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TESOROS DEL E L ARCHIPIÉLAGO DE LOS DIOSES ERA UN ARCA PROHIBIDA DE BELLEZA EXÓTICA HASTA HACE POCO MÁS DE UN SIGLO, CUANDO LA APERTURA AL EXTERIOR LA TRANSFORMÓ. UNA MUESTRA RECORRE EL SINGULAR VIAJE NIPÓN DE LA TRADICIÓN A LA MODERNIDAD RAFAEL DE LAS CUEVAS Grabado ukiyo-e, de la serie Cincuenta y tres etapas de Tokaido, por Utagawa Hiroshige, siglo XIX, xilografía polícroma, París, Museo Guimet. SOL ROJO

Tesoros del sol rojo

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Reportaje sobre arte japonés

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Page 1: Tesoros del sol rojo

TESOROS DEL

EL ARCHIPIÉLAGO DE LOS DIOSES ERA UN ARCA PROHIBIDA DE BELLEZA EXÓTICA HASTA

HACE POCO MÁS DE UN SIGLO, CUANDO LA APERTURA AL EXTERIOR LA TRANSFORMÓ.

UNAMUESTRA RECORRE EL SINGULAR VIAJE NIPÓN DE LA TRADICIÓN A LAMODERNIDAD

RAFAEL DE LAS CUEVAS

Grabado ukiyo-e, de la serie Cincuentay tres etapas de Tokaido, por UtagawaHiroshige, siglo XIX, xilografía polícroma,

París, Museo Guimet.

SOLROJO

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DOS PUPILASnegras enca-

jadas en hendiduras afiladas de piel

se clavan en el alma de un pobre al-

farero, en la escena más sugerente

de Cuentos de la luna pálida des-pués de la lluvia. La película de KenjiMizoguchi fue una de las primeras

producciones orientales en llegar a

los cines occidentales, junto con las

de Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu. To-

da ella es una oda a las viejas leyen-

das y tradiciones japonesas, pero es-

pecialmente al Teatro Noh, una de las

dramaturgias más antiguas del país.

La mirada vacía, y a la vez tentado-

ra, de la joven viuda en esta escena

es tan estática que parece tallada en

una máscara de las que se utilizaban

en este tipo de espectáculos. Las ca-

ras falsas de madera lacada represen-

taban caracteres genéricos (la mujer

joven, el héroe, el demonio) a las que

los actores hacían cobrar vida con el

movimiento de sus cuerpos. En esta

escena de la cinta, la actriz, como si

efectivamente llevase una de estas

máscaras, inclina su cabeza suavemen-

te para que las luces y las sombras es-

culpan su rostro. De tal forma que, de-

pendiendo del ángulo, su expresión

puede parecer dulce... o aterradora.

Esta sutileza es el epítome del ar-

te nipón. La elegancia es común a to-

da su tradición creativa –pintura, gra-

bado, escultura, poesía, caligrafía,

arreglos florales y confección de ki-

monos–, y nace de la fijación por el

equilibrio con la naturaleza. También

del peso del budismo zen, importado

de China hace quince siglos.

Y, sin embargo, las industrias cultu-

ralesmás representativas del Japón ac-

tual destilan caos yestridencia. El man-

ga o cómic japonés es conocido por

su representación extrema de las líneas

demovimiento y sus personajes histrió-

nicos. Lo mismo sucede con el anime(películas o series de animación) y los

videojuegos. ¿Es esto realmente así? Sí

y no. Existen falacias y lugares comu-

nes acerca del folclore japonés que per-

manecen en nuestro imaginario (no

hay más que ver algunas petardeces

recientes en la cinematografía patria)

pero también una realidad, yes que Ja-

pón es aún una sociedad extraña ypo-

co accesible. Y lo que se nos niega, ya

se sabe, resultamorboso. La historia de

este país es una de las más peculiares

del planeta, con períodos de comple-

to aislamiento alternados por influen-

cias extranjeras, que se asimilaban rá-

pidamente y volvían a ser silenciadas

durante siglos. La insólita realidad cul-

tural surgida de estas tensiones es la

que pretende iluminar el Forum Gri-

maldi de Mónaco con una exposición

gigantesca que acerca los tesorosmás

representativos del Sol Naciente a Eu-

ropa. Una Europa que, por otra par-

te, no necesita demasiados estímulos

para el enamoramiento, porque la fie-

bre de los impresionistas por el gra-

bado nipón inició en el siglo XIX una

ola de japonismo tan poderosa como

la famosa cresta acuática de Hokusai.

Yaún salpica a los coleccionistas de ar-

te en la actualidad. Bajo el epígrafe Kio-to-Tokio, de los samuráis a losmangas,la muestra ofrece una visión de la po-

laridad entre tradición –representada

por los templos ycastillos de Kioto, vie-

ja capital– y modernidad –los neones

de Shinjuku, la locura consumista de

Shibuya o la tecnología y el animede Akihabara en Tokio–. Pero además,

este eje imaginario conecta a Japón

con Occidente yexplica de qué forma

el Imperio del Sol Naciente asimila y

reinventa nuestra cultura según sus pro-

pios parámetros.

LA ISLA DE LOS KAMINipón o Nihon, como se conoce al ar-chipiélago del Pacífico, es una voz que

en escritura japonesa se forma con

dos ideogramas. Uno de ellos es la

evolución de un círculo con un pun-

to en medio (el sol) y el otro, de una

especie de raíz (origen). El nombre

significa literalmente “el origen del

sol”. En el Kojiki, uno de los prime-

ros libros de historia que se conser-

van, se mezclan realidad y ficción pa-

ra explicar el nacimiento del mundo.

En él, Amaterasu –la diosa del sol– es-

coge a su bisnieto Jinmu para reinar

sobre todos los territorios que sus ra-

yos bañan. Jinmu es, tradicionalmen-

te, conocido como el primer empera-

dor, y como él, todos los que vinieron

después son, en teoría, descendien-

tes de Amaterasu. O sea, dioses. Aún

el actual mandatario conservaría esa

atribución celestial, de no ser por la

MáscaraMagojiro deTeatro Noh,siglo XV,

madera lacada

y pigmentos,

Londres,

Victoria and

Albert

Museum.

Kimono, 1830-1880, crepe de

seda, decorado

con apliques

dorados y

bordados, Londres,

Victoria and Albert

Museum.

Abajo, biombo de seispaneles con escena delGion Matsuri (Festival deGion), época Edo (ss. XVII-XIX), pigmento sobre

papel dorado,

paneles de madera con

bordes de seda. Reales

Museos de Bellas Artes e

Historia de Bruselas.

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derrota nipona en la Segunda Guerra

Mundial. Tal era el fervor patriótico de

los soldados de ojos rasgados, que

MacArthurhizo firmaral emperadorHi-

rohito la cláusula más sorprendente

que se recuerda en un tratado de paz:

admitir que no era un ser supremo.

Amaterasu es la encarnación del sol,

pero hay muchas más deidades. La

adoración y respeto por los kami –es-píritus naturales que habitan en el

agua, los árboles o el viento– se co-

noce como sintoísmo, yes el cultomás

antiguo del archipiélago. Es más una

filosofía de vida y un conjunto de le-

yendas que una religión, aunque con

la penetración del budismo en el si-

glo VI, tuvo que ser codificada como

tal. Los dos cultos han convivido per-

fectamente ymuchos nipones los prac-

tican de forma conjunta. Y ambos se

han alimentado de la tradición artísti-

ca. Mientras que el shinto ha visto ilu-minados sus espíritus en delicadas pin-

turas para paneles decorativos de pa-

pel y biombos, el budismo se ha nu-

trido de impresionantes esculturas. Des-

de los solemnes bodhisattavas a esta-tuas de guardianes poderosos, como

el FudoMyo-o (Acalanatha) que se con-

serva en el Museo Nacional de Tokio.

A diferencia de los sosegados budas,

este protector de la sabiduría se yer-

gue desafiante en el corazón de una

terrible llamarada, sujetando firmemen-

te su espada en una mano y la cuer-

da de atar a los demonios en la otra.

SECRETOS DE ALCOBANo sólo las divinidades han acapara-

do la paleta de los grandes artistas,

también las escenas de Corte y, por su

puesto, las batallas. Uno de los temas

recurrentes en pintura sobre papel de

seda son los pasajes deGenji Monoga-tari, el famoso relato escrito hacia elañomil de nuestra era por la dama Shi-

biku Murasaki, considerado por mu-

chos la primera novela de la historia.

Murasaki relató los amoríos del prínci-

pe Genji, un noble idealizado, y se cree

que tomó como modelo a su propio

señor, el emperador Michinaga. Nun-

ca ha quedado cla-

ro qué había entre

el soberano y la

poetisa, pero la in-

clusión en la obra

de ella misma como personaje de des-

tino trágico hace suponer que ambos

se dieron a actividades más animadas

que contemplar la nieve y ver florecer

los cerezos. Desde entonces, los kimo-

nos de la época de Murasaki han si-

do el modelo de elegancia y lujo de

las mujeres. Es todo un arte ceñir la

enorme pieza de tela, usando sólo el

obi o fajín. Pero si se hace bien, suspliegues trazan perfectamente las lí-

neas estilizadas del cuerpo de la mu-

jer japonesa y cruzan su piel blanca

como los brochazos de la pintura zen.

Ya tenemos amor y lujo; va siendo

hora de lanzarse a la guerra. Y nadie

sabe hacerla como los samuráis. Los

dos períodos en los que la casta mili-

tar brilla con luz propia son el Heian

(s. XII) y el final del Sengoku yprincipio

del Edo (s. XVI). Cada uno tuvo su sa-

murái icónico y letal. En el primero fue

Yoshitsune, del clan de los Minamoto.

Comonuestro Cid, la imagen de Yoshit-

sune está rodeada de un aura mítica

considerable. De hecho, lo de Rodrigo

Díaz de Vivar a su lado puede parecer

una biografía aburrida. Se cuenta que

a la edad de 11 años, este bisoño sol-

dado se escapó del templo donde es-

tudiaba y se echó al monte para que

el rey de los tengu (unas criaturas so-brenaturales con forma de pájaro) le

instruyese en las artes de lamuerte. Su

participación en las guerras Genpei, al

servicio del clan Minamoto, ha sido re-

tratada en numerosas ocasiones.

El segundo gran samurái fue

Mushashi Miyamoto, el guerrero más

reverenciado por la literatura. Su ha-

bilidad con la espada era tal que mu-

chas veces ni siquiera la utilizaba. Pa-

ra destrozar a sus rivales se valía de un

simple bokken (espada demadera pa-ra entrenamiento). Una de las pocas

derrotas que sufrió tuvo lugar en Seki-

gahara, la batalla mas grande en sue-

lo japonés. Era un adolescente cuan-

do participó en ella, sirviendo al clan

Toyotomi. Fue un baño de sangre que

marcó un antes y un después, no sólo

para él, sino para todo el país. Su re-

solución dio paso al período más fas-

cinante de toda su historia: el gobier-

no de los shogunes Tokugawa.

SHOGÚNEn 1543, comerciantes y religiosos por-

tugueses arribaron a las costas japo-

nesas. Inmediatamente les siguieron

los españoles. Por entonces, el país lle-

vaba siglos en guerra. Los señores feu-

dales se disputaban cada territorio co-

mo perros rabiosos y sólo uno de ellos

consiguió unificarlos todos: Ieyasu To-

kugawa. El nuevo shogún no conocía

bien las intenciones de las misiones je-

suitas, pero era de todomenos necio,

sabía que tarde o temprano aquella

religión bárbara acabaría planteándo-

le problemas políticos. El país se vol-

vió a cerrar a cal y canto, expulsando

a todos los extranjeros. Sólo a un nú-

mero reducido de holandeses se les

permitió quedarse.

Tras el cerrojazo, se inició un perío-

do de paz en el que todas las mani-

festaciones artísticas florecieron. Los

samuráis se dedicaron menos a la lu-

cha ymás a la letra. Los artistas se hi-

cieron de oro realizando kimonos,

poesías, pinturas de paisajes. Los ac-

tores de teatro Noh y Kabuki se con-

vertían en estrellas, las geishas eran

más delicadas... Y se puso de moda

una disciplina que iba a dominar el

panorama cultural de la nueva ciudad

de Edo: el ukiyo-e.

Los trabajos de Hiroshige yHokusai,

los genios del ukiyo-e, definen muy

bien la tradición pictórica japonesa,

basada en la línea. Sus obras reformu-

lan el paisaje y la figura humana me-

diante el trazo, firme y bien definido.

Muy sutil pero expresivo, parece fluir

–sobre todo en las representaciones

naturales– con las líneas marcadas por

el viento, los rayos del sol o el agua.

Escultura de FudoMyo-o, siglo XI,madera polícroma.

Museo Nacional

de Tokio.

Escena de la Batalla del río Uji, que enfrentó a los Minamoto y a los Taira, realizada por Tosa Mitsuyoshi, principios del siglo XVII, pintura sobrepapel y marco de madera, Londres, Victoria and Albert Museum.

LA LÍNEA LO ES TODO. SIMPLI-

CIDAD, ELEGANCIA Y FUERZA.

LOS GRABADOS DE HIROSHI-

GE Y HOKUSAI SON EL MÁXI-

MO EXPONENTE DEL TRIUNFO

DEL TRAZO SOBRE LA SOMBRA

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Esto permite una poderosa expresi-

vidad. Se puede apreciar en las obras

en las que Hiroshige sorprende a sus

personajes con tremendos aguaceros,

líneas finísimas de lluvia que vuelan

sobre el papel, y que imbuyen a la

composición de una carga cinética

impresionante.

Hiroshige ilustró como nadie la co-

nexión entre las dos grandes ciuda-

des, Kioto y Edo (actual Tokio). Hoy

este trayecto lo atraviesa un tren ba-

la, pero en tiempos, la carretera de

Tokaido estaba abarrotada de comer-

ciantes, viajeros y nobles. Sus cin-

cuenta y tres paradas han quedado

inmortalizadas en la serie Las 53 eta-pas de Tokaido, que rivalizaba en po-pularidad con las Treinta y seis vis-tas del Monte Fuji, de Hokusai. El

maestro de la lluvia se convirtió en el

cronista más eficaz de la frenética vi-

da en Edo. Siervos llevando en palan-

quines a los samuráis, damas acicala-

das paseando con sus sombrillas, la

entrada multitudinaria a las represen-

taciones de Kabuki...

Durante casi doscientos cincuenta

años, Japón se encerró en símismo, en

sus tradiciones ysu cultura. El aislamien-

to geográfico permitió que formas úni-

cas de belleza germinaran, pero tam-

bién paralizó sumodernización. Cuan-

do en 1853, el comodoro Perry consi-

guió romper el bloqueo y entrar con

sus barcos en el puerto de Shimoda,

los nipones habían olvidado hasta có-

mo disparar sus viejos cañones. El sho-

gunado, comoun viejo cerezo que aún

aparenta robustez pero que por den-

tro está podrido, se derrumbó. El po-

der del Emperador fue restaurado (lle-

vaba siglos siendo un títere) yel país se

abrió definitivamente al mundo. Du-

rante el siglo XX, a Japón le ha pasa-

do de todo. Fue objeto del cruel expe-

rimento atómico, y luego se convirtió

en potencia económica de primer or-

den. Ahora exporta tecnología yman-

ga, una forma de narración gráfica que

nació del cómic occidental y se ha con-

vertido en una forma creativa típica-

mente japonesa, con ecos evidentes

de los trazos dinámicos yexpresivos de

susmaestros grabadores. Los dibujos y

películas también muestran su pasión

por la ciencia y los robots. Pero no co-

mo los entendemos nosotros, como

una amenaza, sino como una ayuda.

No olvidemos que el sintoísmo otorga

espiritualidad a los objetos inanimados,

y esas enormes máquinas que sirven

de segunda piel a los jóvenes héroes

de hoy, son como las armaduras de los

samuráis de antaño. También los video-

juegos han fagocitado la tradición

oriental y occidental para crear ex-

periencias estéticas y sensoriales

únicas. nT-

DATOS ÚTILESKioto-Tokio, de los samuráis a los mangas

De 14 de julio a 12 de septiembreGrimaldi Forum, MónacoComisario: Jean-Paul Descrocheswww.grimaldiforum.com

Grabado ukiyo-e, dela serie Famosasvistas de la capitaldel este, por UtagawaHiroshige, siglo XIX,

xilografía polícroma,

París, Museo Guimet.

Abajo, cascos

de la serie de

televisión

Kamen Rider,1980,

Colección GFM.