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Tierradenadietranscurreafinalesdeagostode1937,enlosdíaspreviosalaBatalladeBelchitedelaguerracivilespañola,peroenabsolutosetratadeuna novela de guerra. Es una trepidante novela de aventuras repleta dehumor, protagonizada por Alex Riley y su inseparable amigo JoaquínAlcántara, quienes sin pretenderlo se verán envueltos en una temerariamisiónderescatebajolasmismasnaricesdelejércitodeFranco.

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FernandoGamboaGonzález

TierradenadieCapitánRiley-1.5

ePubr1.0Ablewhite02.02.17

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Títulooriginal:TierradenadieFernandoGamboaGonzález,2015

Editordigital:AblewhiteePubbaser1.2

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Prólogodelautor

Pues aquí estamos de nuevo, querido lector. Tú, yo y cuarenta mil palabras pordelante—despuésdeloquehemospasadojuntosenanterioresnovelas,estoysegurodequemepermitirásel tuteo—, listosparaembarcarnosenunanuevaaventuradenuestrocomúnamigoAlejandroRiley.Escurioso,peroparecequefueayercuandoledejamosbienacompañadoenunacafetería aorillasdel ríoPotomac,yyaestamosotravezpreparandoelpetateycomprobandoelcargadordenuestraColtdel45.

Enestaocasión,sinembargo,loquevoyarelatarnoesloquesucedióapartirdeaquelinstanteenelqueRileyestabaapuntode…bueno,yasabes.LahistoriaquetevoyacontaracontecióunosañosantesdeloshechosqueescribíenlanovelaCapitánRiley, y es una de esas historias que se suelen narrar ante los rescoldos de unachimeneaoalfinaldeunalargavelada,mientrassesostieneunacopaenlamanoconlamirada perdida en algún punto indefinido de lamemoria. Podría decirse que elrelato de Tierra de nadie es una novela breve, o quizá un cuento largo, que norequieredehaberleídopreviamenteCapitánRileyparadisfrutarlo.Algomásescuetoquelanovelaoriginal,peroencualquiercasoigualdedivertidoademásdeunabuenaintroducciónparalosnoiniciados.

Pero es probable que en este mismo momento te estés preguntando: ¿Y por quédemoniosnohaescritolasecueladeCapitánRiley?¿Tantotiempoesperandoymevieneconestas?¿Unañoenteroparaescribircientoypicopáginas?¡Serávagoeltío!

Ylaverdadesquesí,queunpelínvagosíquesoy,peronoesesalarazón.LoquesucedeesquemehalloinmersoenlaredaccióndeCapitánRileyII,perocomolanuevanovela—estasí,lacontinuacióndelaprimera—noestarálistahastafinalesdeaño,hetenidolafelizideadeescribiresterelatoquepermitiráalosviejosamigosdelcapitánreencontrarseconélenunanuevaaventuraantesdeNavidad,podríadecirsequeparairabriendoboca.

Y claro está, para aquellos que aún no lo conocéis, esta es también una buenaoportunidadparadescubrirquiénessonAlejandroRileyoJackAlcántara,oporquéCapitánRileyhallegadoaserlanovelamásleídaymejorvaloradaporloslectoresdeAmazonEspañaen2014.

Enfin,amigolector,conestocreoqueyahedichotodoloqueteníaquedecir.Esperoquedisfrutescon la lecturadeTierradenadie yque esta solo seaunamás, de lasmuchascorreríasqueaúnhemosdevivirjuntosapartirdeahora.

Quedécomienzolaaventura.

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¿Ysabeotracosa?Estepaísesdemasiadobellocomoparaquelosfascistaslohagansuyo.YahanconvertidoAlemania,ItaliayAustriaenalgotanrepugnantequeinclusoelpaisajeesfeo.Cuandoconduzcoporlasmontañasdeaquíyveolasmontañasdepiedrayloscamposáridosaamboslados,losparasolesclavadosenlaarenadelasplayas, lospueblosdelcolordelatierrayloslechosdegravadelosríos,lacaradesusagricultores,pienso:¡hayquesalvarEspañaparalagentedecente,esdemasiadohermosacomoparadesperdiciarla!

CartadeMarthaGellhornaEleonorRoosevelt

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24deagostode193743kilómetrosalsurestedeZaragoza.España.

Aquelmediodíade finalesdeagostode1937, el sol seabatía comounamaldiciónbíblica sobre los quinientos hombres del Batallón Lincoln que marchaban por elestrechocaminode tierra, formandounacolumnamásomenoshomogéneaque seprolongabadurante casimediokilómetro.Cargaban cadaunode ellos conun fusilmáuser,unamanta,unhatoconunatazayunplatodelatón,municionesenelcintoyun par de mudas tan desgastadas y sucias como las que llevaban puestas en esemomento. Cubiertos del fino polvo amarillo de aquellas tierras, semejaban unfatigadodesfiledemuertosvivientesquehubieransalidoadarunavuelta.

El hipnótico canto de las cigarras se sobreponía al áspero rumor de mil botasarrastrándose.Alládonde sedirigiera lavista, camposdeolivosy tierras resecasyabandonadas a causa de la guerra se extendían hasta el horizonte. A sus espaldas,hacía horas que había desaparecido en la distancia el humeante campanario delpueblodeQuinto,conquistadoapenaseldíaanterioraunpreciodemasiadoaltoporaquellosmismos hombres. Al frente, se perfilaba contra un cielo azul desvaído lasiluetaoscura,chatayalargadadellugarqueerasuauténticodestino:Belchite.

EltenienteAlejandroM.RileycaminabaalacabezadelaPrimeraCompañía.Elpelonegrosucioyalborotado lecaíasobre la frentecasihasta laalturade losojosambarinos, entrecerradoshasta serpocomásquedos finasmuescasenmarcadasenuna espesa barba que cubría su anchamandíbula y que no había podido afeitarsedesdehacíadossemanas.Lacamisaquetiempoatráshabíasidoblancaselepegabaalcuerpocomounaapestosasegundapiel,losgastadospantalonesdelanillaparecíandeesparto,lasviejasbotasapenassealzabandelsueloacadapasoylapistolaColtquellevabaalcintolepesabacomosicargaraunmortero.

AlexRileyavanzabaconelpasocansinodealguienquellevamarchandodesdelamadrugada bajo un calor infernal, pero se obligaba a mostrarse animado para noaparentar debilidad ante los soldados que le acompañaban formando un pequeñogrupodeavanzadilla.AhíestabanentremuchosotroslossargentosVernonShelby—unestudiantedeWestPointqueno terminó la carrera—, JohnG.Honeycombe—miembro del Partido Comunista de California—, Harry Fisher—un arquitecto deOhioreciéngraduado—yJoaquínAlcántara,unorondococinerogallegoradicadoenBrooklyn, fielamigodeAlexdesdeel iniciode laguerrayque lehabíasalvado lavidaduranteelnefastoasaltodelPingarrónseismesesatrás.

En ese momento, levantando una nube de polvo a su paso, los alcanzó el

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comandanteRobertMerriman a lomos de un caballo tordo. Tirando de las riendashizoqueelanimalsedetuvierajuntoaellosyconunágilmovimientodescabalgódeunsaltoyseplantófrenteaRiley.

El antiguo profesor de economía de la universidad de California y ahoracomandantedeaquelbatallónintegradoúnicamenteporvoluntariosestadounidensesera un hombre inteligente y resuelto. Bien parecido, era tan alto comoRiley y encualquiercircunstancialucíaimpecablesugorradeplato,laguerreradecomandanteyunasbotasdecañaaltahastalasrodillasquesemejabaninmunesalpegajosopolvodeloscamposespañoles.

—¿Cómovatodoporaquí,Alex?—preguntósinpreámbulos,haciendounaparteconél.

—Bastantebien—contestó,yechandounbrevevistazoaloshombresañadió—:Aunquecreoqueesteseríaunbuenmomentoparadescansaryreponerfuerzasalasombradelosolivos;loshombresestánexhaustos.

Merrimanmiróasualrededor,entrecerrandolospárpadostrassusanteojos.—Me parece una buena idea. Acamparemos aquí a la espera de órdenes. Y

ocúpesedequecavenunoscuantospozosdetiradorenellímitedelolivar.Noquierosorpresas.

—Alaorden—contestó,yacercándoselepreguntóenvozbaja—:¿Lehandichoparacuándotieneplaneadoelasalto?

Merrimantorcióelgesto.—Quién sabe, Alex—le contestó en el mismo tono, fuera del alcance de los

oídos de los hombres—. Ojalá que nunca. Ya sabes que pienso que atacar estecochinopuebloesunasoberanaestupidezquenosvaacostartiempoyvidas,peroenel Ministerio de Guerra insisten en que lo hagamos y nadie ha sido capaz deconvencer a IndalecioPrieto de lo contrario.Así que…—dejó la frase sin acabar,encogiéndosedehombros.

Rileychasqueólalenguacondesagrado.—Ya.—Exacto—coincidióMerriman—.Demodoquequedémonosaquíyesperemos

acontecimientos.—¿Cree que podrían cambiar de opinión? —inquirió el teniente, levemente

esperanzado.ElcomandanteMerrimannegóconlacabeza.—Nuncalohacen—lerecordó.Y dicho esto se acercó al caballo, caló la bota en el estribo y, con la misma

facilidad que había empleado al descabalgar, volvió a subir a él y regresó aretaguardialevantandounanubedepolvoasupaso.

AlexRileyseaproximóalsargentoJoaquínAlcántara,ytomándoledelbrazoseñaló

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unpuntounasdecenasdemetrosmásadelante.—Jack, el comandantehadadoordendequemontemosaquí el chiringuito, así

quetomaatupelotónyquecavenunpardepozosdetiradorahídelante,juntoaesosolivos.

—Ya era hora—protestó el gallego, enjugándose el sudor de la frente con lamanga—.Parecíaquenosquisieranllevardesfilandohastalaplazadelpueblo.

—Yo aún no lo descartaría—sonrió sin humor—. Pero demomento, vamos aplantarelculoalasombrayadescansarhastarecibirnuevasórdenes.

—¿QuétehadichoMerriman?—Nada.EstácabreadoporestaraquíenlugardemarchandohaciaZaragoza,pero

tambiéntienequeacatarórdenes.—¿Ytúquéopinas?DirigiólamiradahaciaBelchite,doskilómetrosmásallá.Eraunhermosopueblo

dearracimadascasasdepiedray techosde tejaocreque,en ladistanciaydesdeellado norte donde lo observaban, semejaba tan compacto e impenetrable como unamuralla.

—¿Serátanjodidocomoaparenta?—añadió.Alexapoyólamanoenelhombrodesuamigo,mirandoenlamismadirección.—Quiénsabe.Heoídoquecontaremosconapoyoaéreoydeartillería,peroaun

así…Esepuebloescomouncastillomedieval.—Serumoreaquehaycomomilnacionalesatrincheradosahídentro.Muchosde

ellosmoros.—Esodicen.Jacklemiródereojo.—Esosonmuchosnacionalesjuntos,ylosmoroslucharánhastaelfinalporque

sabenquesiloscapturamoslosfusilaremos.—Puesentoncestendremosquematarlosatodos—contestófríamente.Elgallego,ahorasí,sevolvióhaciasusuperior.—Haceseismesesnohabríasdichoeso—murmuróenunveladoreproche.LosmúsculosdelamandíbuladeAlexsetensaron.—Hace seis meses —dijo al cabo de un momento sin desviar la vista del

horizonte—,yoeraotro.—Puesmecaíamejoreseotro,sitesoysincero.Riley se volvió hacia su segundo con la ira flameando en las pupilas. De no

tratarsedeéllehabríahechoarrestarenesemismomomento.Aunasí,necesitóunossegundospararecobrarlacalma.

—Puedesiravisitarlecuandoquieras—replicóentonces,apenasconteniendolairritación—. Está enterrado en las faldas del Pingarrón junto con el resto de sucompañía.Asesinadoporlosmismosqueseescondenenesemalditopueblo.

—Yalosé,carallo.Yotambiénestabaallí,¿recuerdas?Soyelfulanoquetesacóarastrascuandoteestabasdesangrandoconuntiroenelpecho.

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Instintivamente,Alexsellevólamanoalacicatrizdebalajuntoalcorazón,quelehabíatenidocuatromesesenelhospitaldeValenciaalbordedelamuerte.Peronoeraesalaheridaquenoledejabadormirporlasnochesyensuciabasualmaconunacostraderesentimiento.

—Yabastadecháchara—atajócortante—.Haz loque tehedichoyno tardes.Antesdequeatardezcaquieroatodalasecciónacubierto.

—Asusórdenes,camaradateniente.Joaquín Alcántara se cuadró, llevándose el puño cerrado a la sien a modo de

saludo.Lo hizo de unmodo tan absurdamentemarcial que era imposible no darsecuentadequeseestabachoteando.

—Vetealamierda,Jack—mascullóRiley,antesdedarselavueltayencaminarsearepartirórdenesalrestodesuboficiales.

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Unpardehorasmás tardeelBatallónLincolnal completoyahabíahechosuya lafaldanortedeunapequeñalomasembradadeolivares,alabrigodelsolydelalíneade tirode losdefensoresdeBelchite.Abuenseguro lesestabanobservandoenesemismomomentoconprismáticos,delmismomodoquelohacía,parapetadotraslossacosterreros,elgeneralWaclaw«Walter»Swierczewski:unmilitardeorigenpolacodelEjércitoRojoprovenientedelaAcademiaMilitardeMoscú,demiradagélidayactitud inflexible, al que se le había entregado elmando absoluto de las BrigadasInternacionalesenelqueseencuadrabaelBatallónLincoln.

Asulado,comounasombrasilenciosa,elcomisariopolíticodestinadotambiénalasBrigadasInternacionales,AndréMarty—unfrancéssiniestrodemiradahuidizaalqueapodaban«ElcarnicerodeAlbacete»—,semanteníaalmargenobservándoloyescuchándolotodoconlasmanosalaespalda.

—Camaradageneral—irrumpiólapotentevozdeMerriman.—¿Sí? —contestó el general Walter sin volverse ni despegar los ojos de los

binoculares.—Yahanllegadotodoslosoficiales.Podemosempezarcuandoustedquiera.—¿Qué es aquello? —preguntó sin embargo con su acento ininteligible,

señalandoalfrente.RobertMerriman se puso a su lado haciendo visera con la mano, tratando de

adivinaraquéserefería.—¿Ese gran edificio de piedra de tres plantas con un campanario?Se trata del

conventodeSanRafael.—¿Monjes?—Monjas,creo.—Entiendo.¿Yeseotro…justoenlaentradadelpueblo?—EseeselconventodeSanAgustín.El general apartó ahora sí la mirada de los prismáticos y se volvió hacia el

comandantecongestoincrédulo.—Bromea.¿Dosconventostangrandesenunpueblotanpequeño?Merrimanseencogiódehombros.EstamosenEspaña,veníaadecir.—Creemosqueesteúltimoestáabandonado.El general Walter volvió a llevarse los binoculares a la cara, para estudiar el

edificioconrenovadointerés.—Interesante…—murmuróenvozbaja.Setomósutiempoencomprobarquenohabíapiezasdeartilleríanibúnkeresen

losaledañosdelpueblo,yconexpresiónsatisfechasediolavueltaparadirigirsealpequeñocónclaveque leesperabaformandounsemicírculofrentealcostadodeuncamión de suministros, en el que habían sujeto un detallado mapa del pueblo yalrededores.

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—Camaradas—saludóconunaleveinclinacióndecabezaaloscuatrocapitanesyquincetenientesquerepresentabanatodalaoficialidaddelBatallónLincoln.

—Camaradageneral—respondieronalunísono,poniéndosefirmes.—Descansen—repusoWalterconungestodisplicente.Entonces, con las manos entrelazadas a la espalda, se plantó frente al mapa

durante dos largosminutos, dándoles la espalda a los oficiales que aguardaban ensilencioaqueelgeneraltomaralapalabra.

—Khorosho…Otlichno—dijoparasíenruso,ynadiesupoquésignificabahastaquesediolavueltayrepitió—:Bien…Excelente.

Elgeneralalmandode lasBrigadas Internacionales sonrió,peronohabíanadaagradableenaquellasonrisa.

—Camaradas americanos—dijo paseando la mirada entre los presentes—. AlBatallónLincolnselehaencomendadolagloriosamisióndeconquistarelpueblodeBelvitche.

Merriman,depieasulado,carraspeódiscretamente.Elgenerallemiró,luegoalmapa,ycorrigiósininterés:—ElpueblodeBelchite.Sellamecomosellame,sumisiónseráasaltarlodesde

el norte—se hizo a un lado y apoyó el índice en el mapa—. Estas son nuestrasposiciones,yparamañanasehabrácerradototalmenteelcercoalrededordelpuebloporpartedelas tropasalmandodeloscamaradasLísteryModesto,aislándolosdelaslíneasdesuministronacionales.Entoncescomenzaránlosbombardeosporpartede la aviación y la artillería para ablandar las defensas, y en dos o tres díasiniciaremoselasaltoenelqueustedestomaránlainiciativa,bajandoporestaruta—resiguióladelgadalíneanegraquepasabajustopordondeestabanyllegabahastaelflanconoroestedelpueblo—,haciéndoseenprimerlugarconestosdosedificiosdeaquí:unafábricadeaceiteyunconventoabandonado,quenosservirándecabezadepuente.Unavezhayanaseguradosusposiciones,otrascuatrodivisionesdetanqueseinfanteríaatacaránportodoslosflancoshastaarrasarcualquierresistencia—dibujóunamueca que pretendía ser una sonrisa y, cerrando el puño ante sí, añadió—: ydestruircompletamentealenemigo.

La veintena de oficiales se removieron con inquietud, por lo queMerriman seapresuróaañadir:

—Contamos con cuatro divisiones, unos veinticuatro mil hombres, así comonumerosas piezas de artillería que bombardearán el pueblo sin descanso hastaminimizarlasfuerzasenemigas.Elaltomandoestimaque,paracuandoiniciemoselasalto,apenasencontraremosresistencia.

—Camarada comandante —intervino Michael Law, el primer oficial de razanegraenlahistoriadelosEstadosUnidosquedirigíaunaunidaddehombresblancosy capitán de la Primera Compañía en la que estaba encuadrado Riley—, ¿quésignifica exactamente lo de que «tomaremos la iniciativa», y que «una vez quehayamosaseguradoposicionesatacaránelrestodedivisiones»?

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MerrimanmiródereojoaWalterantesdecontestarensunombre:—Significajustoloqueparece,capitán.Sehadecididoquenosotrosiniciemosel

asaltoporelnorte,yasídistraera lasdefensasparaqueelrestodelejércitoataqueporelesteyelsur.

ElcapitánLawfruncióelceño.—Entiendo…—masculló—.Distraeralasdefensas.—¿Algúnproblemaconeso,capitán?—intervinoelgeneralpolaco.—Ningún problema, camarada general—contestó con un sarcasmo muy poco

sutil—.ElBatallónLincoln,comosiempre,listoparaentrarencombateenprimeralínea.

LoslabiosdelgeneralWalterseestiraronenunamuecacruel.—Meagradamuchooíreso,camaradacapitán—replicóelpolaco, taladrándole

conlamirada—.Porqueentoncesestaráencantadodesaberquesupropiacompañíairáencabezaenelasaltoinicial.

—Alaorden,camaradageneral—replicóLawalzandolabarbillaorgullosamentecomosiestuvieraencantadoconaquellaorden.

Sin embargo tuvo la prudencia de no añadir nada más. Volvió la vista a suizquierdaysumiradasecruzóconladeRiley,aquienlededicóunveladogestodedisculpa.

ElgeneralWaltersellevólasmanosdenuevoalaespaldayguardósilenciounossegundos,antesdeinterpelar:

—¿Algunaotrapregunta?Esta vez nadie osó plantear sus dudas en voz alta, y el comandanteMerriman

volvióaintervenir:—Creemosquelosdefensorescuentanconunosmilefectivos;entrevoluntarios,

requetés,falangistasymoros.Esprobablequedispongandealgunapiezadeartilleríaoculta,razónporlacualnopodemosiniciarelataqueconlostanques.Perocomohadicho antes el general, para cuando lancemos el asalto las fuerzas enemigas yaestaránmuymermadasyposiblementesehabránrendido.

En un reflejo involuntario, Riley resopló por la nariz. Un gesto que no pasódesapercibidoparaelgeneralpolaco.

—¿Deseadeciralgo,teniente?Alguien a su lado le pisó intencionadamente. Incluso el propio comandante

parecíapedirleconlamiradaquemantuvieralabocacerrada.Perocallarsenuncahabíasidounadesusvirtudes.—En realidadno, camarada general. Solo estaba pensando…—carraspeó—en

que todos sabemosde sobraqueelenemigonovaa rendirse.Ellos sabenquecasisiempre los fusilamos, sobre todo a losmoros, igual quehacen ellos connosotros.Así que yo nome rendiría si estuviera en su lugar y no contaría con que ellos lohagan. ¿No sería más sensato—añadió, saltándose los límites de la prudencia—,dejarles a los nacionales un corredor para que puedan huir? Salvaríamos muchas

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vidasyseríamuchomásfácilconquistarelpueblo.Comodecíamimadreespañola:«Aenemigoquehuye,puentedeplata».

ElgeneraldiodospasosalfrenteyelrestodeoficialesseapartócomolasaguasdelMarRojo.

—Muchasgraciasporcompartirconnosotroslaopiniónsobretácticamilitardesumadre,teniente…

—Riley.AlexRiley.—Permítamepreguntarlealgo,tenienteRiley.AntesdealistarseenlasBrigadas

Internacionales,¿quéerausted?¿Cuálerasuprofesión?—OficialdelaMarinaMercantedelosEstadosUnidos,camaradageneral.—Unmarino…comprendo.¿Ysabecuáleramiprofesiónantesdeveniraesta

guerra?—Loignoro,camaradageneral.—ProfesordealtaestrategiaenlaAcademiaMilitardeMoscú.¿Quélediceeso?Alexpareciópensarlounmomento.—Nosé…¿Quesusalumnosdebenestartomándoseunasbuenasvacaciones?KarolWaclaw Swiercewski parpadeó incrédulo ante la irrespetuosa réplica del

americano.Yentoncessonrió.Hastaelsoldadomás tontodel regimientosabíaqueaquellonuncaaugurabanadabueno.

—Comandante —dijo entonces, volviéndose súbitamente hacia Merriman—,necesitamosuninformedeprimeramanodelasposicionesenemigas,asíquequieroqueunodesushombresseaproximealpuebloeidentifiquecondetalleladisposicióndelasfuerzasdefensivasensuinterior.

—Alaorden,camaradageneral.—Le encomiendo que ese hombre —añadió, volviéndose un momento hacia

Riley—, sea este teniente tan ingenioso. Mañana por la mañana quiero que meentregue un informe completo en el centro demando o de lo contrario será ustedmismoquiensalgaenlapróximapatrulla.¿Hesidoclaro?

—Cristalino,camaradageneral.—Excelente.Sinmediar una palabramás le dio la espalda al grupo de oficiales. A grandes

zancadas se alejó caminodelvehículoque le esperabaaunospocosmetros conelchófer apoyado en el capó, se subió a él y, escoltadopordosmotoristas, partiódeinmediatodejandounaesteladepolvoamarillo.

El resto de asistentes a la reunión se dispersó en silencio regresando a susunidades.Riley,encambio,sintióunamanoapoyándoseensuhombroqueledetuvo.

—Eresunbocazas—dijolavozdeLawasulado.—Dígamealgoquenosepa,capitán.—¿Porquéhastenidoquehacerlo?Enrespuesta,Alexsimplementeseencogiódehombros.En ese momentoMerriman, que había acompañado al general hasta su coche,

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regresósobresuspasosmientrasnegabaconlacabezaunayotravez.—¿Perosepuedesaberenquédemoniosestabaspensando?—leespetó,abriendo

lasmanos—.¿Esquequieresqueelgeneraltemandefusilarporinsubordinación?—Mepreguntóydimiopinión.—¡Tuopinión!¡Yaquiénleimportatuopinión!—exclamóairado,clavándoleel

índiceenelpecho—.¡Túestásaquíparaobedecerórdenesycontestarquesíatodo,noparaopinar!

—Penséque…—¡Nopienses,joder!Riley tenía la réplica en la punta de la boca, pero se dio cuenta de queRobert

Merrimanestabarealmentemolestoporquedeverdadleapreciaba.—Le pido disculpas, camarada comandante—dijo en cambio—.No volverá a

suceder.—Claroquenovolveráasuceder,soceporro—eltonodesuvoznocambióaun

conladisculpa—.Lomásseguroesquetepeguenuntiroenesaestúpidapatrulla.—Harétodoloqueestéenmimanoparaquenoseaasí.—Estavezlahasmetidohastaelfondo,Alex—intervinodenuevoLaw.Merriman se lo quedó mirando también, con un gesto no muy diferente al

empleadoconRiley.—Mejorcállese,Law.Queustedtambiéntienelosuyo.—Sí,camaradacomandante.Estesepasólamanoporlafrenteenungestodeinfinitocansancio.—Nomepuedocreerquelosdosmejoresoficialesquetengoseanlosmástontos

detodoelejércitorepublicano.—Gra…—Lehedichoquesecalle,Law.—Alaorden.Merrimancomenzóaandarencírculos,meneandolacabezayresoplandofurioso

almismotiempo.—Apesardeloburrosquesois,desearíahaceralgoparaayudaros.Quizápudiera

tratardeconvenceralgeneraldequeoshabéisdisculpadoyhacerquevayaotroaesapatrulla.Puedequesivaisenpersonaalcentrodemandoy…

—Comandante—leinterrumpióRiley—…Bob.Elaludidosedetuvoylevantólavista.—Gracias,camaradacomandante—añadióAlex—,peronohaganadadeeso.No

voyadisculparmeconelgeneralytampocoquieroqueotroocupemilugar.Iréaesapatrullayregresaréconelinforme.Yomehemetidoenellíoyyosaldrédeél.

Merrimanmiró fijamente al teniente de la primera compañía y luego volvió lacabezahacia el campoque les separabadelpueblodeBelchite.Unpáramosecoyllano,salpicadodeolivosymatojos,sinapenas lugaresdondeponerseacubiertoyobservar.

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—Esperoqueasísea—dijoalcabo,dándoleunaamistosapalmadaenelhombro,aunque tanto su tono de voz como su expresión dejaban claro que en realidad lodudabamucho.

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Elsol,inflamadoporelpolvoyelhumo,apenasdistabayaunacuartadelhorizonteporelqueacabaríapordesaparecerenunospocosminutos.

LoscientodiezhombresdelaPrimeraCompañíasedesperdigabanenunáreadecincuenta metros, agrupados por secciones alrededor de pequeñas hogueras ypreparándose para ir a dormir, la mayoría sobre sus raídas mantas invadidas dechinches.

Junto a una de esas hogueras, con la mirada puesta en el seco crepitar de lamadera de olivo consumiéndose en el fuego,AlexRiley permanecía sentado en elsueloyconlaspiernascruzadas,comprobandometiculosamenteelmecanismodesupistolaColtmientrasJoaquínAlcántara,sentadoasulado,ledecía:

—Eresunbocazas.—Eslaterceravezquemelorepites,Jack.—Eresunbocazas.Rileypusoelseguroalarmaylaenfundóensucartuchera.—Yavale,sargento.Elgallegobufó.Estabaclaroquenopensabalomismo.—¿ParaesoarriesguémividaenelPingarrón?¿Paraqueahoratesuicides?Rileylemiródereojo.—Noseasmelodramático,Jack.Parecesmimadre.—Sifueratumadreyatehabríadadounbuensopapo.AlexlevantólavistayvioqueShelby,HoneycombeyFisher,losotrossargentos

de la sección sentados juntoaellos, así comomediadocenadecabos, losmirabanatentamenteynoseperdíanpalabradelaconversación.

—SargentoAlcántara—dijoconsúbitagravedad,dirigiéndoseasuamigo—,unapalabramásylohagoarrestar.

—Bocazas—repitióelotro,desafiante.Rileydecidióque,aunsiendosugranamigo,nopodíapermitirtalfaltaderespeto

frente al resto de suboficiales, así que se puso en pie de un salto para decirle queestabaarrestado.

Pero justo entonces, irrumpió en el círculo de luz de la hoguera la figura delcomandanteMerriman,ysediríaqueaúnmásimpecablementevestidodeloqueyaerahabitualenél.Esgrimíaunaanchasonrisa,yconpasoresueltoseacercóaRileycomosinosehubieranvistoenaños.

—Buenasnoches,camaradatenienteRiley—lesaludó,tendiéndolelamano.Desconcertado,Alexledevolvióelapretóntratandodedisimularsuextrañeza.—Buenasnoches…camaradacomandanteMerriman.—¿Todolistoparasumisión?—¿Mimisión?Sí…claro,supongo.—¡Mealegro,mealegro!—leinterrumpióconexageradavehemencia.Parecíaun

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malactorsobreactuandoensuprimeraaudición.—¿Estáustedbien,comandante?La pregunta que tenía en mente era si estaba borracho, pero por una vez la

prudenciafuemásrápidaquesulengua.—¡Perfectamente!—replicó—.Estabahaciendounarondaparaanimaralatropa

yhepensadoenveniradesearlesuerteantesdequesevaya.Aquelloeracadavezmásraro.—Oh,pues…gracias,camarada.—LlámameBob.LoshombresvalientespuedenllamarmeBob,teniente.—Claro,comandan…—Déjemequelepresenteaunpardeamigosquehanvenidoavisitarnos,Alex

—leinterrumpiódenuevo,yhaciéndoseaunladohizounaseñaladoscivilesqueaguardabanaunadecenademetrosparaqueseacercaran.

NoeraalgoextraordinarioquepolíticosdelgobiernodelaRepúblicaseacercaranal frente en los días previos a una ofensiva, rodeados de fotógrafos y lameculos,creyendoerróneamentequedeesemodoalentabanalossoldadosalucharconmásahínco.Peroaquellosdoscivilesnoeranpolíticosenabsoluto.

Se trataba de un hombre y unamujer, ambos tan altos comoRiley, y de lejosidentificóenellosesaresoluciónenlaformadeandartanpropiadesuspaisanos.

Élerauntipogrande,desemblanterubicundoymiradaintensatrasunasgafasdemonturaredonda,unmodestobigotehaciendojuegoconlaboinanegraquecubríasucabezayunacorbataanudadaaunaviejacamisagrissuciadepolvoysangre.

Ella era una rubia de piernas interminables que, aunque enfundadas en unosamplios pantalones, levantaron admiración y no pocos silbidos en los brigadistasjunto a los que pasaban. Sus inteligentes ojos azules destacaban en un rostrodefinitivamentemásatractivoquehermoso.Soloconmirarlauninstanteseadivinabaenellaunapersonalidadfuerteeindependiente.

—TenienteRiley—dijoMerrimanconuna imperceptible inclinacióndecabeza—, te presento al señor Ernest Hemingway, de la North American NewspaperAllianceyalaseñoritaMarthaGellhorne,delarevistaCollier’sWeekly.Ambossonreputadosperiodistasamericanosafinesanuestracausa.

Alexlesestrechólamano,aúnparpadeandoconfuso.—Encantado.—El placer es todo nuestro —repuso Hemingway, con una profunda voz de

barítono—.Siempreesunhonorconoceraunhombrevaliente.Alex Riley no supo qué responder a aquello, y asintiendo miró de reojo a

Merriman,tratandodeaveriguarquéleshabíacontadoydequéibatodoaquello.Gellhorneparecióadivinarsuperplejidad,yacercándoseaAlexledijoconuna

sensualidadrealoimaginariaperoquedecualquiermodoeraturbadora:—Ernest y yo hemos venido a cubrir el ataque a Belchite, teniente Riley, y

durantelacenaconsucomandantenoshahabladodeusted.Desuheroicaactuación

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enlabatalladelJaramaydequeestamismanochepiensainfiltrarseustedsoloenlaslíneasenemigaspararecopilarinformación.

RileyvolvióamiraraMerriman,yestavezaquelleguiñóunojocómplice.—¿Eso lehadicho?—inquirió torciendoelgesto—.Pues lamentocomunicarle

quelascosasnosonsiempreloqueparecen.Nisoyunhéroenipretendoserlo.MarthaGellhornesonriólevemente.—Esoesloqueelcomandantenoshadichoquecontestaría.—Larespuestadeunauténticohéroe—subrayóHemingway.Rileycabeceóconcansancio.—¿Saben cuál es la verdadera definición de héroe?—les preguntó a ambos—.

Alguienqueconsiguequematenalosqueestánasualrededor.—Estábien,estábien—claudicóHemingway,acercándoseaRileyypasándoleel

brazopor loshombrosconunaarrolladorafamiliaridad—.Novamosadiscutirporeso, ¿no?—E indicando el suelo añadió—: ¿Por qué no nos ponemos cómodos yconversamosunrato?

Rileyoliólosvaporesdelwhiskyqueemanabandelalientodelperiodista.—Noestoydehumor—contestó.Gellhorneapoyólamanoensubrazo.—Porfavor…teniente.Rileysevolvióhaciasucomandante,peroconsolounamiradaMerrimanledejó

claroqueteníaqueapechugar.—Teniente —le conminó además—, complazca a nuestros amigos mientras

resuelvounosdespachos;susreportajesvalentantocomolostanquesenestaguerra.Yovolverédentrodeunrato—concluyóysemarchóconunainclinacióndecabeza.

AlexbuscóconlamiradaaJackenbuscadeapoyomoral,peroelgallegosoloteníaojosparalarubiaperiodista,quealigualqueHemingwayyaseestabasentado.

—Nosgustaríahablarconusted—dijoentonces,sacándoseunpequeñoblocdelbolsillo—.Quenoshablaradesuexperienciacomovoluntarioenestaguerra.

—¿Demiexperiencia?—inquirió,sentándosetambiéndemalagana.—Cómosesiente—tercióHemingway—.Porquélucha.Porquiénlucha…Rileymirófijamentealcorpulentoperiodistaantesdecontestar:—Lucho por ellos—señaló a los hombres alrededor de la hoguera—. Por que

puedanregresaracasasanosysalvos.—Yporlacausa,claro—añadióHemingway.Alexmiródereojoalperiodista,peroguardósilencio.—¿Y qué me dice de la guerra?—preguntó Gellhorne—. ¿Cree que la van a

ganar?Rileytomóunguijarrodelsueloylolanzóalahoguera,aparentementedistraído

ycomosinohubieraescuchadolapregunta.Selevantóunanubedechispas.—Nadievaaganarestaguerra—dijofinalmenteconvozcansada—.Sucedalo

quesuceda,todosvanaperder.

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—Noesesoloqueesperabaoír—confesóMartha.—¿Quiereundiscursosobrelalibertad,lademocraciaycosasporelestilo?—Sobreladecencia,quizá.Lajusticia.Lamoral…—Esaspalabrasnotienencabidaenlaguerra,señoritaGellhorne.—¿Entonces no tiene ideales?—intervino Hemingway—. ¿No lucha contra el

fascismo?—Nomevengaconcuentos.Esas son laspalabrasqueutilizan losdesalmados

que organizan las guerras, para convencer a los idiotas como nosotros a que sealisten.

—Peroustedesvoluntario.Sealistóparalucharporunacausa.—Lasrazonesporlasquemealistésoncosamía.—Notodaslasguerrassoniguales,teniente.Rileyrespiróprofundamenteantesdecontestar:—No, todas no, y por esome presenté voluntario para luchar en esta. Pero al

final, en esta y en todas, descubres que solo hay sangre, dolor ymierda. Si buscaconceptoselevadoseideologías,sehaequivocadodesitio.

—Porsinolosabe,yotambiénfuisoldado—alegóHemingway,ahorasímolesto—.Demodoquetampocopretendadarmelecciones.

—Ya sé que estuvo en la Gran Guerra, señor Hemingway… conduciendo unaambulancia—replicóRiley.

Elgestodelperiodistacambiórápidamente.—¿Sabequiénsoy?—Claroquelosé.LeíAdiósalasarmas.Aunquemásbienlointentéporqueno

pudeacabarlo.Meaburrísoberanamente.Elescritorledevolvióunamiradaaltiva.—Notodoelmundoescapazdeapreciarunbuenlibro.—Puedeser,peroaunasísiguesiendountostón.Hemingwayseincorporó,tambaleandoligeramente.—¿Quierepelea,amigo?—preguntóremangándose—.Hahabidohombresalos

queleshepartidolacarapormenosdeeso.—¡Siéntate, Ernest!—le conminóGellhorne con autoridad—.Hemos venido a

hablarconelteniente,noaquetepeleesconél.—Tranquila—dijoAlexdespreocupadamente—.Nopeleocongenteborrachaa

menosqueyotambiénloesté.HemingwayseabalanzósobreRiley.—¡Tevoya…!Peroantesdequedieraelprimerpaso,JoaquínAlcántarasaltócomounresortey

sematerializóanteélcomosalidodelanada.—¿Peroquédiantres…?—farfullóelperiodista.—Cálmese,amigo—ledijoelgallego,poniéndolelamanoenelpecho—.¿Por

quénovieneconmigoadarunavuelta?Amísíquemegustósunovela.

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—Oiga,déjemeenpaz.Novoya…—Vamos, por aquí—añadió agarrándole del brazo e ignorando sus protestas,

llevándoseloconélcasiarastras—.Lepresentaréalrestodelacompañía.—Pero…LoúltimoqueseescuchómientrassealejabanfueaJackpreguntándole:—UstedvivióenParís,¿no?¿Esciertoloquedicendelasfrancesas?

Riley y Gellhorne se quedaron sentados, viendo como el gallego se llevaba alperiodista.

—LepidodisculpasporelcomportamientodeErnest,teniente.Rileylequitóimportanciaconungesto.—Nopasanada,hesidoyoquienlehaprovocado.Gellhornefruncióelceño.—¿Y por qué ha hecho eso? ¿Sabe que sus reportajes son los más leídos en

EstadosUnidos?—Sí,losé.Peroparaélessolounaguerramás.Siempreestáhablandodevalor,

héroeseideales,perocuandolamayoríadelosqueestamosaquíhayamosmuertoynosestemospudriendoenalgunatrinchera,élestaráensubarcopescandomarlinesfrentealascostasdeFloridaconunvasodewhiskyenunamanoyunpuroenlaotra.

—Peroesaessuprofesión—alegóella—.Esperiodista,comoyo.Contamosloquevemosparaqueelmundolosepa.Somoslostestigosdeloqueaquísucede.

—¿Yqué?Nadavaacambiar,haganloquehaganodiganloquedigan.Anadieleimporta,enrealidad.

—Amislectoreslesimporta.Sino,noleeríanmisreportajes.Rileymeneólacabeza.—Perdone que se lo diga, pero para los lectores sus artículos solo son una

distracción, un entretenimiento entre la sección de sociedad y la de deportes.A lainmensamayoríalesimportaunamierdaquiénluchayporquéenestaguerracivil.

Gellhorne fue a replicar airadamente, pero el alegato murió en la punta de sulengua.

—Puedequetengarazón…—dijoencambio,mirandolosencallecidosrostrosdelos soldados, recostados alrededor del fuego—. Quizá yo solo sea parte de esteespectáculo.Comoelcríticodeteatroqueescribesobreunaobrayluegosevaacasaadormir.

LaperiodistasevolvióhaciaRileyyloestudiócondetenimientoporprimeravez.Elduroperfilde su rostrocurtidoporel sol, lanariz recta, elpelonegro, susojosalmendradosreflejandolaluzdelahoguera.

—¿Quéharácuandoterminelaguerra?—lepreguntó.Rileyseencogiódehombros.—Nopiensoenesascosas.

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—¿Enquépiensaentonces,teniente?—Enelmar.—¿Enelmar?—inquiriósorprendida.—DesdequelleguéaEspañanohevueltoaverelmar,¿sabe?Sueñoconelmar

todoslosdías,connavegarmuylejosdetierrafirme.Conirmemuylejos.Elegirunpuntoenelhorizonteydirigirmeaélsindarcuentasanadienipreocuparmededejarnadaatrás.

Riley se volvió hacia ella y escudriñó con la mirada aquellos hermosos ojosazulesqueloestudiabanconinterés.

—Aunque ahora mismo estaba pensando en que… en otro lugar y otrascircunstancias, la invitaría a cenar en algún lugar tranquilo, luego la llevaría abailar…yfinalmentepropondríaquenosfuéramosaunhotelapasarlanochejuntos.

LasmejillasdeGellhorneseruborizaron,peromantuvolamiradafirmecuandolecontestóenvozbaja:

—Yyoestaríaencantadadequemelopropusiera—miróasualrededoryacercómucho su rostro al deRiley para evitar que los otros hombres la oyeran—.Ustedprocureregresardeunapiezaestanoche,teniente—añadióguiñándoleelojo—…yveremosquésepuedehacer.

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CuandoelsargentoAlcántararegresójuntoalahogueradelasecciónquecomandabaRiley,esteyaestabaterminandodeprepararse.TrasvestirseconunacamisaoscuraquelehabíaprestadoHoneycombeypintarseelrostroylasmanosconbetún,ahorahacíalopropioconlahebillaylosremachesdelcinturón.

—¿QuétalconHemingway?—lepreguntóaJack,alverlollegar.—Cabreadocomounamona.Decíanosequéderetarteaunduelo,peromañana

yanoseacordarádenada—sonrió—.Lehedejadoenlatiendadelcomandante,queseapañeélconsusinvitados.

Mientrashablabasehizoconlalatadebetúnycomenzóéltambiénapintarselacara.

—¿Yatiquétaltehaidoconlarubia?Notequejarásdelfavorquetehehechodejándoossolos.

Alex, en lugar de contestar, se quedó mirando a su lugarteniente con el ceñofruncido.

—¿Quécreesqueestáshaciendo?—¿Atiquéteparece?Protegiendomifinocutis.—Dejaesebetúnensusitio,Jack.Estavezvoyairyosolo.—Claro,claro…—replicóelgallegosindejardepintarse.—Lodigoenserio.Túnovienes.Esunaorden.LasonrisadeJackdestacósobreelrostropintadodenegro.—¿Quieresqueteexpliquepordóndemepasoyoesaorden?—Nometoquesloshuevos,Jack.Esunaestupidezquemeacompañesyserámás

fácilquenosdescubransivamoslosdos.Tequedasynohaymásquehablar.Elsargentoseplantóconlosbrazosenjarrafrentealteniente,desafiándoleconla

mirada.—Digas lo que digas pienso ir contigo, demodo que deja de perder el tiempo

tratandodedarmeunaordenquenovoyacumplir.Yasoncasilasoncedelanocheytendríamosquehabersalidohacemediahora.

—Tepuedohacerarrestar.—Yyotepuedodarunapatadaenloscojones.Porunmomento,Rileyconsideródetenerasuamigo.Eraciertoquesiendodos,

resultabamásfácilserdescubierto.Perotambiénloeraque,encasodeproblemas,noquerríatenerasuladoaotrapersonaquenofueraél.

—Estábien.Llévate solo lapistolayel cuchilloydejaaquí todo lodemás.Nimuniciones,niagua.Vacíalavejigayuntatodoloquetengasmetálicoconbetún—lediounapalmadaenelhombro—.Nosvamosencincominutos.

—Solonecesitotres—replicóelgallego.

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Enrealidad,pasarondiezminutosantesdequeelcapitánMichaelLawseacercaraaellosparadarleslasúltimasinstrucciones.

Plantadofrenteaambos,losestudiabadearribaabajo,completamentevestidosytiznados de negro excepto por el blanco de los ojos, que destacaba en sus rostrosexageradamente.

—¿Seríamuchopedirqueestanochenohagáismástonteríasdelashabituales?—lespreguntóelcapitán,sinrastrodehumoren lavoz—.Idahí fuerayechadunvistazosincorrerriesgosinnecesarios.Esmuyprobablequehayapatrullasalrededordelpueblo,ysiostropezáisconunavaisatenerproblemasmuyserios,asíqueidconojo.¿Estamos?

—Sí,camaradacapitán—asintióRiley.—Solo quiero que os aproximéis lo suficiente para calcular las fuerzas que

ocupanelmonasterioabandonadoylafábricadeaceiteeintentaraveriguarsitienenartilleríaoametralladoraspesadasocultas.Nadamás.¿Estáclaro?

—Tranquilo,capitán—sonrióJack,dibujandounahileradedientesblancosensugruesorostro—.LeprometoquenotrataremosdetomarBelchitenosotrosdossolos.

Eloficialafroamericanomirósurelojyluegovolviólacabezahaciaeleste,pordondeacababadeasomarlalunaencuartomenguante.

—Esunamalanocheparasalirdepaseo—dijotorciendounamuecadedisgusto—.Demasiadalunayniunanubeenelcielo…peroesloquehay.Recordadquealas siete ymedia amanece, así que, si antes de las siete no estáis de vuelta, seréiscomopatosdeferiaenmitaddelcampo.¿Estáclaro?

—Clarísimo—contestóRiley—.Estaremosaquímuchoantes.—Eso espero —añadió, y se quedó mirando a Jack, en cuyo rostro seguía

dibujadalalíneablancadesusdientes—.¿Ytúsepuedesaberdequéteríes?—Lepidodisculpas,camaradacapitán—respondió,haciendovisiblesesfuerzos

para contener la sonrisa—. Pero no puedo evitar pensar que, tal y como vamospintadosAlexyyo…ustedesahoraelmenosnegrodelostres.

Pudieron caminar los primeros quinientos metros agachados, aprovechando losolivos,lasrocasylaszanjasparaocultarsealavistadelosdefensores.Peroapartirdeentonces,entreellosyellímitenortedelpueblonohabíasinoyermoscamposdecultivoabandonadossinunsolomatojotraselqueesconderse.

Agazapados tras unos matorrales particularmente espesos, Riley y Jackestudiabanpreocupadoselcomprometidopanoramaquesepresentabaanteellos.

—¿Cómo lo ves?—preguntó el primero al segundo, oteando el horizonte conunospequeñosprismáticosdecampaña.

ElsargentoechóunvistazodereojoaRileyantesdecontestar.

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—Muynegro—dijoesquinandounasonrisa.Alexapartólavistadelfrenteymiróasuamigo.—Venga,yavaleconlaguasa.Habloenserio.Jack reprimió el gesto y levantó la cabeza unos centímetros por encima de las

matas.—Pues está jodida la cosa—murmuró—.Casi no hay donde ocultarse de aquí

hastalasprimerascasas.Sitiramosrectocruzandoelcampo,nosvenfijo.—Esomismopensabayo—sellevódenuevolosprismáticosalacaraydesvió

su atención hacia su izquierda—. Pero ahí hay una granja. A unos cuatrocientosmetros.

Jackmiróenlamismadirección.—Pareceunbuensitio.Aunque¿quiénnosdicequedentronohayunpelotónde

legionariosagazapados,esperandoaquealgúntontopasepordelante?—Razóndemásparaacercarseahusmear.Siesoesasí,nopodemosdejarque

esténtancercadenuestraslíneas.—Ya…pero¿cómovamosa llegar?¿Arrastrandolabarrigadurantecasimedio

kilómetro?Hastaallísolohaycampollano.—Esaeslamejorparte.Mira.Señalóunalargacicatrizquehendíalatierrayseperdíaenlanocheendirección

alacasa.—Unaacequia.—Sivamosacuatropataspodremosacercarnossinquenosvean.Elorondogallegomeditóelplanduranteunossegundos,pocoentusiasmadoante

laideadegateartantadistancia.—Está bien —accedió finalmente al comprender que era la mejor opción, y

haciendounamediareverencia,añadió—:Lasdamasprimero.

El aguaque enprimaveradebióde correr por aquella acequia hacíamuchoque sehabía evaporado, y ahora era solo una zanja de menos de tres palmos de hondosembradadeescombrosybroza.

Gateaban a oscuras, casi a tientas, ya que el reflejo de la luna no alcanzaba elfondo,asíquecadapocounodelosdosconteníaunquejidoalclavarsealgunaramaenlapalmadelamano.

—Cagüenla… —gruñó Jack por enésima vez, cuando ya llevaban casi diezminutosavanzando.

—Shhh…—chistóAlex,volviéndosehaciaélyllevándoseelíndicealoslabios—.Yaestamosmuycerca,cierraelpico.

Paracomprobarlo,elgallegoasomólacabezaydescubrióqueasíera.Amuypocadistanciaselevantabaunacasalabriegadebastasparedesdepiedray

techodeteja,pequeñasventanasyuncobertizodemaderaenlapartetrasera,acuyo

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alrededor se amontonaban desperdigados azadones, horcas y otros aperos delabranza.

—Parece que no hay nadie en casa—murmuró Jack, comprobando que ni unruidoniunrayodeluzsalíadelinterior.

Enlugardecontestar,Rileyseñalólachimenea.Deellaemergíaundelgadohilodehumoblancoapenasperceptible.

—Rodeemoslacasa—susurró,haciendoungestoconlamano.Jack asintió conforme y siguió a Riley fuera de la acequia, arrastrándose

sigilosamente.Solo se incorporaron cuando alcanzaron el cobertizo, arrimados a la pared del

mismo. Aguardaron un momento para comprobar que todo seguía en calma, yagachándosetodoloposiblealcanzaronlapartetraseradelacasa.

Allí solo había un ventanuco a demasiada altura para poder asomarse, así quepegadosalaparedcomodosenormeslagartijasnegras,rodearonlaesquina.

Enesecostadodelacasasíquehabíaunpardeventanales,yunodeellosabiertodeparenpar,comounainvitaciónaasomarseasuinterior.

RileyyJackintercambiaronunamirada,ycasidepuntillasseaproximaronalaventana abierta hasta situarse justo debajo. Desenfundaron ambos sus armas, lasamartillaronconsumocuidadoparaahogarelclicdelpercutory,apoyándoseen laparedconcuidado,muylentamente,seasomaroncomounpardemironesporencimadelalféizar.

Elinteriordelacasaestabacompletamenteaoscuras.Casiningunaluzalcanzabasuinterior,peroelhechodequenohubieraningúnsoldadovigilandodentronifueratranquilizó a Riley lo suficiente como para incorporarse con cuidado y asomar lacabezaporlaventana.

Poco a poco la vista se acostumbró a la intensa oscuridad y fue capaz dedistinguirformasyobjetosgrandes.Aquelloeraelsalóndelacasa,dondeunagranmesaocupabaelcentrodelaestanciarodeadademediadocenadetoscassillas,viejasfotosdeantepasadoscolgabandelasparedesencaladasy,sobreunhogarenelquedestacabaelbrillodelasúltimasbrasas,unagrancacerolapendíaconlatapamedioabiertaydespidiendounintensooloracocido.

Rileysintiócómosustripasrugíanysinpoderevitarloempezóasalivarcomounleónalavistadeuncervatillo.Hacíasemanasquenocomíanadadecenteapartedelasquerosoranchodecampaña,yaqueloloraguisolepusolapieldegallina.

Entonces se dio cuenta de que Jack se había puesto en pie y se disponía aencaramarsealaventana.

—¿Quécoñohaces?—leespetósujetándoledelamanga.ElgallegomiróaRileycomosihubieraolvidadoqueseencontrabaahí.—Eh…Voya…investigar…ya sabes…—barbulló, con lavistaclavadaen la

cacerola.—¿Estásloco?Nopodemosentrarcomounosladronespararobarleslacomida.

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—No,solo…Soloquieroprobarla…—alegó,pasandounapiernaalotrolado.—¡Joder,Jack!—alzólavozsindarsecuenta—.¡Detente!Nosvana…Ysecallóbruscamente,aloírasuespaldaelgolpesecodeunportazo.

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La sangre se heló en las venas deRiley, paralizado al comprender que los habíandescubiertoyprobablementetuvieraunarmaapuntándolealaespalda.

Dereojo,vioqueaJackselehabíapasadotodoelhambrederepenteyadivinóquebajolacapadebetúnnegrohabríaperdidotodoelcolorenlacara.

Estabanpetrificados,JackconmediocuerpodentrodelacasayAlexagarradoasu manga. Cualquier movimiento brusco podría provocar que les dispararan allímismo,enunasituaciónmuypocoheroica.

—¡Hola! —dijo entones una voz inesperadamente despreocupada—. ¿Quiénessois?

AlexyJackintercambiaronunamiradadeincredulidad.Sedieronlavueltamuydespacioyseencontraronconelautordelapregunta.

Un niño de unos ocho años, descalzo y vistiendo un camisón plagado delamparonesyremiendos,lesmirabacuriosodesdelapuertadelacochambrosaletrinadelaqueacababadesalir.

—¿Soisladrones?—preguntó.Teníaunaenormematadepelonegroyapelmazado,inquisitivosojososcurosy

unacoleccióndechurretesvisiblesaunbajolapobreluzdelaluna.—¿SoisnegrosdeÁfrica?—preguntóseguido.Jackbajó lapiernade laventanayAlexdiounpasohacia él al tiempoque se

agachaba para parecermenos intimidatorio, aunque de cualquiermodo, el niño noparecíaenabsolutointimidado.

—No.NosomosnegrosdeÁfrica—dijoenvozbaja,conlaesperanzadequeelmuchacholeimitara—.Somosunosamigos.

—¿Amigosdequién?—Amigostuyos,porejemplo.—¿Cómopodéissermisamigossiacabáisdeconocerme?Jackahogóunacarcajada.—Verás…—prosiguióAlex,ignorandoalsargento—.YomellamoAlexyeste

gordinflóndeaquíesmiamigoJoaquín.¿Ytú?¿Cómotellamas?—JavierAntonioLópezReverte.—Hola, JavierAntonio—dijoofreciéndole lamano,queelmuchachoestrechó

conunafirmezaimpropiadesuedad—.Ahorayapodemosseramigos.El chico, en cambio, se asustó al mirarse la mano y ver que esta se le había

quedadonegra.—¡Mehaspegadolonegro!—alzólavoz,alarmado—.¡Yonoquierosernegro!Alexlehizoungestoperentorioparaquebajaraelvolumen,ysepasólamano

por la camisa para demostrarle que había piel blanca debajo. Aquel chicoprobablementenohabíavistonuncaanadiedeotrarazaquenofueralasuya,nilehabíanexplicadoqueelcolordepielnoeracontagioso.

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—Tranquilo,Javier…Essolobetún.¿Loves?Nogrites,porfavor.—¿Estántuspadresencasa,Javier?—inquirióJack.—Durmiendo—contestócuandorecobrólacalma.—Y…¿Hayalguienmás?—MishermanasJuanayJosefa.Perosonmuypequeñasynosabenhablarbien.—Merefieroa…alguienmásquenoseadelafamilia.Soldados,porejemplo.Elchiconegóconlacabeza.—Vinieronhacedosdías,perosemarcharonenseguida.—Entiendo…—asintióAlex—.¿Podríasavisaratupadredequehemosvenido

yquenosgustaríahablarconél?Dilequesomosami…—selopensómejorydijo—:Mejornoledigasnada.Llévanosaél.

Con elmuchacho caminando delante de ellos entraron en la casa, tomaron asientofrente a lamesay encendieronunquinqué,mientras el chico iba a despertar a suspadres.

Inmediatamente les llegaron voces apagadas provenientes de la habitacióncontigua.Vocesdeunhombreyunamujer,queoscilabanentrelaincredulidadylainquietud.

Finalmente, un minuto más tarde asomó el rostro enjuto y despeinado de unhombre adormilado, con la expresión de alguien que no acaba de estar seguro deencontrarseaúnenmitaddeunmalsueño.

—Buenasnoches—musitóconunavozroncaypedregosa,tratandoinútilmentede recomponerse metiéndose el faldón de la camisola por dentro del pantalón—.¿Quiénessonustedes?

—Buenasnoches,buenhombre—dijoAlex,limpiándoseelbetúndelacaraconla manga de la camisa—. Somos dos soldados del ejército de la República y noqueremos causarleningunamolestia.Estábamosdepatrulla yhemosvisto su casa.Noshemosacercadoainvestigar,ysuhijonoshaencontradoporcasualidad.

MientrasRiley decía esto, el hombre se sentó frente a ellos con lamirada aúnturbia por el sueño, preguntándose en el fondo quiénes eran esos dos hombrespintadosdenegrosentadosasumesa.

—¿Yquéquieren…demí?—preguntó—.Yavenquesemospobres,ycasinotenemosná.Lasgallinasselasllevaronunossoldaosmoros…Notengonápadarles.

Jackcarraspeóenelacto,señalandoconlamiradalaollade laqueemanabaeloloracocido.

Alex,sinembargo,negóconlacabeza.—No,señor…—EustaquioLópezLedesma,paraservirle.—SeñorLópez.Nohemosvenidoallevarnosnada,nosepreocupe.Soloquiero

hacerleunaspocaspreguntas.

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—Yonosénádená.—Tranquilo, amigo —intervino Jack, ensayando su mejor sonrisa al ver los

nervios del anfitrión—. Esto no es ningún interrogatorio y no tiene de quépreocuparse.Relájese,quenolevaapasarnadaniaustedniasufamilia.

Eustaquiopareciócreerenlaspalabrasdelgallego.—Ustedes, puede ser que no —y apuntando con la mirada hacia la ventana

cerradaquedabaalcercanopueblo,añadió—:Perosiellosseenteranquehanveníoamicasa…

—No se preocupe tampoco por eso—lo apaciguóRiley—.Nadie nos ha vistollegarynadienosverásalir.

—Nos gustaría saber —dijo Jack, dejándose de rodeos—, si ha estado en elpuebloenlosúltimosdías.

Elaludidonegóconlacabeza.—Hacemuchoquenobajoalpueblo.Medamiedodejarencasasolaamimujé

conlosniños,habiendotantosoldaocerca.Heoíoquelosmoros…—Ydejóahílainsinuación.

—¿Entonces no sabría decirnos cuántos soldados hay o si tienen piezas deartilleríaomorteros?

—¿Cañones?Sí,tienenalgunos.Losvicuandofuiavendéunoshuevos.Peroyonosénádearmas.

—¿Ysoldados?¿Habíamuchos?Eustaquioafirmóconlacabeza.—Miles.Másquegentetieneelpueblo.Teníanocupaoscasitoslosedificiosdel

centro,elHospitalyelconventodeSanAgustín.Los dos brigadistas cruzaron una mirada de preocupación. Si lo que decía el

campesinoeracierto,losdefensoreseranmásnumerososyestabanmejorarmadosdeloquesuponíaelaltomando.

Aquella información no era la que esperaba recibir el general, pero sin dudaresultabaaúnmásvaliosa.

—Muchasgracias,amigo—dijoRileyconungestodereconocimiento—.Loquenos ha dicho puede salvar muchas vidas. Pero… lo que no entiendo —añadiófrunciendoelceñoconextrañeza—esporquéestánustedestodavíaaquí.HahabidocombatesenQuintoyCodo,amuypocoskilómetrosdedistancia.Deberíanhabersemarchadohacedías.

Elcampesinoseencogiódehombros.—¿Marcharnos?¿Aónde?Estacasaestóloquetenemos—dijoseñalandoasu

alrededor—.Sinosvamos,laperderemos.Nopueoecharmealmonteconmujéytreszagales.

Enesemomentoapareciólamencionadaesposa,ataviadaconunlargocamisónyun moño de urgencia que dejaba a la vista un rostro aún joven pero surcado dearrugasyojerasprematuras.Traíaenlasmanosunajarraconvinoytresvasosque

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dejósobrelamesa,ysindecirpalabrasediolavueltayregresóasuhabitación.Jack y Riley asintieron con agradecimiento a la mujer, y el segundo dijo con

gravedad:—Unajovenmujer,treshijosysupropiavida.Esoesprecisamenteloquevaa

perdersinosemarchan.—Nohayóndeir,yaselohedicho—insistióelcampesino.Jackseinclinósobrelamesa,apartandoaunladolajarra.—Mire,Eustaquio.Creoqueenrealidadnocomprendelasituación—tomóaire

antes de agregar—: El ejército republicano ha rodeado completamente Belchitedispuesto a arrasarlo, y si los nacionales son tan numerosos como dice, van adefenderseconuñasydientesyvaahaberunabatallaterrible…yustedesestánjustoenmedio.

Elgestodellabriegoeracircunspecto,peroaúnasomabaunrastrodedudaensumirada.

—Dentro de unos días—sentencióRiley, señalando a su alrededor—esta casaserá solo un montón de escombros. La única diferencia será saber si usted y sufamiliaestaránonodebajodeellos.

—Peronosotrosnohemoshechoná…Semoslabriegos…—alegó,casirogando—.Nopuésé.Noesjusto.

—Laguerraesinjusta,amigo.Peroaúntieneunaoportunidaddeescaparjuntoasufamilia.Aprovéchela.Estanoche—sevolvióhaciaJackyañadió—:Nosotrosdoslesayudaremosacruzarlaslíneassinquelosdetengan.

Elhombreestuvoapuntodeobjetardenuevo,perosecallóyasintió,bajandolamiradahacialamesacongestocansado.

—Nopueoirme…—dijoalfin,conunhilodevoz.—¿Esquenohaescuchadoloqueacabodedecirle?Belchitevaaserdestruidoy

estagranjatambiénloserá.—Le he oío perfectamente—replicó, alzando lamirada y clavándola en la de

Riley—.Yporesomismonopueomarcharme.Toamifamiliaylademimujéestánaúnenelpueblo.Nopueomarcharmesinellos.

Jacklamentóporanticipadoloqueestabaapuntodedecir.—Notieneelección,compadre.Hágasealaideadequeellos…enfin.Unbrillodeiradestellóenlosojosdelcampesino.—No diga eso —replicó furioso—. Son mis padres, mis hermanos y mis

hermanas,ylosdemiesposa.Novoyadejarlosysalircorriendo.—Sisequeda,ustedtambiénmorirá.ElrostrodeEustaquioseendureció.—No,simelesllevoconmigo.AlexyJackdudaronhaberoídobien.—Iréaporellos—insistióellabriego—,ymañananochenosiremostosjuntos.Rileysefrotólosojosconcansancio.

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—Escuche,amigo.Noquieroseraguafiestas,peroesoquediceesunaestupidez.¿Decuántaspersonasestamoshablando?

Eustaquiosetomóunmomentoparahacerunrápidocálculoy,sumandoconlosdedos,alcabodecasiunminutodijo:

—Nueveodiez.—¿Nueveodiez?—repitióJack—.¿Ycómocarallovaasacardiezpersonasdel

pueblosinquelesvean?—Nosé—admitió,encogiéndosedehombros—.Peromalrayomepartasinolo

intento.¿Deestarenmilugar,noquerríanustéssalvarasufamilia?Rileysecruzódebrazosretrepándoseenlatoscasillademadera.—En fin… —gruñó—. Haga lo que usted quiera. Pero hágalo antes de que

empiecenlosbombardeos,porquesinoyanopodránescapar.—Mañanamandaréalzagalalpuebloaavisaratoalafamilia—aclaró—;deél

nosospecharán.Lespediréatodosquevenganaquímañanaporlanochepacruzarjuntoslaslíneasrepublicanas.

—De acuerdo—asintió Riley, poniéndose en pie y tendiéndole lamano—. Ledeseotodalasuertedelmundo.

Elcampesino,encambio,lomiróconextrañeza.—¿Novanaayudarnos?Handichoquenosayudaríanacruzarsuslíneas.—¿Qué?—preguntóconsorpresa.—Ustéshandichoquenos ayudarían—insistióEustaquio, abriendomucho los

ojos.—Pero…—¡Meloacabandedecir!¡Mentirosos!—Carallo…—rezongóJoaquínAlcántara.Rileyalzólasmanosenungestodeconformidad.—Estábien.Estábien…—MiródereojoaJack—.Ustedreúnaaquíalossuyos,

ymañanaporlanocheaestamismahoravendremosylesayudaremosatenerpasofrancohastaelcrucedeFuentesdeEbro.¿Deacuerdo?

Elrostrodelhombreseiluminócomosiselehubieraaparecidolavirgen.—Muchísimas gracias—dijo tomando las manos primero de Alex y luego de

Jackentrelassuyas—.QueDioslesbendiga.—Nonoslasdétodavía—objetóRileycongestograve—.Ustedprocurequelos

nacionalesnosedencuentadenada,porquesilosdescubrenesmuyprobablequelosfusilenatodos.¿Comprende?

—Sí,sí…claro.Nosedaráncuenta.Mañanaestaremosaquí,esperando.—Yqueanadieseleocurratraermásquelaropaquellevenpuestayunhatocon

comida y agua—subrayó Jack, poniéndose también en pie—.Nada de enseres nirecuerdosnitrastos.Solopersonas.Estonoesunamudanza.

—Claro, claro…—repitió Eustaquio, que hizo el amago de abrazar a los dosbrigadistasperosereprimióenelúltimomomentoalrecordartodoelbetúnqueles

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cubría—.Peronosevayanaún,porfavor.¿Notiénhambre?Eltenientenegóconlacabeza.—Estamosenmitaddeunamisión…aunqueno loparezca.Tenemosque irnos

ya.Elcampesinoseñalólagrancacerolahumeante.—Peromimujéhahechouncocidoqueestápamorirse—dijo—,yporahítengo

guardáunabotallenadebuenvino.¿Quémedicen?Rileyfueadeclinarlaofertaporsegundavez,perocuandoabriólaboca,Jackle

propinótalpisotónpordebajodelamesaqueapuntoestuvoderomperleelpie.

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6

El amanecer del día siguiente descubrió a Alex Riley cubriendo el puñado dekilómetros que le separaban del puesto demando.A bordo de unFord 8HPverdeoliva ocupaba el asiento contiguo al comandante Merriman, mientras un cabo deintendenciaconducíaconnodemasiadapericiaporunestrechoypolvorientocaminodetierra.

—Meencanta tu coche,Bob—dijoAlex, pasando lamanopor elmarco de laventana—.Eldíaquetermineestaguerrayregreseacasa,creoquemecompraréunoigual.

RobertMerrimanlemiródereojo,perosuspensamientosparecíanhallarsemuylejosdeallí.

—Sí—contestódistraído—.Esunbuenauto.Riley no era tonto e intuía el motivo del ensimismamiento de su comandante.

Cuandoalregresardelapatrullalerepitióloquelehabíadichoelcampesinosobrelas fuerzas enemigas en Belchite, su expresión cambió como si hubiera visto unfantasma.

De forma inesperada,Merriman se volvió hacia el teniente y preguntó en vozbaja:

—¿Creesquelaganaremos?Riley se quedó mirando fijamente a su comandante y amigo. Nunca habría

esperado que le formulara una pregunta como esa, y menos en esos momentospreviosaunaofensiva.

Paraganaralgodetiempo,estuvoapuntodepreguntarasuvezaquéserefería,yporunavezdecidióserprudenteconsuspalabras.

—Nosoynadieparaopinarsobrealgotan…—Déjatedemonsergas,Alex.Telopreguntocomoamigo.¿Creesqueganaremos

estaguerra?Rileyrespiróprofundamente,tomándoseunossegundosparacontestar.—Si logramos resistir hasta que se inicie la inevitable guerra en Europa,

tendremosunaoportunidad.SiHitlerentraenguerracontraFranciayGranBretaña,elgobiernodelaRepúblicasesumaráalbandodelosaliadosycontaremosconsuayudaparacombatiraFrancoysusamigosnazis.

Merrimanasintióconforme,peroseguidamentepreguntódenuevo:—¿Ysino?¿YsiHitlerestáesperandoaquetermineestaguerraparainiciarla

suya?AhorafueAlexquiensequedómirandoasucomandanteconextrañeza.—¿Porquémeestáspreguntandotodoesto?Yasabesquenosoymilitar,soloun

marinoenmitaddeunaguerraquenisiquieraeslasuya.Merrimanesbozóunasonrisacansada.—Porqueconfíoenti,Alex.Entubuenjuicioyentusinceridad,másqueenesos

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cretinosdelaltomandooengeneralesfanáticos.Notengomuchasoportunidadesdepreguntarleaalguiencondosdedosdefrente.

De nuevo Alex estuvo tentado de volver a ser prudente en su respuesta, perofinalmenteoptópordecirloquepensaba.

—Consuertepodríamosllegaranoperderla—dijo—.Perotalycomoestánlascosas,pocotenemosquehacercontraunejércitomuchomejorarmadoyorganizadoqueelnuestro.

Merrimanasintiódenuevo,ensilencio.—¿Y tú qué crees, Bob? —quiso saber Riley a su vez—. ¿Tenemos alguna

oportunidad?Elcomandantelemirólargamente,parecíaquemeditandosicontestarono,pero

cuando finalmente iba a hacerlo, el vehículo frenó bruscamente junto a una grantiendadecampañarodeadadesacosterrerosyhombresarmados,dondeondeabalabanderarepublicanajuntoaladelasBrigadasInternacionales.

En el interior de la tienda, sentado a lamesa y devorando unos huevos fritos conchorizo, el general Walter estaba tan concentrado en su desayuno que no se diocuentadesullegada.

Trasél, elcomisariopolíticoAndréMartyaguardabadepiecomouncamarerosolícito, y un soldado en posición de firmes ocupaba la esquinamás alejada de latienda,conlavistaalfrenteysoportandoconestoicismoeldeliciosoaromaacomidaqueimpregnabaelambiente.

—Camaradageneral—saludóMerriman, plantándose frente a él y saludándoloconunainclinacióndecabeza.

Walter le hizo un ademán invitándole a sentarse en la única silla libre, sindespegarlaatencióndelplatoqueteníaenfrente.

RileysemantuvodepiejuntoaMerrimanenposicióndefirmes.—¿Yahadesayunado, comandante?—lepreguntóelgeneral—.¿Quiereque le

pidaalgo?Loshuevosestándeliciosos.—No,gracias,camaradageneral.Yahedesayunadoenelcampamento—mintió.ElpolaconisiquieraledirigióunamiradaaRiley,comosifueraunperroelque

seencontrabadepiefrentealamesa.—Bien,bien…Ydígame,¿tieneelinformequelepedí?—Asíes,camaradageneral.AnocheeltenienteRileyllevóacabounaincursión,

quelellevóacontactarconunoscivilesqueleproporcionaronunainformaciónmuyimportante.

Elgeneral,quenohabíadejadodecomermientraselotrohablaba,sedetuvounmomentoysinsoltareltenedoralzóunacejaconinterés.

—Según parece —prosiguió Merriman—, las fuerzas rebeldes son muysuperiores a las estimadas en un principio. La información que recopiló anoche el

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tenientehabladevariosmilesdeefectivosasícomounabuenacantidaddepiezasdeartillería.Muchomásde losmilhombresydoso trescañonesqueaventuróelaltomando.

ElgeneralKarolWaclawahorasímiróaRileyconungestosuspicacia.—¿Diceustedqueuncivilleproporcionódichainformación?—Asíes,camaradageneral.Unlabriego—contestó,sindejardemiraralfrente.—Un labriego… —rumió Walter, dejando el tenedor sobre el plato, aún por

terminar—.Yusted…¿vioacasoesastropas?¿Esosmilesdehombresynumerososcañonesdelosquelehablaron?

Riley tomó aire antes de contestar. Era fácil adivinar por dónde iba aquellaconversación.

—No personalmente, camarada general. Tras recibir dicha información, decidíquelomásimportanteeraregresaralabaseeinformaramicomandante.

Elgeneral tomóunaservilletayselimpiólaboca,dejandoenellamarcasdelagrasadelchorizo.

—Veamos…—dijo, retrepándose en la silla—.Así que sale usted de patrulla,peroenlugardeatravesarlaslíneasenemigaspararecopilarinformacióncomoseleordena, lo que hace es hablar con un campesino analfabeto que le cuenta unamonserga sobremiles de soldados nacionales de los que no tenemos constancia, yespera…¿quéesloqueesperaexactamente,teniente?¿Quélecrea?¿MevaatratardeconvencertambiéndelaexistenciadeSantaClaus?

ElcomisariopolíticoMartydejóescaparunarisitadehienaqueenervóaRiley.—Camarada general, usted no…—comenzó a decir crispando los puños, pero

Merriman lo interrumpió bruscamente temiendo quizá que le replicara con algunaimpertinencia.

—Yoopinoquehabríaquetenerenconsideraciónlainformaciónaportadaporelteniente—argumentó,atrayendohaciasílaatención—.Aunquelafuenteseadudosa,noestaríademástenerlaencuenta.Siresultasercierto,elasaltopodríasermuchomáscomplicadodeloqueesperamos.

—¿Insinúaustedquedeberíamosretrasarelataque,comandante?—silabeómuylentamente,paraenfatizarlapregunta—.¿Quizácancelarlo,incluso?

—Enabsoluto,camaradageneral,yo…—¿Porloqueunpobrecampesino,supuestamente—eltonoconelqueusóesta

última palabra no gustó nada a Riley—, le ha contado a este oficial? ¿Y si esecampesino es un espía? ¿Eh? ¿Ha pensado usted en eso? —El dedo del generalapuntabaaMerrimancomoelcañóndeunapistola—.¿Quiénnoledicequeesunagente fascistaque trataderetrasarnuestrosplanes?¿Hapensadoustedeneso?—repitió.

—No—confesóMerriman—.Nohepensadoenello,camaradageneral.—¿Love?—contestóufano,inclinándosesobrelamesa—.Poresoelcamarada

Stalin me ha puesto a mí al mando—y llevándose el índice a la sien, añadió—:

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Porquepienso.—Porsupuesto,camaradageneral.—Y pienso—añadió sin que nadie le preguntara— que ese campesino es un

agente fascistaque tratade socavarnuestramoral.Demodoqueniunapalabradeestoanadie.¿Entendido?

—Alaorden,camaradageneral.—Yahora,retírese—sacudiólamanocomoquienespantaunamosca—.Porsu

culpasemehanenfriadoloshuevos.AMerrimannotuvieronquerepetirle laordenparaquesepusieraenpiedeun

salto,deseosodesalirdeaquellatiendaenelmenortiempoposible.PeroalllegaramediocaminodelasalidasediocuentadequeRileysehabíaquedadoclavadoenelsitio,aúnenposicióndefirmesyconlospuñostanapretadosquelosnudillosselehabíanpuestoblancos.

—¡Teniente!—lellamó,temiéndoselopeor.PeroRileysoloteníaojosparaaquelgeneralconsobrepesoqueatacabadenuevo

sudesayuno.—Camaradageneral—mascullóentredientes—,solicitopermisoparahablar.Elaludidolevantólamiradahaciaeloficialamericano.Altoyfuerteaunqueno

demasiado musculoso, el alborotado pelo negro más largo de lo reglamentarioenmarcaba una tez tostada por el sol en la que destacaban unos inquisitivos ojosambarinos y una anchamandíbula apretada con tal fuerza que parecía a punto deestallar.

—No—contestóelgeneralconunamuecadespectiva—.Notienepermisoparahablar.Yretíreseantesdequehagaqueloarresten.

—Elhombreconelquehablénoeraunespíafascista,camaradageneral—dijoigualmente Riley, ahora mirando a los ojos al polaco—. La vida de cientos desoldadospuededependerdeesa información,quenopuedoasegurarqueseaciertaperoquenotendríaporquénoserlo.Porquedeloquesíestoyseguroesquenosetratabadeunagenteenemigo.

Para sorpresa de Riley quien tomó la palabra fue el comisario Marty,interrumpiendoelexabruptoqueyatomabaformaenloslabiosdelgeneral.

—¿Ycómolosabe?—graznóconunavozchirrianteyexageradoacentofrancés—.¿Acasoesustedunexpegtoeninteligenciamilitageintegogatoriosynonoslohacomunicado?

Riley ignoró la burla implícita en la pregunta, esforzándose por mantener lacalma.

—Esta noche tratarán de huir hacia nuestras líneas. Si fueran fascistas, sedirigiríanaZaragoza.

Elcomisariohizoelgestodenohaberoídobien.—¿Tgatagán?¿Quiegedecig…queeganmásdeuno?—Una familia, camarada comisario. Una pareja de campesinos asustados, con

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tresniñospequeños.Elcomisariopareciócalibraraquellainformación.—Yaveo…—Sefrotó labarbillayvolvióapreguntar—:¿Ydicequequiegen

huigatgavesandonuestgaslíneas?¿Cómo?Rileytragósaliva.—Yohe…prometidoayudarles.UnadesagradablesonrisaseformóenloslabiosdeAndréMarty.—Repitaeso—leordenóelgeneralWalter,rojodeira—.¿Ustedvaaayudaraun

posibleagenteenemigoaatravesarnuestrasdefensas?¿Heoídobien?—CamaradaGeneral—irrumpióMerrimanenlaconversación,poniéndosejunto

aRiley—, lepidoque ignore laspalabrasdel teniente.Aúnseestá recuperandodeunasgravesheridas sufridasen labatalladel Jaramay lamedicación lehacedecircosasquenopiensa.Ademásseencuentrabajounagrantensiónyhapasadolanocheenvela cumpliendo lamisiónque le fue asignada, pero le aseguroque es unbuensoldadofielalaRepública—mirófugazmentedereojoelperfildeRiley—,yjamásse leocurriríahaceralgocomo loqueacabade insinuar.Estoysegurodequesolopretendíaconvencerlede la fiabilidaddesufuente,peroquedeningúnmodoharíaalgotanestúpidocomoayudaraunosdesconocidosaatravesarnuestraslíneas.¿Noesasí,teniente?—preguntó,estavezsívolviéndosehaciaél.

AlexRileysetomóunsegundomásdelonecesarioparacontestar,dudandoaúnenlarespuesta,peroelrostroinflamadodelgeneralylamuecacrueldelcomisariodejabanmuypocoespacioparaeldebate.Unapalabrademás,yenmenosquecantaungallopodíaversefrentealpelotóndefusilamientoacusadodetraición.

—Así es… camarada general—dijo al fin—. Jamás seme ocurriría ayudar deningúnmodoaunagenteenemigo.

El general Walter entrecerró sus ojillos suspicaces en busca de un rastro deinsolenciaenlaspalabrasdeRiley,peroantesdequelohallaraMerrimanloagarródelbrazoconfuerza.

—Consupermiso,camaradageneral—dijoelcomandante—,nosretiramosparaqueterminededisfrutardesudesayuno.ComosediceenEspaña:queleaproveche—saludóconunainclinacióndecabezayempujandoaRileysaliódelatiendaatodaprisa, temiendo escuchar la voz de alguno de aquellos dos sicarios de Stalinllamándolosasuespalda.

NosedetuvieronhastallegaralFord,enelqueentraronatodaprisaeinstaronalchóferaquearrancaradeinmediatoylossacaradeallí.

Solo entonces Merriman resopló con alivio, y enjugándose el sudor se volvióhaciaRiley,sentadoasuladoensilencio.

—¿Sabes? A lo largo demi vida he conocido amuchos bocazas imprudentes,perolo tuyoesde traca.¿Esquequieressuicidarte?EsecomisarioMartyhahechofusilaracientosdesoldadosrepublicanospormuchomenos,yelgeneraltambiéntetiene ganas. Si quieres que te maten, dímelo y te pego un tiro yo mismo y así

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ahorramostrámites.AlexRiley, sombrío,miraba a través de la ventanilla como si no escuchara las

recriminacionesdeMerriman.—Perderemos—dijoenunavoztanbajaquecasinoseleescuchó.—¿Qué?—inquirióelcomandante,desconcertado.—Mepreguntastesicreíaqueganaríamosestaguerra—aclaróAlex,volviéndose

haciasuamigo—.Yesaesmirespuesta—cerrólosojosconcansancioyrepitió—:Perderemos.

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7

De regreso en el campamento del batallón, ya con el sol de media mañanaamenazandoconotrodíadecanícula,Alex,JackyelcapitánLawcompartíanunasvainasdealgarroboyunabotadevinoaguadoalasombradeunolivo.

Riley ya les había relatado el incidente con el general, y tras recibir los muymerecidos reproches por parte de ambos y certificar la suerte que tenía de queMerriman hubiera estado presente para sacarlo del apuro, ahora descansaban ensilencio,engañandoalhambreconaquellosfrutoscarnososydulcesqueantesdelaguerrasolíanseralimentoparaelganado.

Elrestodelacompañíasehallabadispersaenlosalrededores,ocupandohastaelúltimo centímetro de sombra disponible en el olivar. Todos ellos aguardaban lasórdenesdeatacarquepodíanllegarencualquiermomento,combatiendoelmiedoamorir en los próximos días con bromas repetidas y chistes tontos que corrían decorrilloencorrillocomolapólvora.ElsargentoFishertuvoelánimosuficientecomopararasguear lascuerdasdeunaguitarraquehabíaencontradoentre losescombrosdelpueblodeQuinto.

ConlamúsicadelabaladaRedRiverValley, lossoldadosde laLincolnhabíancompuestounacanciónsobrelainfaustabatalladelJaramadondecientosdeamigosycamaradashabíanperdidolavidaseismesesatrás.

HayunvalleenEspañallamadoJaramaEsunlugarquetodosconocemosmuybienFueallídondedimosnuestravirilidadYdondecayeronnuestrosvalientescamaradas.

EstamosorgullososdelBatallónLincolnYdelaluchaquehizoporMadridAllíluchamoscomoverdaderoshijosdelpuebloComopartedeladecimoquintaBrigada.

AhoraestamoslejosdeaquelvallededolorPerosumemorianuncaolvidaremosAsíqueantesdequeconcluyamosestareuniónPongámonosenpiepornuestrosgloriososmuertos.

Aproximadamenteamitaddelacanción,laestilizadafiguradeMarthaGellhorneapareció caminando entre los grupos de hombres con su llamativa melena suelta,ataviada con gafas de sol y ropa de hombre, correspondiendo con sonrisas a lossilbidosdeadmiraciónqueleprodigabanacadapaso,hastaque,haciendoviseraconlamano,localizóaltríodeoficialesdelaprimeracompañíaysedirigióenlínearecta

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haciaellos.—Buenos días, caballeros —saludó al llegar, cobijándose bajo la sombra del

olivo—.Veoqueregresódeunapieza,tenienteRiley.—Demomento.—¿Puedosentarmeconustedes?—Porfavor—dijoLaw,haciéndoseaunlado.—¿Fueprovechosalapatrulladeayernoche?—quisosaberlaperiodista.—Bastante provechosa —contestó Jack con media sonrisa, frotándose el

estómago.Gellhornemiróalgallegoconextrañeza,peronolepreguntóaquéserefería.—Ya,ysupongo…quenopodráncontarmenadadeloquevieron.—Suponebien,señoritaGellhorne—contestóLaw.Esta,sinembargo,centrabatodasuatenciónenelmarino.—Lo imaginaba. Aunque usted, teniente, me debe una entrevista —dijo

quitándoselasgafasoscurasyclavándolesusojosazules.—¿Hapedidocitaamisecretaria?Tengounaagendamuyapretada.—Estoyseguradequepodráencontrarmeunhueco—sonriólaperiodista.—Sidemídepende—replicóRileyconunguiñoinsinuante—,estaréencantado

deencontrárselo.

Diezminutosmástarde,ambospaseabanmásalládelaretaguardiaporunpequeñosendero de labriegos en dirección al gran algarrobo donde habían recolectado eltentempiédeesamañana.Eraelúnicolugaralasombradelosalrededores,lejosdelalcancedeojosyoídosdelrestodelbatallón.

MarthaGellhormehabíasacadosulibretadenotasymientrascaminabaapuntabalasrespuestasqueleibaproporcionandoelteniente,casitodashastaelmomentodeíndolepersonal.

—¿Y por qué un oficial de la marina mercante de Boston decide alistarsevoluntarioenunaguerraquenoeslasuya?

—Yalehedichoquemimadreesespañola.—Esonoesunarazónsuficiente.—Los nacionales fusilaron a mis abuelos maternos frente a la tapa del

cementerio.¿Nolebastaconeso?Gellhornetorcióelgesto.Estabaclaroqueno.—¿CómoerasuvidaantesdeveniraEspaña?—preguntóencambio.—¿Aquéserefiere?—Noesustedcomunista,teníaunfuturoenlamarinamercanteyapostaríaaque

no le faltaban mujeres con las que estar.Me cuesta entender que dejara todo esoatrás…paravengarsedealgúnmododelamuertedesusabuelos.Hayalgoquenomecuadra.

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Rileyseencogiódehombros.—Eseessuproblema.—Algo sucedió allí. ¿No es cierto?—inquirió, entrecerrando los ojos tras las

gafasdesol—.Hayalgoquenomeestácontando.Alexlamiródereojo.—Haymuchascosasquenoleestoycontando,señoritaGellhorne.—CreíquehabíamosquedadoenquemellamaríaMartha.—Estábien—asintió—.Noquierohablarmásdemipasado,Martha.—¿YdeloquesucedióenlacolinadelPingarrón,durantelabatalladelJarama?—Aúnmenos.Finalmentealcanzaronlasombradelalgarrobo,yallísedetuvieron.—Heoídorumores—insistióella,sentándoseenelsuelojuntoaltronco—.Pero

megustaríacontarconsuversióndeloshechos.—Yamíme gustaría no tener que volver a hablar de ello en todami vida—

repuso,acomodándosejuntoaella.—Sé que estuvo a punto de morir. Sé que una bala le pasó a milímetros del

corazónyquesuamigolesalvóllevándoleacuestashastaretaguardiabajoelfuegoenemigo. Sé que estuvo muchos meses en un hospital recuperándose y sé que leascendieronateniente.

—Puessisabetantascosas,¿porquépregunta?—Esosonhechos,peroquieroconocerlaverdad—dijo,dejandolalibretaaun

lado—.Quieroconoceralhombrequehaydetrás.Amislectoresnolesinteresanlasmedallasnilasbatallas,sinolosamericanosqueestánluchandovoluntariamenteenunpaísextraño,hombroconhombroconsoldadosdetodoelmundoenfrentándosealfascismo.

Rileysecruzódebrazos,aparentementedivertido.—Bonito discurso —dijo—. ¿Se lo suelta a todos a los que entrevista para

aflojarleslalengua?Gellhorne frunció el ceño y compuso un gesto indignado, pero fue solo un

instante.—Lociertoesquesí—admitiófinalmente—.Perocasinuncafunciona.—Nomeextraña.Nocreoqueaningunodeestosmuchachos—dijoseñalandoa

lasfigurasrecostadasbajo losolivosquinientosmetrosmásallá—,les importeunamierda lo que quieren sus lectores. Solo quieren que les dejen en paz y no lespreguntensobreloshorroresquehantenidoquevivir.

—¿Hablatambiénporusted?—Hablosobretodopormí.Laperiodistaguardóunossegundosdesilencio,antesdevolverapreguntar:—Entonces… Si no quiere hablar conmigo, ¿por qué ha accedido a que le

entreviste?Rileysonrióabiertamente,dejandoalavistaunosdientesblancosyregulares.

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—Semeocurrenmejorescosasquehacerenlugardeperdereltiempohablando—dijoaproximándoseaellaypasándolelamanoporlanuca.

—Yo…Noseríaético.—Quizá no—repuso Alex, acercándose lo bastante para susurrarle al oído—.

Peroseríadivertido.

Unahoramástarde,ambosregresabanalcampamentodelaLincoln,desandandoelcamino que habían hecho previamente, al tiempo que trataban de deshacerse de lamiríadadesemillasyrestosdehierbasecaqueseleshabíaenganchadoenlaropayelpelo.

Ningunodelosdosdecíanada,perocadavezquesecruzabanunamiradaselesescapaba una risita cómplice. Los vistazos del resto de la tropa hacia el aspectodesaliñadoquepresentabanyelmurmulloque levantabana supasodejabanpocasdudasrespectoaloquepensabanquehabíasucedidoentreellosdos.Yacertaban.

—Quévergüenza,Diosmío…—musitóGellhorne, sonrojándose—.Parecequellevamosescritoenlacaraloquehemoshecho.

—¿Tepreocupa?—Noexcesivamente.Perotampocomegustaríaquepensaranquesoy…Bueno,

yasabes.—Nocreoqueningunopiensequeeres…Bueno,yasabes.Laperiodistalediounsuavepuñetazoenelhombro.—Noteburles.—Nolohago.Ynotepreocupes,prometonodarlestodoslosdetallesíntimos.Martaenrojeciósúbitamente.—¡Niseteocurradecirlesnada!—Pero,Martha,porfavor…—Hizoungestohacialatropaquelesobservaba—.

Esoesloquelesinteresaríaamislectores.Por un momento la periodista se quedó confundida, tratando de averiguar si

hablabaenserio.NoserelajóhastaqueAlexdesplegósuenormesonrisa,ydejóescaparunsuspiro

dealivio.—Nohatenidogracia—rezongó.—Yocreoquesí.Gellhorneestabaapuntodepropinarleotropuñetazoamistoso,cuandolavozde

barítonodeHemingwayllegóhastaellos.—¡Martha!—Lallamómientrasseacercabaagrandeszancadas—.¿Dóndehas

estadometi…?Sedetuvoensecoylamiródearribaabajo.Supelorevueltosembradodebriznas

de paja seca, la camisa mal abrochada, los labios y los carrillos ligeramenteencarnados…

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Luego hizo lomismo conRiley, advirtiendo cómo el brigadista esquinaba unasonrisa maliciosa, y tardó exactamente dos segundos en hacerse una composiciónbastanteprecisadeloqueacababadesucederentreaquellosdos.

Al tercer segundo se abalanzó sobre Alex al grito de ¡Hijodelagranputa! enperfectocastellano.

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8

—No me lo puedo creer… —repetía Merriman, meneando la cabeza mientrascaminabaencírculosbajoeltoldoverdequehacíalasvecesdepuestodemandodelaLincoln.

Se detuvo frente a los dos hombres y los miró de arriba abajo con airedecepcionado.

Hemingwaysujetabaunpañuelobajo lanarizempapadoensangre, rotaunadelasmangasdelacamisaylasgafascojas,huérfanasdeunadesuspatillas.

Rileyporsuparteexhibíaunojoalafuneralayunacamisadespechadaalaquelefaltabanlamayoríadelosbotones.

—¿Sabenquéejemplodeindisciplinaestándandoamishombres?—lesespetóaambos—.¡Austeddeberíaexpulsarloyaustedarrestarlo!—increpóalperiodistayaltenienterespectivamente,apuntándolesconeldedo.

—Ustednopuede…—comenzóadecirHemingway.—¡Quenopuedoqué!—estallóMerriman—.¿Expulsarle?Estaesmiunidady

meimportaunamierdaquelehayainvitadoavenirelgeneralRojooelmismísimopresidente.Aquímandoyo.¿Locomprende?

Hemingwaynocontestó,nifaltaquehacía.—Yusted…—dijoencarándoseaRiley,plantándoseamenosdeunpalmodesu

cara—.Deverdadquenomepuedocreerqueseatantonto.Lesalvoestamañanadeque lo arresten, y al cabo de unas horas se está pegando con el jodido ErnestHemingwaydelantede toda la tropa.¿Esqueno tieneniunasolapizcadesentidocomún?

—¿Puedocontestaraeso?—¡No!¡Nopuede!¡Esunapreguntaretórica,malditasea!¿Quépuedohacercon

usted,eh?Vamos,dígamelo.—Yo…—¡Cállese!—ComandanteMerri…—empezóadecirHemingway.—¡Yustedtambién!¡Cállenselosdosysalgandemivistadeinmediato!—Alaorden—contestóRiley,saludandoydándoselavuelta.—Deacuerdo—convinoHemingway,haciendolopropio.—¡Unmomento!—exclamóRobertMerriman, haciendo que ambos se giraran

unaúltimavez—.Sialgunodelosdosvuelveadarmeproblemas…—lesamenazódenuevo con el índice— les juroporDiosque lemeteré tal puroqueme acabarápidiendoporfavorquelofusile.

Los dos asintieron de nuevo y retomaron el camino de salida en dirección alcorrillo de hombres que, a una distancia prudente, había seguido con interés elrapapolvodelcomandante.

EnlaprimerafilaesperabanJackyGellhorne,comentandoelaspectolamentable

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delosdoshombres.—¿Qué?¿Cómohaido?—preguntóelgallegoconmuchaguasa.—Tócameloshuevos,Jack.AGellhorneseleescapólarisayHemingwaylamirócongestodolido.—¿Cómo has podido hacerme esto,Martha?Liarte con este paleto.—Hizo un

gestodespectivohaciaRiley.—¿Hacerte,Ernest?—replicólaperiodista—.Yomelíoconquienmedalagana.

Túnoeresquiénparapedirmeexplicaciones.—¿Cómopuedesdecireso?—replicóofendido—.¿Yquéhaydelonuestro?MarthaGellhornesecruzódebrazos,desafiante.—¿Lo nuestro?—sonrió con dureza—. ¿Te acordaste de lo nuestro cuando te

acostasteconesacamareradelHotelFlorida?—¡Esofuecompletamentediferente!—Claro.Allíyotuvequetragar,yahoratetocaati.Dime,¿quésesientecuando

tehumillan?Elcorrodesoldadoshabíaaumentadoennúmeroyallíyaestabancongregados

más de la mitad de los efectivos de la compañía. Una pelea de celos entre doscelebridadesnoeraunespectáculoquepudierapresenciarsecadadía.

—¿Quéestápasandoaquí,Alex?—preguntóJackaloídodeRiley,queestabatanatónitocomoelresto.

—No tengo ni idea… —confesó en voz baja—. Pero empiezo a tener laimpresióndequelaseñoritaGellhornesolomehautilizadoparavengarse.

El gallego asintió comprensivo y le dio un par de palmadas de consuelo en laespalda.

—Losiento,amigo.Lamentoque…Rileysegiróhaciaél.—¿Sentirlo? —le interrumpió con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Pero qué

dices?Nohaynadamejorqueelsexopordespecho.

Afortunadamente, latardetranscurriósinotrossobresaltosquelallegadadenuevaspiezasdeartilleríaprocedentesdeBarcelona:unadocenadecolosalesobusesPermdefabricaciónsoviéticade152mm,quelaprimeracompañíadelaLincolntuvoqueayudarasituaryprotegerconsacosterrerosalotroladodelaloma.Cuandoaquellasbestias de hierro comenzaran a escupir obuses contra las posiciones rebeldes, elpueblodeBelchitepasaríaaconvertirseenunahumeantemontañadeescombros.

Desnudosdecinturaparaarriba,RileyyJackayudabanalrestodeloshombresdelacompañíaaapilarlosúltimossacosformandounmurodepocomásdeunmetrodealtura. Incluso el capitánLawhabía arrimado el hombro, consciente de que si hayalgoqueunetantoaloshombrescomomatarjuntos,estrabajarjuntos.

—¿Tehandichocuándoseiniciaráelbombardeo?—lepreguntóRiley,pasándole

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unsacodetierradeveintekilos.—Merrimandice…—jadeóporel esfuerzo—queencuanto llegue la aviación

desdeValencia.Puedequehoymismo.JackyRileyintercambiaronunamiradadepreocupación.—Aunque ya es tarde—añadiómirando la posición del sol, ya en camino de

descenso hacia el horizonte—. Seguramente no despeguen hasta el amanecer yaparezcanaquíaprimerahoradelamañana.

—Yelasalto…—comentóJack,recibiendoelsacodemanosdelcapitán—.¿Sesabecuándoserá?

—Nocreoqueantesdedosotresdías—aclaróLaw,volviéndosehaciaAlexpararecibirotrosaco.

—Entonces… —bufó Riley— esta noche no habrá ningún movimiento pornuestraparte,¿no?

El capitán afroamericano se enervó de pronto, ignorando el saco que Rileypretendíapasarledenuevoeinterrumpiendolacadenadetrabajo.Miróaltenienteyalsargento,asuizquierdayderecha,frunciendoelceñoconsuspicacia.

—Vosotrosdostramáisalgo.Jackpusocaradenosaberdequédemoniosleestabahablando.—¿Qué?No.No…quéva.—Venga ya.Os conozco como si os hubiera parido. ¿No estaréis pensando en

desobedecerlasórdenesdelgeneral?—Enrealidad,elgeneralnonoshadadoningunaorden—puntualizóRiley.ElgestodeMichaelLawseensombreciócuandocomprendióaquéserefería.—Venidconmigo—lesdijo,saliéndosedelafila—.Losdos.Obedientes, Alex y Jack siguieron a su capitán hasta que estuvieron fuera del

alcancedelosoídosdelrestodesoldados.Seplantófrenteaellosylesdirigióunamiradafuribunda.

—¿Sepuedesaberquéospasaavosotrosdos?¿Esquequeréisqueosfusilen?—Nodemomento,camaradacapitán—repusoRiley.—Déjatedechorradas,Alex.¿Porqué?Enestaguerrahanmuertocentenaresde

milesdeinocentes,yamuchosloshemosmatadonosotros.¿Porquévaisaarriesgarlavidaparasalvaraunafamiliadedesconocidos?Osjuroquenoloentiendo.

—No son desconocidos, camarada capitán—alegó Jack—. Anoche les dimosnuestrapalabradequelesayudaríamosaescapar.

—¿Vuestra palabra? —repitió como si fuera una broma—. ¿Acaso os creéiscaballeros quedebéis defender vuestro honor?En esta guerra nohay sitio para laspromesas.Todossomossoldadosquecumplimosórdenes.

—Peroellossonciviles.—¿Civiles?—preguntócomosisetratasedeunabroma—.¡Eseputopueblode

ahíenfrenteestálleno!—Aesosnopodemossalvarlos—dijoRiley,mirandoen lamismadirección—.

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Perosíalafamiliadeanoche.—¡Pero en Belchite hay miles de civiles inocentes! —reiteró Law, señalando

haciael campanarioquedescollabaentre los tejadosocres—.¿Quédiferenciavaasuponerquevivaunafamiliamásomenos?

Rileylomirófijamente.—Paraellossíquesupondráunadiferencia.Elcapitándelaprimeracompañíarespiróhondoalzandoelíndice,preparándose

paraamonestarasuteniente,perolaspalabrasnollegaronasalirdesuboca.Enlugarde ello chasqueó la lengua, estudiando a los dos hombresmientras decidía si eranidiotasosoloestabanchiflados.

—Osjuroquenoosentiendo…—masculló—.Cadadíamuerencivilesdeunoyotrobando.EsagentealaquequeréisayudarnoesmuydiferentedelaquevosotrosmismoshabéisestadomatandodesdequellegasteisaEspaña,ysiosdescubrenlosnacionalesollegaaoídosdelgeneral,osfusilaránaambos.

—Intentaremosqueesonosuceda—adujoelgallego.—Niseteocurrahacerteelgraciosoconmigo,Jack.Noestoydehumor.—Yojamásharíatalcosa,camaradacapitán.Lawentrecerró losojos,escudriñandoel rostrodelsargentoenbuscade lamás

mínimaarrugaenlacomisuradesuslabios.—Mevaisabuscar la ruinaentre losdos—dijoalcabodeunrato, resoplando

porlanariz—.¿Comprendéisqueestáisbajomimandodirectoyquesiosdescubrenyotambiénseréculpadoporpermitirlo?

—Losabemos—asintióRiley.—Peroesonoosvaaimpedirhacerlo.Ambosnegaronconlacabeza.—Yentendéisque si os atrapan, juraré ante el general quedesobedecisteismis

órdenesynopodréayudarosdeningúnmodo.—Porsupuesto.Lawseenjugóelsudordelrostroconungestodecansancio.—Estáis como cabras. Los dos —sentenció, e hizo una larga pausa antes de

añadir—:Alasdiezenpuntoretrasaréelcambiodeguardiadurantecincominutos,asíqueestadpreparados.Es todoloquevoyahacerporvosotros—aclaró—.Pararegresarsinqueosveantendréisquebuscaroslavida.¿Deacuerdo?

—Muchasgracias,Michael.—Nomelasdesaún,Alex—replicóceñudoeloficial—.Puedequeaúncambie

deopinión.Ah,ypor supuesto—agregómuy serio—,esta conversaciónnuncahatenidolugar.

—¿Quéconversación,capitán?—preguntóJoaquínalzandolascejas.—Tenedcuidadoyvolveddeunapieza—concluyóeloficialafroamericano—.

Nomeapetecetenerqueascenderaunnuevotenienteybuscarotrosargentoantesdelasalto.

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—Nadie se dará cuenta siquiera de que nos hemos ido, capitán. Estaremos devueltaantesdelamanecer.

Law asintió sin convencimiento, se llevó las manos a la espalda y se alejócaminandoymeneandolacabeza.

Alex y Jack se quedaronmirando cómo el capitán regresaba con el resto de lacompañíaparaayudarconlosúltimossacosterreros.

—Vamosahacerlo,¿no?—preguntóelsargento,másasímismoqueaRiley.—Notienesporquévenir—contestóelteniente.—Claro.Ytúnotienesporquédecirtonterías,perolasdices.—Lodigoenserio.Paraestonohacefaltaquevayamoslosdos.—¿Esquecadadíahemosdetenerlamismadiscusión?Voyypunto.Rileysevolvióhaciasuamigo.—Sabesloquepasarásialguiensevadelalengua.—Nadielohará,carallo.Losabesmejorqueyo.—Opuedequenosdescubran.Oquealfinyalcaboelgeneraltengarazónyesos

campesinos sean agentes enemigos y que esta noche haya un escuadrón delegionariosesperándonosdentrodelacasa.

JoaquínAlcántarasecruzódebrazosyfruncióelceño.—Oquesenosaparezcalavirgenynosmetamosamonja—replicóirritado—.

Podemospalmarlaacadaminutodecadadía,peroesonovaaimpedirquehagamoslocorrecto.Túyyo.Losdos.¿Estamos?

Enrealidad,Rileysabíaperfectamentequelaconversaciónibaaterminardeesemodo,comosiempresucedía,peroerasumaneraegoístadelavarsuconciencia.Sieneltranscursodelamisión—oalregresardelamisma—algolesucedíaalgallego,podríaconvencerseasímismodequehabíahechotodoloposibleparadisuadirlo.

Porotrolado,Jacktambiéncomprendíaelporquédeaquellasbrevesdiscusionesque siempre terminaban igual, y se prestaba al juego. Había sido testigo de loocurrido en la batalla del Jarama seis meses atrás, e imaginaba perfectamente losremordimientosquecarcomíanel almade su amigo.Si aquellos forcejeosverbalesservían para aliviar el sentido de responsabilidad deRiley y que asímantuviera lamenteclaraydespejada,bienvenidosfueran.

Elgallegointuíaquela insistenciadeAlexensalvaraesoscivilesteníamuchoqueverconlabúsquedaderedenciónquelehabíapercibidodesdequesereincorporóa la brigada tras su larga convalecencia. El desastre del Pingarrón y losmeses dereposo en el hospital lo habían cambiado profundamente, dejando atrás al oficialtemerario y arrogante que había sido y dando paso a alguien más cauto ycomprometido.

Rileyapoyólamanoenelhombrodelsargentoysonrióagradecido.—Estamos.

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9

Alasdiezmenoscincodelanoche,AlexyJackaguardabanamparadosenlanochetras unos matojos, a la espera de que Law hiciera llamar al centinela y lesproporcionaraesoscincominutosdeinvisibilidadprometidos.

Formalmente,nadieen lacompañíasabía loque ibanahacer,pero los rumoreseraninevitablesenungrupotanreducidoyaburridodesoldados,asíquecuandosemarcharon recibieron un seguido de silenciosos asentimientos de aprobación porpartedeloshombres.

AlexRileyvolvióacomprobarelreloj,inclinándoloparaaprovecharlapálidaluzdelasestrellasquesereflejabaenlasmanecillas.

ElrostroembetunadodeJacksevolvióhaciaél.—¿Cuántofalta?—preguntóensusurros.—Yacasieslahora.En cuanto pronunció esas palabras, un ruido de pasos sobre la hierba seca les

llegódesdesuderecha,yunasiluetaagazapadasilbóenlaoscuridad.—Eh,Francis—dijoacontinuación—,¿estásahí?Unbrazosealzóentrelamalezaaunadecenademetrosdedistancia.—Aquí—contestóenvozbaja—.¿Quépasa?—Elcapitánquierequevayasaverle.—¿Ahora?Estoyenmitaddelaguardia.—Ya lo sé, perome ha dicho que venga a buscarte. Oye, que yo solo soy un

mandado.Elsoldadopareciócalibrarunmomentosusopciones.—De acuerdo—aceptó, poniéndose en pie—. Pero tú eres testigo de que voy

porquemeloordenan.Noquieroquememetanunpuroporabandonarmipuesto.—Loque túquieras,Francis.Perovámonosya, quenomegustaunpelo estar

aquíaldescubierto.Las siluetas de los soldados se pusieron enmarchay rápidamente se fundieron

conlaoscuridadquelosrodeaba.—Nostoca—dijoRiley.Comenzaronamoverseagachadosendirecciónopuestaa laquehabían tomado

loscentinelas.Perojustoentonces,unavozautoritariaexclamóasusespaldas:—¡AltoahíennombredelaGepública!Losdosbrigadistassequedaronpetrificados,notantoporhabersidodescubiertos

sinoporaquellainconfundiblevozquesonabacomounapuertamalengrasada.—¡Dense lavuelta!—ordenóentonces lavoz, iluminándoloscon la luzdeuna

linterna.AlexyJackobedecieronsinquehicierafaltaqueselorepitieran,muylentamente

yconlasmanosenalto.

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—Bueno, bueno, bueno… ¿Pego a quién tenemos aquí? —dijo André Marty,enormementefelizporelencuentro—.ElgenegalWaltegdijoqueegaimposiblequeseleocuggiegadesobedeceglo,quenopodgíallegagasegtanestúpido,pegoyoviensusojoslasemilladelainsubogdinación,tenienteGiley.Sabíaquetgaicionagíaasuscamagadasytgatagíadeayudagahuigaesosfascistas—sonriósatisfecho—.Losabía.

Elcomisariopolíticomantenía lamanosobre laculatadepistolaquellevabaalcintoenungestoinnecesario,yaquealadoyladoloflanqueabancuatrohombresdela guardia personal del general que les apuntaban con sendas ametralladorasSchmeiserde9mm.

—Ustedes dos están agestados —añadió satisfecho—… y les asegugo que elcastigosegáejemplag.

HaciéndolescaminaratravésdelcampamentodelBatallónLincoln,encañonadosporlaespaldacomodosvulgaresrateros,elcomisarioMartyhacíaalmismotiempounaexhibición de poder sobre los americanos, a los que consideraba demasiadoindividualistasy rebeldes,ymandabaunavisoparanavegantes:cualquieraqueosedesafiarsuautoridadsufrirálasconsecuencias.

LamayoríadelossoldadossepusieronenpiealvercómoeranconducidossusdoscamaradasdearmasapuntademetralletafrentealatiendadeMerriman,quiensaliódeinmediatoalescucharlasanónimasvocesdeprotestaquearreciabanalpasodelatristecomitivaencabezadaporAndréMarty.

—¿Qué está sucediendo aquí? —inquirió el comandante con gesto irritado,dirigiéndoseaMarty—.¿Porquéllevapresosadosdemishombres?

—Nosehagael loco,camagadacomandante—replicóel francésconhastío—.Sabepegfectamenteloquesucede.

—Exijouna explicación—insistió con furia contenida, aunqueRileyno estabamuy seguro de si iba dirigida hacia el comisario o hacia él mismo—. No tieneautoridadparaarrestarlos.

Elcomisariosecruzódebrazosconarrogancia.—¿Segugoquequiegehacegesto,camagadacomandante?—acercándosealoído

del exprofesor californiano, le susurró en voz baja—: ¿Quiege que le deje enevidencia,desautogizándoledelantedesushombges?—Hizoungestoparaseñalarlelosmásdecienqueyasecongregabanasualrededor—.Cualquiegcosaquehagaodiga no evitagá que aggeste a estos dos tgaidoges, pego puede afectagdgamáticamenteasusituación…pegsonal.¿Mecompgende?

—Lecomprendoperfectamente—replicóMerrimanenelmismotono—,perosicreequepuedeveniramicampamentoyamenazarmeparaque…

—Noleestoyamenazando—leinterrumpióMarty,estirandounamuecacruel—.Yonoamenazo,nolonecesito.Miautogidadestámuypogencimadelasuya,ysise

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integpone enmi camino estagá cometiendo una ggave falta de indisciplina que elcamagada genegal juzgagá con la mayog sevegidad. Y al fin y al cabo—añadióvolviéndosehaciaAlexyJack—,ellosdossegáncastigadosigualmente.

Merriman trató demantenerse firme,mirando con desprecio a aquel comisariopolíticodemacradoalquesacabamásdeunacabezadealturayalquepodríahaberrotoelcuelloconunasolamano.Sinembargo,sabíaqueenrealidadpodíahacerpocomásqueunosaspavientosyprotestaranteelgeneralWalter,loqueseguramentenoserviríaabsolutamentedenada.

DirigiólamiradahaciaAlexyJack,encuyosojospodíaleerselacertezadequeibanasalirmalparadosdetodoaquelloyquenadieibaapoderayudarlos.

AMerrimanlesorprendióleerenloslabiosdeRileyunmudo«losiento».Martydio la ordende continuar, y seguidopor los dosbrigadistas y los cuatro

soldadossealejaronunosmetrosdelcampamentohasta llegaral tocóndeunolivomuerto.Allílesataronlasmanosalaespaldayobligaronasentarseenelsuelo,conlaespaldaapoyadacontralacorteza.

—¿Se encuentgan cómodos?—preguntó el comisario, plantado frente a ellos yconlahileradedientesdesusonrisadestacandoenlaoscuridad—.¿Aqueahogayanolespagecetanbuenaideadesafiagalaautogidad?

—¿Porquénotevasatomar…?—empezóarecitarelgallego.—¡Jack!—leinterrumpióAlex—.¡Cierraelpico!—ylevantandolavistahacia

la negra silueta de André Marty, le dijo—: Camarada comisario, me confiesoculpable de desobediencia o de lo que sea que quiera acusarme, pero el sargentoAlcántaraesinocente.Solocumplíamisórdenesynadadeestotienequeverconél.Nohaymásqueverlelacaraparadarsecuentadequeesunpobregordosinmuchasluces.

—¡Cagüenla!—protestóelaludido—.Perosepuedesaberqué…—¡Quetecalles,joder!—leincrepóRiley.Una carcajadadehienabrotóde la gargantadeMarty, aparentementedivertido

conelespectáculo.—Nosemoleste,teniente.SépegfectamentequiéneselsaggentoAlcántaga,ysu

histogialdeinsubogdinaciónescasitanextensocomoelsuyo.Sontalpagacual,yenciegtosentidoeslógicoqueambosacabendelamismamanega.¿Nolespagece?

—¿Yquémaneraesesa?—quisosaberJack.Losdientesdelcomisariocentellearondenuevoenlaoscuridad.—Esadecisiónlecogespondealcamagadagenegal…Pegoestoysegugodeque

segáalgoquenoolvidagánenmucho tiempo—AndréMartydejó irunarisaseca,como la tos de un perro—.Y ahoga les dejagé a la vista de sus camagadas de laLincoln, paga que todos vean las consecuencias de su insolencia. Mañana pog lamañanavendgéapogustedesylesllevagéanteelgenegalpagasegjuzgados.

Elfrancésdiounpasoalfrenteyseacuclillóantelosdosbrigadistas.—Ah, y les infogmo—añadió en confidencia; el aliento le apestaba como un

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cubodebasura—quelosdossoldadosquevoyadejagdeguagdiatienenogdenesdedispagagsitgatandeescapag.Asíque,porfavog…—riodenuevo—inténtenlo.

Cincominutosmástarde,laslucesdelcochedelcomisariopolíticosealejabanporelcaminode tierra,mientras dos de los hombres de su guardia personal, comohabíaprometido,vigilabanatentosaAlexyJacksindejardeencañonarlesaunqueambosseencontrabanconlasmanosatadasalaespaldayalárbolmuerto.

—Enfin…—suspiróJack—.Tampocopuededecirsequeestoseaunasorpresa.—¿Esto?—Queestemosarrestadosyquieranmeternosunpuro.—No,laverdadesqueno.—¿Creesquenosfusilarán?Rileynegóconlacabeza.—Nocreo.Lomásprobableesquenosdegradenasoldadorasoynospongana

cavarletrinasduranteelrestodelaguerra.—Menosmal,porque,sitesoysincero,esperabamorirdeotramanera.Asaltando

unatrincheraenemigaodestruyendounnidodeametralladoras.Rileysevolvióhaciasuamigo.—¿Enserio?Elgallegocarraspeóytragósaliva.—Bueno,no.Enrealidadpreferiríapalmarlaenlacamaentrelaspiernasdeuna

hermosamujer,perometemoqueyaesunpocotardeparaeso.Hacemásdeunañoquenoechounpolvo.

—Puesamínomemires.Jackleechóunvistazodearribaabajo.—No eres mi tipo—concluyó cambiando el tono—. ¿Quién crees que puede

habersechivadoaMarty?Alguienhatenidoquedecírselo.Rileyseencogiódehombros,aunqueenlaoscuridadsugestopasóinadvertido.—Quizánadie.El tipoesungusano,peronoes tonto.Puedeque se imaginara

queibaadesobedecerle.—Pues yo estaba pensando en Hemingway, la verdad sea dicha. Te has

beneficiadoasunoviaypareciónotomárselomuybien.Rileymeditóporunsegundoaquellaposibilidad,peroladescartódeinmediato.—No, no lo creo.No es de esa clase de persona.Antesme habría retado a un

combatedeboxeooundueloapistola.Noloimaginoactuandoatraición.—Puesyonoestaríatanseguro.—Esolodicesporquenoleconoces.Elsargentoresoplóporlanarizantesdecontestar:—No, Alex. Lo digo porque estoy viendo que viene hacia aquí, imagino que

dispuestoaregodearse.

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Riley levantó la mirada y, recortado contra la luz de las hogueras delcampamento,distinguióperfectamentelafornidasiluetadelperiodista,acercándoseaellostranquilamentecomoquiendaunagradablepaseonocturno.

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10

—Buenas noches, camaradas —saludó Hemingway a los dos guardias—. ¿Cómoestánlosprisioneros?

Estos, que no le habían visto llegar, se volvieron sorprendidos empuñando susarmas.

—Tranquilos…—dijo el escritor, levantando lasmanos—. Tranquilos, amigosmíos.Solovengoahacerlesunavisita.¿Nosabenquiénsoy?

—Es el periodista—dijo uno de los soldados, conmucho acento alemán y nomenosreticencia—.¿Quéquiere?

—Nada,nada…Soloveníaahablarconlosprisioneros.—Nopuede.Lárguese.—Serásolounmomento.—Nadiepuedeacercarse a losprisioneros—intervinoelotro soldado, este con

acentoeslavoymenosagresividadeneltono—.Órdenesdelcamaradacomisario.—Peroyonosoynadie—alegóelperiodista—.SoyErnestHemingway,amigo

personal del general Vicente Rojo y con un salvoconducto para hablar con quienquieraeiradondemeapetezca.¿CreenacasoquelasórdenesdelcomisarioMartyestánporencimadelasdelcomandantegeneraldelejércitodelaRepública?

Los centinelas dudaron qué responder a eso, y Hemingway aprovechó elmomentoparameterlamanoenelbolsilloysacarunapequeñapetacaquealargóalosdosguardias.

—¿Quierenunpoco?Eswhiskydelbueno.—Nopodemosbeberestandodeservicio—objetóeldeacentoeslavo.—¿Yquiénselovaadeciranadie?—señalóaAlexyJack,yagregó—:¿Esos

dos?—Nopodemosbeber—repitióelalemán—.Asíqueguardeeso.—Estábien…solopretendíaseramable—seexcusó,ydándoleunpequeñotrago

volvióaguardárselaenelpantalón—.¿Yuncigarro?Fumarsíquepueden,¿no?—Tenemosnuestropropiotabaco—arguyóeleslavo,palpándoseelbolsillo.—¿Se refiere a esa bazofia rusa que fuman? Eso no son cigarros, son puro

veneno.¿Quierenprobarunauténticocigarrilloamericano?Estavezlosguardiasintercambiaronunamiradayterminaronporalargarlamano

haciaelescritor.EstesacódelbolsillodelacamisaunpaquetedeCamelyaempezado,yextrajo

uncigarrilloparacadauno.Lossoldadoslostomaronconansiedadyselosllevaronalabocadeinmediato.—Esperen… —dijo Hemingway, llevándose la mano a la parte de atrás del

pantalón—.Creoquetengoelencendedorporalgúnlado.Seacercaronsosteniendoelpitilloconelgestouniversaldelosquepidenfuego,

pero lo que se encontraron fue el cañón de unColt del 45 frente a sus caras y el

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inconfundibleclicdelpercutor.—Dejen las armas en el suelo —les ordenó Hemingway, olvidando el tono

amablequehabíaempleadohastaelmomento—.Muydespacio.Losdoscentinelasaúntardaronunmomentoensalirdesuasombroycomprender

loqueestabasucediendo.—No vamos a hacerlo—dijo el alemán, desafiante—. ¿Qué va a hacer usted?

¿Dispararnos?—Preferiríanollegaraeso,peroloharésinomequedamásremedio.—Lefusilarán.—Quéva—replicóelperiodista,casidivertido—.Comomuchomeinvitaríana

abandonarelpaís.Esunadelasventajasdeserunacelebridad,nadiemepondráundedoencima.Yapartelasmanosdelametralletasinoquiereponermeaprueba—añadió,casiconafabilidad—.Dejenlasarmasynadieresultaráherido.

—Silohacemos—alegóeleslavo—,entonceselcomisarionosmandaráfusilaranosotros.

—Esposible,peropodránecharme la culpay seguramente se librarán.Deotromodolespegaréuntiroacadaunoantesdequepuedansiquieraapretarelgatilloyyanopodránfumarsemáscigarros.¿Quémedicen?¿Valelapenacorrerelriesgo?

—Nonosdispararáasangrefría—repusoelalemán.—¿Estáseguro?—replicóHemingway.Pasaronunospocossegundosdetensiónquesehicieroneternos,yfinalmentese

escuchó el sordo sonido de un arma al chocar contra el suelo, seguidoinmediatamentedeunsegundodisparo.

Tresminutosmás tarde, los centinelas ocupaban elmismo lugar en el que habíanestadoAlexyJack,atadosaltroncoyamordazados.Losdosbrigadistasrevisaronlosnudosporúltimavezydejaronaunladolasmetralletas.

Bajolaescuálidaluzdelasestrellas,HemingwayyRileysemiraroncaraacara.—Gracias—dijoeste, tendiéndole lamano—.Noséporqué lohahecho,pero

gracias.Elescritorleestrechólamanovigorosamente.—Nosoportoalosmatones.Esoestodo.—Creíaquelosperiodistasselimitabanaobservarydocumentarlasangreajena.—No todos los periodistas somos iguales. Del mismo modo que no todos los

soldadossoisiguales.—Perdonad que os interrumpa —intervino Jack, que terminaba de ajustar las

ataduras de los centinelas—. Pero no estoy seguro de que nuestra situación hayamejorado.Másbienalcontrario.

—¿Quéquieresdecir?—preguntóAlex.—Bueno, hace unmomento estábamos arrestados, pendientes de un juicio que

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difícilmentehabríasignificadoquenosfusilaran.Ahoraencambio—hizoungestohacia los dos soldados amordazados—, lo difícil sería que nos librásemos delparedón.

Hemingwaysequitólaboinayserascólacabeza.—Esto lo he hecho para que puedan escapar—dijo el escritor—. No les será

difícil alcanzar la frontera francesa desde aquí, o tomar un barco en Barcelona oValenciaquelessaquedelpaís.

AlexRileyhizoungestodenegación.—Nopiensosalircorriendo.Despuésdetodoloquehepasadoenestaguerra…

No,novoyadesertar.—Yentonces…¿Quépiensahacer?Rileyinspiróprofundamente,ysoloentoncescontestó:—Ayudaréaesafamiliadecampesinosacruzarlaslíneas,comolesprometí.—¿Enserio?—Elperiodistalemiróincrédulo—.Pero…¿despuésdetodoloque

hapasado,aúnpiensaenayudarlos?—Porsupuesto,conmásrazónaún.Simevanafusilar,quealmenoshayavalido

lapena.—A lomejor…—intervino de nuevo el gallego, con aire pensativo—hayuna

terceraposibilidadquenosupongaladeserciónolamuerte.ElmarinoyelperiodistasevolvieronhaciaJack,quiensemesabalareciabarba

deunasemanaconlentitud.—¿Y si vamos a ayudar a esos campesinos… pero regresamos antes de que

amanezcayhacemoscomosinohapasadonada?Alexlededicóunamiradaperpleja.—¿Como si no hubiera pasado nada? —señaló a los dos centinelas, que los

observabanconlosojosmuyabiertos—.Yocreoqueyaesunpocotardeparaeso,Jack.

—Notieneporqué—sonrió ladino—.Estosdosestánenun líocasi tangordocomoelnuestropordejarnosescapar.SonlosmayoresinteresadosenqueMartynose entere de lo sucedido esta noche. De modo que… si regresamos antes delamanecer,desatamosanuestrosdosamigosynosponemosensulugar,nadietieneporquéenterarsedeloquehapasadoaquíestanoche.

Hemingwayasintió,admirado.—Esustedmuy listo,sargentoAlcántara.Aunque tendríamosqueestarseguros

dequeellosestándispuestosacolaborar.—Esoesfácildeaveriguar—apuntóRiley.Sepusoencuclillasfrentealosdossoldadosylespreguntó:—Bueno.Yalohabéisoídotodoasí,quenohacefaltaqueoshagalapregunta.

¿Quémedecís?

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El escritor se ofreció a vigilar a los dos centinelas, a quienes mantuvieronamordazadosparacerciorarsedequenocambiabandeopiniónenmitaddelanoche.Mientras,AlexyJackseescabulleronporlosmárgenesdelcampamento,enelqueyacasi nadie quedaba despierto, y dando un amplio rodeo alcanzaron la acequia quehabíanusadolanocheanterior.Apasovivoperosinabandonarlacautela,avanzaronporellahastaquetuvieronlagranjaalavista.

—¿Vesalgo?—preguntóJackaRiley,quehabíaasomadolacabezaporencimadeltalud.

—Igualqueayer.Todoaoscuras.—Esoesbuenaseñal.—Supongo.—Nopensarásen serio loquemedijisteantes,dequepodría seruna retorcida

trampadelosnacionales.Alextardóunmomentoencontestar.—No.Claroqueno—yponiéndoseenmarchadenuevo,añadió—:Peronoestá

demáspecardeprudentesporunavez.Alcabodedosminutosalcanzaronlapartedeatrásdelacasa,exactamentecomo

habíanhechoeldíaanterior,ytambiéndelmismomodosalierondelaacequiayseacercaronconsigilohastapegarsecontralapared.

ARileyseleclavabaenlaespaldalapistolaquellevabasujetaenlapartedeatrásdelpantalón.Lamismaquehabíausadoelperiodistapara reducir a losguardiasyqueresultósersuviejaColtdel45.NolepreguntóaHemingwaycómoselashabíaingeniado para quitársela a Merriman, que fue a quien se la entregó Marty trasarrestarlos.

Aguantandolarespiraciónaguardaronunosinstantessinmoverse,yaguzaroneloído,peroniunsolosonidosaliódelacasa.

Siguiendolamismapautaqueeldíaanterior, rodearonlacasahastaalcanzar laventananorteque,sinembargo,enestaocasiónestabacerradapordentro,conloquenolesquedómásremedioquedirigirsealaentradadelacasa,unapequeñapuertadetablonessindesbastarytorpementeclaveteados.

—Señor López… —dijo Alex en sordina, hablándole a la puerta—. SeñorLópez…

Silencio.—Deberíanestaresperándonos,¿no?—sepreguntóJack.—Eustaquio…—insistióRiley—.¿Estáustedahí?SomosJoaquínyAlex.Nada.—Estoesmuyraro—advirtióelgallego—.Deberíamos…Ydiciendoestoseapoyóenlatoscapuerta,queconungemidoseabrióbajoel

pesodesumano.

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El interior de la casa, oscuro como una cueva, no permitía adivinar lo queaguardabaensuinterior.

—¿Hola?—preguntóRiley,asomandolacabeza—.¿Hayalguienahí?Ningunarespuestallegódesdedentro.—Cagüenla —gruñó Jack—, aquí no hay nadie. Nos estamos jugando el

pescuezo,paraque…—Schhh…Calla—leatajóAlexponiéndolelamanoenelpecho.—¿Qué?—Meparecequeheoídoalgo.—Seránmistripas.Casinohecenado.Alexlemiróconreproche.—Te has comido la mitad demi ración—le recordó—. Y el sonido venía de

dentrodelacasa.—Puesseránratas.Estáclaroqueaquínohaynadie.EltenienteRileyagudizólavista,oteandolaoscuridad.—Seguramente.Peroyaquehemosllegadohastaaquí,hemosdeasegurarnos.ConprecaucióncruzóelumbralseguidodecercaporJack,yencuantocerraron

la puerta a su espalda Alex sacó el encendedor que le había dado Hemingway y,sosteniéndoloenalto,iluminólahabitación.

La tibia luz anaranjada de la llama apenas alumbraba más allá de un par demetros,perofuesuficientecomoparaquecomprendieranqueallíhabíapasadoalgo.Algomalo.

Todos los muebles aparecían tirados por el suelo, incluso la pesada mesa demadera, y pedazos de cuencos de barro y cristales cubrían el suelo y crujíanlastimosamentebajosuspisadas.

—Mierda—profirióJack,resumiendoperfectamentelasituación.Alexsehizoconunquinquémilagrosamenteintactoyloencendió.Elalcancedel

destrozoquedóalavista.—Nohaycuerpos.Nisangre—señalóconalivio—.Handebidollevárselos.—Losnacionales—apuntóJackinnecesariamente.—¿Quiénsino?Debieronenterarsequeibanahuiryselosllevarondevueltaal

pueblo.—Quécabrones…¿Peroquémáslesdaba?¿Porquéimpedírselo?—Sisusmandossonlamitaddeparanoicosquelosnuestros—contestóRiley—,

loshabránacusadodeserespíascomunistasoalgoparecido.Entonces,elrostrodeJackmutóenunarepentinapreocupación.—¿Les habrán dicho que… veníamos? —formuló la pregunta sabiendo de

antemanolarespuesta.Alexseenervó,alcomprenderaloqueserefería.—Tenemos que irnos ahoramismo—dijo, apagando el quinqué y dirigiéndose

hacialasalida.

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Perosedetuvoensecocuandoya tenía lamanoenelcerrojo,yalzó lacabezacomounperroperdiguero.

—Nosonratas—advirtió,dándoselavuelta.Volvió a sacar el mechero, ymanteniéndolo encendido se dirigió a una de las

puertas del fondo, la abrió, y se encontró con lo que debía ser la habitación deEustaquioysuesposa.

Aunladohabíaunviejoarmarioconlaspuertasabiertasdeparenparylaropaesparcida a sus pies, como si lo hubieran destripado. En la pared del fondo uncrucifijodemaderacolgabadelaparedencalada,ybajoelmismounacamarevueltaalbergabauncolchóndepajaquesederramabaporlascosturasabiertas.

Riley se plantó enmedio de la habitación,miró a izquierda y derecha, ymuylentamentesearrodilló.Colocóelencendedoralaalturadelsuelo,agachólacabezahastatocarconlamejillalafríapiedraymiróbajolacama.

Desdelapenumbra,unpardeojosleobservabanaterrados.

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JoaquínAlcántararegresódeladespensaconunajarraytresvasos,ylosdejóencimade lamesaqueAlexhabíapuestoderecha.Se sentóy llenó los tresvasoshasta lamitad,conelmismovinotintoyrecioquehabíanbebidolanocheanteriorenmuydistintascircunstancias.

Frente a losdosbrigadistas, conel rastroque las lágrimashabíandejadoen surostrochurretosoylamiradainquieta,Javierocupabaunadelassillasylabarbillalellegabaalaalturadelbordedelamesa.

Jacklealargóunodelosvasosalniño,quelosujetóconambasmanos.—Madresolomedejabeberunpoquito—dijoJavier,conlanarizmetidadentro

delvaso.—Hoyesundíaespecial—alegóelgallego—.Bébetelotodo.—¿Estásseguro?—preguntóRiley,volviéndosehaciasuamigo.—Lecalmarálosnervios—explicó—.Mipadremelodabacuandoerapequeño

yyaveslobienquehesalido.Rileysequedómirandoasuamigo,tratandodeaveriguarsiestabahablandoen

serio o le estaba tomando el pelo. Finalmente decidió que tampoco importabademasiado.

—Entonces, Javier—dijo a continuación, dirigiéndose al niño—,dices que lossoldadossellevaronatuspadres,atushermanas,atusabuelosyatustíos.

Elpequeñonegóconlacabeza.—No…—dijo con hastío, como si repitiera la historia por enésima vez—. Se

llevaron amis padres ymis hermanitas.Amis tíos,mis primos ymis abuelos losagarraroncuandosalíandelpueblo.

—¿Túloviste?—Sí, losvi.Yvineacasacorriendoadecírseloapadre,peroentoncestambién

vinieronaquí.—Ytúteescondistebajolacama—concluyóJack.—¡Madremedijoquelohiciera!—replicó—.Yonoquería.Peromedijoqueme

quedaraaquíhastaquevinieranustedes.—¿Esotedijo?Javierafirmóvigorosamenteyañadió:—Yqueme fuera con ustedes lejos del pueblo y no volvieramás. Pero yo no

quieroirmesolo.Quieroirconmipapáyconmimamá.¿Mellevaránconellos?Jacktragósalivaysereclinósobrelamesa.—Verás, Javier. No… —carraspeó incómodo—. Ahora mismo no podemos

llevartecontuspadres.Ellosestánen…—¿Porquéno?—Pues…Porque…—Miróasuizquierda—.Explícaselotú,Alex.Eltenienteledevolvióunamiradadefastidio,perodejóaunladosuvasoydijo:

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—Tus padres han sido detenidos por nuestros enemigos, así que no podemosacercarnosalpueblo.¿Loentiendes?Además,nosabemosdóndeestán.

—Sí.—¿Síloentiendes?—Síquesedóndeestán.—¿Losabes?—Claro.EnlaIglesia.Selooídeciraunodelossoldadosquevinieron.¿Mevan

allevarconellos?—Nopodemos,Javier.Hemosdemarcharnos,ytútevendrásconnosotroscomo

tedijotumadre.—Pero yo no quiero irme…—insistió el niño al borde de las lágrimas—. Yo

quieroirconellos.—Losiento,hijo.Esonovaapoderser.—¡Síquepuedeser!—gritófurioso—.¡Mepuedoirsolo!Yoséelcamino.Dejóelvasoenlamesadegolpeysepusoenpie.—Quietoahí, chaval—ordenóJackcon tonoautoritario—.Siéntate—esperóa

queelniñoobedecierayañadió—:Esmuypeligrosoiralpueblo,yademás,apartirde mañana empezarán a bombardearlo, así que si vas te matarán. Y tu madre noquerríaquetemataran,¿aqueno?

Elniñonególentamenteconlacabeza,perofrunciendoelceño,preguntó:—Peromi familia está toda allí… ¿Qué les pasará a ellos?—empezó a llorar

desconsoladamente—.¿Sevanamorir?¡Yonoquieroquesemueran!—No.Novanamorirse.Ellos…—¡Sí!—leapuntóacusadorconelíndice—.¡Loacabasdedecir!Rileyseretrepóenlasilla,cruzándosedebrazos.—Muy bien, Jack…—masculló por lo bajo—. Veo que tienes mano con los

niños.—Dejadellorar,Javier—dijoelgallego,peroelniñoyanoleescuchaba.—¡Noquieroquesemueran!—insistió—.¡Tienequesalvarlos!¡Padredijoque

ustedesnosibanasalvar!—Esono…—¡Lodijeron!—exclamóentrelágrimas—.¡Siustedesnohubieranvenidoayer

noche,nosehabríanllevadoamispadres!¡Essuculpa!—No,Javier.Esonoescierto.Parasorpresadelgallego,quienlereplicófuesuamigo.—Síloes.—¿Qué?—Tienerazón,esculpanuestra—respiróprofundamenteydejósalirtodoelaire

degolpe—.Nosotroshemosprovocadotodoesto—apoyóloscodossobrelamesayenterrólacaraentrelasmanos—.Somoslosresponsables.

Jackentrecerrólosojosconsuspicaciaantesdepreguntar:

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—¿Adóndequieresiraparar?Rileylevantólacabezayesbozóunamuecaestoica.—Yalosabes.—¿Nolodirásenserio?—Totalmente.—Pero…—Yasélosperos,Jack—dijoapoyandolamanoensuhombro—.Perotengoque

hacerlo.El gallego se pasó la mano por la nuca, y con la resignación del condenado

afirmó:—Tenemos.—¿Estásseguro?—Desdeluegoqueno—sonriócontristeza—.Peroporunavez,tampocoestaría

malhaceralgobuenoenestaputaguerra.—Esaeslaidea—asintióRiley.El marino se volvió entonces hacia el niño. Hasta entonces no se había dado

cuentadequehabíadejadodellorarylosmirabaaambosconlosojoscomoplatos.—¿Vanairapormispapás?—Vamosair—leconfirmó.Entonces,elniñosaltóencimade lamesa,seabalanzósobreRiley,y loabrazó

como un náufrago a su tabla. Luego se soltó, e hizo lo propio con Joaquín,repitiéndolealoídounayotravez:gracias,gracias,gracias.

Cuandoelmuchachosehubocalmado—yJacksehubosecadounpardelágrimascondisimulo—,comenzaronatrazarelimprobableplanderescate.

Sobrelamesahabíanextendidounacuartillamedioemborronada,enlaqueconlapuntadeunviejolápiz,RileyhabíatrazadountoscoplanodeBelchitesiguiendolasindicacionesdelniñoylopocoquerecordabadelmapaqueelgeneralleshabíamostradoeldíaanterior.

Elpueblodibujadoa la luzdelquinquémostrabaunaformairregulardepatata,ligeramentealargadadeesteaoeste.Lagranjade losLópezdondeseencontrabanestabaacosadeunkilómetroalnorte.

Desde luego la representaciónnoeraenabsoluto fiable,peropeor erano tenernada.

—Muy bien —dijo Riley, apoyando la punta del pequeño lápiz sobre larepresentacióndelconventodeSanAgustín—.Entonces,aquítenemoselconvento,ydicesqueescuchastequellevabanatuspadresalaiglesia,queestá…

—Aquí—señalóJavier,poniendoeldedosobrelacuartilla.—¿Ylacomandanciamilitar?—preguntóJack.—¿Loqué?

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—Elcuartel—corrigió—.Eledificiodondeestánlosgenerales.Conbanderasysoldadosenlapuerta.

—Ah,aquí—contestósatisfecho,apoyandoeldedodenuevo—.Justoalladodelaiglesia.

—Estupendo—opinóJack,torciendoelgesto.—¿Yrecuerdassihabíamuchossoldados?—preguntóRiley.Elniñohizoungestosacudiendolamano.—¡Muchísimos!—exclamó,alzandolascejas—.¡Másquegentedelpueblo!AlexyJackintercambiaronunamiradaquenonecesitópalabras.Aquellopintabacadavezpeor.Rileydejóellápizsobrelamesayseechóhaciaatrásenlasilla.Clavólavistaen

eltechoytratódeimaginarlamaneradepoderllegarhastalaiglesiasinservistos.Sobrecómosalirdeallíllevandoaciviles,algunosdeellosniñosyancianos,eraalgoqueniseatrevíaapensar.

—Javier—sedirigióalniño,cayendoenlacuentadequenolehabíahechounapreguntacrucial—,¿sabesacuántaspersonasdetufamiliasellevaronlossoldados?

El niño afirmó con la cabeza, y llevándose la punta de los dedos a los labioscomenzóarecitarmuyserio.

—Uno.Dos.Tres.Siete.Catorce.Nueve.Cincuenta.Veinte.Dieciséis…Jack puso los ojos en blanco, y Riley estuvo a punto de romper a reír por lo

absurdodelasituación.—Vale,vale…¿Yconlosdedos?¿Mepuedesmostrarconlosdedoscuántosson?Denuevo, Javier sepusoapensary comenzóa levantar losdedosde sumano

derechaunoauno,ycuandoseleterminaronempezóconlosdelamanoizquierda.Yluegodenuevolosdelamanoderecha.

—¡Esosonquincepersonas!—exclamóJack.—Nosé—repusoelniñotranquilamente.—¿Estássegurodequesontantos,Javier?—inquirióRiley.Javierasintióconvencido.—De acuerdo… Digamos que son quince —miró a Joaquín—, y la mitad al

menosseránniñosyancianos.¿Cómoloves?—¿Deverdadquieressaberloquepienso?—No.Laverdadesqueno.—Losuponía—estiró los labios escorandouna sonrisa—.Ni siquiera sabemos

cómoentrarenelpueblosinquenosdescubran.—Cierto.Debenestarvigilandopermanentementeelcampoquerodeaelpueblo,

y que para colmo no tiene un puñetero árbol donde esconderse—y volviendo denuevosuatenciónhaciaJavier,lepreguntó—:Túnosabrásalgunamaneradeentrarenelpueblosinquenosvean,¿no?

Elniñolemirócomosiacabaradepreguntarlesisabíachutarunapelota.—Puesclaro—respondió,casiofendido—.Porlaacequiagrande.

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—¿Lodicesenserio?—inquirióelsargento.—Puesclaro—repitió—.Espordondeyoentroysalgodesdeque llegaron los

soldados.—Y…¿dóndeestáesaacequia?—Tras la casa—afirmó, señalando a su espalda—.Es la quevienedeCodoy

llegahastaelpueblo,frentealconvento.Rileytomódenuevoellápizycomenzóatrazarunalíneaqueibadesdelagranja

hastalafábricadeaceite,juntoalconventoabandonadodeSanAgustín.—¿Poraquí?—preguntó,refiriéndosealmapa—.¿Poraquívalaacequia?Javierasintióconseguridad.—Ahoraestáseca—dijoconciertatristeza—,porquehacemásdeunmesqueno

llueve.Cuandotieneaguavoyconmisprimosabañarnos.Rileyvolvióamirardenuevoasuamigo,yestavezlamuecahabíadadopasoa

unasonrisaladina.—Tenemos nuestra entrada —le dijo, casi se diría que entusiasmado—. ¿Te

apetecedarunpaseo?Elgallegosepusoenpieconunaexpresiónparecidaenelrostro.—Creíquenuncaibasapedírmelo.

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Laacequiagrandeenrealidadnoestabacompletamenteseca,comohabíaadelantadoel niño. Un hilo de agua se arrastraba por el fondo de la misma, y el suelo quepisabanlosdosbrigadistasestabacubiertodeunapelículadebarromalolientequesepegaba a la suela de las botas como si fuera engrudo.Entre esoy lo incómododecaminarmás de un kilómetro agachados, el recorrido por la acequia se les estabahaciendoeterno.

—Yacasiestamos—susurróRiley,volviéndosehaciaatrás.—Yaerahora—contestóJackenelmismotono—.Porcierto,¿quéhoraes?Elmarino consultó su reloj de pulsera, haciendo que la luz de las estrellas se

reflejaraenlasmanecillas.—Launayveinte.—Carallo—gruñóelgallego—.Hemosperdidomásdetreshoras.—Amanecealassieteymedia.Aúntenemosseishorasmás.—Nosvaairmuyjusto.—Losé.Vamos.Continuaroncaminandoencorvados,dirigiéndosealyapróximoconventodeSan

Agustín.Lasventanasdelafábricaeranrectángulosnegrosquedestacabanenlafachada

deladrillocomohuecosenunadentadura.Aunqueparecíanohabernadiedentrodeledificio, a Riley no le cabía duda de que algunos soldados enemigos estaríanmontando guardia en su interior detrás de aquellas ventanas, cobijados por laoscuridad.

Con extrema cautela siguieron avanzando por la acequia hasta alcanzar unapequeña tapia, justo delante de la pared de la factoría. El murete les ofrecía unaprotecciónextray laposibilidadderecostarsecontraélydescansarunmomento,asalvodelamiradadeloscentinelas.

—Temíaquehubieratrampasoalgunaalarmaenlaacequia,yquelahiciéramossaltaralpasarporella—susurróJack,apoyandolaespaldaenlatapiajuntoaRiley.

Eltenientesevolvióhaciaél.—¿Poresoinsististeenquefueradelante?—Tienesmejorvistaqueyo.Ymássuerte.—Almenospodríashabermeavisado.Jacksonrióconinocencia.—Noqueríaasustarte.—Quéamable…—bufó, fingiendodecepción—.Menosmalquealparecer los

sublevadosnocontabanconquenadietrataradeinfiltrarseenelpueblo.—Nadie lo bastante tonto, querrás decir. Y hablando de tontos… no me ha

parecido ver a nadie asomado a las ventanas. ¿Crees que pueden haber sido tandescuidadoscomoparanoponervigías?

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—Yotampocohevistoanadie,peroseguroquehayalguienoculto.Mejuegolapaga.

—¿Quépaga?—Esun decir.Vamos—dijo señalando hacia el este con la cabeza—, sigamos

adelante.Aúntenemosquellegaralotroextremodelpueblo.Siguieron la sinuosa línea delmuro, caminandomuy despacio y con la cabeza

gacha, deteniéndose cada vez que escuchaban el más mínimo ruido, hasta quealcanzaron la fachada del convento abandonado que se erguía imponente como elmayoredificiodeBelchite.

Justo frenteaellos,una seccióndemurodevariosmetrosde longitudsehabíaderrumbado y si lo cruzaban quedarían expuestos ante cualquiera que estuvieseobservando.

—¿Quéhacemos?—cuchicheóJackalaespaldadeRiley—.¿Vesalgo?Este se asomó con mucho cuidado por la brecha, escrutando los grandes

ventanales abiertos del convento, pero solo alcanzaba a ver la oscuridad másabsoluta.

Desdedondeestabaapenaspodíaobservarlascuatroventanasquequedabanjustoenfrente,perosiseasomabamáscorríaelriesgodeserdescubierto.

Aunquenoparecíaquehubiesenadieallí.Aguardócasiunminuto,alaesperadecualquierruidoomovimientoquedelatase

lapresenciadeuncentinela,peronopasabanada.Porincreíblequefuera,parecíaqueallínohubieranadie.

Porotro lado,nopodíanquedarseallí indefinidamente,demodoqueapretó losdientesy,decidido,sedispusoaatravesaraquelespaciosinprotección.

Pero justo cuando daba el primer paso, una ráfaga de aire le hizo llegar uninconfundibleoloratabaco.

Riley se quedó completamente quieto, escrutó de nuevo la oscuridad tras losventanales, y pudo ver cómo en uno de ellos brillaba la minúscula brasaincandescentedelapuntadeuncigarro.

—¿Quéhacemos?—preguntóJackenvozbaja—.Eselúnicocaminoquehay,ynopodemosdarunrodeo.

—Habríaquedistraeralfulano.Olosfulanos.Puedequehayamás.—¿Ycómo?—Haciendoquemirenhaciaotroladoduranteunossegundos.—Repito:¿cómo?—Nolosé.Bueno…—vaciló—quizá.Semeocurre,quepodríatratardehacer

unaespeciedebombadehumo.Elgallegofruncióelceño.—Estásdeguasa.

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—No,enserio.Loleíenelmanualdelbrigadista.—¿Hayunmanualdelbrigadista?—Puesclaroque…Bah,da igual.Lo interesanteesqueenseñabancómohacer

unabombadehumoconunpocodegasolina,uncalcetín,algodepólvorayhierbaseca—sacóelencendedorylapistolayañadió—:Ytenemostodoslosingredientes.

—Ya.¿Ysabescómohacerlo?—Puedointentarlo.Jacknegóconlacabeza,nadaconvencido.—Nomegusta—dijo—.Sinosalebien,prenderásunfuegoyentoncessíque

nosverán.—Ya…puedequetengasrazón—admitió—.Peronosemeocurreotracosa.—Puesmirapordónde,amísí.Dicho esto, se alejó una veintena de metros en la misma dirección en la que

habían venido, rebuscó entre los hierbajos, y al cabo de un momento se irguió,sopesandoalgoenlamano.

Alex tuvo un terrible presentimiento sobre lo que pretendía hacer su amigo yhubo de contenerse para no lanzarle un grito. Se dirigió a toda prisa hacia él,haciendo aspavientos, pero Jack o no lo vio o no quiso verlo, y tomando algo deimpulsoechóelbrazohaciaatrásylanzóunpedruscoenormeporencimadelatapiacontraunadelaspocasventanasdelconventoqueaúnteníancristales.

El agudo estrépitode los cristales rompiéndose fue como si un rayopartiera elsilenciodelanoche.ARileyleparecióqueelruidosehabríaoídohastaenelúltimorincóndeBelchite,comosiunabombahubieracaídoenmitaddelpueblo.

Boquiabierto ante la insensatez del gallego se había quedado simplementemirando,esperandoqueencualquiermomentocomenzaranalloverlasbalas.

Sinembargo,encuantohubolanzadolapiedraJackseleacercóapasovivo.—Venga,vamos—leapremió—.Notequedesahíplantadocomounpasmarote.Riley parpadeó perplejo, buscando las palabras para definir la tontería que

acababa de cometer, pero se dio cuenta de que el sargento pasaba de largo, seasomabaalhuecoenelmuroylocruzabaa todaprisasinquenadie ledisparaseodieselavozdelaalarma.

—Lamadrequeloparió…—renegóeltenienteenvozbaja.Ysinmolestarseenmirarprimero,corriósiguiendolospasosdesuamigo,quele

esperabaalotroladocruzadodebrazosyconexpresiónsatisfecha.TraselcortosprintRiley llegóa su ladoconelcorazóndesbocado,máspor la

tensiónqueporelesfuerzo,yseapoyóenelmuromientrasoíaaJackdecir,ufano:—Aveceslosplanessencillossonlosmejores.

Porsuerteyanoseencontraronconmásespaciosenblancoenelmuro,ylasvocesdelosguardiasintrigadosporelcristalrotoquedaronatrásrápidamente.

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RileyaúnpensabaenlainsensatezquehabíacometidoJackylaindudablesuertequehabíantenidodequenadielosviera,cuandollegaronalfinaldelatapia,quealapostresefundíaconlafachadadelascasasdellímiteexteriordelcascourbano.Sedetuvieronuninstanteparacomprobarquenohabíanadiealavistay,tanagachadosque casi iban a cuatro patas, se internaron por una estrecha calleja empedrada queconducíaalpueblo,flanqueadaporedificiosdedosytresplantasdebellafactura.

Cadapocospasosseparabanaescuchar,buscandocobijopermanentementeentrelassombrasdesoportalesyportones.Lacalle,comotodaslasdeBelchite,sehallabacompletamenteaoscuras,ytampocodelasventanasmanabaelmásmínimorastrodeluz.Alparecer,lasfuerzasocupanteshabíaninstauradoeltoquedequedayprohibidocualquiertipodeiluminaciónnocturna.

Llegaronasíhastaunapequeñaplazatriangularenlaqueconfluíannadamenosquesietecalles.AlexRileylevantólavistayapesardelaoscuridadfuecapazdeleerla placa con la leyenda: Plaza de San Salvador. Una plaza que, por supuesto, noaparecíaeneltoscomapaquellevabaenelbolsillo.

—¿Yahora?—cuchicheó Jack en suoído,haciendo referencia a las seis callesqueseabríananteellos—.¿Haciadónde?

Eltenienteseencogiódehombros.—Notengoniidea—confesó—.Perocreoquedebedeserunadeesas—añadió,

señalandodosdelascallesqueseabríanjustoenfrente.Unabastantemásanchaquelaotra.

—Yovotoporlaestrecha—dijoJack—.Esmásoscura.—Escierto—opinóRiley—.Perolaotraparecequevajustoa…Antes de terminar la frase les alcanzó un rumor de pasos y voces de hombres

acercándose.—Unapatrulla—mascullóJackconvehemencia,señalandolacalleanchaporla

queseacercaban.—Porlaotra.Porlaotra—leurgióAlexensusurros,disponiéndoseacruzarla

plazatodolodeprisaquepudieracaminarsinhacerruido—.Vamos.Se adentraron en la negrura del callejón cuando dos soldados moros

desembocabanenlaplazaysedeteníanenmedio.Desdelaseguridadrelativadelassombras,observaroncómolosdosmarroquíesapoyabanlosmáuserenunaparedyseponíanafumartranquilamente,ajenosalapresenciadelosbrigadistas.

—Noshaidodeunpelo—bufóJack.Riley solo asintió conforme, y dándole una palmada en el hombro le animó a

continuar.Esacalleeraaúnmásestrechaquelaanterior,ysobresuscabezaslosbalconesde

losedificioscasisetocabanconeldeenfrente.Rileylevantólavistaypensóquedosvecinos que se asomaran al mismo tiempo podrían darse la mano sin salir de suscasas.

Unoscienmetrosmásalláelcallejónpasajevolvíaaabrirsealempalmarsecon

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otra calle, y por fin pudieron ver el campanario hexagonal de la iglesia alzándosejustodelantedeellos,recortadocontraelcieloestrellado.

—La iglesia —anunció un sonriente Riley—. Y está sin vigilancia. Creo quehemostenidosuerte.

Jack,encambio,señalóhacialaderecha.—Yoesperaríaantesdedescorcharelchampán.Intrigado,Rileymiróenladirecciónqueleindicabasuamigoyselecayóelalma

alospies.A unos cincuenta metros a su derecha, al otro lado de una plaza rectangular

flanqueada de frágiles arbolitos, se elevaba la fachada de otra iglesia de aspectosimilarenformaytamañoalaqueteníanenfrente.

—¿Otraiglesia?—gruñó—.Elniñononosdijoquehabíadosiglesias.—Puesesonoeslopeor.Fíjatebien.Rileyescrutólaspesadassombrasqueenvolvíanlaplaza.Al principio no vio nada aparte de un camión militar y una ametralladora

instaladatrasunossacos terreros,peroalcabodeunmomentoalgosemovióenellímite de la percepción y atisbó varias siluetas apostadas tras aquellos sacos, aescasosmetrosdelportóndeltemplo.

—Soldados—mascullóentredientes.—Son media docena —apuntó Jack, agachándose junto a Riley—. Y eso sin

contaralosquenopodemosver.Esimposibleacercarsesinquenosdescubran.Alexasintióensilencio,compartiendolamismaopinión.Entoncesoyeronelamortiguadoecodeunacarcajada.Sevolvierondegolpe,intercambiandounamiradadepreocupación.Alparecer,lapatrullaquehabíandejadoatráshabíatomadoelmismocaminoque

ellosyprontoapareceríadoblandolaesquinadelaangostacalleja.Nopodíanquedarsedondeestaban,tampocopodíanvolveratrás,ysisalíanala

plazalosdescubriríandeinmediato.Nohabíaescapatoria.

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RileyagarródelbrazoaJack,urgiéndoleamoverse.—A la iglesia—le susurró con urgencia, llevándole hacia el portón que tenían

justodelante.Endoszancadasseplantaron frentea lapuertademaderasólidaque,comono

podíaserdeotramanera,estabacerrada.Tratandodenohacerruido,apoyarontodosupesocontraella,peronocedióniunmilímetro.

—Cagüenla.Estácerradapordentro—renegóelgallego.Alex volvió a empujar una vez más, pero desistió al convencerse de que era

imposible.Nopodíanentrarenlaiglesiaylospasosdelapatrullaseibanacercando.UnarecurrentesensacióndefatalismoseapoderódelánimodeAlexy,mientras

Jackseguíaaúnempujandoelportónenvano,seechólamanoalaespaldaysacólapistola.

No tenían donde esconderse, así que el único camino que les quedaba erasorprender a los soldados que se acercaban y tratar de escapar del puebloaprovechando laconfusión.Peroeraconscientedeque,unavez sediese lavozdealarma,lasoportunidadesdesalirdeallíconvidaeranmuy…

Susojossehabíanquedadofijosenunpuntoadosmetrossobresucabeza,peroelcerebroaúntardóuninstanteenprocesarloqueestabaviendo.

Unaventanaabierta.—¡Jack!—alzólavozmásdeloquehubieradebido—.Mira.ElaludidoalzólavistayviolomismoqueRiley.—Vamos—leapremióel teniente, colocándose junto a laparedy entrelazando

losdedosparahacerunescalón—.¡Sube!—Pero…—Déjatedeperos,joder.Súbeteamishombros.Jackparpadeóindeciso,perofinalmenteseencargósobreRiley,quientemblaba

porelesfuerzodesoportarelpesodelfornidosargento.—Malditasea,subeya—bufó,abrumadoporlosmásdecienkilosdelgallego.—Aún no alcanzo la ventana… —refunfuñó, tratando de hacer pie en una

oquedadenlapareddepiedra,hastaquefinalmente,aferrándosealaventanasedejócaerenelinterior.

Lasvocesde loscentinelasya sepodíanoírperfectamente,yAlexcalculóquetenía menos de veinte segundos para alcanzar la ventana por la que habíadesaparecidoJack.

Tomandoimpulsoseaferróauncanalóndeaguasujetoalafachada,yusándolocomounasuertede liana trepóporélhastaalcanzar laalturade laventana,que lequedaba a medio metro a la izquierda. En ese punto siguió el ejemplo de Jackintroduciendo la punta de la bota en un pequeño hueco de la pared y se agarró al

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marco de la ventana, pero cuando estaba a punto de saltar se le escapó el pieperdiendoelapoyo.Súbitamenteseviocolgandodelaventanaconunasolamanoylospiesenelaire.

Una nueva carcajada sonó a su izquierda, y al volverse ya pudo ver la brasaincandescentedelcigarrodeunodelossoldadosbrillandoenlaoscuridad.

Rileyeraconscientedequesiélpodíaversucigarro,ellospodríanverauntipodemetroochentacolgadocomounmonodelafachada.

Entoncestratódeelevarseapulso,perosintenerdondeapoyarlospiesresultabaimposible.

Apretando los dientes se esforzó en un último intento antes de que fuerademasiado tarde, y cuando ya las fuerzas comenzaban a flaquearle y temíadesplomarseestrepitosamenteenmitaddelacalle,dospoderosasmanoslesujetarondelasmuñecasytirarondeélhaciaarribacomosifueraunmuñeco.

Cuando sus pies atravesaron la ventana, golpeó accidentalmente el batienteprovocandoungolpe secoquehizo levantar lavista a losdos soldadosqueenesemomentoyaestabancasidebajo;porsuerte,uninstantedespuésdequeeltalóndelabotadeRileyhubieradesaparecidodelavista.

Losdosbrigadistassequedaroncompletamentequietos,temiendooírunavozdealarma o que alguien llamara a la puerta de la casa para investigar, pero tras unossegundosde incertidumbre,aguantando la respiración,escucharoncómounode lossoldados decía algo aparentemente gracioso en árabe y el otro se echaba a reír debuenagana,mientrasambasvocesvolvíanaalejarse.

Soloentonces JackyAlex sedejaroncaer sobre el suelo, resoplando, agotadosporlatensiónyelesfuerzo.

—Porunpelo—dijoJack—.Noshaidodeunpelo.—Mañanamismo…—lereprochóAlexentrejadeos—teponesadieta.

Encuantorecuperaronelalientosepusieronenpiey,aprovechandolaexigualuzqueentrabaporlaventana,tratarondeaveriguardóndeestaban.

Porsuertenohabíanidoapararaundormitorio,sinoaunaespeciededespachocon una granmesa de roble en el centro sembrada de papeles y coronada con undesproporcionadocrucifijo.

—¿Quéhacemos?—preguntóJack—.¿Volvemosalacalle?—¿Paraqué?Enla iglesiadeaquíal ladonopodemosentrar,y laotraestá tan

vigiladaquetampoco.Jackpareciópensarsussiguientespalabrasantesdedecidirseapronunciarlas.—Bueno,peroentonces…¿Nosvolvemos?—No.Aúnno.Nohastaestarsegurosdequenopodemoshacerotracosa.—Vale, ¿pero qué? Si los tienen en una de las dos iglesias, pero no podemos

entrarenningunadeellas…

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—Nolosé,Jack.Perocreoquedeberíamosecharunvistazo—sugirió,señalandolamesa—. Ese crucifijo y que la casa esté pared con pared con la iglesia, podríasignificaralgo.Nuncasesabe.Quizáestasealaviviendadelcuraytengaunapuertatrasera,oinclusounpasadizoquelocomuniqueconlaiglesia.

Jackseencogiódehombros,nodemasiadooptimista.—Yaquehemosllegadohastaelrío—apuntóconfilosofía—,vamosa intentar

cruzarelpuente.—Exacto—lediounapalmadaenelhombro,yacercándosealapuertatomóla

manijaysevolvióhaciaJack—.¿Listo?—No—confesó—.Peronovoyaestarlomás.EntoncesRileyhizogirarelpomoyabriólapuertadispuestoacruzarla.Adospalmosdesucarasematerializóelrostroboquiabiertodeunamujergruesa

deunossesentaaños,quesosteníauncandelabroencendidoenlamanoizquierda,unatizadorenladerecha,eibaataviadaconunhábitoblancoyunacofianegraquelacubríandepiesacabeza.

—¿Pero qué diantre…?—comenzó a decir lamujer en cuanto se repuso de lasorpresa.Peronopudoacabarlapregunta.

Alexlecubriólabocaconunamano,mientrasconlaotralaarrastrabadentrodeldespachoalafuerzayJackcerrabalapuertaasusespaldas.

Sentadaenunasillabajolaluzdelcandelabro,lamonjamirabaalosdosbrigadistasconojosiracundos.

Jack terminaba de cerrar los postigos de la ventana, mientras Alex, que aúnmanteníalamanosobrelabocadelamujer,ledecía:

—No vamos a hacerle ningún daño. Solo quiero hacerle unas preguntas y nosmarcharemosenseguida—yadvirtiéndoleconeldedo,añadió—:Asíquenogriteynadiesaldráherido.

Entoncesretirólamano,yapenaslohizolareligiosaexclamóenvozalta:—¡Salganinmediata…!AlinstanteRileyvolvióataparlelabocaconlamanoizquierdamientrasconla

derechasesacabalaColtdelapartedeatrásdelpantalónylaponíafrentealrostrodelareligiosa,paraquepudieraverlabien.

—¿Creequenohabloenserio?—lepreguntócontonoamenazante,acercándosemuchoasurostro—.Sivuelveaalzarlavoz,lejuroporsudiosquelepegountiro.¿Mehaentendido?Hagaquesíconlacabezasimehaentendido.

LamonjamiróalosojosdeRileyyafirmómuylentamente.—Deacuerdo—dijoAlex,apartándolelamanodelacarasolounoscentímetros

—.Volvamosaintentarlo.¿Cómosellama?Loslabiosapretadosdelamujerparecíanestarconteniendounexabrupto,yaún

tardaronunmomentoenabrirsedenuevo.

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—¿Quiénessonustedes?—inquirióconfuriacontenida.—Aquí las preguntas las hacemosnosotros—replicóRiley con aspereza—.Le

repetirélapreguntaunavezmás—levantódenuevoelarma—:¿Cómosellama?—¿Cree que me asusta con su pistolita? —repuso la monja, desafiante—. Si

disparaseoiráentodoelpuebloyenunminutoestoestarállenodesoldadosque…Antesdequeacabaralafrase,Jacksepusoencuclillasfrenteaellaydesenfundó

elcuchillodeunodeloscentinelasalosquehabíanamordazado.—¿Medecía?Lamonjatragósaliva.—Esta es la casa de Dios…—alegó, algo menos altiva—. No tienen ningún

derechoaentraraquí.Nohaynadaquepuedanllevarse.—Novenimosarobar—aclaróRiley.Elgestodelareligiosa,lejosdetranquilizarse,reflejóalarma.—¿Yaquéhanvenidoentonces?—inquirió,ahorasípreocupada—.Lesadvierto

quesitratandeaprovecharsedemí,lairadeDiosles…—Relájese,abuela—replicóJack,estirandounasonrisaydevolviendoelcuchillo

a su funda—, que no tengo la menor intención de tocarle un pelo. No estoy tandesesperado.

—Díganoscómosellamayquélugareseste—exigióRiley.Lamonjaledirigióunamiradadeextrañeza.—EsteeselconventodeSanRafael,porsupuesto.—¿Yustedes…?—SorCaridadDivina—sepresentóalfin—,lamadresuperioradelasHermanas

DominicasdeBelchite.—De acuerdo, Sor. Él es el sargento Alcántara y yo el teniente Riley, de las

BrigadasInternacionales.Alescucharaquellolamonjaseechóhaciaatrásenlasillaconcaradeespanto,

comosiacabaradeveralmismísimodiablo.—¡Rojos!—exclamó.Rileysevioobligadoataparlelabocadenuevo.—Noalcelavoz—leordenóconfirmeza—.Noqueremoshacerleningúndaño.

Soloesperoquecontesteaunaspreguntas.¿Estáclaro?Laorgullosamiradade la religiosasehabíaconvertidoenpuro terror,yporun

momento Alex pensó en las atrocidades que algunos habrían cometido con otrasreligiosasparaquelareacciónfuera tandesmedida.Claroqueirvestidosdenegro,con la cara embetunada, y haber entrado por la ventana en mitad de la nocheseguramentetampocoayudaba.

—Cálmese—insistió,esgrimiendounasonrisaquepretendíasertranquilizadorayenfundandoelarma—.Soloqueremossabersihayalgunamaneradellegardesdeaquíalaiglesia,sintenerquesaliralacalle—retirólamanoyañadióenvozbaja—:Porfavor,nogrite.

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Lamonjaparecióserenarseunpoco,lojustocomoparapoderhablardenuevo.—¿La iglesia? ¿Quieren entrar en la iglesia? ¿Por qué? ¿Quieren robar las

imágenes?¿Esquenotienenrespe…?—Ya le hemos dicho que no somos ladrones —atajó Jack, al límite de su

paciencia—.Venimosaliberaraunoscampesinosquelosnacionaleshandetenidoycreemosquehanencerradoenlaiglesia.

Rileymiródereojoasusargento;noteníapensadoponeralamonjaalcabodesusintenciones.Noaún,almenos.

—¿Unos campesinos encerrados en la iglesia?—preguntó con sincera sorpresa—.¿Quécosasseinventa?Enmiiglesianohaynadieencerrado.

—¿Yenlaotra?—quisosaberAlex,señalandohacialaventana—.Hemosvistoquehayotraalotroladodelaplaza.

—¿La de San Martín de Tours? —preguntó extrañada—. ¿Y por qué iban aencerrarahíanadie?Paraesoestálacomandancia.

—Puedequeseaporquesetratabadedemasiadagenteynocabíanenlasceldas,quiénsabe.Lacuestiónesquetenemosrazonesparapensarquelostienenpresosensuinterior.

—Puessiloshanencerradoporalgoserá—alególamonja,recobrandosualtivez—.Seguroquetambiénsonrojos—añadiócondesprecio—.Bienmerecidolesestá.

—Seráhijade…—¡Sargento!—le retuvoRiley poniéndole lamano en el pecho, y volviéndose

hacia la religiosa masculló entre dientes—: A veces olvido por qué lucho en estaguerra,SorCaridad,perogentecomoustedsiempremeayudaarecordarlo.

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—No pienso decirles nada—repitió la madre superiora, cruzándose de brazos—.Puedenhacermeloquequieran,peronovoyaayudarles.

—Yategustaríaati,sobruja—renegóJack.—Jack…noestásayudando—ledijoRiley,y luegosedirigióa la religiosa—.

Solo le pidoqueme indique cómo llegar a la iglesia sin que nos vean.Luegonosmarcharemospordondehemosvenido.

Elgallegocarraspeóymiróhacialaventana.—Es un decir —apuntilló Riley—. Créame que no queremos lastimarla, Sor

Caridad,soloencontraraesaspersonasysalirdelpuebloantesdequeamanezca.—Nihablar—insistiólamonjaconarrogancia.Rileyintercambióunaelocuentemiradaconsusargentoyesteasintiósutilmente.—Está bien —dijo, y de un tirón arrancó el cordón de la cortina—. Jack,

amordázala.Elgallego se sacóun suciopañuelodelbolsilloy loanudósobre labocade la

religiosa.—¿Qué es lo queggg…? —fue lo último que logró decir antes de verse

silenciada.Acontinuación,Rileyleanudólasmanosalaespaldadelasillaenlaqueestaba

sentadaycorriólaspesadascortinasdelaventana,mientrasJackhacíaunapelotaenelsueloconlospapelesqueencontrósobrelamesa,unahermosaBibliatapizadaenpielvueltadecorderoyunpesadísimo tratado sobre lavidadeSantoDomingodeGuzmán.

Lamonjaobservabalasmaniobrasdelosdosbrigadistasconcrecientealarma.—¿Guegggogueegtanagciengo…?—barbullóbajolamordaza.Cuandoenelcentrode laestanciahuboamontonadaunabuenapiladepapely

madera,RileysacóelmecheroyconungolpesecoloencendiófrentealrostrodelaDominica.

—No ha querido hacerlo por la buenas —dijo tranquilamente—, así que loharemospor lasmalas.Prenderé fuegoa todoeledificioconustedysushermanasdentro, y mientras los soldados vienen a apagar el fuego, mi amigo y yoaprovecharemos laconfusiónpara rescatara losprisioneros—esgrimióunasonrisacínicaylepreguntó—:¿Quéleparece?

—¡Ggggg…!—Ah, ya… lamordaza—yvolviéndose hacia Jack, le dijo—:Lástima que no

hablócuandotuvooportunidad.¿Noteparece?—Puesquéquieresquetediga…Casiqueloprefieroasí.Unasanguijuelamenos

enelmundo.—Nolehablesasí,Jack—lereprendióteatralmente—.Seamosrespetuosos,que

lapobreestáapuntodeirsealotrobarrio.

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—¡GGG!Rileytomóunahojadepapel,leprendiófuegoconelencendedorylodejócaer

sobreelmontón.—Nos vemos en el infierno, Sor Caridad Divina—dijo con voz gélida, y se

encaminóhacialapuerta—.Ysiveasujefe,dígaledemipartequeestáhaciendountrabajopésimo.

—¡GGGG!¡GGGG!El teniente de laLincoln abrió la puerta y la cruzó tranquilamente, seguido de

Jack,quelacerrótrasdesíconunsordoclic.Enlasalalospapelesamontonadosardieronenseguida,asícomolastapasdepiel

de los libros, que comenzaron a expulsar un humo denso y negro previo a lacombustión.

—¡GGGGG!¡GGGGG!¡GGGGG!EntoncesseabriólapuertadenuevoyelrostrodeRileyasomóparapreguntar:—¿Decíaalgo?Lareligiosacomenzabaasentirelcalordelasllamasenlacara.—¡GGGGGGGG!—Yonoleentiendounapalabra—dijoJack,tambiénasomándose—.Igualespor

lamordaza.—¿Quéhacemos?¿Selaquitamos?—¡¡GGGGGGG!!—Comotúdigas,Alex.Túereseljefe.Elmarinohizoelgestocomodepensárselounpardesegundos.Segundosquea

lamonjaselehicieroneternos.—Estábien—resoplóconaire cansado—.Vamosaverqué tienequedecirnos

nuestraamiga.Llevólasmanosalanucadelareligiosayledesanudólamordaza.—¡Sí!¡Sí!—Tosió—.¡Lesayudaré!¡Lesayudaré!¡Peroapaguenelfuego!Rileysehizoaunlado,almismotiempoqueJackdejabacaersobre las llamas

una jarra llenadeaguaquehabía sobreunmuebleauxiliary luego laemprendíaapisotonesconlasbrasashumeantes.

—De acuerdo —accedió mientras le desataba las manos—. ¿Cómo podemosentrarysalirdelaiglesiasinquenosvean?

Lamujersefrotólosojos,irritadosporelhumo.—Nopueden—contestó.—¿Yaestamosotravez?—inquirióJack,malhumorado.—Es la verdad. La iglesia de San Martín de Tours solo tiene una entrada, la

principal—volvióatoseryañadió—:Lojuro—ysepersignó.Losdosbrigadistassemiraron.Noparecíaquelamonjaestuvieramintiendo.—Maldita sea —murmuró Jack, apoyándose en los postigos cerrados de la

ventana—.Estamostancerca…

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—Tienequehaberunamanera—dijoAlex—.Siemprelahay.—Pues ya me dirás. Si solo hay una entrada y está vigilada por soldados,

tendríamosqueserinvisibles.—Esoestaríabien—esquinóunamueca—.Yamegustaríapoder…poder…—¿Poder?—quisosaberJackalcabodeunossegundos,alverquenoterminaba

lafrase.PeroRileytampocolooyó.Teníalamiradapuestaenlamadresuperiora,queaún

sentadaenlasillaseremovióincómodabajolosojoscastañosdelteniente.—¿Quémirausted?—lepreguntófinalmentelareligiosa.—¿Quépasa,Alex?Elaludidoaúntardóunminutolargoenregresardesusdivagaciones,yenlugar

decontestar,leespetóalareligiosa:—¿Cuántashermanashayenelconvento?SorCaridadparpadeóconfusa.—¿Qué?—¿Cuántasmonjashayaquí,enesteconvento?—¿Porqué…porquémelopregunta?—¿Cuántas?—Diecinueve,sincontarmeamí.Rileyasintióconlamiradaperdiday,esbozandounasonrisa,murmuró:—Suficientes.—¿Suficientes?—preguntóJack—.¿Paraqué?Lasonrisadelmarinoseensanchó,formandoarrugasenlacomisuradesuboca.—Paraserinvisibles,amigomío—contestó,dándoleunapalmadaenelhombro

—.Paraserinvisibles.

—Túestásmaldelacabeza.EsafuelacontundenterespuestadelgallegocuandoRileyterminódeexponersu

planderescate.—Haymilcosasquepodrían…No.Quesaldríanmal.—Dimeuna.—Carallo. Pues para empezar, das por hechoque los centinelas están ciegos o

sonidiotas.—Esnochecerradaynocreoquesospechendeunasmonjas.Jack volvió a abrir la boca, pero se dio cuenta de que cualquier objeción que

pusiera sería rebatida por Alex, por mucha razón que tuviera. Y al fin y al cabo,concluyó,tampocoseleocurríaunplanmejorqueese.

—Estábien…—bufóresignado—.¿Quéhacemos?—Loprimero,despertaratodaslashermanas,explicarlesloquevamosahacery

lograrquesevistanlomásrápidoposible.Deesoseencargaráusted,SorCaridad.

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La religiosa, ahora de pie frente a lamesa, se atusaba el vestido y sacudía loscoposdecenizaquehabíancaídosobreelhábitoblanco.

—No—dijosinlevantarlacabeza.—¿Perdón?—Hedichoqueno—repitió,alzandolamirada.Riley dio un paso al frente y se plantó frente a lamonja, sus ojos avellanados

ardiendodefuria.—Noconfundaustedmicortesíaconfaltadedeterminación,SorCaridad.—Lesayudaré—acotólamadresuperiora—.Siustedesnosayudananosotras.—¿Qué?—preguntóJack,creyendonohaberoídobien.—UstedesquierensacaraesosamigossuyosdeBelchiteantesdequelosrojos

ataquenelpueblo.¿Noesasí?Rileynocontestóa lapregunta retórica, intrigadoporsaberadóndequería ira

pararladominica.—Pues bien —prosiguió, con las manos sobre el regazo y mirando

alternativamente a los dos hombres—. Les ayudaré, pero a cambio quiero quetambiénnosayudenanosotras.

—¿Ayudarlas?—inquirióJack,escamado—.¿Aqué?—AescapardeBelchite.Aatravesarelcercodelejércitorepublicanoyponernos

asalvo.

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—Nosabeloqueestádiciendo—señalóRiley.—He visto las tropas de su ejército rodeando el pueblo y sé que estamos

completamentecercados—repusolareligiosa—.Amenosquesucedaunmilagro…—añadióconunlevetemblorensuvoz—Belchiteserádestruido.

—No,silaguarniciónserindeantes.—Usted sabe perfectamente que eso no va a pasar—adujo la dominica—.Por

esoseestánjugandolavidapararescatarasusamigosrojosdelaiglesia.¿Noesasí?—No son amigos nuestros —puntualizó Jack—, ni son rojos, que nosotros

sepamos.Enrealidad,nisiquierasabemosquiénesson.Lamonjahizounamuecadeincomprensión.—Entonces…¿Porqué…?Elgallegoseencogiódehombros.—¿Importa?Lareligiosaentrecerrólosojos,tratandodecalibrarlasinceridaddelgallego.—¿Entiendelopeligrosoquepodríaserloquenospide,SorCaridad?—preguntó

Alex—.Sinosdescubren,nosfusilaránatodos.—Austedes y a los otros, sin duda alguna—contestó—.Nosotras, en cambio,

podemosalegarquenosobligaronahacerlo.Alfinyalcabo—añadió,sujetandoelpequeño crucifijo de madera que le colgaba del cuello, componiendo un gesto deinocenciacasicómico—,solosomosunaspobreshermanasdesvalidas.

Rileymeneólacabeza.—Enfin…—dijoresignado,mirandoalsargento—.Tantodaochoqueochenta,

¿no?Detodosmodos,notenemosalternativa.—Pero ¿cómo leches vamos a hacerlo?—le espetó el gallego—. Entrar en la

iglesia sin que nos vean, liberar a quince o veinte civiles y salir a hurtadillas delpueblo sin que nos descubran, ya es una tarea casi imposible. Intentarlo, cargandoademás conuna reatadeviejas vestidasdeblanco—añadió, señalando a lamadresuperiora—,esgarantíadequeacabaremosfrenteaunpelotóndefusilamiento.

—Losé,Jack,losé…peroalgosenosocurrirá.Demomento,loquetenemosquehaceresentrarenlaiglesia,yparaesolasnecesitamos.

—¿Algosenosocurrirá?—repitióelsargentofrunciendoelceño—.¿Hablasenserio?

—Dejadequejarteypongámonosenmarcha.Nosquedan…—consultóelrelojylevantó lavista congestopreocupado—menosde cincohorasparahacerlo todoyregresaralcampamentoantesdequenadiedescubraquenoshemosido.

La dominica salió del despacho y uno a uno fue entrando en los seis dormitorioscomunes compartidos, ordenando a las religiosas que se levantaran, se vistieran a

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todaprisaysedirigieranalacapillaloantesposible.Seguidamentelostresseencaminaronadichacapilla,alaqueseaccedíaporun

pasillo interiordelconventoyque resultósermásgrandede loesperado,decoradacon vidrieras en las ventanas y una serie de pinturas representando escenas de lapasióndeCristorepartidasporlanave.

Mientras tomaba asiento en la primera fila de cara al altar, esperando a queempezaranallegarlasmonjas,Rileypensófugazmenteque,comomuchasotrasalolargo y ancho del país, todas aquellas piezas artísticas únicas serían destruidas encuestióndedías,oinclusohoras.Laguerranosolodestruíapersonasvivas,tambiénlamemoriadelasqueestabanmuertas.

A los pocosminutos aparecieron las primeras religiosas, un grupo de tres quecuchicheabanentresíyquesequedaronclavadasenelsitio,conlosojoscomoplatoscuandodescubrieron juntoa lamadresuperioraadoshombresvestidosdenegroyrostroembetunado,repantigándoseenlosbancosdemaderayobservándolascasiconidénticasorpresaenelrostro.

—Son…Son…—tartamudeóJack.—Novicias—aclaróSorCaridad—.Esteesunseminariodenovicias,ycomoya

sehadadocuentanosetratade«unareatadeviejasvestidasdeblanco».Aunqueibantodasataviadasconlosholgadoshábitosdelaordenysoloelrostro

asomababajolacofiayelvelo—queenelcasodelasnoviciaseratambiéndecolorblanco—, el gallego se quedó anonadado ante el desfile continuo de jóvenesaspirantesamonja.Muchasdeellashermosasyvíctimasdeuninvoluntariosonrojoalpasarfrentealosdoshombres,loqueaojosdelorondosargentolashizopareceraúnmásatractivas.

—Mehemuertoyestoyenelcielo…—musitósinquitarleslavistadeencima—.Ahoraentiendoporquéhaytantosquesequierenmeteracura.

—Noseagrosero—lereprendióceñudalareligiosa.—Discúlpelo—ledefendióRiley—.Elpobrellevamesessin…bueno,yasabe.—Puesqueseaguanteundíamás—replicócortante—.Porquecomolepongaun

dedoencimaaalgunademisniñas…—sedirigióaJack,haciendoelgestodeunatijeraconlosdedos—.¿Meentiendeusted?

—Claro,claro…—contestóelgallego,sindejardemiraralasjóvenescomounniñomiraríauntarrodegolosinas—.Nadadededos.

Laprocesióndenoviciasterminóalcabodeunospocosminutosrematadaconlaaparición de tresmonjas—estas sí,monjas de verdad—que, según les indicóSorCaridadamedidaquelasibapresentando,eranlasencargadasdeeducaryguiaralasnoviciasdurantesuestanciaenelseminario.

Cuando estuvieron seguros de que ya no faltaba nadie y todas ocupaban losbancosdelacapilla,lamadresuperioraseencaramóalpúlpitoytraspresentaraAlexyaJack,sinentrarenmuchosdetalles,lesexplicórápidamenteloqueibanahaceresanoche,porqué,ylasconsecuenciasqueellotendríaparatodas.

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La primera reacción fue un desconcertado silencio, seguido de una crecienteconfusiónquecorriócomolapólvoraentrecuchicheosyexpresionesdeincredulidad.Al cabo de poco, algunas comenzaron a mostrarse escandalizadas mientras lamayoríaparecíacreerqueaúnsehallabanenlacama,víctimasdeunmalsueño.

—¡Unmomento!—intervino Riley poniéndose en pie y levantando lasmanosparaimponerorden—.Comprendoquetendránmuchasdudas,perolaspreguntasnoslashacenanosotros,noalaquetienensentadaasulado.

UnamonjacasitanviejaymalcaradacomoSorCaridadsepusoenpieconairebeligeranteysedirigióalamadresuperiora.

—¿Estádiciendoquenoshemosdemarchardeaquíporque lodigaunmalditorojo?

—No,SorGracia—puntualizótajante—.Porquelodigoyo.—Pero¿porqué?—señalóalosdosbrigadistas—.¿Porquéleshacecaso?¡Ellos

sonelenemigo!¿Esquenolove?—SorGracia,loveoperfectamente.Sihagoestoesporelbiendetodas,incluido

elsuyo.—Este ha sidomi hogar durante veinte años—insistió irritada—. El hogar de

todas,madre superiora.No podemos irnos así por las buenas y perder todo lo quehemosconstruido.

Rileydecidiótomarlapalabra.—Loentiendo,hermana.Entiendoqueestodebedesermuyduroparausted…

para todas. Pero mañana a primera hora llegarán los aviones republicanos ycomenzaránabombardearelpueblo,yentoncesyanopodránirse.

—¡Pero esto es un convento! —alegó—. ¿Por qué iban a bombardear unconvento?

—Lo bombardearán todo —explicó apesadumbrado—. Casas, cuarteles,iglesias…NohayningúnlugarseguroenBelchite.

—Losmurossonfuertes—dijootrareligiosa,quelehabíanpresentadocomoSorLucía—. Además, podemos refugiarnos en el sótano y esperar que todo pase.Tenemossuficientesprovisionesyagua.

Rileymeneabalacabeza.—Eso no importa.Aunque el edificio soportara el bombardeo, cosa que dudo,

detrás vendrán los tanques y veinticinco mil soldados republicanos al asalto, yentonces…—Serascólanuca,incómodo—puedepasarcualquiercosa.

—¿A qué se refiere?—preguntó una novicia de las primeras filas, que apenasaparentabadieciochoaños.

El teniente sevolvióhacia lamadre superiora, pidiéndole con lamiradaque leechara un cable, pero aquella parecía encantada de que Riley se viera obligado aexplicarse.

—Verás,ellos…—vaciló,buscandolaspalabrasadecuadas—.Algunosdeellossonmalagentealaquelehandadounfusily,bueno…vosotrassoismuy…muy…

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—¿Muy?—Muy jóvenes y hermosas. Y ellos… —Alex paseó la mirada por aquellos

rostrosinocentesyfueincapazdedecirloquedebía.Impaciente, Sor Caridad dio un paso al frente y con voz clara y rotunda,

sentenció:—Esossoldadosrojosquevendránquizánosmatenatodas…oalgopeor.

LascontundentespalabrasdeSorCaridaddisiparon lasdudasde lasnoviciasy lasotrasmonjas, y al cabodeunospocos lamentos se dirigieron a sus aposentos pararecogerlaspocaspertenenciasquepodíanllevarse.

No pasaron ni diez minutos hasta que la última de ellas ya estaba frente a lapuerta principal, preparada para atender las últimas instrucciones que la madresuperioraimpartíaconlaprecisióndeungeneralaleccionandoasustropas.

JackyRileyintercambiaronunamiradaderespetoanteaquellamarcialidaddelamonja y las novicias, que ya hubieran querido para sus propios hombres de laLincoln.

—Estadtranquilas—lesdecía,ofreciéndolesungestoreconfortanteacadaunadeellas—.ConfiadenDiosyélosprotegerá.Notemáis.

Losdosbrigadistasaprovecharonelmomentoparalimpiarselacaraylasmanosenlapilasituadajuntoalaentrada.

Unavozindignadapreguntóasusespaldas:—¿Esqueustedesnotienenrespetopornada?SorGracialosmirabaconlosbrazosenjarraygestodepocosamigos.—Tenemosquequitarnos todoestebetún—contestóRileysindejarde frotarse

lasmanos—.¿Porcasualidadnotendráporahíunpocodejabón?—¡Peroesaeslapiladelaguabendita!—¡Nomediga!—exclamóJack,sumergiendolacabezayvolviendoasacarla—.

¡Ahoraentiendoporquémeestabaquemando!—sonriódescaradamente,conelaguachorreándoleporlacara.

Lahermanaenrojeciódeirahastaparecerqueibaaestallar.—Sonustedesunos…unos…—¿Tieneloquelehemospedido?—lecortóRileyenseco.La monja abrió y cerró la boca varias veces como un pez fuera del agua,

buscandolaspalabrasparamostrarsuirritación,peroalparecerestaera tangrandequenohallónadaen suvocabulariomonacalqueno infringieraalguna reglade laorden,asíqueselimitóaseñalarelmontónderopaquehabíadejadoencimadeunodelosbancos.Acontinuación,sediolavueltaysealejóparareunirseconelrestodedominicas.

—¿Crees que se habrá molestado?—bromeó Jack, terminando de quitarse losúltimosrastrosdebetúndelacara.

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—¿Quiénsabe?—Seencogiódehombros—.Estasmonjassontangruñonasquecuestasabercuándoestánenfadadasdeverdad.

Una vez terminaron de limpiarse, los dos amigos tomaron las ropas que les habíatraídoSorGracia,sevistieronconellasysepresentaronantelamadresuperiora.

Unregueroderisitasnerviosasrecorrióalasnovicias,yhastaSorCaridadsevioobligadaafruncirloslabiosparanoimitarlas.

Frente a ellas y ataviados con el hábito de la orden—que a uno le quedabademasiadocortoyalotrodemasiadoestrecho—,AlexyJackparecíandosmujeresbarbudas y particularmente feas que se hubieran metido a monja tras haber sidoexpulsadasdealgúncircodemalamuerte.

—SorRileyySorAlcántarasepresentanparaelservicio—dijoelsargentoparacolmo,saludandoalestilomilitar.

—SantaMadredeDios…—fueloprimeroquelogródecirlamadresuperioraaltiempoquesehacíacruces—.Queelseñormeperdoneporestaofensa.

—¿Mepuedeayudarconlacofia?—dijoencambioRileydespreocupadamente,acercándosealareligiosa—.Semesalenlasorejas.

—Estehábitomehacegordo—comentóJack,pasándoselamanoporlacintura—.¿Nolotienenennegro?

SorLucíasellevólasmanosalacabezamientrasnegabaunayotravez.—Perocómovaaser…—balbuceó,señalándolos—.¡Seveakilómetrosqueson

hombres!¡Perosihastatienenbarba!—Es verdad —coincidió Sor Gracia—. Además, a usted se le ven las botas

debajodelhábito—dijomirandoaAlex—,yusted…—añadió,dirigiéndoseaJack—.Bueno,ustedparecequesehayacomidotodaladespensa.

—Notenemostiempoparairalbarbero—alegóRiley—,yestossonloshábitosmás grandes que nos han dado. Tendremos que confiar en que la oscuridad nosprotejayqueloscentinelassefijenmásenlasnoviciasqueennosotrosdos.

—Se darán cuenta —insistió la dominica, negando con la cabeza—. Llamandemasiadolaatención.Nosdescubrirányacabaremostodosenelparedón.

Elmarinoseencogiódehombrosconestoicismo.—Enesecaso—dijollevandolamanoalcrucifijodemaderaqueahoracolgaba

desucuello—,esperoquesujefenosecheunamano.

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Agachados como ancianas renqueantes, ocultos en el centro de la compactaformacióndereligiosasquerecordabaaunafalange,RileyyJackcaminabanconlacabezagacha,ocultosbajoelhábitoyelvelo,a laesperadeque laoscuridady laausenciadealumbradoenlacalleimpidieraquenadiesepercataradesupresencia.

Apasolentosalvaronlaspocasdecenasdemetrosquelosseparabandelaplazadelaiglesia,dondelossoldadosmontabanguardiafrentealtemplodeSanMartíndeTours.

Lamedia docena de legionarios se puso en guardia en cuanto la procesión demonjas se adentró en laplaza.Rileyalzó lavistadisimuladamenteparaver loquesucedía y pudo ver la expresión de desconcierto en los rostros de los soldados.Ningunohabríaesperadoalgoasíataleshorasdelamadrugada.

—¡Altoahí!—ordenóelsargentodelpelotón,alzandolamanoyacercándosealacabezadelaprocesiónagrandeszancadas—.¿Quiénva?

—¿A usted que le parece, muchacho? —preguntó la madre superiora allegionario,quenoaparentabamásdeveinteoveintiúnaños.

La respuesta sorprendió al suboficial, al parecer poco acostumbrado a que unareligiosalehablaradeesemodo.

—¿Adóndevan?—exigió, tratandovanamentedeimprimirautoridadasutonodevoz.

SorCaridadseñalóaltemploquesealzabafrenteaellos.—Alaiglesia—respondióenelmismotono—.¿Adóndevaasersino?—Nopuede—repusoelsargento,irritadoporlacondescendenciadeladominica

—.¿Acasonosabequehaytoquedequeda?Hastalasseisdelamañana,nadiepuedesaliralacalle.

—Peroresultaquenosotras—dijovolviéndoseparaseñalaralresto—,nosomosnadie.Ytenemosqueiralaparroquiaarezarlosmaitines.

—¿Aestashoras?—Losmaitinesserezanmuydemañana,muchacho—explicólamonja—.Deahí

sunombre.—Nuncaanteslohanhecho.—Ah.Pero es quehoy es undíamuy especial—dijo, aproximándose al joven

conaireconfidencial—.HoycelebramoseldíadeSanBononiodeLucedio.Comoeradeesperar,elsargentonopareciómuyimpresionado.—PormícomosieseldíadeSanVito—replicó—.Nopuedenestarenlacalle

duranteeltoquedequeda.—Porsupuesto—asintióSorCaridad—.Encuantodejedehacermepreguntas,

podremosentrarenlaiglesiayasíyanoestaremosenlacalle.—Nopuedenentrarenlaiglesia.Vuelvanasuconventoyrecenallí.Lamadresuperioramoviólacabezalentamentedeladoalado.

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—Veo que no lo comprende—dijo—. La figura de San Bononio está en estaiglesia,noenelconvento.Poresotenemosquerezarahí.

—Puesesonovaapoderser,hermana.Tengoórdenesdequenadieentre.—Le repito que nosotras no somos nadie—insistió, y se puso en marcha en

direcciónalapuertadeltemplo,haciendoelamagodesortearalsargento.Estereaccionóagarrándoleelbrazo.—Lehedichoquenosepuede.—Y yo que hemos de entrar. Además, ayer el comandante Trallero nos dio

permisoparacelebrarestamisa.Esta vez sí, mencionar al alcalde y comandante de la plaza tuvo un efecto

instantáneo.—¿El…comandante?—Así es—la monja señaló calle abajo—. Si quiere, puede ir a despertarle y

preguntárseloenpersona.Ellegionariovacilóporprimeravez.—Va,venga—leinstóSorCaridad—.Vayaapreguntarle,quenotenemostodala

noche.Seguroquenoleimportaqueledespiertenalastresdelamañana,parasabersiunasmonjaspuedenirarezaralaiglesia.

El sargento, a todas luces molesto con la prepotente actitud de la religiosa,resoplócondesagrado.

—Estábien—admitióalfin,haciéndoseaunlado—.Vayan.Sinperderunsegundo,lamadresuperiorahizounaseñaalrestodehermanasy

noviciasysepusieronenmarchaendirecciónalaiglesia.Cuando Riley y Jack pasaron a la altura del sargento, este seguía con la vista

puestaenlairritantemonjaynollegóafijarseenlasdossupuestasdominicas,unaexcesivamentealtay laotraexcesivamenteanchaque, aunqueescondidasentre lasnovicias,alaluzdeldíadeningúnmodohabríanpasadodesapercibidas.

Los dos brigadistas caminaban uno al lado del otro, y al superar al legionariointercambiaronunasilenciosamiradadealivio.Parecíaquehabían logradoengañaralsoldadoyyasololesquedabanunospocosparallegaralasescalinatasdeltemplo.

Peroentonces,lavozdelsoldadoexclamóasusespaldas:—¡Alto!¡Deténganse!LaordendeljovensargentoparecióirdirigidaalcorazóndeRiley,puesestedejó

delatirduranteunmomento.Sinatreversea levantar lacabezanidarse lavuelta,perocon lacertezadeque

habían sido descubiertos, introdujo la mano por un pliegue del hábito y aferró laempuñaduradelapistolaquellevabametidaenelpantalón.

—Prepárate—lesusurróaJack—.Túteencargasdelsargentoyyoiréaporlosotros.Silostomamosporsorpresa…

—Shh…Espera—lechistóelgallego.Alexsecalló,atiempoparaescucharcómoellegionarioledecíaaSorCaridad:

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—Nopuedopermitirqueentrensolasenlaiglesia.Silbó con dos dedos, e hizo una señal a dos de los centinelas para que se

acercasencorriendo.—Pero…—comenzóaprotestarlareligiosa.Elsargentoalzólamano,haciéndolacallar.—Dosdemishombreslasacompañarándurantelamisa—sonrióconmalicia—.

Elcomandantepuedehaberledadopermisoparairarezaradeshoras,peronadiehadichoquetenganquehacerlosolas.

Losdossoldadosabrieronlapuertadeltemplo,quesehallabacerradaporfuera,ysequedaronaambosladosdelaentradamientraslasreligiosasaccedíanalinterior.

Unavezestuvierontodasdentro,losdoslegionariosentrarontrasellasycerrarondenuevolapuertaconunapesadallavedehierrodemásdeunpalmodelongitud.

El interiorde la iglesiasehallabacompletamenteaoscuras,hastaque lamadresuperiora encendió unos pocos cirios y una tímida luz amarillenta comenzó aextenderse por la nave, revelando las rotundas formas de las columnas, el altar demármol blanco, un gran Cristo crucificado suspendido sobre el mismo y losordenados bancos demadera que ocupaban casi todo el espacio, divididos por unpasillocentral.Apesardelaescasaluz,Rileydistinguióunaseriedebultososcurostumbadosenelpasillo,quedeinmediatoempezaronaalzarseymurmurarentreellosenvozbaja.

—Aquíestán—susurróJackasuoído.Riley asintió en respuesta, y con precaución para evitar ser visto, se volvió lo

suficiente como para confirmar que los dos legionarios se habían quedado a suespalda,depiejuntoalapuerta,aunosdiezmetrosdedistancia.

—Tenemos que encargarnos de esos dos—siseó el gallego, haciendo un gestoconlacabeza.

—Ahoranopodemos—contestóAlex—.Sinosacercamosnosveránlacara.JoaquínAlcántarapareciómeditarelproblemaunossegundosyluegodijo:—Puesentoncesquevenganellos.Túsíguemelacorriente.Yni corto ni perezoso, tras una pésima imitación de un desmayo femenino, se

lanzóalsueloysequedóbocaabajocomosisehubieragolpeadolacabeza.Riley abrió losojosdesmesuradamenteyporunmomento tratóde sujetar a su

amigo, sin sabermuy bien lo que pretendía hasta que lo vio quedarsemuy quietomientraslasnoviciasformabanuncorrilloasualrededor.

—Llamaalossoldados—ledijoentoncesRileyalaqueteníamáscerca—.Dilesquevenganaayudar.

La joven miró con desconcierto al teniente de la Lincoln sin acabar decomprendermuy bien a lo que se refería, demodo queAlex tuvo que repetírselo,intercalandoestavezunguiñoquesonrojóalanovicia.

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—¡Ayuda! —exclamó entonces, alzando la mano—. Señores, ayúdennos alevantaralahermana,porfavor,quelehadadounsoponcio.

Losdossoldadossemiraronentreellos,desconcertadosporlaescenaylaextrañapetición de ayuda, pero al fin y al cabo ellos también eran muy jóvenes, y unamuchacha pidiendo ayuda es siempre unamuchacha pidiendo ayuda, aunque vistahábito.

Notardaronnidossegundosendecidirse:secolocaronelfusilalaespaldayseabrieronpasoentreelcorrodenovicias.

—Diantre,quéfoca—manifestóunodeellos,asombrado.—Haríafaltauncamiónparamoverla—coincidióelotro.Entonces,elprimeroseagachóyconnopocoesfuerzoletiródelbrazoparadarle

lavuelta.—¿Seencuentrabien,hermana?—preguntómientraslohacía.Suconfusiónfuemayúsculacuandoalponerlabocaarribaseviocaraacaracon

elrollizoybarbudorostrodeJack,esgrimiendoungestoceñudo.—¿Aquiénhasllamadofoca?El legionario dio un salto como si hubiera encontrado una serpiente bajo una

piedra, y en cuanto hizo el gesto de llevarse lamano al fusil Jack desenfundó supistolaTokarevylaapoyócontrasupechoalavelocidaddelrayo.

Elsegundosoldadotardóuninstantedemásenreaccionar,ynolohizohastaquevioelarmaenmanosdelafalsamonja.Tambiénsellevólamanoalfusildeformainstintiva,dandounpasoatrás,peroensucasofueeltactodelfríoaceroensunucaloquelehizodesistirdelmovimiento.Eso,ylavozdeRileyasuespalda.

—Comodicenmispaisanos—advirtióaccionandoelpercutordelColt—:Yoquetúnoloharía,forastero.

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—Muybien.¿Yahoraqué?Esa era la pregunta que rondaba por la cabeza de todos, y el que fuera Sor

Caridadquienlaformularafuesolocircunstancial.Mientras las monjas y las novicias se encargaban de atender a los civiles,

comprobandoquetodosseencontrabanbienytranquilizándoles,aunladodelanavese reunían Riley, Jack, la madre superiora y Eustaquio, que había asumido elliderazgo del grupo de sus familiares.A este último le habían explicado nadamásverlo que habían mandado a su hijo Javier al campamento de la Lincoln, con unmensaje personal para el Capitán Shaw explicándole lo que había sucedido ypidiéndolequeseencargaradelmuchachomientrasregresaban.

—¿Yestará bien?—leshabía preguntadoEustaquio, retorciendo la boina entrelasmanosconinquietud.

—Mejor que nosotros—le aseguró Jack, palmeándole el hombro—.El capitánShawesungrantipo.Suhijoestaráperfectamente.

Elcampesinoaúnnopodíacreerquelosdosbrigadistassehubieranarriesgadoarescatar a élya su familiaporelmerohechodehaberledado supalabra lanocheanterior.LeshabíadadolasgraciastantasvecesydetandiversasformasqueRileytuvoqueamenazarleparaquenovolvieraahacerlo.

Enelinteriordelaiglesia,ademásdelosnueveadultos,habíaseisniñosqueibandesde los cuatro a los doce años de edad y que en sumayoría seguían durmiendocomo benditos, y aunque por fortuna no había ningún bebé que pudiera romper allorarenelmomentomásinoportuno,representabanunacomplicaciónquehubieranpreferidonotener.

—Ahorasaldremosdeaquí—contestóAlexalapreguntadelareligiosa.—Ya,perocómo.—Puesporlapuerta,naturalmente.SorCaridadsecruzódebrazos.—¿Seestáhaciendoustedelgraciosoconmigo?—En absoluto. Pero es que no hay otra cosa que podamos hacer.No podemos

quedarnos aquí, y ya hemos comprobado que no hay ninguna otra salida y lasventanastienenbarrotes,asíquesolopodemosmarcharnosyhacerlousandolapuertaprincipal.

—Perocómo—insistióEustaquio.—Aún estamos trabajando en ello—repuso apuntando a Jack con el pulgar—.

Peronosepreocupe,quehallaremoselmodo.Elgallegosevolvióhaciaélalzandounaceja.—¿Ah,sí?—Claro—dijorecostándoseenunacolumna—.Enrealidad,loquetenemosque

hacer es estudiar el problema por partes. Primero decidir lo que queremos hacer,

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luegoidentificarloselementosconlosquecontamos,yfinalmenteelegircómousarestoselementosparasuperarlosobstáculos.

—Yoyameheperdido.—Yyo—convinoEustaquio.—Vamos a ver…—dijo en cambio Sor Caridad, frunciendo el entrecejo con

interés—.Serefiereustedaqueprimerohemosdedecidirloquequeremos.Peroesoesfácil—apuntó—.Salirdelaiglesia,luegodeBelchite,luegocruzarlaslíneasdelosrojos,yfinalmentellegaraZaragoza.¿Medejoalgo?

—Yhacerlosinquenosvean—lerecordóJack—.Perosí.Diríaqueesoestodo.—Muybien—afirmóRiley—.Ahorahemosdecontarloquepodemosusarpara

lograrlo.—Tenemosnuestraspistolasylosmáuserdeesosdos—dijoJack,señalandocon

la cabeza a los soldados que permanecían atados y amordazados a una de lascolumnas.

Rileylevantóelpulgardelamanoderecha.—¿Quémás?—Yropadelegionario—añadióEustaquio.Rileylevantóunsegundodedo.—Diecinueve hábitos demonja—sugirió el gallego, ganándose unamirada de

censuraporpartedelamadresuperiora.—Ensacristíapuéquetambiénhayaunoodoshábitosdepárroco,¿no?—indicó

Eustaquio.—Pues con todo eso podríamos montar una procesión. Eso seguro que les

desconcierta—insinuóJack,medioenbromamedioenserio.—Nosésiseríamuydiscreto—opinóRiley.—¿Yelcamión?—intervinolareligiosa—.Hevistounoaparcadoalotroladode

laplaza.ConélllegaríamosaZaragozaenunsantiamén.—Eso es cierto—admitió Jack demala gana—. Pero el problema sería cómo

hacerparaquecasicuarentapersonassubanaélsinqueloscentinelasdenlaalarma,lograr salir del pueblo sin que nos ametrallen, y luego atravesar las líneasrepublicanassinquenosvuelvanaametrallarcreyendoquesomoselenemigo.

—Bueno…—mascullóAlexpensativo,rascándoselabarba—.Paralosegundoyloterceronotengorespuesta,peroparalaprimeraparte,creoquesécómopodríamoshacerlo.

—¿Enserio?—Totalmente.Al fin y al cabo, solo hay un sargento y cuatro soldados que se

interponenentrenosotrosyloscamiones.—¿Está proponiendo que salgamos de aquí pegando tiros? —inquirió Sor

Caridad,escandalizada.—Noexactamente.—Entonces,¿cómo?—quisosaberEustaquio.

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RileymiróaSorCaridaddereojoyensayóunasonrisa.

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Menosdeunahoradespuésdequelaspuertasdelaiglesiasecerrasen,volvieronaabrirseyporellassalieronordenadamenteenfiladeadoslaveintenadereligiosas,caminandoconpasoscortosysilenciososylacabezagacha.

Sin embargo, en lugar de dirigirse hacia el convento del que habían partido,desfilaronconlashermanasCaridad,GraciayLucíaalacabeza,directamentehastadondeloscuatrolegionariosyelsargentomontabanguardiaenelcentrodelaplaza.

—¿Yahanterminadoderezar,hermana?—preguntóelsuboficial,acercándosealamadresuperiora.

—Así es. Aunque hoy es un día muy especial para nosotras y nos gustaríacompartirlo con ustedes —aseveró desviando la mirada hacia los soldados que,intrigados,sehabíanacercadoaescucharlaconversación.

Elsargentolamiróconextrañeza.—¿Compartirlo?¿Compartirelqué?—LoscánticosaSanBononio,porsupuesto—repusocomosisetratasedeuna

obviedad—.Lashermanasnoviciashaninsistidomuchoenquelesgustaríacantarlesunacanciónaestosguapossoldados.

—¿Esohandicho?El sargento desvió la mirada de los ojos de la madre superiora y, quizápor el

contraste con la poco agraciada religiosa, le parecióque tras ella sedesplegabauncorodevirginalesquerubinesenmarcadosenvelosblancos.

—Noesposible…—vaciló,mirandooraa lamonja,oraa laspúberesnoviciasquelemirabanaél—.Eltoquedequeda…

—Déjelas, mi sargento—pidió a su espalda uno de los soldados, mientras secomponíaelchapiricongarbosobrelacabeza—.Dejequecantenlasniñas.

—Ezo—dijootro—.Déhelahquecanten,zarhento,nozeazaborío.—¡Silencio!—ordenó,volviéndose.—Por favor… —rogó entones una de las novicias con voz melosa, como si

aquellofuerarealmenteimportanteparaella—.Solounacanción.—Mi zarhento, por zuh muertoh —insistió el soldado, llevándose la mano al

corazón—.Déhelahquenohcantenunacancioncilla…Elaludidochasqueólalenguaconfastidio.—Está bien—claudicó al cabo, pero alzando el índice recalcó—: Solo una, y

luego se vuelven a su convento y nos dejan en paz de una vez por todas. ¿Deacuerdo?

Sor Caridad sonrió exageradamente, como si aquella fuera una noticiamaravillosa.Seguidamentesediolavueltayterminódedistribuiralasnoviciasparaformar un amplio semicírculo alrededor de los legionarios que, frente a ellas yatusándoselasropas,nodabanabastoentretantabellezaalaqueadmirar.

Así, cuando ya todas estuvieron situadas como pretendía lamadre superiora, a

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unaordendeestacomenzaronaentonarlasprimerasestrofasdeunhimnoalcompásdeunabatutaimaginaria:

ElverdaderoamoresCristoelSeñorCaridadyhumildadunadulcelecciónAntelamiradadeDiosElbienalpobredio

SeguimientoaJesúsObrasdecaridadEntregadaalospobrescontotalcaminarUnavidaunahistoriaAlserviciodelamor

HaciendocaminoenlaFeDesdelaconfianzaenDiosTrinidadquehabitabaensucorazónUnavidavividaporelamoraDios

UnahuellaperdurableMoldeadaporamorEnlarespuestaalllamadoSuobradeamorseextendió

Cuandolasnoviciasterminarondeentonarlaúltimaestrofadelhimno,ningunodelossoldadostuvooportunidaddeaplaudir.

Aprovechando la distracción y que el coro se había situado de tal modo queocultabaalavistalaentradadeltemplo,RileyyJacksorprendieronporlaespaldaalos centinelas, que confiadamente habían dejado a un lado sus fusiles mientrasdisfrutabandelespectáculo.

No tuvieronningunaoportunidadde resistirse,yaunmientraseran fuertementeatadosyamordazadosporEustaquioysusobrino—untalAdalbertoqueaparentabamenosdedieciochoaños—,seguíansinacabardecomprenderloqueestabapasandoyquérelaciónpodíantenerlasangelicalesnoviciasconaquellosdostiposvestidosdenegroqueparecíanestaralmandodelasunto.

—Vayaytraigaatodoelmundo—ledijoRileyaEustaquio—.Yquelohaganensilencio.Nadadevoces.

—¿Yconaquellosdos?—preguntó,refiriéndosealossoldadosquepermanecíanatadosenelinteriordelaiglesia—.¿Quéhacemos?

—Nada.Soloasegúresedequesiguenbienamordazados.ElcampesinoasintióylediountoqueaAdalberto,queseentreteníadesvalijando

losbolsillosdelossoldadosyyasehabíahechoconunpaquetedetabaco,cerillas,

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unacajadepastillasJuanolayunanavajadecachasnacaradas.—Dejaesoyven—leapremió—.Yatendrástiempoderobarcuandoseasmayor.—Deberíamosmatarlos—opinóelmuchacho,admirandolahojadelanavajaque

lehabíaquitadoaunodeloslegionarios—.Nadieseibaaenterar.—Aquí no vamos a matar a nadie —replicó Alex con dureza—. Y menos a

alguienindefenso.—¿Indefenso? —preguntó con incredulidad—. Nos fusilarían a todos sin

pestañearsiseloordenasen.—Losé.Peroaunasí,novamosaejecutarlosasangrefría.—Ellos lohabríanhecho—insistióel joven,acercandoelcuchilloalcuellodel

sargentoconunbrillohomicidaenlosojos.—He dicho que no y punto —repitió, y bruscamente le arrancó la navaja a

Adalbertodelasmanos—.Ahoraveyayudaatutíoatraeratodoelmundo.Aregañadientes,eljovenacabódeguardarselanavajaenelbolsilloycorrióen

posdesutío,queyasealejabacaminodelaiglesia.Alvolverse,descubrióqueSorCaridad lemirabacomosiacabaradeverlopor

primeravez.—¿Qué?—lepreguntóAlex.Lamonjanorespondió,peroencambio,inquirió:—¿Ynosotras?¿Quéhacemosahora?Rileyseñalóelotroladodelaplaza.—Subanalcamión.Jacklesacompañará.LadominicadirigióunamiradaevaluadoraalHispano-SuizaT69,cuyapartede

atráspermanecíacubiertaporunalona.—Vamos a ir muy apretados —calibró, midiendo el tamaño del vehículo—.

Somoscasicuarenta.—Cabremostodos,nosepreocupe—aseguróAlex—.AhoravayaconJack.No

tenemostiempoqueperder.—Síganme —dijo entonces el gallego, instando a las religiosas a que le

acompañaran.Riley se quedómirandopor unmomento cómo Jack se llevaba tras de sí a las

monjas como un orondo flautista de Hamelin, y cuando se hubieron alejado, seagachófrentealsargentoquelemirabadesdeelsueloconunodioindescriptible.

—Venconmigo—agarrándoledelbrazolopusoenpiealafuerzaysealejóunosmetrosllevándolocasienvolandas.

Leempujósinmiramientosobligándoleasentarseeneladoquinado,yluegosacódelbolsilloeltoscomapadeBelchitequelehabíadibujadoelhijodeEustaquiohacíaunashoras.

—Tevoyahacerunaspreguntassobrelasituacióndevuestrastropasenelpueblo—dijo,quitándolelamordaza—yquieroquemecontestesrápidoysintitubeos.Sinolohaces—agregó,sacandouncuchillodecazadesufundadelcinturón—,tevoy

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ahacerdaño.¿Estáclaro?—Novoyadecirtenada,rojodemierda—ladróellegionario.Rileycolocóelcuchilloenlaentrepiernadelsoldado.—¿Nome crees?—le preguntó, presionando con la punta de acero contra sus

testículos—.Loquelehedichoalmuchachoessolociertoenparte,noteconfundas—aclaró—. Para empezar no voy a matarte, pero si aprieto un poco más puedocortarteloshuevos.¿Quéteparece?Unsoldadocapado.Acabaríasdeputadelrestodelatropa.

Elsargentosedebatióinútilmente,tratandodelibrarsedesusatadurasyalejarelcuchillodesuspartes.

—Eresunhijodeputa—mascullóentredientes.—Eso ya lo sé —admitió Riley—. Pero de momento soy yo el que tiene el

cuchilloenlamanoyloshuevosensusitio,cosaquetúnovasapoderdecirdentrodeunmomento.

El legionario miró fugazmente en dirección a los otros soldados que,inmovilizadosenelinteriordelparapetodesacosterreros,quedabanfueradelavista.

—Si túnohablas loharánellos—apuntóAlex—,yhabrásperdido tuhombríaparanada.

—Novoyadecirteunamierda—repitióelsargento—.Rojomari…Antes de que terminara la palabra, Riley sacó la pistola del pantalón y,

agarrándolaporelcañón,leasestóunviolentogolpeeneloccipitalconlaculataquele dejó inconsciente al instante. Seguidamente, le hizo un corte en la palma de lamanopor el que comenzó amanar la sangre, y pasópor ella el cuchillo hasta quequedóbienimpregnado.

—Tenía que ser por las malas, ¿no?—le recriminó en voz baja meneando lacabeza,mientrasllevabaacabolaoperación.

Unavezhechovolvióaamordazaral legionario, sepusoenpiey seencaminóhacia donde estaban los otros cuatro soldados que, aunque no habían visto losucedido,síhabíanescuchadoperfectamentetodolodichoentreunoyotro.

Seplantófrentealprimerodeellos.—Tevoyahacerunaspreguntassobrelasituacióndevuestrastropasenelpueblo

—dijo, empleando las mismas palabras que con el sargento, con el plano en unamanoyelcuchilloenlaotra,dejandointencionadamentequelasangreresbalaraporlahojaygotearahastaelsuelo—.Yquieroquemecontestesrápidoysin…

Nonecesitóterminarlafraseparaqueelsoldadoselanzaseahacerindicacionessobreelmapa.

Eustaquioysuextensafamiliasalierondelaiglesia,cruzaronlaplazaatodaprisayse subieron al compartimento de carga del camión, donde compartieron el espacioconlasreligiosas.Almismotiempo,Rileyconducíaaloscuatrosoldadosalinterior

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delaiglesia,alosqueademáshabíaobligadoaacarrearconelcuerpoinconscientedesusargento.

—¿Yaestántodos?—lepreguntóaJackcuandoregresaba,llevandoenlamanounpardecamisasdelegionario.

—Creoquesí,pero…¿quéhashechoconlosguardias?—preguntómirandosumanoderechaensangrentada.

—Los he encerrado en la sacristía. Ten—dijo, alargándole una de las camisascaqui—.Ponteesto.Noesdetutalla,peroaoscurasdaremoselpego.

Jacklatomó,peroseguíamirandosumano.—¿Yesasangre?¿Leshas…?—Luegotecuento—zanjó,abriendolaportezuelaconunchirridoyaupándose

hasta sentarse tras el volante—.Ahora sube y larguémonos volando, antes de queaparezcaunapatrullaynosamarguelafiesta.

—Deacuerdo,pero¿cuáleselplan?—quisosaberelgallego,subiendotrasél.—Nohayplan.—¿Nohayplan?—inquirióconfuso.—Noexactamente—matizóAlex—.Elúnicoplanesmarcharnosdeaquí.—Entonces…—Yseñalólacallequesalíadelaplazaendirecciónnorte.Rileyasintió.—Vayamosdespaciomientraspodamos,asícreeránquesomosdelossuyos.—¿Ysinosdescubren?—Enesecaso,gasafondoyrezarparaquenobloqueenlacalle.—Gasafondoyrezar…—repitióelgallegoconunamueca—.¿Cómoesposible

quetúseastenienteyyosargento?—Porquesoymásalto,porsupuesto.

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RileyhabíapedidoaEustaquioquelesacompañaraenlacabina.SentadoentreélyJack le indicaba el camino más corto para salir del pueblo, mientras el motorterminabadecalentarse.

—Totiesoporahí—señalóalfrente—,hastalaplazadeSanSalvador.Ydeahí,cruzamoselarcodeSanRoqueyenseguíasalimosalacarreteradeCodo.

Alexasintió,engranólaprimeramarchaypisóelaceleradorconsuavidadhastaqueloscientocincuentacaballosdelHispano-Suizaimpulsaronalasruedassobreeladoquinado,avanzandolentamenteenladirecciónqueleindicaba.

Encuantopusoelmotorenmarcha,yanohubovueltaatrás.Sinduda,alguienescucharíaaquelronroneopedregosoysepreguntaríaadóndeibauncamiónaesashorasdelamadrugada.Sinoestabanfueradelpuebloenunpardeminutos,yanosaldríanjamás.

TraqueteandosobrelosadoquinesembocólacalledeSantaAna,tanangostaquelacajadelcamiónpasabaapocoscentímetrosdelosbalconesmásbajos.

—Estoesmuyestrecho—dijoJack,asomándoseporlaventanilla.—Pue luego se estrecha aún más—anunció Eustaquio—. En el Arco de San

Roque.Alexsevolvióhaciaél.—¿Y por qué no me lo ha dicho antes? —le recriminó—. Podríamos haber

tomadootrocamino.Elcampesinonegóconlacabeza.—Toas son igual de estrechas, maestro. Menos la Calle Mayor, pero allí hay

barricadas.—Estupendo…—dijo,asomándosea laventanillaaloírcómolapartesuperior

delalonaquecubríalacajadondeibanlosfugitivosrozabaconunafarolaengastadaenlapared.

Apocomásdelpasodeunhombre, el camión logró sortear la estrechacalleyfinalmentedesembocar en laplazadeSanSalvador.Yallí, denuevo, enelmismolugardondeloshabíanvistoesamismanoche,estabanlosdoscentinelasmorosconsus inconfundibles gorros rojos, que en estaocasión sevolvieron endirección a labocacallepordondeaparecíaelcamióntraqueteandosobreelirregularpavimento.

—Moros…—alertóJack,sinpoderocultareldesprecioenlavoz.—Yalosveo—contestósinreducirlamarcha—.Nohagáisnidigáisnada—les

advirtió—.Nilosmiréis.Elgallegoasintióapretandolamandíbulayelcampesinosehundióenelasiento.Los dos centinelas se irguieron cuando vieron que aquel camión que se

aproximabano tenía lamenor intencióndedetenerse.Unodeellos,congalonesdecabo,diounpasoalfrenteaunquesinllegaraponerseenlatrayectoriadelvehículo,ymirandohacialacabinadelcamiónalzólamanoderechadandoelalto.

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—Diosmío…—mascullóEustaquio.Rileyignorólaordendelsoldado.Sinlevantarelpiedelaceleradorcontinuóenlínearectayalllegaralaalturade

losdosguardiasmorossimplementesacólamanoporlaventanillaylessaludóconunaampliasonrisa,comosifueranviejoscamaradasdearmas.

—¡Altuahí!—exclamóelcabo,alcomprobarquenosedetenía—.¡Santuysiña!DenuevoRileysacólamanopor laventanilla,peroestavezparamostrarlesel

relojdepulseraydarleunpardegolpecitosconeldedo.Llegotarde,decíaelgesto.Porsupuestocarecíadelsantoyseñaquelepedían,yademástampocoseatrevió

a hablar por si aquellos dos eran capaces de detectar su acento americano, así quesolohizolamímicaysiguióadelante.

—¡Altu!—exclamódenuevoelcabo,cuandoelcamióndeRileypasabaporsulado—.¡Altuudisparu!

Alexvioporelretrovisorcómolosdossoldadossellevabanlosfusilesalhombroyapuntabanensudirección.

—Mierda —masculló entre dientes, y dio un fuerte frenazo que provocó unpequeño tumulto en la caja del camión y que no pasó desapercibido a los dosguardias.

—¡Bajadil camiún!—leordenóelcabo,unmoro flacoyenjuto, conbarbadevariosdíasyojillosdesconfiados—.¡Manusarriba!

Losdoscentinelassesituaronfrentealaportezuelamientrasleapuntabanconsusmáuseres.

—Venga, hombre…—contestó en cambio Riley, acodándose en la ventanillacomo si argumentara con un guardia de tráfico—. ¿No ves que tengo prisa? Elgeneralmehamandadotrasladaralosprisionerosy…

—¡Santoysiña!—leinterrumpió.—Semehaolvidado—confesó,componiendosumejorsonrisadeinocencia.—¡Bajidilcamión!—repitió,alzandoaúnmáslavoz—.¡Ahura!—Tranquilo,amigo—dijo,haciendoelgestoparaqueseapaciguase—.Yavoy…Yeneseprecisoinstante,unsollozoinfantilenlapartedeatrásllamólaatención

delosdossoldados,quesevolvierondeinmediato.Riley no necesitó más. Ese breve instante de confusión le fue suficiente para

desenfundarlapistolay,desdelaventanilla,apuntaralosdossoldados.—¡Tiradlasarmas!—lesgritó.Perolejosdehacerlo,volvieronsusfusileshaciaélyabrieronfuegoexclamando

maldicionesenárabe.Loscristalesdelparabrisasestallaronenmilpedazos.Riley tuvo los reflejos suficientes como para agacharse tras la portezuela, pero

aunasíunadelasbalasatravesólachapaylehirióenelmusloderecho,arrancándoleunbuentrozodetelaycarne.

Entoncesdosdetonacionesdepistolasonaronaunospocosmetrosdedistancia,y

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RileysupoqueJackestabarespondiendoalosdisparos.Sinpensarlo,abriólaportezueladegolpeyantesdeapuntaryaestabaapretando

elgatillodelaColtendirecciónalossoldados.Intuyendo más que viendo las dos siluetas blancas de los dos moros entre la

humaredadepólvora,vacióelcargadordelapistoladisparandosobreelloshastaqueelpercutortocóenvacío.

Eltiroteohabíaduradoapenasdiezsegundos,peroelestruendodelasarmasenaquelreducidoespacioleretumbabaenlosoídos,comoaquellavezenlasFallasdeValenciaquequedóunasemanamediosordo.

Perolorealmentegrave,pensómientraslahumaredasedispersabaymirabasinrastro de remordimiento los dos cadáveres desmadejados de los soldados sobre losadoquines,eraqueaquel tiroteohabríadespertadohastaalúltimohombre,mujeryniñodeBelchite.

Susyaescasasprobabilidadesdesalirdeaquelpuebloconvidaacababandeversereducidasdramáticamente.

—¿Estásbien?—gritóJack,acercándoseaél.Suvozparecíaprovenirdekilómetrosdedistancia.

Rileylevantólamiradayvioasuamigoalpiedelacabina,conlaTokarevaúnhumeanteenlamano.

—Másomenos—contestó,palpándoseelmuslo—.Mehandadoen lapierna,peronoparecegrave.

—¿Puedesconducir?—Creoquesí—dijo,sacándoseelpañuelodelbolsilloyanudándoloalrededorde

laherida.—Pues entonces vámonos de aquí echando leches—le apremió con urgencia,

volviendoasubirsealvehículo—.Estosevaaponermuyfeoenmuypocotiempo.Rileynosemolestóniencontestar.Cerrólaportezueladeungolpe,engranóla

primeramarchaypisóelacelerador.Asu ladoEustaquioparecíaenestadodeshock,hundidoenelasiento,perono

teníatiempodepreocuparseporél.—¡Quite los cristales! —le ordenó sin embargo Riley, mientras el camión

comenzabaamoverseperezosamentehacialasalidadelaplaza.—¿Qué?—¡Loscristales!—señalóelastilladoparabrisas—.¡Quitelostrozosquequedan!Elcampesinonecesitóunsegundoensalirdesuestuporycomprenderaloquese

referíaeltenientedelaLincoln.Loquehabíasidoelparabrisaseraahoraunmontóndeesquirlasdecristalafilado

colgando precariamente de su marco de caucho. Si no las quitaba, con el simpletraqueteodelamarchaterminaríanporcaerlesencima.

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—¡Alto! ¡Alto!—gritóalguiendesdealgúnpuntoasuderecha,yde inmediatoescuchóelinconfundiblesonidodeunmáuserdisparando,comolasecapalmadadeungigante.

—¡Agachaos! —gritó Jack, y volviéndose hacia atrás exclamó—: ¡Agáchensetodos!

Rileymanteníatodasuatenciónenelvolanteyenlaestrechacallequeconducíafueradelpueblo.Unacallequemásbienerauncallejón,másangostaaúnqueporlaquehabíanvenido.Peroesonoeralopeor.

Comolehabíaanticipadoelhombrequeahoraseacurrucabaenelasientoconelrostrodesencajado,el finalde lacalleestabaseñaladoporunarcoqueuníaambosladosyquesiglosatrásdebiódeserunadelaspuertasdeaquelpuebloamurallado.

—¡Pare!—exclamóEustaquio—.¡Novamosapasar!—¡Acelera!—gritóencambioJack.Rileyengranó la terceramarchayenfilóhaciaelarcopisandoelpedalhastael

fondo.Alaumentarlavelocidadyanohabíaposibilidaddeconducirconprecaución,y

ahora los costados del camión golpeaban contra las fachadas, arrancando fanales,celosíasocualquiercosaquesobresalieraunoscentímetrosdelapared.

Elestrechoarcoseacercabarápidamente,ycadavezparecíamásestrecho.—¡Acelera!—repitióJackporencimadelensordecedorestrépito.—¡Voytodolodeprisaquepuedo!Nuevosdisparossonaronasusespaldas,yalguiengritódedoloren lapartede

atrásdelcamión.—¡Handadoaalguien!—gritóEustaquio,alarmado,volviéndoseensuasiento

—.¡Handadoaalguien!—¡Ahoranopodemoshacernada!—ledijoJack.Ungrupodesoldadosaparecióalotro ladodelarcoque teníanqueatravesar,y

plantándoseenmitaddelacalleapuntaronconsusfusileshaciaelcamión.—¡Enciendelosfaros!—exclamóJack.PeroantesdequelodijeraRileyyaestababuscandoelbotónenelsalpicadero,y

unsegundomástardelospotentesfarosdelHispano-Suizaproyectaronsuluzsobrelossoldados,dotándolesdeunaaparienciacasifantasmal.

Los soldados nacionales abrieron fuego al unísono, pero deslumbrados por losfocos del camión apuntaron al bulto y las balas golpearon sobre el radiador, elparachoquesyeltechocomounaviolentaybrevegranizada.

En respuesta Jack disparó sobre ellos con suTokarevT-33 sin llegar a acertar,perolograndoalmenosquesequitarandeenmedio.

En esemomento alcanzaron el arco, y los guardabarrosde chapade las ruedasdelanteras gimieron contra las paredes que les ceñían, destrozándose mientrasdejabanunsurcoblanquecinoenlapiedra.

—¡Agarraos!—advirtióAlex.

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Jacksepreguntabaelporquédeaquelaviso,cuandolarespuestasematerializóenunbrutal impactoque sacudió todoel camión.Desde lapartedeatrás les llegóunalborotodegolpesyquejidos.

—¡María!—gritóEustaquio,vueltohaciaatrásensuasiento—.¡¿Estásbien?!Eltechodelaseccióndecargahabíachocadocontralaparteinferiordelarco,y

aunque las barras de acero que sostenían el techode lona se habían dobladohaciaatrás, el camión se había incrustado en un espacio inferior a su tamaño, y ahorapugnabaporsortearlocomounanimalheridotratadeliberarsedeunatrampa.

Unanuevadescargadedisparosdefusilllegódesdelaretaguardia,ylosgritosdepánicodelasreligiosasyloscivilessealzaronporencimadelestruendodelmotor,queparecíaapuntodeexplotar.

—¡Acelera,carallo!—legritabaJack—.¡Acelera!Rileypisabaelaceleradorcontodassusfuerzas.Elvehículonohabía llegadoa

detenerse, pero se arrastraba a duras penas chirriando y quejándose por el terribleesfuerzoalqueerasometido.

LosmúsculosdeAlexsetensaroncomocablesdeacero,elsudorlecorríaporlafrente,ysusojosestabanfijosenlaoscuridaddelcampoqueseextendíamásalládeaquel maldito arco de piedra en el que se hallaban atascados. Todo su ser seconcentróenhacerqueelcamiónsuperaraaquelúltimoobstáculo,perocuantomásavanzaba más despacio iba, y pese a todo aquel esfuerzo parecían condenados aquedaratascadosenaquelmalditoarco.

Finalmenteelcamiónsedetuvo,yaunqueRileyinsistíaenpisarelaceleradorelvehículosenegóaavanzarniuncentímetromás.

Entonces, desde las esquinas exteriores del arco y a solo un puñado demetrosfrenteaellos,varioslegionariossoldadosasomarondenuevoapuntandosusfusilesydisparandoaquemarropacontralacabina.

Lostresocupantesselanzaronalsueloencuantolosvieronaparecer,yunanuevalluviadecristalesarreciósobrelosfugitivos.

Estabanatrapados.

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—Diosmío…—barbullabaEustaquio, hecho un ovillo en el suelo de la cabina—Diosmío.Diosmío…

Una nueva salva de disparos se estrelló contra la cabina, pero esta vez loslegionarioshabíanapuntadohacialosfarosdelcamión.Yanolosdeslumbraríanunasegundavez.

RileyyJackhabíanaprovechadoelmomentoacubiertopararecargarsuspistolasconunsegundocargador.

—¡Estosdeahídelantenosvanamachacar!—exclamóJack.RileyamartillósuColtyresoplandoentredienteslegritóasuamigo:—¡Cúbreme!—¿Qué?¡Noirása…!—¡¡¡Quémecubras!!!—rugió.Obediente, el gallego se asomó y comenzó a disparar a discreción sobre los

soldados, acertando a uno que cayó de espaldas y haciendo que los otros seprotegierantraslaesquina.

Rileyaprovechóelmomentoyseincorporóenlacabina,saltósobreelcapódelcamión,ydeahíalsueloempedrado.Cayósobrelapiernaheridayahogóungritodedolor.

Pero no se detuvo, y mientras Jack seguía disparando a su espalda, dobló laesquinatraslaqueseocultabanloslegionariosque,sorprendidosantelainesperadaaparicióndelamericano,notuvierontiempodereaccionarcuandoestelesapuntóconsupistolaylosfulminóaambosconsendosdisparosaquemarropa.

Entonces una nueva descarga de fusiles se estrelló contra la parte de atrás delcamión.Alex enfundó la pistola, se hizo con uno de los fusiles de los caídos y selanzóalsuelo.

Losbajosdelcamióneranelúnicoespaciolibre,asíquesedeslizóbajoelmorroypudovercómomásalládecenasdesombrasavanzabanhaciaellosrápidamenteporla estrecha calle. Descorrió el cerrojo del máuser para introducir una bala en larecámara,apuntóalafiguramáspróxima,ydisparó.

Unosdelossoldadosprofirióungritodedolorysederrumbó.Alverlocaer,todoslosqueveníandetrástratarondecubrirsecomobuenamente

pudieron tras portales y balaustradas.Alex aún tuvoocasión de disparar dos vecesmás,antesdequelodescubrieranbajoelcamiónyabrieranfuegocontraél.

Unalluviadebalasarreciócontra losbajosdelcamión, levantandoesquirlasdepiedraalimpactarcontraelempedrado.Unadeestasbalasfueapararalneumáticoderecho trasero, haciéndolo estallar y provocando que esa parte del camióndescendieraunpalmohaciaelsuelo.

Riley se quedó pasmado, sorprendido por ese inesperado efecto, hasta que sumentefuecapazdeprocesarlodebidamente.

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Entonces reculó hasta que pudo volver a ponerse en pie y se plantó frente alvehículoparaquesuamigoleviera.

—¡Jack,pontealvolanteyacelera!—legritóalsargento.—¡Perosiestamosatascados!—¡Yalosé!¡Hazmecaso!Yaunquesincomprenderporquélohacía,elgallegoobedeció,sepasóágilmente

alotroladodelacabinaehizorugirdenuevoelmotor.Alexvolvióalanzarsebajoelvehículo,peroestavezignoróalossoldadosquelo

disparabanyensulugarapuntóalaotraruedatraserayabriófuego.Degolpe,lapartedeatrásdelcamiónbajólosuficientecomoparadesencallarse

del techodelarcoy,comoel tapóndeunabotelladechampándescorchándosetrashaber sido agitada con fuerza, el camión salió disparado como un proyectil haciadelante.

Los bajos del Hispano-Suiza pasaron rozando la cabeza de Riley, que seguíatumbadoenmitaddelacalzada.

Entonces,trasalejarsemásdecincuentametrosporlacarreteraquelealejabadelpueblo, el camión se detuvo con un frenazo y la cabeza de Jack asomó por laventanilladelconductor.

—¡Alex,sube,carallo!—legritó,haciéndoleaspavientosparaquefuerahaciaelvehículo—.¡Aquéestásesperando!

Notuvoquepedírselodosveces.Alexretrocedióarrastrándosehastalaesquina,disparólasdosúltimasbalasque

quedabanenelcargador,dejócaerelfusilalsueloycorriócomoalmaquellevaeldiablohastaalcanzarlapartetraseradelcamiónyauparsealacaja.

Unsegundomástarde,elvehículovolvíaasaltarhaciadelanteporelcaminodetierra que llevaba a Codo, alejándose en la oscuridad del condenado pueblo deBelchite desde donde aún les disparaban esporádicamente, aunque sin decidirse ainternarseenlanocheparaperseguirlos.

En el interior de la caja, donde se apelotonaban las religiosas y la familia deEustaquio,apenashabíaespacioparamoverse.Laoscuridaderaabsoluta,cubiertoscomoestabanporaquellamaltrechalonasembradadeagujerosdebala,ysesucedíanlamentos de dolor y miedo. El camión, rodando sobre sus llantas sin neumáticostraseros que lo amortiguaran, se agitaba como un caballo salvaje que quisierasacudirse el jinete, y paradójicamente, el ir tan apretujados era loque impedíaquenadiecayeraalsueloporello.

Porunmomento,RileytuvoelhorriblepresentimientodequeladesquiciadafugahabíaresultadoundesastreyqueatodaaquellagentequeseagolpabaasualrededorcomoenuntransportedeganadolehabríaidomejorquedándoseenBelchite.

—¿Hay alguien herido? —preguntó con temor a la oscuridad, intuyendo de

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antemanolarespuesta.Unos cuantos gemidos fueron la réplica inmediata, seguidos de un fúnebre

silencioquenoaugurabanadabueno.—¿SeñorRiley?—preguntóentoncesunavozconocida—.¿Esusted?—¿Sor Caridad? —contestó, sorprendiéndose a sí mismo por la alegría de

escucharla.—Sí,soyyo—aclarólavozdesdelaoscuridad—.¿Quéhapasado?¿Yahemos

salidodeBelchite?Rileyasintióvanamenteenlaoscuridad.—Sí—confirmó—.Yaestamosfuera.—¡Oh! ¡Bendito sea Dios! —exclamó—. ¡Hermanas! ¡Ya hemos salido del

pueblo!—repitióenvozalta,yenrespuestaunaretahíladealeluyasybendicionescorrió de boca en boca—. ¡Alabado sea nuestro señor Jesucristo que nos haprotegido!

—Sí,claro,Jesucristo…—murmuróRiley—.¿Estáustedbien?¿Hayheridos?—Nolosé.—Puesaverígüelo—leordenóAlex.—¿Y usted? —le preguntó la religiosa, y para su sorpresa, con sincera

preocupación—.¿Noestáherido?—Mehandadoenlapierna,peroestoybien.Essolounrasguño.—Dejequeselomire—contestó,tomándoledelbrazo.—Luego,luego—repusoconciertaincomodidad—.Antesocúpesedelosotros.Ymientrasdecíaesto,percibióconextrañezacómolavelocidaddelvehículose

reducíaprogresivamenteypocos segundosmás tarde, conunquejidomecánico, sedeteníaporcompleto.

—¿Quénarices…?—masculló,levantandolalonaycomprobandoqueelpuebloestabaapocomásdeunkilómetrodedistancia.Aúndemasiadocerca.

Con cuidado de no apoyar la pierna herida, saltó del camión y se dirigió a lacabina.

Alacercarse,Eustaquio lepreguntócómoestabansumujery sushijas,yalnosaberAlexquéresponderle,saltódelasientoysedirigiócorriendoalapartedeatrás.

Jack,mientras tanto, se encontraba encaramado al capó, auscultando el enormemotordelquesalíaunanubedehumoblanco.

—¿Quépasa?—quisosaberRiley—.¿Porquéhemosparado?—Esomegustaríasaberamí—respondióelgallego—.¿Puedesalumbrarmeun

poco?Riley se subió al parachoques, encendió elmechero y lo acercó almotor, que

desprendíaunfuerteoloraaceitequemado.Conprecaucióndenoquemarse,Jackintrodujolamanoytanteócables,tubosy

piezas,comprobandoquenohubieranadasuelto.—¿Sabesalgodemotores?—comentóRileyalcabodeunratodeverlotrastear.

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—Nilamásremotaidea—confesóJack,levantandolacabeza—.¿Ytú?

Auncontodassuscarenciasenmecánicaautomovilística,notardaronenconcluirqueuna bala debió de perforar algún elemento clave de la refrigeración y elmotor sehabíasobrecalentadohastaqueyanopudomás.Asíquesevieronobligadosahacerbajar a todo el mundo del camión para seguir a pie en dirección a las líneasrepublicanas.

Alhacerlo,pudieroncomprobarqueellistadodeheridoserafelizmentebastantemáscortodeloquesetemían.Elportóntraserodelcamiónestabablindadoconunagruesa chapa de acero que había hecho las veces de parapeto y salvado a losocupantes de las balas nacionales. Lamayoría de las heridas eran producto de lasastillas que habían salido despedidas, y los pocos moratones, debidos a lostrompiconesdelcamión.

Sinembargo,laancianahermanaSorLucíahabíatenidolamalafortunadequevariaspersonaslecayeranencimaenunmomentodelahuida,yaconsecuenciadeelloparecíahabersefracturadolacadera.

Lamonja, tumbada en el suelo junto al camión, se lamentaba de su desgraciarodeadadeuncorrodenoviciasyreligiosasquelaatendíanyconsolaban.

—Ay…Diosmío.Ay…—sollozabaentrelágrimasdedolor.—Tranquila,hermana—ledijoSorCaridad,pasándolelamanoporlafrente—.

Sevaaponerbien.—Confesión…—masculló, aferrándose a la cruz que le colgaba del cuello—

Confesión…—Noexagere,SorLucía.Quenosevaamorir—lacalmólamadresuperioracon

una sonrisa tranquilizadora, y volviéndose hacia Riley le dijo—: Tenemos quellevarlaaunmédico.

El teniente de la Lincoln echó un vistazo en dirección a las posicionesrepublicanas,yluegohaciaBelchite.Calculóqueseencontrabanamediocaminodeambossitios.Elpuebloestabaaúndemasiadocercaparaestartranquilos,ysialgúnoficial rebelde ordenaba salir a perseguirlos en busca de venganza, incluso a pietardaríasolounosminutosenalcanzarlos.

—Hayquesalirdeaquíahoramismo—dijo—.Asíquehabráquellevarlacomobuenamentepodamos.

—Con la cadera rota y a su edad—arguyóSorCaridad—,nopuedepretendercargarlacomoaunsacodepatatas.Semoriríadeldolor.

—Puesmevaadisculpar,hermana,peronoshemosolvidadodetraerunasilladeruedas.

Lareligiosafruncióelceñoanteeltonodelteniente.—Nosepongasarcásticoconmigo,jovencito,ytratederesultarútilenlugarde

esforzarseenhacerseelgracioso.

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Rileyalzóelíndicedispuestoareplicarairadamente,peroalguiencerródegolpeel portón del camión y entonces se le ocurrió lamanera de transportar a lamonjalesionada.

—Quizá si…—masculló, dejando de lado a lamonja y subiendo a la caja delcamión—.Ven,Jack,ayúdameconesto.

Desenfundóelcuchilloyrasgóungrantozodelona.—Busquen unos palos —añadió, dirigiéndose a Eustaquio y algunos de sus

familiaresqueobservabanlaescenaenladistancia—.Vamosafabricarunacamilla.

Una vez hecha, instalaron sobre ella a Sor Lucía y acarreándola entre cuatro sepusieron enmarcha con los dos brigadistas a la cabeza, abandonando el camión ydirigiéndoseapiehacialaslíneasrepublicanas.

—Estáclareando—anuncióJack,señalandoelalborqueseinsinuabaporeleste.—Loveo.El gallego miró hacia atrás. Hacia aquella variopinta columna de refugiados

caminando en silencio en la oscuridad, compuesta pormujeres, niños, unos pocoshombresycasiunaveintenadereligiosasque,vestidasdeblanco,parecíanalmasenpenarecorriendolanoche.

—Vamosmuylentos—advirtiópreocupado—.Nosvaaamanecerenelcamino.—Ya.ElsargentosevolvióhaciaRiley.—Novamosaregresaratiempo,Alex.Martyseenterará,elgeneralseenterará,y

túyyonosveremosfrenteaunconsejodeguerra.Rileycabeceó.—Ya.Jack abrió la boca, dispuesto a añadir algomás, pero terminópor ahorrarse las

palabras.—Ya—asintióencambio,conelmismoairedefatalidad.En esemomento,Eustaquio se acercó desde atrás, cargando a una de sus hijas

sobreloshombros.—Yo…—carraspeóazorado—lesestoyagradecío…alosdos,porsacarnosdel

pueblo.—No hay de qué, amigo—contestóRiley—.Nosotros lemetimos en este lío.

Solointentamosarreglarloyhacerlocorrecto.Elcampesinoresoplóporlanariz.—Locorrecto…—repitiólapalabra,comosisetratasedeunaciudadmítica—.

Aquínaidehace locorrecto.Niellas—hizoun levegestohacia lasmonjas—.Leshabría dao igual si nos hubieran fusilao a todos, diciendo que somos rojos. En elfondo,sonigualesquelosfascistas.

Jacklemiróconseveridadantesdepreguntarle:

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—Ysiaellaslashubieranvioladoyasesinadolosanarquistas…¿Habríashechoalgopordefenderlas?

Eustaquioledevolvióunamiradacargadadeculpabilidad,yseguidamentebajólacabeza.

—¿Faltamucho?—preguntó,cuandoelecodelreprocheseapagóensusoídos.—Esdifícildecirlo—contestóRiley—.Nohayunalíneapintadaenelsueloque

marqueelfrente.—¿Ycómosabremosqueyalahemoscruzao?—Puestendríamosque…AlexRileydejó la fraseamedias,puesaambos ladosdelcaminoungrupode

sombrassealzódeentrelamalezaasolounasdecenasdemetrospordelante.—¡Altoahí!—ordenóunadelassombras—.¡Quiénva!—¡Soldados de laRepública!—respondióRiley, deteniéndose de inmediato—.

¡DelBatallónLincoln!—¡Santoyseña!—lesexigiólamismavoz,conunfuerteacentoalemán.Enrespuesta,Jackexclamó:—¡Pimentón!Duranteunosinterminablessegundoselcentinelapareciómeditarlarespuesta,y

cuandoyasetemíanqueibanaresponderlesqueaquellanoeralacontraseñadeldía,contestó:

—¡Picante!Losdosbrigadistasresoplarondealivio,ylabamboleanteluzdeunalinternase

aproximóaellosenmanosdelsoldadoy,yademuycerca,lesalumbródirectamente.Loquenoseesperabaneraloquesucedióacontinuación.Elcentinelagritócontodassusfuerzas:—¡Alerta!¡Esunatrampa!¡Sonlegionarios!AlexyJacksintieronelimpulsodegirarseenbuscadeesoslegionariosalosque

serefería.Aúntardaronunsegundoencaerenlacuentadequesetratabadeellosmismos.En un imperdonable descuido, todavía llevaban puestas las camisas de los

soldadosalosquehabíandejadomaniatadosenelpueblo.Rileyabriólabocatratandodeaclararelmalentendido,peroantesdequepudiera

decirlaprimerapalabra,alguiendisparó.

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21

—¡Altoelfuego!—OrdenóRiley,porencimadelgriteríoquesehabíadesatadoasuespalda—.¡Somosdelosvuestros,joder!¡Altoelfuego!

—¡Traemosciviles!—gritó Jack,a su lado—. ¡Mujeresyniños! ¡Nodisparéis,cagondiez!

—¡Identifíquense!—ladrólavozdetrásdelalinterna.—¡TenienteRileyysargentoAlcántaradelBatallónLincoln!—exclamóAlex—.

¡Venimosdepatrulla!El centinela pareció meditar aquella respuesta, repasando si le sonaban tales

nombres.—¿Ytodaesagente?—Preguntó,aúncondesconfianza—.¿Dedóndeviene?—SonrefugiadosdeBelchite.Laluzseacercóunosmetros,iluminandoalgrupo.—Pe…perosilamitadsonmonjas—observó,incrédulo.—Son refugiados y están ami cargo—repusoAlex y, sintiéndosemás seguro,

inquirió—:¿Yquiénesusted,soldado?—CaboPrimeroStern.BrigadaThaelmann.—¿Alemán?—Austríaco—precisó.Riley se aproximó, plantándose frente a él con lasmanos a la espalda. Era un

hombre joven, con insignia roja en la solapa, una perilla al estilo Lenin y gafitasredondasdeintelectual.Elarquetipodeunmiembrodelpartidocomunista.

—Muy bien, camarada Stern—le dijo, tratando de imprimir a su voz un aireautoritario—.Susórdenessonvigilarestepaso.¿Noesasí?

—Esomismo.—Puesenesecaso,sigaconloqueestabahaciendo.Nosotrosvamosaproseguir

nuestrocamino.El cabo vaciló y miró hacia atrás, a los siete soldados que le acompañaban y

prudentementesemanteníanunospocosmetrosasuespalda.—Disculpe,camaradateniente,peronopuedopermitirqueningunodeustedesse

marche—dijoseñalandoalasingularromería.—¿Quiénessusuperior,cabo?—ElcomandanteStaimer.ElgallegoseacercóaRiley.—StaimereslamanoderechadelgeneralWalter—lecuchicheóenvozbaja—.

Malasunto.Alexasintió.—Nosvamos—dijoentonces,echandounbrevevistazohaciaeleste,pordonde

comenzabana irradiar losprimeros rayosdel amanecer—.No tenemos tiempoqueperder.Yo informarépersonalmenteasucomandante—yhaciendoungestoconel

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brazo,indicóalacomitivaquesepusieraenmarcha.Sternseinterpusoenelcamino,cruzandoelfusilantesí.—Camaradateniente,porfavor…—ledijoaRiley—nomelopongamásdifícil.Rileydiounpasoalfrentehastaquedarnarizconnarizconelaustríaco.—Apártese,Stern—mascullóentredientes—.Noselovoyarepetir.Elcabo,lejosdearrugarse,diounpasoatrásyapuntóconsuarmaaRiley.Los soldados que le acompañaban imitaron su gesto, llevándose los fusiles al

hombroyapuntandoalosdosbrigadistasdelaLincoln.—Tengoórdenes—sejustificóelaustríaco.—¿Órdenes?¿Quéclasedeórdenes?—Dequelesretengaaquí.—Pero…¿Cómo?—intervinoJack—.Nadiesabíaqueveníamos.¡Carallo! ¡Ni

siquieranosotroslosabíamos!Sternnocontestóaaquellapregunta.—¿Órdenesdequién?—leinterrogóRiley.Elaustríacodiounnuevopasoatrássindejardeapuntarle,perosiguiósinabrirla

boca.—¡Órdenesdequién!—rugiódenuevoRiley.—Ógdenesmías—contestóalguiendesdelaoscuridad.

Sienesemomentoleshubieranpinchado,niunagotadesangrehabríacaídoalsuelo.Tan desconcertados estaban que se vieron incapaces de articular una palabracoherente mientras veían aproximarse a André Marty con aire satisfecho y unasonrisaexultantequeparecíaensancharsepormomentos.

—Bueno, bueno, bueno… —dijo, plantándose ante ellos con las manos a laespalda—.Québienquenosencontgemosdenuevo.¿Nolespagece?

Porfin,Jackfuecapazdejuntardospalabrasconsentido.—¿Cómosabía…?Elfrancéshizounademánindolente.—Oh.No tiene ningúnmégito. Estaba segugo que intentagían algo, así que di

ógdenesalosguagdiasquelespegmitieganescapagsilointentaban.Luego,solotuveque poneg unas pocas patgullas en los caminos y espegag que apageciegan comofinalmentehanhecho.

—Pero… ¿por qué?—insistió el gallego—. No lo entiendo. ¡Si ya estábamosbajoarresto!

—Ciegto—asintió—.Pegosolopogindisciplinaydesacato,yenmitaddeunaofensivacomoesta,segugoquenohabgíanpasadonidosdíasaggestados.Yoquegíademostgag que son ustedes unos tgaidoges y castigaglos como gealmente semegecen.Quegía…Quiego—rectificó—,dagejemplo.

—Quierefusilarnos—resumióRiley.

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Martynoloadmitió,peroelbrillodesusojosdelatabaqueeraesoexactamenteloqueteníaenmente.

Entonces, como un esclavista inspeccionando el producto, pasó de largo y seacercóalgrupodeciviles,queasuvezleobservabanconcrecientetemor.

—Veosehantgaídoconustedesaunmontóndeamigos…—yseñalandoa lasdominicas,exclamó—:¡MonDieu!¡Pegosihastahanidoabuscagalasmonjasdelpueblo! ¿Aquiénmás se han tgaído?—preguntó, tomando del brazo a uno de losprimosdeEustaquio—.¿Alcuga?¿Alsecgetagiode laFalange?¿Algenegalde lalegión?

—Son civiles inocentes —puntualizó Riley, sin demasiadas esperanzas—.Refugiados.

Elcomisariopolíticoforzóunarisaburlona.—¿Inocentes?¡Nohayinocentesenestaguegga!SiestabanenBelchiteynose

levantagon en agmas contga el fascismo, paga mí son también cómplices de losfascistas.

—Sonsolomonjasycampesinos.Noguerrilleros.—Tgaidoges—replicóMarty—.Cobagdes.—Ellosno…—¡Silencio!—gritó, volviéndose hacia Alex—. ¿No lo entiende, vegdad? ¡La

guegganolaganagemossielpueblonosegebelacontgalaopgesiónyelfascismo!—Sacudió del brazo al campesino como si fuera un pelele—. ¡Es pog ellos queluchamos! ¡Pog ellos! ¿Y cómo lo aggadecen? ¡Huyendo como conejos! ¡Han degebelagse!¡Luchagenlastginchegasjuntoaloscamagadaspgoletagios!¡Mogigpoglacausasiespgeciso!

—¿Yusted,Marty?—preguntóRiley—.¿Haluchadoustedenlastrincheras?Norecuerdohaberlevistonuncaempuñandounfusil.

ElcaboprimeroSternylosotrossoldadosdelaThaelmannpresentesseguíanlaconversaciónconespecialinterésyesoempujóaMartyaresponderaRiley,aunqueconevidentedisgusto.

—El camagada Stalin me designó pegsonalmente como comisagio político delpagtidoenelejégcitodelaGepública.Esunaaltagesponsabilidadalaquenopuedogenunciag,pogmuchoquedeseebatigmeenlastginchegas.

—Claro… Es mucho más fácil fusilar a soldados de tu propio bando. ¿Cómodecíasquelellamaban,Jack?—preguntóasuamigo.

—ElCarnicerodeAlbacete.—Ah, sí. Es verdad. ¿A cuántos soldados republicanos mandó fusilar allí,

camaradacomisario?¿Mil?¿Dosmil?¿Tresmil,quizá?Aunbajolatímidaluzdelamanecer,sepudoverclaramentecómoseencendíael

rostrodelfrancés.—Bastayadecháchaga…—mascullóentredientes,desenfundandosupistola—.

¡Vosotros!—ladróalossoldados,peroseñalandoaAlexyJack—.¡Desagmaglosy

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lleváoslos,yluegofusilaglos!ElcaboSternvaciló.—¿Nomehaoído,cabo?—leincrepóMarty.Elaustríacotragósalivacondificultad.—Camarada comisario, en lugar de fusilarlos, ¿no deberíamos llevarlos ante el

general,paraqueéldecidaque…?AndréMartysalvólospocosmetrosqueleseparabandelcaboprimero,yantes

dequepudiera terminar la fraseysinmediarpalabra, legolpeóbrutalmentecon laculatadelapistolaenlasien.

El comisario aún sostenía el arma a modo de advertencia cuando el cuerpoinconscientedeSterncayódesmadejadosobreelpolvoyunfinoreguerodesangreempapólatierrabajosucabeza.

Todoslospresentes,incluidoslossoldados,reaccionaronconrepulsióncontenidaanteaquellaagresióngratuitaporpartedelfrancés.

—¿Alguienmásquiegediscutigmisógdenes?—preguntó,mirandoenderredorconlapistolaenlamano.

Por un breve instante los soldados parecieron dudar si obedecer a aqueldesalmado, pero finalmente el miedo se impuso. Cabizbajos, dos de ellos seaproximaronaAlexyJackconlaintencióndedesarmarlos,mientraslosdemáslesseguíanapuntandoconsusmáuser.

Losdosbrigadistasintercambiaronunamiradafugazyalunísonodesenfundaronsus pistolas. Jack apuntó con su arma a aquellos dos soldados, mientras Riley,sorprendiendo a todos, se abalanzó sobre el comisario político. Antes de que estetuvieratiempodereaccionar,seencontróconelbrazodeAlexrodeándoleelcuelloporlaespaldayelcañóndesuColtapretándosecontrasusien.

La soberbia y la certidumbre del miedo que inspiraba a todos aquellos que lerodeabanhabíasidoloque,paradójicamente,habíasupuestoqueAndréMartyfueseincapazdeimaginartalosadía.Inclusoentonces,yarehén,seguíasinpoderentenderloqueleestabasucediendo.Eraél«ElcarnicerodeAlbacete».Eraél,quieninspirabaterrorenlosdemás.Noeraconcebiblequeenesemomentoélfueralavíctima.Noeraposible…peroestabasucediendo.

—¡Tiradlasarmas!—ordenóRileyalossoldados—.¡Olomatoahoramismo!Estos,atónitos,miraronaMarty,queapenaseracapazderespirarbajolapresade

Alex.—Nopueden…matagme…—farfullócondificultad,con losojosdesorbitados

porlaasfixiayelmiedo.—¿Eso cree?—susurróAlex, apenas conteniendo su ira—. Fíjese en esto—y

apretóaúnmáselbrazosobreelcuellodeMarty,quecomenzóapatalearymoverlosbrazosespasmódicamente.

—Pogfavog…—musitó,casisinaliento.Rileyredujolapresión,ydejóquetomaraairedenuevo.

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—Ordenequetirenlasarmas—repitió—.Ahora.Aterrado, el francés hizo un gesto para que los soldados obedecieran al

americano.—Hagan…loque…dice…Seguidamente y sin dejar de apuntarles, Jack les obligó a sentarse en el suelo

sobresuspropiasmanos.—Vosotros tranquilos —les decía mientras tanto—. Podréis alegar que solo

hicisteisloqueosordenóelcomisario.Asíquenohagáistonterías.¿Deacuerdo?Los siete soldados asintieron sin problema.En realidad parecían encantados de

queaMartyleestuvieranadministrandounadosisdesupropiamedicina.EntonceselgallegoseacercóaRiley.Miróalacolumnaderefugiados,encuyascarassereflejabamiedoyexpectación

apartesiguales,luegoalcomisariopolítico,sofocadoporlafaltadeaireyelpánico,yfinalmentehaciaunsolencarnadoqueyaseelevabaporencimadelhorizontecomobañadoensangre.

—¿Yahoraqué?—lepreguntó.—Ahoranostocaesperar.JoaquínAlcántarafruncióelceño,confuso.—¿Esperar?¿Aqué?Alex señaló con la cabeza en dirección al camino que llevaba a las posiciones

republicanas.—Aquelleguen—dijo.En ladistancia,unanubecrecientedepolvo reveló lapresenciadeunvehículo

aproximándose.UnautomóvilmilitarconlabanderadelasBrigadasInternacionalesylascuatroestrellasdegeneralflameandoalviento.

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Alcabodemenosdeunminuto,elCitröenTractionAvantverdeolivasedetuvodeunfrenazoenvueltoenunadensanubedepolvoamarillo.Labanderaconlascuatroestrellas reservada a los generales y el símbolo de lasBrigadas Internacionales nodejabamuchasdudassobrequiénerasuocupante.DemodoqueAlexsesorprendiócuandoalabrirselaportezueladelcopiloto,saltódelmismountipoalgodesgarbado,depelonegrorevueltoyespesascejasquesejuntabansobreelpuentedelanariz.Elhombre, que debía de tener unos veinticinco años, llevaba colgada del cuello unavoluminosa cámara de fotos que inmediatamente se llevó a la cara y con la quecomenzóatomarimágenesdetodoloquelerodeaba.

Acontinuación,quiendescendiódelvehículofueelcomandanteMerriman,quemiróasualrededorcongestoserio, fijó lavistaenJack, todavíaapuntandoconsupistolaa lossoldadoscautivos,y luegoenRiley,quede inmediatosoltóaMartyyapartólaColtdesucabeza.

—Bajaelarma,Jack—ledijoasuamigo,quienrápidamentehizocasodándosecuentadelainutilidaddesugesto.

Yporúltimo,comoeraprevisible,porlaportezuelaapareciólacabezarapadayel gesto severo del general Walter, observándolo todo con su aire severo eintransigente.

Aunque loquenoresultó tanprevisibledeningúnmodofuequemantuvierasupuerta abierta y con un gesto rayano en la galantería invitara a salir delmismo alúltimoocupantedelvehículo.

Conunaboinacaladacubriendopartedesurubiamelenayaquelaireresueltotanpropiodeella,exhibiendounaconfiadasonrisa,MarthaGellhorntomólamanoqueleofrecíaelgeneralWalterysaliódelcochecomounaprincesaqueacompañaraasuconsorte.

Lo primero que llamó la atención a Walter, por descontado, fue el cuerpoinconscientedel sargentoStern.En silencio seplantó frente a él, sinmolestarseencomprobar si aún vivía. Seguidamente dirigió lamirada a los soldados, quienes sehabíanpuestoenpieaunquesintomarsusarmas,queaúnpermanecíanamontonadasaunlado.Despuésnopudoevitarfijarseenlacasicuarentenadecivilesyreligiosasaguardandoexpectantes aunaprudentedistancia,y finalmentepaseó lavista sobreAndréMartyylosdosbrigadistasdelaLincolnvestidosconuniformesdelegionarioyaúnconrastrosdebetúnencaraymanos.

Seguidamenteordenóadosde lossoldadospresentesquese llevaranaStern,yluegosecruzódebrazosconactitudmeditabunda.

En circunstancias normales, el general Walter era capaz de hacerse unacomposición bastante precisa de las situaciones con un breve vistazo, pero en esaocasiónsesentía incapazdeimaginar losacontecimientosquehabíandesembocadoenlaescenadelaqueestabasiendotestigo.

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Porellonotuvomásremedioquedirigirsealfrancésyformularleunapreguntainevitable.

—¿Qué demonios está pasando aquí,Marty?—inquirió con dureza, alzando labarbilla.

El comisario político, como un perro apaleado, corrió en dirección al generalperdiendotodotipodecomposturayseñalóaRileyyJackconvehemencia.

—Ellos… Esos dos tgaidoges, camagada genegal… Ellos han tgatado dematagme —balbuceó y, dirigiéndose al escuadrón de soldados, les gritó—: ¡Yvosotgos,cobagdes!¡Yapasagécuentasconvosotgos!¡Llevaosalosdostgaidogesyfusiladlosdeinmediato!¡Esunaogden!

Inesperadamente,elgeneralapoyólamanosobreelhombrodeMarty.—Unmomento,camaradacomisario—dijoconfríacalma—.Yodecidiréaquién

sefusilaaquíycuándo.LareaccióndeMartyestuvoamediocaminodelasorpresaylaindignación.—Pego…¡Camagadagenegal!—barbulló—.¡Hanintentadomatagme!—¿Esesocierto,soldados?—quisosaberelgeneralpolaco,dirigiéndoseaJacky

Riley.Ambosmovieronlacabeza.—Noescierto,camaradageneral.—¡Quenoesciegto,dicen!—Martyestallóenunarisanerviosa—.¡Pegosiaún

llevanenlamanolaspistolas!—Mi arma está descargada como puede ver, camarada general —puntualizó

Riley,extrayendoelcargadorymostrandoquecarecíadebalas—.YlomismoladelsargentoAlcántara.

—¡Esodaigual!—ladróMarty—.¡Meamenazagon!—Conarmasdescargadas—observóMerriman,quesemanteníaenundiscreto

segundoplano.Elcomisariopolíticolededicóunamiradacargadadevenenoyvolvióacentrarse

enlosdosmiembrosdelaLincoln.—Estosdossoldados—dijoentonces,dirigiéndosealgeneral—,desobedeciegon

una ogden suya digecta. Les pgohibió específicamente tgatag de sacag a nadie delpueblo. ¡Y ya ve! —señaló triunfal al grupo de refugiados, alrededor del cualrevoloteaba inquietoel fotógrafo tomandouna foto trasotra—. ¡Sehanbugladodeusted!

ElgeneraldirigióunamiradaseverahaciaRiley.—Esoescierto—dijoconuntonociertamenteamenazante—.Nomegustaque

seburlendemí,teniente.—Migeneral…—carraspeóAlex—.En realidad, nosotros no hemos hecho tal

cosa.MeordenóquenosacaraacivilesdeBelchite,ynolohemoshecho.Alcomisariopolíticocasiledaunpatatúsaloíraquello.—¡¡Qué!! ¡¡Que no lo han hecho!!—exclamó incrédulo—. ¡Pero si están aquí

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mismo!—fuecorriendohaciaelgrupodecivilesysecolocófrenteaellos,comoside ese modo confirmara que estaban ahí—. ¡Ellos son la pgueba de suinsubogdinación!

—Yonoconozcodenadaaesaspersonas,camaradageneral—replicóRiley,consumejorcaradepóker—.¿Ytú,Jack?

Elgallegomeneólacabezaexageradamente.—Nolashabíavistoenmivida.—¡Mienten!—aullóMarty,yagarrandoaunade lasnoviciasporelcuellocon

violencialaobligóamirarhacialosdosbrigadistas—.¡Tú!¡Dilo!—legritóaloído,fueradesí—.¡Diquesonelloslosqueoshansacadodelpueblo!

La novicia, sin embargo, se echó a llorar de puro miedo mientras el resto dehermanaslanzabanchillidosdeterror.

—¡Dilo,malditaputa!—rugióelfrancés,echandomanoasupistola—.¡Diquelesconoces!

Entonces, la voz grave del general Walter se elevó por encima del griteríosemejandoaunbarritodeelefante.

—¡Camaradacomisario!—bramó,rojodeira—.¿Quéestáustedhaciendo?El francés levantó lamiradaconsorpresaysediocuentadeque todos losojos

estaban puestos en él, mirándole con desprecio y asco. Incluso aquel fastidiosofotógrafohúngaroquellevabamesesacompañándoloscomounamoscacojoneranohacíamásquetomarlefotosmientrasamenazabaalanoviciaconlaTokarev.

—Yo… solo pgetendía que hablaga, camagada genegal —repuso balbuceante,esbozando una parodia de sonrisa tranquilizadora—. Lo ve, no pasa nada… —Enfundódenuevolapistolaylepasólamanoporlaespaldaalareligiosa—.Nopasanada…—repitió,dejandoquelamuchachasealejaracorriendo,incapazdedejardellorar.

—Camarada comisario… —repitió el general, negando con la cabeza conevidentedisgusto—estoymuydecepcionadoconusted.

—Camagada genegal, pog favog —insistió Marty—, ¡solo estoy tgatando dedemostgagle que estos dos hombges han cometido desacato y megecen segcastigados!¡Lehandesobedecido!

WaltervolvióacentrarsuatenciónenRiley.—Esoescierto—confirmó—.Lediunaordendirectaylahadesobedecido.Eso

suponeunafaltamuygrave.—Camaradageneral—dijoencambioAlex,metiéndoselamanoporel interior

delacamisa—.Permítameenseñarlealgo.Lareacción inmediatadeKarolWaclaw«Walter»fuedarunpasoatrásyechar

mano a su pistola en un acto reflejo, temiendo que el americano fuera a sacar unarma.

Peroantesdequeledieratiempoadesenfundar,vioqueloqueAlexRileysacabanoerasinounaarrugadacuartilladepapelamarillento.

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—Aquí tiene lo que me pidió, camarada general —dijo, entregándoselasolemnemente.

Elpolacomirólaemborronadacuartilladelderechoydelrevés,tratandosinéxitodehallarleunsignificado.

—¿Quéesesto?—preguntóalfin.—Loqueustedmeordenóqueconsiguierahacedosdías,camaradageneral—

contestó,esbozandounalevesonrisadetriunfo—.UnplanodeBelchitecontodaslasposiciones, acuartelamientos, piezasde artilleríaybarricadasdel enemigo.Todo loquehehecho…—añadiócuadrándosemarcialmente—hasidocumplirestrictamentesusórdenes.

ElgeneralWalterestudiabacondetenimientoelsintéticoplanoquelehabíaofrecidoRiley,señalandoocasionalmentealgunostrazosnadaclaros.

—¿Yesto?—preguntóconvivointerés—.¿Sonemplazamientosdeartillería?—Morteros,camaradageneral.Aquíyaquí.—Yestobarricadas,¿noesasí?—Asíes.Connidosdeametralladoraspesadas.Elgeneralsepasólamanoporelcráneolampiño,pensativo.—¿Ycómohanlogradounainformacióntanexhaustiva,teniente?¿Acasoustedy

elsargentosehanpaseadoportodoelpueblo?—No ha hecho falta, camarada general—y llevando la mano al cuchillo que

colgabadesucinturón,explicóconunasonrisaaviesa—:Hubounpardelegionariosque,conalgodemotivación,estuvieronencantadosdecolaborar.

Unasombradereconocimientoasomóenelrostrodelrudogeneral,quemanteníatodasuatencióneneldibujo.

—Bien…Muybien…—murmuró.MarthaGellhorne,depiejuntoalgeneral,leguiñóunojoaRiley.Esteseacercóalaperiodista,ytomándoladelbrazolacondujounosmetrosmás

allá.—¿Cómonoshabéisencontrado?—lepreguntósinpreámbulos—.¿Ycómohas

podidoconvenceralgeneralparaquevenga?¿Cómo…?—Alto ahí, marinero… —le interrumpió—. ¿No querrás que una intrépida

reporteraterevelesussecretos?—Déjatedehistorias,Martha.¿Cómosabíasdóndeestábamos?—Javier, el niño que mandaste a nuestro campamento, habló con Shaw y le

explicóloquepretendíaishacer.LuegohablóconMerriman,quiensituóunosvigíasparaqueleavisarancuandoosvieranllegarydieranelavisoporradio,yestevinoahablarconmigoparapedirmequeleacompañaraaveralgeneral.

—¿Contigo?¿Porqué?La americana sonrió, y poniéndose las manos bajo los pechos los levantó

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provocativamente.—¿Atiquéteparece?—Nopuedeser…—Puesyavesquesí.ComodicenaquíenEspaña:Tiranmásdostetasquedos

carretas.—¿Pero,túyel…?—Juntólosdedosíndicesdeambasmanos—.Yasabes…Gellhorneabriólosojosdesmesuradamente,propinándoleunempujónindignado.—¿Perocómoseteocurre?—repusoconunamuecadeasco—.PorDios,no.He

coqueteadounpoco,cierto,perohasidolapromesadeungranreportajeloquelehahechodecidirseavenir.Todoesvanidad,querido—concluyó,pasándolelamanoporelbrazo—.Todoesvanidad.

Rileyasintió,bastantedeacuerdoconaquellasentencia.—Sea como sea, gracias—le dijo solemnemente—.Nos has salvado la vida a

Jack y amí—y señalando a los refugiados, añadió—:Y posiblemente, también aellos.

Gellhornenegóvigorosamente.—No,Alex. Eso lo habéis hecho vosotros dos solos.Aunque… ¿sabes ya qué

pasaráconellos?Rileyseencogiódehombros.—Elproblemaerasacarlosdelpueblo,peroenestemomentosonunossimples

refugiados y un estorbo más que otra cosa. Confío en que Merriman convenza aWalterdequelomejoressimplementedejarlosir.

—Estoyseguradequeasíserá.PeromeinquietaloquepuedasucederosatiyaJack.

El teniente vio cómo el comisario político se había aproximado a Merriman,WalteryJack,peroenlugardeestudiarelplanosobreelcapódelcochecomohacíanlosotros,teníatodasuatenciónpuestaenelpropioRiley,aquienobservabaconunainquinaquenoaugurabanadabueno.

—Ya veremos—contestó—. Puede que elmapa del pueblo con las posicionesdefensivas rebeldes y tu promesa de un reportaje al general nos hayan salvado elpescuezo, pero ese bastardo deMarty seguro que nos la tiene guardada para másadelante.

—Bueno,deesoyatepreocuparáscuandosuceda—ledijo,tomándoledelbrazo—.Perodemomentoyacambiodehabertesalvadoelpescuezocomotúdices,mevasacontartodoloquehapasadoestanocheyadarmelaexclusividaddetuhistoria.YniunapalabraaErnest.¿Meentiendes?

—Soy todo tuyo—sonrió—. Pero, la verdad,me sorprende no verlo por aquí.¿Cómoesquenohaqueridoacompañaros?

—Oh,desde luegoquequisohacerlo—repusoMartha—.Poresocasi ledaunataque cuando el comandante le ordenó quedarse en el campamento. Convencí aMerriman de que, con ese carácter impulsivo que tiene, podría complicarmás las

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cosasyeramejorquenoviniera.—¿Yporquéle…?—comenzóapreguntar,peroentoncesviounasonrisapícara

dibujarseenelrostrodelamujer—.Ah,ya.Comprendo…laexclusiva.—Enelamor,enlaguerrayenelperiodismo,todovale—sonrióufana.Enesemomento,JoaquínAlcántaraseacercóaambosconairesatisfecho.—Creoquenoshemoslibradodelparedón—anuncióalllegar—.Peromehuelo

quenonosvamosairderositas.Elarrestoyladegradaciónasoldadosrasosnonoslaquitanieltato,pormuchomapadeBelchitequeleshayamosconseguido.

Rileyseencogiódehombrosconestoicismo.—Bueno.Teniendoencuentacómopodríahaberidotodo,creoquenospodemos

darporcontentos.¿Noteparece?—¿Contentos,dices?—preguntóconasombro—.Carallo,Alex.Aúnnomecreo

queestemosvivos.EntoncesGellhornelehizoungestoalfotógrafoparaqueseaproximara.—¡Robert!—lellamó—.Dejadefotografiaralgeneralyvenaquíunmomento.

Quieroquemetomesunafotoconestosdosvalientes.Cuandoseacercó,laamericanalespresentóaambos.—TenienteRiley.SargentoAlcántara—dijo—.EsteesRobertCapa:unodelos

mejoresfotógrafosdeguerraquehayahoramismoenEuropa.—¿SoloenEuropa?—inquirióelhúngaroenarcandounaceja.DichoestolevantólacámarayencuadróelvisorenelqueGellhorneocupabael

centrodelaimagen,flanqueadaporJackyAlex,losdosconelbrazoporencimadeloshombrosdeellacomoviejosamigos.

—Decid cheers —sugirió Capa mientras ajustaba el objetivo, como esosfotógrafosdeapesetadelparquedelRetiro.

Lostresabríanlabocaparahacerlocuandounestridentezumbidoresonósobresuscabezas.Levantaronlavistaalunísonoyfuerontestigosdecómounadecenadebimotores en formación de ataque como siniestras aves demal agüero surcaban elcielodelamañanaamilmetrosdealturaendirecciónaBelchite.

—Losbombarderos…—dijoRiley,conunhilodevoz—.Yaestánaquí.Y en ese preciso instante Robert Capa accionó el disparador de su Leica,

inmortalizando a los dos brigadistas y a la periodista con el horror pintado en elrostro, anticipando el infierno que estaba a punto de desencadenarse sobre aquelpequeñopuebloentierradenadie.

«Dedicadoa lamemoria de los civiles y soldados de ambosbandosquemurierondurantelaBatalladeBelchite».

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Epílogo

Conlaintencióndealiviarlapresióndelejércitosublevadosobreelfrentenorteyelasedio aMadrid, en los últimosdías del caluroso agostode1937, cercade24000hombresbajoelmandode losgeneralesListeryWalter rodearon,bombardearonyfinalmente asaltaron el pequeño pueblo fortificado de Belchite, donde unos 5000combatientesfranquistassehabíanconcentrado.

Losbombardeosdeaviaciónyartilleríaseiniciaroneldía26deagostoyeldía1de septiembre se lanzó un asalto de infantería que se tradujo en uno de losenfrentamientos más sangrientos de la guerra civil. El terrible combate se llevó acabocasaporcasa,habitaciónporhabitación,yseprolongóhastaelamanecerdeldía6,cuandolosúltimostrescientosdefensoresrebeldes,atrincheradoseneledificiodelayuntamiento, intentaron una huida desesperada hacia Zaragoza de la que soloochentadeellossalieronconvida.

LapuntadelanzadeaquelasaltorepublicanofuedenuevoeldiezmadoBatallónLincolnque,talycomohabíasucedidoenlaBatalladelJaramaseismesesantes,fueusadopormotivospolíticoscomocarnedecañónenprimeralíneayaconsecuenciadeellosufrieronelmayorporcentajedebajasdetodoelejércitorepublicano.

Al finalizar la batalla,más de 5000 cuerpos sin vida alfombraban las calles deBelchite y 2411 soldados rebeldes eran tomados como prisioneros del ejércitorepublicano.

ElobjetivofinaldelaofensivarepublicanaeraenrealidadlaciudaddeZaragoza,perolanumantinadefensadeBelchiteporpartedelastropasdeFrancoretrasódichaofensiva y, una vez perdido el factor sorpresa, ya nunca pudo llevarse a cabo. Elresultado finalde laofensivadeAragón, ideadaporelpresidente JuanNegrínyelministrodedefensa IndalecioPrieto, se saldóconunapírricavictoria tácticayunaestrepitosaderrotaestratégica.

Solo seis meses más tarde, el 10 de marzo de 1938, el ejército sublevadorecuperabadenuevoBelchite.

***

ElgeneralKarolWaclaw«Walter»regresóalaURSStraselfinaldelacontiendaysirviócomogeneralenelejércitosoviéticohasta1947,añoenquemurióenunarefriegacontranacionalistasucranianos.

André Marty regresó a Francia en 1939 y posteriormente se instaló en Moscú,huyendo del escándalo que supuso su sanguinaria actuación en la guerra civilespañola.Murióen1956sinhabersidojuzgadoporsuscrímenes.

El comandante Robert Merriman nunca volvió a dar clases en la Universidad de

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California. Se desconoce cuándo y dóndemurió, ya que nunca se halló su cuerpo,pero un testigo afirma haberlo visto caer herido de muerte no lejos del mismoBelchite,eldía2deAbrilde1938durantelaretiradadeAragón.ErnestHemingwaylo convirtió en protagonista de su novelaPor quién doblan las campanas, bajo elnombredeRobertJordan.

ErnestHemingway,unavezfinalizadalaguerraytraspublicarPorquiéndoblanlascampanas,contrajomatrimonioconMarthaGellhorn—aquienlehabíadedicadolanovela—y se instaló enCuba.Cubrió la segunda guerramundial como reportero,implicándose hasta tal punto que acabó por dirigir a un grupo de partisanos a lasafuerasdeParísy llegóaser testigodeprimera líneade lasmayoresbatallasde lacontienda.AlregresaraEstadosUnidos,fuecondecoradoconunaEstrelladeBronceporsuvalentíaencombate.

En1945MarthaGellhorn lepidió el divorcio,yunañomás tardeHemingwaycontrajomatrimonioconMaryWelsh,laqueseríasucuartayúltimaesposa.Apartirdeentoncesseagudizósupropensiónalosgravesaccidentesyalalcohol,queconeltiempoprovocaronundeteriorofísicoymentalasícomounaprofundadepresión,alaquepusofinel2de juliode1961,suicidándosedeundisparoen lacabezaconsuescopetafavorita.Ochoañosantes,en1953,elautordeElviejoyelmar,AdiósalasarmasoTenerynotener,habíaganadoelPremioNobeldeLiteratura.

Martha Gellhorn llegó a ser considerada una de las corresponsales de guerra másimportantesdelsigloXX.TanaudazomásqueHemingway,reportólaguerradesdeFinlandia,HongKong,Birmania oSingapur, e incluso se hizo pasar por camilleraparaestarpresenteeneldesembarcodeNormandía.AñosmástardetambiéncubriríaelconflictodeVietnam,laGuerradelosSeisdíasolasrevolucionesenNicaraguayEl Salvador. Viajera y nómada, calificaba de muertos vivientes a aquellos que nobuscabannuevoshorizontesportemorasalirmalparadosenelintento.Sulemavitalera:«iraotropaís,otrocielo,otroidioma,otroescenario».

MarthaGellhornhapasadoalahistoriaporhaberestadocasadaconHemingway,peromuchomás importante es señalar que se trató de unamujer valiente, libre einteligente,quetomólasriendasdesuvidaehizodeellaunaincreíbleaventura.

El15defebrerode1998,alos89años,enfermadecáncerycasicompletamenteciega,sesuicidóconunapíldoradevenenoensucasadeLondres.

***

GraciasalainfluenciadeGellhornsobreelgeneralWalter,Eustaquioysufamiliaasícomo las religiosas dominicas lograron llegar a su destino, ya que este accedió aproporcionarles transporte hasta las afueras de Zaragoza a cambio de un supuestoencuentroamorosoquenuncallegóaproducirse.

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Inevitablemente,AlexRileyyJoaquínAlcántarafuerondegradadosasoldadosrasosyparticiparonenloscombatesdeBelchiteconelrestodesuunidad,destacandoenelasaltoporsuvaloryentrega,aunqueelcomisariopolíticoAndréMartyseencargódeimpedirquerecibieranreconocimientoalgunoporello.

Los dos amigos continuaron luchando con el Batallón Lincoln hasta que elgobiernodelaRepúblicadisolviólasBrigadasInternacionalesymandóalosescasosvoluntariossupervivientesderegresoasuspaíses.AlexyJackllegaronaLondresaprincipiosde1939con la intenciónde regresardesdeahí a losEstadosUnidos,dedondehabíanpartidocasitresañosantes.Sinembargo,eldestinolesteníareservadaunasorpresaaambosynosolono regresaríanacasa, sinoque, sinpretenderlo, seibanaverinmersosenunaaventurainimaginable.

Peroeso,claro,yaesotrahistoria.

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LasfotografíasdeTIERRADENADIE

MarthaGellhornyErnestHemingway.

MarthaGellhornyRobertMerriman.

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RobertCapa.

MiembrosdelBatallónLincoln.

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Hemingwayenlastrincheras.

OficialesySuboficialesdelasBrigadasinternacionales.

Belchiteen1937.

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RobertMerriman—consombrero—entrandoenBelchitealfrentedesustropas.

IglesiadeSanMartíndeTours.

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LasestrechascallesdeBelchite.

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BatalladeBelchiteycascourbano.

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Notadelautor

Comoautorabogoporofrecerlibrosalmenorprecioposible—Tierradenadieesunclaroejemplodeello—paraquelaliteraturaestésiemprealalcancedecualquierayeldineronuncaseaunimpedimentoalahoradeadquirirla.Peroparaqueestopuedaseguirsiendoasíenelfuturo,necesitosuimplicaciónconungestotansimplecomoreseñarestanovelaenlapáginadeAmazon,yquedeesemodootroslectorespuedanconocersuopiniónsobrelamismayseanimentambiénaleerla.

Si desea información adicional sobre Tierra de nadie, ya sea en relación conpersonajesyacontecimientoshistóricos,mapasyfotografías,podráencontrarlaenmipáginaweboenlapáginaoficialdeCapitánRileyenFacebook.

Porúltimo,quierosubrayarqueTierradenadieesunaobradeficciónysinintenciónideológica, política o revisionista, de modo que, aunque los nombres de muchospersonajes que se mencionan son reales, no lo son en cambio las acciones oconversacionesqueprotagonizan.

Laeleccióndetalespersonajeshistóricosparaqueaparezcanenlanovelanoesenabsolutocoincidencia,perodeningunamanerapretendosugerirqueaquelloquerelatoseacierto,niquelaspalabraspuestasenbocadedichospersonajeshayansidopronunciadasenrealidad.

Tierradenadieesunaobradeficciónyasíhadeserinterpretada.Graciasporleermeynosvemosenlapróximaaventura.

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Agradecimientos

Esta novela no habría sido posible sin la colaboración de muchas personas cuyonombrenoapareceenlaportada.Poresoesdejusticiadestacarentreellas,enprimerlugar, amis padres Fernando yCandelaria y ami hermana, Eva. Los tres, apoyosirremplazablesparasacaradelantetodosmisproyectos.

Asimismo, quiero agradecer públicamente aDiego Román, Patricia Insúa, EvaErill, María López-Cancio, JorgeMagano, Noelia Ruiz y, de nuevo, sobre todo aCarmenGrau,suinestimableayudaypacienciaparaayudarmeacorregirymejorarelmanuscritooriginalyconvertirloenlanovelaqueahorasostieneentresusmanos.

Ypor supuesto,por encimade todo,mimásprofundagratituda los cientosdemilesde lectoresde todoelmundoque leéismisnovelasymeanimáis cadadía aseguirescribiendo.

Atodosycadaunodevosotros,graciasdecorazón.

FernandoGamboa

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FERNANDOGAMBOAGONZÁLEZ(Barcelona,España,1970)hadedicadobuenaparte de su vida adulta a viajar por África. Asia y Latinoamérica, y ha vivido endiversospaísesllevandoacabotrabajostandisparescomosubmarinista,profesordeespañol,empresario,jugadordepókeroguíadeaventura.

Enelaño2007publicósuprimeranovela:Laúltimacripta,unrelatodeaventurasenelqueplanteaundescubrimientodeAméricaprevioaldeCristóbalColónporpartedelostemplarios,ycuyaediciónparaKindleencabezólalistadelibrosmásvendidosenAmazonEspañaen2012yaunsigueentre losmás leídosenespañolen todoelmundo.

En 2008 publicó la inquietante Guinea, una trepidante y polémica novela deaventurasinspiradaenlaexperienciadelautorenÁfricayGuineaEcuatorial.

Mástarde,basándoseenlahistoriarealdeunaniñacolombiana,escribióLahistoriadeLuz,unemotivanovelacorta inspiradaenel realismomágico,destinadaahacertemblar los corazones de aquellos que la lean. La esperada continuación del bestseller La última cripta es la inquietante aventura deCiudad negra, publicada enFebrero de 2013 y que como su predecesora, también alcanzó el número 1 en laslistasdeventasdeAmazon.

En2014FernandoGamboapublicóCapitánRiley.Unaaventuradeacción,romanceyespionajeambientadaenEuropaynortedeÁfricaaprincipiosdelosañoscuarenta,convirtiéndoseenlanovelamásvendidaenAmazonEspañaenesemismoaño.

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EnAbrilde2015hapublicadounanovelacortatituladaTierradenadie,enlaqueelcapitán Riley y sus amigos deberán enfrentarse al ejército de Franco durante unatrepidanteaventuraenlaEspañade1937.

En la actualidad, Fernando Gamboa emplea su tiempo en viajar por el mundo enbusca de nuevas historias y escenarios, así como en escribir nuevos libros deaventuras para los más de 200000 lectores en todo el mundo que aún siguenqueriendomás.

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