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Tintín y la burla cultural-religiosa

Tintín y la burla cultural-religiosa

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Tintín y la burla cultural-religiosa

Tintín en el país del oro negro (1940-1971)

1940-1971

Stock de coque (1958)

Encefalograma plano. Rafael Cabanillas 13-01-2010. El Día de Ciudad Real

Algo falla cuando la mayor parte de mis alumnos del Instituto –por suerte no todos- dicen que los moros son unos ladrones, que casi todos los inmigrantes son unos delincuentes y vienen a aprovecharse de lo nuestro, que España es de los españoles, que los extranjeros deberían volver a sus países, que vienen a quitarnos el trabajo y que España estaría mucho mejor sin moros, ni rumanos, ni ecuatorianos. Lo peor –ellos, que suelen ser poco participativos y les cuesta expresar sus opiniones en público- es que lo dicen con una vehemencia, con una agresividad… que da miedo. En ocasiones, incluso, tragándose el pudor por el compañero sentado a su lado que se llama Ahmed o Abdul, y que agacha la cabeza como no comprendiendo ese idioma atroz. ¡Y me da tanta pena y me siento tan triste, tan derrotado… cuando interpelan mis argumentos con esa ferocidad! Pero no les culpemos a ellos, pues no hacen otra cosa que reproducir las manifestaciones de sus padres, de sus abuelos, de sus vecinos, del carnicero de la esquina, del butanero… de algunos profesores, también. Son el megáfono de la sociedad, que repite y repite lo que les hemos transmitido.

Cierto día, mandé leer a una alumna marroquí que silabeaba un poco, y sus

compañeros se reían de ella. Entonces paré la clase y le dije: -Habiba, por favor, sal a la pizarra con tu lectura… y empieza a escribirla en árabe-. Y así lo hizo, y los compañeros –que apenas sabían escribir en español- se quedaron alucinados al ver a Habiba escribiendo de derecha a izquierda y llenando la pizarra de los estilizados y bellos signos árabes. Al finalizar, le dije: -¿Serías capaz de hacerlo también en francés (porque en Marruecos se había escolarizado en francés)? Y, con lentitud, se puso a escribirlo en francés, mientras sus compañeros se quedaban petrificados y con la boca abierta. Después felicité a Habiba, le di las gracias y, volviéndome a los muchachos, les pregunté: ¿Lo queréis también en español o ha sido suficiente? Hoy, habría sonreído a Habiba y le habría dicho: ¡Fíjate, Habiba, mira los ojos de tus queridos compañeros; mañana, cualquiera de ellos, podría dispararte por la espalda!

Tintín en el Tíbet (1960)