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Índice
1. Resumen…………………………………………………………………… 3
2. Justificación, objetivos y metodología…………………………………….. 4
3. Contexto histórico…………………………………………………………. 5
4. ¿Cómo y dónde se adoptó la decisión de expulsar
a los moriscos? ............................................................................................ 8
5. ¿Cómo se comunicó dicha resolución a las autoridades encargadas
de ejecutarla en los distintos reinos y territorios de España? ...................... 23
5.1 Reales Cédulas………………………………………………… 23
5.2 Instrucciones…………………………………………………... 37
6. ¿Cómo se comunicó la decisión de expulsión a la población
y a los moriscos mismos? ………………………………………………… 45
6.1 Bando de expulsión de los moriscos de Valencia……………... 46
6.2 Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía,
Granada, Murcia y la Villa de Hornachos……………………... 48
6.3 Bando de expulsión de los moriscos de las dos
Castillas, La Mancha y Extremadura…………………………... 51
6.4 Bando de expulsión de los moriscos de Murcia……………….. 53
6.5 Bando de expulsión de los moriscos de Aragón
y, Cataluña……………………………………………………... 55
7. Conclusión…………………………………………………………………. 57
8. Bibliografía y Fuentes……………………………………………………... 58
Apéndice………………………………………………………………………...62
3
1. Resumen:
Este Trabajo de Fin de Grado trata sobre la expulsión de los moriscos de España, durante el
periodo de tiempo comprendido entre 1609 y 1613, bajo el reinado de Felipe III. El objeto de
estudio de este trabajo se basa en la investigación sobre el complejo proceso documental
generado, desde el momento en el que el monarca toma la decisión de expulsarlos, hasta que
dicha determinación llega a conocimiento de todos los habitantes de cada reino, incluidos los
moriscos. Con este estudio e investigación se ha conseguido saber de qué manera esta decisión
llegó a manos de las altas autoridades de cada territorio afectado por el destierro y, cómo dichas
autoridades se la transmitieron a la sociedad en general.
Palabras clave: Moriscos, expulsión, Felipe III, destierro, España.
Abstract:
This final project is about the expulsion of the Moorish from Spain, from 1609 to 1613, under
the reing of Felipe III. The object of study of this work is the complex documentary process
generated from the moment the monarch took the decison to expel them, until it came to the
notice of all the inhabitants of each kingdom, including the Moorish. Through this study, it has
been achieved to know how this resolution was submitted to the high authorities of each
territory affected by exile, and how these authorities transmitted this decision to the whole
society.
Key words: Moorish, expulsion, Felipe III, exile, Spain.
4
2. Justificación, objetivos y metodología:
La elaboración de este Trabajo Fin de Grado, tiene como propósito conocer el proceso decisorio
y documental, que permitió al monarca Felipe III, entre los años 1609 y 1613, adoptar y
posteriormente comunicar por escrito y, publicar la importante determinación de expulsar a los
Moriscos de España. Este TFG, tiene su origen en un trabajo previo que a instancias de la
profesora Margarita Gómez Gómez, tutora de este TFG, realicé junto a mi compañera Natalia
Zapata Morón para la asignatura de Diplomática impartida en el 4º curso del Grado de Historia
en nuestra facultad. Este trabajo se basó en conocer desde el punto de vista de la Diplomática,
la génesis y la forma documental adoptada para poner por escrito una decisión tan importante
como fue el destierro de los moriscos. Este tema resultaba idóneo porque además de ser una
decisión de gran trascendencia, debía ser obedecida y cumplida en todo el territorio, por
numerosas autoridades encargadas de su ejecución y, además, debía ser comunicada a los
moriscos y a la sociedad en general.
De este modo, iniciamos una investigación la cual desde muy pronto se manifestó como
compleja y difícil pues, aunque los estudios elaborados acerca de la expulsión de los moriscos
en cuanto a acontecimiento histórico, son muy abundantes, muy pocos han reparado en analizar
cómo se llegó a adoptar la decisión de expulsión, y menos aún en su puesta por escrito y
posterior comunicación para su general cumplimiento. De esta forma, excepto estudios como
el de Rafael Benítez Sánchez-Blanco titulado Tríptico de la expulsión de los moriscos. El
triunfo de la razón de estado y, el de Manuel Lomas Cortés titulado El proceso de expulsión de
los moriscos de España (1609-1614), donde se repara en algunos de los documentos que en
este Trabajo Fin de Grado se analizan, nadie se ha dedicado al análisis de la génesis y forma de
los mismos.
Por lo tanto, la investigación que aquí se presenta pretende cubrir los siguientes objetivos
particulares: 1. Cómo, dónde y por quién se adoptó la decisión de expulsar a los moriscos. 2.
Qué constancia documental tenemos sobre ello. 3. Cómo se puso por escrito esta decisión y
cuántos documentos generó. 4. Cuál es la tipología documental de estos documentos, y a
quiénes fueron dirigidos. 5. Cómo fueron recibidos y acatados por tales autoridades. 6. Cómo
se cumplieron y se publicaron para llegar a conocimiento de todos los moriscos y de la sociedad
en general.
Para conseguir estos objetivos, se ha consultado la bibliografía existente actualizada sobre el
destierro de los moriscos. En este sentido, resultan fundamentales además de las obras de los
5
dos autores mencionados anteriormente, la de Pascual Boronat y Barrachina y Manuel Danvila
y Collado y, la de Gaspar Escolano, cuyas obras están mencionadas en la bibliografía. Como
ya se ha dicho, estos estudios analizan con profundidad las causas, motivos y, consecuencias
de la expulsión, pero no sus documentos, siendo la localización de los mismos la tarea más
compleja. Para ello, comencé una investigación en el Portal de Archivos Españoles (PARES),
donde localicé varios documentos (aunque no todos), de gran trascendencia para este trabajo y,
digitalizados. No obstante, con el objetivo de localizar la mayor cantidad de documentos
posibles, recurrí también a ciertas obras, cuyos autores (de entre ellos los previamente
nombrados) especificaban en algunas ocasiones la ubicación de los documentos mencionados
en sus obras, localizándose estos en libros de otros autores, portales de archivos (PARES,
Proyecto Carmesí)…
Un ejemplo de ello, es la obra de Manuel Fernández Chávez y, Rafael Mauricio Pérez, titulada
En los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla, en la cual encontré información
sobre la ubicación de una serie de bandos de expulsión publicados en la ciudad de Sevilla.
Gracias a esta información acudí a la Biblioteca Colombina de la Catedral de Sevilla donde
pude consultar mediante microfilmación dos de los bandos publicados en la ciudad; uno de
ellos impreso por Matías Clavijo y, el otro por la viuda de Alonso de Barrera, ambos
comentados en el último capítulo de este TFG. La localización del mayor número de
documentos posibles y, su posterior lectura e interpretación, me permitió, de manera muy
temprana, darme cuenta de que el monarca no se dirigió a los diferentes reinos para comunicar
la expulsión en la misma fecha, ni con el mismo documento. Asimismo, para el análisis de los
documentos que aparecen en los siguientes capítulos, empleé la metodología diplomática,
analizando la génesis (actio y conscriptio), y la tradición de los mismos. El resultado de esta
metodología ha posibilitado obtener unos contenidos que han sido estructurados en 3 capítulos.
3. Contexto histórico:
La Rebelión de las Alpujarras en 1568 fue el detonante de un largo periodo de conflictividad
morisca en el territorio peninsular. Protagonizada por la población morisca granadina, a
consecuencia de la Pragmática Sanción implantada por Felipe II en 1567, esta rebelión suscitó
la preocupación de la Monarquía Hispánica ante la posibilidad de que constituyeran un
verdadero peligro para la estabilidad del reino, sumándose a ello, el temor de una posible
colaboración por parte de piratas berberiscos y el Imperio Turco Otomano con los moriscos.
6
A nivel ideológico, Felipe III quería acabar con la crítica extendida por toda Europa sobre la
discutible cristiandad española, por lo que, con la expulsión de los moriscos, se cerraba un
proyecto de cristianización de la Península Ibérica iniciado por la expulsión de los judíos en el
año 1492. Además, al comienzo del reinado, el principal propósito de Felipe III fue, vincular
su reputación a la derrota de la herejía, es decir, durante los veintitrés años que estuvo como
rey, Felipe III buscaba “reputación, legitimidad y honra”1.
Aunque la decisión de expulsar a los moriscos fue tomada por Felipe III con la ayuda de su
valido, el duque de Lerma, hay que destacar, la importancia que tuvo en este negocio la
presencia del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, cuyo objetivo principal desde su
creación fue, combatir la herejía o apostasía e ir en contra de todo aquel que atacara a la fe
católica.2 Este tribunal, intentó incrementar su influencia en este proyecto llevando a cabo un
control sobre todos los aspectos y ámbitos de la vida de la población morisca (cultura, religión,
lengua…).3 Sin embargo, como veremos posteriormente, a diferencia del resto de los reinos
peninsulares afectados por la expulsión, en Aragón su actuación fue mucho más allá. No hay
que olvidar que, además del conflicto morisco de Granada, desde 1568, la monarquía española
hizo frente también al problema con las Provincias Unidas que conformaban el norte de los
Países Bajos, quienes contando con el apoyo de Inglaterra y Francia, querían conseguir su
independencia de España. Sin embargo, estos no son los únicos frentes abierto a los que tuvo
que enfrentarse Felipe III durante su reinado, ya que, a partir de 1601, el rey decidió embarcarse
en un nuevo negocio como fue la conquista de Argel, con el objetivo de defender a las costas
peninsulares de las razzias berberiscas.4
Teniendo en cuenta la disgregación morisca que supuso la Rebelión de las Alpujarras por el
resto de los reinos peninsulares, con el objetivo de impedir una nueva rebelión, en ese mismo
año, Juan de Ribera (Arzobispo de Valencia (hasta 1611) y Virrey (hasta 1604)) aprovechó la
subida al trono de Felipe III para ejercer presión sobre él, remitiendo a la Corte un memorial
donde informaba del peligro que suponía mantener a los moriscos en la Península, debido a sus
conspiraciones.5
1 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 27 2 Belhmaied. H. (2013). La Inquisición española y la expulsión como castigo a los moriscos. p. 3 3 Fernández, Cavia. V. (2013). Los moriscos: Conflicto, expulsión y diáspora. Madrid: UCM. p. 10. Recuperado el 7 de abril de 2020 de https://studylib.es/doc/5875012/los-moriscos--conflicto--expulsión-y-diáspora 4 Ibíd. p. 30 5 Benítez, Sánchez-Blanco. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Universitaires de la Mediterránée. p.26
7
El 30 de noviembre de 1601, se llevó a cabo una Junta de Tres, conformada por Juan de
Idiáquez (Presidente del Consejo de Órdenes y Comendador Mayor de León), Fray Gaspar de
Córdoba (Confesor Real) y el conde de Miranda (consejero de Estado y Presidente de Castilla
e Italia)6, donde se revisó una serie de informes y memoriales acerca del problema morisco.
Esta junta, al igual que Juan de Ribera, le hizo saber al rey a través del Consejo de Estado, su
inquietud acerca de la situación de los moriscos peninsulares, remitiéndole los memoriales y
documentos adquiridos. Sin embargo, Felipe III, en ese momento el único paso que dio fue, el
de ordenar aproximar las galeras que estaban en Italia junto con la infantería, pero sin
especificar cuál sería su misión.7
El 3 de enero de 1602, la junta se reunió de nuevo, pero, esta vez con un miembro más, el
duque de Lerma. En esta junta, reunida para tratar única y exclusivamente la cuestión morisca,
Juan de Idiáquez y el Conde de Miranda, se muestran partidarios de la expulsión de los moriscos
peninsulares, mientras que, por el contrario, tanto el duque de Lerma como Javierre (Confesor
Real y Padre General del Santo Oficio), se opusieron de manera total a dicha expulsión8. Debido
a las críticas y a los rumores de crisis que se estaba extendiendo por los continuos fracasos en
el norte de África y en Holanda, el duque de Lerma, decidió desviar la opinión pública
embarcándose en un nuevo negocio que le garantizaría el triunfo y, la restauración de la
reputación de Felipe III. Este negocio no fue otro que, la expulsión de los moriscos de los reinos
peninsulares.9 Sin embargo, hay que destacar que, Lerma no quiso una expulsión inmediata de
los moriscos que habitaban en la Península, sino más bien, la aprobación de Felipe III a la
elaboración de un plan de actuación, para el caso en el que la Tregua de Flandes firmada el 9
de abril de 1609,10 con las Provincias Unidas de los Países Bajos, fracasara.11
Una vez consultado el memorial de Juan de Ribera y, revisado todos los informes enviados por
la Junta de Tres por parte del Consejo de Estado, el 30 de enero de 1608 se llevó a cabo una
junta convocada por el Consejo, donde se debatió de nuevo la expulsión morisca. En esta
6 Román Yalí. A. (1969). “El Consejo y la Secretaría de Estado”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. p. 99 7 Benítez, Sánchez-Blanco. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. pp. 26-27 8 Ibíd. p. 28 9 Lomas Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 34-35 10 AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera más” 11 Lomas Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia p. 41
8
reunión el duque de Lerma consiguió el apoyo total del Consejo de Estado para llevar a cabo el
proyecto de expulsión. Sin embargo, Javierre fue el único que mantuvo en pie su plena
oposición. A pesar de la oposición de Javierre, Lerma y el Consejo de Estado insistieron
elevando una consulta a Felipe III, en la cual se le pide la orden de expulsión de los moriscos,
comenzando por los valencianos, debido a su abundancia y peligrosidad en ese territorio.12
La oposición del Consejero Real fue suficiente para que Felipe III; rechazara esa propuesta de
expulsión apoyada por el Consejo de Estado y Lerma. Sin embargo, Felipe III decidió llevar a
cabo un último intento de proceso de evangelización de los moriscos peninsulares y, para ello,
ordenó la creación de una junta de teólogos. La opinión del Confesor Real en estos momentos
era muy importante, puesto que para la monarquía católica, dicho Confesor era el “guardián de
la palabra de Dios” 13, es decir, era un cargo de especial importancia, porque la persona que lo
ejercía tenía la capacidad de influir en la conciencia del rey, debido a que, el monarca en cierto
sentido se dejaba guiar por él, incluso en algunos aspectos políticos con el fin de “obtener la
salvación de su alma”14. La posterior muerte de Javierre no supuso un cambio en la decisión de
llevar a cabo la evangelización morisca de Felipe III, puesto que, su sucesor Fray Luis de
Aliaga, siguió manteniendo en pie la oposición en cuanto a la expulsión.15
4. ¿Cómo y dónde se adoptó la decisión de expulsar a los moriscos?:
Una decisión tan importante y de gran transcendencia como fue el destierro de los moriscos que
habitaban en los reinos de la Península bajo dominio de Felipe III, debía de estar justificada con
unos fundamentos sólidos. Para ello, el Consejo de Estado se encargó de reunir una serie de
informes elaborados por “doctos y santos hombres” 16 donde se recogían todas y cada una de
las causas por las que éstos moriscos debían de ser expulsados. Con posterioridad, una vez
revisado todos estos informes por el Consejo de Estado, transmitió su parecer al monarca en
relación a la expulsión. Una vez examinada las consultas elevadas por el Consejo y, el memorial
mencionado precedentemente por el Patriarca Ribera, Felipe III toma la decisión definitiva del
destierro. A partir de este momento, el monarca sólo necesitaba la ratificación del Consejo para
12 Ibíd. pp. 36-37 13 Ibíd. pp. 35-38 14 Ibíd. 15 Ibíd. p. 39 16 AGS, EST, LEG, 2863bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena.
9
llevar a cabo su emprendimiento.17 Para algunos autores contemporáneos, la decisión del rey
de expulsar a los moriscos de sus reinos vino de la mano de las siguientes causas: “la idea de
que todos los moriscos eran perversos, que la paz y el conformismo que mostraban no los hacía
por lo tanto, menos sospechosos de los males que producían, que convenía de este modo
proceder a buscarlos allá donde estuvieren, que su supervivencia representaba la reliquias de
los musulmanes y, finalmente que aquella ignominia a la «hazaña real» debía erradicarse”.18
Tanto el Consejo de Estado como el Consejo Real o de Castilla, fueron dos instituciones de
gran importancia en este negocio, pues el objetivo fundamental de estos organismos era asesorar
al monarca en la toma de decisiones. Por este motivo, es necesario conocer tanto las estructuras
internas como las competencias de cada una de estas entidades, para así poder comprender todo
el entramado administrativo que conllevó la expulsión. En primer lugar, el Consejo de Estado,
fue un órgano colegiado de la monarquía hispánica, que estuvo presidido por el monarca y
conformado por un número importante de consejeros (posición que solían ocupar altos cargos
dignatarios civiles y eclesiástico).19
Una parte importante de los miembros que conformaban el Consejo eran parientes (algunos
más cercanos y otros lejanos) del duque de Lerma, lo que nos conllevaría a pensar que, el apoyo
total que obtuvo Lerma por parte del Consejo de Estado en la junta del 30 de enero de 1608
para expulsar a los moriscos que habitaban en los reinos peninsulares, fue debido a ello. No
obstante, Alberto Yalí en su libro Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la
secretaría del despacho argumenta que, el acceso de las personas emparentadas con Lerma a
cargos políticos importante, como en este caso, a miembros del Consejo de Estado, no se debió
a su familiaridad con él, sino a sus virtudes y capacidades políticas. Asimismo, afirma este autor
que, en muchas ocasiones el parentesco de algunos de los miembros con el valido era fortuito
lo cual no evidenciaba nada.20 Respecto a los diferentes negocios deliberados por el Consejo de
Estado, eran aquellos remitidos siempre por el propio monarca.21
17 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “¿Cómo se tomó la decisión de expulsar a los moriscos?”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 48 18 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 41 19 Crespí de Valladura y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 16 20 Román, Yalí. A. (1969). “Reinado de Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. pp. 90-97 21 Crespí de Valladura y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 16
10
En segundo lugar, institucionalizado por Juan I en las Cortes de Valladolid en 138522, el
Consejo Real fue un organismo consultivo o alta institución administrativa y, tribunal supremo
de justicia, cuya función principal era asesorar al monarca en la toma de decisiones relacionadas
con cuestiones públicas.23
Según se estableció en las Cortes de Toro de 1480, el Consejo Real estaba compuesto de manera
teórica por, un presidente (prelado), tres caballeros y, ocho o nueve letrados. Vuelvo a resaltar
que, esto que acabo de comentar solo fue algo teórico pues en la práctica, nos encontramos con
otra realidad, como, por ejemplo; una preponderancia del número de letrados respecto al de
caballeros, un incremento de consejeros en momentos de mayor fragilidad de poderío real para
así rodearse de personas de las que obtuviera su apoyo y finalmente, con una etapa donde todos
los componentes del Consejo eran letrados quienes obtenían el puesto de manera vitalicia, lo
que conllevó a que, o por su avanzada edad o porque además de este cargo ocupaba otro, no
cumplieran adecuadamente con su deber principal como miembro del Consejo.24 La
organización del Consejo Real se constituyó en salas pero, tanto el número de salas como las
atribuciones que desempeñaron cada una de ellas, variaron con el tiempo. Además, con el paso
del tiempo, los diferentes monarcas fueron estableciendo una serie de ordenanzas mediante las
cuales se definía cada vez más el reparto de las facultades entre el rey y el Consejo.25
Durante el reinado de Felipe II, el Consejo Real estaba formado por el presidente y los
consejeros letrados, aumentando su número a dieciséis consejeros. Asimismo, se estableció en
cuatro las salas que conformarían el Consejo; tres de justicia y, una de gobierno.26 Con el
fallecimiento del monarca quedó pendiente la aplicación de las ordenanzas elaboradas por el
Consejo Real en 1598 mediante las cuales se intentaba volver a reformar ese reparto de
atribuciones entre el Consejo y el rey. Con el ascenso de Felipe III al trono, en 1599 estas
ordenanzas quedaron derogada a consecuencia de la aspiración del valido del nuevo monarca,
pues ansiaba tener bajo control a todas las fuerzas del poder y, la aplicación de estas nuevas
ordenanzas supondría un obstáculo para ello.27 Sin embargo, durante todo el siglo XVII, el
22 Polo, Martín. R.M. (2018). “Antecedentes (1385-1516)”. En Consejos y Consultas. p. 32 23 Janine. F. (1982). “Competencias y funciones del Consejo de Castilla”. En Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746). p. 12 24 Gan Jiménez. P. (1969). “El Consejo”. En El Consejo Real de Castilla. pp. 22-23 25 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. p. 138 26 Ibíd. 27 Ibíd. 137-141
11
Consejo Real de Castilla sufrió un periodo de estancamiento y rigidez en torno a sus funciones
por motivos de muy diversa índole. Como consecuencia de ello, el 30 de enero de 1608, Felipe
III decide restablecer la ordenanza de 1598.28
La innovación de estas nuevas ordenanzas estuvo en el incremento de la influencia del monarca
en las funciones internas del Consejo, con el propósito de recortar los privilegios otorgados al
presidente durante los reinados anteriores y así, adquirir de manera sencilla un dominio sobre
las decisiones estatales adoptadas en el interior del Consejo. Dicha influencia se aumentó
mediante la elección del monarca al inicio de cada año de cinco consejeros que conformarían
la sala de gobierno, “previa consulta del presidente”.29 De la misma manera, se llevaba a cabo
este proceso para la elección de los miembros de las salas de justicia.30 Finalmente, a
consecuencia de la influencia que Lerma ejercía sobre el monarca, el valido consiguió que la
presidencia del Consejo Real estuviese ocupada por personas cercanas a él y de su confianza.31
En este apartado además, va a tener especial relevancia las consultas remitidas al monarca por
dichos Consejos, pues como ya he mencionado previamente, el monarca se nutría de ellos para
tomar sus decisiones. Para Feliciano Barrios las consultas eran “la forma de comunicar al
monarca la opinión del órgano consultante y de recabar su determinación en relación con el
asunto consultado” 32, asimismo, definía este proceso como “un acto de carácter político-
administrativo por el cual una persona –con título habilitante para hacerlo, o a requerimiento
del monarca- o una institución unipersonal o colegiada, en cumplimiento de un mandato regio,
genérico o específico, asesora al soberano sobre una cuestión determinada”33.
El origen de las consultas es algo que no se puede determinar con exactitud en un momento
concreto, aunque sabemos que, junto con la institucionalización del Consejo Real de Castilla
en las Cortes de Valladolid de 1385, se crearon un total de cuatro ordenanzas cuya finalidad fue
establecer la organización interna y las funciones de este Consejo. En estas ordenanzas no se
hizo ninguna mención en relación a las consultas pero, en estos momentos, el Consejo tenía
claro qué negocios podía resolver por sí mismo, sin contar con la aprobación del monarca y,
cuáles eran los que debían ser resueltos únicamente por el rey habiendo requerido previamente
28 Ibíd. 150-151 29 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. p. 138 30 Ibíd. 31 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. pp. 150-151 32 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). “Introducción”. En Consejos y Consultas. p. 22-23 33 Ibíd.
12
la opinión del Consejo.34 En las ordenanzas elaboradas por el Consejo Real durante el reinado
de Felipe II (1598) pero, aplicadas durante la monarquía de su hijo Felipe III, se establecieron
aspectos relacionados sobre la gestión de las consultas. De entre estos aspectos destacan: la
existencia de dos tipos de consultas, en primer lugar las orales, las cuales tras ser elaboradas
por el Consejo debían ser derivadas a un consultante para, posteriormente hacérselas llegar al
rey los viernes de cada semana, pues, era el día habilitado por el monarca para tener audiencia
pública y, en segundo lugar, consultas escritas, las cuales se remitían al monarca de manera
ordinaria; también se estableció la permanencia de las reuniones llevadas a cabo por el Consejo
Pleno los viernes, cuya función era examinar todas las cuestiones elevadas a consulta para evitar
que se remitieran asuntos que ya habían sido tratados y resueltos por el monarca.35
Para Lerma, el hecho de que algunas de las consultas elaboradas por los Consejos se elevaran
al monarca de manera oral, suponía un obstáculo en su deseo de ejercer un control sobre todos
los organismos de gobierno de la monarquía hispánica. Debido a ello, con el paso del tiempo,
el valido consiguió que Felipe III exigiera a los Consejos que, todas las consultas elevadas se
hicieran de forma escrita y no oral pues, de esta manera, Lerma obtuvo la posición de mediador
o intermediario entre el rey y los Consejos. Esta posición, le permitió convertirse en la única
persona con el privilegio de reunirse junto al monarca para examinar dichas consultas.36
Además de ello, Felipe III le concedió a su valido la prebenda de que todo aquel documento
firmado por él adquiriera la misma autoridad y veracidad que si hubiera sido firmado por el
propio monarca.37 Toda esta confianza del monarca depositada en su valido, tuvo como
consecuencia el hecho de que, algunos de los asuntos de mayor importancia que llegaban a
manos de Lerma, fueran resueltos por este tras una previa reunión con el secretario de estado.
Sin embargo, otros asuntos, fueron resueltos por él mismo sin comunicárselo al rey a priori o
comentándoselo pero, someramente.38 Según el autor Francisco Tomás y Valiente el valido
“disimuló siempre su intención bajo la ficticia apariencia de actuar obedeciendo en todo caso
instrucciones orales del rey; él era tan solo su portavoz, su representante privado”.39 No
34 Polo, Martín. R.M. (2018). “Antecedentes (1385-1516)”. En Consejos y Consultas. pp. 32-33 35 Polo, Martín. R.M. (2018). “1516-1621. De las alusiones en disposiciones que trataban indirectamente de las consultas durante el reinado de Carlos I a la abundancia de Ordenanzas e Instrucciones consiliares durante los de Felipe II y Felipe III, con numerosas referencias explícitas al proceso consultivo”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. pp. 139-140 36 Polo, Martín. R.M. (2018). “Consultas escritas”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA. p. 356 37 Román, Yalí. A. (1969). “La secretaría de la consulta bajo Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 100 38 Ibíd. 39 Citado en Polo, Martín. R.M. (2018). “Introducción”. En Consejos y Consultas. Bilbao: Fundación BBVA p. 22-23
13
obstante, cuando algún negocio requería de la firma real, Lerma como intermediario hacía llegar
las consultas elaboradas por el Consejo al monarca. Consultas que, como comentaré
posteriormente, eran examinadas y resueltas de manera conjunta por el rey y su valido.40
Con el objetivo de llevar a cabo una resolución firme, Felipe III necesitaba contar con el apoyo
del Consejo de Estado para embarcarse en este nuevo negocio. Para ello, el monarca decidió
convocar al Consejo de Estado en Madrid, el 4 de abril de 1609, donde tras haber examinado
y deliberado el requerimiento del rey, el Consejo de Estado decide elevarle una consulta
mediante la cual se le comunica al monarca que obtiene el respaldo completo del Consejo de
Estado para materializar la expulsión.41 Los motivos expuestos por el Consejo de Estado en esta
consulta para defender la expulsión, no distaron mucho de los tratados en la junta del 30 de
enero de 1608. Para justificar esta decisión, como he mencionado anteriormente, el Consejo de
Estado se apoyó en los memoriales remitidos por Juan de Ribera.42 Sin embargo, también
justificaron esta decisión alegando, el peligro que supondrían los moriscos sí decidían apoyar a
los holandeses ante una posible invasión de España y, desde el punto de vista jurídico, en lo
que se conoce como delito por lesae maestatis, es decir, un delito de orden público en contra
del rey.43
Una vez leída dicha consulta, según el procedimiento a seguir en la época, el rey adoptaría la
resolución en su despacho junto a la figura de su valido. Asimismo, estas resoluciones solían
escribirse en el mismo documento de la consulta al margen, debido a que era el espacio que el
Consejo de Estado dejaba como símbolo de cortesía cada vez que elaboraba una consulta para,
de manera posterior, elevarla al monarca. Posteriormente, tanto la consulta, como la decisión
de expulsión adoptada por Felipe III serían devueltas al Consejo de Estado para que, a partir de
este momento, la resolución fuera publicada, dándola a conocer entre todos los consejeros. En
este caso, seguramente los consejeros estuvieron conforme con la resolución dictada por Felipe
III, puesto que, finalmente, se procedió a la ejecución de dicha resolución, es decir, esta decisión
se comunicó convenientemente por escrito en un documento en forma, a las autoridades que
debían encargarse de su ejecución. En esta tarea además, el trabajo del Secretario de Estado
40 Román, Yalí. A. (1969). “La secretaría de la consulta bajo Felipe III”. En Origen y evolución de la secretaría de Estado y de la secretaría del despacho. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 100 41 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 27-44 42 Ibíd. pp. 44-45 43 De Bunes, Ibarra. M.A., Gutiérrez, de la Cámara Señán. J.M., Martínez, Ruiz. J.M., Benítez, Sánchez-Blanco. R., Lomas, Cortés. R. (2011). “La expulsión de los moriscos”. En La expulsión de los moriscos y la actividad de los corsarios norteamericanos. Valencia: Universidad de Valencia. p. 14
14
sería fundamental, pues éste eran también el Secretario del Consejo y disponía de los
documentos que de manera posterior debía de mostrar para tratar las cuestiones en las reuniones
del Consejo, siendo su cometido en la gestión y dictamen de los asuntos que competían al
Consejo de Estado de especial importancia.44 Tanto los motivos de la expulsión, anteriormente
comentado, como la decisión de expulsión adoptada por Felipe III, la podemos observar
claramente reflejada en la parte expositiva de las Reales Cédulas que fueron expedidas por el
Consejo de Estado, mediante las cuales se informaba de la resolución real a las altas autoridades
de cada reino.
Una vez tomada la decisión, el Comendador Mayor de León, planteó el problema principal que
tendría esta expulsión, y es que, para que la expulsión fuera efectiva, se debía de llevar a cabo
un proceso gradual de las salidas, debido a que la Corona no disponía de capacidad suficiente
desde el punto de vista militar y naval para controlar la expulsión de los moriscos de todos y
cada uno de los reinos de la península. De acuerdo con el problema planteado, tanto el Consejo
de Estado como Lerma decidieron retrasar la junta de teólogos que estaba propuesta para que
se llevara a cabo en Valencia y, paralizar cualquier acción política con respecto al problema
morisco, para así centrarse en la recopilación de información sobre la distribución de los
moriscos de cada uno de los reinos, a través de informes.45
Tras una serie de acuerdos en relación a la planificación del proyecto de expulsión (fechas,
reparto de cargos, modo de financiación…) entre el valido de Felipe III y el Consejo de
Estado46, el 21 de junio de 1609 ambos decidieron que los primeros moriscos afectados por la
expulsión serían aquellos que residieran a 20 leguas de la costa, por lo que, ésta decisión afectó
en primer lugar a los moriscos valencianos y andaluces, dejando a un lado, por el momento, a
los castellanos y aragoneses.47 Ahora la decisión estaba entre Valencia y Andalucía, siendo
finalmente los valencianos los primeros afectados por la expulsión. Ante esta decisión, los
obispos de Segorbe, Orihuela y Tortosa se opusieron a la expulsión mostrándose a favor de una
nueva evangelización del reino. Sin embargo, con el apoyo de Lerma y de Juan de Ribera,
Felipe III decidió continuar con los preparativos de la expulsión para acabar con esa deslealtad
44 Crespí de Valladura, y Bosch Labrús. G. (2012). “Presentación al diario de un alto dignatario de la monarquía de España del siglo XVII”. En Diario del señor D. Cristóbal Crespí. Madrid: Boletín Oficial del Estado. p. 17 45 Lomas, Cortés. M. (2011). “Primera parte: La expulsión valenciana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 45-46 46 Ibíd. p. 46 47De Bunes, Ibarra. M.A., Gutiérrez, de la Cámara Señán. J.M., Martínez, Ruiz. J.M., Benítez, Sánchez-Blanco. R., Lomas, Cortés. R. (2011). “La expulsión de los moriscos”. En La expulsión de los moriscos y la actividad de los corsarios norteamericanos. Madrid: Ministerio de Defensa. p. 15
15
morisca.48 Después de haber establecido Valencia como el primer reino afectado por el destierro
y, Andalucía como el segundo, el rey tuvo que hacer frente a los diversos problemas moriscos
que se fueron sucediendo en los distintos territorios a lo largo de su reinado, como consecuencia
de la filtración de la noticia de la expulsión morisca valenciana.
Desde hacía tiempo la villa extremeña de Hornachos tenía la reputación de tener a la
población morisca más peligrosa de Castilla a consecuencia de la “participación activa de
muchos de sus miembros en cuadrillas de bandoleros, sus manejos constantes en operaciones
de contrabando y la insolencia con la que en muchas ocasiones habían respondido a las
acometidas de la justicia real” 49. Debido a ello, Felipe III ordenó que se recopilara información
acerca de la situación de estos moriscos, para así conseguir las justificaciones necesarias que lo
ayudarían a elaborar el futuro proyecto de expulsión de los moriscos hornachegos.50
Parte de la información fue proporcionada por Gregorio López de Madera (alcalde mayor de la
corte) quien meses atrás, se había desplazado a Hornachos para realizar una serie de
averiguaciones debido a las denuncias que desde hacía tiempo llegaban a la corte por parte de
los cristianos viejos acerca del comportamiento de los moriscos de esta villa. Por otro lado, la
Inquisición, también proporcionó una serie de autos mediante los cuales se demostraba las
prácticas sectarias llevadas a cabo por los hornachegos.51 El Consejo Real estaba a favor de que
López de Madera regresara a la Villa de Hornachos para seguir recabando la información
necesaria, propuesta a la que se oponía por completo el Consejo de Estado52, debido a que en
este mismo momento, se estaban llevando a cabo los preparativos para la expulsión de los
moriscos valencianos y, como ya comenté anteriormente, uno de los temores que se tenía en
esos momentos era la reacción del resto de moriscos de los reinos de la península una vez que
se hubiera filtrado la noticia de la expulsión de los moriscos de Valencia, puesto que carecían
de capacidad y medios necesarios para poner en práctica, a la misma vez, la expulsión de los
moriscos de todos los reinos peninsulares. Sin embargo, a pesar de la oposición del Consejo
de Estado, el Consejo Real siguió insistiendo y presionando al duque de Lerma, dado que no
entendían la postura del Consejo de Estado ante un tema al que meses atrás se le había dotado
48 Domínguez, Ortiz. A., Vicent. B. (1993). Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Madrid: Alianza Editorial. pp. 171-172 49 Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 230 50 Ibíd. 51 Sánchez, Rubio. R., Testón, Núñez. I., Hernández, Bermejo. M.A. (2010). La expulsión de los moriscos de Extremadura (1609-1614). p. 200 52Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 232
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de una gran importancia. Debido a esto, las peticiones a favor del proyecto de expulsión de
Hornachos continuaron hasta finales de julio.53
En relación a esas peticiones, se conserva una consulta con fecha del 18 de julio de 160954.
Esta consulta fue elevada a Felipe III. En ella, la Sala de Gobierno urge al rey para que tome
resolución sobre la expulsión de los moriscos del resto de los reinos peninsulares y, en especial
de la Villa de Hornachos. Esta consulta, ha llegado hasta nosotros en su estado original,
deduciendo esto por los elementos de validación que aparecen en el documento, como, por
ejemplo, las rúbricas que aparecen al final, pertenecientes a los miembros del Consejo de
Castilla.
Ante esta circunstancia de tensión, el Consejo de Estado comenzó a sentirse incómodo debido
a que quería evitar que se formase un escándalo, por lo que, esta situación llega a septiembre y,
una vez filtrada la noticia de la expulsión de los moriscos de Valencia, el Consejo de Estado
“decidió responder abiertamente a la Sala de Gobierno que, mientras no finalizara la primera
fase del destierro, toda actuación contra los moriscos de Hornachos debía ser suspendida” 55. El
hecho de que el Consejo de Estado fuera el que contestara a la Sala de Gobierno dicha decisión,
se debe a la potestad que tenía, otorgada por el rey, de resolver por sí mismo determinados
negocios, sin necesidad de consultárselos al rey. A partir de esta decisión adoptada por el
Consejo de Estado, el objetivo del Consejo Real estaba ahora en conseguir que la expulsión de
los moriscos de Hornachos se integrara dentro de la segunda fase de expulsión, es decir, la del
destierro andaluz. Objetivo que acabó siendo respaldado por el Consejo de Estado.56
Como mencioné al principio de este capítulo, el proceso de expulsión de los moriscos
peninsulares se llevó cabo de manera escalonada, por lo que, una vez organizada la expulsión
de los moriscos andaluces y hornachegos, la siguiente decisión que se deliberó, fue la expulsión
de los moriscos que residían en las dos Castillas, Extremadura y la Mancha. Estando ya en
marcha el embarque de los moriscos valencianos, y, antes de la llegada del marqués de San
Germán a tierras andaluzas, concretamente a Sevilla, a principios de septiembre de 1609,
Felipe III remitió una carta al Consejo de Estado mediante la cual le hace saber su intención de
53 Ibíd. 54 AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera mas” 55 Lomas, Cortés. M. (2011). “Vivir en la ciudad de Dios”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 232-233 56 Ibíd.
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llevar a cabo un proyecto de expulsión que afectaba de manera general al resto de los moriscos
que residían en Castilla.57
En este caso, debemos tener en cuenta que no se trató de una expulsión, sino más bien de una
salida libre, pues, con el objetivo de que dicha salida provocara un impacto mínimo en Castilla,
Felipe III decidió dotar de cierta libertad a estos moriscos a la hora de abandonar sus reinos. Es
decir, permite que sean los propios moriscos castellanos los que voluntariamente abandonen la
península, permitiéndoles, por ejemplo, el derecho a decidir el puerto por donde querían
embarcar, también tenían el consentimiento para llevarse consigo sus bienes muebles (a
excepción de aquellos que estuvieran prohibidos) y, además, se les garantizaba cierta seguridad
hasta llegar al puerto de destino.58 Esta propuesta, no fue solamente presentada ante el Consejo
de Estado, sino también ante el Consejo Real, ya que el duque de Lerma elaboró un primer
esquema del futuro bando de expulsión, donde se incluyeron todas las limitadas libertades de
los moriscos mencionadas con anterioridad, para así someterlo a consulta del Consejo Real.59
Para deliberar sobre esta cuestión morisca, el Consejo de Estado, recuperó una serie de
documentos elaborados en época de los Reyes Católicos. En concreto, eran documentos
relacionados con la expulsión peninsular de los judíos en 1492, en los cuales se detalla todo el
proceso de expulsión junto a las consecuencias que esto ocasionó. Una vez revisado los
documentos y, teniendo en cuenta lo contenido en ellos, el 12 de septiembre de 1609 el
Consejo de Estado elevó una consulta a Felipe III mediante la cual le comunican su aprobación
ante la elaboración del futuro proyecto de expulsión y, la información recopilada de aquellos
documentos. Con esto, el Consejo de Estado, pretendía que Felipe III a la hora de aprobar dicho
proyecto, lo hiciera con cierta precaución y teniendo en cuenta la experiencia de la expulsión
judía.60 La falta de conservación de documentos en relación a este asunto, tiene como
consecuencia el desconocimiento de la respuesta que Felipe III proporcionó al Consejo de
Estado. Sin embargo, si tenemos constancia mediante la narración de algunos autores en sus
libros, de que el rey tuvo en consideración las recomendaciones del Consejo de Estado, aunque,
a partir de este momento, el proyecto de expulsión cayó en manos del duque de Lerma,61 pues
como ya mencioné, hasta su fallecimiento, Lerma tenía el consentimiento del rey para firmar
57 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 298. 58 Ibíd. pp. 298-299 59 Ibíd. 60 Ibíd. 61 Ibíd. p. 299
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las respuestas a esas consultas planteadas por el Consejo.62 Una vez que el Consejo Real estudió
el documento remitido por Lerma, en el mes de octubre, elevó una consulta a Felipe III donde
añadió una serie de recomendaciones a tener en cuenta para la elaboración del proyecto. Entre
estas recomendaciones, estaba la de establecer unos límites en cuanto a la libertad que dichos
moriscos tenían para llevar consigo ciertos bienes muebles y las posibles fechas de inicio de la
salida.63
A partir de este momento, sólo quedaba esperar para ver los resultados de la expulsión de los
moriscos valencianos, comenzar con el proceso de expulsión de los moriscos andaluces y,
finalmente, se iniciaron los preparativos para llevar a cabo la expulsión morisca libre
castellana.64 Una vez finalizada la expulsión de los moriscos andaluces y hornachegos y,
comenzado ya, los preparativos de la salida de los moriscos de las dos Castillas, Extremadura
y la Mancha, el siguiente paso era decidir qué ocurriría con los moriscos que residían en
territorio murciano, cuya expulsión no se había podido llevar a cabo dentro de la segunda fase
del destierro tal y como Felipe III había planeado.
El deseo del rey de incluir a estos moriscos dentro del segundo proceso de expulsión, hizo que
ordenara al marqués de San Germán (Capitán General de Artillería de España y encargado de
ejecutar la expulsión de los moriscos andaluces), y al duque de Medina Sidonia (Capitán
General de Andalucía) la recopilación de información acerca de los moriscos que habitaban en
Murcia. El duque de Medina Sidonia “se centró en preparar un envío de bastimentos a la armada
con el fin de avituallarla mínimamente”65 para lo que sería posteriormente, una larga operación
en las costas de Murcia. Por otro lado, el marqués de San Germán se encargaría de obtener
información sobre la distribución y el número de los moriscos murcianos.66 La dificultad residía
para el marqués de San Germán, (quien en ese mismo momento se encontraba en Sevilla), en
ejercer un control efectivo y sólido sobre Murcia, ya que era un territorio que se encontraba
alejado de Sevilla. Esta lejanía además, supuso un obstáculo a la hora de conseguir recopilar la
62 Revilla, Ezquerra. I. (2006). La dimensión territorial del Consejo Real en tiempos de Felipe III: El cuerpo de los treinta jueces. p.144 63 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 299 64 Ibíd. 65 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 496 66 Ibíd.
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información necesaria sobre los moriscos murcianos que ordenaba el rey, de manera que, se
decidió buscar una solución alternativa.67
Para ello, el 5 de diciembre de 1609 en Madrid, el Consejo de Estado elevó una consulta a
Felipe III, mediante la cual le pedían que la expulsión de los moriscos murcianos se llevara a
cabo de manera independiente a la expulsión de los moriscos andaluces y hornachegos.
Asimismo, en dicha consulta, el Consejo de Estado, le recomienda al rey que Luis Fajardo
(Capitán General de la Armada y Ejército del Mar Océano), fuese la persona que sustituyera a
San Germán en el control de la ejecución de dicha expulsión. El hecho de que Fajardo fuera el
encargado de ello, daba una serie de ventajas a esta expulsión, puesto que, disponía de una gran
cantidad de amigos en Murcia y además, por parte de su sobrino, el marqués de los Vélez,
recibió el título de adelantado mayor del reino, “lo que le otorgaba una jurisdicción ordinaria
que, bien complementada con una cédula particular, podía sin duda allanar el camino de aquel
destierro”.68
Al igual que en las consultas elevadas por el Consejo de Estado en los reinos anteriores, en este
caso tampoco se tienen vestigios acerca de la respuesta que Felipe III dio al Consejo de Estado.
Sin embargo, algunos autores como, por ejemplo, Manuel Lomas Cortés en su libro El proceso
de expulsión de los moriscos de España (1609-1614) 69 nos dice que, el 13 de enero de 1610
por orden de Felipe III, el Consejo de Estado remitió a Luis Fajardo las primeras instrucciones
del nuevo proceso de expulsión, junto con una Real Cédula. Así pues, con esta información que
nos aporta el autor, podemos interpretar que, Felipe III aceptó la petición y recomendación del
Consejo de Estado, dándole la orden de la elaboración del nuevo proyecto de expulsión.
El inicio de la expulsión de los moriscos castellanos, extremeños y murcianos permitió
continuar con la toma de decisión y la posterior elaboración del proyecto de expulsión de los
moriscos de Aragón y Cataluña. La filtración del rumor del inicio de la expulsión de los
moriscos valencianos en Aragón, suscitó la desconfianza entre los moriscos aragoneses, debido
a la sospecha de que dicha expulsión también les afectaría a ellos.70 Ante el temor de una posible
reacción de los moriscos aragoneses, la situación en Aragón se complicó aún más, debido a que
en esos momentos, estaba pendiente la elección del nuevo virrey aragonés. Quien en este
momento estaba ocupando el cargo de virrey era don Tomás de Borja, e iba a ser sustituido por
67 Ibíd. 68 Ibíd. pp. 496-497 69 Ibíd. p. 497 70 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 355-356
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don Gastón de Moncada, marqués de Aitona y embajador de Roma. Sin embargo, Gastón de
Moncada se encontraba en estos momentos en Italia, por lo que, ante la posibilidad de una
reacción más fuerte por parte de los moriscos, Felipe III decidió que, hasta la llegada del
marqués de Aitona a la península, la persona encargada de ejecutar sus órdenes en Aragón, sería
el gobernador Juan Fernández Heredia. De entre las labores que se le encomendó al gobernador,
estaba la de informarse sobre posibles rumores de conspiración por parte de los moriscos
aragoneses y, la de capturar a todos aquellos moriscos valencianos y castellanos que intentaban
huir de la expulsión a través de Aragón.71
Por otro lado, como ya comenté en el apartado del contexto histórico, uno de los objetivos de
la Inquisición fue la lucha contra la herejía y la apostasía, pero, al igual que ocurrió con la
expulsión de los moriscos valencianos, Felipe III no quería que la Inquisición se inmiscuyera
en los asuntos de la expulsión aragonesa. Sin embargo, con la intención de aumentar su
influencia en las decisiones adoptadas sobre el problema morisco, la Inquisición aragonesa se
encargó de enviar a Fernández Heredia, denuncias en contra de los moriscos, por conspiración
debido a sus tratos con el turco y, por estar llevando a cabo preparativos para protagonizar un
alzamiento. Sin embargo, estas no fueron las únicas denuncias que llegaron a manos del
gobernador.72 Como partidario de la expulsión de los moriscos aragoneses, una vez recopilada
la información necesaria sobre ellos, Fernández Heredia elevó un informe al Consejo de Estado.
Este informe, revisado por el Consejo, sirvió para la posterior argumentación y elaboración del
futuro proyecto de expulsión de los moriscos de Aragón.73
Uno de los motivos por los que Felipe III no quería que la Inquisición interviniera en el proceso
de expulsión de los moriscos aragoneses, fue porque al igual que en Castilla, quería sostener la
calma de dichos moriscos, evitando los procedimientos judiciales que la Inquisición llevaba a
cabo contra los herejes. Sin embargo, la Inquisición aragonesa respondió de forma diferente a
la de Castilla, ya que, mediante un auto de fe, condenó a una gran cantidad de moriscos “al
tormento, el escarnio público e incluso a galeras”.74 La actuación de la Inquisición reflejó la
debilidad de la monarquía ante este futuro proyecto de expulsión en Aragón. La llegada de
Gastón de Moncada a Zaragoza, y su respectiva ocupación al cargo de virrey, supuso un tiempo
para su adaptación en él, lo que tuvo como consecuencia que la Diputación del reino de Aragón,
(encargada de la representación de los distintos estamentos aragoneses ante el rey) dispusiera
71 Ibíd. p. 356 72 Ibíd. p. 357 73 Ibíd. 74 Ibíd. p. 358
21
del tiempo suficiente para plantear otras alternativas a la expulsión. Sin embargo, dentro de la
Diputación, el estamento eclesiástico se mostraba favorable al destierro de los moriscos,
mientras que, el predominio del sector nobiliario aragonés se oponía.75
Ante la decisión de la Diputación, el 1 de enero de 1610, en Zaragoza, el Consejo de Estado,
elevó una consulta a Felipe III, donde le recomienda “dar largas a los diputados” 76 para de esta
manera conseguir frenar la actuación de la Diputación, puesto que el sector nobiliario estaba
dispuesto a conseguir la firma de Martín Bautista de Lanuza, justicia de Aragón, que anularía
el proyecto de expulsión, respetando así el derecho foral aragonés. No tenemos testimonios
sobre la respuesta a esta consulta, pero, sabemos que, pasada la mitad del mes de enero, no se
había llevado a cabo aún ninguna decisión respecto a la cuestión morisca, en virtud de lo cual,
Felipe III ordenó la elaboración de los preparativos para el futuro proyecto de expulsión de los
moriscos de Aragón. Esto se debió a que, aunque el rey respetó las actuaciones de la Diputación,
él era el que tenía la última palabra.77
Antes de finalizar la elaboración del proyecto de expulsión de los moriscos aragoneses, en el
mes de marzo de ese mismo año, el duque de Monteleón (Capitán General del Principado de
Cataluña) despachó al Consejo de Estado una serie de cartas, a través de las cuales advirtió a
Felipe III de la reacción que había suscitado en los moriscos catalanes la idea de una factible
orden de destierro dictada por él sobre ellos. Asimismo, en estas cartas, también le advierte de
que estos moriscos, con el objetivo de excusarse de la expulsión apelaron a un estatuto de 1503,
otorgado por Fernando el Católico, mediante el cual el rey garantizaba que estos moriscos jamás
serían expulsados por mandato real. La concesión de este estatuto fue a consecuencia de la
desconfianza y sospecha que brotó entre la población morisca el hecho de pensar que serían los
próximos desterrados, tras la expulsión judía.78
Una vez revisada las cartas enviadas por Monteleón, el Consejo de Estado, el 24 de marzo de 1610, remitió a Felipe III una consulta, mediante la cual le hacía saber que, a pesar del estatuto
otorgado por Fernando el Católico, la expulsión se debía de llevar a cabo y, que los problemas
jurídicos que ocasionarían dicha expulsión, debían de ser resueltos una vez finalizada ésta.
Leída la consulta del Consejo de Estado por el rey, aunque no tengamos constancia documental
de la resolución que Felipe III adoptó ante dicha consulta, sabemos que, para evitar abrir la
75 Ibíd. p. 361 76 Ibíd. pp. 355-356 77 Ibíd. 78 Ibíd. p. 384
22
puerta a un posible debate con las instituciones catalanas, tal y como ocurrió anteriormente con
la Diputación de Aragón, Felipe III ordenó al Consejo la elaboración del futuro proyecto de
expulsión de los moriscos catalanes.79 Finalmente, en la elaboración de este futuro proyecto, se
incluiría la expulsión de los moriscos aragoneses y catalanes. Decidida y puesta en marcha la
expulsión de los moriscos aragoneses y catalanes, la situación se volvió a complicar en Murcia,
debido a que muchos moriscos permanecieron en territorio murciano tras la orden de expulsión
de Felipe III. A consecuencia de esto, el Consejo de Estado junto con Luis Fajardo, a partir del
30 de julio de 1611, comenzaron a llevar a cabo nuevas negociaciones, para iniciar un nuevo
proyecto de expulsión mediante el cual se expulsara a todos los moriscos que aún permanecían
en Murcia. Este nuevo proyecto, fue aprovechado por el Consejo de Estado para incluir la
expulsión de los mudéjares, pues, desde tiempo atrás, se estaban planteando su expulsión, al
igual que se había hecho en Castilla. 80
En esas negociaciones mencionadas, Fajardo envió un informe al Consejo de Estado, donde
aconsejó que dicha expulsión comenzara por el Valle de Ricote, pues allí aún residía población
morisca aunque conformaban un número insignificante de población, en comparación con la
población mudéjar que habitaban en el valle. 81 Por otro lado, para evitar que los moriscos de
Ricote fueran ayudados por otros moriscos que se asentaban en los lugares del alrededor del
valle, Fajardo propuso al Consejo, la presencia de milicias en dichas zonas para que calmaran
la situación. 82
A favor de las recomendaciones de Fajardo, el Consejo de Estado se las haría llegar a Felipe III
a modo de consulta. Aunque no tengamos constancia de la respuesta del rey, sabemos que el 8 de octubre de 161183 Felipe III firmó la orden de expulsión, lo que nos permite pensar que, en
esa respuesta, el monarca le dio la orden al Consejo de Estado para que elaborasen el decreto
de expulsión de los moriscos que aún habitaban en Murcia. Sin embargo, este proyecto de
expulsión firmado en el mes de octubre acabó fracasando a consecuencia de una serie de
complicaciones en la organización de la expulsión, por lo que, no será hasta el año 1613 cuando
Lerma, vuelva a rescatar dicho proyecto. La elaboración del proyecto de expulsión dos años
79 Ibíd. 80 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 516-517 81 Hernández Lisón. L. (1992). Mito y Realidad de la expulsión de los mudéjares murcianos del Valle de Ricote. p. 147 82 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 517 83 Ibíd.
23
después del primero no fue nada fácil, puesto que, como veremos posteriormente, Fajardo ya
no era la persona encargada de ejecutar las órdenes dictadas por el monarca y además, se habían
retirado las actividades militares del territorio en 1612.84
5. ¿Cómo se comunicó dicha resolución a las autoridades encargadas de ejecutarla
en los distintos reinos y territorios de España?:
5.1 Reales Cédulas:
Una vez que Felipe III adopta la decisión de expeler a los moriscos que habitaban en sus reinos,
recaía en el Consejo de Estado la labor de comunicar mediante un documento en forma, el
contenido de dicha resolución a las respectivas autoridades de cada territorio (normalmente
virreyes y capitanes generales) designadas por el monarca para proceder a la ejecución de la
expulsión. Asimismo, la labor de poner por escrito las resoluciones podía recaer en los
escribanos de Cámara o los secretarios de los Consejos. En un primer momento, estas personas,
se encargaban de escoger el tipo de documento adecuado al contenido y, al receptor del
documento; posteriormente, llevaban a cabo la elaboración de lo que se conoce como minuta,
es decir el “extracto o borrador” que sirve como matriz para la elaboración del documento
original, donde se anotan las cláusulas o las partes esenciales para luego copiarlo y extenderse
con todas las formalidades necesarias para su perfección.85 Sin embargo, es importante tener en
cuenta que, a diferencia de los documentos originales, estas minutas carecen de elementos o
signos de validación, (firmas, rúbricas sellos...)
Una vez elaborada la minuta, se revisaba junto a un consejero semanero y a continuación se
visaba dejando una marca que indicaba que se había revisado. A posteriori, se pasaba a limpio
mediante la ayuda de escribientes o incluso de la imprenta, para luego validarla, es decir,
firmarla y se sellarla. Era muy común que, una vez que se revisada la minuta, ésta se conservara
en la institución, pudiendo llegar a considerarse como un documento original en el caso en el
que el documento definitivo se perdiese. Finalmente, este documento acababa siendo
registrado, que consistía en la copia íntegra del documento antes de ser expedido, para de esta
manera conservarlo dentro de la propia institución productora que lo expedía. Su conservación
era útil en el caso de que el documento original desapareciese.
Tanto para Felipe III, como para el duque de Lerma, la elaboración del proyecto de expulsión
de los moriscos era un negocio que se debía de tratar con cierta delicadeza, “cuya dirección sólo
84 Ibíd. p. 522 85 Recuperado el 28 de marzo de 2020 de https://dle.rae.es/minuta
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se podía conferir a un reducido número de personas de la mayor confianza” 86 y, que no tuvieran
interés en sacar ningún provecho particular de ello. Sin embargo, como veremos
posteriormente, por muy precavido que se fue a la hora de tratar e informar sobre el asunto, no
se consiguió mantener ese secretismo por mucho tiempo. Nos encontramos con un total de
dieciséis documentos expedidos por el Consejo de Estado, donde se recoge la voluntad del
monarca de desterrar a los moriscos. Estos quince documentos fueron elaborados en un periodo
de tiempo comprendido entre 1609-1613, es decir, desde que se expidió el primer documento
hasta el último, pasaron cuatro años.
En cuanto a la tipología documental de estos dieciséis documentos, se puede decir con
seguridad que sólo cuatro se tratan de Reales Cédulas. De estas cuatro, únicamente una ha
llegado hasta nosotros en su forma original; otra como copia de la Real Cédula original y dos
como copias insertas en otros tipos de documentos (provisiones virreinales o del capitán
general). Asimismo, dentro de estas copias insertas, la introducida en la provisión del capitán
general es una copia más fiel al documento original respecto a la inserta literalmente en la
provisión virreinal pues, en la primera se respeta la intitulación del monarca y, los elementos
de validación y en la segunda no, lo que nos hace dudar a hora de calificar el segundo
documento.
Por otro lado, en relación a los doce documentos restantes; dos de ellos, aparecen narrados en
la parte expositiva de dos provisiones virreinales; y, las otras diez aparecen reproducidos
literalmente o mencionados en las obras de una serie de autores que comentaré con más
detenimiento a continuación. De modo que, al igual que ocurre con la copia inserta en la
provisión virreinal, no podemos establecer con claridad la tipología de estos documentos pero,
a pesar de ello, pienso que debieron ser Reales Cédulas expedidas por el Consejo de Estado.
Tomada la decisión de comenzar la expulsión en el reino de Valencia, se procedió a comunicar
la voluntad del monarca al Capitán General y Virrey de Valencia, el marqués de Caracena,
persona comisionada para ejecutar la orden de destierro. Para ello, el 4 de agosto de 160987 en
Segovia, Felipe III firmó la Real Cédula que, como podemos ver en la breve dirección del
documento, fue posteriormente remitida al virrey.
86 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos en la Península Ibérica (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 48 87 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena
25
Este documento no ha llegado hasta nosotros en su forma original, sino como copia inserta en
una Provisión Virreinal, debido a que, en esos momentos, era muy común que los documentos
reales se incluyeran o adoptaran la forma de otro tipo documental, en este caso una Provisión
Virreinal, para que, los súbditos del reino tuviesen conocimiento de lo contenido en él. A
diferencia de otras copias insertas que veremos posteriormente, en este caso, se trata de una
copia menos fiel al documento original dado que, carece de la intitulación real y de los
elementos de validación finales (rúbrica y firma del rey, suscripción del secretario de Estado…).
El hecho de que no aparezca la intitulación de Felipe III, podría hacernos dudar a la hora de
denominar diplomáticamente este documento, asimismo, el empleo de expresiones como la de
primo, podría indicarnos que estamos ante una Carta Misiva siendo ésta un documento muy
frecuente en la comunicación entre el rey y la nobleza.
En relación a esto último que acabo de comentar, debemos tener en cuenta que, en la Corona
de Aragón se suele utilizar el término de Cartas Closas Reales o Cartas Cerradas para
denominar a los documentos reales intitulados por el monarca, con expresiones como “El Rey”
o “Lo Rey”, separadas del resto del documento, validadas con la firma del monarca y, selladas
con el sello secreto. Asimismo, solían recibir este nombre también por “la aposición del sello
que se colocaba una vez plegada la carta sobre las puntas del documento, de modo que para
abrirla se debería romper el sello”88. Autores, como, por ejemplo, Floriano, hablan de Cartas
Reales Aragonesas, las cuales transmiten mandatos, y, por otro lado, tenemos a Sevillano Colón
y José Trench quienes en diversos estudios, les dan el nombre de Mandatos.89
Optamos sin embargo, por considerar que se trata de una Real Cédula porque el documento fue
expedido por el Consejo de Estado castellano y, aunque se dirigiera al reino de Valencia, este
órgano mantuvo su propia forma y formulario para expedir este tipo de órdenes. Mediante esta
Real Cédula, el monarca simplemente le comunica al virrey, su decisión de llevar a cabo el
destierro de los moriscos que habitaban en el reino valenciano tras una larga exposición de
motivos, mediante la cual se redactan todas y cada una de las causas que lo han llevado a tomar
dicha resolución. Finalmente, en esta Real Cédula, no aparecen las cláusulas finales que
veremos en algunas de las Reales Cédulas analizadas a continuación y, tampoco figura la data
tópica y crónica. Sin embargo, sabemos de la fecha de esta Real Cédula por su mención en la
parte expositiva de la Provisión del Capitán General.
88 Catalá, Cabanes. M.L. Las Cartas “Closas de Felipe III: Características diplomáticas”. p. 69 89 Ibíd.
26
Junto a esta Real Cédula, el 4 de agosto de 1609, fue elaborada y firmada otra, que
posteriormente el Consejo de Estado expidió y, cuyo receptor fue el Patriarca Ribera, mediante
la cual, se le comunicaba la decisión de expulsión al igual que se le comunicó a Caracena.90
Con el objetivo de poner en marcha los últimos preparativos de la expulsión, Felipe III ordenó
a Agustín Mexía (Maestre de Campo General), su traslado al reino de Valencia y, aprovechando
la salida de Mexía, el Consejo de Estado le remitió una serie de documentos entre los que se
encontraban las dos Reales Cédulas comentadas anteriormente a fin de que, cuando llegara a
Valencia se las entregara a sus respectivos destinatarios.91
El 11 de septiembre de 1609, en San Lorenzo del Escorial, el monarca firmó otra Real
Cédula. En ella, no aparece una dirección concreta, pero, sabemos que fue elaborada con el
propósito de realizar varias copias de ella y posteriormente distribuirlas entre los señores
vasallos moriscos, los grandes titulados y las ciudades y villas del reino.92 Una de estas copias
realizadas sobre el documento original ha llegado hasta nosotros reproducida literalmente en la
obra del autor Gaspar Escolano.93 En esta reproducción aparece, la intitulación real y, como
elemento de validación la firma del rey sin embargo, no aparece ni la rúbrica del monarca ni la
suscripción del secretario de Estado. Del mismo modo que en las Reales Cédulas enviadas a
Caracena y don Juan de Ribera en esta, Felipe III comunica a las altas autoridades del reino, su
decisión adoptada en cuanto al problema morisco, haciéndoles saber previamente los motivos
que le han conllevado a aprobar dicha decisión. Asimismo, a través de este documento, también
les comunica la llegada de Agustín Mexía a Valencia y su respectiva función de conducir a los
moriscos valencianos hacia los puertos por donde debían salir, pidiéndoles colaboración tanto
con Mexía como con el virrey para que, de esta manera la expulsión fuese efectiva. Finalmente
les hace saber que, el marqués de Caracena les enviaría las instrucciones precisas de lo que cada
uno debía de hacer. Al igual que en los documentos anteriores, este también carece de cláusulas
finales.
Fechada y firmada por Felipe III el mismo día, el Consejo de Estado expidió otra Real Cédula
a los obispos de Tortosa, Orihuela, Segorbe y Valencia, de la que seguramente también se
realizaron varias copias para su posterior distribución. En ella, el monarca ordenaba a los
90 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 56 91 Ibíd. pp. 55-56 92 Ibíd. p. 64 93 Escolano. G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1864-1867
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obispos que, dieran instrucciones “a todos los párrocos de las diferentes diócesis para que
predicaran la paz y el respeto hacia los moriscos y sus posesiones”,94 con el propósito de
prevenir posibles conflictos que afectaran al proyecto de expulsión. Días más tarde, el 21 de septiembre, el marqués de Caracena mandó a llamar a los diputados de la Generalitat, jurados
de Valencia y a los señores titulados, para entregarles esas copias realizadas de la Real Cédula
original95 que, había caído en manos del virrey desde el día 15, adjunta a un permiso que se le
concedió para que la empleara cuando él creyese conveniente.96 Un día más tarde, hizo lo
mismo, pero con el estamento militar.97
Ya comunicada la noticia de la expulsión a los altos dignatarios del reino valenciano e iniciado
el destierro, se comenzó con los preparativos de los próximos territorios peninsulares afectados
por el destierro, Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos. Mientras que, en la expulsión de
los moriscos valencianos el monarca a través de una Real Cédula le comunicó al marqués de
Caracena la decisión de expeler a los moriscos de dicho reino, en Andalucía Murcia y la Villa
de Hornachos esta decisión se comunicó de manera diferente pues, fue el duque de Lerma quien,
personalmente se encargó de comunicar al marqués de San Germán (Capitán General de
Artillería de España) la decisión de expulsión de los moriscos de estos reinos y, la
determinación de haber sido él el elegido para ejecutar el destierro pues, era una persona que
tenía autoridad y mando sobre todo el territorio y, ocupaba una elevada posición militar.98
Informado ya del negocio, el marqués de San Germán tuvo que partir hacia Andalucía para
ponerse en contacto con las altas autoridades de los territorios afectados por el destierro, pues
serían las personas encargadas de cooperar con él en esta expulsión. De igual modo, tuvo que
marchar también a Sanlúcar para reunirse con el duque de Medina Sidonia dado que, como
mencioné en el apartado anterior era Capitán General de Andalucía y, su colaboración en este
proyecto era indispensable para garantizar su triunfo.99 Una vez instalado en la capital andaluza
de Sevilla, el marqués de San Germán recibió una Real Cédula fechada y firmada en Madrid a
94 Lomas, Cortés. M (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 64 95 Escolano, G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la […] ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1863-1864 96 Lomas, Cortés. M (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 64 97 Escolano, G. (1611) Segunda parte de la década primera de la historia de la […] ciudad y reino de Valencia. Libro X, columnas 1863-1864 98 Lomas, Cortés. M (2011). “El destierro andaluz”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 238-239 99 Ibíd. 240
28
9 de diciembre de 1609.100 En cuanto a la dirección de este documento no es implícita ni
explícita puesto que, en ella el monarca se dirige a todo el mundo. Se conserva como copia
inserta en una Provisión del Capitán General y, a diferencia de la Real Cédula expedida el 4 de
agosto al virrey de Valencia, éste documento es más fiel al original pues, en él aparece al inicio,
la intitulación del monarca y, al final, la firma real y suscripción del secretario de Estado,
Andrés de Prada, como elementos de validación.
Respecto a su contenido, podemos observar que, tras la intitulación se comienza con una larga
exposición de motivos donde, al igual que en Real Cédula remitida al marqués de Caracena, el
monarca refleja todas y cada una de las razones de la expulsión. Asimismo, una vez
fundamentada estas causas, el rey procede con la orden de destierro. De manera posterior a la
orden, aparece por primera vez una fórmula de protección y amparo que el monarca otorga a
los moriscos para que, durante el periodo de tiempo que les ha proporcionado para partir de sus
reinos, pudieran organizarse y vender sus bienes antes de abandonar la península sin que nadie
les ataque o dañe. El texto finaliza con una serie de cláusulas finales mediante las cuales, el
monarca exigía el acatamiento de todo lo contenido en la Real Cédula a los oficiales superiores
del reino, prohibió ir en contra de lo establecido en ella y, ordenó su posterior publicación para
que llegase a conocimiento de todos.
El último paso que quedaba por dar era, comunicar a los señores de moriscos y justicias de los
territorios afectados de la expulsión, por lo que, para ello, el marqués de San Germán se ayudó
de la de la Audiencia de Sevilla para dar mayor legalidad a la distribución de las órdenes de
expulsión. A través de la elaboración de una Provisión del Capitán General fechada el 9 de
enero de 1610, San Germán pedía la colaboración de todos ellos para ejecutar la expulsión,
comenzando por decidir la fecha de publicación del bando. Asimismo, junto a esta Provisión,
San Germán les remitió también una copia del bando.101
El secretismo que se intentó mantener durante la elaboración de los preparativos de los
proyectos de expulsión de cada reino, no se consiguió, siendo un ejemplo de ello, la filtración
de información acerca de la expulsión de los moriscos valencianos en Castilla, lo que provocó
la venta masiva de sus haciendas, con la finalidad recaudar dinero pues imaginaron que, una
vez finalizado el destierro de los moriscos valencianos serían ellos los próximos en ser
100 B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera. 101 Lomas, Cortés. M (2011). “El destierro andaluz”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 260
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expulsados por voluntad regia.102 Como resultado de esto, previamente a la llegada del marqués
de San Germán a Sevilla, el Consejo de Estado elaboró una Real Cédula fechada y firmada por
el monarca en Madrid el 14 de noviembre de 1609.103 Por medio de este documento
despachado a las justicias y corregidores de Castilla, Felipe III ordenaba a estas altas
autoridades, pregonar en cada uno de los términos la prohibición de estas ventas, causando su
incumplimiento la pérdida de todos los bienes de estos moriscos.
Una vez conseguido calmar los ánimos entre la población morisca que residía en Castilla, se
procedió a tomar la decisión sobre la elección de la persona comisionada de proceder a la
ejecución de la salida libre castellana. En relación a ello, por parte de Felipe III y, del Consejo
de Estado se decide que esta persona debería ser el Conde de Salazar (Capitán General), sin
embargo, con el paso del tiempo, se dieron cuenta que, las dimensiones territoriales que
abarcaba esta salida y, por consiguiente, de la que se tenía que hacer cargo Salazar, era
demasiado grande. A consecuencia de ello, se decidió elegir a otra persona que, junto con el
conde se repartieran los territorios para facilitar el control de las salidas. Esta otra persona fue,
Alonso de Sotomayor (Consejero de Guerra retirado).104 En definitiva, los territorios quedaron
asignados de la siguiente manera; Alonso de Sotomayor tendría el control de Toledo,
Extremadura y Castilla La Mancha y el conde de Salazar ejercería control sobre Castilla La
Vieja.105
El 28 de diciembre de 1609 en Madrid, Felipe III firma la Real Cédula elaborada por el
Consejo de Estado. Gracias a la reproducción literal de este documento por los autores Pascual
Boronat y Barrachina y, Manuel Danvila y Collado106 podemos tener acceso a este documento
y, observar que, en ella, no hay una dirección claramente definida pues, de manera semejante a
las Reales Cédulas anteriores parece que el monarca vuelve a dirigirse a todo el mundo. El
acontecimiento previamente mencionado sobre la venta de los bienes moriscos fue aprovechado
por Felipe III a la hora de ponerse en marcha la elaboración de esta Real Cédula puesto que,
como se puede apreciar en la exposición de motivos de dicho documento, Felipe III quiso dejar
claro que este hecho dio a entender el deseo de los propios moriscos de abandonar los reinos
102 Bleda. J (1618) Crónica de los moros de España. p. 1037 103 Ibíd. 104 Lomas, Cortés. M (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 300-301 105 Ibíd. 106 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. p. 288. Nota 17
30
donde residían. Tras esta aclaración, el rey procedió a autorizar y dar su beneplácito a todos
aquellos moriscos que querían marcharse de las dos Castillas, Extremadura y la Mancha.
Esta salida libre, al igual que en la expulsión de los moriscos andaluces, murcianos y
hornachegos, estuvo bajo el amparo y protección real que el monarca concedía a los moriscos
para que de manera calmada y sosegada y, con la seguridad de que no podían ser dañados o
atacados, pudieran continuar vendiendo sus bienes (excepto los bienes raíces) antes de partir.
Por último, al igual que en las Reales Cédulas elaboradas para la expulsión de los moriscos del
resto de territorios de Castilla, se concluye el documento con las cláusulas finales a través de
las cuales ordena lo mismo que en las ya comentadas, incluida su posterior publicación.
Con el propósito de que llegase a conocimiento de todos los habitantes de estos territorios la
decisión de la libre expulsión, el 2 de enero de 1610, Salazar remitió las misivas junto con la
copia del documento del 28 de enero a los corregidores y justicias respectivos de cada
territorio.107 Como consecuencia de las complicaciones mencionadas previamente en el
apartado anterior, se decidió finalmente, llevar a cabo la expulsión de los moriscos murcianos
de manera independiente a los de Andalucía y Hornachos. Una vez tomada esta determinación
y, tras haber decidido que la ejecución del destierro de estos moriscos sería efectuada por don
Luis Fajardo, el Consejo de Estado procedió a la elaboración de una Real Cédula, fechada y
firmada por el monarca el 13 de enero de 1610 y, remitida de manera posterior a Fajardo.
El conocimiento que disponemos sobre esta Real Cédula, es gracias a autores, como, Manuel
Lomas Cortés,108 quien nos facilita una información concisa acerca de este documento. Dicho
autor en su libro aclara que, mediante esta Real Cédula el monarca comunicó a Fajardo que
sería la persona encargada de ejecutar la expulsión y, que obtiene su permiso para disponer de
la milicia del reino durante el proceso de destierro.109 Debemos tener en cuenta que, a pesar de
la decisión de organizar la expulsión de los moriscos murcianos de manera independiente al
destierro de Andalucía y Hornachos, el monarca quería que todos los destierros se llevaran a
cabo de manera simultánea, por ello, el objetivo de Luis Fajardo era publicar el bando de
expulsión el día de San Antón al igual que se tenía previsto en el territorio andaluz y
hornachego. Una vez decidida la fecha de la publicación, Fajardo dispuso de muy poco tiempo
para remitir las correspondientes misivas al “corregidor de Murcia, el obispo de Cartagena, el
107 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 301-304 108 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 497 109 Ibíd. p. 498
31
cabildo de Caravaca y el gobernador del Estado de los Vélez” 110 donde, de manera adjunta a
una copia del bando se les comunicaba la orden de expulsión.111
La finalización de la expulsión de los moriscos valencianos, incrementó los problemas
ocasionados por los moriscos aragoneses que se vivían desde meses atrás. Con el objetivo de
evitar que la población morisca aragonesa cometiera los mismos errores que se había cometido
previamente en Castilla o en Valencia como, por ejemplo, “la distribución de vellones falsos”
112 o “la entrega fraudulenta de las letras de cambio prohibidas con las que los moriscos trataban
de girar sus bienes hacia el extranjero”113 el monarca proporcionó los instrumentos necesarios
a los oficiales del reino para detener a los moriscos que cometieran estas infracciones.114
Al mismo tiempo, el Consejo de Estado por orden del monarca, se encargó de la elaboración
del nuevo decreto de expulsión fechado y firmado el 17 de abril de 1610 en Valladolid,115 que
ha llegado hasta nuestros días de manera narrada en la parte expositiva de la Provisión Virreinal
del marqués de Aitona, don Gastón de Moncada. El edicto de expulsión de los moriscos
aragoneses se basó en “un traslado del bando valenciano con algunas modificaciones”,116
aunque no fue esto lo único que se emuló de la expulsión morisca valenciana puesto que,
también se aplicó en Aragón un procedimiento de administración similar al de Valencia.117 En
relación a las modificaciones realizadas sobre el documento, sería Clavero (vicecanciller del
Consejo de Aragón) la persona encargada por el Consejo de Estado, para realizar dicha labor,
adecuando así el documento al código del derecho foral de Aragón. De esta manera, el Consejo
de Aragón incrementaría su influencia sobre el destierro aragonés y, el monarca conseguiría
zanjar los problemas con la Diputación y con Martín Bautista Lanuza mencionados en el
epígrafe anterior.118
Clavero, junto con Juan de Idiáquez y Agustín Mexía (quien desempeñó el mismo mando en
Aragón que en Valencia), conformaron una reunión extraordinaria en la cual, con el objetivo
110 Ibíd. 111 Ibíd. 112 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 362 113 Ibíd. 114 Ibíd. 115 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 116 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 363 117 Ibíd. 118 Ibíd.
32
de acelerar la labor al Consejo de Estado, redactaron los cambios acordados sobre el edicto de
expulsión aragonés. Una vez redactado los cambios y aprobados por el Consejo de Estado,
Felipe III ordenó a Mexía su traslado a Aragón para ser él quien entregara personalmente al
virrey, esta Real Cédula donde, se le comunicaba la voluntad del monarca, previa exposición
de motivos donde justificaba la expulsión.119 A diferencia de la Real Cédula expedida al
marqués de Caracena, en ésta no solamente se comunica al virrey la resolución adoptada por el
monarca, sino que también ordena la publicación de este documento en la forma acostumbrada.
Además de, la Real Cédula entregada en mano a Gastón de Moncada, Agustín Mexía, también
le hizo entrega de los despachos que de manera posterior el virrey hizo llegar a “los consejeros
y doctores de la Real Audiencia, el regente de la Cancillería y el abogado fiscal, los señores,
prelados, villas y ciudades del reino”.120 En estos despachos, a todas estas altas autoridades, se
les pidió también cooperación y colaboración al igual que se hizo en los demás reino pero, a
estos también se les garantizó una retribución económica.121
De forma simultánea al edicto de destierro firmado en Valladolid el 17 de abril de 1610,122 se
firmó otro decreto de expulsión con la finalidad de expeler a los moriscos que residían en
Cataluña. Esta Real Cédula, del mismo modo que la anterior, aparece narrada en la exposición
de motivos de la Provisión Virreinal elaborada por el virrey de Cataluña, el duque de
Monteleón. Respecto al contenido de esta Cédula, no dista mucho de la expedida hacia Aragón,
pues en ella tampoco se halla una dirección concreta, ya que directamente comienza con la
justificación de la expulsión. A continuación, el virrey procede a transmitir la orden de
expulsión del monarca, si bien de forma más vaga e imprecisa en detalles de procedimientos y,
seguidamente aclara que, por orden del rey dicho destierro tiene que llevarse a cabo por el
puerto de los Alfaques (en Tortosa).
En relación a esto último y, como consecuencia de las tensas relaciones con Francia, por la
subida al trono de Jülich-Clevés, debemos tener en cuenta que, tanto Felipe III como su valido,
tenían sus intereses puestos en la brevedad de la expulsión de los moriscos catalanes por el
puerto de los Alfaques, para de esta manera dejar el camino libre a los moriscos aragoneses,
119 Ibíd. pp. 363-365 120 Ibíd. p. 382 121 Ibíd. 122 Bleda. J. (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. pp. 612-618
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quienes partirían también desde este puerto.123 En cuanto a la orden de publicación, en la
narración de esta Cédula no aparece mencionada pero, tenemos la certeza de que se mandó a
publicar al igual que se hizo en los demás reinos, debido a que esta información aparece
reflejada al final de la Provisión Virreinal, en una diligencia o certificado de la publicación,
escrito en latín y en cursiva para así diferenciarla del resto del documento. El duque de
Monteleón el 11 de mayo de 1610 en Barcelona, envió una Provisión Virreinal a las justicias
del principado, para informarles no solo de la expulsión sino también, para que fueran
asimilando el tránsito de aragoneses por el territorio pues, como acabo de mencionar su partida
se realizó por el puerto de los Alfaques, el alojamiento de tropas y, la presencia de escuadras
en los Alfaques.124
Referente a la libre expulsión castellana, con el paso del tiempo derivó a una serie de problemas
siendo los dos más transcendentales, el intento por parte de estos moriscos de “acceder al
servicio en las milicias como medio para ocultar su condición y pasar por cristianos viejos”, 125
debido a su semejanza con los cristianos viejos y, el enterrar sus bienes una vez llegados a la
frontera para así, trascurrido un tiempo regresar a recuperarlos.126 Las soluciones que se
adoptaron para solventar dichos problemas fueron; el reclamo de un documento que acreditara
la limpieza de sangre de estos moriscos antes de integrarse en las milicias y, la implantación de
una aduana en Burgos controlada por el conde de Salazar, para así vigilar los enseres que dichos
moriscos llevaban consigo hacia los lugares de destino y, evitar el traspaso de oro, plata y joyas,
pues solamente podían partir de sus lugares de origen con mercaderías.127La eficacia que
demostró Salazar en la aduana de Burgos hizo que, tras la muerte de Alonso de Sotomayor se
decidiera que a partir de este momento fuera Salazar la única persona encargada de la ejecución
de la expulsión de ambas Castillas, Extremadura y la Mancha.128 Los problemas acarreados
durante el proceso de la salida libre, tuvo como consecuencia el estudio de la elaboración de un
segundo proyecto de expulsión, teniendo en cuenta que, esta vez no sería una salida libre, sino
más bien organizada.129
123 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 364-391 124 Ibíd. p. 386 125 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 305-307 126 Ibíd. 127 Ibíd. pp. 339-340 128 Ibíd. 129 Pascual, Martínez. J. (2018). “Escapar de la expulsión”. En Los Moriscos Antiguos Murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. Universidad de Valencia. p. 381
34
En relación a ello, se llevó a cabo la elaboración de una nueva Real Cédula fechada y firmada
en Aranda, el 10 de julio de 1610.130 A diferencia de los documentos anteriores, esta Real
Cédula ha llegado hasta nosotros como copia del documento original, utilizándose como
ejemplo para la elaboración del original el decreto de expulsión andaluz.131 En esta Real Cédula,
tampoco aparece una dirección clara pues, como ya he comentado previamente en otras
ocasiones, parece que el monarca se dirige a todo el mundo. Asimismo, esta copia es una copia
fiel al documento original debido a que en el aparece la intitulación real y, como elementos de
validación final, la firma del monarca junto con la suscripción de Antonio de Aroztigui, quien
ocupó el cargo de secretario de Estado, tras la muerte de Andrés de Prada en junio de 1611.132
Tras la intitulación regia, en este documento se comienza con una dilatada exposición de
motivos donde el monarca manifiesta las motivaciones que lo han llevado a cesar la salida libre
que les había otorgado a los moriscos de dichos reinos, para imponer su definitiva expulsión.
Asimismo, de manera seguida expone las causas que justifican este destierro utilizando como
modelo los motivos ya publicados en el edicto de expulsión de los moriscos valencianos.133
Una vez expuesto los motivos y, habiendo comunicado la resolución adoptada de expeler a
todos los moriscos que aún quedaban en esos reinos, se les informa del mismo modo que en los
destierros precedentes, del amparo regio que les confería el monarca. Por último, en el
documento vuelven a aparecer las cláusulas finales anteriormente mencionadas y, la orden de
publicación de dicho documento.
Fechada y firmada por el monarca también en Aranda, el 10 de julio de 1610, el Consejo de
Estado expidió otra Real Cédula en la cual no aparece una dirección que nos indique a quién va
dirigido este documento expresamente. No obstante, gracias a Florencio Janer134 quien en su
libro nos recrea textualmente esta Real Cédula, podemos saber que este escrito fue elaborado
con el propósito de que llegase a manos de los corregidores y justicias de las dos Castilla,
Extremadura y la Mancha. A través de esta Real Cédula Felipe III ordena, que se le de veracidad
a todo lo que el Conde de Salazar les mande y, que las cuestiones o preguntas que se tengan en
130 AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias de su cumplimiento. 131 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 340 132 Recuperado el 20 de abril de 2020 de http://dbe.rah.es/biografias/14262/andres-de-prada-y-gomez-de-santalla 133 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 340 134 Janer. F. (1857). Condición social de los moriscos de España, causas de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político. p. 343
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relación al destierro se las hagan saber a él, pues el conde ha sido la persona comisionada por
el monarca para efectuar la expulsión. Llegadas a manos del conde de Salazar ambas Cédulas,
éste el 2 de agosto del mismo año procedió a distribuir las misivas a los correspondientes
señores vasallos, corregidores y justicias de cada territorio para informarles de lo contenido en
ambos documentos y así, dar comienzo a la segunda etapa de la expulsión castellana.135
Tras la publicación del edicto del 9 de diciembre de 1609 gran parte de los moriscos que tenían
que haber partido de Murcia permanecieron en el territorio. Fruto de ello y, de la peligrosidad
que suponía permitir la permanencia de la minoría morisca del Valle de Ricote, por los motivos
comentados en el apartado anterior, el 8 de octubre de 1611, en Madrid, el monarca firmó una
nueva Real Cédula, que ha llegado hasta nosotros reproducida textualmente por los autores
Pascual Barrachina y Manuel Collado136. Esta Real Cédula es muy similar a la firmada por el
monarca el 9 de diciembre de 1609 pues, en esta no aparece tampoco una dirección concreta y,
además, el texto comienza con una larga exposición de motivos donde al igual que en las Reales
Cédulas vistas anteriormente, explica y justifica la expulsión. Como podemos ver en la parte
dispositiva del documento, el objetivo principal de su elaboración fue comunicar a todos los
vasallos que residían en Murcia de la resolución del monarca de expeler, a todos los moriscos
murcianos que habían permanecido tras la publicación del primer decreto de expulsión y, a la
escasa población morisca y población mudéjar que habitaba en el Valle de Ricote. Finalmente,
el texto termina con una serie de cláusulas finales, mediante las cuales Felipe III ordena a las
altas autoridades del reino, que cumplan con lo establecido en esta Real Cédula y que además,
proporcionen ayuda y asistencia a don Luis Fajardo a quien de manera posterior, le exige que
vele por el cumplimiento de este negocio. Asimismo, el monarca conmina la publicación de
este documento.
Además de esta Real Cédula, el Consejo de Estado expidió otra al Concejo de Murcia, fechada
también el 8 de octubre de 1611137. Este documento fue elaborado con la finalidad de ser
expedido al Concejo de Murcia a quien Felipe III ordena al igual que lo había hecho
anteriormente con las altas autoridades del reino, la asistencia y ayuda a don Luis Fajardo,
durante el proceso de expulsión. Conservada en su estado original, esta Real Cédula fue
realizada en papel. La tinta utilizada sobre este soporte para la elaboración del texto ha sido un
135 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 343 136 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. pp. 285-287 137 AMMU CAM 790 Nº 80. Cédula de Felipe III al concejo de Murcia, ordenando que el capitán Luis Fajardo proceda a la expulsión de los moriscos del Valle de Ricote.
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marrón negruzco, teniendo en cuenta que, el tipo de tinta empleada en esta tipo de documentos,
solía ser un marrón que tenía diversas tonalidades (marrón rojizo, marrón oscuro y marrón
negruzco)138
Dispuesto de manera paralela al borde menor, podemos apreciar en la parte superior del
documento la invocación simbólica (cruz) y, de manera posterior la intitulación del monarca,
seguida del cuerpo del texto. En este caso, el texto no se elabora dejando un margen pues esto,
que simbolizaba cortesía, como he mencionado con anterioridad, solamente se realizaba en
documentos dirigidos a una entidad superior como, por ejemplo, el monarca. Respecto a su
tradición documental, se puede evidenciar que se trata de un documento original visto que,
aparece la intitulación breve del monarca y, el documento se cierra con los respectivos
elementos de validación, como son la firma del monarca junto a su rúbrica y la suscripción de,
Antonio de Aroztigui. Publicada la Real Cédula del 8 de octubre, un mes más tarde, la
expulsión acabó siendo paralizada por don Luis Fajardo a consecuencia de sus continuos
enfrentamientos con el corregidor Luis de Godoy, quien no estaba de acuerdo con la expulsión.
Asimismo, otro de los motivos que lo conllevó a paralizar dicha expulsión fue el desamparo
que sintió respecto a la Corte pues, no llegaron los efectivos necesarios que garantizaban la
seguridad del reino.139 Tras el abandono de Fajardo, a finales del mes de abril de 1613 el
monarca, con el propósito de poner en marcha la expulsión después de verano, decidió elegir
rápidamente a la persona que remplazaría a Fajardo. Esta persona, encargada ahora de llevar a
cabo la ejecución del proyecto de expulsión en Murcia sería el conde de Salazar (Capitán
General) quien en ese momento, se encontraba en Castilla inspeccionando y controlando la
expulsión de los moriscos castellanos. Para que llegase dicha información a sus oídos, Felipe
III mandó a su valido como intermediario.140 Según menciona Henry Lapeyre “el rey firmaría
la orden de traslado a Murcia del saboyano el 9 de octubre”.141 Asimismo, de manera posterior,
concretamente el 19 de octubre de 1613, en Ventosilla, el monarca firmó una Real Cédula.
138 Cabanes, Catalá. M. L. (1999). “Cartas closas reales y cartas closas virreinales en el reinado de Felipe II”. En Felipe II y su reinado. p. 283 139 Pascual, Martínez. J.M. (2018). “Escapar de la expulsión”. En Los moriscos antiguos murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. p. 395 140 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 528 141 Citado en Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 529
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Podemos saber del contenido de esta Cédula gracias al autor Florencio Janer quien, la reproduce
de manera literal en su obra.142
En este documento, realmente no aparece una dirección concreta, pues directamente tras la
intitulación del monarca comienza con la exposición de motivos donde aclara la razón de
expeler a los moriscos y mudéjares de Ricote. Sin embargo, sabemos que fue remitida al conde
de Salazar antes de su partida a Murcia puesto que, además de señalarlo el autor antes de
comenzar con la transcripción de la Real Cédula, en la parte dispositiva del texto, el monarca
ordena ir al Valle de Ricote para desterrar y expulsar a los moriscos y mudéjares de aquel reino,
teniendo en cuenta que, como he mencionado precedentemente, fue al Conde de Salazar a quien
se le ordenó su traslado a Murcia. El texto se cierra con una cláusula final a través de la cual,
se ordena a los altos mandos del reino su ayuda y cooperación en la expulsión. Junto a esta Real
Cédula, Felipe III ordenó enviar otra al Concejo de Murcia, para que, de igual manera que se
había hecho previamente con Luis Fajardo, ahora se comunique que el conde era el sustituto de
Fajardo y, por lo tanto, el encargado de ejecutar este negocio, y además, se pedía su
colaboración y ayuda a Salazar.143 De manera final, el 28 de noviembre de 1913, a través de
una Provisión del Capitán General llega la información del destierro al concejo de Murcia, junto
a una copia del edicto.144
5.2 Instrucciones:
Como ya he mencionado en el apartado anterior, la expulsión de los moriscos fue un proceso
llevado a cabo de manera escalonada, por lo que a medida que se fueron confeccionando los
sucesivos bandos de expulsión de los diferentes reinos peninsulares afectados por el destierro,
se fue adquiriendo una mayor experiencia respecto a la elaboración de los bandos anteriores.
Esto, dio lugar a que a medida que fue avanzando el negocio de la expulsión, el monarca se vio
forzado a esclarecer ciertas cuestiones ya mencionadas en las Reales Cédulas, para dilucidar
algunas cuestiones inconclusas o que generaban ciertas dudas.145 Todas estas aclaraciones o
instrucciones fueron puestas por escrito en un documento diferente a la Real Cédula, para que
de esta manera, una vez expedidos ambos documentos por el Consejo de Estado y remitidos a
142 Janer. F (1857). Condición social de los moriscos de España, causas de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político. pp. 361-362 143 Pascual, Martínez. J. (2018). “Expulsiones, vuelta y permanencia de los mudéjares antiguos murcianos”. En Los Moriscos Antiguos Murcianos. Expulsión, Vuelta y Permanencia. Universidad de Valencia. p. 426 144 Ibíd. p. 429 145 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 214-215
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la autoridad correspondiente (Capitán General o Virrey) de cada reino, se procediera a su
publicación, dando así a conocer su información a todos los súbditos de la corona, incluidos los
moriscos. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que, estas instrucciones no aparecen en
todos los bandos de expulsión publicados en cada territorio, pues sólo tenemos constancia de
ellas en los bandos de Valencia, Aragón, Cataluña y, gracias a la reproducción literal realizada
por Jaime Bleda,146 también se conservan las instrucciones publicadas en el bando de
Andalucía, Granada y Murcia.
Respecto al número de puntos que contienen estas instrucciones, los cuales desarrollaré con
más detenimiento a continuación, el bando de Valencia dispone de un total de trece puntos, los
bandos de Aragón, Andalucía, Granada y Murcia coinciden con un total de nueve puntos,
mientras que Cataluña, supera el número de puntos, con un total de catorce. Adentrándome en
el contenido de estas instrucciones, en primer lugar, se hace mención al periodo de tiempo que
el monarca concedió a los moriscos para que éstos vendieran sus bienes muebles y salieran de
sus lugares de origen. Mientras que en las instrucciones catalanas no se hace alusión sobre ello,
en las aragonesas y valencianas podemos observar como Felipe III otorgó un plazo de tres días
a los moriscos de dichos territorios. Además, gracias al autor Rafael Benítez Sánchez-Blanco,
podemos saber que, el plazo de tiempo concedido a los moriscos de la corona de Aragón, fue
muy diferente al dispensado a los de la corona de Castilla, e incluso, dentro de la propia Castilla,
también nos encontramos con diferencias, puesto que, en el destierro de los moriscos de
Andalucía, Granada, Murcia y la villa extremeña de Hornachos, se concedió un periodo de
treinta días, mientras que en la expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y
Extremadura se les otorgó dos meses. Sin embargo, estos periodos de tiempo se volvieron a
modificar como, por ejemplo, ocurrió en Sevilla, donde el marqués de San Germán redujo aún
más ese plazo, fijándolo en veinte días, o en la expulsión de los moriscos del valle de Ricote
(Murcia), donde se les dispensó diez días.147
Según menciona Rafael Benítez, estos plazos otorgados por la monarquía, deben entenderse en
función de la manera en la que se decidió llevar a cabo la expulsión de los moriscos en cada
uno de los diferentes reinos peninsulares, por ejemplo, la salida de los moriscos en la Corona
de Aragón y de Ricote, se llevó a cabo bajo la supervisión y gestión de los comisarios
establecidos por el monarca, mientras que, en la corona de Castilla, como hemos visto en el
146 Bleda. J (1618). Crónica de los moros de España. p. 1041 147 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 215
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apartado anterior, se llevó a cabo una salida libre más generalizada, donde no se especificó de
qué forma se ejecutaría esta partida, ni se ordenó el envío de comisarios (salvo excepciones
como, por ejemplo, Sevilla), para el control de dicha salida.148 Otro asunto relacionado con lo
que acabo de comentar, es el punto de desembarco o el destino de estos moriscos desterrados.
Sólo en las instrucciones de Valencia, es donde se detalla concretamente el lugar de destino,
Berbería, pero al mismo tiempo, deja un camino libre para aquellos que quisieran desembarcar
en otros reinos que no fueran los de España. En las instrucciones de Aragón, ya no se menciona
Berbería como lugar de destino, pues aquí se especifica que, serían trasladado “hacia adonde
hubieren de yr”149 y, en las instrucciones catalanas nos encontramos con dos variedades
esenciales; una primera en la que se les otorga libertad para elegir su lugar de destino; y una
segunda en la que se hace referencia a aquellos moriscos que desembarquen en tierras de
infieles (expresión que según Rafael Benítez utiliza el monarca para no utilizar la palabra
Berbería).150
Aunque no aparezca de manera explícita en las instrucciones del bando de Cataluña, es
importante mencionar otra cuestión muy relacionada con las dos anteriores que acabo de
comentar, como son los puertos de salida. Mientras que en los bandos de Valencia y Aragón no
se especifica el nombre del puerto o de los puertos por el que han de partir estos moriscos,
quedando dicha cuestión en manos de los comisarios encargados de guiarles hasta la
embarcación, en el bando de Cataluña sí se especifica el puerto por el que han de salir de la
Península, siendo éste el puerto de los Alfaques (Tortosa).151 Sin embargo, tal y como acabo de
mencionar al inicio del párrafo esta información no aparece en las instrucciones del bando sino
en la parte dispositiva del texto. Por el contrario, en Castilla durante la libre expulsión castellana
se vedó que dichos moriscos partiesen por los puertos del reino aragonés, estableciéndose “los
puertos del norte de España o la frontera vasco-navarra con Francia” 152 como las únicas
posibilidades por donde salir hacia el nuevo lugar de destino. Sin embargo, para aquellos que
permanecieron en la Península y, que salieron tras la publicación del bando de expulsión el día
2 de agosto de 1610, se fijaron los puertos andaluces y murcianos. En cambio, en cuanto a
Murcia, el puerto de Cartagena fue el único habilitado para el destierro morisco. 153
148 Ibíd. 149 Ibíd. p. 216 150 Ibíd. 151 Ibíd. p. 215-216 152 Ibíd. 153 Ibíd.
40
Por otro lado, en las instrucciones tanto de Valencia, como de Aragón y Cataluña, nos
encontramos con lo que Rafael Benítez denomina “cláusulas de salvaguarda y penales”.154 Sin
embargo, como veremos a continuación, ambas cláusulas son más extensa en las instrucciones
valencianas y aragonesas, que en las catalanas. En relación a las cláusulas de salvaguarda, en
primer lugar, en las tres instrucciones se hace referencia a que no se podía dañar ni de obra, ni
de palabra a los dichos moriscos; en el caso de Cataluña, se especificó que esta orden debía
cumplirse hasta el embarque de los mismos, mientras que, en las instrucciones de Valencia y
Aragón, se estableció que debía cumplirse hasta el desembarco de los moriscos. El motivo de
ello, fue que el Principado de Cataluña no tenía autoridad, ni potestad sobre “las flotas, fueran
las reales o las mercantes”.155
Para el monarca, no fue suficiente intentar eludir a través de esta cláusula, el maltrato hacia los
moriscos, por parte de los dirigentes de los barcos donde transportaban a los mismos hacia su
lugar de destino, puesto que, también ordenó en las instrucciones valencianas, que diez de los
primeros moriscos embarcados en el primer viaje, regresaran para que dieran noticia a los
demás moriscos que aún permanecían en la Península, de que la intención del monarca sólo era
expulsarlos, sin que recibieran ningún tipo de vejación durante el viaje.156 Sin embargo, la
pérdida de ese miedo que el monarca sentía al principio de este negocio, en cuanto a la posible
oposición y rechazo a la expulsión por parte de los moriscos, es lo que explica que esta
ampliación de la cláusula de salvaguarda, desapareciera de manera posterior en las
instrucciones de los demás reinos.157 En cuanto a las cláusulas penales, en las tres instrucciones
se dispuso que, a todos aquellos moriscos que no cumplieran con lo ordenado por el monarca,
se les condenara a pena de muerte. Asimismo, se les prohibió salir de sus casas hasta que llegara
el comisario encargado de darles las indicaciones oportunas para su partida y, andar
deambulando tras la publicación del bando, pues bajo permiso del rey, éstos podían ser
saqueados y desvalijados por cualquier persona que se los encontrara, e incluso asesinados sí
se intentaba defender.
A los residentes valencianos, aragoneses o catalanes, se les condenaba a pena de muerte también
sí escondían o se deshacían de los bienes pertenecientes a estos moriscos. Además, a los
cristianos viejos que habitaban en estos territorios, se les prohibió ayudar a los moriscos
(acogiéndolos en sus casas, evitando que fueran desterrados, o escondiendo sus bienes), pues si
154 Ibíd. p. 217 155 Ibíd. 156 Ibíd. 157 Ibíd.
41
realizaban algunas de estas prohibiciones eran condenados a las galeras. En Aragón y Valencia,
la pena que se establecía era de seis años, mientras que en Cataluña, se rebajó a cinco, pero
contando también con la posibilidad del “arbitrio judicial”.158 Pese a que en el bando de la libre
expulsión castellana no aparecen las instrucciones, sabemos que, a diferencia de los reinos
anteriormente mencionados, a los moriscos castellanos se les permitió trasladarse de un lado
para otro, para así poder cambiar sus bienes por mercaderías. Sin embargo, por el contrario, en
el caso de los moriscos del Valle de Ricote, se les atribuyeron reglamentaciones similares a los
del reino de Aragón, en cuanto a desplazamientos, encubrimiento de los bienes… Respecto a
las cláusulas penales, podemos observar cómo, en los bandos publicados en los territorios
pertenecientes a la corona de Castilla, se les conminó con la pena de muerte a todos aquellos
moriscos que permanecieran en la Península una vez concluido el plazo de tiempo concedido
y, asimismo se les castigaba con la privación de sus bienes, vasallos… a aquellos cristianos
viejos que ofrecieran ayudas a los moriscos.159
Dentro de lo que Sánchez-Blanco denomina como “categoría de excluidos”,160 en las
instrucciones del bando de Valencia, podemos observar cómo el monarca aceptó que en cada
ciudad valenciana, un seis por ciento de la población morisca permaneciera en el territorio
donde residía, con el propósito de preservar sus viviendas, los cultivos de arroz, azúcar, los
regadíos y, para que de esta manera pudieran informar o comunicar a todo poblador nuevo que
llegara a la localidad. Sin embargo, esta permanencia estaba sometida a una serie de requisitos,
como, por ejemplo, sólo podían quedarse aquellos hijos que aún estuvieran bajo la “patria
potestad” 161 y, que no estuvieran casados, ni lo hubieran estado. Asimismo, el monarca prefería
que ese seis por ciento estuviera conformado por los moriscos viejos, los que sólo tenían como
oficio cultivar la tierra y, aquellos que con sus hechos hubieran demostrado ser buenos
cristianos. No obstante, esta exclusión fue suprimida en enero de 1610 por el marqués de
Caracena, por lo que no volvió a manifestarse en los documentos posteriores.162 En las
instrucciones aragonesas se desarrolló con mayor minuciosidad y detalle, algunos de los
aspectos previamente mencionados en las instrucciones valencianas, con el objetivo de aclarar
aún más, aquellas cuestiones que aún podían generar dudas. Un ejemplo de ello, es lo
recientemente comentado acerca de la permanencia o continuidad de aquellos moriscos
158 Ibíd. p. 218 159 Ibíd. 160 Ibíd. 161 Ibíd. 162 Ibíd.
42
considerados como buenos cristianos, pues en el destierro aragonés, se especificó que este buen
comportamiento cristiano debía de ser demostrado con “bastantes y legítimas
informaciones”.163
Por otro lado, en las instrucciones de Aragón, Andalucía, Granada y Murcia, aparece otra
categoría de excluidos que no se manifiesta en las instrucciones de Valencia, como son los
matrimonios mixtos y, los hijos. En relación a los matrimonios mixtos, podían permanecer en
territorio peninsular los cristianos viejos casados con mujeres moriscas; pero si la condición del
hombre era morisca y estaba casado con una cristiana vieja, éste debía de exiliarse, pudiendo la
mujer elegir entre irse con su marido e hijos, o permanecer ella junto a sus hijos (menores de
seis años) en la Península. En cuanto a los niños, en Aragón se permitió que todo infante (menor
de cuatro años de edad) que por voluntad propia quisiera quedarse, si contaban con el
consentimiento de sus padres, o de su cuidador si éste era huérfano, podían permanecer en la
Península. Asimismo, en el caso de Andalucía, Granada y Murcia se añadió que, todos aquellos
moriscos que quisiesen irse a tierras cristianas, se les permitiese llevar consigo a todos sus hijos
(sin importar la edad), en cambio, aquellos moriscos cuya intención era desembarcar en tierra
de infieles, no podrían llevar consigo a sus hijos menores de siete años. En estas instrucciones
además, también se hace mención a la posibilidad de permanecer aquellos niños huérfanos
(tanto de padre como de madre), de tierna edad y doctrinados en la fe católica.
Otra categoría de excluidos de los que se habla en las instrucciones de Aragón, Cataluña,
Andalucía, Granada y Murcia, pero de los que ni siquiera se alude en las de Valencia, fueron
los esclavos.164 En lo relativo a este grupo, en las instrucciones de Andalucía, Granada y Murcia
se detalló mucho más la información acerca de cuál sería su situación en la Península respecto
a Aragón y Cataluña, pues en este caso se estableció que, los descendientes de cristianos viejos
que hubieran contraído un enlace matrimonial con alguna esclava (libre), así como las hijas de
cristianas viejas casadas con esclavos, pudieran permanecer en el territorio peninsular donde
residían. Además, también se dispuso que los moriscos y moriscas esclavos y cristianos viejos
y, los hijos libres de ambos acatasen lo contenido en el bando. Según lo dispuesto en las
instrucciones del reino aragonés y catalán, Felipe III también permitió la continuidad de
163 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 164 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 219
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aquellos musulmanes que vinieron desde Berbería a la Península por su propia voluntad para
convertirse a la fe católica, así como a sus descendientes.
Referente a las instrucciones incluidas en el bando de Cataluña, aunque su escrito es un poco
más enrevesado respecto a las instrucciones aragonesas, mantiene las mismas categorías de
excluidos, salvo algunas excepciones que detallaré con mayor detenimiento a continuación, por
ejemplo, en lo relativo a la carente alusión que se hace acerca de los cristianos buenos y, sobre
todo, la cuestión sobre los niños. En relación al segundo aspecto, en estas instrucciones a
diferencia de lo ya comentado en Aragón, el monarca ordenó que aquellos moriscos que
tuvieran pensamiento de arribar en territorio de infieles, no podían llevarse a sus hijos menores
de siete años de edad, quedando estos niños provistos en la Península de todo lo necesario para
su manutención y formación a través de personas preparadas y religiosas.165 Asimismo, para la
alimentación e instrucción de los niños huérfanos la corona llevó a cabo el mismo
procedimiento.166 Pese a que no disponemos de las instrucciones de la expulsión de los moriscos
de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura, podemos saber por Benítez Sánchez-Blanco
que, se establecieron las mismas categorías de exclusión que en las instrucciones previamente
comentadas, añadiéndose en estas una categoría de exclusión más, como fue la de los “clérigos,
frailes y mojas moriscos”.167
Otra de las cuestiones importantes a destacar en estas instrucciones, es lo que el autor Rafael
Benítez, denomina como “disposición sobre los bienes”.168 En relación a ello, a través de las
instrucciones insertas en el bando de Aragón podemos observar como el monarca, permitió que
los moriscos de dicho territorio, trasladaran (hacia su nuevo destino) de sus haciendas muebles,
lo que pudieran llevar en sus personas. 169 Asimismo, en las instrucciones valencianas
(publicada en el bando de septiembre de 1609) y, en las catalanas se ordenó exactamente lo
mismo, sin modificación alguna.
Sin embargo, en Valencia, tras ser publicada la orden de expulsión, y comunicada a los súbditos
y moriscos del reino, estos últimos comenzaron a enajenar sus bienes para así, conseguir
recaudar una importante cantidad de dinero para así poder “afrontar el destierro y el inicio de
165 Ibíd. p. 220 166 Ibíd. 167 Ibíd. 168 Ibíd. p. 221 169 Ibíd.
44
una nueva vida”.170 Esta venta de bienes a cambio de dinero, fue permitida por la monarquía
hispánica al inicio de la expulsión pero, a consecuencia del exceso o abuso llevado a cabo por
los moriscos en este sentido, el 1 de octubre de 1609 se publicaron una serie de medidas
restrictivas para la venta de los bienes moriscos.171 Además, de los bienes muebles, la
monarquía permitió que estos moriscos llevaran consigo una serie de provisiones para su
abastecimiento, durante el periodo de tiempo que duraba el viaje hasta llegar a su lugar de
destino. Sin embargo, nos vamos a encontrar con diferencias entre los distintos reinos. En las
instrucciones valencianas se advirtió que, a estos moriscos el monarca les proporcionaría los
suministros o bastimentos necesarios durante el viaje, aunque también se les aconsejó que
llevaran ellos mismos su propias provisiones; en las instrucciones aragonesas, sólo se permitió
que los moriscos llevasen consigo lo que considerasen necesario para su sustento, por lo que
aquí la corona no proporcionó víveres como en la expulsión valenciana; y, en las instrucciones
catalanas, se sugirió que, en el supuesto de que no viajasen en las embarcaciones reales, debían
proveerse ellos mismos los suministros. No obstante, en las instrucciones catalanas, se
estableció como novedad “pagar los derechos a la Generalitat y otros en su caso, por los bienes
que saquen”.172
Por último, en cuanto al reino de Castilla, el monarca permitió que los moriscos conservaran
sus bienes muebles y propiedades (por un tiempo limitado), al contrario de lo que ocurrió con
sus bienes inmuebles, pues éstos directamente pasaron a formar parte de la Hacienda Real.173
El motivo del por qué se les permitió mantener sus bienes muebles, lo podemos ver claramente
reflejado en el bando de Andalucía, Granada, Murcia y la villa de Hornachos, pues en él Felipe
III aclara que les permite la conservación de éstos bienes (durante los treinta días que les
concedió hasta su partida), para que los pudieran vender o cambiar por mercaderías que
posteriormente pudieran llevar consigo y, que no estuvieran prohibidas por la corona, puesto
que estaba vedado transportar al lugar de destino “monedas de oro, plata, joyas y letras de
cambio”.174 Sin embargo, tras el destierro andaluz, en la expulsión libre castellana, se les
permitió a los moriscos salir de la Península con monedas de oro, plata… pero, a cambio de
una severa contraprestación, es decir, debían abonar al tesoro estatal parte de lo que
170 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia p. 90 171 Ibíd. 172 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 221 173 Ibíd. p. 222 174 Ibíd.
45
transportaran en su persona, y en el caso en el que transportaran dinero, plata, joyas… no
podrían llevar mercaderías y, viceversa.175
En conclusión, como hemos podido observar, existió una gran desigualdad de condiciones a la
hora de establecer los bienes que los moriscos aragoneses podían trasladar a su lugar de destino,
respecto a los moriscos castellanos, estando su explicación claramente reflejada en las
instrucciones conservadas en el bando valenciano, donde se clarifica que se hiciera merced de
todos los bienes raíces y muebles que no pudieron llevarse consigo los moriscos, a los señores176
“cuyos vasallos fueren”.177
6. ¿Cómo se comunicó la decisión de expulsión a la población y a los moriscos mismos?:
La decisión adoptada por el monarca de expeler a los moriscos de los reinos peninsulares, fue
comunicada a todos los súbditos de la corona y, a los respectivos moriscos mediante la
impresión de un documento denominado bando, el cual, además de pegarlo en lugares públicos,
también se pregonaba. En relación a ello, es muy importante tener en cuenta que, considerar el
bando como un tipo documental es un error, puesto que se trataba de un medio de publicación
o difusión de una decisión, para el conocimiento público, que podía adoptar distintas tipologías
documentales desde el punto de vista diplomático.
Desde antiguo, fue de gran trascendencia comunicar y publicar de forma fehaciente las
resoluciones adoptadas por los monarcas para su debido cumplimiento. Para ello, pudieron
adoptarse diversos métodos, muchos de ellos recogidos en las cláusulas finales de los mismos
documentos que debían ser publicados. La cláusula de pregón es la más conocida y antigua de
ellas, así como la de testificación notarial. Ya desde el reinado de los Reyes Católicos fue
frecuente, sin embargo, que junto al pregón se ordenara en algunos casos de importancia o de
obligado cumplimiento, la impresión del documento que transmitía la orden para ser pegado en
determinados lugares o más avanzada la edad moderna, incluso vendidos por impresores y
libreros. A veces, en vez de imprimir el documento tal cual era recibido por la autoridad que
debía ponerlo en ejecución, ésta tenía capacidad para explicarla e incuso reinterpretarla,
175 Ibíd. 176 Ibíd. p. 223 177 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena
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insertando el documento recibido dentro de otro nuevo intitulado y validado por la autoridad
competente. Todas estas variantes, recibieron el nombre genérico de bandos.
Por otro lado, desde la baja Edad Media, fue habitual que las disposiciones reales no entraran
en vigor hasta que fueran dadas a conocer convenientemente a las autoridades encargadas de
su ejecución y publicadas a los súbditos. Respecto a la forma de publicación podía variar; en
ocasiones, era el documento del rey, tal cual, el que se daba a conocer. Sin embargo, como
ocurre ahora (salvo un caso que veremos con más detenimiento posteriormente), el documento
también podía ser transmitido a la población mediante otro documento escrito e intitulado por
la autoridad encargada de su ejecución (Virrey o Capitán General, Adelantado, Corregidor,
Alcaldes mayores). Esto, provocó una relectura de la orden real que dio como resultado cambios
importantes en algunos aspectos, como, por ejemplo, en los plazos para la expulsión. Un claro
ejemplo de esto, tal y como hemos visto en el apartado anterior fue Sevilla, donde el marqués
de San Germán redujo de treinta a veinte días el plazo de tiempo otorgado a los moriscos para
su embarque. Además, desde el punto de vista diplomático, generó documentos totalmente
dispares a las Reales Cédulas, de hecho, en estos nuevos documentos intitulados por las
autoridades delegadas, la Real Cédula inicial quedó inserta o narrada en la parte expositiva del
documento. En los casos que analizaré a continuación, los documentos fueron impresos,
pregonados y circulados para su general conocimiento, aunque en muchas ocasiones, las
disposiciones simplemente se pregonaban pero no se imprimían.
Un total de doce bandos fueron publicados y pregonados en los reinos peninsulares afectados
por el destierro morisco. Todos ellos han llegado hasta nosotros de forma impresa, y solo en
tres de ellos (como veremos de manera posterior) aparecen una serie de diligencias manuscritas.
En cuanto a la tipología documental de estos documentos, nos vamos a encontrar con
Provisiones Virreinales (en Valencia, Aragón y, Cataluña), o Provisiones del Capitán General
(en Andalucía, Granada, Murcia, la Villa de Hornachos, las dos Castillas, La Mancha y,
Extremadura). Todos estos documentos que analizaré a continuación, se elaboraron en un
periodo de tiempo comprendido entre 1609 y 1613.
6.1 Bando de expulsión de los moriscos de Valencia:
En primer lugar, fechado el 22 de septiembre de 1609,178 nos encontramos con el bando de
expulsión de los moriscos publicado en Valencia. Como ya he mencionado previamente, el
178 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena.
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bando no debe ser considerado como un tipo documental, sino como un modo de publicación,
por lo tanto, teniendo en cuenta esto, para comunicar la expulsión a los súbditos y moriscos
valencianos se llevó a cabo la elaboración de una Provisión Virreinal, que de manera posterior
fue publicada haciendo múltiples copias de la misma y distribuyéndola a diferentes lugares.
Esta Provisión Virreinal que voy a analizar a continuación, se ha conservado de manera
impresa.
A diferencia de los bandos publicados en los demás reinos (como veremos con posterioridad),
en este, se puede observar al inicio del bando (de manera separada a la intitulación y al cuerpo
del documento) la expresión “El Rey, Y por su Magestad”. Se sabe con seguridad que se trata
de una Carta Patente179 expedida por el virrey, por lo que también podría ser calificada como
Provisión Virreinal, ya que, justamente debajo del título real aparece la intitulación del virrey
de Valencia, el marqués de Caracena, persona encargada de la ejecución del destierro.
Justamente a continuación, aparece inserta de manera literal la Real Cédula del 4 de agosto de
1609 y, una vez finalizada la Real Cédula, aparecen los trece puntos, donde se especifica cómo
se va a llevar a cabo la expulsión.
El 20 de septiembre de este mismo año, es decir, dos días antes de la publicación del bando, el
marqués de Caracena realizó el envío de las copias de las Reales Cédulas, junto con el bando
y, las disposiciones necesarias “para que cada uno de los comisarios especiales destinados en
los puertos de embarque”180 para que, dicho bando fuera publicado de manera simultánea en
Valencia, Dénia, Alicante y Vinarós181, el 22 de septiembre. Este bando, carece de rúbricas,
pero aparece suscrito por el marqués de Caracena y, refrendado por Manuel de Espínola, su
secretario.
El 1 de octubre de 1609, se volvió a publicar otro bando en Valencia, como consecuencia de
lo comentado en el apartado anterior acerca de la problemática de la venta de los bienes de los
moriscos. Es decir, el bando publicado en septiembre respaldó la venta de los bienes de estos
moriscos para que, de esta manera, pudieran venderlos y transportar hacia su nuevo lugar de
destino, “de sus haciendas muebles lo que pudieren en sus personas”.182 Sin embargo, los
179 Catalá, Cabanes. M.L. (1999). “Cartas closas reales y cartas closas virreinales en el reinado de Felipe II”. En Felipe II y su reinado. p. 288 180 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 86-87 181 Ibíd. 182 AGS, EST, LEG, 2638bis, 63. Bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena
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abusos cometidos por dichos moriscos a la hora de enajenar sus bienes (acaparamiento de
metales preciosos, compra de bienes a cambio del vellón falso), tuvieron una serie de
consecuencias gravísimas (deflación, la introducción del falso vellón en la economía…), que
complicaron aún más el proceso de expulsión. Todo ello, conllevó a que “el consejo criminal
de la Real Audiencia”183 vedara a los moriscos enajenar ciertos tipos de bienes, como, por
ejemplo, tierras, casas, aceite, granos, trigo, deudas…, del mismo modo que ellos, tampoco
podían comprar ninguno de estos bienes184.
Finalmente, este bando fue revocado por el monarca el 9 de enero de 1610185, publicándose
otro con ciertas modificaciones respecto al primero. Este nuevo bando, es igual al que veremos
de manera posterior publicado en Cataluña, pues está escrito en catalán y, se inicia con la
notificación “Ara oiats queus…”. Sin embargo, en este caso, al bando de autocalifica como
Real Edicto y, presenta algunas diferencias formales. Asimismo, en este nuevo bando, se derogó
el punto establecido en las instrucciones del bando anterior, mediante el cual se permitía que
un seis por ciento de la población morisca pudiera permanecer en cada ciudad valenciana y, se
ordenó la expulsión de todos ellos de la Península.186
6.2 Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de
Hornachos:
Tras la expulsión de los moriscos valencianos, se publicó en Andalucía, Granada, Murcia y la
Villa de Hornachos, el bando de expulsión de los moriscos que residían en estos territorios con
fecha del 12 de enero de 1610187. En este caso, el bando al que he tenido acceso y, que voy a
analizar a continuación es el publicado en la ciudad de Sevilla. Respecto a la tipología
documental, se trata de una Provisión del Capitán General, el marqués de San Germán, que ha
llegado hasta nosotros de manera impresa. Según el estudio realizado por dos profesores de la
Universidad de Sevilla, Rafael Mauricio Pérez García y, Manuel Francisco Fernández Chaves,
el 12 de enero de 1610 se llevó a cabo una primera impresión de este bando por tres impresores
distintos; Bartolomé Gómez (fue posiblemente el primero en llevar a cabo la primera tirada
183 Lomas, Cortés. M. (2011). “Construcción del proyecto de expulsión”. En El proceso de expulsión de los moriscos (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 90 184 Ibíd. 185 A.H.N, OSUNA, C.550, D.59. Real bando dado por Felipe III en el que revoca uno anterior y decreta la expulsión de todos los moriscos de sus reinos peninsulares. 186 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 218 187 B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera.
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impresa del bando), Alonso Rodríguez Gamarra y, Gabriel Ramos Bejarano. Sin embargo, el
13 de enero, se incrementó el número de bandos impresos por parte de otros dos impresores;
Matías Clavijo y, la viuda de Alonso de Barrera.188
Tanto el bando impreso por Matías Clavijo, como por la viuda de Alonso de Barrera, se
conservan hoy día en la Biblioteca Capitular Colombina de la ciudad de Sevilla. Asimismo,
gracias a los dos autores citados anteriormente sabemos que, de los bandos impresos el día 12
de enero, no se han conservado ninguno. Debido a ello, ambos autores consideran que, los
bandos publicados y pregonados fueron los impresos el 13 de enero.189 Gracias a la
conservación de los documentos impresos el 13 de enero, podemos observar las diferencias y
similitudes entre ambos. En cuanto a las similitudes, tanto en el impreso por Matías Clavijo,
como por la viuda de Alonso de Barrera, tras la intitulación del Capitán General aparece inserta
la Real Cédula del 9 de diciembre de 1609, donde el monarca le comunica a San Germán la
orden de expulsión de los moriscos. Asimismo, en ambos bandos, de manera posterior a esta
Real Cédula, aparece también reproducida literalmente una “Pragmática sobre la expulsión de
los moriscos”190, fechada el mismo 13 de enero y, remitida a Luis Méndez de Haro, marqués
del Carpio y asistente de Sevilla. Pragmática que, por lo tanto, no aparece en los bandos
impresos el día 12 de enero.
Por otro lado, respecto a las diferencias, en el documento impreso por la viuda de Alonso de
Barrera, podemos ver claramente dividido, por un lado el bando del 12 de enero y, por otro
lado, la Pragmática remitida al marqués del Carpio. Sin embargo, en el impreso por Matías
Clavijo, no existe esa separación entre el bando y la pragmática. Además, en este último bando
la Pragmática carece de un añadido que se incorporó al impreso por la viuda, relacionado con
“las mujeres moriscas”.191 Otras diferencias que podemos observar en ambos documentos son;
el tamaño de las letras que conforman la intitulación del marqués de San Germán, pues en el
impreso por Matías Clavijo son de menor tamaño que en el de la viuda de Alonso de Barrera;
y, el pie del documento donde en cada uno aparece el nombre del impresor correspondiente.
Para Manuel Francisco y Rafael Mauricio, todas estas diferencias conllevan a reflexionar y, por
lo tanto, a sacar en conclusión que, de los dos bandos impresos el 13 de enero, el de la viuda de
Alonso de Barrera se imprimió después que el de Matías Clavijo, pues esto explica la separación
188 Fernández, Chaves. M.F., Pérez, García. R.M. (2009). “La expulsión de los moriscos desde Sevilla”. En Los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla. Valencia: Universidad de Valencia. pp. 383-384 189 Ibíd. p. 384 190 Ibíd. 191 Ibíd. 385
50
de los textos, el tamaño de la letra en la intitulación y, la integración de la medida sobre las
mujeres moriscas.192
Respecto a la publicación de dicho bando, se cree que desde el inicio de la expulsión, el marqués
de San Germán y, el marqués del Carpio, tenían pensado la impresión de una gran cantidad de
bandos para que fueran repartidos entre las diferentes áreas afectadas por el destierro, es decir,
en Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de Hornachos. Para ello, “tuvieron que imprimir al
menos un bando por cada localidad afectada”.193 En relación a la publicación del bando, el
intento por parte de don Juan de Mendoza de que el bando fuese publicado el día 12 de enero,
tras las primeras tiradas llevadas a cabo por Bartolomé Gómez, Alonso Rodríguez y, Gabriel
Ramos, “fue frenado en el último momento por algunos capitulares”.194 Tras una reunión
(seguramente llevada a cabo el día 13) donde participó, además de los gobernadores, el marqués
del Carpio, asistente de Sevilla, se decidió que dicho bando sería publicado de manera
simultánea en Andalucía, Granada, Murcia y, la Villa de Hornachos, el día 17 de enero, día de
San Antón.195 Esto último que acabo de comentar explica por qué en el bando fechado el 12 de
enero, aparece la orden de publicación del documento, pero sin detallar el día y, en la
Pragmática con fecha del 13 de enero, sí aparece la orden de publicación junto con la fecha en
la que debía de ser publicado.196 Finalmente, tanto en el bando impreso por Matías Clavijo,
como por la viuda de Alonso de Barrera, aparecen la firma del marqués de San Germán y, del
marqués del Carpio.
Por otro lado, en cuanto al bando publicado en la Villa de Hornachos, se sabe que está fechado
el 16 de enero de 1610197 y, que fue el alcalde mayor de la corte, Gregorio López de Madera
quién se encargó de llevarlo hasta Hornachos.198 Sin embargo, aunque no dispongo del
documento para poder analizar su estructura y composición, Rafael Benítez Sánchez-Blanco en
su obra comenta que, a diferencia de lo que ocurre en los bandos publicados en la corona de
Aragón (como veremos posteriormente), en los bandos publicados en Andalucía, Granada,
192 Ibíd. 193 Ibíd. 194 Ibíd. p. 387 195 Ibíd. 196 Ibíd. p. 388 197 Mira, Caballos. E. (2009). “El exilio”. En Los moriscos de Hornachos: Una revisión histórica a la luz de nueva documentación. p. 8 198 Ibíd.
51
Murcia y la Villa de Hornachos y, en Castilla en general, lo que se pregona y se publica en las
calles, es “la Real Cédula dirigida directamente a todos los súbditos”.199
6.3 Bandos de expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura:
De manera paralela a la expulsión de los moriscos de Hornachos, se estaba llevando a cabo
también la expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y Extremadura. Días antes
a la publicación del bando en Hornachos, el 2 de enero, la Real Cédula del 28 de diciembre de
1609 fue circulada y pregonada con gran celeridad en los respectivos territorios de Castilla
afectados por la expulsión. Sin embargo, en aquellos lugares más retirados de los núcleos de
las ciudades más importantes su publicación se demoró, como, por ejemplo, “en algunos lugares
de la Encomienda Mayor de Castilla, del duque de Lerma, no se conocería hasta el 7 de enero,
y el duque de Uceda retrasó su publicación en sus tierras hasta el 13”.200.
A consecuencia de una serie de problemas de difícil solución que surgieron en torno a la
expulsión y, que muchos de los moriscos afectados por el destierro no sabían exactamente qué
debían de hacer, se llevó a cabo una reestructuración del proceso de expulsión y, una vez
resueltas todas las cuestiones planteadas, se procedió a la distribución (entre los justicias y
señores de cada término encargados de su posterior difusión), y a la publicación de otro bando
fechado el 19 de enero de 1610.201 Respecto a su publicación, en los territorios más cercanos
a la corte, se llevó a cabo una rápida difusión del bando, por ejemplo, en Guadalajara se publicó
un día después, el 20 de enero; mientras que, en las áreas más alejadas de la corte su publicación
se retrasó varios días.202
Los problemas derivados de la expulsión libre castellana (mencionados en el apartado de las
Reales Cédulas), como, por ejemplo, el hecho de que los moriscos sepultaran y escondieran sus
bienes una vez llegados a la frontera, para así de manera posterior regresar y recuperarlos;
conllevó, a una organización y reglamentación cada vez más estricta de esa salida libre
castellana, que podemos ver reflejada en la Real Cédula del 10 de julio de 1610. El 2 de agosto de 1610, se publicó el bando de expulsión de los moriscos de las dos Castillas, La Mancha y
Extremadura.203 Este bando que voy a analizar a continuación, es el que se remitió a la villa de
199 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 224 200 Lomas, Cortés. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 304-305 201 Ibíd. pp. 305-309 202 Ibíd. p. 313 203 Ibíd. p. 343
52
Pastrana,204 el cual ha llegado hasta nosotros de forma impresa. Respecto a la tipología
documental, a diferencia de los documentos analizados anteriormente, se trata de una copia de
la Real Cédula original del 10 de julio de 1610, de manera que, este documento no aparece
intitulado por un virrey o un capitán general, sino que está intitulado por el rey. En este
documento, además, nos encontramos con una novedad que no aparece en los bandos
analizados previamente, y es que, una vez finalizada la Real Cédula del 10 de julio se pueden
observar una serie de diligencias manuscritas. La primera por el escribano del monarca y de la
Comisaría General de la Infantería de España, Sebastián de Medina, a través de la cual acredita
que el traslado del bando y de la Real Cédula se corresponde al original custodiado por el Conde
de Salazar y, que fue sacado el 1 de agosto de 1610 en Madrid.
La segunda diligencia con fecha del 4 de agosto de 1610, está escrita por el licenciado Robles
de Silva, corregidor y justicia mayor de la villa de Pastrana, mediante la cual atestigua, la
publicación de esa Real Cédula del 10 de julio en las plazas públicas de la villa de Pastrana y,
el envío de dos traslados de esta Real Cédula para que se pregonaran en la villa de Estremera,
en el marquesado de Almenara y, en las villas de Alcardete y de Albacete. La tercera y última
diligencia, con fecha también del 4 de agosto, está redactada por el escribano Andrés de
Escobar, a través de la cual declara que, la Real Cédula ha sido pregonada desde las ocho hasta
las diez de la mañana por el pregonero público de la villa Diego Ruiz. En relación a lo que
acabo de comentar, el monarca desde el comienzo de la libre salida castellana, ordenó que se
remitieran a la corte “un acta levantada ante escribano sobre cómo había sido ejecutada la
promulgación del edicto”,205 pues con esto, Felipe III quería ser previsor y reunir una serie de
pruebas lícitas para solventar de manera rápida futuros pleitos que pudieran surgir y, asimismo,
también quería tener un apoyo o soporte jurídico, mediante el cual pudiera justificar la futura
orden de expulsión de los moriscos que no quisieron acatar en un primer momento la
disposición de gracia concedida por el monarca.206
Finalmente, respecto a los elementos de validación, al pie de la Real Cédula sólo aparece la
firma de Felipe III y, la suscripción del secretario de estado, Antonio de Aroztigui, pero no
originales. Y, en las diligencias, aparecen las firmas de Sebastián de Medina, de Robles Silva
y de Andrés de Escobar y, sus respectivas rúbricas.
204 AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias de su cumplimiento. 205 Lomas, Cortes. M. (2011). “La salida libre castellana”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 310 206 Ibíd.
53
6.4 Bando de expulsión de los moriscos de Murcia:
Dado a que la organización y coordinación de la expulsión de los moriscos murcianos, se
complicó a consecuencia de una serie de factores, como, por ejemplo, la distancia de Murcia
con respecto a Andalucía, se decidió que dicha expulsión se llevara a cabo de manera
independiente a la de Andalucía, Granada y la villa de Hornachos, “aunque formalmente
continuase adscrita a la comisión de San Germán”.207 Es decir, Luis Fajardo sería la persona
encargada de ejecutar el destierro de los moriscos murcianos pero, cumpliendo con las
disposiciones ordenadas por el monarca para la expulsión de los moriscos de Andalucía, Granda
y la villa de Hornachos, efectuadas por el marqués de San Germán. Por lo tanto, y en relación
a lo que acabo de explicar, como la intención del monarca era que la expulsión de los moriscos
de Andalucía, Granada, Hornachos y Murcia se llevara a cabo de manera coordinada, se
mantuvo la orden de que en todos estos territorios mencionados, incluido Murcia, el bando de
expulsión debía de ser publicado el día de San Antón.208
A muy pocos días de San Antón, Fajardo, se encargó de remitir una copia del bando de
expulsión “al corregidor de Murcia, el obispo de Cartagena, el cabildo de Caravaca y el
gobernador del Estado de los Vélez”209 con el propósito de que se procediera a su publicación
en los diferentes territorios de Murcia. Finalmente, a pesar de que no disponemos del
documento en sí para conocer si su estructura interna fue similar o diferente a los bandos
publicados en Andalucía, Granada y Hornachos, sí que podemos saber por Manuel Lomas
Cortés que, en Murcia dicho bando fue publicado el 18 de enero de 1610, mientras que un día
más tarde, el 19 de enero, se publicó en Cartagena.210 Como consecuencia de la permanencia
de algunos moriscos en territorio murciano tras la publicación de este bando y, de las dudas
planteadas por Luis Fajardo acerca de la población mudéjar que residía en Murcia, el 10 de
noviembre de 1611, se procedió a la publicación de otro bando donde se resolvían todas estas
cuestiones. Este bando ha llegado hasta nosotros, reproducido literalmente en la obra de Pascual
Boronat y Barrachina y, Manuel Danvila y Collado.211
En cuanto a su tipología documental, de igual modo que ocurrió con el bando publicado en
Castilla el 2 de agosto de 1610, en este caso también se trata de un traslado de la Real Cédula
207 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 496 208 Ibíd. p. 498 209 Ibíd. 210 Ibíd. 211 Boronat, Barrachina. P., Danvila, Collado. M. (1901). Los moriscos españoles y su expulsión. pp. 285-287
54
original del 8 de octubre de 1611 (ya analizada en el apartado anterior). En este caso, el
documento tampoco aparece intitulado por un Virrey o Capitán General, sino por el monarca.
En este bando, justo al pie de la Real Cédula, podemos observar también una serie de diligencias
manuscritas. Con la fecha del mismo día de la publicación del bando, aparece la primera
diligencia escrita por Pedro Suárez (escribano del monarca, público del Número y Juzgado de
Murcia, de la Guerra y Adelantamiento del reino de Murcia y, de la Comisión de Luis Fajardo)
donde atestigua o da fe de que este bando fue pregonado por el pregonero en la ciudad de
Murcia. Asimismo, de manera posterior aparece otra diligencia (con la misma fecha) escrita
también por Pedro Suárez, donde testifica haberse llevado a cabo el traslado de la Real Cédula
original. Finalmente, aparecen los nombres de los testigos.212 Según mencionan Pascual
Boronat y, Manuel Danvila en su obra, en este documento no aparecía ni la fecha, ni el lugar
donde se había impreso.213
Como ya indiqué en el apartado de las Reales Cédulas, esta orden publicada y pregonada el 10
de noviembre, fue paralizada por Luis Fajardo por una serie de motivos anteriormente
mencionados. Sin embargo, una vez que el conde Salazar sustituyó a Luis Fajardo como persona
encomendada para la ejecución del destierro de los moriscos de Murcia, se volvió a reiterar la
orden de expulsión de los mismos en la Real Cédula (ya analizada) del 19 de octubre de 1613.
Orden posteriormente publicada en un bando con fecha del 28 de noviembre de 1613.214
Aunque no disponemos del documento, poseemos información acerca de él, gracias a dos
autores. En primer lugar, Rafael Benítez Sánchez-Blanco, quien en su obra aclara que este
bando fue elaborado por la nueva autoridad comisionada de poner en marcha la expulsión, el
conde Salazar y, que en él se contenía la Real Cédula del 19 de octubre de 1613. Asimismo, el
autor prosigue diciendo que dicho bando, se publicó el día, 30 de noviembre (día de San Andrés)
en las distintas ciudades de Murcia.215
Por otro lado, Manuel Lomas Cortés en su libro aclara que, fue Salazar quien estableció el día
de la publicación del bando, pues su propósito era que el bando fuese publicado el mismo día
en el que se comenzaría a ejecutar la expulsión. Además, el autor continúa explicando que, el
29 de noviembre, Salazar ya había comunicado a los comisarios su nueva función sobre la
difusión del bando en los diversos territorios del reino de Murcia, incluido en el Valle de
212 Ibíd. 213 Ibíd. 214 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 212 215 Ibíd.
55
Ricote.216 En cuanto a las cuestiones que se abarcaron en el bando del 28 de noviembre de 1613,
no distaron muchos de las contenidas en los bando previamente publicados en Murcia, “pero
ahora se constaba una voluntad clara de ejecución que desde luego no había tenido aquel del 10
de noviembre de 1611”.217
6.5 Bando de expulsión de los moriscos de Aragón y Cataluña:
Con fecha del 29 de mayo de 1610, ha llegado hasta nosotros de forma impresa, el bando de
expulsión de los moriscos de Aragón, 218 publicado en Zaragoza en la forma acostumbrada, el
mismo día en el que fue elaborado.219 Respecto a su tipología documental, se trata de una
Provisión del virrey, don Gastón de Moncada, cuyo contenido es muy similar a la Carta Patente
o Provisión Virreinal, del marqués de Caracena, publicada haciendo múltiples copias de la
misma y distribuyéndola a diferentes lugares. 220 Sin embargo, la Provisión Virreinal de don
Gastón de Moncada se amplió mediante la introducción de dos instrucciones (tomadas del
bando de expulsión publicado en Andalucía, Granada, Murcia y la Villa de Hornachos), que
fueron “la referencia a los contactos con el Turco y otros príncipes, y la utilización de las
condenas inquisitoriales en el último auto de fe celebrado en Zaragoza para dar por demostrada
su herejía”.221
Por otro lado, en cuanto a la estructura interna del documento, en este bando es de especial
importancia destacar que, a diferencia de las Provisiones Virreinales o del Capitán General
comentadas anteriormente, en esta, la Real Cédula del 17 de abril de 1610 no se encuentra
inserta literalmente, sino más bien narrada por el virrey, Gastón de Moncada, en la parte
expositiva del documento. De manera posterior a la Real Cédula, al igual que en el bando de
Valencia, nos encontramos con las instrucciones ya interpretadas en el punto anterior.
Finalmente, en este bando nos encontramos como elementos de validación la suscripción de
Gastón de Moncada, el marqués de Aitona y, el refrendo de Pedro Polo, su secretario, aunque
no originales. En este caso, al igual que ocurrió en el bando del 22 de septiembre de 1609
216 Lomas, Cortés. M. (2011). “El destierro murciano”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 531 217 Ibíd. p. 530 218 ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón. 219 Lomas, Cortés. M. (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. p. 389 220 Ibíd. 221 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Presses universitaires de la Mediterránée. p. 231
56
publicado en Valencia, ambos documentos aparecen refrendados por los secretarios de estos
virreyes y “no por los miembros de las respectivas audiencias como solía ser habitual”.222
Por último, respecto al bando de expulsión de los moriscos publicado en el Principado de
Cataluña223, la primera novedad con la que nos encontramos es con la carencia de la data.
Asimismo, en relación a este documento, según el autor Rafael Benítez, el bando de expulsión
de los moriscos de Cataluña, no ha sido muy estudiado por la historiografía. No obstante, el
autor Luis Cardaillac ha sido el único que ha publicado un estudio sobre el contenido de dicho
bando, llevando a cabo una interpretación al francés del documento publicado por Jaime Bleda
en una de sus obras.224 En relación a su tipología documental, se trata de una Provisión
Virreinal, del duque de Monteleón, don Héctor Pignatello. Del mismo modo que en el bando
publicado en Valencia el 9 de enero de 1610, este bando, escrito catalán, comienza con la
notificación “Ara oiats tot hom general…”.225 Para Rafael Benítez, lo que se recoge en el bando
de Cataluña, en cuanto a contenido, es básicamente una síntesis de las cuestiones más
importantes planteadas en el bando de la expulsión de los moriscos de Aragón.226 En relación
a su estructura interna, al igual que en el bando aragonés del 29 de mayo de 1610, la Real Cédula
aparece narrada por el duque de Monteleón. A pesar de la similitud del contenido de los bandos
de Valencia, Aragón y Cataluña, en este último nos vamos a encontrar con pequeñas diferencias
respecto a los otros dos. Por ejemplo, podemos observar como en la Provisión Virreinal del
duque de Monteleón, a lo que en Valencia y Aragón se denomina bando, en Cataluña se
autocalifica como crida. Dicha palabra procede del verbo cridar y su significado es chillar o
gritar,227 aunque en este contexto lo debemos entender como pregonar. Asimismo, según el
diccionario catalán citado previamente, se dice que desde el siglo XV, y sobre todo desde el
siglo XVI, se entiende como “una disposición legislativa publicada por los lugartenientes y los
virreyes de la corona catalanoaragonesa”.228
222 Ibíd. p. 225 223 Bleda. J. (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. pp. 612-618 224 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 225 225 Bleda. J (2001). Defensio fidei in causa neophytorum siue morischorum regni valentiae totiusque hispaniae. p. 612 226 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. p. 231 227 Recuperado el 18 de junio de 2020 de http://www.diccionari.cat/lexicx.jsp?GECART=0037593 228 Ibíd.
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A diferencia de don Gastón de Moncada (en Aragón), y del marqués de Caracena (en Valencia)
quienes llevaron a cabo la expulsión de los moriscos por mandato del monarca,229 en Cataluña,
fue la Audiencia la que adoptó la determinación de expulsar a los moriscos catalanes, decisión
refrendada por el duque de Monteleón. De esta forma, se eludía ir en contra del derecho foral
catalán y, del estatuto otorgado por Fernando el Católico en 1503, ya mencionado
anteriormente. Asimismo, teniendo en cuenta que, el único objetivo de Felipe III en esos
momentos era la rápida salida de los moriscos catalanes a los que de manera posterior seguirían
los aragoneses, el monarca nunca “criticaría públicamente la actuación del virrey y la
Audiencia”.230 Respecto a la validación, esta se inicia con la firma o suscripción del duque de
Monteleón, a la que le siguen las suscripciones de los regentes, incluyendo la del fiscal Pineda
y, la del consejero Pedro Soler, citado anteriormente en el bando. Además, de manera posterior,
aparece el refrendo del secretario, Michael Ioannes Amat.
Por último, al igual que vimos anteriormente en el bando del 2 de agosto de 1610, publicado en
las dos Castillas, La Mancha y Extremadura y, en el del 10 de noviembre de 1611, publicado
en Murcia, en este bando (tras los elementos de validación mencionados) también aparece una
diligencia, escrita en latín y en cursiva, para así distinguirla del resto del documento. En esta
diligencia se expresa que la publicación de dicho bando mediante pregón se realizó en los
lugares acostumbrados de la ciudad de Barcelona, el 29 de mayo de 1610. Asimismo, se
continúa explicando que, la persona encargada de pregonar este bando fue Ioannem Perenguer,
precedido y seguido por dos sones de trompeta. Finalmente, de todo ello da fe la cancillería
real.
7. Conclusión:
Como se ha podido observar a lo largo de este TFG, la decisión de expulsar a los moriscos de
los diferentes reinos peninsulares fue adoptada por Felipe III, a excepción de Cataluña, donde
con el objetivo de no quebrantar el derecho foral catalán por un estatuto otorgado por Fernando
el Católico en 1503, fue la Audiencia quien tomó la decisión de desterrar a los moriscos
catalanes, decisión ratificada por el duque de Monteleón. Asimismo, con el propósito de obtener
una sólida justificación donde basar los motivos de la expulsión, el monarca se dejó asesorar
por una serie de hombres sabios y, por los miembros que constituían su Consejo de Estado,
229 Benítez, Sánchez-Blanco. R. (2012). “Análisis comparativo de los bandos de expulsión de los moriscos”. En Tríptico de la expulsión de los moriscos: El triunfo de la razón de Estado. Montpellier: Universitaires de la Mediterránée. p. 226 230 Lomas, Cortés. M (2011). “La expulsión en Aragón y Cataluña”. En El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia: Universidad de Valencia. pp. 390-391
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quienes a través de las consultas que elevaban al monarca le hacían llegar sus opiniones. Esta
decisión fue puesta por escrito en una serie de documentos expedidos por el Consejo de Estado
que, de manera posterior eran remitidos a las autoridades competentes de los diversos reinos
afectados por el destierro. Se generó un total de quince documentos, siendo la tipología
documental de estos (tal y como hemos visto en el segundo capítulo) de Reales Cédulas.
Una vez que estas llegaron a manos de las altas autoridades de cada reino (capitanes generales
o virreyes), se procedió a la elaboración de las denominadas Provisiones Virreinales o del
Capitán General (dependiendo del reino donde se ejecutara la expulsión), en las cuales con la
finalidad de dar a conocer la decisión adoptada por el monarca (y como ya se ha explicado
anteriormente) aparece la Real Cédula inserta de manera literal, o narrada por la autoridad
competente. Estas Provisiones Virreinales o del Capitán General, una vez elaboradas, eran
enviadas a los comisarios u otras autoridades de los reinos, como, por ejemplo, corregidores y
justicias (comisionadas por el monarca para que proporcionaran ayuda al virrey o capitán
general), con el propósito de que llevaran a cabo su publicación haciendo múltiples copias de
las mismas y distribuyéndolas por diferentes lugares, para que llegasen a conocimiento de los
moriscos y, de la sociedad. No obstante, respecto a la tipología documental de los documentos
pregonados y publicados, con el propósito de que su información llegase a conocimientos de
todos los súbditos del reino, incluidos los moriscos, no siempre fueron Provisiones Virreinales
o del Capitán General, pues como ocurrió con el bando publicado el 2 de agosto de 1610 en las
dos Castillas, La Mancha y Extremadura, lo que se publicó fue la copia de la Real Cédula
original remitida al conde Salazar.
8. Fuentes y Bibliografía:
Fuentes:
- ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN: ACA, Consejo de Aragón, LEG, 0221, nº 026. Bando
impreso relativo al edicto de expulsión de los moriscos del reino de Aragón.
- ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS: AGS, EST, LEG, 2639, 33. Consulta del Consejo de Estado
urgiendo al rey “se sirva tomar resolución en materia tan grave y no se difiera más”.
-ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS: AGS, EST, LEG, 2863bis, 63. Bando de expulsión de los
moriscos del reino de Valencia publicado por el virrey Luis Carrillo de Toledo, marqués de
Caracena.
59
- ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA: AHN, Osuna, C.2709, D. 54. Decreto de expulsión de
los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias
de su cumplimiento.
-ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA: A.H.N, Osuna, C.550, D.59. Real bando dado por
Felipe III en el que revoca uno anterior y decreta la expulsión de todos los moriscos de sus
reinos peninsulares.
- BIBLIOTECA CAPITULAR COLOMBINA: B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión
de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la
Viuda de Alonso de Barrera.
- PROYECTO CARMESÍ: AMMU CAM 790 Nº 80. Cédula de Felipe III al concejo de Murcia,
ordenando que el capitán Luis Fajardo proceda a la expulsión de los moriscos del Valle de
Ricote.
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APÉNDICE
Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Granada, Murcia y, la Villa de Hornachos
publicado en la ciudad de Sevilla.
B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera
63
B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera
64
B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera
65
B.C.C., SEC. IC, LEG. FF-174-14. Bando de expulsión de los moriscos de Andalucía, Murcia y la Villa de Hornachos, impreso en la imprenta de la Viuda de Alonso de Barrera