Textos 2012-13

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    La rebelin de Constantino y la invasin del 409

    Enva [el usurpador Constantino III] gobernadores de provincia a las Espaas; y

    aunque las provincias los recibieron con obediencia, dos jvenes hermanos, nobles y

    ricos, Didymo y Veriniano, tramaron no usurpar el mando en contra del usurpador, sino

    defenderse a s mismos y su patria contra el usurpador y contra los brbaros en favor de

    un emperador justo. Esto qued claro por la propia sucesin de los hechos.

    Efectivamente, nadie [hace] una usurpacin si no es que, tras madurarla rpidamente, la

    inicia en secreto y la arma en pblico; cuyo factor principal es ser visto con la prpura y

    la diadema ya tomadas antes de ser conocido. stos, sin embargo, reuniendo durante

    mucho tiempo slo a jvenes esclavos de sus propias fincas y alimentndolos con

    dineros de sus casas, se dirigen a los desfiladeros del Pirineo sin ocultar su propsito y

    sin inquietud para nadie. Contra ellos Constantino envi a las Espaas a su hijo

    Constante, convertido -(oh dolor!- de monje en Csar, en compaa de algunos brbaros

    que, aceptados en alianza en otro tiempo y reclutados [luego] como soldados regulares,

    se les llamaba honoriacos. De aqu [se deriva] el primer azote del mal para las Espaas.

    Pues, muertos aquellos dos hermanos que pretendan defender con sus fuerzas privadas

    la cordillera del Pirineo, estos brbaros recibieron en primer lugar, como precio de su

    victoria, permiso para saquear los campos palentinos, y, en segundo lugar, fueron

    encargados de la vigilancia del citado monte y de sus desfiladeros, echando de all a la

    fiel y til guarnicin compuesta de campesinos. As pues, los honoriacos, empapados ya

    de botn y seducidos por la abundancia, para que su crimen fuera ms impune y tener

    ms libertad para ese mismo crimen, dejando traidoramente la defensa del Pirineo y

    abriendo los desfiladeros dejaron entrar en las provincias de las Espaas a todos los

    pueblos que deambulaban por las Galias, y se unieron ellos mismos a stos. Donde,

    hechas de vez en cuando grandes y cruentas correras, tras graves devastaciones sobre

    los bienes y las personas -de lo que ellos mismos en alguna manera se lamentan-,

    permanecen todava como dueos, tras habrsela distribuido a suertes.

    Orosio, Historiarum adversus paganos libri VII, 7, 40, 5-10; publ. Textos y documentos

    de Historia antigua, media y moderna hasta el s.XVII, "Historia de Espaa",

    t.XI, Barcelona: Labor, 1984, pp.167-168

    El reparto de tierras entre los visigodos e hispanorromanos

    Ley Antigua. De la divisin de las tierras hecha entre el godo y el romano. La

    divisin hecha entre el godo y el romano de una parte de la tierra o de los bosques no se

    altere por ninguna razn, si se probase que se celebr la divisin, y de las dos partes del

    godo el romano no pretenda o reclame nada para s, sino acaso lo que por nuestra

    largueza les fue donado. Pero lo que por los padres o los vecinos se ha dividido, los

    venideros no traten de cambiarlo.

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    Ley Antigua. De los bosques dejados indivisos entre el godo y el romano. De los

    bosques que por acaso quedaren sin dividir, si el godo o el romano los tomare para s e

    hiciere cultivos, establecemos, que si aun queda bosque donde se deba compensar con

    una parte de tierra de igual calidad, aquel al que se deba no rechace aceptar el bosque.

    Pero si no fuere el bosque de igual calidad que la que se compensan, lo que sac para

    cultivo se divida.

    Ley Antigua. Que si los godos tomaren algo de la tercia de los romanos, a

    instancia del juez lo devuelvan ntegramente a los romanos. Los jueces de cada ciudad,

    los vlicos y prepsitos, quiten las tercias de los romanos a los que las tienen ocupadas y

    restituyan a los romanos sin ninguna dilacin lo que se les quit, para que nada se pierda

    por el fisco; a no ser que los exceptuase el cmputo de cincuenta aos.

    GARCA GALLO, Alfonso, Manual de Historia del Derecho Espaol, II, Madrid,

    1967, pp.362-365.

    La invasin de Hispania por los musulmanes

    Dirigise Musa contra las ciudades de la costa del mar, en que haba

    gobernadores del rey de Espaa que se haban hecho dueos de ellas y de los territorios

    circunvecinos. La capital de estas ciudades era la llamada Ceuta, y en ella y en las

    comarcas mandaba un infiel, de nombre Julin. Muri en esto el rey de Espaa, Gaitixa,

    dejando algunos hijos, entre ellos Oppas y Sisberto, que el pueblo no quiso aceptar y,

    alterado el pas, tuvieron a bien elegir y confiar el mando a un infiel llamado Rodrigo,

    hombre resuelto y animoso, que no era de estirpe real sino caudillo y caballero.

    Acostumbran los grandes seores de Espaa a mandar sus hijos, varones y

    hembras, al palacio real de Toledo, a la sazn fortaleza principal de Espaa y capital del

    reino, a fin de que estuviesen a las rdenes del monarca a quien solo ellos servan. All

    se educaban hasta que, llegados a la edad nbil, el rey los casaba proveyndoles para

    ello de todo lo necesario.

    Cuando Rodrigo fue declarado rey prendse de la hija de Julin y la forz.

    Escribironle al padre lo ocurrido y el infiel guard su rencor y exclam: "Por la religin

    del Mesas, que he de transtornar su reino y he de abrir una fosa bajo sus pies". Mand

    en seguida su sumisin a Musa, conferenci con l, le entreg las ciudades puestas bajo

    su mando en virtud de un pacto que concert con ventajosas y seguras condiciones para

    s y sus compaeros y habindole hecho una descripcin de Espaa le estimul a que

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    procurase su conquista.

    Mua escribi a al-Walid la nueva de estas conquistas y del proyecto presentado

    por Julin, a lo que contest (el califa) diciendo: "Manda a ese pas algunos

    destacamentos que le exploren y tomen informes exactos, y no expongas a los muslimes

    a los azares de un mar de revueltas olas". Mua le contest que no era un mar, sino un

    estrecho, que permita al espectador descubrir desde una parte la forma de lo que al

    opuesto lado pareca; pero al-Walid le replic: "Aunque as sea, infrmate por medio de

    exploradores". Envi, pues, a uno de sus libertos, llamado Tarif, y de cognombre Abo

    Zora, con 400 hombres, entre ellos 100 de caballera, el cual pas en cuatro barcos y

    arrib a una isla llamada Isla de Andalus, que era arsenal de los cristianos y punto desde

    el cual zarpaban sus embarcaciones. Por haber desembarcado all, tom el nombre de

    isla de Tarif (Tarifa). Esper a que se le agregasen todos sus compaeros y despus se

    dirigi en algara contra Algeciras; hizo muchos cautivos, como ni Mua ni sus

    compaeros los haban visto semejantes, recogi mucho botn, y regres sano y salvo.

    Esto fue en Ramadhan del ao 91.

    Cuando vieron esto (los musulmanes) desearon pasar prontamente all, y Mua

    nombr a un liberto suyo, jefe de la vanguardia, llamado Trik ben Ziyed, persa de

    Hamadan, aunque otros dicen que no era liberto suyo, sino de la tribu de Sadif, para que

    fuese a Espaa con 7.000 muslimes, en su mayor parte berberiscos y libertos, pues haba

    poqusimos rabes, y pas en el ao 92, en los cuatro barcos mencionados, nicos que

    tenan, los cuales fueron y vinieron con infantera y caballera, que se iba reuniendo en

    un monte muy fuerte, situado a la orilla del mar, hasta que estuvo completo todo su

    ejrcito.

    Al saber el rey de Espaa la nueva de la correra de Tarif, consider el asunto

    como cosa grave. Estaba ausente de la corte, combatiendo a Pamplona, y desde all se

    dirigi hacia el medioda, cuando ya Trik haba entrado,habiendo reunido contra ste

    un ejrcito de cien mil hombres o cosa semejante, segn se cuenta. Apenas lleg esto a

    noticia de Trik, escribi a Mua, pidindole ms tropas y dndole parte de que se haba

    hecho dueo de Algeciras y del lago, pero que el rey de Espaa vena contra l con un

    ejrcito que no poda contrarrestar. Mua, que desde la partida de Trik haba mandado

    construir barcos y tena ya muchos, le mand con ellos 5.000 hombres, de suerte que el

    ejrcito acaudillado por Trik lleg a 12.000. Haba ya cautivado muchos e importantes

    personajes, y con ellos estaba Julin, acompaado de bastante gente del pas, la cual les

    indicaba los puntos indefensos y serva para el espionaje.

    Acercse Rodrigo con la flor de la nobleza espaola y los hijos de sus reyes,

    quienes, al ver el nmero y disposicin de los muslimes, tuvieron una conferencia y

    dijronse los unos a los otros: "Este hijo de la mala mujer se ha hecho dueo de nuestro

    reino sin ser de estirpe real, antes bien, uno de nuestros inferiores: aquella gente no

    pretende establecerse en nuestro pas; lo nico que desea es ganar botn: conseguido esto

    se marcharn y nos dejarn. Emprendamos la fuga en el momento de la pelea, y el hijo

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    de la mala mujer ser derrotado". En esto quedaron convenidos. Haba dado Rodrigo el mando del ala derecha de su ejrcito a Sisberto, y el de la izquierda a Obba, hijos ambos

    de su antecesor Gaitixa, y cabezas de la conspiracin indicada. Aproximse, pues con un

    ejrcito de cerca de 100.000 combatientes, y tena este nmero (y no otro mayor) porque

    haba habido en Espaa un hambre, que principi en el 88, y continu todo este ao y los

    de 89 y 90, y una peste durante la cual murieron la mitad o ms de los habitantes. Vino

    despus el ao 91, que fue en Espaa ao que por su abundancia recompens los males

    pasados y en el cual se efectu la invasin de Tarif.

    Encontrronse Rodrigo y Trik, que haba permanecido en Algeciras, en un lugar

    llamado el Lago, y pelearon encarnizadamente; mas las alas derecha e izquierda, al

    mando de Sisberto y Obba, hijos de Gaitixa, dieron a huir, y aunque el centro resisti

    algn tanto, al cabo Rodrigo fue tambin derrotado y los muslimes hicieron una gran

    matanza en los enemigos. Rodrigo desapareci, sin que se supiese lo que haba

    acontecido, pues los musulmanes encontraron solamente su caballo blanco, con su silla

    de oro, guarnecida de rubes y esmeraldas, y un manto tejido de oro y bordado de perlas

    y rubes. El caballo haba cado en un lodazal y el cristiano que haba cado con l al

    sacar el pie se haba dejado un botn en el lodo. Slo Dios sabe lo que pas, pues no se

    tuvo noticia de l, ni se le

    encontr vivo ni muerto.

    March en seguida Trik a la angostura de Algeciras, y despus a la ciudad de

    cija: sus habitantes, acompaados de los fugitivos del ejrcito grande, salironle al

    encuentro, y se trab un tenaz combate, en que los musulmanes tuvieron muchos

    muertos y heridos. Dios les concedi al fin su ayuda, y los politestas fueron derrotados,

    sin que los musulmanes volviesen a encontrar tan fuerte ressitencia. Trik baj a situarse

    junto a una fuente que se halla a cuatro millas de cija, a orillas de su ro, y que tom el

    nombre de fuente de Trik.

    Infundi Dios el terror en los corazones de los cristianos cuando vieron que

    Trik se internaba en el pas, habiendo credo que hara lo mismo que Tarif; y huyendo

    hacia Toledo, se encerraron en las ciudades de Espaa. Entonces Julin se acerc a Trik

    y le dijo: "Ya has concluido con Espaa: divide ahora tu ejrcito, al cual servirn de

    guas estos compaeros mos, y marcha t hacia Toledo". Dividi, en efecto, su ejrcito

    desde cija, y envi a Moguits ar-Rom, liberto de al-Walid ben Abdo-l-Melic, a

    Crdoba, que era entonces una de sus mayores ciudades, y es actualmente fortaleza de

    los muslimes, su principal residencia y capital del reino, con 700 caballeros, sin ningn

    pen, pues no haba quedado musulmn sin caballo. Mand otro destacamento a Rayya,

    otro a Granada, capital de Elvira, y se dirigi l hacia Toledo con el grueso de las tropas.

    Moguits camin hasta llegar a Crdoba y acamp en la alquera de Xecunda, en

    un bosque de alerces que haba entre las alqueras de Xecunda y Tarail. Desde aqu

    mand algunos de sus adalides, quienes cogieron y llevaron a su presencia a un pastor

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    que andaba apacentando su ganado en el bosque. Pidile Moguits noticias de Crdoba y dijo que la gente principal haba marchado a Toledo, dejando en la ciudad al gobernador

    con 400 defensores y la gente de poca importancia. Despus le pregunt por la fortaleza

    de sus murallas, a lo que contest que eran bastante fuertes, pero que sobre la puerta de

    la Estatua, que es la del puente, haba una hendidura que les describi. LLegada la

    noche, se acerc Moguits, y favoreciendo Dios su empresa con un fuerte aguacero,

    mezclado con granizo, pudo con la oscuridad aproximarse al ro, cuando los centinelas

    haban descuidado la guardia por temor al fro y a la lluvia, y slo se escuchaban algunas

    voces de alerta, dadas dbilmente y a largos intervalos. Pas la gente el ro, que slo

    distaba del muro 30 codos, o menos, y se esforzaron por subir a la muralla, mas como no

    encontrasen punto de apoyo, volvieron a buscar al pastor, y habindole trado, les indic

    la hendidura, que si bien no estaba a la haz de la tierra, tena debajo una higuera.

    Entonces se esforzaron por subir a ella y despus de algunas tentativas un musulmn

    logr llegar a lo alto. Moguits le arroj la punta de su turbante y por este medio treparon

    muchos al muro. Mont Moguits a caballo y se coloc delante de la puerta de la Estatua,

    por la parte de afuera, despus de haber dado orden a los que haban entrado de que

    sorprendiesen la guardia de esta puerta, que es hoy la del puente: en aquel tiempo estaba

    destruido y no exista puente ninguno en Crdoba. Los muslimes sorprendieron, en

    efecto, a los que guardaban la puerta de la Estatua, llamada entonces de Algeciras,

    mataron a unos y ahuyentaron a otros, y rompiendo los cerrojos dieron entrada a

    Moguits con todos sus compaeros, espas y adalides. Moguits se dirigi al palacio del

    rey; mas ste, al saber la entrada de los musulmanes, haba salido por la puerta

    occidental de la ciudad, llamada puerta de Sevilla, con sus 400 o 500 soldados y algunos

    otros, y se haba guarecido en una iglesia dedicada a San Acisclo, que estaba situada en

    esta parte occidental, y era firme, slida y fuerte. Ocup Moguits el palacio de Crdoba,

    y al siguiente da sali y cerc al cristiano en la iglesia, escribiendo a Tarik la nueva de

    la conquista [...]

    El destacamento que fue hacia Rayya la conquist, y sus habitantes huyeron a lo

    ms elevado de los montes; march en seguida a unirse con el que haba ido a Elvira,

    sitiaron y tomaron su capital, y encontraron en ella muchos judos. Cuando tal les

    aconteca en una comarca reunan todos los judos de la capital, y dejaban con ellos un

    destacamento de musulmanes continuando su marcha el grueso de las tropas. As lo

    hicieron en Granada, capital de Elvira, y no en Mlaga, capital de Rayya, porque en sta

    no encontraron judos ni habitantes, aunque en los primeros momentos del peligro all se

    haban refugiado.

    Fueron despus a Todmir, cuyo verdadero nombre era Orihuela, y se llamaba

    Todmir del nombre de su seor (Teodomiro), el cual sali al encuentro de los

    musulmanes con un ejrcito numeroso, que combati flojamente, siendo derrotado en un

    campo raso, donde los musulmanes hicieron una matanza tal que casi los exterminaron.

    Los pocos que pudieron escapar huyeron a Orihuela, donde no tenan gente de armas ni

    medio de defensa; mas su jefe Todmir, que era hombre experto y de mucho ingenio, al

    ver que no era posible la resistencia con las pocas tropas que tena, orden que las

    mujeres dejasen sueltos sus cabellos, les di caas, y las coloc sobre la muralla de tal

    forma que pareciesen un ejrcito, hasta que l ajustase las paces. Sali en seguida a guisa

    de parlamentario, pidiendo la paz, que le fue otorgada; y no ces de insinuarse en el

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    nimo del jefe del ejrcito musulmn hasta conseguir una capitulacin para s y sus sbditos, en virtud de la cual se entreg pacficamente todo el territorio de Todmir, sin

    que hubiese que conquistar poco ni mucho, y se les dej el dominio de sus bienes.

    Conseguido esto, descubri su nombre, e hizo entrar en la ciudad a los musulmanes, que

    no encontraron gente de armas ninguna, por lo cual les pes lo hecho; pero cumplieron

    lo ya estipulado, y despus de haber puesto en noticia de Trik las conquistas

    alcanzadas, y de haber dejado all algunas tropas con los habitantes, march el grueso

    del destacamento hacia Toledo para reunirse con Trik.

    Moguits permaneci tres meses sitiando a los cristianos en la iglesia, hasta que

    una maana vinieron a decirle que el cristiano principal haba salido huyendo a rienda

    suelta en direccin a la sierra de Crdoba a fin de reunirse con sus compaeros en

    Toledo, y que haba dejado en la iglesia a sus soldados. Moguits sali en persecucin

    solo, y le vi que hua en su caballo alazn en direccin a la aldea de Catalavera.

    Volvise el cristiano y as que vi a Moguits, que aguijaba su caballo para alcanzarle,

    turbse, y abandonando el camino, lleg a un barranco donde su caballo cay y se

    desnuc. Cuando lleg Moguits estaba sentado sobre su escudo y se entreg prisionero,

    siendo el nico de los reyes cristianos que fue aprehendido, pues los restantes, o se

    entregaron por capitulacin o huyeron a Galicia. Despus volvi Moguits a la iglesia,

    hizo salir a todos los cristianos y mand se les cortase la cabeza, tomando entonces esta

    iglesia el nombre de iglesia de los prisioneros. El cristiano principal permaneci preso

    para ser conducido ante el emir de los creyentes. Reuni [Moguits] en Crdoba a los

    judos a quienes encomend la guarda de la ciudad, distribuy en ella a sus soldados y se

    aposent l en el palacio.

    Trik lleg a Toledo, y dejando all algunas tropas, continu su marcha hasta

    Guadalajara, despus se dirigi a la montaa, pasndola por el desfiladero que tom su

    nombre, y lleg a una ciudad que hay a la otra parte del monte, llamada Almeida (la

    Mesa), nombre debido a la circunstancia de haberse encontrado en ella la mesa de

    Salomn, hijo de David, cuyos bordes y pies, en numero de 365, eran de esmeralda

    verde. Lleg despus a la ciudad de Amaya, donde encontr alhajas y riquezas y...

    volviendo a Toledo en el ao 93.

    Sabedor Mua ben Nosair de las hazaas de Trik, y envidioso de l, vino a

    Espaa en Ramadhan del ao 93 con buen golpe de gente, pues traa, segn se cuenta,

    18.000 hombres. Cuando desembarc en Algeciras, le indicaron que siguiese el mismo

    camino de Trik y l dijo: "no estoy en nimos de eso". Entonces los cristianos que le

    servan de guas le dijeron: "Nosotros te conduciremos por un camino mejor que el suyo,

    en el que hay ciudades de ms importancia que las que l ha conqusitado, y de las

    cuales, Dios mediante, podrs hacerte dueo". Esta nueva le llen de alegra, porque le

    pesaba lo que haba hecho Trik. Condujronle, pues, a Medina Sidonia, que conquist

    por fuerza de armas, y despus a Carmona. Esta era una de las ciudades ms fuertes de

    Espaa, y cuya conquista poda esperarse menos por asalto ni por asedio, por lo cual,

    cuando se dirigi a ella, dijronle que nicamente valindose de alguna estratagema

    podra ser entrada. Entonces mand algunos cristianos de los que haban pedido y

    obtenido de l carta de seguridad, como Julin, de quien acaso eran camaradas, y se

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    presentaron armados, como si fuesen fugitivos, siendo recibidos en la ciudad; mas por la noche abrieron la puerta llamada de Crdoba a la caballera que Mua mand al intento,

    y sorprendiendo a la guardia se apoderaron los musulmanes de Carmona.

    Despus march Mua a Sevilla, que era la mayor y ms importante de las

    ciudades de Espaa, notabilsima por sus edificios y monumentos. Antes de la invasin

    de los godos haba sido capital del reino, hasta que, vencedores stos, trasladaron la sede

    a Toledo, quedando, sin embargo, en Sevilla, la nobleza romana y los jurisconsultos y

    sabios en letras sagradas y profanas. Despus de algunos meses de sitio fue conquistada

    por Mua ben Nosair, con la ayuda de Dios, huyendo los cristianos a Beja. Confi Mua

    la guarda de la ciudad a los judos, y se dirigi a la ciudad de Mrida, donde residan

    algunos grandes seores de Espaa y que tambin tena monumentos, un puente,

    alczares e iglesias que exceden a toda ponderacin. Cerc la ciudad y la guarnicin

    sali contra l, trabndose un fuerte combate a una milla de distancia de las murallas. En

    tanto descubri Mua una cantera de piedra, en la cual ocult por la noche infantera y

    caballera, y al da siguiente, al amanecer, cuando fue contra ellos, y salieron a

    rechazarle, como el anterior, atacronles los musulmanes que estaban emboscados e

    hicieron en ellos una gran matanza, refugindose los que escaparon en la ciudad, que era

    muy fuerte, y tena unas murallas como no han hecho otras los hombres. Por espacio de

    algunos meses continu el cerco hasta que fabricaron los muslimes una mquina para

    acercarse al muro, y cubiertos con ella, llegaron a una de las torres, de la cual arrancaron

    un sillar; mas encontraron en el hueco un macizo, que en lengua espaola se llama

    laxamaxa, que resista a sus barras y picos y mientras se hallaban ocupados en este

    trabajo cargaron sobre ellos los cristianos, y perecieron los musulmanes bajo la mquina,

    por lo cual la torre se llam de los mrtires, nombre que an hoy en da conserva,

    aunque son pocos los que saben esta ancdota. Al cabo fue conquistada la ciudad en

    Ramadhan del ao 94, el da de la fiesta del Fitr del modo siguiente: cuando sucedi lo

    de los mrtires dijeron los cristianos: "Ya hemos quebrantado las fuerzas del enemigo; si

    hemos de concertar la paz, ningn da ms favorable que ste". Salieron con tal intento,

    y encontraron a Mua con la barba blanca; empezaron a insinursele, exigindole

    condiciones en que l no convena, y se volvieron. Tornaron a salir la vspera de la fiesta

    del Fitr, y como se hubiese alheado la barba y la tuviese roja, dijo uno de ellos: "creo

    que debe ser de los que comen carne humana, o no es s el que vimos ayer". Por ltimo,

    vinieron a verle el da mismo de la fiesta, cuando ya tena la barba negra, y de regreso a

    la ciudad dijeron a sus moradores: "(Insensatos! estais combatiendo contra profetas, que

    se transforman a su albedro y se rejuvenecen. Su rey, que era anciano, se ha vuelto

    joven. Id y concededle cuanto pida". Ajustaron, en efecto, la paz, a condicin de que los

    bienes de los que haban muerto el da de la emboscada, y los de aquellos que haban

    huido a Galicia, fuesen para los muslimes, y los bienes y alhajas de las iglesias para

    Mua; con lo cual, el da de la fiesta del Fitr del ao 94 le abrieron las puertas de la

    ciudad.

    Los cristianos de Sevilla tramaron en tanto una conjuracin contra los

    musulmanes que haba en la ciudad, y habiendo acudido desde la ciudad llamada Niebla

    y la que tiene por nombre Beja, mataron ochenta hombres. Los restantes huyeron a

    Mrida, donde se hallaba Mua ben Nosair, el cual, dueo ya de esta ciudad, mand a su

  • 8

    hijo Abdo-l-Aziz a Sevilla con tropas y ste la reconquist, regresando en seguida.

    A fines de Xawel sali Mua de Mrida para Toledo, y apenas supo Trik su

    prxima llegada sali a recibirle para ofrecerle sus respetos, y le encontr en el distrito

    de Talavera, en un lugar llamado [...]. Al divisarle, apese de su caballo y Mua le di

    con su ltigo un golpe en la cabeza, reprendile griamente por lo que haba hecho

    contra su parecer, y llegado a Toledo le dijo: "Presntame todo el botn que hayas

    recogido y la mesa". Presentla, en efecto, falta de un pie, que le haba arrancado, y

    como le preguntase Mua que dnde estaba respondi: "Nada s, la encontr de esa

    manera". Mua mand que se le hiciese un pie de oro y una caja de hojas de palma,

    dentro de la cual fue colocada. Despus march a conquistar a Zaragoza y dems

    ciudades situadas en esta parte.

    En el ao 95 vino un legado del califa al-Walid, que destituy a Mua, y le hizo

    salir de Espaa con Trik y Moguits, dejando en su lugar, como gobernador de los

    territorios y ciudades a su hijo Abdo-l-Aziz, a quien estableci en Sevilla, ciudad situada

    a la orilla de un gran ro, que no puede pasarse a nado, y que quera hacer estacin naval

    de los musulmanes y puerta de Espaa. All qued, en efecto, Abdo-l-Aziz, partiendo su

    padre con Trik y Moguits [...]

    Ajbar Machma, trad. E. Lafuente, Madrid, 1867, pp.19-31; ed. facsmil, 1984.

    La revuelta berber del 740

    Los berberiscos espaoles, al saber el triunfo que los de Africa haban alcanzado

    contra los rabes y dems sbditos del Califa, se sublevaron en las comarcas de Espaa

    y mataron o ahuyentaron a los rabes de Galicia, Astorga y dems ciudades situadas

    allende las gargantas de la sierra [de Guadarrama], sin que Ibn Qatan tuviese la menor

    sospecha de lo que suceda hasta que se le presentaron los fugitivos. Todos los rabes de

    los extremos del norte de la pennsula fueron impelidos hacia el centro, a excepcin de

    los que habitaban en Zaragoza y sus distritos, porque eran all ms numerosos que los

    berberiscos, y no podan stos acometerles.

    Ajbar Maymua, trad. E. Lafuente, Madrid, 1867, ed. facsmil, 1984, p.48.

  • 9

    La visin cristiana de la irrupcin musulmana

    Quin podr pues narrar tan grandes peligros? Quin podr en numerar desastres

    tan lamentables?. Pues aunque todos los miembros se convirtiesen en lengua, no

    podra de ninguna manera, la naturaleza humana referir la ruina de Espaa ni tantos y

    tan grandes males como sta soport. Pero para contar al lector todo en breves

    pginas, dejandode lado los innumerables desastres que desde Adn hasta hoy caus,

    cruel, por innumerables regiones y ciudades, este mundo inmundo, todo cuanto segn

    la historia soport la conquistada Troya, lo que aguant Jerusalen, segn vaticinio de

    los profetas, lo que padeci Babilonia, segn el testimonio de las Escrituras, y, en fn,

    todo cuanto Roma enriquecida por la dignidad de los Apstoles, alcanz por sus

    mrtires, todo esto y ms lo sinti Espaa, tanto en su honra, como tambin de su

    deshonra, pues antes era atrayente, y ahora est hecha una desdicha.

    "Crnica mozrabe de 754", cap. 6. Ed. J.E. LOPEZ PEREIRA

    El pacto de Tudmir

    En el nombre de Allah, el misericordioso, el compasivo: ste es el escrito de Abd-al-

    Aziz ibn Musa para Tudmir ibn Gandaris; ya que se ha sometido a la paz, que tenga el

    pacto de Allah y su confirmacin, y no se le retrasen sus noticias y sus enviados, y

    que tiene la proteccin de Allah y de su Profeta, de que no se le impondr a nadie

    sobre l ni se rebajar a nadie de sus compaeros para mal, que no sern cautivados, y

    que no se separar entre ellos y sus mujeres y sus hijos; que no se quemarn sus

    iglesias, y que no se les forzar en su religin, y que su paz es sobre siete ciudades:

    Auriola, Mula, Lorca, Balantala, Locant, lyih y Elche, y que no deje de cumplir lo

    pactado, y que no deshaga lo acordado, y que cumpla lo que le hemos impuesto y le

    hemos obligado a cumplir; que no nos oculte noticia que sepa, y que l y sus

    compaeros tienen el impuesto de las parias, que son: para el hombre libre un dinar,

    cuatro almudes de trigo, cuatro de cebada, cuatro medidas de vinagre, una medida de

    miel y una de aceite; y para todos los esclavos, la mitad de esto.

    Atestiguaron esto: Utman ibn Ubayda al-Qurasi, Habib ibn Abi Ubayda al-Quras,

    Sadun ibn Abd Allah al-Rabii, Sulayman ibn Qays al-Tuyibi, Yahya ibn Yamar al-

    Sahm, Bisr ibn Qays al-Lajmi, Yiguis ibn abd Allah al-Azdi y Abu Asim al-Hadli. Se

    escribi en rayab del ao 94.

  • 10

    Ambrosio HUICI MIRANDA, Historia musulmana de Valencia. Novedades y

    rectificaciones. Valencia, 1969. 3 vols. En vol. 1, pgs. 86-87. Publicado por J. A.

    Garca de Cortzar Nueva Historia de Espaa en sus Textos. Edad Media, Pico Sacro,

    Santiago de Compostela, 1975, p. 138.

    Los inicios de la "reconquista": la batalla de Covadonga

    Por aquellos tiempos era prefecto de Asturias, con residencia en Gijn, Munuza,

    compaero de Tariq. Durante su gobierno, cierto espatario de los reyes Vitiza y Rodrigo,

    llamado Pelayo, oprimido por el seoro de los ismaelitas, entr en Asturias con su

    hermana. El prefecto Munuza envi a Pelayo a Crdoba con el pretexto de una legacin,

    pero en verdad, con ocasin de su inters por su hermana. Antes de que regresara el

    antiguo espatario, Munuza, mediante cierto artificio, se uni en matrimonio con la

    hermana de Pelayo; mas cuando volvi ste, en modo alguno quiso consentir tal enlace,

    sino que se apresur a hacer con gran osada lo que ya meditaba acerca de la salvacin

    de la Iglesia. Entonces, el nefando Tariq envi soldados a Munuza para que apresaran a

    Pelayo y lo llevasen a Crdoba encadenado. Llegados a Asturias quisieron cogerle por

    engao y en una aldea llamada Brece supo Pelayo por cierto amigo la decisin de los

    caldeos. Mas como los sarracenos eran muchos, viendo que no poda ofrecerles

    resistencia, se apart de ellos despacio, comenz de repente a correr y lleg a orillas del

    Piloa, que encontr desbordado, pero mediante un adminculo natatorio gan la otra

    orilla sobre el caballo en que cabalgaba y subi a un cerro con lo que los sarracenos

    cesaron de perseguirle. Dirigindose hacia la tierra montaosa, arrastr consigo a

    cuantos encontr camino de una asamblea y con ellos subi a un gran monte llamado

    Aseuva y se refugi en la ladera de dicha montaa, en una cueva que saba era segura y

    de la que mana un gran ro por nombre Deva. Desde ella envi mensajeros a todos los

    astures, que se congregaron en una junta y le eligieron prncipe.

    Enterados de lo ocurrido, los soldados que haban venido para prender a Pelayo

    regresaron a Crdoba y manifestaron a su rey que se haba sublevado el denunciado por

    Munuza. Cuando el rey oy tal noticia, conmovido por furiosa ira, mand salir contra el

    rebelde una hueste innumerable, reclutada en toda Espaa; puso al frente del ejrcito a

    Alqama, su socio, y orden que fuese con ste y sus tropas, Oppas, obispo de Toledo,

    hijo de Vitiza, por cuya traicin haban perecido los godos. Alqama recibi orden de su

    compaero de que si Pelayo no quera aceptar la propuesta del obispo, le apresase por la

    fuerza de las armas y le llevase a Crdoba, y entr en Asturias con un ejrcito de

    187.000 soldados.

    Pelayo estaba con sus compaeros en el monte Aseuva, y el ejrcito de Alqama

    lleg hasta l y alz innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho

    obispo subi a un montculo situado ante la cueva de la Seora y habl as a Pelayo:

  • 11

    "Pelayo, Pelayo, )dnde ests?" El interpelado se asom a la ventana y respondi:

    "Aqu estoy". El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cmo

    hace poco se hallaba Espaa unida bajo el gobierno de los godos y brillaba ms que los

    otros pases por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejrcito de los

    godos, no pudo sostener el mpetu de los ismaelitas, )podrs t defenderte en la cima de

    este monte? Me parece difcil. Escucha mi consejo: vuelve de tu acuerdo, gozars de

    muchos bienes y disfrutars de la amistad de los caldeos". Pelayo respondi entonces:

    )"No leste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Seor llegar a ser como el

    grano de mostaza y que de nuevo crecer bajo la misericordia de Dios?" El obispo

    contest: "Verdaderamente as est escrito". Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza;

    que por este pequeo montculo que ves sea Espaa salvada y reparado el ejrcito de los

    godos. Confo en que se cumplir en nosotros la promesa del Seor porque David ha

    dicho: Castigar con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, (pero no les

    faltar mi misericordia! As pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio

    esa multitud y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca

    del Padre a nuestro Seor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos". El obispo,

    vuelto entonces al ejrcito, dijo: "Acercaos y pelead. Ya habis odo como me ha

    respondido; a lo que adivino de su intencin, no tendris paz con l, sino por la venganza

    de la espada".

    Alqama mand entonces comenzar el combate y los soldados tomaron las armas.

    Se levantaron los fundbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se

    encresparon las lanzas e incesantemente lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las

    maginificencias del Seor: las piedras que salan de los fundbulos y llegaron a la casa de

    la Virgen Santa Mara, que estaba dentro de la cueva, se volvan contra los que las

    disparaban y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la

    palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron stos la fuga, se dividi en dos su hueste, y all mismo fue, al

    punto, muerto Alqama y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron 124.000

    caldeos, y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Asueva y por el lugar

    llamado Amuesa descendieron a la Libana. Pero ni stos escaparon a la venganza del

    Seor; cuando atravesaban por la cima del monte, que est a orillas del ro llamado Deva

    junto al predio de Cosgaya, se cumpli el juicio del Seor: el monte, desgajndose de

    sus cimientos, arroj al ro los 63.000 caldeos y los aplast todos. Hasta hoy, cuando el

    ro traspasa los lmites de su cauce muestra muchas seales de aqullos.

    A. UBIETO ARTETA (ed.), Crnica de Alfonso III, "Textos Medievales", 3, Valencia,

    1961, pp.24-34; Textos comentados de poca medieval (s. V al XII), Barcelona,

    1975, pp.448-453; Textos y documentos de historia antigua, media y moderna

    hasta el s.XVII, Barcelona: Labor, tomo XI, 1993, pp.213-215

  • 12

    Campaas de Alfonso I

    Muerto ste, fue elegido rey por todo el pueblo Alfonso, quien, con la gracia de Dios,

    tom el cetro del reino y consigui dominar siempre la fuerza de los enemigos. Con

    su hermano Fruela dirigiendo el ejrcito tom muchas ciudades. Estas son: Lugo, Tuy

    Oporto, Anegiam, Braga, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Numancia, que ahora

    llaman Zamora, Avila, Astorga, Len, Simancas, Saldaa, Amaya, Segovia, Osma,

    Seplveda, Arganza, Clunia, Mave, Oca, Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos,

    Cenicero y Alesanco, con sus castillos, villas y aldeas. Matando a todos los rabes

    llev consigo a los cristianos a la patria. En ese tiempo se poblaron Asturias,

    Primorias, Libana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, Bardulias, que ahora llaman

    Castilla, y la parte martima. Y Galicia, Alava, Vizcaya, Alaon (Ayala?) y Ordua

    siempre haban sido posedas por sus habitantes, as como Pamplona, Deyo y

    Berrueza (...)

    GOMEZ MORENO, M. "Las primeras Crnicas de la Reconquista: el ciclo de

    Alfonso III", B.R.A.H., T.C., 1952, pp. 615-616.

    Al-Andalus: la revuelta del arrabal

    En 198 (31 de agosto de 813) tuvo lugar en Crdoba la revuelta llamada del arrabal.

    Los hechos pasaron de la manera siguiente: el prncipe omeya reinante Al-Hakam ben

    Hixam casi no se ocupaba ms que en jugar, cazar, beber y otros placeres semejantes

    y, por otra parte, la ejecucin de muchos de los principales habitantes de la ciudad le

    hicieron odioso a la poblacin, que era injuriada y maltratada por los mercenarios del

    emir.

    El desorden lleg a tal punto que, cuando se convocaba a la plegaria, el populacho

    gritaba :"Ven a rezar, borracho, ven a rezar!", y cuando alguno lanzaba esta injuria,

    los otros aplaudan. Entonces, Al-Hakam comenz a rodear Crdoba con un recinto

    fortificado, guarnecido de zanjas: acuartel la caballera en la puerta de su palacio,

    donde haba siempre una tropa armada, y aument el nmero de sus mamelucos.

    Todas estas precauciones no hicieron ms que que acrecentar el odio de la poblacin,

    que estaba persuadida de que quera vengarse de todas sus afrentas. Enseguida

    estableci el impuesto del diezmo sobre las mercaderas, impuesto que habra de

    cobrarse cada ao sin remisin, lo que fue mal visto por el pueblo. Al-Hakam se

    apoder de diez de los prncipales exaltados y les hizo ejecutar y crucificar, con lo

    que dio ocasin de clera a las gentes del arrabal. Adase a todo esto que un

    mameluco del prncipe llev su espada a casa de un bruidor para hacerla limpiar, y

    como ste la remitiera a su dueo ms tarde de lo convenido, el mameluco tom la

  • 13

    espada y golpe con ella al obrero hasta dejarle muerto. Ocurri esto en Ramadan (abril-mayo del 814) del ao referido.

    Las gentes del arrabal meridional empuaron los primeros las armas, y todos los

    otros arrabales les siguieron. El "chund", los omeyas y los esclavos negros se

    concentraron en el palacio y Al-Hakam procedi a la reparticin de los caballos y de

    las armas, as como a la reunin de sus compaeros.

    Se entabl la lucha y fue favorable a las gentes del arrabal, que cercaron el palacio.

    Entonces Al-Hakam descendi de la terraza donde se encontraba y fue, a caballo y

    armado, a reanimar el valor de los suyos, que se batieron a su vista con

    encarnizamiento (...)

    Al-Hakam consult con Abd al-Qarim ben Abd al-Wahid ben Abd al-Mugayth, su

    ltimo confidente, quien le aconsej clemencia. Tal fue el partido que tom el

    prncipe, a pesar del dictamen contrario emitido por otro, y perdon a los rebeldes,

    pero con amenaza de muerte y crucifixin para todos los habitantes del arrabal que no

    hubiesen partido del arrabal en el plazo de tres das. Los sobrevivientes salieron a

    escondidas, expuestos a toda clase de penas y humillaciones, llevando lejos de

    Crdoba a sus mujeres, sus hijos, sus riquezas de ms fcil transporte. Los soldados y

    malhechores estaban en acecho para saquearles y mataban a quienes osaban resistir.

    Terminado el plazo de tres das, Al-Hakam di orden de respetar a las mujeres, a las

    que reuni en el mismo lugar, e hizo destruir el arrabal meridional (de Secunda) (...)

    BEN AL-ATHIR, "Kamil fi-l-Tarif", segn versin francesa de Fagnan, pp. 165-177.

    Recoge J.L. MARTIN, "Historia de Espaa. Alta Edad Media", Historia 16, Madrid,

    1980, p. 50.

    La fundacin de Oviedo por Alfonso II

    Por lo dems, el rey Alfonso, como fuese de mucha castidad de alma y de cuerpo,

    mereci obtener del seor un arca conteniendo diversas reliquias de santos. La cual

    arca, amenazando, por ventura, el terror de los gentiles, en lo antiguo fue transportada

    en un navo desde Jersalem, permaneci por espacio de algn tiempo en Sevilla, y

    luego, durante cien aos, en Toledo. Como otra vez oprimiesen los moros cuando ya

    nadie se les resista, los cristianos arrebataron secretamente el arca de Dios y por

    sitios excusados llegaron hasta el mar, y puesta all en una nave, guindolos Dios

    abordaron el puerto de Asturias, cuyo nombre es Subsalas, por aquello de tener cerca

    y encima la regia ciudad de Gijn.

    Ms el rey Alfonso, luego que se vi divinamente enriquecido con gran dvida, en

    lugar de la prdida Toledo, decret fabricar una sede para la venerable arca. Para

    realizar este plan, dejadas las otras atenciones y ansindolo ms y ms cada da, desde

  • 14

    entonces por espacio de treinta aos fabric una iglesia en Oviedo de admirable obra, en honor de San Salvador, y en ella, a los lados derecho e izquierdo del altar mayor,

    construy dos grupos de a seis altares dedicados a los doce Apstoles. No menos

    llev a efecto un santuario de la bienaventurada madre de Dios y virgen Mara, con

    pareja estructura y tres cabeceras. Hizo tambin una baslica de Santa Leocadia,

    cubierta con obra de bveda, sobre la que se hiciese una cmara, donde en el lugar

    ms excelso fuese adornada por los fieles el arca santa. Y adems fund con bella

    obra una iglesia del bienaventurado mrtir de Cristo, Tirso, en el mismo recinto.

    Edific, a distancia de un estadio de la iglesia de San Salvador, un templo de los

    santos Julin y Basilisa, adjuntndole a uno y otro lado capillas dispuestas en

    admirable composicin.

    Por cierto que si llegase a ennumerar uno por uno los ornamentos de dicha cmara,

    disertacin tan prolija me llevara desviado harto lejos de lo que empec. Ms por la

    magnitud del milagro, la anglica cruz sea sacada a plaza. Pues como cierto da el

    susodicho Alfonso, rey casto y piadoso, tuviese por acaso en la mano cantidad de

    esplenddisimo oro y algunas piedras preciosas, comenz a pensar como poda ser

    hecha una cruz con ello para servicio del altar del Seor. As, estando en este santo

    propsito, despus de la participacin del cuerpo y sangre de Cristo, segn costumbre,

    ya enderezaba sus pasos hacia el palacio real por causa de la comida, llevando el oro

    en la mano, cuando he aqu que se le aparecieron dos ngeles en figura de peregrinos,

    fingiendo ser artfices, el cual, al momento, les entreg el oro y las piedras,

    sealndoles mansin donde sin impedimento de hombres pudiesen trabajar. Lo

    dems parece cosa maravillosa e inusitada, despus de los Apstoles hasta nuestros

    tiempos; porque vuelto sobre s el rey en la misma corta espera de la comida, inquiere

    a qu personas diera el oro, y al punto comenz a enviar un agente tras otro para que

    observasen qu hacan los desconocidos artfices. Ya los servidores se acercaban a la

    casa del taller, cuando de improvisto tanta luz hizo resplandecer el interior de toda la

    casa, que, por decirlo as, no fbrica humana, sino la salida del sol pareca por la

    extremada claridad. Pero mirando hacia dentro por una ventana los que haban sido

    enviados, (vieron que) idos los anglicos maestros, la cruz sola, llevada a cabo y

    puesta en medio, irradiaba como un sol en aquella casa; por donde abiertamente

    consta entenderse que ella fue hecha por divina y no humana aplicacin. Lo que

    oyendo el devotsimo rey, dejado el servicio de mesa, corri con incansable paso, y

    dando gracias a Dios con loores e himnos por tan gran beneficio, segn cumpla, puso

    reverentemente dicha venerable cruz sobre el altar de San Salvador.

    Ed. M. GOMEZ MORENO, "Introduccin a la Historia Silense con versin

    castellana de la misma y de la crnica de Sampiro", Madrid, 1921, pp.82-84.

    Concesiones de Fernn Gonzlez, conde de Castilla

    Yo, Fernn Gonzalez, por la gracia de Dios conde de toda Castilla, junto con mi

    mujer la condesa Sancha, para remisin de nuestros pecados y remedio de nuestras

    almas (...) en honor de San Millan (...) y de ti, padre espiritual abad Fortunio, y de

    todos los clrigos sujetos a ti, que da y noche sirven all a Cristo. Por tanto,

  • 15

    ofrecemos, damos y confirmamos en la villa de Salinas la cuarta parte, integra y libre, con salidas y entradas, con comunidad de pasto, con los habitantes de aquella villa,

    pero libre e ingenua de todo servicio real o de potestad y de entrada de sayn. Y no

    tengan homicidio ni fonsado segn costumbre, y nadie sea sometido por ningn

    crimen a la potestad de aquella villa. Y os concedemos las fuentes de sal al tercer da,

    y de la albara que deben al conde de la tierra, os concedemos que tengas libres III de

    ellas por semana y que tanto el monasterio como las decanas lleven sal cuando

    quieran. Y las eras de sal de San Milln sean libres de autoridad del conde. Asimismo,

    os concedemos tal facultad, que todo lo que adems de esto podis obtener por

    donacin o por compras los poseis libre y firmemente por todos los siglos, amn.

    Esta donacin, juntamente con nosotros, la prueban y confirman las villas de :

    Villanueva, Fuentes, Olisares, Villacn y tambin terrazas y Villambrosa (...)

    Hecha la carta en la era de DCCCC. LXXX. III, V calendas de febrero.

    Yo, pues, Fernando, conde, con mi compaera Sancha, que quisimos hacer este

    testamento, pusimos nuestras seales y presentamos testigos (...)

    UBIETO ARTETA, A., "Cartulario de San Milln de la Cogolla (759-1076)",

    Valencia, 1976, n 36, pp. 49-50.

    .

    Abd al-Rahman III se nombra califa (316 H/929)

    En este ao orden al-Nasir li-din Allah que se le llamase en las cartas a l dirigidas y

    se le invocase en los plpitos con el ttulo de "Prncipe de los Creyentes", por cuanto

    era digno de esta denominacin, que en realidad era slo suya, y en cualquier otro

    plagiada y postiza. Vistise, pues, dicho ttulo en este momento como tnica

    adecuada a su dignidad y como herencia .... a l .... [borrado]

    En este sentido, el sbado da 2 de du-l-hiyya de este ao [= 17 enero 929], fueron

    despachadas cartas suyas dirigidas a los ummal de sus diferentes provincias,

    conforme a una redaccin nica. He aqu la copia de una de estas cartas:

    En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.

    Bendiga Dios a nuestro honrado profeta Mahoma.

    Los ms dignos de reivindicar enteramente su derecho y los ms merecedores de

    completar su fortuna y de revestirse de las mercedes con que Dios Altsimo los ha

    revestido, somos nosotros, por cuanto Dios Altsimo nos ha favorecido con ello, ha

    mostrado su preferencia por nosotros, ha elevado nuestra autoridad hasta ese punto,

    nos ha permitido obtenerlo por nuestro esfuerao, nos ha facilitado lograrlo con

    nuestro gobierno, ha extendido nuestra fama por el mundo, ha ensalzado nuestra

    autoridad por las tierras, ha hecho que la esperanza de los mundos estuviera pen-

    diente de nosotros, ha distuesto que los extraviados a nosotros volvieran y que

  • 16

    nuestros sbditos se regocijaran por verse a la sombra de nuestro gobierno (todo ello por la voluntad de Dios; loado sea Dios, otorgador de los beneficios, por el que nos ha

    otorgado, pues merece la mxima loa por la gracia que nos ha concedido). En

    consecuencia, hemos decidido que se nos llame con el ttulo de Prncipe de los

    Creyentes, y que en las cartas, tanto las que expidamos como las que recibamos, se

    nos d dicho titulo, puesto que todo el que lo usa, fuera de nosotros, se lo apropia

    indebidamente, es un intruso en l, y se arroga una denominacin que no merece.

    Ademas, hemos comprendido que seguir sin usar ese ttulo, que se nos debe, es hacer

    decaer un derecho que tenemos y dejarse perder una designacion firme. Ordena, por

    tanto, al predicador de tu jurisdiccin que emplee dicho ttulo, y salo tu de ahora en

    adelante cuando nos escribas. Si Dios quiere.

    En consecuencia, y conforme a estas ordenes, el predicador de Crdoba comenz a

    hacer la invocacion en favor de al-Nasir li-din Allah, dndole el ttulo de los

    Creyentes, el dia 1 de du-l-hiyya de este ao [= 16 enero 929]. Fu ste el primer

    sermon en que se le dio ese titulo, que empez a llevar con mejor derecho que los

    dems que se lo arrogaban, y que luego siguieron usando los Califas descendientes

    suyos. Dios concede su gracia a quien quiere

    E Levi Provenal y E.Garca Gmez, Una crnica annima de Abd al-Rahman III al-

    Nasir, editada por primera vez y traducida, Madrid, 1950. En Textos y documentos

    de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVIII, Historia de Espaa,M.

    Tun De Lara,, dir. tomo XI, Barcelona, 1984

    Opiniones de Averroes sobre las mujeres andaluses

    Nuestro estado social no deja ver lo que de s pueden dar las mujeres. Parecen

    destinadas exclusivamente a dar a luz y amamantar a los hijos, y este estado de

    servidumbre ha destruido en ellas la facultad de las grandes cosas. He aqu por qu no

    se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales: su vida transcurre como

    la de las plantas, al cuidado de sus propios maridos. De aqu proviene la miseria que

    devora nuestras ciudades porque el nmero de mujeres es doble que el de hombres y

    no pueden procurarse lo necesario para vivir por medio del trabajo.

    Trad. Ribera: "Disertaciones y opsculos", Tomo I, p. 348. Recoge J.L. MARTIN,

    "Historia de Espaa," 3, Alta Eadad Media, Madrid, 1980, p. 78.

  • 17

    Historia de los jueces de Crdoba

    Yo presenci cierto da una audiencia de Amr ibn Abd Allah, en la mezquita que

    estaba cerca de su domicilio, y le vi sentado haciendo justicia en medio de la gente;

    llevaba un vestido "mashrikab". Hallbase sentado en un ngulo de la mezquita,

    rodeado de los que iban a pedirle audiencia (...) En el ngulo opuesto de la mezquita

    se encontraba Mu'min ibn Sa'id, el cual tena alrededor suyo un corro de jvenes

    estudiantes que iban a recitar versos y a aprender literatura. Los jvenes que asistan a

    la clase de Mu'min tuvieron un altercado por no s qu motivo; uno de ellos lanz un

    zapato contra su compaero y, despus de pegarle a ste, vino a caer el zapato en

    medio del crculo donde el juez daba audiencia. Los presentes creyeron que el juez, al

    ver el desacato, se pondra seguramente furioso; sin embargo, no hizo otra cosa que

    decir: "Estos chicos nos molestan".

    (...)

    Jalid ibn Sa'd dice que Abd Allah ibn Qasim le refiri que su padre le haba contado

    lo siguiente: Me encontr en cierta ocasin con el juez Muhammad ibn Sulma y me

    pidi que le comprara un alquicel barragn. Y aade Abd Allah: mi padre me mand

    que bajara a la calle de los Paeros, a buscar el alquicel. Baj y le compr un alquicel

    por veinticuatro donares y medio; y se lo llev a mi padre, el cual se lo trajo

    personalmente al juez. A ste le agrad y dijo: "Cunto te ha costado?". "A ti te

    cuesta contestle diez dinares". El juez, creyendo que ese era el precio que haba costado, le entreg los diez dinares. Pero unos momentos depus vino a ver a mi

    padre Abu Yahya, el inspector de los habices, y le dijo :"El juez te saluda y te ruega

    que tomes el alquicel y que le devuelvas los diez dinares, porque necesita ahora ese

    dinero para otros gastos y no necesita el alquicel". "Yo le dar el dinero que ahora

    necesita respondi mi padre no queriendo tomar el alquicel y que lo utilice hasta que le sea fcil devolvrmelo". Pero el inspector de habices se neg a aceptar, porque

    el juez haba dicho: "Yo no puedo aceptar eso": Y al preguntarle mi padre qu es lo

    que le haba obligado a devolver el alquicel, el juez, que ya haba sabido cul era su

    verdadero precio, no quiso aceptar y dijo: "Yo crea que el precio del alquicel era de

    diez dinares, que es la cantidad que yo d; pero cuando he sabido que el alquicel vale

    ms, ya no lo quiero. Me sabe mal, muy mal, que otros carguen con el gasto que slo

    a mi corresponde".

    AL-JUSHANI, "Kitab al-qudat bi-Qurtuba", adaptacin de la trad. castellana de J.

    RIBERA, "Historia de los jueces de Crdoba por Aljoxan", Madrid, 1914, pp. 148-

    149 y pp. 203-204.

  • 18

    Al-Andalus: mercado de esclavos

    Un hombre de mundo me hizo venir cierto da a su casa para que le redactara el acta

    de compra de una sierva muy bonita que haba adquirido. Le ped su "istibra" y ni la

    tena, ni el vendedor saba de qu se trataba. Le dije :"la sierva tendr que permanecer

    en casa de una mujer digna de toda confianza, sobre la que os pongis de acuerdo, o

    de un hombre de bien, religioso y creyente, que viva con su esposa, hasta que pueda

    certificar el efectivo cumplimiento del retiro legal".

    (...)

    Fraudes y engaos de estos mercaderes son el vender esclavos de determinada

    categora como si fuesen de otra y los de una raza por otra.

    Se ha hablado mucho de las razas, estampas y naturaleza de los esclavos, de lo que

    conviene a cada clase, haciendo toda suerte de discursos sobre el particular. Dicen

    que la sierva berber (es la ideal para proporcionar) voluptuosidad, la rumiyya, para el

    ciudado del dinero y de la alacena,la turca para engendar hijos valerosos, la etope

    para amamantar, la mequ para el canto, la medinesa por su elegancia y la iraqu por

    lo incitante y coqueta.

    En cuanto a los varones, el hind y el nubio (son apreciados) como guardianes de las

    personas y bienes, el etope y el armenio para el trabajo y el servicio, produciendo

    beneficios (a su dueo), el turco y el eslavo para la guerra y cuanto requiere valor.

    Las bereberes son de natural obediente, las ms diligentes (se destinan) al trabajo, las

    ms sanas para la procreacin y el placer y las ms bonitas para engendrar; les siguen

    las yemenes a quienes se parecen las rabes. Los nubios suelen ser de natural

    obedientes a sus amos, como si hubieran sido creados para la esclavitud, pero son

    ladrones y poco de fiar. Las hindes no soportan la humillacin, cometen los mayores

    crmenes y se mueren con facilidad. Las etopes tienen la naturaleza ms dura que

    Allah haya creado y son las ms sufridas para las fatigas, pero les hieden las axilas, lo

    cual generalmente impide que se las tome. Las armenias son bellas, avaras y poco

    dciles al hombre.

    (...)

    Uno de los fraudes ms famosos y tretas conocidas (de los vendedores de esclavas)

    estriba en que tienen unas mujeres arteras, de belleza sin par y admirable hermosura

    que dominan la lengua romance y parecen rumes. Cuando comparece alguien que no

    es del lugar y les pide una hermosa esclava recin importada de los paises cristianos,

    (el comerciante) se compromete a encontrrsela pronto (...) Mientras tanto, el

    comerciante se ha preparado un cmplice (que responda) de la identidad de la esclava,

    asegurando que es su dueo, quien tiene que recibir su importe y demuestra con

    documentos que la ha comprado en la Marca Superior. El cliente paga a gusto un

    elevadsimo precio porque es recin importada y quiere llevarsela (inmediatamente).

    En cuanto se ha cerrado el trato ambos (cmplices) se reparten el importe con la

  • 19

    esclava.

    AL-SAQATI, "Kitab fi adab al-hisba", Adaptacin de la trad. castellana de P.

    CHALMETA en "Al-Andalus", 1968, XXXIII, fasc. 2, pp. 370-371, 374-375 y 383-

    384.

    Los orgenes del reino de Pamplona

    En la era 943 surgi en Pamplona un rey de nombre Sancho Garcs. Muy unido a la

    fe de Cristo fue hombre devoto, piadoso entre todos los fieles y misericordioso entre

    los catlicos. Que ms? En todas las circunstancias consigui ser el mejor. Luchando

    contra los islamitas, caus muchos estragos entre los sarracenos. Tambin tom bajo

    su tutela todos los castillos sitos entre Cantabria y la ciudad de Njera. Ciertamente

    posey la tierra de Deyo, con todas sus fortalezas. Adems puso bajo su autoridad la

    "Arba" pamplonesa. Tambin tom toda la tierra aragonesa con sus castillos.

    Finalmente expulsados todos los malvados, en el ao XX de su reinado abandon el

    mundo. En la era 963 fue sepultado en el prtico de San Esteban. Reina con Cristo en

    el cielo.

    Tambin su hijo, el rey Garca, rein treinta y cinco aos. Fue benigno, caus

    muchas carniceras entre los sarracenos y as muri en la era 1008. Fue enterrado en

    el castillo de San Esteban.

    Tambin su hijo el rey Sancho, reino sesenta y cinco aos. Fue benigno con todos,

    beligerante con los sarracenos y protector y amigo de los monjes. Falleci en la era

    1073. Fue sepultado en el monasterio de Oa.

    Tambin su hijo, el rey Garca, rein veintin aos. En la era 1092 fue muerto en

    Atapuerca. Fue sepultado en Njera.

    "Genealogas de Roda". Ed. J.M. LACARRA, "Textos navarros del Cdice de Roda".

    Recoge, M.RIU, "Textos comentados de poca medieval (siglos V al XII)", Barcelona,

    1975, pp.501-503.

    La reforma militar de Almanzor (siglo XI)

    Abrigaba al-Mansur el temor de que sus tropas regulares, las cuales formaban al

    principio un grupo homogneo, se pusieran de acuerdo para tratar de arruinar su

    podero, o se coaligaran para resistirle, cuando les ordenaba algo que habran de

    cumplir de buena o mala gana. Tras de examinar este hecho con ojos bien despiertos,

    lleg a la conclusin de que sus tropas deberan estar compuestas de gentes de

  • 20

    diferentes tribus y de elementos heterogneos, para que, si uno de los grupos intentaba rebelarse, pudiera reducirlo apoyado en los dems. Por otro lado, senta la

    necesidad de reformar su ejrcito y acrecentarlo con el mayor nmero posible de

    soldados, para poder penetrar en territorio enemigo y sembrar en l la

    20mpez20n20 cuando quisiese.

    Movido por estas razones, hizo venir a al-Andalus aquellos seores, guerreros y

    soldados berberes de cuyo espritu militar y valor tenia noticia. Al mismo tiempo,

    difundida entre las gentes la noticia de la guerra santa, acudieron a reunirse con l

    desde la Berberia oriental caballeros cuyas hazaas, virtudes y valenta son harto

    notorias, y con los cuales pudo al-Mansur organizar contra los cristianos campaas en

    las que ellos formaban el ncleo ms slido del ejrcito; ncleo en el que, llegado el

    momento del combate y del encarnizamiento de la lid, 20mpez depositar mayor

    confianza. Entre estos jefes berberes, de los que tenan una inteligencia ms sutil y

    unas miras mas elevadas eran nuestro to abuelo Zawi ibn Ziri, y, tras l, su sobrino

    Habus ibn Maksan ( Dios est satisfecho de entrambos ). Ellos daban siempre su

    opinin, cuando se les consultaba en los asuntos, y, adems, tenan jurisdiccin sobre

    los dems elementos del ejrcito, que les estaban subordinados.

    Fue de esta suerte como Ibn Abi Amir llev a cabo su reforma militar, realz el

    prestigio del Califato, subyug a los politestas y exhort a todos los musulmanes a

    participar en sus campaas. Los sbditos de las tierras de al-Andalus se declararon,

    sin embargo, incapaces de participar en ellas, haciendo valer ante Ibn Abi Amir que

    no se hallaban preparados para combatir y, por otra parte, que su participacin en las

    campaas les impedira cultivar la tierra. No eran, en efecto, gente de guerra, y, en

    vista de ello, Ibn Abi Amir los dej emplearse en la 20mpez20n20 del suelo, a

    cambio de que todos los aos, previo acuerdo y a 20mpez20n20n de todos ellos, le

    entregasen de sus bienes los subsidios necesarios para equipar tropas mercenarias que

    los sustituyesen. Les fij, pues, tributos, ingres en las cajas del Tesoro aquellas

    sumas que le entregaban las gentes, y les sac [todo el dinero que 20mpez darle],

    con lo cual equip su ejrcito. Dichos tributos continuaron pesando sobre los

    andaluces [laguna] e Ibn Abi Amir pudo as lograr el fin que se 20mpez propuesto, como ya hemos explicado.

    Hasta entonces la poblacin haba podido vivir tranquilamente, sin mas que pagar el

    azaque sobre sus bienes, ya consistiesen en numerario, o en cereales o en ganado;

    azaque que era distribuido entre los menesterosos de cada localidad, sin que los

    gobernantes tomasen nada de l, a no ser para el sostenimiento de los ejrcitos y la

    organizacin del gobierno, sin los cuales nada subsistira en el mundo, porque si los

    soberanos no protegiesen y defendiesen a sus sbditos, ni fortificasen sus Estados,

    entonces los sbditos no encontraran gusto a la vida ni les sera agradable vivir fijos

    sobre un determinado territorio. Todo iba, pues, perfectamente en el pas, donde

    reinaban el orden y el bienestar. Al-Andalus, tanto en lo antiguo como en lo moderno,

    ha sido siempre un pas de sabios, 20mpez20n y gentes de religin, que eran a

    quienes estaban confiados todos los negocios, salvo lo concerniente al squito,

    esclavos y mili-cias del soberano. Poda ste sacar dinero a los unos y drselo a los

    otros, con objeto de constituir un ejrcito y elegirlo entre lo mejor para ofrecer a los

    musulmanes la conveniente defensa, tanto mas cuanto que tales sumas que le

    entregaban no pesaban sobre los bienes races ni sobre las ganancias de sus sbditos,

    y estaban destinadas nicamente a velar por el inters de los musulmanes. Las

  • 21

    injusticias de que stos 21mpez ser victimas, asi como las diferencias que 21mpez surgir, y en general todos los litigios, se 21mpez21n conforme a la Zuna y eran de

    la competencia del cadi del lugar.

    Cuando concluy la dinasta 21mpez y la poblacin se quedo sin imam, cada caid se

    alzo con su ciudad o se hizo fuerte en su castillo, luego de prever sus posibilidades,

    formarse un ejrcito y constituirse depsitos de vveres. No tardaron estos caides en

    rivalizar entre si por la 21mpez21n de riquezas, y cada uno 21mpez a codiciar los

    bienes del otro. Ahora bien: si es difcil de resolver un asunto entre dos personas,

    cunto ms no haba de serlo entre mltiples soberanos y pasiones contradictorias?...

    [laguna de tres lneas ilegibles por la humedad] en virtud de un decreto previo establecido por la voluntad de nuestro Seor, que carece de asociado.

    Abd Allah, El siglo XI en 1 persona, Madrid, 1980, 81-84. En Textos y documentos

    de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVIII, Historia de Espaa, M.

    Tun De Lara, dir., tomo XI, Barcelona, 1984

    El reparto de los dominios de Sancho III de Navarra

    l.- Tambin el rey Sancho III mereci disfrutar largo tiempo y con felicidad de la

    compaa de sus hijos, a los que en vida, con gran benignidad, reparti entre ellos sus

    reinos. A su primognito Garca lo puso al frente de los pamploneses; a Fernando, el

    preferido de su padre le encarg el gobierno de la blica Castilla; a Ramiro, que haba

    nacido de concubina, le di Aragn, que era el reino ms alejado de todos sus

    territorios, sin duda para que ante los ojos de los otros hermanos, el ser desigual en el

    linaje materno, no fuera igual en la herencia de sus estados.

    2.- Entonces, unos asesinos, parientes suyos, mataron al infante Garca, pues ste era

    merecedor de tal venganza. Seguidamente, Sancho III se llev consigo a la infanta

    Sancha, a la cual devuelve a Castilla, intenta casarla con su hijo primognito Ramiro,

    el que haba nacido de una noble seora de Ayvar, pero los castellanos se oponen con

    toda razn. La infanta Sancha, tres aos ms tarde, y con el beneplcito de su

    hermano Vermudo, cuando ya tena 18 aos, cas con el infante Fernando, hijo menor

    de Sancho III, nacido de su matrimonio con Urraca. Vermudo entreg a Fernando el

    condado de Castilla.

    (...)

    El rey Sancho III tuvo una larga vejez, y cuando su hijo, el rey Garca hubo

    regresado de la ciudad de Roma, muri a consecuencia de una enfermedad en el ao

    1073. Su hijo Fernando lo enterr, con todos los honores que le eran debidos, en el

  • 22

    monasterio de Oa.

    "Crnica Najerense". Estudio preliminar, edicin crtica e ndices por A., UBIETO

    ARTETA. Textos medievales, 16, Valencia 1966, p. 91.

    Arancel de los portazgos de Jaca y Pamplona otorgado por Sancho Ramrez

    (segunda mitad del s.XI)

    Esta es la carta que yo Sancho rey, hijo de Ramiro, ordeno hacer sobre aquellos

    portazgos de Jaca y de Pamplona segn acostumbraron mis antecesores.

    Que los aduaneros [portagerii] tomen:

    - De trapo de lana, de treinta codos, uno.

    - De quince capas, una.

    - De tela de Brujas y de escarlata y de galabrun et de camsil un sueldo y medio.

    - De tela de constantinopla, sueldo y medio.

    - De amato, de prpura, de tiraces, ocho dineros.

    - De pigmento, y metales, y colores, de treinta libras, una.

    - De treinta espadas, una. De loriga y moro cautivo, doce dineros.

    - De lino para hilar, y de hierros y cuchillos y lanzas, diez dineros.

    - De treinta mancusos de oro de Scilla, doce dineros.

    - De tela de lino, de diez codos, uno.

    - De asno y yegua y buey, dos dineros.

    - De carne de cerdo, tres miajas.

    - De caballo de castilla, doce dineros.

    Y esto es del mercado.

    Al peregrino [romero] no le cobren nada. Y de tres capas de romero no cobren nada.

    Y si fueren tres compaeros que llevan un fardo para su vitico o siete compaeros,

    los aduaneros no cobren nada. Y si fueran romeros mercaderes que llevan fardos,

  • 23

    psese a la ida y a la vuelta y de esto no reciban nada. No obstante del resto, que los aduaneros reciban lo que fuere justo.

    De manto y pellizn vario y pardo y azingab, un sueldo y medio.

    De las minucias que los mezquinos romeros llevan para su viaje, que los aduaneros no

    reciban nada.

    Condes y obispos y abades y buenos hombres no paguen

    Publica LACARRA Jos M. : "Un arancel de aduanas del siglo XI", Pirineos

    (Zaragoza, 1952), pgs. 21-36, apndice documental. Traduce Juan F. UTRILLA.

    Batalla y victoria de Sagrajas

    Permanecimos algunos das en Badajoz hasta saber de cierto que Alfonso vena a

    nuestro encuentro con su ejrcito y con el pensamiento de que derrotara a nuestras

    fuerzas, por no tener cabal noticia de su importancia. El destino le impuls a penetrar en

    territorio musulmn y a alejarse de sus dominios. Nosotros lo aguardbamos delante de

    la ciudad, porque, si quedbamos victoriosos, todo ira bien, y, si no, tenamos detrs la

    ciudad como asilo y fortaleza a que acogernos. Todo esto haba sido perfectamente

    dispuesto por el Emir de los musulmanes, por preferir que el encuentro fuese en aquella

    comarca, sin necesidad de internarse en tierras cristianas; tanto ms cuanto que los

    almorvides, acabados de llegar a al-Andalus, ni siquiera distinguan a sus aliados de sus

    adversarios. Esperaba, adems, el Emir que el rey cristiano, al no encontrar oposicin en

    el camino, siguiera su avance, y que Dios evitara a los creyentes el combate hasta que

    "las cosas le mostrasen su verdadera faz". El rumor que corra era que el Emir se estaba

    quieto por una dolencia que le haba acometido, pues de no ser por eso -se deca- ya

    estara por tierras enemigas, sometindolas. El rey cristiano, entre tanto, avanzaba, lleno

    de fatuidad, sin pararse a pensar que poda ser vencido y que, en caso de serlo, se vera

    lejos de sus tierras, expuesto a ser aniquilado por la espada, y que, en todo caso, siempre

    tendra el inconveniente del mucho camino y de la larga distancia.

    No tard Alfonso, por mediacin de Ibn al-Aftas, en enviar al Emir de los

    musulmanes el siguiente mensaje: "Aqu me tienes, que he venido para encontrarme

    contigo, y t, en cambio, te ests quedo y te escondes en las cercanas de la ciudad". No

    qued, pues, ms remedio que avanzar un tanto, para que nuestras tropas estuvieran ms

    cerca de l. Los dos soberanos convinieron en fijar el encuentro para un da determinado.

    Entre uno y otro campament no haba ms que unas tres millas.

    Confiados los musulmanes en la fijacin de la fecha, estaban descuidados. Fue lo

    mejor que pudo ocurrir, porque si los dos bandos hubieran avanzado uno contra el otro,

  • 24

    se hubieran separado con la prdida de la mayor parte del ejrcito musulmn, como suele ocurrir siempre que se conviene de antemano la fecha del combae.

    Afortunadamente, el ejrcito cristiano avanz por sorpresa, cuando los musulmanes no

    estaban preparados. Este ataque imprevisto les permiti imponerse en el primer

    momento y echar su veneno en nuestro campo, en el que perecieron algunos

    musulmanes que no pudieron defenderse; pero apenas cundi la alarma por el ejrcito

    muslim y los musulmanes montaron a caballo para hacer frente a los cristianos, cuando

    stos se sintieron cansados, por el peso de las armas y por la larga distancia recorrida.

    Los musulmanes los persiguieron a filo de espada y murieron muchos de sus soldados,

    que quedaron sembrados en el camino. Entre los muertos en combate o de muerte

    natural, lo haba que haban cado abrumados por el peso de las armas. Si la batalla

    hubiese sido como estaba prevista, es decir, ponindose ambos bandos frente a frente y

    acometindose en un encuentro regular, los dos ejrcitos hubieran perdido la mayor

    parte de sus soldados, como es fuerza que ocurra; pero Dios se mostr benvolo con sus

    siervos, y fueron muy pocos los musulmanes que perecieron. El Emir de los

    musulmanes tom la vuelta de Sevilla, sano, salvo y victorioso.

    El siglo XI en primera persona. Las "memorias" de Abd Allah, ltimo rey zir de

    Granada, destronado por los almorvides (1090), trad. E. LVI-PROVENAL,

    E. GARCA GMEZ, Madrid: Alianza ed., 1982, pp.202-203

    Fuero de Seplveda (1076)

    En el nombre de la Santsima Trinidad, en el nombre del padre, del Hijo y del

    Espritu Santo. Amn. Yo el rey Alfonso y mi esposa Ins. Plgonos a Nos y as lo

    convenimos, siguiendo nuestra propia voluntad y libres de toda coaccin u obligacin,

    confirmar a Seplveda el fuero que tuvo en la poca de mi abuelo y en tiempos de los

    condes Fernn Gonzlez y Garca Fernndez, relativo a sus trminos, a sus

    procedimientos judiciales, plazos y prendas, a sus pobladores y, en general, a todos los

    derechos forales que tuvieron en poca de mi abuelo y de los susodichos condes.

    Yo, el rey Alfonso y mi esposa Ins, confirmamos el texto foral que aqu hemos

    odo en la integridad de su letra.

    1. Estos son los trminos: desde Pirn hasta Soto de Salcedn y desde

    Requejo de la Moina hasta Castro de Frades y desde Fuente Tejuela en lnea con

    Serrezuela hasta El Linar del Conde y, luego, ro Aza arriba en direccin a la sierra hasta

    Aylln.

    2. Bien sean estos cualesquiera quienes les demanden en juicio o bien sean

    los propios sepulvedanos quienes hagan la demanda, en Ribilla Consejera debern tener

  • 25

    medianedo, como es tradicin.

    3. Yo, rey Alfonso, concedo y otorgo a los hombres de Seplveda este

    trmino: desde Lozoya hasta aqu cuanto perteneca a Buitrago todo se lo entrego,

    rubrico y confirmo para siempre. Testigos: Alvar Hernndez, Ferrando Garca, Alvar

    Daz de Cspedes.

    4. Si alguien tuviere pleito con persona alguna de Seplveda, el de

    Seplveda podr declarar contra infanzones o villanos, excepto en el caso de que fuere

    vasallo del rey.

    5. Y quienes quisieren tomar prenda en Arequa o en otro lugar antes de

    acudir ante el juez, debern pagar LX sueldos en multa y duplicarn las prendas.

    6. Que nadie se atreva a tomar prenda en sus propias aldeas y si tomare

    prenda bien contra derecho o con derecho deber duplicar la fianza y pagar LX sueldos.

    7. Y presten cuatro veces alkazavias, kinneiras, retrovatida y vigilancias, y

    de sus uintas y de todas sus penas pecuaniarias la sptima parte.

    8. Y no paguen portazgo en ningn mercado.

    9. Y si alguna persona quisiere ir a Seplveda, nadie ose tocar su casa

    durante unmes.

    10. Y si alguna persona de Seplveda diere muerte a otra de algn lugar de

    Castilla pague la octava parte.

    11. Y si alguna persona de algn otro lugar de Castilla diere muerte a algn

    hombre de Seplveda pague segn su propio fuero.

    12. Quien diere muerte a merino el concejo no deber pagar otra cosa ms

    que sendas pieles de conejos.

    13. Si alguna persona de Seplveda diere muerte a alguno de Castilla y

    huyere hasta el ro Duero, que nadie lo persiga.

    14. La pena por hurto deber ser satisfecha en su totalidad.

    15. Quien quisiere hacer registro por hurto vaya ante el juez y solicite al

    alguacil y haga el registro; y si all no hallare o si no le permitiera el registro, indemnice

    lo robado y pague la novena al Palacio; y si all no hallare nada los de la casa no sufran

    ms juicios.

    16. Si alguna mujer dejare a su marido pague CCC sueldos; y si el marido

    dejare a la esposa pague un peso de plata.

    17. Si alguien se trajese de otra tierra mujer ajena o hija ajena o cualquier

    otra cosa obtenida delictivamente y llegare a introducirse en Seplveda que nadie lo

    toque.

    18. Si alguna persona, como aqu sealamos, quisiere perseguir al homicida y

    antes del Duero le diere muerte, pague CCC sueldos y sea homicida.

    19. Todo infanzn que deshonre a alguna persona en Seplveda, fuera del

  • 26

    rey o del seor, repare su dao y no convirtase en su enemigo.

    20. Quien hallare dinero bajo tierra no d nada del mismo ni al rey ni al

    seor.

    21. Si el seor forzare a alguien contra derecho y el concejo no le ayudare

    que reciba satisfaccin y el concejo la pague.

    22. Si el seor demandare a algn hombre del concejo que ste no responda a

    ningn otro que no sea el juez o el excusado del seor.

    23. Que ningn seor testimonie a favor de ninguno de Seplveda ni le d

    querellante.

    24. Que el alcalde, el merino y el arcipreste sean de la villa; y que el juez sea

    de la villa, por un ao y elegido por parroquias y de cada homicidio reciba V sueldos.

    25. Y cuando el seor est en la villa coma el juez en su palacio y no pague;

    y mientras fuere juez su excusado no pague.

    26. Todas las villas que se hallan en el trmino de Seplveda, tanto las de

    realengo como las de infantazgo, sean pobladas segn el uso de Seplveda y vayan en

    sus expediciones o en su defensa; y la villa que no fuere pague LX sueldos; y si tuvieren

    que tomar prenda por los LX sueldos coman la asadura de dos vacas o de 12 corderos y

    paguen en el tributo del rey.

    27. Si alguien quisiere tomar prenda al seor que mandare en Seplveda,

    estando ste en la villa, duplique las prendas y pague LX sueldos.

    28. Que ningn hombre que viva en Seplveda est sujeto a la maera y si

    no tuviere descendencia para heredarlo que lo hereden el concejo y con ello hagan

    limosnas por su alma.

    29. Y no paguen la fonsadera si no es por voluntad propia.

    30. Y a la expedicin real no vayan a no ser los caballeros, siempre que no se

    trate de auxiliar al rey ante un asedio o de una batalla campal; a esto vayan los caballeros

    y los vecinos peones.

    31. Y los caballeros sean eximidos con dos acmilas; y quien diere a

    caballero yelmo y loriga sea eximido; y cuatro peones queden exentos con un asno.

    32. Y todos los alcaldes que juzgaren en la villa, mientras sean alcaldes,

    queden exentos de todo servicio de armas.

    33. Si viniere alguna potestad a gobernar la ciudad, d antes su yantar.

    34. Y cuando el rey viniere a la ciudad no sean forzados a dar posada en sus

    casas a no ser por su propia voluntad.

    35. Todo guerrero que quisiere hallar seor haga segn su fuero y vaya con

    su casa y herencia al seor que quisiere que no sea nuestro guerrero.

  • 27

    Yo Alfonso y mi esposa Ins ordenamos copiar esta carta y una vez oda su lectura la concedemos. Si algn rey o conde o alguna persona de nuestro linaje y otra

    extraa quisiere derogar este texto caiga sobre l la maldicin de Dios omnipotente y sea

    expulsado del seno de la Iglesia, quede anatematizado y caiga en lo ms profundo del

    infierno junto con Judas el traidor de Cristo. Yo Alfonso y mi espos Ins presentamos

    como testigos para firmar: [...]

    E. SEZ y otros, Los fueros de Seplveda, Segovia: Diputacin Provincial, 1953, pp.45-

    51; Textos y documentos de historia antigua, media y moderna hasta el s.XVII,

    Barcelona: Labor, tomo XI, 1993, pp.262-264.

    Fueros de Villaespesa y Ro de Cepos concedidos por el abad de San Pedro de

    Arlanza (25/6/1089)

    Bajo el divino imperio de la santa y singular Trinidad... Esta es la carta de libertad

    que hago yo, Vincencio, abad, conjuntamente con el colegio de los monjes de San

    Pedro, a vosotros, el concejo de Villa Espesa y Ro de Cepos, de los fueros qu

    tuvisteis antiguos en tiempos pasados. Es decir, que no tengis sobre vosotros el

    tributo que acostumbrbais a dar: ni la maera que solais dar, ni la paja de los lechos

    que debais dar, ni las sernas que tenais que labrar en cualquier poca. Por el

    contrario, que cada ao nos entreguis, segn los usos, la anubda, igual que hacen en

    la ciudad de Lara. Y si entre vosotros tuviera lugar un homicidio, que lo paguis

    segn la costumbre de Lara. Que el montazgo lo dis segn la costumbre. Y todos,

    todos los aos, tengis por obligacin trabajar seis das en nuestras sernas o all donde

    tuvieramos necesidad, adems de aquello que nos hacis libremente. Y desde el ms

    pequeo el mayor, que ninguno se excuse de este trabajo, sino que todos

    conjuntamente la hagis. Que cade ao nos deis una vez pan y vino donde queramos;

    y que perpetuamente nos traigis una vez el ao la sal de Aana a medias.

    Que todo esto sobreescrito tenga estabilidad y vigor. Y si algn hombre, abad o fraile

    de nuestra congregacin quisiera cambiar algo, que sea maldito y excomulgado de la

    fe catlica, e incurra en el pecado de prevaricacin.

    Fue hecha esta carta de libertad el da de la sexta feria, sptimo de las calendas de

    julio, que corra la era McXXVII; reinando Alfonso, rey, en el reino de Espaa, es

    decir, en Toledo y en Len. Yo, el citado abad Vincencio, con todo el colegio de

    monjes, esta carta que mandamos hacer y escuchamos leer, con nuestras manos

    aadimos el signo y solicitamos testigos para corroborarla.

    Gundesalvo Nunnez, confirma, Oveco Petrez, confirma, Pedro Aprez, confirma,

    Velasco Galindo, confirma, Velasco Flagino, confirma, Munnio Galindo, confirma,

  • 28

    Ovecho Julianez, confirma, Martin Johannes, confirma. Domingo la escribi.

    Publicado por J. A. GARCA DE CORTZAR, Nueva Historia de Espaa en sus

    Textos. Edad Media, Pico Sacro, Santiago de Compostela, 1975, pp. 399-400.

    La "presura"

    En el ao de la era 1102. En el nombre de Dios y con su misericordia. En este ao el

    rey don Fernando, que tenga un descanso eterno, conquist esta ciudad de Coimbra y

    la reconquist al pueblo musulmn por medio de su espada, con la ayuda del Seor

    rey de los Cielos. La reconstruy y di en custodia, oh Dios, a un prncipe fiel

    suyo, el seor Sisnado, bendecido por Dios. En aquellos dias Sisnando la habit junto

    con sus barones, sus vasallos y sus fieles. Permiti que cada uno de ellos tomara en

    presura poblaciones para habitarlas y edificarlas, pudieran heredarlas sus hijos o

    sobrinos y sus sucesores, con la ayuda de Dios as lo hicieron. En este tiempo, tom

    en presura este duque, el seor Sisnando, la villa que se llama Horta. Entonces el

    Seor Dios envi al corazn y al alma de Sisnando temor por todos sus pecados y

    miedo por el da del Juicio Final, haciendo donacin de esta villa de Horta a favor del

    cementerio y baslica de San Vicente, situada en la villa, que se llama Vicariza. Esto

    lo hizo a favor del abad don Alvito que estaba all establecido con sus monjes y

    hermanos, bajo la orden de la santa regla y confesin.

    "Portugaliae Monumenta Historica. Diplomata et Chartae", vol. I, doc. 656, pp. 391-

    392. M.Riu , "Textos comentados de poca medieval, siglos V al XII), Barcelona,

    1975, pp. 658-660.

    El tratado de Tudilln

    En el nombre de la Santa e Indivisible Trinidad. Esta es la verdadera paz, firme

    armona y perpetua concordia, que por consejo de la suma deidad y para honor de

    Dios y de toda la cristiandad, se ha hecho y firmado entre el ilustre Alfonso,

    emperador de Espaa, y su hijo, el rey Sancho, con el venerable Ramn, conde de

    Barcelona, la cual se acuerda en los siguientes trminos:

    En primer lugar todos los agravios, insultos y ofensas existentes entre ellos hasta el

    da de hoy, cualesquiera que sean, quedan olvidados y perdonados, siempre que

    fueran hechos de buena fe y estn carentes de mala intencin. Ciertamente stos son

    los acuerdos y deciden dividir todo el reino y todas las tierras, sean ciudades,

    castillos, villas, montaas y llanuras, desiertos y poblados, tena o posea el rey Garca

    en el da de su muerte. As es el acuerdo y la concordia sobre las fronteras: el

    emperador tena jurisdiccin sobre la tierra llamada Maragno y todo el territorio que

    el rey Alfonso, su abuelo, tena el da de su muerte, situado ms all del ro Ebro hasta

  • 29

    el reino de Pamplona. El conde de Barcelona ocupara todo el resto que haba sido del rey Garca y que haba pertenecido con anterioridad al reino de Aragn. Pero toda

    aquella tierra del reino de Pamplona, por la cual rey Sancho y el rey Pedro haban

    hecho homenaje a Alfonso, rey de Len, el dicho emperador y el citado conde tienen

    que dividirla equitativamente en dos mitades y por aquella mitad que el citado conde

    tuviese, l hara el antedicho emperador Alfonso el mismo homenaje, el cual hicieron

    el rey Sancho y el rey Pedro al rey Alfonso, abuelo del emperador Alfonso. La ciudad

    de Estella estar en la parte que le corresponde al emperador y la ciudad de Irua

    estar en la que le corresponde al conde. Es evidente que lo que est acordado sobre

    Estella e Irua ser respetado al realizarse la divisin. Igualmente ser dividida por la

    mitad y de manera justa la ciudad de Tudela con todas sus pertenencias y los castillos

    con todas sus jurisdicciones que haban sido del rey Garca y que estaban al sur del ro

    Ebro hacia el monte Gaudio, con excepcin de aquellos castillos que ya fueron del

    conde. Adems el emperador Alfonso VII y el conde Ramn Berenguer IV acuerdan

    y dan su beneplcito y aprobacin que de la tierra de Espaa, que ahora tienen los

    sarracenos, el conde tenga la ciudad de Valencia con todos sus territorios que se

    extienden desde el ro Jcar hasta los lmites del reino de Tortosa, la ciudad y reino de

    Denia con los mismos lmites que tuvo en tiempos de los musulmanes. Se acuerda

    que el conde tenga estas poblaciones en nombre del emperador con igual homenaje,

    que el rey Sancho y el rey Pedro hicieron con Pamplona al rey Alfonso, abuelo del

    emperador. Asimismo el emperador Alfonso dona al conde y le concede igualmente

    la ciudad de Murcia y todo su reino, menos los castillos de Lorca y de Bera con todas

    sus jurisdicciones, con estas condiciones: que el emperador ayudar al conde de

    Buena fe y sin fraude a adquirir y conquistar esta ciudad de Murcia con todo su reino.

    Una vez conquistado y sometido, el conde lo tenga y lo posea en nombre del

    emperador, del mismo modo que tiene en su nombre la ciudad de Zaragoza y todo su

    reino. Pero si el emperador, a causa de enfermedad o por justa y conocida causa, sin

    que existiera ningn engao, no puede ayudar al conde y no le ocasiona ningn

    perjuicio y el conde la puede conquistar cuando le sea a l posible, todo esto lo tenga

    por el emperador del mismo modo que tendr la ciudad y reino de Zaragoza. Pero si

    el emperador no ayuda al conde a conquistar y adquirir, aunque no exista engao, la

    ciudad y reino de Murcia o no quiera ayudarle y el mismo conde pudiera adquirirlas,

    sea cualquiera el modo en que lo pudiera hacer y una vez conquistado, lo tenga por el

    emperador del mismo modo que tiene el reino y ciudad de Valencia.

    (...)

    Yo, Ramn, conde, de igual modo acuerdo con vosotros, el emperador y su hijo, con

    fe confirmamos y firmamos en el lugar, que se dice Tudilln, junto a Aguas Caldas, a

    seis kalendas de febrero del ao de la Encarnacin del Seor 1150, en presencia de los

    nobles abajo firmantes, los cuales lo confirmaron con su juramento. Yo, el conde

    Pon, juro a ti Ramn, conde de Barcelona, que, los dichos acuerdos y convenios

    hechos y concordados con el emperador Alfonso y su hijo, el rey Sancho, los cuales

    han sido escritos y ordenados en este documento, as pues el emperador y su hijo

    Sancho han hecho y concordado con el conde todas estas cosas. Lo juro por Dios y

    los cuatro Santos Evangelios. De igual modo, yo Gontrriz Fernando lo juro y lo

    firmo. De igual modo yo, Pon Menerba lo juro y confirmo (...)

    "Liber Feudorum Maior", ed. F.MIQUEL ROSELL, vol. I, doc. n 29, pp.39-42.

  • 30

    La revuelta de los campesinos contra el seoro del abad del monasterio de

    Sahagn

    En este tiempo todos los rrusticos e labradores o menuda gente se ayuntaron faciendo

    conjuracin contra sus sennores que ninguno de ellos diese a sus sennores servicio

    devido a esta conjuracin llamaban hermandad, e por los mercados e villas andauan

    los pregoneros pregonando a grandes voces: sepan todos que en tal y en tal lugar, tal

    da sealado se ayuntara la hermandad, e quien falleciere que non bieniere sepa que

    su casa se derrocara. Levantaronse entonces a manera de bestias fieras, faciendo

    grandes asonadas contra sus seores e mayores, e contra sus bicarios mayordomos e

    facedores, por los valles e collados perseyendolos o afoyentandolos, rrompiendo e

    quebrantando los palacios de los rreyes, las casas de los nobles, las iglesias de los

    obispos e las granxas e obediencias de los abbades, e otrosi gastando el pan e vino e

    todas las cosas necesarias al mantenimiento, matando los judos que fallauan; e

    negavan los portalgos e tributos e labrancas a sus sennores, e si algunos por abentura

    se lo mandaua, luego lo matauan, e s alguno(s) de los noble(s) diese fauor e ayuda, a

    tal como aqueste deseavan que fuesse su rrei e seor e si algunas begadas los parecia

    facer gran exceso ' ordenavan que diesen a sus sennores las labrancas tan solamente

    negando e tirandoles todas las otras cosas. Acaescio un da quel abbad fuese a un

    llano de la villa llamada Grajal adonde estaua ayuntada la dicha hermandad, e como a

    ellos muchos. se quexase de los moradores de la villa de Sant Andres, los quales le

    negauan la labranca a el deuida, (e) aquellos rrusticos alli ayuntados, con gran ynpetu

    e rroido quisieron lo matar, lo qual corno lo sintiese el abbad, apartose de su

    ayuntamiento, el qual como viniese e fuyese e ya llegase a las puertas de la villa, los

    burgueses cerraronle las puertas, e seguiendole los dichos rrusticos por le prender,

    fuyo e acogiose a la ciudad de Leon. e luego de alli se fue al monesterio de Nogal, e

    asi por tres meses andubo fuyendo

    Crnica annima de Sahagn primera, cap. 19. Edicin: