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TFG MARIA ANGELES PATRICIO REBOLO

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Índice

1. Resumen…………………………………………………………………… 3

2. Justificación, objetivos y metodología…………………………………….. 4

3. Contexto histórico…………………………………………………………. 5

4. ¿Cómo y dónde se adoptó la decisión de expulsar

a los moriscos? ............................................................................................ 8

5. ¿Cómo se comunicó dicha resolución a las autoridades encargadas

de ejecutarla en los distintos reinos y territorios de España? ...................... 23

5.1 Reales Cédulas………………………………………………… 23

5.2 Instrucciones…………………………………………………... 37

6. ¿Cómo se comunicó la decisión de expulsión a la población

y a los moriscos mismos? ………………………………………………… 45

6.1 Bando de expulsión de los moriscos de Valencia……………... 46

6.2 Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía,

Granada, Murcia y la Villa de Hornachos……………………... 48

6.3 Bando de expulsión de los moriscos de las dos

Castillas, La Mancha y Extremadura…………………………... 51

6.4 Bando de expulsión de los moriscos de Murcia……………….. 53

6.5 Bando de expulsión de los moriscos de Aragón

y, Cataluña……………………………………………………... 55

7. Conclusión…………………………………………………………………. 57

8. Bibliografía y Fuentes……………………………………………………... 58

Apéndice………………………………………………………………………...62

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1. Resumen:

Este Trabajo de Fin de Grado trata sobre la expulsión de los moriscos de España, durante el

periodo de tiempo comprendido entre 1609 y 1613, bajo el reinado de Felipe III. El objeto de

estudio de este trabajo se basa en la investigación sobre el complejo proceso documental

generado, desde el momento en el que el monarca toma la decisión de expulsarlos, hasta que

dicha determinación llega a conocimiento de todos los habitantes de cada reino, incluidos los

moriscos. Con este estudio e investigación se ha conseguido saber de qué manera esta decisión

llegó a manos de las altas autoridades de cada territorio afectado por el destierro y, cómo dichas

autoridades se la transmitieron a la sociedad en general.

Palabras clave: Moriscos, expulsión, Felipe III, destierro, España.

Abstract:

This final project is about the expulsion of the Moorish from Spain, from 1609 to 1613, under

the reing of Felipe III. The object of study of this work is the complex documentary process

generated from the moment the monarch took the decison to expel them, until it came to the

notice of all the inhabitants of each kingdom, including the Moorish. Through this study, it has

been achieved to know how this resolution was submitted to the high authorities of each

territory affected by exile, and how these authorities transmitted this decision to the whole

society.

Key words: Moorish, expulsion, Felipe III, exile, Spain.

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2. Justificación, objetivos y metodología:

La elaboración de este Trabajo Fin de Grado, tiene como propósito conocer el proceso decisorio

y documental, que permitió al monarca Felipe III, entre los años 1609 y 1613, adoptar y

posteriormente comunicar por escrito y, publicar la importante determinación de expulsar a los

Moriscos de España. Este TFG, tiene su origen en un trabajo previo que a instancias de la

profesora Margarita Gómez Gómez, tutora de este TFG, realicé junto a mi compañera Natalia

Zapata Morón para la asignatura de Diplomática impartida en el 4º curso del Grado de Historia

en nuestra facultad. Este trabajo se basó en conocer desde el punto de vista de la Diplomática,

la génesis y la forma documental adoptada para poner por escrito una decisión tan importante

como fue el destierro de los moriscos. Este tema resultaba idóneo porque además de ser una

decisión de gran trascendencia, debía ser obedecida y cumplida en todo el territorio, por

numerosas autoridades encargadas de su ejecución y, además, debía ser comunicada a los

moriscos y a la sociedad en general.

De este modo, iniciamos una investigación la cual desde muy pronto se manifestó como

compleja y difícil pues, aunque los estudios elaborados acerca de la expulsión de los moriscos

en cuanto a acontecimiento histórico, son muy abundantes, muy pocos han reparado en analizar

cómo se llegó a adoptar la decisión de expulsión, y menos aún en su puesta por escrito y

posterior comunicación para su general cumplimiento. De esta forma, excepto estudios como

el de Rafael Benítez Sánchez-Blanco titulado Tríptico de la expulsión de los moriscos. El

triunfo de la razón de estado y, el de Manuel Lomas Cortés titulado El proceso de expulsión de

los moriscos de España (1609-1614), donde se repara en algunos de los documentos que en

este Trabajo Fin de Grado se analizan, nadie se ha dedicado al análisis de la génesis y forma de

los mismos.

Por lo tanto, la investigación que aquí se presenta pretende cubrir los siguientes objetivos

particulares: 1. Cómo, dónde y por quién se adoptó la decisión de expulsar a los moriscos. 2.

Qué constancia documental tenemos sobre ello. 3. Cómo se puso por escrito esta decisión y

cuántos documentos generó. 4. Cuál es la tipología documental de estos documentos, y a

quiénes fueron dirigidos. 5. Cómo fueron recibidos y acatados por tales autoridades. 6. Cómo

se cumplieron y se publicaron para llegar a conocimiento de todos los moriscos y de la sociedad

en general.

Para conseguir estos objetivos, se ha consultado la bibliografía existente actualizada sobre el

destierro de los moriscos. En este sentido, resultan fundamentales además de las obras de los

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dos autores mencionados anteriormente, la de Pascual Boronat y Barrachina y Manuel Danvila

y Collado y, la de Gaspar Escolano, cuyas obras están mencionadas en la bibliografía. Como

ya se ha dicho, estos estudios analizan con profundidad las causas, motivos y, consecuencias

de la expulsión, pero no sus documentos, siendo la localización de los mismos la tarea más

compleja. Para ello, comencé una investigación en el Portal de Archivos Españoles (PARES),

donde localicé varios documentos (aunque no todos), de gran trascendencia para este trabajo y,

digitalizados. No obstante, con el objetivo de localizar la mayor cantidad de documentos

posibles, recurrí también a ciertas obras, cuyos autores (de entre ellos los previamente

nombrados) especificaban en algunas ocasiones la ubicación de los documentos mencionados

en sus obras, localizándose estos en libros de otros autores, portales de archivos (PARES,

Proyecto Carmesí)…

Un ejemplo de ello, es la obra de Manuel Fernández Chávez y, Rafael Mauricio Pérez, titulada

En los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla, en la cual encontré información

sobre la ubicación de una serie de bandos de expulsión publicados en la ciudad de Sevilla.

Gracias a esta información acudí a la Biblioteca Colombina de la Catedral de Sevilla donde

pude consultar mediante microfilmación dos de los bandos publicados en la ciudad; uno de

ellos impreso por Matías Clavijo y, el otro por la viuda de Alonso de Barrera, ambos

comentados en el último capítulo de este TFG. La localización del mayor número de

documentos posibles y, su posterior lectura e interpretación, me permitió, de manera muy

temprana, darme cuenta de que el monarca no se dirigió a los diferentes reinos para comunicar

la expulsión en la misma fecha, ni con el mismo documento. Asimismo, para el análisis de los

documentos que aparecen en los siguientes capítulos, empleé la metodología diplomática,

analizando la génesis (actio y conscriptio), y la tradición de los mismos. El resultado de esta

metodología ha posibilitado obtener unos contenidos que han sido estructurados en 3 capítulos.

3. Contexto histórico:

La Rebelión de las Alpujarras en 1568 fue el detonante de un largo periodo de conflictividad

morisca en el territorio peninsular. Protagonizada por la población morisca granadina, a

consecuencia de la Pragmática Sanción implantada por Felipe II en 1567, esta rebelión suscitó

la preocupación de la Monarquía Hispánica ante la posibilidad de que constituyeran un

verdadero peligro para la estabilidad del reino, sumándose a ello, el temor de una posible

colaboración por parte de piratas berberiscos y el Imperio Turco Otomano con los moriscos.

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A nivel ideológico, Felipe III quería acabar con la crítica extendida por toda Europa sobre la

discutible cristiandad española, por lo que, con la expulsión de los moriscos, se cerraba un

proyecto de cristianización de la Península Ibérica iniciado por la expulsión de los judíos en el

año 1492. Además, al comienzo del reinado, el principal propósito de Felipe III fue, vincular

su reputación a la derrota de la herejía, es decir, durante los veintitrés años que estuvo como

rey, Felipe III buscaba “reputación, legitimidad y honra”1.

Aunque la decisión de expulsar a los moriscos fue tomada por Felipe III con la ayuda de su

valido, el duque de Lerma, hay que destacar, la importancia que tuvo en este negocio la

presencia del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, cuyo objetivo principal desde su

creación fue, combatir la herejía o apostasía e ir en contra de todo aquel que atacara a la fe

católica.2 Este tribunal, intentó incrementar su influencia en este proyecto llevando a cabo un

control sobre todos los aspectos y ámbitos de la vida de la población morisca (cultura, religión,

lengua…).3 Sin embargo, como veremos posteriormente, a diferencia del resto de los reinos

peninsulares afectados por la expulsión, en Aragón su actuación fue mucho más allá. No hay

que olvidar que, además del conflicto morisco de Granada, desde 1568, la monarquía española

hizo frente también al problema con las Provincias Unidas que conformaban el norte de los

Países Bajos, quienes contando con el apoyo de Inglaterra y Francia, querían conseguir su

independencia de España. Sin embargo, estos no son los únicos frentes abierto a los que tuvo

que enfrentarse Felipe III durante su reinado, ya que, a partir de 1601, el rey decidió embarcarse

en un nuevo negocio como fue la conquista de Argel, con el objetivo de defender a las costas

peninsulares de las razzias berberiscas.4

Teniendo en cuenta la disgregación morisca que supuso la Rebelión de las Alpujarras por el

resto de los reinos peninsulares, con el objetivo de impedir una nueva rebelión, en ese mismo

año, Juan de Ribera (Arzobispo de Valencia (hasta 1611) y Virrey (hasta 1604)) aprovechó la

subida al trono de Felipe III para ejercer presión sobre él, remitiendo a la Corte un memorial

donde informaba del peligro que suponía mantener a los moriscos en la Península, debido a sus

conspiraciones.5

1 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 27 2 Belhmaied. H. (2013). La Inquisición española y la expulsión como castigo a los moriscos. p. 3 3 Fernández, Cavia. V. (2013). Los moriscos: Conflicto, expulsión y diáspora. Madrid: UCM. p. 10. Recuperado el 7 de abril de 2020 de https://studylib.es/doc/5875012/los-moriscos--conflicto--expulsión-y-diáspora 4 Ibíd. p. 30 5 Benítez, Sánchez-Blanco. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Universitaires de la Mediterránée. p.26

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El 30 de noviembre de 1601, se llevó a cabo una Junta de Tres, conformada por Juan de

Idiáquez (Presidente del Consejo de Órdenes y Comendador Mayor de León), Fray Gaspar de

Córdoba (Confesor Real) y el conde de Miranda (consejero de Estado y Presidente de Castilla

e Italia)6, donde se revisó una serie de informes y memoriales acerca del problema morisco.

Esta junta, al igual que Juan de Ribera, le hizo saber al rey a través del Consejo de Estado, su

inquietud acerca de la situación de los moriscos peninsulares, remitiéndole los memoriales y

documentos adquiridos. Sin embargo, Felipe III, en ese momento el único paso que dio fue, el

de ordenar aproximar las galeras que estaban en Italia junto con la infantería, pero sin

especificar cuál sería su misión.7

El 3 de enero de 1602, la junta se reunió de nuevo, pero, esta vez con un miembro más, el

duque de Lerma. En esta junta, reunida para tratar única y exclusivamente la cuestión morisca,

Juan de Idiáquez y el Conde de Miranda, se muestran partidarios de la expulsión de los moriscos

peninsulares, mientras que, por el contrario, tanto el duque de Lerma como Javierre (Confesor

Real y Padre General del Santo Oficio), se opusieron de manera total a dicha expulsión8. Debido

a las críticas y a los rumores de crisis que se estaba extendiendo por los continuos fracasos en

el norte de África y en Holanda, el duque de Lerma, decidió desviar la opinión pública

embarcándose en un nuevo negocio que le garantizaría el triunfo y, la restauración de la

reputación de Felipe III. Este negocio no fue otro que, la expulsión de los moriscos de los reinos

peninsulares.9 Sin embargo, hay que destacar que, Lerma no quiso una expulsión inmediata de

los moriscos que habitaban en la Península, sino más bien, la aprobación de Felipe III a la

elaboración de un plan de actuación, para el caso en el que la Tregua de Flandes firmada el 9

de abril de 1609,10 con las Provincias Unidas de los Países Bajos, fracasara.11

Una vez consultado el memorial de Juan de Ribera y, revisado todos los informes enviados por

la Junta de Tres por parte del Consejo de Estado, el 30 de enero de 1608 se llevó a cabo una

junta convocada por el Consejo, donde se debatió de nuevo la expulsión morisca. En esta

6 Román Yalí. A. (1969). “El Consejo y la Secretaría de Estado”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. p. 99 7 Benítez, Sánchez-Blanco. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. pp. 26-27 8 Ibíd. p. 28 9 Lomas Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 34-35 10 AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera más” 11 Lomas Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia p. 41

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reunión el duque de Lerma consiguió el apoyo total del Consejo de Estado para llevar a cabo el

proyecto de expulsión. Sin embargo, Javierre fue el único que mantuvo en pie su plena

oposición. A pesar de la oposición de Javierre, Lerma y el Consejo de Estado insistieron

elevando una consulta a Felipe III, en la cual se le pide la orden de expulsión de los moriscos,

comenzando por los valencianos, debido a su abundancia y peligrosidad en ese territorio.12

La oposición del Consejero Real fue suficiente para que Felipe III; rechazara esa propuesta de

expulsión apoyada por el Consejo de Estado y Lerma. Sin embargo, Felipe III decidió llevar a

cabo un último intento de proceso de evangelización de los moriscos peninsulares y, para ello,

ordenó la creación de una junta de teólogos. La opinión del Confesor Real en estos momentos

era muy importante, puesto que para la monarquía católica, dicho Confesor era el “guardián de

la palabra de Dios” 13, es decir, era un cargo de especial importancia, porque la persona que lo

ejercía tenía la capacidad de influir en la conciencia del rey, debido a que, el monarca en cierto

sentido se dejaba guiar por él, incluso en algunos aspectos políticos con el fin de “obtener la

salvación de su alma”14. La posterior muerte de Javierre no supuso un cambio en la decisión de

llevar a cabo la evangelización morisca de Felipe III, puesto que, su sucesor Fray Luis de

Aliaga, siguió manteniendo en pie la oposición en cuanto a la expulsión.15

4. ¿Cómo y dónde se adoptó la decisión de expulsar a los moriscos?:

Una decisión tan importante y de gran transcendencia como fue el destierro de los moriscos que

habitaban en los reinos de la Península bajo dominio de Felipe III, debía de estar justificada con

unos fundamentos sólidos. Para ello, el Consejo de Estado se encargó de reunir una serie de

informes elaborados por “doctos y santos hombres” 16 donde se recogían todas y cada una de

las causas por las que éstos moriscos debían de ser expulsados. Con posterioridad, una vez

revisado todos estos informes por el Consejo de Estado, transmitió su parecer al monarca en

relación a la expulsión. Una vez examinada las consultas elevadas por el Consejo y, el memorial

mencionado precedentemente por el Patriarca Ribera, Felipe III toma la decisión definitiva del

destierro. A partir de este momento, el monarca sólo necesitaba la ratificación del Consejo para

12 Ibíd. pp. 36-37 13 Ibíd. pp. 35-38 14 Ibíd. 15 Ibíd. p. 39 16 AGS, EST, LEG, 2863bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena.

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llevar a cabo su emprendimiento.17 Para algunos autores contemporáneos, la decisión del rey

de expulsar a los moriscos de sus reinos vino de la mano de las siguientes causas: “la idea de

que todos los moriscos eran perversos, que la paz y el conformismo que mostraban no los hacía

por lo tanto, menos sospechosos de los males que producían, que convenía de este modo

proceder a buscarlos allá donde estuvieren, que su supervivencia representaba la reliquias de

los musulmanes y, finalmente que aquella ignominia a la «hazaña real» debía erradicarse”.18

Tanto el Consejo de Estado como el Consejo Real o de Castilla, fueron dos instituciones de

gran importancia en este negocio, pues el objetivo fundamental de estos organismos era asesorar

al monarca en la toma de decisiones. Por este motivo, es necesario conocer tanto las estructuras

internas como las competencias de cada una de estas entidades, para así poder comprender todo

el entramado administrativo que conllevó la expulsión. En primer lugar, el Consejo de Estado,

fue un órgano colegiado de la monarquía hispánica, que estuvo presidido por el monarca y

conformado por un número importante de consejeros (posición que solían ocupar altos cargos

dignatarios civiles y eclesiástico).19

Una parte importante de los miembros que conformaban el Consejo eran parientes (algunos

más cercanos y otros lejanos) del duque de Lerma, lo que nos conllevaría a pensar que, el apoyo

total que obtuvo Lerma por parte del Consejo de Estado en la junta del 30 de enero de 1608

para expulsar a los moriscos que habitaban en los reinos peninsulares, fue debido a ello. No

obstante, Alberto Yalí en su libro Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la

secretaría del despacho argumenta que, el acceso de las personas emparentadas con Lerma a

cargos políticos importante, como en este caso, a miembros del Consejo de Estado, no se debió

a su familiaridad con él, sino a sus virtudes y capacidades políticas. Asimismo, afirma este autor

que, en muchas ocasiones el parentesco de algunos de los miembros con el valido era fortuito

lo cual no evidenciaba nada.20 Respecto a los diferentes negocios deliberados por el Consejo de

Estado, eran aquellos remitidos siempre por el propio monarca.21

17 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 48 18 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 41 19 Crespí de Valladura y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 16 20 Román, Yalí. A. (1969). “Reinado de Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. pp. 90-97 21 Crespí de Valladura y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 16

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En segundo lugar, institucionalizado por Juan I en las Cortes de Valladolid en 138522, el

Consejo Real fue un organismo consultivo o alta institución administrativa y, tribunal supremo

de justicia, cuya función principal era asesorar al monarca en la toma de decisiones relacionadas

con cuestiones públicas.23

Según se estableció en las Cortes de Toro de 1480, el Consejo Real estaba compuesto de manera

teórica por, un presidente (prelado), tres caballeros y, ocho o nueve letrados. Vuelvo a resaltar

que, esto que acabo de comentar solo fue algo teórico pues en la práctica, nos encontramos con

otra realidad, como, por ejemplo; una preponderancia del número de letrados respecto al de

caballeros, un incremento de consejeros en momentos de mayor fragilidad de poderío real para

así rodearse de personas de las que obtuviera su apoyo y finalmente, con una etapa donde todos

los componentes del Consejo eran letrados quienes obtenían el puesto de manera vitalicia, lo

que conllevó a que, o por su avanzada edad o porque además de este cargo ocupaba otro, no

cumplieran adecuadamente con su deber principal como miembro del Consejo.24 La

organización del Consejo Real se constituyó en salas pero, tanto el número de salas como las

atribuciones que desempeñaron cada una de ellas, variaron con el tiempo. Además, con el paso

del tiempo, los diferentes monarcas fueron estableciendo una serie de ordenanzas mediante las

cuales se definía cada vez más el reparto de las facultades entre el rey y el Consejo.25

Durante el reinado de Felipe II, el Consejo Real estaba formado por el presidente y los

consejeros letrados, aumentando su número a dieciséis consejeros. Asimismo, se estableció en

cuatro las salas que conformarían el Consejo; tres de justicia y, una de gobierno.26 Con el

fallecimiento del monarca quedó pendiente la aplicación de las ordenanzas elaboradas por el

Consejo Real en 1598 mediante las cuales se intentaba volver a reformar ese reparto de

atribuciones entre el Consejo y el rey. Con el ascenso de Felipe III al trono, en 1599 estas

ordenanzas quedaron derogada a consecuencia de la aspiración del valido del nuevo monarca,

pues ansiaba tener bajo control a todas las fuerzas del poder y, la aplicación de estas nuevas

ordenanzas supondría un obstáculo para ello.27 Sin embargo, durante todo el siglo XVII, el

22 Polo, Martín. R.M. (2018). “Antecedentes (1385-1516)”. En Consejos y Consultas. p. 32 23 Janine. F. (1982). “Competencias y funciones del Consejo de Castilla”. En Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746). p. 12 24 Gan Jiménez. P. (1969). “El Consejo”. En El Consejo Real de Castilla. pp. 22-23 25 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. p. 138 26 Ibíd. 27 Ibíd. 137-141

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Consejo Real de Castilla sufrió un periodo de estancamiento y rigidez en torno a sus funciones

por motivos de muy diversa índole. Como consecuencia de ello, el 30 de enero de 1608, Felipe

III decide restablecer la ordenanza de 1598.28

La innovación de estas nuevas ordenanzas estuvo en el incremento de la influencia del monarca

en las funciones internas del Consejo, con el propósito de recortar los privilegios otorgados al

presidente durante los reinados anteriores y así, adquirir de manera sencilla un dominio sobre

las decisiones estatales adoptadas en el interior del Consejo. Dicha influencia se aumentó

mediante la elección del monarca al inicio de cada año de cinco consejeros que conformarían

la sala de gobierno, “previa consulta del presidente”.29 De la misma manera, se llevaba a cabo

este proceso para la elección de los miembros de las salas de justicia.30 Finalmente, a

consecuencia de la influencia que Lerma ejercía sobre el monarca, el valido consiguió que la

presidencia del Consejo Real estuviese ocupada por personas cercanas a él y de su confianza.31

En este apartado además, va a tener especial relevancia las consultas remitidas al monarca por

dichos Consejos, pues como ya he mencionado previamente, el monarca se nutría de ellos para

tomar sus decisiones. Para Feliciano Barrios las consultas eran “la forma de comunicar al

monarca la opinión del órgano consultante y de recabar su determinación en relación con el

asunto consultado” 32, asimismo, definía este proceso como “un acto de carácter político-

administrativo por el cual una persona –con título habilitante para hacerlo, o a requerimiento

del monarca- o una institución unipersonal o colegiada, en cumplimiento de un mandato regio,

genérico o específico, asesora al soberano sobre una cuestión determinada”33.

El origen de las consultas es algo que no se puede determinar con exactitud en un momento

concreto, aunque sabemos que, junto con la institucionalización del Consejo Real de Castilla

en las Cortes de Valladolid de 1385, se crearon un total de cuatro ordenanzas cuya finalidad fue

establecer la organización interna y las funciones de este Consejo. En estas ordenanzas no se

hizo ninguna mención en relación a las consultas pero, en estos momentos, el Consejo tenía

claro qué negocios podía resolver por sí mismo, sin contar con la aprobación del monarca y,

cuáles eran los que debían ser resueltos únicamente por el rey habiendo requerido previamente

28 Ibíd. 150-151 29 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. p. 138 30 Ibíd. 31 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. pp. 150-151 32 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). “Introducción”. En Consejos y Consultas. p. 22-23 33 Ibíd.

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la opinión del Consejo.34 En las ordenanzas elaboradas por el Consejo Real durante el reinado

de Felipe II (1598) pero, aplicadas durante la monarquía de su hijo Felipe III, se establecieron

aspectos relacionados sobre la gestión de las consultas. De entre estos aspectos destacan: la

existencia de dos tipos de consultas, en primer lugar las orales, las cuales tras ser elaboradas

por el Consejo debían ser derivadas a un consultante para, posteriormente hacérselas llegar al

rey los viernes de cada semana, pues, era el día habilitado por el monarca para tener audiencia

pública y, en segundo lugar, consultas escritas, las cuales se remitían al monarca de manera

ordinaria; también se estableció la permanencia de las reuniones llevadas a cabo por el Consejo

Pleno los viernes, cuya función era examinar todas las cuestiones elevadas a consulta para evitar

que se remitieran asuntos que ya habían sido tratados y resueltos por el monarca.35

Para Lerma, el hecho de que algunas de las consultas elaboradas por los Consejos se elevaran

al monarca de manera oral, suponía un obstáculo en su deseo de ejercer un control sobre todos

los organismos de gobierno de la monarquía hispánica. Debido a ello, con el paso del tiempo,

el valido consiguió que Felipe III exigiera a los Consejos que, todas las consultas elevadas se

hicieran de forma escrita y no oral pues, de esta manera, Lerma obtuvo la posición de mediador

o intermediario entre el rey y los Consejos. Esta posición, le permitió convertirse en la única

persona con el privilegio de reunirse junto al monarca para examinar dichas consultas.36

Además de ello, Felipe III le concedió a su valido la prebenda de que todo aquel documento

firmado por él adquiriera la misma autoridad y veracidad que si hubiera sido firmado por el

propio monarca.37 Toda esta confianza del monarca depositada en su valido, tuvo como

consecuencia el hecho de que, algunos de los asuntos de mayor importancia que llegaban a

manos de Lerma, fueran resueltos por este tras una previa reunión con el secretario de estado.

Sin embargo, otros asuntos, fueron resueltos por él mismo sin comunicárselo al rey a priori o

comentándoselo pero, someramente.38 Según el autor Francisco Tomás y Valiente el valido

“disimuló siempre su intención bajo la ficticia apariencia de actuar obedeciendo en todo caso

instrucciones orales del rey; él era tan solo su portavoz, su representante privado”.39 No

34 Polo, Martín. R.M. (2018). “Antecedentes (1385-1516)”. En Consejos y Consultas. pp. 32-33 35 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. pp. 139-140 36 Polo, Martín. R.M. (2018). “Consultas escritas”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. p. 356 37 Román, Yalí. A. (1969). “La secretaría de la consulta bajo Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 100 38 Ibíd. 39 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). “Introducción”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA p. 22-23

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obstante, cuando algún negocio requería de la firma real, Lerma como intermediario hacía llegar

las consultas elaboradas por el Consejo al monarca. Consultas que, como comentaré

posteriormente, eran examinadas y resueltas de manera conjunta por el rey y su valido.40

Con el objetivo de llevar a cabo una resolución firme, Felipe III necesitaba contar con el apoyo

del Consejo de Estado para embarcarse en este nuevo negocio. Para ello, el monarca decidió

convocar al Consejo de Estado en Madrid, el 4 de abril de 1609, donde tras haber examinado

y deliberado el requerimiento del rey, el Consejo de Estado decide elevarle una consulta

mediante la cual se le comunica al monarca que obtiene el respaldo completo del Consejo de

Estado para materializar la expulsión.41 Los motivos expuestos por el Consejo de Estado en esta

consulta para defender la expulsión, no distaron mucho de los tratados en la junta del 30 de

enero de 1608. Para justificar esta decisión, como he mencionado anteriormente, el Consejo de

Estado se apoyó en los memoriales remitidos por Juan de Ribera.42 Sin embargo, también

justificaron esta decisión alegando, el peligro que supondrían los moriscos sí decidían apoyar a

los holandeses ante una posible invasión de España y, desde el punto de vista jurídico, en lo

que se conoce como delito por lesae maestatis, es decir, un delito de orden público en contra

del rey.43

Una vez leída dicha consulta, según el procedimiento a seguir en la época, el rey adoptaría la

resolución en su despacho junto a la figura de su valido. Asimismo, estas resoluciones solían

escribirse en el mismo documento de la consulta al margen, debido a que era el espacio que el

Consejo de Estado dejaba como símbolo de cortesía cada vez que elaboraba una consulta para,

de manera posterior, elevarla al monarca. Posteriormente, tanto la consulta, como la decisión

de expulsión adoptada por Felipe III serían devueltas al Consejo de Estado para que, a partir de

este momento, la resolución fuera publicada, dándola a conocer entre todos los consejeros. En

este caso, seguramente los consejeros estuvieron conforme con la resolución dictada por Felipe

III, puesto que, finalmente, se procedió a la ejecución de dicha resolución, es decir, esta decisión

se comunicó convenientemente por escrito en un documento en forma, a las autoridades que

debían encargarse de su ejecución. En esta tarea además, el trabajo del Secretario de Estado

40 Román, Yalí. A. (1969). “La secretaría de la consulta bajo Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 100 41 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 27-44 42 Ibíd. pp. 44-45 43 De Bunes, Ibarra. M.A., Gutiérrez, de la Cámara Señán. J.M., Martínez, Ruiz. J.M., Benítez, Sánchez-Blanco. R., Lomas, Cortés. R. (2011). “La expulsión de los moriscos”. En La expulsión de los moriscos y la actividad de los corsarios norteamericanos. Valencia: Universidad de Valencia. p. 14

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sería fundamental, pues éste eran también el Secretario del Consejo y disponía de los

documentos que de manera posterior debía de mostrar para tratar las cuestiones en las reuniones

del Consejo, siendo su cometido en la gestión y dictamen de los asuntos que competían al

Consejo de Estado de especial importancia.44 Tanto los motivos de la expulsión, anteriormente

comentado, como la decisión de expulsión adoptada por Felipe III, la podemos observar

claramente reflejada en la parte expositiva de las Reales Cédulas que fueron expedidas por el

Consejo de Estado, mediante las cuales se informaba de la resolución real a las altas autoridades

de cada reino.

Una vez tomada la decisión, el Comendador Mayor de León, planteó el problema principal que

tendría esta expulsión, y es que, para que la expulsión fuera efectiva, se debía de llevar a cabo

un proceso gradual de las salidas, debido a que la Corona no disponía de capacidad suficiente

desde el punto de vista militar y naval para controlar la expulsión de los moriscos de todos y

cada uno de los reinos de la península. De acuerdo con el problema planteado, tanto el Consejo

de Estado como Lerma decidieron retrasar la junta de teólogos que estaba propuesta para que

se llevara a cabo en Valencia y, paralizar cualquier acción política con respecto al problema

morisco, para así centrarse en la recopilación de información sobre la distribución de los

moriscos de cada uno de los reinos, a través de informes.45

Tras una serie de acuerdos en relación a la planificación del proyecto de expulsión (fechas,

reparto de cargos, modo de financiación…) entre el valido de Felipe III y el Consejo de

Estado46, el 21 de junio de 1609 ambos decidieron que los primeros moriscos afectados por la

expulsión serían aquellos que residieran a 20 leguas de la costa, por lo que, ésta decisión afectó

en primer lugar a los moriscos valencianos y andaluces, dejando a un lado, por el momento, a

los castellanos y aragoneses.47 Ahora la decisión estaba entre Valencia y Andalucía, siendo

finalmente los valencianos los primeros afectados por la expulsión. Ante esta decisión, los

obispos de Segorbe, Orihuela y Tortosa se opusieron a la expulsión mostrándose a favor de una

nueva evangelización del reino. Sin embargo, con el apoyo de Lerma y de Juan de Ribera,

Felipe III decidió continuar con los preparativos de la expulsión para acabar con esa deslealtad

44 Crespí de Valladura, y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 17 45 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 45-46 46 Ibíd. p. 46 47De Bunes, Ibarra. M.A., Gutiérrez, de la Cámara Señán. J.M., Martínez, Ruiz. J.M., Benítez, Sánchez-Blanco. R., Lomas, Cortés. R. (2011). “La expulsión de los moriscos”. En La expulsión de los moriscos y la actividad de los corsarios norteamericanos. Madrid: Ministerio de Defensa. p. 15

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morisca.48 Después de haber establecido Valencia como el primer reino afectado por el destierro

y, Andalucía como el segundo, el rey tuvo que hacer frente a los diversos problemas moriscos

que se fueron sucediendo en los distintos territorios a lo largo de su reinado, como consecuencia

de la filtración de la noticia de la expulsión morisca valenciana.

Desde hacía tiempo la villa extremeña de Hornachos tenía la reputación de tener a la

población morisca más peligrosa de Castilla a consecuencia de la “participación activa de

muchos de sus miembros en cuadrillas de bandoleros, sus manejos constantes en operaciones

de contrabando y la insolencia con la que en muchas ocasiones habían respondido a las

acometidas de la justicia real” 49. Debido a ello, Felipe III ordenó que se recopilara información

acerca de la situación de estos moriscos, para así conseguir las justificaciones necesarias que lo

ayudarían a elaborar el futuro proyecto de expulsión de los moriscos hornachegos.50

Parte de la información fue proporcionada por Gregorio López de Madera (alcalde mayor de la

corte) quien meses atrás, se había desplazado a Hornachos para realizar una serie de

averiguaciones debido a las denuncias que desde hacía tiempo llegaban a la corte por parte de

los cristianos viejos acerca del comportamiento de los moriscos de esta villa. Por otro lado, la

Inquisición, también proporcionó una serie de autos mediante los cuales se demostraba las

prácticas sectarias llevadas a cabo por los hornachegos.51 El Consejo Real estaba a favor de que

López de Madera regresara a la Villa de Hornachos para seguir recabando la información

necesaria, propuesta a la que se oponía por completo el Consejo de Estado52, debido a que en

este mismo momento, se estaban llevando a cabo los preparativos para la expulsión de los

moriscos valencianos y, como ya comenté anteriormente, uno de los temores que se tenía en

esos momentos era la reacción del resto de moriscos de los reinos de la península una vez que

se hubiera filtrado la noticia de la expulsión de los moriscos de Valencia, puesto que carecían

de capacidad y medios necesarios para poner en práctica, a la misma vez, la expulsión de los

moriscos de todos los reinos peninsulares. Sin embargo, a pesar de la oposición del Consejo

de Estado, el Consejo Real siguió insistiendo y presionando al duque de Lerma, dado que no

entendían la postura del Consejo de Estado ante un tema al que meses atrás se le había dotado

48 Domínguez, Ortiz. A., Vicent. B. (1993). Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Madrid: Alianza Editorial. pp. 171-172 49 Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 230 50 Ibíd. 51 Sánchez, Rubio. R., Testón, Núñez. I., Hernández, Bermejo. M.A. (2010). La expulsión de los moriscos de Extremadura (1609-1614). p. 200 52Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 232

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de una gran importancia. Debido a esto, las peticiones a favor del proyecto de expulsión de

Hornachos continuaron hasta finales de julio.53

En relación a esas peticiones, se conserva una consulta con fecha del 18 de julio de 160954.

Esta consulta fue elevada a Felipe III. En ella, la Sala de Gobierno urge al rey para que tome

resolución sobre la expulsión de los moriscos del resto de los reinos peninsulares y, en especial

de la Villa de Hornachos. Esta consulta, ha llegado hasta nosotros en su estado original,

deduciendo esto por los elementos de validación que aparecen en el documento, como, por

ejemplo, las rúbricas que aparecen al final, pertenecientes a los miembros del Consejo de

Castilla.

Ante esta circunstancia de tensión, el Consejo de Estado comenzó a sentirse incómodo debido

a que quería evitar que se formase un escándalo, por lo que, esta situación llega a septiembre y,

una vez filtrada la noticia de la expulsión de los moriscos de Valencia, el Consejo de Estado

“decidió responder abiertamente a la Sala de Gobierno que, mientras no finalizara la primera

fase del destierro, toda actuación contra los moriscos de Hornachos debía ser suspendida” 55. El

hecho de que el Consejo de Estado fuera el que contestara a la Sala de Gobierno dicha decisión,

se debe a la potestad que tenía, otorgada por el rey, de resolver por sí mismo determinados

negocios, sin necesidad de consultárselos al rey. A partir de esta decisión adoptada por el

Consejo de Estado, el objetivo del Consejo Real estaba ahora en conseguir que la expulsión de

los moriscos de Hornachos se integrara dentro de la segunda fase de expulsión, es decir, la del

destierro andaluz. Objetivo que acabó siendo respaldado por el Consejo de Estado.56

Como mencioné al principio de este capítulo, el proceso de expulsión de los moriscos

peninsulares se llevó cabo de manera escalonada, por lo que, una vez organizada la expulsión

de los moriscos andaluces y hornachegos, la siguiente decisión que se deliberó, fue la expulsión

de los moriscos que residían en las dos Castillas, Extremadura y la Mancha. Estando ya en

marcha el embarque de los moriscos valencianos, y, antes de la llegada del marqués de San

Germán a tierras andaluzas, concretamente a Sevilla, a principios de septiembre de 1609,

Felipe III remitió una carta al Consejo de Estado mediante la cual le hace saber su intención de

53 Ibíd. 54 AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera mas” 55 Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 232-233 56 Ibíd.

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llevar a cabo un proyecto de expulsión que afectaba de manera general al resto de los moriscos

que residían en Castilla.57

En este caso, debemos tener en cuenta que no se trató de una expulsión, sino más bien de una

salida libre, pues, con el objetivo de que dicha salida provocara un impacto mínimo en Castilla,

Felipe III decidió dotar de cierta libertad a estos moriscos a la hora de abandonar sus reinos. Es

decir, permite que sean los propios moriscos castellanos los que voluntariamente abandonen la

península, permitiéndoles, por ejemplo, el derecho a decidir el puerto por donde querían

embarcar, también tenían el consentimiento para llevarse consigo sus bienes muebles (a

excepción de aquellos que estuvieran prohibidos) y, además, se les garantizaba cierta seguridad

hasta llegar al puerto de destino.58 Esta propuesta, no fue solamente presentada ante el Consejo

de Estado, sino también ante el Consejo Real, ya que el duque de Lerma elaboró un primer

esquema del futuro bando de expulsión, donde se incluyeron todas las limitadas libertades de

los moriscos mencionadas con anterioridad, para así someterlo a consulta del Consejo Real.59

Para deliberar sobre esta cuestión morisca, el Consejo de Estado, recuperó una serie de

documentos elaborados en época de los Reyes Católicos. En concreto, eran documentos

relacionados con la expulsión peninsular de los judíos en 1492, en los cuales se detalla todo el

proceso de expulsión junto a las consecuencias que esto ocasionó. Una vez revisado los

documentos y, teniendo en cuenta lo contenido en ellos, el 12 de septiembre de 1609 el

Consejo de Estado elevó una consulta a Felipe III mediante la cual le comunican su aprobación

ante la elaboración del futuro proyecto de expulsión y, la información recopilada de aquellos

documentos. Con esto, el Consejo de Estado, pretendía que Felipe III a la hora de aprobar dicho

proyecto, lo hiciera con cierta precaución y teniendo en cuenta la experiencia de la expulsión

judía.60 La falta de conservación de documentos en relación a este asunto, tiene como

consecuencia el desconocimiento de la respuesta que Felipe III proporcionó al Consejo de

Estado. Sin embargo, si tenemos constancia mediante la narración de algunos autores en sus

libros, de que el rey tuvo en consideración las recomendaciones del Consejo de Estado, aunque,

a partir de este momento, el proyecto de expulsión cayó en manos del duque de Lerma,61 pues

como ya mencioné, hasta su fallecimiento, Lerma tenía el consentimiento del rey para firmar

57 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 298. 58 Ibíd. pp. 298-299 59 Ibíd. 60 Ibíd. 61 Ibíd. p. 299

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las respuestas a esas consultas planteadas por el Consejo.62 Una vez que el Consejo Real estudió

el documento remitido por Lerma, en el mes de octubre, elevó una consulta a Felipe III donde

añadió una serie de recomendaciones a tener en cuenta para la elaboración del proyecto. Entre

estas recomendaciones, estaba la de establecer unos límites en cuanto a la libertad que dichos

moriscos tenían para llevar consigo ciertos bienes muebles y las posibles fechas de inicio de la

salida.63

A partir de este momento, sólo quedaba esperar para ver los resultados de la expulsión de los

moriscos valencianos, comenzar con el proceso de expulsión de los moriscos andaluces y,

finalmente, se iniciaron los preparativos para llevar a cabo la expulsión morisca libre

castellana.64 Una vez finalizada la expulsión de los moriscos andaluces y hornachegos y,

comenzado ya, los preparativos de la salida de los moriscos de las dos Castillas, Extremadura

y la Mancha, el siguiente paso era decidir qué ocurriría con los moriscos que residían en

territorio murciano, cuya expulsión no se había podido llevar a cabo dentro de la segunda fase

del destierro tal y como Felipe III había planeado.

El deseo del rey de incluir a estos moriscos dentro del segundo proceso de expulsión, hizo que

ordenara al marqués de San Germán (Capitán General de Artillería de España y encargado de

ejecutar la expulsión de los moriscos andaluces), y al duque de Medina Sidonia (Capitán

General de Andalucía) la recopilación de información acerca de los moriscos que habitaban en

Murcia. El duque de Medina Sidonia “se centró en preparar un envío de bastimentos a la armada

con el fin de avituallarla mínimamente”65 para lo que sería posteriormente, una larga operación

en las costas de Murcia. Por otro lado, el marqués de San Germán se encargaría de obtener

información sobre la distribución y el número de los moriscos murcianos.66 La dificultad residía

para el marqués de San Germán, (quien en ese mismo momento se encontraba en Sevilla), en

ejercer un control efectivo y sólido sobre Murcia, ya que era un territorio que se encontraba

alejado de Sevilla. Esta lejanía además, supuso un obstáculo a la hora de conseguir recopilar la

62 Revilla, Ezquerra. I. (2006). La dimensión territorial del Consejo Real en tiempos de Felipe III: El cuerpo de los treinta jueces. p.144 63 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 299 64 Ibíd. 65 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 496 66 Ibíd.

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información necesaria sobre los moriscos murcianos que ordenaba el rey, de manera que, se

decidió buscar una solución alternativa.67

Para ello, el 5 de diciembre de 1609 en Madrid, el Consejo de Estado elevó una consulta a

Felipe III, mediante la cual le pedían que la expulsión de los moriscos murcianos se llevara a

cabo de manera independiente a la expulsión de los moriscos andaluces y hornachegos.

Asimismo, en dicha consulta, el Consejo de Estado, le recomienda al rey que Luis Fajardo

(Capitán General de la Armada y Ejército del Mar Océano), fuese la persona que sustituyera a

San Germán en el control de la ejecución de dicha expulsión. El hecho de que Fajardo fuera el

encargado de ello, daba una serie de ventajas a esta expulsión, puesto que, disponía de una gran

cantidad de amigos en Murcia y además, por parte de su sobrino, el marqués de los Vélez,

recibió el título de adelantado mayor del reino, “lo que le otorgaba una jurisdicción ordinaria

que, bien complementada con una cédula particular, podía sin duda allanar el camino de aquel

destierro”.68

Al igual que en las consultas elevadas por el Consejo de Estado en los reinos anteriores, en este

caso tampoco se tienen vestigios acerca de la respuesta que Felipe III dio al Consejo de Estado.

Sin embargo, algunos autores como, por ejemplo, Manuel Lomas Cortés en su libro El proceso

de expulsión de los moriscos de España (1609-1614) 69 nos dice que, el 13 de enero de 1610

por orden de Felipe III, el Consejo de Estado remitió a Luis Fajardo las primeras instrucciones

del nuevo proceso de expulsión, junto con una Real Cédula. Así pues, con esta información que

nos aporta el autor, podemos interpretar que, Felipe III aceptó la petición y recomendación del

Consejo de Estado, dándole la orden de la elaboración del nuevo proyecto de expulsión.

El inicio de la expulsión de los moriscos castellanos, extremeños y murcianos permitió

continuar con la toma de decisión y la posterior elaboración del proyecto de expulsión de los

moriscos de Aragón y Cataluña. La filtración del rumor del inicio de la expulsión de los

moriscos valencianos en Aragón, suscitó la desconfianza entre los moriscos aragoneses, debido

a la sospecha de que dicha expulsión también les afectaría a ellos.70 Ante el temor de una posible

reacción de los moriscos aragoneses, la situación en Aragón se complicó aún más, debido a que

en esos momentos, estaba pendiente la elección del nuevo virrey aragonés. Quien en este

momento estaba ocupando el cargo de virrey era don Tomás de Borja, e iba a ser sustituido por

67 Ibíd. 68 Ibíd. pp. 496-497 69 Ibíd. p. 497 70 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 355-356

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don Gastón de Moncada, marqués de Aitona y embajador de Roma. Sin embargo, Gastón de

Moncada se encontraba en estos momentos en Italia, por lo que, ante la posibilidad de una

reacción más fuerte por parte de los moriscos, Felipe III decidió que, hasta la llegada del

marqués de Aitona a la península, la persona encargada de ejecutar sus órdenes en Aragón, sería

el gobernador Juan Fernández Heredia. De entre las labores que se le encomendó al gobernador,

estaba la de informarse sobre posibles rumores de conspiración por parte de los moriscos

aragoneses y, la de capturar a todos aquellos moriscos valencianos y castellanos que intentaban

huir de la expulsión a través de Aragón.71

Por otro lado, como ya comenté en el apartado del contexto histórico, uno de los objetivos de

la Inquisición fue la lucha contra la herejía y la apostasía, pero, al igual que ocurrió con la

expulsión de los moriscos valencianos, Felipe III no quería que la Inquisición se inmiscuyera

en los asuntos de la expulsión aragonesa. Sin embargo, con la intención de aumentar su

influencia en las decisiones adoptadas sobre el problema morisco, la Inquisición aragonesa se

encargó de enviar a Fernández Heredia, denuncias en contra de los moriscos, por conspiración

debido a sus tratos con el turco y, por estar llevando a cabo preparativos para protagonizar un

alzamiento. Sin embargo, estas no fueron las únicas denuncias que llegaron a manos del

gobernador.72 Como partidario de la expulsión de los moriscos aragoneses, una vez recopilada

la información necesaria sobre ellos, Fernández Heredia elevó un informe al Consejo de Estado.

Este informe, revisado por el Consejo, sirvió para la posterior argumentación y elaboración del

futuro proyecto de expulsión de los moriscos de Aragón.73

Uno de los motivos por los que Felipe III no quería que la Inquisición interviniera en el proceso

de expulsión de los moriscos aragoneses, fue porque al igual que en Castilla, quería sostener la

calma de dichos moriscos, evitando los procedimientos judiciales que la Inquisición llevaba a

cabo contra los herejes. Sin embargo, la Inquisición aragonesa respondió de forma diferente a

la de Castilla, ya que, mediante un auto de fe, condenó a una gran cantidad de moriscos “al

tormento, el escarnio público e incluso a galeras”.74 La actuación de la Inquisición reflejó la

debilidad de la monarquía ante este futuro proyecto de expulsión en Aragón. La llegada de

Gastón de Moncada a Zaragoza, y su respectiva ocupación al cargo de virrey, supuso un tiempo

para su adaptación en él, lo que tuvo como consecuencia que la Diputación del reino de Aragón,

(encargada de la representación de los distintos estamentos aragoneses ante el rey) dispusiera

71 Ibíd. p. 356 72 Ibíd. p. 357 73 Ibíd. 74 Ibíd. p. 358

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del tiempo suficiente para plantear otras alternativas a la expulsión. Sin embargo, dentro de la

Diputación, el estamento eclesiástico se mostraba favorable al destierro de los moriscos,

mientras que, el predominio del sector nobiliario aragonés se oponía.75

Ante la decisión de la Diputación, el 1 de enero de 1610, en Zaragoza, el Consejo de Estado,

elevó una consulta a Felipe III, donde le recomienda “dar largas a los diputados” 76 para de esta

manera conseguir frenar la actuación de la Diputación, puesto que el sector nobiliario estaba

dispuesto a conseguir la firma de Martín Bautista de Lanuza, justicia de Aragón, que anularía

el proyecto de expulsión, respetando así el derecho foral aragonés. No tenemos testimonios

sobre la respuesta a esta consulta, pero, sabemos que, pasada la mitad del mes de enero, no se

había llevado a cabo aún ninguna decisión respecto a la cuestión morisca, en virtud de lo cual,

Felipe III ordenó la elaboración de los preparativos para el futuro proyecto de expulsión de los

moriscos de Aragón. Esto se debió a que, aunque el rey respetó las actuaciones de la Diputación,

él era el que tenía la última palabra.77

Antes de finalizar la elaboración del proyecto de expulsión de los moriscos aragoneses, en el

mes de marzo de ese mismo año, el duque de Monteleón (Capitán General del Principado de

Cataluña) despachó al Consejo de Estado una serie de cartas, a través de las cuales advirtió a

Felipe III de la reacción que había suscitado en los moriscos catalanes la idea de una factible

orden de destierro dictada por él sobre ellos. Asimismo, en estas cartas, también le advierte de

que estos moriscos, con el objetivo de excusarse de la expulsión apelaron a un estatuto de 1503,

otorgado por Fernando el Católico, mediante el cual el rey garantizaba que estos moriscos jamás

serían expulsados por mandato real. La concesión de este estatuto fue a consecuencia de la

desconfianza y sospecha que brotó entre la población morisca el hecho de pensar que serían los

próximos desterrados, tras la expulsión judía.78

Una vez revisada las cartas enviadas por Monteleón, el Consejo de Estado, el 24 de marzo de 1610, remitió a Felipe III una consulta, mediante la cual le hacía saber que, a pesar del estatuto

otorgado por Fernando el Católico, la expulsión se debía de llevar a cabo y, que los problemas

jurídicos que ocasionarían dicha expulsión, debían de ser resueltos una vez finalizada ésta.

Leída la consulta del Consejo de Estado por el rey, aunque no tengamos constancia documental

de la resolución que Felipe III adoptó ante dicha consulta, sabemos que, para evitar abrir la

75 Ibíd. p. 361 76 Ibíd. pp. 355-356 77 Ibíd. 78 Ibíd. p. 384

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puerta a un posible debate con las instituciones catalanas, tal y como ocurrió anteriormente con

la Diputación de Aragón, Felipe III ordenó al Consejo la elaboración del futuro proyecto de

expulsión de los moriscos catalanes.79 Finalmente, en la elaboración de este futuro proyecto, se

incluiría la expulsión de los moriscos aragoneses y catalanes. Decidida y puesta en marcha la

expulsión de los moriscos aragoneses y catalanes, la situación se volvió a complicar en Murcia,

debido a que muchos moriscos permanecieron en territorio murciano tras la orden de expulsión

de Felipe III. A consecuencia de esto, el Consejo de Estado junto con Luis Fajardo, a partir del

30 de julio de 1611, comenzaron a llevar a cabo nuevas negociaciones, para iniciar un nuevo

proyecto de expulsión mediante el cual se expulsara a todos los moriscos que aún permanecían

en Murcia. Este nuevo proyecto, fue aprovechado por el Consejo de Estado para incluir la

expulsión de los mudéjares, pues, desde tiempo atrás, se estaban planteando su expulsión, al

igual que se había hecho en Castilla. 80

En esas negociaciones mencionadas, Fajardo envió un informe al Consejo de Estado, donde

aconsejó que dicha expulsión comenzara por el Valle de Ricote, pues allí aún residía población

morisca aunque conformaban un número insignificante de población, en comparación con la

población mudéjar que habitaban en el valle. 81 Por otro lado, para evitar que los moriscos de

Ricote fueran ayudados por otros moriscos que se asentaban en los lugares del alrededor del

valle, Fajardo propuso al Consejo, la presencia de milicias en dichas zonas para que calmaran

la situación. 82

A favor de las recomendaciones de Fajardo, el Consejo de Estado se las haría llegar a Felipe III

a modo de consulta. Aunque no tengamos constancia de la respuesta del rey, sabemos que el 8 de octubre de 161183 Felipe III firmó la orden de expulsión, lo que nos permite pensar que, en

esa respuesta, el monarca le dio la orden al Consejo de Estado para que elaborasen el decreto

de expulsión de los moriscos que aún habitaban en Murcia. Sin embargo, este proyecto de

expulsión firmado en el mes de octubre acabó fracasando a consecuencia de una serie de

complicaciones en la organización de la expulsión, por lo que, no será hasta el año 1613 cuando

Lerma, vuelva a rescatar dicho proyecto. La elaboración del proyecto de expulsión dos años

79 Ibíd. 80 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 516-517 81 Hernández Lisón. L. (1992). Mito y Realidad de la expulsión de los mudéjares murcianos del Valle de Ricote. p. 147 82 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 517 83 Ibíd.

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23

después del primero no fue nada fácil, puesto que, como veremos posteriormente, Fajardo ya

no era la persona encargada de ejecutar las órdenes dictadas por el monarca y además, se habían

retirado las actividades militares del territorio en 1612.84

5. ¿Cómo se comunicó dicha resolución a las autoridades encargadas de ejecutarla

en los distintos reinos y territorios de España?:

5.1 Reales Cédulas:

Una vez que Felipe III adopta la decisión de expeler a los moriscos que habitaban en sus reinos,

recaía en el Consejo de Estado la labor de comunicar mediante un documento en forma, el

contenido de dicha resolución a las respectivas autoridades de cada territorio (normalmente

virreyes y capitanes generales) designadas por el monarca para proceder a la ejecución de la

expulsión. Asimismo, la labor de poner por escrito las resoluciones podía recaer en los

escribanos de Cámara o los secretarios de los Consejos. En un primer momento, estas personas,

se encargaban de escoger el tipo de documento adecuado al contenido y, al receptor del

documento; posteriormente, llevaban a cabo la elaboración de lo que se conoce como minuta,

es decir el “extracto o borrador” que sirve como matriz para la elaboración del documento

original, donde se anotan las cláusulas o las partes esenciales para luego copiarlo y extenderse

con todas las formalidades necesarias para su perfección.85 Sin embargo, es importante tener en

cuenta que, a diferencia de los documentos originales, estas minutas carecen de elementos o

signos de validación, (firmas, rúbricas sellos...)

Una vez elaborada la minuta, se revisaba junto a un consejero semanero y a continuación se

visaba dejando una marca que indicaba que se había revisado. A posteriori, se pasaba a limpio

mediante la ayuda de escribientes o incluso de la imprenta, para luego validarla, es decir,

firmarla y se sellarla. Era muy común que, una vez que se revisada la minuta, ésta se conservara

en la institución, pudiendo llegar a considerarse como un documento original en el caso en el

que el documento definitivo se perdiese. Finalmente, este documento acababa siendo

registrado, que consistía en la copia íntegra del documento antes de ser expedido, para de esta

manera conservarlo dentro de la propia institución productora que lo expedía. Su conservación

era útil en el caso de que el documento original desapareciese.

Tanto para Felipe III, como para el duque de Lerma, la elaboración del proyecto de expulsión

de los moriscos era un negocio que se debía de tratar con cierta delicadeza, “cuya dirección sólo

84 Ibíd. p. 522 85 Recuperado el 28 de marzo de 2020 de https://dle.rae.es/minuta

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se podía conferir a un reducido número de personas de la mayor confianza” 86 y, que no tuvieran

interés en sacar ningún provecho particular de ello. Sin embargo, como veremos

posteriormente, por muy precavido que se fue a la hora de tratar e informar sobre el asunto, no

se consiguió mantener ese secretismo por mucho tiempo. Nos encontramos con un total de

dieciséis documentos expedidos por el Consejo de Estado, donde se recoge la voluntad del

monarca de desterrar a los moriscos. Estos quince documentos fueron elaborados en un periodo

de tiempo comprendido entre 1609-1613, es decir, desde que se expidió el primer documento

hasta el último, pasaron cuatro años.

En cuanto a la tipología documental de estos dieciséis documentos, se puede decir con

seguridad que sólo cuatro se tratan de Reales Cédulas. De estas cuatro, únicamente una ha

llegado hasta nosotros en su forma original; otra como copia de la Real Cédula original y dos

como copias insertas en otros tipos de documentos (provisiones virreinales o del capitán

general). Asimismo, dentro de estas copias insertas, la introducida en la provisión del capitán

general es una copia más fiel al documento original respecto a la inserta literalmente en la

provisión virreinal pues, en la primera se respeta la intitulación del monarca y, los elementos

de validación y en la segunda no, lo que nos hace dudar a hora de calificar el segundo

documento.

Por otro lado, en relación a los doce documentos restantes; dos de ellos, aparecen narrados en

la parte expositiva de dos provisiones virreinales; y, las otras diez aparecen reproducidos

literalmente o mencionados en las obras de una serie de autores que comentaré con más

detenimiento a continuación. De modo que, al igual que ocurre con la copia inserta en la

provisión virreinal, no podemos establecer con claridad la tipología de estos documentos pero,

a pesar de ello, pienso que debieron ser Reales Cédulas expedidas por el Consejo de Estado.

Tomada la decisión de comenzar la expulsión en el reino de Valencia, se procedió a comunicar

la voluntad del monarca al Capitán General y Virrey de Valencia, el marqués de Caracena,

persona comisionada para ejecutar la orden de destierro. Para ello, el 4 de agosto de 160987 en

Segovia, Felipe III firmó la Real Cédula que, como podemos ver en la breve dirección del

documento, fue posteriormente remitida al virrey.

86 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos en la Península Ibérica (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 48 87 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena

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Este documento no ha llegado hasta nosotros en su forma original, sino como copia inserta en

una Provisión Virreinal, debido a que, en esos momentos, era muy común que los documentos

reales se incluyeran o adoptaran la forma de otro tipo documental, en este caso una Provisión

Virreinal, para que, los súbditos del reino tuviesen conocimiento de lo contenido en él. A

diferencia de otras copias insertas que veremos posteriormente, en este caso, se trata de una

copia menos fiel al documento original dado que, carece de la intitulación real y de los

elementos de validación finales (rúbrica y firma del rey, suscripción del secretario de Estado…).

El hecho de que no aparezca la intitulación de Felipe III, podría hacernos dudar a la hora de

denominar diplomáticamente este documento, asimismo, el empleo de expresiones como la de

primo, podría indicarnos que estamos ante una Carta Misiva siendo ésta un documento muy

frecuente en la comunicación entre el rey y la nobleza.

En relación a esto último que acabo de comentar, debemos tener en cuenta que, en la Corona

de Aragón se suele utilizar el término de Cartas Closas Reales o Cartas Cerradas para

denominar a los documentos reales intitulados por el monarca, con expresiones como “El Rey”

o “Lo Rey”, separadas del resto del documento, validadas con la firma del monarca y, selladas

con el sello secreto. Asimismo, solían recibir este nombre también por “la aposición del sello

que se colocaba una vez plegada la carta sobre las puntas del documento, de modo que para

abrirla se debería romper el sello”88. Autores, como, por ejemplo, Floriano, hablan de Cartas

Reales Aragonesas, las cuales transmiten mandatos, y, por otro lado, tenemos a Sevillano Colón

y José Trench quienes en diversos estudios, les dan el nombre de Mandatos.89

Optamos sin embargo, por considerar que se trata de una Real Cédula porque el documento fue

expedido por el Consejo de Estado castellano y, aunque se dirigiera al reino de Valencia, este

órgano mantuvo su propia forma y formulario para expedir este tipo de órdenes. Mediante esta

Real Cédula, el monarca simplemente le comunica al virrey, su decisión de llevar a cabo el

destierro de los moriscos que habitaban en el reino valenciano tras una larga exposición de

motivos, mediante la cual se redactan todas y cada una de las causas que lo han llevado a tomar

dicha resolución. Finalmente, en esta Real Cédula, no aparecen las cláusulas finales que

veremos en algunas de las Reales Cédulas analizadas a continuación y, tampoco figura la data

tópica y crónica. Sin embargo, sabemos de la fecha de esta Real Cédula por su mención en la

parte expositiva de la Provisión del Capitán General.

88 Catalá, Cabanes. M.L. Las Cartas “Closas de Felipe III: Características diplomáticas”. p. 69 89 Ibíd.

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Junto a esta Real Cédula, el 4 de agosto de 1609, fue elaborada y firmada otra, que

posteriormente el Consejo de Estado expidió y, cuyo receptor fue el Patriarca Ribera, mediante

la cual, se le comunicaba la decisión de expulsión al igual que se le comunicó a Caracena.90

Con el objetivo de poner en marcha los últimos preparativos de la expulsión, Felipe III ordenó

a Agustín Mexía (Maestre de Campo General), su traslado al reino de Valencia y, aprovechando

la salida de Mexía, el Consejo de Estado le remitió una serie de documentos entre los que se

encontraban las dos Reales Cédulas comentadas anteriormente a fin de que, cuando llegara a

Valencia se las entregara a sus respectivos destinatarios.91

El 11 de septiembre de 1609, en San Lorenzo del Escorial, el monarca firmó otra Real

Cédula. En ella, no aparece una dirección concreta, pero, sabemos que fue elaborada con el

propósito de realizar varias copias de ella y posteriormente distribuirlas entre los señores

vasallos moriscos, los grandes titulados y las ciudades y villas del reino.92 Una de estas copias

realizadas sobre el documento original ha llegado hasta nosotros reproducida literalmente en la

obra del autor Gaspar Escolano.93 En esta reproducción aparece, la intitulación real y, como

elemento de validación la firma del rey sin embargo, no aparece ni la rúbrica del monarca ni la

suscripción del secretario de Estado. Del mismo modo que en las Reales Cédulas enviadas a

Caracena y don Juan de Ribera en esta, Felipe III comunica a las altas autoridades del reino, su

decisión adoptada en cuanto al problema morisco, haciéndoles saber previamente los motivos

que le han conllevado a aprobar dicha decisión. Asimismo, a través de este documento, también

les comunica la llegada de Agustín Mexía a Valencia y su respectiva función de conducir a los

moriscos valencianos hacia los puertos por donde debían salir, pidiéndoles colaboración tanto

con Mexía como con el virrey para que, de esta manera la expulsión fuese efectiva. Finalmente

les hace saber que, el marqués de Caracena les enviaría las instrucciones precisas de lo que cada

uno debía de hacer. Al igual que en los documentos anteriores, este también carece de cláusulas

finales.

Fechada y firmada por Felipe III el mismo día, el Consejo de Estado expidió otra Real Cédula

a los obispos de Tortosa, Orihuela, Segorbe y Valencia, de la que seguramente también se

realizaron varias copias para su posterior distribución. En ella, el monarca ordenaba a los

90 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 56 91 Ibíd. pp. 55-56 92 Ibíd. p. 64 93 Escolano. G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1864-1867

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obispos que, dieran instrucciones “a todos los párrocos de las diferentes diócesis para que

predicaran la paz y el respeto hacia los moriscos y sus posesiones”,94 con el propósito de

prevenir posibles conflictos que afectaran al proyecto de expulsión. Días más tarde, el 21 de septiembre, el marqués de Caracena mandó a llamar a los diputados de la Generalitat, jurados

de Valencia y a los señores titulados, para entregarles esas copias realizadas de la Real Cédula

original95 que, había caído en manos del virrey desde el día 15, adjunta a un permiso que se le

concedió para que la empleara cuando él creyese conveniente.96 Un día más tarde, hizo lo

mismo, pero con el estamento militar.97

Ya comunicada la noticia de la expulsión a los altos dignatarios del reino valenciano e iniciado

el destierro, se comenzó con los preparativos de los próximos territorios peninsulares afectados

por el destierro, Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos. Mientras que, en la expulsión de

los moriscos valencianos el monarca a través de una Real Cédula le comunicó al marqués de

Caracena la decisión de expeler a los moriscos de dicho reino, en Andalucía Murcia y la Villa

de Hornachos esta decisión se comunicó de manera diferente pues, fue el duque de Lerma quien,

personalmente se encargó de comunicar al marqués de San Germán (Capitán General de

Artillería de España) la decisión de expulsión de los moriscos de estos reinos y, la

determinación de haber sido él el elegido para ejecutar el destierro pues, era una persona que

tenía autoridad y mando sobre todo el territorio y, ocupaba una elevada posición militar.98

Informado ya del negocio, el marqués de San Germán tuvo que partir hacia Andalucía para

ponerse en contacto con las altas autoridades de los territorios afectados por el destierro, pues

serían las personas encargadas de cooperar con él en esta expulsión. De igual modo, tuvo que

marchar también a Sanlúcar para reunirse con el duque de Medina Sidonia dado que, como

mencioné en el apartado anterior era Capitán General de Andalucía y, su colaboración en este

proyecto era indispensable para garantizar su triunfo.99 Una vez instalado en la capital andaluza

de Sevilla, el marqués de San Germán recibió una Real Cédula fechada y firmada en Madrid a

94 Lomas, Cortés. M (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 64 95 Escolano, G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la […] ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1863-1864 96 Lomas, Cortés. M (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 64 97 Escolano, G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la […] ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1863-1864 98 Lomas, Cortés. M (2011). “El destierro andaluz”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 238-239 99 Ibíd. 240

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9 de diciembre de 1609.100 En cuanto a la dirección de este documento no es implícita ni

explícita puesto que, en ella el monarca se dirige a todo el mundo. Se conserva como copia

inserta en una Provisión del Capitán General y, a diferencia de la Real Cédula expedida el 4 de

agosto al virrey de Valencia, éste documento es más fiel al original pues, en él aparece al inicio,

la intitulación del monarca y, al final, la firma real y suscripción del secretario de Estado,

Andrés de Prada, como elementos de validación.

Respecto a su contenido, podemos observar que, tras la intitulación se comienza con una larga

exposición de motivos donde, al igual que en Real Cédula remitida al marqués de Caracena, el

monarca refleja todas y cada una de las razones de la expulsión. Asimismo, una vez

fundamentada estas causas, el rey procede con la orden de destierro. De manera posterior a la

orden, aparece por primera vez una fórmula de protección y amparo que el monarca otorga a

los moriscos para que, durante el periodo de tiempo que les ha proporcionado para partir de sus

reinos, pudieran organizarse y vender sus bienes antes de abandonar la península sin que nadie

les ataque o dañe. El texto finaliza con una serie de cláusulas finales mediante las cuales, el

monarca exigía el acatamiento de todo lo contenido en la Real Cédula a los oficiales superiores

del reino, prohibió ir en contra de lo establecido en ella y, ordenó su posterior publicación para

que llegase a conocimiento de todos.

El último paso que quedaba por dar era, comunicar a los señores de moriscos y justicias de los

territorios afectados de la expulsión, por lo que, para ello, el marqués de San Germán se ayudó

de la de la Audiencia de Sevilla para dar mayor legalidad a la distribución de las órdenes de

expulsión. A través de la elaboración de una Provisión del Capitán General fechada el 9 de

enero de 1610, San Germán pedía la colaboración de todos ellos para ejecutar la expulsión,

comenzando por decidir la fecha de publicación del bando. Asimismo, junto a esta Provisión,

San Germán les remitió también una copia del bando.101

El secretismo que se intentó mantener durante la elaboración de los preparativos de los

proyectos de expulsión de cada reino, no se consiguió, siendo un ejemplo de ello, la filtración

de información acerca de la expulsión de los moriscos valencianos en Castilla, lo que provocó

la venta masiva de sus haciendas, con la finalidad recaudar dinero pues imaginaron que, una

vez finalizado el destierro de los moriscos valencianos serían ellos los próximos en ser

100 B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera. 101 Lomas, Cortés. M (2011). “El destierro andaluz”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 260

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expulsados por voluntad regia.102 Como resultado de esto, previamente a la llegada del marqués

de San Germán a Sevilla, el Consejo de Estado elaboró una Real Cédula fechada y firmada por

el monarca en Madrid el 14 de noviembre de 1609.103 Por medio de este documento

despachado a las justicias y corregidores de Castilla, Felipe III ordenaba a estas altas

autoridades, pregonar en cada uno de los términos la prohibición de estas ventas, causando su

incumplimiento la pérdida de todos los bienes de estos moriscos.

Una vez conseguido calmar los ánimos entre la población morisca que residía en Castilla, se

procedió a tomar la decisión sobre la elección de la persona comisionada de proceder a la

ejecución de la salida libre castellana. En relación a ello, por parte de Felipe III y, del Consejo

de Estado se decide que esta persona debería ser el Conde de Salazar (Capitán General), sin

embargo, con el paso del tiempo, se dieron cuenta que, las dimensiones territoriales que

abarcaba esta salida y, por consiguiente, de la que se tenía que hacer cargo Salazar, era

demasiado grande. A consecuencia de ello, se decidió elegir a otra persona que, junto con el

conde se repartieran los territorios para facilitar el control de las salidas. Esta otra persona fue,

Alonso de Sotomayor (Consejero de Guerra retirado).104 En definitiva, los territorios quedaron

asignados de la siguiente manera; Alonso de Sotomayor tendría el control de Toledo,

Extremadura y Castilla La Mancha y el conde de Salazar ejercería control sobre Castilla La

Vieja.105

El 28 de diciembre de 1609 en Madrid, Felipe III firma la Real Cédula elaborada por el

Consejo de Estado. Gracias a la reproducción literal de este documento por los autores Pascual

Boronat y Barrachina y, Manuel Danvila y Collado106 podemos tener acceso a este documento

y, observar que, en ella, no hay una dirección claramente definida pues, de manera semejante a

las Reales Cédulas anteriores parece que el monarca vuelve a dirigirse a todo el mundo. El

acontecimiento previamente mencionado sobre la venta de los bienes moriscos fue aprovechado

por Felipe III a la hora de ponerse en marcha la elaboración de esta Real Cédula puesto que,

como se puede apreciar en la exposición de motivos de dicho documento, Felipe III quiso dejar

claro que este hecho dio a entender el deseo de los propios moriscos de abandonar los reinos

102 Bleda. J (1618) Crónica de los moros de España. p. 1037 103 Ibíd. 104 Lomas, Cortés. M (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 300-301 105 Ibíd. 106 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. p. 288. Nota 17

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donde residían. Tras esta aclaración, el rey procedió a autorizar y dar su beneplácito a todos

aquellos moriscos que querían marcharse de las dos Castillas, Extremadura y la Mancha.

Esta salida libre, al igual que en la expulsión de los moriscos andaluces, murcianos y

hornachegos, estuvo bajo el amparo y protección real que el monarca concedía a los moriscos

para que de manera calmada y sosegada y, con la seguridad de que no podían ser dañados o

atacados, pudieran continuar vendiendo sus bienes (excepto los bienes raíces) antes de partir.

Por último, al igual que en las Reales Cédulas elaboradas para la expulsión de los moriscos del

resto de territorios de Castilla, se concluye el documento con las cláusulas finales a través de

las cuales ordena lo mismo que en las ya comentadas, incluida su posterior publicación.

Con el propósito de que llegase a conocimiento de todos los habitantes de estos territorios la

decisión de la libre expulsión, el 2 de enero de 1610, Salazar remitió las misivas junto con la

copia del documento del 28 de enero a los corregidores y justicias respectivos de cada

territorio.107 Como consecuencia de las complicaciones mencionadas previamente en el

apartado anterior, se decidió finalmente, llevar a cabo la expulsión de los moriscos murcianos

de manera independiente a los de Andalucía y Hornachos. Una vez tomada esta determinación

y, tras haber decidido que la ejecución del destierro de estos moriscos sería efectuada por don

Luis Fajardo, el Consejo de Estado procedió a la elaboración de una Real Cédula, fechada y

firmada por el monarca el 13 de enero de 1610 y, remitida de manera posterior a Fajardo.

El conocimiento que disponemos sobre esta Real Cédula, es gracias a autores, como, Manuel

Lomas Cortés,108 quien nos facilita una información concisa acerca de este documento. Dicho

autor en su libro aclara que, mediante esta Real Cédula el monarca comunicó a Fajardo que

sería la persona encargada de ejecutar la expulsión y, que obtiene su permiso para disponer de

la milicia del reino durante el proceso de destierro.109 Debemos tener en cuenta que, a pesar de

la decisión de organizar la expulsión de los moriscos murcianos de manera independiente al

destierro de Andalucía y Hornachos, el monarca quería que todos los destierros se llevaran a

cabo de manera simultánea, por ello, el objetivo de Luis Fajardo era publicar el bando de

expulsión el día de San Antón al igual que se tenía previsto en el territorio andaluz y

hornachego. Una vez decidida la fecha de la publicación, Fajardo dispuso de muy poco tiempo

para remitir las correspondientes misivas al “corregidor de Murcia, el obispo de Cartagena, el

107 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 301-304 108 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 497 109 Ibíd. p. 498

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cabildo de Caravaca y el gobernador del Estado de los Vélez” 110 donde, de manera adjunta a

una copia del bando se les comunicaba la orden de expulsión.111

La finalización de la expulsión de los moriscos valencianos, incrementó los problemas

ocasionados por los moriscos aragoneses que se vivían desde meses atrás. Con el objetivo de

evitar que la población morisca aragonesa cometiera los mismos errores que se había cometido

previamente en Castilla o en Valencia como, por ejemplo, “la distribución de vellones falsos”

112 o “la entrega fraudulenta de las letras de cambio prohibidas con las que los moriscos trataban

de girar sus bienes hacia el extranjero”113 el monarca proporcionó los instrumentos necesarios

a los oficiales del reino para detener a los moriscos que cometieran estas infracciones.114

Al mismo tiempo, el Consejo de Estado por orden del monarca, se encargó de la elaboración

del nuevo decreto de expulsión fechado y firmado el 17 de abril de 1610 en Valladolid,115 que

ha llegado hasta nuestros días de manera narrada en la parte expositiva de la Provisión Virreinal

del marqués de Aitona, don Gastón de Moncada. El edicto de expulsión de los moriscos

aragoneses se basó en “un traslado del bando valenciano con algunas modificaciones”,116

aunque no fue esto lo único que se emuló de la expulsión morisca valenciana puesto que,

también se aplicó en Aragón un procedimiento de administración similar al de Valencia.117 En

relación a las modificaciones realizadas sobre el documento, sería Clavero (vicecanciller del

Consejo de Aragón) la persona encargada por el Consejo de Estado, para realizar dicha labor,

adecuando así el documento al código del derecho foral de Aragón. De esta manera, el Consejo

de Aragón incrementaría su influencia sobre el destierro aragonés y, el monarca conseguiría

zanjar los problemas con la Diputación y con Martín Bautista Lanuza mencionados en el

epígrafe anterior.118

Clavero, junto con Juan de Idiáquez y Agustín Mexía (quien desempeñó el mismo mando en

Aragón que en Valencia), conformaron una reunión extraordinaria en la cual, con el objetivo

110 Ibíd. 111 Ibíd. 112 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 362 113 Ibíd. 114 Ibíd. 115 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 116 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 363 117 Ibíd. 118 Ibíd.

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de acelerar la labor al Consejo de Estado, redactaron los cambios acordados sobre el edicto de

expulsión aragonés. Una vez redactado los cambios y aprobados por el Consejo de Estado,

Felipe III ordenó a Mexía su traslado a Aragón para ser él quien entregara personalmente al

virrey, esta Real Cédula donde, se le comunicaba la voluntad del monarca, previa exposición

de motivos donde justificaba la expulsión.119 A diferencia de la Real Cédula expedida al

marqués de Caracena, en ésta no solamente se comunica al virrey la resolución adoptada por el

monarca, sino que también ordena la publicación de este documento en la forma acostumbrada.

Además de, la Real Cédula entregada en mano a Gastón de Moncada, Agustín Mexía, también

le hizo entrega de los despachos que de manera posterior el virrey hizo llegar a “los consejeros

y doctores de la Real Audiencia, el regente de la Cancillería y el abogado fiscal, los señores,

prelados, villas y ciudades del reino”.120 En estos despachos, a todas estas altas autoridades, se

les pidió también cooperación y colaboración al igual que se hizo en los demás reino pero, a

estos también se les garantizó una retribución económica.121

De forma simultánea al edicto de destierro firmado en Valladolid el 17 de abril de 1610,122 se

firmó otro decreto de expulsión con la finalidad de expeler a los moriscos que residían en

Cataluña. Esta Real Cédula, del mismo modo que la anterior, aparece narrada en la exposición

de motivos de la Provisión Virreinal elaborada por el virrey de Cataluña, el duque de

Monteleón. Respecto al contenido de esta Cédula, no dista mucho de la expedida hacia Aragón,

pues en ella tampoco se halla una dirección concreta, ya que directamente comienza con la

justificación de la expulsión. A continuación, el virrey procede a transmitir la orden de

expulsión del monarca, si bien de forma más vaga e imprecisa en detalles de procedimientos y,

seguidamente aclara que, por orden del rey dicho destierro tiene que llevarse a cabo por el

puerto de los Alfaques (en Tortosa).

En relación a esto último y, como consecuencia de las tensas relaciones con Francia, por la

subida al trono de Jülich-Clevés, debemos tener en cuenta que, tanto Felipe III como su valido,

tenían sus intereses puestos en la brevedad de la expulsión de los moriscos catalanes por el

puerto de los Alfaques, para de esta manera dejar el camino libre a los moriscos aragoneses,

119 Ibíd. pp. 363-365 120 Ibíd. p. 382 121 Ibíd. 122 Bleda. J. (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. pp. 612-618

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quienes partirían también desde este puerto.123 En cuanto a la orden de publicación, en la

narración de esta Cédula no aparece mencionada pero, tenemos la certeza de que se mandó a

publicar al igual que se hizo en los demás reinos, debido a que esta información aparece

reflejada al final de la Provisión Virreinal, en una diligencia o certificado de la publicación,

escrito en latín y en cursiva para así diferenciarla del resto del documento. El duque de

Monteleón el 11 de mayo de 1610 en Barcelona, envió una Provisión Virreinal a las justicias

del principado, para informarles no solo de la expulsión sino también, para que fueran

asimilando el tránsito de aragoneses por el territorio pues, como acabo de mencionar su partida

se realizó por el puerto de los Alfaques, el alojamiento de tropas y, la presencia de escuadras

en los Alfaques.124

Referente a la libre expulsión castellana, con el paso del tiempo derivó a una serie de problemas

siendo los dos más transcendentales, el intento por parte de estos moriscos de “acceder al

servicio en las milicias como medio para ocultar su condición y pasar por cristianos viejos”, 125

debido a su semejanza con los cristianos viejos y, el enterrar sus bienes una vez llegados a la

frontera para así, trascurrido un tiempo regresar a recuperarlos.126 Las soluciones que se

adoptaron para solventar dichos problemas fueron; el reclamo de un documento que acreditara

la limpieza de sangre de estos moriscos antes de integrarse en las milicias y, la implantación de

una aduana en Burgos controlada por el conde de Salazar, para así vigilar los enseres que dichos

moriscos llevaban consigo hacia los lugares de destino y, evitar el traspaso de oro, plata y joyas,

pues solamente podían partir de sus lugares de origen con mercaderías.127La eficacia que

demostró Salazar en la aduana de Burgos hizo que, tras la muerte de Alonso de Sotomayor se

decidiera que a partir de este momento fuera Salazar la única persona encargada de la ejecución

de la expulsión de ambas Castillas, Extremadura y la Mancha.128 Los problemas acarreados

durante el proceso de la salida libre, tuvo como consecuencia el estudio de la elaboración de un

segundo proyecto de expulsión, teniendo en cuenta que, esta vez no sería una salida libre, sino

más bien organizada.129

123 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 364-391 124 Ibíd. p. 386 125 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 305-307 126 Ibíd. 127 Ibíd. pp. 339-340 128 Ibíd. 129 Pascual, Martínez. J. (2018). “Escapar de la expulsión”. En Los Moriscos Antiguos Murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. Universidad de Valencia. p. 381

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34

En relación a ello, se llevó a cabo la elaboración de una nueva Real Cédula fechada y firmada

en Aranda, el 10 de julio de 1610.130 A diferencia de los documentos anteriores, esta Real

Cédula ha llegado hasta nosotros como copia del documento original, utilizándose como

ejemplo para la elaboración del original el decreto de expulsión andaluz.131 En esta Real Cédula,

tampoco aparece una dirección clara pues, como ya he comentado previamente en otras

ocasiones, parece que el monarca se dirige a todo el mundo. Asimismo, esta copia es una copia

fiel al documento original debido a que en el aparece la intitulación real y, como elementos de

validación final, la firma del monarca junto con la suscripción de Antonio de Aroztigui, quien

ocupó el cargo de secretario de Estado, tras la muerte de Andrés de Prada en junio de 1611.132

Tras la intitulación regia, en este documento se comienza con una dilatada exposición de

motivos donde el monarca manifiesta las motivaciones que lo han llevado a cesar la salida libre

que les había otorgado a los moriscos de dichos reinos, para imponer su definitiva expulsión.

Asimismo, de manera seguida expone las causas que justifican este destierro utilizando como

modelo los motivos ya publicados en el edicto de expulsión de los moriscos valencianos.133

Una vez expuesto los motivos y, habiendo comunicado la resolución adoptada de expeler a

todos los moriscos que aún quedaban en esos reinos, se les informa del mismo modo que en los

destierros precedentes, del amparo regio que les confería el monarca. Por último, en el

documento vuelven a aparecer las cláusulas finales anteriormente mencionadas y, la orden de

publicación de dicho documento.

Fechada y firmada por el monarca también en Aranda, el 10 de julio de 1610, el Consejo de

Estado expidió otra Real Cédula en la cual no aparece una dirección que nos indique a quién va

dirigido este documento expresamente. No obstante, gracias a Florencio Janer134 quien en su

libro nos recrea textualmente esta Real Cédula, podemos saber que este escrito fue elaborado

con el propósito de que llegase a manos de los corregidores y justicias de las dos Castilla,

Extremadura y la Mancha. A través de esta Real Cédula Felipe III ordena, que se le de veracidad

a todo lo que el Conde de Salazar les mande y, que las cuestiones o preguntas que se tengan en

130 AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias de su cumplimiento. 131 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 340 132 Recuperado el 20 de abril de 2020 de http://dbe.rah.es/biografias/14262/andres-de-prada-y-gomez-de-santalla 133 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 340 134 Janer. F. (1857). Condición social de los moriscos de España, causas de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político. p. 343

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relación al destierro se las hagan saber a él, pues el conde ha sido la persona comisionada por

el monarca para efectuar la expulsión. Llegadas a manos del conde de Salazar ambas Cédulas,

éste el 2 de agosto del mismo año procedió a distribuir las misivas a los correspondientes

señores vasallos, corregidores y justicias de cada territorio para informarles de lo contenido en

ambos documentos y así, dar comienzo a la segunda etapa de la expulsión castellana.135

Tras la publicación del edicto del 9 de diciembre de 1609 gran parte de los moriscos que tenían

que haber partido de Murcia permanecieron en el territorio. Fruto de ello y, de la peligrosidad

que suponía permitir la permanencia de la minoría morisca del Valle de Ricote, por los motivos

comentados en el apartado anterior, el 8 de octubre de 1611, en Madrid, el monarca firmó una

nueva Real Cédula, que ha llegado hasta nosotros reproducida textualmente por los autores

Pascual Barrachina y Manuel Collado136. Esta Real Cédula es muy similar a la firmada por el

monarca el 9 de diciembre de 1609 pues, en esta no aparece tampoco una dirección concreta y,

además, el texto comienza con una larga exposición de motivos donde al igual que en las Reales

Cédulas vistas anteriormente, explica y justifica la expulsión. Como podemos ver en la parte

dispositiva del documento, el objetivo principal de su elaboración fue comunicar a todos los

vasallos que residían en Murcia de la resolución del monarca de expeler, a todos los moriscos

murcianos que habían permanecido tras la publicación del primer decreto de expulsión y, a la

escasa población morisca y población mudéjar que habitaba en el Valle de Ricote. Finalmente,

el texto termina con una serie de cláusulas finales, mediante las cuales Felipe III ordena a las

altas autoridades del reino, que cumplan con lo establecido en esta Real Cédula y que además,

proporcionen ayuda y asistencia a don Luis Fajardo a quien de manera posterior, le exige que

vele por el cumplimiento de este negocio. Asimismo, el monarca conmina la publicación de

este documento.

Además de esta Real Cédula, el Consejo de Estado expidió otra al Concejo de Murcia, fechada

también el 8 de octubre de 1611137. Este documento fue elaborado con la finalidad de ser

expedido al Concejo de Murcia a quien Felipe III ordena al igual que lo había hecho

anteriormente con las altas autoridades del reino, la asistencia y ayuda a don Luis Fajardo,

durante el proceso de expulsión. Conservada en su estado original, esta Real Cédula fue

realizada en papel. La tinta utilizada sobre este soporte para la elaboración del texto ha sido un

135 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 343 136 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. pp. 285-287 137 AMMU CAM 790 Nº 80. Cédula de Felipe III al concejo de Murcia, ordenando que el capitán Luis Fajardo proceda a la expulsión de los moriscos del Valle de Ricote.

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marrón negruzco, teniendo en cuenta que, el tipo de tinta empleada en esta tipo de documentos,

solía ser un marrón que tenía diversas tonalidades (marrón rojizo, marrón oscuro y marrón

negruzco)138

Dispuesto de manera paralela al borde menor, podemos apreciar en la parte superior del

documento la invocación simbólica (cruz) y, de manera posterior la intitulación del monarca,

seguida del cuerpo del texto. En este caso, el texto no se elabora dejando un margen pues esto,

que simbolizaba cortesía, como he mencionado con anterioridad, solamente se realizaba en

documentos dirigidos a una entidad superior como, por ejemplo, el monarca. Respecto a su

tradición documental, se puede evidenciar que se trata de un documento original visto que,

aparece la intitulación breve del monarca y, el documento se cierra con los respectivos

elementos de validación, como son la firma del monarca junto a su rúbrica y la suscripción de,

Antonio de Aroztigui. Publicada la Real Cédula del 8 de octubre, un mes más tarde, la

expulsión acabó siendo paralizada por don Luis Fajardo a consecuencia de sus continuos

enfrentamientos con el corregidor Luis de Godoy, quien no estaba de acuerdo con la expulsión.

Asimismo, otro de los motivos que lo conllevó a paralizar dicha expulsión fue el desamparo

que sintió respecto a la Corte pues, no llegaron los efectivos necesarios que garantizaban la

seguridad del reino.139 Tras el abandono de Fajardo, a finales del mes de abril de 1613 el

monarca, con el propósito de poner en marcha la expulsión después de verano, decidió elegir

rápidamente a la persona que remplazaría a Fajardo. Esta persona, encargada ahora de llevar a

cabo la ejecución del proyecto de expulsión en Murcia sería el conde de Salazar (Capitán

General) quien en ese momento, se encontraba en Castilla inspeccionando y controlando la

expulsión de los moriscos castellanos. Para que llegase dicha información a sus oídos, Felipe

III mandó a su valido como intermediario.140 Según menciona Henry Lapeyre “el rey firmaría

la orden de traslado a Murcia del saboyano el 9 de octubre”.141 Asimismo, de manera posterior,

concretamente el 19 de octubre de 1613, en Ventosilla, el monarca firmó una Real Cédula.

138 Cabanes, Catalá. M. L. (1999). “Cartas closas reales y cartas closas virreinales en el reinado de Felipe II”. En Felipe II y su reinado. p. 283 139 Pascual, Martínez. J.M. (2018). “Escapar de la expulsión”. En Los moriscos antiguos murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. p. 395 140 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 528 141 Citado en Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 529

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Podemos saber del contenido de esta Cédula gracias al autor Florencio Janer quien, la reproduce

de manera literal en su obra.142

En este documento, realmente no aparece una dirección concreta, pues directamente tras la

intitulación del monarca comienza con la exposición de motivos donde aclara la razón de

expeler a los moriscos y mudéjares de Ricote. Sin embargo, sabemos que fue remitida al conde

de Salazar antes de su partida a Murcia puesto que, además de señalarlo el autor antes de

comenzar con la transcripción de la Real Cédula, en la parte dispositiva del texto, el monarca

ordena ir al Valle de Ricote para desterrar y expulsar a los moriscos y mudéjares de aquel reino,

teniendo en cuenta que, como he mencionado precedentemente, fue al Conde de Salazar a quien

se le ordenó su traslado a Murcia. El texto se cierra con una cláusula final a través de la cual,

se ordena a los altos mandos del reino su ayuda y cooperación en la expulsión. Junto a esta Real

Cédula, Felipe III ordenó enviar otra al Concejo de Murcia, para que, de igual manera que se

había hecho previamente con Luis Fajardo, ahora se comunique que el conde era el sustituto de

Fajardo y, por lo tanto, el encargado de ejecutar este negocio, y además, se pedía su

colaboración y ayuda a Salazar.143 De manera final, el 28 de noviembre de 1913, a través de

una Provisión del Capitán General llega la información del destierro al concejo de Murcia, junto

a una copia del edicto.144

5.2 Instrucciones:

Como ya he mencionado en el apartado anterior, la expulsión de los moriscos fue un proceso

llevado a cabo de manera escalonada, por lo que a medida que se fueron confeccionando los

sucesivos bandos de expulsión de los diferentes reinos peninsulares afectados por el destierro,

se fue adquiriendo una mayor experiencia respecto a la elaboración de los bandos anteriores.

Esto, dio lugar a que a medida que fue avanzando el negocio de la expulsión, el monarca se vio

forzado a esclarecer ciertas cuestiones ya mencionadas en las Reales Cédulas, para dilucidar

algunas cuestiones inconclusas o que generaban ciertas dudas.145 Todas estas aclaraciones o

instrucciones fueron puestas por escrito en un documento diferente a la Real Cédula, para que

de esta manera, una vez expedidos ambos documentos por el Consejo de Estado y remitidos a

142 Janer. F (1857). Condición social de los moriscos de España, causas de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político. pp. 361-362 143 Pascual, Martínez. J. (2018). “Expulsiones, vuelta y permanencia de los mudéjares antiguos murcianos”. En Los Moriscos Antiguos Murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. Universidad de Valencia. p. 426 144 Ibíd. p. 429 145 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 214-215

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la autoridad correspondiente (Capitán General o Virrey) de cada reino, se procediera a su

publicación, dando así a conocer su información a todos los súbditos de la corona, incluidos los

moriscos. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que, estas instrucciones no aparecen en

todos los bandos de expulsión publicados en cada territorio, pues sólo tenemos constancia de

ellas en los bandos de Valencia, Aragón, Cataluña y, gracias a la reproducción literal realizada

por Jaime Bleda,146 también se conservan las instrucciones publicadas en el bando de

Andalucía, Granada y Murcia.

Respecto al número de puntos que contienen estas instrucciones, los cuales desarrollaré con

más detenimiento a continuación, el bando de Valencia dispone de un total de trece puntos, los

bandos de Aragón, Andalucía, Granada y Murcia coinciden con un total de nueve puntos,

mientras que Cataluña, supera el número de puntos, con un total de catorce. Adentrándome en

el contenido de estas instrucciones, en primer lugar, se hace mención al periodo de tiempo que

el monarca concedió a los moriscos para que éstos vendieran sus bienes muebles y salieran de

sus lugares de origen. Mientras que en las instrucciones catalanas no se hace alusión sobre ello,

en las aragonesas y valencianas podemos observar como Felipe III otorgó un plazo de tres días

a los moriscos de dichos territorios. Además, gracias al autor Rafael Benítez Sánchez-Blanco,

podemos saber que, el plazo de tiempo concedido a los moriscos de la corona de Aragón, fue

muy diferente al dispensado a los de la corona de Castilla, e incluso, dentro de la propia Castilla,

también nos encontramos con diferencias, puesto que, en el destierro de los moriscos de

Andalucía, Granada, Murcia y la villa extremeña de Hornachos, se concedió un periodo de

treinta días, mientras que en la expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y

Extremadura se les otorgó dos meses. Sin embargo, estos periodos de tiempo se volvieron a

modificar como, por ejemplo, ocurrió en Sevilla, donde el marqués de San Germán redujo aún

más ese plazo, fijándolo en veinte días, o en la expulsión de los moriscos del valle de Ricote

(Murcia), donde se les dispensó diez días.147

Según menciona Rafael Benítez, estos plazos otorgados por la monarquía, deben entenderse en

función de la manera en la que se decidió llevar a cabo la expulsión de los moriscos en cada

uno de los diferentes reinos peninsulares, por ejemplo, la salida de los moriscos en la Corona

de Aragón y de Ricote, se llevó a cabo bajo la supervisión y gestión de los comisarios

establecidos por el monarca, mientras que, en la corona de Castilla, como hemos visto en el

146 Bleda. J (1618). Crónica de los moros de España. p. 1041 147 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 215

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apartado anterior, se llevó a cabo una salida libre más generalizada, donde no se especificó de

qué forma se ejecutaría esta partida, ni se ordenó el envío de comisarios (salvo excepciones

como, por ejemplo, Sevilla), para el control de dicha salida.148 Otro asunto relacionado con lo

que acabo de comentar, es el punto de desembarco o el destino de estos moriscos desterrados.

Sólo en las instrucciones de Valencia, es donde se detalla concretamente el lugar de destino,

Berbería, pero al mismo tiempo, deja un camino libre para aquellos que quisieran desembarcar

en otros reinos que no fueran los de España. En las instrucciones de Aragón, ya no se menciona

Berbería como lugar de destino, pues aquí se especifica que, serían trasladado “hacia adonde

hubieren de yr”149 y, en las instrucciones catalanas nos encontramos con dos variedades

esenciales; una primera en la que se les otorga libertad para elegir su lugar de destino; y una

segunda en la que se hace referencia a aquellos moriscos que desembarquen en tierras de

infieles (expresión que según Rafael Benítez utiliza el monarca para no utilizar la palabra

Berbería).150

Aunque no aparezca de manera explícita en las instrucciones del bando de Cataluña, es

importante mencionar otra cuestión muy relacionada con las dos anteriores que acabo de

comentar, como son los puertos de salida. Mientras que en los bandos de Valencia y Aragón no

se especifica el nombre del puerto o de los puertos por el que han de partir estos moriscos,

quedando dicha cuestión en manos de los comisarios encargados de guiarles hasta la

embarcación, en el bando de Cataluña sí se especifica el puerto por el que han de salir de la

Península, siendo éste el puerto de los Alfaques (Tortosa).151 Sin embargo, tal y como acabo de

mencionar al inicio del párrafo esta información no aparece en las instrucciones del bando sino

en la parte dispositiva del texto. Por el contrario, en Castilla durante la libre expulsión castellana

se vedó que dichos moriscos partiesen por los puertos del reino aragonés, estableciéndose “los

puertos del norte de España o la frontera vasco-navarra con Francia” 152 como las únicas

posibilidades por donde salir hacia el nuevo lugar de destino. Sin embargo, para aquellos que

permanecieron en la Península y, que salieron tras la publicación del bando de expulsión el día

2 de agosto de 1610, se fijaron los puertos andaluces y murcianos. En cambio, en cuanto a

Murcia, el puerto de Cartagena fue el único habilitado para el destierro morisco. 153

148 Ibíd. 149 Ibíd. p. 216 150 Ibíd. 151 Ibíd. p. 215-216 152 Ibíd. 153 Ibíd.

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40

Por otro lado, en las instrucciones tanto de Valencia, como de Aragón y Cataluña, nos

encontramos con lo que Rafael Benítez denomina “cláusulas de salvaguarda y penales”.154 Sin

embargo, como veremos a continuación, ambas cláusulas son más extensa en las instrucciones

valencianas y aragonesas, que en las catalanas. En relación a las cláusulas de salvaguarda, en

primer lugar, en las tres instrucciones se hace referencia a que no se podía dañar ni de obra, ni

de palabra a los dichos moriscos; en el caso de Cataluña, se especificó que esta orden debía

cumplirse hasta el embarque de los mismos, mientras que, en las instrucciones de Valencia y

Aragón, se estableció que debía cumplirse hasta el desembarco de los moriscos. El motivo de

ello, fue que el Principado de Cataluña no tenía autoridad, ni potestad sobre “las flotas, fueran

las reales o las mercantes”.155

Para el monarca, no fue suficiente intentar eludir a través de esta cláusula, el maltrato hacia los

moriscos, por parte de los dirigentes de los barcos donde transportaban a los mismos hacia su

lugar de destino, puesto que, también ordenó en las instrucciones valencianas, que diez de los

primeros moriscos embarcados en el primer viaje, regresaran para que dieran noticia a los

demás moriscos que aún permanecían en la Península, de que la intención del monarca sólo era

expulsarlos, sin que recibieran ningún tipo de vejación durante el viaje.156 Sin embargo, la

pérdida de ese miedo que el monarca sentía al principio de este negocio, en cuanto a la posible

oposición y rechazo a la expulsión por parte de los moriscos, es lo que explica que esta

ampliación de la cláusula de salvaguarda, desapareciera de manera posterior en las

instrucciones de los demás reinos.157 En cuanto a las cláusulas penales, en las tres instrucciones

se dispuso que, a todos aquellos moriscos que no cumplieran con lo ordenado por el monarca,

se les condenara a pena de muerte. Asimismo, se les prohibió salir de sus casas hasta que llegara

el comisario encargado de darles las indicaciones oportunas para su partida y, andar

deambulando tras la publicación del bando, pues bajo permiso del rey, éstos podían ser

saqueados y desvalijados por cualquier persona que se los encontrara, e incluso asesinados sí

se intentaba defender.

A los residentes valencianos, aragoneses o catalanes, se les condenaba a pena de muerte también

sí escondían o se deshacían de los bienes pertenecientes a estos moriscos. Además, a los

cristianos viejos que habitaban en estos territorios, se les prohibió ayudar a los moriscos

(acogiéndolos en sus casas, evitando que fueran desterrados, o escondiendo sus bienes), pues si

154 Ibíd. p. 217 155 Ibíd. 156 Ibíd. 157 Ibíd.

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realizaban algunas de estas prohibiciones eran condenados a las galeras. En Aragón y Valencia,

la pena que se establecía era de seis años, mientras que en Cataluña, se rebajó a cinco, pero

contando también con la posibilidad del “arbitrio judicial”.158 Pese a que en el bando de la libre

expulsión castellana no aparecen las instrucciones, sabemos que, a diferencia de los reinos

anteriormente mencionados, a los moriscos castellanos se les permitió trasladarse de un lado

para otro, para así poder cambiar sus bienes por mercaderías. Sin embargo, por el contrario, en

el caso de los moriscos del Valle de Ricote, se les atribuyeron reglamentaciones similares a los

del reino de Aragón, en cuanto a desplazamientos, encubrimiento de los bienes… Respecto a

las cláusulas penales, podemos observar cómo, en los bandos publicados en los territorios

pertenecientes a la corona de Castilla, se les conminó con la pena de muerte a todos aquellos

moriscos que permanecieran en la Península una vez concluido el plazo de tiempo concedido

y, asimismo se les castigaba con la privación de sus bienes, vasallos… a aquellos cristianos

viejos que ofrecieran ayudas a los moriscos.159

Dentro de lo que Sánchez-Blanco denomina como “categoría de excluidos”,160 en las

instrucciones del bando de Valencia, podemos observar cómo el monarca aceptó que en cada

ciudad valenciana, un seis por ciento de la población morisca permaneciera en el territorio

donde residía, con el propósito de preservar sus viviendas, los cultivos de arroz, azúcar, los

regadíos y, para que de esta manera pudieran informar o comunicar a todo poblador nuevo que

llegara a la localidad. Sin embargo, esta permanencia estaba sometida a una serie de requisitos,

como, por ejemplo, sólo podían quedarse aquellos hijos que aún estuvieran bajo la “patria

potestad” 161 y, que no estuvieran casados, ni lo hubieran estado. Asimismo, el monarca prefería

que ese seis por ciento estuviera conformado por los moriscos viejos, los que sólo tenían como

oficio cultivar la tierra y, aquellos que con sus hechos hubieran demostrado ser buenos

cristianos. No obstante, esta exclusión fue suprimida en enero de 1610 por el marqués de

Caracena, por lo que no volvió a manifestarse en los documentos posteriores.162 En las

instrucciones aragonesas se desarrolló con mayor minuciosidad y detalle, algunos de los

aspectos previamente mencionados en las instrucciones valencianas, con el objetivo de aclarar

aún más, aquellas cuestiones que aún podían generar dudas. Un ejemplo de ello, es lo

recientemente comentado acerca de la permanencia o continuidad de aquellos moriscos

158 Ibíd. p. 218 159 Ibíd. 160 Ibíd. 161 Ibíd. 162 Ibíd.

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considerados como buenos cristianos, pues en el destierro aragonés, se especificó que este buen

comportamiento cristiano debía de ser demostrado con “bastantes y legítimas

informaciones”.163

Por otro lado, en las instrucciones de Aragón, Andalucía, Granada y Murcia, aparece otra

categoría de excluidos que no se manifiesta en las instrucciones de Valencia, como son los

matrimonios mixtos y, los hijos. En relación a los matrimonios mixtos, podían permanecer en

territorio peninsular los cristianos viejos casados con mujeres moriscas; pero si la condición del

hombre era morisca y estaba casado con una cristiana vieja, éste debía de exiliarse, pudiendo la

mujer elegir entre irse con su marido e hijos, o permanecer ella junto a sus hijos (menores de

seis años) en la Península. En cuanto a los niños, en Aragón se permitió que todo infante (menor

de cuatro años de edad) que por voluntad propia quisiera quedarse, si contaban con el

consentimiento de sus padres, o de su cuidador si éste era huérfano, podían permanecer en la

Península. Asimismo, en el caso de Andalucía, Granada y Murcia se añadió que, todos aquellos

moriscos que quisiesen irse a tierras cristianas, se les permitiese llevar consigo a todos sus hijos

(sin importar la edad), en cambio, aquellos moriscos cuya intención era desembarcar en tierra

de infieles, no podrían llevar consigo a sus hijos menores de siete años. En estas instrucciones

además, también se hace mención a la posibilidad de permanecer aquellos niños huérfanos

(tanto de padre como de madre), de tierna edad y doctrinados en la fe católica.

Otra categoría de excluidos de los que se habla en las instrucciones de Aragón, Cataluña,

Andalucía, Granada y Murcia, pero de los que ni siquiera se alude en las de Valencia, fueron

los esclavos.164 En lo relativo a este grupo, en las instrucciones de Andalucía, Granada y Murcia

se detalló mucho más la información acerca de cuál sería su situación en la Península respecto

a Aragón y Cataluña, pues en este caso se estableció que, los descendientes de cristianos viejos

que hubieran contraído un enlace matrimonial con alguna esclava (libre), así como las hijas de

cristianas viejas casadas con esclavos, pudieran permanecer en el territorio peninsular donde

residían. Además, también se dispuso que los moriscos y moriscas esclavos y cristianos viejos

y, los hijos libres de ambos acatasen lo contenido en el bando. Según lo dispuesto en las

instrucciones del reino aragonés y catalán, Felipe III también permitió la continuidad de

163 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 164 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 219

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aquellos musulmanes que vinieron desde Berbería a la Península por su propia voluntad para

convertirse a la fe católica, así como a sus descendientes.

Referente a las instrucciones incluidas en el bando de Cataluña, aunque su escrito es un poco

más enrevesado respecto a las instrucciones aragonesas, mantiene las mismas categorías de

excluidos, salvo algunas excepciones que detallaré con mayor detenimiento a continuación, por

ejemplo, en lo relativo a la carente alusión que se hace acerca de los cristianos buenos y, sobre

todo, la cuestión sobre los niños. En relación al segundo aspecto, en estas instrucciones a

diferencia de lo ya comentado en Aragón, el monarca ordenó que aquellos moriscos que

tuvieran pensamiento de arribar en territorio de infieles, no podían llevarse a sus hijos menores

de siete años de edad, quedando estos niños provistos en la Península de todo lo necesario para

su manutención y formación a través de personas preparadas y religiosas.165 Asimismo, para la

alimentación e instrucción de los niños huérfanos la corona llevó a cabo el mismo

procedimiento.166 Pese a que no disponemos de las instrucciones de la expulsión de los moriscos

de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura, podemos saber por Benítez Sánchez-Blanco

que, se establecieron las mismas categorías de exclusión que en las instrucciones previamente

comentadas, añadiéndose en estas una categoría de exclusión más, como fue la de los “clérigos,

frailes y mojas moriscos”.167

Otra de las cuestiones importantes a destacar en estas instrucciones, es lo que el autor Rafael

Benítez, denomina como “disposición sobre los bienes”.168 En relación a ello, a través de las

instrucciones insertas en el bando de Aragón podemos observar como el monarca, permitió que

los moriscos de dicho territorio, trasladaran (hacia su nuevo destino) de sus haciendas muebles,

lo que pudieran llevar en sus personas. 169 Asimismo, en las instrucciones valencianas

(publicada en el bando de septiembre de 1609) y, en las catalanas se ordenó exactamente lo

mismo, sin modificación alguna.

Sin embargo, en Valencia, tras ser publicada la orden de expulsión, y comunicada a los súbditos

y moriscos del reino, estos últimos comenzaron a enajenar sus bienes para así, conseguir

recaudar una importante cantidad de dinero para así poder “afrontar el destierro y el inicio de

165 Ibíd. p. 220 166 Ibíd. 167 Ibíd. 168 Ibíd. p. 221 169 Ibíd.

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una nueva vida”.170 Esta venta de bienes a cambio de dinero, fue permitida por la monarquía

hispánica al inicio de la expulsión pero, a consecuencia del exceso o abuso llevado a cabo por

los moriscos en este sentido, el 1 de octubre de 1609 se publicaron una serie de medidas

restrictivas para la venta de los bienes moriscos.171 Además, de los bienes muebles, la

monarquía permitió que estos moriscos llevaran consigo una serie de provisiones para su

abastecimiento, durante el periodo de tiempo que duraba el viaje hasta llegar a su lugar de

destino. Sin embargo, nos vamos a encontrar con diferencias entre los distintos reinos. En las

instrucciones valencianas se advirtió que, a estos moriscos el monarca les proporcionaría los

suministros o bastimentos necesarios durante el viaje, aunque también se les aconsejó que

llevaran ellos mismos su propias provisiones; en las instrucciones aragonesas, sólo se permitió

que los moriscos llevasen consigo lo que considerasen necesario para su sustento, por lo que

aquí la corona no proporcionó víveres como en la expulsión valenciana; y, en las instrucciones

catalanas, se sugirió que, en el supuesto de que no viajasen en las embarcaciones reales, debían

proveerse ellos mismos los suministros. No obstante, en las instrucciones catalanas, se

estableció como novedad “pagar los derechos a la Generalitat y otros en su caso, por los bienes

que saquen”.172

Por último, en cuanto al reino de Castilla, el monarca permitió que los moriscos conservaran

sus bienes muebles y propiedades (por un tiempo limitado), al contrario de lo que ocurrió con

sus bienes inmuebles, pues éstos directamente pasaron a formar parte de la Hacienda Real.173

El motivo del por qué se les permitió mantener sus bienes muebles, lo podemos ver claramente

reflejado en el bando de Andalucía, Granada, Murcia y la villa de Hornachos, pues en él Felipe

III aclara que les permite la conservación de éstos bienes (durante los treinta días que les

concedió hasta su partida), para que los pudieran vender o cambiar por mercaderías que

posteriormente pudieran llevar consigo y, que no estuvieran prohibidas por la corona, puesto

que estaba vedado transportar al lugar de destino “monedas de oro, plata, joyas y letras de

cambio”.174 Sin embargo, tras el destierro andaluz, en la expulsión libre castellana, se les

permitió a los moriscos salir de la Península con monedas de oro, plata… pero, a cambio de

una severa contraprestación, es decir, debían abonar al tesoro estatal parte de lo que

170 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia p. 90 171 Ibíd. 172 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 221 173 Ibíd. p. 222 174 Ibíd.

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transportaran en su persona, y en el caso en el que transportaran dinero, plata, joyas… no

podrían llevar mercaderías y, viceversa.175

En conclusión, como hemos podido observar, existió una gran desigualdad de condiciones a la

hora de establecer los bienes que los moriscos aragoneses podían trasladar a su lugar de destino,

respecto a los moriscos castellanos, estando su explicación claramente reflejada en las

instrucciones conservadas en el bando valenciano, donde se clarifica que se hiciera merced de

todos los bienes raíces y muebles que no pudieron llevarse consigo los moriscos, a los señores176

“cuyos vasallos fueren”.177

6. ¿Cómo se comunicó la decisión de expulsión a la población y a los moriscos mismos?:

La decisión adoptada por el monarca de expeler a los moriscos de los reinos peninsulares, fue

comunicada a todos los súbditos de la corona y, a los respectivos moriscos mediante la

impresión de un documento denominado bando, el cual, además de pegarlo en lugares públicos,

también se pregonaba. En relación a ello, es muy importante tener en cuenta que, considerar el

bando como un tipo documental es un error, puesto que se trataba de un medio de publicación

o difusión de una decisión, para el conocimiento público, que podía adoptar distintas tipologías

documentales desde el punto de vista diplomático.

Desde antiguo, fue de gran trascendencia comunicar y publicar de forma fehaciente las

resoluciones adoptadas por los monarcas para su debido cumplimiento. Para ello, pudieron

adoptarse diversos métodos, muchos de ellos recogidos en las cláusulas finales de los mismos

documentos que debían ser publicados. La cláusula de pregón es la más conocida y antigua de

ellas, así como la de testificación notarial. Ya desde el reinado de los Reyes Católicos fue

frecuente, sin embargo, que junto al pregón se ordenara en algunos casos de importancia o de

obligado cumplimiento, la impresión del documento que transmitía la orden para ser pegado en

determinados lugares o más avanzada la edad moderna, incluso vendidos por impresores y

libreros. A veces, en vez de imprimir el documento tal cual era recibido por la autoridad que

debía ponerlo en ejecución, ésta tenía capacidad para explicarla e incuso reinterpretarla,

175 Ibíd. 176 Ibíd. p. 223 177 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena

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insertando el documento recibido dentro de otro nuevo intitulado y validado por la autoridad

competente. Todas estas variantes, recibieron el nombre genérico de bandos.

Por otro lado, desde la baja Edad Media, fue habitual que las disposiciones reales no entraran

en vigor hasta que fueran dadas a conocer convenientemente a las autoridades encargadas de

su ejecución y publicadas a los súbditos. Respecto a la forma de publicación podía variar; en

ocasiones, era el documento del rey, tal cual, el que se daba a conocer. Sin embargo, como

ocurre ahora (salvo un caso que veremos con más detenimiento posteriormente), el documento

también podía ser transmitido a la población mediante otro documento escrito e intitulado por

la autoridad encargada de su ejecución (Virrey o Capitán General, Adelantado, Corregidor,

Alcaldes mayores). Esto, provocó una relectura de la orden real que dio como resultado cambios

importantes en algunos aspectos, como, por ejemplo, en los plazos para la expulsión. Un claro

ejemplo de esto, tal y como hemos visto en el apartado anterior fue Sevilla, donde el marqués

de San Germán redujo de treinta a veinte días el plazo de tiempo otorgado a los moriscos para

su embarque. Además, desde el punto de vista diplomático, generó documentos totalmente

dispares a las Reales Cédulas, de hecho, en estos nuevos documentos intitulados por las

autoridades delegadas, la Real Cédula inicial quedó inserta o narrada en la parte expositiva del

documento. En los casos que analizaré a continuación, los documentos fueron impresos,

pregonados y circulados para su general conocimiento, aunque en muchas ocasiones, las

disposiciones simplemente se pregonaban pero no se imprimían.

Un total de doce bandos fueron publicados y pregonados en los reinos peninsulares afectados

por el destierro morisco. Todos ellos han llegado hasta nosotros de forma impresa, y solo en

tres de ellos (como veremos de manera posterior) aparecen una serie de diligencias manuscritas.

En cuanto a la tipología documental de estos documentos, nos vamos a encontrar con

Provisiones Virreinales (en Valencia, Aragón y, Cataluña), o Provisiones del Capitán General

(en Andalucía, Granada, Murcia, la Villa de Hornachos, las dos Castillas, La Mancha y,

Extremadura). Todos estos documentos que analizaré a continuación, se elaboraron en un

periodo de tiempo comprendido entre 1609 y 1613.

6.1 Bando de expulsión de los moriscos de Valencia:

En primer lugar, fechado el 22 de septiembre de 1609,178 nos encontramos con el bando de

expulsión de los moriscos publicado en Valencia. Como ya he mencionado previamente, el

178 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena.

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bando no debe ser considerado como un tipo documental, sino como un modo de publicación,

por lo tanto, teniendo en cuenta esto, para comunicar la expulsión a los súbditos y moriscos

valencianos se llevó a cabo la elaboración de una Provisión Virreinal, que de manera posterior

fue publicada haciendo múltiples copias de la misma y distribuyéndola a diferentes lugares.

Esta Provisión Virreinal que voy a analizar a continuación, se ha conservado de manera

impresa.

A diferencia de los bandos publicados en los demás reinos (como veremos con posterioridad),

en este, se puede observar al inicio del bando (de manera separada a la intitulación y al cuerpo

del documento) la expresión “El Rey, Y por su Magestad”. Se sabe con seguridad que se trata

de una Carta Patente179 expedida por el virrey, por lo que también podría ser calificada como

Provisión Virreinal, ya que, justamente debajo del título real aparece la intitulación del virrey

de Valencia, el marqués de Caracena, persona encargada de la ejecución del destierro.

Justamente a continuación, aparece inserta de manera literal la Real Cédula del 4 de agosto de

1609 y, una vez finalizada la Real Cédula, aparecen los trece puntos, donde se especifica cómo

se va a llevar a cabo la expulsión.

El 20 de septiembre de este mismo año, es decir, dos días antes de la publicación del bando, el

marqués de Caracena realizó el envío de las copias de las Reales Cédulas, junto con el bando

y, las disposiciones necesarias “para que cada uno de los comisarios especiales destinados en

los puertos de embarque”180 para que, dicho bando fuera publicado de manera simultánea en

Valencia, Dénia, Alicante y Vinarós181, el 22 de septiembre. Este bando, carece de rúbricas,

pero aparece suscrito por el marqués de Caracena y, refrendado por Manuel de Espínola, su

secretario.

El 1 de octubre de 1609, se volvió a publicar otro bando en Valencia, como consecuencia de

lo comentado en el apartado anterior acerca de la problemática de la venta de los bienes de los

moriscos. Es decir, el bando publicado en septiembre respaldó la venta de los bienes de estos

moriscos para que, de esta manera, pudieran venderlos y transportar hacia su nuevo lugar de

destino, “de sus haciendas muebles lo que pudieren en sus personas”.182 Sin embargo, los

179 Catalá, Cabanes. M.L. (1999). “Cartas closas reales y cartas closas virreinales en el reinado de Felipe II”. En Felipe II y su reinado. p. 288 180 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 86-87 181 Ibíd. 182 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena

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abusos cometidos por dichos moriscos a la hora de enajenar sus bienes (acaparamiento de

metales preciosos, compra de bienes a cambio del vellón falso), tuvieron una serie de

consecuencias gravísimas (deflación, la introducción del falso vellón en la economía…), que

complicaron aún más el proceso de expulsión. Todo ello, conllevó a que “el consejo criminal

de la Real Audiencia”183 vedara a los moriscos enajenar ciertos tipos de bienes, como, por

ejemplo, tierras, casas, aceite, granos, trigo, deudas…, del mismo modo que ellos, tampoco

podían comprar ninguno de estos bienes184.

Finalmente, este bando fue revocado por el monarca el 9 de enero de 1610185, publicándose

otro con ciertas modificaciones respecto al primero. Este nuevo bando, es igual al que veremos

de manera posterior publicado en Cataluña, pues está escrito en catalán y, se inicia con la

notificación “Ara oiats queus…”. Sin embargo, en este caso, al bando de autocalifica como

Real Edicto y, presenta algunas diferencias formales. Asimismo, en este nuevo bando, se derogó

el punto establecido en las instrucciones del bando anterior, mediante el cual se permitía que

un seis por ciento de la población morisca pudiera permanecer en cada ciudad valenciana y, se

ordenó la expulsión de todos ellos de la Península.186

6.2 Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de

Hornachos:

Tras la expulsión de los moriscos valencianos, se publicó en Andalucía, Granada, Murcia y la

Villa de Hornachos, el bando de expulsión de los moriscos que residían en estos territorios con

fecha del 12 de enero de 1610187. En este caso, el bando al que he tenido acceso y, que voy a

analizar a continuación es el publicado en la ciudad de Sevilla. Respecto a la tipología

documental, se trata de una Provisión del Capitán General, el marqués de San Germán, que ha

llegado hasta nosotros de manera impresa. Según el estudio realizado por dos profesores de la

Universidad de Sevilla, Rafael Mauricio Pérez García y, Manuel Francisco Fernández Chaves,

el 12 de enero de 1610 se llevó a cabo una primera impresión de este bando por tres impresores

distintos; Bartolomé Gómez (fue posiblemente el primero en llevar a cabo la primera tirada

183 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 90 184 Ibíd. 185 A.H.N, OSUNA, C.550, D.59. Real bando dado por Felipe III en el que revoca uno anterior y decreta la expulsión de todos los moriscos de sus reinos peninsulares. 186 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 218 187 B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera.

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impresa del bando), Alonso Rodríguez Gamarra y, Gabriel Ramos Bejarano. Sin embargo, el

13 de enero, se incrementó el número de bandos impresos por parte de otros dos impresores;

Matías Clavijo y, la viuda de Alonso de Barrera.188

Tanto el bando impreso por Matías Clavijo, como por la viuda de Alonso de Barrera, se

conservan hoy día en la Biblioteca Capitular Colombina de la ciudad de Sevilla. Asimismo,

gracias a los dos autores citados anteriormente sabemos que, de los bandos impresos el día 12

de enero, no se han conservado ninguno. Debido a ello, ambos autores consideran que, los

bandos publicados y pregonados fueron los impresos el 13 de enero.189 Gracias a la

conservación de los documentos impresos el 13 de enero, podemos observar las diferencias y

similitudes entre ambos. En cuanto a las similitudes, tanto en el impreso por Matías Clavijo,

como por la viuda de Alonso de Barrera, tras la intitulación del Capitán General aparece inserta

la Real Cédula del 9 de diciembre de 1609, donde el monarca le comunica a San Germán la

orden de expulsión de los moriscos. Asimismo, en ambos bandos, de manera posterior a esta

Real Cédula, aparece también reproducida literalmente una “Pragmática sobre la expulsión de

los moriscos”190, fechada el mismo 13 de enero y, remitida a Luis Méndez de Haro, marqués

del Carpio y asistente de Sevilla. Pragmática que, por lo tanto, no aparece en los bandos

impresos el día 12 de enero.

Por otro lado, respecto a las diferencias, en el documento impreso por la viuda de Alonso de

Barrera, podemos ver claramente dividido, por un lado el bando del 12 de enero y, por otro

lado, la Pragmática remitida al marqués del Carpio. Sin embargo, en el impreso por Matías

Clavijo, no existe esa separación entre el bando y la pragmática. Además, en este último bando

la Pragmática carece de un añadido que se incorporó al impreso por la viuda, relacionado con

“las mujeres moriscas”.191 Otras diferencias que podemos observar en ambos documentos son;

el tamaño de las letras que conforman la intitulación del marqués de San Germán, pues en el

impreso por Matías Clavijo son de menor tamaño que en el de la viuda de Alonso de Barrera;

y, el pie del documento donde en cada uno aparece el nombre del impresor correspondiente.

Para Manuel Francisco y Rafael Mauricio, todas estas diferencias conllevan a reflexionar y, por

lo tanto, a sacar en conclusión que, de los dos bandos impresos el 13 de enero, el de la viuda de

Alonso de Barrera se imprimió después que el de Matías Clavijo, pues esto explica la separación

188 Fernández, Chaves. M.F., Pérez, García. R.M. (2009). “La expulsión de los moriscos desde Sevilla”. En Los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla. Valencia: Universidad de Valencia. pp. 383-384 189 Ibíd. p. 384 190 Ibíd. 191 Ibíd. 385

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de los textos, el tamaño de la letra en la intitulación y, la integración de la medida sobre las

mujeres moriscas.192

Respecto a la publicación de dicho bando, se cree que desde el inicio de la expulsión, el marqués

de San Germán y, el marqués del Carpio, tenían pensado la impresión de una gran cantidad de

bandos para que fueran repartidos entre las diferentes áreas afectadas por el destierro, es decir,

en Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de Hornachos. Para ello, “tuvieron que imprimir al

menos un bando por cada localidad afectada”.193 En relación a la publicación del bando, el

intento por parte de don Juan de Mendoza de que el bando fuese publicado el día 12 de enero,

tras las primeras tiradas llevadas a cabo por Bartolomé Gómez, Alonso Rodríguez y, Gabriel

Ramos, “fue frenado en el último momento por algunos capitulares”.194 Tras una reunión

(seguramente llevada a cabo el día 13) donde participó, además de los gobernadores, el marqués

del Carpio, asistente de Sevilla, se decidió que dicho bando sería publicado de manera

simultánea en Andalucía, Granada, Murcia y, la Villa de Hornachos, el día 17 de enero, día de

San Antón.195 Esto último que acabo de comentar explica por qué en el bando fechado el 12 de

enero, aparece la orden de publicación del documento, pero sin detallar el día y, en la

Pragmática con fecha del 13 de enero, sí aparece la orden de publicación junto con la fecha en

la que debía de ser publicado.196 Finalmente, tanto en el bando impreso por Matías Clavijo,

como por la viuda de Alonso de Barrera, aparecen la firma del marqués de San Germán y, del

marqués del Carpio.

Por otro lado, en cuanto al bando publicado en la Villa de Hornachos, se sabe que está fechado

el 16 de enero de 1610197 y, que fue el alcalde mayor de la corte, Gregorio López de Madera

quién se encargó de llevarlo hasta Hornachos.198 Sin embargo, aunque no dispongo del

documento para poder analizar su estructura y composición, Rafael Benítez Sánchez-Blanco en

su obra comenta que, a diferencia de lo que ocurre en los bandos publicados en la corona de

Aragón (como veremos posteriormente), en los bandos publicados en Andalucía, Granada,

192 Ibíd. 193 Ibíd. 194 Ibíd. p. 387 195 Ibíd. 196 Ibíd. p. 388 197 Mira, Caballos. E. (2009). “El exilio”. En Los moriscos de Hornachos: Una revisión histórica a la luz de nueva documentación. p. 8 198 Ibíd.

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Murcia y la Villa de Hornachos y, en Castilla en general, lo que se pregona y se publica en las

calles, es “la Real Cédula dirigida directamente a todos los súbditos”.199

6.3 Bandos de expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura:

De manera paralela a la expulsión de los moriscos de Hornachos, se estaba llevando a cabo

también la expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura. Días antes

a la publicación del bando en Hornachos, el 2 de enero, la Real Cédula del 28 de diciembre de

1609 fue circulada y pregonada con gran celeridad en los respectivos territorios de Castilla

afectados por la expulsión. Sin embargo, en aquellos lugares más retirados de los núcleos de

las ciudades más importantes su publicación se demoró, como, por ejemplo, “en algunos lugares

de la Encomienda Mayor de Castilla, del duque de Lerma, no se conocería hasta el 7 de enero,

y el duque de Uceda retrasó su publicación en sus tierras hasta el 13”.200.

A consecuencia de una serie de problemas de difícil solución que surgieron en torno a la

expulsión y, que muchos de los moriscos afectados por el destierro no sabían exactamente qué

debían de hacer, se llevó a cabo una reestructuración del proceso de expulsión y, una vez

resueltas todas las cuestiones planteadas, se procedió a la distribución (entre los justicias y

señores de cada término encargados de su posterior difusión), y a la publicación de otro bando

fechado el 19 de enero de 1610.201 Respecto a su publicación, en los territorios más cercanos

a la corte, se llevó a cabo una rápida difusión del bando, por ejemplo, en Guadalajara se publicó

un día después, el 20 de enero; mientras que, en las áreas más alejadas de la corte su publicación

se retrasó varios días.202

Los problemas derivados de la expulsión libre castellana (mencionados en el apartado de las

Reales Cédulas), como, por ejemplo, el hecho de que los moriscos sepultaran y escondieran sus

bienes una vez llegados a la frontera, para así de manera posterior regresar y recuperarlos;

conllevó, a una organización y reglamentación cada vez más estricta de esa salida libre

castellana, que podemos ver reflejada en la Real Cédula del 10 de julio de 1610. El 2 de agosto de 1610, se publicó el bando de expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y

Extremadura.203 Este bando que voy a analizar a continuación, es el que se remitió a la villa de

199 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 224 200 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 304-305 201 Ibíd. pp. 305-309 202 Ibíd. p. 313 203 Ibíd. p. 343

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Pastrana,204 el cual ha llegado hasta nosotros de forma impresa. Respecto a la tipología

documental, a diferencia de los documentos analizados anteriormente, se trata de una copia de

la Real Cédula original del 10 de julio de 1610, de manera que, este documento no aparece

intitulado por un virrey o un capitán general, sino que está intitulado por el rey. En este

documento, además, nos encontramos con una novedad que no aparece en los bandos

analizados previamente, y es que, una vez finalizada la Real Cédula del 10 de julio se pueden

observar una serie de diligencias manuscritas. La primera por el escribano del monarca y de la

Comisaría General de la Infantería de España, Sebastián de Medina, a través de la cual acredita

que el traslado del bando y de la Real Cédula se corresponde al original custodiado por el Conde

de Salazar y, que fue sacado el 1 de agosto de 1610 en Madrid.

La segunda diligencia con fecha del 4 de agosto de 1610, está escrita por el licenciado Robles

de Silva, corregidor y justicia mayor de la villa de Pastrana, mediante la cual atestigua, la

publicación de esa Real Cédula del 10 de julio en las plazas públicas de la villa de Pastrana y,

el envío de dos traslados de esta Real Cédula para que se pregonaran en la villa de Estremera,

en el marquesado de Almenara y, en las villas de Alcardete y de Albacete. La tercera y última

diligencia, con fecha también del 4 de agosto, está redactada por el escribano Andrés de

Escobar, a través de la cual declara que, la Real Cédula ha sido pregonada desde las ocho hasta

las diez de la mañana por el pregonero público de la villa Diego Ruiz. En relación a lo que

acabo de comentar, el monarca desde el comienzo de la libre salida castellana, ordenó que se

remitieran a la corte “un acta levantada ante escribano sobre cómo había sido ejecutada la

promulgación del edicto”,205 pues con esto, Felipe III quería ser previsor y reunir una serie de

pruebas lícitas para solventar de manera rápida futuros pleitos que pudieran surgir y, asimismo,

también quería tener un apoyo o soporte jurídico, mediante el cual pudiera justificar la futura

orden de expulsión de los moriscos que no quisieron acatar en un primer momento la

disposición de gracia concedida por el monarca.206

Finalmente, respecto a los elementos de validación, al pie de la Real Cédula sólo aparece la

firma de Felipe III y, la suscripción del secretario de estado, Antonio de Aroztigui, pero no

originales. Y, en las diligencias, aparecen las firmas de Sebastián de Medina, de Robles Silva

y de Andrés de Escobar y, sus respectivas rúbricas.

204 AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias de su cumplimiento. 205 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 310 206 Ibíd.

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6.4 Bando de expulsión de los moriscos de Murcia:

Dado a que la organización y coordinación de la expulsión de los moriscos murcianos, se

complicó a consecuencia de una serie de factores, como, por ejemplo, la distancia de Murcia

con respecto a Andalucía, se decidió que dicha expulsión se llevara a cabo de manera

independiente a la de Andalucía, Granada y la villa de Hornachos, “aunque formalmente

continuase adscrita a la comisión de San Germán”.207 Es decir, Luis Fajardo sería la persona

encargada de ejecutar el destierro de los moriscos murcianos pero, cumpliendo con las

disposiciones ordenadas por el monarca para la expulsión de los moriscos de Andalucía, Granda

y la villa de Hornachos, efectuadas por el marqués de San Germán. Por lo tanto, y en relación

a lo que acabo de explicar, como la intención del monarca era que la expulsión de los moriscos

de Andalucía, Granada, Hornachos y Murcia se llevara a cabo de manera coordinada, se

mantuvo la orden de que en todos estos territorios mencionados, incluido Murcia, el bando de

expulsión debía de ser publicado el día de San Antón.208

A muy pocos días de San Antón, Fajardo, se encargó de remitir una copia del bando de

expulsión “al corregidor de Murcia, el obispo de Cartagena, el cabildo de Caravaca y el

gobernador del Estado de los Vélez”209 con el propósito de que se procediera a su publicación

en los diferentes territorios de Murcia. Finalmente, a pesar de que no disponemos del

documento en sí para conocer si su estructura interna fue similar o diferente a los bandos

publicados en Andalucía, Granada y Hornachos, sí que podemos saber por Manuel Lomas

Cortés que, en Murcia dicho bando fue publicado el 18 de enero de 1610, mientras que un día

más tarde, el 19 de enero, se publicó en Cartagena.210 Como consecuencia de la permanencia

de algunos moriscos en territorio murciano tras la publicación de este bando y, de las dudas

planteadas por Luis Fajardo acerca de la población mudéjar que residía en Murcia, el 10 de

noviembre de 1611, se procedió a la publicación de otro bando donde se resolvían todas estas

cuestiones. Este bando ha llegado hasta nosotros, reproducido literalmente en la obra de Pascual

Boronat y Barrachina y, Manuel Danvila y Collado.211

En cuanto a su tipología documental, de igual modo que ocurrió con el bando publicado en

Castilla el 2 de agosto de 1610, en este caso también se trata de un traslado de la Real Cédula

207 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 496 208 Ibíd. p. 498 209 Ibíd. 210 Ibíd. 211 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. pp. 285-287

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original del 8 de octubre de 1611 (ya analizada en el apartado anterior). En este caso, el

documento tampoco aparece intitulado por un Virrey o Capitán General, sino por el monarca.

En este bando, justo al pie de la Real Cédula, podemos observar también una serie de diligencias

manuscritas. Con la fecha del mismo día de la publicación del bando, aparece la primera

diligencia escrita por Pedro Suárez (escribano del monarca, público del Número y Juzgado de

Murcia, de la Guerra y Adelantamiento del reino de Murcia y, de la Comisión de Luis Fajardo)

donde atestigua o da fe de que este bando fue pregonado por el pregonero en la ciudad de

Murcia. Asimismo, de manera posterior aparece otra diligencia (con la misma fecha) escrita

también por Pedro Suárez, donde testifica haberse llevado a cabo el traslado de la Real Cédula

original. Finalmente, aparecen los nombres de los testigos.212 Según mencionan Pascual

Boronat y, Manuel Danvila en su obra, en este documento no aparecía ni la fecha, ni el lugar

donde se había impreso.213

Como ya indiqué en el apartado de las Reales Cédulas, esta orden publicada y pregonada el 10

de noviembre, fue paralizada por Luis Fajardo por una serie de motivos anteriormente

mencionados. Sin embargo, una vez que el conde Salazar sustituyó a Luis Fajardo como persona

encomendada para la ejecución del destierro de los moriscos de Murcia, se volvió a reiterar la

orden de expulsión de los mismos en la Real Cédula (ya analizada) del 19 de octubre de 1613.

Orden posteriormente publicada en un bando con fecha del 28 de noviembre de 1613.214

Aunque no disponemos del documento, poseemos información acerca de él, gracias a dos

autores. En primer lugar, Rafael Benítez Sánchez-Blanco, quien en su obra aclara que este

bando fue elaborado por la nueva autoridad comisionada de poner en marcha la expulsión, el

conde Salazar y, que en él se contenía la Real Cédula del 19 de octubre de 1613. Asimismo, el

autor prosigue diciendo que dicho bando, se publicó el día, 30 de noviembre (día de San Andrés)

en las distintas ciudades de Murcia.215

Por otro lado, Manuel Lomas Cortés en su libro aclara que, fue Salazar quien estableció el día

de la publicación del bando, pues su propósito era que el bando fuese publicado el mismo día

en el que se comenzaría a ejecutar la expulsión. Además, el autor continúa explicando que, el

29 de noviembre, Salazar ya había comunicado a los comisarios su nueva función sobre la

difusión del bando en los diversos territorios del reino de Murcia, incluido en el Valle de

212 Ibíd. 213 Ibíd. 214 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 212 215 Ibíd.

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Ricote.216 En cuanto a las cuestiones que se abarcaron en el bando del 28 de noviembre de 1613,

no distaron muchos de las contenidas en los bando previamente publicados en Murcia, “pero

ahora se constaba una voluntad clara de ejecución que desde luego no había tenido aquel del 10

de noviembre de 1611”.217

6.5 Bando de expulsión de los moriscos de Aragón y Cataluña:

Con fecha del 29 de mayo de 1610, ha llegado hasta nosotros de forma impresa, el bando de

expulsión de los moriscos de Aragón, 218 publicado en Zaragoza en la forma acostumbrada, el

mismo día en el que fue elaborado.219 Respecto a su tipología documental, se trata de una

Provisión del virrey, don Gastón de Moncada, cuyo contenido es muy similar a la Carta Patente

o Provisión Virreinal, del marqués de Caracena, publicada haciendo múltiples copias de la

misma y distribuyéndola a diferentes lugares. 220 Sin embargo, la Provisión Virreinal de don

Gastón de Moncada se amplió mediante la introducción de dos instrucciones (tomadas del

bando de expulsión publicado en Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de Hornachos), que

fueron “la referencia a los contactos con el Turco y otros príncipes, y la utilización de las

condenas inquisitoriales en el último auto de fe celebrado en Zaragoza para dar por demostrada

su herejía”.221

Por otro lado, en cuanto a la estructura interna del documento, en este bando es de especial

importancia destacar que, a diferencia de las Provisiones Virreinales o del Capitán General

comentadas anteriormente, en esta, la Real Cédula del 17 de abril de 1610 no se encuentra

inserta literalmente, sino más bien narrada por el virrey, Gastón de Moncada, en la parte

expositiva del documento. De manera posterior a la Real Cédula, al igual que en el bando de

Valencia, nos encontramos con las instrucciones ya interpretadas en el punto anterior.

Finalmente, en este bando nos encontramos como elementos de validación la suscripción de

Gastón de Moncada, el marqués de Aitona y, el refrendo de Pedro Polo, su secretario, aunque

no originales. En este caso, al igual que ocurrió en el bando del 22 de septiembre de 1609

216 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 531 217 Ibíd. p. 530 218 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 219 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 389 220 Ibíd. 221 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 231

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publicado en Valencia, ambos documentos aparecen refrendados por los secretarios de estos

virreyes y “no por los miembros de las respectivas audiencias como solía ser habitual”.222

Por último, respecto al bando de expulsión de los moriscos publicado en el Principado de

Cataluña223, la primera novedad con la que nos encontramos es con la carencia de la data.

Asimismo, en relación a este documento, según el autor Rafael Benítez, el bando de expulsión

de los moriscos de Cataluña, no ha sido muy estudiado por la historiografía. No obstante, el

autor Luis Cardaillac ha sido el único que ha publicado un estudio sobre el contenido de dicho

bando, llevando a cabo una interpretación al francés del documento publicado por Jaime Bleda

en una de sus obras.224 En relación a su tipología documental, se trata de una Provisión

Virreinal, del duque de Monteleón, don Héctor Pignatello. Del mismo modo que en el bando

publicado en Valencia el 9 de enero de 1610, este bando, escrito catalán, comienza con la

notificación “Ara oiats tot hom general…”.225 Para Rafael Benítez, lo que se recoge en el bando

de Cataluña, en cuanto a contenido, es básicamente una síntesis de las cuestiones más

importantes planteadas en el bando de la expulsión de los moriscos de Aragón.226 En relación

a su estructura interna, al igual que en el bando aragonés del 29 de mayo de 1610, la Real Cédula

aparece narrada por el duque de Monteleón. A pesar de la similitud del contenido de los bandos

de Valencia, Aragón y Cataluña, en este último nos vamos a encontrar con pequeñas diferencias

respecto a los otros dos. Por ejemplo, podemos observar como en la Provisión Virreinal del

duque de Monteleón, a lo que en Valencia y Aragón se denomina bando, en Cataluña se

autocalifica como crida. Dicha palabra procede del verbo cridar y su significado es chillar o

gritar,227 aunque en este contexto lo debemos entender como pregonar. Asimismo, según el

diccionario catalán citado previamente, se dice que desde el siglo XV, y sobre todo desde el

siglo XVI, se entiende como “una disposición legislativa publicada por los lugartenientes y los

virreyes de la corona catalanoaragonesa”.228

222 Ibíd. p. 225 223 Bleda. J. (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. pp. 612-618 224 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 225 225 Bleda. J (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. p. 612 226 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 231 227 Recuperado el 18 de junio de 2020 de http://www.diccionari.cat/lexicx.jsp?GECART=0037593 228 Ibíd.

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A diferencia de don Gastón de Moncada (en Aragón), y del marqués de Caracena (en Valencia)

quienes llevaron a cabo la expulsión de los moriscos por mandato del monarca,229 en Cataluña,

fue la Audiencia la que adoptó la determinación de expulsar a los moriscos catalanes, decisión

refrendada por el duque de Monteleón. De esta forma, se eludía ir en contra del derecho foral

catalán y, del estatuto otorgado por Fernando el Católico en 1503, ya mencionado

anteriormente. Asimismo, teniendo en cuenta que, el único objetivo de Felipe III en esos

momentos era la rápida salida de los moriscos catalanes a los que de manera posterior seguirían

los aragoneses, el monarca nunca “criticaría públicamente la actuación del virrey y la

Audiencia”.230 Respecto a la validación, esta se inicia con la firma o suscripción del duque de

Monteleón, a la que le siguen las suscripciones de los regentes, incluyendo la del fiscal Pineda

y, la del consejero Pedro Soler, citado anteriormente en el bando. Además, de manera posterior,

aparece el refrendo del secretario, Michael Ioannes Amat.

Por último, al igual que vimos anteriormente en el bando del 2 de agosto de 1610, publicado en

las dos Castillas, La Mancha y Extremadura y, en el del 10 de noviembre de 1611, publicado

en Murcia, en este bando (tras los elementos de validación mencionados) también aparece una

diligencia, escrita en latín y en cursiva, para así distinguirla del resto del documento. En esta

diligencia se expresa que la publicación de dicho bando mediante pregón se realizó en los

lugares acostumbrados de la ciudad de Barcelona, el 29 de mayo de 1610. Asimismo, se

continúa explicando que, la persona encargada de pregonar este bando fue Ioannem Perenguer,

precedido y seguido por dos sones de trompeta. Finalmente, de todo ello da fe la cancillería

real.

7. Conclusión:

Como se ha podido observar a lo largo de este TFG, la decisión de expulsar a los moriscos de

los diferentes reinos peninsulares fue adoptada por Felipe III, a excepción de Cataluña, donde

con el objetivo de no quebrantar el derecho foral catalán por un estatuto otorgado por Fernando

el Católico en 1503, fue la Audiencia quien tomó la decisión de desterrar a los moriscos

catalanes, decisión ratificada por el duque de Monteleón. Asimismo, con el propósito de obtener

una sólida justificación donde basar los motivos de la expulsión, el monarca se dejó asesorar

por una serie de hombres sabios y, por los miembros que constituían su Consejo de Estado,

229 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Universitaires de la Mediterránée. p. 226 230 Lomas, Cortés. M (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 390-391

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quienes a través de las consultas que elevaban al monarca le hacían llegar sus opiniones. Esta

decisión fue puesta por escrito en una serie de documentos expedidos por el Consejo de Estado

que, de manera posterior eran remitidos a las autoridades competentes de los diversos reinos

afectados por el destierro. Se generó un total de quince documentos, siendo la tipología

documental de estos (tal y como hemos visto en el segundo capítulo) de Reales Cédulas.

Una vez que estas llegaron a manos de las altas autoridades de cada reino (capitanes generales

o virreyes), se procedió a la elaboración de las denominadas Provisiones Virreinales o del

Capitán General (dependiendo del reino donde se ejecutara la expulsión), en las cuales con la

finalidad de dar a conocer la decisión adoptada por el monarca (y como ya se ha explicado

anteriormente) aparece la Real Cédula inserta de manera literal, o narrada por la autoridad

competente. Estas Provisiones Virreinales o del Capitán General, una vez elaboradas, eran

enviadas a los comisarios u otras autoridades de los reinos, como, por ejemplo, corregidores y

justicias (comisionadas por el monarca para que proporcionaran ayuda al virrey o capitán

general), con el propósito de que llevaran a cabo su publicación haciendo múltiples copias de

las mismas y distribuyéndolas por diferentes lugares, para que llegasen a conocimiento de los

moriscos y, de la sociedad. No obstante, respecto a la tipología documental de los documentos

pregonados y publicados, con el propósito de que su información llegase a conocimientos de

todos los súbditos del reino, incluidos los moriscos, no siempre fueron Provisiones Virreinales

o del Capitán General, pues como ocurrió con el bando publicado el 2 de agosto de 1610 en las

dos Castillas, La Mancha y Extremadura, lo que se publicó fue la copia de la Real Cédula

original remitida al conde Salazar.

8. Fuentes y Bibliografía:

Fuentes:

- ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN: ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando

impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón.

- ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS: AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado

urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera más”.

-ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS: AGS, EST, LEG, 2863bis, 63. Bando de expulsión de los

moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de

Caracena.

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- ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA: AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de

los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias

de su cumplimiento.

-ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA: A.H.N, Osuna, C.550, D.59. Real bando dado por

Felipe III en el que revoca uno anterior y decreta la expulsión de todos los moriscos de sus

reinos peninsulares.

- BIBLIOTECA CAPITULAR COLOMBINA: B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión

de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la

Viuda de Alonso de Barrera.

- PROYECTO CARMESÍ: AMMU CAM 790 Nº 80. Cédula de Felipe III al concejo de Murcia,

ordenando que el capitán Luis Fajardo proceda a la expulsión de los moriscos del Valle de

Ricote.

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APÉNDICE

Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Granada, Murcia y, la Villa de Hornachos

publicado en la ciudad de Sevilla.

B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera

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B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera

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B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera

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B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera