogo de Donato1.Terencio habría compuesto la pieza a los 18-19 años, según algún estudioso2; a una edad superior,según otros: a los 24 años3, a los 27 ó a los 29 4 . Estas diferencias se deben a las distintas fechas asig-nadas al nacimiento del poeta. Antes, basándose en la Vita Terenti de Suetonio, se aceptaba general-mente el año 185 a. de J. C 5; hoy, basándose en Fenestella y la mayoría de los manuscritos, seacostumbra retroceder al año 195 6. Para algún estudioso, fecha probable sería alrededor del año 1907.Algún otro la ubica vagamente entre el 195 y el 185 a. de J. C. 8

¿Es realmente La andria la primera de las comedias de Terencio?

De las seis comedias de Terencio, compuestas entre 166 y 160 a. de J. C., La andria exhibe un refi-namiento que supone considerable experiencia en la profesión de dramaturgo 9.Además, si La andria fuera la primera pieza de Terencio, ¿cómo se explica que en el Prólogo él res-ponda a censuras que se le hicieron por el hecho de practicar la «contaminación» o refundición de dospiezas anteriores en una nueva? Este argumento, sin embargo, perdería todo sustento, si se tiene encuenta la teoría según la cual La andria habría sido escrita y leída al poeta Cecilio Estacio en el año168. Por otra parte, se sabe que cuando los escritores proponían una comedia a los curatores ludorum(en nuestro caso, los ediles curules), estos se la hacían recitar en privado y, a veces, en presencia deamigos 10.Pero, sin duda, los primeros seis versos del Prólogo prueban que, o bien La andria no fue la primeraobra de Terencio (tesis de L. Gestri), o bien el prólogo de la misma no corresponde a su primera re-presentación.Dziatko fijó una cronología basada en las didascalias, donde La andria aparece como la primera piezadel teatro terenciano, representada en el 166 a. de J. C. Esta cronología se conoce como «consular»,puesto que tiene en cuenta los consulados indicados en las didascalias.Las mismas didascalias tienen una cronología llamada «ordinal», que también ubica a La andria en

primer lugar y a las otras en este orden: II. El eunuco; III. Heautontimorúmenos (El atormentador desí mismo}; IV. Formión: V. Hecyra (La suegra); VI. Adelphoe (Los hermanos).El mejor manuscrito de Terencio, el Vaticanus Latinus 3226 (sigla A), habitualmente denominado

Bembinus (por pertenecer a Bernardo Bembo y después a su hijo, el cardenal Pietro Bembo), presentajustamente esa sucesión cronológica.La andria figura en primer término también en la serie de Donato y en otros manuscritos.

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1 Cf Rubio, I, p. 14.2 Cf Chambry, I, p. 2.3 Cf Ashmore, p. 26.4 Cf Coromines-Coromines, I, p. IX.5 Cf Ashmore, p. 26; Chambry, I, p. I.6 Cf Rubio, I, p. Xll; Coromines-Coromines, I, p. I.7 Cf Ashmore, p. 26.8 Cf Vitali, p. IX.9 Cf Ashmore, p. 26.10 Cf Coromines - Coromines, I, p. XVIII - XIX.

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Gestri se atiene a una cronología de los prólogos, ya que, según él, esa es la única capaz de ofrecerun desarrollo coherente a la polémica entre Terencio y sus adversarios literarios. La ordenación deri-vante de tal cronología es la siguiente: Hecyra (I, II y III representaciones), La andria, Formión, Eleunuco, Heautontimorúmenos, Adelphoe.Otros prefieren seguir la tradición manuscrita, anotada por otras fuentes y según la cual La andria

es la primera comedia de Terencio. Así, Rubio cree con Jachmann que el prólogo de La andria estádestinado a una segunda representación y sus versos finales se refieren a la primera representación, fra-casada. Propone, en consecuencia, esta sucesión: La andria I; Hecyra I, II, III; La andria II; Formión;El eunuco, Heautontimorúmenos; Adelphoe11.

Tipo de comedia

La andria es una comedia palliata, es decir, de trama e indumentaria griega, distinguiéndose así dela comedia togata, de trama e indumentaria romana. Hay quien afirma que es la pieza más cercana quelas sucesivas al tipo tradicional de la palliata12.Es una pieza derivada principalmente de la homónima de Menandro (¿342?-292 a.de J. Q), pero conla inserción de elementos sacados de otra pieza del mismo comediógrafo, La perintia.Es un caso típico de la así llamada «contaminatio» o refundición de piezas teatrales, a la que hemosaludido más arriba. También hemos aludido a las censuras que esto le provocó. Pero Terencio se ex-cusa apelando al ejemplo de Nevio, Plauto y Ennio.Sin embargo, La andria -y lo mismo cabe decir de las restantes piezas terencianas- no es un calco ocombinación servil de los originales griegos. Así, Donato nos informa que el diálogo inicial entreSimón y Sosia (escena primera del primer acto) remplaza un monólogo del original, y asimismo queen el original no figuran los personajes Carino y Birria. Pero recientes descubrimientos han demostradoque estos dos personajes los derivó Terencio de La perintia13. Cada añadidura provendría, pues, de talo cual modelo adaptado con libertad. El mismo Donato nos informa igualmente que unos versos deLa andria que tienen una impronta epicúrea, derivan del Eunuco griego.Siendo así, parecería natural que se advierta algún vestigio de sutura y alguna pequeña incoherencia,como cautamente lo reconoce Haffter. Pero si no tuviéramos los testimonios de Donato y del mismoTerencio, sería difícil, como afirma Leo, individuar los injertos que ellos denuncian 14. La Magna sos-tiene sin más que “no se ven suturas y contradicciones”l5. George E. Duckworth, después de advertirque La andria no es en sí misma notablemente original, sino una comedia de errónea identidad y pos-terior reconocimiento, anota que Terencio ha introducido, sin embargo, en ella algunas variacionesnuevas de temas antiguos, que añaden un humor delicioso a muchas situaciones l6.

¿Comedia motória o statária o mixta?

Motória era la comedia de acción, de intriga; statária, la de menos acción y más caracterización delos personajes (comedia de carácter); la mixta, como lo indica el calificativo, intermedia entre una yotra modalidadY bien, para Donato La andria es predominantemente motória (haec maiori ex parte motória est).Algún autor moderno, como Pere Coromines, comparte esta calificación 17.

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11 Cf Rubio, I, p. XXXIII - XI.12 Cf Vitali, p. XIII.13 Cf La Magna, p. 914 Cf Ronconi, p. XX.15 Cf La Magna, p. 9.16 Cf Duckworth, p. 142.17 Cf Coromines-Coromines, I, p. XIII.

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Para algún otro, como Angelo Serafini, sería, al igual que las demás de Terencio, una fábula statária,cuya acción está basada, toda o casi toda, en los caracteres, es decir, en la psicología de los personajes18. A juicio de ese autor, es esta precisamente la originalidad y novedad aportadas por Terencio a la co-media latina19. Alguien, como Chambry, afirma que “el interés dramático de La andria es quizás su-perior al interés psicológico», pues a los personajes, salvo Davo y Simón, «les falta un poco de fuerzay de relieve» 20.De ordinario, sin embargo, se estima que La andria es una comedia mixta. La Magna, por ej., si bien

juzga, con Donato, que “La andria es (...) una comedia en gran parte motória”21, juzga al mismotiempo que en ella «hay un estudio esmerado en la pintura de los caracteres de los personajes, que tie-nen todos una vida propia, una individualidad particular, por lo cual cada uno de ellos en las palabras,en las actitudes, en los sentimientos, en los afectos no se puede confundir con los otros” 22.

Características de La andria

No obstante proceda de una “contaminación», La andria es, sin duda, como dice Giuseppe Coglian-dolo, “una verdadera comedia», donde «todo es lógico, coherente, natural»; donde «todo se desarrollapor una intrínseca necesidad de los hechos y de los sentimientos de los protagonistas» 23. Para BettyRadice, La andria es “una de las piezas terencianas más llenas de vida (one of the Terence’s liveliestplays) 24. Ha sido definida “la comedia de las sorpresas”25, ya que el espectador «es mantenido en sus-penso hasta el fin»26.Cualidad sobresaliente de esta comedia es la caracterización de los personajes, bien diferenciada y

matizada. Así, Pánfilo aparece como una joya de muchacho: recto, franco, leal, respetuoso y obedientepara con su padre, enamorado tan responsable como apasionado, etc. Pero también tiene sus lunares:oscila entre el respeto a su padre y el amor a Glicera; se deja dominar fácilmente por el padre y porDavo, carece de resolución... En la pieza se dan parejas de caracteres: dos padres (Simón y Cremes);dos esclavos (Davo y Birria); dos muchachas (Glicera y Filomena); dos viejas (Misis y Lesbia), peroen ningún caso se notan duplicados inútiles. Terencio no fija tipos, sino individuos, cada uno de loscuales exhibe rasgos muy personales y particulares27.Así, Davo es el esclavo intrigante, Birria el es-clavo campesino ...28El personaje principal de la pieza es -no cabe duda- Davo: él maneja todos los hilos, enreda y des-

enreda toda la madeja, determina todas las situaciones, domina sobre todos 29. Giuseppe Cogliandolollega a afirmar que “Davo es la figura más interesante, más simpática, más agradable que nos haya dadoel teatro antiguo»30. En la pieza hay también cuatro personajes que no aparecen en la escena: las dos muchachas, Glicera

y Filomena; Crisis, meretriz; Arquilis, criada de Glicera. Pero estas también se hallan descritas con cui-dado; especialmente Glicera, joven encantadora tanto física como moralmente, digna en verdad del in-menso amor que le profesa Pánfilo 31.

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18 Cf Serafini, p. 58 y 6l.19 Cf Serafíni, p. 6l.20 Cf Chambry, I, p. 10.21 La Magna, p. 14.22 Cf La Magna, p. 15.23 Cf Cogliandolo, p. 7.24 Cf Radice, p. 34.25 La Magna, p. 14.26 La Magna, p. 15.27 Cf ib.28 Cf Marouzeau, I, p. 45.29 Cf La Magna, p. 17.30 Cogliandolo, p. 8.31 Cf La Magna, p. 19 - 20.

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Otros rasgos de La andria

- Como, por otra parte, se nota en toda la producción de Terencio, el lenguaje es pulcro y elegante(de capital, según dijo Arnaldi), decoroso y casi diríase pudoroso32.-También se advierte un humor sutil33: característica, esta, común en las otras comedias de Terencio34.- La andria se destaca por su patetismo, que revela la gentileza y finura terencianas. Ashmore no

vacila en definirla “la más patética» de las seis comedias de Terencio 35.- Y es, como las otras piezas de Terencio, espejo de una sociedad fundamentalmente honesta y

espejo sobre todo del ánimo candoroso e idealista de su autor. Escribe justamente La Magna, conclu-yendo su introducción al texto y comentario de La andria: “La sociedad que es representada en La an-dria, como también en las otras comedias de Terencio, no es corrompida ni engañadora; es unasociedad sustancialmente buena y honesta, también si alguna vez cae en el vicio y la mentira. Cierta-mente no es el espejo fiel de lo que era la sociedad en el tiempo en que vivió Terencio, sino que reflejael corazón manso y cándido del poeta, su educación exquisitamente señorial, la nobleza de su ánimo,que no solo rehuyó describir inmundicias, sino que creyó en un mundo diverso del que era realmente,mucho más bueno y más puro, en una sociedad en la que, observando bien, aun bajo el vicio se puedeencontrar un fondo de bondad, en una humanidad que, si quiere escuchar los impulsos del corazón,puede ser siempre feliz”36.

Fortuna de La andria

Todo el teatro terenciano tuvo una gran fortuna y ejerció gran influencia en la literatura europea, es-pecialmente en la moderna. Ciñéndonos a La andria podemos consignar estos datos:- Donato nos informa que la pieza tuvo una representación póstuma, en una fecha comprendida

entre 143 y 133 a. de J. C.- Cicerón (106-43 a. de J.C.) la veía representar todavía en un teatro de provincia (Ep. ad Att. XIII,

34) 37.- En la época del Renacimiento, fue traducida al italiano por Ariosto (1474-1533) y Maquiavelo

(1469-1527), así como fue la primera comedia de Terencio en ser traducida al inglés, alrededor de1530 38.- En I Gelosi (1545) de V. Gabiani se da una «contaminación» de La andria y El eunuco. G.M. Cec-

chi (1518-1587) reproduce escenas de La andria en su Moglie.- En Francia, en 1703, Barón (1653-1729), discípulo de Molière, representó la pieza en París 39. Se

cita igualmente una Andria de Collé, pero esta no fue representada, por negarse a ello los cómicos40.La andria inspiró Les jaloux de Pierre Larivey 41.- En Alemania, a comienzos del siglo XIX, Goethe (1749-1832), siendo director del teatro de corte,

la hizo representar en Weimar, igual que El eunuco y Los hermanos, valiéndose de traducciones yadaptaciones de amigos suyos.

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32 Cf Serafini, p. 58 - 59.“ Cf Duckworth, p. l4l.34 Cf Serafini, p. 52.35 Cf Ashmore, p. 33.36 Cf La Magna, p. 20. Para una información más amplia y general sobre las características del teatro terenciano, puedeverse Del Col, Terencio: Los hermanos, p. 21 - 22.37 Cf Marouzeau, I, p. 17.38 Cf Radice, p. 34.39 Cf Rubio, I, p. LV.40 Cf Chambry, I, p. 15.41 Cf Paratore, p. 190.

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- En Inglaterra, hubo adaptaciones o imitaciones de La andria en The Conscious Lovers (1722) deR. Steele y en The Perjured Devotee (1739) de D. Bellamy. En ella se inspiró igualmente ThortonWilder para su refinada novela simbólica The Woman of Andros (1930) 42.Semejante fortuna de La andria se explica, es obvio, por sus bondades. Nosotros fuimos señalando

una serie de ellas. Chambry las resume en las siguientes: el interés de la intriga, la pintura de los ca-racteres, el encanto de los relatos, la vivacidad y naturalidad del diálogo, la pureza del estilo 43. Sonlas mismas cualidades que, en tal o cual grado, se destacan en todo el teatro de Terencio.

Texto seguido en la traducción de La andria

Nos atuvimos, normalmente, a la edición crítica de Lindsay-Kauer o de Marouzeau.

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42 Cf Rubio, I, p. LVI; Paratore, p. 190.43 Cf Chambry, I, p. 15.

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DIDASCALIA 1

Se representó en los Juegos Megalesios 2, siendo ediles curules Marco Fulvio y Manio Glabríón.Fueron actores-empresarios Hatilio de Preneste y Lucio Ambivio Turpión. Compuso la música Flaco,liberto de Claudio; la ejecución se realizó con flautas iguales, derechas o izquierdas, a lo largo de todala pieza. El original es griego, de Menandro. Es la primera comedia del autor, compuesta durante elconsulado de Marco Marcelo y Cayo Sulpicio 3.

PERÍOCA DE C. SULPICIO APOLINAR 4

Pánfilo viola a Glicera, erróneamente tenida por hermana de una meretriz oriunda de Andros; ha-biéndose aquella quedado embarazada, él le asegura que se casará con ella. Su padre le había prometidootra, hija de Cremes; por eso, tan pronto como descubre esas relaciones amorosas, simula que se va acelebrar el casamiento, deseando averiguar las intenciones del hijo. Por consejo de Davo, Pánfilo noopone resistencia. Pero Cremes, no bien ve al pequeñuelo, hijo de Glicera, rehúsa el casamiento y re-nuncia a Pánfilo como yerno. Luego inesperadamente reconoce que Glicera es hija suya y entoncesse la da como mujer a Pánfilo, mientras da la otra a Carino.

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1 Para una información sobre las didascalias de Terencio, cf Del Col, Terencio: Formión, p. 7-9.2 Juegos en honor de la Magna Dea (Megále theá). Tenían lugar del 4 al 10 de abril.3 Es decir, en el año 166 a. de J. C.4 Para una información sobre las períocas de Terencio, cf Del Col, Terencio: Formión, p. 9, nota 15.

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PERSONAJES 5(PRÓLOGO)SIMÓN, anciano (padre de Pánfilo)CREMES, anciano (padre de Filomena y Glicera)CRITÓN, ancianoPÁNFILO, jovenCARINO, joven (amante de Filomena)SOSIA, liberto (de Simón)DAVO, esclavo (de Simón y Pánfilo)DROMÓN, esclavo lorario 6 (de Simón)BIRRIA, esclavo (de Carino)MISIS, criada (de Glicera)LESBIA, partera(EL CANTOR)

PERSONAJES QUE NO ENTRAN EN ESCENA

GLICERA, muchacha (reconocida al final como Pasíbula, la hija mayor de Cremes)ARQUILIS, criada (de Glicera)CRISIS, meretrizFILOMENA, muchacha

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5 Para una información sobre la lista de personajes, cf Del Col, Terencio: Formión, p. 10, nota 17.6 Lorarius era el esclavo encargado de castigar a otros esclavos con un lorum o azote de correas.

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PRÓLOGO 7

Cuando por vez primera el poeta resolvió componer comedias, creyó que le incumbía tan solo la tareade escribir piezas que resultaran del agrado del público. Pero advierte que la cosa tiene un sesgo muydistinto, pues se ve precisado a malgastar fatiga en redactar prólogos, no ya para exponer el argumento,sino para responder a las maledicencias de un viejo poeta8. Y ahora les ruego se fijen en qué se lo re-prende.

Menandro compuso La andria y La perintia. El que conoce bien cualquiera de las dos comedias, co-noce las dos; en efecto, su argumento no es tan diverso que digamos, aunque, sí, son diferentes el len-guaje y el estilo. Nuestro autor trasladó de La perintia a La andria elementos que se prestaban a ello,y los utilizó como cosa suya. Eso es lo que le censuran, sosteniendo al respecto que no está bien en-treverar piezas. ¿No es verdad que haciéndose los entendidos muestran no entender nada? Pues los queacusan a nuestro autor, acusan igualmente a Nevio, Plauto y Ennio, a quienes él toma como modelosy cuya libertad ansía imitar prefiriéndola a la oscura exactitud de esos otros. Y a ellos les recomiendoque en adelante se queden quietos y dejen de murmurar, si no quieren que les señale sus desaciertos.

Hagan ustedes silencio, asistan con ánimo imparcial e infórmense del tema, para averiguar qué sepuede esperar del autor y si las comedias nuevas que él redacte en lo sucesivo merecerán ser vistas omás bien rechazadas.

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7 Para una información sobre los prólogos de Terencio, cf Del Col, Terencio: Formión, p. 11, nota 18.8 Luscio Lanuvino. Cf Del Col, Terencio: Formión, p. 11, nota 19.

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ACTO I

ESCENA I

SIMÓN, SOSIA y ESCLAVOS cargados de provisiones

SIMÓN. - (A los esclavos.) Ustedes, lleven eso adentro; márchense. (Los esclavos salen.) Tú, Sosia,ven acá, tengo que decirte dos palabras.SOSIA. - Dalas por dichas: que eso se aderece bien, ¿no es cierto?SIMÓN. - No, se trata de otra cosa.SOSIA. - ¿Para qué otra cosa te puede servir mi arte?SIMÓN. - No necesito tu arte para el asunto que preparo, sino dos cualidades que siempre he observadoen ti, a saber: fidelidad y reserva.SOSIA. - Pues estoy aguardando qué quieres.SIMÓN. - Desde que te compré, o sea, a partir de tu niñez, tu servidumbre en mi casa se desarrolló enuna atmósfera de moderación y benignidad, lo sabes. Sabes igualmente que como prestabas un serviciodigno de un individuo libre, yo de esclavo te hice liberto; te concedí, pues, la máxima recompensa queestaba a mi alcance.SOSIA. - Lo tengo presente.SIMÓN. - Y yo no revoco lo que hice.SOSIA. - Me alegro, Simón, de haber hecho o de hacer algo que te satisfaga, y te doy gracias porhaber hallado gracia a tus ojos. Con todo, me molesta una cosa: que me recuerdes tu beneficio; pueses como si me echases en cara que soy un ingrato. Pero, vamos: di de una vez lo que deseas de mí.SIMÓN. - En seguida. Lo primero que te advierto en el asunto que me ocupa es que esta boda, quecrees verdadera, no es tal.SOSIA. - ¿Por qué entonces simular eso?SIMÓN. - Te lo contaré todo desde el principio; así conocerás no solo la conducta de mi hijo, sino tam-bién mi proyecto y lo que yo quisiera de ti en esta circunstancia. Y bien, Sosia, una vez que mi hijosalió de la adolescencia y tuvo posibilidad de vivir con más libertad (ya que antes ¿cómo podía unoconocer ni examinar su carácter, si la edad, el miedo, el maestro, lo tenían embridado?)...SOSIA. - Así es.SIMÓN. -... al revés de lo que hacen casi todos los jóvenes, que se dedican a alguna afición, como criarcaballos o perros de caza, o frecuentan la escuela de los filósofos, él no cultivaba ninguna de estas ocu-paciones con preferencia a las demás, sino que las cultivaba todas moderadamente. Yo me gozaba deello.SOSIA. - Y no sin razón; pues opino que en la vida, lo más útil de todo es atenerse a esta regla: “Nadacon exceso»9. SIMÓN. - Este era su comportamiento: fácilmente toleraba y soportaba a todos aquellos con quienestrataba; condescendía con lo que ellos querían, sin oponerse a nadie; favorecía sus inclinaciones, sinjamás anteponerse a ellos. Y estos son los medios más simples para lograr renombre, sin provocar laenvidia, y para ganar amigos.SOSIA. - Sabiamente supo regular su vida; porque hoy en día la complacencia engendra amistades,la franqueza odiosidades 10. SIMÓN. - En el ínterin -hará de esto tres años-, cierta mujer vino de Andros11 a establecerse acá cerca,obligada por la pobreza y la despreocupación de sus parientes; una mujer de extraordinaria belleza yen la flor de la edad.

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9 Es la famosa máxima griega medén agan; en latín, nequid nimis (verso 61).10 Celebérrimo adagio terenciano: véritas ódium parit, “la verdad engendra odio”.11 Pequeña isla del archipiélago griego, la más septentrional de las Cícladas, al sudeste de Eubea. Hoy todavía guarda elnombre de Andros.

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SOSIA. - ¡Ay, me temo que esta Andria nos traiga algún mal!SIMÓN. - En un primer momento, ella llevaba una vida honesta, frugal y austera; ganaba el sustentohilando lana y tejiendo telas; pero cuando se le acercó un galán, y luego otro, ofreciendo gratificación,como la naturaleza humana tan fácilmente se desliza del trabajo al placer, aceptó las proposiciones, ydespués comenzó a comerciar con su cuerpo. Los que entonces eran sus amantes, por casualidad,como ocurre en tales casos, llevaron allá a mi hijo para que comiera con ellos. Y yo al punto dije paramis adentros: “Por cierto ha sido atrapado; está mortalmente herido». Observaba por la mañana a losesclavos de aquellos cuando iban o se retiraban; solía preguntar: «¡Hola, muchacho! Dime, por favor:¿quién tuvo ayer a Crisis?» Porque así se llamaba la andria.SOSIA. - Comprendo.SIMÓN. - Contestaban: “Fedro”, o “Clinias”, o “Nicerato”; pues entonces estos tres eran sus amantessimultáneos. - “Y Pánfilo, ¿qué hizo?” - “¿Qué hizo? Entregó su cuota 12 y comió”. Yo me alegraba.Otro día averiguaba lo mismo y comprobaba que Pánfilo no estaba comprometido en absoluto. A laverdad, yo lo creía muy experimentado y un hermoso ejemplo de continencia. Porque uno que se rozacon gente de esa índole, y a pesar de eso, su ánimo no se perturba en esas circunstancias, ten porseguro que ya puede por sí mismo regular su conducta. Como eso me agradaba, entonces todos a unasola voz me daban mil parabienes y ponderaban mi suerte al tener un hijo dotado de tales prendas.¿Para q«é extenderme? Cremes impulsado por esta fama, vino espontáneamente a verme, a fin deofrecer como esposa para mi hijo a su hija única con una dote muy notable. Me gustó la propuesta,concerté el matrimonio y hoy es el día fijado para la boda.SOSIA. - ¿Y qué impedimento hay para que no se realice de veras?SIMÓN. - Ya te lo diré. A los pocos días de ese acuerdo, Crisis, vecina nuestra, se muere.SOSIA. - ¡Por suerte! Me has dado un alegrón. ¡Ah!, temía algún estorbo de parte de Crisis.SIMÓN. - En ese trance mi hijo se hallaba a menudo en casa de Crisis juntamente con los amantesde ella; juntamente con ellos se ocupaba de las exequias; entre tanto aparecía triste, y a veces pro-rrumpía en sollozos. Entonces me pareció bien eso y reflexionaba: “Por haber tenido un poco de fa-miliaridad con esa mujer, siente tan agudamente su muerte. Pues ¿qué haría si hubiese sido su amante?¿Y qué no hará cuando se trate de mí que soy su padre?” Yo creía que todas esas fueran muestras deun temperamento delicado y de un corazón tierno. ¿Para qué gastar más palabras? También yo enatención a él voy al entierro, no sospechando todavía nada malo.SOSIA. - ¡Oh!, ¿qué había de malo?SIMÓN. - Ya lo sabrás. Se saca el cadáver. Nos ponemos en marcha. Mientras tanto, entre las mujeresque se encontraban ahí, observo por casualidad una jovencita, de un aspecto... SOSIA. - ¿Atractivo, acaso?SIMÓN. - ... y de un rostro, Sosia, tan modesto, tan gracioso, que... ¡No hay nada superior! Porqueentonces me pareció que se lamentaba más que las demás, y porque aventajaba a las demás con su portedecoroso y noble, me acerco a las criadas y pregunto quién es. Me contestan que es la hermana de Cri-sis. Esta noticia fue un golpe repentino que hirió mi ánimo: “¡Acabáramos! Ahora me explico. De ahíesas lágrimas, de ahí esa compasión”.SOSIA. - ¡Me da mucho miedo pensar adónde vayas a parar!SIMÓN. - Entre tanto el cortejo avanza; nosotros, detrás. Llegamos al sepulcro. La pusieron sobre lahoguera. Todos lloran. En eso la hermana, a que me he referido, se acercó a la llama con demasiadaimprudencia, exponiéndose a un grave peligro. Fue entonces cuando Pánfilo, fuera de sí, descubrió suamor bien disimulado y secreto. Acude, abraza a la mujer por la cintura y le dice: “Glicera mía, ¿quéhaces? ¿Por qué vas a perderte?” Entonces ella, en forma tal que era fácil notar un amor acostumbrado,llorando se echó en sus brazos, ¡oh con cuánta familiaridad! SOSIA. - ¿Qué me estás contando?SIMÓN. - Vuelvo a casa airado y muy amargado, pero con todo eso no había motivo suficiente para

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12 Sýmbolam, en el texto latino. Sýmbola era la cotización individual y por igual para una comida entre los que concurríana ella (cf Agustín Blánquez Fraile, Diccionario Latino-Español, II, s. v.).

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censurarlo. Me habría replicado: “¿Qué hice? ¿De qué soy culpable, padre, o en qué falté? Quiso arro-jarse al fuego; se lo impedí; la salvé”. El razonamiento seria impecable.SOSIA. - Tienes toda la razón, porque si reprochas a quien ha salvado una vida, ¿qué harás con unoque ha causado un daño o perjuicio?SIMÓN. - Al día siguiente vino Cremes a mi casa quejándose a gritos del escándalo, pues se habíaenterado de que Pánfilo tenía a esa forastera como esposa legítima. Yo me empeño en negarlo. El in-siste. Al fin, cuando nos despedimos, él protesta formalmente que no entregará su hija. SOSIA. - Tú entonces a tu hijo ¿no lo...?SIMÓN. - Ni siquiera ese era motivo suficiente para reprenderlo.SOSIA. - ¡Vamos! ¿Cómo no lo era?SIMÓN. - El podía advertir: “Padre, tú mismo has fijado el término para estas libertades. Ya se acercael tiempo en que he de vivir a gusto ajeno; pues deja que ahora, entre tanto, viva a mi gusto”. SOSIA. - ¿Qué otra oportunidad te queda entonces para amonestarlo?SIMÓN. - Si por ese amorío no quiere tomar mujer, esa sería de su parte la primera culpa digna de cas-tigo; y yo ahora procuro que mediante la ficción de la boda, se produzca un auténtico motivo de re-proche en caso de negativa; y procuro a la vez que ese bribón de Davo, si tiene algún plan, lo lleve acabo ahora que sus engaños no traen perjuicio alguno; pues yo creo que él porfiará de pies y manosen buscar todos los recursos, más por molestarme a mí que por secundar a mi hijo.SOSIA. - ¿Por qué razón?SIMÓN. - ¿Lo preguntas? Mente malvada, propósitos malvados; pero a fe que si yo me doy cuentade que él... Pero ¿para qué explayarme? Si por el contrario ocurre lo que yo deseo, es decir, que Pánfilono oponga resistencia, queda Cremes, ante el cual yo he de justificarlo, y espero que lo conseguiré.Ahora tu cometido es simular bien esta boda, pegarle un susto a Davo, y espiar al hijo para ver quéhace y qué planes va urdiendo con el otro. SOSIA. - Ya entiendo. Eso correrá por mi cuenta. Ahora mismo vamos adentro.SIMÓN. - Tú primero; yo te sigo13.

ESCENA II

SIMÓN, DAVO

SIMÓN. - (A solas.)No cabe duda: mi hijo no quiere casarse, pues hace poco noté tan alterado a Davocuando oyó que se iba a celebrar la boda. Pero he ahí que sale él mismo.DAVO. - (Aparte.) Me asombraba de que eso se deslizara tan suavemente; y siempre me inquietabael prever adónde pararía la placidez de mi amo, quien, después de oír que ya no le iban a dar la mu-chacha como esposa para su hijo, nunca a nadie de nosotros dijo palabra al respecto ni se afligió porello.SIMÓN. - (Aparte.) Pero lo hará ahora y, según creo, no sin causarte un gran daño. DAVO. - (Aparte.) Lo que se propuso fue engañarnos y desarmarnos con una falsa alegría, y después,cuando, descartado todo miedo, estuviéramos llenos de confianza y desprevenidos, caernos encima sindejarnos tiempo para planear cómo desbarajustar la boda. ¡Astuto!SIMÓN. - (Aparte.) ¿Qué dice el verdugo?DAVO. - (Aparte.) Es el amo, ¡y yo no lo había visto!...SIMÓN. - ¡Davo!DAVO. - ¡Oh! ¿Qué pasa?SIMÓN. - ¡Hola, acércate!DAVO. - (Bajo.) ¿Qué querrá este?

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13 Pero Simón no sale. El diálogo siguiente, en efecto, se desarrolla entre él y Davo. Para sanar la contradicción, se supusoque Simón saliera momentáneamente, creando así un breve intervalo en la acción.

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SIMÓN. - A propósito...DAVO. - ¿A propósito de qué?SIMÓN. - ¿Lo preguntas? Por ahí se rumorea que mi hijo tiene amiga.DAVO. - ¡Oh, es natural que la gente se ocupe de eso!SIMÓN. - Pero ¿me atiendes, sí o no?DAVO. - ¡Sí, hombre!SIMÓN. - Bueno, ahora sería propasarme en mis derechos de padre si hiciera averiguaciones de esetipo. Porque lo que él hizo hasta el presente no me atañe en absoluto. Mientras la edad lo llevó a eso,dejé que satisficiera su inclinación; pero el día de hoy trae otra vida, requiere otras costumbres. Deahora en adelante te pido o, si cabe, te ruego, Davo, que vuelva ya al buen camino. ¿Me preguntas quésignifica esto? Pues, todos los que tienen amiga, llevan a mal que se les dé mujer.DAVO. - Así se dice.SIMÓN. - Si uno además eligió para ese asunto un mal consejero, de ordinario tuerce hacia el partidopeor su espíritu ya enfermo.DAVO. - Por Hércules, que no entiendo.SIMÓN. - ¿Que no? ¡Vamos!DAVO. - ¡No! Yo soy Davo, no Edipo.SIMÓN. - Pues entonces ¿quieres que te diga lisa y llanamente lo que queda por decir?DAVO. - Claro que sí.SIMÓN. - Si hoy advierto que con respecto a esta boda pones en juego alguna treta para que no se re-alice, o que en este asunto quieres mostrar cuán astuto eres, te desollaré a puros azotes, Davo, y te con-denaré luego a trabajar en el molino14 hasta que revientes; con esta cláusula formal y solemne, que side allí te retiro, quede yo a moler en tu lugar. Pues bien, ¿has entendido esto? ¿O ni siquiera esto to-davía?DAVO. - Al contrario te he entendido a las mil maravillas; tan derechamente has ido al grano, sin va-lerte de ningún rodeo. SIMÓN. - ¡Cuidado! Este es el caso donde menos toleraría que se me hicieran jugarretas.DAVO. - ¡Palabras agradables, por favor!SIMÓN. - ¿Te estás burlando? A mí no me engañas, ¿sabes? Mira: te digo claro que no hagas tonterías.No vengas luego a decir que no te había avisado. ¡En guardia, pues! (Sale.)

ESCENA III

DAVO

DAVO. - En verdad, Davo, no es el caso de cruzarse de brazos ni dormirse, si mal no he entendido,hace un momento, el propósito del viejo acerca del casamiento. Pues si tal casamiento no se organizacon astucia, me hundirá en la ruina a mí o a mi amo. Ni tengo resuelto lo que voy a hacer: si asistir aPánfilo o hacerle caso al viejo. Si abandono a aquel, temo por su vida; si, por el contrario, le prestoayuda, temo las amenazas de este, a quien es difícil engatusar. En primer lugar, ya está enterado de esteamorío; después, a mí me vigila hostilmente a fin de que no urda trampas con respecto al casamiento.Si me sorprende con las manos en la masa, estoy perdido; apenas se le antoje, buscará un motivo para,con razón o sin ella, largarme de cabeza al molino. A estos males se me añade el siguiente: que estaandria, mujer o amiga de Pánfilo, está embarazada por obra de él. Y es curioso ver la temeridad de esapareja; se han metido en una aventura de dementes, no ya de amantes. Tanto si va a ser varón comomujer la criatura que ella dé a luz, han resuelto criarla, y ahora están urdiendo entre ellos cierta patraña,a saber, que ella es ciudadana ateniense. “Había una vez un viejo mercader; naufragó junto a la isla

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14 Pistrinum, en latín. Era el lugar donde se molía el trigo. Las muelas de los molinos, de ordinario eran hechas girar porcaballos o asnos; a veces, por esclavos, como castigo.

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de Andros; murió...” En ese trance el padre de Crisis habría recogido a esa pequeña huérfana, arrojadadel mar a la playa. ¡Fábulas! Yo ciertamente, por Hércules, no advierto allí ni sombra de verosimilitud;ellos, entre tanto, están encantados con su ficción. - Pero ahí sale Misis de la casa de mi ama. Bueno,yo me voy al foro, para encontrarme con Pánfilo; no sea que su padre lo tome desprevenido en esteasunto. (Sale.)

ESCENA IV

MISIS

MISIS. - (Entre bastidores). Hace rato, Arquilis, que te lo oí decir. Tú quieres que se haga venir a Les-bia. No cabe duda, por Pólux, que es una mujer alcoholizada y deschavetada, y no merece, ni muchomenos, que se le confíe una parturienta primeriza. Con todo, la traeré. (Entra en escena.) ¡Miren la to-sudez de esa vieja chocha! Porque es su compañera en la bebida. ¡Oh, dioses!, les suplico que den aesta (aludiendo a Glicera) facilidad en el parto y a aquella (aludiendo a Lesbia) la ocasión de cometerdesatinos más bien con otras. - Pero ¿cómo es que veo venir a Pánfilo tan alterado? Me intranquilizalo que pueda ser. Aguardaré, para saber si esa turbación nos trae acaso algo infausto.

ESCENA V

PÁNFILO, MISIS

PÁNFILO. - (Aparte.) ¿Es esta una acción o una tentativa digna de un hombre? ¿Es este el cometidode un padre?MISIS. - (Aparte) ¿Qué quiere decir?PÁNFILO. - (Aparte.) En nombre de los dioses, ¿qué es esto sino un insulto? El había resuelto darmehoy mujer. ¿No era menester que yo lo supiese antes? ¿No era menester que se me lo comunicara contiempo?MISIS. - (Aparte.) ¡Infeliz de mí! ¿Qué razonamiento estoy escuchando?PÁNFILO. - (Aparte.) Pero ¿cómo? Cremes, que había protestado que no me entregaría su hija poresposa, ¿ha cambiado su actitud porque ve que yo no he cambiado la mía? ¿Tan tercamente se empeña-¡ay de mí! - en apartarme de Glicera? Si lo consigue, me arruina por completo. ¿Puede haber acasohombre tan infortunado en sus amores o tan infeliz como yo? ¡Por los dioses y los hombres! ¿De nin-gún modo podré yo eludir el parentesco con Cremes? ¡De cuántas maneras me veo despreciado y bur-lado! Todo está hecho, arreglado. ¡Ah! Después de haberme desechado, otra vez vienen a buscarme.¿Por qué razón? ¿No será porque ocurre lo que yo sospecho, es decir, que están criando algún mons-truo, y como no lo pueden encajar a nadie, acuden a mí?MISIS. - (Aparte.) ¡Pobre de mí! Este discurso me deja sofocada de espanto.PÁNFILO. - (Aparte.) ¿Y qué diré de mi padre? ¡Ah! Un asunto tan serio, tratarlo tan a la ligera! Haceun rato, pasando al lado mío en el foro: “Hoy -dijo- te has de casar, Pánfilo. Prepárate, vete a casa”.Me pareció que me decía: “Vete pronto y ahórcate”. Quedé pasmado. ¿Creen ustedes que pude articularpalabra o aducir alguna excusa, siquiera tonta, falsa, fuera de propósito? Me quedé mudo. Pero si al-guien me preguntase ahora qué hubiera hecho si lo hubiera sabido antes: “Pues algo hubiera hecho -contestaría- con tal de no hacer esto”. Pero ahora ¿por dónde empezar? Tantos cuidados me cercan paratironear mi ánimo en diversas direcciones: el amor, la compasión que siento por ella l5, la instigacióna este casamiento, y después el respeto hacia mi padre, quien hasta ahora fue tan indulgente en admitirtodo lo que a mí me dio la gana de hacer. ¿Podría yo oponerme a él? ¡Ay de mí! No sé qué hacer.

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15 Por Glicera, naturalmente.

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MISIS. - (Aparte.) ¡Desdichada de mí! Estoy inquieta pensando adónde irá a parar este «no sé quéhacer». Pero ahora es absolutamente necesario o que él hable con ella o que en presencia de él yo digaalgo de ella. Mientras el ánimo está en oscilación, basta un leve impulso para inclinarlo de un lado ode otro. PÁNFILO. - ¿Quién habla aquí? ¡Hola, Misis!MISIS. - ¡Hola, Pánfilo!PÁNFILO. - ¿Cómo está?MISIS. - ¿Me lo preguntas? Está sufriendo dolores de parto, y está desasosegada, la pobre, porque,hace tiempo, se había fijado tu boda para el día de hoy. Y además teme que la plantes.PÁNFILO. - ¡Oh! ¿Podría yo intentar eso? ¿Yo, permitir que la infeliz quede burlada por causa mía,después de confiarme ella su corazón y su vida entera, y después que a ella, singularmente querida demi corazón, la he tenido como esposa? ¿Yo, consentir que su índole, formada y forjada en la rectitudy honestidad, se pervierta constreñida por la indigencia? No, no haré tal cosa.MISIS. - Yo no temería, si dependiese solamente de ti, pero temo que no seas capaz de resistir a la vio-lencia.PÁNFILO. - ¿Me crees tan cobarde, y además tan ingrato o bárbaro o feroz, que ni nuestras relacionesni el amor ni el sentido del honor, me conmuevan y aconsejen guardarle fidelidad?MISIS. - Yo sé esto solamente: que ha merecido no te olvides de ella.PÁNFILO. - ¿Olvidarme de ella? ¡Oh, Misis, Misis! Aún ahora están grabadas en mi corazón esas pa-labras de Crisis con respecto a Glicera. Ya casi moribunda, me llama. Me acerqué. Apartadas ustedesy estando nosotros solos, así empieza: “Querido Pánfilo, bien ves su hermosura y sus pocos años; yno ignoras que al presente ambas cualidades le resultan nocivas para custodiar su castidad y su fortuna.Debido a eso, yo, por esa tu diestra y por tu Genio, por tu fidelidad y por la soledad en que se va a en-contrar esta, te conjuro que no la apartes de ti ni la abandones. Si yo te he amado como a un verdaderohermano, si esta siempre te ha apreciado como al que más y siempre se ha mostrado complaciente con-tigo en todas las cosas, yo te doy a ella como esposo, amigo, tutor y padre. Te lego los bienes que po-seemos y los confío a tu lealtad”. Pone en la mía la mano de la muchacha; y expira en el acto. Herecibido, pues, a Glicera como una prenda; y como la he recibido, así la guardaré. MISIS. - Así lo espero, por cierto.PÁNFILO. - Pero ¿por qué tú te vas de su lado?MISIS. - Voy por la partera.PÁNFILO. - Apresúrate. Pero ¡oye! Ni palabra has de soltar acerca de la boda; no sea que a su malactual se sume...MISIS. - Entiendo.

ACTO II

ESCENA I

CARINO, BIRRIA, PÁNFILO

CARINO. - ¿Qué dices, Birria? ¿Que se la dan hoy en matrimonio a Pánfilo?BIRRIA. - Eso es.CARINO. - ¿Cómo lo sabes?BIRRIA. - Acaba de decírmelo Davo en el foro.CARINO. - ¡Ay, desgraciado de mí! Como hasta hace un momento mi ánimo había estado en tensiónentre la esperanza y el temor, así ahora, después que se le ha quitado la esperanza, extenuado y ago-biado por la angustia se queda como pasmado. BIRRIA. - ¡Vamos, Carino, por Pólux! Ya que no se puede hacer lo que se quiere, hay que querer lo

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que se puede.CARINO. - Yo no quiero más que a Filomena. BIRRIA. -Oh, mucho mejor sería que procuraras alejar ese amor de tu corazón en vez de hablar de unargumento que en vano atiza tu pasión.CARINO. - Todos, cuando estamos bien, dispensamos con facilidad consejos atinados a los enfermos.Pero si tú estuvieras en mi lugar, opinarías diversamente.BIRRIA. - ¡Bueno, bueno! Como gustes.CARINO. - Pero veo a Pánfilo. Estoy resuelto a intentarlo todo antes que sucumbir.BIRRIA. - (Aparte.) ¿Qué va a hacer ese?CARINO. - (Aparte.) A él en persona se lo suplicaré, me echaré a sus pies, le descubriré mi amor.Conseguiré, creo, que postergue la boda unos días siquiera; entre tanto, algo ocurrirá, espero.BIRRIA. - (Aparte.) Ese “algo” es como nada.CARINO. - Birria, ¿qué te parece? ¿Lo abordo?BIRRIA. - ¿Por qué no? Si no consigues nada, que por lo menos tome en consideración que, si conella se casa, tiene listo en ti un adúltero.CARINO. - ¡Vete al diablo con esas insinuaciones, bribón!PÁNFILO. - Veo a Carino. ¡Hola!CARINO. - ¡Hola, Pánfilo! Aquí vengo a pedirte esperanza, salvación, ayuda, consejo.PÁNFILO. - No estoy, por Pólux, ni en condición de aconsejarte ni con recursos para ayudarte. Pero,a ver de qué se trata.CARINO. - ¿Hoy te vas a casar?PÁNFILO. - Así dicen.CARINO. - Pánfilo, si haces eso, hoy es el último día que me ves.PÁNFILO. - ¿Cómo es eso?CARINO. - ¡Ay de mí! No me atrevo a decirlo; díselo tú, por favor, Birria.BIRRIA. - Yo lo voy a decir.PÁNFILO. - Pues ¿qué pasa?BIRRIA. - Está enamorado de tu novia.PÁNFILO. - (Aparte.)A la verdad que no tenemos los mismos gustos. (Alto, a Carino.)Y bien, dime:¿hubo acaso, Carino, algo más entre tú y ella?CARINO. - ¡Oh, Pánfilo, nada!PÁNFILO. - (Aparte.) ¡Cómo lo lamento!CARINO. - Ahora, en nombre de la amistad y del amor, yo te suplico, ante todo, que no te cases conella.PÁNFILO. - Sin duda lo intentaré.CARINO. - Pero si eso no es posible o si el casamiento es de tu agrado...PÁNFILO. - ¿De mi agrado?CARINO. -... aplázalo a lo menos por algunos días, hasta tanto yo me marche a alguna parte, dondeno vea tal cosa.PÁNFILO. - Escúchame ahora. Yo, Carino, estoy muy lejos de pensar que sea propio de personas de-centes exigir gratitud cuando no se hacen acreedores a ella. Pues ese matrimonio, más quiero yo es-quivarlo que tú lograrlo.CARINO. - Me has hecho revivir.PÁNFILO. - Ahora, pues, si algo pueden tú y tu criado Birria, actúen, imaginen, inventen, lleven a caboalgún medio para que te la den a ti; que yo, de mi parte, me daré maña para que no me la den a mí.CARINO. - Estoy satisfecho.PÁNFILO. - Muy oportunamente veo a Davo, con cuyo consejo siempre he contado.CARINO. - (A Birria.) Tú, en cambio, por Hércules, de nada me sirves, salvo decirme cosas que paranada hace falta saber. ¿No te marchas de aquí?BIRRIA. - ¿Yo? ¡Cómo no! ¡Y con mucho gusto!

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ESCENA II

DAVO, CARINO, PÁNFILO

DAVO. - (A solas.) ¡Buenos dioses, qué buena noticia traigo! Pero ¿dónde hallaré a Pánfilo, para qui-tarle el miedo que lo embarga y llenarle el ánimo de gozo?CARINO. - (Aparte, a Pánfilo.) Está alegre, no sé por qué.PÁNFILO. - (Aparte, a Carino.)No hay motivo; se ve que aún no ha llegado a saber nuestras desgracias.DAVO. - (Aparte.)Yo creo que a esta hora, si él ha oído decir que se le ha preparado la boda...CARINO. - (A Pánfilo.) ¿Lo oyes?DAVO. -... me ha de estar buscando, con la lengua afuera, por toda la ciudad. Pero ¿dónde lo buscaréo hacia dónde enderezaré primero mis pasos?CARINO. - (A Pánfilo.) ¿Qué esperas para dirigirle la palabra?DAVO. - (Aparte.)Ya sé. (Finge retirarse.)PÁNFILO. - Davo, ven acá, quédate.DAVO. - ¿Quién es el que me...? ¡Oh, Pánfilo! Justo te buscaba a ti. ¡Bien hallado, Carino! Los dos,a propósito. Tengo que hablarles.PÁNFILO. - ¡Davo, estoy perdido!DAVO. - ¡Pero no, hombre! Escucha.PÁNFILO. - ¡Estoy arruinado!DAVO. - Sé lo que temes.CARINO. - ¡Es mi vida, por Hércules, la que ciertamente está en peligro!DAVO. - (A Carino.)Y también sé lo que temes tú.PÁNFILO. - Mi boda...DAVO. - ¡Pero sí!PÁNFILO. - ... hoy ...DAVO. - No me aturdas. Ya estoy al corriente. Tú tienes miedo de casarte con ella; y tú (a Carino),de no casarte.CARINO. - ¡Has dado en el clavo!PÁNFILO. - ¡Eso mismo!DAVO. - Pues en eso mismo no hay peligro; mírame al rostro.PÁNFILO. - Davo, te suplico, apresúrate a librar de este trance al desgraciado que soy yo.DAVO. - En seguida te libro. Cremes ya no te da su hija.PANFILO. - ¿Cómo lo sabes?DAVO. - Lo sé. Hace un rato tu padre me llamó aparte; me dijo que te iba a casar hoy y asimismo mu-chas otras pamplinas que ahora no es el caso de repetir. Al punto corro de prisa al foro en tu busca,para comunicarte todo eso. No encontrándote, subo allí a un lugar elevado; miro alrededor: no aparecespor ningún lado. Ahí veo casualmente a Birria, el criado de este. Lo interrogo; dice que no te vio. Fas-tidiado, me pongo a pensar qué partido me convendría tomar. En esto, mientras me volvía a casa ru-miando, las mismas circunstancias de la cosa me insinúan una sospecha: “¡Hum! Poco gasto; el amomismo, triste; boda de improviso... ¡No hay cohesión!”PÁNFILO. - Pero, dime: ¿adónde vas a parar con esa parrafada?DAVO. - Me dirijo inmediatamente a lo de Cremes. Cuando llego ahí, soledad ante la puerta; ya me alegro.CREMES. - Es natural.PÁNFILO. - Continúa.DAVO. - Aguardo. Durante ese tiempo no veo entrar a nadie, salir a nadie; ninguna matrona en casa;ningún preparativo; nada de bochinche... Aun me acerqué y espié hacia el interior.PÁNFILO. - Entiendo: buena señal.DAVO. - ¿Te parece que eso cuadre a un día de boda?PÁNFILO. - No creo, Davo.

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DAVO. - ¿”No creo”, dices? Entonces no entiendes bien. La cosa es cierta. Además al retirarme de allítopé con un criado de Cremes que llevaba para la comida del viejo legumbres y pececillos menudospor valor de un óbolo.CREMES. - Ahora, sí, Davo, gracias a ti me veo salvado.DAVO. - ¡Ni por pienso!CARINO. - ¿Cómo no, si no se la da a este en absoluto?DAVO. - ¡Qué tipo más ridículo! Como si fuera necesario, ya que no se la da a este, que te la dé a ti,sin que visites, ni supliques, ni embauques a los amigos del viejo.CARINO. - Me aconsejas sabiamente. Allá iré, aunque, por Hércules, esta esperanza me ha fallado yamuchas veces. (Sale.)

ESCENA III

PÁNFILO, DAVO

PÁNFILO. - ¿Qué se propone, pues, mi padre? ¿Para qué esta ficción?DAVO. - Yo te lo diré. Si él ahora se enojase porque Cremes no te la da como esposa, le parecería serinjusto, y no sin razón, antes de sondear tu intención respecto al casamiento. Pero si tú te rehúsas a ca-sarte, entonces te echará la culpa a ti; y se armará un escándalo.PÁNFILO. - Aguantaré cualquier cosa.DAVO. - Mira que es tu padre, Pánfilo. Es asunto vidrioso. Además, esa mujer está sola; en un peri-quete hallará algún pretexto para hacerla expulsar de la ciudad.PÁNFILO. - ¿Hacerla expulsar?DAVO. - ¡Y al instante!PÁNFILO. - Pues, dime, Davo: ¿qué he de hacer?DAVO. - Dile que te casarás.PÁNFILO. - ¿Qué?DAVO. - ¿Qué hay?PÁNFILO. - ¿Yo, decir...?DAVO. - ¿Por qué no?PÁNFILO. - ¡Eso, jamás!DAVO. - No te niegues.PÁNFILO. - No me des tal consejo.DAVO. - Considera lo que de ello pudiera resultar.PÁNFILO. - ¡Sí: ser arrancado de aquella y ser arrojado a esta otra!DAVO. - No es así. Yo opino que seguramente sucederá de esta manera: Tu padre te dirá: “Quiero quete cases hoy»; tú le contestarás: «Sí, me casaré». Dime: ¿qué motivo tendrá entonces para litigar con-tigo? Y por consiguiente todos los planes que él ahora estima seguros, se los tornarás inseguros y sinpeligro de tu parte, ya que está fuera de toda duda que Cremes no te dará la hija. No por eso has deaflojar en tu conducta acostumbrada; no sea que él cambie de parecer. Di a tu padre que quieres casarte,para que así, aunque lo quiera, no pueda enfadarse contigo con razón. Porque en cuanto podrías espe-rar: “Con estas costumbres descartaré fácilmente todos los partidos, ya que nadie me dará su hija”, élte encontrará una mujer sin dote, antes de permitir que te eches a perder. Pero si advierte que aceptasla boda con serenidad, lo volverás descuidado; ya no se preocupará por buscar otra; en el ínterin, algobueno se producirá.PÁNFILO. - ¿Lo crees?DAVO. - No cabe la menor duda.PÁNFILO. - Mira en qué enredo me metes.DAVO. - ¿Quieres callarte?

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PÁNFILO. - Y bien, diré que sí16. Pero cuidado, no llegue él a saber que yo tengo una criatura de ella,pues he prometido reconocerla.DAVO. - ¡Qué locura!PÁNFILO. - Ella me suplicó que le diera mi palabra, para estar segura de que yo no la plantaría. DAVO. - Tomaremos las providencias del caso. Pero he ahí a tu padre; cuida de que no advierta queestás melancólico.

ESCENA IV

SIMÓN, DAVO, PÁNFILO

SIMÓN. - (Aparte.) Vuelvo a ver qué hacen o qué complotan.DAVO. - (A Pánfilo.) Este ahora no duda que te negarás a casarte. Viene después de rumiar quién sabeen qué lugar solitario; espera haber hallado una arenga para desconcertarte. Así que procura dominarte.PÁNFILO. - ¡Con tal que lo pueda, Davo!DAVO. - Créeme, Pánfilo, te lo repito: hoy tu padre no cambiará una sola palabra contigo, si dices quete casarás.

ESCENA V

BIRRIA, SIMÓN, DAVO, PÁNFILO

BIRRIA. - (Aparte.) El amo me ordenó que hoy, dejando a un lado todo lo demás, observara a Pánfilopara averiguar su comportamiento respecto del casamiento; por eso ahora le sigo la pista. Oh, justa-mente lo veo aquí en compañía de Davo. ¡Manos a la obra!SIMÓN. - (Aparte.)Aquí están los dos.DAVO. - (A Pánfilo.) ¡Ojo, eh!SIMÓN. - ¡Pánfilo!DAVO. - (A Pánfilo.) Vuélvete hacia él como sorprendido.PÁNFILO. - ¡Ah, padre mío!DAVO. - (A Pánfilo.) ¡Bravo!SIMÓN. - Hoy, como te he dicho, quiero que te cases.BIRRIA. - (Aparte.) Temo ahora por nuestra causa: ¿qué va a responder?PÁNFILO. - Ni en esta ni en otra cosa tardaré yo en obedecerte.BIRRIA. - (Aparte.) ¡Oh!DAVO. - (A Pánfilo.) Se quedó mudo.BIRRIA. - (Aparte.) ¿Qué ha dicho?SIMÓN. - Te portas como debes, ya que me concedes de buen grado lo que pretendo.DAVO. - (A Pánfilo.) ¿No te lo decía yo?BIRRIA. - (Aparte.) Por lo que oigo, mi amo se ha quedado sin mujer.SIMÓN. - Vete allá dentro ahora mismo, para estar listo cuando sea menester.PÁNFILO. - Voy. (Entra en casa.)BIRRIA. - (Aparte.) ¡En nada puede uno fiarse de nadie! ¡Qué acertado es el refrán que suele repetirse co-rrientemente: “Cada cual prefiere que le vaya bien a él antes que a otro”! Yo vi a esa joven; recuerdo que mepareció muy bella; por eso soy más indulgente con Pánfilo, si prefiere que ella duerma entre sus brazos másbien que en los de mi amo. Voy a avisarlo; por la mala noticia me dará, sin duda, una mala acogida. (Sale.)

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16Esto no se compagina con la postura que acaba de manifestar. Se explica, sin embargo, por la incertidumbre en que sedebate: ¿aceptar o rehusar el consejo de Davo? (“Dile que te casarás”: v. 394). Termina por aceptar tal consejo.

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ESCENA VI

DAVO, SIMÓN

DAVO. - (Aparte y señalando a Simón.) Ese ahora cree que yo traigo alguna tramoya, y que por esarazón me he quedado aquí.SIMÓN. - ¿Qué me cuenta Davo?DAVO. - Nada bueno, por ahora.SIMÓN. - ¿Nada? ¡Hum!DAVO. - Nada en absolutoSIMÓN. - Sin embargo, yo verdaderamente me esperaba...DAVO. - (Aparte.) La cosa ocurrió contra su expectativa, lo veo; esto lo desazona al tipo.SIMÓN. - ¿Eres capaz de decirme la verdad?DAVO. - Nada más fácil.SIMÓN. - ¿Acaso no le resulta algo molesto este casamiento por sus relaciones amorosas con esa fo-rastera?DAVO. - En absoluto, por Hércules, o, cuando más, su pena será cuestión de dos o tres días, ¿sabes?Luego pasará. El mismo, en efecto, ha considerado entre sí el caso con toda detención.SIMÓN. - Lo felicito.DAVO. - Mientras le fue lícito y la edad se lo consintió, tuvo amiga, pero a escondidas: cuidó que esono mancillara su reputación, como conviene a un hombre de bien. Ahora es menester que se case;pues, hacia el casamiento dirigió su pensamiento.SIMÓN. - Algo tristón me pareció que estaba.DAVO. - No es absolutamente a causa de ese amor; es que hay un motivo por el cual está enojado con-tigo.SIMÓN. - ¿Cuál es?DAVO. - Es una niñería.SIMÓN. - Vamos, dime: ¿qué es?DAVO. - Es una nonada.SIMÓN. - Pero ¿quieres decirme de qué se trata?DAVO. - Dice que has escatimado demasiado los gastos.SIMÓN. - ¿Yo?DAVO. - Sí, tú. «Se hicieron provisiones, dijo, por valor de apenas diez dracmas: no parecería quecasa un hijo. ¿A quién de mis camaradas, añadió, me animaré yo a convidar, especialmente en una cir-cunstancia como esta?» Y, dicho sea aquí entre nosotros, realmente llevas la tacañería al exceso. ¡Estámal eso!SIMÓN. - ¡Calla!DAVO. - (Aparte.) Se ha picado.SIMÓN. - Yo cuidaré de que las cosas se hagan correctamente. (Aparte.) ¿Qué será esto? ¿Qué pre-tende ese zorro viejo? Porque si hay aquí alguna trampa, ¡ahí está el tramoyista!

ACTO III

ESCENA I

MISIS, SIMÓN, DAVO, LESBIA, (GLICERA)

MISIS. - (Entrando con Lesbia.) Realmente, por Pólux, es así como has dicho, Lesbia: raramente sepodría hallar un hombre que sea fiel a una mujer.

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SIMÓN. - (A Davo.) Esta esclava viene de casa de la andria.DAVO. - ¿Qué me cuentas? ¡Es verdad!MISIS. - (A Lesbia.) Pero nuestro Pánfilo...SIMÓN. - (Sorprendido.) ¿Qué dice?MISIS. - ... ha mantenido su palabra...SIMÓN. - ¿Eh?DAVO. - (Aparte.) ¡Ojalá se volviese éste sordo o ésa muda!MISIS. - ... pues ha dado orden de criar la criatura que naciera.SIMÓN. - ¡Oh, Júpiter! ¿Qué es lo que oigo? Se acabó, si esa dice la verdad.LESBIA. - Buena la índole del joven, por lo que cuentas.MISIS. - ¡Óptima! Pero sígueme adentro, para que no la hagas esperar.LESBIA. - Te sigo. (Salen Misis y Lesbia.)DAVO. - (Aparte.) ¿Qué remedio encontraré ahora a este mal?SIMÓN. - ¿Qué es esto? ¿Tan loco está? ¿De una forastera...? Ya entiendo... ¡Oh, necio de mí, que ape-nas ahora me he dado cuenta!DAVO. - (Aparte.) ¿De qué dice este que se ha dado cuenta?SIMÓN. - He aquí la primera trampa que este me arma: fingen que ella está de parto para disuadir a Cremes.GLICERA. - (Desde adentro.) ¡Juno Lucina 17, acude en mi auxilio! ¡Sálvame, te conjuro!SIMÓN. - ¡Huy! ¿Tan pronto? ¡Qué ridiculez! Desde que ha oído que yo estoy delante de la puerta, seda prisa. No, Davo, no has sido bastante oportuno en repartir las escenas con los debidos intervalos.DAVO. - ¿Yo?SIMÓN. - Entonces ¿son tus actores que se han olvidado del papel?DAVO. - Yo no entiendo lo que quieres decir.SIMÓN. - (Aparte.) Si este me hubiera tomado desprevenido en caso de un matrimonio verdadero,¡cómo se hubiera divertido conmigo! Ahora la cosa va mal para él; yo, en cambio, navego en el puerto18.

ESCENA II

LESBIA, SIMÓN, DAVO

LESBIA. - (Saliendo y continuando a hablar hacia dentro.) Hasta ahora, Arquilis, los síntomas quesuele y debe haber para reponerse, veo que ella los tiene todos. Ahora, por primera cosa, hazle tomar unbaño; y después denle de beber lo que yo he recetado y en la dosis prescrita; yo vuelvo acá en seguida.(Aparte.) Un niño muy gracioso, por Cástor, le ha nacido a Pánfilo. Ruego a los dioses que se lo conser-ven, ya que Pánfilo tiene un gran corazón y no ha osado perjudicar a esa excelente muchacha.SIMÓN. - (A Davo.) También esto, ¿quién, que te conozca, no creería que ha salido de tu cabeza?DAVO. - ¿Esto? Pues ¿qué es esto?SIMÓN. - No ha ordenado allá en casa lo que era preciso hacerle a la parturienta, sino que, después desalir afuera, se lo grita desde la calle a las que están dentro. ¡Oh, Davo! ¿Tan pobre idea tienes de mí? O,en fin, ¿me crees tan fácil de burlar como para intentar hacerlo con manejos tan patentes? A lo menos meengañaras con precaución y dieras así la impresión de inspirarte yo temor por si llegara a enterarme.DAVO. - (Aparte.) Ciertamente, por Hércules, ahora es él quien se engaña a sí mismo y no yo.

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17 Juno Lucina era, para los romanos, la diosa protectora de las parturientas. Siendo griega, Glicera hubiera tenido que in-vocar a Ártemis o Ilitia, pero estas dos diosas fueron identificadas por los romanos con Juno, llamada justamente Lucina(de lux, que trae a la luz). El epíteto Lucina era atribuido también a Hécate, promotora de los sueños y fantasmas nocturnos,y a Diana.18 Ego in portu návigo (v. 480). Es la traducción literal del proverbio griego en liméni pléo. En castellano, la traducciónpodría ser una de las frases siguientes: “yo estoy en el puerto” (es decir, fuera de peligro); “yo estoy a buen recaudo”; “yono corro peligro alguno”. Rubio interpreta el proverbio griego como equivalente a: “ me muevo en terreno firme” (Rubio,I, p. 51, nota).

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SIMÓN. - ¿No te había ordenado, y con amenazas, que no te metieras en este enredo? ¿Tuviste aprensión?¿Sirvió eso para algo? ¿Puedo ahora, por ventura, creerte que ella acaba de tener un hijo de Pánfilo?DAVO. - (Aparte.)Ya entiendo su error, y sé lo que debo hacer.SIMÓN. - ¿Por qué callas?DAVO. - ¿Qué tendrías que creer? ¡Como si no hubieras sido informado que eso iba a suceder de esamanera!SIMÓN. - ¿Alguien me...?DAVO. - ¡Vamos! ¿Acaso por ti mismo has advertido que se trata de una ficción?SIMÓN. - (Aparte.) Se está burlando de mí.DAVO. - Te avisaron: pues, de lo contrario, ¿cómo se te pudo ocurrir esa sospecha?SIMÓN. - ¿Cómo? Porque te conozco.DAVO. - ¡Como si dijeras que eso se ha hecho por instigación mía!SIMÓN. - Es lo que sé con certeza.DAVO. - Aún no conoces bastante, Simón, qué clase de sujeto soy.SIMÓN. - ¿Yo no te...?DAVO. - Apenas abro la boca para contarte algo, en seguida piensas que te embauco.SIMÓN. - ¿Y no es así?DAVO. - Y entonces, por Hércules, no me atrevo a chistar.SIMÓN. - Yo sé esto solamente, que aquí nadie ha dado a luz.DAVO. - Has acertado, pero, con todo, pronto traerán un niño acá delante de la puerta. Yo desde ahorate advierto, amo, que sucederá eso, para que estés prevenido y no digas después que se hizo así por suge-rencia o trampa de Davo. Yo quiero a toda costa que deseches esa mala opinión que te has formado de mí.SIMÓN. - ¿Cómo sabes tú eso?DAVO. - Lo he oído decir y lo creo; concurren a la vez muchas circunstancias que me inducen a es-tablecer esa conjetura. Ya antes ella había afirmado que estaba encinta de Pánfilo; resultó mentira.Ahora, viendo que en casa se hacen preparativos para la boda, envió al punto una criada para hacervenir a su casa la comadrona, y para que al mismo tiempo se trajera un niño. Si no logran que tú veasal niño, no va a fracasar la boda.SIMÓN. - ¿Qué me dices? Cuando notaste que ella seguía ese plan, ¿por qué no informaste inmedia-tamente a Pánfilo?DAVO. - Al fin y al cabo, ¿quién, sino yo, lo ha separado de esa mujer? Todos nosotros, en efecto,bien sabemos cuán perdidamente la amaba. Ahora ansía tener una esposa legítima. En fin, eso déjalopor mi cuenta. Sin embargo, tú en persona sigue disponiendo esta boda como ya lo haces; y espero quelos dioses nos favorecerán.SIMÓN. - Entra, pues, en casa; ahí aguárdame y prepara lo que es preciso preparar. (Davo sale.)(A solas.)No me ha inducido a prestarle un crédito total, y en realidad no sé absolutamente si es verdadtodo lo que ha dicho. Pero me importa poco; lo que más valoro es la promesa de mi propio hijo. Ahoraveré a Cremes y le pediré la mano de su hija para Pánfilo; si lo consigo, ¿por qué debería preferir queel casamiento tuviera lugar en otro día y no hoy? Pues si mi hijo se niega a cumplir lo prometido, noabrigo la menor duda de que con razón podría yo obligarlo. Pero he ahí que él mismo viene a mi en-cuentro. ¡Justo a tiempo!

ESCENA III

SIMÓN, CREMES

SIMÓN. - ¡Salud, Cremes!CREMES. - ¡Oh, precisamente te buscaba a ti!SIMÓN. - Yo también. Llegas a pedir de boca.CREMES. - Vinieron a mi casa algunos que afirmaban haberte oído decir que hoy mi hija contraería

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enlace con tu hijo; pues vengo ahora a ver si estás loco tú o si están locos ellos. SIMÓN. - Escucha un momento: conocerás lo que yo deseo de ti y lo que tú quieres saber.CREMES. - Escucho; di lo que quieres.SIMÓN. - Te conjuro, Cremes, por los dioses y por nuestra amistad, que empezó desde la niñez ycreció juntamente con la edad, por tu hija única y por mi hijo, cuya salvación está toda en tus manos,que me ayudes en esta ocasión, y que se realice la boda, así como había estado a punto de realizarse.CREMES. - ¡Ah, no me supliques! ¡Como si te fuera menester rogarme para obtener eso de mí! ¿Creesque soy distinto de cuando estaba dispuesto a dártela? Si reporta ventaja para ambos el que se casen,pues manda buscar a mi hija. Pero si de este casamiento se deriva para ambos más daño que provecho,entonces te ruego que decidas atendiendo al interés de los dos, como si ella fuera tu hija y yo el padrede Pánfilo.SIMÓN. - Esto es cabalmente lo que quiero y lo que pido que se haga, Cremes; ni te lo pediría, si elcaso mismo no me lo aconsejara.CREMES. - ¿Qué caso?SIMÓN. - Hay rencillas entre Glicera y mi hijo...CREMES. - (Con ironía.) Te escucho.SIMÓN. - ... tan graves que yo espero poderlo apartar de ese amor.CREMES. - ¡Cuentos!SIMÓN. - Te aseguro que es así.CREMES. - Así, por Hércules, como te voy a decir: enojo de enamorados, amor renovado 19.SIMÓN. - Bien; por eso te ruego que tomemos la delantera, mientras hay tiempo y su pasión se hallaatascada por los denuestos. Antes que la maldad de esas mujeres y sus lágrimas simuladas con engañosmuevan de nuevo a compasión su ánimo enfermo, casémoslo. Yo espero, Cremes, que él, ganado porel trato de una mujer digna, saldrá luego con facilidad de esas desgracias. CREMES. - Esto es lo que te parece a ti; yo, en cambio, opino que ni él podrá unirse para siempre conmi hija, ni yo sufrir...SIMÓN. - ¿Cómo lo sabes si no haces la prueba?CREMES. - Pero es duro hacer la prueba en mi hija. SIMÓN. - En realidad, todo el inconveniente se reduce, después de todo, a que se produzca, ¡lo quelos dioses no permitan!, el divorcio. Pero si él se corrige, ¡qué de ventajas! Primeramente devolverásel hijo a tu amigo; después hallarás para ti un yerno, y para tu hija un marido con el cual contar.CREMES. - ¿Qué quieres que te diga? Si se te metió en la cabeza que la cosa es útil, no quiero yo ponerobstáculo a ninguna de las ventajas que esperas reportar.SIMÓN. - Con razón, Cremes, te he profesado siempre la más alta estima.CREMES. - Pero dime una cosa.SIMÓN.- ¿Qué?CREMES. - ¿Cómo sabes que hay desacuerdo entre ellos?SIMÓN. - Davo, que es el confidente de sus secretos, me lo ha dicho él en persona. Y es él quien meaconseja apresurar el casamiento lo más que pueda. ¿Piensas que él lo haría si no supiese con seguridadque mi hijo quiere eso mismo? Y tú, precisamente tú, lo oirás ahora de sus labios. - (A sus esclavos.)¡Hola! Llámenme a Davo. - Pero ahí lo veo salir de casa.

ESCENA IV

DAVO, SIMÓN, CREMES

DAVO. - Venía a buscarte.SIMÓN. - Pues ¿qué hay?DAVO. - ¿Por qué no se hace venir a la novia? Ya anochece.

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19 Es la versión, en forma de refrán, del terenciano amántium irae amoris integrátiost (v. 555).

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SIMÓN.- (A Cremes.) ¿Oyes? (A Davo.)Yo, hace algún tiempo, algo recelé de ti que hicieras lo mismoque suele hacer la ralea de los esclavos, esto es, que me urdieras engaños por los amores de mi hijo.DAVO. - ¿Yo, hacer eso?SIMÓN. - Lo creí, y cabalmente por este temor les encubrí lo que diré ahora.DAVO. - ¿Qué?SIMÓN. - Lo sabrás en seguida. Pues, casi, casi, ya me fío de ti...DAVO. - ¡Por fin te has dado cuenta de lo que soy!SIMÓN. - El casamiento no había de realizarse.DAVO. - ¿Qué? ¿No...?SIMÓN. - Pero lo había simulado con este objeto: para sondearlos a ustedes.DAVO. - ¿Qué dices?SIMÓN. - La pura verdad.DAVO. - ¡Caramba! ¡Jamás yo me hubiera percatado de eso! ¡Vaya ardid astuto!SIMÓN. - Atiende ahora. Yo acababa de ordenarte que entraras en casa, cuando muy oportunamenteme sale al paso éste.DAVO. - (Aparte.) ¡Hum! ¿Estaremos perdidos?SIMÓN. - Le cuento lo que tú me narraste hace un momento.DAVO. - (Aparte.) ¿Qué me tocará oír?SIMÓN. - Le pido que dé su hija y, ruega que ruega, al fin lo consigo.DAVO. - (Aparte.) ¡Estoy muerto!SIMÓN. - ¿Eh? ¿Qué has dicho?DAVO. - Decía que está muy bien.SIMÓN. - Ninguna traba, ahora, de parte suya.CREMES. - Tan solo voy a casa a dar instrucciones para los preparativos, y al punto vuelvo acá parainformar acerca de los mismos. (Sale.)SIMÓN. - Ahora te ruego, Davo, ya que tú solo me has concertado este casamiento...DAVO. - Sí, yo solo.SIMÓN. -... de hoy en adelante trata de hacer entrar en vereda a mi hijo.DAVO. - Lo haré, por Hércules, con todo cuidado.SIMÓN. - Puedes aprovechar estos momentos en que su ánimo está irritado contra Glicera.DAVO. - ¡Pierde cuidado!SIMÓN. - Pero, a propósito: ¿dónde está él ahora?DAVO. - Me extrañaría si no estuviera en casa.SIMÓN. - Voy a verlo, y le repetiré lo mismo que te he dicho a ti. (Sale.)DAVO. - ¡Estoy aniquilado! ¿Qué me impide marcharme derecho al molino? No me queda posibilidadalguna de suplicar perdón. Ya lo he trastornado todo: he engañado a mi amo; he precipitado en estematrimonio al hijo de mi amo; he conseguido que la boda se celebrara hoy sin esperarlo el viejo y apesar de Pánfilo. ¡Oh, el lindo resultado de mis astucias! Si hubiera estado quieto, ningún mal hubieraocurrido. - Pero allí viene él en persona. ¡Estoy perdido! ¡Ojalá tuviera aquí un precipicio para tirarmede cabeza ahora mismo!

ESCENA V

PÁNFILO, DAVO

PÁNFILO. - (Aparte.) ¿Dónde está ese criminal, que hoy me...?DAVO. - (Aparte.) ¡Estoy muerto!PÁNFILO. - (Aparte.) Pero confieso que merezco este mal que me ha tocado, ya que soy tan torpe,tan desconsiderado! ¡Confiar yo toda mi suerte a un esclavo indiscreto! Yo pago el precio de mi ne-

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cedad; pero él por cierto no se saldrá con la suya impunemente.DAVO. - (Aparte.) Bien sé que en lo sucesivo saldré incólume, si ahora logro evitar esta calamidad. PÁNFILO. - (Aparte.) ¿Y qué decir ahora a mi padre? ¿Le diré que ya no quiero, yo que hace un ratole prometí casarme? ¿Con qué cara osaría hacerlo? Realmente ya no sé qué hacer de mí mismo. DAVO. - (Aparte.)Yo tampoco, por más que me devane los sesos. Le diré que voy a inventar algo, paraasí retrasar un poco mi propia desgracia.PÁNFILO. - (Con enojo, viendo a Davo.) ¡Hola!DAVO. - (Aparte.)Me ha visto.PÁNFILO. - ¡Eh, hombre de bien! ¿Qué te parece? ¿Ves en qué berenjenal, ¡ay de mí!, me he metidopor tus consejos?DAVO. - Pero ya te voy a sacar.PÁNFILO. - ¿Me vas a sacar?DAVO. - Seguramente, Pánfilo.PÁNFILO. - Sí, como hace poco.DAVO. - No: mejor, espero.PÁNFILO. - ¡Ah! ¿Cómo puedo creerte, canalla? ¿Una situación tan enmarañada, tan desesperada, pre-cisamente tú serías capaz de volverla a poner en su primer estado? ¿No te dije que sucedería asi? DAVO. - Es cierto.PÁNFILO. - Pues ¿qué te mereces?DAVO. - La cruz. Pero deja que recobre un poquito mi presencia de espíritu; ya imaginaré alguna so-lución.PÁNFILO. - ¡Ay de mí, que no tengo tiempo para castigarte como quiero! Pues las circunstancias pre-sentes tan solo me consienten velar por mí, no vengarme de ti.

ACTO IV

ESCENA I

CARINO, PÁNFILO, DAVO

CARINO. - (Aparte.) ¿Se puede, por Hércules, creer o concebir que uno traiga de nacimiento tanta in-sensatez como para gozarse en las desgracias de otro y sacar ventaja de los perjuicios de otro? ¡Ah!,¿es esto verdad? Sin duda, y la peor ralea de hombres es la de aquellos que solo tienen un poco de re-paro en decir que no; pero luego, cuando es tiempo ya de cumplir lo prometido, entonces, forzados porla necesidad, inevitablemente delatan lo que son; temen primero, pero las circunstancias los apremiana desdecirse. Entonces con todo descaro te espetan: “¿Quién eres tú? ¿Qué representas para mí? ¿Porqué debiera yo cederte mi novia? ¡Oye! Mi pariente más próximo soy yo mismo”. Y si les preguntas:“¿Dónde está la palabra dada?”, no sienten ninguna vergüenza, por más que seria menester tenerla.¡Tienen, en cambio, sus reparos cuando de ningún modo hace falta! Pero ¿qué he de hacer? ¿Ir a bus-carlo para pedirle cuenta de este agravio? ¿Colmarlo de improperios? Y si alguien me objetara: “Novas a sacar ningún provecho”, - “Al contrario!”, le respondo. “Por lo menos, le daré fastidio y desaho-garé mi enojo”.PÁNFILO. - Carino, si los dioses no nos asisten, yo sin querer he causado mi ruina y la tuya.CARINO. - ¿Ah, sí? “Sin querer?” Al fin has hallado el pretexto. Conque ¡has mantenido la palabra!PÁNFILO. - ¿Por qué me dices “al fin”?CARINO. - ¿Aún pretendes embaucarme con tu cháchara?PÁNFILO. - ¿Qué quieres decir?CARINO. - Después que yo te dije que la amaba, tú la encontraste de tu gusto. ¡Ay, infeliz de mí, quepor el mío he juzgado de tu corazón!

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PÁNFILO. - Estás equivocado.CARINO. - ¿No te hubiera parecido bastante cumplida tu ventura, si no me hubieras halagado en miamor, ni me hubieses entretenido con vanas esperanzas? - (En tono de amarga concesión) ¡Quédatecon ella!PÁNFILO. - ¿Quedarme yo con ella? ¡Ah, tú no sabes en qué males estoy metido, triste de mí, y quéangustias me causó con sus tramoyas este mi verdugo! (señalando a Davo).CARINO. - Nada extraño, pues toma ejemplo de ti.PÁNFILO. - No dirías, no, eso, si tú me conocieras o conocieras mi amor.CARINO. - (Con ironía) Ya sé: hace poco litigaste con tu padre; de resultas, él ahora está enojado con-tigo; no ha conseguido obligarte hoy a que te cases con ella.PÁNFILO. - ¡En absoluto! Más te diré: esta boda no la estaban preparando para mí, ni nadie hoy pre-tendía hacerme tomar mujer.CARINO. - Entiendo: te has visto forzado... por tu propia voluntad. (Hace ademán de retirarse, peroPánfilo lo detiene.)PÁNFILO. - ¡Espera! Aún no sabes...CARINO. - Lo que sé es que te vas a casar con ella.PÁNFILO. - Pero ¿por qué me atormentas? Escucha: él nunca dejó de instarme que le dijera a mipadre que me casaría; y me aconsejaba, y me rogaba...CARINO. - ¿Qué individuo hizo eso?PÁNFILO. - Es Davo...CARINO. - ¿Davo?PÁNFILO. - ... quien lo trastorna todo.CARINO. - ¿Y por qué?PÁNFILO. - No lo sé; solo sé que los dioses estaban enfadados contra mí, pues yo le hice caso.CARINO. - ¿Es verdad esto, Davo?DAVO. - Es verdad.CARINO. - ¿Eh? ¿Qué dices, criminal? ¡Ah, los dioses te den la perdición merecida por tus fechorías!Hola, dime: si todos sus enemigos hubiesen querido enredarlo en este casamiento, ¿qué otro consejole hubieran dado sino el tuyo?DAVO. - Me he engañado, pero no me doy por vencido.CARINO. - ¡Claro!DAVO. - Por aquí la cosa no resultó; pues, la emprenderemos por otro camino, a no ser que piensesque, como al principio nos fue mal, ya no puede este fracaso trocarse en medio de salvación.PÁNFILO. - Al contrario, hasta tengo la seguridad de que, si no te duermes, en vez de un casamientome armarás dos. DAVO. - Yo, Pánfilo, en mi calidad de siervo tengo con respecto a ti este deber: empeñarme con todasmis fuerzas, de noche y de día, y aun arriesgar mi cabeza, con tal de servirte; pero tu deber respectoa mí es ser indulgente si algo ocurre contra lo esperado. ¿Sale mal lo que hago? Pero pongo todo miesmero. Si no estás conforme, busca tú mismo recursos mejores, y a mí despídeme.PÁNFILO. - Es lo que quiero. Pero antes devuélveme al punto donde me tomaste.DAVO. - Lo haré.PÁNFILO. - Pero es preciso hacerlo en seguida.DAVO. - (Aparte.) ¡Ha, ha! ... (Alto.) Espera: ha sonado la puerta de Glicera 20.PÁNFILO. - ¿Qué te importa?DAVO. - Estoy buscando...PÁNFILO. - ¿Eh? ¿Ahora por fin?DAVO. - Quieto, que muy pronto te comunicaré mi hallazgo.

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20 Para captar bien el alcance de esta frase, cf Del Col, Terencio: Formión, p. 38 - 39, nota 78.

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ESCENA II

MISIS, PÁNFILO, CARINO, DAVO

MISIS. - (Saliendo de la casa de Glicera y hablando hacia dentro.) Ahora mismo, donde quiera queesté, procuraré hallártelo, a tu Pánfilo, y conducirlo acá conmigo; pero ahora, tesoro, no te desesperes.PÁNFILO. - ¡Misis!MISIS. - ¿Quién es? - ¡Oh!, Pánfilo, muy oportunamente te me presentas.PÁNFILO. - ¿Qué pasa?MISIS. - Mi dueña me ha ordenado rogarte que, si es verdad que la quieres, te llegues sin dilación asu casa; dice que desea tanto verte.PÁNFILO. - ¡Ah, estoy perdido! Mi mal se renueva. (A Davo.) ¡Qué angustias tenemos que pasar hoypor tu causa, ella y yo, pobres desgraciados! Pues si me hace llamar, es porque se ha enterado de queme están preparando la boda.CARINO. - ¡Y pensar que a este respecto, tan fácilmente hubiéramos podido estar tranquilos, si este(señalando a Davo) lo hubiera estado!DAVO. - (A Carino.) ¡Bueno! Como si él no estuviera bastante enfurecido por su propio impulso,¡azúzalo tú! MISIS. - (A Pánfilo.) Es así no más, por Pólux; esa es la causa que tiene desolada a la pobre. PÁNFILO. - Misis, te juro por todos los dioses que jamás la abandonaré, aunque supiera que tendríaque enemistarme con el mundo entero. Ella es la mujer que he elegido por esposa y la he obtenido.Nuestros caracteres armonizan. ¡Váyanse al diablo los que quieren la ruptura entre nosotros! Nadie,sino la muerte, me la arrebatará.CARINO. - ¡Revivo!PÁNFILO. - Ni un oráculo de Apolo es más verdadero que esto. Si es posible que mi padre crea queno ha dependido de mí el impedir esta boda, bien; pero si no es posible, haré lo que es más fácil, esdecir, que crea que el obstáculo lo he puesto yo. (A Carino.) ¿Qué tal te parezco?CARINO. - Desdichado igual que yo.DAVO. - Estoy buscando un remedio.CARINO. - ¡Bravo!PÁNFILO. - (A Davo, con desdén.) Bien sé lo que eres capaz de intentar.DAVO. - Esta vez, te aseguro, llevaré a efecto mi plan.PÁNFILO. - Pero ahora mismo es preciso ponerlo en marcha.DAVO, - Ahora mismo lo tengo listo.CARINO. - ¿Cuál es?DAVO. - (A Carino.) No te equivoques. Lo he hallado para este (señalando a Pánfilo), no para ti.CARINO. - Eso me basta.PÁNFILO. - Pero, veamos: ¿qué vas a hacer?DAVO. - Temo que el día de hoy no me alcance para ponerlo por obra; no vayas a creer, pues, que ahoratengo tiempo para exponértelo. Por consiguiente, ¡largo de aquí los dos, pues me están estorbando!PÁNFILO. - Yo voy a hacerle una visita.DAVO. - (A Carino.) ¿Y tú? ¿Adonde te vas?CARINO. - ¿Quieres que te diga la verdad?DAVO. - Desde luego. (Aparte.) Una historia va a empezar.CARINO. - ¿Qué será de mí? :DAVO. - ¡Eh, tú, impertinente! ¿No te basta que te dé aunque sea la breve dilación de un día, o sea,el tiempo que le postergo a este el matrimonio?CARINO. - Está bien, Davo, pero, con todo...DAVO. - ¿Pero qué?CARINO. - ¡Que con ella me case yo!

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DAVO. - Me haces reír.CARINO. - Trata de venir a mi casa, si algo pudieras hacer.DAVO. - ¿A qué he de ir? Contigo nada tengo que...CARINO. - Pero, con todo, si algo...DAVO. - ¡Bueno, ya iré!CARINO. - Si algo... yo estaré en casa.DAVO. - Tú, Misis, espérame aquí un poquito, hasta que vuelva. MISIS. - Apresúrate entonces.DAVO. - En seguida estaré de vuelta, te lo aseguro. (Entra en casa de Glicera.)

ESCENA III

MISIS, DAVO

MISIS. - (A solas.) ¡Nadie tiene nada en propiedad! ¡Dioses, invoco su buena fe! Yo creía que para miseñora este Pánfilo era el bien supremo: amigo, amante, marido, a su disposición en cualquier cir-cunstancia; en cambio, ¡qué tormento sufre ahora por causa de él, la pobrecita! Por supuesto, es másel mal que padece ahora que el bien que gozó antes. - Pero he ahí que sale Davo. (A Davo.) Amigo,¿qué significa eso, por favor? ¿Adonde llevas al niño?DAVO. - Misis, necesito para este asunto que despliegues tu destreza y astucia.MISIS. - Pues ¿qué te propones hacer?DAVO. - Recibe en seguida este niño de mis manos, y ponlo delante de nuestra puerta. MISIS. - ¿En el suelo? ¡Por favor!DAVO. - Saca de ahí, del altar 21, unas ramas 22 y extiéndelas.MISIS. - ¿Por qué no lo haces tú mismo?DAVO. - Porque, si por casualidad me fuera preciso jurar a mi amo que no lo he depositado yo, puedahacerlo con la conciencia tranquila.MISIS. - Comprendo: te ha asaltado ahora ese nuevo escrúpulo. ¡Dámelo acá!DAVO. - Muévete más rápido, que luego te diré lo que pienso hacer. (Viendo a Cremes.) ¡Oh, Júpiter!MISIS. - ¿Qué hay?DAVO. - Allí viene el padre de la novia. Renuncio al plan que había urdido antes.MISIS. - No entiendo qué quieres decir.DAVO. - Simularé venir, yo también, de ahí, por la derecha; trata tú con tus palabras de apoyar mi dis-curso, cada vez que sea menester.MISIS. - Yo no entiendo en absoluto qué estás haciendo; pero si en algo necesitan mi intervención,como tú ves más claro que yo, me quedaré, a fin de no contrariar sus intereses.

ESCENA IV

CREMES, MISIS, DAVO

CREMES. - (Aparte.) Después de haber dispuesto lo que hacía falta para la boda de mi hija, vuelvopara decir que la manden a buscar. - (Viendo al niño) Pero ¿qué es esto? ¡Un niño, por Hércules! (A

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21 Sin duda, el altar de Apolo, que en ciertas comedias (cf PL, Merc., v. 675) aparece ocupando el proscenio (cf Marouzeau,I, p. 179, nota 1).22 Verbenas, en el texto latino. La palabra verbenae, arum designaba ramas sagradas (de laurel u olivo o mirto). - Verbenaeson todas las hierbas y frondas festivas para adornar de coronas los altares o todas las hierbas y frondas recogidas de unlugar sagrado (Donato, cit. por Marouzeau, I, p. 179, nota 2).

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Misis.)Mujer, ¿tú lo has puesto?MISIS. - (Buscando a Davo, aparte.) ¿Dónde se ha metido ese?CREMES. - ¿No me contestas?MISIS. - (Aparte.) No se ve por ningún lado. ¡Ay, desdichada de mí! El tipo me ha dejado plantada yse fue.DAVO. - (Entrando.) ¡Dioses inmortales! ¡Qué bochinche en el foro! ¡Qué de gente litigando ahí! Ydespués, los víveres están caros... (Bajo.) ¿Qué más? ¡Ya no sé qué decir!MISIS. - ¿Por qué, dime, sola aquí me ...?DAVO. - (Mirando al niño.) ¡Oh! ¿Qué cuento es este? ¡Eh, Misis! ¿De dónde viene este niño? ¿Yquién lo ha traído acá?MISIS. - ¿Estás en tus cabales, que me lo preguntas a mí?DAVO. - Pues ¿a quién debería preguntárselo, si no veo aquí otra persona?CREMES. - (Aparte.) ¿De dónde vendrá?DAVO. - ¿Quieres responder a lo que te pregunto? (Zamarrea a Misis.)MISIS. - ¡Ay!DAVO. - (Bajo.) Pasa a mi derecha.MISIS. - Estás loco: ¿tú mismo no...?DAVO. - (Bajo.) Si me sueltas una sola palabra fuera de lo que te pregunto, ¡pobre de ti! (Alto.) Norespondes a tono. ¿De dónde viene? Dilo claramente.MISIS. - De nuestra casa.DAVO. - (Con ironía.) Ja, ja! ¡Raro, de veras, que una ramera actúe con tanto descaro!CREMES. - (Aparte.) Esta, a lo que entiendo, es una criada de la andria.DAVO. - ¿Les parece que somos tan ingenuos como para que así se mofen de nosotros?CREMES. - (Aparte.) He llegado a tiempo.DAVO. - Vamos, levanta rápido a ese niño de aquí, de nuestra puerta. (Bajo.) Espera; cuidado con irtede este lugar a cualquier parte que sea.MISIS. - ¡Los dioses te exterminen, ya que así asustas a una pobre mujer!DAVO. - ¿Hablo contigo o no?MISIS. - ¿Qué quieres?DAVO. - ¿Aún me lo preguntas? Ea, ¿de quién es el niño que aquí depositaste? Responde.MISIS. - ¿No lo sabes tú? DAVO. - Deja estar lo que yo sé, y contesta a mi pregunta.MISIS. - Es de ustedes.DAVO. - ¿Nuestro? ¿De quién?MISIS. - De Pánfilo.DAVO. - ¿Qué dices? ¿De Pánfilo?MISIS. - ¡Oh! ¿Acaso no lo es?CREMES. - (Aparte.) Con razón yo he rehusado siempre este casamiento.DAVO. - ¡Oh, fechoría abominable!MISIS. - ¿Por qué chillas?DAVO. - ¿Acaso no es este el niño que yo vi traer a su casa ayer por la tarde?MISIS. - ¡Qué descarado!DAVO. - Sí, yo vi venir a Cántara con un bulto debajo del vestido.MISIS. - Por Pólux, doy gracias a los dioses que presenciaron el parto algunas matronas libres.DAVO. - Por cierto no conoce ella bien a aquel por quien urde estas tretas. “Si Cremes -así debe depensar- ve al niño depositado delante de su puerta, no dará a su hija”. Pero, por Hércules, con más razónse la dará.CREMES. - (Aparte.) No, por Hércules, no la dará.DAVO. - Y ahora, para que estés prevenida, si no quitas de aquí a este niño, lo voy a hacer rodar yoal medio de la calle, donde lo revolcaré en el fango; lo revolcaré a él y a ti también.

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MISIS. - Por Pólux, que estás borracho.DAVO. - Un embuste arrastra otro. Yo oigo cuchicear que ella (aludiendo a Glicera) es ciudadanaateniense.CREMES. - (Aparte.) ¿Eh?DAVO. - Y que entonces las leyes lo obligarán a casarse con ella.MISIS. - ¡Oye! ¿Acaso no es ciudadana?CREMES. - (Aparte.) Poco faltó que cayera yo sin saberlo en una desgracia que me hubiera hecho elhazmerreír de la gente.DAVO. - ¿Quién habla aquí? - ¡Oh, Cremes, a tiempo llegas! Escucha.CREMES. - Ya lo he oído todo.DAVO. - ¿Qué? ¿Todo?CREMES. - Lo he oído, te digo, desde el principio.DAVO. - ¿Lo has oído, de verdad? ¡Ah, criminales! A esta (señalando a Misis) habría que llevarla enseguida a la tortura. (A Misis, señalando a Cremes.)Allí está el interesado; no vayas a creer que em-baucas a Davo.MISIS. - ¡Infeliz de mí! Por Pólux, buen anciano, que no he dicho nada falso.CREMES. - Lo sé todo. (A Davo.) ¿Está en casa Simón? DAVO. - Sí. (Cremes entra en casa de Simón.)MISIS. - (A Davo que, satisfecho, se acerca para abrazarla.) ¡No me toques, canalla! Por Pólux, quesi no le digo todo a Glicera...DAVO. - ¡Ah, tonta! ¿No sabes lo que hemos hecho?MISIS. - ¿Qué sé yo?DAVO. - Es el suegro. No había otra manera para hacerle saber lo que queríamos.MISIS. - ¡Acabáramos! ¡Me lo hubieses dicho antes!DAVO. - ¿Crees acaso que hay poca diferencia entre hacer las cosas espontáneamente, como inspirala naturaleza, y hacerlas de manera artificiosa?

ESCENA V

CRITÓN, MISIS, DAVO

CRITÓN. - Me han dicho que junto a esta plaza habitaba Crisis, quien prefirió ganarse aquí riquezascon deshonra antes que vivir en su patria, pobre pero con honra. Con su muerte, por ley de parentescohan pasado a mí sus bienes. - Pero allá veo unos de quienes podré recoger informes... ¡Salud!MISIS. - ¡Cielos! ¿A quién veo? ¿Es éste Critón, el primo de Crisis? ¡Es él!CRITÓN. - ¡Hola, Misis! ¡Bien hallada!MISIS. - ¡Bien venido, Critón!CRITÓN. - ¿Conque Crisis?... ¡Eh!MISIS. - Sí, por Pólux, nos dejó sumidas en el duelo más profundo.CRITÓN. - ¿Y qué tal ustedes? ¿Cómo lo pasan aquí? ¿Bastante bien?MISIS. - ¿Nosotras? Así así. Como podemos, según dice el refrán, ya que no podemos como quisié-ramos.CRITÓN. - ¿Y qué es de Glicera? ¿Al fin encontró aquí a sus padres?MISIS. - ¡Ojalá!CRITÓN. - ¿Todavía no? No he arribado acá con buenos augurios. Por Pólux, que si lo hubiera sabido,jamás hubiera pisado esta tierra. Siempre se ha dicho que es hermana de Crisis y por tal se la ha tenido;luego le pertenecen a ella los bienes que aquella poseyó. ¿Ahora yo, extranjero, voy a entablar pleitos?El ejemplo de otros me advierte cuán fácil y útil23 me resultaría esto... Supongo además que ella ha

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23 Dicho irónicamente en vez de “cuán difícil y desventajoso”.

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de tener algún amigo y protector, pues ya era grandecita cuando partió de allá. Se pondrían a vociferarque soy un impostor, que soy un zaparrastroso que va a caza de herencias. Y además no me agrada des-pojarla.DAVO. - ¡Oh forastero de corazón generoso!MISIS. - ¡Eres, por Pólux, el mismo de siempre!CRITÓN. - Ya que estoy aquí, acompáñame a su casa; quiero verla.MISIS. - Con mucho gusto.DAVO. - (Aparte.)Yo lo seguiré. No quiero que me vea el viejo en este momento.

ACTO V

ESCENA I

CREMES, SIMÓN

CREMES. - Bastante ya, Simón, bastante te he probado mi amistad: bastante peligro he corrido; dejaya de rogarme. Mientras trataba de complacerte, casi he comprometido la vida de mi hija. SIMÓN. - Al contrario, ahora más que nunca te pido y suplico, Cremes, que confirmes con el hechoel favor que hace muy poco me prometiste de palabra.CREMES. - Mira qué injusto eres por tu afán excesivo: con tal de lograr lo que anhelas, no consideraslos límites de la condescendencia, ni la naturaleza de lo que pides; pues, si lo consideraras, cesaríasde abrumarme con pretensiones nocivas.SIMÓN. - ¿Cuáles?CREMES. - ¿Y me lo preguntas? Me indujiste a dar mi hija a un mozalbete ocupado en otro amor yque aborrece el matrimonio; a exponerla a la desavenencia y a un enlace problemático; a sanar a tu hijoa costa del desasosiego y sufrimiento de ella. Y lograste tu intento. Yo puse manos a la obra, mientraslas circunstancias lo permitieron. Ya no lo permiten; resígnate. Corren voces de que ella es ciudadanade aquí; ha tenido un niño... Pues, ¡déjanos en paz!SIMÓN. - Por los dioses, te suplico, no se te meta en la cabeza dar crédito a gente que tiene sumo in-terés en hacer pasar a mi hijo por el sujeto más detestable. Todo esto lo traman y emprenden para es-torbar el casamiento. Una vez quitada la causa por la que obran así, desistirán. CREMES. - Estás equivocado. Yo mismo vi a la criada altercar con Davo.SIMÓN. - Lo sé.CREMES. - Y sin fingimiento, ya que ni uno ni otra se habían percatado de mi presencia.SIMÓN. - Lo creo. Ya Davo me había avisado que iban a hacer esa comedia. Quise decírtelo hoy, yno sé cómo se me pasó.

ESCENA II

DAVO, CREMES, SIMÓN, DROMÓN

DAVO. - (Saliendo de casa de Glicera, sin ver a Simón ni a Cremes, y hablando hacia dentro.) Esténya tranquilas 24; se lo ordeno.CREMES. - (A Simón.) ¡Ahí tienes a tu Davo!SIMÓN. - ¿De dónde sale?

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24 Davo se dirige, naturalmente, a Glicera y a sus mujeres.

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DAVO. - (Aparte.) Gracias a mí y al forastero...SIMÓN. - (Aparte.) ¿Qué nueva desgracia es esa?DAVO. - (Aparte.)Yo nunca vi persona, ni llegada, ni circunstancia más a propósito.SIMÓN. - ¡Bribón! ¿A quién está él ponderando?DAVO. - (Aparte.) Todo el asunto está ya a buen recaudo25 .SIMÓN. - ¿Qué espero para dirigirle la palabra?DAVO. - (Aparte, viendo a Simón.) ¡Mi amo! ¿Qué hacer ahora?SIMÓN. - ¡Oh, bienvenido, hombre de bien!DAVO. - ¡Hola, Simón! ¡Oh querido Cremes! Todo listo en casa.SIMÓN. - (Con ironía.) Te has desempeñado óptimamente.DAVO. - Cuando gustes, puedes hacerla venir.SIMÓN. - ¡Muy bien! Efectivamente, es lo único que falta ahora. Pero, ¡vamos!, responde: ¿qué tienesque ver tú en esa casa?DAVO. - ¿Yo?SIMÓN. - Sí, tú.DAVO. - ¿Yo?SIMÓN. - Pues sí, tú.DAVO. - Había entrado hace un instante...SIMÓN. - ¡Como si yo te preguntara “cuánto tiempo hace”!DAVO. - ... en compañía de tu hijo.SIMÓN. - (Aparte.) Conque ¿está Pánfilo allá dentro? ¿Pobre de mí! ¡Qué tortura! (A Davo.) Hola,verdugo: ¿no me dijiste que había hostilidad entre ellos?DAVO. - Y la hay.SIMÓN. - Pues ¿qué hace él ahí?CREMES. - ¿Qué piensas que haga? Litiga con ella.DAVO. - Nada de eso, Cremes; yo te voy a informar de la indigna maquinación. Acaba de llegar unviejo a quien yo no conozco...(Indicando la casa de Glicera.)Allí está, presuntuoso, ladino. Si te fijasen su aspecto, parece un hombre de mérito extraordinario; su rostro trasunta una austera gravedad ysus palabras, lealtad.SIMÓN. - ¿Qué cuento nos endilgas?DAVO. - ¿Yo? Ninguno. Solo refiero cuanto le oí decir...SIMÓN. - Y bien, ¿qué dijo?DAVO. - Que le consta que Glicera es ciudadana ateniense.CREMES. - ¡Hum!SIMÓN. - (Gritando hacia su casa.) ¡Dromón! ¡Dromón!DAVO. - ¿Qué pasa?SIMÓN. - ¡Dromón!DAVO. - (A Simón.) ¡Oye!SIMÓN. - (A Davo.) Si sueltas una palabra más... - ¡Dromón!DAVO. - ¡Oye, te suplico!DROMÓN. - (En el umbral.) ¿Qué quieres?SIMÓN. - ¡Llévame a este hombre en vilo para adentro, lo antes posible!DROMÓN. - ¿A quién?SIMÓN. - A Davo.DAVO. - ¿Por qué?SIMÓN. - Porque se me antoja. (A Dromón.) Llévatelo, te digo.DAVO. - ¿Qué hice?SIMÓN. - ¡Llévatelo!

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25 Omnis res est iam in vado (v. 845). Es expresión análoga a in portu návigo. Vadum significa “aguas poco profundas”.Luego, la frase podría traducirse asi: “Todo el asunto ya está fuera de peligro”.

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DAVO. - Si descubres que he mentido en algo, mátame. SIMÓN. - No escucho razones. Te haré sacudir. DAVO. - ¿Aunque esto sea verdad?SIMÓN. - ¡Aun así! (A Dromón.) Hazlo vigilar y atar, y -¿me oyes?- átalo fuerte, de pies y manos.¡Vamos! ¡Ahora mismo! Hoy, por Pólux, si no me muero, a ti te mostraré cuán peligroso es engañaral amo, y a él, engañar a su padre.CREMES. - ¡Oh, no te enfurezcas tanto!SIMÓN. - ¡He ahí, Cremes, la piedad filial! ¿No te compadeces de mí? ¡Tener que pasar yo tanta penapor tal hijo! (Se acerca a la casa de Glicera. Gritando hacía el interior.) ¡Ea, Pánfilo! ¡Sal de ahí, Pán-filo! ¿Acaso te da vergüenza?

ESCENA III

PÁNFILO, SIMÓN, CREMES

PÁNFILO. - (Saliendo.) ¿Quién me llama? (Viendo a Simón.)¡Estoy perdido! ¡Es mi padre!SIMÓN. - (Con violencia.) ¿Qué dices tú, el más...?CREMES. - (A Simón.) Vamos, dile más bien lo que hace al caso y déjate de insultos.SIMÓN. - (A Cremes.) ¡Como si al presente pudiese uno excederse en improperios contra este! (APánfilo.) En fin, ¿qué dices tú? ¿Que Glicera es natural de esta ciudad? PÁNFILO. - Así lo dicen.SIMÓN. - ¿”Así lo dicen”? ¡Oh, descaro inconcebible! (A Cremes.) ¿Piensa acaso en lo que dice?¿Lamentará lo que ha hecho? ¡Mira si su aspecto exterior acusa alguna señal de vergüenza! ¡Está tanapasionado que, contra las costumbres y leyes de sus conciudadanos y contra la voluntad de su padre,igual se empeña en tenerla (aludiendo a Glicera) con suma infamia!PÁNFILO. - ¡Desgraciado de mí!SIMÓN. - ¡Oh! ¿Solo ahora lo adviertes, Pánfilo? Entonces, entonces, cuando te metiste en la cabezaque a toda costa habías de conseguir lo que codiciabas, aquel mismo día te cuadró verdaderamente esevocablo. Pero ¿qué hago yo? ¿Por qué me atormento? ¿Por qué me enervo? ¿Por qué desconcierto mivejez a causa de la locura de este? ¿Acaso tengo que sufrir yo el castigo de sus fallas? ¡Ah, no! ¡Quese la guarde, que ande a paseo, que viva con ella! PÁNFILO. - ¡Padre mío!SIMÓN. - ¿Qué “padre mío”? ¡Como si tú necesitaras a este padre! Has hallado casa, mujer e hijos,a despecho de tu padre; y has traído a quienes digan que ella es natural de esta ciudad. ¡Has salido conla tuya!PÁNFILO. - Padre, ¿me permites dos palabras?SIMÓN. - ¿Qué me vas a decir tú a mí?CREMES. - De todos modos, Simón, escúchalo.SIMÓN. - ¿Escucharlo yo? ¿Qué quieres que escuche, Cremes?CREMES. - Pero, al fin deja que hable.SIMÓN. - Bueno, que hable.PÁNFILO. - Yo confieso que estoy enamorado de esa mujer; si esto es falta, también la confieso. Entus manos, padre, me abandono; impónme cualquier castigo: basta que ordenes. ¿Quieres que me case?¿Quieres que renuncie a esa? Lo aguantaré como pueda. Solo esto te pido: no creas que he citado depropósito a ese viejo. Déjame sincerarme y traerlo acá, a tu presencia.SIMÓN. - ¿Traerlo acá?PÁNFILO. - Sí, padre; dame permiso.CREMES. - Solicita una cosa razonable; dáselo.PÁNFILO. - ¡Concédeme, te conjuro, este favor!

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SIMÓN. - Concedido. (Pánfilo sale en busca de Critón.) Estoy dispuesto a todo, Cremes, con tal queno llegue a descubrir que me está engañando.CREMES. - Aun tratándose de falta grave, un padre se conforma con un castigo leve.

ESCENA IV

CRITÓN, CREMES, SIMÓN, PÁNFILO

CRITÓN. - (A Pánfilo.) No me ruegues más, que cualquiera de estos motivos me induce a hacerlo: lasimpatía que siento hacia ti; la verdad del caso; el bien que deseo a Glicera.CREMES. - ¿No es Critón, el de Andros, este que veo? Es él, ¡no cabe duda!CRITÓN. - ¡Salud, Cremes!CREMES. - ¿Tú en Atenas? ¡Qué raro!CRITÓN. - ¡Y!... Se ofreció la oportunidad. - Pero... ¿es éste Simón?CREMES. - El en persona.CRITÓN. - ¡Simón!...SIMÓN. - ¿Me buscas? ¡Oh!, ¿eres tú quien afirma que Glicera es ciudadana de aquí?CRITÓN. - ¿Y tú lo niegas?SIMÓN. - ¡Qué bien preparado llegas acá!CRITÓN. - ¿Cómo es eso?SIMÓN. - ¿Me lo preguntas? ¿Piensas obrar así a mansalva? ¿Estás aquí para inducir en falla a joven-citos sin experiencia de la vida, que fueron educados noblemente? ¿Pretendes cautivar su espíritu afuerza de solicitaciones y promesas?...CRITÓN. - ¿Estás en tus cabales?SIMÓN. -... ¿y consolidar con casamientos amores de rameras?PÁNFILO. - (Aparte.) ¡Estoy perdido! Temo que el forastero no aguante el chubasco.CREMES. - Si tú, Simón, lo conocieses mejor, no lo juzgarías de esa manera; es hombre de bien.SIMÓN. - ¿Este, hombre de bien? ¿Pudo darse tan oportuna coincidencia como para venir el día mismode la boda, y nunca antes...? ¡Oh sí, hay que creerlo, Cremes!PÁNFILO. - (Aparte.) Si yo no temiese a mi padre, tendría una linda respuesta que sugerirle al extran-jero acerca de ese asunto.SIMÓN. - ¡Impostor!CRITÓN. - (Enojado.) ¿Cómo?CREMES. - Está hecho así, Critón; no le hagas caso. CRITÓN. - Esté hecho como quiera; allá él. Pero si sigue diciéndome lo que le place, oirá de mí loque no le place. (A Simón.) ¿Yo armo esos pasteles o me preocupo de ellos? ¿No sabes tú soportar conserenidad tu desgracia? En cuanto a lo que yo digo, se puede averiguar en seguida si refiero noticiasverdaderas o falsas. Hace mucho tiempo, cierto ciudadano de Atenas naufragó y fue arrojado a la playade Andros, y con él esa mujer, niña todavía. Entonces, en su aprieto, acude casualmente, en primer tér-mino, al padre de Crisis.SIMÓN. - Empieza el cuento.CREMES. - Déjalo hablar.CRITÓN. - ¿Así se me interrumpe?CREMES. - Continúa.CRITÓN. - El que lo recogió en su casa era pariente mío. Allí yo le oí decir al forastero que era ate-niense. Y allí murió.CREMES. - ¿Su nombre?CRITÓN. - ¿Su nombre? ¿Así, de pronto?... ¡A ver!...PÁNFILO. - ¡Ay, me siento morir!

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CRITÓN. - Sí, por Hércules, debía de llamarse Fania. Lo que sé de cierto es que decía ser de Ramnusio. CREMES. - ¡Oh, Júpiter!GRITÓN. - Esto mismo, Cremes, muchos otros lo oyeron entonces en Andros.CREMES. - (Aparte.) ¡Ojalá sea lo que yo espero! (A Critón.) Pero, dime: ¿qué decía entonces laniña? ¿Que era su hija?CRITÓN. - No.CREMES. - ¿De quién, pues?CRITÓN. - De un hermano suyo.CREMES. - ¡No cabe duda: es mi hija!CRITÓN. - ¿Qué dices?PÁNFILO. - (Aparte.) ¡Aguza el oído, Pánfilo!SIMÓN. - ¿En qué te fundas?CREMES. - Ese Fania era hermano mío.SIMÓN. - Lo sé; yo lo conocía.CREMES. - Salió de aquí para huir de la guerra e ir a Asia en mi busca; entonces tuvo miedo de dejaraquí a la niña; en este momento es la primera vez que oigo lo que fue de él.PÁNFILO. - Apenas me domino: ¡tan conmovido tengo el ánimo por el miedo, por la esperanza, porel gozo, por el pasmo frente a esta felicidad tan grande y tan repentina!SIMÓN. - En verdad me alegro por múltiples motivos de que ella resulte ser tu hija.PÁNFILO. - Ya lo creo, padre.CREMES. - Pero todavía me queda un escrúpulo que me molesta.PÁNFILO. - (Aparte.) Con tu conciencia escrupulosa eres digno de... ¡Qué odioso! Buscas el nudo enel junco 26.CRITÓN. - ¿Cuál es ese escrúpulo?CREMES. - El nombre no concuerda.CRITÓN. - Por Hércules, tuvo otro cuando niña.CREMES. - ¿Cuál, Critón? ¿No te acuerdas?CRITÓN. - Estoy haciendo memoria.PÁNFILO. - (Aparte.) ¿Voy a permitir yo que su falta de memoria cierre el paso a mi gozo, cuandoyo mismo puedo en este trance aplicarme el remedio? (Alto.) Oye, Cremes: el nombre que buscas esPasíbula.CREMES. - ¡Ese mismo!CRITÓN. - ¡Justamente!PÁNFILO. - Mil veces se lo he oído decir a ella misma.SIMÓN. - Que todos nosotros nos alegramos de esto, creo, Cremes, que lo crees.CREMES. - Así me amen los dioses como es verdad que lo creo.PÁNFILO. - En cuanto al resto, padre...SIMÓN. - El caso mismo me ha reconciliado al punto contigo. PÁNFILO. - ¡Oh padre amable! Respecto a la mujer, ¿admitirá Cremes que siga teniéndola, así comola he tenido hasta ahora? CREMES. - Sí, la cosa es demasiado justa; a no ser que tu padre tenga algo que objetar.PANFILO. - ¡Oh, él, de seguro consiente!SIMÓN. - Es natural.CREMES. - La dote, Pánfilo, es de diez talentos.PÁNFILO. - Acepto.CREMES. - Corro a abrazar a mi hija. ¡Oh Critón!, acompáñame, pues creo que no me va a reconocer.(Sale juntamente con Critón.)

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26 “Buscar nudos en un junco” (que no los tiene) equivale a decir: “Buscar dificultades donde no las hay”.

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ESCENA V

SIMÓN, PÁNFILO

SIMÓN. - ¿Por qué no la haces venir acá?PÁNFILO. - Buena sugerencia. A Davo le confiaré yo este encargo.SIMÓN. - No es posible.PÁNFILO. - ¿Por qué?SIMÓN. - Porque trae entre manos otro asunto más grave y que lo afecta más.PÁNFILO. - ¿Cuál es?SIMÓN. - Está atado.PÁNFILO. - (En tono suplicante.) Padre, no está bien atado27.SIMÓN- (Chistoso.) No es eso lo que yo mandé 28.PÁNFILO. - ¡Te conjuro: hazlo soltar!SIMÓN. - Bueno.PÁNFILO. - ¡Pero apresúrate!SIMÓN. - Ya voy adentro. (Entra en casa.)PÁNFILO. - ¡Oh, qué día venturoso y feliz!

ESCENA VI

CARINO, PÁNFILO

CARINO.- (Aparte.) Vengo a ver qué hace Panfilo... - Pero ¡helo ahí!PÁNFILO. - (Aparte.)Alguien quizás piense que yo no creo verdadero lo que voy a decir: yo en cam-bio, me complazco ahora en considerarlo exactamente así. Opino, pues, que la vida de los dioses essempiterna, porque los placeres son su propiedad personal; pues yo mismo he alcanzado la inmorta-lidad si ninguna pesadumbre viene a turbar mi alegría actual. Pero ¿con quién en especial, desearía yoencontrarme ahora para contarle todo esto?CARINO. - (Aparte.) ¿Qué alegría es esa?PÁNFILO. - Allá veo a Davo. Con nadie quisiera yo encontrarme más que con él, pues sé que es elúnico que plenamente se gozará con mi gozo.

ESCENA VII

DAVO, PÁNFILO, CARINO

DAVO. - (Creyéndose solo.) ¿Dónde se ha metido ese Pánfilo?PÁNFILO. - ¡Davo!DAVO. - ¿Quién me llama?PÁNFILO. - Yo.DAVO. - ¡Oh, Pánfilo!PÁNFILO. - No sabes lo que me ha cabido en suerte.

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27 Expresión ambigua y por eso mismo cómica. “Bien” es traducción de recte. Recte, tanto puede significar “bien” en sen-tido material como en sentido espiritual. En el primer caso, “no está bien atado” equivale a que ha sido atado mal. En elsegundo caso, equivale a: “no ha sido atado con razón”.28 Simón toma en solfa las palabras del hijo interpretándolas en el sentido material. “No es eso lo que yo mandé” es comosi dijera: “Yo no mandé que lo ataran mal”.

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DAVO. - No, ciertamente; pero sé perfectamente lo que a mí me ha cabido en suerte.PÁNFILO. - Yo también lo sé.DAVO. - Como suele acaecer, primero supiste tú el mal que sobre mí ha caído que yo el bien que a tite ha sucedido. PANFILO. - Mi Glicera acaba de hallar a sus padres.DAVO. - ¡Qué bien!CARINO. - (Aparte.) ¿Eh?PÁNFILO. - Su padre es nuestro mejor amigo.DAVO. - ¿Quién es?PÁNFILO. - Cremes.DAVO. - ¡Qué linda noticia!PÁNFILO. - Y no hay traba alguna para que me case con ella.CARINO. - (Aparte.) ¿Es que sueña con lo que deseaba estando despierto?PANFILO. - Y el niño, Davo...DAVO. - ¡Basta ya! (Aparte, aludiendo a Pánfilo.) Es el único a quien aman con predilección los dio-ses.CARINO. - (Aparte.) Si eso es verdad, estoy salvo. Quiero hablarle. (Diciendo esto se acerca a Pán-filo.)PANFILO. - ¿Quién va? ¡Oh, Carino, llegas en el mejor momento!CARINO. - ¡Albricias!PÁNFILO. - ¿Ya has oído?...CARINO. - Todo. Ea, en tu prosperidad piensa en mí. Ahora tienes a Cremes en tus manos; yo sé queél hará todo lo que tú quieras.PÁNFILO. - En eso estoy. Pero sería demasiado largo esperar a que salga. Sígueme por este lado, queahora está él allá dentro con Glicera. Tú, Davo, ve a casa. Apresúrate y haz venir a quienes se la llevende aquí. ¿Por qué no te mueves? ¿Qué esperas?DAVO. -Ya voy. (Salen Pánfilo y Carino.) - (A los espectadores) No aguarden a que ellos salgan acáafuera. Adentro se celebrarán los desposorios; y si algo hay que quede por hacer, adentro también seconcluirá.EL CANTOR. - ¡Aplaudan!

Otro desenlace (apócrifo)

PÁNFILO, CARINO, CREMES, DAVO

PÁNFILO. - (A Cremes.) Te estaba esperando; es que quiero tratar contigo de un asunto que te con-cierne. He procurado que no puedas decir que me he olvidado de tu otra hija. Creo haber encontradoun hombre digno de ella y de ti.CARINO. - (Aparte.) ¡Estoy que me muero, Davo! En este momento se juegan mi amor y mi vida.CREMES. - Conozco muy bien ese partido, Pánfilo; pero resulta que lo he rechazado.CARINO. - (Aparte.) Estoy arruinado, Davo.DAVO. - (Aparte.)Aguarda.CARINO. - (Aparte.) ¡Estoy perdido!CREMES. - Y te voy a decir la razón por la cual he rehusado. No es porque no lo quisiera en absolutocomo pariente.CARINO. - (Aparte.) ¡Ah!DAVO. - (Aparte.) ¡Calla!CREMES. - Pero los vínculos de amistad que Simón y yo hemos heredado de nuestros padres, yoquería fueran transmitidos a nuestros hijos, no disminuidos, sino aumentados. Ahora que mis recursos

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y las circunstancias me han permitido complacer a una y otra 29, doy mi consentimiento.PÁNFILO. - ¡Muy bien!DAVO. - (A Carino.)Acércate y dale las gracias.CARINO. - (Adelantándose.) ¡Salud, Cremes, el más benévolo de todos mis amigos! ¿Qué te diré? Noexperimento menor gozo por haber descubierto cuáles eran ya antes de ahora tus sentimientos respectode mí, que por obtener ahora lo que ardientemente deseaba de ti.CREMES. - Dondequiera fijes tu atención, Carino, tú mismo podrás apreciar mi afecto hacia ti.PÁNFILO. - Que esto es así, lo puedes colegir considerando mi caso.CARINO. - Yo era un extraño para ti; con todo, conocía quién eras. Es así no más.CREMES. - Te doy por esposa a mi hija Filomena y con seis talentos de dote.

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29 Es decir, a mis dos hijas.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 30

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LINDSAY Wallace - KAUER Robert, P. Terenti Afri Comoediae, Scriptorum Classicorum Biblio-theca Oxoniensis, Oxonii e typographaeo Clarendoniano, 1926 (reimpr., 1953).

MAROUZEAU J., Térence, t. I (Andrienne - Eunuque), París, «Les Belles Lettres», 1963 (III ed.).

PARATORE Ettore, Storia del Teatro Latino,Milán, Dr. Francesco Vallardi, 1957.

RADICE Betty, Terence, The Comedies, Bungay (Suffolk), Richard Clay (The Chaucer Press), 1976.

RONCONI Alessandro, Terenzio, Le Commedie, Florencia, Felice Le Monnier, 1960.

RUBIO Lisardo, P. Terencio Afro, Comedias, vol. I (La Andriana - El Eunuco), Barcelona, AlmaMater, MCMLVII.

SERAFINI Augusto, Storia della Letteratura Latina, Turín, Società Editrice Internazionale, 1962(reimpr.).

VITALI Guido, Terenzio, Commedie (La donna di Andro - I due fratelli), Colección Poeti di Roma,Bolonia, Zanichelli, 1959.

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30 Se señalan tan solo las obras citadas. Para una bibliografía más amplia sobre Terencio y su teatro, remitimos a nuestroestudio “Los hermanos” de Terencio, p. 23 - 25.

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TT EE RR EE NN CC II OO ::

LL AA SS UU EE GG RR AA

Introducción, versión y notasde José Juan Del Col

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NOTA BENEEn atención a los lectores que ignoren el latín, traducimos la palabras o frases de ese idioma que seciten en el presente trabajo. Por el mismo motivo, en relación con la ortografía española, atildamos laspalabras latinas esdrújulas, pero no las graves o llanas terminadas en consonante, advirtiendo que enestas el acento prosódico cae en la penúltima sílaba; advertimos además que no hay palabras latinasagudas.

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INTRODUCCION

1. En el número anterior de estos CUADERNOS DEL INSTITUTO SUPERIOR “JUAN XXIII”se publicó la traducción al castellano de Formión de Terencio, que, salvo mejor aviso, es la primeraque se llevó a cabo en América. Lo mismo cabe decir de La suegra, otra pieza del gentil comediógrafolatino, que se edita en este número.2. La suegra es, como Formión y las cuatro restantes del teatro terenciano, una comedia palliata,

es decir, de trama e indumentaria griega, relacionada con la Comedia Nueva Ática.3. Al igual que Formión, deriva de Apolodoro de Caristo, el último representante de dicha Comedia,

y no ya de Menandro, el astro de la misma, del cual provienen, en cambio, las otras cuatro piezas te-rencianas. Es cierto que el mejor manuscrito de Terencio, el Bembinus, trae en la didascalia la leccióngraeca Menandru (griega de Menandro), en discrepancia con la lección graeca Apollodoru (o Apol-lodori), que es avalada por el siguiente comentario de Donato: Haec fábula Apollodori dícitur essegraeca (Se dice que esta pieza es griega, de Apolodoro). Pero Rubio, analizado el caso, da como de-finitivas estas conclusiones a que ya había llegado Hildebrandt en el siglo pasado: a) Terencio imitóexclusivamente la Hécyra de Apolodoro; b) nunca existió una Hécyra de Menandro.1

4. La suegra es una comedia statária, o sea de acción sosegada, pobre de intriga, pero rica en diá-logos: “todo el desarrollo —afirma Rubio— se reduce a discusiones, exámenes de conciencia y análisispsicológicos”.2

5. La pieza fue representada, durante la vida del poeta, tres veces: la primera en 165 y las otras dosen 160 a. de J.C. Por el segundo prólogo de la misma nos enteramos de que su representación sufriódos chascos seguidos: la primera vez el público dejó plantados a los actores apenas cundió la noticiade un pugilato y de exhibiciones de un volatinero; la segunda vez, no bien corrió la voz de un espec-táculo de gladiadores.Fue por la porfía de Ambivio Turpión, director de teatro y a la vez primer actor, que la comedia logró

afirmarse en una tercera representación. Por la cronología de las magistraturas nombradas en su didas-calia, se desprende que tal representación ocurrió en la primera quincena de setiembre del año 160 du-rante los Juegos Romanos. Fue también la última que se dio antes de que Terencio emprendiera su viajeal mundo griego, en cuyo transcurso —al regresar— halló la muerte.

6. La suegra es una comedia netamente sentimental, seria, melancólica, e incluso de tono lloroso.En ella, como advierte Pichón, no se encuentra el menor chiste.3 Humbert afirma que La suegra y Elatormentador de sí mismo son “verdaderamente pequeños dramas” y supone que por tales piezas nose engañaba Diderot cuando veía en Terencio el antepasado y el modelo de la moderna comedia sen-timental.4 Sin duda, más que El atormentador de sí mismo es un drama La suegra. Es “el drama másfino de Terencio”, dice Serafini; 5 “finísimo drama interior”, dice Bignone;6 “un drama de familia”, dicePichón;7 “un verdadero cuadro de familia”, dice Schlegel.8 Con todo, Ashmore conceptúa La suegracomo “la pieza de menos mérito”;9 Pierron a su vez escribe: “El interés de esta comedia no es extraor-dinario; su acción es fría y lánguida. Probablemente hubiese podido escoger Terencio algo mejor en

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1 Rubio, III, pp. 16-22.2 Rubio, III, p. 15.3 Pichon, p. 78.4 Humbert, pp. 59-60.5 Serafini, p. 44.6 Bignone, p. 68.7 Pichon, p. 78.8 Cf. Pierron, p. 123.9 Ashmore, introd., p. 33.

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el teatro de Apolodoro. No quiere decir esto que se note en ella la falta de sus cualidades habituales;pero era preciso un genio distinto del suyo para animar aquellas figuras, y tal vez otro procedimientodramático para obtener de aquel asunto algo más de lo que Terencio nos ofrece”.10 Coppola llega a afir-mar a propósito de La suegra: “Terencio ha compuesto una comedia desigual, falsa y, en una palabra,equivocada”.11 Resultan raras semejantes apreciaciones de Ashmore, Pierron y Coppola; pareciera quedichos autores están bajo la impresión del reiterado fracaso que le tocó sufrir a la pieza. Pero debe te-nerse en cuenta que, a pesar de tal fracaso, Terencio siguió cuidando y amando La suegra como la niñade sus ojos. Señal de que ella reflejaba con más fidelidad su alma e ideales de artista. Justamente porsu tono más íntimo, más sentimental, más idealista y más moralizador, la crítica actual reconoce enLa suegra la comedia más característicamente terenciana. Así Serafini escribe: “La suegra es la másterenciana de las comedias de Terencio: la que revela mejor la flor de su alma”; 12 y Paratore: “Porcierto La suegra es la más terenciana de las comedias de Terencio, y con sus largas vicisitudes parecehaber constituido, amén de la hija predilecta del autor —precisamente por ser la más desgraciada—,también la sustancia de toda la más pura espiritualidad terenciana, el aljibe de su poesía mejor y porende el trampolín para todas sus afirmaciones artísticas”.13 Y es muy significativo que Diderot estimaraLa suegra como el prototipo del drama burgués; 14 en realidad, según observa J. Coromines, “la piezanos hace el efecto de un drama burgués moderno más que de una comedia antigua”.15

7. Y puede advertirse su influencia en la literatura dramática moderna. Ludovico Ariosto en Negro-mante deriva situaciones de La suegra, como de La andria y Formión. Benedetto Varchi en La Suocera(1557) unas veces traduce y para lo demás sigue paso a paso la homónima pieza terenciana. En ellase basa la Charitable Association de H. Brooke. Y en ella debió de inspirarse Cervantes en La fuerzade la sangre.

8. En la traducción que aquí se ofrece, se ha seguido, de ordinario, la edición crítica de Lindsay-Kauer16 o la de Marouzeau.17

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10 Pierron, p. 123.11Cf. Stella, p. 31.12 Serafíni, p. 45.13 Paratore, SLL, pp. 113-114.14 Cf. Marouzeau, III, p. 19.15 Coromines, IV, p. 17.16 Ver Bibliografía, p. 31.17 Marouzeau, III, pp. 21-87.

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LA SUEGRA(HÉCYRA) 1

DIDASCALIA2

I (según el códice Bembino)3

He aquí La suegra de Terencio. Se puso en escena en los Juegos Megalenses,4 siendo ediles curules5Sexto Julio César y Cneo Cornelio Dolabela. 6Compuso la música7 Flaco, esclavo de Claudio;8 la ejecución9 se realizó toda con flautas iguales.10 El

original es griego, de Menandro.n Es la quinta comedia del autor. La primera vez careció de prólogo. Otravez se puso en escena durante el consulado de Cneo Octavio y Tito Manlio en los Juegos Fúnebres en honorde Lucio Emilio Paulo.12 No agradó. Por tercera vez se puso en escena siendo ediles curules Quinto Fulvio

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1 Hécyra en el texto latino. Más propiamente sería Hécura (Hekurá, en griego), puesto que solo en tiempos de Cicerón laípsilon griega se transcribió “y” en el alfabeto latino. Hécyra significa suegra, pero con el sentido limitado a madre del ma-rido, así como hekurós se decía del padre del marido.2 Originariamente la palabra “didascalia” designaba el ensayo de coros y diálogos dramáticos conforme a las instrucciones delautor de la pieza; pasó luego a significar el mismo drama o su representación y, en fin, las listas de los certámenes dramáticostanto de tragedias como de comedias. Estas listas eran, en Atenas, de carácter oficial, ya que se conservaban en los archivosdel Estado. La registración de dramas se estiló también en Roma. La didascalia era pues algo asi como nuestra documentaciónpara el registro de propiedad literaria y como el encabezamiento y el colofón de nuestros libretos.3 Se trata del Vaticanus Latinus, indicado por la letra A (n. 3226 de la Biblioteca Vaticana). Se acostumbra llamarlo Bembinuspor haber pertenecido primeramente a Bernardo Bembo y después a su hijo, el cardenal Pedro Bembo (1470-1547). Es el ma-nuscrito más antiguo del teatro terenciano: se remonta a fines del siglo IV o comienzos del V; y es a la vez el más autorizado.4 Había en Roma cinco solemnidades anuales con representaciones escénicas, pero parece que Terencio sólo intervino endos de ellas, a saber en los Juegos Romanos y en los Juegos Megalenses; también participó en los Juegos fúnebres enhonor de L. Emilio Paulo. Los Juegos Megalenses se celebraban, a fines de la República, del 4 al 14 de abril, conmemo-rando la traslación a Roma de la piedra que representaba a Cibeles desde su primitivo santuario de Pesinonte (Frigia, AsiaMenor). Esa traslación, efectuada por consejo de los libros sibilinos en la época de la segunda guerra púnica, y precisamenteen el año 205, señaló la introducción en Roma del culto en honor de Cibeles. Cibeles, antigua divinidad de origen frigio,pero asimilada por la mitología griega, era llamada la Gran (megále en griego; de donde megalenses) Madre, por hallarseenlazada al culto de la Tierra (Tierra-Madre, fuente de vida) y por haber engendrado a los más importates dioses del Olimpo(por lo cual se la denominaba también “madre de todos los dioses”).5 Eran, en Roma, magistrados de orden inferior, que tenían derecho a la silla curul. A ellos, ya en tiempos de Terencio, lesestaban confiadas la organización y la superintendencia de los Juegos Romanos y de los Megalenses.6 Fueron ediles curules en el año 165 a. de J. C., año del primer intento frustrado de representación de esta pieza (cf. In-troducción, n° 5).7 Es decir, la música de los cántica.La comedia latina constaba de partes habladas (diverbia, diálogos) y de partes cantadas (cántica,cantos). Según Beare, el cánticum era una declamación rítmica hecha por un actor y sostenida por la melodía de un flautista.8 El texto latino dice simplemente Flaccus Claudi. Se sobrentiende servus (o servos). Servus para unos autores es esclavo;para otros, liberto; para otros, ora esclavo y ora liberto; para otros, simplemente criado. La expresión elíptica FlaccusClaudi se encuentra en la didascalia de todas las piezas de Terencio. Flaco compuso pues la música para todas ellas. Nadamás sabemos de él. Y nada en absoluto sabemos de su patrón Claudio.9 A cargo, ordinariamente, del mismo compositor de la música.10 Es decir, de la misma especie: o ambas derechas o ambas izquierdas. Las derechas servían para producir sonidos graves;las izquierdas, para el tiple (o sea, generalmente hablando, para los sonidos agudos). De ordinario, los autores identificanlas flautas iguales con dos derechas.11 Ver Introducción, n° 3.12 Cneo Octavio y Tito Manlio fueron cónsules en 165 a. de J. C. A continuación se menciona el segundo fracaso ocurridoen los Juegos fúnebres en honor de Lucio Emilio Paulo; como consta que tales juegos se celebraron en el año 160, la apun-tada nómina de los cónsules es evidentemente errónea. Los Juegos fúnebres eran los que se realizaban en honor de difuntosesclarecidos. Según Plinio, su institución se debe a Ascanio (o Iulus), hijo de Eneas y de Creúsa, que era consideradocomo origen y estirpe de la gens Júlia. — Lucio Emilio Paulo apodado el Macedónico, hijo del que, cuando cónsul, murióen la batalla de Cannas, fue edil y pretor en la España ulterior; cónsul en 182 a. de J. C. y vencedor de los piratas ligures;cónsul nuevamente en 168 y vencedor de Perseo, rey macedonio, en Pidna (ciudad de Macedonia; de ahí el sobrenombrede Macedónico); murió siendo censor en el año 160. Con motivo de sus funerales se representaron La suegra y Los her-manos.Amén de destacarse en la política y las armas, se destacó en la elocuencia y en el conocimiento de la lengua griega.(Diccionario del Mundo Clásico, s. v. Emilios, n. 24).

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y Lucio Marcio;13 la representaron14 Lucio Ambivio y Lucio Sergio Turpión.15 Esta vez agradó.

II (según los manuscritos de Calliopius)16

He aquí La suegra (de Terencio). Se puso en escena en los Juegos Romanos,17 siendo ediles curulesSexto Julio César y Cneo Cornelio. No se llevó a término. Compuso la música Flaco, esclavo de Clau-dio; la ejecución se realizó toda con flautas iguales. Por segunda vez se puso en escena durante el con-sulado de Cneo Octavio y Tito Manlio en los Juegos Fúnebres en honor de Lucio Emilio Paulo. Portercera vez se puso en escena siendo ediles curules Quinto Fulvio y Lucio Marcio.

III (según la adaptación de datos propuesta por Marouzeau)18

Se puso en escena en los Juegos Megalenses, siendo ediles curules Sexto Julio César y Cneo Cor-nelio Dolabela; no se llevó a término.La representó Lucio Ambivio Turpión.Compuso la música Flaco, esclavo de Claudio; la ejecución se realizó toda con flautas iguales. Es griega, de Apolodoro.19Fue la quinta en ser llevada a cabo.Primeramente se puso en escena sin prólogo, durante el consulado de Cneo Octavio y Tito Manlio. Otra

vez se puso en escena en los Juegos Fúnebres en honor de Lucio Emilio Paulo, pero no agradó. Por terceravez se puso en escena siendo ediles curules Quinto Fulvio y Lucio Marcio; y esta vez agradó.

PERÍOCA DE CAYO SULPICIO APOLINAR20

Pánfilo se casa con Filomena. Precedentemente la había violado sin conocerla y le había sacado a

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13 Quinto Fulvio y Lucio Marcio fueron ediles curules en 160 a. de J. C. Presumiblemente esta tercera representación tuvolugar en los Juegos Romanos. 14 La representación estaba a cargo de un dóminus gregis. Era, este, el director de la compañía cómica y a la vez el actorprincipal, pero también era el empresario. Con él pues se entendían los magistrados para la elección de las piezas, o le dabancarta blanca al respecto; con él hacían el presupuesto de los gastos, y a él se los abonaban. El después se encargaba de todo(reclutamiento y ensayos de la compañía, aparato escénico, etc.).15 Lucio Ambivio Turpión es el famoso dóminus gregis cuyo ascendiente, habilidad y tesón posibilitaron el triunfo en la escena,ya de Terencio, ya, anteriormente, de Cecilio. Según las didascalias, cuidó de la representación de todo el teatro terenciano.Lucio Sergio Turpión es un desconocido prescindiendo del informe que nos proporciona la presente didascalia. Siendo nombradosdos dómini gregis, hay que suponer que se reunieran para la misma representación dos compañías (catervae o greges.La Magna,Phormio, p. 24, nota 6); algún autor se muestra propenso a admitir tanto una idéntica representación con dos compañías distintascomo dos distintas representaciones con distintos dómini gregis al frente de sendas compañías (Colombo, pp. 23-24).16 Calliopius es un sabio del Renacimiento bizantino o, según Lindsay (cit. por Paratore, STL, p. 167), un inepto discípulode aquel. El conjunto de manuscritos revisados por Calliópius constituyen la así llamada “recensión caliopea” (recénsioCalliopiana), que se designa colectivamente por la letra sigma mayúscula.17 No en los Juegos Romanos, sino en los Juegos Megalenses, según el códice Bembino. Se cree que la tercera represen-tación tuvo lugar en los Juegos Romanos del año 160.18 Marouzeau, III, p. 23.19 Ver Introducción, n° 3.20 Períoca (Períocha) significa ‘sumario’, ‘compendio’. Se escribieron períocas para resumir los argumentos de las comedias dePlauto y Terencio, como asimismo de los libros de la Eneida. Las períocas del teatro terenciano y de la Eneida, y quizá tambiénlas no acrósticas del teatro plautino, fueron redactadas por C. Sulpicio Apolinar (gramático y retórico del siglo II de nuestra era,nacido en Cartago, y que fue maestro del escritor Aulo Gelio y del emperador Pértinax: Diccionario del mundo clásico, s. v. Sul-picios, 1). Las períocas de las piezas de Terencio constan, cada una, de doce versos senarios yámbicos (las de la Eneida, de seishexámetros). Están compuestas sobre el modelo de las hypothéseis (temas, argumentos) griegas, de las cuales nos ha conservadoun ejemplo para el Heros de Menandro un papiro de Aphroditópolis. Su estilo, como bien hace notar Marouzeau, es conciso, obs-curo, desgarbado y rayano en la incorrección (I, p. 105). Por eso, es tan solo en fuerza de la tradición —advierte a su vez Rubio—si los pobres sumarios de C. Sulpicio Apolinar siguen teniendo en nuestras ediciones de Terencio el honor de preceder las piezasde este (I, p. XXIII).

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viva fuerza un anillo que le obsequió a su amiga, la meretriz Baquis. Luego, sin haber aún tocado asu mujer, partió para Imbros.21 La madre de Filomena advierte que esta se halla embarazada; a fin deque no se entere la suegra, la lleva a su propia casa como si estuviera enferma. Regresa Pánfilo; des-cubre el parto; mantiene el secreto; sin embargo, no quiere volver a tomar a la mujer. Su padre atribuyetal actitud al amor por Baquis. Mientras esta se sincera, Mirrina reconoce por casualidad el anillo dela hija que fuera violada.

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21 Imbros o Imbro, isla del mar Tracio, al sur de Samotracia, no lejos de los Dardanelos. Antiguamente estuvo por largotiempo bajo la dominación de Atenas; en la actualidad pertenece a Turquía. También la ciudad capital de la isla se llamabaImbros.

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PERSONAJES22

(PRÓLOGO).

LAQUES, anciano (padre de Pánfilo).

FIDIPO, anciano (padre de Filomena).

PÁNFILO, joven (hijo de Laques y Sóstrata, esposo de Filomena).

MIRRINA, esposa (de Fidipo).

SÓSTRATA, esposa (de Laques).

SIRA, anciana (casamentera).

BAQUIS, meretriz (amiga de Pánfilo).

FILOTIS, meretriz (amiga de Baquis).

PARMENÓN, esclavo (de Laques).

SOSIA, esclavo (de Pánfilo).

(EL CANTOR).

Personajes que no hablan

FILOMENA, joven (hija de Fidipo y Mirrina).

ESCIRTO, esclavo (de Pánfilo).

UNA NODRIZA.

DOS CRIADAS (de Baquis).

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22 Ningún códice trae la lista de personajes. Ciertos códices, sin embargo, traen en su lugar la ilustración de un pequeñoedificio con las máscaras de los personajes que intervienen y que están indicados por sendos nombres yuxtapuestos. Talesnombres y además los títulos de las escenas permitieron formar dicha lista. En las ediciones críticas de las comedias deTerencio, para cada personaje se indica escuetamente, al lado del nombre del personaje, su edad o condición o profesión,como senex, anciano, libertus, liberto, obstetrix, partera, etc. Pero en las traducciones se acostumbra ampliar la informaciónseñalando las relaciones de parentesco, de amor o amistad, de servidumbre, o alguna otra circunstancia aclaratoria, comola procedencia.

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PRIMER PRÓLOGO(escrito para la segunda representación)23

Esta comedia se titula La suegra. Cuando se puso en escena por primera vez, le sobrevino un lancemalhadado y sin precedentes, tal que ni pudo ser vista ni apreciada. Resulta que el público desertó atra-ído por un funámbulo,24 en cuyas acrobacias quedó luego absorto. A la verdad, la pieza es ahora comonueva; 25 el que la ha compuesto no quiso entonces que se tornase a representar,26 simplemente parapoder vender otra vez el libreto.27 Ya conocen otras piezas de él;28 les ruego pues que tomen conoci-miento también de esta.

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23 En alguna comedia ática del siglo IV a. de J. C. se puede hallar un prólogo que ostenta una exposición del argumentoy a la vez una breve apología de la obra y de su autor; pero normalmente la comedia nueva lleva un “prólogo - exposición”.Los de Terencio, en cambio, ni una vez son prólogos expositivos, sino siempre y exclusivamente apologéticos. Hacen, enefecto, una apología de su obra, pero de ordinario, más que para encarecerla, para defenderla de la denigración, acusacionesy ataques de los rivales literarios. El prólogo que aquí se consigna fue escrito para la segunda tentativa de representaciónde La suegra, que se verificó en el año 160 a. de J. C., con motivo de los Juegos fúnebres en honor de L. Emilio Paulo (cf.Introducción, n° 5, y nota 12, p. 5).

24 Los funámbulos eran siempre esclavos de categoría. Ora se valían de balancín o contrapeso, ora no, como se des-prende de los frescos de Pompeya. Sus primeras exhibiciones se remontan al siglo II a. de J. C.

25 Como nueva, por no haberse estrenado todavía; simplemente había habido un intento de representación. Ashmoreve en la expresión “como nueva” una alusión a una innovación de la comedia, que le habría consentido a Terencio nego-ciarla por segunda vez (notas, p. 215).

26 Es decir, que se intentara nuevamente la representación después del espectáculo del volatinero.27 Los dramaturgos vendían sus piezas a los ediles, como consta por el prólogo del Eunuco, verso 20. Terencio asegura

por boca del prologuista que el único móvil que lo indujo a no admitir una segunda representación después de los ejerciciosdel equilibrista, fue el deseo de sacar un nuevo provecho pecuniario al hacer, para otra fiesta, una nueva venta del libreto.Así interpretamos con Abril (Publio Terencio Afer: vol. La andriana — La suegra — El atormentador de sí mismo, p. 67),Chambry (I, p. 377), Marouzeau (III, p. 27), Ronconi (p. 221)... Pero indudablemente resulta extraña esa declaración deavaricia por parte del comediógrafo. Debido a eso, Bindi opina que aquel prefirió pasar por avaro a confesar ingenuamenteel miedo que en realidad experimentara entonces de que la pieza sufriese otro chasco, por estar ya disipado el público acausa del espectáculo del funámbulo (Stella, p. 48). Después del pasaje citado, la mayoría de los editores suponen una la-guna. Entonces, si bien puede seguir en pie la interpretación anterior (cf., v. gr., Stella, loc. cit.; y Sargeaunt, II, p. 127),caben interpretaciones diversas y aun la interpretación netamente contraria. A fin de captar mejor el presente análisis, esbueno tener a la vista el texto latino, que reza así: et is qui scrípsit hanc ob eam rem noluit / óterum referre ut íterum possitvéndere (versos 6-7). En nuestra traducción hicimos caso omiso de “et” como de una redundancia (siguiendo en esto aAbril, Sargeaunt, Chambry, Ronconi) y consideramos la expresión “ob eam rem” como que puntualiza y encarece la ora-ción final “ut íterum possit véndere” (siguiendo a Ashmore, notas, p. 215, 6-7). Pero guardando “et” y tomando “ob eamrem” como mera prolepsis de la oración final, parece que el pensamiento queda inconcluso y que por lo tanto es forzosoadmitir una laguna en el prólogo. La traducción resultaría pues la siguiente: “y el que la ha compuesto no quiso entoncesque se tornase a representar para poder vender otra vez el libreto...[Laguna]“. Tal es, con leves variantes formales, la in-terpretación de Voltes Bou (p. 223). J. Coromines, precedido por otros en su interpretación (cf. Marouzeau, II, p. 27, nota2) traduce resueltamente: “Y si el que la ha escrito no quiso que se tornase a representar, no es a fin de poderla vender otravez”, comentando al pie de página: “El verso que aquí se habría perdido debía decir ‘sino para que el público pudieraapreciar sus méritos’ o algo parecido” (IV, p. 27). También Ashmore señala una laguna y en sus notas (p. 215, 7) declara:“Se puede suponer que él (Terencio) la vuelva a poner en escena (la pieza) a sus expensas. Sea como fuere, él renuncia atodo deseo de ofrecer nuevamente la pieza por dinero. Es probable que Terencio completaría su pensamiento en los versosque llenaban la laguna marcada en el texto”. Debe advertirse, con todo, que la laguna en cuestión es una mera suposición,ya que Donato reconoce completo el texto o por lo menos no muestra sospechar que falte algo (cf. Coromines, IV, p. 27,nota 2).

28 Como el primer prólogo fue escrito para el segundo intento de representación de la pieza, el público ya conocía todaslas demás piezas de Terencio excepto Los hermanos. En efecto, según la generalidad de los autores el orden de represen-tación de sus comedias es este: La andria en 166 a. de J. C.; La suegra (primer chasco) en 165; El atormentador de sí mismoen 163; El eunuco y Formión en 161; La suegra (segundo chasco), Los hermanos y La suegra (representación con éxito)en 160.

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SEGUNDO PRÓLOGO(escrito para la tercera representación) 29

Como abogado me presento a ustedes, si bien con atavío de Prologuista. 30 Dejen que explique y con-siga, ahora que soy viejo, disfrutar del mismo derecho de que gocé siendo joven, cuando logré que seafianzaran comedias que la primera vez habían fracasado, y así no desaparecieran juntamente con suautor. Es el caso de las piezas de Cecilio.31 Cuando, recién compuestas, las recité por primera vez, enunas fui silbado y en otras a duras penas me mantuve en pie. Como sabía que es fluctuante la suertedel teatro, por eso quise tomarme, sin esperanza cierta, un trabajo seguro. Me di pues a repetir aquellaspiezas, para así obtener del autor nuevos originales, y lo hice con empeño, a fin de mantener su entu-siasmo. El resultado fue que se las vio; y una vez conocidas, agradaron. De esta manera volví a poneren su lugar al poeta que ya por la malicia de sus adversarios, casi se había apartado de su afición y delcultivo del arte dramático. Si yo, en cambio, hubiese por entonces desdeñado esos dramas y hubiesequerido emprender la tarea de persuadirle a desentenderse de comedias en vez de dedicarse a ellas, fá-cilmente le habría quitado la gana de componer otras.Ahora, por deferencia hacia mí, presten atención benévola a lo que les pido. Vuelvo a poner en es-

cena la Hécyra, que nunca me fue dado recitar frente a un público silencioso: ¡tanto se ensañó con ellala mala suerte! Pero esta mala suerte, la hará cesar la inteligencia de ustedes colaborando con nuestradiligencia en la ejecución. La primera vez que emprendí su representación, la noticia de un pugilato(a la que se añadió la expectativa de ver a un funámbulo), la turbamulta de los simpatizantes, el bo-chinche, el griterío de las mujeres me obligaron a retirarme de las tablas antes de tiempo. La pieza habíaquedado sin estrenar. Y bien, según mi antigua costumbre, volví a probar fortuna. La represento, pues,de nuevo. Al comienzo agradó, pero he ahí que corre la voz de un espectáculo de gladiadores. Allávuela el público; arman alboroto, gritan, se pelean disputándose los puestos; yo, mientras tanto, no pudeconservar el mío. Ahora no hay bullicio; hay calma y silencio; se me ha dado tiempo adecuado pararecitar, y a ustedes se les da la oportunidad de realzar los espectáculos dramáticos; no consientan enque el arte teatral pase a ser privilegio de unos pocos; hagan de manera que el prestigio de ustedes fa-vorezca y ayude al mío. Si jamás fijé con codicia el precio para mi arte y si me persuadí de que mimayor ganancia es prestar el mayor servicio a los intereses de ustedes, déjenme obtener que el que con-fió a mi tutela sus dotes, y su persona a la lealtad de ustedes, no tenga que comprobar que los malignosmalignamente lo aprietan y vejan con sus mofas. En atención a mí, amparen esta causa y guarden si-lencio, de suerte que a otros les resulte grato componer y a mí provechoso montar en lo sucesivo co-medias nuevas, pagadas de mi bolsillo. 32

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29 Esto es, para la representación que finalmente fue coronada por el éxito y que tuvo lugar en los Juegos Romanos del año160 (cf. Introducción, n° 5).30 El Prologuista, que normalmente era joven (cf. El atormentador de sí mismo, versos 1-2: "Para que ninguno de ustedesse extrañe de que el poeta haya confiado a un anciano un papel que es propio de jóvenes..."), tenía en la mano un ramo deolivo o de laurel con cintas enlazadas; y quizás llevaba un traje o disfraz especial (cf. Stella, p. 50, nota al v. 9). Dicho trajeo disfraz era, según Fabia, el que correspondía al tipo del adulescens (joven); y el ramo de olivo, según el mismo crítico,indicaba que el Prologuista era un personaje que suplicaba a favor de la pieza. Saunders, empero, prueba que el Prologuistano siempre aparecía con un ramo de olivo en la mano y que su cometido lo desempeñaba, no un adulescens típico, sinocualquier hombre joven (Duckworth, p. 92). Aquí el prologuista no puede ser sino L. Ambivio Turpión, pues él, y no otro,es quien logró llevar al éxito el teatro de Cecilio y Terencio (cf. nota 15, p. 6).31 La alusión es a Cecilio Estacio, notable comediógrafo; el mejor de los romanos, en sentir de Volcacio Sedígito y Cice-rón.32 Ver nota 14, p.6.

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ACTO PRIMERO

Escena I

FILOTIS, SIRA33

FILOTIS — (Saliendo con Sira de la casa de Baquis.) Por Pólux, Sira, que se hallan muy pocosamigos que permanezcan fieles a las meretrices. Ese Pánfilo, por ejemplo, cuántas veces le juraba aBaquis y con qué solemnidad —cualquiera habría podido darle crédito fácilmente— que jamás, mien-tras ella viviese, llevaría esposa a su casa. Y ahí lo tienes: se ha llevado una.SIRA— Es justamente por eso que yo no dejo de aconsejarte y encarecerte que no tengas lástima denadie, sino que, por el contrario, despojes, mutiles y destroces a todo el que te viniere a las manos.FILOTIS — ¿No habré de exceptuar a ninguno?SIRA— A ninguno, pues —grábatelo en la cabeza— ninguno, absolutamente ninguno de esos ma-riposones se llega a ti sin la tentación de halagarte y mimarte a fin de satisfacer luego su apetito contigoal menor precio posible. Dime, pues: tú, por tu parte, ¿no le armarás asechanzas a esa gentuza?FILOTIS — No obstante, por Pólux, es injusto que yo me porte del mismo modo con todos.SIRA— ¿Y qué? ¿Es injusto vengarse de los adversarios o, por mejor decir, envolverlos en la mismared en que tratan de envolverte a ti? ¡Ah, infeliz de mí! ¿Por qué no tendré yo tu edad y hermosura otú mi manera de ver?

Escena II

PARMENÓN, FILOTIS, SIRA

PARMENÓN — (Saliendo de la casa de Laques y hablando hacia dentro.) Si el viejo pregunta pormí, dile que acabo de ir al puerto a informarme de la llegada de Pánfilo. ¿Entiendes lo que digo, Es-cirto? 34 Si pregunta por mí, entonces dile eso; pero si no pregunta, ¡mutis!, para que en otra ocasiónpueda valerme de esa excusa aún intacta. (Dándose vuelta y viendo a Filotis.) Pero ¿es Filotis la queveo? ¿De dónde vendrá? (A Filotis.) ¡Muy bienvenida, Filotis!FILOTIS — ¡Oh, bien hallado, Parmenón!SIRA — Por Cástor, los dioses te guarden, Parmenón.PARMENÓN—Y a ti también, por Pólüx, Sira. (A Filotis.) Dime, Filotis: ¿dónde te has solazado du-rante tanto tiempo?FILOTIS — En verdad que no me he solazado nada, ya que de aquí me fui a Corinto con un soldadode carácter muy duro: allá, desdichada, tuve que aguantarlo dos años seguidos.PARMENÓN — Por Pólux, supongo, Filotis, que a menudo hizo presa de ti la nostalgia de Atenas yel arrepentimiento de la decisión que habías tomado.FILOTIS — Imposible decir cómo ansiaba regresar, dejar al soldado y volver a verlos a ustedes aquí,para gozar sin cortapisas de sus festines, como en otro tiempo; pues allá no me estaba permitido hablarsino con la autorización y conforme al gusto de él. PARMENÓN — Me imagino que no sería tarea fácil para el soldado poner coto a tu cháchara.FILOTIS — Pero ¿qué historia es esta? ¡Qué cosas acaba de contarme Baquis ahí, en su casa! Yo

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33 La meretriz Filotis y la casamentera Sira son, como observa Donato, personajes protáticos, es decir, personajes cuyo co-metido es exponer el argumento del drama (prótasis), retirándose luego definitivamente de la escena.34 Escirto era un esclavo; quizás el iánitor (llamado también ostiárius) o el cubiculárius. El iánitor o portero vigilaba lapuerta exterior, de la que tenía las llaves; permanecía sentado en una pequeña habitación a la entrada. El cubiculárius ocubiculario (camarero) se hallaba ante la pieza de su señor y le anunciaba los visitantes. (Diccionario del Mundo Clásico,s. v. esclavos, 4).

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jamás hubiera creído que él, mientras viviese ella, se determinara a tomar mujer.PARMENÓN— ¡Cómo! ¿Tomar mujer?FILOTIS — ¡Vamos! ¿Acaso no la tiene?PARMENÓN— Sí, la tiene; pero temo que ese casamiento no sea duradero. FILOTIS—Los dioses y las diosas hagan que así sea, si es cosa que conviene a Baquis. Pero, dime,Parmenón: ¿cómo puedo creerlo?PARMENÓN — No es cosa para darla a conocer; deja pues de averiguar.FILOTIS — El motivo es para que no se divulgue, ¿verdad? Pues así me favorezcan los dioses comoyo te pregunto no ya para manifestarlo, sino para gozarme de saberlo secretamente, en mis adentros.PARMENÓN— Nunca hablarás tan dulcemente como para que yo ose confiar mis espaldas a tu dis-creción.FILOTIS— ¡Bah! No te hagas rogar tanto. ¡Como si tú no tuvieras mucha más gana de contar que yode saber lo que te pregunto!PARMENÓN— (Aparte.) Tienes razón. Ese es mi peor defecto. (Alto.) Si me das palabra de guardarsecreto, te lo diré.FILOTIS — Ahora vuelves a tu manera de ser. Te doy mi palabra. Habla, pues.PARMENÓN — Oye.FTLOTIS — Soy toda oídos.PARMENÓN — De nuestra Baquis estaba entonces Pánfilo más enamorado que nunca, cuando he aquíque su padre empieza a rogarle que se case y a decirle lo que comúnmente dicen todos los padres, esdecir, que él es viejo, que tiene un solo hijo, que quiere un apoyo para su vejez. Al principio aquel seniega, pero luego el padre, a fuerza de insistir y apremiar, lo sumió en la mayor perplejidad sobre sidebía responder antes al respeto filial o al amor. Al fin el viejo, machacando e importunando, se saliócon la suya: lo desposó con una hija del señor de esa casa que linda con la nuestra. El compromiso lepareció a Pánfilo un negocio nada grave hasta que vio inminentes ya las bodas, después de advertirque estaban listos los preparativos y que no podía contar con ninguna dilación. Entonces solamentese angustió y de tal modo que la misma Baquis si hubiera estado ahí presente, creo que habría tenidocompasión de él. Cada vez que le era dado aislarse para hablar a solas conmigo, me repetía: “¡Estoyperdido, Parmenón! ¡En qué lío me he metido! No podré, Parmenón, aguantar esto. ¡Ah, desdichadode mí, estoy perdido!”FILOTIS — ¡Que los dioses y las diosas te destruyan, Laques, a ti y a esa tu porfía!PARMENÓN— En fin, para abreviar, se trajo la mujer a casa. Aquella primera noche no tocó a la don-cella; y la noche que siguió, tampoco.FILOTIS — ¿Qué dices? ¿Es posible que un joven se haya acostado con una doncella, después debeber más que de costumbre, y haya sido capaz de abstenerse de ella? No es verosímil lo que dices;no lo creo.PARMENÓN — Ya lo creo que así te parece; pues nadie se acerca a ti sino codiciándote; él, en cambio,se había casado contra su voluntad.FILOTIS — ¿Y qué ocurrió después?PARMENÓN — Apenas unos días después, Pánfilo me lleva afuera a solas y me cuenta que la don-cella, por lo que a él se refiere, se halla todavía intacta, y que él, antes de llevarla a casa como esposa,había abrigado la esperanza de poder conformarse a ese casamiento. “Pero, ya que he juzgado, añade,que no la puedo tener por más tiempo, no sería decoroso para mí ni beneficioso para ella misma si laretuviera para mi holganza en vez de devolverla a los suyos intacta como me la entregaron”.FILOTIS — En lo que me cuentas se echa de ver la honradez y delicadeza de Pánfilo.PARMENÓN — “Dar a conocer eso, decía, yo estimo que sería perjudicial para mi reputación; y, porotro lado, devolver la doncella a su padre sin poderla acusar de culpa alguna, sería una insolencia;pero confío que ella, una vez que advierta que no puede sufrir mi compañía, terminará por irse”.FILOTIS — ¿Y entretanto? ¿Seguía yendo a casa de Baquis?PARMENÓN — Cada día. Pero, como es natural, al ver que ya lo había perdido, se le hizo enseguida

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muy cerril y más exigente.FILOTIS — Nada raro, por Pólux.PARMENÓN — Pues eso fue lo que más que nada lo separó de ella, después que se estudió mejor así mismo, y a ella y a la otra que tenía en casa, juzgando del carácter de ambas conforme al respectivocomportamiento. Su mujer, como han de serlo las de noble naturaleza, era recatada, modesta; soportabatodos los disgustos y agravios que le deparaba el marido y disimulaba sus afrentas. Entonces el ánimode Pánfilo, en parte porque ganado por la compasión hacia su mujer, en parte porque cansado de lasinsolencias de su amiga, poco a poco se apartó de Baquis y encauzó su amor hacia la otra, después queencontró en ella una índole adecuada a la suya. En el ínterin muere en Imbros un viejo pariente de misamos; su herencia por ley les correspondía a ellos. El padre forzó a Pánfilo, enamorado ya de suesposa y que por eso mismo se resistía, a que viajara allá. Aquí dejó a la esposa con la madre; el viejo,en efecto, se ha recluido en el campo y raramente viene acá, a la ciudad.FILOTIS — Pues ¿qué lado flaco tiene todavía el casamiento?PARMENÓN — Ahora lo vas a oír. Al principio, por unos días, se llevaban perfectamente; pero heahí que la nuera empezó a aborrecer a Sóstrata del modo más extraño, pues no había entre ellas litigioalguno ni jamás recriminaciones.FILOTIS — ¿Qué había entonces?PARMENÓN — Si alguna vez la suegra se le acercaba para conversar con ella, ella al punto se esca-bullía; no quería verla; al fin, cuando ya no pudo aguantarla, simula que su madre la llama para un sa-crificio. Se va. Después de pasar ahí muchos días, la suegra la manda llamar. No sé qué pretextoadujeron. La manda llamar otra vez; tampoco esta vez se la envían. Después que la hubo llamado mu-chas veces más, le fingen que la mujer está enferma. Entonces nuestra vieja va en seguida a verla. Nola dejan entrar. Ayer el viejo, luego que supo la cosa, vino del campo expresamente por eso, y sin di-lación fue a hablar al padre de Filomena. Qué han concertado entre ellos, aún no lo sé; pero me devanolos sesos pensando en qué ha de parar todo esto. Ahora lo sabes todo. Yo prosigo mi camino haciadonde iba. 35FILOTIS — Y yo también, pues he convenido con cierto forastero en reunirme con él.PARMENÓN— Que los dioses favorezcan tus asuntos. FILOTIS — ¡Que lo pases bien!PARMENÓN — Gracias, igualmente, Filotis.

ACTO SEGUNDO

Escena I

LAQUES, SÓSTRATA

LAQUES — (Saliendo de casa, seguido de su mujer.) ¡En nombre de los dioses y de los hombres!¡Qué clase de gente es esta! ¡Qué conspiración! ¿Será posible que todas las mujeres en todo y portodo tengan idénticas aficiones y aversiones, y que no se encuentre ni una que se aparte un tanto delas inclinaciones de las otras? Así, por ejemplo, todas las suegras unánimemente detestan a las nueras.Y por lo que concierne a los maridos, tienen igual empeño, igual terquedad en llevarles la contra. Amí me parece que todas han aprendido malicia en la misma escuela. Y en tal escuela, si existe alguna,tengo por muy cierto que mi mujer es la maestra.SÓSTRATA — ¡Desgraciada de mí, que ignoro al presente de qué se me acusa!LAQUES — ¡Cómo! ¿Que lo ignoras?SÓSTRATA— Sí, así me amen los dioses, Laques mío, y así nos consientan vivir juntos toda la vida.LAQUES — ¡Que los dioses nos libren de semejante desgracia!

- 13 -35Es decir, hacia el puerto (cf. comienzo de la escena: p. 11).

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SÓSTRATA — En breve, estoy segura, descubrirás que me has acusado sin razón.LAQUES — ¿A ti sin razón? ¿Acaso puede emitirse juicio que te cuadre y guarde proporción con tusdesatinos? Tú me desacreditas a mí, a ti, a toda la casa; preparas para el hijo una fuente de aflicción;y además haces que nuestros parientes, de amigos se nos vuelvan enemigos, ellos que a Pánfilo habíanjuzgado digno de confiarle su hija. ¡Tú sola te atraviesas para revolverlo todo con tu desvergüenza!SÓSTRATA— ¿Yo?LAQUES — Sí, tú, mujer, que me consideras nada más que un bodoque, no ya un hombre. ¿Piensanacaso que, porque yo suelo estar de ordinario en el campo, no sé cómo pasa aquí su vida cada una deustedes? Sé mucho mejor lo que ocurre aquí que lo que ocurre allá donde estoy con asiduidad, justa-mente porque, según se portan ustedes en casa, tengo yo afuera tal o cual fama. Hace ya mucho tiempo,en efecto, que oí decir que Filomena te había cobrado aborrecimiento. No me extraña en absoluto; másme extrañaría si no lo hubiera hecho. Pero no creía que llegase hasta el punto de envolver en ese abo-rrecimiento a toda nuestra casa; pues, de haberlo sabido, habría preferido que ella se quedara en casay tú te marcharas a otra parte. Y mira, Sóstrata, cuán inmerecido es el disgusto que me das: yo me fuia habitar en el campo, para dejarlas aquí en libertad de acción y mirar yo allá por el patrimonio, desuerte que este pudiera alcanzar para sus gastos y holganza, no escatimando yo fatigas, antes, al con-trario, yendo más allá de lo justo y de lo que consentiría mi edad. A cambio de estos servicios, ¿no hu-bieras tenido que preocuparte por ahorrarme todo sinsabor?SÓSTRATA— Eso, por Pólux, no ha sucedido ni por mi causa ni por mi culpa.LAQUES — Todo lo contrario. Aquí has estado tú sola; en ti sola estriba, Sóstrata, toda la culpa. Ha-brías tenido que cuidar de los asuntos domésticos, puesto que yo las he librado de las demás preocu-paciones. ¿No te da vergüenza que una vieja como tú se haya creado enemistades con una niña? ¿Dirásque fue por su culpa?SÓSTRATA— De ninguna manera digo tal cosa, Laques.LAQUES — Me alegro, así me amen los dioses, por el hijo; ya que, por lo que a ti se refiere, bien séque, aunque siguieras cometiendo faltas, ya no es posible hacer tu reputación peor de lo que es.SÓSTRATA— ¿Qué sabes tú, esposo mío, si ella no fingió detestarme para poder estar más tiempocon su madre?LAQUES — ¿Qué dices? ¿No es bastante significativo el hecho de que ayer cuando fuiste a verla, note dejaron entrar?SÓSTRATA — Es que decían que en ese momento estaba completamente extenuada; por eso no medejaron verla.LAQUES — Yo creo que su enfermedad, más que de ninguna otra cosa deriva de tu carácter. Y es na-tural. En efecto, no hay ninguna de ustedes que no quiera ver casado a su hijo. Se las complace en elpartido que es de su agrado, pero luego que los hijos tomaron esposas a instigación suya, es tambiéna instigación suya que las repudian.

Escena II

FIDIPO, LAQUES, SÓSTRATA

FIDIPO — (Saliendo de su casa y hablando hacia adentro.) Bien sé, Filomena, que tengo derecho deobligarte a hacer lo que yo mande; sin embargo, movido por mi afecto paternal, trataré de obrar deacuerdo contigo y no me opondré a tu capricho.LAQUES — (Aparte.) Ahí viene Fidipo, muy oportunamente. Por él conoceré qué enredo es este.(Alto.) Fidipo, yo sé que soy condescendiente con todos los míos, pero no a tal extremo de que mi com-placencia estrague su carácter. Si tú hicieras otro tanto, eso sería más provechoso tanto para ustedescomo para nosotros. Pero ahora veo que estás bajo el poder de esas dos mujeres.FIDIPO — (Con ironía.) ¡Claro!LAQUES — Vine ayer a hablarte de tu hija, pero me despediste tan perplejo como había venido. Si

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quieres que nuestro parentesco dure siempre, no está bien que ocultes resentimientos. Si en algo hemosfaltado, manifiéstalo. Remediaremos el asunto o refutando los cargos o bien disculpándonos con us-tedes. Pero si el motivo de retenerla junto a ustedes es porque está enferma, pienso, Fidipo, que mehaces un agravio si temes que en mi casa no se la atendería con suficiente diligencia. Cuando menos,así me amen los dioses, no te concedo en absoluto, aunque seas su padre, que tú quieras su restable-cimiento más que yo; y esto en consideración a mi hijo, pues me he dado cuenta de que él la apreciacomo a sí mismo. Y sobre todo no se me oculta cuán vivamente lo va a sentir si llega a enterarse delcaso. Por eso procuro que vuelva a casa ella antes que él.FIDIPO — Laques, bien conozco la diligencia y bondad de ustedes, y estoy convencido de que todolo que dices es efectivamente como tú lo dices. A la vez deseo que me des crédito en esto: que buscocon empeño que ella vuelva con ustedes, si es que de algún modo lo puedo conseguir.LAQUES — ¿Qué te impide hacerlo? ¡Eh!, ¿tienes acaso alguna queja contra su marido?FIDIPO — En absoluto; pues, luego que insistí más y desplegando todo mi ascendiente empecé a ha-cerle fuerza para que regresara, se puso a jurar por lo que hay de más sagrado que estando ausente Pan-filo no podría aguantar en su casa. Otros probablemente tienen otro defecto; yo soy blando pornaturaleza y por ende no soy capaz de contrariar a los míos.LAQUES — Ahí tienes, Sóstrata.SÁSTRATA — ¡Ay, desdichada de mí!LAQUES — (A Fidipo.) ¿Es cosa decidida?FIDIPO — Por ahora a lo menos, parece que sí. ¿Algo más se te ofrece?, pues traigo entre manos unasunto por el cual necesito ir en seguida al foro.LAQUES — Voy contigo.

Escena III

SÓSTRATA, sola

SÓSTRATA— Por Pólux, que es, en verdad, una injusticia sin igual el que todas nosotras por igualseamos aborrecidas de los maridos a causa de unas pocas, que a todas nos hacen parecer dignas de cas-tigo. Pues, en efecto, así me amen los dioses, como estoy exenta de culpa con respecto a lo que mi ma-rido me echa en cara. Pero no me resulta fácil justificarme: ¡tan arraigado es el convencimiento de quetodas las suegras son perversas! Pero, por Pólux, yo a lo menos no lo soy. En efecto, nunca la hetratado de otro modo que como si fuera hija mía. Y no me explico cómo pueda ocurrirme esto. Lo únicoque sé, por Pólux, es que ahora estoy aguardando con viva impaciencia el regreso de mi hijo.

ACTO TERCERO

Escena I

PÁNFILO, PARMENÓN, (MIRRINA)

PÁNFILO —Yo creo que a nadie jamás se le han presentado, a causa del amor, más amarguras que amí. ¡Ah, qué desgraciado soy! ¡Esta es la vida que no he querido perder! 36 ¡Para esto yo estaba tan de-seoso de regresar a mi casa! ¡Oh, cuánto mejor me hubiera sido irme a vivir al cabo del mundo, antesque volver acá y descubrir, desventurado de mí, que pasa esto! Pues todos aquellos a quienes nos hasobrevenido de alguna parte algún infortunio, todo el tiempo que transcurre entre medio o antes de en-

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36 Alude a los riesgos y zozobras de su navegación de treinta días (cf escena IV, p. 19). Lo que entiende decir es "¡No valíala pena arrostrar esos azares para no perder una vida como la que me toca vivir ahora!"; o bien, según Stella (p. 94, notaal verso 282): "No valía la pena que yo me afanara en superar los peligros del viaje..."

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terarnos, lo hemos de tener por ganancia.PARMENÓN — Pero así hallarás más pronto cómo librarte de estas pesadumbres. Si no hubieses re-gresado, esos rencores se habrían enconado mucho; ahora, en cambio, has de saber, Pánfilo, que lasdos tendrán consideración a tu llegada. Te impondrás del pleito, disiparás la irritación, las pacificarásde nuevo. Son cosas leves las que tú estás persuadido que son graves en extremo.PÁNFILO — ¿Por qué tratas de consolarme? ¿Acaso hay alguien en algún lado que sea tan desgra-ciado como yo? Antes de casarme, tenía mi corazón entregado a otro amor. Sin embargo, nunca meatreví a rechazar a la mujer que mi padre me hizo tomar; y ya en esto, aunque yo no especifique nada,cualquiera puede entender fácilmente lo desventurado que fui. A duras penas me había apartado deaquella y había desenredado mi corazón de la afición que le tenía; y a duras penas lo había transferidoa esta otra, cuando, ¡zas!, surge algo nuevo para apartarme también de esta. Además, pienso que, a con-secuencia de lo ocurrido, hallaré culpable a mi madre o a mi mujer; y una vez que descubra que es asíno más, ¿qué me queda sino seguir siendo desdichado? Pues el afecto y el respeto, Parmenón, meobligan a tolerar los agravios de mi madre; pero, por otra parte, estoy en obligación con mi esposa: mesufrió en otro tiempo con su buen carácter; y jamás, en ninguna circunstancia, dio a conocer tantos ul-trajes como le inferí. Pero, Parmenón, es preciso que haya ocurrido no sé qué barbaridad para queentre ellas se interpusiera un aborrecimiento que duró tan largo tiempo.PARMENÓN — Pero no, por Hércules, sino una bagatela. A buen seguro, si quieres investigar el ver-dadero móvil de las cosas, hallarás que a veces los mayores enojos no son indicio de los mayoresagravios, porque a menudo sucede que, en casos donde uno ni siquiera está enfadado, otro, propensoa la ira, está hecho una fiera. Mira por cuán fútiles agravios los niños se trenzan en peleas. ¿Por qué?Porque es de poca consistencia el espíritu que los rige. Igualmente esas mujeres son casi como niños,ligeras de cascos. Quizás bastó una sola palabra para excitar entre ellas ese encono.PÁNFILO — (Indicando la casa de Fidipo.) Vete ahí adentro, Parmenón, y anuncia mi llegada. 37PARMENÓN— (Cerca de la puerta.) ¡Oh! ¿Qué es eso?PÁNFILO — (Acercándose.) ¡Cállate! Siento bullicio y correr de acá para allá.PARMENÓN— Vamos, acércate más a la puerta. (Pausa.) ¡Eh! ¿Has oído?PÁNFILO — No hables. Por Júpiter, he oído gritos.PARMENÓN— Tú hablas y a mí me lo prohíbes.MIRRINA— (Desde adentro.) ¡Calla, te conjuro, hija mía! PÁNFILO — Me ha parecido la voz de la madre de Filomena. ¡Estoy desesperado!PARMENÓN - ¿Cómo?PÁNFILO — ¡Estoy perdido!PARMENÓN— ¿Por qué? PÁNFILO — Sin duda, Parmenón, tú me ocultas alguna desgracia seria.PARMENÓN — Dijeron que tu mujer, Filomena, sufría no sé qué desmayos. ¿Será eso por ventura? PÁNFILO — ¡Estoy muerto! Pues ¿por qué no me lo dijiste antes? PARMENÓN — Porque no podía decírtelo todo de una vez.PÁNFILO — ¿Qué enfermedad es esa?PARMENÓN— No lo sé.PÁNFILO — Pues ¿qué? ¿Nadie hizo venir a un médico?PARMENÓN — No sé.PÁNFILO — ¿Qué espero para entrar y averiguar con exactitud de qué se trata, sea lo que sea? ¡OhFilomena de mi alma!, ¿en qué estado te hallaré ahora? ¡Oh!, si te amenaza algún peligro, yo —¡nocabe la menor duda!— pereceré juntamente contigo. (Entra.)PARMENÓN — (A solas.) No conviene que yo lo siga allá dentro, pues veo que todos nosotros les

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37 Plutarco en Quaestiones Romanae, 9, nos informa que en Roma el marido, al regresar de un viaje o del campo, hacíaanunciar a la mujer su llegada. Si, como parece probable, esta costumbre no se daba en Grecia, hay que decir que Terenciose olvidó en este punto de que la acción de la pieza se estaba desarrollando en Atenas (Chambry, I, p. 486, nota 51; Stella,p. 99).

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resultamos fastidiosos. Ayer no quisieron recibir a Sóstrata. Si por casualidad la enfermedad ha em-peorado (lo que yo no quisiera ciertamente, máxime en atención a mi amo), al punto dirían que semetió adentro un criado de Sóstrata, e inventarían que habría lanzado un maleficio para atentar contrasu persona y su existencia, y que a raíz de ese maleficio la enfermedad se habría agravado; le echaríanla culpa a mi dueña y a mí me aplicarían una buena tunda.

Escena II

SÓSTRATA, PARMENÓN, PÁNFILO

SÓSTRATA— (Saliendo de su casa.) ¡Ay de mí! Hace rato que oigo por ese lado no sé qué revuelo.Mucho me temo que la enfermedad de Filomena vaya agravándose cada vez más. A ti, Esculapio, 38y a ti, Salud, 39 les suplico que nada de eso ocurra. Iré ahora a verla.PARMENÓN— (Llamándola.) ¡Hola, Sóstrata!SÓSTRATA— ¡Eh! ¿Quién es?PARMENÓN — Otra vez te van a dar con la puerta en las narices.SÓSTRATA— ¡Ah, Parmenón! Conque ¿tú estabas aquí? Estoy desesperada. ¿Qué he de hacer, des-dichada de mí? ¿No he de ir a ver a la mujer de Pánfilo, especialmente estando ahí no más, a un paso?PARMENÓN— ¿Irla a ver tú? ¡Ni siquiera encargues a nadie que vaya a verla! Pues quien ama a al-guien que lo detesta, opino yo que obra dos veces neciamente: se toma un trabajo inútil y le causa fas-tidio al otro. Por otra parte, tu hijo, apenas hubo llegado, entró a ver cómo estaba.SÓSTRATA— ¿Qué dices? ¿Ha llegado Pánfilo?PARMENÓN - Sí.SÓSTRATA— Doy gracias a los dioses. ¡Oh! Con esta noticia vuelve a mi espíritu la animación y yase ha eclipsado la preocupación.PARMENÓN— Pues por eso sobre todo no quiero que vayas allá dentro. En efecto, si a Filomena sele aflojan un poco los dolores, en seguida, no lo dudo, estando a solas con él, le expondrá al detalle loque sucedió entre ustedes y dio origen a su encono. Pero ahí lo veo salir a él mismo. ¡Qué triste apa-rece!SÓSTRATA— ¡Ay, hijo de mi corazón!PÁNFILO — ¡Salud, madre mía!SÓSTRATA — Me alegro de que hayas regresado sano y salvo. ¿Y está bien Filomena?PÁNFILO — Un poquito mejor.SÓSTRATA— ¡Ojalá los dioses sigan favoreciendo su salud! Pero, entonces, ¿por qué lloras? ¿Porqué estas tan triste?PÁNFILO — No es nada, madre.SÓSTRATA— ¿Qué era ese alboroto? Dímelo. ¿Acaso le sobrevino algún desmayo?PÁNFILO — Eso es.SÓSTRATA— ¿Y qué enfermedad es la suya?PÁNFILO — Fiebre.SÓSTRATA — ¿Continua?

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38 Esculapio, hijo de Apolo (el médico del Olimpo) y de la ninfa Coronis (hija de Flegias, rey de los lápitas en Tesalia). Enlos poemas de Hornero aparece corno un príncipe versado en medicina gracias a las enseñanzas del centauro Quirón.Después de muerto, subió al Olimpo y figuró, desde entonces, como Dios de la medicina. En sus estatuas generalmentese halla representado en edad madura, con una complexión física perfecta, con una expresión dulce y sonriente, con barbay túnica. (Diccionario del Mundo Clásico, s. v. Esculapio).39Salus en el original. Salus o Sánitas era la divinidad que personificaba la salud o perfecta conservación del cuerpo; co-rrespondía a la Hygíeia de los griegos. Tenía templos en diversos barrios de Roma. En su iconografía aparece como unadoncella sentada en un trono con una pátera en la mano y teniendo a su lado una serpiente enroscada, pero que levanta lacabeza. (Diccionario del Mundo Clásico, s. v. Salus ).

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PÁNFILO — Así dicen. Vuelve a entrar allá en casa, por favor, madre; yo te alcanzaré de aquí a poco.SÓSTRATA — Bueno.PÁNFILO — Tú, Parmenón, ve ligero al encuentro de los esclavos y ayúdalos a traer los equipajes.PARMENÓN— ¿Cómo? ¿No conocen ellos el camino por donde venir a casa?PÁNFILO — ¿Qué esperas?

Escena III

PÁNFILO, solo

PÁNFILO — No logro hallar una introducción apropiada para comenzar a referir las aventuras queme están sucediendo inesperadamente. Parte de ellas, las he visto con mis ojos; parte, las he oído. Poresa razón, a gran prisa y profundamente alterado he salido acá fuera. Pues cuando, hace un instante,lleno de inquietud me lancé adentro, pensando que vería a mi mujer enferma de algún mal distinto delque tuve que constatar, ¡ay de mí!... Las criadas, viéndome llegar, inmediatamente exclaman todas auna: “¡Ha llegado!”, alegres por verme llegar tan de repente. Pero en seguida después, advertí que atodas ellas se les demudó el rostro, porque el destino había procurado mi llegada tan fuera de tiempo.Entretanto una de ellas a toda prisa corrió adelante para anunciar mi venida; yo, ansioso de ver a mimujer, voy derecho tras ella. Tan pronto como entré en la pieza, entendí, desgraciado, la dolencia quetenía; porque ni las circunstancias dieron posibilidad alguna de ocultarla ni ella misma podía quejarsecon otra voz que la que su mismo estado le arrancaba. Ante tal espectáculo: “¡Qué indignidad!”, dije,y al punto me escapé de ahí, llorando y vivamente conmovido por un caso tan increíble y horrible. Sumadre me alcanza, y estando yo a punto de trasponer el umbral, cayó de rodillas a mis pies, llorando,la pobre. Me dio lástima. En verdad es así, a mi parecer: todos nosotros somos altaneros o modestossegún las circunstancias. Comenzó ella a hacerme este razonamiento: “Querido Pánfilo, ahora sabesla razón por la cual ella se fue de tu casa; pues en otro tiempo, siendo doncella, la violó no sé qué malsujeto. Ahora se ha refugiado aquí para ocultar su parto de ti y de los demás”. ¡Ah!, cuando me acuerdode sus ruegos, no puedo, desventurado, refrenar las lágrimas. “Sea cual sea la Fortuna,40 siguió di-ciendo, que hoy te ha traído entre nosotros, en nombre de ella te suplicamos las dos41, si es justo y lícito,que, por lo que de ti depende, su desgracia quede velada e ignorada de todos. Si alguna vez, queridoPánfilo, notaste que ella tenía un corazón afectuoso para contigo, ahora te ruega que a cambio de esole concedas de buena gana este favor. Por lo demás, en cuanto a volverla a tomar como esposa, haz loque más te convenga. Tú solo sabes que ella está de parto sin estar preñada de ti. Porque por ahí sedice que empezó a tener relaciones contigo dos meses después del casamiento; además, este es el sép-timo mes desde que ella entró en tu casa. Y que tú estés al tanto de todo, tu reacción misma lo atesti-gua.42 Ahora, si es posible, Pánfilo, sobre todo quiero y procuro que el alumbramiento suceda aescondidas de su padre y aun de todos. Pero si no es posible que la cosa no trascienda, diré que se tratade un aborto; por cierto a nadie se le ocurrirá otra idea sino pensar, según toda similitud, que tú eresel padre legítimo. La criatura, la expondré yo sin dilación;43 en esto nada hay que pueda ocasionarteperjuicio y tú de esta manera podrás encubrir la violencia que indignamente se le hizo a esa desven-turada”. Lo he prometido, y estoy resuelto a mantener la palabra como la he empeñado; porque, encuanto a tomarla nuevamente como esposa, por cierto que no lo considero honroso de ningún modo,y no lo haré, por más que su cariño y trato me atraigan intensamente. Vierto lágrimas cuando se meocurre pensar en la vida de soledad que me espera de aquí en adelante. ¡Oh Fortuna! ¡Cómo es verdadque en ningún caso eres propicia para siempre! Pero el primer amor ya me templó para esta coyuntura.Yo entonces lo deseché por la reflexión; ahora procuraré hacer lo mismo con este. Aquí viene Parme-

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40 Fortuna, dice el original. Fors Fortuna o simplemente Fors era una advocación latina de la Fortuna (o Tyche de losgriegos). La Fortuna era la diosa que personificaba el acontecimiento casual, a veces adverso, pero normalmente favora-ble. Se creía que ella no estaba supeditada a ninguna razón lógica o moral, sino que, por el contrario, desafiaba todarazón y revolucionaba el sentido ético del ser humano. (Diccionario del Mundo Clásico, s. v. Fortuna).41 Mirrina y Filomena.

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nón con los criados. No conviene en absoluto que se halle presente a este acontecimiento, pues sóloa él le confié en cierta circunstancia que al principio, después que me la habían dado por esposa, yome abstuve de ella. Temo, en efecto, que si oye aquí sus frecuentes lamentos, entienda que está departo. He de enviarlo a alguna parte para tenerlo lejos de aquí mientras Filomena da a luz.

Escena IV

PARMENÓN, SOSIA, PÁNFILO

PARMENÓN— (A Sosia.) ¿Dices en serio que este viaje te resultó molesto?SOSIA— No, por Hércules, no alcanzan, Parmenón, las palabras para expresar hasta qué punto es enrealidad molesto el navegar.PARMENÓN— ¿De veras?SOSIA— ¡Oh, dichoso tú! No sabes de qué desgracia te has librado, tú que nunca entraste en el mar.Pues, para no hablar de otras miserias, considera tan solo esta: durante treinta días, o más aún, estuveen un buque y en todo ese lapso estuve, ¡ay de mí!, aguardando la muerte: ¡tanto nos zarandeó sin cesarun tiempo adverso! PARMENÓN— ¡Qué cosa abominable!SOSIA — Bien lo sé yo. En suma, me escaparía, por Hércules, antes que volver, si supiera que alládebería volver.PARMENÓN — Realmente, en otro tiempo bastaban, Sosia, causas leves para moverte a hacer lo queahora amenazas hacer. — Pero ahí veo a Pánfilo parado ante la puerta. (A Sosia y a los demás criados.)Ustedes pasen adentro; yo me llegaré a él, para ver si quiere algo de mí. (A Panfilo.) Amo, ¿todavíaestás tú aquí?PÁNFILO — Sí, y esperándote.PARMENÓN— ¡Oh!, ¿qué hay?PÁNFILO — Hay que ir corriendo a la ciudadela.PARMENÓN — ¿Quién?PÁNFILO — Tú.PARMENÓN-¿A la ciudadela? ¿Por qué allá?PÁNFILO — Ve a ver a Calidémides, un forastero natural de Micona,44 que ha venido en el mismobarco que yo. PARMENÓN— (Aparte.) ¡Estoy perdido! ¿Deberé decir que este hizo voto de que, si algún díavolvía sano a casa, me deslomaría a fuerza de hacerme caminar?PÁNFILO — ¿Qué aguardas?PARMENÓN— ¿Qué quieres que le diga? ¿O es que simplemente tengo que ir a verlo?PÁNFILO— No; también decirle que hoy no puedo verme con él como habíamos concertado; no sea

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42 Para desenredar la madeja del parto de Filomena, adoptamos, con Stella (pp. 114-115), las conclusiones de Schadewalt.Según ellas, nuestro poeta “aprovechó la doble posibilidad de que el feto tanto de 9-10 meses como de 7 meses era téleiosy vital, y construyó la trama de tal manera que las primeras relaciones entre los esposos tuvieron lugar a los dos meses, yel nacimiento del niño a los siete meses de las bodas: exactamente como dicen las palabras de Mirrina. Así el niño: 1) eraefectivamente un niño normal de 9-10 meses, y Filomena había sido violada 2-3 meses antes de las bodas; 2) para Laquesy Fidipo, era un niño normal de 7 meses, y los ancianos con razón se enojaban de la “testarudez” de Pánfilo; 3) paraPánfilo era un “niño de cinco meses”: él a primera vista debía descubrir la supuesta vergüenza de la mujer... Con un sologolpe feliz el poeta se asegura múltiples posibilidades dramáticas. Hacer que los parientes acepten al niño de 7 meses conuna naturalidad mayor de cuanto puede ocurrir en la vida, es una libertad que siempre se permitía al técnico que componíaobras poéticas para la representación”.43 La legislación ateniense consentía al padre deshacerse de una criatura recién nacida haciéndola matar (El atormentadorde sí mismo, v. 635) o exponer (esto es, dejarla abandonada en un paraje público: El atormentador de sí mismo, v. 650).Eso ocurría frecuentemente, máxime si se trataba de niñas (El atormentador de sí mismo, v. 627), a fin de evitar los gastosde la dote que corrían por cuenta del padre. 44 Micona es una isla del Mar Egeo; pertenece al grupo de las Cícladas y se halla cerca de Delos.

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que me espere ahí en vano. ¡Vuela!PARMENÓN— ¡Pero si nunca le vi la cara!PÁNFILO — Pues estas son las señas: es alto, coloradote, de pelo crespo, obeso, de ojos garzos... derostro cadavérico...45PARMENÓN— (Bajo.) ¡Que los dioses lo confundan! (Alto.) ¿Y si no lo encuentro? ¿Tendré que estaraguardándolo hasta la puesta del sol?PÁNFILO — Sí. Corre.PARMENÓN— No puedo. ¡Estoy tan cansado! (Se va.)PÁNFILO — Ya se ha ido. ¿Qué haré yo, infeliz? No sé absolutamente de qué modo ocultar, comome rogó Mirrina, el parto de su hija. En realidad, me dio lástima la pobre. Haré lo que pueda, siempreque quede a salvo la piedad filial; pues es preciso que sea complaciente con mi madre antes que conmi amor. ¡Caramba! Ahí veo a Fidipo y a mi padre. Se dirigen hacia acá. ¿Qué les voy a decir? No sé.

Escena V

LAQUES, FIDIPO, PÁNFILO

LAQUES — (A Fidipo.) ¿No me dijiste hace un momento que ella te confió que esperaba a mi hijo?FIDIPO — Efectivamente.LAQUES — Él ha venido, según dicen. ¡Pues que vuelva ella!PÁNFILO — (Aparte.) ¿Qué razón le daré a mi padre para no volverla a tomar? ¡Qué sé yo! LAQUES — ¿A quién he oído yo hablar aquí?PÁNFILO — (Ídem.) Estoy resuelto a persistir en el camino que he decidido seguir.FIDIPO — Ahí está precisamente el individuo a propósito del cual veníamos discurriendo. PÁNFILO — ¡Salud, padre mío!LAQUES — ¡Hijo mío, salud!FIDIPO — Es una suerte, Pánfilo, que hayas llegado, y por añadidura, lo que más importa, sano y vigoroso.PÁNFILO- Lo creo.LAQUES — ¿Llegas ahora?PÁNFILO — Ahora mismo.LAQUES — Pues, dime: ¿qué bienes dejó mi primo hermano Fania?PÁNFILO — En verdad, por Hércules, que él fue, mientras vivió, un hombre dado a los placeres; ylos que son así, no favorecen mucho a sus herederos, sino que dejan tras sí este elogio: “Mientrasvivió, vivió bien”.LAQUES — Conque ¿no has traído nada más que ese dicho?PÁNFILO—Sea lo que sea lo que nos dejó, nos sirvió de provecho.LAQUES—Antes, al contrario, nos sirvió de daño, puesto que quisiera yo verlo vivo y sano.PÁNFILO — No cuesta nada desear tal cosa. Él ya jamás volverá a la vida, y sin embargo bien sé yocuál es, al respecto, tu deseo preferido.LAQUES — Ayer nuestro Fidipo hizo que Filomena fuese a su casa. (Bajo, a Fidipo, dándole uncodazo.) Di que la hiciste llamar.FIDIPO — (Bajo, a Laques.) No me aguijonees. (Alto.) Sí, la hice llamar.LAQUES — Pero ya la dejará regresar a nuestro hogar.FIDIPO — Por supuesto.

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45 Esta seña está en contradicción con la de “coloradote”. Pánfilo, tomado de sorpresa, se esfuerza por salir del paso hos-tigando su fantasía: por eso incurre en una contradicción ridícula, que Parmenón, sin embargo, no muestra advertir, ata-naceado, como está, por el mal humor. Elemento cómico es también la cualidad “de pelo crespo” atribuida a un natural deMicona, si le prestamos fe a Lucilio que declara: “Myconi calva omnis iuventus, en Micona todos los jóvenes son calvos”(cf. Marouzeau, III, p. 56).

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PÁNFILO — Ya sé cómo fue todo el enredo. Me enteré hace un momento, al llegar.LAQUES — ¡Que los dioses aniquilen a los detractores que tan de buena gana comunican esos chis-mes!PÁNFILO (a FIDIPO) — Yo tengo conciencia de haberme preocupado por no darles ocasión de quecon razón pudiesen hacerme algún reproche. Y si yo ahora quisiese recordar aquí cuán fiel, bondadosoy suave fui para con ella, lo podría hacer con toda sinceridad; pero prefiero que te enteres de esto porella misma. Porque así más de veras prestarás fe a la bondad de mi carácter cuando compruebes queaquella que al presente es injusta hacia mí, se muestra justa al hablar de mí. Y pongo por testigos a losdioses de que este divorcio no se ha producido por mi culpa. Pero como ella juzga que no se aviene asu dignidad ser condescendiente con mi madre y sufrir por respeto su carácter, y como no se puede deotra manera realizar un acuerdo entre ellas, yo debo, Fidipo, alejar de mi casa o a mi madre o a Filo-mena. Ahora bien, la piedad filial me inclina a procurar con preferencia el bien de mi madre.LAQUES— Pánfilo, no es con desagrado que te oigo decir esas palabras, viendo que todo lo posponesfrente a tu madre. Pero mira, Pánfilo, que el enojo no te impulse a obstinarte equivocadamente.PÁNFILO — ¿Qué enojos, padre, pueden impulsarme a ser ahora injusto respecto de una mujer quenunca hizo nada que yo no deseara, y antes al contrario —bien lo sé— trató a menudo de complacermeen lo que yo deseara? Yo la quiero, la pondero y la añoro. He experimentado, en efecto, sus admirablesdisposiciones hacia mí; y le deseo que pueda transcurrir el resto de su vida con un marido que sea másafortunado que yo, visto que de mí la aleja la fatalidad.FIDIPO — De ti depende que eso no suceda.LAQUES — Si eres razonable... mándale que vuelva.PÁNFILO— No es esa mi intención, padre; entiendo buscar la conveniencia de mi madre. (Se aleja.)LAQUES — ¿Adonde vas? Quédate, quédate, digo. ¿Adónde vas?FIDIPO — ¿Qué terquedad es esa?LAQUES — ¿No te lo dije yo, Fidipo, que él llevaría a mal la cosa? Por eso te rogaba que hicierasvolver a tu hija.FIDIPO — No creía yo, por Pólux, que sería él tan cruel. Pues ¿piensa ahora que yo voy a hincarmede rodillas para suplicarle? Dado el caso que quiera tomar nuevamente a su esposa, es dueño de ha-cerlo; pero si tiene otras intenciones, reembolse acá la dote, y ¡adiós!LAQUES — Tú también estás demasiado arrebatado.FIDIPO — (A Pánfilo, como si estuviese en escena.) ¡Muy cabeza dura has tornado acá, Pánfilo!LAQUES — Ya le pasará este enojo, por más que con razón esté enojado.FIDIPO — Por cinco centavos que se han añadido a su fortuna, se han vuelto orondos.LAQUES — ¿También conmigo litigas?FIDIPO — Que delibere y me haga saber hoy si la quiere, sí o no, para que sea de otro, si suya no hade ser. (Se aleja.)LAQUES— (Procurando que se detenga.) Fidipo, ven acá; escucha dos palabras. (Fidipo sale.) ¡Se fue!¿Y a mí qué?... Allá ellos: que se arreglen como quieran, puesto que ni mi hijo ni él me hacen caso paranada; antes al contrario, menosprecian lo que sugiero. A mi mujer, que es la responsable de todo lo queocurre, voy a participarle este altercado y a vomitarle todo mi entripado. (Entra en su casa.)

ACTO CUARTO

Escena I

MIRRINA, después FIDIPO

MIRRINA— ¡Estoy perdida! ¿Qué haré? ¿Hacia dónde me volveré? ¿Qué le responderé a mi marido,desgraciada de mí? Pues, al parecer, ha oído los vagidos de la criatura. ¿Cómo, si no, hubiera corridotan de repente y sin decir palabra al sitio donde está la hija? Y si ahora descubre que ella dio a luz, ¿por

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qué razón le diré yo que he tenido secreta la cosa? Por Pólux, que no lo sé. Pero la puerta ha sonado.46Creo que sale justamente él en busca de mí. ¡Estoy muerta!FIDIPO— (Saliendo de su casa, aparte.)Mi mujer, cuando se dio cuenta de que iba donde está la hija,se escabulló afuera. Pero ¡hela ahí! (Alto.) ¡Eh, dime, Mirrina! ¡Hola, a ti te hablo!MIRRINA— ¿A mí, marido mío?FIDIPO — ¿Yo, marido tuyo? ¿Es posible que me consideres marido o persona siquiera? Pues si al-guna vez, mujer, yo te hubiera parecido cualquiera de estas dos cosas, no te hubiera servido de jugueteen tus tejemanejes.MIRRINA— ¿Cuáles?FIDIPO — ¿Me lo preguntas? La hija acaba de tener familia. ¡Eh! ¿Callas? ¿De quién?MIRRINA— ¿Te parece bien que un padre haga semejante pregunta? ¡Cielos! ¿De quién, te conjuro,piensas que había de tenerla sino de aquel con quien la casamos?FIDIPO — Así lo creo, y además no sería propio de un padre pensar diversamente. Pero lo que me ex-traña es por qué diablos has querido con tanto ahínco ocultarnos el parto, máxime teniendo en cuentaque se verificó normalmente y a su debido tiempo. ¿Es posible que seas tan terca como para preferir

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46 La expresión latina es: óstium concrépuit (v. 521). La misma expresión se halla también en Phormio 840 y, con los tér-minos invertidos, en Andria 682. En Adelphoe 264 se lee: foris crépuit; en Eunuchus 1029: fores crepuerunt, y crepueruntfores en Heautontimorúmenos 173 y 613. Crepare y concrepare significan, con valor intransitivo, “sonar, resonar, hacerruido o estrépito, crujir, rechinar, chirriar”. Y así, en las expresiones citadas, se entendería, sencillamente, que la puerta so-naba (cf., por ej.. Rubio, III, p. 65 y p. 127), resonaba (Chambry, II, p. 319), hacía ruido (Marouzeau, III, p. 61; Coromines,IV, p. 52), hacía estrépito (Colombo, p. 49), crujía (Lupo Gentile, p. 37; Coromines-Coromines, III, p. 73), rechinaba, chi-rriaba (Coromines-Coromines, I, p. 97; Marouzeau, I, p.305). Pero, al querer explicar, hay quien afirma que eso ocurría, o bien por girar la puerta sobre quicios de madera, o bien porel accionar de la cerradura. (cf. La Magna, Phormio, p. 142). En cambio, varios otros sostienen que la puerta de callehacía ruido por golpearla desde adentro quien se disponía a salir de casa (cf., por ej., Chambry, II, p. 513, nota 25). Efec-tivamente, en Grecia y Roma —así explican— la puerta de ingreso de la casa se abría hacia la calle; por eso, quien iba asalir tenía la precaución, con previos golpes a dicha puerta, de poner sobre aviso a eventuales individuos que se hallasencerca ; precaución reclamada no solo por la cortesía, sino también por la angostura de las calles. Las expresiones arribaapuntadas reflejarían pues tal costumbre de golpear a la puerta desde adentro, y se contrapondrían a pultare o pulsare foresu óstium, es decir “golpear a la puerta desde afuera”, llamando (cf. Chambry, loc. cit.; Paratore, STL, p. 48; Beare, p.288;La Magna, Phormio, p. 142; Ronconi, p. 316, 61: Hanno bussato). Debido a esto, las expresiones en cuestión aparecen aveces traducidas directamente así: “han llamado (o tocado) a la puerta” (Ronconi, 158, p. 207) (sobrentendiendo: desdeadentro).Esta interpretación se funda sobre un testimonio de Plutarco (el historiador y moralista griego, n. entre 45 y 50 de nuestraera, y m. hacia 125) y sobre un análogo testimonio de Heladio Bizantino (gramático del siglo IV), que parece ser un simpleeco del anterior. Plutarco dice textualmente en el cap. 20 de su vida de Publícola (o Poplícola. Se trata de P. Valerio Pu-blícola, compañero de Bruto y Colatino en la revolución aristocrática que en el año 510 a. C. derribó a la realeza): “mientraslas puertas de otras casas en ese tiempo se abrían hacia dentro, la puerta de calle de la casa de Publícola estaba hecha paraabrirse hacia fuera... Antiguamente, en Grecia, dicen algunos, todas las puertas estaban hechas para abrirse así, y lo pruebancon esos pasajes de las comedias donde se menciona que aquellos que salían, primero golpeaban fuerte desde el interiorde la casa, para avisar a los que pasaran cerca o estuvieran delante de ellas (puertas), a fin de que las puertas al abrirse nodieran contra ellos”. Del testimonio de Plutarco se desprende que ya en el siglo VI antes de nuestra era, no era uso normalen Roma que la puerta exterior se abriera hacia la calle. Se desprende además que para Grecia el uso normal se remontaa la época primitiva, siendo ello probado únicamente por el uso de la escena. Y bien, el testimonio de Plutarco fue atacadovigorosamente por Becker hace más de un siglo. La crítica fue reanudada por W. W. Mooney (The House-Door of the An-cient Stage, 1914), por Dalman (De áedibus scáenicis comóediae novae, 1929), y últimamente por el autorizadísimo W.Beare. No era pues preciso golpear una puerta exterior a fin de poner en guardia a la gente. A falta de tales golpes, el ruidode la puerta se explica igualmente por su estructura y juego. La puerta, en efecto, constaba de umbral, dintel, jambas y doshojas (fores, válvae) que cerraban el hueco o vano; pero cada hoja en vez de sujetarse con goznes a la jamba (o quicial dela jamba), giraba gracias a pivotes cubiertos de metal, colocados en la cima y la base del eje (larguero) y que encajabanen ranuras excavadas en el umbral y el dintel, en ángulos recortados en el lado interno de la jamba. Además, el umbral teníaun diente por la parte interna, de modo que la puerta al cerrarse daba contra él. Es pues natural que el manejo de semejantepuerta resultara incómodo y ruidoso. Para evitar o amortiguar el ruido, podía uno, sin embargo, proceder, tanto si salía comosi entraba, con la mayor suavidad posible y a la vez levantar un poquito la puerta; y quien salía tenía para ese objetivo otrorecurso más: el de echar agua en la cuenca del pivote practicada en el umbral. (Para un estudio detallado de la cuestión,véase Beare, pp. 287-294).

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que pereciera el niño, por el cual sabías que en lo porvenir se volvería más sólida la amistad entrenosotros y ellos, antes que tu hija permaneciera casada con Pánfilo contra tu voluntad? Hasta lleguéa creer que la culpa fuera de ellos, y en cambio resulta que la tienes tú.MIRRINA— ¡Soy realmente desdichada!FIDIPO — ¡Ojalá supiese yo que es así como dices! Pero ahora me acuerdo de una cosa que me dijisteuna vez cuando lo tomamos por yerno. Pues decías que no podías sufrir que tu hija estuviera casadacon uno que estaba enamorado de una ramera y que pasaba las noches afuera.MIRRINA— (Aparte.) Prefiero que este sospeche cualquier causa antes que la verdadera.FIDIPO— Mucho antes que tú, sabía yo, Mirrina, que él tenía amante; pero yo nunca estimé que esofuese defecto en los jóvenes, pues todos lo tienen en la sangre. Y, por Pólux, ya vendrá el momentoen que aun de sí mismo estará descontento. Pero tú, cual te mostraste entonces, tal no cesaste jamásde ser hasta el presente, con el objeto de apartar de él a tu hija y dejar anulado lo que yo había con-certado. Ahora el hecho mismo revela de qué modo querías lograrlo.MIRRINA— ¿Crees tú que sería tan terca en alimentar semejantes intenciones con relación a mi hija,si su casamiento nos resultara conveniente?FIDIPO — ¡Ah!, ¿eres tú capaz de discernir o juzgar lo que nos conviene? ¿Acaso oíste de alguienque dijera haberlo visto saliendo o entrando en casa de la amiga? Y eso ¿qué importa? Si lo hizo conrecato y rara vez, ¿no es más humano disimular que empeñarse en tener cabal conocimiento de eso,provocando así su resentimiento? Pues si él pudiera tan de improviso apartarse de esa amante, con laque por tantos años ha tenido trato, no lo tuviera yo por hombre y ni siquiera por marido bastante se-guro para mi hija.MIRRINA — Deja de tratar, por favor, de nuestro joven y de las faltas que, según dices, he cometidoyo. Vete a verlo; háblale a solas y pregúntale si quiere recibir a su mujer, sí o no. Caso que diga quesí, devuélvesela; pero caso que diga que no, yo habría velado con tino por el interés de mi hija.FIDIPO — Si realmente él no quiere y tú, Mirrina, habías constatado que la culpa estaba de su lado: pues,estaba yo en este mundo para que con mi consejo se mirara por todo eso. Por consiguiente, me enciendoen ira al ver que te has atrevido a obrar sin mi orden. Te ordeno ahora que no me saques al niño de casa aninguna parte. (Aparte.) Pero demasiado tonto soy yo en pretender que ella se atenga a mis órdenes. Mevoy allá dentro y ordenaré a los criados que no me lo dejen llevar a ningún lado. (Sale.)MIRRINA— No creo, por Pólux, que haya en el mundo mujer más desventurada que yo. Porque siél llega a descubrir el enredo tal cual es, no ignoro, por Pólux, cuánto lo ha de sentir, si tanto se ha irri-tado por una cosa de poca monta. Y no sé cómo hacer para que él cambie de parecer. Después de tantosinfortunios no me restaba más que este: que él me fuerce a criar un niño cuyo padre desconocemos.Pues cuando la hija sufrió el estupro, no logró en la oscuridad distinguir el rostro del hombre ni le quitóentonces nada que pudiera servir luego para reconocerlo; él, en cambio, al irse, le arrancó a la mucha-cha un anillo que llevaba en el dedo. Al mismo tiempo me temo que Pánfilo no sea capaz de guardarpor mucho tiempo el secreto que le pedimos, una vez que se entere de que se cría como suya una cria-tura ajena.

Escena II

SÓSTRATA, PÁNFILO; después LAQUES (que espía la conversación manteniéndose apartado.)

SÓSTRATA— No es un misterio para mí, hijo mío: tú, por más que lo disimules con esmero, sospe-chas de mí y piensas que tu mujer se fue de aquí por mis malos modales. Pero así me amen los diosesy así consiga yo de ti las alegrías que de ti espero, como es verdad que jamás hice a sabiendas nadaque justificase su ojeriza contra mí. Y en cuanto a ti, si yo antes pensaba que me amabas, me has dadouna prueba palmaria de ello, pues tu padre me ha contado allá dentro como me has antepuesto a tuamor. Ahora yo estoy resuelta a darte una prueba de mi reconocimiento, para que sepas. Pánfilo, que

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la piedad filial encuentra en mí su recompensa. Hijo mío, entiendo que esto será provechoso, ya paraustedes ya para mi buen nombre: he decidido irrevocablemente irme con tu padre a la granja a fin deque mi presencia no estorbe, y no quede así excusa alguna para que no torne a casa tu Filomena.PÁNFILO— ¡Por favor! ¿Qué clase de determinación es esa? Rendida ante su necedad, ¿irás a habitaren el campo? No, no harás tal cosa, y no permitiré, madre, que quien quiere murmurar de nosotros,diga que eso se hizo por mi obstinación, no ya por tu discreción. Además, no quiero que por mi causatengas que dejar a tus amigas y parientas ni tus fiestas. SÓSTRATA— Nada de eso, por Pólux, me da ya gusto alguno; mientras las condiciones de mi edadlo consintieron, he gozado bastante de eso; ya estoy harta de esos placeres; ahora mi mayor preocu-pación es que la duración de mi vida no dé pena a nadie ni nadie haya de aguardar mi muerte. Aquíveo que sin razón se me mira de reojo; pues ya es hora de que me marche. Este es, a mi parecer, elmodo mejor para quitar a todos todo pretexto de disgusto, para librarme yo de la sospecha que gravasobre mí y para complacer a esa gente. Déjame, por favor, sustraerme a los chismes que circulan conrespecto al común de las mujeres.PÁNFILO — Si no hubiera esa nube, la única, ¡cuán dichoso sería yo, teniendo una madre como estay una esposa como esa!SÓSTRATA— Por tu vida, Pánfilo de mi corazón, ¿no te resolverás a aguantar esa molestia, tal comoes? Si lo demás es cual lo deseas, y si ella es tal cual yo la considero, concédeme, pues, este favor, hijomío: tómala de nuevo.PÁNFILO — ¡Ay, pobre de mí!SÓSTRATA— ¡Y pobre de mí también! En efecto, este inconveniente me tiene mal a mí lo mismoque a ti, hijo mío.

Escena III

LAQUES, SOSTRATA, PÁNFILO

LAQUES — (Adelantándose, a Sóstrata.)Mujer, estando allá, apartado, he escuchado la conversaciónque has tenido con tu hijo. Esto es tener cordura: ser capaz de doblegar la voluntad siempre que seamenester, y hacer en seguida lo que quizás debiera hacerse luego por fuerza.SÓSTRATA— ¡Que la fortuna nos favorezca, por Pólux!LAQUES — Vete entonces al campo; ahí yo te sufriré a ti y tú a mí.SÓSTRATA— Así lo espero, por Cástor.LAQUES — Entra pues en casa y dispón lo que vas a llevar contigo. ¿Entendido?SÓSTRATA—Lo haré como ordenas. (Sale.)PANFILO—¡Padre!LAQUES — ¿Qué quieres, Pánfilo?PANFILO — ¿Mi madre irse de aquí? De ningún modo.LAQUES — ¿Por qué no?PÁNFILO — Porque aún no tengo determinado qué hacer respecto de mi mujer.LAQUES — ¿Cómo? ¿Qué querrás hacer sino volverla a tomar en casa?PANFILO — (Aparte.) Sinceramente lo deseo y a duras penas me abstengo de hacerlo. Pero no variaréde resolución. Ese es el partido más conveniente; continuaré ateniéndome a él. (Alto.) Creo que, si nome la llevo a casa, por eso mismo se logrará que se lleven mejor.LAQUES— No puedes saberlo. Por otra parte, a ti no te ha de importar nada su comportamiento, cual-quiera que él sea, una vez que tu madre se haya ido. Nuestra edad resulta fastidiosa a los jóvenes. Esjusto quitarse de en medio. En suma, Pánfilo, nosotros ya somos personajes de fábula: “Un viejo y unavieja...” — Pero veo a Fidipo salir, muy a propósito, de su casa; acerquémonos.

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Escena IV

FIDIPO, LAQUES, PÁNFILO

FIDIPO — (Saliendo de casa y hablando hacia dentro.) Contigo también, Filomena, estoy enojado, porPólux, y muy en serio ciertamente; pues, por Hércules, es vergonzosa la manera como te has portado.Aunque tú tienes una excusa en esto: es tu madre quien te ha impulsado; pero ella no tiene excusa alguna.LAQUES — Nos encontramos, Fidipo, a tiempo, en el momento justo.FIDIPO — ¿Qué hay?PÁNFILO — (Aparte.) ¿Qué les voy a responder? ¿O cómo les voy a revelar la cosa?LAQUES — Di a nuestra hija que Sóstrata se va a ir al campo; ya no tema, pues, volver a casa.FIDIPO — ¡Ah! Ninguna culpa tiene en este asunto tu mujer. Todo lo ha urdido Mirrina, ¡mi se-ñora esposa!...PÁNFILO — (Ídem.) La cosa cambia.FIDIPO - Ella, Laques, es la que nos trastorna.PÁNFILO — (Ídem.) Con tal que no tenga que llevármela de nuevo, que sigan trastornando todo loque quieran.FIDIPO — Yo, Pánfilo, deseo que, si es posible, el parentesco que nos une, nos una realmente parasiempre; pero si tú opinas otra cosa, por lo menos recibe al niño.PÁNFILO— (Ídem.) Ha sabido lo del parto. ¡Estoy arruinado!LAQUES—¿Un niño? ¿Qué niño?FIDIPO—Nos ha nacido un nieto, pues la hija estaba encinta cuando se la sacó de su casa, y que es-tuviera encinta yo jamás lo supe hasta el día de hoy.LAQUES — ¡Buena noticia, así me quieran bien los dioses, es la que me das! Me alegro de que él hayanacido y de que ella te haya quedado sana. Pero ¿qué clase de mujer tienes por esposa o qué manerade conducirse es la suya? ¡Tenernos en ayunas de ello por tan largo tiempo! No alcanzo a encontrarpalabras suficientes para poner de manifiesto cuán mal, a mi entender, ha procedido.FIDIPO — Esa conducta no me disgusta a mí menos que a ti, Laques.PÁNFILO— (Ídem.)Aunque hasta aquí pudo caberme alguna duda, ya no es así, puesto que Filomenaarrastra consigo a un hijo que no me pertenece.LAQUES — Ahora, Pánfilo, ya no tienes que considerar nada.PÁNFILO— (Ídem.) ¡Estoy perdido!LAQUES — A menudo deseábamos ver el día en que naciera alguien que pudiera llamarte padre; esedía ha llegado; doy gracias a los dioses.PÁNFILO — (Ídem.) ¡Estoy deshecho!LAQUES—Vuelve a tomar a tu mujer y no me contraríes.PÁNFILO — Padre, si ella hubiera querido tener hijos de mí y estar casada conmigo, estoy firmementepersuadido de que no me hubiera ocultado lo que advierto que me ha ocultado. Pues, ahora que notosus disposiciones hostiles contra mí (y no creo que en lo sucesivo podrá haber armonía entre nosotros),¿por qué debería tomarla de nuevo?LAQUES — Esposa joven, hizo lo que le aconsejó su madre. ¿Qué hay de raro en eso? ¿Piensas quepuedes hallar una mujer que esté sin culpa? ¿O es que los maridos no cometen faltas?FIDIPO — ¡Allá ustedes! Tú, Laques, y tú, Pánfilo, vean si deben repudiarla o recibirla nuevamenteen casa; en ningún caso habrá dificultad de mi parte. Claro que no respondo de lo que haga mi mujer.Pero ¿qué haremos con el niño?LAQUES — ¡Qué pregunta ridícula! Suceda lo que suceda, es obvio que hay que dárselo a este (se-ñalando a Pánfilo). Es suyo; lo vamos a criar, pues, como nuestro que es.PÁNFILO — (Bajo.) Cuando su mismo padre lo ha abandonado, ¿yo lo he de criar?LAQUES — (Que ha percibido tan solo las últimas palabras.)¿Qué has dicho? ¿Pues qué? ¿No lovamos a criar, Pánfilo? Por tu vida, ¿prefieres que lo abandonemos? ¿Qué locura es esta? ¡Ah! Ya nopuedo absolutamente callarme, puesto que me obligas a decir en presencia de este lo que no quisiera.

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¿Crees que yo no entiendo tus llantos y qué es lo que tanto te angustia? Primero, cuando alegaste comocausa que no podías tener a tu mujer en casa debido a tu madre, esta se comprometió a marcharse; ahora,viendo que se te ha quitado también esta causa, has hallado otra, a saber, que se te ha ocultado el nacimientodel niño. Te equivocas si crees que no estoy al corriente de tus intenciones. Para que al fin un día encauzarastu ánimo hacia la vida conyugal, ¡qué largo espacio de tiempo te concedí para que cortejaras a tu amiga!¡Con cuánta paciencia aguanté los gastos que hiciste a favor de ella! Te solicité y supliqué para que te ca-saras; te dije que ya era tiempo; y tú a instigación mía te casaste. Lo hiciste entonces, como era tu deber,por complacerme. Pero ahora nuevamente has orientado tu corazón hacia tu amante; los miramientospara con esta son auténticas afrentas contra la otra. Bien veo que has vuelto a las andadas.PÁNFILO — ¿Yo?LAQUES — Tú mismo; y tu conducta es indigna. Inventas falsos motivos de discordia para convivircon aquella, luego de haber apartado al testigo que es tu mujer. Y bien lo ha advertido ella; pues, ¿quéotra causa tuvo para salir de tu casa? .FIDIPO — Por cierto este acierta; es así no más.PÁNFILO — Estoy dispuesto a jurar que ninguno de esos cargos me atañe.LAQUES — ¡Oh! Haz volver a tu mujer, o di por qué no conviene.PÁNFILO — No es este el momento.LAQUES — Recibe al niño, pues él por lo menos no tiene culpa; después pensaremos en la madre.PÁNFILO — (Aparte.) Yo soy desgraciado por los cuatro costados ni sé qué hacer, ahora que contantas buenas razones mi padre me pone entre la espada y la pared. Me marcharé de aquí, desde el mo-mento que con mi presencia muy poco consigo; pues creo que sin mi consentimiento no criarán alniño, sobre todo cuando en este asunto me ayuda mi suegra. (Se va.)LAQUES — ¡Ah! ¿Te escapas? ¿No me respondes nada de fijo? (A Fidipo.) ¿Te parece que está ensus cabales? Pero deja no más. Dame el niño, Fidipo; yo lo criaré.FIDIPO — Perfectamente. No se comportó en forma rara mi mujer si llevó a mal esos amores; ren-corosas son las mujeres; ellas no soportan fácilmente esas torpezas. De ahí ese encono; ella misma melo contó; yo en presencia del muchacho no quise decírtelo, ni ella le daba crédito al principio; peroahora la cosa es manifiesta, pues veo que él le tiene profunda aversión al matrimonio.LAQUES — ¿Qué hacer entonces, Fidipo? ¿Qué me aconsejas?FIDIPO— ¿Qué hacer? Primero, creo que has de presentarte a esa ramera de ahí, suplicarla, censurarlay finalmente amenazarla con bastante energía si en lo sucesivo tuviera relaciones con él.LAQUES — Seguiré tu consejo. (Hacia su casa y llamando a un esclavo.) ¡Hola, muchacho! Ve co-rriendo ahí, a casa de nuestra vecina Baquis; cítala acá de mi parte. (A Fidipo.)Y tú, por favor, ayú-dame también en esta circunstancia.FIDIPO — ¡Oh! Ya hace rato que te dije y ahora te lo repito, Laques: yo quiero que este parentescoperdure, siempre que de algún modo sea posible, como yo espero. Pero ¿quieres que esté aquí contigo,mientras hablas con esa?LAQUES — No, sino que vayas y consigas una nodriza para el niño.

ACTO QUINTO

Escena I

BAQUIS con dos criadas, LAQUES

BAQUIS — (Aparte.) No es sin motivo si Laques ansía hoy celebrar una entrevista conmigo; y, porPólux, no he de andar muy descaminada en conjeturar lo que él quiere.LAQUES— (Aparte.) Cuidado que por la ira no vayas a conseguir de ella menos de lo que pudieras y queno des un paso de más, que después mejor sería no haber dado. — La abordaré. (Alto.) ¡Bienvenida, Baquis!BAQUIS — Bien hallado, Laques.

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LAQUES — Supongo, por Pólux, que tú, Baquis, te has de preguntar con un poco de asombro por quérazón encargué a un esclavo que te hiciera venir acá fuera.BAQUIS — Sí, por Pólux, y hasta tengo aprensión, acordándome quién soy, de que me perjudique elnombre de mi profesión; pues de mi comportamiento puedo responder fácilmente.LAQUES — Si dices, mujer, la verdad, no tienes por qué temer de mi parte. Yo, en efecto, he llegadoa una edad tal que no sería justo se me perdonara una falta; por eso en todas las cosas procedo .con máscautela para no obrar a la ligera. Pues si tú ahora haces o tienes intención de hacer lo que conviene atoda buena mujer, injusto sería si yo te infligiera inconsideradamente una afrenta que no merecieras.BAQUIS — Razón tengo, por Cástor, para quedarte en esto muy agradecida; poco, en efecto, me apro-vecharía si alguien viniera a disculparse después de agraviarme. Pero, a ver: ¿de qué se trata?LAQUES — Tú recibes en tu casa a mi hijo Pánfilo...BAQUIS — ¡Ah!... (Quiere replicar.)LAQUES— Déjame hablar. Antes de que se casara con esa vecina nuestra, yo aguanté pacientementesus amores... (Baquis de nuevo quiere replicar.)Aguarda, que aún no he dicho lo que quería. Él ahoratiene mujer, búscate, pues, amante más seguro, mientras tienes tiempo para procurarlo; pues ni él guar-dará eternamente su actual inclinación ni tú, por Pólux, guardarás tu juvenil atracción.BAQUIS — ¿Quién dice tal cosa?LAQUES — Su suegra. BAQUIS — ¿Dice que yo....?LAQUES — Tú misma; tanto que se ha llevado a la hija, y por la misma razón ha querido eliminar alniño que ha nacido.BAQUIS — Si yo conociera otra cosa más santa que el juramento con que pudiera confirmar mis pa-labras ante ustedes, te la ofrecería, Laques, y te atestiguaría que, desde que se casó, yo tuve alejadode mí a Pánfilo.LAQUES — Eres delicada. Pero ¿sabes qué quisiera yo más bien que tú hicieras, si gustas, por mí?BAQUIS — ¿Qué quieres? Dímelo.LAQUES — Que vayas ahí adentro donde están las mujeres y les ofrezcas ese mismo juramento;dales satisfacción y líbrate a ti de esa acusación.BAQUIS — Haré esta gestión, aunque sé, por Pólux que ninguna otra mujer de mi condición haría esto,de presentarse por causa semejante a una mujer casada. Pero no quiero que por un falso rumor se sos-peche de tu hijo ni que este sin razón aparezca a los ojos de ustedes, es decir, de aquellos a quienesmenos debiera aparecerlo, un sujeto más frívolo de lo que es; él, en efecto, bien merece de mí que lofavorezca en todo lo que pueda.LAQUES — Tus palabras ya me han vuelto indulgente y complaciente para contigo. Porque no soloesas mujeres han dado crédito a ese embuste, sino yo también. Ahora que he hallado ser tú diversa delo que nos habíamos figurado, procura permanecer la misma en lo sucesivo, y entonces podrás dis-frutar a tus anchas de nuestra amistad. Pero si cambiaras de actitud… Me voy a refrenar, para no es-petar nada que te disguste. Un solo consejo te doy: que experimentes qué tal soy y qué puedo comoamigo más que como enemigo.

Escena II

FIDIPO, con una nodriza, LAQUES, BAQUIS con sus acompañantas

FIDIPO— (A la nodriza.)No consentiré que en mi casa te falte nada; antes al contrario, se te proveerácuanto te sea menester. Pero una vez que tú estés bien comida y bien bebida, haz que el niño tambiénesté bien nutrido.LAQUES — Ahí vuelve mi consuegro; trae una nodriza para el niño. — Fidipo, Baquis jura solem-nente por todos los dioses...

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FIDIPO — ¿Es la que está ahí?LAQUES — Sí.FIDIPO — Ni esas mujeres, por Pólux, temen a los dioses, ni los dioses creo que se dignen de mirarlas.BAQUIS — Te entrego mis criadas y consiento que indagues la verdad sometiéndolas a los tormentosque quieras.47 Es que en este momento se trata de lo siguiente: he de hacer volver su mujer a casa dePánfilo; si lo consigo, no me pesa que se diga que yo sola hice lo que otras meretrices rehúsan hacer.LAQUES — Fidipo, por el hecho mismo hemos comprobado que falsamente habíamos sospechadode nuestras mujeres; ahora, pues, pongamos a prueba a Baquis. En realidad, si tu mujer descubre queha dado crédito a una calumnia, se le apaciguará la ira; y si la razón por la cual mi hijo está enojadoes porque su mujer ha engendrado clandestinamente, esta es una bagatela: pronto, pues, se le pasaráel enojo. Por cierto en este negocio no hay nada grave que merezca un divorcio.FIDIPO — Esto es lo que yo quisiera, por Hércules.LAQUES — Averigua; aquí la tienes: ella hará lo que sea menester para satisfacerte.FIDIPO — ¿A qué viene todo esto? ¿Acaso no te dije yo hace rato cuál es, Laques, mi pensamientocon respecto a este asunto? A ellas y no a mí hay que dar satisfacción.LAQUES — Baquis, te ruego, por Pólux, que cumplas lo que has prometido.BAQUIS — ¿Quieres pues que por ese motivo entre yo allá?LAQUES — Sí, ve a darles satisfacción; fuérzalas a que te presten fe.BAQUIS — Voy, aunque sé que hoy mi presencia ha de resultarles odiosa; pues una mujer casada, unavez que se ve dejada a un lado por su marido, se convierte en enemiga de la mujer de vida airada.LAQUES — Pero ellas se harán tus amigas, cuando lleguen a saber el motivo de tu visita.FIDIPO — ¡Pues sí!, yo también te aseguro que ellas mismas se harán tus amigas, cuando se enterendel caso. En efecto, las librarás a ellas de engaño y a ti, al mismo tiempo, de sospecha.BAQUIS — Me siento desfallecer; me da vergüenza presentarme ante Filomena. (A suscriadas.)Acompáñenme las dos allá dentro. (Salen.)LAQUES—¿Qué más quisiera yo sino ver lo que a esta le está ocurriendo, a saber, que se torna sim-pática sin perjuicio para sí y con provecho para mí? Efectivamente, si el caso es que en verdad estáseparada de Pánfilo, ella sabe que con su gestión presente ganará honra, favor y renombre; le atesti-guará su gratitud a Pánfilo mientras, a la vez, trabará amistad con nosotros.

Escena III

PARMENÓN, después BAQUIS

PARMENÓN — (A solas.) Por Pólux, en verdad que mi amo menosprecia mis servicios, si por unanadería me envió donde en vano he estado de plantón todo el día, aguardando, allá en la ciudadela, aCalidémides, el forastero de Micona. Así pues, mientras como un bobo estaba ahí mano sobre mano,no bien venía alguno, me le acercaba: “¡Hola, joven! Dime, por favor: ¿eres tú de Micona?” — “No”.— “Pero ¿te llamas Calidémides?” — “Tampoco”. — “Pero ¿tienes aquí un huésped que se llamePánfilo?” Todos contestaban que nones; y yo creo que ni existe tal Calidémides. Al fin, por Hércules,ya estaba corrido de vergüenza, y me he venido. — Pero ¿qué es esto, que veo salir a Baquis de casade nuestra pariente? ¿Qué tiene que ver ella ahí?BAQUIS — Parmenón, a tiempo te me presentas; corre de prisa adonde esté Pánfilo.PARMENÓN— ¿Para qué?BAQUIS — Dile que le ruego que venga.PARMENÓN — ¿A tu casa?BAQUIS — No, sino a la de Filomena.

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47 Se consideraba, con razón, que los esclavos eran parte interesada; solo en casos gravísimos se los sometía a interro-gatorio, pero torturándolos a la vez, a fin de lograr (extorsionar) deposiciones fehacientes.

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PARMENÓN— ¿Qué pasa?BAQUIS — Déjate de preguntar lo que no te importaPARMENÓN — ¿Nada más le digo?BAQUIS — Sí, también dile que Mirrina reconoció como perteneciente a su hija ese anillo que él undía me había dado.PARMENÓN— Entiendo. ¿Eso es todo?BAQUIS — Sí. Estará aquí al punto, apenas le digas eso. Pero ¿por qué demoras?PARMENÓN — En verdad que no demoro en absoluto. Hoy ni he tenido tal posibilidad, pues he pa-sado toda esta jornada andando y corriendo de acá para allá. (Sale.)BAQUIS — ¡Qué alegría he procurado a Pánfilo con mi llegada! ¡Cuántos bienes le he ocasionado!¡Cuántas inquietudes le he quitado! Le restituyo el hijo, que por su culpa y la de esas dos mujeres casiiba a perecer; le devuelvo su mujer, que él calculaba nunca más poseer; lo he librado de la sospechaen que su padre y Fidipo lo tenían. Y cabalmente este anillo ha sido el comienzo de estos descubri-mientos y desenredos. Pues me acuerdo que una vez, hace diez meses poco más o menos, al empezarla noche, vino a buscar refugio en mi casa, todo agitado, sin esclavos que lo acompañaran, bien bo-rracho, con este anillo. De buenas a primeras me asusté. “Mi Pánfilo —le digo—, por tu vida, ¿cómoes que estás tan alterado? ¿Y dónde has hallado ese anillo? Dímelo”. Él se hizo el distraído. Viendoesto, yo formulé no sé qué sospecha; y empecé a instarlo mayormente para que hablara. El joven meconfiesa que en la calle había violentado no sé qué mujer y me dice que, mientras ella se debatía paralibrarse, le había arrebatado el anillo. Pues este es el anillo que hace un momento Mirrina ha reconocidoen mi dedo. Al punto me pregunta cómo es que lo tengo; yo le cuento toda esta historia; y así se hadescubierto que fue él quien violó a Filomena y que de ahí le viene este hijo que acaba de nacer. Mealegro de que por mí le hayan sobrevenido tantas alegrías, por más que otras cortesanas no compartiríaneste sentimiento; efectivamente, no redunda en provecho nuestro que algún amante nuestro halle sudicha en el casamiento; pero, por Cástor, jamás inclinaré mi ánimo a una mala acción por un beneficiode mi profesión. Yo, mientras me estuvo permitido, tuve en él un amigo bondadoso, gracioso y amo-roso. Su casamiento, lo confieso, me resultó enfadoso; pero, por Pólux, creo que nada hice para me-recer semejante infortunio. Con todo, cuando de uno se han recibido muchas ventajas, justo es que sesobrelleven los disgustos que de él mismo procedan.

Escena IV

PÁNFILO, PARMENÓN, BAQUIS

PÁNFILO — Por favor, mira otra vez, querido Parmenón, que sean ciertas y claras las noticias queme has referido, a fin de que no me lances a gozar de una alegría falsa y efímera.PARMENÓN—Ya lo he mirado bien.PÁNFILO —¿De veras?PARMENÓN — De veras.PÁNFILO — Soy un dios, si es así.PARMENÓN— Así es; tú mismo lo comprobarás. (Hace ademán de retirarse.)PÁNFILO — Quédate un momento, por tu vida; porque temo creer una cosa mientras tú me anun-cias otra.PARMENÓN — Y bien, me quedo.PANFILO — Pues, has dicho, me parece, que Mirrina descubrió un anillo suyo en el dedo de Baquis.PARMENÓN — Eso es.PÁNFILO — El anillo que un día yo le había dado a Baquis; y que es Baquis quien te mandó venira darme esa noticia. ¿Es así?PARMENÓN — Es así no más.PÁNFILO — ¿Quién hay más venturoso que yo? ¿Quién, más rebosante de gozo? ¿Qué debería yo

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obsequiarte por tal mensaje? ¿Qué? ¿Qué? No lo sé.PARMENÓN—Yo, sí, lo sé.PÁNFILO — ¿Pues qué?PARMENÓN— Pues nada, porque no sé qué halles de bueno ni en el mensaje ni en mi persona.PÁNFILO— ¿Puedo permitir yo que se aleje de mí sin recompensa uno que, estando yo muerto, mesacó del Orco y me hizo volver a la luz? ¡Ah, demasiado ruin me crees! — Pero ahí veo a Baquis depie ante la puerta; debe de estar aguardándome a mí; la abordaré. (Se aleja de Parmenón, que quedaen adelante extraño a la conversación.)BAQUIS— (Adelantándose.) ¡Bien venido, Pánfilo!PÁNFILO — ¡Oh Baquis! ¡Oh Baquis de mi alma! ¡Mi salvadora!BAQUI S — Todo ha ido bien; yo estoy llena de gozoPÁNFILO — Con tus palabras me haces prestar fe a los hechos. Y tú guardas tu gentileza de antaño,de suerte que tu encuentro con uno, tu conversación y tu visita, donde quiera que sea, es siempre unplacer.BAQUIS — Y tú también, por Cástor, guardas tu carácter y tu corazón de antaño, de suerte que enninguna parte, entre todos los hombres que viven en el mundo, ni uno se encuentra que sea másamable que tú.PÁNFILO — ¡Ja, ja, ja! ¿Tu a mí con piropos?BAQUIS — Con razón te has entregado al amor de tu esposa. Hasta el día de hoy yo jamás la habíavisto con mis propios ojos como para apreciarla. PÁNFILO — Di la verdad.BAQUIS — ¡Pero sí! ¡Así me amen los dioses, Pánfilo!PÁNFILO — Dime: ¿acaso le has dicho algo de todo esto a mi padre?BAQUIS — No, nada.PÁNFILO— Ni hace falta. Pues ¡mutis! No quiero que ocurra como en las comedias, donde todos lle-gan a enterarse de todo. Aquí, los que convenía que se enteraran, ya lo saben; y los que no convieneque estén al tanto, ni llegarán a enterarse ni tendrán conocimiento directo del asunto.BAQUIS — Más aún; te confío un dato con que entiendas lo fácil que va a ser mantener el secreto:Mirrina le ha dicho a Fidipo que ha dado fe a mi juramento, y que por consiguiente tú eres inocente asus ojos.PÁNFILO — Muy bien. Y espero que este asunto termine a nuestro gusto.PARMENÓN— (Acercándose.) Señor, ¿me está permitido saber de ti qué bien es el que te he hechohoy, y de qué asunto están ustedes tratando?PÁNFILO — No, no te está permitido.PARMENÓN— Sin embargo, yo lo sospecho. (Aparte, cavilando sobre lo que anteriormente le dijoPánfilo.) ¿Yo a este... muerto... del Orco? ¿De qué manera...?PÁNFILO — No sabes, Parmenón, qué gran servicio me has prestado hoy y de qué gran angustia mehas librado.PARMENÓN— ¡Vaya si lo sé! No lo hice por casualidad.PÁNFILO — No me cabe la menor duda.PARMENÓN — ¿Acaso a Parmenón se le puede escapar así, a la ligera, alguna ocasión de haceralgo útil?PÁNFILO — Acompáñame allá dentro, Parmenón.PARMENÓN — Te acompaño. (A los espectadores.) Verdaderamente, el bien que hice hoy incons-cientemente supera a todo el que hice a sabiendas antes de este día.EL CANTOR—¡Aplaudan!48

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48 La invitación a aplaudir dirigida a los espectadores es en las piezas latinas la forma de rúbrica para indicar su finalización.Según Paratore, tal invitación la realizaba un miembro del grex o compañía teatral en metro recitativo, pudiendo tambiénser entonada por un cantor para obtener un efecto mayor (STL, p. 56, nota 8).

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BIBLIOGRAFIA(Solamente constan las obras a que se hace referencia tanto en la introducción

como en las notas del texto de la traducción)

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COROMINES Joan, P. Terenci Àfer : Comèdies, Fundació Bernat Metge, vol. IV, Barcelona, 1960.

CHAMBRY Emile, Térence: Comédies, 2 vols., París, Garnier, 1948.

DICCIONARIO DEL MUNDO CLÁSICO redactado bajo la dirección de Ignacio Errandonea, S. I.,2 vols., Barcelona-Madrid-Buenos Aires-Río de Janeiro- Méjico-Montevideo, Labor, 1954.

DUCKWORTH George E., The Nature of Roman Comedy, Princeton, University Press, 1952 (3ª reim-presión, 1965).

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PARATORE Ettore, Storia del Teatro Latino (Se cita: STL), Milán, Francesco Vallardi, 1957.

PARATORE Ettore, Storia della Letteratura Latina (Se cita: SLL), 2ª edic., Florencia, Sansoni, 1961.

PICHON René, Histoire de la Litérature Latine, 9ª edic., París, Hachette, 1924.

PIERRON Pierre-Alexis, Historia de la Literatura Romana, trad. del francés por Antonio Clement,Colección “Obras Maestras”, vol. I, Barcelona, Iberia, 1966.

PUBLIO TERENCIO AFER, Colección Austral, 2 vols., 2ª edic., Buenos Aires-México, Espasa-Calpe- 31 -

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STELLA Salvatore, P. Terenzio Afro: Hecyra,Milán, Signorelli, reimpresión 1952.

VOLTES BOU Pedro, Terencio: Comedias, Colección “Obras Maestras”, Barcelona, Iberia, 1961.

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TT EE RR EE NN CC II OO ::

LL OO SS HH EE RR MM AA NN OO SS

Introducción, versión y notasde José Juan Del Col

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NOTA BENEEn atención a los lectores que ignoren el latín, traducimos la palabras o frases de ese idioma que se

citen en el presente trabajo. Por el mismo motivo, en relación con la ortografía española, atildamos laspalabras latinas esdrújulas, pero no las graves o llanas terminadas en consonante, advirtiendo que enestas el acento prosódico cae en la penúltima sílaba; advertimos además que no hay palabras latinasagudas.

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PRESENTACIÓN

Este número 16 de Cuadernos del Instituto Superior “Juan XXIII” trae la versión al castellano, queyo realicé, de Los hermanos de Terencio, precedida por una introducción y provista de oportunas notasexplicativas.

En la introducción se dan, primero, unas informaciones generales sobre la vida y obra del come-diógrafo latino, y luego unas informaciones específicas sobre Los hermanos. En cuanto a la obra deTerencio, después de señalar que fue inspirada por Menandro, eximio comediógrafo ateniense, se des-tacan sus principales características. En cuanto a Los hermanos, se pone de relieve la importancia queesta comedia reviste, su fisonomía característica y la proyección que tuvo, tanto en la antigüedad comoen la época moderna.

El presente trabajo reproduce, con leves modificaciones, el libro “Los hermanos” de Terencio,publicado por la Editorial Columba en mayo de 1973, como número 4 de la Colección Birreme, diri-gida por el Dr. Alberto J. Vaccaro. Viene a ser, pues, una reimpresión de este libro, cuya edición, alparecer, está agotada.

Las otras cinco comedias de Terencio, que yo igualmente traduje, fueron publicadas, como sendosnúmeros, en los Cuadernos del Instituto Superior “Juan XXIII”: Formión y La suegra, en junio de1984 (n. 6 y 7, respectivamente); La andria,El eunuco y Heautontimorúmenos, en enero de 1993 (n.12,13 y 14, respectivamente).

Hago constar que la mía es, en castellano, la cuarta versión completa del teatro de Terencio. Lasanteriores son: la clásica de Pedro Simón Abril (¿1530-1595?), la de Pedro Voltes Bou (publicada en1961) y la de Lisardo Rubio (publicada entre 1958 y 1966).

Hago constar, además, que no tengo noticia de otra versión completa de Terencio que se haya lle-vado a cabo en América; la mía sería, entonces, la primera en nuestro continente.

Me place consignar, finalmente, que el móvil de mi traducción de Terencio fue la participación -a instancias del fundador y primer rector del Instituto Superior “Juan XXIII”, Pbro. Dr. Osvaldo Fran-cella, sdb, de feliz memoria- en el Concurso de Traducciones del Griego y del Latín clásicos alcastellano, convocado por la Editorial Kraft Lda. en setiembre de 1964, para conmemorar el Centenariode su fundación. En marzo de 1966, el Jurado que dictaminó en dicho Concurso, seleccionó estas misversiones: La suegra, Formión y Los hermanos.

Contigo ahora, gentil lector, la tercera de las tres comedias, con su introducción y notas.

Lic. José Juan Del Col, sdbRector del Instituto Superior “Juan XXIII”

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INTRODUCCIÓN

RASGOS BIOGRÁFICOS DE TERENCIO

Publio Terencio Afro es el representante más delicado de la comedia latina. Pertenece a la primeramitad del siglo II a. C., siendo, por lo tanto, algo posterior al más fecundo y exuberante comediógrafolatino, Plauto (alrededor del 254-184). Nacido en Cartago en el año 195 o 190, fue conducido a Romaen tierna edad, como esclavo del senador Terencio Lucano. En seguida supo granjearse, por su porteagraciado y por su ingenio despierto, la simpatía y aprecio de su amo; lo cual le valió un trato de favor,es decir, una educación liberal y una manumisión temprana (posiblemente al llegar a la mocedad). Sepuede suponer que, una vez manumitido, haya seguido viviendo en casa de su patrono, donde, siendotodavía esclavo, habría entrado en contacto con varios hijos de familias aristocráticas de Roma. Seacomo fuere, lo cierto es que estrechó amistad con muchos nobles, y especialmente con Escipión Afri-cano y C. Lelio1. Éstos y Furio Filo (es decir, amigo o amante, sobrentendido de lo griego) formabanun trío helenizante, que aglutinó a la nobleza romana de entonces en un círculo, llamado “círculo delos Escipiones”.Aspiración de ese círculo era sentir, pensar, expresarse y portarse a la griega; era helenizar lo romano,es decir alisarlo, agilizarlo, y a la vez humanizarlo, de suerte que la urbánitas 2 romana se tornara cos-mopolitismo o humanismo político y el homo Romanus, homo humanus 3. Bajo el influjo de semejantehumanismo, exclamará Marco Aurelio: “Como Antonino tengo por patria a Roma, como hombre elmundo” 4. Ya en tiempos de Terencio ese humanismo hallaba un eco profundo tanto en la élite comoen la plebe de la Urbe; es que en realidad respondía al genio romano más aún que al griego, ya quelos romanos no se contentaban con abstracciones, con teorías, sino que tendían a encarnar en el planoconcreto y práctico el espíritu cosmopolita y humanitario de que estaban dotados. Por eso cuando porvez primera resonó en el teatro de Roma el verso: Homo sum: humani nihil a me alienum puto 5, todoel público, según refiere San Agustín, prorrumpió en aplausos 6 . Ese verso es el más famoso de Te-rencio y podría servir de epígrafe a todo su teatro como a toda la literatura latina; teatro y literaturaimpregnados de humánitas 7.Reflejando para la escena el ideario del círculo de los Escipiones, compuso Terencio sus comedias:

en 166, la primera (La andria); en 160, la última (Los hermanos); y en el lapso intermedio, otrascuatro, a saber: La suegra, El atormentador de sí mismo, El eunuco y Formión.Después de representadas las seis piezas, Terencio, a fines del 160 o en el año subsiguiente, em-

prendió un viaje -de solaz o, más verosímilmente, de estudio- al mundo griego, esto es, a Asia Menory Grecia propiamente dicha.En el regreso terminó sus días, alrededor del año 158 8.

OBRA DE TERENCIO

MENANDRO, EL MODELO PREDILECTO. En Roma se cultivaron dos géneros principales de co-medias, a saber: la comóedia palliata, de trama e indumentaria griega, y la comóedia togata, de tramae indumentaria romana. Terencio compuso todas comedias palliatae, al estilo de la comedia nueva,

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1 Cf Suetonio, Vita Terenti, Wessner, 1-2.2 = urbanidad, finura de trato y de costumbres. 3 = el hombre romano, hombre “humano” (es decir, universal y filántropo).4 BIGNONE, p. 61.5 = Soy hombre, y nada de cuanto es humano me es extraño (El atormentador de sí mismo, 77).6 Cf PARATORE, p. 162.7 = sensibilidad y comprensión humana.8 Cf Vita, Wessner, 5 y 2.

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cuyo principal representante -“el astro de la comedia nueva”, en expresión de los bizantinos- fue Me-nandro 9.Si la comedia nueva en general pudo ser definida “espejo de la vida”, nítidos espejos de vida son in-

dudablemente las piezas de Menandro. Espejos de la vida real, de la vida cotidiana, de la vida burguesa;espejos de las costumbres y pasiones humanas; espejos de caracteres y sentimientos, de situaciones ycosas. Es esto lo que los antiguos más ponderaban a propósito de Menandro. Y es también lo que so-bresale en la producción de su eximio imitador latino.

CARACTERÍSTICAS PRINCIPALESDEL TEATRO TERENCIANO

Proponiéndonos ahora detallar las características principales del teatro de Terencio, examinemospor separado, a fin de proceder ordenadamente, el prólogo, la acción, los personajes y el estilo.

PRÓLOGO. En alguna comedia ática del siglo IV a. C. se puede hallar un prólogo que ostenta unaexposición del argumento y a la vez una breve apología de la obra y de su autor; pero normalmente lacomedia nueva lleva un “prólogo-exposición”. Los de Terencio, en cambio, ni una vez son prólogosexpositivos, sino siempre y exclusivamente apologéticos. Hacen, en efecto, una apología de su obra,pero de ordinario, más que para encarecerla, para defenderla de la denigración, acusaciones y ataquesde los rivales literarios. Y a fe que la defienden con ardor, con pasión, con dejos de resentimiento, conacentos de acrimonia; todo lo cual contrasta no solo con la característica romana del Prologuista amantede la paz y que en son de paz trae un ramo de olivo, sino también con el estilo acostumbrado de lapieza, un estilo que se desliza sosegada y suavemente. Si a lo dicho se añade que los prólogos aparecenalambicados y ahítos de figuras retóricas, mientras que el diálogo escénico respira naturalidad y me-sura, entonces se agrava la sospecha de que no sea Terencio el autor de tales prólogos. Por consiguiente,como dice Marouzeau 10 , o no es Terencio el autor de los mismos o, si lo es, en ellos dio rienda sueltaa fantasías y extravagancias que en el texto de las comedias habría tenido que sofrenar en atención alos modelos griegos. En esta segunda hipótesis, el verdadero, el auténtico Terencio, ya como hombre,ya como literato, se hallaría perfilado en los prólogos de sus piezas.Beare da por supuesto que los prólogos se deben a Terencio y pone de relieve que estando destinados

a disipar sospechas y conseguir la atención, por eso mismo resultaron prólogos de nuevo cuño: quizásera la primera vez, escribe dicho autor, que un dramaturgo latino tenía conciencia de asentar un principioartístico 11. Los prólogos serían pues un mérito, una prueba de la originalidad artística de Terencio.

ACCIÓN. - Comedias palliatae. Las comedias de Terencio imitan a las de Menandro, haciendo gala de unasutil psicología y de urbanidad, decoro, finura. Es que retratan la vida burguesa del foco de la civilizaciónhelénica, Atenas; y por añadidura la retratan filtrada y depurada a través de la simpatía y la admiración.

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9 Nació Menandro en Atenas, de padres ricos, hacia el año 342 y murió en la misma ciudad hacia el 292. Algunos lo con-sideran sobrino y discípulo del poeta cómico Alexis, pero el primer dato es casi ciertamente falso y el segundo es probableque no deba tomarse en sentido literal. Algún antiguo lo hace también discípulo del filósofo Teofrasto y amigo de Epicuro;en verdad, sus obras revelan de un modo notable al filósofo y al moralista. El epicureísmo se reconoce fácilmente en susobras y en su conducta, pero más que de influjos debiera hablarse de afinidad espiritual con Epicuro. Vivió entregado a“la dolce vita”: vida de holganza, de regalo, entre caricias de cortesanas; vida de elegancia en el traje y en el porte; vidaajena a las turbulencias, revueltas y guerras que iban sacudiendo a Grecia y Atenas; vida refractaria aun a las honrosas pre-siones con que Tolomeo Soter intentó llevarlo a Alejandría de Egipto, hasta enviándole para ello, según cuenta la tradición,embajadores y buques. Sólo le placía Atenas, o mejor dicho, su hermosa villa del Pireo; lo fascinaban sus amores y el tratocon personas de sociedad, de una sociedad refinada, culta; a la ambición anteponía la quietud. En esa quietud tan holgadafue escribiendo sus comedias; más de cien.10 Cf MAROUZEAU, I, p. 50.11 Cf BEARE, p. 95.

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Comedias sentimentales. Plauto despliega en sus comedias unas vis cómica jocosa, de una jocosidadbufa y crasa; Menandro sabe fijarse en la humánitas, pero sin hacerla prevalecer sobre el donaire delos tipos tradicionales. Terencio suele concentrarse en la humánitas, en los problemas humanos; de ahíel carácter serio y aun melancólico que aparece difuso en todo su teatro, desde La suegra, donde,como asegura Pichon, no se encuentra el menor chiste, y es de tono lloroso 12, hasta El eunuco y For-mión, que son las dos comedias aparentemente más festivas. Debido a su carácter serio y melancólico,las piezas de Terencio, más que comedias, son dramas, dramas de almas, o más bien, dramas de cora-zones, ya que el amor es el móvil de la acción en cada pieza.

Tema común: una aventura amorosa. Como ordinariamente en Menandro, el tema es una aventura amorosa,de un amor que tiene curso irregular de pasión y termina remansándose en una boda satisfactoria. Esta,precedida por un reconocimiento (salvo en Los hermanos), es el desenlace obligado de la comedia.

Técnica estructural. Es característica de la técnica de Terencio la introducción en la pieza de algúnpersonaje protático, es decir, de algún personaje que sólo figura en la prótasis de la obra a fin de in-troducir al público en la marcha de la acción, haciendo las veces del viejo prólogo expositivo.Típico rasgo estructural en el teatro de Terencio, como hace notar Paratore 13, es la geminación o du-

plicación de pasiones y situaciones: así en La andria la pasión ardiente de Pánfilo por Glicera y de Ca-rino por Filomena, y las trabas que impiden el casamiento de uno y otro con el objeto de su amor.Pero lo que Beare considera el principio fundamental de la técnica dramática de Terencio es el con-

traste de caracteres 14 . Este, al igual que la geminación de pasiones y situaciones, es reflejo del teatrode costumbres de Menandro, pero en Terencio se verifica -parece- con más regularidad, con más in-tensidad, con más afinación.

Intriga. En las comedias terencianas suele ser floja, pero alguna que otra vez tiene más enredo queen el original: en La andria y en El eunuco por la añadidura de personajes, y en Los hermanos por lainserción de una escena (el rapto de Baquis). Señalan varios autores que la complicación de la tramapor contaminación representa un enriquecimiento que refuerza la acción y posibilita al mismo tiempouna más aguda caracterización psicológica de los personajes. Marouzeau, por ejemplo, afirma: “Es pre-ciso reconocer que, en conjunto, Terencio por este medio (la contaminación) enriqueció una materiaa veces indigente, reforzó su intriga, acreció el valor dramático de su obra” 15.

Naturalidad, mesura y garbo. Son otras características de la acción en Terencio. Por la naturalidad,casi no se dan los discursos directos de los personajes a los espectadores; cosa que, en cambio, ocurrevarias veces en las comedias de Plauto. Por la naturalidad, la acción fluye sin nada forzado e inverosímil,desembocando en un desenlace lógico sin que nunca se precise la intervención de un deus ex máchinapara cortar de un tajo un nudo insoluble. A la naturalidad le hacen cortejo la mesura y el garbo: laacción, en efecto, se despliega lenta, acompasada, con ritmo uniforme, sin desgarrones, sin choques, ysin nada grotesco, sin nada grosero, sin nada manifiestamente, crudamente, obsceno. La acción en Te-rencio podría compararse a un arroyuelo plácido y cristalino, mientras que en Plauto es como un torrentede agua turbia, cenagosa, que avanza a los brincos, con ímpetu, arremolinándose. Terencio resulta puesun auténtico maestro en la técnica dramática de comedias calmas, reflexivas, decorosas.Su maestría en la composición de semejantes comedias hace juego con su maestría en el dibujo de

los caracteres; son ellas las dos mayores glorias de Terencio como poeta dramático.

PERSONAJES. Varrón, que le otorga la palma a Cecilio por los asuntos y a Plauto por los parlamen-tos, se la reserva a Terencio por los caracteres 16. Terencio sería, pues, el mejor comediógrafo latino

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12 Cf PICHON, p. 78.13 Cf PARATORE, p. 184.14 Cf BEARE, p. 107.15 Cf MAROUZEAU, I, p. 43.16 Cf MAROUZEAU, I, p. 45.

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en cuanto a caracterización. El juicio de Varrón es compartido incondicionalmente por varios autoresmodernos, como Rostagni, Serafini, Rubio... “La profundizada representación de los caracteres -escribeRostagni- constituye el lado más apreciable de las comedias terencianas... Los personajes están todosfinamente elaborados con respecto a las cualidades morales, llevando neta la impronta de su ethos” 17.Terencio, declara Serafini, “ha llevado a la comedia una propia originalidad y novedad, por cuanto élestriba casi toda la acción en la psicología de los personajes. En este sentido, él es (juntamente con Me-nandro) el padre de la comedia moderna, la cual más que valerse de expresiones cómicas y picantes,trabaja alrededor de los caracteres” 18. Rubio explica y amplía el elogio de Varrón diciendo a propósitode Terencio: “Él restaura la comedia esencialmente psicológica y penetra en el alma humana más hon-damente que cualquier otro autor antiguo para ofrecernos una viva imagen de la vida real encarnadaen el centenar de personajes dibujados en su obra; desde la antigüedad se concede la palma a Terencioen la expresión de los caracteres” 19

A través de los personajes primorosamente caracterizados aparece en el teatro terenciano una humanidadaristocrática, culta, una humanidad que en términos generales puede describirse de la manera siguiente:

- humanidad buena, sincera, afectuosa; si cae en la mentira y el vicio, es por fragilidad, no por ma-licia; y siempre alcanza la felicidad cuando escucha la voz del corazón;- humanidad decorosa, pudorosa; por más que ceda a la pasión del amor, no se jacta, sino que tiende

un velo sobre esa debilidad; con todo, muestra bastante desenfado en lo relativo al sexo;- humanidad dulce, comprensiva, tolerante, servicial;- humanidad reflexiva, replegada sobre los estados de ánimo, especialmente sobre los determinados

por el amor;- humanidad melancólica, porque repara en las incertidumbres, afanes, chascos y derrotas de la vida;- humanidad que busca intimar y desahogarse;- humanidad reposada y mesurada en todas las manifestaciones de la vida y que por lo tanto no se

desespera en la tristeza ni se exalta en la alegría: en la tristeza se resigna, en la alegría sonríe; sonríepor las inconsecuencias de los caracteres y las rarezas de las situaciones, en vez de reír, como enPlauto, por caricaturas, parodias, hipérboles divertidas, chistes verdes, expresiones ambiguas, neolo-gismos curiosos; tristeza y alegría, además, alternan como en la vida, o mejor dicho, la tristeza es ale-gría cohibida, que espera y aguarda librarse; no es entonces tristeza morbosa, sino tristeza demelancolía difusa y provocada por añoranzas de alegrías pasadas y por ansias y ensueños de alegríasfuturas; en el teatro terenciano está, pues, latente una concepción optimista de la vida.

Semejante humanidad de cuño aristocrático y selecto responde a una realidad ideal, de abstracción,que fija valores auténticamente humanos y por ende universales.

ESTILO. - Juicio de autores antiguos. Lengua y estilo de Terencio son de lo más delicado que puedaofrecer la literatura latina. Ya lo proclamaban en la antigüedad varios autores, entre los cuales figuran:Cicerón y César, eminentes estilistas y maestros de la prosa latina; Horacio, el forjador de una “poesíade dicción” (Menéndez y Pelayo) 20 y maestro de preceptiva literaria; y Quintiliano, el otro celebérrimoestilista y preceptista literario.

Constantes del estilo terenciano. Son estas:

“Mediócritas“ y “gracílitas“. - El estilo de Terencio es, en general, medíocris y grácilis a un tiempo,esto es, mesurado y fino.

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17 ROSTAGNI, p. 97.18 SERAFINI, p. 50.19 RUBIO, I, p. XLIV.20 Cf ALONSO SCHÖKEL, p. 169.

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Pureza de lenguaje. - El de Terencio es lectus sermo 21 (Cicerón), purus sermo 22 (César). Terencio esrepresentante y perfeccionador del sermo urbanus 23; y téngase en cuenta que se trata de un lenguajeciudadano de capital y de un lenguaje culto de la mejor ley, por ser el de la mejor sociedad. Y bien, alrevés de Plauto, Terencio raramente emplea grecismos y, sin ser arcaizante, es más bien conservadoren cuanto a vocabulario: guarda un justo medio de corrección, de casticismo, de rigor; su lenguaje, enefecto, está sacado del patrimonio común, pero está bellamente limado; y es restringido, ceñido, peropreciso y translúcido. La pureza de lenguaje es nota principal del estilo terenciano. Es nota muy pon-derada, si no la más ponderada, por la crítica aun reciente.

Gracia y elegancia. -También para estas prendas hay todo un concierto de voces entusiastas que co-rean los juicios de la antigüedad. Así, por ej., Bignone dice: “Terencio parece conocer todos los secretosy las gracias del latín” 24. La Harpe encarece la elegancia de su diálogo 25. Para Ashmore es la eleganciao refinamiento y gracia del idioma lo que caracteriza los escritos de nuestro poeta 26. Chambry afirma:“Su estilo ha pasado siempre por el modelo del sermo urbanus, de la conversación de las personas hon-radas 27. Rubio afirma a su vez: “Terencio ha sido considerado siempre y unánimemente como un mo-delo de la buena latinidad, del sermo urbanus“; y llega a afirmar: “no hay lengua más pura, elegantey distinguida que la de Terencio” 28. Ya Leopardi había declarado: “Terencio, nunca igualado en su pura,perfecta y natural elegancia” 29

Naturalidad y sencillez. - El lenguaje de Terencio está desprovisto de alambicamientos, de ostensiblesvirtuosismos, como está desprovisto de frondosidades, ampulosidades, oropeles. De ahí que Terencio,a pesar de ser purista, parezca a veces indigente en su vocabulario; y de ahí que, a pesar de dar pruebasde un perfecto dominio técnico, sea sobrio, de ordinario, en el empleo de las figuras retóricas y recursosefectistas.

Cortesía, delicadeza y decoro. - En el teatro de Plauto, como se encajan en cantidad puñetazos ypalos, así se espetan denuestos e imprecaciones; y a la vez se descargan andanadas de expresionesmaliciosas, chistes chocarreros, palabrotas y obscenidades. En Terencio, salvo contadas excepciones,estilo y trama respiran cortesía, delicadeza, decoro. Según Anatole France, Terencio fue el primero enponer el pudor sobre la frente de Talía, la musa de la comedia 30. Y es corriente en los autores el elogiode la gentileza estilística de Terencio.

Lenguaje coloquial. - El estilo terenciano se destaca también por el tono conversacional, de una con-versación que muy a menudo llega a ser coloquio íntimo: diálogo de almas que se comunican expe-riencias, resoluciones y planes; de corazones que se confían cuitas, recelos, esperanzas y anhelos. Porconsiguiente, el estilo se desenvuelve reposado, circunspecto, suave y tierno, leve y flexible, amoldán-dose a la rica y sutil gradación de pensamientos y afectos que los personajes van revelando poco a pocoen el curso de la acción. Y así los caracteres se delinean y matizan progresivamente por toques menu-dos, discretos, finos; justamente en esto Paratore reconoce lo más típico del estilo terenciano 31.

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21 = lenguaje selecto.22 = lenguaje puro.23 = lenguaje ciudadano.24 BIGNONE, p. 70. 25 Cf PIERRON, p. 129.26 ASHMORE, introd., p. 35.27 CHAMBRY, I, p. VII.28 RUBIO, I, p. XLVIII.29 Cf GONZÁLEZ PORTO-BOMPIANI: Terencio. 30 Cf SERAFINI, p. 48.31 “La característica principal del estilo de Terencio está en la esmeradísima gradación de los toques”: PARATORE, p. 188.

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LOS HERMANOS

IMPORTANCIA DE Los hermanos. Según Azelia Arici, la crítica actual con voces casi concordeshabría llegado a reconocer la obra maestra de Terencio en La suegra 32. No parece, sin embargo, quelos críticos actuales convengan tanto en ese reconocimiento. Vitali, por ej., asegura que Los hermanosson “por varias razones la más notable” de las piezas de Terencio 33. Gustarelli así los presenta: “la úl-tima de las comedias terencianas, la obra maestra del aún joven poeta, y, bien puede afirmarse, detodo el teatro cómico latino” 34. Y Rubio atestigua: “Los Adelfos pasan por la obra maestra de Terencio”35. Por cierto se ha de admitir que dicha pieza es “una de las mejores de Terencio”, como afirma Ma-rouzeau 36.

FISONOMÍA CARACTERÍSTICA DE Los hermanos. Es de tipo serio, siendo, en efecto, “una come-dia de costumbres o de caracteres al mismo tiempo que de intriga” 37, o mejor dicho, siendo “una co-media de caracteres mucho más que de intriga” 38, “una comedia predominantemente de carácter” 39.Desarrolla una tesis moral: es “la comedia pedagógica de Terencio”, en expresión de Serafini “ 40,

pues contrapone dos sistemas educativos: uno netamente autoritario y rígido, y el otro netamenteblando e indulgente. El primero está representado por un anciano, cierto Démea, padre de dos hijos,llamados Esquino y Ctesifón; el segundo, por otro anciano, cierto Mición, que es hermano de Démeay padre adoptivo de Esquino. Se cree que Démea y Mición encarnan los dos métodos antitéticos quese estilaban entre los romanos en tiempos de Terencio, es decir, el método tradicional y campesino, porun lado, y el método helenizante y urbano, por el otro. Qualis pater, talis fílius 41. Ambos ancianos fra-casan en su intento educativo por lo extremado de uno y otro sistema 42. A lo largo de los cuatro pri-meros actos, las preferencias parecen orientarse hacia Mición, pero he ahí que de repente Démea virapor redondo, aventajando y desconcertando al mismo Mición. ¿Es el triunfo de este sobre Démea,quien se aviene, por fin, al proceder educativo del hermano? Alguien opina justamente así. Escribe,por ej., Gustarelli: “Si, al final de la comedia, Mición se ve precisado a esparcir algo de ridículo sobresu teoría, cumpliendo acciones que el buen sentido por cierto no sugeriría, eso no vicia en absoluto laverdad de su tesis moral y pedagógica, antes bien, sirve para hacerlo triunfante, exageradamente, in-cluso a expensas, en algo, de su misma seriedad” 43. Viceversa, otros, como Colombo y J. Coromines,en el brusco viraje de Démea no ven sino una cruel ironía respecto al método de la aquiescencia adop-tado por Mición; y por lo mismo, una reacción de la austera conciencia romana contra la blanda hu-mánitas del invasor helenismo. “En un tiempo de reacción, más o menos sincera, a la invasiónhelenística, había que aliarse -dice Colombo- con la austera costumbre de Démea y condenar resuel-tamente el humanitarismo desfibrado y dulzarrón de Mición, a fin de impedir la precoz corrupción delos jóvenes” 44. El desenlace sería una añadidura de Terencio al original griego, hecha espontáneamenteo bien por instigación de sus monitores, es decir de sus consejeros de la clase aristocrática, quienes,no obstante ser refinados helenizantes, guardaban, sin embargo, la altiva firmeza de la estirpe romana45. Pero hay quien opina, como Vitali, que Los hermanos reflejan en sentido exactamente contrario elparecer tanto de Terencio como de sus nobles amigos del círculo de los Escipiones. Es decir, que lapátria potestas 46, tan rigurosa e inflexible a lo largo de los cinco primeros siglos de la edad republicana,necesitaba ser atemperada; así lo exigían, al despuntar el imperio, las nuevas condiciones de vida y

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32 Cf ARICI, I, p. XXVI.33 VITALI, p. XVI.34 GUSTARELLI, p. 6.35 RUBIO, III, p. 97.36 MAROUZEAU, III, p. 98.37 MAROUZEAU, III, p. 95.38 COROMINES, IV, p. 73; cf también ARICI, I, p. XV.39 GUSTARELLI, p. 10.45 Cf COLOMBO, p. 16-17; COROMINES, IV, p. 78.46 = autoridad paterna.

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sobre todo la juventud, que había dado maravillosas pruebas de valor y eficiencia en tantos camposde batalla, ensanchando el horizonte político romano más allá de los Alpes y de los mares 47. Ni rigorni rienda suelta en la educación, sino armonía de disciplina y condescendencia. Este es el ideal del mé-todo educativo, que Démea así formula al final de la comedia: reprehéndere et corrígere... et obsecun-dare in loco 48. Triunfa aun en el sector pedagógico el equilibrio clásico: ne quid nimis, medèn ágan49; triunfan la comprensión y sabiduría. Y no solo en el sector pedagógico, sino en cualquier manifes-tación de la vida humana. Así Lupo Gentile atestigua que la comedia “con razón ha sido consideradaen todos los tiempos como un modelo de sabiduría humana” 50. Y Gustarelli declara: “EstosHermanosbien podrían definirse la comedia de la comprensión humana y de la humana bondad” 51, ya que, “enel fondo, la comedia se resuelve en una porfía de comprensión sentimental y humana; mientras, enefecto, se va desarrollando la acción, se aclara la verdad de las cosas y se aclara la verdad de las almas,que terminan por conocerse, compadecerse, apreciarse y amarse recíprocamente, encontrándose yaquietándose todas en la que es la más íntima nota común a todas: la innata bondad” 52.

PROYECCIÓN DE Los hermanos. Se explica entonces que el suceso de la pieza haya sido grandetanto en la antigüedad como en la época moderna.

Un pasaje de Cicerón hace suponer que en su tiempo se representaba todavía 53 y una cita del mismomuestra que era familiar al gran público 54. De un texto de Amiano Marcelino se desprende que el per-sonaje de Mición seguía siendo popular en el siglo IV 55.

Los hermanos son “la más conocida y la más leída” de las comedias terencianas, como dice Chambry56; “la que ha sido objeto de más estudios monográficos”, como dice J. Coromines 57; ‘la más explicadaen las escuelas”, como dice Marouzeau 58.

Su tema además tuvo amplia repercusión en la dramática moderna. En Italia, Lorenzino de Médicissacó de Los hermanos la mayor parte de la intriga de su Aridosia (1536). Giovan Maria Cecchi, el másfecundo comediógrafo del siglo dieciséis, derivó de la misma pieza el asunto de I dissimili (1550). EnFrancia, Pedro de Larivey hizo una adaptación de la Aridosia en Les esprits, comedia publicada en1579 y tenida por su obra cumbre. Molière, maestro en la “risa pensativa”, sobre Los hermanosmodelóL’école des maris, representada en París en 1665 59.

También J. Baron, discípulo de Molière, imitó esa pieza en L’école des pères (1705). Revela igual-mente un notable influjo de ella Le pére de famille (1758) de Diderot. En Inglaterra, All fools (1599),conceptuada la mejor comedia de George Chapman, es una adaptación de El atormentador de sí mismocon elementos adicionales tomados de Los hermanos. Fiel adaptación de Los hermanos es The squireof Alsatia (1688), popularísima comedia de Shadwell. Y en Los hermanos se inspiran: The tender hus-

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47 Cf VITALI, p. XVIII.48 = reprender y corregir, y también a su debido tiempo secundar (verso 994).49 = nada con exceso (= hay que evitar los excesos = todo extremo es vicioso).50 LUPO GENTILE, p. 8.51 GUSTARELLI, p. 11.52 GUSTARELLI, p. 12.53 De sen. 18, 65: cf MAROUZEAU, III, p. 98. 54 Pro Caelio 16, 38: cf. MAROUZEAU, III, p. 98.55 XXVIII, 4, 27: cf MAROUZEAU, III, p. 98. 56 CHAMBRY, II, p. 353.57 COROMINES, IV, p. 79. 58 MAROUZEAU, III, p. 99.59 Es la más célebre de las imitaciones, pero los dos mozos son ahí reemplazados por dos hermanas jovencitas, cuyo padre,al morir, las confió a dos sujetos, hermanos entre sí, quienes desempeñan para con ellas tanto el papel de tutores como elde amantes, y en ambos papeles se establece el conflicto.

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band, or The accomplished fools (1705) de R. Steele; The jeaulous wife (1761) de George Colemanel viejo; The guardian, Linco’s travels (1767) de David Garrick; The choleric man (1774) de SirRichard Cumberland, a quien Oliver Goldsmith llama “el Terencio de Inglaterra“; The father, or Thegood-natured man, comedia postuma (1778) de Fielding 60.Los hermanos, finalmente, se hallan comentados y discutidos, desde el punto de vista pedagógico,

en Voltaire, La Harpe, Diderot, Lessing 61.

ADVERTENCIAS

1. Al realizar la traducción de Los hermanos, que aquí ofrecemos, nos atuvimos, normalmente, a laedición crítica de Lindsay-Kauer o a la de Marouzeau.

2. Con respecto a la traducción en sí misma:

- Procuramos reproducir con fidelidad lenguaje y estilo del comediógrafo latino, siguiendo el parecerde Marouzeau, de que una buena traducción de Terencio es la que esté redactada en un lenguaje sobrioy sencillo, en un estilo de cualidades medias, a igual distancia de la afectación y la vulgaridad 62.

- Como la aliteración y ciertas consonancias o rimas (por ej., el fenómeno simíliter désinens 63) sonhabituales en nuestro poeta, nos preocupamos por guardar esas peculiaridades. Hasta aprovechamosoportunidades que la traducción sugería para introducir nuevos ejemplos de tales recursos literarios.Fue un intento de mayor acercamiento al gusto de Terencio, por más que se trate de un gusto bien dis-cutible.

- Asimismo, dándose la oportunidad, preferimos traducir modismo con modismo, refrán con refrán,evitando empero lo que habría resultado anacrónico, como sería, por ej., “poner una pica en Flandes”,“tomar las de Villadiego”, etc.

3. Para favorecer una más exacta penetración del texto, preferimos abundar en notas explicativas y ex-playarnos en los puntos más controvertidos, estimando que es raro se tenga a mano la documentaciónbibliográfica pertinente.

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60 Frecuentemente se dice que The parasitaster, or The fawn (alrededor de 1605) de Marston es similar a Los hermanos,pero en realidad no existe parecido entre las dos piezas. Asimismo, se afirma a menudo que The scornful lady (alrededorde 1616) de Beaumont y Fletcher está en deuda con Los hermanos, pero la similitud es bien escasa. Cf. DUCKWORTH,The nature of roman comedy, p. 396-431; Idem, The complete roman drama, p. 405; RUBIO, I, p. LIV - LVI; PARATORE,p. 190-191; GONZÁLEZ PORTO-BOMPIAN1: Aridosia, Disímiles, Escuela de los maridos, Espíritus; EncyclopaediaBritannica: Beaumont and Fletcher, Garrick.61 Cf MAROUZEAU, III, p. 99.62 MAROUZEAU, I, p. 104.63 = de igual desinencia.

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LOS HERMANOS(ADELPHOE) 1

DIDASCALIA 2

Se representó en los Juegos Fúnebres 3 en honor de Lucio Emilio Paulo 4, organizados por QuintoFabio Máximo y Publio Cornelio Africano 5. La representaron 6 Lucio Hatilio de Preneste y Lucio

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1 Adelphoe es transcripción latina del vocablo griego adelphoi ( hermanos).

2 Originariamente la palabra didascalia designaba el ensayo de coros y diálogos dramáticos con arreglo a las instruccionesdel autor de la pieza; pasó luego a significar el mismo drama o su representación y, en fin, las listas de los certámenes dra-máticos tanto de tragedias como de comedias. Estas listas eran, en Atenas, de carácter oficial, ya que se conservaban enlos archivos del Estado. En ellas iban consignados los nombres de los competidores y de sus obras (en orden de mérito),del arconte epónimo (o magistrado supremo que daba su nombre al año, y una de cuyas funciones era organizar las fiestas),del corega, de los protagonistas, etc. Aristóteles publicó unas Didascalíai valiéndose de esos documentos oficiales y deinscripciones grabadas en los alrededores del teatro de Dióniso. Muchos gramáticos griegos continuaron y completaronel estudio de Aristóteles. Ya las ediciones alejandrinas de los dramas están encabezadas por las didascalias.

La registración de dramas se estiló también en Roma: se habla, en efecto, de 1.800 comedias griegas registradas ahí enla gran inscripción de didascalias. Y también para las piezas de Terencio se acostumbró encabezarlas con sus didascalias.Traen estas los datos siguientes: 1) la indicación de los Ludi o Juegos en que se representaron; 2) los nombres de los edilescurules (magistrados de orden inferior) organizadores de tales Ludi; 3) el nombre del director de la compañía cómica; 4)el nombre del compositor de la música; 5) el tipo o tipos de flautas empleadas en la ejecución musical; 6) el nombre delautor griego de la pieza (en Formión, también el titulo original de la obra); 7) el número de la pieza en la serie de las co-medias del autor latino; 8) los nombres de los cónsules en función al ser compuesta la obra. Es digno de nota que las di-dascalias de las comedias de Terencio son casi las únicas que quedan del teatro latino; solo se pueden citar, en efecto, otrasdos: las dos, de comedias plautinas (Stichus y Pséudolus), y una de ellas (la primera ) muy mutilada.

Se ignora quién fue el autor de las didascalias de las piezas de Terencio. Quizás lo haya sido M. Terencio Varrón, o bien algúngramático del siglo anterior a nuestra era, o algún editor antiguo que pudo aprovechar el De actis scaenicis de Varrón.

Es muy de lamentar que las didascalias ofrezcan un contenido embrollado, difícil de entender: así varían, según los ma-nuscritos, los nombres de los magistrados; a veces se topa con tres cónsules en vez de dos (El eunuco), con cónsules dedos años diferentes (El atormentador de sí mismo), etc. Es que las didascalias han ido acumulando y entreverando datosde distintas representaciones.

3 Tales Juegos se realizaban en honor de difuntos esclarecidos. Según Plinio, su institución se debe a Ascanio ( o Iulus),hijo de Eneas y de Creúsa, que era considerado como origen y estirpe de la gens Iulia (familia Julia).

4 Lucio Emilio Paulo, apodado el Macedónico, hijo del que cuando cónsul, murió en la batalla de Cannas, fue edil y pretoren la España ulterior, cónsul en 128 a. C. y vencedor de los piratas ligures; cónsul nuevamente en 168 y vencedor dePerseo, rey macedonio, en Pidna (ciudad de Macedonia; de ahí el sobrenombre de Macedónico); murió, siendo censor, enel año 160. Amén de sobresalir en la política y las armas, se destacó en la elocuencia y en el conocimiento de la lenguagriega. (Diccionario del mundo clásico, s. v. Emilios, n. 24).

5 Los dos eran hijos de L. Emilio Paulo, pero los dos, con amargura del padre, habían salido de su familia, pasando, poradopción, a la familia Fabia (gens Fábia), el primero, y a la familia Cornelia (gens Cornélia), el segundo. El primero fueadoptado por Quinto Fabio Máximo Verrucoso (sobrenombre debido a la verruga que tenía en un labio), apodado tambiénContemporizador (por su táctica de hostilizar constantemente a Aníbal con escaramuzas, sin entablar nunca combate de-cisivo); el segundo fue adoptado por Publio Escipión, hijo de P. Cornelio Escipión Africano Mayor. Unos autores (comoMarouzeau, III, p. 102, nota 1; Lupo Gentile, p. 11, nota 4; Zito, p. 16) afirman que Quinto Fabio Máximo y PublioCornelio Africano eran los ediles curules el año (160) en que murió su padre. Pero la didascalia no trae la especificaciónde los ediles curules, mientras la trae sin falta para las demás piezas. En la didascalia de La suegra se indican QuintoFulvio y Lucio Marcio como ediles curules para la tercera representación de La suegra; consiguientemente tal represen-tación se efectuó en 160, siendo ese el año de la edilidad de Quinto Fulvio y Lucio Marcio. También la segunda represen-tación de La suegra se efectuó en ese mismo año y con motivo de los mismos juegos fúnebres en que se representó lacomedia de Los hermanos, pero tampoco en la didascalia de La suegra se nombran los ediles curules para dicha represen-tación. Es que los ediles curules tenían a su cargo la organización de los grandes juegos públicos oficiales, mientras ni ellos

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Ambivio Turpión 7. Compuso la música 8 Flaco, esclavo de Claudio 9; la ejecución 10 se realizó toda

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ni otras autoridades intervenían para nada en los juegos privados, entre los cuales los más importantes eran los Juegos Fú-nebres. Pues Quinto Fabio Máximo y Publio Cornelio Africano fueron los que en 160, sin ser a la sazón ediles curules, or-ganizaron los Juegos Fúnebres en honor de su padre.

6 La representación estaba a cargo del dóminus gregis. Era, este, el director de la compañía cómica y a la vez el actor prin-cipal, pero también era el empresario. Con él, pues, se entendían los magistrados para la elección de las piezas, o le dabancarta blanca al respecto; con él hacían el presupuesto de los gastos, y a él se los abonaban. Él después se encargaba de todo(reclutamiento y ensayos de la compañía, aparato escénico, etc.).

7 Lucio Ambivio Turpión es el famoso dóminus gregis cuyo ascendiente, habilidad y tesón posibilitaron el triunfo en laescena, ya de Terencio, ya, anteriormente, de Cecilio. Según las didascalias, cuidó de la representación de todo el teatroterenciano. También hizo de prologuista en La suegra (sin duda alguna) y (casi ciertamente) en El atormentador de símismo; por la forma de los prólogos de dichas piezas, hasta hubo quien pensó que fueran alegatos personales de él y harinade su costal. L. Ambivio Turpión es -a juicio de Ashmore (notas, p. 2)- el actor dramático más famoso hacia el 62 a. C.Según Paratore, Roscio es el más célebre actor del teatro latino para la comedia y Esopo para la tragedia, siendo L. AmbivioTurpión el más celebre dóminus gregis (p. 27-28).Lucio Hatilio de Preneste aparece nombrado juntamente con Lucio Ambivio Turpión en las didascalias de todas las come-dias de Terencio a excepción de La suegra; de él, sin embargo, nada sabemos. Lucio Ambivio Turpión figura en primertérmino, salvo, según el códice A (o Vaticanus A, llamado también Bembinus, que es el más antiguo -se remonta a finesdel siglo IV o comienzos del V- y el más autorizado de los códices que consignan el texto terenciano), en la didascalia deLos hermanos; pero, suponiendo, al parecer, que la inversión se deba ahí a una distracción del copista, varios críticosubican primero a Lucio Ambivio Turpión aun en la didascalia de dicha pieza ( así Ashmore, texto, p. 243; Colombo, p. 23;Coromines, IV, p. 82; Lupo Gentile, p. 11; Chambry, II, p. 366). De resultas hay quien opina que Lucio Ambivio Turpiónhabría estrenado las seis piezas y que Lucio Hatilio de Preneste se habría hecho cargo de alguna representación posterior(Martin, p. 81); algún otro piensa que por la presencia de los nombres de dos dómini gregis hay que suponer que se reu-nieran para la misma representación dos compañías (catérvae o greges. La Magna, Phormio, p. 24, nota 6); algún otro semuestra propenso a admitir tanto una idéntica representación con dos compañías distintas como dos distintas representa-ciones con distintos dómini gregis al frente de sendas compañías (Colombo, p. 23-24).

8 Es decir, la música de los cántica. Es sabido que la comedia latina constaba de partes habladas (divérbia, diálogos) y departes cantadas (cántica, cantos). Los divérbia eran diálogos normales. En cuanto a los cántica, hay que distinguir entrelos cántica sencillos y cántica especiales (en expresión de Donato, mutatis modis cántica, cántica en medidas cambiadas,esto es: en melodías o ritmos cambiados). Según algunos autores, los cántica sencillos eran unos recitados (es decir, unmedio entre declamación y canto) con acompañamiento musical; los cántica especiales, en cambio, eran auténticos cantos,pero cuya ejecución, al son de la flauta, estaba confiada a un cantor, limitándose el actor a hacer los gestos y ademanessugeridos por su letra (Rubio, I, p. XLIX; Chambry, I, p. XV. El segundo autor afirma que el cantor estaba de pie junto alflautista). La opinión tradicional, seguida aún por alguno que otro crítico moderno (Sedgwick, Lindsay: cf. Duckworth,The nature of roman comedy, p. 364, nota 9), era que la parte vocal de todos los cántica estaba a cargo de un cantor pro-fesional (ubicado detrás del escenario, según dice Lindsay), mientras el actor desempeñaba la mímica correspondiente. Estaopinión se funda sobre la historia contada por el historiador Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.) y repetida por el escritor ValerioMáximo (contemporáneo de Tiberio), de que el poeta Livio Andrónico, cuando actor viejo, por tener la voz cascada solíalimitarse en los cántica a la mímica, dejando la parte vocal a un cantor especial traído a propósito ad canendum ante tibí-cinem, para cantar delante del flautista. Por eso, según Livio, divérbia tantum ipsorum (histrionum) voci relicta, a saber:de ahi arrancó la práctica de que los actores (histriones) pronunciaran personalmente el texto sólo cuando se trataba de diá-logos hablados (Liv., VII, 2). Pero Beare sometió a crítica rigurosa la susodicha historia y la relativa interpretación deLivio, llegando a la conclusión de que todo cánticum y por ende también el mutatis modis cánticum no era sino una de-clamación rítmica hecha por un actor y sostenida por una melodía del flautista (del canto en nuestro sentido de la palabra,como acabamos de ver que sería, según unos autores, el mutatis modis cánticum, presumiblemente ni siquiera había ideaen tiempos de Plauto. Beare no nombra a Terencio, porque en nuestro poeta, con apenas veinticinco versos dedicados almutatis modis cánticum, este en la práctica no existe).

Advierte a su vez Paratore (p. 56, nota 8): “Téngase presente que en los códices el término cantor indica genéricamenteal actor, y que tal sigla aparece particularmente al final de la comedia, cuando uno del grex se dirige al público en metrorecitativo, exhortándolo a aplaudir”; Paratore, sin embargo, añade, contrariamente a lo que sostiene Beare acerca del“canto” en sentido propio, que bien podía ser que un cantor de profesión entonara el final pláudite para lograr un mayorefecto. A propósito de la cita de Paratore nótese que cantor no es sigla, sino que la sigla aludida es una omega mayúscula;esta es la sigla con que los códices representan unánimemente al cantor de dicho pláudite (cf Marouzeau, I, p. 203, nota2). (Ver en detalle la cuestión en Beare, p. 219-232; cf también Duckworth, The nature of roman comedy, p. 361-383; Pa-ratore, p. 2-25).

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con flautas serranas 11. El original es griego, de Menandro 12. Es la sexta comedia del autor, compuestadurante el consulado de Marco Cornelio Cetego y Lucio Anicio Galo 13.

PERIOCA DE CAYO SULPICIO APOLINAR 14

Cierto Démea tiene dos hijos mozos: Ésquino y Ctesifón. Entrega el primero, en adopción, a su her-mano Mición, y él se queda con el segundo. Éste se prenda de la gracia de una citarista. El hermano

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9 El texto latino dice simplemente: Flaccus Claudi. Se sobrentiende servus (o servos). Servus para unos (Ashmore, Martin,Chambry, La Magna, Stella, Gustarelli, Bond-Walpole) es esclavo; para otros (cuales Marouzeau, J.Coromines, VoltesBou, Aríci), liberto; para otros (como Rubio, P. Coromines), ora esclavo, ora liberto (así para Rubio es esclavo en la di-dascalia de El eunuco, de El atormentador de sí mismo y de Formión, y liberto en la de La andria, de La suegra y de Loshermanos); para otros (como Sargeaunt, Cogliandolo, Lupo Gentile), simplemente criado; en alguna traducción tambiénse encuentra tan solo el complemento de especificación (así P. Coromines pone a secas: “Flac de Claudi” en la didascaliade El atormentador de sí mismo). La expresión elíptica “Flaccus Claudi” se encuentra en todas las piezas de Terencio quellevan didascalia original, es decir, en todas, menos La andria; pero también en esta pieza figura en la didascalia que seelaboró con elementos entresacados de los prolegómenos de Donato a la misma pieza. Flaco, pues, compuso la música paratodas las comedias de Terencio. Nada más sabemos de él. Y nada en absoluto sabemos de su patrón Claudio.

10 A cargo, ordinariamente, del mismo compositor de la música.

11 Tíbiis Sarranis tota, en el original. Los traductores y comentaristas suelen tomar tíbia como flauta (Chambry, Marouzeau,Voltes Bou, Rubio ...); algunos guardan el mismo vocablo “tibia” ( así los italianos La Magna y Cogliandolo. Nótese queen italiano existe “tibia” como término arqueológico que significa “instrumento músico de viento... semejante a la flauta;pífano”: Palazzi, s. v. tibia. Lo mismo se da en castellano: el Diccionario manual de la Real Academia Española consigna“flauta” como primera acepción para la voz “tibia”); otros autores vierten tíbia por “caramillo” (Sargeaunt; Martin, p. 82,comentario a la expresión Modos fecit. El segundo también propondría oboe, descartando, en cambio, como no equivalentea tíbia la palabra “flauta”). Tíbia puede traducirse tranquilamente por cualquiera de los términos apuntados, pero nosparece preferible el término genérico “flauta”, preferible aun a “tibia”, término anticuado o poco usado. Tíbia podía serun instrumento de madera, caña, junco, boj, hiedra, o de metal (cobre), marfil, hueso (cuerno; primitivamente la mismatibia de algunos animales, lo que dio el nombre a este instrumento). Con cualquier material, la forma era semejante a untubo con agujeros, donde se ponían o quitaban los dedos según el sonido que se quería producir, y con un extremo adel-gazado para embocadura o boquilla. De este instrumento había muchas variedades. Limitándonos a las que figuran en lasdidascalias del teatro terenciano, señalamos las siguientes:

tíbia dextra (o Lýdia), flauta derecha (o lidia): era la que se sujetaba y tocaba con la mano derecha, y cuya boquilla se apli-caba al lado derecho de la boca; tenía comúnmente tres agujeros, y producía las notas bajas;

tíbia sinistra (o laeva, o Sarrana o Serrana), flauta izquierda (o sarrana, o tiria, o fenicia): para la mano izquierda y el ladoizquierdo de la boca; contenía cuatro o más agujeros, y producía las notas agudas;

tíbiae ímpares (o Phrýgiae), flautas desiguales (o frigias): la tíbia dextra unida con la sinistra formaba las tíbiae ímpares,así llamadas por ser distintos el largo y la forma de los tubos;

tíbiae pares, flautas iguales: si las dos tíbiae eran de la misma especie (dextrae ambas, o ambas sinistrae).

Así opinan varios autores (La Magna, Phormio, p. 24; Cogliandolo, p. 14; Zito, p. 17; Lupo Gentile, p. 11). Otros opinandiversamente acerca de tal o cual especie de tíbiae. Por ej., según Chambry (I, p. XVI), la tíbia dextra (incentiva) servíapara el tiple ( o sea, generalmente hablando, para los sonidos agudos) y la izquierda (succentiva) para el acompañamiento(esto es, para los sonidos graves); también Marouzeau (I, p. 25) afirma que la tíbia derecha era para el canto y la de la iz-quierda para el acompañamiento; y efectivamente tal es el testimonio de Varrón (Rerum rusticarum, I, 2, 15, cit. por Ma-rouzeau). Bonino identifica las tíbiae pares con duae dextrae (cf Stella, p. 40); Colombo escribe: “Se puede creer que eltérmino Sarranae tíbiae correspondiera al de tíbiae pares, que eran más frecuentemente usadas” (p. 24), y entonces pro-pende a identificar las tíbiae pares con dos izquierdas; ya en el siglo IV el gramático latino Servio (Servio Mauro Honorato),en su Comentario a Virgilio (Aen. IX, 618) afirmaba la identificación de las tíbiae pares con las Serranae (o izquierdas),por tener éstas longitud y diámetro iguales (cf La Magna, Phormio, p. 24, 7). Normalmente los autores toman la expresióntíbiae pares como sinónima de tíbiae duae dextrae, y consideran que estas eran las que servían para producir sonidosgraves. J. H. Gray nos extraña sosteniendo que las tíbiae dextrae eran flautas de sonido agudo, de tiple (high-pitched,treble) mientras las tíbiae sinístrae (identificadas con las tíbiae Sarranae) lo eran de sonido bajo (low-pitched, bass (Cf Acompanion to Latin studies, p. 250). Donato, empero, nos autorizaría a desechar semejante aserción, pues así escribe a pro-

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Ésquino, sabiéndolo vigilado por un padre duro y austero, encubre la aventura, endosándose esos amo-res y las consiguientes habladurías; al fin, rapta a la tañedora de manos del rufián que la explotaba. Él,a su vez, había violado una joven ateniense falta de recursos y le había dado palabra de casamiento.Démea litiga con el hermano y se fastidia sobre manera. Pero después, descubierta la verdad, Ésquinocontrae matrimonio con la que había deshonrado, y Ctesifón queda en posesión de su citarista.

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pósito de las tíbiae Sarranae: acúminis lenitate iocum in comóedia ostendebant (De com. VIII, 11: cf Marouzeau, III, p.102, nota 3): por la suavidad del tono agudo realzaban el elemento jocoso en la comedia (así como el tono bajo realzabael elemento serio). Adviértase, finalmente, que tratándose de dos instrumentos o ramas unidas, en vez de sendas boquillas,podía haber una sola.

12 Ver Introducción, p. 9. Menandro escribió dos piezas con el título de Adelphoi: la primera (Adelphoi alfa o Philadelphoi,entre los años 317 y 312; la segunda (Adelphoi beta), después del 304 a. C. La primera sirvió de modelo a Plauto para suStichus (El criado); la otra fue adaptada por Terencio en esta pieza, cuya mayor alteración respecto del modelo es la in-serción, señalada por el mismo poeta en el prólogo (versos 6-11), de una escena perteneciente a la comedia de Dífilo quelleva por título Synapothnéskontes (Webster, p. 86-87 y 107-108).

13 Fueron cónsules en el año 160 a. C. (594 de Roma).

14 Períoca (Períocha) significa “sumario”, “compendio”. Se escribieron períocas para resumir los argumentos de las co-medias de Plauto y Terencio, como asimismo de los libros de la Eneida. Las períocas del teatro terenciano y de la Eneida,y quizá también las no acrósticas del teatro plautino, fueron redactadas por C. Sulpicio Apolinar (gramático y retórico delsiglo II de nuestra era, nacido en Cartago, y que fue maestro del escritor Aulo Gelio y del emperador Pértinax: Diccionariodel mundo clásico, s. v. Sulpicios, 1). Las períocas de las piezas de Terencio constan, cada una, de doce versos senariosyámbicos (las de la Eneida, de seis hexámetros). Están compuestas sobre el modelo de las hipothéseis (temas, argumentos)griegas, de las cuales nos ha conservado un ejemplo para el Heros de Menandro un papiro de Aphroditópolis. Su estilo,como bien hace notar Marouzeau, es conciso, obscuro, desgarbado y rayano en la incorrección (I, p. 105). Por eso, es tansolo en fuerza de la tradición -advierte a su vez Rubio- si los pobres sumarios de C. Sulpicio Apolinar siguen teniendo ennuestras ediciones de Terencio el honor de preceder las piezas de este (I, p. XXIII).

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PERSONAJES 15

(PRÓLOGO)DÉMEA anciano, padre de Ésquino y CtesifónMICIÓN anciano, hermano de Démea, padre adoptivo de ÉsquinoHEGIÓN anciano, pariente de PánfilaÉSQUINO jovenCTESIFÓN jovenSÓSTRATA matrona, madre de PánfilaPÁNFILA doncellaCÁNTARA anciana, madrina de PánfilaSANIÓN rufiánSIRO esclavo de ÉsquinoGETA esclavo de SóstrataDROMÓN joven esclavo de Mición(EL CANTOR)

PERSONAJES QUE NO HABLAN

BAQUIS meretrizPARMENÓN esclavo de ÉsquinoESTEFANIÓN joven esclavo de Mición

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15 Ningún códice trae la lista de personajes. Ciertos códices, sin embargo, traen en su lugar la ilustración de un pequeñoedificio con las máscaras de los personajes que intervienen y que están indicados por sendos nombres yuxtapuestos. Talesnombres y además los títulos de las escenas permitieron formar dicha lista. En las ediciones críticas de las comedias deTerencio, para cada personaje se indica escuetamente, al lado del nombre del personaje, su edad o condición o profesión,como senex, anciano, libertus, liberto, obstetrix, partera, etc. Pero en las traducciones se acostumbra ampliar la informaciónseñalando las relaciones de parentesco, de amor o amistad, de servidumbre, o alguna otra circunstancia aclaratoria, comola procedencia; así, por ej.: Simón, anciano (padre de Panfilo); Carino, joven (amante de Filomena); Cratino, amigo (deDemifón); Birria, esclavo (de Carino); Critón, anciano (de Andros, o vecino de Andros ).

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PRÓLOGO 16

Como el poeta 17 ha notado que hay personas malignas que examinan hostilmente sus obras 18, y quesus opositores declarados vituperan la que vamos a representar, él mismo les suministrará la denunciade su culpa, y ustedes juzgarán si este trabajo es digno de elogio o reprensión.

Existe una comedia de Dífilo 19 titulada Synapothnéscontes. Plauto la reprodujo con el título de Com-morientes 20. En la pieza griega figura, al comienzo, un joven que arrebata una meretriz a un rufián;Plauto pasó por alto este episodio, que es justamente el que para sus Hermanos tomó nuestro autor 21

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16 Ver Introducción, p. 8-9.

17 Terencio nunca se nombra a sí mismo, a diferencia de Plauto, quien a veces lo hace en sus prólogos.

18 Luscio Lanuvino y camarilla. En cuanto a Luscio Lanuvino (o de Lanuvio) adviértase que no era un mal poeta. VolcacioSedígito, en el canon de los mejores poetas latinos, le asigna el noveno lugar, es decir, el penúltimo, anteponiéndolo a Enio(cf. Pierron, p. 134). Amén de esto, solo sabemos de él lo que nos dice Terencio. Pero lo que nos dice Terencio lleva patentela marca de la polémica, del fastidio, del resentimiento. Por eso declara Pierron: “No dudo que hubiese mucho que recogeren las obras de Luscio, pero el odio es más que ingenioso y se puede sostener osadamente que Luscio no fue juzgado por Te-rencio” (p. 134-135). Pero por cierto su fama depende casi exclusivamente de su tenaz oposición a Terencio. ¿Cómo se explicasemejante oposición? Quizá Luscio Lanuvino sucediera a Cecilio (quien a su vez había sucedido a Enio) en la dirección delCollégium Poetarum (= gremio de los poetas), cuyos miembros, de origen plebeyo, posiblemente sentían ojeriza contra el cír-culo aristocrático de los Escipiones (Ver Introducción, p. 5-6). Quizá se sintiera despechado por no triunfar en la escena y ver,en cambio, que iba luciendo raras prendas de comediógrafo un joven; un joven, esclavo de origen, pero que se había vueltoel favorito de los aristocráticos y era el portavoz de su gusto en un campo que se consideraba dominio incontrastable de laplebe. Lo cierto es, como se desprende de los prólogos, que Luscio Lanuvino fue el opositor acérrimo de Terencio, que suscitóy acaudilló contra él una camarilla de rivales: de ahí toda una campaña difamatoria e incluso, tal vez, disturbios provocadospara impedir o hacer fracasar la representación de las comedias de Terencio (como apartar al público con el anuncio de es-pectáculos más atrayentes). (Paratore, p.114 y 116; La Magna, La fanciulla d’Andro, p. 6).

19 Poeta de la Comedia Nueva, n. en Sínope (capital de Paflagonia, a orillas del Ponto Euxino) hacia el año 360 a.C. y m.en Esmirna ( puerto del mar Egeo, en el centro del golfo de su nombre). Compuso cien piezas, de las que solo han llegadohasta nosotros unos sesenta títulos y fragmentos. A través de los títulos y fragmentos se rezuma la predilección de Dífilopor la parodia mitológica y cierto carácter satírico y político que ataca aun a personas vivientes, y ello revela el notableinflujo de la Comedia Media o de transición. Parece que la comedia de Dífilo tenía un fin moral y, en la faz artística, unacentuado realismo y una búsqueda de fáciles efectos cómicos, careciendo, en cambio, de esmero en la representación psi-cológica (Cataudella, p. 271). Sobre la representación psicológica por parte de Dífilo, el Diccionario del mundo clásicoopina, al revés del citado autor, que Dífilo se acerca a Menandro “sobre todo en la exquisita descripción de los caracteres”.Plauto tradujo o imitó piezas de Dífilo en la Casina, en el Rudens y en los Commorientes; Terencio, tan solo tomó deaquel poeta el episodio indicado en este prólogo.

20 Es el participio latino que reproduce exactamente el griego Synapothnéskontes, y quiere decir: “Los que mueren juntos”.La comedia titulada Commorientes se ha perdido. Adviértase que no figura en la lista de las veintiuna comedias que, a juiciode Varrón, sin género de duda se pueden considerar de Plauto.

21 Es la escena del rapto con que comienza el acto segundo.

22 En el texto latino: verbum de verbo expressum éxtulit; expresión que en rigor debiera verterse así: “lo tradujo palabrapor palabra”. Pero el contexto hace pensar, más bien, en una réplica polémica. Lo acusaban a Terencio de contaminación,es decir: de mezclar originales griegos echándolos a perder, y él en su última pieza se adelanta a sosegar a sus adversariosdiciendo que por lo menos ese episodio lo había trasladado tal cual, sin contaminarlo (cf Paratore, p. 169-170). Por otraparte, la expresión citada admite, preferentemente, otra interpretación. La que acabamos de anotar es la interpretaciónliteral obvia, y es la adoptada corrientemente por los traductores (Abril, en Publio Terencio Áfer: vol. Los hermanos-El eu-nuco-Formión, p. 11; Marouzeau, III, p. 105 izq.; J. Coromines, IV, p. 85 der.; Chambry, II, p. 369; Sargeaunt, II, p. 219;Vitali, p. 225; Voltes Bou, p. 273; Rubio, III, p. 109; Blánquez Fraile, s. v. effero; Lupo Gentile, p. 14; este, después deverter: “lo tradujo realmente palabra por palabra”, comenta: pero la frase ha de entenderse con discreción). Sin embargo,nosotros, siguiendo a Andrea Gustarelli (p. 22), hemos adoptado la interpretación siguiente: “reconstruyéndolo con absolutafidelidad”. (Análoga nos parece la traducción de Ronconi: “repitiéndola [la escena] por parejo (pari pari) , p. 263). Tal in-terpretación nos parece preferible por las razones que vamos a detallar:

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reconstruyéndolo con absoluta fidelidad 22. Vamos, pues, a representar una comedia de argumentooriginal; vean y juzguen si aquí hay plagio23 o simple utilización de un trozo que fuera omitido por des-cuido.

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Si bien en un pasaje Cicerón afirma que los tragediógrafos romanos (incluyendo a Enio y Pacuvio) vertían los originalesgriegos ad verbum, esto es, palabra por palabra, en otro pasaje asegura que Enio, Pacuvio y Accio vertían non verba sedvim, no las palabras, sino el sentido (o sea, la idea encerrada en las palabras); por eso Beare concilia los dos asertos de estamanera: Los tragediógrafos romanos seguían estrictamente sus originales en la sustancia, apartándose de ellos tan solo enla elección de los vocablos (p. 74). Lo mismo puede decirse -por analogía- de los comediógrafos romanos; lo mismo y quizámás todavía, según Beare, el cual escribe que ellos tal vez se atuvieran menos al sentido general de los griegos (p. 82). Amenos rigor en la reproducción del contenido, más libertad, desde luego, en su formulación. Cicerón también cita ocasio-nalmente pasajes en que el traductor romano para acomodarse al gusto romano se había apartado del original, cambiandotal o cual expresión y aun el sentido (Beare, p. 312). En cuanto a Terencio, S. Jerónimo nos atestigua que no traducía, sinoque interpretaba y elaboraba libremente (Ronconi, p. XI). Nuestro poeta no sería luego un traductor sino en sentido lato;sería más propiamente un imitador.

El mismo Terencio en el prólogo de El eunuco echa en cara a su más acre enemigo que “traduciendo fielmente, pero a lavez componiendo torpemente, de lindas comedias griegas sacó comedias latinas feas”. Y eso que Luscio Lanuvino no con-taminaba originales, pues traducía uno por vez. Conque Terencio le echa en cara lo que en el prólogo de La andria llama “os-cura exactitud”, es decir, una fidelidad tan pedante al original que redunda en oscuridades de traducción. Oscuridades por lasalusiones a cosas griegas con las que no estaban familiarizados los romanos (Ronconi, p. XI-XII). Otra razón, esta, para de-mostrar que Terencio no era partidario de una traducción literal o, por lo menos, de una traducción estrictamente literal.

Además, el cotejo que es dable establecer entre versos terencianos y fragmentos menandreos confirma el testimonio de S.Jerónimo, pues se advierten libertades de adaptación. Aun se ha comprobado que ni siquiera hay rigurosa correspondenciaentre la adaptación y el original; así, por ej., Donato señala en La andria (versos 959 ss.) una máxima que no viene de La an-dria, sino de El eunuco de Menandro. E inversamente, ciertos fragmentos de modelos griegos no tienen su correspondienteen la adaptación latina: es lo que ocurre, v. gr., con el verso 48 de La andria de Menandro (Marouzeau, I, p. 39-40).

Concluyendo: Aun admitiendo que el pasaje citado acerca del episodio de Dífilo signifique una traducción estrictamente literal,con todo no sería lícito generalizar y hacer de ese tipo de traducción la traducción normal de Terencio, pues la documentaciónque acabamos de referir llevaría a considerarla como algo excepcional. Bien podemos afirmar que nuestro poeta no fue un tra-ductor literal y de ningún modo un traductor servilmente literal. Fue un traductor libre, y más que traductor, imitador.

23 Para nosotros plagiar es imitar servilmente o copiar en lo sustancial una obra ajena dándola luego como propia. Entrelos romanos, como entre los griegos, plagiar no significaba exactamente lo mismo. Opinaban ellos que la materia de unaobra de arte era patrimonio común (pública matéries); era de todos, y por lo tanto, de ninguno en particular (res nullius).La propiedad literaria que uno podía arrogarse no se refería a la materia, sino tan solo a la forma. Por tanto, las leyendas,los mitos, los temas y caracteres tradicionales podían ser libremente reasumidos y reelaborados por cualquier autor. Así,por ej., en cuanto a los caracteres de las comedias el mismo Terencio nos informa que a cualquier comediógrafo le era lícitointroducir en sus piezas “matronas honestas, deshonestas meretrices, un parásito comilón, un soldado fanfarrón, un niñofalsamente sustituido, un viejo embaucado por un esclavo” (Prólogo de El eunuco). Eran tipos tradicionales, pertenecientesa la pública matéries; solo bastaba variar la forma para presentarlos como personajes propios, originales. Lo mismo ocurríacon los temas; sabemos que Isócrates (eminente orador ático, n. en 436 y m. en 338 a. C.) reivindicaba el derecho devolver a tratar, como nuevos, temas ajenos, cambiando únicamente su forma.

El cambio de forma podía ser la simple traducción de otra lengua a la propia. Pero entre los romanos quien traducía unaobra griega, adquiría automáticamente la exclusividad, por así decirlo, de la traducción. Antes de la traducción la obra griegaera res nullius, que integraba la pública matéries de la literatura griega; después, era posesión inviolable de su traductor;se aplicaba a la literatura griega el principio jurídico: Res nullius fit primi occupantis, “cosa de nadie se torna posesión delprimer ocupante”. Por ende, se consideraba hurto, plagio, el efectuar otra traducción. Desde luego, si el traductor traducíaen parte una obra, su propiedad literaria se limitaba a la parte traducida; la restante seguía siendo res nullius. A partir deLivio Andrónico (el primer cultivador de la poesía dramática latina, que vivió entre 280 y 200 a. C., aproximadamente; suprimer drama, traducido o imitado del griego, se representó en los Ludi Romani del año 240), los dramaturgos latinoshabían ido explotando la pública matéries de la dramática griega. La habían explotado traduciendo fielmente o bien libre-mente, con oportunas adaptaciones. Había que respetar esa producción como quiera que fuese. Tal era la ética profesionalde los dramaturgos. Tal era además la exigencia del público romano; este, en efecto, exigía que los argumentos de laspiezas nuevas no hubiesen sido tratados anteriormente por ningún poeta con ninguna otra forma (Enciclopedia Espasa, s.v. comedia, p. 582, col. der. ).

Pues eso es lo que le achacaron dos veces a nuestro poeta cómico. La primera vez, respecto de El eunuco; en la funciónde ensayo, Luscio Lanuvino gritó: “El adulador era un viejo tema de Nevio y Plauto; de él están sacados los personajesdel parásito y del soldado” (Prólogo de la comedia nombrada). Terencio se sincera alegando inadvertencia: “Si esto es falta,es falta de advertencia, no falta intencional de plagio” (ib.), y asegura que él sacó esos personajes directamente de El

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Y con respecto a lo que van insinuando esos malévolos, es decir, que unos personajes eminentes loayudan a componer colaborando con él constantemente 24, eso, que ellos estiman una imputación gra-vísima, él lo estima una alabanza extraordinaria, pues agrada a aquellos que agradan a todos ustedesy a la entera ciudad y cuyos servicios prestados sin altanería, cada uno de ustedes disfrutó, oportuna-mente, en la guerra y en los negocios públicos y privados de la paz.Y ahora, no esperen el argumento de la comedia: en parte lo expondrán unos ancianos que aparecerán

en seguida, y en parte se lo mostrarán en el curso de la representación. Procuren que la ecuanimidadde ustedes dé ánimos al poeta para escribir nuevas piezas.

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adulador de Menandro. La segunda vez, para Los hermanos, como estamos viendo, Terencio confiesa haber utilizado lacomedia de Dífilo titulada Synapothnéskontes y ya reproducida por Plauto con el título de Commorientes, pero desecha laacusación de plagio puntualizando que lo único que tomó de ese original griego es un episodio -el rapto de una meretriz-, que Plauto había omitido por descuido en su imitación latina.

La justificación de Terencio es aquí contundente, como contundente había sido en el caso anterior la imputación de susrivales. Pero ¿cómo se explica este alternar de ignorancia y competencia en uno y otros? Hay que figurarse -responde Ma-rouzeau- que una generación literaria podía conocer mal a la anterior (I, p. 37). Pero acabamos de comprobar que tantolos detractores de Terencio, primero, como él, después, dieron muestra de un conocimiento detallado de la generación li-teraria anterior. Por eso, Rubio formula la sospecha de que en ambas partes pudo haber mala fe por razones polémicas, ad-virtiendo a continuación: “De todos modos el hecho de producirse en pleno teatro tales acusaciones y réplicas muestra queal menos el gran público no se enteraba de la posible mala fe en una o en otra parte, es decir, desconocía la producción te-atral de la generación inmediatamente anterior” (I, p. XXX). (Cf Rubio, I, p. XXIX-XXX; Ronconi, p. IX-X; Coromines-Coromines, I, p. XXII-XXV).

24 Puesto que Terencio estuvo íntimamente relacionado con Escipión Emiliano y Lelio menor, nada extraño que cundieseel rumor de que ellos lo ayudaban en la composición de sus comedias. Suetonio (Vita, Wessner, 4) trae al respecto dos tes-timonios: el primero es de C. Memio, quien en un discurso afirmó que Publio (Escipión) Africano había llevado a la escenapiezas suyas, pero ocultándose bajo el nombre de Terencio. El segundo es de C. Nepote, quien declara haber sabido de autorfidedigno que un día C. Lelio, encontrándose en su casa de campo de Putéoli (hoy Pozzuoli, en Campania), se excusó dellegar tarde a comer, porque se había sentido inspirado como pocas veces, y habiéndosele rogado que leyera lo que acababade componer, pronunció los versos 723 ss. de El atormentador de sí mismo. Aun se pensó que a Lelio o Escipión debíaatribuirse la entera paternidad del teatro terenciano. Cicerón en una carta a Ático dice, a propósito de Terencio: cuius fa-bellae propter elegantiam sermonis putabantur a C. Laelio scribi, “cuyas piezas teatrales se creía, dada la elegancia dellenguaje, que fueran escritas por C. Lelio” (Marouzeau, I, p. 36). Donato en su Epímetrum a la Vita Terenti reproduce elsiguiente epigrama de un autor que la crítica no es acorde en identificar: “Las comedias que se dicen tuyas, oh Terencio,¿de quién son? ¿No las hizo aquel que, colmado de honores, daba leyes a los pueblos ?” Este es Escipión, especificaDonato. Quintiliano en su De institutione oratória toma nota del rumor: lícet Terenti scripta ad Scipiónem Africanum re-ferantur, “aunque se atribuyan a Escipión Africano las obras de Terencio” (loc. cit. ) . Pues bien, Quintiliano relata un rumor,no asiente, o, mejor dicho, disiente: lícet, “aunque”, es aquí conjunción adversativa. Cicerón también relata un rumor sinasentir, y lo desecha terminantemente en un pasaje del diálogo De amicitia, haciéndole decir a Lelio: In Ándria familiarismeus dicit, “dice mi amigo en La andria“ (loc. cit.).

Pero quizás el rumor de que nobles amigos lo ayudaran a Terencio en la redacción de sus comedias, tenía algún funda-mento. Con Ashmore (introd., p. 29) podemos suponer en efecto, que Terencio leyera sus obras en el círculo escipiónicoantes de entregarlas para la representación, y que entonces se le hicieran críticas, observaciones y sugerencias que luegoél aprovecharía, revisando y retocando. Pero aun reduciendo la ayuda a esos términos -bien modestos por cierto- hay quedescartar a Escipión Emiliano y a Lelio el Sabio. La Vita suetoniana (Wessner, 4) nos trae sobre el particular la argumen-tación contundente de Santra, escritor latino del siglo I a. C. Ese filólogo, fundándose evidentemente en el prólogo de Loshermanos, hace notar que entonces (esto es, en 160, año de la representación de dicha pieza) Escipión y Lelio eran adu-lescéntuli. Adulescéntuli, es decir, muchachos, jovencitos, según la terminología romana de las edades; nosotros diríamosjóvenes, puesto que ambos tenían unos veinticinco años. Así y todo, en los años que constituyen la trayectoria poética denuestro comediógrafo, es decir, entre el 166 y el 160, estaban aún lejos de ser los personajes eminentes que se habíanhecho acreedores a la gratitud de toda la ciudadanía; solo una docena de años más tarde (y por lo tanto, después de lamuerte de Terencio) alcanzarían ascendiente en Roma. Por eso, Santra identifica como presuntos adiutores o colaboradoresde Terencio a C. Sulpicio Galo, gran cultor de las letras griegas, que fue cónsul en 166, o sea, justamente en el año que,según la biografía suetoniana, sería el del estreno de nuestro poeta cómico; a Q. Fabio Labeón, poeta, que había sidocónsul en 183; y a M. Popilio Lenas, igualmente poeta y ex cónsul (había sido cónsul en 173).

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ACTO PRIMERO

ESCENA IMición, solo

MICIÓN (sale de casa y llama). - ¡Estórax! 25... (Aparte.) Todavía no ha regresado de la cena de anocheÉsquino ni esclavo alguno de los que fueron por él. Es muy cierto lo que suele decirse: si estás ausenteen algún lugar o si te demoras ahí, es preferible que te ocurra lo que dice de ti o de ti imagina, airada,tu mujer, que no lo que temen unos padres indulgentes. Tu mujer, si tardas en volver, piensa que andasen amoríos o en francachelas, que te das una vida regalada y que para ti son los goces, mientras ella solapasa trabajos. Yo, como no regresa mi hijo, ¡oh!, ¡qué cosas pienso y qué preocupaciones experimentoahora ! ¿Se habrá resfriado? ¿Habrá caído en algún sitio? ¿Se habrá quebrado algún miembro? ¡Bah!Es raro que un hombre instale en su corazón o se procure algo que quiera más que a sí mismo. Además,ese no es hijo mío, sino de mi hermano; y mi hermano ya desde la juventud tiene gustos muy distintosde los míos. Yo he seguido la vida cómoda y holgada de la ciudad, y -cosa que esos estiman venturosa-nunca estuve casado 26; él, todo lo contrario, vive en el campo, anda siempre entre estrecheces y auste-ridades; se casó y tuvo dos hijos. De estos yo adopté al mayor; lo eduqué desde niño; lo tuve y amé comohijo mío; en él he puesto mis delicias; es el único ser a quien amo. Por todos los medios procuro queme pague en la misma moneda: soy dadivoso con él; sé pasar por alto sus travesuras; no considero ne-cesario afirmar en todo mis derechos; finalmente las cosas que otros hacen a escondidas de sus padres,y que son propias de la edad juvenil, yo he acostumbra do a mi hijo a no ocultármelas. Porque, en efecto,el que se acostumbra o se atreve a mentir o engañar a su padre, tanto más se atreverá a hacerlo con losdemás. Yo pienso que es mejor refrenar a los hijos con el pundonor y nobleza de sentimientos que conel miedo. Pero mi hermano no está de acuerdo sobre esto ni le gusta semejante proceder. A menudo vienea gritarme: “¿Qué haces, Mición? ¿Por qué echas a perder nuestro hijo? ¿Por qué anda con mujeres ?¿ Por qué frecuenta tabernas? ¿ Por qué le das dinero para costear estas cosas? Lo vistes demasiado bien.Eres demasiado incapaz de educar hijos”. Y él es demasiado duro pisoteando justicia y bondad. A mijuicio por lo menos, se equivoca de pe a pa quien cree que es más firme y estable la autoridad que seejerce con la represión que aquella que se gana con la amistad. Este es mi sistema; esta es mi convicción.El que cumple su deber obligado por las amenazas, está en guardia mientras tema que sus faltas se lle-garán a saber; si espera que permanecerán ocultas, vuelve a las andadas. Viceversa, aquel a quien ganascon tus beneficios, obra de buen grado, se esfuerza por corresponder, será idéntico en tu presencia queen tu ausencia. Esto es propio de un padre, es decir acostumbrar al hijo a portarse bien espontáneamentemás que por miedo a otro; en esto se diferencian padre y amo; el que no sabe eso, confiese que no sabegobernar hijos. (Viendo a Démea.) Pero ¿es ese, acaso, el mismo de quien hablaba? Claro que sí. Loveo malhumorado, no sé por qué. Pienso que, como de costumbre, vendrá a regañarme. (A Démea). Mealegro, Démea, de verte llegar con salud.

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25 Estórax es uno de los esclavos a quienes Donato llama advorsitores (adversitores, Wessner) y que iban al encuentro desu amo ausente, sobre todo para escoltarlo hasta la casa después de un banquete, llevando, si era preciso, antorchas en susmanos a fin de alumbrar el camino. Estórax no responde: señal de que el señorito no ha regresado todavía.

26 ¿Quiénes eran “esos” (isti) ? Y ellos ¿consideraban el matrimonio una felicidad o una desgracia? En general, se interpretaasí: “esos” está por los espectadores cives (los de la ciudad), contrapuestos a los rústici (los del campo); Mición, con unademán alusivo, señala aquí a los cives y precisamente a los célibes impenitentes que abundaban entre ellos. Tanto abun-daban que se debió promulgar una ley especial contra el celibato. Pues esos cives célibes considera ban una desventura elmatrimonio. Donato cita el dicho: Cáelibem quasi cáelitem dícunt,” llaman al célibe una especie de dios”; y en esta mismapieza, hacia el final (acto V, escena IV, versos 866-868), Démea declarará: “Yo, en cambio... me casé: y entonces ¡qué des-dichas! Nacieron hijos: ¡nuevas inquietudes!” (p.79). Luego Mición, ciudadano, consideraba una desdicha el matrimonio,al igual que un gran número de sus conciudadanos. Esta nos parece la interpretación natural. Pero se podría tomar “esos”como pronombre que designa a los espectadores que opinaban diversamente de Mición acerca del matrimonio, viendo enel matrimo nio una dicha. Esta interpretación también figura en el comentario de Donato (cf Marouzeau, III, p. 108-109,nota; Zito, p. 29, 43. isti; Colombo, p. 30, 43. isti; J. Coromines, IV, p. 86 ).

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ESCENA IIDémea, Mición

DÉMEA. - ¡Oh, qué casualidad! Justamente te iba buscando.MICIÓN. - ¿A qué se debe que estés apesadumbrado?DÉMEA. - ¿Y me lo preguntas estando Ésquino de por medio?MICIÓN (aparte). - ¿No decía yo que iba a ocurrir esto? (Alto.) Pues ¿qué ha hecho?DÉMEA. - ¿Qué ha hecho? ¡Si no tiene vergüenza de nada ni teme a nadie ni piensa observar ley al-guna! Dejemos a un lado todo lo que hizo anteriormente, pero ¿sabes qué infamia acaba de cometer?MICIÓN. - ¿Pues cuál?DÉMEA. - Forzó una puerta e irrumpió en casa ajena; golpeó mortalmente al dueño y a toda la familia;y arrebató a la mujer de la que está enamorado. Todos claman que se condujo de la manera más ruin.¡Oh, cuántos, Mición, me lo repitieron mientras venía para acá! Es la comidilla de toda la población.En fin, si hay que proponer un ejemplo, ¿no ve que su hermano cuida de su patrimonio, y lleva en elcampo una vida económica y morigerada ? ¡Nada que se parezca a la conducta de Ésquino! Lo hagonotar para él, pero en realidad a ti me dirijo, Mición; tú dejas que se eche a perder.MICIÓN. - No hay absolutamente hombre más injusto que el incompetente, el cual no considera bienhecho sino lo que él mismo hizo.DÉMEA. - ¿A qué viene esto?MICIÓN. - Es que tú, Démea, juzgas mal. No es infamante, créeme, que un jovencito frecuente mu-jerzuelas ni que empine el codo ni que haga saltar puertas. Si yo y tú no hicimos semejantes travesuras,fue porque la indigencia nos lo impidió. Y tú ahora te jactas de lo que entonces dejaste de hacer pornecesidad; eso es injusto; pues si hubiésemos tenido la posibilidad de hacer lo que censuramos enotros, lo habríamos hecho; y tú, si fueras humano, dejarías que ese tu muchacho hiciera aquello ahora,mientras su edad lo consiente, sin esperar a que te haya llevado, ¡por fin!, a enterrar para hacer, no obs-tante, lo mismo a una edad menos apta.DÉMEA. - ¡Por Júpiter, que me vas a volver loco! ¿No es un escándalo que un mozalbete haga esas cosas?MICIÓN. - Vamos, escúchame, y no me aturdas más acerca de esto. Me diste tu hijo para que lo adop-tara; se volvió, pues, hijo mío; si comete alguna falta, la comete, Démea, en mi perjuicio; soy yo quienllevará la peor parte. ¿Banquetea, bebe, se perfuma? Lo hace a mis expensas. ¿Tiene amante? Yo ledaré dinero mientras lo considere oportuno; cuando no, quizá su amiga lo eche a la calle. ¿Derribópuertas? Se repararán. ¿Rasgó ropa? Se remendará. Gracias a los dioses, tengo con qué hacer frente aestos gastos, y esas cosas todavía no me molestan. En fin, o dejas de regañar o elige un árbitro entrelos dos; yo te haré ver que en este asunto andas muy errado.DÉMEA. - ¡Ay de mí! Aprende a ser padre de aquellos que saben serlo de verdad.MICIÓN. - Tú eres su padre por naturaleza, yo por los consejos.DÉMEA. - ¿Tú lo aconsejas en algo?MICIÓN. - ¡Ah, si sigues así, me iré!DÉMEA. - ¿Es esa la manera de portarte conmigo?MICIÓN. - ¡Pues qué! ¿He de oírte rezongar tantas veces por la misma cosa?DÉMEA. - Es que esa cosa me preocupa.MICIÓN. - A mí también; pero cuidemos de ella en partes iguales; tú cuida de uno, que yo de la mismamanera cuidaré del otro; pues si tú quieres cuidar de los dos, eso casi equivale a reclamar nuevamenteal que me diste.DÉMEA. - ¡Pero, Mición!...MICIÓN. - A mí me parece que es así.DÉMEA. - ¿Qué es eso? Si así te place, pues ¡que despilfarre, que se quede sin nada, que se arruinea sí mismo! Yo no tengo nada que ver con eso. Si en adelante suelto una sola palabra más...MICIÓN. - ¿Otra vez te enojas, Démea?DÉMEA. - ¿Y puede caberte duda? ¿Te reclamo, por ventura, al que te di? Es que me duele; no soy

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ningún extraño. Pero si estorbo... ¡Bueno, acabo! Quieres que cuide de uno solo: muy bien. Ydoy gra-cias a los dioses que se porta como yo quiero; ese tu hijo, en cambio, él mismo lamentará más tarde...Pero no quiero hacerle cargos más graves.

ESCENA IIIMición, solo

MICIÓN. - Algo, pero no todo es tal como él dice. Sea lo que fuere, el asunto no deja de molestarme,y con todo no quise manifestarle que estaba afligido. Pues así está hecho él: cuando trato de aplacarlo,y me empeño en contradecirlo con buenas razones y disuadirlo, le cuesta aguantarlo pacientemente;pero si yo le diera cuerda o si también me asociara a su iracundia, por cierto me volvería loco junta-mente con él. Sin embargo, debe admitirse que Ésquino con esta conducta no deja de perjudicarnos.En efecto, ¿de qué meretriz no estuvo enamorado ? ¿A cuál de ellas no le obsequió algo? Por último,hace poco -creo que por estar ya harto de todas- dijo que quería casarse; yo esperaba que ya se hubieseapaciguado el hervor de su mocedad; me alegraba... cuando ¡he ahí que vuelve a las andadas! Pero,sea lo que fuere, quiero enterarme de lo que pasa y verme con él, si está en la plaza.

ACTO SEGUNDO

ESCENA I 27

Sanión, Ésquino, Parmenón, Baquis

SANIÓN (corriendo tras Ésquino y Parmenón, que se llevan a Baquis). - ¡Los suplico, ciudadanos!¡Presten auxilio a este infeliz inocente! ¡Socorran a un desvalido!ÉSQUINO (a la muchacha). - ¡Tranquila ! Quédate ahora ahí mismo. ¿Por qué miras atrás? No haypeligro; mientras esté yo, él no te tocará en ningún momento.SANIÓN. - ¡A pesar de todos ustedes, yo a esa muchacha ...!ÉSQUINO. - Aunque es un facineroso, hoy no dará ocasión para que lo vapuleen por segunda vez.SANIÓN. - Ésquino, oye -no sea que luego digas que ignorabas mis costumbres-: yo soy un rufián...28ÉSQUINO. - Ya lo sé.SANIÓN (continuando). -... pero tal que en ningún lado hubo otro más honrado. No se me dará unbledo 29 de que luego te disculpes diciendo que no quisieras haberme agraviado. Créeme, yo haré valer

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27 Esta escena está aquí fuera de lugar. El rapto en ella representado, hacía bastante que había ocurrido, pues ya era “la co-midilla de toda la población”, como lamenta Démea en la escena II del acto anterior (p.21). Además, Ésquino aparecedescarado, atropellador, violento, es decir, diverso de como aparece en el resto de la pieza. Terencio, pues, no ha sido felizal insertar aquí el episodio entresa cado de los Synapothnéskontes de Dífílo y al insertarlo sin oportunas modifica ciones.Para una eventual representación de la comedia, dicho episodio habría que pasarlo al primer acto o, mejor aún, suprimirlo.(Cf Marouzeau, III, p. 114, nota; Vitali, p. 425).

28 En latín, leno. El leno era un mercader de esclavas, o como diríamos nosotros, un tratante de blancas. En Atenas, debidoa la corrupción de las costumbres, se toleraba el lenocinio o rufianería. Algún autor afirma que semejante profesión no teníaallí protección legal (Colombo, p. 39); algún otro, en cambio, declara que al leno no le estaba negada automáticamente laprotec ción de la justicia, por ser la suya una profesión públicamente tolerada (Coromi nes, IV, p. 91, nota). Por cierto, conesta segunda opinión armoniza mejor el tono decidido de la protesta de Sanión y en especial las dos expresiones siguientes:a) “en ningún lado hubo otro más honrado” (en el original: úsquam fuit fide quisquam óptuma [verso 161]; fide óptumaes fórmula jurídica, como observa Donato); b) “yo haré valer mis derechos” (en el original: ego meum ius pérsequar, verso163; ius suum pérsequi es, propiamente, tratar de hacer valer sus derechos por vía judicial).

29 En el texto latino figura la expresión: huius non fáciam, que traducida al pie de la letra, reza así en castellano: “no lo es-timaré en esto”. Al pronunciar estas palabras, el rufián, con toda probabilidad, le mostraría a Ésquino la punta de algúndedo ( acaso del meñique ) para darle a entender que menor aún sería el caso que haría de una posible justificación porparte de él. En general, los autores concuerdan sobre un ademán relativo a los dedos, nombrando el dedo meñique, como Zito (p. 40,160-3), o la uña del índice, como Abril (en Publio Terencio Áfer: vol. Los hermanos -El eunuco - Formión,

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mis derechos, y no se te ocurra que satisfarás con palabras el perjuicio que me inferiste con obras. Yaconozco su excusa: “No quisiera haberlo hecho”. Aun se me declarará con juramento: “Tú no merecíassemejante agravio”, mientras en realidad lo que no merezco es que se me trate de este modo.ÉSQUINO (a Parmenón). - Sigue adelante con resolución y abre la puerta.SANIÓN. - Pero ¿no tienes en cuenta para nada lo que acabo de decirte?ÉSQUINO (a la muchacha). - ¡Entra ya!SANIÓN. - Pues yo no permitiré ...ÉSQUINO. - Acércate, Parmenón; ahí estás demasiado lejos; ponte acá cerca de este. (Parmenón seacerca.) ¡Sí, justamente acá! Y ahora fija tus ojos en los míos y no los apartes hacia ningún lado, paraque, no bien te haga señas, descargues puñetazos sobre su mejilla.SANIÓN. - Pues eso mismo quiero yo probar. (Pone las manos encima de la muchacha.)ÉSQUINO (a Parmenón). - ¡Hola, atención!PARMENÓN. - ¡Suelta a esa mujer! (Pega a Sanión.)SANIÓN. - ¡Qué horror!ÉSQUINO. - Mira que va a duplicar eso, si no te precaves. (Parmenón le encaja otro puñetazo.)SANIÓN. - ¡Pobre de mí! ¡Ay, ay!ÉSQUINO (a Parmenón). - No te había hecho seña, pero, con todo, más vale que peques en ese sentido.Entra ya con ella. (Parmenón entra en casa con la muchacha.)SANIÓN. - ¿Qué es eso? ¿Acaso eres rey de esta ciudad, Ésquino?ÉSQUINO. - Oh, si lo fuera, ya serías recompensado según tus méritos.SANIÓN. -¿Qué tienes que ver tú conmigo?ÉSQUINO. - ¡Nada!SANIÓN. - Además, ¿sabes quién soy yo? 30ÉSQUINO. - No me interesa.SANIÓN. - ¿He tocado algo de lo tuyo?ÉSQUINO. - Si lo hubieses hecho, sufrirías el castigo.SANIÓN. - Y entonces, ¿cómo es que te arrogas más derecho que yo sobre esa mujer, por la cual yodesembolsé dinero? Contesta.ÉSQUINO. - Mejor será no armar alboroto aquí delante de la puerta, porque, si sigues molestando, haréque te arrastren allá adentro y te cubran de azotes hasta que revientes.SANIÓN. - ¿Cubrir de azotes a un hombre libre?ÉSQUINO. - Como lo oyes.SANIÓN. - ¡Degenerado! ¿Y es aquí donde dicen que la libertad es igual para todos?ÉSQUINO. - Si ya bastante has delirado, rufián, pues oye ahora, por favor.SANIÓN. - ¿Que yo he delirado? ¡Tú, sí, has delirado contra mí!ÉSQUINO. - Deja eso y vamos al caso.SANIÓN. - ¿Al caso? ¿A qué caso he de ir?ÉSQUINO. - Pues ¿quieres que te espete lo que te concierne?SANIÓN. - Sí, hombre, con tal que sea algo justo.ÉSQUINO. - ¡Bah! ¡Un rufián no quiere que hable yo de cosas injustas!SANIÓN. - Soy rufián, lo confieso, perdición de todos los mozos, perjuro, pestífero; con todo, tú demí no has recibido el menor agravio.ÉSQUINO. - Pues, ¡por Hércules, no faltaba más!SANIÓN. - Vamos, Ésquino, vuelve a hablar de lo que habías empezado.ÉSQUINO. - Tú compraste esa mujer por veinte minas 31 -¡maldito seas por ello!-; y bien, yo te abonaré

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p. 18), o la punta de los dedos, como Lupo Gentile (p. 27,163. - J. Coromines señala “una demostración con la punta delos dedos” (IV, p. 92), pero sin especificar cuáles son estos).30 En el original: nostin qui sim?, “¿sabes quién soy? “ Voltes Bou (p. 279) comenta aquí: “Expresión forense, que equi-valdría a ‘¿Te debo algo?’ (Donato)”. Si el informe es seguro, no parece estar en consonancia con la réplica de Ésquino:“No me interesa” (o “no tengo curiosidad por saberlo“, o “no ansío saberlo”, o “no lo echo en falta”; signifícados todos,que bien pueden corresponder a la expresión latina: Non desídero).

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la misma cantidad de dinero.SANIÓN. - ¿Y si yo no quiero vendértela? ¿Me vas a obligar?ESQUINO. - ¡De ninguna manera!SANIÓN. - Pues temía que sí.ÉSQUINO. - No pienso que deba venderse la que es libre; pues yo sostengo formalmente que ella eslibre. Te dejo ahora la opción: o recibir el dinero o entablar un pleito. Delibera el asunto, rufián, en tantoque yo vuelva. (Sale.)SANIÓN (a solas). - ¡Oh soberano Júpiter! No me asombro en absoluto de los que empiezan a des-variar por injurias que reciben. Me arrebató de casa; me golpeó; a pesar de mi oposición se llevó a esamuchacha; pues en pago de todos estos desmanes, pide que se la entregue al mismo precio que lacompré yo. Y eso después de haberme propinado -¡ay de mí!- más de quinientos bofetones. Pero, enfin, ya que tanto lo mereció, hágase lo que él anhela. Reclama su derecho. ¡Y bien! Yo, deseo dársela,con tal que entregue el dinero. Pero yo adivino: no bien diga que se la dejo en tal o cual precio, él enseguida sacará testigos de que se la he vendido; y el dinero se trocará en sueño: “Ya te lo voy a dar;vuelve mañana”. Y aun eso podría aguantar si él pagara al fin, por más que sea injusta tal demora. Peroyo sé lo que ocurre en realidad, es decir, que cuando uno se mete en este tráfico, tiene que estar dis-puesto a recibir y soportar en silencio los insultos de los mozos. Pues nadie me dará nada; en vano echoestas cuentas conmigo mismo.

ESCENA IISiro, Sanión

SIRO (hablando a Ésquino, que está adentro). - Calla, yo mismo iré a hablarle (Aludiendo a Sanión.);haré que reciba el dinero de buena gana y aun diga que se le ha hecho un favor. (Viendo a Sanión.) ¿Quées esto, Sanión, que me dicen que tuviste no sé qué altercado con mi amo?SANIÓN. - Nunca vi yo un altercado más desigual que el que hubo hoy entre él y yo; yo recibiendogolpes y él descargándolos, y eso hasta cansarnos los dos.SIRO. - ¡La culpa es tuya!SANIÓN. - Pues ¿qué debía hacer?SIRO. - Debías complacer al mozo.SANIÓN. - ¿Qué más pude hacer, ya que todo el día de hoy estuve presentándole la cara?SIRO. - ¡Ea!, ¿sabes lo que quiero decir? Que desdeñar el dinero en su tiempo y lugar, significa aveces efectuar una enorme ganancia. ¡Oh!, ¿temiste, necio rematado, que si al presente hubieses cedidoun poquito de tu derecho y hubieses complacido al mozo, esto no te iba a fructificar con usura?SANIÓN. -Yo no adquiero esperanzas a cambio de dinero.SIRO. -Y entonces nunca harás fortuna. ¡Anda, que no sabes, Sanión, engatusar a la gente!SANIÓN. - Creo que es mejor hacer eso, pero yo nunca fui tan astuto que no prefiriese tomar en elacto cuanto pudiese.SIRO. - Pues cuenta con que ya tienes esas veinte minas, si es que lo complaces. Eso aparte, dicen queestás a punto de partir para Chipre ... 32

SANIÓN ( extrañado ). - ¡Oh!SIRO (continuando). - ... que has comprado muchas mercancías para llevarlas allá, que has alquiladouna nave; por esto, ya lo sé, tienes el ánimo en suspenso. Cuando, como espero, regreses de allí, arre-glarás esto por fin.

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31 La mina era moneda griega. Podía ser de oro o plata; la de oro equivalía a diez minas de plata y la de plata valía ciendracmas. La dracma correspondía a un denario romano; el denario, moneda de plata, tuvo primitivamente el valor de diezases, y luego de dieciséis (= cuatro sestercios); el as era la unidad monetaria.

32 En Chipre había un gran mercado de esclavas.

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SANIÓN. - ¡No iré a ninguna parte! (Aparte.) ¡Estoy perdido, por Hércules! Los alentaba esta espe-ranza cuando empezaron el negocio.SIRO (aparte). - Tiene temor; le he metido una inquietud en el corazón.SANIÓN (aparte). - ¡Ah criminales! Fíjate cómo eso me deja jorobado tanto en uno como en otro caso.He comprado muchas mujeres y asimismo otras mercancías que voy a llevar de aquí a Chipre. Si nollego allá para la feria, mi perjuicio es gravísimo. Y si ahora dejo este negocio, para concluirlo a miregreso, será fatiga tirada; nada que hacer, el asunto se habrá esfumado. “¿Ahora te acuerdas de venir?¿Por qué permitiste semejante dilación? ¿Dónde estabas?” Así que es preferible perder el dinero aquedarse aquí ahora tanto tiempo o reclamarlo entonces.SIRÓ. - ¿Ya sacaste la cuenta de lo que piensas recaudar?SANIÓN. - ¿Es este un proceder digno de Ésquino? ¡Intentar esto! ¡Pretender quitarme por la fuerzaesa muchacha!SIRO (aparte). - Ya vacila. (Alto.) Solo tengo que proponerte una cosa. Mira si te agrada: antes dearrostrar, Sanión, la alternativa de salvarlo o perderlo todo, divide eso por la mitad; diez minas Ésquinoalcanzará a rascarlas de alguna parte.SANIÓN. - ¡Ay de mí! Yo ahora, desgraciado, veo comprometido mi propio capital. ¿No le da ver-güenza? Me hizo saltar todos los dientes; además a causa de los bofetones toda mi cabeza es un chi-chón; y por añadidura ¿me ha de estafar? ¡No me marcho en absoluto!SIRO. - Como gustes. ¿Tienes algo más que decir antes que me retire?SANIÓN. - ¡Sí, por Hércules! Esto te suplico, Siro: como quiera que haya ocurrido la cosa, antes queseguir yo pleiteando, que a lo menos se me devuelva el dinero que me costó la muchacha. Sé que enlo pasado no disfrutaste de mi amistad; pero en lo sucesivo tendrás que decir que conservo memoriay gratitud por los beneficios recibidos.SIRO (encaminándose). - Pondré todo mi empeño... (Aparte.) Pero ahí viene Ctesifón. Viene alegrepor lo de su amiga.SANIÓN. - ¿Y lo que te he pedido?SIRO. - Aguarda un momento.

ESCENA IIICtesifón, Sanión, Siro

CTESIFÓN (sin ver a los personajes que están en la escena). - Cuando uno lo necesita, se alegra derecibir un favor de quienquie ra que sea; pero, en realidad de verdad, lo que deleita es sobre todo quete haga el favor quien debe hacerlo. ¡Oh hermano, hermano mío! ¿Para qué alabarte yo ahora? Sé muybien que no diré nunca elogio tan magnífico que tu mérito no lo supere. Así, pues, pienso que por estasola cosa me distingo entre los demás, es decir, porque ningún otro tiene un hermano más eminenteque el mío en las buenas cualidades.SIRO (llamándolo). - ¡Ctesifón !CTESIFÓN. - ¡Ah, Siro! ¿Dónde está Ésquino?SIRO. - ¡Ahí lo tienes, esperándote en casa!CTESIFÓN (muy alegre). - ¡Oh !SIRO. - ¿Qué te pasa?CTESIFÓN. - ¿Qué me pasa? Que gracias a él, Siro, vivo ahora. ¡Joven amable, que todo lo ha pos-puesto en mi provecho, y sobre sí ha cargado ultrajes, chismes, mi pena y mi falta ! Más no podía hacer.Pero ¿ por qué metió ruido la puerta? 33SIRO. - Espera, espera; es él quien sale.

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33 La expresión latina es: Quidnam foris crepuit? (v. 264). En Eunuchus 1029 se lee: fores crepuerunt; en Heautontimoru-menos 173 y 613: crepuerunt fores; en Andria 682: concrepuit ... óstium; en Phormio 840 y en Hecyra 521: óstium con-crepuit. Crepare y concrepare significan, con valor intransitivo, “sonar, resonar, hacer ruido o estrépito, crujir, rechinar,

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chirriar. Y así, en las expresiones citadas, se entendería, sencillamente, que la puerta sonaba (cf, por ej., Rubio, III, p. 65y p. 127), resonaba (Chambry, II, p. 319), hacía ruido (Marouzeau, III, p. 61; Coromines, IV, p. 52), hacía estrépito (Co-lombo, p. 49), crujía (Lupo Gentile, p. 37; Coromines-Coromines, III, p. 73), rechinaba, chirria ba (Coromines-Coromines,I, p. 97; Marouzeau, I, p. 305). Pero, al querer explicar, hay quien afirma que eso ocurría o bien por girar la puerta sobrequicios de madera, o bien por el accionar de la cerradura (cf La Magna, Phormio, p. 142). En cambio, varios otros sostienenque la puerta de calle hacía ruido por golpearla desde adentro quien se disponía a salir de casa (cf, por ej., Chambry, II, p.513, nota 28). Efectivamente, en Grecia y Roma -así explican- la puerta de ingreso de la casa se abría hacia la calle; poreso, quien iba a salir tenía la precaución, con previos golpes a dicha puerta, de poner sobre aviso a eventuales individuosque se hallasen cerca; precaución reclamada no solo por la cortesía, sino también por la angostura de las calles. Las ex-presiones arriba apuntadas reflejarían pues tal costumbre de golpear a la puerta desde adentro, y se contrapondrían a pultareo pulsare fores u óstium, es decir “golpear a la puerta desde afuera”, llamando (cf Chambry, loc. cit.; Paratore, p. 48;Beare, p. 288; La Magna, Phormio, p. 142; Ronconi, p. 316, 61: Hanno bussato). Debido a esto, las expresiones en cuestiónaparecen a veces traducidas directamente así: “han llamado (o tocado) a la puerta” (Ronconi, p. 61, p. 158, p. 207) (so-brentendiendo: desde adentro).

Esta interpretación se funda sobre un testimonio de Plutarco (el historiador y moralista griego, n. entre 45 y 50 de nuestraera, y m. hacia 125) y sobre un análogo testimonio de Heladio Bizantino (gramático del siglo IV), que parece ser un simpleeco del anterior. Plutarco dice textualmente en el cap. 20 de su vida de Publícola (o Poplícola. Se trata de P. Valerio Pu-blícola, compañero de Bruto y Colatino en la revolución aristocrática que en el año 510 a. C. derribó a la realeza): “mientraslas puertas de otras casas en ese tiempo se abrían hacia dentro, la puerta de calle de la casa de Publícola estaba hecha paraabrirse hacia fuera... Antiguamente, en Grecia, dicen algunos, todas las puertas estaban hechas para abrirse así, y lo pruebancon esos pasajes de las comedias donde se menciona que aquellos que salían, primero golpeaban fuerte desde el interiorde la casa, para avisar a los que pasaran cerca o estuvieran delante de ellas (puertas), a fin de que las puertas al abrirse nodieran contra ellos”. Del testimonio de Plutarco se desprende que ya en el siglo VI antes de nuestra era, no era uso normalen Roma que la puerta exterior se abriera hacia la calle. Se desprende además que para Grecia el uso normal se remontaa la época primitiva, siendo ello probado únicamente por el uso de la escena. Y bien, el testimonio de Plutarco fue atacadovigorosamente por Becker hace más de un siglo. La crítica fue reanudada por W. W. Mooney (The House-Door of theAn-cient Stage, 1914), por Dalman (De áedibus scáenicis comóediae novae, 1929), y últimamente por el autorizadísimo W.Beare. No era, pues, preciso golpear una puerta exterior a fin de poner en guardia a la gente. A falta de tales golpes, el ruidode la puerta se explica igualmente por su estructura y juego. La puerta, en efecto, constaba de umbral, dintel, jambas y doshojas (fores, valvae) que cerraban el hueco o vano; pero cada hoja en vez de sujetarse con goznes a la jamba (o quicial dela jamba), giraba gracias a pivotes cubiertos de metal, colocados en la cima y la base del eje (larguero) y que encajabanen ranuras excavadas en el umbral y el dintel, en ángulos recortados en el lado interno de la jamba. Además, el umbral teníaun diente por la parte interna, de modo que la puerta al cerrarse daba contra él. Es pues natural que el manejo de semejantepuerta resultara incómodo y ruidoso. Para evitar o amortiguar el ruido, podía uno, sin embargo, proceder, tanto si salía comosi entraba, con la mayor suavidad posible y a la vez levantar un poquito la puerta. (Para un estudio detallado de la cuestión,véase Beare, p. 287-294).

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ESCENA IVÉsquino, Ctesifón, Siro, Sanión

ÉSQUINO. - ¿Dónde está ese bribón?SANIÓN (aparte). - A mí me busca. ¿Trae algo por ventura? ¡Estoy muerto! ¡Nada veo ! ...ÉSQUINO (a Ctesifón). - ¡Hola, bien hallado! Justamente te buscaba. ¿Qué tal, Ctesifón? Todo estáa salvo. ¡Vamos, echa de ti esa tristeza!CTESIFÓN. - Sí, por Hércules, la echo de veras, pues te tengo a ti por hermano. ¡Oh mi Ésquino! ¡Ohhermano mío! ¡Ah!, tengo reparo en seguir alabándote estando tú presente, no sea que pienses que lohago por lisonja más que por gratitud.ÉSQUINO. - ¡No seas tonto, Ctesifón! ¡Como si todavía no nos conociéramos uno a otro! Lo que meduele es habernos enterado casi demasiado tarde y casi haber llegado a una situación tal que, aunquetodo el mundo lo quisiera, nadie pudiera ayudarte en nada.CTESIFÓN. - Me daba vergüenza informarte.ÉSQUINO. - ¡Ah!, eso es necedad, no vergüenza. ¡Por una bagatela estar a punto de irse de la patria!34Da vergüenza poner de relieve tal designio y suplico a los dioses que impidan disparates semejantes.CTESIFÓN. - Me equivoqué.ÉSQUINO (a Siro). - Y bien, ¿qué dice nuestro Sanión ?SIRO. - Ya está manso.ÉSQUINO. - Yo iré al foro para liquidar la cuenta con este (Señalando a Sanión.); tú, Ctesifón, vete adentrojunto a tu amiga.SANIÓN (aparte, a Siro). - Siro, date prisa.SIRO (a Ésquino). - ¡Rápido! Este tiene prisa de partir para Chipre.SANIÓN. - ¡Pero no tanto! Puedo esperar tranquilamente cuanto quieras.SIRO. - Te pagará; no temas.SANIÓN. - Pero que lo pague todo.SIRO. - Sí, todo; pero ahora cállate y síguenos por acá.SANIÓN. - Ya voy. (Ésquino, Siro y Sanión empiezan a caminar en dirección a la plaza.)CTESIFÓN. - ¡Hola, hola, Siro!SIRÓ. - ¿Eh? ¿Qué quieres?CTESIFÓN. -Te conjuro, por Hércules, que despachen cuanto antes a ese sujeto infame, no sea quese irrite más todavía y el asunto llegue de alguna manera a oídos de mi padre; entonces yo estaría per-dido para siempre.SIRO. - Eso no ocurrirá; ten buen ánimo. Entre tanto, deleítate ahí adentro con ella, haz poner lasmesas y preparar todo lo demás. Yo, una vez concluido el negocio, me volveré a casa con la vianda.CTESIFÓN. - Así te lo ruego. Y puesto que la cosa ha salido bien, pasemos este día en regocijo.

ACTO TERCERO

ESCENA ISóstrata, Cántara

SÓSTRATA. - Dime, por favor, nodriza mía: ¿qué sucederá ahora?

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34Así se lee en los versos 274-275. En los versos 384-385 (p. 30) Démea lamentará: “Ya me parece estar viendo el día en queÉsquino, reducido a la indigencia, deberá escaparse de aquí e ir a prestar servicio militar (militatum) en algún lado”. En Elatormentador de sí mismo (versos 110-117), Menedemo confiesa a Cremes que solía increpar a su hijo Clinia espetándole:“Yo a tu edad no me entregaba a amoríos, sino que impulsado por la pobreza, me fui a Asia y allí, guerreando, encontré a lavez fortuna y gloria”; por lo cual Clinia “se fue a Asia... a servir al rey “ (In Ásiam ad regem militatum ábiit). En la ComediaNueva era un lugar común que un joven para salir de una situación desesperada abandonara la patria (Atenas) y se fuera aAsia militatum (a servir como soldado, a profesar la milicia). Nótese empero que en el original de Menandro, Ctesifón habíapensado en suicidarse. Es un caso de adaptación a la idiosincrasia romana hacer que Ctesifón planeara no suicidarse, sino iral destierro; el suicidio, en efecto, era algo chocante, una aberración para la virilidad romana (Ronconi, p. XX).

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CÁNTARA. - ¿Qué sucederá, me preguntas? Por Pólux, espero que algo bueno. Hija mía, apenasahora empiezan los dolores; y ya temes como si tú misma nunca hubieses estado de parto ni nunca hu-bieses dado a luz.SÓSTRATA. - ¡Desdichada de mí! Estamos solas; Geta está ausente. No tengo a quien enviar por lapartera ni nadie que vaya a llamar a Ésquino.CÁNTARA. - Por Pólux, este por cierto vendrá; pues jamás deja pasar un solo día sin venir.SÓSTRATA. - Él es el único remedio de mis penas.CÁNTARA. - Dadas las circunstancias, ya que hubo seducción, no podía, señora, ocurrir nada mejorque lo que ocurrió, sobre todo por lo que a él se refiere; es decir, que se deba a un hombre como él,de tal condición y carácter, de familia tan acaudalada.SÓSTRATA. - Así es, por Pólux, como tú dices; pido a los dioses que nos lo conserven.

ESCENA IIGeta, Sóstrata, Cántara

GETA (sin ver a las mujeres). - Este es ahora un caso tal que, aunque todos juntasen todos sus consejospara buscar un remedio al mal, no aportarían solución alguna en lo referente a mí, a mi dueña y a lahija de mi dueña. ¡ Ah, pobre de mí! De repente me cercan tantas cosas de las que no es posible des-embarazarse: violencia, miseria, injusticia, desamparo, deshonra. ¡Qué época ésta! ¡Qué de maldades!¡Qué linajes más ruines! ¡Qué hombre desalmado!...SÓSTRATA. - ¡Pobre de mí! ¿Por qué será que veo venir a Geta tan temeroso y tan de prisa?GETA (continuando). - Ni la lealtad ni el juramento prestado ni la compasión lograron detenerlo oablandarlo; ni siquiera la inminencia del parto para la infeliz a la que tan indignamente violara.SÓSTRATA (a Cántara). - No entiendo bien lo que dice.CÁNTARA. - Por favor, Sóstrata, acerquémonos más.GETA (continuando). - ¡Ah, desgraciado de mí! Casi pierdo el seso: ¡tanta es la ira en que me abraso!Nada hay que quisiera yo más que encontrar a toda aquella familia, para descargar sobre ellos toda estarabia, ahora que está todavía fresca mi pena. Aceptaría con gusto el suplicio que eso me traería, contal que pudiese ahora vengarme de ellos. Primeramente le partiría el alma al viejo que trajo al mundoese criminal. Después a Siro, que fue su instigador, ¡oh, de cuántas maneras lo destrozaría! Empezaríalevantándolo en alto por la cintura y lo arrojaría luego al suelo de cabeza para que fuera salpicando elcamino con su seso. Al joven le arrancaría los ojos y después lo despeñaría en un precipicio. A losdemás los correría, los acosaría, los zamarrearía, los molería a golpes y los dejaría tendidos en el suelo.Pero ¿por qué no me doy prisa para comunicar a mi ama esta desgracia? (Se dirige hacia la casa deSóstrata.)SÓSTRATA (a Cántara). - Llamémoslo. (Alto.) ¡Geta!GETA (sin ver a Sóstrata). - ¡Oh! Quienquiera que seas, déjame en paz.SÓSTRATA. - Soy yo: Sóstrata.GETA (mirando alrededor). - ¿Dónde está? (Descubriéndola.) Justamente te andaba buscando y es-perando; muy oportunamente has salido a mi encuentro. Señora...SÓSTRATA. - ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tembloroso?GETA - ¡Ay de mí !CÁNTARA. - ¿Y por qué vas tan de prisa, querido Geta? Toma aliento.GETA. - Estamos del todo...SÓSTRATA. - ¿“Del todo”, qué?GETA. - ... ¡arruinados! ¡Se acabó!SÓSTRATA. - Explícate, te suplico.GETA. - Ya ...SÓSTRATA. - ¿ “Ya”, qué, Geta?GETA. -... Ésquino ...

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SÓSTRATA. - Pues ¿qué pasa con él?GETA. -... nos ha plantado.SÓSTRATA. - ¿Eh? ¡Estoy perdida! ¿Y por qué razón?GETA. - Ha empezado a enamorarse de otra.SÓSTRATA. - ¡Ay, desdichada de mí!GETA. - Y no disimula eso; él mismo acaba de arrebatarla públicamente a un rufián.SÓSTRATA. - Pero ¿será cierto esto?GETA. - Tan cierto como que lo vi yo mismo, Sóstrata, con estos mis ojos.SÓSTRATA. - ¡Ah, pobre de mí! ¿Qué creer ya o a quién creer? ¡Nuestro querido Ésquino, el que erala vida de todos nosotros; en quien estaban puestas todas nuestras esperanzas y recursos; el que jurabaque sin ella no viviría jamás ni un solo día; el que afirmaba que iba a poner al niño en el regazo de supadre implorando así el permiso de casarse con mi hija!GETA. - Señora, deja de llorar y mira más bien qué conducta habrá que seguir frente a esta situación.¿Aguantaremos el desaire en silencio o informaremos a alguien?CÁNTARA. - ¡Anda, hombre! ¿Estás loco? ¿Te parece que esto deba darse a conocer?GETA. - En absoluto. Por de pronto, los hechos mismos evidencian que su corazón se ha apartado denosotros. Si ahora publicamos eso, él lo desmentirá, ya lo sé; y entonces tu reputación como asimismola vida de tu hija será blanco de díceres. Además, aunque él confiese, no es conveniente, puesto quecorteja a otra, darle tu hija por esposa. Así que de todos modos es menester callar.SÓSTRATA. - ¡Ah, tonto de capirote! ¡Yo no haré tal cosa!GETA. - Pues ¿qué harás?SÓSTRATA. - Divulgar eso.CÁNTARA. - ¡Oh, mi Sóstrata, fíjate en lo que haces!SÓSTRATA. - ¡Total!, la situación no puede empeorar. Ante todo, mi hija está sin dote. Luego a esto seañade que se desvaneció lo que debía constituir su segunda dote: no la podemos dar en matrimonio comovirgen. No queda sino esto: si él se niega, aquí tengo conmigo el anillo que él le envió 35. Finalmente,como sé en conciencia que estoy libre de culpa en este asunto y que no estuvo de por medio dinero niotra cosa que sea afrentosa para ella o para mí, pues yo, Geta, voy a armar pleito contra Ésquino.GETA.- ¿Qué quieres que te diga? Me avengo a tus buenas razones.SÓSTRATA. - Vete, lo más ligero que puedas, a Hegión, pariente de ella 36, y cuéntale de cabo a rabotodo este enredo. Él fue amigo íntimo de nuestro Símulo37 y siempre nos ha querido muchísimo.GETA. - Nadie más, por Hércules, mirará por nosotros.SÓSTRATA. - Y tú date prisa, mi Cántara; corre a llamar a la partera para que no nos haga esperarcuando sea necesaria su presencia. (Salen los tres.)

ESCENA IIIDémea, después Siro

DÉMEA (aparte). - ¡Estoy perdido! Me he enterado de que mi hijo Ctesifón participó con Ésquino enel rapto de la muchacha. Para completar mi desventura no faltaba sino esto, que pudiera Ésquino per-

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35 Por medio de un esclavo de confianza o de un amigo íntimo. Plinio el Mayor o el Viejo (n., probablemente en Novoco-mum, hacia el año 23 de nuestra era, y m. el año 79) en su obra enciclopédica Naturae Historiarum (XXXIII, 4) consignala costumbre de que el prometido enviaba a la familia de la prometida un anillo de hierro como prenda de casamiento(sponsae múneri ferreus ánulus míttitur). (Coromines, IV, p. 102, nota).

36 Esto es, de Pánfila. En los versos 947-948 (p. 47) Démea dirá: “Hegión es su consanguíneo más cercano, afín nuestro”( his cognatus próxumus, adfinis nobis), desprendiéndose del contexto que “su” (his) se refiere sin duda alguna aPánfila y a su madre, Sóstrata.

37Símulo era el marido de Sóstrata, ya difunto.

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vertir a Ctesifón, que todavía sirve para algo bueno. ¿Dónde he de buscar ahora a este? Pienso que elotro lo arrastró a alguna casa de mala vida. No hay duda; ese deshonesto debe de haberlo convencido.Pero ahí veo venir a Siro. Ya sabré por él su paradero. Aunque, por Hércules, ese es del mismo rebaño;si se da cuenta de que lo ando buscando, no soltará prenda el bribón. Pues, no le daré a conocer mi in-tención.SIRO (viniendo del foro y prosiguiendo un monólogo). - ... Acaba mos de contar al viejo (aludiendoa Mición) todo el asunto exponién dole con toda exactitud cómo se desarrolló. A fe que no vi nada másdivertido...DÉMEA (ídem). - ¡Por Júpiter, qué hombre más necio!SIRO (continuando). - ... Colmó de elogios a su hijo; y a mí me dio las gracias por haberle aconsejadoeso.DÉMEA (ídem). - ¡Yo estallo!SIRO (ídem). - Al punto contó el dinero; y encima nos dio media mina, como propina. La media minaevidentemente ya la he gastado a mi gusto.DÉMEA ( ídem). - ¡Mírenlo! A ese hay que confiarle los encargos que se quieran ver cumplidos a sa-tisfacción.SIRO. - ¡Hola, Démea! No te había visto. ¿Qué tal?DÉMEA. - ¿Qué tal? No puedo admirarme lo bastante ante la manera de proceder de ustedes.SIRO. - Por Hércules, que es necia y absurda, hablando en plata. (Dirigiéndose a los criados que estánadentro.) Limpia bien los demás pescados, Dromón; pero a ese congrio tan grande, déjalo nadar unpoco en el agua; se le quitarán las espinas cuando vuelva yo ahí; antes, no.DÉMEA. - ¡Qué infamias!SIRO. - A mí realmente no me agradan y protesto a menudo. (A los criados.) Estefanión, haz remojarbien esos pescados salados.DÉMEA. - ¡Santos Cielos! ¿Lo hace a propósito o piensa conseguir honra echando a perder a este hijo?¡Ay, desventurado de mí! Ya me parece estar viendo el día en que Ésquino, reducido a la indigencia,deberá escaparse de aquí e ir a prestar servicio militar en algún lado.SIRO. -¡Oh, Démea! Eso es cordura: no ver tan solo lo que está ante los pies, sino prever también lo quevendrá después.DÉMEA. - ¿Y qué? ¿Ya está en su casa esa citarista?SIRO. - Sí, está ella dentro.DÉMEA. - Pero dime: ¿piensa tenerla en casa?SIRO. - Yo creo que sí: ¡la quiere tan locamente!DÉMEA. - Pero ¿será posible?SIRO. - ¡Y!... Con la tonta blandura y el culpable consentimiento de su padre...DÉMEA. - En verdad que me da vergüenza y pena de mi hermano.SIRO. - Es que, Démea, hay demasiada diferencia entre ustedes, y no lo digo porque estés tú presente;la diferencia es indudablemente excesiva. Tú de pies a cabeza no eres sino sabiduría; él, la extravagan -cia personificada. Y, en efecto, ¿dejarías tú que tu hijo (Alude a Ctesifón.) hiciera esas calaveradas?DÉMEA. - ¡Cualquier día! Puedes dar por descontado que seis meses antes de que él intentara algopor el estilo, ya lo habría olido.SIRO. - ¿A mí me ponderas tu vigilancia?DÉMEA. - Que permanezca Ctesifón tal cual es ahora: esto es lo que suplico a los dioses.SIRO. - El hijo es como su padre quiere que sea.DÉMEA. - Pues, él... ¿Lo viste hoy?SIRO. - ¿A tu hijo? (Aparte.) Ya me encargaré de hacer que se marche al campo. (Alto.) Hace rato, creoyo, que está haciendo algún trabajo en el campo.DÉMEA. - ¿Estás seguro de que se encuentra ahí?SIRO.- ¡Oh, si yo mismo lo acompañé!DÉMEA. - ¡Perfecto! Tenía recelo de que echara raíces aquí.SIRO (continuando). - ...Y muy enojado.

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DÉMEA. - ¿Por qué?SIRO. - Se peleó con su hermano en el foro a causa de esa tañedora.DÉMEA. - ¿De veras?SIRO. - ¡Oh, no se guardó nada! Pues mientras casualmente se estaba contando el dinero, apareció élde repente y empezó a gritar: “¡Pero, Ésquino! ¡Hacer infamias de ese tipo! ¡Cometer tú esas accionesque son la deshonra de nuestra familia!”DÉMEA. - ¡Oh, lloro de gozo!SIRO (continuando). - “No solo derrochas ese dinero, sino tu propia vida”.DÉMEA. - ¡Que los dioses me lo guarden! Yo confío que va a parecerse a sus antepasados.SIRO. - ¡Cómo no!DÉMEA. - Siro, él está lleno de tales máximas.SIRO. - Ya lo creo. En el hogar mismo ha tenido un maestro de quien aprenderlas.DÉMEA. - Yo hago lo posible para lograr eso. No le dejo pasar nada. Le hago contraer buenos hábitos.Finalmente, le mando fijarse en la vida de todos como en un espejo y sacar de ellos ejemplo para sí.“Haz esto”, le digo.SIRO. - ¡Muy bien!DÉMEA. - “Evita aquello”,SIRO. - ¡Qué norma más prudente!DÉMEA. - “Esto es digno de alabanza”.SIRO. - ¡Eso es!DÉMEA. - “Aquello es censurable”.SIRO. - ¡Magnífico!DÉMEA. - Y además ...SIRO. - Por Hércules, no tengo ahora tiempo para escucharte. He conseguido pescado a medida de mipaladar; pues he de tener la precaución de que no se me eche a perder, ya que para nosotros, Démea,eso sería igual vergüenza que para ustedes dejar de hacer las cosas que acabas de mencionar. Por esoyo en lo posible alecciono a mis compañeros de servicio en esa misma forma tuya: “Esto está salado”;“esto está quemado”; “esto no está bien lavado, aquello sí”; “otra vez acuérdate de hacerlo así”. Meesmero en avisarles todo lo que pueda según mi entender. Finalmente, Démea, les mando mirar en lascacerolas como en un espejo, y les advierto lo que es preciso hacer. Me doy cuenta de que son tonteríaslo que nosotros hacemos; pero ¿qué le vas a hacer? Hay que secundar a cada cual conforme a su genio.¿Quieres algo más de mí?DÉMEA. - ¡Oh, que los dioses les den más juicio!SIRO. - ¿Vas a volver al campo?DÉMEA. - Sí y derecho.SIRO. - Realmente, ¿qué podrías hacer aquí, donde, si das algún buen consejo nadie te hace caso? (Sale.)DÉMEA (a solas). - Sí, me marcharé de aquí, puesto que aquel por el cual había venido, volvió alcampo. De él solo cuido; sólo él me interesa. Ya que mi hermano así lo quiere, allá él con el otro. Pero¿quién es aquel que veo allá lejos? ¿No es Hegión, el de nuestra tribu? 38 Si los ojos no me engañan,es él, por Hércules. ¡Ah, somos amigos ya desde la niñez! ¡Buenos dioses! En verdad que ahora haygran penuria de ciudadanos de esta clase. Ese es un hombre de antigua entereza y lealtad. Un hombreasí difícilmente perjudica a la comu nidad. ¡Cómo me alegro viendo que aún quedan restos de tal raza!¡Oh, todavía da gusto vivir! Pues, lo esperaré aquí para saludarlo y conversar.

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38 En latín, tríbulis noster. Tríbulis, “que es de la misma tribu”, es el equivalente del término griego fylétes. Los atenienses(como los espartanos, los judíos, los persas, etc.) estaban repartidos en tribus (fylai). Estas antiguamente fueron cuatro yluego, a partir de Clístenes (siglo VI a.C.), diez. Primeramente fylé, “tribu”, designó un grupo de familias de una mismaraza u origen, después un conjunto de individuos dentro de la comunidad (o de ciudadanos dentro del Estado), y finalmenteuna división política (cf Rocci y Pabón, s. v. fylé ) . Los romanos también estaban repartidos en tribus. Ellas originariamentefueron tres, a saber: de los Ramnes (Ramnes), de los Ticios o Ticienses (Títies) y de los Lúceres o Lucerios (Lúceres); lastres, tribus patricias. Servio Tulio las reempla zó por tribus topográficas, de patricios y plebeyos, divididas en cuatro urbanasy veintiséis rústicas o rurales. Las treinta tribus por distintos sucesos bajaron a veinte (en 504 a.C.), luego subieron nueva-

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ESCENA IVHegión, Geta, Démea, (Pánfila)

HEGIÓN (entrando con Geta, pero sin ver a Démea). - ¡Oh, dioses inmortales! ¡Es una infamia, Geta!¿Qué me estás contando?GETA. - Así ocurrió.HEGIÓN. - ¡De esa familia salir una fechoría tan vergonzosa! ¡Oh Ésquino, por Pólux que hicistealgo indigno de tu padre!DÉMEA (aparte) . - Seguramente oyó hablar de esa citarista. Y bien, a él, aunque es un extraño, leduele eso; al padre, en cambio (Aludiendo a Mición.), no se le da un bledo. ¡Ay de mí! ¡Ojalá estuvieraél por aquí cerca y oyera esas cosas!HEGIÓN (a Geta). - Si no hacen lo que corresponde, no quedarán sin castigo.GETA. - En ti, Hegión, está puesta toda nuestra esperanza; contamos solo contigo; tú eres nuestro protector;tú, nuestro padre. Nuestro viejo 39 al morir nos encomendó a ti. Si tú nos abandonas, estamos perdidos.HEGIÓN. - No digas eso; pues ni lo haré ni pienso que podría hacerlo sin faltar a un deber de piedad.DÉMEA(ídem). - Lo abordaré. (Alto.) ¡Dichosos los ojos que te ven, Hegión!HEGIÓN - ¡Oh, justamente venía en tu busca! ¡Salud, Démea!DÉMEA. - ¿Qué pasa?HEGIÓN. - Tu hijo mayor, Ésquino, que diste en adopción a tu hermano, llevó a cabo algo que no espropio de un hombre justo y menos de un miembro de familia honrada.DÉMEA. - ¿De qué se trata?HEGIÓN. - ¿Te acuerdas de Símulo, ese amigo y camarada nuestro?DÉMEA. - ¿Cómo no me voy a acordar?HEGIÓN. - Pues, Ésquino le desfloró una hija.DÉMEA. - ¿Qué?HEGIÓN. - Aguarda, Démea, que aún no has oído lo más grave.DÉMEA. - ¿Hay todavía más?HEGIÓN. - ¡Claro que sí! Porque, en verdad, eso de algún modo se podría tolerar; lo indujo la noche,el amor, el vino, la edad juvenil; es algo humano. Cuando adquirió conciencia de lo que había hecho,él mismo, espontáneamente, acudió a la madre de la doncella llorando, rogando, suplicando, dando supalabra, jurando que se casaría con ella. Se le perdonó, se guardó silencio, se confió en él. Por efectode ese estupro, la muchacha quedó embarazada. Ya estamos en el décimo mes 40; y ese señorito tanatento se consiguió -con el beneplácito de los dioses- una tañedora con la cual cohabitar, abandonandosin más ni más a su amante.

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mente: a 21 (en 504), a 25 (en 387), a 27 (en 358), a 29 (en 332), a 31 (en 318), a 33 (en 299), a 35 (en 241). Esta últimacifra fue la que quedó definitivamente. Las tribus urbanas y las rústicas al principio se hallaban en pie de igualdad; perocomo las rústicas se basaban sobre los bienes raíces (fincas), mientras las urbanas reunían a mercaderes, artesanos y jor-naleros, las segundas llegaron a tener menos predicamento, sobre todo porque los libertos (y libertinos, o hijos de libertos)no podían ser inscriptos sino en ellas. El lugar donde se hallaban la propiedad y el domicilio determinaba la tribu, consi-derándose domiciliado en el territorio de una tribu rústica al ciudadano que fuera, en él, propietario de un pedazo de tierra;posteriormente, sin embargo, uno no dejaba de pertenecer a su tribu si iba a residir en el distrito de otra. En la época deSila (n. en 136 y m. en 78 a.C.) las tribus perdieron su carácter territorial, si bien conservaron los nombres de los distritos.El reparto en tribus tenía importancia en lo administrativo, político y vecinal. Las tribus constituían la base para el census( censo o padrón en que constaba el nombre, familia y bienes de los ciudadanos) y el delectus (leva de gente o reclutamientode tropas ). Las tribus se reunían en comicios o asambleas para la votación de leyes, la elección de magistrados y dealgunos cargos sacerdotales, y para la jurisdicción criminal en casos de provocátio o apelación contra multas. La compe-tencia de los comicios, que todavía se daba con Augusto y Tiberio, se extinguió después, absorbida por el Senado. (Cf Ma-rouzeau, III, p. 138; Zito, p. 69, 439. tribulis; Diccionario del mundo clásico, s. v. tribus y tributum).

39 Es decir, Símulo, marido de Sóstrata y padre de Pánfila ( cf nota 37, p. 29).

40 Marouzeau (III, p, 141, 1) anota: “Según el cálculo habitual de los antiguos”, y añade: “cf. 691: menses abierunt decem(“diez meses han pasado”). Justamente por el verso 691, creemos que no hay por qué acudir a un cálculo habitual de losantiguos; creemos, en cambio, que tan solo se alude aquí a una gestación de diez meses.

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DÉMEA. - Pero ¿estás seguro de lo que dices?HEGIÓN.- Ahí está la madre de la joven, está la misma joven, está el embarazo mismo. Además aquíestá Geta, el cual, teniendo en cuenta el alcance de los esclavos, no es malo ni corto; él las mantiene,él solo sustenta a toda la familia; pues llévatelo, átalo, trata de averiguar el asunto 41.GETA. - Sí, por Hércules, tortúrame, Démea, si no fue como acaba él de decir. En fin, no podrá negar;vamos, hazlo venir a mi presencia.DÉMEA (aparte). - Estoy aturullado. Ni sé qué hacer ni qué responderle a este.PÁNFILA (desde adentro). - ¡Desdichada de mí! ¡Me desgarran los dolores! ¡Juno Lucina 42, socó-rreme! ¡Sálvame, te suplico!HEGIÓN. - ¡Oh! .. . Dime: ¿acaso está ella de parto?GETA. - Por supuesto, Hegión.HEGIÓN. - He aquí, Démea, que ella implora la fidelidad de ustedes; pues otórguenle de buen grado lo queestán obligados a hacer 43. Que se resuelva esto como corresponde a ustedes; es lo primero que pido a losdioses. Pero si tuvieran otra intención, yo, Démea, defenderé con todas mis fuerzas a esta muchacha y lahonra de su finado padre. Él era mi deudo; juntos fuimos criados desde la infancia; siempre estuvimosjuntos en la paz y en la guerra; juntos sufrimos una rigurosa pobreza. Por eso me pondré en campaña, harédiligencias, recurriré a la justicia, en fin, dejaré la vida antes que abandonarlas. ¿Qué me contestas?DÉMEA. - Mira, Hegión, voy a hablarle a mi hermano.HEGIÓN. - Pero tú también, Démea, procura reflexionar sobre esto: que cuanto más holgada es la po-sición de ustedes y cuanto más poderosos, ricos, afortunados, renombrados son, tanto más han de exa-minar con serenidad lo que es justo, si quieren pasar por gente de bien.DÉMEA. - Prosigue tu camino; se hará todo lo que es justo que se haga.HEGIÓN. - Es tu deber obrar así. Geta, acompáñame allá dentro a la casa de Sóstrata. (Se van Hegión y Geta.)DÉMEA (a solas). - ¿No decía yo que iba a ocurrir esto? ¡Y ojalá todo terminara aquí! Pero esa licenciadesenfrenada sin duda alguna vendrá a parar en algún inconveniente serio. Voy a buscar a mi hermanopara espetarle lo que siento. (Sale.)

ESCENA VHegión, solo

HEGIÓN (a Sóstrata, saliendo de la casa de ella). - Procura tener buen ánimo, Sóstrata, y consolar ala muchacha lo mejor que puedas. Yo voy al foro para verme con Mición, si es que lo encuentro, y con-tarle detalladamente cómo ocurrió la cosa. Si él está dispuesto a cumplir con su deber, que lo cumpla;pero si tiene otra idea al respecto, que me lo diga a fin de que yo sepa cuanto antes cómo proceder.

ACTO CUARTO

ESCENA ICtesifón, Siro

CTESIFÓN. - ¿Dices que mi padre regresó al campo?SIRO. - Sí, hace rato.

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41 Entre los griegos como entre los romanos, no se admitía como testigos a los esclavos, ya que se consideraba -y conrazón- que eran parte interesada. Solo en casos gravísimos se los sometía a interrogatorio; pero antes se los ataba y torturaba,a fin de lograr (extorsionar) deposiciones fehacientes.

42 Juno, la esposa de Júpiter, era frecuentemente invocada con el título de Lucina (diosa de la luz), por considerárselacomo personificación de la luna. Debido a la relación que la antigüedad admitía entre las fases de la luna y el embarazo,Juno Lucina era la protectora de las mujeres encintas, de los alumbramientos y de los recién nacidos. (Diccionario delmundo clásico, s. v. Juno).43 La legislación ática prescribía, so pena de muerte, que el seductor se casara con la doncella seducida.

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CTESIFÓN. - Di la verdad, por favor.SIRO. - Te aseguro que está en la granja. En este preciso momento debe de estar ocupado en algún trabajo.CTESIFÓN - ¡Ojalá! Aunque sin desmedro para su salud, yo quisiera que se fatigara tanto que luegopor tres días seguidos no pudiera levantarse de la cama.SIRO. - Así ocurra, y aun mejor que así si fuera posible.CTESIFÓN. - Sí, ya que tengo una gana loca de pasar todo este día tan alegremente como lo empecé.¡Ah!, esa granja por ningún otro motivo la detesto tanto como porque está cerca; pues si estuvieramás lejos, lo sorprendería la noche antes de que pudiese volver acá nuevamente. Mientras ahora, nobien advierta que no estoy en casa, se vendrá acá volando -no me cabe la menor duda-; y me preguntarácon insistencia dónde estuve, machacándome: “¡No te vi en todo el día!” ¿Qué le contestaré?SIRO. - ¿No se te ocurre nada?CTESIFÓN. - Nada de nada.SIRO. - Tanto peor. Pero ¿no tienen ningún cliente, amigo, huésped ...CTESIFÓN. - Sí, tenemos; pero ¿y con eso?SIRO (continuando). - ... a quien se pueda presumir que tú has prestado algún servicio?CTESIFÓN. - ¿Por más que no se lo haya prestado? No puede ser.SIRO. - ¿Cómo no puede ser?CTESIFÓN. - Eso podría ser durante el día; pero si yo paso aquí la noche, ¿qué excusa voy a aducir,Siro?SIRO. - ¡Ah, cómo quisiera yo que hubiera costumbre de prestar servicios a los amigos aun durantela noche! Pero, igual, quédate tranquilo. Yo conozco a las mil maravillas el temperamento de tu padre.Cuando más agitado está, es cuando yo te lo torno tan plácido como una oveja.CTESIFÓN. - ¿De qué modo?SIRO. - Él se complace en oírte elogiar. Pues yo te hago un dios delante de él 44; cuento las virtudes ...CTESIFÓN. - ¿Mis virtudes?SIRO. - Sí, las tuyas; y al punto le saltan las lágrimas de gozo como si fuera una criatura. (Divisandoa Démea que llega.) ¡Guarda!CTESIFÓN. - Pues ¿qué hay?SIRO. - Hablando de Roma 45 ...CTESIFÓN. - ¿Es mi padre?SIRO. - ¡El mismo!CTESIFÓN. - ¿Qué hacemos, Siro?SIRO. - Tú retírate allá dentro, que yo me las arreglaré.CTESIFÓN. - Si pregunta algo, le dirás que no me viste en ninguna parte. ¿Entendido? (Entra en lacasa de Mición.)SIRO. - ¿Quieres terminarla?

ESCENA IIDémea, Ctesifón, Siro

DÉMEA (sin ver a los actores). - Soy realmente desdichado. Primeramente, no puedo encontrar a mihermano en ningún lado; además, mientras lo iba buscando, vi un peón que venía de la granja y él ase-guró que mi hijo no estaba ahí. No sé qué hacer.

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44En latín: Fácio te apud illum deum. Es una expresión proverbial, que en lenguaje corriente podría verterse así: “Pues yole digo que eres divino” (o “que eres un ángel”, o “que eres una joya”... ).

45O: “Hablando del ruin de Roma ... “; o: “Nombrando al rey de Roma, en seguida asoma”. En el original: Lupus in fábula,expresión que Abril reproduce: “El lobo en la conseja” (Publio Terencio Áfer: vol. Los hermanos - El eunuco - Formión,p. 38. Igualmente, en forma moderna, Rubio: “El lobo del cuento”: III, p. 148 der.). Se alude a la fábula en que el lobo apa-rece en el preciso momento en que se está hablando de él.

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CTESIFÓN (desde adentro, en voz baja). - ¡Siro!SIRO (igualmente en voz baja). - ¿Qué hay?CTESIFÓN. - ¿Me busca a mí?SIRO. - ¡Por supuesto!CTESIFÓN. - ¡Estoy perdido!SIRO. - Vamos, está de buen ánimo.DÉMEA (aparte). - ¿Qué raza de desgracia es esta? No caigo en la cuenta, a no ser que piense que paraesto he nacido: para sufrir desdichas. Soy el primero en experimentar nuestros males, el primero enenterarme de todos ellos, el primero también en anunciarlos; y cuando se verifica alguno, soy el únicoen padecerlo.SIRO. - Me río de este. Dice que es el primero en informarse y es el único que lo ignora todo.DÉMEA. - Ahora estoy de vuelta; veré si por casualidad regresó mi hermano.CTESIFÓN. - Siro, te lo suplico, procura que no se precipite derecho acá dentro.SIRO. - ¡Calla la boca! Me voy a encargar yo de eso.CTESIFÓN. - Por Hércules, que no me fío en absoluto; pues ahora mismo me voy a encerrar con ellaen una pieza; eso es lo más seguro.SIRO. - Está bien; con todo, yo lo alejaré de aquí.DÉMEA (alto). - Pero ¡he ahí el maldito Siro!SIRO (simulando no ver a Démea). - Ciertamente, por Hércules, no hay quien pueda aguantar en estacasa, si las cosas se ponen así. Y yo quisiera saber cuántos amos tengo. ¡Qué desventura es esta!DÉMEA (aparte). - ¿Por qué rezongará ese? ¿Qué querrá? (Alto.) ¿Qué dices, buen hombre? ¿Está encasa mi hermano?SIRO. - ¿Por qué diablos me llamas “buen hombre”? ¿No ves cómo estoy deshecho?DÉMEA. - ¿Qué te pasa?SIRO. - ¿Y me lo preguntas? Ctesifón descargó una lluvia de puñetazos sobre este pobre diablo ysobre esta citarista.DÉMEA. - ¿Eh ? ¿ Qué dices ?SIRO. - Mira cómo me partió el labio.DÉMEA. - ¿Por qué?SIRO. - Dice que por mi instigación se compró esa mujer.DÉMEA. - Pero ¿no me dijiste que acababas de acompañarlo al campo?SIRO. - Sí, pero luego volvió hecho una furia. ¡Arremetió con todo! ¡No se avergonzó de golpear aun pobre viejo! ¡Y pensar que no hace mucho, cuando él era un niño pequeñito, lo llevaba en mis bra-zos!DÉMEA. - ¡Te felicito, Ctesifón! ¡Has salido a tu padre! ¡Muy bien! ¡Te considero un hombre hechoy derecho!SIRO. - ¿Qué? ¿Lo ponderas? En realidad, si tiene seso, deberá en lo sucesivo refrenar sus manos.DÉMEA. - Se portó con valor.SIRO. - Con un valor extraordinario, dado que triunfó de una pobre mujer y de un esclavocomo yo, que no me atrevía a devolver los golpes. ¡Ah, bonito valor, muy bonito por cierto!DÉMEA. - No habría podido portarse mejor; veo que piensa lo mismo que yo, es decir, que tú eresel responsable de esa fechoría. Pero dime ahora: ¿está mi hermano adentro?SIRO. - No.DÉMEA. - ¡Quién sabe dónde podré encontrarlo!SIRO. -Yo sé dónde está; pero hoy no te lo indicaré en absoluto.DÉMEA. - ¿Oh? ¿Qué dices?SIRO. - Lo que oyes.DÉMEA - Mira que te voy a moler el seso 46.

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46En la comedia los viejos llevaban bastón. Podemos pues figurarnos que aquí Démea lo levantara en son de amenaza sobrela cabeza de Siro.

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SIRO. - Pero no sé el nombre del señor en cuya casa se encuentra; tan solo conozco el lugar.DÉMEA. - Indica, pues, el lugar.SIRO. - ¿Conoces el pórtico junto al mercado de comestibles, allá abajo?DÉMEA. - ¿Cómo no lo voy a conocer?SIRO. - Pues, pásalo, yendo derecho por esa avenida hacia arriba; cuando llegues allá, hay una cuestaque tira hacia abajo; lánzate por ella; luego, a esta mano (haciendo el correspondiente ademán), hayuna ermita; ahí cerca hay un callejón.DÉMEA. - ¿Cuál?SIRO. - El que está ahí donde hay también una gran higuera silvestre.DÉMEA. - Ya sé.SIRO - Sigue por ahí.DÉMEA. - Pero ¡ese es un callejón sin salida!SIRO. - ¡Ay, sí, por Hércules! ¿No ves que soy un bruto? Me había desorientado. Vuelve otra vez alpórtico. Por ahí sin duda irás mucho más cerca y con menos peligro de extraviarte. ¿Conoces la casade Cratino, ese ricachón?DÉMEA. - Sí.SIRO. - Pues pásala, por allá, a mano izquierda, tomando derecho aquella avenida. Una vez que lleguesal templo de Diana, dobla a la derecha; antes de llegar a la puerta47, cabalmente al lado del estanquehay una panadería y enfrente una carpintería: ahí está él.DÉMEA. - ¿Qué hace ahí?SIRO. - Encargó unos divanes... con patas de encina... para comer al aire libre.DÉMEA. - Y hacer ustedes sus comilonas. ¡Magnífico! Pero ¿en qué pienso que no voy a buscarlo?(Sale.)SIRO (a solas). - ¡Sí, vete! ¡Hoy te haré trotar como te lo mereces, viejo decrépito! Ésquino tarda te-rriblemente; el almuerzo se echa a perder. Ctesifón a su vez está enfrascado en su pasión. Ya sé cómocomponérmelas; pues, ahora mismo me retiro; echaré mano de las presas más exquisitas y luego mepasaré todo el día apurando, de a traguitos, copas de vino.

ESCENA IIIMición, Hegión

MICIÓN. - Yo no veo en esto por qué tengas que alabarme tanto, Hegión. Cumplo mi deber; reparola falta que los míos cometieron. A no ser que hayas pensado que yo pertenezco al número de esos hom-bres que creen que se les infiere agravio con pedirles cuenta del que ellos voluntariamente infirierony que por añadidura arman pleito. Pues, ¿me das las gracias porque yo no hice lo mismo?HEGIÓN. - De ninguna manera. Nunca me imaginé que fueras distinto de lo que eres. Pero te ruegoque me acompañes, Mición, a la casa de la madre de la doncella, y que tú en persona le digas a aquellamujer esto mismo que me has dicho a mí, es decir, que si se pudo sospechar contra Ésquino es porcausa de su hermano y de la amante de este, aquella citarista.MICIÓN. - Si así te parece bien o si así es preciso hacer, pues ¡vamos!HEGIÓN. - ¡Muy amable! Y en realidad, al punto aliviarás el ánimo de aquella mujer, que se estáconsumiendo de pena y zozobra, y a la vez cumplirás con un deber tuyo. Pero si opinas diversamente,yo mismo le narraré lo que me has dicho.MICIÓN. - No, no; voy yo.HEGIÓN. - ¡Encantado! Los que tienen menos suerte son, no sé por qué, más recelosos. Son propensosa interpretarlo todo como un desprecio. Debido a su inferioridad, siempre creen que se los deja delado. Por eso la sosegarás más fácilmente si tú mismo, frente a frente, le das esa satisfacción.

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47 Junto a las puertas de una ciudad había estanques para abrevar el ganado que entraba o salía y como salvaguardia contrael fuego.

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MICIÓN. - Es justo y es cierto lo que dices.HEGIÓN. - Pues sígueme; entremos por acá. (Indicando la casa de Sóstrata.)MICIÓN. - ¡Con mucho gusto!

ESCENA IVÉsquino, solo

ÉSQUINO. - ¡Tengo el corazón atormentado! De repente se abatió sobre mí una desgracia tan grave,que no sé en verdad ni qué hacer de mí mismo ni qué partido tomar. Mis miembros están entorpecidospor el miedo; mi espíritu, pasmado de temor; y no soy capaz de fijar en la mente ninguna decisión. ¡Ay!¿Cómo lograré salir de semejante desbarajuste? Una sospecha terrible ha recaído ahora sobre mí, y nosin fundamento. Sóstrata cree que yo he comprado para mí esa tañedora; me lo dio a entender la viejaCántara. De aquí casualmente la habían enviado por la partera; yo, apenas la veo, me acerco a ella; lepregunto cómo está Pánfila, si ya es inminente el parto, si por eso va a llamar a la comadrona. Ella grita:“¡Vete, vete, Ésquino! Bastante tiempo nos has tomado el pelo; bastante nos has engañado, hasta ahora,con tus promesas”. “¡Oh! -digo yo.- ¿Qué es eso? ¡Explícate, por favor!” “¡Vete a paseo! ¡Quédate conla que te agrada!” Al instante advertí que ellas sospechaban eso; pero me contuve a fin de no descu-brirle nada a esa charlatana acerca de mi hermano, evitando así divulgar la cosa. Pero ¿ qué hacerahora? ¿Manifestar que esa joven le pertenece a mi hermano? No es absolutamente oportuno que estose propale en ninguna parte. Pero dejemos esta hipótesis: puede ser que no aflore por ningún resquicio;pero lo que temo es que no crean la misma verdad del caso. Es que concurren en contra tantas circuns-tancias verosímiles: yo mismo la rapté; yo en persona pagué el dinero; a mi casa la llevaron. Y todoesto ocurrió, he de confesarlo, por mi culpa. ¿Por qué no le habré manifestado a mi padre ese asuntotal como había sucedido? Le habría suplicado que me permitiese casarme con ella. Hasta aquí, tiempoperdido. ¡Ea, Ésquino, despierta ya! Ahora lo primero que hay que hacer es ir a verlas para sincerarse.Me acercaré a la puerta. ¡Estoy perdido! Siempre me estremezco -¡desgraciado de mí!- cuando empiezoa llamar a esa puerta. (Llama.) ¡Hola, hola! ¡ Soy yo, Ésquino! ¡ Abra alguien pronto! No sé quién sale;me apartaré hacia acá.

ESCENA VMición, Ésquino

MICIÓN (saliendo de casa de Sóstrata). - Hagan como acabo de decir, Sóstrata; yo me veré con És-quino para ponerlo al tanto de cómo se arregló el asunto. Pero ¿quién ha llamado a esta puerta?ÉSQUINO (aparte). - ¡Es mi padre, por Hércules! ¡Estoy perdido!MICIÓN. - ¡Ésquino!ÉSQUINO (ídem). - ¿Qué tiene que ver este aquí?MICIÓN. - ¿Tú has llamado a la puerta? (Aparte.) Se calla. ¿Por qué no me burlo un poquito de él?Bien lo merece, ya que él nunca quiso confiarme eso. (Alto.) ¿No me contestas nada?ÉSQUINO (respondiendo a la primera pregunta de Mición). - En verdad, que yo sepa, no he llamadoa esa puerta.MICIÓN. - ¡Claro! Ya me extrañaba que tuvieses algo que hacer aquí. (Aparte.) Se ha puesto colorado:¡buena señal!ÉSQUINO. - Pero, dime, padre, por favor: y tú ¿qué tienes que hacer aquí?MICIÓN. - ¿Yo? Nada ciertamente. Pero un amigo hace un ratito me ha traído acá del foro para quefuese su valedor 48.

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48 En el original: advocatum sibi. En los asuntos más graves, en las contiendas, en los pleitos, los antiguos solían invitaramigos o personas versadas en derecho o simplemente influyentes, a fin de asesorarse con ellos. Tales individuos desig-nados en latín con el nombre de advocati (de advocare, “lla mar”), se distinguían de los jurisconsultos o abogados profe-sionales, designados en latín con el nombre de oratores o causídici o patroni.

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ÉSQUINO. - ¿Con respecto a qué?MICIÓN. - Te lo digo en seguida. Habitan aquí unas mujeres pobres. Pienso que no las conoces, omejor dicho, estoy segurísimo; en efecto, no hace mucho que vinieron a establecerse aquí.ÉSQUINO. - ¿Y después?MICIÓN. - Hay una doncella con su madre.ÉSQUINO. - Sigue.MICIÓN. - Esta doncella es huérfana de padre. Ese amigo mío es su pariente más cercano. Y bien, lasleyes lo obligan a casarse con ella 49.ÉSQUINO (aparte). - ¡Estoy perdido!MICIÓN. - ¿Qué dices?ÉSQUINO. - Nada. Está bien. Sigue.MICIÓN. - Ese viene para llevársela consigo, pues habita en Mileto so.ÉSQUINO - ¿Eh? ¿Para llevarse a la doncella?MICIÓN. - Así es.ÉSQUINO. - ¡Cielos! ¿Hasta Mileto?MICIÓN. - Sí.ÉSQUINO (aparte). - Me siento desfallecer. (Alto.) ¿Y ellas? ¿Qué dicen ellas?MICIÓN - ¿Qué quieres que digan? Pues nada. La madre, en realidad, ha inventado el cuento de quela muchacha ha tenido un hijo de otro hombre, no sé de quién, puesto que no lo nombra; sostiene, porende, que estando antes aquel, no hay que casarla con el otro.ESQUINO. - Dime, ¿acaso no te parece justo eso? Después de todo...MICIÓN. - No, hijo.ESQUINO. - ¡Por los cielos! ¿Que no? ¿Acaso se la llevará de aquí, padre mío ?MICIÓN. - ¿Por qué no tendría que llevársela?ESQUINO. - Ustedes han obrado con demasiada dureza, sin piedad y aun, padre, si hay que hablar conmás franqueza, de un modo ruin.MICIÓN. - ¿Por qué?ÉSQUINO. - ¿Y me lo preguntas? Pues ¿qué corazón creen ustedes que le quedará a ese infeliz que pri-mero trató con ella, que quizás, en su infortunio, aún la quiere y locamente, cuando estando él presentevea que se la arrebatan de su presencia, que se la llevan de delante de sus ojos? ¡Es algo indigno, padre!MICIÓN. - Pero ¿por qué razón? ¿Quién se la prometió? ¿Quién se la dio? ¿Cuándo se casó con él?¿Quién ratificó el contrato? ¿Por qué tomó él mujer que pertenecía a otro?ÉSQUINO. - ¿Era menester acaso que una doncella de esa edad se quedase tranquila en casa esperandohasta que viniera, quién sabe de dónde, un pariente suyo a buscarla? Esto, padre mío, correspondía quedijeses y defendieses.MICIÓN.- Pero ¡esto es ridículo! ¿Debía por ventura defender una causa contra aquel que me habíatraído como valedor suyo? Por otra parte, ¿qué nos importa eso a nosotros, Ésquino? ¿O qué tenemosque ver con ellos? Vámonos. (Ésquino echa a llorar.) ¿Qué es esto? ¿Por qué lloras?

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49 Solón había establecido por ley que si una joven pobre quedaba huérfana, podía exigir que su pariente más próximo latomara por esposa o la dotara convenientemente; el legislador miraba con ello a preservar de la deshonra a las huérfanaspobres.

50 Mileto (ciudad del Asia Menor, puerta del mar Egeo) era una colonia jónica. Consta que las colonias jónicas asiáticaseran todas autónomas. Luego no se puede afirmar, como lo hacen Lupo Gentile (p. 73, nota al verso 654) y Vitali (p. 425),que en Mileto, por el hecho de ser colonia jónica, estaban en vigor las mismas leyes que en Atenas, cuya población tambiénera jónica. Marouzeau (III, p. 155, nota 3) asegura, a su vez, que en tiempos de los Adelphoe de Menandro, Mileto era co-lonia ateniense. De ser así, es obvio que tuviera la misma legislación de la metrópoli. Pero no nos fue dado comprobar laverdad del informe de que Mileto en la época de los Adelphoe de Menandro (es decir, posteriormente al año 304 a. C.) fueracolonia ateniense o estuviera gobernada por los atenienses. Nos adherimos pues a la opinión de Ashmore (notas, p. 293),quien, después de señalar que Mileto era una colonia jónica del Asia Menor, observa (suponiéndola independiente) queun ciudadano ateniense podía residir en una colonia y permanecer sujeto a la legislación de su patria. Tal, pues, sería elcaso del personaje que Mición inventa aquí como procedente de Mileto.

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ÉSQUINO . - ¡Padre, te conjuro, escúchame!MICIÓN . - Ésquino, me han hablado y estoy al corriente de todo. Como te quiero, por eso tomo mása pecho cuanto haces.ÉSQUINO. - De tal modo quisiera yo ser digno de tu amor, mientras viva, como me pesa sobre manerahaber cometido esa falta y me da vergüenza delante de ti.MICIÓN. - Lo creo, por Hércules; conozco, en efecto, tu carácter; pero temo que seas demasiado des-cuidado. Pues ¿en qué ciudad piensas que estás viviendo? Violaste una doncella a la que no tenías de-recho de acercarte. Ya esa primera falta fue grave, grave sin duda, pero, con todo, propia de hombres;la cometieron a menudo otros tan buenos como tú. Pero después que ocurrió, ¿tomaste acaso algunaprecaución o, por lo menos, consideraste qué medidas habías de tomar, cómo llevarlas a cabo, y, si te-nías empacho de avisarme tú mismo, de qué otro modo convenía que me enterase yo? Mientras dabaslargas al asunto, diez meses han pasado. Te has comprometido a ti mismo y a ella, la pobre, y al hijo,a lo menos por lo que dependía de ti. Pues ¿qué? ¿Creías que los dioses iban a arreglarte el pastelmientras durmieses y que ella, sin que tú lo procurases, iba a ser llevada a tu casa y metida en tualcoba? No quisiera que fueses igualmente descuidado en lo demás. ¡Ánimo!, que te casarás con ella.ÉSQUINO. - ¿Cómo? MICIÓN. - ¡Animo!, digo.ÉSQUINO. - Padre, te conjuro, ¿acaso te estás burlando de mí?MICIÓN. - ¿Yo, burlarme de ti? ¿Por qué?ÉSQUINO. - No lo sé; pero como deseo con locura que eso sea verdad, por eso recelo más.MICIÓN. -Vete a casa y ruega a los dioses que puedas traer a tu mujer 61; vete.ÉSQUINO. - ¿Cómo? ¿Traer ya a mi mujer? MICIÓN. - Sí, ya.ÉSQUINO. - ¿Ya?MICIÓN. - Ya, lo más pronto posible.ÉSQUINO. - ¡Que todos los dioses me detesten si ahora no te quiero más que a mis ojos!MICIÓN. - ¿Y más que a ella? ÉSQUINO. - Igual que a ella. MICIÓN. - ¡Demasiado generoso! ÉSQUINO. - Y el de Mileto, ¿dónde está?MICIÓN. - Desapareció; se fue, se embarcó. Pero ¿por qué no te marchas?

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51 “El día de las bodas, antes de su celebración se realizaban funciones religiosas con sacrificios. Luego la novia dejaba latoga praetexta (= toga orlada de púrpura), consagrándola a la Fortuna Virginal; vestía una túnica blanca, ajustándosela ala cintura con una pretilla de lana de oveja, cíngulum, y se cubría el rostro con un velo, flammeum, así llamado por su colorde fuego. Sus cabellos eran divididos, con la punta de una lanza en seis trenzas, crines, atadas con cintas y coronadas converbenas. Seguía en casa de la novia la estipulación del contrato matrimonial; después una mujer casada, prónuba (= lamadrina de boda. Adviértase que el adjetivo prónubus significa nupcial), entrelazaba las manos de los esposos. Se celebrabaun sacrificio y se hacía un banquete que se prolongaba hasta el anochecer. Levantadas las mesas, venía la dedúctio a la casamarital. El cortejo era formado por parientes, amigos, curiosos. La esposa iba a pie llevando un huso y una rueca; la pre-cedían antorchas, tañedores de flauta y tres muchachos cuyos padres y madres aún viviesen; uno de ellos sostenía una taeda,antorcha de pino silvestre, y la iba agitando. La casa del esposo estaba adornada con coronas y otros atavíos. Al llegar ahí,los tres muchachos pedían al esposo que les tirase nueces, a fin de indicar que ya se habían acabado para él las diversionesjuveniles. La esposa cubría con cintas de lana las jambas de la puerta y las untaba con grasa de lobo o cerdo. En ese mo-mento el esposo le preguntaba quién era y ella respondía: Ubi tu Caius, ibi ego Caia, donde tú eres dueño, yo seré dueña;entonces era transportada en brazos de suerte que no tocara con los pies el umbral y era colocada sobre una piel de ovejatendida en el pavimento, al grito de Thalasio (Talasio es el dios latino del matrimonio, al que se ha identificado con el Hi-meneo de los griegos. Himeneo = dios que simbolizaba el amor puro santificado por el matrimonio ). El marido entregabaa la esposa la llave de la puerta, el agua y el fuego simbólico, para indicar que estaba llamada a participar en el culto delnuevo hogar. La prónuba preparaba en el atrio el lectus genialis (el lecho nupcial); la esposa invocaba a los Lares (= losdioses tutelares de la familia), Manes (= las almas divinizadas de los antepasados de la familia) y Penates (= los dioses delinterior de la casa ) de la nueva casa y se terminaba con un nuevo banquete, alegrado por cantos nupciales llamados epi-talamios (o himeneos). El día siguiente (= tornaboda) el marido daba otro banquete, repótia; los huéspedes y los parientesobsequiaban regalos a la esposa y esta ofrecía el primer sacrificio en la nueva casa” (Zito, p. 95, nota al v. 699. Las acla-raciones entre paréntesis son añadiduras nuestras).

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ÉSQUINO. - Ve tú más bien, padre, a invocar a los dioses; pues seguro estoy de que ellos te harán máscaso a ti por cuanto eres mucho mejor que yo.MICIÓN. - Yo me voy allá dentro a hacer preparar lo que hace falta; tú, si eres cuerdo, haz como tehe dicho. (Entra en casa.)ÉSQUINO (a solas).—¿Cómo es esto? ¿Esto es ser padre o esto es ser hijo? Si él fuera mi hermanoo compañero, ¿cómo podría complacer me más? ¿A un padre así no he de amarlo, no he de llevarlo enel corazón? ¡Ah!, en consecuencia me infunde con su indulgencia un vivo cuidado: el de no hacer, niaun por inadvertencia, cosa que le desagrade; y sabiéndolo me guardaré de hacerlo. Pero ya voy aden-tro, no sea que retrase yo mismo mi casamiento. (Entra.)

ESCENA VIDémea, solo

DÉMEA. - Estoy rendido de tanto andar. ¡Que el gran Júpiter te aniquile, Siro, a ti con tus indicaciones!He ido arrastrándome, sin parar, por toda la ciudad: hasta la puerta, hasta el tanque, ¿hasta dónde no...?Y no había allí carpintería ni nadie que dijese haber visto a mi hermano. Pero ahora estoy resuelto aquedarme en su casa hasta que regrese.

ESCENA VIIMición, Démea

MICIÓN (a su hijo, que está adentro). - Voy a decirles que nosotros estamos listos.DÉMEA (aparte). - Pero ¡helo aquí, justamente! (Alto.) Hace rato que te estoy buscando, Mición.MICIÓN. - ¿Para qué?DÉMEA. - He de comunicarte otras barbaridades de ese joven honrado...MICIÓN. - ¡Ya está!DÉMEA (continuando). - ...¡inauditas!, ¡dignas de pena capital!MICIÓN. - ¡Basta, basta!DÉMEA. - Ah, tú no sabes qué clase de sujeto es.MICIÓN. - Sí, lo sé.DÉMEA. - ¡Tonto! Te imaginas que me refiero a la citarista. En cambio, se trata ahora de un delito con-tra una ciudadana núbil.MICIÓN. - Ya sé.DÉMEA. - ¡Oh! ¿Sabes y toleras eso?MICIÓN. - ¿Por qué no habría de tolerarlo?DÉMEA. - Dime: ¿no protestas? ¿No te pones furioso?MICIÓN. - No; yo en verdad prefiriría ...DÉMEA. - Ha nacido un hijo ...MICIÓN - Que los dioses le sean propicios.DÉMEA (continuando). - La doncella no tiene nada ...MICIÓN. - Estoy enterado.DÉMEA (ídem). -... y se ha de casar con ella por más que esté sin dote.MICIÓN. - Por supuesto.DÉMEA. - Y ahora, ¿qué se va a hacer?MICIÓN. - Lo que las mismas circunstancias exigen: traer acá, de su casa, a la doncella.DÉMEA. - ¡Oh, Júpiter! ¿Eso es lo que corresponde hacer...?MICIÓN. - ¿Qué otra cosa podría yo hacer?DÉMEA. - ¿Qué otra cosa? Si eso en verdad no te duele, por lo menos sería propio de hombre disimular.MICIÓN. - Pero es que ya he prometido la doncella; la cosa está concertada; se hace el casamiento;

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les he quitado todo temor: esto, sí, que es más propio de hombre.DÉMEA. - Sea lo que fuere, ¿apruebas entonces, Mición, lo que él hizo?MICIÓN. - No, si pudiera cambiarlo; pero, ya que no puedo, lo soporto ahora con serenidad. Así esla vida humana: como cuando se juega a los dados; si al echar el dado, no sale lo que era menester, seha de remediar con destreza lo que salió por azar.DÉMEA. - ¡Conque eres un remediador! Con tu destreza se esfumaron veinte minas en pago de la citarista;y a esta lo más pronto posible hay que despedirla para algún lado; y gratis, si no se logra venderla.MICIÓN. - No corresponde despacharla ni deseo absolutamente venderla.DÉMEA. - ¿Qué harás pues de ella?MICIÓN. - Quedará en casa.DÉMEA. - ¡Santos Cielos! ¡En una misma casa la meretriz y la madre de familia!MICIÓN. - ¿Por qué no?DÉMEA. - Pero ¿piensas que estás en tus cabales ?MICIÓN. - ¡Claro que sí!DÉMEA. - Así me amen los dioses como es verdad que, al ver yo tu necedad, creo que harás eso paratener alguien con quien cantar a menudo 52.MICIÓN. - ¿Cómo no?DÉMEA, - ¿Y la recién casada aprenderá también esa misma habilidad?MICIÓN. - Naturalmente.DÉMEA. - Y tú ¿guiando la soga, bailarás entre ellas? 53MICIÓN. - Eso es.DÉMEA. - ¿Eso es?MICIÓN. - Y tú también juntamente con nosotros 54, si fuere menester.DÉMEA. - ¡Ay de mí! ¿No te avergüenzas de decir estas cosas?MICIÓN. - ¡Vamos!, deja ya esa tu cólera, y muéstrate, como es conveniente, jovial y de buen humoren las bodas de tu hijo. Yo voy a hablar con ellos; vuelvo en seguida.DÉMEA. - ¡Oh, Júpiter! ¡Qué vida! ¡Qué costumbres! ¡Qué locura! Vendrá una esposa sin dote; aden-tro hay una tañedora; la casa es fastuosa; el joven, depravado por el libertinaje; el viejo, que delira. LaSalvación 55 en persona, por más que lo quisiera, no podría de ningún modo salvar esta familia.

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52 Lenguaje irónico para los romanos; para ellos, en efecto, la música solo se empleaba en sacrifícios, en la escena y en laguerra; fuera de estos casos se consideraba indigna de un hombre libre. En Grecia, por el contrario, se daba gran importanciaa la música, atribuyendo su invención a los mismos dioses. Tenía un lugar preeminente en la educación, sobre todo por lainfluencia que se le reconocía en la acuñación del carácter. Cultivaron los griegos ya la música vocal (u ódica), ya la ins-trumental (u orgánica), ya la pantomímica (esto es, la destinada a la escena, llamada también hipocrítica). (Diccionario delmundo clásico, s. v. música).

53 Nueva ironía para el público romano. Era poco menos que inconcebible que un ciudadano romano bailara. Cicerón dejóescrito: Nemo fere saltat sóbrius nisi forte insanit, “casi nadie baila a no ser que esté loco” (Pro Murena. 6: cf J. Coromines,IV, p. 123). También respecto del baile, ocurría en Grecia el fenómeno inverso. Era allí ampliamente practicado y vivamenteapreciado. Sócrates, por ej., lo recomendaba a sus discípulos y él mismo, dicen, no desdeñó recibir de la famosa Aspasialecciones de tal arte; y ya Hornero señalaba como las cuatro cosas más bellas de la vida, el sueño, el amor, el canto y elbaile (Diccionario del mundo clásico, s. v. baile). Con la frase “guiando la soga” (restim ductans) se alude a una especiede baile de figuras en que los que intervenían hacían evoluciones asidos de una soga, bajo la dirección de uno que teníaun extremo de ella (ver Livio, XXVII, 37,14). La frase restim (in saltatione) ductare o dúcere equivale a “dirigir la danza”(Calonghi, s. v. ducto); según Donato, en cambio, significaría simplemente “ponerse en fila teniéndose de la mano uno conotro” (Ronconi, p. 318).

54 Alusión a los amores de Ctesifón.

55 Se trata de Salus como personificación de la salvación, seguridad y prosperidad del pueblo y del Estado (Salus pública,Salus Romana, Salus pópuli Romani). En calidad de tal, tenía un templo en el Quirinal que le había dedicado en 307 a. C.el censor Junio Bubulcus. Al introducirse (293 a. C.) en Roma el culto de Esculapio, se la identificó con la Hygíeia griega,perdiendo su carácter propio o cuando menos adquiriendo en su significado el concepto predominante de salud corporal(por lo que era llamada también Sánitas). Pero después reapareció o se reafirmó Salus en su elemento propiamente nacional,compartiendo el culto con Salus como personificación de la salud. Arqueólogos y mitólogos nos han conservado el sentidode la diferencia entre una y otra Salus (Enciclopedia Espasa-Calpe, s. v. Salus).

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ACTO QUINTO

ESCENA ISiro, Démea

SIRO (aparte). - Por Pólux, Siro, que te has tratado a cuerpo de rey y has cumplido espléndidamentetu deber. ¡Bravo! Pero después de atiborrarme allá dentro, me dio la gana de salir acá fuera a pasear.DÉMEA (aparte). - ¡Míralo, por favor! ¡Qué ejemplo de austeri dad!SIRO (ídem). - ¡Ahí está nuestro viejo! (Alto.) ¿Qué pasa? ¿Por qué estás mohíno?DÉMEA. - ¡Ah, canalla!SIRO. - ¡Alto ahí! ¿Vienes acá a derrochar tu elocuencia, oh Sabiduría?DÉMEA. - Si fueras esclavo mío ...SIRO. - Por cierto que serías rico, Démea, y habrías afianzado tu patrimonio.DÉMEA. -... yo me encargaría de que fueses un escarmiento para todos.SIRO. - ¿Por qué? ¿Qué he hecho?DÉMEA. - ¿Me lo preguntas? En medio de ese desconcierto y después de una falta tan enorme que aduras penas se ha conseguido reparar medianamente, ustedes, canalla, empinaron el codo como parafestejar una hazaña.SIRO. - En verdad no quisiera haber salido acá.

ESCENA IIDromón, Démea, Siro

DROMÓN (saliendo de la casa de Mición, pero sin ver a Démea). ¡Hola, Siro! Ctesifón te ruega que vuelvas. SIRO (en voz baja). - ¡Vete al diablo! DÉMEA. - ¿Qué dice ese de Ctesifón? SIRO. - Nada.DÉMEA. - ¡Oye, desalmado! ¿Está Ctesifón allá dentro? SIRO. - No.DÉMEA. - Y ¿cómo ese pronuncia su nombre?SIRO. - Es otro quídam, un “parasitastro” pequeñito. ¿Sabes...?DÉMEA. - Ahora lo sabré. (Hace ademán de entrar en casa de Mición.)SIRO. - ¿Qué haces? ¿Adonde vas?DÉMEA. - ¡Déjame!SIRO. - ¡No vayas, te digo!DÉMEA. - ¿No vas a retirar tus manos, tunante? ¿Prefieres que haga salpicar aquí tu cerebro? (Logradesvincularse y entrar en la casa de Mición.)SIRO. - ¡Se va no más! ¡Un comensal, por Pólux, nada grato, máxime para Ctesifón! ¿Qué haré yo ahora,hasta tanto se aquiete este barullo, sino retirarme a algún rincón y allí dormir este vinillo? Así lo haré.

ESCENA IIIMición, Démea

MICIÓN (saliendo de casa de Sóstrata, y hablando hacia dentro). - Por nuestra parte, Sóstrata, se hi-cieron los preparativos como he dicho; pues cuando quieras... ¿Quién ha hecho rechinar tan ruidosa -mente la puerta de casa?DÉMEA (saliendo de la casa de Mición). - ¡Ay de mí! ¿Qué he de hacer? ¿Qué norma seguir? ¿Quégritos dar? ¿Qué lamentaciones proferir? ¡Oh, cielo! ¡Oh, tierra ! ¡Oh, mares de Neptuno!MICIÓN (aparte). - ¡Ahí tienes! Se ha enterado de todo el lío; es por eso que grita; se acabó: está lista

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la pelea, hay que afrontarla.DÉMEA - ¡Helo ahí, la perdición de mis dos hijos!MICIÓN. - Refrena por fin tu cólera y vuelve en ti.DÉMEA. - La he refrenado; he vuelto en mí; dejo a un lado todos los improperios; examinemos la cosaen sí misma. ¿No se convino entre nosotros, y no fuiste tú mismo quien lo propuso, que ni tú cuidaríasde mi hijo ni yo del tuyo? Contesta.MICIÓN. - Es cierto; no lo niego.DÉMEA. - Pues ¿por qué ahora se da a la bebida en tu casa? ¿Por qué recibes a mi hijo? ¿Por qué lecompras una amiga, Mición? ¿Acaso no es justo que yo ejerza contra ti el mismo derecho que túejerces contra mí? Desde el momento que yo no cuido de tu hijo, tampoco tú cuida del mío.MICIÓN. - No tienes razón.DÉMEA. - ¿Que no ?MICIÓN. - Pues no, ya que un refrán antiguo dice precisamente: las cosas de los amigos son comunesentre ellos.DÉMEA. - ¡Gracioso! ¿Ahora sales con eso?MICIÓN. - Escucha un momento, Démea, si no te es molesto. En primer lugar, si lo que te angustiason los gastos que hacen tus hijos, te ruego que trates de reflexionar sobre lo siguiente: en otro tiempotú criabas a los dos de acuerdo con tu patrimonio, porque juzgabas que tus bienes alcanzarían paraambos, y que yo sin duda me casaría. Pues sigue haciendo el mismo cálculo de entonces: guarda, tratade adquirir, ahorra, procura dejarles lo más que puedas. Reserva para ti esa honra; pero deja a la vezque disfruten de mis bienes, que les han venido inesperadamente. Tu capital no sufrirá menoscabo al-guno; por el contrario, todo lo que se agregará de parte mía, considéralo una ganancia. Si de veras,Démea, quisieses pensar con ponderación en eso, terminarías por no causar molestias ni a mí ni a tini a ellos.DÉMEA. - Dejo a un lado el patrimonio; pero su régimen de vida ...MICIÓN. - ¡Quieto! Estoy al tanto; a eso iba. Se dan en el hombre, Démea, muchos indicios por loscuales es fácil sacar conjeturas, de suerte que, cuando dos hacen la misma cosa, a menudo cabe inferir:“Este puede permitírsela impunemente, aquel otro no”. Y no porque sea distinta la cosa, sino porqueson distintos los que la realizan. Y bien, yo noto en ellos señales por las que confío que serán comonosotros los queremos: veo, en efecto, que tienen criterio, que entienden las cosas, que cuando estiempo saben contenerse, que se aman mutuamente. Se echa de ver la nobleza de su índole y corazón.Y entonces el día que tú quieras, podrás hacerlos volver al buen camino. Así y todo, podrías ciertamentetemer que sean algún tanto descuidados con respecto al patrimonio. ¡Oh querido Démea! Para todo lodemás aumentamos en sabiduría con el andar de los años; hay un solo vicio que la vejez trae a los hom-bres: volvernos a todos más parsimoniosos de lo debido. Pues la edad misma les aguzará bastante elsentido de la economía.DÉMEA. - ¡Con tal que esas tus buenas razones, Mición, y ese tu corazón acomodaticio no nos tras-tornen!MICIÓN. - ¡Calla! No ocurrirá tal cosa; pierde cuidado. Hoy ríndete a mí; desarruga tu frente.DÉMEA. - Pues las circunstancias así lo exigen, he de hacerlo. Pero mañana, al amanecer, me iré alcampo con mi hijo...MICIÓN. - Y aun antes que amanezca, opino yo. Pero hoy por lo menos ponte alegre.DÉMEA (continuando). - ... y conmigo también me llevaré allá a esa citarista.MICIÓN. - ¡Será una hazaña! De esa manera tendrás a tu hijo atado al campo por completo. Tan soloprocura custodiarme bien a ella.DÉMEA. - Esto corre por mi cuenta. Yo haré de manera que a fuerza de cocinar y moler se llene deceniza, de humo, de harina; además le haré espigar en pleno mediodía; y así te la tornaré tan recociday negra como carbón.MICIÓN. - ¡Que me place! Ahora, sí, me das la impresión de un hombre cuerdo. (Remedando la vozde Démea.) “Y después, ¡a fe que obligaré a mi hijo, aunque no lo quiera, a acostarse con ella!”

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DÉMEA. - ¿Me tomas el pelo? ¡Dichoso tú que posees semejante humor! Yo tengo para mí...MICIÓN. - ¡Ah! ¿Vuelves a las andadas?DÉMEA. - Me callo en seguida.MICIÓN. - Ve pues adentro y pasemos este día en la fiesta para la cual está destinado. (Entra en su casa.)

ESCENA IVDémea, solo

DÉMEA. - Jamás hubo nadie que haya sacado tan bien la cuenta para su vida que luego los aconteci-mientos, la edad, la práctica no le aportaran a cada instante algo nuevo, no le enseñaran algo, de suerteque uno llega a advertir que ignoraba lo que creía saber y, después de experimentarlas, repudia las cosasque juzgaba más importantes. Es lo que ahora me sucede a mí; pues estando casi a punto de finalizarmi carrera, desecho la vida áspera que he vivido hasta aquí. ¿Por qué? Porque la experiencia me hahecho descubrir que nada le cuadra mejor al hombre que la condescendencia e indulgencia. Que estosea verdad, cualquiera lo puede comprobar fácilmente en mí y en mi hermano. Él siempre ha pasadosu vida en la holganza, entre banquetes, suave, tranquilo, no espetando injurias a nadie, sonriendo atodos; ha vivido a su gusto, gastado a su gusto; y todos hablan bien de él, todos lo quieren. Yo, en cam-bio, sujeto rudo, salvaje, malhumorado, mezqui no, fiero, testarudo, me casé; y entonces, ¡qué desdi-chas! Nacieron hijos: ¡nuevas inquietudes! Y además mientras me afanaba por dejarles lo más posible,he gastado los años de mi vida buscando hacer adquisiciones. Ahora, al fin de la vida, por todo el tra-bajo que he desplegado, recojo de ellos este solo fruto: el aborrecimiento. El otro sin trabajo se gozalas ventajas de la paternidad: a él lo quieren, a mí me esquivan; a él le confían sus proyectos, lo pre-fieren y los dos paran en su casa, mientras yo he sido abandonado; a él le desean larga vida, mientras-no cabe duda- están aguardando mi muerte. De esa manera, los que yo he criado con sumo trabajo,él los ha hecho suyos con poco gasto; yo me tomo todas las molestias, él se lleva todas las alegrías.¡Ea, pues, probemos ahora, en sentido opuesto, si yo puedo hablar con blandura o actuar con benig-nidad, puesto que a eso me provoca él! Yo también pretendo ser amado y estimado por los míos. Sieso se obtiene dando y condescendiendo, ¡pues no le iré en zaga! ¿Nos vamos a fundir? No se me daun bledo: ¡total!, ya soy viejo.

ESCENA VSiro, Démea

SIRO. - ¡Hola, Démea! Tu hermano te ruega que no te alejes.DÉMEA. - ¿Quién es... ? ¡Oh, querido Siro, salud! ¿Qué cuentas? ¿Qué tal?SIRO. - Bien.DÉMEA. - ¡Magnífico! (Aparte.) Ya ahora para empezar, he añadido tres expresiones desusadas enmí: “¡Oh, querido...! ¿Qué cuentas? ¿Qué tal?” (Alto.) Te muestras un esclavo cortés, y será un placerpara mí recompensarte.SIRO. - Te lo agradezco.DÉMEA. - Mira, Siro, que te hablo en serio, y dentro de poco lo comprobarás.

ESCENA VIGeta, Démea

GETA (saliendo de la casa de Sóstrata, y hablando hacia adentro). - Señora, yo voy ahí a la casa deellos (aludiendo a Mición y a Ésquino.) a ver cuándo vienen por la doncella. Pero he aquí a Démea.¡Salud!DÉMEA. - ¡Oh!... ¿Cómo te llamas?

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GETA. - Geta.DÉMEA. - Geta, sinceramente te he juzgado hoy un hombre de mucho valer, porque sin duda es para míun criado bien distinguido el que se interesa por su amo, como he notado que haces tú, Geta; por eso, en loque fuere menester, con gusto te favoreceré. (Aparte.) Me ejercito en ser afable y la cosa marcha bien.GETA. - Es bondad tuya que me juzgues así.DÉMEA (ídem) . - Poco a poco, y al comienzo no más, voy conquistando a la gente menuda.

ESCENA VIIEsquino, Démea, Siro, Geta

ÉSQUINO (saliendo de la casa de Mición, pero sin ver a los demás). - Realmente que me matan conafanarse por celebrar un casamiento demasiado solemne; gastan todo el día en preparativos.DÉMEA. - ¿Qué tal, Esquino?ÉSQUINO. - ¡Oh! ¿Estabas tú aquí, padre mío?DÉMEA. - ¡Sí, por Hércules, yo, padre tuyo tanto de corazón como por naturaleza, que te ama másque a sus propios ojos! Pero dime: ¿por qué no haces traer a casa a tu mujer?ÉSQUINO. - Es lo que deseo, pero hay algo que me hace demorar: es decir, la flautista y los que hande cantar el himeneo 56.DÉMEA. - ¡Anda! ¿Quieres escuchar a este viejo?ESQUINO. - ¿En qué?DÉMEA. - Prescinde de todo eso: himeneo, cortejo, antorchas, flautistas. En cambio, manda derribarlo antes posible esa tapia del jardín. Por ahí haz pasar a tu esposa; de las dos casas haz una sola, y tráetecon nosotros también a la madre y toda la familia.ESQUINO. - Que me place, ¡oh padre en extremo amable!DÉMEA (aparte). - ¡Qué bien! Ya me llaman “amable”. La casa de mi hermano estará siempre abierta;él hará entrar un aluvión de gente, y a fuerza de derrochar perderá gran parte de sus bienes. ¿A mí qué?Yo, amable, me hago acreedor al reconocimiento. ¡Ea, haz ahora que ese babilonio 57 desembolseminas al por mayor! 58 (Alto.) Siro, ¿qué esperas para ir y hacer eso?SIRO. - ¿Qué? ¿Qué he de hacer yo?DÉMEA. - Derribar la tapia. (A Geta.) Tú vete y hazlas pasar por ahí.GETA. - Los dioses te lo paguen, Démea, pues veo que sinceramen te quieres favorecer a nuestra casa.DÉMEA. - Es que los considero dignos de este trato. (Geta vuelve a entrar en casa de Sóstrata). (AÉsquino.) Y tú ¿qué dices?ÉSQUINO. - Yo pienso lo mismo.DÉMEA. - Es mucho más conveniente eso que conducir ahora por la calle a tu mujer, parturienta, dolorida.ÉSQUINO. - En verdad nunca he visto solución más acertada, padre mío.DÉMEA. - Así acostumbro proceder yo. Pero aquí sale Mición.

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56 Ver nota 51 (p. 39).

57 Es decir, Mición, llamado irónicamente babilonio por opulento y derrocha dor . Los babilonios eran famosos por su mo-licie y por su exageración en los gastos.

58 El texto latino dice: dinúmeret... viginti minas, “desembolse (al pie de la letra: cuente, pague al contado) veinte minas”.Pero no se trata del importe de Baquis (v. 191: acto II, escena I), que Siro probablemente redujo a diez (versos 241-242,acto II, escena II) y que debió de ser pagado por los cuidados de Ésquino (verso 277: acto II, escena IV) y de Ctesifón (verso282). Dinumerare, de dis (griego diá = in diversas partes) y número, denota separación y repetición; dinúmeret, apuntaDonato, quasi multum númeret, esto es “como si tuviera que contar mucho”. Se alude pues a varias cantidades separables;viginti minas señala el monto de cada una de ellas, pero en forma irónica, recordando las veinte minas del precio de Baquis.En fin, Démea muestra gozarse de que el hermano Ésquino se vea precisado a desembolsar mucho más dinero que la sumaentregada para Baquis. Por ello nos ha parecido conveniente, en aras de la claridad, traducir dinúmeret uiginti minas conla expresión: “desembolse minas al por mayor”. (Cf Marouzeau, III, p. 175, nota 1; Chambry, II, p. 516, nota 44; Zito, p.115, nota al verso 915).

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ESCENA VIII

Mición, Démea, Ésquino

MICIÓN (hablando a Siro, que está dentro). - ¿Lo manda mi hermano? ¿Dónde está? (Notando aDémea.) ¿Tú mandas eso, Démea?DÉMEA. - Sí, yo mando que por medio de eso y de todo lo demás hagamos lo posible para unir esafamilia con la nuestra, para tratarla con consideración, favorecerla, adoptarla.ÉSQUINO (a Mición). - Te suplico, padre, que consientas.MICIÓN. - No tengo otra idea.DÉMEA. - Más aún, por Hércules: es nuestro deber. Y para empezar, la esposa de este tiene unamadre...MICIÓN. - Es cierto; pero, ¿y con eso?DÉMEA (continuando). -... una madre honrada y modesta ...MICIÓN. - Así dicen.DÉMEA (ídem). -... ya de edad.MICIÓN. - Lo sé.DÉMEA (ídem). - Hace mucho que por su edad no puede tener familia; y no hay quien mire por ella;está sola...MICIÓN (aparte). - ¿Qué estará cavilando este?DÉMEA (ídem). - Es conveniente que te cases con ella. (A Ésquino.) Y tú date maña para conseguirlo.MICIÓN. - ¿Yo, casarme?DÉMEA. - Sí, tú.MICIÓN. - ¿Pero yo?DÉMEA. - Pero sí, digo.MICIÓN. - ¡Estás desvariando!DÉMEA (a Ésquino). - Si tú eres hombre, él lo hará.ÉSQUINO. - ¡Padre mío!MICIÓN. - ¿Cómo? ¿Le haces caso, asno?DÉMEA. - Es inútil; no hay escapatoria.MICIÓN. - ¡Estás delirando!ÉSQUINO. - ¡Permíteme, padre, que te induzca a eso !MICIÓN. - ¡Estás loco! ¡Déjame en paz!DÉMEA. - ¡Vamos, concede este favor a tu hijo!MICIÓN. - ¿Estás en tus cabales? ¿Yo, volverme novel esposo a los sesenta y cinco años, casándome,por añadidura, con una vieja decrépita? ¿Eso sois capaces de aconsejarme?ÉSQUINO. - Hazlo, yo se lo he prometido.MICIÓN. - ¿Qué? ¿Prometido? ¡Hola, mocoso, sé dadivoso de tu persona!DÉMEA. - Pues ¿qué dirías si te rogase algo más serio?MICIÓN. - ¡Como si esto no fuese lo más serio!DÉMEA. - Has de consentir.ÉSQUINO. - No te hagas el precioso.DÉMEA. - ¡Ea, promételo!MICIÓN. - ¿No vais a dejarme por fin?ÉSQUINO. - Yo no, si es que no te persuado.MICIÓN. - Pero esta es auténtica violencia.DÉMEA. - Hazlo de buen grado, Mición.MICIÓN. - Aunque esto me parece algo insensato, fuera de propósito, absurdo y ajeno a mi génerode vida, sin embargo, como insisten tanto, pues así sea.ÉSQUINO. - ¡Gracias! Con razón te tengo afecto.DÉMEA. - Pero... (Aparte.) ¿Qué podría proponer ahora, puesto que se ejecuta todo lo que quiero ?

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MICIÓN. - ¿Qué es lo que falta todavía?DÉMEA. - Hegión es su consanguíneo más cercano, afín nuestro; es pobre; conviene pues que le con-cedamos algún beneficio.MICION. - ¿Qué beneficio?DÉMEA. - Allá en el suburbio tienes un pedacito de tierra que arriendas a gente extraña; démoselo aeste para que lo disfrute.MICIÓN. - ¿“Un pedacito”, dices ?DÉMEA. - Y si es un pedazo grande, igual hay que hacer eso. Hegión, en efecto, es como un padrepara ella, es honrado, es de los nuestros 59; con razón se le hace ese obsequio. Al fin y al cabo, ¿nopuedo yo hacer mía esa sentencia que tú, Mición, oportuna y sabiamente dijiste hace un rato: “es viciocomún de todos el ser en la vejez demasiado apegados a sus bienes”? Hemos de evitar semejante bal-dón: dijiste una gran verdad y hay que obrar en consecuencia.ÉSQUINO. - ¡Padre mío !MICIÓN. - ¿Qué hacer ahora? Se le dará eso, desde el momento que este así lo quiere.DÉMEA. - Me alegro; ahora, sí, eres hermano mío tanto en el alma como en el cuerpo. (Aparte.) Consu propia espada lo degüello.

ESCENA IXSiro, Démea, Mición, Ésquino

SIRO. - Se ha hecho lo que habías ordenado, Démea.DÉMEA. - Eres un hombre activo e ingenioso. Pues, por Pólux, estimo, a mi entender, que es hoy con-veniente se liberte a Siro.MICIÓN. - ¿Libertar a ese? ¿Por qué?DÉMEA. - Por muchas razones.SIRO. - ¡Oh, amigo Démea, por Pólux que eres un hombre bueno! Yo con esmero les he cuidado a esosdos desde su niñez, los he instruido, los he amonestado, les he dado siempre todas las buenas normasque he podido.DÉMEA. - Eso está a la vista. Y después también esto: hacer compras concienzudas, reclutar prosti-tutas, preparar comilonas aun de día; no son, estos, servicios de un hombre cualquiera.SIRO. - ¡Oh, qué hombre amable!DÉMEA. - Por último, hoy este colaboró en la compra de esa tañedora, y tomó a pecho el asunto: esjusto que le hagamos algún bien; otros esclavos se sentirán impulsados a llevar una conducta mejor;y por otra parte, (Señalando a Esquino.) este quiere que así se haga.MICIÓN (a Esquino). - ¿Tú quieres eso?ÉSQUINO. - Sí, lo quiero.MICIÓN. - Ya que lo quieres ... Siro, ven, llégate acá junto a mí: sé libre 60.SIRO. - ¡Gracias! Gracias a todos, pero en especial a ti, Démea.DÉMEA. - Estoy contento.ÉSQUINO. - Yo también.SIRO. - Lo creo. ¡Y ojalá se me torne cumplida semejante alegría, de suerte que pueda ver libre jun-tamente conmigo a Frigia, mi esposa!

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59 Ver nota 38 (p. 31).

60 Es un ejemplo de manumíssio ínter amicos (“manumisión entre amigos”) , o sea, de la forma de manumitir o dar libertada un esclavo que consistía en declarar su dueño, en rueda de amigos, el propósito de otorgarle la libertad. Otras formas demanumisión eran las siguientes: per mensam, es decir, invitando el amo al esclavo a que se sentara a su propia mesa; pervindictam, libertándolo delante de un magistrado con una fórmula especial; censu, haciéndolo inscribir en el censo, estoes, en la lista de ciudadanos; per epístulam, por medio de una carta; testamento, por medio de un testamento. (Diccionariodel mundo clásico, s. v. esclavos, 2; Zito, p. 123, nota al verso 970).

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DÉMEA. - Es óptima mujer por cierto.SIRO. - Y además fue ella la primera en ofrecer hoy su pecho a tu nieto, el hijo de Ésquino.DÉMEA. - Pues, por Hércules, hablando en serio, si ella fue la primera en ofrecerle su pecho, no cabeduda de que conviene otorgarle la libertad.MICIÓN. - ¿Por eso no más?DÉMEA. - Claro que sí. Para terminar, recibe de mí el importe de lo que ella vale.SIRO. - ¡Que los dioses, Démea, satisfagan siempre todos tus deseos!MICIÓN. - Siro, hoy has tenido una suerte extraordinaria.DÉMEA. - Desde luego, si además tú, Mición, cumples con tu obligación y le das a este un poquitode dinero al contado para hacer frente a sus primeras necesidades; él te lo devolverá pronto.MICIÓN (con un gesto expresivo). - ¡Ni esto le daré!ÉSQUINO. - Es un hombre honrado.SIRO. - Por Hércules, que te devolveré el dinero; dámelo pues.ÉSQUINO. - ¡Vamos, padre!MICIÓN. - Decidiré después.DÉMEA (a Siro). - Lo dará.SIRO. - ¡Oh, qué hombre más bueno!ÉSQUINO. - ¡Oh padre afabilísimo!MICIÓN. (a Démea). - Pero ¿qué es eso? ¿Qué es lo que tan de repente ha cambiado tus costumbres?¿Qué antojo?... ¿Cómo se explica esa subitánea liberalidad?DÉMEA. - Te lo voy a decir: para mostrarte que, si estos te juzgan tratable y afable, eso no se derivade un proceder razonable ni menos aún de justicia y bondad, sino del hecho de ser tú, Mición,condescen diente e indulgente y munífico con ellos. Ahora bien, si mi vida, Ésquino, les resulta anti-pática por la sencilla razón de que no condesciendo enteramente con ustedes en todas las cosas yajustas, ya injustas, les doy rienda suelta: derrochen, gasten, hagan lo que les plazca. Pero si prefierenque yo los reprenda y corrija, y también a su debido tiempo los secunde en las cosas que por su ju-ventud ven con menos perspicacia, desean con más ardor y ejecutan con poca reflexión, pues aquí metienes para prestarles ese servicio.ÉSQUINO. - Padre, nos ponemos en tus manos; tú sabes mejor que nosotros lo que conviene hacer.Pero ¿qué será de mi hermano?DÉMEA. - Le permito quedarse con la muchacha; y que ahí termine todo.MICIÓN. - Muy bien.EL CANTOR. - ¡Aplaudan! 61

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61 La invitación a aplaudir dirigida a los espectadores es en las piezas latinas la forma de rúbrica para indicar su finaliza-ción. Acerca del cantor, ver nota 8 (p. 13).

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BIBLIOGRAFÍA

(Constan únicamente las obras a que se hace referencia tanto en el curso de la introducción como en el de la versión del texto)

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