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CORPORALIDADES Y GÉNERO. REFLEXIONES ACERCA DE LA REGULACIÓN DE LOS CUERPOS DE LAS JÓVENES EN LA ESCUELA Ponencia publicada en Actas del 2º Congreso Interdisciplinario sobre Género y Sociedad: “Lo personal es político”. Organizado por el Programa Interdisciplinario Estudios de Mujer y Género (PIEMG), Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 22, 23 y 24 de mayo del 2012. Disponibles en: http://publicaciones.ffyh.unc.edu.ar/index.php/2congresogeneroysociedad Autoras: Marina Tomasini* Paula Bertarelli** Marina Córdoba*** Agustina Beltrán Peirotti 1 **** Resumen La presente ponencia da cuenta de distintas experiencias de investigación e intervención en escuelas medias de la ciudad de Córdoba, que se vienen llevando a cabo en los últimos años. Se analizan algunas tensiones que se producen entre las prácticas corporales, en particular los acercamientos corporales y las producciones estéticas de las jóvenes en la escuela y ciertas lógicas tradicionales de control y normalización escolar de los cuerpos. Asimismo, estas prácticas corporales se ponen en relación al entramado de las regulaciones juveniles, características de sus ámbitos de sociabilidad. La escuela se entiende de esta manera como institución activamente involucrada en la construcción del género. En este sentido, y en consonancia con el pensamiento de Judith Butler (2001), se sostiene que la reiteración de discursos y prácticas sobre sexualidad y género en la escuela producirían cuerpos e identidades desde la norma heterosexual. Pero en la escuela no sólo los agentes educativos sino también las y los jóvenes “supervisan” y vigilan la apariencia social del género de sus compañeros y compañeras como un modo de afianzar la heterosexualidad normativa. De modo que, las prácticas corporales acontecen en un marco regulador que opera en distintos niveles. Palabras claves: Prácticas corporales – Género - Escuela media * Doctora en Psicología. Profesora Titular Psicología Social, Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas. ** Licenciada en Psicología. Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas. *** Licenciada en Psicología. Adscripta en investigación en el PIEMG, Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. **** Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Adscripta en investigación en el PIEMG, Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Las autoras integran el proyecto “Violencias en torno al género y la sexualidad en la escuela media”, radicado en el PIEMG. Directora: Marina Tomasini.

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Corporalidades y género

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CORPORALIDADES Y GÉNERO. REFLEXIONES ACERCA DE LA REGULACIÓN DE LOS CUERPOS DE LAS JÓVENES EN LA ESCUELA

Ponencia publicada en Actas del 2º Congreso Interdisciplinario sobre Género y Sociedad: “Lo personal es político”. Organizado por el Programa Interdisciplinario Estudios de Mujer y Género (PIEMG), Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 22, 23 y 24 de mayo del 2012. Disponibles en: http://publicaciones.ffyh.unc.edu.ar/index.php/2congresogeneroysociedad

Autoras: Marina Tomasini* Paula Bertarelli** Marina Córdoba*** Agustina Beltrán Peirotti1 **** Resumen

La presente ponencia da cuenta de distintas experiencias de investigación e intervención en escuelas medias de la ciudad de Córdoba, que se vienen llevando a cabo en los últimos años. Se analizan algunas tensiones que se producen entre las prácticas corporales, en particular los acercamientos corporales y las producciones estéticas de las jóvenes en la escuela y ciertas lógicas tradicionales de control y normalización escolar de los cuerpos. Asimismo, estas prácticas corporales se ponen en relación al entramado de las regulaciones juveniles, características de sus ámbitos de sociabilidad.

La escuela se entiende de esta manera como institución activamente involucrada en la construcción del género. En este sentido, y en consonancia con el pensamiento de Judith Butler (2001), se sostiene que la reiteración de discursos y prácticas sobre sexualidad y género en la escuela producirían cuerpos e identidades desde la norma heterosexual. Pero en la escuela no sólo los agentes educativos sino también las y los jóvenes “supervisan” y vigilan la apariencia social del género de sus compañeros y compañeras como un modo de afianzar la heterosexualidad normativa. De modo que, las prácticas corporales acontecen en un marco regulador que opera en distintos niveles. Palabras claves: Prácticas corporales – Género - Escuela media

* Doctora en Psicología. Profesora Titular Psicología Social, Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas. ** Licenciada en Psicología. Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas. *** Licenciada en Psicología. Adscripta en investigación en el PIEMG, Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. **** Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Adscripta en investigación en el PIEMG, Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Las autoras integran el proyecto “Violencias en torno al género y la sexualidad en la escuela media”, radicado en el PIEMG. Directora: Marina Tomasini.

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I. Introducción

En esta ponencia se abordan algunas tensiones que se producen entre las

prácticas corporales de las jóvenes en la escuela y ciertas lógicas tradicionales de control y normalización escolar de los cuerpos. A su vez, se analizan dichas prácticas corporales en relación al entramado de las regulaciones juveniles, características de sus ámbitos de sociabilidad. Para ello, sistematizamos un conjunto de observaciones realizadas a lo largo de distintos trabajos de investigación e intervención, que venimos realizando en los últimos años en escuelas medias de la ciudad de Córdoba.2

A partir de una vasta cantidad de trabajos que constituyen el campo de estudio de género y educación, se viene documentado cómo la escuela está activamente involucrada en la construcción del género. Este campo comienza a delimitarse desde los setenta, a partir del encuentro de dos corrientes de pensamiento: el feminismo y la sociología de la educación. Se empieza a analizar al sistema educativo como un espacio creador y legitimador de desigualdades sociales. Los primeros estudios a principio de los setenta se centraron en las diferencias de género en el acceso al sistema educativo según sus niveles (Dillabough, 2003). En los ochenta, se registra un interés en las prácticas sexistas en la escuela. Comienzan a revisarse las características del curriculum formal, de los libros de texto, de las variables contextuales, del lenguaje, del curriculum oculto (construido por las expectativas de rendimiento y comportamiento hacia mujeres y varones), para saber hasta qué punto tales prácticas están ligadas a una ideología sexista y contribuyen a una socialización diferencial que sería negativa para las niñas y las jóvenes (Subirtas, 1999; Alonso y Morgade, 2008). En general, estos estudios han hecho hincapié en la dominación masculina (por ejemplo, en relación al uso del espacio y tiempo escolar) y en la opacidad y pasividad de las mujeres en el ámbito escolar.

En los noventa el enfoque gira hacia la construcción de identidades de género, en particular adquieren visibilidad los estudios de escuela y masculinidad. Se estudian las significaciones hegemónicas y no hegemónicas de la masculinidad y sus formas de construcción y manifestación en el sistema educativo. Se atiende a los modos de sufrimiento de los varones que no se ajustan al arquetipo viril. Podemos decir que en éste momento, se corre el eje de análisis de la socialización genérica a la que contribuye la institución escolar y comienza a profundizarse en los efectos de dicha socialización en las relaciones de las y los jóvenes.

En los últimos años, se incorporan las perspectivas queer y postestructuralistas al análisis de las relaciones género y escuela. Se empieza a estudiar la construcción social del cuerpo y la experiencia escolar de las personas con orientaciones sexuales disidentes en el sistema sexo-género. En línea con el pensamiento de Butler (2001), se sostiene que la reiteración de discursos y prácticas sobre sexualidad y género en la 2 Las experiencias y proyectos que dieron lugar a este trabajo son: “Violencias en torno al género y la sexualidad en el inicio de la escuela media” (Marina Tomasini. Beca posdoctoral CONICET); “Conflictos entre pares en la escuela media desde una perspectiva de género” (Paula Bertarelli. Beca Doctoral Tipo I. CONICET); "Redes Vinculares en una Experiencia de Inclusión Escolar" (Marina Córdoba. Práctica Pre-Profesional de la Licenciatura en Psicología. UNC); “Derechos Humanos, Juventud y Género. Herramientas para la prevención de la violencia de género desde un abordaje de la violencia mediática” (Agustina Beltrán Peirotti - con Morales, Paula A.-. Beca de Extensión UNC).

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escuela producirían cuerpos e identidades desde la norma heterosexual; esto refiere a un proceso de normalización dentro de la matriz heterosexual que naturaliza los cuerpos, el género y los deseos. Esto es, la escuela sería parte de los dispositivos que consolidan, a partir de diferentes estrategias, al cuerpo como naturaleza prediscursiva que perpetúa la relación un cuerpo-un género-una sexualidad normal (Alonso y Morgade, 2008).

Basándonos en los aportes de está última línea de indagación, podemos decir que las instituciones educativas producen discursos y prácticas sobre los cuerpos y las sexualidades que contribuyen a formar sujetos de género y de preferencia sexual; “se enseña y se aprende a ser varón, a ser mujer, a ser heterosexual y a rechazar (silenciar, discriminar) la homosexualidad.” (Alonso, Herczeg y Zurbriggen, 2009: 214). Se ha documentado tanto la operatoria de mecanismos de discriminación y hostigamiento (Olavarría, 2003; Hiller, Mallimachi y Moreno, 2009), así como de control social informal - como el chiste, los comentarios “banales”, la burla – entendidos como formas de normalización de los cuerpos dentro de un matriz sexo-genérica.

En las instituciones escolares se produce una pedagogización del cuerpo no solo de estudiantes sino también de docentes, proceso que inicia en la modernidad y que aún funciona como orientadora de las prácticas educativas (Alonso y Morgade, 2008). La norma escolar histórica, como señalan Alonso y otras (2009), sería: “no mostrar los cuerpos”, apareciendo como el locus de lo juzgado por aquello que social, cultural y políticamente se tiene por correcto. El cuerpo en la escuela como sitio de mesura y equilibro, “la maestra exitosa responde a un imperativo laboral: la que mantiene adentro del aula el cuerpo de los chicos y las chicas.” (p.223). El cuerpo como foco del disciplinamiento, se convierte en el mediador para la construcción de géneros y sexualidades en el ámbito escolar. El control de los cuerpos por medio de la regulación de los contactos corporales, las expresiones de afectividad, los modos de vestirse, junto con el silenciamiento de ciertas experiencias corporales serían algunas formas de construir géneros y sexualidades en la escuela.

En función de esta breve reseña podemos pensar la complejidad de la producción escolar de los cuerpos. La escuela introduce formas específicas de control y regulación que operan, no sólo sobre los y las estudiantes, sino también sobre los docentes; reconociendo la especial vulnerabilidad de aquellos portadores de cuerpos y sexualidades “disidentes” respecto a la norma dominante. Pero además de mirar los dispositivos pedagógicos y las prácticas escolares de normalización, es necesario atender a los modos por los cuales las y los jóvenes actúan como agentes en el “policiamiento” de las perfomances de género – al decir de Robinson (2005) - dentro de un marco de lo que es considerado apropiado como comportamientos masculinos y femeninos y como sexualidad “normal” y natural. En este sentido, en la escuela no sólo los agentes educativos sino también las y los jóvenes “supervisan” y vigilan la apariencia social del género de sus compañeros y compañeras como un modo de afianzar la heterosexualidad normativa (Butler, 2001). De modo que, las prácticas corporales acontecen en un marco regulador que opera en distintos niveles.

Por otra parte, creemos que el planteo sería parcial si nos quedamos en la dimensión disciplinadora ya que entendemos que analizar las corporalidades requiere, siguiendo a Citro (2010), mirar las in-disciplinas en los cuerpos juveniles, entender diversos modos de “hacer corporalmente” como instancias productivas, como líneas de fuga o lugar de resistencia dentro de una matriz sexo-genérica. Zattara y Skoumal (2008) plantean que algunos/as jóvenes se ajustarían más a los significados hegemónicos, mientras que otros/as se rebelan o los modifican. Los y las jóvenes

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también hacen género en la escuela a partir de sus propios códigos relacionales, en los espacios de sociabilidad juvenil dentro y fuera de la escuela. Dayrrel (2007) señala que para muchos y muchas jóvenes la vida se constituye en un movimiento, en un tránsito constante entre los espacios y tiempos institucionales, de obligación, de norma y de prescripción y aquellos intersticiales, en los cuales predominan la socialidad, los ritos y símbolos propios. De modo que se establecerían regulaciones y códigos relacionales que definen usos del cuerpo que pueden entrar en tensión con la tradición escolar. Así, la escuela puede ser tanto un espacio de reproducción – por el control escolar y el “policiamiento” entre compañeros/as – como un espacio de producción, creación e innovación donde se construyen y reconstruyen los estudiantes como sujetos juveniles junto con otros y otras jóvenes (Reyes Juarez, 2009).

Finalmente, decidimos concentrar el análisis en la corporalidad de las jóvenes en la escuela porque nos interesa analizar las significaciones y prácticas tradicionales en tensión con otras formas de asumir los cuerpos. La construcción histórico cultural ha constituido al cuerpo de la mujer en espacio crítico: “objeto para el deseo de otro”, “objeto moldeable según parámetros de belleza”, “objeto de control de la sexualidad” privilegiando la dimensión reproductiva y maternal en detrimento de la dimensión deseante y erótica (Fernández, 2009). Pretendemos analizar las tensiones entre ciertas prácticas corporales de las jóvenes, en particular los acercamientos corporales y las producciones estéticas, y las lógicas de regulación tanto escolar como juvenil.

II. Acercamientos corporales

Hemos observado en nuestros trabajos que, en diferentes establecimientos educativos, se reiteran formas de control escolar de la afectividad que se juega en los acercamientos y contactos corporales, especialmente entre alumnas y alumnos. Así como se vigilan y sancionan las manifestaciones de agresividad, suele ser habitual que los agentes educativos prohíban abrazarse, besarse, tocarse o incluso el mero hecho de “estar cerca” puede ser sancionado. Esto sucede tanto en el aula como en el patio, aunque particularmente el recreo es un escenario fuertemente regulado y allí los preceptores se vuelven agentes claves en la vigilancia y el control.

Una primera consideración que se desprende de lo dicho es cierta intención de que “la sexualidad quede afuera de la escuela”. Al respecto, en una entrevista la preceptora de una escuela decía:

“Nosotros le decimos acá de la escuela para adentro, estudio y trabajo, de la puerta para afuera novio, abrazo, besito, todo lo que quieran pero de la puerta para afuera, la escuela tiene una función y es lo que nosotros tratamos que ellos comprendan” Esta cita da cuenta de la pretendida disociación entre el “ser joven” y el

“ser alumno”. En particular, se aprecian los intentos de inhibir las expresiones de la sexualidad. Pero si pensamos que esta es una dimensión de la experiencia humana que implica el placer, las sensaciones, la corporalidad y el deseo (Greco, 2009), no podría esperarse que quede en la puerta de la escuela, así como no permanecen afuera otros aspectos del “mundo de la vida” de los/as jóvenes.

En tal sentido, para Alonso y Morgade (2009), la escuela construye la paradoja en la que se hace todo lo posible por orientar a la sexualidad en el sentido hegemónico (heterosexual) pero al mismo tiempo prohíbe sus manifestaciones.

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En segundo lugar, encontramos de modo reiterado que el control de los cuerpos en la escuela en situaciones de acercamientos corporales, recae, principalmente, sobre las mujeres. En una de las escuelas estudiadas se observó que a las estudiantes de primer año se les prohibía estar cerca de los jóvenes de cursos superiores durante el recreo. En las entrevistas las estudiantes de primer año dan cuenta de esta situación, expresando su sorpresa ante el hecho de que tal prohibición incluyera también la cercanía con los hermanos:

“…queremos ir con los chicos de 5° y no nos dejan,…porque una vez una nena, no sé si de 12 años, se quedó embarazada de un chico, y vino la madre y dijo: “¿quien será el dueño?” y de ahí que no, de ahí que no… Pero porque de un moco que se mandó ella nos tenemos que manda (sic) nosotros, si nosotros no hacemos nada. Si a principio de año no me dejaban hablar con mi hermano a mí, ¿te acordás? (le dice a su compañera) y eso que lo tuve desde la infancia”

En otra de las escuelas una preceptora daba cuenta de las “recomendaciones” dadas a las alumnas:

“el varón, como yo les digo a las nenas, que usted se le siente encima, va a estar feliz, que usted le pase la cola…ellos van a estar felices, pero no corresponde, les digo, porque ustedes son nenas, dense el lugar, estas chicas son divinas, pero a estas que yo les hablo así es porque realmente son terribles…” Este tipo de prácticas de los adultos de la escuela estarían favoreciendo la

reproducción de estereotipos de género: el varón aparece como sujeto deseante y la mujer como objeto de deseo. Siguiendo a Ramos y Román (2008) se continuaría reproduciendo el estereotipo que marca la sexualidad masculina como desenfrenada e irracional y la femenina como pasiva, receptiva, emocional, con capacidad de contención (Burín, 1994 citado en Ramos y Román, 2008). Se trata de un varón que busca la satisfacción de su deseo y de una mujer que debe protegerse de ello.

En conexión con ello, advertimos que ciertas concepciones naturalizadas de los cuerpos y las formas de vinculación inter-genérica operan como un obstáculo para revertir situaciones que pueden pensarse como violencia de género. Algunas observaciones nos permiten pensar que, cuando las estudiantes pueden enunciar sus vivencias de incomodidad y denunciar el machismo del entorno áulico, las y los agentes educativos, lejos de acompañar este movimiento, naturalizan el orden de relaciones entre compañeras y compañeros. Así, un grupo de alumnas le manifiesta a una de las autoras de este trabajo, que sus compañeros le miran la cola de un modo que las incomoda. Cuando ellas decidieron hablar con una profesora en quien confiaban, ésta les dijo: “no se hagan problema porque es normal que los chicos le miren la cola”.

Lo señalado da cuenta de prácticas escolares que se apropian de los cuerpos - marcando formas de vinculación permitidas y prohibidas – que operan con la lógica de dispositivos desigualadores. Decimos esto porque en la mayoría de los casos relevados por nosotras las recomendaciones, controles y formas de sujetamiento de los cuerpos operan principalmente sobre las alumnas, no sobre los alumnos. Estas observaciones son convergentes con lo señalado en la literatura sobre el tema respecto a que, en la escuela, el cuerpo masculino tiene ciertas licencias para hacerse ostensible y expandirse en el espacio, por ejemplo, en los juegos que se dan durante los recreos, mientras que los cuerpos de las alumnas deben replegarse, restringirse, ponerse a salvo del cuerpo “brusco” de sus compañeros (Acuña, 2004, Wenetz, Stigger y Meyer, 2006). En este

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punto nos preguntamos cómo los dispositivos escolares de control (re)producen cuerpos femeninos “quietos”, “replegados”, “pasivos” y “sumisos”. II.a- Los acercamientos corporales en el marco de las regulaciones juveniles

En este apartado trabajaremos los acercamientos corporales entre varones y

mujeres como un modo cotidiano de relacionarse en las escuelas con las que hemos trabajado. Estos modos de vinculación pueden consistir en acercamiento lúdicos (jugar a pegarse, jugar a agarrase las manos) o bien contactos con mayor carga de seducción (besos, abrazos, caricias). Pensamos, siguiendo a Butler, a dichos acercamientos corporales como un modo de hacer género que se apoya en la heterosexualización de las relaciones. Se pone en juego la posibilidad de seducir, de atraer y de acercarse al otro género en una lógica binaria; los jóvenes estarían citando en estas prácticas normas de género que se inscriben en una matriz heteronormativa. Butler (2001) define dicha matriz como un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género. Esto supone que “para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido, debe haber un sexo estable, expresado mediante un género estable, que se define históricamente y por oposición mediante la práctica obligatoria de la heterosexualidad” (p.38).

Así como tales prácticas corporales son permanentemente sancionados por preceptores y profesores, también lo son por parte de otros compañeros y otras compañeras. Como señala Robinson (2005), las y los jóvenes actúan como agentes en el “policiamiento” de las perfomances de género de las otras, dentro de un marco de lo que es considerado apropiado como comportamientos masculinos y femeninos. Hemos observado que se producen diferenciaciones entre las chicas que juegan con los varones, las que se “tiran” encima de ellos, las que “andan atrás” de los chicos y las que no tienen acercamientos corporales con ellos. Entre estas últimas suelen aparecer juicios severos que reprueban el comportamiento de las primeras, aunque es curioso que, al mismo tiempo que intentan diferenciarse de las “otras” sienten la necesidad de marcar que tampoco “son santitas”.

Algunas de estas jóvenes, que son consideradas por profesoras/es y compañeras/os como las “buenas alumnas”, suelen cumplir con la normativa institucional, con lo esperado por la institución en lo pedagógico y lo normativo. Aunque en diversas oportunidades, y a partir de diferentes estrategias, buscan alejarse de la adhesión escolar y aclarar que no son “las bochito” o que también “se portan mal”. Podemos pensar que la construcción de la imagen ante los demás se juega en un marco de equilibrios precarios, desde cierta ambivalencia entre la diferenciación de las “otras que se exceden” y la constitución de sí mismas desde cierta trasgresión a los valores tradicionales. Esto nos hablaría de la co-existencia entre significados instituidos y significaciones instituyentes, que opera como trasfondo en los modos de hacer género de las y los jóvenes en la escuela, donde la posible identificación con la “buena alumna” (calladita, aplicada, estudiosa) necesita ser negociada con la imagen de alguien que puede transgredir y desafiar valores y mandatos tradicionales.

III. Producciones estéticas

Otra forma de producción escolar de los cuerpos pasa por la regulación de la

presentación estética de los y las jóvenes. Este aspecto suele estar objetivado en los reglamentos institucionales donde se consignan prohibiciones respecto a tipos de

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vestimenta, peinados, uso de maquillaje, pearcing, poniéndose en tensión de este modo la regulación escolar con las producciones juveniles relativas a la imagen, los cuerpos, las asunciones estéticas.

En el caso de las estudiantes, se aprecia un fuerte énfasis en el control de lo que se piensa como “provocación” desde cierto sentido común escolar. Así, en las prácticas cotidianas se vigila especialmente que no usen ropa ajustada, polleras o remeras demasiado cortas, maquillaje en exceso, etc. También la norma de “tapar el cuerpo” recae sobre las docentes. Mientras que para las alumnas la institución dispone de mecanismos formales de sanción (llamadas de atención, nota dirigida a los padres, amonestaciones), en el caso de las docentes se activan mecanismos de control social informal, como comentarios o miradas de desaprobación por parte de directores u otros colegas. Al respecto una situación que llamó nuestra atención y da cuenta de estos mecanismos, fue cuando la directora de un establecimiento, al ver a una docente con un jean ajustado le advierte: “después no te quejes si los alumnos te tocan o te dicen algo”. En otros casos hemos registrado, como parte de las reglas implícitas de algunos establecimientos, las advertencias sutiles - cuando no pedidos explícitos - de no concurrir con determinada vestimenta, como musculosas o pantalones ajustados.

Nuevamente podemos leer en ello la operatoria de un dispositivo de control desigualador que, traspasando las barreras generacionales y los roles institucionales, limita especialmente a las mujeres. El cuerpo femenino no debe “provocar”, tiene que taparse y contenerse ante una sexualidad masculina “naturalmente a flor de piel”. Como señalábamos en la introducción, las instituciones escolares producen una pedagogización del cuerpo no solo de estudiantes sino también de maestras y docentes (Alonso y Morgade, 2008). La norma escolar histórica sería, como señalan Alonso y otras (2009), “no mostrar los cuerpos”, apareciendo como el locus de lo juzgado por aquello que social, cultural y políticamente se tiene por correcto. El cuerpo en la escuela como sitio de mesura y equilibro.

Otro aspecto que nos gustaría señalar es que entre las y los jóvenes ciertos estilos estéticos y prácticas corporales de algunas compañeras generan reacciones de rechazo. En los siguientes fragmentos se puede ver como irrumpen y molestan el “exceso” de maquillaje, el uso de ropa ajustada, sumado a sus expresiones (consideradas “vulgares”), risas y carcajadas.

En una entrevista, una joven decía: “Con Y. y R. no tenemos nada que ver…nosotras no somos guau que maduras, pero no andamos todo el día jijiji, no nos depilamos las cejas en el curso, tampoco nos andamos pinturrajeando todas como unas negras, parecen un apache, los ojos horribles…la Y. se puso a depilarse las cejas, un asco realmente un asco, son hartantes, se zarpan, dicen malas palabras, desubicadas mal, es un asco, su vida es una mala palabra, un asco... ” (risas)

Las diferencias en relación a las posiciones corporales (modos de caminar, de sentarse) y las construcciones estéticas (ropa, maquillaje, peinados) de las jóvenes se utilizan para la clasificación y jerarquización entre ellas y como indicios que activan estereotipos y valoraciones que delimitan sus relaciones. Dicho de otro modo, ciertas formas de diferenciación intra-genérica se basan en indicios corporales que son interpretados como manifestaciones de un ser social y moral (unas “negras”, un “asco”) y, a su vez, ubican a las emisoras de tales juicios desacreditantes en una “identidad de género adecuada”.

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IV. Comentarios finales

En la ponencia abordamos dos dimensiones de análisis de las prácticas

corporales de las jóvenes en la escuela media: los acercamientos corporales y las producciones estéticas; nos propusimos analizar cómo entran en tensión con lógicas tradicionales de control y normalización de los cuerpos.

A partir de nuestras apreciaciones provenientes de diversos trabajos en escuelas medias de la ciudad de Córdoba, pretendimos dar cuenta de un escenario que advertimos como complejo, donde se revela insuficiente la mirada que mayoritariamente los estudios han construido de las jóvenes estudiantes como sumisas, pasivas, débiles, sacrificadas, disciplinadas, aplicadas (Younger, 1999; López Santos, 2007). En cambio apreciamos, con variaciones y matices entre las jóvenes, que ellas actúan determinadas prácticas corporales (acercamientos y contactos con fuerte carga de seducción o estilos de vestimenta que se resisten a “tapar” el cuerpo) que permiten pensar en la posibilidad de “fisuras por donde se cuelan” otras formas alternativas (en el sentido de no-hegemónicas) de hacer género en la escuela.

Pero también expusimos que hay estilos y prácticas corporales que son sancionados por la escuela e intentan ser regulados en las prácticas relacionales entre jóvenes de distintos modos. Respecto a esto último vimos que las manifestaciones e indicios del cuerpo son interpretados en un juego de diferenciaciones intra-genéricas (las “bochito”, las “zarpadas”, las “negras”, las que un “asco”) y sirven a procesos de clasificación y jerarquización entre las jóvenes. Algunos estilos se construyen como “diferencia devaluada” que se expresa en los comentarios peyorativos y desacreditantes o las burlas, lo cual forma parte de los mecanismos de control social informal.

Con ello creemos haber dado cuenta de distintos modos de regulación y control que son, en definitiva, formas de producir cuerpos mediante un dispositivo social y escolar.

De la operatoria de la producción escolar de los cuerpos queremos destacar algunas características: el carácter desigualador de los dispositivos, que opera mandatos de control y sujeción con especial énfasis en las mujeres, alumnas y docentes (tapar el cuerpo, no ser “provocadora”, no estar cerca de los varones); en conexión con ello se advierte cómo ciertas prácticas continúan sosteniendo el estereotipo de género que ubica al varón como sujeto de deseo y a la mujer como objeto y que la responsabiliza por las expresiones de la sexualidad que puedan “llegar a despertar”. Vemos la manera en la que el cuerpo, como foco del disciplinamiento, se convierte en el mediador para la construcción de géneros y sexualidades. V. Referencias bibliográficas Acuña, María Elena (2004). “Bulla y bullicio en el aula. La interferencia de la clase, la

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