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Universidad Nacional de La Plata Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Departamento de Ciencias de la Educación Fundamentos de la Educación Trabajo grupal para la promoción La obra educativa de León Tolstói ALUMNOS: Yamila Benítez, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92418/5 Rocío Giménez Daulerio, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92100/4 Silvana Mucelli, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 72053/4 Fernando Streckwall, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 65980/5 PROFESORA ADJUNTA: Mg. Patricia Redondo CURSADA: 2010

TOLSTOI

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Universidad Nacional de La Plata Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Departamento de Ciencias de la EducaciónFundamentos de la EducaciónTrabajo grupal para la promociónLa obra educativa de León TolstóiALUMNOS: Yamila Benítez, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92418/5 Rocío Giménez Daulerio, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92100/4 Silvana Mucelli, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 72053/4 Fernando Streckwall, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 65980/5 PROFESORA ADJUNTA: Mg.

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Universidad Nacional de La Plata Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Departamento de Ciencias de la Educación

Fundamentos de la Educación

Trabajo grupal para la promoción

La obra educativa de León Tolstói

ALUMNOS: Yamila Benítez, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92418/5 Rocío Giménez Daulerio, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 92100/4 Silvana Mucelli, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 72053/4 Fernando Streckwall, Profesorado en Inglés, Legajo n.º 65980/5 PROFESORA ADJUNTA: Mg. Patricia Redondo CURSADA: 2010

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La obra educativa de León Tolstói

por Yamila Benítez, Rocío Giménez Daulerio,

Silvana Mucelli y Fernando Streckwall

“Toda la instrucción posible se adquiere con la vida y no con la escuela.”

León Tolstói 1. Introducción

Tras haberse establecido como uno de los más grandes novelistas rusos del siglo

XIX, León Tolstói fallece en 1910, en un frío y oscuro cuarto de una remota estación

ferroviaria, luego de haber agonizado durante días en un vagón de tren mediante el

cual pretendía huir de su familia, de la sociedad y de sus propias contradicciones.

Así moría un humanista cuyas observaciones acerca de la realidad que le tocó vivir

abarcaron un amplio espectro de campos desde la política, pasando por la religión,

hasta la literatura. Asimismo, uno de los aspectos de los que más se ocupó, aún

cuando esto es para muchos desconocido, es la cuestión de la educación.

A través de la recopilación de fuentes bibliográficas de diversos pensadores y

estudiosos que escribieron acerca de él y de fuentes propias del autor en cuestión,

nos proponemos identificar la ideas educativas principales de Tolstói que se reflejan

desde su práctica educativa en la escuela que abrió para los hijos de los campesinos

en Yásnaya Poliana. Cabe destacar que la figura de Tolstói no está exenta de

profundas contradicciones irresolubles. Así, conviven dentro de él, ―por un lado, los

hechos, la naturaleza, lo que existe; por el otro el deber, la justicia, lo que debe ser;

de un lado inocencia, del otro educación; entre los derechos de la espontaneidad y

los de la obligación, entre la injusticia de coaccionar a otros y la injusticia de dejarlos

seguir su camino‖ (Berlin 1979:477).

En este trabajo, en primera instancia, haremos una breve referencia al

contexto histórico-social de la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, y al sistema

educativo vigente de la época. En segundo lugar, desarrollaremos el recorrido

biográfico de Tolstói y destacaremos sus aportes y contribución según la pertinencia

que hayan tenido en su propio tiempo y que puedan haber trascendido y/o se

puedan resignificar en nuestros días. A tal efecto intentaremos visualizar las ideas y

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las prácticas educativas de Tolstói con las de otros pedagogos y pensadores

contemporáneos o posteriores, de gran trascendencia en el mundo occidental o en

Latinoamérica, como John Dewey, Paulo Freire y Domingo F. Sarmiento.

2. Contexto histórico y sistema educativo ruso

Cuando Alejandro II sucede a su padre en 1855 ya había transcurrido un año de la

Guerra de Crimea que tuvo como resultado el Tratado de París, en el cual Rusia

perdía parte de su territorio en las costas del Mar Negro y el derecho de mantener la

flota en esas aguas. El nuevo zar dedicaba su tiempo a un cambio de política

radical. Como primer objetivo se focalizó en mantener la servidumbre en Rusia, que

tenía aún un rígido sistema legal creado por Boris Godunov en el siglo XVI —período

en el cual los esclavos en el resto del mundo habían pasado a ser libres y

trabajadores—. En el siglo XVIII la esclavitud es reconocida por muchos en Rusia

como una injusticia y un obstáculo para el progreso económico.

Alejandro II actuó rápidamente: entre 1857 y 1861 se discutieron distintas

propuestas para la emancipación y el resultado fue una ley que en marzo de 1861

liberó a todos los esclavos y obligó a los propietarios de las tierras a darle a cada

familia una parcela a cambio de una renta fija. Los campesinos se organizaron en

comunas bajo el mando de un consejero. En la práctica, estos cuerpos estaban muy

influenciados por el gobierno y la presión policial. A su vez, las comunas inspiraban

a los movimientos revolucionarios de Rusia ya que este tipo de entramados sociales

daban la idea de una sociedad diferente lejos de la agitación política. La segunda

mitad del mandato de Alejandro II se caracterizó por una agitación revolucionaria y,

como consecuencia, una creciente represión por parte del gobierno.

Los grupos más importantes que proponían un cambio radical en el mando de

Alejandro II eran los eslavófilos y los narodnikis. Eran puntos opuestos de un

espectro político convencional, representando la derecha y la izquierda

respectivamente, pero compartían una noción romántica de Rusia –cuya identidad

real la encontraban en los pueblos y las comunas de campesinos. Los eslavófilos

creían que la identidad de Rusia provenía de orígenes eslavos que eran

intrínsecamente diferentes de las naciones materialistas y racionales de Europa

occidental, a diferencia de Pedro el Grande, cuyos esfuerzos consiguieron la

occidentalización de toda Rusia. Los eslavófilos ven el alma de Rusia en la piedad y

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el calor de los campesinos que viven en los alrededores de la iglesia ortodoxa. Es

una forma de vida aislada de las realidades políticas. La conservación de estas

realidades se logra a través de una regla necesariamente autocrática del zar ruso—a

quien Dios le había encomendado esa tarea—. Los narodnikis reverencian de una

manera parecida a los campesinos, pero por una razón opuesta. Ellos los ven como

la semilla del comunismo, una vida de propiedad común que ellos creían debía

prevalecer en una sociedad más justa. Inspirados en parte por el movimiento

comunista europeo, adaptan las teorías de Marx a lo que ellos creían era el modelo

más apropiado para Rusia.

La tradición autócrata rusa continúa ininterrumpida con una política con

acento en la ‗rusificación‘ (una versión conservadora de los ideales de los

eslavófilos). Se trata, por ejemplo, de imponer el ruso como el idioma del gobierno y

la educación en las distintas zonas de Asia y alrededores.

La carrera de los revolucionarios rusos, quienes estaban bajo extrema

observación de la policía del zar, siguió un camino predecible. Muchos de ellos se

exiliaron en Asia o Siberia y muchos otros en tierras extranjeras con leyes más

liberales. Los rebeldes escribían material para ser traficado nuevamente a Rusia y

muchos de ellos fueron arrestados. Ejemplo de esto es el de Lenin, por un lado,

quien se marcha a Génova para convertirse en uno de los fundadores del

movimiento para combatir por la liberación de los trabajadores, y pronto es arrestado

por un año y exiliado en Siberia desde 1897 hasta 1900 y, por el otro, el de Trotsky,

quien siendo aún más joven que Lenin, debe retirarse al exilio.

2.1. La educación en Rusia

Como es característico en toda Europa con la llegada de la modernidad, la

responsabilidad de la escolarización pasó a manos del estado. Caracterizado por

una organización y estructura propias para desarrollar el currículum que, desde una

concepción más amplia, diseñe el sistema educativo que abarca no sólo a la escuela

sino a todos los medios sociales que influyen en la educación. Rusia no fue la

excepción y el sistema educativo en sus orígenes tuvo la intención de formar

ciudadanos soberanos.

La educación en Rusia ha sido tradicionalmente una parte muy importante de

la vida del pueblo. La educación masiva tuvo sus raíces con Pedro el Grande a

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comienzos del siglo XVIII. Como primer paso como zar, fue a estudiar a Alemania y

Holanda. A su regreso creó el sistema de educación superior en Rusia mediante la

fundación de universidades en Moscú y San Petersburgo continuando con el modelo

alemán, que fue uno de los primeros del mundo en introducir la educación primaria

obligatoria y gratuita. Esta consistía en ocho años de Volksschule y brindaba a los

menores no solo los conocimientos académicos básicos, sino también una

educación muy estricta basada en la disciplina, la ética y la obediencia. Los hijos de

la aristocracia continuaban después con la educación secundaria, en una escuela

privada.

Bajo el sistema de Pedro el Grande, la educación secundaria se llevaba a

cabo en el Gymnasium dividida en varones y mujeres. Los alumnos asistían el

gymnasium entre diez y doce años. En un principio sólo aquellos pertenecientes a

los círculos de clase social alta podían solventar los gastos de enviar a sus hijos a

estas escuelas. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX las escuelas comenzaron

a abrirse a todo el público.

3. La vida, las ideas y la praxis de Tolstói

León Nicolaievich Tolstói nace el 9 de septiembre de 1828 en Yásnaya Poliana, una

pequeña aldea situada al sur de Moscú, a pocas leguas de Tula, una de las

provincias rusas más agrícolas. Su familia descendía de la vieja nobleza rusa,

considerada como una de las más pudientes del imperio zarista. Estaba conformada

por su madre, quien muere cuando él tenía dos años, su padre, que muere a sus

nueve, y sus cuatro hermanos. En 1842, Tolstói realiza sus estudios en la

Universidad de Kazán, pero abandona en 1847 argumentando que los profesores

eran incompetentes. Luego, se traslada a la Universidad de San Petersburgo, donde

estará hasta 1848. En esta, escribe sus primeros ensayos filosóficos que, en

realidad, son comentarios sobre Rousseau. Vuelve a abandonar la universidad y

regresa a su pueblo, donde intenta consagrarse a la ayuda del mismo como

benefactor y educador. Debido a la amplitud de los intereses de Tolstói, no lleva a

cabo este objetivo y, en 1851, huye al Cáucaso a unirse al ejército cerca de su

hermano Nicolás. Este fue el comienzo de su carrera militar, durante la cual

escribiría alguna de sus obras como La mañana de un señor (1852), La infancia

(1852), La incursión (1852) y Adolescencia (1853) entre otros. En 1856, pone fin a la

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vida militar y, en 1857, viaja por Francia, Suiza y Alemania, lugares que le generaron

nuevas concepciones sobre la humanidad. Al regresar a Yásnaya Poliana, se ocupa

nuevamente de ayudar a los campesinos pero, esta vez, desde la educación. Crea

su escuela pero al no saber claramente qué enseñar viaja nuevamente a Europa

para estudiar los diversos sistemas pedagógicos.

Cuando Tolstói comienza su acción pedagógica, Rusia atravesaba un

momento de oscuridad en cuanto a lo social y lo económico. Tolstói no se siente

parte de los movimientos públicos de su época, ni siente afinidad por los idealistas

del momento. Sólo algunos lo inspiraron en sus conceptos sobre pedagogía y su

mayor referente fue Rousseau. Ambos compartían la idea de que el niño nacía

inocente y puro, y por medio de la educación se les quitaba esas virtuosas

cualidades. Los sentimientos, el desarrollo espontáneo del niño, y el naturalismo, se

anteponen a la educación tradicionalista proveniente de Occidente, que quitaba

todos estos dones del infante, introduciendo en ellos analogías y verdades

científicas innecesarias, sin tener en cuenta la utilización de medios como el amor y

la caridad. Para Tolstói, la influencia del maestro sobre el alumno debía ser mínima y

únicamente debía limitarse a actuar como guía para el niño, evitando influir sobre el

pensamiento de los mismos.

Al iniciarse como pedagogo, Tolstói redefine el concepto de educación. Para

él, la educación es ―una actividad basada en la necesidad humana de igualdad y en

la ley inmutable del avance de la educación‖ (Berlin 1979: 443), que interpreta como

igualización constante del conocimiento, un conocimiento que siempre crece. La

igualdad entre el maestro y el alumno es la fuente del progreso, progreso que para el

autor, significaba ―avance del conocimiento‖ de lo que son y lo que deben ser los

hombres.

Frente a las injusticias que observaba en una sociedad rusa olvidada de las

clases bajas, decide tomar acción en la educación llevando como lema los

conceptos de humanismo, democracia y libertad. En ellos y por ellos encontraría la

forma de implementar un nuevo modelo que sería justo e igualitario para toda la

sociedad. Si él lograba cumplir con su objetivo lucharía contra la violencia, el

despotismo y la injusticia, sentimientos que ahondaron en su época entre los

campesinos de su pueblo.

Su más grande obra pedagógica se ve reflejada en la escuela que estableció

en su propiedad familiar en Yásnaya Poliana. Dicho establecimiento fue el espacio

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fundamental para que Tolstói pudiera ejercer sus métodos como pedagogo y, al

mismo tiempo, aprender de las experiencias que se creaban día a día en aquel

lugar. En su libro La escuela de Yásnaya Poliana, Tolstói narra lo acontecido en su

escuela en las clases y sus experiencias como maestro. La escuela de Tolstói

comenzó teniendo un bajo número de alumnos, ya que apenas asistieron 22

alumnos el primer día de clase. Luego, semana tras semana, logró que el número se

triplicara. La organización de la enseñanza era notable en comparación a las

escuelas corrientes: la estructura y los contenidos educativos no eran constantes,

sino que variaban de acuerdo con el desarrollo de los niños, con las posibilidades de

la escuela y de los maestros. Tolstói sostenía que las experiencias dadas en la clase

eran una condición necesaria para el éxito de la actividad escolar.

Introduciéndonos en el desarrollo de las clases, podemos encontrar que la

escuela propuesta por Tolstói no seguía reglas ni pautas. Los niños y las niñas eran

libres y, según el autor, este era el medio ideal para aprender. Resulta extraño leer

en los pasajes de su libro que los alumnos no llevaban libros ni cuadernos consigo o

que no estaban obligados a cumplir con ninguna tarea, ni a aprenderse una lección

de memoria. Solo debían llevar la alegría y el espíritu de curiosidad. En cuanto a la

disposición del aula, no había un lugar designado para los alumnos: podían elegir

sentarse sobre los bancos, en mesas o en el sillón con el que cada clase contaba.

Cuando el maestro llegaba a la clase, los alumnos lo rodeaban y lo ayudaban

a repartir los libros que se utilizarían ese día. Al maestro se le exigía un constante

esfuerzo moral e intelectual, a diferencia de los maestros de la escuela tradicional.

Ellos debían poseer la aptitud para captar en cualquier momento las situaciones y

las posibilidades de cada uno de los alumnos, siendo este un difícil trabajo que

requería de creatividad pedagógica, término algo moderno para esa época.

La disciplina que aplicaba Tolstói era poco convencional. En ocasiones de

tumulto y bullicio en clase, el método más conveniente para que esto finalizara era

dejar que los alumnos se calmaran por sí mismos y ocuparan sus puestos

naturalmente. No se creía en los gritos como forma de terminar con una situación de

desorden. Por el contrario, pensaban que el grito generaba la misma actitud en el

alumno y este gritaría aún más. Los métodos de castigos utilizados en su escuela

llamaron poderosamente la atención de los pedagogos de su época. Los castigos

eran elegidos por el alumnado y el medio que resultaba más favorable a la hora de

terminar con la indisciplina era la inscripción del acto cometido por el alumno en un

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cartel, como por ejemplo ―embustero‖ o ―mentiroso‖, el cual debían llevar colgado

sobre sus ropas por varios días. De esta forma, el alumno sentiría vergüenza y

recapacitaría sobre su mala acción, para no cometerla nuevamente.

Las actividades en la escuela de Yáynaya Poliana se desarrollaban

libremente. Pese a que el maestro tenía toda la autoridad sobre el alumnado, por su

parte, el alumno podía decidir si asistía a la escuela o no y, aún frecuentando la

escuela, elegía si escuchar al maestro o no. Sin embargo, el maestro tenía el

derecho de quitar de su clase al alumno que no permitiera continuar con el

desarrollo de los contenidos eficazmente.

Durante mucho tiempo Tolstói reflexionó sobre la creación de un manual de

lectura para los niños más pequeños. Así fue como elaboró el Abecedario, a fines de

1872, que no se parecía a ningún manual de la época. A través de la lectura de este

manual, Tolstói tenía la esperanza de que varias generaciones de niños rusos

aprendieran y encontraran sus primeras emociones poéticas. En 1875 se publicó el

Nuevo abecedario, y fue allí donde Tolstói logró incluir una nueva serie de materiales

didácticos. Este nuevo manual fue recibido por la prensa y el Ministerio de

Educación con grandes elogios, lo cual permitió su uso en las escuelas.

Pese a las críticas recibidas por varios autores, Tolstói nunca perdió la

esperanza de salvar a los niños de su pueblo a través de la educación. Su idea de

terminar con el analfabetismo e instaurar la libertad de expresión de los infantes de

su pueblo es un elemento clave para entender la obra pedagógica de Tolstói, quien

no abandonó sus ideales hasta el ultimo momento de su vida.

4. Relaciones con otros autores y pensadores

Resulta interesante comparar las ideas pedagógicas propuestas por Tolstói con

otras ideas y prácticas vigentes en otras partes del mundo, tanto contemporánea

como posteriormente. Para este fin, estableceremos las similitudes y/o diferencias

con tres figuras de máxima relevancia en el Nuevo Mundo, cuyas ideas calaron

hondo en la configuración de sistemas, propuestas y alternativas educativas. Nos

estamos refiriendo a las figuras de Domingo F. Sarmiento, John Dewey y Paulo

Freire. No es nuestro propósito concentrarnos en la obra de los mismos, sino en los

puntos de diálogo y de oposición que se podrían desprender en el caso hipotético de

un encuentro de cada uno de ellos con Tolstói.

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La comparación entre Sarmiento y Tolstói ya ha sido brevemente tomada por

Sandra Carli (2002) en relación con el debate acerca de la autoridad del maestro

para emplear la violencia contra los niños. Según el prócer sanjuanino, debía

negarse la bondad infantil del alumno y tratárselo como un animal de corral, para

corregirlo y domesticarlo. En palabras de Carli, ―Sarmiento [...] ratificaba al niño en

su lugar de menor y desde allí, autorizaba el poder omnímodo del maestro‖ (Carli

2002: 50). Tolstói, en cambio, consideraba que los niños eran como adultos y que,

por lo tanto, poseían los mismos derechos, respondían a las mismas necesidades y

podían aprender sin recurrir al ejercicio de la violencia. Asimismo, lejos de la postura

normalizadora y disciplinadora promulgada por Sarmiento, Tolstói sostenía que ―el

desorden era un elemento que naturalmente podía conducir al orden necesario para

una escuela‖ (Carli 2002: 55).

La libertad otorgada al niño en el proceso de aprendizaje puede ser

considerada como un punto en común entre la praxis educativa del literato ruso y la

profunda reflexión pedagógica de un contemporáneo suyo: estamos hablando del

filósofo John Dewey. Quizá uno de los intelectuales estadounidenses de mayor

relevancia en su tiempo, Dewey teoriza acerca de la posición del alumno en

situación de aprendizaje según los fundamentos de lo que denomina «escuela

tradicional» en contraposición a la escuela activa o nueva que proponía desde la

escuela experimental de Chicago, en la cual ―a la imposición desde arriba se opone

la expresión y cultivo de la individualidad; a la disciplina externa se opone la

actividad libre, al aprender de textos y maestros, el aprender mediante la

experiencia...” (Dewey 1967: 15). Según las propias palabras de Tolstói, ―dejad que

los niños decidan por sí solos lo que les conviene. Lo saben no menos bien que

vosotros” (Larroyo 1990: 219). Puede observarse, entonces, que Tolstói proponía el

principio de la no intervención en educación, y que el maestro debía motivar al

alumno sin obligarlo a demostrar un interés que no siente.

A pesar de los puntos de coincidencia entre Tolstói y Dewey, este rechazo por

todo tipo de control, ya sea externo o interno, podría representar lo que Dewey

criticaba como parte de una doctrina de los opuestos, de lo uno o lo otro. El rechazo

de la autoridad externa no debe implicar el rechazo de todo tipo de autoridad, sino

que para Dewey se vuelve necesario buscar una fuente de autoridad más eficaz. De

este modo, no se deja al educando librado a su suerte sino que se asume la

responsabilidad de buscar el tipo de experiencias que sean educativas para él.

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Dewey considera que el adulto como educador es quien evalúa la experiencia del

joven y organiza las condiciones en que esta se desenvuelve utilizando la

experiencia acumulada del pasado.

La concepción acerca de la educación que sostenía Tolstói se encuentra

abarcada por un principio más amplio aún, que es el de la liberación por vía del amor

y de la no violencia. Esto podía aplicarse a todos los problemas que afectan a la

humanidad. Un caso puntual, por ejemplo, sería el de la dominación que los

británicos ejercían sobre la India. En una memorable carta, publicada por el líder

hindú Mahatma Gandhi, Tolstói brinda una posible explicación de este problema y lo

relaciona con la necesidad de un retorno al camino espiritual que la India había

sabido seguir y que estaba comenzando a dejar de lado a cambio de una visión

occidentalizada de sí mismos. Según Tolstói,

“Una compañía comercial tiene esclavizada a una nación de doscientos millones de personas [...] ¿Cómo es posible que unas treinta mil personas, no atléticas sino más bien débiles y ordinarias, hayan esclavizado a doscientas millones de personas vigorosas, inteligentes, capaces y amantes de la libertad? Las cifras dejan bien en claro que son los indios, y no los ingleses, los que se han esclavizado a sí mismos‖ (Tolstói 1908, la traducción es nuestra)

Salvando las distancias tal vez, lo que Tólstoi propone en el párrafo anterior resuena

medio siglo después en las ideas planteadas por Paulo Freire en su Pedagogía del

Oprimido. Para Freire, el oprimido debe reconocer su dualidad existencial, porque

aloja al opresor, cuya sombra introyecta, en lugar de ser conciencia para sí. Es decir,

hasta que los oprimidos—los indios en el caso al que Tólstoi hace referencia—no

reconozcan que su mirada de sí mismos es la de los opresores—los colonizadores

ingleses—, no podrán liberarse, no podrán revertir el proceso por el que se dejaron

esclavizar. Vemos así que la pedagogía de la liberación tiene como uno de sus

pilares fundamentales la misma concepción que la acción libertaria de Tólstoi.

5. Conclusión

Retomando la frase con la que iniciamos este trabajo, ―Toda la instrucción posible se

adquiere con la vida y no con la escuela‖, creemos vislumbrar la síntesis de todas

las ideas educativas que sostuvo Tolstói a lo largo de su experiencia como

pedagogo. Al leer la frase por primera vez, se puede tener la impresión de que

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considera la escuela como una institución completamente estéril y poco propicia

para que un niño desarrolle sus capacidades. Cabe señalar que cuando menciona la

palabra «escuela» de la manera en que lo hace, no intenta descalificarla como

institución (ya que él mismo estableció una escuela), sino realizar una suerte de

crítica hacia la escuela tradicional vigente en el siglo XIX, siendo para él un modelo

preciso de inculcación de ideologías hegemónicas por parte de las clases

dominantes.

Creemos que las ideas de Tolstói pueden ser entendidas desde la actualidad,

por ejemplo en la contraposición escuela tradicional/escuela experimental. Si bien él

no la llamaba de esta manera, el postulado que realiza se emparenta con esta

denominación y, a la vez, con la crítica actual que recibe el sistema tradicional de

educación. Quizá si Tolstói viviera hoy intentaría hacer de su escuela Yásnaya

Poliana un modelo de educación que ayudaría a crear ciudadanos libres y

contribuiría a lograr el cambio social hacia la construcción de la igualdad que fue

parte de su lucha durante tantos años.

6. Bibliografía

BERLIN, Isaiah (1979). Pensadores rusos. México: Fondo de Cultura Económica.

CARLI, Sandra (2002). Niñez, pedagogía y política. Buenos Aires, Miño y Dávila.

DE ALARI, Julio G. (1976). Estampas literarias. Buenos Aires: Fígaro.

DEWEY, John (1967). Experiencia y educación. Buenos Aires: Losada.

FREIRE, Paulo (1973). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI.

LARROYO, Francisco (1990). Historia General de la Pedagogía. México, Porrúa.

POKROVSKI, Mijáil N. (1932). Historia de la cultura rusa. Madrid: Editorial España.

ROLLAND, Romain (1953). Tolstoi. Buenos Aires: Schapire.

TOLSTÓI, León (2005). La escuela de Yásnaya Poliana. En

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/pedagogia/yasnaia/caratula.html [2010-07-07]

TOLSTOI, León (1908): ―A Letter to a Hindu‖. En

http://www.gutenberg.org/files/7176/7176.txt [2010-07-06].

TROYAT, Henry (1967). Tolstoy. Nueva York, Doubleday.