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Fidel Sebastián Mediavilla RESUMEN La vida y la obra de santa Teresa de Jesús han despertado desde el principio el interés de intérpretes de todas las artes. De las innumera- bles piezas literarias que se le han dedicado en los más de cuatrocientos años que han transcurrido desde su muerte, no se pretende hacer aquí catálogo, pero sí presentar una muestra significativa de los diversos mo- dos como los escritores consagrados han abordado las distintas facetas de la personalidad de la santa. Se disponen en orden cronológico, den- tro de los siguientes tres géneros literarios: poesía, teatro y novela. INTRODUCCIÓN La exuberante personalidad de santa Teresa de Jesús no ha cesado de proporcionar materia no solo a historiadores, filólogos y teólogos, sino a los cultivadores de las artes, desde la pintura y la escultura, al teatro y el cine; y, ¿cómo no?, a la literatura. TERESA DE JESÚS, OBJETO DE LA LITERATURA

Teresa de Jesús, objeto de la literatura / Fidel Sebastián

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Fidel Sebastián Mediavilla

Resumen

La vida y la obra de santa Teresa de Jesús han despertado desde el principio el interés de intérpretes de todas las artes. De las innumera-bles piezas literarias que se le han dedicado en los más de cuatrocientos años que han transcurrido desde su muerte, no se pretende hacer aquí catálogo, pero sí presentar una muestra significativa de los diversos mo-dos como los escritores consagrados han abordado las distintas facetas de la personalidad de la santa. Se disponen en orden cronológico, den-tro de los siguientes tres géneros literarios: poesía, teatro y novela.

IntRoduccIón

La exuberante personalidad de santa Teresa de Jesús no ha cesado de proporcionar materia no solo a historiadores, filólogos y teólogos, sino a los cultivadores de las artes, desde la pintura y la escultura, al teatro y el cine; y, ¿cómo no?, a la literatura.

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Las mejores plumas le han dedicado su atención desde la primera hora hasta nuestros días, poniendo de relieve unas u otras de las varia-das facetas de su personalidad.1

No se habían cumplido todavía dos años de su muerte, cuando el primer poeta de España, y el primer hijo espiritual de la reformadora, san Juan de la Cruz, dejaba impreso en letra de molde por primera vez el nombre de la santa para proponerla como maestra de espirituales y digna de que sus obras se llevaran a la imprenta, que quiere decir al conocimiento universal. En Cántico espiritual (Granada, 1584), al co-mentar los versos «Apártalos, Amado / que voy de vuelo», decía:

Lugar era este conveniente para tratar las diferencias de raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo; y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admi-rablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto impresas a luz.2

En efecto, presto se llevarían a la imprenta como fruto de una deci-sión del Definitorio de los padres carmelitas, del que él mismo formaba parte, y con el concurso de la madre Ana de Jesús, priora del monasterio de descalzas de Madrid, a quién, precisamente, Juan de la Cruz había dedicado su Cántico, la cual se encargó de recoger los manuscritos de santa Teresa y ponerlos en manos de fray Luis de León, que se encarga-ría de su edición.

El ilustre agustino, la flor y nata del humanismo español, ya entonces en el apogeo de su prestigio, escribió, como pórtico de Los libros de la madre Teresa de Jesús (Salamanca, 1588),3 una carta dedicatoria «A las madres priora Ana de Jesús y religiosas carmelitas descalzas del monas-

1 Una exhaustiva relación de obras literarias con santa Teresa como tema o argumento se puede encontrar en M. Diego Sánchez, Santa Teresa de Jesús: bibliografía sistemática, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2008, pp. 102-1139.

2 Cántico espiritual, xiii, 4; ed. Elia-Mancho, Crítica, Barcelona 2002, p. 88.3 En la imprenta de Guillermo Foquel.

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terio de Madrid», en la que fijaba para la posteridad algunos de los más afortunados clichés de la santa. No hace mención al retrato que le sacó del natural fray Juan de la Miseria, pero pone al alcance de cuantos no lo pudieran contemplar, la vera efigies de Teresa que se refleja por igual en estas dos imágenes: «sus hijas y sus libros».4 En sus hijas, «porque, por la virtud que en todas resplandece, se conoce sin engaño la mucha gracia que puso Dios en la que hizo para madre de este nuevo milagro, que por tal debe ser tenido lo que en ellas Dios ahora hace, y por ellas».5

Y no es menos clara ni menos milagrosa la segunda que dije, que son las escrituras y libros, en los cuales sin ninguna duda quiso el Espíritu Santo que la madre Teresa fuese un ejemplo rarísimo; porque, en la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale. Y así, siempre que los leo me admiro de nuevo; y en muchas partes de ellos me parece que no es ingenio de hombre el que oigo, y no dudo sino que hablaba el Espíritu Santo en ella en muchos lugares, y que la regía la pluma y la mano, que así lo manifiesta la luz que pone en las cosas oscuras, y el fuego que enciende con sus palabras en el corazón que las lee.6

Esta hermosa dedicatoria tiene un precedente en la que D. Teutonio de Braganza, arzobispo de Évora –gran amigo de la santa desde los tiempos en que se conocieron en Salamanca–, insertó al frente de la edi-ción que, a petición de Teresa, mandó hacer de Camino de perfección, la princeps, que quizás por indicación de la misma autora no llegó a salir hasta un año después de su muerte (en 1583).7 Allí se pueden leer estas

4 Libro de la vida, ed. F. Sebastián Mediavilla, RAE, Madrid, Círculo de Lectores – Ga-laxia Gutenberg, Barcelona 2014, Apéndices, p. 358. La ortografía y puntuación las he adaptado, como en los restantes textos antiguos que en este trabajo se citan, a las normas actuales de la Ortografía, RAE 2010.

5 Ibíd.6 Ibíd., p. 361.7 En casa de la viuda de Andrés de Burgos.

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palabras que, anticipándose al juicio de la Iglesia, reconocen la santidad de su vida, y donde se puede intuir el origen de la idea luisiana de des-cubrir el rostro de la santa en sus hijas y en sus libros:

Entre las mercedes que de Nuestro Señor tengo recibidas, no es la menor haberme dado familiar conocimiento de la muy reverenda madre Tere-sa de Jesús, que es en gloria; porque en ella vi resplandecer los dones de Nuestro Señor y de su divina gracia. De lo cual dan testimonio los monasterios de religiosas que ella fundó y redujo a la primera regla de nuestra señora del Carmen sin alguna mitigación; con tanta observancia y recogimiento y con tanta aspereza y ejercicio de oración y trabajo de manos, cuanto nuestra flaca humanidad puede sufrir; ofreciéndose ella por ejemplo vivo de esta manera de vida, y fiando de Nuestro Señor que Él daría a sus siervas fuerzas espirituales y corporales para perseverar en ella. Y, como era tan grande la caridad y fervor de esta madre y el deseo de la pureza y santidad de sus espirituales hijas, no se contentó con el ejemplo y doctrina que en vida les dio, sino quiso también que después de su muerte quedasen vivas sus palabras, para que en todo tiempo hiciesen el oficio que ella en vida hacía como persona que tanta lumbre tenía de Nuestro Señor y tanta experiencia de las cosas de la religión, escribió los apuntamientos y documentos que van en este libro, para que la tristeza que las madres podrían haber sentido con la ausencia de su cuerpo se soldase con la presencia de su espíritu, que en estas letras está vivo.8

Esta dedicatoria de D Teutonio la recogieron las otras dos ediciones de Camino de perfección que antecedieron a la de fray Luis: la que llevó a cabo fray Jerónimo Gracián en Salamanca (1585),9 y la que patrocinó san Juan de Ribera en Valencia(1587).10

Sin ánimo de agotar el elenco de obras y autores, la referencia a unos y otras se distribuyen a continuación cronológicamente dentro de cada uno de los géneros literarios.

8 Ibíd., p. 610.9 Imprenta de Guillermo Foquel, donde se imprimirán en 1588 Los libros de la madre

Teresa, preparados por fray Luis de León.10 En el taller de la viuda de Pedro de Huete.

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1. Poesía

La beatificación de la madre Teresa llegó el 24 de abril de 1614. Para celebrarlo, se convocaron en toda España, entre otros festejos, certámenes literarios que exaltasen la figura de la nueva beata. Una extensa selección de los trabajos presentados con esa ocasión se recogieron en un volumen que fray Diego de San José publicó el año siguiente, 1615, en Madrid, en la imprenta de la viuda de Alonso Martín, con el título Compendio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la beatificación de nuestra madre santa Teresa de Jesús, fundadora de la Reformación de Descalzas y Descalzos de Nuestra Señora del Carmen, en prosa y verso.11

En Madrid, el certamen se celebró en el convento de San Herme-negildo, de los padres carmelitas descalzos, y se cometió la tarea de pronunciar la «oración y discurso para dar comienzo» a Lope de Vega, que era a la sazón procurador fiscal de la cámara apostólica en el arzo-bispado de Toledo. La oración, altisonante, como la ocasión y la moda imponían, comienza por estos versos: «Platón muriendo (o noble, he-roico, ilustre, / grave y docto senado, dijo alegre:» y sigue desde el folio 4v hasta el 11r con una profusión que hoy resultaría insoportable y que, en cambio, mereció alabanzas igualmente altisonantes de este tenor: «Si los siglos pasado alcanzaran, ni Quintiliano sus encarecimientos ni

11 Se han conservado otras relaciones impresas de las fiestas celebradas en los distintos reinos. Entre ellas, M. De loS RíoS hevia, Manual de las fiestas que se hizo en la insigne ciudad de Valladolid con poesías y sermones en la beatificación de la santa madre Tere-sa de Jesús, Francisco Abarca de Angulo, Valladolid 1615.

J. Páez De valenzuela, Relación breve de las fiestas que en la ciudad de Córdoba se celebraron en la beatificación de la gloriosa patriarca santa Teresa de Jesús... con la justa literaria que en ella hubo, viuda de A. Barrera, Córdoba 1615.

F. ManRique De luJán, Relación de ls fiestas de la ciudad de Salamanca en la beatifica-ción de la santa madre Teresa de Jesús..., Diego de Cussio, Salamanca 1615.

l. Díez De aux, Retrato de las fiestas que a la beatificación de la bienaventurada virgen y madre, santa Teresa de Jesús... hizo, así eclesiásticas como militares y poéticas, la imperial ciudad de Zaragoza, Quartanet, Zaragoza 1615.

J. DalMau, Relación de la solemnidad con que se han celebrado en la ciudad de Barce-lona las fiestas de beatificación de la madre santa Teresa de Jesús... Van añadidas las fiestas de las otras ciudades de Cataluña. Con muchos sermones de varones muy doctos que en todas partes predicaron, Sebastián Mateval, Barcelona 1615.

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los griegos el principado de la poesía hubieran empleado en el tebano Píndaro, sino en él» (f. 3v).

Entresaco unos versos en que más directamente alude al motivo que se festeja:

Hoy os paga los pasos vuestro Esposoque diste por España, dando al mundonoticia de que fueron tan gloriososbeatificando vuestra ilustre vidael sucesor de Cristo, Quinto Paulo,..........

a devoción, a instancia, a afecto y ruegodel augusto Felipe, Hermenegildo,y de todos los grandes y señores,de todos los prelados y hombres doctosy de las religiones, que se alegrande ver que una mujer pudiese tantoque haya dado en la Iglesia militante,descalza, una carrera de gigante:tan alegre, aunque fue por mil espinas,que tiene por sandalias clavellinas.Mas, ¿qué mucho que vos os descalzásedes,cuando os llamaba Dios desde la zarzade las espinas, donde arder se víaen el amor, Teresa, que os tenía?..............

Si es la puerta del cielo tan estrecha,que hubo quien dejó el pellejo mismo,y otros, por ser tan corta, la cabeza,¿qué mucho que dejéis vuestros zapatos,y más para besar los pies divinosde vuestro Esposo en una cruz descalzos? (ff. 6-6v).12

12 La composición, entera, se recogió en la Colección de las obras sueltas, así en prosa como en verso, en la imprenta de don Antonio de Sancha, Madrid 1776-1779 (21 tomos), tomo 17, pp. 231, ss. Hay reproducción moderna (Arco Libros, Madrid, 1989).

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Lope de Vega actuó como secretario y, como tal, formó parte del ju-rado junto con don Rodrigo de Castro, hijo del conde de Lemos, del real Consejo de la general Inquisición; don Melchor de Moscoso, hijo del conde de Altamira, y don Francisco Chacón, hijo del de Casarrubios, arcediano de Toledo (cf. f. 13).

El tercero de los certámenes ofrecía: «Al que con más gracia, eru-dición y elegante estilo, guardando el rigor lírico, hiciere una canción castellana en la medida de aquella de Garcilaso que comienza “El dulce lamentar de dos pastores”, A los divinos éxtasis que tuvo nuestra santa madre, que no exceda de siete estancias, se le dará un jarro de plata; al segundo, ocho varas de chamelote; y al tercero, unas medias de seda» (f. 12v). A esta convocatoria concurrió Miguel de Cervantes al menos con un poema, que comienza: «Virgen fecunda, madre venturosa» (vv. 14-15), formado por siete estancias que cantan la vida de la santa desde que «de la cuna y las mantillas / sacó Dios tu niñez», cuando comen-zaba a dar señales de lo que llegaría a ser, hasta «cuando del suelo al cielo el vuelo alzaste» (v. 95), dedicando la parte central a cantar el tema exigido:

que poco a poco subessobre las densas nubesde la suerte mortal, y así levantastu cuerpo al cielo sin fijar las plantas,que ligero tras sí el alma le llevaa las regiones santascon nueva suspensión, con virtud nueva.13

Los historias de la literatura y las ediciones de las obras de Cervan-tes no hacen mención, por lo común, de otras cuatro canciones, con el mismo tema y la misma estructura que siguen a esta. Sin embargo, su disposición seguida después de la mención del nombre del autor, antes de que se anuncie otro poeta y otras poesías, le otorgan, mientras no se demuestre lo contrario, la autoría.

13 La recoge el Romancero y cancionero sagrados: colección de poesías cristianas, morales y divinas, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), t. 35, Rivadeneyra, Madrid 1855, p. 294.

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Estas canciones que siguen a la universalmente reconocida las reco-ge José Montero Reguera entre las obras atribuidas a Cervantes.14 Les reconoció, en su día, su filiación cervantina, don Aureliano Fernández Guerra: «El ver seguidas las cinco, y marcada la que precede a las de-más con el nombre de Cervantes, y el estilo hermano de todas, me hace estimarlas de un mismo poeta».15 Hasta el momento, no se ha presenta-do ningún estudio que lo contradiga.

También don Luis de Góngora dedicó en aquella ocasión un roman-ce, que recogió Juan Páez de Valenzuela en su Relación breve de las fiestas de Córdoba (1615).16 Comienza con estos versos: «De la semilla caída, / no entre espinas ni entre piedras, / que acudió a ciento por uno / a la agradecida tierra». Lo firmó con el seudónimo de Vicario de Tras-sierra. Tempranamente, Vicuña lo incluyó entre los romances sacros de don Luis.17 Todas las ediciones posteriores lo recogen.18

Son infinitos los versos que se han escrito en honor de santa Teresa, especialmente con ocasión de su beatificación, canonización y docto-rado, así como de los diversos centenarios. En los primeros años del siglo xvii, el aragonés Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631) dedicaba un soneto que titulaba «A santa Teresa de Jesús»:

A su Teresa Cristo, en visión clara,que no sufrió ni transparente velo,«si no hubiera criado, esposa, el cielo,para ti sola –dijo– le criara».

14 Cf. J. MonteRo RegueRa, «La obra literaria de Miguel de Cervantes (ensayo de un catálogo)»,Cervantes, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares 1995, pp. 67-69, yMiguel de Cervantes: una literatura para el entretenimiento, Ediciones de Interven-ción Cultural, Mataró, Barcelona 2007, pp. 31-32.

15 «Noticia de un precioso códice de la Biblioteca Colombina con varios rasgos inéditos de Cetina, Cervantes y Quevedo. Algunos datos nuevos para ilustrar el Quijote», en B. J. gallaRDo,Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos,Rivadeneyra, Madrid 1863, vol. I, col. 1258.

16 Cf. nota 11.17 Obras en verso del Homero español Luis de Góngora que recogió Juan López de Vicuña,

viuda de Luis Sánchez, Madrid 1627. 18 Véase, por ejemplo, góngoRa, Romances, ed. Antonio Carreira, Cátedra, Madrid 1982,

pp. 366-370.

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Si corresponde estimación tan rara,¡oh virgen!, al fervor de vuestro celo,¿cuál pura unión, o cuál felice vuelode absorto serafín se le compara?

Si a sola vos, y solo en vuestras bodasse os da por dote el ámbito gloriosoque fue a las almas justas dedicado,

decid si allí nos muestra el sacro Esposo,que, aunque las ama en exquisito grado,ha puesto en voz el mérito de todas.19

Y una décima «Al libro de las Fundaciones»:

Bien probáis que quien se humillacrece, oh virgen, hasta el Cielo,pues le fundáis un Carmeloen cada humilde casilla;demás que otra maravillamerecen ver superior:que las baña un resplandortan apacible y tan fuerte,que en cada cual se conviertevuestro Carmelo en Tabor.20

José Manuel Blecua ha fechado este poema en 1610, el mismo año en que se publicó por primera vez, gracias a Jerónimo Gracián, el libro de las Fundaciones, en la ciudad de Bruselas.21

19 BaRtoloMé leonaRDo De aRgenSola, Rimas II, ed. José Manuel Blecua, Espasa-Calpe, Madrid 1974, tomo III, p. 41.

20 Ibídem, p. 212.21 Cf. ibíd. Se refiere a la edición príncipe, que Gracián imprimió a su costa con el título

de Libro de las fundaciones de las hermanas descalzas que escribió la madre fundadora Teresa de Jesús, Roger Velpio y Huberto Antonio impresores, Bruselas 1610.

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Con ocasión de la canonización de santa Teresa, en 1622, juntamen-te con san Isidro Labrador, san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier (además de san Felipe Neri), la Villa de Madrid convocó una nueva Justa poética que encargó también a Lope, el cual más tarde daría a la imprenta la Relación de las fiestas que la insigne Villa de Madrid hizo en la canonización de su bienaventurado hijo y patrón san Isidro, con las comedias que se representaron y los versos que en la Justa poética se escribieron.22 Don Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), con este motivo, compuso un romance, «Descripción del Carmelo y alabanzas de santa Teresa», que comienza: «En la apacible Samaria / hacia donde el sol se pone»;23 y un soneto «A un altar donde estaba una imagen de santa Teresa en una nave», que dice:

La que ves en piedad, en llama, en vuelo,ara al suelo, al sol pira, al viento ave,Argos de estrellas, imitada nave,nubes vence, aire rompe y toca al cielo.

Esta, pues, que la cumbre del Carmelomira fiel, mansa ocupa y surca grave,con muda admiración muestra suavecasto amor, justa fe, piadoso celo.

¡Oh militante iglesia, más segurapisa tierra, aire enciende, mar navega,y a más pilotos tu gobierno fía!

Triunfa eterna, está firme, vive pura;que ya en el golfo que te ves se anegaculpa infiel, torpe error, ciega herejía.24

22 Viuda de Alonso Martín, Madrid 1622. Cito por el ejemplar BH FLL Res. 574(2) de la Biblioteca Histórica-Fondo Antiguo de la Universidad Complutense de Madrid.

23 Ibíd. folios 105v-106.24 Ibíd. folio ¶ ¶ ¶5v.

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Y el propio Lope, este otro famoso a la transverberación del ángel a Teresa:

Herida vais del Serafín, Teresa,corred al agua, cierva blanca y parda,que la fuente de vida que os aguarda,también es fuego, y de abrasar no cesa.

¿Cómo subís por la montaña espesadel rígido Carmelo tan gallarda,que con descalzos pies no os acobardadel alto fin la inaccesible empresa?

Serafín cazador el dardo os tira,para que os deje estática la punta,y las plumas se os queden en la palma.

Con razón vuestra ciencia el mundo admira,si el seráfico fuego a Dios os junta,y cuanto veis en él, traslada el alma.25

El Fénix escribió otros siete sonetos teresianos, seguramente con mo-tivo de los certámenes, y que publicó más tarde en sus Triunfos divinos (1625).26 Son estos, uno «A la oración de santa Teresa», que comienza:

A la sangrienta imagen de su esposo,de sus deseos celestial cupido,que vendido, vendado y escupidole representa el caso lastimoso

Otro, «Al darle Cristo el clavo», y efectuarse el místico desposorio, que comienza:

Querida esposa, en este día alegreque nos desposa amor tan tiernamente

25 Ibíd. folio ¶ ¶ ¶ ¶7v.26 Obras sueltas, Antonio Sancha, Madrid, 1776-1779, t. XIII, pp. 88-92.

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Y sigue:

Esta preciosa joya, que servíaun tiempo de ser llave de la fuenteque de mi diestra mano diligenteal mar del mundo universal corría,te quiero dar porque con santo bríode hoy más celes mi amor, que ya tu palmacon este clavo mis heridas ligan.

Otro con el tema «Al azotarse con las llaves», y uno más «Cuando la Virgen y san José le dieron la corona y el manto». Uno más, dialogado, que titula «Cristo resucitado a la santa»; otro, «Coronándola Cristo», y, finalmente, un soneto dedicado a la divina inspiración de los escritos de Teresa, cuyo primer cuarteto dice:

Si el Espíritu Santo os va dictando,discípula del sol, luna estudiosa,la luz que os comunica milagrosa,¿qué serafín alcanza más mirando?

Y termina:

Nadie igualdad con vos, virgen, presuma,pues la mano de Dios, que el alma informa,os van llevando al escribir la pluma.

Quevedo, caballero de la Orden de Santiago, tomó, como se sabe, parte activa y enardecida en la controversia por la proclamación de san-ta Teresa como patrona de España.27 Con este motivo, escribió unas silvas cuyos versos riman en pareados «Contra el patronato de santa Teresa de Jesús». El poema comienza: «De viento lenguas, y de bronce labios». Y en él, entre otras cosas, y siempre proponiendo la superiori-dad del apóstol sobre la fundadora, dice con ironía:

27 Para todos los avatares relacionados con el caso, véase o. i. aPaRicio, Santa Teresa de Jesús: copatrona de España, Monte Carmelo, Burgos 2014.

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La luna, si los rayos de su carael sol no le prestara,quedara oscurecida.Así Teresa es cosa conocidaque a Santiago le debe,pues que a España dio luz, la luz que bebe.28

No faltó quien escribiera también una epopeya religiosa, como se usaba hacer con los santos en aquel siglo pródigo en ellos. El benedic-tino Bartolomé de Segura publicó en 1619 un extenso poema titulado «Amazona cristiana» sobre la vida de Teresa,29 dividido en once cantos en redondillas. También el jesuita José Antonio Butrón y Múgica, na-tural de Calatayud, publicó, entrado ya el siglo siguiente (1722), otro poema extenso que tituló «Armónica vida de santa Teresa de Jesús»,30 en octavas reales, de inspiración muy desigual, y, como el anterior, en-tregado a la imaginación y a una piedad exagerada y crédula.31

El siglo xviii no fue pródigo en escritores líricos para nuestro país. Es preciso dar un salto al xix para encontrar el bello poema de Jacinto Verdaguer «Santa Teresa de Jesús». Son cuarenta y cuatro heptasílabos repartidos en tres bloques que profieren tres voces: la del narrador, la de santa Teresa y la de Jesús. Van introducidos por una cita del Génesis:

Et collocavit ante paradisumvoluptatis Cherubim,et flammeum gladium

Genes. III

28 Obras de don Francisco de Quevedo Villegas: Poesías III, BAE, t. 69, p. 482.29 Amaçona christiana, vida de la Beata Madre Theresa de Jhesus..., por Fray Bartolomé

de Segura, Monge Benito, Francisco Fernández de Córdoba, Valladolid 1619.30 Harmónica vida de Santa Teresa de Jesús, Fundadora de la Reforma de Carmelitas

Descalços y Descalças, Francisco del Hierro, Madrid 1722.31 Para otras otros poetas y poemas, y más detalles sobre los aquí relacionados, véase I.

Elizalde, «Teresa de Jesús, tema de la poesía del siglo xvii», en M. Criado de Val, ed., Santa Teresa y la literatura mística hispánica: Actas del I Congreso sobre santa Teresa y la mística hispánica, EDI-6, Madrid 1985, pp. 421-438.

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Des de son trono de glòrialo bon Jesús vos ha vist,quan per Ell vos en anàveumàrtir d’amor a morir,i per dar-vos mort més dolçavos envia un Serafí;sa sageta n’és molt fina,com clau d’or vos obre el pit.Lo bon Jesús se n’hi baixacom un rei a son jardí;d’enamorat que n’estavala’n festeja dia i nit;parauletes que li’n deia:–Dolceta amor, com te dius?–Lo nom que a mi més m’agrada,Teresa de Jesucrist.–Jo em dic Jesús de Teresa;Teresa, què vols de Mi?–Amar-vos, Jesús, amar-vos;penar per Vós o morir.–Teresa, si el cel no hi fóra,per tu jo el faria aquí.–Jesuset, si un cel teníeu,feu-vos-en altre en mon pit.–Si vols que jo un cel me’n faça,una cosa te’n vull dir;no parlaràs més amb hòmens,sinó amb angelets i amb Mi.Del cor hermós de Teresase n’ha fet un paradís,on riuen fonts oloroses,roses i lliris florits:les roses són les cinc llagues;les fonts, ses llagues i pit,i Ell, que n’és arbre de vida,rumbeja fruits d’or enmig.–Tu que hi vetlles a la porta,

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Serafí, bon Serafí,no et cal, no, apuntar-li fletxesal cor que Déu ha ferit.Si aqueix paradís Ell vetlla,no hi podrà la serp dormir;la sageta d’or que brandes,me la clavesses al pit!32

A principios del siglo xx, uno de los poetas más leído, y recitado en los salones, fue José María Gabriel y Galán. En 1905 publicaba, en la revista Monte Carmelo,33 un soneto «A Teresa de Jesús», que dice:

Mujer de inteligencia peregrinay corazón sublime de cristiana,fue más divina cuanto más humanay más humana cuanto más divina.

Hasta el impío ante tu fe se inclinay adora la grandeza soberanade la egregia doctora castellana,de la santa mujer y la heroína.

¡Oh mujer! Te dará la humana historiala gloria que por sabia merecieres;mas con el mundo acabará esa gloria,

que por ser terrenal no es sempiterna.¡Tú, Teresa de Ahumada, al cabo mueres!¡Teresa de Jesús, tú eres eterna!

32 Se publicó en la revista La veu de Montserrat el 12 de eoctubre de 1878. El año siguiente se recogía en Idilis i cants mistics. Cito por J. veRDagueR, Obres completes, Editorial Selecta, Barcelona 19435, vol. I, p. 100.

33 Nº 6 (1905), p. 771. Véase también en Obras completas, A. Aguado, Madrid 1959, t. II, p. 223.

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Manuel Machado, en 1937 publicaba también un soneto «A Teresa de Jesús», glosando unos versos de la santa:

(Oración):

–Vivo sin vivir en mí

–y tan alta vida espero,

–que muero porque no muero.

SANTA TERESA

Morir de no morir –¡qué bien decías!–es mi pena también cuando en ti pienso.Y, contagiado de tu amor inmenso,vivo sin mí cual tú sin ti vivías.

Y es mi pura pasión de tal manera,de premio alguno ni merced avara,que aun no siendo tan grande te admirara,y aunque no fueras santa te quisiera.

De tu amor a Jesús maravillado,de solo verte amar enamorado,como tú le llorabas yo te lloro.

Como tú suspiraste yo suspiro...Como tú deliraste yo deliro...Como tú lo adoraste yo te adoro.34

Las celebraciones periódicas asociadas a la vida de la santa ha se-guido siendo ocasión renovada de certámenes y concursos poéticos. El Premio Nacional IV Centenario de la Muerte de santa Teresa, convo-cado por el Ministerio de Cultura fue concedido a Luis López Anglada por un libro de sonetos que cantaban los diversos jalones de la vida y de las fundaciones de Teresa en un conjunto de treinta y cuatro compo-

34 En Ecos del Carmelo y Praga 20 (1937), p. 215. Se incluye en M. MachaDo, Antología poética, Magisterio Español, Madrid 1977, p. 123.

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siciones que publicó en ese mismo año (1982) en un volumen de gran formato en el que se alternan los sonetos con otras tantas ilustraciones originales del pintor Joaquín Vaquero Turcios.35 Como muestra, y ho-menaje al autor, véase el que titula «De cómo con un dardo de oro y fuego sintió Teresa que le traspasaban el corazón»:

Enarbolada [sic] del amor la flecha,36

porque el amor no ve lo que traspasa,llegó al desasosiego en que se abrasala cierva blanca que a su dueño acecha.

Quedó deshecho el cuerpo y más deshechael alma que sus límites rebasa.No entiende el corazón por dónde pasani quién podrá cerrar tan dulce brecha.

Solo entiende Teresa que se enciendeuna zarza de amor que a nada atiendeque no sea a aumentar su desconsuelo.

Y desterrada hacia la luz, Teresa,quedó herida de un dardo que no cesamientras volaba el serafín al cielo.37

Con motivo del V Centenario del nacimiento de la santa, la descalza Lucía Carmen de la Trinidad, del carmelo de Antequera ha publicado un hermoso poemario bellamente editado, con prólogo del padre Tomás Álvarez e ilustraciones de Jesús Romero Benítez. El título, Para vos nací, y el subtítulo, Nuevas palabras, reproducen expresiones teresia-nas, y anuncian su contenido: una serie de poemas en diversos metros y composiciones que, unas veces por boca de la propia Teresa, otras a

35 l. lóPez anglaDa, Sonetos: a la vida y fundaciones de santa Teresa de Jesús (Ilustracio-nes de Joaquín Vaquero Turcios), Editorial de Espiritualidad, Madrid 1982.

36 Entiendo que es errata por Enherbolada.37 Ibíd., p. 37.

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través de la voz del poeta, evocan los momentos cruciales de su vida, de comienzo a fin. Cada poema viene introducido por un texto la santa.

Lucía Carmen de la Trinidad es el eslabón más reciente de una suce-sión de hijas de Teresa que, siguiendo la vena poética de su fundadora, han sembrado de versos y alegría los carmelos, desde que sonaran por primera vez los que la santa compuso y sus hijas repetían, siguiendo por los que escribieron, en Sevilla su priora predilecta, María de San José, o en Flandes su compañera, enfermera y secretaria de los últimos años, Ana de San Bartolomé, o más tarde en Valladolid Cecilia del Nacimien-to, y en La Rioja Ana de la Trinidad, hasta los que recrean ahora las horas de oración y de descanso de las carmelitas de Antequera gracias a la inspiración y la pluma de Lucía Carmen de la Trinidad. Juzgue el lector por esta exigua muestra, un romance y un soneto, la calidad y la oportunidad de la publicación:

«De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura»

(Vida 37, 4)

He visto a Dios cara a cara,cuando lo miré de frente.

Tiene su voz la cadenciade la brisa cuando llueve,el murmullo de los mares,la majestad de un torrente.Ardido en llamas azulessu corazón adolece...¡Ay, quién pudiera en su fuegoconsumirse para siempre!

Mendigo de mi cariño,a pedir mi amor se atreve...Cuando siento que se acerca,todo mi ser se estremece.¿Para qué quieres mi amorTú, que con tu amor me hieres?

TERESA DE JESÚS, OBJETO DE LA LITERATURA 369

¿Qué va a hacer con mis sombras,mis dudas, mis pequeñeces?No me castigues, Amor,con más amor, que no puedebeber la luz de tus ojosmi lamparilla de aceite.Quiero probar tus manzanas,¡oh, Hermosura que me excedes!Dame esa fruta prohibida,¡árbol de todos mis bienes!

He visto a Dios cara a cara,cuando lo miré de frente.Vi que eran blancas sus manoscomo talladas en nieve,y sus dedos filigranaslabradas por un orfebre.Su pecho me parecíacascada, arroyo o fuente,porque me sentí bañadaen su frescor transparente.

Sus brazos eran dos ramasde almendro, entre blanco y verde,tan blanco, que parecíao nevado o floreciente.Era su piel color lunatan hermosa cuando crece.Un racimo de amapolasen sus mejillas florece.

Por sus labios vi brillarun lucero incandescente,que en el cielo de su bocacuando sonríe, amanece.

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A la orilla de sus ojostoda la luz se detiene,olas de sal y de fuegobesan su arena caliente.También vi sus pies llagadosbañados en miel y leche.Y en sus sandalias de plataajorcas de cascabeles...

Me pareció ver el cielocuando lo miré de frente.38

«Ha de hacer cuenta el que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor»

(Vida 11, 6)

No se cierra la puerta, que nos abreTeresa el gran dintel de sus amores...¡Mira el agua clara y tantas flores!(El huerto dará fruto a quien lo labre).

El ancho ventanal de sus existencia,el «para siempre» aquel de cuando niña...nos hacen otear por su campiña,y descubrir muy dentro la Presencia.

Teresa calla y sueña. La Palomade encendidas conchicas se ha posadosobre su pluma, ya gastada y roma.Su alma en el papel ha cincelado,y en esos pliegos derramó el aromaque tiene a todo un Dios, enamorado.39

38 Lucía Carmen de la Trinidad, Para vos nací: nuevas palabras, Carmelitas Descalzas, Antequera, 2014, pp. 49-50.

39 Ibíd., p. 121.

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2. teatRo

El príncipe de nuestras letras dramáticas no dejó de dedicar al menos una de sus producciones al sujeto que nos ocupa. En la segunda lista de sus obras, que presenta en el prólogo de la edición de 1618 de El peregrino en su patria, figura una comedia titulada La madre Teresa de Jesús.40 Lope, que intervino tan activamente en los actos conmemorati-vos de la beatificación de la santa escritora en 1614, hubo de escribir la pieza mencionada, necesariamente antes de 1618 y más tarde de 1604, en que se publicó la primera edición de El peregrino con la primera lista, que no la incluía.

Esta obra, sin embargo, no se publicó, al menos con este nombre. En 1638 se publicó en Tortosa un volumen titulado Doce comedias de varios autores, en el que figuraba una con el título de La bienaventura-da madre Teresa de Jesús, atribuida a Vélez de Guevara. Más tarde fue atribuida a Lope. La aparición, más tarde, de un manuscrito con el título de Vida y muerte de santa Teresa de Jesús, varios de cuyos folios son autógrafos de Lope, llevó a pensar que serían dos las obras del mismo autor: La bienaventurada madre... y Vida y muerte... Modernamente, la profesora Elisa Aragone, que comparte esta opinión, las ha editado, respectivamente, en 1970 y 1981.41 Sin embargo, la crítica interna de las obras, su versificación y, sobre todo, la aplicación del método de la ortología parece demostrar que, en realidad, Lope escribió una come-dia antes de 1618, que se perdió; y otra en 1622 o 1623, de la que se conservan solamente 464 versos autógrafos en dos códices diferentes.42 Valga como consolación, leer una selección de los mismos,43 corres-pondientes a la curación milagrosa, por intercesión de san José, de la

40 Cf. loPe De vega, El peregrino en su patria, viuda de Alonso Martín, Madrid 1618, f. ¶ ¶5v.

41 loPe De vega, Vida y muerte de santa Teresa de Jesús, ed. Elisa Aragone Terni, Casa Editrice d’Anna, Messina – Firenze 1970; La madre Teresa de Jesús, ed. Elisa Aragone Terni, Casa Editrice d’Anna, Messina – Firenze 1981.

42 Véase D. McgRaDy, «La autenticidad de dos comedias sobre santa Teresa atribuidas a Lope»: Criticón 106 (2009). pp. 45-55.

43 Los versos autógrafos de Lope corresponden a los numerados 1321-1556 en la edición de Aragone (1970), por la que cito.

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larga enfermedad que tuvo a Teresa tullida por espacio de tres años, y que supuso un impulso para la devoción que ya tenía al Patriarca (ver Libro de la vida, 6, 8):

JOSEF

Piadosa Teresa, tantotu amor con Dios mereció,tanto tu llanto alcanzóy tanto pudo tu celo, 1390que ese dolor desde el cielohoy vengo a curarte yo.

TERESA

¡Oh, médico celestial,mil parabienes me dende mi salud, pues ya es bien 1395el haber tenido mal!Y siendo el remedio talque deja el sentido en calma,con esta dichosa palmaalegre el alma imagina 1400que para cura divinaes propio sujeto el alma.Mostrad aquí, soberanoMédico, vuestra virtud,que dar al alma salud 1405es cura de vuestra mano,que ya la del cuerpo gano.

JOSEF

Pues ¿cómo estás?

TERESA

Josef, llenade gozo inmenso y de penade que tengo de perderos, 1410que por poder siempre verosnunca quisiera estar buena.

TERESA DE JESÚS, OBJETO DE LA LITERATURA 373

JOSEF

Esposa de Dios, Teresa,adiós, y desde este díaserás muy devota mía. 1415

Con música se cierre.

TERESA

El alma que lo confiesaserlo desde hoy más profesa;de la salud con que estoyal coro a dar gracias voy,y aunque de mí desconfío, 1420regalado Jesús mío,mil alabanzas te doy.Alábente, Señor, tantascosas como hiciste, iguales:el cielo y sus celestiales 1425luces que pisan tus plantas,sol, luna, estrellas y cuantasalcanzan tu bendición.Yo voy a hacer oraciónpor la merced que me has hecho, 1430para disponer el pechoa tu sacra comunión.44

Muy bien se ha podido afirmar que «sin los escritos de santa Teresa y el teatro de Lope de Vega, ignoraríamos mucho de cómo hablaban los españoles de los siglos xvi y xvii, que con igual fervor seguían a los santos en sus misiones que a los guerreros en sus conquistas, bajo el mismo signo de la Cruz.»45

44 Ibíd. pp. 92-93.45 J. De entRaMBaSaguaS, «Santa Teresa de Jesús y Lope de Vega»: Revista de Espirituali-

dad 86 (1963), p. 386.

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Juan Bautista Diamante (1625-1687), discípulo de Calderón, tam-bién escribió una comedia titulada Santa Teresa de Jesús.46 Se repre-sentó reiteradas veces en la corte y se siguió imprimiendo en el siglo xviii. De argumento previsible, la comedia está sazonada por historias paralelas y la espectacularidad de algunas escenas realzadas por la in-tervención de acompañamiento musical y una tramoya efectista.47

Nuestro exiguo siglo xviii nos dejó, por obra del por otra parte fe-cundo José de Cañizares (1676-1750), una Comedia famosa, A cuál me-jor, confesada y confesor: san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús.48 Hombre de corte, en la que ocupaba el cargo de Fiscal de Comedias, rodea su obra de una ambientación histórico palaciega, que se aprecia desde el mismo comienzo:

JORNADA PRIMERA

Tocan dentro cajas y clarines, y, después de las voces, salen, por un lado D. Luis de Toledo, vestido a la espa-ñola antigua, y Ricardo a la inglesa, Martín y soldados; y por el otro santa Teresa, doña Leonor [Mascareñas] e Inés [criada].

DENTRO

¡Viva el gran Felipe, viva!

OTROS

Viva don Luis de Toledo,su general.

LUIS

Alto, amigos,que, pues no sin gran misterio

46 Ínsita en Comedias... Segunda parte, por Roque Rico de Miranda, Madrid 1674, pp. 375-416.

47 Véase M. eSPiRo-FReiRe, «Dos combates musicales del Barroco. Música en el teatro de J.B. Diamante (1625-87): El laberinto de Creta y Santa Teresa de Jesús»: Musiker: cuadernos de música 11 (1999), pp. 5-33.

48 En la imprenta de Antonio Sanz, Madrid 1747.

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permite el cielo que lleguea Medina al mismo tiempoque en ella vive Teresa,nueva antorcha del Carmelo,no he de irme sin visitarla.

TERESA

Glorioso ínclito mancebo,honor de la casa de Albaya vuestros nobles deseosse cumplen, pues mi humildadde ese honor sale al encuentro (p. 1).

Hubieron de transcurrir más de ciento cincuenta años para que se re-presentara en la escena una nueva obra de teatro dedicada a santa Teresa. Y esta lo hizo con estrépito, pues, a la publicidad que le proporcionó desde su estreno en París la fama de la intérprete principal, se añadió el escándalo y la reacción de protesta que se desató de inmediato en de-terminados estamentos de España. Sainte Thérèse: la vierge d’Avila, de Catulle Mendès se estrenó en 1906 en el teatro Sarah Bernhardt, antiguo Theâtre des Nations, que ahora regentaba la actriz.49 Catulle Mendès (1841-1909), reconocido poeta parnasiano, había dedicado dos de sus últimos años a documentarse y escribir este drama en el que había de-positado todas sus esperanzas. A su vez, Sarah Bernhardt, que estaba en la cumbre de su carrera, después de haber recorrido todo el mundo declamando con éxito sus papeles, efectuaba la rentrée con esta obra, muy esperada por el público. En efecto, según reseñaba Le Figaro la víspera del estreno (9-XI-1906), Catulle Mendès había primero destina-do su drama (Sainte Thérèse) a la Comédie-Française, en cuya sede la depositó en 1901. Más tarde, consideró que solo una actriz como Sarah Bernhardt podría encarnar su personaje, y la retiro para ponerla en ma-nos de la diva, que empezó a estudiarla en 1902. Sin embargo, reiteradas

49 Ese mismo año lo dio a la imprenta. Cf. c. MenDèS, Sainte Thérèse: la Vierge d’Avila, Eugène Fasquelle, Paris 1906.

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divergencias a propósito de la puesta en escena llevaron a suspender los estrenos. Finalmente, reescrita de arriba abajo, ahora con este evocador subtítulo de La vierge d’Avila,un soberbio drama poético, de más de 4.500 versos, repartidos en cinco actos, más prólogo y epílogo, y ocho cuadros, se iba a estrenar. Mme. Bernhardt, empresaria, había encargado componer una música que acompañase determinadas escenas al joven compositor Raynaldo Hann.El éxito de público y crítica fue rotundo. El tema, la heroína, los versos alejandrinos, el empaque del drama enlazan, saltando los siglos, con el mejor teatro francés de Corneille y Racine. Se distancia, en cambio, de la tradición española, en cuyas representacio-nes, desde Lope hasta Antonio Gala, siempre se ha representado sobre el escenario una Teresa según la historia, más precisamente, según el testimonio de la propia Teresa.

Mendès se propuso crear un personaje místico admirable, celeste, a partir de una mínima apoyatura en la biografía de la santa, y recreando un entorno histórico, cultural y social, que, a pesar de sus abundan-tes lecturas, resultó una caricatura que complació al público francés, pero enojó a los españoles. Para más exaltar a la santa, pintó llenos de vicios tanto a los frailes que circulan entorno –representantes de una Inquisición desaforada–, y un rey Felipe II abominable: cierto, se había inspirado en el Dom Karlos de Schiller, una de las fuentes difusoras de la leyenda negra española. El público podía identificar el entorno del rey con lo que había visto en el Don Carlo de Verdi (d’après Schiler). Los gitanos y mendigos harapientos que pululan son los mismos que recorren la escena en la Carmen de Bizet (d’après Mérimée).

El argumento viene a ser el siguiente: Teresa, enferma y casi mori-bunda, llega, acompañada de su padre, de su amiga Juana, y algunos servidores, en una noche de tormenta, a una casa parroquial, donde vive el único sacerdote de los contornos; Teresa le pide confesión; él, conmo-vido, desde el primer momento, por la pureza de la joven monja, le con-fiesa su indignidad: no la puede confesar porque vive en pecado, ligado a una mujer. Teresa lo convierte y le impone peregrinar a Roma y Tierra Santa. Él acepta, y va. La amante de Ervann –que así se llama el cura–, Ximeira, queda decidida a recuperar a su hombre y vengarse de la que

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se lo ha robado: ha intuido que él se ha enamorado de Teresa, y que el corazón de esta no ha quedado del todo ajeno al sentimiento del preste.

Pasados unos años, Ervann regresa convertido al luteranismo, con fama de anticristo. Entre tanto, Teresa, poseída de un amor universal, que incluye a los pecadores recalcitrantes, ha logrado dar la libertad a una judía condenada a la hoguera, ocupando su lugar en el calabozo y entregándole su manto para que, haciéndose pasar por ella, pudie-ra escapar. Los terribles representantes de la Inquisición van tras de ella. Pero el rey Felipe II, conocedor de la fama de la santa, mediante su confesor –que lo es también de Teresa–, la hace venir al Escorial, acompañada de algunas carmelitas. El rey quiere que le descubra el secreto que hará de él un gran rey, digno de sus antepasados: bondad y clemencia, le indica, que son las cualidades que no practica. En prueba de su buena voluntad, Teresa le pide el perdón, por escrito, del famoso hereje, perseguido por la justicia. Accede el rey, pero, conmocionado todavía por el último sueño que ha tenido, premonitor del desastre de su Armada Invencible, le pide que embarque con sus monjas en la nave primera, como una nueva Juana de Arco: «Pour la terre et l’honneur de France, il [Dieu] appela / la Vierge d’Orléans, ô Viergen d’Avila, / con-tre l’Anglais infâme et le démon complice. / N’enviez vous donc rien d’elle?» (p. 173). Teresa está dispuesta a imitar a Juana en el martirio y en la oración; nada más. El rey reclama entonces el papel donde ha es-crito el perdón del acusado. Teresa se lo presenta, pero le recuerda que pasará a la historia como un rey perjuro. El rey renuncia, mientras cae el telón y, según la prensa, el público estallaba en aplausos apasionados.

Tiempo más tarde, en el convento de Olmedo, donde ahora vive Te-resa, se introduce subrepticiamente Ximeira, que resulta haber sido an-teriormente abadesa del mismo, antes de colgar sus hábitos:

En ce couvent, par mon opprobre empuanti,dix ans, impie, impure, infâme, j’ai menti.Je parais mes transports de malade damnéed’une extase de vierge à Jésus destinée,j’exaltais le divin prestige des démons!Le miracle franchit les murs, passa les monts,les pélerins disaient parmi leur patenôtre

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mon nom comme à présent on en invoque un autre;Rome a cru ma béate imposture; des roisme demandaient le sort de leurs guerriers arrois;sainteté monstruese!, abominable gloire!A ce point triomphait la feinte dérisoireque moi, tison déjà des gehennes du feu,j’étais par le démon telle que vous par Dieu! (p. 195).

Ervann, a su vez, ha llegado hasta Teresa, pretendiendo insistente-mente que abandone el convento y le siga. En medio de una gran lucha interior, Teresa le rechaza. Él tiene que huir, pero le dan alcance los oficiales de la justicia. Es entonces cuando Ximeira, que sabe que Tere-sa tiene el papel de perdón del anticristo –cuya identidad desconoce–, pide a Teresa que salve con él a Ervann. Impide que Teresa comulgue unas formas sobre las que, ella, intencionadamente, había derramado veneno:

Ne reçois pas ton Dieu! J’en ai fait du poison!Oui, moi, moi, j’ai versé l’euphorbe dans l’hostie.Ne crois pas que déjà je m’en sois repentie...Je te hais. Mais, voilà, mon amant va mourir,et je te sauve, toi, qui peux le secourir.Tu gardes dans ta robe, ouis, là, dans ta ceinture,le sûr pardon de mon Ervann. Oh! Je t’assureque tu vas le sauver, pusque c’est l’Advenu! (p. 216).

Es en este momento cuando la santa conoce que Ervann es el famoso rebelde. Acometida de terribles dudas acerca de si alberga algún amor terreno hacia él, como en una desgarradora decisión de cortar cualquier posibilidad, gime desgarradoramente, y después de un largo silencio, recuperándose, decide quemarlo: «Cette flamme soit le signal de son bûcher!» (p. 217).

El cuadro final presenta la iglesia del convento de Alba de Tormes. Es el 4 de octubre de 1582, fecha anunciada en que Teresa va a morir. Ana de San Bartolomé, que ha salido a preguntar si ha llegado sor Juana (Suárez), explica a un grupo de carmelitas la dulce agonía de Teresa. Acuden grupos de monjas de los diversos carmelos reformados... y el

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rey Felipe II. Todos quieren escuchar las últimas palabras de la santa, y preguntarle si han obrado bien. Abren la reja para que entren las her-manas de la esposa, los amigos del esposo. El cardenal Tomasso Fargès, gran inquisidor, quiere saber si ha hecho bien persiguiendo con el fuego la herejía. La santa no abre la boca. Una monja dice en voz baja: «Elle se tait avec un regard de colère» (p. 231). El jesuita don Luis de Cyntho quiere saber si ha obrado bien con su afán de conciliación: «Elle se tait avec un regard de mépris» (p. 232). El rey quiere saber si todo lo que ha hecho por el reino de los Cielos le ahorrará la mitad de su purgatorio: «Elle se tait, avec un regard de pitié» (p. 233). Todas las carmelitas pi-den a Teresa que les hable. Llega entonces Juana acompañada por una Ximeira vieja y rota que viene a morir junto a Teresa, reconciliada. Dan las nueve en el reloj. Teresa exclama como en un suspiro que pretende reconciliar todos los amores: «Jésus! Jésus! Ervann! Amour!».

El anclaje histórico es bien pequeño: el suceso del cura de Becedas que tan delicadamente trató santa Teresa en el Libro de la vida. Trasun-to de este cura que acabó bien, Ervann, por el contrario, después de su encuentro con Teresa, vive una agitada existencia en que un incipiente enamoramiento de la santa fue cobrando vigor hasta pretender, al fi-nal, querer arrastrarla en su seguimiento. Del mismo Libro de la vida toma el poeta la visión del infierno del acto V; el consejero don Luis de Cyntho, provincial de la Compañía y confesor del rey, está inspirado en Francisco de Borja. La pobre mujer que, según narra Teresa, sedujo al cura de Becedas da pie a una pintoresca endemoniada, monja fracasada, Ximeira, parodia de la santa. El rey Felipe II de la historia aparece aquí como reflejado en uno de aquellos espejos del Callejón del Gato. Los teólogos que sospechaban de las experiencias místicas y de sus escritos se han transformado en unos dominicos ávidos de sangre y fuego.

Este ensañamiento con las dos instituciones, Iglesia y Monarquía, no podía más que indisponer a buena parte del público español.En efecto, pronto se desató en nuestro país un verdadero escándalo en la prensa y en las instituciones, llegando a celebrarse procesiones en desagravio. Do-lido, Mendès escribiría pocos días después del estreno en El imparcial (6-XII-1906) una carta al director en que se quejaba amargamente de la incomprensión de que había sido objeto en España, e intentaba justificar

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su intención y la documentación de los hechos que refleja en su obra.50 No todas las reacciones, sin embargo, habían sido del mismo signo.

Solo cinco años más tarde, estrenaba en Madrid Eduardo Marquina la primera de sus obras dramáticas que dedicaría al tema teresiano. Se trata de La alcaidesa de Pastrana, cuyos personajes centrales son, ade-más de santa Teresa, la princesa de Éboli y el secretario Antonio Pérez. Se trata de un auto dramático en un solo acto en verso, que se estrenó el 15 de mayo de 1911 en el teatro de la Princesa.51 El papel femenino principal lo desempeñó la ya acreditada actriz María Guerrero. La críti-ca no trató bien la obra: «El Sr. Marquina puede hacer más –decía uno de esos comentarios– y la figura de santa Teresa podría ser en la escena algo muy grande»52 (para entonces, Marquina ya había gustado las mie-les del éxito con Las hijas del Cid, Doña María la Brava y En Flandes se ha puesto el sol). Como recogiendo el reto, Marquina refundiría este y otros dos autos que componían con el primero una verdadera trilogía (Las cartas de la monja y La muerte en Alba)53 en el bellísimo drama Teresa de Jesús, que llevaría al escenario, en 1932, la no menos famosa Lola Membrives.54 Fue la actriz –apasionada como Marquina de la figu-ra de santa Teresa– la que pidió al poeta que refundiera aquella trilogía en una obra que le diera unidad. Ocurría esto en la primavera de 1932. Marquina se comprometió a entregársela terminada el próximo otoño.55

Volvió sobre los libros de la santa, y dejó de lado la trilogía: surgió un poema escénico nuevo, que nada tenía que ver con los tres autos tere-

50 Sobre todo lo referente al estreno y recepción de La vierge d’Avila, véase t. álvaRez, Teresa a contraluz, Monte Carmelo, Burgos 2004, pp. 65ss.

51 Se publicó en Imprenta Artística Española, Madrid 1911; y más tarde, en Prensa Moder-na, Madrid 1930.

52 aleJanDRo MiquiS, en Nuevo mundo 25-V-1911, p. 1053 Las cartas de la monja se estrenó en el teatro Apolo de Madrid el 29 de abril de 1914;

y el 19 de mayo de 1915, en el teatro López de Ayala La muerte en Alba, siempre con María Guerrero en el papel principal. Marquina recogería más tarde estas tres primeras piezas dramáticas en tres pequeños volúmenes en 8º, con el título común de Pasos y trabajos de santa Teresa de Jesús, E. Subirana, Barcelona 1941.

54 Se publicó por primera vez, con el subtítulo de Estampas carmelitas, en editorial Reus, Madrid 1933. Citaré por la edición de José Montero Alonso, Anaya, Salamanca – Madrid – Barcelona 1965.

55 Cf. J. MonteRo alonSo, introducción a su edición, p. 14.

TERESA DE JESÚS, OBJETO DE LA LITERATURA 381

sianos que había estrenado con anterioridad. La obra no tiene argumen-to, en el sentido tradicional–con su planteamiento, nudo y desenlace–; por ello, no la llama comedia ni drama, sino «estampas carmelitas». Se trata de cuadros que podrían ir independientes, pero que resultan unidos por la figura central de la santa. Los hechos y los personajes, aun trata-dos con libertad creadora, mantienen una fuerte relación con la historia, conocida a través de los libros escritos por Teresa.

La acción abarca los últimos veinte años de la santa. Comienza en Ávila, en la casa de doña Guiomar de Ulloa, su gran amiga. Se habla de la reforma que conviene a la vida de las órdenes religiosas y, en concreto a la que doña Teresa de Ahumada, religiosa de la Encarnación, pretende llevar a efecto:

daza

¿Qué remedio?...

doña GuIomaR

El de Teresa: no hay otro, maestro Daza.En cada alma, una pavesa.¡No una hoguera en cada plaza!Déjense de otros intentos.¡Reformen!..., ¡quemen con brasas!de acciones y pensamientos!Y empiecen por los conventos...,¡que ya seguirán las casas (vv. 190-199).

Se trata de las dificultades que se oponen a ello: «Sé / que está en ascuas la ciudad: / surgieron bandos...» (vv. 359-361)... «Como Teresa pretende / reformarlas, sé que airadas / con ella están las Calzadas...» (vv. 363-365). Finalmente, el obispo del lugar, don Álvaro de Mendoza, tras escuchar a Teresa, se decide a apoyar su reforma. Esta, se puede decir, ha comenzado.

FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA382

La segunda estampa presenta a la fundadora en su monasterio de la Encarnación, donde su proyecto encuentra contradicción entre las mon-jas, mientas ella prepara sigilosamente el nuevo convento de San José:

No es chico, ni es sobrado.Se trata de un caserónde labranza. Lo arreglaronpara convento, industriosos,y viven allí entre tantodoña Juana y su marido,Juan de Ovalle, mis hermanos (vv. 702-707).

El sentimiento de oposición e incomprensión de las antiguas compa-ñeras se encarna en doña Beatriz de Espina:

Pero en sus escritos, cuandose pone a escribir, publicadeliquios tan de alma adentroy unas cosas tan subidasde Dios y de sus misterios,que es allí donde peligrade dar traspiés, y estáras con ras de la herejía... (vv. 961-968)

Y encuentra su momento álgido en el cuadro siguiente, cuando gen-tes del pueblo, y autoridades, irrumpen en el pequeño convento recién inaugurado, y se llevan presa a Teresa. Antes, Beatriz la ha tentado con la fuga que le tiene preparada brindándole con huir de los peligros. Habla Teresa:

Falló el camino; por estede Teresa no se libra;me sufrirá hasta que muera;soy, de su nombre, la espina.Si quiere verme escapar,bríndeme goces y dichas;

TERESA DE JESÚS, OBJETO DE LA LITERATURA 383

pero el cebo de la cruz,los presagios e ignominias,los castigos que merezco,las burlas y las heridas,no son alas que me da,¡son clavos con que me fija (vv. 1610-1621)

En la cuarta estampa se ve fructificar la semilla de la reforma em-prendida por Teresa. Tras fundar los monasterios de Medina, Malagón, Valladolid, Pastrana..., la acción transcurre ahora en el monasterio de Beas de Segura. Aquí se van a conocer, al fin, la madre Teresa y Jeróni-mo Gracián. Allí hace el autor que se encuentre también el primer hijo de la reforma, a quien este último pregunta: «Teresa de Jesús..., dígame / fray Juan de la Cruz,, ¿cómo es?» (vv. 1890-1891). Y fray Juan:

Si un día la perdieray por el mundo, errante, la buscara,no sé en qué lengua hubierapalabras justas paradecir cómo es de espíritu y de cara.Buscándola, no habíade llamar a las puertas señoriales;por las sendas iríaque enmarañan zarzales;diría a los pastores y zagales:«De la tez es trigueña;su frente, luna clara en los sembrados;trae como lugareñade los labios colgadoslos refranes del pueblo y sus dictados.Pasó, desconocidadel próspero y feliz; los sinsaboresde los dolientes cuida;y deja, en los alcores,con palabras de sol, rastro de flores.

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¿La han visto?... De ella aprendeclaridad y despejo la mañana;con voz tranquila enciende,con fiebre de amor sana,¡respira paz de aldea castellana!»... (vv. 1892-1916).

Beatriz de Espina, que ha abandonado su convento y los hábitos, acude al padre Jerónimo. Le viene siguiendo desde hace tiempo («me convertí a Dios la tarde / de su sermón de Alcalá» (vv. 1949-1950), para pedirle le conceda ingresar en el monasterio que la santa va a fundar en Sevilla, mostrándose arrepentida y con deseos de reparar.

En la quinta estampa, una vez conseguido su ingreso, en Beatriz se reproduce su odio, que desemboca en intentar perder a las dos personas que más amaba santa Teresa: la priora María de San José, y su confesor, superior y confidente, Jerónimo Gracián: «al Visitador lo acusan..., / perdonen, hijas..., de estar / amancebado: una monja / por compañera le dan...» (vv. 2896-2899). Viéndose precisada a cambiar a la priora, Te-resa, tras una visión del Señor, toma, gustosa, una decisión que entraña extrema humillación:

Vengan, hijas ... María de San Joséme ha dado que sentir, hijas.Está enferma; ha de dejarlas:¡vuelve conmigo a Castilla!Las llamé para nombrarpriora que las dirija...Lléguese, hermana Beatriz;tome el báculo y recibacon él, en nombre de Dios,mi convento de Sevilla.....Y mis disculpasy mi respeto... Estas hijassaben que la hice sufrira lo largo de su vida

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con mi soberbia y mis pujosde santidad... Ella mismase me quejó alguna vez...¡Perdóneme!... (vv. 3089-3113).

Y la gana para Dios: «Madre! He mentido! / ¡Fui mala monja!... ¡Quería / perder dos almas de Dios!» (vv. 2312-2314). El cuadro ter-mina entregando el báculo la nueva priora a la que ella designa por su sucesora, María de San José, que se acaba quedando en Sevilla.

En la sexta y última estampa, la fundadora, ahora en Medina del Campo, se dispone a marchar para Alba, donde la reclaman los duques. Llega el padre Gracián a quien no dejan de perseguir sus enemigos y pretende marchar a Roma. Se despide de Teresa, y le promete buscarla cuando regrese. La santa presiente que ya no se verán: «Pero busque callandito; / porque, a lo mejor, ¡quién sabe! / dónde me encuentra» (p. 144). Teresa emprende el camino de Alba, conducida por Blas, el recue-ro. A la vista de la ciudad, concluye la obra con estas palabras cargadas de simbolismo: «... Y aún tenemos muchas leguas / y muchos siglos que andar / juntos... Castilla y Teresa» /p. 149).

El estreno tuvo lugar en Madrid, en el teatro Infanta Beatriz, la no-che del 25 de noviembre de 1932, con gran aplauso del público, que reclamó la presencia del autor en escena. La crítica le prodigó elogios. El día siguiente, 26 de noviembre de 1932, Enrique Díez-Canedo le dedicó en el diario El sol un largo comentario, verdadero ensayo crítico, en el que reconoce a Marquina el mérito de haber sabido trasladar a sus versos no solo la verdad de su historia, sino la belleza de su estilo de ha-blar y escribir: «la llaneza y naturalidad, el gracejo espontáneo que salta a cada línea en los escritos de la santa de Ávila». Díaz-Canedo quiere alabar a Marquina, «sobre todo por una cosa: por haber visto a Teresa no como a la histérica de ciertos comentadores modernos, sino como a la mujer de acción sublime y sencilla a la vez, que no retrocede ante el sacrificio ni encuentra reposo al final de cada etapa ... Bien está lo que ha hecho Marquina. Mejor lo que ha dejado de hacer». El mismo día, en el diario La libertad, Manuel Machado notaba que de las múltiples fa-cetas del personaje histórico, «es la historia de las vicisitudes de su vida

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de fundadora, de creadora de monasterios y de priora la que ha movido principalmente la pluma de Marquina en esta su versión admirable del admirable carácter de Teresa de Cepeda».

El crítico literario Alejandro Miquis, seudónimo de Anselmo Gonzá-lez considera la creación de Marquina digna de encomio por la belleza de la forma y la sobriedad en la composición de los cuadros; pero, sobre todo, en el desarrollo de los momentos más dramáticos: «por esto, la fuer-za mayor de Teresa de Jesús está en las estampas cuarta y quinta, princi-palmente en esta, y su mas intenso dramatismo, que además muestra más grande la figura de la santa y revela el pensamiento total de la obra».56

Excepto de las bellísimas liras que se ponen en boca de san Juan de la Cruz, toda la pieza está redactada en octosílabos, el verso español por antonomasia, distribuidos en redondillas, cuartetas, quintillas y roman-ces, en consonancia con todo el teatro nacional del Siglo de Oro.

La siguiente pieza del catálogo de comedias teresianas se escribió y representó con motivo del nombramiento de la primera doctora de la Iglesia en 1970. El autor, Antonio Gala. Retablo de santa Teresa se estrenó el 10 de octubre en el doble presbiterio de la iglesia de Santo Tomás de Ávila, donde transcurrieron momentos tan señeros de la vida de la santa, narrados por ella misma.

Son tiempos nuevos. El guion está pensado para televisión. Se pro-yectó el 16 de octubre de 1970. Representaron a santa Teresa, en distintos momentos de su vida, la niña Bettina, y las actrices Alicia Hermida (hasta la fundación de San José), Berta Riaza (hasta el camino a Burgos) y Mer-cedes Prendes (hasta la muerte). Se publicaría años después, formando parte de un volumen titulado, primero Cuatro conmemoraciones (1976) y más tarde Cinco conmemoraciones (1999).57 Le añade el subtítulo de «biografía dramática» con el que exige se la denomine siempre que se mencione esta obra (p. 99). Es interesante destacar otra de las adverten-cias preliminares que dirige al lector y a los posibles directores de esce-na: «La verdadera escenografía de este drama es la luz. Ella reducirá o

56 Nuevo mundo 2-XII-1922, pp. 18-19.57 Planeta – Espasa, Madrid 1999. Cito por esta edición.

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ampliará el escenario; hará pasos de tiempo; nos mostrará el interior o el exterior de los personajes; indicará el origen de una voz; subrayará un efecto inefable» (p. 99). Y prescribe que las músicas, excepto cuando se haga alusión explícita en el texto, consistan en canto gregoriano o de compositores españoles contemporáneos de la santa: «vihuelistas del xvi, Antonio de Cabezón, Escobedo, Morales, Salinas o Vitoria» (p. 99).

Por primera vez nos encontramos con una representación de santa Teresa en prosa. Una prosa, eso sí, bellísima, cuidada como si se tratara de verso heroico.

Como se ha podido notar, el drama abarca el entero arco de la vida de la santa. Comienza con el diálogo de esta con su hermano: «Rodri-go: hay una vida para siempre, para siempre, para siempre» (p. 101). Y termina con estas palabras que, al final de su camino, dirige al Ama-do: «Esposo mío, ya es tiempo... Cuánto has tardado... Qué largo fue... ¡Dios! ¡Tómame! ¡Dios, Dios! ¡Ya!» (p. 167).

La peculiar puesta en escena permite al autor dar saltos hacia delan-te, o volver atrás. Teresa, marcada por los libros que leyó, hace, en su madurez, balance: «Toda mi vida fue como un Libro de Caballería... Si hubiera sido hombre... Mis hermanos estaban todos locos por Ultramar. Se fueron a caballo de uno en uno, de dos en dos. Llevaban ropas negras y una espada y dos lanzas y una daga... La casa se quedó llena de hue-cos. Yo, sola con mis libros... También San Jerónimo sonaba a Libro de Caballería...» (p. 102). Gala no solo realza la cualidad de Teresa como lectora y escritora, sino que reproduce con fidelidad muchos de sus re-latos tal como ella los escribió en sus libros, especialmente el Libro de la vida, y también la primera biografía, la de Ribera.

En uno de los escasos monólogos, Teresa rememora admirablemente la historia de sus fundaciones. Valga la larga cita para rendir homenaje a la bellísima prosa y a la fina interpretación de la aventura fundacional:

Y así empezaron los trotes de la contemplativa. Con más de cincuenta años y un cuerpo de prestado, de donde me quitaba la enfermedad a tiro-nes, como un hábito viejo. Montada en carromatos, en mulas, en borri-cos, en lo que Dios quería. Vomitando lo que hay que vomitar. Desde las altas Castillas a Andalucía, todo lo he pateado, bebiéndome los vientos

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por plantar campanarios... Qué comezón fue aquella... Alojaba media do-cena de monjas casi de pie, engarabitadas, felices y tan locas como yo, teas ardiendo, zarzas sin consumirse... Allá íbamos, campo adelante, las titiriteras de Dios: oración, coro, sala de recreo, todo dentro de un carro. A montar nuestro circo en la calle de un pueblo. Y a montarlo de noche, como salteadoras. A escondidas de otros conventos, que no querían nue-vas competencias. A escondidas de Provisores y Abades pusilánimes. A escondidas de estudiantes, de dueñas, de gitanos. Todo en sigilo, igual que allanadoras... Para que, con el alma, una pobre lengüecilla de bronce diera su gloria a Dios... Allá íbamos, cubiertas con los velos, porque si nos vieran romeras y en desorden no sé qué deshonestidades nos dirían. Pasando las calores de este mundo, los hielos de este mundo, la sed, los barros, las riadas, los despeñaderos. Confesándonos antes de vadear los ríos peligrosos. Atascadas en caminos de cabras. Rezando por las noches, entre chinches, en las malas posadas... ¡Las posadas de España! Menos mal que Dios hizo los caminos para descansar de ellas... Llamando la atención de trajinantes y carreteros. Muertas de risa por tanta peripecia, muertas de hambre, de miedo, muertas de amor por Dios... Ya me siento como si toda la vida hubiese sido arriera... Se me deshacía el cuerpo y yo le reprendía: «Sigue, burrillo, sigue: que no llegó tu hora». El cuerpo es buena gente: si le tira del ramal quien yo sé, no se atora... Empezaron los trotes de la contemplativa. Ahora, mentira me parecen. Esas conversa-ciones con Su Majestad, repentinas, truncadas, a deshora. Porque Su Ma-jestad es de los de aquí te cojo, aquí te mato: con su amor siempre como una arma cargada y al acecho... Me sorprendía de pronto, con el menor motivo. Tenía que apoyarme contra un muro, sentarme en una piedra, simular calenturas... Y Él me dejaba cubierta de rocío, como el vellocino de Gedeón (... ) ¡Cuántas mercedes, Dios! (pp. 144-145).

José María Rodríguez Méndez (1925-2009) escribió en 1982 Teresa de Ávila con ocasión del cuarto centenario de la muerte de la santa.58 La obra se estrenó en la iglesia parroquial de El Barco de Ávila, ciudad donde vivía el autor, y en 2014, en el contexto del quinto centenario del

58 Véase J. M. RoDRíguez MénDez, Los quinquis de Madriz, Historia de unos cuantos, Teresa de Ávila, Godoy, Madrid 1982.

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nacimiento de Teresa, Enrique Belloch, que fue gran amigo de Rodrí-guez, la ha retomado para llevarla de nuevo a escena.

Belloch ha adaptado ahora la obra de Rodríguez Méndez, combinando texto y música. Encarna a Teresa de Ávila la actriz Blanca Beneito. La obra se presenta como un relato de la historia de la santa contada por ella misma, desde que era la niña que imaginaba aventuras yendo a tierra de moros, a la joven rebelde que se metió a monja contra la voluntad de su padre; la mujer que descubrió la fuerza de la oración y la unión con Dios; la heroína que no se arredraba en un mundo dominado por los hombres...

Escrita en 2011, Juan Mayorga estrenó su pieza breve La lengua en pedazos el 8 de febrero de 2013 en el teatro Fernán Gómez de Madrid.59 A partir de la narración del Libro de la vida, y utilizando palabras de la santa, crea una única escena, que transcurre en la cocina del monasterio recién inaugurado de San José, donde la madre Teresa está cortando cebollas y recibe la visita de un inquisidor que viene a interrogarla, pretendiendo que cierre su convento y vuelva a la Encarnación. Con voluntad de atemporalidad, el montaje no se atiene a las circunstancias históricas en vestuario ni decorado. En cambio, el lenguaje se atiene a la pureza de los textos de la fundadora.

Por primera vez, el autor ha asumido también la dirección de su obra. Los personajes, al tiempo del estreno, los encarnaban Clara San-chiz y Pedro Miguel Martínez.

3. novela

Aparte de las biografías que pretenden hacer historia –más o menos hagiográficas, más o menos objetivas–, de que me he ocupado amplia-mente en otro lugar,60 corresponde ahora hacer mención de las obras que han recreado en forma de novela la vida de la santa, y explotado unas u otras de las variadas facetas de su orar y obrar.

59 Editada por el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral), Buenos Aires 2013.

60 Véase el Estudio que acompaña mi edición del Libro de la vida ya citada, pp. 435-451.

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Es lógico que hayan tardado en aparecer novelas con tema teresiano, en parte por el mismo hecho de que la novela es el estilo literario más reciente, pero sobre todo por cuanto la posibilidad de hacer ficción a partir de una historia real –más, tratándose de una santa– hubo de es-perar su momento. En el caso que nos ocupa, la primera novela irrum-pe en 1931,61 con un título insólito, escandaloso, provocador: El verbo se hizo sexo, al que sigue como subtítulo, entre paréntesis, (Teresa de Jesús).62 ¿El autor? Un joven Ramón J. Sender (1901-1982) que contaba treinta años, aunque confesó que lo publicado no era otra cosa que «una tontería de la adolescencia, un ejercicio de instituto»;63 algo que habría escrito, por lo tanto, entre 1916 y 1917 que es el tiempo en que cursó sexto de bachillerato en el Instituto de Zaragoza.64

La crítica apenas se ha ocupado de esta obra primeriza del arago-nés, en parte porque él mismo abjuró repetidas veces de ella, exigiendo que no se mencionara en su bibliografía;65 de otra, por la idea inexacta de que la habría refundido en sus posteriores Tres novelas teresianas (1967). De todas formas, desde los apuntes que redactara en los años de instituto a la versión definitiva de El verbo se hizo sexo hay una evidente reelaboración. Se han venido apuntando posibles influencias de lecturas diversas, de Cervantes a Valle-Inclán, de Unamuno a Azorín y don Amé-rico Castro.66 Sin embargo, falta una referencia a una obra que hubo de

61 A veces se menciona como acreedora a este lugar una novela deazoRín: Félix Vargas, Biblioteca Nueva, Madrid 1928. Pero no es propiamente una novela sobre santa Teresa. La presencia de la santa es, en ella, de índole moral: el protagonista es un escritor que durante sus vacaciones de verano vuelve una y otra vez a la lectura y a la memoria de una carta en la que una asociación de mujeres le pide que prepare un curso de conferencias sobre Teresa de Jesús, lo que produce en él diversas evocaciones de la santa. Sí que, en cambio, se anticipó con su prosa literaria, publicando el primero de su artículos sobre la santa, con el título «Teresa de Jesús», en el semanario Blanco y negro 7-X-1928, pp. 35-37.

62 R. J. SenDeR, El verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), Zeus, Madrid 1931.63 M. c. PeñuelaS, Conversaciones con Ramón J. Sender, Magisterio Español. Madrid

1970, p. 163.64 Véase F. M. SogueRo gaRcía, «El verbo se hizo sexo: la aportación senderiana a la

biografía vanguardista», Actas del II Congreso sobre R. J. Sender, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca 2001, p. 389.

65 Cf. ibíd. p. 400.66 Véase ibíd. pp. 391-394.

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causar impacto en el joven escritor. Cuando Sender contaba veinte años, en 1921, se publicó en Paris Sainte Thérèse de Edmond Cazal, uno de los seudónimos del conde Adolphe d’Espie (1878-1956), que tuvo gran éxito en Francia, donde se imprimió enseguida una segunda edición el mismo año, y de la que no tardó en oírse hablar en España.67 En efecto, el 20 de febrero, Azorín escribía en el diario ABC su comentario en el que ya ponía de manifiesto los aspectos más problemáticos que presen-taba la obra de Cazal: una presunta influencia insalvable del ambiente en la formación de la personalidad de Teresa, la negación en ella de una verdadera vocación religiosa, la afirmación de que fue enterrada viva en estado de catalepsia, y muerta al arrancarle días después el corazón su fiel discípulo Jerónimo Gracián...68 Sin embargo, el educado articulista evita lo más escabroso, que es la consideración del histerismo de la santa y el carácter sexual de sus experiencias de oración:

Il est une chose que tous les biographes et commentateurs ont paru ig-norer et qui pourtant vaut qu’on en parle. Moniale ardente et mystique, et cependant malicieuse et gaie; carmélite et réformatrice impitoyale du Carmel; séduisante créatrice d’une règle suave, féroce et logique; hys-terique tourmentée par d’insatiables désirs et pâmée dans des halluci-nacions, des suggestions et des extases érotiques d’une violence inouie, sainte Thérèse n’a jamais eu la vocation religieuse, (p. 7).

Pocos días después del artículo de Azorín, el 1 de marzo la escritora Blanca de los Ríos pronunciaba una conferencia, en el teatro Princesa, en la que ponía de manifiesto como en la obra de Cazal

aparece Teresa de Ahumada vista solo con los ojos de la carne ... la re-duce a la exclusiva condición de mujer, de hembra castellana, producto del medio social e histórico, más aún, víctima de aquel medio en que le tocó vivir, que era –¡sabido es!– el medio terrible de la España negra...; propónese mostrar, dando a su obra pretensiones y aparato de demos-tración científica y tomando por «sujeto» de experimentación a nuestra

67 e. cazal, Sainte Thérèse, P. Olendorf, París 1921. Cito por esta segunda edición, del mismo editor y año.

68 Véase ABC 20-II-1921, pp. 3-4.

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gran santa española, que el misticismo no es sino una aberración mor-bosa, que expresa en términos que no he de repetir aquí.69

Y es que la obra de Cazal pudo muy bien dar ocasión al título que escogió Sender para la suya, a la que, por otra parte, se acomoda bas-tante poco: no más allá de la exposición de intenciones de su Prólogo:

Teresa no conoció el odio en su vida. Fue toda amor y, además, amor crudo, natural, carnal, sin melindres teológicos. Su amor llegó a su-blimizarse y a sublimizarla, la llevó a los altares y pudo haber sido representado muy bien en las medallas devotas, sin irrespetuosidad, sin la menor desvergüenza, por la imagen de un sexo ... Si hubiera titulado el libro «Santa Teresa de Jesús», además de no ser cierto –no he que-rido hacer, repito, una biografía–, el público burgués hubiera evocado simplemente una imagen de madera festoneada de oro y de pañoletas rizadas ... y si no se les ofrece algo más que la imagen festoneada de cirios, no «incurrirán» en las páginas de este libro (p. 8).

Sin embargo, ella

ignoraba la física del amor humano ... Ella misma nos dice siempre que hay ocasión que nada sabe de eso. Naturalmente aborrece cuanto con ello tenga alguna relación. Carecía de experiencia amorosa y de teoría sobre esa experiencia ... Pero no sabía ... que el libro más sensual de cuantos se han escrito en español habría de ser su apasionada y ar-diente autobiografía, confesión suprema de una virginidad absoluta que le permite usar el lenguaje profano más equívoco para dirigirse a una divinidad que ha creado dogmas de castidad (p. 195).

Además de brindarle, con su temática, la idea para un título, la auto denominada biografía, Sainte Thérèse de Edmond Cazal («Je me suis efforcé d’être un biographe exact, complet et, peut-être, impartial»,70 constituye probablemente el modelo para que Sender pudiera escribir esta primera novela biográfica sobre nuestro personaje. El origen lejano

69 Véase La Época 2-III-1921, p. 2.70 Op. cit., p. 1.

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lo sitúa en sus años de adolescencia, cuando en el colegio oyó hablar de la santa con motivo del centenario de su beatificación (1614-1914). «Desde entonces yo tenía cierta prevención contra las interpretaciones eclesiásticas de la historia y sus héroes». La historia que construyó, voluntariamente libre de las estrecheces de lugar y tiempo y circuns-tancias precisas, abordó la mujer con sus virtudes, la santa –a su mane-ra–; la escritora, inevitablemente: uno de sus personajes se refiere así al Libro de la vida: «Aquí tenemos el primer texto humano, sencillo y puro sobre el amor de Dios. Escrito en romance vulgar, en estilo fácil y comprensivo, hace bajar lo divino hasta la calle enlodada y sucia, sin mancharlo» (p.243).

En el año 1967, un Sender más hecho dio a las prensas las Tres no-velas teresianas, donde la creación campa a sus anchas. El título, y la extensión de los relatos, convienen en la idea de novelle en el sentido antiguo, es decir, novelas cortas. Conserva del primer título teresiano el andamiaje común de la biografía, bebida en las obras de la propia santa y de sus primeros biógrafos. La particular originalidad que pre-sentan consiste en poner al personaje en comunicación no solo con esos otros caracteres tan sugestivos que la historia misma dispuso en su ca-mino –el rey Felipe II o doña Ana deMendoza–, sino, ocasionalmente, con personajes de ficción, que de alguna manera pertenecen a nuestro paisaje espacio-temporal: en la primera, titulada La puerta grande (pa-ráfrasis de la imagen evangélica del camino estrecho que lleva al cielo y el camino y la puerta grande que lleva al infierno), don Quijote se cruza con santa Teresa en los caminos de Castilla, donde cada uno de ellos va en busca de sus propias aventuras, y asistirá entre los invita-dos de su familia, siempre en compañía de Sancho, al auto sacramental que ha compuesto y hace representar en Becedas el famoso cura que la santa convirtió. La segunda novelita, La princesa bisoja presta a su autor la ocasión de explotar un personaje y unas circunstancias de so-bra conocidas, como son la fundación de un monasterio de carmelitas por la princesa de Éboli, su ingreso en él tras enviudar, su previsible intromisión en el gobierno del mismo, y la audaz reacción de la santa que hizo salir de noche a todas las monjas, mientras dejaban dentro del convento cuanto habían recibido hasta entonces de doña Ana y del príncipe, con su inventario. La intriga crece con la aparición en escena

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de don Juan Tenorio que pretende allanar el convento para encontrar-se –de concierto– con doña Ana, y su tropezón con la santa, a la sazón priora de Pastrana, que le hace salir del recinto con toda su autoridad. En la tercera novela, La misa de fray Hernando, el personaje del título, un inventado dominico, capellán del rey, se mueve en la trama donde evolucionan un Felipe II a la medida de la obras de los franceses Cazal y Mendès («siempre que habla de religión miente y lo hace para cubrirse y esconder sus verdaderos y criminales sentires», dice el infortunado príncipe Carlos (p. 197); la Inquisición, en el trasfondo (el rey: «Sin la Iglesia que amenaza a nuestros enemigos con las penas eternas del infierno no tendríamos nunca la sujeción de nuestros vasallos,y pensar otra cosa es necedad», p. 201). Por las páginas de este tercer relato hace una aparición ocasional Lázaro de Tormes, el Lazarillo.

El entronque de las tres unidades, remitiendo en particular a la «puerta grande» se consigue haciendo notar al lector que, como los per-sonajes bíblicos que aparecen en el auto sacramental del primer relato, también«la Éboli y el rey habían ido a todas partes por la puerta de la voluptuosidad y del crimen» (p. 176).

En 1992, José Luis Olaizola, publicó Los amores de Teresa de Je-sús.71 Olaizola ya había cultivado anteriormente este género de nove-la histórica o,si se prefiere, biografía novelada, bajo los títulos de El Cid(1989) o Hernán Cortés(1990).

En Los amores de Teresa, el autor crea un personaje, Juan Betanzos, por sobrenombre intencional El Tostado, amanuense del postulador de la causa de beatificación de santa Teresa. Este personaje –que va adquirien-do brillo propio a lo largo de la novela–, en ampliación de sus funcio-nes –en que actúa con gran iniciativa–, va dando fe de lo que narran las distintas personas a quienes toma declaración sobre la vida y milagros de Teresa, añadiendo sus propios comentarios. De esta forma lleva al lector a conocer la historia de Teresa y sus amores, desde la incipiente atracción al amor humano en la persona de su primo Diego, y el modo de querer bien a las personas buenas que se cruzaron en su camino, hasta

71 Editorial Planeta, Barcelona 1992.

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su entrega total de amor a Dios. El interés del lector se siente atraído por la ingeniosa interpretación de lo que pudo ser la vida del primo Diego y la hermana de este, doña Inés de Mejía. Amores castos los que profesó al cura de Becedas, a Pedro de Alcántara, Francisco de Borja, Juan de la Cruz, Jerónimo Gracián... Y las grandes amigas, las mujeres que la ayu-daron en su camino y misión: doña María Briceño, Juana Suárez, doña Guiomar, doña Luisa de la Cerda, María de Jesús Yepes...Y también, algunos desamores, como aquellos con que los que la persiguieron la princesa de Éboli, o los frailes calzados enemigos de la reforma.

El itinerario espiritual de Teresa, por su parte, sigue su curso de amor divino hasta llegar al matrimonio místico.

Con la abundante documentación que había recopilado para la pro-ducción de su celebrada serie televisiva de 1982, la directora de cine Josefina Molina construyó más tarde una deliciosa novela biográfica titulada En el umbral de la hoguera,72 escrita en una prosa de gran ca-lidad y con una riqueza descriptiva y narrativa que denuncia su óptica particular adquirida al contacto con el cine y el teatro. Ya en 1997 se había estrenado como novelista con Cuestión de azar. Al igual que en la obra de Olaizola, Jerónimo Gracián aparece con el rostro amable y las virtudes que en él admiró y proclamó la madre Teresa («Creo que vuestra paternidad es el hombre capaz de darle a los frailes lo que yo he dado a las monjas», p. 40). Muestra conocer –y exponer– bien cuáles fueron las razones y los términos en que se opusieron a este, primero los calzados y luego sus propios hermanos en la descalcez. Precisa-mente, Molina acota el tiempo de su novela en los límites que marcan el encuentro de Teresa y Gracián en Beas el año 1975, cuando se cono-cieron, y el desenlace de aquellos odios y resentimientos tras la muerte de la santa: la expulsión de Gracián, el exilio de María de San José, la marcha a fundar en Francia de Ana de Jesús y Ana de San Bartolomé, la muerte en desgracia de la princesa de Éboli... y el rescate del Libro de la vida de las estancias de la Inquisición y su deposición, por orden de Felipe II, tras su publicación, en la sala de reliquias de la biblioteca de El Escorial. Entre tanto, Teresa pasa, de la primera a la última página,

72 Ediciones Martínez Roca, Barcelona 1999.

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siempre «en el umbral de la hoguera», sufriendo el peor de los males que se pueden padecer: la «contradicción de buenos», como ella lo lla-mó (Libro de la vida, 28, 18).

De 2002 data La hora deseada: últimos días de santa Teresa, del car-melita descalzo Pedro Villarejo,73 una nueva aproximación a las ense-ñanzas de la vida y obra de Teresa de Jesús, con una acotación de tiem-po todavía mayor. La técnica literaria adoptada por Villarejo consiste en reproducir las conversaciones de gran intimidad que durante esos últimos días mantuvo la madre fundadora con Ana de San Bartolomé, su enfermera y secretaria y compañera de viajes desde 1577. En esas evocaciones la santa pasa revista a toda su vida de reformadora:

Cuando en 1535 entré en el beaterio de la Encarnación, Ana, rota por el amor y a la vez por el amor encandilada, y después de preguntarme unos días y otros dónde encontrar la mayor complacencia, hallé en el monasterio un sinvivir de ciento ochenta monjas que, a causa del frío, el hambre o la desgana, habían olvidado su Regla de Carmelitas, si es que alguna vez les permitieron meditarla ... Después de luchas que ya conoces, Ana, la Reforma que yo he propuesto ha consistido en volver a la casta de donde venimos (pp. 17-18).

Villarejo, como Josefina Molina, o Olaizola, ponderan la calidad personal del padre Gracián, y toma partido por él:

... en verdad ella había reconocido en el padre Gracián un hombre de oración y, por tanto, un hombre de gobierno pero, como he apuntado, no pudo calibrar entonces que aquella complicidad de afectos aparentes se habrían de trocar en odios a su muerte. La Madre aún no contaba con la extraña figura del padre Nicolás Doria, que ya afilaba sus uñas de me-nesteroso al estar comprobando en el hijo predilecto de la Madre Teresa una grandeza humana que él no podía soportar ... Desde 1581 al 85 en que el padre Jerónimo Gracián fue provincial, independientemente de las sombras y enredos que le crecían bajo las sandalias sin él saberlo, la familia del Carmelo vivió tiempos de crecimiento y cerebro, ya que

73 Monte Carmelo, Burgos 2002.

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Gracián había interpretado como nadie el espíritu de humanidad que la santa Madre quiso colocar como estandarte de la Reforma (pp. 94-95).

Deliciosa es la evocación de los infortunios de fray Juan de la Cruz, donde el autor vuelca todo su potencial poético:

... lo llevaron a la celda de castigo. Y como ya he referido por llevarlo prendido en la memoria, sin agua ni luz natural, sin catre donde dormir, sin comida, sin breviario. Lo dejaron solo, pero pronto comenzaron a llegarle los rumores. Rumor de agua de fuente sobre lunas caídas. Ru-mor de pan que de la fuente salía vestido en blancas hostias. Rumor de la noche en astros blanqueada.Rumor de bosques y espesuras y de pa-siones en flor que por el Amado preguntan. Rumor violeta de las cosas perdidas. Con todos los rumores Juan de la Cruz fue componiendo poe-mas y esperanzas, hasta que un día ningún rumor le vino y decidió es-caparse de aquel silencio empobrecido con tantos frailes que, miércoles y viernes solo sabían responder a la virtud con el extraño escarmiento de sus varillas de mimbres (p. 119).

Y tras describir la azarosa última fundación de Burgos, la hora de la muerte en Alba:

La muerte, Ana, es una mariposa que enciende la vida cuando se cansa. Un beso que el amor tiene guardado en el arcón de las sorpresas. Dios maneja la hora deseada desde el apetito de sus labios; desde el abanico del gozo la maneja hasta que la rama del amor se fija como un ancla de frutos. Solo yo sé por qué he llamado tantas veces a la hora de Dios la hora deseada (p. 189).

En 2007, la exitosa novelista norteamericana (y profesora de litera-tura) Bárbara Múgica, publicó una novela que tituló: Sister Teresa: the woman who became saint Teresa of Ávila.74 Con voluntad de detenerse en la psicología de la mujer Teresa, muy bien documentada en los es-critos de la santa y en los datos históricos de su entorno, Mújica mezcla personajes reales con fingidos. Precisamente, se servirá de un personaje

74 The Overlook Press, Woodstock & New York 2007.

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creado, una que se consideró su mejor amiga, compañera de monjío desde la primera hora (que no deja de recordar a Juana Suárez), a través de la cual se contemplará la vida de Teresa. El arranque y la naturaleza de la narración consiste en el manido recurso del hallazgo de un manus-crito, las memorias de la hermana Angélica:

I found this manuscript in Dijon, in a tiny antiquarian’s shop on the Rue Sainte Anne, near the old Carmelite convent. It was a pile of yellowed, crumbling papers tied with a ribbon, colorless and frayed form age. The document appeared to be a testimonio personal, a type of spiritual chro-nicle people used to keep, often at the request of a confessor, but not always ... This appeared to be a text written by someone who actually knew Saint Teresa of Ávila p. 5.

Acabada la fundación de Sevilla, en junio de 1576, Angélica acom-paña a la madre Teresa camino de Toledo. Al acabar la primera jornada, después de presenciar a la santa en éxtasis, se decide a poner por escrito todo lo que conoce de ella, en previsión de un seguro proceso de bea-tificación y canonización cuando suceda su paso de esta vida a la otra:

I was the one who loved her best. I was the one who knew her best. But I couldn’t trust my memory because memory is fickle. She would surely be beatified, then canonized. I would be called upon to testify. I had ton write it all down everything I remembered about her, everything that happened to her. I had to write a testimonio personal. And what if I died before I could bear witness? It didn’t matter. My testimonio would speak for me (p. 17).

En este cuaderno irá narrando sus recuerdos de la vida de Teresa, mezclando con libertad hechos reales y ficción. Explota la condición de conversos de los antepasados de la santa; novela sobre los amores de esta –la más bella moza de Ávila– con un su primo, aquí llamado Javier. Angélica (Pancracia en el siglo), ingresa con Teresa en el pensionado de Santa María de Gracia como su criada y compañera:

After all, what more could I want? A big room with my own bed and a sister who was the prettiest girl in Ávila. Me! The daughter of a seams-Me! The daughter of a seams-tress! (p. 40).

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Allí aprendió a leer y escribir.

Ambas jóvenes se encontrarán más tarde en la Encarnación movidas por distinto interés.Primero, Teresa, tras el apartamiento a que su padre la había obligado, decidió abrazar la vida de religión. Angélica, cinco años más joven, asiste a su toma de hábito:

I relived the ceremony in my mind. «Modesty, sobriety, and conti-«Modesty, sobriety, and conti-Modesty, sobriety, and conti-nence». I was glad it wasn’t I who was going into the convent. I would much rather marry Basilio, the strong, young apprentice cartwright my aunt had picked out for me (p. 68).

El arreglo entre las dos familias se descompuso, precisamente, por-que la de Basilio no estaba dispuesta a emparentar con un mujer pobre, como ellos, pero con pujos de señora, ¡porque sabía leer!... ¡Libros de caballerías!: «That’s what those books do to women! They make them into whores!» (p. 75).

Muerta su madre y la tía que las acogía en su casa, después de valo-rar las opciones a que podía aspirar, Pancracia decide, como mal menor, entrar en la Encarnación y profesar:

Now, after all these years, I ask myself why I really took the habit. Cer-tainly, the immediate reason was Basilio’s rejection. It strung terribly. But why else? Because I was frightened? Because I wanted to be near Teresa? Of one thing I’m sure: It wasn’t out of the desire to serve Jesus. To be honest, serving Jesus never entered my mind. That came later (p. 85)

A partir de este momento, se convertirá en compañera inseparable de su admirada Teresa, lo que le permite dejar constancia escrita de todo su acontecer: sus enfermedades, su modo de oración, sus éxtasis, sus penitencias, sus confesores, sus amigos y enemigos, sus fundaciones..., al tiempo que describe el entorno histórico, social y cultural: la vida en la Encarnación, la sociedad de Ávila, la fundación de San José, los conventos que Teresa va abriendo por la geografía Española... Termina la historia con la muerte de la santa en Alba de Tormes.

La ficción da todavía una oportunidad a la narradora para escribir veinte años más tarde un epílogo en que cuenta lo que sucedió con el

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cuerpo incorrupto, y el final que tuvieron los personajes más allegados a Teresa de Jesús.

Con motivo del V Centenario del nacimiento de santa Teresa, y por encargo de sus organizadores, el escritor y sacerdote Jesús Sánchez Ada-lid ha escrito, y publicado en 2014, una novela histórica que lleva por título Y de repente, Teresa.75 Y escogió como tema el episodio quizás menos conocido de la vida de la santa: sus problemas con la Inquisición.

Muy bien documentado, y contando con los personajes reales que in-tervinieron en los hechos aludidos, situados en el arco de los años 1572-1576, incorpora el autor un par de personajes–los principales– de ficción, y propone al lector una interpretación de cómo se pudieron desarrollar los detalles desconocidos de los hechos que sí conoce: la denuncia del Libro de la vida como escrito peligroso por parte de la princesa de Éboli, y las acusaciones contra la doctrina y modo de vida de la santa por una novicia fracasada del convento de Sevilla. De hecho, la novela más que de Teresa trata de la Inquisición, de sus investigaciones y preocupación no ya tanto por el luteranismo como por el fenómeno de los alumbrados.

En el Santo Oficio sienten que en España están floreciendo dema-siados casos de alumbrados o dejados o iluminados, cuando de repente aparece el caso de Teresa de Jesús. El comisario Rodrigo de Castro está empeñado en probar las presuntas desviaciones espirituales de Teresa y para ello confía la investigación a su subalterno el joven dominico Juan Vázquez, quien se asociará en calidad de acompañante y custodio a Luis María Monroy, caballero de Alcántara y familiar del Santo Oficio. El pro-tagonista principal es el dominico, a quien han reclutado para este trabajo en nombre de la obediencia, y a quien su nueva ocupación desde el princi-pio le ha producido turbación y reparo. En el curso de sus investigaciones tiene la suerte de tener que entrevistar a su antiguo profesor en Salaman-ca, el también dominico Pedro Fernández, que le tranquiliza recordándole el viejo adagio del aquinate: «Hay que hacer el bien y evitar el mal» allí donde Dios te haya puesto o haya permitido que estés. Y efectivamente, y gracias a que la ascensión al episcopado de su superior Rodrigo de

75 Ediciones B, Barcelona 2014.

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Castro le aleja de su influencia, y al advenimiento de un nuevo Inquisidor General, Quiroga, que tiene en buen concepto a Teresa, podrá llegar a demostrar la buena doctrina de sus escritos y la santidad de su vida.

Teresa está en el trasfondo de toda la novela. Sin embargo, su nom-bre no aparece hasta que han pasado casi doscientas páginas, y en per-sona no se encontrará el lector con ella y su conversación hasta casi el final de la obra, cuando

mientras espera la llamada de la campana para asistir al rezo de la hora nona, fray Tomás está estudiando en la biblioteca del convento de San Pablo, como suele hacer en todos sus ratos perdidos durante su per-manencia en Sevilla. De repente, sin saber por qué, levanta la vista del libro que lee y ve venir hacia él al fraile portero, con pasos rápidos y el rostro alterado (p. 511).76

De repente se encuentra personalmente con Teresa que ha venido en persona en su busca para afrontar el problema. Tomás se siente ensegui-da cautivado por su persona y su palabra:

El hecho de que haya venido ella por decisión propia solo puede signi-ficar una cosa: Teresa no teme a la Inquisición; y si no la teme es por-que no hay doblez en ella. Los alumbrados son falsarios, embusteros, y eluden todo aquello que pueda descubrir sus engaños; actúan siempre de espaldas a las instituciones, con secretos, con misterios, ocultos y di-simulando... Esta mujer, en cambio, da la cara; es tal y como me dijeron los que la conocen bien: franca, directa; y su alma es tan natural como expresan sus ojos vivos. No, no es Teresa una iluminada. Si lo fuera, no se habría presentado aquí esta tarde (p. 520).

Juan Vázquez encuentra la manera de probar ante sus superiores su inocencia, después de interrogarla formalmente en su convento.

Para el final, apoteósico, se reserva el autor la traslación del Santísimo Sacramento en procesión al nuevo convento de Sevilla y el momento en que el arzobispo Rojas pide a Teresa, de rodillas, que le dé su bendición.

76 La cursiva es mía.