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Thayer Tecnologias de La Critica[1]

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    ediciones / metales pesados

    Tecnologas de la crticaEntre Walter Benjamin y Gilles Deleuze

    Willy Thayer

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    Registro de Propiedad Intelectual NISBN:

    Diseo y diagramacin: Paloma Castillo Mora

    Diseo de cubierta:Correccin:

    ediciones/metales [email protected] Miguel de la Barra 460Telfono: (56-2) 638 75 97

    Santiago de Chile, agosto 2010

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    La crtica siempre quiso tocar el lmite, hacerlovisible, discontinuarlo. Le fue imprescindible,sobre todo, que el suyo propio no le quedara a laespalda, para no proceder ciega, incauta, dogm-ticamente, a su respecto. Quiso alcanzar el lmitepara llenar los huecos (Lacan), y ganar una visintotal del universo (del discurso); o para abrir hia-tos que interrumpieran esa totalidad. En la me-dida en que logr, en cada caso, conjurar la in-manencia en que se ejerca, su nombre se fue tra-duciendo en una constelacin de trminos queactualmente trazan su virtualidad. La co-existen-cia policrnica de tales terminologas constituyela cifra, el poema de la crtica.

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    Apenas me atrevo a insistir una vez ms en ladiferencia entre deconstruccin y destruccin,ascomo entre deconstruccin y crtica. La decons-truccin no busca desacreditar a la crtica, sinoque vuelve a legitimar constantemente la necesi-dad y la herencia de la misma, aunque no renun-cia nunca a la genealoga de la idea crtica (...) Lapostulacin de incondicionalidad es una exigen-cia de la crtica tanto como de la (y perdnenmela palabra) deconstruccin de la razn. Ya que ladeconstruccin, si algo semejante existiese, seguirasiendo, en mi opinin, ante todo un racionalis-mo incondicional que no renuncia nunca (...) asuspender las hiptesis, las convenciones y pre-suposiciones; a criticar incondicionalmente todaslas condicionalidades, incluidas las que fundan

    todava la idea de crtica, a saber, la del krinein,de la krsis, de la decisin y del juicio binario dia-lctico.

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    Primera parte

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    1.Crtica y vida

    Cuando se ejerce regularmente la crtica, sea cual fuere el asun-to al que inmediatamente se aplique, se la ejerce, advertidamente ono, en relacin a la vida. Como si la vocacin, el deseo de la crtica,aquello irrealizable que en cada caso la mueve y preocupa en lamultiplicidad de sus afanes y desempeos, fuese siempre la vida, suafirmacin y potenciacin.Como si la virtualidad y la posibilidad

    de la vida fueran lamano invisibleque gobierna la virtualidad y laposibilidad de la crtica. Como si crtica y vida pertenecieran siem-pre, en cada caso, al mismo bando; como si la potencia de la vida seabriera paso, cada vez, erosionando clausuras, de modo anlogo alproceder de la crtica que se abre paso en medio de los caminoscerrados (poros)o en el vrtigo de los caminos abiertos (panto-

    pros).Como si crtica y vida no aspiraran a conservacin alguna,abismndose en una erosin sin origen ni presupuesto, sin puntode partida ni de llegada, desobrando en su puraafirmacin ydeve-ni r sin ser (Deleuze)1, lechos y cauces, identidades y posiciones, sinproponrselo, sin erigirse nunca como crtica de, afirmacin de,vida y devenir de2;sin oponerse, sin coaccionar, sin vestigios de

    negatividad,abriendo camino como el manantial (Nietzsche),crecien-do por el medio de bloqueos, contratos y contenciones(Deleuze), suce-diendo por fuera de todos los planes(Lennon), sin conocer modo de serdistinto que el de su continua potenciacin (Nietzsche), ganando velo-cidad de erosin mientras ms tupida resulte la angostura3; peroextenundose tambin, a veces, en la mortificacin que la bloqueay depotencia.

    No siempre, sin embargo, la crtica habra secundado las co-rrientes de la vida. No siempre la vida, su virtualidad, habra sido

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    acogida en el ejercicio crtico. G. Lukacs, por ejemplo, formul demodo taxativo la necesidad de separar crtica y vida4. Pero cuando

    Lukacs realz este divorcio,lo que en realidad separaba no era la vidade la crtica simplemente, sino la comprensin de la vida y de lacrtica en la que se encontraba acrticamente sumido, de la compren-sin de la vida y de la crtica que exponan las filosofas de la vida5.Lukacs confrontabasu comprensinmaterialista-histrico-dialcticade la crtica, su comprensin de la crtica, la revolucin y la vida

    como negatividad, como proceso de produccin de un saber sin la-gunas, de un sistema absoluto del mundo, con la comprensin nodialctica, no negativa y puramente afirmativa que lasfi losofas de lavida,que algunas filosofas de la vida (la de Nietzsche, sobre todo sunocin de vida, de crtica y de revolucin) desplegaban6, en el sentidode abrir un hiato, una diferencia, un acontecimiento irreductible al

    sistema de la representacionalidad negativa. Comprensin esta, lade las fi losofas de la vida,escribe Lukacs, portadora de ndices sufi-cientes de irracionalismo, mstica y mitologa, como para que su at-msfera terminara abasteciendo la ceguera del fascismo, la cegueracomo fascismo. Pero incluso en coyunturas como la de Lukacs enque crtica y vida han sido taxativamente puestas a distancia, esa dis-

    tancia result relativa a una particular comprensin de la vida puestaen juego, comprensin que pretendi universalizarse o inmunizarserespecto de otra comprensin en curso con la que chocaba. Podra-mos conjeturar, entonces, que siempre ocurre as, que la afirmacin ypotenciacin de la vida en un caso determinado, constituye simult-neamente el debilitamiento de la vida respecto de otro caso. Lo cualimplicara que la vida nunca se ejerce como vida simplemente, sinoque siempre lo hace en medio de un marco, una forma, un modo,unas tecnologas de vida determinadas respecto de otras. Diferentes

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    perspectivas considerarn que ni el poder ni la vida existen por sepa-rado. En este sentido, cualquier indagacin sobre la vida no tendr

    como objeto de su reflexin a la vida como entidad separada, comosi pudiera existir una vida exenta de poder y un poder exento de ladinmica propia de la vida, sino ms bien, a las economas del poderque la propia vida instituye sobre s misma 7.

    Si la vida no se ejerce como vida simplemente, y siempre lohace en medio de un marco, una forma, un modo, unas tecnolo-

    gas de vida, lo que inicialmente apuntamos sobre la crtica (quesu vocacin, su celo, aquello que en definitiva la mueve y preocu-pa, es la potenciacin y afirmacin de la vida) requerir de uncorrectivo. Tendramos que sugerir ahora que la crtica no se ejer-ce, ocupa y preocupa secundando a la vida simplemente en gene-ral8, sino que lo hace particularmente secundndola siempre, en

    relacin a las tecnologas o formas de vida que, en cada caso, estnen curso y dominan; que es en medio de esas formas o tecnolo-gas particulares erosionando su bloqueo y contencin, poten-cindose como virtualidad que las excede que la crtica en cadacaso se ejerce9. Y que al ejercerse desobrando tales tecnologas,pretendiendo siempre abrirse a la vida en su propio instante, en su

    afirmacin pura, absoluta, no fundante, no negativa, liberada detecnologas y formas, su devenir incondicionado vuelve visible,como estela suya (cola de cometa o aerolito), los marcos, las re-glas, los modos, las formas, las contenciones y clausuras en mediode las que se ejerce como verdadero estado de excepcin10. Comosi al buscar siempre lo incondicionado de la vida, la crtica encon-trara slo formas, tecnologas y regmenes de vida. En este senti-do el intento de liberar la vida en su propio instante logra unatematizacin y puesta en visibilidad de las tecnologas, los reg-

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    menes que la bloquean y obturan; pero no de la vida en su puroacontecimiento. La vida presente en su propio instante, ese im-

    posible, slo es posible mediante una obturacin que bloqueasu instante. Se la alcanza slo cuando ya se ha ido al quedarsecomo rgimen de vida y no como vida. Deleuze intenta una des-cripcin de la vida en su instante, su afirmacin continua. Descri-be, entonces11, un ensamble o montaje12. Porque como ensam-blaje la vida, su afirmacin, es irreducible a la diferencia presencia

    / representacin, condicionado / incondicionado, espontaneidad/ ley, excepcin / regla, mediato / inmediato. Es en los hiatos, lasintermitencias, vacilaciones y estratos de ese montaje, en los bor-des, los trminos, las orillas, que la vida vacila, funciona. Funcio-na en los hiatos como hiato, cortes-flujo o pliegues que se defi-nen por la escisin13. Esta ltima no es un corte simple que cree

    polos binarios, diferencias representacionales. Se trata de una ci-sin que relanza los trminos por ella creados unos sobre losotros (Deleuze), infectndolos mutuamente, de manera que na-cen ya sin la posibilidad de constituirse comomismos,dislocadosde la identidad o la presencia a s de s.Cada uno de los lugaresposibilitados en la inflexin (partiendo por la inflexin misma)

    se desperfila topolgicamente, dice Deleuze, no genera coorde-nadas estables, no se sita ni a la derecha, ni a la izquierda, ni almedio, ni arriba, ni abajo. Crecen, se distribuyen por el borde ysobre el borde segn la ley de la disyuncin,en la libertad deaadir siempre un rodeo, convirtiendo todo intervalo en el lugarde otro plegamiento o inflexin infinitesimal 14. (Volveremossobre esto hacia el final).

    Pero si la crtica, en la pluralidad de sus formas, se mueve,ejerce y constituye como movimiento de antemano empuado,

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    bloqueado, en cada caso, por una tecnologa, un rgimen o formaque la regula, entonces el movimiento de la crtica resultar esen-

    cialmente acrtico, depotenciado, dogmtico respecto del rgimenque a priori le marca la pauta. Sera el rgimen y no la crtica el(principio) crtico. Y algo anlogo podra decirse de la vida. Es poreso que a la crtica le fue siempre preciso tocar el lmite (limes,peras),visibilizarlo, partiendo por el suyo propio, como nica ma-nera de no proceder ciega, incauta, dogmticamente, a su respecto.

    Por eso la crtica, sus movimientos y aplicaciones, no deba ejercer-se simplemente en medio de un marco o tecnologa de vida sininterrogarlo, sin tocarlo, tamborearlo(tympaniser), hacerlo visibleal ejercerlo sin trascenderlo.

    Entonces, al enunciar la relacin entre vida y forma de vida,crticaymarco crtico,subrayando la forma, el marco, pareciera erigir-

    se la primaca de la forma, de la tecnologa, delmarco, de modo queste domina sobre la supuesta crtica como pura afirmacin, erosiny potenciacin, que sin tecnologa crece por el medio (Deleuze) de lastecnologas. La vida, la crtica, entonces, antes que vida y antes quecrtica, seran forma-de-vida o forma-de-crtica. Forma permanente-mente excedida, diferida por las potencias de vida y de crtica; poten-

    cias sistemticamente inmunizadas, bloqueadas por las formas de viday de crtica: Apolo y Dionisio. Si lo apolneo constituye el punto enque la vida se inmuniza, lo dionisiaco evidencia el lugar de la vidaabsoluta, esto es, el punto en que sta se expande y revela su falta deprincipio, de identidad, de propiedad sustancial. La vida (bos) nosera otra cosa que elmunus comn cuyo proceso consiste en poten-ciarse (Dionisio) y, a la vez, contenerse (Apolo). Pero toda conten-cin inmunitaria es siempre provisoria porque la vida es, una y otravez, reconducida ms all de s misma15.

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    Enunciadas las cosas desde el lado del marco, entonces, la tecno-loga, el modo o la forma, la performance de la crtica, el ejercicio de la

    vida, queda dominado, al parecer, por la negatividad, como diferimientoy exceso de tecnologa o de forma. Y por mucho que tal diferimiento,exceso o potenciacin, se lo enuncie sin meta ni origen topolgicos, ysurja en el temblor de un exceso permanente, la negatividad domina laescena. Y es el escollo de la negatividad aquello que la crtica contempo-rnea, intenta destruir/deconstruir, tal como se anunciaba en el segun-

    do epgrafe de este libro. A tal deconstruccin contribuye el fragmentode Nietzsche que sigue: La forma pasa por algo duradero y, por lotanto, valioso; pero la forma es slo algo que hemos inventado; y aun-que frecuentemente se consigue la misma forma, esto no significa quesea la misma forma sino que aparece siempre algo nuevo, y so-mos nosotros y nadie ms quienes, al comparar, integramos esto nue-

    vo, en tanto que se parece a lo viejo, en la unidad de la forma 16.

    2.Crtica y obra

    La relacin crtica/vida se vuelve menos abrupta, tal vez, si la

    abordamos desde el vnculo ms convencional que suele entablarseentre crtica y obra, y entre obra y vida, bajo clichs recurrentes deltipo la vida de la obra, laobra vivienteu obra viva17, lavida comoobra18, laobra de una vida19;su unidad y sustentabilidad, su organi-cidad y estructura, sus elementos y reglas, la dinmica de las partescon el todo, su estabilidad, relacionalidad y economa, su condi-cin, el tenor de su cumplimiento20, su estilo (de vida). Asimismosus grados de dispersin, el desagregamiento, el descontrol de sushiprboles, el extravo de su centro, la crisis de su dinmica21.

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    Pero tambin la relacin crtica/vida podr volverse menosabrupta, tal vez, si la abordamos desde el vnculo, ms corriente en

    estos das, entre crtica y desobramiento, y entre destruccin y vida,vida y deconstruccin22, vida y devenir23, vida y montaje24.

    Los criterios y posibilidades segn los cuales la crtica se ejerce,en cada caso, penderan de marcos, categoras y regmenes de com-prensin o de las tensiones, choques o cruces entre tales marcos,categoras y regmenes en que la vida se haya heterogneamente

    precomprendida cada vez. Son esos marcos, o modos de vida, o elchoque entre ellos (considerando ese choquecomo una tecnologams), los que presiden, en cada caso, el comportamiento de la crti-ca, mientras sta se aplica pasivamente a partir de ellos, sin aplicarseactivamentesobreellos.

    Entre tales regmenes o tecnologas en que se desempean pro-

    cesos de obra, de vida, de crtica, hay que considerar, antes que nada,la no poco difundida comprensin de la vida como vida sin ms,vida en s,en cuanto tal.Vida pura, impoluta, sin mediaciones, des-nuda, sin vestido ni revestimiento, sin disfraz ni representacin, sinmarco, en franco estado natural, autntica, verdadera, confesa, sintapujos, sin reservas, paradisaca;vida de perro,sin nada que esconder,

    sin historia, sin vergenza, sin culpa, sin pecado, inmune, sacrosanta,virginal. Pero tambin, y al mismo tiempo, y del mismo modo enque toda virgen atesora una Magdalena: vida brbara, salvaje, sinmiramientos, primaria, anmala, insalubre, infame.

    Supuestavida en s,que surge como ilusin referencial o fun-cin centrante, por vicaria que sea, en el choque, la crispacin, lacomparacin o encuentro de regmenes de vida (y de obra). Fun-cin centrante inclinada a detener la proliferacin indefinida de losmarcos, los verosmiles de vida, comovida sin ms, verdadera vida.

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    Difcilmente se avist vida inmediata alguna sin marco,desnuda, en pampa, en pelos, sin ley, sin voz, sin escritura, reducida

    al mero estado de animal aterido, como biologa sin que esainmediatez no fuera resultado de mediaciones materiales. La de laeconoma, el alfabeto, la metafsica, la pornografa blanca, porejem-plo,sus taxonomas, sus gramticas de corte y confeccin, clasifica-cin y jerarquizacin, sus ferias y zoolgicos, sus granjas, campos yparques, barrios yguetos fotografas y lbumes, empresas de clima-

    tizacin y museos, su racismo de poblaciones. Slo en la mise enscennede esta potencia clasificatoria, del cinematgrafo aristotlicodel gnero y la especie dejando caer sus instantneas sustantivantes,se avistan animales, hombres desnudos, en hueso, nimas en pena,sin instintos, anmicos, en aterimiento y bloqueo radical del de-seo, en estado vegetativo (threptik25),como material de trasplante

    y experimentacin. En otros pisos de este columbario, se paseananimales complacidamente normalizados, como si ningn gueto,ningn poder, los contuviera.

    Si en algo ha de consistir lavida en s,su cifra, su poema, no loser particularmente en ninguna de las tecnologas, marcos ni en-tre-marcos, sino en laconstelacin,el montaje, la virtualidad de tec-

    nologas, marcos y entre-marcos; constelacin irreductible a unasuma o sntesis general que medie o trascendentalice los trminos yvirtualidades en una categora general26. Si una mediacin o catego-ra general subsumiera la multiplicidad en una sntesis total, dichasntesis habra de incorporarse como un elemento, un hito ms, enel montaje, sin auratizarse, sin fetichizarse como trascendencia. Elmontaje no preexiste, sino que circula como un resto, un residuoms que hace pliegue en el montaje, en la virtualidad que de suscruces y relaciones inmana27.Regmenes diversos, heterocrnicos,

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    heterotpicos, que se precipitan y relanzan los unos sobre los otros,transformndose vertiginosamente, acoplndose, chocando entre

    s. El montaje ignora la distincin entre su produccin y su funcio-namiento. No constituye un plano previo de acogimiento y en-cuentro, unmdium, un territorio en comn, una superficie dondelas tecnologas vengan a trazarse.

    Constelacin radicante, que florece en los cruces de lo hetero-gneo sin estabilizarse en lo mismo (ipseidad),sin asimilarse a lo

    otro, sin inmunizarse del otro, traducindose, contagindose sinenfermarse. Porque si algo habremos de entender, finalmente, porvida,en este escrito, y por crtica, consecuentemente, tal compren-sin se aproximar ms al juego, al movimiento que en el fragmen-to 48propone Herclito entrebos(vida) ybis(arco):el nombre delarco (bis) es vida (bos); su obra es muerte28.Y a partir de ah lo que

    sigue: ninguna comprensin, ningn estilo, ningn marco, es lavida. Ninguno est fuera de ella, de su cifra, su performance mlti-ple, su desfile, su parada, la constelacin de sus regmenes, su po-tencia o virtualidad, su imaginacin polimorfa, policrnica, poli-tcnica. Las cifras de tales regmenes, su errancia e inexactitud, sudevenir, anlogo al del arco voltaico de mltiples rayos y resplan-

    dores; o del arco de la lira o del violn de mltiples cerdas; del arcode flechas, de mltiples lneas, una de las cuales es la varilla encorva-da, otra la tripa estirada, otras las flechas rectas, otras las lneas ar-queadas que las flechas trazan en vuelo; o del arco de Iris, mensajerade los dioses, que cifra el pacto entre el cielo y la tierra, los huma-nos y divinos29, en las mltiples gotas y refracciones frotando laradiacin solar. Cifra crispada de la vida (bos) que no se estabilizadialcticamente en una totalidad, o proceso de sntesis, y ms bienvacila en su multiplicidad.

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    En relacin a esto, probablemente, es queLa obra de los pasa-jes, de Walter Benjamin, que piensa la vida y la justicia como cons-

    telacin crispada de la multiplicidad, lejos de la representacin y eljuicio, nombr esa obra fragmentariaPassagens,es decir,Arcos,alu-diendo a la arquitectura de los pasajes, no slo a los tneles demercancas heterocrnicas y heterotpicas que esos arcos abren, sinoa los arbotantes y las arcadas mismas como apertura, como tensin,movimiento, vacilacin, crispacin y multiplicidad.

    El nombre de vida (bos), invertimos ahora los trminos, esarco(bis):tensin, vigor, como en el arco tenso del violn de ml-tiples cerdas. Tenso como testifica la palabra zo30,ese otro nom-bre de la vida que habla tambin de tensin, vigor y movimiento31.Vida (bos) como arco (bis) tensado, tiene su contrario en el arco(bis) distenso, la cuerda suelta, floja, desagregada, la muerte. El

    nombre del arco (bis) como vida (bos) es tensin de elementos.Por esta va el arco (bis) resulta una de las alegoras primeras de lavida en tanto organismo o estructura tensa; y de la muerte comoagregatum,desagregamiento, distensin.

    Pero esta vida (bos)/muerte/(bis),tensin/distensin, perte-nece al organismo mientras haya relacin con un centro. Tenemos

    que considerar tambin las tensiones y distensiones en un escenariosin (funcin) centro, donde la virtualidad de la vida no es relativa,ni en primera ni ltima instancia, ni a una mediacin general, ni aun fundamento irreductible en torno al cual esta vacila. Considerarla virtualidad de la vida, ms bien, como constelaciones de tecnolo-gas en coexistencia, coexistencia irreductible a cualquiera de ellas.

    Cualquier tecnologa de vida pertenece a la virtualidad de lavida, pero la virtualidad de la vida no se reduce a ninguna tecno-loga de vida en particular. Tampoco la virtualidad puede reducir-

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    se a un afuera que excede a las tecnologas en coexistencia. Lavida, su virtualidad, no sera reducible ni a una tecnologa privile-

    giada, ni a un afuera de las tecnologas, ni a una sntesis de ellas.Tal afuera, tal sntesis o tecnologa privilegiada, constituira unatecnologa ms, un momento ms de la virtualidad, un afueravicario. No compartiramos, en este sentido, afirmaciones del tipo:la vida es capaz de recibir mltiples formas. S, mejor, en cam-bio, la vida no es anterior ni posterior, no preside ni precede, a

    las formas, a las tecnologas, de vida. Es inmanente a ellas. Lastecnologas de vida, en cada caso, y en la crispacin de unas conotras, tampoco se estabilizan en una mediacin general o sntesis.A ello apunta tambin el concepto de virtualidad. Virtual no sloes la vida que crece inmanente a las tecnologas. Virtuales son lastecnologas mismas en devenir, lejos de toda identidad pero en el

    cruce de muchas.

    3.Constelacin de krno

    La posibilidad de la crtica, en cada caso, sus criterios de per-

    cepcin y accin, sus rasgos y rangos de respiracin, pendera regu-larmente del rgimen comprensivo bajo el cual la vida, la obra, sonpre-comprendidas; incluyendo en estos regmenes la comprensinnaturalista que resulta siempre de la no tematizacin del marco, seael que sea, bajo el cual la vida, la crtica, la obra se desenvuelven. Essegn la comprensin del caso, o segn el choque de comprensio-nes diferentes y de las tensiones entre ellas, que la crtica regular-mente se ejercer segn hostilidades, hospitalidades, parasitismos,refugios o crispaciones varias.

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    La crtica, la crisis, tiene lugar, en cada caso, bajo emplazamien-tos de produccin particulares. A partir de tales emplazamientos tra-

    tamos de ella, de sus tecnologas y modos de existencia32. Tales mo-dos de existencia se anuncian ya en la constelacin etimolgica de lapalabra krno,en sus derivas y traducciones idiomticas; pero tam-bin en la supervivencia de su ruina griega, que sumada a las ruinasque la traducen, pueblan lenguas y escrituras.Constelacin avistableen diccionarios etimolgicos que remiten siempre a sentidos de uso

    especficos, prcticos, segn idiomas, fechas y cartografas.As, para la palabra griegakrno:I) Accin de separar, entresa-

    car, excluir, cribar, examinar, abrir, distinguir, diferenciar, un que-hacer analtico-contemplativo a la vez manual. En latn estas accio-nes se renen propiamente bajo cerno,que es la ruina con que ellatn traduce estas acciones directamente dekrno.De ah expresio-

    nes comocribum, pasar por el harnero (Plinio); o cerne cernerspor espesos agujeros (Ovidio). Ruina que encontramos tambin enel castellano endiscerni r, discernimiento,que se relaciona con criti-car en el sentido de analizar, separar, observar el detalle, contemplardetenidamente, como el cerncalo, que est en ciernes,aleteandoinmvil en el aire, hipnotizando a su presa para cernirse sobre ella.

    Por ampliacin se aplica al borracho que se tambalea, no avanza yqueda enciernes; a la vacilacin que no sigue el ritmo del argumen-to, del juicio, y se balancea sin decisin, en estado de indecisin. II.El uso mdico dekrsis, que vincula dos niveles: a) el performativo,en que resuena el da crtico de la enfermedad o del paciente, elinstante crticoobjetivo, el punto de quiebre de la enfermedad; b)y el especulativo de observacin, diagnstico y juicio mdico deldesenvolvimiento de la enfermedad, la decisin de las dietas, la ca-lendarizacin de los sntomas hasta el da crtico,el clculo de das

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    en que tendr lugar el tranceque ha de llevar a la resulta de si elenfermo vive o muere. De ah la resonancia performativa de crisis

    como lnea de quiebre, frontera, instante en que se mejora o seempeora, se gana o se pierde. Crisis perfectas (sin recadas), crisisimperfectas que terminan mal. Crisis tambin, en voz pasiva, comoestar en agona.III. El uso poltico y jurdico decrisis referido a ladecisin y determinacin de la ley, a la fundacin de la constitucinpor cuya mediacin los individuos quedan vinculados; la ordena-

    cin poltica de la comunidad cvica33, el establecimiento y crea-cin del derecho. Crsiscomo inclinacin decisiva de la balanza,cuando la deliberacin termina (el cerncalo sale de su adormila-miento y cae sobre la presa). O como suspensin del derecho, elestado de excepcin como poltica soberana; decisin sobre la guerray la paz, la crisis ms necesaria para la comunidad poltica 34. En

    krnoestn recogidos ambos momentos, el performativo de crisis,como punto de quiebre, y el subjetivo de crtica, como anlisis,discernimiento. Tambin juzgar, endiakrino,que no debe igualarseal juicio del dikatho que viene de dik(justicia) y abre un registrodistinto al terico-contemplativo, aptico, beato o melanclico,ms propio de la constelacin de krno.Dikatho compromete un

    registro dramtico de condena y salvacin, de absolucin y castigo,veracidad y mentira. IV. El uso teolgico decrisis,en la versin griegade los Setenta del Antiguo y del Nuevo Testamento, que enuncia elprincipio de gobierno del mundo, atribuida al Tribunal de la SantaAlianza. Dios, seor y juez de su pueblo, contiene la promesa dejusticia, de armona, empalme, presencia a s,segn su juicio. Crisis(y tambin crtica) aqu se ha desligado del registro aptico, terico-contemplativo que se abisma y disgrega en el infinito detalle sin bus-car sntesis alguna, modalidad propia de krno; y se ha ensamblado

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    con la pattica de la justicia(dik) que salva y condena, la sabidura deDios como saber de implicancia moral y sentencia judicial (kata-dik),que tendr su florecimiento cuando la esperada crisis final delmundo, el juicio final, se produzca, y se revele la verdadera justiciapor ahora oculta, la esperanza, la espera apocalptica, la certeza in-conmovible, el trance final de la revelacin35. V. En la tragedia,crisisanuncia el nudo y el conflicto.Corresponde a laeptasis(ten-sin) de la tragedia que precede inmediatamente al momento de la

    catstrofe y del desenlace. Tambin la crisis psicolgico-moral delpersonaje36. Lahupokrisiao simulacin, o puesta en escena, en pre-sentacin; la hupokri tsque enmascara, juega un rol al declamar,interpretar una pieza de teatro, de msica, al leer un poema, el gra-no de su mtrica, su ruido. VI. Modos de existencia de la crticaavistables en las constelaciones latinasjusycernode los diccionarios

    filolgicos correspondientes37, que anfitrionan otros modos de exis-tencia y traducen muchas. Constelaciones visibles, por ltimo, enla recepcin y traduccin del griego y del latn en las lenguas euro-peas modernas en sus respectivas trazas estatales imperiales38.

    4.Tecnologas de la crtica

    organismo

    Con tecnologasde la crtica aludimos, ms particularmente, ados o tres regmenes que seran transversales a diversos modos deexistencia de la crtica y de la crisis (de la vida y de la obra tambin).

    Se trata, en primer lugar, de laestructura orgnicay del teatro,queno son regmenes esencialmente distintos, que se superponen y sus-tituyen incluso, aunque no se mismifican. A. Lalande, en suDiccio-

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    nario Philosophique, anota que el concepto deestructuradesigna, encontraposicin a un simpleagregado de elementos,un todo solida-

    rio, de modo que cada uno de los elementos depende de los otros yslo puede ser lo que esen ypor su relacin con ellos39. Aristteles,en varios de sus escritos, pero sobre todo hacia al final del libro VIIde laMetafsicay parafraseamos a Agamben40, traz la met-fora de la estructura en las aporas que la tonifican. La estructura,escribe, no se reducea la simple suma de sus partes, esalgo msque

    la combinacin simple de sus elementos, de manera que el todo dela estructura no se disuelve en el agregtum (sors)de sus elementos.

    Pero de dnde sale esealgo msque trasciende la simple sumade partes, y posibilita que elsors(agregado) se unifique como totali-dad orgnica, tensa, viva?Esealgo ms, la unidad que rene del orga-nismo, ha de ser otra cosa (hteros t) que una mera parte, o que la

    combinacin o la suma de partes. De lo contrario, la estructura no seconstituira, porque su unidad sera unaadidoms en elagregtum.Para Aristteles, esealgo ms, esaotra cosa, tiene que ser excepcional-menteotra cosa. Nunca un elemento ms en la simple suma de par-tes, sino algo que slo se vuelve significativamente otra cosa si haabandonado el terreno del agregado infini toy alcanzado la dimensin

    que designa como causa de ser (aita tou einai) y sustancia (ousia),principio que encauza y mantiene cualquier cosa en la presencia.Eseelemento es para Aristteles la forma (morfkay edos).

    Reiteramos: esaotra cosa (hteros t) en que descansa la unidadorgnica, y que se hace presente en ella de modo que unifica y renela multiplicidad de sus partes en un organismo, ha de ser radical-menteotra cosa,hallable slo abandonando el terreno divisible, ele-vndose hacia la dimensin de lacausa de ser, la unidad indivisibleque mantiene cualquier cosa en su unidad, en su presencia a s.

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    Aristteles inventa, entonces, elaura: la mani festacin de una leja-na inalcanzable por ms cercana que pueda estar41. Inventa o rein-

    venta lo extrao, lo infamiliar, como principio de lo familiar; losublime, la hiprbole; laexcepcin, la excepcionalidad del hteros t,como principio fundante.

    Respecto a la metfora del organismo como estructura com-puesta de partes contrapuesta al agregtum, la materia ele-mental, informe, privada de ritmo, sustrato inarticulado, irre-ductible, que ya no puede mutar; de su capacidad paragenerar copias de s mismo, de aumentar el nmero de par-tes que lo componen y/o el tamao de las mismas; de la rela-cin de las partes con el todo y de stas entre s; de su con-ducta para acomodarse al medio en que se desarrolla, de suposibilidad de absorber energa para mantener un medio in-terno constante, la homeostasis, la regeneracin de sus ele-mentos, la regulacin del gasto y desgaste de sus piezas, suinmunidad; de su capacidad de mover alguno o todos suscomponentes, los tropismos y traslaciones, sus procesos in-ternos en red; la potencia de mantener su unidad, la funcio-nalidad del todo, su alma o nima, su motor; de sus proce-sos, si centralizados o no, de su(s) centro(s), su(s) principio(s)viviente(s), su autonoma, su separacin; de la crisis o corterespecto del dispositivo en que se encuentra, su finalidad,del modo de su composicin y descomposicin, de su gene-

    racin o corrupcin, su creacin o aniquilacin, su prove-niencia y metamorfosis, de su ritmo, su armona, su dinmi-ca, su salud, su verdad, de su crtica y de sus crisis, etc.;hay que distinguir la tecnologa mecanicista de la organicis-ta, cuya exposicin obturamos aqu.

    Es la metfora del organismo, de la estructura viviente o cen-

    trada, del todo unitario, estructurado, la que ordinariamente haposado como musa, modelo y regla de la obra, de la vida, de sufuncionamiento y, por tanto, de su crtica y su crisis. No slo de la

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    obra de arte, de la pintura, de la escultura, de la msica, de la trage-dia y su fbula42, del teatro43, del discurso44y el argumento, de la

    potica45, sino tambin de la Constitucin del Estado, de la obrapoltica46, de los gobiernos47, de la obra militar, de la ciudad48, dellenguaje, de la obra teolgica y la cosmolgica49, de la obra litera-ria, de la obra histrica, del universo y la relacin de los elementosentre s50, de la universidad51.

    Son, entonces, algunas tecnologas las que han hecho de musa

    y patrn dominante que comprende la obra, la vida, su potenciali-dad, su modo de composicin y descomposicin, su funcionamien-to, su ritmo,su armona, su brillo y elocuencia, su equilibrio, suverdad o plenitud, su acabamiento, su crtica, su crisis, su fracaso.Ha sido la matriz orgnica, as como su desazn, lo que ha sellado,regularmente, el marco de la crtica y de la crisis, configurando los

    parmetros de su ejercicio, sus performances efectivas, sus evalua-ciones estticas, mdicas, polticas, sus diagnsticos y dietas.

    teatro

    El teatro, por su parte, ha sido comprendido muchas vecescomo estructura viva, sea bajo el verosmil mecanicista, sea bajo el

    verosmil organicista de lo viviente. El organismo, a su vez, ha sidocomprendido como teatro. Tambin comojardn52. Lo que la es-tructura del teatro aade respecto a la metfora del organismo, es laexplicitacin de un punto de vista (theatron),un desdoblamientovoyeurista,perspctico, que el organismo no implica necesariamen-te (aunque estructuralmente puede prefigurarse en el hteros t).Eltrmino theatronnombra, antes que nada, el momento en que unpblico contempla una accin a distancia, de modo que ese pbli-co es ya un punto de vista respecto del acontecer53. En el ritual

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    religioso, chamnico, la performance del lenguaje y del gesto noadmiten punto de vista, distancia o discernimiento alguno. En l la

    palabra proferida, que no emana de una voluntad individual, sinoque encamina lo que otro poder ha prescrito (...) respetando uncdigo prestablecido (...) que se impone para los tiempos que si-guen (...) obliga, repitindose de acuerdo a un modelo imperiosoque exige ser recibido del modo en que es enunciado, aun cuandoresulte oscuro, quedando fijo de una vez para siempre. En el ritual

    no hay espectadores. Slo fieles con distintos grados de iniciacin,todos obedientes54. El teatro se origina a partir de laseparacin,lairrupcin del foso. Instante, instancia en que al valor de culto en sugrado cero de exhibitibidad o exposicin, en el grado cero de inter-cambio y distanciamiento de s, le brota un vector exhibitivo55;crisis en que el culto, sin distancia consigo mismo, se excede a s

    mismo extrandose des, abriendo, produciendo, en ese extraa-miento, una diferencia significativa de lugares, un espacio y un tiem-po sagrado propio de los oficiantes y distinto del de los fieles, esce-na y platea, el rol de los actores y el de los espectadores, un lugar alque el pblico acude para mirar y ser emocionado a distancia atravs de un mito que le resulta familiar, encarnado en actuantes56.

    Crisis del ritual que cortando su inmanencia se desdobla en espec-tculo, introduciendo una divisin del trabajo entre la accin y suexpectacin, el acontecimiento y su recepcin, abriendo el tiempodelsacrilegio.La posibilidad de la crtica emerge en esa separacin,en el sacrilegio del ritual, la tecnologa del teatro.

    singularidad

    El otro rgimende la crtica y de la crisis (de la vida y de la obratambin), transversal a diversos modos de su existencia, es el de la

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    singularidad57. A diferencia de la estructura y del organismo, que nose reducen a la inmanencia de sus partes y suponen algo msque

    trasciende la mera combinacin de elementosalgo msque posibi-lita que el agregado(sors)se unifique en una totalidad orgnica, viva,reuniendo y tensando la multitud de elementos en torno a un centro;algo msque ha de ser otra cosa(hteros t) que una mera parte, y sloposible de encontrar abandonando el terreno del agregado,en otroestrato, a diferencia de la estructura y del organismo, entonces, la

    singularidad no se desdobla. Ninguno de sus elementos trasciende laestricta construccin, el riguroso montaje de elementos inmanentesque la constituyen. Singularidad, pliegue, cifra finita de infinita vir-tualidad y testificacin, que no organiza ni estructura sus predicadosen torno a un centro (presente ni ausente); no los dialectiza en unasntesis integradora; no hace totalidad, unidad ni identidad. Aunque

    tampoco los disuelve, ni se disuelve ella como mero agregtum.Yms bien se constituye como un ensamble exacto, al que nada lefalta, nada le sobra, nada le queda fuera de sitio; pero sin que por ellofunde topologas, identidades. Ms bien testifica siempre, en cadarecuadro, otra cosa que lo que testimonia. La singularidad no es nimenos ni ms que la intriga relacional de sus materias, siendo su

    forma indecidiblemente su contenido, y viceversa, coincidiendo consu cosaque siempre es otra cosa. Su movimiento, su actividad no esnunca teleolgica. Tampoco traslaticia ni metafrica. Su flujo no esde cambiabilidad de usuariedades, sino un devenir sin eslabones quesarpulle, erosiona, vacila, hace pliegues58. El rgimen de la singulari-dad, del pliegue finito de infinita distribucin y testificacin, deso-bra, destruye, deconstruye el teatro orgnico/mecnico, tambin elcierre, la inmanencia del ritual. Qu querra decir crtica o crisis aquen medio de lo que la singularidad propone como pura erosin de lo

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    virtual ejercindose sobre lo real?Y qu querra decir obra, y qunombrara vida?

    Sea como estructura centrada, mecnica u orgnica, o comopatchworkacntrico, estos regmenes comparten una manualidad operformatividad, la disposicin de elementos. En el primer caso, ladisposicin responde a topologas fuertes, binarismos, funciones to-talizantes, finalizantes, centrantes; o a desagregados que se dispersanen lo que Aristteles refera como to proton,lo primario como un

    continuumque carece absolutamente de estructura, irreducible a for-ma, causalidad, ritmo y finalidad59. En el otro, responde a atopismosy turbulencias fragmentarias, vacilaciones que indeciden, espectrali-zan, virtualizan los lugares, la totalidad, la identidad, la homogenei-dad, interrumpiendo la estructura orgnica tanto como elproton.

    5.La palabra crtica

    Cualquiera puede constatar las variaciones regulares que su-fre el diccionario de la lengua en la definicin de sus trminos.No referimos la variacin que se observa entre un diccionario y

    otro, sino la que expone un mismo diccionario en ediciones suce-sivas. Y en particular las que propone el diccionario de la RealAcademia Espaola (RAE), que por distintos mecanismos de sim-bolizacin circula como biblia lxica que dicta el sentido de usode los trminos en ltima instancia. Pese a no ser ms que undiccionario entre diccionarios, impugnado incluso en su rol dediccionario

    princep,su empaste monumental parece indicarnos

    que en l se inscribe el canon de la lengua de siempre en medio dela cambiabilidad usuaria.

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    A pesar de las apariencias, no es esa su filosofa. Lejos de ser elarchivo diacrnico monumental del idioma castellano, como su

    ttulo y diseo lo sugieren, el Diccionario de la RAE se proponeregistrar sincrnicamente pocas y geografas especficas del uso vivode la lengua, de modo que cada una de sus ediciones veintidsdesde su primera versin de 1780 ms que constituirse comotestificacin enciclopdica del castellano de todos los tiempos ylugares, sanciona, en cada edicin, el uso vivo de una poca, evitan-

    do que una testificacin policrnica disemine las significaciones,alimentando lo heterclito y debilitando la intencionalidad e inte-ligencia contempornea, en cada caso, del trmino60. Segn esto,cuando la lengua viva consulta la edicin que en cada caso le escontempornea, lejos de ser descentrada en ruinas lxicas fuera deuso que testifican anacrnicamente, encontrara en el Diccionario

    su espejo cotidiano. Las veintitrs ediciones nos propondran, en-tonces, una secuencia de veintitrs estadios sincrnicos de la lenguabajo el fetiche de que, en cada edicin, el mapa coincide con elterritorio61.

    Caigamos en un ejemplo de inters explcito para este escrito.Precipitmonos sobre la palabracrtica,que es, como se indic, una

    ruina griega en el castellano.En la primera edicin de 178062

    , con-tempornea casi a la Revolucin Francesa, la palabracrticano apa-rece, lo que hace pensar que el castellano vivo y la intencionalidaddel Diccionario de entonces se movan en otra temporalidad que lade la Revolucin Francesa63. La edicin dcimoctava de 1956 (ytambin la vigsimo segunda, de 1992), remitecrticaal griegokri-tike, y la traduce, en primer lugar, segn el uso vivode la poca,porjuicio64, obturando la constelacin dekrnoa la quekritike pertene-ce como una esquirla. Y obturando tambin, especialmente, el vn-

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    culo entrekritike ykrsisque se relacionan con intensidad. Saltandode una lengua a otra, amparndose en la supuesta equivalencia refe-

    rencial de los lxicos, crtica es traducida, entonces, por la ruinaromnica juicio (juicium).

    En la misma medida en quejuicio, segn el uso vivo actualinscrito en el Diccionario RAEon line, es una facultad del alma quedistingue el bien del mal, la verdad y la falsedad; una operacin delentendimiento que consiste en comparar, atribuir, predicar; o un

    estado mental como lacordura,el seso,el sano jui cioo su prdida (lalocura, el delirio, el arrebato); un punto de vista,unaperspectiva,unparecer,etc., la actividad crtica es distribuida como principio sub-jetivo, como accin de un sujeto sobre un objeto, accin que existeslo en relacin a otro que ella misma, como teatro, entonces, cuyaescenificacin concisa es el tribunal que se distribuye espacialmente

    en escena y platea, juez y acusado, sujeto y objeto, no slo en elorden jurdico (sentencia), tambin en el orden mdico(diagnsti-co), en el orden teolgico (juicio final), que en su secularizacindevendr tribunal de la historia, juicio histrico.

    Como sugerimos anteriormente, la traduccin de crtica porjuicio65, opera sobre la crtica una reduccin que la sustrae de la

    apata propia o ms propia del registro terico-contemplativo delas actividades inscritas bajo krno;actividades que remiten a undiscernimiento que separa, distingue, selecciona, analiza, observadiferencias, y en ese sentido juzga (diakrno),pero desde el vrtigocontemplativo que se deja llevar por lo que el asunto dicta66, quepropone criterios(kriterion) a partir de la obediencia minuciosa delinvestigador, del rbitro (krites),el juez(kriter),el crtico (kritikos),la magistratura (arkhkritike) a la contemplacin (theorein) y dis-cernimiento del infinito detalle contemplativamente abierto en el

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    krinein. La traduccin de crtica por juicio, opera sobre la crticauna reduccin que la vincula con el pathos, la intencionalidad de la

    salvacin o la condena, de la absolucin o la sentencia (moral, jur-dica, teolgica). Dicha traduccin, en la medida en que fetichiza lavirtualidad de la crtica en el horizonte del juicio, clausurala posibi-lidad de la crtica y de la justicia, por ejemplo, como muerte deljuicio, comoverdadero estado de excepcin que no se deja reducir auna intencin, una sentencia o posicin.

    Si invertimos las cosas, si preguntamos por la ruina griega quepodra utilizarse para traducir eljudicium y eljudex romnico teo-lgico, moral, jurdico, en vez de ir a dar a kritike, akrno y a laconstelacin de actividades analticas, apticas, propias del discerni-miento terico-contemplativo que se abisma en la fragmentarie-dad de las cosas dispersndose en el dictado de su detalle infinito,

    iramos a dar a la constelacin de dik(justicia, decisin, arbitra-je67),diktho(juzgar, sentenciar), dikasts(juez, jurado),dikaios (jus-to), dikaosis (condena, castigo), diatheke (testar), ta dkaia (cosasjustas, equilibradas, precisas), dken didnai (pagar la pena)68. Altraducir crticapor juicio (judicium) la RAE activa un montaje ter-minolgico, siguiendo al castellano vivo, que superpone el registro

    aptico del discernimiento (cerno, krno),con el registro dramticode la justicia que salva o condena (dik).Este montaje embaraza a lacrtica y al crtico con una doble testificacin: por una parte el dis-cernimiento terico-analtico-aptico-contemplativo proveniente dekrno;y por otra con la savia pattica de la salvacin y la condena,del crimen y el castigo, la justicia como reparacin de la armonarota. Con este ensamblaje el crtico es investido con la figura deljuez (dikasts) que salva o condena; y a la vez con la figura de lainteligencia analtica, aptica, terica, desdramatizada, ms propia

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    de la constelacin dekrno.La traduccin, el ensamblaje decernoydik,dekrno yjus,convierte a la crtica y al crtico en cerncalos

    que examinan contemplativa, melanclicamente en ciernes a suspresas para salir de su adormilamiento abalanzando sentencias pat-ticas sobre ellas. Este ensamblaje provoc no pocas aporas en lamodernidad ilustrada. Entre ellas, la necesidad de autonomizar eljuicio de conocimiento del juicio moral, la razn terica de la ra-zn prctica. A poco andar, la crtica ilustrada que se irgui como

    nombre propio de los procesos de secularizacin del mundo en-contr su eptome, no poco dramtico, en el sintagma vanguardis-ta: para acabar de una vez con el juicio de Dios69.

    La actual versin vigsimo segundaon linede la RAE proponeun vuelco elocuente del sentido primero de uso de la palabra crticarespecto de usos principales anteriores, vuelco que testificara una

    mudanza de su comprensin en el uso medio vivo de la lengua.Antes que remitir crtica(kritike) a juicio, la remite inmediatamen-te a crisis70.Con ello incorpora una referencia griega que no acom-paaba a la palabra crtica en versiones anteriores. La actual versinon linede la RAE desplaza la referencia al juicio a un octavo lugar71,rebajando la actividad subjetiva de la crtica como facultad del alma

    yoperacin del entendimiento; rebajando tambin su condicin dra-mtica de sentencia que salva o condena, y realzando el estrato emi-nentemente performativo del trminocrisisque proviene de la tes-tificacin mdica.Crtica ahora, en el Diccionario, y supuestamen-te en la lengua viva, antes que facultad subjetiva de emitir juicios,facultad o tribunal aplicndose a otra cosa distinta de ella misma, escrisis performativa como instante excepcional inmanente al desa-rrollo de procesos fsicos, hi stricos, econmicos, espi ri tuales. Con-temporneamente no habra mbito vital que no se haga cargo de

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    sus momentos lgidos, preados de decisiones, con ayuda de laexpresincrisis72.

    Desplazamiento de lacrtica,entonces, desde su posicin comofacultad del alma, operacin del entendimientoy facultad subjetivade juzgar, a la posicin performativa de crisis que tiene lugar, antesque en la subjetividad y sin juicio, en las interfaces, relaciones ydispositivos histricos-sociales de vida que pre-trazan la subjetivi-dad, sus condiciones y posibilidades de juicio.

    Si es efectivo que la subjetividad es una trama de relacionessociales, una crisis de tales relaciones lo ser tambin de eso que sedenomina subjetividad; cuestin que mueve a investigar no tantocmo es que la subjetividad pierde su sitial de principio autnomode juicio, sino cmo es que las relaciones sociales prescriben a lasubjetividad, a sus juicios y decisiones. Y cmo es que esas decisio-

    nes y juicios se invaginan en las relaciones sociales que producen aljuicio que produce tambin relaciones sociales.

    6.El giro crtico de Marx

    Alrededor de 1843, Marx haba perfilado la crtica como lacuestin histrica (that is the question)73. Pero no se trataba de lacrticareducida a juicios en el mbito de lafi losofa de la concienciacomo rendimiento de una facultad subjetiva de juzgar, ni de la cr-tica como el ms alto tr ibunal de la razn,ni como operacin dis-cursiva. Se trataba de la crticacomo crisisperformativa de lasrela-

    ciones de produccin,crisis que tienen expresin, en tanto fenme-

    nos derivados de dichas relaciones e inscritos en ellas, en y comoconciencia, en sus facultades y juicios. Se trataba de la crtica como

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    derrocamiento prctico de tales relaciones por obra de la revolu-cin74, de la crtica comozurra75,ruptura en la refr iega76,punto de

    quiebre efectivo que no abastece meramente las relaciones de pro-piedad, sino que las satisface excedindolas, generando un desbordey una transformacin de su presupuesto; pre-supuesto con el quese encuentra (...) circunstancias no elegidas por ella, legadas por elpasado, la tradicin de las generaciones muertas que le oprime comouna pesadilla77.

    La conciencia crtica gira sin fondo cuando cae en la cuenta deque supathos transformador no constituye aire nuevo alguno, y esms bien vapor viciado, resuello tardo de una condicin veterana,a priori material legado por los archivos como estigma de(im)pertenencia. Gira sin vuelo y cae en la cuenta de que es ese apriori material infinito es el que se precipita como corazn y cabeza

    crtica, prescribiendo sus juicios, su distanciamiento, embaladaen el fetiche de constituir un principio autnomo, autofundado,inmediato. El a priori material inmanente a ninguna otra cosa msque a s mismo, a sus dispositivos e interfaces tecnolgicas, fibrashistricas y protohistricas, heterocronismos, anacronismos78, po-licronismos que, provenientes de diversas lejanas, se agolpan mo-

    numentalizados como presente en comn, impone su inercia, pre-produciendo y precomprendiendo la crtica como una instancia msen que la inmanencia performa79. Los intentos de trascendencia ode fuga, los gestos verticales que afirman unms all,las sancionesgenerales que tientan orientar el curso de las cosas, pertenecen a lasuperficie de inmanencia tal como las voces grabadas en una cintamagntica, hablen de Dios o de la cinta magntica, no trasciendenun pice el magnetismo de la cinta. Ninguna de esas voces es msque la otra nada es ms (ou mallon) como dicen los escpti-

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    cos; ninguna trasciende el montaje de la cinta y las voces, aunquetampoco se homogeneizan ni indiferencian. Con la crtica, com-

    prendida performativamente como crisiso puesta en crisis, midensu posibilidad disruptiva los modernismos y las vanguardias.

    7.Vanguardia y crisis

    Ninguna crisis vanguardista responde a los intereses de trans-formacin y conservacin de un campo (sea de la conciencia, delarte, del derecho, de la ciencia o de la economa), por mucho quealgo as constituya su plataforma de arranque. Tampoco se pone encurso representando a un sector de la poblacin, o el inters de unaminora, por marginada que se encuentre. Las relaciones sociales, la

    forma del mundo ms que sus voces, su gesticulacin en curso, susrumores y malestares, es lo que la vanguardia (como categora est-tica, no como categoria histrica) se propone abandonar sin volverla vista atrs. Una crisis vanguardista no ha de ser la confirmacinde la forma histrica ya sida en la proliferacin de vietas y experi-mentos lingsticos que mascullan su inhospitalidad y balbucean

    un novumen relaciones de produccin ya viejas. La dialctica hege-liana segn la cual la verdad de un proceso se revelar pstumamen-te, al atardecer, a la hora del concepto, es todo lo que no tienecabida aqu. No tiene cabida el resultado como presupuesto. Sloirrumpe lo nuevo si crece fuera del presupuesto en que crece. Me-jor, cuando crece sin presupuesto.

    Se tratara, para la vanguardia, de exceder performativamentela forma del mundo, las relaciones de propiedad, de apropiacin yexpropiacin, la interfaz histrica que posibilita a esas voces, cuyo

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    conflicto y multiplicacin confirman al mundo abasteciendo suforma. Ninguna forma dada debera inmiscuirse en el materialnue-vo. Mientras el nuevo material est preado de antiguas relacionesser manifestacin de lo que l mismo intenta dejar atrs; permane-cer robado en unamquina encorsetadaque no lo deja ser, comoel principiante que ha aprendido el nuevo idioma, lo traduce siem-pre a su idioma nativo, y slo se asimila al espritu del nuevo idio-ma, y slo es capaz de expresarse libremente en l, cuando se mueve

    dentro de l y olvida en l su lengua natal80.La vanguardia no se propone la produccin de nuevas vietas

    al interior de la misma forma, sino la produccin de una nuevaforma cuyas vietas resultan formalmente incomposibles con laforma vieja. Si el acontecimiento vanguardista tuviera lugar, las re-tricas de la debacle, del corte, de la ruptura, de la revolucin, del

    cambio, de la incursin en tierras incgnitas, quedaran interrum-pidas, porque el sujeto mismo, el modo de produccin de talesproclamas, entrara en desujecin.

    La vanguardia, como performance cambiada del tiempo (...)invasora de un territorio ignoto (...) expuesta a encuentros sbitosy desconcertantes (...) conquistando un territorio todava no ocu-

    pado81

    ; la vanguardia como penetracin en terra incgnita82

    , ca-pacidad de vislumbrar fuera del sistema83, ser el tiento sin distan-cia, sin visiones, que no indica nada del lugar en el cual se interna:una regin de extraeza absoluta.

    La protesta contra lo dado, la crtica del valle de lgrimas, lanegatividad, es otra lgrima en ese valle. La evangelizacin vanguar-dista tambin es el opio del pueblo.Lo que gesticula como presentefuturo, como presente pasado, o como presente presente, no pasade ser un eco de lo dispuesto.

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    El manifiesto vanguardista, escrito en que un soberano, unjefe de partido, un grupo de personalidades () explica su con-

    ducta pasada y define los objetivos que persigue alcanzar en elfuturo () haciendo pblica una doctrina () dando a conoceruna verdad relativa a la praxis vital que se pretende original y no-vedosa, soporte de una accin proselitista (...) para movilizar ha-cia una accin transformadora84, es expresin de las relaciones deproduccin contra las que se declara. El presente futuro en que se

    inclina dicho manifiesto no constituye una cisin efectiva respec-to de la actualidad en que se erige, porque nadie est adelantadoa su tiempo, porque cada uno en su da es su tiempo 85: no esposible a ningn hombre, por revolucionario que sea, diferir desu poca sin confirmarla86.

    La crisis vanguardista ha de suceder, si sucede, fuera del len-

    guaje que la proclama. En qu lenguaje hablara, entonces, tal cri-sis? En uno que cambia la forma-lenguaje.A quin le hablara en-tonces?Hablara?

    La crisis vanguardista ser apenasconsular,meraagitacin,si almomento de perpetrarse abastece el lenguaje que declara dejar atrs;si las condiciones formales de su composicin no interrumpen la

    forma antigua en que maduran. Y cuando el corte fuera tal quenoabasteciera la vieja forma y hablara una nueva lengua olvidando enella la lengua anterior,abastecera an la vieja forma de soberanaque abre la excepcin, suspende la forma vieja para fundar una nue-va forma. En tanto corte fundante, la vanguardia pertenece al es-quema de la soberana:expropiacin-apropiacin / distribucin / cul-tivo-fomento-naturalizacin87.Pertenece a la teologa poltica, a losintentos de su secularizacin.

    La performance de la vanguardia no puede proponerse objeti-

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    vos para ella posibles. No puede proponerse objetivos, o ha de pro-ponerse slo aquello que no se puede proponer. Locuciones del

    tipo: Interrumpo la historia con voluntad lcidamente precoz!Vivo la actualidad de mi accin con la clarividencia de quien sabeque est inaugurando algo nuevo! Me he internado en los laberin-tos del porvenir como pjaro agorero y he sacado las consecuenciasde mi accin! Les puedo contar la historia de los primeros cienaos del nuevo calendario! Describir lo que vendr, lo que no po-

    dr sino venir, pues opera en ello la necesidad misma! Soy el evan-gelio del porvenir! Mis odos estn aguzados a captar la nuevamsica! No hay ojos ni odos para ser visto ni odo! Acaso exis-to?!88... De qu hablan? De una posibilidad? De una imposibili-dad? De una potencia? De una impotencia? De una potencia yuna impotencia a la vez?Son estos giros nietzscheanos enunciados

    vanguardistas, es decir, negativos en su afirmacin?Fundacionales,soberanos, en su afirmacin?O son giros deleuzianos, postsobera-nos, postvanguardistas, ni negativos, ni fundacionales; afirmacin,erosin pura y devenir? (volveremos sobre esto).

    De lo nuevo que desborda no se puede hablar; al menos nocomo se habla. Lo nuevo, de haberlo, se expresa slo en la depoten-

    ciacin de la forma que domina. Lo nuevo slo habla haciendovisible la lengua, la tecnologa, la potencia que habla. Cuando losojos invisibles, que posibilitan el aparecer de lo visible, comienzana visibilizarse ellos mismos, otros ojos, insospechados ellos, impo-sibles de ser avistados en su potencia, comienzan a instalarse comonueva invisibilidad desde la cual se divisan los ahora viejos y depo-tenciados ojos y sus posibilidades de vista. No podemos acotar nisituar la potencia emergente siendo, a la inversa, ella la que nossita y recoge por la espalda. Pero la presentimos al constatar que

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    vemos los ojos con que veamos. En la flaqueza asoma la hilacha, elfondo vaco, el fondo sin fondo de la olla. La esencia es la debili-

    dad (Nietzsche).La comprensin vulgar del tiempo como presente eucrnico

    parece gobernar la crisis vanguardista, el privilegio del futuro comovector nico, la afirmacin de un corte limpio con el pasado comopeso muerto del que hay que zafarse, voluntad de olvido, negativi-dad; afirmacin como negacin-fundacin. La crtica vanguardista

    del fetiche slo es posible gracias a otro fetiche: el fetiche de uncorte simple, sustantivo, significativo: desde ahora s; desde aho-ra ya no. La vanguardia se activa en una comprensin del tiemporeducida a la linealidad de un antes, un ahora y un despus no infec-tados entre s: metafsica historicista.

    La museofobia, eptome que condensa la batalla vanguardista

    contra el pasado, empatiza, en su voluntad de novum puro,con lavoluntad depasado purode la museografa historicista. As como elvanguardismo es un fundacionalismo que postula un novumdepu-rado de anacronismos, el historicismo postula lo sido como dato,hecho puro, limpio de anacronismos, a la vez que postula un cono-cimiento cabal de ese hecho en absoluta eucrona y empata con

    ello. Postula una inteligencia neutral, en seco, sin historia, capazde presentar cualquier hecho, de cualquier poca, en su verdad89,lejos de toda consideracin intempestiva. Y si el anacronismo esinevitable, si resulta particularmente imposible asir el evento sinllegar tarde,post festum, mayor es la exigencia de reducirlo. La in-trusin de una temporalidad en otra constituye la bestia negra delhistoricista90, y tambin del vanguardista. Cualquier interpolacines la muerte del hecho histrico o delnovum, que debieran de pre-sentarse en vivo, segn su presencia, en su instante, sin mediacio-

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    nes. Vanguardistas e historicistas promueven un corte limpio, eucr-nico. Abominan del policronismo. La museofobia vanguardista y

    la museografa historicista se dan la mano en esta comprensin deltiempo como presente eucrnico.

    No tenemos palabras para el acontecimiento; slo tenemos pala-

    bras para el acontecimiento.Volvemos a lo de siempre. El aconteci-miento no es contemporneo de s. Ni instante homogneo, ni pre-sente a s. No slo es el ahora silencioso de su da. Es tambin efecto

    postrero de los ropajes, las oleadas, las trazas en que se expresa e ins-cribe, en que muere como un antes que pstumamente se revelahaciendo ver que madrugaba desde tan tarde. En este sentido, el acon-tecimiento no responde a la lgica de la presencia, nunca es. Lalgica del acontecimiento no es, entonces, la lgica de la vanguardia.

    El nudo de la vanguardia, como presentacin de lo impresen-

    table, contiene una de las aporas de la dialctica negativa: que loimpresentable se tome la palabra a partir de su propio instante, desu propia instancia, antes de toda captura o contencin, escapandoa la trampa objetivista que clausura lo impresentable en la metafo-ricidad. Hablo, miento, deca Epimnides.

    El impresentable en tanto efecto del signo que lo presenta,

    muere como impresentable, sucumbe en la lgica del signo, de laoposicin significante/significado. Paradojas de la negatividad queslo la suplementariedad de la postvanguardia, o del alto moder-nismo (Carroll, Joyce, Duchamp), debilita al abandonar el terreno bina-rio de la oposicin simple. Como presentacin de lo impresenta-ble, la vanguardia entabla, respecto de la representacin, un juegoque pone su meta fuera de la representacin. Como juego centradofuera de la representacin, responde aljuego centradode la vieja ca-verna platnica: Lo que llamamos centro de la representacin, que

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    puede estar dentro o fuera de la representacin, ha recibido indife-rentemente los nombres de origen (arkh) o de fin (tlos)que activa

    el movimiento negativo en la forma de la presencia que excede.Toda arqueologa y escatologa (y la vanguardia es ambas cosas)intenta pensar la estructura representacional a partir de una presen-cia plena y fuera de la estructura91. Bien, la estructura misma, estabinariedad, es la institucin. En este sentido, la vanguardia pertene-ce a la institucin, constituye su pierna izquierda. Si la historia del

    concepto de estructura debe pensarse como una serie de sustitucio-nes o metaforizaciones del centro, el cual es metaforizado sucesiva-mente como eidos, arkh, tlos, energeia, ousia, esencia, existencia,sustancia, sujeto,aletheia, trascendentalidad, conciencia, Dios, hom-bre, vida, etc., y si la historia de esas metaforizaciones es lo que sedenomina historia de la metafsica como historia del acontecimiento

    de la nominacin de ser, la vanguardia forma parte redonda de esahistoria con los nombres de vida, impresentable, surreal, doble,etc. La forma matriz de esta historia, a la que pertenece la vanguar-dia, es la determinacin del ser, de la obra como presencia (...) Lapotestad imperial del orden de la representacin hace que esta nosea una mera estructura histrica entre otras posibles. Obliga a lu-

    char contra ella apelando a ella. Slo en ella se puede protestar con-tra ella. La revolucin contra la representacin tiene siempre la ex-tensin limitada de lo que se llama, en el lenguaje del ministeriodel interior, una agitacin. El hecho del lenguaje es el nico queresiste finalmente toda puesta entre parntesis. En ese simple pro-blema de elocucin se ocultaba y se expresaba la mayor dificultadde la empresa vanguardista92.

    Es acaso posible una crisis donde absolutamente nada se rei-tera,que hace arder todos los referentes anteriores en una gran llama-

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    rada como condicin de inseminacin histrica93; como quiebre quehace, que funda historia en el sentido fuerte de la enunciacin, rup-

    tura con la prehistoria (...), l iquidacin del pasado que perfi la la iden-

    tidad de lo nuevo94. Si as fuera, se iterara en ello, una vez ms, lavoluntad de separacin, de corte y fundacin, la negacin superlati-va de una poca respecto de otra que se afirma.

    La voluntad vanguardista de novum, de borrar (effacer) latela antigua95,destruir la ciudad vieja hasta la llanura(pleine) para

    fundar una nueva96, afirma negando, destruye fundando. Se erigecomo sombra de afirmacin. Suplanta la afirmacin en la supera-cin de una anterioridad y en la fundacin de una novedad. Setrata de la negatividad vestida de afirmacin. La vanguardia seraprenietzscheana.

    8.Actitud crtica

    Muchos hispano hablantes que pasaron por el curso de filoso-fa en la educacin secundaria recordarn laAlegora de la caverna,de Platn, texto sobre la educacin de los hombres infaltable hasta

    no hace mucho en la directriz escolar. En ella se expone un teatro delugares y distancias, fronteras y umbrales, trnsitos y trficos, ingre-sos y egresos, fuentes de luz, grados de iluminacin y penumbras,centros y periferias, enfilamientos de enfoque y orientacin, dispo-siciones cautivas, recluidas, movimientos de soltura, cambios sbi-tos o lentos de actitud, variaciones y desplazamientos paulatinos depostura (de las cabezas, de los cuerpos), inversiones de vista prea-das de consecuencias penales de vida o muerte, teolgicas de salva-cin o condena, epistmico-morales de verdad y mentira. En esta

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    tramoya de vaivenes resultaba decisivo establecer el centro, el almaque tensa, ordena, jerarquiza y da sentido a los movimientos y lu-

    gares. Se trataba de laorthtes,ladireccin correcta de la mirada, elreconocimiento del hteros t, del principio (arkh),del prncipeque se debe seguir y obedecer. El texto de Platn expona un teatrode gobierno de los hombres, de la inquietud permanente entre losuelto y lo sujeto, lo audible y lo inaudible, segn una invarianza;teatro que estructuralmente repeta ese otro teatro de la sala de cla-

    se, por precario que fuera.Algo aparentemente anlogo a la orthtes platnica activaba

    tambin la pastoral cristiana: Cada individuo, fuere cual fuese suedad, su estatuto (...) debe ser gobernado y dejarse gobernar (...)dirigirse hacia la salvacin (...) en relacin de obediencia (...) a laverdad97indicada por una escritura, un dogma, un pastor. Tam-

    bin en la pastoral se pona en curso un arte de gobernar a loshombres98.

    Esta cuestin del gobierno, del prncipe y de los principios deordenacin, dominio y composicin de las cosas, de lasreglas parala direccin de los cuerposy la consecuente multiplicacin de lasartes pedaggicas, polticas, econmicas, metodolgicas que tuvie-

    ron eclosin a partir del siglo XVI99

    , no puede ser disociada de lacrtica, la actitud crtica que modernamente se expresar en la pre-gunta cmo no ser gobernado?100.

    Pregunta constitutiva del principio, del prncipe moderno, delsoberano, no del pastor, cuya ecuacin primera puede resumirse enla exigencia de no ser gobernado para gobernar,no estar sujeto paraser sujeto. Exigencia de suspender el principio y el prncipe heter-nomo, de vaciar la ley heternoma, y en ese vaco sancionar la leyautnoma, la excepcin como principio de la regla.Exigencia, enton-

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    ces, de borrar (effacer) la heteronoma tradicional del yo era101,notanto en funcin de la autonoma moderna del yo soy102, sino del yodecido, soy lo que decido, soy la decisin, sintagma este ltimo queconstituye el enunciado base del sujeto soberano: soy la excepcinque funda lo que en cada caso soy. Qu soy en cada caso? Ladecisin! La excepcin! La excepcin y la decisin!, la suspensiny la fundacin, la suspensin fundante.

    9.Crtica soberana I

    En la medida en que se ejerce como comienzo absoluto, lelsoberano tiene la exigencia de eliminar el presupuesto. Comenzar esno tener presupuestos. Suspender(epokh) el presupuesto, la regula-

    cin heternoma, constituye la exigencia de la soberana. No hayprncipe ni principio soberano si no emana de la decisin pura, sinmotivos, inercias, historias previas. De lo contrario, el principio san-cionado es resultado de un principio, una inercia anterior, y no de lapura decisin. Se trata, entonces, de suspender la herencia, declarar elestado de excepcin al respecto.

    Modernamente, la crtica como actitud crtica, como artede gobernar sin ser gobernado,desujetar sin estar a la vez sujeto, decondicionar sin condicin, se despleg ejemplarmente en la filoso-fa cartesiana comohiprboleogenio malignoque sin principio de-cide el principio, sin condicin, la condicin.

    Tratndose del principio y del prncipe, del mtodo y delpoder soberanos, el principio que conduce y gobierna no puedesino ser soberano l mismo. Las reglas resultarn enteramente del,y l, en cambio, no resultarde nada.Es condicin del sobera-

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    no no slo decidir los principios, sino declarar la suspensin delos principios puestos. Lo contrario sera supeditar la decisin a

    una regla que subordinara la soberana. Si el mtodo es regla, in-tencionalidad, teleologa y tomamos el mtodo cartesiano comoinstancia en que se identifican ejemplarmente mtodo e intencio-nalidad, tal intencionalidad, como juicio soberano, exige lasuspensin del prejuicio del juicio, el despeje de las condicionessoberanas del juicio. Porque la soberana del juicio, para ser tal,

    exige ejercitarse desde un incondicionado. El juicio soberano san-cionar sin condicin la condicin, sin ley la ley, sin principio elprincipio. El soberano, por lo mismo, ha de ser la posibilidad deser y no ser la ley, de poner y deponer la ley.

    El mtodo, antes que un conjunto de reglas y procedimientosen funcin de determinados fines103, consiste en una mquina sus-

    pensiva (duda metdica) que garantiza la soberana de los princi-pios. Como suspensin del pre-juicio que asegura la soberana delprincipio, la duda metdica, la quintaesencia del mtodo, es esce-nificada en laMeditacin primeramediante una serie exhaustiva deexcepciones(epokhs) que en su hiprbole(genio maligno) terminasuspendiendo la posibilidad misma del juicio y de sus condiciones.

    No se trata slo, en laMeditacin primera,de revocar la heterono-ma de principios que entronizan el origen, sino de sustraerse a cual-quier principio que enajene el estado de decisin.El sujeto moder-no, como decisin de sujetarse a s y al resto, sin estar l, a la vez,sujeto, y sin quedar cautivo en sus propias ordenaciones y represen-taciones, ese sujeto no sujeto, tiene que producir y asegurar perma-nentemente las condiciones de su soberana, disponiendo el estadode excepcin, el estado de decisin como nica regla posible para lasoberana; nico modo de decidir sin ley la ley, como un Dios que

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    produjera mundos a su antojo, sin principios ni motivos que leobliguen, en total indiferencia104.

    El rgimen de la produccin est, para Descartes, de punta acabo gobernado por la imaginacin como poder compositivo depaisajes de diverso orden: fsicos y astrofsicos, biolgicos y ana-tmicos, urbanos y campesinos, costumbristas de distinto tipo ycomplejidad; retratos, pinturas anecdticas o abstractas ms omenos coloridas; ilusiones, recuerdos, evocaciones con tintes de

    nimo y pasiones de intensidad variopinta; ecos, espectros, simu-lacros ms o menos plausibles del sueo, el ensueo, la vigilia, elartificio, etc.

    Segn su quehacer lo sugiere, la imaginacin como facultad decomponer paisajes constituye un poder finito de composicin infi-nita. Hace a partir de lo que ella no hace, y que le ha sido dado.

    Requiere de materiales y de principios de composicin. Ms queinteresarle, a Descartes, el variado universo de las composiciones, loque le ocupa es el orden de los elementos, la tabla de los principios ylos elementos del mundo a partir de los cuales la composicin secompone. Le preocupa no slo la posibilidad, el poder de la com-posicin que reside en los principios y los elementos, sino tambin

    la composicin y la posibilidad del poder. Quien gobierna los prin-cipios de composicin de los mundos, gobierna no slo los mun-dos, sino la posibilidad, el poder de los mundos.

    Se trata, pues, en un primer movimiento, de suspender el uni-verso de las composiciones para deducir de ellas mismas los ele-mentos y mecanismos a partir de los cuales estn compuestas, ele-mentos y mecanismos que sin ser ellos compuestos constituyen labase de la composicin, principios y materiales a partir de los cualesla imaginacin compone. Principios y materiales que condicionan

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    a la imaginacin como posibilidad constructora de mundos. Unavez despejados los principios y elementos de la imaginacin en una

    analtica que va de lo compuesto a lo no compuesto en lo com-puesto, salta a la vista, por decirlo as, la escena de las condicionesde la imaginacin; condiciones las cuales no seran, en principio,producto de la imaginacin, sino, al contrario, su ley previa, sulmite a priori ,la prescripcin a partir de la cual ella es libre deproducir cuantas composiciones quiera, infinitas probablemente,

    pero sujetas siempre a los principios que la contienen y gobiernan,sin poder ella gobernarlos.

    En este plano, la posibilidad de la imaginacin carece de sobera-na. No decide sus principios. No consiste ella en su propio poderconstituyente. Como un autmata, resulta constituyente slo a par-tir de principios constituidos. Su poder sera consular, no soberano.

    Los principios que la condicionan son los principios del en-tendimiento.Tales principios, por constituir las condiciones de laimaginacin, decamos, no pueden ser imaginados ni compues-tos por ella. Ms bien ella imagina y compone segn tales princi-pios. Se trata, pues, de las condiciones sin imaginacin de la ima-ginacin, sin imagen de la imagen. El entendimiento abre y limi-

    ta la posibilidad de la imaginacin, sin que la imaginacin puedaella, al parecer, suspender al entendimiento que la restringe y po-sibilita. El entendimiento se erigira como principio soberano dela imaginacin.

    La imaginacin encuentra su lmite en el entendimiento. Y elentendimiento?Es elentendimiento soberano respecto de sus cate-goras y principios? Puede ste declarar la excepcin de sus princi-pios? Es el entendimiento poder constituyente de los principiosque lo constituyen?

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    Esta, creo, es la turbulencia donde hay que centrar la cuestinde la soberana del principio, del prncipe, del sujeto, como sujeto

    sin sujecin de la sujecin.

    10.La hiprbole

    La pregunta por la soberana de los principios del entendimien-

    to abre, en el texto cartesiano, la turbulencia hiperblica de la sobera-na, de la posibilidad de un principio compositivo o de una imagina-cin que, por sobre el entendimiento o por sobre los principios, seala que sin principio decida los principios; una imaginacin que sinregla, sin motivo, sin preocupacin, sin condicin, en total indife-rencia, como excepcionalidad yfiatpuro, incondicionado, pueda crear,

    entre otras cosas, los principios y condiciones del entendimiento comolmites de una imaginacin no soberana, sujeta a otra soberana. Estaturbulencia remite a la cuestin teolgica de Dios como genio poti-co o milagro que sin principios, sin regla, da o quita la regla; remite ala cuestin del don, de la economa, de la soberana de la donacin,no como regalo, sino como posicin sin mediacin de la ley.

    La turbulencia hiperblica comparece tambin en la constela-cin de tensiones que el mismo texto dispone en las relaciones en-tre entendimiento finito, voluntad infinita e imaginacin, comogenio que sin ley dona la ley, y sin ley sustrae la ley. Esta constela-cin de tensiones que se contrabalancean entre s, se dan cita en lasuspensin del juicio, del principio del juicio; la declaracin del

    estado de excepcindel principio de la composicin,

    estado de ex-cepcin del pre-juicio como llanura (pleine) sin juicio para la posi-cin del principio y del juicio soberano.

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    La pregunta hiperblica por la soberana del entendimiento ins-tala en el texto la suspensin del juicio, comoestado de excepcin del

    rgimen de produccin del entendimiento. Pero la instala por unmomento, un instante en el contrabalanceo escptico y contemplati-vo de las tensiones, instante constelado que en su choque o encuen-tro abren la interrupcin. Abren el instante de la excepcin para, enese mismo instante, cerrarla en el conato de la posicin que, sin prin-cipios, sin criterios, sin motivos, con el solo conato de la decisin,

    fundar soberanamente la regla, el orden; el concepto que sin imagenregular la imagen como dictadura soberana de la geometra analti-ca. La suspensin de la ley, la casa, la ciudad, la representacin, elmundo, abre, por un instante al menos, la cosa sin ley, sin casa, sinciudad, sin mundo, que como cosa soberana decide sin ley, sin casa,sin ciudad, sin mundo; la ley, la casa, la ciudad, el mundo.

    Se trata, en Descartes, de una apertura ejecutiva de laexcepcinpara su cierre eficaz en la representacin soberana. La soberana car-tesiana, suestado de excepcin o hiprbole extrema opera como re-curso para la decisin extrema. Suspende la representacin para fundarregmenes de representacin. Suspende el derecho para conservar ofundar regmenes de derecho. Suspende elyo soyen elyo no soypara

    reafirmar soberanamente, desde el yo era, otra vez el yo soy,perocomo yo decido y como decisin del yo. Suspende la historia, elpasado, la memoria, su transmisin para fundarla, ahora, comodiscurso del mtodo, discurso queprogresa infini tamente, a mediocamino entre la nada y Dios.Progreso infinito que no es sino elprogreso excepcional de la regla, es decir, el estado de excepcin comocondicin de progreso del derecho, del imperio, del principio, elorganismo, la mquina soberana, la decisin sin mquina en la in-manencia de la mquina sin decisin.

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    La tematizacin de la heteronoma, su puesta a distancia yobjetivacin, encuentra un eptome posible en el enunciado no se

    alaba a los autmatas porque realicen tal o cual movimiento, sino asu creador105(...) pues todo pende de l y l no pende de nada106.No hay gobierno slo inercia si no hay decisin, si ste noemana de la pura decisin sin ley, motivos ni historia previa. Locontrario es someter la decisin a una decisin previa107, lo inme-diato a una mediacin anterior. Hay que suspender, entonces, la

    anterioridad, la mediacin, la herencia, el archivo, demoler la casaen que se habita108,borrar (effacer) la tela ya pintada109, abrir laexcepcin, allanar la ciudad de Pars110, hacer de la ciudad antiguauna llanura (pleine)111o tela en blanco112en que se traza limpia-mente la nueva ley, la ciudad, la decisin soberana. Es constitutivodel soberano no slo la potencia de decidir el principio, sino tam-

    bin de suspenderlo, declarar el estado de decisin del mismo. Demodo que el principio pende de la decisin es la decisin talcomo de un rey penden las leyes del reino113,o como de Dios pendenlas leyes de la naturaleza114(...) de las cuales dios, el rey, la decisinno dependen pudindolas cambiar a su antojo115. El soberano, ladecisin, consiste en poner la ley al mismo tiempo que deponerla.

    Constituye el instante crtico, atpico, de (de)posicin; momentosin ley de la ley, de sujecin suelta y de soltura sujeta. Momento de(in)condicionalidad que teolgicamente se asigna al milagro y se-cularmente al mtodo, al discurso del mtodo, su quintaesencia, laduda metdica, la hiprbole extrema (el genio del mal) y la decisinextrema116como prtesis o tekhnoriginariade la soberana. Eneste sentido es que laduda metdica, la hiprbole, la crisis, la excep-cin, el estado de decisin, es al soberano secular como el milagro alsanto117.

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    Laduda metdica es hiprbole sin ley que pone la ley, reduc-cin (epokh) sin condicin de la condicin, sin principio del prin-

    cipio. La decisin, la soberana, deviene posibilidad de ser y no ser,a la vez, la ley y la suspensin de la ley, la posibilidad de poner ydeponer, a la vez, la ley. Gobierna sin dejarse gobernar ni siquierapor su gobierno. En esto consistemetafsicamentelaactitud crtica,el instante, el punto de crisis, la vacilacin de la decisin como reglamoderna, que en su hiprbole interioriza la excepcin, la incondi-

    cionalidad de la decisin, el fuera de leyde la soberana, en laposi-cin de la ley de la soberana; ley moderna que pone a trabajar laexcepcin como soberana de la posicin118.

    El soberano, que se decide y se pone a s mismo y al resto, sinquedar cautivo de/en sus decisiones y posiciones, tiene que garanti-zar (inmunizar) permanentemente la incondicionalidad de su sobe-

    rana, la excepcionalidad de su decisin y posicin, en las decisionesy decretos en que se dispone. Tiene que perseverar a distancia, indi-ferente, aptico respecto de todo tener que: intenciones, intereses,motivos e inclinaciones; tiene quemantener a raya los prejuicios yclusulas, la herencia y el archivo, las inercias sobreentendidas, in-cluidas las de su propia traza de decisiones o excepciones. nico

    modo de no sumirse patticamente en la ley, de sostenerse sobera-na, decisional, excepcionalmente fuera de ley en la ley,producien-do, conservando y destruyendo mundos sin principio que le obli-guen, en total soberana119.

    11.Crtica soberana II

    En su libro La dictadura, C. Schmitt distingue la forma co-misarialde laforma soberanade la dictadura. La comisarial, que se

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    habra diseado en el universo de las dictaduras romanas anterio-res a Sila y Csar, se caracteriza por ser una dictadura que opera

    una excepcin inscrita en la ley de la Repblica, para conservar yresguardar dicha ley. En este caso, el dictador es nombrado a soli-citud del senado, y tiene cometidos determinados, tales comoeliminar la situacin peligrosa, hacer la guerra, reprimir una rebe-lin interna, celebrar una asamblea popular. La dictadura sobera-na, en cambio, ejerce la excepcin suspendiendo el derecho de la

    Repblica. Csar encarnara, para Schmitt, el modelo histricodel dictador soberano: Siendo nombrado dictador por un ao,prorrog la duracin del cargo y finalmente se hizo vitalicio (...)no quedando su ejercicio (...) sujeto a las leyes existentes120.

    La diferencia entre ambas dictaduras es ms emprica queestructural. En el cometido de resguardar la ley, el dictador co-

    misarial tiene, bajo la autoridad del senado, la prerrogativa deviolar la ley para preservarla. El di ctador soberano,en cambio,deroga la constitucin, para fundar otra constitucin, haciendode la excepcin el principio, la regla bajo la cual se vive.

    Tambin el crtico, cierta especie de crtico, opera comisarial-mente como la polica, violando reglas, cnones o constituciones para

    preservarlas; o para fundar nuevas reglas soberanamente121

    . El parale-lo entre dictadura y crtica, pero tambin entre dictadura y modernis-mos, modernizaciones, vanguardias y progresismos, pasa por la rela-cin que stas mantienen con la excepcin, la conservacin y la(re)fundacin de la regla. Es decir, con el verosmil de la soberana. Ellmite de ese verosmil lo constituye el verdadero estado de excepcin.ste, como se ha dicho, no conserva ni funda reglas, derecho, marcosde contencin. En tanto verdadero estado de excepcin, la crtica sesustrae al paradigma soberano.

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    En suDictionaire historique et cri tique(1702), Pierre Bayleperfil la crtica como verdadero estado de excepcin.La abord,

    en efecto, en relacin al lmite, a la lnea crtica, el punto de crisis,el foso.Ms ac de ese lmite, la crtica est en la ley, en la iglesia,en el Estado, en algn orden o canon. Ms all de ese lmite,est dentro de otra ley, otra iglesia, otro Estado. Ms ac o msall de ese lmite, la crtica se ejerce consular, comisarialmenteprecomprendida por un rgimen que, sin ser criticado por ella, la

    gobierna. Bayle, por lo mismo, sita la crticaen el lmite, ni msall ni ms ac, ni dentro ni fuera de las iglesias, en el interregnovacilante, suspensivo, no inclinado, ms bien contemplativo, comoinstante de incondicionalidad, constituida slo por un impulsode incondicionalidad. Tal impulso recibi, segn Bayle, el nom-bre de razn.Tambin el deteora. Crtica, razn y teora no cons-

    tituyen, por tanto, rdenes del saber, sino una especie deverdade-ro estado excepcin o de suspensin del saber, como suspenso de lacondicin. Slo en este sentido la crtica encarna el libre pensa-miento,la repblica de las letras:Esta repblica es un Estado en-teramente libre. No se reconoce all otro imperio que el de larazn. Y bajo sus auspicios se hace la guerra inocentemente al que

    sea. Los amigos deben mantenerse en guardia ante los amigos, lospadres ante sus hijos (...) Ningn husped seguro de su anfitrin(...) No hay suegro para yerno. Cada uno es, por turno, a la vezsoberano y justiciable para cada uno122.

    Ms que negar determinadas posiciones o capillas y afirmarotras, la repblica de las letrasse perfil como un desobramiento detoda posicin que permita reconocerlas, situarlas, desustantivarlas.Fue este desobramiento contemplativo lo que, segn Kosseleck,dio entrada al principio de lo trascendental,como aquello que est

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    ms all (meta) de las posiciones empricas. Al invocar la trascen-dentalidad suprapartidista de la razn y de la teora, y al considerar

    al Estado como un partido ms, la repblica de las letrassitu lacrtica por encima de la poltica y del Estado, afirmando comointers exclusivo suyo la razn que crece literariamente fuera de lasdoctrinas, los dogmas pblicos, potenciando un flujo de pensa-miento y comentario desmadrado de las directrices del Estado y dela discusin legal. Amparada en el fuero literario, la deriva in-

    condicionada de la crtica, del pensamiento que crece rompiendolas contenciones, reglas y contratos, larepblica de las letrasejercila crtica exotricamente, en el orden pblico, y lleg a convertirse,segn Voltaire, en la dcima musa, la musa de las musas que deste-rrara la necedad del mundo.

    La crtica se convertir as en un distanciamiento sistemtico

    de la condicin que sea, partiendo, en cada caso, de la suya propia.En este sentido, su ejercicio no poda cumplirse sin disolverse per-manentemente a s mismo, como una resaca que arranca sistemti-camente el piso que sostiene por debajo de las plantas, no quedn-dole otra posibilidad sino la de ver en esa resaca permanente la es-tructura temporal del progreso como constitutiva de su propio ser.

    El progreso se convertir as en elmodus vivendi , la ideologa secu-lar de la crtica123. Y mientras esemoduspermanezca, suestado deexcepcin,en vez de insistir en el lmite como instante incondicio-nado, se convertir en el resorte estructural de las modernizaciones,dejndose contener en el verosmil de la soberana, de la excepcio-nalidad que funda, de la excepcin como regla en que se vive.

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    12.La poca de la crtica

    Nuestra poca es, de modo especial, la de l