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Todo el mundo tiene su fábula Humberto Jarrín

Todo El Mundo Tiene Su Fábula

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  • Todo el mundo tiene su fbula Humberto Jarrn

  • Contenido

    El lagarto y el arte de la poltica ................................................................................................... 3

    Gallo, promiscuidad y profilaxis .................................................................................................. 5

    La gallinita virgen ......................................................................................................................... 7

    Murcilago, claroscuros y mariposa ............................................................................................ 9

    Ratona, matrimonio y enamorado ............................................................................................ 12

  • 3

    El lagarto y el arte de la poltica

    Decidi un Lagarto un da meterse a la poltica animado por la definicin que de sta haba

    ledo en un viejo diccionario, segn la cual la poltica es el arte de servir a los dems. Lo

    primero que tienes que hacer, le dijeron sus amigos de la misma especie, es meterte a un

    Partido Poltico, pues a travs de ellos se ganan y se mantienen los puestos de mando y se

    puede hacer algo. As que fue adonde el Presidente, porque, ni tonto que fuera, para

    afiliarse escogi el Partido que estaba en el gobierno.

    Entre las muchas sorpresas que desde entonces habra de recibir, sta fue la primera: nunca

    el Presidente se dign a recibirlo. A pesar de la larga paciencia con que lo esper junto a su

    despacho.

    Entonces cambi de puesto, se arrim por donde solan aparecer los Ministros. Quiz, de

    pronto, en todo ese tiempo alcanz a ver a alguno de ellos, afanosos entre sus carpetas,

    sudorosos en sus carreras, presurosos en sus gestiones, apretujados entre sus escoltas, y de

    no ser porque uno, a lo lejos, le sonri (o crey que le sonrea) y le levant la mano

    saludndolo (o crey que le levantaba la mano y lo saludaba), habra pensado que tales

    especmenes no existan.

    Y no existan, al menos para efectos de poder escuchar.

    Esperar junto a la oficina de un Senador fue su tercera opcin. No digamos que result igual;

    cuando a punto se hallaba de perder las esperanzas, uno (oh padre de la inmarcesible

    patria!) con modales cordiales le habl mientras saltaba hacia alguna junta.

    A ver, Lagarto, cuntame qu te pasa, en qu puedo ayudarte.

    Aydeme a ayudar le suplic el Lagarto, entusiasmado como estaba, hasta desbaratarse

    casi, por asistir con sus gestiones polticosociales a los dems, y desenroll su discurso

  • hasta que el Senador, antes de perderse tras una de las puertas de reuniones importantes, le

    dice que sus ideas coinciden (bendita coincidencia!) con las de su programa, que vote y

    ayude a que los otros voten por l, que slo as es posible hacer realidad tan magnnimas

    convicciones, que lo acompae efectiva y concretamente en las prximas elecciones, etc.,

    etc., etc.

    Eso hace. Pero el Senador, que es reelegido, vuelve a ocuparse sin dejarse volver a ver.

    Entre tanto, el Lagarto ya ha conocido a alguna gente del medio. Entre ellos a un

    Asamblesta a quien quiz pueda interesar su ideario y...

    ...Aos en el Palacio Presidencial, aos en los pisos de los Ministerios, aos en los corredores

    del Congreso, aos en los pasillos de la Asamblea, aos en los rincones del Concejo... Es de

    suponer que en este descenso que hace en la escala del poder llegue cansado y viejo a los

    taburetes de la Junta de Accin Comunal.

    Tarde se ha dado cuenta de que el trnsito en su carrera poltica deba hacerlo al revs, y as

    se lo aconseja a cuanto Lagartito le adivina, le ve en los ojos las intenciones de meterse a la

    poltica.

    Llora desengaado el Lagarto, pues jura y rejura que tena buenas ideas y prometedoras

    acciones en bien de la comunidad, convencido como estaba de que la poltica es el arte de

    servir a los dems.

  • Gallo, promiscuidad y profilaxis

    Un Gallo lleg a la consideracin moral de que la promiscuidad sexual en la que hasta ahora

    haba vivido resultaba perniciosa para su vida espiritual.

    Que cmo y por qu lleg a esta decisiva reflexin?

    Cierto da, sin que hubiera an entonado el primero de sus cantos, de manera sorpresiva, sin

    que pudiera evitarlo, unas Comadrejas evangelizadoras o algo as, ataviadas de falditas

    largas y recatadas, sombrillas oscuras y carteritas repletas de lecturas, lo haban cogido

    cortito, asaltado prcticamente, y asedindolo en la propia puerta de su casa, con los ojos

    an adormilados, le vaciaron una catarata de oraciones, y leyndole en menos de un suspiro

    pasajes piadosos, citas devotas, misterios trascendentales y, por supuesto, los diez

    mandamientos, entre otras cosas, le preguntaron a quemarropa:

    Y cul de estas advertencias le inquiri la Comadreja, mirndolo con un ojo y con aguda

    persistencia, cul de ellas deja usted de cumplir?

    Bu, bu, bueno..., quiz aqullas de no fornicar y no desear la mujer del prjimo.

    Ah...

    Y se desataron a dos lenguas en una retahla de sermones, observancias, sealamientos,

    sobrecogedoras consecuencias y fatales pronsticos, que lo conduciran segn sus tenaces

    profecas, de no reconsiderar su conducta, a un fin pavoroso, a la muerte!

    Pero es que yo no puedo dejar de ser lo que soy, ste es mi trabajo, no puedo hacer lo que

    me piden, no, no lo har! dijo el Gallo resistindose y negndose a llevar una vida

    recatada y mongama.

    Pues usted ver, mi querido pecador, si prefiere vivir en una avcola o en el Averno, pues

    eso es lo que le espera: el Infierno, donde pasan los tipos como usted, rostizndose por el

    resto de la eternidad.

  • S? Eso me puede pasar? pregunt preocupado el Gallo, dndole lugar a la duda, y a

    las Comadrejas que entraron a terminar su trabajo con la vctima de turno.

    El Gallo, ya devoto, ya po, no volvi a decir ni po, as que desde ese mismo da, converso y

    fiel a los nuevos preceptos, no hizo ms que dedicarse a una sola y exclusiva Gallina. Su

    mujer tambin qued contenta y hasta se comprometi en colaborarle no hacindole en la

    intimidad mayores exigencias matrimoniales al tipo de vida moderada que haba optado su

    esposo. Las Cacatas, las Loras y dems surtido de aves vecinas que lo tenan por un

    licencioso de siete suelas despreciable, decan que ya era hora, y envidiaban a la esposa por

    tener un marido renovado y sobre todo, fiel. El resto de los Gallos ni se pronunciaron, quiz

    porque en el fondo ese desvaro de su compaero los beneficiaba... y en tanto no les viniera

    con el mismo cuento a ellos. Slo los Gallinazos dieron rienda suelta a sus picos carroosos

    y abrieron las negras alas de sus cidas burlas. Las Comadrejas felicitndose a s mismas,

    abrazndose emocionadas por el final feliz de su batalla, se decan lo hemos salvado,

    bendito sea el Seor!

    El dueo de la granja avcola en cuya alma de negociante no aparecan ya tales preceptos,

    pensando que el sbito desgano del otrora ardoroso plumfero se deba a una rara

    enfermedad que lo haba dejado impotente, lo mand a llamar y siendo sordo a las santas

    razones del creyente, ante la mirada exorbitada y expectante de sus plumferos compadres,

    le hizo decapitar enseguida, no fuera a ser que la nada rentable dolencia pudiera extenderse

    al resto de los Gallos.

  • La gallinita virgen

    Aquella Gallinita haba llegado a la edad madura y no haba hecho jams nunca el amor.

    (Quin haba sido el miserable que le haba metido el cuento de que hacer el amor era un

    pecado?)

    Mas un da la Gallinita, llena de nimos y deseos, decidi probar. Se acercaba con sus

    cariosas intenciones a los jvenes Pollos pero stos andaban ocupados con las Pollitas

    tan tiernas ellas, coquetas y ricas y no slo no reparaban en ella sino que adems le hacan

    bromas y se burlaban de sus ansias. En ms de una ocasin los desalmados la ilusionaron

    con una cita detrs del gallinero, y nada. Escondidos en las ramas o encima del corral, no

    cesaban en sus chanzas, en sus risitas, en poses obscenas que caricaturizaban los deseos

    insatisfechos de la Gallinita.

    Entonces busc a los Gallos, pero las dems Gallinas ah mismo le salieron al quite. No

    estaban dispuestas a dejarse arrebatar a su maridos ni a sus amantes por una mosquita

    muerta, por una solapada, por una morronga, por una p...; por supuesto soltaban la

    palabrota con tal sonoridad, dureza y saa que quin iba a atreverse a mirarlos siquiera?

    Y, si bien los Gallos no se hacan los de la oreja sorda ni los del ala mocha, lo cierto es que

    tampoco realizaban mucho esfuerzo. Atareados como se encontraban con tantas Gallinas

    vigorosas, sensuales, libidinosas, lascivas..., por qu dedicarse a una Gallina cansada, al

    borde de la vejez y de paso inexperta, totalmente nefita en las artes amatorias? Tal vez en

    una emergencia...

    A todas stas, la Gallinita, por ltimo, desisti de hacer el amor. No crey nunca que para

    ello enfrentara tanto problema. Abdic, pues, de sus pretensiones carnales. Al fin y al cabo

    toda su vida no haba transcurrido en la ms completa abstinencia?

    Reconsiderando sus deseos, reprimindolos y aprovechando esta condicin virginal que

    alcanz a sublimar como beata virtud, se dedic mejor a la vida contemplativa, al ejercicio

    meditativo, al mstico servicio de lo divino.

  • Y jams nunca hizo el amor.

    Pero jams nunca tampoco pudo deshacerse ya de la fama de Gallina fcil, de mosquita

    muerta, de solapada, de morronga, de... de eso, que haba adquirido y que las dems

    Gallinas se encargaban de picoterselo con saa en su propia cara y de repetrselo a las

    nuevas camadas de Pollitas para que cuidaran a sus maridos y sus amantes de sus garras y

    aprendieran de paso a no ser como ella.

  • Murcilago, claroscuros y mariposa

    ranse una vez un Murcilago y una Mariposa.

    Al filo del alba l se retiraba a dormir; ella, en cambio, apenas se levantaba a recorrer la vida.

    Ella al filo del crepsculo se retiraba a dormir; l, en cambio, apenas se levantaba a recorrer

    la vida.

    Fue en uno de esos breves instantes del mundo en los que no se sabe si es de da o de noche,

    noche o da, una especie de corriente turbia en el agua del tiempo, cuando el Murcilago y la

    Mariposa se vieron, o creyeron verse, pues en ambos, mientras iban a sus propios asuntos y

    ocupaciones, cada uno fue una sbita aparicin en los ojos del otro, casi fantasmagrica.

    Debieron ocurrir otros fugaces encuentros en los que quiz alcanzaron a rozarse las alas a

    contrapelo a esa hora unas fatigadas, las otras frescas y vitales a ganarse apenas la

    sobrevivencia al vuelo, para estar seguros de la presencia en sus vidas del otro.

    Y como era de esperarse (bueno, es un decir porque en verdad ni ellos mismos ni nadie lo

    esperaban), se enamoraron.

    As su vidas no tenan otro objetivo que estar encaminadas a esperar aquellos dos instantes,

    de inauguracin y clausura de la luz, para verse; y el poco tiempo que duraban sus

    encuentros lo aprovechaban para internarse en el bosque y planear en el aire...

    Ella le hablaba de las flores, de los colores festivos, de ciertos aromas que embriagaban de

    dicha en la plenitud del da, de la multitud de seres y de tareas que incendian de cantos y de

    sonidos el mundo bajo el cielo iluminado, del sol que en lo ms alto describe un arco clido,

    de la alegra...

    l hablaba de la quietud en la copa de los rboles, de las densas profundidades de las

    nieblas nocturnas, de los fatigados olores hundidos en los pantanos, del azulado silencio

    cerrado en los sueos de los otros, de la quietud del mundo bajo la bveda ennegrecida,

  • tachonada a veces de Lucirnagas, de la soledad rota en ocasiones por algn pasajero

    furtivo entre las sombras, del fro arco errante de la luna, llenndose y vacindose de

    fosforescencias, de la nostalgia...

    Pareca como si sus vidas transcurrieran en lugares distintos aunque en realidad hablaban

    del mismo sitio, slo que en los antpodas del tiempo.

    Yo estoy en la estacin de la oscuridad y del silencio.

    Yo en medio de la luz y los sonoros estallidos.

    No existe nadie ms lejos del crepsculo que t.

    Y t de la aurora eres el ms distante.

    Pero, as y todo, te amo.

    Pero, as y todo, tambin te amo.

    Los dems, situados de ambos lados de la orilla de la luz, se burlaban de este amor de

    encuentros fugaces, de este idilio de claroscuros afanes, de este romance gris...

    Como est este mundo, no?! Una bella enamorndose de un monstruoso chupasangre,

    qu horror!

    Como est este mundo, s! Un tipo serio y profundo detrs de las livianas alas de alguien

    tan insignificante y vaporoso, qu horror!

    Este mundo est ms confuso cada vez; algo va a pasar uno de estos das.

    Y pas. Del amor entre la Mariposa y el Murcilago naci un hijo. Algunos dicen que no, que

    ni siquiera existe, que es mentira, que es apenas la prolongacin de los comentarios y

    chismes que un romance as de paradjico y absurdo despert, hasta el punto de verse

  • convertido, como suele ocurrir, por su paso por las lenguas y el tiempo, en leyenda, pues

    cmo es posible que haya un ser que viva apenas en dos lapsos pasajeros?

    En todo caso, los que creen en la existencia de ese fruto de amor contradictorio, antipdico,

    aseguran haberlo visto, en esos breves instantes del mundo en los que no se sabe si es de

    da o de noche, noche o da, una especie de corriente turbia en el agua del tiempo, y dicen

    que es bellamente horrible u horriblemente bello, todo depende de a qu lado de la orilla de

    la luz se lo haya visto.

  • Ratona, matrimonio y enamorado

    Sabe una cosa le confes la Ratona a su interlocutor de turno mirndole

    seductoramente a los ojos, s que apenas acabo de conocerlo pero no me resisto a

    declararle que estoy enamorada de usted.

    Es lo que se llama un amor a primera vista? Pregunt el galn con juguetona vanidad.

    No s si as se llame, en realidad nunca he estado interesada en los nombres de esto o

    aquello, respondo por lo que siento.

    S?

    S. Y podramos casarnos, y tener una cuevita que t te cuidars de mantener, y

    tendramos muchos pero muchos hijos aprovechando mi ardorosa y prolfica naturaleza, y...

    Este... Bueno..., no niego que lo encuentro muy halagador y sugerente, que hasta me

    gustara, pero sucede que somos diferentes.

    Cmo diferentes? Acaso tiene usted una cierta debilidad, no es usted, en el amplio y

    completo sentido de la palabra, un Ratn?

    No.

    No?!

    No. Soy un Murcilago.

    Vaya, disculpe usted, seor. Y adis.

    No hay cuidado. Que le vaya bien. Y en verdad siento no haber clasificado.

  • En tanto la Ratona visiblemente desilusionada se aleja el asediado casadero se queda

    cantando muy contento pues una vez ms, con ese viejo estratagema de hacerse pasar por

    un Murcilago ha logrado conjurar con xito el recurrido y acechante fantasma del

    matrimonio.

  • Ratona, matrimonio y enamorado

    Sabe una cosa le confes la Ratona a su interlocutor de turno mirndole

    seductoramente a los ojos, s que apenas acabo de conocerlo pero no me resisto a

    declararle que estoy enamorada de usted.

    Es lo que se llama un amor a primera vista? Pregunt el galn con juguetona vanidad.

    No s si as se llame, en realidad nunca he estado interesada en los nombres de esto o

    aquello, respondo por lo que siento.

    S?

    S. Y podramos casarnos, y tener una cuevita que t te cuidars de mantener, y

    tendramos muchos pero muchos hijos aprovechando mi ardorosa y prolfica naturaleza, y...

    Este... Bueno..., no niego que lo encuentro muy halagador y sugerente, que hasta me

    gustara, pero sucede que somos diferentes.

    Cmo diferentes? Acaso tiene usted una cierta debilidad, no es usted, en el amplio y

    completo sentido de la palabra, un Ratn?

    No.

    No?!

    No. Soy un Murcilago.

    Vaya, disculpe usted, seor. Y adis.

    No hay cuidado. Que le vaya bien. Y en verdad siento no haber clasificado.

  • En tanto la Ratona visiblemente desilusionada se aleja el asediado casadero se queda

    cantando muy contento pues una vez ms, con ese viejo estratagema de hacerse pasar por

    un Murcilago ha logrado conjurar con xito el recurrido y acechante fantasma del

    matrimonio.